blazquez martÍnez, j.m. i garcia-gelabert perez, m.p. 1990 - estudio del armamento prerromano en la...

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91 [Publicado previamente en: Hispania Antiqua 14, 1990, 91-115. Versión digital del manuscrito, editada aquí por cortesía de los autores, con la paginación de la versión impresa]. Estudio del armamento prerromano en la Península Ibérica a través de las fuentes y de las representaciones plásticas José M.ª Blázquez Martínez – M.ª Paz García-Gelabert INTRODUCCIÓN La forma de guerrear de las tribus que poblaban Hispania en época pre- romana era muy particular. Los hispanos eran hombres austeros, en conti- nuo ejercicio físico, muy ágiles, absolutamente adaptados a las asperezas del terreno que poblaban. No se exponían frente al enemigo en grandes ejérci- tos, sino que utilizaban, con gran movilidad, el sistema de guerrillas. Para tal sistema de lucha el armamento debía ser liviano, para permitir al guerrero amplia libertad de movimiento. Consistía, en términos muy ge- nerales, en espada, puñal, lanza, soliferreun, falária, arco y flechas y hacha de doble filo, como armas ofensivas. Para la defensa utilizaban la caetra, pequeño escudo redondo, hecho con piel y refuerzos de metal; o bien el es- cudo de la Téne, rectangular oblongo, de grandes dimensiones. Para cubrir la cabeza llevaban un casco hecho de piel o tejido de nervios, de forma muy variada. En ocasiones, a imitación de los legionarios, en cuyo ejército ser- vían con auxilio, usaban cascos de tipo romano, con penacho y visera. Se peinaban el cabello con grandes trenzas, cubriendo con ellas la nuca. El hierro con el que estaban fabricadas las armas de los hispanos era, en general, de excelente calidad. El buen temple y el arte de los herreros indí- genas pronto llegó a Roma, donde fue elogiado por Polibio, Posidonio y Philón, que alababan la flexibilidad y fortaleza de las armas. La espada his- pana, el gladius hispanicus, fue adoptada por Roma para su ejército. Gracias a Diodoro (5, 33, 3-4) se conoce bien el modo de fabricar las armas: "...Tienen un modo muy particular de preparar las armas ... meten bajo tierra las láminas de hierro y allí permanecen hasta que, con el tiempo, la parte más débil del hierro, consumida por la

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Estudio del armamento ibérico a través de las Fuentes escrites, comparandolas con las esculturas y las pinturas vasculares

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    [Publicado previamente en: Hispania Antiqua 14, 1990, 91-115. Versin digital del manuscrito, editada aqu por cortesa de los autores, con la paginacin de la versin impresa].

    Estudio del armamento prerromano en la Pennsula Ibrica a travs de las fuentes y de las representaciones

    plsticas

    Jos M. Blzquez Martnez M. Paz Garca-Gelabert INTRODUCCIN

    La forma de guerrear de las tribus que poblaban Hispania en poca pre-romana era muy particular. Los hispanos eran hombres austeros, en conti-nuo ejercicio fsico, muy giles, absolutamente adaptados a las asperezas del terreno que poblaban. No se exponan frente al enemigo en grandes ejrci-tos, sino que utilizaban, con gran movilidad, el sistema de guerrillas.

    Para tal sistema de lucha el armamento deba ser liviano, para permitir al guerrero amplia libertad de movimiento. Consista, en trminos muy ge-nerales, en espada, pual, lanza, soliferreun, falria, arco y flechas y hacha de doble filo, como armas ofensivas. Para la defensa utilizaban la caetra, pequeo escudo redondo, hecho con piel y refuerzos de metal; o bien el es-cudo de la Tne, rectangular oblongo, de grandes dimensiones. Para cubrir la cabeza llevaban un casco hecho de piel o tejido de nervios, de forma muy variada. En ocasiones, a imitacin de los legionarios, en cuyo ejrcito ser-van con auxilio, usaban cascos de tipo romano, con penacho y visera. Se peinaban el cabello con grandes trenzas, cubriendo con ellas la nuca.

    El hierro con el que estaban fabricadas las armas de los hispanos era, en general, de excelente calidad. El buen temple y el arte de los herreros ind-genas pronto lleg a Roma, donde fue elogiado por Polibio, Posidonio y Philn, que alababan la flexibilidad y fortaleza de las armas. La espada his-pana, el gladius hispanicus, fue adoptada por Roma para su ejrcito.

    Gracias a Diodoro (5, 33, 3-4) se conoce bien el modo de fabricar las armas:

    "...Tienen un modo muy particular de preparar las armas ... meten bajo tierra las lminas de hierro y all permanecen hasta que, con el tiempo, la parte ms dbil del hierro, consumida por la

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    herrumbre, se separa de la parte ms dura; de sta sacan magnficas espadas y otros instrumentos guerreros. No hay espada, ni casco, ni hueso que resista a su golpe; hasta tal punto es de extraordinaria la excelencia del hierro". Polibio (Suida, s.V. machaira) afirma que los celtberos se diferencian mucho de los otros pueblos por el modo de fa-bricar las espadas. Los romanos imitaron su fabricacin, pero no pudieron igualar, ni la excelencia del hierro, ni el esmero en los detalles. La descrip-cin ms completa del modo de forjar estas piezas se lee en Philn (mecha-nik syntaxis IV-V): "para probarlas, agarraban con la derecha la empuadu-ra y con la otra mano la punta, colocaban luego la hoja transversal sobre la cabeza, tiraban luego para abajo de ambas extremidades hasta que se toca-ban con los hombros, y luego las soltaban. La hoja permaneca recta, aunque esta prueba se repitiera varias veces. Esta flexibilidad se deba a que el hie-rro era muy puro y estaba bien trabajado al fuego...".

    Tambin los vetones, situados en el rea occidental de la Meseta, eran como los celtberos grandes fundidores. En sus necrpolis no slo hay canti-dad, sino calidad de armas. En Carpetania, regin limtrofe con los vetones, haba tambin buenos fundidores. Gratio (341) menciona un cuchillo de To-ledo. Entre los vacceos, pueblo situado al norte de los vetones, haba igual-mente buenos herreros, como aquel que hizo un anillo con un grabado del duelo de un intercatiense y de Escipin (Plinio NH 37,9). Los lusitanos te-nan organizada una buena industria de fabricacin de armas, tambin exis-tan buenos fundidores que trabajaban con gran perfeccin el nielado. En poca prerromana existi en Turdetania una buena industria de fabricacin de armas, como lo indican las falcatas de Almedinilla, Fuente Tjar y Gale-ra y el armamento encontrado en las numerosas necrpolis excavadas en la Alta Andaluca.

    ESTUDIO DE LAS ARMAS A TRAVS DE LA ARQUEOLOGA

    En la gran mayora de las necrpolis, siempre de incineracin, del centro, sur y sudeste peninsular, de poca protohistrica, con una cronologa similar, alrededor de fines del s. V, comienzos del s. IV a. C., hasta la dominacin romana y quizs con posterioridad 1, existe una _______________

    1 A partir de la dominacin romana se observa en las necrpolis indgenas una notable ausencia de objetos de hierro, especialmente de armas. Sobre todo tras la toma de Numan-cia y el fin de la segunda guerra cltica (segunda mitad del s. II a.C.). Ello se debe, por una parte, a que a las tribus hispanas, vencidas, les fueron retiradas las armas. En segundo lugar porque, las mismas, al hallarse las minas explotadas por los romanos, no podan surtirse de metal para la fabricacin de armas.

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    cierta similitud entre los ajuares depositados en las tumbas de los guerreros. Las espadas, puales y soliferrea, en general, aparecen en los enterra-

    mientos, dobladas. Esto deba formar parte de un rito muy preciso. Las espa-das se encuentran dobladas en ngulo, al igual que los puales, los solife-rrea en forma de ocho.

    En la Alta Andaluca se han excavado numerosas necrpolis que pueden encuadrarse en los lmites cronolgicos trazados para este estu- dio: la necrpolis de Galera, en Granada, la antigua Ttugi 2. La necr- polis de Baza, la antigua Basti, tambin en Granada 3. En la provin- cia de Jan las necrpolis de Toya, la antigua Tugia 4, la Guardia 5, la Bobadilla 6, Castellones de Ceal 7, la Loma de Peinado 8 y las _______________

    2 A. Garca y Bellido, Arte Ibrico, Historia de Espaa. Espaa Prerromana I.3, Madrid 1954, 422-428. Las excavaciones y exploraciones de la necrpolis de Galera fueron llevadas a cabo por J. Cabr y F. Motos, gracias a la labor de los cuales pudieron salvarse una serie im-portante de datos, as como parte de los ajuares ya expoliados, cf. J. Cabr. "La necrpolis de Ttugi, BSEE XIX, 1921. J. Cabr, F. Motos, "La Necrpolis ibrica de Ttugi", JSEA 25, 1920.

    3 La necrpolis de Baza se encuentra en la hoya del mismo nombre a 4 km de la ciudad. Fue conocida desde antiguo y, como la mayora de las grandes necrpolis, sometida a intenso saqueo, cf. F. Presedo, "La Dama de Baza. Estudio preliminar de su contexto arqueolgico", Trabajos de Prehistoria 30, 151 ss., 1973; Id., La necrpolis de Baza, EAE 119, 1982. Tam-bin J. Cabr, "Efemrides de excavaciones arqueolgicas. La necrpolis tartesio-bastitana de Basti (Baza, Granada)", AEspA 20, 1947, 310-327.

    4 A principios de este siglo ya aparecen en el mercado vasijas pertenecientes a esta necr-polis. La zona, posiblemente contenedora de grandes sepulcros, fue usada durante muchos aos como cantera para las casas de Peal de Becerro. El estudio de los materiales recuperados por el Museo Arqueolgico Nacional a diversos coleccionistas se debe a J. R. Mlida, Museo Arqueolgico Nacional. Adquisiciones 1918-1920, Madrid 1922. J. Cabr se ocup directa-mente de estudiar el rea de la necrpolis, "El sepulcro de Toya", AEAA 1, 1925. Del monu-mento funerario se ocuparon, bajo diversos aspectos, A. Fernndez de Avils, "La cmara de Toya", AEspA 49, 1942, 344 ss. C. de Mergelina, "Tugia. Resea de unos trabajos", BSEAA X, 1943-44. A. Garca Bellido se ocup en numerosas investigaciones de la cmara de Toya; se reflejan en numerosas publicaciones, entre las que cabe mencionar: "La cmara de Toya y sus paralelos mediterrneos", Actas y Memorias de la SEAEP XV, 1935; Arte Ibrico, 1954; Hispania Graeca II, Barcelona 1958; El Arte Ibrico, Ars Hispaniae I, Madrid 1947; Arte Ibrico en Espaa, Madrid 1980. Tambin J. M. Blzquez, "La cmara sepulcral de Toya y sus paralelos etruscos", Oretania 5, 1960, 233-244. M. Almagro Gorbea, "Tumba de cmara y cajas funerarias Ibricas. Su interpretacin sociocultural y la delimitacin del rea cultural ibrica de los bastetanos", Homenaje a C. Fernndez Chicarro. Madrid 1982, 250-257. J. Pe-reira, "La cermica ibrica procedente de Toya (Peal de Becerro, Jan), en el Museo Arqueo-lgico Nacional", Trabajos de Prehistoria 36, 1979, 289-347, entre otros muchos estudios de-dicados a esta tumba de cmara.

    5 A. Blanco, "Excavaciones arqueolgicas en la provincia de Jan", BIEG 22, 1959, 89-125, especialmente 110 ss. C. Fernndez Chicarro, "Prospecciones arqueolgicas en los tr-minos de Hinojares y la Guardia (Jan)", I, BIEG 6, 1955. 96; Id., II BIEG 7, 1956, 102-103.

    6 J. Maluquer, M. Picazo, M. A. del Rincn, "La necrpolis ibrica de la Bobadilla (Jan)", PTV IV, Barcelona 1981.

    7 C. Fernndez Chicarro, "Prospeccin arqueolgica en los trminos de Hinojares y la Guardia" I-II, 89-99 y 101-120, respectivamente.

    8 J. Maluquer, "La necrpolis de la Loma de Peinado, Casillas de Martos (Jan)". PTP VI, Barcelona 1984.

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    de Cstulo, denominadas los Patos 9, Estacar de Robarinas 10, Baos de la Muela 11, Casablanca 12.

    De estas necrpolis extraemos un breve inventario de las armas halla-das, correspondientes, en general, a ajuares de guerreros.

    En el hipogeo de Toya se encontr entre el ajuar un pual de antenas de tradicin celta, como los que nos vamos a encontrar en las necrpolis de la Meseta 13. Es significativo, porque denuncia los contactos habidos entre am-bos mundos, sin duda a consecuencia de la leva de mercenarios por las tri-bus del sur entre las del centro.

    En la necrpolis de Baza el arma que ha aparecido con ms frecuencia es la falcata, 39 ejemplares, de las cuales solamente 11 estn completas, el resto no son ms que fragmentos ms o menos grandes; 5 falcatas estn dobladas ritualmente en ngulo. Una de las falcatas tiene una acanaladura a lo largo de la hoja, el resto son lisas 14. En popularidad sigue el soliferreun con 17 ejemplares, de los cuales ninguno se conserva en su totalidad. En trminos generales las armas de esta necrpolis estn muy deterioradas a consecuencia de las propiedades fsicas del suelo; 6 soliferrea estn doblados ritualmente _______________

    9 J. M. Blzquez, "La necrpolis ibrica de los Patos", en Cstulo I. Acta Arqueolgica Hispnica 8, 1975, 41-121.

    10 M. P. Garca-Gelabert Prez, La necrpolis del Estacar de Robarinas, Jan: ritos y cre-encias. J. M. Blzquez, M. P. Garca-Gelabert Prez, Cstulo. Excavaciones en la necrpolis del Estacar de Robarinas (campaas 1982-1983). B.A.R., Oxford, 1988: Vase tambin so-bre esta necrpolis: J. M. Blzquez, J. Remesal, "La necrpolis del Estacar de Robarinas", en Cstulo II. EAE 105, 1979, 347-404. A. Blanco, "El ajuar de una tumba de Cstulo", Oretania 19, 1965, 7-60. J. M. Blzquez, J. Remesal, "Hallazgos en la necrpolis oretana de Cstulo" XIII Congreso Nacional de Arqueologa (Huelva 1973), Zaragoza 1975, 639-658. J. M. Blz-quez, J. Remesal, J. L. Ramrez, J. Valiente, "La necrpolis oretana de Cstulo, campaa 1976", VIII Symposium Internacional de Prehistoria Peninsular (Crdoba 1976), 1979. J. M. Blzquez, M. P. Garca-Gelabert Prez, "Estudio de los fragmentos escultricos hallados en la necrpolis de El Estacar de Robarinas, Cstulo", AEspA 57, 1984, 171-176; Id., "Anlisis de los pavimentos de cantos rodados de Cstulo (Linares, Jan)", Revista de Arqueologa 51, 1985, 13-22; Id., "Nueva campaa de excavaciones en la necrpolis oretana del Estacar de Robarinas, Cstulo, Linares", XVII CAN (Logroo 1983), Zaragoza 1985, 535-548, entre otros estudios sobre esta necrpolis.

    11 J. M. Blzquez, "La necrpolis de Baos de la Muela", en Cstulo I, 123-218. 12 J. M. Blzquez, "La necrpolis de Casablanca", en Cstulo I, 219-226. 13 A. Garca Bellido, Arte Ibrico 1954, 430. 14 F. Presedo, La necrpolis de Baza. Falcatas completas: Tumba 43, 66 ss. fig. 46. 10;

    tumba 44, 86, fig. 55.2 (doblada); tumba 53 B, 94, fig. 64.6 (doblada); tumba 55, 99, fig. 65.4; tumba 66, 108, fig. 76.3; tumba 83 A, 127, fig. 97.7 (doblada); tumba 123, 2.a urna. 170, fig. 141.2 (doblada); tumba 130, 183, fig. 150.6; tumba 132, 186, fig. 156.3 (doblada); tumba 155. 205, fig. 175.1, falcata con acanaladura a lo largo de la hoja; tumba 176,237, fig. 200.8; tum-ba 177,240, fig. 201.4. Falcatas fragmentadas: tumba 1,29, fig. 1; tumba 7,33, fig. 7.6; tumba 10,39, fig. 10; tumba 26,54, fig. 25.3; tumba 31,59, fig. 33.6; tumba 34,61. fig. 33; tumba 40, 64, fig. 37.3; tumba 45,87, fig. 56.2; tumba 86, 130, fig. 100.1; tumba 96, 143, fig. 113.2; tumba 102, 148; tumba 108, 153; tumba 111, 155; tumba 123, urna 1., 170; tumba 147, 196, fig. 168.3; tumba 151, 199; tumba 154,200; tumba 155. 205 ss., fig. 175.2, en la misma tumba restos de otras tres falcatas; tumba 166, 223, en la misma tumba restos de otras tres falcatas; tumba 166, 223; tumba 175,228; tumba 176, 237, una hoja de falcata, fig. 199.1 y dos puntas de falcata, figs. 197.8 y 199.4; tumba 178, 244, fig. 197.3.

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    en forma de 8, y no se descarta que el resto tambin lo estuviera, aunque co-mo los fragmentos son pequeos no puede saberse 15.

    Puales de hoja ancha, triangular, cortos, han aparecido 8 ejemplares 16. Puntas de lanza con nervio central ms o menos marcado, pero nunca

    muy grueso 7 ejemplares y 1 regatn 17. Las manillas de escudo son muy numerosas, cabe inferir que cada gue-

    rrero se acompaaba en la muerte de su escudo, puesto que en la mayora de los ajuares en los que se encontraron armas hay manillas, nico resto de los escudos fabricados con piel y madera 18. No han sido hallados cascos, por lo que creemos pudieron ser de material perecedero, cuero, y por tanto, desapa-recieron en la pira, juntamente con los vestidos del difunto.

    Es pues el equipo guerrero de los bastetanos, representado en esta ne-crpolis: espada falcata, no se ha hallado rastro de espadas de antenas, como indicamos, seal de contactos con los pueblos de la Meseta, pual corto, so-liferreum, lanza y escudo, un armamento tpicamente ibrico.

    En las dos memorias de la necrpolis de Castellones de Ceal 19 es muy imprecisa la descripcin de las armas.

    Apareci un casco completo de metal; no se especifica cual. Noso- tros en la enumeracin de las armas cuando no aludimos al material est implcito que es hierro, las excepciones las precisamos. El refe- rido casco apareci en la tumba 4 20 junto con un ajuar completo

    _______________ 15 F. Presedo, La necrpolis de Baza. Soliferrea: tumba 26, 54; tumba 43, 66 ss. (dobla-

    do en forma de 8); tumba 53 A, 93 fig. 64.8 (doblado en forma de 8); tumba 67, 109; tumba 78, 119, fig. 88.1-6; tumba 83 A, 127, fig. 97.8 (doblado en forma de 8); tumba 85, 129; tumba 86, 131, fig. 100, 2-3; tumba 86, 143, fig. 113.3; tumba 111, 155; fig. 127 (doblado en forma de 8); tumba 123, urna 1.a, 170, (doblado en forma de 8); tumba 123, urna 2.a, 170, fig. 141.2; tumba 126, 173, fig. 144.1; tumba 130, 183. (doblado en forma de 8); tum-ba 175,228; tumba 176,237. fig. 200.3-5; tumba 177, 240, fig. 201.1.

    16 F. Presedo, La necrpolis de Baza. Puales: tumba 7, 33, fig. 7.3; tumba 17, 43; tumba 67, 109; tumba 85, 129, fig. 99.7; tumba 108, 153; tumba 111, 155; tumba 213, 170 (urna 1.a); tumba 126, 173.

    17 F. Presedo, La necrpolis de Baza. Lanzas y regatn: tumba 7, 33, fig. 7.5; tumba 40, 64, regatn; tumba 55, 99, fig. 65.5; tumba 83 A, 127, fig. 97.7; tumba 151, 199, fig. 171; tumba 155, 205, punta de lanza con fuerte nervio central; tumba 176, 237 ss., figs. 199.3, 200.6.

    18 F. Presedo, La necrpolis de Baza. Manillas de escudo: tumba 9, 37, fig. 10.9; tumba 19, 48; tumba 37, 63; tumba 43, 79; tumba 55, 91; tumba 66, 108, tumba 67, 109; tumba 85, 129, fig. 99.3; tumba 108, 153; tumba 123, 170,2. urna; tumba 126,173; tumba 130,183; tumba 155, 205 ss., fig. 176.6, siete fragmentos de empuadura de escudos o manillas; tumba 163,221; tumba 166, 223; tumba 175, 228; tumba 175. 237, fig. 197.8; tumba 155, 240.

    19 C. Fernndez Chicarro. "Prospeccin arqueolgica en los trminos de Hinojares y La Guardia (Jan)". I-II.

    20 C. Fernndez Chicarro, "Prospeccin arqueolgica en los trminos de Hinojares y La Guardia I", tumba 4, 93-94.

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    de guerrero (soliferreum, falcata, regatn). Es un casco rematado por una borla de bronce, troncocnica, con cubrenuca y con bisagras laterales para el correaje o carrileras y tres eslabones formando argolla en la parte de la nuca. En la tumba de cmara (tumba XI) formando parte del ajuar tambin se en-contr un fragmento de casco, de hierro 21. Esta tumba de cmara se encon-traba violada, por ello las armas haban sido muy machacadas, nicamente quedaba de lo que debi ser un rico ajuar de guerrero, a juzgar por la super-estructura del enterramiento 22, una punta de lanza y regatn y una espada.

    Entre los ajuares funerarios pertenecientes a guerreros hay espadas o falcatas, insistimos en que no se describen 23. En la tumba XII la falcata est doblada en ngulo, ritualmente 24. El soliferreum y la punta de lanza suelen acompaar as mismo a la espada, si no en todos los casos, si en la mayora 25. En la tumba 3, junto con la espada, regatn y soliferreum hay un fragmento de escudo de bronce 26. En lneas generales el armamento del guerrero de Castellones de Ceal es muy semejante al que hemos descrito para Baza, con la salvedad de que all no se encontr ningn casco y de que en Castellones no hay noticia de que se hallaran cuchillos o puales, ni manillas de escudos.

    En la necrpolis de la Bobadilla solamente se encontr la empuadura de una falcata 27. En las necrpolis de Cstulo el armamento no se distribuye por igual. Es la necrpolis del Estacar de Robarinas la de mayor riqueza _______________

    21 C. Fernndez Chicarro. "Prospeccin arqueolgica en los trminos de Hinojares y La Guardia II", 111 ss.

    22 C. Fernndez Chicarro, "Prospeccin arqueolgica en los trminos de Hinojares y La Guardia II", 111 ss. La tumba de cmara es del tipo de las Ttugi y Tugia (Jan). Sepultura tumuliforme, recubierta la entrada con adobes y un macizo de piedras, la cmara se edific con losas de piedra arenisca, adoptando la planta rectangular. Enlucida totalmente en su in-terior y en la fachada con zcalos pintados exteriormente e interiormente. El ajuar consista en dos vasijas cinerarias conteniendo huesos y ceniza, siete vasijas vacas, 3 platos, 1 va-sito, fragmento de caso de hierro, fragmentos de armas: lanza, espada y regatn, herrajes del atalaje de un caballo, hebilla de bronce.

    23 C. Fernndez Chicarro, "Prospeccin arqueolgica en los trminos de Hinojares y la Guardia I", tumbas, 91-92; tumba 4, 93-94; tumba 5, 95; Id., "Prospeccin arqueolgica en los trminos de Hinojares y la Guardia II", tumba I, 104; tumba III, 105; tumba IV, 105-6; tumba VII, 108-109; tumba IX. 109; tumba XI, 111 ss.; t. XII, 116.

    24 C. Fernndez Chicarro, "Prospeccin arqueolgica en los trminos de Hinojares y la Guardia, II", tumba XII, 116.

    25 C. Fernndez Chicarro, "Prospeccin arqueolgica en los trminos de Hinojares y la Guardia I". Soliferrea, tumba 3, 92-93. Punta de lanza y regatn, tumba 3. 92-93; id., "Pros-peccin arqueolgica en los trminos de Hinojares y La Guardia, II", Soliferrea tumba III, 105, tumba VII, 108-109; puntas de lanza y regatn, tumba I, 104; tumba VII, 108-109; tumba XI, 109; tumba XI, 111 ss., tumba XII, 116.

    26 C. Fernndez Chicarro. "Prospeccin arqueolgica en los trminos de Hinojares y La Guardia I", tumba I, 92-93.

    27 J. Maluquer, M. Picazo, M. A. Rincn, "La necrpolis ibrica de la Bobadilla", sepul-tura 16, 14, fig. 12.

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    en enterramientos de guerreros. En cambio la necrpolis de Baos de la Muela es pobre en armas. Esto est determinando que en ella se enterraban individuos pertenecientes a estamentos de la sociedad no relacionados con la guerra, artesanos, comerciantes, agricultores, ganaderos, desde luego con escaso poder adquisitivo. De las restantes necrpolis se ha excavado poca extensin para definirnos en algn sentido.

    En la necrpolis de Baos de la Muela, con las tumbas excavadas se ha encontrado nicamente una falcata doblada ritualmente en ngulo. En la em-puadura presenta restos de decoracin de tres acanaladuras 28. Un fragmen-to de pual muy deteriorado y tres puales afalcatados con remaches (dos o tres en la empuadura para el enmangue). Los puales o cuchillos afalcata-dos, de pequeo tamao, alrededor de 20 cm. de longitud, son muy comunes en las necrpolis de Cstulo. Se encontr tambin una punta de flecha de bronce, con nervio central y tres puntas de lanza con fuerte nervio central en ambas caras, y sus regatones cnicos, adems de otros cuatro regatones 29.

    En la necrpolis de Casablanca se hall una tumba perteneciente a un guerrero de cierta importancia, que contena un ajuar de armas, las cuales formaban un conjunto, puesto que se hallaban fundidas entre s a causa del fuego de la pira. Junto al ajuar de armas se encontraba la urna conteniendo los huesos calcinados, tapada con un plato gris. Se compona el ajuar de un soliferreum, una larga punta de lanza de fuerte nervio central, un regatn, varias varillas y dos grandes cuchillos afalcatados, poco comunes por su ta-mao. Uno de ellos con un pasador y taladro para otro pasador, para sos-tener el enmangue de la empuadura 30.

    En la necrpolis de Molino de Caldona de las cinco tumbas excavadas slo ha podido recogerse: un pual de hoja triangular con restos del enman-gue y con la vaina adherida a su superficie, que conserva las anillas para su-jetarla al tahal y una punta de lanza con nervio central y su correspondiente regatn 31, todo ello en la tumba I.

    En la necrpolis de los Patos es tambin escaso el ajuar metlico.

    _______________ 28 J. M. Blzquez, "La necrpolis de Baos de La Muela", tumba XVII, 204, fig. 116. 29 J. M. Blzquez, "La necrpolis de Baos de la Muela", pual de hoja triangular, tumba

    VI, 149; puales afalcatados, tumba IX, 162, fig. 88, tumba XVI, 196, fig. 195 (dos). Punta de flecha de bronce, tumba XII, 186, fig. 106. Puntas de lanza, tumba VIII. 155, fig. 183; tumba IX, 162, fig. 88.

    30 J. M. Blzquez, "La necrpolis de Casablanca". 219-221, figs. 128 a 131, lms. XLIV, XLV y XLIX.

    31 A. Arribas, F. Molina, "La necrpolis Ibrica del Molino de Caldona, Finca Torrubia", Oretania 28-33, 1968-1969, 160-229, tumba I, 168, fig. 19.

  • 98

    En las 17 tumbas que se relacionan con ajuares han aparecido sobre to-do cuchillos afalcatados, con ensanchamientos laterales que sostenan el en-mangue y puales de hoja triangular, con acanaladuras. Debido al mal esta-do de conservacin de stos no es posible determinar qu tipo de empuadu-ra llevaban. Los mismos (puales de hoja triangular, 2) han aparecido intro-ducidos en las vainas, fundidos a ellas. Dichas vainas conservan las anillas para colgar del cinturn. El fragmento de la vaina de un pual, que no se asocia con ninguno, se halla decorada con palmetas 32. El otro tipo de arma que aparece es la punta de lanza, 7 ejemplares, siempre con fuerte nervio central, que a veces se prolonga a modo de contera. Han aparecido asimis-mo los correspondientes regatones 33.

    Una tumba excavada por A. Blanco en 1962 en la zona en que se en-cuentran las necrpolis de Robarinas y Los Patos, esto es, en la zona Oeste, extramuros de la ciudad de Cstulo, proporcion un rico ajuar en armas. La tumba, muy rica, no fue violada, a consecuencia de que careca de una su-perestructura funeraria llamativa. Las armas encontradas son las siguientes: seis puntas de lanzas y regatones con nervio central marcado las primeras. Una falcata y las hojas de otras cuatro. El enterramiento era doble 34.

    La necrpolis del Estacar de Robarinas excavada durante cuatro campaas (1973 y 1976, 1982 y 1983) es, de momento, la ms rica en enterramientos, y por tanto, en armas. Durante las campaas de excavacin de 1973 y 1976 se hall un enterramiento consistente en un kalathos en cuyo interior se de-positaron las cenizas del difunto, junto a su base el ajuar: una falcata, una punta de lanza y su regatn y un asidero de escudo 35, es decir el equipo estricto del soldado medio ibrico. En un pozo de ceniza se hall un pual afalcatado, de los que se encuentran tan abundantes en Cstulo. En el mango tiene cuatro

    _______________ 32 J. M. Blzquez, "La necrpolis Ibrica de los Patos"; cuchillos o puales afalcatados,

    tumba 1,50, fig, 12 (dos); tumba 2.61 fig. 19 (dos); tumba 10.84, fig. 36 (dos), uno con fuerte engrosamiento en la empuadura, el otro conserva restos de un remache y acanaladuras longi-tudinales en una de las caras de la hoja; tumba XIII, 90, fig. 40, conserva un fragmento de hierro de la vaina con restos de dos anillas para colgar. Puales de hoja triangular, tumba XIV, 94, fig. 41, en el pual se notan (en la hoja) una serie de acanaladuras, conserva restos de la vaina, con anilla para colgar: tumba XV, 97, fig. 44, el pual se halla introducido en la vaina a la que ha quedado soldado por el fuego de la pira; conserva restos de anillas para col-gar. Vaina decorada con palmetas, tumba XI, 87, fig. 87.

    33 J. M. Blzquez, "La necrpolis Ibrica de Los Patos"; puntas de lanza y regatones, tumba I, 50, fig. 11 (dos); tumba II, 61, fig. 19; tumba XI, 87, fig. 37 (una punta completa y fragmentos de otras dos); tumba XVI, 97, fig. 45; tumba XVII, 100, fig. 46.

    34 A. Blanco, "El ajuar de una tumba de Cstulo", AEspA 36, 1963, 40-69. especialmente 41. 35 J. M. Blzquez, J. Remesal, "La necrpolis del Estacar de Robarinas", 359, fig. 158.

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    remaches y conserva restos de la madera de la empuadura 36. Se excav una cmara, absolutamente violada, en la cual se logr an encontrar restos de lo que debi ser un importante ajuar metlico: dos fragmentos de regato-nes, un fragmento de lanza con nervio central en ambas caras y el fragmento del enmangue de una lanza nielada, tal vez un regatn. El nielado est hecho a base de plata y cobre 37.

    Durante las campaas de 1982 y 1983 38 se encontraron numerosos en-terramientos de guerreros. Uno de ellos, el ms rico, pudo pertenecer a un soldado procedente de las tribus de la Meseta, consta de una espada de ante-nas atrofiadas, su vaina, un cuchillo afalcatado, un broche de cinturn, dos puntas de flecha, dos regatones y una manilla de escudo. Espada, funda y pual estn decorados a base de damasquinado o embutido de hilos de plata limitados por otros de cobre.

    Este tipo de armas con damasquinados de plata, formando dibujos geo-mtricos, deban producir un efecto de riqueza. Las fuentes aluden repetida-mente a estas magnficas armas indgenas "un da uno de los brbaros mon-tado en un caballo se present ante los dos ejrcitos, vestido de armas res-plandecientes" (Apiano Iber 53-54. Tambin Polibio 35, 5, fragms. 31 y 13; Livio 48; Veleyo 1, 12, 4; Floro 1, 33, 11).

    El ajuar pertenece al tipo de armamento predominante en la Meseta en esta poca. Los ejemplares ms similares al de Robarinas son los de la ne-crpolis de la Osera, de Chamartn de la Sierra 39, sobre todo el hallado en la sepultura 200 40. Dicha espada est clasificada por los autores de la memoria de Chamartn de la Sierra como tipo Alccer-do-Sal.

    En general el ajuar del guerrero de Robarinas es caracterstico de un soldado de la Meseta que en el transcurso de su vida hubiera acumulado ri-quezas en la sociedad de Cstulo, tal vez como mercenarios 42.

    Los restantes ajuares de guerreros de la necrpolis del Estacar de Robarinas comprenden las armas caractersticas del Sur y le- vante falcata, punta de lanza, regatn, soliferreum, falrica, manilla de _______________

    36 J. M. Blzquez, J. Remesal. "La necrpolis del Estacar de Robarinas", 368-369. fig. 158, lm. LI.1.

    37 J. M. Blzquez, J. Remesal, "La necrpolis del Estacar de Robarlnas", 372, lm. LI.2. 38 M. P. Garca-Gelabert Prez, La necrpolis del Estacar de Robarinas, Jan: ritos y

    creencias. 39 J. Cabr, E. Cabr, A. Molinero, El castro y la necrpolis del hierro cltico, passim. 40 J. Cabr, E. Cabr, A. Molinero, El castro y la necrpolis del hierro cltico, lms.

    XXXIX, XL, XLI. 41 J. Cabr, E. Cabr, A. Molinero, El castro y la necrpolis del hierro cltico, 175. 42 M. P. Garca-Getabert Prez, La necrpolis del Estacar de Robarinas, Jan: ritos y cre-

    encias. J. M. Blzquez, M. P. Garca-Gelabert, M. Sanz, S. Rovira, "Estudio de un broche de cinturn de la necrpolis de El Estacar de Robarinas (Cstulo, Linares), Coloquio Internacio-nal sobre la Edad del Hierro en la Meseta Norte (Salamanca), en prensa.

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    escudo 43. La tumba XV 44 se compona del siguiente ajuar metlico: una falcata en buenas condiciones de conservacin, doblada ritualmente. Su lon-gitud total es de 60 cm. Presenta un filo liso que se ensancha en el centro y se estrecha en ambos laterales. La pared es de 8 mm. de grosor y su seccin biconvexa. La cruz tiene un reborde rectangular que se estrangula hacia un extremo. La empuadura conserva cuatro remaches de bronce y restos de clavos, para asegurar las cachas al alma. Un solferreum, doblado en forma de 8. Longitud 65 cm. (no se encuentra completo). Se engrosa en el centro. Una punta de lanza con enmangue cnico y nervadura central muy marcada en ambas caras. Dos regatones cnicos. Dos manillas de escudo de aletas largas. Se componen de una varilla central de seccin circular y dos aletas en los extremos. Presenta taladros rectangulares en los extremos, destinados al encaje de los remaches de sujecin. Se encontraron, adems elementos numerosos de hierro que parecen pertenecer al atalaje del vestido o a parte de los arreos y bocado de caballo. Con el ajuar tambin se hall un juego, compuesto de un dado, numerosas fichas de pizarra, con los bordes bise-lados, cuadradas, rectangulares y romboidales, otras circulares, de hueso y otras en forma de cua, tambin de hueso 45.

    Se encontr en el enterramiento IV 46 y sin que en el mismo haya indi-cios del resto del casco, el remate de la cimera, troncocnica, muy similar a la que apareci en la necrpolis de Castellones de Ceal, unida al casco de bronce, que describimos 47.

    En Levante, en el rea contestana existen numerosas necrpolis de incineracin de poca ibrica que se corresponden con grandes po- blados. Slo nos detenemos en las ms extensas, por imperativo de espacio. Son las de Cabezo Lucero en Guardamar de Segura 48, La _______________

    43 M. P. Garca-Gelabert Prez, La necrpolis del Estacar de Robarinas, Jan: ritos y cre-encias, falcata, tumba XV, fig. 41.250, lm. XXV; tumba XVIII (dos) fig. 52.318. Punta de lanza, tumba II, fig. 13.2; lm. XXIII, a (dos); tumba XV, ng. 40.251, lm. XXV. Punta de flecha, tumba IX; tumba XV, fig. 40.251, lm. XXV. Falrica, tumba XIX, fig. 57.344. Regatn, tumbas II, VIII, IX, fig. 25.101; lm. XXIV; tumba XV (dos), fig. 40.251, b, c, lm. XXV; tumba V.

    44 M. P. Garca-Gelabert Prez, La necrpolis del Estacar de Robarinas, Jan: ritos y cre-encias, figs. 35, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43; lms. XXV, XXVI.

    45 M. P. Garca-Gelabert Prez, La necrpolis del Estacar de Robarinas, Jan: ritos y cre-encias. figs. 38, 39, lm. XXVI.

    46 M. P. Garca-Gelabert Prez, La necrpolis del Estacar de Robarinas, Jan: ritos y cre-encias, fig. 38.493.

    47 Vid. nota 20. 48 A. Jodin, E. Llobregat, P. Rouillard, J. Uroz, "Fouilles du site ibrique de Cabezo

    Lucero (Guardamar del Segura. Alicante). Premire campagne 1980", MCV XVII, 1981,521-29. C. Aranegui, A. Jodin, E. Llobregat, P. Rouillard, J. Uroz, "Fouilles du site ibrique de Cabezo Lucero (Guardamar del Segura, Alicante). Deuxime campagne, 1981", MCV XVIII, fasc. 1, 1982, 427-436: Id., "Fouilles du site ibri- que du Cabezo Lucero (Guardamar del Segura, Alicante). Troisime campagne, 1982,

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    Albufereta en Tossal de Manises 49, La Solivella, Alcal de Xivert 50, Corral de Saus, Mogente 51 y en Murcia el Cabecico del Tesoro, Verdolay 52 y el Cigarralejo, Mula 53. En todas se han hallado numerosos ajuares de solda-dos, con el bagaje clsico ibero, falcata, lanza, regatn, soliferreum en me-nos porcentaje falrica, manillas de escudo, y a veces, armas intrusivas del mundo de la Meseta, como espadas o puales de antenas.

    La necrpolis de Cabezo Lucero se data en su primera fase de utilizacin en el ltimo cuarto del siglo V y primera mitad del siglo IV a. C. 54 y sigue en funcionamiento hasta el segundo cuarto del siglo IV a. C. al menos 55. Esta ne-crpolis levantina guarda con la del Estacar de Robarinas extraordinarias analo-gas 56. Los ajuares que acompaan a las incineraciones, aparte de las cermi-cas, ticas, ibricas, joyas, adornos, comunes en la mayora, con ms o menos frecuencia, conforme al poder adquisitivo de los familiares de los difuntos, se componen, siempre en el caso de los guerreros, que es el que tratamos en este trabajo, de un amplio nmero de armas: soliferrea, puntas y regatones de lanza, puales, asideros de escudo, falcatas. En general las armas estn orientadas Este-Oeste 57, y hay que destacar que cuando hay un conjunto de armas parece que se depositaban dentro del escudo, vuelto con la cara exterior hacia la tierra 58. Un ajuar clsico en Cabezo Lucero es el siguiente, encontrado en una tumba datada en la segunda mitad del siglo V a. C.59: una o dos falcatas, dos puntas de

    _______________ MCV XIX, fase. 1, 1983. 487-496; Id., "Fouilles du site ibrique de Cabezo Lucero (Guar-damar del Segura, Alicante). Cinqulme campagne, 1985", MCV XXII, 1986, 549-558. E. Llobregat, Cabezo Lucero, en Arqueologa de Alicante 1976-1986, addenda I: Vega Baja del Segura, Alicante 1986, 14-16.

    49 F. Rubio, La necrpolis ibrica de la Albufereta de Alicante, Valencia 1986. 50 D. Fletcher, La necrpolis de la Solivella (Alcal de Chivert), Valencia 1965. 51 D. Fletcher, La necrpolis ibrica del Corral de Saus (Mogente, Valencia), Valencia 1977. 52 G. Nieto, "Noticia de las excavaciones realizadas en la necrpolis hispnica del Cabe-

    cico del Tesoro, Verdolay (Murcia)", BSEAA IV, 1936-40. VI, 1939-1940; id. "La necrpo-lis hispnica del Cabecico del Tesoro, Verdolay (Murcia)", BSEAA X, 1944; Id., "Una se-pultura del Cabecico del Tesoro con braserillo ritual". AEspA 43, 1970, 62-88.

    53 E. Cuadrado, La necrpolis ibrica de "El Cigarralejo'' (Mula, Murcia), BPH XXIII, Madrid 1987, con toda la bibliografa anterior.

    54 A. Jodin, E. Llobregat, P. Rouillard, J. Uroz, "Fouilles du site ibrique de Cabezo Lu-cero", MCV XVII, 529.

    55 C. Aranegui, A. Jodin, E. Llobregat, P. Rouillard, J. Uroz, "Fouilles du site ibrique de Cabezo Lucero", MCV XDC, 491.

    56 M. P. Garca-Gelabert Prez, La necrpolis del Estacar de Robarinas, Jan: ritos y creencias, 305 ss.

    57 C. Aranegui, A. Jodin, E. Llobregat, P. Rouillard, J. Uroz. "Fouilles du site ibrique de Cabezo Lucero", MCV XIX, 491.

    58 E. Llobregat, Cabezo Lucero, 15. 59 C. Aranegui, A. Jodin, E. Llobregat, P. Rouillard, J. Uroz, "Fouilles du site ibrique de

    Cabezo Lucero", MCV XXII, 554.

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    lanza, dos o tres soliferrea (la duda entre el nmero de elementos se debe a que se hallan muy fragmentadas). Las falcatas siempre se orientan Este-Oeste 60. En la tumba 5 durante la excavacin de 1984 se encontr un pecto-ral de bronce repujado 61.

    La necrpolis de la Albufereta fue excavada en 1932 hasta 1936. Debi tener hasta 400 tumbas. Desgraciadamente no se conoce bien la disposicin de las mismas ni el material recuperado 62. En la necrpolis de la Albufereta consta que el difunto se quemaba en el lugar donde se encontraron sus ceni-zas, con las armas colocadas sobre l. Incluso en un enterramiento se encon-tr la empuadura de la falcata en la cintura 63. El armamento consiste en el usual, falcatas, puntas de lanza, regatones. En las sepulturas en que se halla una falcata suele faltar la cermica 64. Cronolgicamente se sita desde el siglo IV hasta aproximadamente el 250 a. C. 65

    De la necrpolis del Cabecico del Tesoro no se pueden extraer datos pues falta el estudio de conjunto.

    En la necrpolis del Cigarralejo hay ms de 494 tumbas excavadas 66. No se puede asegurar si las armas se quemaban conjuntamente con el cad-ver 57. Solan colocarse con un cierto orden a ambos lados de la urna cinera-ria o, en ocasiones, se haca un paquete con las armas y se introduca con-juntamente con las cenizas en la urna 68. En el Cigarralejo las armas desapa-recen a partir del siglo III a. C. 89 La datacin de esta necrpolis oscila desde finales del siglo V a. C. hasta mediados del siglo I a. C. 70

    Son muy numerosas las armas encontradas en la necrpolis del Cigarralejo: falcatas, que solan ir suspendidas de un tahal, -se conser- van las argollas-, terciadas, pendientes de una ancha correa que pasa- ba sobre el hombro 71, lanzas y regatones 72, puntas de flecha, solife- rrea. Aparecieron, asimismo dos puales de hoja triangular con aca- naladuras y antenas atrofiadas 73, y una espada que el excavador de

    _______________ 60 E. Llobregat, Cabezo Lucero, 15. 61 C. Aranegui, A. Jodin, E. Llobregat, P. Rouillard, J. Uroz, Fouilles du site ibrique de

    Cabezo Lucero, MCV XXI. 394. 62 F. Rubio, La necrpolis ibrica de la Albufereta, 21. 63 F. Rubio, La necrpolis ibrica de la Albufereta, 341, 389-90. 64 F. Rubio, La necrpolis ibrica de la Albufereta, 341. 65 F. Rublo, La necrpolis ibrica de la Albufereta, 385-86. 66 E. Cuadrado, La necrpolis ibrica de "El Cigarralejo", 27. 67 E. Cuadrado, La necrpolis ibrica de "El Cigarralejo", 28. 68 E. Cuadrado, La necrpolis ibrica de "El Cigarralejo", 28 ss. 69 E. Cuadrado, La necrpolis ibrica de "El Cigarralejo", 597. 70 E. Cuadrado, La necrpolis ibrica de "El Cigarralejo", 44. 71 E. Cuadrado, La necrpolis ibrica de "El Cigarralejo", 93. 72 E. Cuadrado, La necrpolis ibrica de "El Cigarralejo", 85. 73 E. Cuadrado, "Puales de antenas en territorio ibrico", 285.

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    la necrpolis asigna a la poca y cultura de la Tne Antigua 74, provista de su funda metlica. Se hall en la tumba 54 75. La empuadura se ha perdido, pues debi ser de material perecedero. La hoja es de seccin romboidal con mesas que al unirse determinan una arista longitudinal. La suspensin del arma tiene elementos anlogos a los de las falcatas, soldados a la funda. Aade E. Cuadrado que esta espada es sin duda una novedad que algn gue-rrero trajo de la zona celtibrica, bien como trofeo ganado en combate o tal vez importada de allende el Pirineo 76. Se documentan tambin escudos cir-culares y cncavos (caetra) y oblongos y alargados (scutum); de ambos slo se conservan, como es usual, las manillas 77. En el Cigarralejo no hay cascos entre los ajuares guerreros, lo que hace pensar que pudieran ser de cuero, tal como los hemos descrito ms arriba 78.

    En la Meseta, entre sus tribus, de fuerte componente tnico celta, la tipo-loga de las armas es muy diferente. A los efectos de este trabajo circunscribi-mos el estudio del armamento, por lo que respecta a Celtiberia, al rea mese-tea. Predomina ampliamente la espada corta, con/sin antenas, stas ms o menos desarrolladas, sobre la falcata. El pual de hoja triangular con frontn en el pomo, con antenas, es muy popular. Las vainas de espadas y puales suelen estar decoradas, al igual que lo estn las empuaduras de aqullos, con hilos embutidos en plata o cobre, formando adornos geomtricos. La caetra se encuentra indistintamente en ambas zonas geogrficas. Fue un escudo que goz de extraordinaria popularidad entre todos los pueblos hispanos, a conse-cuencia del modo de pelear, que exiga amplia libertad de movimiento. La lanza, soliferreum, falrica, punta de flecha no sufre demasiadas transforma-ciones de un mundo a otro. Los cascos son como en el Sur y Levante, de cuero, y ms tarde, por influencia romana, en algunos casos, imitacin del usado por los legionarios. Tambin se encuentran en las grandes necrpolis, sobre todo en las tumbas con cierto grado de riqueza, las faleras.

    Las necrpolis de los grandes castros vetones, especialmente la de las Cogotas y la de Chamartn de la Sierra, en vila, son ampliamente ilus-trativas de los ajuares utilizados por los guerreros.

    En la necrpolis de las Cogotas se excavaron ms de 1.500 tumbas, de las que alrededor de veinte contenan armas de gran calidad. Estas

    _______________ 74 E. Cuadrado, La necrpolis ibrica de "El Cigarralejo", 85. 75 E. Cuadrado, La necrpolis ibrica de "El Cigarralejo", fig. 59. 76 E. Cuadrado, La necrpolis ibrica de "El Cigarralejo", 85. 77 E. Cuadrado, La necrpolis ibrica de "El Cigarralejo", 88-91. 78 E. Cuadrado, La necrpolis ibrica de "El Cigarralejo", 92.

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    son seis espadas de antenas atrofiadas. Seis puales de tipo Miraveche. Dos puales con frontn en el pomo. Un pual doble globular. Las guarniciones completas o parciales de las vainas de las espadas se decoraron con damasqui-nado de plata, as como determinadas empuaduras de espadas y puales 79.

    Con relacin a la costumbre generalizada en todas las tribus de quemas o inutilizar las armas del guerrero, una vez que este mora, J. Cabr 80 indica que una de las causas principales del desarrollo de la metalurgia se deba precisamente a ello, a que las armas solamente eran usadas por su primer propietario, puesto que al morir se enterraban con l.

    En la necrpolis de la Osera, de Chamartn de la Sierra, se han localiza-do 2.230 tumbas 81. Las armas, clavadas verticalmente, aparecen general-mente junto a la urna. En ocasiones forman un paquete delante de la urna o se encuentran desperdigadas a su alrededor. En los ajuares ms ricos de gue-rreros las urnas de cermica se sustituyen por calderos de bronce. En los ajuares de la Osera son numerosas las armas, espadas, puales, ambos con antenas, entre las que destacan las de tipo Alcacer-do-Sal y de Arcbriga. Todas ellas con bellos diseos geomtricos realizados con damasquinados de plata, al igual que las vainas que las acompaan. Estas tienen, en ocasio-nes pasadores para la sujecin de una funda interior de cuero y abrazaderas exteriores para el alojamiento de pequeos cuchillos afalcatados 82. En La Osera solamente se han hallado restos de una coraza o falera 83.

    En la Meseta Sur, en las actuales provincias de Guadalajara y So- ria se conocen grandes y numerosas necrpolis. En su mayora fueron excavadas a principio de siglo por el Marqus de Cerralbo 84. En

    _______________ 79 J. Cabr, Excavaciones en las Cogotas, (Cardeosa, vila). La necrpolis, T. II, JSEA

    120, 1932, passim. 80 J. Cabr, Excavaciones en las Cogotas II. 147. 81 J. Cabr, E. Cabr, A. Molinero, El castro y la necrpolis del hierro cltico de Cha-

    martn de la Sierra, (vila). Acta Arqueolgica hispnica V, 1950, passim. 82 J. Cabr, E. Cabr, A. Molinero, El castro y la necrpolis del hierro cltico de Cha-

    martn de la Sierra, sobre todo lms. XXXLX, XL, XLI y especialmente la vaina y la espa-da de la sepultura 509, lm. LXXIX y las de la sepultura 182, lm. XXXIV.

    83 J. Cabr, E. Cabr, A. Molinero, El castro y la necrpolis del hierro cltico de Cha-martn de la Sierra, sepultura 350, lm. LIV.

    84 E. Aguilera y Gamboa, Pginas de historia patria por mis excavaciones arqueolgi-cas, 5 tomos. Indita; Id., El Alto Jaln. Descubrimientos arqueolgicos, Madrid 1909. Id., Les necropoles ibriques, Genve 1912; Id., Las necrpolis ibricas, Madrid 1916. Cf. J. L. Argente Oliver, Los yacimientos de la coleccin Cerralbo a travs de los materiales conser-vados en los fondos del Museo Arqueolgico Nacional, XIV Congreso Arqueolgico Na-cional. Vitoria 1975, 587-598; id., La necrpolis celtibrica de "El Altillo" en Aguilar de Anguila (Guadalajara). Resultados de la campaa de excavacin de 1973, Wad-al-Hayara 4, 1977, 99-141. M. Paz Escribano, La necrpolis cltica de El Atance (Guadalajara). Wad-al-Hayara 7, 1980, 35-58.

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    Guadalajara: Aguilar de Anguila, Arcbriga, en el lmite entre Soria, Zara-goza y Guadalajara, Atance, Carabias, Clares, Garbajosa, Higes, Hortezuela de Ocn, La Cava, Luzaga, La Olmeda, Padilla, Valdenovillos. En Soria Alpanseque 85. Otras necrpolis de la Meseta Sur son la de Atienza y Riba de Saelices en Guadalajara 86, Prados Redondos y Molina de Aragn, tam-bin en Guadalajara 87, La Requijada en Gormaz y La Mercadera, ambas en Soria 88, entre otras.

    En la necrpolis de Aguilar de Anguita se descubrieron alrededor de 5.000 sepulturas 89. Su cronologa va del siglo VI al II-I a. C.90. En general las necr-polis celtibricas comprenden un perodo en el que sus formas de vida y cos-tumbres se van transformando, en parte por su evolucin propia, en parte por el aporte de nuevos grupos humanos 91. En la primera etapa de estas necrpolis, fundamentalmente siglo VI y primera mitad del siglo V a. C., los ajuares son pobres, las cermicas estn modeladas a mano. La mayora de las armas que describimos y enumeramos, si no todas, pertenecen a la poca de apogeo de la cultura celtibrica, ltimo tercio siglo V, hasta finales del siglo IV a. C.

    En nueve de las ms ricas sepulturas de Aguilar de Anguita se encontraron faleras o pectorales de bronce 92. En la necrpolis de Cara- bias se conservaron cuatro discos de bronce pectorales, con decora- cin geomtrica. Tambin en la necrpolis de Prados Redondos se recuperaron fragmentos pertenecientes a placas 93. En escultura se _______________ J. Requejo, "La necrpolis celtibrica de Carabias (Guadalajara)", Wad-al-Hayara 5, 1978, 49-62. A. Daz Daz, "La cermica de la necrpolis celtibrica de Luzaga, Guadalajara, conservada en el MAN", RABM 79, 1976. M. R. Garca Huerta, "La necrpolis de la Edad del Hierro de la Olmeda (Guadalajara)", Wad-al-Hayara 7, 1980, 9-34. M. L. Cerdeo. "La necrpolis celtibrica de Valdenovillos (Guadalajara)", Wad-al-Hayara 3, 1976, 5-26.

    85 E. Aguilera y Gamboa. Necrpolis ibricas, 1916, 55. 86 J. Cabr, Excavaciones en la necrpolis celtibrica del Altillo de Cerropozo, Atienza

    (Guadalajara), JSEA 105, 1930. E. Cuadrado, Excavaciones en la necrpolis celtibrica de Riba de Saelices. Guadalajara. EAE 60, 1964.

    87 M. L. Cerdeo, "Prados Redondos (Sigenza)", Wad-al-Hayara 4, 1977, 255-257; Id.. "La necrpolis cltica de Sigenza (Guadalajara)", Wad-al-Hayara 6, 1979, 49-75. D. Fer-nndez-Gallano. J. Valiente, E. Prez Herrero, "La necrpolis de la Primera Edad del Hie-rro de Prados Redondos (Slgenza, Guadalajara). Campaa 1974", Wad-al-Hayara 9, 1982, 9-36. M. L. Cerdeo, R. Garca Huerta. M. de Paz, "La necrpolis de Molina de Aragn (Guadalajara). Campos de urnas en el este de la Meseta", Wad-al-Hayara 8, 1981, 9-84.

    88 Cf. B. Taracena, Excavaciones en la provincia de Soria. JSEA 119, 1931; Id., La ne-crpolis de la Mercadera (Soria). JSEA 119, 1932. Tambin, M. L. Cerdeo, Enterramien-tos tumulares de la Meseta oriental, NAH 11, 1981, 199-205.

    89 E. Aguilera y Gamboa, Necrpolis ibricas, 1916, 11. 90 J. L. Argente, "La necrpolis celtibrica de 'El Altillo' en Aguilar de Anguita", 140. 91 J. L. Argente, "La necrpolis celtibrica de 'El Altillo' en Aguilar de Anguita", 140-141. 92 E. Aguilera y Gamboa, Pginas de historia patria por mis excavaciones arqueolgi-

    cas, T. III, 14, lms. VI-VII-VIII. 93 J. Requejo, "La necrpolis celtibrica de Carabias", 57. D. Fernndez-Gallano, J. Va-

    liente, E. Prez de Herrero, "La necrpolis de la Primera Edad del Hierro de Prados Redon-dos", tumba 9, fig. 24, 10.

  • 106

    refleja este tipo de discos protectores en los guerreros de Porcuna que des-cribimos ms adelante y en el torso del guerrero de Ilici 94.

    En Aguilar slo se encontraron dos falcatas, en cambio se encontraron 34 espadas de antenas, ms o menos desarrolladas, la mayora dobladas ri-tualmente en ngulo. El largo medio de las espadas de Aguilar es de 40 cm., lo que concuerda con la medida que da Polibio para la espada ibrica, de un pie y tres a cuatro pulgadas, es decir 36 cm. Algunas tienen damasquinado de plata y cobre que representan dibujos geomtricos, menandros, rayas, vo-lutas. Las vainas deban ser de madera o cuero con los bordes de hierro cala-do o decorado tambin con damasquinado de plata y cobre, como las espa-das a las que pertenece. Tienen dos anillas de suspensin en un lado, lo que indica que las llevaban cruzadas a la manera de las falcatas. Y algunas un cajetn para el cuchillo. Los cuchillos y puales se encontraron en las sepul-turas junto a las lanzas y dems armas, con la particularidad de que las tum-bas ms ricas contienen en el ajuar, adems de la espada de antenas, lanza, piezas de escudo, ms de un cuchillo, a veces hasta tres. Son cuchillos afal-catados, de los cuales se conservan algunos trozos de las cachas, que pueden ser de hueso grabado con pequeos crculos concntricos. La media de los cuchillos vara entre 9 a 18 cm. de longitud 95.

    Entre el ajuar de una tumba 96 se encontr un casco con cubrenuca y ca-rrilleras. Tiene 21 cm. de alto por 25 cm. de ancho, desde el borde medio de su cubre faz hasta el surco central que le divide en dos mitades iguales. En cuanto a los escudos no se han encontrado completos, si como suponemos eran de cuero, mas si aparecen las manillas y, en algunos casos, el umbo, de hierro, que a veces tiene una sencilla ornamentacin geomtrica incisa 97.

    Como ejemplo ilustrativo de los ajuares que se hallaron en las tumbas de los guerreros enterrados en Aguilar de Anguita describimos los siguientes: ajuar 1. Un serretn para domar caballos, umbo de escudo, manillas de escudo, fbula hispnica, espada de antenas, lanza (dos), dobladas, un soliferreum (doblado en forma de 8), un bocado de caballo, ornamentos de bronce para pecho espalda y

    _______________ 94 A. Blanco, Historia del Arte Hispnico I. La Antigedad 2, Madrid 1978. 50, fig. 11.

    A. Garca y Bellido, Arte Ibrico en Espaa, Madrid 1980, 44, fig. 52. 95 Anlisis de armamento en la Meseta, cf. W. Schule, Die Meseta Kulturen der Ibe-

    rischen Halbinsel Berln 1969. Tambin H. Sandars, The Weapons of the Iberians, passim. 96 E. Aguilera y Gamboa, Pginas de historia patria por mis excavaciones arqueolgi-

    cas, T. III, 57. lm. XXXVII. nmeros 2-3. 97 E. Aguilera y Gamboa, Pginas de historia patria por mis excavaciones arqueolgi-

    cas, T. III, 45.

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    hombros, repujados (falera). Ajuar 2. soliferreum doblado en forma de 8, espada de antenas, lanza (dos), regatn (dos), falera, umbo de escudo, casco de bronce, al que ya se aludido arriba. Todo se haba colocado despus de la incineracin bajo el fuerte peso de una gran piedra. Ajuar 3, una espada de antenas, dos lanzas con sus regatones, un bocado de caballo, un cuchillo, una falera. Ajuar 4, un soliferreum doblado ritualmente en forma de 8, es-pada de antenas, un disco de bronce pectoral, un cuchillo, una lanza, un bo-cado de caballo, un serretn para la doma y piezas sueltas de un casco de bronce y el umbo de un escudo 98.

    La necrpolis de El Atance se encuentra en funcionamiento desde el siglo VI a. C., y perdura hasta poca romana en el siglo II a. C. La primera fase se alarga hasta principios del siglo IV a. C. y la segunda fase desde este momento hasta su finalizacin 99. Se recuperaron 19 espadas de antenas y de la Tne, todas dobladas ritualmente. Las de antenas llevan nielados de plata y cobre excepto una. Su hoja suele ser pistiliforme con nervaduras centrales. Las espadas tipo de la Tne son de hoja triangular con nervaduras centrales poco pronunciadas y de mayor longitud que las de antenas, alrededor de 75 cm. 100. Hay tambin cuchillos de hoja curva, afalcatados, puntas de lanza, regatones, pilum, soliferreum y vainas de espada, mas al contrario de las grandes necrpolis en sta tales armas son escasas. En general la mayora de los ajuares son pobres, hecho que recalca el Marqus de Cerralbo 101.

    En la necrpolis de Carabias se encontraron por lo menos 197 tumbas. La cronologa de la necrpolis va desde el siglo VI a. C, hasta los primeros mo-mentos de la conquista romana, siendo el perodo de mayor utilizacin desde el siglo VI hasta el III a. C. 102. En los ajuares hay espadas de antenas atrofia- das (diez) y falcatas (dos), tambin soliferrea (3 doblados), cuchillos afalca-tados y rectos 42, puntas de lanza 47, (15 con nervio central, 13 de seccin plana, 13 de seccin romboidal, regatones 27 y vainas de espada 8, una de ellas con cajetn para el pual; manillas y umbo de escudo (11 fragmentos) 103. En las

    _______________ 98 E. Aguilera y Gamboa, Necrpolis ibricas, 1916, 33 ss., lms. VI,VII; Id., Pginas de

    Historia patria por mis excavaciones arqueolgicas, lms. CXXII, CXXIII. 99 M. de Paz Escribano, "La necrpolis cltica de El Atance", 57. 100 M. de Paz Escribano, "La necrpolis cltica de El Atance", espadas de antenas, 52,

    fig. 2, 5; espadas tipo La Tne, fig. 2, 6. Cuchillos, lanzas, regatones, 53 ss. 101 E. Aguilera y Gamboa, Las necrpolis ibricas, 1916, 25. 102 J. Requejo, "La necrpolis celtibrica de Carabias", 62. 103 J. Requejo, "La necrpolis celtibrica de Carabias", espada antenas, fig. 2.a; falcata,

    fig. 2.b; asas y umbo de escudo, 59; cuchillos, soliferrea, pilum, puntas de lanza, regatones, vainas de espada, 56-57.

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    necrpolis de Higes y Arcbriga se encontraron asimismo vainas de espada con un cajetn para el pual 104.

    En la necrpolis de la Olmeda, fechada desde fines del siglo VII a. C. hasta el siglo III a. C., con un perodo de apogeo en la segunda mitad del siglo VI y comienzos del siglo IV a. C, 105, hay una gran placa de bronce que pudiera ser un escudo fragmentado 106. El material de esta necrpolis se encontraba, cuando se acometi su estudio, muy revuelto en el Museo Ar-queolgico Nacional; no obstante, se pudieron inventariar seis espadas de antenas atrofiadas; las restantes, hasta 24, son del tipo denominado de la Tne; 21 fragmentos de puntas de lanza, de los cuales ocho tienen nervio central, prolongacin del cubo de seccin circular; 10 regatones; nueve frag-mentos de cuchillos afalcatados; un soliferreun. Este arma es poco frecuente en las necrpolis celtibricas; en Aguilar de Anguita slo se encontr uno y en la de Carabias, muy cercana a la de la Olmeda, tres fragmentos 107. Hay tambin un fragmento de falcata 108.

    En la necrpolis de Valdenovillos se excavaron al menos 103 tumbas; no hay en la misma gran abundancia de metal, sobre todo hierro. Se encon-tr entre los materiales fabricados en hierro una espada de antenas atrofiadas de hoja triangular y empuadura cilndrica ms abultada en el centro, con nielados de oro y plata que componen un diseo geomtrico a base de cua-drados. Se encontraba doblada ritualmente. Tambin se recuper un cuchillo afalcatado, varios regatones cnicos y alguna punta de lanza con leve nerva-dura central 109. Cronolgicamente la necrpolis se sita en funcionamiento a partir del siglo VII a. C., finales, hasta el siglo IV a. C.; su mayor apogeo es en el siglo V a. C. 110.

    _______________ 104 E. Aguilera y Gamboa, Las necrpolis ibricas, 1916, fig. 16.1. fig. 16.2. 105 M. R. Garca Huerta, "La necrpolis de la Edad del Hierro en la Olmeda", 33. 106 M. R. Garca Huerta, "La necrpolis de la Edad del Hierro de la Olmeda", fig. 1. 107 Para Aguilar de Anguita cf. J. L. Argente Ollver, "Las fbulas de Aguilar de Anguila",

    Trabajos de Prehistoria 32, 1974, 195; para Carabias, J. Requejo Osorio, "La necrpolis de Carabias", 58.

    108 M. R. Garca Huerta, "La necrpolis de la Edad del Hierro en la Olmeda", 29. 109 M. L. Cerdeo, "La necrpolis celtibrica de Valdenovillos", lm. IV, 1-2, espada de

    antenas, 3-5, punta de lanza; 6-7, regatn, 8 cuchillo afalcatado. 110 M. L. Cerdeo, "La necrpolis celtibrica de Valdenovillos", 26.

  • 109

    ESTUDIO DE LAS ARMAS A TRAVS DE LAS REPRESENTACIONES PLSTICAS

    ESCULTURA DE BULTO REDONDO Obulco

    En Porcuna, la antigua Obulco, se hall un importante conjunto escul-trico, datable en la segunda mitad del s. V a. C. 111.

    Las esculturas representan soldados, cazadores, sacerdotes, animales reales o fantsticos, etc.

    En general, las armas representadas en Obulco son propias de los gue-rreros de la Meseta. Ante ello cabe sospechar que se trate de representacio-nes de soldados contratados por los jefes locales como tropa mercenaria, de la cual hay constancia en las fuentes: el historiador latino Tito Livio afirma que los celtberos son mercenarios de los turdetanos (34.19).

    Se representa la caetra 112, la espada corta indgena mesetea, algunas de las cuales llevan en la vaina un pequeo cajetn en el que se aloja un pu-al, la falcata ibrica 113 y la falera 114. Un guerrero porta un carcaj 115. Otro est representado con el cuerpo atravesado por una lanza de grueso nervio central 116. Algunos protegen la cabeza con cascos de diversos tipos, desde el sencillo casquete de cuero al casco de tipo jonio con penacho 117 y el cuerpo con petos o coseletes 118.

    _______________ 111 J. A. Gonzlez Navarrete. Escultura ibrica de Cerrillo Blanco. Porcuna, Jan, Jan,

    1987, 22. 112 J. A. Gonzlez Navarrete, Escultura ibrica de Cerrillo Blanco; caetra portan: un

    guerrero con caballo, escultura n. 5; y varios infantes: esculturas n. 6, 7 y varios fragmentos de escultura: caetra asida, 41; fragmento de caetra, 42; fragmento de caetra con umbo, 43.

    113 J. A. Gonzlez Navarrete, Escultura ibrica de Cerrillo Blanco; espada corta envai-nada, con cajetn para alojar el pual: escultura n. 5. Vaina con cajetn: escultura n. 7. Es-pada con puo redondo y antenas atrofiadas, escultura n. 8. Falcatas: n. 43, 44, con cabeza de pjaro en pomo n. 13. Pual (vaina) n.t 45. Espada (vaina) n. 11.

    114 J. A. Gonzlez Navarrete, Escultura ibrica de Cerrillo Blanco; la falera est repre-sentada en la escultura con guerrero y caballo, n. 5, en las esculturas n. 9, n. 11, n. 52.

    115 J. A. Gonzlez Navarrete, Escultura ibrica de Cerrillo Blanco; guerrero con carcaj a la espalda, escultura n. 11.

    116 J. A. Gonzlez Navarrete, Escultura ibrica de Cerrillo Blanco; guerrero con el cuerpo atravesado por una lanza, escultura n. 8.

    117 J. A. Gonzlez Navarrete, Escultura ibrica de Cerrillo Blanco; el casco se representa en una magnifica cabeza de guerrero, escultura n. 1, de cuero con realce frontal. En un fragmento de cabeza, escultura n. 3, con forma de voluta en el refuerzo del casco. Frag-mento de cabeza, escultura n. 2, similar al n. 1, completa su diseo, pues este conserva el guardanuca. Escultura con casquete, n. 4. Gorro con guardanuca en las esculturas n. 8 y n. 12. Escultura de dos atletas en lucha, portan ambos casquete de cuero, n. 24.

    118 J. A. Gonzlez Navarrete, Escultura ibrica de Cerrillo Blanco; peto o coselete, es-culturas n. 5, n. 6, n. 8, n. 9.

  • 110

    Exvotos ibricos

    Se han encontrado muy numerosos en los santuarios ibricos de Despe-aperros, en Collado de los Jardines, Santa Elena y de Castellas de Santis-teban, ambos en la provincia de Jan 119. En el primero se han recuperado alrededor de 6.000 figurillas y en el segundo 3.000 120. Tambin en el san-tuario de Nuestra Seora de la Luz, Murcia.

    Los exvotos, en su mayora en bronce, son representaciones de hom-bres y mujeres que cumplen un acto religioso, oracin y ofrenda. Muchos ofrecen armas, cuyo gesto proviene probablemente de los ritos de proteccin del guerrero 121. Relacionamos algunos ejemplos de portadores de armas.

    Una serie muy caracterstica de los exvotos ibricos son los guerreros des-nudos, con el sexo muy marcado. Uno de ellos porta la caetra con umbo 122. Otro presenta sus armas en actitud oferente: en la mano derecha sostiene un pual o espada corta, en la izquierda la caetra. Ambos guerreros son una fiel representacin del guerrero hispano del siglo IV a. C., por sus armas 123. Otro guerrero, de factura muy tosca, ofrece sus armas con ambas manos, en la izquierda una minscula caetra con umbo y en la derecha un pual corto, muy tosco 124. Un ltimo guerrero desnudo, muy tosco, con un enorme sexo, _______________

    119 Sobre los santuarios, cf. A. Garca y Bellido, Los pueblos de la Espaa Ibrica, Espaa Prerromana 1.3, con bibliografa menuda muy abundante; Id., Arte ibrico en Espaa, 1980. G. Nicolini, Bronces ibricos, Madrid 1977; id,. Les bronzes figurs des sanctuaires ibri-ques, Pars 1969; id., "A propos de l'archasme ibrique: trois ttes du Llano de la Consola-cin au Muse du Louvre", Homenaje a A. Garca y Bellido III, Madrid 1977, 25 ss. E. Kukahn, "Unas relaciones especiales entre el arte oriental griego y el Occidente", Simposio de Colonizaciones, Barcelona 1974, 109 ss. P. A. Lillo, "Las religiones indgenas de la Hispania antigua en el sudeste peninsular. El santuario del Recuesto (Cehegn), Anales de la Universi-dad de Murcia. Filosofa y Letras 37, 1979-1980, 195 ss; id., "Consideraciones acerca de la escultura ibrica en el rea murciana. Necrpolis y santuarios", Anales de la Universidad de Murcia. Filosofa y Letras 38, 1981, 37 ss. Otros santuarios han sido publicados por J. Vicent, "Excavaciones en el santuario hispano roma de Santa Brbara (La Vilavlla de Nules, Plana Baixa)", Cuadernos de Prehistoria y Arqueologa Castellonenses 6, 1979, 181 ss. M. Tarra-dell, "Santuaris ibrics i ibero-romans a 'Lloc alts'". Memoria de l'Insttut d'Arqueologia i Prehistria de l'Universitat de Barcelona, 1979, 35 ss, clasifca los santuarios ibricos en dos grandes grupos. En el primero entran los santuarios que se encuentran junto a poblados: Ciga-rralejo (Mula), La Luz, ambos en Murcia; La Serreta de Alcoy y Ullastret. Al segundo perte-necen aqullos que no tienen vinculacin aparente con algn poblado, como los de El Coll (Susqueda), Mont Agullar (Barcelona), Sant Gervasi "Aderr" )Vilanova i La Geltr), L'Areny (Campo de Tarragona), Santa Brbara y Muntanya Frontera (Sagunto). El llano de la Consolacin ha sido publicado por M. C. Martn. "El supuesto santuario Ibrico del Llano de la Consolacin (Montealegre del Castillo, Albacete), Habis 1979-1980. 233 ss.

    120 G. Nicolini, Bronces ibricos, 17 ss. para los tres santuarios citados. 121 G. Nicolini, Bronces ibricos, 29 ss., 34 ss. 122 G. Nicolini, Bronces ibricos, 68, n. 15. Procede de Collado de los Jardines. 123 G. Nicolini, Bronces ibricos, 120. n. 41. Procede de Collado de los Jardines. 124 G. Nicolini, Bronces ibricos, 126. n. 44. Procede de los Altos de Sotillo, Castellar

    de Santisteban.

  • 111

    presenta en sus manos unas armas muy esquemticas, en la izquierda la caetra y en la derecha algo que podra ser un arma de filo cortante, de la que no se puede especificar su nombre 125.

    Tambin se encuentra numerosas representaciones de guerreros vestidos, uno de ellos porta una tnica corta y encima una capa. La caetra le lleva a la espalda y en la mano izquierda sujeta dos soliferrea o venablos, en el costado derecho se aprecia una falcata con empuadura de cabeza de pjaro 126. De poca tarda es un exvoto vestido con tnica corta, al parecer una coraza de lino, punteada en cuadrcula y el cabello trenzado y recogido en la nuca para protegerla cuando entrara en combate (Estrabn, III, 3, 7). En la mano iz-quierda sujeta firmemente una caetra muy semejante a las representadas en las esculturas de Obulco, y en la mano derecha parece asir un pual o una falcata corta. Por el inicio del movimiento habra que datar esta figurilla al-rededor del siglo III a. C. 127.

    Guerreros lusitanos

    Son esculturas de bulto redondo, de factura tosca, aparecen derechos, hierticos. Ostentan en posicin central la caetra, sujeta con correas al brazo izquierdo. En la mano derecha empuan un pual corto, triangular, envaina-do. Una escultura de Santa Comba de Basto presenta en la mano derecha una espada envainada.

    Segn A.C.F. da Silva, que se muestra de acuerdo con la opinin de F. Alves Pereira 128, estas esculturas pudieran ser hroes divinizados. Una glo-rificacin de los antepasados, propia de las sociedades organizadas en base a los lazos de sangre.

    _______________ 125 G. Nicolini, Bronces ibricos, 174, n. 68. Procede de los Altos de Sotillo, Castellar

    de Santisteban. 126 G. Nicolini, Bronces ibricos, 106, n. 34. Procede de Collado de los Jardines. 127 G. Nicolini, Bronces ibricos, 168, n. 65. Procede de Collado de los Jardines. 128 A Cultura castreja no noroeste de Portugal, Paos de Ferreira 1986, 291 -295, con

    importante bibliografa. Cf. tambin P. Bosch Gimpera, P. Aguado Bleye, La conquista de Espaa por Roma (218-a 19 a. C.), en Historia de Espaa. Espaa Romana II, Madrid 1955, figs. 90, 91, 92. A. Garca y Bellido, El arte de las tribus clticas, Ars Hispaniae I, fig. 397. P. Bosch Gimpera, Etnologa de la Pennsula Ibrica, 540.

  • 112

    RELIEVES Osuna

    Los relieves hallados en Osuna, la turdetana Urso, fueron Interpretados por A. Garca Bellido 129 como pertenecientes a un monumento ligado a los acontecimientos de la batalla de Munda. P. Len 130 es del parecer que su carcter es funerario. Segn B. Gri y R. Olmos 131 corresponderan a un monumento funerario turriforme.

    Las escenas reproducen competiciones, procesiones con antorchas, liba-ciones y los juegos que se celebraban con ocasin de la muerte de personajes importantes, escenas que figuran en la ptera de Santisteban del Puerto 132 y en numerosos vasos griegos.

    En las figuras hay, segn P. Len 133, dos tendencias estilsticas, una de cua local, otra de influencia romana. De la primera serie son los guerreros enfrentados con armamento indgena, escudo oblongo de la Tne, falcata, casco empenachado. Otro relieve representa la figura de un jinete con la fal-cata en la mano. Se fechan estos relieves a finales del siglo III 134.

    En la segunda serie hay escenas en las que se ha representado al guerre-ro indgena con la caetra. Esta segunda serie, del mismo taller que los relie-ves de Estepa, estn fechados alrededor de la mitad del s. I. a. C. 135.

    Estelas funerarias

    En las estelas funerarias de Lara de los Infantes, Clunia (Burgos), y Calaceite (Teruel), se representan con frecuencia jinetes o personajes secun-darios a pie, portando armas, las cuales reflejan el armamento indgena, con un fuerte componente celta: pual o espada corta, escudo oblongo, alargado, tipo La Tne, caetra, lanza y jabalina.

    _______________ 129 Arte ibrico en Espaa, 1980, 59. 130 Plstica ibrica e iberorromana, en La baja poca de la cultura ibrica, Madrid 1981,

    184. Para la datacin de los relieves vase R. Corzo, Osuna de Pompeyo a Csar. Excava-ciones en la muralla republicana, Sevilla 1977, citado en nota 5, misma comunicacin.

    131 La ptera de Santsteban del Puerto (Jan), Estudios de Iconografa I. MAN, Madrid 1982. 100.

    132 B. de Grin, R. Olmos, La ptera de Santisteban del Puerto (Jan), passim. 133 Plstica Ibrica e iberorromana, 186. 134 P. Bosch Gimpera, P. Aguado Bleye, La conquista de Espaa por Roma (218 a 19 a.

    C.), figs. 3, 5, 6. 135 P. Len, Plstica ibrica e iberorromana, 194. P. Bosch Gimpera, P. Aguado Bleye,

    La conquista de Espaa por Roma (218 a 19 a. C.).

  • 113

    Las estelas, de evidente influencia cltica, en su mayor parte se fechan en los siglos II y III, algunas son del siglo IV, aunque las que llevan inscrip-ciones ibricas pueden ser de poca de Augusto 136. Suelen ser alargadas y planas, monolticas 137. PINTURA SOBRE CERMICA Liria, Archena y Oliva

    En los vasos de San Miguel de Liria, fechados en el s. II a. C., hay re-presentaciones de danzas, probablemente rituales, en las que pueden partici-par guerreros luchando con acompaamiento de msica, lo cual est indi-cando que se trata de competiciones y no de escenas propiamente guerreras, tal vez danzas funerales 138. Los combatientes llevan, para protegerse, el es-cudo oblongo de La Tne. Como armas ofensivas empuan falcatas o lan-zas. A veces, tambin como elementos protectores, van provistos de cotas de malla y cascos con altos penachos.

    El vaso llamado de "Los guerreros" de Archena 139 representa unos combates que quizs tengan el mismo significado que en Liria. En la lucha intervienen dos infantes que se enfrentan, al igual que dos jinetes, en medio de los cuales un tercer infante se dirige hacia uno de ellos, armado de lanza y defendido con escudo rectangular celta, similar a los de Liria. _______________

    136 A. Garca y Bellido, Esculturas romanas de Espaa y Portugal, Madrid 1949, 324 137 A. Garca y Bellido, Esculturas romanas de Espaa y Portugal, 323. Sobre el tema de

    estelas vase tambin, para el centro y noroeste peninsular, B. Osaba, Museo Arqueolgico de Burgos, Madrid 1955, lms. XIII-XXIII; id., "Contribucin a la arqueologa hispano-romana de la provincia de Burgos", AEspA 28, 1955, 115 ss; id., Simbolismo en la. ornamentacin de las estelas hispano-romanas del Museo Arqueolgico de Burgos, Burgos 1958. A. Lozano, "Tipologa de las estelas y la poblacin de Hispania", Revista de la Universidad Complutense de Madrid 22, 1973, 89 ss. A. Garca y Bellido, "Las ms bellas estelas hispanorromanas de tradicin cltica", Homenaje a Albert Grenier II, Bruselas 1962, 729 ss. F. Marco, "Nuevas estelas ibricas de El Palao, Alcaiz, Teruel", Pyrenae 1976, 86-89; id., Las estelas decoradas de los Conventos Caesaraugustano y Cluniense, Zaragoza 1978. Para lava, Navarra y Gui-pzcoa, cf. J. C. Elorza, "Ensayo topogrfico de epigrafa romana alavesa", Estudios de Ar-queologa Alavesa 2, 1967, 119 ss; id., "Estelas decoradas romanas de la provincia de lava", Estudios de Arqueologa Alavesa 4, 1970, 235 ss; id., "Un taller de escultura romana en la di-visoria de lava y Navarra", Cuadernos de Trab. de la Esc. Esp. de Hst. y Arq. en Roma, 13, 1969, 53 ss; id., "Dos nuevas estelas alavesas", Estudios de Arqueologa Alavesa 5, 1972, 133 ss. M. L. Albertos, "De la Sierra de Cantabria a los Picos de Europa, del Cantbrico al Tajo y la nueva estela de Castro Urdiales", Estudios de Arqueologa Alavesa 5, 1972, 143 ss. J. M. Blzquez, "Estela de Galdcano", Estudios de Arqueologa Alavesa 6, 1974, 237 ss. I. Baran-diarn, "Tres estelas del territorio de los vascones", Caesaraugusta 29-32, 1967-1968, 199 ss. G. Nieto, "La estela de Irua, lava", BSEAA 17-18, 1951-1952, 13 ss. A. Garca y Bellido, "Sobre un tipo de estela funeraria de togado bajo hornacina", AEspA 40, 1967, 110 ss.

    138 CVH Liria 39, fig. 22, lm. XXXVIII. 139 J. Caro Baroja, Espaa primitiva y romana, Barcelona 1957, fig. 152.

  • 114

    En un vaso de la necrpolis de Oliva (Valencia) 140 se representa una procesin de combatientes. En dos frisos superpuestos hay sendas bandas con otras tantas procesiones de soldados a pie, armados con idntico arma-mento que el representado en los vasos de Liria y Archena, escudo oblongo alargado de La Tne y lanzas, muy esquemticas.

    Numancia

    La cermica numantina es en parte anterior a la fecha en que la ciudad fue tomada, 133 a. C., y en parte posterior. Para nuestro estudio es impor-tante el vaso de "Los guerreros", compuesto de dos figuras esquemticas, enfrentadas, armadas con lanza la de la izquierda y con espada de pomo re-dondo la de la derecha. Se protegen con la caetra, y la cabeza con casco, el de la izquierda con penacho.

    TRABAJO SOBRE METAL

    Ptera de Tivisa

    La ptera de Tivisa se corresponde cronolgicamente con la poca he-lenstica.

    En la ptera se han representado dos escenas: Hades recibiendo de un devoto la ofrenda de una granada y rodeado de distintas figuras de carcter funerario 141. La segunda escena representa un jinete en cuya mano izquier-da sujeta un escudo alargado. En la mano derecha sujeta en alto una lanza en posicin de ataque.

    _______________ 140 J. Caro Baroja, Espaa primitiva y romana, fig. 144. A. Garca y Bellido, Ars His-

    paniae I, p. 271. figs. 322-323. 141 J. M. Blzquez, "La interpretacin de la ptera de Tivisa", en Imagen y Mito, 221 ss.,

    fig. 74. Bibliografa y estudio de los diversos hallazgos de Tivisa en J. de C. Serra Rfols, Ampurias 3, 1941, 15-33; Ampurias 26-27, 1964-65, 105 ss. Sobre las excavaciones del poblado, cf. S. Vilaseca, J. de C. Serra Rfols, Excavaciones del Plan Nacional en el Castellet de Balas de Tivisa, Tarragona, Madrid 1949. Sobre la ptera especialmente, vase, A. Garca y Bellido, AEspA 18, 1945, 257, fig. 11; AJA 52. 1948, 253. fig. 16; Ars Hipaniae I, 290, fig. 351; Gazette des Beaux Arts 41, 1953, 229-50, figs. 12-15; La Pennsula Ibrica en los comienzos de su historia, Madrid 1953, 532-42, fig. 31. H. Obermaier, A. Garca y Bellido, El hombre prehistrico y los orgenes de la humanidad, Madrid 1944, 305-6, fig. 59. J. Maluquer, "Pueblos Ibricos", en Historia de Espaa I.3, 325-26, fig. 196; J. Camn. Las artes y los pueblos de la Espaa primitiva, 790, fig. 813; J. M. Blzquez, Diccionario de las religiones primitivas de Hispania, Madrid 1975, 87 ss.

  • 115

    Diadema de Oscos

    La Diadema de Oscos, tambin conocida como diadema de Ribadeo 142 est decorada por el procedimiento de estampacin en dos frisos superpues-tos y continuos, en los cuales se representa una procesin de jinetes y de in-fantes, con cascos de cuernos o de penachos, lanzas, jabalinas, puales o es-padas cortas y caetras. Abre la comitiva un guerrero a pie, en cuya cabeza lleva un casco de triple penacho o cuernos, que puede ser la versin de los cascos de tres cimeras que describe Estrabn (III, 3,6).

    Numismtica

    Las armas ofensivas y defensivas de los guerreros indgenas hispanos estn representadas en la serie del jinete ibrico. La espada corta se observa en los denarios de Bascunes, en cambio la falcata, empuada por soldados, no suele aparecer en monedas, aunque s se representa individualizada, como en Turricina, en compaa de la caetra y en Emrita, en denarios de Augusto. El pual corto y ancho aparece a menudo en monedas de Emrita. La lanza se encuentra frecuentemente en las monedas ibero-romanas. La caetra es prcticamente el nico escudo que aparece en las monedas ibero-romanas, a veces decorado con clavos de refuerzo y con umbo: as de Turri-ricina, denarios de Emrita, denarios de Galba, denarios de Ikalgusken, as de Ikalgusken, as de Carissa, as de Ventipo.

    Con estas representaciones iconogrficas monetales concluimos la sn-tesis, corta por necesidades de publicacin, del armamento indgena hispa-no, que figura en las necrpolis y en la plstica*.

    _______________ 142 La diadema de Oscos fue estudiada por A. Blanco, "Origen y relaciones de la orfebre-

    ra castrea", Cuadernos de Estudios Gallegos 12, 1957, 137 ss. Tambin por K. Raddatz, Die Schatzfunde der Iberischen Halbinsel Berln 1969, passim, y ms recientemente por G. Lpez Monteagudo, "La diadema de San Martn de Oscos", Homenaje a Garca y Bellido III, Madrid 1977, passim.

    * En pruebas este trabajo se ha publicado el libro de F. Sanz Quesada, Armamento, gue-rra y sociedad en la Necrpolis ibrica de 'El Cabecico del Tesoro' (Murcia, Espaa), Oxford 1989, Bar International Series 502.