18326578 fundamentacion de la bioetica

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Acta Bioethica (Continuacin de Cuadernos del Programa Regional de Biotica OPS/OMS) Ao XV N 1 - 2009 ISSN 0717 - 5906 Indizada en Science Citation Index (SCI), Lilacs, SciELO y LatindexDirector Fernando Lolas Stepke Editor lvaro Quezada Seplveda Publicaciones Francisco Len Correa Revisin Marta Glukman Salita Diagramacin Fabiola Hurtado Cspedes

Consejo Asesor InternacionalJos Acosta Sariego Profesor Titular, Universidad Mdica de La Habana. Coordinador Acadmico de la Maestra de Biotica, Universidad de La Habana. Salvador Daro Bergel Profesor de la ctedra UNESCO de Biotica, Universidad de Buenos Aires, Argentina. Gabriel D Empaire Yez Jefe de Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de Clnicas, Caracas, Venezuela. Jos Geraldo De Freitas Drumond Fundao de Amparo Pesquisa do Estado de Minas Gerais (FAPEMIG), Brasil. Dafna Feinholz Directora Ejecutiva de la Comisin Nacional de Biotica, Mxico. Marta Fracapani Cuenca de Cuitio Profesora Asociada rea de Pediatra, Facultad de Ciencias Mdicas, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. Csar Lara lvarez Director de Enseanza y Divulgacin, Instituto Nacional de Medicina Genmica, Mxico. Francisco Len Correa Profesor del Centro de Biotica de la Pontificia Universidad Catlica de Chile. Alfonso Llano Escobar, S.J. Director del Instituto de Biotica CENALBE, Pontificia Universidad Javeriana, Colombia. Roberto Llanos Zuloaga Presidente de la Asociacin Peruana de Biotica. Presidente del Comit de Salud Mental de la Academia Peruana de Salud, Lima, Per. Jos Alberto Mainetti Campoamor Director del Instituto de Humanidades Mdicas de la Fundacin Dr. Jos Mara Mainetti, La Plata, Argentina. Victoria Navarrete Cruz Coordinadora del Centro de Investigaciones en Biotica, Universidad de Guanajuato, Mxico. Delia Outomuro Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Alberto Perales Cabrera Director del Instituto de tica en Salud, Facultad de Medicina, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Per. Leo Pessini Vicerrector del Centro Universitario So Camilo, So Paulo, Brasil. Leonides Santos y Vargas Director del Instituto de Estudios Humansticos y Biotica Eugenio Mara de Hostos. Recinto de Ciencias Mdicas, Universidad de Puerto Rico. Mara Anglica Sotomayor Saavedra Asesora Jurdica de la Facultad de Medicina, Universidad de Chile. Ral Villarroel Soto Director del Centro de Estudios de tica Aplicada, Universidad de Chile.

La revista Acta Bioethica es publicada semestralmente por el Programa de Biotica de la Organizacin Panamericana de la Salud/Organizacin Mundial de la Salud, OPS/OMS. Avenida Providencia 1017, Piso 7, Providencia. Casilla 61-T, Santiago, Chile. Telfono: (56-2) 236-0330. Fax: (56-2) 346-7219. http://www.paho.org/spanish/bio/home.htm [email protected]

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Los artculos son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente la opinin del Programa de Biotica de la Organizacin Panamericana de la Salud/Organizacin Mundial de la Salud, OPS/OMS. Andros Impresores Hecho en Chile / Printed in Chile

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TABLA DE CONTENIDOS

Introduccin Quo vadis biotica? Fernando Lolas Stepke...................................................................................................................................... 7 Originales Los paradigmas de fundamentacin en la tica contempornea Ricardo Maliandi, scar Ther, Sergio Cecchetto ............................................................................................ 11 La tarea de fundamentar la tica en Karl-Otto Apel y en la tica convergente Ricardo Maliandi .......................................................................................................................................... 21 La biotica como quehacer filosfico Jorge Jos Ferrer ............................................................................................................................................. 35 Fundamentaciones de la biotica Alfonso Gmez-Lobo ...................................................................................................................................... 42 Biotica global y derechos humanos: una posible fundamentacin universal para la biotica? Cristin Borgoo Barros ................................................................................................................................. 46 La dignidad de la persona humana. Desde la fecundacin hasta su muerte Juan de Dios Vial Correa, ngel Rodrguez Guerro .......................................................................................... 55 Dignidad humana. Reconocimiento y operacionalizacin del concepto Monique Pyrrho, Gabriele Cornelli, Volnei Garrafa ......................................................................................... 65 Fundamentos y principios de biotica clnica, institucional y social Francisco Javier Len Correa .......................................................................................................................... 70 Biotica y reciprocidad en el reconocimiento de derechos y deberes Ral Villarroel Soto ....................................................................................................................................... 79 Temas para una biotica latinoamericana Eduardo Rodrguez Yunta .............................................................................................................................. 87

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Interfaces Objecin de conciencia, la muerte y el morir en enfermedades en etapa terminal Octaviano Humberto Domnguez Mrquez .................................................................................................... 94 Consentimiento informado en odontologa. Un anlisis terico-prctico Leonor Palomer R. ....................................................................................................................................... 100 Percepcin del cirujano-dentista respecto del uso del consentimiento informado en el tratamiento odontolgico Cla Adas Saliba Garbin, Artnio Jos Isper Garbin, Cleide dos Anjos Santos, Patrcia Elaine Gonalves .......... 106 Documentos Conference on ethics in biomedical research regulations, healthcare and professional conduct ................... 112 Recensiones ............................................................................................................................................... 114 Publicaciones ............................................................................................................................................ 116 Instrucciones a los autores........................................................................................................................ 121 Instructions to authors ............................................................................................................................. 125 Tabla de contenidos del nmero anterior ................................................................................................ 129

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INTRODUCCIN

QUO VADIS BIOTICA?

Fernando Lolas Stepke*

El tema que cohesiona las aportaciones de este nmero de Acta Bioethica es el estatuto epistemolgico de la biotica y los paradigmas de su fundamentacin. Ms all de la cuestin nominal (lo relacionado con el nombre), ste es sin duda el segundo problema que debiera interesar al lector con inclinaciones acadmicas. La biotica se llama biotica porque sus originadores, Fritz Jahr, en 1927(1-3), y Van Rensselaer Potter, en 1970, pensaron en una fusin de discursos(4). Jahr lo hizo desde una lectura de Kant y propuso hablar de un imperativo biotico que protegiera la vida en todas sus formas. Potter pens en una ciencia de la supervivencia, una tica global que hiciera solidarios a los habitantes de la bisfera. Bien sabemos que una palabra, al ser importada a otras lenguas, sufre interpretaciones diversas. Algunas son tautolgicas, como decir que se trata de bios y de ethos, lo que sin duda no sirve sino para ejercicios escolares. Otras, especialmente en nuestro entorno latinoamericano, descuellan por lo antojadizas y abarcadoras, pudiendo significar cualquier cosa, desde defensa de los derechos humanos hasta agenda de politicastros y elaboradores de panfletos. A nadie parece importarle que cuando se vierte una palabra a otra lengua no slo se importan unos fonemas. Se importa una Weltanschauung, una tradicin y ciertos hbitos de pensamiento que, con ser vivenciales y propios de una cultura, exigen trabajo reflexivo para su correcta comprensin en otra atmsfera intelectual. Este trabajo est en buena medida por realizarse y sin duda las aportaciones de este nmero pueden considerarse pasos en la direccin adecuada. Los autores de una revista, a diferencia de quienes son convocados a preparar un libro, no precisan conocer lo que sus compaeros de empresa escriben. Cada artculo constituye una unidad conclusa y sellada. El autor presenta sus argumentos, fundamenta sus asertos y, finalmente, propone conclusiones o recomendaciones. La mayora de los autores aqu reunidos hace eso. Algunos tratan en forma especfica algunas cuestiones que consideran relevantes. Se impone la nocin de que es necesario pensar la biotica y no slo declamarla, anunciarla, enarbolarla o cualquier accin de parecido jaez cosmtico. Este talante filosfico es fortaleza y debilidad por igual. A algunos alejar por suponer que el discurso ser abstruso. A otros encantar por pensar que all la especulacin puede hacer de las suyas. Ni qu decir tenemos que ambos extremos no hacen justicia a un discurso y unas prcticas sociales que han tenido, desde hace ya varios aos, sesgo prctico e intencin utilitaria. Pues lo que ha venido a predominar, de todas las acepciones posibles del vocablo biotica, es ese ncleo de practicidad en el campo de las ciencias de la vida y la salud que hacen, por ejemplo, que estemos hablando de ella en hospitales y centros de estudios biolgicos y bastante menos en instituciones vinculadas a estudios ambientales, las disciplinas de la ingeniera y las ciencias sociales. El campo de las aplicaciones es de suyo amplio, diverso y, como dira el escritor peruano Ciro Alegra, ajeno. Ajeno en realidad a debates filosficos profundos. Ajeno a solicitaciones cotidianas. Ajeno a la verba poltica. Porque si algo aparece como relevante es que la biotica sobrepasa las formas clsicas de reflexin y esas monolticas construcciones que derivaban del monlogo de los filsofos consigo mismos. En realidad, deontologismos y teleologismos por igual encuentran acomodo en el trabajo de esas instituciones que bautizamos como comits, en las cuales lo que importa no es quines las conforman y ni siquiera cmo se conforman sino especialmente cmo deliberan y cmo arriban a conclusiones. En tanto procedimiento tcnico, la biotica es herramienta para tomar decisiones. No un arma para combatir herejes, espada para vencer enemigos o ltigo para convencer dscolos. Simplemente, pero tambin complejamente, dilogo encarnado en las ms cotidianas de las actividades, hablar y hacer. De algn modo, debemos hacernos cargo de que es en el corazn y la mente de las personas donde nacen la guerra y el odio y es por tanto all donde deben construirse la paz y el amor. Nada ms. Pero nada menos.* Director, Programa de Biotica, Organizacin Panamericana de la Salud Correspondencia: [email protected]

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Hace ya mucho que algunos tenemos la conviccin de que la biotica ha de desempear un papel hermenutico en las relaciones humanas. Schleiermacher, citado por Gadamer(5), deca que la hermenutica era un instrumento para evitar malentendidos tanto como una tcnica para desplegar el contenido verdadero de los textos. Pienso que tal es una meta autntica. Y por dems valiosa. Porque si algo caracteriza a las sociedades posmodernas o preblicas es el mosaicismo, esto es, su carcter de conjunto de mosaicos sociales, grupos que afirman su identidad en la oposicin a otros grupos, lderes que buscan fragmentar el cuerpo social para ganar adeptos, en fin, un perpetuo diferenciarse e individuarse de los colectivos humanos, lo cual plantea un dilema perenne: cmo hacer que haya visiones y metas compartidas, cmo extraer la humanidad comn en la multiforme variedad de los planes, las metas, los fines. El Estado-Nacin, quiz una de las ms interesantes construcciones histricas, tiene aspectos positivos y negativos, y es seal de la globalizacin que hoy se enseorea del mundo que muchos temas de importancia humana deban ser abordados ignorando fronteras polticas. Hoy queremos construir una comunidad supranacional o transnacional ms que internacional y nos enfrentamos a una globalizacin de las metas, las ideas y las aspiraciones, opuesta a los particularismos de etnias, grupos religiosos y comunidades polticas. Y esto, que es dato comprobable con slo leer el diario, nos produce esa mezcla de familiaridad y extraeza, acicate ltimo para desarrollar el discurso biotico. Pues si todos los seres humanos pensaran igual y no hubiera discrepancias (honestas o deshonestas), el trabajo dialgico de la biotica sera innecesario. El viejo ideal de la conciencia nica, a que sin duda aspiraron las grandes religiones y tambin la empresa imperial, se revive en los totalitarismos, que quisieran la uniformidad en lugar de la unidad y que terminan colapsados por su propia maquinaria represiva. Hoy debemos conformarnos con una tica de procedimientos, fuentes aceptadas de la legitimidad, ya que no siempre de la legalidad de las decisiones. Por los motivos que sean, el recuerdo de los redactores del Belmont Report nos indica que si bien solan concordar en las conclusiones no siempre los fundamentos por lo que podan hacerlo eran idnticos. Si se admite este papel pontifical del discurso biotico, que tiende puentes entre personas y racionalidades, se acepta de inmediato su carcter intersticial, desarrollado en los intersticios que dejan, al constituirse, los discursos ortodoxos de la modernidad. La biotica no es simplemente una tica aplicada. Tampoco es ciencia social que estudie usos y costumbres. Casi podra dudarse que haya unos contenidos que la definieran como disciplina de objetos de pensamiento. Para quienes hemos servido de intrpretes y mediadores, siempre ha predominado su carcter instrumental(6). Ello no significa, por cierto, negar la trascendencia de las cuestiones que deben ser interpeladas desde la filosofa profesional o las solicitaciones de una tecnociencia cada vez ms necesitada de ilustracin para no caer vctima de los fundamentalismos polticos o la instrumentalizacin contingente. Pero en los diversos planos en que se desenvuelven hoy los debates, son esas antinomias entre lo global y lo particular, entre lo individual y lo colectivo, entre lo propio y lo ajeno, entre la creencia y el dato, en fin, esas oposiciones que claman por dilogo, las que movilizan nuestros afanes y nos obligan en el ms lato de los sentidos a mantener conciencia avizora y buscar fuentes renovadas de inspiracin. La publicacin de Acta Bioethica es una labor de conciliacin y una desinteresada contribucin al dilogo. Bien sabemos que la tolerancia y la buena voluntad que peda Kant son bienes escasos y que en nombre de muchas buenas causas se cometen grandes desaguisados. Al menos, lo que quisiramos es que quienes los cometen alguna vez reparen en que los cometen y que nadie errar si defiende derechos humanos o grupos vulnerables pero s errar, y a veces mucho, si su forma de hacerlo tiene ms de batalla que de deliberacin. Es por ello que nos falta un gran captulo en la biotica: el de la tica que impera en la comunidad de quienes dicen practicarla. Como todas las comunidades humanas, hay en ella buenas personas y personas no tan buenas. Como el abanico de las motivaciones es infinito y como no todo se reduce a buenos o malos pensamientos, que quede para el futuro este anlisis ms terreno de qu hacen en realidad quienes dicen hacer biotica. Pues aqu, como en todo, entre el decir y el hacer media algn trecho. Nos complace presentar en este nmero autores de muy diversa procedencia y de encontradas convicciones. Refleja algo de lo que queremos hacer cuando decimos pluralismo.

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Referencias1. 2. 3. 4. 5. 6. Lolas F. Bioethics and animal research. A personal perspective and a note on the contribution of Fritz Jahr. Biological Research (Santiago) 2008; 41: 119-123. Lolas F. Fritz Jahr, el imperativo biotico y el origen de la palabra biotica. Boletn Biotica Informa 2008; 45: 3. Disponible en http://www.paho.org/spanish/bio/home.htm Lolas F. El imperativo biotico de Fritz Jahr y la neobiotica estadounidense. JANO (Barcelona) 2008; 1710: 1016. Lolas F. Biotica. El dilogo moral en las ciencias de la vida. 2 edicin. Santiago de Chile: Editorial Mediterrneo; 2001. Gadamer HG. Wahrheit und Methode. 4a edicin. Tbingen: JCB, Mohr (Paul Siebeck); 1975. Lolas F. Sobre constructivismo moral: necesidad de una axiografa emprica. Acta Bioethica 2000; 6(2): 219-229.

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ORIGINALESActa Bioethica 2009; 15 (1): 11-20

LOS PARADIGMAS DE FUNDAMENTACIN EN LA TICA CONTEMPORNEARicardo Maliandi*, Oscar Ther**, Sergio Cecchetto***Resumen: Este artculo revisa la fundamentacin tica (o de normas o valoraciones morales), problema bsico del nivel de reflexin designado habitualmente como normativo. Se exponen las diferentes actitudes desde las cuales se busca esclarecer el por qu de los fenmenos morales, siguiendo una clasificacin basada en la distincin entre empirismo (emparentado con el consecuencialismo) y apriorismo (en algn punto ligado con el deontologismo). Asimismo, se subrayan las insuficiencias y debilidades de ambos planteos, proyectando su utilidad para una posterior tarea de fundamentacin en el mbito de la biotica. Palabras clave: tica, fundamentacin, empirismo, apriorismo

THE PARADIGMS OF BASES IN CONTEMPORARY ETHICSAbstract: This article reviews the task of ethical reasoning (or of norms or moral valuation), the basic problem of the level of reflection typically labeled as normative. The article shows different attitudes from which to seek to clarify the why of moral phenomenon, following a classification based on the distinction between empiricism (related to consequentialism) and a priorism (at some point linked with deontologism). Also, insufficiencies and weaknesses of both statements are highlighted, projecting its usefulness for a future task of statements of reason in the context of bioethics. Key words: ethics, basis, empiricism, apriorism

OS PARADIGMAS DE FUNDAMENTAO NA TICA CONTEMPORNEAResumo: Este artigo revisa a fundamentao tica (ou de normas ou valoraes morais), problema bsico no nvel de reflexo designado habitualmente como normativo. So expostos as diferentes atitudes a partir das quais se busca esclarecer o porqu dos fenmenos morais, seguindo uma classificao baseada na distino entre empirismo (parecido com o consequencialismo) e apriorismo (em algum ponto ligado com o deontologismo). Desta maneira, so destacados as limitaes e debilidades de ambas as posies, projetando sua utilidade para uma tarefa posterior de fundamentao no mbito da biotica. Palavras chave: tica, fundamentao, empirismo, apriorismo

* Doctor en Filosofa, Universidades Nacionales de Mar del Plata y de Lans, Argentina ** Doctor en Medicina, Universidad Nacional de Lans, Argentina *** Doctor en Filosofa, Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas (CONICET), Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina Correspondencia: [email protected]

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Los paradigmas de fundamentacin en la tica contempornea - Ricardo Maliandi, scar Ther, Sergio Cecchetto

IntroduccinLa tica entendida como disciplina filosfica se ha abocado desde hace veinticinco siglos a la spera tarea y la importante responsabilidad de esclarecer el sentido de los fenmenos morales, y en particular de las valoraciones y las normas asociadas a esos fenmenos. En todo cuanto se refiere a ellos trata esencialmente de dos cosas: del enjuiciamiento, la apreciacin o ponderacin de las conductas en la interaccin social, y de las prescripciones acerca de cmo debera ser esa interaccin. El gran problema de la tica es, entonces, si lo moral y por tanto los conceptos de deber y bien tiene un sentido y, en tal caso, cul es ese sentido. La fundamentacin tica (o la de normas o valoraciones morales) se plantea como problema bsico al menos en el nivel de reflexin, designado habitualmente como tica normativa. Qu significa fundamentacin? En trminos generales, se trata de una operacin racional. Sin embargo, puede entendrsela de dos modos distintos: ya sea como una suerte de construccin arquitectnica, en el sentido de establecer las bases de un sistema, o bien como una reconstruccin, es decir, como la explicitacin de algo implcito o el esclarecimiento de algo oscuro. En este ltimo caso, fundamentar es hacer visible algo que no se vea y que, sin embargo, sirve de sostn a lo que se ve. Equivale a proporcionar una respuesta a la pregunta por qu?, pero una respuesta racionalmente satisfactoria, es decir, una que convierta en superflua o inadecuada cualquier insistencia con la misma pregunta. Hablar de paradigmas en la tarea de fundamentar la tica implica, entonces, la hiptesis de que no es imposible una fundamentacin tica reconstructiva. Ello depende asimismo de que puedan presentarse buenos argumentos en su favor. Que los argumentos sean buenos depender de que resistan con xito las objeciones principales del escepticismo tico y de que permitan mostrar lo que est necesariamente supuesto en los fenmenos morales. Lo primero es la parte negativa de la fundamentacin y se deriva de la necesidad de probar su posibilidad tica contra los reparos que de hecho y con insistencia se le ha formulado a esta tarea; lo segundo corresponde a la parte positiva, constituye la reconstruccin propiamente dicha y tiene que enunciar claramente el principio fundante (o mejor, los principios), es decir, proporcionar criterios para la legitimacin de normas y valoraciones.

Bien y deber tendrn sentido si la reflexin puede mostrar razones esto es, fundamentos de lo que se considera bueno o de lo que se cree que se debe hacer. Aqu reside el problema central de la tica, la inquietud racional que convierte a sta en una disciplina filosfica. Y la discrepancia bsica tiene lugar entre los que creen imposible encontrar estas razones aunque su escepticismo tiene grados y matices diferentes(1,2) y los que avalan la posibilidad de fundamentacin, y tienen entonces que formular alguna propuesta convincente y coherente. Estos ltimos recurren a criterios muy variados para formular sus propuestas. Se comprende que el problema central de la tica ha sido y sigue siendo si es o no posible encontrar los fundamentos de los fenmenos morales. Si se acepta tal posibilidad, corresponde atender a cules son esos fundamentos y cmo se los demuestra. En los apartados siguientes haremos un breve recorrido por los principales intentos fundacionistas, indicando cules han sido, en cada caso, sus aportaciones particulares y sus respectivos defectos.

2. La insuficiencia estructural de las fundamentaciones empiristasEs tradicional reconocer que existen al menos dos tipos de fundamentacin tica: la deontolgica y la teleolgica. La primera pone el acento sobre el concepto de deber; la segunda sobre el de bienes y fines. A esta ltima suele denominrsela tambin consecuencialista o del xito, ya que establece como criterio tico la consideracin de los efectos (directos y/o indirectos, reales y/o posibles), mientras que la primera se conoce asimismo como tica de la intencin o de los principios, porque remite a esas instancias(3)1. Cualquiera de las dos es correcta y permite reconocer la mayora de los intentos fundacionistas. El deontologismo (o tica de la conviccin) ve el fundamento en algn principio. Este puede variar mucho segn la teora tica que lo postule. Es deontolgica la tica kantiana, pero lo es asimismo la cristiana. Adems, no siempre el principio es uno solo: hay formas de principialismo pluralista. Por su parte, el teleologismo (o1 Max Weber propuso la distincin entre tica de la conviccin (Gesinnungsethik) y tica de la responsabilidad (Verantwortungsethik). Esa dicotoma, ms frecuentemente usada entre los autores germnicos, corresponde aproximadamente a la de deontologismo-teleologismo (o consecuencialismo), comn en la lengua inglesa.

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consecuencialismo, o tica de la responsabilidad) define el carcter moral de un acto segn el tipo de consecuencias que de hecho produce o que tiene mayor posibilidad de producir. El modelo ms notorio y difundido es el utilitarismo, que presenta numerosas variantes. Para una exposicin ms clara y que consigne con mayor profundidad las diferentes actitudes desde las cuales se busca el por qu de los fenmenos morales, nos parece preferible seguir una clasificacin basada en la distincin entre empirismo y apriorismo. Las fundamentaciones empiristas se emparentan, sin duda, con las consecuencialistas, pero no coinciden necesariamente con stas. Las apriorsticas, por su parte, tampoco son necesariamente deontologistas y abarcan propuestas tan diversas como la tica kantiana, la tica material de los valores y la tica del discurso. Las principales objeciones que pueden presentarse a los intentos empiristas de fundamentacin no son nuevas. Ya fueron presentadas por Kant y jams han sido suficientemente respondidas. Por el contrario, se han reforzado desde entonces y podran ser expuestas echando mano a tres vas argumentativas: a) Es imposible inferir principios desde experiencias ticas, dado que tales experiencias slo son concebibles en el marco de principios que constituyen el necesario contexto de referencia para distinguir lo que es tico de lo que corresponde a otros mbitos. b) Tampoco es posible explicar lo tico partiendo de experiencias extraticas. Todo intento en ese sentido incurre en una incoherencia lgica que ya haba sido advertida por David Hume y ms tarde bautizada por G. E. Moore como falacia naturalista. c) Los intentos de fundar el deber en la experiencia desembocan, como ya lo advirti Kant, en escepticismo (es decir, en negacin de la posibilidad de fundamentacin), porque la experiencia muestra que los deberes son constantemente infringidos, y dan a las propuestas deontolgicas la apariencia de fantasas derivadas de la imaginacin humana. La importancia decisiva de Kant en el tratamiento y solucin del problema de la fundamentacin tica estriba especialmente en haber demostrado que esa fundamentacin tiene que ser independiente tanto de la metafsica dogmtica como de cualquiera forma de experiencia. Con ello estableci a la vez la autonoma de la tica normativa.

Respecto de la metafsica, l hablaba de principios espurios racionales que aluden a la perfeccin, y que eran el teolgico y el ontolgico. El teolgico es rechazable no slo porque remite al concepto de una voluntad omniperfecta y divina, que tiene que inferirse a partir del concepto de moralidad (y por tanto, si se usara ese concepto como premisa para inferir desde all el de moralidad, se incurrira en una petitio principii)2, sino tambin y especialmente porque, si aquella falacia se evitara, habra que vincularlo a cosas tales como las terribles representaciones del poder y del afn de venganza(4), lo cual es precisamente opuesto al sentido de la moralidad. El concepto ontolgico tambin es rechazable, pues es vaco o indeterminado; adems, presupone la misma moralidad que se pretende fundamentar. Kant lo considera, sin embargo, preferible al teolgico, porque al menos prescinde de la sensibilidad y slo apela al tribunal de la razn pura. De todos modos, ambos principios quedan impugnados porque representan la heteronoma de la voluntad. Tambin hay, segn Kant, dos principios empricos espurios, igualmente basados en esa heteronoma. Los dos derivan del concepto de felicidad: el de la felicidad propia y del sentimiento moral(4). El primero sera el principio de lo que hoy denominamos hedonismo egosta; el segundo est ligado a los moralistas britnicos del siglo XVIII (Hume, Adam Smith, Hutcheson) y al utilitarismo (o hedonismo social). Segn Kant, ninguno de ellos es apto para fundar leyes morales, porque todos apelan a circunstancias contingentes de la naturaleza humana de las que no cabe inferir una justificacin con validez universal y necesaria. Kant aade que el peor de los dos es el de la felicidad propia, no slo porque pretendiendo ser emprico contradice precisamente a la experiencia de que no siempre el bien obrar conduce al bienestar, ni slo porque confunde el ser bueno con el ser feliz, sino en particular porque falsea el sentido autntico de la moralidad, en tanto impide distinguir entre las causas de la virtud y las del vicio. El principio del sentimiento moral en cambio le parece ms acorde a la moralidad, porque valora positivamente la virtud al no confundir lo moral con el provecho. No obstante, como los2 La fundamentacin teolgica representa, en definitiva, una especie de recurso al argumento de autoridad y, por tanto, no es un verdadero intento de fundamentacin, sino que ms bien deja en suspenso el problema.

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Los paradigmas de fundamentacin en la tica contempornea - Ricardo Maliandi, scar Ther, Sergio Cecchetto

sentimientos son mltiples y distintos entre s no garantizan leyes universales ni la validez de juicios, con lo cual resulta que tampoco este principio proporciona un fundamento. Si se excluyen las reapariciones modernas y posmodernas del hedonismo (cuyos orgenes se remontan a los escritos de cirenaicos y epicreos), podra decirse que los principios ticos empricos ms relevantes, al menos en los ltimos dos siglos, fueron el de la tica utilitarista y el de la evolucionista. Nos referiremos brevemente a estas dos poderosas corrientes. El utilitarismo fue el resultado de una gradual confluencia entre la tradicin hedonista grecorromana y la tradicin empirista britnica(5,6). En relacin con esta ltima, resultan particularmente relevantes los aportes de moralistas britnicos del siglo XVIII, e incluso un poco anteriores a Shaftesbury (Anthony Ashley), quien ya hablaba del sentimiento moral como una especie de funcin natural consistente en aprehender los hechos morales. Es interesante sealar que Shaftesbury rechazaba toda forma de hedonismo, pues sostena que el bien no debera confundirse con el placer. A su vez, Francis Hutcheson retom y desarroll la idea del sentimiento moral (moral sense), pero tambin anticip la frmula del principio de utilidad, que l refera ms a la poltica que a la tica. Hablaba de la mayor felicidad de la mayor cantidad de miembros de una nacin como criterio para la evaluacin de los logros de naciones en general. A lo largo del siglo XVIII (y a travs de autores tan importantes como Hume, Adam Smith, el obispo Butler o los psiclogos asociacionistas David Hartley y Joseph Priestley, entre otros) se desarrolla lo que habra de conocerse como utilitarismo y que ha constituido, sin lugar a dudas, una de las corrientes ms importantes de la tica contempornea. Generalmente se considera a Jeremy Bentham como el fundador de esta corriente. l formul explcitamente el principio de utilidad, segn el cual la moralidad de un acto se mide por la cantidad de felicidad que produce y por la cantidad de gente que alcanza a disfrutarla. Felicidad se entiende, a su vez, en sentido hedonista, como maximizacin del placer y minimizacin del dolor; de modo que se pueden establecer criterios para un clculo de utilidad (o de felicidad). Bentham haba indicado expresamente siete criterios (todos ellos cuantitativos) referidos al placer: intensidad, duracin, certeza o seguridad,

proximidad, fecundidad, pureza menor mezcla con dolor y extensin cantidad de beneficiarios. Pero la verdadera eclosin del utilitarismo tuvo lugar en el siglo XIX, en conjuncin con el positivismo originario de Francia (Comte), particularmente a travs de la obra de John Stuart Mill. ste critic a Bentham por su concepcin puramente cuantitativa del placer y le aadi la distincin cualitativa entre placeres superiores y placeres inferiores (fuente de cuantiosas discusiones ulteriores). Pero hay otro punto de discrepancia entre Mill y Bentham que ha sido posiblemente ms relevante. Desde sus comienzos el utilitarismo haba padecido la objecin proveniente de tempranos detractores de que es posible concebir situaciones en las que la maximizacin del placer implica la comisin de alguna injusticia, y es obvio que semejante posibilidad resulta incompatible con la moralidad. Mill haba esbozado ya una inteligente respuesta al sealar que el desprestigio de las normas generalmente aceptadas produce a la larga mayor dolor que placer. En otros trminos, no interesan tanto las consecuencias de un acto particular sino las de un tipo general de actos o, ms rigurosamente, las que se derivan del respeto a la regla general, que a su vez justifica o no un acto determinado. Esto dio lugar a la distincin (particularmente importante en la tica anglosajona del siglo XX) entre utilitarismo de actos y utilitarismo de reglas(5,7-9), contraposicin significativa, sobre todo si se est atento a la conflictividad intrnseca del ethos. La importancia del utilitarismo en la historia de la tica es evidente. El principio de utilidad ha sido una aportacin universal inestimable como lo prueba, entre otras cosas, el hecho de que a menudo ha sido y sigue siendo aceptado, aunque con reservas, tambin por teoras no utilitaristas. A pesar de ello, creemos que su propuesta de fundamentacin tica fracasa irremisiblemente. Por de pronto, los utilitaristas no han logrado superar las objeciones sealadas por Kant respecto de los principios empricos, que son en definitiva los mismos que se han seguido proponiendo. El problema de cmo administrar mejor la felicidad o el placer (y la disminucin del dolor) entre los seres humanos es, en tanto cuestin tica, una arista del problema de la justicia. Y si se piensa en la eficacia de tal administracin se est aludiendo a lo que se conoce como arte de vivir. Pero la felicidad en cuanto tal o el placer, o el dolor no es un problema tico.

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Para la fundamentacin resulta absolutamente necesario distinguir los problemas ticos de otros que se relacionan ms bien con la prudencia, la sensatez, los consejos clnicos o incluso la astucia. Es cierto que a menudo se trata de zonas limtrofes y que eso puede llevar a confusiones; pero la tica consiste precisamente en ese esfuerzo de esclarecimiento. El concepto utilitarista del mayor beneficio para el mayor nmero no indica por s mismo cmo debe resolverse la distribucin en casos dudosos, como aquellos en que el problema no es el del nmero de personas afectadas, sino la necesidad de optar entre el beneficio de una persona y el de otra, sobre todo si la decisin depende directamente de una de esas personas. Por otra parte, con frecuencia estn en conflicto distintas clases de beneficios (o de perjuicios) o, ms complejo an, distintos principios. Estas situaciones no son tematizadas por el utilitarismo y hasta se requerira averiguar si son acaso tematizables. Desde un punto de vista formal, el principio de utilidad no se refiere necesariamente a la felicidad, sino en general al bien, que puede concebirse de diversos modos. Pero cualquiera sea el concepto de bien que se proponga o se adopte, la obligatoriedad de su maximizacin estar necesariamente presupuesta. Desde el punto de vista material, de contenidos, se suele distinguir entre un utilitarismo hedonista y otro idealista. El primero, a su vez, presenta variables, segn que el bien se entienda como placer o como alegra, o en sentido negativo como minimizacin del dolor o de la tristeza(10). Esas posibles variantes del principio de utilidad resultan muy sugerentes en orden a un posible reconocimiento de una pluralidad de principios o, como suele decirse ahora en biotica, para la formulacin de un principialismo pluralista. Queremos decir con esto que, aunque mantenido dentro de sus pautas habituales, el utilitarismo no alcanza a percibir (y menos a solucionar) sus propios conflictos intrnsecos, cumple en general con las condiciones bsicas para contribuir al anlisis de la conflictividad del ethos. Una contribucin semejante sera posible en la medida en que los pensadores utilitaristas no se encerraran en simplificaciones unilaterales, y en que los no utilitaristas admitieran que el utilitarismo brinda efectivamente instrumentos conceptuales y metodolgicos imprescindibles para desenvolverse dentro del estado actual de las investigaciones ticas. Esto ltimo requerira la disponibilidad a transitar

el gran laberinto utilitarista con el hilo de Ariadna de conceptos apriorsticos. Se comprendera mejor entonces que hay que estar atentos a las consecuencias de los actos e incluso que la complejidad propia de la accin humana puede justificar que sea necesario hacer clculos sobre ella. Desde luego, tampoco habra que olvidar los peligros del laberinto: siempre habr un Minotauro decidido a hacernos creer que en esa tarea se agota el ethos, es decir, que todo es explicable mediante clculos y medicin de consecuencias. La tica evolucionista es la otra gran propuesta de fundamentacin tica que opera desde el empirismo. La idea de evolucin tambin proviene de pocas remotas, pero comenz a imponerse en el mbito biolgico en el siglo XIX de modo casi paralelo al auge del utilitarismo con la teora de Charles Darwin. Las premisas cientficas de la evolucin biolgica fueron anteriores a Darwin y se discuta sobre ellas de manera ms o menos abierta en distintas disciplinas. Pero la teora alcanz relieve mundial slo a partir de la propuesta darwiniana y de su amplia difusin en las dcadas siguientes. Fue entonces cuando comenz a perfilarse la ocurrencia de aplicarla a las cuestiones morales y la idea de que con esa teora se dispona de una original y peligrosa fundamentacin tica. Conceptos como el de supervivencia de los ms aptos, en efecto, podan explicar fenmenos biolgicos, pero resultaban amenazadores e irresponsables utilizados en el campo de la praxis humana(11). El mencionado paralelismo con las propuestas utilitaristas se hizo especialmente ntido porque un pensador victoriano, Herbert Spencer, defensor de ideas evolucionistas incluso desde antes de la publicacin de El origen de las especies (1859)3, tena conexiones intelectuales y amistosas con J. S. Mill. El libro de Darwin, a pesar de las controversias que suscit y acaso precisamente por ellas, favoreci la difusin de la filosofa spenceriana de la evolucin. sta no se limitaba a lo biolgico, sino que se extenda a todas las reas del3 Spencer haba publicado ya en 1852 dos ensayos (Teora de la poblacin e Hiptesis de la evolucin) y en 1855 sus Principios de Psicologa, en los cuales ya propona la teora de la evolucin como principio general de la realidad e indicaba cmo poda aplicarse a la realidad psquica. Poco despus public su Tratado sobre el progreso: su ley y sus causas, en el que presentaba el principio de evolucin como ley del devenir histrico. Al aparecer las obras de Darwin, Spencer continu produciendo una serie de libros en los que fue mostrando la validez del principio de la evolucin no slo en lo biolgico, sino en todos los mbitos y para todas las ciencias.

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conocimiento, incluyendo la tica. Spencer propona un principio esttico (de conservacin de la fuerza) y otro dinmico (la ley de la evolucin o del progreso) que se formulaba en los siguientes trminos: La materia evoluciona a travs de un principio de integracin, en el cual pasa de una homogeneidad indeterminada e incoherente a una heterogeneidad determinada y coherente; y agregaba que el movimiento disipado se transforma paralelamente. En el marco de esta teora, la tica era concebida como una disciplina sociolgica destinada a demostrar que tambin en los fenmenos morales se cumple la ley de la evolucin. En el Estado primitivo predominaban las virtudes guerreras, que van perdiendo importancia a medida que las sociedades progresan y son finalmente rechazadas por el Estado industrial, en el cual el bienestar social (supuesto del utilitarismo que Spencer admita como criterio tico) no depende ya de conquistas violentas sino de las fuerzas de produccin. En la sociedad libre y pacfica el Estado se limita a salvaguardar la justicia. Para este modo de pensar, el principio de evolucin constitua el fundamento de la tica, proporcionando el nico criterio cientfico para reconocer normas y acciones morales. Todos los fenmenos contribuyen a una progresiva integracin social, en la cual el individuo deja de ser un tomo indiferenciado y se convierte gradualmente en un elemento activo y solidario. Es interesante advertir cmo la idea evolutiva se combina en esta tica con la de altruismo, que provena de Comte. El progreso tico evolutivo marcha necesariamente hacia una sociedad totalmente altruista, es decir, una sociedad perfecta en la que ya no se requeriran normas morales. Es obvio que estos ingenuos pronsticos no se cumplieron hasta ahora ni tampoco parecen plausibles. La trgica paradoja fue ms bien que precisamente las ticas evolucionistas inspiradas en Spencer desembocaron en lo que hoy se designa como darwinismo social, una corriente que floreci promediando el siglo XIX y que a su vez sirvi de estmulo a teoras racistas, sociales, nacionalistas, biologicistas y eugenistas que se enseorearon durante toda la centuria siguiente. Los darwinistas sociales llevan esa designacin porque se apoyaban en las ideas de lucha por la existencia (una nocin spenceriana) y de triunfo de los ms aptos (una idea desarrollada en El origen de las especies), y equiparaban el sentido que poda atribursele a esas nociones en el terreno biolgico a la esfera social.

Darwin mismo no era un darwinista social, porque no alentaba ninguna propuesta acerca de cmo deba ser la sociedad humana y evitaba comprometer su teora con connotaciones ticas. Pero para muchos (Walter Bagehot, Ludwig Gumplowicz, Gustav Ratzenhofer, Lester F. Ward, Gobineau y otros) la tentacin de una aplicacin normativa del darwinismo resultaba irresistible. En realidad, ya lo haba sido en lneas generales desde mucho tiempo antes. La idea de que los ms fuertes se imponen de hecho es casi una tautologa y, por tanto, nada tiene de original. Pero por primera vez entonces se utiliz el aparato cientfico de la biologa para certificar, justificar y naturalizar las desigualdades entre individuos y grupos humanos. La tergiversacin (y de nuevo, con comisin de falacia naturalista) consiste en afirmar que eso debe ser as o que la imposicin es de derecho, es decir, se infieren conclusiones normativas de premisas descriptivas. Desde el comienzo se formularon crticas serias al darwinismo social, sobre todo por parte de Jacques Novikov y Peter Kropotkin. A partir de este enfrentamiento se produjo una polmica en el campo evolucionista acerca de si lo que verdaderamente contribuye a la evolucin es la lucha o bien la solidaridad y el apoyo mutuo. Pero aqu los adversarios coincidan (y coinciden) en un supuesto comn: que la tica slo era comprensible y posible de fundamentar en el sentido de una evolucin social. Esto tuvo que ser cuestionado desde fuera de aquella polmica. Conviene distinguir, por lo pronto, entre el problema de la evolucin de la tica y el de la tica de la evolucin. El primero alude a la gnesis y el desarrollo del ethos, ya sea en general o en sus formas particulares. Esta cuestin puede ser estudiada por la tica descriptiva desde perspectivas sociolgicas o antropolgicoculturales, psicolgicas, histricas, entre otras, y aporta conocimientos que pueden ser tiles a la tica normativa, pero que no deben confundirse con el cometido especfico de sta. El segundo problema, en cambio, es tico-normativo y se refiere a un tipo especfico de propuesta de fundamentacin empirista. No plantea cuestiones de gnesis (aunque ocasionalmente el estudio de stas puede serle til), sino de validez. Las ticas evolucionistas o evolutivas suelen confundir esos dos tipos de problemas, como ocurre incluso en propuestas formuladas en el ltimo tercio del siglo XX desde la sociobiologa.

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Por otra parte, las concepciones ligadas al darwinismo social estn hoy presentes, unas veces con disimulo y otras desembozadamente, en el pensamiento economicista neoliberal. La creciente injusticia social, las desigualdades ilimitadas, la prepotencia del podero capitalista, los estragos del desempleo, entre otros, son expuestos entonces como si se tratara de hechos justificables. La situacin derivada de esa forma de darwinismo social se ha vuelto particularmente nociva para el gnero humano a travs de la globalizacin econmica, dado que sta no se acompaa al menos hasta ahora de una globalizacin tica. Aquello que siempre haba sido denunciado y combatido desde las diversas variantes del marxismo, hoy, tras el desmoronamiento de los regmenes comunistas, parece haberse convertido en una invulnerable fuente de injusticia que opera falazmente en nombre de la libertad. Hay, sin embargo, pensadores que denuncian este tipo de falacias y ponen de relieve la necesidad de aclarar el verdadero sentido de los conceptos de igualdad y desigualdad(12); otros que, desde distintas perspectivas, creen an en la posibilidad de una tica global(13) y aun otros filsofos preocupados por alcanzar una tica que exceda la mera escala antropolgica(14-16). Por cierto, existen teoras ticas evolucionistas diversas, pero puede decirse que muchas de ellas incurren, con mayor o menor intensidad, en darwinismo social. A estas cabe, en general, la objecin que ya haba anticipado Thomas Huxley, es decir, que desde el punto de vista moral resulta inadmisible proponer la supervivencia de los ms aptos o, lo que viene a ser casi lo mismo, justificar la opresin de los dbiles por parte de los fuertes, la de los pobres por parte de los ricos, la de los nativos por parte de los colonos, entre otras. No slo la pretensin de encontrar all los fundamentos ticos, sino tambin cualquier mera sugerencia en esa direccin, destruye el concepto mismo de moralidad. Precisamente, la gnesis de la moralidad, tal como la han entendido los etlogos, indica que lo moral representa un intento de compensacin cultural de un desequilibrio etolgico natural. El hombre compensa mediante la tcnica ciertos defectos naturales de la especie que determinaban un desequilibrio ecolgico (incapacidad de adaptacin al medio). Esta situacin ya fue entrevista en el mito de Prometeo y se comprendi cabalmente con la antropologa filosfica del siglo XX(17,18). Pero a su vez esa relativa compensacin

ecolgica dio lugar a un desequilibrio etolgico, ya que la tcnica dot al hombre de un indito poder de destruccin de sus congneres, rompiendo el natural equilibrio que las especies tienen entre sus instintos de represin de conductas agresivas intraespecficas y sus posibilidades orgnicas efectivas de ejercer dichas conductas. La invencin de la moral habra constituido, segn opinin de los etlogos, un esfuerzo por compensar el desequilibrio etolgico inaugurado por la tcnica. Hablar de moralidad, entonces, implica hablar de esos esfuerzos de recuperacin de equilibrio, los cuales no pueden conciliarse con el desequilibrio implcito en la supervivencia de los ms aptos. Ahora bien, tampoco son estrictamente fundamentables las ticas evolutivas que no incurren en darwinismo social. El efecto comn a todas las teoras de este tipo es por de pronto la inevitable comisin de falacia naturalista. La facticidad evolutiva (que a esta altura del desarrollo cientfico ya no puede ponerse en duda, aunque se pueda y se deba discutir an sobre las causas, caractersticas y factores de la evolucin misma) no puede servir de base para la normatividad moral. Estamos an muy lejos de saberlo todo acerca de la evolucin astrofsica biolgica; pero aun cuando llegramos a saberlo todo, ello no nos autorizara a usar ese saber como fundamento de la moralidad de nuestras acciones. A pesar de todo lo antedicho y de modo similar a lo sealado respecto de la fundamentacin utilitarista, tampoco es lcito excluir toda consideracin a la evolucin en una fundamentacin tica autntica, porque el problema de la gnesis y la evolucin del ethos es tambin uno de los factores de su complejidad. As como es menester prestar atencin a las consecuencias de los actos, tambin hay que prestar odos a la evolucin del ethos, indudable fuente de conflictos. Tanto la tica utilitarista como la evolucionista corren constantemente el riesgo de la deriva escptica o relativista. Y lo mismo ocurre con los dems intentos de fundamentacin emprica, como los que se han dado ocasionalmente en el marxismo, el psicoanlisis, la lingstica, entre otros. Todos ellos, por otra parte, tienden muy fuertemente a incurrir en lo que puede denominarse falacia empirista(19): argumentar bajo el supuesto de que todo cuanto no proviene de la experiencia sensible puede reducirse a una especie de quimera metafsica. All reside precisamente el mayor defecto estructural de las fundamentaciones orientadas 17

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hacia conceptos empricos: no en la mera imprecisin de tales conceptos que, por otra parte, no deberan perderse jams de vista, sino en la obstinada incomprensin que acompaa a esas pretendidas fundamentaciones respecto del a priori. ste no constituye un ms all, sino precisamente un ms ac de lo emprico; es, en cada caso, lo que condiciona la posibilidad de la experiencia. Las posturas empiristas se niegan a admitirlo y acaso por esto las ticas correspondientes desembocan a menudo en relativismo u otras formas de negar la posibilidad ltima de fundamentacin.

est ms all de la experiencia, sino lo que est ms ac de sta, puesto que se trata de sus condiciones de posibilidad. Aqu nos interesa el que Kant pese a proporcionar en la Crtica de la razn pura una fundamentacin trascendental de la teora del conocimiento y pese a reconocer que hay tambin en la tica un problema trascendental (el de cmo es posible y por qu es necesaria una proposicin prctica sinttica a priori, el imperativo categrico)(4: 391) renuncia desde un comienzo (20:A14-15, B28-29, A801, B829, A805, B833) a aportar una fundamentacin trascendental en este campo(21), porque la tica no puede prescindir totalmente de conceptos empricos, porque resulta imposible resolver satisfactoriamente el mencionado problema trascendental de la tica y, finalmente, porque lo que est en la base de la moral (es decir, la libertad) no slo no puede ser fundamentada sino que tampoco necesita serlo, ya que lo que corresponde no es su fundamentacin sino su defensa. Puede decirse que la fundamentacin que ofrece Kant, aunque no sea de tipo trascendental, es claramente apriorstica. El principio de su tica es el imperativo categrico (frmula que expresa el mandato racional de respetar, en la accin, la universalidad de la ley). Este imperativo es una proposicin prctica sinttica a priori. En ello reside la especial importancia de la tica kantiana. Despus de ella resultan anacrnicos los intentos, repetidos a lo largo de los siglos XIX y XX, de alcanzar para la tica fundamentaciones empricas (a menudo apoyadas en conocimientos cientficos), lo mismo que los intentos de abrazar fundamentaciones metafsicas. El apriorismo tico kantiano va indisolublemente unido a la inauguracin de la tica como disciplina autnoma. Esto significa que para fundamentar normas morales ya no es lcito recurrir a la experiencia ni a entidades que se encuentren ms all de ella. Con Kant la tica normativa se vuelve consciente de que su principal tarea consiste en la tematizacin de los fundamentos del ethos4. Despus de Kant la propuesta ms importante para una fundamentacin apriorstica, ya a comienzos del siglo XX, fue posiblemente la de la tica material de los valores, representada por Max Scheler y Nicolai4 Contra la tesis de Kant, no est excluida por completo la posibilidad de una fundamentacin trascendental, tal como demuestra la propuesta tico-discursiva de Karl-Otto Apel.

3. Dificultades de las fundamentaciones apriorsticasHay que reconocer que, a pesar de lo enunciado hasta ahora, no toda fundamentacin apriorstica da automticamente en el clavo. Las obstinaciones de los empiristas en negarse a admitir lo a priori no son totalmente arbitrarias, sino que arraigan en reiteradas comprobaciones fcticas, ya que con frecuencia la filosofa se vale del a priori para la imposicin autoritaria de determinadas ideas. Dentro de las fundamentaciones ticas a priori hay que tener en cuenta el pensamiento de Kant. La sistematizacin del apriorismo inaugurada por el pensamiento kantiano representa una primera constatacin de la diferencia entre ideas innatas y conocimiento a priori. A diferencia de la tradicin cartesiana, que subsista en Leibniz, la seguridad apodctica o en general la evidencia de algo, segn Kant, no depende de ideas que estn presentes en la mente de todo ser humano, sino de aquello que condiciona la posibilidad de toda experiencia. Kant descubre la reflexin trascendental, es decir, la capacidad de la razn para analizar sus propias bases operativas. Dado que sta interviene activamente en el conocimiento (el objeto de la experiencia fenmeno es constituido por la aplicacin de las categoras al material de la intuicin sensible), el conocimiento de eso mismo no puede ser a su vez un conocimiento emprico, sino que debe ser un conocimiento puro, y esto significa a priori. Es lo no mezclado con lo emprico(20:A 11). En directa relacin con tal concepto, el conocimiento trascendental no se ocupa de objetos, sino de nuestro modo de conocer objetos, en cuanto que tal modo ha de ser posible a priori(20:A12,B26). Kant entiende lo trascendental como una manera de conocer no lo que

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Hartmann. La dificultad reside en que estos filsofos, cuyas teoras ticas han sido de gran riqueza temtica, vuelven a incurrir en procedimientos metafsicos. Ambos aportaron esmerados anlisis fenomenolgicos de todos los aspectos de la moralidad, aunque con especial dedicacin de los axiolgicos. Pero la fundamentacin que propusieron consisti en el recurso a las intuiciones de valor, y esto fue su taln de Aquiles. Quizs existan evidencias axiolgicas intuitivas, pero si se pretende esgrimirlas como fundamentos se queda expuesto a la objecin de que, en caso de discrepancias intuitivas (circunstancia muy frecuente), se carece de criterio para saber cul es la intuicin correcta. Las crticas a la tica material de los valores vinieron de posturas tan diversas como el existencialismo y el neopositivismo, y coincidieron en enfatizar la insalvable ingenuidad presente en el intuicionismo. Aquella tica se derrumb, lamentablemente, antes de que el pensamiento filosfico pudiese aprovechar sus verdaderos aportes, que eran copiosos. El intuicionismo axiolgico constituye una peculiar fundamentacin metafsica que no recurre a principios racionales, como los que haba refutado Kant, sino, por el contrario, a la intuicin emocional de los valores. En Scheler y Hartmann hay una discordancia entre la monumental construccin

de la teora y el endeble cimiento en que fue apoyada. Adems, el recurso al sentimiento como fundamento tico ya haba sido usado, con intenciones empiristas y no demasiado xito, por los moralistas britnicos del siglo XVIII. La gran contribucin de la tica material de los valores, en cambio, est en haber puesto de relieve la relacin entre la complejidad del ethos y sus estructuras conflictivas.

4. A modo de conclusinA lo largo de este escrito se han expuesto las diferentes actitudes desde las cuales se busca esclarecer el por qu de los fenmenos morales, siguiendo una clasificacin basada en la distincin entre empirismo y apriorismo. Hemos considerado a estas posturas como paradigmas de fundamentacin dentro de la tica contempornea, dadas su vigencia, fortaleza y difusin. Pero asimismo hemos subrayado las insuficiencias y debilidades que esconden ambas posiciones tericas en sus muchas variantes, las cuales detentan flancos que se prestan a la crtica. Esclarecer estos aspectos se muestra tarea indispensable y til para todos aquellos ocupados en la tarea de fundamentacin en el mbito de la biotica, a fin de cuentas una tica filosfica aplicada al campo de las ciencias de la vida y la atencin de la salud.

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Recibido: 20 de enero de 2009 Aceptado: 9 de febrero de 2009 20

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LA TAREA DE FUNDAMENTAR LA TICA EN KARL-OTTO APEL Y EN LA TICA CONVERGENTERicardo Maliandi*Resumen: El presente artculo resume la tarea de fundamentacin apriorstica trascendental desarrollada por la tica del discurso elaborada por Karl-Otto Apel. Desde una postura personal, acude a esta propuesta terica y a los aportes que en idntico sentido realiz durante el pasado siglo el filsofo Nicolai Hartmann, en el nimo de proponer una tica convergente como variante y complementacin de la tica discursiva apeliana. Palabras clave: fundamentacin, Apel, Hartmann, tica convergente

THE TASK OF BASING ETHICS ON KART-OTTO APEL AND IN CONVERGENT ETHICSAbstract: The present article sums up the task of the transcendental a priori basis developed by the ethics of discourse elaborated by Karl-Otto Apel. From a personal position, he resorts to this theoretical proposal and the contributions that were realized in parallel by Nicolai Hartmann, during the last century in the spirit of proposing a convergent ethics as a variation and complement to Apels ethics of discourse. Key words: Basis, Apel, Hartmann, Convergent ethics

A TAREFA DE FUNDAMENTAR A TICA EM KARL-OTTO APEL E NA TICA CONVERGENTEResumo: O presente artigo resume a tarefa de fundamentao apriorstica transcendental desenvolvida pela tica do discurso elaborada por Karl-Otto Apel. A partir de uma postura pessoal, acode a esta proposta terica e s contribuies que igualmente realizou durante o sculo passado o filsofo Nicolai Hartmann, ao propor uma tica convergente como variante e complementao da tica discursiva de Apel. Palavras chave: fundamentao, Apel, Hartmann, tica convergente

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Doctor en Filosofa, Universidades Nacionales de Mar del Plata y de Lans, Argentina Correspondencia: [email protected]

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1. Fundamentacin apriorstica trascendental: la tica del discursoContra la opinin de Kant (aunque en el marco del apriorismo tico establecido por l), creemos que no es imposible una fundamentacin trascendental de la tica. La mejor prueba de ello se encuentra, a nuestro juicio, en la propuesta tico-discursiva de Karl-Otto Apel. La tica del discurso fue elaborada conjuntamente por Apel y Habermas en relacin con una pragmtica del lenguaje; pero mientras Habermas jams admiti el carcter trascendental, Apel la bas precisamente en una pragmtica trascendental. Aclaremos brevemente lo que eso significa. Es ya tradicional la divisin de la teora lingstica de los signos (semitica) en tres disciplinas: la semntica (que se ocupa de las relaciones entre los signos y los objetos designados por aquellos), la sintaxis (que estudia las relaciones de los signos entre s) y la pragmtica (que se dedica a las relaciones entre los signos y sus respectivos sujetos, es decir, usuarios e intrpretes). Esta triparticin, ya descubierta por Peirce y sistematizada luego por Charles Morris (quien propuso los nombres de esas tres disciplinas), corresponde con el carcter tridimensional del lenguaje mismo. Cada vez que hablamos hacemos necesariamente tres cosas a la vez: a) nos referimos a algo, b) combinamos signos (fonemas, palabras, enunciados, argumentos) y c) nos comunicamos con algn (o algunos) interlocutor(es). Los primeros lingistas que trabajaron con este esquema consideraron importantes las dimensiones semntica y sintctica, no as la pragmtica, que les pareca de inters ms psicolgico que lingstico. Slo ms tarde, a partir de los trabajos de pensadores como John L. Austin sobre actos de habla, que fueron proseguidos por su discpulo John Searle, de los que fueron aportando distinguidos lingistas, como H. P. Grice, y de la aparicin de publicaciones especializadas, la pragmtica se incorpor definitivamente no slo a la lingstica, sino tambin a la filosofa del lenguaje y a la filosofa lingstica. En esta ltima han sido decisivos los aportes de Habermas y Apel. Estos pensadores elaboraron trabajando en dilogo incesante y casi paralelamente a los desarrollos de la pragmtica en lingstica (es decir, sobre todo a partir de la dcada de 1970), a travs de coincidencias y discrepancias, una serie de ideas que vincularon la pragmtica con importantes problemas

sociales. Habermas habl de pragmtica universal y de accin comunicativa, de condiciones ideales de habla, de pretensiones de validez, de anticipaciones contrafcticas, etc. Apel, en cambio, coincidiendo con Habermas en muchos puntos clave, prefiri expresiones (y conceptos) diferentes, que nunca fueron admitidos por ste, tales como pragmtica trascendental, irrebasabilidad (Nichthintergehbarkeit), fundamentacin ltima (Letztbegrndung), a priori de la comunidad de comunicacin, etc. Ambos vieron la pragmtica como base de una teora tica que Apel llam primero tica de la comunicacin y ms tarde por sugerencia de Habermas tica del discurso. Con esta designacin se ha desarrollado una propuesta tica que suscit desde el comienzo amplias controversias, innumerables crticas y tambin abundantes adhesiones, as como intentos de prosecucin mediante ciertas correcciones puntuales. Entre estos ltimos, y en relacin con la propuesta apeliana, se ubica la presente interpretacin de los principios bioticos. Utilizando una expresin que se impuso a comienzos de 1970, haba hablado Karl H. Ilting de una rehabilitacin de la filosofa prctica(1). En la medida en que semejante rehabilitacin aluda a nuevos intentos de fundamentacin tica, posiblemente haya sido KarlOtto Apel, con su propuesta de una fundamentacin reflexiva pragmtico-trascendental, quien ya en aquellos aos contribuy a ella del modo ms decisivo. Dicha propuesta, adems, no surga como mera inquietud terica, sino que se presentaba expresamente como una manera de buscar recursos ticos slidos para responder al inmenso desafo de la realidad situacional histrica: la amenaza nuclear, latente en aquella poca de guerra fra. Sin embargo, el desafo al que se refera Apel era no slo el de la guerra, sino tambin el de todas las posibles consecuencias del desarrollo cientfico-tecnolgico. La tica apeliana fue plasmada como un intento de respuesta a los dos grandes desafos que la ciencia plantea a la razn prctica(2): el externo (representado por las consecuencias tecnolgicas de la ciencia, como la crisis ecolgica o el armamentismo nuclear), que determina la urgencia de fundamentar una macrotica de la responsabilidad solidaria, y el interno (expresamente formulado en el paradigma de la racionalidad cientfica), que niega, desde una perspectiva cientificista, la posibilidad de fundamentar racionalmente la tica, argumentando que slo la ciencia puede funda-

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mentarse y que la tica no es una ciencia. Ese enlace de dos desafos da lugar, segn Apel, a una situacin paradjica: la fundamentacin tica se ha hecho a la vez necesaria e imposible. Para resolver esa paradoja hay que demostrar que la imposibilidad de fundamentacin tica es aparente, y una demostracin semejante es lo que procura la teora apeliana. En este campo, aclara Apel, una rigurosa fundamentacin deductiva, en el sentido de encontrar las premisas a partir de las cuales se infiera como conclusin lo fundamentado, es probablemente una empresa imposible pero, en cambio, resulta claramente posible una fundamentacin reflexiva, pragmtico-trascendental(3-5). En la combinacin de esos dos trminos se revela todo un importante programa de mediacin. Al sentido de la pragmtica ya nos hemos referido con anterioridad. Trascendental, por su parte, conserva parcialmente el sentido kantiano de pregunta por las condiciones de posibilidad, aunque ya no las de la experiencia, sino las de la argumentacin. La mediacin resultante tiene lugar entre la filosofa trascendental kantiana y el as llamado giro lingstico de la filosofa contempornea, del que fueron protagonistas, por un lado, filsofos como Peirce o Wittgenstein, y toda la filosofa analtica. Pero, por otro, tambin pensadores como Heidegger o Gadamer, o, ms recientemente, Rorty o Derrida. Segn Apel, desde Descartes la filosofa abandon el clsico paradigma ontolgico y adopt el paradigma de la conciencia, que tiene su cumbre en Kant (en el concepto de conciencia en general) y llega incluso hasta Husserl. Pero ese nuevo paradigma, caracterstico de la modernidad, resulta insuficiente para asegurar la objetividad que precisamente esos pensadores buscaban y por tanto tiene que ser reemplazado por el paradigma del lenguaje. El de la conciencia (inaugurado por la evidencia cartesiana del cogito) conduce inevitablemente al solipsismo metodolgico, es decir, al encierro del sujeto en s mismo. Si se hace depender la objetividad de las evidencias de conciencia, se pierde de vista lo que realmente interesa, a saber, la intersubjetividad. El paradigma del lenguaje, por el contrario, ofrece una perspectiva que automticamente la asegura. La comunicacin lingstica, tanto fontica como grfica, presupone una comunidad de interlocutores o, ms precisamente, una comunidad ilimitada de comunicacin; el uso de los signos presupone intrpretes de ellos. Con esto resalta la importancia del dilogo y la

argumentacin. La intersubjetividad no es algo que tenga que ser probado, sino que est ya presupuesta: el mero uso del lenguaje es su expresin directa, lo cual se comprende cuando se tiene en cuenta especialmente la dimensin pragmtica. El yo pienso cartesiano es sustituido por el nosotros argumentamos, lo que implica que la razn monolgica deja su lugar a la razn dialgica. La reflexin pragmtico-trascendental, variante o transformacin de la reflexin trascendental kantiana, explicita (reconstruye) ese tipo de presupuesto. La fundamentacin tica entonces tiene que consistir en el descubrimiento (o la explicitacin, o la reconstruccin) de un principio tico-normativo. Y es eso lo que Apel propone. Ah persiste el sentido kantiano: fundamentar es mostrar condiciones de posibilidad. Si entre las condiciones de posibilidad de la argumentacin hay un principio tico, este tiene necesariamente carcter a priori. El descubrimiento de Peirce de la tridimensionalidad lingstica sirve aqu como punto de partida. Charles Morris y sobre todo Rudolf Carnap elaboraron una semitica emprica a la que Apel se opone y a la que contrapone una perspectiva apriorstica y trascendental. Su pragmtica trascendental se vale de la reflexin sobre las condiciones de posibilidad y validez, no slo de la argumentacin, sino de todo conocimiento lingsticamente formulado (y no hay conocimiento que no lo est, puesto que no hay pensamiento sin lenguaje). En este contexto no basta el giro lingstico, sino que es menester tambin un giro pragmtico (poniendo de relieve la importancia de la dimensin pragmtica) y un giro hermenutico (que destaca el papel de la interpretacin de los signos lingsticos y la necesidad de una sntesis de la interpretacin). Posiblemente la afirmacin ms provocativa de Apel ha sido y sigue siendo la fundamentacin ltima (Letztbegrndung). Esto ha sido objeto de mltiples crticas e incluso de la creciente disidencia filosfica con Habermas. Quizs la primera de las grandes polmicas en torno de ese concepto fue la con el popperiano Hans Albert (2:45; 3:21-29; 4:89; 6-10), quien desde un falibilismo irrestricto consideraba el intento apeliano como una forma de dogmatizacin (o inmunizacin contra la crtica). Sin embargo, Apel mostr que, por un lado, el falibilismo irrestricto se autodestruye (en el sentido de que niega sus propios presupuestos) y que, por otro, la fundamentacin ltima no debe ser confundida con una deduccin lgico-deductiva, ya que

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proviene de una reflexin pragmtico-trascendental. Ella alude simplemente al hallazgo de presupuestos que no pueden a) ser cuestionados sin autocontradiccin performativa1 ni b) fundamentarse deductivamente sin comisin de petitio principii (o crculo lgico). Lo as fundamentado resulta irresabasable (nichthintergehbar), no porque lo establezca una autoridad absoluta o porque se sustraiga a la crtica, sino porque slo podra objetarse por medio de argumentacin, pero resulta que toda argumentacin lo presupone. Considerar esto como una forma de dogmatismo (interpretacin que hace no slo Albert sino tambin otros crticos) equivale a incurrir en un malentendido, originado en la confusin de lo reflexivo con lo deductivo. La causa se encuentra posiblemente en un viejo prejuicio cientificista, consistente en creer que la racionalidad lgico-formal (no reflexiva y, por tanto, inconsciente de s misma) es la nica forma de racionalidad. La fundamentacin tica propuesta por Apel consiste entonces en una reconstruccin reflexiva de un principio tico necesariamente presupuesto en toda argumentacin. Dicho principio o norma bsica es formulable como la exigencia de que, ante cada conflicto de intereses, se busque la solucin por medio de argumentacin y no de violencia (en cualquiera de sus formas), es decir, que se recurra al discurso prctico (de ah lo de tica del discurso). Por discurso ha de entenderse, siguiendo a Habermas, una forma de dilogo en la que se cuestionan pretensiones de validez y en la que slo se emplean argumentos y contraargumentos racionales. En el discurso terico se trata ante todo de la pretensin de verdad; en el discurso prctico estn en juego la pretensin de veracidad y de rectitud. En uno y otro caso el criterio de solucin es el consenso; pero en el discurso prctico deben tenerse en cuenta no slo los intereses de los participantes en ese discurso, sino los de todos los posibles afectados por las previsibles consecuencias de la aplicacin de la norma situacional cuya validez se discute.1 Una autocontradiccin performativa se entiende si se toma en cuenta precisamente la dimensin pragmtica del lenguaje. Semejante contradiccin, a diferencia de una contradiccin semntica (entre dos proposiciones, de las cuales el predicado de una de ellas niega lo que se afirma en el de la otra), se comete con una sola proposicin, pero en la cual se niega precisamente lo que est implcitamente afirmado en el acto comunicativo por el que dicha proposicin se expresa, o bien se afirma lo que en tal acto se niega.

El principio del discurso se asemeja al imperativo categrico por su carcter a priori y tambin porque no exige algo sustantivo en particular, sino que slo seala el procedimiento mediante el cual se fundamentan y validan normas situacionales. En tanto tica procedimentalista, la tica del discurso apeliano se presenta en dos niveles: el de la norma bsica ya mencionada y el de los discursos prcticos a los que aquella remite como procedimiento adecuado. Por ser a priori, la primera tiene pretensin de validez universal y, adems de nuevo en similitud con el imperativo kantiano, establece la universalidad como criterio de moralidad. Pero justamente aqu aparecen las diferencias entre ambos principios: mientras el imperativo categrico alude a la universalidad lgica, de la ley, el principio del discurso exige un consenso universal. Ambos proponen una especie de test, consistente en un experimento mental (11); pero se trata de experimentos distintos: en el imperativo categrico el agente moral debe querer que la mxima de su accin devenga ley universal (es decir, imaginarse qu ocurrira si esa mxima fuera ley universal o, desde otra perspectiva ms relevante, imaginar su mxima como si ella, por su voluntad, fuera a convertirse en ley universal)(12,13). En cambio, en el principio del discurso, lo que el agente debe imaginar es si en definitiva podra someter sus propios intereses al arbitraje de un consenso universal. Sin embargo, hay tambin en esto una diferencia esencial que a la vez constituye acaso el decisivo aporte de la tica de Apel: el principio del discurso elimina la actitud rigorista anexa al imperativo categrico. La exigencia del imperativo es absolutamente incondicional; no deja lugar a excepciones, de modo que lo que el agente no haga expresamente por respeto a la ley se excluye de la moralidad. Puede haber actos moralmente neutrales (aquellos que se realizan de modo conforme a la ley lo que Kant denominaba legalidad) o tambin actos inmorales (si tienen lugar en disconformidad con la ley); pero para ser moral un acto tiene que provenir de la voluntad de universalizar la propia mxima. Esta inflexibilidad es lo que se denomina rigorismo de la tica kantiana, aspecto que debe distinguirse de su formalismo y de su apriorismo. La tica de Apel participa del apriorismo y del formalismo (en cuanto procedimentalismo), pero se opone explcita y decididamente al rigorismo. El principio del discurso, a diferencia del imperativo categrico, no puede aplicarse en todas las situaciones.

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La accin concreta nunca comienza en un grado cero. El agente tiene que hacerse cargo cada vez de responsabilidades asumidas frente a sistemas de autoafirmacin, tales como una familia, un grupo laboral, un partido poltico, una asociacin, un pas, etc. Si se pretendiese aplicar rigurosa y permanentemente el principio del discurso (es decir, buscar la solucin de un conflicto por medio del recurso al consenso de todos los afectados), en muchos casos se quebrantara alguna de aquellas responsabilidades. Ahora bien, lo interesante y original de la propuesta apeliana consiste en admitir esta restriccin de la aplicabilidad aun reconociendo la aprioricidad del principio. Ante la comprobacin (jams admitida por Kant) de que hay situaciones en que el principio no es aplicable, cualquier relativista tratara de llevar agua para su molino e inferir de all mismo la relatividad de todo principio moral. Apel, en cambio, cuya tica del discurso constituye en la filosofa actual uno de los referentes ms fuertes contra toda forma de relativismo o escepticismo tico, no hace desde luego semejante inferencia. Lo que l infiere, en cambio, es la necesidad de una parte B de la tica, entendida como una tica de la responsabilidad, o de la corresponsabilidad, en la que se fundamentan las condiciones de aplicabilidad del principio previamente fundamentado en la parte A (y de hecho constantemente reconocido en los miles de encuentros y conferencias que se realizan a diario en el mundo para intentar la solucin de conflictos especficos). La perspectiva que as se abre tiene especial relevancia para la tica aplicada y, por tanto, para la biotica. Contra lo que sucede en el rigorismo, ahora se puede comprender que la norma bsica no reduce su exigencia a las situaciones en que es posible su aplicacin total e inmediata, sino que se extiende asimismo a aquellas otras en las que la aplicacin tiene que ser parcial o mediata. Si un agente que ha admitido la validez del principio advierte que, en una determinada situacin, no puede aplicarlo (o cumplirlo), esto no ha de interpretarse como una contradiccin ni como un abandono del principio. Lo importante es que el agente tiene que compensar de algn modo su no cumplimiento y en tal sentido adquiere una nueva responsabilidad, a saber, la del compromiso a contribuir, en la medida de sus posibilidades, a la institucionalizacin de los discursos prcticos. Bien entendido (y esto quiere decir no dejando a un lado la situacin histrica real en que cada agente se encuentra), el principio exige, cuando no puede ser cumplido de modo directo, un cumplimiento a largo plazo.

Esta vincularidad sui generis permite advertir que el principio (la norma bsica) tiene carcter de idea regulativa. Marca un camino, una direccin hacia algo quiz irrealizable (como una comunidad ideal de comunicacin), pero que posibilita importantes realizaciones durante el recorrido. El principio, si se comprende su espritu, exige algo as como la adopcin de una singular actitud de vida, ms all de su aplicacin inmediata. Exige que uno se comprometa realmente en el esfuerzo por maximizar los discursos prcticos (es decir, la bsqueda de consensos) y minimizar en cambio los recursos estratgicos, y ambas cosas tanto en lo individual como en lo institucional. Esto implica tambin un especfico paradigma de aplicabilidad, al que hemos calificado como restriccin compensada(14): se admite que la aplicacin queda restringida a un marco de determinadas condiciones, pero la no aplicacin se compensa adoptando la mencionada actitud y asumiendo una nueva responsabilidad, que se suma sin contradecirla a la responsabilidad que cada uno tiene ante el propio sistema de autoafirmacin. Se trata de la corresponsabilidad (compartida con todos los miembros de la comunidad real de comunicacin y en definitiva con todo el gnero humano) por las consecuencias directas e indirectas de las acciones tecnolgicas, econmicas y polticas que hoy tienen lugar en medio de peculiares coerciones funcionales (Sachzwnge). Apel pretende proporcionar de este modo una posible mediacin (Vermittlung) entre lo que Max Weber llamaba tica de la conviccin (Gesinnungsethik) como la tica cristiana o la kantiana y tica de la responsabilidad (Verantwortungsethik) como la tica propia de la poltica, que se atiene a particulares responsabilidades asumidas y que consideraba incompatibles. Apel, en cambio, con el planteamiento de la parte B, cuestiona esa incompatibilidad. Dicho de otro modo, la parte A responde al desafo interno de la ciencia, ya que demuestra que la fundamentacin tica es posible, en tanto que la parte B es una respuesta al desafo externo (la situacin creada por la tecnociencia). La mencionada restriccin de la aplicabilidad del principio no excluye una aplicacin aproximativa. La tica del discurso difiere de la kantiana tambin en el hecho de admitir una peculiar consideracin de consecuencias, que en Kant quedaba expresamente excluida. La parte B apeliana propone una tica de la responsabilidad por las consecuencias y

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subconsecuencias del desarrollo cientfico-tecnolgico. Esa responsabilidad obliga a cada ciudadano a adquirir informacin poltica y a formular o apoyar iniciativas en favor de la institucionalizacin de los discursos prcticos. Esto no quiere decir que cada uno deba procurar, individual, directa y permanentemente la formacin de consenso (lo cual sera una pretensin utpica), sino una participacin acorde con la propia competencia particular. Se trata de una disponibilidad a la formacin de consenso y a la colaboracin en la distribucin de las tareas pertinentes. La evaluacin especfica y adecuada de las consecuencias queda a cargo de expertos, quienes por tal razn adquieren una responsabilidad especfica; pero todos los ciudadanos, en la medida en que se hacen conscientes del principio, tienen la responsabilidad de evaluar moralmente a su vez a los expertos y, en tal sentido, son todos corresponsables. En ello muestra el principio su carcter de idea regulativa, en la acepcin kantiana del trmino, aunque asimismo en conformidad con la perspectiva hegeliana de que lo racional es ya siempre, en cierto modo, real. Ahora bien, entre la parte A, que muestra la validez del principio, es decir, su vincularidad y la parte B, que restringe su aplicacin, hay un conflicto que Apel reconoce y en razn del cual propone un principio de complementacin, en el que precisamente reside la exigencia de contribuir a una superacin aproximativa de la distancia entre las condiciones que Habermas llama anticipaciones contrafcticas propias de la parte A y las condiciones fcticas correspondientes a la situacin histrica concreta puestas de relieve en la parte B. Ese principio puede ser formulado como obligacin de restringir tambin los recursos estratgicos (instrumentalizacin racional de seres racionales) exclusivamente a los casos en que sea necesario (para cumplir con las responsabilidades ante los propios sistemas de autoafirmacin), a la vez que como obligacin de colaborar en todo lo posible en la formacin de consenso. Apel admite que posiblemente el Estado de Derecho, como ya lo haba visto Hobbes, no garantice la convivencia pacfica; pero cree a la vez que constituye, en todo caso, una condicin indispensable. Aunque ese Estado sea inevitablemente coactivo (por ejercer el monopolio de la fuerza legtima), no excluye la aplicabilidad de principios ticos, pero indica que es necesaria una transformacin discursiva (posmetafsica) del imperativo categrico, en el marco de una tica

de la responsabilidad, en el sentido apuntado. Frente a teoras como las sustentadas por el neoaristotelismo y el neopragmatismo, que quieren basarse en un consenso histrico contingente, Apel concede, por lo pronto, que el principio del discurso slo puede aplicarse en determinadas formas de mundo de la vida y adems que resulta insuficiente para establecer cdigos jurdicos, ya que estos tambin dependen de la respectiva tradicin moral y jurdica. Esto no derriba la validez universal del principio. Slo hace necesario reconocer la ya apuntada restriccin de su aplicacin, compensada con el principio de complementacin en el que aparece el elemento teleolgico. Los seres humanos que alcanzan un nivel posconvencional de conciencia moral (segn la terminologa de Kohlberg) adquieren con ello la responsabilidad de maximizar la compatibilidad entre los mtodos consensual-comunicativos y los estratgicos, as como de colaborar en la institucionalizacin de los discursos prcticos. No se puede negar la gran contribucin de la tica discursiva apeliana a los estudios ticos; no obstante, deja importantes cuestiones pendientes. Entre stas se encuentra la de la conflictividad. Pese a tratarse de una tica con honda conciencia de lo conflictivo (dado que precisamente se propone como una forma de resolver conflictos), no ofrece una visin clara de las estructuras conflictivas generales, propias de la realidad social. Esas estructuras son esenciales para la tica, porque no slo estn en la base de todos los conflictos concretos contingentes, sino que adems tienen carcter a priori. La racionalidad prctica alude a la solucin de conflictos, pero ella es al mismo tiempo la nica instancia desde la cual esa aprioricidad puede ser reconocida, y puede serlo justamente por medio de reflexin pragmticotrascendental. Si esto se admite, la conflictividad resulta un concepto imprescindible para la fundamentacin tica y puede (trataremos de demostrarlo) hacer prescindible la parte B propuesta por Apel. Una segunda cuestin pendiente consiste en que la exigencia propia del principio (recurrir, en caso de conflicto de intereses, a discursos prcticos orientados a la obtencin del consenso de todos los afectados) no toma en cuenta otro tipo de conflictos que tienen lugar en una y la misma persona, como ocurre con los as llamados conflictos de conciencia. Tercera cuestin: en la formulacin del principio se conjugan en realidad dos exigencias: la de resolver los

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conflictos y la de resolverlos por medio de argumentacin (es decir, de discursos prcticos). No cabe duda de que la argumentacin es un buen medio (incluso ptimo) de solucin, pero podra no ser el nico (incluso si se descarta por supuesto la violencia, que no resuelve sino disuelve conflictos). Cuarta cuestin: la de si el procedimiento para resolver conflictos de intereses sirve igualmente para resolver conflictos de opiniones prcticas (en los que puede haber armona de intereses y, no obstante, discrepancias acerca de cul sera la toma de decisin ms adecuada). Quinta cuestin: el discurso prctico, segn Apel, requiere simetra entre los participantes. Pero en las situaciones reales concretas los discursos prcticos pueden frustrarse no slo porque aparecen las responsabilidades ante sistemas de autoafirmacin, ya indicadas por Apel, sino tambin porque en tales situaciones es prcticamente imposible alcanzar una simetra perfecta. Significa esto que los discursos prcticos son entonces imposibles? O, al menos, hay que agregar aqu otro tipo de restriccin a la aplicacin del principio? No se podra indicar determinados principios especiales, entendidos como reglas de la argumentacin (exclusivas para discursos prcticos), algo as como principios de equidad discursiva(15) que hicieran posibles tales discursos aun en condiciones de asimetra, como las que de hecho dominan en las situaciones reales? Basten los anteriores como ejemplos de problemas que quedan abiertos en la tica apeliana del discurso y que podran constituir tambin puntos de arranque para continuaciones de esa tica. Muchas crticas pueden dirigrsele, y en efecto se han dirigido. Algunas de stas se revelan como totalmente descaminadas, como las que provienen del relativismo o del escepticismo tico, generalmente asociadas a interpretaciones deliberada o inconscientemente errneas. Los malentendidos tienen una sorprendente frecuencia, incluso entre pensadores de relieve, pero no menos frecuentes son las tergiversaciones intencionales. La tica de Apel se propone expresamente transformar la tica kantiana (aunque conservando su apriorismo) y, a nuestro juicio, lo logra al menos en tres sentidos: a) cambia la perspectiva monolgica de Kant por la perspectiva dialgica, b) excluye el residuo metafsico que, segn Apel, perduraba en conceptos como reino de los fines, y c) propone, en la parte B, una

interesante mediacin entre la universalizacin y las responsabilidades individuales de los agentes morales en situaciones histricas reales. El resultado es una especie de tica ubicable en la lnea kantiana, pero con superacin del rigorismo. En definitiva, cabe afirmar que se trata de una propuesta tica legtima, con una serie de ideas que admiten desarrollos ulteriores.

2. La fundamentacin tica convergente como variante y complementacin de la discursivaLa razn es dialgica y, por lo mismo, tambin la filosofa debe serlo. En realidad, la verdadera filosofa representa un largo dilogo que se inici con los pensadores griegos del siglo VI a.C. y que, pese a los grandes esfuerzos de muc