25760077 el buen criterio como elemento fundamental en el liderazgo
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Chris DeRoseProfesor de la University of Michigan School of Business y socio de la Global Leadership Partnership de esta misma institución.
Noel M. TichyDirector de la Global Leadership Partnership de la University of Michigan School of Business. Es autor, entre otros, de The Cycle of Leadership: How Great Leaders Teach Their Companies to Win, The Leadership Engine, Control Your Destiny or Someone Else Will y Judgment: How Winning Leaders Make Great Calls, escrito junto con Warren Bennis.
El buen criterio como elemento fundamental del liDERazgo
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E s evidente que usted no contrataría a alguien de quien pensara que no tiene buen criterio, pero,
cuando pide a los consejeros delegados o a los líderes de las organizaciones sin ánimo de lucro que definan lo que entienden por buen criterio, normalmente se lo tienen que pensar.
Creemos que, en última instancia, el buen criterio es la esencia del liderazgo. A un líder se le juzga por el rendimiento de su organización, y ese rendimiento depende de las decisiones que tome dicho líder. Algunas de estas decisiones son de gran calado, como a quién elegir para los puestos clave, mientras que otras son más livianas, como, por ejemplo, cómo gestionar la introducción de un producto al mercado o un cambio de política. Sea cual sea la relevancia de las decisiones, éstas exigen que el líder haga uso de todos los datos que estén a su disposición para determinar cuándo y cómo actuar.
En Handbook for Leadership Judgment distinguimos entre criterio y toma de decisiones (ese texto forma parte del libro Judgment: How Winning Leaders Make Great Calls, de Noel Tichy y Warren Bennis). Muchas de las publicaciones académicas y de la sabiduría popular sobre la toma de decisiones culminan en un momento clave: el instante en el que el líder toma su decisión. Nosotros, en cambio, entendemos el buen criterio como un proceso que se desarrolla en el tiempo y que incluye tres áreas: las personas, la estrategia y la crisis. Este proceso o bien no ha sido analizado, lo cual obliga a los líderes a escoger un proceder de manera inconsciente, o ha sido abordado de forma excesivamente lineal. En nuestra experiencia, el proceso de formación del criterio se parece a una telenovela, con sus argumentos, personajes y, a veces, acontecimientos inesperados. El éxito dependerá no sólo del momento
en el que se toma la decisión, sino también de cómo gestione el líder el proceso en su conjunto (véase el cuadro 1).
Si se entiende la formación del criterio como un proceso, en lugar de como un instante épico, es posible descomponerlo en tres fases:
• Preparación. Es lo que ocurre antes de que el líder se forme su opinión. Es la fase en la que se detecta la necesidad de cambio, se recogen datos y se adopta una perspectiva del asunto clara y atractiva para las partes implicadas.
• Decisión. Es lo que hace el líder cuando se forma una opinión y el modo en el que trabaja con los demás para garantizar que sea la opinión adecuada.
• Ejecución. Es lo que el líder debe hacer para garantizar que su criterio produce los resultados esperados. Incluye la evaluación continua, el aprendizaje y el cambio de rumbo.
Si se entiende la formación del criterio como un proceso, los líderes también pueden reconocer sus errores e intentar corregirlos durante el proceso. Estas “vueltas
atrás” les permiten retroceder a fases previas del proceso para dar un nuevo enfoque a los asuntos o para incorporar a partes interesadas que no habían sido incluidas inicialmente. A un líder se le juzgará, en último tér
Tener buen criterio es una de esas cualidades inefables a las que todo el mundo aspira y que, sin embargo, es difícil de definir.
El proceso de formación del criterio se parece a una telenovela, con sus argumentos, personajes y, a veces,
acontecimientos inesperados
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mino, por el impacto que sus principales decisiones tengan en el bienestar de la organización. Puede cometer errores y, aun así, es posible que el resultado constituya un buen criterio si utiliza las “vueltas atrás” para corregirse a sí mismo constantemente.
El liderazgo pone a prueba la capacidad de adaptación del líder durante el proceso para llegar a un resultado satisfactorio. No hay ninguna estrategia que sea buena en teoría pero resulte desastrosa en la ejecución. El líder marca el rumbo de la organización basándose en la premisa de que la conducirá al éxito. Reconocer las li
mitaciones de la ejecución durante el proceso de formación del criterio es tan fundamental como contar con la claridad intelectual necesaria para abordar una estrategia potencialmente revolucionaria. De igual modo, las opiniones sobre las personas se basarán en si aquéllas que tienen puestos de responsabili
dad son capaces de llevar a cabo su trabajo con integridad y valentía y de conseguir los resultados esperados.
El cuadro 2 muestra el papel de estas tres dimensiones en el proceso de formación del criterio.
El buen criterio en el liderazgo de Procter & gambleEn nuestras investigaciones sobre la formación del criterio, complementamos nuestro análisis con entrevistas a líderes como Jack Welch y Jeff Immelt, de Gene
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Cuadro 1
la toma de decisiones y el proceso de formación del criterio
Característica Enfoque tradicional Enfoque del proceso de formación del criterio
tiempo Momento concreto, estático. Proceso dinámico con un desarrollo interno.
Proceso racional, analítico. reconocimiento de que el análisis de pensamiento racional va unido al emocional y a las
vicisitudes humanas.
Variables conocible, cuantificable. Las interacciones entre las variables pueden dar lugar a resultados radicalmente nuevos.
Énfasis individual: un líder heroico toma la difícil organizativo: un proceso dirigido por el decisión. líder, pero influido por muchas personas
y sus consiguientes decisiones.
criterios de éxito tomar la mejor decisión basándose en capacidad para actuar y reaccionar los datos conocidos. dentro de un proceso de toma de decisiones
que hace que los demás obtengan resultados de éxito.
Protagonistas De arriba abajo; el líder toma las De arriba abajo y de nuevo arriba; la decisiones clave. ejecución influye en cómo se revisan los
juicios.
transparencia Sistema cerrado en el que quienes toman Proceso abierto en el que los errores se las decisiones tienen la información; no comparten con los demás y el se dan explicaciones de los motivos que aprendizaje sirve para introducir conducen a las decisiones. reajustes.
construcción Se produce de forma inconsciente por Se genera de forma deliberada a todos de capacidad medio de la experiencia o la suerte; está los niveles. reservada al líder principal.
No todos los criterios se deben formar en el momento; de hecho,
las valoraciones apresuradas suelen llevar a resultados mediocres
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ral Electric, David Novak, de YUM! Brands, y Jim McNerney, de Boeing. Nuestros estudios abarcaron diversos sectores y nos llevaron a analizar las fuerzas de operaciones especiales de Estados Unidos, el sistema de enseñanza pública de la ciudad de Nueva York y el sistema sanitario judío de Long Island. Uno de estos líderes, A.G. Lafley, de Procter & Gamble, ofrece un ejem
plo muy claro de cómo se desarrolla y aplica el buen criterio.
Lafley fue nombrado consejero delegado de Procter & Gamble en junio del año 2000, en plena crisis de la empresa. Su predecesor, Durk Jager, había sido destituido por no haber logrado una serie de objetivos de beneficios y por no haber conseguido dar impulso a la compe
Cuadro 2
El proceso de formación del criterio
Buen líder • recoge las señales del entorno.
• Ve el futuro con fuerza y optimismo.
• reduce la complejidad para llegar a la esencia del asunto.
• Establece parámetros claros.
• Presenta un contexto e introduce un lenguaje común.
• identifica a las partes implicadas relevantes.
• consigue involucrar y entusiasmar a las partes implicadas.
• aprovecha las mejores ideas, vengan de donde vengan.
• toma una decisión clara en un sentido o en otro.
• Explica su decisión con detalle.
• Se mantiene involucrado durante la ejecución.
• apoya a las demás personas implicadas.
• Establece hitos bien definidos.
• Pide información sobre el proceso de forma constante.
• Escucha esa información.
• realiza reajustes.
Mal líder • no sabe interpretar el entorno.
• no reconoce la realidad.
• no se guía por sus intuiciones.
• aborda el tema de forma incorrecta.
• no define el objetivo último.
• Está atascado en un modelo antiguo.
• no fija expectativas claras.
• Elige a las personas equivocadas.
• no corrige los errores previos.
• titubea a la hora de tomar una decisión.
• no consigue entender cómo se entrelazan los asuntos y qué resultado tendrá la decisión.
• Se aleja cuando se hace el llamamiento.
• no recoge información importante.
• no comprende las exigencias de una buena ejecución.
• no mide los resultados.
• no reacciona ante la oposición dentro de la organización.
• carece de mecanismos operativos para realizar cualquier cambio necesario.
Fase de preparación Fase de Fase de ejecución decisión
Fase de preparación Fase de Fase de ejecución decisión
Sentido e → fama y → Movilizar → Decidir → Hacer → aprender identidad nombre y alienar realidad y ajustar la decisión
← ← ← Vuelta atrás Vuelta atrás Vuelta atrás
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titividad de la empresa en mercados clave. El día del nombramiento de Lafley, las acciones de la empresa cayeron otros cuatro dólares. Para finales del año 2000, la capitalización bursátil de la empresa había disminuido 85.000 millones de dólares con respecto al año anterior.
Lafley estaba preparado para la formación del criterio y la toma de decisiones gracias a su experiencia previa. Antes de ocupar el puesto de consejero delegado, se había enfrentado a desastres naturales, entre los que se contaba el devastador terremoto de Kobe de 1995. Aquel seísmo, de magnitud 7,2 en la escala de Richter, destruyó más de 45.000 hogares, mató a más de 6.000 personas y sumió a Japón de inmediato en una crisis. Lo primero que hizo Lafley, que por aquel entonces estaba al frente de la división de Procter & Gamble en Asia, fue asegurarse de que los empleados de la empresa estaban bien y a continuación empezó a hacer balance de la situación. Esta experiencia le sirvió para reafirmarse en la importancia de hacer frente a la realidad y de la pla
nificación como formas de garantizar que en tiempos de crisis se emplean todos los recursos disponibles.
La reacción típica ante una crisis es actuar de forma inmediata y Lafley recibió presiones de sus jefes para que hiciera algo. Sin embargo, lo que hizo fue alquilar un antiguo edificio de telefonía para reunir a su equipo en Japón y dedicar una semana a la planificación. Antes de actuar, analizaron el impacto de la crisis en sus empleados, en los clientes, en los canales de distribución y en las capacidades de fabricación. Repartieron los recursos disponibles según las necesidades de cada uno y decidieron quién dirigiría la respuesta a la crisis.
Lafley había aprendido una lección clave a la hora de elaborar un criterio ante las crisis: los líderes pueden utilizar el tiempo en su propio beneficio. No todos los criterios se deben formar en el momento. De hecho, las valoraciones apresuradas suelen llevar a resultados mediocres. En lugar de actuar sin información, Lafley optó deliberadamente por esperar.
La experiencia de Lafley le permitió, tras convertirse en consejero delegado, afrontar la realidad, planificar con detalle, involucrar a sus colaboradores y emplear el tiempo en su propio beneficio. Cuando asumió las riendas de la empresa, llamó personalmente a cada uno de los principales inversores. Junto con su equipo, revisó sistemáticamente las inversiones en nuevas tecnologías que Procter & Gamble había llevado a cabo en los cinco años anteriores. Su planificación permitió llegar a la conclusión de que algunas prometedoras nuevas tecnologías, para alcanzar su potencial comercial completo, requerían recursos de los que la empresa no disponía.
Lafley apremió a sus unidades de negocio y al área de I+D para que contrataran fuera de la empresa la mitad de la innovación de Procter & Gamble –un enfoque llamado Connect and Develop–. Así es como empezó a construir una cultura de innovación más abierta dentro de la empresa. El detergente Clorox fue uno de los primeros éxitos, pero es sólo un ejemplo de un cambio mu
cho más amplio en la forma en la que Procter & Gamble innova y comercializa las innovaciones. Como afirma Lafley, “definimos la innovación en un sentido amplio, haciendo referencia a qué es, de dónde viene, quién es el responsable y cómo se comercializa”.
Lafley ha superado con creces la crisis de confianza inicial surgida a raíz de su nombramiento como consejero delegado de Procter & Gamble. Ha dado la vuelta al rumbo de la empresa y a su deficiente competitividad. Desde su llega
da al puesto, la capitalización bursátil de la empresa se ha más que duplicado, hasta alcanzar los 230.000 millones de dólares, lo que convierte a Procter & Gamble en la quinta empresa de más valor en Estados Unidos.
El buen criterio en la estrategia de Procter & gambleLa segunda área de formación del criterio, la estrategia, determina el rumbo que va a seguir la organización. Para Lafley, la formación del criterio relativo a la estrategia comienza con el análisis del objetivo central de Procter & Gamble y se asienta sobre los valores de la empresa. En una conferencia ante estudiantes de MBA, Lafley explicó lo que nosotros denominamos su “punto de vista enseñable”:
• ideas. El objetivo central de la empresa es, en palabras de Lafley, “mejorar la vida diaria de las mujeres
Reconocer las limitaciones de la ejecución durante el proceso de formación del
criterio es tan fundamental como contar con la claridad intelectual necesaria para abordar una estrategia potencialmente
revolucionaria
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y las familias que utilizan las marcas y los productos de Procter & Gamble. Para eso nos levantamos cada mañana. A eso es a lo que nos dedicamos todo el día. Eso es lo que nos quita el sueño de vez en cuando: intentar crear productos mejores, de más valor y con un mejor rendimiento, que hagan que la vida diaria sea un poco mejor”.
• Valores. Integridad, confianza, liderazgo y titularidad son las señas de identidad de los empleados de Procter & Gamble. Como afirmó Lafley, “todos tienen responsabilidades y sienten auténtica pasión por su trabajo, por ofrecer lo mejor a los consumidores y a los clientes minoristas y por superar a nuestros más fieros competidores”.
• Energía emocional. Lafley anima a los nuevos empleados de la empresa a que piensen en “lo que esperan de la relación”. Declara abiertamente que Procter & Gamble no es el sitio adecuado para los jugadores individuales: “Somos una buena empresa si usted es un jugador de equipo, ya sea músico o atleta; lo importante es que trabaje en equipo”.
Este “punto de vista enseñable” constituye la base de las opiniones de Lafley y también de sus decisiones estratégicas. Él mismo habla del “poder de la estrategia” y del “poder de la ejecución” y señala que “una de las cosas más importantes que hicimos hace seis años fue tomar algunas pequeñas decisiones sobre lo que íbamos a hacer y lo que no, y eso exigió cambios en el liderazgo y el comportamiento de la organización”.
Una de esas decisiones fue la de convertirse en líderes de innovación en aquellas categorías en las que compiten. Los costes son el principal caballo de batalla en la mayoría de estos sectores, de modo que hay que reali
zar un esfuerzo implacable en innovación con el fin de diferenciar las marcas de Procter & Gamble y de evitar que las categorías se vuelvan cada vez menos diferenciadas. Según Lafley, todos los años fracasan la inmensa mayoría de los nuevos productos que lanzan las empresas de productos de consumo. Por tanto, una de las prioridades de Lafley era definir la innovación en términos amplios y hacer que formara parte del trabajo de to
dos los empleados de la organización. Lafley amplió la definición de innovación en Procter & Gamble, se centró en el diseño, contrató talento de sectores externos y puso en marcha un proceso para llevar las ideas desde su concepción hasta su comercialización, incluso en el caso de las ideas que no surgían de los laboratorios.
Uno de los criterios más determinantes de Lafley fue, de hecho, mantener una estructura que permitiera el trabajo conjunto entre diferentes partes de la organización y que propiciara la colaboración que haría posible esa innovación. En 1999, poco antes de que fuera nombrado consejero delegado, Procter & Gamble reorganizó radicalmente su estructura. Pasó de tener un centro geográfico a tener líneas de negocio globales. La nueva estructura redujo parte de las fricciones y los elementos redundantes entre las organizaciones, lo que permitió que los empleados se centraran más claramente en el cliente y en el mercado. Esto era algo importante porque, como dice Lafley, en Procter & Gamble hay una “cultura de debate y de discusión”, en la que todos están acostumbrados a dar su opinión. La nueva estructura sirvió para acelerar la velocidad de la toma de decisiones.
No obstante, cuando Lafley se hizo cargo de la empresa, habría podido ganar muchos puntos si hubiera desechado esa nueva estructura. Procter & Gamble había colocado a mucha gente en nuevos puestos con responsabilidades y derechos de decisión que no estaban bien definidos, lo que generó un desorden que dio lugar a los problemas empresariales y financieros que, para el año 2000, ya eran insostenibles. Lafley se enfrentó a presiones tanto internas como externas para que diera marcha atrás y recuperara la antigua estructura, pero resistió esas presiones porque estaba convencido
de que era beneficiosa para la empresa y acabaría siendo una fuente de ventaja competitiva.
Lafley se mantuvo fiel a la nueva estructura, gracias a la cual Procter & Gamble ha conseguido sacar partido de la escala global de sus marcas y operaciones, al tiempo que ha mantenido su receptividad ante las necesidades de los
clientes a escala local. Lafley sabía que esta estructura era la que convenía a la estrategia, gracias a sus propias impresiones y a sus conversaciones con las partes implicadas más relevantes.
Había dedicado muchas horas a hablar por teléfono con muchos de los principales inversores de escala, incluidos algunos que habían dejado a la empresa a un lado antes del año 2000. Compartió con ellos sus puntos
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de vista, pero también les pidió abiertamente su opinión sobre lo que no funcionaba en la empresa. También habló con todos y cada uno de los diez principales clientes minoristas con los que contaba.
La relación personal de Lafley con los inversores, los minoristas y los empleados le ayudó a abordar el asunto de la estructura. A pesar de las reticencias y las quejas internas surgidas a raíz de los malos resultados que se obtuvieron durante esta época, Lafley decidió que esa estructura era la adecuada para permitir que, con el tiempo, Procter & Gamble saliera del atolladero en el que se encontraba.
Elegir a las personas adecuadasLa tercera área en la que los líderes ejercen su criterio es, en nuestra opinión, la más importante: las personas. La elección de las personas que forman parte de su equipo determina en último término la capacidad de una organización para ejecutar la estrategia y reaccionar ante una crisis.
En el caso de Lafley, las decisiones sobre las personas comenzaron nada más asumir el cargo. Se enfrentó a decisiones difíciles sobre a quién debía incorporar a su equipo. No todos sus juicios fueron correctos. Alguien en quien confiaba acabó convenciéndolo de que eligiera a un directivo concreto para un puesto clave a pesar de que Lafley tenía ciertas reservas debido a su experiencia previa con esta persona. Le preocupaba que tuviera que llevar a cabo tareas de desarrollo de la estrategia y trabajara demasiado, demasiado rápido y sin la supervisión de nadie. Como contrapunto, Lafley introdujo una serie de revisiones periódicas con este directivo. Estas reuniones no aplacaron todas sus dudas sobre esta persona, pero sí sirvieron para que se sintiera más cómodo trabajando a su lado.
Con el tiempo, el criterio negativo que Lafley se había formado sobre este individuo acabó imponiéndose y tuvo que destituirlo. Como Lafley sospechaba, no tenía la capacidad necesaria para trabajar a ese nivel.
Por el contrario, una decisión acertada que Lafley tomó con respecto a las personas fue nombrar a Deb Henretta directora de la división de productos para el cuidado del bebé. Estos productos constituían el segundo mayor negocio de la empresa (por detrás de los detergentes de lavadora), pero habían experimentado un fuerte descenso en los años anteriores. Procter & Gamble tenía dos poderosas marcas en ese mercado con los pañales Pam
pers y Luvs, pero todavía se resentía de un error estratégico cometido a mediados de los años ochenta que había permitido que la marca Huggies, de Kimberley Clark, se introdujera en el sector con una nueva forma del producto y se hiciera con más del 30% de la cuota de mercado.
Lafley conocía muy bien los entresijos del negocio. Podía haber hecho frente a las dificultades de la división de bebés abordándolas como si fueran un problema de márketing o de tecnología, pero no cayó en esa tentación. “Sabía que, técnicamente, éramos competentes en lo referente al cuidado del bebé –afirma Lafley–, pero tenía la sensación de que estaba todo en manos de los ingenieros y de la gente de las máquinas y las plantas. Y nuestro problema tenía que ver con los consumidores y el mercado”.
Lafley entendió que se trataba de un problema de formación del criterio sobre las personas. Para cambiar el modelo de negocio, la unidad de productos para bebés necesitaba alguien que supiera crear un buen equipo, alinear a las personas en toda la organización, desarrollar una nueva estrategia bien pensada y sacar a la unidad de la crisis en la que estaba inmersa. Lafley consultó el tema con su director de recursos humanos, Dick Antoine, y juntos analizaron una lista de candidatos; finalmente, se decantaron por Deb Henretta. Lafley afirmó: “Su especialidad eran los productos de limpieza, pero yo sabía que en realidad era una líder firme y contundente. Tenía gran facilidad para entender a los consumidores, para sacar adelante las marcas y para crear productos innovadores. Y eso era exactamente lo que necesitábamos”.
No obstante, al prescindir de su equipo durante el proceso de selección, Lafley no consiguió movilizar y
alinear a las personas que habrían de apoyar a Henretta en su nuevo cargo: “Anuncié el nombramiento de Deb en la reunión matinal de gestión. Fue antes de que se hiciera el anuncio a toda la empresa. Se iba a llevar a cabo uno o dos días después. Sin embargo, para las tres de la tarde la revuelta ya había estallado. Todos los vice
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término la capacidad de una organización para ejecutar la estrategia
y reaccionar ante una crisis
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presidentes y presidentes de grupo se enfadaron, porque cada uno tenía ya a su propio candidato listo para un ascenso”.
A la vista de lo ocurrido, Lafley tuvo que repetir las fases de la decisión correspondientes a la movilización y a la alineación. Aunque había tomado una decisión por su cuenta, la energía negativa que se creó en su equipo le obligó a dar un paso atrás, a escuchar y a mostrarse dispuesto a modificar su elección. Los convocó a todos e invitó a cada uno de ellos a presentar sus argumentos en contra del nombramiento de Henretta o a favor de otro candidato. Lafley recuerda que les dijo: “Quiero que presentéis vuestra lista y que expongáis todos los argumentos que podáis para justificar que vuestro candidato o candidatos son mejores que Deb. Así que fueron hablando uno por uno y yo los fui escuchando a uno tras otro, públicamente, delante de todos. Luego dije: ‘De acuerdo, ha habido un par de candidatos muy válidos, pero permitidme que os cuente por qué elegí a Deb’”.
Lafley sabía que, incluso si los poderosos vicepresidentes y los directores de negocio no quedaban convencidos con Henretta, ya no tenían ninguna justificación para oponerse abiertamente a su nombramiento. Lo importante es que no intentó imponer su decisión a la fuerza. A pesar de que había cometido un error actuando por su cuenta cuando tendría que haberlo hecho en grupo, hizo tiempo antes de pasar a preparar el camino para el éxito. Lafley también estuvo ahí durante la fase de ejecución, porque sabía que, al principio, Henretta se iba a encontrar con cierta oposición a sus esfuerzos de cambio. Lafley “estuvo apoyándola en todo momento”.
Estas experiencias han ayudado a Lafley a formarse un criterio en otras situaciones. Por ejemplo, cualquiera que pase a desempeñar un puesto clave, incluidos los numerosos cargos presidenciales de Procter & Gamble, debe recibir el visto bueno personal de Lafley. Él mismo lo apuntó en una entrevista: “Para los treinta y cinco puestos más altos de la empresa, la decisión es exclusivamente mía. Los directores de los departamentos, los presidentes y los vicepresidentes también son respon
sabilidad mía. Para el centenar de directores generales que dirigen los negocios o las secciones de cada país, hemos llegado a un sistema, que a mí me gusta mucho, según el cual la decisión recae sobre el vicepresidente y los presidentes ejecutivos”.
Otra cosa igual de importante es que Procter & Gamble ha establecido unos criterios de sucesión que incluyen revisiones tanto de las experiencias como de los resultados. En opinión de Lafley, cualquiera que a partir de ahora sea nombrado presidente ejecutivo debe llevar a cabo un período de servicio en un puesto de liderazgo en un país en vías de desarrollo. Los argumentos de Lafley son muy sencillos: hasta que los líderes no se hayan encontrado con el tipo de oportunidades y desafíos que surgen en un país en vías de desarrollo, no sabrán lo que es enfrentarse a las decisiones que lleva consigo el liderazgo de una gran multinacional. Como resumen, Lafley afirma que Procter & Gamble está intentando “impulsar un crecimiento desproporcionado desde los mercados en desarrollo. Nuestros ingresos procedentes de mercados en desarrollo han estado creciendo un 20% y esperamos que estos mercados sigan impulsando un gran crecimiento en los próximos años”.
la prueba de fuegoDesde el año 2000, Procter & Gamble ha llevado a cabo un cambio de rumbo fundamental como resultado de numerosos procesos de decisión exitosos. Sin embargo, la historia no termina ahí. Lafley y su equipo siguen trabajando en una de sus decisiones más importantes –la adquisición de Gillette por parte de Procter & Gamble en el año 2005– y se han propuesto que sea todo un éxito. En el futuro se enfrentarán sin duda a nuevas decisiones sobre la estrategia y las personas y probablemente tendrán que hacer frente a más de una crisis.
Como a todos los líderes, Lafley y su equipo serán juzgados por su historial de éxitos a la hora de formarse un criterio ante las grandes decisiones. El criterio es la prueba máxima por la que se mide el liderazgo. Reconocer que el buen criterio para el liderazgo constituye un proceso es el primer paso para tomar decisiones de éxito.
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«El buen criterio como elemento fundamental del liderazgo». © Leader to Leader institute. Este artículo ha sido publicado anteriormente en Leader to Leader con el título “Leadership Judgment: Without it nothing Else Matters”. referencia n.o 3459.