clanes 08 - ravnos - kathleen ryan

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  • 7/29/2019 Clanes 08 - Ravnos - Kathleen Ryan

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    World of Darkness -- Mundo de Tinieblas:

    RAVNOS(Grupo: Vampiro. Saga: Clanes, vol.08)

    Kathleen Ryan

    "Clan Novel: Ravnos"Traduccin: Isabel Merino Bodes

    PRIMERA PARTE:AMO

    _____ 1 _____

    Mircoles, 28 de julio de 1999, 7:54 PM

    Dentro de un espacio reducido. En un lugar desconocidoKhalil Ravana despert en medio de una oscuridad ardiente y

    ruidosa. A medida que el letargo del da se fue desvaneciendo, fueconsciente de la presin que le constrea por todas partes... losbrazos confinados junto a sus costados... las piernas dobladas,heladas e insensibles... el cuello inclinado hacia el pecho... los dedosde los pies y sus retorcidas manos soportando el peso de sucuerpo... la friccin de alguna sustancia spera contra su pieldesnuda... un bulto duro y firme clavado contra su mentn...

    En el exterior de su diminuta prisin poda or golpes, vocesapagadas y un suave sonido chirriante. Khalil se estir, en un intentode rellenar el escaso espacio disponible. Entonces, el bulto que seclavaba en su barbilla empez a ascender, molestamente, hasta susmandbulas y por fin se dio cuenta de lo que era: su rodilla izquierda.El Ravnos volvi a encogerse, intentando liberar sus manos. Noestaban atadas... poda moverlas... un poco...

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    De repente, el suave chirrido se detuvo. Khalil sinti que tambinl se detena y entonces fue consciente de que algo lo haba estadomoviendo. Apenas un segundo despus de percibir el movimiento, sucuerpo y el armazn que lo envolva se inclinaron e iniciaron un largodescenso. Tuvo la sensacin de que segua cayendo durante unaeternidad y advirti las quejas de su estmago vaco.

    El impacto lo lanz hacia arriba. Ahora, en vez de estar apoyadosobre sus extremidades, tena la cabeza en el fondo del armazn.Desde la esquina llegaba una irritante y sonora vibracin muymolesta para los odos (descubri que su atad era rectangular).Khalil intent ignorar la sacudida y el ruido. El cambio de posicinhaba liberado un poco ms sus manos, por lo que poda tantear loslmites de su mundo. Advirti que las "paredes" estaban cubiertas porunas protuberancias redondeadas, erizadas y suaves. Tir de una de

    ellas y se qued con la punta en la mano. Era espuma...Dej caer el pequeo bulto y sigui explorando. Ms lejos de l,

    en un pequeo claro que formaban los esponjosos bultos, descubriun pequeo mango, un cerrojo de metal y un botn. Puls ste ltimoy apareci una suave luz. Sinti una oleada de alivio.

    Se encontraba en el interior de una maleta o un estuche dearmas que haba sido forrado con un relleno gris bastante cmodo,similar al de las cajas de huevos. Dese, fugazmente, quequienquiera que hubiera hecho el trabajo hubiese tenido un

    verdadero bal o atad a mano, pero teniendo en cuenta la urgenciacon la que su nuevo aliado haba preparado la huida de Calcuta, setrataba de un alojamiento de primera clase. Khalil mir el picaporte...s, se abra desde dentro. Los hombres de Hesha Ruhadze eranastutos. Se dedicaban al contrabando internacional de cadveres y,aparentemente, nunca tenan problemas. El Setita se haba ido adormir a la misma hora que Khalil, de modo que sus criados habansido capaces de transportar, en el ltimo minuto, tanto lasmercancas de contrabando como el alojamiento de su inesperadopasajero. De Calcuta a Nueva Delhi, de Nueva Delhi a Londres, de

    Londres a Chicago... aadi el tiempo de las escalas y decidi queen esos momentos deba de estar oscureciendo en el centro de

    Amrica. Estuvo a punto de rer a carcajadas. El extrao balanceo, lalarga cada, el metal chirriante, los fuertes ruidos del exterior...supuso que se encontraba en la cinta transportadora del aeropuertoO'Hare, chocando contra el resto de los equipajes. Algo cay sobrel desde arriba y su caja qued apoyada sobre uno de sus lados.

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    Ahora, las dos esquinas del fondo chirriaban, pero Khalil consiguiacomodarse en su capullo de espuma.

    Slo tena que esperar un poco ms. Pronto vendra a recogerlouno de los chicos, cruzara la aduana sin problemas y lo llevara consu "socio" Hesha hasta alguna suite lujosa provista de sangre enabundancia. Sangre fra, pens tristemente Khalil; sin embargo, eralibre...

    Sangre...Khalil estaba hambriento. Era bastante evidente. En la India,

    cuando era un cngaro honesto, estuvo a punto de morir de hambre.Ms adelante, su familia muri y l se convirti en un ratero, pero lapobreza nunca lo abandon. Cuando el shilmulo (el vampiro) loadopt, pudo ingerir alimentos de verdad y comidas regularesdurante uno o dos meses, y rellenar sus devastados msculos y su

    rostro ahuecado. Cuando lleg la oportunidad, cuando el shilmulo loconvirti para siempre en su hijo, supo qu era pasar hambre deverdad. Aprendi todos los trucos para eludirla, alimentarla,recriminarla, darle caza. Aprendi a colmarla de promesas cuando nohaba sangre y a llenarla hasta la saciedad cuando la haba. Sinembargo, el hambre que haba pasado durante las cuatro pasadasnoches haba sido totalmente diferente.

    Deseaba sangre de la familia. Poda saborearla en su mente. Ensu interior se despert el recuerdo de su "padre" y del primer vino

    dulce de la inmortalidad. El de una chica a la que haba amado y conla que haba compartido besos veinte aos despus... Record alantiguo cuya fuerte sangre cerr las heridas que haba sufrido Khalilal defenderlo... y al Rom que prob la sangre de shilmulo, al quehaba destruido tras una larga lucha. Record a todos y cada uno delos Ravnos a los que haba conocido: el demonio que haba en suinterior los deseaba con ms fuerza que la que haba sentido nuncapor nadie. Haca tres noches que lo senta... desde el terremoto...desde que sali de Calcuta... Senta el sobrecogedor impulso decorrer y devorar a sus parientes. Cada da soaba con la muerte de

    su legendario ancestro Ravana: el sol calcinaba su inmenso cuerpo ysu sombra surga sobre sus hijos para ordenarles, con su irresistiblevoz (que haca estremecer a Khalil), que deshicieran todas sus obrasy limpiaran su raza de la faz de la tierra. El difunto Rey Rakshasacentelleaba ante los ojos de sus descendientes. Khalil se hubieralevantado para buscar a los dems... hubiera realizado una guardiade honor hasta los infiernos con l... hubiera...

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    La pequea criatura acuclillada en la caja tembl y cerr los ojospara no ver la imagen. El hambre que senta pas a adoptar unsegundo plano y el miedo lo inund.

    En Calcuta no haba ms Ravnos (excepto uno, se oblig arecordarse). Sin embargo, cmo poda saber qu haba sucedidoen Chicago? Acaso las instrucciones de su fundador haban llegadohasta este lugar? Habra algn pariente en la ciudad que pudieraoler la sangre fresca del Ravnos?

    Maldijo a Hesha.--Date prisa, maldita sea --murmur, conteniendo la respiracin.Hesha no va a venir, dijo una voz dentro de su cabeza.De pronto, la caja le pareci mucho ms pequea que antes.

    Khalil intent rechazar esa sensacin. La voz lo haba sobresaltado.Crea que la haba dejado atrs.

    --Sal de mi cabeza, desgraciado --dijo en voz alta. La presenciase retir ligeramente. El pecho del joven Ravnos se llen de orgullo:por una vez, haba conseguido que hiciera lo que l quera... al fin yal cabo, quiz ocho mil kilmetros fueran una distancia suficiente.Entonces percibi el sabor de la mente de aquella voz. Era altanera.Engreda. Estaba satisfecha porque aqu tena el mismo controlsobre l que el que haba ejercido en la India. Incluso le pareci notarque asenta ante sus pensamientos. De repente, Khalil ech lacabeza hacia atrs y los tendones de su cuello ardieron.

    --Era lo bastante fuerte como para desafiarte en Calcuta --grit--.Le dije a Hesha que tu precioso Ojo estaba en Chicago, no en NuevaYork, bastardo.

    La presencia sacudi la cabeza con tristeza.No fuiste lo bastante fuerte ni para dejar de mentir. Eres

    dbil. Cmo puedes tener la esperanza de desafiarme? Su tonocambi, se hizo ms despectivo.Y Hesha pudo ver a travs de tidel mismo modo que un grifo ve a travs de la ropa del danzantedel templo. Eres pattico. He suplicado a Siva que me permitaencontrar un siervo ms digno a travs de ti.

    Khalil sinti que la cinta transportadora reduca la velocidadhasta que finalmente se detena. Los chirridos cesaron y las pocasvoces que quedaban en el exterior se alejaron. Pas el tiempo. Khalilse retorca. Le pareci que pasaban horas y empez a sospecharque el viejo estaba en lo cierto. Si Hesha lo haba abandonado,tendra que ponerse pronto en marcha. Aunque no se presentaraningn shilmulo para matarlo, aunque ningn desconocido terror

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    americano acechara en las sombras, alguien poda descubrirlo por lamaana.

    Me alegro de que hayas conseguido ver mi punto de vista.Ahora irs a Nueva York y hars exactamente lo que yo te diga.Espera... espera... Ahora no mira nadie. Sal de ah.

    Khalil empuj el cerrojo y rompi la caja.El equipaje del ltimo vuelo procedente de Londres haba sido

    enviado a la ltima cinta transportadora de la sala. Las nicaspersonas que quedaban en ese extremo de la plataforma eran unaanciana mujer de la limpieza, que estaba barriendo all donde eramenos posible que hubiera pasajeros a esas horas, y un guardia deseguridad, prcticamente adolescente, que estaba liando aescondidas un cigarro sumamente ilegal. Ninguno de ellos prestabaningn tipo de atencin al nico objeto que quedaba en la cinta de

    Calcuta: un bal negro poco profundo con quincalla de nquel pulido.Cuando la parte superior salt por los aires y cay contra la base dela cinta transportadora, sus fatigados cerebros apenas percibieron elruido. Cuando el primero de ellos se gir, el sonido ya era totalmente

    justificable: un atractivo joven de piel oscura y cabello rizado sehaba apoyado en la cinta. Su ropa, con estilo y a la moda, estabatan arrugada como la de cualquier otra vctima de los asientos declase turista. Pareca bastante plido y delgado, pero los vuelosbaratos bien podan dejarte con ese aspecto. El guardia se alej un

    poco para ocultar su cigarro. La mujer de la mopa observ el rostrodiablico y la negra barba del pasajero y dese haber tenidocuarenta aos menos.

    Khalil Ravana gui el ojo a la anciana y cruz tranquilamente ladesatendida aduana.

    --Nada que declarar--murmur para s mismo, sonriendo.

    _____ 2 _____

    Sbado, 31 de julio de 1999, 12:14 AMRed Hook, Brooklyn Ciudad de Nueva York

    La calle estaba desierta y poco iluminada. Las grietas y losbaches la haban deteriorado y el putrefacto verano haca queresultara sofocante pasear por ella. El aire estaba cargado de

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    humedad y llevaba consigo el aroma de la baha superior y el de losros Hudson y East. La brisa avanzaba lentamente, transportando elhedor de la basura descompuesta (comida, bebida, alcohol, cuerpos)desde los antiguos edificios, los solares abandonados y las casas enconstruccin que asomaban en la distancia.

    La calle estaba rodeada por los fantasmas de los antiguosmuelles. A ambos lados se alzaban almacenes de ladrillo. Algunosestaban vacos y otros albergaban a aquellas personas que nopodan permitirse nada mejor. Algunos se haban convertido enzonas de oficina o apartamentos de artistas y los dems seguanutilizndose para aquello por lo que haban sido construidos...aunque ya no almacenaban la sangre vital de la industria, sinoaquello que nadie quera.

    A media calle se alzaba un edificio que estaba ligeramente

    apartado de sus compaeros. Tena cuatro pisos de altura y estabaintacto. En la primera planta haba puertas metlicas macizas yventanas cubiertas por ladrillos. En los niveles superiores, lasventanas enrejadas estaban a oscuras, pero la mayora conservabasus cristales. El lugar desprenda un aroma a vida: alguien reparabalos vidrios agrietados, alguien que se ocupaba del mantenimiento delas farolas de la calle y reemplazaba las bombillas cuando sequemaban o las rompan. Las luces cuidadosamente dispuestas porel propietario mostraron un movimiento en la puerta principal.

    Apareci un hombre solitario.Era negro e iba bien afeitado. Tena la cabeza calva y lisa comouna cscara de huevo. Sus angulosos huesos y sus rasgosrecelosos complicaban su rostro. Tena carcter. No era atractivosegn los cnones de ninguna moda analizable. Su belleza (fuerza ymagnetismo) tena menos que ver con su aspecto que con supersonalidad. Estaba por encima del peso medio y no era demasiadoalto. En esos instantes, su cuerpo no resultaba intimidador. Llevabaun traje de sastre que disimulaba sus fuertes msculos y tendones,aunque normalmente sola esconderlos. Poda ocultarlos aunque

    fuera vestido con harapos, pues recurra con ms frecuencia al papelde mendigo que al de matn... Sin embargo, aquella noche vestauna cara gabardina ligera sobre un traje de seda y llevaba un bastnde bano con mango de plata. Su reloj de platino brillabasuavemente y la montura de oro de su monculo parpadeaba desdeel bolsillo del pecho. Pero la bolsa que haba a su lado era muydiferente...

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    Hesha Ruhadze puso una mano sobre la solapa del spero sacode lona (la pesada tela engomada estaba mugrienta y ligeramentehmeda, a pesar de la capa protectora). Hesha era un mago de lasfinanzas, un personaje pblico, y por esa razn no deberatransportar este tipo de cosas por la ciudad. Sin embargo, el hechode llevar esa bolsa en la mano pona en peligro algo ms que susimple reputacin mortal.

    La bolsa contena el Ojo de Hazimel.Contena el mayor premio que Hesha haba ganado en su vida.

    Lo haba conseguido tras realizar una largusima bsqueda, por laque haba tenido que pagar un coste sumamente elevado (tanto envidas como en tiempo, pecados y servicios).

    El portal, pesado y sin ventanas, se cerr tras l y Hesha oycon satisfaccin cmo volvan a ensamblarse los cerrojos de acero.

    Haba (hubo) una mujer que fue un obstculo para su xito. Le habacausado graves problemas y lo haba alejado del verdadero camino.Elizabeth (su nombre apareci suavemente en su mente y estuvo apunto de pronunciarlo en voz alta). Elizabeth Dimitros (aadi elapellido y percibi con claridad la distancia que haba entre ellos).Haba sido una mortal inconvenientemente perceptiva, entrometida ytraidora. Y ahora expiarnos nuestras culpas, Seor, rez Hesha ensilencio a su dios, Set. Ella est esperando al sol; la he sacrificado atu voluntad. Soy tuyo y ella es tuya, pero Ronald Thompson nunca lo

    ser... y la culpa es ma. La compasin es pecado. Acepta estaofrenda y perdname. Dirige mis pasos hacia tu servicio.La devocin le oblig a recordar que era necesario darse prisa.

    Llevaba casi treinta segundos esperando. Una mueca de impacienciaapareci detrs de su rostro. Aunque no le estaba permitidodesfigurar sus rasgos, la impaciencia se dibujaba en su mente. Ahoraque Thompson se haba ido, los dems siervos se retorcan comouna serpiente sin cabeza. Los sustitutos de sus antiguos criados eranmenos puntuales, menos profesionales y estaban menosfamiliarizados con las necesidades de Hesha. Por supuesto, eran

    competentes (l y Thompson los haban escogido entre una horda deguardias y detectives bien adiestrados), pero no haban sidoinstruidos. Hesha saba que no habra tiempo para ensearles todolo necesario hasta que el asunto del Ojo hubiera finalizado.

    Si Vegel hubiera sobrevivido... Erich Vegel haba sido ellugarteniente de Hesha, su socio menor. Podra haberse hecho cargodel personal. Podra haber compartido la pesada carga de esta

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    victoria. Habra interpretado correctamente las seales queconducan al asesinato de Elizabeth... Hesha detuvo estospensamientos de golpe. En breve conocera todo aquello que pudierasaberse sobre el destino de Erich Vegel. Dese con todas susfuerzas que la informacin mereciera los riesgos que tendra queasumir.

    Sinti la bolsa bajo su mano y medit. El barro que haba en suinterior se haba dejado de derramar. Tena la consistencia del flan,ola peor que el puerto y pesaba mucho ms de lo que debera. Laantigua inscripcin que le haba dado los conocimientos necesariospara guardar el Ojo afirmaba que la reliquia estara segura y seraimposible detectarla en cuanto estuviera cubierta por el lodoendurecido de un ro sagrado (en este caso, el Ganges). Sinembargo, no deca nada sobre el tiempo que transcurra hasta que

    se secaba la envoltura.Los profundos ojos marrones de Hesha observaron atentamente

    la calle. Si haba otros que an pudieran oler el orbe o queaveriguaran por otros medios que era l quien lo posea...

    Se deca que Hazimel era un Ravnos. Era posible que el clan"cngaro" intentara negociar con Hesha o engaarlo para arrebatarleel objeto. Si las leyendas eran ciertas, los shilmulo eran suspropietarios ms legtimos y quienes tenan mayores posibilidadesdel encontrarlo. Pens en Khalil, que se encontraba en Chicago, y se

    pregunt qu tal habra ido el viaje del pequeo Rom.Sin embargo, a pesar de todas las precauciones y laconfidencialidad, era ms probable que los Nosferatu supieran queera l quien tena el Ojo, pues eran los Cainitas con msposibilidades de enterarse de todo. Dos meses antes podran habersido sus aliados... cuando Vegel y Thompson se fueron, podrahaberles pedido ayuda para proteger el tesoro. Sin embargo, habaperdido el contacto con Vegel. ste haba sido destruido o capturadopor el enemigo... en una fiesta celebrada en Atlanta. Los Nosferatuhaban insistido en que Hesha asistiera a aquella fiesta. Quiz el

    ataque haba sido una sorpresa para ellos. Pero poda ser que no. Sise trataba de una emboscada, haban atrapado al hombreequivocado, de modo que los Nosferatu intentaran cobrarse supresa en otra ocasin. Y si haba sido una trampa... Hesha volvera aocuparse de ellos en el momento adecuado. Aunque el Setita no erapartidario de la venganza, reconoca los beneficiosos efectos quetena en los observadores.

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    Y en cuanto al resto... los Tremere posean los conocimientosarcanos necesarios para comprender el potencial del Ojo, perodesconocan su existencia. Cualquier hechicero dara lo que fuerapor l... o intentara arrebatrselo por la fuerza. El Sabbat y laCamarilla tenan las manos ocupadas librando una guerra porhacerse con el control de la Costa Este. Sin embargo, el hecho deque su primera batalla hubiese tenido lugar en Atlanta y que el Ojohubiese aparecido justo en ese lugar demostraba que alguien sabaalgo. Incluso podra haber sido robado por uno de los grupos. Pensen el informe que afirmaba que la capilla de los Tremere de Atlantahaba sido destruida durante el solsticio y se extra.

    Un sedn negro dobl rpidamente la esquina. Se dirigi a todavelocidad hacia l y derrap al frenar ante la puerta del almacn. Losvidrios tintados le impedan ver a la conductora, pero Hesha saba

    que sta poda ver su rostro, de modo que se permiti esbozar unamueca de desaprobacin. Dio media vuelta y avanz tres metros porla acera. El sedn avanz lentamente para detenerse en el punto enel que se encontraba ahora y la puerta posterior derecha se abri deforma automtica. Hesha se desliz silenciosamente en su interior yesper, sentado al borde del asiento y sin dejar de mirar la acera. Laconductora presion los controles de la puerta. La carrocerablindada, a prueba de balas e ignfuga, se cerr, y el Setita seacomod en el centro exacto del compartimento de pasajeros. Dej

    el pesado saco de lona sobre su regazo y sus ojos se posaron sobrela mujer que ocupaba el asiento delantero.Durante un embarazoso momento, la mortal que haba al

    volante no hizo nada. Pareca estar aguardando a que su jefehablara. Movi con indecisin la cabeza hacia la parte posterior(Hesha pudo ver una mejilla suavemente aceitunada, unos indecisosojos negros como el carbn, unos sencillos pendientes de plata ensus orejas y unos agujeros vacos en su nariz y sus cejas). Unsegundo despus, su adiestramiento sali a la luz. Su lisa cabeza sedetuvo y el cabello, que al moverse le haba cado sobre la barbilla,

    volvi a colocarse en su sitio, alrededor de la mandbula.Aunque no tenga ni idea de adnde ir, es mejor que el coche

    sea un blanco mvil, pens Pauline Miles. Levant el pie del freno ydej que el poderoso motor empujara el coche hacia delante.

    El difunto que ocupaba la parte posterior del vehculo observtodo esto con atencin. Pudo seguir con bastante claridad laprogresin del pensamiento de su guardaespaldas, desde la

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    confusin hasta la conclusin. Haba adiestrado a sus siervosdurante siglos. Hesha abri la boca para hablar, percibiendo losmsculos firmemente apretados de la mandbula y los blancosnudillos de la mujer. Recordaba un chofer, en Inglaterra, que habaempezado de la misma forma...

    --Miles.--Seor--la voz de Pauline tembl ligeramente.--Has llegado tarde --el tono cuidadosamente modulado de

    Hesha no expresaba desaprobacin. De hecho, no expresaba nada.Su chfer palideci un poco ms--. En el futuro, no te detengas juntoa una boca de alcantarilla, una cloaca ni una reja de ventilacin. Nopasar sobre ninguna de esas cosas para llegar hasta ti.

    --Lo siento, seor.--No te preocupes --acompa su breve respuesta con media

    sonrisa--. No te lo haba dicho nunca.Sigui hablando, tolerante.--Existen ciertas medidas de seguridad habituales a las que

    tendrs que acostumbrarte... ciertas tcnicas nuevas que debersaprender. --Miles sujet el volante con menos fuerza y Hesha notque su respiracin se relajaba ligeramente--. En primer lugar,supongo que necesitars ms prctica con el coche. Me esperanciertos asuntos en el Bronx --continu diciendo, resuelto--. Prestaatencin. Ve por el Puente de Brooklyn. Dirgete al norte por el SoHo

    y Greenwich Village. Elige la ruta que prefieras por el Centro...--Hesha se estir y cogi el telfono.Cuando vayamos hacia el norte, mantente en todo momento a

    una distancia de cmo mnimo tres manzanas de Central Park.Despus --dijo, apretando un botn--, contina hacia el oeste. Existeun espacio limitado entre Barnard College y la esquina noroeste delparque... intenta mantenerte a una distancia idntica de ambos. Acontinuacin, dirgete al noreste hasta el Grand Concourse. Te darla direccin en cuanto hayamos abandonado la isla. Est claro?

    Los labios de Pauline Miles se movieron ligeramente y el dedo

    ndice de su mano izquierda traz una lnea imaginaria en el centrodel volante.

    --S, seor--respondi. Con los ojos brillantes y un movimientocertero, gir a la derecha e inici el trayecto indicado.

    El Setita la observ y asinti. Pareca que lo nico que habaexigido Thompson a esa mujer era memoria. Hesha cogi elmicrotelfono y acab de marcar. Slo tuvo que esperar un tono.

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    --Hola, seor--la voz de Janet Lindbergh pareca tenue yresbaladiza en el diminuto transmisor; sin embargo, tena fuerza.Hesha sonri al pensar en la anciana, a salvo en su refugio deMaryland. Era una de sus herramientas que an conservaba sufuerza y estaba intacta.

    --Buenas tardes. --Advirti que en su saludo haba ms calidezde la habitual, e incluso una pizca de gratitud. Ambas emocionesaccidentales le inquietaron. Por esta razn, cuando volvi a hablar, lohizo con brusquedad:-- Informe.

    --Los asuntos ordinarios siguen como siempre, seor. Quiereconocer los detalles?

    --Supongo que eso puede esperar a mi regreso.--De acuerdo. --Janet pas de pgina en sus notas mentales.Baltimore --continu, adoptando un tono grave-- est

    experimentando un ligero incremento en homicidios y muertes por"exposicin", "hemofilia" y "anemia". Sin embargo, parece que nohan estallado enfrentamientos directos. Adems, ni sus parientesms cercanos ni el resto de su Familia ha intentado ponerse encontacto con usted a travs de mis canales desde la ltima vez quehablamos.

    El nuevo... --Matthew Voss, pens Hesha. Janet evitaba utilizarnombres reales en lneas no protegidas-- ...lleg sano y salvo;nuestros chicos le estn explicando sus nuevas responsabilidades.

    El doctor envi un mensaje para usted desde Alaska...--Dudo que quiera orlo.--Era halagador, seor--Hesha prcticamente poda ver el rostro

    arrugado y sonriente de Janet.--No tiene nada que ver con el tema --era una broma familiar,

    reconfortante. Sinti tentaciones de abandonar Nueva Yorkinmediatamente... coger a su squito, empaquetar su premio ymarcharse.

    El recital de su secretaria envolva sus odos. Una pequeaparte de l tomaba nota y guardaba la informacin para ms

    adelante, pero sus verdaderos pensamientos eran ms profundos:este viaje al Bronx era una jugada terrible y fantstica, pues iba apasar junto al borde del territorio enemigo, transportando lo quepodra ser la baliza arcana ms brillante (no, pens Hesha de pronto,la ms oscura) del continente. En Baltimore tena un refugio yseguridad. Poda sentarse en el centro de su red y conocerexactamente los movimientos de todo el mundo que haba en ese

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    lugar. Tena que acabar el proyecto de Hazimel y poner fin a todoese asunto. Sus instintos le apremiaban hacia el sur, hacia laseguridad...

    Por otra parte, si Vegel haba sido capturado pero no asesinado,su seguridad no sera ms que una simple ilusin. Quiz el Sabbat lehaba interrogado hasta descubrir todos los secretos que compartacon Hesha; quiz haba convertido la granja de Maryland en unatrampa mortal. El Setita ms joven haba sido fuerte fsica, psquica yespiritualmente (y puede que an lo fuera)... pero el Sabbat poda seran ms fuerte.

    La semana de la batalla por Atlanta haba viajado hacia el este,hacia Queens, para reclutar a dos jvenes serpientes, Orthese y BatQol, para su investigacin. Les haba proporcionado un avin privadoque los llevara a Atlanta, adems de dinero, apoyo, informacin,

    tecnologa, contactos polticos y todas aquellas armas que susmanos heladas podan blandir. El templo local haba hablado muybien del equipo y Hesha conoca personalmente a sus integrantes.Tenan que estar a la altura de la situacin. Ambos eran lo bastanteastutos como para escapar de las situaciones difciles sin necesidadde luchar. Ambos haban comprendido que lo que su jefe quera deellos era informacin, no un rescate, ni herosmo, ni msdesapariciones. El da 24 de junio, su mensaje sugera que habanencontrado un lugar en el que tenan a los prisioneros del ataque al

    museo de arte. El da 25 no realizaron su informe diario. Heshaintent olvidarse de su prdida y no envi a nadie a por ellos; asumique haban sido destruidos por el Sabbat.

    Y esa noche, despus de tantas, Bat Qol haba vuelto aaparecer y haba dejado un mensaje en el que solicitaba reunirse conl en un lugar diferente, ms prximo al templo del Setita... y mscercano al territorio del Sabbat. Tena que tratarse de una trampa.Baltimore podra ser una trampa. Cada refugio que haba conocidoVegel podra ser una trampa. Pero si la muchacha tuvieseinformacin sobre Erich o Atlanta, Hesha tendra que saberlo.

    Una ligera presin en la voz de Janet le oblig a dedicarle denuevo toda su atencin.

    --Hay dos cosas ms, seor, que creo que le gustara atenderpersonalmente --Janet vacil--. Amaryllis Rutherford ha vuelto allamar, intentando ponerse en contacto con Elizabeth. He intentadodistraerla, pero cada vez me resulta ms difcil. En segundo lugar,esta semana Rutherford House ha enviado una factura por los

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    servicios de la seorita Dimitros. Cmo quiere que trate estosasuntos?

    Las respuestas de Hesha fueron rpidas y claras:--Continua distrayendo a la seora Rutherford. Paga a los

    socios. Prepararemos una desaparicin pblica y adecuada para laseorita Dimitros en cuanto se asiente el polvo de esta crisis.

    Las manos de Pauline Miles aferraron con ms fuerza el volante.Tena los ojos clavados en la carretera e intentaba, en vano,mantener la mente centrada en su trabajo.

    En algn lugar remoto de Maryland, Janet Lindbergh sacudi lacabeza. Apret los dientes y se trag todo lo que le hubiera gustadodecirle a su jefe.

    Hesha advirti el silencio:--Cuando termine con mis compromisos --empez a decir--,

    quiero que se utilicen todos y cada uno de los recursos disponiblespara sacarnos de Nueva York. Recurre a la agencia para laproteccin y seuelos. Reserva plaza en un avin que vaya aloeste... a O'Hare, creo... con mi nombre. Nos esconderemos hastaque las peleas de la Familia se hayan resuelto de una forma u otra.Todava nos queda mucho trabajo que hacer para poner en ordennuestra casa. Ocpate de todo --dicho esto, puls el botn para quese cerrara el panel que lo separaba de la conductora. Conect eltelfono al intercomunicador del conductor y colg. Janet y Miles

    podran coordinar los detalles sin su ayuda, y no tena ganas de orsus opiniones. Fuera lo que fuera lo que pensaran las dos mujeressobre el asunto que haban dejado atrs en Brooklyn, ambas tenanrdenes y las llevaran a cabo.

    _____ 3 _____

    Sbado, 31 de julio de 1999, 12:14 AM

    Riverside Park, Middle West Side, Manhattan, Ciudad de NuevaYork

    El csped verde y bien cuidado adoptaba un tono levemente grisa ambos lados del camino de gravilla. Sobre l, se alzaban elevadosrboles centenarios. La luna decreciente lanzaba dbiles rayos entrelos agujeros del dosel, arrebatando el recuerdo del color de los

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    lechos de flores que haba por todas partes. La esculida ydemacrada silueta de un hombre se abri camino febril sobre unaloma, esforzndose desesperadamente por llegar a una zonailuminada. Se aferr perplejo al espacio plateado y, a continuacin,gru con desaprobacin y baj la cabeza como un animalderrotado. Su ojo (slo tena uno) qued envuelto en lgrimassangrientas. Un fluido salobre y oscuro se desliz por su demacradorostro, trazando un surco entre la mugre y... otras cosas... que sehaban secado en ese lugar con anterioridad. Fatigosamente, lacabeza volvi a levantarse, el ojo se volvi a abrir y el miserable hizoacopio de fuerzas y se dirigi, lo mejor que pudo, hacia otro lugarbrillante en la distancia.

    Hubo una poca... aos atrs... en la que el nombre de lacriatura podra haber sido Leopold.

    Ahora, sin embargo, aquello que se tambaleaba bajo la luz de laluna careca de nombre propio. Se mova entre una oscuridadinforme y no reconoca nada, slo un dolor insoportable en lo msprofundo de su ser y una visin (una visin divina y gloriosa) en elexterior. Delante de l, danzando all donde la luna lograba abrirsecamino entre las abundantes hojas estivales, poda ver a lamuchacha (al fantasma), a la diosa... su musa.

    Cada vez que alcanzaba su objetivo, ella se alejaba de l uninstante antes de que pudiera tocarla.

    Su pie izquierdo tropezaba y se retorca constantemente. Yahaba resbalado antes... bastantes veces, tal y como mostraba la pielaraada y andrajosa de sus espinillas. Haba cado en variasocasiones, al igual que ahora, sobre los codos y las palmas de lasmanos, que estaban en carne viva. El polvo del camino y la gravillase haban incrustado en su piel, delgada como el papel. El amanteno senta dolor... simplemente desazn. Cada vez que el horizontese sacuda y se ladeaba, estaba a punto de perderla de vista. Suspies buscaban los de ella... buscaban sus largas piernas ocultas bajoel hbito... y la emocin le obligaba a levantarse de nuevo.

    Para su muda sorpresa, descubri que haba ganado terreno.Podra tratarse de otra trampa... Qu cruel era huyendo de l,

    sin dirigirle nunca la palabra, sin inclinarse nunca sobre l paraayudarlo a levantarse... Ahora estaba en pie, totalmente quieta (eraimposible que hiciera algo que no fuera perfecto)... y eso tambin eracruel. Le tomaba el pelo y se burlaba de l de forma despiadada.

    De repente, lleg junto a sus pies. Se encontraba en el centro de

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    un pedestal, blanco como la piedra bajo la luna.Toc la base... Segua all...Puso un pie junto a los de ella...Ella lo ignor por completo...Puso sus brazos alrededor de su bello y precioso cuerpo y

    acerc sus labios a los de ella...La diosa le acept! O, al menos, se qued donde estaba...

    Acarici el cuerpo de su amada con sus manos callosas yresquebrajadas y supo que era fro, como el suyo... La bes conabandono...

    Y solloz.Ella no le devolvi ninguno de los besos. Lentamente, la realidad

    se fue introduciendo en su arruinada mente. Lo que haba delante del no era su musa, su diosa. Sus brazos estaban abrazando a una

    piedra, y sta no se haba rendido a l porque nunca podra hacerlo.Se alej unos pasos de la estatua y observ su rostro. Puro,inocente, joven, fro, pero repleto de gracia... Aunque era bella,careca de la pasin de su dolo. El escultor no haba dotado decrueldad a este rostro.

    Oy la risa de su amante, dulce como un cuchillo, en el vientoque lo envolva. Era dulce, amarga, cida... Su ojo volvi a cerrarse ybrot ms sangre por la costra endurecida.

    El haz de luz de una linterna le golpe por detrs. Proyect su

    lgubre sombra negra y blanca sobre la muchacha y su beatficorostro de piedra esboz una efmera mueca, ilusoria y horrible.--Disculpe, seor--dijo la voz de la autoridad. El hombre que

    haba junto a la estatua se sobresalt--. S, me refiero a usted. D lavuelta lentamente y baje hasta aqu.

    El polica continu.--No puede quedarse all arriba y no creo que quiera que suba a

    por usted. --En un tono ms bajo, dijo por la radio:-- Zamojski? S.Soy Schaeffer. Tengo un posible borracho y perturbado en Juana de

    Arco.

    El transmisor respondi entre zumbidos.--Concuerda con la persona que estamos buscando. Enven un

    coche.Lentamente, el vagabundo descendi del pedestal.El agente mantuvo la distancia y alz la linterna para enfocar

    directamente a los ojos del individuo. Vio la sangre, el cuerpoconsumido, y sacudi la cabeza.

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    --Enven tambin una ambulancia. Parece que alguien ha molidoa palos a este tipo.

    Cautelosamente, Schaeffer, con una mano en su pistola, diounos pasos hacia delante para ofrecer a ese nombre enfermo yherido un poco de auxilio.

    _____ 4 _____

    Sbado, 31 de julio de 1999, 12:14 AMFulton Mall, Brooklyn, Ciudad de Nueva York

    Detente.Khalil mir por la ventanilla del coche y vio el nombre que

    apareca en la seal.--Calle Bond. Aqu es donde quiero bajar, querida. Para por

    aqu, de acuerdo?La conductora dirigi sus pestaas maquilladas hacia l y

    detuvo el coche en una zona en la que estaba prohibido estacionar,justo delante de una boca de incendios.

    --Te va bien aqu?

    --Perfecto, querida --la mir a los ojos y sacudi la cabeza contristeza--. Si no fuera el final del trayecto...Khalil se inclin sobre el cambio de marchas y la bes.--No tiene por qu serlo...--Tengo que trabajar...--Toma --la mujer cogi su cartera y sac una caja plateada de

    tarjetas. Cogi una de color celeste y se la tendi con sus largasuas pintadas de color beige--. Toma esto. Es el nmero del trabajo.Llmame.

    Khalil puso la tarjeta, adems de su mano, entre sus dos

    palmas, y la volvi a besar, mordindole la lengua en esta ocasin,para distraerla...

    --Eh!Se ech hacia atrs.--Demasiado brusco? --pregunt con voz tierna.--Me has quitado el anillo de boda.Khalil sonri tristemente.

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    --S, lo he hecho. Y tambin te robara a ti, si pudiera. No puedosoportar la idea de que una mujer como t tenga un marido que laencadene. No te enfades... slo es otra de mis bromas, querida.

    Sal de aqu.El shilmulo busc la manilla de su puerta.--Mi bolsa.Volvieron a encontrarse detrs del coche; ella abri el maletero y

    Khalil cogi su maleta, dejando all las bolsas de la compra de lamujer. La acompa de nuevo hasta el asiento del conductor,murmurando falsas promesas de amor en sus odos.

    --Me das otro beso? --pregunt, juguetn, por la ventanillaabierta.

    Y se lo dio... quedndose adems con una gran cantidad de susangre... y su cartera... y su reloj. Se mantuvo en donde estaba

    mientras ella se alejaba, y entoces gir por una calle lateral y contsu dinero.

    _____ 5 _____

    Sbado, 31 de julio de 1999, 1:16 AMRiverside Park, Upper West Side, Manhattan, Ciudad de NuevaYork

    Leopold cruz el parque dirigindose al norte, junto a la orilla delro. Saba su nombre. Era consciente del csped que haba bajo suspies. Senta la tierra que haba bajo el csped, la piedra que hababajo la tierra, la emotividad de la madera enterrada, la obstinacin delos cimientos de las antiguas casas, la reverberacin de los tneles,la mezcla de roca y agua, la solidez de la roca pura, el calor y la

    sustancia plstica y maleable que estaba debajo del todo... y erasuave, como la arcilla.

    Regres a l una percepcin ms personal. Vio sus harapos ydecidi, vagamente, que tena que poner fin a eso. Vio a su musa porel rabillo del ojo, pero ni corri hacia ella como un loco ni olvid sunaturaleza. Estaba enfadada porque Leopold haba perdido el regaloque le haba concedido. No dejaba de pensar en cmo podra

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    recuperarlo; era la herramienta que necesitaba para cumplir con lasaspiraciones de la diosa. Observ sus manos (que, por alguna razn,se estaban curando) y durante unos instantes se pregunt de dndehabra salido el trozo de metal que estaban aferrando. Lentamentese dio cuenta de que ese pequeo escudo metlico era la placa deun polica. Empez a modelarlo con sus dedos, intentando dar formaal fro metal, tal y como sola hacer con la cera... y tal y como habamodelado la piedra.

    Leopold sigui caminando, alejndose del agua. Su despejadocerebro empez a hacerse cargo de la situacin. Se dio cuenta deque le faltaba una parte de s mismo... no slo el ojo que hubierarellenado su vaca, desgarrada y distendida cuenca izquierda. Sintique la sangre flua intentando currselo, aunque hubiera preferidoque quedara abierta, lista para introducir el gran Ojo en cuanto lo

    encontrara.La prdida... no era su ojo, ni el Ojo, ni siquiera el hambre... Se

    senta lleno, hecho que resultaba sorprendente si tena en cuentaque no recordaba haberse alimentado durante una larga, largusimatemporada. Tampoco era la musa: aunque la haba perdido, seguacon l, bendicindolo, y regresara con todos sus favores en cuantovolviera a encontrar el Ojo. No, la prdida que le mortificaba estabarelacionada con su memoria. El ltimo recuerdo claro que tena era elde la estatua terminada de su caverna. Una oleada de orgullo le

    invadi. Era digna de la diosa, digna del material, digna de su talento:una obra de arte. Leopold blasfem. Aquella obra de arte sera laltima que hara hasta que recuperara el Ojo. Cundo lo habaperdido? Haba desaparecido con el tiempo olvidado y en el tiempoolvidado. Desde las Montaas Adirondack hasta Nueva York... Sinduda, haba invertido muchas noches y grandes esfuerzos en aquelviaje... Por qu no lograba recordar nada? Por qu el tiempo quehaba transcurrido antes de la caverna estaba tan oscuro?Atlanta,pens, y en su mente apareci una imagen que acompa a suspensamientos.

    Distradamente, mir el trozo de metal que llevaba en la mano.La placa se haba ablandado bajo sus dedos para convertirse en lacabeza en miniatura de una mujer. Leopold sonri. Victoria. Formabaparte de lo que estaba perdido. Golpe los contornos de las mejillasy el cabello y apareci un nuevo rostro. Mi musa. Sus diminutos ojosy labios se abrieron. A Leopold le pareci bastante natural. Ella lollam... le apremi a seguir adelante.

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    El poder de modelarhaba regresado a sus manos.Alegremente, empez a correr. Sus pies apenas tocaban el suelo...Recorri calles, dobl esquinas y cruz entre el trfico para atajar.Los coches chocaban a su alrededor y algunos mortales gritaban...maldicindole, abuchendolo y alertndose del demente que habaen medio de la avenida. Leopold ni los oa ni le preocupaban. El Ojohaba regresado. La Musa le haba conducido hacia l con la mismaseguridad que la de dos amantes que se encuentran. Ahora estabatan cerca... Corri rpidamente entre dos edificios y sinti que losltimos obstculos se haban quedado atrs.

    Hizo un ltimo esfuerzo, corriendo ms rpidamente que nadie.Cuando vio la prisin de su premio (un sedn negro), se abalanzsobre l.

    Levant un dedo y sinti que el Ojo saltaba hacia l.

    Abri su mente al poder e invoc la esencia de la tierra sobre elasfalto para detener al coche que hua.

    * * *

    Pauline Miles miraba por los espejos retrovisores cada cincosegundos. Era un acto reflejo que formaba parte de suadiestramiento. Normalmente, la nica consecuencia de estasmiradas era una reduccin de velocidad (si apareca un coche

    patrulla) o un cambio de carril, velocidad o direccin, si un coche quele resultaba familiar se aproximaba demasiado a ella.Lado, lado, centro... Miles miraba de reojo. All, a la derecha.

    Ningn coche... dobl una esquina para acceder a una calle msgrande y la figura volvi a aparecer.

    --Seor--dijo. El panel de vidrio empez a descender--. Hay unhombre persiguindonos a pie. No va armado, pero... es extrao.

    Hesha desliz un espejo convexo desde el techo tapizado.Observ a su perseguidor durante unos instantes.

    --Acelera --orden.

    Miles hundi el pie en el acelerador y el coche gan velocidad.Encontr un hueco entre los vehculos que haba a su alrededor yconsigui, haciendo caso omiso de dos semforos, poner el coche asesenta y cinco kilmetros por hora, a pesar del trfico de fin desemana.

    Los faros de los coches que haba dejado atrs brillaban en elretrovisor, a travs de la ventana tintada. Vio que la silueta del

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    hombre que les persegua eclipsaba el ms cercano y frunci elceo.

    --Sigue detrs de nosotros --se lament, mientras clavaba confuerza el pie en el acelerador.

    El sedn negro sali disparado.Hesha sinti un movimiento en la bolsa que llevaba en el

    regazo. La lona se clavaba bruscamente en su abdomen. La levantpor el asa y vio cmo se balanceaba, como un imn en una cuerda,hacia atrs y hacia el monstruo que les estaba dando caza. En la telase form un bulto del tamao de una bola de bisbol, en el puntoms cercano a su perseguidor. Hesha frunci el ceo. El Ojo delinterior haba sido extrado del centro del suave barro (o acasohaba excavado el camino l mismo?). Rpidamente y conaprensin, dio la vuelta al saco y puso la masa de lodo del ro entre

    el Ojo y el lugar hacia el que estaba haciendo fuerza.El instinto pudo con l.--Para!La conductora, desconcertada pero obediente, intent

    complacerlo. Los frenos chirriaron y se aferraron al suelo conesfuerzo; el pedal tembl bajo el pie de Pauline mientras lossistemas de seguridad la tiraban hacia atrs. Bajo los chirridos delmetal, algo ms empez a gemir. Miles movi la cabeza hacia unlado para orlo mejor. Un segundo despus, el sonido era tan fuerte

    que le haca dao en los odos; no pudo reprimir una mueca de dolor.Record que la artillera haca un ruido similar, pens en losbombardeos que agrietaban la tierra y agarr el volante con msfuerza.

    Lentamente, sin ninguna explosin ni la metralla de granadaalguna, la capa de asfalto que haba delante del coche onde y selevant como una ola de choque. Hesha observ atento el fenmeno,alarmado, e intent buscar en su memoria algo similar que hubierasucedido durante la historia del Ojo, pero sus esfuerzos fueron envano.

    Miles grit y vir. Su pie izquierdo apret con fuerza el pedal delfreno de emergencia. Durante unos instantes el coche derrap haciaun lado, dirigindose hacia el centro de la carretera, y acabchocando contra la parte inferior de la pendiente de aquel muro detres metros de alquitrn y gravilla. El sedn negro sali proyectadohacia delante como si fuera una tabla de surf y su conductoraforceje para controlar las ruedas sobre esa superficie resbaladiza e

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    indefinida. Meti un brazo en el volante para sujetarse, alcanz elfreno de mano, tir con fuerza de l, volvi a pisar el acelerador yconsigui recuperar la traccin a tiempo de sacar el coche de debajode la "trituradora". En un sombro silencio, Miles dej atrs otra colinacreciente de asfalto y subi a la acera. El sedn pas entre unamultitud de peatones, sin lastimar a ninguno, y dobl una esquina atoda velocidad.

    --Para --repiti la voz que haba a sus espaldas. Pauline le mirpor el retrovisor con incredulidad. La mano de su jefe agarraba condecisin la manilla de la puerta.

    --Hay otra acercndose...--Bien. Me ocupar de ella --se acerc al borde del asiento--. Sal

    de aqu. Te llamar cuando todo esto termine.Sus manos y pies volvieron a ocuparse de los controles.

    --Seor! --al evadir la ola, se vio obligada a reducir la velocidady descubri que la puerta trasera estaba abierta.

    --No puedes ayudarme con esto, Miles --desapareci en la curvay la puerta se cerr automticamente tras l. Pauline se mordi ellabio, se encaram a una ola y se prepar para volver a enfrentarsea la carretera...

    ...Y de repente se encontr sola, conduciendo un cochesilencioso por una calle de la ciudad completamente normal.

    * * *Despus de que su presa hubiera abandonado el vehculo, el

    alquitrn se abalanz sobre el sedn durante unos instantes.Avanzaba vido, pero a ciegas, y entonces se convirti en olaspequeas. Lentamente fue reduciendo su altura hasta que, porltimo, se desvaneci.

    Hesha Ruhadze no lo vio.Desde el mismo instante en que pis el pavimento, la preciada

    bolsa empez a acunarse en el centro de rotacin (la llevaba entre

    su estmago y sus brazos para protegerla del impacto). El Setita nohaba mirado hacia atrs ni haba dejado de moverse. Dej toda ladistancia que pudo entre l y el sedn... por una parte, para protegera su sierva y permitirle escapar y, por otra, para experimentar con loque haba empezado a denominar "la alteracin". Oy girar unasruedas y asinti con satisfaccin cuando el sonido del motor se aleja toda velocidad.

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    La aptica brisa lo envolvi, llevando consigo el olor de gomaquemada.

    A favor del viento, pens el Setita, es una direccin tan buenacomo cualquiera otra... mejor que la mayora... y va hacia el norte...hacia el templo, por si lo necesito. Sali del estrecho callejn en elque se encontraba y avanz a grandes pasos que, aunquedevoraban el espacio, le permitan reaccionar ante los peatones.Mujeres vestidas para comerciar con su cuerpo le llamaban con vozchillona; hombres vestidos con trajes rados se burlaban de l y legritaban; delante, un grupo de machitos embutidos en costosos trajesque no estaban hechos a medida se giraron ante el ruido. Lucanbandas de tela brillante en sus cabezas, cuellos, brazos o piernas y,a pesar de las evidentes diferencias que haba entre ellos, eranterriblemente parecidos... eran copias en papel carbn de s mismos

    y de aquellos nios que blandan espadas a los que Hesha habaconocido en frica, India y Europa. Diferentes pares de ojos idnticosmiraban hacia la acera del mismo modo que l haba observado a loswadis de Sudn en su juventud.

    El chico que estaba al frente (no el lder) se hizo a un lado paraque sus compaeros pudieran verlo mejor y dispararle antes, sitenan ganas de hacerlo. Entre ellos circularon breves palabras y susmanos se acercaron lentamente a sus bolsillos y pretinas. Suspequeas mochilas deportivas empezaron a descender por sus

    espaldas.Sin dejar de dar zancadas, Hesha invoc a Set para que leconcediera divinidad. Observ que los rostros de la pandilla ibanpasando de la agresividad a la incertidumbre, hasta que reflejaron unciego respeto. Se abalanz por el camino que, de repente, habaquedado despejado y pas entre ellos como un dios (ignorndolospor completo, tal y como hacan los dioses modernos). Las doshileras que haban formado se cerraron a su paso, en un silencioreverencial.

    Los muchachos volvieron a lo suyo, haciendo ver que no haba

    pasado nada que ellos no hubieran permitido. Volvieron a charlarentre s, aunque ahora se dirigieron hacia el norte, en vez de hacia elsur, sin saber por qu lo hacan. Ninguno de ellos mencion alhermano rico que haba pasado junto a ellos. El que ms cercaestuvo de hacerlo fue el ms ambicioso, quien propuso, conindecisin, la idea de unirse a una organizacin superior (siempre ycuando encontraran alguna que mereciera su tiempo). En todas sus

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    cabezas, el hombre que corra con la gabardina y el traje oscuro sealz como el tipo al que estaran deseosos de complacer.

    Con curiosidad, el ambicioso mantuvo la mirada en la figura quehua. sta haba cruzado la calle a gran velocidad y habadesaparecido entre la multitud. Frunci el ceo y mir hacia atrs.Qu era lo que haca correr a ese hombre?

    Fue una aparicin. Tuvo que cerrar los ojos y volver a mirarantes de poder creer lo que vea. Haba un vagabundo alto y delgadocomo un palo acercndose a ellos a un paso ms rpido que el deuna carrera de velocidad. Cuando el muchacho redujo la velocidadde la imagen en su mente, sinti un gran desprecio: el pordiosero semova como un drogadicto. En esos instantes se encontraba delantede donde haba ocurrido el ltimo accidente. Los amigos del chicoempezaron a advertir su presencia. El primero sacudi la cabeza:

    aquella velocidad... tena que ser algn efecto angustioso provocadopor el ltimo lote que haban probado la noche anterior. Siguiobservndolo fijamente mientras se aproximaba. Ahora saba porqu haba llamado su atencin: aquel tipo tena un ojo que nopestaeaba en el lado derecho de la cara y un agujero del tamao deuna pelota de bisbol en el izquierdo. La piel de esa zona se sacudaal mismo ritmo que sus rpidos pasos y el color de su piel... erasombramente blanco, como el papel, y resplandeca bajo lailuminacin de la calle... Adems, tena vetas oscuras, muy oscuras,

    por todas partes. Vetas rojas. Ropa roja. Ropa empapada de rojo yrelucientes brazos rojos... No era la primera vez que aquellosadolescentes vean sangre... ya haban matado a otras personas.Haban visto morir de un disparo a diversos amigos. Haban llevadohamburguesas a las salas de emergencias y saban a cunto fluidotena que renunciar el cuerpo humano cuando sangraba hasta lamuerte. El tipo que estaba persiguiendo a su hombre deba de haberestado nadando en una piscina de sangre. Sus brazos estabanenvueltos por un largo y rgido vello y sus harapos, del color de lamuerte, estaban cubiertos de manchas ensangrentadas. El chico se

    adelant hasta la carretera para enfrentarse a aquella cosa que seacercaba a su territorio, que pretenda asesinar en su jurisdiccin,que intentaba dar caza a su gente.

    Hesha tuvo tiempo de inspeccionar los alrededores. Demomento, el suelo segua firme bajo sus pies, pero un dbil sonidoprocedente del sur le adverta de que la alteracin, fuera lo quefuera, le estaba persiguiendo a l, no al coche. Cuando el asfalto

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    ms prximo empez a ondearse, salt en direccin a la siguienteacera. Viene a por el Ojo, le confirm su mente. La capa que hababajo sus pies empez a moverse, aunque el hormign y el cementono se derritieron tal y como haba hecho la alquitranada calle.

    A travs de una ventana vio al grupo de adolescentes. Sehaban situado en el centro de la calle e irradiaban arrogancia,debido a su ignorancia, su nmero y sus pistolas. El Setita continucorriendo, siguiendo el escaparate hacia el oeste.

    Los jvenes dispararon al intruso.Los gritos de los transentes inundaron la estrecha calle.El ronco tormento de los adolescentes, an no agonizantes,

    increment los agudos gritos de los espectadores.Ms disparos, ms gritos, mas aullidos mortales...En las oscuras y mviles imgenes de los escaparates, Hesha

    vio cmo se deshacan los cadveres de los muchachos. Un huesogris plateado asom entre el horror. Doce sombras de piel oscuraformaban remolinos y se mezclaban. La grasa espumosa y amarillaentr en erupcin y se desliz por los... tobillos... o lo que quedabade ellos. Se abrieron grietas cerca del gestalty brot un chorro desangre de seis metros de altura. Aquella fuente salpic los edificiosque haba a ambos lados y cay en forma de lluvia fina y roja sobrela multitud que haba salido aquel sbado por la noche, tanto la queestaba paralizada como la que hua. Hesha observaba, atnito. Sus

    pies seguan corriendo por su cuenta, y su mente se puso deacuerdo con ellos unos instantes despus.El modelador de carne. El cerebro del Setita pensaba en las

    implicaciones mientras escoga una nueva ruta: una que haba sidopavimentada con hormign macizo, no con alquitrn y gravilla. Si

    puede modelar carne significa que es un Tzimisce. Hesha dej a unlado, por un momento, la habilidad de la criatura para modelar latierra a su antojo. Y si es un Tzimisce, significa que forma parte delSabbat. De modo que la pregunta es, cuntos Sabbat? Saba quel era capaz de destruir a las rabiosas cuadrillas de ataque de la

    secta. Estaba seguro de poder dominar a la carne de can, inclusocon la interferencia de la cosa que tena a sus espaldas.

    Sin embargo, un modelador de carne con tanto poder...Quiz, en una lucha justa, en un buen terreno... y si el Ojo no

    estuviera en medio. Implor fervientemente a Set que su enemigo nofuera un grupo de antiguos que poseyeran poderes tan inexplicablescomo los de aquella cosa.

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    La acera lo llev por un solar vaco y la tierra se levant. Unaducha de basura, suciedad y escombros cay a su alrededor. Heshaendureci su piel con fuertes escamas y corri a mayor velocidad.Fuera cual fuera el poder que utilizaba su perseguidor, afectaba alsuelo desnudo con ms fuerza que al asfalto. El edificio de delante...no... los cimientos de la nueva tienda, construida con austeridad, sesacudan por la tensin. Hesha observ la calle... justo all haba unamediana de hormign; salt hacia ella nada ms verla. Lograterrizar en la esquina contraria en el mismo instante en que lafachada de ceniza se derrumbaba sobre la calle y el terreno quehaba debajo se amontonaba entre las grietas.

    La tierra se mueve... el alquitrn se mueve... pero el cemento semantiene unido... Estara ms seguro sobre piedra? El Setita girhacia el norte y divis, en la distancia, una serie de espirales y

    andamios. Una cruz sobresala del caos; una cruz negra como elazabache y oscura contra el brumoso cielo naranja de la noche. Unacatedral... suelo sagrado... El hombre que intentaba alcanzarlepareca europeo. Las bendiciones de Dios nunca haban interesado aHesha, pero puede que tuvieran algn efecto sobre el otro. Y loscristianos construan sus templos ms grandes sobre roca...

    Sigui corriendo mientras la calle se lanzaba perezosamentehacia l. Aunque, en cuanto se pona en marcha, aquella cosa erarpida, sus (Hesha busc la palabra adecuada) reacciones eran

    lentas. Haba descubierto que las esquinas le molestaban un poco yque los cambios sbitos de direccin confundan a la mente ciega dela criatura. Hesha hizo tantos zigzagues como pudo y a continuacinse abalanz hacia el solar en el que se estaba construyendo lainmensa iglesia.

    Borde el muro y se encaram a un pequeo cobertizo. Desdearriba, mientras segua corriendo, examin la catedral que tenadelante. La esquina ms prxima, una torre, estuvo a punto dedibujar una sonrisa en sus delgados labios: cuatro plantas acabadasy los cimientos en la parte inferior... una bveda y contrafuertes

    adicionales en el stano, si sus suposiciones eran correctas.Perfecto. Puede que incluso pudiera llegar al segundo nivel. Baj deltejado del cobertizo en direccin a una pequea zona similar a unacantera, donde estara por encima de la altura de las "olas" msgrandes que haba visto hasta ahora. Salt de una piedra a otra. Conuna escalera (dos, a lo sumo) podra defenderse desde el interior, yel sonido de cristales rotos le advertira si algn intrpido siervo del

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    Sabbat intentaba atacarle desde fuera. Sus botas aplastaronfragmentos de mrmol. Pequeas motas de polvo de piedraformaban remolinos bajo la ligera brisa que levantaba su gabardinaal moverse. Decidi que, en cuanto alcanzara la torre, llamara altemplo Setita y pedira refuerzos. A esas horas de la noche, elParque Morningside deba de estar repleto de serpientes. Seencaram, como si fuera una escalera, a un montn de piedrascombadas del patio y salt sobre la valla.

    Mir hacia abajo y slo vio tierra cubierta de csped. Profiri unamaldicin.

    La zona de albailera era una isla de roca situada en un granjardn al aire libre. Podra atajar por all. Poda correr a cualquiera delos lados e intentar avanzar por las aceras (no, no poda ir por all,pues eran delgadas cintas de cemento agrietado). O poda luchar en

    el lugar dnde se encontraba.Se abalanz sin dudarlo hacia el ngulo ms cercano del

    sendero del jardn. Sus botas se posaron suavemente sobre la durapizarra. Sigui las marcas de piedra por unos rosales blancos y unseto de hoja perenne y hall una figura grotesca que le bloqueaba elpaso. Tena la piel escamosa y roja, las extremidades nudosas y, ensu cabeza prcticamente esfrica, no haba nada que se parecieraremotamente a un rostro. Hesha se agazap, preparado para lucharcontra la criatura de guerra de los Tzimisce...

    Pero sta permaneci plcidamente inmvil.La luna decreciente se liber de una nube y Hesha pudo ver quera realmente aquella forma retorcida: arte moderno... barras dehierro que haban soldado en forma de mujer y que haban dejado ala intemperie para que se oxidaran y mostraran... respeto? Laestatua pareca inclinarse o postrarse ante algo mayor.

    Hesha apart la mirada y se abalanz hacia el pequeo grupode devotos. Haba perdido el tiempo. Se encontraba a medio caminode la iglesia cuando los recuadros que haba bajo sus piesempezaron a moverse. El Setita salt, ignorando que tena una

    pierna prcticamente atrapada en el csped ondulante. El senderoflotaba sobre la verde hierba del mismo modo que la espuma sobrelas olas. Hesha aterriz sobre un pie y se alej del esponjosopantano, encaramndose a una plataforma de hormign. Dosesculturas le flanqueaban: la silueta de un hombre y el bloque demetal del que la haba tallado el artista. Una parte de su mentereconoci la imagen de la sombra de la explosin de Hiroshima; sin

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    embargo, la mayor parte de su cerebro estaba concentrada en lasiguiente estructura slida alineada a la torre: un objeto alto, condiversas hileras, cuyo significado ni siquiera poda imaginar. Estabalo bastante cerca como para alcanzarlo, siempre y cuando pudieraconfiar en poner un pie sobre la pizarra para coger impulso. La tierrase alzaba como una ola... una baldosa corra por la cima y Hesha seabalanz hasta ella, salt y se encontr en la parte superior de unafuente de piedra sin agua. El sol le miraba burln y l hizo unamueca en respuesta a su feo rostro. La extraa estatua estabacubierta por pequeas protuberancias en forma de anmona que seconvirtieron en excelentes asideros. El Setita no estaba seguro de aqu se estaba sujetando, pero consigui mantener el equilibrio,encaramarse un poco ms y escudriar el ondulante jardn en buscade otra zona estable que estuviera de camino hacia su objetivo.

    A su alrededor, las colinas se abalanzaban hacia l. Si iba asaltar, tendra que ser...

    Los msculos del cuello de Hesha se crisparon como si alguienle estuviera observando. Se gir y, por primera vez, tuvo una buenaperspectiva de su perseguidor.

    No... Los ojos del Setita se abrieron de par en par por laconsternacin. Aquel hombre, tan flaco como una cerilla, era lacriatura a la que haba dejado en letargo en las montaas. Era elCainita que haba posedo el Ojo antes que l. No era un antiguo ni

    un Tzimisce... aquella criatura haba sido tan dbil que un simplemortal le haba arrebatado el Ojo. Tendra que haber permanecidoinconsciente durante aos. Debera haber quedado atrapada entrelas rocas que se desmoronaron...

    Hesha intent olvidarse de todo lo que "debera" habersucedido. Las olas de tierra le estaban encerrando y en cualquiermomento sera engullido, apaleado o aplastado. Hesha se lanzdesde el borde del grotesco sol. Sus manos se convirtieron en largasgarras y las arque, preparado para clavarlas en el corazn delextrao. Unos colmillos como agujas se deslizaron por sus finas

    encas grises. La lengua del Setita se transform en un ltigodelgado, bfido y afilado, que se enroll para golpear a su atacante.Su cuerpo alargado y serpentino se uni y se equilibr para elimpacto. La larga gabardina revoloteaba y cruja como una banderaondeada por fuertes vientos y todo lo que llevaba Hesha se movicon l... incluso el peso del Ojo... durante el eterno segundo quetranscurri antes de que diera alcance a su presa.

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    Hesha aterriz pesadamente. Sus garras desgarraron la cavidaddel pecho de su adversario; las costillas del hombre se convirtieronen algo mejor que una escalera, y sus piernas encrespadasencontraron apoyo en una rodilla doblada. La lengua de la serpienteasom para cortar la nica crnea que le quedaba al Cainita. El sacodonde guardaba el Ojo golpe con fuerza la espalda de Hesha y lagabardina se arremolin con alevosa alrededor de sus espinillas.

    El hombre flaco se tambale.Hesha dej que el impulso los hiciera rodar a ambos por el

    csped (que de repente era estable, liso, inmvil) y le dio un golpe yun empujn adicional con la parte izquierda de su cuerpo, paraasegurarse de que aterrizara sobre su vctima. Sinti que su rostrose combaba mientras una de las garras del Cainita le desgarraba unmsculo sobre el pmulo, que empez a curarse inmediatamente. El

    araazo no haba sido provocado por ningn poder oculto. Extrajo lamano derecha del pecho de la criatura, extendi los dedos al mximoy estir con fuerza del abdomen y los intestinos indefensos. Susatrofiados rganos asomaron por sus heridas y, all donde se unieronlas cinco pequeas guadaas para seccionar el cuerpo, cayerongrandes trozos de carne muerta. Mantuvo la mano izquierdafirmemente acuada entre las tablillas de la caja torcica y retorcisus garras para asegurarse de que nada podra curarlo.

    El hombre delgado azotaba y desmenuzaba la ropa de Hesha.

    Aunque slo utiliz un brazo, consigui clavrselo con la profundidadnecesaria para romper las resbaladizas escamas y desgarrar elmsculo.

    El Setita no opuso resistencia a aquellas garras oscilantes. Suadversario era tan novato que golpeaba la carne y dejaba lostendones intactos (ignoraba los ojos e intentaba hacerse con elcontrol de las manos), intentado abrir la garganta del muerto en vezde rasgar los esponjosos tejidos de su torso. Aunque la velocidadpoda vencer a la tcnica, aquello no sucedera aquella noche.Hesha abri una herida en el hombro izquierdo de su enemigo y

    seccion los nervios. La extremidad se solt y se crisp durante unsegundo; los msculos opuestos se contrajeron y, a continuacin, elantebrazo del hombre flaco se curv hacia abajo, quedandototalmente inservible.

    Hesha levant el intil armazn del suelo. Tena la intencin dehablar con la pobre sanguijuela, tener piedad de ella y hacer que esemomento resultara til. La criatura tena que saber algo valioso sobre

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    el Ojo, y el poder que ejerca sobre la tierra hostigaba al Setita.Hesha le seccion el otro brazo y pens si, quedando incapacitado,el hombre flaco lograra sobrevivir o slo durara un da ms...

    Cmplices, pens Hesha, preguntndose por qu el peligrohaba regresado a l de forma tan repentina. Se haba movidoalgo? El jardn pareca vaco, excepto por el prisionero, l y lasestatuas.

    Algo le dio un suave codazo en la espalda. Se dio la vuelta (sindejar de sujetar al otro hombre por las costillas) y vio otra pieza demetal cortado, una buena. No haba nada ms.

    La estatua... Momentos antes podra haber dicho la posicin detodos los obstculos y de todos los refugios de ese campo de batallacon los ojos cerrados. Reconoce el terreno, record las palabras delos sacerdotes que lo haban adiestrado. Pero antes se encontraba

    un metro ms atrs. Estaba seguro...El Setita, desconcertado por su error, dio la vuelta y volvi a

    reconocer los alrededores. Vio otras estatuas que seguan sobre suspedestales, aunque desde su ngulo no parecan estar ocupando laposicin central. Se encontraban ms cerca de l. Estaban en unlugar incorrecto.

    Hesha observ la fuente de piedra con ansiedad.Algo roz suavemente su gabardina.Hesha salt hacia delante, pero lo hizo demasiado tarde. El

    bronce dentado alcanz el saco de lona que llevaba en la cadera.Diminutas hebras de algodn se rompieron, la parteimpermeabilizada se desgarr y el barro se escurri por un agujerodel tamao de una moneda. Un grueso chorro brot del orificio.

    El saco de lona explot por la presin y una esfera pegajosacay al suelo, a los pies de Hesha. El hombre delgado abri el ojoque no tena... y una luz plida y fra sali del Ojo an cerrado queyaca en el camino...

    Unos puos de hierro golpearon a Hesha. Sus largos huesos serompieron y diminutas astillas seccionaron su carne en una agona

    de agujas. Maldijo el dolor y oblig a la sangre de sus extremidadesa curar sus heridas. Con sus temblorosas piernas se abalanz haciaun lado, intentando evitar los oxidados troncos que la devotaescultura tena por manos. Un tercer enemigo... un cuarto y unquinto... y sera imposible huir. Por el rabillo de los ojos vio que elacero retorcido oscilaba hacia su rostro; se tir al suelo y se gir.

    Algo se clav en su crneo por la parte posterior y lo cruz de oreja a

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    oreja. Entonces, incluso pensar se convirti en una tortura. La fuerzadel ataque retorci el cuerpo del prisionero y Hesha observ, conligero pesar, cmo flotaba por el aire. El hombre flaco aterriz sobreel csped a dos metros del Ojo. Mientras Hesha avanzaba a rastrascomo un cangrejo, lenta y torpemente, dirigindose a la seguridadque le brindara la fuente de piedra, su enemigo yaca inmvil.

    Hierro, bronce y cobre se acercaron a l. A travs de la lluvia degolpes y el espeso velo de la estatua, Hesha crey ver a su enemigorodar en direccin al Ojo. Aquello no tena ningn sentido.

    Una explosin de algo irreconocible (ni cido, ni llamas ni sangrevenenosa) levant el suelo. Se mova como una bala... slo eraligeramente ms lenta que un parpadeo. Hesha vio un plido destellode color blanco azulado que se abalanzaba hacia l. Cerr los ojosautomticamente... El objeto le golpe y no pudo volver a abrir los

    ojos... incluso sus labios se cerraron hermticamente... o quiz surostro ya no estaba all. El dolor y la furia clavaron sus colmillos en ly le robaron lo poco que quedaba de su mente.

    * * *

    Bajo Calcuta hubo una sensacin de infalibilidad y ciertadeterminacin a luchar.

    Bajo Manhattan, una inteligencia tenebrosa se expandi y dej

    de preocuparse.En Atlanta, un Malkavian solitario se levant con la certezainesperada, pero incuestionable, de que tena que ir a dar un paseo.

    En la rama ms baja del rbol de la Vida (una escultura quehaba sido votada como la Ms Fea de Nueva York por la asociacinde residentes de Morningside Heights), Hesha Ruhadze entr en unfrenes inconsciente. Oy las reverberaciones de Calcuta yManhattan a travs de la piedra blanca que llevaba alrededor de lamueca. La piedra roja que llevaba al cuello le indic en qumomento se alz el Ojo y pudo sentir cmo se alejaba, como si

    formara parte de su propio cuerpo.En el jardn de la Catedral de San Juan el Divino, Leopold acab

    de colocar la carne en su sitio y descans durante unos instantes.Sus brazos y cuerpo se unieron perfectamente. Observ cmoavanzaban las nubes y se entretuvo mirndolas, guiando el ojoizquierdo y despus, el derecho. A continuacin las mir con ambosprpados bien abiertos e incluso con ambos bien cerrados.

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    * * *

    Leopold, totalmente recuperado y bastante ntegro, se alej porel sendero encaminndose a la acera. La pelea haba terminado, almenos para l. Todas sus dudas murieron al recuperar la visin.Qu faltaba? Nada: al girar la esquina, supo dnde estaba ella...

    La musa estaba delante de l, en el centro de un crculo desetos, aguardando.

    Aguardndolo.El viaje acaba cuando los amantes se encuentran... la letra de

    alguna cancin antigua y bella corri por su cabeza.La perfeccin lo esperaba con los brazos abiertos y, al verla, el

    grotesco rostro de Leopold se ilumin. Por un instante, su expresin

    reflej la belleza de su musa, del mismo modo que las ruinas reflejanel palacio que formaban anteriormente. Totalmente extasiado seabalanz hacia ella y, al hacerlo, sinti que una suave barra searqueaba bajo sus pies. Era un hueso retorcido y sin forma delcadver que ah yaca. Leopold cogi los delicados dedos de sumusa y los roz con sus labios. Ella le condujo, tmidamente y sinrecurrir a sus malvadas trampas, lejos del campo de batalla... haciaun mundo propio. La tierra desapareci y ambos escaparon hacia laniebla de plata.

    * * *

    El espectador vio todo esto de una forma bien diferente: Unvampiro solitario y herido se alej, dando bandazos, del jardn de laCatedral de San Juan el Divino. Sus asimtricos ojos eran terribles yllevaba con l, como la varita de un zahori, la fracturada mano depiedra de un mrtir, que se retorca como si tuviera vida.

    El espectador sali de su escondite mucho despus y arrastrun montn marchito de carne necrtica desde debajo de una pila de

    metal retorcido. Analiz el cadver detenidamente, tal y como hacacon todas las cosas, y, tras reflexionar unos instantes, tir del cuerpoennegrecido hacia el agujero desde el que se haba arrastrado.Tena que darse prisa, pues el sol estaba saliendo de su escondite.Media hora despus de que el espectador recogiera todo lo quequera, unos rayos brillantes y letales bordearon la cspide del cielode Nueva York.

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    _____ 6 _____

    Sbado, 31 de julio de 1999; 3:56 AMRed Hook, Brooklyn, Ciudad de Nueva York

    Khalil Ravana paseaba plcidamente por las oscuras calles deBrooklyn. Aquellas dos noches de viaje (cogiendo autobuses,mendigando trayectos a camioneros compasivos, explicando suhistoria a representantes de ventas que conducan en soledaddurante la noche, recogiendo a mujeres que tendran que haber sido

    ms precavidas y no pudieron resistirse a l) haban puesto en ordenlos nervios del Ravnos. Se haba alimentado bien, se haba divertidoy haba salido al mundo. Toda su ropa reflejaba dinero y clase...aunque ninguna de las prendas le sentaba tan bien como a suspropietarios originales. Los americanos eran sorprendentes: te dabanla camiseta que llevaban puesta si simplemente se la pedas (sonriburln). Incluso el ratero ms torpe de Calcuta podra ganarse la vidacon las indefensas carteras de este pas, de modo que un shilmulointeligente como l podra amasar una gran fortuna.

    Meci su "atad" alegremente. Le haba sido de gran ayudapara representar el papel de turista desamparado. Cuando se leocurri la idea de hacerse pasar por msico de gira, invoc la imagende un saxofn roto y recolect compasin y algo de dinero de sus"compaeros" artistas. Los pasajeros de los autobuses llevabanequipaje; los hombres de negocios viajaban con sus maletines.Durante la noche, Khalil guardaba all su vestuario y su crecientenmero de objetos valiosos y, durante el da, ocultaba su cuerpoalrgico al sol. Qu gran regalo le haba hecho Hesha! Tendra queencontrar la forma adecuada de agradecrselo al Setita.

    Lo antes posible, decidi Khalil con desagrado. Empez a silbar.Una repentina necesidad lo condujo por un oscuro callejn hasta

    una zona de la acera bien iluminada y limpia.--Muy bien --murmur el caminante--. No tienes que golpearme

    con eso.No estaba seguro de que pudieras orme con todos esos

    alardes.Aquella noche, la voz pareca seca y rida. ste es el

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    lugar.Khalil se detuvo despreocupadamente. Dej el equipaje en el

    suelo sin mirar a su alrededor y se palp los bolsillos como siestuviera buscando las llaves. Con un ojo en la cerradura y el otro enla bolsa, sac dos trozos de alambre del bolsillo derecho del abrigo, yun alfiler del izquierdo. Los tres objetos entraron en el agujero a lavez. Cualquier observador podra haber jurado que aquel joven, quellegaba a casa muy tarde o volva del trabajo demasiado temprano,haba cogido el llavero con ambas manos y tena problemas con unacerradura oxidada y dura.

    --Ms vale que tengas razn --susurr--. El sol saldr encualquier momento.

    Confa en m.Oh, s, pens Khalil para s mismo. Seguro que lo har.

    La vieja cerradura fue perdiendo terreno bajo su improvisadaganza y, por fin, el pomo de la puerta gir entre sus dedos. Al otrolado del pesado portal de acero haba un lgubre pasillo pocoacogedor. El techo era tan elevado que pareca mucho ms estrechode lo que era en realidad, y el hecho de que lo acabaran de barrerslo haca que la suciedad que haba en las esquinas fuera msevidente. El Ravnos cogi la maleta y se adentr en el pasillosintiendo un ligero desdn. Examin las puertas a medida queavanzaba, mientras su mente segua pensando en todo lo que tena

    que hacer: Fotgrafos... cmaras... tengo que encontrar un traficanteen esta ciudad... Importaciones... las "importaciones" encubren unamultitud de pecados... me pregunto con qu harn contrabando...

    Abogados... malditos entrometidos... Egh... Puedo ver las escaleras.Maldito hijo de puta... Su "jefe" le apremi a subir unas escaleras.Viejos ventanales con diversos cristales dejaban que una pequea ysucia luz se filtrara en el hueco de la escalera. Un nuevo vestbulo locondujo hacia una pared exterior. Se encontr delante de un tabiquede ladrillo y argamasa desmenuzada; el suelo que pisaba eramadera vieja y astillada. Dime, viejo, Porqu tengo la impresin de

    que las serpientes ricas no viviran en este basurero? Se acerc aotra escalera y a otro ventanal. De momento, la nica luz procedentedel exterior era la de las farolas de la calle. Khalil levant la cabeza yvio ms cristales: las claraboyas del techo... aquel techo eraprcticamente un conjunto de claraboyas. Empez a caminar por unpasillo de metal intentado no hacer demasiado ruido, pero suszapatos prestados le traicionaron: eran nuevos y de cuero rgido

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    (cuero italiano del mejor, haba presumido el donante), por lo quecada paso resonaba con fuerza.

    El Rom se sobresalt pero sigui adelante.El ltimo objeto de la pasarela era una inmensa placa de acero

    del tamao de una puerta de establo. Khalil lleg hasta ella y tocsus bordes, observ las ruedas oxidadas de la parte superior y lossurcos de la inferior y sinti un impulso interno que le alejaba de ella.

    Aquel impulso no se sinti satisfecho hasta que retrocedi unospasos y se detuvo ante un objeto bastante menos interesante: unapuerta lisa y sin marcas, idntica a otra que haba visto en el pisoinferior.

    --Aqu?Aqu.--El sol est a punto de salir. Este lugar...

    Abre la maldita puerta.Se puso manos a la obra y la puerta se meci para dar paso a

    una habitacin con dos enormes paredes que no tenan ms queventanas (no pudo evitar advertirlo).

    Desde la puerta, pareca que alguien viva en aquel granespacio. Haba libros, sillas y otros muebles, limpios de polvo ydispuestos en pequeos grupos como si unas paredes invisibles lossepararan en diferentes habitaciones. Pero no hay muros, pensKhalil. Maldito seas. Si tengo que volver a dormir en esa jodida

    caja...Sus palabras se detuvieron de golpe pues divis algo (alguien)que le interes: era la mascota mortal de Hesha, Elizabeth D-algo...Dim-algo... La chica de Hesha, en cualquier caso. Estaba sentada ensilencio, helada y plida como la muerte en el centro de la sala.Pareca aterrada y Khalil levant una diablica ceja y sonri. Lamuchacha no dijo nada, ni siquiera se movi. El Ravnos la observatentamente.

    No slo estaba sentada en la silla, sino que tambin estabaencadenada a ella. Sus manos descansaban de forma bastante

    apacible sobre sus brazos, pero unos grilletes le sujetaban lasmuecas (los ojos de Khalil miraron hacia abajo) y los tobillos.

    Si Hesha estuviera en este lugar, ya se habra acercado a lapuerta. Y si Hesha no estaba aqu... el Ravnos se relami.

    --Hola, querida --dijo Khalil Ravana sonriendo con malicia--. Mehas echado de menos?

    Cerr la puerta perezosamente y entr en la habitacin. Con

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    pasos orgullosos, se acerc a la mujer encadenada y la observ consatisfaccin. Se detuvo lo bastante cerca de ella como para obligarlaa retroceder, y se sinti terriblemente complacido cuando lo hizo.Desde aquella distancia poda ver ms detalles: Elizabeth tenasangre en el cuello. En aquellos instantes, la palidez de un rostrohumano aterrado tendra que haber adoptado un tono ms rosado, ouno encarnado por la furia o la indignacin, incluso moteado por elmiedo. Sin embargo, el rostro de Elizabeth segua estandototalmente blanco.

    --Ya veo que te han promocionado --Khalil se inclin sobre ellacon condescendencia--. Bienvenida a la Familia, querida.

    Los labios y la garganta de la mujer se retorcieron como siestuviera a punto de vomitar.

    --Gracias --respondi por fin, dbilmente.

    Khalil, aprovechndose de su inmovilidad, se alej de su campovisual. Haba tres cajas ovales sobre una delgada mesa, justo detrsde la silla. Levant la ms grande y oy un alentador tintineo demonedas. El Ravnos las movi entre sus sucias uas: inglesas...alemanas... monedas que, de todas formas, no servan de nada eneste lugar.

    --As que --pregunt locuazmente--, dnde ha ido Hesha estatarde, pequea Lizzie?

    La segunda caja contena un montn de botones sueltos, llaves,

    agujas y clips. Khalil rebusc entre ellos. Reconoci dos objetosfamiliares entre la chatarra: una llave que pareca encajar con la dela puerta del almacn y otra idntica a la del apartamento. Lasintrodujo en el bolsillo de sus pantalones. Al otro lado de la columnade acero, Elizabeth Dimitros miraba fijamente hacia el este.

    --No lo s --respondi.--De verdad? --murmur Khalil, quitando la tapa del recipiente

    ms pequeo--. Por qu no te creo, cario?Oro y plata relucieron ante l: pendientes, un brazalete, un reloj

    de bolsillo. El Ravnos vaci la caja en su chaqueta y mir a su

    alrededor en busca de ms tesoros.--Se ha ido --respondi la mujer. Su tono consigui llamar la

    atencin de Khalil; saba reconocer la verdadera desesperacin.Sus ojos advirtieron una nota abandonada sobre el sof: en la

    parte superior haban garabateado rpidamente "Lizzie" sobre ungrupo de palabras dirigidas a ella. ste es su apartamento, descubricon consternacin. Frunci el ceo. En aquella gran sala slo haba

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    una puerta, que evidentemente conduca al lavabo. No haba sealesde que alguien hubiera entrado por la fuerza (a parte de l, porsupuesto) ni de que hubiera habido alguna pelea. Qu diabloshaca una Setita recin muerta sola, indefensa y expuesta al sol?Khalil ech una mirada al exterior y decidi que dispona de tiemposuficiente para hacer algunas preguntas e intentar descubrir todo loque pudiera. Eso significara que tendra que dormir en la caja,pero...

    --De verdad? --pregunt en voz alta--. Esto es muy extrao.Erais ua y carne la ltima vez que os vi... y, obviamente, os habisido acercando...

    Puso un dedo suave como una pluma en la mancha de sangrede su cuello y ella se estremeci.

    --...ms desde entonces. Fue l quien hizo esto, verdad?

    --S...As fue.Khalil examin las gruesas cadenas por el punto en el que se

    cruzaban con la columna. La muchacha haba forcejeado... cuandoya era demasiado tarde. Haba profundos araazos en la pintura ysus tensos msculos haban golpeado el xido de sus eslabones.

    --Y estas cadenas?Elizabeth no respondi.S, confirm la voz que haba en la cabeza de Khalil. Una nueva

    pregunta aflor en los labios del joven Ravnos. La reprimi y se alejde la mujer. Cuando sta no poda orle, murmur irritado:--Dnde est Hesha?Inevitablemente... detenido.--Entonces, qu cojones hago aqu?Es por la mujer.--Sabas que no estaba aqu y no me lo dijiste --Khalil volvi a

    subir el tono--. No me dijiste nada. Me estoy hartando de todo esto.Est vinculada a l. La voz habl aunque Khalil an no se

    haba callado. Te ser til para encontrarlo.

    --Espera un segundo. Pensaba que sabas dnde estaba. Dime,ahora mismo, dnde est...

    No me interrumpas, cachorro. Por supuesto que s dndeest... pero si Hesha descubre todos los poderes de las piedras,podr utilizarlas en cualquier momento. Por qu deberaencargarme de darle caza si t puedes hacerlo igual de bienteniendo en tus manos la herramienta adecuada? Es ms, no

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    tengo ningn deseo ni tampoco dispongo del tiempo necesariopara llevar, de la mano, a un demonio hasta una serpiente.Tengo ms asuntos de los que ocuparme, perro.

    El vello de la espalda de Khalil se eriz, pero consigui guardarsilencio.

    Vas a preguntarle sobre su "verdadero amor" y laamenazars para averiguar todo lo que sabe. A continuacin, lesugerirs que, si lo intenta y aunque no se lo hayan dicho,puede descubrir el paradero de Hesha. Consigue estainformacin y te dir si est mintiendo. Adelante.

    Khalil se arrodill junto a la muchacha. Sus manos avanzaron arastras, como una araa, por la cadena, de eslabn a eslabn. Siguilos grilletes hasta sus brazos. La piel de Elizabeth se tens y seeriz, pero permaneci inmvil. Los dedos de Khalil llegaron a sus

    muecas y acariciaron los pesados brazaletes de metal; cantdulcemente en su odo, con menos aire que un susurro.

    --Dime... An ests enamorada de l? Lo adoras? Lequieres con locura? Haras cualquier cosa por l?

    Elizabeth apret los dientes y movi la cabeza. Una lgrima decolor rojo oscuro se desliz por su mejilla. Su amo llega tarde, pensKhalil, y su infeliz esclava est sola...

    --Pongamos las cartas sobre la mesa, querida. Estoy buscandoa Hesha. Si me ayudas, unir felizmente a dos amantes que han

    cruzado las estrellas. Si me mientes, si me engaas, si intentashacer cualquier cosa, te dejar aqu aguardando el sol. Tratohecho?

    --Pero yo no...--Pero t s que lo sabes y podrs ayudarme a encontrarlo,

    porque lo amas.Elizabeth abri los ojos de par en par y, a continuacin, su rostro

    volvi a expresar temor. Su voz tembl.--Qu piensas hacer si lo encuentras?--Deja que sea yo quien haga las preguntas, querida. No quedan

    demasiados minutos de noche.Khalil se llev la mano a un bolsillo y sac un sencillo anillo de

    oro en el que se haba engarzado una borrosa piedra verde. Abri lamano derecha de Elizabeth y deposit en ella la gema.

    --Si me dices la verdad, la piedra ser cristalina. Si me mientes--le dijo en tono amenazador--, la piedra se volver negra.

    El Ravnos observ atentamente la piedra verde y se prepar

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    para crear una ligera ilusin.--Hesha te ama, verdad cario? Incluso yo me di cuenta de eso

    en Calcuta. As que... Por qu iba a hacerte algo as?Elizabeth observ el anillo, pero no dijo nada.--La maana ser preciosa. Por qu no te dejo aqu para que la

    disfrutes?Elizabeth abri la boca rpidamente... y se mordi el labio con la

    misma rapidez. Khalil observ la lucha interna que haba detrs desus ojos. Su expresin... qu significaba? Era evidente que no erade miedo, aunque miraba hacia las ventanas con la mismafrecuencia y aprensin que l. Bueno, la luz... Acaso era orgullo?Por qu? De qu? Acaso estaba intentando ocultar sussentimientos? No... Khalil saba que su rostro revelaba demasiadascosas, aunque l no lograba comprender su lenguaje.

    --No quera que le siguiera! --grit finalmente, condesesperacin.

    Es cierto, confirm la voz.Khalil envolvi la piedra en una visin ms clara y plida de s

    misma. Elizabeth, observndola, pareca impresionada. El Ravnos,sorprendido al descubrir la sorpresa de la mujer, intent que no loadvirtiera. Elizabeth continu hablando.

    --l... tena algo que hacer en Long Island.La gema se aclar un poco ms y Elizabeth la mir fijamente,

    atnita. Khalil se jact en silencio. Aunque este pequeo detector dementiras haba sido una idea improvisada, era obvio que funcionabaa la perfeccin.

    --No me dijo nada, pero supe que iba a hacer algo peligroso. Porla mirada de sus ojos... Era una mirada desesperada --Liz estaba apunto de llorar--. No quera que fuera solo... pero l no quera que loacompaara. Yo... perd el control. Tuvo que reducirme... del mismomodo que te redujo a ti en Calcuta.

    Verdad, dijo el oyente inadvertido. Khalil aclar un poco ms laimagen de la esmeralda pero refunfu.

    --Yo lo recuerdo de una forma ligeramente distinta.Elizabeth ri, prcticamente histrica.--Para qu desperdiciar una estaca cuando tienes estas

    bonitas argollas a mano?--S --el Ravnos estuvo de acuerdo con ella--. Son muy bonitas.--Se llev la llave con l --aadi esperanzada.Es todo cierto. Ahora librala y busca un lugar seguro.

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    --Y creo que le ha pasado algo terrible... an no ha regresado yya no queda tiempo... --trag saliva con dificultad y movi la barbillahacia el taller--. Hay herramientas para cortar cerraduras debajo delbanco. Las utilizo para abrir cerraduras viejas, pero podrn cortaresto.

    Khalil se levant y se abalanz hacia la mesa. Mir la cuchilla deacero de mango largo y reflexion durante unos instantes. Acontinuacin, cogi una lata de caf llena de alicates y herramientasde relojera de la estantera superior.

    --Aceite? --pregunt bruscamente.--En la estantera superior, en el bote azul. Date prisa!Se coloc junto a las esposas con sus propias ganzas y

    algunas cosas tiles que haba recogido de la mesa. En dos minutos,haba abierto los grilletes del tobillo izquierdo y la mueca.

    Temblando, Elizabeth se liber de la silla. El Ravnos desenroll lacadena de la columna y la madera. Le puso una mano en la espaldapara que se diera prisa y la empuj hacia el bao, sin quitarle lascadenas de las otras dos extremidades.

    Elizabeth avanz cojeando dolorosamente y Khalil tuvo queayudarla a recorrer la sala. La pequea luz del amanecer queempezaba a asomar por el horizonte le picaba y anegaba los ojos;sin embargo, pareca golpearla a ella con ms fuerza, y se alegr deque sus primeras noches hubieran quedado atrs haca mucho

    tiempo. Cerr la puerta de golpe y pas la llave. Con una puertaentre l y la maana se sinti un poco mejor. Liz busc a tientas elinterruptor, pero Khalil se puso delante de ella y lo apag conbrusquedad. Cogi rpidamente una toalla y la embutifrenticamente bajo la puerta. La cegadora banda de luz del da seestaba haciendo ms brillante y su piel arda. La mujer se movi asus espaldas y deposit una toalla grande en sus manos. La coloc aempujones en la grieta y tendi la mano para que le pasara ms.Una toalla de mano, una camiseta, la alfombrilla y la cortina de laducha... juntos, Khalil y Elizabeth destrozaron la habitacin y

    construyeron una barricada contra el sol. Les llev treinta segundosque pasaron tan lentamente como treinta horas. Ms tarde, en laoscuridad, Khalil puso las manos sobre los brazos de Elizabeth y lallev hacia el suelo.

    Khalil se quit la chaqueta y la enroll a modo de almohada. Sindecir ninguna palabra, la deposit bajo la cabeza de la muchacha.Estir el cuerpo de su nueva compaera bajo el lavamanos y

  • 7/29/2019 Clanes 08 - Ravnos - Kathleen Ryan

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    alrededor de la peana de las toallas, intentado que estuviera lo mscmoda posible. Acab de quitarle los grilletes. Esper... luchandocontra la necesidad de tumbarse tal y como estaba... hasta que losojos de la mujer se hubieran cerrado y su rostro se relajara en elsueo diurno.

    Entonces, Khalil pas las cadenas por las desnudas tuberas,bajo el lavamanos y volvi a atar con ellas una mano y un pie deElizabeth. Se tambale y cay dentro de la baera. La inconscienciase adue de l.

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    Sb