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    TRADICIONES POTICAS ESPAOLASEN ESTE FIN DE SIGLOIV. Jo rge Luis Borges

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    CRTICALA POESA DE BORGES

    Hacia 1920, Borges era un joven porteista, barroco y merodeador de lasvanguardias. Sus devociones eran el arrabal, la metfora y los escritores delsiglo XVII. Vivi su adolescencia en Europa pero su querencia era el barriode Palermo, en Buenos Aires. Las calles palermitanas estaban pobladas por cuchilleros y fantasmas de cuchilleros, y su casa familiar, por libros ingleses yfantasmas de hroes ingleses. Buenos Aires, en la niez de Borges, era una ciudad con una mayora de inmigrantes, una mezcolanza catica de lenguas yacentos.

    Borges rehuy las tentaciones de escribir en lunfardo o en ingls. Ni la lengua de la calle ni la lengua de la biblioteca. Tampoco le atrajo acudir al francs, como haban hecho algunos escritores modernistas. De esos rechazos yaquellas elecciones surgi el Borges clsico, el prosista de los aos treinta, elautor de esasficcionesque quiz sean cuentos y esos cuentos que quiz seanensayos. La literatura es, para Borges, la cita exacta o falsa de unos libros querepiten a otros libros, hasta llegar al Libro Originario, que est en blanco otal vez escrito en una lengua que nos ha sido vedada para siempre.Si aceptamos que la obra de Borges se puede dividir en perodos, podemos observar que la poesa la poesa de los poemas, para entendernosocupa un lugar dominante en su primera poca y un lugar de importancia ensu ltimo tramo. En el medio, Borges es un poeta ms bien espordico.Este momento central de su tarea, al que pertenecen sus obras cannicascomo Historia de la eternidad, Ficciones, El Aleph y Nuevas inquisiciones, esel momento en que el Borges maduro revisa al joven Borges. Sus aos van

    guardistas son considerados por l mismo con la crueldad propia de un vanguardista. Ahora, esta crueldad es un rasgo de inteligencia, porque la inteligencia es siempre cruel, aunque no siempre la crueldad sea inteligente. Despiadadoconsigo mismo, Borges ser, a menudo, despiadado con los dems, aunqueatenuando con elegancia e irona esta condicin que algunos remontan a susviejas estirpes criollas. En efecto, la Argentina de Borges es un pas cruel, pasde guerras y desafos a cuchillo, pas de pualadas y degellos.Si bien el Borges cannico desplaza el poema por la prosa, sigue siendo,no obstante, un escritor cuya actitud ante las palabras es una actitud potica.

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    Borges cree en pocas cosas, y entre ellasfigurael poder creador del lenguaje,la sabidura que aparece en la metfora. Como no podemos decir nunca lapalabra exacta ni definitiva de la Verdad, siempre nuestro decir es una manerade decir, una manera que vara de una lengua a otra, de una potica a otra.El lenguaje es metafrico y, por ello, originariamente potico. Las palabras dela ciencia, lafilosofay hasta la teologa, llegan despus, son adquisiciones tardas y prosaicas de esa actividad radicalmente potica del hombre, que es ellenguaje.El viejo Borges ya no era porteista ni merodeador de las vanguardias. Pero,al igual que el joven Borges, sigui siendo devoto de los escritores del siglo XVII:Shakespeare, Milton, John Donne, Quevedo, Cervantes, Gracin y sus vaivenes de admiracin y rechazo por Gngora. De nio, lo haban educado eningls, hacindole leer la Biblia y los poemas homricos en traducciones debarrocos ingleses. Cuando se vio enfrentado con su propia obra, fueron losescritores del barroco espaol quienes lo ayudaron a buscar una equivalenciapara aquellas lecturas de infancia.Y as se conjugaron en sus poemas los duelos de Shakespeare y de los hermanos Muraa, las guerras homricas y las batallas de la independencia argentina, la ceguera de Milton y su propia ceguera, los arquitectos chinos de laberintos chinos y los constructores italianos de laberintos porteos, los patiosde la Crdoba califal por donde discurran Averroes y sus discpulos, y los patios de los suburbios porteos donde se trenzaron los primitivos pasos deltango, el Glem que dirige mgicamente un rabino de Praga y el Aleph queesconde un poetastro de barrio en una escalera de la calle Garay en Buenos Aires.A las apuestas del verso libre en su juventud, contest el viejo Borges conuna recuperacin del verso medido, de la rima y aun de formas estrictas yexigentes, como el soneto. Las aventuras visibles del experimentalismo fueronsustituidas por las que l llam secretas aventuras del orden. En cualquiercaso, aventura evidente o aventura oculta, la poesa ha sido siempre algo aventurado, aventurero, un viaje por los senderos que creemos consabidos del lenguaje y que resultan ser caminos ignorados donde se encuentra lo que no sebusca, donde todo es invencin.El poeta es alguien que acepta esa misteriosa paradoja del lenguaje: la palabra no puede nombrarlo todo y por ello y a pesar de ello, no deja de nombrar. Los poderes del lenguaje nacen de su misma impotencia. El decir va deun silencio a otro, pero no calla nunca definitivamente. El enigma del nom brefascina al poeta y, sin poder reducirlo ni seducirlo, el poeta explora y haceproliferar el enigma.

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    Recuerdo que Borges dedic a Manuel Mujica Linez una fotografa en quese defina como un pobre y enigmtico hombre de letras. De esa pobrezaobtuvo los minuciosos tesoros de sus versos, que siguen siendo nuestra indigencia, nuestro propio tesoro y nuestros propios enigmas.BLAS MATAMORO

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    BORGES Y EL POEMA INCESANTEY el recuerdo, el proyecto?, d e un poema incesante

    La noche cclica (El otro, el mismo).Siempre se excus por escribir y ya va siendo hora de que creamos ensu sinceridad: una mezcla de modestia un poco compungida y de argucia zalamera de viejo mercader. Borges se lamentaba de haber escrito siempre elmismo poema y de haberlo robado a ese azar que, despus de Mallarm, estan certero. Por qu no fingir nosotros que tena razn y pensar que buenaparte de su poesa consisti en pedir perdn por existir?Ya en 1923, al frente de Fervor de Buenos Aires escriba: Si las pginasde este libro consienten algn verso feliz, perdneme el lector la descortesade haberlo usurpado previamente. Muchos aos despus, en el poema Mateo,XXV, 30 (fechado en 1953), el pudor de esa usurpacin se convierte en sentimiento de culpa; el paso evanglico aludido corresponde a la parbola delos talentos y el poeta, enfrentado a un repentino juiciofinal,advierte comoel siervo que no supo multiplicar sus cinco monedas que ha dilapidado losdones del universo: Has gastado los aos y te han gastado, / Y todava nohas escrito el poema. Al prologar El otro, el mismo (1964) nos cont un sueoque ya haba puesto al frente de El hacedor (1960): soaba que llevaba sus poe

    mas ms recientes a Leopoldo Lugones, el mximo escritor argentino, en sudespacho de la Biblioteca Nacional y adverta que los lea con aprobacin, porque si no me engao, usted no me malquera, Lugones, y le hubiera gustadoque le gustara algn trabajo mo. Pero Lugones haba muerto en 1938 y en1964 Borges era ya el mayor escritor en lengua espaola: jams, sin embargo,se ha escrito un prrafo tan exclusivamente basado en la cautelosa ltotes(afirmar una cosa por negacin de su contraria). En 1961, el prefaciar la Antologapersonal comprobaba una vez ms, mi pobreza fundamental de temas y recordaba que Croce haba escrito que el arte moderno deba ser expresinde la realidad: A esta exigencia o a una deformacin de esta exigencia, debemos la peor literatura de nuestro tiempo (...) Alguna vez yo tambin busqula expresin; ahora s que mis dioses no me conceden ms que la alusin omencin. En Elogio de la sombra (1969) Borges segua pidiendo perdn porla insistencia. No tengo una esttica, nos deca en su prefacio, que llevar a lapluma sino, a todo tirar, unas pocas argucias de retrico: eludir sistemticamente los sinnimos para no crear falsas asociaciones en la imaginacin dellector; proscribir los hispanismos y los argentinismos, los neologismos y losarcasmos; cuidar celosamente la descripcin de lo circunstancial; narrar los

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    los hechos como si no los entendiera del todo... Y recordar, por ltimo, queestas normas no son obligatorias.Pero lo cierto es que casi todo Borges est en estas exiguas reglas... y tam

    bin en la irnica descalificacin final de las mismas. En el Arte potica deEl hacedor nos dijo que la poesa es inmortal y pobre: una cosa modesta,deliberadamente simplificada por el arte, que vuelve, que retorna, hasta alcanzar la inmortalidad (quiz por eso las rimas de los cuartetos de este poemason, com o en la sextina provenzal, las mismas palabras repetidas). Y qu cosase repite ms que la obstinacin de ser uno mismo? Toda literatura es, en ltima instancia, autobiografa, ensayo de decirse de otro modo para volver, alfinal, al hueco familiar de siempre, a la monotona de ser el mismo: espejoo laberinto, todos los caminos llevan ineluctablemente a la reiteracin. En elpoema The Thing I Am (Historia de la noche, 1977), repite su ya viejo cansancio de ser Borges. Pero sabe que tampoco es ninguno de los hroes sudamericanos que imagin en sus dramticas muertes, ni su padre ilustrado y estoico, ni un escoliasta de la Biblia en la Inglaterra medieval: Soy apenas lasombra que proyectan / esas ntimas sombras intrincadas. / Soy su memoria.En Yo (poema al frente de La rosa profunda, 1975) sabe que Borges es lacalavera, el corazn secreto, / los caminos de la sangre que no veo, pero tambin la memoria de algunos milagros (espadas, sol poniente, proas de barcos,libros) que so: el hombre que entrelaza / palabras en el cuarto de una casa.Toda poesa es misteriosa; nadie sabe del todo lo que le ha sido dado escribir, leemos en el prefacio de 1964. En lo que me concierne dice el prlogo de La rosa profunda (1975) el proceso es ms o menos invariable. Empiezo por divisar una forma, una suerte de isla remota, que ser despus unrelato o una poesa. Veo el fin y veo el principio, no lo que se halla entre losdos. Pero tambin en el prefacio de 1964 sabemos que Borges hubiera querido sobrevivir por cuatro de sus composiciones El poema conjetural, Elpoema de los dones, El Golem y Lmites que, no por casualidad, figuran tambin en la Antologa personal de 1961: debi sentir que en ellos habadejado una huella ms veraz del misterio. Y no nos ser difcil conjeturar queesa huella es, claro est, la de l mismo.Lmites se refiere a los confines demasiado angostos de nuestra capacidad de sensacin, de nuestra memoria. Alguna vez (en el relato Funes el memorioso), el escritor so la angustia y el gozo de la memoria absoluta; enotra ocasin (en El Aleph), concibi el regalo atroz y maravilloso dela visin mltiple y simultnea. Entre tanto se tuvo que contentar con laennumeratio, un recurso retrico que lleg a dominar como ningn otro escritor ha hecho. La enumeracin borgesiana no es, en rigor, una cabalgada

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    que pretende una enftica evocacin del caos. Ms bien, se nos presenta com ouna estrategia indirecta: una impotente metonimia de lo absoluto. La enumeracin de Lmites es modesta, apenas un atisbo de la ms vasta que permitever el aleph del cuento homnimo: unas calles polvorientas de Buenos Aires,los portones de las casas del Sur, los libros de una biblioteca, los inevitablesespejos, la lengua persa (lengua de aves y de rosas) y la ciudad de Ginebra(el Rdano que sale borbollante del lago Leman). El poeta bajolatino Ausoniocifr la sensacin de irremediabilidad del tiempo ido en un verso muy famoso collige, virgo, rosas pero las rosas de Borges son los trminos deaquella enum eracin: la calle que no volver a recorrer, el libro que n o leernunca, la lengua que seguir sindole ajena... Al alba (igual que en AntonioMachado, el alba es tiempo de muerte y no de vida), acabar todo: el mbito,los das, el inquilino que los habit (Espacio, tiempo y Borges ya me dejan).Al Poema de los dones lo ha hecho famoso el primer cuarteto Nadierebaje a lgrima o reproche... en que el poeta da cuenta de su ceguera ysu resignacin ante el designio irnico que lo hizo a la vez invidente y director de biblioteca (un Dios fatal y sabio estaba tambin al fondo de Lmites).Porque, en buena medida, el poema es otra vuelta de tuerca al sentido delanterior: alineados en sus estantes, los silenciosos libros lo tienen todo Enciclopedias, atlas, el Oriente / Y el Occidente, siglos, dinastas, / Smbolos, cosmos y cosmogonas pero nada puede leer quien se haba figurado el Paraso / Bajo la especie de una Biblioteca. La explicacin le llega, sin embargo,

    cuando advierte con vago horror sagrado que simplemente su experienciarepite un destino (cmo no se ha de repetir el destino si todo es reiteracin,mundo de espejos?; el cumplimiento del destino es, sin duda, el gran temade Borges). Hace muchos aos, otro ciego fue agraciado con el mismo donla biblioteca y la misma invalidez: Paul Groussac era un extranjero quelleg antes de cumplir los veinte aos al pas, que hizo de todo fue arriero,incluso y lleg a ser el mejor crtico de su tiempo y uno de los creadoresde lo argentino en literatura, sin dejar de sentir jams la aoranza de su tierrade nacimiento. Borges, el anglfilo, vivi (en su imaginacin) la aventura dela Pampa y del desierto y, en el fondo, siempre fue un desterrado cultural: sutumba, al cabo, est en la Ginebra que evocaba Lmites.

    Mucho de esta aoranza, de este deseo de sentirse conducido por un destino, lo explica el Poema conjetural. En torno a l no es difcil estableceruna constelacin de esplndidos textos concomitantes: en Fervor de BuenosAires, la Inscripcin sepulcral celebra al coronel Francisco Surez, bisabuelodel autor, que batall en Junn contra los espaoles; en Luna de enfrente, Elgeneral Quiroga va en coche al muere recuerda la desastrada muerte de Facundo, el hroe de Sarmiento, y se inscribe la de otro pariente, vctima de las8

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    guerras civiles, en Al coronel Francisco Borges; en El otro, el mismo, hallamos, otra vez, la Pgina para recordar al Coronel Surez, vencedor en Junn.Y todava el coronel comparece en La moneda de hierro (1976): En el confndel alto Sur persiste / esa alta cosa, vagamente triste. Nadie los confundir conun friso patritico al modo del que forman los poemas decimonnicos de JosJoaqun Olmedo: en ellos hay espadas desnudas y laureles de epitafio pero,sobre todo, hay crueldad, muerte, soledad, destino. Se entienden mejor si recordamos El Sur, el terrible y hermoso relato fina l de Ficciones: Juan Dahlmann, descendiente de extranjeros, rutinario empleado en Buenos Aires, hasoado siempre con el Sur, con la tierra de los hombres valientes y taciturnos,donde mantiene una pequea propiedad; un da, convaleciente todava de lasepticemia que le provoc una herida casual (la misma que Borges se produjoy con la misma consecuencia, por cierto), decide emprender viaje a aquel remoto lugar; llegado a la estacin de destino, mientras sacia su sed en un msero galpn, le provocan unos parroquianos y, casi sin saberlo, se encuentra enla calle, armado de un cuchillo y resignado a morir en una pelea que debeperder. No se advierte as mejor lo que de terrible pero hermoso, de absurdopero ntido, hay en el encabalgamiento ms feliz del Poema conjetural?: Alfin me encuentro / con mi destino sudamericano. Quien lo dice (Yo, Francisco Narciso de Laprida, / cuya voz declar la independencia / de estas cruelesprovincias) fue un hombre / de sentencias, de libros, de dictmenes peroque con jbilo secreto descubri en el ltimo trance que su suerte era morirde forma violenta y desdichada entre lanzas que buscan su corazn, la befade los montoneros y el pisoteo de los caballos, degollado por un ntimo cuchillo. La Argentina es eso: ritos de violencia silenciosa, liturgias sangrientasde hombres de destino, oscuras venganzas interminables, recubiertos apenasde una delgada capa de cultura europea. No acaban las calles de Buenos Airesy ya comienza el reino, terrible y admirable, del cuchillo.

    Laprida, el hroe de Poema conjetural, descubre, al aceptar su muerte,la recndita clave de mis aos, / la suerte de Francisco de Laprida, / la letraque faltaba, la perfecta / forma que supo Dios desde el principio. La idea deque las letras que forman un nombre contienen la realidad que ste designapertenece a la tradicin hebrea: por eso, entre los judos, Dios no puede sernombrado y, por ende, posedo por los mortales; por eso tambin, en el principio fue la palabra, segn recuerda el Apocalipsis. En las letras de rosa estla rosa / y todo el Nilo en la palabra Nilo, dicen los dos versos ms rotundosy conocidos de El Golem, exactamente los que record Umberto Eco al conformar sobre el molde de su recuerdo el ttulo de su primera novela, en laque, como es sabido, Borges se transform en Fray Jorge de Burgos, el temible bibliotecario ciego y asesino. El resto de la historia de El Golem es cono-

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    cida: un rabino de Praga, estudioso de los libros sagrados, logr averiguar elterrible Nombre, que le esencia / Cifre de Dios y que la Omnipotencia / guarde en letras y slabas cabales. Y lo utiliz para insuflar vida a un mueco debarro que haba hecho . Algo fall, sin embargo, en el conjuro porq ue el Golemnunca fue ms all de una vida puramente mecnica: estpido y sonriente,no hablaba, ni apenas entenda, y solamente logr su amo que acertara a barrer las estancias de la sinagoga. Hasta aqu llega la leyenda; lo que sigue esuna conmovedora mise en abme que asciende del torpe ser de barro a sucreador, y de ste al Seor d e todo lo creado: si el rabino mira con una mezclade afecto y de horror a su desdichada criatura, quin nos dir las cosas quesenta / Dios, al mirar a su rabino en Praga?.

    Emir Rodrguez Monegal nos ha explicado que este aplogo quiz recuerde las dramticas relaciones del propio Jorge Luis Borges con su padre, unhombre exigente y algo vano, buen lector y conversador, al que el adolescente torpe que fue el escritor intent propiciar a lo largo de muchos aos. Falacia biogrfica en la que incurrimos el investigador y nosotros? O ser esala razn por la que Borges pide perdn una vez y otra, como recordbamosprrafos ms arriba? El crculo se cierra donde empez. Todava, al prologarLos conjurados (1985), su ltimo libro, Borges supona que no hay poeta, pormediocre que sea, que no haya escrito el mejor verso de la literatura, perotambin los ms desdichados, y otra vez la litotes escribe que sera muyraro que este libro (...) no atesorara una sola lnea secreta digna de acompaarte hasta el fin. Y es muy cierto que este libro no tiene la calidad prodigiosade El hacedor o como Elogio de la sombra, pero tambin lo es que hay msde un rengln admirable (no me resisto a copiar uno que tomo de SherlockHolmes: Vive de un modo cmodo: en tercera persona). Y tiene un sonetoesplndido que tambin nos ha de servir para clausurar otro crculo que seempez a trazar lneas ms arriba: la afirmacin de que toda poesa es autob iografa a la larga. Imagina el escritor que un hombre decide pintar en la cal deuna pared infinita el mundo entero (puertas, balanzas, trtaros, jacintos, / ngeles, bibliotecas, laberintos, / anclas, Uxmal, el infinito, el cero). Y la suertequiere que pueda concluir su propsito. Entonces,En el preciso instante de la muertedescubre que esa vasta algarabade lneas es la imagen de su cara.

    JOS-CARLOS MAINER

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    BORGES Y LA NATURALEZA DE LA POESAEl lector de Borges y de la crtica sobre Borges tiene sobradas ocasionesde contrastar el escaso relieve de su produccin vanguardista con la abundancia de los numerosos comentarios que ha suscitado. Paradjicamente, cualquierapuede advertir que ha sido menor la atencin dedicada a una abundante produccin de madurez que se manifiesta con plenitud desde El hacedor, peroen la que hay que incluir los poemas posteriores a 1930 que en 1969 terminaron reunidos en El otro, el mismo, e incluso los poemarios de los aos veintetras la revisin ltima a que fueron sometidos en los aos sesenta. Esa revisintermin de dar una ntima unidad a la obra potica del escritor argentino, comosi la aventura ultrasta y los planteamientos nacionalistas posteriores pertene

    cieran a su biografa, y no a su literatura. A la etapa juvenil de esa biografaqued relegada tambin la debilidad por manifiestos y otras posibilidades dedefinicin terica. La madurez de Borges no ofrece textos programticos, ylas referencias a la poesa (a su concepcin de la poesa) se dispersan en algunos ensayos, en breves prlogos y sobre todo en una obra que constituye talvez la manifestacin ms ntima y personal del autor.En esas circunstancias, los planteamientos y las bsquedas que rigieron suquehacer resultan difciles de precisar. Frente al aconfesionalismo predicadoalguna vez (y pronto matizado) por el antiguo ultrasta, y frente a la imagen

    del maestro de la literatura fantstica construida sobre sus relatos, la condicinprofundamente autobiogrfica de sus poemas es quizs uno de los aspectosque reclaman la atencin del lector. No en vano el arte debe ser como eseespejo / que nos revela nuestra propia cara, segn confirma el Arte poticaque cierra El hacedor. La ceguera, ese episodio tan relevante en su vida, probablemente no fue ajena a su regreso a la poesa, y la recuperacin de rimasy estrofas pudo facilitar la retencin de la memoria hasta el momento del dictado. Pero esas novedades se inscriben en un proceso de significacin ms profunda, que al cabo de los aos permiti esta declaracin (sorprendente porvenir de quien tiempo atrs haba decretado el fin del rubenianismo) queconsta en la introduccin a El oro de los igres:Descreo de las escuelas literarias, que juzgo simulacros didcticos para simplificar lo que ensean, pero sime obligaran a declarar de dnde proceden mis versos, dira que del modernismo, esa gran libertad, que renov las muchas literaturas cuyo instrumentocomn es el castellano.

    Haba olvidado su desdn juvenil hacia las necesidades (o supersticiones)eufnicas de la poesa, y desde los aos cuarenta haba recurrido repetidamentea Walter Pater para recordar que todas las artes aspiran a la condicin de la11

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    msica. Al final de sus das nada le impedira afirmar que, en el poema, lacadencia y el ambiente de una palabra pueden pesar ms que el sentido (Inscripcin, Los conjurados), y admirar en alguna estrofa del poema Siempre...,de Ricardo Jaimes Freyre, el logro de una poesa puram ente verbal: No quieredecir nada y a la manera de la msica lo dice todo, pudo concluir en el prlogo a La cifra. Esos logros quiz no resultaban evidentes en los versos en quehaba plasmado sus reflexiones, recuerdos y obsesiones, con mucha frecuencia pudorosamente velados por referencias filosficas o literarias. Como lmismo reconoci, su suerte era la poesa intelectual, una extraa conjugacinde abstracciones con imgenes, mitos y fbulas. Puesto que ha prevalecido laimagen del escritor extraviado en la metafsica, es necesario resaltar el intersde Borges por esa extraa dimensin que vea aflorar en su propia creacinliteraria: En lo que me concierne aseguraba en el prlogo a La rosa profunda, el proceso es ms o menos invariable. Empiezo por divisar una forma,una suerte de isla remota, que ser despus un relato o una poesa. Veo el finy veo el principio, no lo que se halla entre los dos. Esto gradualmente me esrevelado, cuando los hados o el azar son propicios. Ms de una vez advertiraque la doctrina romntica de una musa que inspira a los poetas fue la profesada por los clsicos, y nada le impidi acudir a ella para aludir al origen y lasignificacin de su obra. Toda poesa es misteriosa aseguraba en el prlogoa Obra potica 1923-1977; nadie sabe del todo lo que le ha sido dado escribir. La triste mitologa de nuestro tiempo habla de la subconsciencia o, lo quees an menos hermoso, de lo subconsciente; los griegos invocaban la musa,los hebreos el Espritu Santo; el sentido es el mismo.

    Reflexiones como sa aclaran la significacin del clasicismo que parece caracterizar a su poesa de madurez. Cuando, en el cuento incluido en El Aleph,Averroes reflexiona sobre la conveniencia de renovar las antiguas imgenes,concluye (frente a sus propias convicciones de juventud) que el verdadero poetaes menos un inventor que un descubridor, que la imagen que un solo hombre puede formar es la que toca a ninguno, y que el tiempo agranda el mbito de los versos y hace que algunos, a la par que la msica, sean todo paratodos los hombres. La msica serva una vez ms como segundo trmino enuna comparacin que resaltaba la condicin esttica de la experiencia potica, una sensacinfsicaque afecta al sentimiento del escritor y de los lectores,y que se resiste a los intentos de racionalizacin. Y la preferencia de Averroespor las antiguas imgenes hablaba de Borges y de su renuncia a las experiencias vanguardistas en favor de unas pocas metforas esenciales de validez universal. Esa concepcin de la poesa le permiti insistir en la necesidad de recuperar la condicin irracional y mgica que el lenguaje tuvo en sus orgenes,y tambin indagar en esas dimensiones secretas identificables con la Musa

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    o con el Espritu; o con lo subconsciente: Borges no congeni con los augures de la secta de Freud ni con los comerciantes del surralisme (Valrycomo smbolo, Otras inquisiciones), pero alguna vez observ que el suizoJung, en encantadores y sin duda exactos volmenes, equipara las invenciones literarias a las invenciones onricas, la literatura a los sueos (NathanielHawthorne, Otras inquisiciones). Ese sueo dirigido y deliberado que es laliteratura (y en especial la poesa) busca su justificacin y su origen en unasecreta dimensin compartida por el poeta y por sus lectores, una dimensinatemporal que quizs explica la misteriosa lealtad que suscitan los clsicos. Borges no pudo o no quiso ser ms preciso: La rosa sin porqu florece porqueflorece, record de Angelus Silesius en una de sus ltimas reflexiones sobreLa poesa (Siete noches). Ante la inminencia de la revelacin, los razonamientosresultaban intiles.TEODOSIO FERNNDEZ

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    REFLEJOS DE LA INVISIBILIDAD.BORGES EN LAS POTICAS DE ESTE FIN DE SIGLONo s si estaba totalmente en lo cierto Octavio Paz cuando afirm que lapoesa es inexplicable, aunque no ininteligible, pero nos conviene pensar que,al menos en el segundo caso, tena razn, pues abordar la potica de Borges,aun con la ms prudente de las cautelas, no resulta, como se sabe, tarea fcil.Sus mejores logros son quiz los menos evidentes.Por ello precisamente, sealara, a la hora de anticipar algunas sugerenciasde reflexin sobre el tema del coloquio previsto, el riesgo que entraan, enel caso de Borges, las lecturas superficiales que creo desmiente la observacin

    ms atenta de sus trasfondos. As, por ejemplo, los moldes clasicistas (endecaslabos, hiplages, sonetos...) atesoran registros sorprendentemente inusuales;los mitos y temas aparentemente arquetpicos (minotauros, laberintos, bibliotecas, rosas...) conforman, en realidad, cifras alusivas a temas mucho ms complejos; la musicalidad que parece atenerse a registros cannicos, envuelve ritmos y cadencias hondamente singulares. Recordar la problemtica visibilidadde lo humano en general, y de lo potico en particular, entrevista por RamnLlull y Gastn Baquero, supone una til precaucin.Otra observacin de carcter preliminar podra referirse a la considera

    cin clasificatoria poco acorde con la perspectiva de Borges del fin desiglo como concepto aislable para confrontar una nmina concreta con uncorpus de textos pretendidamente cerrado, pero que no por ello deja de sercambiante y calidoscpico en relacin con el usuario que lo enuncia. La nocin de poesa de este fin de siglo resulta en s misma antolgica, determinada por un calendario, como hbito clasificatorio tal vez menos provechosoque otros muchos sistemas posibles, desde el orden alfabtico (Ernesto Gomensoro fue quien lleg ms lejos en este procedimiento) al clsico Tratadode los Cambios.La palabra Borges (qu quiere decir cuando decimos Borges?) comoun conjunto excluyentemente delimitativo de poemas o de lecturas de poemas (en qu sentidos es posible separar relatos y poemas?), amonedado porel perezoso y repetitivo discurso manualstico o como simple coleccin detpicos, puede convertirse en un modelo reducido a retricos convencionalismos. Imposible diferenciar comparativa y discretamente la categora Borges sin que ella contenga ya nuestras lecturas de Csar Vallejo o Paul Celan,por poner dos ejemplos mximos. En realidad, no son tantos los poemas quetratamos de releer e, incluso, nada nos impide imaginar un solo Poema de arena

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    (con mayscula magmtica, pues quin dijo que, alfiny al cabo, hay un nicoPoema del que, por cierto, tambin formaran parte los versos de Borges?).Borges propone la secreta complejidad, lo cual nos evitara intiles con

    traposiciones entre claridad y oscuridad, complicacin y sencillez. Sloqueda excluido lo anodino. Lo que importa est al margen de esas disyunciones, pues, po r ejemplo, poticas y legados tan diferentes como los de Lezamay Borges se complementan en su numinosa aportacin.La poesa de Borges es, en nuestra lengua, una de las que menos concesiones permite al kitsch que apelmaza algunos de los modos, ms extendidos ycomerciales pero poco recomendables, en la lectura de poesa. Frente a ello,la conciencia del lmite en Borges alerta siempre contra el desbordamiento pattico: una de sus menos desconocidas composiciones se titula justamente L

    mites (incluida en el poemario El otro, el mism o).Si hemos de aludir al legado potico de Borges, destacara el ejemplo dela escritura depurada incesantemente por aquel ostinato rigore leonardianoque Gonzalo Rojas entre los mximos concertistas de la estirpe de Herclitoy de Hlderlin ha sealado como exigencia ineludible. Hasta qu punto, considerando esta y otras particularidades, cualquier heredero potico que propongamos no parece un leve precursor, cuando no un impostor inverosmil?La peculiar arquitectura de los libros y estructuras poemticas de Borgeses, sin duda, otro de los elementos esenciales de su legado visible. Como todoautor significativo, Borges vuelve a definir los trminos de la diferenciacinprosa-poesa. La inscripcin, el epgrafe, la cita o la nota se convierten enelementos centrales del entramado textual.La teora potica de Borges supone una grieta radical en el repertorio demodelos y, por ello, resulta doblemente problemtico ceir conceptualmentela escritura borgiana. Tal dificultad podra explicar la escasez, salvo excepciones, de estudios decisivamente significativos sobre su potica en la ocenicabibliografa dedicada a Borges.Otro tema que me parece interesante destacar se referira a la relacin entreteora potica (en una propicia modalidad que podemos llamar no acadmica)y escritura. Borges es, en este sentido, uno de los ms sealados maestros latinoamericanos en reflexiones sobre la poesa, desde sus primeros artculos ylibros (Inquisiciones, El tamao de mi esperanza, El idioma de los argentinos...)a sus ltimas conferencias. Ensayos sobre la metfora, las imgenes, el lenguaje potico, los maestros inspiradores... Recordemos, tambin, como nombresde esa benvola e imprescindible biblioteca, a otros dos autores que articulantambin inextricablemente la teora potica y su prctica: Lezama Lima (Tra-

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    es la huida tenaz de un fugitivo,y esa vuelta de llave, indiferente,es la soga que ahorca a un condenado.Nos m antienen con vida extraos equilibriosque no son comprensibles desde la propia vida.Un aullido, una paisaje nevado,una ventana abierta, podrn ser el reversopara que ya no existas.

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    BREVE CORONA POTICA EN HONORDE JORGE LUIS BORGESEn el noticioso eplogo a Punto y aparte, volumen recopilatorio de su poesa,ha escrito Miguel d'Ors: A [Borges] lo descubra por 1971 1972. Fue unade mis grandes conm ociones literarias. Por esos aos, el Borges que interesaba en Espaa era el de las complicadas ficciones, no el de los transparentesversos (en su mayor, y quiz en su mejor parte, an por escribir). Hasta 1972no aparecer en Espaa la primera edicin de su Obra potica. Los jvenespoetas estaban todava demasiado deslumbrados por los oropeles novsimospara mostrar excesivo inters po r una poesa inmortal y pobre, que preferala msica de la tradicin como el mar de Valry siempre recin nacidaa las piruetas verbales de la vanguardia. Borges se convierte as en el gua delos poetas ms avisados y silenciados de aquella dcada, que sern los maestros de la dcada siguiente. Es el caso ya aludido de Miguel d'Ors, es el casotambin de Vctor Botas, un poeta tardo, un poeta casi a pesar suyo: Para colmode males escribe al frente de la recopilacin de su poesa completa, unatarde de invierno, en Len, me top con Borges que tambin hablaba de tigres, que no era un fanfarrn verbal como Neruda, ni un cursi como JuanRamn, ni un m ontono blandengue como Salinas. Borges fue la puntilla: durante los cuatro aos siguientes le y rele, obsesionado, todos y cada uno de

    sus poemas, hasta el punto de que an hoy sigo recordando buena parte deellos. La leccin de Borges est presente en Vctor Botas, desde el primer libro,Las cosas que me acechan, con sus sonetos que no parecen sonetos, hasta elltimo, ya pstumo, Las rosas de Babilonia. Est presente tambin en Juan LuisPanero, en Jos Mara lvarez, en Luis Alberto de Cuenca, en Julio MartnezMesanza, en Fernando Ortiz, en los poetas de la generacin del setenta queno participaron del hermetismo novsimo y en los novsimos que a finalesdela dcada iniciaron un cambio. Y en qu influye Borges? Hay ciertamente algunas contaminaciones temticas (espejos, espadas, lunas, tigres, laberintos, bibliotecas), pero son lo menos importante. Martnez Mesanza, en el prlogo aPoesa 1970-1989, de Luis Alberto de Cuenca, sealaba como caracterstica desu poesa, en su segunda etapa, la voluntad de narrar y la importancia concedida a la mtrica: ambas cosas las ha aprendido, si no exclusivamente, s principalmente en Borges. La enumeracin paralelstica es una consecuencia demi fervor whitmaniano-borgiano, escribe d'Ors en el ya citado eplogo a Puntoy aparte. El arte de la enumeracin que ya est en la Biblia y en Homero,Borges lo ha practicado una y otra vez, sin cansarse nunca, sin cansarnos nunca:el Borges epigonal, el que va de La rosa profunda (1975) a Los conjurados (1985),

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    el que ya parece haberlo dicho todo, el que de la impresin de reiterarse encada libro, es para m uchos entre los que me cuento el mejor. De Borgesproceden los guerreros de Martnez Mesanza, ejemplo y leccin. De Borges,la poesa que nace de la literatura y que no se limita a ser seca glosa eruditao ado rno culturalista. De Borges, los sueos contados con la precisin del realismo. De Borges, el decir sentencioso de poetas como Javier Almuzara.Los poemas que siguen, todos ellos memorables, no habran sido escritossi antes no hubiera escrito Jorge Luis Borges. En este ao del centenario, qumejor homenaje que encontrarle vivo en la ms sabia y joven poesa espaola. A Miguel Postigo, un poeta de 1976, todava indito en libro, le cabe el honorde firmar un poema que quiz no habra desdeado firmar Borges.

    DE LOS VIEJOS MAESTROSHab er conocido baj o la lluvia de estepas extranjerasel sabor somb ro de la soledad;haber tenido un amigo y una cancin;hab er v isto caer el aguanieve sobre los cadveres de la batalla,el propio rostro, diminuto y doble, en la mirada ms hermosa del mundo,un nacimiento;hab er sido una rama rota en el barrizaly un vuelo en la transparencia azul de abril;hab er sentido en el homb ro, helada,la mano mom entnea de la m uerte;haber recorrido Kyoto y los libros antiguos.Y, rico en aos, resumir la vidaen las slabas frgiles de un haiku.

    MIGUEL D'ORS

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    M I VIDALas infantiles sagas. La perdidacaricia de mi abuelo, ahuyentadorade nocturnos temores. Lentas horasde solitario estudio. Repetidasconsejas familiares, que la vidase ocup de negar. Embriagadorasnoches en quieto abrazo, que yo ahoragusto de recordar. Y compartidasmiradas pasajeras que se olvidany otra que no podr, sugeridora.Mi vida se reduce a una demoraentre el llanto natal y la partida,que es silencio y angustia. Ciertamentedebo pensar que vivo intilmente.

    VCTOR BOTAS

    AGAG DE AMALEQAgag, rey de Am aleq, fuerte g uerrero,recin vencido y perdonado dijopara s , arrodillando laspalabras,como quien rinde culto a la derrota:Se alej la amargura de la muerte.Poco tiempo despus, la daga curvade Samuel trazara en sus costadosel signo de la clera divina,profuso manantial de sangre noble.Y del brillo inmortal de aquella frase,solemne funeral de la esperanzay de la fe, no quedarn destellosen las antologas. Todo es humo.

    LUIS ALBERTO DE CUENCA

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    L A CRCEL DE PAPELLas mejores historias que has vividote las contaron.Dorados, minuciosos, lentos prrafosque explicaban el mundo,te negaron el mundo.Y muy pronto aadistetu esfuerzo al de los que antesalzaron aquel murode libros frente a ti;tamb in t diste vidaa fantasmas de tinta y de papel:tu propia vida.Has pasado los aos,los das y las pginascreyendo vanamente que si ahorano ests tan vivo com o los demscuando te mueras no estars tan muerto.

    JAVIER ALMUZARA

    NABOKOV HABLA A SU MARIPOSAAnnima y mortal, ayer volabasen el alba. Tu vida duraralo que dura la breve luz del da.Pero yo te apres. No sospechabasque aquel da de ayer fue tu finaly tu eterno principio. Fue tu suerteque yo te diese un nombre y una muerteclasificada. Hoy eres inmortal.Eres la especie, el nombre, la memoriaredentora que salva a tus hermanas,mortales en las trmulas maanas.Eres su eternidad. Eres su historia.Clavada en un cartn, bajo un letrero,como el Otro, clavado en el madero.

    MIGUEL POSTIGOJOS LUIS GARCA MARTN (Seleccin e Introduccin)

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    BORGES, LA MUERTE Y LA SIESTA

    Hay un par de poetas hispnicos del siglo XX que me gustan tanto o msdepende del humor del momento que el Jorge Luis Borges poeta, a saber:Pablo Neruda y Antonio Machado, y esto por citar nombres ilustres que nopor otra cosa (es curioso: ya no me interesa absolutamente nada Luis Cernu-da). Pero junto a Neruda y Machado, que tampoco me chiflan (el chileno unpoco ms si acaso por lo de la pelcula de El cartero y Pablo Neruda), no tengoningn inconveniente en poner en segundo o en tercer lugar depende dela tristeza del da al autor de L os conjurados. Algunos dirn, y Csar Valle-jo? A m, Csar Vallejo me ha dado ms pena que otra cosa, me ha movidoms a darle una limosna que a leerlo, y si la pena es poesa, entonces s, tendrque incluir en esta lista absurda y sin porvenir alguno a Csar Vallejo. Los mismos de antes dirn, con razn poco envidiable, y ste quin es para haceruna lista, dnde su autoridad, quin es para suponer algo as? Y, como segnBorges todos los hombres son el mismo hombre, puedo decir que la brevsima lista antes ofrecida es del mismsimo Nadie, de Ulises, de Shakespeare, deBorges, de Entrambasaguas, de Menndez Pelayo, de Anbal, de Jean-Paul Belmondo, del obispo Setin, de Maximo Dutti, etc., etc.Algunos plomazos de esto de la literatura dicen que Borges era un genio,y cuando lo dicen ponen cara de felicidad, com o si Borges fuera de su familiay les hubiera legado un tanto por ciento de sus derechos de autor o una fincaen la Patagonia. Yo no creo que haya genios. Nadie puede demostrar la existencia de genios de la literatura, ni siquiera los que viven de la supuesta existencia de genios de la literatura pueden demostrarlo fehacientemente, a m odode certeza. Adems, si esto fuera posible, ya lo habra hecho Aristteles. Param todos los hombres son ms o menos iguales. En todo caso, y ya es muchodecir, unos hombres son ms impresentables que otros. Es cierto que me gustams Robert de Niro que Antonio Resines, pero eso no implica tener que apun

    tarse al club de fans del actor norteam ericano o despotricar contra el espaol.Es slo una cuestin de gustos. A lo mejor veo un da a Resines empuar conlujo y aplomo una buena pistola, poner la mueca de que el mundo es unaverdadera mierda, que es lo que es, y ese da ya no sabr distinguir quin megusta ms, si el americano o el espaol. Hubo un momento en que el mundodecidi que Borges era un genio debi ser a principios de los setenta. Laliteratura, com o la poltica y el arte, es hipocresa. Borges fue, adems, un cnico de la literatura, que la mixtific con elegancia matemtica, con palmerometafsico y con inmejorable buen humor.23

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    A Borges la vida le parece una laberntica edificacin del Espritu, una grancatedral donde sucede la filosofa y la ciencia, lo inverosmil y lo probable,laficcin, a historia y el desconcierto. Tena Borges un alto sen tido de la vida,y eso es, a mi juicio, lo que le aleja de estos tiempos nuestros. A m la historiay conozco a muchos que piensan como yo me parece una cosa triste,los emperadores de Oriente me la sudan, la navaja de Occam me da que esde las de usar y tirar, Joyce me parece un guantazo en el ojo derecho, Hegelun besugo al horno carbonizado, la indescifrable Trinidad me parece eso justamente, indescifrable, la caverna de Platn m e recuerda a un entresuelo deproteccin oficial, el anillo de o ro de Polcrates seguro fue una baratija, y todoesto que digo, como bien sabrn los borgesianos entre los que quiero contarme, son parfrasis de versos del argentino universal y todo esto no lo digocon mala fe ni con nimo avieso, sino con resignacin y melancola, la resignacin y la melancola de un hombre que sale a la calle en enero de 1999y mira lo que hay.

    Dice Borges que en cada instante puedes ser Can o Siddharta, la mscarao el rostro. Pero el hombre de nuestro tiempo lo que es en cada instante noes otra cosa que un verdadero pringao, un pobre hijodeputa, que se apaacomo puede, y no se apaa nada mal (el marxismo se ha recocido como unmejilln de roca hasta evaporarse y nos ha dejado bien tranquilos, el muymamn, lafilosofase ha convertido en fetichismo, los escritores en inversores, la religin es el ayer pavoroso del que todos huyen con orgullo y con granconvencimiento, el arte moderno se subasta y nada ms, nadie cree a nadiey nadie cree en nada ms all de s mismo).

    La poesa de Borges es muy hermosa, supera el bien y el mal a travs dela belleza y de los actos sublimes. Todos necesitamos que nos mientan de vezen cuando y que nos digan que podemos ser, de repente, un rey del Japncuya cabeza es de oro y brilla en la luna com o una bandera legendaria, o algoas. Borges da siempre la sensacin de que sabe m ucho de todo. Yo creo quesa es la razn de que enseguida le nombraran genio, porque saba de matemticas, arqueologa, fsica, lgica, saba chino, hebreo y finlands, etc. Esesaber de Borges resulta abrumador, te hace creer que eres el tonto del pueblo.Todo Borges es altura y escrutinio de grandes misterios. Borges me recuerdaa Nietzsche. Ambos parecan inmortales, parecan hijos de Apolo, llenos delibros, de citas, de sabidura, de llamas negras, de visiones blancas, de deseosvastos como el universo, por decirlo as, un poco romnticamente. Parecanirreductibles a las formas muertas de la historia, a las formas agusanadas delrecuerdo histrico. Pero no otra cosa son ahora que aquello que no quisieronser: cadveres ilustres en edicin de bolsillo, muertos en viaje por las enciclopedias de medio mundo. Quienes los revisitan son los hombres, esas cria-

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    turas medianas que leen para pasar el rato, entretener as las crueles tardes deun domingo de invierno: obispos con inquietudes teolgicas y profesores deuniversidad que leen a Nietzsche medio dormidos en el Talgo, estudiantes pobretones envueltos en anoraks de mil duros que se matriculan en Filosofa yLetras, gentecilla mortal que no se resiste a no tener una buena cultura, unabuena biblioteca en una coleccin de cien libros por cuarenta mil pesetas entres plazos con un televisor de 21 pulgadas como regalo. Eso es el mundo,y eso es lo que el mundo nuestro hace con Borges, y con cuantos genios sepongan en mitad de su camino. Ms que vanidad, que eso es lo que dice elEclesiasts que es el mundo, yo creo que el mundo es hipocresa. El mundoya no son los hroes, ya no es el capitn Ahab crucificado en un Leviatn deagua, no es Shakespeare soando que es Melville, no es Homero soando quees Gonzalo de Berceo (Gonzalo de Berceo?), el mundo ahora es algo esencialmente cmico, el lugar donde unos se hacen ricos y otros pobres, unostriunfan y otros pringan, sin demasiada razn de nada. Los ltimos aos deeste milenio son cmicos, carnavalescos, carnosos, aburdelados, ordinarios, populosos, corteingleseros. Borges es uno de los ltimos poetas que tuvieron unavisin sublime. Esta visin, en nuestro presente, ya es historia. La fe se ha ido,tambin la hermosura y los hroes, las rosas y lasflechas.Las viejas humanidades, la literatura antigua, ya no valen cinco duros. Hoy en da la literatura esfrivolidad, serie B, telenovela, anuncios, potingues, una crema de sol, una bufanda, una camiseta, un condn, un afhtershave, Calvin Klein, Loewe fragancia, las rebajas, las memorias de Rafael, el jurado del premio planeta comindose unas angulas unas doscientas mil a costa de los doscientos milconsumidores que andan flojos de imaginacin a la hora de regalarle una co-silla decente a la piba, un Swatch en una mueca sujetando un book y en laotra mano una cinta de Titania. A unos esto les parece mal, a otros bien perono lo dicen por si acaso. A m me da exactamente igual. Tampoco s qu conoera la literatura antes, y no me voy a poner ahora a descubrirlo. Para qu?Para tener ms cultura? Hombre, no me jodas.

    Estaba pasando las Navidades en mi pueblo y saqu a pasear a mi perroGolo. Camin por unos andurriales agitanados y llenos de ortigas y cables elctricos y erreochos achatarrados, corrodos y sin ruedas. Eran las cinco de latarde. No se oan ms que los ladridos lejanos de otros perros que presentannuestra cercana. El cielo era una mierda. Era una tarde de domingo, descomunal, aragonesa a ms no poder, terciada sobre el hombro de los paisajesms negros del mundo. El aire estaba rancio, la madera de los postes elctricosera pura carcoma, el gramen se clavaba en las suelas de cuero de mis botasnuevas, cosa terrible si nos atenemos al precio de las botas. En fin, de repenteme di cuenta que esa tarde era La Tarde, y me acord de un poema de Bor-

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    ges de L os conjurados, y me dije tranquilo, to, aunque se te estn jodiendolas botas nuevas, vale la pena este paseo por el campo al atardecer, pues andasmetido en un poema de Borges, se que dice Las tardes que sern y las quehan sido / son una sola, inconcebiblemente. Y me puse contento, y me alegr. Y era verdad. Las tardes son siempre la misma, somos nosotros los quecambiamos; la tarde futbolera y barata de todos los domingos, ocre y pobre-tona, la tarde que vieron nuestros abuelos mientras paseaban por una destartalada senda pueblerina, la que vemos nosotros, tan pobres como ellos, paseando por alguna avenida sin alma y con farolas de mierda, la misma tarde,sin duda. Hay unos versos de Borges que me gustara si no es caro el capri-chito y mis descendientes tienen a bien gastarse alguna calderilla con mishuesos grabar en mi barata lpida de Torrero:Pensar de tarde en tarde en Sherlock Hom es es unade las b uenas costumbres que nos quedan. La muertey la siesta son otras. Tambin es nuestra suerteconvalecer en un jardn o mirar la luna.

    MANUEL VILAS(Versin de El ao de Borges, ABC, 17 enero 1999)

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    EL TERCERO EN LA MITAD DEL SUEOA propsito de El otro, relato de Jorge Luis Borges(de su obra El libro de Arena)No es de las cosas que sueles contar en casa; mucho menos en la tertuliade las cinco la mayor parte toma el mate devotamente y otros, no sin ciertoesnobismo, el t, mientras que yo prefiero el caf, sin duda influenciado pormis largas estancias en Europa, y esa pequea licencia a mis gustos personalesya supone no poco distanciamiento con mis colegas contertulios, ni, porsupuesto, en clase, ya es bastante con recitar a Lord Byron o deleitarme a sabiendas con las mitologas particulares de Yeats, bendecido sea, o incluso sortear los vericuetos de los ridculos programas del curso y recomendar lecturasprofanas como Verlaine y Dostoievski, ya basta con que todos murmuren amis espaldas mirando de reojo mi despreocupacin, que m urmuren sobre ladudosa lucidez de mis textos, los fantasmas de mis cuentos, las mltiples realidades que me empeo en demostrar que conviven en ellos. No, no puedo,adems, contar mis sueos; quiero decir, con alevosa, sin fingir que son invenciones, no puedo decir que adems de serme el principal material de miscuentos, viajan conmigo, me hablan, m e susurran viejas certezas al odo y duermen con mis sentidos, que es cuando ms vivos se muestran. Es en la infinitasoledad del escribir, sin embargo, donde todas las palabras se hacen dciles

    a mis verdades esenciales y me permiten ser tal como soy, sin fingimientosy sin concesiones a la biografa que s que algn da alguien escribir sobremi vida; es el refugio contumaz y persistente que encontr, no por azar, bienes cierto, sino por necesidad acuciante y por desesperacin, en brazos de lashojas en blanco, es en su interior, como si de un nuevo y luminoso tero setratase, donde puedo contar mi ltimo viaje, sucedido a lo largo del breve despuntar del alba y en ese momento mgico en que la mente humana puedeacceder a otras dimensiones que le son negadas con el solo sol o la sola luna.Apenas he regresado de mi visin, por eso siento sus detalles todava brillantes y clidos en m; mientras mi alma toma de nuevo acom odo en mi cuerpo,decido volcar en la inmensidad femenina de esta pgina el fiero fluido de misospecha, vivida intensamente en aquella tierra de nadie, ya que ellos creanestar solos, en el banco, entre la niebla, incomodados el uno con el otro, mirndose de soslayo los trajes y los zapatos, solos frente al agua gris y el tiempo,pero no. Yo estaba frente a ellos. Veo un m uchacho de apenas veinte aos repleto de preguntas, y veo un viejo de setenta, vaco de las mismas preguntas.Hablan entrecortadamente, con la desconfianza que inspira lo desconocido,quiz con vergenza, ahora que acaban de descubrir que son el mismo. Son

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    el mismo pero no se conocen; slo tienen igual nombre, Jorge Luis Borges,aunque el joven ignora al viejo y el viejo ha olvidado al joven. Hablan intentando averiguar quin es el soante y quin el soado, en alarde indiscutiblede soberbia, n o obstante, porque soy yo, Jorge Luis Borges en la mitad de ellosquien los contempla, ajenos el uno del otro, presumir de sus certezas ms inmediatas, sin ni siquiera sospechar la autntica verdad, que yo estoy aqu, amis cuarenta y cinco aos, en mi cama de Buenos Aires y en 1944, sondolos a los dos, aterrado, bien es cierto, inmerso en mi propio estupor, no comparable al que ellos creen sentir, preso en la extraa crcel de la lucidez comprobando por fin, o puede que una vez ms, que el tiempo no existe. Quetodo transcurre aqu, para nuestro infortunio, que soy joven y viejo a un tiempo, que todo es presente infinito, del que slo alcanzamos a vislumbrar unpunto diminuto de su inmensa lnea. Por qu siento, pues, esta angustia, estasoledad como de universo entero en la boca de mi estmago? Simplemente,porque no puedo decrselo a ellos; porque en mi sueo lcido ellos divaganpretendiendo descubrir algo que yo ya s y que los tres olvidaremos, no obstante, en el mismo momento en que mi odo escuche el primer crujir de misbana que se abre trayndome a la engaosa realidad de mi cama. Soy yo,la suma de ellos dos, el continente de otros ms que ellos, tambin, el incomunicado, el que suea las otras realidades y no puede hablar, slo buscarnuevamente, con la misma desazn familiar de cada uno de mis das, buscaruna pgina, escribir, cerrar los ojos de nuevo, que sean las palabras las armasliberadoras de mi lucidez. Quisiera gritar pero slo sera un eco del largo gritoque presiento es mi tiempo, el tiempo que no existe y que sin embargo mevive a m... Pero, quin ahora est soando conmigo que sueo co n mis dosotros y siente en su pecho un clamor todava ms infinito que el mo?MAGDALENA LASALA

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    YO BORGES, T BORGESYo, que tantos hombres he sido, no he sido nuncaAquel en cuyo abrazo desfalleca Matilde UrbachL e regret de Hraclite, Museo.Un solo hombre ha nacido, un solo hombre ha muertoen la tierra T, El oro de los tigres (1972).

    De alguna manera, yo, el que escribe estas lneas y las firma al pie, soyBorges.El lo dijo: El que lee y repite una lnea de Shakespeare es William Shakespeare. Yo, t, Borges, aqullos que le leen y los que no lo hacen somos comolos treinta pjaros que al volar proyectan la sombra de un Simurg gigantesco,los treinta son uno y todos; todos ellos son el Simurg y el Simurg es cada unode ellos y todos ellos. Tanto tiempo insistiendo en lafilosofade Berkeley, paraacabar descubriendo que el solipsismo se rompe, se hace aicos y que el otroes uno mismo! Un detalle terrible o banal, pe ro detalle alfiny al cabo, diferencia a un hombre de otro: la ausencia dolorosa de un abrazo, el olor de lasmimosas sustituyendo a unas madreselvas en flor,el voseo del habla o la prolongacin afilada y metlica de un brazo que hace fluir el roco de la espada.Pero, qu es se, qu son esos detalles nimios que nos diferencian frente aaquello que nos iguala! En el momento vertiginoso de la cpula un hombrees todos los hombres. Momento abominable: Copulation and mirrorsare abominable, recuerda de forma imperfecta Bioy Casares tras la lectura de una falazenciclopedia que incluye entre sus pginas una addenda que nos habla de losespejos de piedra, las ruinas circulares y el o ro de los tigres del pas del Tln.La cpula y los espejos son abominables porque multiplican la imagen de unhombre, de un solo hombre y nos precipitan en la adicin imposible de laestadstica.

    Slo hay un hombre y slo hay un libro. Slo hay un tema que se repiteincesante: yo, t, Borges, Ulises, Abel, Can, Omar escrutando el cielo y escribiendo en una borrachera de vino y estrellas las rubayatas, Keops contemplando su gigantesco mausoleo, Paracelso buscando el incorruptible metal yencontrando una rosa, Judas autoinmolndose para asegurar el triunfo del hijode Dios, el rabino que cre el Golem, el viejo de la montaa enviando a susasesinos, el traidor que fue hroe y el hroe que fue traidor, el que grablas runas, Macedonio Fernndez y sus Cuadernos de todo y nada, Borges,t, yo, uno solo.29

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    Un solo hombre nace y un solo hombre muere para dejar paso al que lesucede, que es l mismo. Nace en Beln, en Esparta, en Madrid, en BuenosAires y muere en Ilin, en el Metauro, en Hasting, en Austerlitz, en Trafalgar,en Normanda, en Berln, en la cmara de gas, o se congela o estalla en pedazos en el espacio exterior para mezclarse con las estrellas. Pronto morir enla Luna a la que fue en busca de Luciano de Samosata, en Marte y los imperiosdel Sol a los que ha de llegar de la mano de Cyrano. El tiempo juega un ajedrez sin piezas, o lo que es lo mismo, para el jugador, el demiurgo, todas soniguales. Hay detalles, claro, pero el jugador no los aprecia: el desfallecer enel abrazo de Matilde Urbach, la vibracin que los dedos arrancan a seis cuerdas al entonar una milonga o la imposibilidad de la ceguera para perderse enel rayado laberntico de los tigres. Nacemos y morimos en el tiempo cuandolo lgico sera negarlo; slo existe el presente, as razona una de las escuelasde Tln: el pasado es recuerdo presente, el futuro, esperanza presente. Mientras uno suea, otro vive y as, cada hombre es dos hom bres. No hay tiempoantes del mundo, no hay tiempo antes del tiempo. Siglos y siglos de arduascavilaciones matemticas han dado la razn a Agustn: Non in tempore, sedcu m tempore escribi en sus Confesiones al comentar el Gnesis. Y todo hade volver a unirse, a unificarse com o nos ha sealado Escoto Ergena y entonces, el tiempo cesar, al menos eso nos lo has recordado t Borges, junto conBioy al hablar del Cielo y del Infierno.

    Pero no nos pongamos transcendentes. Los hombres somos todo y nada.T lo has dicho, Borges: creo que mis jornadas y mis noches / se igualan enpobreza y en riqueza a las de Dios y a las de todos los hombres. Esas jornadas y esas noches nos igualan en uno solo. Como el nacer y el morir, T, yo,Borges, Manuel Flores.

    Manuel Flores va a morirEso es moneda corrienteMorir es una costumbreQue sabe tener la gente.Has hecho Elogio de la sombra y nos has dicho que la gente sabe tenerla costumbre de morir. Podas haber dicho simplemente tiene, o inexactamente suele. Pero has dicho sabe, sabiamente. Nada se sabe mejor que aquello quese trata de ignorar.Quiero ahora repetir una frase de Shakespeare, ser William Shakespeare.Dice Antonio en el panegrico fnebre de Csar:... el mal que hacen los hombres, permanece / el bien se entierra a m enudo con sus huesos. Falaz mentira, artera argucia de un discurso que prepara de forma astuta dar la vuelta ala situacin poltica de partida. Es el bien el que permanece y el mal el que

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    conoce el mayor de los desprecios, que es el olvido. Imposible olvidar cuando hay unos versos que tan slo un instante fueron tuyos y enseguida nuestros, del prim ero y del ltimo qu e hubim os d e leerlos: Fervor de Buenos Aires,Luna de enfrente, Cuaderno San Martn... Museo, La mon eda de hierro..., perdona que no los cite todos. Los le y los releo; como releo El acercamientoa Almotsim, los problemas de Isidro Parodi, la zoologa fantstica, las literaturas germnicas, a Funes el mem orioso, el Oro de los tigres, tu pasin por WaltWhitman y Nathaniel Hawthorne, las Inquisiciones que muy acer tadamenteocultaste y las Otras, tus digresiones sobre Carriego, la poesa guachesca, elhablar d e B ueno s Aires y el lunfardo, Los Compadritos, la milonga y el tango.Leo y releo sobre el Cielo y el Infierno y antologas policiales y fantsticas.Creo haber ledo y reledo casi todo lo que escribiste. Por cierto, creo que entu caso, son libros que despiertan el inters de casi todos los hombres. Nocomo ot ros .Concluyo. El que lee y repite una frase de Borges es Jorge Luis Borges.As, de alguna manera, yo, que es lo mismo que decir todos, el que escribeestas lneas y las firma al pie, soy Borges.

    ALBERTO SNCHEZ LVAREZ-INSA

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    P O E S A E N E L C A M P U S

    CoordinadoraMARA-NGELES NAVAL

    Este nmero 42 ha sido realizadobajo la direccin

    deJOS-CARLOS MAINER

    DiseoJOS-LUIS CANO

    Impreso en Octavio y Flez, S.A.San Juan de la Pea, 160-168 - 50.015 Zaragoza

    D.L.: Z. 144/98

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