adolescencia fase de transición y de conflictos divaldo franco
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ADOLESCENCIA FASE DE TRANSICIÓN Y DE CONFLICTOS DIVALDO FRANCOTRANSCRIPT
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ADOLESCENCIA - FASE DE
TRANSICIÓN Y DE CONFLICTOS Divaldo Franco/Joanna de Ângelis
Libro: Adolescencia y Vida
La adolescencia es el periodo propio para el desenvolvimiento físico
y psicológico, que se inicia aproximadamente a los catorce años
para los chicos y a los doce años en las chicas, prolongándose, hasta
los veinte años y dieciocho años, respectivamente, en los países de
clima frio, siendo que en los trópicos hay una variación para más
temprano.
En esa fase, hay un desdoblamiento de los órganos secundarios del
sexo, dando surgimiento a los factores propiciatorios de la
reproducción, como son el espermatozoide en el fluido seminal y el
catamenial. Los jóvenes experimentan alteraciones en la voz,
mientras las mozas presentan desenvolvimiento de los huesos de
las caderas, de los senos, lo que ocurre con cierta rapidez,
normalmente acompañados por el surgimiento de afectividad, del
interés sexual y de los conflictos en el área del comportamiento,
como inseguridad, ansiedad, timidez, inestabilidad, angustia,
facultando el espacio para el desenvolvimiento y definición de la
personalidad, aparecimiento de las tendencias y de las vocaciones.
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Completando la reencarnación, el adolescente pasa a vivir la
experiencia nueva, definiendo los rumbos del comportamiento que
el tiempo madurecerá a través de la vivencia de los nuevos desafíos.
Inadaptado al nuevo medio social en el cual se moverá, sufre el
conflicto de no ser más un niño, encontrándose, no en tanto, sin
estructura organizada para los juegos dela edad adulta. Es, por
tanto, el período intermediario entre las dos fases importantes de
la existencia terrena, que se encarga de preparar al ser para las
actividades existenciales más profundas. Inseguro, en cuanto a los
rumbos del futuro, el joven enfrenta el mundo que le parece hostil,
refugiándose en la timidez o expandiendo el temperamento,
conforme sean las circunstancias en las cuales se presenten las
propuestas de vida. Las bases de sustentación familiar, religiosa y
social, sienten los embates de los desafíos que enfrenta, pues
relaciona todo cuanto aprendió con lo que encuentra al frente. No
poseyendo la madurez del discernimiento, y fascinado por las
oportunidades encantadoras que le surgen de uno para otro
momento, se arroja a los nuevos placees sin darse cuenta de los
comprometimientos que pasa a firmar, entregándose a las
sensaciones que sienten en todo el cuerpo. Otras veces, victimado
por conflictos naturales que surgen de la incerteza de cómo
comportarse, se refugia en el miedo de asumir responsabilidades
provenientes de las actitudes y hace cuadros psicopatológicos,
como depresión, melancolía, irritabilidad, escamoteando el miedo
que lo asalta y lo intimida. En los días actuales las licencias morales
son muy agresivas, convidando al joven, aún inadecuado para los
juegos veloces del placer, los lances audaces en el área del sexo, que
parece constituir su meta prioritaria en la que se revuelca hasta el
agotamiento, dando surgimiento a la ausencia de recursos
escapistas, que no atienden a las necesidades presentes, antes más
lo perturban, comprometiéndolo de manera lamentable. En ese
periodo, el cuerpo adolescente es un laboratorio de harmonios que
trabajan en favor de las definiciones orgánicas, al tiempo en que el
psiquismo se adapta a las nuevas formulaciones, pasando un
período de ajustamiento que debe facultar la madurez de los
valores éticos y de comportamiento. Como es comprensible, la
escala de valorización de la vida se modifica ante el mundo extraño
y atrayente que el descubre, contestando todo cuanto antes le
constituía seguridad y estabilidad. Los nuevos paneles le presentan
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colores deslumbrantes, y no encontrando conveniente orientación,
educación consistente, firmadas en el entendimiento de sus
necesidades, contesta y agrede los valores convencionales,
elaborando un cuadro compatible con su concepto, en el cual pasa a
complacerse, ignorando los cánones y paradigmas en los cuales se
basan los grupos sociales, que pierden, para él, momentáneamente,
el significado. La velocidad de la telecomunicación, la disminución
de las distancias a través de los recursos de la prensa, de la
computación, de los viajes aéreas, amedrantan los caracteres más
frágiles, mientras estimulan a los más audaces, proponiéndoles el
descubrimiento del mundo y el absorber de todos los placeres casi
de un solo golpe. Los deportes, que se pierden en un incontable
número de propuestas, lo llaman, y los otros deberes, aquellos que
dicen respecto a la cultura intelectual, la vivencia religiosa, al
comportamiento ético-moral, porque exigen sacrificios más
demorados y respuestas más lentas, quedan al margen, casi
siempre despreciados, en favor de los otros esfuerzos que gratifican
de inmediato, ensoberbeciendo el ego e exhibiendo la personalidad.
El culto del cuerpo, en los campeonatos de glorificación de las
formas, agrada, elaborando programas, algunas veces de
sacrificio inútil, en razón de la propia fragilidad de que se reviste la
materia en su transitoriedad orgánica y constitucional. La música
alucinante y las danzas de exaltamiento de la sensualidad dando
lugar a la emergencia sexual, sin que tenga resistencia para los
embates del gozo, que exige nuevas y diferentes formas de placer en
constante exaltación de los sentidos. La moderación cede lugar al
exceso y el equilibrio pasa al plano secundario, porque el joven, en
ese momento, recela perder las facilidades que se multiplican y lo
agotan, sin darse cuenta de las finalidades reales de la existencia
física.
El Espiritismo ofrece al joven un proyecto ideal de vida,
explicándole el objetivo real de la existencia en la cual se encuentra
sumergido, ahora viviendo en el cuerpo y, después, fuera del, como
un todo que no puede ser disociado solamente porque se presenta
en etapas diferentes.
Le explica que el Espíritu es inmortal y el viaje orgánico constituye
recurso precioso de valorización del proceso iluminativo, libertador
y placentero. Elucidándolo, en cuanto al investimento que a todos es
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exigido, lo despierta para la siembra por intermedio del estudio, del
ejercicio del aprendizaje, del equilibrio moral por la disciplina
mental y acción correcta, a fin de poder coger por largo, sino todos
los años de la jornada carnal, los resultados hermosos, que son
provenientes del empeño por la propia dignificación. Los padres y
los educadores son invitados, en esa fase de la vida juvenil, el
caminar al lado del educador, dialogando y comprendiendo sus
aspiraciones, aunque ejerciendo una postura moral que infunda
respeto e intimidad, al mismo tiempo fortaleciendo el coraje y
ayudando en los desafíos que son propuestos, para que el mismo se
sienta confiado para proseguir avanzando con seguridad rumbo al
futuro. Son muy importantes esas conductas de los adultos, que,
mismo sin desearlo, sirven de modelos para los aprendices que
transitan en la adolescencia, por cuanto los hábitos que se
arraigaron permanecerán como definidores del comportamiento
para toda la existencia física. El amor, en todo su alcance, será
siempre el gran educador, que posee los mejores métodos para
atender la búsqueda del joven, ofreciéndole los seguros
mecanismos que facilitan el éxito en los emprendimientos
encetados, así como en los venideros. Continencia moral,
comedimiento de actitudes constituyen preparativos
indispensables para la formación de la personalidad y del carácter
del joven, en ese período de claro oscuro discernimiento, para el
triunfo sobre si mismo y sobre las dificultades que enfrentan todas
las criaturas, durante la marcha física en la Tierra.
Traducido por M. C. R