appadurai, arjun - el rechazo de las minorias

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Page 1: Appadurai, Arjun - El Rechazo de Las Minorias

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Et rechazs delas mlnorías

Ensayo sobre ta Eeog raf ía de [a f u ria

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Page 2: Appadurai, Arjun - El Rechazo de Las Minorias

Título original; Fear of small numbers. An essay on the geography of anger

1." edición: septiembre de 2007

O 200ó by Duke University Press

O de Ia traducción: Alberto E. Á,lvarez y Araceli Maira,2OOTDiseño de la colección: Estudio tJbedaReservados todos los derechos de esta edición paraTusquets Editores, S.A. - Cesare Cantü, 8 - 08023 Barcelonawww. tusquetseditores. comISBN: 978-84-8383-01 2-3Depósito legal: B. 35.264-2007Fotocomposición: Pacme4, S.A. - Alcolea, 106-108 - 08014 BarcelonaImpreso sobre papel Goxua de Papelera delLeizarín, S.A. - GuipúzcoaImpresión: Reinbook Imprés, S.L.Encuadernación: ReinbookImpreso en España

1.

2.

Prólogo

Del etnocidio al ideocidio

La civilización de los choques

3. Globalización y violencia

4. EI temor a los números pequeños

5. Nuestros terroristas, nosotros mismos . .

6. La globalización de las basesen la era del ideocidio 143

Apéndices

Bibliografía 173

t77Índice onomástico y de materias

Índice

7

13

29

51

67

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Page 3: Appadurai, Arjun - El Rechazo de Las Minorias

Prólogo

Este extenso ensayo es la segunda entrega de unproyecto de largo alcance que comenzó en 1989. Laprimera fase del proyecto consistió en un trabajo de

análisis de la dinámica cultural del mundo de Ia glo-

balizacíón, en aquel entonces incipiente, y culminóen el libro titulado In, modernidad desbordada: dimen-

siones cuhurales de la globalización (1996). Esa obraplanteaba algunas dudas especulativas y éticas sobre

el futuro del Estado-nación y se proponía examinarla forma en que dos fuerzas que van de la mano, los

medios de comunicación y las migraciones, creaban

nuevos recursos para el trabajo de la imaginaciónconcebida como una práctica social. Además de suge-

rir algunos patrones según los cuales la cultura, los

medios de comunicación y las diásporas transitoriaseran fuerzas que se estructuraban mutuamente en unmundo de dislocaciones, La modernidad desbordada

postulaba que la creación de comunidades de convi-

vencia locales se había vuelto más complicada en el

contexto de la globalización.El texto de 1996 suscitó un amplio debate dentro

y fuera de la antropología. A algunos críticos les pare-

ció que ofrecía un cuadro demasiado halagüeño de la

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globalización de principios de los años noventa y que

no prestaba una atención suficiente a sus facetas más

oscuras, como la violencia, la exclusión y el aumentode la desigualdad. En parte como consecuencia de es-

tos problemas y en parte llevado por mis intereses a

largo plazo comencé a investigar la violencia colecti-

va ejercida contra los musulmanes en mi ciudad natal(Bombay, denominada ahora Mumbai), donde habían

tenido lugar intensos disturbios entre hindúes y mu-

sulmanes en enero de 1992 y en 1993. Estos episodios

de violencia grupal formaban parte de una oleada na-

cional de ataques a sedes religiosas, hogares y po-

blaciones musulmanes en toda India que siguió a la

destrucción de la mezquita de Babur en Ayodhya, en

diciembre de 1992. El trabajo sobre la violencia entre

hindúes y musulmanes en la Mumbai de los años no-

venta integraba un proyecto comparado más amplio,

dedicado a investigar la violencia etnocida a gran es-

cala en el mundo posterior a 1989, particularmenteen Ruanda y Europa central, pero también en Indiay en otras regiones. El resultado de esas investigacio-nes, realizadas durante la década clue va de 1995 has-

ta 2005, se encuentra parcialmente reflejado en este li-bro, así como en ciertos ensayos publicados a lo largo

de esos diez años, algunas de cuyas secciones también

forman parte de este texto.La presente investigación de algunas de las con-

secuencias más crudas de la globalización (y este li-bro se dirige a exponer esas conexiones) también me

condujo, en buena pafte de manera accidental, a unfenómeno enteramente nuevo, un fenómeno gracias

al cual todos podemos vislumbrar esperanzas sobre

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el futuro de la globalización. En Mumbai, mientrasobservaba la violencia contra los musulmanes en estaciudad que a lo largo de la historia ha sido predo-minantemente liberal y cosmopolita, mi buen amigoSundar Burra me presentó a un sorprendente gru-po de activistas al que él pertenecía, quienes me per-mitieron acceder a su trabajo entre los más pobresde los pobres urbanos de Mumbai. Me introdujerontambién en lo que en 1996 a(tn era un fenómeno pocoestudiado, el fenómeno de globalización de las bases,la globalización desde abajo, los esfuerzos que algu-nos movimientos y organizaciones no gubernamen-tales de activistas acometían en todo el mundo paraconquistar y dar forma a la agenda global en cues-tiones como derechos humanos, género, pobreza, me-dio ambiente y salud. Este importante encuentro enMumbai me llevó a embarcarme en un proyecto deinvestigación paralelo sobre la globalización de lasbases, a cuyos resultados preliminares me refiero enlas páginas finales de este libro. La historia completade estos activistas de la vivienda de Mumbai y las con-secuencias de sus esfuerzos para una política de laesperanza son el tema de un trabajo que, con el títu-lo provisional de The Capacity to Aspire, se encuentraahora en los estadios finales de su preparación.

De modo que el libro que el lector ha comenzadoa leer constituye una transición y una pausa en unproyecto de largo aliento (tanto intelectual como per-sonal) que busca maneras de poner la globalización alservicio de aquellos que más la necesitan y menos ladisfrutan: los pobres, los desposeídos, los débiles y losmarginados de nuestro mundo. Es una transición por-

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que toda palabra esperanzadora es vana a menos que

sea arrancada de las fauces de la brutalidad que Iaglobalización también ha producido. Y no sabremos

dónde buscar medios para la esperanza en la globali-

zación y para la globalización de la esperanza hastaque comprendamos cómo la globalización puede pro-

ducir nuevas formas de odio, etnocidio e ideocidio.De modo que solicito la paciencia del lector en esta

fase de una investigación que aún no está acabada.

Como siempre, tengo numerosas deudas con ami-gos y colegas. Una década es un tiempo largo y me he

beneficiado de la generosidad ajena en varios países

y continentes durante ese periodo. La lista completade personas y auditorios que me ayudaron a dar for-ma a los capítulos de este libro es tan extensa que ca-

recería de sentido ofrecerla. Así que, asumiendo el

riesgo de ser injusto, mencionaré sólo a unas pocas

personas que me han ayudado de varias maneras du-

rante el desarrollo (demasiado lento) de estas investi-gaciones. Son, en orden alfabético, Jockin Arputham,Brian Axel, Sundar Burra, Dipesh Chakrabarty, Jean

Comaroff, John Comaroff, Neera Chandoke, Veena

Das, CelineD'Cruz, Faisal Devji, Dilip Gaonkal Peter

Geschiere, Rashid Khalidi, David Laitin, BenjaminLee, Claudio Lomnitz, Achille Mbembe, Uday Mehta,

Sheela Patel, Vyjayanthi Rao, Kumkum Sangaree,

Charles Taylo¡, Peter van der Veer y Ken Wissoker. Dos

lectores anónimos de Duke University Press formula-ron lúcidas preguntas que alteraron sustancialmentela versión final.

Corresponde también manifestar algunos agrade-

cimientos institucionales. El Open Society Institute

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de Nueva York me otorgó una beca de investigaciónindividual en 1997-1998 para trabaiar en este tema.La Universidad de Chicago me concedió una licen-cia sabática y otras ayudas para terminar este libro.La Universidad de Yale y la Universidad de Chicagome brindaron la oportunidad de enseñar y de dialogarcon estudiantes que afinaron mis argumentos. El De-partamento de Ciencias Políticas de la Universidadde Nueva Delhi me nombró profesor visitante y meinvitó a impartir el ciclo de conferencias Teen Murtien febrero de 2002, que constituyen la base de loscapítulos 2, 5 y 6. La New School me recordó, muyrecientemente, el valor del disenso y del debate parauna práctica democrática global. Estoy agradecido acada una de estas instituciones.

Me quedan algunas deudas más cercanas. AjayGandhi y Nikhil Anand, en la Universidad de yale, fue-ron lectores escrupulosos y amables críticos de la tota-lidad del texto. ZackFine y Leilah Vevaina, en la NewSchool, lucharon con una versión original en cons-tante cambio hasta dejarla en el estado actual. La últi-ma, pero no la menos importante: mi muje4 Carol A.Breckenridge, supervisó toda la obra. Sin su aliento ysu estímulo, ni el espíritu ni la materia de este librohabrían visto la luz.

Bethany, Connecticut, agosto de 2005

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Del etnocidio al ideocidio

El presente estudio está dedicado a la violencia a

gran escala, culturalmente motivada, que se produceen nuestra época. Sus capítulos, cuvas argumentacio-nes reseñamos aquí, se prepararon entre 1998 y 2444,de rnodo que los razonamientos más importantes delos mismos se desarroiiaron a ia sombra de dos ti-pos principales de violencia. F,l primero de eilos, queol¡serwamos en Europa del Este, Ruanda e India aprincipios de los años noventa, mostró que e1 mun-do posterior a i989 no marchaba hacia ei progresoen todos sus frentes y que la globalización podía po-ner al descubierto patologías severas en las ideologíasconsagradas a lo nacional. El segundo tipo de vio-trencia, oficialmente globalizado bajo la rúbrica de<guerra contra el terrorr, podría can'acterizarse nte-diante los catastróficos ataques del 1 1 de septiem-bre de 200tr al World Trade Center, en Nueva York, yai Pentágono, en Virginia. Estos últimos sucesos hi-cieron de los años noventa una década de superwio-lencia, una década caracterizada por ei hecho de que

en muchas sociedades el continuo incremento de laguerra civil era un rasgo de la vida corriente. Vivi-mos ahora en un mundo diversamente articulado por

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los estados y por los medios de comunicación en di-ferentes contextos nacionales y regionales, en el cualel temor a menudo parece ser origen y fundamento defuertes campañas de violencia de grupo que van des-de disturbios a pogromos de grandes dimensiones.

A lo largo de los años cuarenta y durante algúntiempo después, muchos especialistas comenzarot:r aaceptar que las formas extremas de violencia colecti-va, sobre todo las que combinan asesinatos a grarrescala con diversos modos de degradación premedi-tada de la dignidad y del cuerpo humanos, eran con-secuencia directa del totalitarismo, en particular delfascismo, y podían apreciarse en la China de Mao, enla Unión Soviética de Stalin y en otras sociedades tota-litarias más pequeñas. Por desgracia, los años noventano han dejado ninguna duda de que las fuerzas mayo-ritaristas y la violencia etnocida a grarr escala tambiénpueden apodenarse de sociedades democráticas libe-rales, así como de otras diversas formas de Estado.

De manera que nos vemos en la obligación de for-mular y responder el interrogante de por qué la déca-da de los noventa, periodo de lo que ahora podríamosdenominar "alta globalización", tuvo que ser tambiénel periodo de la violencia a gran escala en diferentessociedades y regímenes políticos. Al referirme ala altaglobalízación (con algo más que un guiño a la alta mo-dernidad) tengo presente sobre todo un conjunto deposibilidades y proyectos utópicos que se extendieroncomo un reguero de pólvora por numerosos pueblos,estados y esferas públicas tras el final de la guerrafría. Táles posibilidades se entretejieron en una suertede tramado doctrinario acerca de los mercados abier-

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tos y el libre comercio, de la expansión de las institu-ciones democráticas y las constituciones liberales yde la fuerza de las posibilidades de Internet (y ciber-tecnologías relacionadas) para mitigar la desigual-dad, tanto dentro como entre las sociedades, y paraincrementar la libertad, la transparencia y el buen go-

bierno incluso en los países más pobres y aislados.Hoy en día, sólo los partidarios más fundamentalis-tas de la globalización económica ilimitada admitenque el efecto dominó del libre comercio, el alto gradode integración del mercado internacional y el flujo de

capitales es siempre positivo.Así pues, este trabajo viene a sumarse a los inten-

tos de responder a la siguiente pregunta: ¿por qué

una década dominada por la aprobación global de los

mercados abiertos y de la libre circulación del capitalfinanciero, por ideas liberales respecto a las reglasconstitucionales y al buen gobierno y por una activaexpansión de los derechos humanos ha producido,por una parte, una plétora de casos de limpieza étni-ca y, por la otra, formas extremas de violencia políticacontra poblaciones civiles (una buena definición delterrorismo como tácfica)? En 1o que sigue discreparéen ocasiones de algunos eminentes intentos de resolveresta cuestión. Aquí me limito a señalar en términossencillos los elementos de un tipo de respuesta dife-rente, una respuesta arraigada en la preocupación porlas dimensiones culturales de la globalización. Algu-nos críticos consideraron que mi anterior intentode caracterizar el (a la sazón) emergente mundo de

la globalizacíón (1996) había sido un tanto severoen sus críticas al Estado-nación moderno e ingenua-

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mente optimista en cuanto a los beneficios de los flu-jos globales. Este ensayo se enfrenta de modo directoala cara más oscura de la globalización.

A fin de comprender mejor qué nexos podríanexistir entre la globalización y las limpiezas étnicas yel terron propongo una serie de ideas interrelaciona-das. El primer paso es reconocer que bajo la idea mis-ma del Estado-nación moderno subyace otra ideafundamental y peligrosa, la idea de una <(etnia nacio-nalo. Ninguna nación moderna, por más benigno quesea su sistema político, por más elocuentes que seansrls voces públicas respecto a las virtudes de la tole-rancia, el multiculturalismo y la inclusión, está librede la idea de que su soberanía nacional se halla cons-truida sobre una suerte de genio étnico. Hemos apre-ciado recientemente este punto de vista expresadocon una espeluznante civilidad por Samuel Hunting-ton (2004), cuando suscitó abiertamente la alarmapor la manera en que la población hispana de EstadosUnidos arrrerraza con abandonar el modo de vida ame-ricano, concebido como una intransigente doctrinacultural europrotestante. Y luego se dice que las pos-turas del nacionalismo étnico están confinadas enoscuros estados bálticos, delirantes demagogos afri-canos o extremistas nazis de Inglaterra y del norte deEuropa.

Se ha insistido lo suficiente en que la idea de unaetnia nacional singular, lejos de haber brotado demodo natural en una tierra u otra, ha sido produciday naturalizada con gran esfuerzo por medio de una re-tórica sobre la guerra y el sacrificio, de disciplinas muyduras para lograr una uniformidad educativa y lin-

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güística y de la subordinación de una miríada de tra-diciones locales y regionales a fin de producir indios,franceses, británicos o indonesios (Anderson, I99l;Balibar, 1990; Scott, 1998;Webec I976). Algunos gran-des teóricos de la política, particularmente HannahArendt (1968), han observado también que la idea deun pueblo nacional es el talón de Aquiles de las socie-dades liberales modernas. En mi argumentación sigoalgunas ideas de Mary Douglas y otros antropólogospara sostener que el camino que va desde el genio na-cional hasta una cosmología acabada y total de lanación sagrada y, ulteriormente, hacia la pureza yla limpieza étnicas es relativamente directo. Hay quie-nes manifiestan que éste es un riesgo sólo en aque-llos sistemas políticos modernos que han colocadoerróneamente la sangre en el centro de su ideologíanacional. Sin embargo, sangre y nacionalismo pare-cen abrazarse de una manera mucho más estrechay completa en todo el mundo. Toda nación, bajo cier-tas condiciones, demanda transfusiones totales desangre y suele exigir que una parte de su sangre seaexpulsada.

Esta tendencia etnicista inherente a todas las ideo-logías nacionalistas no explica por qué sólo algunossistemas políticos nacionales se convierten en escena-rio de violencia a gran escala, guerra civil o limpie-za étnica. Necesitamos recurrir aquí a una segundaidea, relativa al lugar que ocupa la incertidumbre so-cial en la vida de la sociedad. En un ensayo anterio4que lleva el título de nDead Certainty> (1998b), he de-sarrollado en detalle una argumentación sobre las ma-neras en las que la incertidumbre social puede guiar

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proyectos de limpieza étnica cuyos procedimientosson, a la vez, vivisectores y verificacionistas, es de-cir, que buscan la incertidumbre desmembrando el

cue{po sospechoso, el cuerpo bajo sospecha. Esta cla-

se de incertidumbre se halla íntimamente relacionadacon el hecho de que los grupos étnicos de hoy se cuen-tan por miles y sus movimientos, mezclas, estilosculturales y representación en los medios de comuni-cación crean dudas profundas acerca de quiénes exac-

tamente se hallan dentro del "nosotros> y quiénesdentro del oellos".

La rapidez y la intensidad con las que tanto loselementos materiales como los ideológicos circulanahora cruzando las fronteras nacionales han creadoun nuevo orden de incertidumbre en la vida social.Sea lo que fuere lo que caracterice a este nuevo tipode incertidumbre, no encajará con facilidad en la do-minante profecía weberiana sobre la modernidad, se-

gún la cual pronto se disolverán las formas socialesíntimas para ser reemplazadas por órdenes burocrá-tico-legales altamente reglamentados y regidos por elaumento de las tramitaciones y la previsibilidad. Lasformas de tal incertidumbre, ciertamente, son varias.Un tipo de incertidumbre es reflejo directo de preocu-paciones relativas al censo: ¿cuántas personas de talo cual condición existen realmente en un territoriodado? O, en el contexto de una emigración rápida omovimientos de refugiados, ¿cuántos de "ellos" estánahora entre nosotros? Otro tipo de incertidumbre se

relaciona con el significado verdadero de algunas deestas megaidentidades, por ejemplo: ¿cuáles son lascaracterísticas normativas de lo que la Constitución

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india define como miembro de una OBC (Other Back-ward Caste)?* Otra incertidumbre es la de si un in-dividuo particular es realmente 1o que él o ella dicese{, o lo que parece sef o 1o que ha sido históricamen-te. Al final, estas variadas formas de incertidumbrecrean una ansiedad intolerable respecto a la relaciónde muchos individuos con los bienes provistos porel Estado, desde vivienda y salud hasta seguridad ycondiciones de salubridad, pues estos derechos confrecuencia están directamente ligados a quién eres,,tú', y, por lo tanto, a quiénes son oellosu. Cada tipode incertidumbre cobra fuerza siempre que hay mo-vimientos de personas a gran escala (por la razónque sea), cuando las identidades étnicas a gran esca-la llevan consigo nuevas recompensas y riesgos ocuando las redes existentes de conocimiento socialson socavadas por el rumor, el terror o el desplaza-miento social. Allí donde una o varias de estas for-mas de incertidumbre social entran en juego, la vio-lencia puede crear una macabra forma de certeza ypuede convertirse en una técnica brutal (o un proce-dimiento de descubrimiento propio del pueblo) acercade "ellos" y, por lo tanto, acerca de "nosotros". Puedeque esta volátil relación entre certeza e incertidumbreadquiera un sentido especial en la era de la globali-zación.

En este contexto multiforme, algunos principiosy procedimientos esenciales del Estado-nación mo-

" Other Backward Castes (Otras castas retrasadas) es la denomi-nación oficial de un grupo de castas agrícolas y artesanas empobre-cidas que se benefician de la acción positiva del Estado indio dirigidaa mejorar su situación. (N. de los T.)

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derno (la idea de un territorio soberano y estable, deuna población controlable y cuantiflcable, de un cen-so digno de confianzay de categorías transparentes yestables) se han resquebrajado en la era de la globali-zación debido a razones que explicaré en los capítu-los siguientes. Sobre todo, la certeza de que pueblosdiferentes y singulares han tenido origen en determi-nados territorios nacionales -y que los controlan- hasido decisivamente desestabilizada por la fluida cir-culación a escala global de riquezas, armas, personase imágenes que he descrito en La modernidad desbor-dada (1996).

Dicho en pocas palabras, es probable que a lo lar-go de toda la historia del hombre, allí donde las líneasentre <nosotros> y uellos" han estado desdibujadas enlos límites y han sido poco claras en amplios espa-cios y grandes grupos, la globalización exacerbe talesincertidumbres y produzca incentivos nuevos parala purificación cultural a medida que más nacionespierden la ilusión de la soberanía económica nacio-nal y del bienestar. Esta observación también nosrecuerda que la violencia a gran escala no es simple-mente el producto de identidades antagónicas, sinoque la violencia misma es una de las maneras a tra-vés de las que se produce la ilusión de unas identi-dades fijas y plenas, en parte para contrarrestar lasincertidumbres acerca de la identidad que la circula-ción global invariablemente produce. En este senti-do, el fundamentalismo islámico, el fundamentalismocristiano y muchas otras formas locales o regionalesde fundamentalismo cultural pueden considerarseparte de un repertorio emergente de intentos de pro-

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ducir niveles antes innecesarios de certeza acerca dela identidad social, los valores, la tradición y la digni-dad. La violencia, sobre todo la violencia extrema yespectacula4 es una manera de producir ese tipo decerteza mediante la movilización de lo que en otro si-tio he denominado el <compromiso pleno" (1998a),sobre todo cuando las fuerzas de la incertidumbre so-cial se alían con otros temores: el crecimiento de la de-sigualdad, la pérdida de la soberanía nacional o lasamenazas a Ia seguridad y a los medios de vida enla zona en que uno habita. En esta línea, uno de lostemas recurrentes de mi presente argumentación esque, para emplear el brutal aforismo de Philip Goure-vitch sobre Ruanda, nel genocidio, después de todo,es un ejercicio que construye sentimiento de comuni-dad" (1998: 95).

El hecho de que la violencia resulte productiva enel plano social no es por sí mismo una explicación sufi-ciente de las maneras peculiares en las que en los añosnoventa parece haber cobrado nueva vida la violen-cia contra grupos definidos como minorías, desdeEstados Unidos hasta Indonesia y desde Noruega has-ta Nigeria. Podría decirse que Ia todavía cuestionadaUnión Europea es en varios sentidos la formaciónpolítica más progresista del mundo posnacional. Peroes manifiesto que a día de hoy existen dos Europas:el mundo de inclusión y multiculturalismo en un gru-po de sociedades europeas y la angustiada xenofo-bia de lo que podríamos denominar la Europa dePim Fortuyn (Austria, Rumania, Holanda, Francia).A fin de explicar por qué estados nacionales, por lodemás inclusivos, democráticos e incluso laicos, gene*

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ran ideologías como el mayoritarismoo y el naciona-

lismo racista debemos introducirnos más profunda-mente en el corazón del liberalismo, y así Io hago en

el capítulo 4.Ese análisis me ha permitido observar que el vuel-

co hacia el nacionalismo étnico e incluso hacia el et-

nocidio en algunos sistemas políticos democráticosse explica en buena parte por la extraña reciprocidadintrínseca de las categorías de omayoría" Y umino-

ríao en el pensamiento social liberal, la cual genera

lo que he denominado angustia de lo incotttpleto. Lasmayorías numéricas pueden convertirse en predato-

rias y etnocidas de los ntimeros pequeños precisamen-

te cuando algunas minorías (y sus números pequeños)

recuerdan a las mayorías la pequeña brecha que me-

dia entre su condición de mayorías y el horizonte de

un todo nacional impoluto, de una etnia nacionalpura y sin tacha. Esta sensación de Io incompleto pue-

de llevar a las mayorías a un paroxismo de violenciacontra las minorías según determinadas condicionesque analizo con especial detalle con respecto a los mu-sulmanes de India a lo largo de todo el libro, particu-larmente en el capítulo 5.

La globalización, como manera específica en que

los estados, los mercados y las ideas sobre el comercio

" El original inglés presenta recurrentemente el sustantivo za-ioritarianism y el adjetivo correspondiente, maioritarian, que tra-ducimos por (mayoritarismo" y (mayoritarista>. Hay que tenerpresente que el autor emplea el término maioritarianism en dos sen-

iidos difeientes: a veces áesigna el pensamiento según el cual en losgrupos sociales las decisiones deben tomarse siguiendo el criterioáe la mayoría numérica de sus miembros, y, otras veces, designa laideologíá que se vale de dicho punto de vista para oprimir a las mi-norías. (N. de los T.)

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y el gobierno se han llegado a orgarriz,a4 exacerba lascondiciones de la violencia a grar' escala debido a quegenera una potencial colisión entre la lógica de la in-certidumbre y la lógica de 1o incompleto, cada unade las cuales tiene su propia forma y su propiafuerza.Como realidad ampliamente extendida en el mundode los años noventa, las fuerzas de la globalizaciónpromoüeron las condiciones para el crecimiento dela incertidumbre social a gran escala y para el incre-mento de la fricción de lo incompleto, 1o uno y lootro emergentes de la dinámica entre las categoríasde mayoría y minoría. La angustia de lo incompleto(siempre latente en el proyecto de pureza nacionalcompleta) y la sensación de incertidumbre social re-lativa a las categorías etnorraciales a gran escala pue-den dar lugar a una forma desenfrenada de mutuaestimulación que se convierta en el camino hacia elgenocidio.

Esta aproximación al aumento de la violencia cul-tural a gran escala en Ia década de los noventa, quecombina la incertidumbre y lo incompleto, puedeofrecer también un ángulo (no un modelo ni una ex-plicación) desde el que considerar el problema de porqué dicha violencia se produce en un número de ca-sos relativamente pequeño, sobre todo si el universocompleto se mide enrazón del número actual de es-

tados-nación independientes. La argumentación quepresento en estas páginas, y que gira en torno a la re-lación entre la globalización, la incertidumbre y lo in-completo, nos proporciona una forma de reconocercuándo la angustia de 1o incompleto se combina conniveles de incertidumbre inaceptables de un modo tal

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que pone en marcha una movilización etnocida a granescala. Podría argumentarse que Ia concurrencia deniveles elevados de ambos sentimientos es una condi-ción necesaria de la violencia a gran escala. Pero queresulte condición suficiente, como a menudo es el casoen las ciencias sociales, es otra cosa. La suficiencia po-dría ser aportada por un estado canalla (Irak con loskurdos), por una estructura colonial racista (Ruan-da), por un proceso de creación de una constitucióntrágicamente etnizado (Yugoslavia después de Tito) opor líderes criminales movidos por la codicia perso-nal y respaldados por redes de mercancías ilegales(Liberia, Sudán). En India, que va a representar uncaso ejemplar a lo largo de este libro, la condición desuficiencia parece radicar en una contingencia espe-cial que vincula una profunda división política conuna serie de deficiencias internas en los planos legaly cultural.

Es preciso hacer una puntualización más. La vio-lencia a gran escala de los años noventa se presen-ta característicamente acompañada de un exceso deira, de un plus de odio que produce formas nuncavistas de degradación y vejación en el cuerpo y en elpropio ser de las víctimas: cuerpos torturados y mu-tilados, personas quemadas y violadas, mujeres des-tripadas, niños con miembros cortados y amputadosy humillaciones sexuales de todo tipo. ¿Cómo enfren-tarse a este excedente de violencia, que con frecuen-cia tiene lugar en acciones públicas, a menudo entreamigos y vecinos y ya no se realiza de la manera en-cubierta en que en el pasado solían llevarse a cabo lasvejaciones en las guerras entre grupos? Teniendo en

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cuenta que en cualquier posible respuesta intervienenmuchos elementos, sugiero que este plus de violenciaestá relacionado con las deformaciones que la globa-lización ha introducido en el .,narcisismo de las dife-rencias menores>, tema que trataré en el capítulo 4.

El núcleo de ese argumento sobre el exceso de ira,sobre el impulso a la degradación, consiste en que elnarcisismo de las diferencias menores es ahora mu-cho más peligroso que en el pasado a causa de la nue-va economía de deslizamientos y transformacionesque caracteriza la relación entre la identidad y el po-der de mayorías y minorías. Dado que, debido a lamaleabilidad de los censos, de las constituciones yde las cambiantes ideologías sobre la inclusión y laequidad, las categorías de mayoría y minoría plausi-blemente pueden intercambiar su luga¡, las diferen-cias menores ya no son sólo preciados indicios deun yo incierto y, por ello, dignas de ser especialmen-te protegidas, como podría sugerir el punto de vistaoriginal de Freud. De hecho, las diferencias menorespodrían convertirse en las menos aceptables, puestoque hacen aún más resbaladizo el camino de ida yvuelta entre las dos categorías. La brutalidad, degra-dación y deshumanización que frecuentemente hanacompañado a la violencia étnica en los últimos quin-ce años son indicio de unas condiciones en las que ellímite mismo entre diferencias mayores y menores sehabía tornado incierto. En esas circunstancias, la iray el temor que producen conjuntamente lo incomple-to y la incertidumbre ya no pueden ser afrontadosmediante la extinción mecánica o la expulsión de lasminorías no deseadas. La minoría es el síntoma, pero

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el problema subyacente es la diferencia misma. De

modo que la eliminación de la diferencia misma (no

sólo su hipervinculación con las diferencias menores)

es la nueva marca distintiva de los actuales narcisis-mos predatorios a gran escala. Puesto que el proyectode eliminación de la diferencia es básicamente impo-sible en un mundo de límites difusos, matrimoniosmixtos, lenguajes compartidos y otras profundas in-terrelaciones, está destinado a producir un orden de

frustracióncapaz de comenzar a dar cuenta de los ex-

cesos sistemáticos que podemos ver en las noticiasactuales. La psicodinámica y la psicología social de

esta línea de investigación, cuestiones difíciles que

rebasan mi especialidad, demandan un análisis másprofundo que el que presento en el capítulo 4.

Estas ideas acerca de la incertidumbre, lo incom-pleto, las minorías y la productividad de la violenciaen la era de la globalización pueden permitirnos re-considerar el mundo de la guerra unilateral y perpe-

tua y de la democratización a distancia reveladas porEstados Unidos en Afganistán e Irak después del 11 de

septiembre y el mundo del terror a distancia desata-

do por Al Qaeda y otros contra Occidente en el mis-mo periodo. Los capítulos 2, 5 y 6 fueron escritos en

Europa y en India tras el 11 de septiembre, durantelos seis meses que siguieron a los ataques al WorldTrade Center y al Pentágono. Han cambiado algunascosas desde entonces, pero otras no.

Los nuevos tipos de organización política celular(representados por Al Qaeda), la opción cadavezrnásfirme por una guerra asimétrica de violencia contrapoblaciones civiles, el aumento de la táctica de los

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lclroristas suicidas y, más recientemente, la táctica dela decapitación mediática (de participantes más o me-rxrs incidentales en escenarios de luchas violentas) nosincitan a formularnos una nueva serie de interrogan-tcs. Están relacionados con el origen de Ia ira glo-lral contra las fuerzas del mercado, con Ia naturalezapeculiar del reciente antiamericanismo en muchossitios del mundo y con el extraño retorno del cuerpodel patriota, del mártir y de la víctima expiatoria alos espacios de la violencia de masas.

Permítaseme concluir este panorama centrándo-me en la forma de impacto público y mediático quemás recientemente se ha incorporado a los dramasde violencia representados en nombre de la religión,la nacionalidad, la libertad y la identidad. Me refie-ro a los secuestros de víctimas en Irak registrados envídeo y, en algunos casos, su decapitación, emplea-dos como herramienta mediáticapara ejercer una pre-sión asimétnca sobre varios estados, entre los cualesse acaba de incluir India, por parte de grupos asocia-dos con la militancia en el islam. En cierto modo, ob-sewamos aquí un retorno a la forma más simple deviolencia religiosa, el sacrificio, acerca del cual ha es-

crito convincentemente René Girard (1,977). A partirde la grabación en vídeo de la decapitación de DanielPearl en Pakistán, poco después del 11 de septiem-bre, el sacrificio público se ha convertido en una herra-mienta de expresión política más sisteméttíca. Quienesson secuestrados y arnenazados luego con la decapi-tación o decapitados de hecho, no son necesariamentepersonas ricas, poderosas o famosas. Entre ellos, porejemplo, se encuentra un grupo de trabajadores po-

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bres y desesperados que emigraron a Irak desde In-dia, Kuwait y otros países. Estos inmigrantes pobres,ellos mismos carne de cañón del tráfico globaliza-do, señalan un contrapunto de la muerte impersonalprovocada por la Fuerza Aérea de Estados Unidos enIrak o por Al Qaeda en Nueva York, Nairobi y ArabiaSaudí durante estos últimos años. Las decapitacio-nes televisadas de Irak representan un gesto inequí-voco hacia un sacrificio más íntimo y personal, alcombinar víctimas conocidas e identificables con unaceremonia de la muerte violenta más pausada y deli-berada, un drama más señorial de las fuerzas en ar-mas que se hallan "detrás de la máscararr. Estas trá-gicas víctimas son la contraparte involuntaria de losterroristas suicidas de Palestina, Irak y Sri Lanka. Enesos casos, las ideologías generadas por diversas for-mas de desesperación ante la asimetría producen víc-timas y mártires como instrumentos de liberación.Esos cuerpos singulares son un intento desesperadopor reintroducir un elemento religioso en unos espa-cios de muerte y destrucción que han llegado a serinimaginablemente abstractos. Podrían considerarsetambién respuestas morales, por horrorosas que sean,a los cuerpos torturados, maniatados, humillados yfotografiados de los musulmanes bajo custodia ame-ricana en Irak y Afganistán.

2La civilización de los choques

En nuestra manera de concebir la paz política y elorden social, ciertos elementos conceptuales han con-scrvado su lugar durante largo tiempo. Entre ellos se

incluyen los siguientes tópicos: que el Estado-naciónmoderno es el dueño exclusivo de las grandes deci-siones para conducir la guerra y firmar acuerdos depaz duraderos; que el orden social en la vida cotidianaes un estado de cosas que se da por defecto y está ga-rantizado por la mera ausencia de guerra; que existeuna profunda diferencia natural entre el desorden enel interior de una sociedad y Ia guerra entre una socie-dad y otra. Cada una de estas verdades ha quedadohecha añicos en el mundo posterior al 11 de septiem-bre. En los pocos años transcurridos hemos podidover que la guerra se ha escapado del contexto del Es-tado-nación y ha sobrepasado la lógica de cualquiertipo de realismo. Asimismo, nos encontramos conformas de conflicto étnico que apenas se diferenciande una guerra de baja intensidad y que en muchas so-ciedades se han convertido en el estado de cosas ruti-nario o por defecto; el viejo chiste sobre los estallidosde paz es ahora un hecho social aleccionador. Final-mente, la metástasis de lo que denominamos terro-

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rismo y la vertiginosa difusión del término "terroris-mo> en el discurso como nombre de cualquier varie-dad de actividad antiestado han desdibujado decisi-vamente la línea entre las guerras dela nación y lasguerras en la nación.

Por supuesto que la alteración de estas verdadesno llegó sin anunciarse, aunque su arribo fue másenigmático de lo que correspondía. De algunas déca-das a esta parte, las guerras internas, por diversos mo-tivos, han superado en número a las guerras exter-nas. La guerra en zonas en las que reside poblacióncivil, emprendida con el propósito de eliminar la no-ción de la guerra como actividad regulada entre com-batientes armados, lleva ya cierto tiempo entre no-sotros. El asesinato en masa de la población civil,elevado a instrumento oficial quízá por primeÍa vezpor los nazis, se ha convertido en lugar común enlas guerras étnicas que han tenido lugar en los últi-mos decenios. Y la propagación de las milicias en to-dos los niveles de la sociedad, sobre todo en sociedades

caracterizadas por un estado débil o dependiente, haarrancado la bandera, el uniforme y el fusil automá-tico al Estado-nación oficial en muchas regiones delmundo.

Sin embargo, el 11 de septiembre sucedió algoque llevó estos procesos graduales a un punto crítico ynos obligó a reconsiderar nuestros presupuestos máspreciados sobre la guerra, la paz y la seguridad pro-movida por el Estado. El ataque a las torres gemelas

ha sido analizado más pormenorizadamente que elUlises de James Joyce y con ia misma variedad de pun-tos de vista. Pero muy pocos negarán que al atacar las

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crrlr'¿rñas de la bestia, al introducirse a plena luz delrlÍrr .y derribar los Budas de Wall Street, se declaró unnlr('vo tipo de gueffa. La novedad no residía en la asi-nrclr'ía tecnológica, aunque fue sorprendente en ese;rs¡re:cto; ni en la audacia de la empresa de atercorizarun¿r ffregalópolis entera y desatar el caos en los sofis-tir'¿rd<ts mecanismos de la capital global; ni debe ver_st' lampoco en el intento de producir terror medianter¡ rr l'ulminante colapso tecnológico.

L¿r novedad consistió en el afán de inaugurar unat1u(!r'ra definida sólo por un enemigo, y el enemigor.r'ir Estados Unidos. Además de constituir un actorle guerra sin firma, una suerte de pesadilla dadaís-l¿r, una monstmosa forma de venganzapor todos los¡irriones de Hollywood sobre terror urbano, terroris-l¿rs árabes, ataques de fuerzas extranjeras y otros porr'l c:stilo, el l1 de septiembre provocó que hubiera quel()nl¿rrse en serio la idea de una guerra sin autor.

'Iarnpoco se trataba de una guena emprendida porlln¿r tuerza innominada. Era una guerra emprendidal)()r'un nuevo tipo de agencia. Una agencia que no es-l:rba interesada en fundar un Estado, en oponerse arringún Estado en particular ni en ningún tipo de re_l¿rción entre estados. Se trataba de una guerra contralistados Unidos, pero era también una guerra con-tra la idea de que los estados son la única alternativa¡rosible. Los ataques del 11 de septiembre fueron un¿rcto masivo de castigo social, una suerte de ejecución¡rriblica masiva, una muerte bajo piedras, fuego y es-t'ombros dirigida a castigar a Estados Unidos por susf alsas morales en todo el mundo, en particula4 en elnrtrndo islámico.

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Es esta cualidad moral, punitiva y pedagógica de

los ataques del 11 de septiembre lo que ha llevado a al-gunos analistas a volverse hacia el famoso modelo delchoque de civilizaciones de Samuel Huntington (1993),

aunque muchos más han cuestionado la pertinenciadel mismo. Pero antes de manifestar nuestra discre-pancia con é1, permítasenos apuntar qué atractivosofrece después del 11 de septiembre. El modelo seña-

la que en la actualidad hay una nueva clase de indig-nación moral vigente en el mundo, una nueva dispo-sición a realizar actos de guerra extremos en nombrede ideas precisas de pureza moral y rectitud social,y sin duda sería una ingenuidad negar que existenvínculos importantes entre fuerzas sociales del mun-do islámico y los sucesos del 11 de septiembre.

Hay muchas razones nada triviales para ir más

allá del modelo de Huntington y me referiré a ellas en

el capítulo 6. De momento, quisiera realizar sólo unaspocas observaciones. En el mundo islámico abundanlos debates internos. No es el menos importante de

ellos la cuestión de qué estados islámicos son consi-derados estados justos por su propio pueblo y cuáles

no. Y muchos estados islámicos son tratados como ile-gítimos por varias coaliciones que desean atacar a es-

tados no islámicos, sobre todo Estados Unidos y GranBretaña. Mientras que Al Qaeda fue el principal res-ponsable de los ataques del 11 de septiembre y Osamaben Laden era el cerebro detrás de esta red, tambiénparece claro que él representa una variedad muy pre-cisa de disenso moral y escatológico dentro del mun-do islámico y de los mundos árabe, saudí y suní. Pue-

de que ésta sea una guerra en nombre del islam, pero

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str autoridad deriva de fuentes mucho más idiosincrá-sicas dentro del mundo islámico.

Retornaré luego a las razones que me inducen apcnsar en nosotros mismos como seres que viven enrrna civilización mundial de choques, antes que en unchoque de civilizaciones; ahora deseo trazar el mar-co de la discusión a partir del examen de la reacciónclc Estados Unidos ante los episodios del l l de sep-tiembre.

La reacción de Estados Unidos

Curiosamente, hasta que el Gobierno de EstadosUnidos reaccionó, más o menos una semana despuésde recuperarse del impacto de los ataques, no comen-zamos a vislumbrar algo de la morfología de la nuevaguerra y del tipo de conflicto que representaba. Seha escrito mucho sobre los tanteos de los medios es-tadounidenses y de los órganos del Estado en buscade las palabras apropiadas para describir a este ene-migo invisible y desconocido. Ahora podemos miraratrás y elogiar el esfuerzo inicial para evitar un len-guaje explícitamente racista, para no exacerbar senti-mientos antiárabes, para resistir la tentación de iden-tificar el mundo islámico entero como el enemigo.De hecho, Condoleezza Rice, ala sazón consejera deSeguridad Nacional, declaró desde el comienzo qu.e

no se trataba de un choque de civilizaciones (recha-zando así claramente a Huntington). George Bush yotros miembros destacados de su Gobierno se su-maron a la lucha desesperada por poner nombre al

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enemigo y lentamente el proceso de denominación fuetomando forma. Al Qaeda, Afganistán y Osama benLaden emergieron durante las dos semanas posterio-res al 11 de septiembre como los nombres propioscon los cuales relatar la historia del atentado perpe-

trado contra el pueblo de Estados Unidos y modelaruna justificación de la poderosa reacción militar que

se desencadenaría poco después.

No es éste el lugar para analizarla impresionanteguerra aérea desencadenada por Estados Unidos yGran Bretaña contra Afganistán, los talibanes y el

mando principal de la red mundial de Al Qaeda. Mu-cho se ha hablado sobre la extraña ayuda humanita-ria consistente en arrojar en paracaídas sacos de co-

mida con bombas. Mucho se ha dicho también sobrela ironía de tomar un país que los talibanes habíanreducido a escombros y convertir éstos en polvo. Y so-

bre el enorme terror que se introdujo en la devastadapoblación civil de Afganistán, llue ya había sido re-

ducida a la ruina psicológica por los talibanes' Y en

el escenario mundial se ha señalado conrazón que el

contraataque sobre Afganistán posibilitó que se des-

pertara la máquina de guerra dormida de EstadosUnidos, permitió que un líder recién elegido y en suprimer mandato asumiera el papel de salvador delmundo civilizado y provocó que diversos personajes

volvieran a interpretar los dramas morales de Suez,

la guerra ffia,y la guerra del Golfo, convenientementeacoplados en el drama gigantesco de Gulliver enfure-cido. Una vez más el mundo se convirtió en una lis-ta de partidarios y detractores, de síes y noes, de se-

guidores y opositores de lo que se transformó en los

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nombres de un enemigo ominoso y global: terror,I er l-rorismo, terroristas.

La guerra contra Afganistán, aún no finalizadacompletamente, fue lo que podríamos denominar unagucrra de diagnóstico o, incluso, una guerra forense.F'ue una guerra calculada para hacer descubrimientos.lil diagnóstico más importante que la guerra tratabacle realizar consistía en saber quién era exactamentecl enemigo: ¿qué era Al Qaeda?, ¿quién era Osamaben Laden?, ¿quiénes eran en realidad los talibanes?I.'ue ésta también una guerra de diagnóstico en otrosentido. Se proponía identificar a los partidarios deEstados Unidos y del Reino Unido. Europa y Japónse vieron forzados a declarar su lealtad y muchos cuyaposición no estaba claramente definida tuvieron quealinearse del lado de Estados Unidos sin importarcuáles fueran sus reservas. Se trató de un plebiscitoconvocado por la poderosa máquina de guerra de Es-tados Unidos, en el que las abstenciones no estabanpermitidas. Muchos de estos rasgos también caracte-rizaron la posterior guerra de Irak, aunque en este ú1-timo caso la pregunta forense que precipitó los aconte-cimientos tuvo que ver con las "armas de destrucciónmasiva>.

Y puesto que el enemigo fue denominado uredterrorista global", él mismo vinculado mediante os-curos mecanismos con otras redes anónimas simila-res cuyos tentáculos se extendían por todo el mundo,varios estados pudieron identificar con esa denomi-nación a sus propios disidentes, activistas antiestadoy minorías violentas. Resultó ser un nombre con unfuerte apoyo a escala global. Y la mayoría de los esta-

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dos reconocieron que se trataba de una denomina-ción con infinitas posibilidades para la manipulacióndentro de las propias fronteras. India no fue una ex-

cepción.Sin embargo, la principal razón para esta mues-

tra abrumadora de apoyo a Estados Unidos por par-te de los gobiernos de todo el mundo reside en que

este país advirtió que la guerra desatada el 11 de sep-

tiembre era sobre todo una guerra entre dos tipos de

sistema, ambos de alcance global. El primero podríacaracterizarse como vertebrado, el segundo, corno celu-

lar. Los estados-nación modernos reconocen su per-

tenencia común al mundo vertebrado y, como los últi-mos dinosaurios, advierten que se encuentran en unalucha desesperada por la supervivencia en cuanto for-maciones globales.

Sistema celular versus sistema vertebrado

Para comprender la distinción entre los sistemas

de mundo vertebrados y celulares, necesitamos dar unpaso atrás y reflexionar sobre los procesos que hemos

designado con el término "globalización". Aunque hay

numerosos debates en torno a la medida en que laglobalización ha desdibujado los contornos del siste-

ma de estados-nación, ningún analista serio de la eco-

nomía global de las últimas tres décadas podría negarque, cualesquiera que fuesen las ficciones y contra-dicciones iniciales del Estado-nación, éstas se hanagudizado debido a la integración más profunda de

los mercados mundiales y a la amplia propagación

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cle ideologías de mercadotecnia a escala mundial,en especial después de 1989. Tampoco ha sido sim-plemente una cuestión de balanza comercial en rela-

ción con el PIB. Se trata de un asunto institucional!lue, como muchos estudiosos han mostrado, suponecambios profundos en la naturaleza de institucionesnacionales como los bancos centrales, los cuales en

muchas sociedades ejecutan de hecho políticas glo-

bales dentro de marcos nacionales. Han aparecidocuerpos completos de derecho internacional, siste-mas contables y protocolos de tecnologías de la in-formación transfronterizos, muchos no conocidos niusados fuera de las elites tecnocráticas especializadas,concebidos para dominar las formas complejas del

tráfico económico global.La idea de una economía nacional, siempre porosa

en el mejor de los casos (y no más vieja que el econo-

mista alemán Friedrich List, 1789-1846), ahora pare-

ce más a menudo colaboradora y servicial que autó-noma o autodeterminada. Solamente las economíasmás poderosas del mundo parecen nacionales en al-gún sentido importante y la más grande de todas, laeconomía de Estados Unidos, si no es global, no es

nada. En Europa existe un amplio consenso en cuanto

a que la mayor justificación de la Unión Europea es

el hecho inexorable de que Europa debe tomar parteen el juego global o corre el riesgo de perderlo todo.Los japoneses, no del todo preparados para globali-zarse en el nuevo orden de cosas, de la noche a lamañana se encuentran en una economía adormecida,inmune incluso a los diversos shocks macroeconó-micos.

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Hay menos acuerdo sobre la política y la culturaemergentes en este mundo hiperglobalizado. Sin em-bargo, diversos pensadores están debatiendo sobre lacrisis del Estado-nación, sobre el futuro de la sobera-nía, sobre la viabilidad de los estados que no integranfuertes coaliciones regionales. Estos debates, que tie-nen su contrapartida en discursos políticos y movi-mientos de masas en todo el mundo, a menudo asu-men la forma de nuevos miedos a bienes o lenguajesforáneos, a emigrantes o inversiones extranjeras. Mu-chos estados se encuentran atrapados entre la necesi-dad de escenificar el drama de la soberanía nacionaly, simultáneamente,la proeza de una apertura calcu-Iada para incitar la llegada de los beneficios del capi-tal occidental y de las multinacionales.

La pérdida virtualmente completa hasta de la fic-ción de una economía nacional, de la que hubo algu-na evidencia en la época de los estados fuertes socia-listas y la planificación central, deja ahora el campocultural como el principal escenario donde represen-tar fantasías de pureza, autenticidad, fronteras y se-guridad. No es ninguna sotpresa que en el mundo endesarrollo la muerte o la implosión de economías na-cionales poderosas (debido al crecimiento de las in-versiones extranjeras fugaces, al desarrollo de los me-canismos y procesos económicos transnacionales yal aumento de imperios económicos establecidos enparaísos fiscales que escapan a cualquier forma decontabilidad a escala nacional) haya ido acompañadadel ascenso de nuevos fundamentalismos, mayorita-rismos e indigenismos, frecuentemente con un mar-cado sesgo etnocida. El Estado-nación ha sido progre-

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sivlnlcnte reducido a la ficción de su etnia como úl-

tinro t'ecurso cultural sobre el cual puede ejercer un

tloruinio pleno.Y, poi d.escontado, hay otra faceta de la actual

tlirírmlca de la globalización que ha sido advertida

lx)r'un amplio número de analistas: la creciente pro-

rltrcción de una desigualdad cada vez rnayor entre

rr:rciones, clases y regiones. Este aumento de la de-

sigualdad, independientemente de los debates de los

expertos sobre sus relaciones exactas con los mer-

."io, abiertos y los flujos de capital globales de alta

vclocidad, en muchos países es considerado popu-

larmente una consecuencia directa de la fuerza írre-

sistible del capitalismo global y de su incuestiona-

clo líder nacional, Estados Unidos' Se halla fuera de

duda que este vínculo manifiesto entre las economías

nacioriales implosionadas, el capital financiero de-

senfrenado y el papel de Estados Unidos como pre-

boste de las ideologías de los negocios, el mercado

y el lucro, ha creado una suerte de nueva guerca fría

afectiva entre quienes se identifican con los perde-

dores de este nuevo juego y quienes se identifican con

el pequeño grupo de ganadores, en particular' Esta-

dos Únidos. La sensación ampliamente observada'

incluso entre quienes deploraron la brutalidad del

11 de septiembre, de que había caído sobre Estados

Unidos una suerte de justicia, sin duda se encuentra

anclada en la indignación moral provocada por la

lógica de la exclusión económica' Hay más cosas

que decir respecto al crecimiento del odio global a

Éstados Unidos y retornaré sobre Ia cuestión en el

capítulo 6.

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Es digno de notarse que los nuevos flujos de dine_ro, armas, información, personas e ideologías a tra-vés de las fronteras nacionales han generado formasde solidaridad que existen en el mismo plano políticoque aquellas que tradicionalmente monopoli zaba elEstado-nación. Por ejemplo, muchos tipos de comuni_dades diaspóricas cuentan con lealtades fundamenta_les entre poblaciones que pueden existir también enel interior de varias fronteras nacionales. Debates in_tensos sobre cuestiones clave como la guerra, la paz,la identidad y el progreso tienen lugar entre ciLer_comunidades que funcionan más allá de los límitesde la nación y representan diversos tipos de solida_ridad: cultural, profesional, circunstancial u oportu_nista. Los nacionalismos violentos también prosperanen el ámbito del ciberespacio, pero, de todas mane_ras, complican la solidez de los vínculos entre espa_cio, lugar e identidad. Existe de hecho una comuni_dad denominada eelam.com (Jeganatham, 199g) queagrupa a los tamiles que han escapado de la violenciaen Sri Lanka desde la década de los años setenta. Lasimaginaciones colectivas y las colectividades imagi-nadas en la era de la cibertecnología ya no son sólodos caras de la misma moneda; más bien, con fre_cuencia se ponen a prueba y se rebaten las unas a lasotras.

Se ha invocado convincentemente la imagen dela red para aprehender las formas políticas y sácialesemergentes en este mundo interconectado y tecnológi_co; lo ha hecho, en particula4 Manuel Castells eg9¿),pero también muchos gurús de empresa, futurólogosy otros. El mundo está ahora claramente conectado

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por múltiples circuitos a través de los cuales el dine-lo, las noticias, las personas y las ideas fluyen, se en-cuentran, convergen y se dispersan de nuevo. Y sincmbargo, la imagen de la red parece demasiado ge-

neral para la realidad que intenta captar.La idea de un mundo celular talvez sea ligeramen-

te más precisa. La oposición, derivada de la biología,enfrenta formas celulares y formas vertebradas y,

como todas las analogías, no trata de ser completa operfecta. El sistema moderno de los estados-naciónes el caso más ostensible de una estructuravertebrada,pues, aunque las naciones se desarrollan apoyándoseen sus historias de diferencia y singularidad, el siste-ma de los estados-nación funciona sólo gracias alsupuesto subyacente de un orden internacional garan-tizado por una variedad de normas, entre las que se

encuentran las normas de la guerra misma. En la ac-tualidad este orden vertebrado es simbolizado no sólopor las Naciones Unidas, sino también por un vasto ycreciente cuerpo de protocolos, instituciones, ffata-dos y acuerdos que pretenden garantizar que todaslas naciones actúen según principios simétricos ensus relaciones mutuas, sea cual fuere su jerarquíaen cuanto a poder o ríqueza. El sistema de los esta-dos-nación se ha basado desde el comienzo errun sis-tema semiótico de comunicación y reconocimientocompuesto por elementos simples como banderas, se-

Ilos postales y líneas aéreas, y por sistemas muchomás complejos, como los consulados, embajadoresy otras formas de reconocimiento mutuo. Tales siste-mas vertebrados, entre los cuales el de los estados-na-ci6n quizá sea en proporción el más amplio y extenso,

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no son necesariamente centralizados o jerárquicos.Sin embargo, están fundamentalmente concebidos so-bre un conjunto limitado de normas y señales regula-tivas bien coordinadas. No resulta difícil advertir porqué el Tratado de Westfalia y los escritos de Kant so-bre la simetría y la reciprocidad morales vieron laluzcon tanta proximidad en el tiempo y el espacio.

El sistema del capitalismo global no encaja exacta-mente en el contraste entre los sistemas vertebrado ycelular. De un lado, se trata de un sistema claramen-te vertebrado en la medida en que descarrsa sobre unavasta red, articulada como una suerte de sistema ner-vioso, de comunicaciones, transporte, crédito a distan-cia y transacciones fiscales coordinadas. Este rasgo dela coordinación siempre ha formado parte de la his-toria del capitalismo industrial, er€ como mínimorequería unos sistemas fiables de crédito y de inter-cambio monetario. El capitalismo moderno tambiénes vertebrado en la medida en que demanda la aplica-bilidad generalizada de determinados protocolos ie-gales, contables, fiscales, de supervisión y de seguri-dad; para conseguirlo, se ha servido normalmente deconvenios entre estados soberanos formalizados en di-versos acuerdos y tratados. De este modo, las estruc-turas vertebradas del sistema de los estados-nación ydel capital industrial moderno se han solapado y lahistoria de ambas muestra obvias conexiones. Esta es-tructura común nunca estuvo, por supuesto, libre detensiones y contradicciones; no obstarrte, ya era per-ceptible en la economía política global en los siglos xvry xvrr en los imperios marítimos surgidos en el oeste yel sur de Europa.

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Sin embargo, por otra parte, a medida que desde elsiglo xtx el capitalismo ha evolucionado y se ha vuel-to, debido al desarrollo tecnológico, más sofisticadoy manejable, a medida que sus tecnologías se han he-cho más modulares y móviles y su componente finan-ciero se ha liberado progresivamente de una relacióndirecta con la industria y la manufactura, el capitalis-mo ha comenzado a desarrollar gradualmente ciertosrasgos celulares que son cruciales. Estos rasgos se hanhecho cadavez más visibles en la era de un capitalis-mo que ha recibido diversas denominaciones: <post-fordista", "desorganizador',, nflexible" o "postindus-trial". En esta era, caÍactenzada por la transformaciónde las corporaciones multinacionales en transnacio-nales y ahora en corporaciones globales, la recom-binación a alta veiocidad de los factores de produc-ción ha modificado la geografía del capital y hahecho que sus movimientos y su perfil nacional sean

difíciles de precisar. Estas características, evidentessobre todo a partir de los años setenta, han sido re-flejadas en numerosas clases de lemas y modelos or-ganizativos que buscaban capturar las actividadesmóviles, recombinantes, oportunistas y desnacionali-zadas de muchas corporaciones globales. En las déca-das posteriores a los años ochenta, estos rasgos ce-Iulares se han acelerado debido al desarrollo de lasnuevas tecnologías de la información y al incrementoapabullante de la rapidez y las proporciones de lastransacciones financieras, lo cual ha expuesto a losmercados financieros nacionales al riesgo de crisis sú-bitas e intensas. Este proceso se ha desplazado desdeMéxico hacia el este de Asia y Argentina, un país in-

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mensamente rico que se vio reducido a la anarquíaeconómica en unas pocas semanas. Países como In-dia han admitido abiertamente que su relativa inmu-nidad respecto a crisis como éstas se debe, al menosen parte, a su frágil integración en la economía glo-bal. Sin embargo, se trata de un juego difícil: variospaíses del África subsahariana nos muestran las con-secuencias desastrosas de ser demasiado marginal enlos procesos del mercado global.

El estado actual de las compañías globales y delos mercados en los que operan muestra en variossentidos una personalidad dividida que, de un lado,se asemeja y descansa sobre los rasgos vertebradosdel sistema del Estado-nación y, de otro, sirve tambiéncomo laboratorio para nuevas formas de celularidad,desvinculación y autonomía local.

Este doble carácter del capitalismo global en laera de Internet es lo que nos permite entender mejorla naturalezacelular de las nuevas nredes terroristas>.Conectadas, pero no dirigidas verticalmente; coor-dinadas, pero notablemente independientes; capacesde dar respuestas sin contar con una estructura cen-tralizada de comunicación; borrosas en sus princi-pales líneas de organización, pero con la claridad deldía en su estrategia y efectos celulares, estas organi-zaciones dependen ostensiblemente de ciertos recur-sos cruciales como las transferencias de dinero, unaorganización oculta, paraísos fiscales y medios no ofi-ciales de entrenamiento y movilización, lo cual tam-bién caracteriza en varios niveles el funcionamientodel mundo capitalista. En efecto, las zonas más gri-ses del mundo de la banca y las finanzas se encuen-

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llan en evidente complicidad con las actividades del¿rs redes de terrorismo internacional. La campañarnasiva para perseguir y congelar los activos de estas<rganizaciones mediante recursos del sistema banca-rio, estrategias fiscales y la aplicación de la ley, espe-cialmente en Estados Unidos, es un testimonio clarocle la gravedad de este vínculo. Después de todo, existecierta afinidad entre las operaciones realizadas fueracle balance de una corporación gigante como Enron,que defraudó a miles de trabajadores e inversores, ylos negocios bajo cuerda de las redes terroristas, acer-ca de los cuales hemos oído hablar tanto. En un sen-Lido general, los flujos globales de armas, mano deobra, drogas y piedras preciosas se basan con frecuen-cia en sistemas de comunicación de alta tecnología ycn la disposición de medios de violencia independien-temente del Estado. Ésta es la zona en la que la vio-lencia del terrorismo y la independencia de diversosflujos globales ilícitos marchan juntas.

Sin embargo, la celularidad que caracteriza tan-to al capital como al terrorismo internacionales tieneotros aspectos, y en el capítulo ó sobre la globaliza-ción de las bases me refiero a los modos en que algu-nas organizaciones no estatales han estado empleandolos medios de la celularidad para crear nuevas solida-ridades y nuevas estrategias a fin de resistir el poderdel Estado-nación y de las corporaciones globales.Se trata de formas celulares utópicas que persiguenfines como la equidad, la transparencia y la inclu-sión. No es posible hallarse más lejos de los valores yactitudes del terrorismo. Sin embargo, también elloseiemplifican la nueva lógica de la celularidad.

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Ni que decir tiene que, en los hechos, resulta ab-surdo hablar del final del Estado-nación. Pero si exa-minamos con detenimiento la proliferación de for-mas celulares que cercan y cuestionan la moralidadvertebrada del sistema moderno de estados-nación,parece que existe alavez dependencia mutua y anta-gonismo entre estos dos principios de vinculación yorganización políticas a gran escala. La cornplemen-tariedad y la diferencia entre los sistemas vertebradoy celular nos ofrecen una manera estructural de exa-minar la crisis del Estado-nación en la era de la globa-lizacíón y nos compelen a advertir que las formas deterrorismo global de las que tan conscientes somosdespués del 11 de septiembre son sólo ejemplos deuna transformación amplia y profunda en Ia morfo-logía de la economía y de la política globales.

Esta amplia transformación, cuya cara violentay asimétrica es el terrorismo global, podría conside-rarse una crisis de circulación. Es decic podría ver-se como una crisis producida por lo que en mi traba-jo anterior denominé odislocacionesn entre distintostipos de flujos (flujos de imágenes, de ideologías, debienes, de personas y de riqueza) que parecen carac-terizar Ia era de la globalización (1996). Tales "dislo-caciones, son provocadas en buena medida por mo-dalidades y medios de circulación que operan condiferentes ritmos en el espacio y en el tiempo. En oca-siones consideradas como flujos globales dislocados,producen varios tipos de contradicciones y tensioneslocales. Puesto que todas estas tensiones conciernena procesos de flujo global que no están coherente-mente sincronizados, pueden calificarse como crisis

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tlc circulación. Esta denominación nos recuerda quela globalización está estrechamente vinculada a los¡novimientos del capital financiero y que Karl Marxlue uno de los primeros en advertir que la circula-r:ión, en especial la del dinero en relación con la mer-crancía, era vital para el funcionamiento y las contra-clicciones del capital. En la actualidad, basándonos encsta aportación del marxismo, podríamos admitir quela lógica de la circulación se ha diversificado y dislo-cado cada vezrnás en su ámbito espacial, en su legibi-lidad semiótica, en su velocidad y ritmo de movimien-to y en los caminos por los que se mueve o en los queva creando para moverse.

Retornando a la idea siempre frágil de un mundode economías nacionales, podríamos caracterizar laépoca actual de la giobalización (impulsada por el tri-ple motor del capital especulativo, los nuevos instru-mentos financieros y las vertiginosas tecnologías dela información) como generadora de nuevas tensionesentre el ímpetu desenfrenado del capital global pormoverse sin restricciones ni límites y la fantasía toda-vía reinante de que el Estado-nación custodia un espa-cio de soberanía económica. Esta nueva crisis de circu-lación (más concretamente, una crisis de las relacionesdislocadas entre diferentes caminos y formas de cir-culación) es el vasto paisaje contra el cual se recortanahora las tensiones entre formas vertebradas y celula-res. Esta pugna también puede observarse en la fric-ción entre las formas de circulación y la circulación deformas en la era de la globalización.

Aunque esas formas se hallan inseparablementeentrelazadas, a la vez, contienen una propensión a en-

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frentarse. Pero no se trata de un choque entre doctri-nas, culturas o civilizaciones, sino entre diferentesmodos de organización a gran escala, que aquí he de-nominado celular y vertebrado, en el seno de la actualcrisis de circulación. Osama ben Laden y Al eaedason nombres aterradores de este choque que entrañamuchas cosas más que la cuestión del terrorismo.

La guerra como orden

Achille Mbembe (2003) nos ha ofrecido un puntode vista iluminador al sostener que en las sociedadesen las que la vida diaria se caracteriza por la cotidia-nidad de la violencia física, el conflicto militarizadoo la brutalidad somática ejercidos en nombre de iden-tidades colectivas, ya no podemos pensar en una sim-ple oposición entre naturalezay guerra por una par-te y vida social y paz por la otra. Mbembe nos invitaa imaginar un paisaje más terrible en el cual el orden(la regularidad, la predecibilidad, la rutina y la coti-dianidad misma) se encuentra organizado en tornoal hecho o la probabilidad de la violencia.

La política global relativa a la imagen del terrory del terrorismo tras el 1t de septiembre nos obliga aaceptar la invitación de Mbembe de una manera algodistinta. Se ha derribado la división entre las esferascivil y militar, Las acciones de varias redes y agentesterroristas tratan de infundir temor en la totalidad dela vida cotidiana de la población civil. Dichas accionessuponen un mundo en el que los civiles no existen.No se trata simplemente de una guerra total, como

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lrts que han librado estados poderosos en diferentesrnomentos de la historia, se trata de una guerra coti-cliana, la guerra como una posibilidad de cada día,librada precisamente para desestabilizar la idea deqLre para alguien pueda existir lo ncotidiano, fuera delcspacio y el tiempo de la guerra. A esto el terrorismosuma el elemento de la impredecibilidad, la clave paraproducir un temor constante. Los estados que se in-volucran en esta suerle de estrategia con respecto a supropia población o a otras son concectamente consi-derados como implicados en el terrorismo.

El terror produce sus efectos borrando sistemáti-camente los límites entre los espacios y tiempos de laguerra y la paz. Se esfuerza también para disfrazarsus principios de organización y movilización. Y seconsagra sobre todo a diezmar el orden basado en lapaz o la ausencia de violencia. El terro4 en nombrede cualquier ideología de equidad, libertad o justi-cia, trata de instalar la violencia como principio regu-lativo fundamental de la vida cotidiana. Eso es loterrorífico del terror, incluso más allá de sus trau-mas corporales, de su promiscuidad espacial, de susdramas de autosacrificio y de su rechazo de un hu-manismo recíproco. Terror es el nombre legítimo detodo intento de reernplazar la paz por la violenciacomo pilar de la vida cotidiana. La emergencia es surutina; y su norma, las normas excepcionales de vio-lencia y transgresión.

El tipo de red de terror globalizada que ahora ob-servamos en organizaciones como AI Qaeda añade aesta lógica la capacidad de globalizarse a través deuna organización ceiular. De modo que estas redes

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producen una doble sensación de náusea e incerti-dumbre. Tratan de revocar la relación entre paz yvida cotidiana y lo hacen sin necesidad ni considera-ción ningunas por los principios de coordinación ver-tebrada sobre los cuales siempre se ha sostenido elEstado-nación. Se trata también de una agresión epis-temológica a todos nosotros, porque desestabilizanuestros dos presupuestos más preciados: que la pazes el indicador natural del orden social y que el Esta-do-nación es el garante y el receptáculo natural de eseorden. El terror se convierte así en la faceta delirantede la globalizacióny es preciso examinar más de cer-ca la lógica de esta pesadilla. Permítaseme notar porahora que el terror en la era de la globalización nopuede separarse de ciertas crisis y contradiccionesmás profundas inherentes al Estado-nación. Una deesas crisis, abordada en el capítulo siguiente, concier-ne al vínculo entre las minorías dentro del Estado-na-ción moderno y la marginación del Estado-naciónpor las fuerzas de la globalización.

3Globalización y violencia

La globalización es fuente de debate casi en todas

¡rartes. Es el nombre de una nueva revolución indus-lrial (impulsada por poderosas tecnologías de Ia infor-rnación y la comunicación) que apenas ha comen-zado. Debido a su novedad pone a prueba nuestrosrecursos lingüísticos para comprenderla y nuestros re-cursos políticos para gestionarla. En Estados Uni-dos, y digamos que en los diez países más ricos delmundo, la globalización es una palabra de moda, po-sitiva, para las elites empresariales y sus aliados políti-cos. Pero para los inmigrantes, las personas de color yotros marginados (los denominados "el Sur del Nor-¡s") representa una fuente de inquietud relativa a lainclusión, el trabajo y una marginación aún más pro-funda. Y la inquietud de los marginados, como siem-pre en la historia del hombre, constituye un problemapara las elites. En los restantes países del mundo, lossubdesarrollados y verdaderamente indigentes, hayuna doble preocupación: el temor a una inclusión eje-

cutada de forma draconiana,y eltemor a la exclusión,pues ésta parece la exclusión de la historia misma.

Estemos en el Norte o en el Sur, la globalizaciónconstituye un reto para nuestra herramienta más po-

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derosa para administrar la novedad: recurrir a la his_toria. Podemos hacer todo lo posible por considerarla globalización simplemente como una nueva fase (yuna nueva faz) del capitalismo, del imperialismo, delneocolonialismo, de la modernización o del desarro_llismo. Y hay algo de violencia en esta cacertade la ana_logía que nos permita domesticar la bestia de la globa_lización introduciéndola en la casa prisión (o el zoo)del lenguaje. Sin embargo, este moümiento historizan_te (a pesar de su legitimidad técnica) está condenadoa fracasar justamente cuando se propone dar cuentadel aspecto de la globalización que resulta inquietan_te debido a su novedad. Recurrir a los archivts paraconsultar los sistemas pasados de organ izacíón dermundo, los viejos imperios, las formas conocidas queasumió el poder o el capital puede, en efecto, ayudár_nos, pero sólo hasta cierto punto. Más allá acecha laintuición de muchos pobres (y de quienes en el mun_do están de su tado) de que la globalización presentaalgunos desafíos nuevos que no pueden tratárse conla ayuda de la historia, ni siquiera la historia de gentemalvada y de infames conquistadores del mundo. grtuvaga intuición se halla en el centro de ciertas alianzasvacilantes y diálogos inseguros en torno a la globali-zación, incluso en las calles de Seattle, praga,Washing_ton D.C. y otras muchas regiones menos cinemato_gráficas.

Pero ¿en qué se fundamenta esta novedad y porqué tantos intelectuales críticos no consiguen upr"_henderla mejor? En mi opinión existen tres factoresinterconectados que hacen de la globalización un fe_nómeno difícil de comprender desde la perspectiva

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rlt' las historias precedentes del Estado y del mercado.lrl ¡rrirnero es el papel que desempeña el capital fi-rr:urciero (sobre todo en sus formas especulativas) enl¿r irctual economía del mundo: es más veIoz, tienenr¿ryor capacidad de multiplicación, es más abstractov rnás invasor de las economías nacionales de lo quejrrrrrás ha sido en la historia. Y a causa de sus víncu-los laxos con la manufactura de bienes y demás for-rn¿rs de riqueza productiva, se convierte en una suertetlc: caballo conducido por un jinete que en apariencia(':rrece de estructuras. La segunda razón se relacio-n¿r con la peculiar fuerza de la revolución de la infor-rn¿rción en sus modalidades electrónicas. La tecnolo-gízr electrónica de la información forma parte de losnLlevos instrumentos financieros, muchos de los cua-lcs tienen capacidades técnicas que se encuentranclaramente por delante de los protocolos que debenrcgularlos. De modo que, sea verdad o no que el Esta-do-nación esté desapareciendo, nadie puede argumen-tar de forma convincente que la idea de una economíanacional (en el sentido expresado por primera vezpor el alemán Friedrich List) continúe siendo un pro-yecto fácilmente sostenible. Así que, por añadidura,la soberanía nacional resulta en la actualidad un pro-yecto incierto debido a razones técnicas específicasde un nuevo tipo y a una nueva escala. En tercer lu-ga4 las nuevas, misteriosas y casi mágicas formas deriqueza generadas por los mercados financieros elec-trónicos parecen directamente responsables de la bre-cha creciente entre ricos y pobres incluso en los paí-ses más ricos del mundo.

Más importante aún es que los derroteros indesci-

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frables del capital financiero son reproducidos por losnuevos tipos de emigración, tanto de las elites comode los proletarios, que crean tensiones sin precedentesentre identidades de origen, identidades de residenciae identidades de aspiración para muchos inmigrantesdel mercado de trabajo mundial. Las fronteras finan-cieras fáciles de franquear, las identidades móvilesy la celeridad de las tecnologías de comunicaciones ytransacciones generan controversias, dentro y másallá de los límites de las naciones, que contienen nue-vas posibilidades para la violencia.

Los problemas de la globalización y de la violen-cia admiten varios modos de aproximación. Se podríatomar Estados Unidos y preguntar si el crecimiento dela industria penitenciaria (y de lo que en ocasiones sedenomina el estado carcelario) está vinculado con ladinámica de las economías regionales que están siendoalejadas de otras formas más humanas de empleo yde creación de riqueza. Se podría considerar Indo-nesia y preguntar por qué se registra un crecimientoenonne de la violencia intraestatal entre poblacionesindígenas e inmigrantes cuyo desplazamiento ha sidopromovido por el Estado. Se podría examinar Sri Lan-ka y preguntar si existen vínculos reales entre la ince-sante guer:ra civil y la diáspora global de los tamiles,con consecuencias como eelam.com, un ejemplo decibersecesión (Jeganatham, 1998). Uno podría preocu-parse por los tradicionales movimientos secesionis-tas, desde Chechenia y Cachemira hasta el país Vascoy muchas zonas de África, y preguntar si su violenciaes estrictamente endógena. Cabría observar palestinay preguntar si la profunda violencia del colonialismo

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irrtcrno se halla ahora tan íntimamente vinculada alr¡s medios de comunicación masivos y a la interven-t'i<in global, que está condenada a su institucionali-zrrción permanente. Uno podría situarse en Kosovoo cn Irak y preguntarse si el humanitarismo violen-to de los ataques aéreos de la OTAN es la última for-nra de represalia bíblica a cargo de los dioses armadostlc nuestro tiempo. O bien uno podría identificarsecon el punto de vista de las minorías aterradas dernuchos ámbi.tos nacionales, como Palestina, Timoro Sierra Leona, que a menudo viven en campos decletención que dicen ser vecindarios o campamen-los de refugiados, y preguntar por la violencia del des-plazamiento y del realojamiento.

Tiascendiendo todos estos lugares y formas de vio-lencia se encuentran algunos factores globales rele-vantes. La creciente y organizada violencia contra larnujer, conocida en el régimen de los talibanes, tam-bién se evidencia con claridad en muchas otras socie-dades que intentan arrojar la primera piedra, comoEstados Unidos, donde los episodios de violencia do-méstica suceden con frecuencia. La movilización de

ejércitos de adolescentes, sobre todo en África, perotambién en muchos otros países en los que tienen lu-gar guerras intraestatales, produce veteranos de guerraque difícilmente han alcanzadola edad adulta, ni mu-cho menos conocen Ia paz. El trabajo infantil comoforma de violencia globalizada contra los niños ya es

suficientemente penoso, pero el hecho de trabajar in-tegrando milicias civiles y bandas militares es una ma-nera particularmente terrible de inducción a la vio-lencia a una edad temprana. Y luego están las formas

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más insidiosas de violencia sufridas por una multitudde pobres del mundo obligados a padecer desplaza_mientos a causa de desmesurados proyectos de em_balses o de erradicación de viviendas insalubres. Enestos casos, su experiencia de los efectos de la políticaglobal de seguridad de los estados significa convertir-se en víctimas de embargo económico, violencia po_licial, moülización étnica y pérdida de sus empleos. Elcierre de la pequeña industria en Nueva Delhi durantela década pasada es un vívido ejemplo de colusión en_tre discursos ecologistas altruistas, la política cormptade la ciudad y la lucha desesperada por un emplet yun medio de vida. Éstos son algunos de los mátirrospor los que en ocasiones los pobres se someten por símismos a la íntima violencia de vender parte de sucuerpo en los mercados globales de órganos, de ven_der la totalidad de su cue{po realizando un trabajo do_méstico en países inseguros y de ofrecer a sus hijas ehijos como trabajadores sexuales y para efectuar otrasactiüdades que dejan una marca para siempre.

Permítaseme por un momento dar un paso atrásy considerar algunas objeciones a esta línea de pensa_miento. iQué relación tiene el catálogo que acabo deenumerar con la globalización como tal? ¿No se tratasimplemente de un capítulo más en la historia delpode¡, la codicia, la cormpción y la exclusión que tam_bién podemos hallar remontándonos hacia át.á,

"r,la historia del ser humano tanto como deseemos? yono lo creo así. Muchos de los ejemplos que más arri_ba he citado están relacionados de un modo particu_lar con transformaciones de la economía mundial apartir de 1970, con determinadas batallas por el indi_

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¡it'rrismo y la soberanía nacional libradas en la guerrarntr'(' universalismos en competencia como la libertad,rl rucrcado, la democracia y los derechos, Ios cuales,\t'ncillamente, no operaban de la misma manera en

¡rt'r'iodos anteriores. Sobre todo, los numerosos ejem-

¡rlos que he ofrecido concuerdan con el dato empíricoiruis importante de la macroviolencia de las últimastlos décadas: el marcado crecimiento de la violenciai¡rtlaestatal frente a la violencia interestatal. Así, losnr¿lpas de los Estados y los mapas de la guerra ya nos(' corresponden con la anterior geografía realista.Y cuando agregamos a esto la circulación global dellrrras, drogas, mercenarios, mafias y la restante pa-ruf'ernalia de la violencia, resulta difícil mantener elscntido local de los ejemplos locales.

De todos estos contextos de violencia, consideran-ckr desde los más íntimos (como la violación, la muti-l¿rción del cuerpo y el desmembramiento) hasta losrnás abstractos (como la emigración forzada y la con-versión en minoría legal), el que presenta más difi-cultades es la agresión extendida por todo el mundo alodo tipo de minorías. En esta cuestión, todo Estado(como toda familia) es desdichado a su manera. Pero

¿-por qué estamos contemplando un impulso genocidacontra las minorías, virtualmente extendido por todoel mundo, se trate de minorías numéricas, culturaleso políticas, o que se hayan convertido en minorías porcarecer del origen étnico o de la documentación apro-piados, o por ser la encarnación visible de alguna his-toria de violencia o abuso mutuos? Este patrón decomportamiento global requiere una suerte de res-puesta global, y ése es el propósito del presente libro.

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Las respuestas existentes no nos llevan demasia-do lejos. ¿Estamos ante un choque de civilizaciones?Probablemente no, puesto que muchas de estas for-mas de violencia se llevan a cabo en el interior de unamisma civilización. ¿Se trata de la imposibilidad delos estados de cumplir la norma weberiana de deten-tar el monopolio de la violencia? En parte es así, peroesta misma imposibilidad requiere una explicaciónulteriof junto con el concomitante desarrollo mun-dial de ejércitos, zonas de seguridad, expertos en pro-tección y guardaespaldas "privados". ¿Se da un entu-mecimiento general, a escala mundial, de nuestrosimpulsos humanitarios, como sugirió alguien comoMichael Ignatieff (1998), debido al exceso de imáge-nes de guerras y etnocidios lejanos propalados por losmedios de comunicación de masas? Quizá, pero elcrecimiento de coaliciones de base que luchan porel cambio, la equidad y la salud a escala mundial su-giere que la facultad humana de la empatía a distanciaaún no se ha agotado. ¿Se trata del crecimiento con-comitante del enorme tráfico global de armas, queengloba desde armas pequeñas y fusiles kalashnikovhasta el comercio oficial, entre estados, de misiles,tanques y sistemas de radar dentro de un cuantiosoy turbio arco de negocios? Sí, pero todo esto se refie-re sólo a condiciones necesarias para la violencia glo-bal, no a condiciones suficientes.

¿O acaso estamos inmersos en una vasta correc-ción malthusiana a escala mundial, que funciona através de los idiomas de la conversión en minoría yIa etnización, pero está orientada funcionalmente apreparar para los ganadores de la globalización un

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mundo sin el molesto ruido de los perdedores? ¿Setrata de una forma extensa de lo que podríamos deno-minar econocidio, una tendencia mundial (no másperfecta en su funcionamiento que el mercado) a or-ganizar la desaparición de los perdedores del grandrama de la globalizactón? Este escenario infunde te-mor, pero por fortuna faltan pruebas plausibles delmismo, en parte porque los mayores criminales y ti-ranos del mundo han aprendido los lenguajes de lademocracia,la dignidad y los derechos.

Entonces, ¿qué es lo que en las minorías parecealraer nuevas formas y nuevas escalas de violencia endiferentes regiones del mundo? Ei primer paso haciauna respuesta es que minorías y mayorías son ambasproducto de un mundo claramente moderno de esta-dísticas, censos, mapas de población y otras herra-mientas estatales creadas en su mayor parte a partirdel siglo xvrr. Las minorías y las mayorías emergen ex-plícitamente en el proceso de desarrollo de las ideasde número, representación y derecho al voto en las zo-nas donde se llevaron a cabo las revoluciones demo-cráticas del siglo xvII, incluyendo las regiones satéli-tes del mundo colonial.

Así pues, las minorías son una categoría social ydemográfica reciente, y en la actualidad generan nue-vas preocupaciones relativas a derechos (humanos y deotros tipos), ciudadanía, pertenencia y autoctonía y alos subsidios estatales (o sus restos fantasmales). Lasminorías, debido a su ubicación en la insegura zorragris que se extiende entre los ciudadanos propiamentedichos y la humanidad en general, promueven nuevosmodos de análisis de las obligaciones del Estado, así

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como de los límites de la humanidad política. No sor-prende que sean a menudo los seres humanos consi-derados imperfectos por los demás (como por ejemplolos discapacitados, los ancianos, los enfermos) los pri-meros objetivos de la marginación o de la aniquila-ción. Conviene recordar que la Alemanía nazi intentóeliminar todas esas categorías (simbolizadas por la fi-gura del iudío).

Pero las minorías no vienen predeterminadas. Songeneradas en las circunstancias específicas de cadanación y de cada nacionalismo. A menudo son por-tadoras de recuerdos no deseados relativos a los actosde violencia que dieron lugar a los estados actuales, alservicio militar obligatorio o a expulsiones violentasefectuadas cuando emergieron estados nuevos. y ade-más, en la medida en que son solicitantes desvalidosde los subsidios estatales o son una de las causas dela disminución de recursos nacionales muy disputa-dos, son también recordatorio del fracaso de diversosproyectos de Estado (socialista, desarrollista y capita-lista). Las minorías son señales que apuntan al fracasoy la coerción. Son una vergüerrza para toda imagen depareza nacional y de justicia pública patrocinada porel Estado. Son, por tanto, chivos expiatorios en el sen-tido clásico.

Pero ¿cuál es el particular estatus de estos chivosexpiatorios en la era de la globalización? Después detodo, los extranjeros, los enfermos, los nómadas, losdisidentes religiosos y similares grupos sociales mi-noritarios han sido siempre blanco del prejuicio y laxenofobia. Sugiero aquí una hipótesis unitaria y sen-cilla. Dado que dentro de la lógica de la globalizacíón

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l;r soberanía económica nacional se halla comprome-Irtlrr con todo el sistema, y dada la creciente presión

, ¡rrc' cllo ejerce sobre los estados para que se compor-

It'n conro depositarios de los intereses de un opueblo"

rlt'linido y confinado territorialmente, las minoríasr ('sultan el sitio principal para desplazat la angustia

,¡trc, ntuchos estados padecen por su propia situaciónrrrirroritaria y marginal (real o imaginada) en un mun-

tlo de unos pocos megaestados, de flujos económicos

irrgobernables y de soberanías en peligro. En resu-

rrrcn, las minorías son metáforas y recordatorios de la

traición al proyecto nacional clásico. Y es esta traición(arraigada realmente en el fracaso del Estado-nación a

lu hora de honrar su promesa de ser el garante de la

soberanía nacional) la que alienta el impulso extendi-

clo por todo el mundo de expulsar o eliminar a las mi-norías. Esto también explica por qué a menudo las

I'uerzas militares del Estado están implicadas en los et-

nocidios intraestatales.Es indudable que cada caso de violencia interior

contra minorías tiene su propia sociología real de ex-

pectativas crecientes, mercados crueles, organismosestatales corruptos, intervenciones externas arrogan-

tes e historias de odios arraigados y recelos internos a

la espera de ser avivadas. Sin embargo, esto da cuen-

ta sólo de los personajes. Necesitamos buscar la trama

en otro lado. Y la trama, con fuerza a escala mundial,

es producto del justificado temor de que el juego del

mundo real se haya escapado a la red de la soberaníaestatal y la diplomacia entre estados.

Y sin embargo, ¿por qué las minorías son el blan-

co de este patrón de comportamiento mundial? Ahora

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podemos retornar al argumento antropológico clásicode Mary Douglas de que ula suciedad es materia fue-ra de lugaru y de que todas las taxonomías morales ysociales aborrecen los elementos que desdibujan susdivisiones (1996). El tipo de minorías que he descrito(los enfermos, los que abrazan desviaciones religiosas,los minusválidos, los nómadas, los ilegales y los queno son gratos dentro del ámbito del Estado_nación)borra las fronteras entre (nosotros, y .,ellos> , aquíyallí, dentro y fuera, sano y enfermo, leal y desleal, ne-cesario pero no grato. Este último binomio es la cla_ve del enigma. De una manera u otra, necesitamos delos grupos ominoritarioso en nuestro espacio nacio-nal, aunque sólo sea para limpiar nuestras letrinas ycombatir en nuestras guerras. pero, a su vez, no songratos, por cierto, a causa de sus identidades y lealta_des anómalas. Y en virtud de esta doble cualidad lasminorías encarnan el problema central de la globali-zación misma para muchos estados-nación: se tratade algo necesario (o al menos inevitable) y, al mismotiempo, molesto. Es, a la vez, <nosotrosr, (podemos sersu dueño, controlarlo y utilizarlo, en la visión opti-mista) y no es (nosotrosn (podemos evitarlo, recha-zarlo, vivir sin ello, negarlo y eliminarlo, en la visiónpesimista). De modo que, desde este punto de vista, laglobalización de la violencia contra las minorías re-presenta una profunda angustia en relación con elproyecto nacional y su propia relación ambigua con laglobalización. Y la globalización, puesto que es unafuerza sin rostro, no puede ser objeto de etnocidio.Pero las minorías sí.

Expresado de manera más general, y volveré sobre

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cste argumento con más detalle en el capítulo 4, lasrninorías son el punto en que hacen crisis una seriecle incertidumbres que median entre la vida diaria y sutclón de fondo global, siempre en apresurado cambio.A causa de su estatus mixto, las minorías crean incer-tidumbres respecto del ser nacional y de Ia ciudada-nía nacional. Su estatus jurídicamente ambiguo ejercepresión sobre las constituciones y los ordenamientoslcgales. Sus movimientos desafían la vigilancia de lasl'ronteras. Sus transacciones financieras borran las lí-neas divisorias entre las economías nacionales y entrelas transacciones lícitas y las delictivas. Sus idiomasexacerban las preocupaciones sobre la coherencia cul-tural de la nación. Sus estilos de vida son un modosencillo de desplazar las tensiones comunes de la socie-dad, especialmente en las sociedades urbanas. Su po-lítica suele ser multifocal, por lo que resultan siemprefuente de inquietud para el mantenimiento de la segu-

ridad. Cuando son ricas, invocan al fantasma de laglobalización de la eiite, actuando como sus heraldosparias. Y cuando son pobres, son símbolos cómo-dos del fracaso de numerosas formas de desarrollo yde asistencia social. En especial, dado que casi todaslas concepciones de la nación y del pueblo reposan so-

bre alguna idea de pureza o singularidad étnicas ysobre la supresión de la memoria de la pluralidad, lasminorías étnicas borran los límites del pueblo nacio-nal. Esta incertidumbre, exacerbada por la incapaci-dad de muchos estados de asegurar la soberanía na'cional económica en la era de la globalización, puedetransformarse en falta de tolerancia ante cualquierclase de extraño que posea un carácter colectivo.

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Resulta difícil saber cuál será la minoría que seconvertirá en blanco, en el infortunado extraño. Enalgunos casos parece obvio; en otros, menos. Y ocurreasí porque, históricamente hablando, las minorías nonacen, sino que se hacen. En pocas palabras, a travésde decisiones y estrategias específicas, a menudo acargo de las elites del Estado o de los líderes políticos,algunos grupos particulares que habían permanecidoinvisibles son convertidos en minorías visibles contralas que cabe la posibilidad de poner en marcha cam-pañas calumniosas que conducen a la explosión deletnocidio. De modo que, en lugar de decir que las mi-norías generan violencia, deberíamos decir que la vio-lencia, sobre todo en el ámbito nacional, necesita delas minorías. Y este mecanismo de producción de mi-norías necesita sacar alaluz determinadas historias yocultar otras. Este proceso es 1o que explica el comple-jo modo en que gradualmente ciertos asuntos y con-flictos globales llegan a "implosionaro dentro de al-gunas naciones y localidades, a menudo en forma deviolencia paroústica ejercida en nombre de alguna ma-yoría. Un caso clásico es el proceso mediante el cuallos sij de India fueron paulatinamente convertidos enuna minoría problemática (Axel, 2001). No fue la con-secuencia de ninguna forma simple de política rela-tiva al censo. Fue un proceso basado en una políticanacional y regional desplegada durante un largo si-glo xx que se consumó finalmente en los episodiosviolentos de 1984: el asesinato de Indira Gandhi, lacampaña de contrainsurgencia del Estado contra losseparatistas sij y la matanza de 1984 durante los dis-turbios de Nueva Delhi y otras regiones. Podría soste-

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rrerse que fue de hecho el desencadenamiento masi-vo de violencia estatal y popuiar contra los sij en 1984lo que los convirtió en una minoría cultural y política,cuyo pequeño componente terrorista se sacralizó des-

¡rués de esos episodios. De esta forma, en un siglo (yrulgunos dirían en una década) una colectividad con-siderada como un fervoroso auxiliar del mundo hin-dú se convirtió en su enemigo interno más peligrosodurante al menos el decenio posterior a 1984.

Considérese una última reflexión sobre los víncu-los entre globalización y violencia contra las minorías.Esta conexión obliga a realizar el más arduo de losc'jercicios analíticos, (Iue consiste en mostrar cómofuerzas de gran velocidad, a grarr escala y cuya esferade acción es muy vasta (esto es, los procesos de glo-balización), que son también en varios sentidos muyabstractas, pueden conectarse con el tipo más íntimode violencia corporal, enmarcada en la familiaridad de

las relaciones cotidianas, la tranquilidad dei barrioy los lazos de proximidad. ¿Cómo puede el amigo ma-tar al amigo, el vecino matar al vecino e incluso el fa-miliar matar al familiar? Estas nuevas formas de vio-lencia íntima resultan especialmente desconcertantesen una época de tecnologías veloces, instrumentos fi-nancieros abstractos, poder ejercido a distancia y cir-culación a gran escala de técnicas e ideologías.

Una manera de desentrañar el horror del creci-miento mundial de esta íntima violencia corporal,en el contexto de una abstracción y una circula-ción cada vez rnayores de imágenes y tecnologías,es considerar que la relación no es de ninguna ma-nera paradójica. El cuerpo, en especial el cuerpo de

ó5

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los integrantes de las minorías, puede ser simultánea-mente el espejo y el instrumento de las abstraccionesque más tememos. Después de todo, las minorías y suscuerpos son producto de un alto grado de abstracciónpuesto en juego al conta¡, clasificar y vigilar poblacio-nes. De modo que el cuerpo de la minoría histórica-mente producida combina la seducción de lo familiary la insignificancia de lo abstracto en la vida social,permitiendo que el temor a lo global se encarne en ély que, cuando determinadas situaciones se presentansobrecargadas de angustia, ese cuerpo sea aniquilado.Ciertamente, necesitamos comprender muchísimossucesos y procesos particulares para llegar desde lavertiginosa espiral de lo global hasta la exaltación ín-tima de la violencia local. Pero he aquí la posibilidadque hay que considerar: parte del esfuerzo por ami-norar el vórtice de lo global y su aparente amplitudde alcance consiste en sujetarlo con hrrnezay reducir-lo en el cuerpo agredido del subalterno. Tál violencia,en esta perspectiva, nada tiene que ver con viejos odioso miedos primordiales. Se trata de un intento de exor-cizar lo nuevo, lo emergente y lo incierto, uno de cu-yos nombres es globalización.

El vínculo entre las categorías de mayoría y mi-noría, sobre todo en las democracias liberales, es res-baladizo y volátil. La relación especial de ambas conla violencia globalizada se examina con mayor dete-nimiento en el capítulo siguiente.

4El temor a los números pequeños

Existe un enigma básico en torno a Ia ira contralas minorías en el mundo globalizado. La incógnita es

¡-ror qué los números relativamente pequeños que dana la palabra ,.minoría, su significado más simple yque usualmente suponen una debilidad política y mi-litar no impiden que las minorías sean objeto de te-mor y de furia. ¿Por qué se mata, tor[ura y encierra en

guetos a los débiles? Ésta podría ser una pregunta re-levante en relación con la violencia étnica contra pe-

queños grupos en cualquier época de la historia (Hin-ton, 2002). Aquí trataré de aclarar este enigma conespecial referencia aIa era de la globalización, sobretodo desde finales de la década de los años ochentahasta el presente.

El temor a los débiles

En cualquier caso, la pregunta de historia compa-rada no se aplica a toda la historia humana, puestoque las minorías y las mayorías son invenciones his-

tóricas recientes, esencialmente vinculadas a ideasacerca de las naciones, los pueblos, la representación

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y la enumeración, que no tienen más que unos pocossiglos de vigencia. También hoy son ideas universa_les, dado que las técnicas de recuento, clasificación yparticipación política que subyacen a las nociones demayoría y minoría se asocian en todas partes al Esta_do-nación moderno.

La noción de mayoría no es previa ni indepen_diente de la de minoría, sobre todo en los discursos dela política moderna. Las mayorías son producto de laenumeración y de las denominaciones políticas enla misma medida en que 1o son las minorías. En efec_to, las mayorías necesitan de las minorías para existi¡,incluso más que a la inversa.

Por consiguiente, el primer paso para aproximarsea la cuestión de por qué en tantos escenarios de nacio_nalismo étnico se teme a los débiles consiste en retor-nar a la distinción ,.neselros/ellos,, de la teoría socio_lógica elemental. Según esta teoría, la creación de losotros como colectivo, o de un ellos, es un requisitoque, mediante la dinámica de la construcción de es_tereotipos y del contraste de identidad, contribuye acolocar los límites y a demarcar la dinámica del "no_sotros>. Este aspecto de la teoría del chivo expiato_rio, del estereotipo y del otro se desarrolla a partir deltipo de interaccionismo simbólico expuesto en lasobras de Cooley y Mead, pero también es crucial enla interpretación de Freud de la dinámica de grupos,incluyendo su clásico ensayo sobre el narcisis*á d"las diferencias menores (al cual me referiré más ade_lante en este capítulo).

En esta tradición sociológica, la comprensión delproceso de creación del nosotros es limitada, puesto

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clue se considera como una consecuencia mecánicaclcl proceso de creación del eilos. El proceso requierecontrastes simples y límites marcados que ayuden¿r consolidar la identidad del "nosotrosr. La creaciónclel nosotros, de un colectivo de <5'oeS>, es desestima-cla en esta tradición puesto que se considera que essociológicamente natural y que no requiere una re-f'lexión más profunda. La corriente dominante de lateoría sociológica, especialmente la relacionada conla formación de grupos, estudia el papel del conflicto(como en la tradición de Simmel), de la religión (enla tradición de Durkheim) o de los intereses antagó-nicos (como en Ia tradición de Marx) en la construc-ción de identidades colectivas. Pero aun cuando estastradiciones arrojan algo de luz sobre la formación dela identidad del nosotros como proceso parcialmen-te independiente, sin referencia a la dialéctica noso-tros/ellos, no acometen una reflexión profunda sobrela formación de lo que en otro lugar he denominado*identidades predatorias, (2000a).

Las identidades predatorias

Defino como predatorias aquellas identidades cu-yas construcción social y movilización requieren laextinción de otras categorías sociales próximas, defi-nidas como una amenaza para la existencia mismade determinado gmpo definido como <nosotros>. Lasidentidades predatorias surgen, periódicamente, depares de identidades, a veces de conjuntos de másde dos, que poseen una largahistoria de estrecho con-

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tacto, rnezcla y cierto grado de formación de estereo-tipos mutuos. La violencia ocasional puede formarparte, o no, de esa historia, pero siempre se halla cier-to grado de identificación por contraste. Una de lasidentidades de esos pares o conjuntos a menudo sevuelve predatoria al movilizarse y concebirse a sí mis-ma como una mayoría amenazada. Este tipo de mo-vilización es el paso clave para la transformación deuna identidad social benigna en predatoria.

La conversión de una etnia en una nación moder-na frecuentemente proporciona las bases para el sur-gimiento de identidades predatorias, identidades quedemandan la extinción de otra colectividad para supropia supervivencia. Las identidades predatorias soncasi siempre identidades mayoritaristas. Es decir, sefundamentan en reivindicaciones en defensa y en nom-bre de una mayoría amenazada. De hecho, en mlt-chos casos se trata de demandas relativas a mayoríasculturales que intentan vincularse exclusiva o exhaus-tivamente con la identidad de la nación. A veces esasdemandas se efectúan en relación con las mayorías re-ligiosas, como las hindúes, cristianas o judías, y otrasveces se basan en mayorías lingüísticas, raciales o deotro tipo, como las alemanas, indias o serbias. El dis-curso de estas mayorías movilizadas a menudo llevaconsigo la idea de que el propio grupo puede volverseminoritario a menos que desaparezca otra minoría,ypor esa razón los grupos predatorios emplean confrecuencia argumentos pseudodemográficos que ape-lan a la ascendente tasa de natalidad entre los enemi-gos minoritarios elegidos como objetivo. De este modo,las identidades predatorias aparecen en aquellas cir-

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('unsl¿rncias en las que puede considerarse plausible-rrrt'rrlc que mayorías y minorías corren el riesgo de in-Iclcambiar sus lugares. Esta reciprocidad intrínseca('s un punto central de este análisis y será retomadarrr¿is ¿rdelante en el presente capítulo.

l-¿rs identidades predatorias emergen de la tensiónt'rrIlc identidades mayoritarias e identidades naciona-It's. Una identidad puede caracterizarse como <mayo-

litarista> no tan sólo cuando es invocada por el gru-

¡xr objetivamente más numeroso del sistema políticotlc una nación, sino cuando se esfuerza por eliminarlrr clistancia que existe entre Ia mayoría y la purezarlcl todo nacional. Éste es un punto clave en 1o que

rcspecta a las condiciones bajo las cuales las identida-clcs se vuelven predatorias. Las identidades mayorita-rias que movilizan con éxito lo que he definido antes

como la angustia de lo incompleto en relación con su

soberanía pueden convertirse en predatorias. Lo in-completo, en este sentido, no concierne sólo al controlcfectivo o a la soberanía en la práctica, sino, lo que

cs más importante, ala pvreza y su relación con laidentidad.

En el capítulo anterior me he referido a las contri-buciones de Mary Douglas a las cuestiones de la pu-reza y de la identidad de las categorías. Su punto de

vista podría ampliarse para señalar que las identida-des predatorias, sobre todo cuando están asociadascon el mayoritarismo, se potencian en el espacio que

media entre Ia sensación de mayoría numérica y lafantasía de pureza y totalidad de la nación. En otrostérminos, las identidades predatorias son producto de

situaciones en las que la idea de singularidad del pue-

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blo nacional se reduce con éxito al principio de sin-gularidad étnica, de modo que incluso la existenciade la minoría más pequeña dentro de los límites dela nación es considerada como un intolerable déficitde pureza en el todo nacional. En tales circunstan-cias, la idea misma de constituir una mayoría es unafrustración, puesto que implica una suerte de difu-sión étnica de la singularidad del pueblo nacional.De esta forma, las minorías, siendo un recordatorio deese déficit pequeño pero frustrante, desencadenanel impulso de purificar. He aquí un elemento funda-mental de la respuesta a la pregunta de por qué losnúmeros pequeños despiertan odio. Los números pe-queños representan un obstáculo minúsculo entrela mayoría y la totalidad o la pureza total. En ciertosentido, cuanto más pequeño es el grupo y más débiles la minoría, rnás profunda es la furia, por la capa-cidad que aquél tiene para hacer que la mayoría sesienta una mera mayoría y no una etnia total e irre-futable.

En el siglo xx, el ejemplo más notable de este sen-tido de pureza frustrada es, por supuesto, la movili-zacíón de "la germanidad, como identidad predatoriallevada a cabo por los nazis, dirigida especial, aun-que no exclusivamente, contra los iudíos. Varios es-pecialistas han argumentado de forma convincenteque, sobre todo para los judíos asimilados que per-tenecían a la burguesía alemana, fue posible, inclusobien avanzado el periodo del poder nazi, creer queeran judíos en un sentido por completo secundario yque en todos los aspectos importantes eran plenamen-te alemanes. A su vez, se puede sostener que, lejos de

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lr,rlx'r'constituido una movilización exitosa de un ras-

¡t, ' tlcl pueblo alemán continuo, inmutable y nacio-rr,rlrrrcnte codificado, el antisemitismo tuvo que ser

rlt's¡rcrtado y movilizado con regularidad medianteIuc'r'tcs campañas de propaganda racial y política en

virlrrcl de las cuales los judíos pudieron ser vistos comorro llemanes y antialemanes. La contribución particu-l:rr cle los nazis a la compleja tradición del antisemi-tisnro europeo, según algunos grandes investigadores,Iuc: la de introducir el racismo científico y las ideast'trgcnésicas y demográficas asociadas con él en meca-

rrismos anteriores de formación de estereotipos reli-

¡iiosos y sociales.lncluso Daniel Goldhagen (1996), quien por lo de-

rrr/rs elabora un cuadro notablemente racista de las

iclcntidades de los oalemanes corrienteso, concede que

l<rs nazis realizaron nuevas contribuciones críticas a laclcfinición y la movilización de la germanidad enten-clida como la identidad de una mayoría amenazada,rumenazada especialmente por el cáncer racial (tam-bién una metáfora nazi) de los judíos. Cualquiera que

sea el grado de acierto de los argumentos de Goldha-gen acerca de lo que denominó oantisemitismo elimi-nacionistan y su movilización entre la vasta mayoríade alemanes corrientes, el punto más débil de su libroes la negativa a reconocer las sólidas pruebas que elpropio texto aporta, no tanto acerca de la profunda,primordial y perenne forma de antisemitismo presen-

te entre todos los alemanes, captada con éxito por los

nazis a favor del proyecto de eliminar a todos los ju-díos de la faz de la tierra, cuanto acerca de la extraor-dinaria cantidad de energía que se necesitó para con-

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vertir a muchos ciudadanos alemanes en instrumen-tos de la Solución Final.

El enorme aparaÍo de los medios de comunicacióny los espectáculos nazis, la infatigable puesta en cir-culación de propaganda racista, de rumores alentadosoficialmente y las presentaciones que se confir'mabana sí mismas (en las que la denigrada población judíase consideraba la prueba de las cualidades infrahu-manas de los judíos) constituyeron un logro extraor-dinario de la activa ingeniería ideológica y política.Incluso en sí mismos, estos factores podrían conside-rarse como una prueba del esfuerzo requerido paraconstruir un consenso nacional exitoso en apoyo dela campaña contra los judíos como plataforma cen-tral del Tercer Reich. Podría sostenerse también que lapropia integración de diversas clases de civiles en loscuadros de la policía, en los campos de concentracióny en las marchas forzadas incluidos en la maquinariade la Solución Final formaba parte de las realizacio-nes poiíticas gracias a las cuales los judíos fueron efi-cazrttente convertidos en seres infrahumanos, y queaquelios alemanes que estaban directamente impli-cados fueron introducidos a través de un acto violentoen el consenso en torno a los judíos como lahez dela nación.

Podría decirse mucho más sobre el antisemitismonazíy el proyecto de nación más amplio del nacional-socialismo. Para el propósito de mi argumentación elpunto principal es que, una vez que el proyecto de lagermanidad quedó definido en términos étnico-racia-les y se puso en juego la lógica de la pureza, t)na varie-dad de minorías se convirtió en objeto de la ira de la

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l)rlreza incompleta: homosexuales, ancianos y enfer-rrros, gitanos y, sobre todo, judíos. Los judíos fueront'rrracterizados en la propagandanazi como represen-tantes de amenazas de diferente orden: social, políti-t o y económico; pero, sobre todo, fueron considera-tlos como un cánce4 un problema para la pureza delrr sangre aria germat:ra, para el proyecto casi perfec-t<r de una etnia nacional pura y sin mancha.La iden-riclad alemana, tal como fue movilizadapor los nazis,rcquería la completa eliminación de los judíos del('Lrerpo social alemán, y puesto que el proyecto alemán('ra un proyecto de dominio mundial, requería su eli-nrinación del mundo entero.

El proyecto nazi de eliminar varias minorías de lalaz de la tierra también arroja luz sobre otro aspectoclel modo en que se movilizan las identidades preda-torias. En este caso, quizá por primera vez err la histo-ria de la humanidad, se movilizaron dos impulsoscontradictorios en un proyecto de genocidio. El pri-nlero fue el lado mecánico, tecnológico y burocráticoclel proyecto, reflejado en la expresión memorable deHannah Arendt: "la banalidad del malu (Arendf,1963).El segundo, sin embargo, fue la degradación, el abu-so y la violencia horriblemente íntima que los solda-dos, reclutas, guardias de campos de concentración,milicias y ciudadanos corrientes alemanes desencade-naron en todos los niveies y en todos los ámbitos de laSolución Final. Ésta es la intimidad contradictoria ge-

nerada por las identidades predatorias. Una manerade entender esta contradicción es que el hecho de re-ducir a las poblaciones elegidas a un estado infrahu-mano facilita Iatarea del homicidio a gran escala de-

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bido a que crea distancia entre asesinos y asesinadosy a que proporciona una prueba que se confirma a símisma del argumento ideológico de que las víctimasson infrahumanas, alimañas, insectos, escoria, basu_ra e incluso una parte cancerosa del valioso cuerpode la nación.

Todavía hay algo más sobre la degradación quesuele acompañar ala violencia genocida a gran

"r.u_la. Quisiera sugerir que es precisamente la pequefezde la brecha entre la totalidad de la nación y la pre_sencia de la minoría lo que produce la angustia de loincompleto y crea la frustración y la ira que conducena aquellas formas de degradación que más nos impre_sionan: desde la Alemanianazi hasta Ruanda, desdeKosovo a Mumbai. De nuevo debemos retornar a al_gunos argumentos acerca del narcisismo de las dife_rencias menores, cosa que hago más adelante en estecapítulo.

Parecería que el ejemplo nazi es un caso extremoque tiene poco en común con los mayoritarismos li_berales recientes como los de India, pakistán, GranBretaña o Alemania (entre otros), todos los cualesson más abiertos ante las diferencias sociales de loque eran los nazis. La ideología hindutva en India,por ejemplo, la ideología de olos hijos de la tierra, enMalasia o diversas ideologías de la ciudadaníaen Eu_ropa podrían considerarse como mayoritarismos libe_rales, es deci4 como mayoritarismos que se proponenser inclusivos. Estos mayoritarismos, ¿son esencial_mente diferentes de los más ntotalitariosrr, como el quelos nazis establecieron en Alemania en los años trein-ta y cuarenta? Mi punto de vista es que todos los ma_

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v,r'itirrismos llevan en sí el germen del genocidio de-

lrirlo ¿r que están invariablemente relacionados conl;rs itlcas de la singularidad y eI carácier completo pro-

¡ri:rs de la etnia nacional.l.¿r dificultad de la cuestión radica en determinar

r'(,nr() y en qué condiciones un mayoritarismo liberal

¡rrrt'cle volverse intolerante* y potencialmente genoci-tlrr. ¿-Cuándo el hecho de la pureza nacional incom-

¡rlc'ta se vuelve susceptible de ser traducido y movili-¿;rtlo al servicio de la constmcción de una identidad

¡rrcdatoria? Hay dos maneras de responder a esta pre-

¡,,rrnta sin entrar en un intrincado anáiisis empíricotlc causas, condiciones y comparaciones. Una consiste('n sostener que es inherente al pensamiento liberaluna ambivalencia fundamental en cuanto a la legiti-rnidad de las colectividades como agentes políticos y,

r'n consecuencia, siempre queda abierto a la manipu-lación de argumentos cualitativos disfrazados de ar-gumentos cuantitativos. Indagaremos esta aproxima-ción más adelante, en este mismo capítulo.

La segunda da una respuesta provisoria, de ma-yor amplitud histórica, alapregunta de cuándo el ras-

go de la pureza incompleta conduce a un argumentoa favor del genocidio. La transformación, o las condi-ciones para que ésta se desencadene, parecen incluirlos siguientes elementos históricos: Ia toma del Estadopor partidos u otros grupos políticos cuya apuesta po-

lítica se halla dirigida hacia algún tipo de ideologíanacionalista con componentes racistas; la disponibi-

" El texto en inglés presenta un juego de palabras: "liberal ...

illiberal,, que hemos traducido por nliberal ... intolerante". (N. de

los T.)

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lidad de herramientas y técnicas censales que esti-mulen a comunidades contabilizadas a convertirseen la norma ideal de la comunidad misma; el senti-miento de falta de concordancia entre las fronteraspolíticas y las migraciones y poblaciones de la comu-nidad, con la creación de un nuevo estado de aten-ción hacia aquellos que siendo afines desde el puntode vista étnico están abandonados por la política ohacia aquellos que siendo dispares desde el punto devista étnico aseguran ser afines; y una campaña exi-tosa dirigida a infundir un temor en las mayorías nu-méricas que las convenza de que corren el riesgo deser destruidas por minorías que saben utllizar la ley(y todo el aparato de la política democrática liberal)para conseguir sus fines particulares. A estos facto-res la globalización añade sus fuerzas especiales, queexaminaremos al final del capítulo. Este conjunto defactores no tiene la intención de ser exhaustivo nipredictivo. Tiene el propósito de señalar que quizásel proyecto nazi fue extraordinario en su coherenciay en el alcance de su ingenio genocida. Pero en cuan-to ideología de un mayoritarismo que se convirtió enpredatorio, nos impide pensar que el liberalismo seainmune a las condiciones que producen el genoci-dio mayoritarista. La India de las dos últimas déca-das es el ejemplo más significativo de esta última po-sibilidad.

El caso del nazismo nos permite ver cómo se cons-tituyen las identidades predatorias y reconocer quela reflexión sobre el otro, en la que los chivos expiato-rios (frecuentemente las minorías) son consideradoscomo un requisito funcional para la construcción de

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scntimientos de afirmación del nnosotros)), es, alavez,rrrecánica y parcial. La movilización de sentimientostlc afirmación del <nosotros>, sobre todo de la maneracnlática que he denominado aquí predatoria, dependerlc Ia tensión entre la totalidad sagrada del pueblorracional y la noción estadística de mayoría. El mayo-ritarismo se afirma allí donde las mayorías se con-vierten en presa de la fantasía de pureza nacional, enr:sa zona donde Ia cantidad se iguala con la cualidad(aunque no la define completamente). Esta cuestiónnos abre otra dimensión del problema de los núme-l'os pequeños como es la relación entre número, can-tidad y voz política.

EI número en la imaginación liberal

Los números tienen un lugar ambivalente en lateoría social liberal, y la relación entre los números ylas categorías se encuentra actualmente en el centrode algunas tensiones fundamentales entre la teoríasocial liberal y las normas de la democracia. La cues-tión de las mayorías en el Estado-nación modernonos permite examinar estas tensiones de una maneraprovechosa. Desde cierto punto de vista, el númerocrítico parala teoría social liberal es el número uno, elcual es el signo numérico del individuo. En la medi-da en que el individuo se encuentra en el centro nor-mativo del liberalismo y es el fundamento compartidoincluso por liberalismos rivales, el número uno es elnúmero importante más pequeño para el liberalismo.En calidad de entero más pequeño, para los matemá-

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ticos el número uno tiene una serie de propiedadesinteresantes, pero para la teoría social liberal es encierto sentido el único número esencial además delcero. El número cero tiene casi la misma importanciaporque es la clave para convertir a los enteros en cen-tenas, millares, millones, etcétera. Dicho con otras pa-labras, el cero es la clave numérica de la idea de lasmasas, una de las categorías en torno a las que el pen_samiento liberal y democrático se divide. Suele atri-buirse a Lenin Ia siguiente cita: ,,La política está allídonde están las masas, no donde hay miles, sino don-de hay millones; allí es donde comienza la política se-ria> (Merton y Sills, 20Ol).

Gran parte del pensamiento liberal imagina losgrandes grupos como agregados de individuos (es de-ci4 como infinitas combinaciones del número uno).Una parte significativa de ia tradición utilitarista delpensamiento liberal, desde Bentham hasta Rawls, con_jetura que la vida colectiva se halla organizada en tor-no a formas de toma de decisión conjunta que pri-vilegian ai individuo o a un número de personas nomayor que uno. De este modo, el pensamiento libe_ral, en tanto que teoría de la representación, teoríadel bien colectivo y teoría de la ciencia social, concibelos agregados de individuos como constituidos por lasuma de grandes conjuntos de números uno. Expre-sado de otra manera, en las tradiciones centrales delpensamiento liberal la fisonomía de las colectivida-des es una cuestión de agregación de intereses y deagentes singulares que buscan soluciones al hechode hallarse obligados a interactuar el uno con el otro.Naturalmente, esto es sólo una manera de reformu-

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l;u lrr caracterización estándar de los modelos de mer-, ;rrkr de la economía neoclásica y de la irnagen de lavitlir colectiva que subyace tras ellos. En este sentido,,'l ¡rcnsamiento liberal supone que las colectividades:on f-ormas sociales cuya lógica, motivos y dinamis-rrro siempre pueden inferirse a partir de algún mé-

totlo de interpretación del agregado de individuos im-

¡rlicados.Para el pensamiento liberal, desde sus mismos

r'omienzos, el problema de la democracia consiste en

ll posibilidad de que se promueva la legitimidad po-

lítica de los números grandes. El marcado contrastet'rrtre el pueblo y ias masas se perfila en el pensa-

rniento liberai en relación con 1o que sucede cuando:rl número uno se le agregan varios ceros. En el pen-

s¿imiento liberal la idea de masa (como en la obraclásica de Ortega y Gasset La rebelión de las masas)

sc asocia con números grandes que han perdido laracionalidad ínsita en el individuo, en el número uno.

De este modo, la masa siempre se considera producto

.y fundamento del fascismo y del totalitarismo, tan-to en el sentido de que se haila esencialmente com-puesta de no individuos (o individuos que han perdidolas facultades intelectuales para ejercer sus propiosintereses racionales), como en el sentido de que con-

siste en una colectividad dirigida por fuerzas exter-

nas a sí misma, como pueden ser el Estado, un dic-tador o un mito que no haya sido generado por lainteracción deliberativa de los individuos. La cita de

Lenin contiene precisamente lo que el pensamiento li-beral teme de los números grandes. Es justo a causa

de esta potencial afinidad entre los números grandes

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y el origen de las masas por lo que buena parte delpensamiento liberal ha sido correctamente caracteri-zado por su temor a los números grandes. De maneraintuitiva, esto parece claro. pero ¿de dónde surge en-tonces el temor a los números pequeños?

Excepto el número uno, que es un caso especial,los números pequeños resultan problemáticos parael pensamiento social liberal debido a una variedadde razones. En primer luga6 los números pequeñosestán asociados a oligopolios, elites y tiranías. Sugie-ren la posibilidad de lo que actualmente se denomina(apropiación por parte de las elites" de recursos, pri-vilegios y de la capacidad misma de intermediar. Losnúmeros pequeños también causan inquietud porqueinvocan el fantasma de la conspiración, de la célula,el espía, el traidoq, el disidente o el revolucionario. Losnúmeros pequeños promueven la intromisión de loprivado en la esfera pública y con ello los peligros ane-jos del nepotismo, la connivencia, la subversión y elengaño. Albergan asimismo la posibilidad de lo ínti-mo y lo secreto, anatemas de los principios de publi-cidad y transparencia que resultan vitales para lasnociones liberales de comunicación racional y delibe-ración abierta.

En términos más generales, los números peque-ños siempre conllevan Ia posibilidad de lo que en elvocabulario liberal vernáculo de Estados Unidos sedenomina <intereses particular€S>, y constituyen asíuna amenaza a determinada idea del ninterés gene-rai", del cual se piensa que está mejor protegido cuan-do los individuos deliberan o negocian en cuanto in-dividuos con todos los otros individuos del sistema

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¡'rolítico mediante algún mecanismo claro de repre-sentación.

Las minorías son el único caso significativo de nú-rrleros pequeños que en el imaginario liberal despier-la la adhesión antes que la desconfianza, y sucede asíporque las minorías encarnan esa pequeñez numé-rica cuyo representante por antonomasia es el númerouno, el individuo. De modo que una vez qrte el pensa-miento liberal se desarrolla en íntima conexión con lademocracia electoral y con procedimientos deliberati-vos en la legislación, la idea de Ia minoría adquiereuna valía notable (como la gran consideración que se

muestra por la opinión de las minorías en el TiibunalSupremo de Estados Unidos). De hecho, en su genea-

logía política, ia idea de una minoría no es una no-ción ética o cultural, sino procedimental, y se vinculacon las opiniones discrepantes expresadas en contex-tos deliberativos o legislativos dentro de un marco de-

mocrático. Así, en la historia del pensamiento liberalel interés positivo por las minorías y por sus opinio-nes tiene mucho que ver con el disenso y poco con ladiferencia. Esta distinción contribuye sobremanera altemor contemporáneo a las minorías y demanda unanálisis cuidadoso.

Disenso y diferencia en los sistemas

P olíticos contemPoráneo s

La valoración positiva inicial de las minorías en

el pensamiento liberal de Occidente se origina fun-damentalmente en una cuestión de procedimiento.

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Está relacionada con la elevada estimación del deba-te racional, del derecho al disenso, del valor del di-senso como signo de valores más amplios (tales comola libertad de palabra y de opinión) y de la liberradpara expresar puntos de vista discrepantes acerca decuestiones de trascendencia pública sin temor a su-frir represalias. Quízá sea la Constitución de Esta-dos Unidos el sitio más adecuado para examinar elpapel central que desempeña el disenso respecto ala idea misma de libertad. Pero si no obramos concuidado, probablemente invirtamos el curso de lahistoria y coloquemos un fenómeno relativamentereciente, que podríamos denominar disenso sustan-tivo (por ejemplo, el derecho a expresar incluso opi-niones moralmente escandalosas, el derecho a criticarlas políticas del Estado o el derecho a cuestionar lasopiniones religiosas de la mayoría), antes que el quepodríamos llamar disenso procedimental, que es elcontexto original en el que tuvo lugar la estimaciónpositiva de las minorías y, especialmente, de la opi-nión de la minoría. La palabra clave aquí es opinión,pues ias minorías procedimentales no son cultura-les o sociales, sino minorías temporales, minoríassólo a causa y en función de una opinión. Las mino-rías sociales y culturales, que podríamos denominarminorías sustantivas, son permanentes; se trata de mi-norías que se han tornado sociales y no meramenteprocedimentales.

Si tenemos en cuenta la historia de las leyes y lasconcepciones occidentales sobre las minorías, adver-timos que adquieren pleno contenido liberal sobretodo tras la creación de las Naciones Unidas y en las

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tliversas convenciones sobre derechos humanos que

sc llevan a cabo después de la institución de dichoorganismo. Por descontado, hubo varias ideas preli-rrrinares, no sistemáticas, acerca de la defensa de las

rninorías antes de la instauración de las Naciones Uni-clas; pero es sólo en la segunda mitad del siglo xx, amedida que la noción de derechos humanos se con-vierte en la moneda más fuerte para negociar acuer-dos internacionales sobre los derechos elementalescle toda la humanidad, cuando las minorías socia-lcs sustantivas se transforman en objeto relevante de

interés constitucional y político en muchas demo-

cracias de todo el mundo. Los derechos de las mino-r'ías, considerados bajo la rúbrica más abarcadora de

los derechos humanos, adquirieron un crédito nota-blemente amplio durante este periodo y en diferen-tes contextos nacionales se convirtieron en el funda-mento de decisivas luchas jurídicas y constitucionalespor la ciudadanía, la justicia, la participación políti-ca y la igualdad.

Este proceso, en el que las minorías sociales yculturales pasaron a ser universalmente considera-das como portadoras de derechos potenciales o reales,

oculta una mal teorízada, incluso no prevista, transfe-

rencia de valor normativo de las minorías procedi-mentales y las minorías temporales a las minoríassustantivas, las cuales a menudo se han convertido en

colectividades sociales y culturales permanentes.Este desplazamíento no buscado de la preocupa-

ción liberal por la protección de la opinión de las mi-norías procedimentales (tales como las minorías en

los tribunales, ayuntamientos, parlamentos y otros

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cue{pos deliberativos) hacia los derechos de las rni_norías culturales permanentes es una fuente decisivade la profunda ambivalencia actual respecto a las mi_norías en todos los tipos de democracia. Los numero_sos debates sobre multiculturalismo en Estados uni-dos y Europa, sobre nacionalidades subalternas endiversas regiones de la antigua Unión Soviética, sobrelaicismo en India, sobre los ohijos de la tierra, en di_versos países de Asia, sobre lo ,,autóctono> en nume_rosas regiones de Áfoica y sobre los derechos de los"pueblos indígenas,, a lo largo de I_atinoamérica yen lugares tan alejados entre sí como Nueva zerandá,canadá, Australia y las Islas Hawai se diferencian engrandes matices. Sin embargo, todos esos debates tie_nen en común la preocupación por los derechos de lasminorías culturales en relación con los estados nacio-nales y las diferentes mayorías culturales, y siempresuponen conflictos sobre derechos culturales en lamedida en que se los relaciona con la ciudadaní a rta_cional y con cuestiones de pertenencia. En muchoscasos estos conflictos han sido relacionados directa-mente con la emergencia de identidades étnicas pre_datorias y con campañas exitosas destinadas a rnovi_lízar a las mayorías en proyectos de limpieza étnica oetnocidio. Estas fricciones se precipitaron durante lasdécadas de los años ochenta y noventa, a lo largo delas cuales muchos estados-nación tuüeron que

"rrfr"rr_tarse con dos tipos de presión: la presión de abrir susmercados a las inversiones, mercancías e imágenes ex_tranjeras y la presión de afrontar la capacidad de suspropias minorías culturales de emplear el lenguajeglobalizado de los derechos humanos a fin de ¿"f""_

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tlt'r'süS propias reivindicaciones de dignidad y reco-

rrocimiento culturales. Esta doble presión fue el ras-

¡,o clistintivo de los años noventa y produjo una crisis

r.lr varios países en torno al sentido de las fronteras

rracionales, la idea de soberanía nacional y la pure-

zu cle la etnia nacional; además, es responsable direc-

t:r del desarrollo de racismos mayoritaristas en socie-

rl¿rdes tan diversas como Suecia e Indonesia, así como

l{umania, Ruanda e India.

I'os musulmanes en India:contemP orización Y Pureza

El caso de India es instructivo respecto a la argu-

rnentación sobre minorías sustantivas y minorías pro-

cedimentales que he desarrollado. El Estado-nación

indio fue constituido en 1'947 en virtud de una par-

tición política que creó también Pakistán como un

nuevo Estado-nación, concebido como refugio polí-

tico para los musulmanes que vivían en el Imperio in-

dio de Gran Bretaña. Se han consagrado análisis muy

numerosos y polémicos a la historia de la Partición,

a las circunstancias políticas que condujeron a ella

y a la singular geografía a la que dio lugar (con una

India independiente flanqueada por Pakistán Orien-

tal y Pakistán Occidental desde 1'947 hasta 1973, añ.o

en que Pakistán Oriental logró separarse de Pakistán

Occidental y dio origen a Bangladesh, una nueva na-

ción en la frontera oriental de India)' No abordaré

aquí la cuestión política, excepto para señalar que ge-

neró un estado de guerra permanente entre India y

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Pakistán, produjo Ia crisis aparentemente insoluble deCachemira, creó un pretexto para la identificaciónde los ciudadanos musulmanes de India con el ene_migo principal del país, el limítrofe pakistán, y sen-tó los fundamentos de la actual crisis de laicismo deIndia.

La historia de esta crisis también es demasiadocompleja para ser referida aquí. Lo que conviene te_ner presente es que el hinduismo y sus movilizadorespolíticos desarrollaron una tenazpolítica cultural enel curso de los siglos xrx y xx, y que la creación de pa_kistán generó un nuevo vínculo entre el sentido hin_dú del <nosotrosr, el interés constitucional por losderechos de las minorías y el ascenso al pode, d",rrrupoderosa coalición política hindú en la década delos años noventa. Esta coalición de partidos políti_cos y diversos movimientos sociales (denominada aveces Sangh Parivar) se produce de forma práctica_mente simultánea con la exposición de India a las pre_siones de la globalizacíón, y fue circunscrita por dosde las más horrendas agresiones contra los musul_manes en India desde las masacres de la partición: ladestrucción de la mezquita de Babu4 una mezquitamusulmana en el norte del país en 1992, precedida ysucedida por una ola de revueltas genocidas contrapoblaciones musulmanas por toda India, y el mortí_fero pogromo perpetrado contra los musulmanes en elestado de Gujaraten2002. Los diez años delimitadospor estos sucesos también fueron testigos de la con_solidación nacional de una amplia mayoría de la opi_nión pública india, incluida su culta y otrora libeialclase media, en contra de los ideales inclusivos, plu_

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ralistas y laicos de la Constitución india y de Nehru,el primer y más carismático primer ministro de India.En su lugar, la coalición de movimientos de base ypartidos políticos encabezados por el Partido del Pue-blo Indio (el Bharatiya Janata Parby o BJP) logró crearun profundo vínculo entre la memoria de las humilla-ciones inferidas a los hindúes por los gobernantes mu-sulmanes de India anteriores al dominio británico, elpatriotismo bajo sospecha de los ciudadanos musul-manes de India, el conocido deseo de Pakistán de des-truir militarmente a su vecino indio y el crecimientode los actos violentos ejecutados por terroristas mu-sulmanes asociados a pretensiones antiindias en eldisputado estado de Cachemira.

Ha despertado mucho interés, tanto periodísti-co como académico, esta notable historia en Ia que lademocracia más grande del mundo, nacida con unaConstitución que muestra una evidente preocupaciónpor la inclusión religiosa, por la tolerancia laica de lasdiferencias religiosas y un interés generalizado porproteger a los "grupos más desfavorecidos" de la so-ciedad, a los cuarenta años de su nacimiento se con-vierte en un sistema de gobierno decididamente hin-duizado, que de manera reiterada y sistemática tratade identificar India con los hindúes y el patriotismocon lo hindutva (lo hindú). Esta evolución india arrojauna luz particular sobre el miedo a las minorías quevale la pena examinar con más detalle.

En este punto, mi argumentación ha de admitiruna interrupción significativa proveniente del mun-do de los asuntos políticos. Después de que la pri-mera versión de este texto fuera redactada, en octu-

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bre de 2003, y corregida, en agosto de 2004, tuvo lu-gar en India un trascendente e inesperado episodioelectoral. La coalición hindú de derechas encabezadapor el BJP fue rotundamente deruotada en las eleccio-nes generales y una nueva coalición, liderada por elPartido del Congreso de los seguidores de Nehru, haaccedido al poder, Esta extraordinaria revolución de-mocrática, llue no es la primera en la historia de laIndia independiente, ha sorprendido incluso a los ana-listas políticos más agudos (de forma no muy dife-rente de la caída de la Unión Soviética en 1989). Aun-que el significado de este importante cambio todavíaestá siendo rumiado por los expertos, la mayor partede los analistas está de acuerdo en que la derrota dela coalición BJP envió dos mensajes. Uno, que el elec-torado indio (tanto el rural como el urbano) estabasaturado del discurso de Io hindutva y no encontróen él nada que pudiera sustituir los planes y proyec-tos sobre la economía y la política cotidiana a nivellocal. El segundo, que los sectores inferiores del elec-torado indio (tanto el rrral como el urbano) tambiénestaban cansados de ver que los beneficios de la glo-balización eran consumidos por un pequeño grupo enel continuo circo de la corrupción estatal y los gas-

tos de la elite, mientras que para ellos quedaban muypocos beneficios tangibles. Es decit la globalizacióninsensible y la misántropa movilización antimusul-mana dejaron de ser programas viables para sosteneruna coalición nacional. De modo que nos encontra-mos con otra etapa inesperada en la política india, enla cual el Congreso y sus aliados dirigen una difíciltravesía entre la justicia económica y los mercados

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globales y entre la política local basada en el siste-ma de castas y una política más amplia, postétnica ypluralista.

Sin embargo, continúa siendo crucial preguntarsepor qué muchos partidos políticos de India, una partesignificativa de su población y un sorprendente nú-mero de inteiectuales cosmopolitas y liberales se voi-caron hacia el mensaje hindutva durante el lapso trans-currido entre 1985 y 2A04, un periodo que abarca untercio de la historia de India como nación indepen-diente. Y no se trata simplemente de una pregunta his-toriográfica o acadérnica. Las fuerzas del sistema delmayoritarismo hindú no han desaparecido sin más, ysus métodos, valores y técnicas permanecen aún muyactivos en el sistema político indio. Nos encontramosen un momento de tregua, y para asegurar que la hin-duización de la política india se quede en la historia,necesitarnos estudiar este periodo con tanta escrupu-losidad como seamos capaces.

El advenimiento de la Derecha Hindú como laprincipal y mayoritarista coalición política de India,tras décadas de hater sido un conjunto de movimien-tos políticos fragmentarios y marginales, y su capta-ción de la opinión nacional mayoritaria durante lamayor parte cle la década de los años ochenta estu-vieron relacionados con cuatro procesos fundamen-tales vinculados con la cuestión de los números y l¿rs

minorías. Cada uno de estos procesos tiene tambiénun sentido instructivo para otras naciones .y regioncsdel mundo.

El prirner proceso se relaciona con las minot'í¿ts

vinculadas con movimientos, iderrtidades y rcclcs glo-

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bales. Los musulmanes de India siempre han sidoobjeto de la acusación de ser más leales al mundo mu-sulmán que a India, y sus presuntos lazos afectivoscon Pakistán (a menudo enérgicamente repudiadospor los musulmanes indios) siempre se han interpre-tado en el contexto de los recursos y de las aspiracio-nes políticas de la globalización del islam. En la In-dia de los años ochenta, la Derecha Hindú mostróun especial interés en los recursos que provenían deiOriente Medio musulmán destinados a institucioneseducativas y religiosas de India; aducía que esa suer-te de subsidio a los musulmanes indios necesitabaser supervisada y limitada y que justificaba la contro-vertida política de reconversiones emprendida por laDerecha Hindú, especialmente entre los campesinospobres y las poblaciones tribales, dado que éstos, ar-gumentaba, habían sido embaucados para convertir-se al islamismo mediante los recursos del islam glo-bal. Tales reconversiones también fueron instituidasen las comunidades cristianas de India y aún hoy con-tinúan siendo la principal plataforma de la violenciay de la estrategia política de las bases de la DerechaHindú. En sus primeras manifestaciones durante losaños ochenta, esta batalla de reconversiones fue apo-yada alegando el tamaño, el poder y Ia influencia delas fuerzas e intereses islámicos globales, que se con-sideraban caballos de Troya ocultos en el número re-lativamente pequeño de musulmanes de las comu-nidades de India. Así, para expresar crudamente lacuestión, el número relativamente pequeño de musul-manes de India era considerado una máscara del grannúmero de musulmanes del mundo. En la actuali-

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,l:rd, la imagen del islam combativo y transnacionallrrr quedado virtualmente naturalizada en el discursor lt'l terrorismo islámico, sobre todo después del I I dese ptiembre.

En el caso de India, esta imagen de los musulma-ncs indios como instrumento (y objeto) de movimien-tos islámicos globales (habitualmente caracterizados('()r-no violentos, antinacionales y antihindúes) fue fa-vorecida por el compromiso permanente de los mu-sulmanes indios de continuar con la práctica de latlaj (la peregrinación sagrada aLa Meca, consideradacomo una acción conveniente al menos una vez enl¿r vida de todo musuimán devoto) y por las relacionescadavez más intensas desde comienzos de los añosochenta entre trabajadores indios (de todo tipo y cla-se) y las ricas monarquías productoras de petróleo deOriente Medio, en especial Arabia Saudí, Dubai, Ku-wait y Bahrein. Entre estos emigrantes al Golfo Pérsi-co se encontraba un número significativo de musul-manes indios, aunque hay pocos indicios de que se

tratase de otra cosa que de una opción económicapara ellos. No obstante, el tráfico entre India y el Gol-fo se convirtió en escenario de una aguda ansiedadmoral y política que se expresó en innovaciones bu-rocráticas tales como la creación de la oficina de oElProtector de los Inmigrantes>, agencia gubernamen-tal destinada a garantízar que los trabajadores indiosno fueran exportados al Golfo por razones inmoraleso fraudulentas. En un drama moral conexo, se prestómucha atención al aumento de la práctica de matri-monios concertados entre hombres árabes adinerados(y a menudo mayores) originarios del Golfo y mujeres

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(a menudo muy jóvenes) de familias sin recursos decomunidades musulmanas empobrecidas de ciuda-des como Hyderabad, Lucknow y Agra. El retrato dela depravación y la poligamia de los varones musul-manes, cuyo blanco era la ya de por sí explotada co-munidad de mujeres musulmanas, fue difundido porla prensa popuiar y por películas comerciales comoBaazaar, calculadas para agítar los peores estereoti-pos de este mercado matrimonial. Es muy probabieque estas imágenes comerciales y populares del abusode mujeres musulmanas pobres de India por parte dehombres árabes decadentes y adinerados estuvierandetrás de la célebre controversia jurídica en torno auna mujer musulmana llamada Shah Bano, quien de-mandó a su marido por la pensión alimenticia des-pués de que éste se divorciara de ella y la abandonarade acuerdo con el derecho personai musulmán (unarama del cuerpo legal especial aplicable a diversos as-pectos de la vida familiar y civil de diferentes comu-nidades religiosas en India) (Das, 1990).

El caso Shah Bano, uno de los dramas jurídicosmás publicitados de India tras la independencia, en-frentó al Estado y al poder judicial, a hindúes y mu-sulmanes, a feministas entre sí, a laicistas y tradi-cionalistas. También creó una oposición profunda ynociva entre los intereses de las mujeres y los de lasminorías (pues la demanda de Shah Bano era contrael derecho de familia consuetudinario de su propiacomunidad). El caso mostraba todos los indicios deque podía llegar a atner'azar la estabilidad del régi-men de Rajiv Gandhi, entonces primer ministro in-dio, quien representaba la tradición de Nehru de lai-

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cismo y de ecuanimidad hacia todas las comunidadesr-eligiosas. La Derecha Hindú, Iiderada por el entoncesrecién creado BJP, explotó el caso Shah Bano sin pie-dad, retratándose a sí misma como la auténtica pro-tectora de la mujer musulmana víctima de abusos yde los derechos de las mujeres en general, mientras se

servía del interés público hacia el caso para disemi-nar mensajes maliciosos sobre el poder autoritario dela comunidad musulmana sobre sus mujeres y la in-moralidad sexual y la irresponsabilidad generalizadasde los varones musulmanes. El caso se resolvió final-mente mediante una serie de compromisos iurídicosy políticos, pero creó grandes dudas en la opinión pú-blica acerca de los beneficios del laicismo y sentó par-te de los fundamentos de la estrafalaria idea de que laDerecha Hindú protegía los derechos de las musul-manas de forma más responsable que nadie. Tambiénestableció las bases de un debate, no resuelto hasta lafecha, sobre Ia conveniencia de un Código Civil Uni-forme (UCC)," que ahora es considerado problemáti-co por la mayoría de los partidos políticos y gruposde mujeres progresistas, pero es apoyado de formaactiva por la Derecha Hindú, para la cual resulta unvehículo crucial de hinduización del derecho perso-nal de todas las comunidades minoritarias.

El caso Shah Bano pone de relieve la forma en laque algunas cuestiones en torno a las minorías, enuna compleja democracia plurirreligiosa como la de

* Las siglas UCC responden a Uniform Civil Code. El CódigoCivil Unitorme vendría a modificar una situación en la que los mu-sulmanes regulan los derechos personales según la Sharia, la leymusulmana basada en el Corán. (N. de los T.)

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India, pueden llegar a convertirse en el punto álgidode debates fundamentales sobre el género, la igual-dad, la legalidad, los límites del poder del Estado y lacapacidad de las comunidades religiosas de supervi-sarse a sí mismas. Lo importante aquí es que los nú-meros pequeños pueden desestabilizar grandes cues-tiones, en especial en países como India, donde losderechos de las minorías están directamente vincu-lados a argumentos más amplios sobre el papel delEstado, los límites de la religión y la naturaleza de losderechos civiles en cuanto cuestiones de legítima dife-rencia cultural.l En un escenario muy distinto, la largahistoria india de actuaciones y litigios relativos a laacción positiva o compensatoria en el contexto de lascastas registradas" produjo la convuisión nacional re-lacionada con el informe de 1980 del Comité Mandal,que pretendía abrir camino a una política de reservade puestos de trabajo para castas consideradas vícti-mas de discriminación histórica. La Derecha Hindúreconoció la tensión que suscitó el ascenso de las cas-tas inferiores, indicado por el Informe Mandal, y seaprovechó activamente de la ira de las castas superio-res hindúes, que se veían arnenazadas de nuevo porlas aspiraciones políticas de sus pares hindúes máspobres. Muchos estudiosos han apuntado que la De-

^ !, Debo esta significativa aportación a Faisal Devji, quien la de-fendió en el marco de una conferencia sobre la partición de la Indiabritánica en la Universidad de yale en el otoño de 2003. (N. d.et A.)

" Las scheduled c¿sles, castas históricamente desfavorecidas quese hallan "registradaso en la Constitución de India. Entre las acc-io-nes compensatorias que emprende el Estado para mejorar su situa-ción se cuenta la reserva de algunos puestos públicos para los miem-bros de estas castas. (N. de los T.)

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rccha Hindú, a lo largo de los años ochenta, movilizólar política de Masjid (la Mezquita) contra la de Man-dal (la batalla entre hindúes por la reserva de trabajos

¡rara castas inferiores). También se ha señalado quecl esfuerzo por crear un frente unificado de casta hin-dú en medio de las luchas de castas desencadenadaspor el Informe Mandal hizo de la minoría musulmanaLrn <otro> perfecto para la producción de una mayo-ría hindú movilizada. Y lo que es más importante parala cuestión de los números, Amrita Basu, distinguidacstudiosa de la política de la violencia comunal en elnorte de India, ha observado que la idea de una ma-yoría hindú oculta de hecho la minoría numérica dela casta superio4 las castas de terratenientes hindúes,que tienen mucho más que temer de la ascensión delas castas inferiores que de los musulmanes de sus

propias localidades (Basu, 1994). Cuando colocamosesta preocupación contra el fondo de la politizacióngeneral y la movilización masiva de las castas inferio-res en la política pública de toda India, posiblementela mayor transformación del paisaje político del país

en la segunda mitad del siglo pasado (Jaffrelot, 2003),

se puede apreciar que el temor a los números peque-ños resulta además manejado por la minoría hindú,que de hecho tiene más que gar'ar con la ficción cul-tural de una mayoría hindú.

La mayoría hindú es una doble ficción en la Indiacontemporánea; en primer luga4 porque la categorízrnhindú" resulta impensable en la política contempo-ránea fuera de su nacimiento en las etnografías colo-niales y las categorías censales, y en segunclo lttgar,porque las profundas divisiones entre cast¿ts st-tpct'io-

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res e inferiores, que siempre han caracterizado la vidade la India agraria, se han convertido en una de lasmayores fisuras en la política del norte de India delas dos últimas décadas. De modo que puede demos-trarse que Ia mayoría hindú es un proyecto, no un he-cho, y al igual que toda categoría racializada y todaidentidad predatoria, necesita ser movilizada median-te los discursos de la crisis y las prácticas de la violen-cia.La existencia de minorías, tales como la musulma-na, es un aspecto esencial de dichas crisis y prácticas,pero la relación no es de simple contraste y formaciónde estereotipos, como propuse anteriormente.

La relación entre la política de castas hindú y lapropaganda antimusulmana de la Derecha Hindú, es-pecialmente desde los años ochenta, también se vin-cula con una característica importante de la políticaelectoral india desde la independencia del país que serecoge en el discurso del banco de votos. Con frecuen-cia, sobre todo a escala local y rural, se considera quelas elecciones indias dependen de manera decisiva delpoder de que dispone tal o cual partido o candidatopara capturar todo el coniunto de votos de una casta ocomunidad religiosa particula4 conjunto que se com-pra a través de sus elites y que constituye un banco devotos. Si se suma el fenómeno del voto colectivizado ymanipulado por las elites al del voto comprado de ma-nera colTupta, la imagen del banco de votos, que to-dos los políticos indios utilizan libremente los unoscontra los otros, refleja una historia de nexos profun-dos entre el censo y las ideas coloniales británicas so-bre la comunidad y el electorado, notoriamente insti-tucionalizadas con la creación a principios del siglo xx

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tlc electorados separados para hindúes y musulmanes

¡r:lra las elecciones locales bajo dominio colonial. Ta-lcs comunidades contabilizadas (Kaüraj, 1992) consti-tuyen aún la principal pesadilla para el pensamientoliberal de India, porque concitan la aversión liberalrlcbido tanto a la política de masas y sus particularescorruptelas, como al peso negativo de la posición so-cial y el parentesco en una democracia moderniza-clora. Hoy en día,Ia importancia de los bancos de votoscn cierta medida se ha debilitado a causa del crecien-te poder de los movimientos de base independientesque se resisten a la manipulación sistemática por par-te de los políticos, y del cinismo con que los propiospolíticos hacen y deshacen alianzas y filiaciones. Aunasí, la Derecha Hindú no ha perdido ni una sola opor-tunidad de invocar el fantasma del banco de votosmusulmán, a menudo acusando a su principal opo-nente, el ahora victorioso Partido del Congreso, de ha-lagar a los musulmanes en un intento de capturar elbanco de votos musulmán en las elecciones locales e,

indirectamente, en las estatales y nacionales. La sor-prendente derrota del BJP en las elecciones generalesde2004 mostró que este particular uhombre del saco"no alcanzó para comprar la lealtad de un electoradoindio mayoritariamente rural.

Esta cuestión nos lleva a la característica final deltemor a las minorías en India, que tiene implicacionesdel mayor alcance. La Derecha Hindú, sobre todo através de sus partidos políticos de mayor peso, ha acu-sado constantemente al Partido del Congreso (el par-tido históricamente relacionado con el laicismo deNehru, el pluralismo y ia tolerancia activa de los mu-

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sulmanes considerados como una minoría cultural)de contemporizar cuando se enfrent aba alas exigen_cias, quejas y reivindicaciones que los musul*Jr",planteaban ante el Estado. El discurso de la contem_porización es fascinante, porque está profundamentevinculado al deslizamiento que más arriba he trata-do entre el sentimiento de ser una mayoría y la frus_tración de la identificación incompleta con la etniaindivisa del sistema político. Cuando la Derecha Hin_dú acosa a los partidos y movimientos laicos acusán_dolos de nca¡lsrnporizar, con los musulmanes, da porsupuesto cierto oportunismo como cobardía po. pu._te de los laicistas y, simultáneamente (tal .*o

^.o,los nazis y Múnich) , creauna imagen de la pendienteresbaladiza que conduce desde el témor a ceder a estao aquella exigencia local de las comunidades musul-manas, hasta ceder por completo en la militarizaday ahora nuclearizada batalla con pakistán, que cons_tituye el telón de fondo a gran escala de toju la pro-paganda hindú militante de India. Er discurso d-e lacontemporización es el nexo entre las demandas delas minorías dentro de las fronteras nacionales y elenfrentamiento con estados enemigos al otro ládode la frontera, en este caso pakistán. De esta manera,la contemporización resulta otro dispositivo discur_sivo que permite que el pequeño número de musul_manes indios sea amplificado e impregnado con laamenaza de pakistán y, más allá, de las multitudesmilitantes del mundo del islam global. En el perio_do inmediatamente posterior a los ataques del 1l deseptiembre, como he defendido antes en este capítu_lo, estas conexiones fueron vividas e imaginadás de

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nuevo a través de la invocación global del terrorismoislámico. Me ocuparé a continuación, a modo de con-

clusión, de la figura del terrorista suicida, nacida en

las luchas entre tamiles y cingaleses en Sri Lankaen los años setenta, y de la relación de esta solitaria fi-gura con cuestiones del número, la minoría y el terror.

¿Cuán pequeños son los ruimeros pequeños?

Minorías, diásPoras Y terror

El terrorista suicida, ya sea en Israel, Sri Lanka,

Nueva York, Irak o Londres, es la versión más oscuraposible del valor liberal otorgado al individuo, al nú-mero uno. En la actualidad, el terrorista suicida es

el tipo ideal de terrorista, ya que en su figura se con-

densan varias pesadillas. Ét o ella, en primer lugar,

suprime por completo la separación entre el cuerpoy el arma de terror. Ya sea ciñendo bombas a su cuer-po, ya sea escondiendo explosivos en su cuerpo de al-

guna otra manera, el terrorista suicida es un cuerpo

explosivo que promete desparramar sus propios frag-mentos ensangrentados y mezclarlos con los trozosensangrentados de las poblaciones civiles que pre-

tende diezmar. De este modo, el terrorista suicida no

sólo elude la detección, él o ella también provoca unahorrible rnezcla de sangre y cuerpos entre enemi-gos, violentando así no sólo la tierra de la nación, sino

los mismos cuerpos de las víctimas al infectarlos con la

sangre del mártir. En segundo lugar, el terrorista sui-

cida es una versión revolucionaria de la idea del már-tir tan apreciada por el cristianismo y el islam, pues

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en vez de mártir pasivo, él o ella es un mártir activo,peligroso, que explota, un mártir asesino. En tercerluga4 el terrorista suicida, como el agente d.e Et men_sajero del miedo (The Manchurian Candidnte) que es so_metido a un iavado de cerebro, es retratado de modoinvariable en un estado paranorrnal de conücción, éx-tasis y determinación, con frecuencia construido me_diante técnicas cuasi religiosas como el aislamiento,el adoctrinamiento y la alucinación inducida median-te drogas, en la víspera del ataque suicida. Tál imagenes la antítesis misma del individuo liberal q,r. u.iúucon vista a su propio interés, pues la idea de un cuer_po que explota voluntariamente no encaja con facili_dad en la mayor parte de modelos de elección racio_nal. En cuarto lugaq concebido como un autómata,el terrorista suicida, ala vez que un caso terroríficode individuo, de número uno, de hecho siempre esconsiderado un espécimen de la muchedumbre enlo_quecida, de la masa, víctima de la prop agandao de laconvicción extrarracional, ejemplo perfecto de la dis_cipiina ciega de las masas y del carácter peligrosamen_te impredecible de la muchedumbre.

En todos estos aspectos, el terrorista suicida esla forma pura y más abstracta de terrorista. En estesentido, también refleja algunos de los temores cru_ciales que infunde el terror. En tanto figura que ha deaproximarse al lugar del ataque gracias a un aspectode ciudadano normal, el terrorista suicida lleva al ex_tremo el problema de la incertidumbre que he discuti-do antes. En un ataque suicida en Israel, un terroristase disfrazó de rabino, subvirtiendo el corazón mismodel orden moral visible de la sociedad judía israelí. Asi-

t02

rnismo, el terrorista suicida prolifera en ámbitos de Ia

vida civil, generando una forma de emergencia per-

rnanente que también exige una aproximación nueva

irl problema de los civiles y la vida civil en la era del

tcrrorismo globalizado. Esto nos conduce a una caÍac-

terística final del problema de los números pequeños

cn la era de redes globalizadas de terror como las que

cntraron de lleno en la conciencia pública tras el 11 de

septiembre.

Números pequeños y redes globales

Los acontecimientos del 11 de septiembre se en-

cuentran hoy lo bastante alejados como para que po-

damos comenzar atamizat la xenofobia, el sentimen-

Lalismo y la impresión provocados por los ataques, a

fin de reflexionar sobre las imágenes más persistentes

que quedan de aquel episodio,las cuales ahora han de

contemplarse a través del cristal oscuro de la guerra

de Irak. Con casi total seguridad, Osama ben Ladenestá vivo, los talibanes se están reagrupando en Af-ganistán y en Pakistán, varios caudillos mantienen a

Afganistán en un estado de profunda dependencia de

dinero, armas y soldados que deben proporcionarsedesde el exterior y en Irak hay una insurgencia encar-

nizada contra las fuerzas estadounidenses. Los ira-quíes, dominados inicialmente por el shock y el espan-

to, parecen odiar a los estadounidenses tanto colrl()

odiaban a Sadam Hussein, y las armas de destrucción

masiva parecen una coartada para las armas de cons-

trucción masiva, en su mayor parte en manos dc cm-

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ti

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presas como Bechtel y Halliburton. Tanto en Afganis-tán como en Irak, pero sobre todo en Irak, EstadosUnidos parece estar experimentando con una nuevaforma política que podría denominarse (democracia adistancia", una extraña forma de federalismo impe-rial, en la que se trata a Irak como el estado america-no número cincuenta y dos y se actúa bajo la iurisdic-ción de la Guardia Nacional y otras fuerzas federalesde Washington con el objetivo de hacer frente al de-sastre (producido en este caso por la decapitación delrégimen de Sadam).

El problema de los números, las minorías y elterror se encuentra sano y salvo en Irak, junto con lacuestión de si es posible producir un "puebloo iraquía partir de la megapolítica caótica de chiíes, kurdos yotras minorías de elevado número de integrantes. Laadministración de Estados Unidos en Irak se enfrentaal desconcertante problema de minorías tales comola chií, que en términos numéricos absolutos es muygrande y mantiene buenas relaciones con el régimenen el poder en Irán, o la kurda, que ocupa las fronte-ras entre Irán, Irak y Turquía y constituye una minoríaenorme. Mientras Estados Unidos se adentra en uncallejón sin salida, tras convocar a toda prisa equiposde expertos para redactar una constitución iraquí dela noche a la mañana (igual que hizo en Afganistán),se ha suscitado un grave escollo conceptual que invo-lucra a las grandes minorías numéricas, a la insisten-cia de la mayoría de los iraquíes en que el nuevo sis-tema político sea "islámico" y a la impresión de queuna democracia real no puede ser islámica, excepto enel sentido más implausible. Los enfrentamientos oca-

ro4

sionados por el alcance y la naturaleza de ideas tanlxisicas como el constitucionalismo, las elecciones, latlcmocracia y la representación tienen lugar en Irak¿r la sombra de batallas de carros de combate y de una

tr,rrerra declarada en lugares como Nayaf y Faluya.Dos puntos relativos a la debacle en curso en Irak

son relevantes para el problema de los números pe-

r¡ueños y el temor a las minorías. El primero consiste('n llue incluso después de poner fin a Ia trayectoriacle un déspota en verdad criminal, probablemente te-

rnido y odiado por muchos iraquíes, el ejército esta-

dounidense aún es acosado por el temor a los núme-

ros pequeños, esos pequeños grupos de milicianos,reservistas y otra clase de gente que efectúan ataques

sorpresa sobre las fuerzas estadounidenses y en oca-

siones corren riesgos suicidas para infligir daños y

matar a soldados norteamericanos. Completamenteintegrados como están dentro de la población civil,encontrar a estos <terroristas> es una endemoniadatarea de adivinación para las fuerzas estadouniden-ses, (Iue contaban con la rendición total iraquí des-

pués de que un individuo funesto (Sadam Hussein)hubiera sido derrocado. De manera que Estados Uni-dos, como tuerzade ocupación en Irak, se enfrenta al

temor de que los números pequeños, que siguen ator-mentando y matando a sus soldados, sean realmenterepresentativos del pueblo iraquí, que en un principiose suponía que acogería a los estadounidenses como

a libertadores y revelaría el espectáculo de una socic-

dad civil bajo el cadáver del dictador'Irak también presenta el desafío más abstr¿tcttr

de producir un pueblo nacional a partir de l<¡ quc p¿t-

r05

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recen ser sólo grandes minorías de carácter étnicoo religioso. Cuando se embarcó en el proyecto de cons_truir democracias a distancia, tanto en Irak como enAfganistán, Estados Unidos se encontró entre la es_pada y la pared: o bien permitía que estos países seconstituyeran como repúblicas islámicas, reconocien-do así que la única forma de crear pueblos es colocarla propia religión a Ia que más teme en el centro de ladefinición de la nación, o bien encontraba modos deformar coaliciones de minorías numéricamente gran_des, admitiendo que la sociedad civil de frak y demuchos lugares como Irak ha de construirse duranteun periodo largo, y que las minorías son lo único conlo que se puede trabajar. Sin embargo, se trata de mi_norías que tienen conexiones globales y existen gran_des poblaciones vinculadas con ellas. Frente a esta di_fícil disyuntiva, después de empezaruna guena que seresiste a termina4 Estados Unidos se encuentra com_prometido en cuestiones de minorías, incertidumbre,terror y violencia étnica que asolan muchas socie_dades en la era de la globalizacíón. Hay indicios deque algunos iraquíes pueden estar ya implicados enlo que se ha denominado limpieza étnicasin sangre,como preparación para una limpieza étnica muchomás brutal. Si esta perspectiva se convierte en rea_lidad, necesitaremos más que nunca encontrar nue_vas maneras de negociar la distancia entre grupos denúmeros pequeños que provocan la ira de las mayo_rías movilizadas del mundo, cuyos grandes números,tal como observó Lenin de forma profética, señala_ban el comienzo de lo que éste consideraba ,,la polí_tica seria".

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Globalización, números, diferencia

Regreso ahora a dos asuntos importantes: unocs la cuestión de las diferencias menores y el otro es

cl vínculo especial entre la globalización y la ira cre-

ciente contra las minorías. En mi opinión, ambos¿rsuntos están relacionados. Michael Ignatieff (1998)

cs quizás el analista más claro en su apelación al fa-moso ensayo de Freud sobre oel narcisismo de las di-f'erencias menores> a fin de profundizar nuestra per-cepción de las luchas étnicas de los años noventa,especialmente en la Europa del Este. Partiendo de su

conocimiento profundo de esa región, Ignatieff se sir-ve del punto de vista freudiano sobre la psicodinátnicadel narcisismo para rratar de aclarar por qué gruposcomo los serbios y los croatas llegaron a poner tantoempeño en el odio recíproco, teniendo en cuenta el

complejo entrecruzamiento de sus historias, lenguase identidades a 1o largo de muchos siglos. Se trata de

una observación fructífera que puede ampliarse y pro-fundizarse mediante referencias a algunos de los ar-gumentos desarrollados aquí.

En concreto, he sugerido que la pequeña distan-cia entre el estatus de mayoría y la púreza étnica na-

cional completa o total podía ser el origen de la iraextrema contra (otros)) étnicos seleccionados comoobjetivo. Tal propuesta, que en páginas anteriores hc

denominado (angustia de lo incompletoo, nos pr()p()la

ciona una base adicional para extender el punto clc

vista de Freud a las formas de violencia complciats, it

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gran escala y públicas, puesto que nos permite vercómo las heridas narcisistas, en el ámbito de ras ideo-logías públicas sobre la identidad de grupo, puedenvolverse hacia el exterior e incitar a ra formalio'd.lo que he denominado .,identidades predatoriasn. Ladinámica subyacente aquí es la reciprocidad intrín_seca entre las categorías de mayoría y minoría. En lamedida en que son abstracciones producidas por téc-nicas censales y el énfasis liberal en los p.o."ái*i".r-tos, las mayorías siempre pueden ser moüli zadas paraque lleguen a pensar que están en peligro de conver_tirse en menores (cultural o numéricamente) y paraque lleguen a temer que, inversamente, las minoríaspueden convertirse fácilmente en mayores (mediantela simple reproducción acelerada o gracias a mediosjurídicos o políticos más sutiles). Estos temores co_nectados son un producto peculiarmente moderno dela reciprocidad intrínseca de estas categorías, la cualtambién establece las condiciones del temor de trans-formarse la una en la otra.

Y aquí es también donde la globali zación entraen juego. La globalización intensifica la posibilidadde esta transformación volátil de varias maneras, demodo que la condición de natural que toda identidadgrupal busca y asume se ve perennemente amenaza_da por la afinidad abstracta de las categorías mismasde mayoría y minoría. Las migraciones globales a tra_vés y dentro de las fronteras nacionales disuelvenconstantemente los vínculos que unen a las personasa las ideologías de la tierray alterritorio. El flujo glo_bal de imágenes del yo y del otro (imágenes mediaáaspor la comunicación de masas, a veces convertidas en

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nrercancía) crea un archivo creciente de hibridacionest¡r-re desdibuja las líneas firmes que demarcan las iden-tidades a gran escala. Los estados modernos con fre-cuencia manipulan y alteran la naturaleza de las cate-gorías mediante las cuales efectúan sus censos y losrnedios estadísticos a través de los que contabilizanlars poblaciones dentro de estos gnrpos. La difusiónglobal de ideologías constitucionalistas improvisadas,con elementos tomados de Estados Unidos, Francia e

lnglaterra, provoca nuevos debates globalizados so-bre etnicidad, minorías y legitimidad electoral, comovemos hoy en día en Irak. Por último, las formas múl-tiples, rápidas y en buena medida invisibles en las quelos fondos a gran escala se mueven a través de canalesoficiales interestatales, canales comerciales cuasi le-gales y canales completamente ilícitos vinculados aredes como Al Qaeda, están íntimamente ligadas a ins-tituciones globalizadas de blanqueo de dinero, a trans-terencias electrónicas, a nuevas formas de contabilidadtransfronteriza y al derecho, todo lo cual constituyeesa forma de capital financiero que define virtualmen-te la era de la globalización. Se considera correcta-mente y con un amplio consenso que estos rápidos,a menudo invisibles y con frecuencia ilícitos movi-mientos de dinero a través de las fronteras nacionalesestán creando los medios para que la minoría de hoyse convierta en la mayoría de mañana. Cada uno deestos factores puede contribuir a exacerbar la incerti-dumbre social (objeto de un análisis detallado en todoeste libro) y crear así las condiciones para cruzar lalínea que separa la angustia mayoritarista de la depre-dación a gran escala e incluso del genocidio.

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De este modo, el temor a los números pequeñosestá íntimamente ligado a las tensiones producidaspor las fuerzas de la globalización en la teorÍa socialliberal y sus instituciones. En un mundo globalizantelas minorías recuerdan constantemente el carácter in-completo de la pureza nacional. y cuando dentro decualquier sistema político nacional concreto se danlas condiciones (en particular las relativas a la incer_tidumbre social) para que este carácter incompletosea movilizado como déficit volátil, puede producirseia ira del genocidio, especialmente en los siitemas po_líticos liberales donde la idea de la minoría, de algunamanera, ha llegado a ser un valor político compartidoque afecta a todos los números, grandes y pequeños.

5Nuestros terroristas,

nosotros mismos

He propuesto antes que entre los sistemas verte-brados y celulares se da tanto una dependencia mutuacomo una lucha encarnizada por la coordinación agran escala de personas, recursos y lealtades. El terro-rismo contemporáneo, es deci4, la acción üolenta con-tra espacios públicos y poblaciones civiles en nom-bre de una política antiestado, se basa ciertamente enuna forma celular de organización global, introducidapor la fuerza en nuestra conciencia por los ataquesdel 11 de septiembre. Támbién he sugerido que esteenfrentamiento tectónico rodea y, alavez, es síntomade la crisis actual del sistema de los estados-nación.Aquí propongo examinar más de cerca los aconteci-mientos en el sur de Asia posteriores al 11 de septiem-bre, pues en esta región parece haberse producidouna onda fractal de los hechos del 11 de septiembrey de los ataques de Estados Unidos, primero contraAfganistán y después contra Irak. Esta onda fractalparece reproducir de manera inquietante la batallaentre terroristas y estados, entre formas de violen-cia celular y vertebrada y entre enfrentamientos por laidentidad política local y la diplomacia realista delos estados establecidos. En este movimiento fractal,

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Israel-Palestina es un término de mediación que per_mite que la política de la ciudad de Nueva york seentrecruce con la política de Cachemira. Tales acon_tecimientos son tanto ondas como reproducciones.Entre las muchas cuestiones que plantean se encuen_tra la del significado del terror desde un punto de vistanacional.

Terror e incertidumbre

Las acciones terroristas que alcanzan su objetivo,como las del 11 de septiembre, nos conducen de nue_vo al problema de la incertidumbre social, una preo_cupación central de este estudio. En primer luga4 laincertidumbre está relacionada con los agentes de talviolencia. ¿Quiénes son? ¿eué rostros se ocultan traslas máscaras? ¿Qué nombres usan? ¿euién los arma ylos apoya? ¿Cuántos hay? ¿Dónde se esconden? ¿auequieren en realidad?

En otro luga4, al analizar la relación entre incerti_dumbre y violencia étnica a gran escala en los añosnoventa, sugerí que dicha violencia podría conside_rarse una respuesta compleja ante niveles intolerablesde incertidumbre sobre la identidad de grupo (199gb).En aquella argumentación sostenía que los ejerciciosa grar' escala de recuento y denominación de pobla_ciones en la época moderna y las preocupaciones so_bre el carácter del pueblo, los derechos y la movilidadgeográfica crearon situaciones en las que gran núme_ro de personas se volvieron desconfiadas de un mododesmesurado acerca de la identidad nreal, de sus ve-

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cinos étnicos. Es deci4 empiezan a sospechar que lasctiquetas contrastivas cotidianas con las que convi-ven (en lo que he denominado relaciones benignas)ocultan identidades colectivas peligrosas a las quesólo cabe tratar mediante el etnocidio o alguna formade muerte social extrema para el otro étnico. En estecaso, una o ambas identidades pareadas comienzana parecer depredadora Ia una a la otra. Es decir, ungrupo empieza a sentir que la misma existencia delotro grupo conlleva un peligro para su propia super-vivencia. La propaganda de Estado, los temores eco-nómicos y la turbulencia migratoria alimentan direc-tamente este giro y a menudo se avanza en el caminoal etnocidio. En África, por ejemplo, el fenómeno estávinculado con movimientos a favor de lo que se deno-mina (autoctoníao, que comprende reiündicacionesprimarias acerca del carácter de pueblo, el territorioy la ciudadanía para personas que pueden demostrarque son de cierto sitio, a diferencia de otros que soninmigrantes o extranjeros. En sociedades en las quetodas las regiones se han creado mediante migracio-nes a largo plazo y a gran escala, esta distinción re-sulta obviamente funesta. Y como es dificil establecer-la, la violencia corporal a gran escala se convierte enun medio forense de marcar líneas claras entre identi-dades normalmente mixtas.

La violencia corporal en nombre de la etnicidadse convierte en heramienta de vivisector para esta-blecer la realidad detrás de la máscara. Y está claroque dicha violencia invariablemente confirma su con-jetura, pues el cuerpo muerto, inválido o destrozadodel sospechoso siempre confirma la sospecha de su

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traición. Muchos de los mejores textos etnográficossobre la violencia étnica de masas, incluso ,i ,rrro ,"remonta al periodo nazi, están repletos del lenguajede las máscar.as, la traición, la deslealtad y tu

""lpori_ción. La violencia es parte de la epistemologíaletaldel etnocidio. Por supuesto, tal violencia gen-era vio_lencia en (su) contra, que asume similares formas devivisección. En la violencia enmascarada de Belfast,Nablús, el País Vasco y Cachemira, por nombrar sóloalgunos ejemplos, la máscara del terrorista armadorefleja y confirma efectivamente la sospecha de mu_chos grupos étnicos dominantes. cuando los terroris-tas llevan máscara, e incluso cuando no la llevan, suaspecto común es visto como máscara orgánica desu identidad real, sus intenciones violentas, sus leal_tades traicioneras, sus traiciones secretas. De esta fbr-ma, cada vez que una fuerza policial oficial arrancala máscara de un terrorista muerto o capturado, loque se revela bajo la máscara es otra máscara, la deun musulmáÍ¡ o palestino, o afgano, o checheno co_mún, un traidor por definición.

De modo que la violencia corporal extrema entregrupos étnicos, en especial contra minorías étnicas,que hemos presenciado en todo el mundo a lo largode los años noventa no es sólo un testimonio de .rr_r"r_tra perenne brutalidad o de la tendencia evolutiva aborrar el nellosu para asegurar la supervivencia del<nosotrosr. Ni tampoco es igual que toda la violen_cia_étnica y religiosa que se ha producido a lo largode los siglos. La feroz üolencia étnica de los años ná_venta está profundamente modulada por factoresque triangulan un tipo de modernidad muy específi_

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co: identidades nacionales basadas en el pasaporte,icleas de la mayoríay la minoría basadas en el censo,irnágenes del yo y el otro guiadas por ios medios decomunicación, constituciones que fusionan ciudada-rría y etnicidad y, más recientemente, ideas sobre laclemocracia y el libre mercado que han provocadorluevos y graves enfrentamientos en torno a la conce-sión del derecho al voto y otros derechos en muchassociedades. Estos y otros factores exigen que no con-sideremos la violencia grupal a gran escala de lasúltimas décadas como un capítulo más de la historiacle la inclinación humana a la guerra religiosa o aletnocidio.

Lo más importante de estas nuevas formas de vio-lencia vivisectora es su peculiar movilizaciónde incer-tidumbre social y certeza ideológica. La propagandaestatal y muchos tipos de ideologías fundamentalistasdifunden certezas despiadadas sobre el otro étnico:acerca de sus rasgos físicos, sus planes, métodos, en-gaños y la necesidad de su extinción. El infame Pro-tocolo de los Sabios de Sión es quizás el modelo clá-sico de tales textos de propaganda. Pero ni el pánicoinducido políticamente ni la convicción inducida doc-trinalmente mueven a las personas corrientes a laclase de violencia extrema contra amplios grupos deamigos y vecinos como la que se pudo apreciar endetalle en el caso de Ruanda, a principios de los añosnoventa. Para que se produzca semejante violenciaextrema contra vecinos y amigos, una profunda incer-tidumbre social ha de combinarse con niveles altosde certeza doctrinal. El problema al que esto da lugares que las caras corrientes de la vida diaria (con nom-

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bres, prácticas y credos diferentes de los propios) seande hecho máscaras de cotidianidad tras las que acechala identidad real no de otros étnicos, sino de traido-res a la nación concebida como etnia. Ésta es lamez-cla letal que produce la lógica de la purificación étni-ca.Y por descontado, esta incertidumbre también se

induce socialmente y se estimula políticamente. Pro-viene también en parte de la propaganda. E inclusoprocede de otras fuentes, a menudo mucho más cer-canas a lo local y a las pequeñas heridas de la vidacotidiana, en la que diferentes grupos étnicos acu-mulan pequeñas dudas, rencillas y recelos menores.Con la llegada de guiones más amplios, tanto de incer-tidumbre como de certeza, estas humildes historiasse introducen en una narración de ímpetu etnocida.Los rumores alimentan este ímpetu, pero sólo en Iamedida en que queden enmarcados por narracionesmás amplias. Y tales relatos provienen típicamentede los estados o de fuerzas políticas a gran escala ybien organizadas. Dichas fuerzas nunca pueden pro-ducir las condiciones contingentes que hacen posibleIa recepción de sus relatos (y ése es el error de mu-chas teorías propagandísticas), pero sin ellas nume-rosas chispas se extinguirían mucho antes de conver-tirse en hoguera.

¿Qué relación hay entre la incertidumbre social yel terrorismo? El vínculo se encuentra en el hechode que el terrorismo opera con las herramientas de laincertidumbre. Y esta incertidumbre se genera de mu-chas maneras. En primer luga4 cuando los terroris-tas atacan y escapan, no sabemos exactamente quié-nes son. En ocasiones, no sabemos lo que quieren o a

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t¡uién exactamente quieren atacar o matar. Cuandoson especialmente audaces, incluso suicidas, sus moti-vos nos desconciertan, produciendo más incertidum-bre. Asimismo provocan una incertidumbre más pro-I'unda sobre 1o que pueda pasar después. El terror es,

ante todo, el terror del próximo ataque. También está

la cuestión de qué fronteras respetan los terroristas.Desdibujan la línea entre espacio militar y civil y creanincertidumbre acerca de las fronteras mismas dentrode las cuales consideramos que la sociedad civil es

soberana. El terror es una suerte de metástasis de laguerra, guerra sin límites espaciales o temporales. Elterror separa la guerra de la idea de nación. Abre laposibilidad de que cualquiera pueda ser un soldadodisfrazado, un espía infiltrado entre nosotros, espe-

rando para golpear en eI corazón de nuestra tranqui-lidad social. El terrorista une las cualidades del solda-do y el espía, desvaneciendo así otro límite sobre elcual se ha fundamentado en buena parte la políticamoderna. Ésta es una dimensión significativa de loque sucedió en el sur de Asia tras el 11 de septiembre.

La geografía de la furia

India y Pakistán (y buena parte de la totalidaddel sur de Asia) se vieron directamente afectadas porlos sucesos del 11 de septiembre y por la guerra contrael terror iniciada en Afganistán en 2O0I y poco des-pués extendida a Irak. Afganistán e Irak están inextri-cablemente vinculados al entorno regional en el quese conserva Pakistán. Y Pakistán e India, sin duda,

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llevan desde 1947 atrapados en un estado permanentede conflicto, centrado en particular en sus enfrenta-mientos por Cachemira. Después del 1l de septiembre,tanto India como Pakistán se vieron forzados a com-petir por aliarse con Estados Unidos en la guerra glo-bal contra el terror. Pakistán se convirtió en unabazacrucial para Estados Unidos, poniendo en peligro supropia soberanía nacional, al permitirle usar el paíscomo base militar en su lucha contra los talibanes ysu aliado, Osama ben Laden. India utilizó el lenguajedel terror para describir las propias intervencionesmilitares paquistaníes en Cachemira y el apoyo dePakistán a las acciones terroristas internas en India.De esta manera, el sur de Asia, en los meses que si-guieron ai 11 de septiembre, nos ofrece una oportu-nidad especial de examinar la geografía de la furia yde hacernos una idea del modo en que los espaciosglobales, regionales, nacionales y locales entran enrelación de réplica y repercusión. Esta geografía esuna forma de examinar cómo el temor a los núme-ros pequeños y su poder conforma las relaciones mu-tuas en diferentes escalas y emplazamientos espacia-les. De manera más sencilla, la consideración de Indiay Mumbai en el periodo posterior al 1l de septiem-bre nos permite apreciar cómo el lenguaje del terrorproduce una nueva geografía política.

En India, éste fue el periodo en el que la DerechaHindú había conseguido el dominio electoral a escalanacional después de casi dos décadas de un esfuerzominucioso por erosionar la cultura del secularismoy la credibilidad de las fuerzas pluralistas de India.Los ataques del 11 de septiembre proporcionaron una

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oportunidad inmejorable para que el partido gober-rrirnte, el Partido Bharatiya Janata (BJP) y sus aliadostlc la Derecha Hindú unieran varios de sus objetivos

¡rolíticos. Se encontraban entre ellos un interés, quevcnía de lejos, de equiparar a los musulmanes de In-clia y los de Pakistán; un programa de fortalecimiento¡rrofundo de la capacidad militar (incluida la nuclear)rle India y de preparación de los indios para la posi-bilidad de una guerra final y decisiva con Pakistán;lrna campaña nacional para eliminar el tratamientocspecial de todos los grupos no hindúes, sobre todolos musulmanes y en particular en las cuestiones de

derecho personal; y un esfuerzo sistemático por rees-

cribir una historia nacional de India (y de los manua-les escolares, entre otros textos) que reflejase su visiónclel país como una civilización hindú vulnerada porinvasores musulmanes en el periodo anterior al britá-rrico y arnenazada por Pakistán en la actualidad.

El BJB junto con muchos otros grupos y organi-zaciones nacionalistas hindúes, formó parte del nú-cleo de la campaña nacional que en diciembre de 1992llevó a la destrucción de la mezquita de Babur, impor-tante templo musulmán de Ayodhya, centro de pere-grinaje en el norle de India asociado con el dios-héroehindú Rama. Durante los años ochenta, el BJP dedicómucha energía a reescribir la geografía india comogeografía hindú, describiendo grandes templos mu-sulmanes como estructuras ilegítimas construidas so-

bre lugares y templos sagrados hindúes. Esta geogra-fía hindú se combinaba con una geografía nacionalistaparanoide que trataba a Pakistán como una abomi-nación, mientras que Ia gueffa con Pakistán se discu-

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tía como un proyecto simultáneo de seguridacl .y dCpúreza. De esta manera, el BJp realizó un esfucr.z€nacional por movilizar sentimientos tanto contra lo¡derechos de los musulmanes dentro de India, cotn€contra el estado musulmán de pakistán y la presen.cia islámica en todo el mundo. Tras el 11 de sápticnr,bre, este impulso se enriqueció con la inyecció., d* uulenguaje tomado de la guerra global contra el terr.orque, para el BJp y sus aliados, vino a ser lo mismo qtrela campaña nacional de reducción de los musulma.nes a una minoría humillada y marginada. Campa.ña que desempeñó un papel nada pequeño en la iraetnocida contra los musulmanes que el BNJ logréutllizar y coordinar en los pogromos antimusulma_nes de febrero y marzo de 2002, después de que unpequeño grupo de jóvenes islámicos prendiera fuegoa un compartimiento de tren lleno de activistas hin-dúes que regresaban del templo sagrado de Ayodhya.El BJP perdió las elecciones nacionales g"r".ui",de 2004, pero sigue afianzado en la politiá inAia Vcontinúa siendo el partido elegido para gobernar e-lestado de Gujarat.

Volveremos a los pogromos antimusulmanes deGujarat enseguida. pero debemos mencionar que den-tro de India, durante los meses que siguieron al 11 deseptiembre, también se presenció la transformaciónde varias geografías locales y regionales en parte deuna geografía más amplia de indignación nacional yfuria global contra el terror, consiáérese la ciudad dLMumbai, capital del estado de Maharashtra, que tieneuna larga historia de enfrentamientos entre hinclúesy musulmanes, pero también una larga historia de

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Ir;rlit'r) .y comercio entre hindúes y musulmanes en elr ,rnll)() de los deportes,las empresas,la industria cine-rrr;rtogr'áfica y el mundo comercial, entre otros aspec-l.l\ (lc la vida.

lrr Mumbai, la política india tiene sus propias for-urirs r:specíficas de consumarse, como sucede en otrosr...trrrlos y regiones. En esa gran ciudad comercial, larr¡u r':rción de la purezanacional y la preparación mili-l;rr rcsultan, como siempre, un poco eclipsadas por lasrrolicias de Bollywood o el críquet. Es la ciudad del;rs costosas producciones a todo color y de los rumo-r('s sobre la muerte de Rasad ,,Gran Toro' Meta, frau-rlrrlcnto banquero dedicado a las inversiones; de las;rt'lividades de la principal familia del cine indio, losllirchchan, y de la reactivación del proceso penal con-Ira el productor de megafilmes y comerciante de dia-nr¿rntes Barat Shah, acusado de vínculos con la ma-lia. Todo recuerda en Mumbai que el resto de las cosassc inclina ante el febril sistema del dinero en efectivo,la riqueza, el glamour y el estilo.

No obstante, después del 11 de septiembre, Mum-bai tuvo su propio modo de registrar la ansiedad res-

lrecto a Pakistán y el nerviosismo sobre su propia ynumerosa población musulmana. Hubo un controlcada vez mayor por parte de la policía sobre las po-blaciones de chabolas, especialmente las que se en-contraban dentro o cerca de instalaciones militareso de transporte estratégicas. EI arresto de Afroz Jan,residente en una de las barriadas de chabolas másviejas de Mumbai, Cheeta Camp, vinculado con losataques terroristas de Nueva York, Nueva Delhi, Sid-ney y otros lugares, colocó decididamente a Mumbai

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y a su policía dentro de la caza mundial de terroris_tas. En Mumbai, el trasfondo que liga a musulma-nes, chabolas y (guaridas,, de terroristas está particu_larmente articulado; y las ciudades fronterizás comoMumbra, donde la autoridad municipal y la policialson limitadas, fueron señaladas por la policía y losmedios de comunicación como vías de escape natu-rales y zonas seguras para terroristas, especialmenteaquellos vinculados a grupos que presuntamente tie_nen su base y reciben apoyo de pakistán. Una acciónque unió üvienda (quizá la cuestión cotidiana más de_sesperada de Mumbai) y terrorismo fue el sorprenden_te decreto del entonces inspector de policía de Mum_bai, M.N. Singh, que establecíala obligación de todoslos propietarios de informar del nombre y demás da_tos de todos los nuevos arrendatarios, subarrendata_rios o residentes de los edificios bajo su control. Esteasombroso ejercicio panóptico estaba destinado a fra_casar en una ciudad de entre doce y quince millonesde habitantes (y ahora está en su mayor parte olvida_do), pero sin duda podría haber proporcionado unaherramienta adicional para la invasión policial de laprivacidad en las zonas predominantemente musul_manas. En todo esto se advierte un notable parecidocon los sucesos de 1992, cuando la mezquita de Baburfue destruida por fundamentalistas hindúes y, en con-secuencia, se produjeron las revueltas mortales dediciembre de 1992 y enero de 1993 y los posterioresatentados con bombas de aquel mismo año (que fue_ron considerados con amplio consenso como represa_lia de grupos musulmanes apoyados por el crimln or_ganizado de Mumbai).

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En Mumbai, los nexos entre la cuestión de la se-

llrrridad nacional y la preocupación relativa al terro-

r isrno y al crimen siempre van de la mano de ciertas

irrrágenes extraterritoriales de lugares como Dubai,

lr.arachi y, cada vez más, Katmandú, Bangkok y Ma-

nila. Dubai es el principal de estos lugares, pero existe

una compleja red de relatos acerca de célebres cri-

nrinales criados en Mumbai que ahora operan desde

l(¿rrachi y Dubai, de vínculos con los sewicios de in-

rcligencia de Pakistán, de bases en los países que ro-

<.lcÁ India y de socios y representantes criminaleslctivos en Mumbai (y otras regiones del país) subor-

dinados al antojo de estas figuras todopoderosas' Así,

cn Mumbai, el discurso estatal acerca del terrorismo,¿rrticulado principalmente por la policía, siempre está

interconectado con narraciones previas relativas al

mundo criminal y al mundo del cine, al contrabando

y al creciente número de oencuentros> entre policía y

gánsteres de una frecuencia prácticamente diaria o

semanal, que equivalen a una guerra armada en las

partes más pobladas de Mumbai. Otra tendencia que

refracta la experiencia de Mumbai de estos temas na-

cionales y regionales son las campañas contra la venta

ambulante, parte de una antigua lucha entre el Esta-

do y ciertos grupos de interés de la clase media de un

lado, y los vendedores ambulantes pobres del otro'Diligentes funcionarios municipales han declarado la

guerra a los vendedores de la calle. Estas batallas tam-

biétt pot"en un fuerte trasfondo comunal, ya que re-

sulta que muchos de estos vendedores son musulma-

nes y están conectados con elementos musulmanes

del crimen organizado de Mumbai y con otras formas

t23

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de poder y protección. La lucha contra los vendeckr-res ambulantes es un enfrentamiento que concier.neal espacio, la urbanidad, la ocupación y el orden pri-blico en Mumbai. pero tampocó está separada de l<lstrasfondos del crimen, la legalidad, la seguridacl yel orden.

Shiva Sena, el partido indigenista de derechas co¡run historial más largo de organización de sentimien_tos y actividades antimusulmanes en Mumbai, es ysiempre ha sido lavoz más clara en el afán de lig¿ri.cuestiones cívicas y provocaciones contra los musul_manes. En los últimos años, en un sorprendente act<rde descaro político, Sena ha organi zado unaserie deacciones maha-aratil en gran número de templos yespacios públicos de Mumbai con el argume"t" ¿lque se trataba de ocasiones rituales de atiaer <<paz>> aMumbai y al resto del mundo. Lo indignante de estosargumentos es que son exactamente estos rituales agran escala los que en los años 1992 y 1993 constitu_yeron el instrumento principal para organizarmuche_dumbres antimusulmanas, para articular discursos in_cendiarios y paravincular megarrituales hindúes conla intimidación directa de cámunidades y barriosmusulmanes. Restablecer estos rituales en el periodoposterior al 1 1 de septiembre era a la vez."rábl".",los funestos vínculos propagandísticos entre los mu_sulmanes y Pakistán, mientras que se reservaba al hin_duismo el papel de fuerza pacificadora.

Finalmente, siguiendo un proceso de desarrollo

l. Una maha-arati e.r,ynu gran plegaria pública que ha ernpe_zado a celebrarse en tos últimos" a¡oi ;;; ;t I bt ; i; ñ,;;;;;i;$_lidaridad hindúes. (N. del A.)

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r ct',rllar durante la última década,la armada india se

Ir;r t:onvertido en una presencia estatal y ritual muyli:ilrle en Mumbai. Siempre pieza clave en las defen-,.¡rs cle esta ciudad, la Marina india ha realizado una,.,'r ie de espectaculares demostraciones de poderío, rlr'hnico en sus costas en los últimos años, acogien-

rlo a armadas amigas, exhibiendo sus más recientes

nr('r'cancías militares y anticipando su crucial papel en

. rurlquier confrontación futura con Pakistán' De ma-

n('¡-a que la costa de Mumbai, considerada como zona

,lc desembarco potencial de los submarinos paquis-

trrrríes en 1992-1993, ahora se ve de manera incuestio-rrable como parte de la frontera armada de India, su

l.ínea de Control, y, como nunca antes, Mumbai se ve

inserta cada vez más resueltamente en la línea del

f rente del país por parte de la Marina y de los medios

rle comunicación. El mar Arábigo está cada vez más

integrado en el océano Índico en cuanto zona estra-

tégica, y la distancia oceánica entre Karachi y Mum-

bai nunca está lejos de Io que la imaginación públicadetermina. Las distancias siempre son, en parte, una

cuestión de sentimientos y sensibilidad y la Marina in-

dia ha conseguido eficientemente acortar la distanciapor mar entre India y Pakistán. Y lo que la armada

hace en la costa y en los puertos de Mumbai, el Par-

tido Shiva Sena y la policía (aunque no siempre en

armonía) lo hacen en los edificios, los barrios y las

calles de la ciudad. El efecto conjunto de tales ptác-

ticas es la creación de un mapa mental gradualmente

superpuesto en el que la guerra, la seguridad, el cri-men y el terror recubren la geografía del comercio, el

transporte, el trabajo y el consumo.

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Esta breve consideración pretendía dar un ejem_plo de los modos en que los hechos y los espaciosfueron recombinados por los relatos del tenorJras el11 de septiembre. políticas nacionales, alianzas globa_les, tensiones regionales entre estados, todas ellas er_tablecen entre sí nuevas relaciones que ejemplificanlas maneras en que toma forma la geografía de la fu_ria. Thles geografías se generaron y transformaron entodo el mundo tras el l1 de septiembre. En todos loscasos, ligaban historias previas regionales y locales,tensiones políticas nacionales y transnacionales y pre_siones y coaliciones globales e internacionales. Hemosvisto con detenimiento el caso de India, Maharashtray la ciudad de Mumbai. pero podríamos hacer lo mis_mo con muchas ciudades, tales como Kabul, El Cairo,Nueva York y, recientemente, Londres, del cual meocuparé enseguida.

En todos los casos, la geografía de la furia no es unsimple mapa de acción y reacción, intentos de conver_tir a un grupo en minoría y resistencia, jerarquíasincluyentes de espacio y lugar, secuencias claras decausa y efecto.l Thles geografías son más bien la con_secuencia espacial de complejas interacciones entreeventos lejanos y miedos cercanos, entre viejas histo_rias y nuevas provocaciones, entre fronteras reescritas

1. En su reciente y brillante libro Landscapes of the Jihad (2005) ,Faisal Devji s-ostiene dos a.g.r-e.rtos que .orrtrib,-ry"r, . li"-i"á. lágeografía de la furia. El primero ..tr".i.u que la vision tiñt;;;;;]lyndo ": ll9"Tplejo iesultado históricó d" lu, ,""1', p"rriJ¡ü.ctet mu_ndo islámico, más que de su región central. El sesundo. ouecoincide con mis propias ideas sobre el-ideocidio y

"l .i"i;ñi;, ;ü;tea que la violenta visión de los yihadistas se describe;;j;;'.-;;

un universalismo ético radical y álternativo que como una visión es-trictamente antioccidental. (N. del A.)

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v tirdenes no escritas. Ciertamente, el combustible de

('stas geografías circula por los medios de comunica-.'irin de masas (medios de información, Internet, dis-('ursos y mensajes políticos, informes y documentosirrcendiarios), pero la chispa es la incertidumbre rela-

tiva al enemigo interno y la angustía acerca del pro-

vccto de pureza nacional, siempre incompleto. Lagcografía de la furia se genera en la volátil relacióncxistente entre los mapas políticos nacionales y glo-

bales (en gran medida producidos por instituciones y

¡rrocedimientos oficiales) y los mapas del espacio na-

cional sagrado (producidos por partidos y movimien-los políticos y religiosos).

Este debate sobre la geografía de la furia preten-

de apoyar dos argumentos. El primero es !lue, en unnrundo que se caracteriza por articulaciones y tensio-

nes globales entre formas políticas celulares y verte-bradas, las regiones, naciones y ciudades pueden pro-

ducir réplicas fractales complejas de enfrentamientosmayores. Así, las tensiones entre India y Pakistán apa-

recen de forma transformada en varios niveles y es-

calas: global, nacional, regional y urbana' En todoslos casos las figuras del terrorista, de la nación pura,

del traidor enmascarado y del enemigo oculto desem-

peñan un papel crucial. Pero el contorno exacto de

estos personajes comunes y las tramas precisas que

representan no son réplicas, sino fractales de pers-

pectivas e imágenes más amplias. El segundo argu-mento a que da lugar este cuadro sostiene que exis-

te ahora una relación renovada entre la incertidumbrede la vida cotidiana y la inseguridad de los asuntos de

Estado.

i

:i,

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Influyen muchos factores en el modo en que loedramas globales de la guerra,lapazy el terroille¡¡ande diversas maneras a diferentes regiones y naciorrc,ty asumen conexiones sinápticas muy específicas c:()nangustias e imágenes locales de lo nglobal,,. Entre e*o.factores es vital la cuestión de los medios de comuni-cación: su fuerza, su mezcla, su alcance global y quiórrejerce su control. Los medios, tanto impresos corn(,electrónicos, como todos sabemos, son los principalcsformadores de opinión en todo el mundo. pero tanl-bién sabemos que, incluso en los niveles más altos clecontrol y circulación globales, nadie lleva realmente labatuta. El notable ascenso de la cadena global en len-gua ártbe Al-Yaziracomo competencia de la CNN y laBBC es quizás el caso decisivo que demuestra qucla batalla de la información y la opinión globales estálejos de acabar. Lo cual sigue siendo cierto en los círcu_los más pequeños de mediación y circulación, en losque periódicos, revistas, estaciones por cable, pelícu_las y discursos políticos proporcionan caminos muyvariables a través de los que las noticias y la opinión sLpueden filtrar y difundir. En India, por ejemplo, lasluchas entre varios conglomerados de empresr. d" t"_levisión, nacionales y multinacionales, el poder delMinisterio de Información y Transmisiones, la capa_cidad de los operadores de cable de capturar y pira_tear todo tipo de mercancía mediática y de controlarsu distribución local, la enorme prensa plurilingüe quemodifica la opinión occidental e inglesa recibida y elacceso directo de muchos indios a noticias extranje_ras a través de lazos laborales, familiares y comercia_les crean un complejísimo sistema circulatorio para

128

l,r l<r'ntación de la opinión pública y para la media-

r rorr clel miedo, el pánico y la sensación de emergen-

, i;r. A esta maraña hay que añadir el nuevo catalizador

,1.'l llr,rio de opinión y noticias basado en Internet, que

lx'nnite a una gran variedad de gmpos de interés di-..('nrinar sus puntos de vista y noticias y elegir su pú-

lrlicO potencial sin tener en cuenta las fronteras na-

r ionales.Y está, por descontado, la economía global, la glo-

llrlización propiamente dicha, ese régimen de mer-

. rrclos abiertos, de progresiva integración de econo-

rrríers y de circulación veloz del capital especulativo en

..'l .1uá ilevamos viviendo hace ya al menos tres déca-

.1.s. Como muchos han notado, hoy en día no hay

ninguna población significativa que viva fuera de los

lírrrites de esta economía global, cuyos protocolos, di-

námicas y legalidades se están construyendo en el pre-

scnte de maneras decisivas. Lo relevante en relación

con este proceso más amplio es la cuestión del víncu-

lo entre los perdedores del régimen de la globalíza-

ción y la furia que ha inspirado los tipos de ataque que

hemás presenciado contra grandes potencias mundia-

les antes y después del 11 de septiembre'

Apenas hay dudas de que el acopio de lo que se ha

denominado con propiedad odio dirigido contra Es-

tados Unidos (el Estado) y América (ei país) tiene raí-

ces y fuentes complejas. Entre ellas, el largo historial

de rriol"n.ia militar estadounidense durante el siglo

pasado, la arrogancia de la política exterior nor[eame-

ricana y, no menos importante, el claro nexo entre

el capitalismo mundial, la tiqueza estadounidense, el

poder de las multinacionales y la política de las insti-

129

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tuciones de Bretton Woods. Thomas Friedman, emi_nente comentarista del New york Times, a quien ni elmayor esfuerzo de la imaginación permitiría califi_car como marxista, argumentaba cándidamente hacepocos años que Estados Unidos debía convertirse enel policía del mundo (en lugares como Kosovo), dadoque era el motor obvio, alavez que el mayor bene_ficiario, del sistema económico global (lggg). Otrospueden esquivar esta cuestión, pero hay algo más queuna pequeña verdad en relación con ella. euedan co_sas por decir acerca del complejo viaje que va desdela dominación global estadounidense sobre una eco_nomía que está produciendo a una velocidad alarman_te más riqueza y más perdedores, hasta una culturaantiamericana en rápida expansión. Trataré esto conmás detalle en el capítulo ó. pero los vínculos estánahí, por más que sean sutiles, variados y en ocasionessubterráneos.

Ahora podemos volver al nuevo y complejo siste_ma de circuitos que une la incertidumbre en la vidacotidiana con la inseguridad dentro de y entre los es_tados. Esta nueva condición puede glosarse como unestado de inseguridad en todo el mundo que cada vezcrea un mayor número de lo que se puede denominarestados de la inseguridad. Los debates sobre la rela_ción entre seguridad e inseguridad son cada vez másfructíferos entre los estudiosos del sur de Asia, comolo evidencia la reciente selección editada por R.M.Basrur (2001).1

,1. Véase especialmente el interesante ensayo de Jayadeva Uyan_goda, cuya utilización de la idea de inseguridud.o"""rg" áL ;;;;interesante con Ia mía. (N. del A.)

130

En el mundo realista que parece que hemos dejadorrtr'ás, las preocupaciones relativas a Ia seguridad de

los estados y a las incertidumbres cotidianas de los..'iudadanos (o civiles, en mi propio registro) se en-

contraban separadas de forma relativamente clara.Las primeras concernían a la guerra y la paz, a la di-

¡rlomacia y las fronteras, a los presupuestos de Defen-sa y la política mundial. Las segundas tenían que vercon el orden y el derecho locales, la predecibilidadsocial y la vida diaria, el conocimiento fiable del mun-do de amigos y vecinos, cierto sentido de propiedaddel espacio local y las esferas públicas locales, ciertasensación de que el mañana será, en general, comohoy. Hoy en día, la inseguridad de los estados y la in-certidumbre de los espacios y personas civiles se hanentrecruzado de modo perturbadoE y en el terror, el

terrorismo y los terroristas es donde mejor podemos

ver esta falta de nitidez.De manera notable, esta ausencia de nitidez opera

como una calle de dos sentidos, tal como podemos ob-

servar con claridad en el sur de Asia. Las luchas, elec-

ciones, rumores y conflictos entre facciones locales se

convierten en fuente de incertidumbre diaria, especial-

mente acerca de la identidad de nuestros vecinos y

conciudadanos. La identidad étnica es un punto so-

bremanera crítico de tal incertidumbre, pero tambiénpuede adoptar otras formas somáticas relacionadascon el lenguaje, la ropa, el género, la comida olaraza.Cuando esta incertidumbre se inscribe dentro de pro-

cesos más amplios de cambio demográfico, temoreseconómicos y desplazamientos de población, exacer-

bada por los excesos de la mediación de la comunica-

I

13r

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ción de masas y ios aparatos de propaganda estataleso cuasi-estatales, como he sugerido anteriormente,la combinación de certeza e incertidumbre social sehace volátil y puede generarse violencia metastásica.A la inversa, la inseguridad estatal puede filtrarse ha-cia abajo a través de los capilares de la sociedad civilmediante el empeño en la movilización de las ma-sas, la politización parcial o total de las fuerzas arma-das, la imposición selectiva de políticas de detencióno represión, la vigilancia de determinadas comunida-des étnicamente orientada y ia discriminación legalde minorías, inmigrantes y otros ciudadanos débiles.Tal inseguridad estatal se advierte en particular allídonde los estados han perdido vínculos claros con Iapolítica de masas, donde se imponen políticas econó-micas ambiguas o selectivamente favorables en nom-bre de intereses o fuerzas globales más amplios ydonde los estados han empezado a sustituir políti-cas desarrollistas por otras fundamentalmente cultu-ralistas.

India resulta un caso de particular interés a esterespecto porque en las políticas anteriores de la coa-lición liderada por el BJP había una extraia rnezclade retórica de libre mercado (como la creación de unMinisterio para las Privatizaciones), modernizacióntecnológica (tal como el culto a la tecnología de la in-formación y la orientación hacia la tecnolo gía de lacomunidad india de no residentes) y fundamentalis-mo cultural. Su eslogan podría haber sido: nMercadosabiertos. Culturas cerradasrr. La continua tensión en-tre la cúpula oficial del BJP y los líderes de RashtriyaSwayamsevak Sangh (Asociación Nacional de Volun-

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tarios) e incluso alas más radicales de la Derecha Hin-dú se centra precisamente en la cuestión de en quépunto se encuentran y se mezclan la soberanía econó-

mica y la soberanía cultural. Y a la vez que el BJP fun-damenta su credibilidad cada vez más en su posturaante el patrimonio cultural y la corrección históricadesde un punto de vista hindú, endurece su política de

manera constante, en especial en la línea de la nuclea-

rización oficial de las fuerzas armadas indias. A par-tir de ese momento y en la estela del triunfo de Indiasobre Pakistán en Kargii hace pocos años, el BJP y sus

aliados se han desvelado constantemente por equipa-rar modernidad a tecnología (en particular tecnolo-gía de la información) y tradición a hinduismo, y porpresentarse como el mejor guardián de ambos. El eje

de este desarrolio dual supone una enorme intensifi-cación de la fabricación de armas (incluyendo las rela-cionadas con la energía nuclear), una postura intran-sigente sobre cualquier tipo de negociación relativaa Cachemira y la resolución inquebrantable de vincu-lar las aÍnertazas paquistaníes a la seguridad exteriorcon las amenazas internas alapureza india, en espe-

cial por parte del islam, pero también de otras reli-giones <extranjeraso. De esta manera, eI culto a la tec-

nología de la información y ala tecnología militar va

de la mano del proyecto cada vez rnás estridente de

hinduizar la sociedad civil india en todos los niveles.Está por ver si el Partido del Congreso, en el poderdesde las elecciones generales en 2004, puede revertirestas tendencias.

Las acciones de diversos grupos celulares qr-le se

oponen de manera armada al estado indio en Cache-

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133

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mrra y que se están introduciendo de forma progre_siva en ciudades e instalaciones indias oft..Ln l.runueva ocasión para que el Estado se entrometa en lasociedad ciül en nombre de sus propias inseguridadesante las fronteras, el sabotaje y ál t"oorismo interior.Ello no significa negar que de hecho India tiene intere_ses en la frontera que en ocasiones suponen accionesviolentas, sino sugerir que esa violen.iu hu fortaleci_do en gran medida a aquellos que desean introduciraún más la metáfora de la guerra en las hendidurasde la vida cotidiana. para muchos sectores de las cla_ses medias indias y de las clases trabajadoras tantourbanas como rurales, la vida diaria se ha teñido demanera indeleble de una sensación de lucha culturalque une a la perfección la guerra y la política en laszonas fronterizas con la vigilancia y lá purificaciónen los centros. Desde Wagah hasta Ayodyaht no haysino una sucesión de escenarios de guerra, y aquí seda un vínculo entre pakistán, sus terroristas, los mu_sulmanes indios y su traición inherente. El éxito dela policía de Mumbai al paralizar la repre.e.rta.iánde una obra en lengua rnaratísobre Nathuram Godse(el asesino hindú de Mahatma Gandhi) en2002se viosin lugar a dudas apoyado por la sensación públicade que India es un país (casi) en guerra con pakistán.Tales acciones estatales alimentán la incertidumbrede la vida cotidiana y en una semana o un mes cual_quiera en un lugar como Mumbai se intercalan conrelatos periodísticos sobre terroristas musulmanes

,, l. Wagah es un puesto tronterizo entre lndia y pakistán. Avo_dhya es la ciudad donáe se enconrraba I" ."rq"¡i, ¿'.,'üi;r, *Jil:destruida. (N. det A.)

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clue viven en residencias principescas situadas en lossuburbios pobres (supuestamente financiadas por AlQaeda o redes similares) y con llamamientos más ge-

nerales a nlimpiar" los suburbios, especialmente losdominados por musulmanes, supuesto refugio idealde terroristas de Cachemira y de más allá. Aquí se

encuentran de nuevo las metáforas sobre la caza dealimañas empleadas por los nazis en lugares comoVarsovia (describían así a los judíos polacos) y em-pleadas también por diversos grupos para referirsea las zonas pobres musulmanas en ciudades comoNueva Delhi.

En efecto, la inseguridad estatal y la incertidumbresocial acerca de notros> etnizados se alimentan mutua-mente en una inquietante espiral en la era del terrorglobal. Pues, l)rra vez que se muestra que el terroris-mo cruza fronteras nacionales (como claramente lohace) y que su funcionamiento se basa en el sigilo yel disimulo, esta conexión es fácil de poner en eviden-cia y de movilizar. Y retornando a la metáfora de lavivisección (que más arriba empleé), tanto la violen-cia contra los terroristas apoyada por el Estado, comola violencia local contra los vecinos étnicos, coincidenen la exhibición del cuerpo capturado, herido o humi-llado del enemigo como prueba de la misma traiciónque pretendían destruir. En el reposo de la muerte ola inmovilidad de la rendición, los cuerpos terroris-tas se convierten en monumentos silenciosos al ene-migo interno, prueba de traición en su patética coti-dianidad.

135

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El terror en la capital del capital

Estados Unidos, evidentemente, tiene entre manosuna nueva serie de batallas por la seguridad estataly la incertidumbre civil después del l1 de septiem_bre. Y como en India, los ataques del 11 de septiembrehan desencadenado un nuevo orden de coincidenciasentre las incertidumbres sociales cotidianas relati-vas a nosotros y a ellos y las inseguridades de un me_gaestado furibundo. Mientras este Gulliver rompe lasataduras de la multitud de liliputienses que lleva al_gún tiempo asediándolo y hace estragos primero enAfganistán y ahora en Irak, se han iniciado muchasbatallas paraielas contra inmigrantes ilegales, viaje_ros sospechosos y disensos de todo tipo. Se han susci_tado nuevos debates sobre los límites de la vigilanciaestatal, sobre la necesidad de proteger a las minoríasde color de los delitos de odio inducidos directamentepor los sucesos del 11 de septiembre y sobre la cons_titucionalidad de los juicios militares de los deteni-dos por las fuerzas de seguridad dei Estado inmedia_tamente después de los ataques del 1l de septiembre.

La problemática del terror en la esfera pública deEstados Unidos tiene una lógica muy diferente de ladel sur de Asia. El terror provoca nuevos debates so_bre inmigración, cuestión que lleva cincuenta añossiendo posiblemente el dilema central de la políticade Estados unidos. Genera nuevas discusiones referi-das a los derechos civiles, en especial los derechos deprivacidad y libertad de movimiento. Ha vuelto muydifícil la articulación de una crítica seria de la escaladageneral del gasto de Defensa. y suscita la peor de to_

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das las preocupaciones, sobre la que pocos están dis-puestos a reflexionar: el vínculo que existe entre el ata-que contra el Edificio Federal de Oklahoma City per-petrado por Timothy McVeigh y sus seguidores y losataques contra el World Tiade Center de principios de

los años noventa y del 11 de septiembre de 2001.El último es el punto central que vincula las re-

fracciones del terrorismo en lugares muy diferentesde la economía global. Sea en Estados Unidos o en In-dia, el terror organizado en redes celulares aternorizaa las estructuras vertebradas del Estado y borra los

límites entre los enemigos del interior y los del exte-

rior. De esta forma, en cualquier región del mundo los

terroristas ensombrecen nuestra angustia más pro-funda sobre la identidad nacional, el poder del Esta-do y la pvreza étnica, factores de los que, en cierta me-

dida, todas las naciones dependen. Sea en EstadosUnidos, sea en India o en cualquier otro lugar, nues-tros terroristas nos sobrecogen por tanto doblemente:son malvados, sin duda, pero de alguna manera tam-bién parecen ser el síntoma del profundo malestar de

nuestros cuerpos sociales y políticos. No se los pue-de exorcizar fácilmente como espíritus maléficos osimplemente amputar como extremidades infectadas.Fuerzan un mayor compromiso con nuestros esta-

dos, nuestro mundo y nosotros mismos.

Cerrar el bucle

Ya podemos tratar de cerrar el bucle explicativo ymostrar la aterradora simetría entre eI poder de los

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números pequeños (característica central del terro-rismo celuiar y los terroristas suicidas) y el temor alosnúmeros pequeños (la paradójica debilidad de la de-mocracia liberal en la era de la globalízación).

En julio de 2005, sólo unas semanas antes de en-viar este libro a la imprenta, Londres fue sacudido poruna serie de explosiones que conmovieron a toda lanación británica. Se averiguó que las bombas, queprodujeron muertos y caos en la capital occidentalmejor preparada para enfrentarse al terrorismo urba-no, provenían de un grupo de jóvenes vinculados so-bre todo por su estatus de no nativos en una Gran Bre-taña multicultural, quienes taI vez pudieron haberseconocido en el contexto de la vasta red británica demezquitas, escuelas religiosas y comunidades islámi-cas. Aunque se dan variaciones dentro del grupo y haymuchas preguntas sobre cómo llegaron a transformar-se en terroristas urbanos, parece claro que varios delos terroristas y sus familias formaban parte de la diás-pora paquistaní en Inglater:ra y otros tienen vínculoscon el estado indio de Gujarat, que se extiende a lo lar-go de la frontera indo-paquistaní. iQué relación hayentre estos hechos y la argumentación más amplia deeste libro relativa a las minorías, la incertidumbre, laglobalización y la violencia?

Las bombas de julio de 2005 en Londres nos per-miten traer la historia del I 1 de septiembre al presen-te y examinar de cerca la dinámica del terror y el et-nocidio mediante la observación detallada de un hiloconcreto de un tejido global más amplio. Como hemosvisto en este capítulo, los musulmanes indios han sidoretratados con éxito por la Derecha Hindú como trai-

138

clores potenciales a la nación india, como agentes se-

cretos de Pakistán en suelo indio y como instrumen-tos del islam global decididos a debilitar a la Indiahindú. El estado de Gujarat fue testigo del ejercicio

cle terror más grave avalado por el Estado contra su

minoría musulmana en febrero de 2002, no mucho

después de que la guerra global contra el terror fuera

anunciada por Estados Unidos después de los ataques

del 11 de septiembre.Aunque el BJP, el partido político que apoyó este

etnocidio masivo en la India democrática, fue desalo-

jado del poder en las elecciones nacionales de 2004,

ia delegación regional de este partido sigue controlan-

do el estado de Gujarat, y los líderes que consciente-

mente empujaron a dicha región a una situación de

ira mayoritarista aún ostentan en buena medida el

poder en este importante estado. Gujarat todavía es

un crisol en el que se funden eI odio político contra los

musulmanes y el temor a Pakistán fomentados por el

Estado.Entretanto, numerosos jóvenes musulmanes (en-

tre los cuales hay muchos de ambos lados de la fron-

tera indo-paquistaní, incluyendo el estado de Gujarat)

han entrado en la edad adulta como británicos de la

diáspora en un mundo multicultural en el que de nin-gún modo son ciudadanos plenos. Expuestos a los men-

sajes de los ulemas islámicos que creen en algún tipo

de guerra permanente contra Occidente, escépticos

ante la rnezclabritánica de multiculturalismo oficialy racismo cotidiano y conscientes de los ataques con-

tra murulmanes corrientes en todo el mundo liber¿rl,

la psicología de las minorías liberales los persiglle cn

t39

Page 70: Appadurai, Arjun - El Rechazo de Las Minorias

Gran Bretaña y se alimenta de informes de los mediose Internet sobre ataques contra musulmanes en pales_tina, Cachemira, Gujarat, Nueva york, etcétera. Al mis_mo tiempo, están expuestos a mensajes de algunosreligiosos musulmanes de Gran Bretaña y de compa-ñeros radicalizados que afirman su pertenencia no auna minoría atemorizada, sino a una mayoría aterra-dora: el mundo musulmán.

En este proceso, en algunos casos, su percepciónde sí mismos como minorías heridas da paso a un sen-tido diferente de sí como minoría de vanguardia queen realidad habla por una mayoría sagrada, los mu_sulmanes del mundo. Tal minoría autoconstruida esun tipo muy diferente de aquellas imaginadas por elEstado británico. Nacidas de los jirones y remiendosdel multiculturalismo británico, estas nuevas mino-rías de las cuales surgieron los terroristas de Londresson efectivamente minorías dignas de ser temidas,porque son la voz destructiva de una mayoría glo_bal herida.

Hay dos modos de interpretar este relato. pode_mos interpretarlo como una de las múltiples formasen que una antigua historia colonial se une a la diná_mica de la política de minorías global. La particióndel subcontinente indio resulta inimaginable sin unaserie de cambios institucionales apoyados por los bri_tánicos en la India colonial, que van desde los recuen-tos religiosos en los censos del siglo xrx, pasando porla división del electorado en hindúes y musulmanesa principios del siglo xx, hasta estrategias del "dividey vencerás>, que llevaron directamente a la creaciónde dos naciones en 1947. A su vez, esta historia colo-

i40

rrizrl prepara el escenario para una de las más san-

llrientas particiones de la historia moderna, que ha,'olocado a India y a Pakistán en una situación de per-nranente antagonismo durante más de medio siglo.tJna parte de esta población agraviada de musulma-ncs de India y Pakistán acaba en Gran Bretaña, tierratlcl enfrentamiento a raíz de Los versos satónicos de

Salman Rushdie a finales de los años ochenta y de la:rgresiva implicación de Tony Blair en la causa de Es-

tados Unidos en Irak en 2003. En India, las heridasde la Partición condujeron de forma bastante directaal surgimiento del fundamentalismo hindú de Gujaraty aIa caza de brujas y pogromos contra su numero-sa comunidad musulmana en2004. No es posible que

los jóvenes musulmanes (de origen indio y paquista-

ní) no hayan establecido relaciones entre el 11 de sep-

tiembre de Nueva York, la guerra en lrak y Afganis-tán, el constante trato brutal hacia sus compañerosmusulmanes de Palestina, el pogromo contra los mu-sulmanes de Guiarat en 2004 y la permanente inca-pacidad del Estado indio para castigar a los principa-les autores de los crímenes contra la humanidad allícometidos.

Asimismo, podemos interpretar este relato estruc-tural y sincrónicamente como una lección sobre ladinámica inestable que gobierna el estatus de las mi-norías y las mayorías en muchas sociedades demo-cráticas de la última década del siglo xx. Mientrasalgunas naciones democráticas se inclinan a crear mi-norías interiores, a las que perciben como mayoríasexteriores disimuladas, algunos integrantes de talesminorías (a menudo jóvenes educados y rebeldes) em-

141

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piezan a identificarse con el mundo celular del terror.global antes que con el aislante mundo de las mino-rías nacionales. De esta manera, un tipo de minoría(débil, privada de poder y de derechos e indignada) setransforma en otro tipo de minoría (celular, globaliza-da, transnacional, armada y peligrosa). Esta transfor-mación es el crisol que produce reclutas para el terro-rismo global.

La historia de las minorías musulmanas en el si-glo xxr seguramente es el relato más importante querepresenta este tipo de sobrecogedora simetría entre eltemor a los números pequeños y el poder de los nú-meros pequeños. Pero de ninguna manera es la úni_ca. El mundo está plagado de minorías indignadascon potencial para organizarse de forma celular. yahemos observado esta capacidad entre militantes sij,vascos, kurdos, tamiles de Sri Lanka y otras comuni-dades agraviadas que se han convertido en comunida-des globales diaspóricas. Por ello, no presupongamosque hay algo en el ADN del islam que genera la capa-cidad de transformar minorías dóciles en aterrado-ras. Con estas observaciones sobre la relación entrela violencia contra las minorías y la violencia de lasminorías estamos preparados para regresar al mundode guerra ideológica en el que hoy en día vivimos.

6La globalización de las bases

en la era del ideocidio

La argumentación de Samuel Huntington (1993)acerca del choque de civilizaciones es fundamental-mente incorrecta. Sin embargo, tiene cierto atractivointuitivo en el mundo en que hemos ingresado des-pués del 11 de septiembre. Al emplazar en el centro Iacultura, el modelo produce la impresión de haber cap-tado con clarividencia algo de la sensación de guerrageneralizada contra Occidente, en particular contraEstados Unidos, que parece haber atravesado el mun-do islámico y sobre todo sus extremos terroristas. De

modo que este modelo contiene un elemento verdade-ro y un elemento erróneo.

El punto incorrecto, incluso fatalmente incotrecto,es su imagen de las propias civilizaciones, concebidasen parte en sentido racial, en parte en sentido geo-gráhco, en parte según la filiación religiosa y en gene-

ral como bastiones físicos de la cultura. Esto es pri-mordialismo con una base macrogeográfica. Ignorala enorme magnitud de la interacción global entre laszonas de cada ciülización, borra los diálogos y deba-tes dentro de las regiones geográficas y elimina solapa-mientos e hibridaciones. En pocas palabras, vacía de

historia la cultura y deja tan sólo geografía. El mun-

t42 t43

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do aparece como una gran serie de glaciares cultura-les de movimientos lentos, de contrastes agudos en losbordes y poca variedad interior. En la argumentaciónde Huntington, tal espacialización de la cultura, retra-tada a grandes brochazos mediante el recurso a lascivilizaciones, también abre la puerta a un peligrososolapamiento de la religión, la culturaylaraza.

Todo esto se ha sugerido en las numerosas e inci-sivas críticas a esta aproximación que han aparecidodesde que Huntington Ia formulara hace ya variosaños. Pero también acertaba en cierta manera intui-tiva. Acertaba porque se dio cuenta de que, lejos de en-contrarnos en nel final de la ideologíar, como DanielBell lo expresó en los años cincuenta, o en oel final dela historiao, según señaló Francis Fukuyama algunasdécadas después, parece que hemos entrado en unanueva fase de guerra exclusivamente en nombre de laideología (Bell, 1961; Fukuyama, 1992). El error deHuntington fue confundir el mensajero con el mensa-je y trazar un mapa de esta compleja realidad en for-ma de dibujo geográfico realista de masas de tierrafísicas y concretas consideradas como hábitatde civi-lizaciones antagónicas. En particular en el caso del is-lam se trata de un error caro, porque alimenta, quizásinvoluntariamente, las fantasías espacializadas que lle-varon a George Bush y sus consejeros atratar de loca-lizar a Al Qaeda en Afganistán y eliminar una célulaborrando una masa continental.

Sin embargo, incluso Bush y sus socios reconocie-ron desde el comienzo mismo que había algo de glo-bal, elusivo y no espacializado (incluso virtual) en elnuevo enemigo. Esta cualidad es lo que he tratado de

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captar en la distinción anterior entre organizacio-nes verlebradas y celulares. El modelo de Huntington,además de otros defectos conceptuales, es un modelovertebrado para un mundo celular. Pero advirtió conacierto que había una nueva forma de totalitarismoideológico en el mundo, especialmente en relacióncon el odio hacia Estados Unidos. La idea de "ideoci-dio" (que también planteé antes en este libro) entraaquí en juego.

Ideocidio y civicidio

El término "ideocidio> apunta a un fenómeno ex-tendido, global incluso, un fenómeno nuevo y grave, envirtud del cual pueblos, países y modos de vida enterosson considerados como perniciosos y fuera del círcu-1o de la humanidad y como objetivos apropiados de loque Orlando Patterson, en su análisis de la esclavitud,denominó (muerte socialo (1982) y de lo que DanielGoldhagen vio como primer paso hacia el etnocidio yel genocidio nazi de los judíos del mundo (199ó). Estesentimiento es demasiado fuerte para denominarlochoque de civilizaciones. Puede ser denominado, me-jo4 como choque de ideocidlos o choque de civicidios.La política en cuestión es más que etnocida, o inclusoque genocida, dado que tales términos se refieren so-bre todo al odio a minorías <internas>. El ideocidio y elcivicidio orientan este sentimiento hacia fuera y apun-tan a ideologías enteras, a vastas regiones y modos devida como si estuviesen fuera de lo tolerable por losintereses éticos humanos. Asimismo, a diferencia de

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sus antiguos precursores, como el maniqueísmo dela guerra fría, según el cual el comunismo, por ejem-plo, se consideraba objeto de una repugnancia totalpor los estadounidenses, el objetivo en estos casos yano son estados o regímenes políticos específicos, sinoideologías e ideas de civilización enteras.

Este pasaje de mi argumentación podría pareceruna simple repetición de la argumentación de Hun-tington, pero no es así. Al cambiar de nivel y pasardel choque a la limpieza, cruzamos una línea cuali-tativa crucial, lo cual también permite pasar de losregímenes como objetivo a las poblaciones enterascomo objetivo (el deslizamiento Ben Laden, podría-mos denominarlo). Además, al centrarnos en las ideasde civilización antes que en las civilizaciones en sí,reconocemos que tales batallas totalizadoras puedenproducirse dentro de las grandes tradiciones y regio-nes del mundo y no sólo entre ellas (el principal errordel modeio de Huntington). De esta manera, la lar-ga guerra entre Irán e Irak, ahora casi olvidada enlos medios de comunicación occidentales, es ejem-plo de una importante batalla entre ideas chiíes y su-níes del islam, exacerbadas sin duda por el estímuloadicional de las intrigas de los dos regímenes tras laascensión del ayatolá Jomeini. La clave para iluminarverdaderamente la nueva lógica del ideocidio y delcivicidio procede del aumento en el mundo entero dela limpieza étnica de minorías. Hitler fue el primeroen unir esta cuestión interna (los judíos alemanes) aun proyecto globai total (la eliminación de los judíosdel mundo). En numerosos ejemplos de la década an-terior pueden apreciarse elementos de esta globaliza-

146

ción del chivo expiatorio interno. Y a la inversa, hay

una progresiva tendencia a considerar a los enemigos

morales globales como moralmente indiscernibles de

los enemigos locales o internos. Esta doble lógica (la

globalización de oponentes morales internos y la 1o-

calizaciónde enemigos morales alejados) es la clave de

la lógica del ideocidio y del civicidio' Suma un pode-

roso componente globalizador a las modalidades de et-

nocidio y genocidio ya existentes.

Odio a distancia

La segunda y difícil parte de una alternativa al

modelo del choque de civilizaciones tiene que ver con

la vida cultural de Estados Unidos y Norteamértcaen general. No hay duda de que en muchas regiones

diferentes del mundo y entre diversas clases, grupos

religiosos e intelectuales, así como entre mucha gente

corriente, se encuentra más extendido de lo que a ve-

ces estamos dispuestos a reconocer un odio generali-

zado contra el Gobierno de Estados Unidos y contra

los estadounidenses como pueblo. Este odio ha de ser

comprendido. Tiene múltiples raíces y formas y de

ninguna manera se agotan todas en el mundo islámi-

co. La primera, documentada desde el tiempo de la

imagen del ,.americano feo", se remonta a la arrogan-

cia habitual que los estadounidenses de toda cl¿rsc

mostraron en el exterior de su país despr-rés dc 194-5'

En calidad de turistas, modernizadores, f unci0rl¿rrios

del Banco Mundial, misioneros, investigadol'cs, ide¿r-

listas bienintencionados y filántropos, cspccialmen-

147

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te a la sombra de la batalla con el Imperio del Mal,los estadounidenses de este periodo eriminaron tod¿rdistancia entre ellos como pueblo y su Gobierno. Losestadounidenses siempre parecían embajadores cul-turales; en cierto modo, todo estadounidense que seencontraba en cualquier parte del mundo no europeoera visto como una suerte de haz andante de privile_gios norteamericanos: tecnológicos, militares, cultu_rales y educativos; a la vez haciendo ostentación desus placeres y restringiendo el acceso a los mismos.lodo mendigo que haya esperado fuera de los gran_des hoteles del mundo a que una pareja de estadou-nidenses obesos le dejase caer algo de amabilidad oalgunos céntimos, desde 1945, es un pequeño muyahi_din'r en formación. y todo estadounidense qr'r" huyuexperimentado las burias de los mendigos pobres decualquier parte de Asia, África u Oriente Medio sabeque todo acto de súplica contiene una amen aza ocultay cierta repulsión profunda. Gunga Din ha muerto.

Y hay una dimensión cultural en este antiamerica_nismo creciente. Los alemanes y japoneses ofensivosno son vistos como embajadores de sus regímenes,pero los estadounidenses casi siempre lo son. ¿porqué ocurre esto? La razón es que los estadounidenses,en su ropa, su estilo, sus posesiones y sus prácticas(como hacer footing en los alrededores de sus hote_les en el Tercer Mundo) encarnan de manera especiallos productos culturales que representan a EstadosUnidos en las pantallas de televisión del mundo: los

* Término árabe que designa a los luchadores a favor del islam.(N. delos T.)

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lrermosos cuerpos de los vigilantes de la playa, la corpulencia de los Schwarzeneggers y Stallones, la ener-g,ía y el vigor de Canción triste de HilI Street, el hu-mor campechano de I love Lucy y el aura afectuosa de

Oprah Winfrey (ambos son programas populares en

todo el mundo). Personificando de este modo las gran-des maquinarias cuiturales de su sociedad, Ios esta-

dounidenses corrientes invocan el poder y la arrogan-cia del Estado americano, ya que los estilos de vidase han conveftido globalmente en el principal signo del

estilo moral. Los estilos morales, en todo el mundo,son ahora considerados como si fueran dictados porlos intereses y restricciones estatales. Así, de maneraextraña, se suscita una tendencia progresiva a vincularcuerpos estadounidenses, oropel cultural estadouni-dense y ei conocido poder del Estado norteamerica-no. En manos de esos ideólogos de todo el mundo que

han logrado que la moralidad corporal resulte crucialparala estabilidad del Estado, los estadounidenses pa-

recen representar simultáneamente a Nike en sus pies

y en sus silos de misiles. No es necesario decir que

la mayoría de los estadounidenses que han vivido, tra-bajado o viajado en las partes más pobres del mundclse horrorizarían ante esta lectura de 1o que ellos son

capaces de representar.Además, en muchas zonas del mundo esta ectl¿l-

ción se ha visto continuamente consolidada pot' itlit-ques militares masivos de Estados Unidos contrz.t ¡rití-ses más pobres (podemos empezar en Hirosltittrlt y

Nagasaki, continuar por Corea y Vietnam y hercct'ttttrts

cuantas paradas intermedias en Cuba, Chilc, P:trl:ttlt¿i,

Irán, Irak y Afganistán, así como en Banglatlt'slr, Srr

l4L)

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malia y Haití) y por el innegable visto bueno de Was-hington a algunas de las políticas más duras impues-tas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y elBanco Mundial.

Lo más difícil de aceptar es que la mayor partedel mundo parece estar desesperada por llegar a Es-tados Unidos, por compartir su libertad y sus posibi-lidades empresariales, por disfrutar de sus bienes yserwicios y por contemplar el mundo desde la cabinade mando más que desde los últimos asientos de la cla-se turista. Un hecho que resuita realmente desconcer-tante para la mayoría de los estadounidenses. ¿Cómopuede tanta gente odiarnos por las mismas cosas quedesean desesperadamente y que buscan cuando tra-tan de crvzar nuestras fronteras, conseguir nuestrosvisados y vola¡, conducif,, navegar o nadar hacia nues-tras costas? ¿Por qué gastar enormes energías paraalcanzar una tierra que se desprecia? ¿Por qué matarlos mismos placeres que se espera disfrutar?

Las claves para responder a estas preguntas no seencontrarán en ia devastación de Afganistán tras laguerra contra los soüéticos, ni en el plan anti-Marshallejecutado por Estados Unidos urra vez que la UniónSoviética abandonó Afganistán; tampoco se hallaránen los campos de refugiados palestinos del Líbano yotros lugares, ni siquiera están en esas misteriosasmadrasas paquistaníes donde supuestamente los tali-banes han sido inflamados y ofuscados, aunque todoello puede tenerse en cuenta como telón de fondo. Esposible encontrar las claves conversando con taxistasde muchas ciudades de Estados Unidos, personas deescasos recursos y origen humilde, con frecuencia

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educadas, emprendedoras y con talento, que han cle-

gido entrar en Estados Unidos por la Estatua del Taxi

Amarillo. Muchos de estos taxistas (que son del sur de

Asia en su mayor parte, cuando no estadounidensesnegros o hispanos) son estadounidenses exaltados en

la celebración de su capacidad de trabajar para ellos

mismos, de ser sus propios jefes y de educar a sus hi-jos o proseguir con su propia educación en Estados

Unidos. Uno de cada tres taxistas repasa los materia-les para las pruebas de certificación de Microsoft ysueña con el ciberparaíso. Otros tienen objetivos más

pragmáticos: algunos taxis más, una gasolinera, uncomercio modesto quizás.

Pero otros hablan de los estadounidenses con in-creíble desdén, del crimen entre los negros, de la re-

lajación sexual entre los blancos, de la inmoralidad a

todos los niveles, de la hipocresía de los funcionariospoliciales y municipales, del racismo que sufren coti-dianamente. El desdén moral nos dice algo, y no sobre

la hipocresía. Estos críticos morales del Estados Uni-dos cotidiano, que se ven a sí mismos como super-vivientes dentro de un capullo moral en el vientre de labestia, han encontrado una manera de separar la vidaestadounidense (que valoran y aprecian) del nmodo de

vida" estadounidense, que en sus propias versionesaborrecen con frecuencia, especialmente en cuestio-nes de moralidad sexual. Ésta no es una separaciónfácil de conceptualizar, dado que forma parte de unentramado sin suturas en las ideologías culturales co-

tidianas estadounidenses.Para los "miserables" del mundo que vienen a

brarse su vida en Estados Unidos, ha surgido una

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riosa división. En tanto estadounidenses, tienen unsentido agudo de sus derechos y libertades, que scprocuran y disfrutan en la medida de lo posibie. Entanto no estadounidenses, conservan la sensación derepulsión, alienación y distancia que quizás hayan te-nido siempre. En muchos casos, para estos inmigran_tes (sean o no legales) el patriotismo cívico se ha se_parado del patriotismo político. Ésta es la brecha quetratan de cerrar con la profusión de banderas y otraspruebas que exhiben con inquietud en las cailes deNueva York y más allá.

Otro ejemplo proviene de un lugar más alto dela escala social global. La mayoría d,e los miembrosde la elite india que tienen mi edad (50-60) y ha reci_bido educación superior cuenta con famiiia y amigosen Estados Unidos y en general disfruta de rr.ru f,o_sición alta en medicina, tecnología, informática, b-an_ca y finanzas. Los más jóvenes entre ellos son verda_deros amos inmigrantes de este mundo. Administranempresas, asesoran a alcaldes y gabinetes, dirigen im-portantes periódicos y editoriales, patentan nuevastecnologías biológicas y cibernéticas e imparten cla-ses en la mayoría de las universidades de

"lit" d" nr_tados Unidos. En muchos casos, estos indios privile_giados tienen hijos ahora en universidades de elite deEstados unidos o esperan mandarlos allí o los estánayudando a encontrar trabajo después de haber aca_bado la carrera. Éste es el Estados unidos al que aspi-ran y por el que se afanan con inagotable vigár .orr"_xiones, proyectos y estrategias. y esto es aún máscierto para los miembros de la elite india que han es-cogido quedarse en India para ejercer su profesión.

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Sin embargo, tampoco esto es hipocresía. ¿Cómo en-tender el hecho de que a muchas de estas elites deIndia y de otros lugares nada les guste tanto comocriticar a Estados Unidos (unas veces al Gobierno,otras a las industrias culturales, en ocasiones simple-mente a los estadounidenses como tales), a la vez quecorren tras su versión del sueño americano para símismos o para sus hijos? Se trata de personas enor-memente sofisticadas, entre las cuales hay estrellasdel mundo empresarialy académico, que se expresanadmirablemente en inglés, se desenvuelven con habi-lidad ante los medios de comunicación, son hábilesen la argumentación, benévolos en la discusión, mo-destos en el combate. Muy diferentes de los apologis-tas de Osama ben Laden. Pero ¿en qué son diferentes?

¿Y por qué también ellos muerden la mano que losalimenta?

La respuesta a este enigma se encuentra en otraparte del proceso que denominamos globalización.La mayoría de los horizontes profesionales, sea en in-formática, matemáticas, ciencias sociales o derechoshumanos, se modelan según estándares que se hangenerado y rigen en organizaciones, redes profesio-nales e instituciones de Estados Unidos. En otras pala-bras, es muy probable que el éxito en prácticamentecualquier carrera que no sea pública en las regionesmás pobres del mundo sea medido con normas crea-das en Estados Unidos o sea evaluado por estadouni-denses que impongan tales normas.

Esto no importaría tanto si no fuera porque la ma-yoría de los países y regiones pobres han destruidosus ciudades, debilitado sus instituciones académicas,

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han hecho imposible la investigación y la enseñan-za serias y han transformado muchos espacios profe-sionales en colonias del Estado, bien a través de larepresión o bien a través de la cormpción. De modoque para estos profesionales y elites hay un incesanterumor de succión producido en el vacío de su propiomundo profesional y anclado en Estados Unidos. Poreso llevan adelante su carrera, buscan el bienestar desus hijos y su propia inserción profesional en Esta-dos Unidos (y hasta cierto punto en otras partes delprimer mundo). Y a la vez, como el taxista del TercerMundo, conservan el derecho a ser antiamericanos enmateria de cultura, política e, incluso, estilo de vida.Acaban en Estados Unidos como inmigrantes civi-les pero también como exiliados morales. E inclusocuando se quedan en sus países de origen, conservanesta doble relación, lo cual también provee de com-bustible a la maquinaria más amplia del civicidio conrespecto a Estados Unidos.

De modo que, lamentablemente, los que sueñan ylos que odian no son dos grupos. A menudo son lamisma persona. Y en el caso de Estados Unidos, de-bido a su papel de potencia mundial desde l9a5 $sobre todo desde 1989), esta ambivalencia es más in-tensa. Así, el odio a Estados Unidos está íntimamenteligado al deseo de formar parte de é1. Si uno pasa unasemana en las puertas de un consulado estadouni-dense en busca de un visado para ingresa4 rellenandocien formularios, siendo empujado de un lado a otrode la cola e insultado por insignificantes funcionarioslocales, interrogado después por un cansado agente devisados y al final es rechazado, también se activará el

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gen del odio. La prensa norteamericana suele publi-car crónicas de episodios de este tipo que son testimo-nios vívidos de esta ambivalencia.

Y muchas otras personas también experimentanun conflicto similar. Activistas de organizaciones nogubernamentales que han de suplicar al Banco Mun-dial por unos pocos miles de dólares; médicos que

suspenden los exámenes de la Asociación Médica Es-tadounidense necesarios para eiercer en Estados Uni-dos; estudiantes forzados a volver tras su educaciónporque quienes les iban a conseguir trabajo cambia-ron de parecer o desaparecieron; gerentes de multina-cionales estadounidenses que descubren que estado-unidenses (o europeos) quince años más jóvenes queellos controlan su sede regional; investigadores que lu-chan desde hace años por publicar un solo artículoen una revista estadounidense y se ven convertidos eninformantes nativos para estudiantes de posgrado nor-teamericanos. ¿Quién necesita a las madrasas para ge-

nerar odio?Para estas elites profesionales de visión y aspiracio-

nes cosmopolitas, la libertad y las oportunidades noson artículos de fe cultural ni iconos de Estados Uni-dos en el sentido repetido hasta la saciedad por Geor-ge Bush y sus socios de alto rango. Por el contrario,la libertad y las oportunidades son asuntos prácticosasociados con Estados Unidos como sistema civil másque como sistema político. De alguna manera, lo que

buscan estas personas que están al margen es la so-

ciedad estadounidense, no el sistema de gobierno es-

tadounidense. Buscan oportunidades en cuanto he-chos, no la oportunidad en cuanto norma. Ésta es la

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distancia, en realidad el abismo, que separa al patrio-tismo oficial o indígena del deseo más pragmático deuna buena vida que persiguen muchos aspirantes a

emigrar a Estados Unidos. Y es en este punto dondeel placer práctico de la vida de Estados Unidos (o elobjetivo de entrar en él) puede ser consistente con unagudo resentimiento moral hacia el sistema de gobier-no y el Gobierno estadounidenses como fuerzas glo-bales.

Desde el punto de vista sociológico, se unen dosfuerzas para crear las profundas fuentes y los canalesdel sentimiento antiamericano en todo el mundo. Laambivalencia de las elites globales molestas por las dis-ciplinas estadounidenses que afectan a su vida y susperspectivas de futuro y, alavez, etr ocasiones las ex-cluyen o degradan, y la furia elemental de los ejérci-tos de desposeídos, llue se figuran Estados Unidos a

través del cristal del señorío feudal, la depravaciónmoral, los bombardeos directos y la violencia teledi-rigida y los desastres económicos mediados por elBanco Mundial y el FMI. La contribución islámica a

esta combinación, en forma de redireccionamientodel concepto de yihad contra Estados Unidos (conce-

bido como Satán en el mundo), añade un vector espe-cíficamente regional a esta peligrosa mezcla. En otrosiugares se dan otros vectores: en buena parte de Lati-noamérica, donde se ve a Estados Unidos como unaextensión de la CIA y las grandes multinacionales; enJapón, donde las humillaciones de la segunda guerramundial y los horrores de Hiroshima y Nagasaki estánlejos de haberse olvidado; en India, donde los nacio-nalistas hindúes asocian Estados Unidos a los concur-

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sos de belleza, el consumismo desenfrenado y el he-donismo amoral; en muchas partes de África, en lasque algunos consideran a Estados Unidos el sucesorde las brutalidades del colonialismo europeo y un ca-becilla mundial demasiado ocupado para interesarsepor África. Tales ejemplos podrían multiplicarse. Aña-den matices específicos, regionales e históricos a lasíntesis entre la ambivalencia de las elites y el profun-do temor y la furia de las masas más pobres.

Podemos tratar ahora la cuestión del odio a dis-tancia, que sería una contribución característica dela segunda mitad del siglo xx, aún más reciente que lajoven historia de la empatía a distancia, tan bien ana-lizada por Michael Ignatieff (1998). Ignatieff señalaque ni siquiera en el Occidente cristiano era algo natu-ral preocuparse por los sufrimientos de los que esta-ban lejos, y que esta capacidad de empatía es un pro-ducto especial de la imaginación humanista liberal quese opone a todo sufrimiento en nombre de un senti-miento de humanidad general. Pero ¿qué sucede conlas emociones más innobles como la envidia, el odioy el miedo? ¿Cómo resultan posibles sin contacto caraa caÍa, sin alguna ofensa directa, sin compartir expe-riencias en un mismo lugar? ¿Cómo se vuelven abs-tractas y capaces de desplazamiento?

Aquí Ia historia reciente de etnocidio interno enpaíses como Yugoslavia, Ruanda, Indonesia, India yCamboya resulta instructiva sólo en parte, pues estashorribles campañas de limpieza implican intimida-des distorsionadas en virtud de las cuales los vecinosmatan a sus vecinos y los allegados se vuelven extra-ños y seres abominables. El cometido alcanzado por

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los nazis de convertir de esta manera a los judíos ale-manes en "cadáveres sociales" precedió a su capaci_dad de movilizar campañas para elimirrar alos judíosen otras partes de Europa y finalmente en Rusia.

Pero los odios de hoy, como el odio que algunospensadores, movimientos y militantes islámicos pro-fesan contra los estadounidenses y el odio de muchosestadounidenses contra los pueblos islámicos (conce-bidos como árabes, musulmanes o terroristas), es unodio más abstracto. Para algunos, ellos mismos vícti-mas de bombas, devastación económica, guerras yabandono (tales como los muyahidín afganos, aban-donados por Estados Unidos tras la derrota de lossoviéticos en Afganistán), el odio a Estados Unidosestá ligado efectivamente a experiencias íntimas desufrimiento social. Pero para muchos se trata de unavictoria de la imagen y el mensaje, de los medios decomunicación y la propaganda. Los medios propor-cionan imágenes de la prosperidad, la relajaciónmoral y el poder global estadounidenses a través depelículas, de la televisión e Internet. La propagandallega por mediación de las elites locales, que encuen-tran en Estados Unidos una teoría general y unafuente del mal en el mundo. La pregunta es: ¿quéhace que esos mensajes resulten plausibles, esas imá-genes conüncentes? Y ¿cómo pueden incitar al odio,al impulso de lo que he denominado civicidio?

El desplazamiento desde el resentimiento corrien-te hasta el odio generalizado de países, poblacionesy sociedades enteros, con frecuencia apenas experi-mentados de manera concreta, nos exige comprenderla esencia moral de este odio. El lenguaje del mal pro-

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lifera en los discursos más extremos del mundo islá-mico, y ha producido su otro autolegitimadoo en lasimágenes del demonio, el mal y otras similares em-pleadas por los líderes de Estados Unidos. El odio adistancia exige mezclar dos elementos letales: una teo-dicea maniquea que pretenda explicar la decadenciamoral del mundo en un solo paso, y un conjunto deimágenes y mensajes en los que esta teodicea mani-quea pueda sostenerse y hacerse plausible a escala lo-cal. F.l odio a distancia crea una imagen moral de mal-dad completa y le pone la cara de la totalidad de unasociedad, un pueblo o una región. Éste es el combus-tible del ideocidio y su consecuencia política, el ci-vicidio.

Y el civicidio crece ahora en un nuevo mundopost-Westfalia. Ciertamente, el sistema de estados-na-ción no ha muerto: algunos surgen, otros desapare-cen, todos comparten la ilusión de permanencia. perolos ataques del 11 de septiembre son una señal clarade que el mundo de la política global, la diplomacia, laguerra, el flujo de recursos, la lealtad y la movilidadqueda cubierto sólo en parte por el mapa de estados-nación y la política de los acuerdos y flujos interna-cionales. Este mundo westfálico puede describirsecomo real y realista, apoyado sobre una arquitecturade reciprocidad y reconocimiento en la que los agen-tes no estatales eran inconvenientes menores, usual-mente confinados en la política nacional o, cuand<r

.l Tiaducimos por nautolegitimado" el término self-futlillitt¡a, t¡rt.indica en este caso que la creación del otro no tiene fui.l.lr,,ii..,lt,,fuera de la decisión misma de crearlo y del proceso de su t:r.t,lt.irirr.(N. de los T.)

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r. \.do1 iltrab an a través de fronteras nacionales, limita-1.r\ " ser meros ejemplos de criminalidad. Los flujosble

\qvés de fronterzs, en este modelo anterior, eran o'\ autorizados por el Estado o bien delictivos.

vo .F"ro, como lo he e¡p¡ssado anteriormente, un nue-

f\tnundo va surgiendo a medida que nos adentra-do, \ en el siglo xxl. Aún tenemos el mundo vertebra-eQ\, organizado medi¿n1s Ia columna vertebral de losali{ itibrios de poder internacional, tratados militares,Pe{nzas económicas e instituciones de cooperación.t. \b a su lado existe el mundo celular, cuyas partesrn\\ultiplican por asociación y según la oportunidad{*\u q,t" por medio de una legislación o siguiendo al-de

] nhn. También es un producto de la globalización,t9\lar nuevas tecnologÍas de la información, de la ve-du ldad de las finanzas y las noticias, del movimientodq \apitales y la circulaáión de refugiados. Este mun-

\elular emergente tiene dos .u.ur.cel, Me he ocupado de la cara oscura de esta políticaaQt\lar tanto en el pre5snte capítulo como en capítulosfl\*\riores. Es la cara eue hemos dado en llamar terro-p\ilo,donde gnrpos tan diversos como el Ejército Re-cQntlicano Irlandés y las Brigadas Rojas se conectanlu¡'grupos similares de Oriente Medio, Asia y otroszQi\res para crear violencia a gran escala en el cora-cq\'de la vida diaria: cafeterías, eventos deportivos,|f tros financieros, estaciones de tren y de bus. EstasEtr)\nizaciones celulares a veces son un producto delcliqdo-nación y depe¡¿"tr de é1, pero también tienenatf.Ucidad para amen azar alEstado-nación y no sóloA\tando tal o cual régimen, en esta o aquelia región.

'tnazan el sistema de estados-nación mermando sulrr

ut

monopolio absoluto sobre los medios de devastacitinde la vida humana a gran escala. Al operar fuera de losmarcos existentes de soberanía, territorialidad y pa-triotismo nacional, atacan el marco moral del Estado-nación en tanto estructura y sistema global.

Éste es el origen del pánico real que subyace alos pronunciamientos de los líderes civiles y militaresde Washington y sus aliados. ¿Y si estuviésemos con-templando el nacimiento de un nuevo sistema globalde podeE de política, de violencia y su propagacióncompletamente fuera del sistema internacional; noredes y células terroristas individuales, ni siquiera es-tados canallas o alianzas de esa clase de estados, sinouna organízación política alternativa a grarr escala,con acceso pleno a tecnologías letales de comunica-ción, planificación y devastación? ¿Y si este sistemamundial alternativo tuviese como objetivo principallos medios de violencia que ahora controla en su ma-yor parte el sistema estatal?

Estos oscuros escenarios sugieren el fin no ya dela sociedad civil, sino de la propia idea de vida civil.Pero la política a distancia organizada en nuevas for-mas celulares no es monopolio de capitalistas que norespetan la ley o de terroristas políticos. También es el

estilo organizativo de los movimientos progresistarsmás interesantes de la sociedad global, aquellos clucbuscan construir un tercer espacio de circulación, in-dependiente de los espacios del Estado y el mercarclo,a los que podemos denominar movimientos pro globa-lización de las bases. Paso a un breve examen clc t:rlcsmovimientos a modo de conclusión.

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La globalización de las bases

La globalización celular tiene efectivamente unacara más utópica. La cara más feliz es lo que a vecesse ha denominado sociedad civil internacional, esasredes de activistas preocupados por los derechos hu-manos, la pobreza, los derechos de los indígenas, Iaayuda de emergencia, la justicia ecológica, la igual-dad de género y otros objetivos fundamentalmentehumanistas, que forman redes no estatales y gruposde interés por encima de fronteras nacionales. DesdeGreenpeace hasta Médicos sin Fronteras, pasando porNarmada Bachao Andolan y el Ojo Público sobre Da-vos, la variedad de estos movimientos es grande y sunúmero parece en continuo aumento.

Los científicos sociales han comenzado a darsecuenta de que se está produciendo una convergen-cia compleja de lo que solía considerarse por separa-do: instituciones de la sociedad civil, organizacionestransnacionales y moümientos sociales populares. Enun sentido amplio, todos pueden considerarse ONG uONG transnacionales. Se trata, sin embargo, de unacategorra amplísima, que abarca desde iglesias y gran-des organizaciones filantrópicas hasta organismosmultilaterales y sociedades científicas. Me estoy refi-riendo ahora en sentido más restringido a lo que Kecky Sikkink han denominado redes de activismo trans-nacional (1997). En la actualidad, tales redes estánpresentes prácticamente en todas las áreas que tienenque ver con la equidad humana y la asistencia so-cial: desde la salud v el medio ambiente hasta los de-

r62

rechos humanos, la vivienda, las cuestiones de géneroy las reivindicaciones de los pueblos indígenas. Enocasiones su ámbito es relativamente local y regional,pero a veces son auténticamente globales en cuanto aalcance e impacto. En lo más alto encontramos redesextensas, bien financiadas y muy conocidas que se

han convertido en megaorganizaciones. En el otro ex-tremo, se trata de redes pequeñas y flexibles, con sólolo justo, que trabajan en silencio, a menudo de mane-ra invisible y también traspasando límites nacionalesy de otro tipo. El estudio de tales redes está creciendocon fuerza, sobre todo entre politólogos interesadosen nuevas forrnas de negociación internacional, enampliar la investigación de los movimientos socialesy en el tercer espacio que se ha perfilado más allá delmercado y del Estado.

Un gran número de estas redes de activistas trans-nacionales está explícitamente implicado en los prin-cipales debates sobre la globalización, y algunas deellas se tornaron muy visibles en protestas callejerasampliamente difundidas en los últimos años, comolas de Seattle, Milán, Praga, Washington D.C., Davosy otras ciudades de Europa y Estados Unidos. Pero lagran mayona de estos movimientos están involucradosen estrategias de apoyo y coordinación mucho menosdivulgadas y mucho más centradas en un objetivo de-terminado, que persiguen cambios políticos específi-cos en los ámbitos local, nacional y global. A menudohan conseguido ralentizar acciones oficiales importan-tes destinadas a establecer medidas globales relativasal comercio, el medio ambiente, la deuda y cuestionessimilares, usualmente imponiendo transparencia, prc-

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sionando a estados concretos y difundiendo informa-

ción sobre decisiones políticas inminentes con rapi-

dez através de las fronteras para movllizar protestas

sirviéndose de los medios electrónicos'

Sin embargo, <protesta> no es la palabra clave para

muchos de estos movimientos, que a menudo tam-

bién ensayan asociaciones con agencias multilatera-

les, con sus propios estados de origen, con proveedo-

res de financiación globales y con otras fuerzas de la

sociedad civil local e internacional. Tales asociaciones

no han sido muy investigadas por los científicos so-

ciales y constituyen una parte crucial del efecto Da-

vid y ioliat mediante la cual estas redes se han vuelto

efectivas.Yo mismo estoy realizando un estudio a largo pla-

zo de uno de estos grandes movimientos, el Shack/

Slumdwellers International [Internacional de Habi-

tantes de Chozas y Chabolasl (SDI), en particulal de

su integrante indio, una alianza de tres organízacio-

,r", ..tirrirtas diferentes: la Sociedad parala Promo-

ción de Centros de Recursos de Área, una ONG; Mahi-

la Milan, una organizaciónde mujeres urbanas pobres'

con raíces en Mumbai y dedicada principalmente a

asuntos de pequeño ahorro y de vivienda; Y la Fede-

ración Nacional de Habitantes de Chabolas' una no-

table organización veterana de habitantes varones de

chabolai que trabaja en más de treinta ciudades de In-

dia. Esta troica de organizaciones, en sí misma una

formación poco usual, lleva funcionando como Alian-

za en India desde mediados de los años ochenta y

desde hace una década es un miembro clave del SDI.

El SDI ejerce sus actividades en unos veinte países

164

de Asia y África y ya ha conseguido éxitos notables

en cuestiones como el establecimiento de métodos

para ayudar a los movimientos por el ahorro popular

a obtener financiación puente de importantes provee-

dores de fondos para proyectos a favor de los pobres;

como el establecimiento de normas para que los ha-

bitantes de chabolas y las personas de la calle obten-

gan una ocupación segura del suelo y la vivienda; así

Io*o en la cántribución al movimiento a escala mun-

dial, notablemente liderado por países como China'

para convertir el acceso a instalaciones sanitarias en

tbjetino central de las políticas de Estado' Trabajan-

do po. estos objetivos, el SDI (Appadurai, 2000b) ha

encontrado nuevas formas de organizar a los habi-

tantes pobres de las ciudades en las prácticas de Io

que en otra parte he denominado odemocracia pro-

funda' (2002), con el fin de alejarse de los modelos

existentes de las políticas de agitación, o de simple dis-

tribución de fondos de beneficencia, o bien de simple

cesión de funciones tradicionales del Estado' caminos

por los que aún transitan muchas ONG' Por el con-

trario, el SDI se ha centrado en cimentar la capaci-

dad de las personas pobres de las ciudades de explo-

rar y practicar medios específicos de gestión urbana

a fin de construir su propia capacidad de establecer

objetivos, conseguir habilidades' compartir conoci-

mientos y generar compromiso' Por ejemplo' se h¿t

servido de manera destacable de prácticas como e:l

ahorro cotidiano, no para establecer un hábito crll-

presarial con el propósito de convertir a los pobt't:s

Lrbanos en microcapitalistas, sino para estatblct't't'

ciertos protocolos y principios para un autogobicl'ltrr

16.5

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genuino. En efecto, los pobres urbanos a quienes laAlianza ha conseguido "federar>, su propio términopolítico clave, han desarrollado en muchas ciudadeselementos de un gobierno urbano en la sombra, es-pecialmente en Mumbai, donde han establecido suspropios recursos fiables para procurarse infraestruc-turas básicas y también acceso elementai a la seguri-dad jurídica y política.

Lo más interesante de este ejercicio de construc_ción de capacidades (también organizado medianteintercambios transnacionales entre federaciones devarios países durante más de una década) es que hasupuesto la exploración y la construcción de nuevasasociaciones con miembros de gobiernos locales, es_tatales y nacionales en India, la República Surafrica-na, Táilandia y Camboya, y recientemente en Nepal,Zimbabue, Kenia y otros países. También se han ha-llado caminos para sentar las bases de una asociacióncon el sistema de Naciones Unidas, en particular conel Centro de las Naciones Unidas para los Asentamien-tos Humanos, e incluso con el Banco Mundial y otrasgrandes burocracias estatales o cuasi estatales para eldesarrollo de Europa, África y Asia.

En este proceso, la Nianza ha dado grandes pasoscon respecto a los serios problemas de pobre za urba-na en muchas ciudades de India y otros países. Sus la-zos, redes, intercambios y perspectivas globales hanresultado claves para reforzar el trabajo y la moral desus federaciones locales. No sólo han ampliado su ca-pacidad de intervención material, por ejemplo, en ma-teria de realojo de chabolistas, construcción de bañosy creación de cooperativas de vivienda basadas en el

166

ahorro para los habitantes pobres de muchas ciud¿r-

des. También han encontrado maneras nuevas de ca-

nalizar estos ejercicios globales a fin de consolidar las

capacidades de los más pobres entre los pobres urba-

nos para que puedan ser arquitectos directos de sus

*,lrrdo, pákti.ot locales. Y hasta ahora, sorprenden-

temente,lo han hecho sin convertirse en meras herra-

mientas de organizaciones estatales, de proveedores

de fondos multilaterales, de partidos políticos o de

otros importantes intereses creados. Esto es democra-

tización celular en marcha.El caso del SDI y otros movimientos transnacio-

nales paralavivienda no es, por supuesto, único'Hay

muchas organizaciones celulares parecidas en funcio-

namiento, unas más desarrolladas que otras' Algunas

son más ostensibles debido a su implicación en cues-

tiones globales de carácter decisivo, como el futuro

de los grandes embalses' Otras, dado que trabajan en

asuntos más humildes, como la vivienda y el ahorro'

resultan menos visibles. Pero todas mantienen el com-

promiso común de constituir un tercer espacio ante

Ll.uul los mercados y los estados no sólo se ven obli-

gados a reconocer su importancia, sino que están en

proceso de tener que permitirles a estas voces y a es-

tos actores una participación política genuina cuando

se toman decisiones globales sobre cuestiones clave.

Esto no es un cuento de hadas, ni tampoco ha

concluido aquí. Se trata de una batalla de la mayor

importancia, llena de riesgos, peligros, contradiccio-

nei, desilusiones y obstáculos' Pero en sus aspira-

ciones estos movimientos son democráticos tanto c:ll

su forma como en su télos. Y están construyendo ¡lrrr-

167

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gresivamente lo global no mediante el lenguaje gene_ral de los problemas, derechos y normas universales,sino abordando los asuntos, las alianzas,las victo_rias, una a una. Los grandes movimientos progresistasde los últimos siglos, en particular los rnovimientosobreros que han caracterizado los siglos xrx y xx, hantrabajado siempre con principios universalistas desolidaridad, identidad e interés a favor de objetivosy en contra de oponentes también concebidos desdeuna perspectiva universalista y genérica. Los nuevosactivismos transnacionales disponen de más espaciopara edificar la solidaridad a partir de convergenciasde interés más modestas, y aunque para consolidar supolítica también pueden invocar grandes categorías,como "los pobres urbanos>, construyen sus solidari_dades efectivas de una forma más ad hoq inductiva ysensible al contexto. De este modo están desarrollan-do una nueva dinámica en la que los nexos globalesse ponen al servicio de las concepciones locales delpoder:,

Podría decirse mucho más sobre tales movimien_tos, sobre su forma, función e importancia. pero espreciso regresar a los temas clave de este ensayo. Des_taco estos movimientos activistas transnacionales ytransurbanos porque en su caráctertransnacional tam_bién ellos operan mediante el principio celular: coor_dinan sin una centralización abrumuáoru, se reprodu_cen sin un mandato central bien delineado, traba3anocasionalmente bajo la mirada pública pero a *"rr,r_do fuera de ella, se sirven de los ,".rrrro, del Estado yel mercado para sus propios fines y persiguen ideas dLequidad e inclusión que no encajan en muchos mode_

1ó8

los ni de desarrollo ni de democracia del siglo xx. llsnecesario seguir estos movimientos de cerca, pues la

crisis futura del Estado-nación podría encontrarsel

no en el sombrío carácter celular del terroq sino en el

utópico carácter celular de estas otras nuevas formasorganizativas transnacionales. Éstas constituyen unrecurso vital que podría contrarrestar la tendencia al

etnocidio y al ideocidio que se registra a escala mun-dial, y también constituyen la respuesta, aunque inci-piente, confusa y tentativa, ala tensa relación entrepaz y equidad en el mundo que habitamos. En cual-quier caso, esperemos que esta forma utópica de celu-

laridad sea el escenario de nuestras luchas. De lo con-

trario, habremos de despedirnos de ios ciudadanos y

de la ciudadanía.

l6()

Page 85: Appadurai, Arjun - El Rechazo de Las Minorias

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176

Índice onomástico y de materias

t

I

Abu Ghraib (fotografías en laprisión de), 28

Afganistán, 26,28; 111, 150,

158; guerra de, 34-35, 103,

lo4, 11.7, 136, 144

África, 11.3,157

Agra,94Alemania; véase nazísmoAl Qaeda, 26, 28, 32, 34, 35,

48, 135, 144; canales porlos que circulan fondosde, 109; organización ce-

lular de, 49

alta globalización, 14; comu-nidades diaspóricas y, 40;

crisis de circulación y, 4ó,

47, debilitamiento del sis-

tema del estado-nacióny, 36, 4l; estrrrcturas ver-tebradas y, 41, 43; impac-to cultural de, 38, 39; im-pactos económicos de,

37 , 38; impactos políticosde, 37, 38; naturaleza in-

trínseca del terror y, 49,

50; producción de desi-gualdad y, 39; rasgos ce-

lulares de, 43-45; véase

también globalizaciónAl-Yazira (cadena de noti-

cias), 128

analogías para la globaliza-ción, 52; véase tambiénglobalización

angustia de lo incompleto,21-25, 7 5-77 ; geografíasde la furia y, 1,26-129 yl26n; ira contra las dife-rencias menores y, 25, 26,

107-110, 138, 139; nocio-nes de pureza, singulari-dad y totalidad y, 63, 64,

7t,72,76-78, 109, 110

antiamericanismo, 27, 28,129, 130, 145-1,59; ambi-valencia de los inmigratn-tes y, 151-158; civicicli<ry, 154-159; de los irrrri

t77

Page 88: Appadurai, Arjun - El Rechazo de Las Minorias

grantes de la elite profe_sional, 152-155; estilos mo-rales y, I48,I49;odio a dis-tancia y, 157-159; versio-nes de la yihad islámicadel, 15ó-158; violencia es-tadounidense oficial y, 149,1s0

ahtiamericanismo japonés,15ó

aDtiamericanismo latinoame-ricano, 156

antisemitismo, 72-7 6; véasetambién nazismo

Appadurai, Arjun, 7, 8, 46Arabia Saudí, 28, 93Arendt, Hannah, 17,75fugentina, 43atentados terroristas del I 1

de septiembre de 2001,13, 25-27, 159, 1ó0; geo-grafías de la furia y, 126,127, 142; impacto mun-dial de, lll,112,116, 135;modelo de Huntington y,

3O-32; respuesta de Esta-dos Unidos a,33-36, 136,137

Australia, 8óAustria, 21AYodhya, ll9, l34n; véase

también BabuS ataquecontra la mezquita de

17a

Baazaar (película), 94Babur (ataque contra laMez-

quita de), 8, 88, l 19, 122Bachchan (familia), 121Bahrein, g3

Banco Mundial, 150, 155, 156Bangkok, 123

Bangladesh, 87, 149Basruq R.M., 130Basu, Amrita,97BBC, 128

Bechrel, 104Belfast, 114Bell, Daniel,l44Bentham, Jeremy, 80Bharatiya Janata Parry (BJp);

véase Partido del puebloIndio

Bharat Shah, l2lBlai¡, Tony, 141

Bombay; véase MumbaiBrigadas Rojas, 1ó0Burra, Sunda¡, 9Bush, George W., 33, 144,I55

Cachemira, 54, 88, 89, 1,12,l14, 11g, 133_135, 140

Camboya, 157, 166Canadá,86Castells, Manuel, 40Central Intelligence Agency

(crA), 1só

Centro de las Naciones Uni-das para los Asentamien-tos Humanos, 16ó

cerieza ideológica, 115, 116

Chechenia, 54

Cheeta Carnp, 121.

chiítas, islam de los, 146

Chile, 149

China, 14,165choque de civilizaciones, 32,

33, 143-147

choque de ideocidios, 145-

147

civicidio, 1.29n, 145-147 ; con-textos antiamericanos del,

153-159; contextos del es-

tado-nación del, 159-162;

fin de la vida civil y, 161-

162; odio a distancia y,

t57-1,60

CNN, 128

Comité Mandal, 96,97compromiso pleno, 21

comunalismo: Babu4 ataque

contra la Mezquita de y,

8, 88, 11,9,122; estado de

Gujarat y, 120, 138-141;

los sij como objetivo de

violencia, 64; maha-ara-ti y, I24, 129n; violenciacorporal y, 64-66, 199-103,

1 13-1 15, 135, 13ó, r57; vé*se también contextos parala violencia; India; mino-

rías y grupos marginados;musulmanes de India; vio-lencia etnocida;

comunidades diaspóricas;véase emigración

conflicto israelí-palestino, 1 12

contextos económicos de laglobalización, 53, 54; altaglobalización, 1.4, 15, 37 -

39, 1.59-162; crisis de cir-culación, 45-48; estruc-turas capitalistas, 4l-45;garantías regulatorias delestado-nación, 41, 48;emigración del trabajo ydel capital, 53-58, 93,94,108; pobreza, 9; papel delcapital financiero, 52; trá-fico de aranas, 58, 59; vio-lencia contra minorías,6li véase también globali-zación

contextos mayoritaristas: an-gustia de lo incompleto,2l-25; creación del noso-tros y del ellos, 66-69; iracontra las diferencias me-nores, 24-26, 106, I 10,

139; nociones de purcza y

singularidad, 63, 7 0-7 2, 7 6

7 8, lO9, I 10; surgirrrir'r tlode identidades pt'crlitlorias, 69-79; véasc lrttt¡ltit'ttestados-nación

l'tt,

Page 89: Appadurai, Arjun - El Rechazo de Las Minorias

contextos para la violencia,54-ó8; agresiones contraminorías, 54-64; inseguri-dad estatal, 130-137; crea-ción del estado de gruposminoritarios, 57 -65, 67 -

69, 1O9, 114-116, 1,41,; lí-mites desdibujados entrenosotros y ellos, 62-64;migración del trabajo ydel capital, 53-58, 93-94,108-110; minorías comoobjetivos y chivos expia-torios, 60-65, 67, 146, 147;suma de incertidumbre ylo incomplelo, 23-25, L09-110; violencia corporal,64-66

Cooley,68Corea,1.49creación estadística de grupos

minoritarios, 58-ó5, 67 -69,

109, 110, 115, lt6,141crisis de circulación, 46, 47croatas, L07

Cuba,149cultura norteameric ana, 1 47 -

1.58; véase también anti-americanismo

Davos, 1ó3

"Dead Certainty, (Appadu-rai), 17

180

decapitaciones, 27 , 28democracia liberal: en los es-

tados islámicos, 104, 105;

papel del disenso de laminoría en la, 83-8ó; pa-pel del individuo en la,78-82; temor a las masasen la, 81, 86, I02; temora los números pequeñosen la, 82, 83l. tomas dedecisión colectivas en las,80, 81

democracia profunda, 1ó5-169; véase también demo-cracia liberal

Derecha Hindú; véase Indiaderechos humanos, 9, 10, 85,

8ó, g3-gg

Devji, Faisal, 96n, 126ndiferencias menores, 24-26,

107-110,138, 139

disenso procedimental, 84-87disenso sustantivo, 84-87discurso del terrorismo, 29,

35

dislocaciones de los flujosglobales, 46,47

Dubai, 93,I23Douglas, }lf.ary, 17, 62,71Durkheim, Émile, ó9

eelam.com, 40, 55Ejército Republicano Irlandés

(Irish Republican ArmY,

IRA), 160

El Cairo, 1.26

emigración, 18, 4O-4I; ambi-valencia de los inmigran-tes en Estados Unidos Y,

151-158; contextos co-

loniales de, 138-141; de

inmigrantes de elite, 152-

156; en los estados multi-culturales, 137 -141, ; meca-

nismos de constitución de

identidad basados en el

Estado y, 115, 1ló; movi-miento del trabajo y del

capital y, 53-57, 93, 94,109, 1 10; reivindicacionesde autoctoníaY, ll3

estados-nacíón, 7, 8; algu-nos estados considerados

como ilegítimos, 32, an-

gustia de lo incomPletoen,22-25; angustia de los

individuos en su relacióncon, 19; autenticidad cul-tural en, 39-41; civicidioy, 1,59-1.62; creación de

grupos minoritarios en,

58-ó5, 67-69, 109, 110,

| 1 4 - | I 6, | 4 l', certeza ideo-

lógica de, 114-117; debi-litamiento de, debido a la

hiperglobal ización, 3 6 -4 l,160, 1ó1; derechos huma-

nos de las minorías en, 84,

85, 136; estructuras verte-

bradas y, 41, 42, 160, 161';

geografías de la furia en,

24-26, l0ó-1 l0; guerrasinternas en, 29-31; insegu-

ridad y, 1 30-l 37; iclcntida-

des predatori¿ts y, 69-79;

ira contra las clilcrcnci¿rs

menores y, 24-26, I 0ó- I I 0,

138, 139; límitcs clcscli-

bujados entre n()s()ll'()s Y

ellos en, 62, 63:, nlcc¿trris-

mos oficiales de consli-tución de la identitlaclen, ll4-11ó; medios clc

comunicación y, 126- I 29 ;

megaidentidades incicr'-tas y, 18-23; monoPoliode la violencia y, 57, 58,

129, L30; nacionalismo Y,

16, 1.7; nociones de Pure-za, singularidad y totali-dad en, 63, 64, 7 1, 72, 77,

78, 110; odio a distanciay, 157-1,59; propagaciónde las milicias y, 30; re-

gulación de tecnología dc

la información por, 53;

toma de las minol'fitscomo chivos exPialtlt ios

por proyectos naci<ltl¡tlt's

fracasados en, ó0-65, ó7,

146, 147 ; violcncia ('()lrl( )

I

I8l

Page 90: Appadurai, Arjun - El Rechazo de Las Minorias

norma e\, 29-3I,48-50;véase también contextosmayoritarios

Estados Unidos: antiamerica-nismo y,26-28, 129, 144,

146-1 62; atentado terro-rista en Oklahoma en,

1,46, 147; CIA, 15ó; comopolicía del mundo, 130;

construcción a distanciade la democracia y, 103-

10ó; derechos de las mi-norías y, 1,36; grupos que

representan intereses par-

ticulares en, 82,83; gue-

rra contra el terror de,

26-28,35-37 , Lfl, 112; irn-portancia constitucionaldel disenso de las mino-rías en, 83-87; industriapenitenciaria en, 53-55;

multiculturalismo ambi-valente de, 83-85; odio delIslam en, 158-159; pro-ducción de desigualdadglobal por, 37-40; reac-ción de, a los atentadosdel 11 de septiembre, 32-

36,136-1,37; uso de la vio-lencia militar por, 129,130; violencia domésticaen, 55, 56i véase tam-bién arentados terroris-tas del 11 de septiembre

182

de 2001; guerra contra el

terrorestructuras capitalistas, 42 - 4 4

estructuras celulares, 36, 4l-48, 126-128; capitalismoglobal y, 43-45; democra-cia profunda y, 165-169;de redes terroristas, 44-45,

i I 1, 160-162; ideologíasno espacializadas y, 1,44-

146; globalización de las

bases y, 45, 162-169; sis-temas políticos globalesy alternativos y, 159-161;

tecnología de la informa-ción y, 52-54, 1,59, 160

estructuras vertebradas, 3ó,

4t-48, 1,1,t, 1,26-1.28; civi-lizaciones geográficas y,

143-145; en contextos glo-

balizados, 159-1 62; véase

t ambién estados-naciónetnia, 15-17, 21, 22, 37-39,

68-7I; lógica de la puri-ficación étnica, 1 15-1 1ó;

nazismo, 7 1,-79; racismomayoritarista indio, 100,

101

Europa central, 8, 9Europa del Este, 107

Faluya, 105

Federación Nacional de Ha-

bitantes de Chabolas,

r64Fondo Monetario Internacio-

nal (FMI), 150, 156

formación de la identidad:creación del nosotros Y

del ellos, 66-69; identi-dades predatorias, 69-7 9;

mecanismos oficiales Pro-movidos por el Estado Y,

115, 11ó

Fortuyn, Pim, 21

Francia, 2t, lO9

Freud, Sigmund, 25, 68, IO7,

108

Friedman, Thomas, 130

Fukuyama, Francis, 144

fundamentalismo, 20,38

Gandhi, Indira, 64

Gandhi, Mohandas, 134

Gandhi, Rajiv, 94

género, cuestiones de,9, 10

genocidio; véase violencia et-

nocidageografías de la furia, 126

y n, 127; véase tambiénIndia

Girard, P.ené,27

globalización: alta, 14, 37 -5O;

angustia de la margina-ción y, 51-56; brecha en-

tre ricos y pobres Y, 53;

de chivos expiatorios rn-

ternos, 1.46, 1.47 ; geogra-

fías de la angustia y, 129;

ira contra las diferenciasmenores y, 24-26, IO7-

1 10; protestas Públicascontra la, L63; regulación

de las tecnologías de lainformación y, 53, 54,

159, 160; véase también

contextos económicos de

la globalización; estados-

naciónglobalización de las bases, 9,

45, 46, 16l-169; democra-

cia profunda y, 165-169;

democratización celulary,164-169; empatía a dis-

tancia y, 58; metas de, 163

Godse, Nathuram, 134

Goldhagen, Daniel, 73, 145

Gourevitch, Philip, 21

Gran Bretaia, 32, 34,76,87 ,

t38,140, l4lGreenpeace, 162

grupos; véase forrnación de

la identidadguerra contra el terro4 25-28,

116-118, 135-138; gtrclrir

de Afganist^n Y, 33-\7,103, I1,7 ; como resPtl('sl rr

a los atentados clcl I I tlt'septiembre, 32-i6, I I l,I12, 135-138; gttt't t'rr rlt'

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Hawai,86Hiroshima, 149,156Hitler, Adolf; véase nazismo

Holanda, 21

Huntington, Samuel, 1'6' 32,

33,143, 146

Hussein, Sadam, 103-105

Hyderabad,94

identidad colecfiva; véase

formación de Ia identi-dad

identidades Predatorias, ó9-

79; incertidumbre social

e, ll2-114; luchas Por los

derechos humanos e, 8ó;

narcisismo de las dife-rencias menores e, 25-26,

106-110, 139; nazismo

e,77-79; temor a los nú-

t84

meros Pequcilos \'.'t l-72,78-79

ideocidio, 126n, I 45- | +7 ; véa-se también civit'itl ¡,,

Ignatieff, Mich¿rcl, .\tt, tOZ,r57

incertidumbre s<rirtl , t7-24,109- 1 10; angtlsl iir ,lc losindividuos en stl ¡'1.1.,.i6rt

con el estadr¡ c, | 9; con-textos de tert'ot' tl., I l2-l!7; en contcxto¡ clc cer-teza ideológica, 2 l, lI4-7I7; geograÍlas clc la furiae, 1'28-129, I 2órt; U"n"ru-ción de identicla4"" Or"-datorias e, 112- ll4; más-cara del terrorist¡¡ e, 113-1 15; mecanisffl()s oficialesde constitución clc 6 i¿.r-tidad e, ll4-1 1ó; papel deIos medios dc crl¡u¡is¿-ción e, 126-129; suma deincertidumbrc Y lo incom-Pleto, 23-25, I 09'1 16' ¿o-lencia etnocid¿t t, 1 12-I 17

India: actividad naval de,125; alianza der o¡g¿¡i7a-

ciones Pro vivitrq¿u, 164-1óó; antiameric:aq¡s*o

"nla, 156; arm¿rs lrrrcleares

en, 133; Babtrq ataquecontra Ia Mezc¡tri¡¿ gr, g,

88, 119, 122; ba¡s. de vo_

tos electorales en, 98,99,I40, l4I; batalla de con-versiones en, 92, 93; cele-

braciones de maha-aratien, 124 y n; Código CivilUniforme (UCC) en,94-9ó; Comité Mandal, 9ó,

97; condición de suficien-cia en, 24; controversiade Shah Bano en, 94,95;controversias sobre dere-

chos humanos en, 93-97;cuestiones económicas en,

43, 56; democratizacióncelular en, 164-1.67; emi-gración de la elite a Esta-dos Unidos desde la, 152-

155; estado de Gujarat en,

l2O, 1.38-141 ; estereotipos

de musulmanes en, 92-95,

99-1.01; guerra contra el

terror y la, 35, I 18; identi-dad hindú y poder en, 87-

89, 1i8-120, 131-134, 138-

140, L56; incertidumbreétnica en, 17 -23; insegu-ridad del Estado en, 131-

134; luchas en Cachemi-ra, 118-133, 134; papel de

los medios en, 128-129;

Parrición de, 87, l4l; par-tido Shiva Sena en, 124-

125; polí¡ica de casta y de

clase en, 96-99; secuestros

en, 26-28; terorismo in-terno en, 118, 132-135; se-

cularismo en, 84-85, 94-

96, Il8; violencia contralos musulmanes en, 8, 88,

92-r0l, r20, 133, 134,141; violencia relacionadacon los sij en, 65; véase

también Mumbai; musul-manes en India

lndonesia, 87, 157

Inglaterra, 16, IO9

inseguridad de los estados,

r30-1,37

Internacional de Habitantesde Chozas y Chabolas (SDI),

164, t65, t67Interrret, tecnología de, 15; ci-

bercomunidades y, 4O-41;

flujo de noticias y opinióny, 129; naturaleza celularde,43-45

Ira y odio, 24-28; luchas porlos derechos humanos e,

86, 87; nazismo e,73-75;odio a distancia e, 157-

159; temor a los númerospequeños e, 72, 78, 79;véase también violanc'iitetnocida; identidadcs ¡rrr'datorias

Irak: construcción clc' l¿r tlr'mocracia a disl:tttt irr t'rr,103-106; consl l'ttt't'iti¡ t tlt'

185

Page 92: Appadurai, Arjun - El Rechazo de Las Minorias

la sociedad civil en, 105,

106; grupos minoritariosen, 104-10ó; guerra con-tra Irán, 14ó; invasión de

Estados Unidos de, 35,

r04-t06, 116-118, 136;limpieza étnica en seco

en, 10ó;posibilidad de unsistema político islámicoen, 104, 105

Irán, IO4, 146,149Israel, 1 12

Ian, Afroz, 12IJapón,35, 15ó

Jomeini (ayatolá),146Judíos; véase nazismo

Kabul, 12ó

Kant, Inmanuel,42Karachi, 123,I25Kargil, 133

Katmandú, 123

Keck, MargaretB., 162

Kenia, 166

Kosovo,55,76, 130

Kuwait, 28,93

Laden, Osama ben, 32, 34,35,48, 103, 118, 146,153

La Meca, 93

186

La modernidad desbordada:dimensiones culturales de

la globalización (Appadu-rai),7, 8,20, 21, 46, 47

Inndscapes of the Jihad (Dev-ji), r26n

La rebelión de las masa.s (Or-

tega y Gasset), 81

Lenin (Vladimir Ilich Ulia-nov),80,81, 106

Líbano, 150

Liberia,24List, Friedrich, 37, 53

Londres, 1,01; 126, atentadode julio de 2005 en, 138-

141

Los versos satdnicos (Rush-

die), 141

Lucknow 94

maha-arati, 98, 124 y nMaharashtra, l2O

Manila, 123

Mahila Milan, 164

Malasia, T6

Mao Zedong, 14

Marx, Karl,47, 69

máscara del terrorisla, 1,13,

lt4, t35masas, 81, 98, 99,1,02

Mbembe, Achille, 48

Meta, Rasad, 121

Mc Veigh, Timothy, 137

Mead, Margaret, ó8

Médicos sin Fronteras, 162

medio ambiente, cuestiones

del,9, 10

medios de comunicación:contextos globalizados de

los, 1ó0; cultura estadou-

nidense y, 158; decaPita-

ciones públicas y, 27, 28;

fotografías de prisionerosde Estados Unidos Y, 28

Mehta, Harshad, 121

México,43Milán, 163

minorías y grupos margina-dos, 51-6ó; angustia de loincompleto y, 22-24; como

objetivos y chivos exPiato-

rios, 60-ó5, 67, 147', cornoportadores de recuerdosde violencia no deseados,

ó0; conexiones y redesglobales de, 106; contex-tos de violencia Y, 54-63;

convenciones de derechos

humanos y, 85, 8ó; crea-

ción de, mediante estadís-

ticas avaladas por el es-

tado, 59-ó5, 67, 68, lO9,

1.1.4-1,16, 141; emigracióndel trabajo y del caPitaly, 53-57, 93, 94, 108-1 10;

identificación de, con te-

rroristas, 141, 142; ira

contra las diferencias me-

nores y, 24-26, 107-110,

138, 139; límites desdi-

buiados entre nosotros Y

ellos y, 62, 63; mercadosglobalcs clc órganos y, 56;

papel clc cliscnso de, 82-

86; ¡roclcr cler los nútmeros

pequrcños y, 137-142; re-

fugiztclos y cles¡rlitz.adcls,

53-5ó; trab:r.io irrfarrtil Y

mil ic:ias ckr ¿tck rlt:scctl tcs,

55; vi<¡lcrrc'il c()lrll'¿t llt ttltt-jer y, 5.5; violt'rlt'i¡t c()l'po-

ral y, 64-66', vtíttsa !0rtt'bién nún¡t'trrs; it'lt Y <tcli<r

muerle socilrl, 145

Mumbai, I 18, 120- 125; lt'ti-vid¿rcl trltvitl c't¡ l¡ts t'os-

tas clc, 124-12\: rrt'l ivis-

mo l)t'() vivit'lttl¡r t'tt, ll-10, 164- I ó7; rrt'livislits t'rr

cucstitlttt's tl,' l:r rrrrrit'r'en, 1ó4; lilsiritr tlt' ltt'tividad ctilrritrltl v l('ll1)lismo cn, l2l 124', tttttlttt

arrtti ctt, 1 24 Y ¡ r; ollrlrsobrc N¿rlltttt'itltt ( ir¡tlsc

prohibirLr ctr, ll4; ¡urrlido Shiv¿r St'rtir clr, 124,

125; violat'iírrr tlt' Lr ¡rlivacicl¿¡cl t'rt, 122, l2.l; vt'r¡

declorcs ¡tlrtl'¡ttl¿rttlt's tlt',123, 124; violt'ltt'ilt t'oItlt lt

Ir37

Page 93: Appadurai, Arjun - El Rechazo de Las Minorias

Ios musulmanes en, 9,

1,22-1,24

Murnbra,I22mundo islámico: antiame-

ricanismo y yihad en el,

156-158; derecho perso-nal en el, 94, 95, II9;emigración a Occidentey el, 138-141; estereoti-pos del, 100, 101; evolu-ción del, de minoría a ma-yoría, t4O-1,42; fuentesidiosincrásicas del ter:rory eI,30-32; guerra de Iráncontra Irak y el, 146; gue-

rra del, contra Occidente,1,43; la Haj y el, 93

Múnich, 100

musulmanes de India: Babur,ataque contra la Mezqui-ta de y, 8, 88, II9, I22;derecho personal y, 94,95, II9; emigración de,

hacia Occidente, 141; po-lítica electoral de, 98,99,L40, 141.; flujo de recur-sos desde Medio Orientehacia, 92 ; vendedores am-bulantes, 1,23, 124;violen-cia contra, 8, 9, 22, 89,91-L0l, I2O, I4l; véase

también India

Nablús, 114

Naciones Unidas: bases de

asociación internaciona-les y, 1óó; convencionesde derechos humanos de,

85, 86; estructura verte-braday,41

Nagasaki, I49,1,56Nairobi,28narcisismo de las diferencias

menores, 25, 107, 108,139

Narmada Bachao Andolan,t62

Nayaf, 105

nazismo: aparato de antise-mitismo del, 73-76; crea-ción de categorías mino-ritarias v, 59, 60, 135;

creación de identidadespredatorias y, 7 8, 79; cre-ación de la nGerrnanidad"y, 73-75; ideocidio, 145-t47

Nehru, Jawaharlal, 89, 90, 94,99

Nepal, 166

Nigeria, 21

Noruega, 21

Nueva Delhi, 56,64,121, 135

Nueva Zelanda, 36

NuevaYork, 13, 28, lOI, II2,1,2L, 126, L40, t4r

números, 79-83; cero (crea-

ción de las masas), 80, 81;

Ias masas v, 8t, 99, 102;

números pequeños, 81-

83, 138-142; terroristassuicidas y, 101-103; tomade decisiones colectiva y,

80-81; uno (el individuo),79-81.,101-103

Ojo Público sobre Davos,162

Organizaciones No Guber-namentales (ONG), 155,

1,62; véase también globa-

lizacíón de las bases

organizaciones transnaciona-les, 1.62, 163; democraciaprofunda y, 165-1,69; de-

mocratización celular Y,

164-169; metas de, 163;

protestas de, contra la glo-

balización,163Ortega y Gasset, José, 81

Other Backward Caste (OBC),

t9

País Vasco, 54, Ll4Pakistán, 92, lo0, lo3, 124,

125; actividad naval in-dia y, 124, 125; atentadosdel 11 de septiembre de

2001 y, 117, 118; aPoYo al

terror y, 1i8; deseo del

BJP de una guerra abier-ta contra, 119; emigra-ción a Inglaterra desde,

I38-l4I; guerra contra el

terror y, 35, 118; Inter-Servicios de Inteligencia

v,123Palestina, 28,54,58, 1.L2, 140,

l4rPanarr'á,149Partido del Congreso, 90, 99,

133

Partido del Pueblo Indio(BJP), 89; agenda de laDerecha Hindú y, ll9,I20, 132-134; en Gujarat,I2O, 138-140; en las elec-

ciones de 2004,90, 98-

100, 120; inseguridad delEstado y, I3l-134; interés

del, en la guerra contraPaquistán, 119

Patterson, Orlando, 145

Pearl, Daniel,27Pentágono, atentado terroris-

ta del 11 de septiembrcde 2001 contra el', véasc

atentados terroristas cle'l

11 de septiembre dc 2(X) I

población hispana dc lislldos Unidos, 1ó

pobreza, cuestión dc ll, ()

poder de los númctrrs lx'(lllt'ños, 138-142

188 I ¡l()

Page 94: Appadurai, Arjun - El Rechazo de Las Minorias

Praga,52, 163

productividad social de laviolencia, 21,22

Protocolo de los Sabios deSión, 115

Rashtriya Swayamsevak Sungh(RSS), 132

Rawls, John, 80

Reino Unido, 35

República Surafricana, 166Rice, Condoleezza,33Ruanda, 8, 13,24,76, 87, 115,

t57Rumania,8TRushdie, Salman, 141

Rusia, 158

salud pública, cuestiones de,9

Seattle, 52,163secuestros, 27

serbios,107Shah Bano (caso), 94,95Shah, Barat,I2lShiva Sena (Partido), 124,

t25Sierra Leona, 55

sij, como objetivos de violen-cia,64

Sikkink, Kathryn, 162

Simmel, Georg, ó9

190

Singh, M.N., 122

Sociedad para la Promociónde Centros de Recursos deÁrea,164

Somalia, 149-150Sri Lanka, 28,54, l}l, 142Stalin, 14

Sudán,24Suez,34suma de incertidumbre y lo

incompleto, 23, 24, 109,110

suníes, islam de los, 146

Sur de Asia; véase India; Pa-kistán

Sidney, 121

Tailandia, 166

talibanes; véase guerra de Af-ganistán

tamiles, cibercomunidad delos (eelam.corn), 40, 54

taxistas de Nueva York, 151

tecnología de la información,43,52-54, 160

temor a los números peque-ños: en las democracias li-berales, 81,82l. grupos de.intereses particulares" y,

82; ira y odio predatoriosy, 7 l, 72, 78-80; véase tam-bién rninorías y gruposmarginados; números

terron 13, 15, 16, 29, 30, 136-

1 38; canales interestatales

de financiación del, 109;

como aspecto normativode la vida cotidiana, 48-

50; como intrínseco a laglobalización, 49, 50; dis-

curso sobre el, 29, 35;fuentes idiosincrásicas del,

dentro del Islam, 31-33;

identificación de las mino-rías con, 140, l4l; incer-tidumbre social Y, 18-23,

11,2-L1'7; inclusión de los

disidentes y las minorías Y,

35; inseguridad de los es-

tados y, 130-135; máscara

del terrorista Y, 113-115;

naturaleza celular del, 28'1,1.1, 1.61; poder de los nú-

meros pequeños Y, 138-

142; posterior al 1 1 de seP-

tiembre de 2001, 1'36-137;

secuestros y decaPitacio-

nes, 27, 28; terroristas sui-

cidas, 27,28,101-103terroristas suicidas, 27, 28,

101-103

Timor,55Tito,24totalitarismo, l'4, 81, 97, 98,

1,02

Tratado de Westfalia, 42

Turquía, 104

Unión Europea, 21,37Unión Soviética, 14, 86, 90,

150

Uyangoda, Jayadeva, 1 30n

Varsovia, 135

víctimas de la violencia,27,28

Vietnam, 149

violencia vivisectora; véase

violencia corporalviolencia corporal, 64-66; in-

timidad de la üolencia et-

nocida y, 157; la máscara

del terrorista y, 1' l3-Il4;terroristas suicidas Y, 27,

28,101-103violencia etnocida, 8, 13-25;

angustia de lo incomPle-

to y, 2L-25; certeza ideo-

lógica y, 114-117; choque

de ideocidios Y, 145-147;

como normativa, 29-31;

condiciones Para el dc-

sencadenamiento dc lir,77-79; contextos dc ¡tt¡tenticidad cultural <lt'l

estado-nación Y, 3lt 4l ;

naturaleza íntinr¿r clt', lSlt;

incertidumbrtr sot iltl v,

17-24, 112-117; it¡t t ort

l()l

Page 95: Appadurai, Arjun - El Rechazo de Las Minorias

tra las diferencias meno-res y, 24-26, 106-1 10, 13S,

I39;la máscara del terro-rista y, 113-115; suma deincertidumbre y lo in-completo y, 23-25; véase

también identidades pre-datorias

Virginia, 13

visión del mundo yihadista,t42

Webeq Max, 17,58Winfrey, Oprah,l49World Tiade Center, atentad<¡

de 1993 contra el, I37World Trade Cente4 atentados

del 11 de Septiembre de2001 contra el véase aten-tados terroristas del 1 1 deseptiembre de 2001

Yugoslavia, 24,157

Wagah, 134

Washington D.C., 52, 104, Zirnbabue,166161, t63

192

Page 96: Appadurai, Arjun - El Rechazo de Las Minorias

Últimos títulos

39. EI libro del reloj de arenaErnst Jünger

40. Paisajes de luz y muerteLa pintura española del 98

Francisco Calvo Serraller

41. Modernidad en la arquitecturade la España republicana

Oriol Bohigas

42. Hiias y madresAldo Naouri

43. Cómo soportar la libertadChantal Thomas

44. El malo El drama de la libertad

Rüdiger Safranski

45. Teoría de los sentimientosCarlos Castilla del Pino

AcercamientosDrogas y ebriedad

Ernst Jünger

La euforia perpetuaSobre el deber de ser feliz

Pascal Bruckner

46.

47.

Page 97: Appadurai, Arjun - El Rechazo de Las Minorias

ó0.

61.

62.

63.

64.

65.

66.

67.

ó8.

69.

70.

48.

49.

50.

51.

52.

53.

54.

55.

5ó.

57.

58.

El lugar de la filosofíaFormas de razón contemporánea

Edición de Juan Antonio Rodríguez Tous

El odioEdición de Carlos Castilla del Pino

WoodyAllenFilosoffa del humor

Vittorio Hósle

Miseria de la prosperidadLa religión del mercado y sus enemigos

Pascal Bruckner

El corazón aventureroFiguras y caprichos

Ernst Jünger

La segunda miradaViajeros y bárbaros en la literatura

Jean Soublin

Travesía liberalDel fin de la historia ala historia sin fin

Enrique Krauze

Latarea de pensarManuel Cruz

¿Cuánta globalización podemos soportar?Rüdiger Safranski

DaliccionarioObjetos, mitos y símbolos de Salvador Dalí

Enric Bou

Esgrafiadosprecedido de Carta siciliana al hombre de la luna

Ernst Jünger

El cuerpo nunca mienteAlice Miller

Menos utopía y más libertadJuan Antonio Rivera

Verdad y veracidadUna aproximación genealógica

Bernard Williams

Pensar en EuropaJorge Semprún

PayasosEl dictador y el artista

Norman Manea

La era del siervoseñorLa filosofía, la publicidad y el control de la opiniór-r

Dominique Quessada

Filosofía del tedioLars Svendsen

La prisión judíaMeditaciones intempestivas de un testigo

Jean Daniel

Terror y libertadPaul Berman

Breve historia de la paradojaLa filosofía y los laberintos de la mente

Roy Sorensen

La gran ilusiónDinero y poder en Hollywood

Edward Jay Epstein

Clima de miedoWole Soyinka

El rechazo de las minoríasEnsayo sobre la geografía de la furia

Arjun Appadurai59.

71.