bernhard - antología

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  • 7/28/2019 Bernhard - Antologa

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    THOMAS BERNHARD

    Seleccin y nota introductoria dePERLA SCHWARTZ

    UNIVERSIDADNACIONAL AUTNOMA DE MXICO

    COORDINACIN DE DIFUSIN CULTURALDIRECCIN DE LITERATURA

    MXICO,2010

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    NDICE

    NOTA INTRODUCTORIA,PERLA SCHWARTZ 3

    UN NIO

    (FRAGMENTO

    ) 5EL SOBRINO DE WITTGENSTEIN(FRAGMENTO) 9

    EL IMITADOR DE VOCES 16

    DIFAMACIN 16

    POR POCO 16

    HARTO 17

    RECETA MDICA 17

    FINES CIENTFICOS 18

    INTELIGENTE E IMBCIL 18

    SUSTRADOS 18

    COMO ROBERT SCHUMANN 19

    GENIO 19

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    NOTA INTRODUCTORIA

    ...y el suicidio y el pensamientodel suicidio son siempre la mate-ria ms cientfica, pero eso es

    incomprensible para una socie-dad de mentiras.

    Thomas Bernhard.El origen

    La literatura del escritor austriaco Thomas Bernhard esuna crnica viva de la asfixia existencial en que vivesumergido el hombre de finales de nuestro siglo. Sumuerte acaecida el 12 de febrero de 1989 pas tan in-advertida como su obra literaria, conformada por unaserie de libros autobiogrficos: El origen, Si, El sta-no, El aliento, El fro y Un nio, pginas que nos re-miten al punto de vista aniquilador de el nio europeoque experiment y testimoni el derrumbe del huma-nismo a partir de la Segunda Guerra Mundial.

    Muerte y locura son dos temas obsesivos en las no-velas de Bernhard, baste con recorrer las pginas deTrastorno, Helada y Correccin, entre otros ttulos.

    Sin embargo, su novela ms impactante es El so-brino de Wittgenstein,publicada hacia 1982. En dichanovela Bernhard desencadena su rabia contra la vidapuesto que nos relata la interrelacin amistosa que se

    establece entre un loco y un enfermo de las vas respi-ratorias. El escenario es un manicomio razn por lacual la atmsfera narrativa se torna asfixiante.

    Entre Paul Wittgenstein, personaje verdaderamentepattico y genial sobrino de Ludwig y el narrador de lanovela se establece un nexo amistoso sui-generis fun-damentado en la autenticidad de sentimientos y eldesinters total.

    Asimismo, Thomas Bernhard nos dej esplndidostextos cortos en su libro El imitador de voces (1978),donde encontramos la concentracin del alma de aque-

    llos seres que oscilan en la cuerda del ser o no ser, de

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    ser diferentes a quienes les rodean y por ello mismomarginales y acorralados ante la falta de alternativas.

    La escritura del autor austraco no es fcil, es reite-rativo y obsesivo en sus planteamientos, sus pginasestn habitadas por un ritmo monocorde, como si sus

    frases emanaran de un tambor que suena y resuena,como si un cicln amenazara con destruir de un tajo laestabilidad del mundo.

    En 1967, al recibir el Premio Nacional de Literaturaen Austria, Thomas Bernhard expres: Nuestro naci-miento nos arroja en una amnesia, vidos de universo,regeneradores de nada sino de la muerte. La muerte seexplica para m como historia natural, como lo que hahecho posible el pensamiento. Si tenemos una meta,me parece, es la muerte, aquello de que hablamos, esla muerte...

    Esta reflexin es una ptima llave para penetrar ensu universo literario. Palabras que nos remiten a losdesconciertos del hombre fragmentado del siglo XX.Sobre esta temtica, Thomas Bernhard nos dej unaamplia obra literaria a ser leda con gran atencin y dela cual en este Material de Lectura se ofrece unaaproximacin inicitica.

    PERLA SCHWARTZ

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    UN NIO(fragmento)

    Despus de la cena, que se coma de un solo cuencogrande, unos bajaban al pueblo, la mayora se iba in-

    mediatamente a la cama, y algunos se quedaban ansentados a la mesa y lean algo. Haba montones decalendarios y algunas novelas, en cuyas cubiertas seluchaba caballerescamente sobre corceles o abranabdmenes los cirujanos. Tambin se mataba el tiem-po jugando a las cartas.

    Aproximadamente una vez por semana me dejabanpasar la noche en la finca de los Hipping, de todasformas antes tena que llevar a casa en la lechera losdos litros de leche que nos daban en la finca. La ma-yora de las veces, por lo menos en el otoo, estaba yamuy oscuro en esas ocasiones, y tena que recorrer alfin y al cabo medio kilmetro, primero aproximada-mente la mitad del camino hasta el arroyo de abajo, yluego subiendo de nuevo por el otro lado. Entoncestena miedo. Al salir de la granja de los Hipping cogaimpulso y bajaba corriendo, tan de prisa como poda,hasta el arroyo, para, con la velocidad que gracias a lafalta de miramientos con mis pulmones consegua,subir otra vez por el otro lado tan rpidamente comopudiera y llegar por lo tanto a casa. Mi abuela espera-ba ya la leche y la herva. Un triunfo especial para mconsista siempre, durante esas carreras con la leche,en hacer girar con fuerza la lechera mientras corra,con la mano derecha, levantndola por encima de micabeza y bajndola otra vez, de forma que la leche,aunque la lechera no tena tapa, no se saliera. Una vezintent hacerlo ms lentamente. La leche se me cayencima. Haba provocado una catstrofe. A menudome quedaba durante semanas en Hipping, y dormajunto a los mozos de las caballeras con mi nuevoamigo, el llamado Hansi de los Hipping, el mayor delos dos hijos de los Hipping. En las habitaciones slohaba camas, y en las paredes ganchos colocados enfila de los que colgaban los arneses ms variados. Loscolchones eran pesados, pero dormamos sobre crin de

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    caballo, hoy s lo que eso significa. A las cuatro ymedia de la maana nos levantbamos con los mozosde las caballeras. Los gallos cantaban, los caballosenganchados se sacudan. Despus del desayuno to-mado en la cocina, que se compona de caf y de lo

    que se llamaba un bollo, yo sala afuera. Aprenda eltrabajo de los campesinos. A lo lejos, hacia el me-dioda, descubra a mi abuelo, y corra hacia l a travsde los campos. En verano l llevaba un traje de hilo yun jipijapa. No sala sin su bastn. Nos entendamos.Unos pasos con l, y yo estaba salvado. Haba sido unacierto marcharse de Viena, l reviva. El llamadointelectual, ms o menos sentado siempre, ao trasao, en su cuarto de trabajo de la Wernhardtstrasse,se haba convertido en un paseante infatigable que,ms que cualquier otro de mi vida, hizo del pasear unarte mayor, a la altura de todas las dems artes. Nosiempre me dejaba acompaarlo en sus paseos, la ma-yor parte del tiempo quera estar solo y no ser moles-tado. Sobre todo cuando estaba en medio de un trabajode cierta importancia. No debo permitirme la menordistraccin, deca entonces. Pero cuando me dejabaacompaarlo yo era el ms feliz de los hombres. Du-rante esos paseos pesaba sobre m en principio unaprohibicin de hablar que slo raras veces me levan-taba. Cuando tena que hacerme una pregunta o yo al. Fue la persona que ms me ilumin, la primera, lams importante, en el fondo la nica. Me sealaba consu bastn animales y plantas, y sobre cada animal des-tacado de esa forma y cada planta convertida en centrode atencin por su bastn me daba una pequea con-ferencia. Es importante saber qu es lo que se ve. Pocoa poco hay que poder nombrarlo todo al menos. Hayque saber de dnde viene. Qu es. Por otra parte, de-testaba a las personas que lo saban o queran saberlotodo. sas eran las ms peligrosas. Haba que tener almenos un concepto suficiente de todo, segn l. EnViena, la mayora de las veces slo haba dicho gris yhorrible. Qu calles ms espantosas, qu gentes msespantosas. Aunque l, como todos los hombres deespritu, era, se haba convertido en hombre de ciudad.

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    Una vez estuvo enfermo del pulmn, eso pudo habersido tambin lo que impuls su decisin de marcharsede Viena a Seekirchen. Ya a los veinticinco aos, porconsejo de los mdicos, estuvo con mi abuela un aoen Merano. All se cur por completo. Un milagro,

    porque escupi sangre durante meses y tena un granagujero en el pulmn, y yo s lo que es eso. La disci-plina me cur, segn l. En Merano, mi abuela, parahacer posible siquiera su estancia, trabaj con la fami-lia de un ingls especialista en selvas vrgenes queviva la mayor parte del ao en Kenya y, segn miabuela, slo dos veces al ao volva a su casa a Mera-no con pieles de pantera y de len. La mujer del espe-cialista en selvas vrgenes, que tena una esplndidavilla, parecida a un castillo, en la parte ms bella deMaia Alta, hizo que mi abuela aprendiera la profesinde comadrona. Eso iba a resultar rentable para su vidaulterior. Mi abuelo se sentaba en un tocn de rbol ydeca: All est la iglesia! Qu sera de este lugar sinla iglesia. O bien: Ah est ese pantano! Qu sera deeste yermo sin ese pantano. Durante horas nos sent-bamos sobre todo a orillas del Fischach, que corredesde Wallersee en direccin a Salzach, en una inteli-gencia completa. Tener algo grande ante los ojos, erasu exhortacin constante, lo ms alto! Pero, qu eralo ms alto? Cuando miramos a nuestro alrededor slovemos ridiculez y mezquindad. Hay que escapar deesa ridiculez y esa mezquindad. Tener ante los ojos loms alto! A partir de entonces tuve siempre lo ms altoante los ojos. Pero no saba qu era lo ms alto. Losaba l? Mis paseos con l no eran nunca otra cosaque historia natural, filosofa, matemticas, geometra,enseanzas que hacan feliz. Es una pena, deca l, quecon todo lo que sabemos no podamos avanzar. La vidaera una tragedia, deca, en el mejor de los casos poda-mos convertirla en comedia. Con el Hansi de los Hippingme una una estrecha amistad. Tena la misma edad queyo, y mi abuelo le reconoca una gran inteligencia y leprofetizaba una carrera intelectual. Se equivoc, Hansituvo que hacerse cargo en definitiva de la granja yenterrar sus ambiciones de espritu. Cuando lo visito

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    hoy, nos estrechamos la mano y no tenemos nada quedecirnos. Mi recuerdo indica sin embargo que durantemuchos aos de nuestra vida, no los menos importan-tes, y quizs incluso los decisivos, fuimos ua y carne,como suele decirse. Una conspiracin contra el mundo

    circundante, que sabamos hermoso y tambin malva-do. Guardbamos los secretos ms estrictos, hacamoslos planes ms descomunales. Estbamos continua-mente en marcha hacia aventuras que exigan ser rea-lizadas en nuestros sueos. Nos inventbamos unmundo que nada tena que ver con el mundo que nosrodeaba. Nos acurrucbamos en el heno y nos cont-bamos mutuamente nuestras dudas exteriores y miedosinteriores. Rivalizbamos en el trabajo de los campos,de la cuadra, del establo, con los cerdos y en medio delas gallinas, y ya a los cinco aos, con lo que se lla-maba un carricoche, llevbamos la leche a la lechera.Bajbamos con la leche y volvamos con una lecherallena de suero. La severidad de sus padres se me apli-caba tambin, en la granja de los Hipping reinaba elorden y la disciplina, y a menudo las personas no setrataban a s mismas tan bien como al ganado. El padrepegaba a su hijo por cualquier motivo con una viejacorrea de cuero que l mismo haba probado, en manosde su padre, cincuenta aos antes. Hansi gritaba, y am me echaban los Hipping cuando se trataba de algndelito que Hansi haba cometido conmigo. Los lmitesde la tolerancia se traspasaban fcilmente en la granjade los Hipping. Durante las horas de trabajo no habamotivo para rerse, y por la noche la mayora estabademasiado cansada para ello. Y yo, mientras viv enese paraso, tuve plena conciencia del hecho. Bajoaquella severidad sin reservas, estbamos sin embargoseguros, nos sentamos en casa, yo me senta tan en micasa en la granja de los Hipping como en la nuestra, enla llamada casita de campo Mirtel, que llevaba elnombre de su propietario; era un imperio gigantescodonde el sol no se pona. Las tormentas eran slo bre-ves, la franqueza con que se aclaraba todo en la granjade los Hipping, una necesidad absoluta, no tolerabaque nada se oscureciese. Una bofetada, un correazo, y

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    la cosa quedaba resuelta. La comida siguiente se hacaotra vez en medio de una normalidad completa. Losdomingos haba las mejores tortitas de requesn quehe comido nunca, llegaban a la mesa directamente engrandes sartenes pesadas. Aquello era la coronacin.

    Muy de maana se iba a la iglesia. Con lo que se lla-maba el traje de los domingos. Yo me estremeca bajolas maldiciones que venan del pulpito. No comprendael espectculo, y cada vez me hunda en la apretadamultitud, que a cada instante se arrodillaba y se levan-taba otra vez, no saba por qu ni para qu, y no meatreva a preguntarlo. El incienso se me meta en lasnarices, pero me acordaba de la muerte. Las palabrasceniza y vida eterna se me grabaron en la cabeza. Elespectculo se prolongaba los comparsas se persigna-ban.

    EL SOBRINO DEWITTGENSTEIN(fragmento)

    Apareciera lo que apareciera ante nosotros, era acusa-do. Durante horas nos sentbamos en la terraza delSacher y acusbamos. Nos sentbamos ante una tazade caf y acusbamos al mundo entero y lo acusba-mos a fondo. Nos sentbamos en la terraza del Sachery ponamos en marcha nuestro mecanismo de acusa-cin bien rodado detrs del culo de la pera, como loexpresaba Paul, porque si se sienta uno ante el Sacheren la terraza y mira hacia adelante, ve exactamente laparte posterior de la pera. Se complaca en defini-ciones como el culo de la pera, aun sabiendo que,con ello, no calificaba otra cosa que la parte posteriorde aquella casa suya del Ring que amaba ms que acualquier otra, y de la que, durante tantos decenios,haba extrado ms o menos todo lo que necesitabapara existir. Durante horas nos sentbamos en la te-rraza del Sacher observando a la gente que iba y venapor all. Realmente, an hoy apenas hay para m unplacer (vienes) mayor que sentarme en la terraza de

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    verano del Sacher y observar a la gente que pasa. Lomismo que, al fin y al cabo, no conozco mayor placerque observar a la gente, y observarla sentado ante elSacher es un manjar especialmente exquisito, que Paulcomparti conmigo a menudo. El seor Barn y yo

    nos habamos buscado un rincn en la terraza del Sa-cher especialmente adecuado para nuestros fines deobservacin, veamos todo lo que queramos ver y, a lainversa, a nosotros no nos vea nadie. Me asombraba,cuando iba con l por el llamado centro de la ciudad, acunta gente conoca y con cuntos de aquellos cono-cidos estaba realmente emparentado. Sobre su familiahablaba raras veces y, cuando lo haca, slo deca que,en el fondo, no quera tener nada que ver con ella, lomismo que, a la inversa, su familia no quera tenernada que ver con l.

    De vez en cuando mencionaba a su abuela juda,que con intencin de suicidarse se tir por la ventanade su casa que daba al Neuer Markt, y a su ta Irmina,que en la poca nazi haba sido lo que se llamaba res-ponsable de campesinas del Reich y a la que yo co-noca tambin de varias visitas a su alquera de lacolina sobre el Traun-see. Cuando deca mis herma-nos, slo deca siempre con ello mis atormentadores, yslo de una hermana que viva en Salzburgo hablabacon cario. Siempre se haba sentido amenazado yabandonado por su familia, los haba calificado siem-pre slo de enemigos del arte y del espritu, y de aho-gados por sus millones. Pero en definitiva fue esafamilia la que engrendr a Ludwig y a Paul. Y la querechaz tambin a Ludwig y a Paul en el momento quemejor le convino. Sentado junto al muro del patio enNathal con mi amigo, pensaba en el camino que habarecorrido Paul durante setenta aos. Que haba sido tanacaudalado y mimado como puede serlo nadie, sehaba criado en sus primeros aos en una Austria pordecirlo as inagotable, haba ido naturalmente al fa-moso Theresianum pero luego, sabiendo lo que sehaca, se haba abierto su propio camino, opuesto al desu familia, y haba dejado atrs precisamente lo que,considerado en forma superficial, eran los valores de

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    los Wittgenstein, es decir, ser rico y acaudalado y mi-mado, para llevar en fin de cuentas lo que se llama unaexistencia intelectual, a fin de salvarse a s mismo.Como puede decirse, haba puesto ya pronto pies enpolvorosa, lo mismo que su to Ludwig decenios antes,

    y haba dejado atrs todo lo que, como a aqul, lohaba hecho posible en definitiva, y lo mismo que an-tes ya su to Ludwig, se haba convertido para su fami-lia en un desvergonzado. Mientras que Ludwig seconvirti en filsofo desvergonzado, Paul se convirtien loco desvergonzado y al fin y al cabo en ningunaparte est dicho que un filsofo slo puede calificarsecomo tal cuando, como Ludwig, escribe y publica sufilosofa, tambin es filsofo cuando no publica nadade lo que ha filosofado, y por consiguiente tambincuando no escribe nada ni publica nada. Al fin y alcabo, la publicacin slo hace comprensible y causasensacin por lo que se ha hecho comprensible, quesin publicacin no puede hacerse comprensible nicausar sensacin. Ludwig era el publicador (de su fi-losofa), Paul el no publicador (de su filosofa), y lomismo que Ludwig en fin de cuentas era el publicadornato (de su filosofa). Paul era el no publicador nato(de su filosofa). Pero los dos, cada uno a su manera,fueron los grandes pensadores, siempre estimulantes yobstinados y subversivos, de los que su poca, y noslo su poca, puede estar orgullosa. Naturalmente esuna lstima que Paul no nos haya dejado como Lud-wig pruebas realmente escritas e impresas y por con-siguiente publicadas de su filosofa, mientras quetenemos en nuestras manos y nuestra cabeza esaspruebas de su to Ludwig. Pero es absurdo hacer unacomparacin entre Ludwig y Paul. Con Paul nuncahabl de Ludwig, ni mucho menos de la filosofa deste. Slo a veces y de forma para m bastante inespe-rada, deca Paul: ya conoces a mi to Ludwig. Nadams. Ni una sola vez hablamos del Tractatus. Pero unasola vez Paul dijo que su to Ludwig era el ms loco dela familia. Un multimillonario como maestro de aldeaes sin duda una perversin, no crees?, dijo Paul.Hasta hoy no s nada de la verdadera relacin entre

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    Paul y su to Ludwig. Tampoco le pregunt nunca na-da al respecto. Ni siquiera s si los dos se encontraronnunca. Slo s que Paul defenda siempre a su toLudwig cuando la familia Wittgenstein caa sobre l,cuando se burlaba del filsofo Ludwig Wittgenstein,

    que, por lo que yo s, les result penoso durante todala vida. Ludwig Wittgenstein fue siempre para ella, lomismo que Paul Wittgenstein, un bufn, al que el ex-tranjero, que siempre ha prestado odos a lo excntri-co, engrandeci. Sacudiendo la cabeza se divertan porel hecho de que el mundo se dejase engaar por losbufones de su familia de que aquel intil se hiciera depronto clebre en Inglaterra y se convirtiera en unaeminencia intelectual. En su arrogancia, los Wittgens-tein rechazaron sencillamente a sus filsofos y no lestuvieron el menor respeto, sino que los castigaron,hasta hoy, con su desprecio. Lo mismo que en Paul,hasta hoy no ven en Ludwig ms que un traidor. Lomismo que a Paul, eliminaron tambin a Ludwig. Lomismo que, mientras existi, se avergonzaron de suPaul, se han avergonzado hasta hoy de su Ludwig, saes la verdad, y ni siquiera la celebridad, entretantoconsiderable, de Ludwig ha podido conmover su des-precio habitual hacia el filsofo, en un pas en el que,al fin y al cabo, Ludwig Wittgenstein no cuenta hastahoy casi para nada y en el que, hasta hoy, casi nadie loconoce. Los vieneses, sa es la verdad, ni siquiera hanreconocido hoy a Sigmund Freud, en efecto, ni siquie-ra han tomado nota de l, sa es la realidad, porquepara eso son demasiado prfidos. No ocurre otra cosacon Wittgenstein.Mi to Ludwig, sa era siempre paraPaul una observacin de lo ms respetuosa, que sinembargo nunca se atrevi a desarrollar y que l, igual-mente marcado, prefera dejar as. Su relacin con suto, convertido en gran hombre en Inglaterra, no meresult en verdad nunca clara. Y mis contactos conPaul, que tuvieron su comienzo en la habitacin de laBlumenstockgasse de nuestra amiga Irina, eran comoes natural difciles, no una amistad sin reconquista yrenovacin diarias, y con el paso del tiempo se revela-ron de lo ms fatigoso; estaban aferrados a sus mo-

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    mentos altos y bajos y a laspruebas de amistad. Se meocurre, por ejemplo, el papel que desempe Paul enla llamada concesin del premio Grillparzer. Cmo fueel nico, junto al ser de mi vida, que percibi todo elpenetrante absurdo de esa concesin del premio y cali-

    fic aquella cosa grotesca de lo que era: una autnticaperfidia austraca. Recuerdo que para esa concesindel premio en la Academia de Ciencias me compr untraje nuevo, porque crea que slo poda presentarmeen la Academia de Ciencias con un traje nuevo, y fuicon el ser de mi vida a un almacn de confeccin delKohlmarkt y busqu, me prob y me qued con untraje apropiado. El nuevo traje era gris marengo, ypens: con este traje nuevo gris marengo podr des-empear mi papel en la Academia de Ciencias mejorque con el viejo. Todava en la maana de la conce-sin del premio consideraba esa concesin del premiocomo un acontecimiento. Haba sido el centenario dela muerte de Grillparzer, y ser galardonado con elpremio Grillparzer precisamente en ese centenario desu muerte lo consideraba algo extraordinario. Ahoralos austracos, mis compatriotas, que hasta este mo-mento slo me han pisoteado, me distinguen inclusocon el premio Grillparzer, pensaba, y crea realmentehaber alcanzado un punto culminante. Posiblementeme temblaban incluso las manos por la maana, ypuede ser tambin que tuviese la frente caliente. Quelos austracos, que hasta entonces slo haban hechocaso omiso o burla de m, me dieran de repente su msalto premio lo consideraba como una reparacin defi-nitiva. No sin orgullo sal del almacn de confeccincon mi traje nuevo y entr en el Kohlmarkt, para ir a laAcademia de Ciencias, jams en mi vida he recorridoel Kohlmarkt y el Graben y he pasado junto al monu-mento de Gutenberg con tal exaltacin. Senta exalta-cin,pero no puedo decir que me sintiera bien con mitraje nuevo. Siempre es un error comprar una prendade vestir por decirlo as bajo vigilancia y acompaado,y yo haba vuelto a cometer ese error, el traje nuevome estaba demasiado estrecho. Sin embargo, proba-blemente tengo muy buen aspecto con este traje nue-

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    vo, pens, al llegar con el ser de mi vida y con Paulante la Academia de Ciencias. Las concesiones depremios, si prescindo del dinero que reportan, son loms insoportable del mundo, haba tenido ya esa expe-riencia en Alemania, no ensalzan, como cre antes de

    recibir mi primer premio, sino que rebajan, y por cier-to de la forma ms humillante. Slo porque pensabasiempre en el dinero que traen las soportaba, slo poresa razn fui a los ms diversos ayuntamientos viejosy a todos esos salones de actos de mal gusto. Hasta loscuarenta aos. Me somet a la humillacin de esasconcesiones de premios. Hasta los cuarenta aos. Dejque me defecaran en la cabeza en esos ayuntamientosy salones de actos, porque una entrega de premios noes otra cosa que una defecacin en la cabeza de uno.Aceptar un premio no quiere decir otra cosa que de-jarse defecar en la cabeza, porque le pagan a uno porello. He sentido siempre las concesiones de premioscomo la mayor humillacin que cabe imaginar, nocomo una exaltacin. Porque un premio se lo entregana uno siempre slo personas incompetentes, que quie-ren defecar en la cabeza de uno y que defecan abun-dantemente en la cabeza de uno si se acepta su premio.Y estn en su perfecto derecho de defecar en la cabezade uno, que es tan abyecto y tan bajo como para acep-tar su premio. Slo en la mayor necesidad y cuandoestn amenazadas la vida y la existencia, y slo hastalos cuarenta aos, se tiene derecho a aceptar un premioque lleva consigo una suma de dinero o, en general, unpremio o una distincin. Yo acept mis premios sinestar en la mayor necesidad ni tener la vida y la exis-tencia amenazadas, y con ello me hice abyecto y des-preciable y, en el sentido ms exacto de la palabra,repulsivo. Sin embargo, cuando me diriga a recoger elpremio Grillparzer, pensaba que aquello era distinto.La Academia de Ciencias era algo, y su premio eraalgo, pensaba cuando me diriga a la Academia deCiencias. Y pensaba, cuando los tres, el ser de mi vida,Paul y yo, llegamos a la Academia de Ciencias, queaquel premio, porque se llamaba Grillparzer y eraconcedido por la Academia de Ciencias, era una ex-

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    cepcin. Y realmente pensaba, cuando me diriga ala Academia de Ciencias, que probablemente merecibiran ya delante de la Academia de Ciencias,como es debido, segn pensaba, con el necesariorespeto. Pero nadie me recibi en absoluto. Despus

    de haber esperado con los mos su buen cuarto dehora en la sala de entrada de la Academia de Ciencias,sin ser reconocido por nadie, ni mucho menos recibi-do; aunque, con los mos, miraba continuamente a mialrededor, nadie me haba hecho caso, mientras laspersonas que afluan y venan para aquella ceremoniahaban tomado ya asiento en el abarrotado saln deactos, y pens, entrar sencillamente con los mos enel saln de actos, lo mismo que los otros que han en-trado ya. Y tuve la idea de sentarme exactamente en elcentro del saln de actos, donde todava quedabanalgunos asientos libres, y entr con los mos y nossentamos. Cuando nos sentamos, el saln de actos es-taba ya lleno, y hasta la Ministra haba ocupado ya suasiento en primera fila, bajo el estrado. La orquestafilarmnica pulsaba ya nerviosa sus instrumentos y elPresidente de la Academia de Ciencias, que se llamabaHunger*1 iba excitado de un lado a otro por el estra-do, y nadie, salvo yo y los mos, saba por qu no co-menzaba la ceremonia. Varios miembros de laAcademia corran de un lado a otro por el estrado,mirando al centro de la sala. Tambin la Ministravolva la cabeza hacia todos los lados de la sala.

    Traduccin de Miguel Senz

    1 Hambre, en alemn.

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    EL IMITADOR DE VOCES

    DIFAMACIN

    Dos filsofos, sobre los que se han publicado ya msescritos que los suyos propios y que, despus de nohaberse visto durante decenios, se encontraron denuevo un da, precisamente en la Casa de Goethe enWeimar, adonde, como es natural, cada uno por sucuenta y desde direcciones opuestas, se haban dirigidocon el nico fin de conocer mejor las costumbres deGoethe, lo que les haba causado a los dos, porque erainvierno y, por consiguiente, haca mucho fro, lasmayores dificultades, se aseguraron, en ese encuentroinesperado y realmente para los dos penoso, su mutuaestimacin y respeto, y se anunciaron tambin mutua-mente, en seguida, que inmediatamente, en cuantovolvieran a casa, se sumergiran en los escritos delcolega con la intensidad que esos escritos requeran yse merecan. Sin embargo, cuando uno de ellos dijoque, en el peridico que, en su opinin, era el mejor,hablara de su encuentro en la Casa de Goethe enWeimar, como era natural en forma de ensayo filos-fico, el otro se opuso al instante, calificando de difa-macin el propsito de su colega.

    POR POCO

    En nuestra ltima excursin al valle del Mll, en elque, en cualquier poca del ao, lo hemos pasadosiempre bien, conversamos en un hostal de Oberve-llach, que nos haba recomendado un mdico de Linz yque no nos decepcion, con un grupo de picapedrerosque, despus de la jornada, se haban reunido en el

    hostal y tocaban la ctara y cantaban, hacindonoscomprobar as, una vez ms, los inagotables tesoros de

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    la msica popular de Carintia. A una hora avanzada, elgrupo de picapedreros se sent a nuestra mesa, y cadauno de ellos cont algo notable o algo memorable desu vida. Nos llam especialmente la atencin el pica-pedrero que cont que, a los siete aos, para ganar una

    apuesta con un compaero de trabajo, trep a la agujade la iglesia de Tamsweg, muy alta como es sabido.Por poco me mat, dijo el picapedrero, subrayandoluego expresamente que, con ello, por poco haba sa-lido en el peridico.

    HARTO

    Un padre de familia, que fue conocido y querido du-rante decenios por su, as llamado, extraordinario sen-tido familiar y que un sbado por la tarde, aunqueverdad es que con un tiempo francamente sofocante,mat a cuatro de sus seis hijos, se disculp ante el tri-bunal diciendo que, de pronto, se haba sentido hartode sus hijos.

    RECETA MDICA

    En Linz murieron la semana pasada ciento ochentapersonas, que tuvieron la gripe que hace estragos pre-cisamente ahora en Linz, pero no de esa gripe, sino poruna receta mdica mal entendida por un farmacuticorecin empleado. El farmacutico tendr que respon-der probablemente ante los tribunales de homicidiopor imprudencia, posiblemente, como dice el peridi-co, antes de Navidades.

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    FINES CIENTFICOS

    Un peluquero que se volvi loco de pronto y, en susaln de Londres, le cort la cabeza con una navaja a

    un duque, al parecer perteneciente a la familia real, yque est ahora en el manicomio de Reading, que fueen otro tiempo la famosa crcel de Reading, se ha ma-nifestado dispuesto, al parecer, a legar su cabeza parafines cientficos que, en su opinin, sern premiadosen ocho o diez aos al menos, por la Academia de Es-tocolmo, con el premio Nobel.

    INTELIGENTE E IMBCIL

    El filsofo francs mundialmente famoso, calificadodurante decenios del primero de su tiempo, a su vueltade Mosc, adonde lo haba invitado la Academia deCiencias, vino a Viena, para pronunciar en la Acade-mia de Ciencias de Viena la misma conferencia quehaba pronunciado ya en Mosc. Despus de la confe-rencia fue invitado por dos profesores y miembros dela Academia de Ciencias de Viena que, como yo,haban escuchado la conferencia del filsofo francs.Uno de ellos calific la conferencia y, por consi-guiente, tambin al filsofo francs, de inteligente, yel otro de imbcil y, real y convincentemente, los dospudieron probar su aserto.

    SUSTRADOS

    En los ltimos meses se han matado tres antiguoscompaeros de estudios, que fueron mis amigos y meacompaaron casi toda la vida con su arte y que, real-mente, hicieron posible incluso mi propia existencia.

  • 7/28/2019 Bernhard - Antologa

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    Ahora se ha hecho de pronto el vaco a mi alrededor.El msico se mat (de un tiro) porque los hombres notenan odo para su arte. El pintor se mat (ahorcado)porque los hombres no tenan ojos para su arte. El na-turalista, con el que fui ya a la escuela primaria, se

    mat (envenenado) porque, en su opinin, los hombresno tenan ninguna cabeza para su ciencia. Los tres tu-vieron que sustraerse a la vida por desesperacin, alver que el mundo no tena rganos de percepcin nicapacidad de percepcin que correspondieran a ellos ysus artes y sus ciencias.

    COMO ROBERT SCHUMANN

    Como motivo del suicidio de su hermano, un mdicode Wels, con el que en otro tiempo fui a la escuelaprimaria y que se vio alejado cada vez ms por la me-dicina de sus aptitudes intelectuales y artsticas, siendoabsorbido por su profesin, como especulacin totalcon el cuerpo humano, me dio el que ese hermano,durante toda su vida, sufri por haber encontrado a unacompositora y pianista de concierto, como deca l,sumamente dotada, la cual poco a poco, reprimi pri-mero y luego, realmente, suprimi el talento de l, queal parecer era extraordinario, con el suyo, lo que merecuerda al infeliz y genial Roberto Schumann.

    GENIO

    En Viena, donde la desconsideracin y la desvergen-za hacia los pensadores y hacia los artistas han sidosiempre mximas y que, sin duda, puede calificarse delmayor cementerio de fantasas y de ideas, y en la quehan degenerado y decado y sido aniquilados mil vecesms genios de los que realmente han salido a la luz y

  • 7/28/2019 Bernhard - Antologa

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    llegado a la fama y a la fama mundial en Viena, seencontr muerto en un hotel del centro de la ciudad aun hombre que, con mente totalmente lcida, escribien una nota las verdaderas causas de su muerte y su-jet la nota a su chaqueta. Durante decenios, escribi,

    haba perseguido una idea, y realmente haba podidorealizar y llevar a su trmino esa idea suya, como esnatural una idea filosfica, en una gran obra, y final-mente todas sus fuerzas haban sido devoradas por esaidea. Sin embargo, el reconocimiento que esperaba nose haba producido. Aunque, finalmente, haba men-digado ese reconocimiento, le haba sido negado porlas instancias y las personas competentes para ello. Denada haba servido que demostrara la inmensidad de suobra. No slo la envidia de sus colegas, sino toda laatmsfera enemiga del espritu de esa ciudad lo empu-jaba a la muerte, su aturdida falta de humanidad. Sinembargo, como no quera renegar de su carcter, habaquemado su obra antes de suicidarse, haba quemadoy, realmente, reducido otra vez a la nada en pocos mi-nutos la obra de su vida, despus de haber necesitadodecenios para que surgiera, y no haba querido dejarlaa una posteridad que en ningn caso la mereca. Laespantosa idea de que l, lo mismo que otros muchoscomo l, slo despus de su muerte sera reconocido ypor consiguiente explotado y famoso, le hizo aniquilarsus logros que, realmente, haba que valorar muchoms alto que todo lo pensado y escrito en esa esfera.La ciudad de Viena, as escriba en su nota para ter-minar, vive desde que existe de las obras de sus suici-das geniales, y l no quera ser un eslabn ms de esacadena de genios.

    Traduccin de Miguel Senz