adolescencia y vida divaldo franco
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Adolescencia y vida Divaldo Pereira Franco / Joanna de Ângelis
A la medida que la Ciencia y la tecnología ampliaron los horizontes
del conocimiento humano, proporcionando comodidades y
realizaciones edificantes que favorecen el desenvolvimiento de la
vida, vienen surgiendo audaces conceptos de comportamientos que
pretenden dar nuevo sentido a la existencia humana,
consecuentemente derrapando en abusos intolerables que
conspiran contra el desenvolvimiento moral y ético de la sociedad.
En ese sentido, las grandes víctimas de la ocurrencia son los
jóvenes que, inmaduros, se dejan atraer por los disparates de las
sensaciones primarias, comprometiendo la existencia planetaria,
algunas veces, de forma irreversible.
Dominados por los impulsos naturales del desenvolvimiento físico
antes del mismo fenómeno en el área emocional encuentran, en las
disipaciones que se permiten, expresiones vigorosas de placer que
los anestesian o los excitan hasta la exultación, llevándolos al
desequilibrio y al desespero. Cuando cansados o inquietos intentan
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huir de la situación, casi siempre encaminados por el abuso del
sexo y de las drogas, que se asocian en descalabro cruel, generando
sufrimientos incalificables.
El único antídoto, sin embargo, al mal que se agrava y se irradia en
contagio pernicioso, es la educación. Consideramos, sin embargo, la
educación en su sentido global, aquella que va más allá de los
compendios escolares, que reúne los valores éticos de la familia, de
la sociedad y de la religión. No sin embargo de una religión
convencional, y si, que posea fundamentos científicos y filosóficos
existenciales estribados en la moral vivida y enseñada por Jesús.
En ese sentido, la preocupación del pensamiento espiritual es
antigua, por cuanto Eclesiastés preconiza, en su capítulo 11º,
versículo 9: Alégrate, mancebo, en tú mocedad, y recréese tú
corazón en los días de tu mocedad, y anda por los caminos de tu
corazón, y por la vista de tus ojos; sabe, sin embargo, que por todas
estas cosas te traerá Dios a Juicio. La advertencia saludable al
joven es una invitación al comportamiento moral equilibrado, de
forma que en su mocedad este en alegría y pureza, a fin de evitar
comprometimientos infelices.
Más adelante, en el capítulo 11º, versículo 10, vuelve el mismo libro
a advertir: Aparta, pues, la ira de tú corazón y remueve de tú carne
el mal, porque la adolescencia y la juventud son vanidad.
Ciertamente vanos son los momentos de ilusión y engaño, muy
comunes en el período juvenil, cuando los sueños y las aspiraciones
se confunden con falsas necesidades de realización humana, que
exige sacrificio, dedicación, estudio y comportamiento dignificante.
Siguiendo el mismo comportamiento, el Apóstol Paulo, escribiendo
a Timoteo (1-4:12) propuso: Nadie desprecie a tú mocedad mas
tórnate el ejemplo de los fieles en la palabra, en el procedimiento,
en el amor, en la fe y en la pureza.
De gran actualidad, la determinación paulina tiene carácter de
terapia preventiva contra los males que hoy predominan en el
organismo social, si consideramos que es común notar la presencia
del progreso en muchas ciudades, por el número y el lujo de los
burdeles que se encuentran en el límite de su periferia urbana. Se
torna urgente el compromiso de un reestudio por parte de los
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padres y educadores en relación a la conducta moral que debe ser
administrada a las generaciones nuevas, a fin de evitar la grande
derrocada de la cultura y de la civilización, que se encuentran en el
borde más sombrío su historia. Ese investimento, que no puede
tardar, es de vital importancia para la construcción de la nueva
humanidad, partiendo de la niñez y del adolescente, antes que los
comprometimientos de naturaleza moral negativa les entorpezcan
los ideales de belleza y de significado que deben poseer en relación
a la vida.
El estado de infancia y de juventud son relevantes para el Espíritu
en crecimiento, razón por la cual, de entre los animales, el ser
humano es el que lo tiene más demorado, cuando se les fijan los
caracteres, los hábitos y se delinean las posibilidades de
enriquecimiento para el futuro.
El ser humano es esencialmente resultado de la educación,
cargando los factores genéticos que lo componen como
consecuencia de las experiencias anteriores, en pasadas
reencarnaciones. Modelarlo siempre, teniendo en vista un padrón
de equilibrio y de valor elevado, le faculta el desenvolvimiento de
los valores que en él duermen latentes y se amplían posibilitando la
conquista de la meta a que se destina, que es la perfección.
El niño y el adolescente, no en tanto, que se presentan ingenuos,
puros, en la acepción de desconocimiento de los errores, no siempre
lo son en profundidad, por cuanto el Espíritu que en ellos habita es
viajante de largas jornadas, en sucesivas experiencias, en las cuales
no siempre se des incumbió con el valor que sería esperado, antes
contrayendo débitos que deben ser resarcidos en la actual
existencia. En razón de eso, se torna necesaria e indispensable la
educación en su sentido más amplio y profundo, de manera que les
sean lícitos la liberación de los vicios anteriores y la adquisición de
nuevos valores que los compense, superándolos.
Cuidar de infundirles costumbres sanas desde los primeros días de
la existencia física, por cuanto la tarea de la educación comienza en
el instante de la vida extra-uterina, y no más tarde, cuando el ser
está habilitado para la instrucción.
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Para ese hermoso ministerio son indispensables el amor, el
conocimiento y la disciplina, de manera que se les insculpan en lo
íntimo las lecciones que los acompañarán para siempre.
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Así pensando, en el libro de Divaldo Franco “Adolescencia y Vida” ,
pueden encontrar varios temas relacionados con la adolescencia, a
fin de contribuir de alguna forma con la palpitante cuestión que
está desafiando psicólogos, pedagogos, sociólogos, teólogos y
principalmente los padres de manera de conducir a los jóvenes.
Tenemos consciencia que la nuestra es una colaboración modesta,
no en tanto deseamos colocar un grano de arena, humilde como es,
en la gran educación de la sociedad del futuro, cuando habrá más
justicia social y menos suma de tribulaciones para la criatura
humana que, en este momento, camina por los pies de la infancia y
de la juventud.
Traducido por: M. C. R