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Análisis del discurso 2006-I Glosario (Tomado del libro de Denis Bertrand, Précis de sémiotique littéraire. Nathan Université. Paris. 2000. Páginas 260-268) Actante, actancial: Unidad sintáctica de base de la gramática narrativa, el actante se define por su relación predicativa, por su composición modal, por su relación con otros actantes. La semiótica reconoce tres figuras actanciales de base: el Destinador, el Sujeto y el Objeto (las figuras simétricas e inversas del antisujeto y del anti-Destinador determinan la estructura polémico- contractual del relato). Actor: El concepto de actor se sitúa en la junción de la sintaxis narrativa (es un actante dotado de programas narrativos) y de la semántica discursiva (posee un rol temático, frecuentemente humano y socializado, y se manifiesta bajo una forma figurativa; cf. la secuencia de retratos). El proceso de actorialización es así definido sobre criterios semióticos; el término actor es a veces utilizado para reemplazar al término “personaje” marcado por la psicología de los caracteres. Aspecto, aspectualidad: Definido en lingüística como “punto de vista del sujeto sobre el proceso”, el aspecto modula el contenido semántico del predicado, sea en pasado, en presente o en futuro, según sea considerado como cumplido (cf. el pretérito) o no cumplido (el imperfecto), puntual, iterativo o durativo, incoativo (considerado en su comienzo) o terminativo (considerado en su acabamiento). Más allá de la sola temporalizad, la semiótica extiende la noción de aspecto a la espacialidad (particularmente en semiótica visual: percepción de umbrales y de la extensión, efectos de la luz y de la sombra), a la actorialidad (el comportamiento es aspectualizado: la precipitación, por ejemplo) y a la axiología (la relación entre la imperfección del parecer 1

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Análisis del discurso 2006-I

Glosario

(Tomado del libro de Denis Bertrand, Précis de sémiotique littéraire. Nathan Université. Paris. 2000. Páginas 260-268)

Actante, actancial: Unidad sintáctica de base de la gramática narrativa, el actante se define por su relación predicativa, por su composición modal, por su relación con otros actantes. La semiótica reconoce tres figuras actanciales de base: el Destinador, el Sujeto y el Objeto (las figuras simétricas e inversas del antisujeto y del anti-Destinador determinan la estructura polémico-contractual del relato).

Actor: El concepto de actor se sitúa en la junción de la sintaxis narrativa (es un actante dotado de programas narrativos) y de la semántica discursiva (posee un rol temático, frecuentemente humano y socializado, y se manifiesta bajo una forma figurativa; cf. la secuencia de retratos). El proceso de actorialización es así definido sobre criterios semióticos; el término actor es a veces utilizado para reemplazar al término “personaje” marcado por la psicología de los caracteres.

Aspecto, aspectualidad: Definido en lingüística como “punto de vista del sujeto sobre el proceso”, el aspecto modula el contenido semántico del predicado, sea en pasado, en presente o en futuro, según sea considerado como cumplido (cf. el pretérito) o no cumplido (el imperfecto), puntual, iterativo o durativo, incoativo (considerado en su comienzo) o terminativo (considerado en su acabamiento). Más allá de la sola temporalizad, la semiótica extiende la noción de aspecto a la espacialidad (particularmente en semiótica visual: percepción de umbrales y de la extensión, efectos de la luz y de la sombra), a la actorialidad (el comportamiento es aspectualizado: la precipitación, por ejemplo) y a la axiología (la relación entre la imperfección del parecer y el surgimiento de la perfección como criterio de aprehensión estética). Se puede, por ejemplo, analizar las formas culturales de la conducta del automovilista desde el punto de vista del aspecto: el automovilista americano se instala en lo durativo; el francés, obsesionado desde el arranque por el fin del viaje lo “vive” según el aspecto terminativo. Este ejemplo muestra el lazo entre el aspecto y la captación de las pasiones, que son fenómenos fuertemente aspectualizados (pasiones iterativas, incoativas, terminativas, etc.).

Axiología: Teoría o descripción de los sistemas de valores (morales, éticos, estéticos, lógicos, etc.). Los micro-sistemas de valores se forman por el investimiento de la categoría tímica (euforia/disforia) en los términos abstractos o figurativos.

Cuadrado semiótico, estructura elemental de la significación: La estructuración de un micro-universo semántico se despliega bajo la forma de una estructura elemental (o cuadrado semiótico). Este modelo define las relaciones lógico-semánticas en cuya encrucijada se constituyen las significaciones. Salido del modelo lógico aristotélico, el cuadrado articula las relaciones de contrariedad, de contradicción, de complementariedad y de jerarquía.

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Cognitivo: La dimensión cognitiva en semiótica designa al universo del saber, en la medida en que este puede, a instancias de la acción, ser narrativizado. Es suficiente, en efecto, que dos actores no dispongan de un mismo saber sobre un objeto para que esta modalidad devenga ella misma un objeto de valor; y, en consecuencia, un envite narrativo (secreto a preservar o a adivinar, mentira a desenmascarar, ilusión a mantener...). La historia de la novela muestra que el resorte cognitivo de la narratividad ha suplantado progresivamente al resorte pragmático, particularmente desde el advenimiento de la novela moderna (hasta devenir la dimensión exclusiva de ella: cf. Los tropismos de N. Saraute). La utilización semiótica del término “cognitivo” debe ser distinguida de su empleo en las “Ciencias cognitivas”, donde designa la investigación de procesos efectivos del conocimiento humano.

Desembrague: Operación enunciativa por la cual el sujeto del habla proyecta “fuera de sí” las categorías semánticas del /no-yo/, /no-aquí/, /no-ahora/, instalando de inmediato las condiciones primeras de la actividad simbólica del discurso. Rompiendo así su inherencia consigo mismo, instala las categorías objetivantes del “él”, del “allende”, del “entonces”. Esta operación está correlacionada con el embrague.

Destinador: Actante que define el orden de los valores en juego en un discurso. Figura de autoridad, está en la fuente del contrato (el mandato) y de la sanción, asegurando el encuadre axiológico del relato. Desde un punto de vista modal, el destinador es definido por la factitividad (hace creer, hace querer, hace saber, hace hacer).

Discurso: Particularmente polisémico, el término de discurso designa, de una manera general, la realización del proceso semiótico manifestado, por ejemplo, bajo la forma de texto. Se puede considerar que tres parámetros definen el discurso: la enunciación (puesta en discurso), la interacción (dimensión pragmática: acción realizada y efectos producidos sobre el enunciatario) y el uso (los productos de la praxis enunciativa y cultural, bajo la forma de esquemas canónicos, de géneros, de registros, de fraseología, etc., la parte impersonal de la enunciación que convoca –o revoca- un enunciador individual al poner en marcha el discurso).

Disforia: Término negativo de la categoría tímica que permite valorizar los universos semánticos y transformarlos en axiologías. El término positivo de esta categoría es la euforia (y su término neutro es la aforia).

Embrague: Operación enunciativa por la cual el sujeto del habla retorna a la enunciación, a partir del desembrague, e identifica al sujeto del enunciado con la instancia de la enunciación: instala entonces las categoría personales de la primera y de la segunda personas (yo/tú) y los deícticos espaciales (aquí, allí) y temporales (ahora, ayer...). Esta operación está correlacionada con el desembrague, anterior y presupuesto. En una perspectiva de análisis literario, el embrague da lugar a formas variadas (embrague enunciativo, embrague enuncivo, embrague interno) y permite rendir cuenta, al menos parcialmente, de la puesta en discurso de la “vida interior” (por ejemplo, una serie de acontecimientos pasados devienen, por embrague, una escena figurativa de “recuerdos”).

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Enunciación: “Puesta en funcionamiento de la lengua por un acto individual de utilización” (Benveniste), la enunciación, primeramente rechazada de la semántica estructural por razones de método, ha sido luego reintegrada en el corpus teórico del análisis del discurso como presupuesto lógico del enunciado, y definida por las operaciones de desembrague y de embrague. En la perspectiva del discurso en acto, la enunciación es primero y su sujeto se define de una sola pieza como sujeto sensible de la percepción y sujeto discursivo de la predicación.

Esquema narrativo: La rejilla cultural de organización narrativa, depositada en la memoria colectiva por la tradición bajo la forma de “primitivo”, contextualiza el desarrollo de programas en un esquema canónico de alcance general que ordena sus recorridos y orienta sus finalidades: es en el esquema narrativo donde se inscribe una representación imaginaria del “sentido de la vida”. En el transcurso de reformulaciones sucesivas, este esquema, primero próximo al universo de los cuentos populares (bajo la forma de tres pruebas: calificante, decisiva, glorificante), ha sido ensanchado a cuatro secuencias de alcance más general (contrato, competencia, performance, reconocimiento), ordenadas según una doble lectura de sucesión (de izquierda a derecha) y de presuposición (de derecha a izquierda). La última formulación de este modelo en tres esferas semióticas (manipulación, acción, sanción) permite, más allá de los universos narrativos, considerarlo como un esquema de la comunicación que presenta el dispositivo de roles y de interacciones esenciales, no solamente entre los actantes del relato sino entre los sujetos del discurso. Se inscriben allí con facilidad los grandes géneros de la tradición retórica (deliberativo –del lado de la manipulación-, judiciario y epidíctico – del lado de la sanción); el hacer (la acción) queda así encuadrado en las formas de discurso que le dan sentido y valor.

Euforia: Término positivo de la categoría tímica que permite valorizar los universos semánticos y transformarlos en axiologías. El término negativo de esta categoría es la disforia (y su término neutro la aforia).

Figurativo, figuratividad: Todo contenido de un sistema de representación (visual, verbal u otro) que tiene un correspondiente en el plano de la expresión del mundo natural, es decir, de la percepción. Las formas de adecuación , labradas por el uso, entre la semiótica del mundo natural y la de las manifestaciones discursivas, son el objeto de la semiótica figurativa. Esta se interesa, pues, por la representación (la mimesis), por las relaciones entre figuratividad y abstracción, por los vínculos entre la actividad sensorial de la percepción y las formas de su puesta en discurso.

Focalización: Procedimiento de desembrague cognitivo que determina la posición y el modo de presencia del narrador (o del observador). G. Genette distingue así la “focalización cero” (narrador omnisciente que controla el conjunto de la escena narrativa, que sabe de ella más que sus personajes, que entra en su interioridad), la “focalización interna” (narrador borrado tras sus personajes, le delegan el encargo del relato o de la descripción, sin que el sepa más que ellos), la “focalización externa” (narrador exterior al relato, sólo da a conocer aquello que su posición autoriza).

Isotopía: Recurrencia de un elemento semántico en el despliegue sintagmático de un enunciado, produce un efecto de continuidad y de permanencia de un efecto de sentido a lo largo de la cadena del discurso. A diferencia del campo lexical (conjunto de lexemas que se relacionan con un mismo universo de experiencia) y del campo

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semántico (conjunto de lexemas dotados de una organización estructural común), la isotopía no tiene por horizonte la palabra sino el discurso. Puede concernir así al establecimiento de un universo figurativo (isotopías de los actores, del tiempo, del espacio), pero también a la tematización de este universo (isotopías abstractas, temáticas, axiológicas), y sobre todo a la jerarquía entre las isotopías de lectura (por la identificación de un núcleo isotopante que rige las isotopías de nivel inferior). Conectando isotopías, las figuras de retórica (metáfora, metonimia, etc.) instalan la coexistencia tensa y eventualmente competitiva de dos o más planos de significación simultáneamente ofrecidos a la interpretación.

Junción: Concepto operatorio y no definido de la sintaxis narrativa, la junción regula la relación de estado entre el actante-sujeto y el actante-objeto. Se escinde en dos relaciones de base que determinan los enunciados de estado: la conjunción (cuando el sujeto está en posesión del objeto) y la disjunción (cuando está separado o privado de él). El paso de un enunciado de conjunción a un enunciado de disjunción, o inversamente, engendra la transformación (el paso de un estado a otro): ésta es asegurada por un enunciado de hacer (y por su sujeto). El conjunto de la operación define el programa narrativo, unidad sintáctica de base de la narratividad.

Modalidad, modalización: Es llamado modal un predicado que modifica a otro predicado. Esta definición general puede ser compartida por las diferentes disciplinas que estudian el campo de la modalidad (lógica, lingüística, semiótica). La aproximación semiótica, distinguiéndose a la vez de la modalización lingüística (que caracteriza la relación que el sujeto enunciador mantiene con su enunciado, según sus grados de certidumbre, por ejemplo) y de la modalización lógica (que considera la modalidad en el cálculo proposicional fuera de la realidad cultural del discurso), considera que ésta forma, a nivel de la enunciación como al interior de los enunciados, es el “soporte constante del discurso” (J.C. Coquet). Se habla entonces de valor modal. Los enunciados elementales (enunciados de estado y enunciados de hacer) pueden funcionar como enunciados modales, poniendo así al desnudo la estructura interna del esquema narrativo: en el contrato es el hacer que modaliza al creer, al querer, al saber...y finalmente al hacer (factitividad); en la competencia es el ser que modaliza la posibilidad de hacer; en la performance es el hacer que modaliza al ser (“hacer ser” define el acto); en la sanción es el ser que modaliza al ser o el parecer (la veridicción). Definiendo el estatuto mismo del actante, la modalidad puede ser manifestada por verbos modales (querer, deber, creer, saber, poder) pero también por formantes figurativos (un automóvil puede, por ejemplo, modalizar a su propietario por el /poder/). La estructura del actante es analizable a la vez en términos de paradigma modal (un sujeto puede a la vez querer hacer, poder hacer y deber no hacer) según una combinatoria eventualmente compleja, y en términos de sintagmática modal (su estatuto evoluciona a lo largo del discurso).

Modo de existencia: El modo de existencia define el estatuto variable de las formas de presencia bajo las cuales los objetos semióticos se manifiestan en el discurso (actantes, modalidades, temporalidad, etc.). La tradición saussuriana distinguía la existencia virtual (el sistema de la lengua) y la existencia actual (su realización en el habla). Ampliando su campo de aplicación, la semiótica ha añadido a la virtualización y a la actualización un tercer modo de existencia, la realización. Así, el contrato o la manipulación virtualizan al sujeto, la competencia lo actualiza, la acción y el reconocimiento lo realizan; las modalidades del creer, del querer o del deber

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engendran un sujeto virtual, el saber y el poder un sujeto actualizado, el hacer un sujeto realizado. Ampliando más aún, se puede considerar que los modos de existencia conciernen a la modulación de las formas de presencia del sentido en el seno del discurso: así, por ejemplo, en el caso de figuras como la metáfora, la coexistencia eventualmente tensa y concurrente entre los diferentes planos de significación convocados por la figura está regida por sus modos de existencia: uno puede ser virtualizado, otro actualizado, un tercero potencializado, un cuarto realizado. Esta aproximación permite rendir cuenta, tanto como sea posible, de su realidad fluctuante, esto es, de las modulaciones del sentido.

Mundo natural: Los semióticos rechazan el concepto de referente (el universo extra-lingüístico). Consideran el “mundo natural” como una semiótica en la medida en que, en tanto plano de la expresión, es informado por el hombre y erigido en significación. La referencia deviene entonces una cuestión de correlación entre dos semióticas (la de un lenguaje natural, o de un lenguaje pictórico, con la del mundo natural), y los ajustes entre estas dos semióticas, lejos de ser de simple denotación, están sometidos a profundas variaciones culturales entre otras). Sin embargo, falta que esta “información” del mundo natural demande que se examinen las condiciones de emergencia del sentido a partir de lo sensible. De ahí las investigaciones semióticas centradas hoy en la estesia (la percepción de sensaciones), la sensorialidad y la plurisensorialidad (la sinestesia), para despejar los modos semióticos de lo sensible (sabor, olfato, etc.) en relación con la figuratividad del discurso.

Motivo: Unidad de discurso fija y relativamente autónoma (bajo la forma de secuencia o de micro-relato), caracterizada de un lado por su estabilidad narrativa y figurativa, y del otro por su variabilidad temática: el motivo (del matrimonio, por ejemplo) puede recibir diferentes funciones según su posición en el relato (en posición de contrato inicial o de recompensa final). Se ha señalado con frecuencia el carácter migratorio de los motivos, que, de un texto a otro o de una cultura a otra, forman “bloques pre-construidos” de discurso, productos del uso socio-cultural..

Narrador: Instancia delegada por el sujeto de la enunciación, asume y toma a su cargo el discurso narrativo. Según esté o no explícitamente instalado en el relato, se habla de narrador intra-diegético o de narrador extra-diegético (G. Genette). Las nociones de perspectiva, de punto de vista y de focalización precisan las numerosas afectaciones del narrador (por esta razón, se le distingue del observador).

Observador: Sujeto cognitivo instalado por el enunciador, gracias al desembrague, encargado de recibir la información y de transmitirla. Sus modos de presencia en el discurso son variados: puede estar implícito, reconocible solamente por el análisis (así, por ejemplo, un “acontecimiento” es una “acción” considerada desde el punto de vista de un observador), puede estar manifestado por la indicación de un puesto de observación, puede estar instalado en el texto por una marca personal y un predicado perceptivo, su actividad puede ser tomada a cargo por un actor instalado en el relato. Las relaciones entre observador y observado pueden ser complejas y reversibles (el sujeto que se sabe observado puede buscar modificar, manipular, engañar al sujeto observador...).

Recorrido generativo: Hipótesis metodológica concerniente a la economía de conjunto de la teoría semiótica. Dispuesto en diferentes capas de profundidad, según

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estratos que se supone se convierten uno en otro, simula la “generación” de la significación a partir de estructuras profundas generales (estructura elemental del cuadrado semiótico o precondiciones de esta estructura) que, de enriquecimiento en enriquecimiento, se convierten en estructuras semio-narrativas (sintaxis modal y actancial), las cuales se convierten a su turno en estructuras discursivas (por la tematización y la figurativización que instala los actores, el espacio y el tiempo). Se puede decir, por ejemplo, que las relaciones sobre el cuadrado devienen así operaciones sintácticas (programas narrativos) que devienen un proceso, el cual deviene una acción contada y percibida como un acontecimiento. Esta hipótesis, fecunda por las problemáticas suscitadas, se encuentra hoy debilitada en razón de su rigidez y de los presupuestos que implica.

Pasión: Hay que distinguir dos concepciones semióticas de la pasión: una define la pasión por su relación con la acción; la otra, por oposición a la razón. Considerada sobre el telón de fondo narrativo (en consecuencia, en relación con el actuar), la pasión se comprende como una modulación de los estados del sujeto, provocadas por las modalidades investidas en el objeto (envidiable, aborrecible, temible, etc.) que definen y transtornan “el ser” del sujeto. Esas modalidades de estado están subtendidas por la timia, “disposición afectiva de base” que determina la relación del cuerpo sensible con su entorno. Transpuesta en semántica como una categoría clasemática, la timia se articula en un término positivo, la eu-foria, en un término negativo, la dis-foria, y en un término neutro, la a-foria. Las modalidades de estado son además intensificadas, en el caso de la pasión, por la “sensibilización” de los objetos que depende de la aspectualidad (cf. Las pasiones incoativas como la impulsividad, o terminativas como la nostalgia). En fin, la estructura pasional está “controlada” por la moralización, es decir, por la regulación social que fija la medida entre exceso e insuficiencia, de la circulación de los valores. Considerada desde el punto de vista de la instancia enunciante, la pasión sometida a la inherencia del cuerpo y del mundo sensible es una forma del no-sujeto: el apasionado predica, pero le falta el juicio que transforma la predicación en una aserción asumida y “reflexionada”. La pasión se opone entonces a la razón.

Patémico: Neologismo formado con la ayuda de la raíz pathos y del sufijo –ema, -émico. Este sufijo, que se encuentra en lingüística en “fonema”, “sema”, “semema”, etc. (y por extensión en antropología en “mitema”), designa la unidad mínima de descripción de un fenómeno en el campo de pertinencia de las ciencias del lenguaje. El “patema” es así una unidad semántica del dominio pasional. Su empleo evita toda confusión con una captación psicológica del universo afectivo en el marco del discurso. El estudio de la dimensión patémica del discurso, complementario de las dimensiones pragmática y cognitiva, ya no concierne a la transformación de los estados de cosas (resorte de la narratividad), sino a la modulación de los estados del sujeto, a sus “estados de ánimo”. Esta dimensión es el objeto de la semiótica de las pasiones.

Perspectiva: A diferencia del punto de vista que implica un observador, la puesta en perspectiva depende de la textualización. Consiste en la elección que hace el enunciador, teniendo en cuenta las coerciones de la linealidad, al seleccionar el recorrido narrativo de tal o cual actor en detrimento de tal o cual otro, igualmente presente sobre la escena narrativa. Así, en la novela policial, la elección consistirá en

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colocar al lector en la persepectiva del investigador, en la del criminal o en la de la víctima...

Punto de vista: Conjunto de procedimientos utilizados por el enunciador para seleccionar los objetos de su discurso y orientar el enfoque. Esta noción intuitiva (depende tanto del lenguaje ordinario como del metalenguaje técnico) debe ser precisada. En efecto, se aplica a las diferentes formas de discurso: narrativo, descriptivo, argumentativo, y concierne en cada caso al juego de posiciones enunciativas (del desembrague al embrague), a la relación modal instaurada entre el sujeto (narrador, observador, argumentador) y su objeto, a las estrategias de estructuración que determinan las coerciones de la textualización (lo que está antes/lo que está después, las relaciones entre las partes y el todo, el paso de lo particular a lo general o inversamente, etc.). El vasto campo del “punto de vista” ha sido precisado con la ayuda de conceptos más específicos tales como “focalización”, “perspectiva”, “observador”.

Pragmática: La dimensión pragmática designa al universo de la acción propiamente dicha, pone en escena sujetos humanos en relación con objetos concretos (tesoros escondidos, territorios a conquistar, peligros de los que huir, etc.). Esta dimensión es puesta en marcha en los discursos etno-literarios (relato mítico, cuento...), literarios (novela, cuento...) o sociales (periodístico en relatos de hechos diversos, publicitario...). El empleo que se hace en semiótica del término “pragmático” debe ser distinguido de la “Pragmática”, disciplina de la teoría del lenguaje que considera el análisis de la lengua en acto a través de su efectuación y de sus efectos sobre el interlocutor (interacción).

Programa narrativo: Operación sintáctica elemental de la narratividad que asegura la transformación de un enunciado de estado (de disjunción, por ejemplo) en otro enunciado de estado (de conjunción) por la mediación de un enunciado de hacer. La estructura de un texto narrativo presenta una arquitectura compleja de programas que pueden ser repetidos (de fracaso en fracaso puede conducir al éxito, marcando así la dificultad de la prueba), engastados (un programa puede encontrarse suspendido o desvíado por la realización de otros programas), jerarquizados (la realización de un programa “de base” puede exigir para cumplirse la realización de programas intermediarios, (llamados “de uso”). Finalmente, la rejilla cultural de lectura de relatos contextualiza los programas en un esquema canónico de alcance general que ordena su recorrido y orienta sus finalidades: el esquema narrativo.

Sema: También llamado figura sémica, constituye la unidad mínima de significación. Unidad diferencial, es el término resultado de una categoría, es decir, de una estructura relacional construida por oposiciones elementales constituyentes (libertad/impotencia, vida/muerte, naturaleza/cultura, etc.) o por diferencias graduables en una escala polarizada (frío/tibio/calor). Los tipos de semas son variados, considerando la complejidad de arquitecturas sémicas. Se retienen generalmente el núcleo sémico (sema inherente o genérico) y el clasema (sema contextual o aferente).

Semema: Efecto de sentido producido por un lexema con ocasión de su manifestación en discurso, a través del conjunto de semas que actualiza, núcleo sémico y semas

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contextuales. El semema designa así las significaciones realizables o realizadas de una palabra en contexto (las acepciones).

Sujeto: Actante de la enunciación (el sujeto del habla) y actante del enunciado (el sujeto de hacer y el sujeto de estado), se define por su relación con un predicado (modal o descriptivo). Pieza central de la escena actancial, se define también por su relación con los otros actantes: el objeto (de mira o de temor, por ejemplo, con el cual es conjunto o disjunto), el Destinador (que determina la orientación de su recorrido) o el anti-sujeto (que se le opone). J-C. Coquet ha introducido el concepto de no-sujeto para designar al actante de la predicación mas no de la asunción, que no está comprometido por los actos que cumple, que se asimila a su función actuando “mecánicamente”, que se disuelve en aquello que tiene por función realizar. En esta perspectiva, el actante de la pasión, al perder la matriz cognitiva de su acción, depende de la clase de los no-sujetos.

Textualización: Disposición de datos discursivos según las coerciones debidas a la linealidad de la manifestación verbal. Así, dos acciones paralelas no pueden ser narradas simultáneamente: su textualización obliga a colocar una antes de la otra, o a ocultar una para que la otra aparezca. Esta “programación textual” coercitiva deja al mismo tiempo un margen estratégico al enunciador en la organización de su texto. Con ocasión de la textualización, la elección de la perspectiva del héroe o de un anti-héroe determina la selección de los valores. Puede así, explotando la elasticidad del discurso, hacer jugar las posibilidades de la condensación (reducción, resumida hasta la simple lexicalización) y de la expansión (amplificación del texto). El desarrollo de la textualización es, así, relativamente autónomo en relación a la programación narrativa misma.

Temática, tematización: Operación que consiste en reconocer, a partir de una o de muchas isotopías figurativas, una isotopía más abstracta, subyacente a los contenidos figurativos de los que condensa la significación global, la orienta e integra ahí valores. Así, una “evasión” espacial o temporal tematizará una partida a un viaje o una evocación de la infancia actualizando ahí el valor “libertad”.

Timia: “Disposición afectiva de base” que determina la relación que un cuerpo sensible mantiene con su entorno: relación positiva o negativa, cuyo cambio súbito y repetitivo da lugar a la “ciclotimia”. Transpuesta en semántica como una categoría clasemática, la timia se articula en un término positivo, la eu-foria (cf. el entusiasmo), en un término negativo, la dis-foria (cf. la desesperación) y en un término neutro, la a-foria (cf. la indiferencia). La consideración de la masa tímica está en el fundamento del análisis semiótico de las pasiones.

Uso: Debido a Hjelmslev quien lo ha empleado para sustituir al habla en la dicotomía saussuriana lengua/habla, el uso designa el conjunto de hábitos lingüísticos de una sociedad dada. Resultantes de la praxis enunciativa colectiva, los productos del uso constituyen la parte impersonal de la enunciación y comprenden los esquemas que caracterizan la organización de las grandes formas de discurso (como el esquema narrativo), la fijación y la transformación de géneros, los registros (registro épico, lírico, etc., y niveles de lengua), los lugares comunes (topoï), la fraseología fijada, los bloques “pre-construidos” de discurso, etc. Cada uno convoca esos productos del uso en el ejercicio de la lengua, y la creatividad del lenguaje consiste frecuentemente en

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revocarlos (efecto de estilo, por ejemplo). Si esas nuevas formas “prenden”, son a su turno revertidas en la olla común, y como tales convocables (cf. por ejemplo las expresiones “de moda”). Aunque abierto a la variación y a la creatividad, el uso está lejos de explotar todas las virtualidades de combinatorias ofrecidas por el sistema (la lengua), y se habla así de un cierre del uso por la historia (coerciones y códigos del uso).

Valencia: Condición de existencia y de aparición de los valores. Las valencias constituyen un preámbulo para la fijación de valores que definen las axiologías establecidas en el discurso (cf. la negociación de las equivalencias). Se remiten a la sensibilización de los objetos y forman el fundamento de las creencias que propone el discurso. Fontanille ha mostrado, por ejemplo, que en Eluard las valencias son incoativas: lo que significa que las cosas sólo pueden ser valorizadas si son captadas en su comienzo (alba, despertar del amante, nacimiento del infante, impulso del ave, primicias de un sentimiento, etc.).

Valor: La semiótica asocia e integra tres definiciones de valor: lingüística (el valor como efecto de sentido diferencial), económica (el valor como lo que define el carácter deseable, negociable o disputable de un objeto o de un bien) y axiológica (el valor como elemento constitutivo de una mira ética, de normas morales, de un sistema estético). Así concebido, el valor puede recibir una definición modal elemental (es, por ejemplo, el “ser querido”, o el “ser temido” del objeto), es claramente distinguido del objeto en el cual se inviste (lo que el sujeto pone en la mira, negocia o arranca, es el valor que afecta al objeto, espejo del sujeto mismo), ser puesto en circulación en el cuadro de las estructuras narrativas (don, apropiación, intercambio, renuncia, conflicto, etc.) y encarnar el dispositivo axiológico que, salido del destinador, lo ha seleccionado. El proceso previo que condiciona la emergencia y la definición de los valores establecidos depende del juego de las valencias.

Veridicción: A diferencia de una concepción de la verdad fundada, en la teoría de la comunicación, sobre la adecuación del mensaje a su referente, la semiótica desarrolla un análisis de la veridicción, es decir, de los juegos de lenguaje con la verdad que instala en su seno el discurso. El creer verdad del enunciador, cualquiera sea la modalización de su certidumbre, no es suficiente: debe ser compartido por el mismo creer verdad del enunciatario. Este equilibrio frágil, más o menos estable, proveniente de un acuerdo implícito entre los compañeros de la comunicación es llamado “contrato de veridicción”. Así desplazada hacia las instancias del enunciador y del enunciatario, la cuestión de la verdad se inscribe en las estrategias del “hacer parecer verdad”, donde pueden coincidir el hacer persuasivo de uno con el hacer interpretativo del otro, hacer creer y creer verdad. Las modalidades veridictorias, combinando ser y parecer y sus negaciones, generan las posiciones canónicas de la verdad (cuando parecer y ser coinciden), de la disimulación y del secreto (ser + no parecer), de la simulación y de la mentira (parecer + no ser), de la falsedad que marca una no pertinencia al interior del discurso considerado (no ser + no parecer).

Traducción:

Óscar Quezada

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