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Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 1
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Christin Lovell
Serie Un Soldado
1 - Una Carta
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Nota a los lectores
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desvalorizar el trabajo de los autores, ni el de ninguna editorial. Apreciamos la creatividad y el tiempo que les
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comprando a esos autores que tanto amamos.
¡A disfrutar de la lectura!
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Serie Un Soldado 1 4
Para todos aquellos que sirven y han servido, gracias. Nunca serán olvidados sus esfuerzos.
- ~ -
Salmos 144
1: Bendito sea el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para la guerra, y mis dedos para la batalla.
2: Él es mi Dios amoroso, mi amparo, mi más alto escondite, mi libertador, mi escudo, en quien me refugio. Él es quien pone los pueblos a mis pies.
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Sinopsis Todo comenzó con una carta.
Kellie Patrick envió una carta a Oriente Medio, a cualquier soldado.
El Sargento Daniel Rodríguez fue quien la recibió.
Tres años y ochenta y seis cartas más tarde, Daniel estaba listo para
encontrar a la mujer que atravesó con él sus tres últimos períodos de servicio.
Tres años y ochenta y seis cartas más tarde, Kellie estaba muy nerviosa por
conocer al hombre que trazó un camino hacia su corazón.
¿Podría un soldado, sexy como el pecado, querer realmente un para siempre
con una chica del sur llena de curvas, como ella?
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Prólogo Nunca supe que una carta podría cambiar una vida, pero cambio la mía...
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Capítulo 1 07 de mayo de 2010
Querido soldado:
Nunca he escrito una de estas antes, pero los voluntarios me aseguran que
marcan una diferencia. ¿Qué le dices a alguien extraño, aunque importante, más
allá de lo obvio y tan repetido? Me sentiría tonta haciendo el conjunto estándar
de preguntas.
¿Cómo estás? Probablemente nada bien, teniendo en cuenta que estás en
zona de guerra. ¿Cómo estuvo tu día? La verdad, probablemente no tan bueno
como el mío, aunque me hayan despedido del trabajo hoy.
Creo que eso fue lo que me impulsó finalmente a escribir esta carta. Por
muy malo que haya sido este día, podría haber sido peor, y no lo ha sido gracias a
alguien como tú, que lucha para garantizar que tenga la sobreabundancia que
tengo.
Nunca he estado en tu posición, pero agradezco todo lo que has
sacrificado. Sé que no es fácil, pero tienes un hermoso país esperando a que
vuelvas. No estoy segura acerca de qué parte de este gran país eres, pero te dejo
algunas fotos de mi ciudad natal, Savannah, Georgia.
Mantén la cabeza erguida y la espalda cubierta, soldado.
Con amor y respeto, Kellie Patrick
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Capítulo 2 19 de mayo de 2010
Querida Kellie:
Gracias por tu car ta y fotos. Soy de Detroit. Sin embargo, Savannah se
ve como un lugar hermoso en el que vivir.
Siento mucho que hayas perdido tu trabajo, mas no suena como que hayas
perdido la esperanza, lo cual es bueno.
Mantén la cabeza erguida.
Sargento Daniel Rodríguez
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Capítulo 3 04 de junio de 2010
Querido sargento Daniel Rodríguez:
Me sorprendió gratamente recibir tu respuesta.
Me complace informarte de que ya encontré otro empleo, ¡con salario
más alto y primas! Comienzo la semana que viene. Aunque creo que mi
perro, Rocco, está un poco triste por eso. Mi compañía constante lo ha
estropeado.
Como he tenido mucho tiempo últimamente, he estado horneando
hasta por los codos1. Irónicamente, tuvimos una semana de lluvias para
complementar mis sesiones. Leí en alguna parte que los soldados no suelen
tener caprichos con la comida, y mi favorito siempre ha sido un extra
esponjoso brownie con chispas de chocolate. Realmente espero que no tengas
alergia a algún alimento o, Dios no lo quiera, diabetes. Si es así, no dudo
que me maldecirás, porque te envío un gran lote de ellos.
Mantente a salvo, Sargento.
Kellie
1 Up a storm: hacer mucho de algo y con mucha energía. Storm también
significa tormenta, de ahí la frase que sigue. Con la traducción se pierde
el juego de palabras.
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Capítulo 4 22 de junio de 2010
Querida Kellie:
Las dos cosas que más echo en falta en el desier to son la lluvia y la
cocina de una gran mujer. Con un solo bocado, todo mi pelotón se enamoró de
ti. Los brownies estaban deliciosos. No dudes en enviarnos más cuando quieras.
Me alegra saber que has encontrado otro trabajo. ¿Qué estás haciendo
ahora? Estoy un poco retrasado con la respuesta, pero espero que esa primera
semana Rocco no haya sentido mucho tu falta.
Mantente a salvo y sigue cocinando.
Daniel
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Capítulo 5 12 de julio de 2010
Querido Daniel:
Me alegra saber que a ti y a tu pelotón os han gustado los brownies.
Obediente, envío un lote de galletas de mantequilla de maní y un lote de
galletas de azúcar, que espero a tu equipo le guste.
Soy secretaria legal. Nada del otro mundo, pero aprecio el trabajo,
aún más ahora que mi jefe realmente me incluye en las reuniones de algunos
casos. Siempre me ha gustado la ley, pero nunca había tenido el valor de ir
tras un título. Y aunque Rocco me echa de menos, está entretenido...
masticando mi par favorito de zapatos de tacón. Te adjunto una foto de mi
bulldog, culpable de dichos delitos.
¿Cómo es el desierto en esta época del año? No me gustan el calor y la
humedad del verano, y vivo donde el césped es verde. Solo puedo imaginar lo
insoportable que debe ser aquello, especialmente con todo ese equipo encima.
Mantente seguro e hidratado, Sargento.
Kellie
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Capítulo 6 09 de agosto de 2010
Querida Kellie:
Las galletas eran geniales. Algunos de los chicos me están persiguiendo
para que les dé tu dirección. No te preocupes, te protegí. El Oficial Staley es un
ogro irritante y el oficial Johnson cree que es un regalo de Dios para las mujeres.
Me agradecerás más tarde por haber te salvado.
El clima aquí es consistente. Es siempre caliente, con la probabilidad de
una tormenta de arena en alguna ocasión. Uno se acostumbra, sin embargo.
Rocco es un hermoso animal. Siento mucho que los zapatos sufrieran.
Eran un par muy sexy.
Me alegro de que estés disfrutando de tu nuevo trabajo. Siempre he creído
que todo sucede por una razón. Algunos se ríen, pero las cosas siempre parecen
funcionar.
Ten una gran semana.
Daniel
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Capítulo 7 23 de agosto de 2010
Querido Daniel:
Gracias por protegerme. Basándome en tu descripción, definitivamente te
debo una. Siéntete libre para cobrarme en cualquier momento. Si necesitas algo,
estoy más que feliz de enviártelo.
El trabajo sigue yendo bien, pero mi mejor amiga, Hannah, dice que mi jefe
no tiene buenas intenciones conmigo. Claro que, para ella, cualquier hombre
casado hablando con otra mujer por más de dos segundos es culpable de
infidelidad. No hay nada entre nosotros, pero no está convencida. Tuve algunas
conversaciones muy interesantes y algo incómodas con ella últimamente.
Afortunadamente, el calor está empezando a retirarse aquí. Puedo
caminar al aire libre por lo menos cinco minutos sin sudar. Rocco parece más feliz
también. Claro que puede ser debido a que su vientre finalmente se ha recuperado
del incidente de comer mis zapatos. Por desgracia, no he encontrado otro par de
zapatos rojos para sustituirlos.
No he tenido mucho tiempo libre últimamente, es por eso que envío un solo
lote de brownies esta vez. ¿Cuántos soldados hay en tu equipo? En el futuro, voy
a asegurarme de enviar suficientes, con algunos extra solo para ti.
Mantente a salvo, Sargento.
Kellie
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Capítulo 8 17 de septiembre de 2010
Querida Kellie:
Por desgracia, acabamos de perder a dos de nuestros hombres, Hollings y Anderson. Una bomba ligada al tren de aterrizaje de un vehículo los alcanzó. Los chicos siempre están decaídos después de perder a alguien. Con ello, el número de nuestro grupo bajó a diecisiete.
No conozco a Hannah, pero me gusta. Cualquier hombre que realmente ame a una mujer ni siquiera mira a otra. La idea de mirar, pero no tocar, es mentira. No veo ninguna razón en mirar a otra, si tengo una bella esposa que me ama en casa. La mayoría de mis hombres están de acuerdo. (Johnson no.) La mayoría de los soldados matarían por una mujer que sintiera lo mismo.
Ronny acaba de recibir una car ta de su madre diciéndole que su esposa va a divorciarse de él al segundo en que vuelva, y que ya está ocupada con otro hombre. está hecho una ruina. No puedo decir que lo culpe. La mayor preocupación de un soldado, apar te de mantenerse con vida, es perder a su pareja por otra persona mientras que él no está. Es duro.
No creo que quiera cobrar esa deuda todavía, pero si te sientes generosa, siempre podemos usar ar tículos básicos. Los ar tículos de higiene personal son difíciles de encontrar en estas par tes del mundo. Y, si eres una mujer con un corazón bueno, que creo que lo eres, vas a enviar un lote de algo con que animar a los chicos. Sin presión. Solo sé lo mucho que disfrutamos del último lote; algunos casi perdimos un miembro para conseguir otro.
Ten cuidado, dulce niña, y escucha a Hannah.
Daniel
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Capítulo 9 02 de octubre de 2010
Querido Daniel:
Eres el tipo de hombre que yo, y la mayoría de las mujeres que
conozco, sueña con encontrar. Si tienes novia, prometida o esposa, por
favor dile que es la mujer más afortunada del mundo por haber encontrado a
un hombre con tus valores y tu devoción.
Lo siento mucho por tu pérdida. Sé que hasta cierto punto debes estar
acostumbrado a eso, pero dudo que alguna vez se haga más fácil.
Dile a Ronny que Hannah y yo, personalmente, nos ofrecemos como
voluntarias para enseñarle a su esposa una lección. Cuando alguien tiene un
buen hombre al que ama, no importa lo lejos que esté o cuánto tiempo se
vaya a la guerra, si lo amas, no te rindes fácilmente. Sobre todo, no lo haces
sin tratar de resolver las cosas primero.
Nunca lo he sido, pero estoy segura de que ser una esposa del ejército
no es fácil. Hannah se siente sola, después de no ver a Roger, su nuevo
novio, durante dos días. El amor no es fácil, y menos el compromiso. Nunca
he visto el punto de casarse si no estás comprometido a amar.
En una nota mejor, para mí, es otoño en Savannah. El clima es
aireado y fresco, lo suficiente para un suéter, mientras que el
paisaje es impresionante. Te adjunto algunas fotos que tomé
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en el parque para perros, el otro día. No entraré en detalles para que lo
puedas ver por ti mismo.
Sé que te lo he dicho antes, pero lo decía en serio. ¡Mantente a salvo!
Esto vale para ti y para tu equipo.
Y sí, es una orden.
Kellie
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Capítulo 10 18 de octubre de 2010
Querida Kellie:
Acabo de recibir el paquete hoy. Nos has dado todo un adelanto de Navidad. Los chicos dicen que te mande un gran agradecimiento, y algunos hasta te proponen matrimonio, sobre todo Gregg, que ahora tiene champú, jabón y desodorante. Él apestaba nuestros cuar teles. Tomamos su lote de galletas como rehenes hasta que los usó. Eres una mujer increíble, Kellie. Justo el tipo de mujer que un soldado podría tomar en serio.
Este es mi quinto período de servicio, y este año empiezo a tener nostalgia de estar en casa. Las vacaciones se acercan. Todos sentimos nostalgia entonces, pero hacemos lo que hacemos. Tu paquete ayudó a borrarla hoy. Significó mucho para nosotros.
¿Sigues disfrutando de tu trabajo? ¿Tu jefe se compor ta? Ronny dice que
puedes llevar a Hannah y cumplir con tu ofer ta. Vamos todos a casa en febrero. Voy
a pasar un mes con mis padres antes de regresar. Tus car tas y paquetes me ayudarán
hasta entonces.
Cuídate, querida.
Daniel
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Capítulo 11 Kellie
Tres años y ochenta y seis cartas después, recibí la carta de todas las cartas.
Para el final del primer año, me había vuelto adicta a las cartas de Daniel, y
él decía lo mismo de las mías. Pasamos a través de la muerte de su padre y varios
cambios de destino, muchas rupturas de Hannah y dos movimientos de mi lado.
Poco a poco desarrollamos una codependencia de estas cartas.
Nuestras expresiones y saludos evolucionaron con nuestra relación. Nunca
nos declaramos, pero era un conocimiento tácito. Ni siquiera podía mirar a otro
hombre, sin pensar en Daniel.
Ese uno de febrero, durante la licencia, me llamó por primera vez. Hablamos
durante horas ese mes, y cada vez que volvía a casa. Daniel me envió algunas fotos
de sí mismo, que coloqué en marcos alrededor de mi apartamento. En lo referente a
mi corazón, él ya lo tenía.
Tuve un problema, un miedo enorme que me impidió darle valientemente
las imágenes, léase: yo misma. Daniel preguntó varias veces por mis fotos, pero
nunca se las envíe. Sabía que en el momento en que me viera todo esto iba a
cambiar. Que sería el fin. Que iba a perder todo lo que había venido construyendo.
Mi corazón latía con fuerza, mi cabeza palpitaba y mis manos temblaban
mientras leía la carta. Mientras más cerca llegaba a su fin, más me dolían el
corazón y el estómago. Perdería todo. Un manto de oscuridad, una sensación
surrealista se apoderó de mí, comprimiendo mi pecho.
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16 de abril 2013
Hey querida:
Mi turno está llegando a su fin en dos meses. Mi contrato termina en el
mismo tiempo. Decidí no volver a alistarme. Estoy listo para comenzar un nuevo
viaje. Estoy listo para hacer todas esas cosas de las que hablamos, por eso
volaré directamente a Savannah cuando me vaya. Debería haber te ido a ver
mucho antes. Te prometo que lo voy a hacer.
Hasta pronto, querida. No puedo esperar para ver por fin tu hermoso rostro
en persona.
Con amor, Daniel
Tragué saliva y releí la última línea varias veces. Mi estómago se convirtió en
un vacío. Siempre supe que llegaría el día, pero aún así me sorprendió. Una cascada
de agua helada me recorrió, en lugar de lo que tendría que haber sido una
experiencia muy agradable, al leer esta carta.
Miré mi cabello súper largo, mi estómago blando, caderas anchas y muslos
gruesos. Incluso si me matara de hambre, no había manera de que pudiera perder
todo esto para la hora de su llegada. El miedo se filtró en mis venas cuando la
realidad me golpeó. No había nada que pudiera hacer. Perder veinte o cuarenta
kilos, no haría mucha diferencia para mí. Nunca sería una modelo flaca. Ni
siquiera entraba en la categoría obesa para mi médico, por mi exceso de peso.
Estos últimos tres años, viví una fantasía. Era una fantasía creer que un
soldado sexy se comprometería con una chica de mi tamaño, sin
importar el número de cartas o paquetes que le enviara, o todo lo
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que supuestamente habíamos pasado.
Me sorprendí al sentir una lágrima besándome la mejilla. Me mordí el labio
inferior, me levante del sofá e hice lo que cualquier chica haría: vomitar.
Hannah estaba allí en menos de treinta minutos, con champán barato y una
pizza congelada.
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Capítulo 12 Kellie
Dos meses más tarde Me quedé inmóvil, a medio comer una cucharada de masa para galletas de
chocolate, cuando el timbre sonó.
Mi corazón se rompió cuando miré a Hannah. Nos miramos una a la otra
por unos minutos, pero de alguna manera lo sabíamos.
Él estaba un día adelantado.
—No puedo mirar —dije, dejando el plato de pasta. Me aparté de la mesa.
Una rápida mirada confirmó que mis pantalones y mi blusa, de terciopelo azul y
gris, estaban cubiertos de harina.
Hannah entró por la puerta junto a la cocina y abrió la cortina para mirar a
través de la ventana del frente.
—Melocotones y crema dulces, es sexy como el infierno, Kellie.
Mi pulso saltó en lugar de pulsar. Me retorcí las manos.
—Está adelantado —dije secamente.
Hannah se pasó los dedos por su cabello castaño. Su figura llena fluctuó
ligeramente más de lo normal, cuando volvió a entrar en la cocina.
—Y sexy. Has oído que es atractivo, ¿no?
Me miró de cerca, calibrando mi reacción. Cuando me quedé
mirando fijamente la entrada, el pánico apresó mi cerebro.
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—Escucha, Kellie, leí algunas de sus cartas, y hay dos cosas que sé a ciencia
cierta. Una, es que no se va a ir hasta que te vea; y dos, te ama. Y ningún hombre
puede amar a una mujer sin encontrar la belleza en ella.
Fruncí el ceño.
—Tengo un corazón hermoso, no un cuerpo hermoso, Hannah. —Mi voz
era un susurro apresurado cuando el timbre sonó de nuevo. Esta vez, Rocco se
arrastró hasta la puerta para ofrecer un único ladrido profundo.
—Te lo he dicho mil veces: eres hermosa, maravillosa, un gran premio, bla
bla bla, pero sé que no me vas a creer hasta que él te lo diga. Estoy segura de que lo
hará, ahora ve. —Sonrió. Sus ojos castaños brillaron antes de estrecharse. Su
aspecto se calmó, suavizándose ligeramente—. Ahora mueve el culo hasta la puerta
y ábrela, o si no, voy yo. —Sus manos volaron a sus caderas, haciendo hincapié en
su orden.
Tenía razón. Tenía que abrir la puerta. Tenía que enfrentar la realidad en
algún punto. Pensé que el punto era mañana a las doce y cuarenta y tres, cuando su
avión aterrizase. Por eso estaba horneando hoy. Lo menos que podía hacer era
pedirle disculpas y darle un paquete por sus molestias.
Respiré profundamente, de repente limpié las sudorosas manos en los lados
de mis pantalones. Mi corazón latía con fuerza contra mi caja torácica. Mis piernas
se sentían como gelatina cuando me dirigí a la puerta. Este momento, después de
tres años y ochenta y seis cartas, llegaba a su fin.
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Capítulo 13 Daniel
Mi corazón latía con fuerza contra mis costillas. No estuve tan nervioso ni
en medio de una jodida zona de guerra. Había algo en esa mujer, sin embargo. Sus
cartas me llegaban. Ella me llegaba. Durante tres años, se envolvió alrededor de mi
corazón.
Me arruinó. No podía ni siquiera mirar a otra mujer sin pensar en ella. Su
dulce voz, con ese acento sureño sexy, me atraía cada vez que la escuchaba.
No era como las demás. No se parecía a ninguna de las mujeres que conocí
o con quienes estuve. No era una conejita de uniforme. No estaba dispuesta a
quedarse conmigo por mis beneficios, bonificaciones u otra chorrada. Era genuina,
rara.
Fue la que me llevó a través de los últimos años. Sus cartas y paquetes me
mantuvieron. Me sostuvo. Si no fuera por ella, no podría decir si aún seguiría vivo.
Cada soldado golpea una pared emocional en algún momento, cuando es más fácil
morir que seguir luchando día tras día. La guerra es incondicional. Matar para
vivir, agitación constante; transforma a los más suaves en fríos bastardos. Si no
morí, sería un infierno más tonto de lo que soy ahora sin ella.
Simplemente, me salvó.
Estudié el frente de su pintoresca casa. Era una pequeña casa de estilo
bungalow con un balcón de grandes dimensiones. El paisaje era simple, pero era
gratuito.
Un movimiento me llamó la atención en la ventana del frente, al lado
de la puerta. El cabello castaño que rozó el vidrio me dijo que era
Hannah. Kellie era una belleza de pelo rubio con curvas peligrosas.
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Un año y medio atrás, Hannah me envió algunas fotos de Kellie, y una de Kellie y
ella juntas. Me hizo jurar que guardaría el secreto. Lo hice, porque me sentí
agradecido. Cada día miraba las fotos. Una en particular me gustó más que las
otras. Podía cerrar los ojos y recordarla en cualquier lugar.
Era una foto de Kellie en la boda de su hermano. Era hermosa. Su figura era
exuberante, en un vestido zafiro que le llegaba hasta las rodillas y abrazaba su
cuerpo, mostrando esos tacones fóllame y cada tentadora curva por encima de ellos.
Su cabello rubio caía en grandes rizos, que enmarcaban su cara y llamaban la
atención sobre su escote y sus provocativos labios de color rosa. Soñé con acariciar
su figura durante tres años, soñando besar sus labios y degustarla entera.
Mierda. Ajusté mi pantalón del uniforme militar y toqué el timbre de nuevo.
No había llegado tan lejos para nada. Era un bastardo testarudo, y tenía decidido
que no me iría de aquí sin ella. La conseguiría. Ni siquiera las esposas de los otros
hombres habían hecho lo que hizo Kellie. Ella me cuidó. Era mi turno de devolver
el favor. Bien, egoístamente quería devolver el favor y tenerla para siempre. Los
soldados somos tercos. Queremos lo que queremos y sabemos cómo luchar para
conseguirlo.
Y quería a Kellie.
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Capítulo 14 Kellie
Mirando la madera brillante de mi puerta principal, me tragué el nudo de
garganta. Abrí y cerré las manos, respire hondo. Puedo hacerlo.
Con mi corazón murmurando, mi pulso corriendo, abrí la puerta.
Mi respiración se detuvo cuando miré sus ojos marrones con las cejas bien
definidas enmarcándolos. Sus carnosos labios suaves me tenían luchando contra el
impulso de besarlos.
Su cabello, castaño oscuro, estaba rapado bien corto, en un estilo muy
militar, pero sexy como el infierno. Añadido a eso su borde duro, como si el
uniforme del Ejército no fuera suficiente. Aunque el material no se pegaba a su
forma, me di cuenta de que era puro músculo.
—Maldita sea, eres hermosa. —Sus palabras, su voz llena de asombro, me
cogieron por sorpresa. Le miré a los ojos, fijamente. Mi corazón no se había
detenido, sino más bien, acelerado. Tres años me habían llevado hasta este
momento—. Llegas antes. —Nada como afirmar lo obvio, Kellie.
Y luego sonrió. Si alguna vez pensé que podría alejarme de él con mi
corazón intacto, estaba equivocada.
Sus ojos se arrugaron cuando su rostro se iluminó. Dios, era una
preciosidad. Sus fotos no le hacían justicia.
De repente, estaba hiperconsciente de mí misma, de mis defectos. Me moví,
luchando por mantener la boca cerrada. Sabía que si hablaba, metería la pata.
Afortunadamente, con brusquedad, Hannah me empujó hacia
atrás y forzó su camino entre Daniel y yo. Sacudió la mano en su
Christin Lovell Una Carta
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dirección.
—Soy Hannah. Es bueno finalmente conocerte. —Esta mujer era
incorregible. A pesar de nuestros tamaños similares, Hannah nunca había carecido
de confianza.
—Encantado de conocerte.
Pasando las curvas de Hannah, tomé la mano de Daniel, agitando su mano
con una sonrisa cortés que apenas curvaba mis labios.
—Disculpa a Kellie. Supongo que está un poco estresada. Llegas temprano.
¿No te enseñó tu madre que nunca debes apareces antes de hora a recoger a una
mujer? Necesitamos todo el tiempo que podamos para prepararnos.
Daniel se encontró con mi mirada, su sonrisa se ensanchó, sus facciones se
relajaron; sus ojos brillaban con una emoción intocable.
—Mi madre me dijo que era mejor llegar temprano, que tarde.
—Hum —Hannah vaciló, mientras nos miramos el uno al otro abiertamente.
Un momento de silencio pasó. No conseguí cerrar la boca abierta. Estaba
aquí. Dios, era hermoso; no un chico con buena forma, sino viril, masculino, un
Dom alfa, un tipo recto. Sabía que, en el momento en que mis nervios se calmaran,
querría arrancarle la ropa. El hombre era digno de babear.
Hannah hizo una escena para comprobar su teléfono.
—Bueno, si opinas eso. El tiempo simplemente voló. Tengo que ir a buscar a
Sam, mi novio. —Se volvió hacia mí—. Te llamo más tarde, Kel. —Me guiñó un
ojo, en silencio, para animarme. De cara a Daniel, dijo—: Ve lento con ella,
soldado. —Agarró su bolso del gancho junto a la puerta, Daniel se hizo a un lado y
la dejó pasar.
Rocco serpenteaba hacia el hombre. Levantó su rostro arrugado hacia a
él, observándolo desde una cierta distancia.
Christin Lovell Una Carta
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—Hey, amigo. —Daniel se agachó y extendió la mano para que lo olfateara
el perezoso perro.
Solo tomó un minuto antes de que Rocco se moviera hacia la mano en
espera de Daniel. Frotó generosamente al perro, dándole mucha atención, antes de
levantarse de nuevo.
De repente, me acordé de mis modales.
—Oh, lo siento. ¡Entra! —Sacudí la cabeza con desaliento. ¿Qué pasa
conmigo?
Se inclinó y recogió una bolsa de lona negra que había dejado fuera del
balcón, sacándose la boina antes. Cruzó el umbral, dando a Rocco una última
palmadita llena de amor, antes de dejar sus cosas en el suelo de madera y
encararme.
Me estudió, y yo sabía que sus ojos penetrantes veían cada detalle, cada
falla. Levantó la mano y pasó sus dedos a lo largo de un lado de mi cara.
—Eres un infierno mucho más bonita en persona.
Sentí que me sonrojaba. Soñaba con oír esas palabras, pero nunca pensé que
él las diría.
—Soy un desastre. Yo, uh, me la pasé horneando.
A ciegas, él empujó la puerta, cerrándola. Su atención nunca me dejó. El
silencio pasaba entre nosotros, aún más, lo que no se decía, se envolvía alrededor
nuestro.
Mirarlo era surrealista. Había mirado sus fotos infinitamente. Juré que había
memorizado cada detalle. Creí que no me sorprendería, pero lo hizo.
Personalmente, vi el sol besando su piel, las minúsculas pecas por el sol del
desierto. Vi la profundidades de sus iris, llenas de chocolate suave y miel. Vi la
suavidad de sus labios, la forma en que tímidamente terminaban en
contornos duros. Pude ver la sombra de barba de cinco horas de
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vuelo, casi imaginaba cómo se sentía.
Sin pensarlo, pasé los dedos por su dura mandíbula. Podía decir que se había
afeitado antes de salir, y duchado. Olía al varonil champú que le envié hace un mes.
Además del aroma de su cuerpo, olí algo afilado, robusto, casi amaderado,
almizclado, algo semejante al sándalo.
Era él. Ese era su aroma único. Tuve que frenarme de empujar mi nariz en
su pecho, por lo cerca que estaba. No estaba mintiendo cuando dijo que medía un
metro ochenta y nueve, al lado de mi minúsculo metro cincuenta y ocho. Era alto,
moreno y viril. Era... Hermoso.
Sus labios se curvaron en una sonrisa sexy.
—Hay un poco de harina en tu nariz. —Antes de que pudiera limpiarla,
pasó su pulgar por encima.
—Um, gracias. —Bajé la cabeza, echando la mirada hacia abajo.
—¿Ya te he dicho lo hermosa que eres?
Mis mejillas se calentaron. Contuve una sonrisa tímida.
—Un par de veces. —Lo miré—. Tú eres mucho más sexy en persona de lo
que creía posible. Se echó a reír, con las mejillas ligeramente enrojecidas. Fue
entonces cuando me di cuenta de que no era solo yo. Los dos estábamos nerviosos.
Y fue entonces cuando supe que la química volaba entre nosotros, a nuestro
alrededor, no solo en mi cabeza. Era real. Él era real. Y no sabía que era posible
desear tanto a un hombre.
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Serie Un Soldado 1 29
Capítulo 15 Daniel
Maldita sea, es hermosa. Su cabello rubio es abundante; sabía que los rizos
ligeros brillarían en el sol. Luché contra el deseo de liberar ese reposo caótico en la
parte superior de su cabeza.
Sus ojos castaños eran brillantes y claros. Podría ahogarme en ellos. Su piel
de porcelana era sedosa, sin mancha, y adorable. Quería correr mi lengua por todos
los poros, a través de cada curva, y sumergirme antes de capturar sus labios
carnosos. Joder, quería besarla.
Quería agarrarla; quería exprimir el borde redondeado de su peligroso
cuerpo. Nunca me perdería de tocarla toda.
Los muslos gruesos llevaban a un exagerado reloj de arena, un poco pesado
en el fondo, que tendría a la mayoría de los hombres casados babeando. Sus caderas
eran un lugar de descanso ideal para las manos, antes de arrastrarme a un culo del
que Kardashian estaría celosa. Sus curvas eran peligrosas, porque estaban en todos
los lugares correctos, y sabía que lucharía contra cualquier hombre que se atreviera
a mirarla, mucho menos tocarla. De alguna manera, su estómago relleno se añadía
a su aura femenina. Ella era una maldita obra de arte. No era de extrañar que su
jefe le coqueteara. Envidiaba al hombre que tenía algo así en casa. Gracias a Dios
tenía planeado hacerla mía.
Las fotos enviadas por Hannah no le hacían justicia. ¡Joder! No estaba
preparado para ello. No estaba preparado para querer saltar como un maníaco
ansiando sexo.
Mi pene palpitaba, curvado fuertemente hacia arriba, mientras
yo seguía observando. No podía parar mi mente. No podía evitar
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que mi corazón cayera un poco más enamorado de ella.
Chupó su labio inferior entre los dientes, lo que envío mi pulso a correr.
Joder, era sexy, con un toque de inocencia capaz de volver loco a un hombre.
—Si sigues haciendo eso, querida, no sé si voy a ser capaz de comportarme.
Soltó rápidamente sus labios, ahora rojos e hinchados por su ansioso
mordisco.
Nuestra respiración se aceleró, tornándose más difícil cuanto más nos
mirábamos. Te imaginas un momento durante años, pero nunca es de la manera
que lo has pensado. Esto era mucho más intenso de lo que esperaba. Sabía que me
había enganchado con sus cartas, paquetes y llamadas telefónicas, con su gran
corazón, su carisma sin esfuerzo y su conversación fácil pero, mierda, no me
esperaba esto. No esperaba que fuera todo lo que no sabía que quería y más.
Un escalofrío recorrió mi espalda cuando apretó su mano ligeramente contra
mi pecho. Su toque quemaba mi piel bajo mis ropas. La arrastró más abajo,
tentando a mi duro pene.
—No esperaba esto. —Su voz era temblorosa, insegura; sentí su
vulnerabilidad.
Tomé su cara y la elevé.
—Quiero esto, Kellie. Te quiero. No sabía cuánto, hasta que abriste la puerta
y todo en mi vida de repente se alineó.
Sus ojos me miraron. Ella buscaba dudas, pero no iba a encontrar ninguna.
—También quiero esto.
Sus palabras fueron una admisión sin aliento. Envolví un brazo exigente en
su cintura y la atraje hacia mí. Abrió mucho los ojos y enarcó las cejas mientras
presionaba mi erección contra su estómago exuberante.
El soldado en mí se deleitaba con su reacción. La tenía
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 31
exactamente donde quería, y sabía que era hora de hacer mi movimiento.
—Quiero hacer el amor contigo, Kellie. Quiero hacerte gritar mi nombre de
placer repetidamente. Quiero tus curvas sexys retorciéndose debajo de mí, por mi
causa. —Moví mis labios a su oreja, escuchando atentamente su inspiración rápida,
aguda—. Quiero poseer tu cuerpo de la manera que tu posees mi corazón. Tal vez
no lo entiendas todavía, pero eres mía, querida.
Se estremeció. Sentí sus pezones apretarse, empujando a través de sus ropas
contra mí. El depredador en mí sonrió victorioso. Echándome hacia atrás, encontré
su mirada aturdida.
—Habla ahora o calla para siempre, querida.
Sus cejas se fruncieron causando que aparecieran líneas en su frente.
—De verdad me quieres. —Era una afirmación, pero pude oír la pregunta en
su tono.
—Malditamente cierto que te quiero.
Esperé que aceptase eso en su mente. Supe el momento en que aceptó mi
respuesta. Una amplia sonrisa iluminó su rostro, trayendo un nuevo resplandor a
sus ojos.
—Bueno, maldita sea, también te quiero, sargento Daniel Rodríguez.
—Trae tu culo sexy aquí. —Gruñí cuando finalmente reclamé sus labios. Y,
tan cursi como suena, oí los malditos fuegos artificiales.
Ella sabía a pecado, al postre más rico. Me sentía como en el cielo; me sentía
como en casa. Nunca he tenido a alguien que se sintiera tan bien en mis brazos.
Hundí mi lengua entre sus labios, sorprendentemente idóneos. Encontró mi
ansiedad con la suya. Sin desperdiciar nada, siempre en sintonía con el otro, igual
que cuando había miles de kilómetros entre nosotros. Dudaba que algún día
encontrara una mujer más perfecta, un momento más perfecto. No me
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 32
había dado cuenta de que había esperado tres años para esto.
Tres años de nostalgia llegaron rápidamente, conduciéndome a un frenesí
áspero por reclamarla en todos los sentidos posibles, de la misma forma en que ella
reclamó mi corazón a lo largo de esos años.
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 33
Capítulo 16 Kellie
Juro que escuché ángeles cantando cuando capturó mis labios, reivindicando
finalmente la posesión de mi corazón, que tenía hace años.
Sentí sus músculos apretarse y flexionarse mientras envolvía sus brazos
alrededor de mí. Sus manos moldearon cada curva, viajaron hacia arriba y hacia
abajo por mi cuerpo, estimulando cada centímetro de mí a la perfección.
Agarré el uniforme, reuní el material en mis manos, cuando me aferré a él.
Quería levantar una pierna y apuntar con los dedos de los pies curvados hacia el
techo. Violó mis labios de la forma en que cada mujer que conozco anhela que un
hombre la posea.
Nos faltó el aire entre besos, entre las lenguas saqueando y las manos
provocadoras.
De repente, se apartó. La determinación era vívida en su expresión; el deseo
oscurecía sus ojos; sus labios de color rojo, bien besados.
—¿Habitación?
—Al final del pasillo —grité, mientras me levantaba en brazos, recuperando
mis labios. A ciegas, con confianza, permití que me llevara a mi habitación. Estaba
mareada como un estudiante, mi alma gritando de alegría por varias razones.
Me puso en el suelo junto a la cama, empujando la parte trasera de mis
piernas contra el colchón. Impaciente, rasgó mi ropa entre aspiraciones de aliento
de su boca contra la mía.
Ansiosa, empujé para sacarlo del uniforme, librándome de sus
pantalones y abriendo su cinturón. Para entonces, me había dejado
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 34
solo en bragas y sujetador.
Salió de mi alcance. Su pecho subía y bajaba pesadamente cuando encontré
su mirada cálida. Sus ojos viajaron subiendo y bajando por las amplias ondas de mi
gran cuerpo. Crucé los brazos sobre mi pecho, luchando por no sentirme incómoda.
—Eres tan bella.
Rápidamente me encontré con su mirada, mi acelerado corazón se calmó un
poco por la sinceridad en su expresión, la verdad en su tono. Hannah estaba en lo
cierto. No lo creí hasta que él me lo dijo, y no lo creería hasta que me lo dijera
repetidamente. De alguna manera, él lo sabía. De alguna manera, sabía que yo
precisaba eso, sin que se lo dijera.
Su atención estaba fija en mí todo el tiempo mientras se quitaba el resto del
uniforme. Cuando di un paso atrás para mirarlo, estaba despojándose de su ropa
interior; parecía que un rayo había caído derribando la última barrera entre
nosotros.
Como sospechaba, era vigoroso. Sus músculos tenían formas que nunca
antes había visto en un hombre. Era fuerte, confiado. Sabía que podía ser gentil,
pero me abrazó ferozmente con sus brazos desnudos, que siempre me protegerían,
los brazos que siempre serían un puerto seguro para mí.
Disminuyó la velocidad. Atrás quedaban las caricias ásperas y agarres
impacientes. Se tomó un tiempo para liberar mi pelo suavemente, permitiendo que
cayera en cascada hacia abajo y alrededor de mis hombros. De inmediato, metió los
dedos entre ellos, besándome con una nueva pasión, más suave.
Mis dedos delinearon la parte delantera de su cuerpo, sintiendo cada cuadro
profundo de músculos. Mi caliente y mojado coño parecía llorar de nuevo, por el
ritmo lento que estableció. Sentí su ansiedad, pero aprecié que me valorara.
Deslicé mis manos por su frente hasta rozar su impresionante erección. Sus
labios se separaron de los míos, silbó a través de sus dientes apretados. Su
respiración se aceleró cuando pase mi mano arriba y abajo por su
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 35
duro pene.
—Fóllame, querida. —Sus palabras eran una declaración sin aliento.
Antes de que pudiera procesar lo que pasaba, mi sostén estaba fuera y sus
manos moldeaban mis senos sensibles, hinchados. Sus pulgares jugando con mis
pezones, enviando ondas de placer a través de mí. Mi coño palpitaba ansiosamente;
el nudo en mi estómago estaba apretado por la anticipación.
En poco tiempo, mi respiración salía con dificultad. Tocarnos estaba
haciéndolo todo más íntimo, mientras nos mirábamos, perdidos en lo que nos
hacíamos.
Frunció los labios con sus ojos entornados. Permaneció en silencio,
inquietante, maravilloso, buscando en las profundidades de los míos. Nunca había
estado más desnuda ante un hombre, a pesar de que llevaba las bragas. No había
barreras entre nosotros. No me podía esconder de él en este momento y, basándome
en la rigidez de su mandíbula, sabía que él lo quería así, era, de alguna manera,
exigente, y no aceptaría nada menos que una honestidad completa.
En una fracción de segundo, fui arrojada hacia atrás, cayendo de nuevo
sobre el colchón. De inmediato cubrió mi cuerpo, reclamando mis labios de nuevo
mientras continuaba trabajando en mis pechos.
Dada mi nueva posición, encontré mi cuerpo arqueándose hacia sus
movimientos, mis uñas se clavaban en sus bíceps y en mi vientre crecía una presión
insoportable, rogándo que me dejara correrme.
Nunca había experimentado este tipo de conexión con nadie. Por raro que
pareciera, sabía en mi corazón que era mi alma gemela. Una no se siente de esa
manera con alguien que acaba de conocer. Una no siente este grado de emoción
con un extraño.
Pero claro, Daniel nunca fue un extraño para mi alma. Lo que me había
escrito hace mucho tiempo, que aunque nadie lo creía, todo sucedía por
una razón, era verdad. Yo había escrito una carta; él había escrito
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 36
una respuesta, y todo había encajado. El destino hizo su magia para garantizar que,
de todos los soldados que podrían haber recibido mi carta, fuera él quien la
recibiera. El universo se aseguró de que fuera el soldado correcto; mi Señor
Correcto recibió mi carta y se sintió obligado a responder. Dios trabaja de maneras
mágicas, misteriosas.
Gemí cuando Daniel dejó un rastro de besos por el frente de mi cuerpo, en
lugares que antes me habrían avergonzado y apenado. Metió los dedos en el encaje
de mis bragas Hipster. Presionando un beso final en el material sobre mi coño, lo
eliminó de mi cuerpo, revelando todo de mí.
Sentí que me sonrojaba mientras su mirada viajaba de arriba a abajo en mi
carne expuesta.
—Maldita sea, eres hermosa. —Daniel había dicho aquellas palabras más
que el novio que había tenido por dos años... En menos de una hora. Eso me
tranquilizó en cada rincón. Si mi confianza flaqueaba en algún momento, él de
alguna manera sabía que necesitaba esas palabras de nuevo, y con el mismo
entusiasmo, de la primera vez. Una tímida sonrisa levantó mis labios.
—No estás realmente mal, soldado.
Enarcó una ceja mientras lo consideraba.
—¿No estoy mal? Cariño, estoy sexy como el infierno.
Me eché a reír.
—¡Guao! Nunca habías sido arrogante en tus cartas.
—Eso es porque no estaba seguro de que me aceptaras. —Se deslizó por mi
cuerpo para mirarme a los ojos—. Pero, a juzgar por la miel que gotea de tu coño,
creo que lo harás. —Su voz adquirió una cualidad ronca—. Sé que me deseas tanto
como yo lo hago.
Mirándome, metió un dedo entre mis resbaladizos pliegues. Di un
grito ahogado mientras rozaba mi clítoris hipersensible.
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 37
Tomó mis labios. De repente, no fue bastante. No fue suficiente que
estuviera aquí, que me estuviese besando y tocando. De repente, necesitaba más.
Necesitaba todo. Lo necesitaba en mí.
—Daniel, por favor. —No me importaba que sonara necesitada, que
pareciera que mendigaba. Solo lo quería a él. Lo necesitaba. No sabía hasta ahora
lo mucho que lo necesitaba, cuánto confiaba en él, lo mucho que lo amaba.
—Nunca tendrás que implorarme, querida. —Se sentó y se quitó la ropa
interior, revelando su gran pene, ligeramente curvado en posición erecta.
Tragué saliva, lamiéndome los labios mientras él se sostenía. Una única
perla de presemen goteaba de la punta, rogando que pasara mi lengua por ella.
—Ahora no, cariño. Si esa linda boca se acerca a mí, voy a explotar como
un adolescente en su primera vez.
Me reí ligeramente.
—No queremos eso.
—Por supuesto que no. Te quiero gritando conmigo.
Se mantuvo encima de mí, tomando el peso de sí mismo con el codo
izquierdo, mientras alineaba su pene en mi entrada.
Mi corazón estaba pesado, como si supiera que ese momento estaba a punto
de cambiarme.
Dejando caer su peso uniformemente sobre los codos, envolvió sus manos
alrededor de mis hombros. Moldeé mis manos a sus bíceps, mirándole a los ojos,
esperando.
Capturó mis labios, apresando convenientemente mi grito cuando se
sumergió en mí. El placer me llenó desde mi núcleo, enviando escalofríos de
conciencia a través de todo mi cuerpo. Continuó besándome hasta barrer mis
miedos, mis nervios, hasta que me perdí en el placer que me daba.
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 38
Estableció un ritmo lento y tortuoso que me tenía dándome la vuelta de
adentro hacia afuera. Su experto pene golpeaba cada nervio, cada ondulación
sensible de mis paredes internas, antes de besar el cuello de mi útero. Me refregué y
me aferré a él. Su boca se tragó cada gemido, cada grito, mientras me desarmaba
hábilmente.
No podía conseguir bastante de él. Mis piernas estaban envueltas a su
alrededor, mis caderas se reunían con cada empuje de su parte, mis manos se
agarraban a sus brazos, hombros y espalda, mientras mis labios pedían más, pero
sabía que nada sería suficiente. Sabía que nunca podría tener suficiente del sargento
Daniel Rodríguez.
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 39
Capítulo 17 Daniel
Dios, se sentía tan bien. Su canal tragaba mi pene, me acariciaba con fuerza,
perfectamente.
Sus curvas suaves se sentían sorprendentemente bien contra mi dura
musculatura. Sus pezones se frotaban con fuerza contra mi pecho, cada vez que me
deslizaba dentro de ella. Sus caderas se encontraban ansiosamente con las mías en
cada inmersión. La sostenía tan firmemente como ella me agarraba, luchando duro
por no lastimarla. Nunca una mujer se había sentido tan bien.
Mi ingle se apretó insoportablemente cuando su coño me apretó,
comprimiendo mi pene.
—Daniel, por favor. —Estas palabras me harían enfrentar el mundo por ella.
—¿Qué necesitas, querida?
Se apartó de mis labios, echando la cabeza hacia atrás. Su boca formó una
'O' perfecta cuando un gemido se le escapó.
Cerré la boca sobre su cuello, provocando con mi lengua su vena que latía.
Su gemido me apretó el pene. ¡Joder! Tenía que ser cuidadoso. No quería tener que
serlo, sin embargo. No sabía cuánto tiempo más lo podría manejar. Todo en ella
hacía que aumentara mi testosterona. Quería follarla duro y sin sentido.
Puso sus manos en mi cuello, abrazándome fuertemente.
—Necesito más. —Su voz era atractivamente sexy y un poco ronca.
—No quiero hacerte daño. Puedo decir que hace un tiempo que
no estás con nadie.
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 40
Abrió los ojos y me miró directamente. Sus ojos brillaban.
—No me lastimarás. Confío en ti.
La maldita presa se rompió. Una ola de emoción se estrelló a través de mí,
enviándome en espiral. Pensé que la guerra sería lo que me rompería. Resulta que
fue una pequeña rubia con curvas peligrosas y un corazón sin igual.
—Cálmate, querida.
Envolvió sus brazos de nuevo a mi alrededor, sin apartar nunca la mirada.
Sonrió con gracia hasta me dejé ir. Sus gritos llenaron la habitación, alrededor de
mi corazón, dirigiendo mi pasión mientras golpeaba dentro y fuera de ella. Sus
uñas se clavaron dolorosamente en mi carne; eso era lo único que me mantenía
ligado a la tierra, lo que me impedía perderme completamente.
Cuando empecé, no pude parar. Más duro, más rápido, mi cuerpo ansiaba
más, mi pene exigía más y más de ella, con cada golpe.
Kellie tenía los labios entreabiertos, enmarcando perfectamente cada grito
lleno de placer.
Apoyé la cabeza en el hueco de su cuello, inhalando mientras se lo daba
todo de mí. El placer rasgó mi núcleo, arrancando lo último de mis inhibiciones.
Ella era mi nueva droga, me convertí en adicto con una sola probada.
De repente, mi nombre salió de sus labios mientras su coño se convulsionaba
alrededor mi pene, girando mi voluntad, empujándome a un frenesí peligroso,
convirtiéndome en un adicto desesperado en busca de otra dosis. Mis movimientos
perdieron ritmo cuando mi conciencia se deslizó en la oscuridad. Me estrellé contra
su coño; sabía que mis manos le dejarían moretones cuando me ahogué en ella.
Grité su nombre cuando mi calor marcó su vientre, un placer inimaginable
sacudiéndome, golpeándome. Nunca había sentido algo tan intenso, tan potente y
poderoso, traspasándome. No tenía ningún control. Era una experiencia erótica de
alto nivel, que nadie podría igualar jamás. Kellie sacó lo mejor de mí
cuando me dio lo mejor de ella.
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 41
Mi respiración estaba entrecortada, mientras el placer continuaba quemando
mi entrepierna. No había tregua. El placer me arañaba de adentro hacia afuera,
tenía mi cabeza dando vueltas, mi mente ciega, perdida en el denso hedonismo que
me poseía en ese momento.
Mis movimientos fueron lentos cuando volví a descender. Esparcí suaves
besos por su cuerpo, incapaz de salir de ella.
Sus pequeñas manos se apoderaron de mi cara; agresivamente, me atrajo
hacia ella y tomó mis labios. Esta vez la dejé besarme. Nuestros pechos chocaban
con cada respiración. No podía dejar de tocarla. Era mía. En algún lugar, en el
fondo de mi mente, siempre supe eso. La carta de Kellie no había sido la primera
que recibí. Las personas enviaban cartas a los soldados todo el tiempo. Había
recibido una en cada período de servicio que había completado, pero la de Kellie
fue la única a la que contesté. Había algo en ella que me obligó; la propia mujer me
forzó. El ejército puede haberme poseído en el papel, pero yo era todo suyo.
Rompiendo el beso, la apreté contra mí y me puse de lado. Sus manos se
deslizaron para descansar en mi pecho, irónicamente, sobre el corazón que poseía.
Barrí algunos cabellos sueltos de su cara, cepillé suavemente sus labios por
última vez. Abrí los ojos para mirarla. Sabía que ella necesitaba este nivel de
intimidad, este grado de confianza.
—Te amo, Kellie.
Me miró, sonriendo tímidamente. Inclinándose, besó mi pecho.
—También te amo, Sargento.
Sabía que tenía una sonrisa tonta, el tipo de sonrisa que haría que todos los
soldados de mi pelotón estuvieran burlándose de mí durante meses. No me
importaba. Así de feliz que estaba. No me importaba un comino lo que ellos
pensaran. La única persona que me importaba ahora, era Kellie.
Me devolvió la sonrisa con facilidad. Me besó en la barbilla, y
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 42
me dio un abrazo.
—Debes estar cansado. ¿Por qué no tomas una siesta mientras termino de
hornear?
—Cariño, estoy acostumbrado a estar cuarenta y ocho horas sin dormir. Lo
único que quiero ahora es abrazarte.
Sentí su sonrisa en mi contra.
—Creo que puedo manejarlo.
—Bien. —Mi tono estaba un poco ronco, pero sabía que el militar en mí
concordaba. Nunca la dejaría ir, no ahora que la tenía.
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 43
Capítulo 18 Kellie
Juraría que mi alma estaba bailando. Nunca me sentí tan querida y
apreciada, y eso que provenía de una buena familia, con un hermano mayor que me
daría el mundo si pudiera. Era un alma bendecida. Sin embargo, Daniel era el
único que me había mostrado cuánto me quería.
Me acurruqué fácilmente contra él. Después del mejor, el más alucinante
orgasmo de mi vida, no había nada más que quisiera hacer, aparte de dormir un
poco antes de hacerlo de nuevo. Daniel había comenzado. Poco sabía que acababa
de liberar mi insaciable monstruo interior, y no imaginaba lo mucho que me iba a
encantar ser una chica mala. Claro, Daniel nunca me trató como a una chica mala.
Me trataba como a una princesa. Me valoraba de la manera en que yo lo valoraba.
*****
Un fin de semana y dos días “enferma” más tarde, todavía no podía
conseguir suficiente.
Él me abrazó por detrás, barriendo el pelo a un lado para besarme el cuello.
Los escalofríos nunca paraban cuando hacía eso. Un escalofrío me atravesó cuando
incliné la cabeza, dándole un mejor acceso.
—Sabes que no puedo seguir llamando. Tendré que volver al trabajo
mañana.
Puse el tazón con los ingredientes mezclados del brownie en el fregadero.
Daniel se movió conmigo, girándome al momento en que mis manos estaban
vacías.
Me besó. Mi corazón respondió a sus labios otra vez.
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 44
—Tengo una idea mejor.
—¿Oh, sí? —Sonreí contra sus labios.
—¿Por qué no vuelves a estudiar?
Habíamos tenido esta conversación más de una vez durante los dos días
anteriores. Suspiré suavemente.
—Sabes que no puedo permitirme el lujo de hacer eso.
—Sí, puedes.
Me eché hacia atrás, estudiándolo. Sentí que mis cejas se fruncían.
—¿Qué quieres decir con eso?
—La mayor parte de mi dinero del servicio militar está en ahorros. Tengo
suficiente para pagar nuestras cuentas y la matrícula. También quiero hablar con el
reclutador local sobre la Reserva del Ejército, para frenar mi ingreso, hasta que
decida lo que quiero hacer.
Negué, aunque mi corazón se elevaba. Que siquiera me lo hubiera ofrecido
me hacia amarlo aún más.
—No puedo aceptarlo. Yo... No puedo dejar que hagas eso, Daniel.
—Lo harás si me amas.
Entrecerré mis ojos hacia él.
—Eso no es justo.
Una sonrisa fácil curvó sus labios; sus ojos brillaban con picardía.
—Te amo, señorita Kellie Ann Patrick, y tengo la intención de convertirte en
mi esposa. ¿Qué clase de marido no cuida de su esposa en todos los sentidos?
Mi corazón tartamudeó cuando mis pulmones lucharon por
expandirse.
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 45
—¿Qué estás diciendo?
—Quiero que seas mi esposa, querida. ¿Quieres mi anillo en tu dedo, mi
bebé en tu vientre, y mis brazos alrededor de ti cada noche? Te juro que voy a hacer
todo lo que pueda para que siempre seas feliz. —La emoción retorció sus rasgos—.
Deja que me ocupe de ti, querida. Déjame casarme contigo.
—¿Hablas en serio? —Mi pulso palpitó rápido, sentí un nudo en la garganta.
—Totalmente.
Sabía que lo estaba mirando en silencio, pero no podía evitarlo. Fue lo
último que esperaba, pero todo lo que quería... Menos un detalle. Mordí mi labio
inferior.
—¿Volverás a irte si te llaman de la Reserva?
Su expresión se volvió seria. Se lamió los labios, mirando a otro lado durante
un tiempo. Empujó mi pelo hacia atrás.
—No voy a mentir; hay una posibilidad, pero como ya he cumplido muchos
servicios, dudo que me llamen.
Las lágrimas me escocían en los ojos.
—No sé si podría dejarte ir ahora que te tengo. —Fui honesta.
—Ninguno de nosotros quiere eso, pero sé que conseguiríamos pasar por
ello, igual que lo hemos hecho antes.
Por difícil que fuera, Daniel tenía razón. Venía con los riesgos inherentes a la
carrera que había elegido. No me atreví a retenerlo, sin embargo. Continuamente
me animaba a seguir mi sueño, a ir detrás de la vida que quería. Por el momento,
tenía que aceptar que Daniel era militar. Eligió dedicar su vida al ejército, y yo tenía
que confiar en él. Tenía que confiar en que haría todo lo que estuviera en su poder y
volvería a mí todo el tiempo; del mismo modo que él confiaba en mí, y me
creía capaz de soportar esta distancia con él. Eso es lo que hace el
amor fácil: el compromiso. Siempre y cuando estés comprometido
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 46
con la persona que amas, ni el tiempo ni la distancia podrán nunca destruir lo que
tienes.
—Bueno.
Su cabeza se irguió.
No podía dejar de sonreír como una tonta, borracha de amor.
—Te amo, Sargento. No soy hipócrita. Eres un buen hombre que amo, cerca
o lejos. Y, cerca o lejos, ningún hombre jamás podría reemplazarte. ¿Cómo podría,
cuando te llevas mi corazón contigo?
Grité cuando se agachó rápidamente y me alzó por encima del hombro.
Golpeé su espalda.
—¿A dónde me llevas?
—A hacer el amor contigo. Luego vamos a comprar el anillo. Después, si
quieres, me llevarás de inmediato a casa de tus padres, donde vamos a decírselo.
Hannah y tu madre pueden ayudar con todos los detalles, pero espero que estemos
casados dentro de un mes. Mañana puedes dar ese tonto aviso de dos semanas. Una
vez que estemos casados, te inscribirás en la escuela.
—¡Hey! ¿No tengo algo que decir en esto?
Me tiró contra el colchón.
—¿No quieres? —Arqueó una ceja. Apreté los labios, teniendo en cuenta su
propuesta.
—Bueno, si...
—Muy bien, entonces todo está resuelto.
—¿Controlador?
—No, solo soy un soldado que sabe que la muerte no discrimina y
no quiere andar perdiendo el tiempo, cuando podemos tener todo lo
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 47
que queremos, ahora. —Tragó saliva—. Nunca he estado tan seguro de algo, Kel.
Te amo, cariño.
Envolví mis brazos alrededor de él.
—También te amo. No esperaba todo esto tan pronto, pero no puedo esperar
para convertirme en la señora del Sargento Daniel Rodríguez. —Fruncí los labios,
jugando—. Y prometo no dejarte en bancarrota con el anillo... mucho.
Se rió entre dientes.
—Vamos a comprar el anillo más grande posible. Quiero que el idiota de tu
jefe, y todos los demás después de él, sepan que ya estás tomada.
—Tomada por un soldado sexy como el pecado. Confía en mí, mi jefe no te
llega ni de lejos.
—Me importa una mierda si lo hace. Tú conoces mis sentimientos sobre el
matrimonio y que voy en serio contigo. Si alguna vez piensas en alejarte, habla
primero conmigo. Haré todo lo que pueda para hacerte feliz, querida.
Mi sonrisa se suavizó mientras mi corazón se desbordaba. Asentí en
acuerdo.
—Lo haré —hablé con sinceridad. Sabía que un soldado está preparado
siempre; él conocía lo peor.
Su expresión cambió, envió escalofríos a través de mí; era una mirada que
nunca iba a olvidar.
—Si, Dios no lo quiera, me pasa algo, quiero que sigas adelante y seas feliz.
Prométemelo.
¿Cómo llegó esta conversación rápidamente a un territorio sombrío? Las
lágrimas llenaron mis ojos y una pesada carga me apretó el pecho. Me dolía solo de
pensarlo.
—Hola, cariño. Todavía estoy aquí. —Pasó el dorso de su
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 48
mano por mi cara. Me mordí el labio inferior, tratando de no perderme en todos los
“qué pasaría si...”, y los “puede ser”.
—Soy un bastardo testarudo y posesivo. Mientras quede un aliento en mí,
voy a luchar para volver contigo. Voy a luchar para joder este mismo cuerpo, y
besar estos labios sexy. —Arrastró sus dedos sobre mis labios—. Y voy a luchar
para garantizar que ningún otro hombre tenga el placer de hacer lo mismo. —Rozó
sus labios contra los míos.
Cuando se alejó, me sentí más ligera. No podía controlar lo que estaba por
venir. Sobre lo único que tenía control era sobre el ahora.
—¿Qué te detiene, soldado?
Se echó hacia atrás, arqueando una ceja, una sonrisa tensa estirando sus
labios.
—Dilo de nuevo.
—¿Por qué no estás jodiendo este hermoso cuerpo todavía? —Traté de
reprimir una sonrisa, pero fracasé.
—Por qué no está desnudo. —Me besó con fuerza y rapidez, antes de
empezar a desnudarme.
A través de los años, la ropa había sido mi salvación, ahora era la única cosa
que detenía al Sargento Daniel Rodríguez de acariciar mi cuerpo regordete cada
minuto de cada día. Me demostró su amor una y otra vez, y probé el mío esos siete
meses en los que estuvimos separados durante su último, y más corto, período de
servicio.
Uno no puede controlar todo en la vida, pero la única cosa que se puede
controlar es el nivel de compromiso con el amor. Solo aquellos que aman sin
compromiso pueden fallar. Solo aquellos que no están suficientemente
comprometidos llegan al divorcio. A las personas les gusta decir que se les
terminó el amor, pero la verdad es que el amor es más fuerte que el
tiempo o la distancia, que las pruebas y los obstáculos. El amor es
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 49
lo que multiplica nuestras bendiciones, pero si pierdes tu pasión, tu compromiso
con él, sin duda con el tiempo acabarás perdiendo el amor también.
Afortunadamente, Daniel y yo nunca lo perdimos. ¿Y quién iba a pensar que
toda una vida de amor podría provenir de una carta?
Fin
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 50
Próximamente Serie Un Soldado
2 – Un Email
Comenzó con una dirección de e-mail.
Madelyn Maxlyn envió un e-mail al nombre que le sonó más femenino en la
lista de contactos de soldados que el presidente de su club de lectura logró
conseguir. SFC Taylor Russell fue el
destinatario.
Intercambiaron setenta y siete correos electrónicos en cinco meses, y en algún
lugar entre los setenta y siete, dejaron de intercambiar palabras y comenzaron a
compartir trozos de sí mismos.
Taylor vuelve a casa después de la guerra, es hora de que se reúnan y descubran si un soldado con dos años más de contrato con
el ejército, y una mujer de talla grande que tiene toda una vida a cientos de kilómetros
de distancia de su casa, tienen la oportunidad de un futuro juntos.
El amor no se preocupa por los obstáculos y riesgos, pero sobrevivir no es siempre fácil.
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 51
Sobre la Autora Nací y crecí en Charleston, Carolina del Sur, pero ahora vivo en el lugar más
caliente de la tierra: Orlando, FL. Tengo tres hijos que me mantienen corriendo sin
parar. Mi hija, Kali, ya está siguiendo mis pasos en su amor por el dibujo y la lectura,
y mi hijo, Kaleb, nos mantiene riendo entre líneas. Y Román, que es un gran bebé adorable con ojos color caramelo.
Muchos cosas al azar me han inspirado a
escribir. Desde experiencias de vida de una sola palabra, una película u observar a las personas, ninguna forma de inspiración
esta fuera de los límites. Puedo y voy a escribir acerca de todo y cualquier cosa. La
mayoría de lo que compilo tiene entrelazado una opinión mía propia dentro
de ella o detallar un punto de vista creo que ha sido pasado por alto. Siempre estoy tratando de poner algo nuevo por ahí, para
introducir el mundo que hay en mi mente con cada palabra.
Cuando no estoy haciendo malabares con la vida y los niños, me encontrarás
acurrucada en algún lugar escribiendo mi próximo libro o felizmente leyendo el de otras personas. Como la mayoría de los autores que he encontrado, soy una adicta al café, poseo más libros de los que puedo encajar en mis estanterías, y voy a
trabajar mucho en pijama...
Siempre me encanta interactuar con los lectores. Siéntete libre de dejar un comentario en esta página, la página de fans en Facebook (Diario de un Vampeen), o mi página de facebook ( Christin Lovell ); también puedes escribir @ mi twitter:
@ christinlovell o vía e-mail: christinlovell @ gmail.com
¡Gracias por estar cerca!
Christin
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 52
Staff
Traductora Leluli
Correctora Pily1
Diseñadora Leluli
Lectura Final Lilith
Christin Lovell Una Carta
Serie Un Soldado 1 53
Esperamos que lo hayas disfrutado y nos acompañes en el próximo libro.
Si quieres saber más de nosotros o formar parte de nuestro equipo puedes
contactarnos en: [email protected]