¬ bloodlines

389

Click here to load reader

Upload: cathy-villa

Post on 16-Nov-2014

153 views

Category:

Documents


7 download

DESCRIPTION

 

TRANSCRIPT

Page 1: ¬ Bloodlines
Page 2: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

2

Page 3: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

3

Gracias a todos nuestros maravillosos lectores que nos han acompañado a lo largo de Vampire Academy y ahora con Bloodlines. A cada una de las personas que participaron en la Traducción de Bloodlines. Moderadoras de Traducción y Corrección, Traductoras, Correctoras y Diseñadoras. Esperamos puedan disfrutar de este libro tanto como nosotras.

Bloodlines Moderadora:

CyeLy DiviNNa

Traductoras:

Caty

CyeLy DiviNNa Susanauribe

LizC Niii Sheilita Belikov

†DaRk BASS†

Paaau

Roo Andresen

Emii_Gregori Paovalera Dani

flochi Vannia Pimienta

elamela bautiston masi

kathesweet Liseth_Johana Abril.

Page 4: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

4

Correctoras:

Niii

CyeLy DiviNNa Dani

TwistedGirl kathesweet masi

†DaRk BASS†

Paaau

Pimienta

Emii_Gregori Paovalera Anne_Belikov

Selene Vannia V!an*

Camille Akanet ~NightW~

Agradecimiento Especial a: masi

Por su valiosa contribución en la corrección de este libro.

Recopilación y Revisión:

Niii

Diseñadoras:

CyeLy DiviNNa y Caty

Page 5: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

5

Indice:

Sinopsis

Pág: 6

Capítulo 15 Pág: 200

Capítulo 1

Pág: 7

Capítulo 16 Pág: 213

Capítulo 2

Pág: 22

Capítulo 17 Pág: 228

Capítulo 3

Pág: 35 Capítulo 18 Pág: 244

Capítulo 4

Pág: 48

Capítulo 19 Pág: 262

Capítulo 5

Pág: 64 Capítulo 20 Pág: 277

Capítulo 6

Pág: 81

Capítulo 21 Pág: 291

Capítulo 7

Pág: 95

Capítulo 22 Pág: 306

Capítulo 8

Pág: 107

Capítulo 23 Pág: 318

Capítulo 9

Pág: 122

Capítulo 24 Pág: 332

Capítulo 10

Pág: 138

Capítulo 25 Pág: 344

Capítulo 11

Pág: 150

Capítulo 26 Pág: 359

Capítulo 12

Pág: 166

Capítulo 27 Pág: 372

Capítulo 13

Pág: 177

Richelle Mead Pág: 387

Capítulo 14

Pág: 185

The Golden Lily Pág: 388

Page 6: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

6

Sinopsis

Traducida por CyeLyDiviNNa

Corregida por Niii

uando a la alquimista Sydney le es ordenado proteger la vida de la princesa

Moroi Jill Dragomir, el último lugar al que espera ser enviada es una escuela

privada para humanos en Palm Springs, California. Pero en su nueva

escuela, el drama sólo acaba de comenzar.

Poblada con nuevas caras y algunas familiares, Bloodlines explora toda la amistad,

romance, batallas y traiciones que hicieron del tan adictivo Vampire Academy el #1 en

la lista de los mejores libros del New York Times... está vez el escenario es en parte

vampírico, en parte humano donde las apuestas son incluso más altas y todos saldrán

por sangre.

C

Page 7: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

7

Capítulo 1

Traducido por Caty y CyeLyDiviNNa

Corregido por Dani

o podía respirar.

Había una mano cubriendo mi boca y otra sacudiendo mi hombro.

Sacándome de un sueño profundo. Mil pensamientos asustados invadieron mi mente

en el espacio de un simple latido de corazón. Estaba ocurriendo. Mi peor pesadilla

estaba haciéndose realidad.

¡Ellos están aquí! ¡Han venido por mí!

Mis ojos parpadearon, buscando desesperadamente por toda la habitación hasta que

lograron enfocar el rostro de mi padre. Me quedé quieta, totalmente confundida. Me

soltó, y retrocedió para observarme con frialdad. Me senté en mi cama, mi corazón

aún acelerado.

—¿Papá?

—Sydney. No podías despertarte.

Naturalmente, esa fue su única disculpa por darme un susto de muerte.

—Tienes que vestirte y arreglarte para que estés presentable —continuó—, rápido y en

silencio. Reúnete conmigo abajo en el estudio.

Sentí mis ojos agrandarse, pero no dudé al responder. Sólo había una respuesta

aceptable.

—Sí, señor. Por supuesto.

—Iré a despertar a tu hermana. —Se dirigió hacia la puerta y salté de la cama

—¿Zoe?—exclamé—. ¿Para qué la necesitas?

N

Page 8: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

8

—Silencio —me dijo—. Apúrate y arréglate. Y recuerda, se silenciosa. No despiertes a

tu madre.

Cerró la puerta sin otra palabra, dejándome mirándola fijamente. El pánico que sólo

había disminuido comenzó a surgir dentro de mí otra vez. ¿Para qué necesitaba a Zoe?

Una visita a esta hora sólo podía significar que se trataba de asuntos de alquimistas, y

ella no tenía nada que ver con ellos. Técnicamente, tampoco yo, no desde que había

sido suspendida indefinidamente por mal comportamiento este verano. ¿Y qué pasaba

si de eso se trata todo esto? ¿Qué pasaba si finalmente me iban a llevar a un centro de

re-educación y Zoe iba a reemplazarme?

Por un momento, el mundo se movió a mí alrededor, y me sostuve de mi cama para

mantenerme estable. Centros de re-educación. Eran los protagonistas de las pesadillas

de jóvenes alquimistas como yo, misteriosos lugares dónde aquellos que se acercaban

demasiado a los vampiros eran llevados para corregir sus errores. Qué pasaba

exactamente en ellos era un secreto, uno que nunca quise descubrir. Estaba bastante

segura que “re-educación” era una forma agradable de decir “lavado de cerebro”. Sólo

había visto a una persona regresar de allí, y honestamente, había parecido como media

persona después de eso. Se comportaba casi como un zombi, y ni siquiera quería

pensar qué podrían haberle hecho para que terminara de esa manera.

La urgencia de mi padre para que me apurara hizo eco en mi mente y traté de

deshacerme de mis miedos. Recordando su otra advertencia, también me aseguré de

moverme silenciosamente. Mi madre tenía un sueño muy liviano. Normalmente, no

importaría si nos atrapaba saliendo a hacer recados para los alquimistas, pero

últimamente, no se estaba sintiendo tan amable hacía los empleadores de su esposo (y

de sus hijas). Terribles discusiones habían tenido lugar entre mis padres, y mi hermana

Zoe y yo, a menudo nos encontrábamos escondiéndonos de ellos.

Zoe.

¿Por qué necesita a Zoe?

La pregunta quemaba a través de mí mientras me las arreglaba para estar lista. Sabía lo

que significaba “estar presentable”. Lanzarme dentro de unos vaqueros y una camiseta

estaba fuera de cuestión. En lugar de ello, me puse un pantalón gris y una reluciente

camisa de botones. Un chaleco de un color gris carbón más oscuro sobre ellos, el que

sujeté cuidadosamente en mi cintura con un cinturón negro. Una pequeña cruz de oro,

Page 9: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

9

la que siempre llevaba alrededor de mi cuello, era el único accesorio que me molestaba

en usar.

Mi pelo era un problema ligeramente más grande. Incluso después de sólo dos horas

de sueño, iba en todas las direcciones. Lo alisé lo mejor que pude y luego lo cubrí con

una gruesa capa de laca para cabello con la esperanza que me llevara a través de lo que

estaba por venir. Una fina capa de polvo fue el único maquillaje que me puse. No tenía

tiempo para nada más.

El proceso completo me llevo cerca de seis minutos, lo que debió haber sido un nuevo

récord para mí. Corrí por las escaleras en completo silencio, teniendo cuidado, de

nuevo, para evitar despertar a mi madre. La sala estaba oscura, pero un poco de luz

salía de la puerta entrecerrada del estudio de mi padre. Tomando eso como una

invitación, abrí la puerta y me deslicé al interior. Una conversación en susurros se

detuvo con mi entrada. Mi padre me observó de la cabeza hasta los pies y mostró su

aprobación hacia mi apariencia de la mejor forma que conocía: simplemente

conteniendo sus críticas.

—Sydney —dijo bruscamente—. Creo que conoces a Donna Stanton.

La formidable alquimista estaba cerca de la ventana, de brazos cruzados, viéndose tan

fuerte y en forma como recordaba. Había pasado mucho tiempo con Stanton

recientemente, aunque no podría decir que fuéramos amigas, especialmente desde que

ciertas acciones mías terminaron dejándonos a ambas en la “versión vampírica de

arresto domiciliario”. Si tenía algún resentimiento contra mí, ni siquiera lo demostró.

Asintió hacia mí, saludándome educadamente, su rostro totalmente enfocado en los

negocios.

Otros tres alquimistas estaban también allí, todos hombres. Ellos se presentaron como

Barnes, Michaelson y Horowitz. Barnes y Michaelson tenían la misma edad que mi

padre y Stanton. Horowitz era más joven, a mitad de sus veinte, y estaba organizando

las herramientas para un tatuaje. Todos ellos estaban vestidos como yo. Con ropa

casual de negocios, en colores neutros. Nuestro objetivo era siempre lucir agradables y

no llamar la atención. Los alquimistas habían estado jugando a Los Hombres de Negro

durante siglos, mucho antes de que los humanos soñaran con la vida en otros mundos.

Cuando la luz alcanzaba sus rostros en la manera correcta, cada alquimista mostraba

el tatuaje de un lirio, idéntico al mío.

De nuevo, mis miedos crecieron. ¿Esto era algún tipo de interrogatorio? ¿Una

evaluación para determinar si mi decisión de ayudar a una chica renegada mitad-

Page 10: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

10

vampiro significaba que mis lealtades habían cambiado? Crucé mis brazos sobre mi

pecho y adopté una expresión neutral, esperando verme calmada y confiada. Si todavía

tenía una oportunidad de defender mi caso, intentaría presentar un argumento sólido.

Antes de que alguien más pudiera pronunciar otra palabra, entró Zoe. Cerró la puerta

detrás de ella y miro alrededor aterrorizada, sus ojos muy abiertos. El estudio de

nuestro padre era enorme —construyó un ala adicional en nuestra casa para este— y

todos sus ocupantes cabíamos cómodamente. Pero mientras observaba a mi hermana

tratar de comprender la escena ante sus ojos, sabía que se sentía ahogada y atrapada.

Encontré sus ojos y traté de enviarle un silencioso mensaje de solidaridad. Debió haber

funcionado porque se acercó a mi lado, luciendo sólo un poco menos asustada.

—Zoe —dijo mi padre. Dejó su nombre colgando en el aire de esa forma en que solía

hacerlo, dejándonos perfectamente claro que estaba decepcionado. Inmediatamente

pude adivinar por qué. Ella vestía vaqueros, una vieja camiseta y su cabello castaño

estaba recogido en dos lindas pero descuidadas trenzas. Para los estándares de

cualquier otra persona, hubiera estado “presentable”, pero no para él. La sentí

acobardarse a mi lado, e intenté parecer más alta y protectora. Después de asegurarse

de que su condenación se hizo sentir, nuestro padre presentó a Zoe con los demás.

Stanton le dio el mismo asentimiento educado que a mí, y entonces se giró hacia mi

padre.

—No entiendo, Jared —dijo Stanton—. ¿A cuál de ellas vas a usar?

—Bueno, ese es el problema —dijo mi padre—. Zoe fue solicitada… pero no creo que

esté lista. De hecho, sé que no lo está. Sólo ha recibido el más básico de los

entrenamientos, pero en vista a las recientes… experiencias de Sydney…

Mi mente inmediatamente comenzó a unir las piezas. Primero, y más importante,

parecía que no iba a ser enviada a un centro de re-educación. Aún no, por lo menos.

Esto se trataba de algo más. Mis sospechas de antes estaban en lo correcto. Había

alguna misión o tarea en marcha, y alguien quería involucrar a Zoe en ello, porque, a

diferencia de otros miembros de su familia, no tenía un historial de traición hacia los

alquimistas. Mi padre tenía razón, ella tan solo había recibido la instrucción básica.

Nuestros trabajos eran hereditarios, y yo había sido escogida años atrás como la

siguiente alquimista de la familia Sage. Mi hermana mayor, Carly, había sido pasada

por alto, ahora estaba en la Universidad y era demasiado mayor. Él le había enseñado

a Zoe como reserva en mi lugar, por si algo me pasaba a mí, como un accidente

automovilístico o un enfrentamiento con un vampiro.

Page 11: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

11

Me puse de pie, sin saber qué era lo que iba a decir hasta que lo dije. La única cosa de

la que estaba segura es que no podía dejar que Zoe fuera succionada por los esquemas

de los alquimistas. Temía más por su seguridad que por terminar en un centro de re-

educación, y estaba bastante aterrorizada por eso.

—Hablé ante el comité acerca de mis acciones después de que ocurrieron —dije—.

Tenía la impresión de que comprendían las razones de por qué hice las cosas que hice.

Estoy ampliamente calificada para servir en lo que sea que necesiten, mucho más que

mi hermana. Tengo experiencia en el mundo real. Conozco este trabajo por dentro y

por fuera.

—Un exceso de experiencia en el mundo real, si tu memoria funciona —dijo Stanton

secamente.

—A mí personalmente me gustaría escuchar estas “razones” de nuevo —dijo Barnes,

usando sus dedos para dibujar comillas en el aire—. No me emociona exponer una

chica medio entrenada allí afuera, pero también encuentro difícil creer que alguien que

ayudo a un vampiro criminal esté “totalmente calificado para servir.” —Más comillas

pretenciosas en el aire.

Sonreí agradablemente es respuesta, enmascarando mi rabia. Si mostraba mis

verdaderas emociones, no ayudaría en mi caso.

—Lo comprendo, señor. Pero Rose Hathaway fue eventualmente declarada inocente

de los crímenes de los que estaba acusada. Así que, técnicamente no estaba ayudando

a un criminal. Mis acciones eventualmente ayudaron a encontrar al verdadero asesino.

—Sea como sea, nosotros, y tú, no sabíamos que era “inocente” en ese momento

—dijo.

—Lo sé —dije—. Pero yo creía en su inocencia.

Barnes resopló.

—Y ahí está el problema. Deberías haber creído lo que los alquimistas te dijeron, no

salir con tus propias conclusiones inverosímiles. Por lo menos, deberías haber

presentado cualquier evidencia que tuvieras a tus superiores.

¿Evidencia? ¿Cómo podía explicar que no había sido ninguna evidencia lo que me

había hecho que ayudara a Rose, sino un sentimiento en mis entrañas que me

Page 12: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

12

aseguraba que estaba diciendo la verdad? Pero eso era algo que sabía que nunca

entenderían. Todos nosotros estábamos entrenados para asumir lo peor de su especie.

Decirles que había visto verdad y honradez en ella no ayudaría en mi causa aquí.

Decirles que había sido chantajeada por otro vampiro obligándome a ayudarla era

incluso una peor explicación. Había sólo un argumento que los alquimistas podían

posiblemente comprender.

—No… no le dije a nadie porque quería obtener todo el crédito por ello. Estaba

esperando poder conseguir un ascenso y una mejor asignación.

Tomó cada onza de mi autocontrol decir esa mentira con un rostro sereno, me sentía

humillada al hacer ese tipo de admisión. ¡Como si la ambición realmente me llevara a

tal extremo comportamiento! Me hacía sentir sucia y superficial. Pero, como

sospechaba, era algo que los demás alquimistas podrían comprender.

Michaelson resopló.

—Mal enfocado, pero no totalmente inesperado para su edad.

Los otros hombres compartieron iguales miradas condescendientes, incluso mi padre.

Sólo Stanton lucía dubitativa, pero entonces, ella había sido más parte del fiasco de lo

que los demás habían sido.

Mi padre los observó de unos a otros, esperando más comentarios. Cuando no llegó

ninguno, se encogió de hombros.

—Si nadie tiene más objeciones, entonces, preferiría que usáramos a Sydney. A pesar

de que sigo sin comprender por completo para qué la necesitan. —Había un tono

ligeramente acusador en su voz por no haber sido informado totalmente aún. A Jared

Sage no le gustaba quedar fuera de la información.

—No tengo ningún problema con usar a la chica mayor —dijo Barnes—. Pero mantén

a la menor alrededor hasta que los otros lleguen aquí, en caso que hubiera alguna

objeción. —Me pregunté cuántos “otros” se unirían a nosotros. El estudio de mi padre

no era un estadio. Además, cuanta más gente viniera, más importante era el caso. Mi

piel se enfrió y me pregunté qué clase de asignación podría ser. Había visto a los

alquimistas cubrir grandes desastres con sólo una o dos personas. ¿Cuán colosalmente

grande tendría que ser para que requiriera tanta ayuda?

Horowitz habló por primera vez.

Page 13: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

13

—¿Qué quieres que haga?

—Vuelve a tatuar a Sydney —dijo Stanton decisivamente—. Incluso si no la eligen, no

nos hará daño reforzar su hechizo. No tiene sentido tatuar a Zoe hasta que sepamos

qué vamos a hacer con ella.

Mis ojos se desviaron hacia las notablemente desnudas —y pálidas— mejillas de mi

hermana. Sí. Mientras en su rostro no hubiera ningún lirio, estaba libre. Una vez que el

tatuaje estaba sobre tu piel, no había vuelta atrás. Le pertenecías a los alquimistas.

La realidad de esto sólo me había golpeado en el último año o así. Realmente nunca

me di cuenta mientras crecía. Mi padre me había enseñado desde muy pequeña la

importancia de nuestro deber. Aún creía en la justicia de ello, pero desearía que

también hubiera mencionado hasta qué punto consumiría mi vida.

Horowitz estaba organizando una mesa plegable al otro lado del estudio de mi padre.

La señaló y me dio una sonrisa amigable.

—Súbete aquí —me dijo—. Toma tu boleto.

Barnes le disparó una mirada de desaprobación.

—Por favor. Podrías mostrar un poco más de respeto por este ritual, David.

Horowitz simplemente se encogió de hombros. Me ayudó a recostarme, y aunque

seguía aterrorizada por los demás alquimistas para sonreírle en respuesta, esperaba que

mi gratitud se reflejara en mis ojos. Otra sonrisa suya me dijo que entendía. Girando

mi cabeza, observé como Barnes de forma venerante ponía un maletín negro en un

costado de la mesa. Los otros alquimistas se reunieron alrededor y tomaron sus manos

en frente de ellos. Debía de ser un ministro, me di cuenta. La mayor parte de lo que los

alquimistas hacíamos estaba basado en la ciencia, pero algunas cosas requerían

asistencia divina. Después de todo, nuestra misión principal de proteger a la

humanidad se basaba en la creencia de que los vampiros eran antinaturales e iban

contra el plan de Dios. Es por eso que los ministros, nuestros sacerdotes, trabajaban

codo a codo con nuestros científicos.

—Oh Señor —dijo, cerrando sus ojos—. Bendice estos elixires, limpia estos

implementos del mal que llevan consigo, para que tu luz y poder brillen puros hacia

nosotros, tus sirvientes.

Page 14: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

14

Él abrió su maletín y sacó cuatro pequeños viales, cada uno lleno con un líquido rojo

oscuro. Etiquetas que no podía leer marcaban cada uno de ellos. Con una mano

experta y ojos prácticos, Barnes vertió cantidades precisas de cada uno en un recipiente

más grande. Cuando vertió el cuarto, produjo un pequeño paquete de poder que vació

en el resto de la mezcla. Sentí un hormigueo en el aire y el contenido de la botella se

convirtió en oro. Le entregó la botella a Horowitz, quien estaba preparado con la

aguja. Todos se relajaron, la parte ceremonial estaba completa.

Me giré obedientemente, exponiendo mi mejilla. Un momento después, la sombra de

Horowitz estaba sobre mí.

—Esto va a doler un poco, pero nada como cuando recibiste el primero. Es sólo un

retoque —explicó amablemente.

—Lo sé —dije, había sido retocada antes—. Gracias.

La aguja atravesó mi piel, y traté de no hacer una mueca de dolor. Dolía, pero como él

había dicho, Horowitz no estaba creando un tatuaje nuevo. Simplemente estaba

inyectando pequeñas cantidades de tinta en mi tatuaje existente, recargando su poder.

Lo tomé como una buena señal. Zoe podía no estar fuera de peligro aún, pero

seguramente no se tomarían la molestia de re-tatuarme si sólo iban a enviarme a un

centro de re-educación.

—¿Puedes decirnos que está ocurriendo mientras esperamos? —dijo mi padre—. Todo

lo que me dijeron fue que necesitaban a una chica adolescente. —La manera en que lo

dijo lo hacía sonar como un papel desechable. Luché con una ola de ira hacía mi

padre. Eso era todo lo que éramos para él.

—Tenemos una situación. —Oí decir a Stanton. Finalmente obtendríamos algunas

respuestas—. Con los Moroi.

Respiré un pequeño suspiro de alivio. Mejor ellos que los Strigoi. Cualquier

“situación” a la que nos enfrentáramos los alquimistas siempre involucraba a una de

las razas de vampiros y tomaría a los vivos, no-asesinos cualquier día. Ellos casi

parecían humanos a veces —sin embargo nunca le diría eso a alguien aquí—, y vivían

y morían como nosotros. Los Strigoi, por su parte, eran retorcidos fenómenos de la

naturaleza. No muertos, asesinos de vampiros creados cuando un Strigoi forzaba a una

víctima a beber su sangre o cuando un Moroi tomaba la vida de alguien a propósito

Page 15: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

15

mientras bebía su sangre. Una situación que con los Strigoi usualmente terminaba con

alguien muerto.

Todo tipo de escenarios posibles jugaban a través de mi mente mientras consideraba

qué problema había requerido la acción de los alquimistas esta noche: un humano que

había visto a alguien con colmillos, un alimentador que había escapado y hecho

público todo, un Moroi amenazado por doctores humanos… Todos esos eran el tipo

de problemas que los alquimistas enfrentaban en su mayoría, algunos para los cuales

había sido entrenada para manejar y ocultar con facilidad. Por qué necesitaban a una

“chica adolescente” para cualquiera de ellos, como sea, era un misterio.

—Saben que eligieron una nueva reina el mes pasado —dijo Barnes. Prácticamente

podía verlo poniendo sus ojos en blanco.

Todos en la habitación murmuraron afirmativamente. Por supuesto que sabían sobre

eso. Los alquimistas ponían cuidadosa atención a cualquier desarrollo importante

relacionado con los Moroi. Saber lo que los vampiros estaban haciendo era crucial

para mantenerlos escondidos del resto de la humanidad, y para mantener al resto de la

humanidad a salvo de ellos. Ese era nuestro propósito, proteger a nuestra raza. Conoce

al enemigo era tomado muy en serio por nosotros. La chica que los Moroi habían

elegido como reina, Vasilisa Dragomir, tenía 18 años, al igual que yo.

—No te tenses —dijo Horowitz amablemente.

No me había dado cuenta de que lo estaba haciendo. Traté de relajarme pero pensar en

Vasilisa Dragomir, me hacía pensar en Rose Hathaway. Inquieta, me pregunté si

quizás no debería haber asumido tan rápidamente que estaba fuera de problemas.

Piadosamente, Barnes simplemente siguió con su historia, sin mencionar mi relación

indirecta con la reina y sus asociados.

—Bueno, tan sorprendente como es para nosotros, ha sido impresionante para alguna

de su propia gente. Ha habido muchas protestas y desobediencia civil. Nadie ha

tratado de atacar a la chica Dragomir, pero eso se debe probablemente a lo bien

vigilada que está. Sus enemigos, al parecer, han encontrado otra forma de atacarla: su

hermana.

—Jill —dije, hablando antes de poder detenerme. Horowitz me regañó por moverme e

inmediatamente me arrepentí por atraer la atención hacia mí misma y mi

conocimiento sobre los Moroi. Aun así, una imagen de Jillian Mastrano invadió mi

mente: alta y anodinamente delgada como todos los Moroi, con grandes ojos color

Page 16: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

16

verde pálido que siempre parecían nerviosos. Y tenía una buena razón para estarlo. A

los 15, Jill había descubierto que era la hermana ilegítima de Vasilisa, convirtiéndose

en el único otro miembro de la línea de su familia real. También estaba relacionada

con el desastre en el que me involucré durante el verano.

—Conocen sus leyes —continuó Stanton, después de un momento de incómodo

silencio. Su tono transmitía que nosotros sabíamos todo acerca de las leyes Moroi. ¿Un

monarca electo? Eso no tenía ningún sentido para mí, pero ¿qué más puede uno

esperar de seres anti naturales, como los vampiros?—. Y Vasilisa debe tener un

miembro de la familia para mantener su trono. Por lo tanto, sus enemigos han

decidido que si no pueden sacarla directamente, van a sacar a su familia.

Un escalofrío me recorrió la columna por el significado implícito, y comenté una vez

más sin pensar.

—¿Le pasó algo a Jill? —Esta vez, por lo menos había elegido un momento en que

Horowitz iba a llenar su aguja, por lo que no había peligro de estropear el tatuaje.

Me mordí el labio para evitar decir nada más, imaginando el castigo en los ojos de mi

padre. Mostrar preocupación por un Moroi era la última cosa que quería hacer,

teniendo en cuenta mi estado de incertidumbre. No tenían ningún apego fuerte hacia

Jill, pero la idea de que alguien intentara matar a una chica de quince años —la misma

edad que Zoe— era horroroso, sin importar a qué raza perteneciera.

—Eso es lo que no está claro —reflexionó Stanton—. Fue atacada, sabemos eso, pero

no podemos decir si recibió alguna lesión real. De todos modos, está bien ahora, pero

el ataque sucedió en su propia Corte, indicando que tienen traidores a altos niveles.

Barnes resopló con disgusto.

—¿Qué podemos esperar? Cómo su ridícula raza ha logrado sobrevivir tanto tiempo

como lo han hecho sin necesidad de volverse el uno contra el otro es algo que no

puedo comprender.

Hubo murmullos de asentimiento.

—Ridículo o no, sin embargo, no podemos tener una guerra civil —dijo Stanton—.

Algunos Moroi han actuado en señal de protesta, suficientes para que hayan llamado

la atención de los medios de comunicación humanos. No podemos permitir eso.

Page 17: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

17

Necesitamos que su gobierno sea estable, y eso significa garantizar la seguridad de esta

chica. Tal vez no pueden confiar en sí mismos, pero pueden confiar en nosotros.

No tenía sentido señalar que los Moroi no confiaban totalmente en los alquimistas.

Pero, dado de que nosotros no teníamos ningún interés en acabar con el monarca

Moroi o su familia, nos hacía más confiables que otros, supongo.

—Tenemos que hacer desaparecer a la chica —dijo Michaelson—. Por lo menos hasta

que los Moroi puedan deshacer la ley que hace que el trono de Vasilisa sea tan

precario. Ocultar a Mastrano con su propia gente no es seguro por el momento, por lo

que necesitamos ocultarla entre los seres humanos. —Goteaba desdén en sus

palabras—. Pero es imprescindible que también permanezca oculta de los humanos.

Nuestra raza no puede saber que ellos existen.

—Después de consultar con los guardianes, hemos elegido un lugar que todos creemos

será seguro para ella, tanto de los Moroi y Strigoi —dijo Stanton—. Sin embargo, para

estar seguros de que ella, y que aquellos que la acompañen, no sean detectados, vamos

a necesitar una mano de los alquimistas, dedicados exclusivamente a sus necesidades

en caso de que llegue a presentarse cualquier complicación.

Mi padre se burló.

—Eso es un desperdicio de nuestros recursos. Por no hablar de insoportable para quien

tenga que quedarse con ella.

Tenía un mal presentimiento sobre lo que se avecinaba.

—Aquí es donde entra Sidney —dijo Stanton—. Nos gustaría que fuera uno de los

alquimistas que acompañen a Jillian en la clandestinidad.

—¿Qué? —exclamó mi padre—. No pueden estar hablando en serio.

—¿Por qué no? —El tono de Stanton era calmado y nivelado—. Son casi de la misma

edad, por lo que estar juntas no levantará sospechas. Y Sidney ya conoce a la chica.

Sin duda, pasar tiempo con ella, no será tan "insoportable", como podría ser para otros

alquimistas.

El trasfondo era claro y fuerte. Yo no estaba libre de mi pasado, todavía no. Horowitz

se detuvo y levantó la aguja, lo que me dio la oportunidad de hablar. Mi mente corría.

Buscando alguna respuesta adecuada. No quería sonar demasiado molesta por el plan.

Page 18: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

18

Necesitaba recuperar mi buen nombre entre los alquimistas y mostrar mi disposición a

seguir órdenes. Dicho esto, tampoco quería sonar como si estuviera demasiado

cómoda con los vampiros o sus equivalentes mitad humanos, los dhampir.

—Pasar tiempo con alguno de ellos nunca es divertido —dije con cuidado,

manteniendo la voz fría y altanera—. No importa lo mucho que lo haga. Pero haré lo

que sea necesario para mantenernos, y a todos los demás, seguros. —No tenía

necesidad de explicar que "todos" significaba los humanos.

—Ahí, ¿lo ves, Jared? —Barnes parecía satisfecho con la respuesta—. La chica sabe

que es su deber, hemos hecho una serie de arreglos que deben hacer que las cosas

funcionen bien, y ciertamente no la enviaría allí, sola, sobre todo porque la chica

Moroi no estará sola tampoco.

—¿Qué quieres decir? —Mi padre aún no sonaba contento con nada de esto, y me

pregunté qué le molestaba más. ¿Acaso realmente creía que yo podría estar en peligro?

¿O era que simplemente le preocupaba que pasar más tiempo con los Moroi cambiara

mis lealtades aún más?

—¿Cuántos de ellos están viniendo?

—Están enviando a un dhampir —dijo Michaelson—. Uno de sus guardianes,

realmente no tengo problemas con él. El lugar que hemos elegido debería ser libre de

Strigoi, pero si no es así, es mejor que ellos luchen contra los monstruos que nosotros.

—Los guardianes eran dhampirs especialmente entrenados y que se desempeñaban

como guardaespaldas.

—Ahí está —me dijo Horowitz, dando un paso atrás—. Puedes sentarte.

Obedecí y resistí el impulso de tocar mi mejilla. Lo único que sentía de su trabajo era

la picadura de la aguja, pero conocía la poderosa magia que estaba trabajando su

camino a través de mí, la magia que me daría un sistema inmunológico sobrehumano

y me impediría hablar de asuntos de vampiros a los humanos ordinarios. Traté de no

pensar en la otra parte, acerca de dónde provenía esa magia. Los tatuajes eran un mal

necesario.

Los otros seguían en pie, sin prestarme atención, bueno, a excepción de Zoe. Ella

todavía se veía confusa y asustada y no dejaba de mirar con ansiedad en mi dirección.

Page 19: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

19

—También puede que venga otro Moroi —añadió Stanton—. Honestamente, no sé

por qué, pero fueron muy insistentes en que debía estar con Mastrano. Les dijimos que

la menor cantidad de ellos por ocultar era mejor, pero... bueno, parecían pensar que

era necesario y les dijimos que haríamos los arreglos para él ahí. Creo que es algún

Ivashkov. Irrelevante.

—¿Dónde es ahí? —preguntó mi padre—. ¿A dónde quieren mandarla?

Excelente pregunta. Me había estado preguntando lo mismo. Mi primer trabajo de

tiempo completo con los alquimistas me había enviado a mitad de camino en todo el

mundo, a Rusia. Si los alquimistas tenían la intención de ocultar a Jill, no se sabía a

qué lugar remoto la iban a enviar. Por un momento, me atreví a esperar que podría

terminar en mi ciudad de ensueño: Roma. Legendarias obras de arte y comida Italiana

parecía una buena manera de compensar el papeleo y los vampiros.

—Palm Springs —dijo Barnes.

—¿Palm Springs? —repetí. Eso no era lo que había estado esperando. Cuando pensaba

en Palm Springs, pensaba en estrellas de cine y campos de golf. No exactamente una

fiesta romana, pero tampoco el Ártico.

Una pequeña sonrisa irónica tiró de los labios de Stanton.

—Está en el desierto y recibe mucha luz del sol. Totalmente indeseable para los

Strigoi.

—¿No sería indeseable para los Moroi también? —le pregunté, pensando en el futuro.

Un Moroi no se incinera al sol como un Strigoi, pero una exposición excesiva todavía

volvía a los Moroi débiles y enfermos.

—Bueno, sí —admitió Stanton—. Pero un poco de incomodidad vale la pena por la

seguridad que ofrece. En tanto que el Moroi pase la mayor parte de su tiempo dentro,

no será un problema. Además, va a desalentar a otros Moroi de ir y venir...

El sonido de una puerta de un coche abriéndose y golpeando fuera de la ventana llamó

la atención de todos.

—Ah —dijo Michaelson—. Ahí están los otros. Voy a dejarlos entrar.

Page 20: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

20

Se deslizó fuera del estudio y, presumiblemente, se dirigió hacia la puerta de entrada

para dejar pasar a los que habían llegado. Momentos más tarde, oí a una nueva voz

hablando mientras Michaelson regresaba con nosotros.

—Bueno, papá no pudo hacerlo, así que me envió a mí —decía la nueva voz.

La puerta del estudio se abrió, y mi corazón se detuvo.

No, pensé. Cualquiera excepto él.

—Jared —dijo el recién llegado, al ver a mi padre—. Me alegro de verte de nuevo.

Mi padre, quien apenas me había dado un vistazo en toda la noche, sonrió.

—¡Keith! Me he estado preguntando dónde has estado.

Los dos se estrecharon las manos, y una ola de indignación se deslizó a través de mí.

—Este es Keith Darnell —dijo Michaelson, presentándolo a los demás.

—¿El hijo de Tom Darnell? —preguntó Barnes, impresionado. Tom Darnell fue un

legendario líder entre los alquimistas.

—El mismo —dijo Keith alegremente. Él era unos cinco años mayor que yo. Con el

pelo rubio un tono más claro que el mío. Conocía a un montón de chicas que pensaban

que era atractivo. ¿Yo? Lo encontraba vil. Era casi la última persona que esperaba ver

aquí.

—Y creo que conoces a las hermanas Sage —agregó Michaelson.

Keith volvió sus ojos azules primero hacia Zoe, ojos que eran sólo marginalmente

diferentes uno de otro en color. Uno de sus ojos, el de vidrio, se quedó mirando hacia

adelante y no se movió en absoluto. El otro le hizo un guiño mientras su sonrisa se

ampliaba.

Todavía puede guiñar, pensé furiosamente. ¡Qué molesto, estúpido, guiño condescendiente!

Pero entonces, ¿por qué no lo haría? Todos habían oído sobre el accidente que había

tenido este año, un accidente que le había costado un ojo. Todavía había sobrevivido

con uno bueno, pero de alguna manera, en mi mente, pensaba que la pérdida de un ojo

detendría ese exasperante guiño.

Page 21: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

21

—¡Pequeña Zoe! Mírate, has crecido —dijo con cariño. No soy una persona violenta,

no por cualquier medio, pero de repente quería pegarle por mirar a mi hermana de esa

manera.

Ella esbozó una sonrisa para él, claramente aliviada al ver una cara familiar aquí.

Cuando Keith se volvió hacia mí, sin embargo, toda la alegría y simpatía se

desvaneció. El sentimiento era mutuo.

El ardiente, y oscuro odio que se construía dentro de mí fue tan abrumador que me

tomó un momento formular cualquier tipo de respuesta.

—Hola, Keith —le dije secamente.

Keith ni siquiera intentó igualar mi forzada cortesía. De inmediato se volvió hacia los

alquimistas de alto nivel.

—¿Qué está haciendo ella aquí?

—Sabemos que solicitaste a Zoe —dijo Stanton con voz nivelada—, pero tras el

examen, se decidió que sería mejor si Sidney cumplía esta función. Su experiencia

eclipsa cualquier preocupación por sus acciones pasadas.

—No —dijo Keith rápidamente, volviendo esa acerada mirada azul de regreso a mí—.

No hay forma en que pueda venir, no hay manera de que confié en que una retorcida

amante de los vampiros no está jodiendo esto para todos nosotros. Llevaremos a su

hermana.

Page 22: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

22

Capítulo 2

Traducido por Susanauribe

Corregido por ~NightW~

n par de personas jadearon, sin duda gracias al hecho de que Keith

usara el término “Amante de los Vampiros”. Las palabras no eran tan

terribles por sí solas, pero juntas… bien, representaban una idea que era

básicamente un anatema para todo lo que los Alquimistas defendían. Luchábamos por

proteger a los humanos de los vampiros. Estar en asociación con esas criaturas era la

cosa más malvada de la que pudiéramos ser acusados. Incluso durante mi

interrogatorio anterior, los otros alquimistas habían sido muy cuidadosos con la

elección de su lenguaje.

El tratamiento de Keith era casi obsceno. Horowitz parecía furioso en mi nombre y

abrió la boca como si estuviera a punto de hacer una réplica mordaz. Luego de una

rápida mirada a Zoe y a mí, pareció reconsiderarlo y se quedó en silencio. Michaelson,

sin embargo, no pudo evitar murmurar—: Protégenos a todos. —Luego hizo la señal

contra el demonio.

Sin embargo, no eran los insultos de Keith lo que en realidad me molestaba (aunque

ciertamente lograban estremecerme). Era el anterior comentario descortés de Stanton

lo que lo hacía. Sabemos que solicitaste a Zoe.

¿Keith había solicitado a Zoe para ésta tarea? Mi decisión de mantenerla fuera de esto

crecía a pasos agigantados. La idea de ella alejándose con él me hacía apretar los

puños. Todos aquí podían pensar que Keith Darnell era alguna clase de chico de

portada, pero yo sabía que no era así. Ninguna chica —mucho menos mi hermana—

debería quedarse a solas con él.

—Keith —dijo Stanton, con una amable advertencia en su voz—. Puedo respetar sus

sentimientos, pero no estás en la posición de tomar esa decisión.

Él se ruborizó.

U

Page 23: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

23

—¡Palm Springs es mi lugar! Tengo todo el derecho de decidir lo que sucede en mi

territorio.

—Puedo entender por qué te siente de esa manera —dijo mi padre. Increíble. Si Zoe o

yo hubiéramos cuestionado su autoridad como Keith lo había hecho, nuestro padre no

hubiera dudado en decirnos nuestros “derechos”… o más bien, nos hubiera dicho que

no teníamos ninguno. Keith se había quedado con mi familia durante un verano —los

jóvenes alquimistas hacían eso algunas veces mientras entrenaban— y mi padre había

empezado a considerarlo como el hijo que nunca había tenido. Incluso entonces, había

habido un doble estándar entre Keith y nosotros. El tiempo y la distancia

aparentemente no habían acabado con eso.

—Palm Springs puede ser tu lugar —dijo Stanton—, pero ésta tarea viene de lugares en

la organización que van mucho más allá de tu alcance. Eres esencial para la

coordinación, sí, pero de ninguna manera eres la autoridad de éste lugar. —A

diferencia de mí, sospechaba que Stanton había golpeado a algunas personas en su día

y creo que ahora quería hacer eso con Keith. Era divertido que se volviera mi

defensora, ya que estaba bastante segura que no se creía del todo mi historia de usar a

Rose para avanzar en mi carrera.

Keith se había calmado visiblemente, de forma sabia se había dado cuenta que una

rabieta infantil no lo llevaría a ningún lado.

—Entiendo. Pero simplemente estoy preocupado por el éxito de ésta misión. Conozco

a las dos chicas Sage. Incluso antes del “incidente” de Sydney, tenía serias

preocupaciones sobre ella. Sin embargo, supuse que crecería lejos de ellas, de manera

que no me molesté en decir nada en ese entonces. Ahora veo que estaba equivocado.

En ese entonces, de verdad pensé que Zoe hubiera sido una elección mucho mejor para

la posición de la familia. Sin ofender, Jared. —Le dio a mi padre lo que se suponía que

debía ser una sonrisa encantadora.

Mientras tanto, se me hacía más y más difícil esconder mi incredulidad.

—Zoe tenía once años cuando te quedaste con nosotros —dije—. ¿Cómo podrías

haber sacado esas conclusiones? —No creí ni por un instante el hecho de que se

hubiera “preocupado” por mí en ese entonces. No, tachen eso. Probablemente se había

preocupado el último día que estuvo con nosotros, cuando lo confronté por un oscuro

secreto que había estado escondiendo. El cual, estaba casi segura, estaba relacionado

con todo esto. Él quería que me quedara callada. Mis aventuras con Rose eran

simplemente una excusa para sacarme de su camino.

Page 24: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

24

—Zoe siempre fue adelantada para su edad —dijo Keith—. Algunas veces

simplemente podías darte cuenta de eso.

—¡Zoe nunca ha visto a un Strigoi, y mucho menos un Moroi! Probablemente se

congelaría si lo hiciera. Es lo que sucede con la mayoría de los alquimistas —señalé—.

A quien sea que envíes tiene que ser capaz de estar alrededor de ellos, y sin importar lo

que pienses de mis razones, estoy acostumbrada a ellos. No me agradan, pero sé cómo

tolerarlos. Zoe no ha tenido nada salvo las instrucciones más básicas… y todo eso ha

sido en casa. Todos siguen diciendo que es una tarea seria. ¿De verdad quieres

arriesgar el resultado por la inexperiencia y temores sin comprobar?

Terminé, orgullosa de mí misma por mantenerme calmada y construir un argumento

tan razonable.

Barnes se movió inquietamente.

—Pero si Keith tenía dudas hace algunos años…

—El entrenamiento de Zoe probablemente sea lo suficiente como para sobrevivir

—dijo mi padre.

¡Hace cinco minutos, mi padre había aprobado que fuera yo en su lugar! ¿Había

siquiera alguien aquí que estuviera escuchándome? Es como si fuera invisible ahora

que Keith estaba aquí. Horowitz había estado ocupado limpiando y guardando sus

instrumentos de tatuajes pero tuvo tiempo de levantar la mirada para burlarse del

comentario de Barnes.

—Tú dijiste las palabras mágicas: “hace años”. Keith no pudo haber sido mucho más

viejo de lo que estas chicas son ahora. —Horowitz cerró su caja de herramientas y se

inclinó casualmente contra la pared, con los brazos cruzados—. No dudo de ti, Keith.

No exactamente. Pero no estoy completamente seguro de que puedas basar tu opinión

sobre ella en recuerdos de cuando eran niños.

Si entendía la lógica de Horowitz, estaba diciendo que yo seguía siendo una niña, pero

no me importaba. Él había expuesto sus comentarios de una manera muy sencilla y sin

mayores esfuerzos, sin embargo, había dejado a Keith luciendo como un idiota. Keith

también lo sabía, y se puso de un rojo brillante.

Page 25: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

25

—Yo coincido —dijo Stanton, que claramente se estaba volviendo impaciente—.

Sydney de verdad desea esto y sólo unos pocos consideran que esto significa que ella

realmente tendrá que vivir con un vampiro.

¿Desearlo de verdad? No exactamente. Pero sí quería proteger a Zoe a cualquier precio

y restablecer mi credibilidad. Si eso significaba frustrar a Keith Darnell, entonces que

se…

—Esperen —dije, repitiendo las palabras de Stanton—. ¿Dijiste vivir con un vampiro?

—Sí —dijo Stanton—. Aunque se esté escondiendo, la chica Moroi aún debe guardar

la apariencia de una vida normal. Supuse que mataríamos dos pájaros de un solo tiro y

la pondríamos en un internado privado. Haciéndonos cargo de su educación y

alojamiento. Haremos arreglos para que sea tu compañera de habitación.

—¿Eso no significaría...eso no significaría que tendría que ir a la escuela? —pregunté,

sintiéndome ahora un poco confundida—. Ya me gradué. —Al menos de la

preparatoria. Le había dejado claro muchas veces a mi padre que me encantaría ir a la

universidad. Él también ha dejado en claro que sentía que eso no era necesario.

—¿Ven? —dijo Keith, saltando ante la oportunidad—. Ella es muy vieja. Zoe tiene

mayores oportunidades gracias a la edad.

—Sydney puede hacerse pasar por una estudiante de último año. Tiene la edad

adecuada. —Stanton me echó un vistazo—. Además, fuiste educada en casa, ¿verdad?

Esta será una nueva experiencia para ti. Puedes ver lo que te estabas perdiendo.

—Probablemente será fácil para ti —dijo mi padre a regañadientes—. Tu educación

fue superior a cualquiera que puedan ofrecer. —Bonito cumplido ambiguo, papá.

Tenía miedo de demostrar cuán preocupada me tenía este trato. Mi determinación

para velar por Zoe y por mí no había cambiado, pero las complicaciones sólo seguían

creciendo. Repetir la preparatoria. Vivir con un vampiro. Mantenerla en protección de

testigos. Y aunque había hablado de cuán cómoda me sentía alrededor de los

vampiros, el pensamiento de compartir la habitación con uno —incluso con uno

aparentemente benigno como Jill— era desconcertante. Otra aflicción se me ocurrió.

—¿Serás tú un estudiante encubierto también? —le pregunté a Keith. La idea de

prestarle mis notas de clases me regresó la sensación de nauseas.

Page 26: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

26

—Por supuesto que no —dijo él, sonando ofendido—. Soy muy viejo. Seré el Enlace de

Misión del Área Local. —Estaba dispuesta a apostar que se había inventado ese título en

este momento—. Mi trabajo es ayudar a coordinar las tareas y reportarlo a nuestros

superiores. Y no voy a hacerlo si ella es la que esté allí. —Miró de rostro en rostro

mientras pronunciaba esa última línea, pero no había dudas de quién era ella. Yo.

—Entonces no lo hagas —dijo Stanton rotundamente—. Sydney irá. Esa es mi

decisión y lo discutiré con cualquier autoridad superior que usted desee. Si está tan en

contra de su ubicación, Sr. Darnell, yo personalmente veré que sea transferido de Palm

Spring y no tenga que tratar con ella en absoluto.

Todos los ojos se volvieron hacia Keith y él vaciló. Ella lo había hecho caer en un una

trampa, me di cuenta. Tenía que imaginarme que con su clima, Palm Spring no veía

mucha actividad vampírica. El trabajo de Keith probablemente era muy fácil, mientras

que cuando yo trabajaba en St. Petersburgo, constantemente tenía que estar realizando

control de daños. Ese lugar era el cielo de los vampiros, igual que otros lugares en

Europa y Asia que mi padre me había llevado a visitar. Ni siquiera me hagan

comenzar con Praga. Si Keith era transferido, correría el riesgo no sólo de obtener una

mayor cantidad de trabajo sino que también estaría ubicado en una posición peor.

Porque a pesar de que Palm Spring no fuera deseable para los vampiros, sonaba

asombroso para los humanos.

El rostro de Keith confirmó la mayor parte. No quería dejar Palm Springs.

—¿Qué tal si ella va y tengo razones para volver a sospechar de su traición?

—Entonces la reportas —dijo Horowitz, moviéndose incómodo. Obviamente no

estaba impresionado con Keith—. Igual que cómo harías con cualquiera.

—Puedo aumentar algo del entrenamiento de Zoe mientras tanto —dijo mi padre, casi

como una disculpa hacia Keith. Era obvio de qué lado estaba mi padre. Y no era el

mío. Ni siquiera el de Zoe, en realidad—. De forma que, si encuentras fallas con

Sydney, podemos reemplazarla.

Todo el vello se me erizó ante la idea de que fuera Keith quien decidiera si tenía fallas,

pero eso no me molestaba tanto como el hecho de pensar que Zoe seguía atada a esto.

Si mi padre la estaba teniendo en espera, significaba que ella aún no estaba fuera de

peligro. Los alquimistas podrían seguir teniendo sus anzuelos sobre ella… al igual que

Keith. Prometí entonces que sin importar lo que costara, incluso si tenía que

Page 27: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

27

alimentarlo con uvas una por una, me aseguraría de que Keith no tuviera motivos para

dudar de mi lealtad.

—Bien —dijo él, la palabra parecía causarle mucho dolor—. Sydney puede ir… por

ahora. Pero te estaré vigilando. —Dirigió su mirada a mí—. Y no voy a cubrirte. Serás

responsable de mantener a esa chica vampira a raya y llevarla a sus alimentaciones.

—¿Alimentaciones? —pregunté sin expresión. Por supuesto. Jill necesitaría sangre. Por

un momento, toda mi seguridad flaqueó. Era fácil hablar sobre salir con vampiros

cuando ninguno estaba alrededor. Más fácil aun cuando no pensabas en lo que

convertía a los vampiros en quienes eran. La sangre. Esa necesidad terrible y

antinatural que llenaba su existencia. Un terrible pensamiento se apareció en mi

mente, desvaneciéndose tan rápido como llegó. ¿Se supone que debo darle mi sangre? No.

Eso era ridículo. Esa era la línea que los alquimistas nunca cruzarían. Tragando, traté

de superar mi breve momento de pánico—. ¿Cómo planean alimentarla?

Stanton asintió hacia Keith.

—¿Podrías explicar? —Creo que ella le estaba dando la oportunidad de sentirse

importante, como una forma de remediarlo por su previa derrota. Él lo siguió.

—Sólo sabemos de un Moroi viviendo en Palm Springs —dijo Keith. Mientras

hablaba, noté que su cabello rubio despeinado estaba prácticamente cubierto de gel.

Esto le daba un pequeño brillo que no pensé que fuera atractivo en absoluto. Además

no confiaba en ningún chico que usara más productos para el estilo que yo. Y si me lo

preguntas, creo que él está loco. Pero es inofensivamente loco… en la medida en que

cualquiera de ellos pueda ser inofensivo—. Él es este anciano recluso que vive en las

afueras de la ciudad. Cortó relaciones con el gobierno Moroi y no está asociado con

ninguno de ellos, así que no le dirá a nadie que ustedes están aquí. Pero más

importante aún, tiene un alimentador que está dispuesto a compartir.

Fruncí el ceño.

—¿Realmente queremos que Jill esté cerca de alguien que está en contra del gobierno

Moroi? Todo el propósito de esto es mantenerlos estables. Si le presentamos un

rebelde, ¿cómo sabemos que no tratará de usarla?

—Ese es un excelente punto —dijo Michaelson, pareciendo sorprendido de admitirlo.

Page 28: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

28

No había tenido la intención de socavar a Keith. Mi mente simplemente había saltado

adelante en la manera que lo había hecho, detectando un problema potencial y

señalándolo. Por la mirada que me dirigió, sin embargo, era como si hubiera tratado

de desacreditar su declaración a propósito y lo hubiera hecho lucir mal.

—No le diremos quién es, obviamente —dijo, con un destello de ira en sus ojos—. Eso

sería estúpido. Y él no es parte de ningún grupo. No es parte de nada. Está convencido

de que los Moroi y sus guardianes lo decepcionaron, de manera que no quiere tener

nada que ver con ellos. Le he transmitido la historia de cómo la familia de Jill tiene los

mismos sentimientos antisociales, por lo que se mantiene comprensivo.

—Tienes razón al ser precavida, Sydney —dijo Stanton. Hubo una mirada de

aprobación en sus ojos, como si estuviera complacida de haberme defendido. Esa

aprobación significaba mucho para mí, considerando cuán feroz parecía siempre—.

No podemos asumir nada de ellos. Aunque también verificaremos a este Moroi con

Abe Mazur, quién coincidirá en si es lo suficientemente inofensivo o no.

—¿Abe Mazur? —se mofó Michaelson, rascándose su barba gris—. Sí. Estoy seguro de

que es un experto en decir quién es inofensivo y quién no.

Mi corazón se sacudió con el nombre, pero intenté no demostrarlo. No reacciones, no

reacciones, le ordené a mi rostro. Después de una profunda respiración, pregunté muy,

muy cuidadosamente.

—¿Es Abe Mazur el Moroi que estará con Jill? Lo conozco de antes… pero pensé que

habían dicho que era un Ivashkov quien la acompañaría. —Si Abe Mazur estaba de

residente en Palm Springs, podría alterar las cosas significativamente.

Michaelson bufó.

—No. Nunca te enviaríamos con Abe Mazur. Él simplemente ha estado ayudando con

la organización del plan.

—¿Qué es eso tan malo sobre Abe Mazur? —preguntó Keith—. No sé quién es él.

Estudié a Keith muy de cerca mientras hablaba, buscando algún rastro de decepción.

Pero, no. Su rostro era toda inocencia, abiertamente curioso. Sus ojos azules —o mejor

dicho, su ojo— sostenía una extraña mirada de confusión, contrastando con la usual

arrogancia de sabelotodo. El nombre de Abe no significaba nada para él. Exhalé una

respiración que no sabía que hubiera estado conteniendo.

Page 29: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

29

—Un bribón —dijo rotundamente Stanton—. Él sabe mucho sobre cosas de las que no

debería saber. Es útil, pero no confío en él.

¿Un bribón? Eso era una descripción insuficiente. Abe Mazur era un Moroi cuyo

apodo en Rusia —Zmey, la serpiente— lo decía todo. Abe me había hecho un montón

de favores, unos que había pagado a un riesgo considerable para mí misma. Parte de

esa retribución había sido ayudar a escapar a Rose. Bueno, él lo llamaba retribución,

yo lo llamaba chantaje.

No tenía intenciones de volverme a cruzar con él, principalmente porque estaba

preocupada de lo que pediría a continuación. La parte frustrante era que no había

nadie a quién pudiera acudir por ayuda. Mis superiores no reaccionarían bien al saber

eso, en adición a todas mis otras actividades a solas con vampiros, ya que me

encontraba haciendo tratos con ellos.

—No se debe confiar en ninguno de ellos —señaló mi padre. Luego hizo el signo

alquimista contra el mal, dibujando una cruz en su hombro izquierdo con su mano

derecha.

—Sí, bueno, Mazur es peor que la mayoría —dijo Michaelson. Ahogó un bostezo,

recordándonos a todos que era media noche—. Entonces, ¿estamos todos listos?

Hubo murmullos de asentimiento. La tormentosa expresión de Keith mostraba cuán

descontento estaba por no salirse con la suya, pero no hizo ningún otro intento por

evitar que fuera.

—Supongo que ahora podemos marcharnos en cualquier momento —dijo.

Me tomó un segundo darme cuenta de que “nosotros” significaba él y yo.

—¿Ahora mismo? —pregunté incrédula.

Él se encogió de hombros.

—Los vampiros pronto estarán en camino. Necesitamos asegurarnos de que todo esté

listo para ellos. Si conducimos ahora, podremos estar allí mañana en la tarde.

—Estupendo —dije secamente. Un viaje por la carretera con Keith. Ugh. ¿Pero qué

más podía decir? No tenía elección sobre esto, e incluso si la tuviera, no estaba en

Page 30: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

30

posición de negarme a nada que los alquimistas me pidieran. Jugué con cada carta que

tenía esta noche y tenía que creer que estar con Keith era mejor que un centro de re-

educación. Además, acababa de pelear una fuerte batalla para probarme a mi misma y

liberar a Zoe. Tenía que seguir demostrando que estaba dispuesta a todo.

Mi padre me envió a empacar con la misma vivacidad que me había ordenado que me

pusiera presentable anteriormente. Dejé a los demás hablando y me escurrí

calladamente hacia mi habitación, todavía consciente de mi madre dormida. Era una

experta en empacar rápida y eficientemente, gracias a los viajes sorpresa a los cuales

mi papá me había llevado durante toda mi infancia. De hecho, siempre tenía una bolsa

con artículos de aseo lista para salir. El problema no era tanto la velocidad si no

preguntarme cuánto debía empacar. La duración de esta tarea no había sido

especificada y tenía el inquieto sentimiento de que en realidad nadie lo sabía.

¿Estábamos hablando de unas cuantas semanas? ¿Un año escolar entero? Había

escuchado a alguien mencionar que los Moroi querían revocar la ley que ponía en

peligro a Jill, pero eso parecía como el tipo de proceso legal que tomaría un tiempo.

Para hacer las cosas aún peor, ni siquiera sabía qué ponerme para la escuela. De la

única cosa que estaba segura era que el clima sería cálido. Y terminé empacando diez

de mis atuendos más ligeros y que esperaba pudiera ser capaz de lavar.

—¿Sydney?

Estaba guardando mi laptop en un bolso de mensajero cuando Zoe apareció en mi

puerta. Había rehecho sus trenzas por lo que estaban más pulidas y me pregunté si

había sido un intento por impresionar a nuestro padre.

—Hey —dije sonriéndole. Se deslizó dentro de la habitación y cerró la puerta detrás de

ella. Estaba agradecida de que hubiera venido a decir adiós. La extrañaría y quería que

supiera que…

—¿Por qué me hiciste eso? —preguntó antes de que yo pudiera hablar—. ¿Sabes cuán

humillada estoy?

Estuve desconcertada, sin palabras durante un momento.

—Yo… ¿de qué estás hablando? Estaba tratando de…

—¡Me hiciste sonar incompetente! —dijo ella. Estaba atónita al ver el atisbo de

lágrimas en sus ojos—. ¡Dijiste que no tenía experiencia y que no podía manejar lo que

papá y tú hacían! Parecía una idiota en frente de todos esos alquimistas. Y Keith.

Page 31: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

31

—Keith Darnell no es alguien que tengas que preocuparte por impresionar —dije

rápidamente, tratando de controlar mi temperamento. Viendo su tormentoso rostro,

suspiré y rememoré la conversación en el estudio. No había tratado de hacer lucir mal

a Zoe tanto como trataba de hacer todo para asegurarme de que fuera a mí a la que

enviaran. No sabía que ella se lo tomaría de este modo—. Mira, no estaba tratando de

avergonzarte. Estaba tratando de protegerte.

Soltó una risa hosca, y el odio sonó extraño viniendo de alguien tan gentil como Zoe.

—¿Así es cómo lo llamas? ¡Incluso dijiste que estabas tratando de obtener un ascenso!

Hice una mueca. Si, lo había dicho. Pero difícilmente podría decirle la verdad. Ningún

humano sabía la verdad sobre por qué ayudé a Rose. Estar mintiéndole a mi propia

especie —especialmente a mi hermana— me afligía, pero no había nada que pudiera

hacer. Como siempre, me sentí atrapada en el medio. Así que, evadí el comentario.

—Nunca tuviste intenciones de ser un alquimista —dije—. Hay mejores cosas para ti

allá fuera.

—¿Porque no soy tan inteligente como tú? —preguntó—. ¿Porque no hablo cinco

idiomas?

—Eso no tiene nada que ver —espeté—. Zoe, eres maravillosa, ¡y probablemente serías

una alquimista grandiosa! Pero créeme, la vida de un alquimista… no quieres ser parte

de esto. —Quería decirle que lo odiaría. Quería decirle que nunca sería responsable de

su futuro o de volver a tomar decisiones por sí misma. Pero mi sentido del deber me

prevenía, de manera que permanecí callada.

—Lo haría —dijo ella—. Ayudaría a protegernos de los vampiros… Si papá quisiera

que lo hiciera. —Su voz se quebró un poco y de repente me pregunté qué estaba

alimentando realmente su deseo de ser alquimista.

—Si quieres acercarte a papá, busca otro modo. Los alquimistas pueden ser buenos al

principio, pero una vez que estás dentro, te poseen. —Deseaba poder explicarle cómo

se sentía—. No quieres esta vida.

—¿Porque la quieres toda para ti? —preguntó. Ella era unas cuantas pulgadas más

pequeña que yo, pero estaba tan llena con tanta ira y ferocidad en este momento que

parecía poseer la habitación.

Page 32: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

32

—¡No! Yo no… tú no entiendes —dije finalmente, quería tirar mis manos con

exasperación pero me contuve, como siempre.

La mirada que ella me dirigió casi me convierte en hielo.

—Oh, creo que entiendo perfectamente. —Se volteó abruptamente y se apresuró a la

puerta, logrando moverse silenciosamente. Su miedo por nuestro padre superaba su

enojo contra mí.

Miré a dónde ella había estado y me sentí terrible. ¿Cómo podía pensar que en realidad

estaba tratando de robarle toda su gloria y hacerla lucir mal? Porque eso es exactamente lo

que dijiste, me señaló una voz en mi interior. Supuse que era cierto, pero nunca esperé

que se ofendiera. No sabía que ella tenía algún interés en volverse alquimista. Incluso

ahora, me pregunté si su deseo era más por ser parte de algo y probarse a sí misma ante

nuestro padre, que por su deseo de ser escogida para esta tarea.

Cualquiera que fueran sus razones, ahora no había nada que hacer. Puede que no me

gustara la forma ruda en que los alquimistas habían tratado conmigo, pero seguía

creyendo ferozmente en lo que ellos estaban haciendo para proteger a los humanos de

los vampiros. Y definitivamente creía en mantener a Jill a salvo de su propia gente si

eso significa evitar una guerra civil masiva. Podía hacer este trabajo y podía hacerlo

bien. Y Zoe… ella sería libre para perseguir lo que sea que quisiera para su vida.

—¿Por qué tardaste tanto? —preguntó mi padre en el momento en que regresé al

estudio. Mi conversación con Zoe me había retrasado un par de minutos, para él, dos

minutos era demasiado. No traté de responderle.

—Estoy lista para irme cuando sea que tú lo estés —me dijo Keith. Su humor debió

haber cambiado mientras estuve arriba. Ahora la simpatía brotaba de él, tan fuerte que

era una maravilla que nadie más notara lo falsa que era. Aparentemente había decido

intentar tener una actitud más agradable a mi alrededor, tal vez con la esperanza de

impresionar a los otros o de lamerme el trasero con tal de que no revelara lo que sabía

de él. Incluso mientras usaba esa sonrisa plástica, había una rigidez en su postura y en

la forma cómo cruzaba sus brazos que me decía —si nada más— que no estaba más

feliz que yo con respecto al hecho de estar juntos—. Incluso puedo manejar la mayor

parte del tiempo.

Page 33: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

33

—No me importa hacer mi aporte —dije, tratando de evitar hacer contacto con su ojo

de vidrio. Tampoco estaba muy cómoda al ser conducida por alguien con una

profunda y defectuosa percepción.

—Me gustaría hablar con Sydney en privado antes de que se vaya, si eso está bien

—dijo mi padre.

Nadie tuvo un problema con eso por lo que me guió hacia la cocina, cerrando la puerta

detrás de nosotros. Nos quedamos en silencio durante un momento, simplemente

mirándonos el uno al otro con los brazos cruzados. De repente me atreví a tener

esperanza de que tal vez me dijera cuánto sentía cómo habían salido las cosas entre

nosotros los dos últimos meses, que me perdonaba y me amaba. Honestamente,

hubiera sido feliz si simplemente hubiera querido una despedida privada y fraternal.

Me miró detenidamente, sus ojos cafés tan idénticos a los míos. Esperaba que los míos

nunca tuvieran una mirada tan fría en ellos.

—No tengo que decirte cuán importante es esto para ti, para todos nosotros.

Mucho afecto paternal.

—No, señor —dije—. No tiene que hacerlo.

—No creo que puedas deshacer la desgracia que trajiste cuando huiste con ellos, pero

este es un paso en la dirección correcta. No estropees esto. Estás siendo probada. Sigue

tus órdenes. Mantén a la chica Moroi fuera de problemas. —Suspiró y pasó una mano

por su cabello rubio oscuro, el cual yo también había heredado. Extraño, pensé, que

tuviéramos tantas cosas en común… y sin embargo fuéramos completamente

diferentes—. Gracias a Dios que Keith está contigo, sigue su ejemplo. Él sabe lo que

está haciendo.

Me puse tensa. Una vez más, había una nota de orgullo en su voz, como si Keith fuera

la cosa caminante más grandiosa del mundo. Mi padre había visto que mi

entrenamiento era meticuloso, pero cuando Keith se había quedado con nosotros, mi

padre lo había llevado a él a las lecciones y viajes a los que yo nunca había ido. Mi

hermana y yo habíamos estado furiosas. Siempre sospechamos que nuestro padre se

arrepentía de haber tenido solamente hijas y esa había sido la prueba. Pero no eran

celos los que ahora hacían que mi sangre hirviera y mis dientes se apretaran.

Page 34: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

34

Por un momento, pensé, ¿Qué tal si le digo lo que sé? ¿Qué pensaría entonces de su chico

dorado? Pero mirando a los ojos de mi padre, respondí mi propia pregunta: Nadie me

creería. Eso fue inmediatamente seguido por el recuerdo de otra voz y una niña

asustada, un rostro suplicante mirándome con sus ojos grandes y marrones: No lo digas,

Sydney. Sin importar lo que hagas, no reveles lo que hizo Keith. No le digas a nadie. No podía

traicionarla de esa forma.

Mi padre seguía esperando por una respuesta. Tragué y asentí.

—Sí, señor.

Él alzó sus cejas, claramente complacido y me dio una fuerte palmada en el hombro.

Era lo más cercano a lo que había llegado en cuanto a verdadero afecto. Me encogí,

ambos sorprendidos por cuán rígida estaba yo con frustración.

—Bien. —Se movió hacia la puerta de la cocina y luego se detuvo para mirarme—. Tal

vez aún haya esperanza para ti.

Page 35: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

35

Capítulo 3

Traducido por LizC

Corregido por Paovalera

anejar a Palm Springs fue una agonía.

Estaba agotada por haber sido sacada de la cama, e incluso cuando

Keith se hizo cargo del volante, no pude conciliar el sueño. Tenía demasiadas cosas en

mi mente: Zoe, mi reputación, la misión en la que estábamos... Mis pensamientos

giraban en círculos. Sólo quería arreglar todos los problemas en mi vida. La manera de

conducir de Keith no hizo nada para que estuviera menos ansiosa.

Estaba molesta también porque mi padre no me había dejado despedirme de mi

madre. Había mencionado una y otra vez que debería dejar que durmiera, pero yo

sabía la verdad. Tenía miedo de que si ella hubiera sabido que me iba, hubiera tratado

de detenernos. Ella había estado furiosa después de mi última misión: me había ido al

otro lado del mundo por mi cuenta, sólo para regresar sin tener ni idea de lo que mi

futuro aguardaba. Mi mamá había pensado que los alquimistas me habían utilizado y

le había dicho a mi padre que también parecían haber terminado conmigo. No sé si

realmente podría haberse interpuesto en el camino de los planes de esta noche, pero no

quería correr el riesgo en caso de que Zoe fuera enviada en mi lugar. Ciertamente no

había esperado una despedida cálida y confusa de él, pero se sentía raro irme en tales

condiciones inestables con mi hermana y madre.

Cuando llegó el amanecer, tornando brevemente el paisaje del desierto de Nevada en

un mar resplandeciente de color rojo y cobre, me di por vencida completamente al

tratar de dormir y decidí simplemente seguir adelante con energía, me compré una taza

de veinticuatro onzas de café en una estación de servicio y le aseguré a Keith que podía

conducir el resto del camino. De buena gana me cedió el volante, pero en lugar de

dormir, compró café también y charló conmigo durante las horas restantes. Él seguía

insistiendo con su nueva actitud de somos amigos, casi haciéndome desear su

animosidad anterior. Estaba decidida a no darle ningún motivo para dudar de mí, así

que trabajé duro en sonreír y asentir adecuadamente. Era un poco difícil de hacer ya

que constantemente apretaba mis dientes.

M

Page 36: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

36

Parte de la conversación no fue tan mala. Podría soportar la charla sobre negocios, y

teníamos un montón de detalles aún por trabajar. Me dijo todo lo que sabía acerca de

la escuela, y digerí su descripción de mi futuro hogar. La Preparatoria Amberwood era

aparentemente un lugar prestigioso, y ociosamente me pregunté si tal vez podría

tratarla como pretender ir a la universidad. Para los estándares de los alquimistas,

sabía todo lo que necesitaba para mi trabajo, pero algo en mí siempre ardía por más y

más conocimiento. Tuve que aprender a contentarme con mi propia lectura e

investigación, pero aun así, la universidad —o incluso estar cerca de aquellos que

sabían más y tenían algo que enseñarme— había sido una de mis fantasías desde hace

mucho tiempo.

Como una “estudiante de último año”, tendría privilegios para estar fuera del campus,

y uno de nuestros primeros asuntos en el negocio —después de conseguir documentos

de identidad falsos— era conseguirme un coche. Saber que no me quedaría atrapada

en el colegio hacía que las cosas fueran un poco más soportables, aunque era obvio que

la mitad del entusiasmo de Keith por conseguirme mi propio medio de transporte era

para asegurarse de que podría asumir cualquier trabajo que viniera junto con la misión.

Keith también me ilustró acerca de algo que no me había dado cuenta; pero

probablemente debería haberlo hecho.

—Tú y esa chica Jill están inscritas como hermanas —dijo.

—¿Qué? —Fue una demostración de mi autocontrol que mi dominio del coche nunca

vacilara. Vivir con un vampiro era una cosa… ¿pero estar emparentada con uno?—.

¿Por qué? —exigí.

Lo vi encogerse de hombros en mi periferia.

—¿Por qué no? Esto explica por qué estarás cerca de ella tanto tiempo; y es una buena

excusa para que puedan ser compañeras de cuarto. Normalmente, la escuela no

empareja a estudiantes que son de diferentes edades, pero, bueno, tus “padres”

prometieron una gran donación que les hizo cambiar su política estándar.

Estaba tan aturdida que ni siquiera tuve mi habitual reacción visceral de darle una

bofetada, cuando concluyó con su risa contenida satisfecho de sí mismo. Sabía que

estaríamos viviendo juntas, ¿pero hermanas? Eso era... raro. No, no sólo eso. Era

extravagante.

Page 37: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

37

—Eso es una locura —dije al final, todavía demasiado conmocionada para llegar a una

respuesta más elocuente.

—Es sólo en papel —dijo.

Cierto. Pero algo en ser llamada una pariente de vampiro lanzaba todo mi control por el

piso. Yo me enorgullecía de la forma en que había aprendido a comportarme alrededor

de los vampiros, pero parte de eso venía de la estricta creencia de que era una

desconocida, un socio de negocios inequívoco y remoto. Interpretar ser la hermana de

Jill destruía esas líneas. Traía una familiaridad para la que no estaba segura de estar

preparada.

—Vivir con uno de ellos no debería ser tan difícil para ti —comentó Keith,

tamborileando sus dedos contra la ventana de una manera que ponía mis nervios de

punta. Algo acerca de la forma demasiado informal en la que hablaba me hizo pensar

que me estaba guiando hacia una trampa—. Estás acostumbrada a ello.

—Apenas —dije, escogiendo mis palabras con cuidado—. Estuve con ellos durante

una semana como máximo. Y de hecho, la mayor parte de mi tiempo lo pasaba con

dhampirs.

—Es lo mismo —respondió con desdén—. En todo caso, los dhampirs son peores. Son

abominaciones. No son humanos, pero tampoco vampiros por completo. Productos de

uniones innaturales.

No respondí de inmediato y en su lugar fingí estar profundamente interesada en la

carretera. Lo que decía era cierto, según la enseñanza Alquimista. Yo había crecido

creyendo que las dos razas de vampiros, los Moroi y Strigoi, eran oscuras y malas.

Necesitaban sangre para sobrevivir. ¿Qué tipo de persona bebía de otra? Era

repugnante, y sólo pensar en cómo pronto estaría transportando a un Moroi para su

alimentación me hacía enfermar.

Pero los dhampirs... eran un asunto más complicado. O por lo menos, lo eran para mí

ahora. Los dhampirs eran mitad humanos y mitad vampiros, creados en un momento

en que las dos razas se habían mezclado libremente. A través de los siglos, los

vampiros se habían alejado de los humanos, y ambas razas hoy en día estaban de

acuerdo en que ese tipo de uniones eran un tabú. La raza dhampir ha persistido a pesar

de todo, sin embargo, a pesar del hecho de que los dhampirs no podrían reproducirse

entre sí. Podían hacerlo con los Moroi o los humanos, y un montón de Moroi se

habían dado a la tarea.

Page 38: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

38

—¿Cierto? —preguntó Keith.

Me di cuenta que me estaba mirando, esperando a que estuviera de acuerdo con él

sobre los dhampirs siendo abominaciones; o tal vez esperaba que no estuviera de

acuerdo. De todos modos, había estado en silencio durante demasiado tiempo.

—Cierto —dije. Reuní el estándar de la retórica alquimista—. De alguna manera, son

peores que los Moroi. Su raza nunca debió existir.

—Me asustaste por un segundo —dijo Keith. Yo estaba viendo la carretera pero tenía

la sospecha de que acababa de guiñarme un ojo—. Pensé que ibas a defenderlos.

Debería haberlo sabido mejor antes de creer las historias sobre ti. Puedo entender

totalmente por qué que querías arriesgarte por la gloria; pero hombre, eso tiene que

haber sido duro, tratando de trabajar con uno de ellos.

No podía explicar cómo una vez que hubieras pasado un poco de tiempo con Rose

Hathaway, era fácil olvidar que era una dhampir. Incluso físicamente, los dhampirs y

los humanos eran prácticamente indistinguibles. Rose estaba tan llena de vida y de

pasión que a veces parecía más humana que yo. Rose, sin duda, no habría aceptado

mansamente este trabajo con una sonrisa tonta y un, “Sí, señor”. Como yo.

Rose ni siquiera había aceptado estar encerrada en la cárcel, con el peso del gobierno

Moroi en su contra. El chantaje de Abe Mazur había sido un catalizador que me

impulsó a ayudarla, pero nunca había creído tampoco que Rose hubiera cometido el

asesinato del que se le había acusado. Eso sin duda, junto con nuestra frágil amistad,

me había llevado a romper las reglas alquimistas para ayudar a Rose y a su novio

dhampir, el formidable Dimitri Belikov, a eludir las autoridades. A lo largo de todo,

había visto a Rose con una especie de asombro mientras luchaba con el mundo. No

podía envidiar a alguien que no fuera humano, pero ciertamente podría envidiar su

fuerza… y la negativa a dar marcha atrás, sin importar qué.

Pero de nuevo, difícilmente podía decirle algo de eso a Keith. Y todavía no creía ni por

un instante, que a pesar de su acto amigable, de pronto estuviera bien conmigo por

sacarlo a relucir.

Di un pequeño encogimiento.

—Me pareció que valía la pena el riesgo.

Page 39: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

39

—Bueno —dijo, al ver que no iba a ofrecer algo más—. La próxima vez que decidas ir

de bribona con los vampiros y dhampirs, consigue refuerzos para que así no te metas

en tantos problemas.

Me mofé.

—No tengo intención de andar de bribona de nuevo. —Eso, al menos, era la verdad.

Llegamos a Palm Springs en la tarde y nos pusimos a trabajar inmediatamente en

nuestras asignaciones. Me moría de ganas de dormir en ese momento, y hasta Keith

—a pesar de su locuacidad— se veía un poco arrastrado a su límite. Pero habíamos

recibido la noticia de que Jill y su séquito llegarían mañana, dejando muy poco tiempo

para poner los detalles restantes en su lugar.

Una visita a la Preparatoria Amberwood reveló que mi “familia” se estaba

expandiendo. Al parecer, el dhampir que venía con Jill estaba inscrito también y

estaría interpretando a nuestro hermano. Keith también iba a ser nuestro hermano.

Cuando le pregunté sobre eso, explicó que necesitábamos a alguien local para que

actuara como nuestro tutor legal en caso de que Jill o cualquiera de nosotros

tuviéramos que ser retirados de la escuela o nos concibieran algún privilegio. Dado que

nuestros padres ficticios vivían fuera del estado, obtener resultados de él sería más

rápido. No podía culpar a la lógica, aun cuando encontraba estar relacionada con él

más repulsivo que tener a un dhampir o un vampiro en la familia. Y eso era decir

mucho.

Más tarde, una licencia de conducir de un acreditado fabricante de identificaciones

falsas declaraba que ahora era Sidney Katherine Melrose, de Dakota del Sur. Elegimos

Dakota del Sur, porque nos dimos cuenta de que las personas del lugar no veían

demasiadas licencias de ese estado y no serían capaces de detectar algún defecto en

ella. No es que esperara que lo hicieran. Los alquimistas no se asocian con personas

que hacen trabajos de segunda categoría. También me gustaba la imagen del Monte

Rushmore en la licencia. Era uno de los pocos lugares en los Estados Unidos en el que

nunca había estado.

El día concluyó con lo que yo más había estado esperando: un viaje a un concesionario

de automóviles. Keith y yo hicimos casi tanto regateo entre nosotros como lo hicimos

con el vendedor. Había sido educada para ser práctica y mantener mis emociones bajo

control, pero amaba los coches. Ese era uno de los pocos legados que había heredado

de mi madre. Ella era una mecánica, y algunos de mis mejores recuerdos de la infancia

eran de estar trabajando en el garaje con ella.

Page 40: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

40

Sobre todo tenía una debilidad por los coches deportivos y coches de época, del tipo

con grandes motores que sabía que eran malos para el medio ambiente, pero que

amaba culpablemente de todos modos. Sin embargo, esos estaban fuera de cuestión

para este trabajo. Keith argumentó que necesitaba algo con lo que pudiera llevar a todo

el mundo, así como también cualquier carga y que no atrajera mucho la atención. Una

vez más, reconocí su razonamiento como una buena pequeña alquimista.

—Pero no veo por qué tiene que ser una camioneta —le dije.

Nuestra compra nos había llevado hasta un nuevo Subaru Outback que reunía la

mayor parte de sus requerimientos. Mi instinto sobre coches me dijo que el Subaru

haría lo que necesitaba. Que manejaría bien y tenía un motor decente, para lo que

importa. Y sin embargo...

—Me siento como una madre de fútbol1 —le dije—. Soy demasiado joven para eso.

—Las madres de fútbol manejan furgonetas —me dijo Keith—. Y no hay nada malo

con el fútbol.

Fruncí el ceño.

—¿Siquiera tiene que ser marrón?

Lo sería, a menos que quisiera un auto usado. Por mucho que me hubiera gustado algo

azul o rojo, la novedad tomó prevalencia. A mi naturaleza exigente no le gustaba la

idea de conducir el coche de “otra persona”. Quería que fuera mío... brillante, nuevo y

limpio. Por lo tanto, hicimos el acuerdo, y yo, Sydney Melrose, me convertí en la

orgullosa propietaria de una camioneta marrón. Le llamé Latte, esperando que mi

amor por el café pronto se trasladara al coche.

Una vez que nuestras diligencias estuvieron hechas, Keith me dejó en su apartamento

en el centro de Palm Springs. Se ofreció para que me quedara allí también, pero lo

había rechazado cortésmente y conseguido una habitación de hotel, agradecida por los

profundos bolsillos de los alquimistas. Sinceramente, hubiera pagado con mi propio

dinero para salvarme de dormir bajo el mismo techo que Keith Darnell.

1 Madre del Fútbol: Término referido a aquellas mujeres de clase media-alta que viven en los suburbios

y que emplean gran parte de su tiempo en llevar a sus hijos en edad escolar a sus actividades deportivas.

Page 41: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

41

Pedí una cena ligera en mi habitación, disfrutando del tiempo a solas después de todas

esas horas en el coche con Keith. Luego me cambié a mi pijama y decidí llamar a mi

madre. A pesar de que estaba contenta de estar libre de la desaprobación de mi padre

por un tiempo, echaría de menos tenerla a mí alrededor.

—Esos son buenos coches —me dijo después de que comenzara la llamada

explicándole mi viaje a la concesionaria. Mi madre siempre había sido un espíritu

libre, lo que era una pareja poco probable para alguien como mi padre. Mientras que él

me estaba enseñando ecuaciones químicas, ella me enseñaba a cambiar yo misma el

aceite. Los alquimistas no tenían que casarse con otros alquimistas, pero estaba

desconcertada por esa fuerza desconocida que había arrastrado a mis padres juntos.

Tal vez mi padre había sido menos tenso cuando era más joven.

—Supongo —dije, sabiendo que sonaba triste. Mi madre era una de las pocas personas

con las que podía ser cualquier cosa menos que perfecta o contenta en todo. Era una

gran defensora de dejar que tus sentimientos afloren—. Creo que estoy molesta porque

no tuve mucho que decir en esto.

—¿Molesta? Estoy furiosa de que él ni siquiera hablara conmigo al respecto

—resopló—. ¡No puedo creer que te haya contrabandeado de esa manera! Tú eres mi

hija, no una mercancía que simplemente pueden mover por ahí. —Por un momento,

mi madre me recordó extrañamente a Rose; ambas poseían esa tendencia firme de

decir lo que estaba en sus mentes. Esa habilidad parecía extraña y exótica para mí,

pero a veces, cuando pensaba en mi propia naturaleza cuidadosamente controlada y

reservada, me preguntaba si tal vez yo era la rara.

—Él no sabía todos los detalles —dije, automáticamente defendiéndolo. Con el

temperamento de mi padre, si mis padres estaban enojados entre sí, entonces la vida en

el hogar sería desagradable para Zoe... por no hablar de mi madre. Mejor era asegurar

la paz—. No le habían dicho todo.

—Los odio a veces. —Hubo un gruñido en la voz de mi madre—. A veces lo odio a él

también.

No estaba segura de qué decir a eso. Me molesta mi padre, claro, pero él seguía siendo

mi padre. Muchas de las decisiones difíciles que había hecho fueron a causa de los

alquimistas, y yo sabía que sin importar cuán sofocada me sintiera a veces, el trabajo

de los alquimistas era importante. Los humanos tenían que ser protegidos de la

existencia de los vampiros. El saber que los vampiros existían crearía pánico. Peor aún,

podría conducir a algunos humanos de voluntad débil a convertirse en esclavos de los

Page 42: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

42

Strigoi a cambio de la inmortalidad y la corrupción eventual de sus almas. Ocurría con

más frecuencia de lo que nos gustaba admitir.

—Está bien madre —le dije con dulzura—. Estoy bien. Ya no estoy en problemas, e

incluso estoy en los Estados Unidos. —En realidad, no estaba segura de si es que la

parte de los “problemas” era verdad, pero creo que lo último la calmaría. Stanton me

había dicho que mantuviera nuestra posición en Palm Springs en secreto, pero

diciéndole que estábamos en el interior no afectaría demasiado y podría hacerle pensar

a mi madre que tenía un trabajo fácil por delante, más de lo que probablemente era.

Ella y yo hablamos un poco más antes de colgar, y me dijo que había oído de mi

hermana Carly. Todo estaba bien con ella en la universidad, lo que era un alivio de

escuchar. Quería saber desesperadamente sobre Zoe, así como también me resistía a

pedir hablar con ella. Tenía miedo de que si ella se pusiera al teléfono, descubriría que

todavía estaba enojada conmigo. O, peor aún, que no me hablara en absoluto.

Me fui a la cama sintiéndome melancólica, deseando poder derramarle todos mis

miedos e inseguridades a mi madre. ¿No era eso lo que las madres e hijas normales

hacían? Sabía que ella le hubiera dado la bienvenida. Yo era la que tenía problemas

con dejarme ir, estaba demasiado envuelta en los secretos de los alquimistas como para

ser una adolescente normal.

Después de un largo sueño, y con el sol de la mañana entrando por mi ventana, me

sentí un poco mejor. Tenía un trabajo que hacer, y teniendo un propósito dejé de sentir

lástima por mí misma. Recordé que estaba haciendo esto por Zoe, por los Moroi y los

humanos por igual. Me permití centrarme y empujar a un lado mis inseguridades… al

menos, por ahora.

Recogí a Keith alrededor del mediodía y nos conduje fuera de la ciudad para

encontrarnos con Jill y el Moroi recluido que nos estaría ayudando. Keith tenía mucho

que decir sobre el sujeto, cuyo nombre era Clarence Donahue. Clarence había vivido

en Palm Springs durante tres años, desde la muerte de su sobrina en Los Ángeles, lo

que al parecer había tenido un buen efecto traumático en el hombre. Keith lo había

visto un par de veces en trabajos anteriores y seguía haciendo chistes sobre el tenue

control que Clarence tenía de su cordura.

—Es unas pintas menos que un banco de sangre, ¿sabes? —dijo Keith, riéndose entre

dientes de él mismo. Apuesto a que había estado esperando días para utilizar esa línea.

Page 43: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

43

Los chistes eran de mal gusto —y estúpidos para comenzar— pero a medida que nos

acercamos más y más a la casa de Clarence, Keith llegó a estar muy callado y nervioso.

Se me ocurrió algo.

—¿Cuántos Moroi has conocido? —pregunté mientras salíamos del camino principal y

girábamos a un camino largo y tortuoso. La casa parecía sacada de una película gótica,

cuadrada y hecha de ladrillos grises que estaban completamente en desacuerdo con la

mayoría de la arquitectura de Palm Springs que habíamos vislumbrado. El único

recuerdo de que estábamos en el sur de California eran las palmeras en todas partes

alrededor de la casa. Era una yuxtaposición extraña.

—Suficientes —dijo Keith evasivamente—. Puedo soportar estar cerca de ellos.

La confianza en su tono sonaba forzada. Me di cuenta de que a pesar de su descaro

sobre este trabajo, sus comentarios sobre las razas de los Moroi y dhampir, y su juicio

sobre mis acciones, Keith estaba realmente muy, muy incómodo con la idea de estar

cerca de los no-humanos. Era comprensible. La mayoría de los alquimistas lo estaban.

Una gran parte de nuestro trabajo ni siquiera implicaba la interacción con el mundo

vampírico… era el mundo de los humanos el que necesitaba atenderse. Había registros

que tenían que ser cubiertos, testigos sobornados. La mayoría de los alquimistas tenían

muy poco contacto con nuestros objetivos, lo que significaba que la mayoría del

conocimiento de los alquimistas venía de las historias y las enseñanzas transmitidas a

través de las familias. Keith había dicho que había conocido a Clarence pero no hizo

mención de pasar tiempo con otros Moroi o dhampirs, y desde luego no con un grupo,

como estábamos a punto de enfrentar.

No estaba más entusiasmada de pasar el tiempo alrededor de vampiros que él, pero me

di cuenta de que no me asustaban tanto como alguna vez lo hubiera hecho. Rose y sus

compañeros me habían convertido en una chica dura. Incluso había estado en la Corte

Real Moroi, un lugar que pocos alquimistas habían visitado alguna vez. Si me había

alejado del corazón de su civilización intacta, estaba segura de que podía manejar

cualquier cosa que estuviera dentro de esta casa. Es cierto que hubiera sido un poco

más fácil si la casa de Clarence no se pareciera tanto a una casa embrujada

espeluznante de una película de terror.

Caminamos hasta la puerta, presentando un frente unido en nuestro atuendo elegante,

y formal alquimista. Sean cuales sean sus defectos, Keith era aseado también. Vestía

pantalones de color caqui con una camisa de botones blanca y una corbata azul marino

de seda. La camisa tenía mangas cortas, aunque dudaba de que estuviera ayudando

mucho con el calor. Estábamos a principios de septiembre, y la temperatura se había

Page 44: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

44

estado elevando a los noventa cuando salí de mi hotel. Estaba igual de acalorada en

una falda marrón, medias, y una blusa de mangas abombadas salpicada con flores de

color canela.

Tardíamente, me di cuenta de que en cierto modo hacíamos juego.

Keith alzó la mano para llamar a la puerta, pero se abrió antes de que pudiera hacer

algo. Me estremecí, un poco nerviosa a pesar de las garantías que me había estado

dando.

El chico que abrió la puerta parecía tan sorprendido como nosotros de vernos. Sostenía

un paquete de cigarrillos en una mano como si estuviera dirigiéndose a fumar afuera.

Hizo una pausa y nos echó un vistazo.

—Así que. ¿Están aquí para convertirme o venderme revestimiento?

El encantador comentario fue suficiente como para ayudarme a sacudir mi ansiedad.

El que hablaba era un chico Moroi, un poco mayor que yo, con el cabello marrón

oscuro que había sido sin duda cuidadosamente labrado para lucir desarreglado. A

diferencia de los intentos ridículamente excesivos con gel de Keith, este chico lo había

acomodado de una manera que se veía bien. Al igual que todos los Moroi, era pálido y

tenía una alta, y delgada contextura. Unos ojos verdes esmeralda nos estudiaban a

partir de una cara que podría haber sido esculpida por uno de los artistas clásicos que

tanto admiraba. Sorprendida, rechacé la comparación tan pronto como apareció en mi

cabeza. Este era un vampiro, después de todo. Era ridículo admirarlo en la forma en

que haría con un sujeto humano guapo.

—Sr. Ivashkov —dije educadamente—. Es bueno verlo de nuevo.

Frunció el ceño y me estudió a partir de su altura superior.

—Yo te conozco. ¿Cómo te conozco?

—Nos... —iba a decir “conocimos” pero me di cuenta de que eso no era del todo

cierto ya que no habíamos sido presentados oficialmente la última vez que lo había

visto. Él simplemente había estado presente cuando Stanton y yo habíamos sido

llevadas a la Corte Moroi para ser interrogadas—. Nos encontramos el mes pasado. En

tu Corte.

El reconocimiento iluminó sus ojos.

Page 45: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

45

—Cierto. La alquimista. —Él pensó por un momento y luego me sorprendió cuando

sacó a relucir mi nombre. Con todo lo demás que había sucedido cuando estaba en la

Corte Moroi, no había esperado hacer una impresión—. Sydney Sage.

Yo asentí, tratando de no verme aturdida ante el reconocimiento. Entonces me di

cuenta que Keith se había congelado a mi lado. Él había afirmado que podría

“soportar” estar cerca de los Moroi, pero al parecer, eso significaba verse boca abierto

y sin decir una palabra. Manteniendo una sonrisa agradable, dije:

—Keith, este es Adrian Ivashkov. Adrian, este es mi colega, Keith Darnell.

Adrián le tendió la mano, pero Keith no la apretó. Ya sea porque Keith todavía estaba

conmocionado o porque simplemente no quería tocar a un vampiro, no podía decirlo.

A Adrian no pareció importarle, dejó caer su mano y sacó un encendedor, dando un

paso por delante de nosotros mientras lo hacía. Asintió hacia la puerta.

—Ellos están esperando por ustedes. Entren. —Adrian se acercó al oído de Keith y

habló con una voz siniestra—. Si. Te. Atreves. —Empujó el hombro de Keith y le dio

un “Muahahaha” del tipo de risa monstruosa.

Keith saltó casi tres metros en el aire. Adrián se rió entre dientes y se encaminó hacia

un sendero del jardín, encendiendo su cigarrillo mientras caminaba. Miré detrás de él;

pensando que había sido un poco gracioso; y le di un codazo a Keith hacia la puerta.

—Vamos —dije. La frescura del aire acondicionado rozó contra mí.

Sin nada más, Keith parecía haber vuelto a la vida.

—¿Qué fue eso? —exigió a medida que entrábamos en la casa—. ¡Casi me atacó!

Cerré la puerta.

—Se trataba de ti viéndote como un idiota. Y él no te hizo nada. ¿Podrías haber

actuado de forma más miedosa? Ellos saben que no nos gustan, y tú parecía que

estabas dispuesto a salir corriendo.

Es cierto, me gustaba en parte ver a Keith tomado por sorpresa, pero la solidaridad

humana no dejaba dudas acerca de qué lado estaba.

Page 46: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

46

—No lo hice —argumentó Keith, a pesar de que estaba avergonzado, obviamente.

Caminamos por un pasillo largo con pisos de madera oscura y adornos que parecían

absorber toda la luz—. Dios, ¿qué está mal con estas personas? Ah, ya sé. Ellos no son

personas.

—Silencio —dije, un poco sorprendida por la vehemencia de su voz—. Están justo allí

dentro. ¿No los escuchas?

Pesadas puertas francesas nos recibían en el final del pasillo. El vidrio era esmerilado y

mate, ocultando lo que había dentro, pero aún se podía oír un murmullo de voces.

Llamé a la puerta y esperé hasta que una voz nos dijo que entráramos. El enojo en el

rostro de Keith se desvaneció mientras que ambos intercambiamos breves miradas,

compadeciéndonos. Esto era. El comienzo.

Pasamos a través de las puertas.

Cuando vi quién estaba dentro, tuve que evitar que mi mandíbula cayera como la de

Keith había hecho antes.

Por un momento, no pude respirar. Me había burlado de Keith por tener miedo en

torno a los vampiros y dhampirs, pero ahora, cara a cara con un grupo de ellos, de

repente me sentía atrapada. Las paredes amenazaban con cerrarse sobre mí, y todo en

lo que podía pensar era en los colmillos y la sangre. Mi mundo se tambaleó… y no

sólo por el tamaño del grupo.

Abe Mazur estaba aquí.

Respira, Sidney. Respira, me dije. Sin embargo, no era fácil hacerlo. Abe representaba

mil miedos para mí, mil enredos en los que me había metido.

Poco a poco, mi entorno se cristalizó, y recuperé el control. Abe no era el único aquí,

después de todo, y me obligué a centrarme en los demás y hacer caso omiso de él.

Tres personas estaban sentadas en la sala con él, dos de los cuales reconocí. El

desconocido, un Moroi anciano con poco cabello y un gran bigote blanco, tenía que

ser nuestro anfitrión, Clarence.

—¡Sydney! —Esa era Jill Mastrano, sus ojos iluminados con deleite. Me agradaba Jill,

pero no había pensado que hubiera hecho lo suficiente de una impresión en la chica

como para justificar tal bienvenida. Jill casi parecía como si pudiera correr y

Page 47: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

47

abrazarme, y rogué porque no lo hiciera. No necesitaba que Keith viera eso. Más

importante aún, no necesitaba que Keith informara acerca de eso.

Al lado de Jill estaba un dhampir, que conocía de la misma manera que conocía a

Adrian... es decir, que lo había visto pero nunca había sido presentada. Eddie Castile

también estuvo presente cuando fui interrogada en la Corte Real y, si mi memoria no

fallaba, había estado en algún problema por su propia cuenta. Para todos los efectos y

propósitos, parecía humano, con un cuerpo atlético y un rostro que había pasado

mucho tiempo en el sol. Su cabello era de un marrón arenoso, y sus ojos color avellana

me miraban y a Keith en una manera amistosa... pero cuidadosa. Así es como era con

los guardianes. Siempre estaban en alerta, siempre atentos por la próxima amenaza.

En cierto modo, me pareció reconfortante.

Mi estudio de la sala de pronto regresó a Abe, quien había estado observando y parecía

divertido por mi evasión obvia de él. Una sonrisa maliciosa se esparció por sus rasgos.

—¿Por qué, Señorita Sage… —dijo lentamente—… no viene a saludarme?

Page 48: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

48

Capítulo 4

Traducido por Niii

Corregido por V!an*

be tenía el tipo de apariencia que podía dejar a alguien sin habla, incluso si

no supieran nada sobre él.

Inconsciente del calor del exterior, el hombre Moroi estaba vestido en un traje

completo y corbata. El traje era blanco, por lo menos, pero aun así se veía como si

fuera caluroso. Su camisa y corbata eran púrpuras, al igual que la rosa metida en su

bolsillo. Oro brillaba en sus orejas y garganta. Él era oriundo de Turquía y tenía más

color que la mayoría de los Moroi aunque seguía siendo más pálido que los humanos

como Keith y yo. La tez de Abe me recordaba en realidad a una persona bronceada

que había estado enferma durante un tiempo.

—Hola —dije rígidamente.

Su pequeña sonrisa se transformó en una sonrisa en toda regla.

—Es tan agradable verte otra vez.

—Siempre es un placer. —Mi mentira sonó robótica, pero, agradecidamente, eso era

mejor que sonar asustada.

—No, no —dijo él—. El placer es todo mío.

—Si usted lo dice —dije. Esto lo divirtió incluso más.

Keith se había congelado otra vez, así que dirigí hacia el anciano Moroi y extendí mi

mano hacia él para que al menos pareciera que uno de nosotros tenía buenos modales.

—¿Es usted el Sr. Donahue? Soy Sydney Sage.

Clarence sonrió y estrechó mi mano en la suya arrugada. No me encogí, a pesar de que

la urgencia estaba ahí. A deferencia de la mayoría de los Moroi que había conocido, él

A

Page 49: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

49

no ocultaba sus colmillos cuando sonreía, lo que casi hizo caer mi fachada. Otro

recordatorio de que sin importar cuán humanos parecieran ellos a veces, todavía eran

vampiros.

—Estoy tan feliz de conocerte —dijo él—. He oído cosas maravillosas sobre ti.

—¿Oh? —pregunté, arqueando una ceja y preguntándome quién habría estado

hablando sobre mí.

Clarence asintió enfáticamente.

—Eres bienvenida en mi casa. Es encantador tener tanta compañía.

Las presentaciones fueron hechas para todos los demás. Eddie y Jill fueron un poco

reservados, pero ambos amistosos. Keith no sacudió ninguna mano, pero al menos

dejó de actuar como un idiota baboso. Tomó una silla cuando le fue ofrecida y

adquirió una expresión arrogante, que probablemente se suponía debiera demostrar

confianza. Esperaba que él no nos avergonzara.

—Lo siento —dijo Abe, inclinándose hacia adelante. Sus ojos oscuros brillaban—.

¿Dijiste que tu nombre era Keith Darnell?

—Sí —dijo Keith. Estudió a Abe con curiosidad, sin duda recordando la conversación

de los Alquimistas allá en Salt Lake City. A pesar del Keith brabucón que estaba

intentado interpretar, pude ver una grieta de incomodidad. Abe tenía ese efecto—.

¿Por qué?

—Por ningún motivo —dijo Abe. Sus ojos destellaron hacia mí y luego hacia Keith—.

Sólo suena familiar, eso es todo.

—Mi padre es un hombre muy importante entre los alquimistas —dijo Keith

pretenciosamente. Se había relajado un poco, probablemente pensando que las

historias sobre Abe estaban sobrevaloradas. Tonto—. Indudablemente habrá oído de

él.

—Indudablemente —dijo Abe—. Estoy seguro de que es eso. —Habló tan casualmente

que nadie sospecharía que no estaba diciendo la verdad. Sólo yo sabía la verdadera

razón por la que Abe sabía quién era Keith, pero ciertamente no quería que eso fuera

revelado. Tampoco quería a Abe dejando caer más pistas, lo que sospechaba estaba

haciendo sólo para irritarme.

Page 50: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

50

Intenté cambiar de tema… y obtener algunas respuestas para mí misma.

—No era consciente de que usted se nos uniría, Sr. Manzur. —La dulzura en mi voz

igualando la suya.

—Por favor —dijo él—. Sabes que puedes llamarme Abe. Y no me quedaré,

desafortunadamente. Simplemente vine hasta aquí para asegurarme que este grupo

llegara a salvo… y para conocer a Clarence en persona.

—Eso es muy amable de su parte —dije secamente, sinceramente dudando que los

motivos de Abe fueran tan simples como esos. Si había aprendido algo, es que las

cosas nunca eran simples cuando Abe Manzur estaba involucrado. Él era de la clase

manipuladora. No sólo quería observar las cosas, también quería controlarlas.

Sonrió confiadamente.

—Bueno, siempre estoy intentando ayudar a aquellos en necesidad.

—Sí —dijo repentinamente una nueva voz—. Eso es exactamente lo que se me viene a

la mente cuando pienso en ti, viejo.

No había pensado en nadie que pudiera sorprenderme más que Abe, pero estaba

equivocada.

—¿Rose? —El nombre salió como una pregunta de mis labios, aunque no había duda

de quién era esta nueva persona que había llegado. Sólo había una Rose Hathaway,

después de todo.

—Hola, Sydney —dijo ella, dándome una pequeña, sonrisa torcida mientras entraba a

la habitación. Sus brillantes ojos oscuros eran amistosos, pero también evaluaban todo

en la habitación, de manera muy parecida a los de Eddie. Era una cosa de guardianes.

Rose era casi de mi altura y vestía de manera muy casual en unos vaqueros y una

camiseta de tirantes roja. Pero, como siempre, había algo exótico y peligroso sobre su

belleza que la hacía resaltar de todo el resto. Era como una flor tropical en esta oscura,

y abarrotada habitación. Una que podría matarte. Nunca había visto a su madre, pero

era fácil deducir que parte de su apariencia provenía de la influencia Turca de Abe,

como su largo cabello café oscuro. En la luz tenue, ese cabello parecía casi negro. Sus

ojos se posaron en Keith, y asintió educadamente—. Hola, otro alquimista.

Page 51: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

51

Keith la miró con sus ojos completamente abiertos, pero si esa era una reacción a que

nosotros éramos superados en número o simplemente una respuesta a la naturaleza

extraordinaria de Rose, no podría decirlo.

—So-Soy Keith —tartamudeó él finalmente.

—Rose Hathaway —le respondió ella. Sus ojos se abrieron incluso más al reconocer el

nombre. Ella avanzó dando zancadas a través de la habitación, en dirección a

Clarence, y noté que la mitad de su atracción radicaba en la forma en que dominaba

sus alrededores. Su expresión se suavizó mientras se acercaba al hombre mayor—.

Revisé el perímetro de la casa como pidió. Es casi tan segura como puede llegar a

serlo, aunque la cerradura de su puerta trasera probablemente debería ser reemplazada.

—¿Estás segura? —preguntó Clarence con incredulidad—. Es casi nueva.

—Tal vez lo era cuando la casa fue construida —pronunció una nueva voz. Mirando

hacia la puerta, me di cuenta de que alguien más había estado con Rose cuando llegó,

pero había estado demasiado sorprendida para notarlo. Otra vez, esa era una cosa de

Rose. Siempre atraía toda la atención—. Ha estado oxidada desde que nos mudamos

aquí.

Este recién llegado era un Moroi, lo que me empujó al borde otra vez. Eso establecía el

contador en cuatro Moroi y dos dhampir. Estaba intentando con todas mis fuerzas no

adoptar la actitud de Keith —especialmente dado que ya conocía a algunas de las

personas de aquí— pero era difícil sacudirme esa abrumadora sensación de “Nosotros”

y “Ellos”. Los Moroi envejecían igual que los humanos, y como conjetura, pensaba

que este chico nuevo estaba cercano a mi edad, como mucho a la de Keith. Tenía

facciones agradables, supuse, con cabello negro rizado y ojos grises. La sonrisa que

ofrecía parecía sincera, a pesar de que había una pequeña sensación de incomodidad

en la forma en que se mantenía de pie. Su mirada estaba fija en Keith y en mí,

intrigada, y me pregunté si tal vez él no pasaba un montón de tiempo con los

humanos. La mayoría de los Moroi no lo hacían, a pesar de que no compartían los

mismos miedos sobre nuestra raza que nosotros teníamos sobre la suya. Pero por

supuesto, nosotros no los utilizábamos como comida.

—Soy Lee Donahue —dijo, extendiendo su mano. Una vez más, Keith no la tomó,

pero yo sí lo hice y nos presenté.

Lee miró una y otra vez entre Keith y yo, con su cara llena de asombro.

Page 52: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

52

—¿Alquimistas, verdad? Nunca había conocido a uno de ustedes. Los tatuajes que

tienen son hermosos —dijo, observando el lirio dorado en mi mejilla—, he oído sobre

lo que pueden hacer.

—¿Donahue? —preguntó Keith. Deslizó su mirada entre Keith y Clarence—. ¿Ustedes

son parientes?

Lee le dio una mirada indulgente a Clarence.

—Padre e hijo.

Keith frunció el ceño.

—Pero tú no vives aquí, ¿verdad? —Estaba sorprendida de que esta, de todas las cosas,

lo sacara de su ensimismamiento. Tal vez no le gustaba la idea de que esta

intervención fuera defectuosa. Era un alquimista de Palm Springs, después de todo, y

él creía que Clarence era el único Moroi en el área.

—No regularmente, no —dijo Lee—. Voy a la universidad en LA, pero mi horario es

sólo de medio tiempo este semestre. Así que quiero intentar pasar más tiempo con mi

papá.

Abe miró a Rose.

—¿Viste eso? —dijo—. Ahora, eso sí que es devoción. —Ella le puso los ojos en

blanco.

Keith parecía tener más preguntas sobre el tema, pero la mente de Clarence todavía

estaba en la conversación anterior.

—Podría jurar que hice reemplazar esa cerradura.

—Bueno, yo puedo reemplazarla para ti pronto si lo quieres —dijo Lee—. No puede

ser tan difícil.

—Pienso que está bien. —Clarence se puso de pie con dificultad—. Iré a darle un

vistazo.

Lee se apresuró a su lado y nos disparó una mirada de disculpa.

Page 53: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

53

—¿Tiene que ser justo ahora? —Cuando pareció que sí debía serlo, Lee dijo—: Iré

contigo. —Tuve la impresión de que Clarence frecuentemente seguía sus caprichos, y

que Lee estaba acostumbrado a ello.

Utilicé la ausencia de los Donahue para obtener algunas de las respuestas que estaba

muriendo por saber. Me giré hacia Jill.

—¿No tuviste ningún problema para llegar aquí, verdad? No más, um, ¿incidentes?

—Nos encontramos con un par de disidentes antes de dejar la corte —dijo Rose, una

nota peligrosa en su voz—. Nada que no pudiéramos manejar. El resto pasó sin

incidentes.

—Y va a continuar de esa manera —dijo Eddie como si fuera un hecho. Cruzó los

brazos sobre su pecho—. Al menos si yo tengo algo que ver al respecto.

Los miré a ambos, intrigada.

—Se me dijo que nos acompañaría un dhampir… ¿decidieron enviar dos?

—Rose se invitó sola —dijo Abe—. Sólo para asegurarse que el resto de nosotros no

pasara por alto nada. Eddie será quien los acompañará a Amberwood.

Rose frunció el ceño.

—Yo debería ser quien se quedara. Yo debería ser la compañera de habitación de Jill.

Sin ofender, Sydney. Te necesitamos para el papeleo, pero yo soy quien pateará el

trasero de quien sea que le dé problemas a Jill.

Ciertamente no iba a discutir contra eso.

—No —dijo Jill, con intensidad sorprendente. Ella había estado en silencio y vacilante

la última vez que la había visto, pero sus ojos se volvieron más feroces ante el

pensamiento de ser una carga para Rose—. Tú necesitas permanecer con Lissa y

mantenerla a salvo. Tengo a Eddie, y además, nadie sabe que estoy aquí. Nada más va

a ocurrir.

La mirada en los ojos de Rose decía que estaba escéptica. También sospechaba que

ella no creía realmente que alguien pudiera proteger a Vasilisa o a Jill tan bien como

ella. Eso era algo que decir, considerando que la joven reina estaba rodeada de

Page 54: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

54

guardaespaldas. Pero ni siquiera Rose podía estar en todos los lugares al mismo

tiempo, y tenía que escoger. Sus palabras me hicieron regresar mi atención hacia Jill.

—¿Qué fue lo que pasó? —pregunté—. ¿Te hirieron? Oímos historias sobre un ataque

pero nada fue confirmado.

Hubo una pesada pausa en la habitación. Todos con excepción de Keith y yo parecían

incómodos. Bueno, nosotros estábamos incómodos… pero por otras razones.

—Estoy bien —dijo finalmente Jill, luego de una mirada afilada de parte de Rose—.

Hubo un ataque, sí, pero ninguno de nosotros fue herido. Quiero decir, no seriamente.

Estábamos en medio de una cena real cuando fuimos atacados por unos Moroi… más

bien, unos Moroi asesinos. Ellos lo hicieron parecer como si estuvieran yendo por

Lis… por la reina, pero en su lugar vinieron a por mí. —Ella dudó y bajó los ojos,

dejando que su largo, cabello café rizado cayera hacia adelante—. Fui resguardada, sin

embargo, y los guardianes los redujeron. —Había una energía nerviosa en Jill que

recordaba de antes. Era adorable y la hacía parecer mucho más como la tímida

adolescente que era.

—Pero no creemos que se hayan retirado del todo, que es por lo que debemos

mantenernos alejados de la Corte —explicó Eddie. Incluso mientras dirigía sus

palabras a Keith y a mí, irradiaba protección hacia Jill, retando a cualquiera a desafiar

a la chica que estaba a su cargo para mantenerla segura—. No sabemos en cuáles de

nuestras propias clasificaciones están los traidores. Así que, hasta entonces, aquí es

donde todos estamos.

—Ojalá no por demasiado tiempo —dijo Keith. Le di una mirada de advertencia, y él

pareció notar que su comentario podía ser percibido de manera brusca—. Quiero decir,

este lugar no puede ser tan divertido para todos ustedes chicos, con lo del sol y todo

eso.

—Es seguro —dijo Eddie—. Eso es lo que importa.

Clarence y Lee regresaron, y no hubo más comentarios de la seguridad de Jill o el

ataque. Hasta donde padre e hijo sabían, Jill, Eddie y Adrian simplemente habían

enfadado a un importante Moroi de la realeza y estaban exiliados aquí. Los dos

hombres Moroi no sabían quién era Jill en realidad y creían que los alquimistas

estaban aquí para ayudarla por la influencia de Abe. Era una red de mentiras, pero una

necesaria. Incluso si Clarence estaba en un exilio autoimpuesto, no podíamos

Page 55: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

55

arriesgarnos a que él —o ahora Lee— accidentalmente dejaran saber a forasteros que

la hermana de la reina estaba escondida allí.

Eddie dirigió su mirada hacia el anciano Moroi.

—Usted dijo que jamás había oído de algún Strigoi estando por los alrededores,

¿verdad?

Los ojos de Clarence se desenfocaron por un momento mientras sus pensamientos se

volvían introspectivos.

—No… pero hay cosas peores que un Strigoi…

Lee gimió.

—Papá por favor. Eso no.

Rose y Eddie estuvieron sobre sus pies en un instante, y fue todo un logro que no

sacaran sus armas.

—¿De qué está hablando? —demandó Rose.

—¿Qué otros peligros hay aquí? —preguntó Eddie, su voz dura como el acero.

Lee realmente se sonrojó.

—De nada… por favor. Es una alucinación, eso es todo.

—¿Alucinación? —preguntó Clarence, estrechando sus ojos hacia su hijo—. ¿Fue

asesinada tu prima por una alucinación? ¿Es el hecho de que esos acomodados de la

Corte dejaran el crimen contra Tamara pasar sin un castigo una alucinación?

Mi menté vagó de regreso a la conversación que había tenido con Keith en el coche.

Le di a Clarence lo que esperaba fuera una mirada tranquilizadora.

—¿Tamara era su sobrina, verdad? ¿Qué fue lo que le ocurrió a ella, señor?

—Fue asesinada —dijo él. Hubo una pausa dramática—. Por cazadores de vampiros.

—Lo siento, ¿por quienes?

Page 56: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

56

—Cazadores de vampiros —repitió Clarence. Todos en la habitación parecían tan

sorprendidos como yo me sentía, lo que era un pequeño alivio. Incluso algo de la

fiereza de Rose y Eddie disminuyó—. Oh, no encontrarán eso en ninguna parte… ni

siquiera en sus registros. Estábamos viviendo en Los Ángeles cuando ellos la

capturaron. Lo reporté a los guardianes, exigí que cazaran a los culpables. ¿Saben lo

que ellos dijeron? —Miró a cada persona de una en una—. ¿Lo saben?

—No —dijo Jill dócilmente—. ¿Qué dijeron? —Lee suspiró y pareció miserable.

Clarence bufó.

—Dijeron que no existía tal cosa. Que no había evidencias que apoyaran mi petición.

Lo etiquetaron como un asesinato a manos de los Strigoi y dijeron que no había nada

que pudieran hacer, que debería estar agradecido de que ella no hubiera sido

convertida.

Miré a Keith, quien nuevamente parecía sorprendido por esta historia. Aparentemente

no conocía a Clarence tan bien como había declarado. Keith había sabido que el

anciano tenía un problema que involucraba a su sobrina, pero no la extensión de él.

Keith me dio un pequeño encogimiento de hombros que parecía decir, ¿Ves? ¿Qué te

dije? Loco.

—Los guardianes son muy minuciosos —dijo Eddie. Su tono y palabras fueron

claramente escogidas con cuidado, esforzándose por no ofender. Se volvió a sentar

junto a Jill—. Estoy seguro de que tuvieron sus razones.

—¿Razones? —preguntó Clarence—. Si consideras negación y vivir una vida de

alucinaciones como razones, entonces supongo que sí. Ellos simplemente no quieren

aceptar que esos cazadores están ahí afuera. Pero dime esto. Si mi Tamara fue

asesinada por los Strigoi, ¿por qué cortaron ellos su garganta? Fue cortada limpiamente

con una cuchilla. —Hizo el gesto de una cuchillada bajo su barbilla. Jill se encogió y se

amilanó en su silla. Rose, Eddie, y Abe también parecían desconcertados, lo que me

sorprendió porque no pensé que algo pudiera hacer que ese grupo se preocupara—.

¿Por qué no usar los colmillos? Hace que beber sea más fácil. Le señalé eso a los

guardianes, y ellos dijeron que dado a que cerca de la mitad de su sangre había sido

bebida, el culpable había sido obviamente un Strigoi. Pero yo digo que un cazador de

vampiros fue el responsable y lo hizo parecer como si hubiera tomado su sangre. Un

Strigoi no hubiera tenido razones para usar un cuchillo.

Page 57: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

57

Rose comenzó a hablar, se detuvo, luego comenzó otra vez.

—Sí es extraño —dijo con calma. Tenía la sensación de que probablemente había

estado a punto de resaltar cuán ridícula era esta teoría de la conspiración, pero que lo

había pensado mejor—. Pero estoy segura que hay otra explicación, Sr. Donahue.

Me pregunté si mencionar que los alquimistas no tenían registros de cazadores de

vampiros —no desde hace varios siglos, al menos— sería de ayuda o no. Keith

repentinamente dirigió la conversación hacia una dirección inesperada. Encontró la

mirada de Clarence levemente.

—Puede parecer extraño para un Strigoi, pero ellos hacen toda clase de cosas

depravadas sin ningún motivo. Lo sé por experiencia personal.

Mi estómago se retorció. Oh no. Todos los ojos se volvieron hacia Keith.

—¿Oh? —preguntó Abe, alisando su perilla negra—. ¿Qué sucedió?

Keith apuntó hacia su ojo de vidrio.

—Fui atacado por los Strigoi hace un tiempo durante este año. Ellos me golpearon y

arrancaron mi ojo. Luego me abandonaron.

Eddie frunció el ceño.

—¿Sin beber ni matar? Eso es realmente extraño. No suena como el comportamiento

normal de los Strigoi.

—No estoy seguro de que realmente debas esperar que los Strigoi hagan algo “normal”

—apuntó Abe. Apreté mis dientes, deseando que él no involucrara a Keith en esto. Por

favor no preguntes sobre el ojo, pensé. Déjalo estar. Eso era mucho esperar, por supuesto,

porque la siguiente pregunta de Abe fue—: ¿Sólo tomaron un ojo? ¿No lo intentaron

con ambos?

—Discúlpenme. —Me puse de pie antes de que Keith pudiera responder. No podía

permanecer sentada a través de esta conversación y escuchar a Abe acosar a Keith,

simplemente por la diversión de atormentarme. Necesitaba escapar—. Yo… no me

siento muy bien. Voy a tomar algo de aire.

Page 58: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

58

—Por supuesto, por supuesto —dijo Clarence, viéndose como si quisiera ponerse de

pie también—. ¿Debería pedirle a mi ama de llaves que te busque algo de agua? Puedo

tocar la campana…

—No, no —dije, moviéndome hacia la puerta—. Yo sólo… sólo necesito un minuto.

Me apresuré a salir y escuché a Abe decir:

—Que sensibilidades tan delicadas. Pensarías que ella no sería tan quisquillosa,

considerando su profesión. Pero tú, joven, parece que tú sí puedes manejar el hablar

sobre sangre…

La adulación de Abe funcionó, y Keith se lanzó de cabeza en una historia que

definitivamente no quería escuchar. Volví al oscuro pasillo y emergí al exterior. El aire

fresco era bienvenido, incluso si estaba veinte grados más caliente que aquel del que

había venido. Tomé una profunda, tranquilizadora inspiración, forzándome a

mantenerme calmada. Todo iba a estar bien. Abe se iría pronto. Keith regresaría a su

propio apartamento. Yo regresaría a Amberwood con Jill y Eddie, quienes en realidad

no parecían malos acompañantes, considerando con quién pude haber terminado.

Sin un destino real en mente, decidí caminar alrededor y dan un vistazo al hogar de

Clarence… que era más una finca, en realidad. Elegí un lado de la casa al azar y

caminé alrededor, admirando el detallado diseño del exterior de la casa. Aunque

estuviera indiscutiblemente fuera de lugar en el paisaje del sur de California, todavía

era impresionante. Siempre había amado el estudio de la arquitectura —algo que mi

padre pensaba no tenía sentido— y estaba impresionada por lo que me rodeaba.

Mirando alrededor, noté que los terrenos no coincidían con el resto de los que

habíamos atravesado para llegar hasta aquí. Un montón de las áreas en esta región se

habían secado por el verano y la falta de lluvia, pero Clarence claramente había

gastado una fortuna para mantener su jardín exuberante y verde. Árboles no nativos

—hermosos y llenos de flores— estaban artísticamente arreglados para formar

senderos y patios.

Luego de varios minutos de mi paseo por la naturaleza, me giré y me dirigí

nuevamente hacia el frente de la casa. Me detuve cuando oí a alguien.

—¿Dónde estás? —preguntó una voz. Abe. Genial. Me estaba buscando.

—Por aquí. —Escuché decir a Adrian, apenas. Su voz provenía desde un lugar lejano

de la casa, del lado opuesto de donde me encontraba. Escuché a alguien caminar a

Page 59: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

59

través del camino de entrada de gravilla, las pisadas deteniéndose cuando alcanzaron

lo que suponía debía ser la puerta trasera, donde Abe se encontraba de pie.

Mordí mi labio y me quedé donde estaba, oculta por la casa. Casi tenía miedo de

respirar. Con su audición, los Moroi podrían escuchar hasta el más pequeño detalle.

—¿Ibas a regresar en algún momento? —preguntó Abe, divertido.

—No vi el punto. —Fue la lacónica respuesta de Adrian.

—El punto no tiene sentido. Podrías haber hecho un esfuerzo por conocer a los

alquimistas.

—Ellos no quieren conocerme. Especialmente el chico. —Había una risa oculta en la

voz de Adrian—. Debiste haber visto su rostro cuando me encontré con él en la puerta.

Ojalá hubiera tenido una capa. Al menos la chica tiene algo de valor.

—Eso no importa, ellos juegan un rol crucial en tu estadía aquí… y la de Jill. Sabes

cuán importante es mantenerla a salvo.

—Sí, entiendo eso. También entiendo por qué está ella aquí. Lo que no entiendo es por

qué estoy yo aquí.

—¿No lo haces? —preguntó Abe—. Había asumido que sería obvio para Jill y para ti.

Tienes que permanecer cerca de ella.

Hubo una pausa.

—Eso es lo que todo dicen… pero no estoy seguro de que sea necesario. No creo que

ella me necesite cerca, sin importar lo que Rose y Lissa afirmen.

—¿Tienes algo mejor que hacer?

—Ese no es el punto. —Adrian sonaba molesto, y estaba feliz de no ser la única en

quien Abe causaba ese efecto.

—Ese es exactamente el punto —dijo Abe—. Estabas malgastando el tiempo en la

Corte, ahogándote en tu propia autocompasión… entre otras cosas. Aquí, tienes la

oportunidad de ser útil.

Page 60: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

60

—Para ti.

—Para ti mismo también. Esta es una oportunidad para que hagas algo de tu vida.

—¡Excepto que tú no me dirás lo que se supone que tengo que hacer! —dijo Adrian

irritado—. A parte de lo de Jill, ¿cuál es esta gran tarea que tienes para mí?

—Escuchar. Escuchar y observar. —Me podía imaginar perfectamente a Abe

acariciando su barbilla en esa forma intelectual suya otra vez mientras hablaba—.

Observar a todos… Clarence, Lee, los alquimistas, Jill y Eddie. Prestar atención a cada

palabra, cada detalle, y reportármelo después. Puede que todo sea útil.

—No creo que eso aclare las cosas realmente.

—Tienes potencial, Adrian. Demasiado potencial para desperdiciarlo. Lamento

mucho lo que sucedió con Rose, pero tienes que superarlo. Tal vez las cosas no tengan

sentido ahora, pero lo tendrán después. Confía en mí.

Casi me sentí mal por Adrian. Abe me había dicho que confiara en él una vez también,

y mira cómo habían resultado las cosas.

Esperé hasta que los dos Moroi regresaron al interior y los seguí un minuto después.

En la sala, Keith todavía mostraba su actitud engreída pero pareció aliviado de

tenerme de regreso. Discutimos más detalles y trabajamos en el horario para las

alimentaciones, uno que yo estaba a cargo de mantener ya que sería quién conduciría a

Jill —y Eddie, dado que no quería dejarla fuera de su vista— de ida y vuelta a la casa

de Clarence.

—¿Cómo van a conseguir alimentadores? —le pregunté a Adrian. Luego de escuchar

su conversación con Abe, estaba más curiosa que nunca sobre su papel aquí.

Adrian estaba de pie contra la pared, en el extremo opuesto de la habitación. Sus

brazos estaban cruzados defensivamente, y había una rigidez en su postura que se

contradecía con la sonrisa ociosa que mostraba. No podía estar segura, pero parecía

como si estuviera posicionándose a propósito tan lejos de Rose como fuera posible.

—Caminando por el vestíbulo.

Notando mi mirada desconcertada, Clarence explicó:

Page 61: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

61

—Adrian estará quedándose aquí conmigo. Será agradable tener a alguien más entre

estas antiguas paredes.

—Oh —dije. Para mí misma, murmuré—: Muy Jardín Secreto.

—¿Hmm? —preguntó Adrian, inclinando su cabeza hacia mí.

Me encogí. Su audición era muy buena.

—Nada. Sólo estaba pensando en un libro que leí.

—Oh —dijo Adrian desestimando el comentario, mirando en otra dirección. La forma

en que dijo la palabra parecía ser una condena para todos los libros.

—No me olvides —dijo Lee, sonriendo a su padre—. Te dije que estaré más por aquí.

—Tal vez el joven Adrian te mantendrá alejado de los problemas, entonces —declaró

Clarence.

Nadie respondió nada a eso, pero vi a los amigos de Adrian intercambiar un par de

miradas divertidas.

Keith no parecía tan asustado como cuando habíamos llegado, pero había un nuevo

aire de impaciencia e irritabilidad en él no lograba terminar de entender.

—Bien —dijo, luego de aclarar su garganta—. Necesito volver a casa y hacerme cargo

de algunos asuntos. Y ya que tú eres mi chofer, Sydney…

Dejó las palabras colgando pero me miró significativamente. Por lo que había

aprendido, estaba más convencida que nunca que Palm Springs era el área menos

activa de vampiros de cualquier lugar. Honestamente no podía imaginar de qué

“asuntos” tendría que encargarse Keith, pero teníamos que irnos tarde o temprano.

Eddie y Jill fueron a reunir su equipaje, y Rose uso la oportunidad para apartarme a un

lado.

—¿Cómo has estado? —preguntó en voz baja. Su sonrisa era genuina—. He estado

preocupada por ti, desde… bueno, tú sabes. Nadie me dijo qué te había ocurrido. —La

última vez que la había visto, había estado siendo mantenida prisionera en un hotel

por los guardianes mientras los Moroi intentaban descubrir cuál había sido mi papel en

el escape de Rose.

Page 62: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

62

—Estuve en algunos problemas al principio —dije—. Pero eso ya pasó. —¿Qué era

una pequeña mentira entre amigas? Rose era tan fuerte que no podía soportar el

pensamiento de parecer débil frente a ella. No quería que supiera que aún vivía con

miedo de los alquimistas, obligada a hacer lo que fuera para volver a estar en buenos

términos con ellos.

—Me alegra —dijo ella—. Ellos me dijeron que originalmente era tu hermana quien

iba a estar aquí.

Esas palabras le recordaron que Zoe podría reemplazarme en cualquier momento.

—Fue un malentendido.

Rose asintió.

—Bueno, me siento un poco mejor contigo aquí, pero es difícil… todavía siento como

si yo debiera proteger a Jill. Pero necesito proteger a Lissa también. Ellos piensan que

Jill es el blanco más fácil, pero seguirán yendo tras Lissa. —El conflicto interno brilló

en sus ojos oscuros, y sentí una punzada de lástima. Era esto lo que tenía tantos

problemas para explicarles a los otros alquimistas, cómo los dhampir y los vampiros

podían parecer tan humanos algunas veces—. Ha sido una locura, sabes. ¿Desde que

Lissa subió al trono? Pensé que finalmente lograría relajarme con Dimitri. —Su sonrisa

se amplió—. Debí haber sabido que nada jamás será simple con nosotros. Hemos

pasado todo nuestro tiempo cuidando de Lissa y Jill.

—Jill estará bien. Siempre que los disidentes no sepan que ella está aquí, todo debería

estar tranquilo. Aburrido, incluso.

Ella todavía estaba sonriendo, pero su sonrisa se atenuó un poco.

—Eso espero. Si sólo supieras lo que ha ocurrido… —Su expresión cambió mientras

algún recuerdo la embargaba. Comencé a insistir en que me dijera lo que había

sucedido, pero cambió de tema antes de que pudiera hacerlo—. Estamos trabajando en

cambiar la ley… la que dice que Lissa necesita un miembro de su familia como

requisito para poder permanecer como reina. Una vez que esté hecho, ella y Jill estarán

fuera de peligro. Pero eso sólo significa que aquellos que quieren tomar a Jill están más

desesperados que nunca, porque saben que el reloj está corriendo.

—¿Cuánto tiempo? —pregunté—. ¿Cuánto tiempo tomará cambiar la ley?

Page 63: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

63

—No lo sé. ¿Un par de meses, tal vez? Los asuntos legales… bien, no son lo mío. No

los detalles de ellos, al menos. —Ella sonrió brevemente y luego volvió a su rigidez de

batalla. Empujo su cabello sobre uno de sus hombros—. ¿Personas locas que quieren

lastimar a mis amigos? Eso es lo mío, y créeme, sé cómo lidiar con ello.

—Lo recuerdo —dije. Era extraño. Pensaba en Rose como una de las personas más

fuertes que conocía, y aún así parecía como si ella necesitara mi confirmación—. Mira,

tú has lo que haces, y yo haré lo que hago. Me aseguraré de que Jill de mezcle. Ustedes

la sacaron sin que nadie lo supiera. Ahora está fuera de los radares.

—Eso espero —repitió Rose, con voz sombría—. Porque si no lo está, tu pequeño

grupo aquí no tiene ninguna oportunidad contra esos rebeldes locos.

Page 64: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

64

Capítulo 5

Traducido por Sheilita Belikov

Corregido por masi

con ese comentario, Rose me dejó para poder decirle adiós a los

demás.

Sus palabras me dejaron helada. Durante medio segundo, quise

exigir una revaluación de esta misión. Quise insistir en que enviaran

a no menos de una docena de guardianes aquí con Jill, en caso de que sus atacantes

regresaran. Pronto, descarté ese pensamiento. Una de las piezas clave de este plan de

trabajo era simplemente no llamar la atención. Mientras su paradero fuera secreto, Jill

estaría más segura si se mezclaba. Un escuadrón de guardianes difícilmente sería

discreto y podría atraer la atención de la comunidad Moroi más grande. Estábamos

haciendo lo correcto. Siempre y cuando nadie supiera que estábamos aquí, todo estaría

bien.

Seguramente si me lo decía con bastante frecuencia, se convertiría en realidad.

Sin embargo, ¿por qué la fatídica declaración de Rose? ¿Por qué la presencia de Eddie?

¿Esta misión realmente había dado un salto de "inconveniente" a "de vida o muerte"?

Sabiendo cuán cercanas eran Jill y Rose, en cierto modo esperaba que su despedida

fuera más emotiva. En cambio, fue Adrian a quien Jill tuvo la mayor dificultad en

dejar. Se arrojó sobre él en un gran abrazo, con los dedos aferrándose a su camisa. La

joven Moroi había permanecido callada durante la mayor parte de la visita,

simplemente observando al resto de nosotros de esa manera curiosa y nerviosa suya.

Lo más que la había oído hablar fue cuando Lee había intentado hacerla hablar más

temprano. Su manifestación de despedida pareció sorprender también a Adrian,

aunque la mirada sarcástica que había llevado en su rostro se suavizó en algo parecido

a afecto cuando le palmeó torpemente el hombro.

—Vamos, cálmate, Jailbait. Nos veremos muy pronto.

—Me gustaría que vinieras con nosotros —dijo ella en voz baja.

Y

Page 65: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

65

Él le dio una sonrisa torcida.

—No, no. Tal vez el resto de ellos puedan salirse con la suya interpretando el papel de

regreso a la escuela, pero yo sería expulsado en mi primer día. Por lo menos aquí, no

corromperé a nadie. . . a no ser que sea a Clarence y su gabinete de licores.

—Estaré en contacto —prometió Jill.

Su sonrisa se crispó, y le dio una mirada de complicidad que era tanto divertida como

triste.

—También lo haré yo

Este pequeño momento entre ellos era extraño. Con el carácter frívolo y arrogante de

él y la dulce timidez de ella, parecían una improbable pareja de amigos. Sin embargo,

era evidente que había afecto entre ellos. No parecía romántico, pero tenía una

intensidad definida que realmente no podía entender. Me acordé de la conversación

que había oído entre Abe y Adrian, donde Abe había dicho que era imperativo que

Adrian permaneciera cerca de Jill. Algo me decía que había una conexión entre eso y

lo que estaba presenciando ahora, pero no tenía información suficiente como para atar

cabos. Guardé este misterio para más tarde.

Estaba triste por dejar a Rose pero contenta de que nuestra partida significara separar

caminos con Abe y Keith. Abe se fue con sus comentarios típicamente crípticos y una

mirada de complicidad hacia mí que no aprecié. Dejé a Keith en su casa antes de ir a

Amberwood, y me dijo que me mantendría informada. Sinceramente, me preguntaba

sobre qué exactamente tenía que mantenerme informada, puesto que yo estaba

haciendo la mayor parte del trabajo aquí. Por lo que podía decir, él realmente no tenía

nada que hacer salvo holgazanear en su apartamento en el centro. Aun así, valió la

pena deshacerse de él. Nunca pensé que estaría tan feliz de marcharme con un vampiro

y un dhampir.

Jill todavía parecía atribulada durante el viaje en coche a la escuela. Eddie, sintiendo

esto, trató de calmarla. Él la miró desde el asiento del pasajero.

—Veremos a Adrian pronto.

—Lo sé —dijo con un suspiro.

Page 66: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

66

—Y nada más malo va a suceder. Estás a salvo. No pueden encontrarte aquí.

—Eso también lo sé —dijo.

—¿Qué tan malo fue? —pregunté—. El ataque, quiero decir. Nadie entró en detalles.

—Por el rabillo del ojo, vi a Eddie mirar de nuevo a Jill.

—Lo bastante malo —dijo él sombríamente—. Pero todo el mundo está bien ahora,

eso es lo que importa.

Ninguno de los ellos dijo nada más, y rápidamente capté la indirecta de que no había

más detalles por venir. Actuaban como si el ataque no hubiera sido gran cosa, que

había terminado y estaba en el pasado, pero estaban siendo demasiado evasivos. Había

ocurrido algo que yo no sabía, que los Alquimistas probablemente no sabían, algo que

estaban trabajando en mantener en secreto. Mi suposición era que tenía que ver con

Adrian estando aquí. Él había mencionado una "razón obvia" para venir a Palm

Springs, y entonces Abe había hecho alusión a otro motivo oculto del que el propio

Adrian no sabía nada. Todo eso era un poco fastidioso, ya que yo estaba arriesgando

mi vida aquí. ¿Cómo esperaban que hiciera adecuadamente mi trabajo si insistían en

hacer de éste una maraña de secretos?

Los Alquimistas tratan con secretos, y a pesar de mi pasado difícil, todavía era lo

suficientemente Alquimista como para resentirme al serme negadas las respuestas.

Afortunadamente, también era lo suficientemente Alquimista para cazar esas

respuestas por mí misma.

Por supuesto, sabía que interrogar a Jill y Eddie en este momento no me llevaría a

ninguna parte. Necesitaba actuar amistosamente y conseguir que se relajaran a mi

alrededor. Podrían no albergar la creencia secreta de que los humanos eran criaturas de

la oscuridad, pero eso no significaba que confiaran en mí todavía. No los culpaba.

Después de todo, ciertamente no confiaba en ellos tampoco.

Era bien entrada la noche cuando llegamos a Amberwood. Keith y yo habíamos

revisado a fondo la escuela antes, pero Eddie y Jill la miraron con los ojos muy

abiertos. Considerando que la casa de Clarence había lucido anticuada, la escuela era

luminosa y moderna, constando de edificios de estuco que eran tan típicos de

California y la arquitectura del suroeste. Palmeras bordeaban exuberantes prados

verdes. Bajo la luz mortecina, los estudiantes seguían paseando, en parejas y grupos, a

lo largo de muchos senderos para caminar que había a través de los jardines.

Page 67: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

67

Habíamos comprado comida rápida en el camino, pero la hora tardía significaba que

Jill y yo teníamos que separarnos de Eddie. A los dieciocho años, con un coche y

"permiso de los padres", yo había tenido mucha libertad para ir y venir, pero tenía que

responder al toque de queda como todo el mundo cuando la noche llegaba. Eddie se

sentía inquieto por dejar a Jill, sobre todo cuando se dio cuenta de qué tan lejos de ella

estaría.

Los extensos terrenos de la Preparatoria Amberwood estaban divididos en tres

campus: Este, Oeste y Central. El Campus Este alojaba el dormitorio de las chicas,

mientras que el Oeste albergaba el de los chicos. El Central, el más grande de los tres,

era el lugar donde estaban las instalaciones administrativas, académicas y recreativas.

Los campus estaban aproximadamente a una milla de distancia el uno del otro y les

prestaba servicio un autobús de enlace que los recorría durante todo el día, a pesar de

que caminar siempre era una opción para aquellos que podían soportar el calor.

Eddie tenía que haber sabido que no podía quedarse en el dormitorio de las chicas,

aunque sospechaba que si hiciera lo que quería, habría dormido al pie de la cama de

Jill como un perro fiel. Mirarlos a los dos era en cierta medida increíble. Nunca había

observado a una pareja guardián-Moroi antes. Cuando estuve con Rose y Dimitri, ellos

habían estado simplemente tratando de mantenerse con vida, además, ambos eran

dhampirs. Ahora, era finalmente capaz de ver el sistema en acción y entender por qué

los dhampirs entrenaban tan duro. Tendrías que, permanecer tan alerta. Incluso en los

momentos más mundanos, Eddie siempre vigilaba nuestro entorno. Nada escapaba de

su atención.

—¿Qué tan bueno es el sistema de seguridad aquí? —exigió cuando entró al dormitorio

de las chicas. Había insistido en verlo antes de ir al suyo. El vestíbulo estaba en silencio

a esta hora, y sólo un par de estudiantes vagaban por ahí con cajas y maletas mientras

terminaban de instalarse a último minuto. Nos miraron con curiosidad cuando

pasaron, y tuve que apaciguar el nudo de ansiedad creciente en mí. Teniendo en

cuenta todo lo demás que me había pasado, la vida social de la preparatoria no debería

asustarme, pero lo hacía. Los Alquimistas no incluían eso en sus lecciones.

—La seguridad es lo suficientemente buena —dije, manteniendo la voz baja cuando

me volví hacia Eddie—. Ellos no están preocupados por vampiros asesinos, pero sin

duda quieren que sus alumnos estén seguros. Sé que hay guardias de seguridad que

patrullan las instalaciones por la noche.

Eddie miró a la matrona del dormitorio, una robusta mujer de cabello canoso que

supervisaba el vestíbulo desde su escritorio.

Page 68: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

68

—¿Crees que tiene algún tipo de entrenamiento de combate? ¿Crees que podría

someter a un intruso?

—Apuesto a que podría derribar a un chico que se meta a escondidas en la habitación

de una chica —bromeó Jill. Apoyó una mano en su brazo, haciéndolo saltar—.

Relájate. Este lugar es seguro.

En cierto modo, la preocupación de Eddie era reconfortante y me hacía sentir segura.

Al mismo tiempo, no podía dejar de volver a pensar en por qué estaba tan alerta. Él

había estado allí durante el ataque del que nadie me hablaba. Conocía las amenazas

porque las había visto de primera mano. Si estaba tan nervioso, incluso ahora,

entonces ¿en cuánto peligro estábamos todavía? Los Alquimistas me habían llevado a

pensar que una vez que estuviéramos escondidos aquí en Amberwood, todo estaría

bien y que solamente se convertiría en un juego de espera. Había tenido esa misma

conversación con Rose y había tratado de convencerla de lo mismo. La actitud de

Eddie era preocupante.

El dormitorio que compartía con Jill era pequeño para mis estándares. Siempre había

tenido mi propio cuarto al crecer y nunca tuve que preocuparme por compartir espacio

o closets. Durante mi estancia en San Petersburgo, incluso había tenido mi propio

apartamento. Sin embargo, nuestra ventana tenía una vista panorámica del patio

trasero del dormitorio. Todo dentro de la habitación estaba bien ventilado y luminoso,

con muebles con acabado de arce que parecían nuevos: camas, escritorios, y cómodas.

No tenía experiencia con dormitorios, pero tan sólo por la reacción de Jill podía

asumir que habíamos conseguido uno bueno. Ella juró que la habitación era más

grande que la que había tenido en su escuela Moroi, la Academia St. Vladimir, y

estaba muy feliz.

Me medio preguntaba si ella pensaba que nuestra habitación era grande simplemente

porque teníamos tan poco que poner en ella. Ninguno de nosotros había sido capaz de

empacar mucho con semejante salida repentina. Los muebles daban todo un ambiente

cálido y dorado, pero sin adornos personales u otros detalles, la habitación podría

haber salido directamente de un catálogo. La matrona del dormitorio, la Sra.

Weathers, había quedado asombrada al vernos a nosotras y a nuestro mínimo

equipaje. Las chicas que había observado instalándose más temprano habían llegado

con coches llenos a reventar. Esperaba que no nos viéramos sospechosas.

Jill se detuvo a mirar por la ventana mientras nos preparábamos para la cama.

Page 69: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

69

—Es tan seco aquí —murmuró, más para sí misma que para mí—. Mantienen el

césped verde, pero es tan extraño no sentir la humedad en el aire. —Echó un vistazo

hacia mí tímidamente—. Soy un usuario de agua.

—Lo sé —dije, sin saber qué más añadir. Se refería a las habilidades mágicas que todos

los Moroi poseían. Cada Moroi se especializaba en uno de los elementos, cualquiera

de los cuatro físicos —tierra, aire, agua, y fuego— o en el elemento del espíritu más

intangible y psíquico. Casi nadie ejercía este último, aunque había oído que Adrian era

uno de los pocos. Si Jill no podía acceder a su magia con facilidad, yo no iba a estar

decepcionada. La magia era una de esas cosas, como el beber sangre, que servía como

una bofetada-en-la-cara de recordatorio de que estas personas con las que estaba riendo

y comiendo no eran humanas.

Si aún no estuviera agotada del viaje con Keith, probablemente hubiera permanecido

despierta sufriendo por el hecho de que estaba durmiendo cerca de un vampiro. Al

principio cuando conocí a Rose, ni siquiera había sido capaz de permanecer en la

misma habitación con ella. Nuestra frenética huida juntas había cambiado un poco

eso, y al final, había sido capaz de bajar la guardia. Ahora, algunos de los viejos

miedos volvieron en la oscuridad. Vampiro, vampiro. Severamente, me dije que sólo era

Jill. No tenía nada de qué preocuparme. Eventualmente, el cansancio venció al miedo,

y me dormí.

Cuando llegó la mañana, no pude evitar mirarme en el espejo para asegurarme de no

tener marcas de mordedura u otra señal de daño vampírico. Cuando terminé,

inmediatamente me sentí estúpida. Con la dificultad que Jill estaba actualmente

teniendo para despertar, no tenía sentido imaginármela acercándose sigilosamente a

mí en la noche. Tal y como estaba, me costó mucho sacarla del dormitorio a tiempo

para la orientación. Estaba aturdida, con los ojos inyectados en sangre, y no dejaba de

quejarse de un dolor de cabeza. Supuse que no tenía que preocuparme por ataques

nocturnos por parte de mi compañera de cuarto.

Sin embargo, se las arregló para levantarse y movilizarse. Salimos de nuestro

dormitorio y encontramos a Eddie, reunido con otros estudiantes nuevos cerca de una

fuente en el Campus Central. La mayor parte del grupo parecía ser estudiantes de

primer año como Jill. Sólo unos pocos tenían la misma edad que Eddie y yo, y me

sorprendió verlo conversar fácilmente con quienes lo rodeaban. Con lo alerta que

había estado el día anterior, hubiera esperado que estuviera más en guardia, menos

competente en las normas de interacción social, pero él encajaba completamente. A

medida que nos acercamos, sin embargo, lo atrapé mirando desapercibidamente a su

Page 70: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

70

entorno. Podría estar representando a un estudiante, como yo, pero seguía siendo un

dhampir.

Justamente estaba diciéndonos que todavía no había conocido a su compañero de

habitación cuando un chico sonriente, con brillantes ojos azules y pelo rojizo se acercó

a nosotros.

—Hola —dijo. De cerca, pude ver un puñado de pecas—. ¿Eres Eddie Melrose?

—Sí, soy yo… —Eddie se dio la vuelta con esa eficiencia de guardián, dispuesto a

enfrentar esta amenaza potencial. Cuando vio al recién llegado, Eddie se quedó

completamente inmóvil. Sus ojos se abrieron un poco, y lo que había estado a punto de

decir se desvaneció.

—Soy Micah Vallence. Soy tu compañero de cuarto, también el líder de su

orientación. —Inclinó la cabeza hacia los demás estudiantes y sonrió—. Pero quise

venir a saludar primero ya que acabo de llegar esta mañana. Mi mamá prolongó

nuestras vacaciones al límite.

Eddie seguía mirando a Micah como si hubiera visto un fantasma. Estudié a Micah

también, preguntándome que me estaba perdiendo. Parecía normal para mí. En lo que

estuviera pasando, Jill también estaba al margen porque estaba mirando a Micah con

una expresión perfectamente normal también, sin alarma o sorpresa.

—Encantado de conocerte —dijo Eddie al fin—. Estas son mis, uh, hermanas, Jill y

Sydney.

Micah nos sonrió a cada una de nosotras por turno. Había un aire en él que me hacía

sentir cómoda, y pude ver por qué había sido reclutado como líder de orientación. Me

preguntaba por qué Eddie estaba reaccionando tan extrañamente.

—¿En qué grados están? —nos preguntó.

—Último —dije. Recordando nuestra tapadera, agregué—: Eddie y yo somos gemelos.

—Soy de primer año —dijo Jill.

Echándole un vistazo a nuestra "familia", noté que Eddie y yo probablemente

podríamos pasar por hermanos con bastante facilidad. Nuestro color de piel era

similar, y por supuesto, estaba el hecho de que ambos parecíamos humanos. Aunque

un humano no necesariamente miraría a Jill y diría "¡vampiro!" ella aún poseía ciertas

Page 71: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

71

características que la señalaban como inusual. Su complexión y palidez estaban en

contraste definitivo con Eddie y conmigo.

Si Micah notó la falta de parecido familiar, no lo dejó ver.

—¿Nerviosa por empezar la preparatoria? —le preguntó a Jill.

Ella sacudió la cabeza y le devolvió la sonrisa.

—Estoy lista para el reto.

—Bueno, si necesitan algo, avísenme —dijo—. Por ahora, tengo que hacer que esta

reunión comience. Hablaré con ustedes más tarde.

Por la manera en que su atención estaba centrada solamente en ella, era obvio que el

"si necesitan algo" estaba dirigido a Jill, y su rubor demostró que también lo sabía. Ella

sonrió, sosteniendo su mirada un momento, y luego la apartó con timidez. Lo

encontraría lindo, si no fuera por la alarmante perspectiva que presentaba. Jill estaba

en una escuela llena de humanos. Era absolutamente impensable que saliera con uno,

y chicos como Micah no podían ser alentados. Eddie no pareció preocuparse por el

comentario, pero parecía ser más porque todavía estaba preocupado por Micah en

general.

Micah llamó la atención de nuestro grupo y comenzó la orientación. La primera parte

se trataba simplemente de un tour de las instalaciones. Lo seguimos a todas partes,

dentro y fuera de aire acondicionado, mientras nos mostraba los edificios importantes.

Explicó el sistema de transporte, y fuimos en él al Campus Oeste, que era casi un

reflejo del Este. Los chicos y las chicas tenían permitido entrar a los dormitorios del

otro, con limitaciones, y explicó esas reglas tan bien, que provocó algunas quejas.

Recordando a la imponente Sra. Weathers, sentí pena por cualquier chico que tratara

de romper las reglas de su dormitorio.

Ambos dormitorios tenían sus propias cafeterías, donde cualquier estudiante era

bienvenido a comer, y nuestro grupo de orientación había almorzado mientras aún

estábamos en el Campus Oeste. Micah se nos unió a mis "hermanos" y a mí, haciendo

un gran esfuerzo por hablar con cada uno de nosotros. Eddie respondió cortésmente,

asintiendo con la cabeza y haciendo preguntas, pero sus ojos seguían pareciendo

vagamente angustiados. Jill fue tímida al principio, pero una vez que Micah comenzó

a bromear con ella, finalmente comenzó a simpatizarle.

Page 72: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

72

Qué divertido, pensé, que fuera más fácil para Eddie y Jill adaptarse a esta situación de

lo que era para mí. Ellos estaban en un ambiente extraño, con una especie diferente,

pero a pesar de eso entre cosas familiares, como cafeterías y casilleros. Se metieron

directamente en sus papeles y procedimientos sin ninguna dificultad. Mientras tanto, a

pesar de haber viajado y vivido en todo el mundo, me sentía fuera de lugar en lo que

era para todos los demás un lugar común.

Independientemente de eso, no me tomó mucho tiempo averiguar cómo funcionaba la

escuela. Los Alquimistas eran entrenados para observar y adaptarse, y aunque la

escuela era ajena a mí, aprendí rápidamente la rutina. No tenía miedo de hablar con la

gente tampoco, estaba acostumbrada a entablar conversaciones con extraños y explicar

mis soluciones a situaciones. Una cosa, que de cualquier forma, sabía que tendría que

funcionar.

—He oído que su familia podría estar mudándose a Anchorage.

—Estábamos en el almuerzo de orientación, y un par de chicas de primer año sentadas

cerca de mí estaban hablando de una amiga suya que no se había presentado hoy.

Los ojos de la otra chica se abrieron como platos.

—¿En serio? Me moriría si tuviera que vivir allí.

—No sé —reflexioné, moviendo la comida alrededor de mi plato—. Con todo el sol y

los rayos UV que hay aquí, parece que Anchorage podría en realidad proporcionar una

vida más larga. No se necesita tanto protector solar, así que es una opción más

económica también.

Pensé que mi comentario era útil, pero cuando levanté la mirada, me encontré con

expresiones boquiabiertas. Era obvio por las miradas que las chicas me estaban dando

que no podría haber elegido un comentario más extraño.

—Creo que no debo decir todo lo que me viene a la mente —murmuré a Eddie. Estaba

acostumbrada a ser directa en situaciones sociales, pero se me ocurrió que decir

simplemente "¡Sí, totalmente!" habría sido probablemente la respuesta correcta. Tenía

pocos amigos de mi edad y estaba fuera de práctica.

Eddie me sonrió.

—No sé, hermana. Eres bastante entretenida como eres. Sigue así.

Page 73: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

73

Después del almuerzo, nuestro grupo volvió al Campus Central, donde nos separamos

para reunirnos con los asesores académicos y el plan de nuestros horarios de clases.

Cuando me senté con mi asesora, una alegre mujer joven llamada Molly, no me

sorprendió ver que los Alquimistas habían enviado expedientes académicos de una

escuela ficticia en Dakota del Sur. Incluso concordaban bastante con lo que yo había

estudiado en mi educación en casa.

—Tus calificaciones y exámenes te han puesto en nuestras clases de Matemáticas e

Inglés más avanzadas —dijo Molly—. Si te va bien en ellas, puedes recibir crédito

universitario. —Lástima que no hay posibilidad de que vaya a la universidad, pensé con un

suspiro. Hojeó un par de páginas en mi archivo—. Ahora, no veo ningún registro de

lengua extranjera aquí. En Amberwood es un requisito que todos aprendan al menos

un idioma.

Oops. Los Alquimistas se habían equivocado en eso al falsificar mi expediente. De

hecho había estudiado varios idiomas. Mi padre se había asegurado de que tuviera

lecciones desde temprana edad, ya que un Alquimista nunca sabía dónde él o ella

podrían terminar. Revisando la lista de idiomas que Amberwood ofrecía, dudé y me

pregunté si debía mentir. Entonces decidí que realmente no quería sentarme a aguantar

conjugaciones y tiempos que ya había aprendido.

—Ya los sé todos —le dije a Molly.

Molly me miró con escepticismo.

—¿Todos? Hay cinco idiomas ahí.

Asentí con la cabeza y añadí amablemente: —Pero sólo estudié japonés durante dos

años. Así que supongo que podría aprender más.

Molly todavía no parecía creerlo.

—¿Estarías dispuesta a tomar pruebas de aptitud?

Y de este modo, terminé pasando el resto de mi tarde trabajando en lenguas

extranjeras. No era como quería pasar el día, pero supuse que me produciría beneficios

después, las pruebas fueron pan comido.

Page 74: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

74

Cuando finalmente terminé los cinco idiomas tres horas más tarde, Molly me apresuró

a ir a mi prueba de uniforme. La mayoría de los demás alumnos nuevos ya la habían

tenido, y me preocupaba que ya no pudiera alcanzar a la mujer que hacía las pruebas.

Me moví tan rápido como pude sin correr por los pasillos y casi choqué contra dos

chicas que doblaban una esquina.

—¡Oh! —exclamé, sintiéndome como una idiota—. Lo siento, voy tarde a mi prueba…

Una de ellas se rió amablemente. Era de piel oscura con complexión atlética y pelo

negro ondulado. —No te preocupes por eso —dijo—. Acabamos de pasar por la

habitación. Ella todavía está ahí.

La otra chica tenía pelo rubio un tono más claro que el mío que llevaba en una coleta

alta. Ambas tenían la seguridad natural de quienes conocían su camino en este mundo.

No eran nuevas estudiantes.

—La Sra. Delaney siempre se toma más tiempo del que piensa con las pruebas —dijo

la rubia a sabiendas—. Cada año, está… —Se quedó boquiabierta, sus palabras

congeladas por unos momentos—. ¿Dónde. . . dónde conseguiste eso?

No tenía idea de a qué se refería, pero la otra chica pronto reparó en ello y se acercó

más a mí.

—¡Es increíble! ¿Es ese el que están haciendo este año?

—Tu tatuaje —explicó la rubia. Debo haber seguido pareciendo despistada—. ¿Dónde

lo conseguiste?

—Oh. Eso. —Mis dedos tocaron distraídamente mi mejilla—. En, eh, Dakota del Sur.

De donde vengo.

Ambas chicas parecieron decepcionadas.

—Me imagino que por eso nunca lo he visto —dijo la chica de cabello oscuro—. Pensé

que Nevermore estaba haciendo algo nuevo.

—¿Nevermore? —pregunté.

Las chicas intercambiaron miradas silenciosas, y algún mensaje pasó entre ellas.

—Eres nueva, ¿verdad? ¿Cuál es tu nombre? —preguntó la chica rubia—. Yo soy Julia.

Y ella es Kristin.

Page 75: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

75

—Sydney —dije, todavía desconcertada.

Julia volvió a sonreír.

—Almuerza con nosotros mañana en el Este, ¿de acuerdo? Te lo explicaremos todo.

—¿Todo acerca de qué? —pregunté.

—Es una larga historia. Por ahora sólo ve con Delaney —agregó Kristin, comenzando

a alejarse—. Se quedará hasta tarde, pero no para siempre.

Cuando se fueron, seguí mi camino, mucho más lentamente, preguntándome de que se

había tratado eso. ¿Acababa de hacer amigas? Realmente no estaba segura de cómo se

hacía una en una escuela como esta, pero todo ese intercambio había parecido bastante

raro.

La Sra. Delaney estaba sólo empacando cuando llegué.

—¿Qué talla usas, querida? —preguntó, al verme en la puerta.

—Dos.

Una serie de artículos fueron sacados: faldas, pantalones, blusas y suéteres. Dudaba

que los suéteres fueran a recibir mucho uso, a no ser que una inusitada ventisca

apocalíptica golpeara Palm Springs. Amberwood no era particularmente exigente en

cuanto al conjunto que los estudiantes usaran, siempre y cuando proviniera del fondo

de moda aprobado. Los colores eran burdeos, gris oscuro y blanco, los que realmente

me parecía que lucían bien juntos.

Mirándome abotonar una blusa blanca, la Sra. Delaney chasqueó la lengua: —Creo

que necesitas una talla cuatro.

Me quedé paralizada a medio botón.

—Uso una dos.

—Oh, sí, puedes caber en ella, pero mira los brazos y la longitud de la falda. Creo que

estarás más cómoda en una cuatro. Pruébate esto. —Me entregó una nueva pila y

luego se rió—. ¡No estés tan mortificada, muchacha! Una cuatro no es nada. Sigues

Page 76: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

76

siendo una ramita. —Se acarició su amplio vientre—. ¡Podrías caber tres veces en mi

ropa!

A pesar de mis muchas protestas, fui despedida con ropa de la talla cuatro. Volví a mi

dormitorio, abatida, y encontré a Jill acostada en su cama leyendo. Se incorporó a mi

llegada.

—Oye, me preguntaba qué te había sucedido.

—Me retrasé —dije con un suspiro—. ¿Te sientes mejor?

—Sí. Un poco. —Jill vio que arrumbé los uniformes—. Son muy espantosos, ¿verdad?

No teníamos uniformes en St. Vladimir. Va a ser muy aburrido usar la misma ropa

todos los días. —No quise decirle que como Alquimista, podría tener que usar un

conjunto como este de todos modos.

—¿Qué talla obtuviste? —pregunté, para cambiar de tema. Era un poco masoquista.

—Dos.

Una punzada de molestia me atravesó cuando colgué mi uniforme en el closet junto al

suyo. Me sentía enorme en comparación. ¿Cómo eran los Moroi tan flacos? ¿Genética?

¿Dieta de sangre baja en carbohidratos? Tal vez era sólo porque todos eran muy altos.

Todo lo que sabía era que cada vez que pasaba tiempo cerca de ellos, me sentía

desgarbada y desaliñada, y quería comer menos.

Cuando terminé de acomodar, Jill y yo comparamos horarios. No fue sorpresa,

teniendo en cuenta la diferencia de grado, que no tuviéramos casi nada en común. Lo

único que compartíamos era una clase multigrado de educación física. Todos los

estudiantes estaban obligados a tomarla cada semestre, ya que el buen estado físico era

considerado parte de la experiencia completa de un estudiante. Tal vez podría perder

algunos kilos y volver a mí talla normal.

Jill sonrió y me devolvió mi horario.

—Eddie fue y exigió estar en nuestra clase de educación física, ya que es prácticamente

la única que podremos compartir. Sin embargo, entra en conflicto con su clase de

Español, y no se lo permitieron. No creo que pueda manejar pasar toda la jornada

escolar sin ver que estoy viva. Ah, y Micah está con nosotros en educación física.

Page 77: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

77

Había andado hacia mi cama, todavía irritada por los uniformes. Las palabras de Jill

capturaron mi atención.

—Oye, ¿sabes por qué Eddie parecía extraño alrededor de Micah?

Jill negó con la cabeza.

—No, no he tenido la oportunidad de preguntar, pero me di cuenta también,

especialmente al principio. Más tarde, mientras estabas haciendo pruebas, y nosotros

estábamos esperando los uniformes, Eddie pareció relajarse. Un poco. De vez en

cuando, sin embargo, lo veía dándole una mirada extraña a Micah.

—Crees que él piensa que Micah es peligroso, ¿verdad?

Jill se encogió de hombros.

—A mí no me pareció peligroso, pero no soy guardián. Si Eddie hubiera pensado que

era algún tipo de amenaza, me da la impresión de que se habría comportado de

manera diferente. Más agresivo. En general parecía nervioso alrededor de Micah. Casi,

pero no del todo, temeroso. Y eso es lo más extraño de todo, porque los guardianes

nunca se ven temerosos. No es que Eddie sea técnicamente un guardián. Pero sabes lo

que quiero decir.

—Lo sé —dije, sonriendo a pesar de mi pretensión de mal humor. Esa naturaleza linda

y vaga me animó un poco—. ¿Qué quieres decir con que Eddie no es técnicamente un

guardián? ¿No está asignado a protegerte aquí?

—Sí, lo está —dijo Jill, jugueteando con uno de sus rizos castaño claro—. Pero. . .

bueno, es un poco extraño. Se metió en problemas con los guardianes por ayudar a

Rose y por, um, matar a un hombre.

—Mató a un Moroi que atacó a Vasilisa, ¿verdad? —Eso había salido a relucir en mi

interrogatorio.

—Sí —dijo Jill, perdida en sus propios recuerdos—. Fue en defensa propia, bueno, y

en defensa de Lissa, pero a todo el mundo le conmocionó que él matara a un Moroi.

Los guardianes no tienen que hacer eso, pero sabes, por otra parte, no se supone que

los Moroi se ataquen entre sí tampoco. De todos modos, fue puesto en suspensión.

Nadie sabía qué hacer con él. Cuando fui. . . atacada, Eddie ayudó a protegerme.

Luego, Lissa dijo que era una tontería mantenerlo fuera de servicio cuando podía ser

Page 78: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

78

útil y que teniendo en cuenta que los Moroi estaban detrás de este ataque también, les

dijo a todos que iban a tener que acostumbrarse a la idea de Moroi siendo el enemigo.

Hans, el guardián a cargo en la Corte, finalmente accedió y envió a Eddie aquí

conmigo, pero creo que oficialmente, Eddie no está restituido todavía. Es extraño. —

Jill había dado todo el discurso sin hacer una pausa y ahora se detuvo para recuperar el

aliento.

—Bueno, estoy segura de que se resolverá —dije, tratando de ser tranquilizadora—. Y

parece que ganará puntos por mantener a una princesa con vida.

Jill me miró bruscamente.

—No soy una princesa.

Fruncí el ceño y traté de recordar la complejidad de la ley Moroi. —El príncipe o

princesa es el miembro más viejo de una familia. Dado que Vasilisa fue coronada

reina, el título pasa a ti, ¿verdad?

—En teoría —dijo Jill, mirando a otro lado. Su tono era difícil de interpretar, una

extraña mezcla de lo que parecía ser amargura y tristeza—. No soy una princesa, no

realmente. Sólo soy una persona que pasa a estar relacionada con la reina.

La madre de Jill había sido brevemente amante de Eric Dragomir, el padre de Vasilisa,

y había mantenido la existencia de Jill en secreto durante años. Se había hecho pública

recientemente, y yo había jugado un papel importante en ayudar a Rose a localizar a

Jill. Con todas las consecuencias en mi propia vida, así como el énfasis en la seguridad

de Jill, no había pasado mucho tiempo preguntándome cómo se había adaptado ella a

su nueva estatus. Que tenía que ser un serio cambio de estilo de vida.

—Estoy segura de que hay más que eso —dije suavemente. Me preguntaba si iba a

pasar mucho tiempo jugando a terapeuta de Jill durante esta asignación. Actualmente

la perspectiva de consolar a un vampiro todavía me parecía muy extraña—. Quiero

decir, obviamente eres importante. Todo el mundo ha pasado por un montón de

problemas para mantenerte a salvo.

—Pero, ¿es por mí? —preguntó Jill—. ¿O es para ayudar a que Lissa mantenga el

trono? Ella apenas me habla desde que se enteró que somos hermanas.

Esta conversación estaba dirigiéndose a aguas incómodas, a asuntos interpersonales

que realmente no sabía cómo tratar. No me podía imaginar estando ni en el lugar de

Page 79: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

79

Vasilisa ni en el de Jill. De lo único que estaba segura era que no podía ser fácil para

ninguna de ellas.

—Estoy segura de que se preocupa por ti —dije, aunque no muy segura en absoluto—.

Pero es probable que sea extraño para ella, especialmente con todos los otros cambios

en su vida también. Dale tiempo. Concéntrate en las cosas importantes primero,

permanecer aquí y mantenerte con vida.

—Tienes razón —dijo Jill. Se recostó en su cama y se quedó mirando el techo—. Estoy

nerviosa por mañana, de estar alrededor de todo el mundo, en clases durante todo el

día. ¿Qué pasa si se dan cuenta? ¿Qué pasa si alguien descubre la verdad acerca de mí?

—Lo hiciste muy bien en la orientación —le aseguré—. Simplemente no muestres tus

colmillos. Y además, soy bastante buena en convencer a la gente de que no vieron lo

que piensan que vieron.

La expresión de gratitud en su rostro me recordó incómodamente a Zoe. Eran tan

similares en muchos aspectos, tímidas e inseguras, pero intensamente fuertes y

queriendo desesperadamente demostrar su valía. Había tratado de proteger a Zoe, y

sólo fallé ante sus ojos. Ahora, estando aquí para Jill me hacía sentir en conflicto. De

alguna manera, podría compensar lo que no había sido capaz de hacer por Zoe. Sin

embargo, aunque pensé eso, una voz interior seguía decidiéndome: Jill no es tu hermana.

Es un vampiro. Estos son negocios.

—Gracias, Sydney. Me alegro de que estés aquí. —Sonrió, y la culpa se retorció aún

más dentro de mí—. Sabes, estoy un poco celosa de Adrian. Él piensa que es muy

aburrido en la casa de Clarence, pero no tiene que preocuparse por conocer gente

nueva o acostumbrarse a una nueva escuela. Sólo tiene que pasar el rato, ver televisión,

jugar al billar con Lee, dormir hasta tarde. . . parece increíble. —Suspiró.

—Supongo —dije, un poco sorprendida ante los detalles—. ¿Cómo sabes todo eso?

¿Has. . . has hablado con él desde que nos fuimos? —A pesar de que dije eso, la idea

parecía poco probable. Había estado con ella la mayor parte del día.

La sonrisa abandonó su cara.

—Oh, no. Quiero decir, sólo imaginé lo que está pasando. Mencionó algo de eso

antes, eso es todo. Lo siento. Estoy siendo melodramática y divagadora. Gracias por

escucharme. . . eso realmente me hace sentir mejor.

Page 80: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

80

Sonreí rigurosamente y no dije nada. Todavía no podía superar el hecho de que estaba

empezando a sentirme tan afectuosa hacia un vampiro. ¿Primero Rose, ahora Jill? No

importa qué tan agradable fuera ella. Tenía que mantener nuestra relación profesional,

para que los Alquimistas no pudieran acusarme de apegarme. Las palabras de Keith

hicieron eco en mi cabeza: amante de los vampiros...

Eso es ridículo, pensé. No había nada malo en ser amable con quienes estaban a mi

cuidado. Era normal, nada que ver con "acercarse demasiado" a ellos. ¿Verdad?

Empujando mis preocupaciones a un lado, me concentré en terminar de desempacar y

en pensar en nuestra nueva vida aquí. Sinceramente esperaba que el día de mañana

transcurriera tan sin problemas como le había asegurado a Jill.

Desafortunadamente, no fue así.

Page 81: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

81

Capítulo 6

Traducido por DaRk Bass

Corregido por Paaau

ara ser justos, el día empezó genial.

Los rayos del sol entraban a través de la ventana cuando nos

despertamos, y ya podía sentir el calor aunque era temprano por la mañana. Escogí el

conjunto más ligero de la selección de uniformes: una falda gris, combinada con una

blusa blanca de manga corta. La “joyería simple” estaba permitida, así que mantuve la

cruz de oro. Mi pelo estaba teniendo uno de esos días difíciles, lo que parecía ocurrir

más seguido que nunca en este nuevo clima. Deseaba poder ponerlo en una cola de

caballo como lo hacía Jill, pero tenía demasiadas capas como para que quedara bien.

Mirando hacia el punto en que los mechones de diferentes longitudes tocaban mis, me

pregunté si ya era tiempo de dejarlo crecer.

Después de un desayuno en el que ninguna de nosotras comió realmente, nos subimos

al autobús hacia el Campus central, el cual estaba repentinamente lleno de gente. Sólo

un tercio de los estudiantes estaban internados. El resto eran locales, y habían

aparecido todos hoy. Jill apenas habló a lo largo del viaje, y parecía estar enferma otra

vez. Era difícil de decir, pero pensé que se veía más pálida de lo usual. Sus ojos estaban

enrojecidos una vez más y tenía grandes ojeras. Me había levantado una vez en la

noche, y la había visto dormir profundamente, así que no sabía bien cuál era el

problema. Esas ojeras eran, en realidad, la primera falla que veía en la piel de un

Moroi… ésta siempre era perfecta, como de porcelana. No era de extrañar que, por lo

general, pudiera dormir hasta tarde. Ella no tenía que preocuparse por el polvo, ni por

el corrector que yo usaba.

A medida que la mañana avanzaba, Jill continuó mordiendo su labio y luciendo

preocupada. Tal vez sólo estaba preocupada por sumergirse en un mundo poblado

completamente por humanos. No parecía muy preocupada por la logística de llegar a

los salones correctos y terminar el trabajo. Ese era el aspecto que más me asustaba.

Sólo ve de una clase a otra, me dije a mi misma. Eso es todo lo que tienes que hacer.

P

Page 82: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

82

Mi primera clase era Historia Antigua. Eddie también estaba en ella, y prácticamente

corrió hacia mí cuando me vio.

—¿Está bien? ¿La has visto?

—Bueno, compartimos una habitación, así que sí. —Nos sentamos en escritorios

vecinos. Le sonreí a Eddie—. Relájate. Ella está bien. Parecía nerviosa, pero realmente

no puedo culparla.

Asintió con la cabeza, pero aún lucía desconcertado. Puso toda su atención al frente

del salón cuando apareció la profesora, pero había una agitación en él mientras se

sentaba ahí, como si apenas pudiera evitar saltar e ir en busca de Jill.

—Bienvenidos, Bienvenidos. —Nuestra instructora era una mujer alrededor de los

cuarenta, de cabello negro y canas, con suficiente energía como para rivalizar con

Eddie, y si su taza gigante de café era una indicación, no era difícil descubrir el por

qué. También estaba un poco celosa, y deseaba que se nos permitiera tener bebidas en

clase, ya que en la cafetería no servían café. No sabía cómo iba a sobrevivir los

próximos meses libre de cafeína. Su guardarropa favorecía el estilo de los rombos.

—Soy la señora Sra. Terwilliger, su ilustre guía en el maravilloso viaje que es la

historia antigua —dijo con una voz profunda y solemne, que hizo que algunos de mis

compañeros soltaran unas risitas. Hizo un gesto a un joven que estaba estado tras de

ella, cerca del gran escritorio. Había estado observando la clase con una expresión

aburrida, pero cuando ella se giró hacia él, se animó inmediatamente.

—Y este es mi ayudante, Trey, a quien creo que algunos de ustedes ya conocen. Trey

será mi asistente para este periodo, así que estará en su mayoría merodeando por las

esquinas y llenando papeles. Pero deberán ser agradables con él, pues podría ser él

quien ponga sus calificaciones en mi computadora.

Trey dio un pequeño saludo y sonrió a algunos de sus amigos. Tenía la piel

profundamente bronceada y cabello negro, cuya longitud bordeaba el límite del código

de vestimenta.

El bien planchado uniforme de Ambrewood, daba la ilusión de que era todo un

hombre de negocios, pero había un brillo travieso en sus ojos que me hacía creer que

realmente no se tomaba en serio el ser un ayudante.

Page 83: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

83

—Ahora —continuó la señora Terwilliger—. La historia es importante, porque nos

enseña sobre el pasado. Y aprendiendo sobre el pasado, se llega a entender el presente,

de forma que así, puedan tomar decisiones inteligentes en el futuro.

Hizo una pausa dramática para dejar que esas palabras se filtraran. Una vez que estuvo

convencida que las habíamos acogido, se movió hacia una computadora portátil que

estaba conectada a un proyector. Oprimió algunas teclas, y una imagen de un edificio

con columnas blancas apareció en la pantalla en la parte delantera de la habitación.

—Ahora, ¿alguien puede decirme que es esto?

—¿Un templo? —dijo alguien.

—Muy bien, ¿señor…?

—Robinson —respondió el chico.

La Sra. Terwilliger sacó un portapapeles y revisó la lista.

—Ah, ahí está. Robinson Stephanie.

—Stephan —corrigió el chico, sonrojándose cuando sus amigos se rieron.

La Sra. Terwilliger empujó sus gafas hacia abajo y entorno los ojos.

—Muy cierto. Gracias a Dios. Estaba pensando cuán difícil debe ser su vida con ese

nombre. Mis disculpas. Rompí mis lentes en un extraño accidente en un juego de

croquet esta semana, lo que me forzó a traer los viejos hoy. Así que, Stephan-no-

Stephanie, tiene razón. Es un templo. ¿Puede ser más específico?

Stephan negó con la cabeza.

—¿Alguien más puede ofrecer una idea?

Cuando la Sra. Terwilliger sólo encontró silencio, respiré hondo y levanté la mano.

Hora de ver cómo se sentía ser un verdadero estudiante. Ella hizo un asentimiento con

su cabeza.

—Es el Partenón, señora.

Page 84: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

84

—De hecho, lo es —dijo ella—. ¿Y su nombre es?

—Sydney.

—Sydney… —Comprobó en el portapapeles y levantó la mirada, asombrada—.

¿Sydney Melbourne? Mi Dios, no suena como una australiana.

—Er, es Sydney Melrose, señora —la corregí.

La señora Terwilliger frunció el ceño, y le entregó el portapapeles a Trey, quien parecía

creer que mi nombre era la cosa más graciosa del mundo.

—Encárguese usted Señor Juarez, sus jóvenes ojos son mejores que los míos. Si sigo

haciendo esto, seguiré cambiando a los hombres por mujeres, y a las perfectas y

amables señoritas en descendientes de criminales. Entonces. —La señora Terwilliger se

enfocó de nuevo en mí—. El Partenón. ¿Sabes algo sobre ello?

El resto me estaba observando, la mayoría con curiosidad amigable, pero aún sentía la

presión de ser el centro de atención. Enfocándome únicamente en la Sra. Terwilliger,

dije: —Es parte de la Acrópolis, señora. En Atenas. Fue construido en el siglo quinto.

a.C.

—No necesita llamarme señora —me dijo la Sra. Terwilliger—. Aunque es refrescante

tener un poco de respeto de vez en cuando. Y respondió brillantemente.

Observó al resto del salón.

—Ahora, díganme esto. ¿Por qué en la tierra debería importarnos Atenas, o cualquier

cosa que se llevó a cabo hace mil quinientos años? ¿Cómo puede ser relevante para

nosotros hoy en día?

Más silencio e intercambio de miradas. Cuando el insoportable silencio se prolongó

durante lo que parecieron horas, comencé a levantar mi mano de nuevo. La Sra.

Terwilliger no lo notó y miró hacia Trey, quien descansaba sus pies sobre el escritorio

de la profesora. El chico instantáneamente bajó las piernas, y se enderezó.

—Señor Juarez —declaró la Sra. Terwilliger—, hora de ganar su manutención. Tomó

esta clase el año pasado. ¿Puede decirme por qué los eventos de la antigua Atenas son

relevantes para nosotros hoy? Si no lo sabe, entonces, tendré que llamar a la señorita

Page 85: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

85

Melbourne de nuevo. Ella luce como si supiera la respuesta, y piense lo vergonzoso

que sería para usted.

Los ojos de Trey destellaron en mi dirección y luego se fijaron otra vez en la profesora.

—Su nombre es Melrose, no Melbourne. Y la democracia fue fundada en Atenas en el

siglo sexto. Muchos de los procedimientos que establecieron están, de hecho, en vigor

en nuestro actual gobierno.

La Sra. Terwilliger puso su mano sobre su corazón dramáticamente.

—¡Así que estabas prestando atención el año pasado! Bueno, casi. Su fecha está

equivocada. —Su mirada cayó en mí—. Apuesto a que sabe la fecha en la que

comenzó la democracia en Atenas.

—En el siglo quinto —respondí inmediatamente.

Eso hizo que me ganara una sonrisa por parte de la profesora y una mirada de Trey. El

resto de la clase continuó de la misma manera. La Sra. Terwilliger siguió con su estilo

extravagante, detallando un número importante de épocas y lugares que íbamos a

estudiar con más detalle. Descubrí que podía responder cualquier pregunta que hiciera.

Una parte de mi decía que debía racionarme un poco, pero no podía evitarlo. Si nadie

sabía la respuesta, me sentía obligada a proporcionarla. Y cada vez que lo hacía, la

Sra. Terwilliger decía: —Trey, ¿sabías eso?

Hice una mueca. No quería hacer enemigos en mi primer día. Los otros estudiantes me

observaban curiosamente cuando hablaba, lo que me hizo un poco auto-consciente.

También vi a algunos de ellos intercambiar miradas cada vez que respondía, como si

tuvieran alguna clase de secreto en donde yo no entraba. Eso me preocupó más que

irritar a Trey. ¿Sonaba como si necesitara destacar? Estaba demasiado insegura de las

políticas sociales aquí, como para saber qué era normal y qué no lo era. Esta era una

escuela competitiva en lo académico, ¿seguramente no era algo malo ser educada?

La Sra. Terwilliger nos dejó de tarea leer dos capítulos de nuestro libro de texto. El

resto se quejó, pero yo estaba emocionada. Amaba la historia, específicamente la

historia del arte y la arquitectura. Mi educación en casa había sido agresiva y bien

encaminada, pero mi padre no había pensado que necesitara pasar demasiado tiempo

en esa materia. Tenía que estudiarla en mi tiempo libre, y era sorprendente y

sofisticado pensar que ahora tenía una clase donde el único propósito era aprender, y

donde mi conocimiento sería evaluado, al menos por la profesora.

Page 86: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

86

Me separé de Eddie después de eso y fui a la clase de Química. Mientras estaba

esperando que la clase comenzara, Trey se deslizó en un escritorio junto al mío.

—Así que, señorita Melbourne —dijo imitando la voz de la Sra. Trewilliger—.

¿Cuándo empezarás tu propia clase de historia del arte?

Lamentaba que la Sra. Trewilliger se hubiera ensañado con él, pero no me gustaba su

tono.

—¿En realidad estás tomando esta clase? ¿O vas a perder el tiempo un poco más y

pretender que ayudas a la profesora?

Esto trajo una sonrisa a su cara.

—Oh, estoy en esta, desafortunadamente. Y fui el mejor estudiante de la Sra.

Terwilliger el año pasado. Si eres tan buena en química como lo eres en historia, voy a

atraparte como mi compañera de laboratorio. Podré abandonar el semestre.

Química era una parte crucial del comercio de los Alquimistas, y dudaba que hubiera

algo en esta clase que ya no supiera. Los Alquimistas habían surgido de la Edad Media

como Los científicos mágicos al tratar de convertir el plomo en oro. De esos primeros

experimentos, pasaron a descubrir las propiedades especiales de la sangre de vampiro y

cómo reaccionaba con otras sustancias, y eventualmente, transformaron la cruzada

para mantener a los vampiros y a los seres humanos separados. Ese primer trasfondo

científico, y nuestro actual trabajo con la sangre de vampiro, hizo de la química una de

las principales materias de mi educación cuando niña.

Recibí mi primer juego de química cuando tenía seis años. Cuando otros niños

practicaban el alfabeto, mi padre me interrogaba con tarjetas de memoria sobre ácidos

y bases.

Incapaz de confesarle todo eso a Trey, desvié la mirada y aparté casualmente el pelo de

mi cara.

—Soy buena en ello.

Si mirada se movió hacia mi mejilla y una mirada de comprensión cayó sobre él.

—Ah, así que es eso.

Page 87: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

87

—¿Qué es qué? —pregunté.

El apunto hacia mi cara

—Tu tatuaje. Eso es lo que es, ¿huh?

Al mover mi cabello, había revelado el lirio dorado.

—¿Qué quieres decir? —pregunté.

—No tienes que jugar a ser tímida conmigo —dijo rodando sus ojos negros—. Lo

entiendo, quiero decir, para mí es como hacer trampa, pero supongo que no todo el

mundo se preocupa por su reputación. Debes tener bastantes agallas para ponerlo en tu

cara, aunque están en contra el código de vestimenta, ya sabes… aunque eso no

detiene a nadie.

Me moví y deje que mi cabello volviera a su lugar.

—Lo sé. Quise ponerme maquillaje y lo olvidé. Pero, ¿a qué te refieres con eso de

hacer trampa?

Él simplemente sacudió la cabeza de una manera que dejó claro que había sido

rechazada. Me senté ahí sintiéndome impotente, preguntándome qué había hecho mal.

Pronto, mi confusión fue reemplazada por consternación mientras nuestro profesor nos

daba una introducción a la clase y a los elementos que usaríamos. Tenía un juego de

química en mi habitación que era más grande que el de Amberwood. Oh, bien.

Supongo que un repaso básico no me haría daño.

Mis otras clases progresaron de la misma manera. Estaba en la cima de todas mis

clases, y me encontré respondiendo todas las preguntas. Esto hizo que me llevara bien

con los profesores pero no podía calibrar la reacción del resto de mis compañeros. Aún

veía muchas cabezas moviéndose y expresiones intrigadas, pero sólo la de Trey me

condenaba. No sabía si debía contenerme o no.

Me encontré con Kristin y Julia un par de veces, y me recordaron unirme a ellas en el

almuerzo. Las encontré sentadas en una mesa en la esquina de la cafetería este. Me

saludaron, y mientras pasaba por las filas de mesas, hice un rápido escaneo, esperando

ver a Jill. No me había encontrado con ella en todo el día, pero eso no era tan

Page 88: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

88

sorprendente, considerando nuestros horarios. Supuse que estaba comiendo en la otra

cafetería, tal vez con Eddie o Micah.

Kristin y Julia eran amigables, charlaban conmigo sobre cómo me había ido en mi

primer día, y me daban consejos sobre ciertos profesores que habían tenido antes. Ellas

eran de último año al igual que yo y compartíamos un par de clases. Pasamos la mayor

parte del almuerzo compartiendo información básica. No fue sino hasta que el

almuerzo llegó a su fin, que llegué a obtener respuestas a las preguntas que habían

estado molestándome todo el día. Aunque requería pasar por algunas otras preguntas

primero.

—Entonces —dijo Kristin, inclinándose sobre la mesa—. ¿Te da una súper memoria?

O es como, no lo sé, ¿cambia tu cerebro y te hace más inteligente?

Julia rodó los ojos.

—No puede hacerte más inteligente. Tiene que ser memoria. Lo que quiero saber es,

¿cuánto tiempo dura?

Miré varias veces de una a la otra, más confundida que nunca.

—De lo que sea que estén hablando no puede hacerme más inteligente, porque estoy

demasiado perdida en este momento.

Kristin se rió ante eso.

—Tu tatuaje. Te escuché respondiendo las preguntas más difíciles en matemáticas. Y

una amiga mía está en tu clase de historia, y dijo que ahí también habías aplastado al

resto. Estamos tratando de averiguar cómo te ayuda el tatuaje.

—¿Me ayuda… a contestar preguntas? —pregunté. Sus rostros lo confirmaron—. No

lo hace. Eso es… eso sólo es, bueno, yo. Sólo sé las respuestas.

—Nadie es tan inteligente —argumentó Julia.

—No es tan loco. No soy un genio. Supongo que sólo he aprendido mucho, fui

educada en casa un tiempo, y mi papá era realmente… estricto —agregué, pensando

que podría ayudar.

Page 89: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

89

—Oh —dijo Kristin, jugando con su larga trenza. Noté que llevaba su cabello de

maneras muy prácticas, mientras Julia llevaba siempre su cabello rubio alborotado—.

Creo que podría ser eso… pero entonces, ¿qué hace tu tatuaje?

—No hace nada —dije. Incluso mientras decía las palabras, sentí un cosquilleo leve en

mi piel. El tatuaje tenía alguna clase de magia que impedía hablar sobre cualquier cosa

relacionada con los Alquimistas, con aquellos que no formaban parte del círculo

privado. Este era el tatuaje impidiéndome decir demasiado, algo que no fuera

necesario—. Sólo pensé que era genial.

—Oh —dijo Julia. Ambas chicas lucían inexplicablemente decepcionadas.

—¿Por qué en la tierra piensan que el tatuaje me hace inteligente? —pregunté.

La campana interrumpió la conversación, recordándonos que era hora de ir a nuestras

clases. Hubo una pausa mientas Kristin y Julia consideraban algo. Kristin parecía ser

la líder de las dos, porque fue la que dio el asentimiento de cabeza decisivo. Tuve la

clara sensación de que estaba siendo evaluada.

—De acuerdo —dijo ella finalmente, dándome una gran sonrisa—. Te informaremos

de más cosas después.

Fijamos una hora para salir el sábado, luego nos separamos. Mi impresión fue, que

habría más sociabilización que estudio, lo que estaba bien conmigo, pero hice una nota

mental para hacer mi tarea primero. El resto del día pasó rápidamente, y en una de las

clases recibí una nota de Molly, la asesora. Como esperaba, había pasado todos mis

cursos de idiomas, y quería que fuera y discutiera sobre las materias durante el último

período, cuando técnicamente no tenía clases. Eso significaba que mi día de escuela se

terminaba oficialmente con Educación Física.

Me cambié a mi ropa de gimnasia —shorts y una camiseta de Ambewood— e hice una

caminata bajo el caliente sol hacia donde se encontraba el resto. Sentí un poco de calor

mientras salía y entraba de clases, pero no fue hasta que pude estar afuera por un largo

tiempo, que realmente noté que estábamos en el desierto. Mirando a mis compañeros,

quienes eran chicos y chicas de todos los grados, vi que no era la única sudando. Rara

vez me quemaba, pero recordaba haber traído protector solar para estar segura. Jill

también lo necesitaría.

¡Jill!

Page 90: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

90

Mire a mí alrededor. Casi había olvido que Jill debería estar en mi misma clase.

Excepto que, ¿dónde estaba? No había señal de ella. Cuando nuestra instructora, la

Señorita Carson, pasó la lista, ni siquiera dijo el nombre de Jill. Me preguntaba si

había habido un cambio de horario de último minuto. La Señorita Carson creía en

entrar directamente a la acción. Fuimos divididos en dos equipos para jugar voleibol, y

me encontré de pie junto a Micah. Su tez pecosa se estaba volviendo rosada, y casi

quería ofrecerle protector solar. Me dio una de sus sonrisas amables.

—Hey —dije—. ¿No has visto a mi hermana hoy? ¿O sí?

—No —dijo él. Un ceño levemente fruncido cruzó su frente—. Eddie estaba

buscándola en el almuerzo. Pensó que estaba comiendo contigo en el dormitorio.

Sacudí mi cabeza, una sensación de náuseas se apoderó de mí. ¿Qué estaba pasando?

Escenarios de pesadilla pasaron por mi mente. Pensaba que Eddie estaba exagerando

con la vigilancia, pero ¿le habría pasado algo a Jill? ¿Era posible que, a pesar de

nuestro plan, alguno de los enemigos de Jill se hubiera colado y la hubiera raptado?

¿Tendría que decirles a los Alquimistas —y a mi padre— que habíamos perdido a Jill

el primer día? El pánico me atravesó. Si antes no estaba a punto de ser enviada a un

centro de re-educación, en este momento, estaba definitivamente en mi camino.

—¿Estás bien? —preguntó Micah, estudiándome—. ¿Está bien Jill?

—No lo sé —dije—. Discúlpame.

Rompí la formación de mi equipo, y corrí hacia donde la Srta. Carson estaba

supervisando.

—¿Si? —me preguntó.

—Lamento molestarla, señora, pero estoy preocupada por mi hermana. Jill Melrose.

Soy Sydney. Se suponía que estaría aquí. ¿Sabe usted si cambió las clases?

—Ah, sí. Melrose. Recibí una nota de la oficina, justo antes de la clase, diciendo que

ella no asistiría hoy.

—¿Dijeron por qué?

La Señorita Carson negó con la cabeza en forma de disculpa, y le gritó a un chico que

estaba quedándose atrás. Me reuní de nuevo con el equipo, con mi mente girando.

Page 91: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

91

Bueno, al menos alguien había visto a Jill hoy, pero ¿por qué en la tierra no asistiría a

clases?

—¿Está bien? —me preguntó Micah.

—Yo… supongo. La Señorita Carson parecía saber que no estaría en clase, pero no

sabe por qué.

—¿Hay algo que pueda hacer? —preguntó él—, ¿para ayudarla? Eh, ¿ayudarlos?

—No gracias, es amable de tu parte preguntar. —Deseaba que hubiera un reloj

alrededor—. Iré a buscarla tan pronto como la clase termine. —Un pensamiento

apareció de forma repentina en mi mente—. ¿Pero Micah? No le digas nada a Eddie

Micha me dio una mirada curiosa.

—¿Por qué no?

—Él es sobreprotector. Se preocuparía, cuando probablemente no es nada.

También destruiría la escuela buscándola. Cuando la clase terminó, rápidamente me

duché y me cambié de ropa antes de ir al edificio administrativo. Estaba desesperada

por correr primero a los dormitorios y ver si Jill estaba ahí, pero no podía llegar tarde a

la cita. Mientras caminaba por el pasillo hacia la oficina de Molly, pasé por el pasillo

principal, y una idea vino a mí. Me detuve para hablar con la secretaria de asistencia

antes de dirigirme a mi reunión.

—Jill Melrose —dijo la secretaria asintiendo—. Fue enviada de vuelta al dormitorio.

—¿Enviada de vuelta? —exclamé—. ¿Qué significa eso?

—No estoy en libertad de decirlo. —¿Demasiado melodramática?

Molesta y más confusa que nunca me dirigí a la oficina de Molly, tomando consuelo

en el hecho de que, incluso si la ausencia de Jill era misteriosa, al menos estaba

avalada por la escuela. Molly me dijo que podía tomar una clase electiva, o participar

en algún tipo de estudio independiente en lugar de un idioma si lograba que un

profesor me patrocinara. Una idea me vino a la cabeza.

—¿Puedo informarle mañana? —pregunté—. Necesito hablar con alguien primero.

Page 92: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

92

—Seguro —dijo Molly—. Sólo decídete pronto. Puedes volver a tu dormitorio ahora,

pero no podemos tenerte paseando por aquí todos los días a esta hora.

Le aseguré que tendría una respuesta pronto y me dirigí afuera. El bus no pasaba muy

seguido durante las clases, así que caminé esa milla de regreso. Sólo me tomó quince

minutos, pero se sintió como el doble bajo el sol. Cuando finalmente llegué a la puerta

del dormitorio, me llené de alivio. Pasando el rato en la habitación como si nada

hubiera pasado, estaba Jill.

—¡Estás bien!

Jill estaba acostada en la cama, leyendo su libro de nuevo. Levantó la vista

malhumorada.

—Sí, más o menos.

Me senté en mi propia cama y me quité los zapatos.

—¿Qué pasa? Tuve un ataque de pánico cuando no apareciste en clase. Si Eddie

supiera…

Jill se sentó de golpe.

—No, no le digas a Eddie. Enloquecería.

—De acuerdo, de acuerdo. Pero dime que pasó. ¿Dijeron que te habían enviado de

vuelta?

—Sí. —Jill hizo una mueca—. Porque fui expulsada de mi primera clase.

Me quedé sin palabras. No podía imaginar qué habría echo la dulce y tímida Jill para

merecer eso. Oh Dios, esperaba que no hubiera mordido a nadie. Yo era la persona de la

que se esperaba que tuviera problemas ajustándose a un horario escolar, Jill debería ser

una profesional.

—¿Por qué te expulsaron?

Jill suspiró.

Page 93: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

93

—Por tener resaca.

Más estupefacción.

—¿Qué?

—Estaba enferma. La señora Chang, mi profesora, me dio un vistazo y dijo que podía

detectar una resaca a un kilómetro de distancia. Me envió a la oficina por romper las

reglas de la escuela. Les dije que sólo estaba enferma, pero ella continuaba diciendo

que ella sabía. El director finalmente dijo que no había forma de probar que esa fuera la

razón por la que estaba enferma, así que no fui castigada, pero no me permitieron

asistir al resto de las clases. Tuve que quedarme aquí el resto de la jornada escolar.

—¡Eso… eso es estúpido! —Ordené a mis pies levantarse y comencé a caminar. Ahora

que me había recuperado de mi incredulidad inicial, estaba simplemente indignada—.

Estuve contigo anoche. Dormiste aquí. Yo lo sé. ¿Cómo la Señora Chang pudo hacer

una acusación como esa? ¡No tenía pruebas! La escuela tampoco. No tenían derecho

de sacarte de clase. ¡Debería ir a la oficina ahora mismo! No, voy a hablar con Keith y

con los Alquimistas y haré que nuestros “padres” llenen una queja.

—No, espera Sydney. —Jill saltó y atrapó mi brazo, como si temiera que me fuera a

marchar en ese momento—. Por favor no lo hagas, déjalo pasar. No quiero causar más

problemas. No tuve ninguna puntuación negativa. No fui realmente castigada.

—Estás atrasada en tus clases —dije—. Eso es suficiente castigo.

Jill negó con la cabeza, sus ojos muy abiertos. Tenía miedo, me di cuenta, pero no

tenía idea por qué no me quería decir. Ella era la victima aquí.

—No, está bien, me pondré al día. No hay consecuencias a largo plazo. Por favor, no

hagas un gran lío de esto. Los otros profesores seguramente pensaron que estaba

enferma. Probablemente ni siquiera sepan de las acusaciones.

—Sin embargo, no está bien —gruñí—. Puedo hacer algo sobre esto. Es por eso que

estoy aquí, para ayudarte.

—No —dijo Jill rotundamente—. Por favor déjalo ir. Si realmente quieres ayudar… —

Desvió la mirada.

—¿Qué? —pregunté, aún llena de una ira justificada—. ¿Qué necesitas? Dilo.

Page 94: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

94

Jill volvió a mirarme.

—Necesito… necesito que me lleves con Adrian.

Page 95: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

95

Capítulo 7

Traducido por Roo Andresen y Paaau

Corregido por masi

drian? —dije con sorpresa—. ¿Qué tiene que ver él en todo esto?

Jill simplemente sacudió la cabeza y me miró con urgencia.

—Por favor. Solo llévame hasta él.

—Pero vamos a ir en un par de días para tu alimentación.

—Lo sé —dijo Jill—. Pero necesito verlo ahora. Es el único que va a entenderme.

Eso me costaba creerlo.

—¿Estás diciendo que yo no? ¿Y tampoco Eddie?

Ella gruñó.

—No. No se lo puedes decir a Eddie. Se va a pondrá como un loco.

Traté de no fruncir el ceño mientras pensaba. ¿Por qué Jill necesitaría ver a Adrian

después del incidente en la escuela? Adrian no podía hacer nada que yo no pudiera

hacer. Como Alquimista, estaba en la mejor postura para rellenar una planilla de

queja. ¿Jill quería apoyo moral?

Recordé como Jill había abrazado a Adrian al despedirse y de repente me pregunté si

estaba enamorada de él. Porque de seguro, si Jill necesitaba sentirse protegida por

alguien, entonces Eddie sería un mejor recurso. ¿No? Eddie era quien tiraría escritorios

por el aire con su ira. Mantener esto alejado de él quizás no era tan mala idea.

—Está bien —dije finalmente—. Vámonos.

—¿A

Page 96: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

96

Firmé para hacer un viaje fuera del campus, lo cual llevó una pequeña artimaña. La

señora Weathers fue rápida en señalar que Jill había sido castigada para quedarse en su

cuarto por el resto del día escolar. Pero fui rápida en remarcar que las clases ya casi

terminaban, es decir que técnicamente el día escolar ya terminaba. La señora Weathers

no podía negar esa lógica pero aun así nos hizo esperar los diez minutos enteros hasta

que sonó la última campana. Jill se había quedado sentada allí, golpeando la silla con

su pie ansiosamente.

Conducimos la media hora que llevaba llegar hasta la casa de Clarence en las colinas,

sin decir mucho. No sabía realmente qué clase de charla comenzar.

—¿Cómo fue tu primer día de escuela? —Difícilmente era un tema apropiado. Y de

todos modos, cada vez que lo pensaba, me ponía más furiosa. No podía creer que

algún maestro pudiera tener la audacia de acusar a Jill de beber y tener una resaca. No

había manera de probar eso, y además, cualquiera podría decir después de pasar cinco

minutos con ella que eso era imposible.

Una mujer de mediana edad nos atendió en la puerta. Su nombre era Dorothy, y era el

ama de llaves de Clarence y alimentadora. Dorothy era bastante agradable, quizás algo

distraída, y llevaba un vestido gris con un cuello alto para tapar las mordidas en su

cuello.

Le sonreí y mantuve mi expresión profesional, pero no pude evitar que me diera

escalofríos pensar en lo que ella era. ¿Cómo podría alguien hacer eso? ¿Cómo alguien

podía ofrecer su sangre a voluntad? Mi estómago daba vueltas, y me di cuenta de que

me mantenía distante de ella. Ni siquiera quería rozar accidentalmente su brazo al

momento de pasar.

Dorothy nos escoltó hasta la habitación en donde nos habíamos sentado el día

anterior. No había señales de Clarence, pero Adrian estaba tirado en un sillón de felpa

verde, mirando la tele, la cual había estado dentro de un gabinete de madera la última

vez. Cuando nos vio, apagó la tele con el mando y se sentó. Dorothy se excusó y se

marchó cerrando las puertas francesas detrás de ella.

—Bien, que grata sorpresa —dijo él. Nos miró. Jill se había cambiado a su vestimenta

normal durante su insolación, pero yo todavía llevaba en uniforme de Amberwood—.

Sage, ¿no se supone que tienen uniformes? Eso luce como lo que usualmente llevas.

—Qué lindo —dije, suprimiendo las ganas de poner en blanco los ojos.

Page 97: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

97

Adrian me hizo una mueca burlona.

—Cuidado. Casi sonríes. —Extendió la mano para alcanzar una botella de brandy

apoyada en una mesa cercana. Había pequeños vasos asentados a su alrededor, y se

sirvió una cantidad considerable para él mismo—. ¿Quieren uno?

—Estamos a mitad de la tarde —dije con incredulidad. No porque me importara la

hora del día.

—Tengo una horrible resaca —declaró, haciéndonos un brindis—. Esto es justo lo que

necesito para curarla.

—Adrian, necesito hablarte —dijo Jill seriamente.

Él la miró, su sonrisa desapareciendo.

—¿Qué pasa, Jailbait?

Jill me miró intranquila.

—Te importaría…

Entendí lo que quería decir y traté de no mostrar cuán irritada estaba por tantos

secretos.

—Claro. Simplemente iré… saldré fuera otra vez. —No me gustaba la idea de que me

echaran, pero de ninguna manera iba a deambular por los pasillos de la casa.

Enfrentaría el calor.

No había llegado tan lejos cuando alguien se cruzó delante de mí. Dejé escapar un

pequeño grito y casi salté un metro en el aire. Un latido de corazón después, me di

cuenta de que era Lee… no es que eso me dejara más tranquila. No importaba cuán

notoriamente amistosa fuera con este grupo, mis viejas defensas se ponían en acción al

estar sola con un nuevo vampiro. Chocarme con él tampoco ayudaba porque mi

cerebro lo procesaba como ¡un ataque!

Lee se quedó parado mirándome. Por la expresión de su rostro estaba igual de

sorprendido por encontrarme en su casa, aunque quizás no tan alarmado como yo.

—¿Sydney? —preguntó Lee—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Page 98: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

98

Al poco tiempo, mi miedo se transformó en vergüenza, como si hubiera sido

descubierta merodeando.

—Oh… estoy aquí con Jill. Tuvo un mal día y necesitaba hablar con Adrian. Quería

darles privacidad y estaba a punto… eh, de ir afuera.

La confusión de Lee se transformó en una sonrisa.

—No tienes que hacerlo. No hay necesidad de que te vayas. Vamos, estaba yendo a la

cocina a por algo de comer. —Mi rostro debió haber mostrado puro horror porque él

se rió—. No del tipo humano.

Me sonrojé y lo seguí.

—Lo siento —dije—. Es instinto.

—No hay problema. Ustedes los Alquimistas son un poco neuróticos, ya sabes.

—Sí —me reí incómoda—. Lo sé.

—Siempre quise conocer a alguno de ustedes, pero ciertamente no son lo que esperaba.

—Abrió la puerta a una cocina muy espaciosa. El resto de la casa podría ser anticuada

y oscura, pero aquí adentro, todo era brillante y moderno—. Si te hace sentir mejor, tú

no estás tan mal como Keith. Estuvo aquí más temprano y estaba muy nervioso,

miraba por encima de su hombro literalmente. —Lee se detuvo pensativo—. Creo que

debe haber sido porque Adrian seguía riéndose como un científico loco con esas

películas en blanco y negro que estaba viendo.

Me detuve abruptamente.

—¿Keith estuvo aquí… hoy? ¿Para qué?

—Tendrás que preguntarle a papá. Con él es con quien habló más. —Lee abrió la

nevera y sacó una lata de Coca—. ¿Quieres una?

—Yo… eh, no. Demasiado azúcar.

Sacó otra lata.

Page 99: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

99

—¿Light?

Dudé sólo un momento antes de tomarla.

—Seguro. Gracias. —No había tenido intención de comer o beber algo en esta casa,

pero la lata parecía lo suficientemente segura. Estaba sellada y parecía haber sido

traída de un mercado humano, y no de alguna especie de caldero vampírico. La abrí y

tomé un sorbo mientras mi mente daba vueltas.

—¿No tienes idea de qué se trataba?

—¿Huh? —Lee agregó una manzana a su menú y se subió en el mostrador—. Oh,

¿Keith? No. Pero si tuviera que adivinar diría que por mí. Como si estuviera tratando

de averiguar si me voy a quedar aquí o no. —Dio un gran mordisco a la manzana, y

me pregunté si el hecho de tener colmillos lo hacía más difícil.

—Simplemente le gusta tener sus datos al día —dije naturalmente. Tanto como

detestaba a Keith, todavía quería un frente humano unificado. Aunque no me dejaba

engañar. Estaba bastante segura de que Keith se sentía minado al saber que había un

Moroi extra en “su territorio” y ahora se estaba asegurando de tener todo bajo control.

Parte de ello era el trabajo de un buen Alquimista, claro, pero la mayoría era

probablemente el orgullo herido de Keith.

Lee no parecía pensar mucho en ello y seguía masticando la manzana, aunque podía

sentir sus ojos estudiándome.

—¿Dijiste que Jill tuvo un mal día? ¿Está todo bien?

—Sí, eso creo. Es decir, no lo sé. Ni siquiera sé cómo las cosas se pusieron así. Ella

quería ver a Adrian por alguna razón. Quizás él pueda ayudar.

—Es un Moroi —dijo Lee pragmático—. Quizás es algo que solo él puede entender…

algo que tú y Eddie no. Sin ofender.

—No me ofendes —dije. Era natural que Jill y yo tuviéramos diferencias distintivas, yo

era humana, y ella un vampiro, después de todo. No podríamos ser más diferentes si lo

intentábamos, y de hecho, lo prefería de esa manera—. Vas a la universidad… ¿en Los

Ángeles? ¿Un colegio humano? —No era un comportamiento extraño para los Moroi.

Algunas veces se agrupaban en sus propias comunidades; algunas veces trataban de

encajar en ciudades humanas más grandes.

Page 100: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

100

Lee asintió.

—Sip. Y fue difícil al principio. Quiero decir, incluso si los demás no saben que eres un

vampiro… bueno, hay como un sentido de alteridad del que siempre te das cuenta.

Eventualmente me adapté… pero sé por lo que está atravesando.

—Pobre Jill —dije, repentinamente dándome cuenta que había pensado todo mal.

Mayormente mi energía había estado enfocada en la escuela creyendo que Jill se sentía

mal por una resaca. Me debería haber enfocado en por qué se sentía mal en primer

lugar. La ansiedad por este nuevo cambio de vida se habría asentado. Yo había

batallado mis propias dificultades, tratando de descifrar amistades y señales de

sociabilidad… pero por lo menos estaba tratando con mi propia raza—. Realmente no

pensé mucho por lo que estaría pasando.

—¿Quieres que hable con ella? —preguntó Lee. Dejó el tallo de la manzana a un

lado—. No estoy seguro de que tenga tanta sabiduría para compartir.

—Cualquier ayuda viene bien —dije honestamente.

Un silencio se produjo entre nosotros, y comencé a sentirme incómoda. Lee parecía

muy amistoso, pero mis viejos miedos arraigaban. Parte de mi sentía como si él no

quisiera conocerme sino estudiarme. Los Alquimistas claramente eran una novedad

para él.

—¿Te importa si te pregunto sobre… el tatuaje? ¿Te da poderes especiales verdad?

Era casi una repetición de las conversaciones en la escuela, excepto que Lee sabía la

verdad detrás de ello. Distraídamente me toqué la mejilla.

—No poderes, exactamente. Hay coacción que nos frena de hablar sobre lo que

hacemos. Y de ello saco un buen sistema inmune. ¿Pero el resto? No soy nada especial.

—Fascinante —murmuró. Desvié la mirada y traté de volver a poner mi cabello sobre

el rostro.

Adrian asomó su cabeza en ese momento. Todo su humor se había desvanecido.

—Ah, ahí estás. ¿Puedo hablarte en privado por un momento?

Page 101: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

101

La pregunta era para mí, y Lee se bajó del mostrador.

—Voy a tomar la indirecta. ¿Jill sigue en el estudio?

Adrian asintió, y Lee me miró.

—¿Quieres que…?

Asentí.

—Sería genial. Gracias.

Lee se marchó, y Adrian me miró con curiosidad.

—¿Qué fue eso?

—Oh, creíamos que Lee podría ayudar a Jill con sus problemas —expliqué—. Puesto

que puede relacionarse con lo que le pasa.

—¿Problemas?

—Sí, ya sabes. Adaptarse a vivir con humanos.

—Oh —dijo Adrian. Sacó un paquete de cigarrillos y, para mi completo asombro, lo

encendió frente a mí—. Eso. Sí. Supongo que está bien. Pero eso no es de lo que quería

hablarte. Necesito que me saques de aquí.

Estaba sorprendida. ¿No se trataba de Jill?

—¿Fuera de Palm Springs? —pregunté.

—¡No! Lejos de este lugar. —Hizo señas a su alrededor—. ¡Es como vivir en un hogar

de ancianos! Clarence está tomando una siesta ahora, y come a las cinco. Es muy

aburrido.

—Sólo estuviste aquí durante dos días.

—Y eso es más que suficiente. La única cosa que me mantiene vivo es que tiene

suministros de licor a mano. Pero al paso que voy, se va a acabar para el fin de

Page 102: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

102

semana. Jesucristo, estoy que trepo por las paredes. —Sus ojos se posaron en la cruz de

mi cuello—. Oh. Lo siento. Sin ofender a Jesús.

Estaba aún atontada por el inesperado tema como para sentirme ofendida.

—¿Qué hay de Lee? Vive aquí, ¿no?

—Sí —acordó Adrian—. A veces. Pero está ocupado con… demonios, no sé. Cosas de

la escuela. Volverá a Los Ángeles mañana, y esa será otra noche aburrida para mí.

Además… —Miró a su alrededor con conspiración—. Lee es agradable, pero no es…

bueno, no le gusta mucho divertirse. No como a mí.

—Eso podría ser algo bueno —señalé.

—Sin sermones de moral, Sage. Y, hey, como dije, me agrada, pero no está mucho

aquí. Cuando está, se mantiene apartado. Siempre se está mirando en el espejo, incluso

más que yo. Lo escuché preocuparse por tener el pelo gris el otro día.

No me importaban las excentricidades de Lee.

—¿Y a dónde querrías ir? No querrás… —Un pensamiento no muy alentador vino a

mi mente—. ¿No querrás inscribirte en Amberwood, o si?

—¿Qué, y jugar a 21 Jump Street2 con el resto de ustedes? No, gracias.

—¿Veintiuno… qué?

—No importa. Mira… —Apagó el cigarrillo —en el mesón— lo cual pensé que era

ridículo puesto que apenas había fumado. ¿Por qué molestarse con tal inmundo hábito

si no ibas a usarlo?—. Necesito mi propio lugar ¿Está bien? Ustedes hacen que las

cosas sucedan. ¿No puedes conseguir alguna buena residencia para solteros como la

que tiene Keith, para así poder enfiestarme con los demás turistas ricos? Beber solo es

triste y patético. Necesito gente. Incluso humanos.

—No —dije—. No estoy autorizada para hacer eso. No eres… bueno, no eres

realmente mi responsabilidad. Solamente nos estamos haciendo cargo de Jill—y

Eddie, ya que es su guardaespaldas.

2 21 Jump Street: También llamada Comando Especial. Serie de drama policiaca de los años 1987 a

1991, protagonizada por Johnny Depp

Page 103: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

103

Adrian frunció el ceño.

—¿Y un coche? ¿Puedes hacer eso?

Negué con la cabeza.

—¿Y qué hay de tu coche? ¿Qué pasa si las dejo en la escuela y luego lo tomo prestado

por un tiempo?

—No —dije rápidamente. Esa era probablemente la sugerencia más loca que él podría

hacer. Latte era mi bebé. Ciertamente no iba a entregárselo a un bebedor,

especialmente no a uno que también era un vampiro. Si había un vampiro que se veía

particularmente irresponsable, ese era Adrian Ivashkov.

—¡Me estas matando, Sage!

—No estoy haciendo nada.

—Ese es mi punto.

—Mira —dije, cada vez más irritada—. Te lo dije. No eres mi responsabilidad. Habla

con Abe si quieres que las cosas cambien. ¿No es esa la razón de que estés aquí?

La molestia de Adrian, y su autocompasión, pasaron a cautela.

—¿Qué sabes de eso?

Cierto. Él no sabía que yo había oído su conversación.

—Quiero decir, él es quien los trajo aquí e hizo los arreglos con Clarence, ¿cierto? —

Esperé que eso fuera lo suficientemente convincente, y quizás me daría un poco de

información de cuál era el plan maestro de Abe.

—Sí —dijo Adrian, tras muchos segundos de mirarme intensamente—. Pero Abe

quiere que me quede en esta tumba. Si obtengo mi propio lugar, tendríamos que

mantenérselo en secreto.

Me burlé.

Page 104: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

104

—Entonces definitivamente no voy a ayudar, incluso si pudiera. No puedes pagarme

para enfadar a Abe.

Podía ver a Adrian prepararse para dar otro argumento, y decidí hacer mi salida.

Volviendo mi espalda hacia él y a cualquier protesta, salí de la cocina y volví a la sala

de estar. Ahí, encontré a Jill y a Lee hablando, y ella tenía la primera sonrisa genuina

que había visto en un tiempo. Se rió ante un comentario que él hizo y luego levantó la

vista cuando entré.

—Hola, Sydney —dijo ella.

—Hola —dije—. ¿Estás lista para irte?

—¿Ya es hora? —preguntó ella. Ambos se veían decepcionados, pero luego ella

respondió su propia pregunta—. Supongo que sí. Probablemente tienes tarea, y

probablemente Eddie ya está preocupado.

Adrian entró al cuarto detrás de mí, viéndose malhumorado. Jill lo miró, y por un

momento, su mirada se volvió vacía, como si su mente se hubiera ido a otro lugar.

Luego se volvió hacia mí.

—Sí —dijo ella—, deberíamos irnos. Espero que podamos hablar después, Lee.

—Yo también —dijo él, levantándose—. Voy a estar por aquí, de vez en cuando.

Jill le dio un abrazo de despedida a Adrian, claramente reacia a dejarlo también. Con

Lee, ella se veía como si estuviera triste por dejar algo que comenzaba a ponerse

interesante. Con Adrian, el sentimiento era como si no estuviera segura de cómo iba a

sobrevivir. Su próxima comida estaba programada para dos días después, y Adrian

estaba alentándola, diciéndole que era lo suficientemente fuerte como para pasar el

siguiente día de escuela. A pesar de lo mucho que él me molestaba, estaba conmovida

por la compasión que mostraba por la chica. Cualquiera que fuese tan amable con Jill,

no podía ser tan malo. Estaba comenzando a sorprenderme.

—Te ves mejor —le dije mientras conducíamos hacia Vista Azul.

—Hablar con Adrian… con los dos… fue útil.

—¿Crees que estarás bien mañana?

Page 105: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

105

—Sí. —Jill suspiró, y se inclinó contra el asiento—. Sólo eran nervios. Eso, y que no

desayuné mucho.

—Jill. —Me mordí el labio, dudando en seguir adelante. La confrontación no era mi

fuerte, sobre todo con asuntos personales difíciles—. Tú y Adrian…

Jill me dirigió una mirada cautelosa.

—¿Qué pasa con nosotros?

—¿Hay algo… ? Quiero decir… ¿Están ustedes…?

—¡No! —Por la esquina de mi ojo, vi a Jill sonrojarse. Era el máximo de color que

había visto en la cara de un vampiro—. ¿Por qué dirías eso?

—Bueno. Estabas enferma esta mañana. Y luego estabas muy determinada en ver a

Adrian. Siempre te pones triste al dejarlo…

Jill estaba boquiabierta.

—¿Crees que estoy embarazada?

—No exactamente —dije, dándome cuenta que era una especie de respuesta sin

sentido—. Quiero decir, quizás. No lo sé. Simplemente estoy considerando todas las

posibilidades…

—Bueno, ¡no consideres esa! No pasa nada entre nosotros. Nada. Somos amigos. Él

nunca estará interesado en mí —lo dijo con una triste certeza, y quizás con un poco de

nostalgia.

—Eso no es verdad —dije, buscando a tientas para reparar el daño—. Quiero decir,

eres más joven, sí, pero eres linda… —Sí, esta era una conversación terrible. Ahora

sólo estaba balbuceando.

—No —dijo Jill—. No me digas que soy amable, y linda, y que tengo mucho para

ofrecer. O lo que sea. Nada de eso importa. No cuando todavía está colgado por ella.

—¿Ella? Oh. Rose.

Page 106: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

106

Casi lo olvido. El viaje a la Corte, había sido la primera vez que había visto a Adrian

en persona, pero la verdad es que lo había visto antes en las cámaras de seguridad

cuando había estado en el casino con Rose. Ellos dos habían salido, aunque no estaba

del todo segura de cuán seria había sido la relación. Cuando ayudé a Rose y a Dimitri

a escapar, la química entre esos dos estaba por las nubes, incluso si ambos lo negaban.

Incluso yo había sido capaz de verlo a una milla, y sabía casi nada de romance. Viendo

como Rose y Dimitri eran una pareja oficial ahora, asumía que las cosas con Adrian

no habían terminado bien.

—Sí, Rose. —Jill suspiró y miró hacia adelante—. Ella es todo lo que ve cuando cierra

los ojos. Ojos negros, y un cuerpo lleno de fuego y energía. No importa lo mucho que

traté de olvidarla, no importa lo mucho que beba… ella siempre está ahí. No puede

escapar de ella.

La voz de Jill desprendía una amargura sorprendente. Lo podría haber descrito como

celos, excepto de que hablaba como si hubiera sido personalmente ofendida por Rose

también.

—¿Jill? ¿Estás bien?

—¿Huh? Oh. —Jill sacudió su cabeza, como si estuviera sacudiendo las telarañas de

un sueño—. Sí, estoy bien. Lo siento. Ha sido un día extraño. Estoy un poco fuera de

mí. ¿No dijiste que podíamos escoger algunas cosas? —La señal para la próxima

salida, anunciaba un centro comercial.

Acepté el cambio de tema, agradecida por alejarme de los asuntos personales, aunque

aún estaba bastante confundida.

—Uh, sí. Necesitamos protector solar. Y quizás podamos conseguir una pequeña

televisión para la habitación.

—Eso sería genial —dijo Jill.

Lo dejé, y tomé la siguiente salida. Ninguna de las dos habló de Adrian durante el

resto de la noche.

Page 107: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

107

Capítulo 8

Traducido por Emii_Gregori

Corregido por Vannia

e comerás eso? —preguntó Eddie.

Eddie podría no saber acerca de todas las bromas que sucumbieron a

Jill durante el primer día de clases, pero no verla en todo el día lo había desconcertado.

Así que cuando ella y yo bajamos las escaleras en nuestro segundo día, lo encontramos

esperando en la antesala del dormitorio, listo para ir con nosotras a desayunar.

Le empujé mi plato y la mitad de un panecillo a través de la mesa. Él ya había comido

un panecillo por su parte, también panqueques y tocino, pero se apresuró a aceptar mi

oferta. Tal vez él fuera una criatura híbrida antinatural, pero por lo que se podía decir,

su apetito era igual al de cualquier chico humano adolescente.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó él a Jill, una vez que se hubo tragado el panecillo de

un bocado. Ya que él tarde o temprano se enteraría que ella no había asistido a clases,

simplemente le dijimos a Eddie que Jill se había enfermado ayer por los nervios. Las

acusaciones de resaca todavía me enfurecían, pero Jill insistió en dejarlo pasar.

—Bien —dijo ella—. Mucho mejor.

No hice ningún comentario sobre eso, pero en secreto tenía mis dudas. Esta mañana,

Jill lucía realmente mejor, pero difícilmente había tenido una noche de sueño sólida. De

hecho, se había despertado en mitad de la noche, gritando.

Yo había saltado de mi cama, esperando a no menos de un centenar de asesinos Strigoi

o Moroi irrumpiendo a través de nuestra ventana. Pero cuando eché un vistazo, sólo

había estado Jill, golpeando y gritando en su sueño. Me apresuré a ella y finalmente la

desperté con cierta dificultad. Ella se sentó jadeando, empapada de sudor, y apretando

su pecho. Una vez que se calmó, me dijo que sólo era una pesadilla, pero había algo en

sus ojos... el eco de algo real. Lo sabía porque me recordó a las muchas veces en que yo

—¿T

Page 108: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

108

me había despertado pensando que los Alquimistas iban a llevarme a los centros de re-

educación.

Ella insistió en que estaba bien, y cuando la mañana llegó, el único reconocimiento

que dio de su pesadilla, fue insistir en que no se lo mencionáramos a Eddie.

—Sólo le traerá preocupación —dijo—. Y además, no es gran cosa.

Cedí en ese momento, pero cuando traté de preguntarle sobre lo que había sucedido,

me ignoró y no quiso hablar de ello.

Ahora, en el desayuno, había una clara limitante para ella, pero hasta donde yo sabía,

tenía más que ver con que finalmente se enfrentaría a su primer día en una escuela de

humanos.

—Todavía no puedo creer lo diferente que soy de todos —dijo en voz baja—. Quiero

decir, en primer lugar, ¡soy más alta que casi todas las chicas aquí! —Eso era cierto.

No era raro para las mujeres Moroi alcanzar los dos metros de altura. Jill no llegaba a

tanto, pero con su larga y delgada complexión daba la ilusión de ser más alta de lo que

era—. Y estoy realmente huesuda.

—No lo estás —dije.

—Estoy demasiado delgada… comparada con ellas —argumentó Jill.

—Todo el mundo tiene algo —contestó Eddie—. Esa chica de allá tiene toneladas de

pecas. Ese tipo se rapó la cabeza. No hay tal cosa como “normal”. —Jill todavía

parecía poco convencida, pero se fue obstinadamente a clases cuando la primera

campana de advertencia sonó, prometiendo encontrarse con Eddie para el almuerzo y

conmigo en educación física.

Llegué a mi clase de historia unos minutos antes. La Sra. Terwilliger estaba en su

escritorio, revolviendo algunos papeles a su alrededor, y me acerqué tímidamente.

—¿Señora?

Ella me dio un vistazo, empujando sus lentes hasta lo alto de su nariz.

—¿Hmm? Oh, me acuerdo de ti. Señorita Melbourne.

Page 109: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

109

—Melrose —corregí.

—¿Estás segura? Podría haber jurado que fuiste nombrada por algún lugar de

Australia.

—Bueno, mi primer nombre es Sydney —le dije, sin estar segura de si debía alentarla.

—Ah. Entonces no estoy loca. Todavía no, por lo menos. ¿Qué puedo hacer por ti,

señorita Melrose?

—Quería preguntarle... bueno, verá, tengo un hueco en mi horario porque me

sobrepasé los requisitos en idioma. Me preguntaba si tal vez necesitaba otro

ayudante... como Trey. —El mencionado Trey ya estaba allí, sentado en el escritorio

que le correspondía y comparando papeles. Alzó la vista a la mención de su nombre y

me miró con cautela—. Es el último período, señora. Así que, si hay algún trabajo

extra que necesite...

Sus ojos me estudiaron por un momento antes de responder. Hoy, me aseguré de

cubrir mi tatuaje, pero sentía como si ella lo estuviera mirando directamente.

—No necesito otro ayudante —dijo sin rodeos. Trey sonrió satisfactoriamente—. El

Sr. Juarez, a pesar de sus muchas limitaciones, es más que capaz de clasificar todas

mis pilas de papel. —La sonrisa de él desapareció con el elogio de doble intención.

Asentí y comencé a darme la vuelta, decepcionada.

—Está bien. Lo entiendo —dije.

—No, no. No creo que lo hagas. Verás, estoy escribiendo un libro. —Hizo una pausa y

noté que ella esperaba que estuviera impresionada—. Sobre la religión herética y la

magia en el mundo Greco-Romano. He dado conferencias sobre ello en la Universidad

de Carlton. Es un tema fascinante.

Trey ahogó una tos.

—Ahora, me vendría muy bien un asistente de investigación que me ayude a localizar

cierta información, hacer recados por mí, ese tipo de cosas. ¿Estarías interesada en eso?

Me quedé boquiabierta.

Page 110: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

110

—Sí, señora. Lo estaría.

—Para que puedas obtener crédito por un estudio independiente, tendrías que hacer

algún proyecto con ello... investigar y documentar por tu cuenta. No de la misma

longitud de mi libro, por supuesto. ¿Hay algo de esa época que te interese?

—Eh, sí. —Me costaba creerlo—. El arte clásico y la arquitectura. Me encantaría

estudiarlo más.

Ahora ella parecía impresionada.

—¿En serio? Entonces parece que somos el equipo perfecto. O, bueno, casi. Lástima

que no sabes latín.

—Bueno… —Aparté mis ojos—. Yo, uhm, en realidad... puedo leer en latín. —Me

arriesgué a darle un vistazo. En lugar de impresionada, en su mayor parte lucía

atontada.

—Bien, entonces. Qué te parece. —Ella me dirigió una lamentable sacudida de

cabeza—. Tengo miedo de preguntar sobre el griego. —Sonó la campana—. Adelante,

toma asiento, y luego ven a verme al final del día. El último período también es mi

período de planificación, así que tendremos mucho tiempo para hablar y llenar el

papeleo apropiado.

Volví a mi escritorio y recibí un golpe de puño aprobatorio de parte de Eddie.

—Buen trabajo. No tienes que tomar una verdadera clase. Por supuesto, si ella te

recibió para leer latín, tal vez será peor que una verdadera clase.

—Me gusta el latín —dije con absoluta seriedad—. Es divertido.

Eddie sacudió su cabeza y dijo en voz realmente baja:

—No puedo creer que pienses que nosotros somos los extraños.

Los comentarios de Trey hacia mí en mi siguiente clase fueron menos elogiosos.

—Wow, seguro que tienes a Terwilliger comiendo de tu mano. —Él asintió hacia

nuestra instructora de química—. ¿Le dirás que divides átomos en tu tiempo libre?

¿Tienes un nuevo reactor en tu habitación?

Page 111: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

111

—No hay nada malo con… —me interrumpí, sin saber qué decir. Casi había dicho

“ser inteligente”, pero eso sonaba egocéntrico—. No hay nada de malo en saber cosas

—dije finalmente.

—Claro —aceptó él—. Cuando el conocimiento es legítimo.

Recordé la loca conversación con Kristin y Julia ayer. Ya que había tenido que llevar a

Jill con Adrian, me había perdido la sesión de estudio y no pude seguir con mis

preguntas de los tatuaje. Sin embargo, por lo menos ahora sabía de dónde venía el

desprecio de Trey, aun cuando parecía absurdo. Nadie más en la escuela había

mencionado específicamente que mi tatuaje era especial, pero unas cuantas personas

ya se me habían acercado, preguntándome dónde lo había conseguido. Estuvieron

decepcionados cuando dije que había sido en Dakota del Sur.

—Mira, no sé de dónde viene esta idea sobre que mi tatuaje me hace inteligente, pero

si eso es lo que piensas, bueno… no lo hagas. Es sólo un tatuaje.

—Es de oro —argumentó.

—¿Y? —pregunté—. Es sólo una tinta especial. No entiendo por qué la gente cree que

tiene algunas propiedades místicas. ¿Quién cree en esas cosas?

Él resopló.

—La mitad de esta escuela lo hace. ¿Cómo es que eres tan lista, entonces?

¿Realmente era tan extraña cuando se trataba de lo académico como para que la gente

tuviera que recurrir a explicaciones sobrenaturales? Fui con mi respuesta estándar.

—Fui educada en casa.

—Oh —dijo Trey pensativamente—. Eso lo explicaría todo.

Suspiré.

—Sin embargo, apuesto a que tu educación en casa no hizo mucho con educación

física —agregó—. ¿Qué vas a hacer con tu requerimiento de deportes?

Page 112: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

112

—No lo sé, no había pensado en eso —dije, sintiéndome un poco incómoda. Podría

manejar las clases de Amberwood en mientras incluso mientras estuviera dormida.

¿Pero sus deportes? Poco probable.

—Bueno, mejor decide pronto; ya viene la fecha límite. No te preocupes tanto —

agregó—. Tal vez te dejen comenzar un club de latín en su lugar.

—¿Qué se supone que significa eso? —pregunté, sin que me gustara su tono—. He

practicado deportes.

Él se encogió de hombros.

—Si tú lo dices. No pareces del tipo atlético. Pareces demasiado... aseada.

No estaba del todo segura de si eso era un cumplido o no.

—¿Cuál es tu deporte? —pregunté.

Trey levantó su barbilla, luciendo muy satisfecho consigo mismo.

—Fútbol. Un verdadero deporte de hombres.

Un chico sentado cerca de él lo escuchó por casualidad y miró hacia atrás.

—Qué lástima que no serás mariscal, Juarez. Estuviste tan cerca el año pasado. Parece

que te vas a graduar sin cumplir otro sueño.

Pensé que yo no le agradaba a Trey, pero cuando él dirigió su atención hacia el otro

chico, fue como si la temperatura bajara diez grados. Noté en ese momento que a Trey

sólo le gustaba darme malos ratos. ¿Pero a este otro tipo? Trey lo despreciaba por

completo.

—No recuerdo ni siquiera que comenzaras a competir, Slade —respondió Trey,

mirándolo severamente—. ¿Qué te hace pensar que vas a conseguirlo este año?

Slade —no estaba segura si ese era su primer nombre o su apellido— intercambió

miradas cómplices con un par de amigos.

—Sólo una corazonada. —Ellos se marcharon, y Trey frunció el ceño.

Page 113: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

113

—Genial —murmuró—. Slade finalmente consiguió dinero para uno. ¿Quieres saber

sobre los tatuajes? Habla con él.

Mi impresión de treinta segundos de Slade me dijo que no era alguien a quien debiera

dirigirme, pero Trey no proporcionó ninguna explicación adicional. La clase pronto

comenzó, pero mientras trataba de concentrarme en la lección, todo lo que podía

pensar era en la aparente obsesión de Amberwood con los tatuajes. ¿Qué significaba

eso?

Cuando llegó educación física, me sentí aliviada al ver a Jill en el vestuario. La chica

Moroi me dio una sonrisa cansada mientras salíamos.

—¿Cómo estuvo tu día? —pregunté.

—Bien —dijo Jill—. Nada genial. Nada terrible. En realidad no he llegado a conocer a

mucha gente. —Ella no lo dijo, pero estaba implícito en el tono de Jill—. ¿Ves? Te dije

que iba a destacar.

Sin embargo mientras la clase comenzaba, noté que el problema era que Jill no

destacaba. Evitaba el contacto visual, dejando que sus nervios opacaran lo mejor de

ella, y no hacía ningún esfuerzo por hablar con las personas. Nadie la evitaba

abiertamente, pero con las vibraciones que emitía, nadie iba a su encuentro para hablar

tampoco. Desde luego, yo no era la persona más sociable en el mundo, pero seguía

sonriendo y trataba de hablar con mis compañeros de clase mientras hacíamos más

ejercicios de voleibol. Era suficiente para fomentar las chispas de la amistad.

Además, enseguida noté otro problema. La clase se dividió en cuatro equipos, jugando

dos partidos simultáneos. Jill estaba en el otro juego, pero de vez en cuando todavía la

miraba. A los diez minutos, parecía miserable y cansada, sin siquiera haber hecho

mucho en el juego. Su tiempo de reacción era demasiado malo. Unas cuantas pelotas

pasaron por delante de ella, y aquellas en las que se fijaba las atrapaba con maniobras

torpes. Algunos de sus compañeros intercambiaban miradas frustradas a sus espaldas.

Regresé a mi propio juego, preocupada por ella, cuando el equipo contrario lanzó la

pelota a una zona que no estaba bien vigilada por mi equipo. Yo no tenía el tiempo de

reacción que, digamos, un dhampir tenía, pero en esa fracción de segundo, mi cerebro

supo que podría bloquear el balón si hacía un movimiento fuerte y rápido. Hacerlo

también iba en contra de mis instintos naturales, los que decían: No hagas nada que te

perjudique ni te ensucie. Siempre había razonado cuidadosamente mis acciones, sin

actuar por impulso. Pero esta vez no. Iba a detener esa pelota. Me zambullí hacia ella,

Page 114: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

114

golpeándola hacia el rango de movimiento de otro compañero de equipo de modo que

fuera capaz de repuntarla de nuevo sobre la red y saliera de peligro. El voleo me

empujó a un duro aterrizaje sobre mis rodillas. Fue desgarbado y sacudió mis dientes,

pero logré que el otro equipo no anotara. Mis compañeros de equipo empezaron a

aplaudir, y me sorprendió encontrarme a mí misma riendo. Siempre fui entrenada para

que todo lo que hiciera tuviera un propósito práctico superior. Los deportes eran una

especie de antítesis de la forma de vida de un Alquimista, porque eran sólo por

diversión. Pero tal vez la diversión no era tan mala de vez en cuando.

—Genial, Melrose —dijo la señorita Carson, paseándose cerca—. Si quieres aplazar tu

deporte hasta el invierno y estar en el equipo de voleibol, ven a hablar conmigo

después.

—Bien hecho —dijo Micah, y me ofreció su mano. Sacudí mi cabeza y me puse de pie

por mi cuenta. Estaba consternada al ver un rasguño en una de mis piernas, pero

seguía sonriendo de oreja a oreja. Si alguien me hubiera dicho hace dos semanas que

sería feliz revolcándome en el suelo, no lo hubiera creído—. Ella no da elogios muy a

menudo.

Era cierto. La señorita Carson ya había estado sobre Jill en varias ocasiones y ahora

estaba deteniendo nuestro juego para corregir la forma descuidada de un compañero.

Aproveché la pausa para ver a Jill, cuyo juego todavía estaba en acción. Micah siguió

mi mirada.

—No corre en la familia, ¿eh? —preguntó simpáticamente.

—No —murmuré. Mi sonrisa se desvaneció. Sentí una punzada de culpa en mi pecho

al exaltarme tanto por mi propio triunfo cuando Jill obviamente estaba luchando. No

me parecía justo.

Jill todavía lucía exhausta, y su cabello rizado estaba empapado de sudor. Manchas

rosadas habían aparecido en sus mejillas, dándole una mirada febril, y parecía tomarle

todo su esfuerzo permanecerse en posición vertical. Era extraño que Jill tuviera tantas

dificultades. Había oído casualmente una breve conversación en la que ella y Eddie

habían hablado de movimientos de combate y defensivos, dándome la impresión de

que Jill era bastante atlética. Ella y Eddie habían hablado sobre practicar más tarde esa

noche y…

—El sol —gemí

Page 115: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

115

—¿Huh? —preguntó Micah.

Había mencionado mi preocupación por el sol a Stanton, pero ella la desechó. Ella le

había aconsejado a Jill que tuviera cuidado de permanecer en el interior, lo cual estaba

haciendo. Excepto, por supuesto, cuando las necesidades de la escuela le hicieran

tomar una clase que la mantuviera en el exterior. Obligarla a practicar deportes en

plena luz del sol en Palm Springs era cruel. Era un milagro que aún estuviera en pie.

Suspiré, haciendo una nota mental para llamar a los Alquimistas más tarde.

—Tendremos que conseguirle una orden del doctor.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Micah. El juego estaba había comenzado otra

vez, y cambió de posición a mi lado.

—Oh. Jill. Ella es… es sensible al sol. Algo así como una cosa alérgica.

Como si fuera una indirecta, escuchamos a la señorita Carson exclamar desde la otra

cancha:

—¡Melrose Junior! ¿Estás ciega? ¿No ves que viene directo hacia ti? —Jill se balanceó

sobre sus pies, pero tomó la crítica dócilmente.

Micah las miró con el ceño fruncido, y tan pronto como la señorita Carson estuvo

metiéndose con alguien más, él se lanzó fuera de la formación y corrió hacia el juego

de Jill. A toda prisa traté de cubrir tanto su posición como la mía. Micah corrió hacia

un chico junto a Jill, le susurró algo, y señaló hacia mí. Poco después, el chico corrió

hacia mi equipo y Micah tomó el lugar junto a Jill.

Mientras la clase continuaba, me di cuenta de lo que estaba sucediendo. Micah era

bueno en voleibol, muy bueno. Tanto así que fue capaz de defender su puesto y el de

Jill. Sin ver errores flagrantes, la señorita Carson mantuvo su atención en otra parte, y

el equipo de Jill se volvió menos hostil con ella. Cuando el juego terminó, Micah

agarró del brazo de Jill y rápidamente la llevó a un lugar sombreado. Por la forma en

que ella se tambaleaba, parecía que él era lo único que la mantenía de pie.

Estaba a punto de unirme a ellos cuando oí voces a mi lado.

—Lo conseguiré esta noche. El chico con quien hablé jura que será rudo. —Era Slade,

el tipo que antes había discutido con Trey. No me había dado cuenta por el sol en

Page 116: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

116

mitad del juego, pero él era el jugador con quien Micah había intercambiado

posiciones—. Más vale que lo sea—continuó Slade—, por lo mucho que me cobra.

Dos de los amigos de Slade se unieron a él mientras comenzaban a dirigirse hacia el

vestuario.

—¿Cuándo son las pruebas, Slade? —preguntó uno de sus amigos. En química, había

aprendido que el primer nombre de Slade era Greg, pero todo el mundo parecía

referirse a él por su apellido, incluso los profesores.

—El viernes —dijo Slade—.Voy a matar. Los destruiré por completo. Extraeré la

columna vertebral de Juarez y haré que se la coma.

Qué encantador, pensé, observándolos marcharse. Mi evaluación inicial de Slade había

sido correcta. Me giré hacia Jill y hacia Micah y vi que él había conseguido una botella

de agua para ella. Ellos parecían estar bien por el momento, así que llamé la atención

de la señorita Carson cuando pasaba por allí.

—Mi hermana se enferma con el sol —le dije—. Esto es muy duro para ella.

—Muchos chicos tienen problemas con el calor al principio —dijo la señorita Carson a

sabiendas—. Sólo necesitan endurecerse. Tú te manejas bien.

—Sí, bueno, ella y yo somos muy diferentes —dije secamente. Si sólo supiera—. No

creo que vaya a “endurecerse”.

—No puedo hacer nada —dijo la señorita Carson—. Si la dejo sentarse, ¿tienes alguna

idea de cuántos chicos de repente se sentirán “cansados por el sol”? A menos que

consiga una orden del doctor, tendrá que aguantar.

Le agradecí y fui a encontrarme con Jill y Micah. Mientras me acercaba, escuché a

Micah diciendo:

—Aséate y te acompañaré a tu próxima clase. No podemos permitir que te desmayes

en los pasillos. —Hizo una pausa y reconsideró—. Desde luego, estaré totalmente feliz

de atraparte si te desmayas.

Jill estaba naturalmente aturdida pero mantuvo la cordura lo suficiente como para

darle las gracias. Ella le dijo que pronto se encontraría con él y se acercó al vestuario

de chicas conmigo. Miré la sonrisa en el rostro de Micah, y un pensamiento

Page 117: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

117

inquietante surgió. Jill parecía lo suficientemente estresada, así que decidí no decir

nada, pero mi preocupación creció cuando fuimos al último período. Micah caminó

con Jill, como había prometido, y le dijo que más tarde, cuando llegara la noche, le

enseñaría voleibol si quería.

Mientras dábamos un paso fuera del aula de clases, una chica con un largo cabello rojo

y actitud arrogante pasó por delante nuestro, seguida por un séquito de otras chicas.

Ella se detuvo cuando vio a Micah y echó su cabello sobre un hombro, mostrándole

una gran sonrisa.

—Hola, Micah.

Micah estaba absorto con Jill y apenas miró en dirección a la otra chica.

—Oh, hola, Laurel. —Él se alejó, y Laurel lo observó irse, con su expresión

volviéndose oscura. Ella lanzó una mirada peligrosa hacia Jill, su larga cabellera se

batió por encima de su hombro, y salió furiosa.

Uh-oh, pensé mientras la miraba andar majestuosamente por el pasillo. ¿Volverá y nos

perseguirá eso? Era uno de esos momentos en los que podría haber utilizado una lección

de códigos sociales.

Después, fui a la sala de clase de la Sra. Terwilliger y pasé la mayor parte de esa

reunión inicial estableciendo los objetivos del semestre e indicando lo que estaría

haciendo por ella. Estaba destinada a realizar una gran cantidad de lecturas y

traducciones, lo cual me venía muy bien. También parecía como si la mitad de mi

trabajo fuera ayudarla a mantenerse organizada, otra cosa en la que me destacaba. El

tiempo pasó volando, y tan pronto como estuve libre, me apresuré a buscar a Eddie. Él

estaba esperando con un grupo de chicos en el servicio de transporte para regresar a sus

dormitorios.

Cuando me vio, su respuesta fue la habitual:

—¿Está bien Jill?

—Bien... bueno, algo así. ¿Podemos hablar en algún lugar?

La cara de Eddie se oscureció, sin duda pensando que había una legión de Strigoi en

camino para cazar a Jill. Caminamos de regreso a los edificios académicos,

encontrando sillas en un rincón privado que gozaba de toda la fuerza del aire

Page 118: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

118

acondicionado. Le di una rápida actualización sobre Jill y sus asoleadas desventuras en

educación física.

—No pensé que fuera a ser tan malo —dijo Eddie con gravedad, repitiendo mis

pensamientos—. Gracias a Dios Micah estaba allí. ¿Hay algo que yo pueda hacer?

—Sí, tenemos que ser capaces de obtener algo de nuestros “padres” o de un doctor. —

Por mucho que odiara hacerlo, añadí—: Keith podría ser capaz de acelerarlo.

—Bien —dijo Eddie con ferocidad—. No podemos permitir que se esté agotando por

allí. Hablaré con esa profesora yo mismo, si eso es lo que se necesita.

Oculté una sonrisa.

—Bueno, espero que no lleguemos a eso. Pero hay algo más... nada peligroso —

corregí rápidamente, al ver la mirada de guerrero atravesando su cara de nuevo—.

Sólo algo... —Traté de no decir las palabras que aparecieron en mi mente. Horrible.

Malo—. Preocupante, creo que... creo que a Micah le gusta Jill.

La cara de Eddie se quedó muy quieta.

—Por supuesto que le gusta. Ella es linda. Él es agradable. Le gusta todo el mundo.

—Eso no es lo que quiero decir, y lo sabes. Le gusta. En la forma de más-que-amigos.

¿Qué vamos a hacer al respecto? —Eddie miró en la dirección del pasillo por unos

momentos antes de volverse hacia mí

—¿Por qué tenemos que hacer algo?

—¿Cómo puedes preguntar eso? —exclamé, sorprendida por la respuesta—. Sabes por

qué. ¡Los humanos y los vampiros no pueden estar juntos! Es asqueroso e incorrecto.

—Las palabras volaron de mi boca antes de que pudiera detenerlas—. Incluso un

dhampir como tú debe saber eso.

Él sonrió con tristeza.

—¿“Incluso un dhampir como yo”?

Supuse que había sido un poco insultante, pero no pude evitarlo. Los Alquimistas —

incluyéndome— no creíamos que los dhampirs y los Moroi se preocuparan lo

Page 119: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

119

suficiente acerca de los mismos problemas que nosotros. Ellos podrían reconocer un

tabú como éste, pero los años de entrenamiento decían que sólo nosotros, los seres

humanos, lo tomábamos realmente en serio. Por eso el trabajo de Alquimista era tan

importante. Si no cuidáramos de estos asuntos, ¿quién lo haría?

—Quiero decir —le dije—, esto es algo en lo que todos estamos de acuerdo.

Su sonrisa se desvaneció.

—Sí, lo es.

Incluso Rose y Dimitri, quienes tenían una alta tolerancia a la locura, se habían

sobresaltado al conocer a los Vigilantes, esos Moroi que se mezclaron libremente con

dhampirs y seres humanos. Era un tabú que los tres compartíamos, y habíamos

trabajado duro para tolerar esos hábitos mientras habíamos estado con los Vigilantes.

Vivían escondidos en las Montañas Apalaches y nos habían dado un refugio excelente

cuando Rose se escapó. Ignorar sus formas salvajes había sido un precio aceptable para

la seguridad que nos habían ofrecido.

—¿Puedes hablar con él? —pregunté—. No creo que Jill tenga sentimientos fuertes.

Tiene muchas otras cosas en mente. Probablemente lo sabe mejor de todos modos...

pero aun así sería mejor si pudieras disuadirlo a él. Podemos detener esto antes de que

ella se involucre.

—¿Qué esperas que diga? —preguntó Eddie. Sonaba perplejo, lo cual me pareció

divertido, teniendo en cuenta que había estado listo para hacer todo tipo de demandas

a la señorita Carson en nombre de Jill.

—No lo sé. Jugar la carta del hermano mayor. Actuar de forma protectora. Dile que

ella es demasiado joven.

Esperaba que Eddie estuviera de acuerdo, pero una vez más desvió la mirada.

—No sé si deberíamos decir algo.

—¿Qué? ¿Estás loco? ¿Crees que está bien…?

—No, no —suspiró—. No lo estoy defendiendo. Pero lo veo de esta manera. Jill está

atascada en una escuela llena de seres humanos. No es justo que se le prohíba salir con

algún chico.

Page 120: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

120

—Creo que Micah quiere hacer algo más que salir.

—Bueno, ¿por qué ella no debería conseguir una cita de vez en cuando? ¿O ir a un

baile? Ella debería hacer todas las cosas normales que una chica de su edad hace. Su

vida ya fue radicalmente cambiada. No deberíamos hacerla más difícil.

Lo miré con incredulidad, tratando de entender por qué otra vez se había puesto así

por esto. Es cierto, él no afrontaba las mismas consecuencias que yo. Si mis superiores

se enteraban de que estaba “alentando” a un humano y a un vampiro a salir, sería más

evidencia contra mí y mi supuesta dualidad. Después de todo, mi reputación todavía

no estaba restaurada con los Alquimistas. Aun así, sabía que a la gente de Eddie

tampoco le gustaba la idea de salir. Entonces, ¿cuál era el problema? Una extraña

respuesta se me ocurrió de repente.

—Siento como si no quisieras enfrentar a Micah.

Eddie me miró directamente.

—Es complicado —dijo. Algo en su rostro me dijo que había dado en el blanco—.

¿Por qué no hablas tú con Jill? Ella conoce las reglas. Entenderá que puede estar con él

sin que se vuelva algo serio.

—Creo que es una mala idea —dije, todavía incapaz de creer que él estuviera tomando

esta postura—. Estamos creando una zona gris que eventualmente causará confusión.

Debemos mantenerlo en blanco y negro y prohibirle salir mientras esté aquí.

Aquella risa irónica regresó.

—Todo es blanco y negro con ustedes los Alquimistas, ¿no es cierto? ¿Crees que

realmente puedes impedirle hacer algo? Deberías saberlo mejor. Incluso tu infancia no

pudo haber sido así de anormal.

Con esa bofetada en la cara, Eddie se marchó, dejándome estupefacta. ¿Qué había

sucedido? ¿Cómo podría Eddie, quien era tan inflexible cuando se trataba de hacer lo

correcto para Jill, estar bien con que ella estuviera saliendo casualmente con Micah?

Había algo extraño aquí, algo relacionado con Micah, aunque no podía entender el

qué. Bueno, me rehusaba a dejar pasar este asunto. Era demasiado importante.

Hablaría con Jill y me aseguraría de que diferenciara el bien del mal. Si era necesario,

Page 121: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

121

también hablaría con Micah, aunque todavía sentía que esa conversación sería mejor si

procedía de Eddie.

Y, me di cuenta, pensando en cómo haría para conseguir la constancia de un doctor,

que había una fuente más a la que podía apelar, una que tenía gran influencia sobre

Jill. Adrian.

Parecía que tendría que hacerle otra visita.

Page 122: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

122

Capítulo 9

Traducido por Paovalera

Corregido por Akanet

onsiderando que se suponía que yo sólo visitaría a Clarence dos veces a la

semana para alimentación, estaba un poco intrigada por el hecho de que

parecía estar aquí prácticamente cada día. No sólo eso, esta era la primera

vez que visitaba la finca yo sola. Antes, había estado con Keith o Jill y tenía un

objetivo muy bien definido. Ahora, estaba por mí cuenta. No me había dado cuenta de

lo mucho que me perturbaría eso hasta que me estaba acercando a la casa, que se veía

un poco más intimidante y oscura de lo que usualmente lo hacía.

No hay nada que temer, me dije. Haz estado con un vampiro y un dhampir toda la semana.

Deberías estar acostumbrada. Además, realmente, la cosa más intimidante del asunto era

la casa misma. Clarence y Lee no eran tan intimidantes, y Adrian… bueno, Adrian era

el vampiro menos tenebroso que hubiera conocido. Era demasiado malcriado como

para que yo sintiera miedo alguno, y la verdad… por mucho que odiaba admitirlo, de

alguna manera esperaba verlo. No tenía sentido, pero algo sobre su naturaleza

exasperante me hacía olvidar mis otras preocupaciones. Extrañamente, sentía que me

podía relajar cuando estaba junto a él.

Dorothy me acompañó al interior, y esperaba que me llevara hasta la sala de estar de

nuevo. En su lugar, el ama de llaves me llevó por pasillos oscuros de la casa, cruzando

y girando, para finalmente llegar a una sala de billar que parecía como si pudiera haber

sido sacada de Clue3. Más madera oscura bordeaba la habitación, y ventanas con vidrio

opacado filtraban la luz solar. La mayor parte de la iluminación de la habitación venía

de una lámpara colgando justo en el centro sobre una mesa verde de billar. Adrian se

estaba preparando para golpear mientras yo cerraba la puerta detrás de mí.

—Oh —dijo, llevando la bola roja a uno de los hoyos—. Eres tú.

3 Clue: Juego de mesa, que consiste en resolver un misterio.

C

Page 123: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

123

—¿Esperabas a alguien más? —pregunté—. ¿Interrumpo tu calendario social? —Miré

alrededor de la habitación vacía—. No quiero alejarte de la multitud de fans

derribando tu puerta.

—Oye, un chico puede tener esperanza. Es decir, no es imposible que un coche lleno

de chicas de una hermandad vistiendo poca ropa se pueda quedar varado afuera y

necesiten mi ayuda.

—Eso es cierto —dije—. Quizás pueda poner un cartel en el frente que diga;

“ATENCIÓN A TODAS LAS CHICAS: AYUDA GRATIS AQUÍ.”

—“ATENCIÓN A TODAS LAS CHICAS CALIENTES” —corrigió, enderezándose.

—Bien —dije, tratando de no virar mis ojos—. Eso es un punto importante.

Me señalo con el palo de billar.

—Hablando de caliente, me gusta ese uniforme.

Esta vez, sí hice rodar mis ojos. Después de que Adrian me hubiera molestado la

última vez porque mi uniforme lucía como mi ropa normal, me aseguré de

cambiármelo antes de venir hoy. Ahora tenía vaqueros oscuros y una blusa con

estampado en blanco y negro de cuello arrugado. Tendría que haber sabido que el

cambio de ropa no me iba a salvar de sus comentarios

—¿Eres el único aquí? —pregunté, notando su juego en solitario.

—Nah. Clarence está alrededor haciendo… no sé. Cosas de viejos. Y creo que Lee está

arreglando esa cerradura antes de irse a LA. Es gracioso. Parece estar molesto por

tener que usar herramientas. Él sigue pensando que la fuerza en sus manos debería ser

más que suficiente.

No pude evitar sonreír.

—¿Supongo que tú no le ofreciste ayuda?

—Sage —declaró Adrian—. Estas manos no hacen labores manuales. —Él llevó otra

bola al hoyo—. ¿Quieres jugar?

—¿Qué? ¿Contigo?

Page 124: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

124

—No, con Clarence. —Él suspiró al ver mi expresión boquiabierta—. Sí, claro que

conmigo.

—No. Necesito hablar contigo sobre Jill.

Estuvo callado por un momento y luego volvió al juego como si nada hubiese pasado.

—Ella no estaba enferma hoy —dijo con seguridad, aunque había algo divertido y

agridulce en sus palabras.

—No. Bueno, no en ese sentido. Se enfermó afuera en el sol durante Educación Física.

Veré a Keith después de esto para ver si podemos conseguir un permiso médico. —De

hecho había tratado de llamarlo más temprano, sin suerte—. Pero no es por eso por lo

que estoy aquí. Hay un chico que está atraído por Jill… un chico humano.

—Haz que Castile lo borre.

Me apoyé contra la pared y exhalé.

—Esa es la cosa. Se lo pedí. Bueno, no que lo borrara exactamente. Es el compañero

de habitación de Eddie. Le dije a Eddie que le dijera que se aleje y se inventara una

razón para mantenerlo lejos de ella, algo como que ella es demasiado joven. —

Temiendo que Adrian fuera tan como estricto con eso como Eddie, le pregunté—;

¿Entiendes por qué es importante esto verdad? ¿Lo de un Moroi y humano saliendo?

Él estaba mirando la mesa, no a mí.

—Sip, estoy contigo en eso, Sage. Pero sigo sin ver el problema.

—Eddie no lo hará. Él dice que no cree que a Jill se le debiera negar la oportunidad de

salir e ir a bailes. Que está bien si ella y Micah salen, mientras no se vuelva serio.

Adrian era bueno escondiendo sus emociones, pero eso parecía haberlo tomado por

sorpresa. Se enderezó y puso la punta del palo de billar en el piso mientras pensaba.

—Eso es extraño, es decir, entiendo la lógica, y hay algo en ello. Ella no debería ser

forzada al aislamiento mientras esté aquí. Sólo estoy sorprendido de que eso lo haya

dicho Castile.

Page 125: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

125

—Sí, pero ese es un concepto con el cual es difícil vivir. ¿Dónde dibujas la línea de lo

casual? Honestamente, creo que Eddie no quería confrontar a Micah, su compañero de

habitación. Lo que es loco, porque Eddie parece el tipo de persona que no le teme a

nada. ¿Qué tiene Micah que hace que Eddie se comporte así?

—¿Micah es algún tipo grande?

—No —dije—. Él tiene buen porte, supongo. Bueno en deportes. Amistoso y

agradable… no el tipo al que le tendrías miedo si tienes que decirle que se aleje de tu

hermana.

—Entonces tú puedes hablar con él. O hablar con Jailbait y explicarle las cosas. —

Adrian parecía satisfecho de haber resuelto el problema mientras golpeaba la última

bola.

—Ese era mi plan. Sólo quería asegurarme de que tú me respaldarías. Jill te escucha, y

pensé que sería más fácil si supiera que tú estás de acuerdo conmigo. No es que yo

sepa cómo se siente. Por todo lo que sé, esto está de más.

—No puede herir ser muy cuidadoso con ella —dijo Adrian. Miró hacia otro lado,

perdido en sus propios pensamientos—. Y le haré saber lo que pienso al respecto.

—Gracias —dije, muy sorprendida por lo fácil que había sido.

Sus ojos verdes bailaron traviesamente.

—¿Ahora jugarás una ronda conmigo?

—Yo realmente no…

La puerta se abrió, y Lee entró en la habitación, vestido casualmente con unos

vaqueros y una camiseta. Sostenía un destornillador.

—Hey, Sydney. Pensé que había visto tu coche afuera. —Miró alrededor—. ¿Está, uh,

Jill contigo?

—Hoy no —dije. Un nuevo entendimiento me golpeó mientras recordaba que Lee iba

a una universidad en Los Ángeles—. Lee, ¿has salido alguna vez con una chica

humana en tu universidad?

Page 126: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

126

Adrian arqueó una ceja.

—¿Lo estás invitando a salir, Sage?

Fruncí el ceño.

—¡No!

Lee se volvió pensando.

—No, no realmente. Tengo algunos amigos humanos, y salimos como un grupo a

pasar el rato… Pero nunca he hecho más que eso. LA es un lugar grande, sin embargo.

Hay chicas Moroi alrededor, si sabes dónde buscar.

Adrian se animó.

—¿Oh?

Mi esperanza de que Lee le dijera a Jill que tenía que evitar salir, se desvaneció. —

Bueno, eso haría que tu situación con las citas fuera mucho más fácil que la de Jill.

—¿A qué te refieres? —preguntó a Lee.

Recapitulé todo lo de Micah y Eddie. Lee asintió todo el tiempo muy atento.

—Esto es complicado —admitió.

—¿Podemos volver a la parte de chicas Moroi frecuentando LA? —preguntó Adrian

esperanzado—. ¿Podrías dirigirme a algunas de las… oh, digamos, chicas más

liberales?

La atención de Lee estaba en mí, de todas formas. Su sonrisa creció dudosa, y miró

hacia sus pies.

—Esto podría parecer un poco extraño… pero quiero decir, no me molestaría invitar a

Jill a una cita.

Adrian ya estaba respondiéndole antes de que yo pudiera pensar en una respuesta.

—¿A qué te refieres con invitarla a una cita? ¡Hijo de perra! Ella sólo tiene quince años.

Page 127: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

127

Nunca habrías adivinado que él era el mismo que estaba hablando de chicas Moroi

fáciles hace unos momentos.

—Adrian —dije—. Creo que la definición de Lee sobre citas es diferente a la tuya.

—Lo siento Sage. Tienes que confiar en mí cuando se trata de definiciones de citas. La

última vez que revisé, no eras experta en asuntos sociales. Es decir, ¿Cuándo fue la

última vez que tuviste una cita? —Era otra de esas salidas inteligentes con las que salía

tan fácilmente, pero me molestaba un poco. ¿Mi falta de experiencia social era así de

obvia?

—Pero —agregué, ignorando la pregunta de Adrian—. Hay mucha diferencia de edad.

—Honestamente no tenía la menor idea de qué edad tenía Lee. Que estuviera en la

universidad me dio una pista, pero Clarence parecía terriblemente viejo. Tener un hijo

tarde en la vida no era muy extraño, la verdad, para humanos o Morois.

—Si la hay —dijo Lee—. Tengo 19 años. No mucho, pero si suficiente. No debí haber

dicho nada. —Parecía avergonzado, y me sentí mal por él y confundida. Hacer parejas

no estaba en el libro de los Alquimistas.

—¿Por qué querrías invitarla a salir? —pregunté—. Es decir, ella es genial. ¿Pero lo

harías sólo para distraerla de Micah y darle una alternativa segura? ¿O, um, te gusta?

—Claro que le gusta —dijo Adrian, rápidamente para defender el honor de Jill.

Tenía el presentimiento de que no había forma de que Lee diera un buena respuesta en

este punto. Si él expresaba su interés en ella, los instintos bizarros de Adrian iban a

salir. Si Lee no estaba interesado, Adrian no dudaría en preguntar por qué Lee no

quería casarse con ella entonces. Era uno de esos fascinantes —pero extraños—

deslices de la personalidad de Adrian.

—Me gusta —dijo Lee francamente—. Sólo he hablado con ella un par de veces,

pero… bueno, me gustaría llegar a conocerla mejor.

Adrian se mofó, y le lancé una mirada.

—Una vez más —dije—. Creo que ustedes tienen diferentes definiciones para la misma

palabra.

Page 128: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

128

—No es cierto —dijo Adrian—. Todos los chicos se refieren a lo mismo cuando dicen

que quieren “conocer mejor” a una chica. Eres una jovencita bien educada, así que

entiendo que eres muy inocente como para entender. Es bueno que me tengas a mí

para interpretar las cosas.

Me volteé hacia Lee, sin molestarme en responderle a Adrian.

—Creo que está bien que salgas con ella.

—Asumiendo que ella esté interesada —dijo Lee, luciendo dudoso.

Recordé su sonrisa cuando él se detuvo para hablarle ayer. Eso parecía muy

prometedor. Pero entonces, su entusiasmo con Micah era así.

—Apuesto a que sí.

—¿Entonces la dejarás ir sola? —preguntó Adrian, dándome una mirada que decía que

no lo cuestionara. Esta vez, su preocupación era legítima. Yo la compartía. Jill estaba

en Palm Springs para estar segura. Estaba matriculada en Amberwood porque también

era seguro. De repente, dejarla salir con un chico que apenas conocíamos no cumplía

con el protocolo de los guardianes o los Alquimistas.

—Bueno, ella no puede dejar el campus —dije, pensando en voz alta—. No sin mí.

—Whoa —dijo Adrian—. Si tú puedes ir como chaperona, yo también.

—Si ambos lo hacemos, entonces Eddie también querrá —señalé—. No suena como

una cita.

—¿Y? —El momento de seriedad y preocupación de Adrian se había desvanecido en lo

que él veía como diversión social. ¿Cómo podía alguien cambiar de humor tan

rápidamente?—. Piensa en eso como en algo menos como una cita y más como en una

familia saliendo. Algo que me mantendrá entretenido mientras protejo su virtud.

Puse mis manos en mis caderas y me volteé hacia él. Eso parecía divertirlo incluso

más.

—Adrian, no estamos enfocando en Jill. No es para tu entretenimiento personal.

Page 129: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

129

—No es cierto —dijo, sus ojos verdes brillando—. Todo es sobre mi entretenimiento

personal. El mundo es mi escenario. Mantente así… te estás convirtiendo en una actriz

más del show.

Lee nos miró con una cómica e indefensa mirada.

—¿Quieren estar solos chicos?

Me ruboricé.

—Lo siento. —Adrian no se disculparía, por supuesto.

—Mira —dijo Lee, que parecía comenzar a arrepentirse de decir todo lo que había

dicho—. Ella me gusta. Si eso significa traer a todo su grupo para poder estar con ella,

entonces está bien.

—Quizás es mejor de esta manera —murmuré—. Quizás si hacemos más cosas como

un grupo —aparte de sus alimentaciones— ella no estará en peligro de querer salir con

un chico humano. —Lo que no sabíamos con seguridad era si ella estaba interesada en

eso. Tampoco sabíamos si estaba interesada en Lee. Estábamos siendo muy estrictos

con su vida amorosa, me di cuenta.

—Esto es más o menos lo que quería antes —me dijo Adrian—. Un poco más de vida

social.

Pensé en la conversación de ayer, en la que él había demandado que le encontrara

alojamiento.

—Eso no es realmente lo que pediste.

—Si quieres salir un poco más —dijo Lee—, deberías regresar conmigo a LA esta

noche. Regresaré aquí después de clases mañana de todas formas, así que será un viaje

corto.

Adrian se había emocionado tanto que me preguntaba si Lee había sugerido eso sólo

para tratar de relajar cualquier tensión pendiente sobre su interés en Jill.

—¿Me presentarás a esas chicas? —preguntó Adrian.

—Increíble —dije. El doble estándar de Adrian era ridículo.

Page 130: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

130

No me di cuenta que la puerta se estaba abriendo hasta que Keith estuvo dentro de la

habitación. Nunca estaba exactamente feliz por verlo, pero era buena suerte que él de

repente estuviera aquí, justo cuando necesitaba hablar con él sobre Jill y sus problemas

con Educación Física. Mi mejor plan había sido aparecerme en su apartamento y

esperar encontrármelo allí. Me había ahorrado problemas.

Keith nos miró a los tres, pero no compartió nuestras sonrisas. Sin guiños ni encanto

de chico lindo hoy.

—Vi tu coche afuera Sydney —dijo con severidad, volteándose hacia mí—. ¿Qué estás

haciendo aquí?

—Tenía que hablar con Adrian —dije—. ¿Recibiste mi mensaje? Traté de llamarte más

temprano.

—He estado ocupado —dijo chocantemente. Su expresión era dura, su tono enfriando

la habitación. Adrian y Lee habían perdido sus sonrisas, y ambos lucían confundidos

mientras trataban de descubrir por qué Keith estaba tan molesto. Compartía esa

curiosidad—. Hablemos. En privado.

De repente me sentía como una niña traviesa sin saber por qué.

—Seguro —dije—. Yo… yo ya me iba de todas formas. —Me moví para acompañar a

Keith en la puerta.

—Espera —dijo Lee—. ¿Qué hay sobre… —Adrian lo golpeo con su codo y negó con

la cabeza, murmurando algo que no pude escuchar. Lee se calló.

—Nos vemos por ahí —dijo Adrian alegremente—. No te preocupes, recordaré lo que

hablamos.

—Gracias —dije—. Los veo luego chicos.

Keith se fue sin una palabra, y lo seguí fuera de la casa hacia el calor de la tarde. La

temperatura había bajado desde el accidente de la clase de Educación Física, pero no

demasiado. Keith camino a través de la acera, hasta llegar a un lado de Latte. Su coche

estaba estacionado cerca.

—Eso fue grosero —le dije—. Ni siquiera te despediste.

Page 131: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

131

—Lamento mucho si no he sido lo suficientemente educado con los vampiros —cortó

Keith—. No soy tan cercano a ellos como tú.

—¿Qué se supone que signifique eso? —demandé, cruzando mis brazos. Mirándolo

fijamente, sentí que toda mi animosidad había estallado. Era difícil de creer que había

estado riendo hace sólo un minuto.

Keith hizo una mueca.

—Sólo que parecías terriblemente cómoda con ellos allí… pasando el rato, un buen

momento. No sabía que aquí era donde pasabas el tiempo libre después de la

preparatoria.

—¡Cómo te atreves! Vine aquí por unos asuntos —gruñí.

—Seh, eso se notaba.

—Lo hice. Tenía que hablar con Adrian sobre Jill.

—No recuerdo que él fuera un guardián.

—Él se preocupa por ella —discutí—. Justo como cualquiera de nosotros lo haría por

un amigo.

—¿Amigo? Ellos no son como nosotros de ninguna manera —dijo Keith—. Ellos no

son impíos e innaturales, y tú no tienes ningún asunto para ser amiga de ellos.

Quería gritarle en respuesta que, por lo que había observado, Lee era cien veces una

persona más decente de lo que Keith alguna vez seria. Incluso Adrian era más decente.

Fue sólo en el último minuto que mi entrenamiento había vuelto a mi mente. No armes

un escándalo. No contradigas a tus superiores. No importaba cuanto lo odiara, Keith estaba

a cargo aquí. Respiré profundamente.

—Apenas estaba fraternizando. Simplemente fui a hablar con Adrian, y Lee resultó

estar allí. No era como si hubiésemos planeado una gran fiesta. —Mejor no mencionar

el plan de cita grupal.

—¿Por qué no simplemente llamaste a Adrian si tenías una pregunta? Me llamaste a

mí.

Page 132: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

132

Porque estar cara a cara con él es menos repugnante que estar a tu alrededor.

—Era importante. Y cuando no pude contactarte, supuse que tenía que conducir hasta

tu lugar de todas formas.

Esperando escaparme de mi “mal comportamiento” me aventuré y recapitulé todo lo

que había pasado hoy, incluyendo la exposición de Jill al sol y las atenciones de

Micah.

—Por supuesto que no puede salir con él —exclamó, después de explicarle el asunto de

Micah—. Tienes que detener eso.

—Estoy intentándolo. Y Adrian y Lee me dijeron que me ayudarían.

—Oh, bueno, me siento mucho mejor ahora. —Keith negó con la cabeza—. No seas

tonta, Sydney. Te lo dije. Ellos no se preocupan por esto tanto como nosotros.

—Creo que si lo hacen —discutí—. Adrian parecía entenderlo, y él tiene mucha

influencia sobre Jill.

—Bueno, él no es tras quien irán los Alquimistas y a quien enviaran a re-educación por

estar jugando con vampiros cuando debería estar disciplinándolos.

Solo podía mirar fijamente. No estaba segura de qué parte de lo que había dicho era

más ofensivo: la insinuación de que yo era una “amante de los vampiros” o que yo era

capaz de disciplinar a alguno de ellos. Debí haber sabido que su falsa amistad no

duraría mucho.

—Estoy haciendo mi trabajo aquí —dije, manteniendo el volumen de mi voz—. Y por

lo que veo, estoy haciendo más trabajo que tú, ya que soy la única que ha estado

apagando incendios toda la semana.

Sabía que era una ilusión, ya que un ojo de vidrio verdaderamente no podía mirar,

pero sin embargo, sentía que me estaba mirando con ambos ojos.

—Estoy haciendo lo suficiente. Ni siquiera pienses en criticarme.

—¿Qué estabas haciendo tú aquí? —pregunté, dándome cuenta de repente lo raro que

era. Me acusó de “socializar” pero él nunca explicó sus motivos.

Page 133: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

133

—Tenía que ver a Clarence, no es que sea tu problema.

Quería más detalles pero él se negó a satisfacer mi curiosidad. Había estado aquí ayer

también, según Lee.

—¿Llamarás a la escuela mañana y conseguirás que saquen a Jill de Educación Física?

Keith me lanzó una larga y pesada mirada. —No.

—¿Qué? ¿Por qué no?

—Porque estar en el sol no la matará.

De nuevo, me tragué mi rabia e intenté con la diplomacia con la que me educaron.

—Keith, tu no la viste. Quizás no la mate, pero fue miserable para ella. Estaba en

agonía.

—De verdad no me importa si ellos son miserables o no —dijo Keith—. Y a ti

tampoco debería. Nuestro trabajo en mantenerla viva. No mencionaron nada de

asegurarnos de que estuviera feliz y cómoda.

—No creería que nadie tuviera que decírnoslo —dije, horrorizada. ¿Por qué estaba tan

molesto?—. Pensaría que por ser humanos sensibles, simplemente podríamos hacerlo.

—Bueno, ahora tú puedes. Puedes conseguir a alguien sobre nosotros que haga una

nota para la escuela o puedes darle duchas de hielo después de la clase. Realmente no

me importa lo que hagas, pero quizás te mantenga lo suficientemente ocupada para

que dejes de venir aquí sin avisar y lanzarte a ti misma a las criaturas de la oscuridad.

Que no me entere que esto ocurrió de nuevo.

—Eres increíble —dije. Estaba muy molesta y sin palabras como para manejar algo

más elocuente.

—Estoy cuidando tu alma —dijo idealizado—. Es lo menos que puedo hacer por tu

padre. Qué pena que no seas más como tus hermanas.

Keith me dio la espalda y abrió la puerta de su coche sin una palabra más. Entró y se

fue, dejándome mirando. Las lágrimas amenazaban en mis ojos, y me las tragué. Me

Page 134: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

134

sentí como una idiota, no por sus acusaciones. No creí ni por un instante que hubiera

hecho algo mal por venir aquí. No, estaba molesta —conmigo misma— porque dejé

que se fuera con la última palabra porque no tuve el coraje de responderle. Me quedé

callada, justo como todos me han dicho que lo hiciera.

Pateé la gravilla por la rabia, enviando un poco al aire. Un par de rocas pequeñas

golpearon mi coche, e hice una mueca de dolor.

—Lo siento.

—¿Te acusará de malvada por hablar con un objeto inanimado?

Me di vuelta, mi corazón a toda velocidad. Adrian estaba apoyado contra la casa,

fumando.

—¿De dónde saliste? —demandé. Aunque sabía todo lo que podía saber sobre

vampiros, era difícil sacarse los miedos supersticiosos sobre ellos apareciendo de la

nada.

—Otra puerta —explicó—. Salí a fumar y oí casualmente el alboroto.

—Es de mala educación espiar —dije, sabiendo que sonaba terriblemente remilgada

pero incapaz de detenerme a mí misma.

—Es de mala educación ser así de idiota. —Adrian asintió hacia el caminó por donde

se había ido Keith—. ¿Serás capaz de sacar a Jill de esa clase?

Suspiré, sintiéndome cansada de repente.

—Sí, debería ser capaz. Sólo que me tomará más tiempo mientras consigo a algún otro

Alquimista que sea nuestro padre falso. Habría sido más rápido si Keith lo hubiera

hecho.

—Gracias por cuidar de ella, Sage. Estás bien. Para un humano.

Casi reí.

—Gracias.

—Puedes decir eso también, sabes.

Page 135: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

135

Caminé hacia Latte y me detuve. —¿Decir qué?

—Que estoy bien… para ser vampiro —explicó.

Negué con mi cabeza, aun sonriendo.

—Te tomará mucho para que un Alquimista admita eso. Pero puedo decir que estas

bien para ser un chico fiestero irreverente con momentos ocasionales de brillantez.

—¿Brillante? ¿Crees que soy brillante? —Extendió sus manos al cielo—. ¿Mundo,

escuchas eso? ¡Sage dice que soy brillante!

—¡Eso no es lo que dije!

El tiró el cigarrillo y lo pisó, dándome una sonrisa de quizás-al-diablo-le-importe.

—Gracias por subirme el ego. Le voy a decir a Clarence y a Lee tu gran opinión de mí.

—Oye, yo no…

Pero él ya se había ido. Mientras conducía de regreso, decidí que los Alquimistas

necesitaban todo un departamento devoto para controlar a Adrian Ivashkov.

Cuando llegué a mi habitación, encontré a Jill rodeada de libros y hojas,

indudablemente tratando de ponerse al día.

—Wow —dije, pensando en la tarea que me esperaba a mí también—. Tienes todo un

centro de comando armado.

En vez de sonreír a mi broma, Jill miró hacia arriba con una mirada fría.

—Crees —dijo—, que la próxima vez que intentes meterte con mi vida amorosa,

¿podrías hablar conmigo primero?

Estaba sin habla. Adrian había dicho que hablaría con Jill. Simplemente no me había

dado cuenta que sería tan rápido.

—No puedes ir detrás de mí y tratar de mantenerme lejos de Micah —agregó—, no soy

estúpida. Sé que no puedo salir con humanos.

Page 136: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

136

Así que Adrian aparentemente le había dicho mucho.

—Y —continuó Jill, aún con ese tono frio—, no tienes que arreglarme una cita con el

único Moroi elegible en cien millas solo para mantenerme fuera de problemas.

Okey… Adrian aparentemente le había dicho todo. Habría esperado más discreción de

su parte, especialmente en cuanto a lo de Lee.

—No… no estábamos tratando de arreglarte una cita —dije penosamente—. Lee

quería invitarte a salir de todas formas.

—Pero en lugar de hablar conmigo, ¡les pidió permiso a ustedes! Ustedes no controlan

mi vida.

—Sé eso —dije—. ¡No estábamos tratando de hacerlo! —¿Cómo había explotado todo

esto justo frente a mí?—. Lee actuó por su propia cuenta.

—Justo como hiciste tú cuando fuiste a hablar con Adrian a mis espaldas. —Sus ojos

brillaban con lágrimas de rabia, retándome a negarlo. No podía y justo ahora me había

dado cuenta lo mal que estaba lo que había hecho. Desde que se enteró que era parte

de la realeza, Jill había visto como otras personas trataban de controlar su vida. Quizás

mis intenciones de hacer que Adrian hablara con ella sobre Micah eran buenas, pero

todo lo había hecho de la peor manera.

—Tienes razón —dije—. Siento haber…

—Olvídalo —dijo, poniéndose un par de audífonos—. No quiero escuchar nada más.

Me hiciste parecer una estúpida frente a ambos, Adrian y Lee. Ahora ellos no pensaran

dos veces sobre mí en Los Ángeles esta noche. —Sacudió una mano hacia mí y miró

hacia el libro que estaba bajo ella—. Terminé contigo.

O ella no podía escucharme por la música o había decidido simplemente ignorarme,

no lo podía saber. Todo lo que sabía era que una vez más me encontré a mí misma

comparándola con Zoe. Justo como con Zoe, había tratado de hacer algo bueno por

Jill, y me había salido mal. Justo como con Zoe, había terminado hiriendo y

humillando a la que había tratado de proteger.

Lo siento Sage. La última vez que revisé, tú no eras una experta en asuntos sociales.

Page 137: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

137

Esa, pensé amargamente, era la parte más triste de todo… que Adrian Ivashkov tenía

razón.

Page 138: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

138

Capítulo 10

Traducido por Dani

Corregido por masi

i teléfono sonó justo en ese momento, salvándome de la

incomodidad de descubrir qué hacer con Jill. Respondí sin

molestarme en comprobar quién llamaba.

—¿Señorita Melbourne? Se necesitan sus servicios inmediatamente.

—¿Señora? —pregunté sorprendida. La frenética voz de la Sra. Terwilliger no era lo

que había estado esperando—. ¿Qué está mal?

—Necesito que me consigas un cappuccino con salsa de caramelo de Spencer’s. No

hay absolutamente ninguna forma de que pueda terminar de traducir este documento si

no lo haces.

Había un millón de respuestas que podía responder a eso, ninguna de las cuales sería

muy educada, así que decidí probar con el punto obvio de lógica.

—No creo que pueda —dije.

—Tienes privilegios para salir del campus, ¿no es así?

—Bueno, sí, señora, pero es casi el toque de queda del campus. No sé dónde queda

Spencer’s, pero no creo que pueda regresar a tiempo.

—Tonterías. ¿Quién está a cargo de tu residencia universitaria? ¿Esa mujer Weathers?

La llamaré y te conseguiré una excepción. Estoy trabajando en una de las oficinas de la

biblioteca. Reúnete conmigo allí.

A pesar de mi personal devoción por el café, conseguir una “excepción” del toque de

queda de la escuela me parecía un poco excesivo para un recado como éste. No me

gustaba romper las reglas. Por otro lado, era la asistente de la Sra. Terwilliger. ¿Esto no

M

Page 139: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

139

era parte de la descripción de mi trabajo? Todos los antiguos instintos de Alquimista de

seguir órdenes me golpearon.

—Bueno, sí, señora, supongo que yo…

Ella colgó, y me quedé mirando fijamente el teléfono, asombrada.

—Me tengo que ir —le dije a Jill—. Afortunadamente estaré de regreso pronto. Tal vez

muy pronto dado que me sorprendería si se acordara de llamar a la Srta. Weathers. —

Ella no levantó la vista. Con un encogimiento de hombros, guardé mi portátil y algo de

tarea, sólo en caso de que la Sra. Terwilliger pensara en algo más para que hiciera.

Con la palabra café en la frase, la memoria de mi profesora era buena, y encontré que

efectivamente tenía la autorización para salir cuando bajé. La Srta. Weathers incluso

me dio la dirección a Spencer’s, una tienda de café que estaba a unas pocas millas de

distancia. Conseguí el cappuccino, preguntándome si me sería reembolsado, y tomé

algo para mí misma también. El personal de la biblioteca de Amberwood me dio un

difícil momento acerca de llevar bebidas cuando regresé, pero cuando les expliqué mi

recado, me llevaron hacia las oficinas de atrás. Aparentemente la adicción de la Sra.

Terwilliger era bien conocida.

La biblioteca estaba sorprendentemente ocupada, y rápidamente deduje la razón.

Después de cierta hora cada noche, a chicos y chicas les estaba prohibido estar juntos

en los dormitorios. La biblioteca estaba abierta hasta más tarde, así que este era el

lugar donde pasaban el rato con el sexo opuesto. También, montones de personas

estaban allí simplemente para estudiar, incluyendo a Julia y Kristin.

—¡Sydney! ¡Por aquí! —gritó Kristin en un susurro teatral.

—Libérate de Terwilliger —añadió Julia—. Puedes hacerlo.

Levanté el café mientras las pasaba.

—¿Están bromeando? Si no consigue su cafeína pronto, no habrá forma de escaparse

de ella. Volveré si puedo.

Mientras continuaba caminando, vi un pequeño grupo de estudiantes reunidos

alrededor de alguien, y escuché una familiar y molesta voz. La de Greg Slade.

Page 140: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

140

Curiosa a pesar de mi misma, caminé hacia el borde de la multitud. Slade estaba

mostrándoles algo en la parte superior de su brazo: un tatuaje.

El diseño por sí mismo no era nada especial. Era un águila volando, el tipo de arte

genérico que todas las tiendas de tatuajes tenían disponibles y que copiaban en masa.

Lo que captó mi atención fue el color. Estaba todo hecho en un rico plateado metálico.

Los colores metálicos como ese no eran fáciles de utilizar, no con ese brillo e

intensidad. Sabía las sustancias químicas que iban en mi propio tatuaje dorado, y la

fórmula era compleja y compuesta por varios ingredientes raros.

Slade hizo un desganado esfuerzo para mantener su voz baja, los tatuajes estaban

prohibidos por aquí, después de todo, pero estaba claro de que estaba disfrutando de la

atención. Observé en silencio, feliz de que los otros estuvieran haciendo algunas de mis

preguntas por mí. Desde luego, esas preguntas sólo me dejaban con más preguntas.

—Ese es más brillante que los que suelen hacer —señaló uno de sus amigos.

Slade ladeó su brazo para que la luz lo captara.

—Algo nuevo. Dijeron que estos son mejores que los del año pasado. No estoy seguro

de si eso es verdad, pero no fue barato, puedo decirles eso.

El amigo que había hablado sonrió ampliamente.

—Lo descubrirás en las pruebas.

Laurel, la chica pelirroja que había estado interesada en Micah, extendió su pierna al

lado de Slade, revelando un tobillo delgado adornado con un apagado tatuaje de

mariposa. No había colores metálicos ahí.

—Tal vez haga que retoquen el mío, quizás para el baile de bienvenida, si puedo

conseguir el dinero de mis padres. ¿Sabes si los celestiales son mejores este año

también? —Retiró su cabello hacia atrás mientras hablaba. De lo que había observado

en mi breve tiempo en Amberwood, Laurel era muy vanidosa con su cabello y se

aseguraba de moverlo al menos cada diez minutos.

Slade se encogió de hombros.

—No pregunté.

Page 141: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

141

Laurel me notó observando.

—Oh, hey. ¿No eres la hermana de la chica vampiro?

Mi corazón se detuvo.

—¿Vampiro?

—¿Vampiro? —repitió Slade.

¿Cómo lo había descubierto? ¿Qué iba a hacer? Acababa de comenzar a hacer una lista de

los Alquimistas que tenía que llamar cuando el amigo de Laurel rió disimuladamente.

Laurel los miró y rió altaneramente, entonces se giró hacia mí.

—Así es como hemos decidido llamarla. Ningún humano podría posiblemente tener

una piel tan pálida.

Casi me caigo de alivio. Era una broma, una que golpeaba dolorosamente cerca de la

verdad, pero, sin embargo, todavía una broma. Aun así, Laurel no parecía alguien con

quien quisiera cruzarme, y sería mejor para nosotros si fuera una broma prontamente

olvidada. Dejé escapar el primer comentario de distracción que me vino a la mente.

—Hey, cosas extrañas han pasado. Cuando te vi por primera vez, no creía que alguien

pudiera tener el cabello tan largo o tan rojo. Pero no me escuchas hablando sobre

extensiones o tintes.

Slade casi se dobló de la risa.

—¡Lo sabía! ¡Sabía que era falso!

Laurel se sonrojó de un color casi tan rojo como su cabello.

—¡No lo es! ¡Es real!

—¿Srta. Melbourne?

Me sobresalté ante la voz detrás de mí y encontré que la Sra. Terwilliger estaba allí,

mirándome desconcertada.

Page 142: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

142

—No vas a conseguir créditos por conversar, especialmente cuando mi café está

involucrado. Vamos.

Traté de irme pasando desapercibida, a pesar de que difícilmente alguien se dio cuenta.

Los amigos de Laurel estaban divirtiéndose mucho molestándola. Esperaba haber

diseminado las bromas de vampiros.

Mientras tanto, no podía quitar la imagen del tatuaje de Greg de mi mente. Dejé que

mis pensamientos vagaran hacia el misterio de que componentes serían necesarios para

ese color plateado. Casi lo había descubierto —al menos, tenía una posibilidad de

descubrirlo— y deseaba tener el acceso a los ingredientes de los Alquimistas para hacer

algunos experimentos. La Sra. Terwilliger tomó el café con agradecimiento cuando

alcanzamos un pequeño taller.

—Gracias a Dios —dijo, después de tomar un largo sorbo. Asintió hacia mí—. ¿Ese es

uno de reserva? Excelente forma de pensar.

—No, señora —dije—. Es el mío. ¿Quiere que empiece con esos? —Un familiar

montón de libros estaban situados sobre la mesa, unos que había visto en su sala de

clases. Eran las partes centrales de su investigación, y me había dicho que

eventualmente tendría resumir y documentarlos para ella. Tomé el de más arriba, pero

me detuvo.

—No —dijo, moviéndose hacia un largo maletín. Revolvió papeles y suministros de

escritorios variados, finalmente sacando un viejo libro de cuero—. Haz este en su

lugar.

Tomé el libro.

—¿Puedo trabajar allí afuera? —Estaba esperando que si pudiera regresar al área de

estudio principal, podría hablar con Kristin y Julia.

La Sra. Terwilliger lo consideró.

—La biblioteca no te dejará conservar el café. Probablemente deberías dejarlo aquí.

Vacilé, debatiendo si mi deseo de hablar con Kristin y Julia superaba a la probabilidad

de que la Sra. Terwilliger se bebiera mi café antes de que regresara. Decidí arriesgarme

y ofrecer a mi café una dolorosa despedida mientras acarreaba mis libros y volvía a la

biblioteca.

Page 143: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

143

Julia observó al estropeado libro de la Sra. Terwilliger con desdén.

—¿Eso no está en internet en algún lado?

—Probablemente no. Supongo que nadie ni siquiera lo ha mirado desde antes de que el

internet fuera inventado. —Abrí la cubierta. El polvo revoloteó fuera—. Desde mucho

antes.

Kristin tenía la tarea de matemáticas abierta en frente de ella, pero no lucía

particularmente interesada en ella. Daba golpecitos con su pluma, ausentemente,

contra la cubierta del libro de texto.

—Entonces, ¿viste el tatuaje de Slade?

—Difícil no haberlo visto —dije, sacando mi portátil. Eché un vistazo a la pantalla—.

Todavía lo está mostrando.

—Ha querido uno durante mucho tiempo pero nunca había tenido el dinero —explicó

Julia—. El año pasado, todos los grandes atletas los tenían. Bueno, excepto Trey

Juarez.

—Trey casi no necesita uno —señaló Kristin—. Él es así de bueno.

—Lo hará ahora, si quiere mantenerse al mismo nivel que Slade —dijo Julia.

Kristin negó con su cabeza.

—Aun así no lo hará. Está en contra de ellos. Trató de reportarlos con el Sr. Green el

año pasado, pero nadie le creyó.

Miré de una a otra, más perdida que nunca.

—¿Todavía estamos hablando sobre tatuajes? ¿Sobre Trey “necesitando” uno o no?

—¿Realmente no lo has descubierto todavía? —preguntó Julia.

—Es mi segundo día —señalé con frustración. Recordando que estaba en la biblioteca,

hablé más suavemente—. La única persona con quien realmente he hablado sobre ellos

es con Trey y ustedes chicas, y ustedes no han dicho mucho de nada.

Page 144: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

144

Al menos, tuvieron la gracia de lucir avergonzadas por eso. Kristin abrió su boca, se

detuvo, y entonces pareció cambiar lo que iba a decir.

—¿Estás segura de que el tuyo no hace nada?

—Segura —mentí—. ¿Cómo eso es incluso posible?

Julia lanzó una mirada por toda la biblioteca y se giró en su silla. Subió su camiseta un

poco, exponiendo la parte baja de su espalda, y un desteñido tatuaje de una golondrina

volando. Satisfecha de que lo hubiera visto, se dio la vuelta.

—Lo conseguí en las últimas vacaciones de primavera, y fueron las mejores vacaciones

de primavera que he tenido.

—¿A causa del tatuaje? —pregunté escépticamente.

—Cuando lo conseguí, no lucía así. Era metálico… no como el tuyo. O el de Slade.

Más como el de…

—Cooper —proporcionó Kristin.

Julia pensó sobre eso y asintió.

—Sí, como rojo-dorado. El color sólo duró una semana, y mientras estaba así, fue

asombroso. Como, nunca me había sentido tan bien. Era como inhumanamente bien.

Lo mejor que me ha pasado.

—Lo juro, hay algún tipo de droga en esos celestiales —dijo Kristin. Estaba tratando

de sonar desaprobadora, pero pienso que detecté una nota de envidia.

—Si tuvieras uno, lo entenderías —le dijo Julia.

—Celestiales… oí a esa chica de allí hablar sobre ellos —dije.

—¿Laurel? —preguntó Julia—. Sí, así es como llaman a los de cobre. Porque te hacen

sentir fuera de este mundo. —Lucía casi avergonzada por su entusiasmo—. Estúpido

nombre, ¿huh?

Page 145: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

145

—¿Eso es lo que hace el de Slade? —pregunté, aturdida por lo que se estaba revelando

ante mí.

—No, él consiguió uno de acero —dijo Kristin—. Esos te dan un gran empuje atlético.

Como que, eres más fuerte, más rápido. Cosas como esas. Esos duran más que los

celestiales, más de dos semanas. A veces tres, pero los efectos se desvanecen. Supongo

que los llaman de acero porque son fuertes. Y tal vez porque tienen acero en ellos.

Nada de acero, pensé. Un compuesto de plata. El arte de usar metal para ligar ciertas

propiedades en la piel era uno que los Alquimistas habían perfeccionado hace mucho

tiempo. El oro era absolutamente el mejor, ese es el por qué lo usábamos. Otros

metales —cuando se formulaban en las formas apropiadas— lograban efectos

semejantes, pero ni la plata ni el cobre podían adherirse de la forma en que el oro

podía. El tatuaje de cobre era fácil de entender. Un gran número de sustancias para

sentirse bien o drogas, podían ser combinadas con eso para un efecto a corto término.

La plata era más difícil para mí de entender, o mejor dicho, los efectos de un tatuaje de

plata. Lo que estaban describiendo sonaba como alguna clase de esteroide para atletas.

¿Podría la plata contener eso? Tendría que investigar.

—¿Cuántos personas tienen de esos? —les pregunté, impresionada. No podía creer que

tatuajes tan complicados fueran tan populares aquí. También estaba comenzando a

darme cuenta de cómo de rico, realmente, era el cuerpo estudiantil de aquí. Sólo los

materiales costarían una fortuna, dejando de lado cualquiera de los supuestos efectos

secundarios.

—Todos —dijo Julia.

Kristin frunció el ceño.

—No todos. Casi he conseguido ahorrar lo suficiente, sin embargo.

—He dicho que al menos la mitad de la escuela ha intentado con un celestial —dijo

Julia, disparándole a su amiga una mirada consoladora—. Puedes conseguir que te los

vuelvan a retocar después, pero aun así cuesta dinero.

—¿La mitad de la escuela? —repetí con incredulidad. Miré alrededor, preguntándome

cuantas camisetas y pantalones ocultaban tatuajes—. Esto es una locura. No puedo

creer que un tatuaje pueda hacer algo de eso. —Esperaba estar haciendo un buen

trabajo escondiendo cuánto sabía realmente.

Page 146: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

146

—Hazte un celestial —dijo Julia con una sonrisa—. Entonces lo creerás.

—¿Dónde los consiguen?

—Es un lugar llamado Nevermore —dijo Kristin—. Son selectivos, sin embargo, y no

los dan fácilmente. —No tan selectivos, pensé, si la mitad de la escuela los tenía—. Se

pusieron mucho más cuidadosos después de que Trey tratara de delatarlos. —Ahí

estaba el nombre de Trey otra vez. Ahora tenía sentido que hubiera sido tan despectivo

sobre mi tatuaje cuando nos conocimos. Pero me preguntaba por qué le importaba

tanto, lo suficiente para tratar de detenerlos. Eso no era sólo un desacuerdo casual.

—¿Supongo que piensa que es injusto? —brindé diplomáticamente.

—Creo que simplemente está celoso por qué no puede costearse uno —dijo Julia—.

Tiene un tatuaje, sabes. Es un sol en su espalda. Pero es sólo uno negro normal, no

uno dorado como el tuyo. Nunca había visto algo como el tuyo.

—Así que, ¿ese es el por qué pensaron que el mío me hacía inteligente? —dije.

—Eso podría haber sido realmente útil durante los exámenes finales —dijo Julia

melancólicamente—. ¿Estás segura de que ese no es el por qué sabes tanto?

Sonreí, a pesar de lo espantada que estaba por lo que acababa de averiguar.

—Ojalá. Tal vez haría que avanzara más rápido en este libro. Con el cual —añadí,

echando un vistazo al reloj—, debería comenzar. —Iba de sacerdotes Greco-Romanos

e ilusionistas, una clase de grimorio detallando los tipos de hechizos y rituales con los

que trabajaban. No era un horrible material de lectura, pero era largo. Había pensado

que la investigación de la Sra. Terwilliger estaba más concentrada en las religiones

dominantes en esa era, así que el libro parecía una extraña elección. Tal vez estaba

esperando incluir una sección de prácticas mágicas alternativas. A pesar de todo,

¿quién era yo para cuestionarla? Si ella me lo pedía, lo haría.

Me quedé más tiempo que Kristin y Julia en la biblioteca, dado que tenía que

quedarme tanto como la Sra. Terwilliger se quedara, lo que era hasta que la biblioteca

cerrara. Parecía complacida de que hubiera llegado tan lejos con las notas y me dijo

que le gustaría que terminara todo el libro en tres días.

—Sí, señora —dije automáticamente, como si no tuviera otras clases en esta escuela.

¿Por qué siempre estaba de acuerdo sin pensarlo?

Page 147: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

147

Regresé al Campus Este, con la vista nublada por todo el trabajo que había hecho y

exhausta por el pensamiento de la tarea pendiente. Jill dormía profundamente, lo que

tomé como una pequeña bendición. No tendría que encarar su acusadora mirada o

descubrir cómo manejar el incómodo silencio. Me preparé para irme a la cama rápida

y silenciosamente, y caí dormida casi tan pronto como golpeé la almohada.

Me desperté alrededor de las tres por el sonido de alguien llorando. Sacudiéndome la

neblina soñolienta, pude distinguir a Jill sentada en su cama, su rostro enterrado en sus

manos.

Grandes sollozos sacudían y atormentaban su cuerpo.

—¿Jill? —pregunté con inseguridad—. ¿Qué está mal?

En la débil luz que venía desde afuera, vi a Jill levantar su cabeza y mirarme. Incapaz

de responder, negó con la cabeza y comenzó a llorar una vez más, está vez más fuerte.

Me levanté y fui a sentarme al borde de su cama. No podía realmente llevarme a mí

misma a abrazarla o tocarla para consolarla. Sin embargo, me sentía terrible. Sabía que

esto tenía que ser culpa mía.

—Jill, lo siento tanto. Nunca debería haber ido a ver a Adrian. Cuando Lee te

mencionó, simplemente debería haberme detenido ahí y haberle dicho que hablara

contigo si estaba interesado. Simplemente debería haber hablado contigo en primer

lugar… —Las palabras salieron a tropel. Cuando la miré, todo en lo que podía pensar

era en Zoe y sus terribles acusaciones la noche que me había ido. De algún modo, mi

ayuda siempre era contraproducente.

Jill respiró ruidosamente y se las arregló para soltar algunas palabras antes de

desmoronarse otra vez.

—No es… no es eso…

Miré impotentemente sus lágrimas, frustrada conmigo misma. Kristin y Julie pensaban

que era sobrehumanamente lista. Aun así garantizaba que una de ellas hubiera sido

capaz de consolar a Jill cien veces mejor de lo que yo podía. Estiré mi mano y casi

toqué su brazo, pero me eché para atrás en el último momento. No, no podía hacer

eso. Esa voz Alquimista en mí, la voz que siempre me advertía de que mantuviera mi

distancia de los vampiros, no me dejaría tocar a uno en esa forma que era tan personal.

Page 148: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

148

—Entonces ¿qué es? —le pregunté al final.

Negó con su cabeza.

—No es… no puedo decirlo… no lo entenderías.

Con Jill, pensé, un gran número de cosas podría estar mal. La inseguridad de su estatus de

la realeza. Las amenazas contra ella. Ser enviada lejos de toda su familia y amigos,

atrapada entre humanos en un perpetuo sol. Realmente no sabía dónde empezar.

Anoche, había habido un escalofriantes terror desesperado en sus ojos cuando

despertó. Pero esto era diferente. Esto era tristeza. Esta era desde el corazón.

—¿Qué puedo hacer para ayudar? —pregunté al final.

Tomó varios minutos que se tranquilizara.

—Ya lo estás haciendo en abundancia —se las arregló para decir—. Lo apreciamos, de

verdad. Especialmente después de lo que Keith te dijo. —¿No había nada que Adrian

no le hubiera dicho?—. Y lamento… lamento haber sido tan perra contigo más

temprano. No te merecías eso. Sólo estabas tratando de ayudar.

—No… no te disculpes. Lo arruiné.

—No tienes que preocuparte, sabes —añadió—. Sobre Micah. Lo entiendo. Sólo

quiero ser su amiga.

Estaba bastante segura de que todavía no estaba haciendo un buen trabajo haciéndola

sentir mejor. Pero tenía que admitir que disculpándome, al menos, parecía estar

distrayéndola de lo que sea que la hubiera despertado con tanto dolor.

—Lo sé —dije—. Nunca debería haberme preocupado por ti.

Me aseguró otra vez que estaba bien, sin más explicación sobre porqué se había

despertado llorando. Sentía como si debería haber hecho más para ayudar, pero en

cambio, hice mi camino de regreso a mi cama. No escuché más sollozos durante el

resto de la noche, pero una vez, cuando desperté un par de horas más tarde, eché un

vistazo a hurtadillas hacia ella. Sus facciones apenas eran distinguibles en la luz de la

mañana. Yacía ahí, con los ojos abiertos de par en par y mirando hacia la nada, con

una mirada atormentada en su cara.

Page 149: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

149

Page 150: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

150

Capítulo 11

Traducido por Paaau

Corregido por masi

ntes de clase, el día siguiente, le dejé un mensaje a alguien de la oficina

de Alquimistas, diciéndoles que necesitaba que “El Sr. y la Sra.

Melrose” enviarán una nota excusando a Jill de Educación Física, o al

menos de las actividades al aire libre. Esperaba que se movieran rápido con esto. Los

Alquimistas eran rápidos cuando querían serlo, pero a veces tenían ideas extrañas de lo

que tenía prioridad. Esperaba que no tuvieran la misma actitud hacia la miseria de Jill

como la que tenía Keith.

Pero sabía que no debía esperar acciones ese día, así que Jill debía sufrir otra clase de

Educación Física, y yo tenía que sufrir por verla sufrir a ella. Lo que era realmente

terrible, era que Jill no se había quejado ni había tratado de escaquearse de nada. Ni

siquiera mostró ningún signo de descomposición la noche anterior. Vino con

determinación y optimismo, como si éste fuera el día en que el sol no la afectaría. Sin

embargo, en poco tiempo, comenzó a decaer justo como lo había hecho la última vez.

Se veía enferma y cansada, y mi propio rendimiento había flaqueado un poco porque

seguía observándola, asustada de que se desmayara.

Micah era la gracia salvadora. Una vez más, cambió sin temor los equipos, esta vez

desde el comienzo de la clase. La cubrió justo como lo hizo la última vez,

permitiéndole escapar de la atención de su profesora y sus compañeros, excepto de la

de Laurel, quien parecía notar —y molestarse por— todo lo que él hacía. Los ojos de

ella pasaban enojados de él a Jill, y continuaba arrojando su cabello sobre su hombro

para llamar la atención de él. Me entretenía notar que la atención de Micah se

mantenía únicamente en mantener el balón lejos de Jill.

Micah también saltó a su lado inmediatamente después de que la clase terminara con

una botella de agua, la cual ella aceptó agradecidamente. Yo también estaba

agradecida, pero ver la preocupación que tenía por ella, desenterraba todas mis

antiguas preocupaciones. Sin embargo, ella cumplió su palabra. Respondió a sus

atenciones de una forma amistosa, pero definitivamente no podías considerar que

A

Page 151: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

151

fuera coqueteo. Aunque él no escondía sus intenciones, y yo aún estaba preocupada de

que sería mejor si no tuviera que lidiar con ellas. Lo decía en serio cuando dije que

confiaba en ella, pero no podía dejar de pensar que sería mejor para todos si él desistía

de sus avances. Esto requeriría Una Conversación.

Temiendo lo que tenía que hacer, alcancé a Micah fuera de los vestuarios. Ambos

estábamos esperando a que Jill terminara, y tomé ventaja de mi tiempo a solas con él.

—Hey, Micah —dije—, necesito hablar contigo…

—Hey —respondió él alegremente. Sus ojos azules estaban muy abiertos y llenos de

entusiasmo—. Tengo una idea que quería comentarte. Si ustedes chicos no pueden

conseguir una nota para ella, ¿quizás podrías ver si pueden cambiar su horario? Si

toma Educación Física en el primer periodo, no hará tanto calor afuera. Quizás no

será tan complicado para ella. Quiero decir, parece que le gustaría participar en alguna

de estas cosas.

—Le gustaría —dije lentamente—. Y es realmente una buena idea.

—Conozco a algunas personas que trabajan en la oficina. Les diré que vean algunas

opciones, y que vean si es posible con el resto de sus clases. —Fingió un puchero—.

Me dará tristeza no tenerla en clases, pero valdrá la pena saber que no se siente tan

miserable.

—Sip —respondí débilmente, sintiendo de pronto una pérdida. Realmente había

tenido una buena idea. Incluso era lo suficientemente poco egoísta como para

renunciar a la oportunidad de estar con ella en orden de promover un buen común.

¿Cómo podría tener con él “la charla” ahora? ¿Cómo podría decir de repente “deja a

mi hermana en paz” cuando estaba siendo tan amable? Era tan mala como Eddie

evitando la confrontación con Micah. Este chico era demasiado agradable para su

propio bien.

Antes de poder responder algo, Micah fue en una dirección inesperada.

—Sin embargo, realmente deberías conseguirle un doctor. No creo que tenga una

alergia al sol.

—¿Oh? —pregunté sorprendida—. ¿No la has visto sufrir durante las clases cada día?

Page 152: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

152

—No, no, créeme, a ella definitivamente le pasa algo con el sol —me aseguró

rápidamente—, pero quizás la diagnosticaron mal. Leí sobre las alergias al sol, y a la

gente por lo general le sale sarpullido. Esta debilidad general que ella tiene… no lo sé.

Creo que podría ser algo más.

Oh, no.

—¿Cómo qué?

—No lo sé —murmuró—. Pero seguiré buscando teorías y te lo haré saber.

Maravilloso.

Educación Física también me permitió echar mi primer vistazo a uno de los tatuajes

metálicos de Amberwood en acción. Era imposible no mirar a Greg Slade durante la

clase, y yo no era la única que se distraía. Justo como Kristin y Julia habían dicho, él

realmente era fuerte y rápido. Hacía saltos ante los que nadie más era capaz de

reaccionar. Cuando golpeaba la pelota, era un milagro que no escuchásemos una

explosión sónica después. Esto le valió elogios al comienzo, pero pronto, me di cuenta

de algo. Había un margen poco riguroso en su juego. Estaba lleno de habilidad, sí,

pero a veces estaba desenfocada. Esos poderosos bateos no siempre servían, porque

tiraba la bola fuera de los límites. Y cuando corría para hacer un tiro, apenas notaba a

los que estaban alrededor de él. Cuando un chico de mi clase de Inglés fue derribado

sobre su espalda, simplemente por estar en el camino de Slade y la bola, la señorita

Carson detuvo el juego y gritó su desagrado ante la agresión de Slade. Él lo asumió

con una mueca malhumorada.

—Que mal que Eddie no esté en esta clase —dijo Jill después de un rato—. Sería un

oponente ideal para Slade.

—Quizás es mejor que nadie lo note —señalé. Por lo que había oído, Eddie ya era una

estrella brillante en su clase de Educación Física. Era parte del atletismo natural de los

dhampir, y sabía que estaba trabajando duro para no ser demasiado bueno en todo.

Me presenté ante la Sra. Terwilliger, feliz de encontrar a mi profesora totalmente

surtida de su propio café. Pasé casi todo el periodo examinando el libro y tomando

notas en mi portátil. A la mitad, ella vino para revisar mi trabajo.

—Eres muy organizada —dijo, mirando sobre mi hombro—. Títulos, subtítulos, y

encabezados.

Page 153: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

153

—Gracias —dije. Jared Sage había sido muy particular al enseñarles a sus hijas

técnicas de investigación.

La Sra. Terwilliger tomó un sorbo de café y continuó leyendo la pantalla.

—No registraste el ritual ni los pasos de los hechizos —dijo ella momentos después—.

Sólo los resumiste en un par de líneas.

Bueno, sí, ese era el punto de tomar apuntes.

—Cité todos los números de las páginas —dije—. Si necesita comprobar los

componentes reales, hay una referencia fácil.

—No… hazlo de nuevo y pon todos los pasos y los ingredientes en tus notas. Quiero

ser capaz de tenerlo todo en el mismo lugar.

Lo tiene en un mismo lugar, quise decir. En el libro. Los apuntes eran para condensar el

material, no repetir el texto original palabra por palabra.

Pero la Sra. Terwilliger ya se había alejado, mirando su archivador distraídamente,

mientras murmuraba para ella misma acerca de una carpeta fuera de lugar. Con un

suspiro, retrocedí hasta el comienzo del libro, tratando de no pensar en cómo esto me

iba a retrasar. Al menos sólo estaba haciendo esto por créditos y no por una nota.

Me quedé después del último toque de la campana, en un esfuerzo por recuperar el

tiempo perdido. Cuando regresé a mi dormitorio, tuve que despertar a Jill que estaba

profundamente dormida después de su agotador día.

—Buenas noticias —le dije mientras ella pestañeaba con ojos de sueño—. Es día de

alimentación.

Definitivamente eran palabras que jamás pensé decir.

Tampoco pensé que estaría entusiasmada por eso. Y ciertamente no estaba

emocionada por la idea de Jill mordiendo el cuello de Dorothy. Estaba, sin embargo,

sintiéndome bastante mal por Jill, y estaba aliviada de que obtuviera algo de sustento.

Estar tan limitada a un suplemento de sangre, debía hacer las cosas doblemente

difíciles para ella.

Page 154: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

154

Nos encontramos con Eddie escaleras abajo cuando fue tiempo de irnos. Miró a Jill

preocupado.

—¿Estás bien?

—Estoy bien —dijo ella con una sonrisa. No se veía ni de cerca tan mal como lo hacía

anteriormente. Me estremecí al pensar en qué habría hecho Eddie si hubiera estado en

nuestra clase, y hubiera visto lo mal que ella estaba.

—¿Por qué está todavía ocurriendo? —me preguntó él—. ¿No ibas a hablar con Keith?

—Sufrimos un retraso —dije evasivamente, llevándolos hasta el estacionamiento de

estudiantes, donde estaba estacionado Latte—. Haremos que pase. —Si los

Alquimistas no venían con una nota, iba a tratar de usar la sugerencia de Micah, y

lograr que la cambiaran a la clase de Educación Física de la mañana.

—Sabemos que lo harás —dijo Jill. Apenas podía distinguir la simpatía en su voz,

recordándome que ella sabía de mi pelea de ayer con Keith. Esperaba que no lo

mencionara en frente de Eddie, y sentí alivio cuando cambió a un tema al azar y

sorprendente—. ¿Crees que podemos recoger una pizza por el camino? Adrian no

quiere más de la comida de Dorothy.

—Que terrible para él —remarcó Eddie, subiéndose al asiento trasero y dejando que

Jill viajara adelante—. Tener un chef personal dispuesto a hacerle lo que él quiera. No

sé cómo se las arregla.

Me reí, pero Jill parecía indignada en nombre de Adrian.

—¡No es lo mismo! Ella cocina cosas verdaderamente gastronómicas.

—Aún espero el problema —dijo Eddie.

—También trata de hacerlo muy saludable. Dice que es mejor para Clarence. Así que

nunca hay sal, ni pimienta, ni mantequilla. —Dios, ¿qué tan a menudo hablaban ella y

Adrian?—. No hay sabor ni nada. Lo está volviendo loco.

—Parece que todo lo está volviendo loco —comenté, recordando su petición por un

nuevo alojamiento—. Y no puede ser tan malo. ¿No fue a Los Ángeles anoche? —La

única respuesta de Jill fue fruncir su ceño.

Page 155: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

155

Sin embargo, tenía la sensación de que estaríamos en la casa de Clarence por un

tiempo, y, personalmente, no quería comer nada preparado en esa casa. Así que fue

más por egoísmo que estuve de acuerdo en parar en algún lugar de comida para llevar,

y comprar algunas pizzas. La cara de Adrian estaba radiante cuando entramos en la

sala de estar, la cual —aparte de la sala de billar— parecía ser el lugar donde más

tiempo pasaba en la casa de Clarence.

—Jailbait —declaró, saltando—. Eres una santa. Una diosa, incluso.

—Hey —dije—. Yo pagué por ellas.

Adrian llevó una de las cajas pizzas al sofá, para consternación de Dorothy. Se

apresuró a salir, murmurando acerca de platos y servilletas. Adrian me dio un

asentimiento conciliador.

—Tú también estas bien, Sage —dijo.

—Bueno, bueno, ¿qué tenemos aquí? —Clarence entró tambaleante al cuarto. No lo

había notado antes, pero usaba un bastón para caminar. Tenía una serpiente de cristal

en la parte superior, que era a la vez impresionante y espantosa. Justo la clase de cosa

que te imaginas para un viejo vampiro—. Parece una fiesta.

Lee estaba con él, saludándonos con sonrisas y asentimientos de cabeza. Sus ojos

permanecieron brevemente en Jill, y eligió un lugar para sentarse junto a ella, pero no

muy cerca. Jill se animó más de lo que había estado en días. Todos estaban

comenzando a sumergirse en la pizza, cuando Dorothy apareció en la puerta con un

nuevo invitado. Sentí que mis ojos se ampliaban. Era Keith.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, manteniendo mi voz neutral.

Él guiñó.

—Vine a chequearlos a todos y asegurarme que todo está bien. Ese es mi trabajo:

cuidarlos a todos.

Keith estaba alegre y amistoso mientras se dirigía a la pizza, sin ningún indicio de la

pelea que tuvimos la última vez. Él sonreía y hablaba con todos como si fueran

mejores amigos, dejándome totalmente desconcertada. Nadie más parecía pensar que

su comportamiento fuera extraño, pero ¿por qué lo harían? Ninguno de ellos tenía la

historia que yo tenía con Keith.

Page 156: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

156

No, eso no era del todo verdad. A pesar de estar enfrascado en una conversación con

Eddie, Adrian hizo una pausa para dirigirme una curiosa mirada, silenciosamente

preguntándome por la pelea de ayer. Miró hacia Keith y luego hacia mí. Me encogí de

hombros, sin poder hacer nada, dejándole saber que yo estaba igual de confundida por

el cambio de actitud. Quizás Keith se arrepentía de su arranque de ayer. Por supuesto,

eso habría sido mucho más fácil de aceptar si hubiera venido con, oh, una disculpa.

Mordisqueé un trozo de pizza de queso, pero en general observé a los otros. Jill estaba

contándole animadamente sus primeros días a Adrian, evidentemente dejando las

cosas malas a un lado. Él al escuchaba indulgentemente, asintiendo con la cabeza e

interviniendo con ocasionales bromas ingeniosas. Algunas de las cosas que ella le dijo

eran bastante básicas, y me sorprendía que no las hubiera nombrado en sus

conversaciones por teléfono. Quizás él tenía tanto que decir esas veces, que no había

tiempo para ella. Él tampoco mencionó ni su aburrimiento ni sus quejas.

Clarence ocasionalmente charlaba con Eddie y con Lee, pero sus ojos constantemente

se iban hacia Jill. Había una mirada triste en sus ojos, y recordé que su sobrina había

sido sólo un poco más mayor que Jill. Me pregunté si quizás parte de la razón de que

estuviera tan dispuesto a recibirnos, era en esfuerzo por reclamar parte de esa vida

familiar que había perdido.

Keith se había sentado cerca de mí, al principio incomodándome, pero luego dándome

una razón para hurgar en su cerebro. Viendo a los otros enfrascados en

conversaciones, le pregunté suavemente: —¿Alguna vez has escuchado de una

imitación de los tatuajes de los Alquimistas en la población en general?

Él me dirigió una mirada de asombro en respuesta.

—Ni siquiera sé lo que eso significa.

—En Amberwood, hay esta tendencia. Aparentemente, hay un lugar en la ciudad que

hace tatuajes de metal que dan características especiales, como las nuestras. Algunos

sólo drogan de alguna manera. Otros tienen una especie de efecto de esteroides.

Frunció el ceño.

—No están vinculados con el oro, ¿verdad?

Page 157: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

157

—No. Plata y cobre. Así que no duran. Probablemente de esa forma las personas que

los hacen ganan más dinero.

—Pero no pueden ser como los nuestros entonces —argumentó él—. No hemos

usados esos metales para los tatuajes en siglos.

—Sí, pero quizás alguien esté usando tecnología de los Alquimistas para crear estos.

—¿Sólo para que la gente se drogue? —preguntó—. Ni siquiera sé cómo reaccionará

eso con los agentes metálicos.

—Tengo algunas ideas —dije.

—Y déjame adivinar. Involucran mezclas de narcóticos. —Cuando asiento, él suspira

y me lanza una mirada como si tuviera 10 años—. Sydney, es más probable que

alguien haya encontrado un método de tatuar vulgar parecido al nuestro, pero que no

tiene conexión. Si es así, no hay nada que podamos hacer al respecto. Las drogas

suceden. Cosas malas pasan. Si no tiene que ver con los asuntos de los Alquimistas,

entonces no es asunto nuestro.

—Pero, ¿y si está conectado con los asuntos de los Alquimistas? —pregunté.

Él gimió.

—¿Ves? Por esto me preocupaba que vinieras, por esta tendencia que tienes de salirte

por la tangente y tener teorías salvajes.

—Yo no…

—Por favor no me avergüences —siseó, lanzándole una mirada al resto—. No con

ellos, no con nuestros superiores.

Su reproche me hizo callar, en su mayoría por la sorpresa. ¿Qué había querido decir

con “esta tendencia” que yo tenía? ¿De verdad estaba sugiriendo que me había

analizado psicológicamente años atrás? La idea de que yo pudiera avergonzarlo era

ridícula… aun así sus palabras plantaron una semilla de duda en mí. Quizás los

tatuajes de Amberwood eran una moda no relacionada.

Page 158: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

158

—¿Cómo estuvo Educación Física? —Las palabras de Adrian me sacaron de mis

pensamientos. Aún estaba escuchando el resumen de la escuela con Jill. Ella hizo una

mueca ante la pregunta.

—No muy bien —admitió, dando un resumen de los peores momentos. Eddie me

dirigió una mirada significativa, parecida a la de antes.

—No puedes seguir así —exclamó Lee—. El sol de aquí es brutal.

—Estoy de acuerdo —dijo Keith, de todos—. Sydney, ¿por qué no me dijiste lo malo

que era?

Creo que mi mandíbula golpeó el suelo.

—¡Lo hice! Es por esto que estaba tratando de que te pusieras en contacto con la

escuela.

—No me diste la historia completa. —Le dirigió una de sus sonrisas dulces a Jill—. No

te preocupes. Me haré cargo de esto por ti. Me pondré en contacto con los funcionarios

de la escuela, y con los Alquimistas.

—Ya hablé con ellos —argumenté.

Pero bien podría no haber dicho nada. Keith ya había cambiado de tema y estaba

hablando con Clarence de algo irrelevante. ¿De dónde había venido este cambio

rotundo? Ayer, el malestar de Jill había sido de baja prioridad. Hoy, Keith era su

caballero de brillante armadura. Y en el proceso, él había sugerido que yo lo había

arruinado. Ese es su plan, me di cuenta. No me quiere aquí. Nunca me ha querido aquí. Y

luego, algo peor se me ocurrió.

Él va a usar esto para comenzar a construir un caso contra mí.

A través del cuarto, Adrian atrapó mi mirada de nuevo. Él lo sabía. Había estado

escuchando cuando hablé con Keith en la entrada. Adrian comenzó a hablar, y sabía

que iba a exponer a Keith en su mentira. Era galante, pero no lo que quería. Podía

lidiar con Keith yo misma.

—¿Cómo estuvo Los Ángeles? —pregunté rápidamente, antes de que Adrian tuviera

oportunidad de decir algo. Me miró curiosamente, sin duda preguntándose por qué no

lo había dejado ser un testigo en mi caso—. Fuiste ahí con Lee anoche, ¿verdad?

Page 159: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

159

Adrian pareció confuso, pero una sonrisa suavizo su cara.

—Sí —dijo al final—. Fue genial. Lee me mostró la vida universitaria.

Lee se rió.

—No iría tan lejos. No sé dónde estuviste la mitad de la noche.

Adrian tenía esta mirada en su cara, que era de cierto modo encantadora pero que a la

vez me hacía querer golpearlo.

—Dividimos caminos. Fui a conocer a alguno de los otros Moroi en el área.

Incluso Eddie no pudo quedarse callado ante eso.

—Oh, ¿así es como lo llamas?

Jill se levantó abruptamente.

—Voy a conseguir mi sangre ahora. ¿Está bien?

Hubo un momento de extraño silencio, en gran parte porque no creo que nadie supiera

a quién le estaba pidiendo permiso.

—Por supuesto, querida —dijo Clarence, poniéndose en su rol de anfitrión—. Creo

que Dorothy está en la cocina.

Jill dio un pequeño asentimiento de cabeza, y se apresuró a salir del cuarto. El resto de

nosotros intercambiamos miradas.

—¿Algo está mal? —preguntó Lee, viéndose preocupado—. ¿Debería… debería ir a

hablar con ella?

—Aún está estresada —dije, sin atreverme a mencionar los episodios de llanto y gritos.

—Pensé en algo que puede ser divertido para ella… para todos nosotros —dijo él

tentativamente. Miró a su alrededor, y luego detuvo su mirada en mí. Supongo que era

la mamá designada aquí—. Si crees que está bien. Quiero decir… es un poco tonto,

Page 160: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

160

pero pensé que podríamos jugar al mini golf en la tarde. Tienes todas estas fuentes y

estanques, de hecho. Ella es usuaria del agua, ¿verdad? Debe estar extrañándolo.

—Lo hace —dijo Eddie, frunciendo el ceño—. Lo mencionó ayer.

Me estremecí. Keith había estado enviado un mensaje de texto desde su teléfono y se

congeló. Sin importar nuestras diferencias, compartíamos una base de entrenamiento

similar, y los dos nos sentíamos intranquilos con la idea de la magia de los Moroi.

—Eso probablemente le guste mucho —dijo Adrian. Sonaba reacio a admitirlo. Creo

que aún estaba intranquilo con la idea de que a Lee le interesara Jill, sin importar lo

amigos que ellos fueran. La idea de Lee era a la vez inocente y concienzuda. Era difícil

encontrar defectos en ella.

Lee inclinó su cabeza, pensativo.

—Tienen un toque de queda tardío los fines de semana, ¿verdad? ¿Quieren ir esta

noche?

Era viernes, lo que nos daba una hora extra fuera del dormitorio.

—Yo juego —dijo Adrian—. Literal y figurativamente.

—Si Jill está ahí, yo estoy ahí —dijo Eddie.

Ellos me miraron. Estaba atrapada. Quería volver y ponerme al día con el trabajo. Sin

embargo, decir eso sonaba patético, y supuse que tenía que actuar como la

acompañante femenina de Jill. Además, me recordé, esta asignación no era sobre mí y

mis notas, sin importar lo mucho que pretendiera que sí lo era. Era sobre Jill.

—Puedo ir —dije lentamente. Pensando que esto sonaba bastante a estar fraternizando

con vampiros, miré intranquila hacia Keith. Había vuelto a escribir en su teléfono

móvil ya que esa magia no estaba en discusión.

—¿Keith? —le pregunté a modo de permiso.

Levantó la vista.

—¿Huh? Oh, no puedo ir. Tengo que estar en un lugar.

Page 161: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

161

Traté de no hacer una mueca. Me había mal entendido y creyó que lo estaba

invitando. Por otro lado, tampoco se oponía a que el resto de nosotros fuéramos.

—Ah, que agradable —dije Clarence—. Una salida para la gente joven. ¿Quizás

compartirían primero una copa de vino conmigo? —Dorothy entró con una botella de

vino tinto, Jill arrastrándose detrás de ella. Clarence sonrió a Adrian—. Sé que te

gustaría una copa.

La expresión de Adrian decía que definitivamente le gustaría. En cambio, tomó un

poco de aire y negó con la cabeza.

—Más vale que no.

—Deberías —dijo Jill gentilmente. Incluso después de beber sólo un poco de sangre, se

veía llena de vida y energía.

—No puedo.

—Es fin de semana —le dijo ella—, no es gran cosa. Especialmente si eres cuidadoso.

Se miraron mutuamente y al final, él dijo: —Está bien. Ponme una copa.

—También una para mí, por favor —dijo Keith.

—¿De verdad? —le pregunté—. No sabía que bebías.

—Tengo veintiún años —respondió.

Adrian aceptó la suya de Dorothy.

—De alguna forma, pienso que esa no es la preocupación de Sage. Pensé que los

Alquimistas evadían el alcohol de la misma forma en que evaden los colores primarios.

Miré hacia abajo. Estaba usando gris. Keith estaba usando marrón.

—Una copa no hará daño —dijo Keith.

No discutí con él. No era mi trabajo cuidar a Keith. Y los Alquimistas no tenían reglas

contra el consumo en sí. Teníamos fuertes creencias religiosas sobre lo que significaba

vivir un buen y puro estilo de vida, y la bebida era considerada en general con

Page 162: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

162

desprecio. ¿Estaba prohibida? No. Era una costumbre, una que yo consideraba

importante. Si no lo hacía, supuse que era su elección.

Keith estaba llevando la copa a sus labios cuando Adrian dijo: —0 Rh+4, mi favorita.

Keith escupió el vino que había tomado e inmediatamente comenzó a toser. Estaba

aliviada de que nada hubiera caído sobre mí. Jill rompió en risas, y Clarence miró a su

copa interrogativamente.

—¿Lo es? Pensé que era cabernet sauvignon.

—Lo es —dijo Adrian, imperturbable—. Mi error.

Keith le dirigió a Adrian una sonrisa tirante, como si también pensara que era una

broma graciosa, pero a mí no me engañaba. Keith estaba enfadado de que se hubieran

burlado de él, y no importaba lo amistoso que pretendiera ser con todos, sus puntos de

vista contra los vampiros y los dhampir eran tan duros como siempre lo habían sido.

Por supuesto, probablemente Adrian no estaba ayudando. Honestamente, pensaba que

era muy gracioso, y trabajé en esconder mi sonrisa para que Keith no se enojara

conmigo de nuevo. Era difícil hacerlo porque, poco después, Adrian me lanzó una

sonrisa secreta, conocedora, que decía, Eso es una venganza por lo de antes.

Eddie miró a Jill.

—Me alegra de que tuvieras tu sangre hoy. Sé que quieres aprender algunos

movimientos de defensa, pero quería esperar hasta que tuvieras tus fuerzas de regreso.

Jill se iluminó.

—¿Podemos hacerlo mañana?

—Por supuesto —dijo él, viéndose tan encantado por esto como lo hacía ella.

Keith frunció el ceño.

—¿Por qué tiene que aprender a pelear cuando te tiene a ti alrededor?

Eddie se encogió de hombros.

4 Rh+: Grupo sanguíneo.

Page 163: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

163

—Porque ella quiere, y debería tener cada habilidad que pudiera conseguir. —No

mencionó exactamente los atentados contra su vida, no en frente de Lee y Clarence,

pero el resto de nosotros entendimos.

—Pensé que los Moroi no eran buenos peleando —dijo Keith.

—En su mayoría porque no están entrenados para eso. No son tan fuertes como

nosotros, claro, pero sus reflejos son mejores que los tuyos —explicó Eddie—. Es sólo

cuestión de aprender las habilidades y tener un buen profesor.

—¿Cómo tú? —bromeé.

—No soy malo —dijo modestamente—. Puedo entrenar a cualquiera que quiera

aprender. —Le dio un codazo a Adrian, quien estaba alcanzando el vino y rellenando

su copa—. Incluso a este chico.

—No, gracias —dijo Adrian—. Estas manos no se ensucian con la lucha.

—O con trabajo manual —comenté, recordando comentarios anteriores suyos.

—Exactamente —dijo él—, pero quizás deberías dejar que Castile te mostrara como

lanzar un puñetazo, Sage. Podría ser útil. Parece una habilidad que una valiente mujer

joven como tú debe poseer.

—Bueno, gracias por el voto de confianza, pero no estoy segura de cuándo lo

necesitaría —dije.

—¡Por supuesto que necesita aprender!

La exclamación de Clarence nos tomó a todos por sorpresa. Realmente pensaba que

estaba dormitando, ya que tenía sus ojos cerrados hace unos momentos. Pero ahora,

estaba inclinado hacia adelante con una expresión entusiasta. Me encogí ante la

intensidad de su mirada.

—¡Debes aprender a protegerte! —me apuntó, luego se movió hacia Jill—. Y tú.

Prométeme que aprenderás a defenderte. Prométemelo.

Los luminosos ojos verdes de Jill se ampliaron con shock. Trató de darle una sonrisa

tranquilizadora, a pesar de que estaba teñida de inquietud.

Page 164: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

164

—Por supuesto, Sr. Donahue. Estoy en ello. Y hasta entonces, tengo a Eddie para

protegerme de los Strigoi.

—¡No de los Strigoi! —Su voz se convirtió en un susurro—. Los cazadores de

vampiros.

Ninguno de nosotros dijo nada. Lee se veía mortificado.

Clarence apretó su copa de vidrio tan fuerte que me preocupé de que pudiera

romperse.

—Nadie hablaba sobre esto entonces, acerca de protegernos. Quizás si Tamara hubiera

aprendido a defenderse no la habrían matado. No es tarde para ti, ni para ti tampoco.

—Papá, ya hemos hablado de esto —dijo Lee.

Clarence lo ignoró. La mirada del hombre cambiaba entre Jill y yo, y me pregunté si

acaso él sabía que yo era humana. O quizás no importaba. Quizás sólo tenía un

trastornado instinto protector hacia todas las niñas de la misma edad de Tamara.

Como que esperaba que Keith, falto de tacto, dijera que no había tal cosa como los

cazadores de vampiros, pero estaba inusualmente callado. Eddie fue quien finalmente

habló, sus palabras suaves y amables. A menudo daba la impresión de ser un guerrero

de vida o muerte, pero fue sorprendente darme cuenta de que en verdad era bastante

compasivo.

—No se preocupe —dijo Eddie—. Yo ayudaré. Las mantendré a salvo y me aseguraré

de que nada malo les pase, ¿está bien?

Clarence aún se veía agitado, pero enfocado en el optimismo de Eddie.

—¿Lo prometes? ¿No dejarás que maten a Tamara de nuevo?

—Lo prometo —dijo Eddie, sin indicar de ninguna manera lo extraña que era la

petición.

Clarence estudió a Eddie unos pocos segundos más y luego asintió con la cabeza.

—Eres un buen chico. —Alcanzó la botella de vino y llenó su copa—. ¿Más? —le

preguntó a Adrian como si nada hubiera pasado.

Page 165: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

165

—Sí, por favor —dijo Adrian, sosteniendo su copa.

Continuamos la conversación como si nada hubiera pasado, pero la sombra de las

palabras de Clarence continuaba cerniéndose sobre mí.

Page 166: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

166

Capítulo 12

Traducido por flochi

Corregido por Caamille

uando salimos a nuestra cita grupal o excursión familiar, o cómo sea que se

llame, Lee no pudo dejar de disculparse por su padre.

—Lo siento —dijo, desplomándose miserablemente en el asiento trasero de Latte—.

No se puede razonar con él. Intentamos decirle que Tamara fue asesinada por un

Strigoi, pero no lo cree. No quiere hacerlo. No puede vengarse de un Strigoi. Son

inmortales. Invencibles. ¿Pero una especie de humano cazador de vampiros? De

alguna manera en su cabeza, eso es algo tras lo que puede ir. Y si no puede, entonces,

puede concentrar su energía en la razón por la que los guardianes no van tras estos

inexistentes cazadores de vampiros.

Apenas escuché el murmullo de Eddie.

—Los Strigoi no son invencibles.

En el espejo retrovisor, vi el rostro de Jill llenarse de compasión. Estaba sentada entre

Lee y Eddie.

—Incluso si es una fantasía, tal vez sea mejor de esta manera —sugirió ella—. Le da

cierto consuelo. Quiero decir, algo. Tener algo tangible que odiar para superarlo. De lo

contrario acabaría cayendo en la desesperación. No va a herir a nadie con sus teorías.

Creo que es dulce. —Contuvo la respiración en esa manera en que lo hacía cuando

decía mucho a la vez.

Mis ojos regresaron a la carretera, pero pude jurar que Lee estaba sonriendo.

—Eso es lindo de tu parte —le dijo—. Sé que le gusta tenerte cerca. Gira hacia la

derecha aquí.

Eso fue para mí. Lee me había estado dando indicaciones desde que dejamos la casa

de Clarence. Estábamos en las afueras de Palm Springs propiamente tal, llegando al

C

Page 167: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

167

bastante impresionante Campo de Golf y Centro Turístico Dioses del Desierto.

Nuevas direcciones nos llevaron al Centro Mega-Fun Mini-Golf, que se encontraba

adyacente al centro turístico. Busqué un lugar para estacionar y escuché a Jill dar un

grito ahogado cuando apareció a la vista un poco del máximo atractivo del campo de

golf. Allí, en el centro de un grupo de llamativos y decorados hoyos verdes, había una

enorme y falsa montaña con una cascada artificial expulsando agua desde su parte

superior.

—¡Una cascada! —exclamó—. Es impresionante.

—Bueno —dijo Lee—, no iría tan lejos. Está hecha de agua que está siendo bombeada

una y otra vez, y sólo Dios sabe qué hay ahí. Lo que quiero decir es que no intentaría

beberla o nadar en ella.

Antes de que incluso detuviera el coche, Adrian estaba saliendo por la puerta,

encendiendo un cigarrillo. Nos habíamos metido en una discusión en el camino, pese a

que le dije tres veces que Latte era un cocho estrictamente de no fumadores. Pronto, el

resto de nosotros también salió, y me pregunté a qué me había apuntado cuando

deambulamos hacia la entrada.

—Nunca he estado en un mini-golf —puntualicé.

Lee se detuvo y me miró fijamente.

—¿Nunca?

—Nunca.

—¿Cómo sucedió eso? —preguntó Adrian—. ¿Cómo es posible que nunca hayas

jugado mini-golf?

—Tuve una inusual infancia —dije finalmente.

Incluso Eddie parecía no creerlo.

—¿Tú? Fui prácticamente criado y aislado en medio de ninguna parte de Montana, e

incluso yo he jugado mini-golf.

Page 168: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

168

Decir que fui educada en casa no era una excusa en este momento, así que lo dejé ir.

En serio, fui limitada a tener una infancia más enfocada en ecuaciones químicas que

en diversión y recreación.

Una vez que empezamos a jugar, pronto le encontré el truco. Mis primeros intentos

fueron bastante malos, pero pronto pude comprender el peso del palo de golf y cómo

se podían maniobrar los ángulos de cada recorrido. Desde ese momento, fue bastante

simple calcular las distancias y la fuerza para asegurar los tiros.

—Increíble. Si hubieras jugado desde que eras niña, en este momento serías

profesional —me dijo Eddie cuando mi bola golpeó la boca abierta de un dragón. La

bola rodó por el fondo, bajó un tubo, rebotó en una pared, y entró en el hoyo—.

¿Cómo lo hiciste?

Me encogí de hombros.

—Es simple geometría. No eres tan malo tampoco —señalé, mirándolo hacer su tiro—

. ¿Cómo lo haces tú?

—Sólo lo alineo y lo golpeo.

—Muy científico.

—Simplemente confío en el talento natural —dijo Adrian, paseándose hasta la entrada

de la Guarida del Dragón—, cuando uno tiene abundante de ello de donde sacar, el

peligro viene de tener demasiado.

—Eso no tiene ningún sentido —dijo Eddie.

La respuesta de Adrian fue hacer una pausa y sacar una petaca de plata del bolsillo

interior de su abrigo. La desenroscó y tomó un rápido trago antes de inclinarse para

alinear su tiro.

—¿Qué fue eso? —exclamé—. No puedes tomar alcohol aquí afuera.

—Escuchaste a Jailbait antes —contestó—. Es fin de semana.

Alineó su bola y tiró. La bola fue directamente a los ojos del dragón, rebotó en ellos, y

se lanzó de regreso hacia Adrian. Rodó y fue a detenerse a sus pies, cerca de donde

había empezado.

Page 169: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

169

—Talento natural, ¿eh? —preguntó Eddie.

Me incliné hacia adelante.

—Creo que rompiste el ojo del dragón.

—Al igual que el de Keith —dijo Adrian—. Pensé que lo agradecerías, Sage.

Le di una mirada cortante, preguntándome si había algún significado oculto detrás de

eso. En su mayor parte, Adrian parecía divertido por su propio ingenio. Eddie

confundió mi expresión.

—Eso fue inapropiado —le dijo a Adrian.

—Lo lamento, papá. —Adrian lanzó nuevamente y consiguió no mutilar ninguna

estatua esta vez. Un par de tiros más y metió una bola—. Aquí vamos. Tres.

—Cuatro —dijimos Eddie y yo al unísono.

Adrian nos miró sin poder creerlo.

—Fueron tres.

—Estás olvidando el primer intento —dije—. Aquel que cegó al dragón.

—Ése fue sólo el calentamiento —discutió Adrian. Sonrió de una manera que creo que

esperaba que me deslumbrara—. Vamos, Sage. Entiendes cómo funciona mi mente.

Dijiste que era brillante, ¿recuerdas?

Eddie me miró sorprendido.

—¿Lo hiciste?

—¡No! Nunca dije eso. —La sonrisa de Adrian era exasperante—. Deja de decirles eso

a las personas.

Dado que estaba a cargo de las puntuaciones, su juego fue registrado como cuatro, a

pesar de sus numerosas protestas. Empecé a avanzar, pero Eddie levantó una mano

para detenerme, sus ojos avellana mirando sobre mi hombro.

Page 170: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

170

—Detente —dijo—. Tenemos que esperar a Jill y Lee.

Seguí su mirada. Estaban metidos en una profunda conversación desde que llegamos,

tanto que se habían retrasado y quedado detrás de nosotros. Incluso durante las

bromas conmigo y Adrian, Eddie había seguido vigilándola, y a nuestros alrededores.

Era impresionante la manera que tenía de hacer varias cosas a la vez. Hasta ahora, Jill

y Lee había estado a solamente un hoyo detrás nuestro. Ahora eran cerca de dos, y eso

era casi demasiado lejos para que Eddie la mantuviera en su vista. Entonces,

esperamos mientras la inconsciente pareja hacía su camino hacia la Guarida del

Dragón.

Adrian tomó otro sorbo de su petaca y sacudió la cabeza con asombro.

—No tienes nada de qué preocuparte, Sage. Ella fue directamente hacia él.

—No gracias a ti —espeté—. No puedo creer que le contaras cada detalle de mi visita

esa noche. Se enojó tanto porque interferí a sus espaldas contigo, Lee y Micah.

—Apenas le dije algo —sostuvo Adrian—. Sólo que se mantuviera alejada de ese chico

humano.

Eddie pasó su vista de uno a otro.

—¿Micah?

Me removí incómoda. Eddie no sabía acerca de cómo me había puesto proactiva.

—¿Recuerdas cuando quise que le dijeras algo? ¿Y tú no querías? —Proseguí a contarle

cómo entonces había buscado la ayuda de Adrian y descubierto el interés de Lee por

Jill. Eddie se horrorizó.

—¿Cómo no me contaste nada de esto? —exigió.

—Bueno —dije, preguntándome si todo lo que hacía iba a resultar en la ira de un

Moroi o un Dhampir—, no te incumbía.

—¡La seguridad de Jill sí! Si algún chico se interesa en ella, necesito saberlo.

Adrian rió.

Page 171: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

171

—¿Sage debería haberte mandado una nota en clases?

—Lee está bien —dije—. Obviamente la adora, y no es como si fuera a estar a solas

con él.

—No sabemos con certeza si está bien —dijo Eddie.

—¿Considerando que Micah está un cien por ciento bien? ¿Hiciste una averiguación de

antecedentes o algo así? —pregunté.

—No —dijo Eddie, pareciendo avergonzado—. Simplemente lo sé. Es un sentimiento

que tengo con respecto a él. No hay problema en que pase el tiempo con Jill.

—Salvo que es humano.

—Ellos no irían en serio.

—No lo sabes.

—Suficiente, los dos —interrumpió Adrian. Jill y Lee finalmente habían alcanzado el

inicio de la Guarida del Dragón, lo que significaba que podíamos seguir. Adrian bajó

su voz—. Su discusión es inútil. Es decir, mírenlos. Ese chico humano ni siquiera se

entera de ello.

Observé. Adrian tenía razón. Jill y Lee estaban claramente cautivados el uno del otro.

Una parte de culpabilidad me hizo preguntarme si debería estar haciendo un mejor

trabajo en cuidar a Jill. Estaba tan aliviada que estuviera interesada en un Moroi que

no me detuve a preguntarme siquiera si debería salir con alguien. ¿Quince años era lo

bastante mayor? Yo no había salido a los quince. En realidad, bueno, nunca había

salido.

—Hay una diferencia de edad entre ellos —admití, más para mí misma.

Adrian se mofó.

—Créeme, he visto diferencias de edades. La suya no es nada.

Se marchó, y unos cuantos momentos después, Eddie y yo nos unimos a él. Eddie

mantuvo su vigilancia simultánea sobre Jill, pero esta vez, tuve la impresión de que

Page 172: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

172

estaba más atento por lo que estaba junto a ella. La risa de Adrian resonó delante de

nosotros.

—¡Sage! —llamó—. Tienes que venir a ver esto.

Eddie y yo alcanzamos el siguiente césped y miramos asombrados. Entonces, me eché

a reír.

Habíamos llegado al Castillo de Drácula.

Un castillo enorme y varias torres negras guardaban el hoyo a cierta distancia. Un

túnel estaba recortado en el centro con un puente estrecho destinado a que la bola

pasara. Si la bola caía por los costados antes de atravesar el castillo, era devuelta al

punto de partida. Un Conde Drácula animatrónico se situaba al costado del castillo.

Era de un blanco puro, con ojos rojos, orejas puntiagudas, y cabello alisado hacia

atrás. Mantenía sus brazos levantados para lucir una capa estilo murciélago. Cerca de

allí, un parlante emitía una espeluznante música de órgano.

No pude dejar de reír. Adrian y Eddie me miraron como si nunca me hubieran visto

antes.

—Creo que nunca la había oído reír —le dijo Eddie.

—Ciertamente no es la reacción que esperaba —reflexionó Adrian—. Había contado

con un completo terror, a juzgar por el pasado comportamiento de Alquimista. No

creía que te gustaran los vampiros.

Todavía riendo, observé a Drácula levantar y bajar su capa.

—Esto no es un vampiro. No uno real. Y eso es lo que lo hace tan gracioso. Es un

campo de Hollywood. Los verdaderos vampiros son aterradores y antinaturales. ¿Esto?

Esto es divertido.

Estaba claro por sus expresiones que realmente ninguno de los dos entendía el por qué

esto me causaba tanta gracia. Adrian, sin embargo, se ofreció a sacarme una foto con

mi teléfono celular cuando se lo pedí. Posé junto a Drácula y puse en mi rostro una

gran sonrisa. Adrian logró ajustar el disparo justo cuando Drácula estaba levantando

su capa. Cuando vi la foto, estuve complacida de ver que había salió a la perfección.

Incluso mi cabello lucía bien.

Page 173: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

173

Adrian le dio a la foto un asentimiento de aprobación con la cabeza antes de

entregarme el teléfono.

—Bien, incluso debo admitir que es bastante linda.

Me encontré a mí misma analizando el comentario. ¿Qué quiso decir con que incluso

debía admitirlo? ¿Qué era linda para ser una humana? ¿O qué satisfacía alguna clase de

criterio de Adrian de chica sexy? Momentos después, me forcé a dejar de pensar en

ello. Déjalo pasar, Sydney. Es un cumplido. Acéptalo.

Jugamos a través del resto de las canchas, finalmente terminando en la cascada misma.

Era un hoyo particularmente desafiante, y tomó mi tiempo alinear el tiro, no es que lo

necesitara. Estaba batiendo todos con bastante facilidad. Eddie era el único que estaba

cerca. Era claro que Jill y Lee ni siquiera tenían su atención puesta en el juego, en

cuanto a Adrian y su talento natural… bueno, se encontraban sólidamente en el último

lugar.

Eddie, Adrian, y yo estábamos todavía adelantados de los otros dos, por lo que

esperamos en la cascada. Jill prácticamente corrió cuando tuvo la oportunidad,

alzando la vista hacia la cascada con ojos encantados.

—Es maravilloso. No he visto semejante cantidad de agua en días.

—Recuerda lo que dije acerca de la toxicidad —bromeó Lee. Pero era claro que

encontraba su reacción atractiva. Cuando miré a los otros dos chicos, vi que ellos

compartían las mismas sensaciones. Bueno, no exactamente las mismas. El afecto de

Adrian era claramente fraternal. ¿El de Eddie? Era difícil leerlo, una mezcla de los

otros dos. Quizás era una especie de cariño de guardián.

Jill hizo un gesto hacia la cascada, y súbitamente, parte de ella se separó de la caída del

agua. El bloque tomó la forma de una trenza, luego se retorció muy alto en el aire,

haciendo espirales antes de romperse en un millón de gotas, golpeándome y

dejándome sorprendida.

—Jill —dije en una voz que apenas reconocí como la mía—. No lo hagas de nuevo.

Jill, con los ojos brillantes, apenas me dio una mirada cuando hizo que otro trozo de

agua danzara en el aire.

—Nadie está alrededor mirando, Sydney.

Page 174: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

174

Eso no era lo que me había molestado tanto. Eso no era lo que me llenaba de tanto

pánico que apenas podía respirar. El mundo estaba haciendo esa cosa donde empezaba

a girar, y me preocupó que fuera a desmayarme. Un miedo crudo y frío me atravesó,

miedo a lo desconocido. Lo antinatural. Las leyes de mi mundo se habían roto. Esto

era magia de vampiro, algo extraño e inaccesible para los humanos, inaccesible debido

a que estaba prohibido, algo en lo que ningún mortal estaba destinado a profundizar.

Sólo había visto una vez utilizar magia, cuando dos usuarios de espíritu lo habían

devuelto uno al otro, y nunca había querido verlo de nuevo. Uno había obligado a las

plantas de la tierra a hacer su voluntad mientras el otro arrojó objetos

telequineticamente con la intención de matar. Había sido aterrador, y aunque no había

sido el objetivo, me sentí atrapada y abrumada ante tal demostración de poder. Era un

recordatorio de que éstas no eran personas divertidas y tranquilas con las que pasar el

tiempo. Éstas eran criaturas completamente diferentes a mí.

—Detenlo —dije, sintiendo el pánico elevarse. Tenía miedo de la magia, miedo de que

me tocara, miedo de lo que podría hacerme—. ¡No lo hagas más!

Jill ni siquiera me escuchó. Le sonrió a Lee.

—Eres aire, ¿verdad? ¿Puedes crear niebla sobre el agua?

Lee metió su manos en los bolsillos y alejó la vista.

—Ah, bueno, probablemente no sea una buena idea. Quiero decir, estamos en un lugar

público…

—Vamos —rogó—. No te toma ningún esfuerzo en absoluto.

Pareció verdaderamente nervioso.

—Nah, no ahora.

—No tú también —rió. Sobre y delante de ella, ese demonio de agua todavía estaba

girando, girando, girando…

—Jill —dijo Adrian, una nota más dura en su voz de lo que había escuchado hasta

ahora. De hecho, no podía recordar que se dirigiera a ella por su verdadero nombre—.

Detente.

Page 175: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

175

Fue todo lo que dijo, pero fue como si una ola de algo atravesara a Jill. Se estremeció,

y las espirales de agua desaparecieron, cayendo en la distancia como gotas.

—Bien —dijo, pareciendo confundida.

Hubo un momento de incomodidad, y después Eddie dijo:

—Deberíamos apresurarnos. Vamos a estar pisando el toque de queda.

Lee y Jill se dispusieron a hacer sus tiros y pronto estuvieron riendo y coqueteando

nuevamente. Eddie continuó observándolos en su manera preocupada. Sólo Adrian

me prestaba atención. Él era quien realmente entendía lo que había pasado, me di

cuenta. Sus ojos verdes me estudiaron, con ningún rastro de su usual humor ácido.

Aunque no era tonta. Supe que tenía que estar por venir algún chiste ingenioso,

burlándose de mi reacción.

—¿Estás bien? —preguntó en voz baja.

—Estoy bien —dije, dándome la vuelta. No quería que viera mi rostro. Ya había visto

bastante, visto mi temor. No quería que ninguno supiera cuán aterrada de ellos estaba.

Lo escuché dar unos cuantos pasos hacia mí.

—Sage…

—Déjame sola —espeté. Me apresuré hacia la salida del campo, segura de que no me

seguiría. Estuve en lo cierto. Esperé que terminaran el juego, usando el tiempo en

solitario para calmarme. Para el momento en que me alcanzaron, estaba bastante

segura de que habían desaparecido la mayoría de la emociones de mi rostro. Adrian

todavía me miraba con preocupación, lo que no me gustaba, pero al menos no dijo

nada más de mi crisis nerviosa.

Sin sorpresas para nadie, el marcador final mostró que había sido la vencedora y que

Adrian había terminado último. Lee había llegado tercero, lo que pareció molestarlo.

—Solía ser mejor —murmuró, frunciendo el ceño—. Solía ser perfecto en este juego.

—Considerando que había pasado la mayor parte del tiempo prestando atención a Jill,

pensé que tercero era un rendimiento bastante respetable.

Los dejé primero a él y a Adrian, y después a Eddie, Jill y yo volvimos apenas a

tiempo a Amberwood. Para entonces ya había vuelto más o menos a la normalidad,

Page 176: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

176

igual nadie lo habría notado. Jill estaba flotando como una nube cuando entramos al

cuarto de nuestro dormitorio, hablando sin parar de Lee.

—¡No tenía idea que había viajado tanto! Quizás ha estado en más lugares que tú,

Sydney. Sigue diciendo que me llevará a todos ellos, que pasaremos el resto de

nuestras vidas viajando y haciendo lo queramos. Y está tomando todo tipo de clases en

la universidad debido a que no está muy seguro de lo que quiere estudiar. Bueno, no de

todo tipo este semestre. Tiene un calendario más ligero para poder pasar más tiempo

con su padre. Y eso es bueno para mí. Para nosotros quiero decir.

Sofoqué un bostezo y asentí cansada.

—Eso es fantástico.

Dejó de buscar su pijama en su vestidor.

—Lo lamento, por cierto.

Me congelé. No quería una disculpa por la magia. Ni siquiera quería recordar lo

ocurrido.

—Por gritarte la otra noche —continuó—. No pretendías que me gustara Lee. Nunca

debí haberte acusado de interferir. Realmente me ha gustado todo el tiempo y,

bueno… es realmente fantástico.

Dejé escapar el aliento que había estado conteniendo e intenté mostrar una débil

sonrisa.

—Estoy contenta de que seas feliz.

Volvió a su tarea alegremente y a hablar de Lee hasta que la dejé para ir al baño. Antes

de cepillar mis dientes, me paré en frente del lavamanos, y limpié mis manos y brazos

una y otra vez, frotando tan fuerte como pude para lavar las gotas de agua mágica que

juro que todavía podía sentir sobre mi piel.

Page 177: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

177

Capítulo 13

Traducido por Susanauribe

Corregido por CyeLy DiviNNa

i móvil sonó al romper el amanecer la mañana siguiente. Yo ya estaba

despierta, siendo una madrugadora, pero Jill rodó sobre su cama y

puso su almohada encima de su cabeza.

—Haz que pare —gruñó ella.

Respondí y encontré a Eddie al otro lado de la línea.

—Estoy abajo —dijo él—. Listo para practicar un poco de autodefensa antes de que se

ponga muy caluroso.

—Vas a tener que hacerlo sin mí —dije. Tenía el presentimiento de que Eddie estaba

tomando muy seriamente su promesa a Clarence sobre entrenarnos. No sentía esa

obligación—. Tengo toneladas de tarea que hacer. Eso, y estoy segura de que la Srta.

Terwilliger va a hacerme dar una carrera por café hoy.

—Está bien, entonces envía a Jill abajo —dijo Eddie.

Miré hacia el capullo de sábanas en su cama. —Eso podría ser más fácil de decir que

de hacer.

Sorprendentemente, ella fue capaz de despertarse lo suficiente para cepillar sus dientes,

tomar una aspirina para el dolor de cabeza y ponerse a lo loco unas ropas para hacer

ejercicio. Ella se despidió de mí y prometió reunirse conmigo después. No mucho

después de eso, la Sra. Terwilliger llamó con su exigencia por café, y me preparé para

otro día de tratar de encajar su trabajo con el mío. Pasé por encima de Spencer y ni

siquiera noté a Trey hasta que estuvo de pie frente a él.

—¿Sra. Terwilleger? —preguntó él, señalando al cappuccino de salsa de caramelo.

—¿Uh? —miré hacia arriba. Trey era mi cajero—. ¿Trabajas aquí?

M

Page 178: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

178

Él asintió.

—Tengo que hacer el dinero que gasto de alguna manera.

Le di dinero, no es como si él me fuera a dar la mitad de precio.

—No tomes esto de mala manera, pero no luces tan bien —le dije. Él lucía cansado y

alterado. Una inspección más de cerca mostraba cortadas y moretones también.

—Sí, bueno, ayer tuve un día duro.

Dudé. Ese era un comentario a seguir, pero no había nadie detrás de mí en la fila.

—¿Qué sucedió? —pregunté, sabiendo que esperar.

Trey frunció el ceño.

—Ese imbécil de Greg Slade causó estragos en las audiciones para fútbol ayer. Es

decir, los resultados todavía no están, pero es bastante obvio que él va a ser el mariscal

de campo. Él es como una máquina, sólo derribando chicos. —Extendió su mano

izquierda, la cual tenía algunos dedos vendados—. Se paró en mi mano también.

Me estremecí, recordando el atletismo fuera de control de Slade en educación física.

Las políticas del fútbol de la secundaria y quién era mariscal no eran importantes para

mí. Es cierto, sentía lástima por Trey, pero era la fuente detrás los tatuajes era lo que

me intrigaba. Las advertencias de Keith sobre no causar problemas volvieron a mí,

pero era incapaz de detenerme.

—Sé sobre los tatuajes —dije—. Julia y Kristin me contaron sobre ellos. Y ahora

entiendo por qué estabas sospechando de mí, pero no es lo que piensas. En verdad.

—Eso no es lo que he escuchado. La mayoría de las personas piensan que solamente

estás diciendo eso porque no quieres decir dónde los obtuviste.

Estaba un poco desconcertada por eso. Estaba segura de que Kristin y Julia me creían.

¿Estaban ellas en verdad divulgando lo contrario?

—No tengo idea.

Page 179: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

179

Él se encogió de hombros, una sonrisa en sus labios.

—No te preocupes. Yo te creo. Hay alguna clase de encanto ingenuo en ti. No pareces

como de las que hacen trampa.

—Hey —regañé—. No soy ingenua.

—Era un cumplido.

—¿Hace cuánto tienen esos tatuajes? —pregunté, decidiendo que era la mejor

movida—. Escuché que desde el año pasado.

Él me entregó mi café, pensando.

—Sí, pero fue al final del año pasado. Del año escolar, quiero decir.

—¿Y son de un lugar llamado Nevermore?

—Hasta dónde sé —Trey me miró sospechosamente—. ¿Por qué?

—Solamente curiosidad —dije dulcemente.

Un par de chicos universitarios vestidos como ricos vagabundos hicieron fila detrás de

mí y nos miraron impacientes.

—¿Podemos tener servicio aquí?

Trey les dio una rígida sonrisa y rodó sus ojos hacia mí mientras me movía.

—Te veo luego, Melbourne.

Me dirigí hacia Amberwood y entregué el café de la Srta. Terwilleger. No estaba de

ánimo para quedarme pegada a ella todo el día, así que le pregunté si podía ir a otro

lugar si tenía mi móvil a mano. Ella estuvo de acuerdo. La librería tenía mucha

actividad e, irónicamente, mucho ruido para mi hoy. Quería la soledad de mi

habitación.

Mientras estaba cruzando el césped para agarrar el puente, divisé algunas figuras

familiares detrás de un grupo de árboles. Cambié la dirección y encontré a Jill y Eddie

Page 180: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

180

mirándose frente a un pequeño claro. Micah sentado con las piernas cruzadas en el

suelo, mirando ávidamente. Él me saludó mientras me acercaba.

—No sabía que tu hermano era un maestro del kung-fu —remarcó.

—No es kung-fu —dijo Eddie bruscamente, nunca apartando sus ojos de Jill.

—Da igual —dijo Micah—. Sigue siendo muy jodido.

Eddie fintó como si fuera a lanzarse a un lado de Jill. Ella respondió equitativamente

con un bloqueo rápido, aunque no lo suficientemente rápido para enfrentarlo. Si él lo

hubiera hecho en serio, la habría golpeado. Aunque, él parecía complacido con su

respuesta a tiempo.

—Bien. Eso desvió algo del golpe, aunque aún podrías sentirlo. Mejor es si puedes

agacharte y esquivar al mismo tiempo, pero eso toma un poco más de trabajo.

Jill asintió obedientemente.

—¿Cuándo podemos trabajar en eso?

Eddie la miró con orgullo. Esa expresión se suavizó con unos cuantos momentos de

estudiarla.

—No hoy. Demasiado sol.

Jill comenzó a protestar y luego se detuvo. Ella tenía ese aspecto de “llevo mucho

tiempo en el sol” de nuevo y estaba sudando fuertemente. Ella miró al cielo por un

momento, como si estuviera pidiendo que se cubriera de nubes. No obtuvo respuesta, y

asintió hacia Eddie.

—Está bien. ¿Pero mañana vamos a hacerlo a esta misma hora? O tal vez más

temprano. ¡O tal vez ésta noche! ¿Podemos hacer ambas? ¿Practicar esta noche cuando

el sol esté cayendo y de nuevo mañana temprano? ¿Te importaría?

Eddie sonrió, impactado por su entusiasmo.

—Lo que quieras.

Page 181: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

181

Sonriendo de nuevo, Jill se sentó junto a mí, obteniendo tanta sombra como pudiera.

Eddie me miró expectante.

—¿Qué? —pregunté.

—¿No se supone que debes aprender cómo golpear?

Bufé. —No. ¿Cuándo necesitaría eso?

Jill me golpeó con los nudillos.

—¡Hazlo, Sydney!

A regañadientes, permití que Eddie me diera una rápida sesión de lanzar golpes sin

herir mi mano en el proceso. Presté poca atención y sentía que principalmente estaba

aportando diversión a los demás.

Cuando Eddie terminó conmigo, Micah preguntó: —Oye, ¿te molestaría mostrarme

algunos movimientos ninjas también?

—No tienen ninguna relación con ninjas —protestó Eddie, todavía sonriendo—. Sube.

Michael se puso de pie, y Eddie le enseñó algunos movimientos rudimentarios. Más

que nada, parecía como si Eddie estuviera midiendo a Micah y sus habilidades.

Después de un rato, Eddie se sintió más cómodo y dejó que Micah practicara algunos

movimientos ofensivos para deshacerse del atacante.

Eddie fue atrapado suficientemente fuera de guardia para que Micah en verdad

pudiera golpearlo. Eddie le dirigió un respeto a regañadientes y luego le dijo a Jill: —

Eso fue diferente.

—¿Por qué soy una chica? —Ella demandó—. Nunca te contuviste con Rose.

—¿Quién es Rose? —preguntó Micah.

—Otra amiga —explicó Eddie. Para Jill, él dijo—: Y Rose ha tenido muchos más años

de experiencia que tú.

—Ella ha tenido más que Micah también. Fuiste fácil conmigo.

Page 182: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

182

Eddie se ruborizó y mantuvo sus ojos en Micah.

—No lo fui —dijo él.

—Sí, si lo fuiste —murmuró ella. Y los chicos entrenaron de nuevo, ella me dijo en voz

baja—: ¿Cómo voy a aprender alguna vez si él está asustado de quebrarme?

Miré a los chicos, analizando lo que sabía de Eddie hasta ahora.

—Creo que es más complicado que eso. Creo que él sólo cree que tú no deberías tomar

ese riesgo, que sí está haciendo bien su trabajo, no tendrás que defenderte por ti

misma.

—Él está haciendo bien su trabajo. Deberías haberlo visto en el ataque. —Su rostro

tuvo esa mirada traumatizada que tenía cuando mencionaban el ataque que la había

llevado a esconderse—. Pero necesito aprender. —Ella bajó su tono de voz aún más—.

En verdad quiero aprender a cómo usar mi magia para pelear también, no es que vaya

a practicar mucho en el desierto.

Me encogí de hombros, reviviendo su imagen de la noche anterior.

—Habrá tiempo —dije vagamente.

Me puse de pie, diciendo que necesitaba hacer un trabajo. Micah le preguntó a Eddie y

a Jill si querían ir a almorzar. Eddie dijo sí inmediatamente. Jill me miró por ayuda.

—Es solamente el almuerzo —dijo Eddie elocuente. Sabía que él seguía pensando que

Micah era inofensivo. No lo sabía, pero después de ver cuán encaprichada Jill estaba

con Lee, supuse que Micah tendría que hacer unos movimientos muy agresivos para

llegar a alguna parte.

—Estoy segura que está bien —dije.

Jill parecía aliviada, y se dirigió al grupo. Pasé el resto del día terminando esos

miserables libros para la Srta. Terwilliger. Seguía pensado que tener una copia de los

encantamientos arcaicos y de los discursos textuales era una pérdida de tiempo. El

único punto que podía ver para eso era que si ella alguna vez necesitara referirse a ellos

para su búsqueda, tendría un fácil archivo para revisar y no correría riesgos de dañar

un libro antiguo.

Page 183: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

183

Era de tarde cuando terminé esa y mí otra tarea. Jill todavía no había regresado, y

decidí aprovechar la oportunidad para revisar algo que me había estado molestando.

Antes en el día, Jill había mencionado a Eddie defendiéndola en el ataque. Había

sentido desde el principio que había algo extraño sobre el ataque inicial, algo que no

me estaban diciendo. Así que, me metí a la red de los Alquimistas y revisé todo lo que

tuviéramos de los Moroi rebeldes.

Naturalmente, todo estaba documentado. Teníamos que mantener registro de los

sucesos importantes entre los Moroi, y este estaba calificado muy alto. De algún modo,

los Alquimistas tenían fotos de la Corte Moroi, con protestantes alineados fuera de uno

de los edificios administrativos. Los guardianes dhampir eran fáciles de reconocer

mientras se mezclaban y seguían órdenes. Para mi sorpresa, reconocí a Dimitri

Belikov, el novio de Rose, entre esos haciendo control de multitud. Él era fácil de

encontrar ya que era casi el más alto entre todos quienes se encontraban a su alrededor.

Los dhampir lucían muy humanos, e incluso podía admitir que él era muy apuesto.

Había una hermosura de facciones duras, e incluso en una fotografía, podía ver una

ferocidad mientras miraba la multitud. Otras fotos de la protesta confirmaban lo que ya

sabía. Hasta ahora, la mayoría de las personas apoyaban a la joven reina. Esos en

contra de ella, eran una minoría, pero una ruidosa y peligrosa. Un video de un

noticiero humano en Denver mostraba a dos chicos Moroi cerca de involucrarse en

una pelea de discoteca. Se estaban gritando sobre reinas y justicia, lo cual no tendría

mucho sentido para un observador humano. Lo que hacía especial este video era el

chico que lo había filmado, algún humano con una cámara del móvil, alegando que

había visto colmillos en ambos hombres durante la discusión. El filmador había

filtrado su video alegando que había sido testigo de una pelea de vampiros, pero nadie

le había dado mucha credibilidad. Estaba muy pixeleado para mostrar algo. Sin

embargo, era un recordatorio de lo que podía suceder si la situación Moroi se salía de

control.

Una revisión de estado me mostraba que la Reina Vasilisa estaba tratando de que

aprobaran una ley para que su gobierno no dependiera de la existencia de al menos

otra persona en su familia real. Los Alquimistas expertos habían adivinado que

tomaría tres meses, lo cual era lo que Rose había dicho. El número dominó mis

pensamientos como el tictac del tiempo de una bomba. Y por tres meses, los enemigos

de Vasilisa tratarían con más fuerza que nunca conseguir a Jill. Si Jill moría, el reinado

de Vasilisa terminaría, junto con sus intentos de arreglar el sistema.

Sin embargo, nada de esto era lo que me había dirigido a investigar. Quería saber sobre

el ataque inicial de Jill, del que nadie hablaba. Lo que encontré no era de mucha

Page 184: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

184

ayuda. Ningún Alquimista había estado allí en ese momento, así que nuestra

información estaba basada en lo que las fuentes Moroi habían reportado. Todo lo que

sabíamos era “la hermana de la reina ha sido severa y ferozmente atacada, pero ha

tenido una recuperación total”. Por lo que observaba, eso era realmente cierto.

Jill no mostraba signos de heridas, y el ataque había ocurrido una semana antes de que

viniera a Palm Springs. ¿Eso era tiempo suficiente para curarse de un “severo y feroz”

ataque? ¿Y era un ataque como eso suficiente para hacerla despertar gritando? No lo

sabía pero todavía no podía sacudir mis sospechas. Cuando Jill vino a casa después,

ella estaba de tan buen ánimo que no fui capaz de interrogarla. También recordé muy

tarde que tenía intención de revisar el caso de la sobrina de Clarence y su bizarra

muerte por degollamiento. La situación de Jill me había distraído. Lo dejé pasar y

decidí acostarme más temprano.

Mañana, pensé soñolienta. Lo haré mañana.

Mañana llegó mucho más rápido de lo que esperé. Me desperté de un pesado sueño

con alguien sacudiéndome, y por un segundo, la vieja pesadilla estuvo ahí, la de los

Alquimistas llevándome lejos en la noche.

Reconociendo a Jill, apenas me detuve de gritar.

—Oye, oye —la regañé. Había luz afuera, pero era purpurea. Poco después del

amanecer—. ¿Qué pasa? ¿Cuál es el problema?

Jill me miró, su rostro lúgubre y ojos con miedo.

—Es Adrian. Tienes que rescatarlo.

Page 185: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

185

Capítulo 14

Traducido por Vannia y Niii

Corregido por CyeLy DiviNNa

e sí mismo?

No pude evitarlo. La broma estuvo fuera antes de que pudiera

detenerla.

—No. —Ella se sentó sobre el borde de la cama y mordió su labio inferior—. Tal vez

“rescate” no es la palabra correcta. Pero tenemos que ir a buscarlo. Está atrapado en

Los Ángeles.

Froté mis ojos mientras me incorporaba y luego esperé unos momentos, sólo en caso

de que todo esto fuera un sueño. Nop. Nada cambió. Recogí mi celular de la mesita de

noche y gruñí cuando leí la pantalla.

—Jill, ni siquiera son las seis todavía. —Empecé a preguntarme si Adrian siquiera

estaba despierto tan temprano pero luego recordé que él probablemente tenía un

horario nocturno. Siguiendo sus propios metabolismos, los Moroi iban a la cama

alrededor de lo que era mediodía para el resto de nosotros.

—Ya sé —dijo ella en voz baja—. Lo siento. No te lo pediría si no fuera importante. Él

consiguió un taxi anoche porque quería ver a esas… a esas chicas Moroi otra vez. Se

supone que Lee estaba en Los Ángeles también, así que Adrian se imaginó que podría

conseguir regresar a casa. Es sólo que, él no pudo encontrar a Lee, y ahora no puede

regresar. Adrian, quiero decir. Él está varado y con resaca.

Comencé a acostarme de nuevo.

—No tengo demasiada simpatía con eso. Tal vez él aprenda una lección.

—Sydney, por favor.

—¿D

Page 186: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

186

Puse un brazo sobre mis ojos. Tal vez si me veía como que estaba dormida, ella me

dejaría en paz. Una repentina pregunta surgió en mi cabeza, y estiré mi brazo.

—¿Cómo es que sabes esto? ¿Él te llamó? —Yo no era de sueño ligero, pero aun así

habría escuchado sonar el teléfono.

Jill desvió la vista. Frunciendo el ceño e irguiéndose.

—¿Jill? ¿Cómo es que sabes esto?

—Por favor —susurró ella—. ¿No podemos ir simplemente a buscarlo?

—No hasta que me digas qué es lo que está pasando. —Un extraño sentimiento estaba

arrastrándose a lo largo de mi piel. Había sentido por un momento que estaba siendo

excluida de algo importante, y ahora, de pronto sabía que estaba cerca de descubrir lo

que la Moroi había estado ocultándome.

—No puedes decirlo —dijo ella, encontrándose finalmente con mi mirada otra vez.

Toqué mi tatuaje en mi mejilla ligeramente—. Difícilmente puedo decirle algo a

alguien debido a esto.

—No, a nadie. No a los Alquimistas. No a Keith. Ni a ningún otro Moroi o dhampir

que no lo sepa ya.

¿No decirles a los Alquimistas? Eso sería un problema. Entre todas las otras locuras en mi

vida, sin importar lo mucho que me enfurecían mis tareas o el tiempo que había

pasado con los vampiros, nunca me había cuestionado hacia quien era mi lealtad.

Tenía que decirles a los Alquimistas si algo sucedía con Jill y los otros. Mi deber era

hacia ellos, a la humanidad.

Por supuesto, una parte de mi deber hacia los Alquimistas era cuidar de Jill, y lo que

sea que la estuviera atormentando ahora estaba obviamente relacionado con su

bienestar. Por medio segundo, consideré mentirle e inmediatamente descarté la idea.

No podía hacerlo. Si iba a mantener su secreto, lo mantendría. Si no iba a mantenerlo,

entonces se lo dejaría saber por adelantado.

—No les diré —dije. Creo que las palabras me sorprendieron tanto a mí como a ella.

Ella me estudió bajo la tenue luz y debió haber decidido finalmente que estaba

diciendo la verdad.

Page 187: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

187

Ella asintió lentamente.

—Adrian y yo estamos vinculados. Como, con un vínculo espiritual.

Sentí mis ojos abrirse de par en par por la incredulidad. —¿Cómo fue que… —De

repente todo hizo clic encajando, las piezas perdidas—. El ataque. Tú… tú…

—Morí —dijo Jill sin rodeos—. Hubo demasiada confusión cuando los asesinos Moroi

vinieron. Todos pensaron que ellos venían por Lissa, así que la mayoría de los

guardianes estuvieron a su alrededor. Eddie fue el único que vino por mí, pero él no

fue lo suficientemente rápido. Este hombre, él… —Jill tocó un punto en el centro de su

pecho y se estremeció—. Él me apuñaló. Él… me mató. Ahí fue cuando Adrian llegó.

Usó al espíritu para curarme y traerme de regreso, y ahora nosotros estamos

vinculados. Todo pasó demasiado rápido. Nadie siquiera se dio cuenta de que él lo

hizo.

Mi mente estaba dando vueltas. Un vínculo espiritual. El espíritu era un elemento

inquietante para los Alquimistas, principalmente porque nosotros teníamos muy pocos

registros sobre él. Nuestro mundo era la documentación y el conocimiento, así que

cualquier vacío nos hacía sentir débiles. Las señales del uso del espíritu habían sido

registradas a lo largo de los siglos, pero nadie comprendía realmente lo que era el

elemento en sí. Aquellos eventos habían sido descritos como un fenómeno mágico al

azar. Fue sólo recientemente, cuando Vasilisa Dragomir se había expuesto a sí misma,

que el espíritu había sido re-descubierto, junto con sus innumerables efectos psíquicos.

Ella y Rose habían tenido un vínculo espiritual, el único caso moderno que se había

documentado. La curación era uno de los atributos más notables del espíritu, y Vasilisa

había traído de regreso a Rose de un accidente de carro. Se había forjado una conexión

psíquica entre ellas, una que sólo se había destrozado cuando Rose casi había muerto

por segunda vez.

—Puedes ver dentro de su cabeza —exhalé—. Sus pensamientos. Sus sentimientos.

—Así, mucho comenzaba a encajar. Como el hecho de que Jill siempre sabía todo

acerca de Adrian, incluso cuando él afirmaba que no se lo había dicho a ella.

Ella asintió con la cabeza.

—No quiero hacerlo. Créeme. Pero no puedo evitarlo. Rose dijo que con el tiempo,

aprenderé a controlarlo para mantener sus sentimientos fuera, pero no puedo hacerlo

ahora. Y él tiene demasiados, Sydney. Demasiados sentimientos. Él siente todo con

intensidad; amor, dolor, ira. Sus emociones van de arriba para abajo, por todas partes.

Page 188: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

188

Lo que pasó entre él y Rose… lo destrozó. Es difícil concentrarme en mí algunas veces

con todo lo que pasa en él. Por lo menos sólo es algunas veces. Realmente no puedo

controlarlo cuando sucede.

No lo dije pero me preguntaba si algunos de aquellos inestables sentimientos eran parte

de la tendencia del espíritu a conducir a sus usuarios hacia la locura. O tal vez sólo era

parte de la innata personalidad de Adrian. Todo irrelevante, por ahora.

—Pero él no puede sentirte, ¿cierto? ¿Es sólo en una dirección? —pregunté. Rose era

capaz de leer los pensamientos de Vasilisa y ver sus experiencias de la vida diaria, pero

no al revés. Asumí que ahora era lo mismo, pero con el espíritu, uno no podía dar

nada por sentado.

—Cierto —coincidió ella.

—Así es como… así es como siempre sabes cosas acerca de él. Como mis visitas. Y

cuando él quiere pizza. Ese es el por qué está aquí, por lo que Abe lo quería aquí.

Jill frunció el ceño.

—¿Abe? No, fue una especie de elección colectiva que Adrian viniera. Rose y Lisa

pensaron que sería mejor si nosotros estábamos juntos mientras nos acostumbrábamos

al vínculo, y yo lo quería cerca también. ¿Qué te hizo pensar que Abe estaba

involucrado?

—Eh, nada —dije. Abe instruyendo a Adrian para permanecer con Clarence no debió

ser algo de lo que Jill observó—. Sólo estaba confundida por algo.

—¿Podemos ir ahora? —suplicó ella—. Respondí tus preguntas.

—Déjame asegurarme de que entiendo algo en primer lugar —dije—. Explica cómo es

que terminó en Los Ángeles y por qué está estancado.

Jill entrelazó sus manos y volvió a desviar la mirada, un hábito que estaba

comenzando a asociar a que ella tenía información que sabía que no iba ser bien

recibida.

—Él, uhm, dejó a Clarence anoche. Porque estaba aburrido. Pidió aventón en la

ciudad, a Palm Springs, y terminó de fiesta con algunas personas que estaban yendo

hacia L.A. Así que él fue con ellos. Y cuando estaba en un club, encontró a esas

Page 189: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

189

chicas, unas chicas Moroi, y entonces fue a casa con ellas. Y luego él pasó la noche y

como que se desmayó. Ahora está despierto. Y quiere ir a casa. Con Clarence.

Con toda esta plática de vida nocturna y chicas, un pensamiento inquietante se estaba

construyendo en mi mente.

—Jill, ¿cuánto de lo que hizo realmente experimentaste?

Ella todavía estaba evitando mi mirada.

—No es importante.

—Lo es para mí —dije. La noche que Jill había despertado llorando… había sido

cuando Adrian estaba con esas chicas también. ¿Ella estaba viviendo su vida

sexual?—. ¿Qué estaba pensando? Sabe que tú estás ahí, que estás viviendo todo lo que

él hace, pero nunca se detiene… oh Dios. El primer día de clases. La Sra. Chang

estaba en lo cierto, ¿no es así? Tú tenías resaca. Indirectamente, al menos. —Y casi

todas las otras mañanas, ella despertaba sintiéndose media enferma, porque Adrian

tenía resaca también.

Jill asintió.

—No había nada físico que pudiera probarlo, como sangre o algo así, para demostrar

que lo estaba, pero sí. Bien podría ser que tuviera una. Ciertamente me sentía así. Fue

horrible.

Estiré mi mano y giré su rostro hacia mí, así que ella tuvo que mirarme.

—Y ahora también lo estás. —Había más luz en la habitación mientras el sol se

elevaba, y pude ver las señales de nuevo. La palidez enfermiza y los ojos inyectados de

sangre. No habría estado sorprendida si es que también le dolían la cabeza y el

estómago. Dejé caer mi mano y sacudí mi cabeza disgustada—. Él puede quedarse ahí.

—¡Sydney!

—Se lo merece. Sé que sientes… algo… por él. —Si era una afección fraternal o

romántica, no importaba realmente—. Pero no puedes cuidarlo y correr hacía él a cada

necesidad y petición que te envíe él.

—No me lo pide, no exactamente —dijo—. Simplemente puedo sentir que lo quiere.

Page 190: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

190

—Bueno, él debió haber pensado en eso antes de irse a meter en este lío. Puede

resolver por su cuenta cómo regresar.

—Su móvil murió.

—Puede pedir prestado uno a sus nuevas “amigas”.

—Está agonizando —dijo ella.

—Así es la vida —dije.

—Yo estoy agonizando.

Suspiré. —Jill…

—No, lo digo en serio. Y no sólo es por la resaca. Quiero decir, sí, en parte es por la

resaca. Y mientras él esté enfermo y sin tomar nada, ¡entonces yo también lo estoy!

Además… sus pensamientos. Ugh. —Jill apoyó la frente en sus manos—. No puedo

librarme de lo infeliz que es. Es como… como un martillo golpeteando en mi cabeza.

No puedo escapar de ello. ¡No puedo hacer nada más excepto pensar en lo miserable

que él es! Y eso me hace miserable. O creer que soy miserable. No lo sé —suspiró—.

Por favor, Sydney. ¿Podemos ir?

—¿Sabes dónde está? —pregunté.

—Sí.

—Está bien, entonces. Yo iré. —Me deslicé sobre el borde de la cama. Ella se levantó

conmigo.

—También iré.

—No —dije—. Tú regresa a la cama. Toma una aspirina y ve si puedes sentirte mejor.

—También tenía un par de cosas que quería decirle a Adrian en privado. Ciertamente,

si ella estaba constantemente conectada con él, ella “escucharía” nuestra conversación,

pero sería mucho más fácil decirle lo que quería cuando ella no estaba realmente allí en

carne y hueso, mirándome con aquellos grandes ojos.

—¿Pero cómo vas a…

Page 191: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

191

—No quiero que te enfermes en el carro. Sólo llámame si cambia algo o si él se va, o lo

que sea.

Las nuevas protestas de Jill fueron poco entusiastas, ya sea porque no se sentía bien

para hacerlas o porque simplemente estaba dispuesta a agradecer cualquier “rescate”

para Adrian. Ella no tenía una dirección exacta, pero tenía una descripción muy clara

de los apartamentos en los que él estaba, lo cual era justo al lado de un notable hotel.

Cuando lo busqué, vi que el hotel estaba en realidad en Long Beach, lo que significaba

que tendría que ir más allá de Los Ángeles en sí. Tenía dos horas de viaje por delante.

El café sería necesario.

Era un lindo día, al menos, y casi no había tráfico tan temprano en un domingo.

Viendo al sol y al cielo azul, me quedé pensando acerca de lo agradable que sería si

estuviera conduciendo en un convertible, con la capota abajo. También sería agradable

si hubiera estado manejando por alguna otra razón además de la de recuperar a un

atascado chico vampiro fiestero.

Todavía estaba teniendo dificultades para adaptar a mi mente la idea de que Jill y

Adrian estuvieran atados por el espíritu. La idea de alguien trayendo a otra persona de

regreso a la vida no era algo que encajaba bien con mis creencias religiosas. Era igual

de preocupante como otra de las hazañas del espíritu: la restauración Strigoi.

Teníamos dos casos documentados de que eso también había ocurrido, dos Strigoi

cambiados mágicamente por usuarios del espíritu de regreso a su forma original. Una

era una mujer llamada Sonya Karp. Otro era Dimitri Belikov. Entre eso y todo lo de la

resurrección, el espíritu realmente estaba comenzando a asustarme. Tanto poder

simplemente no parecía correcto.

Llegué a Long Beach justo a tiempo y no tuve problemas para encontrar el complejo

de condominios. Estaba justo atravesando la calle desde un hotel frente al mar llamado

Cascadia. Dado que Jill no había llamado con algún cambio de ubicación, asumí que

Adrian todavía estaba oculto. Encontrar estacionamiento en la calle fue fácil a esta

hora del día, y me detuve afuera para ver fijamente el extenso azul grisáceo del

Pacífico en el horizonte occidental. Era impresionante, especialmente después de mi

primera semana en el desierto de Palm Springs. Casi deseaba que Jill hubiera venido.

Tal vez al estar cerca de tanta agua le hubiera hecho sentirse mejor.

Los condominios estaban en un edificio de estuco color durazno, con tres pisos, y dos

apartamentos por cada piso. De los recuerdos de Adrian, Jill lo recordaba subiendo a

Page 192: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

192

lo alto del edificio y girando a la derecha. Anduve unos pasos y llegué a una puerta

azul con un pesado picaporte de latón. Lo hice sonar.

Cuando no hubo respuesta después de casi un minuto, lo intenté de nuevo con más

fuerza. Estaba casi por hacer el tercer intento cuando escuche el clic del seguro

abriéndose. La puerta se entreabrió, y una chica se asomó.

Claramente era una Moroi, con una complexión delgada de modelo de pasarela y una

pálida y perfecta piel que parecía particularmente irritante hoy, considerando que yo

estaba muy segura de un granito que pronto iba a salir en mi frente. Ella era de mi

edad, tal vez un poco más grande, con liso cabello negro y profundos ojos azules. Se

veía como alguna muñeca de otro mundo. También estaba medio dormida.

—¿Sí? —Ella me examinó—. ¿Estás vendiendo algo? —Junto a ésta alta y perfecta

Moroi, repentinamente me sentí cohibida y desaliñada con mi falda de lino y mi blusa

abotonada hasta arriba.

—¿Está Adrian aquí?

—¿Quién?

—Adrian. Alto. Cabello castaño. Ojos verdes.

Ella frunció el ceño. —¿Te refieres a Jet?

—Yo… no estoy segura. ¿Él fuma como una chimenea?

La chica asintió, reconociéndolo.

—Sip. Debes referirte a Jet —miró hacia atrás y gritó—: ¡Oye, Jet! Hay una vendedora

aquí que quiere verte.

—Envíala aquí afuera —gritó una voz familiar.

La Moroi abrió más la puerta y me hizo señas para que entrara.

—Está en el balcón.

Caminé a través de una sala que servía como advertencia de lo que ocurriría si alguna

vez Jill y yo perdiéramos el sentido de la limpieza y nuestro respeto propio.

Page 193: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

193

El lugar era un desastre. El desastre de una chica. La ropa sucia ocupaba el piso, y

platos sucios cubrían cada esquina que no estaba cubierta de botellas de cerveza vacías.

Una frasco volteado de esmalte para uñas había dejado una mancha rosa chicle sobre

la alfombra. Sobre el sofá, enredada en las mantas, una chica Moroi me miró

somnolienta y luego volvió a dormir.

Sorteando todo, hice mi camino hasta Adrian a través de una puerta de patio. Él

estaba de pie en un balcón, apoyado contra su barandal, dándome la espalda. El aire

de la mañana estaba cálido y limpio, así que naturalmente, él estaba intentando

arruinarlo fumando.

—Respóndeme esto Sage —dijo, sin voltearse para mirarme—. ¿Por qué demonios

pone alguien un edificio cerca de la playa pero no tiene balcones con vista hacia el

agua? Todos fueron construidos para enfrentar las colinas detrás de nosotros. A menos

que los vecinos comiencen a hacer algo interesante, estoy listo para declarar esta

construcción un desperdicio total.

Crucé mis brazos y miré su espalda.

—Estoy tan contenta de tener tu valiosa opinión sobre eso. Me aseguraré de apuntarlo

cuando presente mi queja hacia el ayuntamiento por sus inadecuadas vistas al océano.

Él se giró, la insinuación de una sonrisa torciendo sus labios.

—¿Qué estás haciendo aquí? Me imaginé que estarías en la Iglesia o algo así.

—¿Qué crees? Estoy aquí por lo ruegos de una chica de quince años que no se merece

todo aquello por lo que la has hecho pasar.

Cualquier rastro de sonrisa se desvaneció.

—Oh. Te lo dijo. —Se volvió a girar.

—Sí, ¡y tú deberías habérmelo dicho antes! Esto es serio… monumental.

—Y sin duda es algo que a los Alquimistas les encantaría estudiar. —Podía imaginar

perfectamente su desprecio.

Page 194: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

194

—Le prometí que no lo diría. Pero aun así debiste habérmelo dicho. Es una

información importante a tomar en cuenta ya que soy yo quien está haciendo de niñera

para todos ustedes.

—Niñera es una especie de término extremo, Sage.

—¿Considerando el escenario actual? No, no realmente.

Adrian se mantuvo en silencio, y lo evalué rápidamente. Usaba unos jeans desgastados

de buena calidad y una camisa de algodón roja con la que debía de haber dormido, a

juzgar por las arrugas. Sus pies estaban descalzos.

—¿Trajiste un abrigo? —pregunté.

—No.

Volví a entrar y realicé una búsqueda entre el desorden. La chica Moroi rubia estaba

dormida, y la que me había dejado entrar yacía sobre una cama desecha en otra

habitación. Finalmente encontré los calcetines y zapatos de Adrian tirados en un

rincón. Me apresuré a recuperarlos, luego me dirigí de regreso al exterior y los arrojé

junto a él en el balcón.

—Póntelos. Nos vamos.

—No eres mi mamá.

—No, la tuya está cumpliendo una condena por perjurio y robo, si mal no recuerdo.

Era una cosa mala, cruel para decir, pero también era la verdad. Y capté su atención.

Su cabeza giró bruscamente. Ira brillaba en las profundidades de sus ojos verdes, era la

primera vez que realmente veía eso en él.

—Nunca la menciones otra vez. No tienes idea de lo que estás hablando.

Su ira era un poco intimidante, pero me mantuve firme.

—En realidad, yo fui quien estuvo a cargo de rastrear los archivos que ella robó.

—Tuvo sus razones —dijo él a través de sus dientes apretados.

Page 195: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

195

—Estás tan dispuesto a defender a alguien que fue condenada por un crimen, pero aun

así no tienes ninguna consideración por Jill… quien no ha hecho nada.

—¡Tengo mucha consideración por ella! —Se detuvo para encender un cigarrillo con

manos temblorosas, y sospeché que también estaba intentando mantener bajo control

sus emociones—. Pienso en ella todo el tiempo. ¿Cómo podría no hacerlo? Ella está

ahí… no puedo sentirla, pero ella siempre está ahí, siempre escuchando cosas en mi

cabeza, escuchando cosas que ni siquiera yo quiero escuchar. Sintiendo cosas que no

quiero sentir —aspiró el humo del cigarrillo y se giró para apreciar la vista, a pesar de

que dudaba que la estuviera viendo realmente.

—Si eres tan consciente de ella, entonces ¿por qué haces cosas como esta? —gesticulé a

nuestro alrededor—. ¿Cómo pudiste beber cuando sabes que le afecta también? ¿Cómo

pudiste hacer… —hice una mueca—… lo que sea que hicieras con esas chicas,

sabiendo que ella podía “verlo”? Tiene quince años.

—Lo sé, lo sé —dijo—. No sabía sobre lo de la bebida… al principio no. Cuando ella

vino a verme luego de la escuela y me lo dijo, me detuve. Realmente lo hice. Pero

luego… cuando ustedes vinieron el viernes, ella me dijo que lo hiciera ya que era fin de

semana. Supongo que no estaba preocupada por sentirse mal. Así que, me dije a mí

mismo: “Sólo tomaré un par de tragos”. Sólo anoche, se volvieron más que eso. Y

luego las cosas se pusieron un poco locas, y terminé aquí y… ¿qué estoy haciendo? No

tengo que justificarte mis acciones.

—No creo que puedas justificarlas ante nadie. —Estaba furiosa, mi sangre ardía.

—Tú no eres nadie para hablar, Sage —apuntó un dedo acusador—. Al menos yo

actúo. ¿Tú? Tú dejas que el mundo avance sin ti. Te quedas de pie ahí mientras ese

imbécil de Keith te trata como la mierda y sólo sonríes y asientes. No tienes agallas.

No peleas. Incluso el viejo Abe parece manipularte. ¿Tenía razón Rose en eso de que él

tiene algo en tu contra? ¿O es sólo alguien más contra quien no vas a pelear?

Me costó no dejarle saber cuán profundo me habían golpeado esas palabras.

—Tú no sabes nada de mí, Adrian Ivashkov. Yo peleo mucho.

—Podrías haberme engañado.

Le di una sonrisa tensa.

Page 196: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

196

—Simplemente no hago un espectáculo de mí misma cuando lo hago. Se llama ser

responsable.

—Seguro. Lo que sea que te ayude a dormir por las noches.

Levanté mis manos.

—Bueno, ésa es la cosa: no duermo más por la noche porque tengo que venir a salvarte

de tu propia idiotez. ¿Podemos irnos ahora? ¿Por favor?

Como respuesta, dejó a un lado el cigarrillo y comenzó a ponerse los calcetines y

zapatos. Miró hacia mí mientras lo hacía, la ira había desaparecido por completo. Sus

estados de ánimo cambiaban con la misma facilidad que cuando apretabas un

interruptor de la luz.

—Tienes que sacarme de ahí. Sacarme de la casa de Clarence. —Su voz era grave y

nivelada—. Es un tipo lo suficientemente agradable, pero me volveré loco si me quedo

en ese lugar.

—¿A diferencia de tu excelente comportamiento cuando no estás ahí? —Volví a mirar

hacia el interior del condominio—. Tal vez tus dos groupies tienen espacio para ti.

—Oye, muestra algo de respeto. Son personas reales y con nombre. Carla y Krissy.

—Frunció el ceño—. ¿O era Missy?

Suspiré.

—Ya te lo dije antes, no tengo ningún control sobre los arreglos de tu vivienda. ¿Qué

tan difícil es para ti buscar tu propio lugar? ¿Por qué me necesitas?

—Porque casi no tengo dinero, Sage. Mi viejo me rebajó los montos. Me da un

subsidio que apenas es suficiente para los cigarrillos.

Consideré sugerir que dejara de fumar, pero probablemente ese no sería un giro útil en

la conversación.

—Lo siento. Realmente. Si se me ocurre algo luego, te lo haré saber. Además, ¿no es

Abe quien quiere que permanezcas aquí? —Decidí deshacerme de culpas—. Los oí

hablando el primer día. Cómo quería que hicieras algo para él.

Page 197: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

197

Adrian se enderezó, zapatos asegurados.

—Sí, no sé de qué iba todo eso. ¿Escuchaste cuán totalmente vago fue también? Creo

que sólo está intentando molestarme, mantenerme ocupado porque en alguna parte de

ese arruinado corazón suyo, se siente mal por lo que pasó con…

Adrian cerró la boca, pero pude escuchar el nombre que no fue pronunciado: Rose.

Una tristeza terrible cruzó sus facciones, y sus ojos parecieron perdidos y

atormentados. Recordé cuando había estado en el coche con Jill, y ella se había

lanzado en una diatriba sobre Rose, sobre cómo su recuerdo atormentaba a Adrian.

Sabiendo lo que sabía sobre el vínculo, tenía la sensación de que había habido muy

poco de Jill en esas palabras. Esa había sido una línea directa de Adrian. Mirándolo,

apenas podía comprender el alcance de ese dolor, y tampoco sabía cómo ayudar. Sólo

sabía que repentinamente entendía un poco mejor por qué quería tanto ahogar sus

penas, no es que eso lo hiciera más saludable.

—Adrian —dije incómodamente—, lo…

—Olvídalo —dijo—. No sabes cómo se siente amar a alguien de esa forma, y que

luego te arrojen ese amor a la cara…

Repentinamente un grito ensordecedor atravesó el aire. Adrian se estremeció más que

yo, demostrando el lado malo de la audición de los vampiros: los sonidos molestos

eran mucho más molestos.

Como uno, nos apresuramos otra vez hacia el interior del condominio. La chica rubia

estaba sentada con la espalda recta sobre el sofá, tan sorprendida como nosotros. La

otra chica, la que me había dejado entrar, se encontraba de pie en la puerta del

dormitorio, pálida como la muerte, un celular aplastado firmemente en su mano.

—¿Cuál es el problema? —pregunté.

Ella abrió su boca para hablar y luego se fijó otra vez en mí, pareciendo recordar que

era humana.

—Está bien, Carla —dijo Adrian—. Sabe sobre nosotros. Puedes confiar en ella.

Eso fue todo lo que Carla necesitó. Se lanzó hacia los brazos de Adrian y comenzó a

llorar incontrolablemente.

Page 198: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

198

—Oh, Jet —dijo entre sollozos—. No puedo creer lo que le ocurrió. ¿Cómo pasó esto?

—¿Qué pasó? —preguntó la otra chica Moroi, poniéndose de pie con dificultad. Al

igual que Adrian, parecía que había dormido con sus ropas puestas. Me atreví a tener

la esperanza de que Jill no hubiera sido testigo de tanta indecencia como había

imaginado originalmente.

—Dinos lo que pasó, Carla —dijo Adrian con una voz suave que sólo le había

escuchado utilizar con Jill.

—Soy Krissy. —Ella sorbió por la nariz—. Y nuestra amiga…. Nuestra amiga. —Se

secó los ojos a medida que más lágrimas se agolpaban en ellos—. Acabo de recibir la

llamada. Nuestra amiga —otra Moroi que va a nuestra universidad— ella está muerta.

—Krissy miró hacia la otra chica, quien ahora suponía, era Carla—. Era Melody. Fue

asesinada por los Strigoi anoche.

Carla jadeó y comenzó a llorar, lo que provocó más lágrimas de parte de Krissy.

Encontré la mirada de Adrian, ambos estábamos horrorizados. Aunque no tenía idea

de quién era esta Melody, un asesinato Strigoi siempre era una cosa terrible, trágica.

Inmediatamente, mi mente Alquimista saltó a la acción. Necesitaba asegurarme de que

la escena del crimen estuviera segura y que el asesinato se mantuviera en secreto para

los humanos.

—¿Dónde? —pregunté—. ¿Dónde ocurrió?

—West Hollywood —dijo Carla—. Detrás de algún club.

Me relajé un poco, aunque todavía estaba impresionada por lo trágico de todo esto.

Esa era una región muy poblada y ocupada, una que definitivamente estaría en los

radares de los Alquimistas. Si cualquier humano lo hubiera descubierto, los

Alquimistas ya se habrían ocupado de ellos hace bastante tiempo.

—Por lo menos no la convirtieron —dijo tristemente Carla—. Puede descansar en paz.

Por supuesto, esos monstruos no podían descansar sin mutilar su cuerpo.

La miré fijamente, sintiéndome completamente fría.

—¿A qué te refieres?

Ella frotó su nariz contra la camisa de Adrian.

Page 199: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

199

—Melody. Ellos no sólo bebieron de ella. Cortaron su garganta también.

Page 200: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

200

Capítulo 15

Traducido por Pimienta

Corregido por TwistedGirl

drian durmió mucho en el camino de regreso a Palm Springs. Al parecer, la

noche de fiesta con Carla y Krissy lo había hecho descansar muy poco.

Pensar en ello me hizo sentir incómoda. Pensar en Jill experimentándolo a

través de él me hizo sentir mal.

Habría sido poco lo que podía hacer por Carla y Krissy excepto ofrecerles nuestras

simpatías. El ataque Strigoi sucedió. Fue trágico y terrible, pero la única manera en la

que mayoría de los Moroi podían protegerse era actuar con cautela, mantener seguro

su paradero, y quedarse con sus guardianes, si era posible. Para los Moroi no reales,

vivirían e irían a la escuela como Carla y Krissy lo hacían, los guardianes no eran una

opción. Un montón de Moroi estaban así, por lo que simplemente debían tener

cuidado.

Ambas pensaban que las circunstancias que rodearon la muerte de su amiga eran

horribles. Eso era cierto. Lo eran. Pero ninguna chica pensó mucho más allá de eso, o

sentía que había algo extraño en su muerte. Yo tampoco lo haría si no hubiera oído

hablar a Clarence sobre la muerte de su sobrina.

Traje de vuelta a Adrian a Amberwood conmigo y lo tomaron en breve en calidad de

invitado, pensando que Jill se sentiría mejor al verlo en carne y hueso. Efectivamente,

ella ya estaba esperándonos en el dormitorio cuando llegamos. Ella lo abrazó y me

lanzó una mirada de agradecimiento. Eddie estaba con ella, y aunque no dijo nada,

había una mirada de desesperación en su cara que me decía que no era la única que

pensaba que Adrian se había comportado ridículamente.

—Estaba muy preocupada —dijo Jill.

Adrian agitó su cabello, que parecía solaparse.

—No hay nada de qué preocuparse, Jailbait. Siempre y cuando las arrugas salgan de

esta camiseta, no hay ningún daño.

A

Page 201: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

201

Ningún daño, pensé, sintiendo encenderse la ira dentro de mí. Ningún daño, excepto Jill

teniendo que ver a Adrian enrollándose con otras chicas y soportar sus borracheras. No

importaba si Lee había suplantado a su amor platónico por Adrian. Ella era demasiado

joven para presenciar algo así. Adrian había sido egoísta.

—Ahora —Adrian continuó—, si Sage es tan amable de seguir jugando al chofer,

podría llevarlos a todos a comer.

—Pensé que no tenías dinero —le señalé.

—Dije que no tenía mucho dinero.

Jill y Eddie intercambiaron miradas.

—Nosotros, eh, nos íbamos a reunir con Micah para el almuerzo —dijo Jill.

—Tráiganlo —dijo Adrian—. Así puede conocer a la familia.

Micah se presentó poco después y estuvo feliz de conocer a nuestro otro "hermano".

Estrechó la mano de Adrian y sonrió.

—Ahora veo cierto parecido de familia. Estaba empezando a preguntarme si Jill fue

adoptada, pero ustedes dos como que se parecen.

—Lo mismo sucedía con nuestro cartero de Dakota del Norte —dijo Adrian.

—Sur —corregí. Afortunadamente, para Micah no parecía que hubiera nada extraño

en el deslizamiento.

—Correcto —dijo Adrian. Él estudió a Micah pensativo—. Hay algo familiar en ti.

¿Nos conocemos?

Micah negó con la cabeza.

—Yo nunca he estado en Dakota del Sur.

Estaba bastante segura de que oí a Adrian murmurar.

—Eso hace a dos de nosotros.

Page 202: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

202

—Tenemos que irnos —dijo Eddie rápidamente, moviéndose hacia la puerta de

nuestro dormitorio—. Tengo unas cuantas tareas en las que ponerme al día después.

Fruncí el ceño, desconcertada por el cambio de actitud. Eddie no era un mal

estudiante, de ningún modo, pero había sido evidente para mí, desde que llegó a

Amberwood, que no tenía el mismo interés en la escuela que yo. Este era un año de

repetición para él, y se contentaba sólo con jugar y hacer lo necesario para mantenerse

en buen estado.

Si alguien más pensó que su comportamiento era extraño, no lo demostró. Micah ya

estaba hablando con Jill acerca de algo, y Adrian todavía parecía que estaba tratando

de colocarlo.

La generosa oferta de Adrian de comprar el almuerzo sólo se extendía a comida

rápida, por lo que nuestra cena fue rápida. Después de una semana de alimentos de

residencia, sin embargo, me gustó el cambio, y hacía tiempo que Adrian había dejado

claro su punto de vista sobre el tema de comida "saludable" que Dorothy cocinaba.

—Deberías haber pedido el menú infantil —me dijo Adrian, señalando a mi

hamburguesa y papas fritas a medio de comer—. Me podrías haber ahorrado mucho

dinero. Y habrías conseguido un juguete.

—Mucho es una especie de exageración —le dije—. Además, ahora tienes sobras para

ti.

Puso los ojos en blanco y se robó una patata de mi plato.

—Tú eres la que debe tomar las sobras. ¿Cómo se puede funcionar con tan poca

comida? —exigió—. Uno de estos días, te va a llevar el viento.

—Ya basta —le dije.

—Simplemente, las cosas como son —dijo encogiéndose de hombros—, podrías

permitirte ganar alrededor de cinco kilos.

Lo miré con incredulidad, también sorprendida para conseguir incluso una respuesta.

¿Qué sabía un Moroi sobre el aumento de peso? Ellos tenían unas figuras perfectas. No

sabían lo que era mirarse al espejo y ver insuficiencia, no sentirte nunca

Page 203: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

203

suficientemente bueno. Era fácil para ellos, mientras que yo, sin importar lo duro que

trabajase, nunca me parecía ni de cerca a su perfección inhumana.

Los ojos de Adrian derivaron hacia el lugar donde Jill, Eddie, y Micah estaban

animadamente hablando de practicar más la defensa personal en grupo.

—Son lindos —dijo Adrian en voz baja sólo para mis oídos. Jugó con su popote,

mientras estudiaba al grupo—. Tal vez Eddie buscaba algo más con eso de permitirle

tener citas en la escuela.

—Adrian —gemí.

—Estoy bromeando —dijo—. Lee probablemente lo retaría a un duelo. Él no podía

dejar de hablar de ella, ya sabes. Cuando regresamos del mini golf, Lee seguía con

"¿Cuándo podemos todos salir de nuevo?" Y, sin embargo, desapareció de la faz de la

tierra cuando estaba en Los Ángeles y yo lo necesitaba.

—¿Habías hecho planes para reunirse? —le pregunté—. ¿Había estado de acuerdo en

llevarte a su casa?

—No —admitió Adrian—. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer?

En ese momento, un hombre de pelo gris que pasaba, golpeó la silla de Jill mientras

equilibrada una bandeja de hamburguesas y refrescos. Nada se derramó, pero Eddie se

puso de pie a la velocidad del rayo, listo para volar sobre la mesa y defenderla. El

hombre retrocedió y murmuró una disculpa.

Adrian sacudió la cabeza con asombro.

—Sólo envíalo como chaperón con quienquiera que salga con ella, y nunca tendremos

que preocuparnos.

Sabiendo lo que sabía ahora acerca de Adrian y Jill, fui capaz de ver la relación

protectora de Eddie con una luz diferente. Ah, claro, yo sabía que en su formación de

guardián se lo había inculcado, que estaba en su naturaleza, pero siempre parecía ser

algo un poco más fuerte con ella. Algo casi… personal. Al principio, me preguntaba si

tal vez se debía a que Jill era sólo una parte de su círculo más grande de amigos, al

igual que Rose. Ahora, pensaba que podría ir más lejos que eso. Jill dijo que Eddie

había sido el único en tratar de protegerla la noche del ataque. Había fallado,

probablemente debido al tiempo y no a la falta de habilidad.

Page 204: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

204

Pero, ¿qué tipo de marca debió dejar en él? Se trataba de alguien cuyo único propósito

en la vida era defender a otros y que había tenido que ver a alguien morir en su

guardia. Ahora que Adrian la había traído de vuelta a la vida, ¿era casi como una

segunda oportunidad para Eddie? ¿Una oportunidad para redimirse? Tal vez por eso

estaba tan atento.

—Te ves confundida —dijo Adrian.

Negué con la cabeza y suspiré.

—Creo que estoy pensando demasiado las cosas.

Él asintió con solemnidad.

—Es por eso que trato de no hacerlo.

Una pregunta anterior me vino a la cabeza.

—Oye, ¿por qué le dijiste a las chicas que te llamabas Jet?

—La práctica habitual si no quieres encontrarte a las muchachas más tarde, Sage.

Además, pensé que estaba protegiendo nuestras operaciones aquí.

—Sí, pero ¿por qué Jet? ¿Por qué no… No sé… Travis o John?

Adrian me dio una mirada que decía que estaba perdiendo el tiempo.

—Debido a Jet suena a alguien de mal humor.

Después del almuerzo, llevamos a Adrian donde Clarence, y el resto de nosotros

volvió a Amberwood. Jill y Micah fueron a hacer sus propias cosas, y convencí a

Eddie a ir a la biblioteca conmigo. Allí, nos situamos en una mesa, y yo saqué mi

computadora portátil.

—Por lo tanto, descubrimos algo interesante cuando recogí a Adrian hoy —le dije a

Eddie, manteniendo mi voz suave de biblioteca.

Eddie me dio una mirada irónica.

Page 205: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

205

—Supongo que toda la experiencia de recoger Adrian fue interesante, al menos por lo

que Jill me dijo.

—Podría haber sido peor —especulé—. Por lo menos estaba vestido cuando llegué. Y

sólo había otros dos Moroi. No tropecé con una residencia estudiantil llena de ellos, ni

nada.

Lo hizo reír.

—Es posible que hubieras tenido más dificultad para salir de allí que Adrian si ese

fuera el caso.

La pantalla de mi portátil volvió a la vida, y me puse con el complicado proceso de

registro de la mega-base de datos segura de los Alquimistas.

—Bueno, cuando nos íbamos, las chicas con las que estaba descubrieron que una

amiga de ellas había sido asesinado por un Strigoi la noche anterior.

Todo el humor desapareció de la cara de Eddie. Sus ojos se pusieron serios.

—¿Dónde?

—En Los Ángeles, no aquí —añadí. Debería haber sabido que no era la mejor forma

de abrir una conversación, sin establecer claramente de antemano que no era necesario

buscar Strigoi en el campus—. Por lo que sabemos, todo está bien. Los Strigoi no

quieren pasar el rato en Palm Springs.

Eddie se puso un uno por ciento menos tenso.

—Aquí está la cosa —continué—. Esta chica Moroi… su amiga… fue asesinada igual

que la sobrina de Clarence.

Eddie se levantó las cejas.

—¿Degollada?

Asentí con la cabeza.

—Eso es raro. ¿Estás segura de lo que sucedió… a los dos? Es decir, sólo sabemos lo

que dice el informe de Clarence, ¿verdad? —Eddie tamborileó un lápiz contra la mesa

Page 206: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

206

mientras reflexionaba sobre esto—. Clarence es bastante agradable, pero vamos. Todos

sabemos que no va más allá.

—Por eso te he traído aquí. Y por qué quería comprobar esta base de datos. Haremos

un seguimiento de la mayoría de las muertes relacionadas con Strigoi.

Eddie miró por encima de mi hombro, mientras yo abría una entrada de Tamara

Donahue de hace cinco años. Efectivamente, había sido hallada con la garganta

cortada.

Otra búsqueda de Melody Croft, amiga de Krissy y Carla, también tenía un informe de

la noche anterior. Mi gente había estado en la escena y rápidamente registraron la

información. Melody también tenía la garganta cortada. Había habido otros asesinatos

reportados de Strigoi en Los Ángeles, era una gran ciudad, después de todo, pero sólo

dos coincidían con este perfil.

—¿Sigues pensando en lo que dijo Clarence sobre cazadores de vampiros? —me

preguntó Eddie.

—No sé. Sólo pensé que valía la pena comprobarlo.

—Los guardianes intervienen en ambos casos —dijo Eddie, apuntando a la pantalla—.

También los declararon ataques Strigoi, ya que la sangre de las chicas había sido

tomada. Eso es lo que hace un Strigoi. No sé cómo lo hace un cazador de vampiros,

pero yo no veo beber sangre como parte de su objetivo.

—No lo creo tampoco. Pero ninguna de estas niñas fue drenada.

—Los Strigoi no siempre terminan de beber de sus víctimas. Sobre todo si son

interrumpidos. Esta chica murió cerca de un club, ¿verdad? Quiero decir, si su asesino

oyó que alguien se acercaba, simplemente se largó.

—Supongo. Pero ¿qué pasa con el degüello?

Eddie se encogió de hombros.

—Tenemos toneladas de casos de Strigoi haciendo cosas dementes. Basta con mirar a

Keith y su ojo. Están mal. No se puede aplicar la lógica con ellos.

Page 207: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

207

—Um, vamos a dejar su ojo fuera de esto. —Keith no era un caso del que yo quisiera

saber. Me senté en mi silla y suspiré—. Simplemente hay algo que me molesta acerca

de todos los asesinatos. La mitad de la bebida. El degüello. En los dos están ocurriendo

cosas extrañas. Y no me gustan las cosas extrañas.

—Entonces estás en la profesión equivocada —dijo Eddie, su sonrisa regresó.

Le devolví la sonrisa, mi mente seguía girando sobre todo.

—Supongo que sí.

Cuando yo no dije nada, él me miró sorprendido.

—Tú no estás en realidad… no creo que haya cazadores de vampiros, ¿verdad?

—No, no realmente. No tenemos ninguna evidencia para pensar que existan.

—Pero… —dijo Eddie.

—Pero —dije—, ¿no es la idea de un monstruo fuera de lo común? Quiero decir, ahora

mismo, ya sabes a quién buscar. Otros Moroi. Strigoi. Se distinguen. ¿Pero un cazador

de vampiros humano? —Hice un gesto hacia los estudiantes reunidos y trabajando en

la biblioteca—. No sabes quién es una amenaza.

Eddie negó con la cabeza.

—Es muy fácil, en realidad. Debes tratar a todos como una amenaza.

Yo no podía decidir si me hizo sentir mejor o no.

Cuando regresé a mi dormitorio más tarde, la señora Weathers me hizo señales.

—La Sra. Terwilliger dejó algo para ti.

—¿Me trajo algo? —le pregunté con sorpresa—. No es dinero, ¿verdad?

Hasta ahora, ninguna de mis compras de café se había reembolsado.

A modo de respuesta, la señora Weathers me entregó un libro con cubierta de cuero.

Al principio, pensé que era el que yo acababa de dejar. Luego miré con más atención la

Page 208: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

208

portada y leí Volumen 2. Una nota amarilla pegajosa se unía al libro con lo que había

escrito la Sra. Terwilliger en él: Siguiente. Suspiré y le di las gracias a la señora

Weathers. Yo haría cualquier tarea que mi profesor me pidiese, pero tenía una especie

de esperanza de que me asignara un libro que fuera más un relato histórico que recetas

de hechizos.

Cuando estaba caminando por el pasillo, oí una exclamación de alarma desde el otro

extremo. Pude ver una puerta abierta y algunas personas apiñados en torno a ella.

Pasé por delante de mi habitación, me fui a ver cuál era el problema. Era la habitación

de Julia y de Kristin. Aunque no estaba segura de si realmente tenía derecho, me abrí

paso entre algunos de los espectadores asustados. Nadie me detuvo.

Encontré a Kristin acostada en su cama, con espasmos violentos. Ella estaba sudando

profundamente, y sus pupilas eran tan grandes, casi no se apreciaba su iris. Julia se

sentaba cerca de ella en la cama, al igual que un par de chicas que no conocía muy

bien. Ella me miró, con el rostro lleno de temor.

—¿Kristin? —grité—. Kristin, ¿estás bien? —Cuando no hubo respuesta, me dirigí a los

demás—. ¿Qué pasa con ella?

Julia volvió a doblar con ansiedad un paño húmedo y lo colocó en la frente de Kristin.

—No lo sé. Ella ha estado así desde esta mañana.

La miré con incredulidad.

—¡Entonces necesita ver a un médico! Tenemos que llamar a alguien ahora. Voy a

buscar a la señora Weathers…

—¡No! —Julia saltó y se agarró de mi brazo—. No puedes. La razón de que esté así…

es, creemos que es debido a un tatuaje.

—¿Tatuaje?

Una de las otras chicas agarró de la muñeca de Kristin y la giró para que yo pudiera

ver el interior. Allí, tatuado en tinta brillante cobriza en su piel oscura, había una

margarita. Me acordé de Kristin suspirando por un tatuaje celestial, pero la última vez

que supe de ello, no se lo podía permitir

Page 209: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

209

—¿Cuándo se ha hecho esto?

—Esta mañana —dijo Julia. Parecía avergonzada—. Yo le presté el dinero.

Me quedé mirando la flor brillante, tan bonita y aparentemente inofensiva. No tenía

duda de que era lo que estaba causando esto. Lo que habían mezclado con la tinta para

proporcionar el brillo no estaba reaccionando bien con su sistema.

—Necesita un médico —dije con firmeza.

—No se puede. Vamos a tener que contarle lo de los tatuajes —dijo la chica que había

movido la mano de Kristin—. Nadie creyó a Trey, pero si ven algo como esto… así,

todo Nevermore podría ser cerrado.

¡Bien!, pensé. Pero para mi asombro, sus palabras fueron recibidas con asentimientos

con la cabeza de las otras chicas que se habían reunido allí. ¿Estaban locas? ¿Cuántas

de ellas tenían el ridículo tatuaje? ¿Y protegerse era realmente más importante que la

vida de Kristin?

Julia tragó y volvió a sentarse en el borde de la cama.

—Teníamos la esperanza de que esto se pasara. Tal vez necesite un poco de tiempo

para adaptarse.

Kristin se quejó. Una de sus piernas temblaban como si tuviera un espasmo muscular y

murmuró entonces. Sus ojos y sus pupilas dilatadas miraban fijamente fuera, y su

respiración era superficial.

—¡Ella ha estado así todo el día! —señalé—. Chicas, ella podía morir.

—¿Cómo lo sabes? —Preguntó Julia con asombro.

No, no sabía a ciencia cierta. Pero de vez en cuando, los tatuajes Alquimistas no eran

bien tomados. En el noventa y nueve por ciento de los casos, los cuerpos humanos

aceptaban la sangre de vampiro utilizada en el tatuaje Alquimista, permitiendo a sus

propiedades influir en nuestra propia especie, como un dhampir de bajo grado.

Hemos ganado una buena resistencia y larga vida, aunque no teníamos la increíble

capacidad física que los dhampirs recibían. La sangre se diluía demasiado para eso.

Aun así, siempre había personas que ocasionalmente enfermaban por un tatuaje

Page 210: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

210

Alquimista. La sangre envenenaba. Lo que se veía agravado debido a que el oro y

otros productos químicos trabajaban para mantener la sangre infundida en la piel, para

que nunca tuviera la oportunidad de salir. Los que no eran tratados, morían.

La sangre de vampiro no causaba una gran euforia, así que no creía que hubiera

ninguna en este tatuaje. Sin embargo, el tratamiento que utilizaban para los tatuajes

Alquimistas requería que rompieran los componentes metálicos del tatuaje con el fin

de liberar la sangre, permitiendo que el cuerpo se limpiara, naturalmente. Tuve que

asumir que el mismo principio trabajaba aquí. Sólo que no sabía la fórmula exacta

para el compuesto Alquímico y ni siquiera estaba segura de que rompiera el cobre de la

forma en que lo hacía con el oro.

Me mordí el labio, pensando, y finalmente tomé una decisión.

—Ahora vuelvo —les dije, corriendo a mi habitación. Al mismo tiempo, una voz

interior me castigó por hacer una tontería. No tenía por qué tratar de hacer lo que

estaba a punto de hacer. Debía ir directamente a la Sra. Weathers.

En cambio, abrí la puerta de mi habitación y encontré a Jill con su computadora

portátil.

—Hola, Sydney —dijo ella, sonriendo—. Estoy en mensajería instantánea con Lee y...

—Ella hizo una pausa—. ¿Qué pasa?

Me volví hacia mi propio ordenador portátil y lo puse sobre la cama. Mientras

arrancaba llegué hasta una maleta de metal pequeña que cuidadosamente había

preparado, pero esperaba nunca tener que utilizar.

—¿Puedes ir a buscar un poco de agua? ¿Rápido?

Jill vaciló un momento antes de asentir.

—Vuelvo enseguida —dijo, saltando de su cama.

Mientras que ella se fue, abrí la caja con una clave que siempre mantenía conmigo.

En su interior había pequeñas cantidades de docenas de compuestos Alquímicos, el

tipo de sustancias que se mezclaban y utilizaban como parte de nuestro trabajo. Había

algunos ingredientes —como los que se utilizaban para disolver los cuerpos Strigoi—

de los que tenía un montón. Otros, de los que tenía sólo una muestra. Mi portátil

Page 211: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

211

terminó de arrancar, y me conecté a la base de datos Alquimista. Hice algunas

búsquedas y pronto tenía la fórmula para el tratamiento anti-tatuaje.

Jill volvió entonces, llevando una taza llena de agua.

—¿Es esto suficiente? Si estuviéramos en cualquier otro clima, yo podría haberlo traído

directamente desde el aire.

—Está bien —le dije, contenta de que el clima hubiera impedido la magia.

Recorrí la fórmula, haciendo el análisis de los ingredientes. Mentalmente fui borrado

los que estaba segura de que eran específicas para oro. Un par ni siquiera lo eran, pero

estaba bastante segura de que eran simplemente para la comodidad de piel y no eran

necesarios. Empecé a sacar los ingredientes de mi equipo, midiendo cuidadosamente,

aunque todavía los movía tan rápido como era posible a otra taza. Hice sustituciones

cuando fue necesario y añadí un ingrediente que estaba segura de que bajaría el cobre,

a pesar de que la cantidad requerida era sólo una conjetura de mi parte. Cuando

terminé, tomé el agua de Jill y añadí la misma cantidad que había en las instrucciones

originales. El resultado final fue un líquido que me recordó al yodo.

Me levanté y me sentí un poco como un científico loco. Jill me había mirado sin hacer

comentarios durante todo el tiempo, sintiendo mi urgencia. Su rostro se llenó de

preocupación, pero mordía todas las preguntas que yo sabía que tenía. Me siguió

cuando salí de la habitación y me dirigí a Kristin. El mismo número de niñas de antes

estaba allí, y era de verdad una maravilla que la señora Weathers no escuchara el

ruido. Para un grupo tan empeñado en proteger sus tatuajes preciosos, no estaban

siendo particularmente disimuladas.

Volví a la cama de Kristin, buscando cambios.

—Enséñame la muñeca otra vez, y mantén su brazo lo más quieto posible para mí. —

No me dirigí a nadie, sólo puse la fuerza suficiente en ello sintiéndome segura de que

alguien me obedecería. Y estaba en lo cierto—. Si esto no funciona, tendremos que

buscar un médico. —Mi voz no daba lugar a argumento.

Julia parecía más pálida que Jill, pero hizo un débil gesto de aceptación. Tomé la

toalla que había estado utilizando y la sumergí en mi taza. En realidad nunca había

visto hacer esto y tuve que adivinar cómo se aplicaba. Hice una oración en silencio y

luego presioné la toalla contra el tatuaje en la muñeca de Kristin.

Page 212: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

212

Dejó escapar un grito ahogado, y todo su cuerpo se resistió. Un par de chicas cercanas

ayudaron instintivamente a mantenerla en el suelo. Zarcillos de humo se formaron

donde yo estaba sosteniendo la toalla, y olía algo fuerte y a acre. Esperando lo que

suponía fuera una cantidad aceptable de tiempo, finalmente quité la toalla.

La margarita poco a poco fue mutando ante nuestros ojos. Sus líneas limpias

comenzaron a correrse y desenfocarse. El color cobrizo comenzó a cambiar,

oscureciéndose en un color verde azulado. En poco tiempo, el diseño era irreconocible.

Era una mancha amorfa. En torno a ella, ronchas rojas aparecieron en su piel, parecía

ser sólo de una irritación superficial, para nada grave.

Sin embargo, todo se veía muy mal, y observé fijamente con horror. ¿Qué había

hecho?

Todo el mundo estaba en silencio, sin que nadie supiera qué hacer. Un par de minutos

pasaron, pero parecieron horas. De repente, Kristin dejó de dar espasmos. Su

respiración parecía aún costosa, pero parpadeó y sus ojos enfocaron como si de pronto

viera el mundo por primera vez. Sus pupilas eran enormes, pero se las arregló para

mirar a su alrededor y por último se enfocó en mí.

—Sydney —jadeó Kristin—. Gracias.

Page 213: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

213

Capítulo 16

Traducido por elamela y Dani

Corregido por Emii_Gregori

raté de explicar mi experimento en química diciendo que era sólo una

sustancia que tuve en la mano desde el momento en que recibí mi tatuaje,

en caso de que tuviera una reacción alérgica. Desde luego, no le dejé saber

que lo había mezclado yo misma. Creo que habrían comprado ese tema de portada, si

no fuera por el hecho de que unos días más tarde, era capaz de controlar una fórmula

que ayudó a tratar las quemaduras químicas de la piel de Kristin. La mezcla no hizo

nada con la mancha de tinta —que parecía ser permanente, excepto por algún láser de

eliminación de tatuajes— pero sus verdugones se desvanecieron un poquito.

Después de eso, se difundió la palabra de que Sydney Melrose era la nueva

farmacéutica del lugar. Porque me había sobrado mucho de Kristin, le di el resto de la

crema para la piel a una chica con acné severo ya que funcionaba en eso también. Lo

que probablemente no me hizo ningún favor. La gente se acercaba a mí para todo tipo

de cosas e incluso se ofrecían a pagarme. Algunas pedidos no tenían sentido, como la

cura para los dolores de cabeza. A aquellas personas simplemente les dije que se

compraran una aspirina. Otros pedidos estaban fuera de mi poder y nada con lo que

quería tratar, como el control de natalidad.

Aparte de las peticiones extrañas, en realidad no me importaba el incremento de mi

cotidiana interacción social. Estaba acostumbrada a que las personas necesitaran cosas

de mí, de modo que era un territorio familiar. Algunas personas sólo querían saber más

cosas sobre mí, como persona, lo que era nuevo y más agradable de lo que había

esperado. Y otras todavía querían... diferentes cosas de mí.

—Sydney.

Estaba esperando que mi clase de inglés empezara y me sorprendió ver a uno de los

amigos de Greg Slade estando de pie junto a mi escritorio. Su nombre era Bryan, y

aunque no sabía mucho sobre él, nunca lo había encontrado tan detestable como

Slade, lo cual era un punto a favor de Bryan.

T T

Page 214: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

214

—¿Sí? —dije, preguntándome si quería pedirme prestados los apuntes.

Tenía el cabello marrón y enredado, que parecía estar crecido a propósito de forma

descuidada, y en realidad era un poco guapo. Se pasó una mano sobre él mientras

escogía sus palabras.

—¿Sabes algo sobre las películas mudas?

—Claro —dije—. Las primeras se desarrollaron a finales del siglo XIX y algunas veces

tenían un acompañamiento de música en vivo, aunque no fue hasta 1920 que el sonido

se incorporó verdaderamente a las películas, eventualmente haciendo a las películas

mudas obsoletas en el cine.

Bryan se quedó boquiabierto, como si eso fuera más de lo que se había estado

esperando.

—Oh. Bien. Bueno, um, hay un festival de cine mudo en el centro la próxima semana.

¿Crees que te gustaría ir?

Negué con la cabeza.

—No, no creo. Lo respeto como una forma de arte, pero en realidad no voy mucho a

verlas.

—Huh. Está bien. —Se alisó su cabello hacia atrás otra vez, y casi pude verle buscar a

tientas algunas ideas. ¿Por qué diablos estaba preguntándome sobre películas

mudas?—. ¿Qué hay acerca de Starship 305? Se estrena el viernes. ¿Quieres ver esa?

—En realidad tampoco me gusta la ciencia ficción —le dije. Era verdad, las

encontraba completamente inverosímiles.

Bryan parecía a punto de arrancarse el enmarañado cabello.

—¿Hay alguna película de por allí que quisieras ver?

Recorrí mentalmente una lista de entretenimiento actual.

5 Starship 30: Nombre de una película. Significa nave espacial.

Page 215: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

215

—No. En realidad no. —Sonó la campana, y con un movimiento de cabeza, Bryan se

escabulló de vuelta hacia su escritorio—. Eso fue raro —murmuré—. Tiene mal gusto

en películas. —Echando un vistazo a mi lado, me sorprendió ver a Julia con su cabeza

inclinada sobre su escritorio mientras se estremecía con una risa silenciosa—. ¿Qué?

—Eso —jadeó—. Eso fue muy divertido.

—¿Qué? —dije de nuevo—. ¿Por qué?

—Sydney, ¡te estaba pidiendo salir!

Reproduje la conversación.

—No, no lo estaba. Me estaba preguntando sobre el cine.

Se estaba riendo tanto que tuvo que enjugarse una lágrima.

—¡Para que el pudiera averiguar lo que querías ver y llevarte!

—Bueno, ¿y por qué simplemente no dijo eso?

—Eres tan adorablemente inocente —dijo—. Espero estar cerca el día en que

realmente te des cuenta de que alguien está interesado en ti. —Continué estando

desconcertada, y ella se pasó el resto de la clase estallando espontáneamente con una

risa ahogada.

Mientras yo me convertía en un objeto de fascinación, la popularidad de Jill decaía.

Parte de eso era su propia timidez. Estaba todavía tan consciente y preocupada de ser

diferente que dio por hecho que los demás eran conscientes también de su tapadera.

Continuó reprimiendo el conectar con la gente por temor, haciéndole dar la impresión

de ser distante. Sorprendentemente, haciendo esto peor, “la nota del doctor” de Jill

había llegado finalmente de los Alquimistas. La escuela no la pondría en una opción

diferente de la que ya estaba. A los estudiantes de primer año no les estaba permitido

ser ayudantes de profesor como Trey. Después de consultar con la Srta. Carson,

finalmente habían decidido que Jill participara en todas las actividades interiores de

educación física e hiciera “tareas alternativas” cuando estuviéramos al aire libre. Esto

usualmente significaba escribir informes sobre cosas como la historia del futbol. Por

desgracia, el sentarse la mitad del tiempo sola lograba contener más a Jill.

Micah seguía mimándole demasiado, incluso frente a la adversidad.

Page 216: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

216

—Lee me envió un mensaje esta mañana —me dijo ella en el almuerzo un día—.

Quiere llevarme a cenar este fin de semana. ¿Crees que...? Quiero decir, sé que

tendríais que venir también... —Miró indecisa entre Eddie y yo.

—¿Quién es Lee? —preguntó Micah. Se acababa de sentar con nuestro grupo.

Pasaron unos minutos de incómodo silencio.

—Oh —dijo Jill, desviando su mirada—. Es este, eh, chico que conocemos. No viene

aquí. Va a la universidad. En Los Ángeles.

Micah lo procesó.

—¿Te pidió salir en una cita?

—Sí... de hecho salimos antes. Supongo que estamos, bueno, en cierto modo saliendo.

—No en serio —lo puso al corriente Eddie. No estaba segura de si es que estaba

diciendo esto para no herir los sentimientos de Micah, o de si era alguna forma

protectora de detener que Jill se acercara demasiado a alguien.

Micah era bueno ocultando sus emociones, tenía que otorgarle eso. Después de pensar

un poco más, finalmente le dio a Jill una sonrisa que parecía un poco forzada.

—Bueno, eso es genial. Espero que puedas reunirte con él. —Después de eso, la

conversación giró en torno al próximo partido de fútbol, y nadie mencionó a Lee otra

vez.

Me di cuenta que Lee cambiaba la forma en que Micah actuaba en torno a Jill, pero él

todavía permanecía con nosotros todo el tiempo. Tal vez era con la esperanza de que

Lee y Jill romperían. O podría simplemente haber sido porque Micah y Eddie pasaban

mucho tiempo juntos, y Eddie era uno de los pocos amigos de Jill. Pero el problema no

era Micah. Era Laurel.

No creía que Micah hubiera estado interesado en Laurel, aun cuando Jill no había

estado en la foto, pero Laurel todavía veía a Jill como una amenaza —y se salía de su

camino para hacerla miserable. Laurel difundió unos rumores sobre ella e hizo unos

señalados comentarios en los pasillos y durante las clases sobre la piel pálida de Jill, su

altura y su delgadez… las mayores inseguridades de Jill.

Page 217: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

217

Una o dos veces, oí el nombre de chica vampiro susurrado en los pasillos. Me heló la

sangre, no importa cuántas veces me recordé a mí misma que era una broma.

—Jill no es lo que está manteniendo a Laurel y a Micah separados —le comenté a

Julia y a Kristin un día. Ellas se divertían con mis continuos esfuerzos por aplicar la

lógica y la racionalidad a las conductas sociales en la escuela—. No lo entiendo.

Simplemente no le gusta Laurel.

—Sí, pero es más fácil para ella pensar que Jill es el problema, cuando en realidad,

Laurel es sólo una perra y Micah lo sabe —explicó Julia. Desde el encuentro torpe con

Bryan, ella y Kristin habían asumido el intentar educarme en las formas “normales” en

que los seres humanos se comportaban.

—Además, a Laurel sólo le gusta tener a alguien con quien meterse —dijo Kristin.

Raramente hablaba sobre el tatuaje, pero había estado seria y sobria desde entonces.

—Bueno —dije, tratando de seguir la lógica—, pero fui yo quien le anunció que su

cabello se estaba muriendo. Y apenas me ha dicho ni una palabra.

Kristin sonrió. —No es divertido meterse contigo. Contestas. Jill no se defiende mucho

y no tiene mucha gente que dé la cara por ella tampoco. Es un blanco fácil.

Una cosa positiva ocurrió, por lo menos. Adrian estaba permaneciendo en buen

comportamiento después del contratiempo de Los Ángeles, aunque tenía que

preguntarme cuánto tiempo duraría. En base a lo que se entendía de Jill, todavía

estaba aburrido e infeliz. El horario de Lee era errático, y no era su trabajo cuidar de

Adrian de todos modos. No parecía haber ninguna buena solución para ella, en

realidad. Si Adrian cedía ante sus vicios, ella sufría los efectos de sus resacas y sus

“escapadas románticas”. Si no lo hacía, entonces él se sentía miserable, y esa actitud

lentamente se deslizaba en ella también. La única esperanza que tenían era que Jill

finalmente aprendiera el control para sacarlo de su mente, pero por lo que Rose le

había dicho, eso podría llevarle un tiempo muy largo.

Cuando la siguiente alimentación llegó, me decepcionó ver el coche de Keith aparcado

en el camino de acceso de Clarence. Si no iba a hacer en realidad nada activo para

ayudar en esta tarea, en cierto modo deseaba que simplemente se mantuviera alejado

de ella por completo. Al parecer, pensaba que “supervisar” estas visitas contaba como

trabajo y seguía justificando su presencia. Excepto que cuando nos encontramos con

Adrian en la sala de estar, Keith no estaba a la vista. Y tampoco estaba Clarence.

Page 218: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

218

—¿Dónde están? —le pregunté a Adrian.

Adrian estaba recostado en el sofá y dejó un libro que había estado leyendo. Tuve la

sensación de que leer era una actividad poco común en él y casi me sentí mal por la

interrupción. Reprimió un bostezo. No había alcohol a la vista, pero sí vi lo que

parecían ser tres latas vacías de bebida energética.

Se encogió de hombros.

—No lo sé. Afuera, hablando en algún lugar. Tu amigo tiene un agrio sentido del

humor. Creo que está alimentando la paranoia de Clarence sobre los cazadores de

vampiros.

Miré con inquietud a Lee, quien había comenzado de inmediato a hablar con Jill.

Ambos estaban tan ensimismados el uno con el otro, que ni siquiera se dieron cuenta

de que el resto de nosotros estaba discutiendo. Sabía cuánto le incomodaba la charla de

cazadores de vampiros a Lee. No apreciaría que Keith la fomentara.

—¿Sabe Clarence sobre el asesinato en Los Ángeles? —preguntó Eddie. No había

ninguna razón para que Keith no lo hiciera, desde que estaba abierto al conocimiento

Alquimista, pero no estaba segura de si es que habría hecho la conexión a Clarence o

no.

—No lo ha mencionado —dijo Adrian—. Juro que Keith simplemente lo está

haciendo porque esta aburrido o algo así. Aún no he caído tan bajo.

—¿Eso es lo que has estado haciendo en su lugar? —pregunté. Me senté frente a él y

señalé hacia las bebidas energéticas.

—Hey, no es vodka o brandy o... bueno, nada bueno. —Adrian suspiró y puso boca

abajo una lata, bebiendo las últimas gotas—. Así que denme algo de crédito.

Eddie miró hacia las latas.

—¿No dijo Jill que tenía problemas para dormir anoche?

—Adrian —dije con un gemido. Eddie estaba en lo cierto. Me había dado cuenta de

Jill sacudiéndose y dando vueltas constantemente. La cafeína sin duda lo explicaría.

Page 219: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

219

—Hey, lo estoy intentando —dijo Adrian—. Si pudieras sacarme de aquí, Sage,

entonces no me vería obligado a ahogar mis penas en taurina y ginseng.

—Ella no puede, Adrian, y lo sabes —dijo Eddie—. ¿No puedes...? No lo sé.

¿Encontrar un pasatiempo o algo así?

—Ser encantador es mi pasatiempo —dijo Adrian obstinadamente—. Soy el alma de

una fiesta… incluso sin beber. No estoy hecho para estar solo.

—Podrías conseguir un trabajo —dijo Eddie, instalándose en la silla de la esquina.

Sonrió, divertido por su propio ingenio—. Resuelve tus dos problemas… ganar algo de

dinero y estar rodeado de gente.

Adrian frunció el ceño.

—Cuidado, Castile. Sólo hay un comediante en esta familia.

Me incorporé.

—Eso en realidad no es una mala idea.

—Es una idea terrible —dijo Adrian, mirando entre mí y Eddie.

—¿Por qué? —pregunté—. ¿Es ésta la parte en la que nos dices que tus manos no

hacen trabajo manual?

—Se parece más a la parte donde no tengo nada que ofrecer a la sociedad —contestó.

—Podría ayudarte —ofrecí.

—¿Vas a hacer el trabajo y darme el cheque de pago? —preguntó Adrian

esperanzado—. Porque eso en realidad podría ayudar.

—Puedo darte un paseo hacia tus entrevistas —dije—. Y te puedo hacer un currículum

vitae que te conseguiría cualquier trabajo. —Lo miré y lo reconsideré—. Bueno, dentro

de lo razonable.

Adrian se recostó de nuevo.

Page 220: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

220

—Lo siento, Sage. Simplemente no lo siento.

Clarence y Keith entraron en ese momento. La cara de Clarence era exuberante.

—Gracias, gracias —estaba diciendo—. Es muy agradable hablar con alguien que

entiende mi preocupación por los cazadores.

No me había dado cuenta de que Keith entendía algo, excepto por su propia

naturaleza egoísta. La cara de Lee se ensombreció cuando se dio cuenta de que Keith

estaba fomentando la irracionalidad del viejo hombre. Sin embargo, los Moroi

refrenaban los comentarios que sin duda él quería que hicieran. Era la primera vez que

había visto algún tipo de oscura emoción en la cara de Lee. Parecía que Keith podía

reducir hasta la persona más alegre.

Clarence estaba feliz de vernos, como lo estaba Dorothy. Los seres humanos que

daban sangre a los vampiros no eran simplemente desagradables, debido al acto en sí.

Lo que también era terrible era la adicción que daba lugar. Los vampiros soltaban

endorfinas en aquellos en los que bebían, las endorfinas que creaban un alto placer.

Los alimentadores humanos que vivían entre los Moroi se pasaban todos los días en

ese subidón, llegando a ser muy dependientes de él. Alguien como Dorothy, que había

vivido sólo con Clarence durante años, no había experimentado las suficientes

mordidas como para realmente volverse adicta. Ahora, con Jill y con Adrian

alrededor, Dorothy estaba consiguiendo una creciente cantidad de endorfinas en su

vida diaria. Sus ojos se iluminaron cuando vio a Jill, mostrando que estaba deseosa de

más.

—Hey, Sage —dijo Adrian—. No quiero una entrevista, pero ¿crees que podrías darme

un paseo para conseguir algunos cigarrillos?

Empecé a decirle que no iba a ayudarle con semejante hábito sucio y entonces me di

cuenta de que él miraba significativamente a Dorothy. ¿Estaba tratando de sacarme de

aquí? Me pregunté. ¿Darme una excusa para no estar cerca de la alimentación? Por lo

que entendía, los Moroi normalmente no ocultaban su alimentación a los otros. Jill y

Dorothy simplemente solían salir de la habitación para mi consuelo. Sabía que

probablemente lo haría de nuevo, pero decidí que aprovecharía la oportunidad de

escapar. Por supuesto, miré a Keith para su confirmación, esperando que protestara.

Simplemente se encogió. Parecía como si fuera la última cosa en su mente.

—Bueno —dije, levantándome—. Vamos.

Page 221: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

221

En el coche, Adrian se volvió hacia mí.

—Cambié de opinión —dijo—. Te tomaré la palabra de ayudarme a conseguir un

trabajo.

Casi me desvié en el inminente tráfico. Pocas cosas de él me podrían haber

sorprendido más… y decía unas cosas bastantes sorprendentes de forma regular.

—Eso fue rápido. ¿Hablas en serio?

—Tanto como lo siempre lo hago. ¿Todavía me ayudaras?

—Supongo que sí, aunque no hay mucho en lo que pueda hacer. En realidad no puedo

conseguirte el trabajo. —Recorrí mentalmente mi lista de lo que sabía acerca de

Adrian—. ¿No creo que tengas alguna idea de lo que realmente te gustaría hacer?

—Quiero algo divertido —dijo. Pensó un poco más—. Y quiero hacer mucho dinero…

pero haciendo el menor trabajo posible.

—Encantador —murmuré—. Eso lo reduce.

Llegamos al centro de la ciudad, y logré un perfecto trabajo de aparcamiento en

paralelo que no le impresionó ni de cerca tanto como debería haberlo hecho.

Estábamos justo en frente de una tienda de ultramarinos, y yo me quedé afuera

mientras él entraba. Las sombras de la noche estaban cayendo. Estaba fuera de la

escuela todo el tiempo, pero hasta ahora, mis viajes habían sido todos hasta Clarence,

cursos de mini golf, y acompañados con comida rápida. Resultó ser que la ciudad de

Palm Springs era muy bonita. Boutiques y restaurantes se alineaban en las calles, y

podía haber pasado horas observando a la gente. Jubilados ataviados con ropa de golf

se paseaban junto a los jóvenes glamurosos de la sociedad. Sabía que muchas

celebridades venían aquí también, pero no estaba suficientemente en sintonía con el

mundo del entretenimiento para saber quién era quién.

—Hombre —dijo Adrian, al salir de la tienda—. Elevaron el precio de mi marca

normal. Tuve que comprar alguna mierda.

—Ya sabes —dije—. Dejar de fumar también sería realmente una gran manera de

ahorrar un poco de…

Page 222: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

222

Me congelé cuando vi algo abajo de la calle. A tres bloques de distancia, a través de las

hojas de algunas palmeras, apenas podía divisar un cartel en el que se leía Nervermore

en unas adornadas letras góticas. Ese era el lugar. La fuente de los tatuajes

extendiéndose sin parar por Amberwood. Desde el incidente de Kristin, había querido

profundizar más en esto, pero no había estado segura de cómo. Ahora tenía mi

oportunidad.

Durante un momento, me acordé de Keith diciéndome que no me involucrara con

ninguna cosa que pudiera llamar la atención o causar problemas. Entonces pensé en la

forma en que Kristin se había visto durante su sobredosis. Esta era mi oportunidad de

realmente hacer algo. Tomé una decisión.

—Adrian —dije—. Necesito tu ayuda.

Tiré de él hacia el salón de tatuajes, poniéndolo al tanto de la situación. Durante un

momento, parecía tan interesado en la alta inducción de los tatuajes que pensé que

querría uno. Cuando le hablé de Kristin, sin embargo, su entusiasmo se desvaneció.

—Incluso si no es Tecnología Alquimista, todavía están haciendo algo peligroso —

expliqué—. No sólo para Kristin. Lo que Slade y esos chicos están haciendo —utilizar

los esteroides para ser mejores en el fútbol— simplemente está muy mal. La gente está

saliendo herida. —Pensé, de repente, en los cortes y en las contusiones de Trey.

Un pequeño callejón separaba el salón de tatuajes de un restaurante cercano, y nos

detuvimos justo delante de él. Una puerta se abrió en el interior del callejón, en el lado

del salón de tatuaje, y un hombre salió y encendió un cigarrillo. Había dado sólo dos

pasos cuando otro hombre sacó su cabeza por la puerta lateral y gritó: —¿Cuánto

tiempo vas a estar fuera? —Pude ver los estantes y las mesas detrás de él.

—Sólo bajaré hasta la tienda —dijo el hombre con el cigarrillo—. Volveré en diez

minutos.

El otro chico volvió adentro, cerrando la puerta. Unos minutos más tarde, lo vimos a

través de la ventana en la parte delantera de la tienda, poniendo en orden algo en el

mostrador.

—Tengo que volver allí —le dije a Adrian—. Por esa puerta.

Arqueó una ceja.

Page 223: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

223

—¿Qué, entrando a escondidas? ¡Muy elegante de ti! Y oh, sabes… peligroso y tonto.

—Lo sé —dije, sorprendida de lo tranquila que sonaba mientras admitía eso—. Pero

tengo que saber algo, y esta puede ser mi única oportunidad.

—Entonces iré contigo en caso de que ese hombre vuelva —dijo con un suspiro—.

Que no se diga que Adrian Ivashkov no ayuda a damiselas en apuros. Además, ¿lo

viste? Parecía un motorista loco. Ambos lo parecían.

—No quiero que… espera. —La inspiración me golpeó—. Habla con el chico del

interior.

—¿Huh?

—Ve por la parte delantera. Distráelo para que así pueda mirar alrededor. Habla con él

sobre... No lo sé. Ya pensarás en algo.

Rápidamente trazamos un plan. Envié a Adrian hacia su camino, mientras me metía

en el callejón y me acercaba a la puerta. Tiré del pomo y la encontré… cerrada.

—Por supuesto —murmuré. ¿Qué negocio dejaría una puerta alejada como está

expuesta y abierta? Mi brillante plan comenzó a desmoronarse hasta que recordé que

tenía mis “instrumentos esenciales” de Alquimista en mi bolso.

Mi kit completo se necesitaba en raras ocasiones, las crisis de acné del instituto a un

lado, por lo que usualmente se quedaba en casa. Pero los Alquimistas estaban siempre

disponibles, sin importar dónde estuvieran, para cubrir los avistamientos de vampiros.

Así que, siempre teníamos un par de cosas con nosotros en todo momento. Una era la

sustancia que podía disolver un cuerpo de un Strigoi en menos de un minuto. La otra

era casi igual de eficaz disolviendo metal.

Era un tipo de ácido, y lo guardaba en un vial protector en mi bolso. Rápidamente, lo

saqué y desenrosqué la tapa. Un olor amargo me golpeó y me hizo arrugar la nariz.

Con el cuentagotas de cristal del bote, con mucho cuidado lo incliné y puse unas gotas

en el centro de la cerradura. Inmediatamente di un paso hacia atrás mientras una

niebla blanca se elevaba del sitio de contacto. En unos treinta segundos, se había

disipado todo, y había un agujero en el centro del pomo de la puerta. Una de las cosas

buenas de este material, el cual llamábamos fuego rápido, era que su reacción se

Page 224: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

224

producía muy rápidamente. Ahora estaba inactivo y no representaba ningún peligro

para mi piel. Empuje hacia abajo el pomo, y se soltó.

Sólo abrí un poco la puerta, lo justo para comprobar que no había nadie más

alrededor. No. Vacío. Me deslicé adentro y en silencio cerré la puerta detrás de mí,

fijando un cerrojo interno para asegurarme que permaneciera cerrada. Como había

visto desde el exterior, el lugar era un trastero, lleno de todo tipo de herramientas de

trabajo de tatuajes. Tres puertas me rodeaban. Una llevaba a un cuarto de baño, una a

un cuarto oscuro, y otra al frente de la tienda y al mostrador principal. La luz se

derramaba desde esa puerta, y podía oír la voz de Adrian.

—Mi amigo tiene uno —estaba diciendo—. Lo he visto, y me dijo que este es el lugar

donde lo consiguió. Vamos, no juegues conmigo.

—Lo siento —fue la brusca respuesta—. No tengo ni idea de lo que estás hablando.

Lentamente empecé a escanear los armarios y los cajones, a leer las etiquetas y a

buscar algo sospechoso. Había un montón de suministros y no mucho tiempo.

—¿Es una cuestión de dinero? —preguntó Adrian—. Porque tengo suficiente. Sólo

dime cuánto cuesta.

Hubo una larga pausa, y esperé que a Adrian no le pidieran que mostrara el dinero en

efectivo ya que lo último de su dinero se había ido promocionando el cáncer.

—No lo sé —dijo el hombre al fin—. Si fuera capaz de hacer este tatuaje de cobre del

que estás hablando —y no estoy diciendo que pueda— probablemente no te lo podrías

permitir.

—Te estoy diciendo —dijo Adrian—. Sólo dime el precio.

—¿Qué es lo que te interesa exactamente? —preguntó el hombre lentamente—. ¿Sólo

el color?

—Creo que ambos sabemos —dijo Adrian astutamente—. Quiero el color. Quiero los

“efectos extra”. Y quiero verme rudo. Probablemente ni siquiera puedas hacer el

diseño que quiero.

—Esa es la menor de tus preocupaciones —dijo el tipo—. He estado haciendo esto por

años. Puedo dibujar cualquier cosa que quieras.

Page 225: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

225

—¿Si? ¿Puedes dibujar un esqueleto conduciendo una motocicleta con llamas saliendo

de ella? Y quiero un sombrero pirata sobre el esqueleto. Y un loro sobre su hombro.

Un esqueleto pirata. O ¿tal vez un esqueleto pirata ninja? No, eso sería excesivo. Pero

sería genial si el esqueleto motorista pudiera estar disparando a algún ninja estrellas

voladoras. Que estén ardiendo.

Mientras tanto, todavía no había visto señales de lo que necesitaba, pero había

millones de rincones y grietas que quedaban por explorar. El pánico empezó a elevarse

en mí. Iba a quedarme sin tiempo. Entonces, viendo una habitación a oscuras, me

apresuré hacia allí. Con una rápida mirada hacia el frente de la tienda, encendí la luz y

aguanté la respiración. Nadie debe haber notado nada porque la conversación

continuaba dónde había quedado.

—Esa es la cosa más ridícula que he escuchado jamás —dijo el tatuador.

—Eso no es lo que las señoritas van a decir —dijo Adrian.

—Mira, niño —dijo el tipo—. Eso ni siquiera sobre dinero. Es sobre disponibilidad. Es

mucha tinta de la que estás hablando, y no tengo tanta disponible.

—Bueno, ¿cuándo entregan tu próximo suministro? —preguntó Adrian.

Miré con admiración lo que había encontrado: estaba en la habitación dónde hacían

los tatuajes. Había una silla reclinable —mucho más cómoda que la mesa dónde había

recibido mi tatuaje— y una pequeña mesa lateral cubierta con lo que parecía ser

implementos recientemente usados.

—Ya tengo a algunas personas en lista de espera antes que tú. No sé cuándo habrá

más.

—¿Puedes llamarme cuando sepas? —preguntó Adrian—. Te daré mi información. Mi

nombre es Jet Steele.

Si no fuera por mi propia situación de tensión, hubiera gruñido. ¿Jet Steele? ¿En serio?

Antes de que pudiera pensar mucho sobre eso, finalmente encontré lo que había estado

buscando.

La pistola para tatuar sobre la mesa tenía su propio contenedor de tinta, pero estaba

cerca de varios pequeños frasquitos. Todos ellos estaban vacíos, pero algunos todavía

Page 226: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

226

tenían suficientes residuos metálicos de sus ingredientes anteriores para decirme lo que

necesitaba. Sin siquiera pensarlo dos veces, rápidamente empecé a juntarlos y meterlos

en mi bolso.

Cerca, noté algunos frasquitos sellados llenos de líquido oscuro. Me congelé por un

momento. Con cuidado, tomé uno, lo abrí, y tome una inhalación.

Era lo que había temido.

Le volví a poner la tapa y añadí esos frasquitos a mi bolso.

En ese momento, oí un zumbido detrás de mí. Alguien estaba tratando de abrir la

puerta trasera. Había echado el cerrojo detrás de mí, sin embargo, y no cedía. Aun así,

quería decir que mi tiempo para fisgonear se había acabado. Acababa de cerrar mi

bolso cuando oí que se abría la puerta principal.

—Joey, ¿por qué la puerta de atrás está cerrada? —demandó una enfadada voz.

—Siempre está cerrada.

—No, está echado el cerrojo. Desde adentro. No lo estaba cuando me fui.

Es la señal para mi salida. Apagué la luz y empecé a apresurarme de regreso por la sala

de almacenamiento.

—¡Espera! —exclamó Adrian. Había una nota ansiosa en su voz, como si estuviera

tratando de conseguir la atención de alguien. Tenía la preocupante sensación de que

los dos tipos que trabajaban aquí estaban dirigiéndose hacia la parte de atrás del

mostrador para investigar—. Tengo que saber algo más sobre el tatuaje. ¿Puede el loro

estar usando un sombrero de pirata? Como, ¿uno miniatura?

—En un minuto. Tenemos que revisar algo. —La voz era más fuerte que antes. Más

cercana.

Mis manos temblaban cuando destrabé el cerrojo. Me las arreglé y abrí la puerta,

saliendo apresuradamente justo cuando oí las voces detrás de mí. Sin detenerme para

echar una mirada hacia atrás, cerré la puerta y corrí por el callejón y por la calle, más

atrás donde había aparcado. Estaba bastante segura de que los tipos no habían

conseguido un buen vistazo de mí. Creo que sólo había visto una figura saliendo como

una flecha por la puerta. Aun así, estaba agradecida por las multitud de personas en la

Page 227: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

227

calle. Fui capaz de mezclarme mientras cambiaba mi atención hacia mi coche y

desbloqueé la puerta. Mis manos estaban sudorosas y temblaban mientras peleaba

torpemente con las llaves.

Quería desesperadamente mirar detrás de mí pero tenía miedo de atraer la atención de

los dos hombres, si estuvieran afuera buscando por la calle. Mientras no tuvieran razón

para sospechar de mí…

Una mano repentinamente tomó mi brazo y me alejó de un tirón. Jadeé.

—Soy yo —dijo una voz.

Adrian. Suspiré con alivio.

—No mires hacia atrás —dijo calmadamente—. Sólo métete en el coche.

Obedecí. Una vez que ambos estuvimos a salvo en su interior, tomé una inhalación

profunda, agobiada por los latidos de mi corazón. La adrenalina nacida del miedo

surgía en mi pecho, tan fuerte que dolía. Cerré mis ojos y me eché hacia atrás.

—Eso estuvo demasiado cerca —dije—. Y, a propósito, lo hiciste bien.

—Lo sé —dijo con orgullo—. Y de hecho, como que quiero hacerme un tatuaje ahora.

¿Encontraste lo que estabas buscando?

Abrí mis ojos y suspiré.

—Lo hice. Y mucho más.

—Entonces, ¿qué es? ¿Están poniendo drogas en los tatuajes?

—Peor —dije—. Están usando sangre de vampiro.

Page 228: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

228

Capítulo 17

Traducido por Bautiston

Corregido por DaRk Bass

i descubrimiento llevó el problema del tatuaje a un nivel

completamente nuevo. Antes, sólo pensaba que estaba luchando contra

las personas que utilizaban técnicas similares a los métodos de los Alquimistas para

exponer Amberwood a las drogas. Había sido una cuestión moral. Ahora, con la

sangre en juego, era un problema de los Alquimistas. Nuestro propósito era proteger a

los seres humanos de la existencia de los vampiros. Si alguien ilícitamente estaba

poniendo la sangre de vampiro en seres humanos, habrían cruzado la línea en la que

trabajábamos duramente, todos los días, para mantener.

Sabía que debía informar esto de inmediato. Si alguien tenía en sus manos sangre de

vampiro, los Alquimistas necesitaban enviar fuerzas aquí a investigar. Si siguiera la

cadena de mando normal, supongo que la cosa seria decirle a Keith y dejarlo que le

dijera a nuestros superiores. Si lo hacía, sin embargo, no tenía ninguna duda de que

tomaría todo el crédito por descubrir esto. No podía dejar que eso ocurriera, y no

porque quisiera la gloria para mí. Muchos Alquimistas creían, erróneamente, que

Keith era una persona honrada. Yo no lo creía.

Pero antes de hacer algo, necesitaba calcular el resto de los contenidos de los viales.

Podría hacer conjeturas sobre los residuos metálicos, pero no estaba segura de si es

que, al igual que la sangre, venían directamente desde el catálogo de los Alquimistas o

eran sólo imitaciones. Y si tenían nuestras fórmulas, no sería evidente a simple vista.

El polvo de plata en un vial, por ejemplo, podría tener unos pocos compuestos

diferentes a los Alquimistas. Tenía los medios para hacer algunos experimentos y

calcular, pero una sustancia se me escapaba. Este líquido claro y ligeramente espeso no

tenía ningún olor perceptible. Mi conjetura era que era el narcótico que se utilizaba en

los tatuajes celestiales. La sangre de vampiro no podía causar ese incremento, a pesar

de que explicaría absolutamente el loco atletismo de los autollamados tatuados de

acero. Por lo tanto, comencé a hacer los experimentos que pude, mientras seguía con

las rutinas normales de la escuela.

Estábamos jugando baloncesto en Educación Física esta semana, por lo que Jill estaba

M

Page 229: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

229

participando y era objeto de los comentarios mordaces de Laurel. La escuchaba decir

cosas como: —Uno pensaría que sería mucho mejor ya que es tan alta. Casi puede

tocar la canasta sin saltar. Tal vez debería convertirse en un murciélago y volar hasta

allí.

Hice una mueca. Tuve que mantenerme diciendo que no me tomara muy enserio las

bromas, pero cada vez que oía una, el pánico se apoderaba de mí. Tenía que

esconderlo, sin embargo. Si quería ayudar a Jill, necesitaba detener las burlas en su

totalidad, no sólo las cosas de vampiros. Prestar más atención a esos comentarios no

ayudaba.

Micah trató de consolar a Jill después de cada ataque, lo que claramente enfureció más

a Laurel. Los comentarios de Laurel no eran los únicos comentarios en llegar a mis

oídos. Desde mi incursión en la tienda de tatuajes, había escuchado una buena

cantidad de información interesante de Slade y sus amigos.

—Bueno, ¿dijo cuándo? —La Sra. Carson tomaba asistencia, y Slade estaba

interrogando a un tipo llamado Tim acerca de un reciente viaje a la tienda.

Tim negó con la cabeza.

—No. Están teniendo algunos problemas con su envío. Parece que el proveedor lo

tiene, pero no quiere entregarlo por el mismo precio.

—Maldita sea —gruñó Slade—. Necesito un retoque.

—Hey —dijo Tim—, ¿y yo qué? Ni siquiera tengo el primero.

No era el primer comentario que había escuchado de alguien que ya tenía un celestial y

necesitaba un retoque. La adicción en acción.

La cara de Jill era dura cuando terminó Educación física, y tuve la sensación de que

estaba tratando de no llorar. Intente hablar con ella en el vestuario, pero simplemente

negó con la cabeza y se dirigió a las duchas. Estaba a punto de ir allí cuando oí un

grito. Los que estábamos aún por las taquillas corrimos hacia el cuarto de baño para

ver lo que estaba sucediendo.

Laurel arrancó la cortina de su puesto y salió corriendo, haciendo caso omiso al hecho

de que estaba desnuda. Me quede boquiabierta. Su piel estaba cubierta de una fina

capa de hielo. Las gotas de agua de la ducha se habían congelado en su piel y en su

Page 230: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

230

pelo, aunque en el calor húmedo del resto de la habitación, ya estaban empezando a

derretirse. Le eché un vistazo a la propia ducha y me di cuenta de que el agua que salía

del grifo también estaba congelada.

Los gritos trajeron corriendo a la Sra. Carson, en shock como el resto de nosotras ante

lo que parecía imposible que acabábamos de presenciar. Finalmente declaró que era

algún tipo de problema con las tuberías y el calentador de agua. Eso era típico de mis

compañeros humanos. Siempre llegaban a inverosímiles explicaciones científicas antes

que profundizar en lo fantástico.

Pero no tuve ningún problema con eso. Hacia mi trabajo más fácil.

La Sra. Carson trató de que Laurel fuera a una ducha diferente para quitarse el hielo,

pero se negó. Esperó a que se derritiera y luego se secó.

Su pelo estaba atroz, cuando finalmente fue a su próxima clase, sonreí. Supuse que no

habría sacudida de pelo hoy.

—Jill —dije, al verla tratando de mezclarse con el grupo de chicas que abandonaban el

vestuario. Miró con aire de culpabilidad por encima del hombro, pero no reconoció de

ninguna manera que me había escuchado. La seguí muy de cerca—. ¡Jill! —llamé de

nuevo. Definitivamente me evitaba.

En la sala, Jill vio a Micah y corrió hacia él. Inteligente. Sabía que no iba hacer

preguntas peligrosas a su alrededor.

Se las arregló para evitarme el resto del día, pero me quedé fuera de nuestra habitación,

hasta que finalmente llegó a casa, justo antes del toque de queda.

—Jill —exclamé en cuanto entró por la puerta—. ¿Qué estabas pensando? —Tiró los

libros y se volvió hacia mí. Tuve la sensación de que no era la única que había estado

preparando un discurso.

—Estaba pensando que estoy harta de escuchar a Laurel y a sus amigos hablar de mí.

—¿Así que congelaste la ducha? —pregunté—. ¿Y eso cómo va a detenerla? No es

como si pudieras reclamar el crédito por ello.

Jill se encogió de hombros.

Page 231: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

231

—Me hizo sentir mejor.

—¿Esa es tu excusa? —No me lo podía creer. Jill siempre había parecido tan

razonable. Había sobrevivido a convertirse en una princesa y morir con la cabeza

clara. Esto la quebró—. ¿Sabes que estás en riesgo? ¡Estamos tratando de no llamar la

atención aquí!

—La Sra. Carson no piensa que sea algo raro.

—¡La Sra. Carson encontró una débil excusa para tranquilizarse! Eso es lo que hace la

gente. Todo lo que le necesita hacer algún conserje sería investigar y decir que las

tuberías no se congelan al azar y ¡sobre todo en Palm Springs!

—¿Y qué? —demando Jill—. ¿Entonces, que? ¿Su siguiente suposición será decir que

se trataba de magia vampiro?

—Por supuesto que no —le dije—. Pero la gente va a hablar. Levantarás sospechas.

Me miró con atención.

—¿Es eso lo que realmente te molesta? ¿O que he usado la magia?

—¿No es lo mismo?

—No. Quiero decir, te angustia que utilice la magia porque no te gusta la magia. No te

gusta nada que tenga que ver con los vampiros. Creo que esto es personal. Sé lo que

piensas de nosotros.

Me quejé. —Jill, tú me caes bien. Tienes razón con lo de que la magia me hace sentir

un poco incómoda. —Bueno, muy incómoda—. Pero mis sentimientos personales no

son los que van a hacer a la gente preguntarse qué pudo haber causado que el agua se

congelara de esa manera.

—¡No es justo que ella pueda seguir haciendo eso!

—Lo sé. Pero tienes que ser mejor que ella.

Jill se sentó en la cama y suspiró. Así de simple, su ira pareció fundirse en la

desesperación. —Odio este lugar. Quiero volver a St. Vladimir. O a la Corte. O a

Page 232: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

232

Michigan. A cualquier otro lugar. —Me miró suplicante—. ¿No has tenido ninguna

noticia acerca de cuándo puedo volver?

—No —dije, incapaz de decirle que podría pasar un largo tiempo.

—Todo el mundo está pasándola muy bien aquí —dijo—. Tú lo amas. Tienes

toneladas de amigos.

—Yo no…

—A Eddie también le gusta. Tiene a Micah y otros chicos en su dormitorio para pasar

el rato. Además, me tiene a su cargo, lo cual le da un propósito. —Nunca lo había

pensado así, pero me di cuenta de que tenía razón—. ¿Pero yo? ¿Qué tengo? Nada más

que este vínculo estúpido que me hace sentir más deprimida porque tengo que

escuchar a Adrian sintiendo lástima de sí mismo.

—Estoy llevando a Adrian a buscar empleo mañana —le dije, no segura de si eso

realmente ayudaría.

Jill asintió con expresión sombría.

—Lo sé. Su vida probablemente será grandiosa ahora también.

Se estaba hundiendo en el melodrama y su propia auto-compasión, pero a la luz de

todo, sentía como si tuviera derecho a ello en estos momentos.

—Tienes a Lee —le dije.

Su cara brilló.

—Lo sé. Es genial. Me gusta mucho, y no puedo creer… Quiero decir, que

simplemente parece una locura que también le guste.

—No es tan loco.

Su brillo se desvaneció.

—¿Sabías que Lee me dijo que cree que puedo ser modelo? Dice que tengo la figura

humana que a los diseñadores de moda les gusta y sabe que los diseñadores del centro

están buscando modelos. Pero cuando le dije a Eddie, respondió que era una idea

Page 233: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

233

terrible, porque no puedo correr el riesgo de que me tomen una foto. Dijo que si se

filtraba, otros me podían encontrar.

—Eso es verdad —le dije—. Pero lo otro es verdad también. Tienes la figura de una

modelo, pero hacerlo sería demasiado peligroso.

Suspiró, viéndose derrotada.

—¿Ves? Nada funciona para mí.

—Lo siento, Jill. Realmente lo hago. Sé que es duro. Todo lo que puedo pedirte es que

trates de mantenerte fuerte. Lo has hecho muy bien hasta ahora. Sólo aguanta un poco

más, ¿de acuerdo? Sólo mantente pensando en Lee.

Mis palabras sonaban huecas, incluso para mí. Casi me pregunté si debía llevarla con

Adrian, pero finalmente decidí no hacerlo. Pensé que Adrian no necesitaba ningún

tipo de distracción. Tampoco estaba segura de lo interesante que sería para ella. Si

realmente estaba tan ansiosa por ver a Adrian pasar por una entrevista de trabajo,

podía "escuchar" a través de la conexión.

Me encontré con Adrian después de la escuela al día siguiente, y por primera vez en

mucho tiempo, ni Lee ni Keith estaban alrededor de la vieja casa. Sin embargo,

Clarence si y casi me atropelló cuando entré.

—¿Escuchaste? —Exigió—. ¿Escuchaste acerca de esa pobre chica?

—¿Qué chica? —pregunté.

—La que murió en Los Ángeles hace un par de semanas.

—Oh, sí —dije, aliviada de que no hubiera sido una nueva muerte—. Fue trágico.

Tenemos suerte de que no haya Strigoi aquí.

Me dio una mirada sorprendentemente conocedora.

—¡No fueron los Strigoi! ¿No has prestado atención? Eran ellos. Los cazadores de

vampiros.

—Pero bebieron su sangre, señor. ¿No dijo que los cazadores de vampiros son

humanos? Ningún ser humano tendría ninguna razón para beber sangre Moroi.

Page 234: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

234

Se alejó de mí y se paseó por la sala de estar. Miré a mí alrededor, preguntándome

dónde estaba Adrian.

—¡Todo el mundo dice eso! —dijo Clarence—. Como si no lo supiera. No puedo

explicar por qué hacen lo que hacen. Son muy extraños. Adoran al sol y tienen

creencias raras sobre el mal y el honor… incluso más inusuales que tus creencias. —

Bueno, eso ya era algo. Por lo menos sabía que yo era un ser humano. A veces no

estaba segura—. También tienen puntos de vista extraña de los vampiros que deben

morir. Matan a todos los Strigoi, sin duda. Con Moroi y dhampirs, son más selectivos.

—Sabe mucho acerca de ellos —le dije.

—Hice mis investigaciones, desde Tamara. —Suspiró y de repente parecía muy, muy

viejo—. Por lo menos Keith me cree.

Mantuve mi rostro inexpresivo.

—¿Ah, sí?

Clarence asintió con la cabeza.

—Es un buen joven. Deberías darle una oportunidad.

Mi control se deslizó, y sabía que estaba con el ceño fruncido. —Lo intentaré, señor.

—Adrian entró en ese momento, para mi alivio. Estar a solas con Clarence era

suficientemente extraño como para tenerlo alabando a Keith Darnell.

—¿Listo? —le pregunté.

—Por supuesto —dijo Adrian—. No puedo esperar a ser un miembro productivo para

la sociedad.

Mire su conjunto una vez más y tuve que comerme los comentarios. Era agradable,

pero por supuesto, su ropa siempre lo era. Jill había dicho que tenía un vestuario caro,

pero Adrian iba mucho más lejos de eso. Llevaba jeans negro y una camisa Burdeos

con botones. La camisa parecía que una especie de mezcla de seda y la llevaba suelta y

desabotonada. Su pelo estaba cuidadosamente peinado para que pareciera que acababa

de levantarse de la cama. Lástima que no tenía la textura de mi pelo. Mi cabello lo

hacía sin ningún estilo en absoluto.

Page 235: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

235

Tuve que admitir, que se veía bien, pero no parecía que fuera a una entrevista de

trabajo. Parecía que estaba a punto de salir de fiesta. Esto me puso en una clase de

conflicto. Me encontré admirándolo, y recordé una vez más la impresión que tenía de

él, a veces, como si fuera una especie de obra de arte. Era un poco desconcertante,

sobre todo desde que tenía que decirme a mí misma que los vampiros no eran

atractivos de la misma manera que los seres humanos. Afortunadamente, la parte

práctica de mí pronto tomó el poder, diciéndome que no importaba si se veía bien o

no. Lo que importaba era que se veía inadecuado para las entrevistas de trabajo. Sin

embargo, no debería haberme sorprendido. Este era Adrian Ivashkov.

—Así que ¿Cuál es la agenda? —me preguntó una vez que estuvimos en camino—.

Realmente creo que “Presidente Ivashkov" suena bien.

—Hay una carpeta en el asiento trasero con nuestro itinerario, Presidente.

Adrian giró y sacó la carpeta. Después de un análisis rápido de la misma, declaró —:

Consigues puntos por variedad, Sage. Pero no creo que ninguno de estos vaya a

ayudar a mantener el estilo de vida al que estoy acostumbrado.

—Tu currículum está atrás. Hice lo que pude, pero aquí estamos operando dentro de

parámetros limitados.

Pasó a través de los papeles y encontró el currículum.

—Wow. ¿Era un asistente de educación en San Vladimir?

Me encogí de hombros.

—Era lo más cercano que tenías a un trabajo.

—Y Lissa era mi supervisor, ¿eh? Espero que me haya dado buenas referencias.

Cuando Vasilisa y Rose estaban todavía en la escuela, Adrian había vivido ahí y

trabajado con Vasilisa en el aprendizaje del espíritu. "Asistente educativo" era una

especie de estiramiento, pero lo hacía sonar como si pudiera realizar múltiples tareas y

presentarse a trabajar a tiempo.

Cerró la carpeta, se recostó en el asiento y cerró los ojos. —¿Cómo está Jailbait?

Parecía deprimida la última vez que la vi.

Page 236: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

236

Consideré mentirle, pero pensé que probablemente iba a enterarse de la verdad con el

tiempo, ya sea directamente de ella, o a través de sus propias deducciones. El juicio de

Adrian podría ser cuestionable, pero había descubierto que era excelente en la lectura

de las personas. Eddie decía que venía de ser un usuario espíritu y había mencionado

algo sobre el aura, pero no estaba muy segura de creerle. Los Alquimistas no tenían

pruebas fehacientes de que fueran reales.

—No está bien —le dije, dándole el informe completo mientras nos dirigíamos.

—Esa cosa de la ducha fue muy graciosa —dijo cuando terminé.

—¡Fue irresponsable! ¿Por qué nadie puede ver eso?

—Pero la perra se lo merecía.

Suspiré.

—¿Ustedes han olvidado por qué están aquí? ¡Tú de todas las personas! La viste morir.

¿No entiendes lo importante que es para que ella este a salvo, mantener un perfil bajo?

Adrian se quedó callado por unos momentos, y cuando me miró, su cara estaba

inusualmente seria.

—Lo sé. Pero no quiero ser miserable tampoco. Ella… ella no se lo merece. No como

el resto de nosotros.

—No creo que lo merezcamos.

—Tal vez no —dijo con una sonrisa—. Con tu estilo de vida puro y absoluto. No sé.

Jill es tan... inocente. Es por eso que la salve, ya sabes. Es decir, en parte.

Me estremecí.

—¿Cuando murió?

Asintió con la cabeza, una mirada de preocupación en sus ojos.

Page 237: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

237

—Cuando la vi allí, cubierta de sangre y sin moverse... no pensé en las consecuencias

de lo que estaba haciendo. Sólo sabía que tenía que salvarla. Que tenía que vivir.

Actué sin dudar, sin saber a ciencia cierta si lo podía hacer.

—Fue valiente de tu parte.

—Tal vez. No lo sé. Sé que ha pasado por mucho. No quiero que pase por más.

—Yo tampoco —Me conmovió la preocupación. No dejaba de sorprenderme de

maneras extrañas. A veces era difícil imaginar a Adrian realmente preocupándose por

algo, pero un lado más suave surgía cuando hablaba de Jill—. Haré lo que pueda. Sé

que debería hablar más con ella... ser más una amiga o una hermana falsa. Es que...

Me miró.

—¿Es realmente tan terrible estar a nuestro alrededor?

Me sonrojé.

—No —dije—. Pero... es complicado. Me han enseñado ciertas cosas durante toda mi

vida. Son difíciles de evitar.

—Los cambios más grandes en la historia han llegado porque las personas fueron

capaces de deshacerse de lo que otros les dijeron que hicieran. —Miró lejos de mí, por

la ventana.

La declaración me molestó. Sonaba bien, por supuesto. Era el tipo de cosa que la gente

dice todo el tiempo sin comprender realmente las consecuencias. Sé tú mismo, ¡lucha

contra el sistema! Pero la gente que lo dice, gente como Adrian, no ha vivido mi vida.

No se ha criado en un sistema de creencias tan rígidas, que era como estar en prisión.

No se ha visto obligada a renunciar a su capacidad de pensar por sí mismos o tomar

sus propias decisiones. Sus palabras no sólo me molestaban, me di cuenta. Me hacían

enojar. Me hacían sentir celos.

Me burlé y eché un comentario digno de él.

—¿Debo agregar orador motivacional a tu currículum?

—Si mejora la paga, estoy dentro. Oh. —Se enderezó—. Finalmente lo ubiqué. Ese

tipo Micah, por el que estás tan preocupada.

Page 238: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

238

—¿Lo ubicaste?

—Sí. Por qué se ve tan familiar. Micah es la viva imagen de Mason Ashford.

—¿Quién?

—Un dhampir que fue a San Vladimir. Salió con Rose por un tiempo —se burló

Adrian y apoyó su mejilla contra el cristal—. Bueno, en la medida que cualquiera

pudiera salir con ella. Estaba loca por Belikov, incluso entonces. Al igual que lo estaba

cuando salimos. No sé si Ashford lo sabía o si fue capaz de engañarlo todo el tiempo.

Espero que sí. Pobre diablo.

Fruncí el ceño.

—¿Por qué dices eso?

—Él murió. Bueno, fue asesinado, debería decir. ¿Sabías eso? Un grupo de ellos fueron

capturados por Strigoi el año pasado. Rose y Castile lograron salir. Ashford no lo hizo.

—No —dije, haciendo una nota mental para echarle un vistazo a eso—. No lo sabía.

¿Eddie también estaba allí?

—Así es. Físicamente, por lo menos. Los Strigoi se mantuvieron alimentándose de él,

así que era inútil para ellos. ¿Quieres hablar sobre daño emocional? No busques más.

—Pobre Eddie —dije. De repente, mucho acerca del dhampir estaba empezando a

tener sentido para mí.

Llegamos al primer lugar, una firma de abogados que estaba buscando un asistente de

oficina. El título parecía más atractivo de lo que realmente era y, probablemente,

implicaría una gran cantidad de las mismas diligencias que Trey y yo hacíamos para la

Sra. Terwilliger. Pero de los tres empleos que había encontrado, ésta también tenía el

mayor potencial para avanzar en el futuro.

La firma iba, obviamente, bien, a juzgar por la recepción en la que esperábamos. Había

orquídeas gigantes, bien colocadas en floreros, e incluso había una fuente en el centro

de la habitación. Otros tres esperaban en el hall de entrada con nosotros. Uno de ellos

era una mujer muy bien vestida en sus cuarenta. Frente a ella estaba un hombre de la

misma edad, sentado con una mujer mucho más joven que usaba una blusa de corte

Page 239: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

239

bajo, que hubiera provocado su expulsión de Amberwood. Cada vez que la miraba,

quería cubrir su escote con un suéter. Los tres obviamente se conocían entre sí, debido

a que mantenían el contacto visual y las miradas de negocios.

Adrian estudió a cada uno de ellos de forma individual y luego se volvió hacia mí.

—Esta firma de abogados —dijo en voz baja—, se especializa en divorcios, ¿no?

—Sí —dije.

Asintió con la cabeza y tomó unos minutos para procesar la información. Entonces,

para mi horror, se inclinó sobre mí y le dijo a la mujer de más edad: —Él es un tonto,

claro. Usted es una mujer impresionante, con clase. Sólo tiene que esperar. Se va a

arrepentir.

—Adrian —exclamé.

La mujer se estremeció de sorpresa, pero no se veía totalmente ofendida. Mientras

tanto, en el otro lado de la habitación, la joven se incorporó de donde había estado

abrazada contra el hombre.

—¿Perdón? —exigió—. ¿Qué se supone que significa eso?

Quería que la tierra me tragara y me salvara. Afortunadamente, la siguiente mejor cosa

fue cuando la recepcionista llamó al trío para reunirse con un abogado.

—¿En serio? —le pregunté cuando se fueron—. ¿Tenías que decir eso?

—Digo lo que pienso, Sage. ¿No crees en decir la verdad?

—Por supuesto que sí. ¡Pero hay un momento y lugar! No con extraños que están,

evidentemente, en una mala situación.

—Lo que sea —dijo, pareciendo muy satisfecho de sí mismo—. Mejoré totalmente el

día de esa señora.

En ese momento, una mujer con un traje negro y zapatos de tacón muy alto salió de

una oficina interior.

Page 240: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

240

—Soy Janet McCade, la directora de la oficina —dijo. Miró entre los dos de nosotros

con incertidumbre, y luego se decidió por mí—. Tú debes ser Adrian.

El error de nombre era comprensible, pero la confusión no presagiaba nada bueno para

él. Mi valoración de su equipamiento de fiestas había sido correcta. Mi falda marrón y

blusa marfil aparentemente parecía más apropiado para una entrevista.

—Este es Adrian —le dije, señalándolo—. Sólo soy su hermana, estoy aquí como el

apoyo moral.

—Es usted muy amable —dijo Janet, un poco perpleja—. Bien, entonces. ¿Vamos a

hablar, Adrian?

—Por supuesto —dijo, de pie. Comenzó a seguirla, y salté.

—Adrian —le susurré, capturándole la manga—. ¿Quieres decir la verdad? Hazlo ahí.

No embellezcas o hagas locas afirmaciones de que eras un fiscal de distrito.

—Lo tengo —dijo—. Esto va a ser una brisa.

Si por brisa quería decir rápido, entonces tenía razón. Salió de la puerta de la oficina

cinco minutos más tarde.

—No creo —le dije, una vez que estábamos en el coche—, que sólo te diera el trabajo

basada en tu aspecto.

Adrian tenía la mirada perdida, pero me dedicó una gran sonrisa.

—Por qué, Sage, dulce charlatana.

—¡Eso no es lo que quise decir! ¿Qué pasó?

Se encogió de hombros.

—Le dije la verdad.

—Adrian.

—Lo digo en serio. Me preguntó cuál era mi mayor fortaleza. Dije que llevarme bien

con la gente.

Page 241: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

241

—Eso no es malo —admití.

—Entonces preguntó cuál era mi mayor debilidad era. Y dije, ¿Dónde debo comenzar?

—¡Adrian!

—Deja de decir mi nombre así. Le dije la verdad. Para el momento en que estaba en la

cuarta, me dijo que me podía ir.

Gemí y resistí la tentación de golpear mi cabeza en el volante.

—Debería haberte entrenado. Esa es una pregunta con trampa estándar. Se supone que

debes responder con cosas como “soy demasiado dedicado a mi trabajo" o "Soy un

perfeccionista".

Soltó un bufido y se cruzó de brazos.

—Eso es una mierda total. ¿Quién iba a decir algo así?

—Las personas que consiguen trabajo.

Ya que teníamos más tiempo ahora, hice mi mejor esfuerzo para prepararlo con las

respuestas antes de la próxima entrevista. De hecho era en Spencer's, había conseguido

que Trey me hiciera un favor. Mientras que Adrian estaba entrevistándose atrás, me

dieron una mesa y algo de café. Trey me vino a visitar después de unos quince

minutos.

—¿Es realmente tu hermano? —exigió.

—Sí —dije, esperando parecer convincente.

—Cuando dijiste que estaba buscando un trabajo, me imaginé a una versión masculina

de ti. Pensé que querría vasos de cappuccino o algo así.

—¿Cuál es tu punto? —Le pregunté.

Trey negó con la cabeza.

Page 242: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

242

—Mi punto es que es mejor seguir buscando. Estaba allí y lo vi hablando con mi jefa.

Ella estaba explicándole la limpieza tendría que hacer cada noche. Entonces él dijo

algo sobre sus manos y el trabajo manual.

No era el tipo de persona que maldecía, pero en ese momento, me hubiera gustado

serlo.

La última entrevista era en un bar de moda del centro. Lo había tomado con la fe de

que Adrian probablemente sabía todas las bebidas en el mundo y había formado una

credencial falsa del currículo, afirmando que había tomado una clase de coctelería. Me

quedé en el coche y lo envié solo, pensando que tenía la mejor oportunidad aquí. Por

lo menos, su equipo sería adecuado. Cuando salió en diez minutos, estaba

horrorizada.

—¿Cómo? —exigí—. ¿Puedes haberlo jodido?

—Cuando entré, me dijeron que el gerente estaba en el teléfono y que debería esperar

unos minutos. Por lo tanto, me senté y pedí un trago.

Esta vez, incline la frente contra el volante.

—¿Qué ordenaste?

—Un Martini.

—Un Martini. —Levanté la cabeza—. Pediste un Martini antes de una entrevista de

trabajo.

—Es un bar, Sage. Me imaginé que estaría bien con eso.

—¡No, no! —Exclamé. El volumen de mi voz nos sorprendió, y él se encogió un

poco—. ¡No eres estúpido, no importa lo mucho que pretendas serlo! Sabes que no

puedes hacer eso. Lo hiciste para joderla con ellos. ¡Lo hiciste para joderla conmigo!

Eso es lo que todo esto ha sido. No has tomado nada de esto en serio. Hiciste perder el

tiempo a estas personas y el mío, ¡sólo porque no tenías nada mejor que hacer!

—Eso no es cierto —dijo, aunque sonó incierto—. Yo quiero un trabajo… sólo que no

estos puestos de trabajo.

—No estás en condiciones de escoger y elegir. ¿Quieres salir de lo de Clarence? Estas

Page 243: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

243

eran tus salidas. Deberías haber sido capaz de obtener cualquiera de ellos si ponías un

poco de esfuerzo. Eres encantador cuando quieres. Podrías haber hablado de ti en un

mismo trabajo. —Arranqué el coche—. He terminado con esto.

—No entiendes —dijo.

—Entiendo que estás pasando por un momento difícil. Entiendo que estás sufriendo.

—Me negué a mirarlo y le di toda mi atención a la carretera—. Pero eso no te da

derecho a jugar con la vida de otras personas. Trata de cuidar de la tuya para variar.

No respondió hasta que estuvimos en lo de Clarence, y aun así, no quería oírlo.

—Sage… —comenzó.

—Sal —le dije.

Dudó como si pudiera estar en desacuerdo, pero finalmente asintió con un gesto

rápido. Dejó el coche y se dirigió hacia la casa, encendiendo un cigarrillo mientras se

iba. La furia y la frustración ardían dentro de mí. ¿Cómo podía una persona enviarme

continuamente a esos altibajos emocionales? Cada vez que me estaba empezando a

sentir a gusto y sentir como si tuviéramos en realidad una conexión, iba y hacía algo

como esto. Era una tonta por permitirme empezar a sentir amistad hacia él.

¿Realmente antes pensaba que era una obra de arte? Más bien una pieza de trabajo.

Mis sentimientos estaban agitados cuando llegué a Amberwood. Particularmente me

encogí ante la idea de encontrarme con Jill en nuestra habitación. No tenía duda de

que sabía todo lo que había pasado con Adrian, y no tenía ganas de oírla

defendiéndolo.

Pero cuando iba hacia mi dormitorio, nunca llegue más allá de la recepción. La Señora

Weathers estaba en el vestíbulo, junto a Eddie y un oficial de seguridad del campus.

Micah rondaba cerca, la cara pálida. Mi corazón se detuvo. Eddie corrió hacia mí, el

pánico escrito sobre él.

—¡Ahí estás! No podía ponerme en contacto contigo o con Keith.

—M-mi teléfono estaba apagado. —Miré a la señora Weathers y al oficial y vi la

misma preocupación en sus rostros que en el de él—. ¿Qué pasa?

—Es Jill —dijo Eddie con gravedad—. Está desaparecida.

Page 244: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

244

Capítulo 18

Traducido por masi y LizC

Corregido por Niii

qué te refieres con “desaparecida”? —pregunté.

—Se suponía que debía reunirse con nosotros hace un par de horas —

dijo Eddie, intercambiando miradas con Micah—. Pensé que tal vez ella estaba con

ustedes.

—No he vuelto a verla desde Educación Física. —Estaba tratando de no entrar en

modo de pánico todavía. Había demasiadas variables en juego y ninguna evidencia

suficiente para empezar a pensar en una locura de que disidentes Moroi la habían

secuestrado—. Este es un lugar realmente grande… quiero decir tres campus. ¿Están

seguros de que no está simplemente encerrada, estudiando en alguna parte?

—Hemos hecho una búsqueda bastante exhaustiva —dijo el oficial de seguridad—. Y

los profesores y los trabajadores están alerta buscándola. Ningún avistamiento todavía.

—Y ella no contesta a su teléfono móvil —añadió Eddie.

Finalmente dejé que el miedo real me alcanzara, y mi cara debe haberlo demostrado.

La expresión del funcionario se suavizó.

—No te preocupes. Estoy seguro de que aparecerá. —Era el tipo de cosa conciliadora

que las personas de su profesión tenían que decir a los miembros de la familia—. Pero,

¿tienes alguna otra idea de dónde podría estar?

—¿Qué pasa con tus otros hermanos? —preguntó Micah.

Había estado temiendo que sucediera eso. Yo estaba casi al cien por cien segura de que

ella no estaba con Keith, pero aun así él debería ser informado de su desaparición. No

era algo que considerara en el futuro próximo, porque sabía que habría una charla en

ello para mí. También sería un signo de mi fracaso a los ojos de otros Alquimistas. Me

debería haber quedado al lado de Jill. Ese era mi trabajo, ¿verdad? En cambio,

—¿A

Page 245: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

245

tontamente, había estado ayudando a alguien a hacer recados. No simplemente

alguien… a un vampiro. Así es como los Alquimistas lo verían. Amante de los Vampiro.

—Estuve con Adrian —dije lentamente—. Supongo que podría haber ido de alguna

forma a casa de Clarence y esperarle. En realidad no entré.

—Intenté llamar a Adrian —dijo Eddie—. Ninguna respuesta.

—Lo siento —dije—. Estábamos haciendo sus entrevistas, por lo que debe haber

silenciado su teléfono. ¿Quieres intentarlo de nuevo? —Yo, ciertamente, no quería

hacerlo.

Eddie se hizo a un lado para llamar a Adrian, mientras yo hablaba con la Señora

Weathers y el oficial. Micah se paseaba con aire preocupado, y me sentía culpable por

querer siempre mantenerlo lejos de Jill. El asunto de la raza era un problema, pero él

realmente se preocupaba por ella. Le dije al oficial todos los lugares que a Jill le

gustaba frecuentar en el campus. Ellos confirmaron que ya habían revisado todos.

—¿Conseguiste hablar con él? —pregunté cuando Eddie regresó.

Él asintió con la cabeza.

—No está allí. Me siento un poco mal, sin embargo. Él está bastante preocupado. Tal

vez deberíamos haber esperado para decírselo.

—No... de hecho, podría ser una buena cosa. —Me reuní con los ojos de Eddie y vi

una chispa de comprensión. Las emociones de Adrian parecían introducirse en Jill

cuando eran fuertes. Si él se asustaba lo suficiente, ella, esperanzadoramente, se daría

cuenta de que la gente estaba preocupada y se mostraría. Eso asumiendo que ella

estuviera escondida en algún lugar o se hubiera ido a alguna parte donde no

pudiéramos encontrarla. Traté de no considerar la alternativa: que algo había pasado

por lo que ella no podía contactar con nosotros.

—A veces los estudiantes simplemente se escabullen —dijo el oficial—. Es inevitable.

Por lo general, tratan de colarse a hurtadillas de nuevo antes del toque de queda.

Esperemos que esto justo sea el caso de ahora. Si no se presenta entonces, bueno,

entonces llamaremos a la policía.

Se alejó hablando por radio con el resto de la seguridad para una comprobación del

estado, y nosotros le dimos las gracias por su ayuda. La Señora Weathers volvió a la

Page 246: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

246

recepción, pero era evidente que estaba preocupada y agitada. Daba la impresión de

ser brusca a veces, pero yo tenía la sensación de que ella, verdaderamente, se

preocupaba por sus alumnos. Micah nos dejó para encontrar a algunos amigos suyos

que trabajaban en el campus, en caso de que hubieran visto algo.

Eso nos dejó a Eddie y a mí. Sin argumentar, nos giramos hacia las sillas en el

vestíbulo. Como yo, creo que él quería apostarse en la puerta para ver a Jill en el

instante en que apareciera.

—No debería haberla dejado —dijo él.

—Tenías que hacerlo —dije, razonablemente—. No puedes estar con ella en sus clases

o en su habitación.

—Este lugar era una mala idea. Es demasiado grande. Demasiado difícil de asegurar.

—Suspiró—. No puedo creerme esto.

—No... fue una buena idea. Jill necesita algo parecido a una vida normal. Se la podría

haber encerrado en una habitación en algún lugar y anularla de toda interacción, pero,

¿de qué serviría eso? Tiene que ir a la escuela y estar con gente.

—No ha hecho mucho de eso, sin embargo.

—No —admití—. Ha pasado un mal momento con ello. Mantuve la esperanza de que

mejorara.

—Sólo quería que fuera feliz.

—Yo también. —Me enderecé cuando algo alarmante me golpeó—. No creerás... no

crees que ella haya huido y regresado con su mamá, ¿verdad? ¿O a la Corte o a alguna

parte?

Su rostro se volvió aún más sombrío.

—Espero que no. ¿Crees que las cosas han sido tan malas?

Pensé en nuestra pelea después del incidente de la ducha.

—No lo sé. Tal vez.

Page 247: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

247

Eddie se cubrió la cara con sus manos.

—No puedo creerme esto —repitió—. Fallé.

Cuando se trataba de Jill, Eddie era por lo general todo temor e ira. Yo nunca lo había

visto tan cerca de la depresión. Yo había estado viviendo con el miedo de mi propio

fracaso desde que llegué a Palm Springs, pero sólo ahora me daba cuenta de que Eddie

estaba también al límite. Recordé las palabras de Adrian sobre Eddie y su amigo

Mason, de cómo Eddie se sentía responsable. Si Jill no regresaba, ¿esta historia se

repetiría? ¿Ella sería alguien más que él había perdido? Había pensado que esta misión

podría ser la redención para él. Pero por el contrario, podría recordarle a Mason una y

otra vez.

—No fallaste —dije—. Has sido el encargado de protegerla, y los has hecho. No

puedes controlar su felicidad. En todo caso, yo tengo la culpa. Le di una charla por el

incidente de la ducha.

—Sí, pero yo destruí sus esperanzas cuando le conté que la idea de modelar de Lee no

iba a funcionar.

—Pero tenías razón sobre… ¡Lee! —jadeé—. Eso es. Ahí es donde está. Ella está con

Lee, estoy seguro de ello. ¿Tienes su número?

Eddie se quejó.

—Soy tan idiota —dijo, sacando su teléfono celular y buscando el número—. Debería

haber pensado en eso.

Toqué la cruz que rodeaba mi cuello, diciendo una silenciosa oración de que todo esto

se resolviera fácilmente. Con tal de que significara que Jill estaba viva y bien, yo podría

haber manejado su fuga y a Lee.

—Hey, ¿Lee? Soy Eddie. ¿Está Jill contigo?

Hubo una pausa mientras Lee respondía. El lenguaje corporal de Eddie respondió a la

pregunta antes de que yo escuchara una palabra más. Su postura se relajó, y el alivio

inundó su rostro.

Page 248: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

248

—Está bien —dijo Eddie unos momentos después—. Bueno, que vuelva aquí. Ahora.

Todo el mundo la está buscando. —Otra pausa. La cara de Eddie se endureció—.

Podemos hablar de eso más adelante. —Colgó y se volvió hacia mí—. Ella está bien.

—Gracias a Dios —suspiré. Me puse de pie, sólo entonces dándome cuenta de lo tensa

que había estado—. Enseguida vuelvo.

Encontré a la señora Weathers y al oficial de seguridad y le retransmití la noticia. El

oficial de inmediato hizo correr la voz a sus colegas y pronto se marchó. Para mi

sorpresa, la señora Weathers casi parecía estar al borde de las lágrimas.

—¿Está bien? —pregunté.

—Sí, sí. —Ella se puso nerviosa, avergonzada por haberse puesto tan emocional—. Yo

estaba muy preocupada. Yo… No quise decir nada y asustar a todos, pero cada vez

que un estudiante desaparece... Bueno, hace unos años, otra niña desapareció.

Pensamos que simplemente salió furtivamente… como Matt dijo, que ocurrió. Pero

resultó... —La Señora Weathers hizo una mueca y miró hacia otro lado—.Yo no

debería estar contándote esto.

Como si ella pudiera parar con esa clase de introducción.

—No, por favor. Cuénteme.

Ella suspiró.

—La policía la encontró un par de días después, muerta. Había sido secuestrada y

asesinada. Fue terrible, y nunca atraparon a su asesino. Ahora sólo pienso en ello

cuando alguien desaparece. Nunca ha vuelto a ocurrir, por supuesto. Sin embargo,

algo así te deja cicatrices.

Podía imaginarme eso. Y cuando regresé a Eddie, pensé en él y en Mason de nuevo.

Parecía que todo el mundo llevaba equipaje de eventos pasados. Yo ciertamente lo

hacía. Ahora que la seguridad de Jill no era una preocupación, todo en lo que seguía

pensando era: ¿Qué dirán los Alquimistas? ¿Qué dirá mi padre? Eddie estaba colgando su

teléfono otra vez cuando me acerqué.

—Llamé a Micah para decirle que todo está bien —explicó—. Estaba muy

preocupado.

Page 249: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

249

Todos los signos de trauma del pasado de la señora Weathers se desvanecieron en el

instante en que Jill y Lee entraron por la puerta. Jill, en realidad, parecía optimista,

hasta que vio todos nuestros rostros. Se detuvo a mitad de un paso. A su lado, Lee ya

parecía triste. Creo que él sabía lo que venía.

Eddie y yo nos precipitamos hacia adelante, pero no tuvimos la oportunidad de hablar

de inmediato. La señora Weathers inmediatamente exigió saber dónde habían estado.

En lugar de ocultarlo, Jill confesó y dijo la verdad: que ella y Lee habían salido del

campus, hacia Palm Springs. Tuvo la precaución de asegurarse de que Lee no fuera

acusado de los cargos de secuestro, jurando que él no sabía que ella sólo podía salir

con miembros aprobados de la familia. Confirmé esto, a pesar de que Lee estaba,

difícilmente fuera del contexto, en mi opinión.

—¿Esperarás fuera? —le pregunté amablemente—. Me gustaría hablar contigo en

privado más tarde.

Lee comenzó a obedecer, dirigiendo a Jill una mirada de disculpa. Él rozó,

ligeramente, su mano en señal de despedida y se alejó. Fue la Señora Weathers quien

lo detuvo.

—Espera —dijo, mirándolo con curiosidad—. ¿Te conozco?

Lee pareció sorprenderse.

—No lo creo. Nunca he estado aquí antes.

—Hay algo familiar en ti —insistió. Su ceño se profundizo uno momento más. Al

final, se encogió de hombros—. No puede ser. Debo estar equivocada.

Lee asintió con la cabeza, miró con simpatía a los ojos de Jill nuevamente, y se fue.

La Señora Weathers no había acabado con Jill. Ella comenzó una charla sobre lo

peligroso e irresponsable que habían actuado.

—Si vas a escaparte y romper las reglas, podrías haber, al menos, confiado en tus

hermanos. Ellos han estado muy asustados por ti. —Fue casi divertido, su

asesoramiento sobre “sé responsable”—“rompiendo las reglas”. Teniendo en cuenta lo

presa del pánico que había estado, no pude encontrar nada divertido en ese momento.

También le dijo a Jill que sería reportada y castigada.

Page 250: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

250

—Por ahora —dijo la señora Weathers—, estás confinada en tu habitación para el

resto de la noche. Ven a verme después del desayuno, y averiguaremos si el director

cree en autorizar esta suspensión.

—Perdóneme —dijo Eddie—. ¿Podemos tener unos minutos a solas con ella aquí,

antes de que se vaya arriba? Me gustaría hablar con ella.

La Señora Weathers vaciló, aparentemente queriendo que el castigo de Jill se

cumpliera inmediatamente. A continuación le dio a Eddie una doble mirada. La

expresión de su rostro era seria y enojada, y creo que la Señora Weathers sabía que

había un castigo de otro tipo que vendría del hermano mayor de Jill.

—Cinco minutos —dijo la Señora Weathers, golpeando con el dedo su reloj—.

Entonces, se irá arriba.

—No —dijo Jill, al instante en que estuvieron solos. Su rostro era una mezcla de temor

y desafío—. Yo sé que lo que hice estuvo mal. No necesito un sermón de ustedes.

—¿No lo necesitas? —pregunté—. ¡Porque si supieras que estaba mal, no lo habrías

hecho!

Jill se cruzó de brazos sobre el pecho.

—Tenía que salir de aquí. En mis propios términos. Y no con ustedes.

El comentario me resbaló. Sonaba joven y mezquina. Pero para mi sorpresa, Eddie

realmente parecía herido.

—¿Qué se supone que significa eso? —preguntó él.

—Significa que sólo quería estar lejos de este lugar sin que siempre me estén diciendo lo

que estoy haciendo mal. —Eso fue dirigido a mí—. Y acechando en cada sombra. —

Eso, por supuesto, era para Eddie.

—Yo sólo quiero protegerte —dijo, pareciéndose herido—. No estoy tratando de

atosigarte, pero no puedo dejar que algo te ocurra. No de nuevo.

—¡Estoy en mayor peligro de Laurel que de cualquier asesino! —exclamó Jill—.

¿Sabes lo que hizo hoy? Estábamos trabajando en el laboratorio de ordenadores, y ella

Page 251: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

251

"accidentalmente" se tropezó con mi cable de alimentación. He perdido la mitad de mi

trabajo y no terminé a tiempo, así que ahora voy a tener una nota baja.

Una lección sobre hacer copia de seguridad del trabajo probablemente no sería útil en

ese momento.

—Mira, eso es realmente terrible —dije—. Pero no está en la misma categoría que

conseguir que te maten. Ni de lejos. ¿Dónde fueron exactamente?

Por un momento, ella parecía como si no fuera a dar la información. Finalmente, dijo:

—Lee me llevó a Salton Sea. —Al ver nuestras miradas en blanco, agregó—: Es un

lago a las afueras de la ciudad. Fue maravilloso. —Una expresión casi soñadora cruzó

su rostro—. No he estado alrededor de esa cantidad de agua en mucho tiempo. Luego

fuimos al centro y simplemente dimos una vuelta, hicimos algunas compras y

comimos helado. Me llevó a esa boutique, con el diseñador que está buscando modelos

y…

—Jill —interrumpí—. No me importa lo maravilloso que fue tu día. Nos asustaste. ¿No

lo entiendes?

—Lee no debería haber hecho esto —gruñó Eddie.

—No le culpes —dijo Jill—. Yo le hablé de ello, le hice pensar que a ustedes no les

importaría. Y él no sabe la verdadera razón por la que estoy aquí o del peligro.

—Quizás salir fue una mala idea —murmuré.

—Lee es lo mejor que me ha pasado aquí —dijo enfadada—. Merezco ser capaz de

salir y divertirme como ustedes.

—¿Diversión? Eso es un poco exagerado —dije, recordando mí tarde con Adrian.

Jill necesitaba un objetivo para su frustración, y me gané el honor.

—A mí no me lo parece. Tú siempre estás desaparecida. Y cuando no es así,

simplemente me dices lo que estoy haciendo mal. Es como si fueras mi madre.

Había estado vadeando a través de todo esto con calma, pero de repente, algo sobre ese

comentario me hizo saltar. Mi control finamente controlado se destrozó.

Page 252: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

252

—¿Sabes qué? Lo siento de esa manera también. Porque hasta donde yo sé, yo soy la

única en este grupo que se comporta como una adulta. ¿Crees que estoy por ahí

divirtiéndome? Todo lo que estoy haciendo es ser la niñera de ustedes y limpiar su

desorden. Pasé mi tarde conduciendo con Adrian por los alrededores para que pudiera

salir de las entrevistas que preparé. Entonces llego aquí y tengo que afrontar las

consecuencias de tu "excursión al campo”. Comprendo que Laurel es un incordio,

aunque tal vez si Micah hubiera sido advertido desde el principio, estos problemas con

ella nunca habrían ocurrido. —Dirigí ese último comentario a Eddie—. No entiendo

por qué soy la única que ve lo serio que es todo. De vampiros-humanos saliendo. Tu

vida está en la cuerda. ¡Estas no son el tipo de cosas con las que hay que arriesgarse! Y,

sin embargo... de alguna manera, todos ustedes todavía lo hacen. Me dejan hacer las

cosas difíciles, para recoger después... y al mismo tiempo, tengo que tener a Keith y a

los otros Alquimistas respirando en mi cuello, esperando a que yo meta la pata, porque

nadie confía en mí desde que ayudé a tu amiga Rose. ¿Crees que esto es divertido?

¿Que quiero vivir mi vida? Entonces hazlo. Reforzaré esa creencia, y tú empieza a

tomar la responsabilidad en mi lugar.

No había gritado, pero mi volumen ciertamente había ido subiendo. Más o menos

expuse mi discurso sin respirar, y ahora paré en busca de un poco de oxígeno.

Eddie y Jill se me quedaron mirando, con los ojos muy abiertos, como si no me

reconocieran.

La Señora Weathers regresó con nosotros en ese momento.

—Eso es suficiente por esta noche. Tienes que subir ahora —le dijo a Jill.

Jill asintió con la cabeza, todavía un poco aturdida, y se alejó sin decir adiós a ninguno

de nosotros. La Señora Weathers la acompañó hasta la escalera, y Eddie se volvió

hacia mí.

Su rostro estaba pálido y solemne.

—Tienes razón —dijo—. No he estado haciendo mi parte.

Suspiré, de repente sintiéndome cansada.

—No eres tan malo como ellos.

Él negó con la cabeza.

Page 253: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

253

—Aun así. Puede que tengas razón sobre Micah. Tal vez pueda mantener cierta

distancia si hablo con él, y entonces Laurel deje en paz a Jill. Se lo preguntaré esta

noche. Pero... —Frunció el ceño, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Trata de

no ser demasiado dura con Adrian y Jill. Esto es muy estresante para ella, y a veces

pienso que un poco de la personalidad de Adrian se filtra en ella a través de la unión.

Estoy seguro de que es por eso que se escapó hoy. Es algo que él haría en su situación.

—Nadie la obligó a hacerlo —digo—. Mucho menos Adrian. El hecho de que ella

convenciera a Lee y no nos dijera nada, muestra que sabía que estaba mal. Eso es el

libre albedrío. Y Adrian no tiene tantas excusas.

—Sí… pero es Adrian —dijo Eddie sin convicción—. A veces no sé cuánto de lo que

hace es él y cuánto es el espíritu.

—Los usuarios del espíritu pueden tomar antidepresivos, ¿no? Si está preocupado

porque se convierta en un problema, entonces necesita intervenir y hacerse cargo. Él

tiene una opción. No es impotente. No hay víctimas aquí.

Eddie me estudió durante varios segundos.

—Y pensé que tenía una visión dura de la vida.

—Tienes una vida dura —le corregí—. Pero la tuya se basa en la idea de que siempre

tienes que cuidar de otras personas. Fui criada para creer que eso es necesario a veces,

pero que aun así todo el mundo tiene que tratar de cuidar de sí mismo.

—Y sin embargo aquí estás.

—Dímelo a mí. ¿Quieres venir a hablar con Lee conmigo?

Toda disculpa desapareció del rostro de Eddie.

—Sí —dijo con fiereza.

Encontramos a Lee sentado en una banca afuera, viéndose miserable. Se levantó cuando nos acercamos.

—¡Chicos, lo siento mucho! No debería haberlo hecho. Ella sonaba tan triste y tan perdida que quise…

Page 254: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

254

—Ya sabes cómo somos de protectores con ella —dije—. ¿Cómo podrías no haber

pensado que esto nos preocuparía?

—Y ella es menor de edad —dijo Eddie—. ¡No te la puedes llevar y hacer lo que

quieras con ella!

Lo admito, me sorprendió un poco que la amenaza a la virtud de Jill fuera lo que él

eligió para sacar a relucir. No me malinterpreten; también era consciente de su edad.

Pero después de que él la vio morir literalmente, parecía que Eddie se preocupaba más

de la cuenta.

Los ojos grises de Lee se abrieron como platos.

—¡No pasó nada! Nunca le haría algo así a ella. ¡Lo prometo! Nunca me aprovecharía de alguien tan confiada. No puedo arruinar esto. Ella significa para mí más que

cualquier otra chica con la que he salido. Quiero que estemos juntos para siempre.

Pensé que “juntos para siempre” era extremo para sus edades, pero había una

sinceridad en sus ojos que era conmovedora. Todavía no lo excusaba por lo que había

hecho.

Él tomó nuestras diatribas en serio y prometió que nunca se repetiría.

—Pero, por favor... ¿aún puedo verla cuando estés cerca? ¿Podemos todavía hacer cosas en grupo?

Eddie y yo nos miramos.

—Si siquiera se le permite salir de la escuela después de esto —dije—. Realmente no

sé qué va a pasar.

Lee se fue después de una cuantas disculpas más, y Eddie también regresó a su

dormitorio. Estaba escaleras arriba cuando sonó mi teléfono. Al mirar hacia abajo, me

sorprendí al ver el número de mis padres en Salt Lake City en el identificador de

llamadas.

—¿Hola? —pregunté. Por un momento desesperada, esperaba que fuera Zoe.

—Sydney.

Mi padre. Mi estómago se llenó terror.

—Tenemos que hablar sobre lo que ha sucedido.

El pánico se disparó a través de mí. ¿Cómo se había enterado ya de la desaparición de Jill? Keith saltaba como el culpable obvio. Pero, ¿cómo lo había descubierto Keith?

Page 255: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

255

¿Había estado con Clarence cuando Eddie llamó a Adrian? A pesar de sus defectos, no

me podía imaginar a Adrian diciéndole a Keith lo que había sucedido.

—¿Hablar sobre qué? —pregunté, tratando de ganar tiempo.

—Tu comportamiento. Keith me llamó ayer por la noche, y debo decir que, estoy muy decepcionado.

—¿Ayer por la noche? —Esto no era por la desaparición de Jill. Entonces, ¿de qué se

trataba?

—Se supone que coordinarías los esfuerzos para que esa chica Moroi se mezcle. ¡No se

supone que debas socializar con ellos y pasar un buen rato! No me lo podía creer

cuando Keith me dijo que los llevaste a los bolos.

—¡Fue al mini-golf, y Keith le dio el visto bueno! Le pregunté primero.

—Y luego escuchó que estás ayudando a todos estos otros vampiros en los recados y

otras cosas. Tu deber es sólo para la chica, y eso es hacer sólo lo necesario para su

supervivencia; lo que también escuché que no estás haciendo. ¿Keith me dijo que hubo

un incidente en el que no manejaste debidamente sus dificultades en el sol? —¡Reporté eso inmediatamente! —grité. Debí haber sabido que Keith estaba planeando

usar eso en mí contra—. Keith… —Hice una pausa, pensando en la mejor forma de manejar esto—. Malinterpretó mi informe inicial. —Keith había volado mi primer

informe, pero decirle a mi padre que su protegido había mentido sólo pondría las

defensas de mi padre en alto. No me creería—. ¡Y qué me dices de Keith! Él siempre

está saliendo con Clarence y no dice por qué.

—Probablemente, para asegurarse de que se mantenga estable. Entiendo que el viejo

no está del todo allí.

—Está obsesionado con los cazadores de vampiros —le expliqué—. Él piensa que hay

humanos por ahí que mataron a su sobrina.

—Bueno —dijo mi padre—, hay algunas personas por ahí que son vigilantes del

mundo de los vampiros, aquellos a quienes no pudimos disuadir. Difícilmente

cazadores. Keith está haciendo su deber enfocándose en Clarence. Tú, sin embargo, estás equivocada.

—¡Eso no es una comparación justa!

—Honestamente, me culpo a mí mismo —dijo. De alguna manera lo dudaba—. No

debería haberte dejado ir. No estabas preparada; no después de lo que pasó. Estar con

estos vampiros está confundiéndote. Es por eso que te estoy retirando.

Page 256: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

256

—¿Qué?

—Si por mí fuera, se haría en estos momentos. Por desgracia, Zoe no estará lista hasta dentro de dos semanas. Los Alquimistas quieren que ella se someta a algunas pruebas

antes de que obtenga su tatuaje. Una vez que lo haga, vamos a enviarla en tu lugar y

así obtendrás... un poco de ayuda.

—¡Padre! Esto es una locura. Estoy muy bien aquí. Por favor, no envíes a Zoe…

—Lo siento, Sydney —dijo—. No me has dejado otra opción. Por favor, no te metas en problemas en el tiempo restante.

Él colgó, y me quedé de pie en el pasillo, mi corazón hundiéndose. ¡Dos semanas! En

dos semanas y ellos estarían enviando a Zoe. Y yo… ¿a dónde me enviarían? No quería pensar en eso, pero lo sabía. Tenía que evitar que esto sucediera. Las ruedas ya estaban en marcha. Los tatuajes, pensé de pronto. Si pudiera terminar mis pruebas sobre

las sustancias robadas y encontrar información sobre la fuente de la sangre, ganaría el respeto de los Alquimistas; esperaba que lo suficiente para quitar la mancha que Keith

había puesto sobre mí.

¿Y por qué lo había hecho? ¿Por qué ahora? Sabía que él nunca me había querido aquí a lo largo de esto. Tal vez sólo había estado esperando el momento oportuno,

construyendo las pruebas en mí contra hasta que consiguiera expulsarme de un solo

golpe. Sin embargo, no se lo permitiría. Sacaría a relucir este caso del tatuaje y demostraría quién era el Alquimista estelar. Tenía pruebas suficientes ahora para

llamar su atención y simplemente se convertiría en todo lo que tenía, si nada nuevo

salía a la luz dentro de una semana.

La decisión me llenó de resolución, pero todavía tenía problemas para dormir cuando

me fui a la cama más tarde. La amenaza de mi padre se cernía sobre mí, al igual que el

miedo de los centros de reeducación.

Después de una hora de dar sacudirme y dar vueltas finalmente me dormí. Pero

incluso eso fue irregular y problemático. Me desperté después de sólo unas pocas horas

y luego tuve que quedarme dormida de nuevo.

Esta vez, soñé.

En el sueño, yo estaba en la sala de Clarence. Todo estaba limpio y en su lugar, la

madera oscura y los muebles antiguos le proporcionaban al espacio su sensación

ominosa de costumbre. Los detalles eran sorprendentemente vivos, y era como si

incluso pudiera oler los libros polvorientos y el cuero en los muebles.

—Huh. Funcionó. No estaba seguro de si lo haría con un humano.

Page 257: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

257

Me di la vuelta y encontré a Adrian apoyado contra la pared. Él no había estado allí

hace un momento, y tuve un destello de ese miedo infantil por los vampiros

apareciendo de la nada. Entonces me recordé que esto era un sueño, y este tipo de cosas no pasan.

—¿De qué no estabas seguro? —le pregunté.

Hizo un gesto a su alrededor.

—De si lograría alcanzarte. Trayéndote aquí en este sueño. —No acababa de seguir lo que quería decir por lo que no dije nada. Él arqueó una ceja—. No lo sabes, ¿verdad?

¿En dónde estás?

—En donde Clarence —dije razonablemente—. Bueno, en realidad estoy durmiendo en mi cama. Esto es sólo un sueño.

—Estás medio en lo cierto —dijo—. Este es un sueño espiritual. Esto es real.

Fruncí el ceño. Un sueño espiritual. Dado que la mayoría de nuestra información

sobre el espíritu era incompleta, teníamos casi nada acerca de los sueños espirituales.

Había aprendido la mayoría de lo que sabía acerca de ellos de Rose, quien había sido visitada con frecuencia por Adrian en ellos. Según ella, el soñador y el usuario del

espíritu estaban realmente juntos, en una reunión de sus mentes, comunicándose a

través de largas distancias. Fue difícil para mí entender plenamente eso, pero había visto a Rose despertarse con información que de otra manera no tendría. Sin embargo,

no tenía ninguna evidencia para sugerir que estaba realmente en un sueño espiritual

ahora.

—Este es sólo un sueño regular —respondí.

—¿Está segura? —preguntó—. Mira a tu alrededor. Concéntrate. ¿No se siente

diferente? Como un sueño... pero no como un sueño. No del todo como en la vida real

tampoco. Llámalo como quieras, pero la próxima vez que nos veamos entre sí en el

mundo de la vigilia, voy a ser capaz de decirte exactamente lo que ocurrió aquí.

Miré alrededor de la habitación, estudiándola como lo había sugerido. Una vez más,

me llamó la atención por la viveza de los más pequeños detalles. Ciertamente se sentía

real, pero los sueños frecuentemente lo hacían... ¿cierto? Por lo general nunca sabías que estabas soñando hasta que despertabas. Cerré los ojos y respiré hondo, tratando de

aquietar mi mente.

Y así como así, lo sentí. Entendí lo que quería decir. No del todo como un sueño. No

del todo como en la vida real. Mis ojos se abrieron.

—Detente —exclamé, alejándome de él—. Haz que se termine. Sácame de aquí.

Page 258: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

258

Porque aceptando que esto realmente era un sueño espiritual, tenía que reconocer otra

cosa: estaba rodeada de la magia de los vampiros. Mi mente estaba atrapada en ella.

Me sentí claustrofóbica. La magia estaba presionándose sobre mí, aplastando el aire.

—Por favor. —Mi voz se hizo cada vez más frenética—. Por favor, déjame ir.

Adrian se incorporó, viéndose sorprendido.

—Vaya, Sage. Cálmate. Estás bien.

—No. No lo estoy. No quiero esto. No quiero que la magia me toque.

—No te hará daño —dijo él—. No es nada.

—Está mal —susurré—. Adrian, basta.

Alargó la mano, como si fuera a tratar de consolarme, y luego se lo pensó mejor.

—No te hará daño —repitió—. Sólo escúchame, y luego voy a disolverlo. Te lo

prometo.

Incluso en el sueño, mi pulso estaba acelerado. Envolví mis brazos alrededor de mí y

me recosté contra la pared, tratando de hacerme pequeña.

—Está bien —susurré—. Date prisa.

—Sólo quería decir... —Él se metió las manos en los bolsillos y desvió la mirada

incómodamente antes de mirar de nuevo hacia mí. ¿Eran sus ojos más verdes aquí que en la vida real? ¿O era sólo mi imaginación? — Quería... quería disculparme.

—¿Por qué? —pregunté. No podía procesar nada más allá de mi propio terror.

—Por lo que hice. Tenías razón. Desperdicié tu tiempo y tu trabajo hoy.

Obligué a mi mente a sacar a relucir los recuerdos de esta tarde.

—Gracias —dije simplemente.

—No sé por qué hago estas cosas —agregó—. Simplemente no puedo evitarlo.

Todavía estaba aterrorizada, todavía sofocándome en la magia que me rodeaba. De

alguna manera, logré hacerme eco de mi anterior conversación con Eddie.

—Puedes tomar el control de ti mismo —dije—. No eres una víctima.

Page 259: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

259

Adrian había estado contemplando apagado, preocupado por sus pensamientos. De

repente alzó la mirada hacia mí.

—Justo como Rose.

—¿Qué?

Adrian tendió su mano, y una roja rosa espinosa se materializó de repente. Di un grito

ahogado y traté de respaldarme más lejos. Giró el tallo alrededor, con cuidado de no

pincharse los dedos.

—Ella dijo eso. Que estaba jugando a ser la víctima. ¿Soy realmente tan patético?

La rosa se marchitó y arrugó frente a mis ojos, convirtiéndose en polvo y luego desapareciendo por completo. Hice la señal contra el mal en mi hombro y traté de

recordar lo que estábamos hablando.

—Patético, no es la palabra que yo usaría —le dije.

—¿Qué palabra usarías?

Mi mente estaba en blanco.

—No sé. ¿Confundido?

Sonrió.

—Eso es un eufemismo.

—Voy a revisar un diccionario cuando me despierte y te aviso. ¿Puedes por favor

terminar esto?

La sonrisa se desvaneció a una expresión de asombro.

—¿De verdad estás muy asustada, ¿cierto? —Dejé que mi silencio respondiera por mí—. Bien, una cosa más, entonces. Pensé en otra manera para salir de donde

Clarence y conseguir algo de dinero. Estaba leyendo acerca de la universidad y la

ayuda financiera. Si tomara clases en alguna parte, ¿crees que podría conseguir lo suficiente para vivir?

Esta era una pregunta concreta que podía manejar.

—Es posible. Pero creo que es demasiado tarde. Las clases han comenzado en todas

partes.

Page 260: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

260

—Encontré un sitio en internet. Carlton. Una universidad al otro lado de la ciudad que

aún no ha comenzado. Pero aún tendría que actuar con rapidez, y... eso es lo que no sé

cómo hacer. El papeleo. Los procedimientos. Pero esa es tu especialidad, ¿no?

—Es triste pero cierto —dije. Una parte de mí pensaba que Carlton sonaba familiar,

pero no podía ubicarla.

Tomó una respiración profunda.

—¿Me ayudarás? Sé que te convertiría en niñera de nuevo, pero no sé por dónde empezar. Sin embargo, te prometo que nos encontraremos a mitad de camino. Dime lo

que tengo que hacer, y lo haré.

Niñera. Había hablado con Jill o Eddie o ambos. Aunque, eso era razonable. Él querría

saber que ella estaba bien. Sólo podía imaginar cómo mi diatriba había sido

parafraseada.

—Estabas en la universidad antes —le dije, recordando sus antecedentes. Los recorrí a

la hora de armar la funesta hoja de vida—. La abandonaste.

Adrian asintió con la cabeza.

—Lo hice.

—¿Cómo sé que no lo harás esta vez? ¿Cómo sé que no vas a malgastar mi tiempo otra

vez?

—No lo sabes, Sage —admitió—. Y no te culpo. Todo lo que puedo pedirte es que me des otra oportunidad. Que trates de creerme cuando digo que voy a seguir adelante.

Que creas que lo digo en serio. Que confíes en mí.

Largos momentos se extendieron entre nosotros. Me relajé un poco, sin darme cuenta

de ello, aunque me mantuve contra la pared. Lo estudié, deseando que fuera mejor

leyendo a las personas. Sus ojos eran así de verde en la vida real, decidí. Sólo que por

lo general no los miraba tan de cerca.

—Está bien —le dije—. Confío en ti.

Una completa impresión llenó sus características. —¿En serio?

No era mejor leyendo a las personas de lo que había sido hace diez segundos, pero en

ese momento, de repente adquirí un destello de comprensión en el misterio que era Adrian Ivashkov. Las personas no creían en él muy a menudo. Tenían pocas

expectativas de él, así como él la tenía también. Incluso Eddie en cierto modo lo había dicho: Es Adrian. Como si no hubiera nada que hacer por él.

Page 261: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

261

También me di cuenta de que, por improbable que pareciera, Adrian y yo teníamos

mucho en común. Ambos estábamos constantemente encasillados por las expectativas

de los demás. No importaba que las personas esperaran todo de mí y nada de él. Estábamos siendo lo mismo, ambos constantemente tratando de salir de las líneas que

otros habían definido para nosotros y ser nuestra propia persona. Adrian Ivashkov; el

frívolo, vampiro chico fiestero; era más para mí que cualquier otra persona que conociera. La idea fue tan sorprendente que ni siquiera pude responderle de inmediato.

—En serio —dije finalmente—. Te ayudaré. —Me estremecí. El miedo por el sueño

regresó, y sólo quería que esto terminara. Hubiera acordado cualquier cosa por estar de vuelta en mi cama no mágica—. Pero no aquí. Por favor… ¿me enviarás de vuelta? ¿O

terminarás esto? ¿O lo que sea?

Él asintió lentamente, todavía viéndose atónito. La habitación comenzó a desvanecerse, sus colores y líneas fusionándose como una pintura dejada bajo la lluvia.

Pronto, todo se volvió negro, y me encontré despertando en mi cama del dormitorio. Mientras lo hacía, apenas capté el sonido de su voz en mi mente: Gracias, Sage.

Page 262: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

262

Capítulo 19

Traducido por Paaau

Corregido por CyeLy DiviNNa

i antes tenía problemas para dormir, los sueños de Adrian sólo lo hacían

peor. A pesar de que estaba sana y salva en mi cama, no podía sacudirme

la sensación de violación. Imaginé que mi piel hormigueaba con la

suciedad de la magia. Había estado tan ansiosa por salirme del sueño, que sólo estaba

medio consciente de lo que había aceptado hacer. Aceptaba el deseo de Adrian de ir a

la Universidad, pero ahora, me preguntaba si realmente debería estar ayudando con

eso, después del sermón de mi padre acerca de “ponerse amistoso” con los vampiros.

No estaba con el mejor humor cuando me levanté unas horas más tarde. La tensión en

nuestro cuarto era espesa, mientras Jill y yo nos preparábamos para la escuela. La

rebeldía que JIll tenía ayer se había ido, y seguía mirándome nerviosamente cuando

creía que no me daba cuenta. Al comienzo, creí que mi arranque de la noche anterior

la había dejado inquieta. Pero mientras salíamos del cuarto para desayunar, sabía que

había más que eso.

—¿Qué? —pregunté francamente, rompiendo al fin el silencio—. ¿Qué quieres

preguntarme?

Jill me dio otra mirada cautelosa, mientras nos uníamos a la carrera de las chicas que

bajaban la escalera.

—Uhm, ¿pasó algo anoche?

Muchas cosas pasaron ayer, pensé. Ese era mi yo cansado y ácido hablando, y sabía que

no era eso a lo que ella iba.

—¿Por ejemplo? —pregunté.

—Bueno… había comenzado a decirte cómo Lee me llevó a esa tienda. ¿Esa boutique

de ropa donde él conocía a la dueña? Su nombre es Lia DiStefano. Hablamos y ella,

uh, me ofreció un trabajo. Algo así.

S

Page 263: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

263

—¿Trabajo como modelo? —Llegamos a la fila de comida de la cafetería, aunque yo

no tenía mucha hambre. Elegí un yogurt, que se veía solo y triste en el medio de mi

bandeja vacía—. Hablamos de eso. No es seguro.

Aun así, era irónico que una visita al azar pudiera conseguirle un trabajo a Jill, cuando

tres entrevistas formales habían fallado para Adrian.

—Aunque no es para posar en fotos que podrían salir en revistas o algo así. Es un

desfile de diseñadores locales. Le contamos esta historia de que somos parte de una

religión que tiene reglas acerca de las fotos y la identidad. Lia dijo que ella estaba

pensando en que sus modelos usaran máscaras. ¿Cómo las que usas en un baile de

máscaras? Entre eso, la iluminación y el movimiento… bueno, sería difícil

identificarme si sale alguna foto. Es un evento único, pero tengo que verla antes para

los accesorios… y para practicar. Me pagará, pero necesito aventones para llegar ahí, y

un permiso de mis padres.

Nos sentamos, y pasé una cantidad innecesaria de tiempo batiendo mi yogurt mientras

reflexionaba sus palabras. Podía sentir su vista en mí mientras pensaba.

—Es un poco tonto, supongo —continuó cuando no respondí—. Quiero decir, no

tengo experiencia. Y ni siquiera sé por qué ella me quiere. Quizás es algún truco que

va a hacer. Modelos extrañas o algo así.

Finalmente comí un poco de yogurt, y luego levanté la vista hacia ella.

—No eres extraña, Jill. Realmente tienes el cuerpo ideal para el modelaje. Es difícil de

encontrar. Para los humanos, al menos. —Una vez más, traté de no pensar en lo difícil

que era para nosotros, los humanos, estar a la altura de la perfección de los Moroi.

Traté de no pensar en cómo, años atrás, mi papá había criticado mi figura y había

dicho: “Si esos monstros pueden hacer eso, ¿por qué tú no?”

—Pero aun así piensas que es una idea terrible —dijo ella.

No respondí. Sabía lo que Jill quería, pero no podía preguntármelo directamente. Y yo

no podía dárselo fácilmente todavía. Aún estaba muy molesta por lo de ayer, y no me

sentía amable para hacer ningún favor. Por otra parte, tampoco podía decirle que no.

No aún. Sin importar cuan irresponsablemente había actuado, sus palabras de lo

miserable que era su vida aquí me golpearon duro. Esto era algo positivo y bueno que

podría llenar su tiempo. También era un necesario impulso de ego. Laurel había

Page 264: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

264

mejorado en usar las características poco comunes de Jill en su contra; le haría bien ver

que otros la veían de forma positiva. Tenía que darse cuenta de que era especial y

hermosa. No sabía si agradecerle o maldecir a Lee por esta oportunidad.

—No creo que podamos decidir nada hasta que no hablemos con la Sra. Weathers —le

dije al final. Miré un reloj cercano—. De hecho, tenemos que reunirnos con ella ahora.

Tomé un poco más de mi yogurt antes de lanzarlo lejos. Jill tomó una dona para

llevar. Cuando regresamos a nuestro pasillo, descubrimos que una entrega había

llegado para Jill: un arreglo de perfectas rosas rojas, y una nota de disculpa de Lee. Jill

se derritió, su cara llenándose de adoración ante el gesto. Incluso yo admiraba lo

romántico de eso, aunque mi parte sarcástica, decía que quizás Lee debería haberme

enviado flores a mí o a Eddie. Nosotros éramos con quienes debía disculparse.

A pesar de todo, las flores fueron rápidamente olvidadas cuando nos sentamos en la

oficina de la Sra. Weathers y dictó el veredicto de Jill.

—Hablé con el Director. No serás suspendida —le dijo a Jill—. Pero por el próximo

mes, estarás restringida a tu dormitorio cuando no estés en clases. Tienes que

reportarte conmigo inmediatamente luego de que terminen las clases, así sabré que

estás aquí. Puedes ir a la cafetería para las comidas, pero sólo a las de tu dormitorio.

No a las del Campus Oeste. Las únicas excepciones para esta política son si una tarea

o un profesor requieren que vayas a cualquier lugar fuera del horario escolar, como por

ejemplo, a la biblioteca.

Las dos asentimos con la cabeza, y, por un momento, estuve simplemente aliviada de

que Jill no fuera expulsada o algo parecido. Luego, el problema real me golpeó como

una bofetada en la cara. Le dije a Jill que esta reunión impactaría cualquier decisión

sobre el modelaje, pero había algo mucho peor.

—Si está restringida a su dormitorio, entonces, no puede dejar la escuela —dije.

La Sra. Weathers me dio una sonrisa torcida.

—Sí, Señorita Melrose. Eso es lo que generalmente significa estar “castigada”.

—Ella tiene que, Señora —argumenté—. Tenemos reuniones familiares dos veces a la

semana. —Idealmente son más veces, pero tenía la esperanza de que un número bajo

podía comprarnos la libertad. Era absolutamente indispensable que Jill obtuviera

sangre, y dos veces a la semana era el mínimo con el que un vampiro podía sobrevivir.

Page 265: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

265

—Lo siento. Las reglas son las reglas, y al romperlas, tu hermana ha perdido el

privilegio de funciones como esas.

—Ellos son religiosos —dije. Odié usar la carta de la religión, pero la escuela podría

pasar un mal rato luchando contra eso. Y oye, aparentemente había funcionado con la

diseñadora de modas—. Vamos a la Iglesia como familia esos días, nosotras y nuestros

padres.

La cara de la Sra. Weathers me mostró que, de hecho, yo había ganado terreno.

—Necesitamos una carta firmada por tus padres —dijo finalmente.

Genial. Eso había funcionado tan bien en educación física.

—¿Qué hay de nuestro hermano? Es nuestro tutor legal aquí. —Seguramente ni

siquiera Keith podía arrastrar sus pies en esto, no con sangre en la línea.

Ella consideró esto.

—Sí. Eso podría ser aceptable.

—Lo siento —le dije a Jill cuando caminamos hacia afuera para tomar el autobús—.

Por lo del modelaje. Vamos a pasar un tiempo difícil obteniendo tu permiso para salir

y alimentarte.

Jill asintió, sin hacer ningún esfuerzo por ocultar su decepción.

—¿Cuándo es el desfile? —pregunté, pensado que podría hacerlo una vez que hubiese

terminado el castigo.

—En dos semanas.

Hasta aquí llegó esa idea.

—Lo siento —repetí.

Para mi sorpresa, Jill se rió.

—No tienes razón para sentirlo. No después de lo que hice. Yo soy la que lo lamenta.

Y lo siento por Adrian también… por las entrevistas.

Page 266: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

266

—No hay razón para que te lamentes por eso. —Me di cuenta una vez más, la

facilidad con la que todos daban excusas por él. Ella probó esto con su próximo

comentario.

—No puede evitarlo. Así es él.

No puede evitarlo, pensé. En cambio, dije: —Sólo aguanta, ¿está bien? Haré que Keith

firme nuestras experiencias religiosas.

Sonrió.

—Gracias, Sydney,

Por lo general, nosotras tomábamos caminos diferentes cuando el autobús llegaba al

Campus Central, pero se frenó una vez que nos bajamos. De nuevo me daba cuenta de

que quería decirme algo, pero le costaba reunir el coraje.

—¿Sí? —le pregunté.

—Yo… yo sólo quiero decirte que de verdad lo siento por causarte tanto dolor. Haces

mucho por nosotros. De verdad. Y que estés molesta, es porque… bueno, sé que te

importa. Lo que es mucho más de lo que puedo decir de la gente en La Corte.

—Eso no es verdad —dije—. Ellos se preocupan. Tuvieron muchos problemas al

traerte aquí y mantenerte a salvo.

—Aún siento que fue más por Lissa que por mí —dijo tristemente—. Y mi mamá no

peleó mucho cuando dijeron que me enviarían lejos.

—Quieren que estés segura —le dije—. Eso significa hacer decisiones difíciles, difíciles

para ellos también.

Jill asintió con la cabeza, pero no sabía si me creía. Le di a Eddie el reporte de la

mañana cuando llegué a Historia. Su rostro mostraba una gama de emociones con

cada nueva revelación de la historia.

—¿Crees que Keith escribirá la nota? —preguntó en voz baja.

Page 267: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

267

—Tiene que. El punto de que nosotros estemos aquí es para mantenerla viva. Hacerla

morir de hambre como que derrota el propósito.

No me moleste en decirle a Eddie que tenía problemas con mi padre y los Alquimistas,

y que en dos semanas, había una buena probabilidad de que yo no estuviera por aquí.

Eddie ya estaba molesto por la situación de Jill, y no quería que tuviera otra cosa por

la que preocuparse.

Cuando me reuní con la Sra. Terwilliger al final del día, me volví en la última de las

notas que había hecho para ella en los libros antiguos. Mientras me ubicaba en un

escritorio, noté una carpeta de artículos sobre una mesa. En letras doradas con relieve

estaba escrito Universidad Carlton. Ahora recordé por qué el nombre me había resultado

familiar cuando Adrian la nombró en el sueño.

—Sra. Terwilliger, ¿no dijo usted que conocía gente en la Universidad Carlton?

Levantó la vista de su computadora.

—¿Uhm? Oh, sí. Eso creo. Jugué póker con la mitad de la Facultad de Historia.

Incluso les di clases en el verano. Historia. No póker.

—No creo que conozca a alguien en Admisión, ¿o sí? —pregunté.

—No muchos. Supongo que conozco gente, que conoce gente que trabaja ahí.

—Volvió a poner su atención en la pantalla. No dije nada, y después de mucho

tiempo, volvió a mirarme—. ¿Por qué preguntas?

—Por ninguna razón.

—Por supuesto que hay una razón. ¿Quieres ir ahí? Dios sabe que obtendrías más ahí

que aquí. Mi clase sería la excepción, por supuesto.

—No, Señora —dije—, pero mi hermano quiere ir. Escuchó que las clases aún no

comenzaban, pero no está seguro de si puede entrar en tan poco tiempo.

—Es “muy” poco tiempo —estuvo de acuerdo la Sra. Terwilliger. Me miró

detenidamente—. ¿Te gustaría que hiciera algunas averiguaciones?

—Oh. Oh no, Señora. Sólo esperaba poder obtener algunos nombres para contactar.

Nunca le pediría que hiciera algo así.

Page 268: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

268

Sus cejas se levantaron.

—¿Por qué no?

Estaba perdida. Era tan complicada de entender algunas veces.

—Porque… usted no tiene razón para hacerlo.

—Lo haría como un favor para ti.

No podía lograr una respuesta para eso y simplemente la miré. Ella sonrió, y subió sus

anteojos hasta su nariz.

—Es imposible que lo creas, ¿cierto? Que alguien te haga un favor.

—Yo… bueno, eso es… —me callé, aún insegura sobre qué decir—. Usted es mi

profesora. Su trabajo es, bueno, enseñarme. Eso es.

—Y tu trabajo —dijo ella—, es reportarte en este cuarto durante el último periodo para

cualquier tarea rutinaria que tenga para ti, y luego, convertirlas en un documento para

el final del semestre. No se te necesita para que me traigas café, o te presentes después

del horario, organices mi vida, o que reorganices completamente la tuya para realizar

mis ridículas peticiones.

—No… no me importa —dije—. Y todo necesita hacerse.

Se rió entre dientes.

—Sí. Y tú te empeñas en ir más allá de tus tareas, ¿cierto? Sin importar que tan

inconveniente sea para ti.

Me encogí de hombros.

—Me gusta hacer un buen trabajo, Señora.

—Haces un excelente trabajo. Mucho mejor de lo que lo tendrías que hacer. Y lo haces

sin quejarte. Por lo tanto, lo mínimo que puedo hacer es realizar algunas llamadas de

tu parte —se rió de nuevo—. Eso te sorprende, ¿verdad? Tener a alguien que te alabe.

Page 269: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

269

—Oh no —dije débilmente—. Quiero decir, sucede.

Se sacó sus lentes para mirarme más intensamente. La risa se había ido.

—No, creo que no. No conozco tu situación en particular, pero he conocido muchos

estudiantes como tú, a los que sus padres los envían fuera. Aunque agradezco la

preocupación por una mejor educación, encuentro muy a menudo que una gran

cantidad de estudiantes vienen aquí porque sus padres simplemente no tienen tiempo

ni ganas de involucrarse con, o incluso prestarle atención a la vida de sus hijos.

Estábamos hablando de una de esas áreas personales que me hacían sentir incómoda,

particularmente porque había verdad en ellas.

—Es más complicado que eso, Señora.

—Estoy segura que sí —replicó ella. Su expresión se volvió fiera, haciéndola ver tan

diferente de la diseminada profesora que conocía—. Pero escúchame cuando digo esto.

Eres una mujer excepcional, talentosa y brillante. Nunca dejes que nadie te haga sentir

que vales menos. Nunca dejes que nadie te haga sentir invisible. No dejes que nadie, ni

siquiera un profesor que te envía constantemente a buscar café, te presione. —Volvió a

ponerse sus anteojos, y comenzó a levantar trozos de papel al azar. Finalmente,

encontró un lápiz y sonrió triunfante—. Entonces, ahora. ¿Cuál es el nombre de tu

hermano?

—Adrian, señora.

—Correcto, entonces —tomó un papel y escribió el nombre cuidadosamente—. Adrian

Melbourne.

—Melrose, Señora.

—Claro, por supuesto. —Tachó su error y murmuró para sí misma—: Me alegra que

su nombre no sea Hobart. —Cuando terminó, se inclinó casualmente hacia atrás en su

silla—. Ahora que lo mencionas, hay una cosa que me gustaría que hicieras.

—Dígalo —dije.

—Quiero que hagas uno de esos hechizos del primer libro.

—Lo siento. Dijo usted, ¿hacer un hechizo?

Page 270: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

270

La Sra. Terwilliger movió una mano.

—Oh, no te preocupes. No te estoy pidiendo que agites una varita, o que hagas un

sacrificio animal. Pero estoy realmente intrigada por lo complejas que eran algunas

fórmulas y pasos de los hechizos. Tengo que preguntar, ¿de verdad la gente las sigue

tan minuciosamente? Algunos son un poco complicados.

—Lo sé —dije secamente—. Los escribí todos.

—Exactamente. Así que, quiero que hagas uno. Que sigas los pasos. Ver cuánto

tiempo te toma. Ver si la mitad de las medidas que piden aún son posibles. Luego

escribe la información en un reporte. Sé que esa parte es una en la que destacas.

No sabía que decir. La Sra. Terwilliger no me estaba pidiendo exactamente que usara

magia, ciertamente no de la misma manera en que lo hacían los vampiros. Eso ni

siquiera era posible. La magia no era de la jurisdicción de los humanos. No era

natural, e iba en contra de las formas del universo. Lo que los Alquimistas hacían,

estaba basado en la ciencia y en la química. Los tatuajes tenían magia, pero era para

que doblegáramos la magia de los vampiros a nuestra voluntad… no para utilizarla a

nuestro favor. Lo más cercano que llegábamos a lo sobre natural, eran las bendiciones

que decíamos en nuestras pociones. Ella sólo quería que recreara un hechizo. No era

real. No había daño. Y aun así… ¿por qué me sentía tan inquieta? Sentía que me

estaban pidiendo que robara o mintiera.

—¿Cuál es el problema? —preguntó ella.

Por un momento, consideré usar de nuevo la religión, pero luego lo rechacé. Esa

excusa había salido mucho hoy, aunque ahora, en realidad era semi-legitima.

—Nada, Señora. Sólo me parece extraño.

Tomó el primer libro de cuero y lo abrió por la mitad.

—Aquí. Has este: la incineración de un amuleto. Es complicado, pero al menos tendrás

un proyecto de artes y artesanías cuanto termines. La mayoría de estos ingredientes

deberían ser fáciles de encontrar.

Tomé el libro y lo escaneé.

Page 271: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

271

—¿Dónde voy a encontrar Ortiga?

—Pregúntale al Sr. Carnes. Tiene un jardín fuera de su salón de clases. Estoy segura de

que puedes comprar el resto. Y sabes, puedes darme los recibos. Te pagaré cuando te

envié fuera a buscar algo. Debes gastar una fortuna en café.

Me sentí un poco mejor cuando vi lo aleatorios que eran los ingredientes. Ortiga.

Ágata6. Un trozo de seda. No había nada realmente inflamable. Esto no tenía sentido.

Con un asentimiento de cabeza, le dije que empezaría pronto.

Mientras tanto, escribí una carta oficial para Amberwood en nombre de Keith. Expliqué

que nuestras creencias religiosas requerían que nuestra familia fuera a la Iglesia dos

veces a la semana, y que Jill necesitaba ser excusada de su castigo durante ese tiempo.

También prometí que Jill pasaría a ver a la Sra. Weathers antes de salir y después de

llegar de los viajes familiares. Cuando terminé, estaba satisfecha con mi trabajo, y sentí

que había hecho que Keith sonara mucho más elocuente de lo que se merecía.

Lo llamé cuando la escuela terminó, y le di un breve resumen de lo que había pasado

con Jill. Naturalmente, yo tuve la culpa.

—¡Se supone que mantengas un ojo sobre ella, Sydney! —exclamó Keith.

—También se supone que esté de incognito como estudiante aquí, y no puedo estar

con ella cada segundo del día. —No valía la pena mencionar que había estado fuera

con Adrian cuando Jill escapó, no que Keith pudiera hacerme algo más. Él ya había

hecho su daño.

—Así que yo tengo que sufrir las consecuencias —dijo en un tono de “cansado del

mundo”—, yo soy al que sacarán por tu incompetencia.

—¿Sacarte? No tienes que hacer nada más aparte de firmar la carta que escribí por ti.

¿Estás en casa ahora? ¿O lo estarás? Manejaré para ir a dejártela.

Imaginé que saltaría ante la oferta, viendo lo molesto que estaba por el problema. Así

que estaba sorprendida cuando dijo: —No, no tienes que hacer esto. Yo iré.

6 Ortiga Ágata: No es un mineral específico, sino un conjunto de variedades micro-cristalinas

del cuarzo.

Page 272: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

272

—No es ningún problema. Puedo estar en tu casa en menos de diez minutos. —No

quería que tuviera más razones que las necesarias para que siguiera diciendo como lo

molestaba, o molestaba a los Alquimistas.

—No —dijo Keith, con una sorprendente intensidad—. Yo iré. Voy ahora mismo.

¿Nos encontramos en la oficina principal?

—De acuerdo —dije, totalmente perpleja ante el cambio de corazón. ¿Quería

comprobarme o algo? ¿Demandar una inspección?—. Te veo pronto.

Ya estaba en el Campus Central, así que me tomó muy poco tiempo llegar a la oficina

principal. Me senté afuera en un banco de piedra adornada, con una buena vista de los

estacionamientos de las visitas, y esperé. Estaba cálido afuera, como siempre, pero

estar en la sombre lo hacía placentero. El banco estaba puesto en un claro lleno de

flores, y un signo que decía: El Jardín Conmemorativo de Kelly Hayes. Se veía nuevo.

—¡Oye Sydney!

Kristin y Julia caminaban fuera del edificio y me saludaban con la mano. Llegaron, se

sentaron, y me preguntaron qué estaba haciendo.

—Estoy esperando a mi hermano.

—¿Es lindo? —preguntó Kristin esperanzada.

—No —dije—. Para nada.

—Sí, sí lo es —respondió Julia—. Lo vi en tu dormitorio el fin de semana pasado.

Cuando salieron todos a comer.

Me tomó un momento darme cuenta que se refería a Adrian.

—Oh. Otro hermano. No tienen mucho en común.

—¿Es cierto que tu hermana está en grandes problemas? —preguntó Julia.

Me encogí de hombros.

—Sólo un poco. No puede dejar el Campus, excepto para asuntos de la familia. Podría

haber sido peor. Aunque… le costó un trabajo de modelaje, así que está triste por eso.

Page 273: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

273

—¿Modelar para quién? —preguntó Kristin.

Sacudí mi cerebro.

—Lia DiStefano. Hay un show en dos semanas, y quería a Jill en el. Pero Jill no puede

practicar porque tiene que estar aquí.

Sus ojos se ampliaron.

—¡La ropa de Lia es increíble! —dijo Julia—. Jill tiene que hacerlo. Puede que tenga

cosas gratis.

—Te lo dije. No puede.

Kristin inclinó su cabeza, pensativa.

—¿Qué pasa si fuera para la escuela? ¿Cómo una carrera o algo vocacional? —Se giró

hacia Julia—. ¿Aún hay un club de costura?

—Creo que sí —dijo Julia, asintiendo con entusiasmo—. Es una buena idea. ¿Jill tiene

una actividad? —Además del deporte, Amberwood también requiere que sus estudiantes

participen en pasatiempos y actividades fuera de clases—. Hay un club de costura al

que puede unirse, y puedo apostar que trabajar con Lia puede contar como una especie

de búsqueda especial.

En un intento por fijar un hilo suelto de su chaqueta el otro día, Jill casi deshizo toda

su chaqueta.

—No creo que eso sea para Jill.

—No importa —dijo Kristin—. La mayoría de la gente en él tampoco puede coser.

Pero cada año el club ayuda a los diseñadores locales. La Señorita Yamani la dejará

desfilar como voluntaria. Ella “ama” a Lia DiStefano.

—Y tienen que dejarla ir —dijo Julia, su cara llena de triunfo—, porque es mejor para

la escuela.

Page 274: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

274

—Interesante —dije, preguntándome si hay alguna posibilidad de que funcione—. Le

diré a Jill. —Un familiar coche azul se estacionó en la entrada, y me levanté—. Aquí

está.

Keith se estacionó y se bajó, buscándome alrededor. Kristin dio un pequeño sonido de

aprobación.

—No está mal.

—Créeme —dije, caminando hacia adelante—, no quieres tener nada que ver con él.

Ketih les dio a las chicas lo que se supone que sería una sonrisa encantadora, e incluso

me guiñó. Cuando ellas se fueron, su sonrisa desapareció.

Irradiaba impaciencia, y fue un milagro que no subiera y bajara su pie.

—Hagamos esto rápido —dijo él.

—Si estás tan apurado, deberías haberme dejado ir cuando tuvieras más tiempo

—saqué una carpeta que contenía la carta, y se la entregué junto con un lápiz. Keith la

firmó sin mirarla, y me la volvió a entregar.

—¿Necesitas algo más? —preguntó.

—No.

—No lo arruines de nuevo —dijo, abriendo la puerta del coche—. No tengo tiempo

para seguir haciendo tu trabajo.

—¿Importa? —lo desafié—. Ya has hecho todo lo que puedes para deshacerte de mí.

Me dio una sonrisa fría.

—No deberías haberte cruzado conmigo. No ahora, no entonces. —Con un guiño, se

giró y comenzó a irse. Lo miré fijamente, sin poder creer la audacia. Era la primera vez

que él se refería directamente a lo que había pasado años atrás.

—Bueno, así es —le grité mientras se alejaba—. No me crucé contigo en ese entonces.

Tú te bajaste fácilmente. No va a pasar de nuevo. ¿Crees que me preocupo por ti? Tú

eres el que debería estar asustado por mí.

Page 275: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

275

Keith se detuvo, y se giró lentamente, su cara inundada con incredulidad. No lo

culpaba. Incluso yo me sorprendía de mí. No podía recordar cuando le había

respondido tan abiertamente a alguien con una posición superior en autoridad, y

ciertamente no a alguien que tenía tanto poder como para afectar mi situación.

—Cuidado —dijo al final—. Puedo hacer tu vida miserable.

Le di una sonrisa gélida.

—Ya lo has hecho, y esa es la razón de por qué tengo la ventaja. Has hecho lo peor,

pero aún no has visto lo que yo puedo hacer.

Era un gran farol de mi parte, especialmente porque estaba segura de que él podía

hacerlo peor. Para todo lo que sabía, podía traer a Zoe de aquí mañana. Podía

enviarme a un centro de re-educación en un latido de corazón.

¿Pero si yo caía? Él también.

Me miró fijamente por algunos segundos más, perplejo. No sabía si lo había asustado,

o si había decidido no responderme nada, pero finalmente se giró, y se fue. Furiosa,

entré para dejar la carta en la oficina. La secretaria, la Sra. Dawson, la estampó, y

luego me hizo una copia para entregarle a la Sra. Weathers. Mientras me la entregaba,

pregunté: —¿Quién es Kelly Hayes?

La cara de la Sra. Dawson, que por lo general tenía hoyuelos, se puso triste.

—Esa pobre chica. Fue una estudiante aquí hace unos años.

Mi memoria hizo clic.

—¿Es la que mencionó la Sra. Weathers? ¿La que estuvo perdida?

La Sra. Dawson asintió.

—Fue terrible. Era una chica tana adorable. Tan joven. No merecía morir así. No

merecía morir para nada.

Odiaba preguntar, pero tenía que hacerlo.

Page 276: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

276

—¿Cómo murió? Quiero decir, sé que la asesinaron, pero nunca escuché los detalles.

—Probablemente sea así. Es bastante espantoso. —La Sra. Dawson miró alrededor,

como si pensara que podía meterse en problemas por chismosear con una estudiante.

Se inclinó sobre el mostrador hacia mí, su cara oscura—. La pobre chica se desangró

hasta morir. Le cortaron la garganta.

Page 277: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

277

Capítulo 20

Traducido por kathesweet

Corregido por Paovalera

asi pregunté, ¿Habla en serio? Pero seamos realistas: esa probablemente no era

la clase de asunto sobre el que ella bromearía, especialmente considerando la

gravedad que se veía en su cara. Otras preguntas aparecieron en mi cabeza,

pero también las contuve. No eran tan extrañas, pero no quería atraer la

atención sobre mí por mostrar un interés inusual en un asesino espeluznante. En su

lugar, simplemente le agradecí a la Sra. Dawson por su ayuda con la carta y regresé al

Campus Este.

La Sra. Weathers estaba en su escritorio cuando entré en el dormitorio. Le entregué la

carta, que leyó dos veces antes de ponerla en su archivador.

—Todo bien —dijo—. Simplemente asegúrate de que tu hermana firme las entradas y

salidas cada vez.

—Lo haré, señora. Gracias —Vacilé, entre irme o hacerle unas preguntas que la Sra.

Dawson había provocado. Decidí quedarme—. Sra. Weathers… desde que Jill

desapareció, sigo pensando en esa chica de la que usted me habló. La que murió. Sigo

pensando que podría haber sido Jill.

La cara de la Sra. Dawson se suavizó.

—Jill está bien. No debería haberte dicho eso. No quería asustarte.

—¿Es cierto que la garganta de esa chica fue cortada?

—Sí. —Sacudió la cabeza tristemente—. Terrible. Simplemente terrible. No sé quién

hace esa clase de cosas.

—¿Alguna vez averiguaron por qué sucedió? Quiero decir, ¿había algo inusual en ella?

C

Page 278: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

278

—¿Inusual? No, no realmente. Quiero decir, era una chica encantadora. Inteligente,

bonita, popular. Una buena atleta, no, una atleta magnífica. Tenía amigos, un novio.

Pero nada podría hacerla destacar como un objetivo específico. Por supuesto, personas

hacen cosas horribles como esa probablemente sin necesitar una razón.

—Cierto —murmuré.

Caminé hacia mi habitación, deseando que la Sra. Weathers hubiera detallado un poco

más lo bonita que era Kelly. Lo que realmente quería saber era si Kelly había sido

Moroi. Si lo fue, había esperado que la Sra. Weathers pudiera comentar sobre lo alta o

pálida que era. Por ambos reportes de Clarence y los Alquimistas, no había Moroi en

el registro que hubieran vivido en el área de Palm Springs. Sin embargo, eso no quería

decir que alguien no pudiera deslizarse a través de las grietas. Había encontrado la

respuesta por mí misma. Si Kelly hubiera sido Moroi, entonces teníamos tres jóvenes

Moroi asesinadas de la misma manera en el sur de California dentro de lapso de

tiempo relativamente corto. Clarence argumentaría a favor de su teoría del cazador de

vampiros, pero para mí, este patrón gritaba Strigoi.

Jill estaba en nuestra habitación, cumpliendo su arresto domiciliario. Cuanto más

tiempo pasaba, menos enojo sentía hacia ella. Tener el problema de alimentación

arreglado ayudaba. Hubiera estado mucho más molesta si hubiéramos sido incapaces

de sacarla del campus.

—¿Qué está mal? —me preguntó, mirando hacia arriba de su computador.

—¿Por qué crees que algo está mal?

Sonrió.

—Has tenido esa mirada. Ese pequeño ceño entre tus cejas cuando estás tratando de

averiguar algo.

Sacudí mi cabeza.

—No es nada.

—Ya sabes —dijo—, con todas esas responsabilidades que tienes no estaría tan mal si

las cuentas y pides ayuda de otras personas.

—No es tan así. Es sólo algo que estoy tratando de resolver.

Page 279: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

279

—Dime —suplicó—. Puedes confiar en mí.

No era cuestión de confianza. Era cuestión de preocuparse innecesariamente de Jill.

La Sra. Weathers había temido que pudiera asustarme, pero si alguien estaba matando

chicas Moroi, yo no estaba en peligro. Mirando a Jill y su mirada inquebrantable,

decidí que si podía soportar vivir con el conocimiento de que su propia gente estaba

tratando de matarla, podría soportar esto. Le di un breve resumen de lo que sabía.

—Sin embargo, no sabes si Kelly era Moroi —dijo, una vez terminé.

—No. Esa es una pieza crucial aquí. —Me senté con las piernas cruzadas sobre mi

cama con mi propio computador—. Voy a revisar nuestros registros y los periódicos

locales para ver si puedo encontrar una foto de ella. Todo lo que aprendí de la Sra.

Weathers es que Kelly era una atleta estrella.

—Lo que puede significar que no es una Moroi —dijo Jill—. Quiero decir, recuerda lo

terrible que me desempeño en este sol. ¿Qué sucede si no lo es? Tienes un montón de

teorías vinculándola como Moroi. ¿Pero qué si fue humana? ¿Qué pasa entonces?

¿Podemos ignorarlo? Todavía podría ser la misma persona… ¿pero qué significaría si el

asesino ha matado a dos Moroi y una humana?

Jill tenía un punto.

—No lo sé —dije.

Mi búsqueda no tomó tanto tiempo. Los Alquimistas no tenían registro del asesinato,

pero luego, ellos no sabían si Kelly había sido humana. Muchos de los periódicos

tenían historias sobre ella, pero no podía encontrar ninguna foto.

—¿Qué hay de un anuario? —preguntó Jill—. Alguien debe mantenerlos por aquí.

—Esa en realidad es una idea brillante —dije.

—¿Ves? Te dije que soy útil.

Le sonreí y entonces recordé algo.

—Oh, he obtenido buenas noticias para ti. Tal vez. —Recapitulé brevemente el “plan”

de Julia y Kristin sobre que Jill se uniera al club de costura.

Page 280: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

280

Jill se alegró pero siguió siendo cautelosa.

—¿De verdad crees que eso funcionaría?

—Sólo hay una manera de averiguarlo.

—Nunca he tocado una máquina de coser en mi vida —dijo.

—Supongo que esta es tu oportunidad de aprender —le dije—. O quizás las otras

chicas estarán felices simplemente de mantenerte alrededor como su modelo en-clase.

Jill rió.

—¿Cómo sabes que sólo las chicas firman para eso?

—No lo sé —admití—. Simplemente juega fuera de los estereotipos del género,

supongo.

Mi celular sonó, y el número de la Srta. Terwilliger parpadeó en la pantalla. Contesté,

preparándome para una corrida de café.

—¿Srta. Melbourne? —dijo—. Si usted y su hermano pueden estar en Carlton dentro

de una hora, puede hablar con alguien en la oficina de registro antes de que cierren.

¿Puede arreglarlo?

Pensé momento y asumí que Adrian no estaba haciendo nada importante. —Um, sí.

Si, por supuesto, señora. Gracias. Muchas gracias.

—El hombre con el que hablará se llama Wes Regan. —Se detuvo—. ¿Y podría

traerme un cappuccino en su camino de vuelta?

Le aseguré que lo haría y luego llamé a Adrian con instrucciones para estar listo para

mi llegada. Rápidamente, me cambié el uniforme y me puse una blusa y una falda de

sarga. Mirando mi reflejo, me di cuenta que él tenía razón. Realmente no había mucha

diferencia entre el atuendo de Amberwood y mi guardarropa normal.

—Desearía ir —dijo Jill con nostalgia—. Me gustaría ver a Adrian de nuevo.

—¿No lo ves todos los días, de alguna manera?

Page 281: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

281

—Cierto —dijo—. Sin embargo no siempre puedo meterme en su cabeza cuando

quiero. Sólo pasa al azar. Y de cualquier manera, no es lo mismo. Él no puede

responderme a través del vínculo.

Casi respondí que eso sonaba mejor que estar al lado de él en persona, pero adiviné

que eso no sería de utilidad.

Adrian estaba listo para salir cuando llegue a casa de Clarence, emocionada y ansiosa

por la acción.

—Acabas de eludir a un amigo —dijo mientras se metía en Latte.

—¿Quién?

—Keith.

Hice una mueca.

—Él no es realmente mi amigo.

—Oh. ¿Lo crees? La mayoría de nosotros averiguamos eso el primer día, Sage.

Me sentí un poco mal por eso. Alguna parte de mí sabía que no debería dejar que mis

sentimientos personales por Keith se mezclaran con los negocios. Éramos co-

trabajadores de alguna forma y deberíamos haber estado presentando una unidad, un

frente profesional. Al mismo tiempo, estaba de alguna manera feliz de que estas

personas, incluso si eran vampiros y dhampirs, no pensaran que estaba siendo

amistosa con Keith. No quería que pensaran que él y yo teníamos mucho en común.

Ciertamente no quería tener mucho en común con él.

El sentido completo de las palabras de Adrian repentinamente me golpeó.

—Espera. ¿Estuvo aquí?

—Hace media hora.

Él debió haber venido directamente de la escuela. Era afortunada de haberlo eludido.

Algo me decía que no aprobaría que yo fomentara la educación de Adrian.

Page 282: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

282

—¿Por qué estaba aquí?

—No lo sé. Creo que estaba verificando a Clarence. El viejo no había estado

sintiéndose bien. —Adrian sacó un paquete de cigarrillos de su bolsillo—. ¿Te

importa?

—Sí —respondí—. ¿Qué está mal con Clarence?

—No lo sé, pero estaba descansando mucho, lo que hace las cosas incluso más

aburridas. Quiero decir, él no es el conversador más grandioso, pero algunas de sus

historias locas eran interesantes. —Adrian se giró con nostalgia—. Especialmente con

whisky escocés.

—Mantenme al día sobre cómo lo está haciendo —murmuré. Me preguntaba si quizás

esa era la razón por la cual Keith había estado tan apurado más temprano. Si Clarence

estaba seriamente enfermo, íbamos a tener que hacer arreglos con un doctor Moroi.

Eso complicaría nuestro plan aquí en Palm Springs porque, o nos tendríamos que

mudar con Clarence o traer a alguien. Si Keith estaba trabajando en eso, entonces no

debería haberme preocupado… pero simplemente no confiaba en que él hiciera un

buen trabajo con algo.

—No sé cómo lo aguantas —dijo Adrian—. Solía pensar que eras débil y que no

luchabas… pero ahora, honestamente, creo que en realidad eres bastante fuerte. Toma

un infierno de mucha fuerza no quejarse y arremeter. No tengo ese autocontrol.

—Has entendido más de lo que crees —dije, un poco sonrojada por el halago. Estaba

tan abatida por lo que veía como no retroceder a veces, que nunca se me había

ocurrido que tuviera fuerza propia. Incluso estaba muy sorprendida que Adrian lo

tomara para resaltármelo—. Siempre estoy caminando en la línea. Mi papá, y los

Alquimistas, son realmente buenos en obediencia y en seguir órdenes de sus

superiores. Estoy como en un callejón sin salida porque estoy en un terreno inestable

con ellos, así que es muy importante para mí no hacer un escándalo.

—¿Por Rose? —Su tono estaba cuidadosamente controlado.

Asentí. —Síp. Lo que hice fue equivalente a traición a sus ojos.

Page 283: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

283

—No sé lo que significa “equivalente7”, pero suena muy serio. —Podía verlo

estudiándome por el rabillo de su ojo—. ¿Valió la pena?

—Hasta el momento. —Era fácil decirlo ya que Zoe todavía no tenía un tatuaje y yo

no había visto un centro de re-educación. Si estas cosas cambiaban, lo podrían hacer

mis respuestas—. Fue lo correcto por hacer. Supongo que eso justificó la acción

dramática.

—También rompí un montón de reglas para ayudar a Rose —dijo, con un tono

molesto en su voz—. Lo hice por amor. Amor equivocado, pero amor en todo caso.

No sé si eso es tan noble como tus razones, ya que particularmente ella estaba

enamorada de alguien más. La mayoría de mis “acciones dramáticas” no han sido por

ninguna causa. La mayoría de ellas han sido para enojar a mis padres.

En realidad me encontraba un poco celosa de eso. No podía sondear deliberadamente

para tratar de obtener una reacción de mi papá, aunque ciertamente lo quería.

—Creo que el amor es una razón noble —le dije. Estaba hablando objetivamente, por

supuesto. Nunca había estado enamorada y realmente no había punto de referencia

para juzgar. Basada en lo que había observado en otros, asumía que era algo

sorprendente… pero por ahora, estaba demasiado ocupada como para notar su

ausencia. Me preguntaba si debería estar decepcionada por eso—. Y creo que tienes

demasiado tiempo para hacer otras cosas nobles.

Él rió.

—Nunca creí que mi mayor animadora sería alguien que pensaba que yo era malvado

e innatural.

Eso nos hacía dos de nosotros.

Vacilante, me atreví a hacer una pregunta que había estado quemándome en el

interior.

—¿Todavía la amas? ¿A Rose? —Junto con no saber qué se sentía estar enamorado,

tampoco sabía lo que se demoraba recuperarse del amor.

La sonrisa de Adrian se desvaneció. Su mirada se volvió hacia su interior.

7 Equivalente: En el original la palabra es “tantamount”, que no es muy conocida ni muy usada, pero el sentido se pierde con la traducción (N. de T.)

Page 284: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

284

—Sí. No. Es difícil superar a alguien así. Ella tuvo un gran efecto en mí, de buena y

mala manera. Es difícil dejarlo atrás. Trato de no pensar en ella en términos de amor y

odio. Principalmente estoy tratando de seguir con mi vida. Con resultados mezclados,

infortunadamente.

Pronto alcanzamos la universidad. Wes Regan era un hombre grande con barba de sal-

y-pimienta que trabajaba en la oficina de registro en Carlton. La Sra. Terwilliger le

había enseñado gratis a la sobrina de Wes durante el verano, y Wes sentía que le debía

un favor.

—Aquí está el trato —dijo una vez estuvimos sentados al otro lado de él. Adrian

estaba vistiendo unos pantalones caqui y una camisa de abotonar color salvia que

había sido genial para entrevistas de trabajo. Un poco tarde—. No puedo simplemente

inscribirte. Las aplicaciones para la universidad son largas y requieren expedientes, y

no hay manera de que puedas traer una en dos días. Lo que puedo hacer es que te

nombren como oyente.

—¿Como con el IRS8? —preguntó Adrian.

—No. La audición significa que estás atendiendo las clases y haciendo trabajos pero

no obteniendo una calificación por ello.

Adrian abrió su boca para hablar, y sólo podía imaginar qué comentario tenía sobre

hacer trabajos para ningún crédito. Rápidamente lo interrumpí.

—¿Y luego qué?

—Luego, si puedes juntar una aplicación en, oh, una semana o dos, y es aceptada,

puedo retroactivamente cambiarte a la condición de estudiante.

—¿Qué hay de la ayuda financiera? —preguntó Adrian, inclinándose hacia adelante—.

¿Puedo conseguir algo de dinero por esto?

—Sí calificas —dijo Wes—. Pero realmente no puedes clasificar hasta que hayas sido

aceptado.

8 Servicio de Impuestos Internos. Adrian lo pregunta porque tiene una confusión con la palabra “auditor”,

ya que él cree que se refiere a un auditor y no un oyente (N. de T.)

Page 285: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

285

Adrian se dejó caer hacia atrás, y fui capaz de adivinar sus pensamientos. Si la

inscripción tomaría un par de semanas, indudablemente habría un retraso también en

la presentación de la ayuda financiera. Adrian estaba contemplando un mes o más de

vivir con Clarence, y probablemente eso era optimista. Medio esperaba que Adrian se

levantara y echara por la borda todo. En su lugar, una expresión resuelta cruzó su cara.

Asintió.

—Muy bien. Vamos a empezar con la cosa esa de la audición.

Estaba impresionada.

También estuve celosa cuando Wes sacó el catálogo del curso. Había sido capaz de

adormecerme hasta la alegría con las clases en Amberwood, pero mirar las ofertas

reales de una universidad me mostraba que las dos escuelas eran mundos diferentes.

Las clases de historia eran más centradas y profundas de lo que podría haber

imaginado. Sin embargo, Adrian no tenía interés en ésas. Él de inmediato se enfocó en

el departamento de arte.

Terminó firmando por dos cursos introductorios de pintura con óleo y acuarelas. Se

reunían tres veces a la semana y estaban convenientemente espalda-a-espalda.

—Será más fácil si estoy en el transporte escolar —explicó mientras nos estábamos

yendo.

Le di una mirada sorprendida.

—¿Vas a tomar el autobús?

Él parecía divertido por mi asombro.

—¿Cuál otro? Las clases son durante el día. No puedes llevarme.

Pensé en la lejana casa de Clarence.

—¿Dónde en la tierra tomarías el bus?

—Hay una parada a media milla. Te transfiere a otro autobús que va a Carlton. El

viaje entero toma una hora.

Page 286: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

286

Lo confieso, eso me dejó muda. Estaba asombrada de que Adrian hubiera investigado

tanto, y mucho menos que estuviera dispuesto a pasar por todos estos problemas. Sin

embargo, en el camino de vuelta, nunca pronunció una palabra de queja sobre lo

inconveniente que sería o lo mucho que tendría que esperar para mudarse de la casa de

Clarence.

Cuando volví a Amberwood, estaba emocionada por decirle a Jill la noticia del éxito

universitario de Adrian, no es como si ella necesitara que le dijera. Con el vínculo,

probablemente sabría más que yo. Sin embargo, siempre estaba preocupada por él e

indudablemente estaría complacida de ver que algo bueno le pasaba.

Jill no estaba en nuestra habitación cuando regresé, pero una nota me informaba que

estaba estudiando en algún otro lugar del dormitorio. La única parte brillante de su

castigo era que éste la limitaba a dónde estaría siempre en cualquier momento. Decidí

usar esta oportunidad para hacer el loco amuleto de la Srta. Terwilliger. Había

acumulado la mayoría de los ingredientes necesarios, y junto con la conformidad de la

profesora de Biología, la Srta. Terwilliger me había asegurado el acceso a uno de los

laboratorios de química. Nadie estaba allí a esta hora de la noche, y eso me daba

mucho espacio y tranquilidad para hacer la mezcla.

Como lo habíamos anotado, las instrucciones eran extremadamente detalladas y, en

mi opinión, superfluas. No era suficiente para medir las hojas de ortiga. Las

instrucciones llamadas por ellos “dejar descansar por una hora”, tiempo durante el

cual se suponía que debía decirles, “en ti, llama impregno” cada diez minutos.

También tenía que hervir la piedra de ágata “para infundirle calor”. El resto de las

instrucciones eran similares, y sabía que no había manera de que la Srta. Terwilliger en

realidad pudiera saber si seguí todo al pie de la letra, particularmente los cantos. Sin

embargo, el propósito entero de esta maniobra era informar lo que era ser un

profesional antiguo. Así que, seguí todo obedientemente y concentrada tan fuerte en

realizar cada paso perfectamente que pronto caí en una calma donde nada existía

excepto el hechizo.

Terminé dos horas después y estaba sorprendida por lo exhausta que me sentía. El

resultado final ciertamente no parecía justificar toda la energía que había gastado. Me

quedé con una cuerda de cuero de la que colgaba una bolsa de cuero llena de hojas y

piedras. La llevé con mis notas de vuelta a mi habitación, intentando escribir mi

reporte para la Srta. Terwilliger, y así podría dejar atrás esta asignatura. Cuando llegué

a la habitación, jadeé cuando vi la puerta. Alguien había tomado pintura roja y había

dibujado murciélagos y caras con colmillos sobre toda ésta. Garabateado en el frente,

con grandes bloques de letras, estaban las palabras:

Page 287: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

287

VAMPIRESA

Llena de pánico, entré en la habitación. Jill estaba allí, junto con la Sra. Weathers y

otra profesora que no conocía. Estaban revisando todas nuestras cosas. Observé con

incredulidad.

—¿Qué está pasando? —pregunté.

Jill sacudió la cabeza, su cara mortificada, y no pudo responder. Aparentemente había

llegado al final de la búsqueda porque la Sra. Weathers y su asociada pronto

terminaron y se acercaron a la puerta. Estuve feliz por haber llevado mis suministros

Alquimistas conmigo al laboratorio esta noche. El kit contenía algunas herramientas

de medición que había pensado que podría necesitar. Ciertamente no quería explicarles

a las autoridades del dormitorio por qué tenía una colección de químicos.

—Bueno —dijo la Sra. Weathers severamente—. No parece haber nada aquí, pero

puedo hacer otro espacio para revisar más tarde, así que no te hagas ilusiones. Ya estás

en suficientes problemas sin agregar todavía otro cargo a esto. —Suspiró y sacudió su

cabeza hacia Jill—. Estoy muy decepcionada, Srta. Melrose.

Jill palideció.

—Le estoy diciendo, ¡todo esto es un error!

—Eso esperamos —dijo la Sra. Weathers ominosamente—. Eso esperamos. Casi he

decidido hacerla limpiar ese vandalismo de afuera, pero a la luz de ninguna prueba

sólida… bueno, dejaremos que el conserje se encargue de eso mañana.

Una vez nuestras visitantes se fueron, inmediatamente demandé.

—¿Qué sucedió?

Jill colapsó sobre su cama y gimió.

—Laurel sucedió.

Me senté. —Explícame.

Page 288: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

288

—Bueno, llamé a la biblioteca para ver si tenían algunos anuarios, ¿los de Kelly

Hayes? Resulta que normalmente los tienen, pero todos han sido revisados por el

equipo del periódico para alguna edición de aniversario de Amberwood. Y nunca

creerás quien está liderando ese proyecto: Laurel.

—Tienes razón —dije—. Nunca habría adivinado eso. ¿No está en Inglés de primer

año? —Laurel era estudiante de último año.

—Síp.

—Supongo que todos necesitan una actividad —murmuré.

Jill asintió. —De cualquier manera, la Srta. Yamani estaba en el edificio, así que fui a

pedirle unirme al club de costura y trabajar para Lia. Estaba realmente emocionada y

dijo que haría que sucediera.

—Bueno, eso es algo —dije cautelosamente, todavía insegura de cómo esto nos llevaba

al vandalismo y la revisión de nuestra habitación.

—Mientras estaba regresando, pasé a Laurel en el pasillo. Decidí tomar una

oportunidad… Me acerqué y dije mira, sé que hemos tenido nuestras diferencias pero

realmente podría usar algo de ayuda. Entonces expliqué que necesitaba los anuarios y

pregunté si podía pedirlos prestados sólo por esta noche y que los devolvería justo

después.

Hasta aquí, no dije nada. Ciertamente era algo noble y valiente que Jill lo hiciera,

particularmente después de que la había alentado a ser mejor que Laurel.

Desafortunadamente, no pensé que Laurel sería recíproca con la conducta adulta.

Estaba en lo cierto.

—Ella me dijo en… bueno, en términos muy explícitos que nunca obtendría esos

anuarios —Jill frunció el ceño—. Me dijo otras cosas también. Entonces yo, um, la

llamé perra rabiosa. Probablemente no debí hacerlo, pero, bueno, ¡se lo merecía! De

cualquier manera, fue dónde la Sra. Weathers con una botella de… no sé qué. Creo

que era licor de frambuesa. Ella dijo que se lo vendí y que tenía más en mi habitación.

La Sra. Weathers no podía castigarme sin evidencia más sólida, pero después de la

acusación de resaca de la Srta. Chang el primer día, la Sra. Weathers decidió que era

suficiente para una revisión en la habitación.

Sacudí mi cabeza en incredulidad, la ira creciendo dentro de mi pecho.

Page 289: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

289

—¡Para ser un lugar de élite y prestigio, esta escuela se apresura a saltar sobre cualquier

acusación que se presente! Quiero decir, creen cualquier cosa que alguien diga sobre ti.

¿Y de dónde vino la pintura de afuera?

Lágrimas de frustración brillaban en sus ojos.

—Oh, de Laurel, por supuesto. O, bien, de alguna de sus amigas. Sucedió mientras

Laurel estaba hablándole a la Sra. Weathers, así que por supuesto ella obtuvo una

coartada. No crees… no le crees nada a nadie ¿cierto? Dijiste antes que sólo es una

broma… y los humanos ni siquiera creen en nosotros… ¿correcto?

—Correcto —dije automáticamente.

Pero estaba empezando a preguntármelo. Desde la llamada telefónica de con mi padre,

cuando él había mencionado que había humanos que sospechaban y no serían

silenciados, me había preguntado si había sido demasiado rápida descartando la broma

de Laurel. ¿Ella simplemente encontró un chiste cruel que usar? ¿O era una de esos

humanos que sospechaba sobre el mundo vampírico y podría hacer mucho estruendo

sobre ello? Dudaba que alguien pudiera creerle, pero no podíamos arriesgarnos en

atraer la atención de alguien que sí pudiera.

¿Es posible que realmente crea que Jill es un vampiro?

La expresión de abandono de Jill se convirtió en ira.

—Quizás yo debería hacer algo con respecto a Laurel. Hay otras maneras de vengarme

de ella además del agua congelada.

—No —dije rápidamente—. No te rebajes a eso. La venganza es mezquina y eres

mejor que eso —Además, pensé, cualquier otra actividad sobrenatural, y Laurel podría darse

cuenta de que sus pullas tienen más soporte de lo que originalmente pensaba.

Jill me dio una sonrisa triste.

—Sigues diciendo eso. ¿Pero no crees que se necesite hacer algo con Laurel?

Oh sí. Definitivamente. Esto había llegado muy lejos, y había estado equivocada al

dejarlo a un lado. Jill tenía razón que había otras maneras de vengarse de alguien. Y

Page 290: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

290

yo tenía razón en que la venganza era mezquina y nada con lo que Jill debiera

ensuciarse. Esa es la razón por la que yo iba a hacerlo.

—Me encargaré de eso —le dije—. Haré que el problema de los Alquimistas sea una

queja de nuestros padres.

Ella lucía dudosa.

—¿Crees que eso arreglará las cosas?

—Positivo —dije. Porque esa queja iba a cargar un golpe extra. Una mirada al tiempo

me dijo que era demasiado tarde para volver al laboratorio. No había problema.

Simplemente pondría mi alarma más temprano, con la intención de levantarme y

volver allí antes de que empezaran las clases.

Había un experimento más en mi futuro, y Laurel iba a ser mi conejillo de indias.

Page 291: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

291

Capítulo 21

Traducido por kathesweet y CyeLy DiviNNa

Corregido por masi

ezclar lo que necesitaba fue fácil. Ponerlo donde lo necesitaba tomó

un par de días. Primero tuve que prestar atención a qué clase de

champú usaba Laurel en las duchas de educación física. La escuela

proveía champú y acondicionador, por supuesto, pero ella no confiaría su precioso

cabello a algo tan vulgar. Una vez que supe la marca, busqué hasta dar con una tienda

de suministros de belleza local y vacié su caro contenido en el desagüe. Llené botellas

con mi brebaje casero en su lugar.

El siguiente paso fue cambiarla con la propia botella de Laurel. Recluté a Kristin para

esto. Su casillero estaba al lado del de Laurel en educación física, y estuvo más que

dispuesta a ayudarme. Parte de esto era porque compartía nuestra aversión hacia

Laurel. Pero también, desde que la había salvado de la reacción del tatuaje, Kristin

había dejado claro que estaba en deuda conmigo y cubriría mi espalda en cualquier

cosa que necesitara. No me gustaba la idea de que me debiera algo, pero su ayuda era

útil. Encontró un momento cuando Laurel alejó la vista de su casillero desbloqueado y

encubiertamente hizo el cambio. Luego simplemente teníamos que esperar por la

siguiente vez que Laurel usara el champú para ver el resultado de mi obra.

Mientras tanto, mi otro experimento de laboratorio no estaba recibiendo la reacción

que había esperado. La Srta. Terwilliger aceptó mi informe pero no el amuleto.

—No tengo ningún uso para eso —remarcó, alzando la vista de los papeles que le

había entregado.

Bajó los papeles.

—¿Todo esto es cierto? ¿Seguiste cada paso con precisión? Ciertamente no tendría

manera de saber si tú, ah, esquivaste alguno de los detalles.

Sacudí mi cabeza.

M

Page 292: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

292

—Nop. Seguí cada paso.

—Muy bien, entonces. Parece que tienes un encanto para hacer fuego.

—Señora —dije, a modo de protesta.

Ella sonrió.

—¿Qué dicen las instrucciones? ¿Tíralo y recita el último conjuro? ¿Lo conoces?

—En llamas, en llamas —dije inmediatamente. Después de haber escrito el hechizo

inicialmente para sus notas y luego recrearlo, era difícil no haberlo aprendido. De

acuerdo con el libro, que era una traducción inglesa del texto en latín, el lenguaje no

importaba tanto mientras el significado de las palabras fuera claro.

—Bueno, aquí tienes. Dale una oportunidad uno de estos días y ve qué pasa. Sólo no

prendas fuego a ninguna propiedad de la escuela. Porque eso no es seguro.

Levanté el amuleto de la cadena.

—Pero esto no es real. Esto no tiene sentido. Es un montón de basura reunida en una

bolsa.

Ella se encogió de hombros.

—¿Quiénes somos nosotros para cuestionar a los antiguos?

Me quedé mirándola, tratando de averiguar si estaba bromeando. Había sabido que era

una excéntrica desde el primer día, pero siempre había parecido una erudita seria.

—No puedo creer eso. La magia como esa… no es real. —Sin pensar, agregué—:

Incluso si lo fuera, señora, no es para que los humanos jueguen con los poderes de esa

manera.

La Srta. Terwilliger estuvo en silencio por un largo momento.

—¿De verdad crees eso?

Toqué la cruz alrededor de mi cuello.

Page 293: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

293

—Es como fui criada.

—Entendido. Bueno, entonces, puedes hacer lo que quieras con el amuleto. Tíralo,

dónalo, experimenta con él. A pesar de todo, este informe es lo que necesito para mi

libro. Gracias por entregarlo a tiempo, como siempre, has hecho más que lo que había

pedido.

Puse el amuleto en mi bolso cuando me fui, sin estar realmente segura de qué hacer.

Este amuleto era inútil… y sin embargo, también me había costado mucho tiempo.

Estaba decepcionada porque no iba a tener un propósito más significativo en su

investigación. Todo este esfuerzo echado a perder.

Sin embargo, el último de mis proyectos mostró desarrollo el día siguiente. En

Química Avanzada, Greg Slade y algunos de sus amigos se apresuraron a entrar a

clase justo cuando la campana sonó. Nuestro profesor les dirigió una mirada de

advertencia, pero ellos ni siquiera la notaron. Slade estaba limpiando su tatuaje de

águila, descubriéndolo para que todo el mundo lo viera. La tinta estaba brillando de

color plateado de nuevo. Al lado de él, uno de sus amigos también estaba mostrando

orgullosamente otro tatuaje plateado. Era una par de dagas estilizadas cruzadas, que

era sólo ligeramente menos vulgares que el águila. Este era el mismo amigo quien

había estado preocupado a comienzos de esta semana porque no sería capaz de tener

un tatuaje. Aparentemente, las cosas habían funcionado con el proveedor. Interesante.

Parte de esperar la presentación de informes a los Alquimistas había sido ver si

Nevermore repondría lo que yo había robado.

—Es sorprendente —dijo el amigo de Slade—. La rapidez.

—Lo sé. —Slade le dio un puñetazo—. Justo a tiempo para mañana.

Trey estaba observándolos, su expresión oscura.

—¿Qué pasa mañana? —le susurré.

Los miró desdeñosamente por un largo momento antes de girarme hacia mí.

—¿Vives bajo una piedra? Nuestro primer partido local.

—Por supuesto —dije. Mi experiencia en la secundaria no estaría completa sin el

bombo por excelencia de que era el fútbol.

Page 294: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

294

—Mucho bien que me hará —murmuró.

—Tus vendajes están fuera —señalé.

—Sí, pero el entrenador todavía me hace tomármelo despacio. Además, soy algo así

como un peso muerto ahora. —Asintió hacia Slade y su amigo—. ¿Cómo no se meten

en problemas por eso? No están haciendo mucho esfuerzo por ocultarlos. La escuela

ya no tiene disciplina. Prácticamente estamos en anarquía.

Sonreí.

—Prácticamente.

—Tu hermano debería estar en el equipo, lo sabes. Lo he visto en educación física.

Podría ser un atleta estrella si se molestara en intentarlo.

—A él no le gusta llamar la atención —expliqué—. Pero probablemente irá a ver el

partido.

—¿Y tú vas a ir a ver el partido?

—Probablemente no.

Trey arqueó una ceja.

—¿Una cita caliente?

—¡No! Pero estoy… bueno, no veo muchos deportes. Y siento como si debiera

quedarme con Jill.

—¿Ni siquiera vas a ir a animarme?

—No necesitas mi ánimo.

Trey me dirigió una mirada decepcionada como respuesta.

—Tal vez sea mejor así —dijo—. Ya que realmente no me verías rindiendo mi nivel

completo de genialidad.

Page 295: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

295

—Eso es una lástima —agregué.

—Oh, detén ya el sarcasmo —suspiró—. Mi papá va a ser el más molesto. Existen esas

expectativas familiares.

Bueno, eso es algo con lo que podía identificarme.

—¿También es un jugador de fútbol?

—No, es menos por el fútbol en sí que por mantenerte en un estado físico bueno.

Excelente. Listo para ser llamado en cualquier momento. Ser el mejor del equipo ha

sido una manera de mantenerlo orgulloso, hasta que esto de los tatuajes empezó.

—Lo haces bien sin la ayuda de ningún tatuaje. Todavía debería estar orgulloso —dije.

—No conoces a mi padre.

—No, pero creo que conozco a alguien como él. —Sonreí—. Sabes, quizás tenga que ir

al partido de fútbol después de todo.

Trey simplemente me sonrió, y la clase empezó.

El día pasó calmadamente, pero Jill corrió hacia mí tan pronto como entré en los

vestuarios para educación física.

—¡Lia contactó conmigo! Me preguntó si podría ir esta noche. Ha tenido prácticas

regulares con otras modelos, pero pensó que podría hacer una sesión especial para mí

ya que no tenía ninguna experiencia. Por supuesto, la cosa es que, yo… ya sabes,

necesito un aventón. Crees que… Quiero decir, podrías…

—Seguro —dije—. Es para lo que estoy aquí.

—¡Gracias, Sydney! —Lanzó sus brazos a mí alrededor, para mi gran asombro—. Sé

que no tienes ninguna razón para ayudarme después de lo que he hecho, pero…

—Está bien, está bien —dije, incómodamente palmeándola en el hombro. Inhalé para

tranquilizarme. Piensa en esto como que es Jill quien está abrazándote. No como que un

vampiro está abrazándote—. Estoy feliz de ayudar.

Page 296: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

296

—¿Les gustaría a ambas estar solas? —se burló Laurel, caminando con su séquito—.

Siempre supe que había algo extraño sobre tu familia.

Jill y yo nos separamos, y ella se sonrojó, lo que las hizo reír más.

—Dios, las odio —dijo en el momento en que estuvieron fuera del alcance del oído—.

Realmente quiero vengarme.

—Paciencia —murmuré—. Van a recibir lo que se merecen algún día. —Mirando el

casillero de Laurel, pensé que ese “algún día” podría llegar más pronto que más tarde.

Jill sacudió su cabeza en asombro.

—No sé cómo puedes ser tan indulgente, Sydney. Todo simplemente te da igual.

Sonreí, preguntándome lo que pensaría Jill si supiera la verdad, que no era tan

“indulgente” como parecía. Y no sólo cuando se trataba de Laurel. Si Jill quería pensar

en mí de esa manera, así sería. Por supuesto, mi fachada como una persona benévola

del tipo pone-la-otra-mejilla estaría rota cuando el grito de Laurel hubiera llenado el

vestuario al final de la clase una hora después.

Fue casi una repetición del incidente del hielo. Laurel salió disparada de la ducha,

envuelta en una toalla. Corrió hacia el espejo con horror, sosteniendo su cabello en

alto.

—¿Qué está mal? —preguntó una de sus amigas.

—¿No puedes verlo? —Lloriqueó Laurel—. Esto está mal… no se siente bien. Es

aceite… ¡o no sé! —Sacó un secador y secó una sección mientras el resto de nosotras

observábamos con interés. Después de unos minutos, las largas hebras estaban secas,

pero era difícil decirlo. Realmente era como si su cabello estuviera cubierto de aceite o

grasa, como si no lo hubiera lavado en semanas. El cabello normalmente brillante y

activo ahora colgaba en ondas lacias y feas. El color también estaba un poco apagado.

El rojo brillante y flameante ahora tenía un matiz amarillo enfermizo.

—También huele raro —exclamó.

—Lávalo otra vez —sugirió otra amiga.

Page 297: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

297

Laurel hizo eso, pero no fue de ayuda. Incluso cuando averiguó que su champú estaba

causando el problema, la cosa que yo había hecho no iba a salir tan fácilmente de su

cabello. El agua continuaría avivando la reacción, e iba a tomar muchas, muchas

refregadas antes de que arreglara el problema.

Jill me dirigió una mirada de asombro.

—¿Sydney? —susurró, un millón de preguntas en mi nombre.

—Paciencia —le aseguré—. Esto es sólo el primer acto.

Esa noche, llevé a Jill a la boutique de Lia DiStefano. Eddie fue con nosotras, por

supuesto, Lia era sólo unos años mayor que yo y casi treinta centímetros más baja. A

pesar de su figura pequeña, había algo grande y con fuerza en su personalidad mientras

nos confrontaba. La tienda estaba llena con trajes y vestidos elegantes, sin embargo

ella se vestía súper-casual, en vaqueros rasgados y una blusa campesina de gran

tamaño. Cambió el letrero de la puerta a cerrado y nos confrontó con las manos en sus

caderas.

—Así que, Jillian Melrose —empezó—. Tenemos menos de dos semanas para

convertirte en modelo. —Sus ojos cayeron sobre mí—. Y tú vas a ayudar.

—¿Yo? —exclamé—. Sólo soy el transporte.

—No si quieres que tu hermana brille en mi espectáculo. —Miró a Jill, la diferencia en

sus alturas era casi cómica—. Tienes que comer, beber y respirar modelaje si vas a

lograr esto. Y tienes que hacerlo todo… en esto.

Con un ademán, Lia agarró la caja de zapatos más cercana y sacó un par de zapatos

púrpuras brillantes con tacones que tenían que ser de al menos doce centímetros de

altura. Jill y yo nos quedamos mirando.

—¿No es ya lo suficientemente alta? —pregunté al fin.

Lia bufó y empujó los zapatos hacia Jill.

—Estos no son para el espectáculo. Pero una vez manejes esto, estarás lista para

cualquier cosa.

Page 298: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

298

Jill los tomó cautelosamente, sosteniéndolos y estudiándolos. Los tacones me

recordaron a las estacas plateadas que Eddie y Rose usaban para matar Strigoi. Si Jill

realmente quería estar preparada para cualquier situación, simplemente podría

mantenerlos cerca. Consciente de nuestro escrutinio, finalmente se quitó sus zapatos

planos marrones y sujetó las correas muy elaboradas de los zapatos púrpuras. Una vez

que estuvieron ajustadas, lentamente se levantó, y casi se cayó. Precipitadamente salté

para atraparla.

Lia asintió en aprobación.

—¿Ves? Esto es de lo que estaba hablando. El trabajo fraternal… depende de ti

asegurarte de que no se caiga y se rompa el cuello antes del espectáculo.

Jill me lanzó una mirada de pánico que sospeché que era reflejo de mi propia cara.

Empecé a sugerir que Eddie fuera el observador de Jill, pero él discretamente se movió

a un lado de la tienda para ver y parecía haber escapado de la atención de Lia.

Aparentemente, sus servicios protectores eran limitados.

Mientras Jill simplemente intentó no caerse, ayudé a Lia a hacer espacio en el centro

de la tienda. A continuación, Lia pasó la siguiente hora o así demostrando cómo

caminar adecuadamente para el desfile, haciendo énfasis en la postura y el paso en

orden de exhibir la ropa en su mejor efecto. Sin embargo, la mayoría de los detalles se

estaban perdiendo en Jill, que luchaba simplemente para caminar por la habitación sin

caer. Gracia y belleza no eran preocupaciones tanto como permanecer en posición

vertical.

Sin embargo, cuando miré a Eddie, él estaba observando a Jill con esa mirada

extasiada en su cara, como si cada paso que estuviera dando fuera magia pura.

Atrapando mi mirada, él inmediatamente volvió a su cara de guardián protector y

cauteloso.

Hice lo mejor que pude para ofrecerle a Jill palabras de aliento, y sí, la detuve de caer y

romperse el cuello. A medio camino de la sesión, escuchamos un golpe en la puerta de

vidrio. Lia miró con un ceño y luego reconoció la cara al otro lado de la puerta. Se

alegró y fue a abrirla.

—Sr. Donahue —dijo, dejando a Lee entrar—. ¿Vienes a ver cómo lo está haciendo tu

estrella?

Page 299: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

299

Lee sonrió, sus ojos grises instantáneamente buscando a Jill. Jill encontró su mirada,

sonriendo ampliamente. Lee no había estado alrededor en la última alimentación, y sin

embargo hablaban constantemente por teléfono y online, sabía que ella había estado

suspirando por verlo. Una mirada en la cara de Eddie me mostró que él no estaba tan

encantado por la presencia de Lee.

—Ya sabes cómo lo está haciendo —dio Lee—. Es perfecta.

Lia bufó.

—No iría tan lejos.

—Oye —dije, la inspiración sorprendiéndome—. Lee, ¿quieres ser el encargado de

evitar que Jill se rompa el cuello? Tengo que hacer un recado. —Como era de esperar,

Lee estaba más que dispuesto, y yo sabía que no tenía por qué temer por su seguridad,

con Eddie observando.

Los dejé, dándome prisa en llegar dos calles más allá a Nevermore. Desde que había

oído a Slade y a sus amigos confirmar que los tatuadores estaban en el negocio de

nuevo, había querido visitarlos en persona. Sin cubierta, sin embargo. Mis bienes

robados ya habían dado su testimonio. Excepto por el líquido claro, había identificado

todas las otras sustancias en los viales. En todos los metálicos encontraba

coincidencias exactas para compuestos Alquimistas, lo que significa que estas personas

o bien tenían una conexión con los Alquimistas o los habían robado. De cualquier

manera, mi caso se volvía cada vez más sólido. Esperaba que fuera suficiente para

redimirme y mantener a Zoe fuera de aquí, especialmente porque el reloj seguía

corriendo hacia su llegada. Estábamos a casi una semana del momento en que mi

padre había dicho que ella llegaría para reemplazarme.

Mi plan era ver qué tan dispuestos estaban en Nevermore para hacerme un tatuaje. Yo

quería saber cuáles advertencias —si las había— daban ellos y cómo de fácil era, en

primer lugar. La conversación con Adrian no me había dado mucha información, pero

probablemente su tatuaje de un esqueleto motociclista con fuego y un loro no había

hecho mucho para ayudar a su credibilidad. Estaba armada con dinero en efectivo hoy,

lo que esperaba que me llevara a alguna parte.

Así fue, ni siquiera necesité parpadear. Tan pronto como entré, el hombre detrás del

mostrador, el mismo que había hablado con Adrian, pareció aliviado.

Page 300: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

300

—Gracias a Dios —dijo—. Por favor, dime que tienes más. Estos niños me están

volviendo loco. Cuando nos metimos en esto... No tenía idea de que iba a ser tan

grande. El dinero es bueno, pero Cristo. Es una locura seguir el ritmo.

Mantuve mi confusión fuera de mi cara, preguntándome de qué demonios estaba

hablando. Actuaba como si estuviera en mi plan estar aquí, lo que no tenía sentido.

Pero entonces, sus ojos brillaban hacía mi mejilla, y de repente, entendí.

Mi tatuaje de lirio.

Estaba descubierto, ya que la escuela había terminado. Y supe, con absoluta certeza,

que quien estaba trabajando para conseguir los suministros era también un Alquimista.

Él había asumido que mi tatuaje me hacía una aliada.

—No tengo nada conmigo —le dije.

Su cara decayó.

—Pero la demanda…

—Perdiste el otro lote —dije que con arrogancia—. Dejaste que lo robaran justo

delante de tus narices. ¿Sabes cuántos problemas vamos a tener por esto?

—¡Ya se lo he explicado a tu amigo! —exclamó—. Él dijo que lo entiende. Dijo que se

haría cargo del problema y que no teníamos que preocuparnos más.

Había una sensación de hundimiento en mi boca del estómago.

—Sí, bueno, él no habla por todos nosotros, y no estamos seguros de que queramos

seguir. Tú nos comprometiste.

—Somos muy cuidadosos —argumentó—. ¡Ese robo no fue culpa nuestra! Ahora,

vamos. Tienes que ayudarnos. ¿Acaso no te lo dijo? Hay una enorme demanda para

mañana, porque los chicos de la escuela privada tienen un partido. Si somos capaces

de entregarlo, vamos a hacer el doble de dinero.

Yo le dirigí mi mejor sonrisa helada.

—Vamos a discutir entre nosotros y estaremos en contacto contigo.

Page 301: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

301

Con eso, me di la vuelta y empecé a salir.

—Espera —gritó. Le disparé una mirada altiva—. ¿Puedes hacer que esa persona deje

de llamar?

—¿Qué persona? —le pregunté, preguntándome si se refería a algún persistente

estudiante de Amberwood.

—El de la voz extraña, quien se mantiene preguntando si algunas personas altas,

pálidas, están apareciendo por aquí. Los que se parecen a los vampiros. Pensé que era

alguien que conocías.

¿Las personas altas y pálidas? No me gustaba el sonido de eso, pero mantuve mi cara

en blanco.

—Lo siento. No sé de qué estás hablando. Debe haber sido una broma.

Me fui, haciendo una nota mental para investigar eso más a fondo. Si alguien estaba

preguntando acerca de las personas que se parecían a los vampiros, eso era un

problema. No era, sin embargo, el problema inmediato. Mi mente ya procesaba es

resto de lo que el tatuador me había dicho. Era un Alquimista quien suministraba a

Nevermore. De alguna manera, no debería ser una sorpresa. ¿Cómo, iban a ponerse en

contacto con la sangre de vampiro y todos los metales necesarios para sus tatuajes? Y

al parecer, este bribón Alquimista "se había ocupado del cuidado del problema" que

conducía al robo de sus suministros. ¿Cuándo había llamado mi padre diciendo que

iba a ser reemplazada por los informes de Keith?

Justo después de que hubiera irrumpido en Nevermore.

Yo sabía quién era el bribón Alquimista.

Y yo sabía que yo había sido "el problema". Keith se había ocupado de mí, por lo que

se movía para sacarme de Palm Springs y traer a alguien nuevo y sin experiencia que

no interfiriera con su negocio de tatuajes ilícitos. Es por eso que él había querido a Zoe

en primer lugar.

Estaba horrorizada. No tenía una gran opinión de Keith Darnell, de ninguna manera.

Pero nunca, nunca hubiera pensado que pudiera rebajarse a este nivel. Él era una

persona inmoral, pero aun así había sido educado con los mismos principios que yo

tenía sobre los humanos y los vampiros. Para él, abandonar esas creencias y exponer a

Page 302: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

302

personas inocentes a los graves efectos secundarios de la sangre de vampiro para su

propio beneficio material... bueno, era más que una traición a los Alquimistas. Era una

traición a todo el género humano.

Mi mano estaba en mi teléfono móvil, lista para llamar a Stanton. Eso es todo lo que

tomaría. Una llamada con el tipo de noticias que tenía, y los Alquimistas se lanzarían

en picado sobre Palm Springs y Keith. ¿Pero qué pasa si no eran pruebas contundentes

para conectar a Keith? Era posible que otro Alquimista pudiera entrar y jugar el mismo

juego yo había hecho, consiguiendo que el tatuador pensara que ellos eran parte del

equipo de Keith. Keith era al que yo quería reventar, sin embargo. Quería asegurarme

de que no había manera de que saliera de esto.

Tomé mi decisión, y en lugar de a los Alquimistas, llamé a Adrian.

Cuando llegué de regreso a la tienda de Lia, me encontré que la sesión de

entrenamiento estaba por terminar. Lia estaba dando a Jill algunas instrucciones de

última hora, mientras que Eddie y Lee se mantenían cerca. Eddie echó un vistazo a mi

cara y al instante supo que algo andaba mal.

—¿Qué te pasa?

—Nada —le dije suavemente—. Sólo un problema que voy a arreglar pronto. Lee, ¿te

importaría llevar a Jill y a Eddie de nuevo a la escuela? Tengo un par de recados que

hacer.

Eddie frunció el ceño.

—¿Estás bien? ¿Necesitas a alguien que te proteja?

—Voy a tener a alguien. —Lo reconsideré, ya que estaba a punto de encontrarme con

Adrian—. Bueno, algo así. De todos modos, no estoy en problemas. Tu trabajo es

mantener un ojo sobre Jill, ¿recuerdas? Gracias, Lee —añadí, al verlo asentir. Un

pensamiento de repente me llamó la atención—. Espera... Pensé que éste era uno de

los días en que tenías clases por la noche. ¿Estamos reteniéndote... o... Bueno, ¿qué

días tienes clases?

No había pensado mucho en ello, sólo dándome cuenta de que algunos días Lee estaba

alrededor de nosotros y otros días estaba en Los Ángeles. Sin embargo, al mirar atrás,

no había un patrón real. Vi el rostro de Eddie cambiar, al darse cuenta también.

Page 303: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

303

—Eso es verdad —dijo, mirando a Lee con recelo—. ¿En qué tipo de programa estás?

Lee abrió su boca, y me di cuenta de que una historia venía lista. Entonces se detuvo y

echó una mirada inquieta hacia Jill, que seguía hablando con Lia. Su cara se

derrumbó.

—Por favor no se lo digas —susurró.

—¿Decirle qué? —le pregunté, manteniendo la voz baja también.

—No estoy en la Universidad. Quiero decir, lo estaba. Pero no en este semestre.

Quería un poco de tiempo libre, pero... no quiero decepcionar a mi papá. Por lo tanto,

le dije que sólo iba a tiempo parcial, por lo cual estoy más alrededor.

—¿Qué haces en LA durante todo ese tiempo, entonces? —preguntó Eddie. Esa era

una excelente pregunta, me di cuenta.

—Todavía tengo amigos allí, y tengo que mantener mi tapadera —suspiró Lee—. Es

estúpido, lo sé. Por favor, déjame ser el que se lo diga. Me moría de ganas de

impresionarla y demostrarle como soy a ella. Ella es maravillosa. Simplemente me

atrapó en un mal momento.

Eddie y yo nos miramos.

—No se lo voy a decir —le dije—. Pero realmente deberías hacérselo saber. Quiero

decir, creo que no hay daño hecho... pero no debería haber ese tipo de mentiras entre

ustedes.

Lee se mostró miserable.

—Lo sé. Gracias.

Cuando él se hizo a un lado, Eddie negó con la cabeza hacia mí.

—No me gusta que mienta. Nada, en absoluto.

—Lee tratando salvar las apariencias es lo menos raro por aquí —le dije.

Me encontré entonces con que Jill podía caminar de un lado de la tienda hacia el otro

y viceversa, sin caerse. No era mucho, pero era un comienzo. Ella todavía estaba muy

Page 304: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

304

lejos de parecerse a algo similar a las modelos de pasarela que veía en la televisión,

pero teniendo en cuenta que no había sido capaz de permanecer firme en el lugar en un

primer momento, supuse que había hecho un progreso considerable. Ella comenzó a

quitarse los tacones, pero Lia la detuvo.

—No. Te lo dije. Tienes que usar estos zapatos todo el tiempo. Práctica, práctica,

práctica. Llévalos a casa. Llévalos a todas partes. —Ella se volvió hacia mí—. Y tú…

—Lo sé. Me aseguró de que ella no se rompa el cuello —le dije—. Ella no va a ser

capaz de usar esos todo el tiempo, sin embargo. Nuestra escuela tiene un código de

vestimenta.

—¿Y si estuvieran en un color diferente? —preguntó Lia.

—No creo que sea sólo el color —dijo Jill en tono de disculpa—. Creo que es la parte

de la aguja. Pero te prometo que los llevaré fuera de clase y practicaré en nuestra

habitación.

Eso era lo suficientemente bueno para Lia, y después de unas pocas palabras más de

consejos, nos envió a continuar nuestro camino. Nos comprometimos a practicar y

volver en dos días. Le dije a Jill que me encontraría con ella más adelante, pero no sé si

se enteró. Estaba tan absorta ante la idea de Lee llevándola a casa que casi todo lo

demás pasaba de largo para ella.

Pasé sobre la puerta de Clarence y me encontré con Adrian.

—Wow —le dije, impresionada por su iniciativa—. No esperaba que estuvieras listo

tan rápido.

—No lo estoy —dijo—. Necesito que veas algo en este momento.

Fruncí el ceño.

—Está bien. —Adrian me internó más en el interior de la casa, más allá de donde

habitualmente iba, lo que me puso nerviosa—. ¿Estás seguro de que esto no puede

esperar? Esto que tenemos que hacer es una especie de urgencia...

—También lo es esto. ¿Cómo lucía Clarence la última vez que lo viste?

—Raro.

Page 305: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

305

—¿Pero en lo que ha salud se refiere?

Pensé en ello.

—Bueno, sé que ha estado cansado. Pero por lo general lucía bien.

—Sí, bueno, él no está "bien" ahora. Esto ha ido más allá del cansancio. Está débil,

mareado, y confinado en su cama. —Llegamos a una puerta de madera cerrada, y

Adrian se detuvo.

—¿Sabes cuál fue la causa? —pregunté, alarmada. Había estado preocupada por las

complicaciones de un Moroi enfermo pero no esperaba tratar con ello tan pronto.

—Tengo una muy buena idea —dijo Adrian, con sorprendente ferocidad—. Tu chico

Keith.

—Deja de decir cosas como esa. No es “mi chico” —exclamé—. ¡Está arruinando mi

vida!

Adrian abrió la puerta, dejando al descubierto una gran cama adornada con dosel. El

entrar en un dormitorio Moroi no era algo con lo que estuviera cómoda, pero la

mirada dominante de Adrian era demasiado poderosa. Lo seguí y quedé sin aliento

cuando vi a Clarence acostado en la cama.

—No sólo la tuya —dijo Adrian, señalando al anciano.

Los ojos de Clarence parpadearon ante el sonido de nuestras voces y luego se cerraron

de nuevo cuando pasó al sueño. Sin embargo, no fueron sus ojos lo que me llamó la

atención. Era la palidez mortal, enfermiza de su piel y la herida sangrante en el cuello

de Clarence. Era pequeña, hecha con un solo pinchazo, como si hubiera venido de un

instrumento quirúrgico. Adrian me miró expectante.

—¿Bueno, Sage? ¿Tienes alguna idea de por qué Keith drena la sangre de Clarence?

Tragué saliva, casi no podía creer lo que estaba viendo. Aquí estaba la última pieza.

Sabía que Keith había sido el proveedor de los tatuadores, y ahora sabía de dónde

estaba obteniendo sus "suministros".

—Sí —dije, por fin, mi voz casi un susurro—. Tengo una muy buena idea.

Page 306: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

306

Capítulo 22

Traducido por masi

Corregido por Selene

larence no quiso hablar con nosotros sobre lo que había sucedido. De hecho,

él negó firmemente que algo anduviera mal, alegando que se había arañado el

cuello mientras se había afeitado.

—Sr. Donahue —dije tan suavemente como pude—, esto fue hecho por un

instrumento quirúrgico. Y esto no sucedió hasta que Keith vino de visita.

—No, no —se las arregló para decir Clarence con voz débil—. No tiene nada que ver

con él.

Dorothy asomó la cabeza en ese justo momento, con un vaso de zumo. La habíamos

llamado poco después de mi llegada de esta noche. Para la pérdida de sangre, los

remedios son los mismos para Moroi que humanos: azúcar y líquidos. Ella le ofreció el

vaso con una pajita, su cara arrugada llena de preocupación. Continúe mis súplicas

mientras él bebía.

—Díganos cuál es el trato —le supliqué—. ¿Cuál es el acuerdo? ¿Para que le esté

dando su sangre? —Cuando Clarence permaneció en silencio, intenté otra táctica—.

Hay gente que está siendo lastimada. Él está distribuyendo su sangre

indiscriminadamente.

Eso consiguió una reacción.

—No —dijo Clarence—. Él está usando mi sangre y saliva para curar a la gente. Para

curar a los seres humanos enfermos.

¿Saliva? Estuve a punto de gemir. Por supuesto. El misterioso líquido claro. Ahora

sabía lo que hacía a los tatuajes celestiales tan altamente adictivos. Era intolerable.

C

Page 307: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

307

Adrian y yo intercambiamos miradas. El curar era ciertamente un uso de la sangre de

vampiro. El tatuaje que yo llevaba era una prueba de ello, y los Alquimistas habían

trabajado mucho tratando de duplicar algunas de las propiedades de la sangre para un

mayor uso medicinal. Hasta el momento, no había manera de reproducirla

sintéticamente, y el uso de sangre real, simplemente, no era práctico.

—Él mintió —respondí—. La está vendiendo a adolescentes ricos para ayudarles con

los deportes. ¿Qué le prometió por ello? ¿Una parte del dinero?

Adrian miró a su alrededor, a la opulenta habitación.

—Él no necesita dinero. Lo único que necesita es lo que los guardianes no le darían.

Justicia para Tamara, ¿verdad?

Sorprendida, me volví a girar hacia Clarence y vi que las palabras de Adrian se

confirmaban en el rostro del viejo Moroi.

—Él… él ha estado investigando a los cazadores de vampiros por mí —dijo

lentamente—. Dice que está cerca. Cerca de descubrirlos.

Negué con la cabeza, con ganas de patearme a mí misma por no haber descubierto

antes el que Clarence era la fuente de sangre. Ello explicaba el por qué Keith siempre

estaba inesperadamente aquí y por qué se alteraba tanto cuando me presentaba sin

avisar. Mi “confraternización con vampiros” no tenía nada que ver con eso.

—Señor, le garantizo que lo único que él está investigando es cómo gastar el dinero

que ha estado consiguiendo.

—No… no… él va a ayudarme a encontrar a los cazadores que mataron a Tamara…

Me puse de pie. No podía soportar escuchar nada más.

—Dele un poco de comida real, y asegúrese de que se la coma —le dije a Dorothy—.

Si sólo está débil por la pérdida de sangre, sólo necesita tiempo.

Asentí con la cabeza para que Adrian me siguiera afuera. Mientras caminábamos hacia

la sala de estar, comenté: —Bueno, hay un lado bueno y otro malo en esto. Al menos

podemos estar seguros de que Keith ha conseguido un nuevo suministro de sangre para

que lo atrapemos infraganti. Sólo lamento que Clarence tenga que recibir un golpe

tan…

Page 308: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

308

Me quedé helada cuando entré en la sala de estar. Yo, simplemente, había querido ir

allí porque sería un lugar familiar para discutir nuestros planes, uno que fuera menos

espeluznante que el dormitorio de Clarence. Teniendo en cuenta cuán a menudo mi

imaginación se volvía salvaje, mientras estaba en esta casa antigua, había encontrado

que sólo unas pocas cosas me sorprendían. Pero nunca en mis más salvajes sueños

había imaginado que la sala estaría transformada en una galería de arte.

Caballetes y lienzos estaban instalados alrededor de la habitación. Incluso la mesa de

billar estaba cubierta por un rollo grande de papel. Las imágenes variaban

desatinadamente en su contenido.

Algunas simplemente tenían salpicaduras de color atravesándolas. Algunas poseían

representaciones asombrosamente realistas de objetos y de personas. Un surtido de

acuarelas y pinturas al óleo estaban colocadas por todas partes, en medio del arte.

Por un momento, todos los pensamientos de Clarence y Keith desaparecieron de mi

cabeza.

—¿Qué es esto?

—Tareas —dijo Adrian.

—¿Tú no... no acababas de empezar tus clases? ¿Cómo pueden haberte asignado esta

enorme cantidad?

Él caminó hacia un lienzo que mostraba el remolino de una línea roja trazada sobre

una nube negra y ligeramente puesta la probó para ver si la pintura estaba seca.

Estudiándolo, traté de decidir si realmente estaba viendo una nube. Había algo casi

antropomórfico al respecto.

—Por supuesto que no nos dieron tanto, Sage. Pero tenía que asegurarme de que

acertaba con mi primera tarea. Me llevó un montón de intentos antes de llegar a la

perfección. —Hizo una pausa para reconsiderar eso—. Bueno, excepto por mis padres.

Ellos lo lograron en el primer intento.

No pude evitar una sonrisa. Después de observar que los estados de ánimo de Adrian

oscilaban tan salvajemente en las últimas dos semanas, era agradable verlos mejorar

notablemente.

Page 309: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

309

—Bueno, esto es algo increíble —admití—. ¿Qué son? Quiero decir, capto eso. —

Señalé hacia una pintura de los ojos de una mujer, marrones y con largas pestañas y a

continuación hacia otro de rosas—. Pero los otros están abiertos a, umm, una

interpretación un poco más creativa.

—¿Lo están? —preguntó Adrian, girando la pintura plasmada con la raya roja—.

Pensé que era obvio. Esta es Amor. ¿No lo ves?

Me encogí de hombros.

—Tal vez no tengo una mente lo suficientemente artística.

—Tal vez —concordó él—. Una vez que destrocemos a tu amigo Keith, discutiremos

sobre mi genialidad en el arte todo lo que quieras.

—Bien —dije, poniéndose seria otra vez—. Necesitamos registrar su casa en busca de

pruebas. Pensé que la mejor manera de hacerlo es si yo lo atraigo y tú entras mientras

él viene de camino. Para atravesar la cerradura…

Adrian sacudió su mano haciéndome callar.

—Puedo abrir una cerradura. ¿Cómo crees que logré entrar en el mueble-bar de mis

padres en la escuela secundaria?

—Debería haberlo supuesto —dije con sequedad—. Asegúrate de buscar por todas

partes, no sólo en los lugares obvios. Podría tener compartimentos ocultos en las

paredes o en los muebles. Necesitas encontrar viales de sangre o de líquido metálico, o

incluso la herramienta que perforó a Clarence.

—¡Lo tengo! —Discutimos a fondo unos cuantos detalles más —incluyendo a quién

debería él llamar cuando encontrara algo— y estábamos a punto de irnos cuando él

preguntó—: Sage, ¿por qué me escogiste para ser tu compañero de crimen en todo

esto?

Pensé en ello.

—Proceso de eliminación, supongo. Jill se supone que tiene que mantenerse fuera de

problemas. Eddie sería una buena baza9, pero necesitaba volver con ella y con Lee.

9 Una buena baza: un buen capital o una buena adquisición, debido a su entrenamiento dhampir.

Page 310: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

310

Además, yo ya sabía que tú no tenías ningún escrúpulo moral sobre el allanamiento de

morada.

—Esa es la cosa más bonita que has dicho de mí alguna vez —declaró con una sonrisa.

Después de eso nos dirigimos a la casa de Keith. Todas las luces estaban encendidas en

el primer piso de su edificio, frustrando la esperanza de último minuto que había

tenido, de que quizás no tendría que persuadirle para que bajara. Realmente, me

hubiera gustado ayudar con la búsqueda. Me separé de Adrian y luego conduje hacia

un restaurante de veinticuatro horas que estaba a las afueras, en el otro lado de la

ciudad. Pensé que sería perfecto para mantener a Keith lejos de su casa. El tiempo de

conducción por si solo le proporcionaría a Adrian tiempo de búsqueda extra, a pesar

de que significaba que Adrian tenía que esperar afuera durante un rato hasta que Keith

saliera. Una vez que finalmente llegué, conseguí una mesa, pedí un café, y marqué el

número de Keith.

—¿Hola?

—Keith, soy yo. Necesito hablar contigo.

—Pues habla —dijo. Sonaba engreído y confiado, sin duda, feliz por conseguir la venta

de un tatuaje de última hora.

—No por el teléfono. Necesito que te reúnas conmigo.

—¿En Amberwood? —preguntó, sonando sorprendido—. ¿No ha pasado la hora de

visita? —Era cierto, pero eso era un problema para tratar después.

—No estoy en la escuela. Estoy en Margaret’s Diner, ese lugar de carretera.

Un largo silencio. Entonces: —Bueno, si ya te has saltado el toque de queda, entonces

simplemente ven aquí.

—No —dije con firmeza—. Ven tú a mí.

—¿Por qué debería hacerlo?

Dudé brevemente antes de jugar la carta que sabía que lo conseguiría, lo único que le

haría conducir hasta aquí y no levantaría sospechas acerca de los tatuajes.

Page 311: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

311

—Es sobre Carly.

—¿Qué pasa con ella? —preguntó después de un momento de pausa.

—Sabes exactamente el qué.

Después de una segunda pausa, Keith cedió y colgó. Me di cuenta de que tenía un

correo de voz desde más temprano en el día que no había oído entrar. Llamé y

escuché.

—Sydney, soy Wes Regan de Carlton College. Sólo quería revisar un par de cosas

contigo. En primer lugar, me temo que tengo malas noticias. No parece que vaya a ser

capaz de reconocer retroactivamente a tu hermano de condición de oyente. Puedo

matricularle para el próximo semestre a ciencia cierta si se mantiene con buena

reputación, pero la única manera de que pueda seguir tomando clases ahora es si

continúa haciéndolo como oyente. No será capaz de obtener ayuda financiera como

resultado de ello, y de hecho, tú realmente necesitas pagar la cuota de oyente pronto, si

él va a permanecer en las clases. Si quiere dejarlo por completo, podemos hacerlo

también. Sólo llámame y déjame saber lo que quieres hacer.

Me quedé mirando el teléfono con consternación cuando el mensaje se hubo

terminado. Llevándose consigo nuestros sueños de inscribir plenamente a Adrian en

toda su condición de estudiante, por no hablar de sus sueños de obtener ayuda

financiera y mudarse de la casa de Clarence. El próximo semestre, probablemente se

comenzaría en enero, por lo que Adrian se enfrentaría a cuatro meses más en la casa

de Clarence. Adrian también se enfrentaría a cuatro meses más de viajes en autobús y

tomar clases sin crédito universitario.

Pero, ¿eran los créditos y la ayuda financiera realmente las cosas más importantes

aquí? Recordé lo emocionado que Adrian había estado después de sólo un par de

clases, cómo se había dedicado plenamente hacia el arte. Su rostro había sido radiante

cuando él estuvo parado ante su “galería”. Las palabras de Jill también se hicieron eco

en mi mente, de cómo el arte le había dado algo para canalizar sus sentimientos y crear

el vínculo más fácil para hacerle frente a ella. Estas clases eran buenas para ambos.

¿Cuánto costaba una cuota de oyente? No estaba segura, pero sabía que no era tanto

como la matrícula. También era un gasto de una sola vez que, probablemente, podría

caer dentro de mis gastos sin atraer la atención de los Alquimistas. Adrian necesitaba

esas clases, de eso estaba segura. Si él supiera que la ayuda financiera no era una

opción en este semestre, había una buena probabilidad de que simplemente lo dejara

Page 312: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

312

todo por completo. No podía permitir eso. Él había sabido que podría haber un

“retraso”, mientras que la ayuda financiera se arreglaba. Si yo pudiera mantenerlo

lejos del camino de Carlton un poco más de tiempo, entonces tal vez él habría

invertido lo suficiente en el arte para poder quedarse, incluso cuando se supiera la

verdad.

Era algo furtivo para hacer, pero sería beneficioso para él —y Jill— al fin y al cabo.

Marqué de vuelta el teléfono de la oficina de Wes Regan, sabiendo que obtendría su

buzón de voz. Le dejé un mensaje diciendo que dejaría un cheque por la cuota de

oyente y que Adrian permanecería hasta que pudiera ser inscrito el próximo semestre.

Colgué el teléfono, diciendo una oración silenciosa para que pasara un tiempo hasta

que Adrian averiguara algo de esto.

La camarera me siguió echando mala cara por sólo tomar un café, así que finalmente

pedí un pedazo de pastel para llevar. Ella acababa de poner la caja de cartón sobre la

mesa cuando un irritado Keith entró en el restaurante. Se quedó parado en la puerta,

mirando a su alrededor con impaciencia, hasta que me vio.

—Está bien, ¿qué está pasando? —preguntó, haciendo un gran espectáculo al

sentarse—. ¿Qué es tan importante para que sintieras la necesidad de romper las reglas

escolares y arrastrarme por media ciudad?

Por un momento, me quedé congelada. Mirando en los ojos de Keith —el real y el

artificial— desencadenando todos los sentimientos contradictorios que había tenido

sobre él el año pasado. El miedo y la ansiedad sobre lo que estaba tratando de

conseguir guerreando con el profundo odio con el que había cargado mucho tiempo.

Mis instintos más bajos querían hacerlo sufrir, arrojarle algo. Como el pastel. O una

silla. O un bate de béisbol.

—Yo…

Antes de que pudiera decir otra palabra, mi teléfono sonó. Miré hacia abajo y leí un

mensaje de texto de Adrian: LO TENGO. LLAMADA REALIZADA. UNA HORA.

Deslicé el teléfono en mi bolso y exhalé. A Keith le había llevado veinte minutos

llegar hasta aquí, y durante ese tiempo, Adrian había estado, obedientemente,

registrando el apartamento. Aparentemente, había tenido éxito. Ahora dependía de mí

entretener a Keith hasta que los refuerzos se presentaran. Una hora era, realmente,

mucho menos tiempo de lo que había esperado. Yo le había dado a Adrian el número

Page 313: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

313

de teléfono de Stanton, y ella habría enviado a cualquiera de los Alquimistas que

estuvieran más cerca. Me imaginé que se trataría de Los Ángeles, pero era difícil de

decir con la extensión de nuestros trabajos. Si hubiera Alquimistas en el lado este de la

ciudad, habrían llegado aquí muy rápidamente. También era posible que ellos

pudieran reducir el tiempo simplemente volando en un jet privado.

—¿Qué es eso? —preguntó Keith irritado—. ¿Un mensaje de texto de uno de tus

amigos vampiros?

—Puedes dejar ya la actuación —dije—. Sé que, realmente, no te preocupa que yo esté

demasiado cerca de ellos. —No tenía intención de que este fuera el tema que le

distrajera, pero lo utilizaría.

—Por supuesto que lo hago. Me preocupa tu alma.

—¿Es por eso que llamaste a mi padre? —pregunté—. ¿Es esa la razón de que quisieras

que me fuera de Palm Springs?

—Es por tu propio bien —dijo, poniendo esa cara de más santo que nadie—. ¿Sabes

cómo de equivocado fue, incluso, el que quisieras este trabajo en primer lugar? Ningún

Alquimista lo haría. Pero tú… prácticamente rogaste por ello.

—Sí —dije, sintiendo que mi ira aumentaba—. Así Zoe no tendría que hacerlo.

—Di eso para ti misma si quieres. Yo sé la verdad. Te gustan estas criaturas.

—¿Por qué tiene que ser o blanco o negro? En tu opinión, bien tengo que odiarlos o

estar asociada con ellos. Hay un término medio, sabes. Todavía puedo ser leal a los

Alquimistas y estar en términos amistosos con vampiros y dhampirs.

Keith me miró como si yo tuviera diez años.

—Sydney, eres muy inocente. No entiendes los caminos del mundo como lo hago yo.

—Yo sabía todo acerca de sus “caminos del mundo” y lo habría dicho si la camarera

no hubiera venido a tomar su orden de bebida en ese momento. Cuando ella se fue,

Keith continuó con su perorata—: Quiero decir, ¿cómo sabes, si quiera, que lo que

estás sintiendo es realmente la forma en que lo haces? Los vampiros pueden obligar, ya

sabes. Usan el control mental. Los usuarios de espíritu como Adrian son muy buenos

en ello. Por lo que sabemos, él ha estado usando sus poderes para hacerse querer por ti.

Page 314: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

314

Pensé en todas las veces en que quise cambiar algún sentimiento hacia Adrian.

—No ha hecho un buen trabajo, entonces.

Discutíamos una y otra acerca de esto, y por una vez, me alegré de la obstinación de

Keith y su negativa a entrar en razón. Cuanto más tiempo discutiera conmigo, más

tiempo tenían los Alquimistas para llegar a su apartamento. Si Stanton le había dicho a

Adrian una hora, eso era probablemente lo que fuera. Aun así, era mejor asegurarse.

Mi punto álgido llegó cuando Keith dijo: —Deberías estar contenta de que esté

velando por ti de esta manera. Esto va más allá que de vampiros, ya sabes. Te estoy

enseñando lecciones de vida. Memorizas libros, pero no entiendes a la gente. No sabes

cómo conectar con ellos. Vas a llevar esta misma actitud ingenua contigo hacia el

mundo real, creyendo que todo el mundo tiene buenas intenciones, y alguien —un

tipo, probablemente— simplemente se aprovechará de ti.

—Bueno —le espeté—, sabes mucho acerca de eso, ¿no?

Keith soltó un bufido.

—No tengo ningún interés en ti, estate tranquila.

—¡No estoy hablando de mí! Estoy hablando de Carly. —Genial. Aquí estaba. El

propósito original de nuestro encuentro.

—¿Qué tiene que ver ella con todo esto? —Keith mantuvo su tono de voz firme, pero

yo lo vi. El más leve atisbo de ansiedad en sus ojos.

—Yo sé lo que pasó entre ustedes. Sé lo que le hiciste.

Él se interesaba mucho en meter el dedo en la llaga.

—Yo no le hice nada. No tengo ni idea de qué estás hablando.

—¡Sabes exactamente de lo que estoy hablando! Ella me lo contó. Ella vino a mí

después de eso. —Me incliné hacia delante, sintiéndome confiada—. ¿Qué crees que

haría mi padre si lo averiguara? ¿Qué harías tú?

Keith levantó la mirada bruscamente.

Page 315: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

315

—Si estás tan segura de que algo terrible sucedió, entonces ¿por qué no lo sabe ya tu

padre? ¿Eh? Tal vez porque sabe que lo que Carly dice no son más que chismes. Todo

lo que hicimos, ella quiso hacerlo, créeme.

—Eres un mentiroso —susurré—. Sé lo que hiciste. La violaste. Y nunca sufrirás lo

suficiente por ello. Deberías haber perdido ambos ojos.

Él se puso rígido ante la referencia a sus ojos.

—Eso es cruel. Y no tiene nada que ver con nada de esto. ¿Qué diablos te ha pasado,

Sydney? ¿Cómo te convertiste en una perra? Quizás asociarte con los vampiros y los

dhampirs ha causado más daño del que creímos. Mañana a primera hora, llamaré a

Stanton y pediré que te trasladen ahora. No hay que esperar hasta el final de la

semana. Necesitas estar lejos de esta influencia oscura. —Sacudió la cabeza y me

dirigió una mirada tanto condescendiente como compasiva—. No, necesitas ser re-

educada, y punto. Debería haber ocurrido hace mucho tiempo, tan pronto como te

vincularon a ese asesinato.

—No cambies de tema. —Hablé con arrogancia, a pesar de que, de nuevo, él había

despertado un rayo de miedo en mí. ¿Qué pasaba si Adrian y yo fallábamos? ¿Qué

pasaba si los Alquimistas escuchaban a Keith y me arrastraban lejos? Él nunca tendría

que preocuparse por mí nuevamente en un centro de re-educación—. Esto no es sobre

mí. Estábamos hablando de Carly.

Keith puso los ojos blanco, con disgusto.

—Ya he terminado de hablar sobre tu hermana cachonda.

Fue entonces cuando mi impulso anterior de lanzarle algo, ganó. Por suerte para él,

era sólo mi café y no una silla. También por suerte para él: el café se había enfriado

considerablemente. Todavía había un montón en la taza, y se las arregló para salpicar

por todas partes, empapando su desafortunada elección de una camisa blanca. Me

miró con asombro, farfullando para conseguir que sus palabras salieran.

—¡Tú, perra! —dijo, poniéndose de pie.

A medida que comenzaba a moverse hacia la puerta, me di cuenta de que mi

temperamento podría haber echado a perder mi plan. Me acerqué rápidamente y

agarré su brazo.

Page 316: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

316

—Espera, Keith. Yo… lo siento. No te vayas.

Él sacudió su brazo para liberarme y me miró fijamente.

—Es demasiado tarde para ti. Tuviste tu oportunidad y la echaste a perder.

Le agarré de nuevo.

—No, no. Espera. Todavía hay mucho de lo que tenemos que hablar.

Él abrió su boca con algún comentario insolente y luego rápidamente la cerró. Me

estudió durante varios segundos, su cara poniéndose seria.

—¿Estás intentando mantenerme aquí? ¿Qué está pasando? —Cuando no pude formar

una respuesta, él se apartó y salió por la puerta. Corrí rápidamente a la mesa y lancé

un billete de veinte sobre ella. Agarré el pastel y le dije a la desconcertada camarera

que se quedara el cambio.

El reloj de mi coche me dijo que tenía veinte minutos hasta cuando los Alquimistas se

suponía que estarían en la casa de Keith. Ese era también el tiempo que se tardaría en

regresar allí. Conduje justo detrás de él, sin hacer ningún esfuerzo por ocultar mi

presencia. Ahora no era ningún secreto que algo estaba pasando, algo por lo que le

había atraído fuera de casa. Bendije cada luz roja que nos hacía parar, rezando para

que él no llegara demasiado pronto. Si lo hacía, Adrian y yo íbamos a tener que

retrasarlo.

No sería imposible, pero tampoco era algo que quisiera hacer.

Finalmente llegamos. Keith se precipitó hacia el aparcamiento de su pequeño edificio,

y yo me estacioné descuidadamente en una zona de salida de incendios, en la fachada.

Estaba a sólo unos pasos detrás de él mientras él corría hacia la puerta, pero él no

pareció darse cuenta. Su atención estaba en las ventanas iluminadas de su edificio y las

siluetas oscuras apenas perceptibles más allá de las densas cortinas. Él irrumpió a

través de la puerta, y yo le seguí un momento después, casi chocando con él cuando se

quedó completamente parado.

No conocía a los tres hombres trajeados que estaban allí con Adrian, pero sabía que

eran Alquimistas. Ellos tenían esa sensación helada y esmerada que todos se

esforzaban en tener, y sus mejillas estaban adornadas con lirios de oro. Uno de ellos

estaba examinando los armarios de la cocina de Keith. Otro tenía un bloc de notas y

Page 317: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

317

estaba hablando con Adrian, quien estaba apoyado contra la pared y fumando. Sonrió

cuando me vio.

El tercer Alquimista estaba arrodillado en el suelo de la sala de estar, cerca de un

armario pequeño en la pared. Una pintura de mal gusto, de la espalda de una mujer,

estaba descansando cerca, la cual al parecer había sido utilizada para ocultar el

compartimiento. Su puerta de madera había sido claramente forzada para abrirla, y los

distintos contenidos estaban esparcidos al azar por alrededor, con algunas excepciones.

El Alquimista estaba, con gran esfuerzo, ordenando un montón de objetos: tubos de

metal y agujas para drenar sangre, junto con viales de sangre y pequeños paquetes de

polvo plateado. Levantó la mirada hacia nuestra entrada repentina y fijó en Keith una

sonrisa fría.

—Ah, me alegro de que esté aquí, Sr. Darnell. Teníamos la esperanza de que

pudiéramos hacerle algunas preguntas.

El rostro de Keith se hundió.

Page 318: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

318

Capítulo 23

Traducido por Liseth_Johanna

Corregido por kathesweet

ué hiciste?

Estaba sentada al final de una fila de asientos en el desfile de modas

de Jill casi una semana después, en el centro de Palm Springs, esperando que todo

empezara. Ni siquiera había sabido que Trey estaba en el desfile y estuve sorprendida

por encontrarlo repentinamente arrodillándose a mi lado.

—¿A qué te refieres exactamente? —le pregunté—. Hay aproximadamente un millón

de cosas por las que podría tomar el crédito.

Se mofó y mantuvo la voz en un grado bajo, lo que no era exactamente demasiado

necesario con el rugido sordo de conversaciones a nuestro alrededor. Muchos cientos

se habían girado para ver el desfile.

—Estoy hablando de Slade y sus amigos, y lo sabes —dijo Trey—. Han estado

realmente molestos por algo esta semana. Siguen quejándose sobre esos estúpidos

tatuajes. —Me miró significativamente.

—¿Qué? —pregunté, poniendo cara de inocencia—. ¿Por qué crees que esto tiene que

ver conmigo?

—¿Estás diciendo que no es así? —preguntó, sin bromear ni un poco.

Pude sentir una sonrisa traicionera jugando en mis labios. Después de asaltar el

apartamento de Keith, los Alquimistas se habían asegurado que sus compañeros

tatuadores ya no tuvieran medios para administrar tatuajes ilícitos. Tampoco había

habido más conversaciones sobre Zoe reemplazándome. Había tomado días antes de

que Slade y sus amigos se hubieran dado cuenta que su conexión con la tinta de realce

ya no existía. Había observado sus conversaciones furtivas con maravilla esta semana

pero no me había dado cuenta de que Trey también lo había notado.

—¿Q

Page 319: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

319

—Sólo digamos que puede que Slade pronto no sea más la superestrella que ha sido —

dije—. Espero que estés listo para dar un paso adelante y tomar su lugar.

Trey me estudió unos momentos más, aparentemente esperando que agregara algo

más. Cuando no lo hice, simplemente sacudió la cabeza y sonrió burlonamente.

—En cualquier momento que necesites café, Melbourne, ven a verme.

—Anotado —dije. Hice gestos hacia el público que aún crecía—. ¿Qué estás haciendo

aquí, de todas formas? No me di cuenta que estabas interesado en la moda más

caliente de ahora.

—No lo estoy —Estuvo de acuerdo—. Pero tengo un par de amigas trabajando en el

desfile.

—¿Amigas? —pregunté maliciosamente.

Puso los ojos en blanco.

—Amigas que son chicas. No tengo tiempo para tontas distracciones femeninas.

—¿En serio? Imaginé que por eso te hiciste tu tatuaje. He oído que las mujeres van

detrás de ese tipo de cosas.

Trey se mofó.

—¿De qué estás hablando?

Me acordé que Kristin y Julia habían mencionando lo raro que era que Trey tuviera su

propio tatuaje y después Eddie había mencionado haberlo visto en la parte baja de la

espalda de Trey en el vestuario. Eddie había dicho que lucía como un sol multi-rayado

hecho de una tinta ordinaria. Había estado esperando una oportunidad para tomarle el

pelo a Trey por eso.

—No te hagas el tímido. Se sobre tu rayito de sol. ¿Cómo es que siempre me lo haces

pasar tan mal, huh?

—Yo…

Page 320: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

320

De verdad estaba perdido. Más que eso. Parecía incomodo, preocupado; como si esto

fuera algo que no quería que supiera. Eso era extraño. No era tan importante. Estaba a

punto de interrogarlo más, cuando Adrian de repente se abrió paso por el público hacia

nosotros. Trey echó un vistazo a la cara tormentosa de Adrian e inmediatamente se

puso de pie. Podía entender su reacción. La expresión de Adrian también me habría

intimidado.

—Bueno —dijo Trey inquietamente—. Gracias de nuevo. Te veré después.

Murmuré un adiós y observe mientras Adrian me pasaba desapercibido. Micah se

sentó a mi lado, luego Eddie y después dos asientos vacíos que habíamos guardado.

Adrian se sentó en uno de ellos, ignorando el saludo de Eddie. Momentos después,

Lee vino apresurándose y tomó el otro puesto. Parecía preocupado por algo pero se las

arregló para ser más amistoso que Adrian. Adrian miró glacialmente hacia adelante y

mi buen humor se esfumó. De alguna manera, sin saber por qué, tenía el

presentimiento de que yo era la razón para su humor oscuro.

Sin embargo, no tuvimos tiempo para discutirlo. Las luces se atenuaron y el desfile

comenzó. Era presentado por un locutor local, que presentó a los cinco diseñadores de

la noche. El diseñador de Jill fue el tercero, y observar a los demás ir antes que ella

hizo la anticipación mucho más intensa. Esto estaba a un mundo de distancia de las

sesiones de práctica que había visto antes. Las luces y la música llevaban todo a un

nivel más profesional y las otras modelos parecían mucho más viejas y

experimentadas. Empecé a compartir la anterior ansiedad de Jill, de que tal vez ella

estaba fuera de su liga.

Luego el turno de Lia DiStefano llegó. Jill era una de sus primeras modelos y emergió

usando un fluido vestido plateado hecho de algún tipo de tela que parecía desafiar la

gravedad. Una media-mascara de perlas y plata cubría parte de su rostro, oscureciendo

su identidad a aquellos que no la conocían bien. Había esperado que atenuaran sus

facciones vampíricas un poco, para posiblemente darle un poco más de color humano.

En su lugar, habían acentuado su apariencia inusual, poniendo un polvo luminiscente

sobre su piel que realzaba la palidez de una forma que la hacía lucir como de otro

mundo. Cada rizo había sido puesto en su lugar, cayendo con maña a su alrededor y

adornado con pequeñas joyas brillantes.

Su caminar había mejorado vastamente desde aquella primera práctica. Ella

prácticamente había dormido con esos tacones y había ido más allá de simplemente no

caerse. Había una nueva confianza y propósito que no había estado allí antes. Una que

otra vez, había captado un débil vistazo de nerviosismo en sus ojos o un ajuste en sus

Page 321: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

321

zancadas mientras se las ingeniaba para manejar los altos tacones plateados. Sin

embargo, dudaba que alguien más se hubiera dado cuenta de esas cosas. Cualquier que

no supiera de Jill y sus intentos no vería más que una fuerte y etérea mujer caminando

por la pasarela. Asombrosa. Si pudiera transformarse en esto sin más que un poco de

valentía, ¿qué quedaba por venir?

Mirando a los chicos a mi lado, vi sensaciones similares reflejarse en sus caras. La de

Adrian estaba llena con ese orgullo de hermano que normalmente tenía por ella, todas

las huellas de su anterior mal humor desaparecidas. Micah y Lee exponían pura e

infiltrada adoración. Para mi sorpresa, la expresión de Eddie era de adoración

también, junto con algo más. Era casi… de veneración. Era eso, me di cuenta. Al salir

como esta hermosa-criatura-como-una-diosa, Jill estaba encarnando todas las fantasías

ideales y protectoras de Eddie. Era la princesa perfecta ahora, con su obediente

caballero esperando servirla.

Ella apareció dos veces más en la línea de Lia, sorprendente en cada momento, aunque

nunca igualando aquel debut inicial con el vestido plateado. Observé el resto del desfile

a medias. Mi orgullo y afecto por Jill eran muy distractores y, honestamente, la

mayoría de la ropa que vi esta noche, eran muy llamativas para mi gusto.

Había una recepción después del desfile, donde invitados, diseñadores y modelos

podían mezclarse y tomar refrescos. Mi pequeño grupo encontró una esquina cerca de

los entremeses para esperar a Jill, que todavía tenía una aparición que hacer. Lee

cargaba un enorme ramo de lirios blancos. Adrian observaba a una mesera caminar

con una bandeja llena de copas de champaña. Sus ojos estaban llenos de nostalgia,

pero él no hacia ningún movimiento para detenerla. Estaba orgullosa y aliviada. Jill,

balance y alcohol no eran cosas que él quisiera mezclar.

Cuando la mesera se fue, Adrian se giró hacia mí y finalmente vi aquella rabia anterior

regresar. Y, como había sospechado, estaba dirigida a mí.

—¿Cuándo ibas a decirme? —preguntó.

Era tan enigmático como Trey lo había sido en la fila de apertura, anteriormente. —

¿Decirte qué?

—¡Que la ayuda financiera no se dará! Hablé con la oficina de admisiones y dijeron

que tú lo sabías.

Suspiré.

Page 322: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

322

—No te lo estaba ocultando, exactamente. Sólo que no tuve la oportunidad de

decírtelo. Había muchas otras cosas sucediendo. —De acuerdo, de hecho había estado

posponiéndolo, exactamente por esta razón. Bueno, no precisamente. No había

anticipado que él se pondría tan nervioso por ello.

—Aparentemente tuviste suficiente tiempo para pagar la cuota de audición. Y

suficiente dinero. Pero no suficientes fondos para un nuevo alojamiento.

Creo que lo que más me molestaba del tema, era la insinuación de que yo había, de

alguna forma, elegido actuar de una manera que le conviniera a él. Como si me

hubiera puesto a propósito en esto si hubiera habido una forma de evitarlo.

—Un pago único es fácil de hacer —le dije—. ¿Un alquiler mensual? No tanto.

—¿Entonces por qué molestarse en absoluto? —exclamó—. ¡El punto de esto era

conseguir dinero para salir de casa de Clarence! No estaría tomando estas clases

estúpidas de otra manera. ¿Crees que quiero ir en el bus por horas, cada día?

—Esas clases son buenas para ti —contraataqué, sintiendo mi propio temperamento

elevarse. No había querido perder el control, no aquí y ciertamente, no con nuestros

amigos siendo testigos de todo. Aun así, estaba consternada por la reacción de Adrian.

¿No podía ver lo bueno que era para él hacer algo útil? Había visto su cara cuando me

mostró sus pinturas. Le había dado un canal de sanación para lidiar con Rose, por no

mencionar un sentido de propósito para sí mismo. Y además, me mataba ver cómo

casualmente sólo tiraba a un lado aquellas clases “estúpidas”. Era otro recuerdo de la

injusticia del mundo, yo no podía tener lo que otros ya daban por hecho.

Él frunció el ceño.

—¿Buenas para mí? ¡Vamos, deja de ser mi madre de nuevo! No es tu trabajo decirme

cómo vivir mi vida. Si quiero tu consejo, lo pediré.

—Correcto —dije, poniéndome las manos en las caderas—. No es mi trabajo decirte

cómo vivir tu vida, solo es mi trabajo hacerla tan fácil como sea posible para ti. Porque

Dios sabe que no puedes sufrir cualquier cosa que sea un poco inconveniente. ¿Qué

sucedió con todas esas cosas que me dijiste? ¿Acerca de ser serio y mejorar tu vida?

¿Cuando me pediste que creyera en ti?

—Vamos, chicos —dijo Eddie, incómodamente—. Este no es el lugar ni el momento.

Page 323: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

323

Adrian lo ignoró.

—No tienes problema haciendo la vida de Jill tan fácil como sea posible.

—Ese es mi trabajo —gruñí en respuesta—. Y ella aún es una niña. ¡No pensaría que

un adulto como tú necesitaría ser cuidado de la misma manera!

Los ojos de Adrian estaban llenos de fuego esmeralda mientras me observaba y su

mirada se enfocaba en algo detrás de mí. Me giré y vi a Jill acercándose. Estaba de

vuelta con el vestido plateado, su expresión llena de radiante felicidad, felicidad que

cayó en picado cuando se acercó y se dio cuenta que había una discusión tomando

lugar. Para cuando estuvo a mi lado, toda la emoción de hace un momento había sido

reemplazada por angustia y preocupación.

—¿Qué está pasando? —preguntó, mirando entre Adrian y yo. Por supuesto, ya lo

tenía que saber por el vínculo. Era una maravilla que los oscuros sentimientos de él no

se hubieran entrometido con su presentación.

—Nada —dije rotundamente.

—Bueno —dijo Adrian—. Depende de cómo definas “nada”. Es decir, si consideras

que mentir y…

—¡Detenlo! —chillé, elevando la voz a pesar de mis esfuerzos. La habitación estaba

llena de ruido como para notarlo, pero un par de personas cerca de nosotros, giraron la

mirada con curiosidad—. Sólo detenlo, Adrian. ¿Puedes, por favor, no arruinarle esto?

¿No puedes simplemente pretender por una noche que hay otras personas en el mundo

que importan, además de ti?

—¿Arruinarle esto? —exclamó él—. ¿Cómo demonios puedes decir eso? ¡Sabes lo que

he hecho por ella! ¡He hecho todo por ella! ¡Lo he dado todo por ella!

—¿En serio? —pregunté—. Porque por lo que puedo decir, no parece como si…

Obtuve un vistazo del rostro de Jill e inmediatamente me detuve.

Tras la máscara, sus ojos se habían ampliado con consternación por las acusaciones

que Adrian y yo no estábamos lanzando el uno al otro. Le acababa de decir a Adrian

que era un egoísta y no había pensado en Jill, aun así aquí estaba yo, teniendo esta

Page 324: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

324

conversación con él en su gran noche, en frente suyo y de nuestros amigos. No

importaba si yo tenía razón, y estaba segura de que así era. Este no era momento para

tener esta discusión. No debí haber caído en el anzuelo de Adrian sobre esto y si él no

tenía el sentido para detener las cosas antes de que empeoraran, entonces yo lo haría.

—Me voy —dije. Forcé una sonrisa tan sincera como podía para Jill, que miró con las

lágrimas casi derramándose—. Estuviste asombrosa esta noche. En serio.

—Sydney…

—Está bien —le dije—. Tengo cosas que hacer. —Me devané los sesos pensando en

cuáles podrían ser—. Tengo que, um, limpiar las cosas que Keith dejó. ¿Pueden traerla

de vuelta, junto con Eddie, a Amberwood? —Aquello estaba dirigido a Micah y Lee.

Sabía que uno de ellos daría un paso al frente. No sentí la necesidad de hacer algún

tipo de provisión para el caso de Adrian. Honestamente no me importaba lo que

pasara con él esta noche.

—Por supuesto —dijeron Lee y Micah al unísono. Después de un momento, sin

embargo, Lee frunció el ceño—. ¿Por qué tienes que limpiar las cosas de Keith?

—Una larga historia —murmuré—. Solo digamos que dejó la ciudad y no regresará en

un futuro cercano. Tal vez nunca. —Inexplicablemente, Lee pareció enojado por esto.

Tal vez durante todo el tiempo que Keith había pasado en casa de Clarence, los dos se

habían vuelto amigos. Si era así, Lee me debía.

Jill aun lucía alterada.

—¿Pensé que íbamos a ir todos a celebrar?

—Puedes hacerlo si quieres —dije—. Mientras Eddie esté contigo, en realidad no me

importa —Me acerqué torpemente a Jill. Casi quería abrazarla, pero estaba tan

arreglada y magnifica con su ropa y maquillaje que temía arruinarlo. Me decidí por

una palmada de corazón en el hombro—. Lo digo en serio. Estuviste impresionante.

Me apresuré en irme, medio asustada de que Adrian o yo pudiéramos explotar y decir

algo estúpido hacia otro. Tenía que salir de allí. Mi esperanza ahora era que Adrian

tuviera suficiente sentido para dejar ir el tema y no hacer esta noche peor para Jill. No

sabía por qué la pelea me molestaba tanto. Él y yo habíamos estado riñéndonos casi

desde que nos conocimos. ¿Qué era otra pelea? Es porque nos habíamos estado

llevando bien, me di cuenta. Aún no pensaba en él en términos humanos, pero en

Page 325: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

325

algún punto en el camino, me había puesto a considerarlo como algo menos que un

monstruo.

—¿Sydney?

Me detuve por una voz inesperada: Laurel. Había tocado mi brazo mientras pasaba

por un grupo de chicas de Amberwood. Debía haber lucido realmente molesta cuando

posé mi mirada sobre ella, porque de hecho se estremeció. Eso tenía que ser un

principio.

—¿Qué? —pregunté.

Ella tragó y caminó lejos de sus amigas, sus ojos amplios y desesperados. Un fedora

cubría la mayor parte de su cabello, que, había escuchado, aún no había podido

restaurar a la normalidad.

—Escuché… escuché que quizás puedas ayudarme. Con mi cabello. —dijo ella.

Ese era otro favor que Kristin me había hecho. Después de dejar a Laurel sufrir por

unos días, había hecho que Kristin dejara rodar el rumor que Sydney Melrose, con su

habitación farmacéutica, podía ser capaz de arreglar lo que estaba mal. También me

había asegurado, sin embargo, que se entendiera que Laurel no era mi persona favorita

y que tomaría mucho convencerme.

—Quizá —dije. Intenté mantener mi rostro duro, lo que no era difícil dado que aún

estaba enojada por Adrian.

—Por favor —dijo—. ¡Haré lo que quieras si me ayudas! He intentado todo con mi

cabello y nada funciona. —Para mi sorpresa, me mostró algunos anuarios—. Aquí.

Querías estos, ¿cierto? Tómalos. Toma lo que sea que quieras.

De hecho, otros cinco días de restregarse con detergente fuerte la arreglarían, pero

ciertamente no le iba a decir eso. Tomé los anuarios.

—Si te ayudo —dije—, tienes que dejar en paz a mi hermana. ¿Lo entiendes?

—Sí —dijo rápidamente.

—No creo que lo hagas. No más trucos, maltratos o hablar de ella a sus espaldas. No

tienes que ser su mejor amiga, pero no quiero que interfieras más con ella. Quédate

Page 326: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

326

fuera de su vida. —Hice una pausa—. Bueno, excepto para ofrecer una disculpa.

Laurel estaba asintiendo a cada cosa que decía.

—¡Sí, sí! ¡Me disculparé ahora mismo!

Levanté mis ojos hacia donde Jill estaba con sus admiradores, las flores de Lee en sus

manos.

—No. No hagas más rara esta noche para ella. Mañana será suficiente.

—Lo haré —dijo Laurel—. Lo prometo. Solo dime qué hacer. Cómo arreglar esto.

No había esperado que Laurel se acercara a mí esta noche, pero había estado

esperándola uno de estos días. Así que ya tenía una pequeña botella de antídoto lista

en mi bolso. La recuperé y sus ojos casi se salieron de su cabeza mientras yo la sostenía

frente a ella.

—Una dosis es todo lo que necesitas. Úsala como si fuera shampú. Luego tendrás que

re-tinturarlo. —Se estiró por la botella y de un tirón la tomé de vuelta—. Lo digo en

serio. El acoso que tienes con Jill se termina ahora. Si te doy esto, no escucharé más

palabras sobre ti haciéndola pasar un mal rato. No más dolor si habla con Micah. No

más bromas vampíricas. Ni más llamadas a Nevermore preguntando por personas

altas y pálidas.

Se quedó boquiabierta.

—¿No más qué? ¡Nunca llamé a nadie!

Dudé. Cuando el tatuador había mencionado la llamada de alguien preguntado por

personas que lucían como vampiros, había asumido que era Laurel haciendo la broma

de los vampiros.

Por la mirada perpleja en su rostro ahora, ya no pensaba que eso fuera cierto.

—Bueno, si oigo de alguna de las otras cosas sucediendo una vez más, entonces lo que

le pasó a tu cabello no será nada en comparación con lo que pasará después. Nada.

¿Me entiendes?

Asintió inestablemente.

Page 327: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

327

—P-perfectamente.

Le entregué la botella.

—No lo olvides.

Laurel empezó a girarse y luego lanzó otra mirada incomoda hacia mí.

—Sabes, puedes ser horripilante como el infierno algunas veces.

Me pregunte si los Alquimistas habían tenido idea de lo que había estado haciendo

cuando se trataba de este trabajo. Al menos esto aseguraba una cosa. La desesperación

de Laurel me convenció que las bromas vampíricas solo habían sido una táctica. Ella

en realidad no creía que fueran reales. Lo que sí era cierto, sin embargo, es que esto

traía una desconcertante pregunta sobre quien había preguntado por vampiros en

Nevermore.

Cuando finalmente estuve fuera del edificio y me dirigí a mi coche, decidí que en

verdad iría a casa de Keith. Alguien necesitaba revisar sus pertenencias y parecía como

una forma segura de evadir a los demás. Todavía tenía un par de horas antes del toque

de queda en Amberwood.

El apartamento de Keith no había sido ocupado desde la incursión de los Alquimistas.

Las señales reveladores de antes estaban allí, donde habíamos descubierto sus alijos de

sangre de Clarence y suministros de plata. Los Alquimistas habían hecho menos que

rescatar las cosas esenciales que necesitaban y habían dejado el resto de pertenencias

atrás. Mi esperanza al venir esta noche había sido conseguir sus otros ingredientes,

aquellos que no se usaban para manufacturar tatuajes ilícitos. Siempre era útil tener

cantidades extra de esos químicos a mano, fuera para destruir cuerpos Strigoi o para

hacer experimentos de habitación.

No tuve tanta suerte. Incluso si sus otros suministros no hubieran sido ilegales, los

Alquimistas aparentemente habían decidido confiscar todos los químicos e

ingredientes. Sin embargo, dado que estaba aquí, decidí ver si alguna de sus otras

posesiones eran artículos que pudieran servirme. Ciertamente Keith no se había

detenido en usar fondos ilegales para amoblar el apartamento con cada comodidad de

casa. Borra eso. Dudaba que su casa tuviera algo como esto: una cama tamaño king de

California, un televisor de pantalla gigante plana, una valioso sistema home-theater y

suficiente comida para hacer fiestas cada noche por el próximo mes. Espié entre

Page 328: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

328

armario y armario, desconcertada por cuánta de esa comida era comida chatarra. Aun

así, tal vez valdría la pena tomar algo de ello para Jill y Eddie, así que empaqué los

dulces más portables para ellos, organizándolos por color y tamaño.

Me preguntaba también sobre la practicidad de arrastrar el televisor de vuelta a

Amberwood. Parecía como una perdida dejárselo al equipo de Alquimistas, aunque ya

podía imaginarme la expresión de la Sra. Weathers si nos veía bajándolo por las

escaleras. Ni siquiera estaba segura si Jill y yo teníamos una pared lo suficientemente

grande para sostenerlo. Me senté en la silla reclinable de Keith para ponderar el tema

del televisor. Incluso la silla era de la más alta calidad. El lujoso cuero se sentía como

mantequilla y prestamente me hundí en los cojines. Que mal que no había espacio para

esto en la habitación de la Sra. Terwilliger. Podía verla relajándose en ella mientras

bebía cappuccino y leía viejos documentos.

Bueno, lo que sea que pasara con el resto de las cosas de Keith, iba a requerir el

alquiler de un camión de mudanza porque Latte ciertamente no podía con el televisor,

la silla o la mayoría de las otras cosas. Una vez que estuvo decidido, no había razón

para que me quedara más esta noche, pero odiaba regresar. Temía ver de nuevo a Jill.

No había reacción de ella a la que yo le fuera a dar la bienvenida. Si aún estaba triste

por la discusión, eso me haría sentir culpable. Si intentaba defender a Adrian, aquello

me enojaría también.

Suspiré. Esta silla era tan ridículamente cómoda que, también podría disfrutarla un

rato más. Busqué en mi bolso, buscando tareas y recordé los anuarios. Kelly Hayes.

Casi no había tenido tiempo para pensar en ella o en los asesinatos, no con todo el

drama rodeando a Keith y a los tatuajes. Kelly había estado en su penúltimo año

cuando murió y yo tenía el anuario de cada año suyo en Amberwood.

Incluso como una novata, Kelly tenía muchos lugares en el anuario. Recordé a la Sra.

Weathers diciendo que Kelly era buena atleta. Sin bromear. Kelly había participado en

casi todos los deportes que Amberwood ofrecía y había sido excepcional en cada uno.

Había estado en equipos universitarios en su primer año y ganado todo tipo de

premios. Una cosa que también descubrí de inmediato fue que Kelly definitivamente

no era una Moroi. Eran tan obvios, incluso a blanco y negro, y se confirmaba en el

anuario de segundo año que estaba a color en el medio. Tenía una contextura muy

humana y piel bronceada que claramente amaba el sol.

Estaba pasando la mirada por el índice del anuario de penúltimo año cuando escuché

un golpe en la puerta. Por un momento, no quise responder. Por todo lo que sabía, era

algún amigo perdedor que Keith había venido aquí, buscando comerse su comida y

Page 329: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

329

mirar la televisión. Luego me preocupó que pudiera ser algo relacionado con el

Alquimista. Encontré la sección de tributo a Kelly, que había estado buscando, y puse

el anuario abajo antes de acercarme tentativamente a la puerta. Viendo por la mirilla,

atrapé un vistazo de una cara familiar.

—¿Lee? —pregunté, abriendo la puerta.

Me lanzó una mirada avergonzada.

—Hey. Lamento molestarte.

—¿Qué estás haciendo aquí? —exclamé, haciéndole señas para que entrara—. ¿Por

qué no estás con los demás?

Me siguió hacia la sala.

—Yo… necesitaba hablar contigo. Cuando dijiste que ibas a venir aquí, me pregunté si

lo que mi padre había dicho era cierto, ¿que Keith ya no está aquí?

Me senté una vez más en la reclinable. Lee tomo lugar en el sofá doble que estaba

cerca.

—Sip. Keith se ha ido. Fue, uh, reasignado. —Keith estaba en otro lugar siendo

castigado y yo decía: ¡Por fin!

Lee miró alrededor, tomando en consideración el amoblado costoso.

—Este es un lugar agradable. —Sus ojos cayeron en el gabinete que había guardado los

suministros químicos. Su puerta aun colgaba precariamente de las bisagras y no me

había molestado en arreglar donde los Alquimistas habían limpiado sus otros

contenidos.

—¿Fue este… —Lee frunció el ceño— …fue este lugar forzado?

—No exactamente —dije—. Keith, um, solo necesitaba encontrar algo de prisa antes

de que se fuera.

Lee se estrujó las manos y miro alrededor un poco más antes de girarse hacia mí.

—¿Y no va a regresar?

Page 330: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

330

—Probablemente no.

La cara de Lee cayó, lo que me sorprendió. Siempre había tenido la impresión de que a

él no le gustaba Keith.

—¿Otro Alquimista lo reemplazará?

—No lo sé —dije. Todavía había debate sobre ello. Entregar a Keith me había evitado

el ser reemplazada por Zoe, y Stanton ahora estaba considerando ponerme como la

Alquimista local dado que los deberes eran ligeros—. Si alguien lo hace, puede que

pase en un tiempo.

—Así que eres la única Alquimista en el área —repitió, sonando aún más triste.

Me encogí de hombros.

—Hay algunos en Los Ángeles.

Inexplicablemente, eso lo reanimó un poco.

—¿En serio Puedes decirme su…

Lee se detuvo mientras su atención caía al anuario abierto que estaba a mis pies.

—Oh —dije, levantándolo—. Es solo un trabajo de investigación que estoy haciendo

sobre…

—Kelly Hayes. —La mirada animada se había ido.

—Sí. ¿Has oído de ella? —Me estiré para alcanzar un pedazo de papel cercano,

pretendiendo usarlo como marcador de libro para la sección del tributo.

—Podrías decir eso —respondió él.

Empecé a preguntarme qué había querido decir y fue cuando lo vi.

El despliegue que habían hecho en honor a Kelly tenía fotos de todas las partes de su

vida en la preparatoria. Poco sorpresivamente, la mayoría de las imágenes eran de ella

jugando algún deporte. Había unas cuantas de otras áreas de su mundo académico y

Page 331: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

331

social, incluyendo una de ella en el baile. Usó un hermoso vestido de satén azul que

estilizaba la mayor parte de su figura atlética y le estaba dando a la cámara una gran

sonrisa mientras envolvía un brazo alrededor de su elegante cita, que estaba vestido

con esmoquin.

Lee.

Levanté la cabeza de un tirón y miré a Lee, quien ahora estaba observando con una

expresión indescifrable. Regresé a la fotografía, escrutándola cuidadosamente. Lo que

era notable no era que Lee estuviera en la foto, aunque, créeme, no había descubierto

qué sucedía con eso todavía. Lo que me tenía colgada era el tiempo. Este libro era de

hace cinco años. Lee habría tenido catorce para entonces y el chico mirándome al lado

de Kelly ciertamente no era tan joven. El Lee en la imagen lucía exactamente como el

chico de diecinueve años sentado en frente mío, lo que era imposible. Los Moroi no

tenían inmortalidad especial. Envejecían como los humanos. Miré hacia arriba de

nuevo, preguntándome si debería preguntarle si tenía un hermano.

Sin embargo, Lee me salvó del interrogatorio. Simplemente me observó con una

mirada triste y sacudió la cabeza.

—Mierda. No había querido que esto sucediera así.

Y luego, sacó un cuchillo.

Page 332: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

332

Capítulo 24

Traducido por Roo Andresen

Corregido por masi

s raro como uno reacciona en momentos de peligro inmediato. Parte de

mí era puro pánico, completado con el corazón y la respiración a mil por

hora. Ese sentimiento de vacío, como si un hueco se hubiera abierto en mi pecho,

volvió. Otra parte de mi era capaz de, aún, inexplicablemente, pensar según la lógica,

algo así como, Síp, esa es la clase de cuchillo que podría cortar una garganta. ¿El resto de mí?

Bueno, el resto de mi solo estaba confundido.

Me quedé donde estaba y mantuve mi voz baja y tranquila.

—Lee, ¿qué está pasando? ¿Qué es esto?

Él sacudió la cabeza.

—No finjas. Sé que lo sabes. Eres demasiado lista. Sabía que lo descubrirías, pero no

esperaba que lo hicieras tan pronto.

Mi mente daba vueltas. Una vez más, alguien pensaba que era más lista de lo que era.

Supongo que debería estar halagada por su fe en mi inteligencia, pero la verdad era

que, todavía no sabía qué estaba pasando. No sabía si negarlo me ayudaría o lo

empeoraría. Decidí seguirle la corriente por tanto tiempo como fuera posible.

—Ese de la imagen eres tú —dije, con cuidado de no decirlo como una pregunta.

—Por supuesto —dijo.

—No envejeciste. —Me atreví a mirar la imagen, solo para asegurarme. Todavía me

desconcertaba. Sólo los Strigoi permanecían siempre jóvenes, permaneciendo

inmortales a la edad en la que habían sido transformados—. Eso… eso es imposible.

Eres un Moroi.

E

Page 333: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

333

—Oh, he envejecido —dijo con amargura—. No mucho. No tanto como para que

puedas distinguirlo, pero créeme, lo he hecho. Solo que no como solía ser antes.

Aún estaba despistada, no estaba segura de cómo habíamos llegado al punto en que

Lee —con los ojos brillantes y enfermo de amor por Jill— de repente me estaba

amenazando con un cuchillo. Tampoco entendía cómo lucía exactamente igual a la

imagen de cinco años atrás. Solo había una terrible cosa de la cual estaba empezando a

sentirme segura.

—Tú… mataste a Kelly Hayes. —El miedo en mi pecho se intensificó. Levanté mi

mirada de la cuchilla hacia sus ojos—. Pero seguramente… seguramente no a

Melody… ni a Tamara…

Él asintió.

—Y Dina. Pero no la conoces ¿verdad? Era una humana, y ustedes no siguen rastro de

muertes humanas. Solo de vampiros.

Era difícil no mirar el cuchillo nuevamente. Todo en lo que pensaba era cuán filoso era

y cuán cerca estaba de mí. Un solo golpe, y terminaría como esas otras chicas, mi vida

desangrándose. Fui a tientas, desesperadamente, en busca de algo que decir, deseando

otra vez haber aprendido las habilidades sociales que eran tan comunes para otros.

—Tamara era tu prima —alcancé a decir—. ¿Por qué matarías a tu propia prima?

Un momento de arrepentimiento cruzó sus facciones.

—No quise… es decir, quise… pero, bueno, no era yo mismo cuando regresé. Solo

sabía que tenía que ser despertado otra vez. Tamara estaba en el lugar y momento

equivocado. Fui a por el primer Moroi que pude conseguir… pero no funcionó. Ahí

fue cuando lo intenté con las otras. Pensé que seguramente una de ellas funcionaría.

Humana, dhampir, Moroi… ninguna funcionó.

Había desesperación en su voz, y a pesar de mi miedo, una parte de mi quería

ayudarlo… pero había perdido la esperanza.

—Lee, lo siento, pero no entiendo, ¿por qué necesitarías “intentarlo con otras”?. Por

favor, baja el cuchillo, y hablemos. Quizás pueda ayudarte.

Él me dirigió una sonrisa triste.

Page 334: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

334

—Puedes. Aunque, no quería que fueses tú. Quería que fuese Keith. Él es quien

ciertamente merece morir más que tú. Y Jill… bueno, a Jill le agradas. Quería respetar

eso y dejarte libre.

—Todavía puedes —dije—. Ella… ella no querría que hicieras esto. Se molestaría si

supiera…

De repente, Lee se abalanzó hacia mí, acorralándome en la silla con el cuchillo en mi

garganta.

—¡No lo sabes! —gritó—. Ella no lo sabe. Pero lo hará, y estará contenta. Me lo

agradecerá, y seremos jóvenes y estaremos juntos para siempre. Eres mi oportunidad.

Las otras no funcionaron, pero tú… —recorrió mi tatuaje con el filo del cuchillo—.

Eres especial. Tu sangre es mágica. Necesito a un Alquimista, y tú eres mi única

oportunidad ahora.

—¿De qué… oportunidad… estás hablando? —dije.

—¡Mi oportunidad para la inmortalidad! —gritó—. Dios, Sydney. No puedes ni

siquiera imaginarlo. Lo que es tener eso y luego perderlo. Tener fuerza y poder

infinito… no envejecer, saber que vivirás para siempre. Y luego ¡Nada! Me lo quitaron.

Si alguna vez encuentro a ese maldito usuario de espíritu que me hizo esto, lo mataré.

Lo mataré y beberé de él, después de esta noche, estaré completo una vez más. Seré

despertado de nuevo.

Un escalofrío bajó por mi espalda. Debido a todo, pensarías que ya estaba al máximo

nivel de terror. Nop. Al parecer había más por venir. Porque con esas palabras, empecé

a formar una teoría de lo que estaba hablando.

—Despertado… —Era un término usado en el mundo vampírico, bajo circunstancias

especiales—. Solías ser un Strigoi —susurré, ni siquiera segura de creerlo yo misma.

Se alejó un poco, sus ojos grises bien abiertos y brillando fervientemente.

—¡Solía ser un dios! Y volveré a serlo. Lo juro. Lo siento, de verdad. Lamento que

seas tú y no Keith. Lamento que descubrieras lo de Kelly. Si no lo hubieras hecho,

podría haber encontrado a otro Alquimista en L.A. ¿Pero no lo ves? Ahora no tengo

otra opción… —El cuchillo todavía estaba en mi garganta—. Necesito tu sangre. No

puedo seguir así… no como un Moroi mortal. Tengo que ser cambiado otra vez.

Page 335: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

335

Un golpe sonó en la puerta.

—Ni una palabra —susurró Lee—. Se irán.

Segundos después, el golpe se repitió, seguido por: —Sage, sé que estás ahí. Vi tu

coche. Sé que estás molesta, pero simplemente escúchame.

Dindong, distracción llamando a la puerta.

—¡Adrian! —grité, saltando de la silla. No hice ningún intento en desarmar a Lee. Mi

única meta era la seguridad. Lo empujé antes de que pudiera reaccionar, yendo hacia

la puerta, pero él estaba más preparado de lo que había esperado. Se abalanzó hacia mí

y me placó hacia el suelo, apuñalándome en el brazo mientras caía. Grité de dolor al

sentir el filo en mi piel. Forcejeé, pero solo logré que el cuchillo se clavara aún más en

mí.

La puerta de repente se abrió, y estuve agradecida de haberla dejado sin cerrojo

después de dejar entrar a Lee. Adrian entró, deteniéndose al mirar la escena.

—No te acerques —advirtió Lee, poniendo el cuchillo en mi garganta otra vez. Podía

sentir sangré cálida saliendo de mi brazo—. Cierra la puerta. Después… siéntate y pon

tus manos detrás de la cabeza. La mataré si no lo haces.

—Lo va a hacer de todos modos… ¡ahh! —Mis palabras fueron interrumpidas

mientras el cuchillo traspasaba mi piel, no tanto como para matarme pero lo suficiente

como para causarme dolor.

—Está bien, está bien —dijo Adrian levantando sus manos. Lucía más sombrío y serio

de lo que jamás había visto. Cuando se sentó, con las manos detrás de la cabeza, dijo

despacio—: Lee, no sé que estás haciendo, pero tienes que parar ahora antes de que

llegue demasiado lejos. No tienes un arma. No puedes tenernos aquí bajo amenaza con

un cuchillo.

—Funcionó antes —dijo Lee. Manteniendo el cuchillo en mí, buscó en el bolsillo de su

abrigo con su otra mano y sacó un par de esposas. Eso era inesperado. Las deslizó

hacia Adrian—. Ponte esto. —Cuando Adrian no reaccionó de inmediato, Lee hundió

el cuchillo hasta que grité—. ¡Ahora!

Adrian se puso las esposas.

Page 336: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

336

—Las tenía para ella, pero que hayas venido quizás sea bueno —dijo Lee—.

Probablemente tenga hambre una vez que haya vuelto a despertar.

Adrian levantó una ceja.

—¿Vuelto a despertar?

—Solía ser un Strigoi —alcancé a decir—. Mató a chicas —cortando sus gargantas—

para tratar de volver a serlo.

—Cállate —espetó Lee.

—¿Por qué cortarías sus gargantas? —preguntó Adrian—. Tienes colmillos.

—¡Porque no funcionó! Usé mis colmillos. Bebí de ella… pero no funcionó. No volví a

despertar. Entonces tuve que cubrir mi huella. Los guardianes pueden distinguirlas,

sabes. Mordidas de Moroi y Strigoi. Necesitaba el cuchillo para dominarlas de todas

formas, así que corté sus gargantas para no dejar marcas… haciéndolos pensar que era

un loco Strigoi. O un cazador de vampiros.

Podía ver a Adrian procesándolo todo. No sabía si lo creía o no, pero tenía el potencial

para seguir ideas locas.

—Si las demás no funcionaron, entonces Sydney tampoco lo hará.

—Tiene que hacerlo —dijo Lee fervientemente. Se movió para así tenerme boca arriba,

aún acorralada por su peso—. Su sangre es especial. Sé que lo es. Y si no… buscaré

ayuda. Buscaré ayuda para ser despertado, y después despertaré a Jill para poder estar

juntos para siempre.

Adrian se levantó, lleno de furia.

—¿Jill? ¡No la lastimarás! ¡Ni siquiera la toques!

—Siéntate —ladró Lee. Adrian obedeció—. No la lastimaría. La amo. Por eso voy a

asegurarme de que quede de la misma forma que es. Por siempre. La despertaré

después de que me despierten.

Page 337: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

337

Traté de hacer contacto visual con Adrian, preguntándome si podría pasar algún

mensaje silencioso. Si ambos arremetíamos contra Lee —incluso con Adrian

esposado— quizás tendríamos una oportunidad para someterlo. Lee estaba a segundos

de cortarme la garganta, estaba segura, con la esperanza de… ¿Qué? ¿De beber mi

sangre y convertirse en Strigoi?

—Lee —dije en una voz muy baja. Demasiado movimiento en mi garganta provocaría

una dentellada del cuchillo—. No funcionó con las otras chicas. No creo que ser una

Alquimista importe. Lo que fuera que haya hecho ese usuario de espíritu para

salvarte… no puedes volver atrás ahora. No importa la sangre de quién bebas.

—¡No me salvo! —gruñó Lee—. Arruinó mi vida. He estado tratando de volver

durante seis años. Estaba casi listo para el último recurso… hasta que tú y Keith

vinieron. Y aún me queda esa opción. Aunque no quiero que llegue a eso. Por nuestro

bien.

¿Yo no era su último recurso? Honestamente, no veía como otros planes alternativos

pudieran ser peor para mí. Mientras tanto, Adrian seguía sin mirarme, lo cual me

frustraba… hasta que me di cuenta de lo que trataba de hacer.

—!Esto es un error! —le dijo a Lee—. Mírame, y dime que realmente quieres hacerle

esto.

Esposado o no, Adrian no tenía la rapidez y la fuerza de un dhampir, alguien que

pudiera arremeter y desarmar a Lee antes de que el cuchillo pudiera hacer daño.

Adrian tampoco tenía el poder de manipular un elemento físico, digamos, como fuego,

uno que pudiera ser usado como un arma clara. Adrian, sin embargo, tenía la

habilidad de la coacción. La coacción era una habilidad innata que todos los vampiros

tenían y una en la que los usuarios de espíritu, particularmente, eran expertos.

Desafortunadamente, funcionaba mejor con el contacto visual, y Lee no caía en la

trampa. Su atención estaba fija en mí, bloqueando los intentos de Adrian.

—Tomé mi decisión hace mucho tiempo —dijo Lee. Con su mano libre, tocó la sangre

de mi brazo. Subió sus dedos a los labios, con una mirada de resignación en su rostro.

Lamió la sangre de su mano, lo cual no era tan asqueroso como hubiera sido en otras

circunstancias. Con tantas cosas pasando, honestamente no era más terrible que lo

demás y simplemente lo dejé pasar.

Una mirada de shock y sorpresa cruzó las facciones de Lee… pronto volviéndose

asqueado.

Page 338: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

338

—No —jadeó. Repitió la acción, lamiendo más sangre de su mano—. Hay algo… hay

algo que está mal…

Inclinó su boca hasta mi cuello, solté un gemido, temiendo lo inevitable. Pero no

fueron sus dientes lo que sentí, solo el roce de sus labios y lengua en la herida que

había creado, como una especie de beso pervertido. Se alejó de inmediato, mirándome

con horror.

—¿Qué pasa contigo? —murmuró—. ¿Qué pasa con tu sangre? —Hizo un tercer

intento de probar mi sangre pero fue incapaz de terminar. Frunció el ceño—. No

puedo hacerlo. No lo puedo soportar, nada de ella. ¿Por qué?

Ni Adrian ni yo teníamos una respuesta. Lee se hundió en la derrota por un momento,

y de pronto me permití pensar que se rendiría y terminaría con esta locura. Con una

respiración profunda, se enderezó, con una nueva resolución en sus ojos. Me tensé,

esperando a medias que dijera que bebería de Adrian ahora, incluso a pesar de que una

Moroi —dos, si contabas a Melody— había estado aparentemente en su menú de

fracasos.

Por el contrario, Lee sacó su teléfono móvil del bolsillo, aun manteniendo el cuchillo

en mi garganta Y previniéndome de intentar algún tipo de escape. Marcó un número y

esperó.

—¿Dawn? Soy Lee. Sí… sí, lo sé. Bueno, tengo dos para ustedes, listos y esperando.

Un Moroi y una Alquimista. No… el viejo no. Sí. Sí, aún vive. Tiene que ser esta

noche. Saben sobre mí. Puedes quedártelos… pero sabes el trato. Sabes lo que quiero…

sí. Uh-huh. Está bien. —Lee les dio nuestra dirección y colgó. Una sonrisa complacida

cruzó su rostro—. Tenemos suerte. Están al este de L.A., así que no les tomará mucho

tiempo llegar… especialmente puesto que no les importan mucho los límites de

velocidad.

—¿Quiénes son? —preguntó Adrian—. Recuerdo que llamaste a una chica llamada

Dawn en L.A. Pensé que era una de tus candentes compañeras de universidad.

—Son las creadoras del destino —dijo Lee soñadoramente.

—Cuán encantadoramente enigmático y sin sentido —murmuró Adrian.

Lee lo miró y lo estudió.

Page 339: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

339

—Quítate la corbata.

Me di cuenta que había pasado mucho tiempo con Adrian ahora, ya que esperaba un

comentario como: —Oh, me alegra saber que las cosas ya no son tan formales.

Aparentemente, la situación era lo suficientemente terrible —el cuchillo en mi

garganta era lo suficientemente grave— por lo que Adrian no discutió. Él había

esposado sus manos delante de él y después de algunas maniobras con ellas,

finalmente pudo desatar el nudo de la corbata que había llevado en el show de Jill. Se

la lanzó.

—Cuidado —dijo Adrian—. Es seda. —Bueno, no había evitado por completo su

sarcasmo.

Lee me hizo rodar sobre mi estómago, finalmente librándome del cuchillo, pero sin

darme tiempo para reaccionar. Con una habilidad remarcable, pronto ató mis manos

detrás de la espalda con la corbata de Adrian. Eso requirió que sujetara y restringiera

mis brazos, lo cual dolía después de haber sido apuñalada. Se alejó cuando terminó,

permitiéndome sentarme, pero hacer un experimental tirón de la corbata me mostró

que no me iba a librar de esos nudos muy fácilmente. Inquietamente me pregunté a

cuantas chicas habría atado antes de su enfermizo intento de volverse un Strigoi.

Un raro y extraño silencio cayó mientras esperábamos que las “creadoras del destino”

de Lee se presentaran. Los minutos pasaban, y frenéticamente trataba de pensar en qué

hacer.

¿Cuánto tiempo tendríamos hasta que las personas que Lee había llamado aparecieran?

Por lo que había dicho, suponía que una hora. Sintiéndome atrevida, finalmente

intenté hacer comunicación con Adrian, nuevamente esperando que pudiéramos

unirnos para arremeter contra Lee, incluso si nuestra tasa de éxito se hubiera vuelto

más baja al tener nuestras manos atadas.

—¿Cómo conseguiste llegar aquí siquiera? —pregunté.

La mirada de Adrian estaba fija en Lee, aun esperando hacer contacto visual, pero me

dirigió una rápida y burlesca mirada.

—Del mismo modo que voy a todos lados, Sage. El autobús.

—¿Por qué?

Page 340: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

340

—Porque no tengo un coche…

—¡Adrian! —Increíble. Incluso con nuestras vidas en riesgo, aún podía enfurecerme.

Levantó sus hombros y volvió su atención a Lee, aunque obviamente sus palabras eran

para mí.

—Para disculparme. Porque fui un idiota contigo en el show de Jill. Cuando te

marchaste, supe que tenía que encontrarte. —Se calló elocuentemente y miró a su

alrededor—. Ninguna buena acción queda sin castigo, supongo.

Repentinamente me sentí perdida. Que Lee se volviera un psicópata no era mi culpa,

pero me sentía mal por el hecho de que Adrian estuviera en esta situación por haber

venido a disculparse.

—Está bien. No fuiste… um, tan malo —dije lamentablemente, esperando hacerlo

sentir mejor.

Una pequeña sonrisa cruzó sus labios.

—Eres una terrible mentirosa, Sage, pero estoy conmovido de que lo hicieras a mi

favor. Tienes un diez por el esfuerzo.

—Bueno, sí, lo que pasó allá parece algo pequeño, teniendo en cuenta nuestra

situación actual —murmuré—. Es fácil de perdonar.

El ceño de Lee se fruncía cada vez más mientras nos escuchaba.

—¿Los demás saben que están aquí? —le preguntó a Adrian.

—No —contestó—. Dije que iba a casa de Clarence.

No sabía si estaba mintiendo o no. Por un momento, no pensé que importara. Los

demás me habían oído decir que vendría aquí, pero ninguno tendría razón para venir a

buscarme.

Ninguna razón, excepto el vínculo.

Page 341: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

341

Sostuve mi aliento y me encontré con los ojos de Adrian. Él desvió la mirada, quizás

por miedo a que echara a perder lo que había descubierto.

No importaba si los demás no sabían dónde estaba. Si Jill estaba conectada a Adrian,

entonces ahora lo sabría. Y sabría que estábamos en problemas. Pero eso era

asumiendo que se tratara de uno de esos momentos en que ella podía entrar en su

mente. Ambos habían admitido que era de forma inconsistente y que las emociones

altas podían producirlo. Bueno, si esto no contaba como una situación donde las

emociones estuvieran altas, entonces no sabía qué podría serlo. Incluso si se daba

cuenta de lo que estaba sucediendo, había un montón de “que tal si” en juego. Jill

tendría que venir hasta aquí, y no podía hacerlo sola. Llamar a la policía podría ser la

respuesta más rápida, pero podría dudar si pensaba que esto se trataba de algún asunto

vampírico. Necesitaría a Eddie. ¿Cuánto tiempo le llevaría encontrarlo si estaban de

vuelta en sus dormitorios?

No lo sabía. Solo sabía que debíamos mantenernos vivos porque si lo hacíamos, de

una manera u otra, Jill traería ayuda. Solo que, ya no sabía cuáles eran nuestras

posibilidades de supervivencia. Adrian y yo estábamos confinados, atrapados con un

chico que no tenía miedo de matar con un cuchillo y quien desesperadamente quería

convertirse en un Strigoi nuevamente.

Era una mala combinación, y amenazaba con volverse peor…

—¿Quién está en camino, Lee? —pregunté—. ¿A quién llamaste? —Cuando no

contestó, hice la siguiente lógica conjetura—. Strigoi. Esperas que vengan Strigoi.

—Es la única manera —dijo, pasando el cuchillo de mano a mano—. La única manera

que queda. Lo lamento. Ya no puedo seguir así. No puedo ser mortal. Ya ha pasado

suficiente tiempo.

Por supuesto, los Moroi podían convertirse en Strigoi de dos maneras. Una era

bebiendo la sangre de otra persona y matarla en el proceso. Lee había intentado eso,

usando cada combinación de víctimas que pudiera atrapar, y había fallado. Eso lo

dejaba con la última opción desesperada: conversión por otro Strigoi. Usualmente,

pasaba a la fuerza, cuando un Strigoi mataba a alguien y después lo alimentaba con su

propia sangre. Eso era lo que Lee quería que le hicieran, intercambiando nuestras vidas

a los Strigoi que lo convertirían. Y luego quería hacérselo a Jill, por una especie de

amor retorcido…

Page 342: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

342

—Pero no lo vale —dije, la desesperación y el miedo volviéndome atrevida—. No vale

el costo de matar inocentes y poner en peligro tu alma.

La mirada de Lee cayó sobre mí, y tenía tal mirada de indiferencia que me costaba

conectar esta persona delante de mí con aquella a la que yo había sonreído al ver como

cortejaba a Jill.

—¿No lo es, Sydney? ¿Cómo lo sabrías? Te has privado a ti misma de diversión toda tu

vida. Eres distante a los demás. Nunca te permitiste ser egoísta, y mira dónde te ha

dejado. Tus “éticas” te dejaron con una pequeña y estricta vida. ¿Puedes decirme

ahora, justo antes de morir, que no desearías quizás haberte permitido un poco más de

diversión?

—Pero el alma inmortal…

—¿Y qué me importa eso? —demandó—. ¿Por qué molestarme en vivir una vida

miserable en este mundo, con la esperanza de que quizás nuestras almas vayan a un

reino celestial, cuando puedo tomar el control ahora, asegurarme de vivir por siempre

en este mundo, con todos sus placeres, fuerte y joven por siempre? Eso es real. Eso es

algo en lo que puedo poner mi fe.

—Está mal —dije—. No lo vale.

—No dirías eso si hubieras vivido lo que yo. Si hubieras sido Strigoi, no hubieras

querido perder eso tampoco.

—¿Cómo lo perdiste? —preguntó Adrian—. ¿Qué usuario de espíritu te salvó?

Lee resopló.

—Querrás decir, me robó. No lo sé. Todo pasó muy rápido. Pero tan pronto como lo

encuentre lo… ¡ahh!

Un anuario no era la mejor arma, particularmente no uno del tamaño del de

Amberwood, pero en un aprieto —y con sorpresa— lo era.

Me había dado cuenta antes de que no podría desatarme los nudos muy pronto. Eso

era cierto. Me había llevado todo ese tiempo, pero lo había logrado finalmente. Por

alguna razón, manejar nudos era una habilidad útil en el currículum de los

Alquimistas, una habilidad la cual había practicado con mi padre. En cuanto me libré

Page 343: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

343

de la corbata de Adrian, tomé lo primero que pude: el anuario de Kelly. Lo levanté y lo

arrojé a la cabeza de Lee. Se trastabilló hacia atrás por el impacto, soltando el cuchillo

en el proceso, y usé esa oportunidad para apurarme hacia la sala y agarrar el brazo

Adrian. Él no necesitó mi ayuda y ya se estaba levantando de la silla.

No llegamos muy lejos antes de que Lee estuviera sobre nosotros. El cuchillo se había

deslizado en algún lugar para nada visible, y simplemente se valía de su fuerza. Me

agarró, y me alejó del agarre de Adrian, con una mano en la herida de mi brazo y otra

en mi cabello, causando que me tropezara.

Adrian volvió a por nosotros, haciendo su mejor esfuerzo por golpear a Lee, incluso

con las manos atadas. No éramos las fuerzas más eficientes, pero si solo pudiéramos

retrasar a Lee momentáneamente, había una oportunidad de que quizás pudiéramos

salir de aquí.

Lee estaba distraído por ambos, tratando de defenderse y someternos a la misma vez.

Espontáneamente, la lección que me había dado Eddie vino a mi mente, como un

golpe bien dado podía causar un serio daño a alguien más fuerte que tú. Calculando la

situación en segundos, decidí que tenía una oportunidad. Cerré mi puño de la forma en

que me había enseñado Eddie, posicionando mi cuerpo de una manera que distribuiría

el peso eficientemente. Y ataqué.

—¡Ow!

Grité de dolor mientras mi puño hacía contacto. Si esta era la forma “segura” de dar

un golpe, no podía imaginar cómo uno riguroso debería doler. Afortunadamente,

parecía que había causado igual —e incluso más— dolor para Lee. Cayó hacia atrás,

golpeando la silla de manera que perdió el equilibrio y colapsó en el suelo.

Estaba asombrada de lo que acababa de hacer, pero Adrian aún estaba atento. Me

apresuró hacia la puerta, tomando ventaja de la temporal distracción de Lee.

—Vamos, Sage. Esta es nuestra oportunidad.

Corrimos hasta la puerta, listos para escapar mientas Lee nos gritaba blasfemias.

Extendí mi mano hacia la perilla, pero la puerta se abrió antes de que pudiera tocarla.

Y entraron dos Strigoi.

Page 344: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

344

Capítulo 25

Traducido por Vannia

Corregido por Pimienta

e había burlado de Keith cuando llegamos por primera vez a Palm

Springs, molestándolo por paralizarse cerca de los Moroi. Pero

mientras estaba ahí ahora, frente a frente con el objeto de mis

pesadillas, sabía exactamente cómo se sintió él. No tenía derecho a juzgar a nadie por

perder todo pensamiento racional cuando se enfrentaba a sus mayores temores.

Dicho eso, si Keith estuviera aquí, creo que él podría haber entendido por qué los

Moroi ya no eran gran cosa para mí. ¿Porque en comparación con los Strigoi? Bueno,

repentinamente las pequeñas diferencias entre los humanos y los Moroi se volvían

insignificantes. La única diferencia importante, era la diferencia entre los vivos y los

muertos. Esa línea que nos divide, la línea en la que Adrian y yo estábamos juntos

firmemente de un lado, enfrentando a aquellos que estaban del otro lado.

Había visto a Strigoi antes. En ese entonces, no había estado amenazada

inmediatamente por ellos. Además, tenía a Rose y a Dimitri a la mano, listos para

protegerme. ¿Ahora? No había nadie aquí para salvarnos. Sólo nosotros mismos.

Sólo eran dos de ellos, pero bien podrían haber sido doscientos. Los Strigoi operan a

un nivel tan diferente del resto de nosotros, que no toma mucho de ellos el favorecer

sus posibilidades. Había dos mujeres, y parecía como si hubieran sido convertidas en

Strigoi cuando tenían veinte años. Hace cuánto fue eso, no podría adivinarlo. Lee

había ido celosamente una y otra vez acerca de cómo ser Strigoi significa que estabas

“siempre joven”. Aun así, viendo a estos dos monstruos, realmente no pensé en ellas

de esa manera. Seguro, tenían una apariencia superficial de juventud, pero estaba

empañada por la maldad y la decadencia. Su piel podría estar libre de arrugas, pero era

de un color blanco enfermizo, mucho más blanca que la de cualquier Moroi. Los ojos

enrojecidos que nos miraban maliciosamente no brillaban con vida y energía, sino que

más bien con una terrible especie de reanimación. Estas personas no estaban bien. No

eran normales.

M

Page 345: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

345

—Encantador —dijo una, su cabello rubio con un corte pixie. Su estructura facial me

hizo pensar que ella había sido una dhampir o humana antes de ser convertida. Estaba

viéndonos de la misma forma a como yo muchas veces había visto al gato de mi

familia observar a las aves—. Y exactamente según lo descrito.

—Ellos son taaaan bonitos —canturreo la otra, con una sonrisa lasciva en su rostro. Su

altura decía que ella había sido una vez una Moroi—. No sé cuál quiero para empezar.

La rubia dio una mirada de advertencia.

—Compartiremos.

—Como la última vez —coincidió la otra, lanzando un mechón de cabello negro y

rizado sobre su hombro.

—No —dijo la primera—. La última vez tú mataste a ambos. Eso no es compartir.

—Pero te dejé alimentarte de ambos más tarde.

Antes de que ella pudiera contrarrestar, Lee de pronto se recuperó y se tambaleó hacia

la Strigoi rubia.

—Espera, espera. Dawn. Me lo prometiste. Prometiste que me despertarías antes de

que hicieras cualquier cosa.

Las dos Strigoi dirigieron su atención a Lee. Yo estaba paralizada, aún incapaz de

moverme o reaccionar mientras estaba tan cerca de estas criaturas del infierno. Pero de

alguna manera, a través del espeso y aplastante terror rodeándome, todavía lograba

sentir una pequeña e inesperada lástima por Lee. Había un poco de odio también ahí,

por supuesto, considerando la situación. Pero principalmente sentí una terrible lástima

por alguien que de verdad creía que su vida no tenía sentido a menos que sacrificara su

alma por una inmortalidad vacía. No sólo eso, sentí pena de él por realmente pensar

que podía confiar en que estas criaturas le darían lo que quería. Porque mientras las

estudiaba, estaba perfectamente claro para mí que ellas estaban decidiendo si hacían o

no de esto una comida de tres platillos. Lee, sospeché, era el único que no se deba

cuenta.

—Por favor —dijo él—. Lo prometiste. Sálvame. Devuélveme a cómo estaba.

Page 346: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

346

Tampoco pude evitar darme cuenta de la pequeña mancha roja sobre su rostro en

dónde yo le habían pegado. Me permití sentir un poco de orgullo por eso pero no fui lo

suficientemente arrogante como para pensar que poseía alguna habilidad destacable

para pelear y salir de esta situación. Las Strigoi estaban demasiado cerca, y nuestras

salidas eran muy pocas.

—Sé dónde hay más —añadió él, comenzando a verse inquieto de que sus

“salvadoras” no estuvieran saltando inmediatamente para hacer sus sueños realidad—.

Uno es joven… un dhampir.

—No he tenido un dhampir desde hace tiempo —dijo la Strigoi de cabello rizado, casi

nostálgicamente.

Dawn suspiró.

—Realmente no me importa, Jacqueline. Si quieres despertarlo, ve a por él. Yo sólo

quiero a estos dos. Él no me importa.

—Tengo al dhampir todo para mí, entonces —advirtió Jacqueline.

—Bien, bien —dijo Dawn—. Sólo apresúrate.

Lee se volvió demasiado radiante, demasiado feliz… era repugnante.

—Gracias —dijo él—. ¡Muchas gracias! He estado esperando mucho tiempo por esto

que no puedo creer que sea… ¡ahh!

Jacqueline se movió tan rápido que difícilmente vi lo que pasó en absoluto. Un

momento ella estaba parada en la entrada, al siguiente tenía a Lee inmovilizado contra

el sillón. Lee dio un grito semi-ahogado mientras ella mordía su cuello, un grito que

pronto se silenció. Dawn empujó la puerta y nos dio un codazo hacia adelante. Su

toque me estremeció.

—Bien —dijo ella con diversión—. Vamos a conseguir una buena vista.

Ni Adrian ni yo respondimos. Simplemente entramos a la sala de estar. Me atreví a

echarle un vistazo a él pero pude percibir muy poco. Él por lo general era demasiado

bueno ocultando sus verdaderos sentimientos, por lo que supuse que no debería

sorprenderme que pudiera enmascarar el terror con la misma facilidad. No me ofreció

Page 347: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

347

ningún aliento ya sea en su expresión o con palabras, lo cual en realidad encontré del

tipo refrescante. Porque realmente no veía ningún buen final para esta situación.

Más de cerca, forzada a observar el ataque de Jacqueline, podía ver ahora la expresión

de felicidad que se había apoderado del rostro de Lee. Era la cosa más horrible que

jamás hubiera presenciado. Quería apretar mis ojos para cerrarlos o desviar la vista,

pero alguna fuerza más allá de mí me mantuvo mirando fijamente al espeluznante

espectáculo. Nunca había visto a un vampiro alimentarse, Moroi o Strigoi, pero ahora

entendía por qué los alimentadores como Dorothy podían alistarse voluntariamente a

su estilo de vida. Las endorfinas estaban siendo liberadas en el torrente sanguíneo de

Lee, endorfinas demasiado fuertes que lo dejaron ciego al hecho de que su vida estaba

siendo drenada. En lugar de eso él existía en un estado alegre, perdido en una alta

sustancia química. O tal vez él simplemente estaba pensando acerca de lo feliz que

sería una vez que fuera Strigoi de nuevo, si es que fuera posible tener algún tipo de

pensamiento consciente bajo estas circunstancias.

Perdí la noción de cuánto tiempo tomo drenar a Lee. Cada momento era agonizante

para mí, como si estuviera tomando el dolor que Lee debería haber estado sintiendo.

El proceso pareció durar una eternidad, y sin embargo, hubo también una extraña

sensación de velocidad en el mismo. Se sentía mal que le cuerpo de alguien pudiera ser

drenado en tan corto tiempo. Jacqueline bebió constantemente, pausándose sólo una

vez para comentar: —Su sangre no es tan buena como esperaba.

—Entonces para —sugirió Dawn, que estaba empezando a verse aburrida—. Sólo

deja que muera y ten a estos dos conmigo.

Jacqueline se veía como si estuviera considerándolo realmente, recordándome

nuevamente lo tonto que había sido Lee al poner su confianza en estas dos. Después

de unos minutos, ella se encogió de hombros.

—Ya casi termino. Y realmente quiero que me consiga ese dhampir.

Jacqueline continuó bebiendo, pero tal como había dicho, no le tomó mucho tiempo

más. Para este punto, Lee estaba casi tan pálido como las Strigoi, y había una extraña

cualidad extendiéndose por su piel. Estaba perfectamente inmóvil ahora. Su rostro

parecía congelado en una mueca que era casi tanto de sorpresa como de alegría.

Jacqueline levantó su rostro y limpió su boca, observando a su víctima con placer.

Entonces ella se levantó las mangas de su camisa y puso sus uñas sobre su muñeca.

Antes de que pudiera arrancar su propia carne, de alguna forma, divisó algo.

Page 348: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

348

—Ah, mucho más limpio —Ella dio un paso atrás y se agachó, recuperando el cuchillo

de Lee. Se había deslizado bajo el sillón de dos plazas con nuestro altercado.

Jacqueline lo tomó y sin esforzarse se cortó la muñeca, provocando que la sangre de

un rojo intenso saliera. Una parte de mi cerebro no pensaba que su sangre debería lucir

tan similar a la mía. Debería ser negra. O ácida.

Ella colocó su sangrante muñeca contra la boca de Lee e inclinó la cabeza de él hacia

atrás para que la gravedad pudiera ayudar al flujo de la sangre. Cada horror que había

presenciado esta noche había sido peor que el anterior. La muerte era terrible, pero

también era parte de la naturaleza. ¿Esto? Esto no formaba parte del plan de la

naturaleza. Estaba a punto de presenciar el pecado más grande del mundo, la

corrupción del alma a través de la magia negra para reanimar a los muertos. Me hacía

sentir sucia por todas partes, y deseaba poder correr lejos. No quería ver esto. No

quería ver al chico que una vez había considerado como algo parecido a un amigo

levantarse de pronto como alguna perversión de la naturaleza.

Un toque en mi mano me hizo saltar. Era Adrian. Sus ojos estaban sobre Lee y

Jacqueline, pero su mano había agarrado la mía y la apretaba a pesar de que todavía

estaba esposado. Me sorprendió la calidez de su piel. Aun cuando sabía que los Moroi

estaban tan vivos y con sangre caliente como yo, mis temores irracionales siempre

esperaban que ellos estuvieran fríos. Igualmente estaba sorprendida por el repentino

confort y conexión en ese contacto. No era un contacto del tipo que decía: Hey, tengo

un plan, así que aguanta porque vamos a salir de esto. Era más como el tipo de contacto que

simplemente decía: No estás sola. Realmente era la única cosa que él podía ofrecer. Y en

ese momento, era suficiente.

Luego, algo extraño pasó. O mejor dicho, no pasó.

La sangre de Jacqueline estaba derramándose de forma constante dentro de la boca de

Lee, y mientras que nosotros no teníamos muchos casos documentados de las

conversiones Strigoi, conocía lo básico. La sangre de la víctima era drenada, y luego el

Strigoi alimentaba con su sangre nuevamente a la persona fallecida. No sabía

exactamente cuánto tiempo tardaba en funcionar, ciertamente no requería toda la

sangre del Strigoi, pero en cierto momento, Lee debería agitarse y levantarse como uno

de los muertos vivientes.

Jacqueline estaba fría, la expresión de suficiencia comenzó a cambiar a una de

curiosidad y luego se convirtió en absoluta confusión. Ella le echó un vistazo

interrogante a Dawn.

Page 349: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

349

—¿Qué es lo que te está tomando tanto tiempo? —preguntó Dawn.

—No lo sé —dijo Jacqueline, girándose hacia Lee nuevamente. Con su mano libre, dio

un codazo en el hombro de Lee como si eso pudiera servir como una llamada de

atención. Nada pasó.

—¿Habías hecho esto antes? —preguntó Dawn.

—Por supuesto —espetó Jacqueline—. No había tomado tanto tiempo. Él debería

levantarse y moverse. Algo está mal. —Recordé las palabras de Lee, describiendo

cómo todos sus desesperados intentos al tomar vidas inocentes no lo habían convertido

de nuevo. Sabía muy poco acerca del espíritu, y menos aún acerca de la restauración

Strigoi, pero algo me dijo que no había fuerza sobre la tierra que convirtiera a Lee en

Strigoi nuevamente.

Otro largo minuto pasó mientras observábamos y esperábamos. Finalmente,

disgustada, Jacqueline se apartó del sillón reclinable y enrolló su manga. Miró

ferozmente al cuerpo sin movimiento de Lee.

—Algo está mal —repitió ella—. Y no quiero perder más sangre averiguando lo que es.

Además, mi corte ya se está curando.

No quería nada más que Dawn y Jacqueline olvidaran que yo existía, pero las

siguientes palabras se deslizaron fuera de mi boca antes de que pudiera detenerme. La

científica en mí estaba demasiado inmersa en la revelación.

—Él fue restaurado… y eso lo afectó permanentemente. La magia del espíritu dejó

algún tipo de marca, y ahora no puede convertirse de nuevo.

Ambas Strigoi me miraron. Me estremecí bajo aquellos ojos rojos.

—Nunca creí alguna de esas historias del espíritu —dijo Dawn.

Jacqueline, sin embargo, todavía estaba claramente perpleja por su fracaso.

—Había algo mal con él, sin embargo. No puedo explicarlo… pero todo el tiempo, él

no se sintió bien. No sabía bien.

—Olvídalo —dijo Dawn—. Él tuvo su oportunidad. Consiguió lo que él quería, y

ahora yo voy a seguir adelante.

Page 350: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

350

Vi la muerte en sus ojos y trate de alcanzar mi cruz.

—Dios protégeme —dije, justo cuando ella se lanzó hacia adelante.

Contra toda posibilidad, Adrian estuvo allí para detenerla, o, bueno, para tratar de

detenerla. Principalmente, se puso en su camino. Él no tenía la velocidad o tiempo de

reacción para bloquearla eficazmente y se encontraba entorpecido, especialmente por

sus manos esposadas. Creo que él sólo había visto lo que yo, que ella iba a atacar, y se

había movido de forma preventiva frente a mí en un noble pero desafortunado intento

de protección.

Y fue desafortunado. Con un suave movimiento, ella lo empujó a un lado de una

forma que pareció realizar sin esfuerzo pero lo derribó al otro lado de la habitación. Mi

respiración se cortó. Él golpeó el suelo, y comencé a gritar. Repentinamente, sentí un

fuerte dolor contra mi garganta. Sin detenerse, Dawn me había agarrado y casi

levantado para conseguir acceso a mi cuello. Reuní otra frenética oración cuando el

dolor se extendió, pero en cuestión de segundos, la oración y el dolor desaparecieron

de mi cerebro. Fueron reemplazados por una dulce, dulce sensación de alegría, dicha y

asombro. No tenía pensamientos, excepto que estaba repentinamente existiendo en el

más feliz y más exquisito estado imaginable. Quería más. Más, más, más. Quería

ahogarme en ello, olvidarme a mí misma, olvidar todo a mí alrededor…

—Ugh —grité cuando caí de repente e inexplicablemente al suelo. Todavía en esa

bruma de felicidad, no sentí dolor… aún.

Tan rápidamente como ella me había agarrado, Dawn me había dejado caer y me

había empujado lejos. Instintivamente, estiré un brazo para amortiguar la caída pero

fallé. Estaba demasiado débil, desorientada y tirada sin gracia sobre la alfombra. Los

dedos de Dawn estaban tocando sus labios, una mirada de indignación torciendo sus

ya de por sí horribles facciones.

—¿Qué —demandó ella— fue eso?

Mi cerebro todavía no estaba funcionando apropiadamente. Había tenido únicamente

un breve sabor de endorfinas, pero eran todavía suficientes como para dejarme

aturdida. No tenía respuesta para ella.

—¿Qué está mal? —exclamó Jacqueline, caminando hacia adelante. Miró de mí hacia

Dawn confusa.

Page 351: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

351

Dawn frunció el ceño y luego escupió en el suelo. Era rojo debido a mi sangre.

Repugnante.

—Su sangre… era terrible. Incomible. Viciada. —Escupió de nuevo.

Los ojos de Jacqueline se abrieron de par en par.

—Justo como el otro. ¿Ves? te lo dije.

—No. —Dawn sacudió su cabeza—. No hay forma de que pudiera ser lo mismo.

Nunca habría sido capaz de beber tanto de ella. —Escupió otra vez—. No sólo el sabor

era raro o malo… era como si estuviera contaminada. —Viendo la mirada escéptica de

Jacqueline, Dawn le dio un puñetazo en el brazo—. ¿No me crees? Inténtalo tú misma.

Jacqueline dio un paso hacia mí, dudando. Luego Dawn volvió a escupir, y creo que

de alguna forma convenció a la otra Strigoi porque no quiso saber nada de mí.

—No quiero otra comida mediocre. Maldita sea. Esto se está volviendo absurdo. —

Jacqueline le echó un vistazo a Adrian, que estaba perfectamente quieto—. Al menos

todavía lo tenemos a él.

—Si es que él no está estropeado también —murmuró Dawn.

Mis sentidos estaban regresando a mí, y por medio segundo, me pregunté si había

alguna loca forma de que pudiéramos sobrevivir a esto. Tal vez las Strigoi nos

descartarían como malas comidas. Pero no. Incluso mientras me permitía esperar eso,

también sabía que aunque no se alimentaran de nosotros, no íbamos a salir de aquí con

vida. Ellas no tenían razón para simplemente alejarse. Ellas nos matarían por diversión

antes de irse.

Con esa misma velocidad extraordinaria, Jacqueline se lanzó hacia Adrian.

—Tiempo de averiguarlo.

Grité mientras Jacqueline clavaba a Adrian contra la pared y mordía su cuello. Ella lo

hizo tan sólo unos segundos, sólo para obtener un sabor. Jacqueline levantó su cabeza,

deteniéndose y saboreando la sangre. Una lenta sonrisa se extendió sobre su rostro,

mostrando sus colmillos ensangrentados.

Page 352: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

352

—Éste es bueno. Muy bueno. Compensa lo otro. —Recorrió con sus dedos la mejilla

de él—. Es una lástima, sin embargo. Él es muy lindo.

Dawn avanzó hacia ellos.

—¡Déjame probar antes de que lo tomes todo!

Jacqueline la ignoró y se inclinó nuevamente hacia Adrian, quien tenía los ojos

vidriosos. Mientras tanto, yo estaba lo suficientemente libre de endorfinas que pensaba

con claridad nuevamente. Nadie estaba prestándome atención. Traté de levantarme y

sentí el movimiento del mundo. Manteniéndome baja, logré arrastrarme a mi bolso,

descansando olvidado cerca de la orilla de la sala de estar. Jacqueline bebía

nuevamente de Adrian, pero sólo un poco antes de que Dawn la apartara y demandara

su turno para que ella pudiera limpiar el sabor de mi sangre de su boca.

Sorprendida por la rapidez con que me moví, abrí mi cavernoso bolso, buscando

desesperadamente cualquier cosa que pudiera ayudar. Una parte fría y lógica de mí,

me dijo que no había forma de que pudiéramos salir de esto, pero tampoco había

forma de que yo pudiera simplemente sentarme y observarlas drenando a Adrian.

Tenía que luchar. Tenía que tratar de salvarlo, igual que como él había tratado por mí.

No importaba si fallaba en el esfuerzo o moría. De algún modo, tenía que intentarlo.

Algunos Alquimistas llevaban armas, pero yo no. Mi bolso era enorme, lleno de más

cosas de las que necesitaba pero nada de lo que contenía se parecía a un arma. Incluso

si la hubiera, la mayoría de las armas eran inútiles contra los Strigoi. Una pistola los

frenaría pero no los mataría. Únicamente una estaca de plata, la decapitación, y el

fuego podía matar a un Strigoi.

Fuego…

Mi mano se cerró alrededor del amuleto que había hecho para la Sra. Terwilliger. Lo

había metido en mi bolsa cuando ella me lo dio, insegura de lo que debía hacer con

ello. Únicamente podía asumir que la pérdida de sangre y los dispersos pensamientos

me hicieron sacarlo ahora y considerar la posibilidad de usarlo. Incluso la idea era

ridícula. ¡No podías usar algo que no funcionaba! Era una baratija, una bolsa sin valor

de rocas y hojas. No había magia aquí, y era una tonta al pensar siquiera en ese

sentido.

Y aun así, era una bolsa de piedras.

Page 353: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

353

No una pesada, pero sin duda lo suficiente para conseguir la atención de alguien si

golpeaba en su cabeza. Era lo mejor que tenía. La única cosa que tenía para atrasar la

muerte de Adrian. Retrocediendo mi brazo, apunté a Dawn y lancé, recitando el tonto

encantamiento como un grito de guerra: —¡En llamas, en llamas!

Fue un buen tiro. La señorita Carson se hubiera sentido orgullosa. Pero no tenía

oportunidad de admirar mis habilidades atléticas porque estaba demasiado distraída

por el hecho de que Dawn estaba atrapada por el fuego.

Estaba boquiabierta mientras miraba fijamente lo imposible. No era un gran incendio.

No era como si su cuerpo entero estuviera envuelto en llamas. Pero donde el amuleto

la había golpeado, incendió una pequeña llama, extendiéndose rápidamente por su

cabello. Ella gritó y comenzó a darse frenéticas palmadas en su cabeza. Los Strigoi

temían al fuego, y por un momento, Jacqueline retrocedió. Luego, con siniestra

determinación, liberó a Adrian y agarró una manta. La envolvió alrededor de la cabeza

de Dawn, sofocando las llamas.

—¿Qué demonios? —demandó Dawn cuando reapareció. Inmediatamente comenzó a

caminar hacia a mí con ira. Supe entonces que la única cosa que había logrado era

acelerar mi propia muerte.

Dawn me agarró y golpeó mi cabeza contra la pared. Mi mundo se tambaleó, y sentí

nauseas. Ella me alcanzó de nuevo pero se congeló cuando de repente la puerta se

abrió de golpe. Eddie apareció en el umbral, con una estaca de plata en su mano.

Lo que fue verdaderamente sorprendente a continuación fue la velocidad. No hubo

pausa, ni largos momentos para evaluar la situación, ni burla sarcástica entre los

combatientes. Eddie avanzó y fue por Jacqueline. Jacqueline respondió con igual

rapidez, apresurándose al encuentro de su único digno enemigo aquí.

Despues de que ella lo había liberado, Adrian cayó al suelo, todavía en la agonía de las

endorfinas Strigoi. Manteniéndome abajo en el suelo, me apresuré a su lado y lo ayudé

arrastrándolo de regreso a la “seguridad” del otro lado de la sala de estar mientras

Eddie se enfrentaba con las Strigoi. Les lancé únicamente un vistazo, sólo lo suficiente

para ver la danza mortal igual que la naturaleza de sus maniobras. Ambas Strigoi

estaban tratando de conseguir un agarre sobre Eddie, probablemente esperando

romperle el cuello, pero estaban cuidadosas de permanecer alejadas del pinchazo de la

estaca de plata.

Page 354: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

354

Bajé la vista hacia Adrian, que estaba peligrosamente pálido y cuyas pupilas se habían

reducido al tamaño de pequeños puntos. Únicamente tenía una idea vaga de cuánto

había bebido Jacqueline de él y no sabía si el estado de Adrian era más por la falta de

sangre o por las endorfinas.

—Estoy bien, Sage —murmuró él, parpadeando como si la luz le lastimara—. En lo

alto, sin embargo. Hace que las cosas que suelo hacer parezcan pornografía ligera —

Parpadeó, como luchando por despertar. Sus pupilas se dilataron a un tamaño más

normal y entonces parecieron enfocarse en mí—. Buen Dios. ¿Tú estás bien?

—Lo estaré —dije, comenzando a ponerme de pie. Aún incluso mientras hablaba, una

oleada de vértigo me golpeó, y me tambaleé. Adrian hizo su mejor esfuerzo por

sostenerme, aunque era algo difícil con sus manos atadas. Nos apoyamos el uno contra

el otro, y casi me reí de lo ridícula que era la situación, ambos tratando de ayudar al

otro cuando ninguno de los dos estaba en condición para hacerlo. Luego algo capturó

mi atención que alejó todos los otros pensamientos.

—Jill —susurré.

Adrian inmediatamente siguió mi mirada hacia donde Jill acababa de aparecer en la

entrada de la sala de estar. No me sorprendí al verla. La única forma de que Eddie

pudiera estar aquí era si Jill le había dicho lo que estaba pasándole a Adrian a través

del vínculo espiritual. De pie allí, con sus ojos resplandecientes, ella se veía algo feroz,

la diosa lista para la batalla mientras observaba a Eddie hacer fintas con los Strigoi.

Era inspirador y aterrador. Adrian compartía mis pensamientos.

—No, no, Jailbait —murmuró él—. No hagas nada estúpido. Castile necesita manejar

esto.

—Ella sabe cómo pelear —dije.

Adrian frunció el ceño.

—Pero ella no tiene un arma. Sin una, es sólo un peso pluma en esto.

Él estaba en lo cierto, por supuesto. Y mientras yo ciertamente no quería poner la vida

de Jill en peligro, no podía evitar pensar que si ella estuviera equipada adecuadamente,

podría ser capaz de hacer algo. Al menos, una distracción que podría ser una ventaja.

Eddie estaba manteniendo su terreno muy bien contra las dos Strigoi, pero no estaba

haciendo algún progreso contra ellas tampoco. Podía usar ayuda. Y nosotros

Page 355: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

355

necesitábamos estar seguros de que Jill no se apresuraría a esto con únicamente sus

ingenio para defenderse.

La inspiración me golpeó, logré mantenerme en pie. El mundo estaba girando incluso

más que antes pero, a pesar de las protestas de Adrian, conseguí tambalearme a la

cocina. Apenas fui capaz de llegar al fregadero y abrí la llave antes de que mis piernas

cedieran bajo de mí. Me agarré del borde del mostrador, usándolo para mantenerme

derecha.

—¡Jill! —grité.

Ella se giró al escuchar mi grito, vio el agua correr, y al instante supo lo que tenía que

hacer. Levantó su mano. El flujo proveniente de la llave se desplazó repentinamente,

saliendo disparado del fregadero y atravesando la sala de estar. Fue hacia Jill, que

colectó una gran cantidad entre sus manos y mágicamente obligó al agua a juntarse en

una forma cilíndrica. Flotó en el aire de esa forma, un ondulante pero aparentemente

sólido palo de agua. Dominándolo, ella se apresuró hacia la pelea y blandió su arma de

agua en la espalda de Jacqueline. Gotas salieron volando del “palo”, pero se mantuvo

en con la rigidez suficiente para que ella consiguiera un segundo golpe antes de que

explotara completamente en un rocío de agua.

Jacqueline se dio media vuelta, su mano agitándose para atacar a Jill. Jill había

esperado más y se dejó caer al suelo, esquivando exactamente de la misma forma en

que había visto a Eddie enseñándole. Se escurrió hacia atrás, fuera del camino de

Jacqueline, y la Strigoi la siguió, dejándole a Eddie un golpe sobre su espalda expuesta.

Eddie tomó la oportunidad, evadiendo a Dawn, y hundiendo su estaca en la espalda

de Jacqueline. Nunca me había dedicado a pensar mucho en ello antes, pero si

empujaba con fuerza suficiente, una estaca podría perforar el corazón de alguien tan

fácilmente desde la espalda como por el pecho. Jacqueline se puso rígida, y Eddie

sacudió su estaca hacia afuera, justo moviéndola para evitar la fuerza del ataque de

Dawn. Ella todavía lo alcanzó un poco y él se tambaleó brevemente antes de recuperar

rápidamente el equilibrio y dirigiendo su mirada hacia ella. Jill quedó olvidada y se

apresuró hacia nosotros en la cocina.

—¿Están bien? —exclamó ella, viéndonos a los dos. Esa mirada feroz se había ido.

Ahora era sólo una chica ordinaria preocupada por sus amigos—. Oh Dios mío.

Estaba muy preocupada por ustedes. Las emociones eran demasiado fuertes. No podía

conseguir fijarme en lo que estaba pasando, sólo que algo estaba terriblemente mal.

Arrastré mi mirada hacia Eddie, que estaba danzando alrededor con Dawn.

Page 356: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

356

—Tenemos que ayudarlo…

Di dos pasos alejándome del mostrador y comencé a caer. Jill y Adrian se estiraron

para sostenerme.

—Jesús, Sage —exclamó él—. Estás en malas condiciones.

—No tan mal como tú —protesté, todavía preocupada por ayudar a Eddie—. Ellas

bebieron más de ti…

—Sí, pero no tengo una herida sangrando en mi brazo —señaló él—. O una posible

contusión.

Era verdad. Con toda la emoción, estaba tan llena de adrenalina que había olvido

dónde me había apuñalado Lee. No era extraño que estuviera tan mareada. O tal vez

eso era por el golpe que conseguí en mi cabeza contra la pared. Nadie sabía a este

punto.

—Aquí —dijo Adrian gentilmente. Alcanzó mis brazos con sus manos esposadas—.

Puedo ocuparme de esto.

Una lenta y cálida sensación de hormigueo se propagó por mi piel. Al principio, el

contacto de Adrian era reconfortante, como un abrazo. Sentí mi tensión y mi dolor

comenzando a disminuir. Él estaba en control. Cuidando de mí.

Estaba usando su magia sobre mí.

—¡No! —grité, alejándome de él con una fuerza que no sabía que tenía. El horror y el

entender completamente lo que estaba pasándome era demasiado potente—. ¡No me

toques! ¡No me toques con tu magia!

—Sage, te sentirás mejor, créeme —dijo él, estirándose hacia mi otra vez.

Retrocedí, aferrándome al borde del mostrador para apoyarme. El recuerdo fugaz de la

calidez y el confort estaba siendo eclipsado por el terror que había tenido mi vida

entera a la magia de los vampiros.

—No, no, no. ¡Magia no! ¡No en mí! ¡El tatuaje me curará! ¡Soy fuerte!

Page 357: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

357

—Sage…

—Para, Adrian —dijo Jill. Ella se acercó tímidamente a mí—. Está bien, Sydney. Él

no va a curarte. Lo prometo.

—Magia no —susurré.

—Por el amor de Dios —gruñó Adrian—. Esto es una tontería supersticiosa.

—Sin magia —dijo Jill firmemente. Ella se quitó el botón superior de su camisa que

había estado usando sobre su playera—. Ven aquí, y usaré esto para envolverlo y así

no pierdas más sang…

Un chillido ensordecedor nos sacudió de regreso a la sala de estar. Eddie había hecho

su matanza, conduciendo su estaca directo en medio del pecho de Dawn. En mi

pequeña pelea con Adrian y Jill, Dawn debió haber obtenido algunos golpes sobre

Eddie porque había una gran marca roja sobre un lado de su rostro, y su labio estaba

sangrando. La expresión en sus ojos era dura y triunfante, no obstante, cuando él sacó

la estaca y observó a Dawn caer.

A través de toda la confusión y el horror, los instintos básicos de Alquimista tomaron

el control. El peligro se había ido. Había procedimientos que necesitaban ser seguidos.

—Los cuerpos —dije—. Tenemos que destruirlos. Hay un frasco en mi bolso.

—Espera, espera —dijo Adrian mientras él y Jill me refrenaban—. Quédate dónde

estás. Castile puede conseguirlo. El único lugar a donde vas a ir es a un doctor.

No me moví pero inmediatamente discutí esa última afirmación.

—¡No! Sin doctores. Al menos, tú tienes que… tienes que conseguir un Alquimista. Mi

bolso tiene los números…

—Ve por su bolso —le dijo Adrian a Jill—, antes de que sufra un ataque. Yo vendaré

el brazo. —Le di una mirada de advertencia—. Sin magia. Lo cual, por cierto, podría

hacer esto diez veces más fácil.

—Me sanaré por mi propia cuenta —dije, observando como Jill recuperaba mi bolso.

Page 358: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

358

—Date cuenta —agregó Adrian—, de que vas a tener que superar tu fijación de la dieta

y consumir algo más de calorías para luchar contra la pérdida de sangre. Azúcar,

líquidos, igual que Clarence. Menos mal que alguien embolsó todos estos dulces sobre

el mostrador.

Eddie camino hacia Jill, y ella se detuvo cuando él le preguntó si estaba bien. Le

aseguró que lo estaba, y aunque Eddie se veía como si pudiera matar cerca de

cincuenta Strigoi más, había también una mirada en sus ojos de… algo que no podía

creer que no hubiera notado antes. Algo que me iba a dar en qué pensar.

—Maldita sea —dijo Adrian, peleándose con los vendajes—. Eddie, ve a buscar el

cuerpo de Lee y ve si hay una llave para estas malditas esposas.

Jill había estado hablando con Eddie pero se paralizo al escuchar las palabras “cuerpo

de Lee”. Su rostro se puso pálido, ella podría haber sido una de los muertos. Con toda

la confusión, ella no había notado el cuerpo de Lee en la silla. Había habido

demasiado movimiento con los Strigoi, demasiada distracción por la amenaza que

representaban. Ella dio unos pasos hacia la sala de estar, y fue entonces cuando lo vio.

Su boca se abrió, pero ningún sonido salió. Luego ella se apresuró hacia adelante y

agarró sus manos, gritando.

—No —gritó ella—. No, no, no —Lo sacudió, como si eso fuera a despertarlo. En un

instante, Eddie estaba a su lado, sus brazos alrededor de ella murmurando cosas sin

sentido para tranquilizarla. Ella no lo escuchó. Todo su mundo era Lee.

Sentí lágrimas brotando de mis ojos y odié que estuvieran allí. Lee había tratado de

matarme y luego había llamado a otros para matarme. Él había dejado un rastro de

inocentes a su paso. Debería estar contenta de que él se hubiera ido, pero aun así, sentí

tristeza. Él amaba a Jill, a su loco modo, y por el dolor en el rostro de ella, era claro

que ella también lo había amado. El vínculo del espíritu no le había mostrado su

muerte o su rol en nuestra captura. Justo ahora, ella simplemente pensaba que él era

una víctima más de los Strigoi. Pronto, aprendería la verdad acerca de los motivos de

él. No sabía si eso aliviaría su dolor o no. Supuse que no.

Extrañamente, una imagen de la pintura de Amor de Adrian regresó a mí. Pensé en la

irregular línea roja, recortando a través de la oscuridad, rasgándola. Viendo a Jill y su

dolor inconsolable, comprendí de pronto el arte de él un poco mejor.

Page 359: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

359

Capítulo 26

Traducido por Abril.

Corregido por Anne_Belikov

e tomó días entender toda la historia, sobre Lee y sobre cómo Eddie y

Jill habían ido al rescate esa noche.

Una vez que tuve a Lee como la pieza faltante, fue fácil conectar los asesinatos de

Tamara, de Kelly, de Melody, y de Dina, la chica humana que él había mencionado.

Todas habían sido asesinadas dentro de los últimos cinco años, en Los Ángeles o en

Palm Springs, y muchas tenían evidencia documentada de conocerlo. No eran víctimas

escogidas al azar. Lo poco que podemos encontrar de la historia de Lee proviene de

Clarence, aunque incluso eso era confuso. De acuerdo con nuestras mejores

conjeturas, Lee había sido convertido forzosamente en un Strigoi hace casi quince años

atrás. Pasó así diez años hasta que un usuario del espíritu lo restauró, para disgusto de

Lee. Clarence no había tenido todo su sano juicio incluso en ese entonces y no había

preguntado cómo su hijo había regresado a casa después de diez años, sin envejecer. Él

evadió responder nuestras preguntas sobre Lee siendo un Strigoi, y no supimos si

Clarence simplemente no lo sabía o se negaba. Del mismo modo, tampoco estaba claro

si Clarence sabía que su propio hijo estaba detrás de la muerte de Tamara. La

descabellada teoría del cazador de vampiros era, probablemente, más fácil de enfrentar

para él que la sanguinaria verdad sobre su hijo.

Investigaciones dentro de la universidad de Lee en Los Ángeles mostraron que, de

hecho, no había estado inscrito allí desde antes de convertirse en Strigoi. Cuando se

convirtió en Moroi otra vez, él había usado la universidad como una excusa para

quedarse en Los Ángeles, donde podría acechar más fácilmente a sus víctimas, y

sospechamos que había más de las que teníamos registradas. De lo que habíamos

observado, aparentemente, trató de beber de algunas de cada raza, con la esperanza de

que una de ellas fuera la que lo convirtiera en Strigoi otra vez.

Otras investigaciones sobre Kelly Hayes habían descubierto algo que yo debería haber

sabido de inmediato. Ella era una dhampir. Lucía humana, pero ese récord de deportes

estelar era lo que la delataba. Lee se había topado con ella mientras visitaba a su padre

M

Page 360: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

360

hace cinco años. Conseguir la caída de una dhampir no era fácil, por eso Lee parecía

haber hecho el esfuerzo de salir con ella y atraerla.

Ninguno de nosotros sabía algo sobre el “bastardo usuario del espíritu” que lo había

convertido, aunque eso era de interés de ambos, Alquimistas y Morois. Había muy

pocos usuarios del espíritu en la historia, y aun habiendo tantos sin saber sobre sus

poderes, todos querían aprender más. Clarence insistía en que no sabía nada sobre este

misterioso usuario del espíritu, y yo le creía.

Los Alquimistas entraron y salieron de Palm Springs toda la semana, limpiando el

desorden y entrevistando a todos los que habían estado involucrados. Me reuní con

varios de ellos, contando mi historia una y otra vez, y finalmente tuve mi último

interrogatorio con Stanton durante el almuerzo un sábado. Yo tenía una clase de

perverso interés en saber qué le había pasado a Keith pero decidí no sacar el tema a

colación. Él no estaba aquí, lo cual era lo único que me importaba.

—La autopsia de Lee no reveló nada fuera de lo normal para un Moroi, de acuerdo

con sus doctores —me dijo Stanton entre mordiscos de linguini a la carbonara.

Aparentemente, comer y discutir sobre cuerpos muertos no era mutuamente

exclusivo—. Pero entonces, algo… probablemente mágico, de todas formas, no

aparecería.

—Pero debe haber algo especial sobre él —dije. Solamente movía mi propia comida

por todo el plato—. El hecho de que su envejecimiento se detuviera era prueba

suficiente, pero ¿el resto? Quiero decir que él bebió de muchas víctimas. Y luego vi lo

que Jacqueline le hizo a él. Eso debió haber funcionado. Todos los procedimientos

correctos fueron seguidos.

Me sorprendió que pudiera hablar tan clínicamente respecto a esto, que pudiera sonar

tan objetiva. Aunque, en realidad, era sólo la segunda naturaleza del modo de los

Alquimistas de tomar el control. Dentro de mí, los eventos de esa noche habían dejado

una marca permanente. Cuando cerraba mis ojos a la hora de dormir, seguía viendo la

muerte de Lee y a Jacqueline alimentándolo con sangre. Lee, quien le trajo flores a Jill

y nos llevó al mini-golf.

Stanton asintió pensativamente.

—Lo que sugiere que todos esos que han sido restaurados después de ser convertidos

en Strigoi, son inmunes a convertirse otra vez.

Page 361: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

361

Nos sentamos en silencio por un momento, dejando que el peso de esas palabras se

asentara sobre nosotras.

—Eso es enorme —dije, finalmente. Hablando sobre una subestimación. Lee

representaba un número de misterios. Él había empezado a envejecer una vez que se

convirtió en Moroi otra vez, pero a un ritmo mucho más lento. ¿Por qué? No

estábamos seguros, pero sólo eso, ya era un descubrimiento monumental, como

también lo era mi sospecha de que tampoco podía usar magia Moroi. Había estado tan

enloquecida como para darme cuenta de algo extraño en el comportamiento de Lee

cuando Jill le había pedido crear niebla mientras estábamos jugando al golf, pero

mirando hacia atrás, se me ocurrió que, de hecho, había lucido nervioso sobre su

petición. Y el resto... ¿El hecho de que algo había cambiado en él, lo protegía, pero

contra su voluntad, de convertirse en un Strigoi? Sí. “Enorme” era una subestimación.

—Mucho —acordó Stanton—. La mitad de nuestra misión es detener a los humanos

de elegir sacrificar sus almas a cambio de inmortalidad. Si hubiera una forma de

aprovechar esa magia, de saber qué lo protegía... bueno. Los efectos serían de largo

alcance.

—También para los Moroi —señalé. Sabía que para ellos y los dhampirs, ser

convertidos en Strigoi forzosamente era considerado un destino peor que la muerte. Si

había una forma mágica de protegerse, significaría mucho, ya que habían encontrado

muchos más Strigoi que nosotros. Podríamos estar hablando de alguna especie de

vacuna mágica.

—Por supuesto —dijo Stanton, aunque su tono implicaba que no le importaban

demasiado los beneficios de la raza—. Quizás, hasta sea posible prevenir la futura

creación de todos los Strigoi. También está el misterio de tu sangre. Dijiste que al

Strigoi no le gustó. Eso también puede ser un tipo de protección.

Me estremecí ante el recuerdo.

—Quizás. Todo pasó tan rápido... es difícil de decir. Y ciertamente, no es protección

del Strigoi queriendo romper mi cuello.

Stanton asintió.

—Es, ciertamente, algo para estudiar eventualmente. Pero primero, tenemos que

descubrir qué fue lo que le pasó a Lee exactamente.

Page 362: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

362

—Bueno —dije—, El espíritu tiene que ser un jugador clave, ¿no? Lee fue restaurado

por un usuario del espíritu.

Un mesero se acercó, y Stanton alejó su plato.

—Exacto. Desafortunadamente, tenemos una cantidad muy limitada de usuarios del

espíritu para trabajar. Vasilisa Dragomir, difícilmente, tiene el tiempo para

experimentar con sus poderes. Sonya Karp se ofreció para ayudar, lo cual es una

noticia excelente, especialmente, desde que ella misma es una ex Strigoi. Por lo menos,

podemos observar la disminución de su envejecimiento de primera mano. Ella sólo

está disponible por poco tiempo, y los Moroi todavía no han respondido mi petición de

otros individuos útiles. Pero si tuviéramos a otro Usuario del Espíritu a mano, uno sin

obligaciones que lo distraigan para que nos ayude a tiempo completo...

Ella me miró significativamente.

—¿Adrian? —pregunté.

—¿Crees que nos ayudará a investigar esto? ¿Alguna forma mágica para proteger

contra la conversión de los Strigoi? Como dije, entre Sonya y los otros, él tendría que

ayudar —añadió rápidamente—. He hablado con los Moroi, y están reuniendo un

grupo pequeño con expertos en Strigoi. Planean mandarlos pronto. Sólo necesitamos

que Adrian ayude.

—Wow. Ustedes se mueven rápido —murmuré.

Con las palabras “Adrian” e “investigación,” mi mente había puesto juntas imágenes

de él en un laboratorio, usando una bata blanca, inclinado sobre tubos y vasos de

precipitado. Sabía que la investigación actual no buscaba nada como eso, pero era una

imagen difícil de borrar. También era difícil imaginarme a Adrian seriamente

concentrado en cualquier cosa. Excepto que, seguía teniendo ese pensamiento

persistente de que Adrian sólo se concentraría si era algo digno de preocupación. ¿Era

esto lo suficientemente importante?

No estaba realmente segura. Era muy difícil saber qué propósito podría ser lo

suficientemente noble como para llamar la atención de Adrian. Pero estaba bastante

segura de que conocía algunos beneficios no tan nobles que lo harían subir a bordo.

Page 363: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

363

—Si le consiguen su propio lugar, podría apostar a que lo hará —dije finalmente—.

Quiere estar fuera de la casa Clarence Donahue con bastante ahínco.

Las cejas de Stanton se alzaron. No había esperado esto.

—Bueno. Esa no es una gran petición, supongo. Y de hecho, ya estamos pagando la

factura del viejo departamento de Keith desde que tomó un año de arrendamiento. El

Sr. Ivashkov sólo tendrá que mudarse allí, excepto que...

—¿Excepto que qué?

Stanton se encogió, apenas, de hombros.

—Te lo iba a ofrecer a ti. Después de mucha discusión, decidimos, simplemente,

hacerte la Alquimista a cargo aquí, debido a la desafortunada… partida de Keith.

Puedes dejar Amberwood, mudarte a su departamento, y simplemente revisar las

actividades desde allí.

Fruncí el ceño.

—Pero pensé que querían a alguien con Jill todo el tiempo.

—Sí. Y, de hecho, encontramos una mejor opción, sin ofender. Los Moroi fueron

capaces de localizar a una chica dhampir de la misma edad de Jill, quien no sólo puede

servir como la compañera de cuarto de Jill, sino que también como guardaespaldas.

Ella se unirá a los investigadores que ya están saliendo. No tendrás que pasar como

una estudiante más.

El mundo se tambaleó. Los Alquimistas proyectaban y planeaban, siempre en

movimiento. Parecía como si muchas cosas hubieran sido decididas en esta semana.

Consideré lo que eso significaba. No más tareas, no más políticas de preparatoria.

Libertad para ir y venir a donde quisiera. Pero también significaba separarme de los

amigos que había hecho: Trey, Kristin, Julia. Seguiría viendo a Eddie y a Jill, pero no

de la misma forma. Y si estaba por mi cuenta, ¿los Alquimistas —o mi padre—

ayudarían a las clases del fondo universitario? Poco probable.

—¿Tengo que irme? —le pregunté a Stanton—. ¿Puedo darle el departamento a Adrian

y quedarme en Amberwood por un tiempo? ¿Por lo menos hasta que sepamos si

podemos conseguirme otro lugar?

Page 364: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

364

Stanton no se molestó en esconder su sorpresa.

—No esperaba que quisieras quedarte. Me imaginé que estarías feliz porque no

tendrías que compartir un cuarto con un vampiro.

Y así como eso, todos los miedos y las presiones que enfrenté antes de venir a Palm

Springs descendieron sobre mí. Amante de los vampiro. Era una idiota. Debería haber

saltado ante la oportunidad de alejarme de Jill. Cualquier otro Alquimista lo haría. Al

ofrecer quedarme, probablemente, me estaba poniendo bajo sospecha otra vez. ¿Cómo

podía explicar que había más en mi decisión que sólo un cambio de compañero?

—Oh —dije, manteniendo un rostro neutral—. Cuando dijiste que le habías

conseguido a Jill una dhampir de su misma edad, pensé que ella iba a ser su

compañera de cuarto y que yo, ya no lo sería más. Pensé que tendría mi propia

compañera en el dormitorio.

—Eso, probablemente, se puede arreglar...

—Y honestamente, después de las cosas que han pasado, me sentiría mejor si sigo

manteniendo un ojo sobre Jill. Será más fácil si estoy en la escuela. Además, si se

necesita un departamento para hacer feliz a Adrian y que trabaje en el misterio de los

Strigoi, entonces, eso es lo que necesitamos hacer. Puedo esperar.

Stanton me estudió por varios largos segundos, rompiendo el silencio sólo cuando el

mesero dejó la cuenta.

—Eso es algo muy profesional de tu parte. Miraré en los acuerdos.

—Gracias —dije. Un sentimiento de felicidad brotó en mí, y casi sonreí,

imaginándome el rostro de Adrian cuando supiea de su nuevo lugar.

—Sólo hay una cosa más que no entiendo —remarcó Stanton—. Cuando investigamos

el departamento, vimos algunos daños de incendio. Pero ninguno de ustedes que

estuvieron allí, reportó algo.

Hice una mueca falsa.

—Honestamente... todo eso se ve casi nublado con la sangre perdida y la mordida...

No estoy muy segura. Keith tenía algunas velas. No sé si alguna estaba encendida... o

Page 365: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

365

no lo sé. En lo único en que puedo pensar es en esos dientes y qué tan terrible fue la

mordida...

—Sí, sí —dijo Stanton. Mi excusa era débil, pero incluso ella no era del todo

impermeable ante la idea de alimentar a un vampiro. Era, prácticamente, la peor

pesadilla de un Alquimista, y yo tenía derecho a mi trauma—. Bueno, no te preocupes

por eso. El fuego es la menor de nuestras preocupaciones.

No era la menor de mis preocupaciones. Y cuando regrese al campus ese día,

finalmente lo afronté y aceché a la Sra. Terwilliger en una de las oficinas de la librería

donde estaba trabajando.

—Usted sabía —dije, cerrando la puerta. Todos los pensamientos del protocolo entre

profesor-estudiante se desvanecieron de mi mente. Había estado sentada sobre mi ira

por una semana y ahora podía dejarla salir finalmente. Había pasado mi vida

enseñándome a respetar a las fuentes de autoridad, pero ahora una de esas me había

traicionado—. Todo lo que me ha hecho hacer... copiar esos libros de hechizos, ¡hacer

ese amuleto “sólo para ver cómo es”! —sacudí mi cabeza—. Todo era una mentira.

Usted sabía... sabía que era... real.

La Sra. Terwilliger se quitó sus gafas y me miró cuidadosamente.

—Ah, así que ¿supongo que lo intentaste?

—¿Cómo pudo hacerme eso? —exclamé—. ¡No tiene idea de cómo me siento con la

magia y lo sobrenatural!

—Oh —dijo ella secamente—. De hecho, sí. Sé todo sobre tu organización. —Ella

golpeó su mejilla, reflejando donde estaba mi tatuaje—. Sé porque tu “hermana” fue

excusada de las actividades al aire libre y porque tu “hermano” sobresale en deportes.

Estoy muy informada sobre las variadas fuerzas de trabajo en nuestro mundo, esas

escondidas de casi todos los ojos humanos. No te preocupes, querida. Ciertamente, no

se lo diré a nadie. Los vampiros no son de mi interés.

—¿Por qué? —pregunté, decidida a no reconocerle que sabía todo ese por lo que había

luchado mantener en secreto—. ¿Por qué yo? ¿Por qué me hizo hacer eso,

especialmente si dice saber cómo me sentía?

—Mmm... Un par de razones. Los vampiros, como sabes, ejercen una clase de magia

Page 366: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

366

interna. Se conectan con los elementos a un nivel básico, casi sin esfuerzo. Los

humanos, de todas formas, no tienen tal conexión.

—Se supone que los humanos no deben usar magia —dije fríamente—. Me ha hecho

hacer algo que viola mis creencias.

—Para que los humanos hagamos magia… —continuó ella, como si yo no hubiera

hablado—, debemos arrancarla de la tierra. No viene tan fácil. Seguro, los vampiros

usan hechizos e ingredientes ocasionalmente, pero nada se compara con lo que

debemos hacer. Su magia va desde adentro hacia afuera. La nuestra viene de fuera

hacia dentro. Requiere tanto esfuerzo, tanta concentración y calculación exacta...

bueno, muchos de los humanos no tienen la paciencia o las habilidades. Pero ¿alguien

como tú? Has sido criada con esas cuidadosas técnicas desde que aprendiste a hablar.

—Así que ¿eso es lo que se necesita para hacer magia? ¿Una habilidad para organizar y

medir? —No me molesté en ocultar mi desdén.

—Por supuesto que no. —Rió ella—. Hay un cierto talento natural que también se

necesita. Un instinto que se combina con la disciplina. Lo siento en ti. Verás, yo

misma tengo algunos conocimientos. Me da estatus en el aquelarre, pero sigue siendo,

relativamente, pequeño. ¿Tú? Puedo sentir una fuente de poder en ti, y también lo

prueba mi pequeño experimento.

Volví a sentir frío.

—Esa es una mentira —dije—. Los vampiros usan magia. No los humanos. No yo.

—Ese amuleto no encendía fuego solo —dijo ella—. No niegues lo que eres. Y ahora

que determinamos todo esto, podemos seguir. Tu poder innato quizás sea más grande

que el mío, pero yo puedo hacerte empezar en el entrenamiento de magia básica.

No podía creer que estuviera oyendo eso. No era real. Era como algo de alguna

película porque de ninguna manera, esto era mi vida.

—No —exclamé—. Está... ¡Usted está loca! ¡La magia no es real, y yo no la tengo! Es

anormal e incorrecta. No pondré en peligro mi alma.

—Tanta negación para tan buena científica —musitó.

—Estoy hablando en serio —dije, apenas reconociendo mi propia voz—. No quiero

Page 367: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

367

nada con sus estudios ocultos. Estoy feliz con ir y tomar notas y comprarle café, pero si

sigue teniendo estos estados de locura y demanda... Iré a la oficina y demandaré que

me cambien con otro profesor. Créame, cuando se trata de trabajar con el staff de

burocracia y administración, en eso, es en lo que tengo poder innato.

Ella casi sonrió, pero luego se esfumó.

—Quisiste decir eso. ¿Realmente rechazas este sorprendente potencial —este

descubrimiento— que tienes?

No respondí.

—Por lo tanto. —Suspiró ella—. Es una pérdida. Y un desperdicio. Pero tienes mi

palabra de que no traeré el tema a colación otra vez a menos que tú lo hagas.

—Eso —dije vehementemente—, no va a pasar.

La Sra. Terwilliger sólo se encogió de hombros a modo de respuesta. —Bueno,

entonces. Ya que estás aquí, quizás quieras ir a comprarme un café.

Me moví hacia la puerta y luego pensé algo.

—¿No era usted la que llamaba a Nevermore y preguntaba sobre vampiros?

—¿Por qué haría eso? —preguntó ella—. Ya sé dónde encontrarlos. —

Genial, pensé. Otro misterio.

Llegué a la cafetería más tarde ese día, justo al mismo tiempo en que Eddie, Jill, y

Micah estaban terminando de cenar. Jill estaba teniendo, comprensivamente, un

momento difícil para ajustarse a la muerte de Lee y a todas las revelaciones que

descubrimos, incluyendo su deseo de hacerla a ella su reina muerta. Eddie y yo

habíamos hablado, tanto como pudimos, con ella, pero Micah parecía tener el mejor

efecto calmante sobre ella. Creo que porque él nunca abordó el tema abiertamente. Él

sabía que Lee había muerto pero pensaba que era un accidente y, naturalmente, no

sabía nada de las conexiones con los vampiros. Mientras Eddie y yo tratábamos,

constantemente, nuestras manos al ser psicólogos aficionados, Micah sólo trataba de

distraerla y hacerla feliz.

—Tenemos que irnos —dijo, disculpándose, cuando me senté—. Rachel Walker va a

darnos una lección en las máquinas de coser.

Page 368: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

368

Eddie sacudió su cabeza hacia él.

—Sigo sin saber porque te anotaste en ese club. —Eso no era verdad, por supuesto.

Ambos sabíamos exactamente porque Micah se había unido.

El rostro de Jill llevaba la grave mirada que había tenido desde la muerte de Lee —una

mirada que ella tendría por un largo tiempo, sospechaba— pero el fantasma de una

sonrisa se vio en sus labios.

—Creo que Micah tiene las cualidades de un verdadero diseñador de modas. Quizás

modele en uno de sus desfiles algún día.

Sacudí mi cabeza, ocultando mi propia sonrisa.

—Nada de modelaje de cualquier tipo, por lo menos, por un tiempo. —Después del

desfile, Lia y otros diseñadores se habían puesto en contacto, y todos querían volver a

trabajar con Jill. Tuvimos que rechazarlo para proteger su identidad aquí, pero eso

había puesto triste a Jill.

Jill asintió.

—Lo sé, lo sé. —Ella se levantó con Micah—. Te veré en nuestro cuarto, más tarde,

Sydney. Me gustaría hablar un poco más.

Asentí.

—Por supuesto.

Eddie y yo miramos cuando se fueron. Suspiré.

—Eso va a ser un problema —le dije.

—Quizás —dijo—. Pero ella sabe lo que puede y no puede hacer con él. Es inteligente.

Será responsable.

—Pero él no lo sabe —dije—. Siento que Micah se ha enamorado demasiado de ella.

—Miré a Eddie cuidadosamente—. Como otras personas.

Page 369: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

369

Eddie seguía mirando a Micah y a Jill, así que le tomó un momento entender lo que

dije. Me miró.

—¿Eh?

—Eddie, no voy a proclamar ser una experta en romance, pero incluso yo puedo ver

que estás loco por Jill.

Inmediatamente, miró hacia otro lado, aunque su rubor lo traicionó.

—Eso es mentira.

—Lo he visto todo el tiempo, pero no fue hasta esa noche en lo de Keith que realmente

entendí qué estaba viendo. Vi cómo la mirabas. Sé la forma en que te sientes. Así que,

lo que quiero saber es: ¿Cómo es que tenemos que seguir preocupándonos por Micah?

¿Por qué no sólo la invitas a salir tú y nos ahorras un montón de problemas?

—Porque es mi hermana —dijo irónicamente.

—¡Eddie! Hablo en serio.

Él hizo una mueca, respiró profundamente y luego se giró hacia mí.

—Porque puede ser mejor que yo. ¿Quieres hablar sobre reglas sociales? Bueno, en el

lugar del que venimos, los Moroi y los dhampirs no tienen relaciones serias.

—Sí, pero eso tiene que ver con la clase —dije—. No es lo mismo que humanos y

vampiros.

—Quizás no, pero con ella, lo es. No es sólo cualquier Moroi. Es de la realeza. Una

princesa. ¡Y tú has visto cómo es! Inteligente, fuerte y hermosa. Está destinada para

grandes cosas, y una de ellas no es estar involucrada con un guardián controversial

como yo. Su linaje es real. Diablos, yo ni siquiera sé quién es mi padre. Salir con ella,

no es ni siquiera posible. Mi trabajo es protegerla. Mantenerla a salvo. Es allí donde

tienen que estar todas mis atenciones.

—Y entonces ¿crees que ella se merece estar con humanos en cambio? —le pregunté

incrédulamente—. ¿Basarse sobre la línea de un tabú sostenido por nuestras razas?

Page 370: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

370

—No es lo ideal —admitió—. Pero puede tener una divertida vida social y...

—¿Y qué si fuera otro chico? —le interrumpí—. ¿Y qué si otro humano la invita a salir,

y salen en una cita casual? ¿Estarías bien con eso?

Él no respondió, y supe que mi corazonada era correcta.

—Esto es más que no sentirte lo suficiente para Jill —dije—. También es sobre Micah,

¿no? Como él te recuerda a Mason.

Eddie palideció.

—¿Cómo sabes de eso?

—Adrian me lo dijo.

—Maldito —dijo Eddie—. ¿Por qué no puede ser tan ajeno como pretende ser?

Sonreí.

—No le debes nada a Micah. No le debes nada a Jill. Él no es Mason, sin importar qué

tanto se parezcan.

—Son más que parecidos —dijo Eddie, pareciendo más pensativo—. También es la

forma en la que actúan. Micah es igual: extrovertido, optimista, emocionado. Así era

Mason. Hay pocas personas como ellos en el mundo: personas que son

genuinamente buenas. Mason se fue de este mundo demasiado pronto. No dejaré que

eso le pase a Micah.

—Micah no está en peligro —dije gentilmente.

—Pero se merece buenas cosas. E incluso si es humano, sigue siendo una de las

mejores opciones que conozco para Jill. Se merecen. Ambos merecen cosas buenas.

—Y entonces, ¿vas a sufrir como resultado? ¿Porque estás tan enamorado de Jill y

convencido de que se merece un príncipe que tú no puedes ser? ¿Y porque sientes que

es tu deber apoyar a todos los Mason del mundo? —Sacudí mi cabeza—. Eddie, eso es

demente. Incluso tú tendrías que ver eso.

Page 371: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

371

—Quizás —admitió—. Pero siento que es lo correcto.

—¿Correcto? ¡Es la cosa más masoquista! Estás alentando a la chica que quieres a estar

con uno de tus mejores amigos.

—Quiero que ella sea feliz. Vale la pena sacrificarme.

—No tiene sentido.

Eddie me dio una pequeña sonrisa y un golpe gentil en el brazo antes de girarse hacia

un autobús acercándose. —¿Recuerdas cuando dijiste que no eras una experta en el

romance? Bueno, tenías razón.

Page 372: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

372

Capítulo 27

Traducido por CyeLy DiviNNa y DaRk Bass

Corregido por Niii

reo que Adrian habría aceptado cualquier cosa por conseguir su propio

lugar. No perdió el tiempo en mover sus escasas pertenencias al viejo

apartamento de Keith, para consternación de Clarence. Tuve que admitir,

me sentí un poco mal por el viejo. Se había encariñado con Adrian, y la pérdida de él

justo después de Lee fue particularmente duro. Clarence continuó abriendo su casa y

alimentando a nuestro grupo, pero se negó a creer cualquier cosa que hablara de Lee y

Strigoi. Incluso una vez que aceptó que Lee había muerto, Clarence continuó culpando

a los cazadores de vampiros.

Poco después de su traslado, fui a buscar a Adrian. Habían llegado a nosotros palabras

de que el "grupo de investigación" de los Moroi tenía previsto llegar a la ciudad ese

día, y habíamos decidido reunirnos con ellos antes de llevar a Jill y Eddie. Al igual que

antes, Abe aparentemente escoltaba a los recién llegados, entre los se incluían Sonya y

la nueva compañera de piso de Jill. Tuve la impresión de que podría haber otros con

ellos, pero no había oído hablar de los detalles todavía.

—Wow —dije, cuando Adrian me dejó entrar en su apartamento.

Él sólo había estado allí un par de días, pero la transformación era asombrosa. Con la

excepción de la televisión, ninguno de los muebles originales se mantuvo. Todo era

diferente, e incluso el diseño del apartamento había cambiado. El esquema de

decoración era nuevo también, y el olor a pintura fresca colgaba con fuerza en el aire.

—Amarillo, ¿eh? —pregunté, mirando a las paredes del salón.

—Se llama “Caña dorada” —corrigió—. Y se supone que debe ser alegre y relajado.

Empecé a señalar que los dos rasgos no parecían ir juntos, pero luego decidí no

hacerlo. El color, por poco desagradable que fuera, transformaba por completo la sala

de estar. Entre eso y las persianas que habían reemplazado las pesadas cortinas de

Keith, el cuarto estaba lleno de color y la luz recorría un largo camino para oscurecer

C

Page 373: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

373

la memoria de la batalla. Me estremecí, recordándolo. Incluso si el apartamento no

hubiera sido necesario para comprar la ayudar de Adrian, no estaba segura de que

pudiera haber aceptado y mucho menos quedarme en este lugar. El recuerdo de la

muerte de Lee, y las dos mujeres Strigoi, era demasiado fuerte.

—¿Cómo compraste muebles nuevos? —le pregunté. Los Alquimistas le habían dado

el lugar, pero no hubo otros estipendios involucrados.

—He vendido las cosas viejas —dijo Adrian, pareciendo muy contento por esto—. Ese

sillón reclinable... —Él vaciló, una mirada perturbada brevemente cruzando sus

facciones. Me preguntaba si él también podía imaginar la vida de Lee desangrándose

en esa silla—. Esa reclinable valía mucho. Era terriblemente cara, incluso para mis

estándares. Pero creo que tengo suficiente para que sustituya el resto. Es usado, pero

¿qué otra opción me quedaba?

—Es bueno —le dije, pasando la mano a lo largo de un mullido sofá a cuadros. Se veía

horrible con las paredes, pero parecía estar en buena forma. Además, al igual que el

brillo del amarillo, el con que con los muebles ayudaba a disminuir los recuerdos de lo

que había sucedido—. Debes haber hecho algunas compras inteligentes. Supongo que

no compraste un montón de cosas usadas.

—Nunca pruebes —dijo—. No tienes idea de las cosas a las que he tenido que

rebajarme. —Su sonrisa era de satisfacción atenuada mientras me miraba con

atención—. ¿Cómo lo llevas?

Me encogí de hombros.

—Bien. ¿Por qué no habría de estarlo? Lo que me pasó no es tan malo como lo que le

pasó a Jill.

Se cruzó de brazos.

—No lo sé. Jill no vio morir a un hombre delante de ella. Y no nos olvidemos de que

ese mismo tipo te quería matar a sólo unos momentos antes con el fin de resucitar de

entre los muertos.

Eran cosas que definitivamente habían estado mucho en mi mente en la última

semana, cosas que me iban a tomar un tiempo para conseguir que desaparecieran. A

veces, no sentía nada en absoluto. Otras veces, la realidad de lo que había pasado

Page 374: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

374

descendía sobre mí con tanta rapidez y en gran medida de que no podía respirar.

Pesadillas con Strigoi habían reemplazado a las de los centros de re-educación.

—En realidad estoy mejor de lo que podrías pensar —dije lentamente, mirando a la

nada de particular—. Como, es terrible acerca de Lee y lo que hizo, pero creo que

puedo superarlo con el tiempo. ¿Sabes en que más no dejo de pensar, sin embargo?

—¿Qué? —preguntó Adrian suavemente.

Las palabras parecían salir sin mi control. No me esperaba decirlas a nadie, ni desde

luego a él.

—Lee me dijo que estaba perdiendo mi vida y manteniéndome alejada de las personas.

Y luego, durante la última reunión con Keith, él me dijo que era ingenua, que no

entendía el mundo. Y es verdad hasta cierto punto. Quiero decir, no lo que dijo sobre

ustedes siendo malos... pero bueno, yo era una ingenua. Debería haber sido más

cuidadosa con Jill. Creía lo mejor de Lee, cuando debería haber sido más cautelosa.

No soy un peleador como Eddie, pero yo soy una observadora del mundo... más o

menos eso me gusta pensar. Pero no lo soy. No soy buena con la gente.

—Sage, tu primer error en todo esto es escuchar lo que sea que Keith Darnell diga. El

tipo es un idiota, un cabrón, y una docena de palabras que no son adecuadas para una

mujer como tú.

—¿Ves? —le dije—. Tú solo admitiste eso, que yo soy una especie de intocable, alma

pura.

—Yo no he dicho tal cosa —contestó—. Mi punto es que estás por encima de las ligas

de Keith, y lo que ocurrió con Lee… sin palabras, fue la ridícula mala suerte. Y

recuerda, ninguno de nosotros lo vio venir tampoco. No estabas sola. No arrojes

ninguna reflexión en ti. O… —Sus cejas se levantan—. Tal vez lo haces. ¿No dijiste

que Lee consideraba matar a Keith por la sangre de Alquimista?

—Sí... pero Keith nos dejó demasiado pronto.

—Bueno, ahí lo tienes. Incluso un psicópata reconocía tu valor lo suficiente como para

querer matar a otra persona primero.

No sabía si reír o llorar.

Page 375: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

375

—Eso no me hace sentir mejor.

Adrian se encogió de hombros.

—Mi punto anterior se mantiene. Eres una persona sólida, Sage. Eres agradable a la

vista, aunque un poco flaca, y tu habilidad para memorizar información inútil te va a

enganchar por completo a un chico. Pon a Keith y Lee fuera de tu cabeza porque no

tienen nada que ver con tu futuro.

—¿Flaca? —pregunté, esperando no sonrojarme. También esperaba que si sonaba

bastante indignada, no se daría cuenta hasta qué punto el otro comentario me había

desarmado. Agradable a la vista. No es exactamente lo mismo que decir que era ardiente

o tan magnífica como para caer muerto. Pero después de una vida de tener mi

apariencia juzgada como "aceptable", este era un tremendo cumplido… especialmente

viniendo de él.

—Acabo de decir las cosas como son.

Casi me reí.

—Sí. Sí, lo haces. Ahora háblame acerca de un tema diferente, por favor. Estoy

cansada de esto.

—Por supuesto —Adrian me enfurecía a veces, pero tenía que admitirlo, me encantaba

su capacidad de atención. Lo hizo esquivando temas incómodos a otros mucho más

fáciles. O eso creía yo—. ¿Hueles eso?

Una imagen de los cuerpos apareció en mi cabeza, y por un momento, lo único que

podía pensar era que quería decir el olor de la descomposición. Entonces olí más a

fondo.

—Yo huelo la pintura, y. . . espera. . . ¿eso es pino?

Él quedó impresionado.

—Malditamente correcto. Limpiador con aroma a pino. Lo que indica que de hecho,

limpié. —Hizo un gesto a la cocina de forma espectacular—. Con estas manos, estas

manos que no hacen el trabajo manual.

Me quedé mirando a la cocina.

Page 376: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

376

—¿En que lo usaste? ¿Los armarios?

—Los armarios están bien. Limpié el suelo y el mostrador. —Debía parecer más

perpleja que sorprendida porque, agregó—: Incluso me puse de rodillas.

—¿Utilizaste limpiador de pino en el suelo y los mostradores? —le pregunté. El suelo

era de baldosas de cerámica, los mostradores eran de granito.

Adrian frunció el ceño.

—¿Sí, y?

Parecía tan orgulloso de haber fregado algo por una vez en su vida que no me atreví a

decirle que el limpiador de pino se usaba generalmente en la madera. Le di una sonrisa

alentadora.

—Bueno, se ve muy bien. Necesito que vengas a limpiar mi habitación nueva ahora.

Está cubierta de polvo.

—De ninguna manera, Sage. Limpiar mi propia casa es bastante malo.

—¿Pero vale la pena? Si te hubieras quedado con Clarence, habrías vivido cocinando y

limpiando.

—Eso, definitivamente, vale la pena. Nunca he realmente, verdaderamente tenido mi

propio lugar. Tenía algo en la Corte... pero bien podría haber sido un dormitorio sobre-

glorificado. ¿Esto? Esto es muy bueno. Incluso con la limpieza de la casa. Gracias.

La mirada cómica de horror que había llevado al examinar la limpieza de la casa había

sido cambiada por la seriedad absoluta ahora que los ojos verdes me sopesaban. De

repente me sentí incómoda bajo la mirada y recordé el sueño espiritual, donde me

pregunté si realmente sus ojos eran tan verdes en la vida real.

—¿Por qué? —le pregunté.

—Por esto, sé que debes tener retorcido algunos brazos de Alquimista. —No le había

dicho que en realidad había pasado a ocupar el lugar que estaba destinado para mí—.

Y por todo lo demás. Por no renunciar a mí, incluso cuando yo fui un gran imbécil. Y,

sabes, por esta cosa de salvar mi vida.

Page 377: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

377

Miré hacia otro lado.

—Yo no hice nada. Esos fueron Eddie y Jill. Ellos son los que te salvaron.

—No estoy seguro que hubiera estado vivo para su rescate si no hubieras encendido

con fuego a esa perra. ¿Cómo lo hiciste?

—No fue nada —protesté—. Sólo una, eh, reacción química de la bolsa de trucos

Alquimista.

Esos ojos me volvieron a estudiar, sopesando la verdad de mis palabras. No estoy

seguro de que me creyera, pero lo dejó ir.

—Bueno, a partir de la mirada en su cara, tu objetivo era el correcto. Y luego tienes

obtienes un revés por eso. Cualquier persona que recibe un golpe por Adrian Ivashkov

merece algo de crédito.

Me volví de espaldas a él, todavía tímida con la alabanza y nerviosa por la referencia

del fuego y me acerqué a la ventana.

—Sí, bueno, puedes estar tranquilo de que se trataba de un acto egoísta. No tienes idea

de lo doloroso que es presentar el papeleo para un Moroi muerto.

Él se rió, y fue una de las pocas veces que lo había oído reír con humor y calidez

genuinos, y no por algo torcido o sarcástico.

—De acuerdo, Sage. Si tú lo dices. Ya sabes, eres mucho más valiente que cuando te

conocí.

—¿En serio? Todos los adjetivos disponibles en el mundo ¿y eliges "valiente"? —

Bromas que podía manejar. Siempre y cuando centrara en eso, no tenía que pensar

sobre el significado de las palabras o cómo habían aumentado un poco los latidos de

mi corazón—. Para que lo sepas, eres un poco más estable que cuando te conocí.

Se acercó, quedándose de pie junto a mí.

—Bueno, no le digas a nadie, pero creo que alejarme de la Corte fue una cosa buena.

Este clima apesta, pero Palm Springs podría ser bueno para mí, eso y todas las

maravillas que contiene. Ustedes. Las clases de arte. Limpiador de pino.

Page 378: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

378

No pude evitar una sonrisa y lo miré. Yo había estado medio bromeando, pero era

cierto: había cambiado notablemente desde que nos conocimos. Todavía había un

hombre herido adentro, quien tenía las cicatrices de lo que Rose y Dimitri le habían

hecho, pero podía ver los signos de la curación. Él era más estable y más fuerte, y si

podía continuar manteniendo el curso, sin más crisis durante un tiempo, una notable

transformación, podía ocurrir realmente.

Me tomó varios segundos de silencio darme cuenta de que había estado mirándolo

fijamente mientras mi mente se salía de mis pensamientos. Y, en realidad, él me

miraba fijamente, con una mirada de asombro.

—Dios mío, Sage. Tus ojos. ¿Cómo nunca me di cuenta de ellos?

Esa sensación incómoda se extendía sobre mí otra vez.

—¿Qué pasa con ellos?

—El color —suspiró—. Cuando estás en la luz. Son asombrosos. . . como el oro

fundido. Yo podría pintar eso... —Extendió su mano hacía mí, pero luego se retiró—.

Son muy hermosos. Eres hermosa.

Algo en la manera en que me miraba me congeló e hizo que mi estómago diera

volteretas, aunque no podía explicar por qué. Sólo sabía que se veía como si él me

estuviera viendo por primera vez... y me asusté. Había sido capaz de sacudir con

facilidad sus cumplidos en broma, pero la intensidad era algo completamente diferente,

algo a lo que no sabía cómo reaccionar. Cuando me miraba así, yo creía que él pensaba

que mis ojos eran hermosos, que yo era hermosa. Era más que para lo que estaba

preparada. Nerviosa, di un paso atrás, fuera de la luz solar, necesitaba alejarme de la

energía de su mirada. Había oído que el espíritu podía enviarlo por una extraña

tangente, pero no tenía idea de si eso era lo que pasaba. Estuve a salvo de salir con uno

de mis débiles intentos de realizar un comentario ingenioso cuando golpearon la puerta

y ambos dimos un salto.

Adrian parpadeó y un poco de ese escape momentáneo a la oscuridad se desvaneció.

Sus labios se torcieron en una de sus sonrisas ocultas, y fue como si no hubiera pasado

nada raro. —Hora del espectáculo, ¿eh?

Page 379: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

379

Asentí, tambaleándome con una confusa mezcla entre alivio, nerviosismo, y…

emoción. Excepto que no estaba del todo segura si esos sentimientos eran por Adrian o

por nuestros inminentes visitantes.

Todo lo que sabía era, que repentinamente, podía respirar con mayor facilidad de lo

que había sido capaz hace un momento.

Él caminó a través del salón y abrió la puerta con una reverencia. Abe entró, en un

resplandeciente traje gris y amarillo que combinaba muy bien con la Pintura de

Adrian.

Una amplia sonrisa apareció sobre el rostro del viejo Moroi.

—Adrian, Sydney… que agradable verlos de nuevo. ¿Creo que ya conocen a esta

jovencita?

Se movió hacia nosotros, revelando a una pobre niña con cabello castaño y grandes

ojos azules llenos de sospecha.

—Hola, Angeline —dije.

Cuando me dijeron que Angeline Dawes iba a ser la nueva compañera de Jill, pensé

que era lo más ridículo del mundo. Angelina era una de las guardianas del grupo

separatista de Moroi, Dhampirs y humanos que Vivian en el bosque de West Virgina.

No tenían nada que ver con la “civilización” o ninguna de nuestras carreras y además

tenían un número de costumbres bizarras, por no decir abominables en cuanto a

tolerar el romance interracial.

Más tarde, cuando pensé en ello, decidí que Angeline podría no ser tan mala opción.

Tenía la misma edad que Jill, dándole posiblemente una conexión más cercana de lo

que yo podía manejar. Aunque Angeline no estaba entrenada de la manera en que

Eddie lo estaba, aun podía sostener su posición en una batalla. Si alguien venia por Jill

tendrían que trabajar duro para pasar a través de Angeline.

Y con la aversión que la gente de Angeline tenía hacia los Moroi “contaminados” no

tendría razones para promover sus políticas.

A medida que la estudiaba a ella y a su raída ropa, me preguntaba sin embargo si se

adaptaría adecuadamente a estar lejos de los Vigilantes. Tenía la misma mirada

Page 380: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

380

arrogante que había visto cuando visité su comunidad, pero aquí pude ver un poco de

nerviosismo cuando se fijó en la casa de Adrian.

Después de vivir su vida entera en los bosques, este pequeño apartamento con

televisor y sofá con tapizado de rombos era probablemente el tope de lo moderno y

lujoso.

—Angeline —dijo Abe—. Este es Adrian Ivashkov

Adrian extendió su mano, cambiando a su encanto natural.

—Un placer.

Ella tomo su mano después de un momento de duda.

—Gusto en conocerlo —dijo en su extraño acento sureño. Lo estudió por unos

segundos más—. Luce demasiado bonito para ser útil.

A mi pesar di un grito ahogado. Adrian rió y sacudió su mano.

—Nunca se habían dicho palabras más ciertas—dijo él.

Abe me miró. Tenía probablemente una mirada de terror en mi rostro porque ya estaba

imaginando el control de daños que tendría que hacer con Angeline diciendo o

haciendo algo completamente equivocado en Amberwood.

—Indudablemente Sydney querrá… orientarte sobre qué esperar antes de que

comiences la escuela —dijo Abe diplomáticamente.

—Indudablemente —repetí.

Adrian se había Alejado de Angeline pero aún estaba sonriendo. —Dejemos que

Jailbait lo haga. O mejor aún Castile. Será bueno para él.

Abe cerró la puerta pero no antes que tuviera un vistazo del pasillo vacío.

—¿No son solo los dos cierto? —pregunté— Escuche que había otros. ¿Sonya es una,

cierto?

Abe asintió.

Page 381: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

381

—Ya vienen. Están estacionando el coche. Por acá es terrible estacionar en la calle.

Adrian me miró, asombrado por la revelación.

—¿Hey también puedo heredar el coche de Keith?

—Me temo que no —dije—. Pertenecía a su padre. Se lo llevó de vuelta. —La

expesión de la cara de Adrian decayó.

Abe metió sus manos en sus bolsillos y caminó casualmente por la sala. Angeline

permaneció donde estaba. Creo que todavía estaba dimensionando la situación.

—Ah, sí —reflexionó Abe—. El último gran señor Darnell, ese chico realmente ha

sido acosado por la tragedia ¿no es cierto? Qué vida tan difícil. —Se detuvo y miró a

Adrian—. Pero al menos tú pareces haberte beneficiado de su caída.

—Hey —dijo Adrian—. Me gané esto, así que no me des ninguna queja sobre el

rescate de Clarence. Sé que querías que me quedara aquí por alguna extraña razón,

pero…

—Y lo hiciste —dijo Abe simplemente.

Adrian frunció el ceño.

—¿Huh?

—Hiciste exactamente lo que quería. Sospeché que algo raro estaba sucediendo con

Clarence Donahue, que podría estar vendiendo su sangre. Esperaba que tenerte a la

mano descubriera la trama. —Abe acaricio su barbilla de esa brillante manera tan

típica de el—. Por supuesto, no tenía idea que el señor Darnell estaba involucrado,

tampoco esperaba que tú y la joven Sydney se unieran para desentrañar todo.

—Difícilmente llegué tan lejos —dije secamente. Un extraño pensamiento se me

ocurrió—. ¿Por qué te importo que Keith y Clarence estuvieran vendiendo sangre de

vampiro? Quiero decir, nosotros los Alquimistas tenemos razones para no querer

eso… ¿pero por qué te sentirías de esa manera?

La sorpresa brilló en los ojos de Adrian, seguida por un pensamiento.

Page 382: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

382

—Tal vez porque no quiere competencia.

Mi barbilla casi cae abierta. Para nadie era un secreto, alquimistas o Moroi que Abe

Mazur traficaba con mercancías ilegales. Que estuviera moviendo grandes cantidades

de sangre de vampiro para humanos nunca se me había ocurrido. Pero mientras más lo

estudiaba, me di cuenta que debería haberlo hecho.

—Ahora, ahora —dijo Abe, sin empezar si quiera a sudar—, no necesitamos hablar de

temas desagradables.

—¿Desagradable? —exclamé— ¿Si estas involucrado en algo que…?

Abe levanto una mano para detenerme.

—Suficiente, por favor. Porque esa oración terminará contigo diciendo que le contaras

a los Alquimistas, lo que significaría que tendríamos que llamarlos y tendríamos que

discutir unos cuantos misterios. Por ejemplo cómo el señor Darnell perdió su ojo.

Me congelé.

—Lo hicieron los Strigoi —dijo Adrian impacientemente.

—Oh, vamos —dijo Abe con una sonrisa torcida en sus labios—. Mi fe en ti ha sido

restaurada, ¿desde cuándo los Strigoi hacen mutilaciones tan precisas? Una mutilación

muy ingeniosa debo decir. No es que alguien lo vaya a notar alguna vez. Un talento

desperdiciado, te lo digo.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó Adrian horrorizado— ¿No fue un Strigoi? ¿Me

estás diciendo que alguien cortó su ojo a propósito? ¿Estás diciendo que tu…?

Las palabras le fallaron, y el simplemente miro entre Abe y yo. —Eso es, ¿verdad? Tu

trato con el Diablo. ¿Pero, por qué?

Me encogí cuando tres pares de ojos se quedaron mirándome, pero no había manera

de que reconociera lo que Adrian estaba empezando a comprender. Tal vez pudiera

haberle dicho si hubiéramos estado solos. Tal vez.

Pero no podía decirle. No mientras Abe lucía tan petulante y ciertamente con una

extraña como Angeline ahí.

Page 383: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

383

No podía decirle a Adrian cómo hace algunos años había encontrado a mi hermana

Carly, después de haber salido con Keith. Fue cuando todavía vivía con nosotros y

justo antes que se fuera a la universidad. Ella no había querido ir con él, pero nuestro

padre amaba a Keith y había insistido. Keith era su chico dorado y no era capaz de

hacerle daño a nadie.

Keith también lo creía, por lo que no había sido capaz de aceptar un no por respuesta

cuando él y Carly estuvieron solos. Después en la noche, ella había venido a mí,

arrastrándose hasta mi habitación y lloró en mis brazos.

Mi reacción instantánea fue decirles a nuestros padres, pero Carly había tenido mucho

miedo… especialmente de nuestro padre. Yo era joven, tan asustadiza como ella y lista

para aceptar todo lo que ella quisiera.

Carly me había hecho prometer que no le diríamos a nuestros padres, así que hundí

mis esfuerzos en asegurarle que no había sido su culpa.

Me dijo que todo el tiempo Keith se la había pasado diciéndole cuán hermosa era y

cómo no le había dejado opción, que era imposible alejar sus ojos de ella.

Finalmente la convencí de que ella no había hecho nada mal, que no lo había

provocado… pero aun así me hizo mantener la promesa de quedarme en silencio.

Fue uno de los mayores arrepentimientos de mi vida. Odiaba mi silencio pero no tanto

como odiaba a Keith por creer que podía violar a alguien tan dulce y gentil como Carly

y salirse con la suya.

No fue hasta tiempo después, cuando tuve mi primera asignación y conocí a Abe

Mazur, que me di cuenta que había otras maneras de hacer pagar a Keith conservando

mi promesa.

Así que hice mi trato con el diablo. Sin importarme a lo que me estaba sujetando, o

que estaba inclinándome a barbáricos niveles de venganza.

Abe había montado un falso ataque de Strigoi y cortado uno de los ojos de Keith a

principios de ese año. A cambio me convertí en la especie de “Alquimistas de reserva”

de Abe.

Era parte de lo que me había llevado a ayudar a Rose con su escape de la cárcel.

Estaba en deuda con él.

Page 384: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

384

En cierto modo, reflejaba amargura, tal vez le había hecho un favor a Keith. Tal vez

con el ojo que le quedaba no encontraría tan “imposible” en el futuro alejarse de

jóvenes desinteresadas.

No, ciertamente no le diría a Adrian nada de eso, pero el aún me estaba mirando con

un millón de preguntas en su rostro mientras trataba averiguar qué en el mundo me

había reducido a contratar a Abe como asesino a sueldo.

Las palabras de Lauren repentinamente volvieron a mí.

¿Sabes?, puedes ser horripilante como el infierno algunas veces.

Tragué saliva.

—¿Recuerdas cuando me pediste que confiara en ti?

—Sí… —dijo Adrian.

—Necesito que hagas lo mismo por mí.

Un largo silencio se instaló. No me atreví a mirar a Abe porque sabía que estaría

sonriendo.

—“Valiente” era algo que ya sabía —dijo Adrian después de lo que pareció una

eternidad—. De acuerdo confió en ti, Sage. Confió en que hayas tenido buenas

razones para hacer lo que hiciste.

No hubo broma, ni sarcasmo. Estaba mortalmente serio, y por un momento me

pregunté cómo pude haberme ganado su confianza profundamente. Tuve un extraño

recuerdo de los momentos antes que Abe hubiera llegado, cuando Adrian había

hablado de pintarme y mis sentimientos habían sido un revoltijo.

—Gracias —dije.

—¿De qué —demandó Angeline— están hablando ustedes?

—De nada interesante te lo aseguro —dijo Abe, quien realmente estaba disfrutando

esto—. Lecciones de vida, desarrollo del carácter, deudas sin pagar. Esa clase de cosas.

Page 385: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

385

—¿Sin pagar? —Me sorprendí dando un paso adelante y mirándolo fijamente—. He

pagado esa deuda cientos de veces. Ya no te debo nada. Ahora mi lealtad es

únicamente hacia los Alquimistas. No hacia ti. Hemos terminado.

Abe aún estaba sonriendo, aunque vaciló un poco. Creo que al haberme exaltado lo

pillé con la guardia baja.

—Bueno eso me recuerda… ah. —Más golpes.

—Aquí está el resto de nuestra fiesta. —Se apuró hacia la puerta.

Adrian dio unos pasos hacia mí.

—Nada mal, Sage. Creo que acabas de asustar al viejo Mazur.

Sentí como una sonrisa comenzaba a formarse.

—No lo sé, pero se sintió bien.

—Deberías contestarle a la gente más seguido —dijo él.

Nos sonreímos y mientras él me observaba, sentí de nuevo un sentimiento de ansiedad.

Probablemente él no lo estaba experimentando exactamente, pero tenía un humor tan

brillante y relajado. Raro… y a la vez muy atractivo.

Asintió hacia donde Abe estaba abriendo la puerta.

—Es Sonya.

Los usuarios del espíritu podían sentirse entre sí cuando estaban lo suficientemente

cerca, incluso entre puertas cerradas. Y efectivamente cuando la puerta se abrió, Sonya

Karp entro como una reina, alta y elegante. Con su pelo rojo atado en un moño, la

mujer Moroi podría haber sido la hermana mayor de Angeline.

Sonya nos sonrió, aunque no pude evitar un escalofrió cuando recordé la primera vez

que la había visto. En ese entonces no había sido ni tan bonita ni tan amable. Había

tenido ojos rojos y había tratado de matarnos.

Page 386: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

386

Sonya era un Strigoi que había sido transformada de nuevo a un Moroi, lo que la hacia

la elección ideal para trabajar con Adrian con el fin de averiguar cómo usar el espíritu

para prevenir a la gente de ser convertida.

Sonya abrazó a Adrian y caminó hacia mí cuando alguien más apareció en la puerta.

En retrospectiva, no debería haberme sorprendido al ver quién era. Después de todo, si

queríamos averiguar qué magia especial del espíritu en Lee había impedido que fuera

convertido de nuevo, necesitaríamos toda la información posible.

Y si un Strigoi transformado era bueno, dos eran mejor.

Adrian palideció y se quedó completamente quieto cuando vio al recién llegado, y en

ese momento, todas mis grandes esperanzas sobre él se vinieron abajo.

Antes había estado segura que si Adrian sólo pudiera alejarse de su pasado y cualquier

evento traumático, sería capaz de encontrar un propósito y mantenerse estable.

Bueno, parecía que su pasado lo había encontrado, y si esto no se consideraba un

evento traumático, no sabía que lo era.

El nuevo compañero de investigación de Adrian entró por la puerta, y supe que la

precaria paz que acabábamos de establecer en Palm Springs estaba a punto de

romperse.

Dimitri Belikov había llegado.

Fin del Libro

Page 387: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

387

Richelle Mead.

Nacida el 12 de Noviembre de 1976, Richelle es una autora de libros

mejor vendidos de fantasía urbana.

Se graduó como Licenciada en Asuntos Generales por la Universidad

de Michigan, para más adelante hacer una maestría en enseñanza y

otra en Comparación de Religiones.

Ha participado escribiendo en diversas antologías, pero es más

conocida por sus series Georgina Kincaid,. Dark Swan, Vampire

Academy y Bloodlines, siendo las dos últimas las que más éxito le han

traído a su carrera.

Page 388: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

388

The Golden Lily. La dura e inteligente Alquimista Sydey Sage y la princesa Moroi de

mirada perdida Jill Dragomir, se encuentran escondidas en un

internado humano en la soleada... y glamurosa Palm Springs

(California).

Los estudiantes, de familias ricas y poderosas, siguen con sus vidas

en una feliz ignorancia mientras Sydney, Jill, Eddie y Adrian hacen

todo lo posible por mantener su secreto a salvo.

Pero con romances prohibidos, inesperadas alianzas con espíritus y

la amenaza de los Strigoi, que están cada vez más cerca, ocultar la

verdad resulta más difícil de lo que imaginaban.

Page 389: ¬ Bloodlines

Bloodlines Richelle Mead Bloodlines

TR

AD

UC

CIÓ

N D

E P

UR

PL

E R

OS

E

389

Traducido, Corregido y Diseñado en:

Foro Purple Rose www.purplerose1.net

¡Visitanos!