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HERBERTH AUGUSTO RUEDA ANTEZANA ID UM17407SUR25197 CURSO: CITY AND TERRITORY (CIUDAD Y TERRITORIO) 1

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HERBERTH AUGUSTO RUEDA ANTEZANAID UM17407SUR25197

CURSO: CITY AND TERRITORY(CIUDAD Y TERRITORIO)

ATLANTIC INTERNATIONAL UNIVERSITYHONOLULU, HAWAII

WINTER 2012

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INDICEINTRODUCCIÓN ……………………………………………………………………………………..3

I.- PRESENTACIÓN ………………………………………………………………………………………………..….3

II.- OBJETIVO TERMINAL DEL CURSO …………………………………………………………………….….3

III.- BREVE DESCRIPCIÓN ……………………………………………………………………………………….….4

DESARROLLO ……………………………………………………………………………………………….……..….5

I.- MÓDULO 1 ……………………………………………………………………………………………………….…...5URBANIZACIÓN Y CIUDAD EN LA GLOBALIZACIÓN ........................................51. EL MUNDO DE LAS CIUDADES ……………………………………………………………………………..52. LA CIUDAD Y SUS DESAFÍOS HOY ……………………………………………………………………….193. LA CIUDAD EN SUS TRES DIMENSIONES ………………………………………………………….…224. ESTRATEGIAS URBANAS EN LA GLOBALIZACIÓN ………………………………………..…….28A.- Replantear La Razón De Ser De La Ciudad: Urbanismo Ciudadano ……………………...28B.- Respetar Los Derechos Ciudadanos: El Derecho A La Ciudad ……………………………….34C.- Utilizar Con Inteligencia Las Presiones Globales ……………………………………………….….57D.- La Ciudad De Los Niños ………………………………………………………………………………………..58E.- Ecoalfabetización Y Ecodiseño ………………………………………………………………………..…….66

II.- MÓDULO 2 ……………………………………………………………………………………………………….….69LA CIUDAD Y LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN ........................................691. URBANIZACIÓN Y SOCIEDAD URBANA …………………………………………………………….…692. LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LOS ESPACIOS URBANOS: LAS

TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LA COMUNICACIÓN Y LA CIUDAD DIGITAL ……………………………………………………………………………………………………………………………..72

3. ESTRATEGIAS EN LÍNEA DE LAS CIUDADES ………………………………………………….…….84A.- Tecnologías De Información Y Comunicación Y Ciudadanía …………………………..……84B.- El Derecho A La Información …………………………………………………………………………….….85C.- Democracia Digital ………………………………………………………………………………………….…..85D.- Las Tic Como Instrumento Para Redes Ciudadanas Y Solidarias ……………………….….87

CONCLUSIÓNES …………………………………………………………………………………………………….88

BIBLIOGRAFÍA …………………………………………………………………………………………………..….90

REFERENCIAS ………………………………………………………………………………………………….…….91

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INTRODUCCIÓN

I.- PRESENTACIÓN.

El temario de este curso ha sido tomado del Curso de especialización de postgrado sobre INTERVENSIÓN Y GESTIÓN DE LA CIUDAD, de la Universitat Oberta de Cataluya, el cual está bajo la dirección de Jordi Borja y Manuel Herce, investigadores de nivel y prestigio internacionales. Por ejemplo, Jordi Borja (1941) es geógrafo y urbanista, y uno de los máximos referentes del desarrollo urbano de Barcelona tras la dictadura franquista. Fue miembro del gobierno de la ciudad de Barcelona de1983 a 1995, con el alcalde Pasqual Maragall, y como tal concibió el ambicioso programa de descentralización de la ciudad, una de las claves del llamado “Modelo Barcelona”. Ha escrito libros como “Global y Local”, con Manuel Castells (Taurus, Madrid y Earthscan, Londres, 1997), “Espai públic: ciutat i ciutadania”, con Zaida Muxi (Diputación de Barcelona, 2001), “Ciudadanía europea” (Peninsula, 2001, Barcelona), y “La Ciudad Conquistada” (Editorial Alianza, 2003). Es Director de Jordi Borja Urbah Tecnology Consulting S. L. consultoría que trabaja en España y en América Latina. Es Director del Master “la Ciudad, Políticas, proyectos y gestión” (Universidad de Barcelona), profesor invitado en New York (Pratt Institute, 1999 y New School, 2002) y en Paris, (Institut Français d´Urbanisme 1996-97 y 2001-2002) y director del postgrado de Proyecto Urbano de la Universidad de Buenos Aires.

II.- OBJETIVO TERMINAL DEL CURSO.

Competencia 1.Capacidad para comprender los procesos de urbanización y de conformación de las regiones urbanas metropolitanas.Objetivos:1.1 Conocer brevemente la historia de la urbanización.1.2 Comprender el proceso de conformación de las regiones urbanas metropolitanas en el último cuarto de siglo.1.3 Identificar los desafíos urbanos de estos territorios.Competencia 2.Capacidad para comprender e interpretar los diferentes niveles de nueva realidad metropolitana y sus implicaciones en la gobernabilidad, gestión y planificación de este territorio.Objetivos:2.1 Identificar y distinguir los diferentes niveles de la nueva realidad metropolitana.2.2 Traducir estos niveles a una realidad urbana concreta.2.3 Comprender sus implicaciones en la gobernabilidad, gestión y planificación de este territorio.2.4 Comprender las dinámicas y retos propios de cada nivel.

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2.5 Relacionar los procesos de transformación o urbanización de una ciudad concreta con todo lo anterior.Competencia 3.Capacidad para comprender y analizar los cambios en la organización de la base económica de las ciudades y los procesos espaciales, económicos y sociales derivados de estos.Objetivos:3.1 Comprender los cambios en la organización de la base económica de las ciudades.3.2 Comprender los efectos de estos cambios en los ámbitos de la producción y del consumo.3.3 Identificar la importancia creciente de la tecnología de la información y de la telecomunicación en este proceso de transición.3.4 Interpretar el cambio urbano derivado del desarrollo de la sociedad de la información.3.5 Discutir y valorar las paradojas que han introducido las tecnologías de la información y comunicación en la ciudad en las últimas décadas.Competencia 4.Capacidad para comprender y analizar la importancia de las TIC como definidoras del proceso de transformación del espacio.Objetivos:4.1 Identificar los principales impactos que la globalización económica y la implementación de TIC significan hoy en día para la ciudad.4.2 Analizar cuales son los riesgos y los retos principales que las ciudades afrontan en el mediano y largo plazo como resultado de estos procesos.4.3 Identificar las oportunidades urbanas derivadas del TIC y evaluar los impactos locales e internacionales posibles.Competencia 5.Capacidad para analizar, sintetizar y evaluar las transformaciones físicas y sociales de un territorio.Objetivos:5.1 Exponer el proceso de urbanización de los últimos cincuenta años de un caso concreto.5.2 Describir las principales transformaciones físicas, sociales y económicas.5.3 Elaborar un análisis integral.5.4 Evaluar esta realidad plasmando los contenidos teóricos y prácticos adquiridos durante el curso.

III.- BREVE DESCRIPCIÓN DEL TEMA.

Para Borja Y Herce, la ciudad es pluridimensional, con centros y periferias que constituyen, en las grandes ciudades y regiones muy urbanizadas, sistemas complejos. Una complejidad que se refleja en el ámbito político-administrativo, ciudades o aglomeraciones plurimunicipales, áreas metropolitanas de geometrías variables,

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nuevas regiones “estratégicas” que se extienden sobre territorios divididos en municipios, provincias y a veces estados. La gobernabilidad de estos territorios, es decir, la viabilidad de las políticas públicas, nos plantean desafíos nuevos.Se hace ciudad sobre la ciudad, las viejas y nuevas periferias son a la vez áreas problemáticas y de oportunidad, la ciudad difusa exige una innovación urbanística y administrativa nueva. Las políticas urbanas deben integrarse, no pueden ser objeto de administraciones y de profesiones sectoriales y especializadas.En este curso se analiza tanto la complejidad de la sociedad urbana como las dinámicas urbanizadoras, y se relacionan las formas espaciales con las estrategias urbanas generadas por la globalización y la difusión de las actuales tecnologías de la información.Finalmente, se plantea la cuestión del concepto de ciudadanía hoy, de los derechos y deberes que lo integran y de las políticas públicas correspondientes.

DESARROLLO

I.- MÓDULO 1.

URBANIZACIÓN Y CIUDAD EN LA GLOBALIZACIÓN

1.- EL MUNDO DE LAS CIUDADES.

La ciudad es un “Artefacto” altamente sofisticado, diseñado por el hombre con el propósito de organizar y proteger sus actividades. La Ciudad se origina, entonces, como respuesta físico-espacial: cuando una especie de “simio del sur” (Australopithecus afarensis) se irguió y comenzó a andar en dos patas. En aquellos tiempos los homínidos desarrollaron cerebros complejos que les permitieron manufacturar las primeras herramientas y concebir el lenguaje, mientras que la indefensión de sus hijos los condujo a formar familias y comunidades para protegerse, las cuales serían la base de la vida social humana. (1)

La ciudad es un territorio delimitado por la historia y el lugar significante donde se concentran poblaciones y actividades (Jordi Borja; 2009). La ciudad, a su vez, para Gema Jover Roig, es identificada como una realidad histórica, física, simbólica, coincidiendo con un centro con barrios al alrededor de dicho centro. Y que, para entender en profundidad a la ciudad, es necesario partir del conocimiento de la estructura y articulación de sus espacios, sus recursos, su medio natural, sus potencialidades, sus aspectos demográficos y sus sectores económicos, es decir, es indispensable establecer el punto de partida con un análisis social, económico y cultural que pueda dar una visión global de los factores endógenos y exógenos que obstaculizan o favorecen el desarrollo de su territorio. Las ciudades han ganado peso desde los años setenta y ochenta (siglo XX) hasta la actualidad ya no sólo espacio de gestión sino también ámbito para la definición de

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políticas y procesos sociales. Los procesos de descentralización política y/o desconcentración administrativa han creado el sustrato para promover este cambio. En paralelo, la crisis de la democracia representativa y la globalización han fortalecido al espacio local como ámbito destacado para la participación ciudadana asociada al territorio. Una ciudadanía, que cambia con la ciudad y que a su vez esa ciudad cambia con ella, en palabras de Robert Park… “La ciudad es el mundo que el ser humano ha creado, es también el mundo en el que a partir de ahora está condenado a vivir. Así pues, indirectamente y sin un sentido nítido de la naturaleza de su tarea, al hacer la ciudad, el ser humano se ha hace a sí mismo”. (2)

Esta “revolución urbana”, para Jordi Borja, no es la traducción directa de la globalización en el territorio, pero sí que viene causada por un conjunto de factores tecnológicos, económicos, políticos, sociales y culturales que también se vinculan a la globalización. La informatización, ha modificado las relaciones espacio-tiempo y permite desarrollar actividades diversas (profesionales, de ocio o cultura, de educación, de consumo) sin depender de una localización rígida. Si a ello se une la generalización de las formas modernas de comunicación, como el auto privado y las redes regionales de transporte y la telefonía móvil, es fácil deducir que la ciudad hoy ya no es lo que era. Los nuevos territorios urbanos, prosigue Borja, ya no se reducen a la ciudad central y su entorno más o menos aglomerado, lo que se llamó el “área metropolitana” (es decir, el modelo de ciudad de la sociedad industrial). El territorio urbano-regional es discontinuo, mezcla de zonas compactas con otras difusas, de centralidades diversas y áreas marginales, de espacios urbanizados y otros preservados o expectantes. Una ciudad de ciudades, en su versión optimista, o una combinación perversa entre enclaves globalizados de excelencia y fragmentos urbanos de bajo perfil ciudadano.El capital dominante, es hoy financiero más que productivo, nómada más que sedentario. Las decisiones se han “externalizado” del territorio, el cual se ha vulnerabilizado al tiempo que ha entrado en la carrera competitiva para atraer inversiones, actividades emblemáticas, turistas, etc. El capital fijo, dependiente del entramado económico local, se resquebraja, y las infraestructuras que soportan la nueva economía corren el riesgo de ser de uso efímero.El ámbito local-regional ha sido históricamente el de la reproducción social (educación, sanidad, vivienda, etc.), hoy afectado por la crisis del welfare state o el estado de bienestar (o por su carácter inconcluso) al mismo tiempo que las demandas se multiplican (formación continuada, envejecimiento, reducción del tamaño del núcleo familiar, colectivos pobres o marginales, etc.). Los poderes locales y regionales deben reorientar sus funciones hacia la “producción social” puesto que la “competitividad” del territorio corresponde a esta escala más que a la del “Estado-nación”. Pero no disponen de las competencias y recursos para ello (Smith, N. El redimensionamiento de las ciudades).La sociedad urbana, hace notar Borja, se ha hecho más compleja, más individualizada y más multicultural. Las grandes clases sociales de la época industrial se han

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fragmentado, los grupos sociales se definen en función de criterios múltiples (territoriales, culturales, etc. además de su relación con la producción), la autonomía del individuo se ha multiplicado. Los comportamientos urbanos se han diversificado (en los tiempos, movilidades, relaciones sociales, etc.) y por lo tanto también las demandas. Hoy las políticas urbanas no pueden ser simplemente “oferta” masiva, dirigida a grandes colectivos supuestamente homogéneos.Hay una paradoja: al mismo tiempo que individuos y ciudades apuestan por la distinción y la diferencia, las pautas culturales se globalizan y se homogenizan (Harvey, D. El arte de la renta). Arquitecturas y formas de consumo, informaciones y comportamientos de ocio, lenguas (las variantes del pseudoinglés) y vestimentas, se banalizan y pierden sus elementos distintivos cualificantes. La carrera hacia la competitividad mediante la distinción lleva a la no competitividad mediante la banalización. La gobernabilidad de los territorios urbano-regionales, continúa Jordi Borja, se convierte en un difícil desafío. Especialmente difícil, debido a los siguientes factores:-La multidimensinalidad del territorio urbano-regional (centros, periferias, red incompleta de geometría variable de ciudades medias y pequeñas, urbanización difusa, enclaves y hábitat marginal, etc.).-Las potentes dinámicas privadas de ocupación del suelo; en Barcelona-región metropolitana, en los últimos 25 años, la urbanización del suelo se ha multiplicado por dos siendo la población estable.-La nueva complejidad de la sociedad urbana y la diversidad de sus demandas y de sus comportamientos (movilidad, doble residencia).-La fragmentación de los poderes locales (entre 150 y 200 municipios en la región metropolitana de Barcelona, más comarcas, mancomunidades, entidades metropolitanas, Diputación, Generalitat, ministerios) que cooperan y se solapan, compiten, se estorban…-La fuerza económica y a veces legal de las iniciativas privadas o de entes públicos sectoriales a la hora de definir o modificar grandes proyectos sectoriales sobre el territorio.La gobernabilidad de estos territorios exige, anota Jordi Borja, una capacidad de innovación política que el marco institucional obstaculiza y que la deficiente representatividad de los partidos, convertidos en maquinarias electorales para ocupar posiciones en las instituciones, difícilmente supera. (Borja, J. La ciudad conquistada).En el plano económico, el discurso globalizador tuvo un arranque arrollador. La presentación de las ciudades como lugares modales (Castells y Sassen, obras citadas), las nuevas oportunidades de los territorios (argumento apoyado en emergencias y reconversiones exitosas) y la prioridad al posicionamiento en las redes globales y, en consecuencia, a su proyección exterior, han sido elementos clave de la construcción del vademecúm de la buena política urbana. El plan estratégico, a su vez, ha sido la herramienta operativa (o ha pretendido serlo) de las ciudades aspirantes a triunfar en el mundo global mediante el discurso “hipercompetitivo”. Un tipo de plan no normativo, que favorece tanto una concertación de cúpulas políticas con cúpulas

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económicas como un amplio proceso participativo. Y que puede convertirse en un proyecto político transformador de la ciudad o derivar en una cortina de humo llena de buenas intensiones sin otra función que legitimar las prácticas del poder.Ha habido reacciones sociales y políticas críticas, que han denunciado desde un plano ideológico cómo la aceptación de la prioridad a la “competitividad” significaba aceptar casi siempre una posición de dependencia respecto a los mecanismos excluyentes que dominan la vida financiera y comercial internacional y que en la práctica acentuaban las desigualdades y la dualización social y territorial de la ciudad. Estas reacciones apuestan por planes de carácter más proteccionista, alternativos, que a su manera pueden ser modernizadores (por ejemplo, la “nueva cultura del agua”, concepto reivindicativo y alternativo forjado por el movimiento social de oposición al Plan Hidrológico Nacional, derogado por el actual gobierno de España), reutilizadores del capital fijo y generadores de empleo. En bastantes casos, la oposición a la adaptación acrítica a la globalización se fundamentó también en la revalorización de los elementos identitarios del territorio y en la defensa de la calidad de vida y de un desarrollo sostenible.La síntesis teóricamente posible, para Jordi Borja, es cuadrar la ecuación competitividad, cohesión social, sostenibilidad, gobernabilidad y participación. No es evidente, y aún no se ha descubierto la piedra filosofal para ello, por lo menos rebus sic stantibus. (Estando así las cosas).Es significativa la importancia creciente que adquieren los factores culturales en la orientación de los procesos urbanos actuales. Por una parte, la conciencia de las desigualdades sociales, el afán de distinción, el miedo a los otros y el refugio en la vida privada son muy funcionales al modelo del urbanismo globalizado. Por otra surge una contestación cultural a los impactos de la globalización y de la economía de mercado sobre el territorio.La defensa del patrimonio construido del paisaje, de la población y sus habilidades, de las relaciones sociales consolidadas por el tiempo, la lengua y las culturas especificas y la valorización de la animación urbana (por ejemplo de la calle y el espacio público como elementos fundamentales de la ciudad) todo ello cuenta cada vez más en la resistencia a los proyectos privados o públicos con fuertes impactos sobre el territorio. El rechazo a la homogenización cultural que conlleva la globalización también forma parte de los actuales procesos urbanos.Es sobre los modelos de desarrollo urbano, dice Borja, que parece más pertinente detenerse. Es evidente que existen unas dinámicas territoriales empujadas por la globalización (Smith) en un marco imperfecto de economía de mercado dominado por los que disponen de “rentas monopólicas”. Pero también lo es que hay dinámicas de signo contrario o que modifican los efectos de las primeras.El modelo de desarrollo urbano característico de la era de la globalización es la “urbanización difusa y discontinua” mediante productos urbanos constitutivos de enclaves o parques temáticos mercantilizados (de ocio, comerciales, empresariales, tecnológicos, etc.) y áreas degradadas o marginales (Muxi, Z. La arquitectura de la ciudad global). Una urbanización de suelo regional que puede darse sin crecimiento

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económico, en América Latina por ejemplo, o sin crecimiento demográfico como en Europa. Es la urbanización que genera “espacios lacónicos” punteados por shopping malls y gasolineras, de las “áreas de excelencia” (parques empresariales o tecnológicos, barrios cerrados exclusivos), red de autopistas y estratificación social en función de la distancia-tiempo a los lugares de centralidad. Sin embargo hay dinámicas de sentido contrario que encuentran también su expresión en el urbanismo actual. No tanto en el new urbanism que crea sucedáneos de “ciudad europea compacta” sino en el urbanismo “ciudadano” presente en grados diversos en las políticas de bastantes ciudades europeas y americanas. Es el urbanismo del “espacio público” y de la ciudad densa que ha distinguido el llamado “modelo Barcelona”, de construcción de centralidades, de mixtura social y funcional (sobre la mixtura social, ver especialmente la experiencia francesa, normativizada en la ley de Solidaridad y Renovación Urbana de 1999). La arquitectura banalizada y estandarizada caracteriza al urbanismo “globalizado”, lo mismo que el uso y el abuso de las arquitecturas ostentosas y “no reproducibles” para marcar simbólicamente las zonas de excelencia. El urbanismo “ciudadano”, para Borja, apuesta por el perfil identitario de lo urbano, atendiendo a la morfología del lugar, a la calidad del entorno y a la integración de los elementos arquitectónicos excepcionales o emblemáticos. En realidad es frecuente que ambas tendencias se mezclen y confronten en la misma ciudad, como en la Barcelona actual.El efecto “político” de esta confrontación de modelos, es incierto, aunque no cabe duda de que, con independencia de las voluntades políticas locales, en el marco de la economía globalizada capitalista, de la propiedad privada del suelo y de la mercantilización de la vivienda, la tendencia dominante es la de la “urbanización difusa” y de la producción de enclaves o parques temáticos. Es la del urbanismo de la privatización, de la distinción y del miedo. En algunos países europeos se han implementado políticas urbanas de signo ciudadano, como en Gran Bretaña y en Francia, pero en el mejor de los casos se obtienen resultados contradictorios, es decir, un poco de todo. En Francia la hegemonía cultural del projet urban que ha orientado el excelente urbanismo de diversas ciudades en los últimos 20 años, no ha impedido la urbanización difusa, creciente y banal de una parte del territorio.El resultado final es muy funcional al urbanismo de la globalización, siguiendo el razonamiento de Harvey, puesto que la competitividad entre los territorios requiere estos “lugares nodales de cualidad” que son las ciudades vivas, con espacios públicos animados y ofertas culturales y comerciales diversas, con entornos agradables y seguros, donde se concentra el terciario de excelencia y el ocio atractivo para los visitantes. Los residentes son los extras de la película.El “modelo barcelonés”, hace notar Jordi Borja, parte de unas premisas interesantes, aunque no es evidente que estén todavía vírgenes y menos aún que lo hecho sea un modelo aplicable a otras ciudades. Las premisas que se dan a finales de los 70, son muy específicas: La coyuntura política y cultural es la de los inicios de la democracia. La década que precedió a la democracia fue de gran movilización cívica, tanto en los

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ámbitos ciudadanos barriales como en lo medios profesionales. La critica al urbanismo desarrollista, la recuperación de lo mejor de la propuesta de Cerdá y del movimiento moderno, la elaboración de propuestas para cada barrio y para la ciudad basadas en una concepción igualitaria del espacio público y los equipamientos y la legitimación de un urbanismo participativo construyeron un consenso activo que las fuerzas políticas no podían dejar de lado.

El éxito es indiscutible, y sobre todo, vistoso. Unos 300 proyectos realizados de espacios públicos y de equipamientos de calidad repartidos en toda la ciudad. Se proyecta una ambiciosa política de generación de nuevas centralidades, del eje del frente del mar y de la transformación del este de la ciudad (zona de industrias e infraestructura relativamente obsoletas). Proyectos integrales de regeneración de barrios. Oferta cultural diversificada y revalorización del patrimonio arquitectónico. Descentralización hacia los distritos y los barrios y reconocimiento de los interlocutores sociales. Infraestructuras ciudadanas que comunican los fragmentos de la ciudad y su entorno inmediato. La ciudad cambia de imagen, se reducen las desigualdades sociales en el territorio, se genera empleo, la ciudad se posiciona favorablemente en los flujos internacionales.Pero a mediados de los 90 las condiciones iniciales habían cambiado. La ciudad se ha enriquecido y la inversión privada en la ciudad se ha hecho muy rentable. El gobierno local, por el contrario, se ha empobrecido, tanto en el plano económico como cultural, y necesita hacer del label Barcelona (etiqueta Barcelona) un factor de atracción de capitales y turistas. Las políticas urbanas anteriores en parte se mantienen pero en dura y casi siempre desigual competencia con nuevas políticas, más acordes con las condiciones de la globalización y del mercado.El éxito ha tenido también efectos adversos, los precios del suelo y de las viviendas se disparan. Los new projects se proponen simplemente vender la ciudad al promotor privado y el resultado más emblemático es la discutible operación Diagonal Mar. La presión del sector privado conlleva la realización de enclaves, parques temáticos, de operaciones segregadas, de destrucción del patrimonio arquitectónico (especialmente

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la herencia de la ciudad industrial), de deslocalización de sectores medios y bajos hacia la región metropolitana, de crecimiento de la urbanización difusa sin que corresponda a un crecimiento de la población. El modelo “Barcelona” se pone en cuestión. O, en todo caso, se puede hablar de un “contramodelo” que entra en contradicción con el anterior.Mientras la ciudad-centro (Barcelona municipio) se orienta a ser un parque temático de terciario que pretende ser de “excelencia”, aunque predomina la oferta de servicios de ocio, en la región metropolitana emergen las contradicciones propias de la urbanización globalizada. Espacios fragmentados por autopistas mientras que la red del “ferro” (tren, metro, tranvía) sigue con mucho retraso. Desarrollos privatizados de baja densidad de urbanizaciones de viviendas adosadas o no. Hiperconsumo de suelo, agua y servicios en general. Segregación social y funcional crecientes. Urbanización discontinua y despilfarradora. Enclaves especializados.Pero hay otra cara de la realidad. Un territorio estructurado por ciudades medias dotadas de potencial de centralidad. Una conciencia colectiva que se expresa en demandas de calidad de vida y desarrollo sostenible. Un tejido económico y cultural diversificado. Unas voluntades políticas, no siempre hegemónicas, que no se quieren someter a la lógica mercantil a cualquier precio. Y un sentido crítico en la ciudad central, en Barcelona, cuestiona la deriva del supuesto modelo ideal, que en la última década se ha sometido demasiadas veces a la contrarrevolución urbana.En fin, acota Jordi Borja, una realidad contradictoria, ambivalente, no condenada necesariamente ha convertirse en ejemplo de urbanismo globalizado que exponen en sus estimulantes análisis críticos Harvey y Smith. Aunque a veces los proyectos recientes parecen ejemplificar todas sus tesis. (3)

En consecuencia, para Borja, estamos en una situación donde hay más urbanización que ciudad e incluso en América Latina hay urbanización sin crecimiento económico. En Europa lo que hay es urbanización sin crecimiento demográfico. En los últimos 40 años la población de la región de Madrid se ha multiplicado por 2, pero el suelo urbanizado se ha multiplicado por 5. En Barcelona, en los últimos 20 años, la población de la región metropolitana es la misma, de entre 3.5 y 4 millones, pero el suelo urbanizado se ha multiplicado por 2. Esto representa unos costes de sostenibilidad muy fuertes, pero también representa segregación social, también representa costes sociales. La distancia es un coste, no es lo mismo para un viejecito o para un niño vivir en estos lugares como hay ahora, esas casas que parecen Auschwitz que hay ahora al sur de Madrid, o en Getafe, donde sea, donde para ir a un lugar donde haya vida debes ir hasta un centro comercial que está a unos cuantos kilómetros, que vivir en estos barrios de Barcelona o de Buenos Aires donde aunque seas una persona de pocos ingresos sales a la calle y quizá a 50 metros, ó 100 ó 200, tienes por lo menos un kiosco, con cositas.

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Hay una pérdida de calidad de vida, de sostenibilidad, de gobernabilidad (porque estos territorios urbanizados son cada vez más complejos, más segregados, más fragmentados, más privatizados, etc.).Lo que está pasando son dos cosas: uno, es lo que Francois Ascher llama una Revolución Urbana, desde el punto de vista territorial. Una revolución en el sentido que la ciudad ya no es lo que era; fíjense que nuestro imaginario aun muchas veces es la ciudad industrial. La ciudad con sus periferias, metropolitana, etc., pero ya estamos en otro momento. Todo el pasado lo llevamos encima: la ciudad colonial, preindustrial, barroca, industrial, la ciudad metropolitana con sus periferias, etc., pero después hay una tercera dimensión enorme, de geometría variable, donde aparecen los espacios segregados, los espacios lacónicos, los enclaves, los parque temáticos, etc. Y no solamente en la nueva urbanización sino también en la degradación de la vieja urbanización. Barcelona se está convirtiendo en un parque temático, dice Jordi Borja. La ciudad tiene corazón antiguo. El corazón antiguo no es la ciudad colonial o medieval, sino las prexistencias en general, son las fábricas, lo que tiene de alguna forma memoria incorporada. Parece preocupante la dinámica que parece dominar en este momento en estas ciudades que han tenido éxito, por eso insisto mucho en los efectos perversos del éxito si no se prevén porque, estupendo, “vienen inversionistas”, estupendo, “hemos creado una nueva centralidad”, pero…los precios se disparan. Se expulsan ciertas actividades, se abandona capital fijo a favor de capital volátil, se expulsan sectores de bajos ingresos a favor de los turistas y los congresistas. Que nadie espere encontrar en el urbanismo barcelonés de los años 80, el urbanismo ciudadano, el espacio público; este es en cambio un urbanismo pensado para los clientes de afuera, para la gente de otro lado, los que vienen a un congreso.

Porque una de las cualidades de la ciudad, es que es sensorial; la ciudad es el olor, la ciudad es la gente en la calle, la ciudad es tocarse con otra gente, que encuentres que te frotan.

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Por lo tanto aquí tenemos un problema: que la ciudad está urbanizando el territorio y al mismo tiempo se está autodestruyendo. A esto se añade que la sociedad urbana es otra cosa, y esto es un poco más complicado, porque no solamente es otra cosa porque aparecen zonas marginales, o segregadas, o relegadas, que es peor. Hay zonas de segregación, por eso cuando me dicen “claro, es un problema que en el centro histórico de Barcelona se hayan creado estos barrios con tanta presencia de población inmigrante”…!menos mal! Primero, que mantienen vitalidad urbana en el centro, y segundo, ¿sería mejor que estuvieran relegados a 20 o 30 kilómetros del espacio urbanizado? Es mucho mejor en Rio de Janeiro vivir en una favela que vivir en la Baixada Fluminense, es incomparablemente mejor. Tenemos estos problemas de exclusión territorial, de que la globalización comporta muchas veces la destrucción de la base económica de la ciudad, la destrucción del capital fijo y también de las habilidades de las personas. En materia de transporte urbano público: si la ciudad es densa el transporte funcionará bien, pero si pensamos en términos de movilidades de trabajo, ya no funciona, porque un tercio de la movilidad cotidiana en la ciudades europeas es por trabajo, pero los dos tercios restantes, no. Una primera idea sería que, el uso de la ciudad debe funcionar 24 horas, propone Jordi Borja, para gente distinta. En la misma familia se dan comportamientos muy distintos y hasta contradictorios en el uso de la ciudad. Cuando el joven sale el viejo entra, uno sale a disfrutar de la noche y el otro a dormir. Las demandas están muy individualizadas: tenemos que pasar , de un urbanismo de la oferta a un urbanismo de la demanda; es decir, establecer unos mecanismos distintos, distintos de los partidocráticos y burocráticos en que se definen las ofertas y pensar que si hacemos una oferta de vivienda, o de transporte, la sociedad se adaptará porque hay grandes estratos. Entonces tenemos que pasar a un urbanismo, a unas políticas urbanas basadas en la demanda; por ejemplo, algunas empresas de transporte están pensando en transporte público a la carta, o individual. ¿Por qué si no qué haces con los pensionados, los jubilados que están viviendo en polígonos periféricos, como salen, cómo utilizan la ciudad?Una segunda idea, sería la innovación política; para hacer esto tenemos que innovar la política haciendo lo que propone Ascher: él dice, que ante una economía muy coercitiva necesitamos un urbanismo reflexivo, reflexivo no solamente por pensante, sino porque actúe y alimente la oferta y la demanda entre las instituciones, los profesionales y los distintos actores sociales. Una innovación política que se supone, por ejemplo, cómo gobernar los nuevos territorios. Tenemos que pasar de unas políticas basadas en el poder soberano de las instituciones y en la compatibilización de competencias entre esas instituciones (esto es el estado, esto es la Provincia, esto el Municipio, esto es la ciudad) a unas políticas urbanas mucho más contractuales: contractuales entre las instituciones y muchas veces también contractuales entre la sociedad civil y las instituciones. Mucho más contractuales, porque si no simplemente no funcionan, se congelan las cosas.

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Y en tercer lugar, tenemos que legitimar los derechos ciudadanos. En nuestra sociedad industrial están legitimados cierto tipo de derechos: por una parte el liberalismo político legitimó los derechos civiles y políticos, la representación, el derecho a la organización, el derecho de opinión, y después se legitimaron los derechos de las personas en el marco del trabajo, en el marco económico, los derechos económico-sociales, y algunos derechos básicos de reproducción social: la educación y la salud, y más o menos la vivienda, como derecho programático que está en las constituciones, pero no como derecho ejercitable. El derecho de voto que te da la Constitución lo puedes reclamar, el derecho a tener una vivienda, no lo puedes reclamar, aunque se supone que orienta las políticas públicas. Pero el derecho a la vivienda a 30 kilómetros de un lugar con sentido, con centralidad, sin accesibilidad, es el derecho a la segregación. Ana Sugrayanes y otros, sostienen que el problema de la vivienda no son los “sin techo”, sino los “con techo”. Porque techo ya tienen, lo que no tienen es ciudad, acceso a la ciudad. Joan Torres de Barcelona, dice siempre que es tan derecho humano (el derecho a la vivienda) como el derecho a la educación o el derecho a la salud. (4)

En un conflicto como el que se da hoy en París, para Jordi Borja, intervienen muchas causas, pero el tema es que desde hace años se ha averiado el ascensor social. La gente que vive en estos barrios es, en gran parte, de origen inmigrante, hijos, incluso nietos, de inmigrantes. La inmigración importante de los años 50, 60 y 70 fue uno de los factores, que movió la construcción de estos grandes conjuntos de viviendas. Fue una inmigración que se integró rápidamente con la sociedad francesa a través de una movilidad social ascendente vinculada al trabajo.

¿Qué es lo que ha ocurrido? Un proceso social y urbano. El proceso urbano, que es más evidente, es lo que se ha llamado el círculo vicioso de la marginación. Estos barrios, de arquitectura pobre y de urbanismo aun más pobre, con poca calidad ciudadana, periféricos, no siempre bien comunicados, con poco equipamiento, en los márgenes de

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la ciudad, han sido progresivamente abandonados por la gente que mejoraba su posición. Y en cambio, los que han venido a ellos son precisamente la gente que no mejoraba su posición, la que estaba en la escala más baja. Este fenómeno urbano ha ido acentuando lo que era en principio un proceso social, que es que la gente que se quedaba debajo de la escala (o que directamente descendía) era en gran parte inmigrantes. Esto era así porque en la práctica funciona una discriminación de hecho, no jurídica, sobre aquellas personas que, aun siendo franceses de nacionalidad, son de origen árabe, africano, latinoamericano, turco, etc. Estas personas son las que en la segunda o tercera generación han visto frenado su ascenso social, y se han quedado ahí. No todos los de origen inmigrante se han quedado ahí, pero los que se han quedado o los que han llegado en los tiempos más recientes son en gran parte de origen inmigrante, o franceses muy pobres, lo cual aumenta el grado de violencia potencial, porque es gente que se disputa los puestos de trabajo peor calificados. En estos barrios violentos, el porcentaje de desocupación puede ser fácilmente de un 50%. Pero hay algo peor, la falta de perspectiva. En los barrios marginales el problema no es únicamente una situación de déficit urbano o desempleo: es que no se ve salida. Hasta los años 80, en estos barrios el acceso al trabajo era posible y la educación era una garantía de progreso social. Entonces se crean situaciones de polvorín, una chispa lo enciende, eso es lo que ha pasado. Hay una dimensión estrictamente urbana, que podríamos resumirla entres puntos: localización periférica, pobreza del espacio público y arquitectura dura, sin calidad. Pero yo creo que pesa más el aspecto social, que está ligado a la discriminación, al desempleo, y a la falta de perspectivas de movilidad.Esto ocurre en toda Europa, en todo el continente ha habido explosiones urbanas. Las ha habido en Alemania, en Inglaterra, en Bélgica; ha habido incidentes incluso en Estados Unidos. En el caso de la periferia parisina ha habido un señor que se encontró con mucho petróleo desparramado y comenzó a encender cerillas, que fue el ministro del Interior Sarkozy. Cuando el ministro dice que toda esta gente de los barrios es racaille, chusma; eso indignó a todo el mundo.Hay un fenómeno general, nos hace notar Borja, que afecta a todas las sociedades, desarrolladas o no tan desarrolladas, pero que es común a Argentina, España, Francia, etc. Y es que a diferencia de lo que ocurría hace 30 ó 40 años, ahora los hijos de los sectores medios y bajos (incluso, a veces, de los sectores altos) no tienen seguridad de vivir mejor que sus padres, incluso tienen la certeza de que en el mejor de los casos vivirán más o menos igual. Eso es general. Pero hay circunstancias novedosas, como por ejemplo que nunca la sociedad había sido más ostentosa en cuanto al consumo. (5)

América Latina asiste a la fragmentación cultural, social y económica de sus regiones, dice Pila Pérez Piñeyro, cada una de ellas se vincula con el exterior sin promover los lazos necesarios para integrarse entre sí. En la economía, por ejemplo, la apertura al mundo y la búsqueda de nuevas inserciones en el ámbito internacional, parece redefinirse de acuerdo con Rodrigo Aocena “al diseño de nuevos relacionamientos de algunos países del continente, o de ciertas regiones de tales países con los centros de la economía mundial.

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En este contexto y enfrentadas a la doble situación de la globalización planetaria y de la reformulación del rol de los estados nacionales, las ciudades surgen como aquellos ámbitos vinculados cotidianamente a las necesidades de la gente y donde la sociedad civil tiene la posibilidad de participar en la cogestión de sus respectivos gobiernos, facilitada por los paulatinos procesos de descentralización allí implementados. En la llamada “Cumbre de la tierra” –la conferencia de las Naciones Unidas sobre el medio ambiente y el Desarrollo, en Rio de Janeiro, 1992- se reconoció la importancia de la participación de las autoridades locales, a favor del desarrollo sostenible y propuso el aumento de cooperación y el intercambio a nivel internacional entre las autoridades locales. Las ciudades así estructuradas, para Pila Pérez, habilitarían el entretejido de las respectivas sociedades civiles, y ya no sólo por sus movimientos o reivindicaciones específicas, sino por sus territorios cotidianos de convivencia y de gestión. Es decir, de una manera más integral del punto de vista social. La mayor parte de los problemas ambientales tienen su origen en las ciudades (producción, consumo, aire y agua, desechos sólidos y líquidos). La tendencia futura establece que la prosperidad de las naciones dependerá de las economías urbanas. Hoy, la quinta parte de la humanidad, que vive en situación de pobreza extrema, sin alimentación, vestimenta ni vivienda adecuada, está concentrada mayoritariamente en las ciudades de Calcuta, Bombay y Beijing, en otras ciudades del continente africano y de los territorios latinoamericanos. Estas mismas regiones son las que evidencian los más altos índices de crecimiento de la población urbana. Es clara la realidad futura de una paulatina urbanización de la pobreza. La pobreza urbana constituiría el problema económico y político más explosivo del siglo XXI. Mientras que en la mayoría de los países en África y en Asia, los porcentajes de población urbana, oscilan entre el 25 y el 35 por ciento, en América Latina alcanzan el 70 y el 90 por ciento, con valores similares a los de los países industrializados. Pero mientras en Europa por ejemplo, esto se traduce en una estructura descentralizada y equilibrada del territorio, con ciudades que salvo los casos de Londres y de París, difieren muy poco entre sí en cantidad de población; en América Latina la realidad territorial, es la centralización de las grandes urbes metropolitanas. México, San Paulo y Río, se encuentran entre las 20 ciudades más grandes del mundo. El hemisferio se ha vuelto urbano, dice Pila Pérez, y sus problemas más lacerantes y deprimentes son cada vez más citadinos. Historia, identidad y pobreza abyecta persisten en el campo, pero una demografía desbocada y conflictos sociales rampantes caracterizan cada vez más a la vida urbana. También en otros aspectos, la contaminación ambiental y la inseguridad en las ciudades, están constituyendo cada vez más, patrimonio mayoritario de las selvas de nuestras ciudades latinoamericanas. En los inviernos de Santiago, hay días en que la contaminación no permite ver el cielo ni la cordillera. Por su parte, Buenos Aires posee el índice más alto de accidentes de tránsito y supera en 5 decibeles la contaminación sonora de los países industrializados. En Río y en San Paulo, es la población rica la que se “guetiza” rodeándose de sendos muros y agentes de seguridad. Exhiben en su interior, paisajes de contrastes sociales, donde convive el movicom del ejecutivo con los implementos del lustrabotas, a nivel

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del cotidiano de las veredas. Las islas de rascacielos, rodeados de mares de viviendas precarias, constituyen características muy fuertes de ciudades como Caracas, donde casi la mitad de la población vive en los precarios ranchos que blanquean las laderas de la cordillera en torno al centro. La extrema centralidad y el rol económico, acota Pila Pérez, de las metrópolis latinoamericanas (en su mayoría capitales nacionales), así como la escasa conexión entre ellas, tienen su origen, en las condiciones de aislamiento que la Corona española impuso a sus administraciones virreinales. La incorporación del continente a la economía mundial, en el marco mayoritario de economías.

La incorporación del continente, en el marco mayoritario de economías de exportación de materia prima, incluyó a estas como sus puertas de salida, sin llegar a crear una red continental equilibrada de conexiones. De la misma manera que se piensa que el futuro de las metrópolis latinoamericanas dependerá de la integración de los países de la región, podemos, multiplicando puntos de vista, proponer también, que en el actual escenario latinoamericano de fragmentadas y segregadas realidades, la posibilidad de establecer lazos horizontales entre nuestras ciudades, que puede viabilizar la realidad de la integración de nuestras geografías políticas. (6)

Los casos de Puerto Madero y la Nueva Centralidad de Malvinas Argentinas. Para Norberto Iglesias, la concreción del Proyecto de refuncionalización urbana del viejo puerto (Puerto Madero) de la ciudad de Buenos Aires es el desarrollo urbano de mayor importancia realizado en Argentina y, considerando su modalidad de gestión e impacto concreto, también lo es de Latinoamérica.El proyecto, desplegado en 170 hectáreas de dársenas, edificios abandonados, antiguos depósitos de mercaderías, espacios abiertos ociosos y vialidad en desuso, ha transformado esa realidad en poco más de 10 años en un conjunto de edificios corporativos, de viviendas, de oficinas, museos, galerías de arte, universitarios, multicines, bancos, instalaciones gastronómicas, comerciales y un club náutico,

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constituyéndose en uno de los programas más importantes de la ciudad por el nivel de sus inversiones.

Esta experiencia, no sólo representa la ampliación calificada del área central de Buenos Aires, como es evidente en la apreciación objetiva de cualquier visitante, sino que fue la principal herramienta de gestión que puso en marcha el Estado para impedir el proceso de degradación del lindero centro urbano consolidado. Proceso que ya estaba en ciernes y que hubiera avanzado, como en el resto de las grandes metrópolis latinoamericanas, hacia la expulsión de valoradas funciones de la ciudad hacia la periferia urbana, en espacios que han sido denominados como “nuevas centralidades”. Alimentando así un circulo vicioso de degradación urbana en el centro por éxodo de usos calificados.Fuertes intereses inmobiliarios, dice Iglesias, tributarios de la cultura rentística del suelo, en el marco de una impactante renovación de la infraestructura de accesos viales producida por un dinámico proceso privatizador de accesos viales en la década del 90, han intentado “vender” a la región de Pilar (50 km. al norte del centro) como esa nueva centralidad periférica, alternativa y parcialmente sustitutiva de la tradicional.Pero en verdad, a poco más de una década de su inicio, esta tendencia sólo ha materializado urbanizaciones cerradas para sectores de alta renta, cuya ocupación y consolidación aun está lejos de concretarse. Se suma algún shopping center, algunos hipermercados, dos centros de oficinas (también sub-ocupados), algunas sucursales bancarias y un solo hotel internacional. Estos son los aportes novedosos en materia de funciones urbanas emergentes.Sin embargo, ninguna empresa transnacional o nacional importante ha fijado su casa matriz en estas periferias (“donde sí viven mucha de sus” líneas gerenciales). Ninguna de las grandes concesionarias de servicios privatizados (también transnacionales) ha comprado el discurso globalizante de esta nueva centralidad. Ninguna inversión importante de recursos públicos en materia de equipamiento ha sido ejecutada o planificada por el estado en estos parajes.La única explicación razonable, aunque no evidente, que se encuentra a esta fracasada “nueva centralidad” de Pilar la encontramos en la vitalidad del centro tradicional de Buenos Aires. Este atractivo, que todavía despierta interés en materia de servicios, de residencia (incluida la de alta renta) y equipamientos de escala metropolitana,

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mantiene en alza la demanda, los valores inmobiliarios y la renovación física del centro, calificándolo.Puerto Madero no sólo es escenario calificado, acota Iglesias, de este proceso sino que lo ha irradiado innegablemente a todo el centro, llegando incluso a revitalizar notablemente el Centro sur (San Telmo y Parque Lezama) sector que evidenciaba los mayores signos de este tipo de degradación.Si bien persisten algunos problemas tradicionales de los centros (como los del tránsito, la unifuncionalidad de algunos sectores, la seguridad nocturna, etc.), Puerto Madero detuvo un espiral perverso de decadencia urbana y mantiene encendido un inmenso atractivo en la ciudad, que se proyecta en franca evolución.Por la importancia que revistió el origen privado de su financiamiento, las características formales y funcionales vanguardistas de sus construcciones y por los sectores sociales que fueron pioneros de su utilización, este proyecto es caracterizado por algún pensamiento “progresista” como “para las elites”. Sin embargo, Puerto Madero se trata fundamentalmente de una operación urbana de producción masiva de espacio público calificado, del que los habitantes del común se apropiarán cuando las condiciones sociales y políticas se lo permitan, como otros tantos espacios públicos prexistentes de similar jerarquía. (7)

2.- LA CIUDAD Y SUS DESAFÍOS HOY.

Tres ciudades co-existen en nuestros territorios contemporáneos, dice Jordi Borja, por un lado, tres ciudades en el imaginario colectivo: la oficial de las jurisdicciones administrativas y las cartografías políticas, la real de la experiencia metropolitana de las transferencias y la flexibilidad productiva, la ideal (en el sentido de virtual o construcción mental) que todos construimos con nuestro deseo y percepción, la ciudad de los mapas mentales. Y entrando de lleno en su interpretación, sobre todo hay tres ciudades que coexisten físicamente: La ciudad clásica de los centros históricos, los núcleos medievales, las intervenciones barrocas y neoclásicas, los cascos de las Leyes de Indias en la ciudad americana. La ciudad moderna de las extensiones metropolitanas, los ensanches, la suburbanización industrial, la vivienda proletaria y los suburbios jardín (la ciudad del tranvía y el tren metropolitano). La ciudad difusa, la urbanización sin calidad que aún no es ciudad, la periferia, el banlieu, las edge cites, Exópolis, Metápolis.Estas tres ciudades conviven, y las operaciones sobre cada una de ellas deben tener en cuenta a las dos restantes y plantear soluciones en las tres escalas de aproximación. Pero si sobre las dos primeras hay modos de actuación estudiados y probados, la región metropolitana, la constelación de ciudades, la urbanización difusa y sin calidad no tiene aun un cuerpo de actuaciones que se puedan aplicar a partir de experiencias probadas. Este es entonces el desafío disciplinar de los tiempos que corren para Borja. El acrecentamiento y cualificación del espacio público, en sus aspectos físico-

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representativo, político y social. El espacio físico de sutura entre las tramas disconexas del crecimiento periurbano, pero también el espacio político de la convivencia, el conflicto y la diversidad. La innovación política, comprehensiva y no negadora del conflicto

Una postura holística de la ciudad totalizadora pero respetuosa de la diversidad, que supera los unilateralismos del marketing de imágenes urbanas, el urbanismo de productos sueltos y las visiones aisladas, las nuevas urbanizaciones de iguales viviendo entre iguales, protegidos y separados de los “otros”.La reivindicación a ultranza de la ciudadanía, colocada incluso por encima de la instancia estatal, al proponer que las ciudades y territorios estén en condiciones de extenderla (al menos en el contexto de la sociedad europea), aceptando la riqueza extraordinaria de la inmigración y su aporte a las sociedades que tienen la suerte de recibirla. Una ciudadanía global, hace notar Borja, de la que la reciente movilización contra la guerra en Irak constituye un claro anticipo. Toma partido por la inclusión y la diversidad, compromete al urbanismo en la superación de las discriminaciones étnicas, de género y de edad, en la creación de entornos seguros, en la generación de empleos, en el respeto de las diversidades individuales y colectivas. No lo hace a partir de proponer recetas probadas, sino aumentando el desafío que Manuel Castells hace al reclamar respuestas a los urbanistas para articular lo global y lo local, la creciente autonomía individual, las múltiples identidades culturales colectivas, los flujos con los lugares. En este camino Borja analiza distintas posibilidades, desde las que se vinculan a los planes físicos de ordenación territorial, la incorporación de las tecnologías de la comunicación, y ambiciosas construcciones ideológico-políticas como propuesta de derechos ciudadanos. Todo este desarrollo es sin duda un feliz planteo contemporáneo de utopía. En todo caso, la utopía es una respuesta al fatalismo cínico o resignado, al que Borja opone en varias ocasiones su afirmación de que una tendencia, por fuerte que sea, no es un destino obligatorio.

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Borja conoce como pocos la realidad urbana de Europa y las Américas, y también la imposibilidad de aplicar políticas similares en marcos tan distintos como el de Europa de las burbujas inmobiliarias y los fondos de cohesión, o la periferia sudamericana de la deuda externa y la fragmentación. Su idea de regiones contractuales, incluso transfronterizas, articuladas a un contexto continental más amplio, con perdida de atribuciones del poder estatal, puede interpretarse en Sudamérica como un planteo técnico, pero es claramente intencionado y nada inocente en el actual debate europeo. En todo caso, la realidad latinoamericana, con otras historias, otras tradiciones y otras urgencias, también requiere con urgencia encontrar articulaciones entre lo global y lo local. (1)

“La ciudad cambia más de prisa que el corazón de sus habitantes” así dijo, aproximadamente, Baudelaire, uno de los más sensibles observadores de la ciudad moderna. Para Jordi Borja, una reflexión que siendo cierta puede llevar a la conclusión que las resistencias al cambio expresan una nostalgia de un tiempo que ya no existe, sin embargo la ciudad es un espacio que contiene el tiempo y borrar las huellas del mismo es un empobrecimiento colectivo que llevado al límite significa la muerte de la ciudad. La arquitectura sin historia, no integrada a sus entornos, no vitalizada por un uso social intenso y diverso, es un cuerpo inerte, es arquitectura-cementerio. El corazón, los sentimientos y las emociones de los ciudadanos expresan el flujo vital necesario entre continentes y contenidos de la vida ciudadana. La ciudad existe en la medida que es apropiada por sus habitantes, progresa por la interacción entre personas y grupos distintos que desarrollan algunas pautas y lenguajes comunes, se cohesiona mediante el sentido invisible que aquéllos atribuyen a sus referentes físicos que marcan simbólicamente el territorio.Barcelona, su gente, siente un cierto malestar urbano. El encanto de los años 80, el momento mágico del 92, el consenso activo que tuvo el urbanismo de entonces es hoy pasado. No hay duda que la ciudad es reconocida mundialmente como atractiva y ello debe redundar en la autoestima de los ciudadanos. Y tampoco es exagerado afirmar que ofrece una calidad de vida a sus habitantes que la colocan en los primeros puestos del ranking. Si embargo el placer de vivir aquí es agridulce, los nuevos proyectos no generan el entusiasmo o el asentimiento de los de antes, el éxito en lo global no se reproduce en el ámbito local. Apuntamos una hipótesis explicativa: la desposesión. Los ciudadanos se sienten progresivamente desposeídos de la ciudad . Los grandes proyectos, para Borja, no parecen hechos para ellos; la discutible “arquitectura de objetos singulares” no es aun un elemento identitario; la “ciudad central”, histórica, monumental y cívica es ocupada por turistas y las “atracciones” a ellos destinadas; y las transformaciones en los barrios tradicionales son percibidas como operaciones de prestigio o de negocio poco acordes con las necesidades y las demandas de la población residente. La inmigración concentrada en barrios visibles refuerza involuntariamente este sentimiento de desposesión, a pesar de que contribuye a su manera a revitalizar áreas degradadas y crea interesantes ámbitos de diversidad. En

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resumen la arquitectura “for expot” ha sustituido al urbanismo ciudadano. La ciudad se ha hecho “global” y los ciudadanos “locales” se sienten expropiados.La lógica de la globalización es homogeneizadora, dice Jordi Borja, es la paradoja de la arquitectura “singular”, tan específica que no es reproducible en sus entornos pero tan banal que se reproduce de una ciudad a otra. “Ponga un Gugenheim, o algo parecido, en su ciudad y “triunfará”, y a veces el resultado es bueno, con frecuencia es irrelevante, incluso puede ser ridículo en sus excesos. La homogeneización no es sólo física, se instala en pautas culturales y las formas de consumo, y también en la transmisión de los miedos y de las incertidumbres. La reacción identitaria, la valorización de la diferencia, la recuperación o la reinvención de la historia y la cultura “locales” es la inevitable reacción ante la homogeneización global. (2)

3.- LA CIUDAD EN SUS TRES DIMENSIONES.

La ciudad permanece a lo largo de la historia como territorio delimitado y un lugar significante, para Jordi Borja, en el que se concentran poblaciones y actividades diversas. Y es también un punto de encuentro de flujos (de bienes, de servicios, de gentes, de ideas) que forman territorios o hinterlands de geometría variable. La ciudad ha sido siempre un fenómeno cambiante, tanto en su escala como en su estructura territorial, tanto en sus formas de gobierno u organización como en las culturas y en los comportamientos urbanos. Otra cosa es que en nuestro imaginario cada uno tenga una visión aparentemente unívoca de ciudad. Aunque menos de lo que parece. Se identifica ciudad con una realidad histórica, física y simbólica que generalmente coincide con el centro y algunos barrios que lo circundan. Y también con una realidad político-administrativa, nos hace notar Borja, el municipio. Ambos pueden coincidir, más o menos, pero están siempre corregidos por la subjetividad de cada persona. Además actualmente la realidad funcional del territorio y los trayectos de sus habitantes son intermunicipales y los límites territoriales físicos y simbólicos de las poblaciones de la aglomeración se confunden. Una parte de la ciudad, barrios marginales o zonas no residenciales, no es percibida, no es «vista» ni reconocida como ciudad. Para los habitantes de ciudades-municipios en la periferia de la ciudad «histórica-simbólica», los lugares de centralidad y de identificación suelen estar situados en esta ciudad inmediata.Se habla de «ciudad real», la aglomeración metropolitana, para distinguirla de la ciudad «oficial», administrativa, que tiene sin embargo una realidad indudable, pues es el ámbito del autogobierno local y en el que se manifiesta casi siempre un sentimiento colectivo de pertenencia o de identidad. Prueba de ello son las reacciones que se suscitan cuando se plantea integrar un municipio en otro mayor, aunque no exista solución de continuidad entre ellos. Y podemos denominar ciudad «ideal» (en el sentido de subjetiva, pensada e interiorizada como comunidad, no en el sentido de modelo deseado o perfecto) a la de nuestro imaginario. Es la ciudad que nos transmite la historia y la cultura, la ciudad de la memoria y de la identidad, que no siempre coincide con las anteriores y tampoco es la misma para todos, sobre todo cuando las poblaciones

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urbanas son cada vez más diversas por su origen y por su forma de vivir la ciudad. Tres ciudades en una: oficial, real e ideal.

Y en esta ciudad, o mejor dicho en cada una de ellas, dice Borja, conviven tres tipos de ciudadanos. Los que residen, es decir, que por lo menos duermen en ella, pagan impuestos y votan. Los que trabajan o estudian en ella, o requieren de sus servicios ordinarios, es decir, que la usan cotidianamente o de manera muy intensa y regular. Y los usuarios intermitentes o eventuales, los que acuden para consumir, para acceder a determinados servicios, para asistir a un congreso, a una feria o a un espectáculo, los que van por ocio o por negocio, que pueden representar tanto una población flotante previsible, estacional o periódica a lo largo del año como en otras ocasiones resultar esporádica o aleatoria. Un ejemplo sería la que procede del turismo, que depende de factores cambiantes e incontrolables, como los cambios climáticos, la imagen de seguridad o la aparición de nuevas ofertasEl análisis geográfico, también nos lleva a distinguir tres dimensiones principales del fenómeno urbano. El territorio administrativo, el municipio o equivalente es una realidad inevitable, permanece como una importante unidad de gestión de las políticas públicas y es ámbito electoral, de organización y participación políticas, de recolección y agregación de la información. Una parte importante de las actividades interdependientes, de la movilidad de las personas, de la organización de los servicios y de las empresas, de las relaciones sociales y de la percepción simbólica corresponde al territorio municipal. La ciudad municipio principal es «centro» de la ciudad real o metropolitana. Y para los habitantes de los otros municipios metropolitanos su ciudad es también centro, el más inmediato. La segunda dimensión, la ciudad real o metropolitana, es una realidad física y funcional. Actualmente los servicios públicos tienden a consolidar la aglomeración urbana y a darle carácter oficial mediante nuevos entes políticos que se superponen a los municipios y a veces alcanzan mayor protagonismo que éstos (Londres, Toronto). Incluso se implementan reformas territoriales que generalizan administrativamente los territorios supramunicipales, como en la reciente legislación británica, francesa e italiana.En algunas ocasiones se logra la unificación de la ciudad real y la ciudad vivida, como en los transportes y la red viaria urbana, que definen territorios funcionalmente aglomerados y otros difusos o periféricos, o en las zonas logísticas e industriales, que proporcionan un empleo importante, o en las universidades y las grandes superficies

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comerciales y en algunos casos incluso los aeropuertos, que devienen nuevas centralidades dotadas además de atributos emblemáticos.Hay una tercera escala territorial, dice Borja, que va más allá de la vieja ciudad metropolitana, de la ciudad y sus periferias. Es la región urbana, la ciudad de ciudades, un sistema con vocación de construir una fuerte articulación en cuyo marco se puede dar una movilidad cotidiana significativa. Un territorio discontinuo territorialmente, con zonas de alta densidad y otras dispersas, con centralidades diversas. En unos casos existe una centralidad indiscutible de la gran ciudad, como ocurre con Barcelona en Cataluña, mientras que la enorme fuerza de Madrid en su región la aproxima más al modelo de aglomeración, de megaciudad, por lo menos tendencialmente. París es ambas cosas a la vez, gran ciudad con su centro y su periferia, formada por los cuatro departamentos que la rodean, y la gran región, L'Ile de France, que incluye además otros cuatro departamentos. En otros casos el sistema es más equilibrado, sin que ello suponga un juicio de valor, como pueden ser los triángulos de Asturias (Oviedo, Gijón, Aviles) o del País Vasco (Bilbao-San Sebastián-Vitoria) o el eje urbano gallego (de Vigo a El Ferrol, con Pontevedra, Santiago y A Coruña). En Europa el Randstad holandés, el Rin-Ruhr alemán o la «terza Italia» del centro de la península son ejemplos muy visibles de esta escala urbana que se ha desarrollado en la segunda mitad del siglo XX.El renacimiento político y cultural de nacionalidades y regiones, el reforzamiento de los niveles políticos intermedios en los estados unitarios y el auge de las tendencias federalizantes son una expresión de esta nueva escala urbana territorial, de la necesidad de definir políticas públicas para el espacio socioeconómico significativo hoy. Sea cual sea su expresión ideológica, el nuevo «regionalismo» es un fenómeno también extremadamente moderno.Aunque algunas veces vive la contradicción entre la historia que lo legitima y cohesiona culturalmente (relativamente) y la dinámica territorial real (socioeconómica, que se expresa por la movilidad, los intercambios) que lo orienta en direcciones a veces distintas. En algunos casos el territorio de la «nacionalidad histórica» no coincide del todo con el ámbito socioeconómico significativo. Por ejemplo: en el País Vasco no parece que las relaciones con la zona francesa tiendan a ser más intensas que con La Rioja o Cantabria.Esta tercera dimensión del territorio urbano, para Jordi Borja, no es un dato obvio, no hay una delimitación clara, es casi siempre de geometría variable, aunque las políticas y los mecanismos de cooperación deban delimitar territorios precisos en cada caso. Nos referimos al territorio como objetivo estratégico, como «proyecto». Es un territorio que cuenta con «promotores», agentes públicos y privados, más o menos concertados, de ámbito de ciudad o de región. En algunos casos puede explicitarse con un plan, una cooperación por programas, un lobby para determinados proyectos, una coordinación de actividades o servicios. En otros, es simplemente la expresión territorial de procesos económico-sociales en los que intervienen múltiples actores. El caso más simple es la región urbana o metropolitana resultante de la expresión de la ciudad metropolitana y de fusión de su segunda corona con ciudades con historia y centralidad propias.

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Entonces se produce una articulación de centralidades que constituyen una red densa, polarizada por una gran ciudad o, en algunos casos, por centros medio.En otros casos se sitúa a una escala superior, por encima de las áreas metropolitanas y de las ciudades-región, y aparecen entonces las megaciudades y grandes regiones urbanas, que empiezan a estructurarse o por lo menos a definir proyectos comunes. Son las macrorregiones estratégicas y los «ejes» o «arcos», que en el caso de Europa son, además, casi siempre transfronterizos.Las regiones urbanas pueden encontrar su marco político en los entes intermedios (provincia o departamento) o, más probablemente, en las «regiones» políticas. Las megalópolis o macrorregiones requieren un mínimo de planificación o coordinación de grandes proyectos y servicios, pero no una estructura política sustitutiva de los entes locales.La primera vez que se utilizó el nombre de «megalópolis», acota Borja, fue a finales de los años cincuenta para referirse al fenómeno urbano del noreste de los Estados Unidos, de Boston a Washington, con centro en Nueva York, un eje de más de 1.000 km con 40 millones de habitantes. La megalópolis era un concepto distinto del de área metropolitana, pues definía una realidad diferente, de mayor escala y excepcional, en tanto que el concepto de área metropolitana se generalizaba en la misma época y se aplicaba a múltiples situaciones.Las dos macrorregiones metropolitanas japonesas (Tokio-Yokohama y Kioto-Osaka-Kobe) tienen más elementos de regiones estratégicas que de simple región urbana-metropolitana, entendida como extensión de la ciudad metropolitana surgida de la Revolución Industrial. Y es aún más claramente una macrorregión el eje entre ambas que articula el tren bala. En Europa se han popularizado la «banana azul» (de Londres al norte de Italia, siguiendo los ejes del Rin y el Ródano), el arco atlántico (de Amberes a Lisboa) o el arco mediterráneo occidental, que son territorios estratégicos, que existirán más o menos, o quizás casi nada, según las políticas exitosas que se puedan articular a esta escala. El auge de los planes estratégicos es en algunos casos una respuesta a este nivel, como lo fue el primer plan de Barcelona, que ya definía un territorio multipolar como objetivo estratégico deseable que incluía Valencia, Zaragoza, Palma de Mallorca, Toulouse y Montpellier como red de ciudades soporte de esta macrorregión europea. A diferencia del ámbito metropolitano, que al requerir políticas y servicios públicos estatales genera estructuras políticas administrativas y fuertes conflictos (entre los municipios y la región o el nivel intermedio o entre un municipio periférico y el central), el ámbito macrorregional más bien suscita interés y atracción, pues su balance es de suma positiva (nada a perder, todo a ganar). Por ejemplo ciudades como Marsella o incluso Lyon manifestaron su interés en articularse con la macrorregión estratégica propuesta por el Plan de Barcelona.Ante esta complejidad territorial, para Borja, se multiplican las propuestas y las experiencias para construir una nueva gobernabilidad. En estos nuevos marcos físicos y culturales citados conviene anteponer la definición de las demandas sociales y de los derechos ciudadanos a la ingeniería institucional. Nos interesan las formas de gobierno y

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los mecanismos participativos en la medida en que expresan o hacen posible la confrontación de posiciones ante las distintas dinámicas urbanas que se manifiestan en la realidad urbana. Lo cual es indispensable para dejar sin coartada al fácil surfismo (deslizarse) que tienta tanto a los profesionales. Sobre la base de posiciones políticas claras y de valores fuertes y explícitos, que no hay que confundir con dogmas especulativos o normativos, se deben hacer propuestas sobre la ciudad. «Hacer ciudad», propone Jordi Borja, a partir de la consideración prioritaria de los derechos de la ciudadanía en nuestra época y no de una visión unilateral y subjetiva del caos o de la difusión urbana desestructurada. Una visión dialéctica de los procesos urbanos nos parece más adecuada. En la ciudad actual se perciben tanto dinámicas «objetivas» contradictorias como conflictos sociales, culturales y políticos entre colectivos diversos.A partir de estos supuestos abordamos la realidad territorial de la ciudad en tres dimensiones que se sitúan en una escala de mayor subjetividad que la expuesta anteriormente. Todos vivimos una ciudad a tres dimensiones.Una primera dimensión es la ciudad que podemos denominar «clásica», renacentista, barroca o preindustrial, que ha forjado durante generaciones y hasta hoy el modelo «cultural» de ciudad. Es la ciudad que percibimos en su totalidad, en la medida en que posee límites claros.Una segunda dimensión es la ciudad resultante de la Revolución Industrial, de los centros históricos renovados y expandidos (Haussmann) y de los ensanches (Cerda), de la zonificación o zoning de la moderna planificación urbana y de los suburbios populares. Es la ciudad que la mayoría de la población usa y conoce por sus trayectos habituales, pero sólo percibe parcialmente.Y la tercera es la nueva ciudad que se forja hoy ante nuestros ojos, de difícil percepción por sus límites difusos y variables, que engloba la ciudad grande o conurbación preexistente y un conjunto de núcleos de todos los tamaños y edades, así como zonas rurales o espacios naturales. Es la ciudad que aún no entendemos, es el principal desafío urbano. (1)

El reto de hacer ciudad a tres dimensiones. Para Jordi Borja, la ciudad futura es la que se está haciendo hoy; ¿es la ciudad futura la ciudad global? No, la ciudad global no existe físicamente. A principios de los noventa Saskia Sassen puso de moda un ranking de «ciudades globales» a partir de una élite muy restringida formada inicialmente por Nueva York, Londres y Tokio para luego ampliar la lista sin que los criterios estuvieran muy definidos. En su libro Ciudades globales establecía como característica de éstas no sólo ser lugares de control, sino lugares de la producción de: ... servicios especializados que necesitan las complejas organizaciones para poder controlar la dispersión de la red de factorías, oficinas y servicios [...] y [...] de innovaciones financieras y la creación de mercados, ambos centrales en la internacionalización y expansión de la industria financiera.Su interpretación fue una afortunada operación mediática, aunque no corresponde del todo a la mayoría de las realidades urbanas actuales, en las que se mezclan elementos

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globalizados (funciones, actividades, grupos sociales o culturales, relaciones) con otros «localizados», es decir, autocentrados en la actividad económica o las relaciones sociales de ámbito local o regional.

Por su parte, la conceptualización de Manuel Castells sobre la «ciudad global» la sitúa en un nivel «no urbano», puesto que define esta ciudad como una red de elementos globalizados que pueden o no estar físicamente en determinadas áreas urbanas. La «galaxia Internet» o la ciudad virtual son conceptos útiles para el análisis del mundo actual, pero pertenecen a un nivel de análisis distinto del que se requiere para implementar políticas de «hacer ciudad» en los espacios físicos concretos, en las ciudades singulares.Y sin embargo la ciudad de la «sociedad de la información» existe, dice Borja, no es una utopía, ni una e-topía (según el conocido libro de Mitchell), y desarrolla una nueva lógica de producción con su reflejo en las sociedades y sus espacios urbanos. No es una ciudad virtual, aunque posea elementos de ésta, ni se confunde obviamente con la ciudad metropolitana, aunque en parte se superponga a ella. Esta ciudad futura que se construye hoy se desarrolla mediante dialécticas urbanas contrapuestas con algunos elementos comunes, como son:a) La construcción progresiva de un territorio urbano basado en redes (físicas y virtuales) y caracterizado por la discontinuidad, por la diversidad de centralidades y de movilidades, por la multiplicidad de temporalidades en los usos de la ciudad, por la heterogeneidad de núcleos de población (ciudades de distinta talla e historia, municipios y entidades intermedias que se solapan, mezclas de poblaciones residentes y poblaciones usuarias) y por la alternancia entre zonas densas y zonas difusas.b) El territorio de esta «ciudad de ciudades» es de geometría variable, no es solamente un dato (en realidad pueden hacerse mapas diversos según las dimensiones que se tengan en cuenta), sino también resultado de las estrategias públicas y privadas que se den en él.c) Los sistemas de gobierno, de planificación, de gestión de los programas y de los servicios públicos no pueden organizarse o diseñarse según los modelos administrativos tradicionales, por lo cual aparecen nuevos conceptos e instrumentos, como la

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planificación estratégica, la contractualización de las relaciones interinstitucionales, la cooperación público-privada, la gestión social, la participación deliberativa, etc.d) Nuevas fracturas y desigualdades sociales se añaden a las existentes: los colectivos sociales excluidos territorialmente debido a la fragmentación y a la privatización de los espacios urbanos y a la desigualdad ante la movilidad; la fractura «digital» entre las áreas bien conectadas telemáticamente (cable, especialmente) y entre los sectores sociales que disponen de los medios para usar las actuales TIC, tecnologías de información y comunicación, y el resto; los caídos de la vieja economía o los out respecto a las nuevas demandas del mercado; la exclusión de las poblaciones atraídas por el auge de las regiones urbanas «globalizadas» y que sufren múltiples discriminaciones (el efecto «llamada» no es producto de una legislación más o menos permisiva, sino de la atracción de los niveles de vida o de consumo que los medios de comunicación o la movilidad de las poblaciones difunden).e) Las nuevas políticas urbanas que hay que inventar. Hacer ciudad en esta tercera dimensión (ideal) es hoy un reto comparable al que supuso plantear la ciudad renacentista como expansión de los burgos medievales o el salto a la ciudad industrial y metropolitana respecto a la anterior. Se ha llegado a calificar este salto de «revolución urbana».Es un salto de escala que exige modelos nuevos, aunque en esta fase, como ocurre siempre en el inicio de un período de cambio, se tienden a reproducir, reutilizar o adaptar los viejos modelos, sean los de la ciudad densa o los de la ciudad jardín, los del zoning o los del hábitat rural, los rascacielos en el campo o los viejos núcleos renovados. Esta ciudad plantea nuevos desafíos de oferta competitiva para la actividad económica, de cohesión social, de gobernabilidad y de sostenibilidad Pero previamente debemos saber cómo es la sociedad urbana, qué nuevos comportamientos se dan en la relación población-territorio para construir las respuestas adecuadas, que pueden apoyarse en unos comportamientos o aspiraciones de la colectividad y contrariar otros, pero que deben tener en cuenta todos.Hacer ciudad en esta tercera dimensión urbana, para Borja, es seguramente el reto más difícil y novedoso, pero no implica dejar en segundo término las otras dos dimensiones. Los problemas heredados y no resueltos hay que abordarlos, por razones de justicia social y de funcionamiento del sistema urbano. Pero además en estas ciudades, la clásica y la industrial, se dan procesos de cambio que son también importantes oportunidades urbanas para el conjunto del sistema urbano regional. (2)

4.- ESTRATEGIAS URBANAS EN LA GLOBALIZACIÓN.

A.- Replantear La Razón De Ser De La Ciudad: Urbanismo Ciudadano.Espacios de esperanza, así titula su último libro David Harvey, dice Borja, sin embargo las intervenciones de Harvey, como los otros destacados participantes norteamericanos en los Diálogos sobre la ciudad del siglo XXI (Forum de las culturas Barcelona 2004) no eran precisamente esperanzadoras. Presentaron un panorama muy crítico, casi apocalíptico, de las ciudades de hoy, tanto en lo que se refiere a

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Norteamérica como al resto del mundo. La coincidencia entre autores marcadamente “radicales” con otros de talante más “liberal” es significativa: nuestra época replantea la razón de ser de la ciudad. Las dinámicas disgregadoras son muy fuertes y las incertidumbres sobre su futuro crecientes. Profesionales y analistas de la ciudad europeos y latinoamericanos también expresaron posiciones críticas como Nuno Portas y otros. Sin embargo sus intervenciones parecieron más “positivas”, más esperanzadoras.

Estos autores nos presentan claves interpretativas sobre las ciudades en la globalización. El análisis de la relación entre globalización y urbanismo les lleva a constatar la profunda crisis de las políticas locales de “reproducción social” (vivienda, educación, servicios sociales, etc.), que han sido históricamente propias de los gobiernos municipales o regionales. Los nuevos espacios locales, la ciudad extensa o el espacio urbano-regional, se han convertido por otra parte en territorios de organización de la “producción social” (conjunto de factores que intervienen en el proceso económico de producción de bienes y servicios), pero de gobernabilidades débiles y fragmentadas. Lo cual conlleva a que se agudicen las contradicciones y se acentúen las políticas “revanchistas” o represivas. Autores tan distintos como Smith, Sassen, Havey o Anotti, a partir de su conocimiento de las ciudades norteamericanas, denuncian la emergencia de un “fascismo urbano”. En resumen el conflicto social (o la nueva lucha de clases) se ha desplazado, relativamente, del ámbito de Estado-nación y del lugar de trabajo a los territorios locales y al nexo entre lo local y lo global.Las revoluciones, sean políticas, sociales, económicas, científicas, culturales o tecnológicas generan procesos (o por lo menos expectativas) que para simplificar podemos calificar de “democráticos” o socializadores del progreso. En el caso de la revolución urbana de nuestra época, ampliamente descrita, se enfatiza la mayor autonomía de los individuos, la diversidad de ofertas (de empleo, formación, ocio, cultura, etc.) que se encuentran en los extensos espacios urbano-regionales, las nuevas posibilidades de participación en las políticas públicas de las instituciones de proximidad y a partir de la socialización de las nuevas tecnologías, las mayores posibilidades de elegir residencia, actividad o tipo de movilidad, etc.Sin embargo nunca la segregación social en el espacio había sido tan grande , anota Jordi Borja: crecen las desigualdades de ingresos y acceso real a las ofertas urbanas

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entre la población; colectivos vulnerables o más débiles pueden vivir en la marginación de ghetos o periferias (ancianos, niños, inmigrantes, etc.).Los tiempos sumados de trabajo y transporte aumentan, la autonomía individual puede derivar en soledad e insolidaridad, la incertidumbre sobre el futuro genera ansiedad; se debilitan o debilitan identidades y referencias, hay crisis de representación política y opacidad de las instituciones que actúan en el territorio, etc. Es decir, las esperanzas generadas por la revolución urbana se frustran y el malestar urbano es una dimensión contradictoria de la vida urbana actual.Estos efectos perversos de la revolución urbana no son una fatalidad si no que resultan de un conjunto de mecanismos económicos, de comportamientos sociales y de políticas públicas como son: el carácter sobredeterminante de la renta urbana en la definición de usos del territorio; el consiguiente carácter de “inversión” que han adquirido las compras en suelo o vivienda; las alianzas “impías” entre promotores y autoridades locales; el afán de distinción y de separación de importantes sectores medios y altos; los miedos múltiples y acumulativos que actúan sobre una población de cohesión débil; la fragmentación de los territorios urbanos extensos y difusos; la homogeneización de pautas culturales en los que la “imitación global” se convierte en obstáculo a la integración local, etc. Todo lo cual configura que vivimos no solo tiempos de revolución, también son tiempos de contrarrevolución, urbana obviamente.La revolución urbana no es la traducción directa de la globalización en el territorio, dice Jordi Borja, pero sí viene causada por un conjunto de factores tecnológicos, económicos, políticos, sociales y culturales que también se vinculan a la globalización, concepto por otra parte suficientemente confuso lo que permite que sirva un poco para todo.-La informatización (por ejemplo la difusión de las computadoras) ha modificado las relaciones espacio-tiempo y permite desarrollar actividades diversas (profesionales, de ocio o cultura, de educación, de consumo) sin depender de una localización rígida. Si a ello se une la generalización de las formas modernas de comunicación como el auto privado y las redes regionales de transporte y la telefonía móvil, es fácil deducir que la ciudad hoy no es lo que era.-Los nuevos territorios urbanos ya no se reducen a la ciudad central y su entorno más o menos aglomerado, lo que se llamó el “área metropolitana”, es decir el modelo de la ciudad de la sociedad industrial. El territorio urbano-regional es discontinuo, mezcla de zonas compactas con otras difusas, de centralidades diversas y áreas marginales, de espacios urbanizados y otros preservados o expectantes. Una ciudad de ciudades en su versión optimista o una combinación perversa entre enclaves globalizados de excelencia y fragmentos urbanos de bajo perfil ciudadano.-El capital dominante es hoy especulativo más que productivo, nómada más que sedentario. Las decisiones se han “externalizado” del territorio, el cual se ha vulnerabilizado al tiempo que ha entrado en la carrera competitiva para atraer inversiones, actividades emblemáticas, turistas, etc. El capital fijo, dependiente del entramado económico local, se resquebraja y las infraestructuras que soportan la nueva economía corren el riesgo de ser de uso efímero.

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-El ámbito local-regional ha sido históricamente el de la reproducción social (educación, sanidad, vivienda, etc.), hoy afectado por la crisis del welfare state (o por su carácter inconcluso) al mismo tiempo que las demandas se multiplican (formación continuada, envejecimiento, reducción del tamaño del núcleo familiar, colectivos pobres o marginales, etc.). Los pobres locales y regionales deben reorientar sus funciones hacia la “producción social” puesto que la “competitividad” del territorio corresponde a esta escala más que a la del “estado-nación”. Pero no disponen de las competencias y recursos para ello.-La sociedad urbana se ha hecho más compleja, más individualizada y más multicultural. Las grandes clases sociales de la época industrial se han fragmentado, los grupos sociales se definen en función de criterios múltiples (territoriales, culturales, etc. además de su relación con la producción), la autonomía del individuo se ha multiplicado. Los comportamientos urbanos se han diversificado (en los tiempos, movilidades, relaciones sociales, etc.) y por lo tanto también las demandas. Las políticas urbanas hoy no pueden ser simplemente de “oferta” masiva dirigida a grandes colectivos supuestamente homogéneos.Pero, paradoja: al mismo tiempo que individuos y ciudades apuestan por la distinción y la diferencia, las pautas culturales se globalizan y hegemoneizan. Arquitecturas y formas de consumo, informaciones y comportamientos de ocio (las variantes del pseudounglés) y vestimentas se banalizan y pierden sus elementos distintivos cualificantes. La carrera hacia la competitividad mediante la distinción lleva a la no-competitividad por la homogeneización.La gobernabilidad de los territorios urbano-regionales, piensa Borja, se convierte en un difícil desafío. Especialmente difícil debido a los factores citados que ahora resumimos:

La multidimensionalidad del territorio urbano-regional (centros, periferias, red incompleta de geometría variable de ciudades medianas y pequeñas, urbanización difusa, enclaves y hábitat marginal, etc.).

Las potentes dinámicas privadas de ocupación de suelo (en Barcelona-región metropolitana en los últimos 25 años la urbanización del suelo se ha multiplicado por dos siendo la población estable.

La nueva complejidad de la sociedad urbana y la diversidad de sus demandas y de sus comportamientos (movilidad, doble residencia, etc.).

La fragmentación de los poderes locales (entre 150 y 200 municipios en la región metropolitana de Barcelona, más comarcas, mancomunidades, entidades metropolitanas, Diputación, Generalitat, ministerios) que cooperan y se solapan, compiten, se estorban.

La fuerza económica y a veces legal de las iniciativas privadas o de entes sectoriales a la hora de definir o modificar grandes proyectos sectoriales sobre el territorio.

La gobernabilidad de estos territorios exige una capacidad de innovación política que el marco institucional obstaculiza y que la deficiente representatividad de los partidos,

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convertidos en maquinarias electorales para ocupar posiciones en las instituciones, difícilmente supera.En el plano económico, dice Borja, el discurso globalizador tuvo un arranque arrollador. La presentación de ciudades como lugares nodales, las nuevas oportunidades de los territorios (argumento apoyado en emergencias y reconversiones exitosas) y la prioridad al posicionamiento en las redes globales y en consecuencia a su proyección exterior han sido elementos clave de la construcción del vademécum de la buena política urbana. El plan estratégico a su vez ha sido la herramienta operativa (o ha pretendido serlo) de las ciudades aspirantes a triunfar en el mundo global mediante el discurso “hipercompetitivo”. Un tipo de plan no normativo, que favorece tanto una concertación de cúpulas políticas con cúpulas económicas como un amplio proceso participativo. Y que puede convertirse en un proyecto político transformador de la ciudad o derivar en una cortina de humo, lleno de buenas intenciones sin otra función que legitimar las prácticas del poder.Ha habido reacciones sociales y políticas criticas, comenta Jordi Borja, que han denunciado, desde un plano ideológico como la aceptación de la prioridad a la “competitividad” significaba aceptar casi siempre una posición de dependencia respecto a los mecanismos excluyentes que dominan la vida financiera y comercial internacional y que en la práctica acentuaban las desigualdades y la dualización social y territorial de la ciudad. Estas reacciones apuestan por planes de carácter más proteccionista, alternativos, que a su manera, pueden ser modernizadores, por ejemplo “la nueva cultura del agua”, reutilizadores del capital fijo y generadores de empleo. En bastantes casos la oposición a la adaptación acrítica a la globalización se fundamentó también en la revalorización de los elementos identitarios del territorio y la en la defensa de la calidad de vida y de un desarrollo sostenible (y sustentable).La síntesis teóricamente posible es cuadrar la ecuación competitividad, cohesión social, sostenibilidad, gobernabilidad y participación.Es significativa la importancia creciente que adquieren los factores culturales, para Jordi Borja, en la orientación de los procesos urbanos actuales. Por una parte, la conciencia de las desigualdades sociales, el afán de distinción, el miedo a los otros y el refugio en la vida privada son muy funcionales para el modelo del urbanismo globalizado. Por otra surge una contestación cultural a los impactos de la globalización y de la economía de mercado sobre el territorio.La defensa del patrimonio construido del paisaje, de la población y de sus habilidades en las relaciones sociales consolidadas por el tiempo, de la lengua y de las culturas específicas y de la valorización de la animación urbana (por ejemplo de la calle y el espacio público como elementos fundamentales de la ciudad), cuenta cada vez más en la resistencia a los proyectos privados o públicos con fuertes impactos sobre el territorio. El rechazo a la homogeneización cultural que conlleva la globalización también forma parte de los actuales procesos urbanos.La cuestión es si estas resistencias son simplemente una posición legítima pero conservadora o por el contrario pueden ser una palanca de desarrollo autocentrado en nuestro mundo global.

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Es sobre los modelos de desarrollo urbano donde parece más pertinente detenerse . Para Borja, es evidente que existen unas dinámicas territoriales empujadas por la globalización (Smith) en un marco imperfecto de economía de mercado dominado por los que disponen de “rentas monopólicas” (para usar el lenguaje de Harvey). Pero también lo es que hay dinámicas de signo contrario o que modifican los efectos de las primeras.El modelo de desarrollo urbano característico de la era de la globalización es el de la “urbanización difusa y discontinua” mediante “productos urbanos” constitutivos de enclaves o parques temáticos mercantilizados y áreas degradadas o marginales. Una urbanización de suelo regional que puede darse sin crecimiento económico, en América Latina por ejemplo, o sin crecimiento demográfico como en Europa. Es la urbanización que genera “espacios lacónicos” punteados por shopping malls y gasolineras, de las “áreas de excelencia” (parques empresariales o tecnológicos, barrios cerrados exclusivos), red de autopistas y estratificación social en función de la distancia-tiempo a los lugares de centralidad. Sin embargo hay dinámicas de sentido contrario que encuentran también su expresión en el urbanismo actual. No tanto en el “new urbanisn” que crea sucedáneos de “ciudad europea compacta” sino en el urbanismo “ciudadano” presente en grados diversos en las políticas de bastantes ciudades europeas y americanas. Es el urbanismo del “espacio público” y de la ciudad densa (que ha distinguido el llamado “modelo Barcelona”), de construcción de centralidades de mixtura social y funcional.La arquitectura banalizada y estandarizada caracteriza al urbanismo “globalizado”, dice Jordi Borja, lo mismo que el uso y el abuso de las arquitecturas ostentosas y “no reproducibles” para marcar simbólicamente las zonas de excelencia. El urbanismo “ciudadano” apuesta por el perfil identitario de lo urbano, atendiendo a la morfología del lugar, a la calidad del entorno y a la integración de los elementos arquitectónicos excepcionales o emblemáticos. En la realidad es frecuente que ambas tendencias se mezclen y confronten en la misma ciudad, como en la Barcelona actual.El efecto “político” de esta confrontación de modelos es incierto, aunque no cabe duda que, con independencia de las voluntades políticas locales en el marco de la economía globalizada capitalista, de la propiedad privada del suelo y de la mercantilización de la vivienda, la tendencia dominante es la “urbanización difusa” y de la producción de enclaves o parques temáticos. . Es la del urbanismo de la privatización, de la distinción y el miedo. En algunos países europeos se han implementado políticas urbanas de signo ciudadano, como en Gran Bretaña y en Francia pero en el mejor de los casos se obtienen resultados contradictorios, es decir un poco de todo. En Francia, la hegemonía cultural del “proyet urbain” que ha orientado el excelente urbanismo de diversas ciudades en los últimos 20 años no ha impedido la urbanización difusa, creciente y banal de una parte importante del territorio.El resultado final es muy funcional al urbanismo de la globalización, dice Borja, siguiendo el razonamiento de Harvey se puede interpretar que, puesto que la competitividad entre los territorios requiere estos “lugares nodales de cualidad” que son las ciudades vivas, con espacios públicos animados y ofertas culturales y

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comerciales diversas, con entornos agradables y seguros, donde se concentra el terciario de excelencia y el ocio atractivo para los visitantes. Los residentes son los extras de la película.El efecto directamente político de esta confrontación (desigual) de tendencias es el que nos plantea una incertidumbre sobre el devenir de la democracia en el territorio. Por una parte hay un surgir del ámbito político urbano-espacial. Se habla incluso, a favor o en contra, de las nuevas “ciudad-estado”. En las regiones metropolitanas, como hemos visto al principio, se plantean problemas de gobernabilidad. Pero también son, o pueden ser, ámbitos de innovación política, como apuntan algunos procesos de descentralización, de contractualización, de gestión cívica participativa, de concertación público-privada, de experimentación de democracia deliberativa y de e-gobernabilidad (electrónica o virtual).Sin embargo las crecientes desigualdades en el territorio, la división cada vez más manifiesta entre “incluidos y excluidos” que caracteriza por ahora más a la ciudad americana que a la europea, pero también presente entre nosotros, pueden dar lugar a una “lucha de clases en el territorio” o una “conflictividad asimétrica” de difícil gestión en la fragmentada democracia local. La agudización de los conflictos entre colectivos sociales segregados puede desembocar en el “fascismo urbano” que recientemente anunciaba Sassen. La conocida autora de “la ciudad global advierte que en muchas ciudades la rebelión social que tenderá a expresarse en las periferias marginadas tendrá como probable respuesta un “autoritarismo” que acentuará la exclusión de las poblaciones pobres, inmigradas y de minorías diversas”. La otra cara posible y deseable se puede dar en las ciudades o territorios metropolitanos relativamente integrados. Para Borja, en ellas el conflicto se equipara, se constituyen poderes locales fuertes y las demandas sociales pueden agregarse y llegar a generar una sociedad política que exprese valores y reivindicaciones de ciudadanía. El urbanismo no garantiza la integración ciudadana plena, que depende también del empleo, el acceso a la educación y la cultura, el reconocimiento de derechos iguales para todos los habitantes, etc. Pero el urbanismo si que crea condiciones que facilitan considerablemente la integración ciudadana, o al contrario condiciones de marginación.La ciudad democrática es una conquista permanente, un campo abierto de confrontación de valores e intereses, un desafío a la innovación política, a la imaginación urbanística y a la movilización cívica. (1)

B.- Respetar Los Derechos Ciudadanos: El Derecho A La Ciudad.Los derechos ciudadanos. Para Jordi Borja, la ciudadanía es un elemento constituyente de las democracias, en cuanto reconoce que el origen y la legitimidad de la organización política residen en una colectividad de personas “que nacen y son libres e iguales”. El status de ciudadano supone el reconocimiento de un conjunto de derechos y deberes, la existencia de unas instituciones que representan a los ciudadanos en cuanto titulares de estos derechos y la elaboración y aplicación de unas normas legales

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y de unas políticas públicas para que estos derechos y deberes sean realmente ejercitables.Los derechos ciudadanos, encuentran en el mundo actual su sustrato legitimador y su oportunidad de desarrollo en la ideología de los derechos humanos, que por su planteamiento más abstracto y moral son a la vez más ambiciosos aunque históricamente su eficacia ha dependido de su capacidad de orientar las normas y las políticas públicas. Hoy los derechos humanos se han “politizado” y los derechos ciudadanos se han “moralizado” lo cual nos lleva a considerar ambos integrados en el mismo discurso.La ideología de los derechos humanos hoy, dice Borja, se ha convertido en una de las bases principales de legitimación de la democracia. En nombre de ella se legitiman los sistemas políticos estatales, pero también se modifican principios que parecían intangibles como la conversión de la “no intervención” de un Estado en el territorio del otro en “derecho a la injerencia”. O el reclamo del derecho a la desobediencia civil si los gobiernos o el derecho positivo de un país conculcan algunos de los derechos humanos formalizados en cartas o declaraciones de principios de organizaciones internacionales reconocidas por la mayoría de los Estados.Hasta nuestra época, y desde la formación de los Estados modernos y el reconocimiento de que la soberanía residía en el “pueblo”, especialmente a partir de las revoluciones americana y francesa, los derechos de las personas estaban vinculados al status de “ciudadanía”. Es decir la persona era sujeto de derechos y deberes en tanto que miembro de una comunidad organizada en forma de Estado-nación. El reconocimiento de miembro de esta comunidad (“nacionalidad”) era previo al reconocimiento y protección de derechos u obligación de deberes, sin perjuicio de que se reconociera, parcialmente y en algunos casos, a los “extranjeros”. Hoy sin embargo el status de ciudadanía no parece que sea suficiente para garantizar los “derechos adquiridos” o proclamados en las Constituciones y Declaraciones universales, ni mucho menos es causa eficiente para la adquisición de nuevos derechos que las nuevas realidades territoriales, económicas y culturales parecen imponer.A lo largo de estos dos siglos largos que van desde finales del siglo XVIII hasta hoy se ha configurado un conjunto de derechos civiles, políticos y sociales. En este proceso histórico se legitimaron en la cultura política y jurídica los derechos civiles y políticos (cultura liberal o de democracia política) y posteriormente los derechos sociales (cultura “socialista” o de democracia social). Paralelamente a estos procesos que reconocían derechos individuales en un marco colectivo, el del Estado-nación, se desarrollaba otro proceso paralelo de progresiva autonomía del individuo. La progresiva individualización de las sociedades se ha acelerado en la era postindustrial. Por una parte se han debilitado las estructuras de integración colectiva: la Iglesia, la Nación, la clase social, los movimientos socio-políticos trascendentales, la familia. Por otra parte las nuevas formas de vida favorecen la autonomía de cada individuo: rápida evolución de los oficios, las modas y los valores; medios de uso individual (el auto, el teléfono móvil, el congelador y el fast food, el ordenador); la diversidad y precariedad del trabajo; etc. Cada individuo tiene tiempos y espacios propios, su movilidad y sus

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relaciones sociales se diversifican; acumula “identidades”, aunque para la mayoría de éstas son relativamente débiles.

Los derechos, o su reivindicación, prosigue Borja, se individualizan, se hacen más complejos y abarcan nuevos campos de la vida social. El auge de los derechos humanos va vinculado al de las ONG de todo tipo (en detrimento de partidos y sindicatos), expresiones ambas de la individualización de los valores y de los comportamientos. Ya no es suficiente plantear el derecho a la vivienda, a la educación o al trabajo: estos derechos se hacen más complejos y se expresan como el derecho a la ciudad, a la formación continuada o a la renta mínima o salario ciudadano. Nuevas temáticas relativas a las condiciones de vida y a la participación en la política y en la sociedad generan demandas de derechos y de políticas públicas como el medio ambiente, la seguridad, el acceso a la información, la participación (deliberativa, directa) más allá de las elecciones, etc. Estos derechos de cuarta generación nos remiten a considerar las reacciones sociales que suscita la globalización de la sociedad de la información y de la sostenibilidad del progreso. Por lo cual debemos confrontarnos a una temática más propiamente política.El status o los derechos ciudadanos ya no pueden depender únicamente de la legalidad y de las políticas públicas de los Estados “nacionales”, puesto que tanto su temática o las condiciones de eficacia de los derechos y deberes, como los actores o movimientos sociales que los promueven o se resisten a ellos, se mueven en ámbitos supraestatales o globales en unos casos, o locales o subestatales en otros. Es decir el planteamiento de los derechos ciudadanos exige hoy una dimensión de derechos “globales” y derechos “locales”.Concretamente pretendemos abordar algunos de los derechos “ciudadanos” que deben abordarse en el ámbito de las actuales condiciones de la globalización, como el derecho a la seguridad alimenticia y al desarrollo, a la libre circulación de personas, a la justicia internacional, etc. Y también aquellos derechos que solo pueden ser efectivos en ámbitos de proximidad (aunque también pueden tener una dimensión global o estatal) como el derecho a la ciudad, al salario ciudadano, a la identidad socio-cultural o a la igualdad de derechos por el hecho de residir en un territorio. Nuestro objetivo es

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proponer un horizonte innovador de los derechos de la ciudadanía en la democracia, resultante de los procesos sociales y de las elaboraciones intelectuales de los últimos años.Utilizamos el concepto de “derechos ciudadanos”, acota Borja, en vez de derechos humanos para enfatizar la condición política de estos derechos, fundamento de su eficacia. Una de las paradojas del actual momento es el contraste entre los cambios deseados y la impotencia colectiva para realizarlos. Es un déficit político. Por una parte existe la conciencia adquirida en amplios sectores de la sociedad de la necesidad de definir un nuevo horizonte de derechos que oriente los movimientos sociales y culturales de las colectividades y que reorganice la organización política, las instituciones, los programas públicos, el estilo de los gobernantes, las formas de participación cívica.Por otra parte nuestra época se caracteriza por el auge adquirido por el individuo, la conquista de un amplio margen de autonomía personal –lo cual parece un progreso indiscutible–, pero también por la crisis del Estado o de los sistemas políticos para dar respuestas positivas a la sociedad, y más aún para transformarla. Existe una pérdida de confianza en el porvenir y, en consecuencia, se constata la debilidad estructural de los movimientos que poseen la vocación de idear y actuar para construir un futuro más próximo a los ideales o a los valores que se consideran propios de nuestras democracias, herederas de las revoluciones liberales y sociales.Históricamente los cambios que han significado un progreso de la sociedad y de los individuos en cuanto a la conquista de espacios más amplios de libertad e igualdad, de solidaridad y de tolerancia, han sido resultado de tres procesos dialécticos: los movimientos sociales y culturales basados en una ideología de progreso, la acción política generadora de nuevas instituciones y políticas públicas, y la conversión en derechos de las demandas colectivas y de las intervenciones políticas.Hoy los movimientos históricos y las acciones políticas se han debilitado, en tanto que los derechos se han refugiado en la abstracción de los derechos humanos. Por ello proponemos su concreción en derechos ciudadanos para que contribuyan a reconstruir un escenario histórico de movimiento transformador y de acción política innovadora.Los derechos ciudadanos en la globalización. Pensar el mundo actual, para Borja, a partir de la dicotomía entre excluidos e incluidos, propia de la visión crítica sobre la globalización, sin ser incorrecta no parece la mejor manera de entenderlo. ¿Los iraquíes o los palestinos son excluidos? Más bien ocupados, oprimidos, pero no excluidos. Los pueblos más pobres y atrasados ¿acaso no sufren por estar globalizados, por ejemplo para la utilización de la mano de obra infantil, y aparecen como excluidos por no ser demanda solvente para los mercados, por ejemplo de los medicamentos? ¿Los inmigrantes, sin derechos ni papeles, son excluidos o ejercito de reserva de mano de obra barata y sobreexplotada? Los globalizadores excluyen pueblos y territorios solo aparentemente, como hizo el capitalismo salvaje primero con las masas populares expulsadas de las zonas rurales y luego con las colonias, sin olvidar las diversas formas de esclavismo (Harvey, 2003).

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Tampoco es ahora muy útil pensar unilateralmente la globalización como un progreso“global” (al estilo del “balance globalmente positivo” que hacía una parte de la izquierda sobre los mal llamados países “socialistas”), como una redistribución de cartas a nivel mundial en la que pueblos y territorios tienen una nueva oportunidad para situarse y conquistar algunas posiciones o nichos ventajosos. Las ciudades europeas mediterráneas –como mi ciudad, Barcelona–, que han apostado por hacer de este mar un lugar de intercambio económico y cultural privilegiado ¿cómo se podrán resituar después de las dos guerras del Golfo y de la ocupación norteamericana? Las secuelas de la guerra del 2003 ¿no afectarán por ejemplo a las posibilidades de países tan potentes como Francia y Alemania para reposicionarse en los mercados internacionales? La globalización hoy no es solamente un proceso económico-financiero y cultural-comunicacional propiciado por la revolución digital. Es también una realidad político-militar-imperial, una dominación ejercida por el gobierno de la única superpotencia existente, que hoy no tiene contrapeso alguno y que ha unido una cruzada mesiánica a la realización descarnada de los negocios por parte de grupos económicos multinacionales.Ante esta realidad la tendencia que puede manifestarse más espontáneamente es la de la reacción defensiva, proteccionista, aislacionista, que encontrará en los valores “nacionalistas”, “localistas”, “identitarios” o “indigenistas” sus bases de cohesión y legitimación. Una reacción que parece tan lógica como inevitable en muchos casos y que hoy se expresa, entre otras formas, en la crisis de legitimidad de los gobiernos estatales y de los partidos políticos (Castells, 2003).No deben desmerecerse los aspectos positivos y renovadores de estas reacciones que revalorizan territorios y colectivos sociales, tanto en ámbitos urbanos como regionales. Pero también son propicias a la recuperación de valores culturales y formas de poder anacrónicas y escasamente democráticas y estimulan en ocasiones actitudes xenófobas o racistas. Y, sobre todo, no nos parecen suficientes para afrontar los efectos perversos de la globalización unilateral actual.La globalización imperial-capitalista nos plantea el desafío intelectual de revalorizar, reconstruir y ampliar el universalismo democrático que pugna por ser cultura común de la humanidad desde el siglo XVIII hasta nuestros días. No se trata de inventar ni de repetir fórmulas eurocentristas, o de maquillar el “american way of life”, como los Macdonalds se maquillan con algunos productos típicos del lugar. La cuestión es renovar la cultura de los derechos humanos, definir unos valores básicos como horizonte común posible de la humanidad, desarrollar y concretar estos derechos en los distintos ámbitos territoriales y culturales, para que puedan convertirse en derechos ciudadanos, y hacer todo lo necesario para que se formalicen en los marcos jurídicos internacionales, estatales y locales o regionales.A continuación exponemos diez bloques de derechos ciudadanos que, para Borja, además de formar parte de la cultura democrática universal, forman parte hoy del movimiento social crítico del proceso de globalización en sus formas y en parte de sus contenidos actuales. Nos encontramos en un momento histórico en el que la

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redefinición de derechos encuentra su base, tanto en la historicidad de confusos pero extensos movimientos sociales, como en la elaboración intelectual y en los valores propios de la cultura democrática, es decir en un momento que anuncia la superación de una visión abstracta y etnocentrista de los derechos humanos para promover la incorporación de los mismos en las instituciones políticas (internacionales, estatales y locales) y en el derecho positivo.Las propuestas que siguen se inspiran en gran parte en la reflexión de un grupo de trabajo del Institut de Drets Humans de Catalunya. Se refieren a nuevas contradicciones del actual momento histórico, el del proceso, conflictivo por desigual, de la globalización, o a viejas contradicciones que vienen de lejos pero que hoy se agudizan y se visibilizan “globalmente”; y asimismo a nuevos (y también viejos) desafíos a los que la humanidad responde con respuestas distintas, que expresan valores y, sobre todo, intereses opuestos, desafíos que exigen derechos más globales que en el pasado, derechos hoy teóricamente posibles por su legitimidad moral y necesidad histórica.Los derechos ciudadanos y los elementos básicos de la vida: la tierra, el agua, el aire y el fuego. Nos referimos, dice Jordi Borja, a bienes indispensables para la supervivencia individual y colectiva de la humanidad, que hoy no pueden garantizarse en ámbitos únicamente estatales o locales y requieren una regulación global que garantice la universalidad del acceso a ellos. Por lo tanto no pueden depender de la autonomía particular de una oferta dependiente de las empresas privadas (colectivamente errática) ni del grado de solvencia de las poblaciones demandantes.Los elementos básicos de la vida, el agua, el aire, el suelo y la energía deben ser de propiedad pública (sin perjuicio de que se delegue la gestión de algunas funciones a empresas no públicas). En sus aspectos principales no deben ser objeto de comercialización, con el fin de que su acceso esté garantizado a todos los habitantes del planeta. Esta garantía la deben ofrecer organismos internacionales, independientes de los gobiernos y de las empresas prestadoras o gestoras de algunos de estos servicios, y sometidos a un control jurídico (tribunales internacionales) y social (organizaciones sindicales, profesionales, económicas, universitarias y ONG).El suelo. Debe socializarse en su totalidad, a través de un proceso inevitablemente largo que garantice a sus actuales propietarios compensaciones independientes del precio de mercado. Esta socialización es especialmente importante para el suelo urbano o urbanizable. La propiedad privada del suelo urbano es incompatible con el desarrollo de una ciudad democrática. Si bien la protección normativa de este derecho y las políticas públicas que lo hagan efectivo corresponden principalmente a las instituciones estatales o locales, consideramos que merece también una regulación supraestatal, por ejemplo de la Unión Europea, tanto por la conveniencia de proporcionar un marco público legitimador frente a la propiedad privada y resistente a las dinámicas del mercado, como por la emergente tendencia al desarrollo de procesos urbanizadores transfronterizos.El suelo urbano o urbanizable será siempre de propiedad pública, y solamente se podrá otorgar en concesión o arriendo si se cumplen las condiciones que aseguren el

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derecho a la ciudad. Se priorizará el derecho a la vivienda, la mezcla o mixtura social y funcional en cada área urbana y la gestión social de la promoción de las viviendas (cooperativas) y de los equipamientos (asociaciones cívicas).El suelo no urbano se arrendará para usos específicos como el agrícola, forestal, turístico, etc. En este caso los plazos pueden ser más largos o en ciertos casos se puede mantener su propiedad privada. El dominio público sobre el suelo no urbano está justificado por la necesidad de garantizar la seguridad alimenticia de la población de cada territorio y también para promover y regular formas de desarrollo sostenible.El agua. La cultura del agua es uno de los progresos más recientes e interesantes de la cultura democrática en la globalización. La propiedad pública del agua, gestionada por agencias internacionales independientes, deberá garantizar el derecho al agua mediante su distribución gratuita o la aplicación de tarifas políticas para la cobertura de las necesidades básicas, especialmente el consumo doméstico, excluyendo el uso que socialmente se considere no básico. La venta a precio de coste se aplicará a los usos lucrativos o no básicos (industriales, turísticos, de esparcimiento, etc.).La cultura del agua supone también mantener las cuencas existentes como un factor de identidad y sostenibilidad de los territorios. Por lo tanto se deben buscar otras opciones para satisfacer las justas demandas de regiones con déficit hidrológico, opciones hoy perfectamente factibles como el reciclaje del agua usada, la desalación, evitar el despilfarro por mal estado de la canalización o por uso abusivo del agua, etc. La oposición reciente a los trasvases y las alternativas que las plataformas han planteado son ejemplos interesantes que han conseguido incluso dotar de identidad y fuerza social a un territorio desestructurado como era el de las Tierras del Ebro.El aire. Es un bien tan indispensable como aparentemente socializado. Sin embargo el atentado diario que sufre la calidad del aire que respiramos y el calentamiento de la atmósfera (con los consiguientes cambios climáticos) ponen en peligro el futuro de la humanidad y su salud en el presente. Sus causas residen en los procesos de producción industrial, en las formas que ha adquirido un consumismo despilfarrador en los países más desarrollados, y también en algunas estrategias de supervivencia en los países menos desarrollados. La necesidad de una regulación internacional y también sus dificultades se ha expresado recientemente en la conferencia de Kioto, en la cual los modestos pero indiscutibles avances realizados en este sentido no han sido aceptados por el país, Estados Unidos, que más contribuye a la contaminación atmosférica, mientras que otras potencias contaminantes no han ratificado los acuerdos, o no parecen dispuestas a aplicarlos.La paradoja es que se reconoce no tanto el derecho y la protección de la calidad del aire, como el derecho a contaminar, que se puede comprar y vender entre empresas y países, con el argumento de que, si unos venden este derecho, otros lo pueden ejercer en su lugar. Como en el caso del agua, parece indispensable atribuir una competencia reguladora a agencias internacionales independientes dotadas de capacidades efectivas de gestión y de sanción.La energía. La desigualdad en el acceso a las fuentes de la energía, o mejor dicho, a la energía necesaria, tanto para la actividad económica como para el consumo

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doméstico, es hoy una de las expresiones principales de la injusticia global del mundo actual. La energía realmente disponible por habitante puede variar de 1 a 100 entre ambos lados del Mediterráneo. El derecho a la energía es de carácter universal y por lo tanto los mecanismos de distribución deben garantizarlo. Pero éstos son actualmente globales y están en manos de empresas pertenecientes a multinacionales de los países desarrollados, que controlan la producción (situada en muchos casos en países poco desarrollados) y la distribución. Al mismo tiempo la producción energética plantea hoy graves problemas a la humanidad, tanto por el agotamiento a medio plazo de los recursos, como por el riesgo de las instalaciones productoras (por ejemplo: las nucleares) y por la acumulación de residuos (por ejemplo: los radioactivos).El derecho a la energía forma parte del derecho a la vida de cada persona y del derecho y el deber colectivos a preservar el futuro de la humanidad, y también de los derechos al desarrollo sostenible de los territorios y a la identidad y seguridad de las personas que los habitan. Es un derecho que solo se puede garantizar a nivel global.Por la necesidad a la que deben responder y por el riesgo que comporta su implantación territorial nos parece indispensable la socialización de la propiedad de todas las empresas productoras y distribuidoras de energía, y el acceso a ella de la población mundial con los mismos criterios ya expuestos para el agua, sin perjuicio de que puedan realizarse concesiones a empresas privadas debidamente controladas por una Agencia internacional (como en el caso del agua), que establezca las condiciones de la concesión con clausulas de reversión al sector público si no se cumplen.El derecho a la justicia, la paz y la seguridad. Para Jordi Borja, el derecho a la justicia, a la seguridad y a la paz para todos los pueblos e individuos es obviamente un bien y un derecho que requiere una regulación y una protección globales.El derecho a la justicia hoy supone el acceso universal, tanto de colectivos o comunidades (gobiernos, organizaciones sociales, ONG, etc.) como de personas individuales, a los tribunales internacionales (como el recién creado Tribunal Penal Internacional o los tribunales europeos).La seguridad y la paz deben estar garantizadas internacionalmente por organismos del sistema de NN UU, y las acciones unilaterales de intervención por la violencia o la coacción deberán ser impedidas o sancionadas.El derecho a la seguridad de las personas y de las comunidades está hoy a la orden del día. Los gobiernos de muchos estados no tienen en muchos casos la capacidad de garantizar la seguridad de las personas que viven en su territorio. Por otra parte la intervención unilateral de otros gobiernos acostumbra a generar aún más violencia e inseguridad individual y colectiva. Las condiciones para la protección del derecho a la seguridad pueden ser las siguientes: la definición precisa de los casos en que la seguridad debe ser objeto de protección internacional; la atribución de esta competencia a organizaciones internacionales (por ahora no parece haber alternativa a los organismos de NN UU); la estabilización de fuerzas internacionales también independientes de los gobiernos con capacidad de intervención; y la articulación con ONG humanitarias y de cooperación.

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La paz no es la ausencia de guerra o de terrorismo, es la garantía de una convivencia libre, igual y pacífica entre todos los ciudadanos de un territorio.Sobre la modernidad de la emergencia de las “nacionalidades”, de los regionalismos y de los localismos en nuestro mundo “globalizado”. En este aspecto Jordi Borja piensa que, el derecho a un territorio es propio tanto de las personas como de los pueblos y solo puede alcanzarse mediante la globalización democrática de la política y de la justicia, lo que no es el caso hoy día (véanse los casos de Palestina, Irak, etc.).En el mundo actual la globalización ha producido la aparente paradoja del resurgimiento (o “invención”) de territorios subestatales, regiones, comarcas, ciudades metropolitanas, barrios. La geografía política está en ebullición: las demandas de autodeterminación o auto- gobierno no solamente plantean la cuestión de los derechos colectivos opuestos (entre la población del Estado-nación y la de la colectividad que revindica su derecho al autogobierno), sino también otro conflicto posible entre derechos colectivos y derechos individuales.Es fácil ironizar sobre esta emergencia de los territorios subestatales cuando no se comparte la identidad del objeto del que se trata, aunque casi siempre los irónicos no son universalistas desterritorializados, si no acérrimos, partidarios de otra identidad que consideran superior. Sin embargo no es preciso ser un materialista vulgar para descubrir que el sustrato de la reivindicación de autogobierno, “nacionalitaria” o “localista”, de comunidades territoriales muy distintas entre sí, desde Timor o el Sáhara, hasta Catalunya o Euskadi, desde Eslovaquia hasta Escocia o Córcega, hay tanto una afirmación de identidad como una desconfianza en el “Estado”, demasiado fuerte y arrogante para facilitar el desarrollo de un ámbito de autogobierno “subestatal” cada vez más necesario, y demasiado débil y demasiado distante para defender y articular los intereses del territorio en el mundo global. La afirmación de un territorio local o regional es una moderna necesidad económica, es el ámbito que determina la productividad de un espacio concreto, en el que se define la cualidad de la oferta urbana, el ámbito más o menos atractivo para los actores económicos o culturales, y el más habitual para la expresión de los conflictos sociales.La identidad cultural hoy –sea cual sea el vestuario lingüístico que la exprese– no es simplemente una reminiscencia del pasado; es también una necesidad de afirmación en un mundo que tiende a la homogeneización cultural de los territorios (la multiculturalidad favorece además esta homogeneización vulgar) y a la disolución de los límites y de las referencias, un mundo de más incertidumbres que oportunidades, de más temores que esperanzas. Es la necesidad psico-social de afirmar la diferencia para recordar que se existe, y puede ser tanto un factor de exclusión de los “diferentes” como de integración (solamente es posible el proceso integrador si hay una comunidad realmente existente, con identidad propia).El autogobierno de los territorios “subestatales”, expresa Borja, es hoy en muchos casos la expresión de la necesidad de posicionarse en los flujos económicos mundiales y ante los procesos políticos supraestatales, es la manifestación de la prioridad de una política pública de proximidad que se concierte con actores sociales en sociedades complejas, que reconozca que hoy el territorio de la cohesión y de la productividad, de

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la sostenibilidad y de la gobernabilidad es en muchos casos esta vieja nacionalidad o región histórica. Ésta puede ser hoy un lugar–con el cual la población se identifica más fácilmente– de modernidad mucho más eficaz que el “Estado-nación” que se creó en los siglos XVIII o XIX. El Estado tradicional, sin moneda propia, con un ejército profesional y sometido a mandos externos, casi sin fronteras ni aduanas, con himno y bandera que disputa su existencia a los símbolos supraestatales y a los de las nacionalidades y regiones autónomas, con márgenes estrechos para la política económica, y demasiado lejano y burocrático para promover las políticas sociales y culturales, ya no es lo que era. Su pretensión de considerarse el único depositario de la soberanía y del interés general resulta más bien patética.Los estudios y encuestas sobre los valores hoy vigentes o predominantes son contundentes: la identidad local (región, comarca, ciudad, barrio) es más fuerte que la vinculada al territorio estatal. Los datos a escala mundial nos revelan que un 38% de la población se identifica en primer lugar con el Estado-nación, un 15% con el mundo o el continente en el que vive, y un 47% con el lugar donde nació o donde vive. Y si nos referimos a ámbitos más próximos, las cifras son aun más expresivas. En la zona europea donde se ubica España, la Europa del suroeste, el 63% se identifica en primer lugar con el territorio “local” (región o ciudad), el 23% con el Estado-nación y el 13 % se declara cosmopolita o se define como ciudadano del mundo.Lo dicho nos lleva a otra cuestión: la autodeterminación. Las fuerzas políticas democráticas del Estado español rápidamente abandonaron el principio de autodeterminación para las nacionalidades históricas en aras del reconocimiento del derecho a la autonomía que consagraba la Constitución de 1978. Una renuncia muy discutible, por al menos dos razones. En primer lugar era obviar el hecho indiscutible de que la Constitución se elaboró durante un período predemocrático, en el curso de una transición sometida a la permanente amenaza de un golpe militar que hubiera restablecido un régimen dictatorial. La atribución a las Fuerzas Armadas del deber de salvaguardar la unidad del territorio español es una prueba evidente de la espada que pesó sobre los constituyentes. En segundo lugar por la también evidente razón de que la Constitución no satisfacía plenamente las reivindicaciones nacionales de algunos territorios, en especial Catalunya y Euskadi, y así lo han manifestado repetidamente un conjunto mayoritario de sus fuerzas políticas y de su opinión pública. El caso vasco fue y es especialmente delicado: los representantes del nacionalismo vasco no participaron en la redacción de la Constitución y una mayoría no votó a favor del texto constitucional. Por lo tanto es una cuestión pendiente.Admitir la legitimidad del eventual recurso a la autodeterminación, lo cual no excluye obviamente la independencia, nos parece indispensable para abrir un proceso de restructuración del Estado que tenga en cuenta las voluntades colectivas, expresadas democráticamente, de sus territorios. Otra cosa es el cómo y el cuándo se plantea el ejercicio de este derecho. Evidentemente no es posible ejercerlo con libertad bajo la amenaza terrorista o golpista. Y como previsiblemente, fuera cual fuese el resultado, expresaría las profundas divisiones que atraviesan nuestras sociedades, a la vez identitarias y multiculturales, la solución política futura debería garantizar la igualdad

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de derechos y deberes de todos los ciudadanos. Ni más ni menos. Y difícilmente se podría encontrar una solución estable que no tuviera en cuenta la inserción económica, social y cultural con el Estado español y con Europa.Europa es la siguiente cuestión. Para Borja, se ha dicho que no es posible hoy en el seno de la Unión Europea plantear la independencia de una parte de un estado miembro. Esto es una perfecta tontería. Se puede considerar poco deseable, pero no imposible. Como dijeron en una ocasión los responsables de la Unión a una delegación del nacionalismo escocés, la secesión pacífica sería una cuestión propia del estado implicado y en el caso de que se produjera, el nuevo estado podría solicitar o no la integración en Europa en las mismas condiciones de cualquier otro estado, como ha ocurrido recientemente con los estados centroeuropeos. Ahora desde posiciones unitaristas cerradas se interpreta el proyecto de Constitución europea como una confirmación de la imposibilidad de acceder a la independencia por parte de nacionalidades europeas sin estado, lo cual tampoco es cierto, aunque el deficiente texto preconstituyente es muy equívoco sobre este tema. En el caso europeo sería más justo argumentar con criterios funcionales. Parece más viable plantear una presencia en las instituciones europeas de las entidades autonómicas con competencias propias y decisorias, especialmente de carácter legislativo, que abrir un proceso independentista, de final muy incierto, para estar así presente en la Unión europea. La cerrazón del Gobierno español a la presencia de las Comunidades Autónomas en los Consejos de Ministros cuando se tratan cuestiones de su competencia y el sistema electoral que impide de facto una presencia significativa de diputados representativos de las CC AA en el Parlamento Europeo no han facilitado una vía de inserción corresponsable en el Estado de las nacionalidades históricas. Su participación en la Unión Europea en defensa de sus intereses y competencias, pero también en representación de otras Comunidades hubiera ayudado considerablemente a resolver el dichoso problema del encaje.La siguiente cuestión se refiere a la necesidad de un replanteamiento de las relaciones interinstitucionales, tanto en el interior del Estado como de la Comunidad Autónoma (o sea cual fuere la forma que adquiera el autogobierno). Plantear la relación en términos clásicos de redistribución de competencias y de recursos, de competencias exclusivas de los unos, que pueden ser ilusorias, y de capacidad de regulación básica de todo de los otros, que conduce fácilmente a la tutela permanente y a la imposición, nos suena hoy a insuficiente y caduco. Ni España, con autonomías o con federalismo, con fórmulas específicas de autogobierno o de soberanía compartida, se reduce a un Estado y a unas entidades políticas de un solo tipo (sean las CC AA u otras), ni Euskadi o Catalunya se expresan únicamente por su institución política nacional. Otros ámbitos territoriales afirman su cohesión y su identidad social y cultural y manifiestan su vocación de relativo autogobierno. Nos referimos a las ciudades metropolitanas y a los municipios, a las provincias y a las comarcas, a las regiones transfronterizas (como la “eurociudad” Donostia-Bayona) y a los territorios reconstruidos como sujeto político mediante un movimiento social mayoritario (como las Terres de l´Ebre en Catalunya).

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El debate soberanista se puede entender como reivindicación (de autodeterminación o de mayor autogobierno), pero no como posibilidad real de concentrar la soberanía en una única institución y en un solo ámbito territorial. Esto hoy no es posible: las políticas y las instituciones públicas intervienen a la vez en los distintos ámbitos territoriales, se solapan y se confunden, las más globales actúan o deciden en lo local y las más locales no se conforman con la gestión de proximidad, sino que también precisan hacerse escuchar en lo global. En unos casos la regulación normativa se debe realizar a niveles supraestatales y por lo tanto participar en ellos, en otros prima la proximidad y el nivel local o regional reclama ejercer la gestión o la coordinación de competencias compartidas o concurrentes o de programas concertados. Las relaciones interinstitucionales deben tender a convertirse en muchos casos en relaciones contractuales, y su funcionamiento, mediante el adecuado uso de las actuales tecnologías de información y comunicación, se desarrollará en redes más que mediante las formas clásicas de desconcentración.Los derechos individuales y los derechos colectivos. Según Borja, la relación o el compromiso entre los derechos colectivos y los derechos individuales es una cuestión que se deriva del punto anterior. En ningún caso los referentes históricos de un territorio, su pasada identidad cultural y el vanguardismo mesiánico de una minoría pueden imponer unos “derechos colectivos” esencializados a una parte de los ciudadanos, sean mayoría o minoría. Éstos pueden legítimamente reivindicar otros derechos colectivos y en todo caso son ciudadanos dotados de unos derechos individuales prioritarios, reconocidos por los ordenamientos jurídicos democráticos, tanto en el ámbito europeo como estatal. La historia no lo justifica todo, ni la lengua, ni la cultura de un pasado mitificado. Hoy nuestras sociedades son urbanas y multiculturales, diversas en sus colectivos y en sus individuos. La progresiva autonomía alcanzada por las personas, sea cual sea su origen, género, edad o clase social es un progreso histórico irrenunciable. Los valores “universalistas” expresados especialmente en las “cartas” de derechos humanos o derechos fundamentales, son superiores a los valores identitarios, es decir, protegen a las personas en el caso en que los “derechos colectivos” sean usados en contra de los derechos individuales. Dicho esto, nada hay que objetar contra una colectividad que expresa su voluntad de preservar y desarrollar los elementos identitarios que le son propios y de reivindicar su vocación de autogobierno.La protección y el desarrollo de los derechos individuales y colectivos, para Borja, es posiblemente una de las cuestiones más complejas, por las razones siguientes:• En nuestra época los valores universales (más o menos formalizados en Cartas y tratados) son más actuales que nunca y en ellos se expresa la progresiva valoración de las libertades, derechos y autonomías personales, que corresponde a la nueva complejidad de las sociedades urbanas y a la personalización o individualización de la vida social.• La globalización genera una reacción revalorizadora de las identidades nacionales y, como ya dijimos, de las locales y regionales especialmente.

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• Las sociedades locales hoy, para complicar más la cuestión, tienden a ser multiculturales, lo que produce una compleja imbricación de los derechos individuales y los colectivos.Solamente la formalización jurídica de los valores universales podrá permitir discriminar entre lo que son diferencias culturales, y los comportamientos que atenten contra los derechos individuales. Las democracias del siglo XXI son necesariamente plurales y los ordenamientos legales (estatales o supraestatales) deben garantizar los derechos culturales y políticos, incluidos la autodeterminación o el autogobierno de cada colectividad. Pero paralelamente deben protegerse los derechos individuales de todas las personas que habitan un territorio, sea cual sea la identidad cultural dominante y la organización política peculiar del mismo.La igualdad global de las personas y la igualdad en un mismo territorio. Dice Borja que, la igualdad de todas las personas que habitan un territorio requiere políticas positivas respecto de las personas que históricamente sufren discriminaciones de algún tipo, en especial las mujeres. La igualdad de género es un valor universal hoy incuestionable. No parece necesario insistir sobre los derechos de la mujer y sus efectos en las políticas públicas (por ejemplo la gestión del tiempo cotidiano).Así mismo las políticas públicas, las normas legales y las pautas culturales deben posibilitar la igualdad real de las personas “ancianas” y de los niños. Las personas mayores adquieren hoy una actualidad desconocida hasta una época reciente, pues se trata de un grupo de edad numeroso (en muchos casos supera al de jóvenes de menos de 25 años), que en buena parte demanda actividad y en otros casos necesita asistencia continuada. Todo ello nos remite a la cuestión del salario ciudadano, a la inserción cívica y a los derechos y deberes de la familia.En relación con los niños hay que partir de la consideración del niño como sujeto pleno de derechos desde su nacimiento, sin perjuicio de la protección tutelar que pueda ejercer la familia durante su infancia. La participación de los niños en las políticas públicas; reconocerles una cuota de “poder político” mediante la participación en los organismos municipales, educativos, etc.; la delegación de funciones pre-sancionadoras o reguladoras (gestión del tráfico, control ambiental, etc.); la cooperación en la formación alfabetizadora en el lenguaje informático respecto a los adultos, etc., todo ello son medios para ejercer la ciudadanía.Nos hemos referido a las personas mayores y a los niños aun a sabiendas de que su situación de capitis deminutio no viene generada por los procesos globalizadores. Sin embargo, sí que hay que considerar los efectos indirectos de la globalización en estos grupos de edad: la crisis de las políticas del welfare state y la reducción de gasto público social, la privatización de los servicios asistenciales, la fragmentación de la familia, las formas de urbanización difusa y mediante barrios cerrados y socialmente homogéneos, la reducción de ancianos y niños a consumidores cautivos, etc.El grupo de población que sufre una discriminación evidente y cuya situación tiene que ver directamente con la globalización es el de los inmigrantes. Nos remitimos a los dos puntos siguientes y a un libro del autor (Jordi Borja) sobre la ciudadanía europea. En este texto se dedica un capítulo a exponer la posibilidad de establecer la igualdad

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político-jurídica de todos los residentes en los países de la Unión Europea mediante la distinción entre nacionalidad y ciudadanía. O mejor dicho: considerar que el estatuto de ciudadanía, la atribución de derechos y deberes a los residentes en un territorio, con el consiguiente derecho a ser elector y elegido como correspondencia al exigible deber de respetar las leyes y pagar los tributos, no depende únicamente de la nacionalidad. También se podría adquirir este estatuto mediante la adquisición de la residencia legal en cualquier país de la UE, lo cual conllevaría el estatuto de ciudadano europeo. En cuanto ciudadanos europeos los “nacionales comunitarios” y los “extracomunitarios” tendrían los mismos derechos, incluidos los políticos, y, en consecuencia, el de acceder en igualdad de condiciones a las instituciones y ser merecedores por igual de los beneficios de las políticas públicas.El derecho al desarrollo, a la identidad del territorio, a la seguridad alimentaria, a permanecer en el lugar elegido. En este aspecto Borja dice que, las colectividades humanas que habitan los diversos territorios tienen derecho al desarrollo, a permanecer en el lugar donde tienen memoria, vínculos y proyectos, a progresar según sus valores y las formas de vida que elijan, aunque sean comunidades más pobres o más marginales respecto de los centros de poder. La globalización, como el viejo imperialismo, en vez de facilitarles medios adecuados para ello, tiende a destruir sus recursos materiales y culturales, a romper su cohesión interna y a provocar procesos disolutorios.Ante todo hay que proclamar el derecho a la seguridad alimenticia, a la protección de la producción propia, a la garantía de acceso para todos a una producción diversificada y una dieta suficiente, a la libertad de exportación y a la supresión de aranceles (mucho más importante y justo que las “ayudas al desarrollo”). El derecho a la salud, a la protección frente a las hambrunas, las catástrofes y las epidemias, a la seguridad frente a la violencia son derechos individuales y colectivos, globales y locales. Deben ser asumidos y protegidos en los ámbitos locales, pero también garantizados en los globales. Por ejemplo: el control público de la industria farmacéutica debe ser global para que se pueda disponer de productos genéricos a nivel local y también para garantizar el desarrollo de la investigación para atender a enfermedades que aquejan a poblaciones poco “solventes” (malaria, tuberculosis, del sistema digestivo, etc.). El mismo razonamiento se puede aplicar al desarraigo y a la violencia causados por conflictos locales (con causas y actores globales, como ocurre ahora en África).Así mismo la preservación del entorno físico y cultural (que no sea un obstáculo para un progreso beneficioso para todos los habitantes del territorio) es una garantía de futuro. Criterios similares deben aplicarse a territorios y colectividades enclavados en países desarrollados que sufren a la vez procesos agresivos y de abandono o relegación de los entornos. El derecho a la identidad y preservación de las potencialidades del territorio es una dimensión fundamental del derecho al desarrollo.El derecho al salario ciudadano y a la formación continuada. Para Borja, los inmigrantes y otras poblaciones que sufren discriminación o marginación, especialmente las personas desocupadas o sin recursos económicos monetarios, deben ver reconocidos sus derechos mediante políticas activas de integración,

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mientras que ahora acostumbra a ocurrir lo contrario. Son víctimas muchas veces de procesos globalizados frente a los cuales no tienen posibilidad de defenderse, por lo que provocan su emigración o su desempleo.En relación con los inmigrantes es preciso garantizar algunos derechos básicos que ahora les son negados: la libre circulación, la igualdad político-jurídica en el país en el que fijen la residencia, el mantenimiento de su identidad cultural al tiempo que se facilita su inserción socio-cultural. Es el reconocimiento para cada persona del derecho a sobrevivir y a mejorar, a forjarse un proyecto de vida. El derecho al cambio es también un derecho humano.La población sin recursos económicos o sin empleo debe recibir siempre un “salario ciudadano”; también se debe promover su inserción en programas de formación continuada o de apoyo a pequeñas iniciativas.Se puede discutir si el salario ciudadano debe generalizarse a toda la población o no; o si debe vincularse a la participación en tareas sociales. Pero no parece posible proclamar libertades y derechos para todos, si una parte de la población no tiene recursos económicos que le proporcionen a la vez medios elementales de vida y autonomía individual. (Raventós, 1999 y 2000).El derecho a la información. Borja dice que, la globalización supone un enorme movimiento de informaciones en todas las direcciones, pero las que muchas veces afectan a la mayoría de las poblaciones del mundo no les son accesibles. Las organizaciones sociales y cívicas de todo tipo, los centros de estudios y de investigación, los sindicatos y cooperativas, etc. deben poder acceder a las informaciones políticas, financieras o culturales que ahora están reservadas casi siempre minorías de poder económico o político. Las actuales tecnologías de comunicación lo permiten, los privilegios de los gobiernos y de los grupos económicos lo impiden.El derecho a la información en el marco de la globalización supone el acceso real a informaciones de interés general, que ahora gobiernos y empresas consideran confidenciales: acuerdos de compra-venta de armamento, transacciones financieras, contabilidad de empresas multinacionales, etc.Pero también supone el control social internacional de los medios que determinan la producción y el acceso a las informaciones. Los bancos de datos, las estadísticas adecuadas, el mantenimiento de páginas web, etc. no pueden depender únicamente de entidades con intereses particulares.Las tecnologías digitales hoy están en manos de empresas que definen la oferta y por lo tanto deciden cuáles serán las demandas potenciales que se atienden. Corresponde a organismos internacionales con participación de organizaciones sociales y profesionales el determinar estas demandas, que a su vez definirán la producción de información y los instrumentos para hacerla accesible.La protección de los derechos identitarios, culturales y religiosos: el laicismo . Para este aspecto Jordi Borja dice que, la emergencia o revalorización de identidades de base territorial, la convivencia entre poblaciones y personas culturalmente heterogéneas, el resurgir de las ideologías religiosas para ocupar el espacio abierto por

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la crisis de las ideologías históricas... son fuentes de nuevas tensiones sociales y políticas que tienen en la globalización uno de sus factores causales. La democracia ha sido una construcción política estatal correlativa a la revolución industrial, a la constitución de las grandes clases sociales que han marcado la historia occidental en los dos últimos siglos y a la hegemonía del pensamiento liberal primero y social liberal luego. Y el laicismo del Estado ha sido un elemento fundamental del funcionamiento de las democracias. Hoy en el marco de la globalización es preciso definir un laicismo global básico, que sea a la vez protector de las identidades culturales colectivas y de los derechos individuales, de la libertad religiosa y de la diversidad de opciones individuales. Pero que también garantice la convivencia y la comunicación entre personas y comunidades diversas.El derecho al laicismo es la mejor garantía de las libertades y de las opciones de cada persona y de cada comunidad. Y debe ser protegido internacionalmente. Otorgar a una ideología o a una religión un trato privilegiado, por ejemplo en el reparto de los recursos públicos; asignarle una función pública en la educación; aceptar que imponga criterios propios en materias sociales o culturales (aborto, censura, etc.); reconocerle una primacía en el uso del espacio público (monumentalidad, nombres de lugares, ceremonias, etc.); facilitar a unos el ejercicio del culto y a otros no; admitir la expresión pública de unos pero no de otros (por ejemplo, en la vestimenta y símbolos de los escolares); etc... todo ello es un atentado a los derechos de personas y de colectivos y una fuente de tensión y de violencia en las relaciones sociales.Hoy –en nombre de ideologías y religiones que se consideran más universales que otras por la sencilla razón de que están protegidas por Estados más fuertes– asistimos a un retroceso del laicismo y, como consecuencia lógica de ello, al auge de los fundamentalismos de signo diverso y antagónico.El derecho a conquistar cuotas de poder político. La conquista de los derechos, para Borja, no se obtiene como resultado automático de un proceso histórico que fatalmente conduce a su reconocimiento. Siempre implica la dialéctica entre movimiento social más o menos amplio, legitimación mediante su recepción por una parte importante de la opinión pública o sociedad civil, aceptación o conexión por parte de algunos sectores institucionales (del mundo judicial o parlamentario por ejemplo), conceptualización o elaboración jurídica de los derechos e inserción de éstos en los marcos o sistemas políticos que mediante políticas públicas pueden hacerlos efectivos para el conjunto de la población.Todo lo cual conlleva el asumir algunas paradojas o contradicciones, como son:• Nuestra cultura política actual reconoce la primacía absoluta del Estado de Derecho, todo es posible (en teoría) en los marcos legales, incluso su modificación, pero nada es admisible fuera de ellos. Pero difícilmente se realiza la dialéctica anteriormente descrita sin pasar por momentos de “ilegalidad” o “alegalidad”. ¿Puede haber un derecho a la ilegalidad para convertir en derecho lo “ilegal” (en sentido político-jurídico, pero “legítimo” en sentido social-cultural)?• La regulación de los nuevos derechos requiere un grado de conflicto social y político que se expresa y resuelve en los marcos estatales. Se precisa conquistar una “cuota de

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poder político” por parte de los sectores sociales e ideológicos interesados en este reconocimiento. Sin embargo no existen o son muy débiles las organizaciones y las instituciones que pueden asumir esta cuota de poder político en ámbitos globales, empezando por los partidos políticos. ¿La globalización y el reconocimiento de los derechos ciudadanos, que lógicamente debieran ser inherentes a ella, requieren nuevos instrumentos de participación, decisión y ejecución políticas?• En muchos casos los colectivos más interesados en una regulación global están faltos de capacidad de expresión y de representación políticas, incluso en su propio territorio, desde su posición social. Difícilmente podrán además hacerlo en ámbitos globales. Es el caso de las poblaciones de países pobres y de los inmigrantes en países “ricos”, pero también lo es en el caso de muchos colectivos o minorías en todo tipo de países como los niños, las poblaciones de territorios marginados, las minorías religiosas o culturales, etc. ¿Debiera haber organismos internacionales que asumieran la función de expresarles y representarles? En teoría existen diferentes organismos del sistema de Naciones Unidas que asumen esta función, aunque con una operatividad muy escasa por ahora.En fin, hoy la cuestión del “poder político” es la de conquistar cuotas de poder sin ideología soberanista ni patriotismo (Nussbaum, 1999).El derecho a la ciudad (o al territorio de residencia y pertenencia, el ámbito “local”). En el texto que sigue a continuación proponemos, dice Borja, un catálogo, obviamente no exhaustivo, de derechos urbanos como contribución a la renovación de la cultura política en el ámbito de la ciudad y del gobierno local. La legitimación de las demandas locales y la síntesis entre valores universalistas y prácticas políticas territoriales requieren la formulación de derechos que permitan desarrollar un combate democrático por la justicia en la ciudad.• Derecho a la vivienda y al lugar. La gente tiene derecho a mantener su residencia en el lugar donde tiene sus relaciones sociales, en sus entornos significantes. O a tener otro de su libre elección. Todas las personas que viven en un lugar que han contribuido a construir, en el que están arraigadas y que proporciona sentido a su vida, deben poder continuar viviendo en él y tienen derecho al realojo en la misma área si ésta se transforma por medio de políticas de desarrollo urbano o de rehabilitación de hábitats degradados o marginales. Las autoridades locales protegerán a las poblaciones vulnerables que puedan sufrir procesos de expulsión por parte de las iniciativas privadas. El derecho a la vivienda está integrado necesariamente en el derecho a la ciudad: la vivienda debe estar integrada en un tejido urbano, articulado con el resto, en el que conviven poblaciones y actividades diversas. Si no es así, el derecho a la vivienda puede ser de hecho la marginación de los sectores de bajos ingresos (la exclusión territorial).• Derecho al espacio público y a la monumentalidad. La ciudad es hoy un conjunto de espacios de geometría variable y de territorios fragmentados (física y administrativamente), difusos y privatizados. El espacio público es una de las condiciones básicas para la justicia urbana, un factor de redistribución social, un ordenador del urbanismo vocacionalmente igualitario e integrador. Todas las zonas de

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la ciudad deben estar articuladas por un sistema de espacios públicos y dotadas de elementos de monumentalidad que les den visibilidad e identidad. Ser visto y reconocido por los otros es una condición de ciudadanía.• Derecho a la belleza. El lujo del espacio público y de los equipamientos colectivos no es despilfarro, es justicia. Los programas públicos de vivienda, infraestructuras y servicios deben incorporar la dimensión estética como prueba de calidad urbana y de reconocimiento de necesidad social. Cuanto más contenido social tiene un proyecto urbano, más importante es la forma, el diseño, la calidad de los materiales...• Derecho a la identidad colectiva dentro de la ciudad. La organización interna del espacio urbano debe facilitar la cohesión sociocultural de las comunidades (de barrio, de grupos de edad, étnicas, etc.). La integración ciudadana es más factible si las personas están también insertas en grupos referenciales próximos. La ciudadanía es pluridimensional y requiere integraciones colectivas múltiples, bien para adherirse, o participar o confrontarse. Para los “excluidos” la integración grupal conflictiva es indispensable para conseguir su reconocimiento.• Derecho a la movilidad y a la accesibilidad. Hay que tender a igualar las condiciones de acceso a las centralidades y la movilidad desde cada zona de la ciudad metropolitana. Estos derechos son hoy indispensables para que las llamadas libertades urbanas o posibilidades teóricas que ofrece la ciudad sean realmente utilizables. El derecho a moverse con facilidad por la ciudad metropolitana debe universalizarse, no reservarse a los que disponen de vehículo privado. La accesibilidad de cada zona es indispensable para existir para los otros.• Derecho a la centralidad. Todas las áreas de la ciudad metropolitana deben poseer lugares con valor de centralidad y todos los habitantes deberían poder acceder con igual facilidad a los centros urbanos o metropolitanos. En la ciudad metropolitana la articulación de los centros viejos y nuevos, el acceso y la recalificación de los centros históricos –no solo de la ciudad central sino también de las áreas periféricas–, la creación de nuevas centralidades –polivalentes en sus funciones y mixtas en su composición social– son elementos consubstanciales de la democracia urbana. Las centralidades marcan las principales diferencias entre las ciudades. La adecuada relación centralidades-movilidades es hoy una de las condiciones básicas para el funcionamiento democrático de las ciudades. La pluralidad de centralidades se vincula a la superación de las dinámicas segregadoras y especializadoras de los territorios: el urbanismo de la ciudad del siglo XXI debe optar por el collage, la mezcla, la diversidad de poblaciones, actividades y usos plurales de los espacios.• Derecho a la conversión de la ciudad marginal o ilegal en ciudad de ciudadanía. Las políticas públicas deben desarrollar políticas ciudadanas en los márgenes, legalizar y equipar los asentamientos, introducir en ellos la calidad urbana y la mixtura social, promover formas originales de participación ciudadana que se adapte a las características de poblaciones especialmente vulnerables. Los grandes proyectos de infraestructuras de comunicación o económicas que se realizan en las periferias, o los proyectos comerciales o inmobiliarios, deben ser siempre constructores de la ciudad,

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es decir, incorporar programas de vivienda y de urbanización básica así como elementos de monumentalidad.• Derecho al gobierno metropolitano o plurimunicipal. Sin perjuicio de la importancia democrática y funcional de los ámbitos “nacionalitarios” o regionales (federalización de los estados grandes o medianos), los ciudadanos tienen derecho, por razones de participación y de eficacia de la gestión pública, a un gobierno de proximidad. En las regiones más urbanizadas este gobierno debe tener una dimensión plurimunicipal o metropolitana. No se trata de suprimir los municipios: incluso los pequeños son ámbitos válidos de representación y de gestión (a veces muy limitada). Pero casi siempre la gestión pública de proximidad requiere ámbitos de planificación y programación, de gestión de servicios costosos y de redistribución de recursos, que abarcan una diversidad de municipios. Deberemos plantearnos la elección directa de estos gobiernos para que adquieran una mayor legitimidad democrática. Y para garantizar que se tiene en cuenta más a las personas que a los kilómetros cuadrados.• Derecho a la innovación política. Los gobiernos locales y regionales deben recoger las demandas sociales para innovar en cuanto a sistemas electorales, mecanismos de participación, instrumentos de planeamiento y de gestión, etc. Por ejemplo: el planeamiento estratégico es una innovación política aún no recogida por el derecho público. Las relaciones entre administraciones y entre actores públicos y privados deben incorporar cada vez más formas contractuales y no únicamente jerárquicas o compartimentadas.• Derecho al acceso y al uso de las tecnologías de información y comunicación. Las administraciones públicas no solo deben proteger y garantizar este derecho sino también utilizar las TIC para democratizar realmente el acceso de todos a los servicios de interés general. Derecho al uso social de las actuales TIC, especialmente en las relaciones con las Administraciones públicas (por ejemplo: ventanilla única). Barrios y viviendas tienen, todos, derecho al cableado.• Derecho a la ciudad como refugio. La ciudad debe asumir áreas de refugio para aquellos que por razones legales, culturales o personales necesiten durante un tiempo protegerse de los aparatos más represivos del Estado, en tanto que las instituciones democráticas no sean capaces de protegerlos o integrarlos. Por otra parte, estas áreas-refugios forman parte de la oferta urbana como aventura transgresora.• Derecho a la protección por parte del gobierno de proximidad ante las instituciones políticas superiores y las organizaciones y empresas prestadoras de servicios. El gobierno local debe actuar de defensor de oficio de los ciudadanos en cuanto personas sometidas a otras jurisdicciones y también en su condición de usuarios y consumidores. Esta protección por parte de los gobiernos locales deberá compensar la tendencia a la gestión indirecta o a la privatización de servicios y la consiguiente reducción de la función pública. Por otra parte la complejidad del consumo social aumenta la dependencia de los ciudadanos respecto de las empresas de servicios y de distribución comercial, que muchas veces actúan en mercados oligopólicos.• Derecho a la justicia local y a la seguridad. Hoy la justicia es inaccesible para la mayoría de ciudadanos (por su coste, lentitud, etc.). La seguridad es vista

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principalmente en términos de represión y se plantean políticas de seguridad sobre todo cuando la “inseguridad” afecta a sectores medios y altos y a agentes y representantes de las instituciones. La justicia local, de base municipal, y la seguridad como actuación concertada entre la institución local y la sociedad civil organizada es hoy una demanda inaplazable de las mayorías ciudadanas, en la medida en que puede asegurar una prevención más eficaz y si es preciso una reacción sancionadora más rápida.• Derecho a la ilegalidad. Paradójicamente tanto los colectivos sociales como, a veces, las instituciones locales deberían asumir el coste de promover iniciativas ilegales o alegales para convertir una demanda no reconocida en un derecho legal (por ejemplo: para obtener la reversión de uso de espacio público congelado por una institución estatal). Es decir se trata de demandas que se pueden considerar “legítimas”, aunque no sean legales. Los ejemplos son las sentencias absolutorias de los okupas, la tolerancia oficial en áreas urbanas delimitadas, respecto al tráfico de droga, el uso social efímero o definitivo de espacios privados con vocación pública, etc.• Derecho al empleo y al salario ciudadano. El ámbito urbano-regional debe garantizar un rol social que proporcione ingresos monetarios, es decir remunerados al conjunto de la población activa. Además de las iniciativas generadoras de empleo (por ejemplo: servicios de proximidad, ecología urbana, etc.) es en este ámbito donde se puede experimentar y gestionar algunas formas de “salario ciudadano” y de “formación continuada para todos”. El espacio urbano-regional puede ser un marco de gestión de estas políticas entre gobiernos de proximidad y organizaciones sindicales y sociales.• Derecho a la calidad del medio ambiente. Como derecho a una calidad de vida integral y como derecho a preservar el medio para las generaciones futuras, este derecho incluye el uso de los recursos naturales y energéticos, el patrimonio histórico-cultural y la protección frente a las agresiones a la calidad del entorno (contaminaciones, congestiones, suciedad, fealdad, etc.).• Derecho a la diferencia, a la intimidad y a la elección de los vínculos personales. Nadie puede sufrir discriminación según sus creencias, sus hábitos culturales o sus orientaciones sexuales, siempre que se respeten los derechos básicos de las personas con las que se relacione. Todo tipo de vínculo personal libremente consentido (por ejemplo: en parejas homosexuales) merece igual protección. No hay un modelo de vida personal o familiar que tenga derecho a más protección que otro.• Derecho de todos los residentes en una ciudad a tener el mismo status político-jurídico de ciudadano. Y, por lo tanto, igualdad de derechos y responsabilidades. La ciudadanía debe distinguirse de la nacionalidad (que en el marco de la globalización y de las uniones políticas supraestatales debe perder su actual carácter absoluto, es decir, la facultad de proporcionar un estatuto diferenciado). Es la relación con un territorio –con un entorno social– lo que debe determinar el estatuto legal.• Derecho a que los representantes directos de los ciudadanos tanto institucionales (gobierno local y/o regional) como sociales (organizaciones profesionales, económicas, sindicales, territoriales, etc.) participen en o accedan a las conferencias y organismos internacionales que tratan cuestiones que les afectan directamente.

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• Derecho de los ciudadanos a igual movilidad y acceso a la información transversal, similar al que poseen los capitales privados y las instituciones públicas. Derecho a acceder a todo tipo de información emanada de los organismos públicos y de las empresas de servicios de interés general. Derecho a la movilidad física completa en los espacios políticos y económicos supranacionales en los que se encuentran inmersos.• Derecho de los gobiernos locales y regionales y de las organizaciones y ciudades a constituir redes y asociaciones que actúen y sean reconocidas a escala internacional. Este derecho incluye tanto el reconocimiento por parte de las NN UU y de todos sus organismos y programas como de organizaciones mucho menos transparentes (como la Organización Mundial del Comercio o el Banco Mundial). La regulación de los procesos globalizados no la realizarán únicamente los gobiernos de los Estados y los grandes grupos económicos, como el fracaso del AMI en su momento demostró.La globalización supone poner en cuestión el soberanismo monopolista.Por una Declaración actualizada de los derechos y deberes de la ciudadanía. Los actuales procesos territoriales (como la segmentación entre municipios ricos y pobres), económicos (como las decisiones de agentes deslocalizados) y culturales, como las nuevas formas de racismo y xenofobia, requieren un compromiso solemne de los poderes públicos de garantizar los derechos y deberes de los ciudadanos que incorporen los nuevos derechos urbanos.El desarrollo y la legitimación de estos derechos dependerán de un triple proceso:• Un proceso cultural, de hegemonía de los valores que están en la base de estos derechos y de explicitación o especificación de los mismos.• Un proceso social, de movilización ciudadana para conseguir su legalización y la creación de los mecanismos y procedimientos que los hagan efectivos.• Un proceso político-institucional para formalizarlos, consolidarlos y desarrollar las políticas para hacerlos efectivos.En la medida en que muchas veces estos derechos aparecen como una novedad política y no tienen aún el suficiente arraigo social, el rol de los intelectuales, a la vez como fuerza sociocultural y como colectivo capaz de definir los contenidos y las motivaciones de estos derechos, es hoy fundamental. En esta etapa histórica el desafío que el territorio plantea a la intelectualidad exige un gran coraje moral y una considerable audacia política.El siglo XXI, para Jordi Borja, abre un horizonte renovado de derechos y deberes de las personas, comparable a lo que fueron en los tres siglos anteriores las formulaciones de los “droits del’homme”, de los derechos civiles y los derechos políticos (“no tax without representation”) y de los derechos sociales (y su corolario, el welfare state). Desde hace ya algunos años se habla de derechos de “cuarta generación” (como los ambientales, a la información, a la privacidad, etc.), pero nos parece que estamos aún en los inicios de formulaciones operativas. Es posible avanzar en el terreno de la conceptualización de los nuevos derechos en la globalización, pero las propuestas operativas requieren un marco político-jurídico que se reforme o se constituya ex novo (que fue nuevo) y un movimiento social transformador que cree nuevas relaciones de poder.

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El estadio emergente de los derechos ciudadanos en la globalización se enfrenta a la debilidad factual y al carácter excluyente del sistema político internacional (Naciones Unidas y el complejo entramado de organismos que lo componen, organismos económicos internacionales como OMC, FMI, World Bank). El Estado “clásico” continúa siendo el marco referencial de la normatividad político-jurídica y de la confrontación social, pero, como hemos visto, los derechos ciudadanos en la globalización requieren instituciones, normas, políticas públicas, y mecanismos representativos y participativos globales. Existe, sin embargo, la conciencia de que es urgente reformar en un sentido democrático y fortalecer operativamente los organismos de regulación global: véase, por ejemplo, la misión presidida por F.H. Cardoso para la reforma del sistema de NN UU y la participación de la sociedad civil global en el mismo, o las propuestas para un nuevo “consenso de Washington” como las que hace Stiglitz. Pero no parece que la reforma radical que la globalización requiere sea una posibilidad próxima.Así mismo la existencia de un movimiento social transformador a escala global está hoy en sus inicios, en el mejor de los casos. El movimiento “antiglobalización” o por una “globalización alternativa” es un fenómeno de crítica y de resistencia interesante, apunta problemas reales y moviliza sectores sociales y culturales importantes, en el mundo más desarrollado casi exclusivamente. Pero por ahora carece de la cohesión indispensable para proponer alternativas y para forzar la negociación sobre sus propuestas. Las resistencias a las formas excluyentes de la globalización actual son heterogéneas socialmente, fragmentadas políticamente, discontinuas operacionalmente, más expresivas que instrumentales, más culturales (simbólicas) que políticas (relación con el poder).El texto presentado es una contribución a la conceptualización y concreción del horizonte de derechos que corresponden a esta era globalizada y apunta a una doble dimensión de estos derechos: la escala global (supraestatal) y la escala local (subestatal). Puede leerse como un aporte intelectual que puede servir a la innovación política en estas dos dimensiones citadas. Sin embargo este discurso cae en el vacío si no existen los movimientos sociales articulados con fuerzas políticas receptoras de este tipo de propuestas, u otras con objetivos similares.La recepción política solo será posible si se construye un bloque social portador del nuevo escenario de derechos ciudadanos.Para finalizar, dice Jordi Borja, apuntamos esquemáticamente los sectores sociales que nos parecen más susceptibles de integrar este bloque.No se trata de reutilizar la tradicional conceptualización de la estructura social propia de la sociedad industrial sino de hacer una primera aproximación, tanto a la nueva estructura social del capitalismo globalizado, como a los indicadores que nos llegan de los conflictos sociales actuales.La base social de un amplio movimiento de renovación democrática, de promoción de nuevas formas de crecimiento y de cohesión socio-cultural, de regulación de la globalización con participación popular, de legitimación del nuevo horizonte de derechos ciudadanos, existe aunque su estructuración política es aún muy débil. Pero va mucho más allá del movimiento “antiglobalización” o “por otra globalización”; no es

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la suma artificiosa de demandas y conflictos sociales heterogéneos cuando no contradictorios, ni tampoco se reduce a la actualización de las políticas públicas herederas del welfare state, ni a la proclamación moral de los derechos humanos.Creemos que es posible distinguir cinco grandes grupos o agregados sociales, que en parte se solapan, que no forman hoy un colectivo consciente, que tienen contradicciones entre ellos y en su propio seno, que solamente coinciden y se hacen visibles en la escena pública en coyunturas muy determinadas. Entonces emerge una “sociedad política”, que es una parte de la “sociedad civil” que actúa en el escenario de la política, con objetivos y valores que superan sus intereses o ideologías particularistas, como ocurrió recientemente cuando la guerra de Irak.Estos grupos tienen cada uno de ellos una determinada posición estructural en la sociedad y coinciden, en parte, en algunos comportamientos sociales. Apuntamos los siguientes:• El muy amplio y heterogéneo grupo de trabajadores “intelectuales”, es decir vinculados a la economía del conocimiento, y que incluye tanto a altos cargos ejecutivos (públicos, privados del sector de capitalismo global y también de sectores avanzados de la economía local) como a personal más o menos cualificado dependiente, así como profesionales de los servicios públicos y privados, sectores liberales o autónomos, etc.Este grupo se caracteriza por una gran desigualdad de ingresos, una menor distancia social y una proximidad cultural (que puede hacer que tengan comportamientos políticos, de consumo u ocio parecidos); es decir, un grupo que comparte más valores que posiciones económicas o de poder.• Los sectores productivos y de servicios de base local (en parte coincidente con sectores del grupo anterior) que se sitúan entre la modernización y el arcaísmo, entre apertura al exterior y proteccionismo, entre mantenimiento de valores tradicionales, identitarios, conservadores y radicalismo democrático. A menudo son el soporte del capital fijo y factores básicos para la cohesión social (o al contrario, pueden caer en posiciones excluyentes, incluso xenófobas).• Los sectores que se encuentran en el bloque “antiglobal”, o de Porto Alegre, en el que la coincidencia es claramente de valores, político-ideológica y más de oposición global y resistencialista que de alternativa política concreta y localizada. Es interesante considerar que en este grupo pueden coincidir sectores incluidos en los grupos anteriores con representantes de las instituciones y de los partidos. En especial hay que destacar el papel que pueden representar las autoridades locales (más sensibles a los efectos globales y a las demandas sociales), los medios de comunicación social (MCS), los sectores vinculados a la justicia y al derecho, y a aparatos del Estado profesionalmente cualificados, los universitarios, los sectores del arte y de la cultura y los intelectuales en general.• Los jóvenes, que mayoritariamente desconfían de los partidos y de las instituciones y que en cambio actúan en una parte importante según valores, universalistas en unos casos, identitarios en otros, o simplemente de resistencia o rechazo, además de vivir situaciones de exclusión, dependencia o sobreexplotación.

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• Los marginados de la globalización, los “sin” derechos, sin trabajo fijo, sin vivienda estable... los inmigrantes. Y también las minorías excluidas, los desempleados permanentes, una parte de la gente mayor, los pobres que han perdido el vínculo con la actividad generadora de ingresos regulares, etc. En este caso es previo conseguir que estos sectores emerjan como fuerza social, aunque sean sólo una minoría. (2)

C.- Utilizar Con Inteligencia Las Presiones Globales.Los efectos perversos mediatos, señala Jordi Borja, (especulación privada que multiplica el precio del suelo y de la vivienda) o las formas dominantes (difusas y fragmentadoras) del desarrollo urbano en las ciudades que no resisten bien o no saben utilizar con inteligencia las presiones globales, no son resultado de la incapacidad de la cultura urbanística. Es un fracaso de la política más que del urbanismo. Es el resultado de la hegemonía de una cultura mercantilista y especulativa y de la debilidad o complicidad de los poderes públicos y, a veces, del divismo o la sumisión de los profesionales. Hoy la cultura urbanística posee conceptos, instrumentos y experiencias para orientar una transformación positiva, integradora y dinamizadora de la ciudad, el “hacer ciudad sobre la ciudad”. Apuntamos a continuación algunos criterios y líneas de acción.

En primer lugar: priorizar el “reuso”, la reconversión de los usos obsoletos de la trama y la edificación existentes y limitar los derribos masivos. Actuar sobre el espacio público, la estética del entorno, la mejora de la urbanización básica (agua y saneamiento, energía, alumbrado, pavimentación, limpieza) y la accesibilidad interna y externa.Segundo: atraer nuevas actividades, pero también modernizar las actividades o funciones propias del área objeto de intervención. Apostar por la formación de la población residente para capacitarla para la innovación y la adecuación a las actividades nuevas o renovadas. Tercero: mantener y construir viviendas, según tipologías constructivas que generen espacios públicos o colectivos y espacios de transición entre lo público y lo privado. Renovar y atraer comercio ciudadano: calles, mercados, galerías, centros comerciales medianos integrados en el tejido urbano y generadores de espacios públicos. El comercio y la vivienda son condición necesaria de la vitalidad urbana.

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Cuatro: dar calidad al ambiente social, aumentar la seguridad, la oferta cultural y lúdica. Estimular la vida asociativa y la iniciativa social. Reconocer el protagonismo de los habitantes en la gestión de la convivencia, para asumir nuevas funciones y actividades (por ejemplo respecto al espacio público) y para facilitar la integración de los recién llegados. El urbanismo debe contribuir a crear lazos relacionales entre personas y colectivos. Quinto: la elaboración de los proyectos y programas, la gestión de las actuaciones y de los servicios deben tener una fuerte dimensión participativa. Reconocer que la identidad del territorio y la adhesión de su población a su historia puede ser un factor movilizador de recursos humanos para una transformación positiva. Sexto: apostar siempre por la diversidad y la mescla de poblaciones y de actividades , por la especificidad física y cultural de cada área de la ciudad, por su valor diferencial. Y séptimo: Articular no solamente las grandes zonas de la ciudad internamente y entre ellas, haciendo desaparecer no los límites o las “puertas” pero si las fronteras visibles e invisibles. (3)

D. La ciudad de los niños.La planificación urbana, estaba esencialmente concebida teniendo en cuenta una única fase de la vida de las personas, la de los adultos sin responsabilidades familiares. Decía hace aproximadamente una generación, en un número de “Survey Graphic” (mayo de 1925), el Dr. Joseph K. Hart señalaba. Para Francesco Tonucci, con ello daba sentido al antiguo dicho que afirma que los habituales de los bulevares jamás envejecen, es decir, que el bulevar, precisamente por su función y configuración, siempre atrae al mismo grupo de edad movido por los mismos intereses y que persigue los mismos objetivos. A pesar de esa advertencia, ni el urbanista de ayer ni el de hoy han conseguido todavía llevar hasta las ultimas consecuencia el que es, en esencia, su cometido: proporcionar a las personas un ambiente adecuado para todas las fases de la vida, desde la infancia hasta la vejez.

La actividad urbanística desarrollada hasta la actualidad se ha concentrado casi exclusivamente en torno a la vida de los adultos y, más concretamente, en torno a

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determinados aspectos puntuales relacionados con la vida de los adultos, como el comercio, la industria, la administración, la circulación y los transportes.Un reconocido crítico e historiador de las ciudades denunciara principalmente el hecho de que hubieran olvidado a los niños. Esta reflexión de Lewis Munford aparecía en el primer número de la revista “Urbanística”, dirigida por Bruno Zevi, allá por el año 1945. La ciudad moderna nació rompiendo el esquema medieval, dice Tonucci, que separaba el castillo del burgo y creaba entre ambos una relación jerárquica de distinción y de poder. Su distribución se estructuró alrededor de una plaza, espacio del que participaban todos los ciudadanos incluso en una situación de diversidad de clases y condiciones, Así, aún hoy encontramos a menudo reunidos en estas plazas los edificios de las instituciones que detentaban el poder: el municipal (ayuntamiento), el religioso (la catedral) y el militar o policial (cuartel); e incluso el poder económico, ya que es allí donde se celebraba el mercado. La ciudad se convirtió en un lugar de encuentro y de intercambio y el espacio urbano (espacio público) era compartido por todo el mundo, sin barrios segregados según clases sociales, de forma que en sus calles se levantaban los palacios de los nobles, a menudo obra de grandes arquitectos, al lado de las humildes casas de los artesanos. Esta alternancia fue construyendo un ritmo urbanístico que ha convertido nuestras hermosas ciudades europeas en lo que son.No obstante, a lo largo de los últimos cincuenta años, después de la Segunda Guerra Mundial, parece que la ciudad haya vuelto al modelo medieval, un modelo en el que el centro histórico se va quedando vacío de habitantes y se convierte en la sede de actividades comerciales y terciarias, y en el que aparece un nuevo burgo o suburbio mucho más desolado y extremo que el de antes, la periferia pobre y a veces miserable de casas anónimas e incluso de barracas, que depende de la ciudad rica para su supervivencia. En esta situación, el centro rico es defendido por la policía, por las videocámaras de vigilancia y por los las incontables empresas de seguridad privada.La ciudad ya ha renunciado a ser lugar de encuentro y de intercambio, expresa Tonucci, y ha tomado como nuevos criterios de desarrollo la segregación y la especialización. Impera la segregación y especialización de los espacios y de las competencias, es decir, espacios diferentes para personas diferentes y para funciones diferentes; el centro histórico para los bancos, los comercios de lujo y el ocio en general, y la periferia, para dormir. A partir de ahí, se han ido estructurando otros espacios, por ejemplo, para los niños: la guardería, el parque, la ludoteca, etc.; para los ancianos: residencias, centros de día, etc.: para la ciencia y el saber: desde la escuela hasta la universidad; para la adquisición de bienes: el supermercado, el centro comercial, etc.; y, cómo no, un espacio para los enfermos: el hospital.Años atrás, a los niños les parecía que nunca llegaba la hora de salir, puesto que lo más interesante estaba fuera. La casa era el ámbito de la seguridad, de las necesidades esenciales, de los deberes…, pero había que salir para encontrarse con los amigos, para jugar, para ir al cine o a la biblioteca. Y si había peligros –que los había-, había que ir con cuidado, tal como nos decían nuestros padres.

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Hoy, en cambio, lo que más esperan los niños es el momento de llegar a casa, porque el hogar es el lugar del descanso, de la cultura, de lo afectivo, de la comunicación…En casa tenemos comida congelada que se conserva durante meses, tenemos la biblioteca, nuestra selección de discos, las películas que más nos gustan y la posibilidad de hablar por teléfono o enviar mensajes y fotos a través de Internet o del móvil. La casa acoge a la ciudad entera en un único espacio. Ha dejado de ser una parte de un complejo ecosistema y muestra una clara tendencia a convertirse en un espacio autosuficiente, otra característica destacada e inquietante de la ciudad moderna.Esta tendencia es constante en la ciudad de hoy, en coherencia con la lógica de la segregación y la especialización que genera servicios y estructuras cada vez más independientes y autosuficientes aplicables al hospital, al estadio, a los grandes museos, al campus universitario y a la propia casa.En los últimos sesenta años, las ciudades han duplicado o triplicado el número de habitantes. Todo ello se ha producido en un periodo muy breve., de modo que han modificado profundamente sus características. La ciudad, es decir, su administración, ha tomado como modelo ciudadano a un hombre adulto y en edad de trabajar (tal como lo denunciaba Munford), ha adecuado sus características a las necesidades de ese ciudadano y ha intentado corresponder a sus exigencias para ganarse su favor electoral. Tal vez se pensaba que el satisfacer las necesidades del cabeza de familia, automáticamente se conseguía lo mismo con las de sus hijos, su mujer y sus padres. Sin embargo, no es así. Las mujeres han sido las primeras en denunciar este error de principio y han reivindicado horarios y servicios adaptados a sus necesidades. Efectivamente, la ciudad ha olvidado a quienes no son varones ni adultos ni están en edad de trabajar, pero si sumamos estas tres categorías, caeremos en la cuenta de que juntas constituyen la mayor parte de la ciudadanía. Lo que significa que la ciudad se ha transformado en beneficio de una minoría.El espacio destinado en la ciudad al automóvil, sin duda el juguete preferido de nuestro ciudadano privilegiado. Anota Tonucci, sin tener que entrar en un análisis a fondo de estas transformaciones, existe un hecho muy indicativo de esta situación: basta con observar. El automóvil ha convertido las calles en lugares peligrosos, llenos de barreras insalvables para los ciudadanos más pequeños y los más débiles, y ha ocupado los espacios públicos privatizándolos y eliminando cualquier posibilidad de uso para quienes se desplazan a pie o en bicicleta. Además, contamina el aire que respiramos y provoca graves problemas para la salud de los ciudadanos y para la supervivencia de los monumentos, crea un ruido de fondo constante y exige la presencia de servicios de suministro de carburante y de señalizaciones varias que afean las casas históricas de nuestras ciudades. Los coches se han quedado con el “nivel cero” de circulación y son los peatones quienes deben descender de la acera, sumergirse en pasos subterráneos o encaramarse a pasos elevados para cruzar las calles. Es decir, quienes tienen que recorrer el camino más largo y difícil son precisamente los peatones, que a menudo son los más pequeños y los más mayores, los que tienen dificultades de desplazamiento o van con las bolsas de compra a cuestas o un pequeño en brazos o en el cochecito. En cambio, los automóviles que además

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funcionan con un motor, tienen reservado el camino llano. En las ciudades, son los coches los que imponen su lógica, además de su estética y su “música”.En estas ciudades, los niños viven mal, comenta Tonucci, no pueden vivir ninguna de las experiencias fundamentales para su desarrollo, como por ejemplo la aventura, la investigación, el descubrimiento, la sorpresa, el riesgo o la superación de un obstáculo y, como consecuencia de todo ello, la satisfacción y la emoción. No pueden jugar. Todas esas experiencias requieren dos condiciones fundamentales que han desaparecido: el tiempo libre y un espacio público compartido. Hoy día, para un niño que vive en la ciudad resulta difícil salir de casa solo, buscar compañeros e ir a un lugar adecuado para jugar con ellos. Las dificultades ambientales, reales o supuestas, han convencido a los padres de que esta ciudad no permite que un niño de entre seis y diez años pueda salir solo de casa, de forma que su tiempo libre se ha transformado en tiempo organizado y dedicado a actividades varias, en casa o fuera de ella, rigurosamente programadas y normalmente de pago. Por un lado tenemos la televisión, la play station e Internet, y por el otro, toda una serie de cursos y actividades extraescolares deportivas, artísticas o de idiomas. ¿Y para jugar? Para jugar, los padres acompañan al niño al parque con columpios más cercano o lo llevan a casa de los amigos cuando no son los amigos que vienen. Lo esperan y lo vigilan mientras juega. Pero para jugar, el niño necesita un espacio público y compartido, adecuado a las exigencias de las diferentes categorías sociales, un espacio que crezca y que cambie a medida que crezcan y evolucionen sus posibilidades de acción y su curiosidad. El espacio de las experiencias y del juego será inicialmente su casa, luego las escaleras y el patio de vecinos, después la acera inmediata y la plaza o los jardines del barrio, más adelante las calles, los parques y las plazas de su ciudad. Par jugar y para crecer, un niño necesita su ciudad, toda su ciudad.Hoy, en cambio, la ciudad se ha olvidado de los niños, que han quedado relegados a espacios especialmente pensados para ellos, desde su habitación hasta el parque con columpios a la ludoteca.Tanto los niños como los adultos hacen un diagnóstico muy parecido de la realidad. Unos y otros se dan cuenta de que la ciudad es peligrosa., hay demasiados automóviles que no respetan a los peatones, las aceras están sucias, en malas condiciones y llenas de obstáculos, los pasos cebra no son seguros y hay malas personas en las calles. En cambio, las consecuencias para unos y otros son muy distintas.Los adultos dicen: “Puesto que éstas son las acciones de la ciudad, te quedas en casa, y si tienes que salir te acompaño, probablemente en coche, y te espero”.Por su parte, los niños dicen: “Estas son condiciones de la ciudad, pero hay que cambiarlas”.Los adultos están resignados y consideran que las características de la ciudad son algo objetivo e inmutable. En cambio los niños son implacables; no están dispuestos a renunciar a su libertad porque la necesitan para crecer. Por otra parte, los niños, ya desde pequeños, son capaces de interpretar las propias necesidades y de contribuir a cambiar su ciudad. Por lo tanto, vale la pena darles la palabra, invitarles a participar, porque tal vez en su nombre y para su bienestar sea posible pedir a los ciudadanos

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adultos aquellos cambios que dífilamente estarían dispuestos a aceptar y a promover por si mismos, a pesar de su necesidad y urgencia.Desde 1991, el proyecto internacional “La ciudad de los niños”, acota Tonucci, promovido por el Instituto de Ciencias y Tecnologías del Conocimiento (ISTC) del Consejo Nacional de Investigación Italiano, propone a las administraciones urbanas que cambien el parámetro, que pasen del adulto varón, activo y automovilista al niño y que bajen el punto de vista a la altura de la infancia para no olvidarse de nadie. El supuesto en el que se basa el proyecto es sencillo pero revolucionario: cuanto más se adapta la ciudad a los niños mejor viven todos sus habitantes.El niño, cuando expresa sus exigencias, transmite perfectamente las de todos los ciudadanos a partir de los más débiles, como pueden ser los que sufren algún tipo de discapacidad y los ancianos. Poe ese motivo, deberíamos convertirlo en el paradigma para una nueva filosofía del gobierno de la ciudad.El proyecto, al que se adhieren los alcaldes, implica de forma transversal a la administración de la ciudad, porque no se trata de crear más estructuras o servicios para los niños sino de cambiar realmente la ciudad. Actualmente forman parte de esta red más de setenta ciudades italianas, algunas ciudades españolas y las grandes urbes argentinas. También Roma se sumó a la iniciativa en el año 2001 y asumió la función de principal representante del proyecto.“La ciudad de los niños” gira en torno a dos ejes principales: la autonomía y la participación de los niños.La pérdida de autonomía de los niños ha sido probablemente el efecto más llamativo de las transformaciones de los últimos decenios en la vida de las ciudades y ha mermado notablemente sus posibilitados de juego. Devolver la autonomía a los niños será seguramente el mejor camino hacia la recuperación y la vida plena en las ciudades. Cuando los niños puedan ir solos a la escuela y salir a la calle a jugar con los amigos en los espacios públicos, también entonces los abuelos, las personas con discapacidad y los ciudadanos en general podrán vivir de nuevo las experiencias del paseo y del encuentro. Sólo cuando los niños puedan salir de casa, encontrarse con otros niños y vivir con ellos las experiencias del juego sin control directo de los adultos podrán implicarse completamente en ese juego que los conducirá a grandes conquistas. Estas condiciones son las únicas que pueden ayudarnos a vencer la difícil batalla contra la “televisión canguro”, que predispone a los niños a la pereza y a la obesidad y los corrompe transformándolos precozmente en consumidores.En nuestro proyecto se propone devolver a los niños su autonomía de movimiento mediante la propuesta “A la escuela, vamos solos”, una invitación para que a partir de los seis años vayan a la escuela con sus amigos sin la compañía de ningún adulto. Si devolvemos la ciudad a los niños podrán rencontrar reencontrar la libertad necesaria para crecer bien, pero si devolvemos los niños a la ciudad la obligamos a hacerse cargo de ellos y a redescubrir aquel talante y aquellas actitudes de cuidado y responsabilidad que hoy parecen haber desaparecido.En “La ciudad de los niños”, su participación se entiende como una verdadera intervención en el gobierno local. Esta participación debe buscarse y desearse, tal

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como corresponde si hacemos caso del artículo 12 de la Convención de Naciones Unidas sobre los derechos del niño, que afirma que “el niño tiene derecho a expresar su opinión y a ser escuchado cada vez que se tome una decisión que le afecte”. Y puesto que la administración de una ciudad siempre toma decisiones que afectan a los niños, hay que encontrar los canales adecuados para poder escuchar su opinión. Nuestra propuesta es crear un Consejo de los niños que, expresa Tonucci, sin seguir el modelo de los adultos, colabore con la administración para un mejor gobierno de la ciudad. Par comprender su significado, son sin duda muy ilustrativas las palabras del alcalde de Roma, Walter Veltroni, en el acto de apertura del primer Consejo de los niños de la ciudad: “Hemos querido celebrar este Consejo porque necesito vuestros consejos y vuestra ayuda, porque los adultos a menudo olvidamos qué significa ser niño. A partir de hoy trabajaremos juntos para cambiar esta ciudad”.Una segunda forma de participación de los niños es la denominada planificación compartida. Un grupo de niños trabaja con un técnico (por ejemplo, un arquitecto) para proyectar una obra que dispone de un mandato expreso de la administración de la ciudad. El técnico no enseña a los niños a planificar sino que intenta hacer viables sus ideas y propuestas innovadoras y creativas, y el gobernante puede asegurar la realización de la obra gracias a las garantías que su técnico le ofrece. Las obras realizadas a lo largo de estos años en las ciudades que participan en el proyecto han resultado ser más atractivas y originales que las planificadas por los adultos y, además, los habitantes de los barrios donde se han ubicado las han respetado y cuidado mucho más, puesto que eran obra de sus hijos o de los demás niños del barrio.Kofi Annan, secretario general de las Naciones Unidas, cerraba su discurso de apertura de la sesión especial de la ONU para la infancia del 8 de mayo de 2002 en Nueva York con las siguientes palabras: “No podemos fallar, especialmente ahora que sabemos que por cada dólar que invertimos en mejorar las condiciones de la infancia la sociedad obtiene un beneficio de hasta siete dólares”. En un momento de dificultades económicas, quienes disponen de pocos recursos económicos deberían invertirlos en intervenciones a favor de la infancia, que mejorarán las condiciones de vida de los ciudadanos, harán más bonitas y seguras nuestras ciudades y prepararán a los niños para una ciudadanía activa y responsable.Entonces, cuando llamamos a los niños a participar en el gobierno de la ciudad, cuando les damos la palabra, escuchamos sus propuestas y nos comprometemos a tenerlas en cuenta, ¿Cuáles son los cambios que nos proponen? ¿Cuál es el modelo de ciudad que reclaman? A continuación intentaremos describir la ciudad de los niños a través de algunas peticiones, expresadas durante las diferentes experiencias de participación infantil en el gobierno de la ciudad, sobre la necesidad de mayor autonomía de movimiento y de poder jugar en libertad.La condición imprescindible para que el juego infantil pueda existir es que los niños puedan salir de casa sin que sus padres les acompañen. Nos dice Tonucci que, el Consejo de los niños de Roma dedicó un año entero de trabajo a este problema, y la reunión final de junio de 2002, que, como de costumbre, se celebró con el pleno y el consejo municipales, Federico, un consejero de 11 años, resumió todo el trabajo

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realizado con esta petición: “Queremos que esta ciudad nos deje salir de casa”. Se trata sin duda de una propuesta sorprendente, ya que cualquier niño sabe que obtener el permiso para poder salir solo de casa es algo que depende exclusivamente de sus padres. Sin embargo, Federico sabía muy bien que si, en general, los padres no dejan salir a sus hijos de casa es “porque la ciudad no lo permite”, así que se dirige al alcalde y le dice: ¡”Dame tu permiso para salir de casa!”. Desde entonces, la petición de Federico se ha convertido en un programa de trabajo para la ciudad de Roma que se pregunta sobre qué es lo que puede hacer para aumentar la autonomía de los niños en una ciudad tan grande y compleja. Se trata sin duda de un problema importante porque está directamente relacionado con uno de los temas más candentes en el debate actual y, seguramente, futuro, sobre nuestras ciudades: el problema de la seguridad ciudadana.La propuesta habitual para resolver este problema es el aumento de los mecanismos de defensa, ya sean particulares (puertas blindadas, armas de defensa personal, etc.), públicas o sociales (desde más policía hasta cámaras en las calles), aunque todos ellos se han mostrado hasta ahora ineficaces: el ejemplo paradigmático de esta situación es el de los Estados Unidos, el país donde más se invierte en seguridad y que, no obstante, es también uno de los inseguros. Quienes si lo tuvieron claro fueron los habitantes de algunos de los distritos de la Gran Buenos Aires, el extrarradio de 8 millones de habitantes, que rodea la capital argentina. Hartos de la violencia y de los atracos de que eran victimas sus hijos, decidieron reaccionar: no lo hicieron como hubiera sido de esperar, es decir, pidiendo un mayor control policial, sino mediante una mayor participación de los habitantes de los barrios para así garantizar la seguridad de los niños en sus recorridos de casa a la escuela y viceversa, según las indicaciones de nuestro proyecto “La ciudad de los niños”. Participaron en el proyecto tenderos y comerciantes en general, asi como ancianos y no tan ancianos del barrio, con el objetivo de crear una vigilancia social en los recorridos de los niños. En un encuentro de julio de 2005, el responsable de la seguridad de la ciudad de Buenos Aires afirmó que, durante los tres años de esa experiencia, que hoy se ha extendido también a la capital federal, los actos delictivos contra niños habían disminuido en un 50%. La iniciativa “A la escuela, vamos solos” en Argentina es la misma que se está llevando a cabo con éxito en muchas ciudades italianas desde hace ya diez años y que recientemente se está experimentado también en Roma. Estas experiencias muestran que los niños en la calle hacen segura la calle. Los niños que van a la escuela o que juegan con sus amigos aglutinan alrededor de ellos la preocupación y la solidaridad de los vecinos y adultos en general que, sólo aparentemente, había desaparecido de las nuestras ciudades. Es evidente que si todo el mundo acompaña a sus propios hijos a la escuela y los ancianos y las personas con discapacidad permanecen encerrados en casa, todo se reduce a la dimensión privada y nadie debe hacerse cargo de los demás. Si los niños regresan a las calles, se constituye un nuevo vecindario que protege y da seguridad.Cuando los niños van a la escuela solos son más puntuales que cuando los acompañan los adultos. Dice Tonucci, esto significa que son capaces, ya desde

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pequeños, de hacerse cargo de la organización de su tiempo y de las operaciones necesarias para ir a la escuela. Y cuando los niños vayan solos a la escuela también podrán ir solos a jugar con los amigos, a la clase de danza o de guitarra y a comprar a la tienda de al lado.Pero, para que los niños puedan tener permiso para salir solos, las ciudades deben adoptar medidas adecuadas con la finalidad de pasar de una política a favor del tráfico de los automóviles a una política en pro de la movilidad de peatones y bicicletas. Es decir, hay que cuidar las aceras, que son las calles de los niños, hacerlas más anchas y mantenerlas más limpias, despejadas y en buen estado. Así mismo, es necesario pasos de peatones seguros (si es posible, a la misma altura que las aceras) y hacer respetar la preferencia peatonal en los pasos cebra. Otros aspectos importantes son los siguientes: la creación de “calles residenciales” según la normativa europea, es decir, calles abiertas a uso compartido por parte de los peatones, los niños que juegan y los automóviles (que no pueden circular a más de 15 Km/h en ellas); la reducción de los carriles de circulación, especialmente en la periferia de las ciudades; el aumento de las zonas verdes y la defensa del pequeño comercio, contribuye a mantener una calle más bonita y controlada, ante la prepotencia de los grandes centros comerciales.Una segunda condición necesaria para poder jugar, una vez que ya es posible salir de casa sin control de los adultos y se dispone de suficiente tiempo libre, es que existan lugares donde poder ir. Ya hemos apuntado que los pequeños parques destinados al juego no siempre son lugares adecuados para una actividad tan importante como es el juego. Para jugar, los niños necesitan que crezca con sus capacidades, su autonomía y su competencia, un espacio que sepa acompañar su desarrollo y ofrecerles nuevas experiencias, descubrimientos y, en general, un enriquecimiento. Lo que los niños necesitan para crecer y para jugar es ni más ni menos que la ciudad.Los miembros del consejo de los niños de Roma descubrieron que en el reglamento de la policía municipal de su ciudad había un articulo, el número 6, que decía lo siguiente: “Queda prohibido cualquier tipo de juego en espacios públicos”, mientras que el articulo número 31 de la convención sobre los derechos del niño de 1989 (ley italiana de 1991) afirma que “los niños tienen el derecho de dedicarse a jugar”. Por ese motivo, escribieron al acalde para comunicarle que el reglamento estaba equivocado y que tenia que cambiarlo. El alcalde reconoció el error y, después de un año de trabajo, el articulo 6 se modificó y ahora dice: “El Ayuntamiento, de conformidad con el articulo 31 de la Convención sobre los derechos del niño, favorece el juego de niños y niñas en las zonas de uso público.Después de esta victoria, los niños del Consejo dieron otro paso hacia adelante y escribieron una carta a las asambleas de vecinos de toda la ciudad invitándolas a revisar los reglamentos vecinales, que a menudo limitaban o prohibían jugar a los niños en determinados espacios. El alcalde se declaró también a favor de esta segunda petición. La protesta de los niños romanos podría tener importantes consecuencias: hacer desaparecer de los espacios públicos de la ciudad los carteles de prohibido jugar y abrir en toda la ciudad sobre el derecho de los niños a jugar en los espacios comunes de sus casas y de las propiedades vecinales. En la misma línea que Roma, otras

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ciudades italianas están comprobando la conformidad de sus reglamentos con la Convención sobre los derechos del niño y, si es necesario, los adoptan a las nuevas leyes (¡al cabo de 15 años!).Para que los niños puedan ejercitar su derecho a jugar, las ciudades deben cambiar, expresa Tonucci, renunciar a algunas características estructurales y a algunos comportamientos que hacen imposible esta experiencia fundamental para un crecimiento correcto de los ciudadanos más pequeños. En primer lugar, hay que devolver a los ciudadanos el espacio público, lo que significa que las aceras, las calles, las plazas y los parques no pueden estar en manos de los automóviles que los ocupan o los trnsitan, y que los espacios no pueden estar separados y especializados porque si son “para niños” o “para abuelos” dejan de ser públicos. El espacio debe estar abierto a las necesidades y a las oportunidades de todos los ciudadanos y, especialmente, a las de los más pequeños y débiles. El espacio público debe estar “cerca” de casa de los niños y todavía más en el caso de los más pequeños, de forma que puedan salir para jugar.Es interesante advertir que la ciudad que quieren los niños es prácticamente idéntica a la que preconizan los ambientalistas y los investigadores de diferentes disciplinas, como la sociología, la arquitectura, el urbanismo o la pediatría e incluso lo que defienden los juristas. Es necesario entender que los niños, para conseguir una ciudad en la que sea posible jugar y puedan ejercer su oficio de niños, necesitan que sea segura, limpia, bonita y sana. Para jugar, necesitan la ciudad que todos nosotros necesitamos para vivir bien y para materializar nuestros proyectos y nuestros deseos.Cuando la ciudad olvida a los niños, olvida a todos sus ciudadanos y también se olvida a si misma, pero si recupera la relación con los niños, si les da tiempo y espacio para jugar, si les concede la palabra, les escucha y tiene en cuenta sus ideas, tal vez pueda salvarse. (4)

E.- ECOALFABETIZACIÓN Y ECODISEÑO.La definición operativa de sostenibilidad implica que el primer paso para construir ciudades sostenibles tiene que consistir en “alfabetizarnos ecológicamente”, para Fritjof Capra, esto es, dotarnos de la capacidad para comprender los principios de organización comunes a todos los sistemas vivos, para entender que los ecosistemas han evolucionado desde el principio para sustentar la vida. Los sistemas vivos son redes autogenéticas, organizativamente cerradas dentro de perímetros, pero fundamentalmente abiertas a flujos constantes de materia y energía. Esta comprensión sistémica de la vida nos permite formular una serie de principios de organización, que puedan ser identificados como los principios fundamentales de la ecología y que puedan ser utilizados como líneas maestras para la construcción de comunidades humanas sostenibles. Específicamente, hay seis principios de ecología que son cruciales para el sostenimiento de la vida: redes, ciclos, energía solar, asociación, diversidad y equilibrio dinámico.

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Agrupación ecológica de Industrias. Para Capra, el primer principio del ecodiseño consiste en que “residuo equivale a recurso”. Hoy día el principal desajuste entre economía y ecología deriva de que los ecosistemas de la naturaleza son cíclicos, mientras que nuestros sistemas industriales son lineales. En la naturaleza la materia circula continuamente y, por consiguiente, los ecosistemas no generan residuos. Las actividades económicas humanas, en cambio, toman recursos naturales y los transforman en parte en productos y en parte en residuos. Venden esos productos a sus clientes, que, a su vez, generan más residuos al utilizarlos. Toda organización empresarial sostenible debería pues, formar parte de una “ecología de organizaciones”, en la que los residuos de una fueran los recursos de otra. En un sistema industrial sostenible de esas características el flujo total de cada una de sus organizaciones miembros –sus productos y sus residuos- sería visto como recursos que circulan por el sistema. Esa clase de agrupaciones de industrias se ha iniciado ya en varios lugares del mundo, a iniciativa de una organización denominada Zero Emissions Research and Initiatives (ZERI).

Una Economía de Servicio y Flujo. Brungart y McDonough hablan de dos clases de metabolismos: el biológico y el técnico. La materia que circula por el metabolismo biológico es biodegradable y se convierte en alimento para otros sistemas vivos. Los materiales no degradables son considerados nutrientes técnicos, que circulan continuamente por los siclos industriales que constituyen el metabolismo técnico. Para que ambos metabolismos conserven su salud es necesario tener gran cuidado en mantenerlos diferenciados y separados, de modo que no se contaminen mutuamente. Aquello que forma parte del metabolismo biológico –productos agrícolas, ropa, cosméticos, etc.- no debería contener sustancias tóxicas persistentes. Lo que pertenezca al metabolismo técnico –maquinaria, estructuras físicas, etc.- debe mantenerse bien separado del metabolismo biológico. Si el concepto de ciclos técnicos fuera implementado plenamente, conduciría a una reestructuración fundamental de las relaciones económicas. Después de todo, lo que buscamos en un producto técnico no es su posesión, sino el servicio que nos proporciona. Lo que realmente queremos es que nuestro video nos entretenga, que nuestro coche nos transporte y que nuestra

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nevera nos enfrié las bebidas. Desde la perspectiva del ecodiseño no tiene ningún sentido poseer todas esa cosas y tirarlas luego, al final de su vida útil. Parece más lógico comprar el servicio que de ellas deseamos recibir, es decir, alquilarlas. La economía ya no se basaría en la propiedad de bienes, sino en el servicio y en el flujo.Hacer Más con Menos, dice Capra, incluso a pesar de que el ciclo completo de materiales en agrupaciones de industrias no se ha logrado todavía, las agrupaciones parciales y los bucles de materiales existentes han conducido a espectaculares incrementos en la eficiencia de la energía y recursos. Los ecodiseñadores se muestran de acuerdo en que, en los países desarrollados, y sin que ello signifique merma alguna del nivel de vida de sus habitantes, es posible alcanzar una reducción del “noventa por ciento” en el consumo de energía y materiales. Es lo que se conoce como Factor Diez. Porque significa multiplicar por diez la eficiencia de los recursos. Consideraciones parecidas son también al diseño urbano. La extensión urbana y suburbana que caracteriza a la mayoría de las ciudades modernas, particularmente en los EEUU, ha generado una gran dependencia del automóvil con un papel mínimo del transporte urbano, de la bicicleta o de la práctica del andar. Consecuencias: elevado consumo de combustibles y sus correspondientes niveles de contaminación y de emisiones de gases invernadero, grave estrés para las personas debido a la congestión de tráfico, pérdida de la vida callejera, de la comunidad y de la seguridad pública. Las tres décadas pasadas han sido testigo de la emergencia de un movimiento internacional de “ecociudades”, que trata de compensar la expansión urbana mediante la utilización de principios de ecodiseño, con el objetivo de rediseñar nuestras ciudades de modo que se vuelvan ecológicamente sanas. Por medio de un análisis pormenorizado de los patrones de transporte y de uso del suelo, los planificadores urbanos Peter Newman y Jeff Kenworthy descubrieron que el consumo energético depende crucialmente de la densidad. A medida que la densidad aumenta, se incrementan también el uso de la bicicleta y los desplazamientos a pie, mientras que decrece el del automóvil. Los centros históricos con alta densidad de población y uso mixto del suelo, reconvertidos en los espacios sin vehículos a motor que otrora fueron, existen hoy día en la mayoría de las ciudades europeas. Otras ciudades han creado espacios nuevos libres de vehículos a motor, que estimulan la utilización de la bicicleta y los paseos. Estos nuevos barrios, conocidos como “pueblos urbanos” combinan edificaciones de elevada densidad con amplias zonas verdes comunes.El Sol como Fuente de energía. Para Capra, es preciso que examinemos con más detenimiento la cuestión del uso de energía. En una sociedad sostenible la totalidad de las actividades y de los procesos industriales humanos será alimentada, en última instancia, por el sol, como sucede en los procesos de los ecosistemas naturales. La energía solar es la única a la vez renovable y benigna para el medio ambiente. Por consiguiente, el paso a una sociedad sostenible incluye ineludiblemente el cambio de los combustibles sólidos –fuente principal de energía de la Era Industrial- al sol como fuente de energía.La Transición a la Economía del Hidrógeno. Capra comenta que, la mayoría de los vehículos híbridos de hoy en producción no están aún alimentados por pilas de

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combustible, debido a que estas son todavía muy caras y no hay suficiente hidrógeno. El volumen de producción necesario para que su precio sea accesible será consecuencia, probablemente, de su utilización en edificios. Está en marcha una competencia feroz para la producción comercial de pilas de combustible de uso residencial. Hasta que el hidrógeno pueda ser distribuido fácilmente a domicilio, esos sistemas domésticos incluirán procesadores de combustible para extraer hidrógeno del gas natural. De este modo las redes actuales de distribución de gas natural podrán ser utilizadas no tan sólo para el uso directo del gas. Sino también para producir electricidad. Amory Lovins estima que la electricidad generada por esas pilas de combustible podrá competir ventajosamente con la producida por las centrales térmicas y nucleares, habida cuenta de que no tan sólo será producida a menor coste, sino que prescindirá de las redes eléctricas de distribución a larga distancia y de sus considerables caídas de tensión.Políticas de Ecodiseño. Según el Worldwatch Institute, las políticas necesarias para apoyar el ecodiseño y al cambio hacia la energía renovable incluyen “una mescla de libre mercado y regulación, con impuestos medioambientales que corrijan las distorsiones del mercado, subvenciones temporales que permitan la entrada en el mercado de las energías renovables y la retirada de las subvenciones ocultas a las fuentes convencionales. (5)

II.- MÓDULO 2

LA CIUDAD Y LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN

1.- URBANIZACIÓN Y SOCIEDAD URBANA.

La ciudad, según Jordi Borja, lo que atrae especialmente de ésta es que es el lugar de la libertad y de la aventura posibles de cada uno, la multiplicación de los encuentros imprevistos, de los azares insospechados. La ciudad puede sorprendernos en cada esquina (Breton) y allí queremos vivir. La ciudad es vivencia personal y acción colectiva a la vez. Sus plazas y sus calles y sus edificios emblemáticos son el lugar donde la historia se hace, el muro de Berlin, la plaza Wenceslas de Praga, el Zócalo mexicano, la plaza Tienanmen. Y si miramos a un pasado lejano, el palacio de Petrogrado y las escaleras del Potemkine o la Bastille y el salón del Jeu de Poume junto a la Concorde del París revolucionario. El mito originario de la ciudad es la torre de babel, gentes distintas pero iguales, juntas construyendo su “ciudad” como desafío al poder de los dioses, como afirmación de independencia. Ciudadanos son los que conviven, libres e iguales, en un territorio dotado de identidad y que se autogobierna.La revolución urbana que vivimos, según Borja, es una de las principales expresiones de nuestra época. Las nuevas regiones metropolitanas cuestionan nuestra idea de ciudad: son vastos territorios de urbanización discontinua, fragmentada en unos casos, difusa en otros, sin límites precisos, con escasos referentes físicos y simbólicos que marquen el territorio, de espacios públicos pobres y sometidos a potentes dinámicas

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privatizadoras, caracterizada por la segregación social y la especialización funcional a gran escala y por centralidades “gentrificadas” (clasistas) o “museificadas”, convertidas en parques temáticos o estratificadas por las ofertas de consumo. Esta ciudad, o “no ciudad” (como diría Marc Augé) es a la vez expresión y reproducción de una sociedad heterogénea y compartimentada (o “guettizada”), es decir, mal cohesionada. Las promesas que conlleva la revolución urbana, la maximización de la autonomía individual especialmente, están solamente al alcance de una minoría. La multiplicación de las ofertas de trabajo, residencia, cultura, formación, ocio, etc., requieren de un relativo alto nivel de ingresos y de formación, así como disponer de un efectivo derecho a la movilidad y a la inserción en redes telemáticas. Las relaciones sociales para una minoría se extienden y son menos dependientes del trabajo y de la residencia, pero para una mayoría se han empobrecido, debido a la precarización del trabajo y el tiempo gastado en la movilidad cotidiana.

Esta nueva sociedad urbana, acota Jordi Borja, no está estructurada en grandes grupos sociales como los que caracterizaban a la sociedad industrial. Es una sociedad individualizada, segmentada, fracturada entre los que temen perder sus rentas de posición, mediocres privilegios y vulnerables y los que viven en precario, en sus trabajos y en sus derechos, sin otro horizonte vital que el de la incertidumbre, sin otra garantía que la de no poder alcanzar el nivel de sus expectativas. Es una sociedad que necesita del Estado del bienestar, pero precisamente éste no llega, o no lo suficiente, a los que más lo necesitan. El muy loable propósito de defender el Estado de bienestar como “nuestro Estado de derecho” (La izquierda sin crisis, José Mª Ridao, El País, 25/11/2007) olvida que este programa no garantiza el “bienestar”, por insuficiente o inadaptado a las necesidades de hoy, a gran parte de los que más lo necesitan: los “mileuristas” (persona que no supera los mil euros al mes) y los desocupados, los jóvenes que no pueden acceder a la vivienda y los inmigrantes sin derechos reconocidos, los fracasados de la escuela y los excluidos por la fractura digital. Y los que viven en el círculo vicioso de la marginación, en urbanizaciones periféricas o en barrios degradados, lejos de todo y demasiado cerca de los que viven la misma situación o peor que ellos.

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La vivienda es un derecho básico, según Borja, recogido en los textos constitucionales y en las cartas de derechos humanos pero solamente es un principio orientador de las políticas públicas, es decir, se trata de un “derecho programático”, no garantizado por el Estado de “derecho”. Hoy se ha convertido en uno de los problemas sociales para amplios sectores de la población y al mismo tiempo una de las principales fuentes de beneficios especulativos, tanto del capitalismo financiero como de un extenso y variopinto mundo de propietarios de suelo, promotores y constructores. La urbanización, la construcción de viviendas y las obras civiles son seguramente el principal factor de corrupción política y social. En España, se ha destruido por igual el paisaje costero, la urbanización extensiva ha favorecido la mayor especulación del suelo de nuestra historia, se han construido centenares de miles de viviendas que no tienen comprador o localizadas tan lejos de los centros de trabajo y de servicios que generan altos costes sociales y ambientales. Se ha abandonado los objetivos clásicos: propiedad pública del suelo urbanizable y urbano, prioridad a las viviendas de alquiler, continuidad y mixtura de los tejidos urbanos, etc.El actual debate sobre las infraestructuras, de acuerdo a Borja, parece centrarse en una disputa sobre el nivel institucional al que corresponde la principal responsabilidad de la gestión. Sin duda es un tema importante y parece probable que una gestión de proximidad de las redes ferroviaria y viaria, de los puertos y de los aeropuertos sería sin duda más eficaz al estar más sometida al control social. Pero no es un debate derecha-izquierda y sorprende que ambas coincidan en las mismas propuestas “incrementalistas” a pesar de que en muchos casos suponen costes sociales difícilmente sostenibles. Parecería lógico que la base de partida de la izquierda fuera el reconocimiento del “derecho a la movilidad”, hoy fundamental, que debe considerarse un derecho universal, para todos, para cada día y a todas las escalas. Entonces se priorizaría la movilidad más masiva y más cotidiana, como son las redes de cercanías. Las infraestructuras son también el principal motor de la urbanización y corresponde especialmente a la izquierda favorecer los desarrollos urbanos apoyados en la compacidad de los tejidos urbanos. De nuevo nos encontramos con discursos y prácticas que se caracterizan por las ambivalencias, las contradicciones y finalmente la sumisión a valores y comportamientos más propios de una derecha conservadora y excluyente, que excita los estados de opinión más primarios. La creación de ambientes seguros, para Jordi Borja, es un derecho fundamental para el conjunto de la población y es una obligación de las políticas públicas garantizarlo. Especialmente para los colectivos que por razones diversas son más vulnerables, sufren discriminaciones y demandan protección. Pero la inseguridad procede de muchas causas: desocupación o precariedad del trabajo, entorno urbano inhóspito, pobreza, presencia de colectivos culturales distintos y percibidos como potencialmente “peligrosos, debilidad del tejido social, etc. Por otra parte vivimos en una época en que la política del “miedo” se ha convertido en un instrumento manipulador de la opinión pública por parte de los gobernantes más reaccionarios. Lamentablemente esta política ha contaminado a las izquierdas gobernantes y en bastantes casos han asumido el discurso securitario y la práctica de la represión preventiva en contra, muchas veces, de

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los colectivos más vulnerables. El ejemplo más próximo y más escandaloso es el de la Ordenanza para la convivencia aprobada por el Ayuntamiento de Barcelona, en las que se criminaliza a colectivos sociales enteros (vendedores ambulantes, mendigos, limpiacristales, sin techo, etc.) y se imponen sanciones tan exageradas como inaplicables (Inseguretat ciutadana a la societat de risc, Jordi Borja, Revista Catalana de Seguritat Pública, nº 16, 2006). Todo ello en nombre del “ciudadano normal” que tiene derecho “a no ver aquello que le disgusta”. Unas ordenanzas que la dirección del PSOE ha declarado que deberían servir de modelo a todos los ayuntamientos de España en los que participe en el gobierno. Incluso han sido bien recibidas por otros gobernantes de la izquierda europea como el alcalde de Bolonia, durante décadas considerada la ciudad modelo de la gestión progresista. Entendámonos: no se trata de defender una política permisiva, todo lo contrario. Creemos que la policía de proximidad, de acuerdo a Borja, la justicia local rápida, la sanción inmediata de los comportamientos incívicos, etc., forman parte de unas políticas públicas que deben ser propias de la izquierda pues afectan a la gran mayoría de los ciudadanos. Pero la base de partida debe ser la consideración de todos los ciudadanos por igual, la protección de los más débiles y la construcción de unos ámbitos de convivencia que promuevan el conocimiento, la cooperación entre los ciudadanos y la solidaridad con los más débiles o discriminados. Curiosamente las “ordenanzas” citadas, si bien proclaman al inicio su intención de sancionar los comportamientos racistas o xenófobos luego se olvidan de concretar esta buena intención en el articulado. El derecho a la seguridad hoy no parece que por ahora esté elaborado y asumido por la izquierda gobernante como propio, simplemente se apunta a la ideología y a las prácticas más conservadoras. Una ideología y unas prácticas que criminalizan a los pobres, a los jóvenes sin horizontes de los sectores populares y a los inmigrantes. (1)

2.- LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LOS ESPACIOS URBANOS: LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LA COMUNICACIÓN Y LA CIUDAD DIGITAL.

El espacio que la ciudadanía emplea para participar de la ciudad se ha visto transformado, de acuerdo a Gema, cada vez estamos ante ciudades más difusas donde los espacios públicos no son el centro neurálgico por donde todos los habitantes de una ciudad pasan, conversan y actúan. Sino que como diría Francesc Muñoz estamos ante “Espacios públicos corredores continuos de un paisaje urbano difuso y fragmentado”. Atender a esta nueva cualidad urbana supone, por un lado entender el nuevo tipo de ciudad que estamos construyendo, y por otro lado repensar un tipo de planificación urbana arriesgada para con el modelo tradicional e innovadora para que se adapte a sus ciudadanos y la ciudad a ellos.El espacio urbano y dentro de él, el espacio público, dice Gema, deviene en una mezcla de espacios a medio construir resultado de las políticas especulativas, espacios digitales resultado de las nuevas tecnologías y las bases de las redes distribuidas y la web 2.0, espacios abandonados resultado de administraciones locales sin una

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planificación estratégica territorial participada, y espacios espontáneos resultado de un sistema global capitalista que expulsa ciudadanía a las periferias de las grandes ciudades por medio del proceso de gentrificación. Las innovadoras propuestas de los grupos y colectivos sociales emergentes están ante una planificación urbana local, resultado más de los límites en materia de política pública local y democracia representativa que de una estrategia integral y planificada. Así como de las transformaciones y retos que surgen con los nuevos espacios urbanos.

Este nuevo tipo de ciudad es planificada estratégicamente hacia el marketing urbano , comenta Gema, donde su universo es concentrado en edificios arquitectónicos que albergan diferentes usos y equipamientos, junto con la conformación de espacios públicos y privados para el ocio y el esparcimiento. Un ejemplo actual de este tipo de espacio público lo encontramos en los SESC de Brasil, donde en palabras de Josep María Montaner, combinan el encuentro de diferentes grupos sociales con el deporte, el ocio, el arte y la cultura. Son edificios abiertos, “lugar de dominio público”, encajado en la trama de la ciudad y desarrolladas en altura, que combinan lo público con lo privado, las actividades de educación informal para la comunidad, con el deporte, el turismo y la atención a la tercera edad. Un consorcio que maneja ámbitos hasta ahora inexplorados en otras ciudades, pero que cada vez son más atractivos pues combinan todos los elementos que componen la trama urbana, aglutinados en espacios con dotaciones que tiende en su estructura a situarse cerca de la calle. Su planificación es específica y se inserta en una estrategia concreta, habilitar espacios comunes de reunión y ocio donde a través de ellas se mejore la imagen del barrio, estas mejoras de los espacios públicos por medio de edificios o centros de esparcimiento y reunión desencadenarán diversos resultados dependiendo de las propuestas que lo muevan y sus objetivos a largo plazo.Nos interesa trazar una línea continua donde los extremos sean dos tipos de espacios dirigidos al público, dice Gema, con resultados dispares y diversos para fomentar la reunión, el foro y la participación activa de la ciudadanía. En un extremo situaríamos a los centros comerciales, centros de ocio y consumo ubicados en las periferias de las ciudades, seguiríamos la línea trazada con los centros de congresos y exposición, las cuales combinan espacios de encuentro y debate, conferencias, seminarios,

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jornadas...etc. con zonas de consumo y esparcimiento, muchos de ellos se ubican en las periferias construyendo a su alrededor diversos edificios arquitectónicos con diferentes usos, como si de una ciudad de negocios se tratara. Más adelante situamos a los edificios ya ubicados en las ciudades que combinan los espacios públicos y de encuentro con recursos privados que desde su organización se proponen actividades de intercambio y aprendizaje comunitario, a partir del mismo pueden salir propuestas novedosas por parte de sus participantes para intervenir en la ciudad.Por último y en el otro extremo del trazo, encontramos a los Espacios AutogestionadosPolivalentes (EPA), donde son los propios vecinos movidos por diversas inquietudes pero unidos bajo la idea de la autogestión de los espacios urbanos, los que deciden ocupar un edificio y albergar tantas actividades como grupos lo componen o se van sumando a la iniciativa. Es un proceso metaparticipativo donde los grupos informales gestionan, colaboran y participan del espacio transformándolo. No se deben a un organismo o institución previa que gestiona el espacio y sus actividades, sino que son ellos mismos los que promueven todos sus contenidos.Así las ciudades y los espacios públicos, acota Gema, son el paradigma de la participación ciudadana en el hacer de la ciudad, es por tanto la forma que tiene la comunidad, vecinos o gente de un barrio de identificarse con su entorno. Si conocemos que formas de participación existen en una ciudad podemos conocer su modelo de futuro. Esta consideración es relativamente novedosa, pues el concepto de planificación participativa no es algo que se haya trabajado por las administraciones locales antes, incluso cuando hablamos de participación ciudadana y urbanismo existe una especie de vacío que se ve reflejado en las diferentes formas que toma la participación normativizada. Los actuales cambios en la sociedad, comenta Gema, provenientes de la globalización tecnológica y de la información, el mayor dinamismo de las sociedades y la diversidad de culturas encontradas, requiere de formas plurales y multidisciplinares de acercarse a la realidad cambiante, cada vez estamos más informados y más cercanos unos a otros, las redes locales se expanden hacia lo global, intercambiando flujos de comunicación, información y difusión de manera horizontal. Es por ello que los sistemas políticos provenientes de las formas de gobierno tradicional, basados en las jerarquías de las funciones y las escalas de trabajo de arriba hacia abajo, no sean las formas más certeras para solucionar los nuevos retos. La unilateralidad no sirve ante una sociedad que requiere de diversidad en las soluciones y alternativas novedosas que impliquen a diferentes agentes sociales del territorio. (Agustí Cerrillo i Martínez; 2005). La sociedad de la información, según Gema, ahora se hace más patente debido a las nuevas redes distribuidas de internet. La era de la red distribuida es lo que nos interesa, pues con ella se han comenzado a desarrollar diversas actuaciones locales interesantes, en este caso, la participación en la planificación de los diferentes espacios y elementos que componen la ciudad a través de las tecnologías provenientes de la web 2.0 (aplicaciones web que facilitan el compartir información).Una realidad que si bien puede iniciar nuevos procesos de comunicación e información también puede aligerar la brecha de desigualdades entre los que poseen la tecnología y

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el conocimiento y los que no tienen acceso a ella. Reconociendo ésta como una de sus principales problemáticas, no hay que obviar lo que suponen de novedoso para las sociedades postindustriales las nuevas ideas de procomún (idea que algunos bienes pertenecen a todos), distribución y la comunicación entre pares, abriendo el debate sobre cómo podemos participar activamente y conseguir una relación más cercana con la gestión de las ciudades.Ante ciudades que por un lado mezclan lo público con lo privado, dice Gema, para construir nuevos contenedores de cultura, ocio y megaeventos, ante un sistema político todavía con estructuras anteriores y ante una sociedad en plena transformación debido a la proliferación de las nuevas tecnologías y las redes de información y conocimiento. ¿Qué tipo de ciudadanía puede surgir para participar en la ciudad? No sólo hablamos de votantes, sino de consumidores, clientes y actores de la realidad.Es así que los cambios en el entorno socioeconómico y sociopolítico, las nuevas tecnologías y la sociedad cada vez más globalizada, junto con una mayor descentralización administrativa son los cambios que alimentan la reflexión de la participación en el ámbito urbano.La Investigación Acción Participativa, para Gema, en adelante IAP, supone el participar como herramienta de trabajo. Es un proceso que conlleva diferentes técnicas para incluir a la ciudadanía en la toma de decisiones locales. Nos exige de antemano asumir, entre otras cosas: la existencia de una voluntad política que no límite la realización de este tipo de técnica. Encontrar el “dolor” común que mueva a una comunidad a querer participar, y la apropiación de una técnica totalmente flexible a las propias exigencias y cambios que se dan en del día a día de la comunidad, son sus objetivos iniciales.Sin querer encorsetar los métodos de la IAP a la nueva realidad de las herramientas tecnológicas, pues no es el objetivo; si nos interesa reconocer las posibilidades como metodología que se pueden dar con la web 2.0, las redes distribuidas y otras nuevas aplicaciones de internet, para con la mejora en la gestión de las ciudades.¿Qué elementos sustentan, que las técnicas empleadas por la IAP para la planificación participada en la ciudad, puedan ser las que nos sirvan como marco de referencia? Con esta cuestión queremos aglutinar y clarificar el sustento de dicha metodología, pues ya señalamos anteriormente que nos servirá de marco de referencia para los apartados posteriores en los que entraremos a reflexionar sobre las nuevas herramientas y aplicaciones venidas del software 2.0.Destacamos los conceptos de “red social”, “lo público”, y “comunidad”, anota Gema, pues son tres elementos más allá de otras consideraciones más técnicas, que fundamentan la epistemología de dicho método. La IAP, considera a la red social y sus vínculos el motor de arranque para conocer qué es lo que le duele a la comunidad que inicia un proceso participativo. Se ha señalado más arriba cómo esa comunidad busca por medio de diversas técnicas ser parte gestora de lo público para solucionar o dar alternativas a la problemática inicio del proceso. Pero vayamos más allá, pues este punto es importante y lo destacamos, y ello se debe a que no sólo estamos hablando de dar soluciones a una problemática concreta

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(empleo, sanidad, educación…etc.) como basa sus preceptos la planificación estratégica; sino que este tipo de método supone ahondar en el concepto de lo público, y por tanto sentar las bases pedagógicas para que la ciudadanía aprenda a participar democráticamente de los asuntos de su ciudad.

En Amsterdam a finales de los 80, describe Gema, un grupo de activistas influenciados por el movimiento cultural de los 70, el cual impregnó a la sociedad holandesa por tres vertientes: como movimiento, en el pensamiento y a las instituciones. Se verán fuertemente influenciados por este movimiento cultural de los 70. Y comenzarán a programar para sus actividades en los centros sociales que ocupaban, talleres relacionados con la cultura tecnológica. Esta experiencia no sería importante, sino fuera por lo que desencadeno posteriormente, pues con ellos se abrió a la sociedad holandesa de aquel momento, el debate por una cultura digital pública. La constante intromisión de los hackers activistas a las redes de internet gobernadas por el ejército, fue lo que encendió la mecha en aquel momento para introducir en el debate político el tema de la comunicación electrónica para las masas.La situación en aquel momento no podía ser más propicia pues en el propio país la administración pública había permitido la difusión por cable, de todos los medios y para toda la población. El Ayuntamiento lo gestionaba como un servicio público y dejó dos canales para que fueran programadas por grupos minoritarios y de artistas. De este modo surgieron varias iniciativas cuyas propuestas, eran muy diferentes de las de la programación habitual de las cadenas de mayor difusión. Este peculiar tipo de "televisión comunitaria", también fue llevado a la radio donde surgieron al calor de ésta iniciativa, varias emisoras piratas provenientes del mundo de la cultura “underground” (movimientos contraculturales).Mientras tanto, el grupo HackTic (colectivo de activistas electrónicos) estaba preparado para el siguiente paso, abrir internet y establecer su uso generalizado. Y lo llevaron a cabo consiguiendo de la red universitaria neerlandesa el permiso para conectarse oficialmente a Internet y revender los derechos. Desde entonces se estableció una especie de norma en los países Bajos que promulgaba el acceso gratuito a la Internet.

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Ante esta situación, los políticos elegidos democráticamente, preocupados por situarse dentro del juego lo más rápidamente posible, y además perdiendo cada vez mayor credibilidad y apoyo por parte de la población local, decidieron solucionarlo con la creación de una red gratuita que comunicase a los habitantes de la ciudad con sus representantes legales con el fin de establecer un dialogo, a la propuesta le llamaron “Ciudad Digital”. ¿Cómo operó aquella red de comunicación experimental?Esta situación se debió tal y como dicen los mismos autores a que la red fue utilizada de una forma instrumental y no como una herramienta restrictiva, así es que surgieron diversos grupos autónomos después de aquel comienzo con diversas iniciativas y proyectos.El Procomún señala un inicio, según Gema, porque sobretodo abre un debate y es el de la comunicación abierta y en horizontal, el de la información pública y la transparencia. Así es como los primeros colectivos alrededor del Net. Art iniciaron actividades basadas en el Procomún, donde el fin no era conseguir publicar arte a través de las redes, sino hacer arte en la red. Aquí la colaboración pasó a ser la forma en que diferentes artistas de diferentes lugares se juntaban en la red, utilizando la misma como un espacio de trabajo, era su material por el cual manifestaban actuaciones artísticas, por lo que intentar comprender a estos grupos fuera de la red es imposible. Artistas como Vuk Cosic tenían que ver de nuevo con la subcultura hacker y con las comunidades online de finales de los ochenta. Tal y como señala el texto de Kamen Nedev “Mirar hacia delante a través del retrovisor. El net.art en la encrucijada, quince años después”, donde realiza un recorrido histórico a el movimiento del Net. Art, destacando sus inicios y su actualidad, el autor reconoce a este tipo de colectivos su pasado colaborativo y abierto.Es por tanto la idea de realizar un trabajo desde lo común lo que une este concepto, las reglas se mueven por tanto fuera de la lógica mercantil de la propiedad, siendo las comunidades humanas las que lo sostienen. ¿Cómo es posible producir por medio del procomún? Hablamos de distribuir y compartir como medio de la producción, entendiendo que el bien común es la estrategia exitosa de construcción de capacidades para los colectivos humanos. (Antonio La fuente <en línea>). El ejemplo no sólo lo encontramos en los colectivos ideológicamente posicionados fuera de un mercado que no les interesa reproducir sino que lo encontramos, y siguiendo a Antonio La fuente, en sus cuatro entornos del procomún, y para lo que nos interesa en dos de ellos: en las ciudades y en el entorno digital.La lengua de una comunidad, la jerga y sus acepciones confirma esa construcción conjunta de un conocimiento local que produzca prácticas y saberes comunes. Es así que la proliferación de un sistema operativo como GNU/Linux y del software de código abierto supone el triunfo inicial del poder del procomún en lo digital. La colaboración en línea, los archivos online compartidos (peer to peer), son entre otras herramientas nuevas modalidades digitales del procomún que pueden ser altamente productivas.Esta iniciativa basa sus preceptos en los estándares abiertos, para que sean sus códigos reproducibles y verificables a la comunidad que los comparte. Es todo lo contrario a las cajas negras que suelen ser las aplicaciones de software propietario, donde un

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programa recibe unos datos de entrada y genera otros de salida, pero donde no podemos hallar ninguna información sobre qué es lo que ha sucedido en los pasos intermedio del proceso.(David García Aristegui; <en línea>).Esta composición que mantiene el sentido del código abierto, nos recuerda al binomio participación-urbanismo, pues, la ciudadanía se informa del inicio de un proceso de planificación, puede alegar su disconformidad, pero no participa del proceso que mueve a la administración a qué es lo que se quiere planificar, por qué y para qué.Cuando señalamos que las primeras experiencias venidas de las redes distribuidas y los códigos abiertos son lo que nos interesa, se debe a que en ellas se da la posibilidad de formar parte de una comunidad “especializada”, que trabaja por medio de las redes, y las utiliza para conformar un objetivo común. Distribuyen la información, la difunden y se intercambian experiencias por medio de la red.Los primeros pasos de las prácticas Open Street Map, señalan la necesidad de crear por parte de los colectivos de usuarios otras formas de trazar los mapas, dependiendo de lo que cada comunidad de usuarios decidan como importante en su momento. En el año 2009, un terremoto sacudió gran parte del territorio chileno, por lo que muchas de las carreteras, vías y demás accesos a las poblaciones desaparecieron, aquí el Open street Map de Chile, decidió buscar por medio de su comunidad de usuarios, voluntarios para georeferenciar todo lo que se había perdido a causa del terremoto. Esta posibilidad de mejorar los mapas para conocer los accesos a las poblaciones afectadas, sólo se realizan por la comunidad organizada y coordinada al calor de experimentos como este. La rapidez de sus flujos de información y difusión hizo que en poco tiempo todo un equipo de voluntarios tuvieran referenciados y ubicados todos los accesos hacia las poblaciones, ahora desaparecidas.Esta experiencia y otras tantas que van surgiendo alrededor de las redes distribuidas y el software libre, son posible debido a sus características fundamentales: la comunidad de usuarios, la colaboración en línea, y la rapidez de sus flujos de intercambio a través de las redes distribuidas.De una estructura jerárquica y vertical de corte clásico, ahora nos encontramos con una flexible estructura organizativa. Se crean comunidades y redes de relaciones sociales dando pie al origen de muchos proyectos comunes. Los contactos surgen en el territorio pero se expanden y se enriquecen con las redes distribuidas. Se refuerzan lazos débiles que no existirían fuera de la web 2.0 y de la red.En la entrevista que le realizamos a Domenico di Sena, él mismo indica y enfatiza como los datos públicos son fundamentales si queremos acercar la ciudad a la ciudadanía, y en sus propias palabras, señala: (...) “Vivimos en la sociedad de la información, sin embargo parece que la información que interesa al ciudadano se encuentra sumida en una maraña de confusión que la hace inaccesible. ¿Qué se hace con nuestros impuestos? ¿Quién lo decide? ¿Por qué? ¿Según qué escala de valores-prioridades? ¿Puedo dar mi opinión? ¿Servirá de algo? ¿y mis vecinos? ¿Qué opinan del barrio? ¿Cuáles son las actividades que desarrollan las asociaciones y colectivos locales? Uno de los mayores retos del futuro será sin lugar a duda conseguir involucrar a los ciudadanos en los procesos de gestión local. Los ciudadanos deben ser partícipes de las

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decisiones que afectan a su hábitat; para ello necesitan estar oportunamente informados y disponer de las herramientas más adecuadas”. (...) (Entrevista a Domenico de Sena; Agosto 2010).Junto con las redes distribuidas, es la información de los datos lo que nos interesa para descubrir que métodos del software 2.0 nos interesa para desarrollar prácticas participativas para la ciudad. La información pública es aquella información que está en manos de los poderes públicos, es decir entender que es la información de las administraciones públicas, y no otra, la que nos interesa para poder planificar en la ciudad.La ciudad debe de contemplar lo que se realiza en ella, para Gema, la acción, añadimos a ello que también lo que podemos conocer de ella, sus datos a través de la investigación. Una alternativa a la planificación convencional y también a la estratégica es poder planificar desde la participación, a través de métodos que se complementen entre sí. Por un lado, conocer la realidad de una ciudad se puede hacer por medio de métodos provenientes de las ciencias sociales, pero y también, por medio de la tecnología digital, ya que ofrece nuevas posibilidades como son las redes de sensores o la georeferencia de actividades ciudadanas.Los planes estratégicos, los planes de ordenación del territorio, las memorias de recaudación de impuestos, y los gastos públicos en educación o en sanidad, ¿los podemos conocer? ¿Es posible su publicación? ¿Y qué podemos hacer con ella? Eva Moraga señala que las administraciones públicas en el Estado Español están muy dadas a informar sobre las obligaciones de los ciudadanos, pero no a informar sobre sus propias actuaciones, sobre la toma de decisiones, sobre los criterios para tomar las decisiones y quienes las tomaron, y no consideran a demás que sea necesario publicar esta información. El derecho de acceso a la información pública conforma dos estrategias, por un lado poder informarse y encontrar la información de las administraciones en los medios electrónicos, por otro lado la capacidad del ciudadano de demandarla si no está previamente publicada. Eva Moraga señala que en el Estado Español existen serias limitaciones a este derecho, por lo que todavía nos queda mucho por recorrer para que la ley sea plenamente ejercida.Podemos distinguir diferentes tipos de participación en la trama urbana con el objetivo de conocer un poco mejor como podemos gestionar la ciudad, desde la participación en ella encontramos diferentes formas de acercarnos a los asuntos que ocurren en la misma, pero además podemos saber el grado de implicación que podemos adquirir, y que tipo de herramientas nos pueden servir para planificar nuestra gestión en ella. En primer lugar, aglutinamos cuatro opciones de participar en la ciudad:1. -Presenciar los cambios de la ciudad, conocerlos e informarse, denunciar y alegar.2. -Planificar la ciudad: rehabilitar, creación de nuevas áreas, planes estratégicos, programas de espacio público, y paisaje3. -Proponer desde grupos previamente organizados cambios a la planificación existente, y responder con alternativas4. -Presenciar y ocupar espacios: viviendas, espacios públicos, paisaje, y reinventarlos junto con nuevas dinámicas de actuación en ellos.

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Clasificamos las cuatro opciones a partir de los ejes que fundamentan la participación (informar, debatir, proponer, convocar, reunir, y decidir) por un lado. Por otro lado, los elementos principales entre otros, que componen el territorio y la ciudad (vivienda, movilidad, espacio público, sostenibilidad, paisaje).Encontramos mecanismos que profundizan la democracia participativa cuando desde los diferentes grupos de ciudadanos se proponen alternativas que no forman parte de la planificación de las ciudades, cuando se hace presente en el espacio la acción de los colectivos o se manifiestan en la calle, dando como resultado una disonancia con la planificación de las ciudades.¿Qué procesos, por medio de las redes distribuidas, pueden iniciar para incidir sobre la planificación de las ciudades?Las posibilidades de participación en red por parte de la ciudadanía, cree Gema, va creciendo conforme se van afianzando diversas herramientas de trabajo o aplicaciones web 2.0 para poder comunicarse. Podemos señalar diversas fases del proceso participativo, así como las diferentes funciones que sitúan los grados de participación. El diagrama que mostramos a continuación señala tres fases principales del proceso de participación ciudadana digital, junto con los diferentes pasos que se van dando y las herramientas que se van utilizando, para llegar en último término a realizar el tipo de participación que define la metodología de gestión de la ciudad.Así, la primera fase sólo contempla la utilización de herramientas consultivas y de información, en la que los vínculos débiles alrededor de los grupos y los habitantes de una ciudad, son los protagonistas de la misma. Se produce una comunicación viral, y a través de ella se irán sumando a las propuestas de diferentes colectivos las personas no cercanas, y lo harán por medio de los comunicados emitidos, las campañas de internet, y las consultas que dichos grupos realizan a la ciudadanía.Cuando se llevan a cabo tareas o iniciativas por colectivos de personas y comienzan a crear sus propios medios de comunicación e información aprovechando las herramientas 2.0, es cuando pasamos a la siguiente fase del proceso de participación. Es aquí cuando, los grupos de ciudadanos ya organizados sobre el terreno disponen de medios tecnológicos y conocimiento telemático, para poder utilizarlo hacia la resolución de la problemática. Son los blogs creados por plataformas ciudadanas, las acciones virales o ciberturbas creadas a través de las redes sociales ya existentes. Es la creación de listas propias de comunicación y convocatorias por las que movilizan al resto de la población no organizada. Un paso más adelante y dentro de este tipo de participación funcional y logística, señalamos la creciente utilización de aplicaciones 2.0 para georeferenciar la problemática, ahora no sólo existe una forma de comunicación en red sino que podemos situarla en el espacio físico en el que está sucediendo. Estas herramientas combinan el software social con los mapas interactivos, y las redes p2p, y un ejemplo de ello son los meipi. Por último y en la tercera fase del diagrama, encontramos la llamada participación híbrida, entendiendo por hibrido a lo que Juan Freire señala cuando habla de los sistema urbanos aglutinadores de información y datos, y como las diferentes aplicaciones 2.0 pueden abrir la información para ser utilizada por la ciudadanía. Aquí hablamos de visualización urbana de los datos,

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mapeos colaborativos, servicios on-line a escala de la calle, tecnologías móviles y medios locativos...etc. Las personas se unen no sólo con motivo de comunicar su problemática sino para iniciar procesos de cambio, que van desde la red hacia el territorio, y del territorio común hacia la red distribuida.

Conforme nos vamos acercando más a medios y aplicaciones con contenidos colaborativos y basados en la idea de procomún, las formas de respuesta pueden llevar a la construcción de estrategias colectivas novedosas. Así iniciativas como mapeando Asturias, proponen no sólo debatir en torno al territorio de Asturias sino iniciar, por medio de aplicaciones web 2.0, transformaciones y alternativas al modelo de crecimiento imperante. Mapeando Asturias no es un proyecto origen de un movimiento social, nace de una iniciativa técnica y profesional al calor del Plan Avanza del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio. En este sentido, encontramos diversos ejemplos como “Esta es una plaza”, Open street Map y wikicity, que parten de iniciativas institucionales, de un tejido profesional con una alta cualificación en medios tecnológicos, y con una red de relaciones densa, entorno a las temáticas que abordan.Para llevar a cabo este apartado, hemos utilizado la información proveniente de expertos profesionales que trabajan dentro del ámbito del software 2.0, el código libre, y la participación de los ciudadanos en el territorio; en este caso los artículos y proyectos de Juan Freire, Domenico di Sena y Medialab Prado son la fuente teórica que nos ha permitido completar el mapa social de experiencias ciudadanas, todos los datos recogidos provienen de sus investigaciones actuales, y por tanto señalamos que este tipo de clasificación se corresponde con un tipo de clasificación concreta, pues habrán otros muchos grupos y experiencias que se enmarquen en estas iniciativas pero que no están dentro de ésta clasificación. Intentamos con el mapa social, conocer quienes conforman el grupo, cual es su objetivo así como las herramientas 2.0 que utilizan y sus posibles resultados.Señalamos antes de nada, que no son los ciudadanos informales los que abordan tecnológicamente las temáticas de la ciudad, según Gema, los que inician proyectos

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complejos de visualización de datos, mapas interactivos y wikis ciudadanas como estrategias de cambio. En cambio si utilizan las redes para movilizarse. ¿No están preparados todavía? ¿Son sólo los colectivos especializados en las nuevas tecnologías, los que se originan con la cultura del software libre y hacktivistas, los que pueden iniciar procesos bottom-up (estrategias de procesamiento de información)? Ya hay iniciativas que nos muestran lo contrario, nos muestran que existe la posibilidad de apropiación por parte de los ciudadanos de diferentes aplicaciones de la red. Encontramos al grupo llamado cartografía ciudadana, como uno de los colectivos aglutinadores de ambos tipos de grupos. Por un lado, ciudadanos preocupados por el territorio, y por otro, técnicos cualificados en nuevas redes, software libre y cartografía. Ambos proponen iniciativas participativas que suman la denuncia de diferentes acciones que se dan en el territorio, con las nuevas tecnologías.Ejemplos venidos de la visualización de datos, los mapas interactivos y la creación colectiva, son los que al día de hoy se muestran abiertos para la utilización de los mismos por parte de grupos de ciudadanos que actúan en las ciudades. Señalando que dichas herramientas no inician procesos bottom-up, de apropiación y participación, sino que más bien existe una correa de transmisión desde colectivos de profesionales hacia la ciudadanía, y de ésta hacia los profesionales.A continuación presenta cuatro ejemplos de experiencias novedosas que mezclan ambos ámbitos, por un lado la participación ciudadana por otro las tecnologías web 2.0. Los cuatro ejemplos son paradigmáticos debido a dos elementos fundamentales, tener ya unos años de recorrido y realizar proyectos donde la planificación de la ciudad a través de las tecnologías han dado resultado.Critical City: Se trata de un proyecto nacido en Milán y se define como una Red social local para la recalificación urbana lúdica. Los usuarios de esta red pueden proponer acciones urbanas, conocer a sus vecinos y mejorar el entorno en el que viven potenciando las redes de contactos entre vecinos de un mismo barrio. Con la excusa del juego y de los retos propuestos por sus usuarios, se desarrollan acciones en el espacio público físico conectando de una manera muy interesante lo virtual con lo físico.Cartografía ciudadana: Nace en Asturias, al calor del proyecto MapeandoAsturias. Su objetivo es iniciar procesos sociales protagonizados por la ciudadanía auto-organizada de manera libre y voluntaria con el fin de producir contenidos/saberes así como dispositivos expresivos para mapear cualquier tipo de territorio (físico y/o digital, topográfico y/o social y semántico) y las relaciones entre los agentes que los practican. Esta producción se realiza mediante prácticas sociales que movilizan saberes, ciencias y tecnologías varias. Las motivaciones detrás de una cartografía ciudadana no se basan ni en el ánimo de lucro, ni en la conquista militar sino en la creación de nuevos conocimientos, permitiendo a sus productores/as situarse, "empoderarse" y fomentar al mismo tiempo, innovación social, organizacional y/o tecnológica.Fix me street: Tiene su origen dentro de Mysociety, la cual a su vez parte de una Ong, preocupada por las problemáticas de los barrios de la periferia londinense. Su objetivo es (...) “crear un espacio donde los ciudadanos británicos podían informar de

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problemas locales que afectan a su ciudad y, especialmente a las calles y espacios públicos por los que transitan habitualmente. Entre los problemas más habituales se encuentran los graffitis, los baches, las aceras deterioradas, los fallos en la iluminación pública, el mobiliario abandonado, la basura sin recoger (como el que se denuncia en la captura de pantalla)” (...) (...) “El usuario puede describir el problema, añadir fotografías y posicionarlo en un mapa. Por su parte el sitio informa a los ayuntamientos de las “denuncias” y posteriormente, con la ayuda de los usuarios, actualiza el estado del problema (y especialmente si se ha resuelto). Fix my streets proporciona estadísticas de los problemas de los que han sido informados y permite utilizar alertas locales (por código postal) con RSS o por correo electrónico” (...).(<en línea>)Peuplade: Es Francés, y su funcionamiento es muy sencillo y consigue ser atractivo tanto para técnicos como para ciudadanos. Primero establece contacto con los vecinos de un mismo barrio, una misma calle, hasta un mismo edificio, luego pone a su disposición una plataforma para que estos puedan organizar eventos colectivos para que puedan conocerse físicamente. El proyecto funciona con éxito desde hace 4 años. Los vecinos se conocen y comparten problemas, ideas y propuestas; se auto-organizan para organizar encuentros, fiestas y eventos. Indirectamente los vecinos se conocen cada vez más y recuperan el sentimiento de pertenencia a una comunidad, su comunidad de vecinos. Este proyecto prueba que es posible utilizar internet a una escala híper-local, a escala de barrio y funcionar perfectamente para conectar agente que vive muy cerca. Las relaciones que nacen entre estas personas se basan en un interés compartido entorno a un lugar, un barrio, una calle, un edificio.¿Quién inicia las prácticas? ¿Cómo se mantienen en el tiempo, una vez iniciado el proceso? .Es importante responder a estas dos cuestiones debido a que en ellas, también podemos encontrar las limitaciones de este tipo de metodología novedosa.Estas experiencias elegidas para el estudio, se caracterizan por:- Tener un grupo de especialistas o profesionales que sustentan el proyecto y lo mantienen.- Conseguir subvenciones y patrocinios de agentes externos para que se sostenga económicamente a largo plazo.- Encontrar sobretodo en las aplicaciones basadas en software social y mapas interactivos, las formas de reunir, convocar y agrupar a diferentes colectivos de ciudadanos así como a personas a título individual que puedan ser parte del proyecto o proceso participativo.Así es y como se ha señalado anteriormente, son los grupos de profesionales en nuevas tecnologías los que inician este tipo de experiencias participativas, sin olvidar que a lo largo del proceso son los propios ciudadanos reunidos alrededor de estas herramientas de software social los que le van dando sentido.Las ciudades y sus habitantes están en constante cambio, anota Gema, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación pueden aportar conocimiento de lo que se va realizando en la ciudad, pero también pueden aportar nuevas herramientas para observar y actuar en la ciudad. El software libre, las redes distribuidas y la web 2.0, han experimentado la posibilidad de juntar a determinados grupos sociales

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preocupados por un conflicto e intentar reunirlos e intercambiar información, este sólo es un primer paso, luego con la apropiación de la tecnología por parte de la población se darán los siguientes. Esta visión esperanzadora y posiblemente a ojos de muchos “ciberfetichista”, es sólo el lado experimental y novedoso de unas tecnologías que dependen más de lo que podamos hacer con ellas que de su propia utilidad como tal, es decir, que tengamos a nuestra disposición estas herramientas nos pueden servir para acercarnos mejor a la realidad urbana, pero sólo si tenemos el conocimiento, las condiciones y los medios sociales para que esto sea así. En el ensayo se han destacado para las nuevas tecnologías, las ideas de procomún, la organización horizontal, la transparencia por medio de la visualización de datos públicos en espacios públicos, la georeferencia y el trabajo en equipo a partir de talleres y actividades iniciadas en la red pero ubicadas en un entorno físico.Para la planificación de las ciudades se ha destacado, según Gema, el mayor protagonismo de los espacios públicos, el concepto de bottom up y la creciente gestión de las ciudades por parte de sus habitantes por medio de talleres provenientes de metodologías participativas, el voluntarismo de las administraciones, y el creciente conocimiento de la ciudadanía de que es parte activa de los cambios en su ciudad. Aspectos todos ellos importantes para seguir avanzando en este campo. (1)

3.- ESTRATEGIAS EN LÍNEA DE LAS CIUDADES.

A.- Tecnologías De Información Y Comunicación Y Ciudadanía.Según Jordi Borja, para generar un uso incluyente de las TIC el sector público debe partir de las necesidades ya identificadas en equipamientos y servicios para regular la oferta y no dejar que ésta se oriente únicamente hacia los sectores consumidores más solventes.De la misma forma conviene priorizar las redes descentralizadas de carácter público o social (en educación, sanidad, cultura, medios de comunicación social del ámbito local, etc.) y no como ahora la oferta industrial concentrada. También la legislación (europea, nacional) debe garantizar el acceso gratuito de toda la población a la información de origen público.

Los poderes locales podrán utilizar las TIC para transformar las relaciones administración-ciudadanos con programas como los de ventanilla única y para

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promover la capacidad de expresión ciudadana, especialmente de los sectores que sufren algún tipo de discriminación o de exclusión.Las TIC deben ser consideradas servicios de interés general y los poderes públicos deben garantizar la igualdad de acceso mediante políticas activas a favor de los usuarios y de observatorios de seguimiento de sus usos. Actualmente las experiencias locales son muy numerosas: venta a precio simbólico de ordenadores personales a las familias y equipamiento de las escuelas, monitores de barrio para población e-analfabeta, etc.B.- El Derecho A La Información.El derecho a la información, según Borja, a la comunicación y al acceso a las tecnologías de información y comunicación. Si el teléfono se ha generalizado, no pasa lo mismo con las radios y televisiones locales y sobre todo con las “nuevas” tecnologías, que suponen no sólo disponer del equipamiento encasa (ordenador personal), sino también la formación mínima para utilizarla (monitores en cada barrio, los cibercafés) y la posibilidad de incidir sobre los contenidos, de promover ofertas que correspondan a necesidades sociales, de constituir redes sociales.

La llamada sociedad de la informacional modifica las relaciones entre instituciones y ciudadanos y entre los ciudadanos entre sí. Si antes, como decía Tocqueville, a los dictadores no les importaba que los súbditos no les quisieran siempre que tampoco se quisieran entre ellos, hoy parece que con las TIC a los poderes políticos y económicos no les importa que los ciudadanos se comuniquen entre sí siempre que eso no les dé más posibilidades de intervenir en la gestión de asuntos públicos o en el control de los agentes económicos.C.- Democracia DigitalSegún Mireia Belil, Internet y las TIC permiten la generación, la difusión y el acceso a la información en cantidades y velocidades hasta ahora desconocidas, abriendo posibilidades de desarrollo de una nueva cultura participativa. Sin embargo, no hay que olvidar que Internet es sólo una infraestructura, y que hace falta cambiar la política para potenciar las oportunidades que ofrece la red.La difusión de las TIC en el ámbito de la gestión local se puede explicar a partir de tres procesos diferenciados que incluyen la digitalización de información, el desarrollo de la administración electrónica y la democracia electrónica, La aplicación de la agenda 21,

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los planes de desarrollo urbano y el modelo de futuro de la ciudad han sido tres áreas temáticas en las que más se ha trabajado el desarrollo de la participación on line.

Algunas posibilidades que abren las TIC y que los ayuntamientos deben considerar son:-acceso a la información municipal y consulta de documentos.-voto electrónico.-voto on line.-consulta digital.-creación de debates públicos.-reserva de espacio para el consejo de vecinos.-recogida de quejas y sugerencias.-apertura de los consejos municipales a toda la ciudadanía.-comunicación con los políticos.Desde el principio de los noventa se han ido desarrollando movimientos sociales que se apoyan en Internet para su crecimiento y difusión. Estos movimientos se centran fundamentalmente en valores culturales, se organizan y se refuerzan a través de la red e impactan a todo el mundo a través de los medios de comunicación (por ejemplo movimientos antiglobalización). Estas dinámicas también se reflejan a nivel local. Las redes ciudadanas desarrolladas a partir de finales de los ochenta son uno de los fenómenos más interesantes de los últimos años.Desempeñan un papel esencial en la estructuración de relaciones entre personas que antes estaban aisladas y generan un intercambio horizontal de gran valor social. Contribuyen también al fortalecimiento de la cohesión social a través de la alfabetización y entrada en la sociedad de la información, el fomento de la participación de las personas en la vida local y la difusión de nuevas prácticas productivas.A nivel internacional son muy conocida Amstedam City, el proyecto Iperbole de Boloña o la red cívica de Brest. En Cataluña ya se han consolidado incoativas de gran interés ciudadano, como Ravalnet o Cornellantes.Las TIC permiten nuevas formas de militancia y facilitan el trabajo a distancia.

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Las entidades ciudadanas siguen siendo esenciales en la organización y expresión de la ciudadanía, pero para que puedan desempeñar un papel en la sociedad en red se tiene que asegurar su funcionamiento democrático.Gracias a las TIC el espacio mediático se ha transformado en espacio público. Los medios de comunicación locales son instrumentos de relación y socialización que ayudan a la consolidación de identidades y a la creación de sentidos de pertenencia a una sociedad local común. Además, estos medios se han desarrollado como expresión de las diferentes culturas urbanas, como reflejo de la diversidad en la que crecen nuestras ciudades. Como tales, se han utilizado como plataformas locales de participación, junto a los mecanismos tradicionales.A pesar de las grandes expectativas puestas en Internet y las TIC para el desarrollo de la democracia y la multitud de experiencias que existen en todo el mundo, todavía hay pocos ejemplos consolidados de participación ciudadana, cotidiana, permanente e interactiva. Las TIC ofrecen nuevas posibilidades, pero sus procesos de desarrollo y despliegue generan desigualdades y problemas que pueden hipotecar algunas de sus mejores oportunidades. Los gobiernos tienen que afrontar una serie de retos y ser conscientes de las limitaciones que existen para el uso de las TIC para la promoción de la participación ciudadana. Por ejemplo: el acceso universal, la alfabetización digital, la capacidad de tratar información, la cultura política dominante, la cultura de trabajo en la administración, la protección de las libertades individuales, la protección y confidencialidad de los datos y transacciones, la interconexión de ficheros y bases de datos y la legislación vigente.

D.- Las Tic Como Instrumento Para Redes Ciudadanas Y Solidarias.A partir del texto de Valerie Peugeot, Borja dice que, las TIC a veces se nos presentan como un instrumento de la globalización financiera, e incluso como una amenaza para el empleo y la actividad de los territorios locales. O como un mecanismo de control social y de reducción de las libertades públicas. Pero también pueden servir para lo contrario. Para que pequeñas y medianas empresas trabajen en red, para potenciar al exterior territorios que parecían condenados o… para impulsar redes ciudadanas locales y globales.En primer lugar, se trata de evitar o reducir al mínimo la fractura o la exclusión digital en territorios locales o regionales:-Puntos de acceso público a Internet, en barrios y municipios de bajo nivel económico y cultural preferentemente situados en centros sociales o culturales (todo el mundo debe tener acceso a menos de 500 m., como en Brest, Francia).-Programas locales de venta a bajo coste o a precio simbólico de ordenadores a todas las familias y de monitoreo para adultos (por ejemplo, entre otros, Bolonia).-Equipamiento de ordenadores en todas las escuelas y centros culturales o bibliotecas barriales.-Creación de intranet que conecte a toda la población de un barrio o comarca (ejemplo en Callús, provincia de Barcelona).

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-Acceso de todos los territorios a la banda ancha, que debe considerarse un servicio de interés general, independiente de la rentabilidad económica de la red (es indispensable para usos no mercantiles, como el funcionamiento de redes ciudadanas, acceso a la información y documentación, etc.).Los gobiernos locales desempeñan un papel esencial en la democratización de las TIC. Las iniciativas citadas corresponden casi siempre a estos gobiernos o a organizaciones no gubernamentales.Un segundo campo de actuación, propio de los gobiernos locales, es la reconversión de sus modos de gestión y de relación con la ciudadanía mediante la información de sus servicios. Se trata de facilitar la relación individual o colectiva con todos los ciudadanos, desde el teléfono hasta Internet, que se complementan, para informar, recibir quejas, demandas o sugerencias, dar respuestas, etc. La participación ciudadana puede enriquecerse mucho a través de esta comunicación. Asimismo el “Internet ciudadano” conducirá a un replanteamiento de la organización municipal y de sus servicios para adaptarse a nuevas demandas, más específicas de los distintos públicos.Por último cabe citar la importante contribución que desarrollan algunas ONG en la creación y funcionamiento de redes ciudadanas en áreas ocupadas por poblaciones con dificultades para crear tejido social y para hacerse escuchar por las instituciones. Los ejemplos son muy numerosos. Por ejemplo la creación de diarios on line en favelas (Riofavela), la participación en televisiones y radios comunitarias (Revalnet en Barcelona), el asociasionismo en red de mujeres inmigradas (por ejemplo Axe cyberfemmes en Belleville, París), el programa cyberpobobolong para la promoción de los productores de la economía informal (asociación Enda, en Dakar), etc. Se trata del uso de las TIC al servicio de las redes ciudadanas. (1)

CONCLUSIÓNES

La construcción de la ciudad no puede estar monopolizada por nadie, lo que requiere es gestión de proximidad (valor destacado), mucho más del poder local que del poder nacional o estatal. Requiere proximidad y requiere dialéctica, con los sectores sociales, económicos, etc. Se debe crear un marco que posibilite defender los intereses públicos, lo cual a veces requiere un marco legal. Por ejemplo, difícilmente se hará una política de vivienda cuando el éxito de la ciudad dispara los precios del suelo, si no has construido un patrimonio público de suelo. Así será muy difícil que puedas hacer políticas de vivienda. Existe la necesidad de hacer ciudad.

La traducción urbana de la globalización es la prioridad que las políticas públicas locales asignan a la “competitividad”, es decir a obtener un posicionamiento favorable en los mercados globales. El objetivo es atraer inversores (con frecuencia capitales volantes) o turistas, conseguir que se implanten algunas empresas “globales” (si es necesario se venden, a buen precio, fragmentos de

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ciudad que constituyen enclaves) y ofrecer una imagen “atractiva” para públicos-objetivo que se supone buscan lo conocido. El resultado es la banalización de los espacios urbanos, la segregación social y funcional del territorio y el aumento de las desigualdades. El espacio público y la mezcla de población y actividades que caracterizan a la ciudad y la hacen compleja es substituida por los parques temáticos y un zoning segregador, desintegrador e insostenible a escala regional o metropolitana.

Existen tres ciudades en una: oficial, real e ideal. El urbanismo debe afrontar el reto de «hacer ciudad» en la tercera dimensión (la ideal), y no se debe esperar a inventar y experimentar nuevos modelos. Ahora nos parece que debemos buscar fórmulas para que los proyectos urbanos de hoy, sean cuales sean su naturaleza y localización, tengan un impacto constructivo en las tres dimensiones. Por su complejidad y diversidad de escalas, la ciudad es un todo, desde su dimensión arqueológica hasta la virtual, y los proyectos más interesantes, con más capacidad de transformación, son aquellos que tienen eficacia en las tres dimensiones, aunque se sitúen solamente en una de ellas. La cultura del proyecto urbano hoy no se traduce en hacer productos urbanos, que son meras piezas desarticuladas, sino elementos de ciudad que construyen un puzle (Colage) significante.

Una realidad contradictoria, ambivalente, no condenada necesariamente ha convertirse en ejemplo del urbanismo globalizado que exponen en sus estimulantes análisis críticos Harvey y Smith. Aunque a veces los proyectos recientes parecen ejemplificar todas sus tesis.

El movimiento social, cultural y político por un nuevo horizonte de derechos ciudadanos en la globalización se estructurará probablemente mediante un proceso de debate de ideas, de conflicto con las instituciones y de iniciativas de innovación democrática que solo muy parcialmente competerá a los partidos políticos actuales. Los partidos, demasiado integrados en el complejo entramado político-jurídico heredado del pasado y demasiado pendientes de los sondeos que reflejan más los miedos de una sociedad en gran parte conservadora, solamente serán, algunos de ellos, actores de la transformación democrática global, si previamente el movimiento por los nuevos derechos ciudadanos se expresa con fuerza por medio de la “sociedad política”.

Hay que desarrollar la articulación con el conjunto complejo y fragmentado de la ciudad real, plurimunicipal, es decir promover la relación física, funcional y simbólica entre las diferentes áreas de la ciudad metropolitana.

Los niños, con su presencia y sus juegos invadiendo los espacios públicos son capaces de modificar los comportamientos de los adultos y obligarnos a

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respetar más el entorno en el que vivimos y en el que vivirán nuestros hijos y nuestros nietos.

A medida que el nuevo siglo vaya avanzando, los mayores impactos sobre el bienestar y las formas de vivir de la humanidad dependerán de dos fenómenos. Ambos están relacionados con redes, ambos están relacionados con tecnologías radicalmente nuevas. Uno es el auge del capitalismo global, el otro es la creación de ciudades sostenibles basadas en la alfabetización ecológica y en la práctica del ecodiseño. Mientras que el capitalismo global maneja redes electrónicas de flujos financieros y de información, el ecodiseño trabaja con redes ecológicas de flujos de materia y energía. El objetivo de la economía globalizada consiste en maximizar la riqueza y el poder de sus élites, mientras que el del ecodiseño consiste en maximizar la sostenibilidad de la trama de la vida.

Profundizar en estos ámbitos supone abrir debates que todavía no tenemos cubiertos, como es la gestión de las ciudades por parte de sus ciudadanos ¿qué instrumentos hacen falta para que no se convierta la participación ciudadana en un brindis al sol? ¿Están los técnicos y profesionales de la metodología participativa preparados para ahondar en términos como democracia participativa, o procesos bottom up, reconociendo la versatilidad del mismo término? En cualquier caso, interesa reconocer los procesos novedosos que se inician con estas nuevas tecnologías y lo que pueden aportar al debate de la ciudad y la participación en ella.

La importancia global adquirida por las redes ciudadanas se manifiesta hoy también en el plano netamente político. El movimiento “antiglobalización” (por “otra globalización”, para ser más exacto) existe hoy gracias a las TIC. Si en los años sesenta los movimientos contra la guerra de Vietnam tardaron años en construir un sistema de coordinación, y éste siempre funcionó muy limitadamente, en el año 2003 la respuesta local coordinada globalmente a la guerra de Irak se ha construido en días.

BIBLIOGRAFÍA

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(2) Borja, Jordi. La revolución Urbana (II), “De un urbanismo de oferta a un urbanismo de demanda”: Oportunidades, abusos y peligros: Revista Digital Café de las Ciudades: Nº 32-JUNIO 2005.

(3) Borja, Jordi. “UN FUTURO URBANO CON CORAZÓN ANTIGUO”: Revista Digital GEOGRAFICANDO: Nº 1-Enero 2005.

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(4) Borja, Jordi. “La ciudad conquistada”: La ciudad en sus tres dimensiones o la nueva revolución urbana: La ciudad, una perspectiva múltiple: Alianza Editores: 2003.

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(6) Borja, Jordi. Documento de trabajo 51, “Los derechos en la globalización y el derecho a la ciudad”: 2004.

(7) ) Borja, Jordi. “UN FUTURO URBANO CON CORAZÓN ANTIGUO”: Revista Digital GEOGRAFICANDO: Nº 1-Enero 2005.

(8) Borja, Jordi. Política de las ciudades (I), “La izquierda errante en busca de la ciudad futura”: Un lugar de encuentros múltiples entre gentes diferentes: Revista digital Café de las ciudades: Nº 64-FEBRERO 2008.

(9) Capra, Fritjof. “Las conexiones ocultas”: Implicaciones sociales, medioambientales, económicas y biológicas de una nueva visión del mundo: EDITORIAL ANAGRAMA BARCELONA-2002.

(10) Gema, Jover Roig. “La gestión participativa de la ciudad, a través de herramientas 2.0”: Ensayo Pág. Web: 2010.

(11) Iglesias, Norberto. Proyectos de las ciudades (III), “El impacto metropolitano de los grandes proyectos urbanos”: Los casos de Puerto Madero y la Nueva Centralidad de Malvinas Argentinas: Revista Digital Café de las ciudades: Nº 26-Diciembre 2004.

(12) Pérez Piñeyro,Pila. “El mundo de las ciudades”: REVISTA DEL SUR Nº 42. Internet-Marzo 1995.

(13) Política de las ciudades (I), “El circulo vicioso de la Marginación” Jordi Borja y la violencia en el banlieue de París: Revista Digital Café de las ciudades: Nº 38-DICIEMBRE 2005.

(14) Tonucci, Francesco. “La ciudad de los niños”: ¿Por qué necesitamos de los niños para salvar las ciudades?: Página web: 2006.

REFERENCIAS

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2.0”: Ensayo Pág. Web: 2010.(3) Borja, Jordi. La Revolución Urbana (I), “Las ciudades ante la globalización” Entre la

sumisión y la resistencia: Revista Digital Café de las ciudades”: Nº 31-MAYO 2005.

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(4) Borja, Jordi. La revolución Urbana (II), “De un urbanismo de oferta a un urbanismo de demanda”: Oportunidades, abusos y peligros: Revista Digital Café de las Ciudades: Nº 32-JUNIO 2005.

(5) Política de las ciudades (I), “El circulo vicioso de la Marginación” Jordi Borja y la violencia en el banlieue de París: Revista Digital Café de las ciudades: Nº 38-DICIEMBRE 2005.

(6) Pérez Piñeyro,Pila. “El mundo de las ciudades”: REVISTA DEL SUR Nº 42. Internet-Marzo 1995.

(7) Iglesias, Norberto. Proyectos de las ciudades (III), “El impacto metropolitano de los grandes proyectos urbanos”: Los casos de Puerto Madero y la Nueva Centralidad de Malvinas Argentinas: Revista Digital Café de las ciudades: Nº 26-Diciembre 2004.

2.-LA CIUDAD Y SUS DESFIOS HOY.(1) Política de las ciudades (I), “Tendencia no es destino”: Revista Digital Café de las

ciudades Nº 15-ENERO 2004.(2) Borja, Jordi. “UN FUTURO URBANO CON CORAZÓN ANTIGUO”: Revista Digital

GEOGRAFICANDO: Nº 1-Enero 2005.

3.- LA CIUDAD EN SUS TRES DIMENSIONES.(1) Borja, Jordi. “La ciudad conquistada”: La ciudad en sus tres dimensiones o la nueva

revolución urbana: La ciudad, una perspectiva múltiple: Alianza Editores: 2003.(2) Borja, Jordi. “La ciudad conquistada”: La ciudad futura como presente. El reto de

hacer ciudad a tres dimensiones: Alianza Editores: 2003.

4.- ESTRATÉGIAS URBANAS EN LA GLOBALIZACIÓN.(1) Borja, Jordi. “Revolución y contrarrevolución en la ciudad global”: Las expectativas

frustradas por la globalización de nuestras ciudades: Libro Distorsiones Urbanas, Blog basurama: 2010.

(2) Borja, Jordi. Documento de trabajo 51, “Los derechos en la globalización y el derecho a la ciudad”: 2004.

(3) Borja, Jordi. “UN FUTURO URBANO CON CORAZÓN ANTIGUO”: Revista Digital GEOGRAFICANDO: Nº 1-Enero 2005.

(4) Tonucci, Francesco. “La ciudad de los niños”: ¿Por qué necesitamos de los niños para salvar las ciudades?: Página web: 2006.

(5) Capra, Fritjof. “Las conexiones ocultas”: Implicaciones sociales, medioambientales, económicas y biológicas de una nueva visión del mundo: EDITORIAL ANAGRAMA BARCELONA-2002.

II.- MODULO 2.1.- URBANIZACIÓN Y SOCIEDAD URBANA(1) Borja, Jordi. Política de las ciudades (I), “La izquierda errante en busca de la ciudad

futura”: Un lugar de encuentros múltiples entre gentes diferentes: Revista digital Café de las ciudades: Nº 64-FEBRERO 2008.

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2.- LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LOS ESPACIOS URBANOS: LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LA COMUNICACIÓN Y LA CIUDAD DIGITAL.

(1) Gema, Jover Roig. “La gestión participativa de la ciudad, a través de herramientas 2.0”: Ensayo Pág. Web: 2010.

3.- ESTRATEGIAS EN LÍNEA DE LAS CIUDADES.(1) Borja, Jordi. “La Ciudad Conquistada”: ALIANZA EDITORES-2003.

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