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Cuadernos del Pensamiento
Latinoamericano N 18 Marcos Olalla
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Marcos Olalla
Doctor en Filosofa. Profesor de la Universidad Nacional de Cuyo eInvestigador del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales(INCIHUSA), CONICET, Mendoza, Argentina. [email protected]
ALBERTO GHIRALDOUNA CULPA AUTOCOMPLACIENTE: TPICOS DE LA
INSCRIPCIN ESTTICA MODERNISTA EN UNINTELECTUAL DE IZQUIERDA
Resumen
Analizamos algunos tpicos caractersticos de la relacinentre la esttica del modernismo y un discurso literario de
pretensiones militantes. En este caso indagamos en lostextos que el escritor anarquista argentino Alberto Ghiraldo
public en las dos primeras dcadas del siglo XX endiversos peridicos y revistas. Identificamos tensiones
producidas a nivel de la enunciacin por la resignificacin
poltica del programa esttico del modernismo..
Descriptores: Alberto Ghiraldo, modernismo,esttica, izquierda, intelectual.
mailto:[email protected]:[email protected] -
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Introduccin
Los trabajos crticos de ngel Rama, Anbal Gonzlez y Susana Rotker han
demostrado la importancia de la funcin social de la escritura en la produccin literaria
modernista cuando su corpus es ampliado al terreno de la crnica1. En efecto, la articulacin
del discurso literario y el periodstico en su seno caracteriza la toma de conciencia () sobre
el acto potico como definicin del campo propio del discurso literario2. El protagonismo
del modernismo en la reflexin acerca del estatus cultural y social de la literatura, da cuenta
de la relevancia terica que involucra el modo en el que los escritores modernistas interpelan
y son interpelados por la realidad social de su tiempo. Adems de la necesidad atribuida a la
lgica propia del campo literario y sus reubicaciones en el marco del proceso de
modernizacin capitalista del continente3, es evidente que la crnica no es solamente un
recurso inevitable de subsistencia del escritor, sino tambin un modo particular deinterpretacin de la historia. As, lo que en principio aparece como una limitacin
determinada por las condiciones sociales en las que la prctica literaria se inserta, adquiere el
valor de un recurso literario, cuya funcin consiste en ofrecer una comprensin de lo real que
tiene por objeto a fenmenos de la vida cotidiana, aunque tambin, privilegia la reflexin
sobre acontecimientos que se perciben como efectos coyunturales de una estructura que exige
un modo intelectual de develamiento.
Una relectura del modernismo que oportunamente integra la prctica del lenguaje
como una dicotoma y una interaccin entre texto y contexto
4
, ofrece la posibilidad desuperar las dificultades suscitadas por las definiciones tradicionales del modernismo en
trminos de ciertas regularidades estilsticas deducidas exclusivamente de la poesa
modernista, para, de este modo, indagar en la lgica misma de esa fractura, y reconocer la
semiologa de lo reprimido. Si el modernismo es como quera F. de Ons la forma hispnica
de la crisis universal5, los bordes de su discurso, tal el caso de la crnica, permiten revelar
sus direcciones a partir de la orientacin ofrecida por sus fisuras y problematizar desde all la
concepcin modernista de la institucin cultural.
Una de las intersecciones reveladoras que tensionan el discurso modernista es su
celebracin de la modernidad en trminos de la movilizacin de lo novedoso, de su velocidad
en el flujo de informacin y de ideas, de la promocin de un horizonte cosmopolita de
interaccin subjetiva, as como la irrupcin de una figura histrica de matriz progresista como
el siglo que adviene; al mismo tiempo que se profundiza entre los escritores modernistas la
1 Cfr. Rama, A.,La ciudad letrada, Ediciones del Norte, New Hampshire, 1985 yRubn Daro y el modernismo,Alfadil Caracas, 1985; Gonzlez, A.,La crnica modernista hispanoamericana, Porra Turanzas, Madrid, 1983;Rotker, S.,La invencin de la crnica, Letra Buena, Buenos Aires, 1992.2 Rotker, S., op. cit., p. 18.3 Cfr. Rama, A.,Rubn Daro y el modernismo, op. cit., pp. 35-48.4
Rotker, S., op. cit., p. 20.5Ons, F., Sobre el concepto de modernismo, en Espaa en Amrica, Ediciones de la Universidad de PuertoRico, Madrid, 1955, p. 176.
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manifestacin de un intenso malestar6. Esta condicin, afianzada luego por la
caracterizacin psicoanaltica y sus proyecciones en la teora crtica, se presenta de modo
singular en los modernistas como una cierta disfuncionalidad de la intelligentzia respecto de
los intereses dominantes de una sociedad en evidente transicin7. El signo de esta
contradiccin es recogido de modo privilegiado por una forma de discurso capaz de condensaraquella tensin. La crnica, pero tambin el ensayo y el relato corto publicado en revistas
culturales con evidente finalidad didctica, articulan el desajuste que signa la experiencia de
la modernidad de los modernistas8. En el caso de la produccin literaria anarquista, este
fenmeno resulta amplificado por la dificultad para identificar con precisin el lmite que
distingue un gnero de otro, atravesados como lo estn, por la urgencia de promover la praxis
revolucionaria9.
Hctor Cordero, el ms importante bigrafo de Ghiraldo, conciente de la importancia
que el rol de publicista adquiere en el escritor anarquista, considera a su prosa como unepifenmeno de aquella labor. El mayor nmero de sus libros en prosa son el resultado de la
compilacin de crnicas, ensayos, discursos y conferencias aparecidos en diarios, peridicos y
revistas en los que participa desde 1897 en adelante. Aun cuando su discurso esttico asume
el carcter transmisor de ideas vinculadas al desarrollo de la historia en sentido progresista
para todos los gneros del quehacer literario, es evidente que el trabajo amasado en funcin
periodstica con materiales humanos, vivos, palpitantes10 adopta un matiz propio que
privilegia la representacin de lo real con lenguaje literario. Por ello, aunque no todos los
textos que sealamos son estrictamente crnicas, sino bocetos literarios que se nutren de
sucesos recogidos por el escritor y amplificados por aspectos ficcionales, caracterizamos ladinmica de su produccin en los trminos en los que Rotker analiza la crnica modernista.
Una culpa auto-complaciente
Existe en la produccin modernista una tensin consistente en la apreciacin de los
aspectos desacralizadores de la modernidad sobre la tradicin cultural considerada como
obstculo para la representacin cabal de una poca experimentada como comienzo. Sin
embargo, tambin son reconocidas las proyecciones instrumentalistas presentes en el sesgo
filisteo del desarrollo moderno. Los desplazamientos que en la estructura de la sociedad
latinoamericana produce la modernizacin respecto del campo literario y las modificacionesas suscitadas, revelan cierta inquietud asociada al lugar de las lites intelectuales en un
6 Rotker, S., op. cit., p. 31.7Cfr. Real de Aza, C., Modernismo e ideologas, enPunto de Vista, Ao X, N 28, p.31.8 Cfr. Ramos, J., Desencuentros de la modernidad en Amrica Latina. Literatura y poltica en el siglo XIX,Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1989.9Resulta casi imposible delimitar con exactitud los gneros a que pertenece tal o cul obra, as como hacer unadelimitacin del contenido; es decir, dnde termina la obra ideolgica y empieza la narracin o el lirismo, dndeacaba la propaganda y comienza la obra de arte. Las fronteras se pierden al plantear estos temas, ya que los
anarquistas formularon sus obras y sus teoras estticas como instrumentos de la revo lucin social. Litvak, L.,Musa libertaria, Antoni Bosch, Barcelona, 1981, p. XV.10 Cordero, H.,Alberto Ghiraldo. Precursor de nuevos tiempos, Claridad, Buenos Aires, 1962, p. 162.
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escenario social cuyos extremos parecen radicalmente ajenos a la identificacin de clase por
parte de los intelectuales modernistas.
Ghiraldo manifiesta esta tensin en trminos de una singularidad experimentada en
sentido poltico, como una reaccin deliberadamente culpabilizante en funcin de la
atribucin de un rol de vanguardia, en cuyo seno se entiende el lenguaje potico como una
forma de enunciacin revolucionaria. Esto no impide, sin embargo, la configuracin de un
pathos intelectual cuyo padecimiento evoca la propia exigencia de inspiracin.
Un minuto. Un siglo. Una eternidad. No s; pero el despertar no llega. Tampoco loanso, no lo espero, no lo quiero. Y entonces me invade una voluptuosidaddolorosa; poco a poco el sopor letrgico va desapareciendo, lucho otra vez con laidea, quiero ver claro en mi pensamiento. Imposible! Me he engaado! La luz nose hace!Y es que esa luz que ha de romper las capas grises, que ha de despejar lasnebulosas, no aparece como el sol sobre los mundos.El da esperado es un da que se hace sin que lo anuncie una aurora. Es un da queestalla con las reverberaciones de un incendio.Y entonces [] Ah! Entonces [] viene la locura o el resplandor de la hoguera11.
En el otro extremo de la locucin se halla la multitud que funciona como objeto de la
interpelacin esttica y poltica de la denuncia. Ella posee el bifronte rostro conferido por su
estatus de clase. Si bien Ghiraldo comparte las reservas de los modernistas respecto del
deslizamiento del lugar del artista en el escenario de la modernizacin capitalista y
dependiente, por cuanto acarreaba una democratizacin que desquiciaba los valores
establecidos y chocaba con los hbitos elitistas de la vida intelectual latinoamericana12
, supercepcin, lejos de impugnar la democratizacin promovida por este proceso, afirma la
previsible incomprensin del artista comprometido con una forma de lucha revolucionaria. Al
artista se le desprecia o se le sublima, en cuyo caso su aportacin histrica adquiere un
evidente filo trgico.
El grito dice: el loco!... el loco! Y entonces el apstol, en la apoteosis de sutransfiguracin, vuelca todas sus iras, hace un haz de rayos de todas sus cleras y,al erguirse, su cabeza olmpica adquiere los contornos del inspirado. Entonces laturba lo apedrea.13
La turba adquiere esta condicin en virtud de la incapacidad burguesa de reconocerla sinceridad y el genio del artista contestatario14. Aunque el tpico del rechazo de lo
burgus funciona como una manifestacin de resistencia cultural encarnada por el
11 Ghiraldo, A., Gesta, Biblioteca El Sol, Buenos Aires,1900, p. 110.12 Rama, A., La democratizacin enmascaradora del tiempo modernista, en La crtica de la cultura en
Amrica Latina, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1995, p. 121, seleccin y prlogos de Saul Sosnowski y TomsEloy Martnez.13 Ghiraldo, A., op. cit., p. 115.14Es el eterno incmodo de los que, a fuerza de indignidades, han pasado su rubicn; de los que han arribado a
su montculo de cumbre ms o menos dorada. No perdona porque l siente en el labio el temblor de la protesta ysta irrumpe violenta siempre, como si por aquella boca formulara sus quejas el espritu de la insigne verdad.Ghiraldo, A., op. cit., p. 114.
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modernismo15, el registro que caracteriza a la representacin modernista de lo burgus en
trminos de una forma vulgar de materialismo, y con ello de una declinacin moral y
espiritual, es lisa y llanamente suprimida en Ghiraldo para dar lugar a una forma de denuncia
social que supera en mucho el locus de la rebelda. La denuncia adquiere as un programa
poltico16. Sin embargo, al mismo tiempo que el lenguaje se torna polticamente libertario, seestrechan los mrgenes para una experiencia de la singularidad esttica y da lugar a una
posicin cuya ambigedad no remite a la dificultad para vivir de la poesa en el marco de los
reordenamientos de las estructuras sociales del proceso de modernizacin, sino a una cierta
nostalgia de la calma atribuida a un espacio irrecuperable, carente de praxis.
Es un melanclico, un solitario que ansa la quietud de un retiro mstico y es elfuerte luchador, el revolucionario que clama contra las injusticias presentes, enfrases que tienen la sonoridad majestuosa del Apocalipsis.Desea la calma de las noches primaverales, las medias tintas suaves de los
crepsculos, y es el abanderado de todas las rebeliones, el portador de la ensearoja, que se agiganta en el medio de la tormenta y levanta su frente, ms alta queninguna, con toda la arrogancia de los sublevados.Hay en l dos individualidades: es un raro.17
Para el intelectual anarquista la figura del raro18 no constituye una forma de
singularidad estetizante. Se ha demostrado que la fetichizacin modernista del arte opera
15 Rotker discute la homogeneidad de la representacin de quienes han pretendido leer en Rama una
impugnacin del modernismo en funcin de su aristocratismo por la confusin suscitada en torno del conceptode funcin ideologizante. En efecto, si entendemos el sentido ideolgico de un discurso como portador deintereses exclusivos de la clase dominante, la distancia conferida por el modernismo al lenguaje potico respectode las otras formas de discurso ser percibida como reaccionaria. Por el contrario Jameson agrega que cadatexto puede leerse como escritura de un subtexto ideolgico o histrico previo y como un dilogo deantagonismos sociales, definicin til para aplicarla a los textos modernistas. Ilumina qu es una revolucincultural: es el momento en el que los modos de produccin que eran coexistentes se vuelven opuestos oantagnicos. De esta visin de los antagonismos tan propia, adems, de la sociedad finisecular latinoamericanay la sensibilidad modernista, sugiere que el Iluminismo europeo fue la revolucin cultural burguesa, mientrasque el romanticismo fue un momento significante y ambivalente de resistencia a la burguesa. Lo mismo puededecirse del modernismo como revolucin cultural: fue un momento significante y ambivalente de resistencia a la
burguesa. Rotker, S., op. cit., p. 70-71.16 Es significativo en este sentido el anlisis que J. Kristeva ofrece de la filiacin anarquista de los simbolistas
franceses. Las afiliaciones de los simbolistas y de Mallarm viraron de la derecha liberal al anarquismo, slo enla medida que estos movimientos polticos requieren reconstituir la cadena de instituciones burguesas y al mismotiempo implican una ruptura y una dialctica de las inhibiciones inherentes al sujeto, la sexualidad y el grupo.Esta situacin del Estado burgus determin, en ltima instancia, el aspecto libertario, antiestatal yantinacionalista de la vanguardia francesa desde ese perodo, sin importar las variaciones en sus posiciones
polticas concretas de los partidos polticos y movimientos establecidos, desde los liberales a los anarquistas.Mallarm asumi esta situacin, y si fue llevado a exaltar el elitismo y a fetichizar la obra de arte, estosfenmenos son la forma histrica que la necesidad de una fase esttica toma para la disposicin de un procesotextual, pero que nunca se convierte en ideologa opresiva, estatista o nacionalista. Citado por Kirpatrick, G. ,
Disonancias del modernismo, Libros del Rojas, Buenos Aires, 2005, p. 50.17 Ghiraldo, A., op. cit., p. 126.18La clave para la interpretacin de este operador semntico del modernismo se halla en la lectura del texto quecon ese ttulo publicara Daro en 1896 en Buenos Aires. Cfr. Loveluck, J., Nota sobre Los raros, en Sin
nombre, N 1, San Juan de Puerto Rico, 1970, p. 31-36; Carilla, E., Una etapa decisiva de Daro (Rubn Daroen la Argentina, Madrid, Gredos,1967, p. 57-66; Lastra, P., Relectura deLos raros, en Schulman, I. (ed.),
Nuevos asedios al modernismo, Taurus, Madrid, 1987, p. 198-209. Otra caracterizacin de este tpico
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como una resignificacin de los criterios de jerarquizacin de los discursos, superando su
condicin de impostacin aristocratizante19, una modalidad de representacin de la posicin
intermedia de las lites intelectuales respecto de las capas incultas y de la burguesa20. La
posicin de Ghiraldo constituye una reduplicacin del aislamiento modernista, puesto que la
intermediacin sealada previamente resulta ampliada al campo de la prctica poltica, encuyo caso la tensin aparece vinculada no solamente a los desplazamientos del campo
literario in toto, sino a sus propios posicionamientos en el campo poltico y en el campo
literario respectivamente21. Dicho locus es el resultado de la articulacin de tales campos. El
aislamiento compartido con el resto de los escritores de su generacin, en trminos de la
distancia establecida entre sus convicciones estticas y los componentes materiales de la
modernizacin capitalista del continente, es experimentado en su carcter de escritor
militante, as como tambin en el mbito de la prctica poltica, el aislamiento tiene por objeto
su condicin de intelectual.22
La secularizacin como poltica
Otro aspecto destacado en la sensibilidad modernista que Ghiraldo decodificada en
clave poltica es la secularizacin de la cultura23. A los cuestionamientos modernistas respecto
de los procedimientos tradicionales de atribucin de verdad para discursos cuyo fundamento
se halla en componentes irracionales frente a los cuales aquella sensibilidad ofrece una
concepcin de las producciones culturales como articulados por el anverso y el reverso de una
cosmologa armnica, es decir la verdad natural descripta por la ciencia y la verdad cultural
asumida por ciertos ideales estticos Ghiraldo los ampla en direccin de una articulacinexplcita, de un esfuerzo expreso por recomponer aquella misma articulacin, aunque
renunciando a la subsuncin de un registro en otro, en funcin de un postulado que remita a
alguna forma de transparencia epocal. Para Ghiraldo, la verdad y la belleza constituyen
expresiones de una historicidad que hace posible la praxis humana, cuya orientacin es
reconocida por la ciencia e invocada por el arte. La belleza esttica adquiere la funcin de
representacin de la negatividad, que hace posible la dinmica dialctica de la historia
comprendida desde una matriz idealista.
modernista puede verse a propsito de una lectura de la novela El extrao de Carlos Reyles en Burgos, F.,Vertientes de la modernidad hispanoamericana, Monte vila, ,Caracas 1995, p. 30-31.19 Kirpatrick, G., op. cit., p. 50.20 Rotker, Susana, op. Cit. 34.21La produccin literaria de Ghiraldo [] se inscribe en esta dualidad de espacios, aprovechndose Ghiraldode la bohemia para articular sus ideas de justicia social y asuntos afines. El nfasis en esta temtica lo distinguerotundamente de Rubn Daro, quien entre 1893 y 98 sera el centro de los jvenes poetas e intelectuales deBuenos Aires. Reichardt, D., Humano ardorde Alberto Ghiraldo: la novela autobiogrfica de un anarquistaargentino, en Hofmann, B., Tous, P. y M. Tietz (eds.), El anarquismo espaol. Sus tradiciones culturales,Iberoamericana, Madrid, 1995, p. 305.22 Daz, H., Alberto Ghiraldo. Anarquismo y cultura, Centro Editor de Amrica Latina, Buenos Aires, 1991, p.
43-45.23Gutirrez Girardot, R., La literatura hispanoamericana de fin de siglo, en Iigo Madrigal, L., Historia de laliteratura hispanoamericana, Tomo II, Ctedra, Madrid, 1987, p. 495.
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Este ltimo componente de su concepcin de la historicidad opera como suscitador de
una tensin en la que el sujeto, al mismo tiempo que se vincula fatalmente con la necesidad
racional de una poca, es capaz de favorecer su desarrollo. En el extremo fatalista de esta
tensin, Ghiraldo metaforiza la imposicin del sistema de la cultura tradicional. sta aparece
como una manifestacin naturalizadora de la historia que, aunque se funda en el pasado,regularmente lo escamotea. As, el escritor narra la aparicin del conflicto en el momento en
que el recuerdo ofrece una perspectiva totalizadora de la historia.Oh, poder del recuerdo!
Oh, tirano! Cmo invades, posesionndote y dominando, todo el ser! As has llegado en
esta ocasin tambin, avasallador, nico, absoluto, autcrata, a sacudir un corazn que
dorma24 En el mismo relato la novia, que debe abandonar al hombre a quien ama en
virtud de la imposicin de su madre, evoca, a partir de un desplazamiento de la propia
conciencia, la criticidad presente en la demanda de lealtad del novio.
[E]l culpable ha sido l. Es un impetuoso y un loco. Nunca me hizo caso. Deca quepensaba por m; y no supo darse cuenta de que yo no era una voluntad. Y que antesque la suya estaba la de mi madre! Por all debi empezar. Y no lo hizo. Y un da ella,mi madre, me impuso el olvido. Y ese da yo tuve para l una frase de debilidad en micario. Y l que era el impulso en la accin, ech el dolo a tierra, lo arroj del arade un golpe y se par, altanero, a contemplar la obra. Enseguida huy.25
Es destacable la alusin al voluntarismo crtico de quien parece representar a una
generacin de intelectuales cuya mirada desacraliza el universo tradicional de valoraciones
para, sin embargo, experimentar graves dificultades de interlocucin, o todava ms, el
rechazo del objeto postulado como depositario privilegiado de la denuncia, de los
cuestionamientos al carcter retardatario del imaginario de la sociedad tradicional, tanto comode los efectos instrumentalizantes de la modernizacin burguesa. Nuevamente, el resultado es
una forma particular de padecimiento de la contradiccin en la que el polo fatalista constituye
una limitacin material de la corporalidad, mientras que el polo voluntarista remite a una
instancia, al menos por ahora, meramente cognitiva. Ghiraldo pone en boca de aquella mujer:
Y ha sido mi pasin y es mi cario. Y as caer en brazos de otro cayendo en los suyos.
Porque estoy saturada de l, vivo de l, soy de l. Pero yo no soy una voluntad. El autor
concluye: Y la hermosa cabecita rubia se dobleg sobre el cuello, quedando largo tiempo
recostada, como en actitud suplicante []26
El tpico configurado por la idea de una imposicin, de momento irreductible, remite
a una vocacin pre-programtica de insurreccin. Lo que en este relato es todava experiencia
de la opresin, se torna espritu de rebelin27. Este matiz da cuenta de cierta especificidad
en el discurso de Ghiraldo respecto de la expresin de la sensibilidad modernista. En ella la
crtica de la tradicin adquiere un sentido esttico secularizador, es decir, como incorporacin
de nuevas matrices artsticas en las que la representacin de la modernidad constituye una
24 Ghiraldo, A., op. cit., p. 18.25
Ibd., pp. 18-19, el nfasis es nuestro.26 Ibd., p. 19.27 Ghiraldo, A.,La Argentina (estado social de un pueblo), Madrid, s/e., 1922, p. 67.
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forma de manifestacin de la tensin entre el proyecto modernizador y la cultura tradicional,
pero tambin, entre la modernizacin econmica y las novedosas expresiones que dicha
modernizacin suscita en el campo literario28. Ghiraldo, por el contrario, cuestiona las formas
tradicionales de consagracin acercndose a una modalidad relativamente frecuente en la
literatura hispanoamericana de fines del siglo XIX y principios del XX, como lo es laesttica de lo popular29. Pero no remite a dicha instancia como evocacin pre-moderna de lo
pastoril, sino como origen efectivo de la rebelda frente al carcter disciplinario de la
modernizacin, la que, asumiendo su condicin de poca, encarna oportunamente la clase
obrera de principios del siglo XX.
Lo que algunos crticos caracterizan como objetivacin de la belleza en pausadas
epifanas30, en la etapa modernista de la produccin literaria hispanoamericana adquiere en el
escritor anarquista una evidente funcin poltica: la de horadar los privilegios de la alta
burguesa, refrendados por el Estado y simblicamente afirmados por la tradicin culturalhacia atrs, hacia el reconocimiento de la fuente de la vocacin crtica de lo popular.
Encuentra el fundamento en la poesa gauchesca31. Este reconocimiento despliega la
pretensin de desarticular la impugnacin nacionalista contra el anarquismo. Lejos de la
acusacin de nutrirse exclusivamente de fuentes ideolgicas forneas, para Ghiraldo el
anarquismo se sustenta en este momento fundacional de la cultura argentina; momento que, al
mismo tiempo que opera como origen de esta disposicin libertaria, hace patente su carencia
de orientacin filosfica32. No extraa la vigencia del modelo paternalista del intelectual
modernista. Seala Ghiraldo en ese sentido, refirindose a las coplas de un poeta poco
conocido:
No luce en ellas, por cierto, el estro de un Santos Vega, el payador legendario quelleg a la sencillez y la delicadeza de forma y sentimiento [] pero est latiendo encada uno de sus versos la ms sincera y valiente aspiracin a la libertad y el odiohacia todas las tiranas, espritu de rebelin, germen sagrado que ha de fructificar mstarde en los cerebros y en los corazones de los poetas futuros, los aedas del presente
28 Cfr. Callinescu, M., Cinco caras de la modernidad, Tecnos, Madrid, 1991.29 Litvak, L., Transformacin industrial y literatura en Espaa (1895-1905), 1980, p. 107.30Earle, P., Sentido de la forma en el ensayo modernista, en Schulman, I., op. cit., p. 47. 31
Este mismo movimiento consistente en la utilizacin de un lenguaje que explcitamente difiere de los cnonesestatuidos por la tradicin cultural, ha sido muy bien relevado para el caso del anarquismo espaol y el teatropopular. A final de siglo, representantes diversos de un universo grfico y teatral los caricaturistas, losmodernos incorporan todo un lenguaje que se levanta contra la norma, que pone de relieve los conflictosentre la palabra constatativa y performativa, en juegos especulares. Estos textos [] revelan la funcin dedisimulo y enmascaramiento de los lenguajes de la autoridad, en derroches de significantes y confluencia deinversiones. Son discursos que deconstruyen la supuesta sobriedad, el honor y la verdad de los mitos
mitologas nacionales. Redirigen sus inversiones. En particular, importa recuperar la crtica del teatroburgus; espacios privilegiados del universo contestatario y anti-burgus de anarquistas y socialistas. Esta crticase inclina, sobre todo, hacia el ejercicio del espejo y sus alternativas como degradacin de todo saber anterior, detoda autoridad, como negacin final de los referentes y con una redefinicin de la cultura. Zavala, I., Espejos,reflejos: anarquismo y literatura, en Hofmann, B., Tous, P. y M. Tietz (eds.), op. cit., p. 412.32Cantores y guerreros, pues, s que romnticos y enamorados los gauchos poetas van despertando corazones a
la vida y a la independencia. Carecen -es verdad- de un concepto filosfico, poltico o econmico que los orientecomo a los luchadores de hoy; pero un sentimiento de rebelin les anima y les impulsa contra sus opresores.Ghiraldo, A.,La Argentina(estado social de un pueblo), op. cit., p. 69.
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que llevan en gestacin mundos nuevos de libertad y de luz, tan intensos y refulgentesque sus rayos llegan a deslumbrar an a los ojos ms audaces, ofuscando, por lo tanto,a los de mirada dbil.33
Esta cita no deja lugar a dudas. La desacralizacin de los contenidos estatuidos por la
cultura dominante es proporcionada no solamente en el marco de la incorporacin de recursosestticos no previstos por aquella, sino tambin como una apelacin al sentido germinal de
una cierta expectativa revolucionaria encarnada por la generacin contempornea de poetas.
Esta manifestacin, aunque configura una expresin presente de un origen situado en el
pasado, no constituye una instancia definitiva de realizacin, sino una forma particular de
recomienzo cuyo contenido es, respecto del momento original, una modalidad ms universal
de sntesis de las demandas sociales. La debilidad aludida constituye, en trminos lgicos,
el delineamiento de un momento particular en la dinmica de reconocimiento de las
contradicciones sociales. La secularizacin de la cultura y, con ello, de la poltica, funciona
como una determinacin dialctica, por la que un contenido particular el inters de laoligarqua y de la alta burguesa argentinas da lugar a una forma de la negatividad,
patentizada en las producciones culturales de matriz popular, todava enraizadas en un suelo
eminentemente emocional. Esto explica, para Ghiraldo, la relevancia que el teatro adquiere en
las primeras dcadas del siglo XX en la Argentina. En la crnica que el escritor dedica a su
encuentro con Benito Prez Galds en Madrid, el eje en el que la esttica de lo popular
discurre es el fenmeno constituido por el teatro argentino:
[E]l escenario magnfico por su extensin y variedad, quizs nico en el mundo,constituido por una ciudad como Buenos Aires, donde se est gestando una raza,
posiblemente grande; el ambiente cosmopolita, lleno de elemento verdaderamentedramtico, teatral por excelencia, con abundancia de color y de otros factoresimportantsimos como ser la psicologa del inmigrante, en lucha con el aborigen; elproceso de su accin inteligente y tesonera hasta llegar al amalgamamiento con elconglomerado social que lo necesita, lo desea y lo rechaza un tiempo mismo, porsentimiento y por prejuicio; la situacin creada al nativo por el aluvin extranjero, suresistencia a la adopcin de nuevas costumbres impuestas al fin por mejores o msprcticas y utilitarias; todo lo que ha trado como consecuencia la formacin de unpas nuevo, producto del esfuerzo de la mayora de las razas de la tierra, ensayoadmirable de fusiones tnicas cuyo futuro se columbra ya inmenso, aunque no exentode sorpresas, es, segn mi criterio, lo que ha dado base a nuestro movimiento teatral
sin precedente en las dems literaturas.El gran don Benito [] acepta la tesis y aplaude entusiasta:
Tiene usted razn me ha dicho. Otros refinamientos del arte slo los da latradicin, el tiempo. Pero el teatro es obra del pueblo, nace con sus sentimientos, esreflejo de sus costumbres, se desarrolla junto con sus progresos y marcha al unsonode los latidos de su corazn.34
Consignamos esta extensa cita por cuanto condensa gran cantidad de elementos que
estructuran la concepcin ghiraldiana de lo popular como locus de un discurso que afirma la
diversidad, las contradicciones, las fusiones, la dramaticidad y las emociones, tpicos que
33 Ibd., p. 73.34 Ghiraldo, A.,El peregrino curioso. Mi viaje a Espaa, Sanz Calleja, Madrid, 1917, pp. 102-103.
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permiten afirmar una comprensin fuertemente dinmica de la historicidad de la produccin
literaria. El teatro y otras formas de la cultura popular operan como espacios de profusin de
las tensiones, que oportunamente asumidas por la sntesis revolucionaria, confiere sentido a su
percepcin del porvenir como horizonte venturoso fundado en una instancia rigurosamente
racional.
Andr Reszler seala que la concepcin anarquista del arte se nutre de la distincin
entre el momento de su recepcin como aquello previamente consagrado, respecto del
momento de la creacin. Este ltimo momento ofrece el espacio para un cuestionamiento
radical de la obra maestra, el que se despliega como una transposicin a la esfera del arte
del concepto de accin directa35 y por el cual resultan articuladas tericamente las
dimensiones social, poltica y esttica. El compromiso en el arte es resultado del despliegue
de formas interpelantes de violencia material y simblica, experimentadas como objeto de una
rebelin ineludible plasmada en el campo del arte por la construccin de una sntesis al modode las teoras romnticas del arte, pero asumindolas desde un registro poltico. El arte ser,
no solamente el arte del pueblo, sino tambin por el pueblo36. Para el historiador hngaro, la
atribucin de una misin poltica para ste, por parte del anarquismo, supone, a condicin de
asumir la deconstruccin de la cultura tradicional, una cierta celebracin de la eternidad de
las metamorfosis. As, su evolucin posee como fuente la liberacin de las determinaciones
de la historia.
Aunque resulta innegable el apego de los intelectuales anarquistas de fines del siglo
XIX y principios del XX a las transformaciones sociales y culturales de su tiempo, es evidente
tambin la postulacin de un criterio que permite evaluar crticamente la direccin de aquellos
cambios en un escenario en el que la fuerza del pasado se diluye en beneficio de una idea de
futuro asegurada por el curso libertario de la historia. Lejos de renunciar a todo principio, la
esttica de Ghiraldo se atiene a la afirmacin del potencial liberador de las clases populares,
lo que confiere de una determinada racionalidad a su concepcin de la historia.
La racionalizacin es, segn M. Weber, una de las fuentes del proceso de
modernizacin. El reemplazo de un sistema de vida estatuido con parmetros fijos y estables
por otro en el que la sociedad se organiza en funcin de un principio de orden conceptual es
una manifestacin caracterstica de la modernidad37. En su anlisis podemos intuir otrosaspectos de las reservas de los modernistas hispanoamericanos respecto de las orientaciones
35 Es significativo el modo como se introduce en el discurso literario la cuestin de la violencia poltica. Laviolencia atribuida originalmente al orden burgus y al Estado suscita formas inmediatas de transgresin. Lafuncin interpelante de la violencia explica la postulacin anarquista del compromiso en el arte. Cfr. Reszler, A.,
La esttica anarquista, Libros de la Araucaria, Buenos Aires, 2005, p. 8. [] el arte ms elevado y puro, elms genuino y creador, se da all donde el Estado y el gobierno estn reducidos a un mnimo, como en la Greciaclsica y el Medioevo de las ciudades libres. Para Kropotkin, en una poca, en la que est planteada una lucha amuerte entre explotados y explotadores, entre oprimidos y opresores, entre trabajadores y capitalistas, el arte slo
puede aspirar a ser autntico mediante el compromiso con la causa del pueblo. Capelletti, A., La ideologa
anarquista, Libros de la Araucaria, Buenos Aires, 2006, pp. 73-74.36 Reszler, A., op. cit., p. 8.37 Cfr. Weber, M.,Economa y sociedad, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 2008.
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efectivas que este proceso adquiere en Amrica Latina. Para Weber, la evolucin de
Occidente consiste en un proceso de racionalizacin, que se nutre del predominio de la
racionalidad medios-fines, y que se extiende sobre otras esferas del sistema social y cultural.
No extraa que los modernistas latinoamericanos hayan reaccionado crticamente frente al
desarrollo de esta dinmica socio-cultural en la modernizacin capitalista de Amrica Latina.Esto se comprende si atendemos a la colonizacin del campo cultural por un tipo de
racionalidad extraa, tanto a las formas de la cultura tradicional como a los intereses de
rehabilitacin de la autoridad literaria sustentada en diversas modalidades de discurso que
recogen como fundamento de aquella el surgimiento de la autonoma del campo cultural. El
avance de este tipo de racionalidad promueve el retroceso de las imgenes del mundo que
aseguran la cohesin social. Dichas cosmovisiones resultan horadadas en un proceso que
Weber caracteriza como desencantamiento y que opera como reverso de la racionalizacin. El
modernismo hispanoamericano manifiesta en este sentido una evidente recusacin de la
racionalidad instrumental, sin abandonar las proyecciones crticas de la deconstruccin
esttica de la cultura tradicional38, recurso que en la obra de Ghiraldo adquiere adems una
dimensin poltica explcita.
S. Rotker considera correctamente que si caracterizamos la modernidad en los
trminos de Weber, los escritores latinoamericanos que expresan la identidad de la
modernidad y la racionalizacin son los autores de la posindependencia, para quienes la
prctica de la escritura constituye una forma racional de organizacin en pocas en la que la
cultura letrada est llamada a conformar la vanguardia de la civilizacin. Para los
modernistas, en cambio, la modernidad es experimentada como el escenario de una tensinpercibida a partir de un ciertopathos de la provisionalidad que, al mismo tiempo que los pone
de modo inmediato en el terreno de la historia, lo hace en la configuracin de una forma de
reflexividad originada por cierto desclasamiento. Desde este horizonte debe comprenderse
la percepcin que los modernistas tienen de la modernidad:
El imperio del mtodo y de la voluntad de sistematizar comenz a flaquear a fines desiglo, en pleno apogeo del positivismo; en Amrica Latina es el principio de otrapoca, la del derrumbe de las certezas, la de la sospecha. La modernidad a travs de lacual se definieron y denominaron los escritores es un enfrentamiento entre la
racionalizacin y el subjetivismo, entre la tcnica y la emocin, entre el mito y lainvasora cotidianeidad, entre el desencanto y la fe en el porvenir; es un deseo deconciliar las contradicciones y los fragmentos de la realidad, un deseo de novedad yruptura incesante y cosmopolita.39
En tal sentido, la literatura de Ghiraldo radicaliza los aspectos materiales de las
contradicciones citadas, aunque no para conciliarlas sino para interpelar histricamente a
formas concretas de superacin poltica. Si la experiencia de la contradiccin es asumida en
clave romntica por el modernismo, y por ello promueve, al mismo tiempo que el abandono
38 Cfr. Anderson Imbert, E.,Modernidad y posmodernidad. Ensayos, Torres Agero, Buenos Aires, 1997, p. 14.39 Rotker, S., op. cit., p. 36.
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de la retrica como fuente de autoridad literaria40, el encauzamiento de diversas formas de
protesta social, poltica, esttica y moral41, en Ghiraldo, el cuestionamiento del orden vigente
encuentra su fundamento en la defensa de la libertad como el ms universal de los atributos de
lo humano. En este registro las proyecciones futuras de las luchas obreras determinan un
rumbo racional para la historia.
El fruto de maana podr ser arrebatado por el torbellino. Qu importa! Quinpiensa en eso! La semilla ha sido arrojada y el rbol, lozano y fuerte, volver aerguirse desafiando las iras del cielo. La simiente no sucumbe, la raz queda en tierray el retoo suele brotar con ms empuje, con ms poderosa fuerza de expansin.
Eso puede leerse en los semblantes de los trabajadores que abren el surco y arrojan elgrano de trigo como lluvia de oro sobre el tajo anhelante hecho en la tierra virgen.42
Pero, en efecto, es en el rostro de los trabajadores donde se halla depositada la
demanda de libertad desplazada del espacio del orden lingstico al orden de lo social.
Tampoco es una forma de belleza ontolgica aquello, cuya bsqueda permite recuperar elregistro inmanente de la historia frente a los avances concretos de la modernizacin
capitalista, sino el despliegue de las contradicciones internas de la propia modernizacin.
Aunque la inmanencia del mundo constituye un espacio de restitucin del arte como
documento de la amenaza encarnada por la lgica instrumental de la modernidad, el
movimiento realizado por Ghiraldo consiste en la rehabilitacin de una memoria libertaria.
En un pequeo texto titulado La herencia de los libertadores el escritor anarquista
hace un esfuerzo por entroncar las luchas del movimiento crata de fines de la dcada del
veinte con la vocacin libertaria de los varones de mayo, aquellos videntes de amplioscerebros gestadores de un mundo43. La argumentacin de Ghiraldo se desarrolla
regularmente en funcin de la apelacin a dos registros de naturaleza diversa. As, mientras el
impulso vital de los hombres funda la historicidad desplegada en sus acciones, sus modos de
objetivacin jurdica aparecen como herramientas destinadas a obstaculizar el curso
emancipatorio del desarrollo histrico. Es indicadora la demarcacin de los distintos planos
discursivos en los que se mueve el escritor. Si a nivel de la historia el curso de los
acontecimientos se desarrolla sobre la base de una fuerza impulsada por la condicin creadora
y libre del hombre, sus coyunturales cristalizaciones en estructuras jurdicas tienden a
naturalizar el orden vigente y a operar como fuerzas retardatarias, como determinaciones deuna selectiva incorporacin de objetivaciones; movimiento que configura una tradicin. La
direccin asumida en el desarrollo de nuestra sociedad se inscribe en un modo histrico de
resolucin que es consecuencia de la incorporacin de un plano, que podramos llamar
filosfico en la medida en que su unidad de anlisis es la idea. sta incluye una pluralidad
de formas de discurso como la ciencia, la esttica, la moral y la ideologa. Para Ghiraldo, la
dinmica relativamente estable presente en la tensin de los extremos de los registros de
40 Paz, O., Cuadrivio, Joaqun Mortiz, Mxico, 1965, p. 12.41
Rotker, S., op. cit., p. 37.42 Ghiraldo, A., Gesta, op. cit.,p. 282.43 Ghiraldo, A.,LaArgentina (estado social de un pueblo), op. cit., p. 147.
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interpretacin de la accin humana, es decir, el polo vital y el polo jurdico, es conducida por
el corpus de ideas que un determinado sujeto social reivindica como expresin cognitiva
vlida para la caracterizacin de un presente que, al mismo tiempo, define dicha validez en el
modo de su eficacia para anticipar un futuro de impronta libertaria.
Lo que existe, en sntesis, es que se quiere cristalizar la vida en moldes viejos,pretendiendo que las generaciones presentes vivan y alienten con principios, ideas yprcticas vetustas. Con verdades viejas, que dijera Ibsen []
Hoy ese horizonte se ha iluminado con nuevas verdades, y la mirada ha entrado enesas claridades descubriendo otros panoramas. La vida es infinita, y por eso la accinno se detiene. Tanto valdra petrificar la savia, el germen, sofocar la eclosin delhuevo.44
Historia y verdad
No extraa la continuidad de la referencia ghiraldiana al tpico intelectualista propio
de la produccin literaria modernista. La verdad es el objeto de su evaluacin histrica. Esla pertinencia material de los discursos que se presumen portadores de aquella lo que resulta
cuestionado sobre el tamiz de la historia. La significatividad de las objetivaciones desplegadas
en los movimientos libertarios, as como las sostenidas por las estructuras que operan como su
fuerza contraria, es juzgada en funcin de su referencia, en el primer caso, a los ideales
progresistas que orientan las expresiones contestatarias de la clase obrera y, en el segundo, a
la necesidad de la represin efectiva de aquellas demandas en la forma de la coaccin estatal.
Resueltos, como nunca a la lucha por los derechos y las libertades, burladas siemprepor la prepotencia de quienes creen tener en sus manos todas las energas, sin advertir
que todo lo hecho, en casos como el que nos ocupa, no es sino sntoma de unadebilidad flagrante, por cuanto la verdadera energa no puede residir ni en la culata delos fusiles, ni en el ejercicio de leyes brutales y atentatorias, aqu estamos desde elpuesto honroso que las circunstancias nos han deparado, convencidos de que eludirresponsabilidades o asumir actitudes dudosas en esta hora, entraara un verdaderoacto de traicin a la gran causa emancipadora a que desde hace aos nos hemosdedicado.45
Resulta relevante considerar una cierta ambigedad en la definicin de la propia
situacin respecto de la causa emancipadora a la que Ghiraldo hace alusin, puesto que no
queda lo suficientemente claro si la referencia es a las luchas obreras de la historia reciente, lo
que en principio parece evidente, aunque matizado este horizonte por la introduccin de esta
afirmacin en un artculo en el que reconoce la continuidad de aquellas con las revoluciones
de independencia del continente. Esta tensin entre el pasado reciente del movimiento obrero
argentino y los sucesos ocurridos poco ms de una centuria antes, demuestran el deliberado
intento de Ghiraldo de dotar de una memoria libertaria al anarquismo argentino en un
esfuerzo que tiene en comn con el modernismo hispanoamericano la complexin al
autoexamen, en virtud de la presencia omniabarcadora del colonialismo en la historia de
44 Ibd., pp. 147-148.45 Ibd., p. 149.
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Amrica Latina; elemento que impregna las estructuras econmica y poltica, as como el
sistema de la cultura46. Pero mientras la mayora de los autores modernistas dirigen su
atencin al pasado mistificndolo, Ghiraldo atribuye a aquel el carcter de fuente de un
dinamismo que juzga como criterio para la determinacin de la pertinencia histrica de una
praxis a su vez subsidiaria de la idea que la hace posible. Si la verdadera energa no se hallaen los dispositivos represivos del orden vigente, su debilidad debe comprenderse como un
cierto desfase simblico, como inadecuacin de las estructuras materiales encarnadas de
modo privilegiado por los aparatos estatales respecto de los ideales que aseguran la
dinamicidad de la historia, en cuyo caso la memoria recuperada de ese despliegue viabiliza su
incorporacin al imaginario de las clases populares slo en virtud de la mediacin de la
propaganda.
A denunciar el abuso, a interponer nuestra propaganda entre la fuerza bruta y elpueblo, el verdadero, el nico pueblo, el pueblo productor y oprimido, se contra elque se dictan leyes coercitivas y brbaras a defender la verdad, en fin nuestra verdad[] a eso nos arrojamos.47
La verdad, en fin nuestra verdad. Nuevamente la ambigedad describe un orden de
cosas dialcticamente configurado. El juego entre dos modos de entender la verdad da cuenta
del inters ghiraldiano de restituir al campo de los smbolos una significatividad poltica;
movimiento que expresa un modo de subsidiariedad con la naturaleza simblica de la rebelin
modernista48, al mismo tiempo que establece una distancia. Aqu la especificidad del discurso
ghiraldiano se nutre del aporte generacional de la promocin de la autonoma del campo
literario y con ello de los registros cognitivos de la accin como condicin de posibilidad de
todo programa futuro, pero se plasma en la afirmacin, divergente del ncleo modernista, de
la confluencia de la dinmica histrica con las demandas de los sectores oprimidos de la
sociedad, es decir, con los mrgenes de la modernizacin, en cuya concepcin del tiempo no
se remite hacia un pasado representado como armnico, sino a un futuro comprendido como
expresin del despliegue de las demandas presentes de sujetos sociales que comparten formas
especficas de subalternidad.
46 Angel Rama caracteriza correctamente la presencia invariante de la evaluacin de la produccin literarialatinoamericana en trminos de su efectiva o deficitaria promocin de la definitiva autonoma cultural delcontinente. [] Es la historia de un esfuerzo obsesivo de autonoma que, en la zona de las sociedades criollas,al margen de las rebeliones indgenas, vertebr las lites intelectuales desde la Colonia hasta nuestros das. Eseafn autonmico funcion siempre dentro de las posibilidades relativas de accin, logrando xitos merced a lasdebilidades o contradicciones de las potencias imperiales [] Por eso el afn autonmico funcion adaptndosea la estructura general de las influencias extranjeras [] Pero adems, el obsesivo intento de lograr unaautonoma se define por la constancia del autoexamen hispanoamericano en la literatura y en la crtica delcontinente, y el abusivo peso de la traza colonial por la probada incapacidad para afirmar su circunstancia y su
problemtica como de validez universal [] esa dilemtica revela la pugna de la tradicin colonial y elsimultneo afn de romperla. Esos elementos componen las invariantes americanas y por lo tanto estn
presentes, de un modo particularmente agudizado, en la poca modernista. Rama, A., Rubn Daro y el
modernismo, op. cit., pp. 20-21.47 Ghiraldo, A.,La argentina (estado social de un pueblo), op. cit., p. 151.48 Real de Aza, C., op. cit., p. 6.
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Esta impronta de la concepcin de la historia que suscribe el intelectual argentino pone
de manifiesto un rasgo eminentemente modernista, como es la disposicin a reconocer la
determinacin discursiva de los procesos materiales. Su posicin despliega la condicin
retrica de la rebelin modernista49 pero no como un modo de expresin sin ms del rechazo a
la direccin asumida por la modernizacin capitalista, sino como una forma de promocin deuna sociedad libre. No extraa el estatus de mediacin ineludible entre el pueblo y las formas
materiales del poder atribuido por Ghiraldo a la propaganda. Frente al carcter meramente
fsico de la coaccin material, es decir, econmica y estatal, se esgrime la idea revolucionaria.
La tendencia a desplazar el registro de lo real al plano de los smbolos, posee en el
modernismo la funcin de configurar un cierto reposicionamiento de cara a la virtual prdida
de legitimidad institucional del discurso literario, pero en la obra de Ghiraldo la pervivencia
de esa tendencia constituye la reivindicacin de un atributo especfico para el intelectual
militante, como es la posibilidad de disponer de una mirada que supera los lmites de larealidad coyuntural. Es en ltima instancia la interpretacin de los procesos materiales como
formas de resolucin prctica de tendencias reconocibles en la historia de la sociedad y la
cultura lo que permite inteligir ciertas formas de racionalidad inherentes a la historia.
Dichas tendencias son forjadas por el esfuerzo real de sujetos sociales cuya
emergencia determina la efectiva expresin de aquellas. Conferir a la historia un orden
racional no involucra en este caso una consideracin idealista en sentido estricto, puesto que
para Ghiraldo la historia constituye un espacio que opera como campo de la lucha efectiva de
tendencias cuya dinmica se halla impulsada por la reivindicacin social de grupos
subalternos. Claro que el registro cognitivista de su concepcin de la lucha social como lucha
ideolgica permite comprender esas reivindicaciones en clave individual.
Sigamos, pues, salvando siquiera de ese gran naufragio, la dignidad personal ya quela colectiva est perdida sin remedio Por otra parte, y este es nuestro gran consuelo,no olvidemos que un ncleo consciente puede, como lo demuestra la Historia, salvaren un momento dado el honor de un pueblo entero; que siempre minoras inteligentesy enrgicas fueron las incubadoras y propulsoras de los grandes movimientosreivindicadores y de redencin.50
Consideraciones finales
La inscripcin de la esttica modernista en el discurso literario de Ghiraldo,
desplegado sobre el fondo de una modalidad de identificacin poltica de izquierda, produjo
una serie de tpicos especficos que reconocemos en sus textos publicados en la prensa de
principios del siglo XX. La tensin inherente al carcter ambivalente de la representacin del
proceso de modernizacin, concebido como un itinerario desacralizador de la tradicin
cultural pero tambin como institucionalizacin de su lgica mercantilista, configur un lugar
de enunciacin que expresaba la inquietud de las lites intelectuales. La dimensin poltica
del pensamiento esttico ghiraldiano posibilit un tipo particular de procesamiento de aquella
49 Franco, J.,La cultura moderna en Amrica Latina,, Joaqun Mortiz, Mxico, 1971, pp. 29-35.50 Ghiraldo, A.,La argentina (estado social de un pueblo), op. cit., p. 122.
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inquietud como experiencia culposa frente al estatuto presuntamente vanguardista da la
produccin potica entendida como prctica poltica. Si bien esta experiencia se expresa en
trminos de una forma de padecimiento, la exigencia de relocalizacin de la autoridad literaria
le mueve a establecer un registro de discurso en el que se fundan atributos exclusivos de la
produccin literaria tales como la direccin racional de un espritu insurreccional todavaamorfo en los sectores subalternos y la comprensin del curso progresista de la historia como
objeto de la funcin epistmica de la literatura.
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