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Arteterapia,  una  modalidad  terapéutica  para  la  expresión  y  la  resolución  de  conflictos  psicológicos  

Anaïs Vidal Granell CRIA

www.criafamilia.org  info@criafamilia.org

Es bien conocido el proverbio que dice "Una imagen vale más que mil palabras". Es en este sentido

como entendemos que, a través de la creación de imágenes, es posible plasmar aquello que no pasa

por la vía del pensamiento y que por tanto resulta inaccesible a través de las palabras. La expresión

artística permite evocar vivencias y acercarlas a la conciencia.

 

¿Qué es el arteterapia?  

Es una profesión asistencial que bebe de la psicoterapia de orientación psicodinámica, en la que el

uso de materiales plásticos sirve como punto de partida para el trabajo terapéutico, bajo el precepto

de que no son necesarios conocimientos previos o capacidades artísticas ya que no trabajamos con

fines estéticos. Lo que se busca es facilitar un tiempo y un espacio donde poder encontrar este estado

en el que la expresión fluya libremente en un clima de privacidad y seguridad, por lo que la creación

se convierta en el vehículo para comunicarse y expresar sentimientos y pensamientos personales. La

función del arteterapeuta recae en contener y ayudar a pensar, elaborar y digerir, todo lo que emerge

a través de la comprensión in situ de los estados emocionales. De esta manera, es a través de la

actividad creadora cómo la persona aprende comprometiéndose activa y físicamente, y al vincular los

significados de su obra con sus propias vivencias obtiene más conocimiento intelectual y emocional

de sí misma, lo que le será de gran utilidad a la hora de relacionarse consigo misma y con el mundo.

Es preciso entender que las imágenes que se generan en las sesiones de arteterapia no son

"bidimensionales" –ya que permiten ser miradas desde muchos ángulos o puntos de vista–, su

profundidad se debe a la condensación de significados que contienen; lo que las dota de un espesor

que permite leerlas por capas formando una serie de veladuras que revelan diferentes niveles de

 

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significación; al tiempo, su carácter espacial puede describir muchos aspectos de la experiencia

simultáneamente. Por un lado nos encontramos con el significado explícito de la imagen, es decir lo

que se ve a simple vista y por tanto puede leerse simplemente mirando los elementos formales que

contiene la obra, mientras que en otro plano se sitúan los significados implícitos de esta imagen,

elementos que escapan a la conciencia y que pasan a la imagen a través de mecanismos de

desplazamiento y condensación, poniéndose al servicio del inconsciente por vía de la simbolización.

Así pues, las imágenes realizadas en el marco del arteterapia, nos aportan, entre otros, los elementos

y la información del inconsciente, la forma de estar y de actuar más cotidiana, menos controlada de

la persona, la materia prima con la que se relaciona en su día a día. La tarea del arteterapeuta consiste

en recoger estos elementos, entenderlos dentro del contexto vivencial del paciente, y devolverlos de

forma que puedan ser más fácilmente pensados y entendidos, permitiendo a la persona elaborar sus

conflictos y restablecer su equilibrio emocional. Esta experiencia, que en la terapia se vive a través

de la producción artística, en la medida en que puede ir siendo incorporada como experiencia de

contacto emocional y de resolución de conflictos, promueve recursos internos para hacer frente a

posibles conflictos cotidianos. Podemos decir pues que en el arteterapia, las imágenes son una forma

de comunicación, de diálogo entendido como "habla simbólica" entre el paciente, la obra y el

arteterapeuta, y que los materiales son un vehículo para la interrelación a través de los cuales

construir nuevas y mejores maneras de comunicar y relacionarse.

Otro aspecto a destacar es que el proceso creativo implica el hecho natural de producir, con las

propias manos, cosas únicas y especiales; en arteterapia se crea algo tangible, un producto concreto y

duradero que registra significados, experiencias y sentimientos obteniendo un resultado único que

nadie más puede crear; esta cualidad de permanencia permite documentar, de un modo concreto,

ideas y percepciones a las que se puede volver tiempo después, lo que permite a la persona visualizar

su obra en conjunto y observar el progreso y las transformaciones que se han sucedido. El material

que emerge se convierte en centro para la discusión, el análisis y la autoevaluación; lo que posibilita

hacer puentes entre unas experiencias y otras, hacer comparaciones entre el pasado y el presente, ver

los propios cambios y la evolución con perspectiva. A la vez, su naturaleza corpórea facilita la

proyección de sentimientos dolorosos en la producción; es decir que, de manera simbólica, se puede

depositar parte del malestar que provocan estos sentimientos en la propia creación y dejarlo dentro

de la sesión donde es el arteterapeuta quien se hace cargo de ello hasta el siguiente encuentro. Esta

"delegación" temporal de la parte del dolor, hasta entonces no soportable, termina incorporándose

como capacidad de contención.

 

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Orígenes del arteterapia:

Probablemente los orígenes se remonten en torno a 1924, cuando Freud señalaba la relación entre

infancia y creación: "todo niño que juega crea su mundo propio, o mejor dicho, inserta las cosas de

su mundo en un nuevo orden que le guste." No podemos olvidar, sin embargo, que, ya desde el

Paleolítico, los seres humanos hacían uso de los dibujos para comunicarse entre ellos y dejar

constancia de su existencia.

Pero no sería hasta dos décadas después de aquellas primeras ideas apuntadas por Freud, cuando

reconocidos psicoanalistas mostrarían su interés por las imágenes como representaciones del

inconsciente, y por el potencial terapéutico del proceso creativo en sí mismo. El psicólogo

experimental Jean Piaget aportó algunas ideas sobre el desarrollo infantil que aún hoy en día rigen el

campo del arteterapia; en concreto, entender el juego simbólico como el elemento primordial en el

desarrollo y la maduración del niño

También los pedagogos americanos, alrededor de los años treinta, influidos por el pensamiento

reconstruccionista de Dewey, encontraron en el arte infantil una forma de expresión personal, un

medio a través del cual transformar la vida del individuo y la sociedad, atribuyéndole un alto poder

para resolver conflictos. Pero la utilización de la expresión artística como metodología terapéutica

para paliar el sufrimiento, tiene uno de sus orígenes en el pintor inglés Adrian Hill, quien en 1941

presentó en sociedad su libro La terapéutica por el Arte, una recopilación teórica fruto de su propia

experiencia con los materiales pictóricos que le ayudaron a superar los momentos traumáticos

cuando ingresó en un sanatorio afectado de tuberculosis. Lo que había sido una experiencia personal,

y gracias a la sociedad de la Cruz Roja británica, se hizo extensiva a los enfermos incurables, los

militares de la RAF, y los oficiales, organizando exposiciones de pintura en los hospitales y los

sanatorios. Paralelamente, en Estados Unidos, la educadora y psicoterapeuta Margaret Naumburg

comenzó a hacer uso del arte como medio facilitador para la comunicación verbal en sus

tratamientos, mientras psicoanalistas como Sofía Morgenstern, Mélanie Klein, o Juliette Boutonnier

empezaban a explicar el inconsciente a través del dibujo infantil. No fue demasiado tiempo después

que el psicoanalista Donald Winnicott comenzó a teorizar sobre la vertiente terapéutica del dibujo

señalando que, para el psicoanalista, el dibujo del paciente no sólo aporta datos que pueden aclarar el

diagnóstico sino que es, en sí mismo, una estrategia primordial que facilita el trabajo entre el

terapeuta y el paciente. Françoise Dolto elaboraría, por aquellas fechas, una semiología proyectiva

basada en la proyección que niños y niñas hacen de la imagen total de sí mismos, y de su situación

emocional e intelectual en el dibujo.

 

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En las últimas décadas se ha avanzado mucho en el estudio, la investigación y la práctica del

arteterapia, por lo que esta disciplina se ha ido haciendo un espacio en el ámbito de las profesiones

asistenciales ligadas a la psicoterapia. Desde los años 60 el arteterapia es una profesión reconocida y

reglada en Estados Unidos, Inglaterra, Gran Bretaña, Israel y Canadá; y se encuentra en vías de

reconocimiento en muchos otros países de la Unión Europea, entre otros España.

Hasta hoy el uso del arteterapia se ha documentado en una gran variedad de colectivos, y se utiliza

en tratamientos con niños, adolescentes, adultos y personas mayores con características y

necesidades diversas, que van desde el ámbito de la salud mental y el tratamiento de aspectos

psicológicos y emocionales, al ámbito del crecimiento personal.

El juego i la creación como lenguaje para comunicarse.

Si nos ponemos en la piel del niño, la creación, el juego y la imaginación constituyen formas

artísticas "naturales" para integrar las experiencias cotidianas, al tiempo que canales para metabolizar

cabalmente la percepción y el sentimiento. En el niño, todo lo que pertenece al imaginario está

situado al mismo nivel otorgando la misma importancia a todo tipo de naturalezas, ya sean humanas,

animales, vegetales, etc. Es a través de la recreación de escenas mediante el dibujo y el juego, que el

niño intenta organizar su mundo; los dibujos, además, le permiten la posibilidad de seguir

manteniendo sus vínculos afectivos con las personas importantes de su vida, a pesar de su ausencia

física. En definitiva, como planteó Winnicott, los dibujos son también puentes que pueden procurar

"una reparación" de una realidad traumática.

Como hemos visto anteriormente, en el arteterapia la creación se convierte en un espacio donde

poder depositar emociones profundas, enunciar sentimientos a menudo mezclados y escasamente

comprendidos posibilitando, con la ayuda del arteterapeuta, verlos con mayor claridad y orden para

que se puedan entender e incorporar de una forma más sana. El niño puede colocar en el objeto

creado sentimientos difíciles como el dolor, la vergüenza, el miedo, la tristeza, la rabia... En ese

espacio terapéutico, el control sobre su mundo interno, que facilita la creación, hace posible la

vivencia de esos sentimientos que, en lugar de ser actuados, pueden ser elaborados. El trabajo del

arteterapeuta consiste aquí en recoger y traducir las vivencias y sentimientos que trae el niño a la

sesión transformándolos en algo más fácil de comprender facilitando, así, que pueda ir digiriendo

todas estas emociones que lo acompañan.

Del mismo modo, el arteterapia posibilita también que el niño aprenda a involucrarse en relaciones

enriquecedoras y gratificantes con un adulto y/o con sus iguales, en caso de trabajo grupal, creando

 

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así nuevos patrones de relaciones; la mera presencia del otro dentro de la sesión que acoge los

estados mentales y emocionales respondiendo a los mismos a través de distintas interpretaciones,

hace que la actividad creadora, entendida en el sentido más amplio, estimule transformaciones más

profundas en el niño. A su vez, si se siente acompañado en el proceso para integrarlas, estas

transformaciones perdurarán una vez finalizado el proceso terapéutico.

La búsqueda de identidad del adolescente.

El adolescente gestiona de forma escindida los conflictos que corresponden al mundo infantil y los

que corresponden al mundo del adulto; esta vivencia interna conlleva a menudo una lucha personal

que toma forma a través de desencuentros con los padres, maestros, hermanos y otros representantes

del mundo adulto y de "la autoridad". Es bien sabido que la adolescencia es una etapa difícil de

transición, un período marcado por sucesivas pérdidas y cambios con los respectivos duelos a

elaborar, que a menudo vienen marcados por la adaptación a las nuevas demandas del mundo

exterior. El trabajo de arteterapia, en esta etapa, permite facilitar una visión creativa de la vida que

proporciona amplitud de miras y un gran abanico de posibilidades y alternativas; ofrece las

herramientas adecuadas para conocerse a sí mismo y aprender a convivir y comunicarse. El

adolescente tiene necesidad de reafirmarse, pero al mismo tiempo tiende a la desvalorización y a la

falta de confianza en sí mismo; éste es un periodo que se torna confuso porque abre muchas dudas

sobre la propia identidad y sobre el futuro.

La adolescencia es un periodo muy favorable para la expresión y la creatividad. Como momento de

crisis -de ruptura con lo que ha acompañado hasta entonces, de necesidad de liberación de los

aspectos infantiles- es un período propicio, si se tienen los medios necesarios, a la expresión

simbólica. Para ello el adolescente necesita poder experimentar, probar y redescubrir en todos los

dominios; pero raramente lo hace solo y por iniciativa propia. El grupo, en este momento vital, tiene

una función muy importante, y por esta razón el trabajo en grupo de iguales a través del arteterapia

puede ayudar a reducir el sentimiento de aislamiento y favorecer el aprendizaje, por medio de

ensayos-errores, de la vida social. A la vez, la comprobación de que otros miembros del grupo

encaran sus problemas de forma distinta puede ser también estimulante y de gran ayuda para la

adquisición de las propias herramientas y recursos. Con el grupo de iguales, el adolescente puede

revivir las dinámicas familiares de una forma metafórica y menos peligrosa, sin la confrontación con

el adulto, compartiendo experiencias, aprendiendo de los conflictos y construyendo una relación con

humor, imaginación y creatividad que lo lleve a una buena comunicación. La actividad

 

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artística/creativa transcurre en un ambiente en el que no se emiten juicios lo cual permite que el

adolescente pueda expresar libremente su violencia, sus cóleras, sus sueños, sus esperanzas y

desengaños, a través de una vía segura, fuera de todo peligro, y en un marco contenido en el cual el

arteterapeuta velará por el mantenimiento de los límites.

La fuerza del grupo en arteterapia.

Teniendo en cuenta que la mayoría del aprendizaje social se lleva a cabo en grupo, esta modalidad de

arteterapia ofrece un contexto idóneo para la práctica de los roles sociales donde cada miembro del

grupo aprende del feedback de los otros miembros. Tal y como hemos apuntado, el trabajo en grupo,

tanto con niños como con adolescentes, puede ser muy beneficioso. Ya conocemos lo que se dice:

"son necesarios dos para poder ver a uno", así pues el trabajo terapéutico en grupo hace que todo lo

que suceda en las sesiones adquiera un significado diferente, al hacerlo delante de los demás. La

posibilidad de compartir experiencias y sentimientos con compañeros de la misma edad y momento

vital posiblemente sea uno de los factores cualitativos más importante del trabajo en grupo; en este

formato cada integrante aporta elementos que pueden ser terapéuticos para el resto, y cada uno recibe

lo que genera el conjunto del grupo.

En el transcurso de la terapia cada miembro hace su propio proceso reproduciendo su "talante"

relacional cotidiano in situ; puede investigar nuevas maneras, evolucionar y mejorar sus capacidades

en la relación grupal. A la vez, la interacción entre los miembros, y con los materiales, proporciona a

cada uno la oportunidad de expresarse a través de las producciones y de la palabra, pudiendo ser

escuchado y aprendiendo a escuchar, mostrándose y dándose a conocer a la vez que amplía lo que

sabe del otro. Sirviéndose los unos a los otros de espejo, cada componente del grupo se ve reflejado,

identificado o diferenciado y, en todo caso, ganando capacidad de empatía. Así pues el trabajo en

grupo facilita sentirse acompañado en las emociones más difíciles para poder acercarse a las propias

dificultades y a las de los demás. En este sentido, la producción de obras proporciona una vía para

acercarse a estos sentimientos mediante una estrategia de rodeo con el uso de metáforas; a través de

ellas el grupo ofrece a sus integrantes una diversidad de imágenes y material simbólico equiparable a

la variedad de ideas, opiniones, conductas, propuestas, reacciones, que se cuestionan las unas a las

otras ofreciendo la oportunidad del diálogo y ampliando el bagaje de cada uno; de esta manera el

grupo evoluciona en el aprendizaje sobre la diferencia.

En el grupo, los sentimientos y las diferentes maneras de relacionarse se escenifican a través de

proyecciones en sus obras tomando así formas más concretas que pueden ser devueltas para que

 

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puedan ser pensadas y entendidas. El arteterapeuta se encarga de la recepción y la contención de todo

lo que emerge de forma activa, estando atento a los diferentes niveles de acontecimientos conscientes

e inconscientes que pasan a lo largo de la sesión, escuchando en el sentido más amplio, interesándose

por todo aquello que aporta cada miembro del grupo e invitando a todos a participar. Se encarga

también de recoger las aportaciones creativas y verbales de cada uno de ellos y plantea hipótesis que

fomenten las asociaciones de ideas; de esta manera, al verbalizar lo que va comprendiendo, el

arteterapeuta ofrece al grupo la posibilidad de pensar sobre la experiencia.

Por último, el grupo ofrece un espacio donde cada miembro tiene su función, siendo estos roles

intercambiables según el momento y el día, donde los más decididos abran camino a los menos

atrevidos lanzándose a investigar con los materiales, mientras los más reflexivos sirven de

contención a los más actuadores e impulsivos. Esta dinámica ayuda a mantener los límites para el

buen funcionamiento del grupo. De este modo, a través de la cooperación se facilita que unos y otros

puedan tomar parte y participar como se sientan más cómodos, lo cual les permite moverse de la

postura que toman habitualmente. Igualmente, para el buen funcionamiento del grupo, el

arteterapeuta deberá poner su capacidad de contención al servicio del mantenimiento de los límites,

animando al grupo a evolucionar en el aprendizaje de la autorregulación.

Cómo transcurre una sesión de arteterapia

En términos generales las sesiones de arteterapia, tanto individuales como en grupo, se dividen en

tres partes la duración de cada una de las cuales no es fija y dependerá de las características de cada

miembro o grupo, así como de las necesidades de cada sesión.

• En la primera parte de la sesión lo que se busca es que el paciente tenga un espacio de tiempo más

o menos breve de toma o reanudación de contacto con el arteterapeuta, con los otros miembros del

grupo (en caso de terapia grupal), con los materiales y con el espacio. Este momento de encuentro a

veces también sirve para explicar cosas que han ocurrido desde la última sesión, anunciar cambios de

fechas, o retomar algún aspecto de la sesión anterior que quedó por mostrar. En grupo, a veces sirve

para que empiecen a surgir ideas sobre las que después se pueda basar el trabajo plástico, si se cree

conveniente.

Tanto si la sesión es directiva como si no lo es, el terapeuta suele aprovechar estos primeros minutos

para explicar cuál es el propósito de la sesión y cómo acercarse a él a través del uso de los materiales

disponibles; en caso de que se trabaje bajo una consigna, ésta estará enfocada en un tema específico

 

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que sea útil en su posterior discusión para trabajar y solucionar determinadas áreas de conflicto.

• La segunda parte de la sesión es la parte del trabajo con los materiales. Durante el proceso creativo

o de juego el arteterapeuta acompaña mientras se trabaja libremente con los materiales que se tienen

a disposición, siempre pensados según las necesidades y la edad. A menudo, en las sesiones

individuales, no hay consigna concreta sino que cada paciente trabaja con lo que su estado emocional

le dicta, con lo que le sugieren los materiales y con lo que "trae" ese día; ello genera un ambiente en

el cual el paciente puede expresarse con libertad lo que permite hacerse una idea más precisa de

cuáles son sus necesidades y sentimientos; en el trabajo en grupo también se puede trabajar sin

consigna si el grupo es bastante maduro; sino, a menudo va bien acotar un poco, ya sea

proporcionando un tema o una técnica a utilizar para la creación.

El arteterapeuta está más o menos implicado en el proceso creativo según se necesite de él; su

principal tarea es observar las cosas que van pasando a todos los niveles, y ponerlas en palabras

cuando sienta que puede ayudar a su comprensión; se trata de describir, de observar y poner nombre

a todo lo que va sucediendo para ayudar a pensar. Con su atención, el terapeuta explora el proceso

creativo de cada paciente y le invita a profundizar en él animándolo a la expresión y al diálogo;

mostrando su interés y entusiasmo, el terapeuta busca que el paciente priorice y tome compromiso,

de forma que siga enfrascándose. A veces será necesario ayudar a integrar o fragmentar imágenes o

secuencias del juego, haciéndolo de una manera activa. La exploración permite que el paciente sienta

que estamos conectados con su proceso creativo, lo que le hará sentirse más seguro para poder salir

de su bloqueo e ir un poco más allá en la definición de lo que está queriendo decir.

Hay pacientes que trabajan en la misma producción a lo largo de más de una sesión, o que retornan a

una obra que dejaron semanas atrás para finalmente generar algo nuevo; otros, por ejemplo, hacen

las obras en cinco minutos y cambian a otra cosa rápidamente. Estos funcionamientos son

informaciones útiles para el terapeuta, que le sirven para comprender las formas en que el paciente se

relaciona consigo mismo y con el mundo.

A lo largo del proceso, el arteterapeuta puede ir introduciendo más materiales, sugeridos o no,

siempre que vea que pueden facilitar y enriquecer la expresión y la comunicación.

• Finalmente, la tercera y última parte de la sesión se reserva para hablar (y compartir en el caso de

los grupos) sobre lo que se ha hecho y también sobre las cosas que han ido pasando durante el

proceso creativo: dificultades, dudas, cambios, soluciones, etc, todo ello poniendo en común

 

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impresiones e ideas que permiten ir elaborando de manera espontánea el contenido de las obras.

Durante estas conversaciones se van estableciendo asociaciones entre los aspectos formales y las

impresiones emocionales y, entre pacientes, terapeuta y obra. Este proceso implica una exploración,

tanto del "creador/es" como del terapeuta, sobre el significado de las imágenes ya que, como hemos

mencionado anteriormente, las formas artísticas son enunciados que tienen muchos niveles de lectura

diferentes; partiendo de la obra en sí misma y de lo que el paciente pueda explicar de ella, el

terapeuta puede sugerir nuevos significantes ayudando a explorar y/o entender los conflictos

subyacentes que están relacionados con él y sus dificultades.

Los últimos minutos de la sesión se dedican a recoger, en el sentido más amplio de la palabra, todos

los elementos importantes que han ido apareciendo a lo largo de la sesión para dejar constancia de

ésta secuencialmente; con ello se pretende también que el paciente o el grupo retorne a su

cotidianidad con sensación de estar contenido y situado, de modo que todo lo que haya ido

emergiendo durante la sesión se pueda colocar en su sitio para poder seguir trabajando en el próximo

encuentro.

Conclusión:

A través de este artículo sobre el uso del arteterapia como metodología para la expresión y la

resolución de los conflictos psicológicos hemos mostrado cómo, a menudo, las imágenes pueden ser

un buen medio para ayudar a comunicar lo que sucede dentro de uno mismo; en especial respecto de

ciertas cosas que son de difícil comunicación a través de la palabra pero que son causantes de

inquietud. Simbolizar sentimientos y experiencias a través de imágenes puede constituir un vehículo

de expresión y de comunicación más poderosa que la descripción verbal, al tiempo que posibilita que

estos sentimientos y experiencias se vuelvan menos amenazantes una vez depositados fuera y vistos

en perspectiva (Dalley, 1987:16).

Así pues el arteterapia brinda un puente hacia la comprensión y superación de los problemas; a la vez

que se convierte en una experiencia única de relación afectiva positiva basada en el respeto y la

comprensión de los estados emocionales.

“La actividad artística proporciona un medio concreto -no verbal-

 

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a través del cual una persona puede lograr una expresión al mismo

tiempo consciente e inconsciente, que a su vez puede emplearse como

valioso agente de cambio terapéutico " Tessa Dalley

 

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Referencias bibliográficas

- Case C & Dalley T (1992) “The handbook of art therapy”. Routldege, London, UK

- Case C & Dalley T (1990) “Working with children in Art Therapy” imprint of Taylor &

Francis Books Lt Paperback- February 8. Routldege, London, UK.

- Martínez, Sol; 2009. “Arteterapia con niños en edad prescolar”; en Papeles de arteterapia y

educación artística para la inclusión social pp.159-175; vol. 4. Publicaciones universidad

Complutense de Madrid, 2009.

- Villegas, Mercè. (2003); “Contes, joc, dibuixos i paraules. La contenció en el tractament de

nens petits.” a Divuitenes jornades de la revista catalana de psicoanàlisis; novembre del 2003.

- Winnicott, Donald. 1993. El niño y el mundo externo. Ed. Lumen S.A.

- Winnicott, Donald; 1971. Realidad y juego, Ed. Gedisa, Barcelona.

Webs de asociaciones de arteterapia:

Ø http://www.arteterapia.org.es “Ate” Asociación de Arteterapeutas Españoles.

Ø http://www.arttherapy.org American Art Therapy Association

Ø http://www.baat.org/index.html The British Association of Art Therapists

Ø http://www.anata.org.au Australian National AT Association

Ø http://www.artherapie.com Art Therapy in France

Ø http://www.dgkt.de/frameset.htm German Association of Art Therapy

Ø http://www.sofer.com/art-therapy Art Therapy Web Page - England

Ø http://artpsychotherapy.com Art Psychotherapy.com

Ø http://www.art-therapy.us Art Therapy: Donna Betts, PhD, ATR-BC