briley john - grita libertad

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  • 5/26/2018 Briley John - Grita Libertad

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    John Briley

    Grita libertad

    Traduccin de

    Francisco Martn

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    Grita libertad John Briley

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    A Mary y a Shaun,

    que vivieron conmigo gran parte

    de esta historia

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    Grita libertad John Briley

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    Prlogo

    Una novela como una pelcula tiene vida propia. En la pantalla se logra tanto con un gesto,una mirada, la manera de vestir de una persona, que sutilmente se pueden insinuar doce detallescon el simple modo en que un personaje entre en una habitacin..., y no slo proyecciones respectoal carcter de esa persona, sino tambin a propsito de otros personajes con arreglo a cmo ellosreaccionan ante su entrada, al ver su forma de vestir o advertir su estado de humor.

    Este realismo, en el caso de Grita libertad, puede crear (y yo creo que lo consigue) unainmediatez elctrica y, cuando esto se comparte con otros en un cine lleno, emociones muy

    poderosas.

    Pero la novela tambin tiene sus ventajas, puesto que su ritmo es el ritmo del lector, y su

    realidad no depende de la interpretacin, la msica o la realizacin. Esa realidad se forja en lacabeza del lector.

    Esta novela se basa en el guin de Grita libertad, que a su vez procede de dos obras de DonaldWoods, Biko y Asking for trouble.No es una transcripcin literal de estos libros ni del guin del

    film, ya que en muchas ocasiones se resuelve con arreglo a su propia vida, pero yo espero quearrastre en su andadura al lector con esas mismas emociones.

    El guin de Grita libertad ofreca un esquema a seguir por otro tipo de narradores (director,actores, editor), mientras que esta novela pretende coger de la mano al lector y decirle sgamedentro de ese cinematgrafo de la imaginacin el ms grande y el ms minsculo que todos

    llevamos en nuestros recovecos mentales.

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    La jornada comenzaba antes de que apareciera el sol. Siempre. Si trabajaba uno en Ciudad delCabo, el boas te esperaba a las siete o a las ocho. Sin excusas posibles. Haba que estar all. Y si noestabas, sobraba gente para reemplazarte.

    Por eso la neblina de humo sobre las rudimentarias chozas de hojalata y madera de cajones era yaespesa cuando la inmensa mole de Table Mountain comenz a surgir en la oscuridad del gris frodel amanecer. Aquella masa oscura se vea igual desde las blancas y tranquilas calles de Ciudad del

    Cabo avarias millas, que desde las sucias callejas hormigueantes de la ciudad ilegal de chabolas denegros de Crossroads.

    La plomiza actividad matutina de aquella poblacin encubra su precaria existencia. Por todaspartes, en sus retorcidas y caticas callejas, se vean viejas cepillando su dentadura en un vaso a lapuerta de las chabolas, nios descalzos adormilados llenando con restos de madera el fogn de lacocina, figuras provectas femeninas removiendo gachas de maz, quinceaeras arropadas en telas dealgodn bostezando y saliendo de alguna letrina, amorosas madres amamantando plcidamente asus retoos, nias encendiendo cuidadosamente lmparas de queroseno sobre la rudimentaria mesade cocina, hombres afeitndose dificultosamente ante espejos rotos y mujeres metiendo bajo las

    desvencijadas camas el orinal limpio.El nico signo de la ilegalidad de aquel poblado de Crossroads era un adolescente sentado sobre

    la plataforma de una torre de perforacin abandonada, el punto ms elevado de aquel laberintomiserable. Arropado con una manta astrosa, el jovencillo estaba recostado contra un soporte roto,cabeceando intermitentemente. Colgando de su cuello tena un gran silbato brillante... De vez encuando miraba con ojos adormecidos hacia la larga carretera que discurra hasta Ciudad del Cabo.

    Aquel cometido de centinela formaba parte del molesto juego entablado entre el gobierno y losmiserables residentes de Crossroads. La regin de El Cabo siempre haba sido la msindependiente, la menos sumisa de todas las zonas negras de Sudfrica. Las ciudades portuarias

    siempre tienen sus lacras, y en Ciudad del Cabo stas eran principalmente la falta de trabajo y laobligada mano de obra barata. Los negros llegaban a la ciudad forzados por motivos tanelementales como el hambre y la sed, y all los patrones daban trabajo aunque no se contara con eldebido permiso. Adems, si saban eludir a la polica durante el viaje, la familia del trabajador podainfiltrarse en la zona, construirse un chamizo en Crossroads y sobrevivir con el trabajo de otro, elsuyo propio, o el de la mujer, el de la hija.

    La polica medio haca la vista gorda porque no podan echarlos a todos, dado que el baas tenanecesidad de ellos, y, a su vez, saba que poda pagar menos y hacerlos trabajar ms si no tenan

    permiso de trabajo. Por eso le interesaba que hubiera mano de obra disponible. Aunque a nadie le

    interesaba que aquella gente se instalara ni que pensara que tena ningn derecho a estar all y...

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    Grita libertad John Briley

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    En el creciente ajetreo matinal, se abri de pronto paso en la distancia un ruido, y el adolescentedel silbato se puso alerta como si le hubiesen arrojado un cubo de agua fra. De pie, oteaba a lo lejossobre el gris oscuro de la serpenteante carretera... Y los vio casi en el mismo instante en quecomenz a percibirse el sonido sordo y potente de los motores en la atmsfera hmeda de lamaana. Una fila de gigantes grises: hipoptamos del ejrcito, monstruos de acero capaces de

    transportar cincuenta soldados cruzando barricadas de piedras y hasta disparos de pistola; y trasellos, un largo rosario de vehculos de polica con los faros apagados, aproximndose a todavelocidad al poblado de barracas, dejando tras s una nube de polvo cada vez ms visible conformeel amanecer iluminaba el cielo gris ceniza.

    El silbato son hiriente en la atmsfera y su chillido fue repetido casi al unsono por otros docesilbatos, mientras la somnolienta poblacin temblaba como un caballo espantado. Las mujerescogieron a los nios y se escondieron; los hombres se abalanzaron a proteger los enseres valiosos,un reloj, una cartera, una radio; los jvenes corran por los caminos de tierra, saltando entre charcos,dando la alerta y animando a otros con bravatas, no sin lanzarse por encima del hombro miradas de

    temor conforme aumentaba el rugido de los vehculos militares.Sin embargo, aquel da el ataque del Sistema haca intiles todos los esfuerzos por esconderse y

    resguardarse. Los Land Rover de la polica irrumpieron violentamente por tres lados del poblado,con enormes lanzagranadas de gases lacrimgenos montados en la parte trasera, roncos dispositivosmonstruosos, semejantes a motores a reaccin primitivos, que escupan copiosas cantidades delardiente gas lacrimgeno. Todos los Land Rover evolucionaron por las polvorientas callejas,arremetiendo contra la poblacin y dejando tras ellos nubes de gas asfixiante.

    Con la rapidez adquirida por la experiencia, muchos negros lograban taparse la boca con trapos,pero era imposible impedir que el gas irritase los ojos, y, si eso no bastaba para obligarlos a salir a

    descubierto, tras los Land Rover marchaba la polica protegida con mscaras antigs, irrumpiendoen las chabolas y haciendo salir a todo el mundo con ltigos y porras, destrozndolo todo a su paso.Las callejas se transformaron de pronto en un caos de gente corriendo en todas direcciones,tosiendo, esquivando los latigazos, tratando de proteger a los nios, y los gritos de dolor y pnicodestacaban por encima del zumbido estridente de las lanzadoras de gas, los silbatos de la polica ylas rdenes en afrikaan vociferadas a travs de los megfonos.

    Conforme el humo se fue disipando, la polica con perros irrumpi en el poblado. Esta vez supropsito era claro: arremetan y cargaban contra los hombres, sin titubear en aporrear a cualquiermujer dscola que se interpusiera, pero economizando su furor para los varones, jvenes y ancianos.

    Ni siquiera los ms ligeros de piernas tenan escape, y poco a poco todos fueron apaleados ycercados en un reducto en el que aguardaban los autobuses militares, con ventanas cegadas, parallevarse a los que por un motivo u otro desagradaban a los agresores.

    Mujeres y nios, muchos de ellos llevndose todava al rostro trapos hmedos, con ojos aninflamados por efecto del gas lacrimgeno, contemplaban impotentes cmo la polica destrozabasus casas de cajas y cartones, de cuerdas, hojalata y lona. Los bulldozer derribaban lasestructuras, aplastaban aquellos muebles grotescos, abatan los tabiques, destrozaban los hornillos,las camas, las ropas... Los nios, con ojos muy abiertos, miraban aterrados y fascinados. La mayorade las mujeres segua all de pie, aferradas a sus ms valiosas pertenencias, aguantando la agresin

    con estoica resignacin. Slo algunas gritaban desafiantes.

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    Al quedar al descubierto el interior de las viviendas, en muchas se vieron carteles de NelsonMndela, algunos tenan escrito descaradamente su nombre con las iniciales ANC, en otrasaparecieron retratos de Robert Sobukwe, el lder panafricano... Pero en algunas chabolas lo que sevio fue el retrato de alguien ms joven. Un rostro agraciado y serio, de ojos graves penetrantes. Encasi todos ellos pona Steve Biko, pero en algunos en gruesos caracteres debajo del nombre se

    lea Conciencia negra. Los bulldozer pasaron una y otra vez sobre aquellos habitculosreducindolos a aicos.

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    A unos mil trescientos kilmetros de all, una joven despertaba en una pequea habitacin limpia.Acababa de amanecer y slo oa los ruidos que le eran familiares. La joven estir sus flexiblesmiembros y se dirigi a una mesita donde ech agua en una palangana y se desperez dejando queel agua corriera por las mejillas y el cuello. Tena ojos almendrados, grandes, una boca sensual,

    pero aun en la tranquila languidez matutina su bello rostro difunda inteligencia y era espejo de uncerebro pocas veces inactivo.

    Se sec con una toalla y cogi un objeto caro de su modesta estancia: una radio ultramoderna condoble antena de acero. Salvo un florero, el nico adorno de la habitacin era un cartel con el retratode Steve Biko, uno exactamente igual a los destrozados en Crossroads.

    Mamphela Ramphele era mdica. Unos aos antes Steve Biko era estudiante de medicina, igualque ella, pero Steve haba pasado de la medicina a la poltica, la poltica de la condicin negra enSudfrica. Y ahora la doctora Mamphela Ramphele era la nica mdica de una pequea clnica paranegros para la que Steve haba logrado reunir los fondos, a pesar de haber sido desterrado por elgobierno sudafricano, con prohibicin expresa de reunirse con ms de una persona, escribir o hablaren pblico.

    Al igual que Steve, Mamphela era de color claro, y, segn las enrevesadas leyes racistas deSudfrica, se le podra haber aplicado la catalogacin de color en lugar de negra. Los decolor eran descendientes de mezcla de razas, negros y holandeses, negros e ingleses o negros y

    portugueses. El gobierno sudafricano los prefera porque eran an menos numerosos que lossudafricanos blancos, y otorgndoles ciertos privilegios, que negaban a los negros, los utilizabancomo pararrayos contra la ira negra. Los negros, sintiendo envidia de los sueldos y los trabajos algomejor pagados de los de color, dejaban as de pensar tanto en sus justas reivindicaciones por loque les haca el gobierno.

    Con todo, igual que Steve, Mamphela era demasiado inteligente para no ver el torvo propsito de

    aquella clasificacin, demasiado tica para querer ventajas que sirvieran para dividir a lossudafricanos en facciones rivales. Por eso en su cartilla segua constando la identificacin racial denegra.

    Mientras se quitaba su camisn gris para lavarse, Mamphela se qued de pronto paralizada. Lavoz profunda del locutor de los informativos tras dar las noticias de la maana y puntualizar elcambio del dlar y el rand, los ltimos acontecimientos en Oriente medio, el Mercado Comn y elconflicto EsteOeste, comenz morosamente a hacer el resumen de una redada de la polica en un

    poblado ilegal de las afueras de Ciudad del Cabo aquella misma maana. Entre los detenidos sehallaban algunos sin permiso de trabajo que han sido devueltos a sus respectivos lugares de origen.

    La accin policial no hall resistencia y muchos de los ilegales se presentaron voluntariamente a lasautoridades policiales y militares concluy el locutor imperturbable, aadiendo con palpable

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    entusiasmo: El Springboks consigui ayer sobre el equipo visitante argentino una brillantevictoria de 3310. El equipo de rugby...

    Mamphela alarg la mano y desconect la radio y su mirada se pos lentamente en el cartel deSteve.

    Mientras tanto en Crossroads el ltimo vehculo militar abandonaba el poblado. Era un gigantescohipoptamo repleto de policas sudorosos que hablaban entre carcajadas, y que cruzando lallanura se dirigi hacia Ciudad del Cabo, dejando una nube de polvo a su paso. Tras su estela, lasmujeres y los hombres que quedaban lo siguieron con la vista un instante con mudo estoicismo, ydespus, uno tras otro, comenzaron a recoger lo que quedaba de sus pertenencias.

    Sobre la zona planeaba an un sudario de polvo y humo, pero con paciencia y tesn poco a pocolos tabiques destrozados fueron reparados y levantados. No era nada nuevo y volvera a suceder,quiz dentro de un mes, una semana, tres meses, a lo mejor con menos virulencia, o quiz ms. Erael precio que se pagaba por trabajar, por ser negro. El nico signo de que la incursin habasuscitado las semillas del encono era una mano que aqu y all colocaba enfurecida una foto deMndela en un trozo de hojalata o de cartn destinado a servir de nuevo como tabique de sala deestar.

    En la clnica llamada Zanempilo o Lugar de Curacin Mamphela efectuaba las visitasrutinarias matinales. Vesta una bata quirrgica, tan limpia y sencilla como la propia sala, cuyos

    pacientes eran nios, la mayora vctimas de enfermedades que no habran padecido de haber tenidoacceso a agua potable y a condiciones higinicas normales. Pero el agua y las condiciones sanitariasnormales no estaban al alcance de la mayora de sudafricanos y el ndice de mortalidad infantil erauno de los principales cargos contra el gobierno blanco de Sudfrica. En el extremo de la sala habauna pequea pieza que albergaba a los enfermos graves. La enfermera de noche haba sido TenjyMtsintso, quien, al entrar Mamphela, estaba tomando la temperatura a una nia afectada por unagrave infeccin que le tapaba parte de un ojo y discurra hacia abajo por la cara y el hombro. Tenjy,una guapa muchacha menuda de veinte aos, que pareca ms joven y frgil de lo que realmenteera, levant angustiada la vista hacia Mamphela, pero sta se dirigi sin ms al pequeo escritorio

    junto a la puerta y comenz a repasar los informes nocturnos.

    Tenjy sac el termmetro de la boca de la nia, anot la temperatura y comenz a cambiarle lospaales. Mamphela se le acerc.

    Le ha bajado la fiebre dijo Tenjy, pero sigue sin retener alimento.

    Mamphela se inclin sobre la nia y le tom el pulso; luego la auscult, sin que Tenjy le quitaseojo. Finalmente sta, sin poder contenerse, le pregunt pausadamente:

    Has odo esta maana las noticias?

    Mamphela continu examinando a la nia.

    Si le hubieran cogido dijo sin inmutarse, lo sabramos. Lo habran anunciado.

    Su determinacin sorprendi a Tenjy pero sin convencerla.

    Ms tarde, durante el desayuno en la reducida cocina, otros miembros de la clnica discutieronsobre lo mismo. Mapetla Mohapi, un robusto y honrado colega de Steve que prestaba su ayuda en laclnica, estaba convencido como Mamphela de que si a Steve le hubieran detenido se sabra.

    Si la polica le hubiera encontrado (a lo mejor con carteles en el coche), creis que no sera laprimera noticia del informativo? grit mientras se diriga al patio a coger lea para la estufa.

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    No! vocifer Tenjy. Primero trataran de hacerle confesar algo! Porque si la gente sabeque est en poder de la polica, tendran que tratarle con ms cuidado.

    Como de costumbre, Mamphela lea conforme coma, pero estaba atenta a la discusin. Dio ungolpecito a Tenjy en el hombro y seal hacia la ventana.

    Creen que est aqu dijo, indicando el Land Rover de la polica aparcado en el camino detierra que conduca hacia la clnica. En su interior se vea a los dos policas que seguan a diario los

    pasos de Biko. Los dos agentes estaban repantigados, como de costumbre, con los ojos mediocerrados mirndolo todo, seguros de que cualquiera que entrase o saliera tena que pasar ante ellos.

    Si la polica de Ciudad del Cabo le hubiera cogido, seguro que esos dos lo sabran prosiguiMamphela, y no estaran ah fuera.

    Ntsiki Biko, la guapa esposa de Biko, de generoso busto, estaba dedicada a sacar medicamentosde una caja de embalaje, colocndolos cuidadosamente ordenados en el refrigerador,comprobndolos en el albarn. Ella tambin haba escuchado la discusin, llena de angustia, pero

    tratando de sopesar los pros y los contras dentro de su corazn.Creo que est escondido dijo con mayor convencimiento del que senta. Estuvo aqu con

    Peter Jones y Peter tiene permiso de trabajo. Si a Steve le hubiesen detenido, Peter me habrallamado.

    Ante sus palabras todos callaron un instante. Incluso Tenjy renunci a tener razn para noaumentar la angustia que todos detectaron en la voz de Ntsiki.

    Tabby, un nio de diez aos, que estaba sentado en una ventana vigilando a los policas mientrasdaba cuenta de su desayuno, rompi finalmente el silencio.

    Ya llegan dijo.

    Mamphela levant la vista del libro. Por el camino avanzaban ya los pacientes hacia la clnica.Saba que algunos habran estado andando toda la noche y otros incluso das.

    Bien: acabemos y abramos la sala de consultas dijo cerrando el libro y dejndolo a un lado enla mesa. Steve est bien, sabes? dijo, mirando a Ntsiki antes de salir.

    Claro que s replic Ntsiki con sonrisa forzada.

    Mamphela le toc cariosamente el brazo y sali con premura a iniciar su jornada.

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    East London es una ciudad portuaria en el ocano ndico, a unos mil doscientos kilmetros deCiudad del Cabo. Es una ciudad provinciana, no una gran metrpoli, pero ha adquirido ciertanotoriedad porque Donald Woods, editor de su diario Daily Dispatch, ha mostrado una valenta

    poco corriente al llamar a captulo al gobierno por algunos de los principales aspectos absurdos delas leyes racistas. Woods era un sudafricano de sexta generacin que crea, como casi todos los

    blancos del pas, que Sudfrica es tanto de ellos como de los negros, pero haba estudiado derecho y

    tena suficiente imaginacin para superar las barreras educativas y culturales y darse cuenta de queel gobierno no actuaba tica ni humanamente con su tirana sobre los negros sin derecho a voto.

    No opinaba que a los negros debiera concedrseles pleno derecho al voto, y, desde luego, no creaque fuesen capaces de participar en el gobierno, ni siquiera tener un papel relevante en laadministracin, pero s crea en la justicia a su manera, y crea que todos los seres humanos tienenciertos derechos inalienables. Al sorprender al gobierno violando esos principios ticos bsicos,Woods lo atac con pluma tan acerada y precisa, que su peridico fue citado de un extremo a otrode frica. Al mismo tiempo, tanto el peridico como l fueron objeto de varias querellas judiciales

    por parte del gobierno. Pero sus conocimientos legales, y el paradjico respeto gubernamental a la

    independencia de la judicatura, le valieron para librarse repetidas veces de multas que habranpodido hundir el peridico y, en ocasiones, haberle llevado a la crcel.

    Una de las cosas que con ms vehemencia atac fue la costumbre de aquellas incursionespoliciales a municipios negros, tanto legales como ilegales. l se haba criado en el marco de lasleyes que obligaban a negros y blancos a vivir separados, y a que los negros viviesen encomunidades aparte de las ciudades de los blancos, pero que esos negros estuvieran sujetos a unacoso arbitrario y cosas peores a manos de quienes tenan que defender la ley, le sublevabacomo ser humano y como abogado.

    Cierto que los negros que vivan en poblados ilegales violaban los decretos de residencia, pero si

    el gobierno quera atajar tales violaciones deba llevar casos concretos ante los tribunales y nosometer a innumerables hombres, mujeres y nios a caprichosos ataques y violencias. Pero Woodssaba, como todos los habitantes de Sudfrica, que los poblados negros eran tolerados porque losempresarios blancos se beneficiaban de la barata mano de obra que representaban, por lo queconsideraba aquellos ataques hipcritas e inmorales.

    Aquel da de noviembre de 1975, haba escuchado la noticia del asalto a Crossroads y decididoescribir un editorial. Llam al responsable de la primera plana, Tony Morris, y juntos comenzaron acompaginar los artculos de la maqueta de la primera pgina. Lo que antes era el artculo principalsobre el perdn de Ford en el Watergate de Nixon pasara a la izquierda de la pgina, y la negativa

    del gobierno a la nueva apelacin para la libertad de Nelson Mndela ira en el centro, enyuxtaposicin al artculo sobre Crossroads. El artculo sobre la posibilidad de construccin enDurban de una fbrica japonesa de montaje de automviles quedara en ltima pgina.

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    Estaba abismado en la tarea, encerrando en crculo con su lpiz azul los titulares e indicando losposibles cuerpos de letras, cuando Ken Robertson, uno de sus periodistas ms prudentes pero msproductivo, entr en el despacho pasando como una tromba ante el viejo servidor negro del t, Alee.

    Jefe se limit a decir Ken, lanzando un montn de fotos sobre el escritorio.

    Mientras Woods se volva para examinarlas, Ken cogi con toda familiaridad un cigarrillo delpaquete del escritorio del director y lo encendi.

    Eran fotos del ataque a Crossroads, algunas movidas, pero todas impresionantes. Una mujerllorosa sujetando a un nio en brazos y mirando desconsolada su choza destrozada, dos soldadosapaleando a un nio, un anciano mudo y aturdido sentado en un silln astroso en un habitculo detabiques destrozados, un polica echando a una nia a latigazos, un bulldozer en el momento deaplastar una misrrima cocina.

    Woods levant incrdulo la vista hacia Ken, quien sonri. Era un hombre algo regordete, algoms irreverente y sin la formacin ni inteligencia de su jefe, pero conoca la calle, tena olfato

    para los conflictos y saba que Woods le consideraba su protegido.Cmo las has conseguido? inquiri Woods, desafiante.

    Las consegu replic Ken, expulsando humo y sonriendo. Nos atrevemos apublicarlas?

    Woods volvi a examinar las imgenes. Era un hombre que se abismaba en su trabajo; sus gafas ysu espeso pelo gris le hacan parecer algo ms viejo de cuarenta y dos aos, pero era demovimientos armnicos y juveniles. Un hombre en la flor de la edad. Su rostro se contrajo de

    pronto en una mueca.

    En stas me arriesgo dijo con decisin. Incluso te dejo que las firmes.

    Eres regio replic Ken. Si me detienen, el primer nombre que dar ser el tuyo.

    Los dos saban que la libertad de prensa en Sudfrica era un laberinto de contradicciones,estructurado por docenas de leyes y ordenanzas, y que la publicacin de fotografas de la policaapaleando a negros poda provocar reaccin oficial y oficiosa. Pero lo paradjico era que si unotena una buena cantidad de fotos y eran lo bastante malas, a veces el gobierno pensaba que eramejor dejarlo correr que mantener el contencioso ante la opinin pblica. Era la clase de cuerdafloja que a Woods y a Ken les gustaba recorrer.

    Ken recogi las fotos para escribir los pies, con el rostro an surcado por una mueca deautocomplacencia.

    Vamos, dmelo. Cmo conseguiste sacarlas y regresar aqu? inquiri Woods.Estamos en el siglo veinte, jefe. Espera a ver mi nota de gastos.

    Y quin te avis?

    El mismo que las hizo. Mira: siempre me ests acusando de beber por gusto, pero en realidad esla peor parte de mi trabajo. Si bebes mucho, ests predispuesto a encontrarte con un polica que haledo tus editoriales, jefe, y de vez en cuando con uno que, adems, est de acuerdo con ellos dijoKen sonriendo con picarda y levantando una de las fotos en cuyo segundo plano se vea una paredadornada con carteles de Biko. Y el seor Biko? aadi. Lo menciono en el artculo? Mihombre me ha dicho que se vea la foto por todas partes.

    Aquello hizo cambiar el tono del dilogo.Crees que haba una reunin o algo? inquiri Woods.

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    Por lo que me dijo, creo que debi de haberla contest Ken. Biko no poda estar all, peros alguno de los suyos hablando de la Conciencia Negra; yo dira que eso casi seguro.

    Woods reflexion un instante y luego movi la cabeza negativamente.

    No, no lo mezcles. Slo quiero reprochar a las autoridades el ataque; ya me ocupar yo de Bikoen un editorial. Con un puado de locos afirmando que la supremaca blanca todo lo justifica, slonos faltaba un chalado negro diciendo que la supremaca negra salvar al mundo.

    Ken asinti en seal de aprobacin y sali del despacho.

    Woods se volvi hacia Tony Morris y la maqueta de la primera plana.

    De acuerdo, pondremos una de estas fotos en la parte superior central dijo, marcando la zonacon el lpiz azul.

    La edicin provoc la explosin que Woods haba previsto. Las fotos aparecieron reimpresas enotros peridicos del pas y Woods recibi la habitual serie de llamadas telefnicas; amenazas

    veladas de la polica, el Ministerio de Asuntos Bantes (negros), el Ministerio de Informacin,violentas amenazas annimas de muerte, de hombres y mujeres, y algunas felicitaciones de otrosdirectores de peridicos.

    Lo que en definitiva le libr, al parecer, de procesamiento fue el editorial que escribi sobre Biko.Se titulaba EL BANT STEPHEN BIKO.LA FEA AMENAZA DEL RACISMO NEGROy fue aprobado hasta

    por los peores enemigos del peridico.

    Y eso fue lo que motiv la visita de Mamphela al Daily Dispatch. Se present vestida convaqueros y un suter blanco. Estaba sensacional.

    Cruz el largo pasillo hasta el despacho de Woods con una altivez que llam la atencin tantocomo sus atributos fsicos. Los negros no andaban de aquel modo en una ciudad de provinciasafricana. Al llegar ante el escritorio de la recepcionista Ann Hobart, lanz un ejemplar del peridicosobre la carpeta de la firma.

    Quisiera saber quin es el responsable de esto dijo.

    Ann, sorprendida por los modales y la pregunta, dirigi la vista al diario, doblado por el editorialde Woods sobre Biko.

    Volvi a alzar la vista, pero antes de que tuviera tiempo de decir una palabra, Mamphela deposituna tarjeta sobre el peridico.

    Soy la doctora Mamphela Ramphele dijo con aplomo. Y si no me recibe, ms vale quellame a la polica, porque no pienso marcharme de aqu hasta que salga l.

    Ann dudaba, todava impresionada por la irrupcin de Mamphela, ya comenzaba a recuperarse y asentirse molesta por el desparpajo de aquella mujer negra, pero opt por coger el telfono.

    El doctor Ramphele desea hablar con usted, seor Woods dijo framente.

    Woods estaba acostumbrado a la reaccin de Ann ante los negros, en particular ante los negrospretenciosos, y supuso que el doctor Ramphele sera un viejo telogo con alguna historia quecontar.

    Dgale que pase, por favor dijo imperturbable y volvi a concentrarse en lo que estabaredactando para la edicin de aquel da.

    Ann abri la puerta.

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    Doctor Ramphele anunci con voz agria.

    Woods mantuvo la vista en su trabajo durante un segundo y luego se dio la vuelta y se encontrcon aquella Atenea negra que avanzaba airada hacia l. Lo primero que advirti fue su enfado, peroinmediatamente seguido de la evidencia de que aquel cuerpo no perteneca a ninguno de lostelogos que l conoca.

    Lanz una mirada de perplejidad a Ann, quien interpret lo que quera decir, hizo una rpidareverencia y sali del despacho.

    Mamphela situ el editorial ante Woods.

    Hace tiempo que leo este peridico y s que no es usted de los peores le espet, mordaz,por lo que resulta an ms desconcertante que intente hacer creer esa mentira infame cual si fueraalgo razonado.

    Woods se haba recuperado de su sorpresa inicial para reaccionar como lo habra hecho cualquierescritor decente.

    Mire, doctora... empez, mirando el nombre que haba anotado al llamarle la secretariaRamphele, tiene razn. Me he tomado la molestia de oponerme al prejuicio blanco, pero si creeusted que por ello voy a ceder ante ningn agitador que proponga el prejuicio negro, se equivocacompletamente.

    Era la clase de ataque resuelto que a casi todos los antagonistas infunda cierto respeto al menos,pero en Mamphela no caus tal efecto.

    Prejuicio negro! exclam. Eso nada tiene que ver con Steve. Es que nunca verifica loshechos antes de publicar algo?

    Ese seor Biko est levantando una barrera de odio negro en Sudfrica replic Woods, y

    me opondr a l mientras est sentado en este silln.

    Lo que usted hace en ese silln es poner palabras en boca de Biko y bien sabe usted que nopuede replicar por estar desterrado! Si...

    Creo que entiendo perfectamente lo que pretende el seor Biko interrumpi Woods,acalorado, y no pienso...

    Pues lo entiende mal! intervino ella, tajante. Y l no puede venir a verle. Si es usted unperiodista tan honrado como dice, debera ir a verle!

    Escuche replic Woods, enfurecido, pero inmediatamente se domin. Qu haca l

    entablando una discusin a voces con una mujer..., y adems negra? Volvi a mirarla. Hermosa, nocaba duda de que inteligente, y altiva como una millonaria blanca. De dnde es usted? inquiri finalmente.

    Mamphela se limit a bajar un poco la voz.

    Sudafricana contest sarcstica, pero soy una de las dos de mi tribu a quien se le concediuna beca para estudiar en la facultad de medicina de Natal. Soy un ejemplo de la preocupacin

    paternalista blanca por los nativos del pas.

    Era una puya, y por un instante Woods estuvo tentado de caer en la trampa y responder alsarcasmo con el sarcasmo, pero se contuvo; lanz un suspiro, se recost en el silln y tir el lpiz en

    la mesa.Me alegra que nuestro dinero no cayera en saco roto.

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  • 5/26/2018 Briley John - Grita Libertad

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    Mamphela esboz una sonrisa. Si haba algo capaz de desarmarla era el humor. Se apart delescritorio y se repantig en una silla, sin dejar de mirarle, calibrndole como ser humano y no comoel simple autor de un artculo que consideraba equivocado y malvolo. Woods no rompi elsilencio; no le caba duda de que estaba analizndole. Slo que no saba cul sera su juiciodefinitivo. Finalmente fue ella quien habl y esta vez sin despecho:

    Seor Woods, si no es usted tonto, est mal informado. Steve Biko es uno de los pocos que anpuede salvar Sudfrica. Ahora est en King Williams Town, que es su zona de destierro. Deberausted verle...

    Aquella tranquila sinceridad impresion tan profundamente a Woods como su clera altanera.

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    King Williams Town estaba a sesenta escasos kilmetros al norte de East London y era una detantas pequeas ciudades encantadoras de Sudfrica. Naturalmente, con casco urbano estrictamentereservado a los blancos, porque los negros vivan en un poblado a unos ocho kilmetros del centro.En l las casuchas tenan el mismo aspecto miserable de otros poblados, pero el paisaje era bonito yacogedor y no pareca tan penoso verse obligado a vivir en aquel lugar.

    Woods conduca su Mercedes blanco. Primero cruz el poblado pensando en la direccin que le

    haba dado Mamphela; una direccin en la propia ciudad. A los negros se les permita comprar ytrabajar en ella durante el da, pero se le antojaba raro hallar en ella a una persona desterrada.

    Al llegar a la calle en cuestin, result ser una ancha avenida tranquila bordeada de rboles.Woods comprob la direccin, cada vez ms sorprendido por el lugar del encuentro. Aminor lamarcha al aproximarse al nmero y entonces lo vio: era una vieja iglesia, casi derruida, mediooculta por los arbustos y rodeada de los restos de una valla. Par frente a ella en la otra acera y lacontempl un instante antes de apearse. En aquel momento advirti la presencia de dos policasaparcados junto a un rbol un poco detrs de l. Eran sin duda los cuidadores de Biko. Sonri yles dirigi un saludo con la mano. No es que l estuviera muy de acuerdo con los decretos de

    destierro, pero si habla un negro en el pas a quien l considerase que haba que vigilar, se eraBiko. Una de las ironas prometedoras de Sudfrica era que, por mucha razn que tuvieran, losnegros en su mayora no mostraban prejuicios hacia los blancos, y si alguna vez se llegaba a unasolucin pacfica en el problema racial del pas, aquello era algo positivo que haba que conservar.sa era una de las razones que le induca a ser tan implacable en sus condenas al gobierno porabuso de autoridad en los poblados. Y de pronto, ah estaba esa figura del mundillo estudiantilnegro que haba acuado el malvolo principio de la Conciencia Negra.

    Ellos no queran saber nada con los blancos liberales. De hecho los liberales eran su principaldiana porque creaban un falso sentido de progreso. Ellos queran construir organizaciones

    negras,poltica negra, y Woods saba perfectamente que lo que se necesitaba eran organizacionessudafricanas,blancas y negras; poltica sudafricana,blanca y negra. De hecho, uno de sus mejoreslogros era haber conseguido que se admitiese a los negros en el club local de ajedrez, e inclusoconsigui que en el equipo nacional que viaj a Suiza figurase un reserva negro. Por eso pensabaque si haba necesidad de desterrar a alguien, ese alguien era precisamente Steve Biko.

    Conforme cruzaba la calle camino a la vieja iglesia, vio a dos negros que arreglaban una ventanaen un lateral del edificio. Uno de ellos le haba visto y dio unos golpes en la ventana en el momentoen que Woods llegaba a la puerta.

    Puls el oxidado timbre y la puerta se abri inmediatamente.

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    El seor Donald Woods? dijo sonriente Ntsiki en el tono formal y gracioso que haca que lagente se sintiese bienvenida e importante al mismo tiempo. Era un don de la mujer negra y Woodsno pudo menos que ceder en su animosidad.

    S, soy Donald Woods contest.

    Lleg un nio corriendo que se agarr a la falda de la mujer y se qued mirando tmidamente alhombre blanco. Su ingenuo encanto y la sonrisa de Ntsiki trajeron a Woods el recuerdo de suinfancia, cuando su padre tena un economato en la metrpoli y mujeres como Ntsiki y nios comoaqul eran clientes habituales. En esta ocasin deseaba mantener alejados aquellos recuerdos.

    He venido a ver a Steve Biko dijo con la mayor firmeza de que fue capaz.

    Soy la esposa de Steve contest Ntsiki. Le est esperando aadi, abriendo la puerta einvitndole a pasar.

    Se dice que puede juzgarse a un hombre por su esposa, y Woods qued bastante sorprendido,porque Ntsiki era maternal, acogedora y en apariencia muy sencilla; muy distinta a como l habra

    esperado.El interior de la iglesia constituy otra sorpresa. Haban hecho con tablas un pasillo de un extremo

    a otro y hombres y mujeres estaban pintando las paredes y colocando tabiques divisorios, pues todoel espacio haba sido transformado en zonas reducidas, cada una de ellas pensada para una actividadconcreta. En una, unas muchachas aprendan costura; en otra estaban montando el can dechimenea de un horno de cermica; en otra haba ya un joven torneando barro; otra era una pequea

    biblioteca de libros usados y revistas; haba un diminuto taller en el que dos viejos hacan juguetes,y el sitio del altar haba sido convertido en escenario.

    Ntsiki se detuvo cada vez que Woods mostraba inters, dejndole que observase.

    Nos la dio el padre Russell dijo a modo de explicacin. Queremos hacer una especie decentro donde los negros puedan reunirse durante el da y quiz dar clases; organizar, quizs, una

    junta de trabajo, para que la gente sepa dnde puede encontrar empleo.

    Woods haba odo hablar de Russell, un joven pastor anglicano que se expona mucho por losnegros. Asinti con la cabeza, muy impresionado por lo que vea. Acarici el pelo del niito quesegua agarrado a la falda de Ntsiki y que no dejaba de mirarle sonriente con los ojos muy abiertos.El pequeo eludi la caricia de Woods y se escondi entre la falda de Ntsiki, pero an mssonriente.

    Y ste quin es? pregunt Woods.

    Ah, Nkosinathi! Un bribn como su padre contest Ntsiki, dndole una afectuosa palmadaen la espalda. Y a veces, peor.

    A pesar del evidente cario, Woods detect cierto tono de sufrimiento que indicaba que quizpadre e hijo fuesen un poco excesivos para la franca naturaleza de Ntsiki.

    Condujo a Woods hacia una puerta lateral junto al altar y la abri, volvindose hacia l.

    Le est esperando. Ha sido un placer, seor Woods aadi con otra sonrisa, indicndole elpatio fuera de la iglesia.

    Al salir Woods, la puerta se cerr inmediatamente a su espalda. Mir en derredor y no vio a nadie.

    El ruido de charla de la iglesia haba sido sustituido por un silencio slo roto por el viento. El patioestaba lleno de malas hierbas y haba un viejo rbol gigantesco en el centro que dejaba caer al suelosus verdes zarcillos. Detrs de l, en un rincn, Woods vio una pequea edificacin, pero no se vea

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    a nadie. Baj del escaln y comenz a andar por el patio, observando. El viento mova el follaje delrbol, llenando el patio de sol y sombra que dificultaba la visin, pero all no haba nadie. Woods sedio la vuelta, confuso, y volvi a sentirse molesto, y en aquel momento algo junto al rbol llam suatencin. Observ con atencin a travs del follaje y en el claroscuro intermitente, quieto como eltronco del rbol, vio a un negro alto que tena los ojos clavados en l y que le contemplaba

    impasible, como deba de haberlo estado haciendo desde que haba salido al patio.Biko? Es usted Steve Biko? dijo Woods.

    El hombre no contest, pero tras una pausa, se dirigi hacia la pequea edificacin haciendo unademn a Woods para que le siguiera.

    Venga conmigo.

    Esto molest ms an a Woods por tratarse de un negro. Lanz un profundo suspiro y murmuralgo a propsito de aquella absurda visita y se abri paso con cuidado entre las matas de hierbajos,con sus caros zapatos y traje.

    El negro entr en el pequeo edificio. Sera Biko o alguien que le llevaba ante su presencia? Alcruzar la puerta, Woods se detuvo y mir al interior. Vio una figura tras un escritorio en penumbraen lo que pareca un pequeo despacho, pero an no distingua bien el rostro para saber si era elmismo que haba visto en los carteles.

    Aguard un instante a la espera de alguna palabra de acogida o saludo, pero no se produjo. Slovea dos grandes ojos escrutndole con enorme paciencia y distanciamiento, le pareci a Woods.Qu querra?

    Puedo pasar? dijo finalmente Woods con la mayor irona de que fue capaz. La figura asinticon la cabeza y Woods, lanzando otro suspiro, pas al despacho. No dispongo de todo el da para

    andar jugando, y...Le habra recibido en la iglesia, pero como imaginar slo puedo ser una persona a la vez y el

    Sistema est en la acera de enfrente.

    Woods ya estaba junto al escritorio y vio que era Biko, y saba que lo del Sistema era el modonegro de referirse a las autoridades blancas: la polica, el ejrcito, el casero. Los policas de enfrentede la iglesia slo esperaban cualquier infraccin para arrestar a Biko. Pero ahora que estaban frentea frente, fue Woods quien se puso a mirarle. Vio que pareca ms joven y guapo que en las fotos,

    porque no tena arrugas y sus ojos oscuros profundos bullan de vida y eran espejo de una mentecompleja y sensible. Biko sonri de pronto malvolo y Woods detect el bribn a que haba

    aludido Ntsiki.Aunque, naturalmente, usted aprobar mi destierro aadi Biko, sarcstico.

    Woods estuvo a punto de decir Exactamente!, pero se contuvo. Al fin y al cabo le habanconvencido a que fuese para or lo que aquel hombre tena que decir.

    Creo que sus ideas son peligrosas, pero no apruebo el destierro.

    Un autntico liberal arguy Biko con cierto sarcasmo.

    No me avergenzo de esta etiqueta replic tajante Woods, aunque por lo visto usted lajuzga con cierto desprecio.

    Biko sonri. Desde que haban comenzado a hablar haba adoptado una actitud divertida queaument conforme Woods se iba mostrando menos complaciente y ms beligerante.

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    Vamos, no exagere protest Biko. Slo opino que un liberal blanco que aprovecha todaslas ventajas de su mundo blanco, trabajo, estudios, vivienda, un Mercedes Woods parpadeinvoluntariamente ante la puya, quiz no sea la persona ms adecuada para decir a los negroscmo deben comportarse frente al apartheid.

    Me pregunto qu clase de liberal me considerara replic Woods asintiendo con lacabeza si usted, seor Biko, fuese el que tuviera la casa, el trabajo y el Mercedes y los blancosviviesen en los poblados.

    La respuesta produjo una carcajada en Biko, por la inversin de situaciones y por la estimacin desu propia personalidad, porque era evidente que cierta fanfarronera y presuncin masculinaformaban parte fundamental de su personaje.

    Eso es una buena idea replic. Los blancos en los poblados y yo en un Mercedes. Ha sidomuy amable en venir, seor Woods. Hace tiempo que deseaba conocerle aadi con una sonrisatan calurosa y franca como la de su esposa, alargndole la mano.

    Woods dud un instante mientras analizaba aquel sbito cambio de humor, la inteligencia y lainesperada sinceridad de aquellos ojos y aquella sonrisa. Luego estrech la mano que le ofrecan.

    Fue el principio.

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    Horas despus, aquella maana se dirigan en coche a la clnica Zanempilo. El centro se hallaba aunos veinticuatro kilmetros de King Williams Town, en una zona montaosa tan rida que nadiese tomaba la molestia de labrarla. Los seguan los dos policas, los cuidadores de Biko, yconforme ascendan por la carretera en cuesta que llevaba a la clnica, Woods vio por el retrovisorel coche oficial envuelto en la estela de polvo que ellos levantaban y creando a su vez otra nube.

    Le siguen a todas partes? inquiri Woods.

    Eso creen contest Biko, lanzando una mirada al retrovisor, al mismo tiempo que sacaba,sonriente, un brazo por la ventanilla para saludarlos.

    A Woods no acababa de convencerle aquel gesto, pero opt por mantener la boca cerrada y losojos abiertos. Ya haba tenido una sorpresa. La clnica estaba en lo alto de una colina y suedificacin ms visible era la capilla. Arquitectnicamente tena el aspecto heterclito de obra devoluntarios, pero su forma achaparrada con la cruz en lo alto le confera ese toque africano tanfamiliar a Woods y que Picasso haba divulgado. As que el rebelde Biko era cristiano, pens.Bueno, Vorster y Kruger y todos los dems tambin lo eran, y eso no significaba nada; no obstante,era una sorpresa.

    Woods dio la vuelta al coche en un pequeo aparcamiento junto a la clnica. El coche policial sehaba detenido en su lugar habitual a cierta distancia en la carretera. Se apearon y Woods, sin soltarla portezuela, contempl el conjunto. Haba tres edificios de madera, largos, de un solo piso, deaspecto parecido a un barracn militar; la iglesia y una gran dependencia anexa. Se vea una cola denegros aguardando cola junto al edificio ms prximo: mujeres embarazadas, mujeres con nios de

    pecho, nios y viejos.

    Es aqu, no? pregunt Woods.

    Eso es replic Biko. No es muy grande, pero es una clnica para negros, con personal

    negro y con su mdico negro.Mamphela acababa de aparecer en la puerta principal para seleccionar pacientes de la cola. Vesta

    la bata blanca, de su cuello colgaba un estetoscopio y llevaba en la mano unos expedientes. Sedetuvo al ver a Biko acompaado de Woods y se los qued mirando. Aun con el pelo estirado haciaatrs y la bata suelta, resultaba una mujer que causaba impresin. Se los qued mirando sinmanifestar emocin alguna y a continuacin salud con una leve inclinacin a Woods, lanz unamirada a Biko y volvi a ocuparse de los pacientes.

    De quin es la idea de la clnica? De ella o de usted? inquiri Woods a Biko por encimadel techo del coche. Conocindola, imaginaba que su intervencin deba de ser notable.

    Fue una idea colectiva contest Biko, respondiendo algo cortante al tono desafiante deWoods, pero fue una suerte encontrarla aadi, volviendo a mirar a Mamphela.

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    Woods reflexionaba a propsito de la inteligencia de la doctora y de la fama de Biko. Bueno, dabaigual; la clnica era una especie de milagro, independientemente de quien fuese la idea. Se volvi denuevo hacia Biko, moderando un tanto el tono desafiante.

    Y un mdico blanco liberal que hiciese el mismo trabajo no les convendra? inquiri conirona.

    Cuando era estudiante comenz a decir Biko en un tono solemne nuevo para Woods y meentrenaba para los trabajos que ustedes nos permiten, comprend de pronto que no slo los trabajoseran de los blancos; la historia que leemos est hecha por blancos, escrita por blancos... Losmedicamentos, los coches aadi, golpeando el techo del Mercedes, la televisin, los aviones,todo es invento del hombre blanco, hasta el ftbol... Hizo una pausa con pensativa tristeza y aWoods le impresion aquella reaccin amarga y el propio concepto. En un mundo as

    prosigui Biko resulta difcil no pensar que uno es inferior por haber nacido negro.

    Sus palabras quedaron flotando en el aire mientras diriga la vista a los dos policas que leobservaban desde el coche.

    Llegu a pensar que ese sentimiento era para nosotros un problema ms importante que losafrikaners y el Sistema nos hacen. Me daba la impresin continu, volvindose pausadamentehacia Woods que, en primer lugar, el negro tena que creer que tena igual capacidad que elhombre blanco para ser mdico..., lder.

    Hizo otra pausa y Woods por primera vez tuvo que darle la razn, asintiendo con la cabeza,impresionado por la idea y, finalmente, impresionado por el hombre autor de la misma.

    Por eso nos propusimos montar esto dijo Biko, lanzando una mirada a la clnica. Mi errorfue pasar por escrito algunas de esas ideas.

    Y el gobierno le desterr.Biko asinti con la cabeza y clav los ojos en l.

    Y el irreductible editor liberal Donald Woods comenz a atacarme.

    Yo le ataqu por ser racistarespondi Woods.

    Cuntos aos tiene, seor Woods? replic Biko, sonriente.

    Woods dud un tanto irritado por el tono de la pregunta.

    Cuarenta y dos respondi. Eso qu ms da?

    Sudafricano blanco dijo Biko burln, inclinndose sobre el techo del coche, periodista y

    cuarenta y dos aos. Ha vivido alguna vez en un poblado negro?Woods se rebull incmodo. Haba pasado por algunos poblados, pero vivir en uno de ellos, era

    algo que ni se pensaba.

    He... he estado en muchos dijo tartamudeando mientras Biko sonrea ms todava.

    Tranquilcese indic. A excepcin de la polica, supongo que ni un sudafricano entre diezmil los conoce.

    Pero Woods no estaba tan tranquilo y Biko dej de sonrer al ver su desconcierto y el tono de suvoz se volvi ntimo, como si hablase con un viejo amigo.

    Mire usted: nosotros sabemos cmo viven aadi pausadamente porque les cortamos elcsped, les hacemos la comida, limpiamos su basura. Le gustara ver cmo vive el noventa porciento de sus paisanos que tiene que desaparecer de las calles de los blancos a las seis de la tarde?

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    Y no lo deca en broma.

    Horas despus aquella misma tarde Woods se daba en su piscina un ansiado bao refrescante,pero en casa estaban cuatro de sus cinco hijos y no fue verdaderamente relajante. Duncan y Dillontenan nueve y diez aos respectivamente, y eran ya lo suficiente mayorcitos para darle guerracuando la tomaban con l, cosa que hacan siempre que podan. Gavin, que tena siete, sola unirse aellos, pero muchas veces acababa ponindose de su parte, lo que significaba que Woods tena quedefenderle al mismo tiempo que se defenda. Y la pequea Mary, de cinco aos, afortunadamente

    prefera ensear a nadar a sus muecas, en la parte menos honda, o ayudar a limpiar la casa aEvalina, la criada negra.

    Finalmente, Woods abandon, dando un carioso coscorrn a los dos mayores, y nadando hacia elborde; ech a correr hacia la ducha y los vestuarios, anexos al cuarto de juego que bordeaba lapiscina. Charlie, el pastor ingls, comenz a ladrar y a perseguirle, queriendo entrar en el juego.

    Voy a escribir al seor Evans para que os ponga ms deberes grit ya bajo la ducha. Desde lapiscina le lleg el abucheo y el ruido de las salpicaduras, pero le dejaron ducharse en paz.

    Vea el jardn y el csped porque la puerta en celosa de la ducha le llegaba a la altura del hombro,y vio a Wendy y a Jane avanzar por el camino de coches que conduca a la casa. Wendy iba alvolante del Volkswagen, cuyo asiento trasero iba lleno de paquetes de ultramarinos. Tras aquella

    jornada en la clnica, Woods tena que admitir que los blancos en Sudfrica vivan muy bien. Sabaque en la mayor parte de los pases tener una criada y un jardinero se consideraba un lujo, mientrasque en el pas haba pocos sudafricanos que no tuviesen como mnimo una criada. Aparte las tierrasy las casas. Haba odo comentarios de extranjeros asombrados de que una persona con un empleo

    normal tuviese una casa con dos o tres acres de terreno, cancha de tenis y piscina. Era un pas rico,desde luego, bendecido por Dios con una tierra frtil, una inmensa riqueza mineral y un clima quele alegraba a uno la vida... Pero estaban los negros... Cmo resolver lo de los negros?

    Wendy dej las bolsas en el coche ya las cogera despus Evalina y se dirigi con Janesaltando a la pista. Wendy era cuatro aos ms joven que Donald y se mantena tambin joven decuerpo y espritu. Era una excepcional pianista, mejor que Donald, y eso que muchos opinaban quel deba haberse hecho profesional. Y, a juzgar por su esbelto cuerpo tan vital, nadie habra pensadoque haba trado cinco hijos al mundo. Jane era la mayor; tena catorce aos, era amiga de su madrey la preferida del padre.

    Bueno, y cmo era? grit Wendy, mientras se zafaba de los cariosos embates de Charlie.Woods cerr la ducha, se puso un albornoz y sali secndose el pelo.

    Dillon! chill Wendy. Dillon estaba echando agua a Duncan; ni siquiera mir a la madre, sezambull y se dedic a divertirse con otra cosa. Mary lleg corriendo hasta su madre para ensearlecmo haba vestido a la mueca. Wendy le dio un abrazo, lanz un oh! ante la mueca y mir aWoods impaciente. Venga, Donald: sultalo. Cmo es? aadi, estirndose en una tumbona.

    Woods se sent en el borde de la mesa junto a ella.

    Pues como en las fotos contest. Es joven, unos veintiocho o treinta aos, guapo, alto...,mirada dominante.

    Yo no voy a salir con l, Donald. Lo que pregunto es cmo es, qu clase de persona.

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    Aunque Wendy era polticamente mucho ms liberal que Woods, su actitud frente a la ConcienciaNegra era muy parecida, y no le habra sorprendido que l le hubiese retratado a Biko como unjoven Hitler.

    Pues no lo s respondi Woods pensativo, pero han construido una clnica estupenda allarriba. Todo es negro. Ella es la mdica. Tendras que haber visto a toda esa gente que acude desdekilmetros y kilmetros.

    Y con qu dinero cuentan? replic Wendy, mirndole poco convencida.

    Por lo visto, algn dinero negro y mucho dinero de la iglesia de ultramar, y hasta las compaasmineras han dado algo.

    Las mineras sudafricanas?inquiri Wendy sorprendida.

    Exacto contest Woods. Por lo visto algn pez gordo le oy en un discurso y quedimpresionado. Y te digo una cosa: es un hombre que impresiona.

    Evalina lleg con un vaso de zumo de naranja para Wendy. Lo dej en el suelo, se inclin a ver la

    mueca de Mary y se dirigi al coche a descargar las bolsas. Wendy le dio las graciasdistradamente, concentrada en la conversacin con su marido.

    No te habr hablado de la Conciencia Negra, no? inquiri, malvola.

    No respondi Woods con muy poca conviccin, pero he convenido ir con l a un pobladonegro.

    Wendy volvi a quedarse atnita. Donald no era una persona fcil de manipular, y menos porparte de un joven negro.

    Pero si est desterrado, cmo puede llevarte a ningn sitio? inquiri pensativa.

    No lo s respondi Woods, asintiendo con la cabeza, pero quiero averiguarlo.Se puso las gafas, se inclin y le dio un beso en la mejilla, sonriendo por su sorpresa, aunque, a

    decir verdad, l mismo se senta ms que sorprendido.

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    El da acordado para la gira informativa de Woods al poblado se produjo unas tres semanasdespus de la primera entrevista. Biko quera llevarle a un poblado de las afueras de East London,lo que implicaba salir de su zona restringida de destierro; pero no era la primera vez que lo haca, y

    pens que a Woods le causara un hondo impacto ver lo que haba en la trastienda de su pas. Estabatrabajando con Mamphela en su despacho en una charla que tena que dar la doctora, cuando llegel momento de prepararse para recibir a Woods. Se puso unos zapatos gastados y un jersey viejo

    con ni redos y rotos, y Mamphela le dio el viejo abrigo militar que estaba en el suelo. Era unDlamini de los excedentes tic guerra, el largo e increble gabn que llevaban todos lostrabajadores negros. Biko se lo embuti y Mamphela le entreg una gorra de obrero.

    Por muy rara que le sentase la gorra, Mamphela le contempl muy seria mientras se la pona.

    Crees que realmente merece la pena arriesgarse? inquiri con tono de reprobacin.

    La formacin de un blanco liberal es un deber contest Biko con una mueca.

    Hila le lanz, despechada, un pauelo astroso. Decididamente no le diverta.

    Si te cogen fuera de la zona de confinamiento irs a la crcel, y al seor Woods le bastar con

    escribir una carta explicativa al consejo de administracin de su peridico.Eso es lo que en Sudfrica se llama justicia, no lo sabes? replic Biko con sequedad.

    Mamphela sonri ante aquellas palabras, pero opt por darle la espalda y sentarse a la mquina deescribir. l la mir en actitud triunfante, pero era un presentimiento difcil de conjurar.

    No quiero que te metan en la crcel dijo Mamphela con voz sombra.

    Biko hizo honor a su preocupacin contestando gravemente:

    No nos cogern.

    De pronto apareci Ntsiki en la puerta con una factura en la mano.

    Tengo que pagar los portalmparas apremi. Est esperando.Mamphela se puso inmediatamente en pie y sigui hablando con Biko conforme sala del cuarto.

    No os cogern si no va algn confidente a la polica.

    En cuanto Mamphela sali del cobertizo, Ntsiki pudo entrar y se dirigi a una pequea caja fuerteque haba en el suelo frente al escritorio de Biko. Le contempl en su atavo y le dirigi una sonrisa

    burlona.

    An haremos de ti un trabajador, Steve Biko.

    Biko le respondi con una mueca y una pantomima de obrero que anda penosamente.

    Ntsiki cogi el dinero de la factura y se detuvo un momento antes de salir.Cmo vas a hacerlo? inquiri, refirindose a cmo pensaba escabullirse.

    Biko corri la cortina de la ventanita.

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    Di a Thabo que venga y que se quede detrs del rbol hasta que salga yo. Encender la lmparadel escritorio y Mamphela ir a entretener un par de minutos al Sistema.

    Yo salgo y Thabo entra y se sienta en mi puesto. Lo nico que tiene que hacer es simular que leehasta que yo vuelva.

    Ntsiki le miraba meneando la cabeza, medio sonriente.

    Me alegra no ser tu madre dijo antes de salir para volver a la iglesia.

    Woods se haba vestido con ropas viejas, pero en comparacin con las de Biko pareca un modelode revista. Segn el plan, tena que aparcar el coche en un descampado a unos cinco kilmetros dela ciudad, y cuando John Qumza, que haca de conductor, viese que no haba moros en la costa, seacercara a recoger a Woods y luego iran a otro punto a recoger a Biko.

    Oficialmente ningn blanco poda entrar en un poblado negro; sin embargo, la transgresin eraasunto balad dentro del conglomerado de leyes racistas, y era muy improbable que a un blanco quefuera all a mirar le llevaran ante los tribunales. Pero exista riesgo para cualquier negro que

    participase en una visita ilegal, y ms en aquel viaje, porque un blanco entre negros llamaranecesariamente la atencin de los cachiporras la polica negra de los poblados y, si hacan

    preguntas, dado que Biko haba transgredido su confinamiento, podan plantearse graves problemas.Por eso la operacin haba sido planeada como una expedicin militar.

    Por muy pobremente que Woods pensara que iba vestido, John Qumza se estremeci al verlecuando se acercaron al coche.

    Dios mo! exclam. Creo que deberamos pisotearle para ensuciarle un poco.

    John era amigo de Biko desde sus tiempos de la universidad y era uno de los fundadores de laorganizacin estudiantil SASO, que haba dirigido Biko. Estaba acostumbrado a las poco ortodoxas

    relaciones entre negros y blancos por parte de Biko, pero esta vez haba ido demasiado lejos. Johnhaba sido seminarista y, como tantos otros negros con estudios, haba ido a un colegio demisioneros blancos; se senta tranquilo entre blancos y estaba convencido, en base a su experiencia,de que era posible y deseable una sociedad integrada. Adems, mostraba una paciencia ante laintransigencia blanca que muchos de los que rodeaban a Biko en particular Mapetla no tenan.

    Al detenerse el coche delante de Woods, Mapetla salt del asiento trasero y mantuvo la portezuelaabierta.

    Maldita sea, suba! gru, casi empujando a Woods al centro del asiento. Cosa nada fcilporque ya lo ocupaban tres.

    Woods pidi excusas varias veces mientras intentaba hacer sitio para sus piernas y su espalda,pero Mapetla mont tras l y lo lanz sobre el regazo de un negro gordinfln que se ech a rerdiciendo:

    Encantado de conocerle. Yo soy Meja.

    Woods procur hacer una inclinacin de cabeza.

    Dijo que vendra vestido con ropa viejagru Mapetla.

    Y eso he hecho! protest Woods.

    John ya pisaba el acelerador y mir angustiado por el retrovisor.

    Dejad de discutir y que se siente en el centro! Ah encima le vern a la primera!

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  • 5/26/2018 Briley John - Grita Libertad

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    Woods comenz a rebullirse para cambiar de sitio, pero Mapetla y otro, que pronto supo que sellamaba Dye, le hundieron a la fuerza en medio del asiento y ambos se medio sentaron cada uno enuna de sus piernas.

    Dale tu sombrero, Dye orden Mapetla, y ste se quit el trozo de media que llevaba porgorro en su sudado crneo y lo encasquet en la cabeza de Woods, quien no pudo mover los brazos

    para ajustrselo.

    Tpale bien la cabeza por atrs grit John desde delante mirando por el retrovisor.

    Tambin poda apartrmelo un poco de la frente aadi Woods, mortificado. Todos lanzaronuna carcajada y Woods se sinti un poquito ms a gusto. Y podra tambin apartarme el mechnde los ojos aadi mientras Mapetla le bajaba el gorro por el cogote y le suba el cuello delabrigo.

    El negro sonri y le arregl el pelo. Despus de todo, parecan aceptarle.

    El coche en que viajaban era un taxi, un taxi para negros. Tambin en eso existan leyes. Haba

    taxis para blancos y taxis para negros. Los de los negros, que pasaban mucho tiempo en lascarreteras de los poblados, se hallaban constantemente afectados por averas. ste no era ni mejor ni

    peor que los dems, pero era un horror. Despus de dar unos botes en dos baches, en los que Woodspens que saldra anatmicamente mal parado, se atrevi a hacer una discreta pregunta.

    Vamos tan apiados para as ocultarme mejor, verdad?

    Otra carcajada fue la respuesta.

    Mire, seor Woods: volvemos al poblado al final de la jornada contest John, burln.Nosotros tenemos que hacer el viaje de ida y vuelta al trabajo de lunes a sbado, y no conozco anadie que gane para pagarse l solo un taxi.

    Yo conozcopredicadores que tienen dinero de sobra para taxis arguy uno de los negros,bromeando.

    Teniendo en cuenta lo que tienen que hacer para salvar unas almas, est justificado, Zeke replic John.

    Dentro de aquel vehculo reinaba un ambiente ldico de aventura.

    Nuestros taxis van cargados prosigui John y la gente est acostumbrada a verlos as. Casisiempre viajamos seis en el asiento de atrs, y a veces siete. Pero hemos decidido hacerle viajarlujosamente para que pueda echar un vistazo por el camino.

    Muy previsor murmur Woods, amargado.El comentario suscit otra carcajada y contribuy a granjearle mayor confianza entre los negros.

    Tras varias curvas y varias sacudidas, el coche abandon la carretera y se intern por un caminode tractor hacia una granja, donde se detuvo. Biko esperaba entre unos matorrales. Sali de ellos ymont en el asiento delantero. Tully, el ms joven del grupo, se alz y luego se acomod sobre lasrodillas de Biko y el otro pasajero. Iban cuatro delante y cinco atrs. John ya daba la vuelta al coche

    para volver a la carretera, cuando Biko se dio la vuelta y mir a Woods sin poder contener unasonrisa de oreja a oreja. Va usted cmodo? inquiri, solcito. Nueva carcajada.

    Qu demonio, tiene el mejor sitio! coment Mapetla. Entraron dando tumbos en la carretera

    y John pis a fondo el acelerador, mientras Woods sufra los zarandeos y bandazos del coche yBiko segua contemplndole sonriente. Escuchen indic Woods, a la defensiva: yo me hecriado en un pueblo negro; no se crean que voy tan incmodo.

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  • 5/26/2018 Briley John - Grita Libertad

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    Lo s replic Biko, muy serio. Conduce ese Mercedes blanco slo por los vecinos. Comoliberal que es, si pudiera ira por ah en autobuses y taxis como nosotros.

    Los dems le miraron tambin y no tuvo ms remedio que sonrer.

    Pero no se dio por vencido.

    Pues a pesar de la evidencia contraria, como no paris de decirme que los das de los blancosestn contados, lo que hago es disfrutarlos mientras pueda.

    La irnica alusin a las pretensiones negras suscit otra carcajada.

    Mire: puede que no tengamos solucionados todos los problemas de transporte de la revolucinreplic John, pero no se crea que porque viajemos as no tenemos al Sistema en el punto demira. Se oyeron varios Amn. Ja, ja! dijo Woods, burlonamente bravucn. Escchele,hombre, escchele! exclam Mapetla, animado.

    Cuando llegaron al poblado segua reinando dentro del taxi un ambiente deportivo, peroenseguida se vieron en medio de una larga fila polvorienta de taxis y autobuses. Conforme se haca

    de noche todo pareca volverse gris; los edificios se apiaban junto a la deteriorada carretera; lostaxis rojinegros cubiertos de polvo parecan elementos mviles del terreno, y todo eran caras de

    personas apiadas en vehculos, asomadas a las ventanillas de los autobuses, aguardando en loscruces a un amigo, al padre, al marido o a la esposa.

    Tambin en el taxi el humor se torn grisceo. Lo que ms impresion a Woods no fue aquellamasa de gente apiada movindose al unsono, espectculo totalmente impensable en Sudfrica,donde una de las mayores delicias era la gran disponibilidad de espacio, sino aquel cansancio quedifundan todos los rostros. Jvenes quinceaeras, musculosos jvenes de veinte aos y,naturalmente, los viejos y los de edad mediana que acababan as su jornada laboral ao tras ano. En

    todos aquellos rostros se adverta un embotamiento, tan slo interrumpido de vez en cuando poralguna sonrisa a un amigo o a un conocido, pero que inmediatamente recobraban la pesadez y elsopor habituales. l haba visto muchos negros cansados, sudorosos, trabajando en todo tipo decosas, pero siempre haba sonrisas y chistes, una aceptacin y una vivacidad que muchas vecesenvidiaba. Pero eso durante el da, y hasta ahora no se le haba ocurrido que para acudir a la ciudad

    por la maana aquellos negros tuviesen que hacer cola como la que en aquel momento habaformada; y eso mucho antes de que amaneciese, y que cada noche tenan que regresar bien despusde haber cado el sol. Da tras da, ao tras ao. Haba vivido toda su vida entre negros, y ah estaba,a una hora de su casa, captando miradas nuevas para l.

    Fueron avanzando lentamente por las calles principales del poblado. Los taxis y autobuses slocirculaban por algunas vas; las pequeas callejas estaban llenas de gente que caminaba

    penosamente hacia sus casuchas del tamao de cajas de cerillas. Haba algunas tiendecillas yestablecimientos parecidos a bares en las calles por las que discurra el trfico y los clientes seapiaban ante ellos como abejas, comprando verdura, fruta y pan. Las lmparas de aceite colgadasde postes formaban bolsas de luz amarillenta en la creciente oscuridad. Aquellos sobrios rostrosnegros que vea al pasar se le antojaban a Woods misteriosos y hasta amenazadores. Haba en ellosuna hosquedad nueva para l. Haca tiempo que haba advertido que la gente puede tener una

    personalidad en su trabajo y otra muy distinta en casa o en el juego, pero esto era distinto. Era como

    si todo el mundo negro, que l pensaba conocer tan bien, tuviera una vida que l ignorabatotalmente. Y no era por los elementos externos calles de tierra, autobuses y taxis abarrotados,sino por los rostros, el cansancio, la apata taciturna de aquellos grandes ojos oscuros.

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  • 5/26/2018 Briley John - Grita Libertad

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    Estuvieron dando vueltas en el taxi sin decir palabra hasta que la mayor parte de las callesquedaron vacas; haba concluido la hora punta de la tarde y la gente ya estaba en sus casas.Todava algunos se apresuraban por las oscuras callejas, pero aquella enorme masa hormigueanteque tanto haba impresionado a Woods en el atardecer ya se haba fundido con las sombras.

    Por un silencio y el modo en que evitaban su mirada, supo que los dems eran en parteconscientes de su impresin. Biko no haba vuelto la cabeza una sola vez y segua sentado, con elmentn apoyado en la mano, mirando por la ventanilla, como alguien que ha visto el espectculomuchas veces, pero que en cada ocasin se siente afectado.

    Vamos a estirar las piernas repuso finalmente Biko.

    John detuvo el coche y todos bajaron. Les haca buena falta y los gruidos y gestos derelajamiento disiparon el ambiente de gravedad que los embargaba.

    La prxima vez vendremos en su Mercedes brome Dye dando saltos para desentumecerselas piernas.

    Cuando vayas al paraso no te dejarn ir en Mercedes apostill Mapetla, burln No tienescategora.

    T qu sabes replic Dye. Dame un puro y un buen traje y hasta los ngeles se pondranfirmes.

    Huy, huy, huy, y eso que no has bebido replic Mapetla, riendo.

    Biko haba apoyado las manos en el guardabarros delantero para flexionar su gil cuerpo, primeroen cuclillas y luego con las piernas rgidas. Finalmente se incorpor y mir a Woods. Era el primercontacto desde la entrada en el poblado y le escrutaba con la mirada. Pareci encontrar lo que

    buscaba y lanz una sonrisa forzada.

    Vamos a dar una vuelta dijo pausadamente.

    Condujo a Woods de la calle principal a las callejas laterales. John y Mapetla caminaban unospasos detrs, vigilantes. Anduvieron entre las casas, algunas con luz elctrica, otras con lmparas dequeroseno. Por las puertas sala una tenue nube de humo de los hornillos que comenzaba a planearsobre toda la zona. Vieron cmo preparaban la cena en cuartos atiborrados de gente, un hombre

    bandose en una exigua baera metlica, un par de prostitutas junto a una casa hablando con unoque vesta un mono asqueroso. Unos viejos calentaban latas de sopa en un fuego entre unosladrillos, fuera en la calle. De vez en cuando la carrocera de un viejo automvil haca las veces decobertizo. En dos ocasiones vieron pandillas de jovenzuelos merodeadores. Eran los tsotsis

    pandillas de negros que vivan a costa de sus compatriotas negros, tolerados por la polica paraque causaran disturbios en los poblados. Woods nunca los haba visto, pero conoca su existencia ysaba su mtodo coercitivo: un radio de bicicleta clavado en la columna vertebral que te dejabalisiado de por vida.

    En el umbral de algunas casas, golfos jvenes y de mediana edad permanecan recostados,ociosos, mirando la calle y siguiendo con la vista los perros que iban de casa en casa, cmodescargaban un carro y sobre todo el itinerario de Woods y Biko.

    Woods no se perda detalle, del mismo modo que haba observado la descarga de autobuses ytaxis. Para l era un mundo nuevo. Como a los negros no se les permita la entrada en las zonasresidenciales de los blancos al anochecer, tampoco era concebible que un blanco con excepcinde la polica anduviese por un poblado negro a aquella hora. Lo que ms le sorprenda era los

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  • 5/26/2018 Briley John - Grita Libertad

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    negros bien vestidos. Pens que seran algn tipo de oficinistas de ambos sexos. Es lo que se dijocuando los haba visto en sus trajes oscuros arrugados a veces pero siempre limpios, al or sucurioso ingls, su fluido afrikaans; siempre haba supuesto que vivan en casitas limpias, pobresquiz, pero, al igual que su ropa y su idioma, adecuado reflejo de la vida blanca. Pero viendoaquellas casas sin agua corriente, sin luz elctrica, todas con rudimentarias letrinas y cuartos

    minsculos abarrotados de gente entregada a las ms diversas actividades, comprendi queformaban parte de aquella extraa poblacin desconocida, igual que los trabajadores, los golfos ylos nios desperdigados.

    Doblaron una esquina en el momento en que un nio miraba furtivamente desde la puerta de unacasa oteando si en la calle haba peligro, alguna pandilla; su mirada se tropez con Woods y Biko yech a correr a toda velocidad hasta otra casa ms alejada.

    Corre, hijo, corre dijo Biko por primera vez mientras vean alejarse al nio. Es un milagroque los nios sobrevivan en este ambiente aadi amargamente contemplando el panorama. Lamayora de las mujeres que tienen permiso de trabajo son criadas y slo pueden ver a sus hijos unas

    horas los domingos. Aqu hay tantos borrachos y malhechores tan desesperados que son capaces dedar una paliza mortal a un nio si sospechan que tiene cinco rands.

    Woods se volvi en la oscuridad de la calleja y se qued mirando a Biko.

    Era usted un cro como se hace unos aos? inquiri.

    S contest Biko, sonriendo, aunque seguramente ms asustado.

    Se ha criado en un poblado?

    La mayor parte del tiempo. Mi padre muri cuando yo era muy nio. Me llevaron a una escuelade misioneros alemanes y suizos.

    Ahora lo entenda mejor Woods; iba a preguntarle a propsito de ello, pero Biko prosigui entono ntimo de confesin:

    Pero un cro sabe correr, y si sobrevives te cras en estas calles, en estas casuchas; tus padreshacen lo que pueden, pero al final recibes la educacin que te da el hombre blanco...; luego vas a suciudad a trabajar o a comprar, ves sus casas, sus calles, sus coches... Y empiezas a darte cuenta deque hay algo que no est bien respecto a ti, a tu condicin humana. Algo que tiene que ver con tunegritud..., porque por muy tonto o listo que sea un nio blanco, ha nacido en tu mundo, mientrasque un nio negro, tonto o listo, nace aqu..., y, tonto o listo, morir aqu...

    Volvi la mirada a Woods, que ni pudo ni quiso ocultar el impacto que le causaban aquellas

    palabras.

    Caminaron en silencio durante un rato y luego Biko sigui hablando:

    Incluso para tener derecho legal a vivir en un poblado como ste aadi mordaz, el patrnblanco tiene que firmarte el pase cada mes o pierdes el derecho de residencia. Y an si es tanamable y lo firma, es el gobierno el que te dice la casa en que has de vivir, los que tienen que vivircontigo y el precio del alquiler. No tienes derecho a poseer tierras ni a que tus hijos hereden nada.La tierra pertenece a los blancos..., y lo nico que uno puede dejar a sus hijos es esto concluy

    pellizcndose suavemente un trozo de piel oscura del carrillo.

    Pese a su capacidad de imaginacin, Woods nunca haba comprendido realmente el profundoabandono sin esperanza de la poblacin negra. Aquella noche, las palabras de Biko se lo hicieronsentir a su alrededor..., como algo vivo.

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    Siguieron caminando algunos minutos ms. Era evidente que Biko le llevaba a algn sitioconcreto, y por ltimo llegaron a una casa, exactamente igual por fuera que las otras. Conforme seacercaban oyeron el ritmo enftico de la msica pop africana. Unos negros, charlando y riendo,entraron untes de que Biko y Woods llegaran a la puerta. Woods mir a su alrededor y vio cuatro ocinco viejos automviles aparcados por all, y en uno de ellos unos hombres bebiendo de una

    botella.

    Ha estado alguna vez en una taberna clandestina? pregunt Biko.

    No en una de negros contest Woods.

    Si no es de negros, no es una taberna clandestina replic Biko con una mueca, adelantndosea la puerta y cediendo el paso a Woods. Conozca una autntica.

    Una vez dentro le presentaron a la Reina del lugar, quien se comport cual si tener clientesblancos fuese cosa normal, en realidad, salvo la primera mirada de sorpresa, ninguno de los quellenaban el local se fij en Woods. Peter y Mapetla se sentaron a una mesa en un rincn y Biko trajo

    unos litros de cerveza y luego sali a bailar con la Reina.A Woods le sorprendi la cantidad de gente que se apelotonaba en un local tan pequeo, que

    adems estaba lleno de cosas. En todos los rincones haba pertenencias amontonadas para hacersitio para el negocio. El tocadiscos, que sonaba estridente, estaba situado sobre un montn demantas, maletas de cartn, latas, cazuelas, abrigos, sombreros. Y aqul era el montn ms pequeo.

    Era una clientela estrictamente masculina. Junto a la Reina solamente haba dos jovencitas. Unade siete aos, bailando con uno que pareca su abuelo, y otra algo mayor que a Woods le dijeron erala sobrina de la Reina y que serva cerveza.

    Algunos hombres bailaban, solos o sueltos pero en agradable compaa de otros. Un grupito

    fumaba hachs en un rincn en una botella con el cuello roto, dispositivo que potenciaba el efecto,segn explic Mapetla a Woods. l saba que el hachs circulaba haca aos entre la poblacinnegra, pero era la primera vez que lo vea fumar.

    Despus de lo que haba visto en la calle, la impresin ms evidente de aquel local era la alegra.Los hombres beban y rean, charlaban y rean, bailaban y rean, fumaban y rean. Y no pareca serun desahogo neurtico del cansancio y el embotamiento que haba visto antes. Pareca un placerautntico, saludable.

    El propio Biko se haba transformado: bailaba con la regordeta y alegre Reina con autnticaalegra. Era un bailarn gil y experto y expresaba claramente el sentido del ritmo y la presuncin

    masculina de su carcter. Su pareja pareca en la gloria y, a pesar de su corpulencia, se mova conelasticidad y pona en el baile algo que, pese a sus carnes, resultaba ertico.

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  • 5/26/2018 Briley John - Grita Libertad

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    Woods se inclin sobre la mesa para hacerse or en medio de aquel estruendo.

    Tengo odo que las reinas de estos sitios son confidentes.

    Lo son replic Mapetla a gritos porque la polica les cerrara el local si no lo fuesen.

    Woods frunci el ceo sin comprender por qu actuaban tan despreocupadamente.

    ... sta informa de ciertas cosas prosigui Mapetla y le otras... Hizo un gestoencogindose de hombros, sonriente. Adems, le gusta Steve. l tiene eso con las mujeres.

    Woods volvi a dirigir la vista hacia Biko y comprob que era cierto lo que Mapetla le deca.

    Esmuy desenvuelto grit a John. Cunto tiempo estuvo con los curas suizos?

    Siempre fue desenvuelto contest John riendo. Con los curas suizos estuvo unos dos aos.Su padre muri cuando l acababa de cumplir diecisiete aos y ellos le recogieron.

    Woods asinti con la cabeza; se imaginaba a aquel adolescente en la edad en que habra podidoconvertirse en un rebelde violento, con la imaginacin y las energas contenidas por los curas de unmodo que pocas respuestas poda darle, y quiz forzndole a convertirse en algo peor.

    La sobrina de la Reina se apart de pronto de la mesa que serva y se acerc a la puerta de unsegundo cuartito. Estaba justo detrs de Woods y, al entrar, la dej abierta. Woods aprovecho paramirar. All dentro haba montones de cajas He cerveza y ms objetos, ropa, lea para la estufa, unaalacena llena de cosas, pero la mayor parte del cuarto lo ocupaba una destartalada cama metlica.En el colchn descansaba una vieja con la cabeza apoyada en unas almohadas, que miraba a Woodscon ojos muy abiertos. A ambos lados de la vieja dorman dos nios. La mujer no apart los ojos deWoods hasta que la sobrina volvi a salir cargada con una ruja de cerveza.

    Woods dio con el codo a Mapetla antes de que la nia cerrase la puerta, sealndole la cama y a laReina.

    Son suyos? pregunt.

    Supongo contest Mapetla, encogindose de hombros. De ella o de algn familiar.

    Yo no podra dormir con todo este jaleo todas las noches.

    Se acostumbran afirm John. Lo mejor y lo peor de los seres humanos es que seacostumbran a casi todo...

    Woods asinti con la cabeza. El baile concluy y, tras un achuchn desenfadado y lisonjero a laReina, Biko se lleg a la mesa, cogi una botella y dio un largo trago. Sin soltar la botella y con larespiracin todava agitada por el ejercicio, mir a Woods.

    He pedido champn dijo, pero me ha dicho que se les acab todo a la hora del t.

    La enrevesada irona suscit una carcajada en John. Woods no tuvo ms remedio que sonrer.

    Bueno: a nadie parece importarle coment.

    No replic Biko, es uno de nuestros dones. Disfrutamos de la vida de vez en cuando. Lamayora de los que ve aqu aadi, volvindose hacia la gente sin soltar la botella no tienencama propia. Carecen de permiso de trabajo y de residencia, por lo que mujer y marido no puedenvivir en el mismo poblado. Tienen que arriesgarse a vivir en un poblado de forma ilegal, o vivirseparados. Ustedes han logrado hacer lo que no consiguieron los esclavistas americanos, separar a

    las familias negras, y hay miles de esposos que se consideran afortunados si pueden verse una vezal ao.

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  • 5/26/2018 Briley John - Grita Libertad

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    Eso lo hace el gobierno afrikaaner replic Woods a la defensiva. No impute a todos losblancos por el apartheid.

    John mir a Biko y luego se volvi hacia Woods.

    No echamos la culpa a todos coment alegremente, pero es que nos dejan sin mujeres.Cuntas criadas tiene usted, seor Woods? aadi en tono lascivo.

    Slo una, John contest Woods, timorato.

    Est casada? inquiri John.

    Lo siento contest Woods, asintiendo con la cabeza.

    Y cuntos das tiene libres? volvi a preguntar John en tono ingenuo.

    Woods se dio cuenta de la aagaza. Mir a Biko y comprendi que se haba dejado sorprender.

    Medio da los domingos, como todas las criadas, verdad? aadi John.

    Bueno, es que... tartamude Woods.

    Si fuese su esposa, seor Woods, y usted y los nios negros tuviesen que estar fuera de laciudad cada da a las seis de la tarde, ni siquiera en domingo podra verla y estara enfadado con losafrikaaner o con la gente para la que trabajase, no? concluy John cerrando el razonamiento.

    Woods quiso encontrar una respuesta adecuada, pero antes de que se le ocurriera algo, Bikointervino:

    No la tomes con l, John, ha venido aqu a divertirse. Vamos: beba aadi mirando aWoods. Voy a llevarle a cenar con una familia negra de las que no han separado.

    La casita del poblado a que llevaron a Woods estaba dividida en cuatro cuartitos y la pieza central

    en la que se cocinaba, te lavaba y se coma era ms pequea que la taberna. Era la casa de unosparientes de Tenjy y ella los aguardaba. Tras las presentaciones a la numerosa familia que llamabahogar aquel lugar los viejos padres, un hijo, la hermana de la madre y su marido con sus treshijos, dos primos quinceaeros, y la sobrina y sobrino del padre, sentaron a Woods al extremo deuna mesa que haban alargado con tableros y cajas para hacer sitio a todos. Mapetla estaba a su ladoy Biko y John al otro extremo, que en realidad quedaba ya dentro de uno de los diminutosdormitorios. A Woods volvi a chocarle aquella acumulacin de objetos: ropas de cama, ropa deinvierno, zapatos, libros viejos, sartenes, cazuelas, cuencos de madera; todos los adminculosnecesarios para once perdonas, apilados a lo largo de las paredes en las habitaciones. La cena

    consisti en un estofado servido en platos grandes ron pan y arroz. No haba luz elctrica ycomieron a la luz de lmparas de queroseno, una colgada del techo y otra en el extremo de la mesa

    junto a Biko. A pesar de lo difcil que era moverse, Biko se levantaba constantemente para servir,abrir las cervezas y hacer zalameras a la ta de Tenjy, sonrindole y dndole achuchones cadavez que la mujer rechazaba su ayuda. Una cena muy bulliciosa y comunitaria. Tenan hambre ycoman con ganas y, por triste irona, se sentan honrados de que un hombre blanco comiese conellos.

    John haba dicho la oracin antes de empezar, y aquel Seor, gracias por estos alimentos cobrun significado que a Woods jams se le haba ocurrido. l se haba criado en un pas abierto y, por

    lo que l saba, los negros nunca haban padecido hambre, pero en aquella casa senta el esfuerzo yla enorme lucha que supona dar una cena. Cuando el Amn de John fue coreado por los que

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  • 5/26/2018 Briley John - Grita Libertad

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    estaban a la mesa, la voz de Woods se incorpor a la respuesta. Luego alz la cabeza y se dirigi alos tos de Tenjy.

    Me siento como en casa dijo. Mi padre era tendero en un pueblo y bastante tiempo fuimosla nica familia blanca en millas a la redonda.

    Haba sentido el impulso de impresionarlos con sus credenciales de liberal, y era cierto, desdeluego, pero lo que no fue capaz de decir es que ni l ni su padre haban compartido la mesa con losnativos. La ocasin en que ms prximo haba estado a esa experiencia fueron las tardes veraniegasen que su padre cerraba la tienda y se sentaba en una silla en el csped a fumar su pipa y a bebercoac de un gran frasco. Tena siempre un vaso exclusivo para l y otro para los indgenas que ibansaliendo de la oscuridad y formaban un crculo en el suelo a su alrededor. De nio, Woods sequedaba de pie tras la silla de su padre y escuchaba a los hombres contar historias. En aquella pocasu padre estaba conceptuado muy liberal por aquellas reuniones.

    No son pueblos y la tierra es mala; por eso el gobierno quiere que nos los quedemos comentMapetla. Pero eso estara muy bien si lo hicieran al revs, dndonos nueve dcimas partes de latierra y dejaran los pueblos para los blancos.

    John y el to de Tenjy golpearon la mesa con el cuchillo manifestando su aprobacin de la idea,pero el sobrino quinceaero los mir sorprendido.

    Los bers nos ganaron la guerra; por eso tienen toda la tierra coment como enunciando unaverdad evidente.

    Biko se volvi hacia l, enfurecido, pero luego dio la vuelta a la mesa con el gran cuenco deestofado.

    Eso es lo que te ensean en la escuela, no, Tom?

    Claro, pero es verdad. Perdimos todas las guerras replic el muchacho.Y has aprendido en tus clases de historia que los alemanes y los japoneses perdieron la ltima

    guerra? inquiri Biko, echndole en el plato una cucharada del guiso.

    Claro, y lo leo en los tebeos.

    Bien dijo Biko, sonriente; pues est clarsimo, porque a los alemanes y a los japoneses nolos han puesto en una montaa ni en un desierto y les han dicho que era su pueblo, no?

    El muchacho asinti con la cabeza y Biko le revolvi el pelo.

    Los pueblos son otro mtodo para dividirnos, Tom. Nos dicen que no somos sudafricanos, sino

    zules, chosas y sothos. Pues bien, recuerda que los blancos son bers, ingleses, galeses y alemanes.Si quieren pueblos, que todos tengan pueblos. Puedes ir a poner una tienda al pueblo del seorWoods.

    El muchacho sonri.

    Por m no hay inconveniente intervino Woods. S que tendra ms crdito del bueno deTom que de Steve.

    Eso por descontado afirm Biko con nfasis.

    Para calmar los nimos el to hizo una sugerencia.

    Podramos invitar al seor Woods a nuestro partido de ftbol.

    Se produjo un silencio con embarazosas miradas en torno a la mesa. Fue Biko quien lo rompi.

    Bah, no creo que el seor Woods traicione nuestra confianza! dijo.

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  • 5/26/2018 Briley John - Grita Libertad

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    Grita libertad John Briley

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    Pero aqulla fue la ltima palabra sobre el tema aquel da y Woods se qued intrigado. Mientrascontemplaba los rostros de los comensales en e