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' ¡. Introducción Contradicciones internas, shocks externos · y alternativas convincentes iPor qué debería uno tomarse la molestia de pensar en alteativas al capi- talismo reinante? El capitalismo del siglo I es, eh la ideología de la clase dominante -que también es la ideología dominante-, un «sistema de éxito» que ha desarrollado un enorme «efecto de atracción». El «proceso de globa- lización es básicamente el proceso de imitación del modelo del capitalismo occidental en todo el mundo. Éste es el principio al que aspiraba la mayoría de la población mundial, el que deliberadamente deseaba.» Así lo formuló el economista Car! Christian von Weizsacker (2003: 811) en un número es- pecial de la revista i-leur que llevaba el provocativo título de "Capitalismo o barbarie". A quien no acepta las reglas de juego de una economía de mer- cado mundial capitalista le amenaza la caída en la barbarie moderna. ' En esta apodíctica se hacen desaparecer, como por arte de magia, las crisis del capi- talismo mundializado, la creciente disparidad salarial, la desigualdad en la redistribución de la riqueza mundial, la destrucción del medio ambiente o la disminución de las reservas existentes de combustibles fósiles. Por disparates coo éste el historiador británico Eric Hobsbawm ha descrito irónicamente a los economistas como pontífices modeos: todo lo que contradice su dogma les parece una herejía, una blasfemia. Y añade Hobsbawm: «a quienes, como nosotros, hemos vivido los años de crisis de la economía mundial, nos resulta increíblemee difícil comprender cómo es posible que la ortodoxia de una economía de mercado completamente libre, entonces abiertamente desacreditada, pudiera dominar durante un 25

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Page 1:  · 2019-05-16 · .:' ¡. Introducción Contradicciones internas, shocks externos · y alternativas convincentes iPor qué debería uno tomarse la molestia de pensar en alternativas

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Introducción Contradicciones internas, shocks externos ·

y alternativas convincentes

iPor qué debería uno tomarse la molestia de pensar en alternativas al capi­talismo reinante? El capitalismo del siglo XXI es, eh la ideología de la clase dominante -que también es la ideología dominante-, un «sistema de éxito» que ha desarrollado un enorme «efecto de atracción». El «proceso de globa­lización es básicamente el proceso de imitación del modelo del capitalismo occidental en todo el mundo. Éste es el principio al que aspiraba la mayoría de la población mundial, el que deliberadamente deseaba.» Así lo formuló el economista Car! Christian von Weizsacker (2003: 811) en un número es­pecial de la revista .Mei-leur que llevaba el provocativo título de "Capitalismo o barbarie". A quien no acepta las reglas de juego de una economía de mer­cado mundial capitalista le amenaza la caída en la barbarie moderna.

' En esta

apodíctica se hacen desaparecer, como por arte de magia, las crisis del capi­talismo mundializado, la creciente disparidad salarial, la desigualdad en la redistribución de la riqueza mundial, la destrucción del medio ambiente o la disminución de las reservas existentes de combustibles fósiles.

Por disparates corno éste el historiador británico Eric Hobsbawm ha descrito irónicamente a los economistas como pontífices modernos: todo lo que contradice su dogma les parece una herejía, una blasfemia. Y añade Hobsbawm: «a quienes, como nosotros, hemos vivido los años de crisis de la economía mundial, nos resulta increíblemente difícil comprender cómo es posible que la ortodoxia de una economía de mercado completamente libre, entonces abiertamente desacreditada, pudiera dominar durante un

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período rnúnclial de depresión a finales de los setenta y comienzos ele Jos ochenta, aunque no se encontrase en posición de enrender un a crisis así o ges­rion;irb. Este sorprendente fenómeno deberí::i hacernos recordar una de las característic::is ele la historia nüs importantes [ ... ]: la increíble corceclad ele rnir::is de los economistas, lo mismo en la teoría que en la pdctica» (1995: 136).

Preguntarse si es posible que rnclo el mundo siga la vía de desarrollo oc­cidental no parece que sea algo que entre en los planes ele los economistas. Para ellos el mundo es un mercado abierto a rodas las posibilidades. Si una sociedad fracasa, es por culpa de la falta de competencia, porgue los es­fuerzos fueron insuficientes o porque la apertura de los mercados no fue suficiente y no hubo suficientes privatizaciones. La economía neoclásica se ha convenido en un sistema cerrado en sí mismo que impide ver más allá ele su estrecho horizonte.

,Los politólogos asienten a la apologética económica-cuyos fundamentos teóricos y base empírica son cada vez más cuestionados- con fantasías de una «paz capitalista» (Weede, 2005): el libre comercio crea la paz, y las democra­cias capitalistas son, como escribiera ya Tmmanuel Kant en 1795, pacíficas por principio. San Capitalismo redimirá al mundo. Pero esto no es sólo una ingenuidad o un despropósito, sino una tragedia para las ciencias políticas, porque ignora una larga serie de guerras: la que la superporencia capitalista ele los Estados Unidos libró en su patio trasero latinoamericano,· 1a guerra contra Vietnam y las guerras contra Yugoslavia e Irak por no hablar de la participación en las "nuevas guerras" en África o América Latina. La lista po­dría ampliarse fácilmente. La caracterización del «nuevo orden mundial» corno un «imperio ele la barbarie» (Foster y Clark: 2005) es mucho más ajus­tada a la realidad.

Por este motivo prefiero seguir una línea argumental que debernos al historiador francés Fernand Braudel, quien, refutando la reoría de un des­plome del capitalismo, escribe: «El capitalismo [ ... ] estoy plenamente con­vencido de ello, no puede perecer solamente con una desintegración "endógena". Sólo un shock externo de enorme violencia, unido a una al­tern:1tiva convincente, podría causar su fin.» (Braudel, 1996b: 702). De­bería llevarse a cabo, pues, una búsqueda intelectual y a la vez práctica de las conmociones exteriores, del shocle externo y de las alternativas maduras y ,convincentes en el seno ele la sociedad, y, desde luego, hacer efectiva su

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realización: éste es el sentido de la «investigación colectiva» mencionada en el prólogo, que se refiere a un proceso permanente de experiencia prác­

tica y reflexión teórica. Aquí ampliaremos el programa que Braudel nos

legó en la búsqueda, en el seno ele las sociedades, de sus contradicciones

más agudas, las que podrían amenazar, llegado el momento, a la esrabiliclad

misma de su desarrollo con un shock excerno. Con todo, Fernand Braudel

tiene razón en un punto: por sí mismas las crisis internas apenas pueden

tener consecuencias para el desplome de todo el sistema.

Asumir sin embargo la existencia de "shock externo de extrema violen­

cia" puede conducir a engaño. Esto se debe a que nuestra relación con la

naturaleza está sometida a cambios profundos en el proceso de desarrollo

capitalista. Desde la Revolución industrial, y en consecuencia desde el ini­

cio del uso generalizado de combustibles fósiles, ha pasado ele un sistema

energéticamente abierto a un sistema energéticamente cerrado y aislado en

comparación con otras fuentes de energía. La radiación solar llega a la Tie­

rra desde el exterior, y el calor superfluo irradia al "agujero negro" que es

el espacio, de modo que las temperaturas de la Tierra resultan más o menos

equilibradas, independientemente de las irregularidades a largo plazo cau­

sadas por las manchas solares y otros factores naturales. Pero en el sistema energético cerrado del capitalismo se usan como input

las fuentes de energía fósil limitadas que se formaron a lo largo de millones de años en la corteza terrestre y que algún día, inevitablemente, se termi­narán. Los productos de la combustión ele los combustibles fósiles, en cam­bio, permanecen durante mucho tiempo en la atmósfera y tienen el inquietante efecto de bloquear la emisión de calor al espacio, calentando la atmósfera de la Tierra convirtiéndola en un "invernadero". Este fenó­meno ha llegado a tener unas dimensiones tan dramáticas que se habla ya de una "catástrofe climá.tica". Regresaré repetidamente sobre este punto a lo largo del texto.

Por ahora basta con destacar que ni la limitación de hs reservas energé­ticas fósiles ni el efecto invernadero son un shock externo, sino que forman parre ele las caracrerísticas fundamentales del régimen de energía fósil, es

·decir, que están inscritas en las relaciones del capitalismo con la naturaleza.

Hoy en día las contradicciones del desarrollo capitalista no proceden sola­

mente de los conílictos soci::iles entre la clase obrera y el capital, sino tam­

bién del metabolismo entre sociedad y naturaleza, es decir, de los flujos de

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energía y ·material, y por lo tanto, de lo más hondo de la actitud social hacia la naturaleza.

Los límites del capitalismo se muestran por doquier. A pesar de la in­mensa creciente fortuna de los ricos de este mundo, aumentan más y más las filas del ejército de pobres, en franco contraste con los "Objetivos del milenio" que hs organizaciones internacionales y estados se marcaron en el año 2000 con el cambio de siglo (Wade, 2005; Soclerberg, 2004).1 Los combustibles fósiles son cada vez más escasos, y también lo son otros re­cursos finitos necesarios para mantener el crecimiento capitalista y el in­cremento de la productividad. Éste tema fue introducido hace ya más de treinta años por el "Club de Roma". Los pronósticos de entonces fueron exagerados y el Club de Roma ridiculizado por muchos autores. La sobre­carga que generada la reducción para las emisiones resultantes de la pro­ducción y consumo (gases contaminantes, aguas residuales, basura) en el output de nuestro intercambio con la naturaleza es más dramática que la limitación, en el input, ele un sistema ele producción capitalista basado en los combustibles füsiles. Estos límites ele la naturaleza se encuentran en oposición a la ilimitada (y circular) dinámica de acumulación del capita­lisrno global, a SLl forma social. El menosprecio neoliberal hacia las leyes propias de la naturaleza y la obstinación ele la sociedad sugieren una solu­ción rnediJnte un uso violento de las fuerzas del mercado libre y, a la vez, de u11a clesposesión legal (a través de la privatización de la propiedad pú­blica, la destrucción ele puestos de trabajo, los recortes en las prestaciones sociales y bs llamadas a prolong:u la jornada laboral, el desprecio hacia los peligros para la salud, la privación ele derechos para las personas, etcétera). Éstas socavan estratégicamente la seguridad personal, social y económica. Las posibilidades para la participación democrática se ven así reducidas.

La cuestión ele las alternativas esd pues a la orden del día. ¿Pero en qué medida puede otro mundo ser capitalista? Y si lo puede ser, ¿qué aspecto ha de tener este capitalismo? ¿Existe otro capitalismo diferente al que co� nocernos? Tras el fracaso del socialismo real del siglo XX, ¿es posible otro socialismo para el siglo XXI, acaso un socialismo ecologista? ¿Cómo son los movimientos sociales contemporfoeos y cuáles son sus proyectos polí-

1. ·fambién Jeremy Rilkin hace refc�·cncia a la creciente desigualdad, sin visos ele declinar, en un artículo por otra parte altamente i:ontradictorio en Die Zeit, 09 de junio de 2005, p. 49.

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ricos? ¿Qué papel jugarán en el futuro los partidos y qué relación existirá" entre la política parlamentaria y los movimientos extraparlamentarios? ¿Qué potencial de sostenibilidad y ele solidaridad existe en una economía.

cooperativa en el marco de una sociedad "solar", esto es, de una sociedad

que se limite al uso de la energía que proporcionan los rayos del sol?

Quien es capaz de observar atentamente, ve los signos ele ese "otro

mundo". Por todas partes, también en Europa, se experimenta con las ener­

gías renovables; en todo el mundo se descubre que las energías ,renovables '

permiten ajustes económicos que modifican la distribución de poder del sistema político, que revolucionan el estilo ele vida de las personas. Pero· '

también se nos presenta el movimiento contrario: las empresas energéticas se arman contra las energías renovables y encuentran aliados en la política y en la sociedad. La defensa para una transición hacia un uso gen�ralizado

de las energías renovables, para el proyecto de avanzar hacia una sociedad

solar y solidaria, no es sino una lucha de clases contra las fuerzas conserva­

doras que quieren mantener el régimen energético basado en los combus-

. tibles fósiles porque éstos son la base ele su fuerza y de sus beneficios. El

enfrentamiento está condenado al fracaso si la transformación social es de­

rrotada, si los movimientos sociales no se ponen a trabajar en ello. El.

mundo no puede cambiar si no existe el impulso para cambiarlo: de lo

contrario uno se rinde a los poderosos de hoy y sus intereses. Se tr�ta de lo

contrario a la idea ilusoria de tomar primero el "poder" y a partir de ahí

llevar a cabo las transformaciones necesarias en y a la sociedad. No, este

otro mundo crece a partir de la praxis de los mo.vimientos sociales, en el

seno del capitalismo en su lucha contra los poderes fácticos. En muchos de los países que han sido sacudidos por la crisis financiera

se han originado nuevos movimientos que se organizan cooperativamente

contra sus consecuencias -especialmente el desempleo y la pobreza- y bus­

can la transformación hacia una "economía s.olidaria". Se trata, por una

parte, de islas que han sobrevivido al tsunami de la crisis capitalista, pero

por la otra, de una forma de socialización a partir del capitalismo tal Y como lo conocemos. Un objetivo de estos movimientos es la reapropiación

de aquello que fue arrebatad o a los ciudadanos por las poderosas multina­

cionales económicas, también por personas e instituciones políticamente

poderosas. La ocupación de una fábrica es la recuperación de los puestos

de trabajo que la crisis financiera, a menudo como consecuencia ele la es-

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pccul;ició1nin frEno, había destruido. Las luch:i.s sociales en Bolivia conrr:i. la privatización del :i.gu;i, y los rernrsos petrolíferos y gasísticos se libró tan enco­nadarnenre porque se buscalx1 c:i.ncebr las privatizaciones en beneficio de las mulrin:icionales, del FMI y el Banco Mundial, y rcapropiarsc ele los recursos que les pertenecían; porgue se negaban a pagar los elevados impuestos que se les exigía n. Las ocupaciones de tierra en Brasil son la apropiación de Ja tierra no utilizada por parte ele quienes tienen la capacidad y la intención de culti­varla. Los campesinos indígenas, que se defienden contra las semillas modifi­cadas genétic:imeme porque los hacen dependientes de las grandes empresas trnnsnacionales semilleras, luchan también por su derecho como campesinos ;i, dominar el ciclo completo de la producción agrícola, desde la plantación hasta la cosecha y la recolección ele las nuevas semillas. Los piqueteros argen­tinos llevaron a cabo el bloqueo de calles para manifestar, con la interrupción del tráfico en b capital, su derecho a la configuración de su medio ambiente urbano.2 Los zapatistas en el sur de México ocupan el territorio para defender sus derechos indígenas y arrancar concesiones al gobierno central. Allí cons­trnyen su propia estructura de un "buen gobierno" contra el "mal gobierno" del estado. Aquí y allá surgen estructuras dobles, se genera una "duplicidad ele poderes" siempre amenazada: bien desde fuera, a través de los intentos de los gobiernos y las élites por recuperar el terreno perdido, o desde dentro, a través de la adaptación al statu quo. Podrían mencionarse muchos otros ejem­plos de todos los continentes. Estos movimientos sociales de apropiación de derechos, tierra o recursos están enraizados en sus respectivos territorios, for­rn::iclos a partir de sus respectivos conceptos propios y defendidos contra los poderes en competición. Por esa razón podrían definirse como movimienros socioterriroriales. Todos estos movimientos demuestran que las crisis ele acu­m1ilación de capitaJ t<1mbién <1bren oportunidades, ofrecen espacio a nuevos movimientos. Podría decirse, con Holderlin, que ele la crisis surge la salvación.

La arnmulación por desposesión no es ele ningún modo una vía exclu­sivJ de los países del así lbmaclo Tercer Mundo. Las décadas de clesregula: ción, liberalización y privatización han generado no sólo mucha pobreza en el mundo, sino también una enorme riqueza. Según claros del "World

2. No sin cienos problemas, ya que el bloqueo ele olles afecrn a muchos de los residentes de la ciurhd, por lo que 110 s iempre se habla bien ele los piqueteros.

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Wealrh Repon'', publicado anualmente por el banco de inversión Mcrryll Lynch y la consultoría Capgemini para orientar con daros contrastados las estrategias de inversión de los ricos y superricos, la riqueza de los millona­

rios (sólo en dinero) aumentó en el afio 2004, con un 8,2%, en 30.800 mil millones de dólares estadounidenses. El mayor increm.enro, con un

13,7%, tuvo lugar int:eresantement:e en el continente más pobre, África,

seguida por el continente m;ís rico, Norteamérica, con el 9,7%3. Los gran­

des fondos pasaron a ser gestionados por private equity fonds; por los fondos

especulativos llamados ele inversión libre (hedge fimri); los den01ninados

"funds of funds"; etc., que prometen a quienes poseen ya grandes fortunas

elevados beneficios, con los cuales pueden convertirse en aún más ricos, roela

vez que la carga impositiva les fue reducida en nombre de la "competencia

fiscal" internacional. En consecuencia, los fondos se volvieron más poderosos

y pudieron perseguir su objetivo de conseguir el máximo beneficio en el

menor tiempo posible. Atacaron no sólo a los gobiernos en países del Tercer 1v1undci, sino también a otras graneles empresas y a las instituciones de los

países industrializados. Éste es el trasfondo ele la crítica socialdemócrata al

capitalismo y de la comparación de los fondos espernlativos con enjambres

ele langostas que mencionamos en el prólogo. Los Verdes no dejaron escapar

la ocasión y, ante las críricas de Müntefering, elevaron su voz. Empresarios

como el Presidente de la patronal alemana Dieter Hundt declararon que las

críticas al capitalismo «le daban ganas ele vomitar».4

3. En Alemania, p;ira ciisgusro de los bancos privados y cie sus 1.·especrivos asesores de inver­

sión, la cifra de millonarios aumcnró solamente un 0,6%, (760.3000 dólares). (FTD, l O de

junio de 2005, p. 19). Los negocios lucrativos valen sólo más de 30 mi llones de euros, por lo

cpie riene que haber más desigualdad si se quiere proporcionar a los graneles fondos los beneficios

que les corresponden. Ello explica por qué a ojos ele los cabilderos de bs empresas y sus medios

ele comunicación el Hartz N sólo es el comienzo. [NT: En una nora ele traducción a un arrículo

ele Elrnar Altvater, Amarama Süss resume así el Hanz IV: «Hartz fV fue un programa de con­

mrreforma y desmontaje del Esraclo social alemán amparado por el Canciller socialdemócrata

Schri:ider en los aiios ele su coalición gubernamenral con los Verdes. Conviene ohservar que el

programa lleva el nombre de su :iuror, Perer Harrz., un airo ejecurivo de la empresa Volkswagen

que, para mayor y ulrerior descrécliro ele esa contrarreforma ele signo neoliberal, se vio envuelro

luego en diversos escándalos ele corrupción, siendo acusado ele ellos y condenado en sentencia

firme por el airo Tribunal de I\raunschweig.» Elmar Alrvater, "Alemania: el acei-tijo ele las coa-1.iciones políticas'', Sin Penniso, l O de fobrero de 2008.] .

4-. La comparación con el enjamb're de langostas le cornporró a M'iintefering la acusación de :rntisemirismo, algo que ocurre en Alemania siempre que se cr itica al capiralisrno. Muchos

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Como si quisiera demostr;ir lo dicho por Müntefering, la dirección de la bolsa alernam expulsó a los fondos ele inversión libre bajo la dirección del TCI ele Londres en marzo de 2005, a pesar ele que éstos habían com­prado buena parte de las acciones (la expulsión no se produjo sin una gra­ciosa compensación, cuya cantidad el Financia! Times Deutschland del 12

de mayo de 2005 estima en 1 O millones de euros). Este caso documenta el poder que estos fondos son capaces de ejercer sobre los accionistas. Los in­tereses de los stakeho!der importan más bien poco.5 Los fondos altamente especulativos son una expresión extrema y bien práctica de aquello que Kad Pohny describió como desincorporación de la sociedad de los mercados. El dinero gobierna el mundo como nunca antes en la historia. Los grandes fon­dos de inversión intentan obtener a corto plazo tanto beneficio como les es posible. No tienen vínculos sociales, locales o nacionales. El don1inio y los mecanismos de legitimación son "desincorporados" completamente del te­rritorio, y en consecuencia, y sobre todo, de las personas que viven en él, que no pueden ser tan móviles como los propios fondos. Éstos operan offihore, a través de sociedades fantasma. Esta desterritorialización extrema del moderno capitalismo, impulsada por las finanzas, es el motivo principal para que los movimientos sociales que luch<w contra él lo hagan a escala socioterritoriál o, en otras palabras, que lo hagan desde el propio territorio. El capitalismo es, por principio, asocial. A través ele los movimientos sociales, en primer lugar de los sindicatos, se consiguieron algunas reformas sociales. Pero éstas terminaron con "el fin de la historia" tras la "victoria en la guerra fría".

historiadores más bien inclinados a la derecha s.on tan poco capaces de imaginarse una crítica del capitalismo racional e independicnre de las personas que lo traducen de inmediato en una crítica a los capitalistas. Quien critica a los capitalistas, critica, según dios, a «los judíosn. Attac fue acusad,¡ ya esta calumnia (véase el Attac-Reader número 3 del Consejo Científico de Attac, 2004; en el que todo un grupo de autores se ocupó de la acusación de antisemi­tismo). Poner la cdtica al capit1lismo b,1jo la sospecha general de antisemitismo criminaliza la crítica del capitalismo y desvaloriza al mismo tiempo la crítica al antisemitismo (a. este respecto, véase \X'erner Rligemer, 2005). Un ejemplo especialmente turbio en la construcción de una sospecha general de antisemitismo hacia la crítica amiglobalización lo proporciona Chus Leggewic (2005). quien, aunque encuentra válida la crítica al capitalismo, construye unas barreras inaceptables que, de ser tenidas en n1enra. harían estrellarse toda crítica hacia el capiralismo contra un muro.

5. En el FT magazine dd l l de junio de 2005 Michael Akapingcr y Marco Cibola (2005) escriben sobre los cambios en la "cultura gerencial" (!V!anagement-Ku!tur) en el capitalismo de los shareho/der.

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Los directores de los fondos de inversión libre se negaron a conside�·ar otros intereses que los de su clientela, los ricos poseedores de activos monetarios (véase, por ejemplo, Ian Morley, "Why attacks on hedge funds are mis­guiclecl", FT, 1 1 de mayo de 2005).

La base legitimadora del capitalismo accionarial y asocial es escasa, y cada vez lo es más. Las inseguridades "normales" en la vida de la economía de mercado se han convertido en miedo para muchas familias. Un miedo muy peligroso, porque el populismo y el autoritarismo pued�n hacerse atractivos a sus ojos. Así es como se socava la base de la democracia. La crítica al capitalismo y los debates en búsqueda de alternativas más allá del capitalismo dejan de ser ejercicios abstractos y se convierten en algo nece­sario, lo mismo económica que política.mente, para suprimir racionalmente el miedo a sus causas como siempre se hizo: a través de la ilustra"ción y la práctica política.

No otra cosa busca este texto. La crítica al capitalismo debe convertirse en la base para una alternativa, y para ese fin necesita una perspectiva. Nada tiene que ver con lo que Margaret Thatcher quiso decir con su conocido acrónimo TINA ( There Is No .Alternative) ele que no había ninguna otra alternativa que la historia nos ofrezca, pues no se trata ele alternativas como las que pueden encontrarse en las estanterías de un centro comercial, or­denadas, pongamos por-caso, por su radicalismo. Algunos quieren un capi­talismo de rostro humano, otros quieren profundas reformas estructurales, los ele más allá quieren ponerlo patas arriba y todavía más allá, más ailá del capitalismo, hay quien reclama un Plan Marshall mundial. Pero esr<i elec- ·

ción no la tiene nadie. Las alternativas crecen y se desarrollan a partir de la historia real hasta que rompen los límites de la actual sociedad capitalista. Por este motivo utilizó Marx el concepto de "parto". La nueva sociedad crece en el interior de la vieja. Ha ele nacer y ese nacimiento puede ser do- '

'lo roso. Con ello Marx quería decir -y nosotros no podemos másqur; desear que se equivocase- que la «comadrona de la nueva sociedad» era la violen­cia. Porque la violencia en tiempos ele la globalización s_ería un.a nueva:.: guerra mundial. Un adelanto ele ello es la guerra ccintr� el ·�erroris1{1;; ,que' · · · .,. · , '

ha costado ya muchísimas vidas humanas. . Mucho más radical que la tesis del fin del capitalismo tal y corno lo

conocemos es el discurso, establecido mundialmente tras el fin del socialis­mo realmente existente en 1989, del "fin de la. historia". Si la historia ha

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l legado a uí1 fi n , entonces las alternativas a un sistema q ue la historia habrí� clernosrrado como exitoso no tienen n i ngú n lugar, carecen ele sent ido. Otro m u n d o sería impos ib l e y mucho menos necesario en «el mejor de todos lns mu ndos posibles». La crít ica al cap i ta l ismo sería completamenre in­necesar i::i s i con l a propiedad pr ivada, l a explo tació n , la economía ele mer­cado y el orden fo rmalmcn te democrático la histo ri a estuviera, por así dec irlo , sarisfocha. La intelligentsia neol i beral tuvo razón , a su terrib le ma­nera: más allá d el capi ta l ismo sólo quedaba Ja barbarie . Pero no deberíamos ser tan destructivos, i n humanos y pes im i stas . La h isto ria continúa, e l futuro esd ab ierto , la crítica tiene sentido. Pueden desarrol l arse alternativas. Que el foturo esté abierto s ignifica también que el futuro podría ser uno n o cap ital ista . L a alternativa n o es "capital ismo o barbarie" si no "sol i daridad o barbarie" . Así lo escribió Man uel Vázquez Montalbá n (2000: 2 1 ) en una carta al Subcornanclante Ma rcos del movimiento zapatista en Ch iapas , y añadía: «habé is consegu ido un punto de referencia ético i rrefutable, de ahí vuestra pel igrosidad para este mercado devaluado completamente en l o pol ítico , e n l o cul tu ral y e n l o éti co . . . » De l a dist inción emre e l fin ele l a historia y e l fin d e l capi ta l i smo me ocupo en e l p rime r cap ítulo .

Tras él me ocupo ele qué conviene entender bajo el cap i ta l ismo y su dinámica. ¿Qué cual idades caracter iza n al cap ita l i smo ? Para l a respuesta a esta preg1rnrn, no presento n i ngún anál is is detal lado del capi tal ismo . Las ramificaciones del debate en torno a la gl obaJ izació n o un n uevo imperial is­mo son aquí or i l ladas expresamente. Se trata esencia lmente de l as formas de aprop iac ión y desposesión , en sus sen r iclos económico, social, cu l tural y ecológico. La cuestión ele la propiedad se demuestra -como en los escritos de la pr i mera burguesía del s iglo XVIII- como cen tral , porque de la pro­pied;id se l egi t iman bs pos ib i l idades ele posesión y aprop iación. A parti r el e ellas se establece la necesida d anal izar l a el istribuc ión ele poder en el sis­tema m u ndia l .

Tras el debate sobre aprop iac ión y desposesi ón se d iscuten las conse­cuencias del uso ele combustibles fósi les. És!a es una cuest ión fundamental , porque la congruencia enrre cap i ta l ismo, raciona l i dad eu ropea y fos i l isrno

(véase el cu;irto capítu lo) ha hecho pos ib le una nueva d inámica a partir el e l::i "Revolución i ndustrial " . Los índices de crecim i ento económico pudieron multipl i carse por diez en comparación con los de los s iglos a nteriores, algo

sin precedentes en la h istoria el e la human i dad. Por el lo es necesa rio d iscutir

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i ' 1

el crecin•iento econón•ico y su discurso. El concepro de creci miento usu rpa el de progreso. El creci m iento y la i nnovación técn ica merecen una aten­ción cuasirreligiosa, y aunque ofrecidos por los pontífices de lo moderno (los eco nomistas) , no son ídolos i ncuestionables. La pol ítica está embele­sada por compl eto con la seductora idea del crecim i ento. De él se espera

que sea la so lución a todos l os problemas: desde el desempleo en Europa y

l as pol íticas presupuestarias mun icipales en épocas de crisis hasta la pobreza en el Tercer Mundo y l a consecución de los Objetivos del Mi lenio acorda­

d os en el año 2000. Tras el anális is de la dinámica del desarrollo capi ta li sta se pasa a l ele las

contrad i cciones i nternas y su agudización. La dimensión �·onetaria de la

acumulación capi ta l i sta , el mercado de divis�s y el mercado financiero mundia l t ienen s in duda un efecto devastador en l as rel aciones sociales. La competenci a ele las " plazas financieras" entre sí tiene corno consecuencia para l os mercados financieros que la impulsan beneficios crecientes e i n­tereses más elevados (sobre todo en comparación con las tasas de creci­m iento del PIB) , con los que buscan a su vez mejorar su respectivo atractivo. La competencia entre d ivisas apoya este resúltaclo. Para �vitar una deval uación y prevenir tendencias inflacionarias se elevan los tipos de i n terés. Los graneles fondos de i nversión , l os fondos de inversión l ibre y los private equity fimds en los centros financi eros offihore son tan líquidos y poderosos que son capaces de acceder a l as in dustrias tradicionales y reestructurar las para extraer elevados beneficios, · siempre a costa de los puestos de trabajo , e l empeoram iento de l as co ndiciones l abora les y los salarios, y, en definitiva, en coima de los intereses de la mayoría de los "ac­cionistas" locales. Los mercados financieros ejercen l a represión financiera contra la sociedad y la economía real. Consiguen, en una medida nunca antes vista, por escandalosa, red istribuir las cargas hacia l os pobres y los beneficios hacia los r icos. La i n formal izac ión del trabajo y el desplaza­miento hacia l a s zonas oscuras de la excl us ión social son l a consecuencia. Los fondos especu l arivos destruyen así la base ·real ele sus e levadas ganancias. Esto es claro desde la crisis asiática de 1997. El flujo ele capital especu l at ivo

se sacó de l os países asiáticos en cris is después ele q ue se obtuvieran las ganancias y no se esperasen ya más, se i nvirt ieron en los EE.UU., donde se desató el boom ele la New Eco nomy y, tras el esra l l ido la burbuja ele las p u n rocom en el año 2000, puso ru mbo bacia l as i n mobi l i ar i :is y empresas

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trad icionares , a las que, con su reorganizaci<Ín, sometieron para obedecer a los intereses a corto plazo ele los accionistas, esto es, de los fondos y de su cl ientela. Aqu í se plantea la cuestión de si las crisis financieras no son quizá u na agudización de las contr adicciones que desestabiliza al capitalismo desde dentro de m:rnera social y económica en una medida que satisface las condiciones de Braudel para un fin del capital i smo, especialmente ahora que comienzan a emerger y a articularse políticamente movimientos con­vincernes y llenos ele creatividad en su contra�

Los elevados tipos de interés real en los mercados financieros exigen a su vez rasas de crecimiento real elevadas en la industria productiva, el campo y e l sector servicios; en pocas palabras: en la economía real. Pero los com­lmstibles fósiles, el combustible de la economía, son cada vez más escasos . Como consecuencia repuntan las disputas políticas y militares en torno a la seguridad energética y el mantenimiento del abastecimiento continuo de crudo. La guerra contra Iralz en el año 2003 comenzada por los EE.UU. y su Coalición de la "voluntad", así como el intento violento ele mantener a la presa "pacificando" al país con medios militares, ofrece el ejemplo de una guerra por la "seguridad energética", esto es, de una guerra por petróleo.

La "vieja" geopolítica, cuya reputación, debido a su afinidad con el na­cionalismo, parecía irreparablemente <lanada, regresa a los círculos políticos y académicos. Nadie acepta la forma de un "pueblo sin espacio" ( Vof/, ohne Rctum), pero un "pueblo sin petróleo" ( Vo!k o/me 61) no puede imaginárselo nadie. La pobreza energética significa, bajo condiciones de crecimiento in­dustrial, subdesarrollo y pobreza económica. Sin embargo debe añadirse de in.mediato que la posesión ele grandes reservas energéticas no tiene siempre como consecuencia el bienestar para el país petrolífero en cuestión. Las emi­siones de dióxido ele carbono que se producen con el consumo de com­bustibles fosiles no son sólo peligrosas para el clima y la biodiversidad, sino también para la paz en el mundo. Las superpotencias militares se preparan para un conflicto en el invernaclno. Se trata sobre todo de la defensa contra una inmigración no deseada. La Europa forraJeza, donde se libra desde hace años una guerra contra los inmigrantes no deseados en el Mediterráneo y en sus fronteras orientales que se ha cobrado ya cientos ele muertos, y California, un estado que quiere blindar su frontera para que sea a prueba de latinos, re­Hcjan la irnagen de un fütmo posible en nuestro presente. Este futuro nurcaría de hecho muchos caminos l1:1cia la barbarie, y esta barbarie sería capitalista.

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Contra las imposiciones del capitalismo tal y como hoy lo conocemos crecen -y este es el tema del octavo capítulo de este libro- las iniciati;.'aS cooperativas desde abajo, que hasta la fecha son descritas como '.'economfa solidaria". Se trata ya de las primeras pruebas de alternativas conyincentes desde dentro de la sociedad. Conceptos macroeconómicos alternativos y bocetos para una "economía mundial solidaria" son propagados y reciben eco. Los sindicatos se clan progresivamente cuenta de que la lucha por los salarios está perdida si al mismo tiempo no conquistan posiciones de poder en las empresas y en la sociedad. Una sociedad solar y una economía soli­daria necesitan, sin embargo, el apoyo de los estados nacionales, y debe afianzarse una regulación mundial contra el crecimiento incontrolado ele los mercados liberalizados. No se trata aquí de nichos locales. La solidaridad no ha de limitarse al vecindario y a las pequeñas cooperativas, sií10 que, en tiempos de globalización, ha ele tener un contexto mundial, un mayor al­cance temporal y espacial. Contra el "nuevo imperialismo" se construyen en el seno de las sociedades movimientos sociales de oposición organizados, movimientos de participación política. Posiblemente emerja de todo ello un nuevo cosmopoli tismo, que no sea exclusivamente algo intelectual, sino algo que crezca desde abajo.

Esta es una razón importante por la que una economía solidaria sólo puede hacerse realidad en. una sociedad verdaderamente ecológica, esto es, una sociedad que no esté basada, por principio, en los combustibles fósiles. Más allá del petróleo hay sistemas energéticos basados en todo típo de ener­gías renovables: en el uso de la biomasa, la energía fotovoltaica, la energía eólica y mareomotriz, la energía geotérmica, etc. De todos ellos se derivaría una gestión más eficiente y ahorradora de la energía. Los defensores de las energías renovables no siempre son claros en cuanto a cómo podrían seguir funcionando los modelos de producción y consumo y el sistema de distribu­ción energética tras su transformación. Eso es algo que sólo puede llegar a saberse a largo plazo. Si la transición tiene éxito, entonces nos encontramos ante un puente que nos lleva al otro lado de una orilla de �Jgo que ya no es "capitalismo", sino otra cosa. No tenernos ningún nombre concreto para ello, sobre todo después de que fracasase el socialismo del siglo XX. ¿Socia­lismo del siglo XXl? Acaso tenga más sentido hablar de este proyecto como "sociedad solar" (por la procedencia de su fuente de energía) y solidaria (porque se construye a partir de los recursos sociales) .

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Alternati\1as convi ncentes las hay. La conti nuación del capi talismo ta l y como lo conocemos rer!11ina en desastre. Un " imperio de l a barbarie" nos arnen::iz:J s i nada nuevo surge para sustitu ir al capi ta l ismo. Un régimen con recursos renovables, con formas sociaJes que se adapten a él y una economía moclelacla a partir ele un régimen solidario es el fin del capitalismo tal y como lo conocemos. A part ir de él podrían d�sarrollarse nuevas formas sociales. La h istoria no l l ega a su fin, s ino que está ab ierta y cont inúa.

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Capítulo primero

¿Fin de la historia igual a capitalismo sin fin?

1 . 1 Tiempo y espacio, crisis y transformaciones · '

Todo desarrollo en la Tierra tiene lugar en un espacÍ� y tiempo):'a!llbié� el cap italismo tiene una dimensión espacial que 'du,tante el. período de Ja .

conquista colonial y, más tarde, en la época· del imperia l ismo y de la glo- ·. ; balización, se ha ampliado. Los mercados se amplían gracias a la ;<rnúih : . ·

obligación de l as relaciones económicas» (stúmmen Zwang 'der olwnomischen . .

Verhdftnisse) (Marx) en el mercado mundial. Esta expálision e�pdcial tiene . lugar no obstante de manera violenta, con.el empleo ele «medios' bet-oicbs», el uso del «hacha de la violencia política» (Rosa Luxe�1bürg,' i 966;;Nafr� 2003: 579). Y añade: «lo que d istingue especialmente el rnod6 .dJ p1:oduc­ción capiralista de todos los anteriores es su afan intrínseco de :expandir mecánicamente por todo el globo terráqueo y de desplazar todos: los otros · ordenes sociales más antiguos . . . aniquilando las condiciones sociales .abo­rígenes y el modo de producció�1 de los indígenas e!1 tddo el mundo'.y, en

·algu nos casos, pueblos enteros . . . » (Luxemburg, 1 975b; 772 y ss. ) . 'La ca­pacidad de expansión del capitalismo se considera sin embargo un' progreso hasta que, debido a sus p ropias contradicciones «fundamentales» se de­muestre «claramente la imposibil idad .del c�pi tal ismo» (ibídem: �78) . El capi talism o «es ·una viva contradicción h istórica en sí m is mo . . . A cierto nivel de su desarrol lo esta contradicción h istórica no puede resolverse sino con la i ntroducción de los fundamentos del social ismo . . . » (Luxemburg, 1 975a: 4 1 1 ) . S i n embargo cabe cuestíonú sí el desarrollo capitalista va en

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esa dirección, sobre todo porque Rosa Luxemburg descarta explícitamente la posibilidad de que las limitaciones de la naturaleza puedan ser un obs­dculo para el desarrollo : «La posibilidad de expansión del modo de pro­ducción cap italista básicamente no conoce límites porque el progreso tecnológico, y por ende las fuerzas productivas de la t ierra, no tienen lími­tes . . . » (Luxemburg, l 975b: 775) . A comienzos del siglo XX, Rosa Luxem­burg no podía reconocer que con el capitalismo también había surgido una reiación específica de la sociedad con la naturaleza, por lo que ya no era solamente la clase obrera la que, mediante una actuación revolucionaria, pondría líriiites al capitalismo --ésa era la gran esperanza de los clásicos del marxismo-, sino que también la naturaleza, que había l legado a convertirse en un elemento más de las relaciones capitalistas. Los límites de la natura­leza llegan a ser objeto de la articulación polírica de movimientos sociales y provocan conflictos medioambientales.

Rosa Luxt;mburg sin embargo reconoció los límites del desarrollo del capitalismo, paradójicamente como consecuencia de un error teórico en la interpretación de los esc¡uemas de reproducción del segundo tomo de El capital de Marx: asumió que la plusvalía producida no podría realizarse completamente por las compras de la clase obrera y la clase capitalista, con lo c¡ue quedaba un resto ele sobreproducción irrealizable. De ahí que el ca­pitalismo <<tam bién en su plena madurez dependa en todos los aspectos de la existencia simultánea ele clases y sociedades no capitalistas» (Luxemburg 1 975a: 3 1 3-3 1 4 . ) , necesarias para generar plusvalía. Son ellas las que man­tienen el proceso ele acumulación del capital.

La manera en b que el capital subyuga a la tierra es el tema del análisis ele las "condiciones históricas ele la acum ulación" de los capítulos 27 a 32 ele lrt ilcunmlación del capital (LQ'Cemburg, 1 975a: 3 1 6-4 1 1 ) . En una gran­diosa presentación histórica, Rosa Luxemburg describe la valorización con10 la i l l cegración ele todos los espacios en el proceso de la generación de valor e incremento ele valor capitalistas.

En el capírulo 27 de La acumulación del Cilpittd relata ele manera im­presionante y apasionada cómo se combatió a la economía de subsistencia, cómo el med io social no capitalista fue utilizado y destruido a un mismo tiempo, cómo se introdujo la economía de mercancías sobre los escombros de la economía de subsistencia (c;ipítulo 28) , y cómo se abrieron mercados por Li fuerza militar (por ejemplo en las así llamadas "guerras del opio" en

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los aííos 40 del siglo XIX) . Aquí se muestra la impronta del complejo del poder polít ico-económico en el sistema colonial y cómo la expansión de la "economía l ibre de mercado" estaba vinculada a la violencia más brutal. En el capítulo 29 explica cómo se destruyó la economía campesina y otras formas ele economía de subsistencia, cómo se desangró a países enteros con empréstitos internacionales y se los sometió a la dependencia de las poten­cias imperiales (capítulo 30) con los ejemplos, impresionantes y conmo­vedores, de Egipto y el Imperio Otomano. El capítulo 3 1 trata de las tarifas aduaneras y la retórica de l ibre comercio simultánea con la que los países imperialistas más poderosos protegen su economía y abren otras para inte­grarlas en el proceso ele acumulación global y, por extensión, en su esfera de dominio político y económico. La violencia (que es el tema del capítulo 32) tiene un papel destacado y por eso el militarismo acompaña «los pasos ele la acumulación en todas sus fases históricas» (Luxemburg 1 975a: 398) . No es posible comentar la inclusión del medio social no capitalista en el sistema mundial imperialista sin tener en cuenta el papel de la política y del estado, y en consecuencia de la violencia. El proceso, como lo muestra Rosa Luxemburg, es la historia, pero eso no significa que se trate de un pa­sado que haya terminado. Podemos observar tendencias similares también en el presente, como ha demostrado Harvey (2003) apoyándose en Lu­xemburg. Este proceso lo amplió Europa en sus conquistas territoriales neoeuropeas en América, África, Asia y Australia. La expansión ele Europa era al m ismo tiempo la creación de un sistema mundial imperialista. Casi todos los espacios territoriales del planeta Tierra y las personas que allí vi­vían se encontraron a comienzos del siglo XXI bajo el dominio del capital, y este dominio tenía su origen en Europa.

El capitalismo también se expande hacia los espacios internos de la so­ciedad (en la economía, la cul tura, la política, la educación, el deporte, el juego y así sucesivamente) . Se trata ele una «conquista capitalista del mun­do» (Narr 2003: 5 83) . Las microestruCturas y nanoestructuras de la vida cotid iana son convertidas en valores y con su transformación en mercancía y su v;Jorización en forma de dinero como resultado. Las formas de coe­xistencia social se definen cada vez más en términos económicos y de este modo quedan sujetas a la lógica de una equivalencia mercantil con la mo­neda. La mercantilización se extiende a todo y aunque la extensión del pla­neta Tierra tiene l ímites, se obedece a estas reglas como si fuesen un

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11 1 ;tndato d iv ino. Las l i mi rac iones económ icas objer ivas :idqu ieren un a esenci :i cuasi rrel igios:i. W.1ltcr Benj amin n o dudó en i nrerpretar el capirn­l ismo como rel ig ión (Benjami n, 1 985 ) . Est:i interpretación arrojó también un:i nueva l uz ::i la imcrprernción e le Max Weber ele la evolución del «espí­ri tu» de l cap i tal ismo a partir de la racio1ul id:1d occidental del domin io del mu ndo enca rnada por el protestantismo.

También en e l t iempo hay un com ienzo y un final . Sobre el vercbdero comienzo -mejor d icho, los com ienzos, porque el capitalismo está estre­chamente vi ncu lado a muchos fines, en ocasiones poco claros, en l uchas de clases y guerras- l os h istoriadores no se ponen de acuerdo, aunque n i n­guno n iega que el capi tal ismo moderno se originó en Europa hace poco más de un siglo. Más atr:ís puede fecharse la acumulación originaria en In­glaterra, en los s iglos XV y XVI. Y ames l as rept'1b l icas-estado i ta l i anas p re­figuraron formas sociales cap i talistas ya en el s iglo XIII , formas que más tarde habrían ele verse en la Penínsu l a ibérica y en Holanda. También se han descubierto formaciones cap i tal istas en otras regiones del globo -por ejemplo en Asia (Frank y Gi l ls , 1 993 ; Frank l 998a y 1 998b)- antes del «largo s igl o XVI» europeo de 1 492 (con el "descubrim i ento" ele América) hasta 1 648 (Paz de \X!estfo lia) . Esras formaciones no pudieron desarrollarse plenamente porque algunas ca racterísticas s istémicas no estaban aún lo su­ficientemente evolucionadas, como, pongamos por caso, sus inst ituciones económicas, la tecnología, las relaciones políticas, asunciones culturales o Ja base técn ica y organi zativa, la d ispon ib i lidad y e l uso de combustibles fósi les y no cabe descartar i ncl uso condiciones c l imfocas.

Afirmar que el capital ismo es algo h istórico podría ser, pues, una bana­l idad, porque s i nivo un com ienzo , entonces también tendrá un fi na l . Y e l lo no sólo desde el punro ele vista de Karl Marx y ele la trad ición marxista de los teóricos del sistema-mundo -como por ejemplo Immanuel Wal lers­te i n ( 1 979)-, s ino que tam b ién Werner Som bart ( 1 969) , Max Weber ( 1 92 1 , l 976) y _Toseph A. Schu rnpeter ( 1 950) , l os grandes sociólogos "bu tr­gueses", suscribi rían esta afi rmación . Fernand Braudel , como se h izo notar ya en la i ntroducción, present:i en ca mbio con cautela la posib i l idad de u n fln del c:i.pirn l i srno. Po rque e l cap i ta l i smo «se a l imenta ele! cambio , se adapta por l as exigencias de la capacidad de desarrol lo o -por e l contra­rio- debido a sus l im i tac iones, a l as pos ib i l idades económicas de cada época y ele c:ida parte del mundo» (Braude l , 1 986b: 695 , 702) . Esta perspectiva

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coi ncide con la ele Anton i o Gra1nsci, quien, a parti r ele las con diciones de es­tabi l idad política de un sistema econórnico y socialmente inestable también se pregunró por la capacidad ele! capital ismo o, mejor d icho, por Ja c:ipaciclacl

de las él i tes polític:1s y económicas en el capital ismo, de crea.r e imponer trans­formaciones socia les. (Grarnsci , 1 967: 282 y ss. ; Gramsci, J 993, 1 994; Kebir,

1 99 1 : 1 7 y ss. ) . El sistema de producción capitalista es un sisrema muy flexible y din<ímico, pero desde su nacim iento muy inestable, pues provoca regular­mente crisis económicas que son a un mismo tiempo crisis poHticas.

Vinculado a todo el lo está la cuestión de la manera en que pueden supe­rarse l as cris i s . Aqu í pueden d istinguirse cuatro posturas. l\1uchos ven las su­bidas y hajadas del desarrol lo socioeconófnico como un ciclo tan mecánico como la rotación de los planetas alrededor del sol . En el curso de este ciclo el s istema social permanece s iem pre i gual . Una vez encarri lado, el movi­miento no es otra cosa que una repetición cíclica. Una segu1�da postura, que podría remontarse a Rosa Luxemburg ( 1 966) o Henryk Gros�1unn ( 1 967) , tiene un desplome inevitable del sistema cuando, en el ciclo de crisis, la mag­nitud de ésta crece fuera de todo control cuando la producción ele plusvalía ya no es posible. Rosa Luxembrg, que representa esta posición en su vertiente económica, estaba s in embargo convencida de que l a clase obrera podía es­perar al desplome del cap i talismo hasta que «la Ti�rra se estrellase contra e l Sol» . E l cap italismo no puede ser elim inado más que a través de l a acción polfr ica, la catástrofe p lanetaria puede esperar.

Una tercera posición , a la que se i ncl inan los ya citados Bernand Brauclel y Antonio Gramsci , es un proceso transformador. En las grandes crisis se han revolucionado siempre las condiciones históricas del des::irrollo capitalista, el funcionamiento organizativo y técnko, la superestructura cultural, la distri­bución de poder en los mercados mundiales, la relación erme economía y pol ít ica y, no en ü l tirno l ugar, con l a naturaleza, y hacerlo ele tal rnanera que la cri s is pod ía ser superada y producirse una nueva recuperación. Se ha des­cri to i ns istentemente el desarrol lo capital i sta como una sucesión de tr:msfor­maciones, concretamente de la manufactura a la "gran i ndustria", ele ésta al l lamado "fordismo" y tras é l (posiblemente) hacia el "postford ismo" de nues­tros d ías. Las crisis son épocas ele. cambios y de turbulencias, y en ello descansa la oportunidad ele lo nuevo.

Más importante aü n es otro aspecto de esta transformación social. Se trata ele lo que Amonio Grarnsci denominó «revol uciones pasivas» (véase,

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por ejempkr, Gramsci, 1 994: l 242 y ss . ) . Se trata de la conversión de las relaciones políticas y económicas (en el sentido tradicional de "estructura" y "rnperestructura") a los nuevos desafíos históricos surgidos como expre­sión "org<ínica" de la crisis. En la revolución pas iva triunfan siempre las él ites dominantes, que ante los retos sociales y políticos consiguen reforzar su hegemonía ideológica, política e institucional sobre las "clases subalter­nas", al punto ele integrarlas, sil[Uiera parcialmente, y llevándolas a aceptar el consenso social de las nuevas condiciones históricas. La evolución del capitalisrno tiene lugar, p ues, como un proceso de adaptación a los retos históricos en la economía, la política, la sociedad, la cultura y la naturaleza. Por eso Fernand Braudel considera correctamente un fin del capi talismo sólo como u1�a posibil idad a tener en cuenta s i el sistema ya no es capaz de, por una parte, encajar un violento shock externo, y, por otra, si al mismo tiempo crecen en su seno alternativas convincentes. La gente quiere saber dónde se encuentra y hacia dónde va.

1 .2 ¿El fin de la historia? '

Existe todavía una .cuarta postura. El capitalismo se presenta a sus contem-poráneos del siglo XXI como algo perteneciente a la naturaleza interna de bs personas, como lo es el comer, beber, dormir, reproducirse, en definitiva, como nuestro intercambio (Stojfwechsel) con la naturaleza externa (ciclo de nutrición, habitación, pero también la estética de la naturaleza y el arte), la comunicación interpersonal y la mecánica ele la naturaleza interna h u­man::i. El capitalismo sería, ele atenerse a esta concepción, una "condition humrúne" (André Malraux) trammiticla ele generación en generación. En ese caso sólo es cor1secuente mantener la opinión de que la historia l lega a sp fin si el capitalismo, con su s istúna insti tucional, político, social y eco­nómico y la cultura que le pertenece, florece mientras las alternativas se. desvanecen en las brumas del olvido histórico tras la grandiosa "victoria en la guerra fría" .

Pero aquí falta algo: �J "fin i.e la historia" le acompaña la falta de espe­ranzas. En primer lug::iri. porque si aún el fin de la historia, cuando todo es corno ha de ser, fuese claro, su comienzo aún perm;mece en las sombras -sa­bemos muy poco ele las sociedades precapitalistas y del desarrollo de la hu-

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rnaniclacl desde el paleolítico (Crosby, 1 99 1 ; Ponting, 1 99 1 ; 'c'amer9n, '

1 997)-. Lo que es seguro es que la humanidad ha vivido y trabajad� m:is del 99% ele su historia bajo condiciones no capitalistas (véase el período geológico descrito por Deffeyes, 2005 : 1 67 y ss . ) . El capi talism? �urgió de otras formas ele producción (en el caso de Europa, del orden feudal) y otras le seguirán a él. La certeza es consecuencia del análísis ele la dinámica d.e . las sociedades capitalistas, una dinámica que siempre se extiende hasta las fronteras ele su desarrollo. Pero la facultad imaginativa por norma general no alcanza a poder tener en cuenta una historia más allá ele las formaciones sociales capitalistas, con sus patrones culturales, instit.�ciones políticas, me­canismos económicos y formas sociales, así como modos de comunicación. Se ha perdido toda esperanza y por ello se piepsa en el fin del capitalismo como una época apocalíptica. En comparación con el fin ele la historia" la idea ele un "capitalismo eterno" se presenta como una salvación.

Se considera como punto ele partida el discurso ,surgiclo e1:i 1 989 -que desde entonces se ha extendido y ha siclo heredado y reforzado cada vez más por los ideólogos neoconservadores o neoliberales, amén ele los rene­gados ele la izquierda promovidos a portavoces ele los primeros (Lincl, 2004, especialmente 430 y ss.; también Lieven, 2004)- sobre el " fin ele h historia" (con su reverso ele la "eternidad del capi t::ilismo"), cuya autoría debemos a Francis Fukuyama ( 1 992; ctí ti ca ele Anderson, 1 992) . El fin ele la historia se habría alcanzado pórque, paradójicamente, la moderna sociedad capi­talista, con sus insti tuciones sociales y P.olíticas, sus procedimientos for­males (democracia formal, mercado, pluralismo, etcétera) , teorías e ideologías, era el cénit del desarrollo social. No sólo se alcanzaba el fin de ia "guerra fría" y, co!I éf, ele período concreto ele la posguerra, sino «the end ofhistory as such: that is, the end point ofmankind's ideoLogicai ev0Luti011 and the universaLization ofV<lestern liberal democracy as the final farrn of hu�1an government» (el fin ele la historia como tal: esto es, el fin de la evol�tción ideológica de la humanidad y la universalización ele la democracia liberal occidental como form::i Bnal de gobierno humano) . Resulta difícil superar en dramatismo esta afirmación. Fukuyamá se apoya explícitamente en la filosofía ele la h istoria ele Hegel: «And yet what I sugg�sted had corne to an end was not the occurrence of events, even Large and grave events, but 1-!istory that is, histor)' understood as a single, coherent, evolutionar)' process, when taking into account the experience of al! peoples in izll times. This understanding of

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1-fistOJ_y wm 77107"1' dose/_;1 associated with the great German philosopher c. \,\%'F Hegel !t wr1s mar/e part of 011r dmly inteilfftual fltmo.rphere by Karf Marx, who horrowed this ronreption of History from Hegel. and is imp!irit in our use ofwords like 'primiti11e ' or ad/lf/ncrd'. 'traditionfll 'or 'rnodern ; when refirring to d�ferent

types of hwnrm societies. [ . . . J Both Hegel and lv!arx be!ieved that the evolution of human sorieties was not open-endrd, but would end when mrmlúnd achieved fl fann of society that satisfied its deepest and rnost fimdamcntal lrmgings. Both thinkmpositrd an 'end �f history '.· far Hegel this was the libemi state, while

far /l!fm:x: it wfls the communist society This did not mean that the natural cycle of

birth, life and death woufd end, that important events would no !onger hoppen,

or that newspopers reporting them would cease to be.published. !t meant, rathe1;

that there wo11!d be no furtherprogress in the development ofunder61ingprinc1jJ/es

anr.I institutions because ali of the r"Cally big questions had been settled» (Y con rodo, lo que he sugerido que ha l legado a su Gn no es la existencia de aconte­c imienros, i ncl uso ele graves y grandes aconrec imienros, s ino ele la h istoria m isma: esro es, de la historia en tend ida como un proceso ün ico, coherente y evolutivo rras romar en cons ideración l a experiencia de tocios Jos pueblos en rocbs bs époc1s . Esta comprens[ón de L1 historia esrá vinculada al gran fi lósofo :1 1..:mán G . W F. Hegel. Se convirt ió en parte de nuestro c l ima inrelectual d iario con Karl Marx, qu ien tomó p wsrada esta concepción de la h istoria de Hegel , )' se encuentra imp l ícita en nues tro uso de palabus como "primitivo" o "avan-1:ido", "tr:id ic ional " o "moderno", cuando nos reforimos a d i ferenres ripos de sociedades h u manas. [ . . . ] Trnt:o Hegel como Marx creyeron ·q l le l a evo luc ión de hs socied:1cles hu m:inas no tenían t 1 n fü1 abierto, s ino q ue terminarían

cu;indo la hu man id;1d consigu iese u na forma ele sociedad que sarisfici�ra sus �mhelos m:ís p ro ll.mdos y fund:i mentales. Ambos Fi lósofos posndar¿n un "Fin ele b hisrori:1 " : parJ Hege l se traraba del estado l iberal, mienrr:is que para Marx era la soc ied :id comunista. Esti > no s ignif]c;iba que el ciclo natural de naci­m iento , vicia y muerré' termi nasf', que los acomecimientos importJ ntes dejasen dé' s1 1cecler o que los diarios que inf-orman de e l los dejasen de publicarse. Sig­n i ficaba m ;Ís bien que no h:1bría n i ngün progreso en el desarrol lo de los prin­cipios subyacenres a esros aco n tec i m ientos y en l as instituciones porque rodas hs gr:rndes cuesriones habrían sido ya respond idas.) (Fukuyama,. 1992).

Fu lrnyanu no co ncedió ra nra i m po rtancia al añ.o 1 989 como a l a ñ o 1 806, rna 11 d o rn !a baral fa d e J e n a l o s pr inc ip ios de Ja Revoluc ión fran cesa fiH�ron i m p1 1esros por la «vanguard i a de l a h istor ia» napoleón ica. La de-

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.� - . ' , .

rn oc1·acia fornl:ll ha apa recido desde enton ces co ,. . ,,. mo Torma superior para la regu l :ic 1on de los procesos soc i a les y pol íticos. Tras la "victoria en la gue-rra fría" todo esro se ha demostrado como cierto. Además, habría comen­

zado u n n uevo "american century" (cf. Krauthammer, 1 99 1 ) . El recién frac1sado socia l i smo realmente existente ha bría demostrado que, m.ás allá de l orden capital ista, sólo existe el tedio y Ja negl i gencia. La h istoria de l a

formación socia l capi ta l i sta, por e l contrario, puede abri r u n nuevo capítu lo

en el fin ele l a h istoria . E l cap i ta l ismo, con sus i nstituciones pol íticas, so­

ciales y económicas, está más vivo que nuncJ.. Por ello "el ftn de l a h istoria"

es sólo un eufemismo para el capital ismo s in f in y s in fronteras. Un capi­

tJl i smo para la eternidad , porque las alternativas sociales carecen de sentido

h istórico y están privadas de legit i m i dad h istórica. Toda crítica no hace

más que estre l larse contra los hechos y la superioridad normativa de las l i­

m ttaciones objetivas. 1 No es sorprendente que los neoconservaclores se si�n­

tan aún respald ados por el derecho y el espíri tu ele la h istoria i n cl uso si su

cosmovisión ha experimentado tantas derrotas, especial mente en Irak. A quien no qu iere com ulgar con la idea del fin de la h istoria y l a eter­

n idad del cap i ta l i smo se le presen ta como u na perspectiva espantosa es te­

n ido por gente com o B o h rer u n d Scheel (2003) no sól o por « id eólogo

c h i íl aclo», s ino por « reaccionario». Como prueba de e l lo citan l a conocida

crítica ele Marx y Engels en el Manifiesto comunista de 1 848 a l os « re::iccio­

n arios» precapira l istas y sus «venerables concepciones e ideas», y con e l l a

acus:rn a l o's críticos d e l capita l ismo global izado ele « re:1cc ionarios» . En b

i maginación de l os n eol iJ1erales, el estancamiento es el t' m i co pr0greso per­

ceptible . Los ed i tores de Merkur que citaron el ivfan�fiesto comunista de Marx y Engels harían b ien en l eerl o hasta el final , porque tras Ja fascinación

hacia l os progresos de la bu rguesfa s igue un sobrio an:í l is i s de hs ten d encias

de las cr is is cap i ta l istas, un debate con las corrientes del socia l i smo de me­

cl i Jdos del s iglo XIX y un p rogram:i ele transic ión para l a superación del

domin io ele l a burguesía que termi n a con l a l larnacb: «Que t iemblen las

clases gobern:rn res ante )a perspectiva de una revo lución com u nista. Con e l la

l . Sin embargo, en el mensaje feliz'del fl n de la historia y el sobredi mensionado impacrn h istórico del capira l ismo se mezcla u n Zeitgl'ist pesimista, una deprimen re "era rel. igiosa"

ma rcada por los conflicros en tre l a comu n idad de valores occiclenta.les, represenrnda por l os

Estados Unidos de América, y un isbm m i l i ranre (Hunrington, 2004) .

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los proletarios no tienen nada que perder salvo sus cadenas. Tienen un mundo entero que ganar. ¡Proletarios ele todos los países, uníos!» (Marx y Engels, ME\V, tomo 4). Las <J ternativas ,J capitalismo contemporineo siem­pre fueron una preocupación de los movi mientos sociales, también de los actuales.

El cadcter frtichista de las formas capital istas analizado por Karl Marx es responsable de la creencia de que el crecimiento podría aplicarse ininte­rrumpidamente en una época de expansión ilim itada, como si el capita­l ismo pudiera existir en su forma actual «para roda la e ternidad». Parece corno si el capi talismo, y su expansión hasta alcanzar todas las fronteras, foera tan necesario para el mundo como la relación del hombre con la na­turaleza. El fin del capitalismo sería en consecuencia el fin ele la humani­dad, un "ocaso de la hu1nanidad" (Menschenheitsddmmerung) de cariz apocalíptico. Nos encontramos, p ues, ante una encrucijada histórica. Un camino conduce a un capitalismo sin fin , porque l a historia habría l legado

< a su fin. La destrucción medioambiental , los conflictos por los recursos na­turales, las luchas violentas por su distribución y las cl�sastrosas crisis so­ciales y financieras nos acompañarían por ese camino. Pero es posible llegar a un fin de la historia muy diferente al que se imaginan los neocons. En la otra dirección hay un camino m<Ís ancho y espacioso. En él las alternativas sociales más allá del sistema dominante ele acumulación capitalista son po­sibles. La historia esd abierta para modos de producción, estilos de vida y relaciones con el medio ambicnte más allá del capitalismo.

1 .3 Capitalismo como religión

Con todo, el capitalismo es más que el modo de producción y la formación social cuyo desarrol lo se caracteriza por la di 1úmica de acumulación. No sólo el conservadurismo de la derecha estadounidense adopta un modelo ele pensamiento que atribuye valores rel igiosos al capitalismo y lo inviste de la cualidad de lo eterno. En su i nacabado "Capi talismo como rel igión", Wal ter l3enjamin expuso cómo «el capitalismo [se] contempla como una religión, esto es, el cap i talismo sirve esencial men te como gratificación de las mismas preocupaciones, tormentos e inquietudes a las que previamente las así l lamadas rel igio nes daban respuesta» (Benjamín, 1 985 : 100) . El ca-

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pitalisrno debe, en consecuencia, presentarse corno �Jgo destinado a ser tan

eterno como la mismísima «ciudad eterna». Así, el capitalismo entra en

contradicción: por una p arte, reclama la «vida eterna», que promete a todo

quien observe atentamente bs normas capitalistas ele producción y con­

sumo,2 pero por la otra, el capi talismo significa también «un enorme sen­

timiento de culpabil idad que no se sabe cómo expiar». Un sentimiento que

es un iversal y que debe finalmente incluir al mismo Dios en es ta culpa

«para, finalmente, interesarse él mismo en la expiación [ . . . ] Descansa en

la esencia ele este movimiento religioso que es el capitalismo la tolerancia

hasta el final, hasta la cruz definitiva de Dios, la imposición de un m undo

ele exasperación en el que se confía hasta el fin. Aquí descansa la novedad

del capi talismo: la religión no es ya la reforma del ser, sino su fragmenta­

ción» . (Benjamin, 1 98 5 : 1 00) . La culpa ha de reinterpretarse material­

mente y no sólo como sentimiento ele culpa, esto es, ha de interpretarse

como endeudamiento, porque el capital se basa en el dinero y la riqueza,

y éstos generan en última instancia obiigaciones de deuda. Éstas aumentan

con los tipos de interés, en razón al "cálculo económico" (Kapitalrechnung) descrito con detal le por Max Weber, a su vez considerado como una ema­

nación del "espíritu capitalista" derivado del protestantismo. La condona­

ción de deuda y la expiación podrían aparecer sin embargo de una manera

u otra como crash, coro.o una fragmentación ele las relaciones sociales. La

magnitud ele la actual crisis financiera arroja una l uz dramática a la for­

mulación ele \1Valter Benj amin.

1 .4 El capitalismo tal y como lo conocemos,

¿el mejor de los mundos posibles?

Quien frente al discurso dominante sobre la fal ta de alternativas a l capita­lismo y la superioridad ele los valores occidentales -tal y como por ejemplo lo definió el gobierno ele B ush- tenga como posible el fin del capitalismo o incluso trabaje en su superación, es considerado, como tuvimos oportu-

2. «No deberías tener otro pantalón vaquero más que el mío» rezaba la publicidad co­mercial de la firma Jesus-Jeans en los años 70. Esrn indujo a Dorothee Siille a hablar de «Un Dios de b publicidad» (cf. Palaver 2002, http://rheol .uibk.ac.at/id/283.hcml#h4).

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n i el ad de ver, por u n l oco en cerrado en su prnpia torre de 111arfi l . Se le acu­sad de querer gi rar l as manec i l las del reloj para atr:ís, a u nque l::is manec i l las haya n l legado ;.¡ un p u n to nrnerro y su m ovim iento esré b loqu eado . La h is­toria ha l l egado a su fin, el "mejor de l os mundos posibles" se h a convertido en u n a real idad. La utopía tiene po r fi n un hogar.

Esta ide;1 d isra ele ser nueva. En "el fin de la h i storia" volvemos a la teo­d icea q ue preocupó a los teólogos y fi lósofos dura n te s iglos. Según ésta, como el mundo fue creado por Dios y h esencia divina no puede ser cues­tionada, el mundo en el que vivimos, a pesar de todas sus relaciones caó­ticas, a pesar de la guerra y de la m iseri a, de la destrucción ecológica y l a des igualdad social, a pesar d e l auto ri ca rismo y d e l a opresión , es "e l mejor de todos los m un dos posib les". La Teodicea tiene una larga h istoria. Tam­b ién Leibniz (Leibn iz, 1 948) la tomó corn o punto de part i da para su ex­pl icación del mundo. Nada en el mundo sucede, según este apriori rac ional , s i n una razón sufic iente. E l m u ndo real en e l que vivim os es sólo uno entre i nfin i tos m un dos pos ibles, porque si « l<l i dea de Dios contiene i n fi n i tos mimdos posibles y sólo puede existi r uno de el los , esto debe ser una razón sufic iente para q ue Dios cons idere como ffi<lS i mportante esi·e m u n do que los restantes» (Leibniz, §53) .

En este m u ndo ópti mo los hombres racion ales (pero también otras for­mas ele vida e i ncluso l a natural eza i nerte) viven com o món adas. No i n ter­:ictt'1 ; rn en tri" sí, son susranci<ls «s in ventanas» (fensterfos) , en el mejor de los c1sos «gu i adas por l a memorÍ J.», «al mas racionales» . Cuando a pesar ele la pasividad « regu ladora» de l as mónadas s urge el caos, la «armonía preesta­blecida» (Leibn iz, §78 , 80, 87) retorn<l median te la i n fl uencia ideal de la «med iación divi na» . Dios opera como «deus 1'.X machina», como «arqu i tecto de la m:í q u i na del mu ndo» (Leibn iz, §87) . Las m ónadas de este m u ndo son complera rnenre independ ientes, ignorantes e n s 1 1 equ i d istancia de q u e e l u n i verso s e concencra e n e!Lis ; en su condición p reserne contienen el pa­sado y el fu turo del m u n d o por com p lero . No hay n i nguna i n cerr idurnb!·e sobre el f m u ro, ni nguna i nsegur idad y, por el lo , n inguna decepción que pueda h aber con l a mod i ficación de pl anes y decisiones. Un concepto lllO··

derno de tiempo en p rogreso de i rrevers i b i l idad termodin :ím ica es a esta concepción iclea l isra tan extraña corno el moderno escepti c i smo hacia la asu nción de que el mu ndo real es .e l mejor de l os mundos posihles. Las ac­tividades de p roducción y consumo nada t i enen que ver con la com u n i ca-

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ci6n e n t re m ó nadas. La acr i v i d a d de las m ó nadas se red u ce a la percepción (percepciones de al mas o sustancias sencillas) y la apercepci6n (ideas cons­cien res ele las alrn.as raci onales) , no «tienen ningu na ven tana a p::trtir de l a

cu;d algo pueda entrar o sal i r» (Leibn iz, §7) . 3 Walter Benjamín observó que Leibniz desarro l ló no por casualidad el

cálcu lo i nfin i tesi m al porque « la i dea es la mónada, es dec i r, que, en pocas

palabras, cada i dea contiene la i m agen del mundo» (Benjamín , 1 978: 228) . El cálculo i n fin i tes i ma l y el pr inc ip io m a rginal son las herramien tas racio­

na les del proceso de toma de decis iones sobre recursos escasos que emplea

l a economía neoclásica y neol iber<l l . La construcción racional de Leibniz

t iene a la sociedad como result<lclo , pero sólo una sociedad de mónadas in­

com un icadas y s in género, no de ind ividuos con género activos e i nteresa­

dos. El p rogreso de la construcción l e ibniziana del m u n do con ' respecto a

otros bosquejos previos es sobre todo haber mostrado que no sólo es posible

una forma de l m u n do, s ino que existen en p ri ncipio rarnbién otras formas.

De :J h í la búsqueda de u na razón suficiente para la existencia del mundo

real entre una pos ib i l i dad i nfin i rn de mundos posibles. Voltaire satirizó este

fatal ismo ya en el s iglo XVTIT en la Francia anter ior a, la Revolución. En su

mordaz parod ia del Compossibilitismus l e ibn iziano, esto es, de la filosofía

de l o pos ib le, en Cándido o el optimismo ( 1 759) , presenta a su filósofo, el Doctor Pangloss, razonando sobre el mejor de los mundos posibles o, como

sugiere e l p ropio Pangloss: fanfarroneando (schwadronifren) . Esto s ign i fica

que, i n cl uso después de haber padecido l as más terr ibles experiencias en

3. David 1-hrvey ha escriro sobre la no-com u nicación carente de venta nas un i n teresanre

aná l is is: «Li especial solución _de Leibniz en la Jvlonadología se fu ndamenta en la carencia

de praxis política. Ésta ruvo corno consecuencia que la mónada i n relecmal se rerire al mundo

sin vcnranas (el esru c l io) , para lamentarse largo y rendido de las correspondencias en el

mundo exrerior. Se trató ele 11na muestra de reacción especialrnenre i nteresante. Apenas sor­

prende que los errores po líricos d� la izquierda en !as t'dtimas dos décadas rengan un parecido

semejanre a la rcriracla :11 mu ndo feibniziano si n ventanas y sus relaciones inrernal izacbs. f. . . . ] Es ce reriro es facilirndo en muchos aspecros gracias al perf'eccionamienro de las recnologbs

i nfor1;1:ític1s (orra i n novación de Leibn iz. f'ue, en efecto, el des;1 rrolln de b primera calrnla­

dora y de la ari rmérica binar ia , un cálculo un iversal que había ele reun i r a roda l:i cu l r ura y roclos los lcng11:1jes humanos en un r'1 n ico ba nco ele d:i.ros). La imagen del i ndividuo mon:í­

d ico anre l a pan ralla del o rdenador, conectado medianre su módem al m 1 1 11do del ciberes­

pacio, es, en m uchos sentidos, la saris Í:icción (y repetición), del sueño leib n iziano. Aunque

bs mónadas no rengan venrnnas , rienen un rerminal de orclen:1dor . . . » (Harvey, 1 99(): 75, traducción al alem:ín e le Elmar Alrvater)

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un viaje a través de la abyección y el horror del " mejor ele los mundos posi­bles'', que «no hay efecto s in causa y que en el mejor de los mundos posibles [ . . . ] las cosas no pueden ser de o tro modo que tal y como son, porque de que todo esd creado para un fin deseado se infiere que necesariamente ha ele ser el mejor fin . . . ».4 Esro vale también para el Paraíso, «pues el hombre fue puesto en el jardín ele! Edén, para l uego ser expulsado . . . y se dedicó al cultivo , lo que demuestra que los hombres no fueron creados para descan­sar. -T!:abajemos pues, s in filosofar, porque ése es el único medio de hacer la vida llevadera» (Voltaire, 1 759/ 1 990: 1 48) . Las mónadas en la armonía p restablecida leibniziana deberían ser por lo tanto activas, trabajar y mo­dificar el mundo (y a sí fnismas) . El trabajo es el i ntercambio de los hom-

, bres entre ellos· y con la naturaleza. MOdifican tamo a la naturaleza como a sí mismos y su socieclad.5 Hacen his toria y no se dejan hipnotizar por su fin construido.

Un Voltaire moderno del siglo XXl tiene muchas más razones que Cán­dido y pangloss para enfadarse con las relaciones en el capitalismo mundial y de que no hay ninguna alternativa porque se trata del mejor de los mun­dos posibles . La base de los recursos para la acumulación capitalista men­gua, especialmente el suministro de petróleo, que se encuentra al borde de su agotamiento. La contaminación del planeta continúa imparable. Los gases invernadero modifican el clima, y con él, las condici�nes de vida en la Tien:a, de una manera posiblemente catastrófica. Al capitalismo se le agotan los recursos y la capacidad de reproducción de la naturaleza en el planeta Tierra queda con ello destruida: "The P;ury's Over'', escribe Hein-

4. A n res había presentado otros razonamientos igualmente absurdos: «Se.ha demostrado

que las cosas no pueden ser sino como son, pues si todas las cosas han sido creadas para algü n lln , neccsariameme todas las cosas han sido creadas para el mejor fin posible. Observe, por ejemplo, que la 1uriz está formada para porrar ameojos, es por ello que llevamos anteo­jos.» (Il esL démontré, disaú-il, que les choses ne peuve11t etre autrement; car tout étant .fiút poc1J· une fin, tout rst ni'cessairement pour la meilleure Jlll. Remarquez biell que les nt'Z ollt été jáits

pour porf'er des luncttes; aussi avo11Hww des lunettes. ) . (Volraire [ 1 759J , 1 990: 5) . 5. Hcinrich Hei1 1c, que como Goetl1e y Schiller apreciaba en grado sumo a Leibniz, dio

un 1<aso todavía más allá: «El filósofo Pangloss tenía razón», escri bió en 1 824 en Viaje al Harz (Ht11"Zl'C'Jse) , « ¡Éste d 111ejor u1nndo posibk1 Pero se tiene que poseer dinero en

. este

mejor de Jos m undos posibles; monedas en la cartera \' no manuscri tos sobre la mesa . . . » (2005) . fato es, eI trabajo sólo comporta algo si el producto del trabajo permi te ser trans­forllladu en mercancía y en dinero.

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berg (2004) con pertinente sarcasmo. Los mercados financieros liberaliza­

dos han desatado crisis destructivas, y es seguro que esto seguirá ocurriendo

en el futuro si no se implementan controles para los flujos de capit<tl mun­

diales y se l imita "el comercio l ibre" y "los mercados libres " . En nombre

de la "libertad" se libran guerras criminales con cientos de miles de vícti­

m as. En estos conflictos y sus consecuencias sociedades como las de Ko­

sovo , Bosnia-Herzegovina, Irak o Afganistán qued<lll patas arriba. Se

necesitarán décadas para recuperarse de los traumas de la compensación

del "fin de la h istoria" . La alternativa es clara. Si la historia de hecho (y no en la ideología de

los neoliberales y conservadores estadounidenses) ha de llegar a un fin, en­

tonces no hay ningt'm fin del capitalismo y éste puede durar eternttmente.

Pero si la historia continúa y de todos los mundos posibles puede realizarse

o tro diferente al hoy existente con su forma política y, así, "el mejor de los

mundos posibles", entonces también puede pensarse en el fin del capita­

lismo y p ueden desarroiiarse a partir de los movimientos sociales alterna­

tivas al capitalismo para ser después puestas a prueba. "Otro mundo es posible" , se dice en Attac y se dice en el foro Social

Mundial. Pero ¿es ese "otro" mundo otro tipo de capitalismo, un capita­

lismo mejór, "desmundializado" y reformado, o debemos buscar "otro"

mundo más allá del capitalismo? No es una pregunta fácil de responder,

porque podría en efecto suceder que el capitalismo, como ocurrió en el pa­

sado, sobreviva gracias a su flexibilidad, potencial de adaptación y capaci­

dad de transformación (en el sentido de l�ernand Braudel o Antonio

Gramsci) . Entonces sería cierta la tercera posición sobre la capacidad de

adaptación a las crisis del sistema capitalista. S i así sucediera, entonces la

generación actual no debería ocuparse del fin del capitalismo y de las al­

ternativas más allá del capitalismo. Eso quedaría reservado para las gene­

raciones futur<ts. Pero p uede ser que los límites naturales lleven a la crisis

económica a sus fronteras sistémicas, a un sistema que ha llevado el caos

con su "guerra contra el terrorismo" a amplias regiones del mundo. Las

condiciones de l�ernand Braudel para un fin del capitalismo, el shock ex­

terno y la crisis in terna, podrían presentarse de súbito. En consecuencia,

es también necesario tr;ibajar en el seno del capi talismo actual en la elabo­

ración de "alternativas convincentes" . Éstas no tendrán lugar con toda se­

guridad a la sombra de una "vanguardia revolucionaria" , tampoco con los

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d ive rsos-g.ritos -la fascinación con la medfora del "grito" en Holloway (2002) es mcomprens1ble- de u na "m ultitud" (Hardt, Negri, 2004) en el espaCJo mundial. Pero Hol loway acierta en al go , a saber: que «en el capita­l 1smo se encuentran . . . los motivos para otra organización sociaJ, pero no se encuentran en las máquinas y en las cosas que producirnos, s i no en nuestra actividad sociaJ, o en la cooperación que se desarrolla constantemente en sus formas capitalistas» (Holloway, 2002: 222). La continuación del capitalismo tras e l fin de la historia no sólo no traed, como se proclama eufóricamente sin sentido, la democracia, la l ibertad, la economía de mercado y e l bienestar, s ino más prob�blemente la «fragmentación del sentido». Quien quiere que todo sobre la tierra permanezca como está y fantasea con el En de la h istoria 1�0 qui�re que la Tierra y la vicia sobre ella, siga existiendo. El En del capita­l ismo s igue s1endo una cuestión fundamental, especialmente para quienes tienen la visión de otro mundo por una utopía realizable y se c�mprometen en ello y para ello de manera política y práctica.

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Capítulo segundo

Disputas en torno al concepto de capitalismo

¿Qué debemos y queremos entender por "capi tal ismo"? Las definiciones conceptuales claras son necesarias. ¿Cómo comprender las 'reladones so­ciales, cómo comprender la sociedad si se carece del concepto adécu'ado y h a de tomarse otro prestado? Los conceptos son el " ¡Ábrete Sésamo!" del tesoro de la sabiduría, l as señales que conducen al árbo l del conocimiento. Abren perspectivas, nos ayudan a ver mejor el m undo. Generan conciencia y crean seguridad en la comprensión de todo lo que sucede en él mundo contemporáneo. Comprender algo es, además, una cosa tremendamente práctica. «A alguien -que se comprende a sí inismo, ¿córúo puede detenér­sele?», se preguntaba Berrolt Brecbt. Éstas son , las razones poi' l as que l os conceptos resultan tan d iscutidos, por fas que l os conceptos deben ocuparse y someterse como si se tratase de territorio enemigo, corno formuló Heiner Geifüer en e l que probablemente fues� su único acierto como secretario general de la CDU. A esta incel igente (muchos d irían: i nfame) máxima se han dedicado i nstitutos de i nvestigación generosamente financiados, im­perios mediáticos, thinks tanks, comisiones gubernamentales y seminarios universi tarios.

Son ocupados sobre rodo los conceptos' que son i níportantes para la orientación en una 'sociedad "confusa": l ibertad, democracia, economía ele mercado en general y libre comercio mundial en particular, l ucha contra el terrorismo, l ibre establecimiento de empresas, sind icatos l ibres, toncep­ros, todos ellos, que se orientan a las necesidades de cada l uga r. A éstos y

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otros concep tos se les reorienta con una connotación positiva y luego se los monopol iza para fines propios, mientra� otros -especialmente los con­ceptos contrarios- tienen una connotación negativa y se atribuyen a los adversarios políticos. Los conceptos delimitan también las fronteras entre amigo y enemigo. Incluyen a quienes c�mparten una misma visión del mundo y excluyen a todos los demás. Los conceptos actúan violentamente en la definición de desarrol los reales que a su vez estructuran los discursos.

Tambiéi1 hay conceptos que son eliminados del vocabulario y pasan a ser así incomprensibles (in Unbegrifle verwandelt werden) . En la niebla del confuso mundo moderno se apagan las sirenas y o tras se9ales son retiradas más o menos discretamente. Así fue como la vieja Venecia permitió navegar a sus invasores en la bruma para conducirlos a otros lugares. La claridad conceptual se torna imposible, las alternativas y las teorías fundadas sobre conceptos equivocados se obstruyen y quedan a medio camino. El concepto de capitalismo ha compartido en parte este destino. En los discursos de las ciencias sociales ha desaparecido por un agujero de la memoria o se ha dis­torsionado tanto que apenas hay algo con lo que empezar. Las disputas en torno al concepto deben pues comenzar con la reapropiación del concepto de capitalismo. Se trata de una «lucha sociopolítica» . (Hilger, 1 982: 442 y ss.) Si el tema de este ensayo es el fin del capitalismo, debemos aclarar de qué hablamos exactamente mando hablamos de "capital ismo".

Antes de ocupamos de las tendencias de desarrollo y de las contradic­ciones del capitalismo realmente existente, es necesaria una discusión en torno al s ignificado del término mismo, toda vez que este sentido y uso no sólo es negado desde el lado liberal y neoliberal, sino que también co­mienza a dominar en el debate crítico en torno a los conceptos ele globali­zación y recientemente también del i mperialismo. Pues quien no puede hablar sobre capitalismo, no podrá entender ni el desarrol lo de la global i­zación ni las din;ímicas del "viejo" y del "nuevo" imperialismo.

2. 1 Capital y capitalismo

Quien quiera ocuparse del concepto de capitalismo haría bien en leer a

fern:rnd Braudel. Debería aprender que el co¡1cepto de capital ismo no es tan viejo como la formación social a la que nombra y que hoy denomina-

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mos "capi talista" . Los contemporáneos del "sis tema mundial capitalista" cuyo desarrollo -al menos en el espacio europeo y neo-europeo (esto es, en Europa y en sus colonias diseminadas por todo el mundo)- puede es­tablecerse con los grandes descubrimientos del "largo siglo XVI", ni lo lla­maban capitalismo ni lo percibían como tal. Muy diferente al concepto de capitaiisnio es el concepto de capital, que se utilizaba ya en la Edad Media (Braudel, 1 986a: 248 y ss.) y se introduce en el lenguaje de los mercaderes a partir de comienzos del siglo XVI. Sin embargo, el concepto de "capital" obtuvo gradualmente el significado con el que llegaría a ser conocido más tarde: como descripción para el capital monetario, capital comercial y ca­pital industrial. Adam Smith diferenciaba entre "useful machines and ins­truments of trade" (máquinas útiles e instrumentos de comercio) , "profitable builclings" (edificios útiles) , "improvement of land" (mejoras de la tierra), "acquired and Ltsefol abilities" (habilidades adquiridas y útiles) (Smith, en Hilger, 1 982: 4 1 9) . Marx fue el primero en entender en el capital una re­lación social específica entre los capitalistas y quienes trabajan para ellos y son explotados para que los primeros obtengan una plusvalía, un beneficio. La plusvalía podían apropiársela los capitalistas porque prestaban los "avan­ces" (como los llamaban los economistas fisiócratas en Francia), es decir, porque como inversores habían invertido capital en una empresa determi­nada. De ello se ocupa la evolución del derecho de propiedad originado en el capitalismo, que nace como derecho para la apropiación privada. Para nosotros es tan fácil de entender que nadie puede imaginarse a un propie­tario que urilice su propiedad para objetivos filantrópicos.

La descripción de la personificación del capital, los capitalistas, tiene por norma general y según Fernand Braudel, una «connotación peyorativa. Lo mismo vale para todos los propietarios de riqueza pecuniaria>> (Braudel, 1 986a: 252); estas «monetary fortunes», según Quesney el fisiócrata -para las cuales sólo era productivo el trabajo agrícola- «are a clandestíne fonn of wealth which lmows neither king nor country. As a result; merchants are 'fo­reígners ' to their natiom (son una forma clandestina de riqueza que no cono­ce ni país ni soberano. Como resultado los comerciantes son "extranjeros" para su nación) (McNally, 1 988 : 1 1 7) . Quesnay ( 1 759) describe, como lo hace también el fisiócrata Le Trosne, a los comerciantes como una «classe cosmopolite», cuya riqueza no respeta «ni patrie ni frontiere» (Rosanvallon, 1 989: 94) . Hacia las modernas industrias, descritas como «sin raíces», hacia

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el d o m inío de la l ógica ca pi ca l isra absrracrn de exploración y la « lógica re­rri tori a l » de d o m i n i o , pero ra mbién hacia l::i cuf'tura y la h istoria (Ha rvey, 2003: 33 y ss.) p redom i na una profu nda d esco n fi a nza. Aquí encuentra su expresión e l rechazo al proceso, ta l y como lo d escribe Ka rl Pol any ( 1 978) , ele "desi ncorporación" de la economía de mercado ele l a sociedad . Un sen­t im iento de al iemción t iene l ugar como parte de u na subsu nción de l a na­tmaleza, el trahajo y la vicia b::tjo el princi p io del cálcu lo económico. La caracterizac ión de los fo íócrarns suena muy rnoderm , como una descrip­ción av?tnt la !tttre ele la global ización que ha perdido sus víncu los con el rerr irorio. É,ste es también el relón ele fondo ele los víncu los entre las ideas de los flsiócraras y teóricos el e b l ibre economía agraria y monetaria como S i lvio Gesell (cf. Al rvater, 2004 b) .

En l a Lr1cicloprdia ele D iderot y su «sistema del conocimiento humano» ( in ic iada en 1 750) , aunque apa 1·ece e l término "economía" (redactado por .fean J;:i cques Rousseau) , los de "cap i ta l ismo" o "economía cap ital ista" no aparecen s in embargo por n i ngú n lado. Rousseau se ocupa más bien del papel del Estado en la consti tución de una economía que ha de correspon­derse con l a voluntad popular general y excluye expl íc itamente u n debate sobre la "economía privada", que le parece menos importante que el sis­tema de regul ac ión püb l i co en la formación económica de fa sociedad (Rollsseau, 1 977) . Hoy domina en el d iscurso neol iberal la idea justamente contrari:i de economía: una econorn í::t Fun damental mente p r ivada de l a que el Estado debe man tenerse tan alejado como sea posible. En e l s istema enciclopédico ele Diderot la e-conomía está ordenada, como la polít ica, den- .

no ele l:i ca regoría ele la Mor;¡] en l as "sciences ele l ' hom me" com o "morale p: 1nicul i ere" . Ordenar a l a economía bajo el concepto ele mor::i 1 --y no bajo b m:i remfoca- sería para los modernos neoliberales algo com plet::unenre i n :iceprable. F. A. von Hayek entiende la economía :rnte tocio corno "cata­bxia", esto es, como pura rehción de i ntercamb io. La lección que se deriva de el lo es que nada cabe en la lógica del i nrercambio ele equ iva lentes, rún­gu m mornl, n i nguna i dea de j ustici;i, nad:J. La reducción del i n tercambio a mera catabx i a no es nüs que una abstr:icci ó n r:Jdica'l. En los m ercados q1 1e h a habido a l o la rgo de la h istoria no se i n terc1 mb iaban solamente mercancías, s ino tamb ién informaciones, rumores y ch ismes, se trababan relaciones, se arreglaban m atri monios , es decir, que en e l los se consti tuía la sociedad . En un mundo d cat<i bxia , por lo contrar io , se ha efim inado

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a l a sociedad. :Ésta es u n '1 m uestra radical de lo que K a rl Pol anyi cieno m i nó

"des i n corporaci ó n " (disemhedding) del mercado ele la soc i ed a d . Los con­

ceptos teóricos ele la economÍ:J. n eoclásica apenas serían conceb i b l es s in esta separación ele la economía de l a sociedad, y, cabe añad i r, tamb ién d e l a na­

turaleza. La economía se convierre así en un suceso autista y ajeno J la so­

cied :id , como cri tica la "economía post-autista". El concepto el e cip i ta l ismo aparece, según los resu l tados ele la i nvesti­

gación ele Fernan d Braudel , por vez primera en el siglo XVIII , pero no se

establece hasta mucho más tarde. Adam Smith y David Ricardo no uti l izan

e l con cepto en si is escritos pol ítico-económicos y tampoco se lo encuentra en los c lás icos de la economía política. Prouclhon ut i l iza e l término a me­diados del siglo XIX en Francia y Roclbertus lo i ntroduce más o menos por la misma época en Aleman ia . Lou is Blanc define en 1 85 0 el capi talismo, . con i n tenci ó n polémica, como «la apropiación de cap ital por parte de una persona mediante la exclusión de las demás» (en Braudel, 1 986a: 254; com­

párese con Hi lger, 1 982: 443) . Aquí se acentúa ya corno rasgo del c:.tpi ral is­

mo la explotación y la desposes ión. Será tarea de Marx extraer la especificidad

h istórica del modo de producción capitalista en su forma social . Con tocio,

en El capital ele Marx el concepto sólo aparece en una ocasión. En el segundo

volumen puede encontrarse que «el capitalismo queda abolido en sus fun­

damentos m ismos cuando es el goce, y no el enriquecimiento, e l motivo im­

pulsor [al trabajo] » (MEW, volumen 24: 1 23) . El enriquecimiento, y no el

goce, es el motivo impulsor y el motor del capitalismo. E l valor de carnbio

domina sobre e l valor de uso. Para Marx «capitalista» es e l atributo del modo

de producción y el conjunto de l a forma social que se describe como «for­

mación social» , la cual se distingue por el afán de enriquecim iento -hoy se

d i ría: la 1varicia, la codicia y la avidez- y no por un motivo hedonista como

fuera el goce ele la vida. «El hund imiento del antiguo bien común es un

hecho necesario para la codicia y el :iHn de enriquecim iento» (Marx, 1 953 :

1 34) . En épocas de deflación el canon ele valores se transforma de m anera

signi ficativa. « ¡Enriquecerse mola!», se dice.* El enri.queci m ienro codicioso

es rein terpretado como hedon ismo.

* Geiz ist geitr fue un eslogan publ ic i tario de la cadena de t iendas ele elecrroclomésticos Saturn en Aleman ia y Austria enrre el 2002 )' el 2007 cuando a raíz. de !:is crí t icas fue s11sti­ruido por el de Geil i.rt geiLI ("lo que mola, mol:i " ) . (N . del T.)

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Marx esboza su programa desde la primera frase del primer volumen d e El capital: «La riqueza de las naciones en las que domina el modo de producción capi talista aparece como u11a "vasta reunión de mercancías"» (ME\'Y' 23: 49) (Der Reichtum der Nationcn, in wefchen kapitafistische Pro­duktionsweise herrscht, erscheint afs eine 'ungeheure Warensammlung' ) . En consecuencia, el análisis del capitalismo comienza con el análisis ele la mer­cancía. A partir de ella es posible l legar a la categoría ele dinero y a partir de ahí desarrollar la de capir;J. Se trata de un proceso de construcción ló­gica, la reproducción intelectual de un proceso histórico a lo largo del cual el modo de producción capitalista se ha impuesto a todas las demás formas sociales, esto es, se ha convertido en la forma de mayor impacto histórico. Con ello también se sugiere que hubieron, hay y habrá o tras formaciones sociales d iferentes a las capitalistas, que el modo ele producción capitalista, como la teoría de la dependencia ponía énfasis ya en la década de los ochenta (sobre todo para Latinoamérica), se mezcla con o tros modos de producción no-capitalista (el latifundio, la producción de los pequeños campesinos, el sector informal, las mul tinacionales, el sector público) con los que "se articula" y de los que es en consecuencia dependiente. Estas so­ciedades pueden ser cal ificadas corno "estructuralmente heterogéneas" (un ejemplo clásico p uede encontrarse en Carcloso y Faletto, 1977) . El capita­l i smo es un producto histór ico que su rgió a partir de otros modos de pro­du cción (en Europa occidental a partir del feudalismo) y otros modos de producción le seguirán. Un "capi talismo puro" no lo hay.

Marx e�cribe sobre el capi talismo en su correspondencia con la narodni!?' rusa Vera Zasúlich en los aííos 70 del siglo XIX. En aquellas cartas aparece la cuestión ele si Rusia, un país atrasado, no capitalista y donde dominan las comunidades rurales, puede saltar por encima de la "fase capitalista" o al menos reducirla todo lo posible, construyendo el socialismo a partir del potencial de las asambleas de las comunidades rurales (mir) . «La mejor prueba de que este desarrollo de las "asambleas comunales" se corresponde con el proceso histórico de n uestra época es la desastrosa crisis que atraviesa la prod ucción capi talista en los países europeos y americanos en los que se a lcanzó el mayor auge económico, una crisis que terminará con la abolición del capitalismo y el retorno de la sociedad moderna a una forma más ele­vacla del v iejo tipo -la producción colectiva y la apropiación-" (ME\'V' 1 9: 39 2) . Engels imerpreta esta carta como un consejo de Marx «a los rusos

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-

de que no tengan ninguna prisa con el salto al capitalismo» (Engels, en

MEW 18: 67 1 ) . Es interesante comprobar que Marx no util iza el concepto de capita­

l ismo cuando analiza la sociedad capitalista y sus dinámicas, sino cuando expone alternativas m<ÍS allá del capi talismo, con referencia al goce (y no el enriquecimiento) como motor de la producción o cuando habla del po­tencial de las asambleas rurales. Es muy diferente en Friedrich Engels, quien en el afio 1 893 escribe en el prólogo a la edición italiana del .Manifiesto co­munista que «El Manifiesto concede al capitalismo, con plena j usticia, el

papel revolucionario que jugó en el pasado. La primera nación capitalista fue Italia» (véase MEW 22: 366) . Para Engels el capitalismo es un progreso histórico, tamb ién en el sentido de que, con él, el proletariado podía entrar en el escenario de la hiscoria. Marx tenía posiblemente reservas hacia el concepto ele "capitalismo", como una tendencia elaborada de la reificación del lenguaje y del conocimiento que, como ocurre con todos los " ismos", son utilizados como nombres y no como conceptos. Que la obra principal de Marx se llame El capitt.d es s ignificativo. Marx se guarda de lanzar acu­saciones sobre el modo de producción a la "máscara''. ( Chamktennaske) del capital, los capitalistas. Es más, el capital es un tipo de "sujeto automático" (automatisches Subjelet) (MEW 23: 1 69) del movimiento histórico.

De la evolución del concepto de capital al de "capitalismo" hay pues

un paso importante, un paso que se hizo más de cien años después de la

Revol ución industrial , a finales del siglo XIX. Werner Sombart ( 1 927-

1 969) in trodujo el concepto de capitalismo en su extenso análisis del de­

sarrollo histórico del capitalismo desde el "capi talismo temprano"

(Frühlcapitafismus) hasta el "capi talismo pleno" (Hochkapitafismus) . El ca­

pitalismo devino un concepto histórico para designar una época. En este

contexto, Somban se ocupa tamb'ién de la cuestión del fin del capitalismo.

En el "capitalismo pleno" la formación social capitalista se ha impuesto

como sistema a otros «estilos económicos» ( W1rtschaftsstílen) y «disposicio­

nes económicas» ( Wirtschajtsgesinnungen) sin erradicarlos del todo. En la

vida económica del futuro, según Sombart, persisten, uno j unto al otro,

capital ismo, economía cooperativa, sector público, pequeña economía pri­

vada, ártesanía y economía rural (ibídem, III/2: 1 009) , como prueba de la

heteroueneidad estructural del capitalismo histórico. Con todo, hay estruc-,,

turas dominantes. Éstas comprenden todas las facetas y corrientes de la so-

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ciedad ; p-ero sólo ahora es reco nocible como formación social capi cal i sra, con sus fo rmac iones de cl::tses m acrosoc ia l es y m icroesrrucru ras ca p i l ares . La Formación socia l se ha ido perfi l ando hasta hacerse reconocible y só lo

ahora permite percib i r las d i ferencias en b economía ele u n a soc i edad do­

m i n:ida est ru cturalmeme por el cap i tal ismo . Segt'1 n la opin ión de M ax Weber, el «esp ír i cu del c::ip i ta l i smo» su rge de

l:i «étic1 protestante» y ésta es la expresión ele una « racional idad occiclenral» muy concreta, que puede encontrarse sobre todo en los escri cos de Ca lvi n o y Llltero y, aungue menos, tambi én en e l mundo espir itual ele inspiración catól ica . Según esta racional idad, Dios ayuda a qu ienes se ayudan , y q u i e­nes se :i.yud_an obtienen el éxito en lo económico. La raciona l idad occidental en forma ele ética protestante produce , junro con el «esp íri tu del capi ta lis­mo», también el esfuerzo en búsqued a de una mayor rentab i l idad. La ra­c io n;il i clad, cuant ificada eco n ó m i omente, se convierte en « cál cu l o económico» (Kapitafrechnung) . Max Weber escribe en su esti lo caracterís­tico: « l a adq u is ición econórú i ca rac ional pertenece a u n;i forma especial ele cálculo monetario: el cálculo económico. El cálculo económico es la valo­ración y el control de las oportu n idades ele adquisición y de éxi to ele esa :i.dguisición medi a n te la comparación entre, por una parre, la can ti dad de <l inero y las mercancías a adqu i ri r (en su forma n atur;il .o como d i nero) y, por l a otra, de las mercancías a adgu iri r (todavía dispon ibl es y rec ién crea­das) en cada compra o, en el caso de u n a empresa sostenida en e l t iempo, mediante u n período calculado medi:mre un a balanza comercia l . Capit;il . ign i fica una suma de d inero fija que tiene como objetivo el equ i l i brio entre d dlculo econ ('imico para la com pra de l as mercancías d i sponibles de l a em presa y l a s ganancias o pé'.rc:liclas e n l a balanza final junt o con una esri-1 11ación de b p lusvalía o el défic it en comp;iración con el cálculo económ ico

del babnce in icial y el ri esgo ele capita l esti mado entonces, lo m ismo que con l as posibles pérdidas en la evaluación ele una operac ión comercial orien­r ;i cla, m ed i a ni -e el dlcu lo e.::o n ó m i co , al comerc i o. Esta o riemación-se consigue a tr:i.vés del cálculo (Kafkulation)» (Weber [ l 92 1 ] , 1 976: 48) . La :idquis ic ión racional organ iza(b e n e m p resas incrementa el excedente de p ro du cc i ón . «El t iempo es d inero», d ice Max \X7eber citando a Hen jam i n hankl in , y m en c io na l a orientac ión a b adq u is ic ión como 1 11 1 :i « fi l osofía de la ;wa ricia» que, como avJnzó ya Marx, educa m:ís en la ht'isquecla del cnriqueci micn t n que en b del goce.

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Weber también había entendido que la racio nal idad d e l a sobreprncluc­c ión no es sólo u na m a n i festación del espíritu capita l ista y b racion::i l idacl

que lo caracteriza, s i no que ésta sólo puede l legar a ser co.n el uso ele los

combusribles fós i les . Sombart nos ha l egado de u na convers;ición con Max Weber el sigu ient e recuerdo: «Cuando en una ocas ión hablé con Max Weber sobre las perspectivas ele fu turo y le pregunté cu;índo tend ría fi n este aque­b rre que r iene lugar para l a humanidad en los países c;ip i ta l i stas d esde co­m ienzos del siglo XIX, me respondió: "Cuando l a úl ti ma tonelada de cobre se funda con la t' d r ima tonelada de carbón"» (Sombart [ 1 927] , J 969: III/2, 1 0 1 0) . Sombart era en cambio más optimista y seña ló que las nuevas m a­terias p rimas y energías a lternativas (desde h energía mareomorriz hasta las centrales termoso lares ya existentes en los años 20) deberían procurar «que el s istema económico cap ital ista pueda dominar durante algún tiempo ampl ias ramas ele l a vicia económica» (ibídem: 102) .

En su obra pri nc ip::i l sobre el "capital i smo moderno", Sombart describe el d esarrol lo de l cap i tal ismo como si se tratase de un organismo, desde el nacim i en to h asta su madu rez, «Como crece una p l an ta o un a n i mal» (ibí­dem: 1 022) . Con ello s� «remodel c1» , «se vue lve más calmado, sobr io , razo­nable, como corresponde a su creciente edad . . . » (ibidem: l 0 1 3) . Tampoco el capita l ismo permanece corno u n a «cuestión ele h raza blanc::i» . El «capi­tal ismo de l os chinos, m a l ayos y negros no es ya u n "cap i ta l i s m o mo­derno''» (ibídem: 1 0 1 4) . El capita l ismo moderno, segú n Sombarr, es

i n fi l trado por e lementos de economía planificach . Para «el dest i n o de la human idad y ele su cu l tu ra -escribe- resulra i ndiferente si la economía se convierte en social i sta o capi tal ista. La forma ele trabajar (Arbeitsweise) es en ambos casos la -misma, la misma organ izac ión económica descansa en el fondo de su reiflc;ic ión esp i r i tua l ( Vergeistnng)» (ihídem: lO 1 G) . A este respecto debe n o tarse que por "espir irnal ización" ( Vergeist1mg)* Sombart

* Vrrgeistung es 1 1 11 neologismo i nvenrnJo por \'>Verner Sombarr de d i fícil rraducción. Los

rrad ucrnres ingleses de Sombarr opraron por "reificación espirinrnl" . El propio Sombarr des­cribe en su art ículo Die \!ergfi.<tung der Betriebe el rérmino -ames de reconocer lo problemá­

rico cid mismo- como l a «racional izac ión cienrífica ele la direcc ión empresarial [ . . . ] La esp i r i rua l ización es en p;1rre objetivo ( intención), e11 parre efecro y en parte requis í ro para b c ienr i flc ic lad» ( W0s ich als Vergeistung der Betriebe bezeichne, stcht zu dem, 111as ich an anderer Stellr a/s \lcru1isscnsrhaft/ich1111g drr Betriebsfiihnmg erkliirt habe [ . . . ] die Vergeistung ist teils Ziel (lntmtion), 1PiL1 \flir/mng. rei/s \fom11ssetzu11g der W'issenschaftlichheit. ) (N . del T.)

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en t iende, -de manera difrrent·� a l'vfax Weber, la racionalización de la empresa en el sentido de .la dirección económica de h empresa de Taylor y la organi-1,ación de la cadena de montaje de Henry Ford, Se trata aquí ele la «exclusión del alma de la empresa», Sin embargo, eso no supone el abandono del creci­miento org;ínico del capitalismo, «Cat<istrofcs)), «interrupciones repentinas)), «instantes dramáticos» no son cosas que quepa esperar en la evolución del de­sarrollo del capitalismo pleno o maduro, Menos aún el violento shocle externo que pondría fin al capitalismo del que hablaba BraudeL El capitalismo, al

buen entender de Sombart, «envejece», pero nunc1 muere. En el a.t1<1lisis socialdemócrata del capitalismo sólo se atribuye una capaci­

dad de reforma del sistema cuando la clase trabajadora y su pa.1-riclo (el social­demócrata) alcanza el poder del estado democdtico (como en el conocido discurso de Rudolf Hilfercling en el Congreso socialdemócrata en Breslau de 1 927 sobre el "salario político") . El capitalismo se organiza y con ello se crea el objeto de la regulación al que el estado socialdemócrata, corno sujeto de esa regulación, puede dar forma. No cabe esper;u· ';111 colapso del sistema como del que hablaron Rosa Luxemburg o Hemyk Grossma.1111 (sobre esta polémica, véase Rodolsky, 1 968), En la teoría del desplome (Zusammenbruchstheorie) de Henryk Grossma.11 de los años 20 se pronostica mecánicamente el fin del ca­pitalismo, que se produciría cuando no pueda extraerse más plusvalía reclu­tando la sufi.cicnte fuerza de trabajo (esto es, cuando no pudiera acumular capital va.t iable) para alcanzar una tasa de beneficio satisfactoria debido a la creciente aplicación ele los medios de producción (de capital constante) (Gross­man, 1 967). Los agentes ele la historia podrían en el mejor de los casos con­templar pasivamente el desplome, pero no aspirar a deseos subjetivos y utopías, porque las alternativas ya las tienen en realidad ante sus ojos. De hecho, las practican a climio. También Rosa LllXemburg ( 1 966) identifica los límites del capitalismo en el momento en que las últimas clases y regiones no capitalistas del mundo han sido integradas en el sistema mundial capitalista, La plusvalía ya no puede extraerse y una crisis de implementación es inevitable.

El capitalismo en su fase superior deviene imperialismo, según Lenin, Len in hace suyo un acercamiento metodológico antes desarrollado por el aus­tromarxista Rudolf I-Iilferding en su obra El cr1pital financiero (Hilferding [ l 9 1 OJ , 1 968) ; Karl Marx a1ializó en B capil,1! el modo de producción capi­tal ista en su época de competición y mostrado cómo a lo largo del proceso ele

concentracióu y centralil,ación de capital y con la aparición de las graneles

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sociedades de accionistas fue abolida la competencia, conduciendo a un mo­nopolio y a la formación de una estructura que integraba el capital industri<J y el capital financiero, es decir, a la "carcelización" de la economía. La lógica de explotación del capital no respeta las fronteras terri toriales. Así, el espacio fi.1e sometido mediante la expansión colonial, Las colonias han de entenderse, según Lenin, como esferas de inversión del excedente de capital, como lugares de explotación de materias primas y como mercado para las mercmcías so­brantes producidas en la metrópolis a un mismo tiempo. La competencia económica se transforma en competencia política, que también acarrea el uso de medios mili tares. La guerra es la continuación de la competencia eco­nómica por medios políticos (véase la crítica de la teoría ele Lenin que hace Neusüss, 1 972) , La Primera Guerra Mundial fue interpretada por Lenin, siguiendo su teoría del imperialismo, como una guerra imperia.lisra, Puede admitirse esta interpretación como correcta. El moderno capitalismo mono­polista es especialmente agresivo y además bloquea el progreso. Schumpeter opondría más tarde a esta concepción que las grandes empresas monopolís­t icas en realidad " insti tucionalizan" el monopolio técnico ele inmediato (Schurnpeter, 1 950: 1 43- 1 75) teniendo en consideración la circunstancia de que el capitalismo es ((por su propia naturaleza una forma o método ele la transformación económica» y que «la gran empresa se ha convertido en el motor m<Ís importante de este progreso, especialmente en la expansión a largo plazo de la producción agregada» (ibídem: 1 36, 1 7 4) , Si esto fuera cierto, el capitalismo no puede perecer, sólo fracasar: por ese motivo se desa­rrolla una cultura enemiga del capitalismo ele la que Ferna.11d Braudd habla como requisito pa.1·a el desplome en su condición de alternativas convincentes a la producción, consumo y cultura capitalistas, incluso si sólo aparecen en el medio intelectual burgués. Lenin parte de la suposición de que las masas revolucionarias pueden ser capaces de abolir el capitalismo si ven dispuest<�s, por la dialéctica ele la historia, todas las condiciones para una sociedad so­

cialista. Entonces sólo se trata de una cuestión táctica saber clón<le saltará la

chispa del ,Juego de la revolución» -como lo llan1aba Leo Ti:otsky- si en Ber­

lín, Londres o Nueva York. 1 De esta tesis se ocupó muy crítica.tnente Antonio

1 . Se trata ele aproximaciones teoréticos que se originaron cuando una gran parte del muuJu ,¡(111 1 10 había sido integrada en el sistema capitalista. Pero desde que existe el sistema

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C ramsci; refi riéndose a bs con d i ciones sociales y econ ó m i cas de en to nces

como aguerra Je posiciones» y «guerra de movim ientos». La «guerra ele 111 0-

vi m iemos» que Trotsky tenía en mente ya no riene nada que ver con bs re­bciones en los estados cap i tal istas desarrol lados. La revolución permanente

quedó encerrada en las casamatas ele la p roducción ele consenso capi tal ista. Eugene Varga tomó el concepto ele Len i n ele "capi tal ismo ele estado mo­

nopol isra" y lo desarrolló. El cap i talismo del siglo XX es anal izado como u n sistema económico que -a d i ferencia del c::i.p ita l i smo decimonónico- de­pende de la regul ación estatal. El monopolio de las grandes empresas inval ida la competencia en el mercado regulaclo, en consecuencia, el déficit de regu­b.ción sólo puede ser satisfecho con u n estado interventor moderno. Se trata de b fusión enrre intereses económicos y la clase esratal .2 L1 necesidad de in­tervención también es a lgo que acentuó Kcynes, pues este anál isis no se l i­mitaba a los teór icos ele l a UI Internacional. También Sombart era de l a opinión, ya avanzada, ele q u e e l cap ital ismo "moderno" era u n a economía m ixta con elementos de mercado y economía planificada, y que por ello ape­nas podía dist ingu irse del social ismo. Keynes alcanzó celebridad con su aná­l isis a partir ele las experiencias de la gran crisis económica mundial de 1 929, cuando ridiculizó a las teorfas l iberales y su confianza en los procesos ele ni­velación ele mercado. Keynes pucia mostrar que también podía darse un «equ i l ibrio en el subempleo» (Keynes [ 1 936] , 1 964) .

c:1p i tal ista mundial, ésre se caracteriza por Sll hegem on ía . Por el lo l rnmanuel Wal lerstein ," aungue no veía el fin del capitalismo, sí gue vda el fi n de la hegem onía estadounidense en las próximas clécaclas, a pesar de (o debido a) el i ncreíb le poder gue el gobierno de Bush (re)prcsentaba. (Wal lerstein , l 979; 2003; 2004). ¿ Puede reproducirse el c:1pirnlismo mu ndial si el poder hegemón ico que l o sustenra resulra erosionado?

2. Eugen Varga es e l teórico más i mporranre de esta tendencia. Desde cnmienzos de los a ños 20 y h:isu los GO ana l izó en i ncon rnb les escritos el capital ismo del s igl o XX, al que interprer;1ba como capi tal ismo mr inopolisrn de esrado. Su principal p rcocnpación fue l:i de h de l : i estabi l idad y capacidad ele ,:risis del sisrem:1 y los pu ntos de parricla para la lucha·de l a clase obrera (por ejemplo, en Varga . 1 969). Con sus a nálisis chocó frecuenremente con la l ínea del partido. Un dpido vistazo sobre b l i teratura sobre el ci.piralismo monopol ista de estado l a proporciona Heinrich ( 1 999: 1 96 y ss. ; compárese rambién con el ;i n :í l isis del cap i tal ismo csr:1clou nicle11se ele Chandlcr, 1 977) . Hay q ue remc1rcar, por su proxim idad, sus úlr i mos an ;Í­l isis sobre \'as estrucrn ras com pucsras por vínculos , redes y conglo111erados empresariales (como en Windo\f, 1 997) . El contexrn teorético del an;í ] is is de vínci i los ck los a íios 60 y 90 es nrny d i ferenre, pero el con ten ido es muy parec i do , y t:imbi¿n lo es el esfuerzo concepnw l . Por desgracia no s e esrablecicron l as ol ivias cone� iones en tre ambos.

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M:ís tarde fue i nevitable i n cl u i r" l as formas de reproducción. polltica en

el aná l is is de l capita l ismo, en pr i mer lugar el aná l i sis d el estado, pero tam­bién ele los part idos y de los movim ientos sociales. El imperial ismo es una «política mundia l» (Gro h , 1 982 : 1 94 y ss.) , lo que expl i ca l a emergencia ele la geopo l ít ica, también como una disc ip li n a académ ica segü n la cual los estados "crecen" en un sentido territorial y, cuando no consiguen hacerlo irnís, entran en declive. El imperial ism o es así casi natu r:1l izaclo , esti l izado en u na l ey n atura l geográfica. Los escritos ele Fried rich Ratzel, Karl Haus­hofer o Rudolf Kjel lén, que defin ieron e l concepto ele la m oderna geopo­l ítica, hoy no mueven más que a la risa.

Pero también es posible otra i nterpretación. En el transcurso de las crisis las i n n ovaciones técn icas y orga n izativas son l levadas a cabo por "empre­sarios d inámicos" (lo que s i rvió a Joseph A. Schumpeter para Ja báse ele su teoría de u n " largo c iclo" ele desarro l lo capitalista) ; l as crisis permi ten tam­bién la oportunidad de "a j ustar" las proporciones ele los p rocesos de acu­m ulac ión capital ista, para aj ustar con mayor exact i tu d los salarios y las cond iciones l aborales para acomodarlos a los beneficios. Las crisis son fases ele «destrucción creativa» (Schumpeter, 1 950 : 1 34 y ss . ) . En el s iglo XX se ha demostrado en varias ocas iones que este re.mirado sólo puede conse­gui rse con duras medidas polít icas de d isci p l inamiento y la opres ión de los trabajadores: durante el fascismo y e l nacionalsocial ismo, durante las d ic­taduras ele muchos países ele! Tercer Mundo. El resultado decisivo de tocia "crisis ele ajuste" es el i ncremento de la tasa de ganancia. La d inámica de acum ulación del sistema es estim uJada. La tasa ele beneficio se convierte

en el parámetro de control del s istema económico, exactamente ta l y como se calcu la y p resenta: como eficiencia m arginal del capi tal (en e l sentido de Keynes) , como tasa de ganancia (en el anál is is de Marx) o como bene­ficio en los va l o res de las acciones) como postu l a la doctrina del moderno rnanagernent) .

2.2 Economía de mercado y economía de intercambio

Las cosas tienen su nombre, pero no p:isa mucho riempo h asi-a que l l eg::i alguien y quiere coger su nombre y camb iarlo por otro. Los rérminos con­ducen a d isputas, y en e l c::iso del concepto de cap i ta l ismo a disputas espe-

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cialmenté enconadas. Tras la Primera Guerra Ivlundial y la Revolución rusa el capitalismo se convirtió en un concepto opuesto al de socialismo y ad­quirió un nuevo significado y una nueva vitalidad. El capitalismo, según Lenin y quienes eran de su opinión, es una de las formaciones sociales con­sagradas a su desplome, cuyo momento hace tiempo que pasó. El futuro pertenece al socialismo. En contra suyo, autores liberales y neoliberales como Ludwig von Mises ( 1 922 ) , Friedrich von Hayek ( 1 944) y, m<Ís tarde, \X/alter Eucken ( 1 959), rechazaron el concepto de "capitalismo" como una hipostatización y favorecieron el de "economía de mercado" o " l ibre co­mercio" como una forma de oposición natural a "economía de planifica­ción central" . La historia, s gún Walter Eucken, fluye entre los extremos y finalmente produce formas m ixtas. En su opinión la racionalidad econó­mica sólo es posible en un sistema de economía de mercado basado en la propiedad privada; el socialismo es ineficiente y a largo plazo incapaz de alcanzar.elevadas tasas de crecimiento. Por ello no es el capitalismo, sino el socialismo el que está condenado al fracaso. Una economía planificada so­cialista, pensada como alternativa al capital isn'.10 monopolista de estado re­petidamente afect:�11.fo por las crisis (y tras la Revolución rusa, más o me11os a comienzos de los años 20, implementada en la Unión Soviética) , se ca­racteriza principalmente por la falta de racionalidad y la ineficacia según estos autores. Con tra esta apodíctica han argumentado autores como En­rico Barone y, rn<Ís tarde, sobre todo Osear Lange u Ota S ic, pudiendo de­mostrar que también baj o relaciones de propiedad socialistas es posible la competencia, y con ella una dirección racional del mercado.

Las implicaciones sociales del concepto de capitalismo y el acento en su abolición histórica a través del ·socialismo han contri buido a que en el espacio germauoparlante el concepto de "capi t<tlismo" sea evitado como el nombre del makiclo duende del cuento infantil de Rumpelstiltsk.in* y en su lugar más bien se hable avcrgonzadament:e ele "economía de mercado", con el atriouto de "social" , a menudo "ecológica" o incluso sin ninguno de los dos anteriores. Con el nom bre se modifica también la naturaleza de

* Run1pelsr i l rski n es el personaje antagonista del cnent:o de hadas homónimo de los Her­manos Crimm (que en el original se titulaba Rumpelrtilzchen) , un duende maligno que a111e-11na a "1 protagonista del cuento con llevarse a su h ijo si no logra adivinar su complicado nombre. (N . dd T.) .

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lo nombrado : quien invoca la "economía de mercado" apela aparentemente a una agenda muy diferen te a quien habla de "capitalismo". Para Braudel es la «diferencia entre capi t<Jismo y economía de mercado [ . . . ] la razón principal de mi larga investigación» (Brauclel, 1 9 86b: 695) . Sin embargo, Braudel entiende por "economía de mercado" algo diferente a los neolibe­rales alemanes ele la Escuela de Friburgo o a los neoconservaclores estadou­nidenses. Para los neoliberales alemanes el "capitalismo" es, como escribe Walter Eucken, una "hipostatización" mientras que la economía de mer­cado es, como "libre comercio", un principio que se extiende a lo largo ele toda la historia y, en consecuencia, es al1istórica. Ésta es la razón por la que E A. Von Hayek incluso evitaba el concepto ele economía o de mercado. En ello hay muchas reliquias institucionales. Se prefiere el puro ' intercam­bio, la catalaxia, cuyo resultado es el "orden cósmico". La teoría económica se entiende como consecuencia y ante todo como cataláctica, como doc­trina del comercio puro. El mercado y el intercambio se oponen al otro principio, el de una economía de planificación central o "taxis" en el canon conceptual hayekiano. Históricamente las formas mixtas son la norma, y en consonancia conforman «los principios básicos constitucionales econó­micos» (a los que pertenecen los más importantes: estabilidad monetaria, propiedad privada, responsabilidad penal, libertad ele contratación, auto­nomía .empresarial, establecimiento libre ele precios) . El concepto ele eco­nomía de mercado en este discurso no tiene nada que ver con el concepto de economía en Brauclel.

2.3 Capital humano y otras formas de capital

También los neoJiberales, que emplean asépticamente el término ele cata­laxia, se niegan a ceder el concepto de capital. La "bicha" ( Unwort) ele "ca­pital humano", como los filólogos alemanes la l lamaron en el año 2004, planea desde hace décadas sobre la teoría económica.* El concepto fue in-

* Desde 1 994 y anualmente la Gesellschaft für Dcutsche Sprache elige un neologismo considerado como Unwort (un término que falsea, confunde o rnanipula la real idad). En el 2004, como recuerda Alrvarer, ese término fue Hunuml<t1pital. El jurado consideró que la lXllabra «degrada a las personas a una medida exclusiva económica» (N. ele! T.).

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traducido ror vez pr imera por W i l l i ::im Petty en el s igl o XVTT. Ento nces la palabra entralx1 en 1::i r:i ma ele l os segu ros, ento n ces floreciente en e l capi­ra l ismo. Se debí;i co nocer «el va lor de los homb res» para poder cal cular los prem ios de las póliz<lS de seguros. También los m i l i tares uti l izan el concepto ck: cap i t;i l lrnm;ino p;ira deci d i r raciona lmen te si es más barato env iar a la c1 rn i ccría a los ca ño nes o a la ca n1e ele cañ6n , al cap i ta l objet ivo o al cap i ta l lrnma no. El econom is r:i y agri cu l to r .Johann He i n r ich von Thü n e n ayudó

co n sus conoc imien i-os matemáti cos a los m i l i tares en la p r im era m irad del

s ig lo XTX, ahon dan do la relació n . Más tarde , en el cam b i o ele s i gl o , co n ti­nuó l:i rac ional izac ión económ i ca como "econom ía h u mana". Sus ra m i fi­CKio nes, la eugenesia, las doctri n as raciales y u n a polí t ica para elevar "la cdi dad de b pob lación" com ple ra ro n el círcu l o , estuvieron en :ictivo nada menos q ue hast:i 1 945 y n o só lo just i fi caron h echos terribles con su ciencia, s ino que los hic i eron posibles.

Con la plan i ficación económica d urante los in i cios de la Un i ó n Sovié­tica y l uego �1 través de l a co m petenc ia entre s istem as floreció en los países occ ;de ntales cap i tal istas l a teoría del crec imiento económi co. No tardó d e­masiado t i empo hasta que l a categorfa de capi t;i l humano -o su apoteosis romántica como «capital de la s;ib iduría nacional» (Adam Hei nr ich Mii l ler,

en H i lger, 1 982 : 423)- obruvo sus l aureles, ;ihora vest ida con ropajes neo­dísicos y neol iberales. Porque cuando todo es calculado como cap ital -cap i ra l reai , cap i ta l i nmob i l iario , cap i t al medioamb i ental , cap i ta l social , cap i tal hu­mano-· el " inversor" rac ional puede comp:irar los beneficios ele su inversión de ca¡-iiral. La racional i dad capi ta l ista del cálC1 1 lo económ ico en el sentido ele

Max \Xlebcr es ahora total: por pr inc i p io todo es cap i ral , imponiéndose así l a r:1cional idad económica de los neoclás icos. En p r imera línea ele esta concep­ción se encuentran en los años 50 y GO los aún no denomi nados " Ch i cago boys": G:iry Becker, Theodore Sch u ltz, M i l ton Friedman, quienes cons igu ie­ron que el discurso neo l iberal se concretase en las s igui entes décadas, además de llev:1 r el concepto de "capi tal h umano" 1mís aJH de la ciencia económ ica. "Ca p i ra l hu mano" se es t;ib lec ió como un concepto de b. teoría de creci­m i en to, incluso s i una y otra vez había eco n o mi sras que se quej aban ele la inc:ipacidad para poder med i r con exact:irucl b con tribuc ión de la formación en el índ ice de crec imiento o calcuhr el tamaño del capi ta l h ununo. Perma­nece s i n acl a r:u un "restanre" en el índice de creci miento de la econo m ía , y ésre no es orra cosa que la « medicl:i ele nuestra i gn oranci a» .

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t , .

¿Ti ene ésta razo nes sistémicas' Desde l u ego. Que l a edu cació n , l a cuali­ficación , la co mpetenc ia ele las personas para la p rod ucción de bienes y ser­v ic i os es i n cl ispens:ib le en J ;i vida eco n óm i ca es a lgo q u e no puede d iscu t i rse. Ahora b ien , que la educación sea Un ti po ele i nvers ión en ca p ital h u mano, es algo que puede d iscu ti rse , y mucho. En pri mer lug:i r, la for­nución i n d i vi d u a l (" m i c:ip ital h umano") no se d a s i n la formación ele rnclos los demás en u n a sociedad con d ivi s ión del trabajo. Quien sabe algo,

lo sabe de los dern<Ís. Todos so n a un m ismo t iempo profesores y alumnos. La educación y el conoc i m iento son, e n consecuencia, b ienes plibl i cos par e.x:cel!ence y no un cap i tal i nd ivid ual que proporcione a su propi etario u n a tasa d e rero rno. E s más , el salario de una persona apenas puede calcularse a p arti r de su cap ita l h u mano. De lo contrari o no enconrr:1rhmos a perso­

n as cal i ficadas con sala r ios baj os en relación a su cual i fi cación y a i d i otas con salarios elevados. Fi nalmente, a los cap ital i stas h umanos les resulta im­posible l i quidar su cap i tal h u mano e i nvertirlo en orras áreas, pongamos por caso , en fondos in mobiliarios. A lo sumo pueden cometer e l del i to ele "fuga ele c:i p i tales" y emigrar. ¿ Pero este rnovimienro puede cal i ficarse como un m ovim iento de cap i tal fi nanciero, p uede regu larlo la Organ ización In­ternacional del Trabajo (OIT) y el (pro nto activo) Tratado General en Co­

m erc io y Serv i cios (GATS, por sus s i gl as i n gl esas) de l a Organ ización Mun di a l del Comercio' Co n Karl M arx (los Grundrisse o Elementos para una crítica de fa política económica d el año 1 85 7) , pod ría concl u i rse i róni­ca mente que el concepro de capi ta l h u mano i- i ene tanro sentido como des­cr i b i r a da sustancia de los ojos [como] cap i tal ele la vista» (Marx, 1 953 : 200) . Sólo u n loco serí:i capaz ele ver algo a s í - o l os economistas, como o p i n a el economista Kenneth Bou ld i n g en relación con la man fa por el creci mient;o-. El p ropio Marx es demente y descr ibe esta noció n corno u na «figura l iteraria» (belletristische Phrase) (ibídem) .

La elección conceptual de l i berales, neo l iberales y n eoconservaclores es la consecu encia ele u n a aproxi mación muy rudimenta r ia en sus fu ndamen­tos en companción con los anál isis ele l as modernas sociedades capitalistas esbozados hasta aquí. La economía se presenta como u n a organización ra­

c ional, en la que las decis iones económicas de productores y consumidores obedecen al pr i nci pio de maxim izaci ó n de uso. La regla ele enriqueci mien to se concibe matemát icamente. La cartera, q u e puede cons ist ir en d i ferentes cap i t:i l es (cap i ta l monerario, cap i ta l de i nvers ión, cap i t:i l h u m a no, cap ita l

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real, etc.) , -ha ele optimizarse. ToJos "los tipos de capital" son comparables e intercambiables. El fetichismo es total, particularmente la subsunción de todo baj o el concepto del capi tal, que conduce a que no se hable de una sociedad capitalista. La sociedad desáparece en el cálculo de optimización de la cartera del sector privado. El espacio del discurso social es constreñido a la racionalidad del cálculo de capital, arrastrando con él a la crítica al ca­pi talismo. Primero se encuentran en el mercado los intereses privados, allí se equilibran. El punto de partida del análisis no es la sociedad, sino el in­dividuo de decisiones racionales y guiado por sus i ntereses y por maximizar su utilidad, equipado con el cálculo infinitesimal descubierto por Leibniz. Percibe sus circunstancias en las señales del mercado (precios) y reacciona de una mar;era tal que en li ltima instancia resulta una persecución de los "prívate vices" pero con "public benefits", una mutación perversa de la vo­lonté généml de Rousseau.

Esta utopía la inmortaÜzó ya Bernard de Mandevil le en torno a 1 700 en su "I�ábula de las abejas": « . . . incluso la m<Ís nociva I por el bien común era activa / [ . . . ] Así se alimentó la iniciativa / Y én comunión con el esfuer­zo y la apl icación / la vida se hizo tan agradable, / tan sensual y placentera / que hasta al pobre mejor que ,J rico iba» (Mandeville, 1 957: 3 1 ) . La eco­nomía de mercado capitalista es un mecanismo ingenioso a través del cual no sólo se produce un óptimo de bienestar, sino una asocialiclad individual que es el requisito para un bien común social. Bajo el « inclividual isrno me­todológico» descrito por Schumpeter ( l 90fl) se formalizan estrictamente (matemáticamente) las decisiones ele m<rn:imáación individual y se fortalece la certeza de que sólo el «prncesador de información del mercado» (vo11 Hayek, 1 968) asegura en la economía Ja racionalidad para el incremento que el bienestar de la nación requiere.

De ser el individuo y su racionalidad pumo de partida y centro del aná­fois, el análisis marginal puede aplicarse sin limitaciones. En la teoría social de Marx se habla de «la media social» . Ésta es en «el modo de producció11 en el que descansa el valor» nús relevante para la producción de valor, uti·­l i<lad y reproducción ampliada que la decisión individual bajo condiciones <le inseguridad., La media -emiéndase: como tendencia- sólo deviene tal a tr; ivés de la acción sociai y socializadora de muchos actores. La economía moderna, por el contrario , sigue la idea del individuo que con un presu­puesto ! imitado tiene que decidir s.obre diferentes elecciones racionales

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sobre el uso de b ienes escasos. La lógica capitalista ele que en la mercancía se esconde el dinero y el capital cuya dinámica posibilita, ha tomado po­sesión del individuo. Algo que al1ora se lamenta en las declamaciones mo­ralizantes como "economización", corno en la crítica al capitalismo de Müntefering. Raramente, empero, conduce el sufrimiento b<1jo la necesidad práctica a la búsqueda del conocimiento de sus causas, pues entonces se de­mostraría sin albergar lugar a duela que muchas de estas limitaciones prácticas sobre las que se lamentan son producto de la acción humana.

La tesis sobre el fin de la historia y sobre el capitalismo sin fin no parece ahora menos absurda que en sus inicios (compárese con el primer capítulo) . Tiene un amplio fundamento histórico y es una ideología poderosa de la falta ele alternativas en el «mejor de los mundos posibles». En un entorno de mercancías escasas la racionalidad económica es casi natural y, en consecuen­cia, irresoluble. Los teóricos económicos tienen por ello a+ modo de produc­ción capitalista «como el único inherente a los hombres», el que diferencia a los hombres de los animales (Ernst Heuss, en Hilger, 1 982: 446) . Incluso si el capitalismo no se encuentra en los genes y no se hereda con ellos, su racio­nalidad se enraíza profundamente en la conciencia cotidiana y en la vida dia­ria. Por ello la idea de una economía de mercado se expande primero de la economía hacia otros campos y en segundo lugar imerculturalmente.

En primer fugttr, la racionalidad individual comercial en la economía ele mercado se extiende del comercio humano a las decisiones sobre la edu­cación, las resoluciones militares o las consideraciones de oportunidad de un casamiento tanto como en las decisiones sobre quién se encarga de cui­dar a los niños. El " ímperialismo ele la economía" -un término que procede de Kenneth Boulding- significa que las reglas de la lógica de escasez eco­nómica se aplican ya en todas las esferas de la vida. En el primer paso se des-incorpora la economía (el mercado) de la sociedad, para erigirse como

una montaña (para una explicación detallada del proceso, véase Altvater y

Mahnkopf, 2004) . Las sociedades sol1' economizadas (durchdlwnomisiert)

y dominadas por la lógica económica comercial, desde las escuelas y uni­

versidades hasta los hospitales y funcionarios hasta alcanzar a las familias. En segundo lugar, para la efectiva extensión de este patrón de pensa­

miento se ocupan, desde la i n tensificación de la disputa entre sistemas tras la Segunda Guerra Mundial, los thinle tan/es neoliberales, sobre todo en los Estados Unidos y Europa occidental. La propaganda se coi1duce también

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en los foro·s eco n ó m i cos muncl i ::i les , que tienen l ugar anua l m e n re desde

med iados de los setenta en la local id::id de Davos. El con cepto ele cap i ta­l ismo y;i no juega n i ngún papel en los d iscursos de poder del Foro Eco­nóm i co Mun d i a l o en b ideo log ía ele ! Js fun d aci ones e i nst i tuc iones neo l i hera les, conservadoras y neoconserv;icloras, pero s i n emba rgo s í en las i nst ituciones que son la base sobre la q ue se fonda la acumulación capita­l ista . Éstas son la prop iedad y l a aprop i ació n , la l ibertad y un entorno se­gu rn pa ra l os " inversores" , el l ibre co m ercio en los rnercaclos mund ia l es , e l aprovis ionam ien to continuo de l a economía con combustibles fós i les y u n ;i

pol írica que procure a estos "va .lores occiden tales" cen trales su validez. Estos princ ip ios constituyen también la co l u m n a vertebral de la polít ica de esta­b i l idad que a los gobiern os de las n aciones, los part i d os y los s i nd icaros exigen l os thinf< tanl<s neol iberales y o rganizaciones internacionales. La po­l írica de estab i l idad es el cemro del así llamado "consenso de Washingto n " ( cf. Wi l l iamson , 1 990; I n fo rme de l a comis ión parl ame ntar i a, 2002 : 73 y ss . ) , un paquete de recomendaciones de pol ítica económ i ca que es im­puesto sobre tod o a aqu el los gobiernos que deben reestrucrurar su deuda bajo l a tutela del FMI y el Ban co Mundia l . La estab i l idad mo netar i a es

ta mb ién el objetivo a alcanzar según los criterios del Trarado de Maas tr iclu, acord::iclo en 1 992 en l a Un ión Eu ropea, tam b i én d esde que el Banco Cen­tral Europeo y los gob i ernos eu ropeos apl ican el esbozado Tratado de Cons­ti tuc ión Europea ele 2004 en el que, con pri o rid ad y por encima de o tros p ri n ci p ios de pol íti ca eco nóm ica y soc ia l , goza ele una posición p refere n te.

Lis i deas neol i bera les y las recomendaciones ele políti ca de estabi l idad se han a b ierto c:1 rn i n o en b fo rm:1c ión u n ivers it:i ria . Son un p i h r semi rre­l igioso fun da menta l en l as Bwiness Schoo/1 y en l os MBA (Masters of Bu­s i n ess Admin isffat ion) en los q1 1e, s igu iendo l� estipu lado por las técnicas d1:· admin istración (managemtnt terhnics) , la sociedad se encuentra en u n e n to rn o c:ip iral i sta carente de s ign i fi c:iclo. Pero n i las déb i l m ente forrnal i­z:idas técn i cas ele a d m i n istrac ió n n i la ideologb de la econom ía de l ib re merc:ido faci l i tan las competencias de gest ió n en s ituaciones de confl icto soc ia l . Solamente están en bl)ga porque los obj et ivos p o l íti cos como la p len a ocupación o la sosten ib i l id acl económica no son formulados de ma­nera independ i ente , sino que se los espera como un efecto secundario obvio de la pol ír ic:1 de esta b i l i dad. La des i ncorporaci ó n ele la economía de la so­ciechd (Polany, 1 978) y su reflejo teórico en una economía matemat i zacla

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y fo rmal izada, i n a n i m ada, s i n n i ngú n fu nda menrn en las reorías sociales, t iene c o m o consecuencia que b eco n o m ía cap i ta l i sta real no pueda 1ser capaz de aprehender ya la organ ización social . S in emb:irgo, con su carencia de conceptos este tipo ele ciencia económ ica p ierd e una parte susrancial ele

su ut i l i dad , también para la i deología que d i fu nde . Su rge así u n d i l ema

i rresoluble : el cap i ta l ismo es abstraído como fo rm ación soci al y en su lugar

emp l azado un domin io ele la pura lógica de m ercado . En Li l ti m a i ns tan cia

n i s i quiera existe o en el mejor de los casos só l o com o m u ndo pl atónico, aunque sobre la Tierra se enseñ::i y se d ifunde. En rea l idad existe un capi­talismo mund ia l y su puestamente s in alternativas"que p rocede muy real ­

mente del mundo con ceptu a l de los hombres "modernos".

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Capítulo tercero

Las cuatro fonnas de apropiación en el capitalis1no reahnente existente

De lo que se trata aq LlÍ no es del concepto de capitalismo, sino del capita­lismo realmente existente. El capitalismo como sistema social surge en el transcurso ele la acumulación originaria ele capital. Los productores son violentamente separados ele sus condiciones tradicionales de producción, de las que son, por así decir, "liberados". Quienes regulan sobre las condi­ciones de producción se concentran como capital en una orilla de la socie­dad, mientras en la o tra crecen qLlienes no disponen de ninguna propiedad de la que puedan derivar un derecho a la apropiación. Este derecho fue de­rivado por John Locke a partir de la propiedad de cada uno de su propio cuerpo, de las fuerzas físicas del cuerpo y de la capacidad de transformar la naturaleza a partir del trabajo. La naturaleza transformada a partir del tra­bajo se convierte en propiedad privada. Esta base puede v�Ller para el primer acto de apropiación de los elementos naturales, pero es completamente in­suficient e para una s i tuación en la que la naturaleza libre y sin p ropietarios ya no existe y en la que la gran propiedad privada es ya norma. No todo el mundo puede promoverse a sí mismo a propietario, pues la extensión del planeta es finita y los títulos de propiedad han sido ya concedidos, esto es, " tierra l ibre" ya no la hJ.y disponible . . La limitJ.ción del territorio pasa a ser un factor que limi tJ. la asignación de los derechos de propiedad privada.

Apreciar este hecho es difícil para los ncoliberales, p ues esperan, de los

derechos de propiedad privada establecidos, la l iberación de los instintos empresariales que anidan en todo hornbre y con ello una superación rápida

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del su bcles;:irro l l o . Un ejemplo espléndido lo o frece el escri ro de J-Iernan d o de Soco ("The m.ysteries of cap ital") [ Los misterios del capital] pub l icado en alemán con el título "Freiheit fi.ir das Kapital!" [Libertad para el cfl.pital] . /\l l í De Soto se ocupa de las « lecciones negadas de l a h istoria ele los Estados Un i dos» . La j usticia y la admin istración , según De Soto, se han aprop iado del país, l o han ocupado y coop tado a sus habitantes, los así l lam ados "sqmrters" . Que esta colonización estuvo l igada a la expuls i ó n sangrienta de los habitantes in dígenas origina les no merece para el autor más espacio que la m i tad de una frase. La t ierra y e,! suelo y otros obj eros no son en ni ngú n caso mercancías l ibres, todo está ya ocupado y las reclamaciones de propiedad com pite n las unas contra las otras. ¿Qu i é n tiene el derecho más an tiguo y mejor docum entado? ¿O se impone la ley d el más fuerte en la distribución de los tírulos ele propiedad , esto es, e n la aprop iació n del rerritorio y ele l a eles posesión a l m ismo t iempo ele quienes en esra distribu­ción ele los tírulos de propiedad term inan con las manos vacías?1

Los confl ictos que surgen de la propiedad p rivada eran bien con ocidos por los teóricos pre-burgueses de la p rop iedad p rivada . Tam b ién sabían

que el derecho de propiedad es, en todo momento y por la fuerza, un de­

recho excluyen re. La p ropiedad sólo t i ene sentido si perm ite la aprop iación y permit-e excl uir a los

.no p ropietarios s in posi b i l idad de vuelta awís con

la ayuda ele la víolenci::t. La "libertad para e! capital" descansa abiertamente en poner a trabaja r a l os asala riados sin propiedad y apropiarse del producto

de su plusval ía . La prop iedad privada no sería m ás que una « ilus ión j urí­d ica» (Marx) : ele ella no se deriva realmenre n i ngu na prop iedad, menos .

aü n un in cremento ele la propiedad. Cuando se establecen · J os d erechos

de propiedad y se fac i l i ta el acceso a la m isma, tam bién debemos crear de­

rechos social es p ara la pro tecc ión de los que no ti enen p ro p i edad, a l go sobre lo que trabajó con empeño Karl Polany (l 978) . La economía de mer-

1 . l .os "squaners" de nuestros días son los i n tegrantes de l Movimiento de los S i n Tierra (MST) en fü:isi l , que !un ocu pado lat ifund ios. Par:i d istribu i r sus rietTJs, como enseña De Soro en su rerrospecriva ele los Estados Unidos, reclaman una reforma rura l . Pero en con rra �:e han rnosrr:iclo los grandes lar ifunclisras ejerciendo su i nrl ticncia lega l , pero t ambién con medidas cxrr:i-legales, y con no poca frecuencia por la fuerza de las annas rnienrras la justic ia : 1 ¡m1eha y m i ra para otro l acio . "fambién los S in Tierra l i:rn recurrido a sus prop ios p isto leros . Se dern1 1estra así que hasta nuestros el bs los derechos ele propiedad se imponen violentamente )' las reivi ndicaciones territoriales legitimas son ca l l adas por la fuerza ele bs armas.

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cado, sobre roclo el mercad.o laboral , se desincorpora de la sociedad, u n

paso dec isivo en el curso de la "great rransformation" analizada por Pol any.

Polany cal i fica al mercado laboral de «molino diaból ico,, , porque, con su

dependencia ele las condiciones del mercado, la i nseguridad social acom­

paña a toda la vida de la clase de los asalariados. La segu ri dad sólo se con­

s igue a través de la riqueza ele dinero y de capital, no a través del trabajo,

el cua l , por esa m isma razón , necesi ta ele protección estatal . Así ha tenido

l ugar el desarrollo en todos los países cap italistas -incl uso si de manera de­

sigual y en d i ferentes tiempos- siempre con el resul tado de confl i ctos so­

ci ales y conflicros pol íti cos . Propiedad y aprop iación -y com o consecuencia también explotación y

desposes ión-: son aspectos d i ferentes de la d i námica capitalista. Y vi ceversa:

cuando la apropiación fracasa, d ism i nuye la propiedad y se da una forma

de desposes ión.2 Sin em bargo, conviene diferenciarlas, pues n o hay l.ma,

sino al menos cuatros formas ele apropiación , cuyo s ign ificado histórico se

cristal iza en diferentes épocas .

3 . 1 Primera forma de apropiación: mercantilización

Hasta el s iglo XV la agriculrura europea se basaba en general en o rga niza­

ciones sociales y técni cas que apenas podían diferenciarse de aquellas del

s iglo XUl. En las regiones del norte de Europa (Escan dinavia , Irlanda, Es­

cocia) dom i naba una agri cultu ra de subsistenci::i, en las zonas ori enrales se

2. No se trata ele n ingún ningún soflsma juríd ico, sino un sujero de los trarados ele libre

comercio (por ejemplo, el NAFTA) y de los acuerdos ele inversiones bilater�i les (Bl'r): cuando

los beneficios d i s m i n uyen con las regnlac:iones medioarnbientales, las empresas afectadas por la phd ida de su valor en bolsa presenran nna demanda en su contra y demandan reparaciones

al estado (capírulo 1 1 del NAFTA y cLínsubs comparables). La aprop iación s in éxiro de la

propied<td pr ivada es así ca l ificada como clesposesión cuando se ponen en marcha el pago

ele com�>ensaciones. No se rraw sólo de la propiedad como una med id.a estática, s ino también

ele pro reger legalmenre el beneficio como expresión económica de la apropiación. Es signi­

ricarivo cómo las diferentes categorías ele la prop iedad privada puedan �onsrruirse jurídica­

m e n te. Una decis ión de la Corre Suprema de los Estados Un idos pos ibi l i ta la desposes ión de la prop iedad privada en beneficio de los "developers" p rivados, esto es, empresas que clis-· rri buyen la t ierra :1 los grandes inversores (Financia! Times, 24 ele jn n io ele 2005) . Los pe­queños prop ietar ios pasan así a ser menos d ignos ele protección que los grandes propietarios.

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extendía la propiedad estatal con servidumbre. Pero esto se modificó a par­t ir del siglo XVI. « One o/ the most ohviow dijferences between preindustrial a11d modern industria! societies is the great!y diminished relative role ofagri­cu!ture in the !t1tte1'. The counterpttrt of its diminished importance, howeve1; its the gre,:1t�1 i11cre1zsedproducti11it:.Y of modern tzgricu!ture, which enables it to /mi rt large non-t1gricult1mzl popu!atiom (Cameron [ 1 989] 1 997: 1 64) . (Una de las diferencias más evidentes entre las sociedades preindustriales y las modernas sociedades ind ustriales es el enormemente disminuido papel relativo de la agricultura en las ültimas. La contrapartida de su importancia disminu ida es no obstante la enorme productividad incrementada de la agricultura moderna, que permite aliment:ar a una población mayor no agrícola) . i.ambién hoy los l lamados b ienes comunes públicos de uso común son revocados y privatizados. La desposesión necesaria para el sis­tema se hizo apoyándose en la privatización de la propiedad común, por ejemplo, a través del cercamiento de la tierra común (enc!osures) en Ingla­terra desde el siglo XVI hasta el XIX. Los encfosures son un fenómeno con­comitame de la revolución agrícola que precede a la revolución industrial no sólo en Inglaterra: en las nuevas superficies desposeídas y privatizadas puede cultivarse, entre o tras cosas, grano. El incremento de los cul tivos se deriva de una nueva técnica de fertilización artificial con rotación de culti­vos (más tarde con herbicidas, fungicidas y pesticidas, así como con nuevos métodos de cultivo) . El incremento de la productividad en la agricultura es, en efecto, la condición para que pueda ser alimentada la población agrí­cola conducida a las manufacturas e industrias, los trabajadores "libres" del , excedente rural " llevados al mercado". La explotación y la desposesión no pueden ir tan lejos como para poner en j uego la existencia de los trabaja­dores.

Estos cambios podrían entenderse corno una mercanti l ización (Inwert­s�tzu.ng) de la naturaleza, percibida y tratada como un conjunto ele recursos. Esta es ya una valorización "calculatoria" ele antemano, porque la natma­leza es explorada sólo con el objetivo de descubrir qué recursos merecen la pena convertirse en mercancías y cuáles pueden ser tratados como mercan­cías sin valor. La naturaleza se con viene en Lrn objeto del cálculo racional capi talista. Esto incluye i ncondicionalmente la fragmentación de la natu­raleza en componentes individuales (acreditada con títulos de prnpiedad) . La destrucción de la naturaleza tiene lugar de manera antic ipada y mental

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antes de que pueda tener lugar realmente y desarrollarse prácticamente. La natu raleza, las superficies ele cultivo, las relaciones sociales y el régimen temporal son integrados en el mundo del valor y las mercancías (y vice­versa: las mercancías y los valores son introducidos en el mundo) . La lógica de mercantilización domina el tiempo y el espacio con la expansión terri­torial y la aceleración mediante la apropiación y la desposesión de la com­petencia sobre el terreno.

David Harvey (2003: 1 7) enumera los métodos de mercantilización si­guiendo estrechamente a la presentación de Marx en la «acumulación origi­naria de capital» (MEW 23: capítulo 24) . Éstas son: ( 1 ) la mercantilización y privatización del suelo y la expulsión violenta de los campesinos. y su con­versión en asalariados; (2) la transformación de la propiedad común, los bienes comunes y las tierras comunales (commons) en propiedad privada exclusiva; (3) la transformación de la fuerza de trabajo en mercancía y la represión de formas alternativas de apropiación de la naturaleza (i;;conomía de subsistencia) ; ( 4) saqueo colonial e imperialista; (5) monetarización del intercambio e impuestos; (6) trata de esclavos; y (7) la usura. Estos métodos no sólo caracterizan a la prehistoria del capitalismo, sirio que permean todo su desarrollo. Estas diferentes formas de apropiación no constituyen una escala histórica que progresa a medida que ava11za, sino que pueden arti­cularse históricamente (compárese con De Angelis, 2004) . Harvey los re­sume como s igue: «Al! the Jeatu.res of primitive accumulation that Marx mentions have remained powerfo!!y present within capitalism s historica! geo­graphy up unti! now. . . » (Harvey, 2003: 1 45) (Todas l.as características de la acumulación originaria que menciona Marx han permanecido poderosa­mente presentes en la geografía his tórica del capitalismo hasta la fecha . . . ) Sin embargo, se pospone el significado relativo de las formas de apropiación en la evolución histórica del capitalismo.

Con la aplicación de los métodos de aceleración de los procesos econó­micos pudieron ocuparse y desarrollarse todos los espacios geográficos. El territorio fue entregado a la reificación capitalista, a la conversión del mundo en mercancía. A lo largo del siglo XIX se colonizaron los últimos "espacios en blanco" en el mapa y se integraron en los imperios europeos dominantes de la época. Pero la expansión en el espacio no se terminó

cuando se tomó posesión ele las superficies continentales y se transformaron

en valor. Los lechos marinos, el Ártico y la Antártida, los glaciares de las

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grandes m0nt;1 ñ::is, l:is selvas tro p icales, b a rmósfera , l os nanoespacios de la s molécu las serán desarrol l :idos, transform;idos en valor y en mercancías y d inero. L:i valori zación es u n proceso de transformació n de b ienes co-· munes (mayori c1 r i ::imente pt.'1 bli cos , esto es, acces ib les ::i la com u n id;id) en mercancías priv:idas, un doble p roceso de desposes ión y de apropiación (priv::ida) . En consecuencia también es posible privatizar los espacios de los bienes comunes ( l a ::is i stencia san i taria o la educación) q ue trad ic iona l ­m.ente han s ido o b i enes públ icos o comunirarios. El i mperial ismo es a un mismo tiempo extrovertido e i ntrovertido (Narr, 2003) . Partiendo de Rosa Luxemburg, David Harvey escribe (2003: 1 4 1 ) : « The idea that sorne sort of 'outside ' is necessmy far the stahilization of capitalism therefare has relevan ce. But ettpitrtlism can either müke use ofsome pre-existing outside (non-capitalist social formations or sorne sector within capitalúm -such as education- that has not yet been profetr1rianized) or it can üctively manufacture it . . . » (La i dea de que a lgún tipo ele 'exterior' es necesario para l a estabi l izac ión del cap i­t:i. ! ismo tiene en consecuencia relevancia. Pero el cap i tal ismo p uede hacer uso de algún exterior preexistente (formaciones sociales no c;:ipi tal istas o algún sector dentro del c�pital. ismo -como el de la educación- que no haya s i do aún proletarizaclo) o p uede producir lo activamente . . . ) . J�ste es un i n­d ic::i tivo de lo que sign ifica de territorialidad en el proceso ele mercantil i ­zación (lmuertsetzung) y también en e l el e s u exp lotación como valor ele uso ( Verwertung) , porque, a pesar de las ten dencias ele des inco rporació n , s<'ilo pueden apropiarse e n última instancia valores producidos en diferentes e:pacios, ya mencionados. El cap i talismo de In ternet, vi rtual, in terpretado por muchos como un "nuevo" capi calismo" tras el desplome del "viejo" capital ismo (Leadbeater, 2003) es tan sólo u na fan tasmagoría irrelevante.

Sin . embargo, no todo se presra a ser convertido en valor. Muchos ele­rnen ros ele la natu ra leza exterior carecen ele va lor para l os i n tereses econó­m icos . Y lo q ue carece de val o r puede ser destruido. E n co nsecuencia, muchos ecologistas son de Li op in ión qne un bosque gest i onado (bewirt§­chn{tet) está mejor proregido que u n bosque "sin v:ilor". S in em bargo, esto no es . rr1<Ís que una ilusión, porque lo que se protege no es el bosque, s i no s,u rnercami l izac ión a través de la d istri bución de derechos de prop iedad. Esta está deterrn i n ada por decisiones que se orieman a l os beneficios obte­n i b les de l os mercados global izados y no a los biotopos ofrecidos por !a na­tu ra leza. Los i n tereses de las perso nas que viven en el territorio tampoco

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d esempeñan aquí n ingún p:i.pel . No puede salnrse a un bosque ges tion:ín­dolo como una empresa c;ip italist::i mientras las con d iciones de la población i ndígena s iguen sin respetarse. El bosque es u n terrirorio que se estrucm ra mediante va r ios "espacios funcionales" : (a) a través ele los espacios que t ie­nen una fu nción económica, dominados por el pr i nc i pio ele beneficio y bajo l as restricciones ele l os i m puesros que deben obtenerse ele el los; (b) el espacio de función social , en el que se deciden los confl i ctos y siempre ha ele encontrarse un consenso; (c) el espacio funcional pol ítico . ele Ja repro­d ucción de poder y hegemonía. Luego h ay aún el espacio ele función na­tural , para el que son vál idas l as l eyes · ele la natura leza que en el resto de espacios ele función no lo son . Teniendo en cuenta l a existencia de estas relac iones complejas en el territorio es una temeridad asumi r que l a natu­raleza puede salvarse si se l a subsume en el espacio de la fu nción económica (cf. Altvater, 1 987) .

Incluso si no rodo se deja transformar en valor, sí que lo hacen bastantes cosas de las que a primera vista nadie lo d i ría. Esto vale por ejemp l o para l as emisiones ele g:i.ses invernadero, que son, en el sentido de John Locke, u n resultado negativo del uso de l a propiedad privada para los demás, esto es, en el lenguaje d e los modernos economistas, external idades n egativas. Para reducir éstas se concedieron certificados que perm i tían una em is i ón determi nada de C02. Los certificados ignoran l a propiedad del emisor y p uede comerciarse con ellos en llamadas "bolsas de polución" . Los pro­d uctores ele C02 pueden obtener un i n centivo para rebajar las emisiones con la venta de los certificad os a cam bio de d inero. Aqu í se muestn gue es posible la mercantilización a través de u n a construcción jurídica de los de­rechos de propiedad que transforma la contaminación de la atmósfera en

un derecho que, cuando ya no puede ejercerse, puede m111sforrnarse en di­nero. El espa ci o ele m ercanti l ización es construid o a través de uno o una serie de actos legales. En esto se d ife renc i a profundamen te ele b interpre­tación de b teoría po l írica cl ásica, según la cual los derechos de p ropiedad se adq u ieren a uavés del na bajo.

La rnercant i l ización or iginal de lo que aún no se ha transformado en

valor puede ca l ifica rse de primfra forma de desposesión y apropiación prí­v;:id a . Se trata ele una «transfot:mación del m u ndo en mercan cía», esto es, de una expansión de l espacio funcional y de acu m u l ación territorial capi­

cal isra. Cuando desaparecen los "espacios en b lanco" del m ap a sigue exis-

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r icnd0 un espacio q ue aún J J O es permeado y dominado por el cap i tal ismo .

Pcrn L1 t endencia de co nvertir eu valor a éste a través de la "colon ización de rodas las esfer:-is de la vid:i" es dominante, i ncluso si c;:ida vez se le pre­senta u 1 1 :1 mayor res is tencia.

3.2 La segunda forma de ap ropiación: 1a producción de plusvalía absoluta

La t:t«11 1sfrmnaci ón en capital es, tras "el primer acto" de la mercanti l ización a largo p lazo, sólo posible si las fuerzas de trabajo producen un excedente que puede ser apropiado por los otros, esto es, por los capi talistas. La ex­plotación de las fuerzas de trabajo requiere un nivel mínimo de producti­vidad en el trabajo . El producto del trabajo debe ser mayor del que se neces i ta para la reproducción de b fuerza ele t rabajo , incluyendo a los r11 ien1 bros de la Fami l ia 110 productivos (sobre todo los n iños y los ancia­nos) . «Sin un gr:ido de product iv idad concreto del trabajo . . . sin un exceso de tiern po para el sobretrabajo no hay ningún trabajo disponible para el trabajador y por ello ningún capi 1 alista, pero 1 ampoco ningún tratante de esclavos. barón feudal, en una p::ilabra, nadie de la clase de grandes propie­tarios . » (ME\\/ 23: 534) En este senrido puede hablarse de una «base na­tural Je la plusvalía» . La plusval ía se real iza cuando se prolonga «la jornada labo r:il a part i r del punto en que el trabajador ha producido sólo el equi­valen! e del valor de su fuerza de trabajo» (!bid : 532). Ésta es una condición hiseór ic::i que no

.se limita sólo al modo de producción capital ista (Mande!

proporciona m uchos ejemplos históricos; véase Mandel, 1 970) . Mien tras no siga teniendo lugar la producción del excedente en la forma

de lo {¡ue Marx denominó plusvalía absolu ta, los trabajadores están for­malmente s ubs u m idos bajo el capital , puesto que el modo de producción no ha sido revolucionado realmente ni tecnológica n i socialmente, esto es, en la forma t ípica que necesita d capi t::il isrno. El incremento de la explo­tacióu se consigue mcdiame la prolongación de la jornada bboral , a rravés de u 1 1 au m ento e n la i n tensidad d el trabajo, rebajas saLtriales o cuando el exceso de trabajo doméstico, de l .1 producc ió 11 precapi talista o del trabajo Bcgrn o esclavo es aprop iado por lo� capi ta .l is 1· :1s s in modificar fun darnen­tal rnc1 1 re las co1 1d ic io 11cs de producc i (11n. La producc ión de plusval ía abso-

l F

!uta es Ja segunda fonnt1 de apropiación de pl ustrabajo. Se trata también de u na forma ele desposesión : del tiempo de ocio y de las energías corporales y espiri tuales. A diferencia de la primer�1 forma, esta apropiación absoluta ele plustrabajo es ya un elemento del proceso de mercantil ización ( Verwer­tungsprozess) y no un resul tado directo de su valorización (Inwertsetzung) .

En este con tex to puede ser ú til diferenciar, siguiendo a Rtchard Hein­berg (2004: 49 y ss . ) , las diferentes estrategias con las cuales, se tornan útiles las energías económicas: en primer lugar se consigue la apropiación de ener­gías con las que los "competidores" son separados de las fuentes energéticas que necesitan tanto como las personas, y de este modo desposeídos ener­géticarnente. En segundo lugar, las herramientas de trabajo son desarrolladas para el incremento de la productividad en el uso de energías.3 En tercer lugar, esta estrategia conduce a la extracción de energías adicionales de las reservas de combustibles fósiles de la tierra. La primera estrategia mencio­nada l leva a que, por ejemplo, modos de vida "en competición" se vean privados de las energías que requieren y con ello, en el peor de los casos, err;id icados. La transformación del paisaje natural por los monocultivos equivale a la muerte para muchas especies animales y vegetales. Significa también el fin de un tipo de agricul tura organizada. La sobreexplotación de las energías humanas es perj udicial para la salud y posiblemente tiene como consecuencia la muerte.

3.3 Tercera forma de apropiación: la producción de plusvalía relativa

La apropiación de energías a través de la desposesión ele los competidores no es otra cosa que la producción ele p lusvalía absoluta. Roza los límites de la explotación física. El tiempo de trabajo no puede ampliarse en el es­pacio de una jornada de 24 horas a partir de un cierto margen sin que los explotados enfermen. La segunda estrategia mencionada por Heinberg, por el con trario, req u iere lo que Marx denominó producción de p lusvalía

3. Las orras dos estrategias recordadas por 1-leinbcrg, concrera1nenl"e la esp�cia l i zación y la am pl ia.ción de la esfera de acción, son rn;Ís b ien consecuencias del uso de bs herramientas y no tienen un sign i ficado independiente.

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rclat iv::i. I�sre es el mérod o m3s adecuado :11 cap i tal ismo. La ef<.�crivicbd d e la apro p i ;ic ión n :uu rnl e s rnejorad;i grac i ;is a u n a técn ica nu eva y m;ís efi­cien rc y a u n a o rgan ización m ás c1ciona l . Con el i ncrememo de las ru erzas productivas, como el ijo Aclam Smirh, se mej o ra el b i enesta r de las naciones. Corno consernencia de u.n :t productivi dad más e levada l os tr::iba jadores prod ucen en menos t iempo el co nj unto de merca n d:is que es necesar io par;1 su rep rod11 cci ón e n unos n i ve les co n c retos h istór i cos y cu ltura l es . Resta, e n consecuen cia, m�s t iempo d e ];i j o rn;ida de trabaj o p ;ir;i l a pro ­ducci ó n ele val o r que puede «;er apro p iad o p o r los cap it al i stas. E l in cre­m en to ele parte de l producto d e l t rabaj o que l os p roclucrores pueden aprop iarse (s in que por el lo haya ele irles peor m;i ter ialmente a Jos asal aria­dos) es una iercerafórma de deJposesión y ttpro¡;iación. Pero la mayor efecti·· vidad del trabajo se re;1 l iza a costa de la n aturaleza: a través de la explotación de l os recu rsos y una polución excesiva (véase el resumen ele McNei l l , 2003; Kovel, 2002; In fo rme d e la com is ión parlamentaria, 2002) .

3.3. J Subsuncián rerd del tmhajo en el capital: d sistemrt industrial y elfordismo Las rr;msformaciones sociales para la real izac ión de esta forma d e aprop ia­

ción n o son graduales, sino revoluci o n arias. «La producción ele la p lusvalía absol uta gira excl usivamente en torno a la p rolongación ele Ja j ornada la ­boral . La producción ele la pl usvalía rel a tiva revol uciona esencialmente l os procesos récn icos del trabajo y los grupos sociales . » (MEW 23: 532) Las fuerzas p rod uctivas d e l trabaj o alcanzadas a 1o l a rgo de l a h istori a («a l o l argo de m iles de siglos», escribe Marx) permiten , bajo condiciones natu­r;i l es con cretas, la producción de p l usvalía absol uta. S i la p l usval ía puede incremen tarse, entonces sólo puede hacerlo con los métodos de producción de b p lusvalía rehtiva, esro es, a través de la así l l amada subsunción real de.i trabr1jo en el crzpital (reelle Suhsumtion der Arbeit unter das Kripitai) , me­d i an te i n nov:iciones técnicas, sociales y ele otro t i po , a tr::ivés ele la revolu­ción de los procesos ele prod ucci ón . El cap i ta l no puede conten ta rse con la s i tu;ición h istórica alcanzacb por l as fuerzas p ro ductivas. Po r el lo e l modo de prod ucción capi talista es u n vehícu l o e le la modern ización y del pro­greso, elogiado como ral por j\farx y E ngels en el Manifiesto comunista d e

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::.·'

1 84 8 .4 El exceden te en p::irre consegu id o bajo condiciones de producción no c::i p i ta l ista o prorocapira l istas deja d e ser meramente separado y apro­piado en forma de p lusval ía, s ino que con los nuevos rnétodos de p róduc­ción son p roc!L1cidos rea lmente en modo creciente, lo que expl ica el enorme peso del capital i n d us trial con respecto a otr::is formas ele c;ip i ra l (comercial o moneta1· io) en Jos p rocesos ele reproducción de ca p i ta l . Las poderosas rnáquinas (comenza n do por la máquina de vapor) y l os s istem::is de transmi­s i ó n de las fuerzas (humana o de otro tipo) a las herramientas potencian la efectividad ele la producción d e valores de uso. El capita l ismo produce el sis­tema ind ustria! . Éste es l a base materi;i l , técn ica, social y económica ele la producc ión de p lusva l ía relativ::i. En la opinión de Fernancl Brauclel ( 1 986a) , . puede p roducirse realmente "capital fijo" gracias al cles;mol l o ele las herra­m iemas y de un sistema ele máquinas debido a que los medios ele producción ya no son manufacturados con un materia l perecedero como la madera, s ino con uno resisten te como el hierro. Con ello aumenta el poder de l cap i ta l con respecto al trabajo . Por ejemplo, en d siglo XIX los marineros independientes ele navee:ación fluvia l todavía incendiaban l os p uentes de madera con el ob­jetivo c1: perj u dicar a l a competencia del ferrocarril. También los edificios ele p i ed ra e ran más duraderos que l as construcciones ele madera. En los m ed ios ele producción metalíferos y ele piedra el capital adopta una forma poderosa y visi ble. El capitalismo muestra así las condiciones de producción que le co­rresponden y a l a vez los símbolos ele poder sobre el trabajo vivo y Ia natura­l eza y l a superioridad sobre otros modos ele producción "primitivos" .

No nos es posi b l e aquí analizar todos l o s aspectos d e la subsunción real del trabajo y la na turaleza en el capi tal . Pero en cual q u ier caso deberían

4. En los prólogos a las ediciones polacas e italia1u clel Mmii/iesto de los años 1 892 y 1 893 respectivamente, Engels ve en la d i fusión del kfrmifiesto un indicador d e l desarrol lo del capiral ismo en cada -país : «Ante tocio, e l lvlanifiesto ha res11 l t:ido ser, corno se proponfa, un medio ¡1ara poner de relieve el desarrol l o de la gran indusrria en Europa. Cuando en un país cualquiera se desarrol la l a gran i ndustria, surge al m ismo tiempo enrre los obreros m­d usrriales el cleseo de expl i carse sus relaci ones com o clase, corno l a clase de los que viven de l rrabajo, con la cbse de los que viven ele 13 p ropied'.l d . En esr:1s circunstancias, Lis ideas so­c ia l i sras se cxrienden entre los rrahajadores y crece la demanda del /\lfanifiesto comunista. En esre senri clo , el n limero ele ejemplares del !11rmiftesto que c i rcuhn en un idioma dacio nos perm i re apreciar basranre aproxinudamenrc no sólo las condiciones cid movimiento obrero, de clase en ese país, sin o tam bién el grado de desarrollo álcanzado en él por la gra11 mdusrrta» (lvl E\V 22: 282)

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presentarse, aún si superficialmente , algunas características fundarnentJles. Primero, como base i ndustrial el c:tpi talismo moderno se desarrolla como sistema guiado por la tasa ele gJnancia, que de ter mi na la acu m u lación ele capi tal . Este sisternJ es irn pulsado por l os combustibles fosiles, clespJazanclo gradualmente a o tras energías (t iro animal, m adera, energía hidráulica y eólica) y concediendo al capit<J l ismo su propia dinámica en la historia mun­dial . El p roceso Je producción entero es reorganizado completamente, la fuerza de trabajo y la natur�tlez.a son subsum idos «realmente» bajo el capital (Marx, MEW 23, capírulo 1 7) . Las condiciones de p roducción subjetivas y objetivas son modificadas ele manera capi talista y racional .

El asalariado es sometido a la discipl ina e le la fábrica (la organización j e rárquica, ei régimen temporal, una tecnoestructura aparentemente neu­tral descrita por Marx corno «la muda coerción de las relaciones económi­c.ts» . Desde l uego, el establ ecimiento de una discipl ina en Ja fábrica es algo externo a la propia fábrica y por sí misma no alcanza para una clinári1 ica de desarrol lo capitalista. La opresión bajo Ja discipl ina de fábrica provoca además resistencias, desde el trabajo i nterrumpido por los paros laborales hasta el sabotaje de la maqui naria ffi<Ís vulnerable del sistema. En conse­cuencia, el trabajo, los procesos de trabajo y los sistemas de establecimiento de salarios son racionalizados por la m isma lógica que se encuentra en la formación de las condiciones ele producción objetivas (Sohn-Rethel, 1 9 70). La d i rección empresaria] cient ífica ("taylo t·ismo") deviene la base de u na racional ización radical de Ja producción y de la reproducción. Para describir la rransforrnación del capitalismo hacia la producción en masa y el con­s u m o en rnasa desde mediados de la década de los años 20 tomamos co­n1ürn nente el no.mbre ele Ford (y su derivado, "forclismo") ; 5 ya en el m ismo concepto se encuentra de ! techo la cen tral i dad del automóvil en esta fase de Jesarrol lo del capi talismo moderno.

5 . El ford.isrno es más que una [íbrica caracterizada por su racioria.l ización y por su cadena

de monra¡c. ::ic trata de un proyecto SC)Cta l , c·,;onómico y también político con irn porran tes 1 1 1 1p l 1cluo11es e,:ol<Íg1cas. Las in1p li..:a( iO J1es ecológicas wn mayorrnrntc obviacbs en la lire­r:m1ra sobre el tema (cf J\. l rvatcr, 1 992) . En forma 1 1ovd,1cla existe una buena descripción dr la rcl:ición e n r rc organit.ación social, 1«1c io11alización c:1 p i t alista, asesorarnie l l tO científico, ohsrinacióll i ndígena )' u n i lateralidad "co lógica en la producción de caucho rn rnonocu l tivo C'll hmllúndia -en el Rio "rapajós en el Arnazonas- e 1 1 la novela horn ólli m:1 de Sguigl i ;1 (20!)2) .

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El trabajo es empicado en el proceso de raciomlización ele la empresa y de h sociedad empleando la lógica de los sis temas de transformación ener­gética y de materias primas industriales. La racional ización es sistemática (esto es, fundada científicamente, como corresponde a la ciencia en el capi­

talismo una función enteramente nueva que no había tenido hasta la fecha)6 y sistémica, esto es, comprende la economía tocia y conjura también a la so­ciedad, la política y la cultura.7 El carácter sistémico se mostró clan.mente tras el shoch de la gran crisis de 1 929. La respuesta a los desafíos del desempleo masivo y el retroceso de los beneficios es un proyecto económico fundado políticamente que conocemos como "keynesianisrno": el Estado interviene h economía parJ incrementar la clemandJ necesaria con el fin de disminuir la producción en masa del sis tema fordista de producción en cadena . El pro­yecto ele intervención estatal keynesiana, tras la Segunda Guerra Mundial, bajo las condiciones de la "competencia entre sistemas" con el "campo so­cialista" en los países industriales corno punto de partida p;i1a la construcción de un capitalismo del Estado del bienestar, gozó, a diferencia de toda la his­toria anterior, de una amplia aceptación entre la población. El progreso de la productividad en esta fase es elevado, y separó a una parte de los trabaja­dores ele sus organizaciones, de los conflictos por el salario y por las condi­ciones de trabajo y finalmente entre ellos. La lógica ele la lucha es en parte monetaria, sobre todo cuando se trata, ante todo, de mejoras salariales. El incremento salarial es el vehículo para poder acceder a las gratificaciones ele la sociedad y, al mismo tiempo, la condición para que con el incremento de

6. Sólo IJor ello puede hablarse del desarrollo de una "sociedad del conoci1u icnto". Aparte de eso, hay c ¡ue 111J 11 tener todas las reservas contra este término , pues melas las sociedades so11 "sociedades del conoci111iento" (véase I nforme de la com is i ón parlamentaria, 2002: 259 y ss; también Leadbearer, 2003).

7. An ton io Gramsci anal izó las condiciones para la estabilidad de la hegemonía burguesa el! las modernas sociedades de clase capitalisras (Gramsci, 1 967; 1 999) . Más tarde, la "teoría de la regulación" (por ejemplo en Agl ie t:ta, 1 979; Lipietz, 1 986) desarrollaron esta teoría y caracterizaron al capi tal ismo corno un sistema histórico c¡ue produce sus propias in5tituciones "rcgula,!oras" para mantener la d inám ica de acumulación (régimen ele acumulación) . Si Licnc scnLido o no interpretar este anclaje institucional e intemalización psicológica como transic ión a U1 1a "soci edad del contro l mundi:t!" y disciplinaria (Hardt, Negri, 2002: 341) no pasa ele ser una cuestión sem:ínt ica. De lo conrrario nos encontramos con u n a decisión teórica encaminada a combJtir una teoría de la regulación de cone marxisra para favorecer a la interpretación foucaultiana del poder.

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la proclucr1vidad y, con el la, de la camidad ck mercand1s , la demanda nece­saria pueda ser arricubcb y sarisfacerse . Esra lógica, em pero, se complementa con las rc ivind icK iones no sahr iales por una mejora de bs cond iciones labo­rales, para un :icortam ienco de la jo rnada laboral que perm i ta mayores pos i ­b il idades de p::i rticipación en l as decisiones de la empresa, ta mbién a n ive l inrerno -como el s istema alemán de co-decisión (]11itúestjr:nmung)-. La base pa ra esras luchas es b plena ocupación , esto es , la desaparición de 1 1n "ejército de reserva" ele desemp le:idos que pueda ser instrumental izado p:ua pres ionar los salarios y reduci r las prestaciones socia les.

La lógica socioterritorial se toma dominante en las l uchas, en las cuales bs "relaciones de trabaj o normales" s iguen menguando m ie n tras crece el sec­tor i n Formal y el trabajo precario .8 Porque cuando hay menos puesrns de tra­bajo , las mejoras salariales y las mejoras en las condiciones ele trab3.jo o n o consiguen i mponerse o s o n sólo rclevames para u na parte de la pob laci ón asalariada. Cuando l os asalar iados son excl u idos de los mecanismos de i·egu­lación formales, puede J legar a darse la ocup;1ción del espac io social del que han siclo exclu idos y asf aprop iarse , en u n senrido füico l iteral , del territorio: med iante la ocupaci ón de fábricas o d e t ierras, esto es, con l a construcción de un tipo ele empresa alt�rna t iva para part icipar en las grati ficaciones sociJ­l es, en eso que Adam Smith ll:i.mó «el b ienestar de l as nacio nes» .

.3.3.2 Geoeconmnía y globrtlización

La p ro d u cción del ff\ercado mundial es inherente al concepto de cap ital , 3egún lo expresó Marx a med iados de la década de los cincuenta del siglo XIX (Marx, l 953: J 1 ) . La global ización pertenece pues desde su comienzo al modo de producción capitalista, a su naturaleza socia l , a1 mque la globa l ización co­rnemase a inicios de los años setenta del s iglo XX y se reforzase tras el desplome del campo del socia l ismo real mente existente, después de l 989 (como s i la h istoria h ub iera l legado a su fi n ; véase el pri mer capítulo). La economía capi­ra.! ista es en p r i ncipio geoeconom í:i y sus actores p ugnan e n todos los fren tes .

8. El significado creciente del rrabajo precario incluso lo ha reconocido el Deursche Bun­desb:mk. Véase su i n forme mensual de iu l io de 2005: " Rascher W:rndcl cler Erwerbsarbeir" ( füípicbs modificaciones en el trabajo) : J 5-27.

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No se trata de n i ngún modo solamente de fronteras geogr:í.flcas territoriales, s i no también temporales . Tocio se l leva a c:ibo para aproximar el tiempo a

cero mediante la aceleraci ón de estos l ímites . Porque sólo a tr:ivés ele la acele­ración ele tocios los p rocesos puede i ncrementarse l a productividad : más pro­d u ctos en el mismo espacio de t iem po o la misma cantid3cl de p roductos en u n t iem po (de trabajo) menor: éste es el secreto del incremento de h riqueza

de las naciones y una consecuencia de l domin io mundial de la racional idad

europea . En consecuencia, también ele las premis:is histórico-sociales para su

"cientiflcación" (Verwissenschaft!ichung) , esto es, para una trabazón entre ca­

r ita l ismo y ciencia históricamente nueva y más poderosa . «El t iempo es oro» y cuanto menos t iempo "cueste" la producción o la �ircul ación, más bar:ito sa le a los cap ital istas . A través de la aceleración de tocios los procesos de pro­ducción y reproducc ión , de comunicación y transporte, en el m undo ele\ tra­

bajo e i ncluso en el ocio y de recuperación, el régimen temporal y espacial es

revolucionado. También los límites pol íticos son dejados a un lacio con h des­regulación: con el desmantelamiento de tarifas aduaneras, la unificación de normas i ndustriales, los criterios comunes ele gobern:inz:i., los estándares mun­

dialmente válidos para la cal ificación ele deuda, el estableci m iento de normas jurícl ic:is mundialmente vál idas e incl uso u na "l ingua franca" m undial.

Los l ím i tes ele lo vivo son "ci en t icificaclos" (Lebenswissen.rchaftlich) y se­parados med iante nanotecno logías y b iotecno l ogías. La globalización �Juede descr ib i rse s in problemas como la co mpresión del t iem po y del espacio con el fin de convertir el m u ndo entero en mercancía. Éste es el pr inci pio detrás de la udesi ncorporación ele l os mercados de la sociedad» : des i n corporac ión ele l a economía de l as coord enadas espacio-temporal es de l a naturaleza y de la sociedad y, l igada a el lo, una l iberac ión de las reglas pol ír i cas y ele los compromisos que represen ta (a este respecto, véase Alrvater y Mahnkopf, 2004: 90 y ss .) . Un tipo de des i nco rpo raci ó n como ésta de todas las l iga­du ras terriroriales y sociocultu rales cl a sentido a l a raciona l idad económica como organ ización anti natura l , a ntisocia l y, por el lo, cada vez m:ís y m ás aut isn Ésra es tamb ién la característ ica más deftn itori:i. del neo l iberal isrno , i ndepend iente de cómo lo p resenten sus rep resentantes .9

9. Corno movim ienro de oposición se ha formado en la economía una ciencia económica posr-aucisra: www. paecon . ner.

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Lo caracterís tico de la global.ización no es la expansión del espacio a tra­vés del desplazamiento de los límites y la conquista de territorios (de los "espacios en blanco en el mapa") como sucedía en la época del colonialismo y del "viejo" imperialismo, Di tampoco el "crecimiento del estado" como señala la geopolírica, sino la negación ele todos los límites externos de la expa�1sión capitalista. La globalización es sobre todo un proceso de inte­gración económica a través de la desregulación de los mercados financieros, la liberalízación del comercio mundial y la privatización de los bienes co­munes . La privatización de los bienes públicos acompaña a toda la historia del capitalismo. Posiblemente es una razón importante por la que el capi­talismo aún exista. Especialmente desde el dominio del neoliberalisrno la

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privatización de empresas y bienes públicos ha sido un p royecto político apoyado a escala mundial por 1.as i ns tituciones reguladores i nternacionales (cf Altvater, 2003b; Huffsclunid, 2004) . Así se abrieron nuevos campos a las empresas para la inversión de capital.

Con ello se modifica la relación entre economía y política, entre sobe­ranía, poder y seguridad. La desregulación y la l iberalización de los merca­dos ha sido l levada a cabo por organizaciones internacionales así como por la mayoría de gobiernos, y ha sido impuesta gracias al trabajo científico de los t:hinf< tanf<s y los medios de comunicación en los mercados de consumo a través de la Organización Mundial del Comercio (OMC) o el Banco de Pagos Internacionales y en los mercados laborales por los gobiernos riacio­nales, que siguen las recomendaciones o reglas inrernacionales para la "fle­xibilización del mercado labo rnl". La apertura de los mercados regulados por el estado a la competencia mundial pertenece a las normas de la "good (global) governance", a las que se comprometen los gobiernos (para una crítica de la global governance, véase: Brand y Brunnengraber et al. , 2000).

,Se crea también un espacio m undial de competencia mercantil . Los

ddensores cid neoliberalisrno esperan de la sociedad de mercado mulldial uua mayor eficiencia de la economía y, con ella, un incremento gene1:al de la nqueza de las naciones. Basan todas estas promesas en las teorías de la economía polfrica clcísica, sobre iodo el teorema de las ventajas compara­tivas de David Ricardo. Éste j ustifica por qué el comercio entre naciones resul ta también más barato para todos los participantes cuando una nación es inferior en todos los productos en todos !os mercados mientras todas las derrnís son predominantes. Porq ue el tiempo de trabajo empleado para la

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producción de mercancías con�parativamente más caras puede convertirse en producción de mercancías de fabricación comparativamente más bara­tas. En el intercambio, las mercancías del bien comparativamente menos barato pueden in tercambiarse por otras mercancías producidas. La ganan- ·,

cia es clara mientras las premisas no sean puestas en cuestión. Pero que esto en realidad no es tan bonito como lo pintan y que el co­

mercio m undial no puede ser de ningún modo una s ituación en la q�te todos ganan en todo momento es. algo que ha sido demostrado con creces (entre otros, ya por Friedrich List [ 1 84 1 ] , 1 982; Chan 2002) . La especia­lización después del teorema de Ricardo también puede presentarse cuando no se trata de productos industriales, sino también los agrarios y mineros pueden ser presentados como comparativamente más baratos. Cobra toda su validez en el debate sobre el desarrollo. la caracterización de un país con recursos corno una n�aldición y no como una bendición� Sobre la riqueza petrolífera dijo uno de los fundadores de la OPEP, Juan Pablo Pérez Alfonzo (Venezuela) , que se trataba ele un «excremento. del diablo» (según Karl, 2003) . Los mercados de capital liberalizados pueden, siguier°'do el funciona­miento del teorema de las ventajas comparativas, ser eliminados del comercio libre y, con ellos, los efectos beneflcios�s que se esperan de ellos. Debí.do a la especialización como consecuencia del comercio libre a escala mundial el papel de los medios de transporte se ha tornado ciclópeo. Incluso puede de­cirse que sin combustibles fósiles y la revolución en las tecnologías de trans- . porte y comunicación, así como sin la vergonzosa desregulación de las relaciones laborales y sus consecuencias sociales y humanas, la industria del transporte mundial y la globalización clel comercio mm;dial no hubiera sido prácticamente posible. Sólo los costes sociales y eco16gicos, que no pueden medirse exclusivamente en dinero porque implican dafí.os irreparables a la naturaleza y la sociedad, son un severo correctivo a la triunfalista cantinela de que el comercio mundial incrementa la riqueza.

Los mercados reaccionan a los precios, que actúan como indicadores, es decir, reaccionan al poder adquisitivo medido en dinero, y' éste es-siem­pre en el mundo del capitalismo distribuido desigualmente. Si todos ganan con la globalizaci6n, lo hacen en medida francamente desigual. El modo de funcionamiento del mercado beneficia a los "!uves" (a los que tien�n) y discrimina a los "ha ves not" (a los que tienen) . Como no hay ningún

equilibrio, habrían de introducirse medidas de ajuste políticas. Ésta es la

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r:izón por la-que -como movimiento de oposición con tra l a des i ncorpora­ción de l mercado de la sociedad- desde el s i gl o XIX el Estado social pugnó

por los participantes en el des:urol lo cap i tal isra , el movimiento ob rero . El Esraclo social moderno estuvo y esd vincu lado con e l estado naciona l , cuya soberanía es erosionada claramente por la global ización , y con el la , los pr in­

cipios del Estado socia l . Una mani festación ele es te Fenómeno es la desre­gulación de las relacio nes laborales, l a precariz:i.ción y l a informaliz:i.ción del tr:i.bajo en tocias las regiones del mundo, b el imi nac ión de la protección de q u ienes no d isponen de d inero que les permit:m comprar p restaciones socia les (servicios san i tarios o educativos, por ejemplo) a l os p roveedores priv:i.clos en el mercado.

Pero b i n formalización de l trabajo y del d inero (a este respecto, véase A lrv::ner y Mahnkop( 2002) no crea n inguna s i tuación establ e de l as so­ciedades en el espacio mund ial , ni en el sentido económico de un equ i l ibrio financiero ni en el sentido de l consenso social o l a estabi l idad po l ítica de un s istema hegemón ico. Ésta es una razón para l a aparición y desarro l lo e le los s istemas de gobernanza gl obal, esto es , de l a forma de una regu lac ión cada vez más blanda , pero en re<tlidad políticamente más dura, ele los mer­cados mund iales y d e l a foriyiación ele n uevas relaciones soci ales (de ahí el térm i no de Tho m as Friedrnan del New York Times de «camisa de f u erza dorada») . La econo mía no se gest iona en tiempos ele l a global ización sin l a pol ítica. Pero l a pol ítica ele l a global ización .es �senc ialmente l a p rotecció n polít ica de la des regulac i ón y h preca rización . También l a sup eración de los límites para l a competencia con b producción de un espacio mundial par::i la competencia y la presión por doquier par;i aumen tar la capacidad de: com petición, que n o han hecho desaparecer la natura leza cap ita l ista de l proceso , si n o que , en todo caso, han permit ido mod i ficarl a . 1 0

10. Por el lo no es rnomble que, cuando Jnachim H irsch h abla sobre e l " i m perial ismo· ac1 u:1I"' en u n anírnlo, lo describa come• un «cuestionable hi jo dudoso del progreso», porque «L1 exploración , desigu:i l dad., vio lencia v guerra, que anres tencl bn a ser m itigados . . . vuelven a estar en el foco de atención de la com u n idad científico» (Hirsch, 2004: 670) . H i rsch no ha rcn ido en consideración la exrensa bibl iografía crítica sobre la globalización que se ocupa de la explotación y la violencia. También su distinción entre expans ión "formal" e " i n fornd" es poco clara. Concrernmeme descr ibe poco c lara meme e l concepto de formal ldacl , de ma­neu que l :.1 disti nción es m�s bien una mer: ífora desafo rtunada que no con tr ibuye a una me¡or comprensión de l a expansión i rn perdisra y capita l i sta.

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Una mod i ficación import:i.nre concierne a la medida de la racionalidad

económica weberiana. La rasa de gan ancia de la economía política clásica

( incluyendo la ma rx ia na) se basó, como la eficienc ia marginal del capit:al

keynesiana, en el est:ido n:Jcional como espacio mercanti l . En este espacio

tenían l ugar l a comparación de i nversiones de capi ta l y l as fronteras nacio­

nales (o estatales) eran un dato que determ inaba el espacio para la cons­

trucc ión de u n ;i mecl i a . 1 1 Esto se ha mod i ficado rad i ca l mente con l a global ización . E l espacio de creación de valor es ya m und i a l y l a compara­c ión ele l as posib i l i dades mercant iles también lo es. Por ello se construye una

med ida mercanti l a la med ida ele las condiciones ele las inversiones ele capital mundiales: el shareholder value. Esra med ida mundial se presenta desde buen comienzo como comparable a los beneficios de capi tal o las tasas de g:mancia

a escala mund ial , aunque está a lejada de ramas de la economía, países y otras

formas ele cap ita l (clescle el capiral monetario hasta el capital hu mano) . En el

shareholder value se trata de una tasa de interés asignada a l valor empresarial

capital izado. Ed ifi�ios, l íneas de producción , el valor empresarial inmaterial

(know-how y cal i ficación de la fuerza de trabajo, relaciones con los cl ientes y

otras conexiones " locales") , stocks ele producción y l a l iqu idez son conducidas

a una dimensión con activos financieros altamente móvi les (véase, por ejem­

plo, la defl.n ición del concepto ele shareho!der value en el Informe de la co­

m is ión parlamentaria de 2002: 86-88) . Los sharehofder son "codiciosos"

("greedy") . Esto no se debe a su naturaleza humana, s ino a lo que hoy se des­

cribe como "codicia corporativa" ("corporate greed") o «codicia de l mercado»

(Koch, 1 995) y en el siglo XIX se describía ll an;imente como una "empresa

para el enriquecimiento". Los mercados financieros permi ten la pos ib i l idad de que los productores

industr ia les de p lusval ía se apropien ele e l la manera d uradera . Eso no es sólo vál i d o parn los productores i nmed iatos de todos los va.lores -la clase trabajadora- s ino también para los capi ta l istas inclustri:.iles, qu ienes p ierden punto menos que gran parte de la plusval ía . a manos de los grandes bene-

1 1 . La argumenración se encuentra también en Marx. Parre de q ue los parámetros de la producción ele plusvalía son marcados por el estado nac ion al y que sobre tocio bs tasas de p l u svalía, esto es, las condiciones ele exploración, son d i ferentes según las naciones. Por ello, el capír1 1 l o 21 del p rimer tomo de EL rapitaf sobre b «cl iversiclad nacional ele los salarios» es un capítu l o de plena acnul idad.

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ricios de los "co<liciosos" capi talisras financieros. Hoy lo vemos en Jos mer­cados mundiales, en los cuales actores concretos (fondos de inversión y hedge jimdr) se han especi�-J izado e1 1 la función de tomar el galeón al as;:ilto y hacerse con el botín.

Para aligerar esta empn:sa ufrecen sus servicios los analistas y las agencias de calificación crediticia, las cuales, como co ntraprestación por su asesora­miento, participan en los beneficios de los inversores (para el caso de las agencias ele calificación crediticia, véase Sinclair, 2005). Para los inversores de capital la globalización no es ning'una ideología. La palabra descril.ie el espacio en el que se mueven también los capitalistas y los poseedores de graneles fortunas cuando, desde su dormitorio y con la ayuda de su ordenador portátil, desplazan su ri­queza de un lugar a otro, de una rama a otra, ele una divisa a la otra. En este espacio mundial con un régimen temporal mundial ya no existe la diferencia nacion;:i.l de salarios. Cada vez se da más una brutal igualación hacia abajo ele los salarios. Esro es claramente una tendencia, y la resistencia en contra suya es en rodo el mundo cada vez mayor. Incluso si las disputas y las luclus son locales o nacionales, tienen inevitablemente una dimensión mundial.

La geoeconomía mundial, se dice, es pacífica y -a diferencia del orden geopolítico, que se basa en la lógica binaria de amigo/enemigo- no es agre­siva. Porque en la competencia geoeconómica, esto es, mundial, no habría enemigos, sólo competidores. Los competidores polipolíticos no se dispa­ran el uno al otro, porque practican en efecto el uno con el otro el comercio y el in tercambio. Pero la amistad en el mundo globalizado dejó ele existir .hace mucho tiempo. Aunque a finales de los ochenta terminase la "guerra frfa" con la "victoria del mundo l ibre", en los años noventa se libraron mJs guerras que en todas las décadas de guerra fría tras la Segunda Guerra Mun­dí<J. En tiernpos de la global ización se desataron con la dcsregulación los poderes privados de las empresas transnacionales, pero también las redes del crimen organizado, que en los espacios desestatalizados han monopo­lizado el poder para robar la riqueza, especialmente las materias primas mi-. ncrales y energéticas. En muchos países esto lia tenido éxito en b medida en que se ha expulsado a la población local y los "señores de la guerra" del lugar han s ido patrocinados y equipados con las correspondientes armas

para garantizar la explotación de las r iquezas al lí existentes y la circulación imernacional de capital. Se trat:i también del domin io en y sobre el terri­torio, y este domin io es así en muchas regiones del globo violento.

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A j(núori la paz �l tr:ivés d e la "guerra contra el terrorismo" -que muestra todas las caracrerís ticas de una cruzada- es cuestionable, coda vez que esta guerra proporciona la j ustificación para los cambios ele régimen forzados en los países que tienen una importancia central en los intereses y para el suministro de materias primas al mundo occidental . Se asegura con medios mil i tares el mantenimiento con materias primas y fuentes de energía del moderno sistema industrial. Las élites políticas y económicas ya no confían en la lógica geoeconómica del mercado mundial y de la competencia mun­dial. La lógica binaria ele la geopolítica de amigo y enemigo la comple­menta o incluso ocupa su l ugar. Los estados nacionales ricos y poderosos recurren a métodos imperialistas de dominio, explotación y apropiación.

3.4 Cuarta forma de apropiación:

geopolítica y nuevo imperialismo

La victoria en la guerra fría a finales de los 80 y la debilidad del movimiento obrero debido a la presión de la competencia mundial lun inducido a los gobernantes de las sociedades capitalistas a poner en el último lugar de su agenda política l a integración de las masas en el Estado del bienestar con el fin ele b undir los costes sociales de la producción. Para las éli�es neo libe­rales en su b úsqueda de mayores beneficios el Estado del bienestar es más bien un obstáculo, símbolo de una época pasada, una "costra". Aunque hablan de conseguir la paz social que necesitan para la apropiación del ex­cedente de producción mundial, cada vez están menos dispuestos a pro­curar los servicios sociales que requiere. Con su desmantelamiento tras el fin del socialismo real y bajo la presión de la competencia mumkll no sólo se han perdido los vínculos económicos, sino también los políticos. El Dil::­tum del imperialista del siglo XIX Cecil Rhodes resurgió con fuerza después de 1 989 : «Mi mayor proyecto es la solución de los problemas sociales . . . Si no queréis b guerra civil , tendréis que convertiros en imperialistas» (en Groh, 1 982 : 1 88) . I-foy podría añadirse: si no queréis que se venga abajo el Estado del b ienestar, tenéis que convertiros en imperialistas. El imperia­lismo se entiende aquí en todo momento como i mperial ismo social. De modo diferente ;i[ del siglo XIX, esta estrategia en el si glo XXI puede ser también ser peligrosa para las metrópolis, porq�1e no pueden excluirse ata­ques terroristas corno los acaecidos en Nueva York, Madrid, Bali o Londres.

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Lo� medios �le rransporte y comun icación s impl i fi cados en t iempos de la globa l ización son el morivo de que la guerra imperial is ta no puede ya estar l lrni tacl a rerrito rial menre. La guerra colonial del s iglo XIX y pr incipios del s iglo XX pocl í:1 l i b rarse con la mayor b rural idad en África o en Asia s in que la pobbció n de Berl ín p ag;:¡se por la m asacre de los hereros* -o la de Lon ­dres p o r l a guerra del opio, o la el e París p o r sus crímenes en Tndoch i na­en forma de un ::itentado con explosivos.

El desmantelam iento del Estado del bienestar es u n fenómeno correla­tivo a la erosión ele la soberanía nac ion::il en la época de la globalización . Las relac iones fordistas, que dnranre décadas caracterizaron e l desarrollo cap i talista del siglo XX, son hoy más bien cosa del pasado, y n uevas formas de apropiación han surgido. El progreso de la productiv idad hajo l as con­d iciones del fordismo perm it ió con el i ncremento de la masa de red istri­buci ó n poder Fi nanciar el Estado del bienestar, i ncrementar, l os salarios y los benefi cios. Ésre fue p recisamente el motivo de la elevada estabi l idad económica y social del ford ismo. La estabilidad polít ica esmvo gar::mtizada d u rante " la competencia entre s istemas" de la época d e l a confrontac i ón d e bloques a pesar (qu izá inc luso deb ido a) los con fl ictos socia les . La pro­ducción de u n a p l usva l ía ,(rel a tiva) , con la ayuda del i ncremento de l a p roducr ividad en el trabajo , en e l espacio mercanti l regulado del estado nacional era una s ituaci ó n de la que todos se beneficiaban.

Sin embargo, las reglas del j uego se modificaron cuando las relaciones ford istas y del Estado del b ienestar comenzaron a d iso lverse y, al m ismo t iempo, se ::iguclizó la competencia en los mercados m u n d i a l es . También b libera l ización ele los mercados fi nancieros mundial es ruvo consecuencias rad icales para el "ju ego" del reparto. L:is rnsas de in terés y l os beneficios crecien tes el e l os capi tales fi nancieros aumentaron como la espuma (m�ís sobre el lo en el sexto capítulo) . La producción de p lusv::ilía relativa en la i n d ustria ford isra n o alcanzaba para re:i l iz;ir l os benefic io.� requeridos p o r íos mercados fi nancieros m u n d ia l es . La t:ercera forma de apro p iación fue a. través ele la desposes ión de la base eco nó mica y complementada medianre

' Los herero son un;\ rr ibu h;1 n n�1 q u i'. vive en Nam i b ia, que formaba pa rte de la anrigua colonia :1lem:rna <le África del Sudoesre. Alrvarer se refiere al genocid io se produjo en esa co­l on i a corno u n a re'1cció11 <l u n a insu rrección de los herero y los nama conrra bs au roridades colon iales en 1 904. (N . del T.)

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l a '\1cu m u laci ón por desposesión" (accumu!ation by dispossesion) (I-hrvey, 2003) . La con tinuación d el proceso de ;icu m u laci ó n cap i ta l ista requ iere b. apropi aci ón y no sólo como absorción de J a p lusvalía (rel ariva) producida en el transcurso del proceso ele p roducción, s ino como apropiación a través ele la desposes ión , l a expansión de l a prod ucción ele l a p lusvalía absoluta y su transferencia a los centros globales de la economía mundia l . Ésta es, en esenc i a, la cuarta forma de desposes ión y aprop iación . A d iferencia ele las anteriores formas, aquí nos encontramos ante u n juego de sqma cero: lo que unos ganan los otros lo p ierden.

En el espacio mercanti l regulado por los estados nacionales, la p l u svalía relativa se red istribuye entre los capitales en arreglo a su .tamaño y as í(na­tu ra lmente, sólo como tendencia) puede alcanzarse y construi rse u n a tasa de ganancia media a escala macroeconómica y m icroeconómicá. Para el. cap i tal l i gado al i n terior es, en consecuencia, l a tasa de i n terés alcanzable un estándar ele competencia al que los actores se orientan y, a l m i smo t iempo, un l ímite. El cap i tal móvi l y líquido intenta s iempre saltar por en­cima de estos l lm i res s i en el extra njero pueden alcanzarse mayores tasas ele beneficio: «Mientras para e l i n tercambio de mercancías con las colonias valían l as leyes ele mercado, otra cosa muy diferente ocurre con las i nver­siones en búsqueda de beneficio que busca el cap i ta l monetar io, que de hecho es realmente la fuerza impu lsora de los esfuerzos ele expans ión im­perial istas. Al capital, que busca por encima del i m p u lso de su actividad en l as empresas extranjeras u n beneficio mayor que el que ofrece la s i tua­ción doméstica, no le es i nd i ferente a quién pertenece ésta o aquel l a región,

porque para la posibi l idad y seguridad ele la inversi ó n e l dom i n i o político t iene un s ign ifi cado cru c ial » (Heinrich Cunow, citado en: Groh, 1 982 :

2 1 5) . Esto fu e publ icado con el cambio ele siglo 1 899- 1 990 e n el periódico

socialdemócrata Neu.e Zeit. La apropiación de la p lusv:i.lía p rod ucida mun­d ial mente es necesariarnence una estrategia política y económica e le apro­p iación en l os mercados cada vez más l iber:i. l izados, espec ia lm ente los fin a ncieros. Porque a l l í Ja m ovi l idad del capital -y e n consecuencia su ca­pacidad de ataqu e- es mayor.

Aquí los métodos de apro piac ión de la p lusvalfa rernercbn a l a produc­c ión de p lusvalía absoluta, a l a segunda forma ele aprop iació n . Se aprop ian de nuevo excedentes de p roducción sin que los med ios de p rod ucción exis­tentes se adapten a la rea l i dad d el cap ita l ismo moderno. Se enfrenta sobre

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todo a la estrategia ele la tercera forma ele apropiación, la producción de , plusvalía relativa . Pero la cuarta forma de apropiación no supone ningún retorno a los tiempos precapitalistas, sino un método aítamente moderno. L1 producción de plusvalía absoluta puede ser incrementada con métodos técnicos sofisticados y con mecanismos sociales y económicos, así como mediante la intervención política. 1odas estas innovaciones financieras con­ducen sobre todo a este objetivo de la apropiación a través ele la despose­sión. Estas innovaciones se han desarrollado no en última instancia para poder apropiarse ele la plusvalía por doquier en todo el mundo. Los inver­sores financieros en los estados industriales, por ejemplo, pueden limitarse a cosechar los �eneficios del proceso de.producción sin atenerse al proceso de producción que genera esos beneficios. Por ello se trata de una «forma sin concepto del m ovimiento del capital real» (Marx, MEW 25 : 361 ) , que en su apogeo ,,alcanza el fetichismo total en el que el proceso ele producción que media entre la inversión de capital y el retorno del capital invertido (incrementadó por los beneficios) no merece ningún interés. A ello con­tribuyen los oscuros trucos de l os asesores financieros e inversores para in­crementar el expolio. Cómo son estos utilizados y qué consecuencias tienen para los países afectados, lo han descrito Partnoy ( 1 998) o Perkins (2005) . «He arruinado a países enteros», admitió Perkins en una entrevista al }ranl:­furter Rundschau (2 de j ulio de 2005) .

Si las elevadas tasas de crecimiento de la productividad de los "años do­rados" del capitalismo no pueden ser mantenidas o repetidas en este con­texto, por otra parte la desregulación y liberalización de los mercados conduce a h agudizac;ión de la competencia y a un incremento de los be­neficios reales. Las esperanzas shareholder vttlue aumentan con la presión y el excedente (la plusv�lía relativa) debe aumentar aunque las tasas de cre­cimiento de la productividad se hundan tendencialmente. Esta contradic­ción se intensifica mediante las fuerzas de . la globalizació11, y al mismo tiempo se ofrecen y disponen las soluciones . Los métodos de la producción de plusvalía absol�1ta adquieren un significado histórico renovado. Con los métodos modernos de absorción del excedente, que tienen su origen en la globalización, éste no es absorbido, como en épocas precapitalistas y pro­tocapitalistas, por los productores no capitalistas, sino que en todas las re­giones capitalistas se genera producción de valor. Ésta producción es dirigid:i sobre todo hacia los mercados financieros, donde exigen y consi-

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guen graneles beneficios. Medios para la apropiación del excedente son el crédito y, en consecuencia, el endeudamiento. Éste fenómeno apáreció a

nivel mundial durante la crisis ele deuda de la década de los ochenta. Los préstamos tenían que ser satisfec!1os a altos intereses con la riqueza nacional ( Vennogensubstanz) de una sociedad hasta la ruina económica (como en el caso de México, Brasil, Argentina y muchos otros países) . Las instituciones internacionales como el FMI dieron un paso al frente, se inmiscuyeron y obligaron a la rebaja de salarios, recortes p�·esupuestarios del Estado social, reducción de inversiones y privatizaciones de. los servicios públicos -és tas son las infames condiciones del "consenso de Washington" (véase a este propósito el Informe de la comisión parlamentaria, 2002; A!tvater y Malrn­kopf, 2004)�. Las formas económicas de presión se desplegaron para arran­car concesiones políticas que .se extendieron hasta alcanzar parte de las tareas de la soberanía política.12 Pero j unto a los mercados son también los poderes políticos y militares quienes dominan los territorios y se apropian ele sus recursos. Los enc!osures de la época ele .la acumulación origiri'aria y otras formas de apropiación privada de bienes públicos no se limitan a ·la fase temprana del capitalismo. El camino señalado por 1Vlarx en �l capítulo 24 del primer volumen de El capital de la des posesión, . esto es, de la con­versión ele la propiedad no capitalista al «mundo de los valores» y la ex­pansión del dominio del capital son utilizados también en la "fase superior" del capitalismo (De Angelis, 2004) .

Consideradas dinámicamente podemos ver qudas reclamaciones finan­cieras no sólo demandan demasiado de la productividad real, sino que la tasa de ganancia como indicador de la productividad tiende a caer. La plusvalía real producida determina j unto con el capital avanzado el valor de la tasa de beneficio. En el proceso de acumulación capitalista crece no obstante el avance de capital necesario (el medio) en relación con la p lusvalía (el objetivo) de manera que el beneficio en conjunto cae en picado. t3 La sobreacumulación

1 2 . Que 110 se impuso por medio exclusivamente de «la muda coerción de hs relaciones económicas» (Marx) , sino que se ayudó de métodos políticos y mil itares extralegalcs, cuando no directamente crirninales, lo corrobora el l ibro de periodismo ele investigKión de John l'erkins (2005).

1 3 . No es posible extenderse aquí con la controvertida y extensa biblio¡;rafía sobre el tema de la ta.sa ele in terés. En consecuencia solamente se ofrece el punto de vista ele Hcinrich ( 1 999) .

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es otra expi'es ión de b caída de l a tasa de gananci:i.. 14 Contra esta doble ten­dencia -caída de la tasa ele beneficio e i ncremento de l as demandas de bene­ficio por parre de los mercados fJ nancieros- se desarro l l a la estrategia de desposes ión a escala global , que puede ser descrita como cuarta forma ele apropiación, ya q ue se dilerencia claramente ele las tres estrategias anterior­mente descritas. El capitalismo, observa David Harvey (2003; 2004), «in­

ternalizes carmibalistic as wel! flS predatory and fraudulent practices» ( internaliza prácticas caníbales tanto como predatorias y fraudulentas) .

En el i mperial ismo de n uestros días la explotación " normal" de las fuer­zas de trabajo no es suficien te para satisfacer el hamb re de beneficios de los i nversores que operan a escala mundia l . El j uego e n e l que todo e l mundo ganaba de l a producción de p lusvalía relativa en e l fordismo permite muy pocas gananc ias para satisfacer e l apetito del mundo de l as finanzas. La apropiación, a través de n uevas formas y métodos ele desposesión, aparece de inmedi;ito como respuesta en l a forma de obl igaciones de deuda absur­d;imente elevadas i n mediatamente después de una cris is financiera. Cómo éstas son también generadas políticamente, lo describe Perkins (2005) refi­riéndose a una multitud de ejemplos que van desde Ecuador hasta A.rabia S;iudí. En el la in tervienen l.a privatización de los bienes y servici os pübl icos, las intrigas , la corrupción y la criminal idad, la captura por medios mil i tares de recursos naturales (espec ial mente de petról eo) , el robo de obras de arte y el saqueo del parrimonio cultura l y su conversión en antigüedades con l as que se puede especular en los mercados artísticos, y l a privación ele derechos soci::des y democráticos a la participación. Los países centrales imperialistas son pues otra cosa m uy d iferente al ''charmi11g circle" que habían s ido en tiempos del "viejo" i mperialismo (Rigaux, 1 999) .

La confianza en e l reflujo d los capi tales i nvertidos puede parecer tre-

1 'Í. Aunque Harvey se ocupa de la sobreacum1dación y el subconsumo, evita entrar en la relación emre tasa de ganancia y acum1 i lación (compárese con AJrvarer, Hoffman y Semm­ler, 1 980). Esto sería s in embargo necesario para no comerer un error com1ín (que Zeller, 20,°4, comere por ejemplo ele manera hasranre eruela): la asunción ele que el capita l ismo po­dna establecer la reproducción ampl1:1da de la desposesión s in producir plusvalía. Si esto fuera así, en 1.1n furn ro próximo no habría nada de lo que poder apropiarse. El problema ele­c1s1vo que el "capitalismo ele desposesión" moderno ha de resolver es, pues, el incremento de "1 producción de plusva l ía (absoluta y relativa) y el esrnblecimiento de 1 1 11 sistema que sea cap:1z de red i rig i r parre de los valores producidos reales a los ceneros capitalistas.

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menda mente ingenua. Los fi rmantes de los préstamos del estado argentino

hubieron de experimentar cómo l os e levados beneficios no podían ser pa­

gados a partir de l a producción real del país y en consecuencia hubieron

de suscrib i r una gran parte ele las i nversiones como pérd id as . Parece ele

hecho como si el movim iento mediador de la producción de plusvalía fuera

i rrelevante y la obl igación jurídica de l iquidació n d e l pago y ele los i ntereses

de los p réstam os fueran garantía sufic iente de que esto ocurre real mente.

Las rel aciones crediticias son en gran medida i lusorias si la capacidad de

producción real del país deudor no puede calcularse correctamente y menos

aün satisfacerse. La i nsolvencia y l a bancarrota es ' e l aterrizaje a la dura re­

a l idad desde el mundo ele los fetiches. Los inversores esperan e l retorno de

su capital i nvertido, que en cualquier parte del mundo h ubiera n pagado

con e levados intereses. La competencia mundia l l e obl iga ·a e llo . La esfera

finan ciera y la acumulación monetaria es apartada ele la economía real.

Fi nalmente las contradicciones financi eras deben conci liarse con la pro­

d ucció n real , lo que conduce periódicamente a una derriancla excesiva· in e- ·

v i tab le e n toda crisis financiera, que tampoco p uede evi tar la presión

pol ít ica rrnís brutal. La apropiación no a través ele la producció n s i no de la desposesión es

una ten dencia en la economía mundial del siglo XXI , del m ismo modo

que en los textos sobre desarrol lo i n ternacional lo es el d iscurso sobre "em­

powerment" (empoderamiento) y "ownership" (propiedat� . ¿Esto es sólo

i deología con la que se vela la rea l i dad? Seguramente no, porque el mo­

derno i m perial ismo se presenta, en comparación con e l "viejo" i mperia­

l ismo de fi nales del s igl o XIX y comienzos d e l XX, ele tal m anera que todo

el mundo queda i ntegrado en el "charmi n g circle" , y en él se exige a todos

los gobiernos y actores económicos el cumpl imiento ele l as mismas reglas.

Todos e l los deben hacer un esfuerzo para una good governance. A ella per­

tenecen el respeto de l a p ropiedad privada y sus leyes, l a apertura de los

mercados y sobre todo de los mercados financieros, la seguridad j uríd i ca

q 1 1 e pos ib i l i te l a transferencia de beneficios hacia l os i nversores y una rela­

ción regu lada ele economía y política que excl uya la corrupción (compárese

con Si:iderberg, 2004) . De manera ruferente a corno Cunow describía e l

i mperia l ismo d e s u época, ya no s e trata de l dominio de u n t:err.i torio ex­

tranjero (colon ial) a través del estado i mperial ista l o que crea l a seguridad

para las i nvers iones de capi tal, sino la. opresión de todo el es¡xtcio bajo un

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cuerpo de normas comunes de val idez mundial, que se ocupa ele que exista la libcnad ncces:uia para la apropiación mundial en los mercados l ibres. All í se imponen los m:ís poderosos y rápidos: las r ransnacionales y los in­versores insti tucionales que, con sus fondos, van a la caza de elevados be-11cficios po1;que pueden saquear pueblos enteros. Con qué b rutal idad sucede esto, lo describe perfectamente Perkins (2005) .

Aunque todo ello tiene lugar sobre todo en el mundo del mercado, vuel­ven a apa recer clcme;itos de Ja viej a orien tación geopolítica en la actual po lftica de los grandes estados. La lógica económica (la obtención del má­xiíno beneficio) es complementada a través de la lógica territorial (el poder y la apropiación) . La presencia territorial de los EE.UU. con bases militares en las regiones clave del planeta tiene una cl,u·a intención geoestratégica (fohnston, 2004) . Desposesión y apropiación se organizan, pues , también con medios mili tares como robo e intercambio desigual. Los recursos, y muy especialmente el crudo, se encuentran como mercancías en el espacio ele explotación capitalista. Un barril de petróleo cambia varias veces de pro­pietario en su transporte desde el Golfo hasta un almacén en el p uerto de Rotterclam. Se comercia con petróleo en los mercados de futuros y en los mercados a l men ucleo. El desarrollo ele los precios es causa y consecuencia ele ia especulaclón en los mercados financieros muncli<t.les. Como conse­cuencia, los mercados de recursos y los mercados financieros son intcrde­pend ientes en grado sumo, lo que afecta, en primer l ugar, al "valor de cambio " ele! petróleo como recurso. Su valor de uso, su consumo, su forma materia l como naturaleza, s e formó a lo largo de ampl.ios períodos de t ietn po (mi llones de años) y hoy se conce n t ra en espacios terri toriales p ri­vilegiados. Los recursos se encuentran no sólo en el origen ele la lógica de in tercambio y explotación capita lista, s ino también de la lógica territorial (Harvey, 2003: 33 y ss . ) . El dominio sobre el terri torio (en su semiclo más l iLeral) es un rasgo definitorio de la soberanía nacional y en consecuencia

es inevit·able que en la cuana forma de apropiación y desposes ión cobren. sign i ficado 1 1 0 sólo mecanismos de func ionamien to económico, s ino tam­bién de poder pol ítico y, ligados a éstos, la violencia mi l i tar. Esta constela­ció1 1 de economía, pol ítica y cultura, de geoecono mía y geopolítica, hace reconocible al " nuevo imperialismo" de nuestra época.

La garantía de seguridad con t ra las a m en;u,as terrohstas, bs corr ientes migra torias y el cri mCi l organizado, así como b garantía de provis ión ener-

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gética y ele materias primas pasan así a un primer plano. Los estados na­cionales no " aumentan" su territorio mediante la conquista (como en h geopolítica del siglo XIX y comienzos del XX) , sino que ejercen y extienden su influencia en los territorios del mundo que les interesan. Se preocupan, con la ayuda de organizaciones i nternacionales, de que el conjunto de nor­males de la good govemance sea respetado. El mundo globalizado es unido política, económica, social, cul rural y l ingüísticamente con la ayuda de di­ferentes estrategias ele apropiación del excedente de producción y delimi­tado por las posibili dades ele explotación. Sólo p uede concluirse que el mundo no sólo se ha transformado en una mercancía, sino que lo ha hecho en una mercancía típicamente capitalista, y que la transformación del mundo en mercancía sólo puede revocarse si se cuestiona su carácter capi­talista.

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Capítulo cuarto

La congruencia trinital"ia de fonnas capitalistas, fuentes de energía

fósiles y racionalidad europea*

¿Por qué este título para este capítulo? Hace referencia a la "trinidad", Linica en toda la historia, de racionalidad europea -que asume una forma material con la moderna industria-, las fuentes de energía fósiles -que son su com­bustible- y la formación social capitalista, con su d i námica estimulada por el beneficio y la competencia. La revolución industrial, como hemos tenido la oportunidad de ver en el capítulo anterio1:, abarca en su embrujo a todas las relaciones sociales . « The industrial revolution», escribe Eric Hobsbawm ( 1 968: 1 2) parafraseandp a Marx y Engels, «Ís not mere/y an acceleration o/ economic growth, but an acceleration o/ growth because of and through, eco­nomic and social transformation . . . » (La revolución industrial no es mera­mente una aceleración del crecimiento económico, s ino ·una aceleración del crecimien to debido a, y mediante, la transformación econ ómica y so­cial. . . ) . El desarrolto de las fuerzas productivas es la misión del capitalismo, enfatizan Marx y Engels en el Manifiesto comunista:, «La b urguesía no puede existi r si no es revol ucionando incesantemente los i nstrumentos ele la pro­ducción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social» (MEW, tomo 4: 465) .

* Referencia al capírnlo 4 8 del tercer tomo de El capital, titulado "Trin i tarische Forme!", sobre l os tres factores determinanres de l a producción: capital, tierra y trabajo (Kapital, Boclen, Arheit) . (N. del T.)

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L

La fuerza ele trabajo es sus tiwida por maquinaria, las cualificaciones ele los factores de producción "subjetivos" son desvalorizados e incorporados en las condiciones de producción "objetivas" en las máquinas. Los traba­j adores valen solamente como "hands", corno manos. La des-cualificación del trabajo permite incorporar a los procesos de producción industriales a mujeres y niños. Lo que esto significó para los afectados, es de sobras co­nocido en la h istoria social europea y concretamente en la del movimiento obrero. El progreso de la técnica y de la org;1nización social, y el incren1ento del excedente gracias al incremento ele la p roductividad no condujeron de n ingún modo, como es obvio, a una mejor vida para todos, sino todo lo contrario. La desigualdad ele las condiciones de vida se h izo mayor que la de bs épocas precapitalistas . La tendencia ha continuado hasta nuestros dfas. La "riqueza de las naciones" es más grande que nunca. Pero la riqueza esr::í desigualmente distribu ida, tanto, que surgen p ro b lemas de índole moral . ¿Cómo puede ser j usto o aceptarse en silencio. que, a pesar ele l a enorme riqueza e n el mundo contemporáneo, m iles d e mil lones d e perso­nas vivan en la pobreza con unos ingresos inferiores a los dos dólares dia­rios? (Pogge, 2005) . f:ste es el umbral de la pobreza del Banco Mundial para Latinoamérica. En o tras regiones del planeta es de un dólar diario.

Las máquinas son impulsacbs por fuentes de energía u otras máquinas, sqhre rodo l� ndq uina de vapor, que forzó la conversión energética al uso de combustibles ílSsiles. En sus i nicios la m<iquina de vapor fue alimentada cn 1 1 madera, una fuente de energía en principio renovable. Pero este mé­Lodo es l i m i tado y poco flexible. Los lugares donde las máquinas de vapor sosre11ían mauufacruras y más ta rde industrias enteras con su energía ha­IA:rn ele locali7arse cerca de los bosques, pero éstos comenzaron a desapa­recer a medida que aumentaba Ja necesidad de consumo de m adera. Como consecuencia, 0e prolongaron las rutas de transporte. El consumo de ener­gía para el transporte ele las fi.1 entes de energía desde su l ugar de origen hasta su L ra1�sfrirmación en trab.tjo út i l alcanzó un punto en el que se tornó_ i rracional . Este es el caso cuando la cantidad de energía necesaria para el transporte al lugar de producción es mayor q11e la energía de trabajo que crea la propizi fuente de energía. Este hecho se rep i tió m<1s tarde en la cons­trucción y la acrrvidad ele los ferrocarriles. La madera para las locornotoras y vías de los ferrocarriles se h izo escasa; en los EE.UU. el "Ross ele h ierro" a11 1rnazó con devorar en el siglo XlX todos los bosques (McNcil l , 2002:

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327). La alimentación de la máquina ele vapor con carbón se ofreció corno una alternativa a seguir en el proceso industrializador, sobre tollo en las re­giones en las cuales se podía encontrar este material fáci lmente: en Ingla­terra, en la Cuenca ele! Ruhr, en la Alta Silesia, etcétera. No lo fue desde su comienzo, pero el capitalismo se volvió inevi tablemente dependiente de los combustibles fósiles.

La conversión al sistema de energía fósil no debe i'maginarse como Ltn

proceso fácil que pudo ser aplicado en un corto espacio de tiempo. La in­dustrialización no comienza tampoco con la núquina de vapor, sino con las máquinas--herramienta ( W1erl<zeugmaschine) «de las que surge la Revo­l ución industrial en el siglo XVIII» (Marx, MEW, 23: 3 93 ) . No fueron las nuevas Ínáquinas impulsadas con vapor que dejaron ele util izar las fuentes de energía bióticas o el viento o el agua las que produjeron el ústema de las máquinas-herramienta, sino que «fue más b ien l a creación de las má� quinas-herramienta las que necesariamente revolucionaron la máquina de vapor» (Ivfarx, MEW 23 : 396). La máquina, «de la que procede la Revo­lución i ndustrial, s ustituye al trabajador (que sólo p uede empufou· una

única herramienta en su mano) mediante un mecanismo que opera con

una masa idéntica o una misma herramienta y que es impul sado por una

única fuerza, sea cual sea su forma» (ídem: 396) . La máquina de vapor fue

uti lizada antes de las mejoras decisivas que introdujo en ella James Watt

sobre todo en las minas para extraer las aguas subterráneas y permitir la

extracción de carbón. El resul tado se dejó notar en todo el proceso de in­

dustrializ;Lción , pero especialmente en las manufacturas textiles . Éste fue

el caso en Inglaterra, y se repite en muchos otros países. Primero el «sistema

de la maquinaria)\ , que Marx interpreta como un «gran autómata» (ídem:

40 1), hace posible -y finalmente necesario- el uso ele po rentes máquinas

y la introducción de mecanismos de transmisión que transfieren la fuerza

de los motores a las máquinas de trabajo. Con la máquina de vapor tiene éxito la tarea titánica de incrementar el

máxi mo de energías ele trabajo mobil izables. Se produce, .por así decir, un

salto de una simple topera al monte Everest. La máquina de vapor hace

posible transformar l as fuentes ele energía fósiles contenidas en la tierra en

trabaj o y m ultipl icar así el potencial del trabajo vivo en l a producción.

Cada fuerza ele trabajo se convierte en cientos de «esclavos energéticos»

(Hans-Peter Dürr) que refuerzan a las fuerzas corporales (y más tarde tam-

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bién Lis esp i ri tua.les) . Los d i feren tes r i tmos ele t iempo, s ign i ficados cultu­ral rnen re, son desplazados y suprirn i dos por los r i tmos i n d ustrial es . « Time

is monep d ecía Benj:un i n fran kl i n ( 1 706- 1 709) ; si los regímenes de tiempo c1 1a l i tat iva mente d i ferentes clesa.parecen, finalmente puede extenderse por todo el m u ndo un régi men temporal de acelera c ión n o sólo con efecros posi tivos, s ino tamb ién negativos. El aspecto n egativo de la aceleración h a s i cl o form ubdo p o r Hans-Peter D ürr: «un i ncrem ento elevado d e h acele­ración beneficia l a com petencia de los p rocesos pos ib les entre los d e de­grachción (Abba11prozesse) rápida y s i n obstáculos y los de construcció n y mejora (Aufhauprozesse) y, en éstos, l os p rocesos de reproducci ó n en opo­sición a l os ele nueva producci ó n , los procesos de i n novación, que son, de hecho , l os creativos» (Dürr, 1 998 : p. 64). En otras palabras: el capital ismo se conviene cada vez m ás en un «enemigo de la naturaleza » ( Kovel , 2002 ) .

E l " mejor de los mundos posi b les" destruye " e l fin d e la h i storia" e n sus mismos c i m ie n tos. Cómo se l lega a esta s ituaci ó n es a lgo que debe ser ana­l i zado aten ta mente.

La economía del t iempo no es sólo mund i al , s ino tam b ién ro ta l : el re loj comprende los tiempos de p rod u cción , el casi l lero para fichar controla a l t:r;i bajador en e l m u n d o d e l trabajo y l a vel ocidad de circubción de l ca p i tal es med ida con cronómetro. El despertador regula los t iem pos de descanso. El horario de transportes se d esa rrol ló no por c�sua l idacl �on Ja i n augura­ción ele las conexiones de !os ferrocarriles transco nt inenta les en los EE.UU. Los métodos de medición del riempo en los p rocesos de producción com­porr:m la r:ic ional ización e i n tens i ficación del tra bajo. Las coci n as son es­rrncruradas de acuerdo con r.l nu evo régim en de trab<ijo tem p o ra l y req u i ere n , sobre todo ele l as m u j eres, aj ustes tem porales completamente nuevos que m od i fican de raíz la� relaciones ele género (u n aná l is is deta l lado

en Vi nz, 2005) . Los agentes de los mercados financi eros mundia les pueden hoy emp lear el régimen temporal que posi h i l i ta la técn i ca en r iempo real para l l evar a cabo sus desrructores ataques especu la t ivos. ·

_

Aquí debe obscrv;:i rse que la expresión de Ben j a m i n Frankl i n también vale e n sen tido i nverso: EL dinero es tiempo. En otras pal;ibras: sólo :iguellos q 1 1e tienen a su d isposición el d inero suftcienre pueden global iza r activamente su m undo vital y sa tisfacer las obl igaciones surgidas con la i ndustrial ización, como por ejemplo, l<i pas ión por viaj:ir (Fernweh) con el turismo, o h <íb itos de consumo modifi cados porque bs mercancías cotid i anas q ue están a d is-

1 1 0

posición hace unas décacbs se enco n traban solam ente como una curiosidad

exótica , como " m ercancías colon ia les" . La compresión del t iempo y del es­

pacio cuestan d i nero: l os viajes turísticos leja nos y los productos exóticos

sólo pu eden exist ir al l í donde el poder de consumo correspondiente se en­

cuentra d isponible co mo graneles su mas de dinero.

En otras pa l ab ras : la tr inidad ele cap i ta l i smo, fue ntes de energía fósi les

y racional idad i ndustr ial que pone los medios al servicio de un fi n , consigue

una aceleraci ó n ele todos los p rocesos económicos y socia les t'1t1 ica en l a

h istoria ele la h umani dad y c o n ella un i ncremento consi derab le ele h "ri­

queza de las n :ic i ones" . Pero como consecuencia resultan afecr:idas l as vías

ele desarro l lo, que term inan por con d uci r al ca l lejón s i n sal i da de la des­

trucción medioambienta l . Afi rmar esto es una cosa, encon trar las causas y

desarrollar u n a estrategia pol ítica razo n able para combatirla, o tra muy di­

feren re . El axi o ma vale para tocias las demás consecuenci;is de la n u eva di­

nám i ca capi talista: la desigualdad crece en todo el m u ndo y lo hace en

cant idades industr iales.

4. 1 Aceleración y compresión del espacio

Las nuevas técn icas qhte se desa rrol laron y se apl icaron a comienzos ele la

n u eva épo�a (europea) en los procesos ele p roducción existen gracias a los

conocim i entos c ientíficos de l a época del racio nal i smo, que sentó no pocas

de sus bases en la l lamada "oscura" edad media (sobre todo en los mo nas­

terios) y que comó mttchos préstamos i ntelectuales de l orien re isLí.mico. 1

Se trata de l a m atem ática, la i m p resión d e l ibros, la pólvora, la n aveg;ición

1 . A este propósiro escribe Hobsbawm ( 1 999 [ 1 968) : 1 6) : «!he mrtin preconditiom far

i11d11strinlization were rt!rendy present in eightee11th-re111111J' Britrtin, or could Msil¡1 hro11ght in to heing . . . » (Las pr incipales condiciones previas para la indusrrialización esrabJn presenres en

la G ran Breraiía del siglo XV1 1 o podían fíc i l mentc i11aterial izarse) . faro no vale sólo para

Gran Bretaí\a, s ino en general. Son especialmente fasci nantes los l i b ros de bosquejos de Leo­

nardo da Vinci. Al l í se encuenrran ya p l an os p;ira la construcción de ¡nrentes hKia Asia a

través del Bósforo, bocetos ele b icicleras, vari;1s 1míqui1us ele guerra e incluso de u n hel i.cóp­

rero. Ninguno de estos proyectos hubiera siclo viable con las energías bióticas " len tas" y el marerial empleado (mayorirariamente madera). La idea est:1ba ahí, las condiciones para su

materializKión todavía no.

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marítima cnn compás y sextante, el desarrollo de carabelas rápidas y ma­niobrab les y de mapas marítimos exactos, los arneses para los caballos y la c;moza en el tra1 1sporte por tierra, el cambio y la nota b;incaria en el co­m ercio de d inero transnacional , ya durante i'as Cruzadas (cf. Crosby, 1 986) . Estas invenciones y mucbas otras fueron los medios de Ja anterior expan­

. sión y aceleración. También en el proceso siguiente se mejoraron los m.edios de comunicación y transporte. En pocas palabras: el espacio y el tiempo se compri mieron. l'vfarx lo expresó del siguiente modo: «con el desarrollo de los medios de transporte . . . se aceleró la velocidad del movimiento por el espacio y la lejanía en el espacio se acortó temporalmente» (MEW 24: 253) . El espacio fue aniquilado con el tiempo y los medios para ello son todo métodos técnicos y organizativos de la aceleración.

La aceleración se hubiera frenado por escasez energética en las estructuras tradicionales de la economía y en la sociecLid si a finales del siglo XVIII no hubiera tenido lugar la transición del sistema energético basado en las energías bióticas a otro basado en las fuentes de energía fósil. Las posibilidades de Ja aceleración permiten la ocupación de todo el espacio físico, proporcionando al capital el espacio necesario para la p roducción de valor. Todo esto fue seña­lado por Marx y Engels enfáticamente en el Manifiesto comunista: «Pero los mercados seguían dilatándose, las necesidades seguían creciendo. Ya no bas­taba tampoco la manufactura. El invento del vapor y la maquinaria vinieron a revolucionar el régimen industrial ele producción. La manufactura cedió el puesto a la gran industria moderna, y la clase media industrial hubo de dejar paso a los magnates de la industria, j efes de grandes ejércitos industriales, a los burgueses modernos. La gran industria creó el mercado mundial, ya pre­parado por el descubrimiento ele América. El mercado mundial imprimió un gigan tesco impulso al comercio, a la navegación, a las comunicaciones por tierra. A su vez, estos progrt'sos redundaron considerablemente en pro­vecho de la industria, y en la misma proporción en que se d ilataban la in­dustria, el comercio, la navegación, los ferrocarriles, se desarrollaba la burguesía, crecían sus capitales, iba desplazando y esfumando a todas las da-

.

ses heredadas ele la Edad Media. Vemos, pues, que la moderna burguesfa es, con 10 lo fueron en su tiempo la� otras clases, producto de un largo proceso histórico, fiuto ele una serie ele transformaciones radicales operadas en el ré­gimen de intercambio y ele proclucciórn> (MEW, romo 4: 463-464). La lógica ele h globalización es pues mJs vieja que la de globalización histórica que se

1 1 2

origina en los procesos de desregulación y liberalización desde mediados ele los años setenta y el fin del socialismo realmente existente. Con la revolución

industrial crecen las posibilidades de que se produzca el mercado mundial.

Con ello los modos de producción y de consumo del capitalismo industrial

se imponen en todas las regiones del mundo, también contra la resistencia

local. Al final vence la «coerción muda» de las relaciones económicas, a me­

nudo en unión con el ejercicio político del poder en la forma discutida en el

capítulo a.nterior como colonialismo e imperialismo.

La relación ele! hombre con la naturaleza es modificada de raíz: la can­

tidad y la velocidad y no el ocio y la lentitud son deterp1inantes. Los ritmos

mayormente lentos de la naturaleza, sólo en las catástrofes «veloces como

un rayo» (blitzschnem , son forzados por el síndrome de obsesión con la ve­

locidad, descrito por Paul Virilio como "dromológico", a acelerar hasta el

crash. 2 El desprecio por la naturaleza, la sociedad y la historia tiene· su ex­

presión actual en que los países petrolíferos son tratados menos como es­

pacios geográficos o unidades políticas con su propia cultura, historia y modos de vida que como simples depósitos de combustible y materias pri­

mas para los países industriales que buscan alimentar su crecimiento y ace­

lerarlo. La aceleración como un tipo de "éter vital" modifica también la

percepción del mundo. La lejanía se encoge, la cercanía surge, pero salta a

la vista de inmediato que las diferencias culturales no pueden ser dromo­

lógicamente abolidas. El crecimiento produce y endurece las desigualdades.

Esto lo muestran investigaciones históricas sobre el desarrollo del capita­

l ismo en los s iglos pasados (Madclison, 200 1 ; Kennwood y Loughheed,

2004) . Volveremos sobre ello más adelante.

El uso de fuentes ele energía fósiles resolvió la' crisis energética europea

que surgió de la quema de bosques (Sieferle, 1982) y su compensación in­

suficiente a través de las ruedas hidráulicas y molinos de viento a comienzos

2. L:ls velocidades de desarrollo de n uevos productos y los procesos de producción se han incrernrnrado tanto que se termi na realizando un producto inservible que no puede in­rroducirse c 1 1 el mercado y ha de ser retirado del mercado en costosas operaciones de devo­

lución . l-by muchos ejemplos ele dio: cld sistema ele tranvías "Combino" de Siemens, que por motivos. de ahorro en el presupuesto no pudo ser probado, hasta el moror diésel en las

limusinas Mercedes que n u nca llegó a Funcionar porque ponía a las firmas proveedoras b:l)O

una enorme presión de tiempo y costes.

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de la Edad Media. Cada s.is 1ema energét ico ti ene u n a cantidad de energía de trabajo mobi l izable que no puede superar, y éste m<1ximo sólo puede sostenerse d urante un breve período de t i r. mpo. El tiempo en carrera de una persona sobre un valor determi nado no puede ser incrementado o sólo puede serlo margina l mente, y tamp oco su resistencia puede durar dema­siado.3 Los récords mund ial es en carrera, lanzamien to, alzamiento, etc . , muestran esto a l a s c laras . Lo mismo va le para e l uso de animales y su ca­pacidad ele resistencia máxima soportando una carga. La explotación del traba jo esclavo conduce a l ímites físi cos que no pueden ignorar n i l os más t irfoicos opresores. También el alcance espaci al está l i m i tado. Un hombre puede recorrer en un día unos 25 kilómetros de med ia, m uchos an imales (caballo, asi1o, mula) pueden recorrer casi una distancia doble con una carga (Lehmann, 2004: 1 3) . Los medios ele transporte alimentados con combus­tib les fósiles, sobre todo los ferrocarri les por tierra y el barco a vapor por agua, i ncrementan la velocidad ele la locomoción y la masa de mercancías transportadas varias veces y, en consecuencia, ensanchan cons.iderablemente el rad io ele activ idades económicas. Esto v�Je para .el alcance geográfico, pero también para la cantidad de empresas que crecieron para cosechar m ayores heneficios.

La riqueza ele reservas ele combusti bl es fósiles es transformada en u n i ncremento del bienestar ele las naciones. Por l o m enos así reza el augurio de Adam Smith ( [ 1 776] 1 976) , aunque esre trasfondo fósi l ele l a creació n de riqueza no lo entend i ó p l enamente . Para Smith e l carbón n o es intere­sante como combustible para generar energía de trabajo, s ino como medio ele calefacción , como señala.n J lya Prigogine e Isabel l e Stenger ( l 986) . La d istancia que tenernos los con temporáneos hacia l os com p l ejos y rad icales cambios ele la revolución i ndustrial d etrás del cambio revo lucionar io en el modo ele p roducción era entonces m uy escasa para poder reconocer el n a ­

cimiento de u n s istema a l i menrado por combust ib les fós i les que i m pulsase a l as rn�q ui nas indusrria les. S i n el vínculo entre cap i r:il i smo y fos i l i sm o_el i ncremen to ele las fuerz::is p ro ductivas a tr:wés de la aceleración hubiera

3. Del ateniense que se el ice que llevó b noticia de l a vicroria en b bJtJl la ele Marar6n e n el año 490 recorriendo (segli n nnesrro cálcu lo :icni :il) una d israncia de o lrededo1· de 40 kilómerros hasra Arenas, se d ice que murió de agotamiento trn.' haber l legado a b ciudad y haher dado la buena nueva.

1 1 4

s ido una ernp resa vana. La i nm ersión de la d ivis ión ele! trabajo, que Adam

Smith y David Ricardo identificaron como razón principal del incremento de productivid a d y en consecuencia de bienestar, hubieran sencil lamente

fracasado s i n las nuevas máquinas y mecanismos ele transmisión, así como

si stemas ele transformació n energética (sobre todo la máqui n a a vapor) y,

en fin, s in l os combustibles fósiles que al i mentan a todos ellos.

La Revolución i n dustrial es pues también una revolución fósi l (Came­ron , 1 997) . Nicolas Georgescu-Roegen ( 1 97 1 ) h abló de esta conexión

como una « revol ución prometeica» de u n s ignificado h i stórico s imi lar a l a

revolución neolítica h ace unos 1 0 .000 años, cuando l os hombres apren­

dieron a " recolectar" s istemáticamente el flujo de energía solar para cult ivar

l a tierra, hacer crecer p lantas úti les y domesticar a los anim�les y aprender

a controlar así ele manera activa e l flujo de recursos (Ponting, 1 99 1; Debeir,

Deléage y J-Ié�ery,. 1 989) . El nuevo neolítico, con su nuevo régi men ener­

gético solar, fue un salto cuántico en comparación con la cultura de los ca­

zadores y recolectores e i n crementó el excedente de p roducción de tal

manera que del campo p udieron al imentarse las ci udades existentes, donde

se concentraron l as c lases i mproductivas (incluyendo a los gobernantes, a

l os artistas y a l os científicos y el clero) . S in l a agricultura, según Geor­

gescu-Roegen , no h ubiera existido cultura alguna. No hubiéramos tén ido

n i nguna Ur, n inguna Babilonia, n i m ás tarde ninguna Atenas, Roma o Te­

nochtitLí.n. Samarcanda y Kyoto hubieran sido posibles s in l a revolución

agrocultural del n eolítico.

A.2 La muralla energética entre la energía solar y las fuentes de energfa fósiles existentes

La agricultura es depend iente de la superficie, por la que se extiende. La

energía solar puede captu rarse ele m anera descentral izada. De ello se s igue

una estructu.ra ele la p roducción y ele l a reproducción descenrral iz�d::i, i n­

cluso s i las sociedades y sus sistemas pol íticos fueron orga nizados en mu­

chas viejas cul turas de manera j erárquica. Primero, en el tra nscurso de la

Revolución i ndu.snia l , tuvo éxito l a transició n del uso del fluj o energético

que l a r ierra recibe del sol y captura el e m anera descentral izada y puede

transformar en energía útil a la exp lorac ión ele la b iomasa m i neral iwda al-

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r'nacenaJa en la corteza terrestre. La independencia de los rayos del sol per­mite una cemralización espacial de la ¡.iroduccióu y de la reproducción, esto es, la concentración eco nómica y la aglomeración urbana. A parcir de esta época puede hablarse primero de " localización." de la producción y en consecuencia de "competencia local" . Surge, en comparación con la época anterior, u na estructuración completarnei�re nueva de la sociedad. Puede convert i rse en c1pitalista y se convierte en capitalista. La formación social capitalista absorbe bajo las condiciones ele la industria y el fosilismo tam­bién a aquellas sociedades, ias restantes, que han intentado seguir una senda no capital i s ta.

Las vetas de carbón proceden sobre todo del carbono producido entre 280 hasta 345 niillones de aüos a través de la necrotización ele la biomasa y que no pudo descomponerse aeróbicamente, sino que, bajo una alta temperatura y la presión de las capas de la tierra, se convirtió en mrba, lignito, carbón y antracita. También el petróleo procede de la biomasa de millones de aüos, esrn es, tiene una p rocedencia orgánica. Bajo una elevada presión y altas tem­perarnras se han formado sedimentos de hiclroc�rbonos que (más ligeros que el agua) a través de tma "migración" primaria y secundaria en puntos concretos (los "yacimientos petrolíferos") se han concentrado bajo impermeables capas terrestres como depósitos petrolíferos (cf Brockhaus, 1 98 1 : 488 y ss . ) . Los hidrocarbonos pueden formar diforentes estructuras moleculares y ele ello re­sulta sobre todo la diferente calidad del petróleo. Los yacimientos petrolíferos son explorados y en gran medida también desarrollados como campos petro­líforos, y aunque cada vez se busca más "un gran descubrimiento", nadie lo ha encontrado en las últimas décadas, Jo que se interpreta como un signo d e que podría alcanzarse dentro d e muy poco e n e l mundo el llamado "pico pe­trolero" ("peal< oll") (véase el séptimo capítulo).

En las reservas fósiles se trata, en la medida en que proceden de masa orgánica, también de energía solar, pero ele energía solar almacenada en la corteza terrestre. 4 f�sta es convertida en energía útil por los sistemas 4e transformación de energía apropiados y d esarrollados. Este proceso co­niienza ya a in icios d el siglo XVII con la máquina a vapor de Newcornen, pero es con las mejoras de \'Vat t que la máquiHa a vapor se transforma e n un

. 'Í. Algo muy Ji/creme ocurre.con el uranio , que no rienc una p rocedencia org�in ica. Par:1

la lorm:1ció11 de los depósi ros, véase Brockliaus, l 98 1 · ·iGO y ss.

1 1 6

instrumento para la transformación de la energía almacenada en el carbón

en trabajo útil aplicable universalmente. Esto lo muestra a primera vista el

sector industrial, pero también el transporte, que es revolucionado con los

ferrocarriles en el medio terrestre o el barco a vapor en l a navegación ma ..

rítima. Con la revolución en los medios ele transporte se amplía el radio

ele acción eco11ómica, de modo que, como Marx señaló, el mercado mun­

dial puede convertirse en una realidad «en el sentido del capital» . Mientras tanto, la intensidad del transporte de la producción y el consumo alcanza cotas absurdas. 5

Más tarde el petróleo es utilizado para la iluminación. Así es posible convertir a la noche en día y al proceso de producción de valor del capital en independiente de la luz solar y de los tiempos del día. A finales del siglo XIX se descubrieron y aplicaron Ja potencia de los "residuos" de la gasolina como combustible para los automóviles. Los motores de gasolina y diésel abri'eron nuevas posibilidades para el incremento de la productividad en los sistemas industriales. Las redes energéticas conectaron .la generación, el transporte y la distribución al consumidor. Esta infraestructura ofrece un enorme campo de inversión para el capital. Los grandes conso.rcios mo­dernos como Siemens o G eneral Electric surgen en esta época._ El motor eléctrico y la bombilla mejoran desde finales del siglo XIX el moderno sis­

tema energético, basado primariamente en las fuentes primarias de energía fósiles, y desde comienzos de la primera mitad del siglo XX, sobre todo en el petróleo. En sólo un siglo se cumple una transformación histórica revo­lucionaria para la que la humanidad requirió miles de aüos desde la otra gran revolución "prometeica" en el neolítico.

La formación social y en consecuencia también las relaciones sociales con la naturaleza fueron modificadas radicalmente, y con la técnica y el modo de producción, también la cultura, el pensamiento y la religión. En

5. De la que procede el ejemplo del envase ele yogur, cuyos componentes y contenidos

han de recorrer miles de kilómetros hasta l legar al consu!i1idor. Walden Bello, rn:ando al ln­

ternarional Forum o n GlobaJization, afirma que «the average plate offóod eaten in westem

industrial food-importi11g natúms is lil:e!.y to haue trave!led 2000 miles ji'Oln source to plrue. Each

one ofthose miLes contributes to the enuiroimzenl!lÍ ami social crises ofour times . . . » (Bello, 2004: l l 3Í (el plato medio ele comida consumido en las naciones industriales occidentales impor­

tador,1s de com icia �med'e haber l legado a viajar 2.000 millas (3 .2 1 8 kilómetros) desde la

fuente al plato. Cada u na ck estas milbs contribuye a las crisis medioarnb1enrales y socn!es

de nuestra época ) .

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rorno a L950, escr ibe IvfcNei l l , «tocia nación que no cambiase a un con­sumo energét ico a gran escala estaba condenada a la pobreza» (McNeíll , 1 003: 3 1 5) . H istóricamente hablando, esto es ci erto. Pero en la afi rmación no se refleja que no tocias las naciones o regiones d i sponen ele depósi tos de combustibles fósiles o acceso a combustibles fósiles. Pod r ían adqu i ri rlos en: l os mercados energéticos rn undi ales si d ispusieran del suficiente poder de com pra. Pero no todas Ias sociedades y no todas las personas en las socie­dades tienen esi:a posibil idad. Así se extiende la desigualdad salarial y de r iqueza en relació n a las fuentes energéticas. Las energías fósiles apoyan no sólo la aceleración y el consigu i ente excedente de producción y crecimiento capitalistas, sino también la p roducción social de la d esigualdad.

Las técnicas que se materializaron , desarrollaron y aplicaron a comien­· zos de la era moderna (europea) y en el transcurso de la Revolución i ndus­trial no serfan nada sin los combustibles fósi les . Con la aplicació n de los combustibles fósiles cada trabajador vivo obtiene cientos de «esclavos ener­géticos», metafóricamente denominados «cabal los» . La promesa de Adam Sm ith de un incremento del hienestar de las naciones se reduciría a nada y l a " mano invisible del mercado" sería impote nte' s i n los combustibles fósi­les. El "espír i tu del cap italismo" que enfatizó Max Weber apenas podría organizar las fabricas existentes y dirigirlas con la racional i d ad del cálculo económico, y menos aún ponerlas a p ro ducir.

Recapitulando, esta transición radical tiene lugar a p artir del uso del flujo energético que la t ierra recibe del sol ,6 para la explotación de los de­pósitos que se formaron durante cientos de m il lones de años a parti r de la biomasa y que están depositados e n la corteza terrestre. «La explotación de

los grandes almacenadores ele energía solar, el carb6n, e l petróleo y el gas natu ral , q ue se han formado mediante la fotosíntesis de pequeños organis­mos d urante períodos de t iempo de mil lones de s iglos en la corteza terres­tre, tiene éxito para los hombres que la reciben d iar iamente junto a la energía solar. Esta n ueva fu en te energética es más barata de e mplear pa1:a satisfacer s u s p ro pias necesidades. Gracias a ello fue posible e l i n ic io de la Revolución i n d ustrial » (Diirr, 1 998 : 62) .

6. Tiene que señ:1 larsc tan sólo q1 Je ran importante como los rayos del sol es la emisión de calor ele

.\� Tierra en d espacio. De l o comrario el planeta se sobrecalenra ría en poco

t iem po. La l 1errn es u na suene ele « m o l i no de farones» (Ebel i n . 1 995).

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Pero hay u n precio a pagar por todo el lo: el planeta Tierra, en el capi­

tal ismo, es transformado, sobre todo desde la Revolución i n dustrial, de un

sistema energéticamente abierto a uno enetgéticamente cerrado. La energía

de trabajo em pleada hoy en la sociedad h umana procede casi_

completa­

mente (de las fuentes de energía fenovables aquí se p rescin d i rá debido a su

escaso peso) ele los depósitos de carbón , petróleo y gas natural. Y esto vale

ante todo, s ino exclusivamente, para el proceso económico. Y ello aunque

la vida en el planeta Tierra sigue siendo depend iente de los rayos d e sol: la luz y el calor proceden en más d e un 99º/!i directamente del sol y no de los

depósitos fósiles terrestres or igi n ados d e l a energía solar ele mi l lones ele

años. La energía irradiada por el sol es una energía 1 8 .000 veces más fuerte

que la e nergía fós i l úti l anual. El cap ital ismo h a alzado así una muralh

entre s istemas energéticos naturales que mantienen la vida sobre la Tierra,

una suerte de Muro de Berlín en torno al sistema e nergético utilizado por

la economía. De nuevo podemos ver que, con la transición de un régimen

ele energía fósi l , se produce un cambio radical en la relación de la sociedad

hacia la naturaleza, ya que el sistema energético está cerrado frente a la fuente

externa ele energía para la tierra, la solar. Las ventajas ele las fuentes de energía

fósiles son evidentes. El "Energy Return on Energy" (EROEI) , es decir, la

relació n entre la energía generada y el gasto de energía, es muy favorable, y

esa es la razón por la que Nicholas Georgescu-Roegen denomina a la Revo­

lución industrial una " revolución p rorneteica". El problema al que va l igado

ya lo hemos mencionado varias veces: el sistema de energía fósil esd cerrado

y por eso sus límites también serán los límites del desarrollo capitalista.

Hoy es ya -y sin duda en el futuro lo seguirá siendo- imposible mantener

el r ittno de la acumulación capitalista con el flujo ele energía solar. Necesita­

mos reducirlo de i nmediato y por buenas razones. Es igualmente i mposible,

no obstante, que la vida humana (la vida sobre e l p laneta Tierra en general)

se base energéticamente en los depósitos fósiles. Ya la luz, que genera roela la red eléctrica mundial, es sólo una pequeña fracción de la luz que el Sol irradia

hacia h Tierra y que mantiene la vida sobre la Tierra y hace al planeta habi­

table. El biorritmo de todas las formas de vida depende de l os ciclos sobres

entre noche y día y las estaciones del año. Aunque pueda convertirse la noche

en día, por motivos de salu d este i ntento de superar el m.uro energético solo

es aconsejable temporalmeme.

¿Qué puede suceder con el Muro entre dos s istemas energéticos? Pri-

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mero puede hacerse permeable. Pero la muralla energética sólo es permeable en un sen tido, porque el sistema energético fósil tiene consecuencias al ta­mente destructivas para las condiciones de vida en. la Tierra, condiciones que proporciona prácticamente en su integridad la energía solar.

' El efecto

invernadero, la destrucción de Ja capa de ozono, la polución del aire, la de­scnificación, la desaparición de los bosques tropicales, la pérdida ele bio­diversidad, el cercamiento de los paisajes median.te la construcción de carreteras, etc., son las consecuencias visibles o tangibles del uso de la ener­gía de origen fósil para estimular los procesos económicos para el sistema vivo, que es dependiente de la energía de origen solar. (Compárese con el listado de agres iones al medio arnbienre producidas por la acumulación capitalista et1 Kovel 2002, introducción) . Este conflicto puede también ser interpretado como un conflicto entre economía capitalista y ecología, pre­sente desde la Revolución industrial. Hoy es este conflicto objeto de con­ferencias internacionales y campo de trabajo para las instituciones de la "global environrn.ental governance" (compárese, Elliot, 2004; Drysek, 1 997) . Los erectos más perjudiciales de las emi:siones a la naturaleza han <le ser reducidos: ésta es la lógica de los grandes tratados medioambientales actuales, especialmente la política climática decidida y basada en el Proto­colo de Kyoto (una visión crítica en Scheer, 2005) . Se trata sobre todo de la esLrategia de reducción del consumo de recursos y de emisiones conta­rninantes y del incremento de la eficiencia energética en un "factor cuatro" o incluso un "factor diez" (en \Veizsacker, Lovins y Lovins, 1 997). El in­cremento de eficiencia es en cualquier caso la guía de la política medioam­biental europea (EurEnDel 2004 : 67 y ss.). Los políticos esperan en mareria meclioarnbiental una reducción del consumo de recursos y de la exposición de la naturaleza a las emisiones (Bode, 2005). Pero este proyecto se presenta como real izable sólo en el marco del crecimiento capitalista y la dinámica de los mercados financieros globales no es motivo de consideración en el arúlisis. Pero una ilusión basada en un m al an�ilisis jamás se ha demostrado como un concepto político capaz de evaluar la seriedad ele la si tuación. La m uralla emre el régimen energético ecológico y el económico sigue siendo e n ú l t·ima instancia la misma, sólo que ahora se regula su permeabilidad.

En segundo fugrtr, la 1nuraUa energética podría crecer hasta ser insalvable. Ésta _es la estrategia de las grandes empresas y del iobky que intenta man­tener el régimen energético füsil y nuclear tanto tiempo corno le sea posible.

1 20

Corno quiera que el límite de los combustibles fósiles, especialmente el pe­tróleo, se perfila ya en el horizonte, aparece de nuevo el comodín nuclear después de que en los años noventa hubiera desaparecido de la baraja. La oposición entre flujos ele energía que mantienen la vida y la transformación de la energía nuclear en una energía de trabajo aplicable y controlada no podría ser mayor y más peligrosa para la vida sobre el planeta. Chernóbil lo mostró a las claras, y lo que pasa con la basura atómica en los miles de años que dura su radiactividad, nadie lo sabe. Con todo, las turbinas de vapor de las grandes centrales deben ser alimentadas porque de lo contrario,

las estructuras -no sólo técnicas, sino también las económicas- acabarían degradándose y perdiendo valor. Para evitar esto, porc1ue los , beneficios también menguarían, se presiona a los políticos para restablecer la energía atómica, una presión apoyada espontáneamente pm los mercados y los me­dios de comunicación.7 En esta operación también intervienen ecologistas como James Lovelock -el autor de la hipótesis de Gai;¡, según la cual la Tierra es un sistema vivo en desarrollo- quien, a partir.de una percepción equivocada, cree que podría reducirse el efecto invernadero causado por la combustión de los combustibles fósiles utilizando en' su lugar la e1�ergía atómica fósil para producir el vapor necesario :para poner en marcha las turbinas de las centrales nucleares.

En tercer lugar, puede derribarse la muralla y comenzar una transición del régimen de combustibles fósiles a un régimen solar que permita un uso sostenible de las energías renovables. Ésta es la intención del movi­miento mundial por las energías renovables. No sólo el mantenimiento ele la vida, sino el de todo el sistema económico se lograría gracias al em­pleo de las energías renovables. Los procesos económicos también se ba­sarían en la energía solar y deberían incorporar muchos ele los elementos del modo ele producción preindustrial (descentralización y desacelera-

7. "fras las elecciones a la cámara baja en mayo de 2005 en el Reino Unido, el abandono del plan del llamado "apagón nuclear" dejó de estar excluido para Blair, aunque en Ja misma época la fuga de 1 0 toneladas de materia radiactiva cerca de Sellaflelcl (que se encontraba en reconstrucción) s.upuso una bofetada para el premio: Tras el anuncio de Gerhard Schroder el.e convocar elecciones a 1 1 r icipadas para ornño del 2005 y dejar a un nuevo gobierno con­servador-liberal el proyecta de abandonar por completo Ja energía atómica y SL1stituirla por energías renovables, las acciones de las grandes empresas energéticas subieron en pocos días miemras qL1e las proveedoras de tecnología para las energías renovables se desplomaron.

1 2 1

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ción) , pero combinados con los logros el e b época moderna industri a l y posrinclusrr ia l . 8 Apenas puede i maginarse el derribo ele la muralla energé­tica s i n un golpe de vol:rnte en la d i rección de la economía que nos con­duzca de un modelo fósi l-capitalista a una economía sol idaria. No sólo la base energética, sino también la base social y cultural de la economía y la po­l ít ica se verían modificadas como resultado (véase el octavo capítulo).

La muralla energética, como el Muro de Berlín, no está construida para durar. El s istema capi tal ista conado por el parrón de l as energías fósiles no puede durar demasiado contra la pos ib i l idad de una sociedad solar. Aquí toma forma una paradoja h istórica: a comienzos de la época fós i l el capi­tal ismo encontró su sistema energécico correspondiente, por así dec i rlo , in nuce. Só lo tenía que ser desarrol lado. En los últimos dos siglos hemos po­d ido verlo desde la Revolución i ndustrial y con enormes esfuerzos técn i cos y fimncieros. La sociedad del automóvil mundial es e l cénit y al mismo ciempo el memento, ele que esra vía no puede seguir con la fabricac ión de más y más automóviles. Al fina l del capitalismo fosi l ista sólo puede coad­yuvar un régimen de energías renovables. Esto sólo es posible s i se acomoda a l a formación social del capidisrno. Esta ha s ido una revolución profunda y extensa como lo fueron la francesa o la rusa. También es méÍs silenciosa que Ja Revoluc ión i ndusrrial que se or igi nó en el siglo XVIII.

El cap i talismo no llega a su fin como el social ismo realmente exisi-ente, a través de una revolución "de terciope!'o" . Las clases dominantes mantie­nen su domin io y éste se basa esencialmente en l a disponibi l idad de perró­leo , gas y energía atómica, inc luso si su duració n es puramente i l usoria. El proyecro de las élites goberna ntes es el reforzami ento de la muralla ener­gética. Al fin del cap italismo, de segu ir así las cosas, no le seguirá una re­volución popular o proletaria, s ino que se presentará en forma de un caos

· horrible, ele una «anarquía mundial» (Wallerstein, 2003), en la que los do-

8 . Hermann Scheer (2005) ha demosrrado que este proyecto no es imposible. Schcer

recuerda q u e en la Exposición u n iversal de París de 1 878 Augustin Mouchot presentó una máquina de v:1por impulsada por un reflector parabólico solar que fne no obstante muy pronto olvidada porque no se inregraba en el sistema de combustibles fósiles (Scheer, 2005: 84) . Depende ele las vías de desarrollo tecnológicas de las innovaciones y del conrexto técnico, pero tam bién del social y del político. Un determin ismo técnico fondado en el dlculo de costes sólo riene lugar al l í donde .las supuestas " J. imitaciones" se trJducen en obtención de beneficios p;1ra algunos.

.

1 22

minadores destruyen el mundo. Chase-Dunn y Podobn i k creen incluso

que en los próximos dos siglos se material izarán cada vez más guerras enrre

los países centrales industriales (Chase-Dunn, Podobnik, 1 999) . La con­

ven iente convergencia entre capitalismo y fos il ismo es defend i da por aque­

llos a qu ienes beneficia. La muralla energética se eleva cada vez más y más.

De seguir así no hay ningún futuro para el régimen de energías fósiles al

fina l del cal lejón. La rransicióri a una sociedad solar es inevitable. Con este

fin trabajan muchas personas en todas las regiones del mundo: proyectos

de energías alternativas, en el movimiento ecologista o pacifista o practican-

do si mplemente el ahorro energético. ·

El caos anárquico cuando la sociedad es sacudida mediame un shock

externo y la escasez de petróleo es algo que los ciudadanos estadounidenses

afectados por los h uracanes Karrina y Rita hubieron de experimentar en

septiembre de 200 5 . Los mi l lones de telespectadores pudieron hacerse una

idea ele lo que ocurre cuando se d isuelve la congruencia de capitalismo, fo­

silismo y modo de vida occidental, porque el sumi nistro de petróleo queda

interru mpido. En un reportaje para el taz (edición dominical del 24 y 25

de septiembre de 2005 , '"Rita' kommt von Süden her" [Llega el 'Rita ' desde el sul]), el periodista Michael Streck escribe: «M<1s de un m il lón ele personas

padecen desde h ace dos días escasez . . . Aquí aflige la peor conmoción al

american way o/ lije: no hay gasolina. El derecho fundamental "gasolina

barata, d isponible en cualquier l ugar y en cual quier momento" ha dejado

de repente de tener efecto. Apenas hay algo que i rr ite tanto a los america­

nos . . . » De repente fue claro qué tipo de ventajas representan los combus­

t ibles fósiles para el desarrollo capitalista y para el patrón de consumo y

modos de vida de los ciudadanos, así como qué consecuencias a gran escala

pueden esperarse del fin del petróleo , si una fase de desabastecim iento de

petróleo durante poco tiempo condujo a un caos semejante en las abarro­

tadas autopistas norteamericanas. La crisis de las relacion es entre sociedad

y naturaleza en el capitalismo s� manifiestan en un caos social , económico

y político. Huracanes como "Rita" no s.on fenómenos naturales.

4.3 Las ventajas de los combustibles fósiles para el capitalismo

La transición a un sistema de energías renovables es también más difícil

1 23

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g ue el derrurn bamiento del Muro de Berlín en el año 1 989 . Los combus­tibles fósiles son muy pertinentes para el modo de producción capitalista y viceversa. El régimen energético, la formación social y el racionalismo europeo son compatibles corno "sagrada 1 rinidad" de esta convergencia. Construyen una relación social natu ral inherentemen te consistente e¡ ue -como quedó explicado- permi te la aceleración y la expansión. De todos los factores posibles , solo el sistema energético fósil ha permitido que el capitalismo, en sus dos úl timos siglos, consiguiÚa sus e levados logros. El problema descansa en que las relaciones naturales contradicen todos los cri­terios de sostenibilidad ecológica. La naturaleza padece bajo la dinámica capi­tal ista y algunos sistemas ecológicos ya han colapsado o lo harán en un futuro previsible. La cuestión es pues por qué el régimen de combustibles fósiles ha de ser mantenido hasta la última gota de petróleo, dónde descansa su exu­berante atractivo como para desplazar a los buenos argumentos en favor de una transición hacia un régimen de energías renovables.

La producción de plusvalía relativa sólo es posible si se incrementa la pro­ductividad en el trabajo, y ésta es a su vez el resúltado ele la transformación de las condiciones de producción (incluyendo la organización del trabajo, la técnica y la cultura) y el patrón de consumo ligada a ella y, no en t'utirno lugar, el uso de energías combusribles y atómicas para incrementar la eficiencia en d trabajo. Con ello se l ibera el trabajo vivo. Ricardo veía en ello la razón para el desarrollo de una «redundant population». Pero eso no era para él ningún prn.blema, pues los liberados podían ser reintegrados de nuevo en el proceso <le producción gracias a la awmulación acelerada. Que Ja liberación de las fuerzas de trabajo se compensa con el crecimiento en la fase de awmulación acelerada es más la excepción que la norma es algo que criticó ya Maix de las "tesis de compensación" de la economía política de su época. Desde mediados de los años setenta quedó empírie<m1ente demostrado que esta l iberación en relación con el progreso de la productividad en las modernas sociedades ca­pitalistas no es compen�ada con nuevos trabajos tras experimentarse el creci­miento. El desempleo masivo es ya estructural . Marx reconoció con su senrido crítico que la liberación ele la fuerza de trabajo para el capital es tarnbién una 1 iberación de las características físicas y psicológicas del tra­bajador corno persona. El capital puede evitar la voluntad propia del pro­letariado para así poder perseguir la lógica de la producción de valores. Por un lado , el capital requiere la fuerza de t rabajo para la producción ele

1 24

plusvalía, por el otro la fuerza de trabajo le resulta una carga que no puede evitar.

Las ventajas de los combustibles fósiles para el proceso de producción

capitalista son inmensas y se encuentran a mano si se establece primero el

s istema de conversión energética apropiado. Es la consecuencia ele una serie

de características que el resto de fuentes de energía no tienen, y que la

fuerza de trabajo viva tampoco posee. Básicamente, las fuentes de energía

fósiles son una fuente de energía densa en comparación con las demás, y

consiclerablemente más densas que las distirl.tas energías secundarias en las

la radiación solar que se transforma. El EROEI* es p,ues muy alto, por lo

menos al comienzo de la extracción de las reservas fósiles. Pero cuando las

vetas de carbón, los campos de petróleo y las r�eservas de gas hayan alcan­

zado, o i ncluso superado, el punto máximo de su extracción (el "peak" del

cual todavía 1-lemos de hablar) el EROEI desciende, y �01{ él, las ve1;tajas

de las fuentes de energía fósiles. En primer lugar, las energías combustibles .fósiles pl,leden , a diferencia

de la energía hidráulica o eólica, aplicarse con independencia ele Sll origen.

Los combustibles fósiles pueden ser conducidos ele maneta relativamente

fácil de los depósitos a los l ugares de consumo con la ayuda de oleoductos,

gasoductos y petroleros. La «separación especial dela transformación ener­

gética y la fuente energética» (Débeir, Deléage y Hémery, 1 989: 165) es el

requisito para una geografía económica que se oriente menos a las realida­

des naturales que a la rentabilidad. Los l ugares ele producción sop el resul­

tado de una política localizada (en el sentido de una "estética" política) y

no ele las condiciones naturales (cf. Altvater, 1 998c) . La desconsideración

hacia la naturaleza y las circunstancias sociales de la economía permite el

uso de una racionalidad pura, esto es, desincorporada de los contextos so­

ciales y naturales. Éste es también el trasfondo para el surgimiento de una

economía "pura" , es decir, formulada. matemáticam\'.'.nte y "autista" (para

una crítica: post-autistic economics network http ://www.paecon.net) , que

no considera sus implicaciones ni los requ isitos naturales y sociales, así

como de la desterri torialización del pensamiento y de las relaciones de re­

producción sociales.

* T:Jsa de retorno energético.

1 25

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Cuando se habla de la abstracción del espacio concreto es aconsejable sin embargo tener en cuen ta que la log ís t i ca es muy vulnerable en la ruta de la fuente de origen a l l uga r de consumo. Como consecuencia se pro­mulgan las actuales medida'.; d e seguridad m i l i tares, especialmente la de­claración de la así l lamada guerra con tra el terrorismo. En las estrategias de seguridad de la OTAN, los EE.UU., la Unió n Europa, Alemania, etc . , nu nca falta la referencia a b necesidad de asegurar la p rovis ión energética, no sólo a través de la apermu de mercados donde poder vender y comprar " l ibremente" mercancías como petróleo, gas o carbón (y otras mercancías) , s ino también asegurar m i l i t:ir mente los territorios donde se encuentra e l petró leo y los territorios por los que atraviesan sus rutas de transporte. La autonomía del lugar ele p roducción con respecto a l l ugar de obtención de energía no es pues completa y tien e su precio .

En segimdo lugar, los combustibles fósi l es son independ ientes del tiempo, porque pueden a lmacenarse con facil idad y emp learse las veint icuatro horas del día durante todo el año, con independencia del momen to del día y de las estaciones. El carbón y el crudo no se deterioran y, a diferencia de las personas o los an imales, no necesitan ni nguna pausa p:ira ei'descanso o la regeneración. Son en consecuencia, y como quedó d icho, excelentes para el uso en h acele­ración de los procesos económicos q ue se bas;:m en el principio de producción de excedente capital ista y tienen como result;iclo la obligación de i ncrementar la proclucrividad en la comperencia.

En tercer lugar, los combustibles fósiles permiten la concentración y la central izació n de los p rocesos económicos cuando el cálculo de rentabi l idad se man iflesra como plenamen te just i ficado. A d iferenci a de las energías b ió­ticas, que sólo p ueden transformarse de manera clescentral iz;ida en peque­ñas cantidades de trabajo útil y só lo m ientras bri l la el sol, las fue ntes de energía fósiles permiten un enorme crecimiento. La oferta energética fós il puede crecer con la acumulación de cap i tal . También puede incrementar el poder del domin io po lítico , no s iendo la últ ima de las razones que . l a potencia ele l os combustibles fósiles (y los nucleares) ;iyucla al ejérc ito a i n ­cremenrar su potencia ele destrucción. «Los a l iados navegan en b cresta ele una ola de petróleo hacia la victor ia», en p alabras ele Lord Curzon sobre el papel determinante del petróleo en la Primera Guerra Mund i a l (según McNeiJ l , 200.3: .3 1 6) . Chu rch i l l , a comienzos de la Pri mera Guerra Mun­.d i al Primer Lord del Almi rantazgo, organizó l a conversión de b Armada

1 26

Britán ica del carbón al petróleo, logrando así aventajar en velocidad a la Mari na de guerra :ilemana. Sólo .�e trataba de :isegurar la provisión ele pe­tróleo: «Safety and certainty in oiL líe in variety, and variety alone» (la segu­ridad y la certeza en el petróleo descansa en l a variedad y solamente en la var iedad) (en The Econonúst, 30 ele abri l - 6 ele mayo de 2005: 1 2) .

En cuarto Lugar, las energí::ts secundarias fósi les poseen -sobre rodo l a elec­tricidad y el p ropulsor de los motores de combustión- rodas las características, con su movilidad y descentralización de la producción, p:ira apoyar su apli­cación flexible en todos los campos de la vida y del trabajo. No sólo pueden concentrarse mi les de megavatios en l as centrales gener:idoras ele energía, sino

también i ntroducirse en escala microscópica, por ejemplo, en juguetes, en los electt;odornésticos de la cocina moderna, en herramientas de bricolaje, en computadoras, etcétera. El potencial del trabajo es incrementado a través de d i ferentes fuentes de energía de uso variable. También las formas de vida en los hogares se modifican de manera radical. La luz eléctrica convierte l a noche en día. Así se desarrollan ritmos sociales que tienen muy poco que ver con los biorri tmos y los ritmos de vida proporcionados por la natumleza.

Estas posibil idades también las perm iten algunos de los convertidores ele energía solar: l as célu las solares, l as turbinas de viento, las centrales h idroeléc­t ricas y la combustión de b iomasa . Las energías pueden tra.nsforma.rse en elec­tricidad e incluso pueden emplear la red ele distribución del régimen fósi l

almacenando la electricidad consegui da por las nuevas fuentes ele energía re­novables. Las posibi lidades existen s in ninguna duda (cf Diekman y Kemferr,

2005) . Sin embargo, es cuestionable si podrían gestionarse las grandes cen­

trales con energías renovables. La respuesta se i ncl ina hacia el no, de modo que las redes en un contexto de aplicación p redominantemente de la energía

renovable y no ya fósi l o atómica se tendrían que diseñar de otro modo, ade­más ele regional izar y descentralizar. No se trata de una d iferencia puramente técn ica, s ino de una afrenta hacía todas las gran des empresas energéticas que

se basan en las energías fósi les y nucleares y actúan en todas las esferas contra las energías renovables. Así sucede que en el 2003, en la Europa ele los 1 5,

sólo el l 5% de la generación de electricid:id procedía de fuentes de energía

renovables, una cifra que debería i ncrementarse hasta el 22% en el 2010.

(Diekman y Kemfert, 2005: 442) Pero con las inmensas ventajas ramb ién hay grandes inconvenientes vin­

culados al uso de los combustib les fós i les. A ellos pertenecen las cargas eco-

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lógicas a rravés del transpo rte. Muchas cargas son inevi tables: las fugas de los acueductos que !1Jn afectado gravemente al permafrost en Siberia y a b selva tropical en Ecuador, las averías de los tan e¡ ues de petróleo cuyas consecurncias pueden disminuirse o impedirse co n la introducción de naves con doble depósiro , o los venidos de crudo tras la limpieza de los tanques en alta mar, que producen graves d:Lños medioambientales y arruinan por muchos años J regiones cost:eras y zonas pesqueras. Algunas averías , como la del Exxon Valdez en Ja cos'ta de .Alaska o la deí Prestige en la costa atlfotica española tienen la magni tud de una catástrofe. En la perforación en alta mar las pérdidas son habituales. 1:1111bién los efectos indirectos han ele ser tenidos en cuen ta en el balance. A ellos pertenecen la destrucción ele los paisajes con la construcción de oleoductos y gasoductos, así como de carreteras y autovías .

L1 n 1ayoría de estas c;iucterísticas están ligadas además a un ataque silencioso a las condiciones de vida de la población nativa. Esto es especialmente dramá­tico si los paisajes son ecológica.mente frágiles y los hombres afectados poco resistentes, como ocurre por ejemplo con los oleoductos que atraviesan los

bosques tropicales con población i ndígena (Acosta describe el caso de Ecuador, cF AcosLa, 2004; cunbién Perkins, 2005: 2 1 y s.) .9

Especialmente importan tes son las emisiones de gases perjudiciales para el clima, que incrementan las medias de la temperatura terrestre y aceleran el efecto invernadero en la Tierra. La independencia del flujo energético del sol y la provisión energética a partir de depósitos fósiles tiene como consecuencia que el producto de su combustión también permanezca en el s istema cerrado de la atmósfera como gases i nvernadero, lo que conduce , al "secuestro" de C02. Exprimir los depósitos cada vez más vacíos de pe­tróleo o inflar las burb uj as petrolíferas no ha cambiado mda. Só lo ha de­mosLraclo la factibilidad técnica y económica de ese proceder.

9. A�)cnas se consideran en el balance ecológico los cosres de la gesrión de residuos en Lis pla rafornia� penol ífcr,is offihorr, sobre todo las más próxirnas a la línea costera, corno las que h

.ay desde el sur de Brasil hasta el l'vfar del f\!orre. En el Mar del Norte, la gestión de la

1-' lara{urma Llrc·1Hsp.tr de Shdl p rovoca desde hace a ñ os las protestas de ecologistas de roclo el munclu. Hoy se estima que sólo e l desguace de cerca de las 600 p la taformas en d J'vfar del Nune a lo bi r�o ele este siglo costar�í 25,7 m i l millones de dólares cstadounidrnses (Neues 1 !01!Jrh!a11rl, 5 de abri l de 2004) . A pesar ele estos cosrcs GP s igue i nvirr iendo en perforaciu­nes e n el Mar del Norte porque el precio del petróleo es alto y las inversiones, rentables.

1 28

4.4 Urbanización informal

La industrialización produce la gran ciudad. Grandes ci udades y mercados centrales también los ha habido arnes de la revol ución industrial fosilista,

pero no como forma social de vida y trabajo. La urbanizaci6n, esto es, la transformación de cada vez más personas en habitantes ele las ciudades, es uno de los fenómenos secundarios más visibles del crecimiento indusuial

(véase la tabla 4. 1 . ) . La gran ciudad es una manifestación de la destrucción del espacio y del tiempo. mediante la concentración y la aglomeración que requiere una infraestructura material e inmaterial muy diferente a la de la sociedad rural. Se encapsula en el territorio con sus instalaciones para el apro­visionamiento y para la gestión ele residuos y modifica en consecuencia el espacio rural. La concentración de antagonismos ele clase en las grandes ciuc clades se hace visible. Los problemas ecológicos van de las necesidades ele mo­vilidad de los ciudadanos hasta la eliminación de residuos.

TABLA 4.1 CANTIDAD D E POBLACIÓN URBANA CON RES PECTO

A LA POBLACIÓN TOTAL EN %

Región 1950

E E . U U . 64'2

OECD-Europa 63'9

América del Sur 42'9

Europa oriental 3 1 '2

África del No1ie 28'5

África occidental 1 1 '5

África oriental 5'8

Sudáfrica 1 7 '5

Antigua URSS 4 1 ' 1

Oriente Medio 24'7

Sudeste asiático 1 5'6

Asia mienta! 1 3'4

Asia del S u r 1 4'8

M U N DO 29'7

2000

77'2

78'5

79'8

6 1 '9

54'0

38'8

23'9

38'3

69'3

69'1

28'2

37'0

36'9

47'4

2003

84'3

85' 1

87'2

74'0

69'3

57'3

4 1 '0

55'2

77'0

79'7

46'1

57' 1

55'0

61 ' 1

···--·--.. --. ·-· ·· -····· . ··- · -·- ·-·----··---

Fuente: Oi'JU, World Populalion Prospecls http ://arcl1 iv.rivm.ni/env/int/hyde (consulta: 10 de julio de 2005)

1 29

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L1 gr:i n ci mbd (gro/Se Starlt) el eviene metrópo l i s ( Groj?stadt) y la metró­pol is ele cienros de m iles de l1J.b itantes deviene megacity. El nt'1 mero de ciu­c!:ides con m:is de l O m i l lones ele habi ranres se ha i ncrementado de manera estable d esde med iados del s i glo XX y la tendencia no parece que vaya a i n terrumpirse. En el año 1 950 sólo había u na sola megaáty con más de 1 0 m i l lones d e h3bitantes en todo el m u ndo (Nueva York) , e n e l ::iño 2000 habían 1 9 y en el año 2 0 1 5 se calcula q ue h abrán 23 megacities, entre el las algunas como Tokio, Bombay, Ciudad de México, Lagos o Sáo Paulo con m::ís d e 20 mil lones de h ab i tantes. La Tierra se transforma en un "planeta de ci udades m iseria" (planet afs!ums) (Davis, 2004) debido a que l as pro­porciones entre el nümero de personas y l os s istemas de provis ión y gestión de residuos dej a n de ser aclm i n ist:rables. El número de puestos de trabajo formales no alcanza para todos los que buscan trabajo. La metrópol is mo­derna se torna cada vez más y más en una ciudad i nformal (Al t:vater, Mahn­kopf, 2003) . La i nformali dad no comprende solamente el trabajo, s i no también las estructuras de la seguridad conm1 la violencia. En m uchos casos la frontera con la crin'1inal idad q uedó atds y la metrópol is se vuelve i nse­gura. Contra esa i nsegur idad extendida las empresas comerciales de segu­ridad venden una seguridad que con frecuencia no es más que apariencia de seguridad. En su oferta de mercancías se encuentran elementos de se­guridad pasiva, desde chalecos ant ibalas hasta l imusinas acorazadas y "co­munidades cercadas" (gated mmmunities) , esto es, condom i nios protegidos , pero r:1mbién l a organ ización de segu ridad activa mediante el emplaza­m iento de personal ele vig i lancia y hombres armados. Del vacío que deja tras de. sí la ausencia , cada vez mayor, del Estado, se aprovechan los orga­niz.::idores ele la seguridad loca l , que ejercen un monopol io ele la violencia no estatal, temporal y espacia lmente l i m i tado. Muchas fa.velas brasi leñ as

; son temporal y terri toria l mente seguras en el marco de sus límites porque · los cuerpos ele pol icfa urbana y estatal perm i ren e l ejerc ici o del monopol io ele la violencia a las bandas cri m inales locales. Las drogas no se venden en aquellos b:irrios donde viven los j efes de la droga y sus b ijos van a la escuela. La ciucbd informal .es una c iudad p rofundamente d ivid i da y gobernada de forma muy diferente a la "c i udad formal". ]"",1mbién la vida en e l la es muy d i ferente a la de una ciudad forma l , y se caracreriza por la permanencia de b in seguridad y una legitim idad del monopopl io de la violencia cad a vez m:ís cuestionada.

1 30

A partir de u n punto determi nado no p uede mantenerse el equ i l ibrio

ele n i ngún s istema, term i na esrancaclo como la Torre de Babel, pero este

estancam ien to no se traduce de modo alguno en tranqui l idad n i seguridad.

Fenómenos como una espiral descendente de empobrecim i ento y m iseria,

l a destrucción ecológica, l a agu dización de las contrad icciones sociales y la

violencia aparecen y se aceleran. Si el sumin istro energético l legase a un

punto m uerto y se h ic iese más d ifíc i l la movil idad urbana en la c iudad y entre ciudades, así como la d isponibil idad de los s istemas de provi s i ó n ener­

gética y gest ión de res i duos d ispersos en el territorio (quedando solamente a d isposic ión ele algunos sectores ele l a población que d i sponen del perti­nente poder de compra o de privilegios políticos) , se v is ib i l izarían cruda­

mente los lími tes de los sistemas basados en energías fósiles y l as estructuras espaciales de vida y trabajo basadas en él, corno las que muestra la mega­tendencia a la urbanización, tam bi én se vendrían abajo.

Iv:fientras tanto, en todas las sociedades, también en los países con estruc­

turas predominantemente rurales, más ele la m itad de las personas viven ya en

centros urbanos. Esta es la consecuencia visible de la ú nica revolución del siglo

XX que Eric Hobsbawm está cfopuesto a reconocer: que por primera vez en h h istoria de la hwnanidacl menos de la mitad de las personas son campesinos y

más de la mitad trabajan en la industria, el transporte y el sector terciario y

viven en su mayoría en las ciudades (véase la tabla 4. 1 .) . Ésta es también ex­

presión ele la tendencia arriba descrita de los s istemas energéticos fósiles y de la pérd i da de importancia de la energía solar que la acompaña. La congruencia

de capitalismo, fosi l ismo y racional idad se manifiesta de manera concretJ. Las

grandes ciudades son estructuras forjadas de hormigón (lo que David Harvey

.llama bui!t enviromnent) de la época fósil-industrial y permiten ad ivinar cómo deberán ser de profundas las transformaciones sociales s i nunc:1 se adopta una vía de desarrollo alternativa basada en las energías alternativas. Las infraesrruc­turas, el "spatial fix" de l a época del petróleo, durarfo mucho más que el pe­tróleo m ismo y también el gas natural y el carbón, para cuya extracción y rrnnsporte y para cuyo uso se construyeron en una ocasión. Se ha creado un

estilo ele vida inclustrial-fos i l ista que no será fáci l de modificar. Pero la con­gruencia ele la trin idad del sistema energético, b racionalidad europea y el c:1-p ital isn1o se resquebraja porque pasa por alto un elemento: la d ispon ibi l idad

de los �ombustibles fosi les. La trinidad ele capitalismo, fosil ismo y racionalidad

no sólo no es eterna, s ino que no está dest inada a durar mucho t i em po.

1 3 l

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Capítulo quinto

El co1nbustible del capitalisrno *

Gracias a la "congruencia trinitaria" ha aumentado la "riqueza de las na­

ciones" desde la Revolución industrial en una dimensión sin precedentes en la historia de la humanidad. El aumento medio ele la renta per cápira en muchos ele los siglos anteriores de la Revolución industrial de finales del siglo XVII I ascendía al 0 ,22%, y eso se consideraba «a good result» (Crafts, 2000: 1 3) . Incluso en el medio siglo ele la "industrialización pe­sada" de 1 780 a 1 830 el crecimiento anual real del ingreso per cápita en Gran Bretaña ascendía solamente al 0,4%. Pero entre 1 820 y 1 998 se de­cuplicó el crecimiento medio anual y ascendió al 2 ,2 1 % (Maddison, 200 1 ) . Una tasa de crecimiento de más del 2 % significa una duplicación del producto social cada 3 5 a LÍÜ años. Pero en el discurso político-econó­mico actual, una tasa ele crecimiento como ésta es suficiente para diagnos­ticar a la economía una "esclerosis " . Hoy en día la competencia entre las plazas económicas exige lo que no se logró en 2.000 años: no un simple crecimiento, sino crecimiento acelerado.

* "Ceü ltes \Vachstum ., en el original. Alt:vatcr emp lea un j uego de p:dabras de imposible traduccióu: el adjetivo "gcolr" ( ' lubricado' , 'eng1·asado') procede del sustantivo "OJ" ('pe­tróleo'). Así pues, "Cei:iltes \X'achstum" es el crecimiento que .. como una máquina bien lu­b ricada, mantiene su ritmo constante. Pero corno ese lubrican re no es otro que el petróleo,

· "Gcülres \V:tcbstum" puede emenderse como un crecimiento impregnado de perróleo. (N . del T)

1 33

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5 . 1 El ct.-ecimiento del bienestar y de la desigualdad

En la mayoría de los últimos 2 .000 ;:iños que han pasado desde el com ienzo de h cronologb cristiana (y también en los mllenos anteriores) el desarrollo füe lento, como muestran los cálculos de A ngus Madd ison (200 1 ) . 1 Con la acele­ración del desarrollo aparecen c laramente diferencias en cuanto a su velocidad. Éstas tienen como consecuencia que dentro del mundo global izado haya u n grupo de ¡x1íses (A) que gane terren o, mientras que otro grupo de países (B) l o pierde. De los daros d e Maddison l lama,]a atención e l hecho de q u e a l co­mienzo de la cronología cristiana el nivel ascendiera aprox im;:iclamente a 444 dólares estadounidenses per cápit:a en todo el mundo, pero que al final del pe­ríodo ;inal izaclo, en el año l 99H, se hay<1 n incrementado las d iferencias.

TABLA 5 .1 Í'i lVEL Y TASA DE CRECIM IENTO D E L PRODUCTO I NTERIOR BRUTO PER CÁPITA

EN D I STINTAS REGIONES DEL MUNDO DEL Ar'JO Ü A 1 998 -----------··---··----- - ---·-·--·- ---··-------- ---- ------¡·-----·---------- -- ---·-------·------·

1 820 1 998 i • 0-1 000 1 000-1 820 1 820-1998 ·---- -·-----·--·-··· - - -----·------ --····-- --------- -1---------�---··----·- --------------

región o 1 000

en dólares internacionales d e 1 99 0 ! tasa de crecimiento anual

. ,. _ ____

i por término medio

�:��:����t'' �f f ¡¡f T �f ¡; T¡¡ ¡¡f [:��� -¡TI¡-- -[:¡-

Promedio del , : ; grupo A 443 i 405 '1 . 1 30 2 1 .470 ¡· -O 0 1 i O 1 3 1 67

i i ' 1 ' '

l\mérica l.atina

E:uropa del Este y antigua

400 1 400 665 5.705 1 o 1 0 , 0 6 1 ,22

1 1 Unión Soviética 400

Asia (menos .Japón) 450

África 425

Promedio del grupo B Mundo entero

444

444

400

450

4 1 6

440

435

667

575

4 1 8

573

667

' 1 4.354 ! o ·1' 0,06

2.936 1 o ! 0,03

1 .368 Í menos ºJ O

3 . 1 02 i menos ol 0 ,03

5.709 menos o/ 0 , 05

1 1 •• ·-· ___ J _ ___ • ··- ---- . - ··--- - - -

Fuente: MarJdison, Angus (200·: ): The World Economy - A Millennial Perspective, (OCDE, Development Center Studies). París, Tabla 1 ·2, S. 28

1 , 06

0,92

0 ,67

0,95

1 ,2 1

1 . Es problell'l<Ítico hacer comparaciones estad.ísticas para u n período de 2.000 años, ar'1 n s 1 se procede con mucl10 cuidado. Pero, aunque podrían haber d i ferencias, los daros de lvhdd i,;on son verosími les y coinciden con n u merosas reflexiones teóricas.

1 34

E\ crecimiento no comporta por \o tanto más i.gua\c\a.c\ en e\ 111.und.o. A\

contrario, rodos los factores que i ncrementJn el crecirniento también fomen­

tan la desigua.ldad. Ésta es u n::t experiencia vital y una n10lesti:1, por lo menos

para los que penenecen al grupo de los des;:¡ventajados. El crecimiento se

b;isa en la acum ulación de capital, es decir, en la explotación de los que tienen

que producir más ele lo gue reciben a cambio, y en la apropiación del exce­

dente de ese tr<1bajo por otros. El capital ismo es, como puede verse desde sus

comienzos, un s istema de n ivelación cual itativ::t (tocio se expresa en forma

de d inero y dipiral)2 y de l a producción de desigua ldad cuantitativa: u nos

tienen mucho, otros tienen poco, y algunos no disponen de n ingún i ngreso

de d i nero, y por lo tanto ele ningú n acceso a las " riquezas" del mundo glo­bal izado. El crecimiento capital i sta es desigual y no s im ultineo. L::t acelera­ción se produce con d istintas velocidades. Algunos países y regiones, incluso

la mit:<1d de un continente entero, se quedan atrás, y no bajo todas las con­diciones h istóricas es posible "poner al d ía a la industria". Por ese motivo el

dinero exigido por los recursos de la tierra es tan desigual . Lis tallas ele las respectivas "huellas ecológicas:' de los humanos no son idénticas. De los cerca ele 80 m illones ele barriles ele petróleo que se consu men cada d ía, sólo 20, 1

millones pertenecen a los EE. UU. El consumo de China' asciende a 6 mi­llones, e l ele Alemania a 2,7 mi l lones ele baniles. En el 2003 los EE.UU.

consumieron 26 barriles per cápita, Alemania 1 1 ,7, China. 1 ,7, India 0,8 y Bangladesh 0,2. La desigualdad en el consumo de fuentes de energía fósiles

se refleja en fa emisión de gases invernadero. Esta desigualdad se extiende en el acceso a otros recursos minerales y agrícolas, a la movi l idad y a la necesidad de espac io vital.

Cabe destacar gue la desiguald<1d cuantitativa en la " alde::t global" no se percibe hasta que no existe cierta igualdad cualitativa impuesta en todo el mundo por la "racion<1Jidad occiden tal de dominio mundial". Con el dinero todas bs dimensiones de lo d istinto convergen en una misma forma de tal modo gue solamente queda por constatar la desigualdad cuantitativa. Ésta llama h atención, puesto que crece constantemente. Entonces se proclLice un cambio cual i tarivo. Las desigualdades, que son de hecho pummente cu::lnti-

2. Por eso la teoría neoliberal no t iene problemas co11 un concepro u n iversal del. capita l.:

los i nversores pueden comparar el capital físico, e l capital natural, el capi tal huma·n o, el ca­pital educa tivo, etc., con los benefic ios que se esperan de e l los (vdse el segu ndo capítu lo).

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tacivas, se ton vierten en distin tos estilos de vida y Jisti.ntos estándares de con­sumo y producción que difieren unos de los otros ele una manera cualitativa.

Por primera vez desde la revol ución neolítica la agricultura pierde im­portancia. A comienzos del s iglo X:Xl, sólo una minoría se dedica a la agri­cul tura y a la ganadería. En los países industriales que son el modelo de la globalización, son menos del 5%. Donde domina la producción agrícola,

l�S ta está completamente i n clustrializacla y es dependiente de las grandes empresas multinacionales productoras de se1nillas y fertilizantes, de hs em­presas fabrican tes ele maquinaria agrícola y ele los grandes consorcios ali­menticios que transforman los productos agrícolas. De no ser ése el caso, b agricu!tur:·L se degrada a una economía de subsistencia que aporta mano de obra liai:ata para el trabajo precario en la industria y que es una fuente inagotable de emigración. Las personas del mundo de la aceleración y del crecimiento son de una naturaleza muy diferente a las de un mundo ele tranquilidad y parsimonia que todavía no tuvo que experimentar la unión i nfernal entre capitalismo y fósilismo (el "aquelarre", como Max Weber dijo scgün Werner Sombart; véase el segundo capítulo) . Pero con la diso­lución de la i nerte masa agrícola, que sólo difícilmente podía acelerarse, el crec:imielltO llega a ser el principio dominante, p uesto que sin crecimiento 110 se pueden atenuar las contradicciones agudizadas por el proceso global de acumulación . La clase política suspira por el crecimiento, s in el cual, como piensan sus representantes, no se puede resolver ni uno sólo de los problemas acuciantes, empezando por el paro forzoso de m illones de i ndi­viduos (que ya no se fonden en masas millonari;i.s como hace décadas, lo que tanto fascinaba a Elias Canetti en 1 980) y terminando por la reducción del déficit presupuestario de la hacienda p ública.

El crecimiento en el tiempo y la expansión e1� el espacio están vincula­dos y son i nseparables. La tendencia permanente a la prodL1cción de valor tiene como consecuencia la p rofunda y extellsa integración de todas las re­giones del mundo. El mercado mundial se crea mediante el comercio glo­bal , el fl ujo ele inversiones directas y la migración. Con la excepción del rieríoclo de en treguerras, el aumento del comercio mundial s iempre ha su­¡ ic rado las t asas de crecimiem:o del P I B (Kenwood y Loughced , 1 999: 24-

2.C) ; M aJd isul1, 200 1 : 1 25 - 1 27) . Desde 1 870 hasta la Primera C uerra Mundial , las i nversiones de c:apiral en el extranjero llegaron a ser casi una <jloorf,, lu n:1 i nu ndación] (Ken woo.d y Lougheecl 1 999: 27) con efectos no

1 3 6

j �.:: l ' ;¡ , ¡ . . : f. r

siempre posi tivos para el país importador. Pero también los exportadores

de capital a veces «Se p i llaban los dedos» (ihídem) si no podían satisfacer las deudas.

A diferencia del término "crecimiento" , el de "acumulación" delimit:i un 1 complejo proceso de desarrollo económico, social y político, con todas sus contradicciones y crisis. El crecimiento económico, en cimbio, se mide esta­dísticamente como un cambio cuantitativo del producto social. En una eco­nomía capitalista la generación de ganancia es la condición de acumulación e innovación, y viceversa: sólo se puede generar ganancia si no se detiene la acumulación. Los mercados han ele expandirse al ritmo de la acumulación y el crecimiento para dar cabida a las mercancías producidas, o no se pueden generar ganancias. El mercado de masas solamente absorbe las mercancías producidas en la medida en que crece la población. Pero «it will niake more sense to dress princesses in haute couture models than to specufate 011 the chances

of capturing peasant 's daughters far artificial silh stockings . . . » (Hobsbawm 1 9681 1 999: 1 9) [Tendría má.s sentido vestir a princesas con modelos de alta costura que especular con la posibilidad de atraerse a las hijas de campesinos con medias de seda artificial] .3 Pero como el crecimiento solamente es un as­pecto cuantitativo de la acumulación cualitativa y la din,ámica parece depen­der de factores que nada tienen que ver con el proceso de acumulación, se deduce erróneamente que el crecimiento económico debe ser la solución para las crisis de acumulación, por ejemplo para el paro.

Las cifras sobre emigración m uestran que eso ha siclo, y sigue siendo, una i lusión. Desde 1 820 hasta la Primera Guerra Mundial e11tre 46 y 5 1 rnillones de personas abandonaron Europa para asentarse en América del Norte y del Sur, en África, en Australia y algunos también en Asia. Europa fue, hasta co­mienzos del siglo XX, un continente de emigrantes. De esta manera se ex­portaba a l a «redundant population» (Ricardo 1 8 1 7/ 1 959 : 385) , que se generaba como consecuencia del aumento de la productividad, a las «colonias neoeuropeas» (Crosby 1 99 1 ) . Los colonos llevaron consigo sus modos de vivir y producir, incluyendo sus animales domésticos y sus p lantas útiles, así como sus malas hierbas, sus parásitos y microbios. Como consecuencia ele la expansión global , el "imperialismo ecológico" expuso a muchos pueblos a

3 . .Joseph /\. Sch urnpeler escribirá sobre la demanda en el capiLalisrno del siglo XX que las empresas no producen para las necesidades de las reinas sino Je. las trabajador,1s.

1 37

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enfermedaéles ::i las que no eran res.istentes. Algunos, como los sem inola en el sur e le Nortca rnérica, surnmbieron y fueron aniqu i l ados po r los v i ru s y l a s bacterias que los migr::intes tr;1jeron consigo.

5 . 2 El crecimiento se convierte en fetiche

E.I crec i rn ienro, después ele haberse i ncremen tado efectivameme tanto, gra­cias la revolución fósi l- industr ial , pasó a ser rrnís y m<ÍS u na categoría cenrral de l os modernos discursos económ i cos. En iJ econom ía política clás ica de Adam Sn1 i t:h y David Ricardo, el creci miento, a d i ferenci:i de la distribu­ción, no ten ía u n papel releva n te. En el ca non de l a economía pol ítica es:i categoría si m plf mente no ex i s tía, a unque se sabía que el aumento de la productividad del trabajo era solamente pos ib le s i se sustituía a cada vez nds trabajadores por capital. Ricard o era optim ista y pensaba que se podría com pensar el paro con el creci m ien to .4 Pero a parti1'. de esta i dea no se clesa­rroiló n inguna teoría del crecirn.ienro. Por eso no era una ruptura la idea de John Stuart Mi l ! , quien, siguiendo la tradición de lá economía polít ica clásica, pensaba en una economía de b autosuficiencia contemplativa, s in acumula­ción n i crecim iento (Luks, 2000) . En ,esra idea se deja notar el :inclaje de la vida en un medio social caracterizado por b agricu lmra, con sus ritmos lentos y es rrechos horizontes. Éste también es el punto de arranque del romanti­cismo en b formación ele bs teorías económicas. Fue m<Ís tarde que, como consecuencia de la racional ización de todas l as esferas de la vida, se l evaron anclas y se i ndustrializó la agricul tura exactamente como los demás sectores i ndustriales. La vida se h izo frenética, e l crecimiento se convi rtió en una norma ;:¡ la que no se podía res ist i r. La contemplación no cuadra en e l nuevo régimen temporal s in pausa para el al iento, ni en la ciudad, n.i en el campo, ni en el hogar privado n i en b fábrica y tampoco en la vida públ ica.

Los econom istas no empezaron a i n teresarse por el crecim iento econó­m ico hasta los a ños 20, cuando se desarrol l a ron los prirneros rud imentos de una decidi da teoría del creci miento eco nómico. En b joven Unión So-

4. Hoy sabeinos que un :1 gran parte de h red1mdt111t popu/ation no vuelve a i ntegrarse en el proceso forrnal de tTabajo, sino que, en el mejor de los casos, encuentra u n empleo precario e11 el secror i n formal (Alrvarer y Mahnkopf, 2002).

1 38

.' •,·:-.

viética la planificación de la economía comenzó a parrir de mediados ele los a ños 20. De lo que se trataba entonces era de equ i l ibrar las ramas y los sectores de la economía (enrre la producción de bienes de i nversión y b ienes de consu mo) en el proceso ele acu m u lación . La lógic::i d istributiva de l a econom ía p lan ificada deroga e l principio de la equ ivalencia y el mecanismo de mercado. No es casua l i dad que una de las primeras teorías expl íci t::is del crecimien to b escr ibiese u n econom ista soviético, G. A. Feldman ( 1 965) .

Basándose en el esquema marxiano e le reproducción, Felclman a nal iza las proporciones del proceso del crecimiento q ue permiten gue el crecim iento esté "equi l ibrado''. Con una teoría del crecim iento podía justificarse la pri­macía de las i ndustr ias que fabricaban b ienes de producción, ya que Lenin había defi n ido el social ismo como «el poder soviético más electrificación de l país». La electr i fi cación ·era la base de u n crec imiento rápido, no sólo en l as economías d i rig idas de l os países social istas. Perkins relata cómo en Indonesia se quiso alcanzar . una tasa de crecimienro del 20% con la elec­trificación de Java y cómo esre objetivo resu l tó ser una i lusión con la que los p roveedores estadounidenses h icieron un buen negocio (Perkins , 2005:

59 y ss.) . Corno consecuencia del cambio keynesiano en la m acroeconomía después del gran shock de la crisis económica mundial que estal ló luce más de 75 años, e l 24 ele octubre de 1 929, Ja cuestión del crecim iento también l legó a formar parte ele l a agenda de l a teoría económica occidenta l , espe­cialmente porque entretanto había comenzado la "competencia entre sis­temas". El objet ivo declarado era aum entar la t::isa ele crec imiento para "a lcanzar y superar al capital ismo" o --en el caso de Occidente- para man­tener y consolidar la ventaja ante la Unión Soviérica .5

Hoy en día, los autores del Banco Mundial afirman que el creci miento es «bueno para los pobres» (Dollar y Kraay 2002) -un contrafactico s i uno analiza los elatos de l propio Banco Mundia l acerca del n uevo 1T1ilenio y los Objetivos del Milenio (compárese con lo p resentado por Priewe y Herr, 2005 ; así como \X!ade, 2005) . Con la tasa de creci m iento se compara y se califica la po l ít ica ele los gob iernos del mundo, como lo hace por ejemplo

5. En los años l 967- 1 968, el gobierno de la RDA i n tentó acelerar la modern iz;ición de la esrrucrnra industrial de la RDA en una campaña cuyo eslogan era "adelanrarse s in ciar al­cance" [NT: El eslogan en alemán "überholen oh ne einzuholen" era un juego ele palabras que daba la idea de compensar la clesvenraja ante el capital ismo y de superarlo, pero s in llegar a ser corno ésre, es dec i r, s in reproducir sus errores] .

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la OCDE. El Council of Econornic Adviser� del presidente ele EE. UU. de­dicó el sexto Gtpítulo de su "Econornic Repon for the President" de 2003 a por qué el crccimienw comporta esenciaJrnente ventajas. Unos cuantos "Pro Crowth Principies" deberían ser incondicionalmente considerados, no sólo en EE. UU. Esos son entre o tros: «economic.feedom, competition and entre­preneurship, macroeconomic stability, privatization, openness to international inide, foreign direct investment and financial flow liberaLizatiom (ERl� 2003: 2 1 3-2 1 5) [libenad económica, competencia y espíritu empresarial, estabili­dad macroeconórnica, privatización, apertura al comercio internacional, in­versiones Jirecws. y la l iberalización del flujo financiero] . Estos objetivos forman ya parte de todos los catálogos de directrices para la good governance, cuyas reglas ofrecen una gran libertad de acción a las transnacionales. En el informe de una "Commissio11 for Africa" del mayo de 2005 se dice: «Aftica is po01; ultinuztely, because its economy has not grown. The public and private sectm'S need to work together to create a climate which unleashes the entrepre­neurshq; of the peoples of ,t�Fíca, generates employment and encourages indivi­dualr and firms, domestic and foreign, to inuest" (Commission for Africa: 1 7) !En última instancia, África es pobre porque su economía no ha crecido. Los sectores público y privado tienen que colaborar para crear un dima que libere el espfritu empresarial ele los pueblos de África, que genere empleo y que an ime a individuos y empresas, nacionales y extranjeras, a invertir] .

La economía mundial debe crecer, reza el credo, repetido incontables veces. Y aún ln<Ís: el crecimiento Jlega a ser parte de los "valores occidentales" que se destacan en la National Security Strategy de los EE.UU. ele 2002, aun­que, por deston1 ado, no por razones altruistas. La prosperidad y la libertad en el " resto del mundo" son epifenómenos o consecuencias del crecimiento, y por lo tanto, buenas para la seguridad nacionaJ ele los EE.UU.: «A strong umld economy enhallces our national securi�y hy advancingprosperity and fi'ee­dom in the rest ofthe wor!d Eronomic growth supported by ftee trade and Ji'ee marl<etr crMtes new jobs and higher incomes. It allows people to lift their liu_es out ofpuverty, .1purs eumomic and legal reforms, and the fight against corruption, 111td it rcúzjorces the habits ofliberty. . . » (NSS 2002: 1 7; http://www .. white­house.gov/nsc/ms.pdf) [Una fuerte economía mundial mejora nuestra se­gur idad nacional, aumentando Ja prosperidad y Ja l ibertad en el resto del mundo. El crecimiento económico, respaldado por el l ibre comercio y el l i b re mercado crea nuevos puestos <le trabajo y salarios más elevados. Per-

1 40

mite a las . personas salir de la pobreza, impulsa reformas económicas y le­gales, así como la lucha contra la corrupción y fortalece los hábitos ele li­bertad . . . ] . El imperativo del crecimiento está firmemente anclado en los discursos económicos y políticos dominantes. Cuanto más crecimiento haya, menos problemas económicos, sociales y políticos habrá, y más se­guro será el dominio -y al revés. El crecimiento es el topos de un discurso dominante, pero uno que también convence a los cloniinaclos. No es nin­guna sorpresa que tampoco conceptos político-económicos alternativos se resistan a renunciar a la idea ele crecimiento.

En los países industriales, el concepto del crecintiento permanente era el fondo del corporativo compromiso de clases keyn�sianista de la posgue­rra, pero veinticinco años después del . final del paradigma keynesiano se sigue considerando el crecimiento la solución-para todos los problemas del mundo. Sin inversiones no hay crecimiento y siri crecimiento no hay un� política económica sostenible. Se . acepta la desiguald�d, porque s.ólo así las inversiones pueden ser rentables. En los discursos clomin�ntes se considera j usta la clesiguaJclacl a causa ele sus efectos positivos sobre las ganancias y; por JO tanto, sobre las inversiones, y por extensión, sobre el crecimiento y el empleo («justo es lo que crea empleo»),* aunque ni Ltno sólo ele los esla­bones ele esta cadena argumentativa es seguro. Un crecimiento elevado per­mite mayor j usticia porque también los pobres pueden participar. ele él . Según algunos ecologistas, también el medio ambiente se beneficiaría del crecimiento porque se reduce la "dirty pollution", aunque puede que au­mente la "clean lifestyle pollution". Este parece ser el caso sobre todo si lo que crece no es la "pesada" ·economía real, sino la "ágil" economía virtual ele las finanzas, del sector servicios y ele los bits y bytes. Pero la economía virtual, que puede apañárselas sin la transformación ele energía y material, sólo la hay en las fantasías ele la vaciedad posmoclerna. La idea ele que el crecimiento debería ser "eficiente" en cuan�o al consum� ele energía tam­bién se basa en ilusiones y análisis incorrectos. La simple fórmula ele que el crecimiento es aceptable mientras el consumo ele energía y materia au­mente menos que el producto nacional (como en Bode, 2005) ignora las

* El eslogan "Gerccht ist, was Arbeit schafft" era una fórmula clel ex canciller alemán Gerl1ard Schrocler ( 1 998-2005) para expresar la opinión <le que la creación de empico tiene prioridad freute a otras comiclcraciones sobre la j usticia social. (N. del T)

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leyes d e la termod inámica. Al final del output de la cadena d e la pro d ucc ión quecb exacramenre tanta en ergía y tan ro marerial como al i n icio del input. p,�ro la cal id ad es otra. Una parte del i n put se convierte en valores úti les para las necesidades de los h u manos . I�a otra parte son res id u os, pol uc ión y agua co nrami nada. Esa t.'d tima parte puede reducirse, pero no a cero.

¿De dónde viene la man ía del crecimienro? La respu esta es senci l la : del núcleo ele las sociedades capital istas y del h <íbil empleo de las fuentes de ener­gía fósi les. Antes de la Revolución i n dustria l el crecim iento del prod ucto so­ci;J se bas;:iba ame todo en el aumento de b población, y éste dependía del aumento ele la cantidad de mercancías y servicios qtte permi tían la subsis­tencia y la reproducción ele las personas, principalmente mediante estrategias de apropiación por desposesión como hemos ten ido la oportunidad de ver en el tercer capítulo.6 Pero desde la Revolución i ndustrial el crecimiento ya no depende principalmente del suministro de mano de obra y de la fertilidad de la tierra, s ino del aumento de la productividad del trabajo industria l . Este aumenro es u na consecu encia del uso sistemát ico de la ciencia y ele la tecno­l ogía para el desarrol lo de las fuerzas productivas (herr;:im ientas, m áquinas , etc.) , de la organización social de l a producción capital ista de plusvalía, y !ast hut not least, e l empleo masivo de los combust ibles fósiles para propu ls:ir las herramientas y máquinas ele l a era industrial .

El crecim i enro ha l legado a convenirse en un elemento ele n uestra co­tidi anidad , de n uestro sen tido común, algo que se da por hecho. ¿ Pero pue­de l legarse a la conclusión ele que en el Futuro «to which the epoch of rnodern econornic growth is leading is one of never ending economic growth, a world in whirh ever growing abundrmce is matched by ever rising aspiratirms . . . » ( Easrerl i n 1 99 8 : 1 35) [el f11tu ro al que co nd uce la época de l crecim i ento de la economía moderna es él de un crec im iento económico i n fi ni to, u n mu ndo e n el q ue la s iempre creciente abundancia armon izará con las si em­pre crecien tes ansias . . . ] ? Esra i dea sigue las ideas de los futurólogos de los opt i mistas a ñ os 60 q ue también :iuguraron el creci miento eterno y la mq­dernización perpetua. Se l imi taron a p royectar las condicio nes p resen tes en el futuro, en otras pal abras : se imaginaron el fururo como una especie

6. I:'sc era el rnkleo racional rle Li teoría de Roberr Malrhns ( 1 970) . En una sociedad agrícola y no-fós i l , el creci miento de la pobbción estab;1 l imiraclo en l o sustancial por el an-menro ele la oferta ele al imentos.

.

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d e "presente plus" . Al fetich ismo del creci miento l e acom paña una noción del t iempo que g i ra en torno a la de presente. Si el futuro es un " presen te

plus", entonces el p resenre es un "futuro menos". Corno escribe Günrher Anclers ( 1 972) , se «anticipa» el futuro, es deci r, se le clesrnenra una tasa ele interés desde el presente. Con el d iscurso del crecimienro d isminuye la cal i­dad del desarrollo sociJl y triunfa la cantidad en el pensamiento y el comercio. La i dea de crecimien to usurpa la de progreso y ha l legado a ci arse tan por sentada que nadie la cuestiona, los prop ios economistas l os que menos. E. ]. Misba n escribe a l respecto: «Desde la Segunda Guerra Mundial, e l concepto de crecim iento -un concepto específico de la ciencia económica- ya no es simp lemente uno de los muchos objetivos sociopolíticos. Pero como el bastón de Aarón , que se convirtió en serpiente, también el término del crecimiento devora a tocios -o a casi tocios- sus rivales . . . * La tasa de crecimiento es el i n­d icado r del prog1'eso, al que los políticos ele todos los pa rt idos rinden home­naje. El indicador del crecimiento ha s ido reconocido i nternacionalmente

como el cr iterio que permite comparar la totalidad del rendimiento econó­mico de distintos países . . . » (Mjshan 1 980: 2 .1 ) .

E l crec i m i ento s e convi rti ó en un elemento ele la vida cotidiana, sobre tod o después de b transformación de las sociedades i ndustri ales bajo con­d icio nes fordistas. E l término "fordismo" del i mi ta una constelació n socia l de la p ro cl ucción industrial que depende del consu mo ele las masas, pues de no exist ir, ¿ cómo podría cbrse sal ida a l a producción masiva? De ahí nace l a "sociedad de consumo" . Tras la Segun d a Guerra Mun d ial , en los tiempos del " mi lagro económico", ésta llegó a ser el paradigma sociopolí­t ico , por lo menos en las ricas soFiedades i ndustriales. No suced ió lo mismo en los pa íses en vías de desarrol lo. Se i ntern al izan los patrones ele consumo y por ende cierro esti lo ele vida, i ncluyéndose l a relaci ó n co n la natu raleza.

* Referencia al An tiguo Testamento: «El Seííor les elijo a Moisés y Aarón : -Si el foraón l es p ide que hagan un m i l agro, le d i rás a Aarón que tome su basrón y que lo arroje al suelo ante e l Faraón, para que se convierta en una serpiente. Moisés y Aarón fueron a ver al faraón, e hicieron lo que e l Seííor había ordenado: Aarón arrojó su bastón al suelo delante del faraón y de sus funcionarios, y el bastón se convirtió en u n a serpienr�. E l faraón , por su parre, mandó l l amar a sus sabios y magos, los cua les con sus artes m;ígicas h icieron también lo mismo: cada uno ele el los arrojó su basrón al suelo, y cada hasrón se convirtió en una ser­piente. Pero el bastón de Aarón se comió los basrones de los sab ios y mago s. A pesar de eso, el faraón se puso terco y no les hizo c1so, ral corno el Señor lo había clkJ10,, (Éxodo: 8-1 2) (N. del T)

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La r novil idaJ y la i ndependencia de las condiciones naturales ll egan a con­vert irse en eleme111.os del modo de vivir, asentfodose en los pa trones de co n s u m o de la sociedad forJista.

Lo que importa en una sociedad capitalista no es el crecim iento como tal , s ino el. necirn iento eficaz guiado por un objetivo . Este objetivo es (al contrario de lo que opina Bode, 2005) el lucro, h rentabil idad, el beneficio. Naru ro lmeu te, también se persiguen estos objetivos con la estrategia del ahorro ele recursos, que Marx llamaba la "economía del capital constante" . Pero si de esta manera bajan los costes de p roducción y los precios de los productos, posib lemente se demanden más productos y aumente con el lo la producción. Corno consecuencia del ahorro de recursos, se aumenta el consumo de recursos. Es una paradoja q ue Jevons destacó ya en el s iglo XJX. Lo contrario ocurre con la rentabil idad, que es el motor de la acu­rnulación de capital y por extensión del crecimiento del producto social. Pero esta precisión planteo difíciles preguntas teóricas y metodológicas, es­pecialmente en tiempos de globalización. El cap i tal es un factor de la pro-­ducción al tamente móvil y en consecuencia nó sólo se comparan las tasas de 3ánancia, sino las tasas de retorno de capital sobre todos los tipos capital y no solamente sobre el cap i tal iiwertido en la industria ( intereses y bene­fü:ios). Esto tiene como consecuencia que no sólo la rentabilidad, sino tam­bién los tipos de interés mundiales sobre inversiones financieras influyan en las decisiones de inversión y por lo tanto en la tasa de crecimiento. Los beneficios monetarios que se esperan de los mercados financieros m undia­les nada tienen que ver con las tasas de crecimiento efectivamente realiza­bles deb ido al fetichismo de los inversores de capi tal, que no tienen en cuenta d proceso de producción que "media" entre la inversión y el retorno de capital . Pueden obtenerse beneficios de hasta el 20% despojando a los deudores temporalmente. Pero tasas de crecimiento de esa dimensión son extremas e impmibles de sostener largo plazo. Si se quieren financiar los i ntereses a partir del crecimiento de la economía real, el crecimiento tiene que segui r una progresión geométrica. Pero esto va en contra de las leyes de la termodinámica, por eso sólo es posible en contra de la naturaleza y por lo tan to sólo temporalmente . En consecuencia, la tasa de in terés debe­ría bajar, de :1Cuerdo con la tasa de crecimiento de l::t economía real . Debido a la cornpetencía para la obrcnción ele beneficios en los mercados finan­cieros globales est o no sucede, por lo que hay una tensión creciente entre

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los índices reales d el crecimiento económico y los i ntereses, una tensión que se ha descargado en las periódicas crisis de deudas y financieras de las últi mas décadas (véase el sexto capítulo) . En las crisis las ganancias obteni­das durante el crecimiento se consumen l iteralmente. Muchos países han tenido que experimentarlo en las crisis financieras de los ú l timos años. La «dura restricción presupuestaria» que exige e l pago ele los intereses exige a s u vez u n crecimiento muy alto, pcJO éste supone una d emanda excesiva, al punto que sencillamente no pueden financiarse nuevas inversiones en la economía real que estimulen el crecimiento. Como consecuencia de la de­pendencia de las inversiones de rentabilidad, y debido a la influencia que tienen los b eneficios sobre el cálculo ele ren tabi lidad en los mercados fi­nancieros m undiales se produce el efecto con trario de lo que se pretende con las inversi ones: un crecimiento negativo en vez uno positivo. -El creci­miento descubre así sus límites financieros.

Pero también hay l imitaciones ecológicas que se discuten desde h ace ya mucho tiempo. La presunción de que se podría aumen tar i nfinitamente el input físico para generar un output que crezca eternamente es un absurdo ecólogico, p uesto que en el m undo físico nada puede crecer eternamente. El crecimiento tiene límites. Mientrns que el Club de Roma en 1 973 to­davía pudo identificar las l imitaciones del crecimiento económico en la naturaleza con respecto a los recursos o las cuencas hídricas, el discurso neol iberal solamente reconoce las l imitaciones de una governance insufi­ciente, sobre todo por parte de los gobiernos, así como insuficientes inver­siones ele capital. Según ellos, los gobiernos deben mejorar sus instituciones ele governcmce y las reglas correspondientes para generar un crecimiento mis alto, desarrollando así la capacidad para solucionar los problemas cau­sados por una tasa ele crecimiento demasiado baja. Además, los beneficios tienen que subir para que valga la pena realizar inversiones que estimulen el crecim iento. Se trata ele u n lenguaje alambicado. En última instancia se trata de que el crecimiento exige una distribución que favorezca los bene­ficios con la esperanza ele que atraiga las inversiones privadas. Por lo tanto no es ninguna sorpres;-¡ que el crecimiento aumente la desigualdad en vez de reducirla. El hecho de que el crecimiento sólo sea un aspecto cuantita­tivo de la acumulación cualitativa se demuestra como un passepartout que red uce la complej idad de los conceptos pol íticos y correlaciones sociológi­cas: la causa de todos los problemas son las tasas ele crecimiento demasiado

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bajas. Así-que la solución es s imp le, obvia y conrundeme: necesitamos m ás creci miento. Por eso no es n i nguna anécdota el entusiasmo por el creci­miento de Easterl in;n i en la h istoria económica, ni en la teoría económica, ni tampoco en el submundo de Jos así l lamados anal istas y consultores eco­nómicos varios.

El crec imiento eco nómico de las t'.1 lti mas décadas en los países indus­triales causó un aumen to abso luto del producro social notablemen te esta­ble. Con pocas excepciones, se registraron los crecimientos �;bsolutos más :dtos en los aííos 60. En l os años 90, con un n ivel más al to del producto socia l , el creci miento absoluto bajó l igeramente (cf M ü ller-Plantenberg 1 998 : 332 y ss.) . En Alemania, por ejemplo, se registró el crecimiento ab­

soluto más alto con 1 02 mil mil lones de marcos alemanes en 1 968 . Esto suponía una tasa real del crec imiento de cerca del 7,5%. Veinte años des­pués, en 1 988 , el mismo crecimiento real h ubiera significado un creci­miento del 4,4%, pero el excedente absoluto que se generaba enton ces solamen te ascendía a 83,4 m il m i llones de marcos. S in embargo, l a tasa de crecimiento del 3,6 % tod:i.vía era muy alta comparada con el crecimiento en los afíos 90. Otros países ind ustr ial es p reseptan tendenci:i.s s i m ilares (vésae Ahva ter, 2002) . En la segunda mitad del siglo XX también son ne­gativas l as tasas de crecimien to de la productividad laboral y de la produc­t ividad total de los factores y s in embargo la tas:i. de crecimiento supera la del producto socia l . Como consecuencia, en e l p roceso de acu mulación se despide a una masa determinada ele la fuerza de trabajo. Aunque e l creci­miento parece ser una so lución para muchos p roblemas, los l ímites finan­cieros, las consecuencias ecológicas de un alto crecimiento, y no en último l ug:i.r las l i m i taciones económicas de un aurnento del crecim iento absoluto en cuanto se ha alcanzado u n alto n ivel del PIB, ind ican que el crec imiento causa problemas en vez de solucionarlos.

5 .3 Ciclos, crisis, catástrofes

El elevado crec imiento desde e l comienzo de la industri:i. l ización ha alcan­zado sus límites. Las bajas tasJs de ganancia, cada vez menores, ralen tizan el proceso de acumulació n . No se pro ducen inversiones y se despiden em­pleados. Las ins talaciones i ndustriales son desaprovechadas, se desmantelan

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físicamente o se amortizan muy por debajo de su valor rea l . Se destruye cap i tal , y, en muchos casos, también vidas h u manas. Ésa es la condición p:ira gue el proceso de acu mulación vuelva a ponerse en m:ircha. Las re­ducciones de sa larios reducen el cap i tal (variable) gue se necesita par:i. pagar h mano de obra. La dismi n ución de capi ta l fijo reduce la carga sobre el fondo de capital, así que incluso una ganancia más baja pos ib i l i ta :mmentar l a tasa de ganancia. Si además se abaratan los créditos para la financiación de inversiones, porgue bajan l os intereses a causa de la escasa demanda de i nvers.iones , puede producirse un nuevo auge, una nueva fase de creci­miento positivo. Las crisis son cíclicas y en c ierto sentido pertenecen casi a la "normal idad" del desarrol lo capitalista.

David Ricardo destacó que la tasa de gananc ia disminuye tendencial­

mente a lo l argo de ese desarrol lo. Ricardo atribuyó este fenómeno al cre­ciente p recio de los a l i mentos, porque, según é l , se tenían que cult ivai campos cada vez menos férti les, y en consecuencia aumentar el salario para la subsistencia de los trabajadores industriales que compraban esos alimen­tos. La d istribución se modificaría a favor de los salarios y en detrimento ele l as ganancias. Ricardo no p udo prever el incremento de la productividad de la agricultura industrial ; fue más tarde que los descubrim i entos de Justus von Liebig revol ucionaron la agricultura y por consiguiente la base al imen­taria de los h umanos. Marx, en cambio, anal izó sistemáticamente la caída tendencia! de la tasa de ganancia media en el contexto del proceso completo ele producción , así que p udo expl icar bs recurrentes cris is cícl i cas como una expresi ó n i nmanente de la sociedad capital ista y como u n a consecuen­c ia de la sobreacumulación de capital y de la d ecli nante tasa de ganancia.7 La acu m ulación vuelve a ponerse en marcha cuando se a l teran las propor­ciones del proceso de acumulación capitalista a favor de las ganancias pre­s ionando los salarios y las cond i ciones de trabajo. L1 tas:i. el e ganancia tam bién se aumen ta accediendo a nuevos campos de i nvers ión para el ca­p i tal , por ejemplo a través de la privatización de empresas e i nstituciones públ i cas, corno ocurrió en l as últ imas décadas de hegemo n ía neoliber:i.L

7. Las explicaciones sobre el ciclo de crisis se encuenrran d ispersas en b obra ele Marx . Por eso puede decirse por buenos motivos que el anál isis de las contradicciones del modo de producción capirnlisra es, como tal, una teoría ele la crisis (a este respecto, véJsc Heinrich, 1 999 , sobre rodo el octavo capíru lo) .

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En todo el mundo se h:m utilizado las privatizaciones para el saqueo de la propiedad püblica, muchas veces apoyado con subvenciones (rebajas im­pos i tivas) en beneficio de los ricos.

Las crisis son d istintas en profundidad y duración. Por eso tiene senciclo d i ferenciar entre las "grandes" crisis de lm formas sociales y las "pequeñas" crisis en La formación social (Altvater, 1 992) . No en todas las crisis econó­micas se cuestio1un las estructuras socia les y las relaciones políticas y tam­b ién son dis tintos los efectos sobre las condiciones de v ida de las personas. La tradición marxista parte ele q ue las transformaciones forzadas por las "grandes" crisis modifican el carácter del cap i tal ismo.8 Lo muestran las fases ele la h istoria del desarrollo del capitalismo. Femand Braudel elude esta cuestión, constatando que «el capitalismo ha permanecido constante a lo largo ele esta gran mutación (se refiere a la crisis económica mundial después de 1 929 -E. A.)» (Braudel, l 986b: 695) . Ésta solamente es la ver­dad a medias. El p ropio Marx distingue entre el período ele manufacturas del capita lismo preindustrial y la "gran industria" . El cri terio para la dis­tinción es el carácter ele la "subsunción real" del trabajo en el capital: ¿sigue la división del trabajo las cual idades subjetivas ele los obreros (como en l a man1 1factura) o está subsum ida e n l a es1ructura "objetiva" ele los medios industriales ele producció n i mpulsados con energía fósi l � Las distinciones entre los modos de apropiación -que se discutieron en el tercer capítulo­son imponantes. Estas crisis no son cíciicas, s ino que son crisis ele trans­formación en las que cambia la sociedad, se moderniza el poder y se trans­forman los modos de apropiación. Aunque el capitalismo sigue siendo en esencia el m ismo, lo hace adap tando los modos de regulación y acumula­ción a las condiciones históricas .

8. Su adaprabi l ídad hace del capilal ismo un sistema mucho 1rnis estab le de lo que creí<i n muchos Je sus críticos. En resumidas cuentas: las crisis económicas y sociales no causan el desplome, s ino m,ís bien la esr.n h i l ización del capi talismo. Puede que fuera esta razón por la que Hard t y Negri se ocuparon sólo margi nalmenrc de las crisis. Según el los, el proceso eco­nó1J1ico se desarrollarfa sin crisis por las redes de un «mercado mundial plenamente desarro­lbdo» (Hard t y Negri 2002: 342). Pero ésta es u na imerprelación exagerada. El hecho de que las cris is tengan una función correctora (Bereinigu11gifu11ktion) no sign i fica que sean una "'quantité négligcable". En primer l ugar, la "corrección" resu l ta muy destructiva, especia l­mente para las rnasas su balternas. Las crisis financieras de las últimas décadas son u n ejemplo de el lo. E11 segundo lugar, después de h aber superado una crisis., se agudizan de 1 1uevo las comradicciones del modo de producción capit:disr:r, de modo que las cris is se repiten perió­dicamente en d istintas formas históricas.

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El imperativo del crecimiento lleva consigo otra paradoja. El crecimiento

es una expansión y corno tal tiene una dimensión espacial . En consecuencia,

conduce finalmente a la unificación global, por ejemplo del modelo ele pros­

peridad, de los patrones ele consumo y de las tecnologías y la organización

ele la producción. La l iberalización de los mercados y la c!esregulación per­

miten a las empresas deslocalizar la producción, cediendo así a la presión ele

generar :Jtas ganancias. Esto ocurre sobre todo si los costes salariales (salarios,

jornada laboral, productividad) difieren entre distintos "emplazamientos''.

El traslado ele una empresa a una región con sueldos bajos -o la amenaza de

hacerlo- ya surte un efecto clisciplinac!or sobre el nivel salarial en los países

industriales. Los sindicatos se debilitan. En cambio, puede llegar a suceder

que debido a los nuevos puestos de trabajo en las regiones con s;Jarios bajos

los salarios crezcan tenclencialmente, a no ser que las todavía existentes re­

servas de mano de obrá agrícola e informal en Asia, Europa Oriental, América

Latina y África resulten inagotables. El efecto sobre la acumulación capitalista

sería fatal, Los ingresos menguantes de las masas en los países industriales,

los salarios insuficientemente crecientes en el "Tercer Mundo" y l as exigencias

de ganancias extremadamente altas ele los inversores financieros conducirían

a una grave crisis ele la acumulación real. La demanda estatal no podría ofre­

cer una salida porque los gobiernos, sometidos a los criterios de Maastricht

y ele la Unión Europea o bajo la presión ele los programas ele adaptación es­

tructural y disciplina p1:esupuesta�·ia del FMI, no podrían intervenir para

compensarlo. Las funestas perspectivas planteadas por Chase-Dunn y Po­

dobnik ( 1 998) citadas en el capítulo anterior dejarían ele ser imposibles. Te­

nemos que tomar en consideración u na terca categoría ele crisis. Además ele

las crisis cíclicas y las crisis transformadoras no puede descartarse la crisis

como catástrofe.

5A La paradoja del discurso del crecimiento ante los límites ecológicos

El crecimiento es el resultado de un proceso re<ll de transformación ele ener­gía y materia en el que inevitab lemente aumenta l a entropía, como de­muestra la economía termodinámica (Georgescu-Roegen 1 97 1 ) . Esto también podría expresarse en terminología marxista. Si se interpreta el ere-

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cim ien to-co mo awm ulación de cap i tal, és te ti ene un aspecto de va lo r y Lll1 aspecto materia l . Esto es un hecho y ni s i qu i era l a "vi r tu a l ización" de l a eco nomfa puede igno rar q u e roclos los procesos eco 1�ómicos l l¿van cons igo . la transformación de marcria y energía y en consecuencia al teran la naru­ra leza. Las consecuencias q u e un med io ambiente dañado t i e-ne par::i la so­

ciccbd no vienen de fuera, como un shocl: externo , s ino que surgen de las con tr;id i cc iones inmanentes, que también se m::inifiestan como confl icros soci;iles y poi íticos. La producción es siempre prod ucción de su hpro ductos, v;i lga la red undanc ia : nunca se generan sólo los deseados valores li t i les , s ino también subp roductos no deseados. Estos son sobre todo res id uos só l idos y emis iones l íqu idas y gaseosas que se deposi tan en las esferas de la naru" raleza. En la teoría económica se registra bajo las columnas "efectos externos" y "costes sociales" esta relación ele orden y desorden, de prod ucción ele ri­queza mediante la producción de elevadas cantidad�s de valores útiles y, en

. para lelo a ésta, del aumento de las emis iones dañinas para las esferas de la naturaleza. Este "fallo del mercado" es una de las fundamentales aporías ele la teoría clásica y neoclásica . Esre sistema categórico sólo puede salvarse si en la teoría se ignoran el tiempo y el espacio, es decir, las dimensiones de l a na­tura leza. Precisa interpretar la economía como un acontecimien to más al lá del tiempo histórico y del espacio geográfico. En caso contrario, l a teoría ten­dría que tomar en consider-;ición que la transformación económica, es deci r, el consumo ele energía y rn·ateria, surte efectos irreversibles sobre la naturaleza, independientemente de s i se i n ternal izan las externaliclades o no. Las teorías del mercado dan por sentado que todos los efectos de l a producción los co- , r-ríge el merc1clo , que los efecros externos pueden inrernalizarse y que l os pre­cios " dicen la verdad".

Es un error fundamental y grave no concebi r l os procesos económicos como procesos de creació n de va lores y de tra nsform ación ele materias y energías a la vez. Este equívoco tiene consecuencias. Una de el las es la i l usión ele que podría solucionarse el problema ele l a producción de externalida9es negativas que dañan a Li na! maleza y a la sociedad emp l eando los med ios de la eco nomía de mercado r con í ncenrivos para aurnen tar la eficacia (Bo­de 2005) . Se ignora que los "efectos externos" no desaparecen de l a eco­no m ía en cuanto están external izados y que vuelven corno «cond i ciones generales de producción" (O'Connor 1 988) . La p roducción y l a reprod uc­ción actua les tienen lugar en un medio ambiente formado por los efectos

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¡. f r f: ¡-[

externos d el pasado, es decir, en l a n atu raleza modificada por el humano.

l�sta consta de un medio ambienre p rod ucido en conj u nro, o sea, carreteras,

puentes, ci udades , parques, vertederos, campos agríco las o áreas úri les que hoy en día cub ren cas i el l 00% de la superficie terres tre. Incluso los océa­

nos se "h uman izan" cada vez más, es decir, que se convierten en u n pro­ducto del hombre, Las aguas contami nadas al teran la cal idad del agua, l a sobrepesca diezrn�a l a fau na y fl ora m3 rítimas. Por lo tanto, b natu raleza creada por el hombre incluye el conju n to rotal de los así l lamados efectos externos. La mayoría ele el los son dañinos, tanto para la naturaleza como para el hombre; sólo rarame111:e t ienen consecuencias pos i t ivas . Sí se toma­ran en serio los efectos externos, debería extraerse l a conclus ión de que la naturaleza en real idad no es una mera aglo meraci ó n de recu rsos más o menos úti les, s ino un conjunto extraord inariamente co mplejo de relaciones entre el hombre )' la naturaleza que estructuran la economía.

Los efectos negativos de la contami nación del a ire y del agua, del despre­cio hacía las condiciones naturaies del suministro de a l ime ntos, de la sobre­explotación de l os océanos y el e la erosión de l a tierra repercuten en las condiciones de reproducción de l a mano de obra. Los costes de l a reducción de la contaminación del aire y del tratamiento del agua contaminada forman parte de las inversiones de capital y en consecuencia aumentan el capital fijo constante, teniendo como efecro un i ncremento de la compos ic ión orgán ica del cap i tal y un descenso de h tasa de ganancia. Solamente l a atrevida pre­sunción de que la naturaleza tiene una capacidad i n fi nita de absorber los efectos negativos, así como L111a capacidad no menos inft n i ta ele regenerarse, perm i te ignorar estos efectos. Pero el proceso de acumu lación capi ta lista t iende a sobrepasar l as l i m i t<tciones de las condiciones naturales de repro­ducción precisamente debido a que las coordenadas naturales del espacio y del tiempo no se consideran en el cálculo (micro)econórnico. En la corn­perencía entre capitales ganan los que producen a menor coste, aunque se alcance ese resul tado por medio de la external ización. Cuanto m;1s desarro­l lado sea el crecim iento en el ti empo y cuanto más se haya ampliado su ex­pansión espacial , más acuciantes resultarán las limiraciones de la naturaleza, tanto con respecto a los recursos como a las cuencas hídricas. La i mpor­tancia de esto lo demuestra e l perró leo , cuya pro ducción p robablemente sohrepasa r<Í el punto culminante (peak oi!) en las próximas décacbs, aunque al mismo tiempo coinciden cada vez más demandafltes en el mercado -a lo

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que est<11doo�1dos si quieren ! leo-ar a ser competitivos o seouir siéndolo en . o o una economía mundial que se basa en el régimen fósil de energía.

El medio ambiente creado por el humano es el «built enviromnent . . . , fix mpita! that jimctions cts a physical Jimnework farprvduction (e.g. factorie.-). The !tttter f cal! the bui!t em1ironment fór production. On the consurnptiun

sidc we hcwc a pamllel structuff . . . Sume items are dirccdy cnclosed within the 1owumpÍiu11 process (consurncr durables such 1zs stoves, w:ishing mttchines etc.), while others act tlS rl physical fmmework far consumption (houses, sidewa!!?s, etc.) - thc latter I ct1ÍI thc bui!t environment far comumptiol1.» (Harvey 1 989: b4) [Es el rnedio ambiente construido . . . , capital fijo que funciona como marco físico para la producción (por ejemplo, las fábricas) . Esto lo llamo el medio arnbiente construido para la producción. En cuanto al consumo, tenemos una estructura paralela . . . Algunos objetos forman directamente parte del proceso ele consumo (productos duraderos de consumo como hornos, laVJdoras, etc . ) , mientras que otros actúan como el marco físico para el consumo (casas, aceras, cte.) -a éstos los denomino medio ambiente construido para el consumo] . En la teoría marxiana, el bui!t environment forma parte de las condiciones generales de producción, que por regla ge­neral debe proporcionar el estado puest:o que las empresas privadas no ob­tendrían ninguna ganancia fabricándolas. David Harvcy hace hincapié en la importancia del ''.rpcztia! ,-md temporal jix " [la posición fija en el espacio Y el tiempo) par:i el proceso de acumulación ele capital: « . . . this is not a minor sector ofthe economy and it is capa ble of absorhing massive amounts ofcapita! and labour; particularf)1 under co11ditions ofrapid geographical expansion and intensifimtion» (Harvey 2003: G3) [ . . . éste no es un sector menor de la eco­r'.otnía y es capaz de absorber enormes cantidades de capital y trabajo, par­ticularmente bajo condiciones ele rápida expansión e intensificación geográficas] . El built environmmt es una parte esencial ele la acumulación Y en consecuencia una causa importante tanto de la dinámica del desarrollo capitalista corno de su tendencia a las crisis.

El discurso sobre Lis condic iones generales de producción esd, segú 1 1 James O'Connor, politizado desde buen conrienzo. En él están siempre in­vo.lucrados el estJclo y los partidos políticos que lo anim:1n , así com o los rnovimicmos sociales. «Precise/y bec/luse thcy a;-c notproduced and rcproduccd rfípita!istical!y, yet rzrc hought rmd so!d and utilised as if th\y were cummodities (the conditio11.1 �fsupply, q11.a11tity and qua!it)� place and time) must be regu ..

1 52.

Latecl by the State or capúals acting as if they are the State. A!though the capi­

talisation of¡¡ature implies the increased penetrtltion of capital into the condi­tions of production . . . the Stt1te places itself betwem capital and nature or

rnediates capital rmd nature with the imrnediate result that the conditions of

capittdist production are politicised» (O'Connor 1 988 : 23) [Precisamente

porq uc no están producidas ni reproducidas de manera capitalista pero se

compran y venden como si fueran mercancías, el Estado, o los capitales

que actúen como si fueran el Estado, deben regularlas (las cofldiciones de

suministro, calidad, cantidad, espacio y tiempo) . Aunque la capitalización

ele la naturaleza implica la penetración intensificada del capital en las con­

diciones de producción . . . el Estado se interpone entre el capital y la natu­

raleza o i11tcrmeclia entr.c ellos con el resultado inmediato de que se pol itizan las condiciones de la producción capitalista.] En este discurso, los agentes de politización son los partidos, la administración, el gobierno

y los movimientos sociales, cuyos conflictos no se centran solamente en las

estructuras ele clase y sus contradicciones, sino también en la organización

ele las relaciones sociales con la naturaleza.9 También en este caso puede

verse la importancia del territorio para los conflictos sociales, p ues éstos

giran en torno a la estructuración del territorio, entendida como reapro­

piación de derechos perdidos. El crecimiento se convierte pues en un fetiche, cuya savia son las fuentes

de energía fósiles, sobre todo el petróleo. Pero no hay que olvidar que el crecimien to es una manifestación ele la rentabilidad, es decir, que sin cre­cimiento no hay excedente, y éste debe generarse. La plusvalía es la base ele la ganancia. Eso implica una paradójica inversión dentro del dominante discurso del crecimiento. A comienzos ele la industrialización capi talista, a finales del siglo XVIII , se decuplicó en poco tiempo h tasa ele crecimiento por el uso de los combustibles fósiles para impulsar el sis tema de las berra-

9. James O'Connor llama «seco11d contmdiction of mpitaLism» [la segunda contradicción del cap i tal imo] a las contradicciones que provic11cn de las condiciones naturales. Como co11-secuellcia del desarrollo capiralista se degradan o incluso se destruyen las condiciones gene­rales de producción, s in las cuales no es posible ningún desarrollo. Abundan los ejemplos: ele\ erecto i n vernadero, pasando por la salinización del suelo, hasra el uso excesivo de pesri­ciclas. O'Connor describe la degradación de las condiciones generales de producción como una «crisis de hipoproducción» . En el " marxismo tradicional" la cris is se explican por b hi­perproducción e hiperacurn u lación de capital. En el marxismo ecológico, en cam bio, se las atribuye a la "hipoproducción" de las condiciones generales de producción.

1 53

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m ientas i n cl u s t:ria les . Pero no ex ist ió ni ngün imperativo social d e creci­m i e n to e11 : iqu ella, debido a que el m odo de producción capi ral i s ra roclavía no se h :ibía exrencliclo a la sociedad i:ocb. Quedaron espacios no cap i t:i l is ras en los que no renían plenJ va l i dez ! :is l eyes de la g:rnancia , de la acumu la­

ción y ele los i ntereses. El frenesí clromológico no pertenecía a rodos los modos de rrahajar y viv ir. Pero recurríen do a las fuentes ele energía Fósi les, el c:ip i ra l i smo pudo desarro l lar co mpletamente su racion::i l i clad in herente de domin io m1 1 11clúl y ac:elnJción .

Hoy en cl í;i e l crecim ien to esrá i nscrito en l as relaciones sociales, e n l a producción, en e l consumo y en la v ida cotid iana, no solamenre como d is­curso ideológico , s ino como una ob l igación objetiva rea l . Pero una vez al­canzacbs l as l i mitaciones financieras, ecológicas, económicas y soci a les, ya no se pHecle aumentar el crecim iento como a comienzos de l cap i ta l ismo fósi l- industr ia l . ¿Y qué va a pasar s i en las décadas venideras se agotan las fuentes de energía fósiles, e l combustib le del crecim i ento? Eso es l o q ue p ronostican serios ecologistas y geólogos (Deffeyes, 2005 ; Carn pbel l y La­berrhe, 1 998 ; Heinberg, 2004; G lobal Challenges Network, 2003) . En­tonces termi nará el poder de la congruencia ele cap ital ismo y fos i l ismo y la cris is será inevitab le debido <l un «vio lento shock externo», como lo l l amaba Brauclel . Puede que empiece como una "cris is energét ica", como lo hizo en 1 973, 1 9 8 1 y 2004, pero se convertirá en u na cris is de producció n y de

nues tro modelo de vida s i no puede so luc iona rse fác i lmente con el sumi­n istro de combustib les fósi les a un precio :iceptable o con fuen tes de energía fósi les q ue lo sustituyan. AJ crecim i ento , que ha l l eg<ldo a convertirse en . fetiche y por ese m ismo mo tivo resul ta i rresistible, se le acaba el combus­

tible. Ese combustib le es e l petról eo. Sin petról eo, l a máqui n a no marcha.

1 54

,f_,, 1 . . • ¡ '·

Capítulo sexto

La agudización de las contradicciones intrínsecas : represión y crisis financiera

En la l a rga h is tor ia de l s istema cap i tal ista mund ia l j amás exist ió otr a época tan d inámica como l a que hubo entre e l final d e la Segunda G uerra Mund ia l y mediados ele los años setenta. Pero e l "siglo ele oro" terminó abruptamente con l a cris is del petróleo, el desempleo masi vo , l a aparición de i a economía i nformal, con d iscu rsos sobre la " ingobernabi l idad" y l a "crisis d e l a democracia" , y, sobre todo, con el colapso del sistema mone­tario mundial de Bretton \X!oods. A partí r el e los años setenta, el in ter­vencionismo estatal keynesiano, que, al menos en los países industrializados, habfa s i do determi nante en las déca\las ele la posguerra, fue destruido por una "contrarevo l ución neoliberal" (una revolución que Milton Fried­man n había proclama do ya en el afio 1 962) . El térm ino "destrucción " (por no em pl ear el ele "fragmentación" que propone \V'al ter Benjamín; véase e l primer capítulo) no es n inguna exageración , peto s in embargo los contem poráneos apenas percibieron esta destrucci ón como tal. Hubo i ntentos fal l i dos por rean imar e l keynesian ismo, au nque sus bases -Ja so­beran ía po l ítica y económica del estado, el comprom iso de clase corpo­rativo en tre trabajo asalariado y cap i ta l y la p rimacía ele l as ganancias de la economía real por encima de . las ganancias moneurias- h abían desa­parecido tiempo ha .

L:is regulac iones po l íticas y normativas (para el tráfico de mercancías, las invers iones di rectas y l a ci rculaci ón de capita les en general) son eles-

1 5 5

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mantebdas, tlesregulrzdas. 1 IvJcdiante la red ucción ele aduanas y otros obstá­culos para el comercio en los mercados ele mercancías, la eli m i nación de los controles de la cirCLJación de capirales y la in troducción de normas mundiales de la regu lación del sector financiero en los mercados fin�mcieros, se liberalizan y se t"tbren los mercadoi rad icalmente. Los bienes públ icos y las empresas es­ratalcs, los instrumentos para la intervención del estado en la economía, son e n su mayoría J)1ivatiZ11dos, es decir, sometidos a la lógica económica de genc­r:ir beneíic io . Los nuevos propietarios privados pueden aprovechar las nuevas posibi l idades que les ofrecen los mercados globalizados y obtener pingües be­ndicios. Si no fuera así, ¿cómo podría explicarse el hecho de que en todas las sociedades neo liberalizadas haya surgido una clase de nou.veau riches, incluso en las sociedades del antiguo "socialismo real" que durante décadas no cono­cieron ninguna acumulación privada digna de mención, donde parecen haber surgido de la nada "oligarcas" apestosamente ricos?

Con la privatizacit\n de los bienes públicos, los ciudadanos, que antes tenían acceso universal a todos estos bienes, se convirtieron en consumi­dores que sólo podían adqu irirlos en el mercado en arreglo a su poder ad­quisi tivo. El derecho público y las normas coercibles fuero11 sustituidos por el derecho "Llando", es deci r, por códigos de conducta, acuerdos volunta­rios y políticas de responsabil idad corporativa. La regulación privada sus­r i t uye la públ ica. A parti r de los años set·enta se hicieron cada vez más i 11 1po rtantcs las agencias de calificación cred i ticia y «states have had to tttke r1ccount �fjJrúmte judgments much more than in the heavilj1 controlled post­

w11r cm» (Sincl ai r, 2005: 1 5 ) [ los estados h ubie1on de tener en cuenta los · j 1 1 i cios privados mucho más que duran te l a posguerra, una época fuerte­mente controlada. ] La contribución de las agencias a la unificación gloGal es tan i mportante corno la pol ít ica del FMI, del Banco Mundial, la OCDE y la Oiv'lC. Éste es el punto ele arranque de la crítica de Walden I3ello (2004) contra la "global ización corporativa", la globalización a favor ele las 111 u l t i nacional c:-s. Perkins lo l lama "co rporatocracia" : las grandes empresas, los ba ncos y los gobiernos asp iran a la hegemonía mundial y se reparren el mundo entre ellas (Perkins, 2005 : 1 5) .

1 . La dcsregul : i c iú 1 1 no afocra a la migr:1ción transnacional, que en algunas regiones del mundo ,·sr:í ni:ís rL"gul:tda que n unca .

1 5 6

.-, 1 " '

lnstituciones innovadoras (fondos de inversión, fondos private equity, fondos de capi ral riesgo, etc.) utilizan innovadores instrumentos financieros para sa­que1r a naciones enteras. Esto puede deducirse de los análisis del PMI y del Banco Mundial, pero "renegados" del mundo de las finanzas lo han relatado de una manera at'm mis extrema (por ejemplo Partnoy, 1 998; Perkins, 2005) .

En su estado actual de funcionamiento desregLJaclo, los mercados fin;mcicros

socavan 1:15 bases de la eficacia económica, la cohesión social y la paz política. Su rmmera ele funcionar, que según los economistas neoliberales aumenta la eficacia de la asignación ele inversiones, termina en un "crash a plazos", en una serie ele crisis financieras cuyos efectos para las sociedades afectadas serán exclu­sivamente negativos y que no se pueden compensar ni menos aún justificcu- con el provecho que sacan algunos especuladores de ellas. En las páginas siguientes discutimos la proclividad a las crisis de los mercados financieros liberalizados.

6. 1 El desencadenamiento de los mercados financieros y los grilletes de la "good governance"

El conjunto ele desregulación, l iberalización y privatización es la otra cara de la globalización de la que se habla desde mediados de los años 70.2 El mercado "se desincorpora" de la sociedad. Esto no significa otra cosa que el arriba mencio­nado cálculo económico (Max Weber) o el principio de beneficio determinan la actuación de los agentes involucrados en el proceso económico y no ningm1a moral basada en principios éticos, la solidaridad en la sociedad globalizada o la complacencia ante un "bien superior" (hohere "1Jésen) . Todas esas ideas han exis­tido a lo largo de la historia, y el hecho de que el mercado y la lógica del inter­cambio equivalente se impusieran no era, en primer lugar, algo inevitable, y en

segundo, exhibe rasgos religiosos bajo la forma de un racionalismo secularizado y radical. Esto explica por qué los sLm1os sacerdotes de la modernidad, los eco­nomistas, se ven muy solemnes, segmos de s( mismos e Íl1mw1es a toda eluda, y por qué el capitalismo parece Lma religión, un ídolo al q ue hay que ador<u-.

2. Siu embargo, el térrni l lo "glolnlización" no llegó a ser relev,1nte en la opinión pública hasta el f[nal del socialismo rcalmenre cxisrcnte, cuando p;uccía que ya no habría alrernatins al sistema capira l is ta . Por este mot ivo la mayor p<ute de la l i reratma sobre la global ización no se produjo hasta a partir de los años 90.

1 57

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- TABLA 6 . 1 . DESARROLLO DE LOS MERCADOS FINANCIEROS: INDICADORES SELECCIONADOS

-·- ------ ·------------- ·- ----------- ---- ---------- ---------·---·--------

Ario 1 970 1 980 1 990 2000 2003

I nversiones

d i rectas exteriores

en m i les rJe m i l lones

de US$ 1 1 1

Inversiones

d irectas exteriores

en m i les de m i l lones

de U S $ 1 1 1

Cross Border Mergers an Acquisitions [fusiones

y adquisiciones

transnacionales) en miles

de mi l lones de US $ 1 1 1

Inversiones extranjeras

en carteras de inversión

(porcentaje d e la

capitalización bursátil)i21

ingresos 59

efectivo en el interio 796

salidas 28

efectivo en el exterior 590

E E . U U . 1 , 5 2 , 3

Japón 2,0

Gran Bretaña 9 , 5 1 1 ,4

Alemania 4,9 2 , 7

Canadá 2 , 0 2 , 1

209 560

1 . 905 8.245

242 6 1 2

1 . 758 8 . 1 97

1 54 297

3 , 5 7 ,8 7 ,4

1 0 ,7 1 3 , 6 1 6 ,7

34,0 42,6 4 8 , 1

1 0 , 2 30,0 3 1 , 1

6 , 0 1 8 ,7 1 4 , 3 - - --·-· - ----· -----�------·-· ----· ----------------· -·----- ·----�----

I nversiones en e l

extranjero e n m i l es

de mil lones de US$13J

Obligaciones externas

en miles de mi l lones

de U S $131

Va lor nominal d e

derivados financieros

en m i l m i l lones ele U S$141

1 1 1 CNUCYD 2004b: 9 121 FMI 2005: 1 ·1 4 131 FM I 2005: 1 1 2

P I

PRI

P I

PRI

141 FM I 2005: 1 65 , a l final de cada junio (5 \ 2002

2 .282

1 1 4

9.701 26.81 o 366 1 .479

36.039

1 .849

2 .485 1 0 .531 2 8 .4 1 9 39.039

552 1 .298 3 . 527 4.208

1 27.509151 1 69.658.

F,l= paises industrializados; PRI= paises recientemente industrializados .

1 5 8

En l a economía de mercado des incorporada lo ún ico que importa es el máximo aprovecbamienco del capi ta l . El mundo se transforma no en una, s ino en muchas mercancías. El mundo más desincorporado de l a sociedad se encuentra a l l í donde se retinen los fondos de i nvers ión l i bre, los inversores institucionales, los accionisras, los "anal istas" y las agencias de cal i ficación: en el mercado financiero globa l , cuya expansión y creciente i nfluencia se extiende mucho más allá del mundo de las fin;mzas. Las tasas de crecimiento de los productos financieros han subido vertiginosamente desde los años 70 (com­párese con el Informe de la comisión del parlúnento alemfo 2002; 1-Iuffsch­m id 1 999) . En cada ses ión bursáti l se ganan aproximadamente, de media , 1 .900 mil mi l lones de dólares est3dounidenses. En comparación las exporta­cion:is de mercancias ascienden a 9.000 mil mi!Jones de dólares estadouni­denses anuales (Demsche Bundesbank, informe mensual del Julio 2005 , p. 29-30.) Si comamos con . unas 250 ses iones anuales, esta cifra representa menos del 2% del i ntercambio de d ivisas. El 98% restante son puras ganancias financieras que sólo incl i rectamence tienen que ver con l a economía real. En el \florld Economic Out!ook del Fondo Monetario Internacional del abril de 2005 que analiza la relación entre la globalización de la economía real y la globalización financiera encontramos tanto datos sobre las transacciones fi­nancieras desde los años 90 corno también sobre los posibles desequ i l ibrios que genera este desarrollo. Entre 1 990 y 2003 se han trip l icado el crédito ex­terno y la deuda externa en relación con el PIB (FMI, 2005 : 109- l l l ) . La causa, según e l FMI, es el descenso radical ele los costes de comw1icación y transporte así como la eliminación de restricciones. La CNUCYD las enumera con exactitud: entre 1 990 y 2003 hubo 1 1 4 modifi caciones en códigos de re­gulación nacionales sobre l a inversión extranjera directa que eran desfavornbles a las multinacionales, pero 1 5 veces más, esto es, l .771 cambios, eran venta­josos para ellas. No es de extrañar que la circulación transfronteriza del capital haya creci do d inámicamente y de manera notable, como indica la tabla.

La des incorporación de l mercado ele todo p rinc ip io moral y vínculo civi l t iende a convertirse en un "capi ta l ismo salvaje"*, un término que ya se ha generalizado en muchos países . 3 Esto s igni fica también que i nstíru-

* En espa ñol en el orig in al . (N. del T.) 3. El ex canci l ler alemán Hel mm Sch midt habló de un •<cap i rn l i smo d e d epredadores»

(R{luhtierkapitrzfismus) que a menudo se a proxima a su presa con «parns ele terciopelo» . Los

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ciones y-personas imponen los intereses de los accionistas e inversores por encima de tocio interés social . A propós i to de las agencias ele calificación, cuya importancia ha crecido enormemente desde los aúos setenta, escribe Timothy J. Sincbir que su actividad no es puramente «técnica» sino . que está «!in/mi to socitd rmdpolitic11/ interests» [vinculada a intereses sociales y políticos] (Sinclair 2005: 2)'. Por lO tanto, la desincorporación del mercado no puede entenderse como la creación del técnico y aséptico mundo ele la "catalaxia" según lo concibió Hayek (el principio del puro intercambio en una economía antisocial y sin cultura) . Aunque se trate de una simplifica­ción, puede decirse que la desincorporación del mercado de la sociedad sign ifica que los intereses del cap i tal pueden imponerse por encima de todos los dernis. Esto explica en gran parte el extraordinario poder del que gozan los.f ondos de inversión libre y los fondos de private equity, que per­siguen sin escrúpulos los i ntereses de los accionistas (y los de sus p ropios directivos, porque su sueldo depende de su "rendimiento", es decir, de los beneficios conseguidos) . Esta desconsideración hacid los asuntos sociales, que el objetivo del máximo beneficio lleva consigo, está en el núcleo de la superficial "critica al capitalismo"4 de los socialdernócratas alemanes, que

británicos lo han podido experimentar estos t'iltimos años en su liga de fútbol, cuando dos magnates financieros compraron la mayoría ·de acciones de los cotizados clubes Chelsea y lvhnchester Unired. Chelsea "pertenece" al ol .igarca ruso Roman Abramovich, el .Manchester United, desde may9 de 2005, al magnate est<idounidense Malcolm Glazer. Un inmejorable ejemplo para demostrar que la guerra fría ha terminado de veras y que los antaño enem.igos· comparten fraternalrnente el botín. Los aficionados, que después de la oferta p ública inicial de " Manu" se organizaron como "Shareholder United" , perciben la compra como una es­pecie de expropiación . Poseedor de una holgada mayoría de las acciones (el 75%), Malcolm Glazer puede hacer con el club lo que le venga en gana. El Manchester United es una rner­crncía. Ese tipo de Cúrbol co tizable en bolsa y absolutamente mercantilizado se ha separado completamente tanto del mundo del histórico fütbol callejero de las clases su b;Jternas como dd mundo del deporte donde, scgün la ya <Ulticuada ética deportiva, no debería importar el beneficio, s ino el j uego limpio. El nuevo papel que tienen los mercados financieros desde los aüos 70 lo ha hecho posible. Un club ele fü tbol de importancia internacional puede ser un mero objeto del que extraer beneficios igual que un portal de Internet que cotiza en bolsa.

4. Esa crítica es rechazada por el Borsenzeitung: «La difamación po l ít ica de los inversores, tach:idos de 'b ngostas ' , es económicamente falsa. Si analizamos la financiación ele los fondos de invers ió n l ibre, vemos que una gran parte del capital viene de fondos de pensiones esta­dounidenses. ¡Esto quiere decir que son principalmente los jubilados americanos los que fi­nancian la mgenternente necesaria reestructuración en Alemania! I'or lo tan to, l.os jubilados co rren el riesgo ele l leva r a cabo una i nversión ecpiivocada y, llegado el caso, renuncürr a una

1 60

se debe a su pánico frente los desastrosos resultados en las elecciones re­gionales de 2004 y 2005 .

Ade1nás, las crisis financieras de las últimas décadas revelan la inestabi­lidad del «régimen de acumulación in�pulsado por las finanzas» (Ag¡l¡etta, 2000; Chesnais y Serfati, 2003), lo proclives que son a las crisis los merca­dos financieros liberados de sus grilletes y desincorporados de la sociedad. Esto se debe no en último lugar al hecho de que la carga financiera sobre la economía real exige demasiado de su potencia productiva y su capacidad de generar superávit, es decir plusvalía. Esa presión, que ejercen las finanzas sobre la economía real, puede denominarse "represión financiera" .5 El ré­gimen de acumulación «impulsado por las finanzas» permite aumentar tanto las antaño limitadas expectativas de beneficio de los agentes del mer­cado que la tasa de ganancia del capital real ya no es suficiente para cumplir ele manera perdurable las exigencias monetarias. ¿Qué empresa puede ofre­cer una tasa de ganancia que alcance beneficios del 20% o más que se exi­gen en los mercados financieros? No es n inguna novedad que durante determinadas fases económicas los intereses aumentan y presionan a los beneficios y los salarios en la economía real. Pero hoy en día los elevados intereses reales que sobrecargan la capacidad productiva real ya no son un problema coyuntural, sino un problema estructural y a la vez mundial. En los mercados financieros mundiales, las agencias de calificación y los

parte de su pensión» (\'Volfgang Kazmierowski, "Vom Segen der Hedge-Fonds" [''.El don de los fondos de inversión l ibre"] , Bürsenzeitung, 27 ele mayo de 2005). ' 0bviamente no se pre­guntó a los jubilados estadounidenses cómo habíanse de utilizar sus aportaciones . La idea ·

de que yuieren participar en el rescate de la economía <llemana sólo podría ocurrírsele a .ui1' periodista ingenuo. A lo mejor los "codiciosos viejos" desean que los fondos de i nversión l ibre, con su agresiva estrategia de intervención, hundan empresas y destruyan puestos de trabajo. Pero no se les preguntó. Por supuesto, todo esto no ocurre sin riesgo para los fondos

de inversión libre, que contagian el riesgo a los fondos de pensión que, l legado el caso, lo descargan sobre Jos pensionistas . Tampoco se les solicitó el permiso para eso. Es un ej�rnplo de la .locura que supone la financiación de las pensiones por capital privado y el abandono de un sistema solidario de financiación .

5. Sin embargo, la mayoría de los economistas neoclásicos y neoliberales sólo hablan de

"represión financiera" cuando los mercados financieros son tcgulaclos por el estado y, así, l i­rni rado el espacio de los agen tes privados. de los mercados financieros. De nuevo cop1proba­mos que Jos términos se ven afectados por la ideología. En su mundo mental la represión

solamente puede venir del estado, mientras que los actores privados, en el imaginario neo­

liberal, carecen de poder represivo , ya que se ven sometidos a la competencia.

1 6 1

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d i rccrivós de fondos clecbr:rn, en i n terés el e sus i nversores financieros, como "henchmarh " r p u n to de referenci al beneficios del 20º/¡> , aunque la tasa de gan:rncia ele capital real (en el p la no rn icroeconómico) nunca puede alcan­zar a ! :i rgo p lazo un n ivel !:emejanre y aunque los índ ices de crecimiento reales (en e l p lano rnacroeconóm ico) del PIB son mucho m<Ís bajos. Lo m ismo pued e d ecirse de las ganancias por i nvers iones a l argo p lazo (como por ejem plo por l os bonos de l Estado) qut son más bajas y desde el fin ele siglo incluso h:rn descend i do . Los réd i tos de dos cifras n unca pueden l l egar a ser el centro ele gravi tación global de las act ividades económicas. Incluso

en Ios sectores financieros se a lcanzan esas cifras sola menee por poco tiempo y dur a n te_ ese breve período no tocios l as alcanzan . Y esto ni s iqu ie ra l lega a ocurrir si la represi ón ejercida por los mercados financieros t iene éxito y se red istribuyen los i ngresos favo reciendo a l cap i tal monetar io en dftri ­m e n to del capir:-i l i n dustri a l y, sobre tocio, de los asalariados, es dec ir, cua ndo en la l ucha entre las c lases po r· l a cl isrribución ganan los bancócratas (Karl lVlarx) o el bandoler ismo banquero C_Tean Ziegler) .

Podría ob jetarse que cua n do los tipos de in terés real son más bajos que la rasa d� crecirnienrb real , suponen un incentivo para endendarse en vez

ele acumular activos monet;uios. Pero eso no es ciert o , puesto q ue tod o ac­

t ivo monetario es una dem:mcla y, a fi n de cuentas, a cada deniancla le co­

rresponde una deuda igualmente grande que debe satisfacerse por el t ipo de i n terés real. Por eso l os flu jos ele intereses que se generan por los b ienes son tan i mponantes como los b ienes m ismos . Si el t i po de i n terés real es m�ís alto que la tasa ele crec imiento del Producto Interior Bruto ya no puede .

sa tisfacerse l a deuda con los excedentes , sino só lo con l a l iqu idez de los deudores, que así, rarcle o temprano, acaban en la b::incarrot�i .

Ti rn poco es firme h ob jeción según la cual pueden pagarse los elevados intereses re:1les si el nivel d e deuda de una sociedad es bajo m ient ras sus i ngresos son elev:idos. En p ri mer l ugar hay que contar con Ja igua l distri­

bución de l o s accivos mone1 arios, que representan exigencias, y las deudas,

que son ob l igac iones . Es deci r, que cua nto más altos sean los t ipos de i n­

terés real , más p oderosa será b función d istrib u i dora -en detrimento de los deudores y a favor de los poseedores de activos monetarios- de l os mer­cados fi nanci eros. Por eso, el efecto distr i b u i d o r de los t ipos de i n terés real

elev;1dos es tenclencialmente regres ivo (compárese con la Encuesta de la co­rn is ión parl amen taria) . Si enc i m a se les ad j u d i can e levados i n tereses a los

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; (?

b i enes rn onetarios, ésros crecen geométricamente (este te m a lo encontra­mos ya e n Aristóteles) y por ende se convierten en un peso creciente en l a economía que, p o r su fuerza de gravi tac i ón , a traen una parte cada vez mayor ele los i ngresos . Los poseedores ele r iqueza en moneda, los grandes fo ndos y los i nversores p rivados se h acen trnís ricos. La creciente des igual­dad que tiene como consecuencia puede observarse ya en casi rodas las ciu­d ades de tocio e l mu n do. El ya ci t::iclo "wor!d wea!th rfjiort " i nforma de ello (www.us.capgemin i . com/-worl clwealthrepo rt06/wvrr06_ l .asp) , basándose

sobre todo en l os datos de l a desigualdad social en e l m u ndo pub l icados

por el Human Deuelopment Rcport del PNUD (www. h d r. u nclp.org/re­porrs/ gl obal/200 5/ pd f/HDR05 _chapter2.pdf) .

Así se destruye, en defi n i tiva, la coherenc ia social que es absolutamente imp resc ind ib le para la reprodwoc ión de l a sociedad y de un "bloque hege­

mónico". Esto es el síntoma más visible de Ja "desi ncorporación" que -como l a escoba para el aprendiz de mago-* comienza a revel:u· su cara contrapro­ducente. Los sociólogos económicos han destacado la i mportancia que tiene la i megración de la economía en las estructuras y procesos de la sociedad

para su competitivichd i nternacional . El mero pr i ncipio ele · la equivalencia no es suficiente ya que las relaciones económicas también son rehciones so­ciales y, como tales, se basan en el princip i o ele reci procidad (véase el octavo

c::ip írulo) . Además, l a supremacía del shareholder value, es decir, l a financia­ción ele empresas a través de los mercados de valores, hace que l as d ireccio­nes de las empresas s i rvan a los i ntereses de los fondos ele invers ión, de los bancos y de las aseguradoras. El hecho de que func ione no puede expli carse

exclusivamente por los mecanismos discipl i n a n tes de mercado. Al contra­r io, el capi tal i sm o de los accionistas ofrece a los directivos de l as empresas

* El famoso poema 'Der Zaubcrlehrling' (El aprendiz de brujo) de J.\X!. Coerhe mrra la a l ranerfa de un joven m:igo que, en ausenci:i de Sll nuestro, es i nca 11az de domi nar los espf­rirus que él mismo conj u ró . Karl .Marx y Friedrich Engels emplearon la figura del brujo de Goethe corno metáfora de la l iberación sin precedentes de fuerzas prod11nivas a cargo de la burguesb en el A1rmifiesto comunista: «la moderna sociedad burguesa, que ha sabido hacer brotar como por encamo ran fabulosos med ios de producción y de rransporre, recuerda a l brujo i mporenre para dominar los espiritus subrerdneos q u e conjuró . Desde hace varias dé­cadas, la h istoria de l a ind ustria y de l comercio no es más que la h istoria. de las modernas fuerzas producrivas que se rebel�n contra el régimen vigenre de producción, contra el régimen de la propiedad, donde res i den l as condiciones ele vicia y de predom i n io político ele la bur­guesía» (N . del T. ) .

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la posib ifidad de guardar la aparienéia de seguridad aunque sus empresas se endeuden en los mercados de valores med iante empréstitos y emisiones de acc iones. Los valores no son ningún problema mien tras l as acciones. co­t icen al a lza. Pero cuando estal l a una burbuja económica y las cotizaciones baja n , ésG1s arrastran consigo el valor de las acciones y las empresas se ven obligadas a reducir sus actividades en los mercados de valores. El resul tado es una contracción de los mercados . . En el capitalismo de accionariado o capi talismo de casino se in tensifican las tendencias ascendentes (hacia el

cielo de las burbujas especulativas) , pero también para abajo (hacia los abis­mos de h depresión) .

El p roblenu, bien conocido en h l i teratura especializada, de la discre­pancia entre el interés de los propietarios, la dirección de la empresa y la supervisión (Bede y Means, 1 932) , así como el relacionado "problema del agente principal" (principal-agent-problem), se han convertido, bajo las con­diciones del capitalismo de accionistas, en escándalos que han sacudido al siste ma financiero entero: Enron (200 1 ) , Vivendi Universal (2002), World­Com (2002), A11old (2003) y Parmalat (2003), por mericionar solamente los escándalos financieros nús grandes del comienzo de los años 2000. Las pérdicbs fueron grandes y las sufrieron no solamente los accionistas, los fon­dos y los bancos acreedores, sino en la mayoría de los casos también los em­pleados o los j ubilados, porque en algunos casos (en el caso de Enron con rn;u-cada estridencia), los directivos de las empresas habían hipotecado tam­bién las cajas de pensión.

Al parecer es necesaria la integración de las empresas en el sistema del ·

"gobierno corporativo" (corporate governance) (véase, B CE, 2005 : 93-

1 06) que respalda la represión financiera a través de los efectos del mercado y apoyándose en una reglamentación social. Las reglas del "buen gobierno" se introducen para dar cierra estabi licl:id a los mercados desembridados. Estas reglas se encuentran en el "derecho bb.nclo" de la OCDE y la UE y en el código del FMI. La Organización Internacional de Cornisiones de Valores (OlCV) también desarrolló un "Código de reglas fúndamentales de conducta '' ( Code o/Conduct Fundamentr1!s) (BCE, 2005: 1 04 y ss.) para las erninencias grises del capitalismo de accionistas, esro es, las agencias de c1l i ficació1i . Esas " reglas fundamentales" no limitan el poder ele las agen­cias, s ino que lo raciona l izan . Un buen gobierno corporativo y estatal son la condición ¡x1ra recibir créditos del FMI y de la cooperación para el desa-

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rrotlo . Puecl.e cleci.rse que son el corsé ortopédi.co externo para una econo­rn(a y una sociedad que se han desvencijado a causa de la represión finan­ciera. Lts instituciones internacionales exigen el cumplimiento de reglas del sistema fin;mciero porque SL! estabilidad es «essentiaL for macroeconomic and financialstctbifit]' in a worLd of increased capitttl jlows» (esencial para la

estabil idad maéroeconómica y financiera en un mundo en el que se han incrementado los flujos ele capital) lo que j usti fica según el FMI las regu­lacio nes que expone en el "Financia! Sector Assessment Program" (Pro­grama de evalwación del sector financiero) y en los "ROSCs'' , los "Reports of O bservance of Stand:irds ancl Codes" (Informes del cumplimiento de normas y códigos) (http : //www. imf.org/ external/ np/faap. asp) .

Lo que importa no es solamente la estabil idad de los países, sino tam­bién de las empresas en las que tienen que confiar los inversores iúternacio­nales. Esto tanibién es relevante para el sistema hegemónico de la "única potencia mundial", y por lo tanto se trata también de una cuestión política. La represión financiera se convierte en un represivo código global de la "buena política" cuya calidad depende de una normas que han sido concre­tadas por un sistema de indicadores elaborado por las instituciones inter­nacionales, los grandes "think ranks" y en parte también por organizaciones no gubernamentales · (veáse el esquema dé los "governance indicators " com­plejos de los autores del Banco Mundial Kaufmann, Kraay y Mastruzzi, 2003) . Los vigilantes del "buen gobierno" p rometen c1ue a través de una gestión presupuestaria "ordenada"' es decir, un déficit presupuestario re­ducido, y un buen "gobierno corporativo" se puede acelerar el crecimiento. «Un b uen gobierno corporativo» , dice el BCE (2005 : 95) , «crea incentivos para el uso eficiente de los recursos e impulsa el crecimiento económico». También en el elitista mundo de las relaciones financieras el crecimiento de la economía real sigue siendo un fetiche incuestionable, y ello por bue­nos motivos, porque sin el crecimiento ele la economía real no se pueden satisfacer la demanda de beneficios del sector financiero y podría resultar necesaria la depreciación ele los valores financieros. Pero el reclamado sa­neamiento del presupuesto debe realizarse sobre todo «by cutting subsidies, tnmsfers (such cts pensions), and the government wrtge bifl» pero desde luego no «increasing taxes and cu.tting pu.bLic investrnenb> (recortando subvencio­nes, transferencias (como pensiones) y costes salariales del cm{clo, [pero no J subiendo los impuestos ni recortando las inversiones públicas) (Bal-

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dacci, Cle�1ents y Gupta, 2003). La good govemance no es buena de n ingún modo para todos: no lo es para los empleados públ icos n i para los que re­ciben transferencias del estado, pero sí que resulta buena para las empresas, muchas veces empresas transnacionales que se benefic i an de contratos de i nversiones públ icas y que, por lo tanto, reivindican tan to una amplia l i ­beral ización de la adjudicación de contratos públicos como SLl racional iza­ción y fr1bi l idacl garanrizadas por un "buen gobierno".6

Ni siqu iera los mercados, l iberados de sus gril letes, pueden desvincularse corn pletamenr:e ele l a sociedad. Como Prorneteo arado a la roca, siguen l i ­gados a la polít ica, la sociedad y l a cultu ra. Pero los graneles agentes del mercadb, sobre tocio los de los mercados financieros, i nrentan romper las t' d timas cadenas y desean devorar tanto l a sociedad como la política. En a lgunos países que en los años pas<1dos han s ido azorados por cris i s finan­cieras, los dcctos son devastadores.

6.2 Por qué los intereses reales son tan altos

Originalmente, los i ntereses al tos son una consecuencia d i recta del i n tento por restab lecer y asegurar la hegemonía estadounidense en los mercados y l a política mundiales. Con l a política monetaria se i ntenta fortalecer e l dólar debido a que la ventaja competi tiva ele los EE.UU. respecto a Europa y Asi a ha dism inuido. La balanza comercial negativa desde 1 97 1 fue u n:l primera seña l de advertencia. Pero a mediados de los años setenta s iguió l a "a lerta roja" cuando l a balanza comercial comenzó a ser deficita ria . Como consecuencia, la Reserva Federa l subió los i n tereses en EE.UU. ya bajo l a presidencia d e J i mmy Carter e n 1 979, con el objetivo d e poner freno a la desvalorización del dó lar. Se trataba ele una medida política que, por e l nombre de l entonces p residenre de l a Reserva Federal, pasó a l a h istori:i.

6. Susanne Siiderberg menciona en esre conrexro también el "Mil lenium Chal lenge Ac­counc" del gobierno de Bush de mano de 2002 que, jumo a crirei-ios para evaluar la gestión del gobie rn o y el aprovisionamienro de l a población, rambién utiliza indicadores de la "eco­nomic freedom" (liberracl económica) en cada país como crirerio de sel ecc ión para recibir "avuda al dcs:irrol lo" . Siiclerberg lo cl�nomina una estrategia de «pre-emprive dcvelopmenti> (cks:mollo preven rivo) (Sóclerberg, 2004) .

1 66

como el " la terapia de shock de [Paul] Volcker". Bajo el siguiente presidente, Ronalcl Reagan, se continuó resueltamente con la terap ia de choque para respaldar al dólar co n medid as monetarias hasta mediados de los años ochenta. Los i nt ereses reales y la cotización del dólar ele hecho crecieron rá­

pidamente. Para quienes habían contraído deudas en esa moneda fue una debacle. Puede decirse con Susan Strange que la política de elevados intereses de EE.UU. marca el cambio a una «preclatory hegemony» (hegemonía depre­dadora) , un «1iew wor!d orden> explorador y económicamente represivo, una hegemonía a cuenta de otros. Perlci.ns i l ustra con muchos ejemplos cómo se utiliza l a pabnc:r de la d ivisa contra países endeudados para forzar su acl::ip­tación económica y la conducta política deseada (Perkins, 2005).

Además, el n ivel de la tasa de crec im ienro económico real ha bajado desde mediados ele los años setenta desde el 3, l % en el promédio de los países del G-7 en los años ochenta al 2,5% en los noventa. Esta tendencia se p rolongó hasta la primera década del siglo XXI, aunque naturalmente con flucruaciones coyunturales. De las muchas causas sólo mencionaremos dos: En primer lugar, el creciente n ivel del PIB requiere crecimientos (reales) cada vez más graneles para que la tasa de crec imiento sea constante. Esto no es problemático mientras no se han alcanzado los l ímites potenciales de los factores ele producción. Por lo que respecta a l a mano de ·obra, este límite solo existe en algunos sectores del mercado, dado que ei paro estruc� tura! (aunque ele d imensiones d istintas) y el mercado de trabajo tempora l . en los países i ndustriales, y el amplio sector informal en los países subde­sarrollados supone un depósito casi inagotabl e si es que ha de ponerse en marcha un proceso de acum ulación formal. En cuanto al capital , sí que

hay límites potenciales que dependen ele la rentabi l idad, es decir, de la tasa ele ganancia. S i ésta no es lo suficiente alta comparada con i nversiones al­ternativas (también con i nversiones financieras), quedan i n terrumpidas l as i nversiones en l a economía real y se estanca el proceso de acumulación y crecimiento. Cuanto más baja es l a tasa de ganancia, sobre todo comparada con las i nvers iones financieras, m;Ís estrecho resulta el lími te potencial del cap ira!. Por lo tanto, la repres ión financiera l im i ta las posib i l idades de cre­cimiento al reducir la rentabi l idad de las i nvers iones industriales.

En segundo lugar, y deb ido a sus impl icaciones ecológicas, un creci­miento de l os flujos de material y energía que corresponde al n ivel alcan­zado del PIB también tiene efectos negativos sob re l a economía. Cualquier

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proceso dé producción (y también de cons umo) genera subpro ductos. La economía ;1eoclásica no da mucha importancia a este hecho porque los i nconven ientes de l a transformación de material y energía pueden re­gistrarse como "efectos externos". Los efecrns ecológicos de la acción eco­n ó m ica no son ten idos en . cuenta h asta que no se han al canzado los l í rn i tes de explo tación ele los recursos . La degradación del med io am­b iente a u me n ta tanto los costes laboral es como los costes de capi tal . Se necesi tan grandes esfuerzos ele compernación que forman parte de las «genemL co11ditions ojj;roduction» (condiciones generales de la producción) cuyo peso presiona a la tasa de ganancia en el proceso ele acumulación (cC O'Connor, 1 988) . Si en esta s i tu;ición son m uy altos los i ntereses rea.les , la tasa ele ganancia sólo puede estabil izarse si se al tera la d is tribu­ción en detrimento de los asalariados. En muchos países las medidas po­líti cas van en esta l ínea: en Alemania sobre todo a través de las "reformas" del mercado laboral implementadas por el gobierno ro j i-verde (la Agenda 20 l O, la legislación Hartz) . *

Nos encontramos ante la paradoja ele que la liberalización ele los mer­cados ¡.¡ nanc ieros desde los arios setenta agudizó b competencia entre las "plazas fin:rncieras" y las divisas, así que, aunque crezcan los beneficios (no­mi nales) y los tipos ele interés, ya no hay otro remedio que superarlos una y otra vez. En caso contrario, la consernencia sería la fuaa ele cajJ i tales v b . } 1 '

el l el peor ele los casos , una crisis monetaria y financiera. En la competencia global, por regla general , se compite por la mercancía a precio más bajo, pero por el nivel de interés y beneficio rn:ís al to. Al mismo tiempo, se ge­nera una competencia por la estabilidad que hace bajar las tasas de infla­c ión, y el mismo mecanismo empuja hacia arriba los intereses reales. Se encarecen las inversiones, lo cual afecta negativamente al crecimiento eco­nómico. El abisn 10 entre el incremento de los salarios re<Jes y los demandas monetarias, en i ntereses , ele los accionistas a una parte del flujo de ingresos,

se agranda. La subida de los intereses ahoga las inversion es y también la demanda. La deb il idad de la demanda amortigua la subida de p recios y t a m bién afecta negativamcntc al creci m iento del PI B . Una bajada de l os i n tereses pod ría ser un remedio para acelerar el crecimiento económico ya

' '.illbrc Li legislación Harrz., véase .la nota 3 de J¡¡ i n troducción.

1 68

que las i nversiones se abaratar ían , pero la competencia de las divisas en los mercados globales l iberalizados lo hace diflcil. Las p lazas financ ieras y las divisas resultan atractivas en la medida en la que los beneficios , y en con­secuencia los i ntereses, sigan siendo altos. Cuando la espi ral ele la deflación ha descendido lo suficiente, ni siquiera una tasa de i nterés cercana a cero puede estimular inversiones . La economía se traba en la " trampa ele l iqui­dez" kcynesiana. Se l lega a una situación peligrosa porque la acumulación impulsada por las finanzas socava el único fundame1�to sobre el que puede funcionar, esto es, una economía real dinámica, que a través de este proceso es estrangulada y conducida a una crisis.

Es to pasó en Japón en los años novei1 ta y puede repetirse en otras re­giones del mundo. El terreno ha siclo preparado y le es propicio . Aunque los intereses reales incluso pueden bajar, como por ejemplo después del es­tall i do de la burbuja ele la n ueva economía, no se dan i nversiones en la

economía real porque su rentabil idad es aún más baja . El mecanismo que en los l ibros de texto se suele atribuir a los mercados financieros, el de di­rigir l os al10rros eficazmente a proyectos de inversión, no funciona. Hay

muchos ahorros. Causan una baja ele los intereses reales. Y si n embargo las

inversiones permanecen en un nivel bajo. Debido a la glob;Jización de los

mercados financieros, las decisiones ele i,nversión se basan no sobmente en

la evolución de los intereses, sino también en el desarrol lo de los tipos reales

de cambio (cf \'Volf, 2005) . Los ahorros reales ni se absorben ni se invierten y terminan circulando sin descanso, como el Holandés errante, formando un "exceso de liquidez" en el Jrnbito global de la espL:culación financiera

(I-'llZ, 02 de j ulio de 2005 : D ieter Kuckelkorn, "Von Bubblc zu Bubble") . ¿ Cómo pudo realizarse la subida de los intereses reales en comparación

con las tasas de crecimiento real del PIB? lv1ientras funcionaba más o menos el sistema de tipos de cambio fijos de Bretton Woods (has ta 1 973) , los in­tereses reales eran más altos que la tasa de crecimiento real del PIB. Ésta era la condición previa para el juego de suma positiva keynesiano, el de créditos que financiaban i nversiones con las que se generaban beneficios (tasas de ganancias) positivos para el capital ista, que así podía p;igar los in­tereses del crédito (también positivos) al p restamista. Ésta es la única cons­telación que en una economía capitalista permite realizar tanto el provecho y la acumulación ele capi t�tl real, y por extensión un crecimierito positivo ele los salarios, como -ceteris paribus [permaneciendo constantes los demás

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facto res]- ta creación de empleo y la estab i l icb<l financ iera . 7 Era un juego en el que rodos ganan que sólo pod ía p racricarse por algún tiempo. Los prestatarios privados y p L'ibl icos que h a bían romado préstamos en dólares estadounidenses cu ando el t ipo de i nrerés rc:il era bajo , l as tasas de creci­miento de la economía mund ial a l tas, y l os ternzs oftrade (es decir, los pre­cios de expon::ic ión de marer i <1s primas y los p recios de i mportación de productos i ndustriales) favorables, al fina l de los setenta tuvieron que so­portar los crecientes tipos ele i n terés real , el descenso ele la dermrncla en los países industrial izados y la subida exorbitante del precio del petró leo. Mu-' · . ' l . . ,

d l c1 tos paises no aguantaron a s1tuac1on y cayeron p res::i e . a crisis por en-deudamiento. El primer pa ís afoct:::id o fue México, segu i do por la mayoría de los pa íses del entonces llamado "Tercer Mundo". En bs décadas siguien­tes, salvo dunnre el co no período del boom de la nueva economía, el t ipo ele interés real superaba la rasa de crecimiento del PIB. Cuando en el año 2000 estalló la burbuja de la nueva economía y bajaron las tasas de ci"eci­miento real del PIE, los tipos de interés real en los países industria l izados, y aún más en los países en vías de desarrollo, volvieron a ser más altos que las tasas de crecimiento real. Aunque bajó el tipo de interés real, l a tasa d e crecimiento del PIB bajó aún m <is .

La ítltima frontera. de un descenso del tipo de interés nominal es l a

rnarca de l cero p o r cien . N o se puede bajar más. ¿Quién prestaría dinero y además paga ría por el lo?8 Como consecuencia, aunque baje el t ipo de i n­terés nominal , el tipo d e i nterés real no cae m<is bajo que Ll'tasa real de

7. Narnr:1 lmen rc las causas son más complejas y también t ienen que ver con el modelo de acumulación posterio r a la Segunda Guerra Mundial , la fase del así llamado " m i lagro económico alemán". Aquí no podernos entrar en dernlle. El lecror interesado puede consul tar los análisis metodológicos y empíricos de Altvater, Hoffmann y Sem mler l 979; y de Arn1s­trong, Giyn y Harrison , 1 99 1 ; así como Brcnner, 2000, por mencionar solamenre algunos ·ele los m uchos estudios del capit·a l ismo de posguerra.

8 . . " Once prim start decliníng, the risk of adverse dynamics is heightened, particular/y in the case of a demmul shock Fo!lowing such a shock and the onset of'dejlation, nominal interest rates 111ift lifce/¡1 declirw Ho11 >cz1e1; given the ztro bound on nominal mtes, real interest 1zztes wi!l remain positive. and !he grmter thc deflation, the highrr the rml rates . . . » (FM!, 2003: 9) (Una vez los p recios han con1em,ado a decl i nar <lumen ta el ri esgo de una d i nám ica adversa, parricular­menre en el caso de un desplome de l a demanda. Después ele ese shoch y el comienw ele la deflación, los t i pos ele i n terés nom i na l m uy posiblemenre bajarán. Sin embargo, dado el l í­m t te ele cero del tipo de interés nomina.!, los ti pos de in rerés reales permanecedn posit ivos, y cuan to m:fo gr:tve sea la deflación , m<Ís al ros sedn los ri pos de i n t:erés real . . ) .

1 70

crecirnienro del PTB si esa permanece en un n ivel bajo que tiende a cero en los países industrial izados. En tiempos de una crisis de deflación , la baja

tas::i de in fl aci ón , que puede ser i ncluso negativa (compárese los artículos en: PROKLA 134: "D ie kommende Deflationskrise" (La crisis de deflación que viene, 2004) , fortalece todavía más esta tendencia . Debido a la eva­

luJción ele las agencias ele cal i ficación, el tipo de i nterés en los países en vías de desarrollo y en los países emergemes es casi s iempre unos cuantos

cientos, y a veces incluso unos cuantos m iles de pu ntos básicos -un punto básico equivale al uno por ciento- más a lto que los tipos de interés de re­ferencia ele Wal l Street ("p rime rate") o de la tasa de referencia fijada por

la Asoci aci ón de Banqu eros Británicos s ita en Londres (LIBOR) (véase Banco Mundial (2003a) , tabla 4 .b : 1 83- 1 8 5 , BIS (2003) : 37) . La tabla si­guiente ofrece u na visión conjunta de l a evolución de la relació n entre el tipo de interés real y la tasa de crecimiento real del PIB en los países in­dustrial izados. H asta mediados ele los años 70, los tipos de i nterés real Ú.1e­ron más bajos que las tasas de crecimiento real del PIB. Después llegaron a ser bastan te m ás altos.

TABLA 6.2 Los TIPOS DE I NTERÉS REAL DE LOS BONOS DEL ESTADO

A 1 0 A1'10S DE LOS PAÍSES DEL G-7 MENOS EL CRECIMIENTO

REAL DEL PRODUCTO INTERIOR BRUTO - --- ··---- -------

--- ----·--·---- -------·-- ---------------- ·-- --

-

---

---------·-----�-

--,-Canadá Francia Alemania Italia Japón R. Unido EE.UU. G··7

------··-------

------

---------------------

----

------·--------------�-----------

----

---

-1 959-7 1 -2,05 -3,93 - 1 ,99 -3 ,02 -8,74 -0,38 -1 ,9 1 -3, 1 5

1 972-81 -3,57 -2,06 0 , 6 9 -6,44 -3,82 -2,76 -2, 1 3 -2,87

1 982-91 4 , 2 3 , 1 1 1 ,9 3 1 ,75 0 ,39 1 ,93 2,8 2,3

1 992-0 1 2 ;1 4 2 ,76 2 , 6 1 3 , 1 5 2 ,25 1 , 38 0,62 2 , 1 3 -

----

---

-

-

----�---

-

-

-- --

-- -- ---

----

--

------ ----- - -- -- --

---

---

-

·--

-

___ __ _ __ _____ _ _ _ _ _ _ _ ______ _ _ _ _ _ _ E)_n�_<?mpa��-ción __ .. _ ____ _ -· - _ _

1 9 1 9-40 -0,03

1 946-58 -0,36 -.---------·---

--

-

-------------- -------

---------

-----------------

------ -·-------- ------- ---------

-

-

----·-

Fuente: Felix, 2002: 3; Comisión del Parlamento Alemán 2002.· 69

Los tipos de interés real eran relativamente bajos du rante los afíos se­

senta y setenta , y en algunos países incluso eran temporalmente negativos porque la tasa de in flación era alta. Hoy se han i nvertido las tablas: se ob-

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servan tendcnciJs deflJcionarias con respecto a los p recios de las mercancías y en cuanto a los "precios de capital", es deci r los intereses y beneficios, tendencias in flacionarias. La competencia tiene efectos opuestos en los mer­cados labo ra les y de mercancías por un lado, y e 1 1 los mercados financieros por el o tro. Debido a la competencia global bajan los precios de las mer­cancías y los sala rios, por lo menos en términos reales. En los mercados fi­n ;rncieros los etcctos ele b co mpetencia son mucho más complicados. S i los precios de los bienes monetarios, es deci r de los beneficios y de las in­versiones financieras, o los intereses ele los créditos se expresaran en una sola divisa o si no existiera l a posibilid:icl de convertir b ienes el e un:i divis:i en otra, los mercados financieros reaccionarían de una manera comparable a la de los demás mercados. Pero si los mercados financieros son l iberal i­zados y bs divisas absolutamente convertibles, las distintas d ivisas compiten ernre s í por ser una moneda de i nversión estable. La competencia entre di .­visas y, por extensión, de las "plazas fi nancieras" hace que los precios de capital , es decir los t ipos ele in terés y los beneficios tiendan a subir. La po­l ít ica de estabi lidad, es decir la polít ica monetaria de los bancos centrales y la pol ítica {!sea! de los gobiernos, favorece este desarro! Jo. En el mundo gl obal izado, esa po l ítica forma parte del canon ele la "goocl governance", y en la Un ió n Europea incl uso forma parte de la constitución (o lo formaría, si se ra tificara el tratado cons t it ucional) . El hecho de que las inst i tuciones monetarias hayal l perdido 1a soberanía sobre la política monetaria porque ya no pueden bajar los tipos de i nterés sin causar una fuga ele capitales es u 1 1 tema de d iscusión pol ítico-·económ i ca desde hace mucho tiempo sobre d c¡ue tam bién se debate e n la s publicaciones del Fondo Monetario Inter­nacional ( F M [ , 2005 : 1 34) .

Al mismo tiempo, la l ibera lización de l os merc::idos financieros ha ofre­cido nuevas posibi l idades ele Jlnanciac ión externa de inversiones. De esta m a n era h:111 baj:1do los costes de financiación po r crédi tos y han subid? l as drndas extcrms (FMJ, 2005� l J 7) . Pero hay que afmlir que por regla ge-1 1 eral so larne1 1 te las grandes empresas, los "gíobaf p!cryen '', tienen acceso a lu ·; mercados 1-lnancicros y no bs pequeüas y medianas empresas que, de­b ido a la L;lobalización de los rnercados financieros, t i enen cada vez más prubicmas para obtener crédiws asequibles (véase Informe de !a comisión

parLmno1t1Zrit1, 2002: 83-85 ) . Esto s ign ifica que coexisten dos rendencias, los ri pos de inrerés real crecientes y, por lo tanto , e l encarecimiento de los

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créditos por una parte, y la rendencia ele costes de refinanciación compa­rativamente baratos por la otra. Quienes clisfru ran de esta últ ima son sobre todo los grandes prestatarios (las grandes empresas transnacionales y los gobiernos "fiables") pero no las pequeñas y medianas empresas ni los go­biernos de países déb i l es .

Uoa deflación de los precios y de los salarios por un lado, y una inflación de los intereses y los beneficios por el o tro explican la locura de que los di­rectivos de bancos consideren normal un beneficio del 20% o más sobre el capital i nvertido y que los supuestos "analistas" y los periodistas económicos, devotos del capital, los apoyen, aunque la economía, en su conj unto, se es­

tanque corno resultado. Al mismo tiempo esperan qu� los asalariados aprue­ben la reducción de los costes laborales, es decir, la reducción del salario, la prolongación de la jornada bboral y la reducció n de los denominados costes no salariales. Tales concesiones se interpretan como "patrióticas'', con el ar­gumento de que aumentarían la competitiv idad de «Alemania, corno plaza financiera» (por ejemplo FTD, 29 ele marzo de 2004) . En tiempos de glo­balización, ambas tendencias surgen como resultado de la competencia mun­dial en los mercados de mercancías y los mercados financieros. Aunque en su búsqueda ele beneficio los inversores despluman a la población y saquean las cajas del estado, socavando el estado de derecho y la democracia, ni los gobiernos ni los parlamentos hablan sobre

. el hecho de que solamente puedan

obtenerse beneficios que sobrepasen la tasa de crecimiento si se produce una distribución global a favor de los i iwersores de capital y los poseedores de ac­t ivos monetarios. La pérdida de puesros de trabajo , las reducciones salariales y el aumento de la presión laboral desembocan en la precariedad y a veces hasta en la m iseria, incluso en los países industriales con una tradición de Estado de bienestar.

En vista ele la evolución ele los tipos de in terés y de los beneficios en fos mercados financieros, n ingún país puede permiti rse el lujo de "apearse �el coche" , aunque el coche marcha camino de los altos tipos de in terés. Son: las agencias ele calificación, entre otras instituciones, las que se ocupan de que nadie se desvíe del cami no. De ellas depende el riesgo c�Jculado de las deudas, y ese ri esgo determina el suplemento sobre el tipo de i n terés. Ser devaluado puede sali r muy caro a los países deudores, no solamente a · Lis empresas y los gob iernos, s ino también a los ciudadanos de a pie afectados por los recortes presupuestarios o las subidas del tipo de interés. Según la

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s:ib iduría mo.net:iri a , u n país solo debería adquir i r tanto c:tp i ca l extranjero como pueda absorber de m an era razo nable, es decir, con m i ras a l a i nver­sión y el beneficio. si no emí en la s i tuación de hacerlo, su capacidad par;¡ satisfacer las deudas entrad en punto m uerto. Las ;igencias d e cal i ficación , que eva l iJ a n b solvencÍ J , h a r;ín sonar l a alarm a , pr im ero d iscreta mente, l uego de manera a menazadora.

Ames o clesp1 1és l lega el mornen ro en el que el capi tal termina huyendo precipitadamente y en masa del país porque las invers iones, en comparación con orras "plazas financieras", ya no o frecen beneficios suficientes a los " in­versores", que residen en tierras lejanas. A largo plazo resul ta i mposible ge­nerar benef]cios su f-icientes porque los beneficios necesarios para atraer capi ta l extran jero son tan altos que l as i nvers iones en capi tal real senci l lamente no les pueden segui r e l r itmo. Pnr lo tanto, la importación de capi ta l extran jero, a traída por los altos ripos de i n terés, bloquea la i nvers ión de cap i ta l en la pro­

ducción real. La consecuencia inevitable es u n descenso de la competitividad de la economía porque con la i mportación de cap i tal sube el valor de la d ivisa. El resultado es vis ib le cuando, para serv i r al capital importado, se genera un

déficit presupuestario y en el balance comercial. Esto n o gusta a "los merca­dos", a esos fetiches que, elevados al estatus de sujetos, de repente pueden ejercer pres ión . A pesar de todos los esfuerzos, sus necesi dades no pueden sa­risfacerse, sus cond iciones no pueden cumpli rse.9 Si los beneficios de las in­versiones financieras superan con mucho a l os beneficios reales, no es ele extrañar que e l sector financiero florezca y que crezcan a toda velocidad los mercados t!n ancieros globales (véase l a Tabl::i 6 . J , así corno los datos del In- . forme de la comisión parlame ntaria, 2002: 63 y ss.), mientras la economía real sufre b p resión excesiva del sector fi n anciero.

Los a l tos t ipos de i nterés no se expl ican solamente por los i ntentos por restablecer la estabi l idad fin:rnciera med iante atractivas ofertas de i ntereses y beneficios a los inversores en Jos países afect;1clos por las cris is fi nancieras y la fuga de cap i tales. La otra razón es l a competencia entre d ivisas por altos

9. En :1lgunos c:1 so1, los Fetiches l levan nombre: George Soro;;, del Fondo Quanrum, proporciona por ejem plo las sefia les qne siguen los demás d i rectivos de fondos ("efecto re­baíio") y q ue en masa produjeron una crisis financiera como la ocurrida en Gran 13reraña en l 9'J2, en México en 1 ')')/¡-95 , en Asia en 1 997, en Rusia en 1 998 -por menc ionar solamente l:is crisis m;ís devasrncloras de los años 90- y en A rgen t ina en 200 1 .

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tipos ele i n terés y Lxtjas rasas de i nflación. Por este 1notivo, Alemania, en com­paración con otros países industrial i zados, también forma parte de los países con :i l tos r ipos de interés real , porque el BCE persigue un :i pol ítica de altos ripos ele i nterés nominal para mantener b esrabil i dad del euro haci:i el interior y para apoyarlo hacia el exterior en la competencia con otras divisas, sobre tocio contra el dólar estadounidense. De esta manera l os tipos de interés real en países como Alemania suben, porgue Aleman ia muestra una rasa de i n flac ión i n ferior a l a de l p ro med io de los países de la eurozo n:l.

6.3 Las consecuencias de los altos tipos de interés real

Con los e levados tipos ele i n terés real y l os elevados beneficios financieros

se pone en marcha un cinuius viciosus: se i nc remen ta la presión sobre l a

tasa de g:rnancia industri a l y, con ella., s e frenan l a tasa de acumulación )' e l

crecimiento. En esta constelación, las i nversiones en los mercados de acciones

y otros mercados financieros generan beneficios más ::dtos que inversiones

en la "economía real". Para los países en vías ele desarrol lo, los a ltos tipos de

interés real compensan el riesgo est imado por las ;igencias de calificación para

los agentes en los mercados financieros globalizados, y permi ten a las i nstan­

cias pol íticas y económicas cortejar la confianza de los "i nversores" con la promesa de elevados beneficios. O, como d ice el Banco Mundial , «Low re­

tums in the major marhetr might he expected to promote a jlow of funds to higher­

]'ielding developing-country deht, 1.uhile high returns in the major marhets would

he an ttttracti.on to keep this capital at home . . . " (Con una baja tasa de retorno

en los mercados princ ipales podría esperarse u n flujo de capitales hacia bonos

del estado, más rentables, de los países en vías de desarrol lo, m ientras que

una elevada tasa de retorno supone u n i ncen tivo para dejar ese capita l en

casa . . . ) (Banco Mundial , 2003: 46-47) . La comparación entre tipos de i n­

terés es un factor crucial en l as decis iones de los i nversores, tanto por lo que

respeci-a a las i nversiones directas a largo plazo como en las c1neras ele i nver­

s ión a corto o medio plazo. Porque «forcign investors are attmcted not on61 by

the hígher yieldr offered h)I deueloping country bond1� but aúo hJ' the pmspect of

capital gains arisingfrom interest-mte corwergence . . . » (a los i nversores extran­

jeros se les atrae no solamente por l os beneficios más elevados que ofrecen

los fondos ele los estados en vías de desarrol lo , s i no también por Lis expecra-

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rivas de beneilcio derivadas de la convergencia de tipos ele inr erés . . . ) (Banco lVlunJúl, 200:1 : 55 ) . De hecho , los ti¡.ios de i nterés ( incluyendo el riesgo de i mp;1go) en tre grupos de países se ha nivelado. Esto ind ica un pronunciado arb i tuje en los mercados globales.

Las inversiones se encarecen y a las pequeñas y med ianas empresas se les corta e l acceso a créditos. El encarecimiento y la escasez de crédi tos afecta ducrn1cnre al sector informal y aumenta los costes de la deuda, tamLién para el estado, qu ien a menudo tiene que responder por las deudas pri va­das. Las grandes pérdidas cid sector bancario en países co mo México y Ar­gentina debieron ele satisfacerse con el presupuesto nacional antes ele que hubieran ele privatizarse los bancos l ib res ele deuda (cf. Luna Martínez, 2002) . Para e l rescate del sistema bancario al borde de su desplome Chile hubo ele aportar e l 40% de su PIB a comienzos los 80, Indones ia e l 40%

en el aií.o 1 997; México alrededor del 20% en 1 995 ; la Rep t'.tb l ica Checa el 1 5 % en 1 994; Rusia un 40% desde el año 1 994; y Argentina u í1 30%

entre 1 994 y 1 997 y un:i suma todavía desconocida a partir de 200 1 (véase Banco Mu ndial , 2000; Lum. Martíncz, 2002: 77) . 1º Sólo la esperanza neo­l iberal Je que rras el purgat<)rio de los a ltos tipos de interés real y la inevi­table crisis financiera aumenten las inversiones y que entonces crezcan la tasa de empleo y los i ngresos puede jus tificar esta política de estab il idad. Pero no hay ni un sólo ejemplo que just i fique esa esperanza.

El desarrollo del cap i talismo impulsado por los mercados financieros se asemeja al régimen ele la "acumulación por desposesión" descrito por David Harvey (Harvey, 2003). Como ya hemos explicado en e l tercer ca- .

, pítulo, en el capitalismo global "posmoderno" retornan elementos del capi­t·al isJno "premoderno", dd capi talismo de saqueo y de usura (Altvater y

l\fahnkopf, 2002: 1 G8c 1 70 ) . Los agentes de los mercados financieros se apropian de valores el e cuya p roducción no son responsables, en cuya pro­ducción no km participado y que en ocas iones no les interesan más que

1 O . Que 1 1 0 se rrara sohmeme de un proble1cia d e los países e n vfas J e desarrollo lo rnues­L1 ;1 el l 1ecl 10 de que el estado rcJer.il ele Berlín em picó 111ás de 20 rn i l m illones de euros de su presupuesto ¡><tra rescatar de la quiebra a la Bankgcsellschafr Bcrl in. Esro no son "migajas ", n i siqu ier't ¡)ara ll l l país miembro del C-7. El FMI estima que por las crisis monetarias y hancirias se ha perdido el 1 7,(>% del P!B en los países industriales y d 1 8 ,8% en los países c 1 1 vías de desarro l lo (FMI 1 998 : 79) .

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p o r los " intereses" que generan. La apropiación en forma de demanda de beneficio (exigencias monetarias, " clairns") llega a ser más impo rtante que la producción del excedente, la única manera de satisfacer esas "exigencias" . El modo ele apropiación y el modo de producción entran en una contra­dicción que quecl:i al desnudo tan pronto como los deudores ya no pLte<lan atender sus obligacioues . 1 1

Que los tipos de interés real sean nds altos que h tasa ele crecimiento del PIB no su pone n ingún problema mienmls existan pocos activos mo­netarios en comparación con el PIB. Entonces puede que una pequefía part e del crecimiento del PIB se deba a la tasa de interés y una parte rela­t ivamente grande a los salarios y l as ganancias ele las empresas. Pero no hay que perder el e vista la dinámica de esta constelación . Los tipos de i nterés real más elevados que la tasa de crecimiento del PIB se reflejan en un i n­cremento ele los activos monetarios cuyas exigencias de beneficios e inte­reses hacia e l PIB (ceteris paribus) crecen en comparación (véase Informe de La comisión parLamentaria, 2002: 69-73) .

Las elevadas tasas de interés y los elevados beneficios sobre los activos monetarios, sobre todo en comparación con otras formas de inversión, hi­cieron que, teniendo en cuenta el r iesgo ele impago, las inversiones fueran especialmente atr<1'ctivas. Esto fue s in clud<\ un impulso decisivo para la l i ­beralización de los mercados financieros, el desarrollo de innovadores pro-

J l . l".n el caso de Argentina, los i nversores habían comprado bonos del estado con la

promesa de beneficios exorbitanres superiores al 20%. Cuando Argentina quebró en el 200 1 y ya no pudo satisfacer sus deudas, muchos inversores no comprendieron que se lubía al­

canzaJo el límite real ele la represión financiera e intentaron aumentar esa represión por vía

j uríd ica para forzar al estado argentino a pagar sus deudas. Pero nas la crisis de diciembre de

200 1 , la situación de Argenrina era tan grave y desesperada que el gobierno tuvo que sus­

pender el pago de la deuda. En las negociaciones para la reestructuración ele la deuda, Ar­

gentina logró fi nalmenre L¡ue el 76% de los poseedores de bonos del estado firmasen un

acuerdo en el que renunciaron en rnrno a un 45% de sus exigencias y acepta.ron tipos Je in­

terés más bajos y plazos más largos. A pesar de esta reducción, las deudas del estado todavía

ascienden a 1 25 mil mil lones de dólares, esrn es, el 72% del P J B en el aiío 2005. El pago de la deuda resulta imposible sin pedir nuevos empréstitos, pero el FMI y otras instiruciones

i m ponen cond ic iones, siendo la más importante de ellas un superr\vit presupuesta.río con el

cual se debe financiar el p<igo de la deuda. El volumen exacro de ese superávit sigue s iendo

una cuestión polémica, pues de ella elependen los medios para financiar los gastos educativos,

sociales, e r e . , de Argcuti na, en otras palabras, qué prioridad se le otorga a la demanda finan­

ciera. (Fuente: diversas noticias de prensa).

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duetos fiifancieros y nuevas estrategias de gest ión, as í como para el abuso el e bs n u evas l ihertades para e l es cablecim ie n to de negocios i legítin10s, se­m ilegales o i n c:i uso crimin �1les a pequeíia y gr:rn escala. La can tidad de d i ­n e ro m ovido por l os i nversores financ ieros resu l ta i mp resionanre . E l volumen de d inero util iz:1do para b compra de empresas por fondos de i n­versión l i bre , fondos de privatr equity, etc. ascend ió a 67,6 m i l m i l l ones de euros en e l año 2004 (segú n Die Zeit, número 1 4 , 3 1 ele marzo de 2005,

p. 24) . Gracias a la política de desregulación por parre ele socialdemócratas y verdes, también cada vez m�ís a lemanes l ler;aron a "hacerse amigos" de los f�ndos de i nversión l i bre y otros tipos ele fondos ("Hedge-Fonds sri.i rmen Deutschland AG" [ Los fondos de i nvers ión l ib re rornan por asalto el sistema económico de PJemania] , en : FTD, 03 de mayo ele 2005) . Los fondos ele i nvers ión l ibre p rometen elevados beneficios a los inversores, pero conl levan graneles riesgos. Debido a la desregulación, estos riesgos no son t:ransp::irentes y en consecuencia no suelen conocerse a ntes de que sea demasiado tarde, es decir a11tes de que el fondo tenga dificul tades o i ncluso quiebre. Además, los f-onclos concentran grandes sumas que, de tener l ugar una crisis, se l iqu idan de un plu mazo. Los desregubdos mercados financieros sufren por la i n fec­ción del virus de la "Enron i ti s" y de l a "Parm�t lacrosis". También en este caso se recomienda, como ya hemos visto en la pr imera parte de l capítulo , l a te­rapia de la "goocl governance", pero solamente en su forma "blanda", es decir, la de una l l amacl;i a l autoconrrol voluntario ele l as instituciones financieras o 1 mas vagas reglas ele conducra que, al fi n y al cabo, no son obl igatorias. Ésta es por l o menos l a t�.maregia del Foro ele Estabi l idad Financiera (financia! Stab i l i ry Porum) (véase lnfin-me de la comisión parlamentaria, 2002: 1 00-

1 02) y del BCE, que en el caso de una especulació n excesiva de los fondos no s i rve para absol utamente nada.

Los economistas y políticos (neo)l iberales no i n terpretan el abismo cre­ci ente entre el desarrollo de los tipos de i nterés real y l as tasas de creci­miento del PIB como una represi ó n fi nanciera, s i no como un incentivo para o rdena r eficazmente las relaciones en b economía y en el Estado para a j us t;:ir los mercados f]nancieros a su fu nción disc ip l i n an [e. La func ión de loE; intereses es l a de forzar los deudores a ur i l iz:: ir los p résta m os en inver­siones ef-lcien res . David Fel ix (2002) cal ifica esa « h ipótesis del rnercaclo efi­c iente» como teór i camente d udosa y em pír i camente no probada . Un a selecc ión de proyectos determ i nada por a l tos ti pos de i nterés p uede tener

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efectos no buscados: e n vez de real izarse i nversio nes a largo plazo que ten­d rLm efectos positivos sobre la tasa ele empleo y el creci miento económico, se prefieren las i nvers iones apa ren temente muy rentables a corto p lazo. Estos tipos el e invers ión mvieron u n papel extremamente desestab i l izador en l as cr is is financieras ele l as décadas pasadas (cf. Stigl itz, 2002) . Éste es uno de l os argument�s razonables d e l a crítica de Fr;:inz Mlinrefering contra l os fondos de i nvers ión l ibre y los fon dos private equity que se abalanzan corno " langostas" sobre em presas, l as devoran y s iguen su cam i no . De hecho, los a ltos [Ípos de i nterés real y la elevada l iqu idez de los poseedores ele act i 1ros monetarios, favorecidos por l a pol ítica fiscal , causan la "miopía" de la gestión empresari a l . No se t ienen en cuenta l os efectos a l argo p lazo que t iene una estrategia de máximo beneficio a corto p lazo para los "stake­holders ", es dec i r, par;i los trabajadores, !Os c l ientes y l os habi tan tes de un terr itorio dado. Empresas productivas, centros ele trabajo y ali n vital es de una región son fileteadas por fondos que asp i ra n a un beneficio instand­neo. Los fon dos compran acciones de una empresa por un p recio que su­pera su cotizac i ón bursát i l . De esta manera se apoderan de l a empresa. Los préstamos, que los fondos t ienen que tornar p ara financiar la com p ra (que reciben de un banco "amigo") , se aseguran po r e l capital de la empresa comprada. Entonces se emiten acciones ele esa empresa. Con los i ngresos se pagan l os préstamos, calcu lan do de tal manera que se garantice a l fondo beneficios del 20% o más. Los fondos se salen con la suya, pero la empresa, que antes hzibía estaba l ibre de d eudas, queda fuertemente endeudada y está en vías de quebrar (veánse los ejemplos seleccionados por S i n Patrón 2004 en relación con la comisión de investigación del blanqueo de d inero del parlamento a rgentino) .

La l iberal ización de los mercados financieros y monetarios n i trajo tipos de cambio esrables n i ti pos de interés rea l menos volát i les (posit ivos pero bajos) . Menos todavía el promet ido auge de l crecimiento y de la creación de empleo. Al contrar io, l a volati l idad ele los dos p recios estratégicos del d i nero es a l ta y el n ivel de los t ipos ele i n terés, relacionados con la tasas de crecim iento real del PIB, resulran «perjudic ia les» (damaging), corno ;:¡firma i nc l uso el Banco Mundia l (Banco Mundial , 2003: 56) , «clepreclacloras» (pre­datory) , como d iría Susan Strange, o «Can íbales» (canniba!istic) como diría David I-Iarvey. La manera en que fu nciona l a global ización financiera sólo es buena para los poseedores ele activos moneca rios y perjud ic ia l para todos

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los demás,- es decir, para todos los que dependen de su ·salario y de su puesto de trabajo. 1 2 La riqueza de los primeros está aumen tando y ya ha alcanzado dimensiones extremas, por no decir absurdas. La escasez de empleo formal y el incremento del trabajo precario son nna consecuencia de los altos costes de invers iones que finalment e quedan interrumpidas. La política de es ta­l i l idacl, (¡ue en los países en desarrollo se ejecuta a través del "Consenso <le Wash i ngton" (\"\!il l iarnson, 1 990; 2003; Al rvater y Ma.hnkopf, 2004: 21 O) y en la Unión Europea a través ele los criterios de Maastricht, presiona a los salarios, surgiendo un nocivo capi talismo ele rentistas a n ivel mundial a rmado de un enorme potencial de presión financiera. Esto supone la dis­tribución ele los ingresos producidos a favor ele los. inversores financieros con la ayuda de los mercados financieros globales y el apoyo enérgico de las insti tuciones i nternacionales y de los gobiernos de los países industriales. De es ta manera no sólo aumenta el poder económico de los i nversores, sino también su !nHuencia política y mediática . Los al tos t ipos ele interés real no a fectan solamente a l f'uncionarniento de los mercados financieros, sino que también transforman la sociedad, la política y la cultura.

6.4 De la competencia de divisas al conflicto de divisas

La represión financiera también alcanza a aquellos mercados en que se co­mercia con divisas. Puede hablarse de una divisa cuando la moneda de un mercado es corn parable con otro tipo de moneda, o sea con el dinero de otro país o con bienes de otro material. El dinero es la expresión del valor de u na mercancía. Esta función la han desempeñado a lo largo de la h istoria todo t ipo de sust ancias: primero el ganado (la p:ilabra latina para "dinero" ,

J 2 . En Brasil, también bajo el gobierno de Lula, e l Banco Central y el mi nisterio de Ha­cienda o igucn una política de tipos de interés nominal extremamen te altos de casi 20% para estab i l izar Lt rasa de i n ílación a un nivel del 5-6%. Esto rnpoue un tipo de interés real de a ¡ i roximad:1 rncnte el lti%. No es de extrañar que b tasa de paro sea elevada y que bajen los salarios. Solamente el sector inform.al del empleo precario esrá creciendo. Esto indica un cbw «entpcoramicnro ele la calidad del mercado labor;iJ,, (O Estado de Sá.o Pr1ufo, 24 de junio de 2005). Re.�pa.lda nuestra tesis, ignorada en las ciencias sociales, de c¡ue solarnenre se puede entender la informal idad laboral si se ana liza ta mbién la i n Formalidad del d i nero y de l:i po­l írica (Altvatcr y lvfa h nkopf, 2002).

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pecunia, proviene de la palabra " res" , pecus) , luego esclavos , conchas, lámi­nas de cobre y finalmente metales nobles como la plata y el oro. Con el surgimiento del mercado mundial, algunas sustanci:is llegaron a ser el "es­tándar". Pero no todas son aptas para eso. Solamente el oro l legó a conver­tirse en patrón oro. El dinero en su forma de moneda contante y sonante tiene valor por sí mismo porque el oro es extraído y refinado sólo con un gran esfuerzo h u mano. Sin embargo, la sustancia i1atural no es compatible con la d inámica del crecimiento capitalista. En el sistema de producción capitalista se desatienden por lo general los límites natu r:iles . ¿Por qué ha­bría de respetarse, pues, la l imitación ele una materia natural de una mone­da como el oro si el dinero es una relación social a la vez que su expresión! La aparición del papel moneda, es decir de un dinero con valor simbólico, corresponde a la lógica del desarrollo capitalista: p uede multiplicarse el di­nero casi sin límites ni costes con la "máquina de imprimir billetes". Pero esto tiene una consecuencia de suma importancia: del valor del dinero se hacen responsables instituciones porque ese valor ya no forma "intrínsica­

mente" parte ele b naturaleza de su material . Con el abandono del parrón oro surge el moderno banco central que tiene que asegurar el valor de "su" respectiva moneda, es decir, la estabilidad de los p recios a lo largo del tiempo y de los tipos de cambio en e l orbe d� la tierra. El tipo ele cambio expresa el precio de una moneda A en otr;:i moneda B y viceversa. Las ins­tituciones responsables del valor de su respectiva divisa intentan estabilizar su valor ante otra divisa (o bien ante todas las demás divisas) y se produce la competencia monetaria.

Con el patrón oro vigente no puede desarrollarse una verdadera com­petencia de divisas. Ésta no es posible hasta que no existen varias divisas y hasta que no se determine su tipo de cambio en el mercado mediante el cambio de una divisa en o tra. Otra condición es la plena convertibilidad de la moneda, es decir, la ausencia de restricciones para la circulación de capitales. El destino de toda una nación, en tanto que se corresponde con el territorio de ci rculación de una divisa, puede depender del desarrollo del tipo de cambio. Una cotización por debajo de su valor real puede fa­vorecer las exportaciones y el crecimiento económico. Por su "estrategia de infravaloración", la República Federal de Alemania l legó a ser una impor­tante nación exportadora en los años cincuenta y sesenta. Hubo otras na­ciones que también siguieron ese camino, como por ejemplo Japón. Pero

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no es posible que roelas la·; d ivisas csrén infrava l oradas <1 l a vez, hace fo l ra que a lgu nas es rén sobrcvalorad;is, l o que l as expone a l r iesgo ele desvalori­zación . Estas opciones esrratégicas solamcnrr; t ienen sentido .en la exporta­c ión y i mpo r tación de m•�rcancías, es dec ir, en épocas do m i nacbs por l a ba l a nza co m ercia l . Pero cuando los mercados fi nancieros so n l i bera l iz:idos

y global izados, l a estab i l ización ele la monedJ es u na necesidad pa ra evitar , h fuga ele cap i ta les , y h balan za de cap i ta l preva lece claramente sobre l a · b:i lanza com ercial.

¿Cómo se regu la l a co m petencia de divisas? Las i nstmcias po l íticas pue­den fijar ei t i po de cambio y l u ego defenderlo . Pero tamb i én se pu ede dej a r b formación de precios al "juego l i bre" de los mercados . Una de l a s pr i­meras medidas de p rivatización dura n te la l i bera l izaci ón y desregu lac ión a comienzos de los años seténta fue la transferencia ele la formación de los t ipos ele ca m b io del gob i erno y del banco central a agen tes p rivados en mercados de d ivisas l iberal izados. La gest ión de los tipos e le cambio se de­l egó e n los agentes p rivados en los mercados financieros gl obal izados , es decir, los bancos , emp resas y fo ndos in ternacionales , las agencias de cal ifi­cac ión y l os autodenominados analistas. S in embargo conviene añad i r que emre Jos tipos ele cambio fijados y garan t izados por i nstituciones püb l icas y los tipos de cambio completamente vol átiles en los mercados l iberal izados hay sol uc iones i ntermedias (cf. D ieter 2005) .

E l objetivo del sistema monetario firmado e n 1 944 después d e l a Segunda Guerra Muncli:il en Bretron-\'X!oocls fue poner fin a la i nestabi l idad monetaria de los años treinta y al co lapso del mercado mund iaJ que se hab ía producido

por la cri sis económica y la guerra. Se estableció el dólar como d ivisa de re­ferencia mundial o d ivisa de reserva. Una d ivisa que sea ele referencia o que por l o menos pretenda serlo tiene que desempeñar varias funciones: ( l ) los bancos centrales tienen que util izarla corno divisa de reserva y de intervención;

(2) t iene que ser h divisa de comercio con la que se expresen los contratos entre agentes pr ivados ; (3) riene que ser una moneda de inversión para lQs in­versores de capital. Adenús t iene que ser (4 ) la divisa para el petróleo, porque con el la se paga el precio estratégico ele! input energético ele las sociecbdes indusui;i les (y también de bs "posinclu.mia les") . Los conflictos que resu ltan de esta t' il rima fu nción se d.:scriben en el sigu iente cap ítu lo .

En B rerton-\'X!oods se.es:t i pu ló el oro como valor de referencia del dólar. H as ta el fl n: 1 l de los años sesen ta, una onza el e o ro costaba 35 dólares esta-

1 82.

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douni denses. La mayo ría de l as demás d ivisas del mundo tenía un t i po el e cambio fijo co n respecto al dó lar. El poder económico, pol ítico y m i l i ta r

el e los EE .UU. esrnba fuer:i de roda duela ; la hegemonía del dó la r como moneda de comercio, i nvers ión , i nrervenc ión y reserva rambién. Esto no represen taba rnás que ventaj as par:i los EE. UU. , que podía " i rse ele com­pr<is" por rodo e l m undo, pagando con papeles "sin valor" . En los p rimeros

1 5 años ele posguerra, fos EE.UU. aún registraban un super:ív iten su ba­lanza comercial y la economía estadounidense superaba a la de todos sus com petido res . Por eso, e l flujo ele dó lares se dir igió hacia !:is inversiones d i rectas, e l apoyo mi l i tar y l a ayuda :i.l desarro llo . Las i nvers iones d i rectas requerían la l i beral izac ión de Jos mercados de cap i rales , por la que conse­cuen.temen te pugnó l a política estadounidense (Hel lei ner, 1 994) . No en ú lt i m o l ugar l as ayudas a l extranjero perm it ieron l a formación ele la a l ianza occidenta l contra el b loque soviético. A part i r ele los a ños setenta, cuando l a balanza de comercio de l os EE.UU. empezó a arroj ar resu l tados negati­vos , p ud ieron fin a nciar el déficit porque otros países acumularon grandes

reservas de dólares. Los EE.UU. , que habían establ ecido el dó lar como di­visa ele referencia mundial tras l a Segunda Guerra Mundia l , defendieron la posi c ión central del dólar contra sus compet idores (también después de renunciar a h referencia con e l oro en 1 97 1 -73) y ofrecieron un "bien pú­bl ico global " , concretamente e l dinero munclial. Pero por otro lado habríase de cobrar un a lto precio a l os usuari os (señoreaje) . Con los dó lares que ad­qui rían gracias el excedente de sus exportaciones con respecto a l os EE.UU., esos países compraban bonos del estado norteamericano, au nque su tipo de i nterés era más baj o que otras i nversiones . Esta s ituación no ha cambiado fundamental mente basta n uestros días. Es como s i los EE.UU. pagaran con cheques «que se aceptan como medio ele pago pero que nunca se cobran» ( The fronomist, cira en: Der Spiege/ 2312005 : 1 33) . De esta ma­nera se h izo tam b ién pos i ble la financiación externa del défici t p resupues­tario de los EE.UU. que impo rtan casi el 70% de los flujos m undia les de ca p iral . Ésa es l a otra cara ele su balanza comercial defici taria. Por este mo­tivo la población estaclo l ln id en se no t i ene que ahorrar -la cuota de ahorro no alcanza e l l %- y puede seguir con un n ivel de consun:io que no se co­rresponde con su s i tuación económica. Los EE.UU. tamb ién hacen que otros paguen por sus guerras , a veces i ncl uso aquell os con tra quienes com­bate. La historia del sisrema monetario mundia l en la segu nda m i tad del

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siglo XX es también la historia de la apropiación de las venrajas de señoreaje por parte de una superpotencia.

El Financúd Times i nterpreta las cosa� de una manera bien distima. El déficit en la balanza comercial y en el presupuesto de los EE.U U. es la con­secuencia del ahorro excesivo en otras regiones del mundo, especialmente e n los países emergentes. De hecho , la lograda estrategia de incrementar las exportaciones t iene corno consecu.encia un superávit en la exportación que, conve rtida en divisa de reserva, se inv ierte en bonos norteamericanos. La rcn unc i�1 al consumo ele los países emergentes permite a los ciudadanos estadounidenses, p ues , darse un festín de consumismo que no se justifica por su propia potencia económica. Pero, ¿ por qué iba a n ecesitar alguien tantas reservas en moneda'extr::mjera? La razón rrnís importante es la expe­riencia de la crisis financiera ele los años noventa, que no pudo evitarse porque las reservas Je los bancos centrales de los países afectados no eran

suficientes para defenderse de los ataques especulativos. El sistema de seúoreaje del dólar funcionaba mientras nadie cuestiona�a

la hegemonía de los EE.U U. y ele su moneda y miemras los mercados mun­diales de cap i tal no estuvieron plenamente l iberalizados y desregularizados. Pero la mayoda de las divisas europeas se volvieron convertibles ya a finales ele los cincuenta. La primera consecuencia fueron las primeras turbulencias en las divisas, todavía ligeras en comparación con las crisis que, una década

después, acabaron con el sistema de los tipos de cambio fijos . El primer paso fue renunciar ai oro como valor de referencia del dólar, anulando de­fin itivamente su convertibi lidad en oro en agosto de 1 97 1 . El segundo ]XlS>) consistió en eliminar tarnbién los tipos de cambio fijos entre el dólar y otras d ivisas y establecer un (corno lo l lamó Robert Triffin) " non-system" , un s istema de ti pos ele cambio flexibles.

La flexibi l izacíón ele los t ipos de cambio en 1 973 tuvo como resultado um intensifi cación <le la competencia en tre divisas, toda vez que se eliminó el control estatal sobre los mercados de cap ital , a veces paulatinamente, a

veces , como en Gran Bretafí.a, con un sólo "big bang". Los agentes privados no lenían n ingún interés en la estabilización de los tipos de cambio. En la competencia entre d ivisas sól idas la fue rza ele cada una se determina por la de las dem<Ís, a las que hay que superar en todo lo posi ble. La compete l lcia en tre divisas tiene lugar en campo abierro una vez se han l iberalizado los rnercados fi nancieros mundiales. El precio de mercado de las divisas co-

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' '

mienza a tambalearse, aumenta la clenorn.inacla "volatilidad" y los especu­ladores se aprovechan de las variaciones ele los tipos de cambio. 13 Al mismo tiempo, los países industriales declaran el mantenimiento y fonale.cimiento de la estabil idad monetaria, lo mismo en el interior que en el exterior, ob­jetivo p riori tario de su política económi ca. Aunque de boquilla no se re­nunció a él, el objetivo de pleno empleo quedó por completo orillado como concepto político-económico. Por expresarlo en pocos términos, durante la época del sistema de los tipos de cambio fijos lo que más importaba era la balanza comercial, mientras que en el sistema post-Bretton-Woocls el in­terés se centra, en cambio, en la balanza de capi tal . En la balanza comercial se ven las ventajas de competencia comparativas de la "economía real" en los respectivos "lugrtres ele inversión" y el dinero funciona ante todo corno

medio de circulación de mercancías y servicios. En la balanza de capital puede o bservarse la átracción comparativa de los respectivos "centros finan­cieros" y el dinero funciona ante todo corno medio de p ago, como crédito.

L " ' l " . 1 " ' a econom1a rea parece ser menos importante que a econorrna mone-

taria". Por ello no es n inguna sorpresa que en el mercado de divisas las ga­nancias diarias alcancen los casi 2 .000 mil mi llones de dólares m ientras sólo se necesi ta una fracción (cerca del 2%) p ara financ iar el comercio mundial y las inversiones directas, esto es, las transacciones de la "economía real" . La atracción que tiene un "centro financiero" para los poseedores de activos monetarios y otros inversores de capitales, que p ueden transferir su dinero rápidamente de una moneda a otra en los mercados mundiales li­beralizados de capital y así presionar a países enteros, es por lo menos tan importante para la estabilidad de una divisa como la competitividad de la economía real del " lugar de inversión".

Los agentes privados en los EE.UU. j ugaban ese j uego brillantemente y a partir de finales de los setenta, después de que el dólar h ubiese alcanzado u no de los niveles más bajos de su h istoria, lo salvaron con medidas exclu­sivamente monetarias: con un alza de los tipos de in terés. Mientras que un

13. Por eso se persigue con inquina hasta expulsar de la polfrica a quienes, como Oskar Lafonraine, intentan amortiguar, mediante la introducción de una zona l imitada para los ripos de cambio, las variaciones ele los tipos de cambio, muy perj udiciales para hs pequeñas y medianas empresas así corno para los países pobres. De imrnducirse este tipo de medidas darían ,J traste los Jlegocios de los inversores financieros internacionaJes.

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a umenr�i del r ipo de i n terés por el ba n co cerirra l de u n a d ivisa déb i l p uede seií c � lar su p ronra deva l u :1 ci ón , porque los i nversores están convencidos del Fracaso de sus med idas de esr;1b i l ización monetaria, en los EE.UU. e l au­mento de los tipos d e interés contribuyó a atraer grandes flujos ele cap i ta les :11 país a Fi nales ele los setenta y al comienzo ele los ochent�1 , lo cual obl igó a otros países a en trar en la cnmpetenci:t por los a ltos tipos ele i nterés. Para los acreedo res y l os poseedores de ;icrivos monetarios fue u n regalo caído del c ielo, m ientras que pa ra l os deudores s ign ificó la asfix ia . De este modo se causaron la cr is is ele deuda d el Tercer Mundo en los ochenta. L1 deb ilidad

en b.s invers iones a causa del elevado precio ele los crédiros (y, en consecuen­cia , t;imb ién el aurnenro del paro) fu e otra de las consecuencias . 14

Duranre h tu rbulenra fase de cambios a comienzos ele los setenta por momentos parec ía que e l dólar estadounidense rendría que renunci;i r a l rro no de señoreaje. No solo s e devaluó e l valor de l dólar por foctores exter­nos , s ino rambién por la i nflac ión , que era sob re todo una consecuencia de la. escalada en la Guerra de Viemam. Todos los contratos real izados e n dó lares -tamhién los i ngresos e n dólares que los países productores de pe­tról eo recib ieron por s us exportaciones- se eleva! uaron con la inflación de l dólar. Al mi smo t iempo, en ocrnbre ele 1 97.3 , l o s países exportadores de petró leo aprovecha ro n l a Guerra ::trabo-israe l í de l Yorn Kipur para cuadru­p l icar en muy poco tiempo e l precio d el petróleo, que ascend i ó el e 2,89 a 1 1 ,65 dólares es tadou n id enses por barri l . En aquella época no hab ía nin­guna a l ternativa real ;i] d ól ar y por eso no quedó otra opción que l a subida de .p rec ios . Sustituir al dólar como "d ivisa parn el petróleo" por otra mo� neda era i m posible. La su b ida del precio d e l petró l eo fue u n shocli: para tocios los pa íses importadores de crudo: los países i ndustriales o e n vías de desarro llo cobraron consciencia de repente de su dependencia energética.

l 4. Las d i mensiones del aumenro ele los tipos ele i n rerés par:i estabi l izar el val·or del d inero contra e l supuesw pel igro ele i n flación pueden lleg;ir a ser absu rdas . En mayo de 2005, �j h:inco central brasibín aumentó e l tipo de i n terés nominal , que en septiembre dc­·2 004, con un J ú ,25 'Y<i, y;i era ex rrcm;nnenre a i ro, ;iJ l 9,75%, así que las personas juríd icas tenían que pagar inrerescs ele 65 ,7% y personas físicas del 33,7% para poder acceder a u n prc'sramo (datos ck: O Globo, 25 de ju l i o d e 2005) : s e prod ujo u n a contracción d e crédiros. Lr esr;rb i l ización del valor e.le la divi s:i en el "centro financiero" bras i leño resulrn destructiva para el " lugar de inversión". O corno d i ría \Xfalrn Benjamin: la economía monetaria , apoyacl;r con u n aEín cuasi rreligiosn, destruye a la economía real capiralisra.

1 86

Y esa dependenc i a les sal ía cara. Po r orro lado, los pa íses export;1dores de petróleo recib ieron grandes i ngresos , rero estab:in forzados :1 e n c o n trarles

destinos ele i nvers ión adecu:idos . El s istema bancario i nternacional prestó su ayuda el e buen grado , ya que con el " recicla j e del petrod ó lar" podía hacer un buen negocio . A los EE. UU. el e levado p recio cl e l perróleo no le causó muchas rnolest i:is porque podía confiar en que l os pa íses exportadores de petróleo como Ar� bia Saudí gasrarían sus petrodólares en Norteamérica ;¡ cambio de s istemas de armamento y contratos para la construcción ele in­fraestructuras con empresas estadounidenses. Perkins , que en esos negocios

de recicl aje tuvo el papel ele un ªeconomic hitrnan " [si cario econó mico] re­vela los métodos al límite de l a legal i dad con los que se in iciaban esos nego­cios (Perkins, 2005 : 1 49 y ss . ) . Cada vez m ás se anularo n las reglas que pudieran suponer un obstáculo y se forzó la l iberal izació n de los mercados, encomendándolos a los agentes pr ivados. A los países todavía p rotegidos por controles ele circulación ele cap ital es se les obligó a abrir sus mercados. La apertura ele los mercados de capi tal es una de las condiciones para recibir préstamos de instituciones internacionales corno el FMI. La apertura de los mercados de mercancía la exige el código de reglas ele la OMC. Los argu­mentos a favor de una política ele apertura de los mercados los p roporciona la cloctri na neol iberaJ dominante. Los países que obedecieron ejemplarmente ;i esa doctrina cosecharon por lo común las peores experiencias posibles (sobre el caso argentino, véase Sin Parrón 2004; Te�1bal, 2004) .

Las contradicciones entre las d ist intas func iones ele una d ivisa ele refe­renci� corn.o divisa ele comercio, de i nvers ión , ele reserva, de i n tervención y de petróleo, s iguen vigentes en el s iglo XXI. La deval uación del dólar ante e l euro a pa rri r ele la primavera de 2003 tiene un efecto a p rimera vista positivo para l a economía estadou n i dense, el de mejorar su competitividad como " l ugar ele i nvers ión" . Esto favorece al dólar como d ivisa comercial, siempre que la deva luaci ó n real mente est imule l as exportaciones y frene la demanda de impo rtaciones , a lgo que no está c laro en absoluto. Hoy en d ía, u na gran parte ele las exportaciones ele l os pa íses industriales corres­ponde al comercio i nterior de l as multi nacionales que tienen sus l ugares ele p roducción repa rt idos por todo el mundo. Por ello no es seguro que se:i especia lmente la economía estadounidense la que se vea bendlc iad :i por b devaluación. Además, los productos p rimarios importados por las empresas

de los E E.UU. se encarecen . Es posible que ele esa manera. se absorban b

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ganancias por la devaluación y el aumento de las exportaciones. En l� me­dida en que, como consecuencia de- la devaluación, suban las exportac10nes de los EE. UU., bajará la cuota ele ri1ercaclo de otros países. Esto no tiene consecuencias negativas para los va.lores absolutos si la economía mundial crece en conjunto diná1nicamente. Pero tras el estallido de la burbuja de la New Economy y la política ele deflación que domina en todas las regiones de l mundo, es m<is que probable que se produzcan controversias comer­ciales, sobre todo entre EE.UU. , Europa y los países de Asia oriental. El peligro de que una devalu3ción clel:clólar sea interpretada como una política ele "heggm tf�y neighbour" [empobrecer al vecino) y se tornen medidas de defensa no es escaso.

De todos modos, el dólar resul ta debil i tado por la devaluación en cuanto a su función de divisa de reserva y también se hace menos atractivo como divisa Lle inversión para los inversores en capital. No obstante, hay que añadir h cLíusula del "ceteris paribus ", porque los EE.UU. son el país más poderoso, la "única potencia mundial" y, en consecuencia, un destino atractivo para los inversores ele cap i tal. Pero s i el dólar p ierde valor frente las divisas competidoras, los bancos centrales e inversores privados podrían retirar su capital de los EE.UU. Pero los EE.UU. necesitan el flujo ele ca­pita l extranjero para compensar el déficit de su balanza comercial y su dé­ficit presupuestario. Una considerable devaluación también causaría turbulencias en las relaciones financieras mundiales y tendría «el efecto de una desgloba l ización» (FTD, 30 de mayo de 2003) , es decir que la inte­gración de la economía mundial se volvería más lenta o incluso se anularía en algunos sectores determinados. Sería una desglobalización desastrosa que no tendría nada que ver con la desglobalización que \Valden Bello (2004) propone corno alternativa a la corporatocracia y la "globalización corpora tiva".

A pesar del déficit estructural ele su balanza comercial y ele su presu­puesto, los EE.U U. nunca se han visto obligados a tornar medidas de ajuste estructural como las que el FMI impone a l os países endeudados del Tercer Mundo. Según el "consenso de \Xlashington", las sociedades afectadas por las crisis financieras y de deuda deben l levar a cabo duros aj ustes, pero ele este "consenso" queda excluido EE. U U . , el país más endeudado de todos. El "consenso de Washington" no se aplica a Washington. A diferencia de Bras il , Guinea, Tailandia y Argentina, los EE.UU. están endeudados en su

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propia divisa. En esto sentido no es falso e l término de l a "única potencia mundial", pues está provista de extraordinarios privilegios frente a todos los demás países del planeta. Esto permite a los EE.UU. aprovecharse tanto ele las ventajas de los deudores como de las de los acreedores a la vez que puede eludir las desventajas de ambas posiciones. Como deudor aprove­chan la ven taja del señoreaje, porque, a diferencia de otros países endeu­dados, no tienen que preocuparse demasiado por el défici t de su balanza comercia] ni de su déficit p resupuestario. Los ciudadanos estadounidenses pueden permitirse el l ujo ele un elevado nivel ele consumo, el "american way of live'', aunque estén cargados de deudas, tanto externas corno inter­nas. Además, las deudas de EE.UU. son en gran parte públicas y están pro­tegidas por la nación política y militarmente más poderosa de la tierra. La primera condición para que EE.UU. y sus ciudadanos puedan ·darse a la buena vida es que haya índices de al1orro elevado en las o tras regiones del mundo. La segunda es que los mercados financieros funcionen de una forma que permita que los ahorros del mundo se encaucen a los EE.UU. Eldéficit ele la balanza comercial es un mecanismo. O tro mecanismo son los incentivos para la exportación de capitales a l os EE.UU. Estos consisten en beneficios e intereses atractivos así como en la seguridad que ofrece su potencia política y mil itar, dominante.

Eso quiere decir que se produce un conflicto entre la función ele la divisa comercial (la ele tener ventajas de competencia) y la función de la divisa de reserva e inversión (la ele garantizar la estabilidad de la inversión) . Si baja la cotización del dólar, todos los bancos centrales que poseen reservas en dólares o bien han de aceptar grandes pérdidas del valor de sus reservas o bien intentan cambiar una parte ele sus dólares por otras divisas. Dado que por el momento solo existe una divisa alternativa, esto supone un for­taleci miento del euro. También en este contexto hay que considerar la "cláusula del ceteris paribus" , porque la fuerza del euro depende de la diná­mica del proceso de integración europea. Ciertas crisis, como la del fracaso de la cumbre presupuestaria de j unio de 2005 o el referéndum sobre la Constitución Europea en Francia y en los Países Bajos afectan inmediata­mente a la fuerza comparativa del euro.

Los datos o ficiales sobre las reservas de d ivisas en las carteras ele los ban­cos centrales son difíciles de obtener porque ele ellos podrían extraerse con­clusiones sobre la capacidad del respectivo banco central para defender su

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moneda nacional en c:iso de e mergen c i :i . Pero con los clacos existentes pue­den de�:cub rirsc dos rcndencias . La p r i mera es e l �1 urnento ele bs reservas, en a lg i inos c:.isos d r;ísr ic1 . En su conj u n to, las reservas casi se cmidrupl ica­

ro n de J 990 a 2004, el e 8 5 8 a .).400 m i l m i l lones de dó lares est:.icl o u ni ­

clenses. El aumenro se clehe en gran parte a l a acti tud reservada ele l os p a íses, emergen tes que i n t entan i n m u nizarse así contr a las cris is fin an ci eras. En· Lis reservas acu mu ladas se pone fuera de servic io capi tal r¡u e no se usa n i pa 1·a invers iones n i para gastos soci ales o para mejorar las condiciones ele v ida d e h pobl ación. Esto qu iere dec i r q ue se ren u n ci a a una posible pros­peridad con el fin de estar armado conrra ataqu es a la d ivisa p ropia y para poder defender el t i po de cambio. Est:i. Jctirud, que se debe a l as experi en­c ias traumfocas de las cris is fi nan cieras, es u n regalo caíd o del c ie lo para los EE.UU. , que pueden fin:i.nciar su défic i t a costes muy bajos y a q u i en h renu ncia al consumo de los clemis perm i te man tener u n n ivel de con­sumo el evado.

Pero este "regalo caído del cielo" puede resu ltar u n "ciba l lo de Troya" s i las reservas d e dólares s e cambian p o r o rras divisas. Por eso es comprensible la quej a del eco nom ista j efe d e Morgan Stanley, Stephen Roach, de que EE.UU. han abandonado sus «finanzas en manos ajenas» (según : Der Spiege!, 23/ 2005: ] 33) .

De las reservas rnund í;Jes de d ivisas, con u n valor tora l de 3,4 bil lones d e dólares estadou n idenses, e l 60% s e encuentra en dóla res y cerca del 20% e n euros (Srruve/Zsclúp itz: "Die Dollar-Bombe tickt" [La born ba d e l d ó b r es­

tallará] , en: Die W'e!t, 1 1 de marzo de 2005) . Es u n rerorno a la rendencia de los afíos noventa, cuando el porcentaje de d ivisas en dólares en l as reservas mundiales ascendió del 5 5 ,3% en 1 992 al 68, 1 % en el 2000 (FMI, 2002: 97; véase tam b ién : FTD, 08 de mayo de 2003, p. 29; FT, 19 de marzo de 2005). Especialmente los pa íses con grandes reservas ele divisas siguen una cstr::iregia de d iversificación (FTD, 07 de febrero ele 2005) . Ta mbién los países de b O PEP están abandonando sus d epósitos en dólares y concentrando pau larinameme sus i nversiones en euros y otras d ivisas. Relacio nado con eso, se produce un ca mbio en el negocio de exportaciones de la OPEP que pasa a centrarse menos en EE.UU. y más en Europa (BCE, informe m ensual , jul io 2005: 1 5 ) .

1 90

TAB LA 6.3 R ES ERVAS DE DIVISAS MUNDIALES EN MILES DE MILLONES

DE DÓLARES ESTADOUl\J I DENSES

País A finales de 2003 A finales de 2004 Variación

Japón

ChinEt

Taiwan

Corea del Sur

EU- 1 2

OPEP

Rusia

Hong Kong

Ind ia

S ingapur

Malasia

México

·· - --- -- --· -- -

674

403

207

1 55

1 88

1 1 2

78

1 1 8

1 0 1

96

43

58

------ - ---··· · ·-- - ...

845 (+1 7 1 )

6 1 0 (+207)

242 (+35)

1 39 \+38)

1 73 - 1 5

1 33 (+21 )

1 25 (+47)

1 24 (+6)

16 (+1 5)

1 1 3 (+17)

62 (+1 9)

6 1 (+3)

- ---

-�-------·---··-- - - -·---·---- --- ------·

Fuente: WestLB. según FAZ 23 de febrero de 2005

- - - -----·

Las causas son por u n bd o econ ó micas, porque debido al c reci en te

doble défic i t estadounidense -de la bala nza comercial y de su presupuesto­

algün d ía sed ineludible la devaluac ión .del dólar; por otro bdo'

. también

es i mporranre l a razón polít ica de l i ber;irse de la depen,denc1a de los EE.UU. en l a que cae i nevi tab l em ente un país si acumula demasiadas re­

serv;is de dólares. Por eso no son solamente los EE.UU. los que :.ibandonan

sus «hna nzas e n manos ajenas», también los países con gran des reservas de

dólares vinculan su dest ino económ ico co n el del dóbr esradounidense.

Es por lo ta n to comprens ible que los bancos centrales i n tenten ��ducir

sus reservas de dó lares y compre n e u ros, es d eci r, que apuesten a b cl 1ver­s idacl" de sus reservas mon etarias (FT 1 9 ele m a rzo de 2005) . Obvi amente, esto no p uede h acerse de golp e y menos aün a la visea ele rodos, s i no sólo con cu idado y, en la med i d a de lo p os ible, sin l lamar atención, porque en los mercados fi nancieros aguardan l os especuladores, a r ropados por bs

agen c i as de ca l i fi cación y los ana l i stas , para de recrar aquel las tendencias

1 9 1

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que pued.;m <1provcchar para obtener rápi dos beneficios. Si se interpretan las reservas de un banco centr<ll como un bien público, una in terpretaci ón que t iene mud 1os argum entos a su favor, la apropiación especulativa de esas reservas supone nada menos que la privatización de un bien público. 1 5

¿En qué medid:i es realista una reestructu ración de las divisas monetarias a Livor del euro? El euro se i ntrodujo en el afio 1 999 de acuerdo con el tr<ttado de Maastr icht de 1 99 1 , cuando el dólar er::i fuerte. Fue una ma­n iobra a trevida y no era de extrañar que al pri ncipio el euro no o freciese una h ucna imagen . Pero los cantos de cisne del euro, n1Lly extendidos a fi­nales de los aúos nove n ta, se demostraron como infundados (y en parte motivados ideológicamen te por un anacrónico nacionalismo monetario) ;J subestimar sistemfocamente la dinámica del proyecto dé integración eu­ropeo. Es verdad que dos darns económicos fundamentales -las diferencias entre los costes laborales y entre las tasas ele i1�fb.ción dentro de la eurn­zona-- j u gaban en contra de un tipo de cambio y un tipo de interés común en la eurozona. Ya en 1 9 9 1 era previsible que, una vez perdidos los instru­mentos políticos para modificar los tipos de cambio y de interés, solo que­daría el ajuste ele los salarios, los costes salariales adicio nales y del gasto social para cumpl i r las normas de estabilidad del tratado de Maastricht. 16

Lo difíci l que resulta cun1pl ir con este objetivo y los sacrificios sociales que supone se dejan notar en casi todos los países europeos a comienzos del

1 5 . C1 1a11Jo en 1 99 1 el Fondo Quantum de Ceorge Soros " reventó" el 13anco de lngla- ·

tcrra con un fabuloso go lpe cspec11lativo, la venerable insti tución británica se empobreció en mil millones de l ibras y los fondl)s privados fueron un millón de libras más ricos. El hecho de que Soros entregase un;1 parte del dinero a su fi. 11 1clación para la promoción ele la "sociedad abierta" c 1 1 Europa O ricmal no ca m bi a nada. La aprop i ación privada de un bien público corno Lis reservas de d iv isas va en contra de la sociedad abierta.

l (j, Yo mismo j unto, con Birgit Mahn kopC aJvcrlÍ tempranamente ele este hecho (cf. Altvater y M:1hnkopf, 1 993) y comn consecuencia de la euforia general aute el euro recib imos Cucrtes críricas. especialmente por p�rre de los s indicatos. Pero tamb ién estaba cl aro que a comienzos de los novcma el proyecto el.e b unión monetaria europea ya no se podía detener v por esto nos l iern\ls distanciado muy claramente de quienes querían deshacer la unión mo­nct;ni1 cuando ya na demasiado tarde (cf Altvarer, l '.J98cl). En parte se trataba de las mismas pcrso11as que a comienzos de l os novcnra h<1bían defendido el proyecto ele una moneda co11 1 l'.1n y que .luego quisieron oponerse a la i n trnducció11 cid euro a finales de los noventa.

El dicho ck Corbachov "ª quien llega tarde le castiga la vicia» también vale para la política 1 11 1rnetaria. !'ero ra111bién es verd,1d que "ª quien advierte a la gente demasiado temprano le castiga la opinión plibl ica.»

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nuevo siglo : se reduce el gasto social (sobre todo los servicios del estado de b ienestar) y también se presiona a los salar ios individuales . 1 7 Incluso en Europa la prioridad de la política de estabilidad causa un "empeoramiento del mercado laboral", es decir una elevada tasa de paro y una reducción de las "buenas" p lazas fijas, favoreciendo el aumento del trabajo precario.

La unión monetaria europea ya no puede deshacerse, por lo menos no sin pagar un al to precio político. El euro existe y, tras una devaluación ini­cial ante el dólar, alcanzó el nivel más bajo en 2002; desde entonces se ha revalorizado en un soryº (en verano de 2005) . Como consecuencia de la debilidad ele Japón, el euro es actualmente la única divisa relevante capaz de competir con el dólar. El yuan chino (renminbi) es una de las divisas del futuro (no hay 1mí.s que pensar en el volumen y la dinámica de la eco­nomía china), pero el yuan tiene que revalorizarse y " desacoplarse" del dólar para llegar a ser una importante divisa de inversión y reserva. Es ver­dad que con una moneda infravalorada se puede conseguir un excedente en la balanza comercial y atraer i nversiones direccas, pero como resultado se fortalece el dólar. El excedente de la balanza comercial y de las importa­ciones de capital en China repercuten en el aumento de s us reservas de di­visas, que son en su mayoría en dólares. Si China quiere que su moneda sea una divisa de inversión y reserva atractiva tiene que desacoplar defini­tivamente el renminbi del dólar. Si algún dí� llegase a ocurrir, existiría un trifogulo de divisas de referencia, lo cual, si nos atenemos a la teoría del caos, sería la constelación menos estable, a no ser que se produjera un re.: gional isrno monetario en Norteamérica, Asia oriental y Europa, es decir una regionalización de la economía mundial (cf. Dieter, 2005) .

6.5 El capitalismo pierde sus formas

La gran importancia de la esfera monetaria en tiempos de globalización indica un cambio profundo y radical en el proceso de reproducción capi­talista. El crecimiento es sobre todo una necesidad para satisfacer las "exi­gencias monetarias" de una adecuada tasa de ganancia media no solamente por parte de los capitalistas industriales, sino también por parte de los po­seedores de activos monetarios. S in crecimiento no p uede funcionar el " modelo de acumulación impulsado por las finanzas". Puede retribuirse a

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los accicín istas con ben efic ios su perio res :il 20% n o só l o si se 1·epa rren los excedentes p rocedemes del crec imiento, sino s i se pone en marcha ramb ién 1 11 1 p roceso rn t.m dia l el e d istribución -a menudo violen ro- de la sustancia eco nóm ica ele la sociedad a favor d e los shareho!ders. El cap i ra l i smo global es rapaz y miope y los gobiernos y l as i nstitucio nes i n ternaci ona les apoyan esa actitud de los agentes económicos . Ya Rosa Luxemburg, y m�ís tarde Hannah Arendt (como señala I-farvey, 2004) , clesracaron que los beneficios exrrem:imente altos requieren unJ distri bu ción e n detri mento de las clases subalrernas y en favor de b s élites económ icas y polír icas, lo cnal hace re­ventar el marco econórnic.o que permite el compromiso de clases moderad o por el Estado de bienesrar. Esro t iene como resultado que también l as clases subalternas acaben i n teres:índose en la apro p iación p o r desposes ión d e oi-ros a través de los m eca n ismos m u n dia les d e l o s m ercados fin ancieros co n el fin de aliviar sus cargas. l�sta es la base eco n ó m i ca de la s i multanei­dad d el globalismo y del (neo)nacional ismo, de la retórica l iberal del l i bre comercio, del l ibre movimiento de capitales y de ese sacar músculo geopo­lírico. Ahora se comprende la cín ica expres i ó n (ya citada) de Ceci l Rhodes de que es posible poner freno a la lucha ele clases en el i nrerior m edianre una política i mperialista de exp ropiación en las colon ias (como vi mos en ei tercer capítu lo) . Especialmenre en l o s tiempos de la globalización surgen m oví rnien tos n aci onal i stas y neo fascistas que no son u na reacción contra la eco nomía expro p i a dora forz<1da p o r los mercados fi nancieros, s ino su pro p i a man i fest:ición .

Hasta qué p u nto el ca p i t a li smo ele arbitraj e y especul ac ión , es decir, eL "CJ.p i tal ismo del desastre" (Fi dler, 2005) , se ha deform ado pued e verse en el aumento de l a cr imi na l idad organ izad a. Con l a desregulación, l a l ibera­lizaci ó n y la privatización, por un lado, y la m i n i m ización del estado por el o tro, los pode res privados h a n ga nado terreno frente las i n stituciones p ú b l i cas y las organ izaciones de la soci edad civil. Las fronteras en tre la as­piración J u n benefi cio lega l , la infracci ó n del marco legal y el ap rovecha­m iento cri m i n a l de l as n uevos espaci os l i b res se d i fu m i n a n . E n ro n , \Vorldcom, Pa rmal;ir, e l tr;.li�co d e drogas, ele person:Js y armas, la co rrup­ción a gra n esc:: d a , el ch:m r aj e po l ít ico, ere . , ya no son a lgo margi na l . El 1 5% del co me rc i o rnundi :i l y casi e l 5% del PNB del mundo se p rod uce de una rmnera i l ega l o criminal . Así se destruyen l os recursos mora les del s i srcm::i capi ta l ista desde den tro, como consecuencia de la apertura del mer-

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cado n col ibcral, de la desregulación y del aban dono ele l as act iv idades eco­nóm i cas p o r p arte del estado. Los agentes eco nómicos sigu en l as señales del mercado. S i los beneficios de dos ci fras son la señal y se convierten en norma, en tonces es apro p i:Jdo segu ir el r.uido de las s i renas de los al tos be­neh.cios al lá donde se hs oye, i n cluso si e l lo i m p l ica el uso de med idas cri­m inales.

Las ten den cias de cris is de l os mercados finan cieros globales y su lado oscu ro, el de l a crimina l i dad organizada, el blanqueo de d inero, la corrup­ción y las esrafas, han de i nterpretarse como u n síntoma de la agudización de l as contradicciones internas d e l capi ta l i smo m oderno. Corno conse­cuencia ele la extrema d es igu aldad. en un mundo d ivid ido e ntre acreedores y deudores, esas contradicci ones ya han agredido y socavado los recursos mora les (Pogge, 2005) que resu l tan imprescin di bles para m:Jntener un ni.í­n imo de coherencia en el mundo globalizado. No menos i m portante es que frenan la dinámica del sistema capita lista. Si a eso se añade el shock ex­terno de la desestabi l izació n , como apunta Fernand Br:Judel, puede que el cap ital ismo tal y como l o conocemos esté l legando a sus l ím i tes.

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Capítulo séptimo

El shocli externo : el fin de la era del petróleo

7 . 1 El terror no viene de fuera sino de dentro

Quien busque, con Fernand B raudel, un shock externo "de extrema vio­lencia" inmediatamente recordará de inmediato las imágenes del atentado contra las Torres gemelas el 1 1 ele septiembte ele 200 1 y la inseguridad tras los ataques terroristas de Bali, Djerba, Madrid, Estambul y Londres a los que podrían seguir otros. ¿Qué lleva a la gente a perpetrar semejantes actos de locura, crímenes asesinos en los que aceptan también su propia muerte? H�1y que tratar de comprender por qué el terror alcanzó los centros del mundo occidental, cuál es su trasfondo social y económico y cuáles son los objetivos políticos que persiguen !Os terroristas. Está fuera de toda duda que los actos terroristas escalaron con las guerras de Estados Unidos y sus aliados contra lrak, Yugoslavia y Afganistán y luego con la "guerra contra el terrorismo" proclamada por el presidente estadounidense George W. B ush en el 200 l . Un tipo de guerra que conduce al aplastamiento militar y la ocupación de los "estados canalla", la eliminación de regímenes ingra­tos y su sustitución por gobiernos obedientes. En esas agresiones militares también se martiriza y se aterroriza a la población civil. Entre mayo de 2003 y mediados de 2005, una vez finalizadas las operaciones mili tares en lrak, murieron entre 39 .000 y 1 00. 000 iraquíes (según FR, 1 3 de j ulio de 2005) . Ciudades enteras como Faluya fueron destruidas por el ejército es-

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rn d o u n icfcnsc. El "terro risrno de bombardeo", perpetra d o por "hs civi l i­zadas p o te ncias occi d e n ra le�" en su l ucha con rra el terro rismo; genera a su vez m ás rcrrorismo. 1 Es 1 rn c ircu lo vicioso de escalada ele .L1 violencia q u e nad ie s:1be dónde se der iene.

¿Qué l l eva a gob iernos elecros de países democráticos a bombardear, emplear la rortu ra, cometer graves violac iones de los derechos humanos, a

i n s raurar, en defin i tiva , u n " imperio de la barbari e" (á C l a rk , Foster:

2005 ) ? La neces idad de una "guerra co ntr::i el terrorismo" no puede ser n i una respuesta n i una j ust ificación. En l a guerra contra el terror ismo h a ele haber otros objetivos, acaso m�s i mportan tes . De h echo, lo que verdacle­r:imente importa en esa g1 1 crra es sobre todo l a i n fluencia geoestratégica •.en las regiones petrolíferas en el Orien re Medio y Asia Cen tral .

Las guerras siempre se han l ib rado por el control de fron teras y teni­rorios. Aunque esra guerra parece una guerra global sin fronteras, que no t i ene l ugar en n ingún terr i rorio en concreto , porque todo e l p l aneta -e incluso el espacio extraplanetario- forman parte de l " teatro" de operacio­n es de la guerra contra el terror ismo, se tr'.1 ta de una verdad a med i as . El ejérc i to necesi ta territorios en los que constru i r l as bases necesar ias para l ibrar su "guerra contra el terrorismo". Hoy en d ía, los EE. UU. disponen de por l o menos 725 bases m i l itares; una buena parte de ellas se construyó después ele 200 1 . Se agrupan bajo el p unto de vista geoestratégico a lrede­dor ele los terr itorios petrol í feros y aquel los afectados por su logíst i ca, es deci r los oleoductos y l as ru tas de petro leros (Johnston, 2004: 1 1 y ss.) . La influenci a terr i tor i a l signe s iendo por lo tanto tan i mportante en l a gllerra contra el terrorismo como en las " guerras tradicionales", aunque lo que importa en los confl ictos :1 crual�s ya no es e l desplazam iento ele fronte ras entre los estados (el "crec i miento" de l estado propuesto por los ant iguos geopolír icos del comienzo del s iglo XX) con el fi n de extender

1 . T(xfaví:i 1 1 0 exisre u n a definición vi nculante i 1m�rnacional de terrorismo y terrnrisrno est:1t:1 l . F:l Sccrerario general ele h ( )NU p ropuso qu i : « . . . any action constitutes terrorism if it is i11tenrlrd to muse deruh or srriinu bodil)' hann 111 ri11i/ir1ns or 11on-combatants 1/lith the pu1:­f'Osr· of i11timir/11ti11g rt pop11!11tion or 1mnpel!i11g rt Go¡;en11nent or cm international Ol'f'il!Úzation to do or r1hstni11 fwn dol11g 1111)' th't . . . ". (Annan, 2005, Art. 9 1 ) ( . . . Cualquier a cr�) cuya i n ­rención sea cal!sar b mucrre o h e r i r gravemenre a civi les o no co111barien 1cs con e l propósiro de i n t i rn id:H :1 la pohhci ó n o lorz:H a u n gohierno o :i u n a organ iz:ic i ó n i n ternacional a l l e­var a cabo un acro o abstenerse de ! lev:nlo a obo. co 11sti ruye u 11 acro de rerroris 1no . . . )

1 98

1.,

su tei-r iror io, como en la época del "vie jo i m perial ismo". S i n embargo, Lis

fronteras s iguen siendo i m pommres, sobre todo hs Cronreras natu rales re­

ferenres a Ja d ispon i b i l i dad del petróleo, el e l i x i r de l::i vid :i de las econo­m ías modernas. El o b j etivo del i mperia l i smo petrol í fero cons iste en extender este l ímite ele la d ispon ib i l i dad del petróleo. É,se es el pu n to de arranque de violenros confl ic tos por e l acceso a Jos recursos, confl icros que t i enen el potencia l ele converti rse en co nfl i cros m il i tares entre los po­derosos países consumidores y los p roductores ele petróleo, así como entre l os distintos países consumidores. En cuanto escasee el petróleo, l as luchas por su distr ibución serán i nevi tables.

Estas l uchas se real i zan geoeconómiettmente en el mercado mund ial , me­diante p recios, cuotas, cant idades y div isas, pero también geopolíticttmente con medidas de pres ión pol ítica -desde la i nfluencia d ip lom<Ít ica hasta el soborno y e l chantaje- y el despl iegue ele fuerzas m i l i tares. Lo mil i tar y lo económico están i nterconectados en e l marco geopolí t i co de l abasteci ­miento de energía (Wuppertal Tnsti tut , 2005 : 93 ) . Como no puede con­fiarse excl usivamente en las fuerzas ele mercado, el sum i n istro ele energía se garantiza con med ios m i l i tares. Pero así se agudizan los confl ictos. «El bombardeo de gente i nocente en Bagdacl, Yen ín y Kabu l es tan bárbaro como el ele Nueva York, Madrid o Londres . . . >) (Tar iq A l i en : taz, 09 ele j u l io de 2005) . Por lo tanto , e l terror ismo no es en absol u to u n shock que provenga de fuera, e le suicidas cegados por e l fundamentalisrno rel igioso, s ino que es también u na reacc ión al h echo de que las potencias occiden­tales lleven décadas i n tentando mantener y amp l i a r s u i nfl uencia en las grandes regiones petrolíferas apoyando a regímenes d ictator iales y opri­m iendo a la pobl ación , así como una reacción al terror ejecutado por el estado en la l l amada "guerra contra el terro r ismo" . Esa guerra no p uede ganarse n i puede term i na rse: n ad i e sabe a c ienc ia cierta a qu ién se com­bate n i cuáles son las con d ic iones para su cap itu l ac i ón .

En este contexto debe tomarse e n considerac ión la nueva s irnación h i s tór ica en t iempos de l a global izac ión : «En e l siglo XXI hs guerras por

la hegemonfa colon i a l e imperial ya no pueden l i m ita rse .a los pa íses que los autopro chmaclos señores co lon iales ano l la n y explor:rn . Se rr:ira de un hecho de h vida moderna. Una vez se desen cadena la guerra, el campo de bata l la se vuelve mund i al . )) (Dei rd re Griswor ld , en: .funge Wle/t, 09 de j u l io el e 2005) . Las tropas colo n ial es a lem;rnas pud i eron masa cra r a cien-

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ws de niiles de hercro s in que estallase ni una sola bo1nba en Berlín. Y durante la G uerra de Vietnam, el carnpo de batalla se limitó a Indochina,

m . . ien tras que en los E E . U U . no pasó nada (aparte de las protestas y mani­festaciones en contra de la guerra) . Esos t iempos quedaron atrás hace n1ucho. Los intentos por extender el lími te del consumo de petróleo con medios militares en una lucha global de distribución para satisfacer unos cuantos afios más la sed de crudo de los países industriales, aunque se están agotando los yacimientos petrolíferos y cada vez más países se agolpan ante el "abrevadero de petróleo'', tienen efectos en los países consumidores, en forma concretamente de atentados terroristas. Por lo tanto, el shocl< externo

, no es el terrorismo, sino el agotamiento de las reservas de petróleo, que provoca un nuevo y "bárbaro" imperialismo petrolífero que en parte es res­ponsable del terrorismo moderno.

A continuación me ocuparé sobre todo de las l imitaciones de los recur­sos de crudo y gas natural, no solamente porque son las principales fuentes energéticas actualmente, sino porque también revelan claramente la mag­ni tud y los efectos resultantes del shock externo de la disponibilidad limi­tada de los combustibles fós iles, un shocle C[Lle hace temblar al capitalismo tal y como lo conocemos. Hace aproximadamente 250 años, la revolución fosil-industrial inició un cambio radical en todos los ámbitos vitales, en la producción y el consumo así com.o en la política y en la cultura. Pero des­pués del domino de la energía fósil , erigir un orden estable sólo será posible sobre la base ele las energías renovables. Pero antes, y éste es el horrible sub­texto del terrorismo y de la guerra contra el terrorismo, puede que el , mundo se hunda en un caos mundial (como lo imaginan, por ejemplo, Deffeyes 2005 : 8; y Heinberg, 2004: 3 3 1 y ss . ) . Bjorn Lomborg (2002) afirma en cambio que por regla general los peligros ecológicos se .presentan de u n¡t 1nanera exagerada. Según él, el frío cálculo muestra que algunas n1edidas de protección del medio ambiente o de reparación ecológica re­sul tan ru·ás caras que los mismos daños ecológicos. Por eso su libro tiene el prbvocador título de Apocafypse No.'Puecle que sea cierto o no. Bien es ver­dad que nadie puede saberlo a ciencia cierta, por una simple e inquietante razón: no es posible calcular monctariamente los cambios de la naturaleza causados por los h umanos. La naturaleza no se deja valorar en cantidades ele dinero y en consecuencia no disponemos de ninguna regla para medir co n segui·icbcl los costes de evi tar la destrucción medioambiental o de re-

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pararla, ni los costes de los daíios ecológicos, asi que no los podemos com­parar de ningún modo. Por eso los cálculos del Grupo lntergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas inglesas) de Nicholas Stern, Lomborg y otros varían considerablemente. Las l imitacio­nes de la valorización monetaria de la protección y de la destrucción de la naturaleza se tornan aún más obvias si se toma en cuenta la evolución de estos procesos en curso: no sabemos nada de los efectos secundarios, ter·· ciarios etc . , de Ja destrucción del medio ambiente, pongamos por caso del efecto invernadero. Debido a esta inabrogable inseguridad en la conferencia ele la ONU sobre "naturaleza y desarrollo" en Rio de Janeiro en el año 1 992 se declaró que el principio de la prevención debía ele ser la pauta de la acción política. Pero Lomborg les contestó que todas las decisiones po­líticas, en

,cualquier ámbito, deben toma(se sin una seguridad plena y con

consecuencias irrevers ibles. Por eso conviene ponderar los gastos que su­pone cada decisión y las ganancias que genera, porque hay que evitar que se «despilfarre» dinero «para pr�blemas relativamente in'Significantes y que entonces no quede el suficiente para problemas mucho. más importantes» (Lomborg, 2002: 409) . Una filosofía de "cañones en vez de mantequilla" que presume ayudamos a «olvidar nuestro miedo al amenazador colapso» (!bid) . Los límites, de los que tantas veces se ha habla�lo, según esa teoría, simplemente, no existen.

7 .2 Discursos sobre la finitud

Que las reservas de combustibles fósiles son limitadas es algo sabido y nadie en sus cabales disputaría la afirm.ación. Incluso si se asume que las «uitimate recoverable resources» (últimas reservas que se pueden extraer) ascienden a 3 billones (3 .003 mil millones) ele barriles (US Geological Survey ele 2000; véase también Jeomans, 2004, Deffeyes, 2005: 43, donde indica el número ligeramente superior de 3 .0 1 2) y si partimos del consumo actual de 25 mil millones ele barriles por año (75 millones de barriles diarios), sólo quedan 1 20 años hasta que se haya consumido la últi ma gota de pe­tróleo, un período ele tiempo muy corto bajo el punto ele vista de la historia ele la humanidad. El período se extiende -proyectándolo desde el pasado­cle 1 8 85 hasta nuestros días. En este período se consumió casi un b illón s

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de barr i les de petróleo (véase, de nuevo, Deffeyes, 2005) . El 26 de ju lio de 2005 la petrolera Chevron publ icó un anu ncio de dos pági nas en el Finan- '. cirtl Times en el que se lefa: «lt too/e us 125.Years to use the first trillion barreis o/ oí! We 'll use the next tri Ilion in 30» (Nos llevó 1 25 años consum i r el pri­mer billón de barr i l es de petróleo. E l próximo bi l lón lo consumi remos en 30). En orras palabras: también la indusu-ia petrol ífera es consciente de l a fi ni tud

_ d e l os combustib l es fósi l es, a l punro que Bri tish Petroleum quiere

que se in terprete la abreviatura BP corno "Beyond Petroleum" (más a l l á de l petról eo) . Pero el cálcu l o optimista basado en 3 bi l lones de barriles, que p_odría perm itirnos suspi rar al iviados, no es en cualquier caso real ista: l a cifra se ha exagerado s in escrúpulos. Aunque existan esos bi ! !ones de barriles

yaciendo en l a corteza terrestre, no es posible extraerlos a u n precio acep­tab le con l as técn icas actuaJ mente existentes. Y si jamás será posible es algo que todavía est<Í por ver. Por eso se habla normalmente de un período es­tad ístico, es decir, el tiempo para el que bastarán los recursos p robados ba­sándose en el consumo actua l , estipulado en unos cuarenta años: «Proven oil reserves are sufficient to meet world demand at curr�nt levels far over 40 .Years. However, this figure significantl_y underesiimates the volume of oil re­sources t¿at ma.Y be eventually recoverab!e with improved technolog.Y or at hzgher ozlpnces . . . » (FMI, 2005 : 1 6 1 ) (Las reservas probadas de petróleo son suficientes para satisfacer la demanda m undia l al n ivel actual por más de 40 años. S in embargo, este n tímero subestima de manera s ign ificante el vol umen de l os recursos petrolíferos que eventualmente podrían extraerse con tecnologías más avanzadas o a u n precio rn;:Ís alto) . Cabe añadi r otro . "si n embargo" con una señal ele interrogación: ¿Qué ocurriría s i , como consecuencia de una exi tosa i ndustria l ización en Ch ina, I nd ia , África y otras reg10nes de l mundo, subiera rápidamente Ja demanda de petróleo y la demanda sobrepasase e l «n ivel actua l » y quizá inc luso el de l a extracción de l os «recursos que eventua l mente podrían extraerse»� La Agencia· Inrer­nac10na l de la Energía espera una subida de la clem:inda de petróleo ..del 60% hasta 2030 como i n dica en e l World Energy Ourlook de 2004. Por lo tanto, la referencia 'a los recursos que eventualmente se pueden exp lotar resulta poco menos que un pequeño consuelo que pierde rcípidamenre todo s u efecrn s i en el p ronóstico inclui mos el factor l a demanda.

Cuarenta años no es mucho tiempo si uno toma en consideración Ja su­cesión de las generaciones de la humanidad, incluso s i se añaden qLi izá unos

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cuantos años rnás debido a las «tecnologías más avanzadas)). A la próx.im:� ge­

neración , o quizá l a que siga a ésta, solamente le quedadn barriles vacíos y oxidados, una putrefacta infraestructura de oleoductos recorriendo continen­tes enteros, así como una atmósfera cargada de d ióxido de carbono perjudicial para el d ima. Pero cuarenta años son un plazo muy largo para los inversores financieros, que exigen una amortización de sus inversiones en rnuy poco tiempo, también para los directivos que no buscan sino subir el beneficio a corto plazo de los fondos que gestionan. El final de las reservas de petróleo esd mucho más allá del horizonte que determinan los cálculos de los agentes económicos. Así que no l es interesa. Éste es el motivo por e l que se ha descui­dado tanto en las úlrimas décadas la renovación de !� i nfraestructura petrolí­fera. A los accionistas les importaba -y todavía les sigue importando- más el beneficio privado de sus i nversiones de hoy que la seguri dad del abasteci­miento general de petróleo de mañana. Por eso hace falta que suba el precio del petróleo, para que la tasa de ganancia de las acciones ele compañías petro­l íferas alcance el nivel de l as inversiones financieras, antes de gue puedan efec­tuarse las i nversiones de 1 6 bi llones de dólares estadounidenses que l a AJE

estima que se necesitan para la exploración, la infraestructura de transporte y l as refinerías, así como para las redes de oleoductos.

Los responsables políticos son conscientes de las limitaciones del petró­leo británico del Mar del Norte. Pero en la campaña electoral para la GÍ­rnara baja de Gran Bretaña en mayo de 2005 se ignoró el tema porque ninguno de los partidos sabe cómo afrontar l as consecuencias que tiene-e l agotamiento del amaño gran yacimiento petrolífero del Mar del Norte para la economía y la sociedad británicas. Y, en cualqu ier caso, el horizonte tem­

poral no . va más a l lá de las próximas elecciones . Los noruegos fueron más previsores y guardaron una parte de sus i ngresos por l a exportación de pe­tróleo del Mar de l Norte en un fondo al que recurrirán cuando el petróleo ya no salga a borbotones. Pero sigue siendo incierto si el fondo podrá rendir l os beneficios esperados cuando a consecuencia ele l a escasez de petróleo también se estanque el crecirnienro rea l .

La objetividad de las l imitaciones de recursos es relativizada por l a sub­jetividad del d iscurso geofísico, económico y pol ítico. Por eso encontramos en el debate todas las posturas: algunos creen que el fin de la época de pe­troleo tardará aún mucho en llegar; otros creen que cuando se acabe el pe­tró leo comenzará la época del h idrógeno; y hay qu ienes d i cen que aün no

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se ha ap rovechado del todo d potencial de la e11ergía n uclear Y aún los que

afi rman LJLLC pronta se sobrepasa1«'Í el punto n-iáximo de la extracción de petróleo y que solame n te e n tonces será posible una vida con un consumo energético radicalmente red ucido (por ej emplo Heinberg, 2004) . Según estos últ imos lo que importa no es el consumo de la última gota de petró­leo, s ino el momento en que la extracción mundial anual sea mayor que el descubrim iento de los nuevos yacimientos. Entonces se habrá sobrepasado el cén i t de la extracción <le petróleo (el '�vet1koi!") y no se podrá satisfacer, o sólo se podd satisfacer a p recios cada vez mayores, la demanda adicional generada µor el crecimiento económico o por los n uevos países consumi­do res recientemente industrializados. Según los representantes de la Asso­ciation for the S tudy of Peakoi l (ASPO) este p un to se sobrepasará, a más rardar, a mediados de la década de 201 O. Entonces la c�irva de abastecimiento en el mercado global de t1et:níleo ya no pocld incrementarse -también con el incremento de los precios-, m ientras que la curva de la demanda aumen­tará debido a la notable inelasticidad con respecto al precio . Con estas con­diciones, el mercado de petróleo no pocld fuqcionar ya como un mercado de competencia. Por eso la ofrrta está carrel i zada por la OPEC desde 1 960 )' h demanda por las graneles r ramnacionales petrolíferas (antiguamente eran ''siete hermanas" que por absorciones se han ido reduciendo: BP, Shell, Total Fina Eir: Exxon Mobil, Chevron Texaco) . Teniendo en cuenta el inevitable fa llo de rnercad(I, se supone que las instituciones y organizaciones interna­cionales deberían asumir la regulación del precio del petróleo.

Cada gota de petróleo sólo se p uede cons umir una vez. Es una ley de la naturaleza. /\ t ravés de ciertos mecanismos y procesos, la energía contenida en los combustibles fósi les se convierte en energía de trabajo que sirve para producir los valores de uso g1 te req uerimos para satisfacer n uestras necesi ­dadcs. 2 Al rn ismo tiemµo gen eran prod uctos de combustión que en su ma­yoría se deposi tan en b atmód(:ra. 3 La producción de energía nuclear deja ,

2. l�l l c·'s t c t exto 1 10 s e a nal izan l os otros Ll:il>S de l [>Ctrólco como 111areria prima para l a ind 1Jstria q u ílll ica y farmacéutica. a 1 J nque c o n gr<l ll frecuencia s e afirma que e l petróleo es 1 1 1 1 a 1 1 1a 1 er ia prima demasiado valiosa como para q uemarse como combusrible .

. 1. /\u1 1 1e 1 1 ta !� e 1 1 1 rnpía del sistema. Es <Jtra manera de expresar que disminuye el orden ,1· ljlll', por 1 , , f<11 1 1 o , au nque sigue co1 1s1antc la energía d el u n iverso (primera ley de la 1crrno­d i 1 1 : í 11 1 io) , sólo queda una rnergfa de calidad drcrccirntc para el rendimiento laboral (se­gumla ley) . ¿ l'ern qu<' es d sistema> Un sistema se define por sus l ím i tes. Hemos desracado

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aparte del aumento de las temperaturas y el agua contaminada en el en­torno, residuos radioactivos que tienen una vida media de miles de años.

Que los recursos energéticos y minerales eran un bien escaso es algo que señaló ya el Club ele Roma en su i n forme de 1 972 (Club ele Roma, 1 973) , pero aquella argumentación no estaba sólidamente fundamentada y los

" Cornucopians" , es decir, quienes i n terpretaban l a naturaleza ele la Tierra como un cuerno de la abundancia casi inagotable y que se podía hipotecar i l imi tadamente, pudi eron refutada fácilmente y con' frecuencia aún cot1 cierto donaire en su crítica. Pero se equivocaron de cabo a rabo. Confiaron demasiado en que antes que apareciesen las l imitaciones naturales -más allá de la finitud de la Tierra que, según ellos, supondría solamente un pro ­blema en u n futuro lejano- lo harían las de la rentabil idad económica de la explotación dé recursos. Po r lo tanto, estas l imitaciones serían las rele­van tes, y no las de la naturaleza. Pero las l imitaciones económicas son va­riables, puesto que reaccionan sensiblemente a las variaciones ele precios y tipos ele i n terés. También avanzarían las tecnologías y los métodos cien tí­ficos de exploración, así que, a pesar de la explotación de recursos, cada vez se podrían expl o tar mis yacim ientos. Cuando se acabase el petróleo convencional, todavía quedarían petróleos no convencionales como las are­nas b ituminosas, petróleo abisal , pizarra bi tuminosa, etc. , y de éstos habría s uficientes en Canadi, Venezuela, Australia, Brasi l , China, EE.U U. e i n­cluso en Estonia (Yeomans, 2004: 1 1 1 ) . Por lo tanto , la finitud de la Tiena sería una dimensión flexible y no un límite fij o . Así se explica que a me­d iados de los noventa l os yacimientos p robados de petróleo fuesen un 5 5% mis grandes que e n 1 980. La imposib il i dad física de que la copa de vino se llene a cada trago no supone ningún problema para algunos economistas cuando escriben sobre la disponibil idad del petróleo. «A lo largo del tiempo tan to. la extracción como d volume n de las reservas conocidas aumenta­ron » , y si la e_xplor<tción «fuese más con�petente, conducida al descubri­miento de nuevos yacimientos» (Weizacker, C.Ch. , 2004: 8) . A los

que en la ttansiciún a la producción capitalista- industrial los co111bus,ri bles fósiles llegaron a set p rácticamente la ú11ica fue.na mo rri?. y que su uso convierte a la Tierra en un sisrema cncrgética mcme hermético, con una " mural la" entre la energía de los yacin1 ientos fusiles ut i l iz.ados por la i ndustria y la energía solar que manrienc la vida en nuestro p lanet<l (véase el cuarto capítulo).

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eco n o m istas neocl ásicos les resu l ta difícil d e com p render que los p rocesos económ icos están l imitados por la natu raleza. Produ cció n y consumo son procesos de transformación de materia y energía y tienen lugar en el tiempo y e l espacio. No entienden l a evi dencia de que l a Ti erra es l im itada y que a lgú n día la corteza terrestre estará tan perforada como un queso gruyere y que para entonces no se encon trarán nuevos yacimientos, o sólo algunos de los que 4e pueda extraer crudo con un elevado coste de explotaci ó n . Para l o s economistas ·neocl ásicos y n eo liberales, l a evol ución d e l os p recios en el mercado del petróleo tiene «poco o nada que ver con la fi n itu d de las reservas de petróleo» (F<AZ, 06 de j u l i o de 2005 : Folker Dri es, "Vo n Ó l und Ó l hysterie" [El petróleo y b h isteria d e petróleo]) . Según l a tesi s del p ico petro"lero, el i nevitable y considerable aumento del p recio del petróleo afectará a la d emanda y a las estructuras de consumo, a las rel ac iones entre l os países consum idores, a todos los sectores de la economía y a éstos entre s í, y a l os patro nes ele consumo. Es seguro que se pro duci rán cam b i os d e l a estructura económica q u e ser�:in t a n violentos q u e cuesta i magi narse que b "m ano i nvisible" del mercado p ueda con ell os.

Hasta l a fecha se han extraído cerca d e 944 m i l m i l l ones ele barri les de petróleo en todo el m u n do ( The Guardían, 2 1 ele abri l de 2005: John Vida!: "The encl of oi l i s closer rhan you thi nlc" [El fin del petróleo está m�is cerca de lo que crees] ; Deffeys, 2005 : 35 y ss.) . La explotación actual de los yac imien tos petrol íferos asciende a 2 5 m il m i ll ones de barriles anua­les, pero l a capacidad de los nuevos yac imientos encontrados es i n ferior. H an pasado l os buenos t iempos en que los hal lazgos ele nuevos yacimientos . fueron más graneles que l a explotación -y en consecuencia pudo aumentar el empleo del "oro negro" a pesar del consu mo creciente-, y probablem ente jamás volverán . Para una mejor compren sión cabe d istingu ir en tre recursos y reservas. Los recursos pertenecen en gran parte aún al "reino de la n atu­raleza" , mientras que l as reservas se encuentra más bien a disposi ción del consu mo humano. Los más extensos son (1) los recu rsos conocidos y_ l os que se cree que existen , indepencl i énrememe de si pueden ser extraídos o no. Son los "ült i mm" recurs s an tes mencionados. Menos extensos son (2) los recursos aün por exp lotar que n o han sido aún hal lados, pero que po­d r ía n serlo (acerca de esta distin ción, véase BBGU, 2003: 47 y ss.) . Un subconjunto de aquel los son (3) l as reservas de yaci mien tos conocidos o p robados (proven reserves) que se consideran expl otables con las técni cas

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existentes y al precio d e mercado vigente. La O PEP l os define como «an estimated quantity of a!l hydrocarbons statistically defined as crude oil or natu­ral gas, which geological and engineering data demonstrrrte with remonab!e certainty to be recoverab!e in future years ftom known reservoirs under existing eco no mi e and ope,rating conditions.» (según Shel ley, 2005 : 1 2) (u na cantidad estimada de rodos los h idrocarburos definidos corno crudo o gas natural, de los que los datos geológicos e i ngen i eros prueban con Ltn a certeza razo­nable que podrán explotarse en los próxi mos a ños en las reservas conocidas y bajo las vigentes con d i ciones económicas y operativas) . Debido a la l i ­mi tación d e la Tierra, existe, pues, una cantidad "objetiva'' , p e r o ésta es cas i i rrelevan te en e l actual debate energético: l a h u mani dad actual no piensa ni p lanifica sobre largos períodos de tiempo.

Cuando se h ace d ifíci l encontrar nuevas reservas en la corteza terrestre, lo más fác i l es inventárselas sobre el papel. La cantidad ele reservas se deja i nfl uir así por l a pol ítica de las empresas. La info rmación de l as graneles compañías petrolíferas acerca de sus reservas no es precisa y se elabora s in n inguna transparencia.4 Las pos ib i l idades de l crecimiento ele l a p roducción dependen de l a relación entre l as reservas y la explotaci ón. Cuanto más grandes sean las reservas, mejor serán los pronósticos ele crecimiento, y con ellos l a cotizac ión ele la empresa en l as bolsas mundiales. En el 2004, l a energética Royal Dutch-Shell tuvo que rebaj ar los datos ele sus reservas de 1 9,4 a 1 5 ,9 m il m il lones de barri les (véase FTD, 1 2 de enero de 2004)

4. Deffeys se burla del nümero ele 3.0 1 2 m i l m illones de barriles al que, según el U.S. Gcological Survey, ascienden bs res,�rvas de perr6leo. «Whar seems to have happened i s il­lustrared by the srory ofShell interviewing as porenrial emp loyees a geologist, a geophysicist, and a petroleum engi n eer (the k ind rhat estimares reserves) . One question asked was, "Whar is rwo times two'" The geologist answered rhat is was probably more than rhree and less than five, bur rhe issue cou ld use some more research. The geophysicisr puncbed it into his palmtop computer and announced that is was 3 .999999. The perroleum engi neer jumped up and locked rhe <loor, closed rhe window blinds, unplugged rhe phone, and asked quier.ly, "\Y/har do you want ir ro be'",, (Deffeyes 2005: 43-44). (Lo que parece haber sucedido lo i lustra el ch iste de Shell entrevistando como potenciales empleados a un geólogo, un geofísico y un i ngeniero petrol ífero (del ripo ele los que estiman las reservas) . Una de las preguntas es "¿Qué es dos por dos?" El geólogo con resta que el resu l tad o probablemente será más de tres y menos de cinco, pero que el asunto rodavía requeri ría m:ís i nvest:igaciones. El geofís i co te­clea en su ordenador palmrop y anu ncia que es 3'999999. El ingen iero petrol ífero salta de su silla, cierr:i la puen:a y bs pers ianas, descon ecta el teléfono y pregunta nan quilamenre "¿Cuánto quiere Ud . que sea?")

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pon.¡ue había esrünado rnuy por encima las reservas. Errar es hun1an� --Pero

en este caso se trataba ele un engaño prerne_d1rado, porque las cond1C1ones

para la exploración y explotación de nuevas reservas se han hecho cada vez 1nás difíciles. Según E:xJcon, «los nuevos recursos se encuentran en aguas cada vez más profundas y en zonas cada vez más difíciles de alcanzar» (véase también: FTD, 1 2 de febrero ele 2004; FTD, 10 de marzo de 2004; FTD, 24 de marzo de 2004) . Con una argumentación parecida , la mexicana Pemex redujo sus estimaciones de las reservas en los yacimientos petrolífe­ros en d Golfri de México en un 53%. Originalmente, en sus libros de cu en ta se indicaban reservas de 54 millones de barriles (B Universal, 1 8 ele abril ele 2005, p. 1 ) .

Debido a que l a cotización bursátil d e una compañía petro lífera de­pende de sus reservas, la tentación de subestimar las d ificultades de explo­tación y sobrevalorar las posibles reservas es grande. Si del valor bursátil de una ernpresa dependen además los salarios de los directivos, las falsifica­ciones y los datos exagerados acerca de las reservas se convierten en moneda corriente. Esto obviamente j uega en contra de los intereses de los accionis­tas en bolsa que, como parte de su estrategia ele inversión, tienen que tasar cor.rectamente el valor de la empresa. Por eso, las autoridades supervisoras exigen más transparencia y el cumplimiento de normas para valorar las re­servas . Se "objetiva" el valor cuando el petróleo se ha convertido en un . valor capital en el mundo de la economía, pero en el mundo físico la valo­ración es en sumo grado sul:; j etiva .

La subjetividad de la estimación de la reservas también se demuestra al ..

comparar los ;ntereses de los países extractores de petróleo y el de los países consumidores. Las informaciones sobre las reservas se utilizan con frecuencia como una "medida de propaganda". Los estados de la OPEP quieren impedir que los países consumidores busquen fi.1entes de energía alternativas o inten­sifiquen s u búsqueda de petróleo en otras regiones (Global Challanges Net­work, 2003: U l3} . En cambio, los estacfos que no forman parte de la OPEP quieren hacernos creer que at'.i n queda suficiente petróleo en el mundo al que se pod rfa rernrrir si ia OPEP aumentase los precios. Dentro de la OPEP los países miembros pueden reclamar cuotas de representación más altas en arre­glo a sus supuestas reservas. l�sta fue obviamente una de la razones por las que Nigeria no corrigió las iu.fórmaciones fa.Isas de Royal Dutch-Shell, aun­que las au toridades competentes estaban al corriente (FR, 2 1 de abril de

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2004) . No se trata de un caso aislado, sino de algo realmente habitual en la historia de la OPEP. En los aflos 80 «six of the 11 OPEC nations increased their reserve figures by colossa! amounts, ranging fi'om 42 to 197 percent; they did so 01161 to boost their export quotas" (Campbell y Lal1errere, 1 998) (seis de las once naciones de la OPEP aumentaron sus datos de reservas en cantidades ciclópeas, yendo de un 42 a un 1 97%, y lo hicieron con el único fin de aumentar sus cuotas de exportación) . En 1 983 (durante la guerra contra Irán) , Irak anunció un aumento de sus reservas de 1 1 mil millones de ba­rriles, aunque no se había accedido ni a un solo nuevo campo petrolífero. El a menudo mencionado número de 1 1 O mil millones de barriles de los que supuestamente dispondría lrak es cuestionable. También Kuwait co­municó un aumento de sus reservas del 50% en 1 985 sin presentar ninguna prueba. Llama la atención que en las reservas de petróleo de los ·países no miembros de la OPEP no se refleje el aumento repentino que se indica en las declaraciones de algunos países de la OPEP.

Datos "objetivos" sobre las reservas de petróleo no los hay. Por eso hay que manejar con prudencia los datos de la "BP Statistical Review ofWorlcl Energy" y también los de la Agencia Internacional de la Energía, puesto que sus informaciones se basan en los datos ele las empresas petroleras (Kurtner, 2004) . Los economistas neoliberales están convencidos de que los "fenómenos de escasez" no se deben a las l imitaciones naturales, sino a b falta de "generación ele poder adquisitivo" econó1¡.1Íco (Weizsacker, C.Ch. , 2004: 7) ; los cuellos de botella energéticos pueden superarse me­diante inversiones "masivas " . En su imaginación, la naturaleza sólo es un conjunto de "capital natural" que se forma por la entrega de derechos de propiedad a p iezas de la naturaleza. El capital natural form.a parte de las carteras ele inversores y puede sustituirse por capital monetario y viceversa. Inversiones en la exploración de nuevos yacimientos, en la investigación sobre la utilización de petróleos in usuales, en la logística de transporte, en

las refinerías, en las redes de distribución para la provisión de electricidad o en la cualificación de ingenieros ("capital humano") , etc . , son una evi­dente solución artificial para un problema generado por las l imitaciones naturales. Ten iendo todo eso en cuenta, la AIE habla de un « u11derinvest­me11t)> (una falta de inversiones) que hasta 2030 debería compensarse con inversiones por valor de 1 6 .4000 mil millones de dólares estadounidenses en las redes ele distribución (60%) , la producción ele petróleo y gas (38%)

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así como· de carbón (2%) y en la cualificación de ingen ieros (FT, 07 de m ayo de 2005, P- l 7) .

Pero la AIE tampoco puede neg::ir completamente las cond iciones natu­rales ele 1::i producción de pt'tróleo. Las causas del «tmderinvestment» no se ven solamente en el hecho de gue las ernpres::is en el capita lismo de los ac­cion istas t:engan gue pagar «cash to shareho!ders rmd internrltionaf companies» (dinero ::i los accionistas y a las compañías in ternacionales) como d ice Fat ih B iro l , el "chiefeconomist" de la AJE, s ino también en e l problema de que las compañías petrol íferas sufren por el "/ack of access " (falta de acceso) a n uevos y lucrativos yacim ien tos (FT, 06 de mayo de 2005) . Además, se afirma que la futura escasez de petróleo provocará una subida de los precios que hará que las necesari::is i nversiones adicionales y el desarrol lo ele fuentes ele energía renovables -bajo ese término se entiende sobre todo el desarrollo de la energía nuclear- sean rentables. Según ellos, los consumidores solamente deben ser capaces de pagar el correspondiente precio de mercado y estar dispuestos a aceptar los riesgos. En ese d iscurso no se reflexiona sobre el hecho de que al­gunos consumidores en las regiones pobres del m undo quedarán excluidos de la oferta global de petróleo si suben los precios, ni sobre l as consecuencias en la pol ítica de desarrollo y en la pol ítica energética.

Todas esas rendencias p t1eden frustrarse por los a ltos ti pos de i n terés real. Aprovisionar carece de sentido a medida gue crecen l os t ipos de i nterés teniendo en cuenta los elevados costes de a lmacenam iento. Ésta podría ser una razón por la cual en el 2005 no se pudo l imitar la subida del p recio de petróleo !amando al mercado l as reserv:is o aprovechando el espacio l ibre . de refinerías, porque, senci l lamente, no lo había . En la OPEP, por ejemplo, l as reservas de producción decrecieron en más de l O mi l lones de barri l es por d ía (mbd) a comienzo de la década de Jos ochenta, a menos de 2 mbd en d año 2004 (FAZ, 02 de abr i l de 2005 , p . 2 1 ) . La antes mencionada necesi dad de i nversiones se acumuló como consecuencia de los altos t ipos de interés real . Debido a la miopía de los inversores, que está en correlación c o n el nivel de los tipos de i n tt'rés, se fovon�ce l a extracción actual a la flt­rura. Cuando los tipos son altos se acelera la extracc ión , mientras que al m ismo ticrnpo se descu ida el almacenamienro y refi no de petróleo, puesto c¡ue los in tereses suponen una parre i mporta n te de los costes de a lmacenaje y producción .

Los l ím i tes de los combust ibles son i rrelevantes de ser correcta la p re-

2 10

sunóón neoc1ásica de b capacidad de reemplazo del "c1pital natural" me­diante capi tal financiero. Ento nces no veríamos u n shoc!? externo de ex­rraord i nar ia violencia, como el que según Braudel sería condición para una superación del cap i ta l i smo, porque tocias las l im i taciones pod rían el i m i­narse con inversiones de cap i ta l . En el mundo de los bienes privados, de la demanda privada y de l a gest ión privada del mercado no puede h aber l i­m i taciones naturales y por l o tamo no existe la finitud . Las l imi taciones sólo existen corno consecuencia de la escasez de capital. Pero p uede reme­diarse si los beneficios suben . Y si hubiera l imitaciones, entonces s iempre queda el consuelo de que éstas se están expandiendo, « There are many off shore places that in the fullness of time will get expfored. But J don 't know (how much oil) is there, and in fact nohody does. That's the kind offiw1tier you have. lt's disorderlr (Morry Adelman, citado en Schoen, 2004) (Hay muchos yacimientos en alta m ar que se explorarán a lo l a rgo del tiempo. Pero yo no sé [cuánto petróleo] yace ahí, y, de hecho, nadie lo sabe. Ése es el tipo de l imitación que tenemos. Es perturbador) . Pero esta '.'frontier " no es solamente una aventura para el descubridor, s ino también confl ictos y luchas por ganar el acceso a los ú l timos recursos escasos. En esos l ímites se encuentran cada vez más competidores, y todos reclaman para sí el uso de l as fuentes de energía fósil que en esta Tierra existen. La demanda de pe­tróleo crece porque los países recientemente industrializados, como India y China, dependen del petróleo, el combustible del crecimiento, del au­mento de la productividad y ele la movil i dad, y porque los países muy desa­rrollados no quieren ni pueden reducir su consumo. China e Ind ia representan más de un tercio ele h demanda adicional de l consumo entre 1 990 y 2003 (CNUCYD, 2004: 52) , aunque estos dos países solamente p roducen el 1 5% del producto social mundial (FMI, 2005 : 1 58) . Los p,aí­ses de l a OCDE todavía consu men aproximadamente la m itad de la pro­ducción : urna! de petróleo.

La demanda ele petróleo no se estanca, s ino que sube, y cuanto más di­nám ica sea la economía, más subirá. El hecho de que sin duda también aumente h eficiencia energética no pod rá imped i r el incremento ele con­sumo e i n cluso puede llegar a tener efectos contrar ios: s i debido a la e lt'vada eficiencia energética se abaratan los p roductos, sube b denuncia, 3SÍ que aumen ta la cantid3cl de productos y, por extensión, el consumo de energía. Las economías deben su d i n:ímica a las energías cuyo uso es i ndispensable

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l"1r;1 ¡ u c 1 < 1 nunar la l' rod uui vid ad . i ·:l a u me n to de la p rodunividad es u na

" nm.>I que rodos los p.úscs (o sea: l ugares de inversión) tienen que cumplir

pnr razones d.: corn ¡.ieti t iv i d<1d. En la econornía n1undi:.il actual , regu lada

por b OMC, las i nstituciones de Bretton-Woods, la OCDE y la UE, no

queda más remedio que seguir esta líne1 y participar en una «ca rrna de los

poseídos» (PaLJ Krugrnan) . El criterio Je !:1 good governrmce es , como vimos,

d devado crecimiento económico. Así, l as instituciones que vigilau el cu m­

pl imiento de b good governmu:e por parte ,_le gobiernos y empresas condu­

cen ;;. la hu manidad a una crisis energética de la que no se pude salir, como

no seJ que se rroduzca u11 carnb io a favor de las c¡¡ergías renovables. En

otr:1s pal:ibra:;: acaso puedan extenderse los límites pero, paradójicameute, al m ismo tiempo nos acere.irnos a ellos cada vez más ya que caJ:i vez hay

uds consumidores que acc eden a los recursos petrolíferos. Por lo tanto,

hemos de analizar la oferta y la demanda de pe tróleo , es decir, los mercados

cner5éticos.

7 .3 E1 límite de la oferta de petróleo: d pcai�oil

A11tes ele alcanzar el cén i t en la extracción petrolífera (el 'jlealwil ') , el cre­

c imicnro de las reservas llc-;cubiertas es mayor que b producción anual . Tr�1;; el pcrlÍ<, el crecim iento de las reservas e s menor que la extracción ;rnual.

Cou la crecirntc exploucióu de un campo petrolífero, la extracción se luce rn:ís dificil y por lo tanto n iás cara. Esto t iene que ver sobre todo con la .

menor presión con c¡ue ei petróleo a b superficie. Se reduce el e11ergy rctlan c 1 1 relac ión a l magy input '!lle se debe ernplear en lJ. cxrracción. Incluso

puede l legar a :;cr negaLÍ v o ;' entonces toda la empresa de Ja extracción de

peuóleo rcsuk1 c! lcrgétic;rn 1cnte irr;1 cional. El descenso ·n la p resió n ha

de cumpe11sarsc i n trncluciend o agua a presión en b roca y bombeando el

pcttóleo a h superficie. lo Cjlle consume mucha n1crgh. CornpC11sar el des­

C<.'ilSU tk presión de esa n 1 a n•·r ,t puede resul t ar tan costoso que la exm1cción

y.1 nu m e rece b peua y s e aliaudona el campo de pcuóleo . No es raro que

eso u c u r r�: en los yaci m iC J J L t )S offShorc. con gran p rofu ndidad del agua

(c(lll lO en b costa lle Angola) o dunde d mar se hieL1 en i l lvicrno y el pe­ac'ilcn bo111beadc1 a la stqw1 · ficic se turna viscoso. A todo ello cabe ar1aclir

impurezas y d il]cu.l tades técnicas a h hora de perforar c1d:1 vez más pro-

2 1 2

\ 1

1 l \ 1 1 \ . 1 · \

1 l

fundo y l uego seguir l)etforando horizontal mente a grandes profundidades.

Aunque bs técn icas de extracción han mejor;iJo considerablcmenre, resulta

inevitable que descienda la extracción, o b ien de manera prolongada y con­

t inua o bien con una caída d dstica. Sin embargo puede ser económica-

111ente ren table em plear u n a forma de energía para cxu �1cr cru<lo con el fin

ele conservar otra forma energúica del crndo. La energía eléctrica por ejem­

plo, que se produce en las centrales hidráulicas, puede ofrecerse a un precio

m�ís bajo que energía en la forma de crudo. Lo que es energéticamente irrJ­

cion<tl ruede rcsult:i.r económicamente rentable, porque el gasto de energía

para generar energía el éctr i ca es más elevado que la ganancia de energía en

la forma de crudo.

La ley natural ele la l im itación de los recursos no renovables fue tenida

por vez primera en consideración en los años 50 por Marion King Hub­

berr, un geólogo empk1do por Shel l , en un pronóstico sobre el alcance de

las reservas de petróleo. En sus cálculos pronosticó con una asombrosa

exactitud el cénit de b producción de pe tróleo en los EE.UU. al comienzo

de los setenta. De hecho, desde entonces los EE.UU. tienen que importar

cada vez más petróleo p�ua satisfacer S ll sed de petróleo porque, a di ferencia

de la curva de extracción ele petróleo, cuyo trazado es acampanado, la de­

manda <wmcnLa -a pesar de la creciente eficiencia energética·- de manera

lineal o incluso geométrica, conforrne al crecimiento de la econornfa.. Des<le

entonces, el abastecimiento de petróleo ha sido un elemento de la estrategia

de seguridad nacional , corno revela muy claramente el "Cheney-Report"

ele 200 1 (Cheney, 200 1 ) . La base de esa emategia ele abastecimiento de

petróleo. es aprovechar las diferencias en el estado de la cxrracción en dis­

r in tas regione� petrol íferas: hay regiones petrollferas que ya han superado

el peak y donde b extracción est:í en declive, as( como regiones el.onde la

producó(m está en su cén it y otras regiones que aún no han <1lcam.ado el

perd: y que todavía pueclcn aumentar l a extracción, especialmente si se afía­

dcn pet róleos inusuales (arenas bi tuminosas y pizarra bituminosa) . Puesto

que la extracción <:: 1 1 las regiones post-peal< y at�petik descenderá tcnclencial­

mcnte, pJ.ra compensar bs pérdidas hace falta aumentar h extracción en

l as regiones prc-pct1fz y controlar el transpo rte y los centros ele consu mo (vbse d escenario en Global Challanges Network, 2003: 83 ) .

Si considerarnos la "curva de Flubbert" con forma de campana de la

producción de petróleo (véase h gráfi ca de Deffeyes, 2005 : 35-5 1 ) , con-

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vien e c1sar l as reservas con más precaución que l as propias compa ñ í:is pe­

[ro l íferas. Por eso la AssocÍa[ion for the Study of Peak O i l (ASPO) ind ica u nas reservas mundiales de 780 mi l m i l l ones de barri les, m i entras que BP in dica casi 1 . 1 50 mi l millo nes . Los claros de la Agencia Internaciona l de l a Ene rgía se apoya n en las d eclaraciones de las empresas, así q u e l o s datos "oficiales" reprodu cen las exageraciones de l os elatos privados . Sh elJey uti­liza los datos ele Ja OPEI� que ind ican unas reservas m u n diales de un vo­lumen de 1 . 067,2 m i l m i l l ones de barr i l es . De éstos, 847,7 mil m i l lon es corresponden a la OPEP, lo cual supone casi d 80% de l as " reservas pro­bacb.s" del mundo (Shelley, 200 5 : 23). Las diferencias son consi derables. En contra de los 262 ,7 mi[ mil l ones d e barri l es que el estudio de BP atri­buye a A rabia Saudí, las reservas probadas alcanzan, como m ucho, los l 30

mil m illones, m enos de la mitad (Kntter, 2004; www. feasta.org) . Pero en a l gu nos casos la ASPO estima que hay más reservas de lo que afirman los datos de BP y ele la AIE, por ejempl o, en el caso de México, Argentina,

Kazakstán , Noruega y de l Rei no Un ido. Si part i mos las cifras más bajas de

la ASPO, el tiempo en el que quedará S l lficiente perróleo se reduce con una dem anda consta n te, pero ésta, de hecho, :tumen ta .

Segú n l os datos del FMJ , las reservas probadas de petróleo se concentran en el Oriente Próxi mo y en Oriente Med io (Arabia Sau d í, Irán, I rak los Emiratos Árabes Un idos y Kuwait) , a los que corresponde más del 50%

d e las reservas . Venezuela dispone del 6%, Rusia del 5%, Libia del 3%,

Nigeria del 2% y los EE.UU. tamb ién del 2%. Canadá controla el 1 3%,

pero sólo s i también se cuentan los petróleos i nusuales (arenas bituminosa�

y pizarra bituminosa) . El resro del mundo d ispone del 1 3 % de l as reservas de perróleo (l�Ml, 2005 : 1 63) .

lviuchos de l os datos existentes apuntan a que el cén i t e n l a extracción

mund i al de petróleo se sob repasará , a más tardar, en la década ven idera, y no dentro ele cuaren ta año:; o más tarde. Partiendo ele la b ase ele los datos de la p rodu cción de petró l eo , Kenneth Deffeyes -un geólogo sucesor de

M. King Hubbert- llegó a la sorprendeme conclusión de que se alcanza ría d pico petrolero en torno al "Día ele Acc ión de GraCÍ;is de 2005" (Delteyes, 2005: 3-5; Schoen 2004) . Cada campo petrol ífero tiene su peak, su cénit en J;1 exi-racción. Heinberg l ista los picos de extracción de varios países y regiones del mundo. Segün él, se alcam.ó el pico (pert!wil) en Nort:eaméric:1 ya en 1 983 (en los EE.UU . a comienzos ele los setenra, en México en 2005) , en la :rntigua

2 1 4

TABLA 7 . 1 RESERVAS D E PETRÓLEO EN 2003 EN M IL M I LLONES DE BARRIL.ES

SEGÚN BP Y ASPO

País BP 2003 ASPO 2003

(en mil mi l lones de barriles) (en mil m i l lones de barriles)

Arnbia Saudí 262,7 1 44

I rán 1 30 , 7 5 9 , 9

I raq 1 1 5 62,2

Abu Dabi 97,8 48,5

Kuwait 96,5 60,3

Venezuela 78 34 ,6

Rusia 6 9 , 1 60

Libia 3 6 2 8 , 8

Nigeria 36 25

EE. U U .

(sin Alasl<a y Hawai) 30,7 25,2

China 23,7 24,3

Canadá 1 6 , 9 5,8

México 1 6 22,4

Catar 1 5, 2 4 , 1

Argelia 1 1 , 3 1 4 , 1

Brasi l 1 0 ,6 2

Noruega 1 0 , 1 1 3 ,9

Kazakstán 9 36

Angola 8 , 9 3 , 9

Azerbaiyán 7 1 2 , 7

Omán 5,6 6 , 9

I ndia 5,6 4 ,9 Ecuador 4 , 6 2 , 2

Gran Bretaña 4,, 5 9,3

Indonesia 4,4 9,4

Austra l ia 4 ,4 4,4

Malasia 4 4

Egipto 3 , 6 3 ,4

Argentina 3,2 5,6

Siria 2,3 2,5

Colombia 1 , 5 3,4

Mundo enlero 1 1 48 780

Fuente: www.peakoil.net

2 1 5

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Unión Soviét ica en 1 987 y en Asia y el Pacífico en el 2004. Se sobrepasará

el pctde en América del Sur y Centroamérica en 2006, en Europa en 2006, en África en 2006 y en Oriente Próximo y Oriente Medio en 2009. Según

los dJcul_os de I-leinberg, el pico de extracción se alcanzará en el mundo en­

rero en el año 2006. Es te nt'.1mero no difiere mucho de la estimación de Def­

Ceys. Si los daros sobre las reservas de petróleo no son precisos, tampoco lo son los de su producción, puesto que la cantidad del petróleo p roducido se cuenta por lo menos dos veces: una vez en el agujero de perforación, otra vez cuando se carga en los petroleros o en la estación de bombeo del oleoduc­to, y aün una tercera con la llegada a la refinería.

El fin <le la época de los combustibles fósiles no se p roducirá el siglo que viene, s ino que con toda pro babilidad esté sucediendo aquí y ahora. lnduso s i se alca nza el pealrnif más tarde, no puede extraerse la conclusión de que éste sea i rrelevante para n uestra actuación actual . No i mporta s i el acontecimiento ocurrid en uno o en d iez años, porque todavía no se han hecho tomado medidas para la época que le sucederá. Apenas se considera el pe11fwif y en consecuencia tampoco es u l} elemento en el discurso sobre la r] ni rud de los recursos fósiles y sus consecuencias para el futuro del ca­pi talismo fosi l . Korpcla escr i be sobre la pr i me1·a crisis energética a cornien­zos Je los se tema: « Wihen, in the ear61 part of the centU IJ' just past, discoveries

outp1tced consumption kY rl wide margin, onfv a rare pcrson worried 11bout de­¡iietion. fven when the U S. discouet)' trmdpeaked in the 19305 didfew take notice. New discoucries around the wor!d were so laige that there was little coJJrern even in 1 947 when the United Stcltes b�g.-:m importing oil, ils its own· oi! ind11st1'.)' coufd no longer ,0eep up with rísing demand. Fiwd61 in 1970 oil production in the United States pertl:ed, hut even this 1uent um10ticed. lt too/e the oil onbr1rgo o/ 1973 to alert the public 111ui their leaders that oif resources rrre fimited 1md it was time to moue to smttlfff wrs, insulate houses bettei; cmd begin other conservation eftorts. » (Ko rpela, 2002) (Cuando, a principios del siglo pasado, los descubrimientos superaban el consumo por un amp l i o margen , mu y poca gente s e preocupaba p o r el �1gotamiento d e l petróleo. Incluso cuando los descubrimientos en EE.UU. alcanzaron su punto cul­minante en los años trein ta, pocos se dieron cuenta. _Los nuevos descubri­m ien tos en el mundo eran tan grandes que hubo pocas préocupaciones, incluso en 1 947 , cua ndo los EE. UU empezaron a i mportar petróleo por­que HI propia industria petrolífera ya no podía satisfacer la crecieme lle-

2 1 (Í

m.anda. Fi nalmente , en 1 970 , la producción de petróleo en EE.UU . al­c::mzó su máximo, pero incluso en este momento el d�uo pasó desaperci­bido. Fue necesario el embargo de petróleo de 1 973 para advertir al püblico y a sus líderes ele que los recursos fósiles eran l imita dos y de e¡ ue era el mo­mento de pasar a coches m:is pequeños, mejorar el aislamiento térmico de las casas. y hacer otros esfuerzos para conservar la energía) . Pero todos estos avisos han sido ele nuevo olvidados a comienzos del siglo XXI y no se están llevando a cabo preparativos p ara el tiempo después de la era del petróleo. Cieno, será difícil, porque la humanidad se ha famil iarizado con la era fósil a lo largo de <los siglos, algo relativamente fácil debido a la congruencia, expuesta en el cuarto capítulo, entre las formas y la racionalidad capitalistas y los combustibles fósiles. Deberían encontrarse alternativas dentro de unas pocas décadas (si no más rápido) y el cambio sólo será aceptable si es coor- , dinado polít icamente. Para los grandes cambios estructurales no puede contarse con el mercado. Por eso los escenarios para la época posterior del pealwi! se limitan al aumento de la eficacia y la búsqueda de energías alter­nativas no renovables (corno l a energía atómica y los petróleos inu5uales) para poder afrontar la pronosticada escasez de crudo y más tarde también de gas natural (Hirsch-Report, 2005) . Las energías renovables no se toman en consideración porque requerirían una an1plia y profunda transforma­

ción social, es decir, que en la transición a las energías renovables no se puede ignorar la cuesrión del poder político (Scheer, 2005) . El Hirsch Re­pon rechaza esta transición con el argumento, tan superficial como falso, de que las energías renovables serían demasiado caras.

7.4 La demanda de crudo y los mercados energéticos

Los vendedores y los compradores no son i dénticos y de ahí s urgen con­flictos. Estos conflictos habrían de ser, bajo las condicicrnes del l ibre co­mercio, insigni ficantes, ya que segün la doctrina del l ibre comercio todos los part ic ipantes se benefic ian del i ntercambio. Pero el comercio en los mercados de crudo no es l ibre. En primer lugar, porque los actores más im­portantes en los mercados ele petróleo son multinacionales con poder a ambos lados de l mercado, en el de la oferta y en el de la dem:ind:i.. Y en se­gundo fugar, porque con el régimen del l ibre comercio los exportadores de

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materi:is pri mas pueden caer en la trampa de la d ependencia. Los países ricos obr icnen acceso a l os recursos de los países con materias pri mas y pue­den util izar el pecróleo como combustib le para su industria, aumentando su ven raja en cuanto a la i nclustrial ización (tal y como Chan, 2002, l o ex­plica con respecto a los efectos clel l i b re comercio en genera l ) .

A med i da e n que --por razones de competitivid ad bajo e l régimen de l l i bre comercio- se fuerza a l crec imiento económico a todos los países au­menta también l a demanda energética. La o b ligación de aumentar l a com­peti tividad tiene b forma institucional del FMI o de la OMC y es una consecuenc ia de las reglas ele l a governrznce d ecretadas por la OCDE, la Unión Europea y los G7 ó G8. Los esfuerzos para m ejorar l a competitivi­dad t ienen como meta e l incremento ele l a productividad, es decir, la ace­leración de todos los procesos de p roducción y c i rcu l ac ión. Ésta solamente puede conseguirse con energías fós i les y cuanto m<Ís alto sea el n ive l eco­nómico ya a lcanzado, más petróleo se n ecesita. Según la "estrategia de Lis­boa", Europa ha de convertirse en la región más competi tiva del mundo . Con l a actual estru ctura productiva, los patrn nes de mov i lidad y las prefe­rencias del consumo, esta esrrJregia consume m uchísimJ energía, incluso s i aumenta la eficiencia energética.

Eso revelan las proyecciones del FMI y de la AlE sobre e l consumo ele petróleo. Para e l año 2004 se estima un consumo global ele 82' 4 mbcl (mi­l lones ele barr il es por d ía) que crecerá hasta 2030 alrededor de l 70% hasta l l egar a los 1 38 , 5 mclb . El consumo del sector transporte, que en 2003 as­cendió a 46,3 mbd, proba bl ememe crecerá h asta 2030 al rededor de l 80% hasta l l egar a los 82,8 mbcl (FMI, 200 5 : 1 66) . Una gran p;irte del creciente consumo ele petróleo en el sector transpo rte se debe a la industrial ización de los países que no son miemb ros de l a OCDE y sobre todo al creci m iento de la flora de Jutomóvi les. Segt'i n los cálcu los del FMJ , el nt'1mcro de coches en el mundo pasar;i ele lm 7 5 1 m il l ones en 2002 a los 1 .660 m i llones en 2030. En l os países de la OCDE, el n úmero de automóviles prohablemente pas:uá ele los 625 m i l lones (de éstos, 234 m i l lones corresponden solamenre a los EE.lJTJ . ) a l os 920 m i l lones (3 1 2 .mi l l o nes sólo en EE. UU.) . En China, el n ú mero aumentará de 2 1 m i l l o nes en el 2002 a 387 m i l lones en el 2030, y en el conjumo ele los países no m iembros de la OCDE de 1 26 a 74 1 m i llones (FMI, 200 5 : 1 82) . Ésas son c ifras clra mátic1s. Sign i fi can, s iempre y cuando el pro nóstico se demuestre correcto, que i ncluso después

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del año 2030 el consumo el e petról eo permanecerá a u n n ivel muy alto sólo para poder mantener en movimiento la flota de automóvil es . 5

Para hacer frente a la creciente demanda hay una oferta por parte de países que n o son miembms ele b OPEP ele 50,4 mbd en 2004 y una estimación ele en tre 64, 1 y 77,2 mbd en el año 2030. Los países no miembros de la OPEP satisfacen una parte decreciente de más de l 60% a cerca del 50% ele la de­manda, que aumenta casi en un 70%. Ahora se sugiere que los países de la OPEP podrían aumentar flexiblemente su producción si resultara necesario ( "Cal! on OPEC') . En el 2004 la extracción ele la OPEP ascendió a 32,0 mbd. En e l año 2030 tendrá que producir de 6 1 ,3 a 74,4 mbcl para compensar la diferencia entre l a demanda mundia l y l a ofona de los p aises no miembros de la OPEP, es decir, que tendrá que desempeñar l a fimción de un amortiguador duplicando la extracción, y aún habría ele i ncrementarla (FMI, 2005 : 1 70) .

Esto sólo es posible si se supone que, en general, los países ele la OPEP todavía se encuentran en la confortabl e posición del pre-pea/e. Se asume -especial­mente con respecto a Arabia Saudí- que, s i aumenta la demanda, puedepro­longarse l a oferta petrollfera mediante nuevas perforaciones, puesto que en Arabia Saudí yacen casi e l 25% ele las reservas mundiales probadas (por lo menos según los datos oficiales) . Por lo tanto, a Arabia Saudí se le considera un ''.rwingproducer " que debe compensar las pérdidas de producción de otras regiones.* Pero también en Arabia Saudí los <<giant oíl fields might already have peaked and coul.d start in to rapid decline in as few as three years» (www.petro­leum news.com) (los gigantescos campos petrol íferos podrían ya haber su­perado su cénit ele extracción y podrían empezar a entrar rápidamente en decl ive en tan poco tiempo como dentro ele tres años) . Incluso si esta aftr-

5. El escenario no toma en consideración los eFecros secundarios del aumento del n�1111ero de a ; 1 romóvi les, es decir, el efecto invernadero, el asfaltado del paisaje con carreteras, el con­sumo de marerial, la con taminación del agua, e l ni ido, Jos acc identes y las consecuencias, en fi n , de una polírica urbanística adaprada a los automóviles. Si se tienen en cuenra todos esos efectos, resulra h orroroso un escenario que solamcme apuesta por la movi l idad privada e ·i n d ivi d ual y sólo es u 11 consuelo que qu i zá no sea 1rn1y rea l ista.

* El rérm i no s111ingproducer se em plea para referirse a un proveedor o a u n grupo de pro­veedores en régimen de o l igopol io o cu:isi-ologopolio de cualquier merca ncía, de la que posee sus depósiros mundiales. Un swing producer es capaz de i ncremenrar, manrener o d is­m i nu i r la d isrribución de una merc:incí:i con un coste ad icional mín imo y, :isí, i nílui1· eii los precios en el rnercacfo al proporc ionar garantías a corto o medio plazo. A l a rgo plazo, en cambio, l a mercancía -y sus precios- esd sujeo a una mayor variabi l idad. (N. del T)

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mación fuese exagerada, ind ica que los datos de Arabia Saudí acerca de sus

reservas no son reales (véase la tabla 7 . 1 ) .

La llamada "Maximurn Sustainabie Capacity " (lvfSC) sólo puede mante­

nerse si nuevas reservas sustituyen a las reservas extraídas. Saudi Arameo, la compañía petrolífera más grande del mundo, da por sentado que se puede aumentar la MSC de Arabia Saudí de 1 0 a 1 2 mbd hasta 20 1 5 , tal y corno lo desean los EE.UU. y otros países industriales de Occidente, pero solamente para un período de 1 8 aflos, es decir, hasta 2033. A partir de entonces, se ten­drá que reducir las extracción hasta la mitad hasta 2050, o sea a cerca de 6

mdb si no se exploran nuevas reservas. Pero es poco probable que se descubran nuevas reservas de un tamaflo que permita mantener la 1v[SC a un nivel de 1 2 mbd. Un escenario parecido, con otras cifias pero con la misma tendencia, podría llegar a darse en todas las regiones petrolífel'as y por extensión para el mundo e ntero. Cuando Arabia Saudí ya no pueda o ya no quiera desempefüu: la función de "swingproduccr "y se resista a la "call on OPEC", debería ser sus­tituida por Irak y sus reservas, que se estiman elevadas. Por esta y no otra razón se somete a Irak. Las bases militares ele los EE. UU. en Arabia Saudí y en Irak son la garantía militar lxua una respuesta positiva a la "call on OPEC".

Como hay regiones que todavía no han alcanzado complet<rn1ente el cénit de su producción, los grandes países consumidores de petróleo (en primer lugar EE.UU.) cuya producción está en la fase del '"post-pea/e-decline", pueden recurrir a los recursos de o t1 0s países mediante el régimen de libre comercio. La situación es comparable a la de Gran Bretafla a finales del siglo XIX. Aun­que el rnercado de petróleo no puede funcionar si la oferta está limitada pot' la naturaleza (y no por la economía), se habla de principio de libre comercio. :Éste permite a los gmncles países consumidores imponerse económicamente a los vendedores, pero sobre todo a los demandantes más débiles. Una "ano­malía de mercado" como é.ta, con una oferta limitada y una demanda cre­cicnLe, existfa ya en el siglo XIX, pero en el mercado ele carbón. Ya en 1 865, en su libro The Cot1l Question (La �uestión del carbón), St:anley J�vons «con­cibió el espantoso escenario de un agotamiento ele los yacimientos ele carbón y el consecuente declive de Inglaterra, cuyo poder se basaba en el carbón» (Débeir, Deléage y Hérnery, 1 989: 1 77) . Esos temores eran infundados por­que el carbón barato importado entonces estaba inundando el mercado bri­tánico y desplazaba a las minas de carbón britfoicas. Por lo tanto, no eraq las limi taciones naturales, sino las económ icas las que causaban dolor ele cabeza

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a los dueftos de las minas de carbón británicas a mediados del siglo XIX. Las leyes económicas de la oferta y la demanda se impusieron, pero solamente porque los límites natura.les ele los yacimientos ele carbón estaban muy lejos. Por ello no se puede extrapolar el ejemplo del carbón británico del siglo XIX al siglo XXI. Los procesos ele oferta y demanda en los mercados mundiales de petróleo tienen lugar ya en el cénit ele la extracción ele petróleo, lo que tiene como consecuencia que las condiciones naturales interfieran como una varia­ble restringente en los procesos de mercado.

Si el petróleo escasea, la aira demanda hace subir correspondientemente el precio. En una situación así, los precios son ascendentes y altamente volátiles, es decir, que hay subidas repentinas, aunque también pueden bajar tempo­ralmente. Pero según todos los indicios eso no ocurrirá a largo plazo; la ten­dencia a largo plazo es ascendente y las cifras pueden superar los 1 00 dólares estadounidenses por barril. El incremento general de los precios y la volatilidad ele los mercados suponen un incentivo para negociar contratos de crudo en los mercados de futuros. La globalización financiera creó todas las condiciones institucionales e instrumentos financieros para que el carácter doble del pe­tróleo surta todos sus efectos. Como valor ele uso, es el combustible más im­portante del capitalismo fósil; como valor de cambio es un artículo comercial en las bolsas ele materias primas y en los mercados financieros se negocian contratos con el petróleo como mercancía. Bajos esas condiciones, el desa­rrollo actual ele los precios en el mercado de petróleo ya no se determina en primer lugar en los mercados ele materias primas, sino cada vez más en los mercados financieros, de modo que los precios pueden seguir siendo eleva­dos aunque haya una oferta adicional en el mercado o si los consumidores reducen el consumo ele petróleo. El petróleo es un objeto ele especulación «desde que los fondos ele inversión libre y también los bancos de inversión y los fondos de pensiones, que antes hacían inversiones convencionales, des­cubriesen las materias primas como su nuevo juguete.» (Dieter Kuckelkorn, "Von Bubble z� Bubble" [De burbuja a burbuj�] , FAZ, 02 cle, )ulio ele 2005) . Durante su transporte ele Arabia Saudí a Rotterdam, la carga de un petrolero cunbia varias veces de "propietario", o mejor dicho, de quien tiene el derecho a ese petróleo por conrratos que se p ueden revender. En las operaciones a futuros se vende petróleo que ni siquiera se ha extraído todavía.

¿Qué importancia tiene el precio del petróleo, en primer lugar, para los

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países i1ídustriales? El precio del petróleo apenas se ve influ ido en el plano del estado nacional, pero es un parámetro clave para el desarrollo. Inicial­mente el aumento del precio es bueno para los exportadores y malo para los países importadores de petróleo. Al fin y al cabo se produce una d istribución global de riqueza a favor de los exportadores de petróleo, a cargo de l os im­portadores. Esto lo confirmó el Banco Europeo Central en su informe men­sual de noviembre de 2004 (pp. 5 5-69) . Al m ismo tiempo, este i n forme dejó muy claro qué grupos sociales ser<1n los que m ás tendrán que soportar las consecuencias de un ajuste a un elevado precio del petróleo: los trabajadores. Porque el «cambio sectorial necesario (a causa ele las sub idas ele! p recio de petróleo, EA) podría obstacul izarse por reglamentos legales de protección contra el despido u otras formas de protección contra el despido que protegen a una parte de los trabajadores de los shocks. Del mismo modo que p uede di­ficultar a nivel trans-sectorial y rrans-empresaríal la necesaria distribución es la insuficiente desigualdad entre salarios» (p. 66) . Según el banco, si se incre­mentasen los s;ilarios como reacción a la subida del coste de vid.a se p rovocaría una "espiral salarios-precios". Pues la constatada distribución a favor de los exportadores de petróleo no debe correr a cargo'

de los receptores de ingresos por intereses y ganancias. Los costes del ajuste corren a cuenta de los trabaja­dores. De una manera altamente mediada y poco transparente el aumento del precio de petróleo (que se presenta casi como una condición de la n atu­raleza) es aprovechado como vehículo para l levar a cabo una redistribución de la que salen perdiendo quienes viven de los ingresos de su trabajo. Por lo tanto, el conflicto global imperialista por el petróleo se refleja en las tradicioj n ales constelaciones de clases, entre trabajo asalariado y capital. El creciente precio del petróleo lo deben pagar sobre todo los asalariados. Para lograr ese objetivo se aprovecha la debi l idad de los sindicatos en los países i ndustriales.

En segundo lugar, no se puede ciar por hed10 que los países exportadores de petróleo sean cap:ices de convertir su riqueza fós i l en b ienestar econó­m ico. Es verclad que las "gasol ineras" de Jos consumidores de petróleo re­ciben rD)'fllties y otros ingresos, pero éstos no siempre se usan ele maner:i sensata para e l desarrollo social y económico del país exportador de perró­leo. Por esa razón no es falsa la expresión ele la "rnaldición de los recursos". El petróleo es, seglin el fu ndador venezolano ele la OPEP, Juan Pablo Pérez Aif�nzo , « u n excremento del d iablo» (Karl, 2003: 1 ) porq u e l a riqueza se can;1 l iza a los grandes países consumid ores para ser transformada al l í en

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una prosperidad d e la que los pa.íses con graneles recursos sólo participan parcial mente. Los mecan ismos por los que la r iqueza de recursos na1-u rales se convierte en u n a maldic ión son b ien conocidos y han siclo anal izados profusamente. Fundamentalmente, la concentración en la exportación mo­noestructural de una materia pr ima s ignifica que no se puede desarrollar un economía d iversificada e integrada a nivel regional o nacional. No se produ cen los "linkages " (vínculos) entre los n iveles de producción , ni entre l a producción y el consumo, la economía y el estado (Hirschrnan, 1 98 1 ) . Ese problema s e agrava todavía más cuando u n país con reservas de recursos naturales se endeuda y necesita un i ngreso de divisas para satisfacer sus deudas. Entonces se fuerza una concemración en la extracción de los re­cu rsos que traen d ivisas y se impide el desarrollo de una economía de pro­ducción diversificada. Las organizaciones i nternacionales como el FMI y el Ba nco Mundial fuerzan este t ipo de especializació n con sus programas de adaptación estructural, por lo demás j ustificados con una apelación a una i nt erpretac i ó n muy parc ia l del reorema ricard i ano sobre l a ventaja. comparativa. Las perspectivas de desarrol lo para una economía centrada en la extracción son menos favorables que las de una economía de produc­ción divers i ficada, y de una manera fatal, el cambio de la vía ele la extrac­ción a la vía de la producción diversificada es siempre difíci l . Eso_ se debe a causas económ i cas, sociales y polít icas. Los grupos y las clases i.i1teresaclos en la extracción i mpiden el desarrollo ele sectores modernos porq:ue estos ofrecen con frecuencia 'mejores condiciones l aborales, lo que enéarecería la mano de obra barata para la extracción y dism inuiría l os beneficios por la exportación de materias primas. Otro obstáculo signifi�ativo para el desa­rrol lo es la casi siempre corrupta interacción entre el sector ele extracción, la b urocracia estatal y las compañías transnacionales. Por lo tanto, l as ini­c iativas estatales para superar el b loqueo al desarrol lo no se pro ducen nunca. Por regla general , los in,rereses económicos en el mercado nnmdial fortalecen esas tendencias q ue en l a sociedad se expresan en la creación de u n sector i nformal . Y cuando las potencias rivales qu ieren apoderarse de las materias primas se produce inevi tablemente una guerra por los recursos que puede parecer una guerra civil o u na guerra étnica. Sobran los ejemplos, sobre todo en África (Costa de Marfil, Sierra Leona, Congo, Sudán) y Latinoamé­rica (Colombi a) . Cuando los recursos han sido explotados hasta agotarlos, sólo queda un "agujero negro" , corno Euclides da Cunha escribió ya a co-

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· . ¡ ,¡ s i· o-lo XX con res¡:>ecro a la exploraci6n de rnena en Minas Cera.is. 1 n1enzos L e 0 Entonces se ha perdido el futuro. Disminuyen las ganancias en el mercado

y se clesarro!l;rn plenarnente los "efectos externos" negativos. En tercer lugar, los efectos de la subida del precio de petróleo son muy

perjudiciales para algunos países importadores, que tienen que gastar una gran parte de los ingresos de divisas que reciben por sus exportaciones en la importación de petróleo. Por este motivo en el capitalismo moderno el término "pobreza energética" no sólo hace referencia a una desventaja na­tural, sino también al subdesarrollo económico, es decir, a las dificultades ele aporrar las divisas para la necesaria imponación de petróleo. En muchos países la i mportación de petróleo es una ele las partidas más graneles en la balanza comercial. El porcentaje ele ,las importaciones energéticas en todas las importaciones ascienden al 36% en Ucrania, al 32,0% en India, y al 2.3, 5% en Pakistán. I ncluso en Indonesia, un país extractor de petróleo, el porcentaje asciende al 23,5%, lo cual es una señal inequívoca del lento de­clinar de las reservas ele petróleo.

TABLA 7.2 IMPORTACIÓN DE COMBUSTIBLE E INGRESOS POR EXPORTACIONES DE PAÍSES

SE LECCIOf�ADOS, 2002 (EN MI LLONES DE DÓLARES ESTADOUNIDENSES ) País Importación

de combustibles

Arg e n tina• 798

B rasi l 7.549

Perú 1 .034

México 4.455

Pakistán 3 . 004

África del Sur 3 269

China 1 9 .285

India* 1 5 .935

EE.UU . 1 2 1 .927

UE 1 29.868

• 200·1

Total de los ingresos por exportaciones

26.6 1 0

60.362

7 . 688

1 60.682

9 . 9 1 3

29 .723

325.565

4 9 .2 5 "1

1393.860

939.804

Porcentaje de las importaciones de combustibles en

total importaciones ingresos de las en tanlo por ciento exp01iaciones

3,9 2 , 9

1 5, 2 1 2 , 5

1 3,7 1 3,4

2,3 2 , 7

2 6 , 7 3 0 , 3

1 3 1 1

6 ,5 5 , 9

3 1 ,7 32,4

1 0 , 1 1 7 ,6

1 3 .9 1 3 ,8

Fuente: 01\ilC, Trade StHlistics 2003; calculos propios.

La Labla T 2 no ofrece más que una i 1 1s tantánea. Muestra que en algunos

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países el porcentaje de los ingresos por exportaciones que se gastan en im­portaciones de petróleo es elevado. En esos casos, si los ingresos por expor­taciones se mantienen, no se pueden financiar otras importaciones (equipos técnicos y artículos ele consumo) si no es con la ayuda ele créditos externos. La situación recuerda a la superación del "primer shocl< del precio del pe­tróleo" en los setenta, cuando muchos países importadores de petróleo del "Tercer Mundo" se endeudaron externamente para poder pagar la elevada factura de crudo. Ello fue posible por el "reciclaje ele los petrodólares", es decir, por el reflujo ele los ingresos por las exportaciones ele petróleo de los países extractores (que después de la subida del precio en 1 973 aumentaron en muy poco tiempo de 2,89 a 1 1 ,65 dóLu·es estadounidenses por barril) al sistema bancario ele los países industrializados occidentales, sobre todo a los EE.UU. Los bancos tenían un gran interés en deshacerse de sus petrodólares, dándoselos a los gobiernos del Tercer Mundo. La operación funcionó porque al comienzo los tipos de interés

, eran bajos. Pero a finales de los setenta co­

menzaron a subir (véase el sexto capítulo) . Entonces el precio ele la financia­ción externa de la factura petrolífera resultó ser muy elevado y condujo al camino de la dependencia que había s ido allanado por las instituciones in­ternacionales y las empresas consultoras (Perkins, 2005, ofrece multitud de ejemplos) y a la crisis de deuda de la década de los ochentéL Para la mayoría de los países del Tercer Mundo, los ochenta fueron una "década perdida". Apenas p uede esperarse que dos décadas más tarde se haya aprendido la lec­ción, porque hay poderosos intereses que sólo permiten una curva de apren­dizaje político muy baja. El encarecimiento del pecróleo puede así surtir efectos doblemente negativos: en primC7'· lugar, el encareeimiento frena el cre­cimiento económico, más en los países en desarrollo que en los países indus­triales. J�lz segundo lugar, el endeudamiento para la financiación de la factura ele crudo puede conducir a una crisis en la que se reducen las inversiones y el consumo para sa tisfacer la deuda.

Comparado con otros consumidores, los EE. UU. se encuentran en una posición cómoda si aumenta el precio de petróleo. En primer lugar, porque pueden pagar la cuenta con dólares, es!"O es, con su propia moneda. Por lo tanto, i 10 tienen que endeudarse externamente. En segundo lugar, porque el aumento de los precios también afecta a los competidores, así que la com peti tividad ele EE. UU. no empeora. Sin embargo, los EE.UU. tendrían un pro blema mayúsculo si tuvieran que pagar el petróleo en moneda ex-

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rran jerá . Su propia p rod ucc ió n d i sminuye unos 300.000 barr i les anuales6 y la m ayor parte del perróleo consu m i do en Estados Unidos (casi el 60%,

con tendenci a ascendente) se im porrn por anual mente 1 30 m i l m i l l ones

ele dó lares por a fío. A eso se refiere tam bién el vicepres idente ele EE.UU. Dick Cbeney, (an­

tig1 10 presidente de Hall iburton) en el ya mencionado informe de mayo de 200 l (es decir, de antes del 1 1 de sep tie rnbre) sob re la segmidad petro­l ífera de EE.UU. Según él, la producción nacional decrecerá ele 8 , 5 a 7 mi­l lones ele barri les mbcl hasta 2020, mien rras que el consumo ele petróleo subid de l 1 9 , 5 a 25 , 5 rnbd. Esta d i ferencia tendría que compensarse con importaciones q ue hasta 2020 crecerían un 68%, ele l l a 1 8 , 5 mbd. Por lo tanto, asegurarse e l suministro de energía l lega a tener la pr ioridad más alta en la política exterior estadounidense. Es u n pr ivilegio decisivo parn EE.UU. que las crecientes i m portaci ones e le petró leo puedan pagarse en dólares. Ningún otro país importador de perról eo t iene una ventaja pa re­cida. Con un déficit en su b alanza comercial de 5 5 3 mi l millo nes de dó­lares en el año 2003, l a finaná1ción de l as i f!1port;i.ciones ele petróleo en ona d ivisa (sobre tocio en euros) tendría v io lemos efectos estructurales para b economía estadounidense y pa ra la economía mund ia l en su con­j u n to. El resto de países tendría que importar más p roductos estadouni­denses y exportar menos ::i EE.UU., lo q ue equ ivaldría al caótico fi nal el e una divis ión global del trabajo en la que los EE.UU. se permiten financiar su elev:ic!o y crec i en te exceso de i mportaciones sobre las exportaciones por los países exportadores, c:1rgándose ele deudas, pero s iendo capaz de deB­va l o rizar esas deudas mediante la devaluación de l dólar, es decir, perj udi­cando a los acreedores (sobre todo a Japón, China, Corea del Sur y otros países ;:isifocos) .

()_ L,1s EE.UU. son un paispost-pml<, au nque inrenren evir:ir su clesrino explor:indo nuevos campos perrolífrros. !':ira eso también estfo dispues10s a s:icrif1car los ecológica rnenre va.liosos parques n:nurales en Alasb. El i n forme Cheney acerca de la seguridad ene1·gétic1 de EE.UU. Y'' av:inza ese propósiro: " ] hcfint sevm chapters focm 011 boosting dornestic energy rmtput, par­tirrrlml)' hy removing the regulatmy bars to grmter exploitatiorr ofdomestír oi!, gm mi¡! cort! deposits 1

anti by rl'Í¡1ing mort zi'ide/¡1 1111 1111clear powen> ( KIJre, 2004: 6 1 ) (Los s ierc primeros capítulos se cen t ran en prnmover la producción ene rgética nacional, principal menre elerninando Lis barreras legales para la explotación de petróleo, de gas narura l y de yacimientos ele carbón en EE.UU., además de apoy,índose en un uso más exrensivo de b energía nuclear).

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7.5 Los conflictos por petróleo: el imperiali smo petrolífero

A med ida que e l petróleo se convierte en un artícu lo escaso que todo el m undo necesita con más urgencia porque no se han clesarrolbdo suficien­temente las ;:i!t:ern ativas a l actu;1I sumini stro en ergético, se agud izan 1os conflictos por l a distribución de este bien escaso. Entonces se demuestra que el consumo de petróleo no sólo tiene consecuencias negativas para el med io a m b iente, sino que supone una amenaza para la convivencia pacífica de los p ueblos. La ideología neol i beral segú n la cual se puede mantener hasta un futuro l ej ano la disponib i l idad del petróleo meclianre i nversiones en la exploración, las i nstalaciones p ara su extracción, el transporte y l a red ele d istribución, se ve corregida en la p ráctica por la Real¡wlitik neoliberaL Ésta política incluye l a extorsión política y la presión mil i tar para obtener o mantener el acceso a l petróleo en la actual idad y no esperar lusta ese fu­turo en e l que, qu izá, se hayan producido las i nversiones necesarias. En el mundo del mercado la esc;:isez n;:i tural se transforma en escasez económica , y eso sign i fica que sube el p recio de l a mercancía que escasea. Algo que ha ten ido l u gar h asta la fecha sin p roblemas. Pero su escasez transforma e l pe­tróleo en un «bien posicional>i (Hirsch, 1 980) que solamente puede adju­dicarse por el mecanismo ele mercado si se excluyen de su empleo quienes no pueden costeárselo. Por lo tanto, los «bienes posicionales» son s iempre «bi enes o l igárquicos» (Harrod, 1 95 8) . Todo depende del presupuesto que los consumido res ele petró leo puedan aportar para la compra de l "oro negro" . Y;:i nos hemos ocupado de el lo arriba. En el mundo d e l a pol ítica se percibe la escasez natura l , que ya no puede regularse por la formación de precios de p roductos escasos en e l mercado, como un riesgo para l a se­guridad. Por esto se reparten los bienes posicionales y ol igárq u icos junto con el poder pol ítico y fuerza mi litar.7 Los mecan ismos del mercado y del poder polít ico no son en absol u to alternativos el uno a l otro, s ino que ac-

7. Otro principio de la d istribución es el de b sol idaridad, pero éste só lo puede hacerse respernr si lo apoyan los movi rn icnros socia les y pol íricos. En las esrraregias de segu ridad pe­rrol ífera esre princ ip io carece prácric1menre de importancia, pero se encuentra muy presente en los movimientos sociales. Las protestas mayoritar.iamente i nd ígenas contra l a privatización ele los hidrocarburos en Bolivia y b reivindjcación de no uti l izar solameme las ri<1C1ezas fósiles pa1·a el beneficio privado, s i no también para el pueblo, siguen el princi p io ele la solielarid:id.

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t lian s i�-iu l dncamente, se forraleccn mutuamente y t i enen su correlato

iJeolóo-ico en la combinación ele la retórica neoliber<J de libre mercado Y o

el ruido <le sables neoconscrvaclor. Cuando la extracción de petróleo ya no aumente como durante el "pre­

perile ''. sino que decrezca de acuerdo con la "tendencia del ''post peal< decline ':

la "seguridad energética" llega a ser un objetivo clave ele la estrategia de la

po lítica econórnica exterior. Eso pasa sobre todo en los países industriales que, a di Ferencia de los países en vías de desarrollo, pueden movilizar sufi­ciente poder para lograr el objetivo estratégico ele abastecerse ele petróleo.8 Una política de hegemonía mundial como la de EE.UU. -que presumen ele l ibrar dos guerras a la vez en distintas regiones del mundo-, el manteni­miento de más de 700 bases m il itares en los cuatro continentes, el dominio m undial por mar y aire y la logística necesaria para mantenerlos no son posible con energías renovables, sólo con energías fósiles. También el nuevo imperialismo tiene una evidente base fósil . Por eso las potencias iÍ11peria­listas codician el petróleo y están dispuestas a apoderarse ele él.

El nuevo imperial ismo petrolífero taml;>ién incluye elementos no mili­tares. Algunos de estos son el control ele la ofena y la demanda y, en con­secuencia, la influencia en el p recio del oro negro; el control de Ja logística y de las rut::is por las que se transporta el petróleo de los países extractores a los países co nsumidores en oleoductos o petroleros; y, no en último lugar, la determinación de la Liivisa en la que se factura el p recio del p etróleo

(véase, K.lare 2003; Alrvater, 2005) . Los países consumidores de petróleo que disponen del poder político y militar, así como del potencial econÓ" rnico, pueden detentar el control de su seguridad energética. La política de seguridad energética no está al alcance de las naciones pobres y poco poderosas, es un proyecto de los países industriales, o en una alianza o en soli rario, o bien en una combinación ele esas dos posibilidades . Por eso la política ele seguridad energéLica refuerza las clesiguaidacles del mundo. Se

8. ·i:unhién los pJÍses en vías de dcsanollo persiguen uua estrategia de seguridad cner­t;ética. Esra ,iJ-l rn 1ación vale tanto para Chi1 1a como para la India, pero también para Brasil. La compaííia pe t rolera Petrohds. Cormalmen 1:c privatizada, pero que pertenece en sustancia :d esrndo, i menta ;1d c ¡ui r i r collcesioncs de exploración de petróleo en l rfo y otrl'.s países de Oriente Próximo y Med io, así corno en África. Una petro lífera bajo comrol del esrado rcr­min:t a�í profundamente i 11vol LLcrada en b esmue¡; ia de seguridad energética nacional.

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· _ :¡ · .. . ·; I

trata de un imperialismo petrolífero de los países ricos que tienen acceso a recursos que no pueden estar disponibles en la misma medida a todas las personas. La apropiación imperialista, que ha siclo ;malizacla sistemáticamente en el tercer capítulo, tiene lugar ele una manera muy concreta en el s iglo XXI: mediante el acceso a recursos, sobre todo a las fuentes de energía fósiles.

7.5. 1 Petroestrategia

El crudo sólo p uede abri rse paso hasta el mercado y en él ser o bjeto de co­mercio (es decir en el mercado ele petróleo y los mercados a futuros) si esta materia p rima natural es extraída del suelo y apropiada, esto es, si se ad­quiere un derecho de propiedad sobre ella . El acto de valorizacion del pe­tróleo exige el control de los yacimientos y la adquisición de t ítulos de propiedad que se pueden imponer, es decir, la exclusión legal (no necesa­riamente legítima) ele las reivindicaciones de otros. Este proceso se regula ele muy distintas maneras. En muchos casos el petróleo se ha nacionalizado y las empresas privadas solamente lo reciben después de su exrracción. En algunos casos, las mismas empresas disponen de yacimientos, de los que poseen concesiones o incluso el derecho de propiedad (cf. Mommer, 2002) . Allí donde esto ocurre, como por ejemplo en Indonesia, los territorios pe­trolíferos devienen una especie de "estado dentro del estado". Podrían es­cribirse l ibros enteros sobre la valorización de las materias primas en general y de los combustibles fósiles en particular (véase por ejemplo Kleveman, 2004 ) . La manipulación política de los países industriales ricos en los países , petrol íferos es un hecho histórico. Un ejemplo es el golpe de est�clo apo­yado por la ClA contra el gobierno iraní de Mossadeq en 1 952 y la inst:i­lación del régimen dictatorial del Sha. Sobre la presión de los EE. UU. sobre Arabia Saudí ha informado con detalle Perkíns (2005 : 142 y ss.) . En coo­peración con la b urguesía compradore de Bolivia*, las mul tinacionales se

• "Kompracloren-bourgeosic" en el original. 1\lrvarer utili:La el término 'Kompraclor' en el sentido de la tradición marxista, para. referirse a los gestores nativos Je los negocios euro­peos en las colonias y, por extensión, a las clases sociales qLLC jueg:rn LlJJ papel similar. El tér­mino fue a mp l iamente utilizado en la teoría de la dependencia <le los científicos sociales lat inoamericanos para describir las relaciones imperialis tas y neo-imperialist:1s Clttre ccntro­pcriferia. (N . del T)

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apoderarÓn de los yacimien ros de pecróleo y gas narnral del país (y en al­gunas ciudades también del :1bastec imienro ele agua después de su privari­zación) . Esos p rnyectos de apropiació n fueron apoyados por las empresas mu l tinacionales y los EE.UU. (véase también Narr, 2003: 5 90-59 l ) . Sobre todo la población indígena de Bolivia se res i ste a su exclusión de las riquezas naturales como consecuencia de l a valorización d e los recursos para el mer­cado m u n dia l . En los violen tos confl ictos socia les y polít i cos ha quedado la sociedad bol ivi:rna tan divid ida que se habla ya de " las dos Bol ivias": una Bol ivia que aboga por e l curso neol iberal , l a p rivatización de las riquezas trnturales y su ernrega a. las m u lt inaciona les, y la. otra Bol ivia, que l u¿ha por l a autonom ía terr i torial d e los pueblos i ndígenas y por la nacionaliza­ción de los h i d ro carburos (petróleo y gas natural ) . Éstos son solamente al­gunos ejem plos, pero podrían citarse muchos otros.

El control ele los territorios petrol íferos forma parte de la polít ica e ner­gética de los grandes países consumidores de petró leo. Se trata de una consecuencia directa d e l peakoil. Ya n o se puede "gast:ir a m anos l lenas" confiándose a b exploración de nuevas reservas o estando seguro de que se ofrece sufic iente petróleo extraído y valorizado en los mercados m u n­diales a p recios bajos . Dejando de lado la cháchara ele la retórica del l ibre comercio, sí l a oferta está l i m i tada por la naturctleza m i entras que aumenta la demanda por razones económicas, no puede formarse un precio d.e mer­cado equ i l i brado. Por eso las conocidas regiones de extracción, sobre todo aquellas con grandes reservas, son de eminente i mportanc ia no sól o geoe­conórnica s i no sobre todo geoestratlgiett. Estas regiones son el Oriente Pró­ximo y Orien te Medio (es dec i r la Pen ínsula ará bi ga ) , el Golfo Pérs ico y el Cí.ucaso occidental , Asia Central al este del Mar Caspio, y, d esde hace poco, ta m b ién terri torios afri canos, desde Sudán del Sur en el este hasta Nigeria y Mauritan ia en el oeste. En estos territorios se centra la estrategia de seguridad petrol ífera de los poderosos países consu midores. Aclem:í.s ele !os ya ci tados, los EE.UU. fij an su atención en México, Venezuela, Co­lombia , H.1 1 s ia, Azerbaiy:í n , Kazaj i ksdn, Nigeria y Angola (los así l lamados "rTftemati11e n;<;ht" según Klare, 2004: 1 1 5 y ss . ) puesto que podrían con­.tri hu i r con hasta 13,5 rnbd a la oferta de petróleo. EE.UU . . i ntenta con­vertirse e n h '/¡redorninant outside powcr " ( ib ícl) ( la potenc ia extranjera prcclomimnte) en Oriente Med io y .As ia Central y qu iere mantener esta posición en d etrimento de la Unión Europea, Rusia, Ch ina e Ind ia . Ésa es

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la final idad de las bases m i l itares d ispersas por toda la región y que se han constru ido especial m ente rras e l 1 1 ele sepr iembre de 200 1 .

Con el lo se persigue también la estrategia de l "cambio ele régimen", de manera especialmente bru ta l en Irak, pero también, con puño de h ierro en guante de seda, en Kirgu istán, Georgia, Ucrania y otros países.9 En coo­perac ión con gobiernos amigos se busca el dom i n io geoestratégico ele los territorios petrol íferos y su e ntorno regional (Yeomans, 2004: 1 2 1 ) . Son claramente cons ideraciones geopolíticas las que determinan la polít ica pe­trolífera y que h acían que Zbign iew Brzezynski subrayara, ya a mediados ele l os años 90 , el i m portante papel ele As ia Central para la h egemonía m u nd ial el e los EE.UU. (Brzezy nski , 1 997) . 1 ° Ffa empezado u n nuevo "great game" como el ele fina les del s iglo XIX por el acceso a los recursos petrolíferos y su distr ibución, y en las mismas regiones del mundo: en Asia Central, e l Cáucaso ·y Oriente Próxim o y Medio. Se ejerce toda la presión posib le para poder i mponer a los países de petróleo la "stn:ttegy of maxirnurn production " que se expresa también en los elatos ele la AEI y del PMI (Klare, 2004: 82 y ss . ; Klevemann, 2004) .

Irak es tan interesante p ara los geopolíticos en Wtsh i ngron en primer

lugar porque probablemente díspone del 1 1 o/o de las reservas mundia les de petróleo -que por lo demás son ele mejor cal idad y e n consecuencia su coste ele extracción .es menor-; en segundo luga1� porque conecta el espacio geopolítico de Asia Central y Oriente Próximo y Medio; y, en tercer lugar,

porque a través de Trak los ocu pantes del país pueden i nflu i r sobre l a polí-

9. En la "constelación posnaciona l" se considera una "política i nterna mundial". En Ucra­n ia se 111an ifesraron las "masas populares" , y tamb ién en el Líbano, Georgia, Haití y arras

países, en 18 mayoría de los casos con ;ipoyo financiero, mediárico y logísrico exrerior, incluido el chanraje )' el soborno por parte de la '\'1 n ica f1otencia mundia l" (cf. Genré y Rouy, 2005). En estos casos los acontec i mienros políticos internos se convierten de repente en cenrros de interés de la política exterior. La l lamada extensión de la democracia es un mérodo para asegurar el dorí1 in io de la constelación imperial ista en Orienre Próximo y Medio y rnis a lLí.

1 0 . También l a gu erra conrrn Yugoslavia puede i n terpretarse como una medida para com pletar la nueva tenaza ele la OTAN que se ext iende desde l os esrados bMr icos en el none por Polon ia, la República Checa y Hungría hasta Grecia y Tu rqu í:i.. De esra m:inera se rndea a Rusia, creando ·al m ismo t iempo u n puente desde Europa occidental a Or ien te Próximo y Medio. En el nuevo c inturó n de l a OTAN, que i nc luye la antigua Yugosl:1via, se insrabron i mporrnntes bases mi l i tares esraclounicl enses dec isivas para la estrateg ia muncld de dominio i mperialista de las regiones perro líferas desde Asi a Cenrral hasra África, pasando por O rie;l te Medio y Próximo.

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t ica de precios de la OPEP « Conservatives» , escribe Yeornans (2004 : 1 35).' « in ánd out ofthe Bush administration sa!ivate at the idea of usmg fraquz ot! as a weapon to destroy OPEC . . . By withdrawingfrorn OPEC Iraq woufd be

.fi·ee o/ production quotas the cartel sets to maintain its 25$ average price per

barre!. Jinq, fue/ed by Western oi! company investment, could then ramp up its own productiun, crutsing oi! prices to drop and undercutting the profit mar­gin of OPEC members» (Los conservadores de dentro y fuera del gobierno de Bush salivan con la idea de u tilizar el petróleo iraquí como un arma para desrruir a la OPEP .. S i lrak se retirase de la OPEP, quedaría libre de las cuous de producción que el cartel fija para mantener el precio medio por barril a 25 dólares. Con la inyección de inversiones de compañías pe­trolíferas occidentales, lrak podría aumentar su propia producción, cau­sando un descenso del precio del petróleo y socavando las ganancias de los rniembros de la OPEP) . Por lo tanto, el cambio de régimen forzado con los bombardeos en la guerra de 2003 era funcional en el sentido de la es­trategia energética, mientras que todos los demás motivos aducidos eran irrelevantes en corn paración, como admiten sin reparos los protagonistas de la agresión (como por ejemplo \'l/olfowitz) . Con la ayuda de las guerras contra Afganistán e I rak, los EE. UU. se han dado a sí mismos una posición de salida est ratégica formidable para controlar los yacimientos y rutas de transporte del petróleo; si todo acaba saliendo según el cálculo ele los geo­políticos estadounidenses, lo cual no es en absoluto seguro. Los competi­do res deben quedar excluidos de la exploración y extracción de petróleo. De eso trataba el desagradable trapicheo entre las compaííías petrolíferas y · los gobiernos que habían apoyado la guerra, después de su fin provisional en mayo de 2003, por las l icencias para la explotación, contratos para la reconstrucción, instituciom s de servicios, suminis tros al ejército estadou­nidense, etcétera.

La OPEP p ierde Í t}1pon ancia como factor polírico que determina l a . cantidad de la oferta y b formación de los precios si el país consumidor más grande, los EE. U U . , con ayuda ele su protectorado en Irak, está al mando de los precios, algo g uc se deja ya notar en la actualidad. A ello h ay que aííad i r que corno conscwencia del "reciclaje" de sus petrodólares, los ricos países petrolíferos del desierto poseen graneles intereses monetarios en los p<1 Íscs industriales (en el sector inmobiliario, en la industria y en los bancos )' fondos) que les llevau a mantener bajo el precio de petróleo, pues

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un precio elevado perjud icaría a sus inversiones financieras. Los países pe­trolíferos con mucha población, como Indonesia, Nigeria, Argelia y Vene­zuela tienen intereses muy distintos, porque sus ingresos por exportaciones se desploman si desciende el precio de petróleo. Ninguno ele ellos puede compensar las pérdidas por ingresos de capital de petrodólares i nvertidos en los países industriales.

No sólo las condiciones geológicas de un yacimiento determinan los costes de extracción, sino que también lo hacen las circunstancias sociales y polfricas. La guerrilla iraq uí se encuentra abiertamente en posición de interrumpir las rutas de transporte y los oleoductos .. Esto les sale caro a los consumidores de petróleo, pero un acuerdo con la resistencia contra la ocu­pación tampoco sería gratis. El petróleo iraquí es, "de hecho'', barato ele explotar, pero debido a la desestabilización del país por la guerra y la ocu­pación resulta muy caro llevarlo al mercado. Por eso los neoliberales con­servadores del estab!íshment estadounidense, obsesionados con el poder, no confían en los mecanismos geoeconómicos de la oferta y la demanda. Mientras predican sobre el mercado, practican una geopolítica rigurosa que no duda en echar mano ele acciones mili tares. El neoliberalismo de mercado radical, el neoconservaclurismo de la política ele poder y el nuevo militarismo forman un conj unto del cual salieron Bush y los suyos. El uni­l.ateralismo de la adminis tración Bush es agresivo y persigue una seguridad exclusiva para sus ciudadanos "en la patria" bajo la égida del "Departa­mento de Seguridad Nacional", contra todos los deméÍs en otros países . 1 1 Ésta e s la realidad del "Empire " obsesionado por e l poder y el mercado, del cual Hardt y Negri (2002) presentan la imagen más bien cursi de un majo capitalismo d igital.

l J . Sin embargo, el u nilat:eralismo estadounidense se presenta con objetivos univeTsales (democracia, l i bertad, prosperidad, derechos humanos, todo ello resumido como good go­uemrmce) y puede recurrir así a los métodos m;Ís cspamosos (agresión bélica, violaciones de los derechos lmmanos, como en Abu Ghraib y Guantánamo) porque el fin jusrifica los me­dios. Apoyfodose en Car! Schmitt, Chanta! Mouffe (2005) analiza 1'1 complementariedad de los principios aparentememe contrarios de unilareralisrno y universalismo.

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7. 5. 2 Lt talén de Aq11!1es: la !ogístÍC/7 de tmnsporte

La guerra co nr ra el dgi men de los T:.1 l i b:ín rn Art;an isr;í n ofreció a EE.UU. b oportu n icfad de poner u 1 1 ::i p i c a , t:1 m h ién en el aspecto m i l i tar, en los p;1 Íscs cen t:ro::is iá ticos, ce rca de las n uevas foen res de perróleo y gas natu ral de la región d,�¡ Mar Casp io y en aque l l os países por los que i rán los ol eo­ductos. En el ma rco de h esrrategia petro l íl era de EE.UU., se h izo de As ia Central 1 m a especie de " Pí pdincisdn", cid mismo modo que la región del

Cíucaso al oeste del )Vfo r C::qiio (Asía Times on l ine, 2 5 de enero de 2002) . Los gobiernos l levan a e;1bo 1 1 na po l ftic:i c¡u·� se preocupa menos por b me­jora de hs condiciones de v ida de la pob laci ó n que por la p rotección d e los campos petrolíferos y los olcod ucros. Para eso hace q11e el régimen e n cues tión pase a ser pro-occidental. Corno s e dice en e l Asit1 Times: «It's en­lightming to note th.�1t all countries or regions 1.uhich happcn to be an impetfi­

rnmt to I'ipclíneistan routCJ towrrrr!s the fffest have heen suhjected either to a dircct intr1ferena or to r1!l-out war . . . » (!bid.) (Res u l ta esclareced o r norar gue todos \os r;1Íses )' regiones que sol ÍJl1 Sel U l1 i mpedimento para bs ruras de P i peli neisrán a Occident(' harr sido somet idos o bien por una i nterven ­ción directa o por una guerra s in cuartel. . . )

Esca a firmación se rn u e5 t ca crasamente en el tr:izado de l os o leoductos: el proyecto de oleoducto de Bakú (Azerbaiyán) por Ti flis (Georgia) h3sta el puerto tu reo de Ceyha n 1 el l lamado BTC-pipeline) sortea el territorio

rnso, au nque debido a bs e lcvad3s d i stancias resulta muy caro y acrua.l­

men te esd en pel igro. Uno de lo� motivos son los casi 60.000 ¿ie rres sol- . .. bcbs del oleoducto que n o pueden sn cien por cien segu ros, con lo qne

h:1y que contar con Fi.1gas perjncl icdes para el medio a rnhienrc. Otra razón es la posih i l id ad dr ate ntados en u n territo rio ex:tenso y d i ffci l rnente ;1cce­.»i blc qt 1 1 : •:s muy cosroso v igil ar. Los con íl icros i n rcrnns en Georgia y las

dispu t as Frnnrcr izas y c o n lo' ku rdm ;1\ es rc de Ti 1 rq 1 1 L1 a fecran a L J ren t a ­hil i c b l c l c i nlePducfu.

El s Í '; f < ' 1r1a de olerx!ucros a ! esre del /\,fa ;· Caspio p:.isa r:1 por Afg:i n isr:ín / J\¡kisr:ín al Océ:mo Índ ico , ; n v e;, de por d c:nn i n o m;ís corro, arravesando

Jrfo ha�ra el Cnll�l Pérsico. Aquí· s.e evidencia Li conrradicción ele que lo q 1 1 e sería gcogrMlc1me11re obvio y eco nóm icamente sens:no no es po! ftica­,11 cn tc ;iccpuble, y por lo tanto nunca l l ega a real iz:use, y que un proyecto pol fl Íc;1mcn re i m pnls:.ido p u ed e rc,:l i zmse ha jo unas co n d icio nes eco n ó m i -

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- - - • •

c.1s que h;icen que en real i dad roclo el p royecto n o renga sentido. Enrre tanto, los EE.UU. h an dejado de ser el ú nico a c to r geo político activo en el Cí.uc;iso, Asia Central y e l Sudeste asi:í t ico: r:imbién Rusia y Ch ina buscan ejercer sus i ntereses en el ahasrecirniento seguro d e petróleo, por no hahlar de l:i Un ión Europea, que tamb ién esd i nvolucracl;i en el "nezu greatgmne " mccl ianre su al ia nza con Rusia y Turqu ía .

El geoestratégico síndrome de P ipel ineistá.n no se l i m i ta al es¡ncio cen­

troasiirico. Tam bién lo encontrarnos en países africanos (Sudfo , Cl1ad, Ca­

men'.tn, l'Jigeria, et:c.) y en América Latina (Colombia 1 2 , Ecuador). Que el con trol ele las ru t:as ele petroleros forma pa rre del aseguram iento geoestra­régico del abastecimienw de crud o lo muestra , entre otras cosas , las ope­raci ones de la maJin:i alemana en el Cuerno de África y en el i stmo del Mar Rojo. Au nque supuestamente d e lo que se trata aquí es de la "caza de terroristas" , el m otivo real es la p rotección de l as rn tas de petroleros en di­rección a l Can;il de Suez. En h "Co n ferencia de d o nan tes" para Trak de octubre de 200.3 en Madrid, el Banco Mund i al y EE.UU. dest i naron las s 1 1mas rn c1s elevadas a h reconstrucción de las instalaciones de exrracción de petróleo y su seguridad policial y mi l itar (FTD, 25 de octubre ele 2003) .

La superpotencia militar puede pues co n quistar el rerri tor io de un est�1do petrolífero, pero el aseguramienro mi l itar y p o l ít i co de la exploración de

cru do en el terri torio y a lo l argo del transpo r.te h asta l legar a los pa íses consumidores hace gue se clisp:1ren los costes. Así se com p rende que el Pen­

dgono ca l cu l e u nos costes para la seguridad m i l itar de la exrracción y del

tra nsporte por va l or de aproxi madam ente 20 d ólares estadounidenses por b:irriL A esta cifra aún habría q1 1e s u ma r el p reci o del perróleo, sobre todo e n vista de b frecuente afirm ación ele que bs energías renov; 1b les resul taría n

demasiado caras en comparación con el petróleo. El deseo ele l os EE.UU. de, tras la ocu pación c id país, rener un acceso

rn�í.s ba ra to y segmo al petróleo i raquí podría resu l ta r una i l us i'(m a causa

Je los elev::idos costes cid asegur:1 111i e n to m i l i tar de los c:rn1 pos pcrrol íferos,

l os o lcod ucros y las ruos de rr;m spo rtc. La perroestr:i t eg ia de apro p i ación

1 2 . En el rnarco del "Plan Colornbi:1" ti Congreso de los l:'.sr:1 d os Un idos aprobó u na p: 1rt i da prernpuesraria el,. 532 m i l l o nes de dóhres pa r'1 l :i ay11(L1 111 i l i ra r, de los rn:des ')2 l l :l­hí.rn de clesrin:1rsc cxcl 11sivamenre a j,¡ «Rrigada XVTI cup ú n ica tare:1 consiste en proteger un oleoducto de Oxi denra l Petrol c u 1T1» (1az, 1 7 de frhrcro de 200.�).

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i mperial ista de J os recursos p uede aca bar siendo un "j uego muy caro" para los norteamericanos, porque tienen que defender 'el territorio contra los competidores y proteger militarmente los o leoductos y las rutas de los pe­t roleros. Lo puede desbordar incluso a toda una superpotencia imperial corno los EE.UU.

7.5.3 Divisa petrolífera Los EE. UU. serían el único país para el que un encarecimiento del petróleo 110 sería necesariamente adversa. Porque, en primer lugar, el elevado precio de petróleo w11bién afect;1ría a China, Japón y otros competidores reales o potenciales de EE. UU. También en la "vieja" y en la "nueva" Europa se dejarían sentir las consecuencias del encarecimiento del combustible de la sociedad industrial y posíndustrial. En segundo lugar, los EE.UU. mantcn­dr:ín la ventaja mientras se facture el petróleo en dólares. El control de una gran parte de la oferta en los mercados mundiales de petróleo por parte de los EE. U U. aseguraría que también en el futuro hayan de paga�· se las fac­tu ras de crudo en l a m oneda estadounidense. Las él ites estadounidenses esperan poder seguir hacié11dolo, aunque se sos.pecha que el dólar se deva­luará deb ido al creciente déficit presupuestario y de la balanza comercial, y en consecuencia, se observa una tendencia a abandonar el dólar y adoptar el cu ro (Fll.Z, 07 ele j ul io de 2003, p. 13). Bajo la impresión de la "victoria" de EE. U U. en Irak la OPEP decidió en mayo ele 2003 seguii-'facturando d precio del petróleo en dólares a pesar de la debilidad del dólar y la for­taleza del euro. Pero en vista del creciente déficit gemelo no es improbable c¡ue los exportadores ele petróleo pasen a cobrar el precio del petróleo en e u ros , sobre todo si los bancos centrales (como se menciona en el sexto capfrulo) comienzan a m udar sus reservas de divisas de dólares a euros. La guerra contra frak también tuvo. el efoctó secundario de h aber co men­zado a frenar esta tendencia (en Ve11ezuela, Irak, Libia) . En cualquier caso, est a tendencia rl'.grcsar<Í si EE.U U . no redu ce su doble déficit y no puede l ibe 1"arse del avispero irac¡ uí retirando sus fuerzas del país. El BCE anunció e n s u infrmne mensual de j ul io de 2005 ( 1 5 ) q ue algunos países de la OPEP había 1 1 abandonado el dólar por el euro (véase también el sexto Gl­

pítu lo) .

236

EE. U U . afrontaría un problema ciclópeo 1 3 sí dejase de poder saldar las crecientes importaciones ele petróleo en dólares y hubie1«1 de satisfacerlas en euros. Si las importaciones anuales de petróleo aumentan, corno indica el informe Cheney, de 4 a 7 m il m illones de barriles hasta 2020, y si el pre­cio del petróleo asciende a 50 dólares estadounidenses por barril, se nece­s itarían actualmente 200 mil m il lones ele dólares estadounidenses para saldar la factur:i de crudo. En 2020 la cifra ascendería a 3 50 m il millones de dólares estadounidenses. Según el tipo ele cambio a comienzos de 2005, aproximadamente 260 mil millones de euros.

A los conflictos por el crudo, por el control ele las reservas, la cantidad ele la oferta y la formación del precios, se suma el conflicto por la moneda en que se paga el petróleo. La competencia monetaria entr"e el dólar y el euro (y, en el futuro, eventualmente el yuan) podría aumentar, porque el suminis tro ele la economía mundial con su propia divisa supone ventajas ele señoreaje, sobre todo sí se factura el precio de petróleo en la propia mo­neda. Dado que la finitud de los recursos petrolíferos ya no interesa sola­mente a los ecologiscas, sino que es un hecho que forma parte ele las consideraciones estratégicas sobre el abastecimiento energético en el futuro, se ha reconocido la importancia de una divisa ele referencia como divisa petrolffera. Mientras no había alternativa al dólar, este problema era rmís bien secundario, como demos tró claramente la crisis de petróleo ele 1 973. Entonces los países petrolíferos solamente tuvieron la opción de aumentar el precio de petróleo en doláres y, ele hecho, lo cuadruplicaron en octubre ele 1 973 . Con el euro, s in embargo , surgió una alternativa a comienzos del nuevo siglo. El conflicto por la facturación del petróleo no ha sino de es­tallar una y otra vez.

13. Debido al t i tánico papel de los EE. U U. en la economía mund ial, las consecuencias no se l i m i taría11 a Estados Un idos y afectarían a la econo m ía m undial en su conjumo. Si los EE.U U . t iene que reducir el déficit Je su balanza comercial, esto afecta a.I tipo de cambio y, por extensión, a todos los países que ti enen grandes reservas de dólares y a aquellos países con un n ivel elevado de exµortacioncs a los EE.U U . Por desgracia no podemos enrrar aquí en detalle sobre esta cuest ión y hemos de l i m i tarnos a apuntarla.

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7.6 Conflictos en el invernadero

El potencial confl ictivo del régimen fós i l se muestra también en la gest ión con las ernisiones, sobre tocio con los gases i nvernaderos y sus consecuencias para la nammleza y la sociedad. Lo que importa aquí, como en el de l " lado ele l a oferta" de las reservas ele crudo , no son los hechos objetivos sino l os discu rsos. Incl uso l os científicos más meticu losos tienen sus "op i niones'', que consideran m ás sólidas que l as af irmaciones "blandas" de las cien cias sociales. Pero no es así: los d atos sobre l as reservas de petróleo no solamente se "corrigen" en cuanto al input, al abasrec imient :o de petróleo. Pasa l o m ismo en cuanto a l mrtput, es decir, con respecto a l os gases perj udiciales para el cl ima. El jefe del Consejo Ecológico de la Casa B lanca por ejemplo, Phi l ip A. Cooney, fa lsificó l os resultados de un anál is is de c l imatólogos sobre el calentamien to globa l , el desh ielo de los glaciares y la subida del nive l del m ar. Se m in im izó la relación entre el consumo de energía, los gases invernadero y e l calentamiento global . 1 4 Los científicos "duros" tam­bién tienen sus prejuicios , usan datos que no son fiables y s iguen a rgumen­taciones abstrusas para apunta lar esos preju i c ios y ut i l izan su posición demro de la comun i dad cien tífica p::ua i mponerlos. 1 5

Deb ido a l carácter nocivo de las emis iones de gases invernadero s e e la­b.oró el Protocolo de Kioto que, aas su ratificación por parte de Rusi a (en ocmbre de 2004), se convirtió en una l ey internacional vincu lante en fe-

1 4 . Anres de asumir su puesto en la Casa Blanca, Cooney lrnbía rrabajado para el Ameri­can Pcrroleum lnsritu tc, que reprc·senra los i nrerese.<: de la ind1 1.stria petro l ífera (Andrew C. Revkin "Bush Aide Sofrened Greenhouse Gas Links ro C lobal Warm i ng" [Un colaborador ele Rush suavizó los vínculos de los gases invernadero con el c:1m hio cl imático], New York Tim.es, 08 ele j u n io de 200.5 ) . . 1 'i. No siem pre resu l ta ra n ahsurdo como en el caso del reco n oc ido biólogo David �elbmy, q u i en, s i n com proba r las fuentes, u ti l i zó daros sacados de u n a p:ígina web de l a

L1 ultr:1111 0 1 1 ta 11a secta derechista de l Movimiento LaRouche para dem ostra r q u e e l espesor Y el nt'1 m eró de los glac ia res no h:1hria d i s m i n u id o , s i n o au menrndo. Espec i a lmente r isib le, y a la vez nisre, es la d ivergenc ia de l os elatos descubierta por Monbior. E1 1 el i n forme ele la secta se h"blaha de que un 55% de l os 625 glac i ares habfa aumentado y no decrecido . En el rexro de Bdlamy ese 5 5 % se convirt : ió en 5 5 5, con tocia seguridad por un error me­canogrMlco, porque su amor no pulsó la tecla del redado del o rdenador para introducir el signo y por el l o añadió un "5" eñ vez del sím bolo "%" (Mo11bior, 2005) . Se rrata ele un ejemplo espec ia l menre craso de la subjetividad de los d iscu rsos sobre b objetividad ele los hechos.

2.38

b rero de 200 5 . Los EE. UU . no firmaron esre acuerdo mulribrera l . Pero

los i ntentos por consegu i r que los EE.UU. ratificasen el protocolo condu­

jeron a que se aguase tanto, que su efecto no puede ser s ino l im i tado. Una

reducción de las emisiones de gases invernadero del 5 ,2% en los países i n­

dustriales hasta 20 1 2 no es en abso luto suficiente y los "mecan ismos flexi­b les" que prevé el protocol o ( la bolsa de derechos de emis ión y el abono de l a reducción en la cuenta de emis iones de terceros) no son adecuados para reducir las emisiones de gases i nvernadero (c( S cheer, 2005: 1 8 1 y ss . ) . La evolución del cl ima no se deja impresionar por los compromisos del Pro­tocolo de Kioto. El efecto i nvernadero amenaza a l a seguridad ambiental y al imenticia y a l a vivienda y l a sal ud de los seres humanos en todo el mundo.

Además, hoy en d ía cuenta ya con costes económi cos calculables. Crecen en

todo el mundo las condiciones y los fenómenos c limatol ógicos i nusuales, así

como tormentas que causan estragos. Su número se ha tripl icado desde la

década de los sesenta y para mediados del siglo XXI se calculan costes anuales

por v:tlor de 2 .000 m i l mi l lones de dólares estadounidenses. De éstos, :tpro­

ximaclamente 840 m i l mi llones corresponden a Asia, 325 a EE.UU. y 280 a

Europa (Kemfort, 2004) . La media de los costes anuales se multiplicó por

ocho, de 54 mil m illones de dólares estadounidenses en los años sesenta a

432,2 mi l m il lones en los años noventa . 16 El Protocolo de Ki.oto no puede cambiar eso. Pri111ero, porque no exige

una reducción de emis iones de d ióxido de carbono suficiente para mit igar

el efecto al c l i m a . Segundo, porque el Protocol o sólo se refiere a futuras

emis iones y no con tiene reglas para los gases i nvernadero que ya se en­

cuentran en la atmósfera. Debido a la i nercia del s istema, se quedai:án

ahí hasta c ien años s in que se conocieran incl uso suficientemente los efec­

tos que tendrán a largo p lazo para l as d i st intas capas de la at�1·ósfer:i y sus complejas i n teracciones. Incl uso s i se redujesen a parti r de hoy las

emis iones de gases, el efecto i nvernadero no se detend ría de iqmecli:ito,

s ino que rcu·daría varias décadas. Tercem, el Protocol o de Kioto no incl uye

en su estrategia de reducción a los "países en desarro llo", aunque el FMI,

1 6 . Se trar:1 de claros e le la aseguradora a lemana " Jvlü nchner Rüclcversicherun g" que,

mediante un cálculo de bon uses, i ntenta escudarse conrra el efecro i nvern adero y sus conse­

cuencias. Sus daros solamente i ncluyen los daños asegurados, es decir, no todos los clatíos

que se producen a escala m u n dial (http://www. mu nichre.com/default_d.asp).

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d Ba n co- M.un dia l y las i ns1 it uciones de la ayuda al desarrollo los obligan a acarar las reglas de l a good governance y p or extensión a indus tria lizarse, lo qu e su pone un aumento de las emisiones de gases i nvernadero aunque las condiciones no se modificasen . Cuarto, porque los mecanismos del Protocolo de Kioto están creados a partir del mercado y por lo tanto ofre­cen varüs posibil idades de no asumir las consecuencias, explorando n ue­vos campos comerciales. Éste es el caso sobre todo del comercio de emisiones y los agujeros de la]oint lrnplantation y del C!ecm Development

Mechanism (compárese Scheer 2005: 1 8 1 - 1 83) . Quinto, el Protocolo sólo se .1«1 vigente hasta 20 1 2; qué suceded después sigue siendo una pregunta ab ierta.

Por ello todo depende de un doble proceder, es decir, reducir la emisión d-e gases invernadero más de lo que prevé el Protocolo de I<.ioto en su fornu actual y aclem;:Ís organizar una pro tección contra las ya previsibles conse­cuencias del c1lentamiemo global. El consejero del gobierno de Blair en Gran Bretaña, David King, llamó este reto «the biggest danger humanity has

.fi1ced in 5000years of civilization» (según Hertsgaard, 2005) (el peligro más grande que la humanidad ha afrontado en 5 .000 años de civilización) . Ya no se trata en primer lugar ele la protección de la naturaleza de su explota­ción por las actividades humanas (sobre todo económicas) , sino de proteger a la humanidad de las reacciones catastróficas de una naturaleza dañada o des truida. (Un in forme publicado en noviembre de 2006 por Nicholas Srern por encargo del Gobierno británico intentó calcular las consecuencias de la destrucción medioambiental para la economía mundial. Este informe , solamente tiene cierta relevancia porque las cifras concretas tienen un cierto poder sugesti1ro e n la op i nión pública, aunque debería quedar claro que monetariamente nunca se podrán cuantificar exactamente los daños ,eco­lógicos. Sin embargo, Nicholas Stern evalúa los daños por el efecto inver­tudero en 7.000 mil millones de dólares , que, en su opinión, podrían evitarse si an ualmente se invert ieran unos 350-mi l millones de dólares en pol íticas de protección medioambiental) . Se construyen diques contra las mareas )' la previsible crecida del nivel del mar, y la planificación mbana y la :uqu i t cctura se acorazan i:on t:ra huracanes. Las posibi l idades de prote­gerse de una naturaleza desbridada dependen de los recursos materiales. No es de cxtrafur que les vaya mejor a las sociedades r icas con acceso a los recursos energéticos que a los que carecen ele él. A las personas en países

240

más pobres a veces solamente les queda la opción ele huir. Los modelos que se l imi tan a calcular los costes y los usos del efecto invernadero y las catás­trofes climáticas, ofreciendo alternativas aparentemente racionales y prio­ridades, monetarizanJo lo que no se puede monetarizar, ignoran la desigualdad global causada por la ecología (véase Cline 2004 y la discusión de su texto en Lomberg, 2004: 44 y ss. ) . La irreversibilidad ele todas las transformaciones de materia y energía, determinada por la termodinámica, no les interesa a los constructores de modelos económicos. Aunque ofrecen cifras concretas, obvian ignorantemente los sucesos naturales (en cuanto a fo economía termodinámica y la crítica de los axiomas teóricos de la eco­nomía, véase Georgescu-Roegen, 1 97 1 ) , y por lo tanto perseveran en falsas abstracciones (véase la crítica de Heinberg, 2004; Scheer, 2005) .

El peligro para l a paz deriva tanto del lado del abastecimiento de energía fósil como de las emisiones del consumo energético. Mientras tanto, tam­b ién ei Pentágono se prepara para las consecuencias de un posible colapso climático con medidas de prevención unilaterales. La estrategia política del gobierno de Bush no ha consistido en proteger el clima para evitar un abrupto cambio climático, sino en la defensa militar contra las consecuen­cias del cambio. Se trataría, sobre todo, de interceptar a tiempo la pronos­ticada migración masiva con medidas militares. No sólo se cuenta con la ya considerable masa de emigrantes ecológicos de las regiones pobres, sino que también se esperan masas ele refugiados de las regiones ricas del centro y del norte de Europa.

Los autores de un estudio encargado por el Pentágono, Peter Schwartz y Doug Ranclall del Global Business Network, creen, a partir de los datos del lPPC, que hasta el final del siglo XXl la temperatura media aumentará hasta 5 ,8 grados centígrados. Si a consecuencia del aumento de la tempe­ratura se derrüe parcialmente el campo ele h ielo de Groenlandia, dismi­nuirá la densidad y la sal inidad del agua del Atlántico Norte. Esto puede conducir a que se cierre la' corriente del Golfo. Señales ele ello ya las tene­mos, pues Ja corriente vertical del Ártico, donde el agua salina se hunde debido a su mayor peso específico en las profundidades, bajo el hielo polar, y fluye al sur, podría interrumpirse si debido al derretimiento del hielo del Ártico bajara la salinidad del agua. La reducción ele la vertical corriente abisal fría también supondría el final de la horizontal y calient:e corriente superficial del Golfo hacia el norte y, por lo tanto, el final de las suaves

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remperarn r::is en el oeste y el norte de Europ::i. 1 7 Paradój icamente , el ca len­tamiento global puede co nducir a u n enCri;1 rn iento regional de l c l ima, por ejemplo en Europa (pero también en el Pacífico norte) . Las consecuenc ias p::i ra el abascccimiento de a l i mentos y el consumo d e agua y energía pueden rener dimensiones catastróficas y se temen confl ictos vio lentos. El Pentá­gcmo tiene en cuenta este escenario en sus p lanificac iones (Schwartz y Ran­clall, 2004). Los EE.UU. tienen que protegerse a t iempo contra " lo peor" , que podría l legar en forma de una m igración masiva.

Es por supuesto cuestionable s i a largo plazo es posib le protegerse contra las reacciones de los sistemas naturales (la atmósfera, l os océanos, l a bios­fera, etc . ) , sobre todo si esa protección consiste en la exclusión de otros o i ncluso en la lucha mi l i ta r contra el los. El cap i talismo no termi nará im­plosionanclo y desapareciendo en una " revoluc ión de terciopelo" corno ocurrió con el social ismo real mente existente. Es más probable que termi ne en u na explosión social porque las p reparaciones para l a época poster ior a l peak oil y contra la amenazante catástrofe cl imáti ca son clararnente i nsufi­cienres. El shock del que habló Braudel viene de fuera. Pero su d ramática agudización se debe a l a incapacidad ele las sociedades capital istas de rea ! i?A1r !os prep:J rarivos adecuados para l a época poster ior al petróleo, aunque la petrolera Br i t ish Petroleu m (BP) haga p ublicidad con el eslogan "Beyond Petro!eum " (M;ís alLl del petróleo) . No existen "amortiguadores" en las eco­nomfas y sociedades del c;ipi tal ismo moderno que puedan reaccionar in­ternamente de m aner;1 adecuada al choque externo que supone l a escasez de petróleo. Este shoch interrumpe la acumulación ele capi t-al que, desde la revolución fós i l - indusuia l , dt·scansa en el sumin istro cont inuo de combus­t ibles fósi les (pri mero carbón, l uego petróleo y gas natural) . Con tra los fi.1enres de energía renovables se construyó una especie de mura l la i m per­meable . Por este motivo no d i sponemos de u n a alternativa real para la

1 7. Tnnhién los ocea nógrnfos consideran posible este esce1urio. Las i nvestigaciones-de

Perer \Xfaldha ms ele la Universidad de Cambridge ;¡cerca de las corrienres proÍunclas en el Arl:íntico Norre han mostrado que cada vez hay menos agua fría bajando y que la capa de h ielo del Polo Norte ha adelgazado 1111 46%1 en los últimos 20 años. La corrienre del Golfo transporta 27.000 veces más c;ilor a Gun BretalÍa de lo que pueden aportar todas bs cenrra.les energéticas del país (cF. Jon,1 1-han Leakc, " Brirai n faces b ig chi l l as ocean current slows" , Gran Rrcrn11n se ved a nte una gran hebda si se reduce la. corrienre del océano], The Sunday Time,., 8 ele mayo de 2005).

.

242

época poscerior a l pert!wil y ante la catástrofe c l imát ica . El prec io del pe­tróleo aumentará, pero no por razones ecológicas o para da r una oportu­

n idad a las energías renovables. S i no desciende el consumo mundial ele petróleo, sub i rá la demanda de reservas de petróleo i nusua l , es decir, las arenas b i tuminosas, la p izarra b i tuminosa, el petról eo ele aguas abisales y

condensados de petróleo cuya extracción y refinado so n m uy costosos. Ade­más, el uso de fuen tes ele energ[a fós i l "no convencionales" es todavía más perj udicial para el med io ambiente que la extracción y el consumo ele pe­tróleo convenciona l . Los daños colaterales en la n aturaleza causados por la extracc ión son elevados, como muy elevada es también l a emisión ele gases nocivos para el cl ima.

La energía nuclear no es n inguna alternaciva. El uranio también es una materia prima l i m i tada y, por lo tanto, vale el mismo pr inc ip io que para el

petróleo y el gas natura l . Sólo los reactores de fus ión no se verían afectados por la l im itac ión del uran io porque pueden " incubarlo" una y otra vez. Pero esra tecnología no está lo s ufic ientemente d esarrol lada corno para poder i mplementar reactores de fusión hoy en día. E! pel igro para el medio ambiente, la salud y la convivencia d e los humanos es i nmenso. Además, tiene graves desventajas que comportarnn que, después ele la euforia nuclear de los afíos c i ncuenta, crecieran las protestas contra la energía n uclear a

partir de los setenta. La seguridad de las centrales atómicas no está garan­

tizada y u n accidente puede tener enormes consecuencias a largo p lazo. Ésta fue una de l as muchas l ecciones del desastre de Chernóbi l que se pre­fiere ignorar. Por lo demás , se producen res iduos que deben ais larse de

tocios los c iclos n aturales durante siglos. Si algo así es pos ib le parece más b ien d udoso. A todo el lo hay que añadir aún eJ peligro de la prol iferac ión

s i l a energía nuclear sust ituye los h idro carburos, aunque sólo l o h iciera parcial mente. Las disputas sobre el enriquecimiento ele uran io en Irán de­

muestran los peligros. Peligros que, aunque en el caso ele Idn se i n stru­rnentalizan y se i ntentan emplear como una palanca para forzar un cambio de rég imen del iberado , no significa que sean menos reales. Deb ido a l gran número de centrales nucleares que se necesi tarían para susti tu i r a las cen­trales energéticas de base fósil su control se tornaría prácticamente impo­s ible, lo que fac i l i t aría la producción de la bomba atómica . La energía n uclear es el escenario más dantesco de todas las vías de desa rro l lo a l terna­tivas a los combust ibles fósi l es.

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¡ .

S ó l o Ja reducción y adaptación gradu al a corn b usti bles no fósiles de

L l l J OS cuantos cienms de millones de automóviles durad muchos años, si

acaso se consigue con éxito, -corn o señala el Informe Hirsch (2005) , que también des taca los enormes costes de semejante proceso. Alin más difícil resu ltaría la adaptación de la técnica y la organización industriales, de la infraestructura urbana y de las condiciones ele vivienda y vida. No hay nin­guna respuesta a la cuestión fundamental. ¿Qué sustituirá a la congruencia tr ini taria, única en toda la historia, de las formas capitalistas, las energías fós i les y la racionalidad europea incorporada en el sistema indusu-ial? Mien­tras no haya respuesta, se preferi1«Í obviar la pregunta. De no reconocer la existencia del pealwiL, se combati 1«Í al amenazante efecto invernadero con med idas inefectivas.

Hay que encontrar por lo tanto una respuesta. Por consiguiente, la cues­tión qLte nos vamos a plantear en el octavo capítulo será si existen "en el seno de la sociedad" las "alternativas convincentes", como esperaba Fer­nancl Brauclel, que incluyan la transición hacia un régimen de energía no fósil y por ende sostenible. Si puede evitarse una explosión autodestructiva, hal lando salidas convincentes al régimen fósil de energía que ha alcanzado sus límites. Y si es posible una economía solidaria y una gestión solidaria ele los recursos naturales y existen discursos pdcticos a los que uno p ueda dirigirse en el marco del proyecto de la "investigación colectiva" .

244

.'f , .

..

l

Capítulo octavo

Alternativas convincentes dentro

de la sociedad: solidaridad y sostenibilidad

Una sociedad sólo puede superar las formas sociales que caracterizan el ca­pitalismo en un proceso revolucionario. El capitalismo también se desarro­l ló históricamente a partir de formas feudales (por lo menos en Europa). Por regla general la mayoría de acciones humanas en el proceso histórico no son consideradas como una revolución sino retrospectivamente. Tienen lugar en contextos sociales (sozialen Zusammenhdngen) y con ello modifican sus relaciones sociales (gesellschaftlichen Verhdltnisse) , a veces a pequeña es­cala, a nivel local, a veces a gran escala, con consecuencias a nivel mundial; a veces clandestinamente, a veces a través de violentas l uchas sociales. Fre­cuentemente los contemporáneos ni siquiera se clan cuenta de que desbro­zan el terreno a un cam bio revdlucionario de l as formas sociales de producción y consumo a través de su vida d iaria y s us experimentos socia­les. Una revolución social no se hace por orden de la élite de un partido o de un movimiento elitista. Muchas personas han ele l legar a lo que (con Marx) se ha clescrí to como el "general intellect'', el saber común de los mo­vimientos sociales y pol íticos, tanto a través del análisis como también a través ele sus esperanzas y utopías y los objetivos políticos que derivan ele las mismas . Esto requiere m ucho tiempo para l levar a cabo y participar en debates que determinen la dirección de las acciones. Una revolución social no es un golpe de estado, sino un proceso iterativo de muchos experimen­

tos sociales a lo largo de un período de tiempo duradero.

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Hermann Sch eer rech :iz;i expl íci r:i.menre el 1 1 so de l rérm i no " revol u ­ción". Sus argumen tos 1 1 0 snn , p o r su puesro, m uy só l idos. E 1 primer lugrzr, porque reserva. d término ' ·revolución" a «U n<1 subvers ión de l:i.s ci rc1 1 11 s­t:inc i as rrcvalecieutes en u n co rto espacio de riempo» (Scheer, 2005: 237) . En este conrexrn no es seguro en primer l u gar que a la revo lución no le s iga Li conrr;:i revolnción, es deci r, que el cambio frac:ise. Par:.1 no basar b defi n i­ción del término en la ch1 1xión co rt;:i y la hrusquecbd del proceso h istórico también se podría defin i r en scg1mclo l11gt1r cl cam bio rad ica.! de bs rebciones de producc ión y consumo en ];¡ wms ición hacia las energías renov;:ibles co mo u na revol ució n, esto es, como un Gl lnbio social mis rad ical que el que causó "b torna de l a Basrilb". Comparando hi Revoluc ión francesa con h Revolu ­ci(m in d witr ia l , Frieclrich Engels escribió lo siguiente: «Mien rras en Francia la tormenta revo lucionaria barría el país, en Inglaterr;i ruvo lugar un cambio 1mís sutil, aunque ele no menor i m portancia. La m8quina a vapor y las n uevas rn:íqui nas-herramienta rra ns formaron a la manufactura en l a moderna gran ind ustria y revol u ci onaron los fi.mdamen tos de la sociedad bu rguesa . . . » (ME\Y/, 1 9 : 1 97) . Aquí se m uestra el car:ícter b ifronte de la revo lución: por una parte d cambio político radical , por la otra, la transformación el e la for­mación soci a l . Ambas pueden desarrollarse segt'm las circunstancias particu­lares ele forma paralela, ele manera si ncronizada en diferenres pa íses (como en Tnglarerra y Francia) . Los tiem pos difieren.

Ya se observó que Ad:un Sm i th , que vivió y escribió duran te la revolución f6sil-i ndusrrial a finales del siglo XVIII, no la concebía como tal y por eso no tenía id�a ele hs d i mensiones revolucionarias que iba a tener el carbón como . f\ 1cme de energía parJ. J.ccion:u la maquinaria ipclusrrial. Y ello sucedió J. pesar de que J:m1es \Xi'.m, que perfo,:cionó h máqu ina a vapor, i m1x1 rtía en la misma u niversidad que él. Sin embargo, Smith comprendió h d ivisión del trabajo y '>ti cfecro a b hora de amnentar la producti1ridad. Q1 1e :iqu í ten ía lugar a pe­qut'iía esG1 l:i el sistema que Marx más t:irde describió corno "h gran ind ustria" es :ilgo que quedó larcnte . Ell muchas ocasiones en la h istori :i , y no sólo d n­r:mte la revolución industfr1 l , l a hum:rn idad se enc11entra en med io de nn proceso n:vol ucwn :1rio sin d'.irse cu enta del ;;dcance ele ése p roceso. La revolu-­ción no puede i magi na rse cóm o u n "::idro al palacio de i nvierno" phneado y o rgan iwdo esrrntégicamcnre. Sólo sucede c11;:indo la si tuación está madura.

Todo esto coi n cide con h noción de Fernand Braudel , a rriba mencio­n :id :1 , ele q 1 1 e e! cap ir:1 l í smo s1S lo puede l l egn a su fin b:.i jo u n shocl< mny

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fu ene "ex rerno" en co nexi ó n con alrernalivas convi ncenrcs el e actores so­cial es y pol ít i cos " i mernos". Uno de esros shorhs externos son los l ím i rcs del régimen de encrgLis fos i les que term i nan con h congruencia de c:ip i ­r;i l ismo, fosi l ismo energérico y racional ismo (que ha s ido analizada en los capítu los cuatro y s iete) . No obstante no sólo son imaginables los shocks

externos, s ino tamb ién aquel los que d erivan de los procesos de l m ercado que se desarrollan den tro d el mismo y las creci en tes con trad icc iones. De

los desastrosos efectos d e l as crisis financieras nos hem os ocu pado ya en el capítulo seis. Ah ora sólo resta la p regunta por l as al ternativas convincentes

que puedan nacer en su seno. Pero . . . ¿ l as hay? Las alternativas políticas no se inventan en los círculos acadé1nicos o

políricos. Nacen de y en la prácr ica política , social y económ ica ele las per­

sonas en movimientos sociales, que son u n taller de i deas, u n pol ít icamen te

creativo " intel l ectual messy ceri ter" (eles.ordenado centro intel ectua l) . Se

desarrol lan e i mp lemenran en el proceso pol íti co mt'i lti p les conceptos para

el fo tu ro del trabajo, la reducción de la jorn ada bboral, la regeneración d el

estado soc ial , un i ngreso ciudadano, una producción y consu mo coopera­

tivos, formas a lternati vas al d i n ero y <ll crédi to y la regu lación de los m er­

cados financieros globales. Se incluyen en el o rd e n del d ía el uso pdct ico

de energías renovables, p lanes para su in trodu cción socia l y p rogramas ele

apoyo po lftico . La rea l ización de a lternativas es siempre algo controvertido:

no hay cambio soc i al sin conflicto pol ítico. Los in evita b les conflictos sobre

co ncepros e intereses se resuelven en parte con los mejo res argumen tos .

Pero qu ien t iene poder económ ico y político n o depe n d e necesariamente

de argu men tos convincentes.

¿ Es posib le "cambiar el m u ndo sin tomar e l poder", como sugiere John

,H ol l oway (2002) , si gu ie nd o al mov i rn ienro zap:i t i s ta? S erfa es tu pen do,

pero es muy poco p robable. Tampoco ayud a la d isti nción entre poder ins­

tru mental y cre::i t i vo (ibídem: 4 0 y ss. ) . El movi m iento za p<itisr:i tuvo has­

tfüte éxito modifi ca ndo l as relaciones de poder en Ch iapas s i n entra r en

d poder del Estado y las regbs de Lma democracia parlamenra ri:i. S i n em­

ba1yo en oc:is io nes se n eces irn ta mb ié n oponer 111u fuerza simihr, formar

co:ii'ic i oncs ¡x1 ra ganar rerreno a las perso nas que deflenden actu:tlrnenre el

s istema. S i el capi tal ismo h a de l l egar a su ll n , n o lo hará clerru mhfodose

en una ; mpl os i c)n h is tórica como l o hizo el soci:il i smo real rnente existente.

Fn primer lugr1r, porque hs form as ele conc ienc ia m:1s extend i das son esra-

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b · ¡ · . J . -l f' en eJ poder presente en las relaciones sociales como J i rn.irado 1 iza 0 1 as, t.. e u 1

por las circunstancias externas y contra el i ndividuo (e inc�uso contr� grupos enteros) , y no son en consecuencia de ni 11guna ayuda. El poder tiene dos caras . Se ejerce activamente y se tolera pasivameme. La disposición de los dominados a aceptar su dominio es un factor crucial p<u-a la gouvernementalité (Foucault , 1 993'), y por ello para la estabil idad dominante.

En segundo lugar, las l imitaciones objetivas del mercado adquieren una forma irnti tucional y, en consecuencia, política. Contra las iniciativas al­terna tivas para una economía solidaria y sostenible actúan las ins tituciones del capitalismo globalizado en conj unto con rnedidas de aj uste estructural, con condiciones para Ja concesión de créditos j u nto con las limitaciones objetivas de los mercados l iberalizados. El lobby de los combustibles fósiles y nuclear moviliza toda las fuerzas en la economía, la política, la ciencia y la sociedad contra un régimen de energías sostenibles y la introducción ge­neraJizacla del uso de energías renovables. Ignorarlos es una posibilidad, pero habría que movilizar un contrapoder para hacer del programa de so­lidaridad y sostenibilidad una realidad. No sólo los movimientos sociales j uegan un papel destacado, también los partidos políticos, parlamentos y gobiernos. Incluso cuando se trata de cambios sociales banales, si no existe u.n conflicto por el poder político la sociedad capitalista absorbe las alter­nativas y las integra -si bien de manera imprevisible-, transformándolas, .::s decir, estabilizando el poder y el dominio como si de un "atractor ex­traño" de la teoría del caos se tratase. En la mayoría de casos la integración es impuesta a través ele los encargados de mantener el status quo, la policía. y en ocasiones también el ejército.

Quien q uicre cambiar el mundo tiene que transformar solidariamente la economía y preservar la naturaleza. De ahí el título de este capítulo, que quizás sea programático: solidaridad y sos ten ibilidacl. El nexo puede bien j ustificarse en un sentido normativo. Refleja también las experiencias de los movimienros sociales y poiíticos. Muchas de las actividades ele movi­rnientos sociales t ienen c o m o objetivo en la época de la globalización la rcapropiación del territorio. Hay que desanclar la privatización del sumi­n istro de agua potable, ya que el agua es un bien necesario, no una mer­c11 1 cía . Se trata, también, de la conquista y el diseño de l os espacios públicos . Se ocupan fabricas contra el cierre de las mismas ordenado por su propietario. Estos son tan sólo algunos ejemplos. ¿Son estas luchas re-

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volucionarias, teniendo en cuenta que nos muestran una salida del cap ita­lismo? Nadie lo sabe. Pero posiblemente lo sean.

8 . 1 Lógicas de actuación: equivalencia, reciprocidad, redistribución y solidaridad

Los movimientos que buscan desarrollar alternativas a la sociedad de rnercado

capitalista tienen que emanciparse de las lógicas de actuación establecidas

por el mercado. De haber más ele una lógica de actuación entonces ya te�1-

dríamos un indicio de que el pesimismo histórico del fin ele la htstona,

cuando se han impuesto los principios del mercado y la democracia, no está

j ustificado. De hecho, es i luminador echar un vistazo a la historia de la eco- .

nomía, cuán diferente fue la coordinación de economía y sociedad en dife­

rentes culturas y épocas ele la historia y lo diferente que son los patrones de

pensamiento y ele actuación que se desarrollan en el marco ele acciones recu­

rrentes que se han convertido en rutina. Casi nadie ha investigado este tema

tan profundamente como Karl Polanyi ( 1 979) . 1 No fue has.ta el capitalismo

moderno, con sus instituciones globales y como consecuencia de la estanda­

rización mundial, que la diversidad de lógicas ele actuación se redujo a un

modelo dominante, concretamente al de la equivalencia, fundamentado teo­

réticarnente en la teoría del "pensée unique" (pensamiento único) del neoli­

beralismo e impuesto en la práctica en el sistema de las relaciones de m.ercado.

8. 1. 1 Equivalencia

El orden capitalista se basa en primer lugar en el intercambio ele equivtt­Lentes en el mercado. En él se intercambian_bienes del mismo valor y tam­

b ién el dinero representa un equivalente del valor del bien comprado o

vendido. Por regla general la explotación y la apropiación de un excedente

l . Para hacerse una idea del desarrollo del comercio y los mercados en sociedades prc­

capit,t!is tas y de las categorías adecuadas para su in terpre�ación, s� rccomi:nda el pró�,ºg? de S .C. Hurnpb reys en la amología de texrns de Pola11y1 "Oko1101rne une! Gescl lsch a h [I�co­

nomía y so�i cdacl] (l 979: 7-59) .

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no t ienen l u gar a h l uz r lib l ica en la esfrra ele c i rcu lac ión, esto es, en el 111 crcadn, ;i u n que roclos l os presentes en eL merc:1do p::u-r ici p:rn en una "cn:i

de o!crus" . Ex isre e l " i n rtrcuT1bio d eseq u i l i h rado" , que ha j u tr,ado un papd m u y i rnpn rt;rn te en b h isrnri ;i del capit;; ] i srno y q ; 1e es un hecho h :1 s t·::i rH 1 c s tToS d bs. Sin crnhargo, l a s i ngu h ri chd cld mod o de producción capi­r:d ist: 1 cons iste en que Jos cqu iv;i lenrcs son i ntcrca m b iaclos, sin emba rgo , u n ;i 1x1ne s iempre con u n "surp i w;" a :-us "avances" , con u n ;1 p l usva l ía a

sus anticipos de c::ipi rnl, es decir, con u n rcro rn o d e rn ;Ís d i nero (G) que a l co m ienzo de l proces0. * Jvhix \)'/eber lo nzonó como "dlct 1 l o económ ico" . Es lo que i\.b·x: d esignó c o rn o G' [por el ;i ]emán Ge!d, N. de T] a l flml del

p roceso, p:ira d ist inguir lo de la G del com ienw. T:1mb ién l;i fuerza de rra­baJo recibe por lo común el equ ivalen te de su va lor en el salario. El trabajo en el cap i u.l isrno es por el lo tra bajo asalari ado. No obstante , este intercam­hio de cqu i vakmes precede al proceso ele producción, en el q u e lo s traba­jadores trabajan rn :ís de !o c¡ue sería n ecesar i o para su reprod ucción. En e l increado laboral e! trab:ij ador se co m p romete :1 trab;i jar por un período de

tiempo dererm i nado bajo u nas co n diciones concretas y este período com­prende t;in to el tiem po necesario para la reproducc ión corno el tiempo ne­cesario p:ira ge n erar l ;i plusvalía. Esta d i ferencia entre el trabajo necesario y d trab::i jo ;id i cional o pl ti.mabajo queda oculta en el sa lario. Parece que

se p::iga por cada minuto tnbaj:ido. Esra aparienc ia es lo q ue est;ib i l iza el

s i stema, y::i que el trab::ij adnr vuelve a cas;1 con su pa rte " merecida" y no t iene n i ngu na r:1zón para q u ejarse. Si at'm así no est:í contento, es conse­cuencia de sus propios errores. Quien no encuentra trabajo en el mercado, l:: l lor:il es rnl )abk de su pi o p i a sirnación. El proceso de mercado se l t'gi­

t i ma a sí mismo a través de su objetividad , i n cl uyendo a la "justicia" i nhe­rente de los resu l i-ados del mercado, q11e n:i d i e tiene n i ngu n ;::i ra7.Ón para cues n o 1 1 a r.

T'or e�e m.orivo )Vforx puede d ec i r q 1 1e ()::ira que se cumpla ];:¡ transfor­m;ic ión de l d i nero en c1pi rn l (y en consecuenci �1 !a prod ucción de exce­dcn tes o p l 1 1 sv:dh) h ;m de n1mpl i rse una seri e de cond icio nes ta n to en l a esfeu de ci rcu h ci ,)n com o •.:n b esfrL1 d<" prod 1 1 cción . Qu ienes p:i n icipa n

' Rccordt•m n� qw b� lc1 r;is el<: h cdebre 1;írn111b <k El m¡iital h :icen 1-c !l:rrncia :1 los rér-1n i no:; ;dcma 1w': p:irJ "di nero" ((,'_,/ti) y ''merc:111cía" ( \.Yl,-¡rr) . (N . del T)

]')()

en el i nrercarnb io en general y en el mercado laboral e n p:irr icular «:-icuer­dan su conrrat:o como person as l i bres, j u rídica mente igu::i l es . El con traro es el resu l t;ido fi n 3 l e n el que sus vol u n tades con íluyen en u iu expres ión

jurídica comú n . ¡Igu::ilcbd l , porque só l o se relacion:m entre s í en cu a n to poseedo res d e mercancías, e i m:ercarnhian equiv::ilenre por equ iva l e n te.

¡ Prop i edad!, porqu e cicla cu:il d ispone sólo de lo suyo. ¡ Benr h am!,.r. porque c;ida uno de l os dos se ocupa sólo de sí mismo. El único poder que los ret' rne y lo:; po ne e n relación es el d e su egoísmo, el ele su vent:-ija ¡:iersonal, el de sus in tereses privados. Y precisamente porque cada uno sólo se preo­

cupa por sí m ismo y ninguno por el o tro, todos l l evan a cabo, en vi rtud de una armonía preest;ib lecid;i de las cos;is o baj o los auspicios de una p rovi ­dencia om n iastuta, no más que la obra de su provecho recíproco, del inrerés público, del bien común» (ME\J(! 23: 1 90) . En éste párrafo Marx parafrasea el mantra de la economía políric::i clásica qüe se repite constantemente en bs préd icas ele l os ecor10misras b asrn nuestros cl fas.

Así, no es n i ngu na sorpresa que c;id::i reglamen to de com perencia se base en el princip io de equ iva lencia, ya que éste no es para n ada un impe­d imento d e la apro p i ación a partir de b propiedad privada. La d esigualdad es, bajo cond i ciones c1p i tal istas, co nsecuencia de h igualdad. b compet i­

ción m isnu tiene el efecto de una «muda obligación de Lis relaci ones eco­

nómicas» ( ibídem: 765 ) . Los i ndivid uos acn'.1 an según las reglas ele h racional i cl:id económica y no d ebido a i ntereses colectivos. Segün el prin­ci pio de equiv::ilen.cia, cada ind ividuo actúa para sí m ismo , lo que se co­rrespo n de con la ten den c ia económ ica dominante de la privatización y l a ind ivid 11al izació n, apoyad ::i r;i 1�bién por la pol ítica, co rn o en l:i formación

de una "Tch-AG " .** Nos encontra rn os de nuevo con este pr incipio en l:is

• Referenc i;; a l 11 1ósoro u r i lirnrisra b r i tfoico Jcremy Bentharn ( 1 748- 1 g32). (N. d e l T) '* El rérrnino "Tch-AG" ("Yo S ./\ .") se emplea en ;1 Jcmán para describ i r a Lis empresas

Funcl:1das por desempleados, par:i. cuyo, esrnblecirnienro reciben una subvención est:iral y que sup11cstamenre han ele servirles corno puente p:ira su re.i nserción en el merCJdo l:ibor:i l . El o!ijcrivo real de 1:1 m.:d id:i es converri r a l rr:ibaj:1dor sin empleo en 1 1 11 aunlnnmo, lo que en l a p r:íctiG1 s l lpnne no sólo un empeoramiento de sus cond iciones, sino un anmenro de· L1 competencia cn r re rr:1h:i.j:1dores y sn clesv i nculación pdcrica del 111ovi 111 iento obrero. A1 inque el co 1 1cepro F1 1e l 'ropnt'SW pnr l os a u rores d e b Agenda 20 1 O, no riene v:i l idez ofi c i a l . í'.11 el 20 \O lch-A< ; i·i lt' ckgida "Uuwnrr des _]ah res" , a l considerar el rérin i n o corno c a rrnre de ló­gica --u n a persona no p1 1ede ser una sociedad anón ima, porque no puede cl iv icl i rsc e n : 1ccio­nes- y red ucror del trabajo a su n ive l purarnenre económ ico: (N . del T)

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j us L i ll 1:'1 Ct<J 1 1es c!cl o rd e n 1 1eoi i ber<d Cll ll1 < l expres ión de h igualdad, la l i ­l 1 e r· r ; 1d )' al li n r t'. 11 t' il 1 i 1 1 10 lugar rarnbicn L l e la j us t:ic i a. El pri n c i p i o d e

cq u i v;1 lcnc ia _, igu e u 1 1a lógi..::;i sencilla, cuya comprens i ón y pdctica req u i ere

cierrarneme la consol idación social del racionalismo europc:u. Un comp l ejo

proceso h i s tór ico l lega a su i·i n y s 1uge csra s irnp l i ficaci ó n geu i:il . La com­plcj icbd : :ocd queda reducida al pri nci pio de equivalencia, a b " logi q ttc l l l l l l !Ue" .

La eq1 1 iva le 11cia esd l i ll li tada de mocb inrna11eme. Hay bienes "olig;ir­

q 1 1 icos " , es d ecir, que cuanto m{\s amplia y general (y por ese moti vo n1 ismo, m:ís dcrnocdtica) sea su dispo n i li i l idad, tanto peor es su valor de uso (H arrud , 1"958 ) . Si demasiad a gente usJ el a u tomóvil, éste se convierte en u11 "auto-- inmueble"; si dern;isiJdos turistas viajan a la playa de ensucüo,

ésra se co nvi erte en una pesadil la ; si dern.1siada gente visita el musco, dis­

fru rar. del arte se convierte en estrés. La equivalencia, pues , sólo puede re­fr:rirsc al va lor ele cunbio y al i ntercambio del mismo, no al "portador del valor de cambio", es decir, d valor de uso. El beneficio que puede obtenerse es de:;igual . Esa rransformación no sólo se da con b ienes o servici os ind i­viduales, sino también COt' una rnul t itud de bienes, por ejemplo aquellos {¡ue defi nen el "American \vay of l ifc" . Este bien oi ig:írguico requiere un uso enorme de fuen tes el e energfa fósil para su producción . Ya que la dis­ponibilidad de es t;1s fuen tes es l imitacb , este bien sólo está a l a disposición de u nos pueblos, pero n o para todo el mu ndo ni en la misma calidad. Las dimen�i01 1cs sociales y culturales del modelo occidental ele producción y co nstUllcJ no J:'Ueden gloh<1 i.izarse. La gloln l ización es una tendencia pode., ros;1 , c;i n emb;trgu, no se p uede alcanza.r Li globa l i cbd. sobre todo por los límites el:ológicos de nu estro planera. Fl p ri ncipio de equivalencia y su ho-· :nóiogo, d pri ncipio dl: esctse1., exigen un,t ahu ndancia, o sea, lo comrario .Je Li c�c1sci;. No obst;tn í c, :s:i escasez se i nsta l a i nevi rab!en ; c n l·c en cu:i l \ to :,e lkg;.1 a l os " lími tes <:i < .. :l esp;1ciu mcdio<1rn b.icmal" (para un a1d l isis en dc­ralk , V < ;asv A l 1 v;1 tcr y lvb lrnkopC 200"\ ) .

,; ��IÍ l l lU p ucckll ciis r r iLHi i rsc lus bienes ol lgúquicus? Se ría posibie (l) . 1l e¡ 1ur b dc� i ¡�tn\,_bd U H J el dtct n paradó,1 icu del pri ! icipiu de cqui 1'alencia ¡ 1; 1 ¡-,1 prulo 1 1gar . J eailo de v i d .1 c>ccidcnr, t i para hs naciones y clases pr i vi­

lq�i :tcbs. El hL ·c lw de li 1 1e p tJ a::; 1uci(i r 1 <:s pcrn1;11 1czcrn e n la pubre:z.:1 se ex­

p i ic : 1 rb l U lll tJ rest d l a, lu ck l hrnci,1 1 1 ;irn i <Cnlo de lus mcrcidos l) uancivros ni11 1 1d i . dcs, qrn"' cmig�1 1 1 a l c 1s od p;1bl í0S . .S in em bargo, el presc11 L imie 1 1 1 0

aciago s e t o rn a uda vez más e n concic 11CÍ;1 el e que los rnecrn isrnos econó­micos n o bastarán para mantener la desigualdad y q ue, e 1 1 consecuencia, (2) ha1 1 de ser con1plemen tados rncdiantc h coerción polít ica o incluso m i­li Lar. Las nacio 1 1 es ricas están prcpar:foJosc para es:.t si tuación con nuevas estr<1tegias mili tares y conceptos "ampliad.os" de seguridad . Un mundo ba­

sado en la cl esigu:i.ldad y en la explotación excesiva ele los recursos por pane ele los priv i legiados de modo que b prometida modernización queda fue ra c.lel alcance de los menos privilegi ados no puede ser un rnundo pacifico a

largo plazo. Es cierto que se podría (3) organizar la distr ib ución de una

manera so l idaria, es decir, democratizar la situación oligárquica. Se sobre­emirnde que esto só lo sería posi b le a tr<tvés de una remu1cia al modelo occiclenrnl ele crecimiento y consumo , esto es, una domesticación del prin­

cipio capi talista d e equivalencia y aprop íación, dirigiéndolo hacia otro sis­tema basado en la energía solar y hacia una economía solidaria. El principio de equivalencia no p uede generalizarse.

8. 1 .2 Reciprocidad Hay que dis tinguir entre el pr in cip io de equ ivalencia y el principio de reci­procidad. Aquí no se intercambian equivalente ni en calidad ni en cantidad en un espacio e.le tiempo dado. No obstante, el princip io de intercambio como tal permanece: a un regalo l e sigue un compromiso. Cómo se regula la reciprocidad no es ::i lgo que se corn p rcnda por sí mismo , n i tampoco es i déntico en di ferentes cul t uras, épocas o clases de u n a sociedad. Por l o tanto , quienes particip:in e n e l intercambio dejan h uella d e s u mernoria en el pro pio i nrercambio. Por es le motivo el i ntercambio puede cener no u n

significado, s ino muchos para bs cbscs, sexos o cu1ias. El princip io de re­

ci procidad comp rend e más que u na lógica de acwación, no sólo la del in­tercambio . Es un patrón c u l t u ralmeme a11claclo y por lo cau to no está co1nplcurnente dcs i n corporado de b sociedad y también es 111 u cho imís cornpkju que el pri ncipio ele eq uivalencia . El respeto , el reconocimien to,

los víncu los étnicos o de otro t·ipo, expiación, h alegría espon tánea, etc . , participan e n l a prestación recíproca o con traprestación: Ésta es h d i men­

sión teu ré l i c1 --cco 11<'i mi ca de la desi 11cor�1oración hisrórico-rc:1l del mercado Je la socicc.L1d . Ucspuéo Je que eso suced ió en el rcmscurso e.le h gran trans-

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fórn1ación �1 u n;.! economía ele mercado cap i tal ista, la eco n o m ía pu ede dcsa-·

rro l l arsc c n m o n n :i ciencia a la q 1 1 c' n o le í rucresan en abso l u to l os asu n tos wciaies . Fn ronces ya no es pos i b le comprender q u e los : 1crn res sociales no s ig;uen sobmeme al cíkulo •:conómico del horno oecrmomicw, sino ta m bién

t ienen otros i n tereses que n o pueden j ustit1carse de :u-reglo a una exp lica­c ión económica, y que a vece-s ni s iq 1 1 iera pueden expl icarse.

Au nque se d istinga cons iderablemen te del pri nci p io de eq uival encia , el principio de reci procidad no es s 1 1 opuesco. Ambos principios pueden com­

plem entarse y normalmente ése es el caso, y:i qu e, aunque el mercad o se

desincorpore de la sociedad, la mayoría de bs veces la vida económ ica no se regufa según l a equivalenc ia , si no según la reciproci dad (Mah nkop( 1 994) . E.sto empieza en lo trivial , cuando se divide la cuenta ele la cena en

un res taur:rnrc a partes ig 1 1a !es au nque algu nos hayan com icio m;Ís q u e otros, aunque ;1lgu nos haya n escogido u n plato m;1s caro y otros u n o más

bararn. Podemos segnir co n el ejemplo dr. la profesora que se ocupa más de los aí u m nos q1 1e m;\s lo necesi t:1n , aunque todos l os a l 1 1rnnos tienen el mismo derecho a los servic ios de d icha profesor:i . Y no en i:í l tirno l ugar en l os regalos de empresas co n s11s clien tes en relaciones de i ntercambio e n tre iguales. Las rd:iciones de rec:procidad se alejan mucho del ordc11 "cósm i co"

en que, según H arek, se rea lizan en e l intercambio. S in embargo , sólo d e­bido por esfe rnot ivo pueden llega r a existir los así lhmad:is "dusters" de

ernpres�1s de producción, que no esdn vincubchs solamente por puras re­

laciones de i mercarnbio. En es te proceso se sobrepasan con frecuenci a .los l ími tes del gran terreno ,

de la c0rru pc:i c'>n . tstc es el oso cuando alguirn util i za el "poder" que le ' . l " f' 1 " b . . d d Al n ::i s i c o c o n 1 a uo p:ira o ri:ner ventaps pnv;:¡ . as a coste e rcrc.eros. - go i m posible si se tTatase de p :_iro intercambio. La reciprocid:icl , :i.l contr:irio, esd. :thinta a relaciones corr u pr�1s. Podría deci rse que se llev;rn :i. cabo dos

rcL1c ionc., de 1 · i.p 1 i valt:ncia que se solapan o dup l ica n . llna con las dimen­

s ionc�s mercant i l es de u n rH:gf)cio forn1a l y orr:i en b form:i de l do tu des, del p;1go por 1m .servic io que posihi l i r::i cerrar u n ;icuerdn a n tf'rior. No o!>s­u n rc, hs rdat: iones recípro .::;1s i n íl uyen e l negocio, ya que se aíi:iclcn los co�;re:; del do tu des J la 1 ramf:'.renci ;1 formal segt'1 n l as reglas del mercado, ¡•o r lo q ue l uego inc l 11yen íodos los el em en tos de 1 m in rerc<i111bio desigua l . Lh co n ces i o nc•; rnun icip:iks para l a ge:>r ión d e u n a i nfo1 estrn c tu ra, p o r

e ic m¡•lo, para i : n ;1 pbnt:1 í ncín crJcl ora ck basuras, s e encarecen. E l p 1'1b l ico,

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es decir e! conrri huyc nrc, es el ú l timo ro nro que ha de soportar l os cosres de la corrupción.

P1 1csto que l a rec iprocicl: 1d no se encuenrr:1 en oposic ión a l a equ ivalen ­ci:1 , p ueden concehi rse di sti ntas com b i n acio nes. En sociedades modernas

dom inadas po r el mercado , la co mpetenci a y el intercamhio, h rec ip roci­dad ;isegurarJ m:í.s b i en el p r i nc ip i o d e equivalencia y el mecanismo ele

mercado en vez de obtener un signi ficado independ i ente con respeno a

ellos. Aunque en l a legisl ación reciente sobre ia reform a del mercado labo­

ra í , conocida con el nombre de H artz en la República Federal de Alem:inia, esté vigenre el principio de i ndi vidualización, se recurre al principio de re­

ciprocidad , por ejemplo, deducie n d o de la prestación por desempleo el e

un ciudadano los ingresos de su pareja. T\mbíén en h política eco n óm ica loc:il se hace uso de l a reciprocidad, ya que la com peri rivid ad local de l os

"c:lusters prod uctivos" e n la competen c ia m u n d i a l norm al mente no es el

resu l tado ele las relac iones del mercado , s ino de l as relaciones soci al es recí­

procas. En la red de relaciones recíprocas, los empleados de empresas pri­

vacbs, ad mínist:raciones pt'1b l icas y organizaciones sociales esd n conectadas

entre sí. l�ste es un daro i nd icio ele la p,aradoja de que la procl uctiviclacl y b competit iv id :i d no sólo aumen tan como efecto de la desi ncorporación

dd m ercado de la sociedad, s i no g ue dependen de la i nregración soci a l en

hs relaciones de reci procidad . Las fronteras con h corru pción se d esvane­

cen . E jem p los los hay de sobra: Colonia corru pta (füigem cr, 2002) , das Systrrn Lcuna [el s istema Leuna] (Kle i ne-Brockhoff y Scb i rra, 200 1 ) , el Tangcnropo l i i ral ia no (Magatt i , 2003), Halliburton y el gob i ern o estadou­

n i dense en lr:ik, l as e m p resas Vol kswagen o T nfineon en el verano de la ,

corr u pció n del año 2005 en Alemania . . . La l isra podría ampl iarse infin ira­

men!'e.

8. 1 . 3 Radistrihución

El pr i 1íc ip io de rdistribución ckscrihe u n a disrribución ele recu rsos en u na sociedad, en la mayoría de los casoo., aunque no siempre, o rga n izach de forma jedrq u ica. Dicho princi pio fue la base de l a p la n i ficación cen tral en el social ismo rea lmente exis<ente, annquc en ésre existían m uchas relaciones

mncanr i les form a les y sobre t odo i n fo rm:dcs. L1 recl isr r ih 1 1 c ión requ iere

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una sociedad más o 1T1e1 1os con1prensi ble con relaciones económicas y so­

ciales que no. sean demasiado complejas. De lo contrario tendría razón la

crít.ica a la economía plan ificada sociali sta de F. A. von 1-Iayek, la Cllal , según él, no sería capaz ele solucionar el problema de la información. Los mercados, según la tesis de Hayek, son sistemas de obtención y procesa·­miento ele información y la competencia es, sobre todo, un método ele in­novación. Esto vale especialmente a escab mundial, ya que apenas puede concebirse la existencia de un sistema reclistributivo.

De una opinión muy diferente es Alex Callinicos, quien extrae la con­clusión en su crítica al capitalismo actual ele que la planificación socialista, o sea, un sistema de redistribución, es algo necesario y añade: «Por plani­ficación socialista entiendo un sistema económico en el que la asignación y el uso de los recursos vienen determinados colectivamente sobre la base de procedimientos democráticos de toma de decisiones . . . » (Callinicos, 2004: 1 30) . Sin embargo, en la siguiente frase afirma que este sistema re­distributivo y planificado es una «hipótesis», dado que se distingue de las sociedades de clase precapitalistas «en las que la asignación también estaba regulada colectivamente a través de los mecanismos referidos por Polanyi (redis tribución, reciprocidad y comercio) , pero cuyos mecanismos [de toma de decisiones] no eran en general democr�íticos . . . » (ibídem) . Está también la pregunta por los límites de la sociedad (límites territoriales, quiénes for­man parte de él y quiénes son excluidos) . Callinicos contesta consecuen­temente a esta pregunta en tiempos de la globalización con la siguiente frase : «Para ser eficaz, la plan ificación socialista debe operar a nivel ínter- , nacional» (ibídem: 1 3 1 ) . Esta planificación no debería organizarse como en la antigua Unión Soviética de manerá nacionalista o en la forma de un nuevo CAJ\1E*, sino en la «forma de un proceso político de coordinación negociada [ . . . ] de tal modo que las decisiones sean tomadas, direcca o in­directamente, por aquellos c¡u e se vean afectados por ellas» (ibídem: 1 3 1) . El estilo apodíctico lo hace cl e111asiado facil: ¿Lo deciden los aí'ecra�ll;s mis-

' El Consejo de Ayuda Ivlu n1a Económica (CA.M E) , m:ís conocido por SLlS siglas i nglesas 1COi'vl ECON) , i'ue u na organización ele coo peración eco11ómica formada en torno a l a Unión Soviérica por d iversos p:1íses social i.1tas cuyos objetivos eran el fomen10 de l as rcla­ciuncs comercia.les e1 1 1re l os estados miembros, en un in tento <le comrarresi:ar a los organis­mos ern11óm icos i nrernacionale.s <le economb capital ista. (N. del T)

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mos directamente o indirectamente? ¿Y cómo podría organizarse un pro­ceso democrático que coordinase a las personas afectadas en la Pampa ar­gentina, en Siberia, en Irak o en la Cuenca del Ruhr y en Florida y que satisficiera tanto los intereses de los gestores de fondos en los mercados globales como los ele los vendedores en las calles ele Bombay? Es incuestio­nable: el principio de redistribución puede haber sido adecuado para so­ciedades pequeñas y fáciles de gestionar, basadas en valores idénticos, pero no puede funcionar en un mundo globalizado. Aunque deseable, una eco­nomía planificada no es una solución.

8. 1 . 4 Solidaridad

Queda el principio de solidaridad y de justicia. Es el contrario a los principios ele equivalencia y reciprocidad, ya que su punto de partida no son los in­dividuos y sus relacionds mediadas por el mercado, sino el colectivo; por lo que sólo puede llegar a existir de forma organizada. Además contradice al principio de redistribución, ya que su aplicación no requiere ninguna regulación jerárquica de la economía y de la sociedad desde arriba, al con­

trario: la solidaridad sólo existe si hay una amplia participación desde abajo. Requiere esfuerzos comunes para encontrar la solución a un problema común. Cada uno aporta una contribución solidaria según- sus posibilida­des, es decir, bajo condiciones de j usticia. Por lo tanto, la solidaridad exige un conocimiento ele las características comunes y de los vínculos interiores de una sociedad, que pueden basarse en la cultura, la etnia, la localidad, la clase o en una experiencia interclasista para superar j Lmtos un problema grave, por ejemplo el paro, la pobreza o la falta de j usticia (cf. Zoll, 2000) .

De esa manera se desarrolla una "solidaridad orgánica", como la des­cribe Emile Durl<l1eim, una "conciencia co lectiva" y una cohesión social contra la tendencia de anomia relacionada con la creciente división del tra­bajo y el aislamiento (Durkheim, 1 983, segundo y tercer tomo). En la bt'1s­c¡ueda de la solidaridad no puede obviarse el contexto social de las relaciones mercantiles. Se contrarresta a la "desincorporación del mercado de la sociedad", que es u.na condición de la equivalencia y en .cierta medida también de la reciprocidad, a través ele relaciones j us tas y solidarias. Todo lo que es una fuente ele soliclariclacl contra "los instintos egoístas" y las ten-

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dencias-at ienantes de l a d ivisión "mecánica" del uabajo es moral, según Durkhei m . En esto se basa al fin y al cabo la "sol idaridad internacional" de l os movimientos obreros. Su lucha por mejores condiciones de trabajo y vida es una l ucha común que supera todos los l ím ites (i ncluso las fron­teras ele estados y naciones) . S in embargo , l a h istoria del siglo XX ha de­mostrado de forma trágica lo poco resistente que fue esa soliclaridad.2

Las neces idades y la forma de satisfacerlas son la base de la d ivisión ele trabajo. Ésta requiere la aceptación recíproca de i n d ivid uos como ind ivi­duos sociales. En este sentido, Marx hab l a en los Grunclrisse del «sistema de las necesidades y del sistema del trabaj o» (Marx, 1 953 : 427) . Debido a la reciprocidad social de neces idades, h ay que dist inguirl as c laramente ele la codicia ( Gier) . La codicia también es u na necesidad, pero una necesidad sin reciprocidad, u na satisfacción de las necesidades a cargo de la sociedad sin estar d ispuesto a sati sfacer l as necesidades de otros a través del p ropio trabajo. Para Marx, la propiedad p rivada es l a base material de la codicia, ya que aliena a los seres h umanos ele forma que algo propio sólo p uede ser considerado como propio sí se lo ha apropiado. Esto es asocial, y en con­secuencia entra en juego la moral, una comprensión del carácter social ele las necesidades y su satisfacción a través del trabajo social .

Por eso E . P. Thompson emplea e l térmi no d e l a "economía moral" para describir rodas las actividades económicas que representan un contrapeso a la econ omfa formal del m ercado o cuyo objetivo es aseg.urar la supenri­vencia a través ele un comercio colectivo y solidario fuera ele la economía del mercado. La economí:i moral tiene sus propios criterios para lo q ue h a , ' ele considerarse como l egfr imo y justo, y que no pueden adscribirse al prin­cipio de equivalencia. E. P. Thompson escribe a este respecto: «Con todo, estas protestas se mueven en el marco de un consenso p opular sobre lo que es legítimo e i l egítimo en el mercado, en el mol ino, en la panader ía, etc.

2. En l a Asociación Imernacional de Trabajadores Johann Ph. Becker explicó que «la so­l idaricbd, la fr,1rern idad y la paz enrre los hombres no mee como resultado de sermones, sino ú n icamente como resuh:ado de b propiedad, la producción, y usufrucro colectivos» (en Schiecler, 1 972: 579). El término solidaridad es apto como término general para declaracio­nes de buenas inrenciones de parridos pol ít icos y organizaciones. De ese modo se le vacfa ele senrid.o y pierde coda relación con su t:udición . Ulrich von Alemann criticó esro de forma polém ica (Alernann, J 996). Li sol idaridad no es un programa ideal ista, s ino que requiere 1 ina base material . Esto lo demuestran l as experiencias de una econom ía sol idaria moderna �

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Este consenso p o r otra parte s e basaba en la articulación de u na compren­s ión tradicional y coherente de l as normas sociales y compromisos, así como ele las fun ciones económicas adecuadas en el seno ele una comunidad. Juntos forman lo que se podría denominar la "econo m ía moral" ele los po­bres» (Thompson, 1 980: 69) . La soli daridad surge ele la comunidad y ésta se basa en un sistema de valores y en un fondo ele experiencias comu nes, es deci r, en una memoria común, una memoria colectiva. Ésta proporciona u n a pr imera comprensión de los conflictos políticos sin n ecesidad de ex­

plicarlos, pongamos por caso, en algún curso. Las relaciones de eq.uivalencia y ele rec iprocidad no quedan exclu idas, pero no se des incorporan ele la so­ciedad j unto con el mercado, s ino que s iguen formando parte de el la. La economía moral es u na defensa práctica contra la " desincorporación" del mercado de la sociedad y, por l o tanto, contra l as circunstancias económi­cas. A partir de ella surgen los conflictos con los poderes del mercado, en particular del mercado mundia l . Estos conflictos siempre tienen dimen­siones pol íticas, ya que en la mayoría de los casos obligan a los "community

movernents", los movimientos comunales, a posicionarse en contra del go­bierno y establecer en sus luch as u n contrapocler mediante l a ocupación y la administración de territorios y a forjar alianzas con organizaciones civiles y a veces i n cluso con partes del aparato del Estado.

En el si stema global se han desarrollado s i tuaciones ele extrerr1a desi­gualdad debido a los mecanismos de cl:écimiento y global ización financiera ya descritos, en l as que los seres humanos han ele organizar su vida y su su­pervivencia. Casi una personá ele cada dos dispone de menos ele 2 dólares

estadounidenses d i arios, una cifra considerada como el u mbral de pobreza por el Banco Mundial (para Latinoamérica, e n África es de u n dólar esta­dounidense d i ar io) . Al m ismo t iempo la r iqueza está m uy concentrada (UNDP, 2003; Kovel 2002) . De esta desigualdad extre111a en e l r1rnnclo globalizado, en el que los pobres saben de la r iqueza y los ricos se ven con­fron tados con la pobreza, su rgen problemas mora les , que los ricos del mundo prefieren ignorar olímpicamente. Pogge confía ele manera ideal ista en un «a more poweifitl country» (país más poderoso) , en u.n «a moral leader

who will malu us realize our responsihilities and represent themforcefully along

with our interest>> (l íder moral que nos h ará darnos cuenta de nuestras res­ponsabi lidades y las representará forzosamente j u nto con nuestros intereses) (Pogge, 2005 :25) . Se trata de una esperanza poco realista, porque no puede

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satisfi.cerse con redis tribución monetaria secundaria a través de la ayuda a los pobres (para el desarrollo) . Más bien sería nece.sario cambiar los modos de funcionamiento del mercado mundial, que determinan la distribución primaria y que son responsables de dicha extrema desigualdad y por ex­tensión de la injusticia en el mundo. Considerando todo esto, las iniciativas "Je de abajo", tales como el movimiento "fair rrade" o los enfoques de una economía solidaria y cooperati va son una solución más realista que la espera del «1rwral lertdership» de Lll1 «il more powerful country» .

Hay muchos ejemplos de una economía solidaria en la historia, tales como las cooperativas del siglo XIX en Inglaterra o Europa continental, las cooperativas de la segunda mitad del sigo XX en Brasil y en otros países latinoamericanos, las economías colectivas y la tontina en África o también la autogestión obrera en Yugoslavia, que experimentó su decadencia desde los años setenta tras haber perdurado casi dos décadas con éxito. No obs­tante, el principio de equivalencia y el principio de reciprocidad soll do­minantes. Las fuerzas vinculantes del mercado son tan fuertes que "capturan" con sus principios incluso a quienes están excluidos ele una eco­nomía ele mercado formalmente capitalista y lo hacen ele tal manera que se convierten en rehenes de los patrones de pensamiento y las lógicas de actuación ele equivalencia y reciprocidad. Los principios ele una economía solidaria y alternativa se desarrollan contra las tendencias dominantes (y neoliberales) de opresión de las sociedades bajo las l eyes del mercado global. En consecuencia tenemos que ocuparnos del domin io de los principios de equivalencia y competencia, también en el marco de la crisis social con una •

ampl ia inseguridad de la población antes de tratar de una economía soJi­dari ;:i y sus tendencias de desarrol lo.

8 .. 2 El "neolibe_ralismo cl�sde abajo" Pueden identificarse la informalización y la precarización ele! trabajo como formas de expresión de una ' 'globalización de la inseguridad" que aumen·­tan gr;:idualmente (cf. Al tvater y Malu1kopf, 2002) . Inicialmente, contra este fonómeno se alzaron m uchas voces por parte ele los sind icatos, pero también desde movimientos sociales espondneos y partidos políticos: pro­testas, m:mifestaciones, ocupación ele empresas. Aún así, con frecuencia

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estas voces no fueron escuchadas. En lugar de eso la gente de los p<lÍses in­dustrial izados reaccionó de manera bastante similar a la gente de los países en vías ele desarrollo: con la opción de "salida" (exit-option) . Pasaron del desenipleo formal a trabajos precarios de la economía sumergida, la ma­yoría ele las veces sin quererlo, por pura necesidad. M ientras tanto, la pre­carización del trabajo es incluso una meta política perseguida activamente en Alemania con la Agenda 20 1 O y las leyes "Hanz": reducción de los cos­tes sociales, de los salarios, obstrucción ele la protección sindical mediante cambios en el derecho de despido, de los reglamentos laborales y de coges­tión, e tc. El objetivo declarado es la rebaja de los cos.tes laborales: en el rnundo de competencia global, el trabajo debería ser tan barato como las ofertas de descuento del supermercado a la vuelta de la esquina para que las ganancias se incrementen.

Las "reformas del mercado laboral" en Alemania (Agenda 201 O y Hartz I-IV, o sea las leyes I-farrz) y en otros países imponen la lógica individualista del principio de equivalencia. Cada uno busca trabajo de forma individual y las propias empresas también ofrecen los p uestos de trabajo de forma in­dividual en el mercado. El sistema sólo puede funcionar si hay u n a oferta lo suficientemente grande y si el sistema ele información y comunicación funciona eficientemente. Esto último puede mejorarse relativamente bas­tante bien. Lo primero es difícil de alcanzar, incluso si no se limit:t a un llamamiento al espíritu empresarial sino que se fundan y promocionan más empresas uninominales ("Ich-AG") . Muchas, si no l a mayoría de las así llamadas "Ich-AGs", fracasaron rápido, como lo hicieron otras medidas de reforma del mercado laboral que siguieron el principio individualista y no el de la solidaridad. Sin experiencia y capital suficiente, la independencia económica contiene muchos riesgos, pues está vinculada con la inseguridad social y humana. Las agencias de trabajo no reducen ese riesgo. Sólo po­d rían hacerlo si la seguridad social se considerase un bien público. Pero la seg�ri<lael so¿ial se ha privatizado parcialmente con las "reformas neolibe­rales del mercado". Así se desarrolló un "interregno" con esperanzas a un p uesto de trabajo formal, con todas las características de la privatización de riesgos que no pueden reducirse ni con un seguro p rivado ni con el bien p úblico ele la seguridad social del Estado. La obligación social y pol ítica ele

tener que "venderse" en el mercado laboral, cuya capacidad de absorción de la oferta laboral es bastante baja, es la cara fea de las libertades neolibe-

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r:dcs de los cs¡iccu ladores en l os mercados fl n:rncieros y ele !os comumido1"t'S :1con10cfodos en los mc rcacl,)s ele h i e n es.

A l 1r:1b: 1 jo i 1 1form d l e fal ran las ca r:1cteri ;tíc1s de las relaciones de trahajo

n o nn :i l es y formales, r:s dec i r, comraros regu lados y suscept ib les de i m f) l 1g-

1 1 :ic ión l egal , IYOtt:cción conra el despido, scgur id:id soci:i l , represem:ici ó n

s i11d ic1 l , dt'recho de cogtsri 1 ín y de p:1nic i pac ión , u n s :1 la r i o y un:i jornach

hhora l que posi b i l i ren una vida d igna. Es verdad que los da tos sobre el trab:1 jo i n formal, b eco nom ía informal

o la economía sumergida - con ceptos que remiren en p:i.rte a s i tT1 acio1 1es

idénric1s- rien en que ser i nterp retados con cu id ado . No ohstanre, rnnto dJ b m a n e ra d..: eva lu:u y medir: el s ignific1clo ele la i n formal idad , es d eci r,

el 1 1 [1rnero de ;tq u e l l os q u e füeron excl 1 1. i d os de la econom ía frirma l , au­n i r�nta. Sobre roclo en l o s ¡x 1íses d el Terc:er },!fun do y, desde d co l apso dd sociai ismo real m ente exísrente, en los países emergenres de Eu ropa ccn t 1·al y Eu ropa del Este. En m u. :l1as reg iones e l e ! m u nd o , e n La tinoamérica,

Á.fi·ica y Asi ;1 sobre todo, h : 1y ITléls personas con u n tr:<bajo i n fornul q ue con nn uabajo form:1 l . Tam bién en l os paí.ses indusrr i :i. l es d e América del Norte y Europa la ' 'relación bboral norm al" pierde s u domin io empírico

y su fonción como idei.l desde l a década ele los seten t a (así ap:: irece reflejado en el reciente in forme del Dn1tsche Bundesbank del mes e.le ju l io de 2005) . Pa rece c o m o si la .seguri d:id sociocconómica, tal y co rn o la define la O !T (2000; 200 1 ) se hubiera convert i d o en el privi legio de un a m i noría social ;¡ pr incip ios del s igo XX[ en la m ayoría de países del m u n do.-'

¿ Por qué crece el sector i ·1formal a costa de las relaciones laborales for­m :1 les hajo Lis cond iciones de la globaf rzacíón, :;obre rodo en Li s aglom cr;1-

cio ncs urku1:1s" En p rincip io , la cl inámic1 de l l ibre comercio hace q u e la producriv id ;1cl :lll ment<id;:i a consecu cncja de una d ivis ión de trabajo nl<Ís i ntensa y u na cspeci :i l izaci ó n m;Ís p ro P: rnda resul re e n una l ibera ció n de m;mo ele obra. Pm un lado h ay un:i rnaynr. can r ichd de hicnes ele mej o r c:i l idad y ;1 u n precio rnJ.s b: :m11:0 para los consu m i do res solvenres e n los ' 'an r ig11os" y en los "n uevos"' países consumidores co1 1 un suel do superior

3. L:i l i rn:> 1 nr:1 e:zisrt·rHc snhrc , .. ¡ w1b:1jo i 11 Forn1:d y prcc:nio es casi i 11a b:1rcahlc . El 1 crna h:1 recohr:1do i 111pnrnncia después d,, haber esr11do m:i rginado clur:rnre décadas. J ncl1 1so el B: i neo M11nd i : i 1 In descubri6 y a bril, 1 1 11 deba re en 1 ínea referenre a l rema 'l-low ro 1 aclde 1 he prohlcrn of R is in� l 11forn1aliry)" (¿Cómo :1hcmbr el 11roble11rn ele l o crecienrc i n form;il icla1 P)

a los 7. 000 dólares esr:idou n icknses per mpita (cf. W1tpperr;d T nsr i ru r 2005: 82 y s:; . ) . Esrn so n por lo m e n os unos 1 ,7 m i l m i l l o nes de ¡ierson :1s en e l mu ndo a los que v;i mejor en u n ;i economía e le mercado m u nd i a l . Son los ga n a d o t·cs ele la gl obal i zaci ó n . Por orro bclo , h red1111r!ant /10j>1ilatirm, b ['lobbción red 1rndante, :l l !mcnt::i. co n ,l:1 canrid ::td red ucida de rraha jo , y;1 que no se h puede rei n tegrar en el ciclo económico co n un crec im ienro

compens::tro r io . El desem pleo es la consecuenci a . Además, se ensanch:i n a q u e l los secto res de la economía en los que no se cu mple con los esrin dares

del rnerc:ido m u nd ia l . De e l l o se s igue q u e b naci o n a l ización a través del

rr::i.bajo y el d i nero ocu rra completa men te o por lo men os por parre fuera de las esrructuras forma les. Así visro, la i n formal iz:ición es el resultado de 1 tn fracaso el e l as l irn i 1·aciones prácticas de la global ización -al fi n y :il c:ibo u tu creación human:i- que se inrent:in evitar con el sector i n for m a l . En

estos casos se tl'�1 ta sobre todo de los perdedores de la g lobal i z:ic ión. El sector i n formal cumple c o n la función el e un r ipo de "esponja" pa ra

b foerz::t de traba jo q u e se ha vuelco "superflu:i" como consecuenci::t de l a

competenc ia mu n d ial entre l os lugares de producción . Fi1 primn· !ugar, el

secror i n formal s irve para asegurar l:i subsistencia de los hogares u rbanos. En h pdGica equ ivale a u n a " rcrnin ización del aseguramiento de la supcr­

vívenci:i" , ya q 1 1 e en la mayorÍJ. de los casos es la m u j er qu ien asu me la res­ponsabil idad de la subs isten c i a de la fami lia. En sr'gundo !u��ar, el sector i nformal co ntribuye a una verdadera solución de la cris is del m ercado la­bor:i l , ya que muestra un gran efecto en el empleo a pesar ele esnr grave­

menrc di scr im i n:ido por pa rte del Estado. Entrar en este mercado es

re l a r ivarnente fac i l , la i nvc.:rs i ón de capital baja y la técnica mil izada fiíci l ,

p o r l o que la i ntensicLid del trabajo es grande y los salarios bajos . En tercer lugflr, el cons iderable efecto en la ocu p:ición se basa en que pequeñas em­

presas l ocales, que consideradas seglin los estándares soci al es y eco n ó m i cos no serí::i.n competirivas y tendri:rn que desaparecer del mercado, comµensan

su fal ra ele competi tividad con u nJ exploración exager:ida de sus empleado.s, ya sea en Jos s:ibrios o en el respero de hs normas de segur idad l :ibo r:1 l y los h o rarios d e rraba jo . El m ismo rnec:rnismo q u e ohl ig::i. :i las ¡icq L1eñ;is emp resas ;i igno rar Li s normas y esdn clares se cl ernuesna u n med io para a umen i :ir la comper i r iv id:id en el caso d e grandes rransnacion:1 les con bs que las m icrocmpresas del secror i n formal esdn muy vi nculadas en la ca­den:1 de prod ucción y distribución . Por eso el secro r i n form;i l es m mrrrlo

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---------------¡1: Íllgm· un d epósito casi i nago table de mano de obra barata para las transna-

'! cionales. El recurso a s ubconrratistas posibilita a las rransn.actonales reducir l os cosrcs y 3Umentar la fl exi bilidad, ya que p ueden transferirse muchos de

, ! los riesgos a l os proveedores dependien tes . Al mismo tiempo, subcontratar es una med ida adecuada para deshacerse de comprom isos l egales y de la rcsponsabi,l iclacl hacia la fuerza de rrabajo, de la que dependen las empresas tra 1 1snacionales económicamente, pero ele la que son independientes en un sentido lcg;1l .

El sector informal es pues un . tipo de " parachoques" ele la globalización4 y con esa función es incorporado en el proyecto neoliberal ele dominio. Pero la in fórmalización es además el resultado de la práctica ele la gente afectada por las consecuencias Je la globalización. Por falta de alternativas realizables y convincentes se sigue una estrategia de "neoliberalismo desde abajo" (Wil pert, 2003) . Los trabajadores desarrol lan aquellas " tecnologías del yo" de adaptación a condiciones fijadas externamente, es decir, una men talidad subal terna que facilita el gobierno en el sentido del concepto de la "gouvernementalité' de Foucault (cf : Foucau!t, 1 993; Opitz, 2004) . La combinación de vigilancia, castigos y autodisciplinamiento es una base sólida para integrar a los trabajadores precarios e informales en el proyecto neoliberal ele mercado, ya que la gente ha de asegurar su vida y su super­vivencia aprovechando la más pequeña oportunicbd del mercado y, por eso mismo, siguiendo la m isma lógica de actLtación que la que siguen los gerentes de graneles transnacionales y los l ideres políticos a gran escala. La congruencia de los modelos de actuación es un factor esencial ele la inte-. gración en sociedades caract erizadas por una honda fractura social. Es como s i la exclusión de la poblacióu marginada, informal y empleada a condi­cio nes precarias no existiese.

Ya Ruclolf Bah ro ( 1 976) llamó la atención sobre el hecho de que los an-

4. Debido a que el sector informal tiene la capacicbd de amori iguar los "shocks extemos" de la global iz:1ció1 1 como un parac hoques, se cunvierrc en un proyecto pulí rico para asegurar el domi nio. l'ocas personas lo expresaron tan a las d:iras como el aJ1 tiguo presidente brasilciío. l'crn:1 1 1Jo Hcnrique Cardosu. La competencia mundial fuerza un aumenrn de b cornpetiti-1· idad, lo que sólo es posible si se reducen los cosres en los sectores productivos pa1·a el rner­catlo 1rn11 1J.ia l , es decir, s i se a u m enta la proclucrivid:id . El resultado i ncvirablc es la liberación de 1 1 1:1110 de ob1·a . Nu obsta nte, d trabajo en el sector informal m i tiga este efecto por lo mcrui:; parc ia l 1 1 1c1 1te. (}�¡//;,¡ de Srto i'mdo, 28 de enero de 1 996).

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helos emancipatorios, y por extensión los acrns capaces de modificar la so­ciedad sólo podían clesa.rrollarse si un mínimo vital est<1ba garantizado. Quien lucha por sobrevivir no puede luchar al mismo tiempo por la t�ealización de otra sociedad. Queda atrapado en el sistema de mercado y su inercia.

Es por esta razón que l ibros como el de Hcrnando de Soto (2000) sobre " los misterios del capital" t ienen tanto éxito, no sólo en Latinoamérica, sino en todo el mundo. El libro propone soluciones fáciles y a primera vista convincentes para reintegrar a los informales y los excluidos como miem­bros de pleno derecho en la sociedad de propietarios. Para lograr esta meta se sugiere la concesión de derechos privados de propiedad, aplicándose la competencia y el principio de rendimiento. Los i nformales se convierten así en pequeños capitalistas en un mundo en el que domina l a lógica ele apropiación. Las pocas reservas de capital de las que disponen pueden servir como seguridad para créditos, con los cuales financiar i¡wersiones. Los il1-formales, y de hecho todas las personas, serían empresarios natos, sólo üe­nen que obtener los derechos adecuados para usar de manera creativa su espíritu empresarial .

Esta noción reformulada como propaganda es peligrosamente simple: el hombre no es un empresario nato y es además imposible que todos los seres humanos nazcan corno capitalistas. Pues los capitalist:as dependen de la disponibil idad del trabaj o asalariado para la producción ele ganancia, por lo que tendría que haber asalariados natos y un " espirítu de trabajo asalariado" . Y nadie habla de este principio de tan absurdó como resulta. Además, en las sociedades modernas los títulos de propiedad de tierra ya han siclo concedidos en la mayoría ele los casos, en otras palabras: nos en­contraríamos ante una colisión ele derechos de propiedad. lncl uso el "sal­vaje oeste", para De Soto un ejemplo positivo, escá lejos de ajustarse a sus propósitos, ya que los títulos de propiedad de los squt1tters, que de manera tan poco burocrática se concedieron, significaron la expulsión y muerte para la población indígena.

El dinero tarn bién j uega un papel poco importan te en el escrito ele De Soto. «El dinero requiere propiedad», escribe lapidariamente (De Soto, 2002: 79). Pero la evaluación de propiedad no es posible sin dinero. Por el cálculo económico se sabe que la propiedad vale tanto como beneficio com­porta. 5 .000 dólares estadounidenses anuales con un tipo de interés del 5 (Yo son el beneficio, o sea el excedente, de un valor cap italizado de 100 .000

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1 ...

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dól ares . En otras pal abras, el val o r de la p rn p iedacl no es un n úmero fi jo, s i no que d epend e de los ben efi cios y del t ipo de i nterés . Éste ú lt i m o se consri ruye en los mercados fi nancieros globales. Si l os créditos ayu d an a los pro p i e rarios que l os p iden, d epende del i mporte de los i ntereses y de l a si tuación d e los n egocios. Estos vínculos abstractos, analizados por Keynes en los a íios tre inta, han habido ele padecerlos de manera muy concreta mu­chas personas en e l transcurso de b últ ima cr is is financiera. Qu i e nes po­seían u n a p equeña p ro p i e da d y hab ían sol ic i tado créd i ros bancarios hubiero n ele ap render que l os benefl ci os podían no mater ial izarse y, al m ismo t:iempci, que l os b:mcos eran capaces de transferir los costes ele refi­nanci<ic ión al cl iente en forma de un aumenro de los i ntereses. lv[uchos endeudados no tuvieron otro rem edio que declararse en q u iebra. La pro­p i edad no es e l beso d el p ríncipe que despierta a la bel la durmiente .

El pr inc ip io de De Soco puede n o obstante inverti rse y servir como j us­t ificación para las ocupaci ones de tierra por p;irte de movimientos de jor­naleros s i n tierra, como por ej e,m plo el Movimiento Sem Terra (MST) en Bras i l , o las ornpaciones de fríbricas en p aíses como Argentina. Esto nada tiene que ver con el principio de los derechos de p ro p i edad según De Soto, sino con el uso social y sol i d ar io de b tierra sin cultivar y las f-íbricas clau­suradas. Se trata de una reapropiación d e l ugares de los que la gente h a sido desposeicla. Qu iú los argumentos de la filosofía de l a historia hegeliana que De Soto propone a favor del " neoliberali smo desde abajo" sirvan para fundar algo completamente d iferente, es d ec i r, una economía soli daria . . .

8.3 Seguridades human as contra e l mercado

Según h doctri na neol iberal las i nsegur idades son, por varias razo nes, m ;Ís una ventaj a que una d esven 1 ajzi. Imp i den l os intentos de realizar necesida-des ernanci pa1orias, ya qlle l as i nseguridades obligan a vol ver a l a compe­t ic ión y n o permiten la ;iparic ión de la sol idaridad. Adem ás, son, según b h i pótes is de los neol iberales, u n i ncentivo p::ira l a i nnovación. No obstame, un orden de mercado tamb i én ha de o frecer fiabi l idad para las decisiones de empresas y consumi dores. Sólo l a segmidad i n rerna y externa del Estado perm ite a los ca p i tal istas hacer sus negocios y seguir sus "pasi ones q u iet;is" (I-l i rschrnan, 1 984) . S i n emba rgo, no puede garantizarse q ue l a "corporare

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-, ¡

1 ·

-security" ( la segu r idad empresar ial) s iempre sea congruente con la " h u man security" (la seguri dad humana) y la "soci o-eco nomic securi ry" ( la segmi­dad socioecon ó m ica) y que no en tre en contrad icción con los derechos hu­manos. Que el s ign ificado de l té rmino no es baj o n i ngü n concepto uni lateral p uede observarse y:i. en Aclam Smith. Para él, el sentido de " pu­b l i c works and publ ic i n.stitutions" (obras públ icas e i nsti tuciones pübl i cas) (Smirh, 1 976 [ 1 776) : 244-282) consiste en «fac i l i tar el comercio y el cam­bio de la sociedad . . . . » (245) , en el i n ter ior m ed i ante l a construcci ó n de in­fraestnicturas y en e l exterior a través de la representac ión d iplomfoca y p rotección m i l i tar cid co mercio exterior britán ico y de las compañías bri­d nicas. La segur idad para algunos p u ede s ign i fi car la i nsegur idad para otros: la seguridad del british commerce no equivale a una mejora de l a se­guridad de los obreros y los campesinos en la colonias. T;imbién las medidas de reaj uste estructural de l Fondo Monetario Internaci o nal y d el Banco Mundial t ienen como objetivo l a segur idad económi ca de los agentes eco­nómicos. La p o l fti ca de apertura de economías n acionales al com ercio ele mercancías, inversiones d irectas y fina ncieras ha mejorado l as oportun ida­des para los b uenos negocios d e las rransnacionales y h a aumen tado su se­guridad económica gracias un ambiente po lítico y social favo rable a los negocios. S i n embargo, la seguridad socioeconómica, en el sentido ampl i o ele l a OIT, q ueda embarrancada . 5

E l p rograma d e desarrollo d e l as Nacio nes Uni das (UNDP) define e l

5 . La seguri dad socioeconóm ica es e l rérmino genérico para referirse a : ( l ) h seguridad del merct1do lflboral, es deci r, la existencia de suficientes posib i l idades de empleo en el sector de trabajo formal; (2) la seguridad laboral, a rravés de u na protección efri::tiva comra el des­p i do; (3) h ffguridad de cualifiración, a uavés de un sisrema de educació n y formación pro­fesional que permire l a obrcnción y el mameni mienro de con oc i mien ros y capacidades; (4) l a seguridad m el puesto de tmhajo, es decir, en la actividad concreta garantizacL1 por l a forma laboral ; (5) la seguridad en el trt1br1jo, a rravés de una ampl i:t prorecci<Ín booral y prorección con tra accidcnres; (6) la segm·idad stdarirtl, a través de reglam enros p:ira u n salario mínimo, u na indexación de los salarios, un sisrema amplio de seguridad soc ial en caso de enfermedad, veja, desempleo, inva l idez así como in}puesros p rogresivos para los in gresos y, fi nal mente, (7) l a seguridad de representación, es decir, la garantía ele una represenración de los i n rereses colect ivos en el mercado laboral a través de s i n cl icaws i n dependientes y federaciones parro­nales, la autono m ía de convenios, el derecho a huelga, ere. (cf en detalle: Alrvarer y lvbhn­kopf, 2 002). Inc l uso en las relaci ones laborales formales esws elememos de la segurid.1d socioeconómica se realizan pocas veces. Se trata por l o ranro de un concepro normativo y no anal írico.

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trdnguló de human developmcnt - human sccurity - human rights (desarrollo hu mano, seguridad h umana, derechos humanos) como el área en b que se p uede elaborar la globalización ele acuerdo con los intereses de los seres h u manos (véase en detalle la Commiss ion on Human Securi ty, 2003) a través de la disposición ele bienes públicos (cf. Mahnkop( 2003 ) . És te triángulo int:ersecta varios s ignificados. Los derechos humanos son univer­sales y no son ni revocables ni relativiza.bles. Al contrario, la seguridad hu­mana puede ser creada bajo varias condiciones histór i.cas, culmrales y económicas de varias maneras. Aunque los derechos humanos incluyan los d erechos sociales ("segunda" y " tercera" generación de derechos hun1anos) , no abarcan todas aquellas dimensiones de la seguridad humana que están en peligro debido a l as i nseguridades que aparecen en el transcurso de la transformación global. Por lo tanto, el concepto ele seguridad humana está en cierto sentido situado "delante" del de los derechos humanos, p ues la pérdida de la seguridad humana p üede resultar en una violación de los de­rechos humanos, ya que en este caso los derechos humanos pierden su base material. Sólo cuando la seguridad humana apoya la observación de los derechos humanos el desarrollo adquiere un "rostro humano" . Sólo si se garantiza la seguridad alimentaria (cf. Friedmann , 2004) , el derecho huma­no a una vida digna deja de ser una proclamación huera.

La seguridad humana depende básicamente de la p uesta a disposición de bienes p ú b licos. Estos comprenden: ( 1 ) l as reglas fiables en una so­ciedad; (2) la prevención de i nestabilidades y el restablecimiento de re­lacio nes estables en caso de desestabilización, por ejemplo durante una , crisis financiera; (3) los "servicios p úbl icos" en aquellos períodos de la vicl;i en que los individuos o l as fami lias no son capaces de encargarse por sus propios recursos de l a educación, la educación, el mantenimiento o el restablecimiento de la salud, el seguro para la vejez o i nc luso de l a al imen tación y l a m anuten ción, d e l a disponib i l idad ele agua potable y de la elimi nación de las aguas residuales; (4) el acceso a todos aquellos bienes y serv icios que son c;enciales para la existencia h umana; (5) la in­fraestructu ra material e inmaterial de la sociedad. En pocas palabras: la

(>. En consecuencia sed uecesario vincular los discursos sobre la seguridad lrnmana (es decir, !:is 11eccsid:1des) con los d iscur<os sobre los bit:nes públicos (su satisfacción). No po­drn1us en t ra r :1q u f en detalle. \cf Altvarer, 2003b) .

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seguridad lrnmana se garantiza con la disposición de b ienes públicos. Si la seguridad humana se basa tanto en la disposición de bienes públi­

cos, entonces las fuerzas económicas y polícicas que insisten en su privati­zación representan un peligro para la. seguridad humana. Lo que erÍtonces ocurre es que la satisfacción ele las necesidades humanas con bienes públicos pasa a convertirse en una oferta que sólo puede cumplirse no sólo s i existen esas necesidades, sino si éstas p ueden convertirse en una demanda para quienes tienen poder adquisitivo. En ese caso domina el principio de equi­valencia según el mercado y ya no queda espacio para b solidaridad. La gente ya no p uede satisfacer sus 1Í.ecesiclades de seguridad como ciudadanos de un Estado social como iguales, sino que han de adquirir la seguridad de empresas de seguridad como consumidores en el meinclo. La seguridad humana se convierte en una mercancía y por lo tanto en una cuestión de dinero. Ya que en los tiempos de inseguridad la demanda ele seguridad aumenta, los vende­dores ele la mercancía "seguridad" incluso tienen un interés en estas circuns­tancias inseguras. Entonces ya no queda sino esperar el mantenimiento de la seguridad a través de muros, rejas y puertas, de personal de vigilancia, con­troles, pol icía u o tras fuerzas armadas de orden público, o se convierte en consecuencia ele la ignorancia social.7 La seguridad se tendría tan sólo en el marco de la "gated communiry", una comunidad cercada contra los exclui­dos, a los que se exige un alto grado ele inseguridad y desamparo. Bajo con­diciones de inseguridad no pueden desarrollarse patrones de solidaridad. Muy al contrario, mucha gente espera la seguridad de gobiernos autoritarios. En una encuesta del PNUD en Latinoamérica, un 44,9 % de las 1 8 .643 personas entrevis tadas de 1 8 países dijeron que aceptarían un régimen au­

toritario si éste les garnntizara seguridad económica (PNUD, 2004). Es decir, la búsqueda de seguridad en una situación marcada por la inseguridad puede poner la democracia en peligro. También esd en peligro la organización so-

7. Vefose los ejemplos de Pogge (2005 ) , quien se p lantea la pregunta de córno puede ser que los países industriales no se den cuenta de la pobreza extrema y de b miseria de 2,8 mil millones de personas. ¿Cuál es el déficit moral que ha de seguir existiendo para posibilit:ir y mantener este fenómeno' Y viceversa: ¿Qué med idas rienen que tomarse para reducir las desigualdades globales' Pogge subraya, en contraposición a Sen ( l 999) y otros que preflereu soluciones a nivel nacional , la i mportancia de crear ins t i tuciones globales para la regulación ele los mercados, por supuesro sin los rnecauis mos económicos de los m ercados financieros, laborab y de mercancías en los que se produce y fortalece un;i desiguald;1d ,

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l i chria de-la economía, ya 11ue se esperaría u n : 1 segu richd ga ramizada "desde arri b:1" . !vfuchos term inan además fáci lmente en el submundo de las activi­d ades in fé.)rm;i les o en la i legal idad y la del i ncuenc ia o ;1ba11donan su patria para vivi r como refogiados y i nrnjgran r:es.

I-!ardr y Negri (2002: 224) no desrnbren en el nom:idismo mas ivo de tr:ib:i j ;iclo res la expresión de in seguridad existencial, si no m:ís h ien su re­ch :no y la hi'1sq u ecb de u n a l i beración en n u evas y mejo res condic iones de v i d a . 1-lol loway rambién i n terpreta la em igración co mo 1<u n a forma de h u ida , l le1n de esperanza, d,� esc:ipar del cip i ral» , corno d ucha por b au ­rnnomfa», corn o el «NO, que, de un:1 manera 1 1 otra , n::suena no sólo en los pues tos de tr:.i baj o, s ino tam bién en la sociedad emera» (Holloway 2002: 2 1 6) . L1 rnent:Jblemente esto correspóncle, en el mejor de los casos, :1 algu nos casos ind ividuales . No es b norma ele l::i em igi·ación . La huida no es una huida hacia adelante c id capii-a l , s ino que l leva más bi en h :1cia rul!ccrntes de personas y sórd idos explotadores. La em igración es una forma de "exi t", ele salida , y hay g ue pregunrar por q ué los em igrantes no leva n tan la voz. Al fred I-Tirschman (l 970) desarrol ló ya esta d i.feren ci::ición a prin­cip ios de Jos años setenta y la usó rn:ís tard e para su i nterpretación de Jas l�1g;is ele h RDA ("exir") y ele l :is l l am:idas m:m i frstaciones de l os l u nes (!Vfontagsdemomtmtionen) en 1 989 ("voz") . No obst:J 1ite, el "grito" de la gente, que aparece con.rinua m enre en m uchas pa rtes de la interpretación cxisren cial ista de Ja histor ia de Hollow::iy, no es l a "voz'', s ino una expresión no arricuiada de u rn p rofunda indefensi ón .

L:.i seguridad hu ma n:J es u n elemento de un a econ omía sol i daria y justa y al revés: llna rconomí:1 solidaria es u n a cond ición pa r:1 m ejora r la seg1 1 -richd sociocco nórnica y humana. La i n s egu r ichd es una experienc i :1 co11st:111 re en e l orden de la competen cia y como efocro d e l pri n c ipio ele rend i m ien 1 0. Un:i economía sol idaria sólo puede con ceb irse si el territorio donde se pr:1cr ica dicha economfa es .c;cguro. Los ocu p;rn tes de tierras y d e fabricas nec.�s i r:111 1in m ín i m o de segur iJ:id b n rn a n:i p a ra cu ltiv::i r l a tierr;"J y para prod ucir en bs f::íbric ::i:; . Por lo gen er;i\ , es:1 segu ridad n o puede desa­rrol larse :i mwés de los mec:rnisrnos de mercado según el p ri ncip io de equí­v::ilc:nci:i . Los l íderes popul i s tas y au tori t :irios pued en p rom eter, pero n o gar:mtiz:ir, segurid a d . T:i m poco e s que quier::m hacerlo, y a que su pocler se basa e n la i nseguridad general izada . P<Jr;1 gen era r seguridad es i mprescin­dih le b d ispos ición ele b ienes pi'ibt icos a tr:n·és ele inst-i ruciones que actúen

7.70

. , i l

- - - - - -

:1 ni vel l ocal , nacional o también mund ia l , lo que ú n i ca meme puede suce­der si los movi m i entos socdes e jercen p resión y hacen campaña ::i favor de una econo mía a l tern ar iv::i q u e sea so l idaria y sosten ihle.

8.4 La reapropiación del espacio y del tiempo a través de movimientos sociales

La eco no rn fa so l i d aria es el resu l tado ele los movimientos sociales, en sus es fuerzos por reapropia rse del espacio y del tiempo. Por este motivo estos movim ientos también p ueden ser defi nidos como "movimientos socioterri­to ria lcs" (Mani;:ano Fernandes , 2005) . La geme sin t ierr:i se aprop ia de l a

tierra que le tomaron o retuvieron. Los trabajadores que perdieron sus pues­

tos de trabajo en ti empos de la crisis ocupan bs fábricas cerradas ("fabrica

recuper:ida") . Movimientos b::miales (cornmunity movements) defienden los

esp;icios pi'iblicos y las i nfraestructuras contra la privatización y la repres ión

resultante de la implementación de. las estraregias neo l iberal es de pr ivatiza­

ción. La recuperación del territorio no su rge ele la nada . En muchos países

de Latinoamérica, África y Asia, los esr;idos se encuentran ta n debiJit::idos

por las crisis fi nancieras y el posterior ajuste estructura.! que dir igir :il gobierno

de 1;nandas sociales es poco más que una vana esperanza. Se qu itadn de en­

cima incluso las demandas m:ís l egítimas, señalando las ci rcunstancias del

mercado y movilizar:.ín a la policía y el ejército para mantener el statu quo. Much:is empresas nacionaJes, tr;is la apertura de Jos rnercaclos naciomles y

la privatización (que en muchas ocasiones es una condición en los programas

d e ajuste es1-ructural del FMT), han pasado a estar controladas por !<is tra ns­

n:icionales. Éstas tienen m uchas opci ones estratégicas y pueden neg:use fií­ci l rnen te a sat i sfacer las ex igen cias de los movi m ientos socia l es con una

ev:isión de capitales o corrompiendo a las amoriclades. La pol ítica neol i beral de las ü l tim as décadas pasadas, pues , mod i ficó ra­

d ic:i l rn en re la consrelación pol ír ica y económica en muchos p:1íses. Los es­

tados se debili taron y e l c;ipital ocupó el espacio global. I'or eso a los nu evos

movimienros sociales muchas veces no les qued:i otro remedio que la ocu­

paci ón del territorio in situ para poder satisfacer las reivind icaciones de u na

mejora de las condiciones d e vida. Si el Esrado nacio nal está deb i l itado o el gobierno se destaca por su mah forma de gobernar (lo que el movi m iento

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zapacisca ilama "mal gobierno" en refrrencia al gobierno de México) y no p ueden obtenerse los servicios y bienes sociales necesarios para una vida digna en el mercado debido a la f:'llta de poder adquisitivo, sólo puede realizarse esca mejora por medio del autogobierno. En el transcurso de los conflictos sociotenitoriales se crean espacios públicos que antes no exisdan. Los títulos de propiedad privadas se socializan en cierto sentido, i;io en el del movimiento obrero tradicional (que contó con la ayuda del Estado y entendió h sociali­zación b<ísicamente como una nacionalización), sino que la socialización es el resultado de actividades sociales vinculadas en el espacio territorial.

Se crean áreas autónomas administradas por los movimientos mismos. No se trata de ningún descubrimiento . Lucio Garnbi recuerda que la resis­tencia italiana, la Resistenza, administraba los territorios conquistados, ocu­pados y defendidos de forma autónoma y, por lo tanto, creaba estructuras alternativas a la estatal antes ele que se erigiese el n uevo Estado italiano de posguerra (Gambi, 1 994: 89 y ss . ) . Gambi muestra, con el ejemplo de los valles alpinos , que la autonomía territorial está influida por el relieve y las condiciones económicas de cada región. La historia y la cultura no son los únicos factores que influyen en los movimientos socioterritoriales, también hay que considerar las características geográficas del territorio. El territorio, las relaciones sociales y de poder pol ítico cambiJ.n en el transcurso de la cre;:i.ción de espacios autónomos.

La autonomía no tiene sólo una dimensión territorial y espacial, sino también temporal. La autonomía temporal también puede ser un objetivo de los movi rnientos sociales. Por lo tanto, estos movimientos sociales po­drían definirse también como socio temporales. La apropiación del tiempo "perdido" como "t iempo disponible" es una reacción a las exigencias del c1pital de prolongar el tiempo de trabajo más allá de lo imaginable.8 En las épocas de desempleo masivo la presión de prolongar el tiempo de tra­baj o es especialmente fuerte, ya c1ue los sindicatos están debilitados. Al

8. Marx observa e n los Gru11d1 isse: «El tiempo de trabajo como medida de la riqueza l'one la riquC7.a misma como fundada sobre la pobreza y al tiempo disponible (dispost1b!e rime) como existente en y rned i>u1 1e d ant>tgonismo con el tiempo de plustrabajo , o b ien dispone t odo el t iempo de un individuo como tiempo de trabajo y consiguientcmenrc lo dcl;rada a mero rrabajador. lo subsume en el rrabaju. L1 maqui naria nds desarrollada, pu�s. compele act.ualmcnrc al rrabajador .a t rabajar más t iempo que el que uabaja el salvaje o del 1 ¡uc trabajaría. él rnis1110 con las herramientas m:ís sencillas y toscas» (Marx, l 953 : 596).

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mismo tiempo, como resultado de .la prolongaci6n de la jornada laboral ele los obreros, el "ejército de reserva" ele los desempleados crece. Ni los primeros ni los segundos d isponen ele una autonomía de tiempo. Aquellos con tiempos de trabajo demasiado latgos sufren porque no tienen el tiempo suficiente para la recreación física y psíquica y porque no pueden hacer uso de las ofertas sociales y culturales. A los desempleados les falta el poder ad­quisitivo ("money is time" - "tiempo es dinero") para p oder demandar estas ofertas, por no hablar de los efectos de la ausencia de reconocimiento de los desempleados en una sociedad de trabajadores . Debido a estas con­tradicciones nacen con tinuamente movimientos que intentan solucionar el problema j unto con los sindicatos a través de una reducción de la jornada laboral. «El ahorro de tiempo de trabajo significa un aumento del tiempo l ibre, es decir, ele tiempo p ara el pleno desarrollo del individuo, que es la más importante de las fuerzas productivas del trabaj o . . . » (Marx, 1 953 : 599) . También en la reproducción la autonomía de l tiempo es un tema central de los conflictos, cuya importancia han destacado especialmente los movimientos feministas. Un aspecto de esa autonomía de tiernpo re­creativo es la autonomía de la alimentación (Vinz, 2005) . La autonomía del tiempo no puede oponerse simplemente al capital. Requiere además de cambios en la relación entre sexos, una renovación de los ámbitos de vida, por decirlo sin demasiadas complicaciones, desde la sala de estar hasta la cocina. Incluso las reglas sociales profundamente arraigadas en el ser hu­mano pueden ser un obstáculo, si es necesario subordinarlas a los ritmos tempoGlies y pueden acabar en confl ictos con los propios tiempos. La in­fraestructura material, los sistemas de tráfico y sus horarios, por ejemplo, limitan la autonomía de tiempo. Su ampliación requiere por lo tanto ajus­tes estructurales considerables.

Los nuevos movimientos sociales son más variados que los "antiguos movimientos sociales". El rnoyimiemo obrero tuvo un adversario claramente identificable: el capital. Pero los conflictos de clases se circunscribían básica­mente al terreno del estado nacional, se d ieron en espacios sociales en que se trataban dimensiones monetarias (sobre todo en lo que se refiere al importe ele los salarios) , condiciones laborales y horarios, posibilidades de participa­ción en las empresas, en la sociedad y en el sistema político. El espacio de confl icto füe por lo tanto bas tante claro, por lo menos en comparación con los actuales conflictos sociales. El conflicto era un triángulo entre los

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mov i m i e n ro� obreros. el capital y el Estado nacional . La rornn de los co n­

fl ict os era dctern1 i nacL1 por ! a orga n ización, por e l p�i rri clo y e l sind icato .

L1 cue!:t ión de poder se red ujo :1 co n fl i cro » por l a ocu pación de "pos icio ne!; cl ave" dcn 1To del ampl iado aparato del Estad o. Du r:rn te algún tiempo fue pos i ble en un periodo transito r io la existcnCÍ;1 ele un t ipo de "poder dua l " ,

pero ésre h ab í:t de termi nar d e un moclo u ono co n h to ma ele poder. Así

lo argu nienta b;i por lo m enos el �tb " revolucionaria" del movimie nto

obrero. En el ah '' rcfor 1n ist·1" ! os m iembros se concentraron en el trdngu lo

y obedecieron las reglas corporarivistas dd j uego.

La :;; i ruaci ó n es otra e n !:is clisput:.JS soci o terriro r i a ! es . En primrr fttgflr debido :i q11c los re m a s y;1 no se orienta n pred o m i n a ntemente a l Esr:iclo 11 �1c io 1ul . En t iempos de l.1 globa l ización van desde h regula c ión de los mercados fln:r ncieros y de mercancfas m 1 m diales y b reforma de las insti­

tuciones gl okiles hasw la l 1 1cha contra d camhio cl i tmítico , co ntra pancle­

mias mod e r n as c o m o el S lD/\ hasra la o rga n ización el e u n a resistencia

contra l a ocupación csr:1 doun ídense de Irak, pasando por h clefrnsa loca! de b iotopos contra la i nfraes truct u ra a u to movi l istie<1 o concra la desviación de ríos para l a i rrig:ici ó n de la agricultu ra para !a export::ición . L:i global i ­

;'.ación y b .'.. tend rncias de cris is descrio.s arriba d el capira !ismo ral y c o m o

lo conocernos son n uevos d esafíos que Jos "antiguos movimien tos soci:iles"

no pod ían y q uizá no querían conocer. Los :icrores son d i ferentes y no ti e­

nen la m is ma base soci �1 l q11e los movi mientos obreros tradicionales. En

ellos se expresan los cambios es t:rucru ralcs históricos del capi tal is m o y la

si t11ación <.oci;d de sus oa rtí ci ¡xunes . Los conflicros socdes tienen muchas .. di rncnsioncs )' se conducen en muchos esp:icios, desde los rnerc;1 dos glo-

ba les h;isra la comunid:id l1Kal. En srx!!mio litgar, los co 1 1flictos también t ienen lugar Fuera de h rebción

'' f-l:irmal" e le ciases y cada v n más en el creciente secro r ele la informalichd, debido a q1 1e 'ªda vez hay rn;Ís personas a las que se excl uye de l os sís.-emas fornules de p roducción y d i m·ibución . Comra esre Fenómeno se crean :iq ue­

J los movi mientos que h:1ce1 1 cam¡:iaf1a por h solichridad y la sosrenibil id:icl: rnov i mit'nros de cooperativas, ocu p:ición ele tierr:is y de fabricas, orga n iza-­cioncs harri:iles. acrivist:is medioambien tales y qu ie n es luchan por la imro­dncción de cnergL1s ren ovables. La lógica de actuación y:i no se determ i na

pri ncipalmenre por lo:; pri ncipios de d istribución moner;:i rios y y:-i no se c1racteriz:1 ; 1 n re roclo por la "centrJi id;1d ckl trabajo", sino por una plural idad

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de i nrcrcses sociales y Cll l rura lt's que se e n r recruz:m en el tcrrirorio. De esto resulra, en tercer lugar, una nueva forma de con flictos. Las org;:i­

niz:iciones centr:1 l iz:1cbs son clebi ! i r:1d:Js poi· el desarro l lo paralelo en el Esr:ido y el C:Jp i 1:;1 J . en el ciue se vieron modificadas. La frirrna m:is adernada J los con fl i ctos :icruales es por lo ta nto la red de gru pos, in ic ia r ivas y o rg:iniz.a­cicrnes que se encucnrran de form:i regular en consejos o foros a di frrenres n ivele'.; -l oc:i l , n :iciona l , glob:il-·- para in terca mbiar expcricnci;is, para ejercer rellexiones teóricas y planiJlc:i r acc i o nes y c:nnpa ñas co m u nes. Se trata ele u n proceso polírico ab ierto en el q u e se puede renunciar a t 1 n programa v in­cul a n te, rnyo lugar coma el método de des:1rrollar objer ivos estratégicos y p::isos para alc:rnz;1rlos. Esro se corresponde más o menos :1 lo q ue Lel io Basso entendió con el concepto ele: h investigación colectiva (nÚ>rcf! rolleti11a) .

Est:1 red ele movi m ientos soci ales en el espacio es muy d i ferente a las mb i m :igi nacbs por Ha rdt y Negri (2002; 2004 ) . El c1pir:i l i smo globali­zado, que ha m u rad o e n u n "imperio" segli n esros autores, es m:is bien u na .red de trabajos i nm a teria les y el pode r del ca p i t::i l se enco n rraría en u n a "democraci a gl obal " e n rn :i nos de l a " m u l titud " . «S i esto suced iese, s e de­rrocaría al dom i nio capi talista sobre la p roducció n , la círcuhción y la co­munic:ición» (I-l ard t y Negri, 2002: 352) . ¿Es todo esro a lgo m ás q1 1e una

esperanza, que p uede conducir a engafí.o? ¿Se i n terpreta correctamenre :il cap.i u1i'ismo cuando se lo descri be como un " imperio " basado en redes de rrabajo in m a teri:U y una "b iopol ítica" que Íntegra a rodas esferas de h vid a ? ¿ S e esd des;:irrol lanJo un a «multitud . . . de individuos biopolíticos» (tr:iba·­jadores i ndustria les, trabajaclmes i nmateriales, campesinos, desempleados, i nm igrames) ( Hard t y Negri , 2001: 1 0 , 1 79 ) ? Parece d udoso. Si los "seres biopolfri cos" se m ueven , entonces lo hacen den tro de espacios sociales con dimensiones territoriales, donde los co nfl i ctos se d eciden "cara a cara" .

La diversidad amo rfo de ernias, n acion a l idades, cul ruras y experiencias

puede d ::tr la i m p resión de " m nltitu d " . Sin emba rgo, esta sólo deviene su­je i-o a través del desarrollo de una idenriclad en h d iversid a d . L:is co nd i­ciones esdn ya ahí, po rque hs preocupaciones son s im i la res en rrc sí y ése es 1 1 n sól ido argu mento para el sign i fi cado de una i nsr i rución como el Foro Social lvl u nd ial y los nu merosos foros socia les a n ivel regíon:i l que tienen lug:- u de form;:i regular desde el fi n del s i glo. Es u n a búsqued:i de identicbd den tro d f' ia divers i dad acepracla en el espéic io global. ¿Ac:iso no puede con­ceb i rse u n "empeora m iento" si uno piensa en los sujetos como " m u l ti tud"

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s i n tornai" el paso previsrn por Hobbes, es decir, sin unir a l a n1ulti tud' a cravés Je procesos de representación y consenso ? «A multitude of men are made one person when they are by one man, one person, represented; so tbat it be done with the conse11 t of every one of that rn ulti tude in particular» ( Una multitud de hombres consiste en una peno1'ltl si les representa un hombre, u1w persona; así sea con e/ cowentimiento de cada uno de esa multitud en par­ticular) (HoblJes Leviathall, cap ítulo XVT : Of Persons, Authors, JnJ Th i ngs Personated) . La divers idad no debe desaparecer en esta representJción. Uni­ficar objetivos y formas de conflictos es necesario y puede alcanzarse en el proceso de la investigación colectiva, e¡ ue no debe llevar a un fin p rogram<Í­tico, es Jecir, a una unificación formal, sino a todo lo contrario.

También nuevos sujetos sociales están, en cuarto lugar, sujetos a la dia­léctica de reforma y revolució11 elaborada por Rosa Luxemburg. De algunas ONGs puede decirse -en el mej o r de los casos de manera reformista- que asumen las funciones de "fracaso" o "colapso" o se dejan cooptar por el Banco Mundial para poder llevar a cabo de forma más efectiva proyectos de desarrollo. Se i ntegran subalternamente en el modo ele función global de dominio capitalista (en las i ns tituciones del "global governance") , mu­chas veces en el marco <le misiones de la ONU Lt otros p royectos ele paz y ayuda. Normalmente ayudan a aliviar el sufrimiento ele gente que padece alguna necesidad. No es poco. Pero al mismo tiempo ayudan a estabilizar y pe rpetuar el s istema responsable del sufrimiento que alivian . Las ONGs

reformistas tratan de ordenar el caos de la restauración con la esperanza ele que del sistema mismo pueda emerger b comprens ió n de la necesidad de ,

un desJ 1Tol lo alternativo muy di ferente. La fe en una razón que cobra con­ciencia de l os límites ecológicos y sociales domina la conclus'ión analítica de que incluso l os acrores más razonables, conscientes en un sentido eco­lógico y social , obedecen a b presión del sistema. Se trata de una radicali­zac ión de la cues t ión que ya planteó Rosa Luxemb urg: "Social ismo o barbarie" o, en las palabras ele los zapatistas, "Sol idaridad o barbaridad" . S in emba rgo uno no debe i m agi narse el socialismo como el "realmen te existente " en el "corto siglo XX". Sólo con la transición a una sociedad sos­te11ible (a una "econom ía mundial solar'' , corno en Scbeer, 2002; o a través

de una "revolución solar" , e rno en Altvater, 1 992) puede evit::irse la bar­b rie. No se trata solame1 1tc de asumir el poder, s ino una transformación ; 1 brgo pbzo de roelas hs h:rnnas de trabajo y de vida en conexión con el

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uso de energías renovables, con tra l a superioridad de las l imitaciones prác­ticas que se presentan como objetivas y contra los re¡,nescntantes subjetivos del régimen de energías fósi les.

Entonces, en quinto lugar, se trata, siempre, de conquistar nuevos espa­cios autónomos y nuevos r itmos de tiempo contra los defensores del statu quo. No otra cosa ocurrió durante la insurrección revolucionaria en Chia­pas, cuando el EZLN estableció una nueva forma ele soberanía popular contra la soberanú del Estado, o sea, que no tomó el poder del Estado sino que tuvo como objetivo establecer n uevas relaciones ele poder. Esta meta sólo p uede alcanzarse a través ele estructuras de aurogobierno contra y fuera de la administración estatal, concretamente a través de es tructuras paralelas en educación, sanidad, segmidad social y asistencia sociales. Los zapatistas tuvieron éxito, lo que condujo a que autores como John Holloway restasen importancia a la cuestrón del poder. Sin embargo, el EZLN se vio obligado a defender con las armas las comunidades autónomas establecidas ,desele el año 1 994 contra la policía, e l ejército y grupos paramilitares. La soberanía popular en la comunidad estuvo envuelta en una gLterra de baja intensidad desde su establecimiento. Los zapatistas intentaron movil izar a los ciuda­danos mexicanos y a la opinión internacional para sus objetivos. A pesar de los espectaculares encuentros solidarios, el obj etivo se consiguió sólo en parte. La lección que ha de extraerse es la siguiente: en tiempos de globa­lización y de un Estado nacional débil los movimientos in situ tienen más l ibertad de movimiento que en t iempos de un Estado nacional fuerte. Sin embargo, permanece el dilema de que sólo pueden asumirse algunas fun:­ciones del Estado de forma legítima en una soberanía popular, pero no todas (por ejemplo, no se p uede asumir la función del establecimiento de impuestos) y por lo tanto l a dualidad ele poderes presenta un equilibrio bastante frágil . O se convierte en un tipo ele "cohabitació n", o se convierte en una alternativa en d irección a un cambio (revolucionario) de poder po­lítico en el Estado o se encamina hacia la l iquidación (contrarrevoluciona­ria) de la soberanía popular zapatista.

En este contexto puede ser razonable, en sexto lugar, pensar en el "co­munismo", en una «sociedad más alH ele la mercancía, el dinero y el Es­tado» (Heinrich, 2004: 2 1 6-22 1 ) . Aún así no bas ta, ya que los cambios sociales comienzan e n el seno de la sociedad capitalista, provocados por movimientos sociales que tienen sus raíces en el aquí y ahora. Pueden pen-

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· ¡

sar en e l " "" co munismo" , pero s e m ueven e n un enromo capitalista. Queda la pregu n ra de s i la práct ica pol ítica y económ ica trascienden las formas cap i ta l i stas y en qué d imensión lo hacen . ¿Cuál es e l potencial trascendental de una economía sol idari a y una sociedad sosten i b le?

8.5 La respuesta al "neoliberalismo desde abajo": la economía solidaria

En Europa y o rros continentes existen desde hace mucho tiempo expe­riencias con un tercer secror, el sertor sin fines de lucro de cooperativas, gru­pos de ayud a mutua, de fu ndaci o nes s in <"Ín irno de lucro, s istemas ele cambio loc:-1 1 , i nstituciones de m icrocrédi ro, etcétera, que no se dej an guiar por el princi pio i n d ivid u a l ista de equivalencia, s ino por el princip i o colec­

t ivo ele so l idarid ad , por u na "horizontalidad del iberativa" de todos l os part icipantes, según lo define Elgue (2005: 43) . Éste es u n proceso de de­mocratizaci ón económica y socia l en el q u e l os representantes de una eco­nomía so l idar ia se conv ierten en "sujews conscientes de sí m ismos" . Aquí pueden reapa recer las personas desaparec idas en el submundo de la infor­

malicbd social ocupando espacios sociales y terr i torios y autogestionándo-'

los según s us pro p ios inren."ses. La OCDE esti ma que «near�y 39,5 mil/ion people in FTE (ful!-time em­

ployment) jobs are employed in the non-profit sector (excluding tradition"1l coo­peratives) in tl1e 35 countries studied by the john Hopf.:ins comparative, non -profit sector project. The non-�profit sector em¡J/oys 3. 6% of the working r1ge popu!ation representing 7. 3 % of non-agricultura! ernployment and 45% ofpublic sector employment. Taken as a separate economy ít would be the sitxth largest ffOnomy in the world . . . In the countries far which compamtive data 1uas a11rrilable the non-profit sertor has also recent61 shoum signs of rapíd growth hetween 1990 and 1995, non-profit employment increased by 23 % cómpared

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to 6% for the econorny as a whole» (cas i 39 m i l lones y medio ele personas esdn ernpleaclas en e l sector s in fines de lucro -excluyendo las cooperativas trad i cional es- en trabajos a jornada completa en los 35 países estudiados por el proyecto comparativo del sector sin fines de lucro de la un iversidad Johns Hopkins. El sector s i n fines de lucro emplea a un 3,G % de la pobla­ción activa, representando un 7,3 °/ri del emp leo no agrícoLl y un 45 % del

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empleo en el sector públ ico. Si se considerase com o una economía separada sería la sexta econom ía del mundo . . . En los países con datos comparativos disponib les el sector s i n fines de lucro también mostró señales de u n cre­cimiento dpido entre 1 990 y 1 995 . El empleo en dicho sector aumentó e n un 23 % en com paración con el 6 % de la economía en conjunto.) (OCDE, 2003: 1 1 ) . La s iguiente tabla ofrece una m u estra de l as dimen­s iones de una economía que ya contiene elementos de sol idaridad.

TABLA 8 . 1

EMPLEl,IDOS EN L A ECONOMIA SIN F INES D E LUCRO EN LOS PAÍSES OCDE

País

Austria Bélgica

Dinamarca

Finlandia

Francia Alemania

Grecia

Ir landa

Ita l ia

Luxemburgo Pa íses Bajos

Portugal

España

Suecia

Reino Unido

Número de empleados

con jornada completa

233.662

206 . 1 27

289 482

1 38.580

1 .2 1 4 827

1 .860.861

68.770

1 51 .682

1 . 1 46.968

6.740 769.000

1 10 .684

878.408

1 80.793

1 .622.962

·-·--·-·---··---- --------------·-------

en % de todos los

empleos civiles

6 ,91

5 ,85

1 2 ,56

6 ,92

5 ,93

1 2,56

1 ,81

'1 2 ,57

1 2 ,57

4 , 1 6

1 4 ,69

2 ,51

7,45

5 , 1 5

7 ,32

Fuente: OCDE 2003, basado en la data preparada por CIRIEC, 1 999, pp. 1 7- 1 8 .

En Al eman ia unos 1 ,9 millones de trabajadores están empleados en coo­perat ivas y empresas sin á nimo de lucro (Birkholzer, 2005) . En genera l es d ifíci l ofrecer daros cuantitativos exactos, ya que a l a economía social y so-

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l idaria pertenecen i nstituciones muy diferentes: los aparatos ele las organi­zaciones no gubern:tmentales, las cooperativas, las instituciones de ayuda, los insti tutos de i nvestigación y de asesoramiento que pertenecen parcial­mente al sector público (facultades universitarias) o al sector privado (ase­suramien to legal) (Birkholzer, Kistler y Mutz, 2004; Elgue 2005 : 44 y ss . ) . Las cooperativas agropecuarias en Argentina contribuyen considerable­mente a 1a exportación del país, y lo mismo ocurre en Brasil.

En muchos casos la ccouornía solichria y las n uevas cooperativas nacen · de la Hccesidad (Alrvater y Mahnkopf, 2002: 1 87 y ss . ) . Cuando, como en Arsren tina en el 200 l , el dinero formal desaparece, se desarrollan bolsas de �' comercio, se establecen cooperativas para la manutención de la población pobre o los empleados toman posesión de las empresas (cf. los reportes en Sin Patrón 2004) . El número de sistema:; ele cambio local en Argentina aumentó de sólo dos en el afio 1 99 5 a unos 400 en e l año 2000 y a unos 5 .000 en el año 2002 tras la gran crisis del año 200 1 (Hintze, 2003: 20) . Pero no puede sobrevalorarse la importancia de los sistemas de cambio local . Esto también se aplica a las monedas de sustitución cuando finalizó el "currency board" (la Ley de Convertibilidad del Austral) en Argentina, es decir, la relació11 cambiaria fija del peso y del dólar estadounidense. Estos sistemas de cam.bio local muchas veces dejan ele existir cuando se ha supe­rado la fase de mayor necesidad. También en Chile la gente de los barriós más pobres aseguraron su supervivencia ele forma cooperativa durante los aí1os más duros de la dictadura de P inochet.

En Brasil también se desarrollaron empresas colectivas y cooperativas­que son una crítica práctica del individualismo neoliberal in troducido a b J-i.terza en el país y al mismo tiempo una fuerza social y política. Hace ya más ele diez afi.os que se fundó la asociación nacional de trabajadores y em­presas augestionaclas (ANT EAG). Las cooperativas que formab�rn parte de la o rganización asumieron las tareas tradicionales ele educación, asesora� .

miemo y representación de intereses frente al gobierno. El presidente de Bras i l , Lula da Si lva, reaccionó a este nuevo d esafío y designó a u n secre­tario nacional para la economía solilhria (Paul S inger) . Así puede contri­buirse a h integración lle los i nfo rmales y de los excluidos: el Estado nacional soberano acepta a amplios sectores de la soberanía popular corno alternativas y no los combate. Esta iniciativa es la contraria a ia instrumen­t:il iz�Kión rn;Ís b ie11 cínica del sector informal como "parachoques" ele los

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efeccos negativos de la globalización que llevó a cabo e l antecesor de Lula en el cargo, Fernando Henrique Cardoso. El sector i nformal no es una so­l ución de emergencia y menos aún una solución a la crisis de la economía formal, como Vargas Llosa o Hernando ele Soto explican con denuedo en su entusiasmo neoliberal .

Las viejas experiencias de las cooperativas son redescubiertas y se desa­rrolla una economía " moral" o "solidaria" . Junto con los correspondientes esfuerzos educativos para la así l lamada creación de capacidades ("capacily b uliding") y el empoderamiento ("empowerment") se contribuye a la "al­fabetización económica" (Pierre B o urdieu) . Por supuesto todo ello sólo funciona s i las instituciones formales ofrecen ayud a y no actúan blo­queando la innovación y, por extensión, a los movimientos; si las organi­zaciones no gubernamentales participan con s us experienciás; si los intelectuales apoyan estas tendencias; si las universidades se dedican al tra­bajo educativo y ofrecen asesoramiento a las cooperativas , a los ocupantes de tierra y de fábricas y otras empresas cooperativas. Este asesora1;1.iento es necesario. Se requiere el apoyo técnico y el asesoramiento legal. Esto tam­b ién vale para el consejo sobre cuestiones financieras o al asesoramiento de los comedores populares sobre cuestiones de alimentación a cargo de ins­titutos nutriC:ionales de las universidades. En Brasil estas instituciones de apoyo a una economía solidaria reciben el nombre de "incubadoras". Se trata del apoyo para el aseguramiento de la supervivencia y para la organi­zación económica ele la producción, de la compra y de la venta. En cierto sentido también se trata del asesoramiento para las pequeiias y medianas empresas cooperativas. Internet también j uega un papel importante, por ejemplo en los sistemas de cambio local o en el asesorarnien co ele coopera­tivas y otras .iniciativas.

La educación j uega un papel fundamen tal en la " alfabetización econó­mica" . Elgue (2005 : 52-57) ehboró un catálogo entero con condiciones y principios que van desde t ransmitir los principios ele solidarid;1d y coope­ración a todos los niveles del sistema ele educación formal a la concesión de microcréeli tos para el desarrollo local , pasando por la formación ele un equilibrio social y la asunción de responsabil idad soci:il hasta la formación suplementaria de los actores ele la economía solidaria y el apoyo de las aso­ciaciones agrícolas; desde la promoción ele proyectos para adolescentes y la creación de fondos de ayuda para empresas saneadas, pasando por la forma-

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ción de u�1 foro ele profesores e investigadores en el área de la economía so­l idaria hasta llegar a la coopernción supranacional de i nstituciones de la eco­nomía sol idaria en los países del MERCOSUR, fundado por Bras i l , Argentina, Uruguay y Paraguay a pri ncipios d e los años noventa.

Además se trata también del apoyp a las acciones de ocupaciones de tie­

rra y de fabricas. Siempre existe, en primer lugar, la cuestión de su legaliza­ción y en e l lo esd i nvol ucrado ine ludiblemente el Estado , ya que los gobiernos t ienen q ue tomar la decisión ele s i legal izan las ocupaciones o no. S in el apoyo político de los obreros, que siguen manten iendo las em­p resas en qu iebra por su propia cuenta (en Argent ina se l laman "empresas recuperacbs") , estos p royectos normalmenre están condenados al !-!-acaso a l argo p hizo. Esto también vale para la defensa co ntra los grandes terrate­n ienses y quienes les ayudan, en ocas iones m uy violentos, cuando los cam­pes inos s in tierra ocupan hs tierras improductivas por fal ta ele uso. Tncluso los parami l i rnres j uegan un p:ipel m:icabro en la frustración de a lternativas de la cooperación so l idaria . Con frecuencia el Estado, que o ficialmen te detenta el monopol i o de la vjolencia, los dej :i actuar l ibremente. Los ase­s inatos de pequeños campesi nos y ocupantes ele t ierra y de su entorno (m iembros de la Igles ia , representantes ele organizaciones no gubernamen­tales o per iodistas) en Brasil p rovocaron protestas i nternacionales. Sólo se puede d etener la vi o l enci:i contra aquellos que quieren recuperar la t ierra con un contr:ipoder que presione a los gobernantes.

Las i n ici <ltivas de un:i economía sol idaria, más b ien locales, precisan de la ;:icl ició n y el apoyo a escala naci ona l y m u n d ia l . Cómo funciona y puede ·

desarrol larse la economía solidaria no depende ün icamente de las iniciativas

de los m iembros activos y ele sus partidarios, s ino también de l a polít ica ele los gobernantes. De u n gobierno de tendencia neol iberal nada puede esperan;e. No apoyará proyectos social es y pol íticos ele solidaridad c ivi l con­tra el mcrc;:ido. No tolerará ni nguna ;1lternat iva al pr inc ip io ind ividual ista

. de eqúivalencia y de-competenéla : Los gol:J i en1os con u n-mfoimo ae res­ponsab i l icbd socia l t ienen otra actitud . Por un l ado, . la crisis de las fin:inzas del Estado no deja demasiado campo de acción a los gobiernos y mun ici­pios, por el otro, existe todo un abanico de posibi l idades ele apoyar los pro­yectos a lternativos. Los gobiernos de Kirchner en Argent ina, de Lul a da S i lva en Brasi l o ele Chávez en Ven ezuela -por m encionar só lo algu nos ejemplos- lo han demostrado a hs claras. Ad emás, los gobiernos tamb ién

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t ienen pos i b i l idad es de i ntervenir de forma macroeconómic:i en l a econo­mía y de mejorar así las condic iones par:i los puestos de tr:ibajo. En el te­rritor io acttbn y se en trecruzan d iferentes lógicas de actuación: las de los m ovi m ientos y las de los gobiernos, las de los part idos pol íticos y las de las organizacion es de Ia sociedad civi l .

Pero n o sólo s o n importantes los gobiernos y el p lano d e l Estado na­cional. La cris is del mercado laboral formal es también una consecuencia ele la globa l i zación, sobre todo (pero no solamente) de la proclividad a las crisis los mercados financieros globales. Sin su regulación, muchas ele las me­

d idas a nivel local o nacional :icabarían en nada. Por eso fue correcta la in­tui ción ele fundar ATTAC en Francia en e l año 1 99 8 y enfocar sus demandas a una reforma de la economía m u ndial con la introd ucción de un im puesto sobre las transacciones financieras . S in e mbargo, ésta es sólo u na forma de regulac ión entre muchas otras. En el debate intern:icional sobre una reforma de l a arquitectura financiera y del orden del comercio mundial las ideas ele reforma se m ueven entre el mainstream neolibernl de arreb:itar el poder a las instituciones y un fortalec imiento de los mecanismos de mercado (del principio ele equivalencia) y las ideas centralisras de un Plan Marshall mundial en el sentido del principio de redistribución arriba men­cionado. Nos reencontramos una vez más, pues , con los principios de equi­valencia, de red istribución y de solid:iridad, cuando el objetivo es constituir un nuevo orden mundial . Por lo tanto, es necesario decidirse por uno de ·

estos princ ip ios. Muchos se mueven con sus alternativas dentro de los para­d igmas científicos y económicos dominantes y acaban enreciándose en pro­

puestas incompatibles. Es esa parre del debate sobre las reformas del orden i nst itucional globalizado la que Walden I3ello critica (cf. Bello, 2004: 9 1 -1 04 ) , defend iendo u n cambio de paradigma que incluya tan ro l a deconstruc­ción ele las instituciones globalizadas existentes, sobre tocio ele l a OMC, del FMI y del Banco Mundial , como también l a reconstrucción ele una econom ía "clesgTob�l.!í?,acla" qt!e se hase en c1c!Os regionales -y fo-cales. No obstante estó , se l imita al concepto de un movimien to global y no considera los conflictos sobre el re rr i wr io y las nuevas i dentidades que se d esarrol lan dentro del mismo. El cambio ele paradigma se necesita a n ivel mu ndia l .

En principio se trata ele una nueva forma el e a rticu lación d e l as econo­mías local, regional y nacional y de las i nstituciones del merc:iclo mund ial . La a rt i cu lación entre la economía inform:i\ y la economía formal, entre pe-

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. ' '

q ueflas y �;rancies empresas, en tre Ja cconom ía local y global puede realizarse

cl1: manera diferente a la opresión subalterna b<tjo las circunstancias del mercado mundial . No dominaría aquí el princip io de competencia, sino el de solidaridad. Este enfoque, según Walden Bello (2004: 1 1 4) , « . . . cons­

cious61 subordú1ates the fogic of the maif<et; the pursuít of cost ej}iciemy to the

v11fues ofsecurity, equity and socictf sofickzri�y . . . » ( . . . subordina conscientemente la lógica de mercado y la búsqueda de beneficio a valores como la seguridad, la igualdad y la solidaridad. social . . .)9. El factor decisivo en este nuevo para­digma de la economía solidaria es la relación emre los diferentes niveles y la creación ele formas de organ ización colectiva y estrategias de actuación. La sociedad precisa del territorio y los movimientos sociales tienen que reapro­piárselo repetidamente contra las estrategias de desposesión promocionadas por el neoliberalismo. Una sociedad siempre es la totalidad de las relaciones loca.les, nacio1ules y globales que se cruzan en el territorio. Por lo tanto, la solidaridad remite siempre a todas esas capas, como subrayan Kofüer y Mel­ber (2002) . Alcanza desde el territorio local al espacio global.

En Venezuela la relación entre las alternativas económicas en los barrios y las empresas transnacionales es obvia sólo con tener en c uenta lo que sig­nifica la compañía petrolífera estatal (Petróleo ele Venezuela S .A. , PDVSA) para los ingresos ele la exportación, el desarrollo de los tipos de cambio, los ingresos del estado y po r lo tanto t:imbién para los gastos del estado, induyendo el gasto social . PDVSA apoya pequeños proyectos sociales en los barrios, con lo que deja de ser exclusivamente un capitalismo de share­holdcrs (accionistas) , para pasar a ser un capitalismo que también deja algo · para los stakehoiders (interesados) (cf Folha de Sao Paulo, 26 d e j unio ele 2005) . La importancia económica de PDVSA es considerable, por no men­cionar el significado s imból ico de la compañía en la vida política venezo­lana. Los neoliberales se refieren al uso de los ingresos del petróleo para fi nes sociales, para un "empowerment" (empoderamiento) ele la economía solidaria , como un error económico (cf. The Econornist 1 9/2005 ) , que habrá d.e vengarse. Para los 1 1eoliberales todo enfoque con tra l as fuerzas ele

'!. U co!l lacio justo puede servir como ejemplo. El volumen de ven tas est<Í subiendo en

Alc1m nia (raz., 27 de abri l de 20() ' ) ) , aunque s igue siendo bajo (unos 60 millo nes de euros) y muy concentrado. Dos tercio.1 del comercio j usto en Alemania se refieren a un sólo pro­d u cto, el ctl"t'.

· ··1 . ¡ \. l j .¡ 1

mercado es u n error, por lo que la econom ía sol idaria no es más que un error. S in embargo, un vistazo a la historia, en el transcurso de la cual Karl Polanyi, como ya se mencionó, identificó varios p rincipios de acruació;1 económica, s i rve para refutar esta opinión destructiva. Que el destino hu­mano se libre a las fuerzas de mercado es una tendencia n ueva, sobre todo desde l a revolución industrial en relación con la clesincorporación del mer­cado ele la sociedad.

Paul Singer escribió que la economía solidaria es una decisión por un trabajo determinado y un estilo de vida determinado más allá ele las cir­cunstancias económicas. La cooperación y la soliclariclacl se prefieren a la competición del "survival of the fotest" (supervivencia de los más aptos) . En é�te sentido, la economía solidaria es un tipo de "cosmovisión" ( Wlef­tanschauung) , una critica radical y a la vez práctica del capi talis1no, tal como realmente existe en Brasil y en otras panes. Consecuentemente, según Sin­ger, la gente no responde con la economía solidaria solamente a las necesi­dades que surgen con las crisis, sino que también se trata de una elección ele perspectivas ele partidos de izquierda, sindicatos y otros movimientos sociales, de grupos de indígenas, pequeños campesinos y miembros de l a iglesia que, con su combinación ele libertad individual, seguridad socioeconómica y hu­mana, igualdad y j usticia, apuntan más allá del capitalismo (Singer, 2003) . Si la alternativa de la economía solidaria es tan atractiva es porque el proyecto político neoliberal -dominado desde arriba o practicado desde abajo- no . . ofrece la perspectiva de una vida digna en paz, l ibertad y seguridad para la mayoría ele la genre. 10 Al final ele la historia domina l a desesperación. Las contradicciones internas y las crisis cada vez más frecuentes y graves, así corno los shocles externos que repercuten en la sociedad con un incremento ele los precios ele la energía y como vehículo ele la redistribución a cargo ele los sec­tores más pobres de la población, dejan tras de sí una impronta política. Por

1 0 . El término "dignidad" ( Würdc) tiene dos caras y por eso no se emplea expresamente aquí. Fue imroduciclo en el debate po l ít ico de la izquierda por los zapatistas y muy rápida­mente-aceptado, por ejemplo, por Holloway (2002) . T:unbién el Movi mien ro de "Il-abajado­res Desocupados en Argentina sigue el lema "trabajo, dignidad, cambio social" (Dinerstein,

2003). No obst:111 te también la derecha hace uso del término, por ejemplo, para l i brar una guerra "parriótica" contra todos aquellos que ofendan a b dignidad de la "poblacióu serbia". El rérmiuo dignicbcl sólo es aceprable cu<mdo se refiere a todos los seres humanos y no so­lamente a un grupo de personas, indepenclientemenre ele su em ia, religión o clase.

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el conrrarl"o , b economía solidaria siembra esperanza, justamente porque en ella el trabajo vuelve a tener un sen ti do soci�i l .

8.6 Sostenibilidad: La sociedad solar

La eco nom ía so l idaria también es un paso hacia u na sociedad solar, en l a que l o s combusti b les fósiles dominen cada vez menos l a vida y e l trabajo y en J;:i que se term i n e con l a sobreexpl o tación de los recursos. La sol idaridad con e l espacio exige un trato responsable ·con la natura leza. La sol i d ari­dad es actualm ente l a consideraci ón de los i ntereses de las generaciones fu­turas, a los que no podemos legar n uestro planeta en un estado lamentable. Hay que defender un cambio general hacia la sostenib ilidad, más que j us­tificado, y reemplazar las energías fósi les ráp idamente por energías renova­b les (Global Chal l enge Nerwork, 2003; S cheer, 2005 ; \Vu ppert a l Institut, 2005). La ventana de tiempo se va cerrando debido a l p ico petrolero (que se alcanzará demro de poco tiempo) . El consumo de l os recursos también debe ser restr ingido teniendo en cuenta l a posib le amenaza a l a evo lución de la vida como consecuencia de una pérdida de la b iodivers idad. Es por eso que autores como Ki:issler y Melber (2002 : 1 47) escriben : «Con este trasfondo, la solidaridad no aparece como un postulado m oral, s ino a largo p l azo más bien com o una . . . condición de vida de l a h u m a n i dad. Es algo que, en principio, el contexto mundia l requiere obj etivamente . . . »

La dificul tad estr iba en que l as energías renovab les y e l consu mo res­tringido de los recursos no tendrán muy p robablemente las ventajas, men­c;ionadas en el cuarto cap ítulo , de la congruencia con e l capita l ismo tal y como l o conocernos d esde l a revoluc ión i ndustr ia l : corno u n s istema de apropriac ión de los excedentes que aumentan co n el incremento de la pro­du ctividad . Las energías renovables son m::ís lentas que las energías fósiles, no tienen el mismo potencial de aceleración, a menos que se transformen en bs m ismas energías secundarias (cornbusribles, e lectricidad) , en las que tam b ién se transform a la en ergía fósi l . Es adem ás más dil:ki l usarlas i n de­pendi entemente de su l u gar de producción, ya que l a l ogística de transporte no es tan fácil de organizar como en el caso ele l os combustibles fósi l es . En consecuencia, bs energías renovables requieren estructuras descentral izadas de producción y consumo de energía.

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- 1*'- -

En el d iscurso neo l i beral estas "desven rajas" de l as energías renovables se traducen, baj o condiciones capi ta l i stas, en costes enormes. Por esa razón, segü n l os neoliberaies, l as energías renovabl es "en poco tiempo" ya no pre­sentar:ín p recios competi tivos. Incluso la energía nuclear sería más barata

si ignorásemos los enormes costes externos d eb ido a riesgos d i fícilmente

calculab les . La transición hacia recursos renovables no sería en este d iscurso nada más que u n « derroche de recursos eco nó m i cos» (vo n Weizsacker,

2002: 1 5) . En u n gran proyecto Lomborg y otros h a n intentado establecer "prioridades" . Con l a ayuda de un anál isis de la relación coste-beneficio sobre un l argo período de t iempo i ntentaron j u st ifi car la tesis de que l a transici ó n hacia las e nergías renovables l e sald ría muy cara a J a huma n idad en comparación con otros propósitos (Lomborg 2004; críticas de Hein­berg, 2004: 1 77 y ss . ; Scheer, 2005 : 220 y ss.) . La racional idad - del argu­mento se reduce a l a sabid uría cotidiana: l a camisa está más cerca de m í que l a falda. De dónde viene el rej ido d e l a camisa y de dónde e l de l a fa lela, cómo se l as teje y se l as cose, son cosas que están más allá del cál culo.

Pero este discurso no puede p lantearse, como h emos señalado ya, en los mismos térmi nos. Ya n o se trata solamen te de p roteger la n aturaleza contra l a sob recarga de las actividades económicas humanas, s ino de pro­

teger a l os seres h umanos contra las consecuencias negativas de l a, d estruc­

c ión med i oamb iental . Por eso puede prescindirse de u n a estrategia,. de transición hacia l as energías renovables s i ésta l es cu esta más a l os países i n dustriales que l a construcción de diques más a l tos co n tra l a subida del

n ivel del mar o l a constru cción de casas ais ladas contra l a subida de las temperaturas . Por supuesto, ignoran el hecho de que no todos los países

tienen las mismas posib i l idades financieras para proteger a l a gente de los rigores de una naturaleza desequi l ibrada precisamente por quien es defien­den los argum en tos arriba expuestos. Los países más pobres tienen menos pos ibi l idades de defenderse que los países ricos. Tampoco pueden calcularse Lis consecuéi-icias caóticas-de l a destnicción medioal'nbieritJl de fo rrha ra­cional , de modo que ya el i ntento de compensar los costes de la destrúcción medioambiental con los ele la protección contra sus consecuencias esd con­denado al fracaso.

En la transici ó n hacia un régimen de energías re novab l es se pueden tomar en principio tres caminos: el de la "revoluc ión ele l a efi ciencia", el de l a "revolución de la sufic iencia" y e l de la nueva al i anza de n aturaleza y

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socieda,d, es decir, la de un carn.bio radical ele nuesua relación con la natu­r aleza (ll::unada "consistencia" , cf. \Xluppertal Institut, 2005 : 1 G5 y ss . ) . La primera manera es la más úícil y en consecuencia b que aparece con fre­cuencia en los programas de reformas ecológicas (Weizsacker, E. U. Lovins, A. B . Lovins y L. H . 1 997; Bode, 2005) . No conducen a fuera del régimen de energías frisiles sino que prolongan su duración en el sentido de la con­gruencia de capitalismo, industrialismo y fosilisrno. Pero así apenas pueden solucionarse casi ninguno de los problemas ecológicos. Por lo q úe sabemos, en la mayoría ele casos un consumo reducido de energía y de recursos por unidad queda sobrecompensado con el aumento de mercancías producidas. Esto se debe a que la reducción de costes y por lo tanto también de precios (por supuesto teniendo en cuenta la cláusula ceteris paribus) de los produc- _ ' tos causa un aumento ele la demanda y en consecuencia de la producción. ' La "revolución de la eficiencia" sería conforme con las condiciones de mer­cado y las estructuras de gobierno de la sociedad capitalista. Un auniento de la eficiencia ecológica también posibilitaría a las empresas ahorrar costes y por lo tanto -como escribe Marx- «economizar capital constante» (MEW 2.35: Capítulo 5 , sobre todo 1 1 0 y ss . ) 1 1 y en consecuencia incrementar la rasa de ganancia. Si se estimula la acumulación de esa forma, el consumo de recursos que se intentó ahorrar mediante una mayor eficiencia subirá. El presidente estadounidense Bush reclamaba a China y a la India una "efi­ciencia energética incrementad.a"; no para llevar a cabo un cambio ecoló­gico hacia la sostenibilidad mundial, sino para aliviar la presión sobre los precios del petróleo, para que los consumidores estadounidenses no sufran los precios altos de la energía y hayan ele reducir posiblemente su consumo ele crudo ("Bush urges greater energy efficiency in China and India to ease oil prices" [ "Bush reclama mayor eficiencia energética a China y la India

1 J .. Por e-"' se puede encontrar una refrreucia a la- "revolución de la eficiencia"-en casi todos los programas de los panidos pol íticos; no cuesta nada, ni s iquiera el esfi.terzo de pensa.r. Es como si DicJs nos hubiera reg<i lado una constebción win-wi n, en la qt.te rndo el mundo gana y co11 la que pueden solucionarse todos los problemas económicos, soci ales y ecológicos al l 1 1n tt'ttL l'.n los materi,1les para el nuevo programa de los socialdemócratas se dice alegre-11 1 c n rc: « L1 revulucicin ele la eficiencia necesaria para el uso ele los recursos vincula trabajo y med io : trnbiente. Mejora la co 11 1pct i :: ividad de las empresas, reduce los costes ele la i mporta­ción de recursos . . _ ,, crcérera, etcétera. :_;¡ fuera así de fácil . . . (Willy-Brandr-HaL1s-Materialien ' 'Ei t 1 e neuc Pol i t ik der Arbeit" [ iV!atcrialcs de b \X!il ly-Brandt-Haus "una nueva po l ítica del t rabajo'' ] , Comisión para el progra ma del S PD, qui nta edición, e nero de 2005) .

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para relajar los precios del petróleo"] , Fl� 17 ele mayo de 200 5 ) . Por lo tanto la sugerencia de Thilo Bode de un crecimiento eficaz (Bode, 2005)

es contraproducente si nos atenemos a las consecuencias ecológicas. La es­trategia del incremento de la eficiencia se torna peligrosa cuando se la uti­liza para esperar, tras haber tomado las medidas necesarias, el abandono del régimen ele energía fósil. Éstas son -corno se mostró en el capítulo an­terior- amplias y por lo tanto tendrían que ser tomadas cuanto a.ntes para tener efecto cuando se alcance y quizá se sobrepase el p ico petrolero.

En el camino hacia la suficiencia se alcanzan por lo menos los límites del capitalismo fósil (cf. Wuppertal Institut 2005 : 1 67) , dado el hecho ele que disponen de otro modo los patrones ele consumo y ele producción, dándose más importancia al valor de uso que al valor de cambio en el marco en la organización ele trabajo y vida. Ésta es una estrategia que se orienta por la oikonomia aristotélica, esto es, por las dimensiones de las ne­cesidades limitadas ele una economía doméstica y no por la ausencia de límites que orienta al enriquecimiento crematístico. Sin embargo esta mo­deración sólo tendría éxito si el camino atraviesa los límites del capitalismo en dirección hacia una galaxia postcapitalista. El modo de producción ca­pitalista no se basa en la satisfacción de las necesidades ,humitnas dentro ele sus límites, dados por la pequeña comunidad (y nuestro intqcambio con la naturaleza en general), sino en el beneficio -y por Jo tanto e�1 Ja acu­mulación y el crecimiento- y con él una demanda sólo !.imi tada por el poder adquisitivo monetario. Así, el principio de suficiencia �n el seno capitalismo deja de tener efecto, ya que la falta de lírni�es - .

del capi talismo termina imponiéndose a los límites dela suficienc;ia. _El consumo promovido por la publicidady las limitaciones prácticas que compelen a la competitividad haran que el consumo y la explot�ción de los concursos no se detengan ante los límites ele la suficiencia. Las posi­bi lidades que ofrecen la producción y la dernall.da se agotan�, ya que el compromiso individual tiene más b ien un carácter apelativ.o sin ninguna eficacia. G ünther Anders ya analizó esta cuestión de manera pesimista en su obra La obsolescencia del hombre (Anders, 1 9 80) : lo que es posible acaba haciéndose. Las autolimit<{ciones ayudan como mucho a corto plazo. El individuo noble que no cede �1 las presiones sociales ele la reali­zación ele lo posi ble y al misrno tiempo a la ampliación de los límites de lo posible 110 existe más que en los conven tos, y en la época moderna los

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cnnvc11 tm. han perd ido rot!J su rckv:rnci:\ y su i n fl ucn ci:1 soc i :d . Li rerccn manera, for j ;i r una n 1 H.:v:1 a l ian;,;1 e n t re eco n o m ía , eco logía,

sociechd, prod u cci ó n , cons1 1 mo y naru r:1kz:i. (cons i s 1·en ci;1) , se d iscute rn u ­ch:1s veces sólo corn o una i nre!igenrc soli !c ión técn ica. La economía e s un ciclo económico y, mis :dLí del i n ev i table au mento d e l:i entropía, no genera desechos, ya que pueden reudiz:use i ntel igcnrcmenre. El c1m ino li:tcia una akmz:i em piez1 :1 1 l í donde Eermina la estrategia de l a suficienci: i : en esca vía h moderación no se ex:1lra como p rinci pio vita l . Se trata rrds b ien de I i m i r::i r l as posibi l i cbdes del i ncrcmenro de producció n y b demanda. El medio adec11ado para el lo es la in tt'rru¡x:ión de b congruenci1 mencionach en el cuarrn capítulo de h fonmción socd c::ipita l ist1, ias fucnres de energías l·osi les y la r:Kional idad inclmrrial de domin io del mundo, uti l izando f11cnres ele energías renovables en vez de fuentes de energía J-osi les . Así se derriba la mu ralla energét ica ya mencionada. La promoción generalizada de energí:is renova b les es el mccl io 1X1ra lograr l i berar :i la Tierra de b ca m isa de Fuerza del sistema energético fósi l cerrado y volver a un s istem:i cnergé Eico :ib icrro, que u ri l icc sobre todo la energía de los rayos del sol . Hay que reorganizar la producción y el con­c;u m o ·-·gue es tanto como decir la economía roda- para acfoptarlos a Jos c1m­bios naturales ele ia energía solar que posi b i l i ta la vich sobre b t ierra. Los :;eres humanos no rienen otrJ pos ib i l idad, ya que la dispon i b i l idad de las fuentes de energías fósi les por 1 11 1 bdo (input) y la capacidad de la naturn!eza para soporrar bs emisiones por otro lado (mrtput) están l imitadas. Ni que decir tiene gue l os vigifa ntes del statu 1uo y sus ayudan tes defenderán con ufí:1s y dientes b "nu1ral l a" con tTa un n uevo régimen basado en las energías renovables. Herrmann Schee r ya an;i l izó con deralle algu nas de las razones y se ocupó sobre rodo de b polfr i ca obsrruccion istJs Je las gra neles empresas cnl'rgéricas en PJemania (Scheer, 2005: J 23 y ss . ) . No obsrame el strttu quo del régi men de energías Fósi les t<i rnbién es defend ido co n mccfübs militares y mcdichs de subversión , irn i m i cbci/m, ch;1hraje, soborno y sabotaje (cfr. Pcrkins, 2005) .

Las fo emes de rnergí:1 al ! t-rnativas exim'n y esd n a nuestra d isposició n : Li energí:1 eólica, l a fotovoktica, la energía hidr:íu l ic1, Li en ergía rérmica , h energLi rn :ireom otriz, l:i b iornasa. N ingm1a ele estas fi.1 en tes ele energí::i puede s;1 r i sfoccr la co nd ición de congruencia de s isrema energético y capi­¡ aJ ismo que facili 1 ó en los 1'il ri mos dos o tres s iglos una dinim ica del cre­cim ien to ú n i ca en la b i srori :t de h h 1m1 J.nidacl . Esrn rnrnh ién se rcf-lere a

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las recnologí::is e le h id rógeno q 1 1e .�<" esdn el i fu ne! iendo como 11 uev:is fu en res

d e energía aunq ue no son m:ís q u e u na ft 1enrc de energía scrn ncla ria y n o

s e han logrado resolver de fo rma sarisfacro r i :i l a s cond icio nes para su a l­

rnacenarn ien ro en el t i empo y su trans¡:io rre en el espacio; au n que p uede

que Eso c;1 mbie . Much::i gente opina que se puede ma ntener la congruenci ;i ,

e¡ ue r;J n ven raj osa y p rácr ic::i resultó, co n las energías renovabl es . Pero es muy p robab le ciue �e demuestre u na i l us i ó n . Au nq ue en p ri ncipio sería po-·

sihlc reemp l aza r las fuentes de energía fósi l es y nuc leJ res con fuentes de

e nergías renovables en la generJción de eleu-ricidad, hoy en dfa esro e s d i ·­Hci l : en AJem::i n iJ se generaron en el afío 2004 u n os 697 m il mil lones de ki lmv1rios por hora (Kwh) , un 27,5 % de el los a través de la energía 1 1ucbr,

el 26, 1 % con l ign i to , el 22,8 % con hul la y el 1 0,2 % con gas na tural. Un 60% de la generac ión de dectric idacl se basa por lo ta nto en las energías fós i l es y <1dern�s casi un 30t){i en la energía n uclea r. Estas cifras no m uestran solarnenre e! pred o m i n i o de bs i n d ustr i as fósiles y n ucle::i res y de las em­

presJs energéric:.is que p roveen sus servicios, s i no que ta mb ién demuestran la fuerza de los in tereses que i nfluyen en Ja pol ítica energétic::i . Sólo un 1 O % de l a generación ele elecrricidad p rocede del uso de f1 1er: res de energías re­

novab les. Sin eluda se podría cambiar esa situación ::i fa vor de las fuenres de energí:Js renovables, como d em u estran los d:itos de ios países ele h U n ión Europea. El p romedio de las energL1s renovab.les en la gen er:ic ión de electricidad es de u n l 5% e n l a Europa de l os 1 5 y debía incremen tarse hasta uq 22,0 % en e l afío 20 10 (Di ekma n n y Kemfert, 2005 : LÍ'Í2) . Y::i topamos con fuertes limitaciones en h susti tución de las fuentes ele encrgL1 fósiles ror fuentes de energía renovables en los combustibles par:i. a l ltomó­

viles. Es casi i mposible adapta r los automóviles fabricados para el uso ele combusti bles fósi l es (gasol i nJ, d iésel, queroseno) al uso ele biocornbustibles

sin modificar radi calmente los sistemas de tr:ífico, nuevos conceptos de rnovi l itfad n i 1 1 11 nuevo papel de b agricultura co rno econo m ía energérica. El ca mb io de régi men energérico exige camb ios en la man era de p rod ucir y de vivir. En este con texro t: rn1 bifo hay que consider::ir la red ucción del consumo energét i co (a rravés del aho rro de energía) en gen eral , es dec ir, b reducción del n ú m ero de n uestros "escbvos energéricos " .

N o pod r:í consegu i rse n u nca una m1ev::i congruencia de eneq;ia y pro­du cci ón si l as e�:t:ru cturas ele p rod ucción y co nsumo s iguen siendo ! :is m is­

m as que se crearon para e l régimen de energías fós i les . Ésta es una razón

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i mportante por la que la sociedad solar sólo puede hacerse realidad con y en el marco ele una economía solidaria. Ésa es una pauta que ya siguen va­rios i n tcmos prácticos en todo el mundo. Se trata de una tarea hercúlea cuyo cu mpl imien to no puede lograrse a corto plazo. Existen ciertamente las al ternativas convincentes y creíbles "en el seno de la sociedad'', alterna­tivas que ta m bién pueden justi ficarse con argumen tos éticos (véase por

cjernplo Sachs, 2005) . Es crucial para el futuro de la humanidad usar la rasa mix:ima <le extracción de petróleo (pealwil) como oportunidad para el cambio. Si no se realiza ahora, dentro de poco podría ser demasiado tarde.

¿Tienen una fuerza trascendente estas al ternativas al capitalismo tal y como lo co11ocemos? ¿Serán el comienzo de un cambio de paradigma o se quedarán finalmente, como si de un caracol se tratase, atrapados en el "ca­parazón Je sumisión capitalista"? El autor no puede responder a esas pre­guntas. Es la h istoria quien ofrece bs respuestas, y la historia es el resultado de le práccica de personas conscientes en el «contexto mundial» creado hoy por la globalización (Kofüer y Melber, 2002: 1 47, 1 53) . Sin embargo, mos­trar las ;tlternativas q ue existen en el seno del capitalismo para una sociedad desglobalizada, solidaria y solar y mencionar las restricciones sociales, po­líticas, económicas y ecológicas es fundamental para la práctica social y po­lítica y p uede influirla. No es mucho, pero al menos así p ueden aportarse argumentos convincentes ele que la existencia de otro mundo, cuyos· con­tornos (todavía) no conocemos, más allá del capitalismo tal y como lo co­nocemos, es posible .

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Capítulo noveno

Mundos posibles. De la ciencia a la utopía*

«¿Dónde queda lo positivo!», se pregunta Erich Kastner. La pregunta, después de un extenso análisis del capitalismo tal y como lo conocemos, está justifi­cada. «No basta con exponer lo existente, sino que es necesario pensar en lo deseado y en lo posible» (Goda, citado en Bloch, 1 973: 1 602) . Elcapitalismo no llegará simplemen te a su fin como si después nada hubiera. -No está sólo el mundo real, tal y como se nos presenta, sino que tambi érJ. h::ty n�undos po­sibles que pueden crearse. En el capítulo ocho vimos cómo puede desarrollarse . · una economía y sociedad solidaria y sostenible a partir de las crisis' de la so­ciedad capit<Ll ista . ¿Se diferencian éstas de forma positiva del 1tmndo presen�e o no! ¿Son una respuesta posible -� la pregunta de Kasn�er! Esa cuestión irre- . suelta inquietó a Leibniz, quien se preguntó por el motivo suficiente por el que el mundo reaJ nació de un sinfín de posibilidades como el «mejor ele todos los mundos posibles.» Su respuesta: es la voluntad de D ios, que tomó la mejor elección. Éste fue el tema en el primer capítulo de este libro: b encarnación

de lo positivo es siempre la realidad histórica dada. El último capínJo debe tratar por 10 tanto de la cuestióri -de cómo se desarrollan otros mundos -si se desarrol lan- más allá del capitalismo , de forma perspectiva. No podemos jus­tificar la real idad existente, tenemos que ocuparnos de las utopías.

* El títu lo del capítulo es, obviamente, uua referencia a la obra de Fi-iedrich Engds de l 880: Del socialismo utópico al socialismo científico (Die Entiwclelw1g des Sozilliis11111s vo11 cler Utopie wr VVissenschajt). (N. dd T.)

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También para Roben Musil las posi b i l idad es n o son menos reales que b rea l i d ;:i d . En El hombre sin atributos escribe q u e bs posi b i l i d :i_des c i enen a lgo «d ivi n o e n sí, u n fuego, un vuel o , u n espír i tu constru ctor y u n u co­p i s m o consc iente q u e no teme ;1 l a rea l idad , s i n o q u e la trata como p ro ­b lema y como ficc ión . . . E s la rea l idad l a q ue d esp i erta l as p os i b i l i d a d es y n ::ida serÍ:l m::ís eq uivocado q ue negar esto» (Musí ! , 1 978: 1 6) . El a n ál isis c ien tífico de l m u n d o que se ha rea l izado q uedaría i ncompleto si no se i nves r igasen tamb i é n l as po tenc i a l i dades que contiene y no se real izasen rnedi ;i n te la p raxis . «Lo realmente posib le com ienza con el em br ión , q u e con tiene e l p o rve n i r» , escri b e Ernst B l och ( J 973 : 274) . N o v i e n e d e Fu era, s e desarrolla de forma p rktica como u n a pos i b i l i dad q u e se vuelve rea l idad , segú n un plctn de construcción u tópico. Cont r i b uyen a él los movi míen tos pací llstas y los fem i n i sras, las cooper;i t i vas y muchos o tros

m ;ís.

Decir con el movi m i en to antiglobal ización que "otro m u ndo es pos i ble" es por l o t:ulto más b i en una l i m i taci ó n , ya que mundo posible sólo existe e n plura l y porque la real idad históric1 se material iza, ele l as muchas posi­b i l i dades existentes, ; i través de la p raxi s socia l . Los científicos (Naturwis­senschrrfiie1) argumentaría n con el cérmino de probab i l i dad . Sólo el mis probable de los muchos m u nd os posibles tiene la oporru n idad de conver­tirse en u n a real i dad. ¿De qué d epende la probab i l i dad? Por un lado ele la persistente "fuerza normativa de lo fáctico " , o sea, de las l i mitaciones pric­ricas a l as que l os " realistas" conservado res ceden y que ejecutan con sus pr<'icricas po l ít icas. Pero también es la fuerza de l as utopías, d e l as i deas so­ci::iles :i l rernativas que no a ceptan la real idad a p i es j u mi llas s i no gue tratan de cam b i a rla , por l o gue la p robabi l i d a d de la realización de otro m u ndo aumema. El f u tu ro csd abierto, se consrruye desd e el presente. Puede in­flu irse en bs co n d ic iones gue d etermi nan la prob;ibi l i d a d de la fact ib i l idad de otro m u n do enrre otros posibles. Por una parte h eredamos l as condi­cio nes dd pasado, espec ia lmente si consideramos su existencia en la forma d e un;:i i n fraestructu ra rnoldead;:i en horm i gón y escu l pida en p iedra . Por h orra , se reconstruyen exrcrnamente, por ejemplo med iante los p rogramas

d e reajuste estructural de l as i nst i tucio n es fi nancieras i nternacionales, que no perm iten n inguna alrernaciva al "consenso de Wash i ngton". Esro p uede d ificultar el d espegue ele las i deas u tópicas, impid iéndoles su desarro l lo y q u i d n d oles su fuerza transform a d o ra en la p ráctica. La continuació n de

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j: . � .,

lo que ya existe ("che same proceclure es every year") se convierte en el prin­

cipio de actuac ión d o m i n a n re. *

La utopía concrera, en el sentido que le d a Ernst Bloch , e s m u y d i ferente

a las utopías abstraccas de aquel los ucopiscas que se l i mitan a confront;ir la

re;il i da d con u n a i m agen de l o bel lo y l o m ej o r s in mostrar cómo puede

d esarrol larse en concreto la utop ía ele las con d i ciones sociales existentes y gué sujetos y g u e práct icas se ocupan el e su des;irrol lo . Los i n tentos por

crear una soci edad a partir de Ja i m agen abstracta de otro mundo tienen

su or igen en los escr i corios de l os « i ngeni eros soci ales (a p;ini r de la razón

p ura) » (Blocb. , 1 973 : 676) y están con denados a fracasar. S i n embargo, la ;:i lternariva no cons iste exclusiva mente en colocar el anál is is c ientífico y la extrapolación en el l ugar de las anti cipaciones utópicas con m ed ios inade­

cu ados. Insisti r en la objetividad c ientífica y la convi cc ión de que la h istoria

transcurre el e acuerdo con leyes "de h ierro" deb i l i r;i a1í n m is la vol u nt;id

de poner las a lternativas en p dctica (B loch, 1 973: 677) . L;i u topía no debe

pues contraponer de forma ::ibsrract;i la i m agen ele unJ época dorada a l a

rea l i d a d actual y l a ciencia no debe l im i tarse a desarrollar " l eyes del moví�

m ie n to" ele l a sociedad en que vivimos. Éste es también el enfoque de fo critica fem i n ista de la economía política. "The End of Cap i ta l i sm (As 'Xfe

Knew lt)" se entiende sobre tocio como u n d iscurso, como una deconstruc­

ci ó n de la economía polít ica marxista que deja poco l u gar p;:ira i n terpre­

tac iones y movimi entos alternativos (Gi bson-Graham, 1 996) . Importante

como pueda ser, no sust irnye al análisis de los l ím ites reales de la acumu­

lac ión cap i tal isca (con tradicciones i n ternas y l ími ces n aturales del suminis­

cro energético) y la u ropía concreta; que asegura ;isí sus potencia l idades.

La utopía concreta comprend e tanto e l térm ino (Begriffi com o también

su ant ic ipación ( Vorgriffi esto es, e l << marxismo . . . es sólo un conj u n to de

i nstrucciones para actuar si e l concepto (Begriffi es, al m ismo tiempo, su

anticipaci ón (Vorgriffi : la meta anricipada concreta rige e l ca m i no concreto»

(Bloch, 1 973 : 678) . Un ca m ino anticipado por Marx en sus Tesis sobre huerbflch, en l a famosa clécimopri mera tesis : «Los fi lósofos no h a n hecho

* "The same proccdure as every year" es una línea de d iálogo de Dimur for one, u n ce­lebérrimo sketch cómico de 1 1 minutos producido por la NDR (Nordcleursche Runf"unk) en 1 963 que se em ite anua lmente en la noche de Nochevieja en las relevis iones de Alem:mia y Ausuia. (N. d el T)

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más que i n-terpretar ele diversos modos el mundo, pero de l o que se t rata

es de transformarlo» (cf Marx, MEW, tomo 3, p. 7) . Sin embargo , la u topía con creta esd Fi.jada al suelo de la sociedad capi­

talisra por pesadas anclas y no p uede e11 co11secuencia al zar el vuelo. Por el lo la pregu n ta de Kastner trae a la mente la advertencia de Antonio Grarnsci: en los estados nl<Ís cles;lrrollados la sociedad civil «se ha convenido en una estructura muy compleja, capaz de resistir las i nevitables " irrupcio­nes" catastról-1.cas de h economía (crisis, d epres iones, etc.)» (Gramsci, 1 967: 345 y ss . ) . La experiencia corrobora su afirmación. Tamb ién Georg Fül­henh (2005) se refiere a esa experiencia para expresar su escepticismo con re:;pecro a un rosiblc colapso del sistema. Al fin y al cabo, el sistema capi­talista salió i·eforzado de sus grandes crisis en la " época de lo extremo" (f-Iobsbawn, 1 995) . Las transformaciones sociales y políticas acaecidas tras las grandes crisis del siglo XX costaron incontables víctimas durante dicta­duras y guerras y podría ser que el siglo :XXI no se distinga en demasía a este respecto del precedente. Los defensores del sttztu quo destruyeron con una violencia brutal las posibil idades contenidas en determinadas situacio­nes históricas. Es ro se repite incluso hoy, tal como hemos visto en el octavo ctpítulo . Los mundos posibles no se encuentran, p ues, dentro de una am­plia gama de ofertas para elegi r l ibremente. Dominan, de forma concreta y ueutral, el .cálculo de probabi l idades o la voluntad divina. El m undo real es el resultado de conflictos, ele l uchas sociales.

Gramsci no sólo subrayó la resistencia de la sociedad civil a pesar o in­cluso debido a su�; crisis, sino que t�unbién planteó la pregunta de bajo qué condiciones puede socavarse la hegemonía de la burguesía y ser reemplazada por la hegemonía de las clases subalternas o la izquierda política. Gramsci tenía en menre a Jas sociedades basadas en el Estado nacional, con su corres­pondierrte cultura e historia, y éstas eran cruciales para Ja resistencia ele las estructuras de la sociedad civil contra los shocles de las crisis económica. El fi­lósofo sardo describió la cornplej idad ·de los coliflictos hegemónicos- como u na «guerra de posiciones>>, ya que ante las casamatas de las instituciones ci­viles la guerra ofrllsiva y de movin1 ientos fro ntal se queda finalmente redu­cida a los círculos defensivos. L1 t erminología militar u tilizada por Gr�m1sci es u n problema, pero el m ensaj e es claro. Hoy la situación descrita p o r Gramsci e s aún rrds complicada, dado q u e los procesos económicos mun­diales, conflictos políticos y relaciones de clase infl uyen en bs estructuras

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de la sociedad civil. Así corno el poder se distribuye en el espacio global en economía, po lítica y sociedad, así también l as casamatas protectoras de las i nstituciones de la global governance. Se protege a éstas a través de bastio­nes ele Estados poderosos que no dejan ningún espacio a p osibles conten-· dientes desde el que p oder actuar. Además, las utopías concretas en el mundo se distinguen entre sí por las experiencias, la cu! tura, el desarrollo económico y la nacionalidad, así como la pluralidad de posibilidades en los tiempos de la globalización posee una dimensión geográfica.

Gramsci no pudo haber pensado en otra evolución que la que nuclea este libro: el hecho de que el capitalismo y las estructuras de la sociedad civil pertinentes a él no llegan a sus límites a causa de sus contradicciones internas, sino sobre todo debido a los límites externos de la naturaleza. Pero estas contradicciones están, como hemos tenido oportunidad de se­ñalar repetidamente, internalizadas en la actitud capitalista hacia la natu­raleza, y en consecuencia son exactamente tan inherentes al capitalismo como las contradicciones sociales procedentes de las condiciones del trabajo asalariado. Las menguantes reservas de petróleo pueden desestabi lizar el modo ele reproducción del capitalismo. La sociedad y la política p ueden desarrollar mecanismos de defensa que tienen un efect\) es tabilizador contra con fl ictos sociales y tendencias de crisis económicas, . tal cori.1� sostiene ·

Gramsci. Contra los límites de la naturaleza en los recursos (sobre todo el p ico petrolero) y su agotamiénto (colapso climático) esto es mucho más · .

difícil y quiz<Í. incluso -me expresaré con precaución- no tenga ninguna esperanza. El cambio en la relación entre sociedad y naturaleza exigido es tan radical que cuestiona las formas de reproducción transm.itidas en el ca­pitalismo tal y como lo conocernos, y con ellas, también la hegemonía de la burguesía. Al llegar a los límites del régimen de energías fósiles es tanto más cla�o lo importante que es la relación entre sociedad y naturaleza para la rep rod ucción económica del sistema, para el poder político, para la he­gemciíiía ddos don1ír1adores. También se evidencia la pobreza ele la ma­

yoría de la l i teratura sociológica al respecto, porque la relación entre sociedad y naturaleza normalmente se encuentra más allá del horizonte de su comprensión y, en la mayoría de los casos, también más al1á de la curio­sidad teorética. El límite de la naturaleza aparece corno un b loqueo al desa­rroJlo con el cual muchas posibil idades quedan excluidas. Esto vale especialmente para todas aquellas utopías que con�ideran los recursos pfa-

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netarios corno un cuerno de la abundancia que emanará para tod;i la eterni­dad . Las utopías que se basan en esta suerte de consideraciones se nos anrnjan abstractas, i rrealizables por su praxis concrera y su evolución subsiguiente. No pueden desarrol larse a partir del mundo real porque les falta l a porencia­l iclad. Al m ismo tiempo, la l i m i tación de los recursos natur<lles son no obs­tante una e ncruci jada que ofrece n u evas pos ih i l ic lacles sobre l as que sería inadecuado e imposible razonar sobre b base del régimen ele energías Fósi les. La dirección de la tendenc ia cambia. No sucede por sí solo ni ocurre de un día para el otro. ¿Pero cuánto .t iempo puede durar el periodo de transic ión?

Otro mundo e s posibl e, como postula, con optimismo, el movim iento an tiglobal ización . Otro m u ndo es necesario, d i cen aquellos que son cons­cientes de la s i tuación dra 1�1ática a. la l uz del peak oil y cuentan con que, den tro de un plazo h istóricamente corto, pocos años o como mucho déca­das , h ab d que realizar un cambio p rofundo en l as condiciones l aborales y ele vida de l a poblac ión abandonando las fuentes de energías fósi les y sus­tituyéndolas por energías renovables. No es una cu est i ón de tecno logía ,

aunque muchas veces se reduce a las al tern:itivas de po l ítica energética, a au mentar b eficacia de la extracción , de l transporte y de la co¡nbustión d e energías fósiles (cf por ejemplo el Informe H i rsch , 2005) . L a cuestión con­lleva más bien conflictos h egemónicos , conflictos con los representantes de los vendedores de energías fós i l es , l as graneles empresas energét icas y sobre todo con los operadores de l as centra les nucleares que ofrecen la ener­gía nuclear como una a l ternativa a l as menguantes reservas de petró leo .

En el octavo capítu l o se habló de l as ;il ternativas de l a econom ía solida­ria y la sociedad sosten ib le. La economía sol idaria y sosten ib le no es nada más que el tomar p< Htido a favor de l os "utopistas" posib i ! istas . Se trata de aprovechar las posibi l idades que ofrecen los desarrol los actua les y usarlas para realizar el mundo pos ible . Este proceso s iempre tiene l ugar en el marco de un confl icto político global con los " real istas", que obedecen a l as c i r­cunstancias ele un régimen energét ico , el fósi l , aunque éste esti l l egando a su fin . En estos con fl ictos puede ganarse nuevos espacios para desa rrolla r alt ernativas que h oy aú n no podemos prever. ¿Cómo clas i fi c:ir l as nume­rosas requeíias in i ciativas l oca les hacia una sociedad sol idar ia y solar dentro del contexto mundial? ¿Y cu:í l es la relación con las alternativas pol íticas rnacroeconómicas? ¿Qué impu l sa a los movi m i e n tos a l uchar por alterna­tivas p3ra u na economía sol idar ia , pa ra una sociedad solar?

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Para responder a estas pregu ntas debemos arenemos al tiempo. En la línea tempora l que va del pasado al presente nos sentimos en cierto sentido como en casa, seguros porgue anclarnos en terreno conoci do. Se puede dis­cutir sob r·e las i nterpretac iones ele estad ísticas , informes o anál isis. Pero lo que pasó no puede deshacerse o cambiarse. Para ana l izar el presente co mo

historia hay reglas, basadas en métodos científicos, a las que i ncluso «el de­tective más frío» (Bloch, 1 973: 1 62 1 ) t iene que atenerse. S i n embargo, la actual idad no es "objetiva", s ino que está d isputada . Uno puede reconstruir su prop ia h istoria retrospectivamente o fals i ficarla . Así puede crearse una identidad falsa, pero no se puede convertir lo falso en verdadero y sentar así las bases para el futu ro . Tarde o temprano lo fals ificado es descub ierto. Hay que luchar por l a i nterpretación ele la h istoria y cuanto más cerca se encuentra ésta de nuestro p resente, rn:ís fuerte hay que luchar.

La seguridad del anál is is como "pronóstico poster ior" no existe en el período de t iempo que va desde el presente hacia el futuro. No tenemos ningün anál isis de Jo que todavía no ha suced ido y los pronósticos no son por lo común más que una sustitución miserable. Los científicos exigen concretamen te poder a nt icipar Jos resultados de las acciones de muchas personas y calcular las correlaciones del futuro, en suma: u n disparate. En la mayoría de los casos se p rolonga el presente, l l amándolo "presente plus" . Donde no hay alternativas se p ierde la esperanza. Hoy en clfa está at'1 11 más just ificado que en l a época en que Volraire escribió Cándido, hace trescien­tos años, burlarse con sarcasmo de l optim ismo que se deriva del aserto fi­losófico ele Gottfried Wilhelm Leibniz de que e l mundo real es e l mejor de todos los posibles. Si ha ele real izarse "el mejor mundo de todos los po­sib les" , será a través la pr;:ixis reflexiva del ser h umano m ismo , a través ele un proceso d iscursivo de " invest igación colectiva", como expl i có el socia­l ista de izqu ierdas Lel io Basso en los años sesenta y setenta. Éste es el víncu­lo entre e l anál isis científico y la utopía.

Las numerosas in iciativas p rácticas existen tes en el mundo son prueba suficiente para sal i r de la fatal i dad de la falta de a l remativas . Hay un tipo de currículo para el periodo desde el p resente hacia el fu turo. No se trata s i n embargo de n i ngún "retrato" del mundo que se h izo real , y g11e ca rece sólo de l a clar idad de J a real icbd . Prever, según Anton io Gramsci, s ignifica «observar correctamente presente y pasado en cuanto movi m ienro; observar bien qu iere decir ident i ficar con exacti tud los elementos fun darnenrales y

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perma nen tes del proceso. Es em pero absurdo pe nsar en un pronóstico pu­rámentc "objet ivo" . . . » (Gramsci, 1. 967: 3 1 9) . El fl.ttu ro no es un hecho que resul t e e le una prolongación ele pasado y presente, sino algo q ue se hace . No es «algo que surja del pensamiento , si n o que hay que descubri rlos en los hechos rnateri<i lcs de la p roducción presente por medio del pensa­rnie 1Ho» (Engcls, ME\Xf: tomo "! �l , p . 2 1 0) . Se trata, pues, de l a potencia­l idad en hs circunstancias actuales. Pero éstas no contienen un solo futuro, sino var ios futuros posibles. En consecuencia, 110 se puede tratar sólo de descubrir «los hechos materiales de la p roducción presente» , sino de con­cretar uto p ías y debatir su realización práctica, pues proyectar « los hechos materiales de la p roducción presente» en el fururo carece de sentido, si la base energética de la producción , y por lo tanto la congruencia de capi ta­l ismo, racional idad, sistema industrial y energías fósi les se agrieta y deja de estar garantizada. El momento en que se ha sobrepasado el cénit de extrac­ción de petróleo es también un p unto de inflexión para las ideas de una sociedad alternativa. Hay utopías que requieren un régimen de energías fos iles en funcionarniento, lo que, tras el pea/..: oil, ya no existe, por lo que pi erden concreción y se tornan abstractas en un sentido negativo. Hay que descartarlas de la rnultipliciclacl ele rnundos posibles. Esto vale para los p la­nes tL(cn icos para el futuro basados en «los hechos materiales de la produc­ci<m p resente» con la automatización ele empresas y hogares, movilidad il im i tada y una oferta ele b ienes de consumo que no deja nada sin satisfacer ningún deseo. Otras u top ías se vuelven concretas tras el pico petrolero aun­que 110 lo fue ron antes, mientras habfa suficiente petróleo disponible. La regionalización de la economía m undial, la deceleración ele la producción y del transpone ("slow down'') , la "descompresión" de tiempo y espacio, l a "desglobal izació 11" dejarán d e ser sólo ideas para convert irse en posibilida­des q u e necesariamente tienen que ser convertidas en una real idad. Hay m uchas variaciones posi bles. La rn<mera en que han de realizarse la l ibertad, la justic ia y una vida buena no esl á .definida de antemano. Sólo determi na: y d en omina el terri torio en el que la u topía concreta se vuelve real iJad.

M ucho depende de la estimaci ón ele la disponib i l idad fu tu ra del petró­l eo. Que d petr<iko y 0 1.ras fuenLes de energías fosiles se están agotando es

algo que nad ie d iscute, ya ciue niPgún ser vivo p uede cambiar la fin i tud d e los recursos. Lu que s e Lliscu le e5- el marco de Liempo. ¿Se sobrepasad e l pico petrolero (¡mil< oi! ) dentro .Je pocos aflos o bien dentro d e algums

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décadas' Es d ifícil dar u na respuesta, ral y como se expuso en el análisis del capítulo s iete. Sólo u na cosa es segura: kty q uc trabajar desde hoy mismo, mafianJ a más tardar, eú la búsqueda ele alternativas al régimen de energ ías fósi les . Pero, ¿será posible ajustar esa alternativa en la cunisa de fuerza de las infraestructuras del régimen ele energías fósiles o se imaginará como utopía concreta otro mundo posible basado en las energías renova­b les? Aunque el p i co petrolero tarde décadas en alcanzarse, el conflicto tiene ya l ugar hoy en día. Los v igilantes del statu quo juegan con los tiem­pos, también con la esperanza neoliberal de q ue se podrá encontrar una

solución técnica al p ro blema energético sólo s i suben los precios de los combus tibles y si se vuelven rentables las inversiones en la extracción del petróleo no convencional (arenas bituminosas, pizarra bituminosa, carbo­l íneo, petróleo en alta mar) y la tecnología nuclear, sobre todo en los reac­tores nucleares de fusión. Entonces podrían con tinuarse ut il izando todas las infraestructuras (por ejemplo para automóviles) y el sistema ele gobierno podría seguir funcionando como a comienzos de la época ele energías fó­s iles. También podrían continuar y renovarse los mismos estilos de vida, los patrones de consumo y producción y con ellos los patrones in terpreta­tivos fósiles de la cul tura política. Y el capi talismo no l legaría a su fin si los límites de la naturaleza resultaran inexistentes. Posiblem ente funcionaría menos racional y efici entemente sí no se bombease el crudo l igero árabe en l as refinerías para satisfacer la creciente demanda global de petróleo, sino que se t uvieran que extraer y refinar los petróleos no convencionales con u n elevado coste energético. Con todo, los elevados costes podrían re­dis tribuirse desplazándolos del cap ital a los t rabajadores y ocasionando nuevos daños a la naturaleza. En cualquier caso los confl ictos aumentarían. Conflictos que no tendrían lugar con un régimen basado en las energías ;d ternativas, pues los conflictos se corresponden a la lógica tradicional ele conflictos por el reparro de los recursos, en los cmles, y a l o largo de siglos, las clases dirigéi1tes han poclklo adquirir 1Í 1 ucha experiencia . La expansión de la tecnología nuclear tendría como consecuencia, entre otras cosas, el riesgo de una proliferación incontrolable de armas nucleares. Esta sería la peor de todas las uto p ías, un futuro confl icto nuclear q ue converti ría a la Tierra en un in ficrno. El régimen de energía fósil alcanzaría en cualquier caso sus lími tes no en menor medida si se extrajesen a gran escala los pe­tróleos inusuales: las arenas b i tumi nosas en CanacM o en Venezu ela, el car-

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hol íneo en l c>s EE.UU. y en el Bált ico o e l petróleo de las p rofund idades marinas en la costa de Bras i l y el petróleo irt ico en e l Mar de Barent:s. Como se valor iz:rn h extracción y la gan:mcia en medidas monetarias (es deci r eco­nómic;1s), puede j ustificarse económicamente el elevado coste de energía y material que exige la extracción ele petróleo i nuswd si aumenta el p recio del petróleo convencional, especi:tl mcnte s i puede apl icarse otra forma de energía eco nóm icamen te barata como la energía h i drá ul ica, con lo que merece h pena transformarl a en energía Fósi l ele petróleo. S i n em bargo, energética­mentc puede resultar ;ibsoluramen te i rraciona l , porque e l gasto e nergético es mperior a la ganancia, as f que el EROEI (tasa de retorno energético) se v11elvc negativo. Este hecho tiene una i mportancia crucial en la medida e n que l a prod u cción d e energía aumenta inevitablemente l a entropía y l a ge­neración ele energía no basta siquiera para compensar el coste energético. En cualqu ier caso, el aumento de la entropía supone una merma de l as con­dic iones natm:i.l es. Aqu f p uede verse claramente gue economía y ecología acaban entrando en contr:idicción y que las rebciones entre sociedad y na­tur:ileza l l ega n en el capital ismo a sus l ímites. Estos se convierten cada vez más y más en l ímites sociales, y3 que se forman m ovim ientos sociales que crirican esra i rracionalidad energética y l uchan contra el la por l as consecuen­cias devastadoras que tienen sobre la naturaleza y sobre l a vida h umana.

No sería i gua l si la sosten ib i l idad y la sol i daridad se convirtiesen e n los principios rectores d e upa utopía concreta. Entonces no sólo estarían sujetas a la negociación las Fuentes de energía, s i no también las formas de emplear­las. Habría que adaptar l as i n fraestructuras, por ejemplo si ya no p ueden satisfacerse las demandas y necesi dades de movi l idad con e l automóvi l en el tr"fico i ndivi d ual ; si la planific:i.ción urbana ya no se divid i ese entre vida, trabajo y ocio, s ino. que se tuviese en cuen ta la cercanía ele estos Jmbitos de la vida; s i hubiesen de construirse casas de forma dist inta par3 que no se tenga q 1 1 e ca lent:u-bs en i nvi erno y c l imatizadas en verano. Se trata d e tareas para e l co njunto de l a sociedad, n o p ueden realizarse sólo a n ivel loc:1 l . Es por lo ranto importante i ntegrarlas e n un proyecto a l ternarivo que incluya tanto un Clmbio d e las estructuras temporales entre trabajo y re­prod ucción como d esvincu lar sala r io y rendimi e nto. Se trata de a lgo más que la red ucción d e la j ornada laboral gue forma parte de tocio progra ma político a lternativo, ya que el objetivo es un cambio de l as estru ctmas tem­porales. D icho cambio no es una consecuencia automática de la red L1cción

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de jornada. Equ ivale a l ln abandono del procluctivismo que se desarrol ló e n el m:uco d e !a revolución fósi l- industria!, que dom i nó la vid;i de la gente y que s i rvió tan fantásticamente las co nd icio nes para la va lo rización y arn­m u hción de capital que el capiral ísmo ha podido celebrar como verdaderos tr iunfos en los aprox i m a damente ú l ti mos doscientos af'tos en lo gue se re­fiere a la produ cción y el bienestar (cal y como vimos en el capítulo quinto) . La o tra cara de la moneda son l as destructoras crisis económi cas y socia les (cap ítulo sexto) , las i nj usticias sociales h asta l a exclusión de g ra n des partes de la h u man idad del uso del bienestar prod u ci do, en ocasiones con u n a vio­l encia que no sól o t iene como consecuencia la exclusión, s i no también in­c luso l a extinción soci a l y a veces hasta ffs ic; d e l os seres humanos. La destrucción de l a naturalez::i sólo puede detenerse s i se pone fin a l a explota­ción de los recursos naturales al servicio del productivismo y la sobrecarga en las d iversas esferas de l a n aturaleza. Las expli caciones en el octavo capítulo sobre e l papel que j uega e l Estado en este proceso de l a real ización de lo po­sible aquí no pueden más que subrayarse. Apenas puede concebirse que enor­mes tareas como son l a real ización de una sociedad sosten ib le y sol idaría pueden !levarse a cabo s i n el despliegue ele un abanico ele b ienes y servicios públicos a nivel l ocal, nacional e i n ternacional y s i n una política económ ica, social y energética (no apoyada por los conservadores que mantienen el .rtatu quo) que se abren hacia las alternativas de sostenib i l idad y sol i daridad.

En las refl exiones sobre alternativas, así como en la observación d e las transaccio nes en la relació n e ntre naturaleza y sociedad, n�o puede p'rescin­dirse del út i l i nstrumental de l a eco nomía pol ítica y de l a econon;ía ter� modi n á mi ca . Esta ú lt i nu afirma gue la extracción de las energías no convencionales, es decir, l as energías fósiles y n ucleares, posiblemente ter­m inará requir ien do tn<'ÍS e nergía ele lo que se puede extraer de ellas . Esta irraciona l i dad ten d rá efectos económicos . La eco nomía termod i n ám ica también afirma que h ay que considerar el ciclo entero de en ergías y mate­r i as , incl uyendo sus "efectos externos", si se quiere hacer u n balance. Y en­tonces podría ser -y l a p robab i l i dad de que así sea es m uy a l ta- que el régimen de energías fós i l es req u iera cada vez m ás e nergía para poner a dis­pos ic ión b energía fós i l (y la nucl ear) y que l as emisiones l fquidas, gaseosas y sól idas pongan en pel i gro la capacidad reprod uctiva ele l os s i stemas na­turales y por lo tanto la evo lución ele l as especies. Esta "observación exacta" es l a sól i d a base anal ít ica el e la u topía concreta ele una sociedad sostenible

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y solidaria . . La economía po lít ica y su crítica, p ueden mostrar por su parte q ue el niercaclo y el poder apoyan las persis ternes fuerzas de la inercia y de qué forma y cómo éstas cat1san cíclicamente crisis, en ocasiones catastrófi­c:is , que perturban la vida de mil lones de personas motivándolas a la bús­q ueda pd.ctica de las u topías concretas ele sol idaridad y sostenibi l idad y con tra los beneficios, el recorte de Jos servicios sociales y la destrucción

n1cdioambicn tal. Son sobre todo las circunstancias y las ideas brillantes la chispa que enciende las utopías concretas , en todo el mundo, en cada parte de t'l, de forma diferente. Esto es lo posi tivo, señor IGs tner.

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Índice

Presentacion 7

Prólogo a la edición española 13

Prefacio 2 1

Introducción

Contradicciones internas, shocks externos y alternativas convincentes 25

Capítulo primero

¿Fin de la historia igual a capitalismo sin fin? 39

1 . 1 Tiempo y espacio, crisis y transformaciones 39

1 . 2 ¿El fin de la historia? 44 1 .3 Capi talismo como religión 48

1 .4 El capitalismo tal y como lo conocemos, ¿el mej or de

los mundos posibles? 49

Capítulo segundo

Disputas en torno al concepto de capitalismo 55

2. 1 Capital y capitalismo 56

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