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JULIA QUINN El Duque de Wyndham 1° de la Serie Two Duke of Wyndham Escaneado y corregido por AELIN Página 1

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  • JULIA QUINNEl Duque de Wyndham

    1 de la Serie Two Duke of Wyndham

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  • JULIA QUINNEl Duque de Wyndham

    1 de la Serie Two Duke of Wyndham

    JULIA QUINNJULIA QUINNEl Duque de WyndhamEl Duque de Wyndham

    1 de la Serie Two Duke of Wyndham1 de la Serie Two Duke of WyndhamThe Lost Duke of Wyndham (2008)The Lost Duke of Wyndham (2008)

    ARGUMENTO:ARGUMENTO:

    Jack Audley ha sido muchas cosas: salteador de caminos, soldado y un autntico granuja. Lo que no es, y nunca ser, es un par del reino responsable de una antigua herencia que da de comer a cientos de personas. Pero cuando es reconocido como el hijo perdido de la casa de Wyndham, se acaba su vida despreocupada. Y si se demuestra que su nacimiento es legtimo, entonces se ver con un ttulo que nunca ha deseado: duque de Wyndham.

    Grace Eversleigh ha pasado los ltimos cinco aos de su vida trabajando duramente como dama de compaa de la duquesa viuda de Wyndham. Es un trabajo nada agradecido, en el que apenas queda espacio para salir de la rutina... hasta que Jack Audley entra en su vida, un hombre que es todo sonrisas pcaras y afable encanto.

    Jack no es la clase de hombre que acepta un no por respuesta, y cuando Grace se encuentra en sus brazos, se convierte una mujer que lo ltimo que desea es decir que no. Pero si es el verdadero duque, entonces Jack es el nico hombre al que nunca podr tener...

    SOBRE LA AUTORA:SOBRE LA AUTORA:

    Tras flirtear con la medicina, Julia Quinn decidi dedicarse a su vocacin de escritora y se ha convertido en una de las autoras de novela romntica de ms xito. Entre sus obras ms populares estn las series de novelas protagonizadas por la familia Bridgerton.Las novelas de Julia se han ganado rpidamente la reputacin de clidas y divertidas, y sus dilogos estn considerados

    entre los mejores de la industria. Cada ao trae consigo ms premios; en el 2001 fue doble finalista a los prestigiosos premios RITA en la Romance Writers of America (RWA) por "El duque y yo" y "El vizconde que me am ", y ms tarde, ese mismo ao, hizo su debut en la lista de los ms vendidos del New York Times con "Te doy mi corazn". El 2002 vio el lanzamiento del muy esperado "Seduciendo a Mr. Bridgerton", que fue votado como uno de los mejores diez libros del ao por los miembros del RWA y fue finalista a los premios RITA, en la categora de Romance Histrico.

    Su novela, "A Sir Phillip, con amor" recibi una excepcional calificacin en el Publishers Weekly, la revista comercial de la industria editorial, y ms tarde fue nombrada por esa publicacin como una de las seis mejores novelas originales

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    de ventas del ao. Este ao es finalista a los Romantic Times como Mejor novela histrica de amor y humor con "On the way the wedding". Y esa misma novela es as mismo finalista para los RITA 2007 en la categora de Histricas.

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    CAPTULO 01CAPTULO 01

    GGrace Eversleigh era dama de compaa de la duquesa de Wyndham viuda desde haca cinco aos, y en ese tiempo se haba percatado de varias cosas acerca de su empleadora, de las cuales la ms importante era la siguiente:

    Bajo el exterior severo, exigente y altivo de su excelencia no lata un corazn de oro.

    Eso no significaba que el susodicho rgano fuera negro, no. A su excelencia, la duquesa de Wyndham viuda, no se la podra considerar malvada del todo. Tampoco era cruel, rencorosa y ni siquiera absolutamente mezquina. Pero Augusta Elizabeth Candida Debenham Cavendish era hija de duque, se haba casado con un duque y luego dado a luz a otro. Su hermana ya era miembro de una familia real de poca importancia de un pas del centro de Europa cuyo nombre Grace nunca lograba pronunciar bien, y su hermano posea gran parte de East Anglia. Por lo que a ella se refera, el mundo era un lugar estratificado, con una jerarqua tan definida como rgida.

    Los Wyndham, y en especial los que tambin llevaban el apellido Debenham, estaban firmemente instalados en la cumbre.

    Y como tal, la duquesa viuda esperaba una cierta conducta y una especial deferencia hacia ella. Rara vez era amable, no toleraba la estupidez, y jams haca falsos cumplidos (algunas personas podran decir que no haca jams ningn cumplido, pero Grace haba sido receptora, dos veces, de un seco pero sincero bien hecho, aunque, claro, nadie se lo crey cuando lo cont despus).

    Pero la viuda la haba salvado de una situacin desesperada, y por eso contara siempre con su gratitud, respeto y, ms que nada, su lealtad. De todos modos, no haba manera de soslayar la realidad de que la viuda no era una persona animosa ni alegre, por lo tanto, no pudo evitar sentir alivio al ver que esta se quedaba profundamente dormida en el elegante coche cuyas buenas ballestas lo hacan deslizarse sin saltos ni zarandeos por el oscuro camino cuando volvan del baile en el saln de fiestas de Lincolnshire a medianoche.

    Lo haba pasado maravillosamente bien esa noche, de verdad, por lo que era consciente de que no deba ser tan poco caritativa. Tan pronto como llegaron, la duquesa viuda se fue a instalar en su asiento de honor a conversar con sus amigas, y no le fue necesario atenderla. As pues, haba bailado y redo con todas sus viejas amigas, haba bebido tres copas de ponche, haba embromado a Thomas, lo que siempre era una buena diversin; l era el duque, y sin duda necesitaba muchsimo que lo trataran con menos servilismo. Pero, lo principal, haba sonredo; haba sonredo con tanta frecuencia y tan bien, que le dolan las mejillas.

    Esa dicha tan pura e inesperada de la fiesta le haba dejado el cuerpo vibrante de energa, y en esos momentos se senta muy feliz sonriendo de oreja a oreja en la oscuridad, escuchando los suaves ronquidos de la viuda.

    Cerr los ojos, aun cuando le pareca que no tena sueo; el movimiento del coche tena algo que la adormeca. Para ella el movimiento era hacia atrs, como siempre, y el rtmico clop-clop de los cascos de los caballos empezaba a

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    adormilarla. Era extrao; senta cansados los ojos, aunque el resto del cuerpo no. Pero tal vez no le ira mal echar una cabezada, pues tan pronto como llegaran a Belgrave tendra que ayudar a la viuda a...

    Crac! Enderez la espalda y ech una mirada a su empleadora, que,

    milagrosamente, no se haba despertado. Qu fue ese ruido? Alguien habra...? Crac! Entonces el coche dio un salto y se detuvo tan bruscamente que a la duquesa

    viuda, sentada como siempre en el asiento que miraba hacia delante, se le fue el cuerpo y casi se cay de l.

    Al instante Grace se arrodill a su lado e instintivamente la rode con los brazos.

    Qu diablos? ladr la viuda, pero se qued callada al verle la expresin. Disparos susurr Grace. La viuda frunci los labios y enseguida se quit el collar de esmeraldas y se lo

    puso en las manos. Esconda esto orden. Yo? exclam Grace, casi en un chillido, pero meti la joya debajo de un

    cojn. Y lo nico que se le ocurri pensar fue que le encantara meterle sensatez de

    un puetazo a la estimada Augusta Wyndham, porque si iba a ser tan tacaa que no entregara las joyas y a causa de eso la mataban...

    Se abri bruscamente la portezuela. La bolsa o la vida! Grace se qued inmvil, todava arrodillada al lado de la viuda; lentamente

    levant la cabeza y mir, pero lo nico que logr ver fue el extremo plateado del can de una pistola, redondo y amenazador, y apuntado a su frente.

    Seoras dijo la voz, aunque esta vez son distinta, casi amable. Entonces el hombre avanz, saliendo de la oscuridad y con un elegante gesto movi el brazo en arco, invitndolas a bajar. El placer de vuestra compaa, si me hacis el favor musit.

    Grace mir hacia uno y otro lado, ejercicio intil de los ojos, pues, evidentemente, no haba manera de escapar. Se gir hacia la viuda, suponiendo que estara farfullando de furia, y vio que se haba puesto plida como un papel. Y entonces vio que estaba temblando.

    La viuda estaba temblando. Las dos estaban temblando. El bandolero se acerc otro poco y apoy el hombro en el marco de la

    portezuela. Entonces sonri, una sonrisa indolente, con todo el encanto de un pcaro. Cmo pudo ver todo eso si llevaba un antifaz que le cubra la mitad de la cara. Grace no lo supo, pero le quedaron muy claras tres cosas de l.

    Era joven. Era fuerte.

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    Y era peligrosamente letal. Seora dijo a la viuda, dndole un codazo. Creo que debemos hacer lo

    que dice. Ah, me encanta una mujer sensata dijo l, y volvi a sonrer. Fue una sonrisa muy breve, que slo le levant una comisura de la boca. Pero

    continuaba apuntndolas con su pistola, y su encanto no contribuy mucho a calmarle el miedo a Grace.

    Y entonces l extendi el otro brazo. Extendi el brazo!, como ofrecindolo para entrar en una fiesta; como si fuera un caballero del campo a punto de preguntar acerca del tiempo.

    Me permits que os ayude? musit. Grace neg enrgicamente con la cabeza. No deba tocarlo. No saba

    exactamente por qu, pero saba en el fondo de su ser que sera un absoluto desastre si pona la mano en la de l.

    Muy bien dijo l, exhalando un suave suspiro. Las damas de hoy en da son muy capaces. Me parte el corazn, en realidad. Acerc otro poco la cabeza, casi como para confiar un secreto. A nadie le gusta sentirse de sobra.

    Grace se limit a mirarlo. Las dejo mudas con mi cortesa y encanto continu l, retrocediendo para

    dejarles espacio para salir. Ocurre siempre. De verdad, no deberan permitirme acercarme a las damas. Tengo un efecto muy molesto en vosotras.

    Estaba loco, concluy Grace; esa era la nica explicacin. Por encantadores que fueran sus modales, tena que estar loco. Y sostena una pistola.

    Aunque sin duda hay quienes diran musit l, con su arma firme mientras sus palabras parecan serpentear por el aire, que una mujer muda es la menos molesta de todas.

    Thomas dira eso, pens Grace. El duque de Wyndham no soportaba ningn tipo de chchara. Lo llamaba Thomas porque haca aos que l haba insistido en que lo llamara por su nombre de pila, para evitar el enredo que se armaba con el nombre de ella y el tratamiento que deban darle a l1.

    Seora susurr, tironendole el brazo a la viuda. Esta no dijo ni una sola palabra ni hizo ningn gesto de asentimiento, pero le

    cogi la mano y le permiti que la ayudara a bajar del coche. Ah, esto est mucho mejor dijo el bandolero, sonriendo de oreja a oreja.

    Qu buena suerte la ma al haberme encontrado con dos damas tan divinas. Y yo que pens que me encontrara con un arisco caballero anciano.

    Grace dio un paso a un lado, sin dejar de mirarle la cara. No pareca un delincuente, o, mejor dicho, no calzaba con su idea de delincuente. Su pronunciacin hablaba a gritos de educacin y buena crianza, y si no se haba lavado slo un rato antes, no ola mal.

    O tal vez uno de esos dandis jvenes metidos en un chaleco dos tallas ms pequeo musit l, frotndose pensativo el mentn con la mano libre.

    1 En castellano no hay tal enredo. En ingls su excelencia, que es el trato que se da a un duque, se dice your grace.

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    Conoce el tipo, verdad? le dijo a Grace. Cara roja, bebe demasiado, piensa muy poco.

    Y ante su gran sorpresa, Grace se pill asintiendo. Me lo pareca dijo l. Los hay a patadas. Grace pestae y continu inmvil donde estaba, mirndole la boca. Era lo

    nico que se le vea, pues el antifaz le cubra toda la parte superior de la cara. Pero sus labios eran tan mviles, tan perfectamente formados y expresivos que casi le pareca que le vea toda la cara. Era algo raro. Fascinante, y bastante inquietante tambin.

    Ah, bueno dijo l, con el mismo engaoso suspiro de tedio que ella haba odo a Thomas cuando deseaba cambiar de tema. No me cabe duda, seoras, de que comprendis que esto no es una visita social. Desvi los ojos hacia Grace y esboz una sonrisa traviesa. No del todo.

    A ella se le entreabrieron los labios. Entonces vio que l entornaba seductoramente los prpados, que se le vean

    por los agujeros del antifaz. Me encanta combinar trabajo con placer musit l. No suele ser una

    opcin, con todos esos corpulentos caballeros que viajan por los caminos. Ella comprendi que deba emitir una exclamacin o incluso una protesta,

    pero la voz del bandolero era tan agradable como el buen coac que a veces le ofrecan en Belgrave. Hablaba con una entonacin algo cantarina tambin, lo que indicaba que haba pasado su infancia muy lejos de Lincolnshire. Entonces not que se le meca el cuerpo, como si se le fuera hacia delante y fuera a caer ligera y suavemente en otra parte. Lejos, muy lejos de ah.

    Rpida como un rayo la mano de l le cogi el codo, afirmndola. No se va a desmayar, verdad? le dijo, presionndole el codo justo lo

    suficiente para mantenerla de pie. Sin soltarla. Ella neg con la cabeza. No contest en voz baja. Tiene mi ms sincera gratitud dijo l. Me encantara levantarla en

    brazos, pero tendra que soltar la pistola y eso no nos lo podemos permitir, verdad? Mir a la viuda y dijo riendo. Y a usted ni se le ocurra la idea de desmayarse. Me gustara muchsimo levantarla en brazos tambin, pero creo que a ninguna de las dos les gustara que dejara a mis socios a cargo de las armas de fuego.

    Slo entonces Grace cay en la cuenta de que haba otros tres hombres. Claro que tena que haberlos; l no podra haber orquestado eso solo. Pero los hombres haban estado muy callados, mantenindose en la oscuridad.

    Y ella no haba sido capaz de desviar la mirada del jefe. Ha resultado herido nuestro cochero? pregunt, avergonzada por no

    haber pensado antes en l. Ni l ni el lacayo que cabalgaba como escolta se vean por ningn lado.

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    Nada que no pueda curar un poquito de amor y ternura le asegur el bandolero. Est casado?

    De qu estaba hablando? Esto... creo que no contest. Envelo a la taberna, entonces. Hay ah una camarera bastante pechugona

    que... Vaya, pero en qu estoy pensando? Estoy entre damas. Se ri. Un caldo caliente entonces, y tal vez una compresa fra. Y despus de eso, un da libre para encontrar ese poquito de amor y ternura. Por cierto, el otro to est ah. Movi la cabeza hacia un grupo de rboles cercano. Absolutamente ileso, se lo aseguro, aunque tal vez podra encontrar las ataduras ms apretadas de lo que preferira.

    Grace se ruboriz y se gir hacia la viuda, sorprendida de que no le estuviera dando un sermn al bandolero por esa manera de hablar tan irrespetuosa. Pero la duquesa segua tan blanca como una sbana y miraba al ladrn como si estuviera viendo un fantasma.

    Seora? dijo, cogindole la mano; estaba fra y pegajosa. Y flcida, absolutamente flcida. Seora?

    Cmo te llamas? susurr la viuda. Cmo me llamo? repiti Grace horrorizada. Habra sufrido una apopleja? Perdido la memoria? Cmo te llamas t dijo la viuda con ms fuerza, y qued claro que se

    diriga al bandolero. l simplemente se ri. Me deleitan las atenciones de una dama tan encantadora, pero supongo que

    no creer que voy a revelar mi nombre durante un acto que es casi sin duda un delito castigado con la horca.

    Necesito saber tu nombre dijo la viuda. Y yo necesito sus objetos de valor replic l. Hizo un gesto hacia la mano

    de la viuda con un respetuoso ladeo de la cabeza. Ese anillo, si es tan amable. Por favor susurr la viuda. Sorprendida, Grace gir la cabeza para mirarla; la viuda rara vez deca

    gracias y jams deca por favor. Necesita sentarse dijo al bandolero. Estaba segura de que la viuda estaba enferma; tena una salud excelente,

    pero ya pasaba de los setenta aos y haba sufrido una conmocin. No necesito sentarme dijo la viuda secamente, apartndola de un

    empujn. Volviendo la atencin al bandolero, se quit el anillo y se lo pas. l lo cogi,

    lo hizo girar entre los dedos y se lo meti en el bolsillo. Grace guard silencio, observando, esperando que l pidiera ms. Pero ante

    su sorpresa, la viuda habl primero. Tengo otro ridculo en el coche dijo, lentamente y con una deferencia

    extraa y absolutamente atpica en ella. Permteme, por favor, ir a buscarlo.

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    No sabe cunto me gustara complacerla dijo l lisa y llanamente, pero no puedo. Igual tiene dos pistolas escondidas debajo del asiento.

    Grace trag saliva, pensando en el collar de esmeraldas. Adems aadi l, ya en un tono casi de coqueteo, veo que es usted el

    tipo de mujer ms enloquecedor. Exhal un teatral suspiro. Capaz. Vamos, reconzcalo. La obsequi con una sonrisita subversiva. Es una jinete experta, tiene excelente puntera, y es capaz de recitar las obras completas de Shakespeare del derecho y del revs.

    Si acaso, la viuda palideci ms an al or eso. Ay, si fuera veinte aos mayor dijo l, suspirando, no la dejara escapar. Por favor suplic la viuda. Hay una cosa que debo darte. Bueno, eso s es una novedad coment l. La gente rara vez desea dar

    cosas. Eso a uno lo hace sentirse no amado. Grace alarg la mano hacia la viuda. Permtame que la asista insisti. No estaba bien la duquesa, no poda estar bien. Jams era humilde, jams

    suplicaba ni... Cgela! dijo de pronto la viuda, cogindole el brazo y lanzndola hacia el

    bandolero. Puedes retenerla de rehn, con la pistola apuntada a su cabeza si quieres. Te prometo que volver y sin arma.

    Grace se tropez, casi inconsciente por la conmocin, y fue a chocar de espaldas contra el cuerpo del bandolero, que al instante la rode con un brazo. Era una especie de abrazo raro, casi protector, y comprendi que l estaba tan pasmado como ella.

    Los dos observaron a la viuda, que sin esperar el consentimiento de l, se apresur a subir al coche.

    Grace intent continuar respirando; tena la espalda apoyada en l, y l tena la enorme mano apoyada en su abdomen, tocndole suavemente la cadera derecha con los dedos doblados. l tena el cuerpo clido, ella se senta acalorada y, santo cielo, jams, jams en su vida, haba estado tan cerca de un hombre.

    Senta su olor, senta su aliento en la nuca, clido y suave. Entonces l hizo algo de lo ms increble; acercando los labios a su oreja, musit:

    Ella no debera haber hecho esto. Su voz son... amable, casi compasiva; y severa, como si no aprobara el modo

    de tratarla de la viuda. No estoy acostumbrado a sostener as a una mujer continu l, en su odo

    . Por lo general prefiero otro tipo de intimidad, usted no? Grace guard silencio, temerosa de hablar, temerosa de que si intentaba

    hablar no le saliera la voz. No le voy a hacer dao musit l, tocndole la oreja con los labios. Ella baj la mirada a la pistola, que l segua teniendo en la mano derecha. La

    pistola se vea peligrosa y l la tena apoyada en el muslo de ella.

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    Todos tenemos nuestra armadura musit l. Cambi de posicin, situndose ms a un lado de ella, y de pronto le cogi el

    mentn con la mano libre; le pas un dedo por los labios y entonces se inclin y la bes.

    Grace lo mir sorprendida cuando l se apart, sonrindole amablemente. Ha sido demasiado corto, una lstima dijo. Retrocedi, le cogi la mano y

    le bes el dorso. En otra ocasin tal vez musit. Pero no le solt la mano. Aun cuando la viuda sali del coche, continu

    retenindole la mano, acaricindole suavemente la piel con el pulgar. La estaba seduciendo; casi no era capaz de pensar, casi no poda respirar,

    pero eso lo saba. Dentro de unos minutos cada uno se ira por su lado; l no habra hecho nada ms que besarla y ella habra quedado cambiada para siempre.

    La viuda ya estaba delante de ellos, y si le import que el bandolero le estuviera acariciando la mano a su acompaante, no lo dijo. Simplemente alarg la suya hacia l con un pequeo objeto.

    Cgelo, por favor. l le solt la mano a Grace, de mala gana, pasando una ltima vez los dedos

    por su piel. Cuando alarg la mano, ella vio que el objeto que le pasaba la viuda era un retrato en miniatura, el de su segundo hijo, muerto haca muchsimo tiempo.

    Conoca ese retrato; la duquesa lo llevaba con ella a todas partes. Conoces a este hombre? pregunt la duquesa en un susurro. El bandolero mir el diminuto retrato y neg con la cabeza. Mralo con ms atencin. Pero l volvi a negar con la cabeza, intentando devolvrselo. Podra valer algo dijo uno de los hombres que lo acompaaban. l neg con la cabeza y mir fijamente a la viuda. Para m nunca ser tan valioso como lo es para usted. No! Mralo! exclam la viuda, sin coger el retrato. Te lo ruego, mralo.

    Sus ojos, su barbilla, su boca. Son los tuyos. Grace retuvo el aliento. Lo siento dijo el bandolero amablemente. Est equivocada. Pero ella no se dej disuadir. Tu voz es la de l insisti. Tu tono, tu humor son los de l. Lo s. Lo s

    tal como s respirar. Era mi hijo. Mi hijo. Seora intervino Grace, rodendola con un brazo en gesto maternal;

    normalmente la viuda no habra permitido un contacto tan ntimo, pero esa noche no haba nada normal en ella. Seora, est oscuro. l lleva mscara. No puede ser l.

    Por supuesto que no es l ladr ella, apartndola de un violento empujn. Avanz hacia el bandolero y Grace casi se cay de terror al ver que todos los

    hombres la apuntaron con sus pistolas.

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    No le hagis dao! grit. Pero su splica era innecesaria. La viuda ya le haba cogido la mano libre al

    bandolero y se la tena cogida como si fuera su nico medio de salvacin. Este es mi hijo dijo, sosteniendo el retrato en miniatura en su mano

    temblorosa. Se llamaba John Cavendish y muri hace veintinueve aos. Tena el pelo castao, ojos azules y una marca de nacimiento en el hombro. Trag saliva y baj la voz a un susurro. Le encantaba la msica, y no poda comer fresas. Y era capaz... era capaz... Se le cort la voz, pero nadie habl; el silencio se hizo denso, todos los ojos clavados en ella, hasta que se recuper y continu en apenas un susurro: Era capaz de hacer rer a cualquiera. Entonces, haciendo un reconocimiento que Grace no se habra imaginado jams, gir la cabeza hacia ella y aadi: Incluso a m.

    El momento qued suspendido en el tiempo, puro, silencioso, intenso. Nadie habl. Grace no saba si alguien estaba respirando.

    Mir al bandolero, le mir la boca, esa boca expresiva y traviesa, y comprendi que algo no andaba bien. l tena los labios entreabiertos y, ms an, quietos. Por primera vez le vea los labios sin movimiento, y a la plateada luz de la luna vio que haba palidecido.

    Si esto significa algo para ti continu la viuda con tranquila resolucin, puedes encontrarme en el castillo Belgrave esperando tu visita.

    Acto seguido, toda encorvada y temblorosa, como Grace no la haba visto nunca, se gir, con la mano cerrada sobre la miniatura, y subi al coche.

    Grace continu inmvil, sin saber qu hacer. Ya no se senta en peligro, por extrao que pareciera, con tres pistolas todava apuntadas a ella y una, la del bandolero, su bandolero, en su mano lacia al costado. Pero slo le haban entregado un anillo, botn nada productivo para una banda de ladrones experimentada, as que no se senta capaz de volver al coche sin permiso.

    Se aclar la garganta. Seor? dijo, sin saber cmo llamarlo. Mi apellido no es Cavendish dijo l en voz baja, tan baja que slo lleg a

    los odos de ella, pero lo fue en otro tiempo. Grace ahog una exclamacin. Y entonces, con un movimiento brusco y rpido, l salt a su montura y

    exclam: Hemos terminado aqu. Y Grace se qued donde estaba vindolo alejarse.

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    CAPTULO 02CAPTULO 02

    HHaban transcurrido varias horas y Grace estaba sentada en una silla en el corredor, fuera del dormitorio de la viuda. Estaba absolutamente cansada y no deseaba otra cosa que ir a meterse en su cama, aun sabiendo que, a pesar de su agotamiento, se pasara el resto de la noche dndose vueltas y vueltas en la cama sin poder conciliar el sueo. Pero la viuda estaba tan perturbada, y la haba llamado tantas veces, que finalmente renunci a la idea de ir a acostarse y llev la silla a ese lugar. En la ltima hora le haba llevado a la viuda (que no se mova de la cama) un fajo de cartas que haba tenido guardadas en el fondo de un cajn con llave; un vaso de leche caliente; una copa de coac; otro retrato en miniatura de su hijo John, fallecido tanto tiempo atrs; un pauelo que sin duda tena un valor sentimental; otra copa de coac, para reemplazar a la primera, que se bebi mientras le ordenaba que fuera a buscar el pauelo.

    Haban pasado unos diez minutos desde la ltima llamada, diez minutos en que no haba podido hacer nada aparte de estar sentada esperando, pensando, pensando...

    En el bandolero. En su beso. En Thomas, el actual duque de Wyndham, al que consideraba un amigo. En el difunto hijo mediano de la viuda, y en el hombre que al parecer era igual

    a l. Y en su apellido. Hizo una larga inspiracin. Su apellido. Su apellido. Buen Dios. Eso no se lo haba dicho a la viuda. Se haba quedado inmvil en el camino,

    observando alejarse al bandolero a la luz de la media luna. Y, finalmente, cuando le pareci que le funcionaran las piernas, comenz a actuar para volver a la casa. Tuvo que ir a desatar al lacayo, luego atender al cochero, y en cuanto a la viuda, estaba tan trastornada que ni siquiera emiti un susurro de protesta cuando coloc al cochero herido dentro del coche con ella.

    Hecho todo eso subi al pescante, donde ya estaba el lacayo, y cogi las riendas para llevar el coche de vuelta a la casa. No tena mucha experiencia en llevar las riendas, pero se las arregl.

    Tuvo que arreglrselas. No haba nadie ms que lo hiciera. Pero eso era algo para lo que era buena.

    Para arreglrselas. Para hacer las cosas. Cuando llegaron a la casa, busc a una persona para que atendiera al cochero

    y luego fue a atender a la viuda, todo ese tiempo sin parar de pensar: Quin era l? El bandolero. Haba dicho que en otro tiempo su apellido era Cavendish.

    Podra ser el nieto de la duquesa viuda? Le haban dicho que John Cavendish muri sin descendencia, pero no sera el primer noble joven que dejaba el campo sembrado de hijos ilegtimos.

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    Aunque l dijo que su apellido era Cavendish, o, mejor dicho, que haba sido Cavendish. Lo cual significaba...

    Movi la cabeza, agotada. Estaba tan cansada que no era capaz de pensar, y sin embargo pareca que lo nico que poda hacer era pensar. Qu significaba que el apellido del bandolero fuera Cavendish? Poda un hijo ilegtimo llevar el apellido de su padre?

    No tena la menor idea. Jams en su vida haba conocido a un hijo bastardo, al menos no a uno de origen noble. Pero saba de hombres que se haban cambiado el apellido. El hijo del prroco se haba ido a vivir con unos parientes cuando era pequeo, y la ltima vez que vino de visita se present con otro apellido. Al parecer, entonces, un hijo ilegtimo poda ponerse el apellido que quisiera. Y aunque no fuera legal hacerlo, un bandolero no se iba a preocupar por esos tecnicismos, no?

    Se toc la boca, intentando simular que no le gustaban los estremecimientos de excitacin que pasaron por toda ella al recordar. l la haba besado. Ese haba sido su primer beso, y no saba quin era l.

    Conoca su olor, conoca el calor de su piel y la aterciopelada suavidad de sus labios, pero no conoca su nombre.

    No entero, al menos. Grace! Grace! Se levant cansinamente. Haba dejado entreabierta la puerta para orla si la

    llamaba, y no se haba equivocado: volva a llamarla. La viuda deba seguir muy trastornada; rara vez la llamaba por su nombre de pila; era ms difcil decirlo de manera autoritaria que seorita Eversleigh.

    Entr a toda prisa en el dormitorio. Se le ofrece algo? pregunt, procurando que la voz no le saliera cansada

    ni resentida. La viuda estaba sentada en la cama, bueno, no del todo sentada, ms bien

    reclinada, solamente la cabeza levantada sobre las almohadas. Pareca estar tremendamente incmoda, pero la ltima vez que intent acomodarla mejor casi le arranc la cabeza.

    Dnde estaba? Le pareci que esa pregunta no necesitaba respuesta, pero de todos modos

    contest: Aqu, al otro lado de la puerta, seora. Necesito que me traiga una cosa dijo la viuda, y pareca ms agitada que

    imperiosa. Qu desea que le traiga, excelencia? Necesito el retrato de John. Grace la mir sin comprender. No se quede ah detenida! exclam la viuda, o ms bien grit. Pero, seora protest Grace, retrocediendo de un salto. Le he trado los

    tres retratos en miniatura y...

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    No, no, no exclam la viuda, moviendo la cabeza de un lado a otro sobre las almohadas. Necesito el retrato. El de la galera.

    El retrato repiti Grace. Eran las tres y media de la madrugada, y tal vez estuviera atontada por el

    agotamiento, pero crea que le acababan de ordenar que descolgara un retrato de cuerpo entero de una pared y lo subiera dos tramos de escalera hasta ese dormitorio.

    Sabe cul es dijo la viuda. l est de pie junto al rbol y hay destellos en sus ojos.

    Grace pestae, tratando de asimilar eso. Slo est ese, creo. S dijo la viuda, con la voz bastante chillona por su urgencia. Hay

    destellos en sus ojos. Quiere que lo traiga aqu. No tengo otro dormitorio ladr la viuda. Muy bien. Trag saliva; buen Dios, cmo se las iba a arreglar para hacer

    eso?. Me llevar un poco de tiempo. Simplemente sbase en una silla y saque el maldito cuadro. No es necesario

    que... Le vino un acceso de tos y se le dobl el cuerpo. Grace corri hasta la cama. Seora, seora! exclam, rodendole la espalda con el brazo para

    enderezarla. Por favor, seora. Debe intentar tranquilizarse. Se va a hacer dao.

    La viuda tosi unas cuantas veces ms, bebi un largo trago de leche caliente, despus solt una maldicin y cogi la copa de coac. La apur de un trago.

    Le har dao a usted resoll, dejando la copa en la mesilla de noche, con un golpe, si no me trae ese retrato.

    Grace trag saliva y asinti. Como quiera, seora. Sali a toda prisa y cuando ya estaba fuera de la vista de la viuda se apoy en

    la pared del corredor. Qu bien haba comenzado esa noche. Y ahora haba que verla. Haba tenido

    una pistola apuntada al corazn, la bes un hombre cuya prxima cita era sin duda con la horca y ahora la viuda quera que sacara un enorme retrato de cuerpo entero de la galera y se lo subiera.

    A las tres y media de la madrugada. De ninguna manera me paga bastante mascull en voz baja mientras iba

    bajando la escalera. No existe cantidad de dinero suficiente que... Grace? Se detuvo en seco y con el impulso se salt el ltimo peldao. Al instante unas

    manos grandes le cogieron los brazos para afirmarla. Levant la vista, aunque ya saba quin tena que ser. Thomas Cavendish era el nieto de la duquesa viuda; tambin era el duque de Wyndham y por lo tanto sin duda el hombre ms

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    poderoso del distrito. Estaba en Londres casi con la misma frecuencia con que estaba en Belgrave, pero ella haba llegado a conocerlo bastante bien en los cinco aos que llevaba trabajando de dama de compaa de la viuda.

    Eran amigos. La situacin era extraa y totalmente inesperada, dada la diferencia de rango entre ellos, pero eran amigos.

    Excelencia dijo, aun cuando haca mucho tiempo que l le haba ordenado que lo tuteara y llamara por su nombre de pila cuando estaban en la casa.

    Le agradeci con un gesto de asentimiento cuando l le solt los brazos, retrocedi y baj las manos a los costados; ya era demasiado tarde para pensar en ttulos y maneras de tratarlo.

    Qu diablos haces todava en pie? pregunt l. Son pasadas las dos. Pasadas la tres, en realidad enmend ella, distrada. Y entonces pens, santo cielo, Thomas. Se despabil del todo. Qu deba

    decirle? Deba contarle algo de lo ocurrido? No habra manera de ocultar que las haba asaltado un bandolero, pero no saba si deba revelar que podra haber un primo de primer grado recorriendo los caminos aligerando de sus objetos valiosos a los aristcratas de la localidad.

    Porque, tomando todo en cuenta, podra no ser primo. Adems, no tena ningn sentido preocuparlo innecesariamente.

    Grace? Ella movi la cabeza. Perdn, qu has dicho? Por qu andas vagando por los corredores? Tu abuela no se siente bien dijo y, desesperada por cambiar de tema,

    aadi: Llegas tarde a casa. Tena asuntos que atender en Stamford repuso l secamente. Su amante. Si fuera cualquier otra cosa su respuesta no habra sido esa. Pero

    era extrao que hubiera llegado a casa. Normalmente se quedaba a pasar la noche. A pesar de ser de cuna respetable, ella era una criada en Belgrave, y como tal se enteraba de casi todos los chismes. Si el duque se quedaba fuera toda la noche, por lo general ella se enteraba.

    Tuvimos una noche... algo agitada dijo. l la mir expectante. Ella titube un momento y luego, bueno, no haba nada que hacer aparte de

    decir: Nos asaltaron unos bandoleros. Buen Dios exclam l al instante. Ests bien? Est bien mi abuela? No sufrimos dao ninguna de las dos, aunque nuestro cochero tiene un feo

    chichn en la cabeza. Me tom la libertad de darle tres das libres para que se recupere.

    Por supuesto. Cerr los ojos con expresin apenada, y al abrirlos dijo: Debo pedir disculpas. Debera haber insistido en que llevarais ms de un jinete de escolta.

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    No seas tonto. No es culpa tuya. Quin habra pensado...? Se interrumpi, porque no tena sentido buscar a alguien a quien culpar. No nos hicieron dao repiti. Eso es lo que importa.

    l exhal un suspiro. Qu os robaron? Ella trag saliva. No poda decirle que slo les robaron un anillo. Thomas no

    era ningn idiota; le extraara. Esboz una tensa sonrisa, decidiendo que era mejor la vaguedad.

    No mucho. A m, nada. Me imagino que era evidente que no soy una mujer acaudalada.

    Mi abuela debe de estar loca de furia. Est algo perturbada dijo ella, evasiva. Llevaba su collar de esmeraldas, verdad? Movi la cabeza. La vieja

    bruja le tiene un cario ridculo a esas piedras. En realidad salv las esmeraldas. Las escondi debajo del cojn del asiento. l pareci impresionado. S? Yo se las escond enmend ella, nada deseosa de compartir la gloria. Me

    las pas a m antes que abrieran la puerta del coche. l sonri levemente y, pasado un momento de silencio algo incmodo, dijo: No me has dicho por qu ests levantada tan tarde. Sin duda te mereces un

    descanso tambin. Esto... No haba manera de evitar decrselo; adems, seguro que l notara

    el inmenso espacio vaco en la galera al da siguiente. Tu abuela me ha hecho una extraa peticin.

    Todas sus peticiones son extraas repuso l al instante. No, esta... bueno... Pestae exasperada; cmo haba llegado a esto su

    vida?. Supongo que no querras ayudarme a sacar un cuadro de la galera. Un cuadro. Ella asinti. De la galera. Ella volvi a asentir. Supongo que no habr pedido uno de esos cuadrados relativamente

    pequeos. Los bodegones? l asinti. No. Puesto que l no haca ninguna pregunta, aadi: Quiere el retrato

    de tu to. De cul? John. l asinti, sonriendo levemente, aunque sin humor. Siempre fue su favorito.

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    Pero t no lo conociste dijo Grace, por la forma como l dijo eso, casi como si hubiera sido testigo de ese favoritismo.

    No, claro que no. Muri antes que yo naciera. Pero mi padre hablaba de l. Su expresin deca claramente que no deseaba hablar ms de ese tema. Y a

    ella no se le ocurri nada ms que decir, as que continu donde estaba, esperando que l ordenara sus pensamientos.

    Y al parecer l los orden, porque volviendo a mirarla le pregunt: No es de cuerpo entero ese retrato? Ella se imagin descolgndolo de la pared. Creo que s. Le dio la impresin de que se iba a girar en direccin a la galera, pero

    entonces apret las mandbulas y se transform nuevamente en el imponente duque.

    No dijo, rotundamente. No le vas a llevar ese cuadro esta noche. Si desea el maldito retrato en su dormitorio, puede ordenarle a un lacayo que se lo lleve por la maana.

    Grace dese sonrer ante esa actitud protectora, pero ya estaba demasiado cansada. Adems de eso, tratndose de la viuda, haca muchsimo tiempo que haba aprendido a seguir el camino de la menor resistencia.

    Te aseguro que nada deseo ms que irme a acostar en este mismo instante, pero es ms fcil complacerla.

    De ninguna manera dijo l imperioso. Sin esperar respuesta, comenz a subir la escalera. Grace se qued un

    momento observndolo y luego, encogindose de hombros, se dirigi a la galera. No poda ser tan difcil sacar un cuadro de una pared, verdad?

    Slo haba dado diez pasos cuando oy a Thomas ladrar su nombre. Suspirando se detuvo. Debera haberlo sabido. El hombre era tan tozudo como

    su abuela, aunque l no agradecera esa comparacin. Desanduvo los pasos, y se apresur cuando lo oy llamarla otra vez. Estoy aqu dijo, irritada. Buen Dios, vas a despertar a toda la casa. l puso los ojos en blanco. No me digas que ibas a ir a la galera a sacar el cuadro t sola. Si no se lo llevo, se pasar el resto de la noche tirando del cordn para

    llamarme y no podr dormir. l entrecerr los ojos. Obsrvame dijo. Que observe qu? pregunt ella, perpleja. Arrancar su cordn para llamar dijo l, continuando la subida con

    renovada resolucin. Arrancar su... Thomas! Subi corriendo, pero, claro, no poda darle

    alcance. Thomas, no puedes! l se gir e incluso sonri, lo que ella encontr bastante alarmante.

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    Es mi casa dijo. Puedo hacer lo que quiera. Y mientras ella asimilaba eso con su agotado cerebro, l avanz por el

    corredor y entr en el dormitorio de su abuela. Qu pretendes hacer? lo oy decir. Soltando el aliento, corri por el corredor y entr en la habitacin, justo

    cuando l estaba diciendo: Santo cielo, te sientes mal? Dnde est la seorita Eversleigh? pregunt la viuda, mirando nerviosa

    por toda la habitacin. Aqu dijo Grace, acercndose a toda prisa. Lo tiene? Dnde est el retrato? Necesito ver a mi hijo. Seora, es muy tarde dijo Grace, tratando de explicrselo. Se acerc otro poco, aunque no saba para qu. Si la viuda comenzaba a

    hablar del bandolero y de su parecido con su hijo favorito, ella no podra impedrselo.

    De todos modos, la proximidad le creaba al menos la ilusin de que podra impedir el desastre.

    Seora repiti, amablemente, en voz baja, mirndola con cautela. Por la maana puedes ordenarle a un lacayo que te lo traiga dijo Thomas,

    en un tono algo menos imperioso, pero no voy a permitir que la seorita Eversleigh haga ese pesado trabajo fsico, y mucho menos a estas horas de la noche.

    Necesito el retrato, Thomas dijo la viuda, y Grace casi se acerc a cogerle la mano. Su voz sonaba apenada, la voz de una anciana, y de ninguna manera pareca ella misma cuando aadi: Por favor.

    Grace mir a Thomas; l pareca inquieto. Maana dijo. A primera hora si quieres. Pero... No. Lamento que te hayan asaltado esta noche, y por supuesto har todo lo

    que sea necesario, dentro de lo razonable, para procurarte comodidad y velar por tu salud, pero esto no incluye exigencias caprichosas a horas intempestivas.

    Se miraron fijamente tanto rato que Grace dese encogerse. Entonces Thomas dijo:

    Grace, vete a acostar. Pero no se gir para salir de la habitacin. Ella se qued inmvil un momento, esperando qu?, no lo saba. Una

    contraorden de la viuda? Que retumbara un trueno fuera de la ventana? Puesto que no lleg ninguna de las dos cosas, concluy que no poda hacer nada ms esa noche y sali de la habitacin.

    Mientras iba caminando lentamente por el corredor los oy discutir, aunque sin ninguna palabra violenta, ninguna palabra acalorada. Los Cavendish tenan un temperamento fro, y era mucho ms probable que se atacaran con un dardo de hielo que con un grito acalorado.

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    Hizo una larga y temblorosa espiracin. Jams se acostumbrara a esas cosas. Llevaba cinco aos trabajando en Belgrave y todava la sorprenda el resentimiento que haba entre Thomas y su abuela.

    Y lo peor era que ni siquiera haba un motivo. Una vez se atrevi a preguntarle a Thomas a qu se deba ese desdn o aversin entre ellos; l se limit a encogerse de hombros, diciendo que siempre haba sido as. Que a ella no le caa bien su padre, que su padre lo odiaba a l y que lo habra pasado la mar de bien sin ninguno de los dos.

    Eso la dej pasmada. Haba supuesto que en todas las familias haba cario mutuo. En la suya lo haba habido. Su madre, su padre...

    Cerr los ojos para contener las lgrimas. Se estaba volviendo sensiblera. O tal vez se deba a que estaba cansada. Ya no lloraba por ellos. Los echaba de menos, siempre los echara de menos, pero el enorme agujero que dej en ella la muerte de los dos ya haba sanado.

    Y ahora... bueno, haba encontrado un nuevo lugar en el mundo. No era un lugar que hubiera esperado y no era el que sus padres deseaban para ella, pero lleg con comida y ropa y con la oportunidad de ver a sus amigas de vez en cuando.

    Pero a veces, por la noche, cuando estaba acostada, se le haca difcil. Era consciente de que no deba ser desagradecida: estaba viviendo en un castillo, por el amor de Dios. Pero no la haban criado para esa vida. No la haban criado para la servidumbre ni para esos temperamentos agriados. Su padre era un caballero del campo y su madre un miembro muy querido en su comunidad. La haban criado con cario y risas, y a veces, cuando estaban sentados junto al hogar al anochecer, su padre suspiraba y deca que tendra que quedarse solterona porque sin duda no haba ningn hombre en el condado que valiera lo suficiente para su hija.

    Y ella se rea y deca: Y en el resto de Inglaterra? Tampoco. Y en Francia? Santo cielo, no. Y en las Amricas? Es que quieres matar a tu madre, nia? Se marea slo con ver la playa. Y todos saban que ella se casara con un hombre del condado, que vivira un

    poco ms all o al menos a una distancia corta en coche o a caballo, y que sera feliz. Que encontrara lo que haban encontrado sus padres, porque nadie esperaba que se casara por un motivo que no fuera el amor. Tendra bebs y su casa estara llena de risas, y sera feliz.

    Ella se consideraba la chica ms afortunada del mundo. Pero la fiebre que golpe la casa Eversleigh fue cruel y cuando lleg ella

    qued hurfana. A los diecisiete aos no poda continuar viviendo sola en la casa, y en realidad nadie saba qu sera de ella mientras no se aclararan los asuntos de su padre y se leyera el testamento.

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    Ri amargamente mientras se quitaba el arrugado vestido, preparndose para acostarse. Las disposiciones de su padre slo empeoraron las cosas. Estaban endeudados, no terriblemente, pero lo bastante para convertirla a ella en una carga. Al parecer, sus padres siempre haban vivido ligeramente por encima de sus recursos, tal vez con la esperanza de que su amor y felicidad les servira para superarlo todo.

    Y eso ocurra, de verdad. El amor y la felicidad los haba ayudado a superar todos los obstculos con que se encontraron los Eversleigh.

    A excepcin de la muerte. Sillsby, el nico hogar que haba conocido, era una propiedad vinculada. Ella

    saba eso, pero no saba con qu impaciencia su primo Miles se ira a vivir ah; tampoco saba que l continuaba soltero. Ni que cuando la aplast contra una pared y le enterr los labios en los suyos deba permitrselo, agradecer en realidad a ese dandi su gentil y benvolo inters por ella.

    Lo que hizo fue enterrarle el codo en las costillas y la rodilla en... Bueno, despus de eso l no le tena mucho afecto. Esa era la nica parte de

    todo el desastre que todava la haca sonrer. Furioso por el rechazo, Miles la puso de patitas en la calle. Se qued sin nada.

    Sin casa, sin dinero y sin parientes (a l no lo contaba como pariente).Ah entr la viuda. La noticia de su apurada situacin debi viajar rpido por el distrito. La viuda

    se apareci como una diosa de hielo y se la llev. Claro que ella no se haca ninguna ilusin de que la fueran a tratar como a una mimada husped. La viuda se present con toda una comitiva, mir fijamente a Miles hasta hacerlo bajar los ojos y moverse inquieto (y, francamente, ese fue el momento que ms disfrut ella) y luego le anunci a ella:

    Va a ser mi dama de compaa. Antes que ella tuviera la oportunidad de aceptar o declinar el ofrecimiento, la

    viuda se dio media vuelta y sali de la sala. Lo cual slo confirm lo que todos ya saban: que ella no tena la menor opcin en el asunto.

    De eso haca cinco aos. Ahora viva en un castillo, coma buena comida y su ropa era, si no lo ltimo en moda, s de buena confeccin y bonita. (Por lo menos la viuda tena buen gusto y no era tacaa, aunque tal vez esas fueran sus nicas virtudes).

    Viva a slo unas millas del lugar donde se cri, y la mayora de sus amigas seguan viviendo en el condado, las vea con cierta periodicidad, en el pueblo, en la iglesia o en las visitas de la tarde. Y si no tena su familia, al menos no la haban obligado a formar pareja con Miles.

    Pero aunque agradeca muchsimo todo lo que haba hecho por ella la viuda, deseaba algo ms.

    O tal vez ni siquiera ms, tal vez simplemente algo diferente. Muy improbable, pens, metindose en la cama. Las nicas opciones para una

    mujer de su cuna eran o empleo o matrimonio; para ella, la nica opcin era el empleo. Los hombres de Lincolnshire le tenan demasiado miedo a la viuda como

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    para hacerle alguna insinuacin a ella. Era bien sabido que Augusta Cavendish no tena el menor deseo de formar a otra dama de compaa.

    Y era ms sabido an que Grace Eversleigh no tena ni un cuarto de penique. Cerr los ojos, intentando recordar que las sbanas entre las que estaba

    acostada eran de la mejor calidad, y que la vela que acababa de apagar era de cera de abeja pura. De verdad, tena todas las comodidades fsicas.

    Pero lo que deseaba era... En realidad no importaba lo que deseaba. Ese fue su ltimo pensamiento

    antes de quedarse dormida. Y so con un bandolero.

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    CAPTULO 03CAPTULO 03

    AA cinco millas de distancia, en una pequea posada de postas, estaba un hombre sentado solo en su habitacin, con una botella de caro coac francs, una copa vaca, una pequea maleta con ropa y el anillo de una mujer.

    Su nombre era Jack Audley; ex capitn John Audley del ejrcito de Su Majestad; ex Jack Audley de Butlersbridge, del condado Cavan de Irlanda; antes de eso haba sido Jack Cavendish-Audley, del mismo condado, y antes, retrocediendo todo lo que se puede retroceder, hasta el da de su bautizo, fue John Augustus Cavendish.

    El retrato en miniatura no signific nada para l. Casi no lo vio en la oscuridad de la noche y, en todo caso, aun estaba por descubrir al retratista que fuera capaz de captar la esencia de un hombre en un retrato en miniatura.

    Pero el anillo... Con la mano algo temblorosa, se volvi a llenar la copa. Cuando cogi el anillo de manos de la anciana no lo mir detenidamente, pero

    ah, en esa habitacin de la posada, s lo mir. Y lo que vio lo estremeci hasta el fondo del alma.

    Conoca ese anillo. Lo vea en su dedo. El suyo era una versin masculina, pero el dibujo grabado era idntico: una

    flor con el tallo curvado y una diminuta de muy elaborada, con florituras. No se enter de qu significaba la de cuando le dijeron que su padre se llamaba John Augustus Cavendish, pues no haba una de por ninguna parte.

    Segua sin saber qu representaba la de, pero saba que la anciana s lo saba. Y por mucho que intentara convencerse de que slo era una coincidencia, saba que esa noche, en un camino desierto de Lincolnshire, haba conocido a su abuela.

    Buen Dios. Volvi a mirar el anillo. Lo haba puesto vertical sobre la mesa, y la figura le

    haca guios a la luz de la vela. De pronto gir su anillo en el dedo y se lo quit. No recordaba la ltima vez que se vio el dedo sin el anillo. Su ta siempre le insista en que lo llevara con l; era el nico recuerdo que tenan de su padre.

    Segn le contaron, su madre lo tena aferrado en su temblorosa mano cuando la sacaron de las glidas aguas del Mar de Irlanda.

    Sostuvo el anillo ante l un momento, contemplndolo, y luego lo coloc junto al otro. Se le estiraron levemente los labios al mirarlos. Qu haba credo? Que cuando los pusiera juntos vera que eran totalmente distintos?

    Saba muy poco de su padre. Su nombre, claro, y que era el hijo mediano de una familia inglesa acomodada. Su ta slo haba estado con l dos veces, y la impresin que tena de l era que estaba algo distanciado de sus familiares. Slo hablaba de ellos riendo, de esa manera como hablan las personas cuando no desean decir nada importante.

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    No tena mucho dinero, o al menos eso supona su ta. Vesta ropa fina, pero muy usada, y, por lo que todos saban, haba estado varios meses recorriendo el campo irlands. Su explicacin fue que haba ido a la boda de un amigo del colegio, y le gust tanto el pas que se qued. Su ta no vea ningn motivo para dudar de eso.

    En resumen, lo nico que saba l era que John Augustus Cavendish era un caballero ingls de buena cuna que viaj a Irlanda, se enamor de Louise Galbraith, se cas con ella, y muri cuando el barco que los llevaba a Inglaterra naufrag muy cerca de la costa de Irlanda. Louise fue arrastrada a la orilla, con el cuerpo todo magullado y tiritando, pero viva. Ya haba pasado ms de un mes cuando se dieron cuenta de que estaba embarazada.

    Pero estaba dbil, y destrozada por la afliccin, y su hermana (la ta que lo cri como si fuera su hijo), deca que era ms sorprendente que hubiera sobrevivido al embarazo que el que hubiera muerto en el parto.

    Y eso resuma todos sus conocimientos acerca de su legado paterno. De vez en cuando pensaba en sus padres, con la curiosidad por saber quines eran y de cual de los dos haba heredado su sonrisa pronta, pero en realidad nunca haba deseado saber nada ms. Cuando tena dos das de edad, fue entregado a William y Mary Audley, y si ellos queran a sus hijos ms que a l, jams permitieron que l lo supiera. Se haba criado de hecho como hijo de un terrateniente rural, con dos hermanos, una hermana y veinte acres de ondulante pradera, perfecta para cabalgar, correr y saltar: todo lo que un nio puede desear.

    Su infancia haba sido maravillosa. Casi perfecta. Si no llevaba la vida que haba esperado, si a veces cuando estaba en la cama pensaba qu diablos haca asaltando coches en la oscuridad de la noche, por lo menos saba que el camino que lo llev a eso haba estado pavimentado con sus propias decisiones, sus propios defectos.

    Adems, la mayor parte del tiempo era feliz. Era bastante alegre por naturaleza y, en realidad, podra estar haciendo algo peor que jugar a Robin Hood por los caminos rurales de Gran Bretaa. Al menos hacer eso le daba la impresin de que su vida tena una cierta finalidad. Despus que se retir del ejrcito, no saba qu hacer. No tena el menor deseo de volver a la vida de soldado, pero para qu otra cosa estaba cualificado? Al parecer, slo tena dos habilidades; era capaz de montar un caballo como si hubiera nacido en esa postura, y tena el don de desviar una conversacin con un ingenio y una elegancia capaces de hechizar hasta a las personas ms ariscas. Tomado todo eso en cuenta, asaltar coches le pareci la opcin ms lgica.

    Su primer robo lo hizo en Liverpool, cuando vio a un joven dandi darle un puntapi a un ex soldado manco que tuvo la temeridad de mendigarle un penique. Animado por una pinta de cerveza bastante potente, sigui al joven hasta un rincn oscuro, lo apunt al corazn con una pistola y se alej con su billetero.

    Entonces reparti el contenido del billetero entre los mendigos de Queens Way, la mayora de los cuales haban luchado por la buena gente de Inglaterra y luego fueron olvidados.

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    Bueno, reparti el noventa por ciento del contenido del billetero; l tena que comer tambin.

    Despus de eso le fue fcil dar el paso a robar en las carreteras; era mucho ms elegante que la vida de un ladrn de a pie; y no se poda negar que es mucho ms fcil alejarse a caballo.

    Y esa era su vida. Eso era lo que haca. Si hubiera vuelto a Irlanda, posiblemente ya estara casado, dormira con una mujer, en una cama, en una casa. Su vida sera el condado Cavan y su mundo sera un lugar muchsimo ms pequeo que el que era en la actualidad.

    La suya era un alma errante. Por eso no volva a Irlanda. Se ech otro poco de coac en la copa. Haba cien motivos para no volver a

    Irlanda. Cincuenta, por lo menos. Bebi un trago, luego otro y otro, y continu bebiendo hasta que estuvo tan

    borracho que no pudo continuar mintindose. Haba un solo motivo para no volver a Irlanda. Un motivo, y cuatro personas a

    las que crea que no podra volver a mirar a la cara. Se levant y fue a asomarse a la ventana. No era mucho lo que se vea; un

    pequeo establo para los caballos, un frondoso rbol al otro lado del camino. La luz de la luna haca el aire translcido, reluciente, espeso, como si un hombre pudiera dar un paso fuera y perderse.

    Sonri tristemente. Era tentador. Siempre era tentador. Saba dnde estaba el castillo Belgrave. Llevaba una semana en el condado;

    no se puede estar todo ese tiempo en Lincolnshire sin enterarse de dnde estn las casas grandiosas, aun cuando uno no sea un ladrn que pretenda entrar a robar a sus moradores. Poda ir a echarle una mirada, pens. Tal vez debera echarle una mirada. Se lo deba a alguien; tal vez se lo deba a s mismo.

    Nunca le haba interesado mucho su padre, aunque siempre le haba tentado un poco la curiosidad.

    Adems, estaba ah. Quin saba cundo volvera a estar en Lincolnshire? Le tena demasiado

    cario a su cabeza como para quedarse en un mismo lugar mucho tiempo. No deseaba hablar con la anciana. No deseaba presentarse a dar

    explicaciones ni simular que era una persona distinta de lo que era. Un veterano de la guerra. Un bandolero. Un pcaro. Un idiota. Un tonto sentimental, de vez en cuando, que saba que las damas de buen

    corazn que haban atendido a los heridos estaban equivocadas; a veces, uno, simplemente, no puede volver a casa.

    Pero, santo Dios, qu no dara por ir a echarle una mirada.

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    Cerr los ojos. Su familia lo recibira con los brazos abiertos. Eso era lo peor. Su ta le dara un fuerte abrazo; le dira que no fue culpa de l. Sera muy comprensiva.

    Pero no comprendera. Ese fue su ltimo pensamiento antes de quedarse dormido. Y so con Irlanda.

    El da siguiente amaneci luminoso, con el cielo despejado. Como una burla, pens Jack. Si estuviera lloviendo no se tomara la molestia de ir a echarle una mirada a Belgrave. Viajaba a caballo, y haba pasado buena parte de su vida simulando que no le importaba mojarse hasta los huesos. No cabalgaba bajo la lluvia si no tena necesidad. Haba aprendido eso, por lo menos.

    Pero no se encontrara con sus compaeros hasta la cada de la noche, as que no tena ningn pretexto para no ir. Adems, slo iba a mirar. Tal vez ver si encontraba la manera de hacerle llegar el anillo a la anciana. Para ella tena que significar muchsimo, y aunque sin duda podra sacarle una buena suma, saba que no sera capaz de venderlo.

    As pues, tom un desayuno abundante, acompaado por un asqueroso brebaje que, segn le jur el posadero, le despejara la cabeza, aun cuando l slo alcanz a decir Huevos cuando el hombre le dijo Le traer lo que necesita. Sorprendentemente, el brebaje tuvo su efecto (de ah su capacidad para digerir el abundante desayuno), as que mont en su caballo y emprendi la marcha hacia el castillo Belgrave a paso reposado.

    Esos das haba cabalgado con frecuencia por la zona, pero esa era la primera vez que senta curiosidad por ver el entorno. Por algn motivo, los rboles le parecan ms interesantes, la forma de las hojas, su manera de ensear los dorsos cuando soplaba el viento. Las flores tambin. Algunas le eran conocidas, idnticas a las que florecan en Irlanda. Pero otras eran nuevas para l, tal vez autctonas de los valles y zonas pantanosas de la regin.

    Era curioso. No saba muy bien en qu cosas debera pensar. Tal vez en que ese paisaje era el que vea su padre cuando cabalgaba por ese mismo camino; o tal vez que si no hubiera sido por esa terrible tempestad que azot el Mar de Irlanda, esos podran ser los rboles y flores que habra visto en su infancia. No saba si sus padres se habran establecido en Inglaterra o en Irlanda. Al parecer, iban a Inglaterra para presentar a su madre a la familia Cavendish cuando se hundi el barco. La ta Mary deca que tenan pensado decidir dnde irse a vivir despus que Louise hubiera tenido la oportunidad de ver un poco de Inglaterra.

    Se detuvo a arrancar una hoja de un rbol, por ningn motivo aparte del capricho. No era tan verde como las de Irlanda, concluy. Lgicamente, eso no tena ninguna importancia, aunque, de una manera extraa, s importaba.

    Emitiendo un bufido de impaciencia arroj la hoja al suelo, y aument la velocidad. Era ridculo que sintiera un ramalazo de culpabilidad por ir a ver el castillo. Buen Dios, si no iba ah a presentarse. No deseaba encontrar una nueva familia. Les deba mucho ms que eso a los Audley.

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    Slo deseaba verlo. Desde lejos. Ver lo que podra haber sido, lo que lo alegraba que no hubiera sido.

    Pero que tal vez debera haber sido. Puso el caballo al galope para que el viento se llevara sus recuerdos. La

    velocidad lo limpiaba, casi lo perdonaba, y de pronto se encontr al comienzo del camino de entrada de la propiedad. Y lo nico que se le ocurri pensar fue:

    Buen Dios.

    Grace estaba agotada. Esa noche haba dormido, aunque no mucho ni bien. Y aunque la duquesa

    decidi pasar la maana en la cama, a ella no le estuvo permitido ese lujo. La viuda era tremendamente exigente, ya estuviera en posicin vertical,

    horizontal u oblicua, si alguna vez lograba descubrir cmo sostenerse en ella. Y aunque se daba vueltas y vueltas en la cama, sin molestarse en levantar la

    cabeza de la almohada, sigui arreglndoselas para llamarla seis veces. La primera hora. Finalmente, se qued absorta leyendo un montn de cartas que le envi a

    buscar en el cajn de abajo del escritorio de su difunto marido, guardadas en una caja con la etiqueta JOHN, ETON.

    Salvada por las cartas de un colegial. Quin se lo habra imaginado? De todos modos, slo veinte minutos despus fue interrumpido su descanso

    por la llegada de lady Elizabeth y lady Amelia Willoughby, las guapas hijas rubias del conde de Crowland, vecinas de mucho tiempo y (siempre era un placer recordar) amigas suyas.

    Elizabeth especialmente. Eran de la misma edad y antes que su posicin en el mundo cayera en picado con la muerte de sus padres, se la consideraba una buena compaa para ellas. Ah, claro que todos saban que ella no hara un matrimonio como el de las chicas Willoughby; al fin y al cabo nunca gozara de una temporada en Londres. Pero cuando viva en la casa de sus padres, se las consideraba, si no iguales, por lo menos de un mismo nivel social. La gente no era muy etiquetera en las funciones sociales y bailes.

    Y cuando estaban solas, nunca se fijaban en sus respectivos rangos. Amelia era la hermana menor de Elizabeth; slo se llevaban un ao, pero

    cuando eran nias la diferencia de edad les pareca inmensa, as que no la conoca tan bien. Aunque eso cambiara pronto, supona. Amelia estaba comprometida en matrimonio con Thomas, y lo estaba desde la cuna. El honor le habra correspondido a Elizabeth, pero esta ya estaba comprometida con otro noble (tambin desde que naci; lord Crowland no era un hombre que dejara las cosas al azar). Pero el prometido muri muy joven. Lady Crowland (que no era muy dada a la discrecin o tacto), declar que el asunto era muy molesto, pero los documentos que comprometan a Amelia con Thomas ya estaban firmados, as que se consider mejor dejar las cosas como estaban.

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    Grace nunca haba hablado del compromiso con Thomas; eran amigos, pero l nunca hablara con ella de algo tan personal. De todos modos, desde haca tiempo sospechaba que l encontraba bastante cmoda la situacin. Una novia mantena a raya a las seoritas interesadas en casarse (y a sus madres). Hasta cierto punto. Era muy evidente que las damas de Inglaterra eran partidarias de proteger sus apuestas, y el pobre Thomas no poda ir a ninguna parte sin que las mujeres intentaran destacar sus encantos para captar su atencin, slo por si acaso, por si Amelia, ooh, desapareca.

    Mora. Decidi que no deseaba ser duquesa. Desde luego, pens irnica, como si Amelia tuviera alguna opcin en el

    asunto. Pero aun cuando una esposa sera un elemento disuasorio ms eficaz que una

    novia, Thomas continuaba dando largas, lo que ella encontraba tremendamente insensible por su parte. Amelia ya tena veintin aos, por el amor de Dios. Y, segn lady Crowland, por lo menos cuatro hombres le habran propuesto matrimonio en Londres si no estuviera sealada como la futura duquesa de Wyndham.

    (Elizabeth, como hermana, deca que el nmero de hombres se acercaba ms a tres, pero de todos modos la pobre chica llevaba aos suspendida como una cuerda.)

    Los libros! anunci Elizabeth cuando entraron en el vestbulo. Como lo promet.

    A peticin de su madre, Elizabeth se haba llevado varios libros de la viuda prestados. En realidad, lady Crowland no lea libros; lea muy poco aparte de las pginas de chismes de los diarios, pero devolverlos era un buen pretexto para visitar Belgrave, y siempre estaba a favor de cualquier cosa que pusiera a Amelia en la cercana de Thomas.

    Nadie tena el valor de decirle que Amelia vea rara vez a Thomas cuando iba de visita a Belgrave. La mayora de las veces se vea obligada a soportar la compaa de la viuda, aunque tal vez compaa es una palabra muy generosa para definir a Augusta Cavendish delante de la damita que estaba destinada a continuar el linaje Wyndham.

    La duquesa viuda era muy aficionada a encontrar defectos. Incluso se podra decir que ese era su principal talento.

    Y Amelia era su tema favorito. Pero ese da se haba librado, por el momento. La viuda segua arriba en su

    dormitorio, leyendo las conjugaciones de los verbos latinos de su difunto hijo, y, por lo tanto, Amelia tuvo la suerte de tomar el t mientras Grace y Elizabeth charlaban.

    O, mejor dicho, mientras Elizabeth charlaba. Grace haca inauditos esfuerzos por hacer gestos de asentimiento o emitir un murmullo en los momentos oportunos. Cualquiera dira que tendra en blanco su cansada cabeza, pero en realidad le ocurra lo contrario. No poda dejar de pensar en el bandolero. Y en su

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    beso. Y en su identidad. Y en su beso. Y en si volvera a verlo alguna vez. Y que la haba besado. Y...

    Y tena que dejar de pensar en l. Era una locura. Mir hacia la bandeja del t pensando si sera de mala educacin comerse la ltima galleta.

    Ests segura de que te sientes bien, Grace? dijo Elizabeth, cogindole la mano. Te veo muy cansada.

    Grace pestae, tratando de enfocar la cara de su amiga. Lo siento dijo automticamente, estoy bastante cansada, pero eso no es

    disculpa para mi falta de atencin. Elizabeth hizo un gesto de pena; conoca a la viuda. Todos la conocan. Te tuvo en pie hasta tarde anoche? Grace asinti. S, aunque en realidad no fue culpa suya. Elizabeth mir hacia la puerta para asegurarse de que no haba nadie oyendo,

    y entonces contest: Siempre es culpa suya. Grace sonri irnica. No, esta vez no, de verdad. Nos... Bueno, haba algn motivo para no

    contrselo a Elizabeth? Thomas ya lo saba, y al caer la noche ya lo sabran en todas partes de la regin. Nos asaltaron unos bandoleros.

    Uy, santo cielo! Grace! Dej la taza en la mesilla. No me extraa que ests tan distrada.

    Mmm? musit Amelia. Haba estado mirando hacia el espacio, como sola hacer mientras ellas

    conversaban, pero eso le capt la atencin. Estoy bastante recuperada la tranquiliz Grace. Me parece que slo

    estoy un poco cansada. Es que no dorm bien. Qu pas? pregunt Amelia. Elizabeth le dio un empujn. A Grace y a la viuda la asaltaron unos bandoleros! No me digas. Grace asinti. Anoche, cuando volvamos del baile. Entonces le pas por la cabeza el pensamiento: Buen Dios, si el bandolero es

    el nieto de la viuda y es legtimo, qu le ocurrir a Amelia? Pero no era legtimo, no poda serlo. Bien poda ser Cavendish por su sangre,

    pero no por derecho de nacimiento. Los hijos de duques no van dejando hijos legtimos repartidos por el campo. Eso simplemente no ocurre.

    Se llevaron algo? pregunt Amelia. Cmo puedes hablar con tanta tranquilidad? exclam Elizabeth. La

    apuntaron con una pistola mir a Grace, verdad?

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    Grace volvi a ver la pistola en la mente; el fro extremo redondo, la seductora mirada del bandolero. No le habra disparado; eso ya lo saba. De todos modos, contest:

    S. Te aterraste? pregunt Elizabeth, en un resuello. Yo me habra

    aterrado. Me habra desmayado. Yo no me habra desmayado dijo Amelia. Bueno, t no, claro repuso Elizabeth, irritada. Ni siquiera emitiste una

    exclamacin cuando Grace lo cont. La verdad es que lo encuentro bastante emocionante dijo Amelia, mirando

    a Grace con mucho inters. Lo fue? Y Grace, santo cielo, sinti subir el rubor a la cara. Amelia se inclin hacia ella con los ojos brillantes. Era guapo, entonces? Elizabeth mir a su hermana como si se hubiera vuelto loca. Quin? El bandolero, lgicamente. Grace tartamude algo y se llev la taza de t a los labios, simulando beber. Lo era dijo Amelia, triunfante. Llevaba un anfifaz seal Grace. Pero de todos modos viste que era guapo. No! Pues entonces su acento era terriblemente romntico insisti Amelia.

    Francs? Italiano? Agrand ms los ojos. Espaol. Te has vuelto loca dijo Elizabeth. No hablaba con acento replic Grace. Entonces record esa entonacin

    cantarina, esa traviesa elevacin de la voz que no lograba localizar. Bueno, no con mucho acento. Escocs, tal vez? Irlands? No sabra decirlo.

    Amelia se apoy en el respaldo, suspirando feliz. Un bandolero. Qu romntico. Amelia Willoughby! la rega Elizabeth. A Grace la asaltaron a punta de

    pistola y lo encuentras romntico? Amelia abri la boca para contestar, pero justo entonces se oyeron pasos en el

    corredor. La viuda? susurr Elizabeth, con una expresin que deca que le gustara

    muchsimo estar equivocada. No creo contest Grace. Cuando baj segua en la cama. Estaba algo...

    esto... alterada. Me lo imagino coment Elizabeth, y entonces exclam: Se llevaron sus

    esmeraldas? Grace neg con la cabeza. Las escondimos. Debajo del cojn del asiento.

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    Ah, qu ingenioso! exclam Elizabeth, aprobadora. No te parece, Amelia? Sin esperar respuesta, mir a Grace y aadi: Fue idea tuya, verdad?

    Grace abri la boca para decir que habra entregado alegremente el collar, pero justo entonces pas Thomas por delante de la puerta abierta de la sala de estar.

    Par la conversacin. Elizabeth mir a Grace, Grace mir a Amelia, y esta simplemente continu mirando la puerta. Pasado un momento de silencio, Elizabeth solt el aliento retenido y dijo a Amelia:

    Creo que no sabe que estamos aqu. No me importa declar Amelia, y Grace le crey. Me gustara saber adnde iba musit Grace. Pero le pareci que no la oyeron; las dos hermanas seguan mirando hacia la

    puerta, para ver si l volva. Entonces se oyeron gruidos y luego un golpe. Grace se levant, pensando si

    debera ir a investigar. Maldita sea! oy exclamar a Thomas. Hizo un mal gesto y mir a sus amigas, que tambin se haban levantado. Cuidado ah oyeron decir a Thomas. Y entonces, mientras las tres miraban en silencio, pas el retrato de John

    Cavendish por delante de la puerta, llevado por dos lacayos, con muchas dificultades para mantenerlo derecho y equilibrado.

    De quin es ese retrato? pregunt Amelia, despus que lo vieran pasar. Del hijo mediano de la viuda explic Grace. Muri hace veintinueve

    aos. Por qu lo trasladan? La viuda desea tenerlo en su habitacin contest Grace, pensando que

    esa respuesta debera bastar; quin saba por qu haca las cosas la viuda? Al parecer Amelia qued satisfecha con esa respuesta, porque no hizo ms

    preguntas. O tal vez eso se debi a que Thomas eligi ese momento para reaparecer en la puerta.

    Seoras dijo. Las tres hicieron sus reverencias. l hizo un gesto de asentimiento, de esa manera tan suya, cuando era

    evidente que slo quera ser educado. Perdn dijo, y se alej. Bueno dijo Elizabeth. Grace no supo si con eso quera expresar su agravio por la grosera o

    simplemente llenar el silencio. Si era lo ltimo, no le result, porque nadie dijo nada ms. Finalmente, Elizabeth aadi:

    Tal vez deberamos marcharnos. No, no podis dijo Grace, sintindose fatal por ser la portadora de la mala

    noticia. Todava no. La viuda desea ver a Amelia.

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    Amelia emiti un gemido. Lo siento dijo Grace, y lo dijo en serio. Amelia se sent, mir la bandeja del t y declar: Me voy a comer la ltima galleta. Grace asinti. Amelia necesitaba sustento para la horrible entrevista que la

    esperaba. Tal vez debera ordenar que traigan ms? Pero justo en ese instante volvi Thomas. Casi lo rompemos en la escalera le dijo a Grace, moviendo la cabeza. Se

    inclin hacia la derecha y casi se enterr en la baranda. Uy, caramba. Habra sido como clavarle una estaca en el corazn dijo l, con macabro

    humor. Habra valido la pena slo por verle la cara. Grace se dispuso a levantarse para subir. Si la viuda estaba levantada, quera

    decir que haba acabado su reunin con las hermanas Willoughby. Su abuela se levant, entonces? pregunt. Slo para supervisar el traslado repuso l. Por el momento ests a salvo.

    Movi la cabeza y puso los ojos en blanco. No puedo creer que haya tenido la temeridad de pedirte que se lo llevaras anoche. O aadi con mucha intencin, que t hayas credo que podas llevarlo.

    A Grace le pareci que deba explicar eso a Elizabeth y Amelia. Anoche la viuda me pidi que le llevara el cuadro les dijo. Pero si es enorme! exclam Elizabeth. Mi abuela siempre prefiri a su hijo mediano dijo Thomas, curvando los

    labios de una manera que no se poda considerar una sonrisa. Entonces mir hacia el frente y, como si slo en ese instante hubiera cado en la cuenta de la presencia de su futura esposa, dijo: Lady Amelia.

    Excelencia respondi ella. Pero al parecer l no la oy; se haba sentado y ya estaba vuelto hacia Grace,

    diciendo: Me vas a apoyar, supongo, si la encierro? Thom... Se interrumpi; era de suponer que Elizabeth y Amelia saban que

    tena permiso para llamarlo por su nombre de pila cuando estaban en Belgrave, pero de todos modos le pareca una falta de respeto llamarlo as delante de otras personas. Excelencia dijo, pronunciando muy bien. Hoy debe tener una paciencia extra con ella. Est muy alterada.

    Elev una oracin pidiendo perdn por hacer creer a todos que el trastorno de la duquesa slo se deba a un vulgar robo. No era exactamente mentirle a Thomas, pero supona que en este caso un pecado de omisin podra resultar igualmente peligroso.

    Se oblig a sonrer; lgicamente la sonrisa le sali forzada. Amelia? Te sientes mal? pregunt Elizabeth.

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    Grace las mir y vio que Elizabeth estaba observando a su hermana con expresin preocupada.

    Estoy muy bien le espet Amelia, lo cual bast para demostrar que no lo estaba.

    Las hermanas discutieron un momento, en voz tan baja que Grace no logr or lo que decan, y entonces Amelia se levant diciendo que necesitaba tomar el aire.

    Thomas se levant, lgicamente, y Grace tambin. Amelia pas por delante de ellos y ya casi haba llegado a la puerta cuando Grace comprendi que Thomas no tena la intencin de seguirla.

    Santo cielo, para ser un duque tena unos modales abominables. Le dio un codazo en las costillas; alguien tena que hacerlo, se dijo. Nadie se atreva a hacerle frente jams.

    Thomas la mir enfadado, pero se dio cuenta de que tena razn, porque se gir hacia Amelia, hizo un leve gesto de asentimiento y dijo:

    Permteme que te acompae. Salieron. Grace volvi a sentarse y durante por lo menos un minuto rein el

    silencio, hasta que Elizabeth dijo, resignada: No hacen una buena pareja, verdad? Grace mir hacia la puerta, aun cuando ya haca un rato que haban salido, y

    neg con la cabeza. Era inmenso, pens Jack. Era un castillo, claro, y un castillo se construye para

    ser imponente, pero, francamente... Lo estaba contemplando boquiabierto. Era inmenso. Extrao que nadie le hubiera dicho que su padre proceda de una familia

    ducal. Lo sabra alguien? Siempre haba supuesto que su padre era hijo de un alegre terrateniente rural, tal vez un baronet o incluso un barn. Siempre le haban dicho que era hijo de John Cavendish, no de lord John Cavendish, como deberan haberlo llamado.

    Y en cuanto a la anciana... Esa maana haba cado en la cuenta de que ella no le dijo su nombre, pero sin duda era la duquesa. Era demasiado imperiosa para ser una ta solterona o una parienta viuda.

    Buen Dios; era nieto de un duque. Cmo era posible eso? Continu mirando el edificio. No era provinciano del todo. Haba viajado

    muchsimo cuando estaba en el ejrcito y haba asistido al colegio con los hijos de las familias ms notables de Irlanda. La aristocracia no le era desconocida. No se senta incmodo en medio de aristcratas.

    Pero eso... Eso era inmenso.

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    Cuntas habitaciones tendra? Tendran que ser ms de cien. Y de qu poca? No pareca del todo medieval, a pesar de las almenas, pero sin duda era pretudor. Algo importante debi ocurrir ah. No se hacen casas tan grandes sin que haya ocurrido algn acontecimiento histrico. Un tratado, tal vez? Tal vez una visita de la realeza? Daba la impresin de ser alguna de las cosas que se mencionan en el colegio, y probablemente por eso no lo saba.

    Estudioso no era. La vista del castillo haba sido engaosa cuando se acercaba. En esa parte

    haba muchsimos rboles y las torres y torreones aparecan y desaparecan por entre el follaje. Slo cuando lleg al comienzo del camino de entrada qued totalmente a la vista, imponente, impresionante. La piedra era de color gris con un ligero matiz amarillo y, aunque los ngulos eran principalmente cuadrados, la fachada no tena nada aburrido. Haba muchsimos salientes y entradas; esa no era una pared georgiana larga y lisa con ventanas.

    No lograba ni imaginarse cunto tiempo le llevara orientarse en la casa a un recin llegado; ni cunto tiempo tardaran en encontrar al pobre que se hubiera perdido.

    Y as continu contemplando, tratando de hacerse una idea. Cmo habra sido criarse ah? Su padre se haba criado en esa casa, y por todo lo que decan de l, era un hombre bueno y simptico. Bueno, era la impresin de una persona; su ta Mary era la nica que lo conoci lo bastante bien como para poder contar una o dos historias de l.

    De todos modos, se le haca difcil imaginarse a una familia viviendo ah. Su casa en Irlanda no era pequea bajo ningn criterio, pero an as, habiendo cuatro hijos, normalmente vivan chocndose; no se poda caminar diez minutos o ni siquiera dar diez pasos sin encontrarse con alguien y entablar conversacin, ya fuera un primo, un hermano, una ta o incluso un perro (era un buen perro, Dios tenga su almita peluda en paz; mejor que muchas personas).

    Se conocan entre ellos los Audley, y eso, haba concluido haca mucho tiempo, era algo muy bueno y muy poco comn.

    Pasados unos minutos vio un revuelo de movimientos en la puerta principal y aparecieron tres mujeres. Dos de ellas eran rubias. A esa distancia no les vea las caras, pero por su forma de caminar o moverse calcul que eran jvenes, y posiblemente muy guapas.

    Las chicas guapas, haba notado haca tiempo, se mueven de modo distinto a las feas, sepan o no que son guapas; simplemente no tienen conciencia de fealdad; en cambio, las feas siempre lo saben.

    Esboz una media sonrisa satisfecha; tal vez era un estudioso de las mujeres, y ese tema, intentaba convencerse con frecuencia, era tan noble como cualquier otro.

    Pero fue la tercera chica, la ltima que sali de la casa, la que lo hizo retener el aliento y quedarse muy quieto, sin poder apartar la vista de ella.

    Era la chica del coche de la noche pasada. Estaba seguro. Su pelo era del mismo color, lustroso y moreno, pero ese no era un color tan nico que no se pudiera encontrar en otra mujer. Saba que era ella porque... porque...

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    Porque lo saba. La recordaba. Recordaba su manera de caminar, de moverse, lo que sinti

    cuando la tena apretada a su cuerpo. Recordaba el suave movimiento del aire entre ellos cuando se apart.

    Le haba cado bien. No eran frecuentes las oportunidades de que le cayeran bien o mal las personas a las que asaltaba en los caminos, pero justo estaba pensando que encontraba algo atractivo en el brillo de inteligencia de sus ojos cuando la anciana la empuj hacia l, dndole permiso para ponerle el can de la pistola en la cabeza.

    Eso no lo aprob, lgicamente, pero de todos modos lo agradeci, porque tocarla, rodearla con el brazo, fue un placer inesperado. Y cuando la anciana volvi con el retrato en miniatura, su nico pensamiento fue que era una lstima que no hubiera tenido tiempo de besarla como es debido.

    Se mantuvo inmvil en su montura observndola. Ella avanz por el camino de entrada, mirando atrs por encima del hombro, y entonces se acerc a las otras y les dijo algo. Una de las rubias se cogi de su brazo y la llev hacia un lado. Eran amigas, comprendi, sorprendido, y pens si la chica (su chica, la consideraba ya) sera algo ms que una dama de compaa. Una parienta pobre, tal vez? Era evidente que no era hija de la casa, pero al parecer no era una criada.

    Ella (cmo se llamara?, deseaba saber su nombre) se at las cintas de la papalina y despus apunt hacia algo en la distancia. l mir en esa direccin, pero eran tantos los rboles que bordeaban el largo camino de entrada que no vio lo que haba captado su inters.

    Entonces ella se gir. Qued de cara a l. Lo vio. No hizo ninguna exclamacin, ningn gesto, pero l supo que lo haba visto

    por su forma de... Tal vez simplemente por su manera de estar, porque no le vea la cara a esa

    distancia. Pero lo supo. Sinti un hormigueo de percepcin, y se le ocurri que ella lo haba reconocido

    tambin. Eso era ridculo, porque estaba en el otro extremo del camino de entrada y no llevaba su ropa de bandolero, pero supo que ella saba que estaba mirando al hombre que la bes.

    El momento (que slo pudo durar unos segundos) se alarg hasta la eternidad. Entonces grazn un pjaro detrs de l, sacndolo del trance, y por la cabeza le pas rpido el pensamiento:

    Momento de marcharme. Nunca se quedaba mucho rato en un mismo sitio, y ese, sin duda, era el ms

    peligroso. Ech una ltima mirada; no una mirada de anhelo; no deseaba eso. Y en

    cuanto a la chica del coche, trag saliva para pasar algo extrao y agrio que le quem la garganta, tampoco la deseara a ella.

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    Algunas cosas son sencillamente insostenibles. Quin era ese hombre? pregunt Elizabeth. Grace la oy, pero simul que no la haba odo. Estaban sentadas en el

    cmodo coche de los Willoughby, pero al feliz grupo de tres se haba aadido una cuarta persona.

    Una vez que la viuda se levant de la cama, le ech una sola mirada a las mejillas besadas por el sol de Amelia (que, en opinin de Grace, haba dado un largo paseo con Thomas, tomado todo en cuenta) y solt una parrafada apenas inteligible sobre el decoro que corresponde a una futura duquesa. No todos los das se oa un discurso que contuviera dinasta, procreacin y manchas dejadas por el sol en una sola frase.

    Pero la viuda lo consigui, y ya todas se sentan fatal, principalmente Amelia. A la viuda se le meti en la cabeza que necesitaba hablar con lady Crowland (muy probablemente sobre las supuestas manchas en la piel de Amelia) y por lo tanto se invit a acompaarlas en el trayecto, y envi la orden al establo de que prepararan un coche que las siguiera, para la vuelta.

    Grace tuvo que acompaarlas tambin, porque, francamente, no tena otra opcin.

    Grace? dijo Elizabeth. Grace frunci los labios y clav la mirada en un punto del respaldo del asiento

    de enfrente, a la izquierda de la cabeza de la viuda. Quin era? insisti Elizabeth. Nadie contest Grace. Estamos listas para partir? Mir por la ventanilla, haciendo como que estaba interesada en ver si haba

    algn obstculo en el camino de entrada que les impidiera pasar. En cualquier momento se pondran en marcha hacia Burges Park, donde vivan los Willoughby.

    Haba estado temiendo el trayecto, aun cuando era corto; y entonces fue cuando lo vio.

    Al bandolero. Cuyo apellido no era Cavendish. Pero en otro tiempo lo fue. l se march antes que saliera la viuda del castillo, haciendo virar su caballo

    con una pericia que, aun cuando ella no era buena jinete, reconoci. Pero l la vio. Y la reconoci. De eso estaba segura. Lo sinti. Impaciente tamborile con los dedos en el costado de su muslo. Pens en

    Thomas y en el enorme retrato que pas por la puerta de la sala de estar. Pens en Amelia, a la que desde que naci la criaron para ser la esposa de un duque. Y pens en s misma. Su mundo poda no ser el que deseaba, pero era su mundo, y era seguro.

    Un hombre tena el poder de destrozrselo.

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    Por eso, aun cuando vendera un trocito de su alma por un solo beso ms de un hombre al que no conoca, cuando Elizabeth coment que le haba parecido que lo conoca, dijo secamente:

    No. La viuda levant la vista, con la cara arrugada de irritacin. De qu estn hablando? Haba un hombre al final del camino de entrada dijo Elizabeth, antes que

    Grace pudiera decir nada. La viuda gir bruscamente la cabeza hacia ella. Quin era? pregunt. No lo s. No le vi la cara. Lo cual no era mentira, al menos la segunda parte. Quin era? tron la viuda, elevando la voz para hacerse or por encima

    del ruido de las ruedas del coche que comenzaba la marcha por el camino. No lo s repiti Grace, aunque not que la voz le sali rota. Lo vio usted? pregunt la viuda a Amelia. Grace capt la mirada de Amelia y pas algo de la una a la otra. No vi a nadie, seora repuso Amelia. La viuda la descart con un bufido y dirigi todo el peso de su furia hacia

    Grace. Era l? Grace neg con la cabeza. No lo s tartamude. No sabra decirlo. Para el coche! grit la viuda, levantndose. Hizo a un lado a Grace de un

    empujn y golpe fuerte la pared que separaba el chasis del pescante. Para, he dicho!

    El coche se detuvo con una sacudida, y Amelia, que iba sentada al lado de la viuda, se fue hacia delante cayendo a los pies de Grace. Intent levantarse, pero se lo impidi la viuda, que le haba cogido el mentn a Grace, enterrndole cruelmente sus viejos y largos dedos en la piel.

    Le dar una oportunidad ms, seorita Eversleigh sise. Era l? Perdname, pens Grace. Y asinti.

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    CAPTULO 04CAPTULO 04

    DDiez minutos despus, Grace iba viajando en el coche de Wyndham sola con la duquesa viuda, tratando de recordar por qu le dijo a Thomas que no enviara a su abuela a un asilo. En los ltimos cinco minutos, haba ordenado, tajantemente, al cochero que virara el coche para regresar a la casa.

    La haba empujado fuera del coche, y hecho saltar al suelo cayendo violentamente sobre el tobillo derecho.

    Orden a las hermanas Willoughby que hicieran solas el trayecto a su casa, sin darles ni la ms mnima explicacin.

    Haba hecho volver el coche de Wyndham que iba siguiendo al otro. Orden subir al sudodicho coche a seis fornidos lacayos. Orden a uno que la arrojara a ella dentro del coche (el lacayo al que le toc

    la tarea le pidi disculpas, pero de todos modos...). Seora? pregunt, vacilante; la velocidad a la que iban slo se poda

    considerar pel