ciencia oculta y magia practica - paul c jagot

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P U L  C J G O T CIENCIA OCULTA Y  MAGIA  PRÁCTICA E L  HOMBRE  E N RELACIÓN CON LAS ENERGÍAS SECRETAS  D E L  UNIVERSO L OS  FENÓMENOS OCULTOS  Y S U DETERMINISMO E L  ACCESO MÁGICO RITUAL  DE L A  MAGIA TALISMANES Traducción  del  francés  por CARLOS  AVALA  NIETO Edición  ilustrada con las a 3  clave s del Tarot,  otras figuras y diversos  gráficos ED ITO RIAL IBERIA S. A . Muntancr 180 BARCELONA  -36

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ciencia

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  • P A U L C. J A G O T

    C I E N C I A O C U L T A Y M A G I A PRCTICA E L H O M B R E E N R E L A C I N C O N L A S ENERGAS S E C R E T A S D E L U N I V E R S O , L O S F E N M E N O S O C U L T O S Y S U D E T E R M I N I S M O , E L A C C E S O M G I C O , R I T U A L D E L A M A G I A , T A L I S M A N E S

    T r a d u c c i n del f r a n c s por C A R L O S A V A L A N I E T O

    Edicin ilustrada con las a3 claves del Tarot, otras figuras y diversos grficos

    E D I T O R I A L I B E R I A , S. A .

    Muntancr, 180 - B A R C E L O N A -36

  • Tercera edicin: Enero, 1982

    IMPRESO EN ESPAA PR1NTED IN SPAIN

    Depsito legal: B. 53 - 1982

    ISBN: 84-7082-211-X

    Derechos literarios y artsticos reservados para todos los pases Copyright by Editorial Iberia, S. A. - Mttntaner, 180

    Barcelona, 1982

    Imprenta Juvenil, S. A. - Maracaibo, 11 - Barcelona-50

    A M . GUSTAVE FABIUS DE CHAMPVILLE,

    gran psiclogo, quien tras cuarenta aos de esfuerzos consigui que las ideas que compartimos fueran aceptadas por la li-te intelectual.

    Con la respetuosa admiracin de un discpulo.

  • CAPTULO PRIMERO

    LA C O N S T I T U C I O N OCULTA D E L H O M B R E

    Una obra de arte es una porcin de naturaleza vista a travs de un temperamento , escriba Emile Zola.

    Pero hay, tambin, algo de innata predisposicin en la inclinacin de ciertos hombres a considerar el mundo sensi-ble y la integridad csmica a travs del misticismo cuyos con-ceptos codifica la ciencia oculta.

    La filosofa hermt ica , aunque aparezca como nicamente subjetiva, implica siempre un resultado experimental: la ma-gia; es decir, un conjunto de prct icas que verifican sus prin-cipios.

    E l pensador que busque certezas metafsicas las hal lar en la doctrina aqu bosquejada; o cuando menos sta le ser-vir de punto de apoyo para alcanzarlas. E l filsofo, vido de la ideologa total, hal lar en este libro la sntesis donde se ordenan, concilindose, la multitud de sistemas expresivos desde la infinitud de puntos de vista bajo los cuales el uni-verso ha sido escrutado hasta ahora. E l espr i tu intuitivo, que presiente, tras el fenmeno, la invisible serie de sus cau-salidades rectoras comprender inmediatamente que han sido sus habituales cabilaciones las que han a t ra do hasta l este libro.

    Aquellos que, vaga o vehementemente, se hallan turbados por una aspiracin hacia algn misterioso medio de actuar sobre los seres, las circunstancias, la fatalidad, o bien aque-llos a quienes preocupa la nocin de estados psquicos que conduzcan directamente al conocimiento, encon t ra rn en la ciencia oculta el conjunto de los principios descubiertos por

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    todos los que a travs de los siglos procuraron organizar en s mismos estas posibilidades latentes.

    A menudo son imprecisas fantasas las que ponen a los predestinados en la senda de la iniciacin; imprecisas fan-tasas donde se entrev la idea de una relacin que une la intimidad pensante y volitiva del hombre con la vida y la in-teligencia universales. Para los que as se ven asediados, des-lumhrados, oscurecidos, incluso extraviados, por los prime-ros rayos de este alba espiritual, pronto se abr i r la puerta del santuario. E l ocultismo afirma esta relacin. Slo es ne-cesario indicar sus bases individuales.

    E l s mbolo habla a las almas en va de espiritualidad mejor que las palabras. Los poetas y los videntes conocen por instinto este lenguaje de los dioses. Lo comprenden y lo escriben. La ciencia oculta lo utiliza de buen grado porque permite condensar en una sola figura toda la gama de no-ciones relativas a un mismo objeto. E l jeroglfico abunda en los escritos hermticos porque atrae y polariza la meditacin del discpulo, que es transportado de este modo al verdadero camino donde se oculta el secreto que l deber descubrir. E l texto ayuda e incita al esp r i tu a resolver el enigma, pero no podra por s solo formular el sentido, precisamente infor-mulable, que slo el s mbolo lleva en s. (Ver fig. 1, pg. 9).

    He aqu, superpuestos, cuatro dibujos configurativos de la individualidad humana visible e invisible: el toro, el len, el guila y el ngel; o sea, el vehculo vegetativo, el animismo emocional, el pensamiento especulativo y el conocimiento intuitivo. Cada uno de los cuatro smbolos es una entidad: existen pues cuatro clases de hombres respectivamente ca-racterizados por el predominio de los apetitos materiales, de las tendencias emocionales, de la inteligencia racional y del vuelo idealista. Pero la solidaridad del conjunto de las figu-ras afirma tambin la coexistencia en nuestra personalidad de un organismo manifestado por la sensacin, de otros dos principios donde se elaboran la emocin y la idea, y de un cuarto elemento, en fin, de naturaleza ms elevada, ms an-glica, por medio del cual el Absoluto puede llegar a hacrse-nos inteligible. Y as es precisamente como se revela, a la luz del esoterismo tradicional, la const i tucin del hombre: una parte material y visible, gouph, o sea, el cuerpo fsico, com-plejo de rganos; un segundo principio, nephesch, el doble

    FIGURA 1

    La constitucin oculta del hombre.

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    etreo o cuerpo astral, intermediario entre el anterior y el si-guiente principio, el alma o ruach, esencia misma del ser, y por l t imo, el neschamah, espr i tu puro.

    Toda iniciacin comienza en el estudio detallado de esta anatoma oculta y de la fisiologa subsiguiente. L a primera carta del Tarot, precisa s imbl icamente la inmediata opor-tunidad de estas nociones fundamentales: Representa a un hombre de pie tras una mesa sobre la que estn distribui-das copas y espadas, s mbolos de las atracciones y antago-nismos terrenales: Su peinado est coronado por el signo del infinito. En una mano esgrime la varilla de la iniciativa personal; con la otra parece que se dispone a manipular los objetos esparcidos ante l. Sobre la tierra firme donde se apoya, los vegetales florecen. (Ver fig. 2, pg. 11).

    Adems de confirmar la cudruple consti tucin del hom-bre, sta carta ofrece el corolario.

    No os parece que est expresando a la vez la identidad esencial del alma inteligente y del Ser infinito, del animis-mo emocional y de la energa vital omnilatente, del cuerpo astral y del universo material, al que el personaje tartico est adherido por sus pies?

    E l figurn ofrece al candidato a la iniciacin la revelacin de las virtualidades que l deber despertar en s y a las que deber adaptarse por medio de las prct icas mgicas: Las apariencias formales han distrado hasta ahora tu aten-cin de la realidad visible. T slo has visto en m al bufn, la ilustracin grotesca de un naipe... Y sin embargo, si me miras mejor, te vers a ti mismo en m. Tu psique se nutre en el Absoluto del conocimiento. Asentir a la verdad es co-municar con l. El dinamismo del que t hasta ahora slo has advertido las resultantes tangibles te rodea constante-mente. Permanece cerca de ti. Tu iniciativa dispone de l. Habita en ti mismo y se extiende sin lmites relacionndote con el universo entero. Est movido soberanamente por quien l acaba de arrebatar. Si la materia, las formas y los hechos son accesibles a tu entendimiento y a tu accin por el dominio directo de tus sentidos y de tus rganos fsicos, todo impulso generado dentro de ti se impondr tambin al exterior y se concretar pronto en apreciables realidades.

    Pero no siempre es apto para la iniciacin el que co-dicia sin ms la ciencia de lo oculto. De intento, desde las

    FIGURA 2

    El Bufn Primera clave del Tarot

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    primeras l neas hemos dejado entrever la necesidad para el adepto de una predes t inacin. L a unanimidad en el seno de la filosofa hermt ica no podr a ser llevada ms all que en el seno de cualquier otra. La ciencia positiva llega laboriosamente al acuerdo entre los suyos sobre el hecho y su causa inmediata. Los metafsicos disputan sobre la con-cepcin de las causas primeras. E l ocultismo, campo de accin de las causas segundas, se enorgullece de la experi-mentacin, nico terreno en el que es posible el acuerdo; pero abordarlo previene contra el riesgo especulativo de falsas imputaciones, as como contra el peligro inherente a toda tentativa presuntuosa; supone el previo e ntegro entendimiento de la doctrina y por ello la facultad de asimi-lrsela.

    S i vuestras disposiciones van acompaadas de esta ap-titud, rara segn el sujeto, las singularidades que preceden han despertado en vosotros un eco necesariamente impreci-so pero cuando menos eur tmico : al contacto con el sm-bolo manifiesta el sentido mst ico de los predestinados; des-pierta una superconsciencia; nace un nuevo y definitivo ho-rizonte. Ahora se puede decir que el Esp r i tu sopla donde quiere. A pesar de la m s elevada cultura, el l ibro de oro permanecer cerrado por siete sellos. Fausto, riguroso hom-bre de ciencia, empalidece sin esperanza sobre sus infolios: irreceptivo al Verbo, la palabra, ante l, guarda obstinada-mente su secreto mientras que el libro de conjuros traba-josamente recorrido, entrega al dulce Flamel los tesoros de la espagrica: ha sentido y busca r seguro de comprender.

    Sentir, buscar, comprender parece que anuncian a saber, querer y atreverse. Ascesis hexagramt ica , cuya yuxtaposi-cin senaria equilibrada manifiesta, por la figura que evoca, el spt imo t rmino de la frmula : callarse, entrar dentro de s, recogerse... Meditar es sentir con mayor agudeza, bus-car lc idamente , prepararse para comprender, y por tanto adquirir la ciencia, preparar la voluntad y fomentar la au-dacia: el exgono necesita su base...

    Por otro lado, el positivismo moderno se dirige clara-mente hacia las conclusiones del ocultismo, muchas de cu-yas afirmaciones han sido probadas por la psicologa ex-perimental.

    La concepcin materialista del individuo dogma sa-

    CENCIA OCULTA Y MAGIA PRACTICA 13

    grado de la ortodoxia cientfica de ayer se encuentra hoy completamente superada por la observacin. E l elemento psicolgico por s mismo, supone problemas inconciliables con la hiptesis acadmicamente intangible de un organismo puramente material.

    Cada uno de nosotros sera, segn los anatomistas, una

    FIGURA 3

    El hexmetro inicitico

    aglomeracin celular. La biologa habla de la clula, pero la vida unitaria de un conjunto individualizado de clulas pos-tula un principio vital identificable y sin duda identificado en un futuro muy prximo con nephesch, el segundo prin-cipio de los cabalistas. E l proceso fetal presenta la misma dificultad. Desde el vulo recin fecundado hasta el tipo humano completo, elaborado en treinta y seis semanas, exis-te un per odo de edificacin perfecta, cuyo arquitecto los fisilogos se niegan a reconocer. Este organizador, sin el cual los positivistas no pueden explicar la persistencia de los

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    caracteres morfolgicos individuales, y la del recuerdo, a pesar de la renovacin incesante de las clulas, es pues nephesch, el mediador plst ico, el cuerpo astral de los ocul-tistas. l es el que anima el cuerpo de carne. Cuando l se separa, el conjunto se desintegra (1).

    Es obvio que si uno procede del otro, ste no ser ne-phesch. La funcin se distingue claramente de la materia. Quin si no l, m s bien que la inteligencia, participa, en su fase subconsciente? L a movilizacin de los fagocitos ha-cia el lugar de la infeccin microbiana, llamados desde to-das las ramificaciones vasculares; las reservas orgnicas, esos medios de fortuna ideados y realizados para asegurar la continuidad de una funcin amenazada; la precisin con que se apresta a reconstruir la carne, accidentalmente cor-tada, con idntica disposicin a la primitiva: todo esto in-dica y expresa una iniciativa de orden general absoluta-mente innegable.

    Mientras esta iniciativa, ex t raa al menos inmediata y aparentemente a la inteligencia consciente, se lleva a cabo en el silencio, el entendimiento se desentiende.

    La inteligencia, el entendimiento, el tercer elemento de los constitutivos del hombre, el ruach, se dedica a su propio campo de accin, dejando a nephesch su labor de dirigir la vida vegetativa. E l corazn late, la sangre circula, los pul-mones cumplen su r tmica obligacin y el aparato digestivo su trabajo de seleccin y asimilacin. Esta actividad org-nica la concibe el ocultismo, y nosotros la hemos considera-do, no como una resultante, sino como una entidad aparte, distinta a la vez del gouph, el cuerpo fsico y del ruach, el alma. Hiptesis por hiptesis , la conciencia psicolgica que-da as mejor explicada que como propiedad de la materia, a la que la identifican los sagaces materialistas.

    S i consideramos, ahora, las prerrogativas atribuidas a aquello que los filsofos llaman el inconsciente, identifi-caremos fcilmente en l al mediador plstico.- E l incons-ciente engloba, en efecto, el automatismo funcional y el auto-matismo psicolgico. La memoria, si bien es consciente en el momento de recordar algo, puede registrar acontecimientos inconscientemente y de hecho no necesita en absoluto es-tar consciente para conservarlos. La imaginacin se aisla momentneamen te de la consciencia durante el sueo na-

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    tural. Ms an, en estado hipntico, esta dualidad psquica se hace indiscutible. As, cuando el pensamiento consiciente suspende su actividad, estos dos automatismos, el orgnico y el psicolgico, prosiguen su funcionamiento como si, de acuerdo con la doctrina del ocultismo, estuviesen localiza-dos en el mismo principio. Por otra parte, ciertos fenme-nos, recientemente admitidos como reales, abundan en la idea de identidad del inconsciente moderno y el mediador plstico medieval, sobre todo la autosugest in, la telestesa y la ectoplasmia.

    Veamos el primero, ms accesible al anlisis. No es cier-to que sus tericos fundamentan en la puesta en juego del inconsciente las modificaciones curativas obtenidas en su prct ica? Y a el hipnotismo haba hecho evidente que accio-nando el inconsciente a favor del sonambulismo se obtenan las ms precisas reacciones internas.

    As es como hoy reaparece la antigua terna humana (2) bajo los nombres de organismo, consciencia e insconciente. Los viejos emblemas, toro, len y guila, resultan, vistos a la luz de estos conceptos, mucho ms expresivos. L a analo-ga del cuarto smbolo geroglfico, se establece, en fin, por s misma, con ese elemento superconsciente, manifestado en su plenitud por los genios y los santos, y gracias al cual el hombre participa de la naturaleza anglica. Neschamah, el espr i tu puro, explica los fenmenos de intuicin superior y todas las modalidades del conocimiento extra-especulativo. Es el espejo del que los videntes y los inspirados reciben directamente la luz de lo alto. A excepcin de estas cimas humanas, Neschamah permanece potencialmente en el hom-bre y como latente; as se explica que el ocultismo elemen-tal reduzca el ser a sus tres elementos fundamentales: cuer-po fsico, mediador plstico y alma consciente.

    Concretemos esta triple unidad. L a ciencia positiva es-tudia nicamente el cuerpo fsico. Anatomistas y fisilogos escrutan sus tejidos, sus rganos, sus funciones y tratan de explicar, slo por su mecanismo, los fenmenos de la vida y de la consciencia. Para el ocultismo, la carne es un sim-ple soporte, un ropaje temporal, un instrumento movido por el mediador plstico (vida vegetativa) y el alma (vida de relacin). E l mediador plstico (3), cuya sustancia, aunque material, difiere esencialmente de todo aquello que

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    nosotros entendemos por materia, escapa por su misma suti-leza a los sentidos fsicos. Informa al vehculo carnal cuyos contornos reproduce exactamente. l es quien dirige las actividades viscerales y preside en la direccin centraliza-dora de la vida de las clulas, en la edificacin y manteni-miento de la forma individual modelada sobre la suya pro-pia en el curso de la vida fetal. Acciona el gran simptico, nervio rector de la vida vegetativa. Coordina los mensajes recibidos a travs de los sentidos y los impulsos motores (4). Localiza la reserva mnemnica como centro de la subcons-ciencia y gestor de la asociacin de ideas. E n l nacen y se desarrollan las emociones y las pasiones. E l principio astral resume en una palabra el campo del automatismo orgni-co y psicolgico. E l alma, de esencia superior a los dos pri-meros elementos, acciona el cerebro, medio fisiolgico por el que se manifiesta; localiza la consciencia, sede del pen-samiento consciente. Su actividad normal, la direccin y gobierno de la personalidad, por medio del astral es, en algunos, usurpada casi totalmente por sus potencias pura-mente vegetativas y en otros por sus pasiones. Pero si el alma reina de una forma casi absoluta en el elemento motor (astral) y sobre el principio movido (cuerpo fsico), su in-fluencia voluntaria se extiende, como veremos ms adelan-te, a la vida exterior a nosotros. Controla la energa propia del mediador plstico y la libera para la accin o la con-centra para la atencin. Es ms ; el alma verdaderamente evolucionada puede abstraerse hasta el xtasis y recibir di-rectamente el conocimiento.

    Todo esto queda sintetizado en el cuadro inserto en la p-gina siguiente y en el cual se subrayan las relaciones del con-cepto ocultista con el concepto clsico del individuo.

    Antes de seguir adelante, parece necesario aqu una digre-cin. Acabamos de ver que la existencia del cuerpo austral, en contra de la cual no hay dato cientfico que no aparezca como falso, resuelve importantes problemas fisiolgicos, al tiempo que incluso i lumina singularmente la psicologa. Ex-plica todos los fenmenos.psquicos estudiados hoy y concilia en s las tesis ms diversas y hasta las m s opuestas.

    E l mecanismo del sueo, el ensueo con sus alucinaciones hipnaggicas o telestsicas y sus visiones premonitorias, con-siste, segn el ocultismo, en una disociacin momentnea de

    CIENCIA OCULTA Y MAGIA PRACTICA 17

    CUERPO FISICO

    (soporta)

    Materia fsica (tejidos)

    Vehculo y soporte de los otros dos cuerpos.

    Elabora el quilo, mate-ria prima de los tejidos, la sangre y la fuerza nerviosa, energa motriz del organismo.

    Acta directamente sobre el astral determinando en l movimientos pro-cedentes de los sentidos.

    Acta sobre el alma se-gn el equilibrio org-nico.

    En relacin directa con el universo material.

    MEDIADOR PLASTICO O CUERPO ASTRAL

    {nima) Sustancia astral que in-terpondr la materia f-sica.

    Acciona los rganos de la vida vegetativa.

    Acta sobre lo fsico co-municndole sus vibracio-nes.

    Acta sobre el alma engen-drando en ella ideas co-nexas con sus propias vi-braciones.

    Sede de la vida emocional y de la sensibilidad.

    Su centro fsico es el gran simptico y los plexos. En relacin directa con el dinamismo exterior.

    ALMA

    (gobierna) Sustancia espiritual que interpreta la sustancia astral y la materia fsica.

    Dirige lo astral y lo f-sico.

    Acta sobre lo fsico por medio del astral.

    Acta directamente sobre el astral.

    Sede de la conciencia ra-zonante y del pensa-miento.

    Su centro fsico es el ce-rebro. En relacin directa con el absoluto.

    los principios del hombre. E l alma y el cuerpo astral se se-paran del cuerpo fsico, pero conservando con l un lazo fluido a travs del cual le hacen llegar la impuls in funcional. Para la mayora, esta separacin se efecta en un espacio limitado. E l doble sideral planea a algunos decmetros bajo la m q u i n a orgnica. E l alma an poco evolucionada se halla as aislada del cerebro, su rgano fsico, que no recibe ms que un ligero riego de energa nerviosa. E l cuerpo astral, po-seedor de la fuerza vital y sede del inconsciente, predomina durante el sueo y mientras que bajo su impulso los plexos se recargan de influjos nerviosos, el automatismo intelectual se expansiona lejos de la vigilancia crt ica del alma. L a con-ciencia se adormece y la imaginacin recibe total libertad. Eso es el sueo.

    A veces, gracias a la pasividad de la conciencia, vibracio-nes astrales exteriores, emanadas de personas en relacin

    2

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    simptica con el durmiente impresionan su pensamiento y dan lugar a las premoniciones y sueos telepticos (5).

    L a hipnosis, el sueo artificial, provocado bien por medio de reacciones sensoriales, bien por sugestin, desligada del ocultismo en cierto modo tras los trabajos de Bra id y Li-beault es definida por la psicologa moderna como la anula-cin momentnea de los fenmenos conscientes. Por una excitacin perifrica se retarda la circulacin nerviosa, se rarifica la irrigacin cerebral. E l inconsciente, o sea el astral, permanece solo en movimiento, y aprovechando su pasividad automtica, el experimentador gobierna la mente del sujeto, cuyo cerebro ha escapado a la influencia y dominio del alma, debido a su casi paralizacin funcional. L a sugestin deter-mina un estado final anlogo aunque su proceso sea muy diferente: Acapara la mente, crea en ella un monoidesmo y proporciona as al cuerpo astral un predominio m s o me-nos prolongado.

    E l magnetismo acta a la inversa. Lejos de perturbar o restringir la vida psquica, la ampla. L a t ransmisin al mag-netizado de la ondulacin etrea del operador, exalta el me-diador plstico y el alma del durmiente. ste , tras una fase de aturdimiento debido a esta sobrecarga fludica (estado su-gestivo de Durville) recobra poco a poco su conciencia en estado de sonambulismo y s ta se dilata entonces hasta el punto de manifestarse dotada de medios muy superiores a los que posea en estado de vigilia y de facultades supranor-males: la lucidez, por ejemplo, es decir, la extensin en el tiempo y en el espacio de la percepcin auditiva y visual.

    Bajo la accin del magnetismo, los principios superiores del ser muestran tendencia a separarse del organismo mate-rial . E l alma revestida del mediador plstico se aleja del cuerpo en letargo, se mueve, siente y acta. Las investigacio-nes del coronel de Rochas, de Ayglun, y m s tarde las de Dur-ville han establecido experimentalmente la realidad de este desdoblamiento, por otra parte observado a lo 1 argo de toda la historia (6). Una bilocacin anloga sobreviene a ve-ces a consecuencia de un choque emocional violento. Puede incluso conseguirse voluntariamente despus que, por una larga ascesis, el hombre ha reducido al mn imo los lazos que le atan a su vertiente carnal. Ciertos adeptos de un ocultismo descarriado utilizan con el fin de alcanzar este desdoblamien-

    CIENCIA OCULTA Y MAGIA PRCTICA 19

    to, prc t icas empr icas peligrosas de las que nos ocuparemos m s adelante. S i el uso de los alcaloides derivados de la coca y del opio, habitual en el mundo del vicio donde se busca por caminos torcidos la agudeza de la reaccin sensorial, encuen-tra tantos adeptos entre la lite intelectual, es porque la exteriorizacin o desdoblamiento que provoca se acompaa de una disociacin y de una exaltacin psquicas considera-bles. S i estuviesen mejor informados, los toxicmanos bus-caran por la ascesis el acceso a las regiones sutiles de la mente y obtendr an adems sensaciones que la droga no les proporc ionar j ams .

    Otras formas conocidas de exteriorizacin denuncian la au tonoma del cuerpo astral. L a sensibilidad cutnea, por ejemplo, desaparece cuando el doble etreo se aleja. L a clo-roformizacin tipifica esta abolicin y m s de un hecho ha demostrado que de la narcosis resultaba una bilocacin total.

    Durante sus experiencias, repetidas por Joire y realizadas ms tarde por Durville, el coronel de Rochas advirt i que el sujeto sometido a un grado profundo de sueo magnt ico, mientras que la epidermis y tejidos subyacentes permane-cen en analgesia, acusa todo contacto que afecte a una super-ficie virtual situada a algunos cent met ros de su periferia mrfica. E n la agona l t imo desdoblamiento se pro-duce el mismo fenmeno entre otros igualmente sugerentes, que sern analizados en un captulo prximo.

    No es sugestivo, por otra parte, que la agudeza senso-rial vare segn las reacciones afectivas? Acaso no es esto una confirmacin de que en nuestro doble tienen asiento a la vez el centro emocional y la facultad sensorial moda-lizada en el cuerpo fsico por los rganos esplcnicos?

    E l dinamismo vital, otra propiedad del mediador plstico, se extiende, durante el trance del mdium, m s all del orga-nismo: golpes sonoros y desplazamientos de objetos mani-fiestan esta exteriorizacin motriz. Las huellas de l a cara y de la mano de Eusopia, obtenidas a distancia sobre un bloque de arcilla situado a varios metros de ella, quin las ha im-presionado si no su doble equivalente que tiene la misma forma de su cuerpo? (7).

    No creo, escriba Ad . Frank (8), en una ciencia oculta distinta de la ciencia ordinar ia. E l testimonio de la Histo-ria (9) establece al menos que, antes que los nuestros, los

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    sabios de la ant igedad conocan y sin duda provocaban ma-gistralmente estos fenmenos psquicos de los que el m s insignificante es hoy causa de extraeza y hasta desconfianza para m s de uno entre los sabios. Ciencia clsica u ocul-ta significa anlisis de los hechos, induccin de sus leyes y verificacin de las mismas. Pero el ocultismo no se queda en las leyes; llega hasta las causas segundas que son su prin-cipal objetivo. Los discpulos abordan el estudio del hom-bre, de sus relaciones con el universo visible e invisible, el problema del ser y el problema de lo que ha de ser del devenir bajo la gida del sentimiento iba a decir bergso-niano de que una intuicin profunda, un inconsciente supe-rior, pone a veces ante los ojos del investigador aquello que su inteligencia experimentalista miraba sin ver.

    Es necesario admitir en atencin a la otra y m s all de la inteligencia pura este inconsciente superior. E l genio e incluso el talento, tan distintos uno y otro del ser razonante, como indiferentes a la voluntad, le necesitan. Nadie podr a a priori proclamar como una absurdidad que haya habido pocas en que existiera el conocimiento de cmo llevarlo de su latencia normal hasta excepcionales manifestaciones.

    Como hemos dicho las cuatro modalidades, vegetativa, anmica, racional e intuitiva de los psiclogos modernos re-cuerdan y confirman el toro, el len, el guila y el ngel esotricos.

    Para completar estas primeras nociones, conviene trazar la analoga de la concepcin ternaria y cuaternaria de los principios constitutivos del hombre con los sistemas quina-rio y septenario enseados por algunos centros de iniciacin.

    E l alma, el mediador plst ico y el cuerpo fsico son, segn las diversas escuelas:

    1. A lma cuerpo causal 1

    mental 2

    2. Mediador pls t ico 3

    o cuerpo astral

    r . . \ doble e treo 4 3. Cuerpo fsico < , , , ( materia del organismo

    E l doble etreo del sistema quinario se considera parte

    CIBNCIA OCULTA Y MAGIA PRACTICA 21

    integrante del cuerpo fsico en la clasificacin fundamental en tres elementos. S in embargo tiene un papel muy preciso y concreto.

    Cuando en un caso de desdoblamiento espontneo el cuer-po astral de un individuo se aparece a otro situado lejos de l, el cuerpo fsico del desdoblado cont ina viviendo nor-malmente. Lo que significa que puede prescindir, al menos en lo que concierne a la vida vegetativa, de su segundo prin-cipio. Qu es pues lo que sigue animando cada clula del ser as disociado y moviendo sus rganos? Debe ser sin duda el doble etreo considerado como la sede de la vitalidad de la materia fsica. E n esos curiosos trances fakricos en que se ponen los yoguis de la India mientras se hacen enterrar durante semanas enteras en un estado de muerte aparente en que la vida vegetativa no da ninguna seal de actividad, el doble etreo del fakir cont ina animando sus clulas f-sicas durante el tiempo que el cuerpo astral y los principios superiores permanecen separados de ellas.

    L a forma del doble etreo es casi idnt ica a la del cuerpo carnal. Cuando sobreviene la muerte aqul se separa inme-diatamente de este l t imo. Los sensitivos y los clarividentes, es decir las personas cuya personalidad psquica percibe las vibraciones etreas y astrales, ven al doble etreo azulado, delimitado por una tenue lnea azul a la derecha y rojo anaranjada a la izquierda mientras que el cuerpo astral les parece br i l lar uniformemente con una bella luminosidad blan-ca. Personas poco sospechosas de padecer alucinaciones pa-tolgicas han observado en las proximidades de una tumba recientemente removida, al doble etreo del cadver: se es sin duda el origen de las historias de aparecidos.

    L a funcin del doble e treo ha sido descrita minuciosa-mente por algunos adeptos del desarrollo espiritual integral que han llegado a percibir las sutiles vibraciones e treas en sus m s elevadas modalidades. Este doble indica por su as-pecto el estado de salud. Todas las formas de astenia derivan de una debilidad del doble etreo, cuyo tono de vibracin cuando es insuficiente, provoca la hipoactividad orgnica y nerviosa. Los magnetizadores muy dotados transmiten a los enfermos, a t ravs del ter ambiental, una ondulacin tan poderosa que su doble etreo queda animado de un movi-miento vibratorio mucho ms activo. Este movimiento ond-

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    latorio vivifica el cuerpo e treo del paciente, el cual ac ta sobre los rganos alterados y restablece el sano equilibrio.

    Siendo el ter, en fin, un cuarto estado de la materia f-sica estado bien conocido por los fsicos el doble etreo auxiliar del cuerpo astral, se indentifica con el cuerpo ma-terial.

    E l cuerpo mental, consciencia psicolgica, es el alma, ms o menos como la imaginamos. E l cuerpo causal es el que di-rige y administra sobre todo la conciencia moral, algunas facultades supranormales (en especial la de profeca por ins-piracin directa de seres superiores) y la propiedad causal de los condicionamientos astral y fsico del individuo. E n este momento una ampliacin del tema sera prematura: ver para ello el captulo X I I I .

    E l esoterismo bdico nos propone siete principios, los cinco primeros de los cuales son: Rnpa, Jiva, Linga sharira, Kamarupa y Manas que corresponden casi exactamente al cuerpo material, al doble etreo, al mediador plstico, al cuerpo mental y al cuerpo causal. Los dos restantes, Buddhi y Atma se consideran profundamente escondidos en la casi totalidad de los hombres (10). Su representacin queda pues muy imprecisa. Los dejaremos a un lado, nominalmente al menos, a lo largo de esta obra, elemental por otra parte, y nos ceiremos a la concepcin de los cabalistas resumida as, segn Stanilas de Guaita:

    Neschamah EL ESPIRITU PURO 7 ATMA El alma divina

    ANA

    s

    tica [ El alma inteligente

    i y espiritual 6 11'1)1)111 El alma espiritual

    Ruach

    2 2

    El alma pasional, \ lgica y compren-| siva 5 MANAS El cuerpo causal

    % , El alma instintiva 4 (CAMA UPA El cuerpo mental Nefesch EL CUERPO ASTRAL 3 L I N G A S I I A I M H A El cuerpo astral

    Gouph

    O cu Fosforecente (la vi-talidad) 2 J IVA El doble etreo Gouph

    EL

    CUE

    Material (la carne) 1 RUI 'A El cuerpo fsico

    CIENCIA OCULTA Y MAGIA PRCTICA 23

    NOTAS AL CAPTULO PRIMERO

    (1) Hablamos, claro est, de aquella separacin radical que caracteriza a la muerte.

    (2) En Egipto: khat, el cuerpo; ka, el doble invisible, y khn, la inteligencia. En China: Xttcng, la sustancia orgnica; KM, el soplo de vida, y wun, la vo-luntad. En Pcrsia: Ufan, el cuerpo y la vida; fcnicr, la animacin orgnica, y akkho, el principio eterno. En la India: Rupa, Kaitia rupa y Atma. En Grecia: la carne y la sombra del espritu.

    (3) Para designar este segundo principio se utilizan tambin otras expre-siones, tales como cuerpo astral, doble etreo, doble sideral y fantasma.

    (4) Mediante los cordones anterior y posterior de la medula. Un choque emocional basta para provocar la paralizacin momentnea de esta funcin.

    (5) Vanse las obras de Flammarion, de los doctores Osty y de Scrmyn, De Gurney, Miers y Podmore.

    (6) V. Cap. XX. (7) V. De Rochas, L'Extriorisation de la motricit. (8) Traite Mdtliodique de Science oceulte, por Papus; pref. de Ad. Franck. (9) V. S. de Guaita, Au senil du Mystre. (10) Sinnet, Le Bouddisme sotrique.

  • CAPTULO II

    LO OCULTO U N I V E R S A L

    L a segunda carta del Tarot... Representa a una mujer sentada sobre un trono sostenido

    por dos esfinges. Su mirada, meditativa, se vuelve hacia el libro abierto sobre sus rodillas. Sostiene en sus manos nu-merosas llaves de diversos tamaos .

    Una tiara de triple diadema, coronada por la luna en cuarto creciente, hieratiza su semblante impenetrable. Tras ella, un lienzo tendido perpendicularmente a dos columnas, oculta el horizonte.

    Pasaremos por alto los detalles para mejor penetrar en el significado del conjunto. Sobre una misma base, hiperf-sica polarizada, reposa el equilibrio de las realidades tangi-bles y vivas. Abstrada por el estudio, transformada por la inspiracin, la mente humana alcanza las llaves y las naveci-llas de los grandes misterios. Un velo esconde a la mirada las profundidades csmicas pero puede ser arrancado de su do-ble soporte, elemento interpuesto entre lo visible y lo ocul-to... E l cudruple adorno de la tiara, el jeroglifo lunar (sm-bolo de la inspiracin) situado en lo ms alto, la diadema inferior que cie la frente y las dos restantes, intermediarias, traducen la cudruple contextura del universo, anloga a l a del hombre, o sea, la esencia espiritual y el elemento mate-r ia l fundidos por el principio psquico y la sustancia astral. E n la individualidad humana, el soporte medianero entre la apariencia formal y el principio psquico, es, como ya sabe-mos, el cuerpo astral, doble exacto, conformador, animador y conservador del cuerpo fsico n t imamente fusionado con l.

    E l mundo (macrocosmos) vasto organismo constituido

  • FIGURA 4

    Juno Segunda clave del Tarot

    (La carta que aqu reproducimos corresponde al Tarot italiano, en el que La Papisa ha sido sustituida por una Juno. Aunque el primer smbolo sea iniguala-ble, el segundo guarda con l indudables analogas

    que el lector interpretar fcilmente.)

    CIENCIA OCULTA Y MAGIA PRCTICA 27

    anlogamente al hombre (microcosmos) consta, como l, de un principio tangible interpenetrado por otros tres ele-mentos de naturaleza indntica al nephesch, al ruach y al neschamah individuales. De manera que, como nephesch, el cuerpo astral, mdium entre nuestro cuerpo carnal y nuestro psiquismo inmortal, un vasto ocano de sustancia astral, intermediaria entre la materia fsica y la esencia psquica csmica, interpenetra estrechamente el universo material.

    Esta limitada extensin de sustancia astral desempea en el plano cosmolgico un papel anlogo al del doble sideral en cada personalidad. Accionada por una esencia psquica, rectora del cosmos como el alma humana gobierna al in-dividuo, viene a ser el estadio en el que la ley se convierte en virtualidad generatriz del hecho, y la esencia psquica verdadero ruach generalizado sede de las leyes, mani-fiesta una esfera superior, espiritual, inteligible, correspon-diente a neschamah y directamente emanada de la Causa-Principio-Absoluto.

    En ocultismo se utilizan las expresiones mundo o pla-no para designar el conjunto de cada uno de los elementos fsico, psquico y espiritual compenetrados en el mismo es-pacio infinito y no superpuestos o distintos en extensin, idea que parecen evocar esas mismas expresiones . Cuando el lector vea escrito: plano o mundo espiritual, plano o mun-do psquico o plano o mundo astral, en tender que se trata de:

    L a esfera espiritual, sede de los principios universales, elemento propio del Neschamah]

    L a esencia psquica, mundo de las leyes rectoras engen-dradas por los principios, anloga a Ruach, alma inteligente y volitiva;

    O bien de la sustancia astral, principio de la vida no di-ferenciada, de la energa no individuada (entitaria), dinamis-mo en incesante actividad, medio en el que se elabora y preexiste en estado virtual todo lo que hab r de venir u ob-jetivarse materialmente. Este elemento, por otra parte re-vestido de una invisible je rarqua , ser estudiado m s dete-nidamente en el captulo V I I I .

    A pesar de su aridez, m s aparente que real, estas nocio-nes son bastante rp idamente asimilables por poco que se les dedique una breve meditacin. Amplan, sin contradecirlas.

  • 1 - Ktper La Causa principio

    5-Gebuzah 4-Chesed La Justicia La Misericordia

    7-Netzah La victoria de la vida

    sobre la muerte

    9 Jesad. E l fundamento

    10 Malkut

    El reino

    FIGURA 5

    Los Sefirots

    CIENCIA OCULTA Y MAGIA PRACTICA

    las ideas modernas relativas al doble aspecto fuerza-ma-teria.

    E l tomo contiene en s una energa que tiende a exte-riorizarse, nos dicen los fsicos. E l ocultismo aade , toda coleccin entitaria de molculas, trozo de piedra o filn de metal, brizna de hierba o vegetal gigante, microbio o paqui-dermo, posee m s all de ellos mismos un doble invisible de sustancia astral que impregna n t imamente su masa y le comunica la vida.

    E l mundo fsico, los sistemas solares, la tierra y todo lo que la habita en una palabra, toda la extensin csmica est baada por esta sustancia astral la cual recorre los cuatro estados de l a materia en sus diversas modalidades m s o menos como la electricidad se propaga a travs de una masa metlica.

    Cada uno se halla pues en relacin, por su propio doble con todo el plano astral, y, por intermedio de este l t imo, con todos los mediadores plst icos individuales. Este arcano se manifesta en las posibilidades mgicas m s ext raas . Fuer-za y materia elementos inmediatos del mundo fenomnico, imponen a sus reacciones, por la manifestacin de las leyes que presiden una idea de orden, de rectitud expresiva de este elemento o plano psquico ya conocidos por nuestros lecto-res. Lo mismo la germinacin de una diminuta semilla que la imponente gravitacin de los cuerpos planetarios, es tn re-gidos por una impuls in d inmica que engendra una serie perfectamente coordinada de fenmenos concurrentes a una amovible finalidad. Esta impulsin es t pues dirigida por una muy precisa voluntad.

    Pero esa misma voluntad necesita como origen un orden m s abstracto de realidad: la Inteligencia, plano o mundo espiritual de los cabalistas. E l ngulo cuaternario desde la cual el ocultismo considera la existencia universal queda constituido as sobre unas bases puramente lgicas.

    Lo que est arriba es como lo que est abajo, dice Hermes Trismegisto. Por eso cada una de las creaciones de un genio manifiesta sus facultades. E l hombre y el universo, engendra-dos por una Causa-Principio-nico son iguales entre s y reflejan, por as decirlo, los atributos del Ser Absoluto, ema-nador del mundo. Atributos que l a Cabala configura as : (ver fig. 5, pg. 28).

  • 1 - L a Causa primera

    2 - Reintegracin

    - Necesidad 4-Libertad

    6 Rectitud

    Dinamismo 8-Plasticidad

    POTENCIALIDADES

    9 VIRTUALIDADES

    10 FENOMENISMO

    SENSIBLE

    FIGURA 6

    Adaptacin de loo Sefirots a la constitucin del Universo

    1 - Espritu puro

    ESPIRITUALIDAD

    Abtraccin

    5 - Razn

    2 - Inspiracin

    4 - Afectividad

    6 Entendimiento

    - Radiacin 8 - Abduccin

    9 Animacin

    10 Sntesis individual

    humana

    FIGURA 7

    Adaptacin de los Sefirots. a la constitucin del Hombre

  • 32 P A U L C. JAGOT

    U n breve comentario facili tar el camino a los que pre-tendan la comprensin de esta figura.

    Las diez denominaciones numeradas (llamadas sefirots) significan en una acepcin luminosamente abstracta las diez modalidades manifestadoras primarias de la Causa de Causas, del Ser en s de Dios.

    Y por qu diez y no nueve u once? S i contestamos que diez es el nmero de todo acto perfecto, se impone una expli-cacin subsiguiente. Hela aqu :

    De la unidad, base de la progresin diferencial, a la d-cada, se halla cualitativamente incluida la infinita multipli-cidad. Los diez primeros n m e r o s : 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 y 10 contienen y expresan in t r ns icamente a todos los dems . Se puede hallar el valor de expresin esotrica de no importa qu nmero , sumando sus cifras para reducirlo a uno de los diez primeros. As 365 = 3 + 6 + 5 = 14 = 1 + 4 = 5. Asi-mismo, 18.749 = 1 + 8 + 7 + 4 + 9 = 29 = 2 + 9 = 11 = = 1 + 1 = 2 .

    Extendernos sobre este punto desbordar a el mbi to de este elemental esquema del ocultismo. Para profundizar so-bre el tema es recomendable el magnfico trabajo del padre Lacuria, Las armonas del ser expresadas por el nmero, as como los estudios del Dr . Allendy, de Alfgas y de Schwaller.

    Los sefirots se presentan agrupados en cuatro series: tres t r adas y la dcima unidad. As el sistema dcuplo se convierte en cuaternario, n m e r o de los elementos consti-tutivos del macrocosmos y del microcosmos. E n efecto abs-trayendo: 4 = 1 + 2 + 3 + 4 = 10.

    Como por otra parte, 10 = 1 + 0 = 1, se deduce que so-los los nmeros 1, 2 y 3 son los valores que representan el Absoluto.

    L a primera t r ada (Kether, Chomach, Binah) mundo espiritual incluye potencialmente a los otros dos. Se re-fleja secundariamente en modo psquico (Tiphereth, Chesed, Geburach), y luego terciariamente en modo astral (Yesod, Netzah, Hod) . E l dcimo sefirot: Malchuth, el Reino (de las formas) realiza la sntesis de los nueve primeros y manifiesta la reaccin de Kether, la causa inicial (1) sobre el elemento neutro (0) por sus diversas modalidades.

    N o queremos ocultar la decepcin que suelen experimen-tar aqu los recin llegados al ocultismo. Que se tranquili-

    CIENCIA OCULTA Y MAGIA PRACTICA 33

    cen. A lo largo de este volumen figuran muy concretas in-dicaciones en que tambin los novatos de lo maravilloso encont rarn su nmero . Ms de uno volver a este captulo a buscar las luces de las cuales se h a b r n sentido deseosos al asimilar los aspectos ms accesibles de la doctrina.

    Concebido, no en s, sino como aspecto csmico, el sis-tema sefirtico puede escribirse: (ver fig. 6 pg. 30).

    Este cuadro ofrece, en efecto, el resumen de la consti-tucin universal.

    E n fin, el complejo cuaternario humano, reflejo del Uni-verso, reflejo a su vez de Dios, se distribuye as: (ver fig. 7, pgina, 31).

    Aunque nuestras dbiles luces hayan sin duda malogra-do la integral precisin de la correspondencia con cada se-firah, las analogas de conjunto son innegables.

    3

  • CAPTULO III

    L A RELACIN I N V I S I B L E

    Entre la personalidad humana y el universo, constituidos uno y otro por la misma esencia csmica parecidamente jerarquizada, existe una cudruple relacin, por la que se crean del macrocosmos al microcosmos y rec procamente una serie discontinua de acciones y reacciones.

    E l vehculo fsico del hombre ha de someterse a la luz del mundo material pero esta ley est al mismo tiempo a su disposicin, y a medida que descubre sus modos, los com-prende y, poco a poco, acaba ponindolos a su servicio.

    E l doble sideral individualizacin de una parte de la sustancia astral, y como el cuerpo fsico individualizado un agregado de tomos recibe del ocano astral y de los seres que en l se mueven inmunerables impresiones o im-pulsiones. Recprocamente , cada mediador plst ico humano engendra en el seno del plano hiperfsico una ondulacin vibratoria expresiva de sus tendencias, apetencias o repug-nancias. Atrae o repele las fuerzas, las individualidades, las circunstancias e incluso los objetos implicados por sus acti-vidades emocionales.

    Ruach, el alma, el ego, el yo esencial, inteligente y cons-ciente, transfiere al plano astral, por medio del doble side-ral que l anima, la huella de sus deseos o de sus voliciones.

    E n los seres an poco evolucionados y en los que el ins-tinto domina, la voluntad expresa simplemente los apetitos, los deseos y las pasiones nacidos de la sensibilidad esplc-nica y de la emotividad, caracterst ica del cuerpo astral. Mejor desarrollada, el alma manifiesta una actividad, regida por los sentidos que le son propios: sentido de la Equidad,

  • 36 P A U L C. JAGOT

    de la Verdad, de la Rectitud. Comienza entonces su existen-cia propiamente dicha y tiende a predominar sobre los ins-tintos y las emociones elaboradas por los principios infe-riores. E l esfuerzo reiterado le confiere poco a poco un po-der de control cada vez m s absoluto. Sus voliciones se ha-cen enrgicas y rigurosamente deliberadas. Cuando el sen-tido moral, o mejor, los sentidos morales es tn suficiente-mente afianzados, el hombre se ha convertido en una poten-cia consciente porque su actividad psquica, transmitida al plano astral, engendra en l virtualidades que se conforman a lo que l desea, y estas virtualidades confiadas al elemento hiperfsico omnilatente, son en l generadoras de inmediatas realidades.

    S i , no obstante una fuerte voluntad, el desarrollo del alma est falto de homogeneidad; si , por ejemplo, los senti-mientos siguen siendo arbitrarios o el juicio oscurecido, el individuo no deja de influir eficazmente en el plano astral, pero entonces recoge lo que ha sembrado, es decir, engendra coyunturas adversas y fatalidades dolorosas.

    E n resumen, el verbo n t imo de cada uno, anlogo al verbo psquico universal, realiza al igual que este l t imo lo que expresa. Pero contradecir a l verbo csmico implica tan-tas reacciones coercitivas como contradicciones. L a moral adquiere as una base experimental mucho m s fecunda en aprovechables coloquios interiores que las m s sutiles diser-taciones de los especuladores de la filosofa, e incluso de la teologa.

    U n total asentimiento a l a Verdad, a la Equidad y la Rectitud desprende poco a poco la psique de la huella de los principios inferiores, gouph y nefesch. Entonces Neschamah eleva el alma hasta s y l a penetra de una i luminacin abso-lutamente espiritual. Ante ella se abren, radiantes, los tres caminos que conducen a l a un in divina: el altruismo in-tegral, l a abs t raccin ms t i ca y l a b s q u e d a trascendente. Segn su propia naturaleza, elegir una u otra va de as-cesis redentora...

    Pero Ruach, mucho antes de alcanzar estas alturas, es t preparada para presentir su inefable belleza, para sentir una veneracin cada vez m s profunda por la superioridad moral, y luego para aceptar p rc t i camen te las solicitaciones ocasionales de Neschamah; un clrigo dir a: el llamado de

    CIENCIA OCULTA Y MAGIA PRCTICA 37

    la gracia: S i el peor criminal se siente conmovido, slo u n segundo, por un ejemplo de renuncia heroica, se puede decir que su superconsciencia acaba de nacer, o mejor que acaba de despertarse; desde ese momento lleva en s la potencia-lidad de una noble accin, que ser la primera de un com-pleto cambio de conducta. Por otra parte, incluso incons-ciente del verbo espiritual, el ser humano se beneficia cuan-tas veces lo juzgue necesario la inteligencia universal, de una providencial proteccin, aparentemente fortuita. De pron-to surge una emocin desconocida que le abre nuevos hori-zontes; una casualidad viene a aplacar su angustia; una salvadora combinacin de circunstancias le arrastra fuera del crculo en el que sin duda hubiese sido aniquilado. Y siempre una llamada ardientemente proferida, en recogido si-lencio o con la ayuda de la palabra o de los signos rituales, acaba en una acogedora reaccin del plano divino.

    L a abst raccin mst ica lleva al alma altamente desarro-llada hasta la Inteligencia universal, que le es dada as di-rectamente, y al Conocimiento en una medida compatible con su grado de sutileza y la Beatitud extt ica proporcio-nal a su santidad...

    Dejemos estas l t imas y excepcionales posibilidades y volvamos a las ms inmediatas: las que pueden realizar el t rmino medio de los individuos conscientes de sus princi-pios ocultos y de su relacin con los planos correspondien-tes del universo. Ms de u n lector atento a todo lo que an-tecede h a b r concretado, por s mismo, los fenmenos co-rrelativos a la vida astral, ps quica y espiritual.

    E n primer lugar, sepamos que toda interrogante mental claramente formulada, lleva consigo una inspiracin rec-proca. Segn se trate del orden inteligible o del orden feno-mnico la reaccin llega de un plano o de otro bajo las respectivas formas caracter s t icas . As a los pensamientos predominantes responden frecuentemente ideas o imgenes intuitivas, surgidas espon tneamente durante la vigilia o en el sueo, relativas a personas o eventualidades.

    Los movimientos interiores del alma, deliberados o re-flejos de las tendencias propias del doble cuerpo astral o de las apetencias sensoriales actan, a t ravs del m d i u m universal, sobre las individualidades conocidas o descono-cidas de aquellas de quienes depende la realizacin de lo que

  • P A U L C. JAGOT

    se desea obtener o evitar. O sea que aquellos movimientos influyen sobre el factor humano del futuro, pero su actua-cin no se localiza en los seres: se extiende a las fuerzas, a los agentes csmicos, afecta en el seno del astral a las vir-tualidades que dan forma previa a los acontecimientos en suspenso; engendra de s misma la gestacin hiperfsica de tales realidades ardientemente objetivadas, anhelosamente deseadas.

    La casualidad de las circunstancias es una ilusin, dice Pladan, de la que uno se da cuenta mirando hacia a t rs y desde un poco lejos. Este gran desconocido (1) conoca la parte activa que corresponde a la voluntad humana indi-vidual en el determinismo general.

    L a fatalidad, esto es, el conjunto de leyes fsicas e hiper-fsicas gobierna el fenomenismo astral y su correlativo sen-sible; constituye el determinismo rector de los dos grandes planos inferiores de la naturaleza y de sus dos elementos correspondientes en el hombre. E n tanto que el alma per-manece encerrada en sus vehculos, dicho de otra manera, en tanto que el alma refleja pasivamente las espontaneida-des emocionales y sensoriales surgidas del mediador plstico y del organismo, el ser humano se encuentra n tegramente determinado. A medida que la vida psquica se hace ms reflexiva, la entidad pensante y consciente el alma se convierte tambin en principio determinante e influye, deli-beradamente, en la fatalidad. E l individuo se sustrae, pues, a ella, gradualmente, en una medida siempre proporcional a su grado de dominio inhibitorio sobre sus impulsiones y sus tendencias primitivas, en una palabra, sobre su as-tralidad.

    Por astralidad, hay que entender las predisposiciones y predestinaciones que resultan de las influencias planetarias en el momento de nacer, y que por otra parte comunican al recin nacido un carc ter morfolgico que permite distin-guirlos claramente.

    E l momento de una encarnacin humana parece fortuito pero la Rectitud (2) que preside en la gestin psquica del universo regula los nacimientos de manera que corresponda a cada yo el doble sideral y el cuerpo de carne que implican sus antecedentes.

    As pues, si el Sol irradia la vida a cada uno de los dems

    CIENCIA OCULTA Y MAGIA PRCTICA

    elementos estelares, fijos o mviles, dispensa, por su moda-lidad vibratoria una caracterst ica particular. Planetas y es-trellas afectan a los nacidos a la existencia de una manera que difiere para cada segundo y en cada punto de nuestro globo segn los ngulos bajo los cuales ese punto recibe sus vibraciones. As es como las posiciones planetarias en el Zodaco y, segn el lugar del nacimiento y el instante en que se produce, indican al astrlogo las predisposiciones fastas y nefastas del n io. E l horscopo traduce, de he-cho, una cierta relacin, un cierto modo de relaciones entre la naturaleza y el hombre pero nunca una fatalidad rigu-rosamente inmodificable.

    De la impresin dejada en el nacimiento por los astros deriva un conjunto de cualificaciones, un determinismo re-lativo al que gouph, el organismo fsico y nephech, el incons-ciente, servirn de mdium. E l alma sufr i r su influencia y su nico propsi to aqu abajo ser luchar contra ella para evolucionar hacia la libertad absoluta.

    E l ngulo bajo el cual el recin nacido recibe el influjo propio de cada planeta determina el grado en que le ser impartida la virtualidad dispensada por ese planeta. Los n-gulos bajo los que cada cuerpo estelar recibe las influen-cias de cada uno de los otros ocho en el instante del naci-miento, determinan cmo se efectuar en la individualidad del nio la mezcla del influjo de ese cuerpo estelar y de las vibraciones irradiadas por los otros.

    Y cada una de las doce regiones zodiacales, o sea doce grupos de estrellas fijas, actan, por su tono vibratorio ge-neral, sobre el recin nacido, primero en razn de su posi-cin relativa al horizonte oriental del punto de la tierra en el que ha nacido, y luego por las modulaciones que expe-rimenta a su paso por ese signo zodiacal el influjo propio de cada planeta.

    Todas las virtualidades observables aqu en los diversos reinos son engendradas por las influencias astrales. Se puede clasificar los minerales, los vegetales, los animales y los hombres, segn sus propiedades o caracter s t icas en nueve categoras: solar, lunar, marciana, mercuriana, jupiterina, venusina, saturniana, uraniana y neptuniana.

    Marte, por ejemplo, engendra a la vez las formas recti-

  • 40 PAUL C. JAGOT

    l neas y gruesas y los dinamismos violentos. Seala con el carcter mrfico marciano, la piedra, los metales, las plan-tas, los animales y las personas engendradas bajo sus aus-picios, imprimiendo en ellos las cualificaciones o la natura-leza marcianas. As entre otras el hierro, el rub , la coloquinta y el tigre son marcianos as como los individuos ardiente-mente combativos. De la misma manera el cobre, la esme-ralda, la verbena, la paloma son formas de propiedades ve-nusinas como, por otra parte, los humanos cuyos rasgos

    Elemento espiritual

    Esencia psquica

    Substancia astral

    Entidades r Invisibles

    Ser !] V J

    Materia fsica

    Mineral Vegetal

    FIGURA 8 Esquema de las relaciones del Hombre con el Universo

    presenten el estilo tipo venusino, reconocible por formas elpticas de foco reducido, formas reveladoras de una ten-dencia principal a la bsqueda , en el seno de una existencia dulce y muelle, de la a r m o n a de las impresiones sensoriales.

    Esta clasificacin astrolgica sirve de base sobre todo al arte tal ismnico y a la terapia oculta.

    Una piedra, un metal, un vegetal y un animal marcianos emiten, efectivamente, vibraciones anlogas a las del planeta Marte, vibraciones que comunican a quien las absorbe una virtud correspondiente a la suya. De ah el uso de tal piedra engastada en tal metal para favorecer tales cualidades o atraer tal realizacin. De ah, t amb in el empleo de una

    FIGURA 9 La Emperatriz

    Tercera clave del Tarot

  • 42 P A U L C. JAGOT

    planta determinada para conseguir un determinado efecto curativo o, ms generalmente, fisiolgico. De ah, en fin la indicacin de utilizar la sustancia de tal animal con el fin de alcanzar tal resultado.

    Se explica tambin , segn esto, por qu una hora deter-minada de tal da, en una poca tambin determinada, es propicia para recoger tal ingrediente usado en magia. E n el momento en que Marte se si ta en la eclptica de manera tal que su influencia sobre nuestro globo sea intensa, las propiedades de los vegetales marcianos alcanzan su mxi-mo. E n ese mismo momento los animales marcianos estn en su paroxismo y la violencia se deja sentir en el mundo bajo la forma de terremotos, tempestades, ciclones, crme-nes, guerras, etc. Hagamos notar, para salir al paso de una fcil objecin, que se manifes tar en una u otra forma, se-gn sean las posiciones de los dems astros cuya accin modificar la accin radical de Marte.

    En otro orden de ideas, hay que advertir tambin que el paso de un planeta por puntos en los que su accin sobre la tierra es mxima o mn ima, armnica o disonante con la de los dems satli tes solares, va acompaado necesaria-mente de un efecto sobre la economa planetaria de los in-dividuos y de las colectividades. A las diversas fases actua-les de presentacin de una regin terrestre al sol correspon-den fenmenos muy bien conocidos. Lo que ya no lo es tanto, es que todo eclipse del foco central de nuestro siste-ma significa siempre un desastre que suspende o destruye la vida: hambre, invasin, devastacin, epidemia, etc., segn la modificacin determinada por los dems cuerpos side-rales.

    Todo conjunto individualizado de tomos, decamos sus-tancialmente en el captulo primero, posee un doble, un cuerpo astral, que exterioriza incesantemente su radiacti-vidad. He aqu un esquema que muestra la relacin de los reinos de la naturaleza terrestre con los planos del universo. (Vase la pgina 40).

    Esta figura completa las nociones precedentes en lo que se refiere a la relacin por una parte del hombre con los pla-nos csmicos, y, por otra con las entidades minerales, vege-tales o animales de su mbi to terrestre. Ms adelante vere-mos cmo el plano astral relaciona el ser humano con las

    CIENCIA OCULTA Y MAGIA PRCTICA 43

    diversas categoras de espr i tus que pueblan lo invisible y particularmente con las entidades solares, lunares, marcia-nas, mercurianas, etc., que se evocan considerando el tiempo y el rito evocatorio, segn su naturaleza planetaria.

    * *

    La invisible relacin que solidariza la unidad humana con el Todo invisible, est expresada en la tercera carta del Tarot. E l personaje de este naipe, la Emperatriz, lleva las alas simblicas que elevan hasta los xtasis reveladores; su cetro, acabado por el jeroglfico de Venus, afirma el poder de reinar por imantacin (atraccin), sobre l a luz astral, y por tanto sobre el dominio de Jo sensible. Su mano izquierda pasiva en relacin con la derecha, que expresa las iniciativas deliberadas muestra a l exterior l a imagen de un guila negra: la oscura impulsin proyectada sobre el omnilatente hiperfisismo por las espontaneidades anmicas. Arriba, las doce estrellas zodiacales irradian el influjo planetario. Abajo, la luna la realidad contingente, la naturaleza creada re-posa a los pies de la excepcional criatura que su iniciacin ha provisto de los atributos de la dominacin oculta. (Vase la pgina 41).

    NOTAS AL CAPTULO III

    (1) La conspiracin del silencio se impona a una obra cuyo orgulloso con-ceptualismo ofenda al materialismo reinante. An hoy es intil buscar el nom-bre de Pladan entre aquellos que forjaron la historia literaria del siglo xix. No obstante, sus libros, rarsimos, hoy, valen su peso en oro.

    (2) Principio csmico caracterizado por el sexto sefirot. (V. cap. II).

  • CAPTULO IV

    L A REACCIN MICROCSMICA

    Las nociones fundamentales del ocultismo expresan y precisan pues, a los ojos del adepto, el sentimiento de su nt ima correspondencia con el universo y le revelan la ley de influencia externa del psiquismo individual.

    Determinado en el momento presente por sus anteceden-tes, de los que deriva su posicin frente al maqumismo cs-mico, el hombre de ahora en adelante te jer por s mismo los elementos de su futuro. Los i r generando automtica-mente por la resonancia causal de su propia voluntad y de su pensamiento, ya que, a medida que el hilo, tenue o grueso, de sus estados de conciencia de desenreda, aqullos comunicarn sus impulsos alternativamente a la luz astral, a la esencia psquica y m s o menos siempre se de ja rn sentir en la esfera espiritual. Esta impuls in organiza simul-t neamente numerosas series de efectos. Influye, moral y fsicamente, sobre la persona que piensa; trasmite a aquellos en quienes piensa y a otras personas conocidas o no, pero a las que alcanza con sus pensamientos, una ondulacin vibratoria que se traduce en ellas en imgenes, ideas o in-citaciones; atrae hasta la individualidad que emite la im-pulsin, las inspiraciones, energas y agentes psquicos que se hallan en relacin complementaria o analgica con ella misma; crea para cada proyecto vigorosamente concebido, un centro de a t raccin al que afluyen y se asocian las di-versas virtualidades susceptibles de concurrir para mate-rializarlo, y llena la imaginacin de formas, imgenes y en-tidades. Y , en fin, magnetiza los diversos elementos de l a j e r a rqu a viva de los planos supraterrestres. L a influencia

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    volitiva del hombre se extiende incluso hasta la naturaleza visible, como se observa m s concretamente entre los ani-males que entre s se influyen telestsicamente, ya que sus emociones y sus deseos se irradian en el medio hiperfsico que los difunde y transmite.

    As, por su verbo interior, cada uno puede influir en los diversos elementos preformadores de lo inminente concreto. Evoca y conjura sin espada templada bajo ninguna cons-telacin ni varita mgica ritual, a las verdaderas Potencias que le favorecen o le perjudican y, a veces, le esclavizan.

    Piensa y ruega intensa, encarecidamente? Entonces cons-ciente o no, es un poderoso mago, un centro activo de movilizacin y gestin de los poderes csmicos, una auto-ridad de verdadera importancia entre aquellas que rigen el fenomenismo omnilatente. Pero en la medida en que sus voliciones sean arbitrarias, t endr que sufrir las consecuen-cias de las mismas causalidades que l invoc: le ser de-vuelto el equivalente de lo que indecisa y desordenadamente exigiera. Acaso no habr a de corresponder una desastrosa catstrofe a una serie magistral de realizaciones?

    Piensa e invoca luminosamente, bajo la influencia de los sentidos propios de su psiquismo, con pleno asentimien-to a la Verdad, la Justicia y a la Rectitud? Entonces emana de su Verbo conforme al Verbo del Cosmos, un fuerte po-der derivado de la total adhesin a l del Altsimo: es un Santo, un Genio o un Mago.

    Pero s i el adepto piensa y ruega a ciegas, con el alma oscurecida e invadida por el torbellino de sus apetencias o de las pasiones; si se l imita, como hipnotizado, a satisfacer las solicitaciones de su naturaleza superior, entonces se con-dena al papel de md ium, inconsciente de las fuerzas de la fatalidad. Esclavizada, su alma obedece pasivamente al ritmo de las apetencias e i r rad a su encadenamiento a las correla-tivas causalidades. A l brujo y al Mago se opone en este caso una entidad hbr ida de apariencia humana, tributaria del dominio rector del primero, pero sometida tambin, a poco que una intuicin le revele el oculto poder de atraccin que lleva consigo toda vehemencia interior, a transigir con los elementos subversivos del astral.

    Es el caso de los brujos de la magia negra y de los he-chiceros. Sensitivos y a la vez dotados de intensa pasiona-

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    lidad pero cerrados a las luces morales, ansian para mal-gastarlos, los poderes del mago. Sustituyen la ciencia ms elevada para ellos inaccesible, por el oscuro empirismo del libro de conjuros. Sin embargo son muy raros los que po-seen el grado de enormon sin el cual las prct icas ms abominables permanecen inoperantes. No alcanza el que quie-re ese grado de frentica exaltacin que tienden a provocar las perversas extravagancias del ritual gotico y que sola-mente el agente hiperfsico, aparte de la voluntad reflexiva y adiestrada, puede hacer aparecer imperativamente. No son ms eficaces las malas intenciones que las buenas, n i bastan por s solas para crear realidades: es necesario adems la ayuda de una exteriorizacin propulsiva que el hechicero busca en la exasperacin de sus peores deseos y el mago en la ascesis.

    Tampoco en manos de los dbiles, de los irresolutos, y de los inconstantes, operan ni positiva ni negativamente los ritos m s ensayados.

    Sin la m s mnima nocin de ocultismo cada uno expe-rimenta en s mismo inconscientemente las leyes de la ma-gia. L a ms fugitiva ideacin deja sin duda una huella per-manente, y ayuda, segn su duracin y su fuerza, a condi-cionar los acontecimientos posteriores. Salvo una debilidad extrema toda persona dotada de memoria y de imparciali-dad, reconocer que existe al hacer el recuento de sus re-cuerdos, un cierto paralelismo entre la condicin en que se encuentra en el presente y sus actividades psquicas en las semanas, meses y aos precedentes. Este paralelismo puede llegar a ser incluso identidad entre deseos de una poca y los acontecimientos de la siguiente. Pero, a no ser que exis-tan raras predisposiciones volitivas a una educacin mental poco frecuente, cada uno se somete al capricho de sus esta-dos de n imo y transmite as a la luz astral una serie de reacciones anrquicas que se anulan las unas a las otras porque son demasiado diversas y con demasiada -frecuencia antagonistas.

    Entre los pensamientos que recorren el espri tu, unos son fruto de las sensaciones fsicas, otros experiencias de impre-siones y emociones nacidas del principio astral, y alguna que otra se elabora en el centro espiritual. Y las hay que provienen de fuera, representativas de influencias magneti-

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    zadas antes o sugeridas por seres visibles. Acaban todas en voliciones espontneas o reflejos cuya potencia es comparable a su intensidad y persistencia. Los impulsivos, cuyas facul-tades dirigentes dormitan y se dejan llevar siempre por la espontaneidad, accionan ciegamente el plano hiperfsico e imponen a los acontecimientos su propia inconsecuencia. Siembran el desorden y recogen la desgracia.

    E n tanto que el hombre se mueva pasivamente por los impulsos anteriores o por solicitaciones de fuera, debe con-siderarse desprovisto si no de eficiencia vitualizante, s al menos de control sobre los fenmenos que puedan derivarse. Una serie inflexible de leyes causales lo movern a semejanza de un barco cuyo piloto duerme. Para sustraerse a esta deri-va es necesario que el piloto la voluntad reflexiva per-manezca despierta, atenta y vigilante. Sin embargo no basta querer, deliberada y juiciosamente sino decididamente y sin tregua, ya que de lo contrario los remedios seran tardos y de hecho poco afectivos, y la direccin insegura. S in el ti-m n sl idamente amarrado no hay direccin segura; sin una propuls in continuada es imposible el avance.

    As se explica que los hombres de carc ter firme obten-gan materialmente m s que los hombres de inteligencia pura. stos piensan razonablemente, pero la dispersin de su acti-vidad cerebral debilita casi siempre la intensidad de sus ms legtimos deseos. L a extensa cultura de los sabios, de los filsofos y de los artistas dignos de ese nombre, slo mag-netiza hacia ellos una minscu la parte del oro que afluye en grandes cantidades a los cofres de los grandes negocian-tes, menos dignificados intelectualmente pero ms volunta-riosos, m s apasionadamente apetentes, precisamente por-que son menos cultos. Frecuentemente el hombre de razn es un desequilibrado por insuficiencia de impulsin y el hom-bre de carc ter un desequilibrado por exceso de pasionali-dad. L a ley rige para ambos con absoluta igualdad. A l pri-mero la lucidez y la mediocridad material. A l otro la abun-dancia y la ceguera intelectual. Uno evoluciona por abstrac-cin, el otro por exper imentacin.

    Pero la Rectitud csmica entra de nuevo en accin y suscita en los momentos que m s las necesita, la energa para el razonable y l a razn para el fuerte. Ese pobre viejo al que una existencia de trabajo desinteresado ha llevado

    CIENCIA OCULTA Y MAGIA PRCTICA 49

    a las alturas de los m s grandes cientficos del mundo, recibe apenas el salario de un barrendero y se desloma con ingratos trabajos para aumentar sus ingresos. Aquel industrial, col-mado por fin de brillantes satisfacciones para cuya conquista se ha descarnado la piel, subordinndolo todo a su conse-cucin, advierte al final que esas satisfacciones estaban muy lejos de poder dar lo que promet an . E l primero no supo ni quiso exigir, el otro no supo ni quiso ver claro.

    Cada una de las influencias planetarias cuyo papel hemos esbozado en el captulo III predispone a los que han sido sometidos a su influjo a un modo especial de sensibilidad y de inteleccin (1). Todo hombre siente y piensa a travs de un temperamento que resulta de sus condicionamientos astrales. L a astralidad (2) individual es la causa inicial de las predisposiciones y predestinaciones, aunque unas se en-gendran en mayor n m e r o que las otras. Hay, como ya sa-bemos, una relacin de causa a efecto entre una determinada manera de actuar y de pensar y los acontecimientos subsi-guientes.

    A l modo solar, objetivo, penetrante, sinttico, expansivo, valiente, egosta e imperioso, responden los grandes triunfos, las altas supremacas , las brillantes y gloriosas exaltacio-nes, la nt ima soledad, las enemistades colectivas, las cadas vertiginosas.

    A l modo lunar, subjetivo, lento, contemplativo, luntico, imaginativo, inofensivo e idealista, corresponden la oscuri-dad, la inestabilidad, una alternancia de gracias apacibles y de dificultades siempre renacientes, de encantamientos ilu-sorios y decepciones dolorosas.

    A l modo marciano, vigoroso, combativo, extremoso, im-petuoso, ntegro, positivista, responde la lucha encarnizada, incesante con sus triunfos y sus fracasos, sus violencias unas veces infligidas y otras soportadas, con sbi tos cambios de situaciones desesperadas.

    A l modo mercuriano, vivo, espontneo, anal t ico, inquisi-tivo, de atencin dispersa corresponden la multiplicidad de las ocasiones, la diversidad de ambientes, la independencia, los avatares, una vida proteiforme.

    A l modo jupiterino calmo, confiado, sugeridor, apacible y descuidado, pertenecen las ayudas, dignidades y facilida-des materiales seguidas de adversidad (3).

    4

  • FIGURA 10

    El Emperador Cuarta clave del Tarot

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    A l modo venusino, refinado, voluptuoso, dulce pero po-sesivo, convienen la a t raccin de las circunstancias suscep-tibles de dispensar, incluso indebidamente, la satisfaccin arbitraria de las exigencias del diletantismo sensorial, emo-cional o ideolgico y los sufrimientos correlativos.

    A l modo saturniano, desconfiado, grave, reflexivo, obsti-nado, responden la soledad, la sujecin a una larga serie de pequeos esfuerzos, la eterna hostilidad de los seres y de las cosas, el resultado tardo , las adquisiciones materiales e in-telectuales lentas pero seguras.

    Cada persona recibe desde su nacimiento, la impregna-cin de todas las influencias planetarias. Pero entre ellas predominan dos, tres, cuatro o cinco. De ah le complejidad de los caracteres. Adems, segn que la mezcla de cada in-flujo con todos los dems se efecte armoniosamente o no, engendrar predisposiciones o predestinaciones beneficiosas o fatales. E n nuestra obra Las marcas reveladoras del des-tino exponemos detalladamente esta teor a en la que por ello ya no insistiremos aqu .

    Aprendiendo a pensar voluntariamente y de una manera juiciosa se modifica necesariamente su determinismo primi-tivo, se escapa a las fatalidades bajo cuya estrella se ha na-cido, se sustituye en suma un esfuerzo deliberadamente elegido y aceptado por los sufrimientos anteriormente mere-cidos y cuyos agentes planetarios son los dispensadores automt icos al servicio de la Rectitud, que fija, por otra parte, el momento csmico de cada encarnacin.

    L a ascesis inaugural de las antiguas iniciaciones, con sus esfuerzos progresivos, tenda precisamente a hacer del re-cipiendario dueo de sus espontaneidades, es decir, de sus predestinaciones nativas. Deba dominar en s mismo a la naturaleza invisible y visible y de esta manera conquistar el poder que impona luego al fenomenismo exterior pres-tndole dinamismo con los ritos mgicos y expresndolo con signos hiert icos .

    E l Emperador del cuarto naipe del Tarot es precisamente este iniciado vencedor de las dificultades asct icas. L a pie-dra cbica sobre la que se apoya simboliza la absoluta estabilidad de los principios, de los que emanan las leyes rectoras de los Hechos. Estable l mismo sobre esta base inamovible, su postura representa la vigilancia siempre aten-

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    ta del hombre constantemente dispuesto a la iniciativa actuante. Las doce estrellas zodiacales del arcano III han desaparecido porque el cetro oculto, firmemente tendido ha-cia adelante, es decir, el poder volitivo continuamente pro-yectado para conformar el futuro, deshace la trama de las fatalidades. Los doce puntos que adornan el casco del Em-perador adepto significan claramente que ha sometido a su voluntad la virtualidad planetaria.

    Haberse hecho consciente de las leyes de la reaccin psquica individual, de la secuencia causal inseparable del juego del pensamiento y del ejercicio de la voluntad, es ver con plena luminosidad lo que siempre ocultaron opacas ti-nieblas a los ojos del m s grande hombre. Este fulgor ilu-mina la inextricable red en medio de la cual el hombre debe moverse, y le permite orientar sus pasos con absoluto cono-cimiento del camino. Resueltamente puesto sobre este ca-mino, elegido deliberadamente, sabe que los obstculos, pre-visibles por otra parte por medio de la meditacin intuitiva y de las diversas prc t icas reveladoras, se resuelven en nada bajo la accin de una indefectible persistencia; que una se-rie de auxiliares dciles le ayudan en la edificacin de los planos trazados en relieve preciso y seguro en la pantalla astral; que la enrgica asiduidad del querer asegura la ma-yor rapidez posible en las realizaciones; y que una vez que se haya apropiado del objeto, justo o arbitrario, de sus deseos, debe prepararse a recoger las consecuencias fastas o nefastas que exija su accin.

    NOTAS AL CAPTULO IV

    (1) V. Les Marques rvlatriccs du caractcre et du destin. (2) Se entiende por astralidad las tres o cuatro principales influencias pla-

    netarias preponderantes en cada uno de nosotros. (3) Algunos astrlogos ven en Jpiter y en Venus dos influencias exclu-

    sivamente benefactoras, o sea, respectivamente, el Gran Benfico y el Pequeo Benfico. Igualmente Marte y Saturno corresponderan a la infortuna mayor y menor. Se debe esta opinin, sin duda alguna, a que Jpiter y Venus son ms prdigos en satisfacciones materiales que las otras influencias mientras que Marte y Saturno inclinan a una vida ms o menos ruda o a la oscuridad laboriosa. Pero aqu abajo nada es estable. En cada existencia se manifiesta un ritmo. A la osci-lacin alegra sucede la oscilacin sufrimiento, al esfuerzo la satisfaccin. Ade-ms, no es posible decir cul es la mejor astralidad. Qu es ms de admirar.

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    un oscuro sabio (Saturno), una gran cantante (Venus), un opulento banquero (Jpiter), un actor con talento (Mercurio), un gran militar (Marte), un poeta (Luna), o un gran estadista (Sol)?

    Los ejemplos citados, tomados de lo ms alto de la escala social, suponen astralidades de diversas influencias pero poco mas o menos equivalentes. Entre los que podramos considerar mediocremente influidos encontraramos a un mi-nero (Saturno), una comparsa (Venus), un criado (Jpiter), un carnicero (Marte), un pescador (Luna), y un pintor de brocha gorda.

    Quien nace en un momento en que un planeta est por entero en su situacin en el zodaco e influye poderosamente en relacin con otros cuerpos celestes, sobre todo Ja Tierra, ser ricamente dotado. Si, por el contrario, el ciclo de natividad slo presenta debilidades, las facultades del nativo sern mediocres. De la mayor o menor influencia depende la escala social en que el nativo vaya a parar.

    Por otra parte la preponderancia de los aspectos armnicos (conjunciones, trinos, sextiles, etc.) determina el predominio de las facultades favorables sobre las adversas. Los siete ejemplos anteriores bien influidos pero disonnntes o inarmnicos se convertiran en un usurero (Saturno), una cortesana (Venus), un funcionario venal (Jpiter), un estafador (Mercurio), un agresivo aventurero (Marte), un traficante del vicio (Luna) y un socilogo subversivo (Sol).

  • CAPTULO V

    L A R E C E P T I V I D A D

    La nocin de una Causa-Principio, de la que han emanado los cuatro mundos ocultos, se alcanza por el trabajo con-ceptual abstracto o por la luz superconsciente. E n el adepto se manifiesta s imul tneamente por los dos procesos. L a me-ditacin especulativa del rbol sefirtico asociado a la con-templacin mst ica abre poco a poco el espr i tu a la visin sucesiva y directa de los planos de lo invisible.

    E l hombre ext rao a todo esterismo recibe a veces espon-tneamente , de manera ms o menos fugitiva, una impresin de inconmensurable armona , pero el meditativo abandona su a tencin a cualquier majestuoso aspecto csmico. Los esplendores de la naturaleza, sus fenmenos, regidos, de lo infinitamente grande a lo subatmico, por inflexibles leyes, proclaman una Inteligencia y una Voluntad infinitamente magistrales. Bastan unas horas de reposado y silencioso re-tiro en medio de un gran espacio, dando slo a los ojos el espectculo de la bveda celeste y del horizonte de la tierra, para que el alma se sienta casi inevitablemente conmovida, hasta el punto de obligar a los dems obtusos a presentir, a travs de lo tangible, la resplandeciente i r radiacin de su Autor.

    E n su admirable libro Ciencia Secreta, Henr i Durvil le ha comentado con la mxima extensin esta impres in de una presencia de omnilatente perfeccin en el seno de la na-turaleza.

    Pero no todos experimentan esta sensacin de forma igual-mente precisa. Hay quien obcecado por el prestigio de las formas, de los colores y de los sonidos, capta, s, la a t raccin

  • 56 P A U L C. JAGOT

    de su mgica belleza, pero sus sentidos, debilitados, per-manecen sordos a la llamada del divino Mago. Otros sienten vibrar en inquieta disonancia el temblor del ambiente invi-sible: les domina el has t o o les oprime una ansiosa desazn, o bien les penetra una singular angustia que delata la intro-misin en ellos mismos de una Realidad muy turbadora para quien habitualmente deja reposar sus ojos solamente en las fantasmagoras terrestres. Y hay, por fin, quienes su espesa materialidad, s is temt ica y obstinadamente refor-zada, les aisla de la suprema fuente de Vida y de Conoci-miento, hasta anular su principio esencial.

    Asentir a la Rectitud universal, intencionalmente al me-nos, y por tanto tener el alma pendiente de la generacin de Tiferet, es el objeto primordial de la existencia humana. Volver a ligar a la criatura con el centro emanador de la a rmona csmica, es establecer el conducto por el que llega-r la impregnacin que subsanar el desorden que la tiene alejada del plano espiritual. Esa fue la principal y ms noble inquietud de los hierofantes religiosos.

    Para enmendar este defecto, es necesario ingenirselas para desviar per idicamente el pensamiento del hombre de la acaparadora invasin de los instintos, abrirlos a la nocin de lo divino por medio de sugestiones, de prct icas y de ceremonias creando m o m e n t n e a m e n t e las disposiciones oportunas.

    Y la religin ser siempre el nico modo de evolucin moral para las masas ahora refractarias a iniciaciones abs-tractas: el exoterismo de la letra deja llegar hasta ellas su-ficientemente el eco de las alturas sublimes. Es posible as la revelacin y otorgamiento de la Rectitud, indispensable para el devenir eterno.

    L a Ciencia Oculta, inconmovible a t ravs de los tiempos, a pesar de los sucesivos y vehementes ataques de los filso-fos racionalistas, materialistas y m s o menos ateos, no ha cesado j ams de proclamar estas verdades. Establece como su dogma fundamental que irreligin es igual a subversin; subversin individual cuando el ser ignora o reniega de su origen y de su fin; subversin colectiva, cuando el Estado es un hormiguero de ciudadanos as privados de la primera fuente de las conexiones. Quienes privan a los pueblos de la religin (1) cometen no slo la ms monstruosa de las

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    arbitrariedades, sino tambin el m s imperdonable de los errores, porque es imposible gobernar por mucho tiempo a seres desprovistos de la esencia a rqua interior.

    L a ascesis religiosa ampla y acrisola la conciencia espi-ritual, momen tneamen te suscitada por los ritos y ceremo-nias; de esta manera puede ser apreciada experimentalmente y se impone por sus elevadas posibilidades: el conocimiento directo, generalmente relacionado con el xtasis, y la ilumi-nacin proftica, es decir, la precognicin en su principio, de acontecimientos que h a b r n de ocurrir, inminentes o le-janos, pero que se convierten desde ese momento en nece-sidades. E l estado de santidad de integral conformidad con la Rectitud implica una comunicacin consciente, ms o menos continua, con el plano divino, puerta de acceso a la Verdad esencial, pre-visin de futuros acontecimientos terrestres, de donde se sigue la facultad de profeca.

    E l lector que haya captado la exposicin del captulo I I comprender inmediatamente la distincin que aqu se im-pone entre el profeta, in trpre te inmediato de la inteligencia y de la voluntad universales, y el mero vaticinador ms o menos dotado de percepcin premonitoria. E l primero cono-ce la decisin inicial del acontecimiento. Los dems , sonm-bulos lcidos, clarividentes y ps icmet ras , perciben de l slo la frase siguiente, intermedia entre la causa y el hecho: la gestacin virtual. Su segunda mirada se pierde en el plano astral: las esferas de lo psquico y lo espiritual permanecen cerradas para ellos.

    A la quinta carta del Tarot se le atribuye generalmente un sentido emblemt ico resumido en la palabra religin, entendida en su m s amplio sentido de religamiento con la escala de las realidades invisibles. Sobre la tiara del per-sonaje simblico el papa se observan las tres diademas coronadas por un signo sagrado, bien sea las cuatro seccio-nes sefirticas o bien las cuatro esferas ocultas. L a mano derecha, se tiende con gesto hiert ico sobre los fieles que reciben del papa del Tarot la iniciacin religiosa; la izquierda sostiene el bculo de triple cruz, expresivo de los dos modos de receptivilidad espiritual, receptividad psquica y recep-tividad astral. Y a hemos visto lo que son las dos primeras. Ahora examinaremos la tercera (ver fig. 11, siguiente).

    E l futuro puede ser percibido, hiperf s icamente, en cl i -

  • FIGURA 11

    Jpiter Quinta clave del Tarot

    (A esta carta del Tarot italiano corresponde El Papa del original).

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    ches m s o menos netamente delineados, por numerosos individuos cuyo nivel moral no afecta en absoluto a la ob-tencin de este fenmeno, en muchas ocasiones observado en individuos incultos o poco evolucionados. Aqu slo se plantea como cuestin la sensibilidad del mediador plst ico. La telestesa sensacin o sentimiento de una inminente eventualidad, visita, mensaje, encuentro, etc. caracteriza un grado muy pobre de receptividad astral. Igualmente los ensueos premonitorios que quedan gravados en el espr i tu al despertar. E l conocimiento de estos fenmenos es t su-ficientemente generalizado hoy para que sea necesario in-sistir en ello.

    Por otra parte subsisten en lo invisible innumerables imgenes del pasado. E l astral individual conserva ntegros los archivos llenos de imgenes de toda la serie de estados psquicos que ha experimentado. Los astrales colectivos po-seen una memoria anloga, de la que algunos ojos extraen recuerdos. Y hasta los objetos todos los objetos tienen su historia quedan impregnados de los influjos de aquellos que los han utilizado.

    E l objetivo de las prct icas adivinatorias (2) es por tanto despertar y ejercitar la perceptividad astral del experimen-tador, hacerle visibles las imgenes que anuncian el futuro, que revelan el presente o que evocan el pasado.

    L a ant igedad iniciada conoca la tcnica infaliblemente evolutiva de las facultades del mediador plst ico. Se apren-da metd icamente a ver en el invisible.

    Entre los modernos, la exper imentacin ha conducido principalmente a dos formas de clarividencia, predictiva, in-mediata o retrospectiva: la lucidez sonambl ica en el sueo magntico y la visin a distancia en el tiempo o en el espa-cio, por contemplacin de una bola de cristal. Menos exten-dida, la ps icometr a nombre que se da a la percepcin de imgenes de objetos tiene asimismo sus practicantes. Hay que aad i r que el Tarot desempea a los ojos de la mayor a de los car tomnt icos , un papel anlogo al de la esfera de cris-tal y de sus sucedneos populares: alfileres, marro de caf y la clara de huevo. E l uso deductivamente oracular del libro de Thot exige una elevada cultura esotrica.

    E n nuestro Mtodo de Hipnotismo hemos tratado de la investigacin s is temtica de los fenmenos de lucidez sonam-

  • 60 P A U L C. JAGOT

    blica, y por ello no volveremos a tratarlo aqu. Adems este modus operandi tiene muchos inconvenientes. Exige dos per-sonas: el magnetizador y el sujeto magnetizado. Una vez hipnotizado ste no tiene dominio alguno directo sobre su lucidez. H a de limitarse a i r guiando al operador y comuni-cndole sus impresiones. Por otra parte, como las disposi-ciones psquicas de un sonmbulo var an necesariamente con sus estados psicolgicos, o emocionales, su perceptividad astral resulta fugaz, desigual y caprichosa. Se altera gene-ralmente en seguida porque se trata de obtener visiones muy diversas, sufre con la edad una ineluctable per turbac in y acaba por desaparecer definitivamente.

    S i bien la clarividencia, que se puede experimentar sin la ayuda de un tercero, preferiblemente valindose de un cris-tal de roca muy puro tallado esfricamente, necesita un es-fuerzo personal, un entrenamiento m s o menos prolongado, permanece, al contrario que la lucidez sonamblica, bajo el dominio directo del perceptor. Nos parece que la adquisicin de un mtodo de desarrollo de la clarividencia debe hallar aqu su puesto. De una manera general, una vida regular, calma y de recogimiento, un rg imen extremadamente so-brio, un estado anmico de medi tacin, son indispensables antes que nada. A l principio se t r a t a r de situarse diariamen-te, durante una o dos horas, en un estado de pasividad muscular, sensorial y mental lo m s completo posible. Para ello, elegir una habi tac in silenciosa, oscura, y, de preferen-cia, la m a a n a dos o tres horas despus del sueo, sen-tarse o tenderse, observar una completa inmovilidad y cir-cunscribir el campo del pensamiento manteniendo la aten-cin sobre una idea o una imagen indiferentes. Luego los sentidos fsicos, vista, odo, olfato, tacto y gusto, han de que-dar perfectamente inertes, y, el inconsciente afectado ni-camente por la atencin de llegar a l a clarividencia; el pen-samiento poco a poco relajado, suprime por completo su actividad. Un cierto n m e r o de sesiones son siempre ne-cesarias para alcanzar este estado, llamado aislamiento. Hay que continuarla hasta que la obtencin del aislamiento sea rp ida y casi ins tantnea . Este ejercicio es adems muy be-neficioso para la salud. M u y pronto ser posible realizarlo no ya en el silencio y la oscuridad sino en medio del ruido y de la luz. Un relajamiento de una hora es imprescindible

    CIENCIA OCULTA Y MAGIA PRCTICA 61

    despus de ocho sesiones. Es muy importante, efectivamen-te, acabar siendo un maestro absoluto del estado receptivo: No slo hay que esforzarse por conseguirlo tantas veces como uno quiera, conviene tambin saber acabar en pocos segundos. Por olvidar esta regla, m s de un precursor de lo invisible ha conocido la obsesin, la angustia o la locura.

    L a finalidad de l a gimnasia que precede es preparar el despertar de los sentidos, el mediador plst ico. Este l t imo recibe constantemente del exterior, a t ravs del medio astral colectivo en el que se halla inmerso, innumerables vibracio-nes que emanan de los seres y de las cosas. Puede captar-las. Normalmente estas vibraciones slo le originan una im-precisa reaccin. Agitado por las preocupaciones, las emo-ciones, la gestin de la vida vegetativa (ver pg. 17) el doble sideral se cierra a los movimientos ondulatorios que le ro-dean. Es necesaria una circunstancia excepcional para sacar-le de su torpor; por ejemplo, una intensa propuls in tele-psquica irradiada hacia l por algunos de sus parientes m s cercanos, violentamente impresionado como ocurre en el caso de un peligro grave o en el paroxismo de cualquier pasin.

    E l desdoblamiento, inseparable del sueo natural, puede tambin abrir momen tneamen te los sentidos astrales como se observa en los sueos telestsicos o premonitorios a los que Camile F lammar in ha dedicado varios libros.

    Pero en estos casos se trata de fenmenos independientes de l a voluntad del preceptor. E l entrenamiento metdico de-sarrolla y hace constante la espec