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COMMENTS La familia en Mexico colonial: Una historia de conflictos cotidianos Pilar Gonzalbo Aizpuru El Colegio de Mexico In recent decades scholars have become interested in the nature of daily life and the history of the family. Studies of those subjects in Mexico, al- though scattered and unsystematic, now constitutean important body of work. Large questions, such as the formation of a national identity, biologi- cal and cultural mestizaje, changes in social organization, and the preserva- tion of traditions and ancestral beliefs, can be betterunderstood if consid- ered from the perspective of family structure, manifestations of daily life, and the relationship between the public andthe private. This essay seeks to assess the recent advances in these fields. Hubo, hace casi medio milenio, una tierra ensangrentada sobre la que se enfrentaron algunos centenares de orgullosos guerreros de rostro plido y voluntad implacable con una multitud de gente hu- milde y desconcertada, que se contaba por millones y vivia dispersa en pequefias comunidades. Unos a otros se miraban sin recono- cerse y se oian sin entenderse. Transcurridos trescientos afnos, so- bre aquella misma tierra, ya entonces surcada por caminos y transi- tada por carretas, mercancias y bestias de carga, convivieron multiples grupos de personas con diferentes rasgos fison6micos, di- verso talante y condici6n, agrupadas en pueblos y ciudades. La plata de las minas, las mercancias arribadas a sus puertos, el trigo, la vid o la caiia de sus campos cambiaron sin duda el paisaje de la Nueva Espaiia e hicieron posible el crecimiento de un pros- pero virreinato. Su influencia sobre las modificaciones en la pobla- Mexican Studies/Estudios Mexicanos 14(2), Summer 1998. ? 1998 Regents of the University of California. 389

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La familia en Mexico colonial: Una historia de conflictos cotidianos

Pilar Gonzalbo Aizpuru El Colegio de Mexico

In recent decades scholars have become interested in the nature of daily life and the history of the family. Studies of those subjects in Mexico, al- though scattered and unsystematic, now constitute an important body of work. Large questions, such as the formation of a national identity, biologi- cal and cultural mestizaje, changes in social organization, and the preserva- tion of traditions and ancestral beliefs, can be better understood if consid- ered from the perspective of family structure, manifestations of daily life, and the relationship between the public and the private. This essay seeks to assess the recent advances in these fields.

Hubo, hace casi medio milenio, una tierra ensangrentada sobre la que se enfrentaron algunos centenares de orgullosos guerreros de rostro plido y voluntad implacable con una multitud de gente hu- milde y desconcertada, que se contaba por millones y vivia dispersa en pequefias comunidades. Unos a otros se miraban sin recono- cerse y se oian sin entenderse. Transcurridos trescientos afnos, so- bre aquella misma tierra, ya entonces surcada por caminos y transi- tada por carretas, mercancias y bestias de carga, convivieron multiples grupos de personas con diferentes rasgos fison6micos, di- verso talante y condici6n, agrupadas en pueblos y ciudades.

La plata de las minas, las mercancias arribadas a sus puertos, el trigo, la vid o la caiia de sus campos cambiaron sin duda el paisaje de la Nueva Espaiia e hicieron posible el crecimiento de un pros- pero virreinato. Su influencia sobre las modificaciones en la pobla-

Mexican Studies/Estudios Mexicanos 14(2), Summer 1998. ? 1998 Regents of the University of California.

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ci6n novohispana es indudable, pero no pueden explicarnos por si solos los procesos de mestizaje etnico y cultural, las inquietantes va- riaciones aparentes que se registran en la fecundidad de parejas uni- das o no por el vinculo del matrimonio, las formas de discrimina- ci6n de los marginados, las diferencias en la educaci6n de los nifios, la contradictoria consideracion social de las mujeres o el empleo de recursos de adaptaci6n familiar en situaciones cambiantes. Ante una mirada superficial, estas parecerian ser formas de conducta in- variables, propias de cualquier ser humano y compartidas, por tanto, por criollos, indios, mestizos y miembros de las castas; pero el regimen colonial propicio actitudes tan diversas como complejas eran las relaciones entre los distintos grupos sociales. Y fueron pre- cisamente estas actitudes, en apariencia intrascendentes, con su carga de sentimientos y rutinas, de prejuicios e innovaciones, las que dieron forma a un modo de ser peculiar y propio de la familia y de los hombres y mujeres novohispanos.

S6lo a traves del estudio de la familia y de la vida privada se pue- den llegar a conocer al menos algunos de los aspectos de las vicisi- tudes que afectaron a aquella poblaci6n original, profundamente es- cindida en dos grupos que nada parecian tener en comun, y que lleg6 a integrar una nueva personalidad colectiva, compleja y con- tradictoria, pero ya no india y castellana sino indiscutiblemente me- xicana. Ni los grandes cambios politicos ni las crisis economicas de- terminaron la forma en que debian estructurarse las familias o los limites de la obediencia de los hijos y de las esposas. Ni siquiera las leyes civiles o los preceptos canonicos tuvieron un peso decisivo en el pretendido control de los comportamientos desviantes de los novohispanos.

Incluso en acontecimientos de trascendencia eminentemente politica, como las divisiones regionales, los caciquismos locales, las aspiraciones de autonomia y los antagonismos partidistas, el ele- mento humano fue decisivo: las relaciones familiares, los compro- misos personales, el prestigio de los lideres, la aceptaci6n o rechazo de las autoridades, se relacionaron invariablemente con los habitos de convivencia, la mentalidad popular y las lealtades arraigadas por generaciones. Cuando se desmoronaba la organizaci6n de los viejos territorios coloniales, comenz6 a apreciarse el error original que habia permitido el fortalecimiento de grupos privilegiados y habia llevado a las metropolis al fracaso de su politica ultramarina. Como seiial6 Talleyrand hace dos siglos y hoy nos recuerda Anthony Pag- den, los hombres ambiciosos que se trasladaron al Nuevo Mundo para imponer un orden diferente al de su lugar de origen, y el sis- tema que los alent6, fueron al mismo tiempo forjadores de grandes

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imperios y responsables de su desintegraci6n.1 Y es importante re- cordar que se trata de los hombres y sus creencias, los hombres y sus prejuicios, los hombres y sus lazos familiares.

Durante las ultimas decadas han cambiado en gran parte los in- tereses, los enfoques y las metodologias empleadas por los historia- dores; en particular, y dentro del medio academico mexicano, quie- nes se dedican a la historia social han adoptado con entusiasmo las nuevas directrices. La epoca colonial ha recibido atenci6n prefe- rente desde el punto de vista de la historia de las mentalidades, de la familia, de la educaci6n y de la cultura material. Es indudable el valor de muchas de estas aportaciones, y es, por tanto, oportuno un balance que relacione los temas tratados, las contradicciones apa- rentes entre las conclusiones de unos y otros y los problemas pen- dientes para un mejor conocimiento de la sociedad novohispana.

Cada una de estas investigaciones se refiere a cuestiones inde- pendientes y no parece facil, a simple vista, encontrar el nudo que las enlace en funci6n de preocupaciones comunes. Desde luego hay abundantes referencias que bien pueden responder a cuestio- nes sobre c6mo vivieron nuestros antepasados, c6mo supieron emplear los recursos a su alcance para resolver los conflictos coti- dianos y cual fue su legado en el terreno de las creencias, los prejui- cios, la mentalidad y las costumbres. La historia de quienes nunca destacaron como para que su nombre quedase registrado en los li- bros de texto, y la de quienes, conocidos en su vida puiblica, tuvie- ron problemas familiares y personales independientes de aquella, refleja ideas y practicas que fueron, en su momento, proyecci6n de unas circunstancias determinadas y son hoy exponente de valores y rutinas que han dejado huella en nuestra conciencia, aun cuando no nos detengamos a reflexionar sobre ello. Las relaciones familia- res y los habitos cotidianos quedaron en la penumbra y apenas re- cientemente comenzamos a iluminarlos.

Todavia hay quien considera que existen actos espontaneos, irreflexivos o tradicionales, en los que no intervienen determinacio- nes culturales o prejuicios sociales.2 Dificilmente podran encon- trarse ejemplos de tales impulsos naturales en las manifestaciones de lo cotidiano reconocidas por su caracter rutinario y colectivo. Quiero precisar que el nivel de la espontaneidad puede, hasta

1. Anthony Pagden, Sefores de todo el mundo. Ideologias de imperio en Es- pafa, Inglaterra y Francia (en los siglos XVI, XVIIy XVII) (Barcelona: Peninsula, 1997), 16-19.

2. Me refiero a la clasificaci6n de Max Weber de los actos sociales en raciona- les, afectivos y tradicionales. Econom'a y sociedad 2 vols. (Mexico: Fondo de Cul- tura Econ6mica, 1964), I, 20-21.

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cierto punto, manifestarse en los arrebatos de amor o de odio, pero dificilmente en las actividades de la vida diaria a las que no dedica- mos atencion por considerarlas intrascendentes e insignificantes como representaciones de nuestra ideologia o mentalidad. Sin em- bargo, estos comportamientos son los que responden con mayor exactitud a los condicionamientos culturales propios de cada cir- cunstancia historica. Todas las sociedades, si bien en especial la burguesa, han sido fertiles en la creaci6n de prejuicios, cuyo espa- cio natural corresponde a las relaciones sociales y a las expresiones de la personalidad que consideramos individual, aunque su indivi- dualidad sea un complejo de creencias asimiladas y de actitudes ad- quiridas.3

Las experiencias cotidianas proporcionan una referencia bfasica para contrastar ideologias y practicas, y para definir problemas rela- cionados con la confrontacion entre grupos sociales, con la perma- nente pugna entre tradicion y modernidad y con la formacion de una conciencia de identidad. Los historiadores han comenzado a prestarles atencion en las tres uiltimas decadas.

Hay publicaciones recientes y otras que ya no lo son tanto, a las que se impone recurrir con el fin de rastrear el avance en pro- puestas y conclusiones que significan una aportacion a nuestro co- nocimiento de la familia y de la vida privada en el pasado. En reali- dad lo esencial es identificar el tipo de preguntas que ahora nos planteamos y que antes eran olvidadas o soslayadas. Puesto que la mayor parte de estos trabajos se refieren a la epoca colonial, a par- tir de estas cuestiones podemos proponer un nuevo enfoque de la historia novohispana. Hasta hace pocos afnos, cualquier aproxima- cion a ese periodo parecia limitarse a encontrar culpables de nues- tras deficiencias actuales en el pasado de sumision a Espafia; ahora se aprecia la importancia de una etapa formativa en la que se rea- liza una buisqueda de peculiaridades y tendencias dominantes en las relaciones entre los individuos, las familias, los grupos sociales, los laicos ante la iglesia, y la sociedad civil ante las autoridades re- presentantes del poder central. Gremios, cofradias, corporaciones mercantiles o academicas, grupos de elite y congregaciones religio- sas, son objeto de estudio y proporcionan nuevos cauces de inter- pretacion del mundo novohispano.4 La posibilidad de establecer

3. Agnes Heller, Historia y vida cotidiana. Aportaci6n a la sociologia socia- lista (Mexico: Enlace-Grijalbo, 1985), 39-96.

4. La nobleza novohispana mereci6 la atenci6n de Doris Ladd, La nobleza me- xicana en la 6poca de la independencia, 1780-1826 (Mexico: Fondo de Cultura Ec6nomica, 1984) y, recientemente, de Ver6nica Zarate Toscano, La nobleza no- vohispana ante la muerte (Mexico: El Colegio de Mexico, 1998).

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comparaciones con lo que sucedia por la misma epoca en otras provincias del imperio espafiol aiiade un interes adicional a estos estudios.

Al mismo tiempo que la historia politica y la econ6mica se re- nuevan cada dia y enfrentan sus propios retos, la historia social se diversifica, se especializa y busca documentos y metodos que le permitan ampliar y profundizar el conocimiento de la vida coti- diana. Los problemas que se plantean hoy desde la perspectiva de la familia y de la vida privada, esenciales para la historia social, se pue- den considerar en cuatro grandes apartados, referidos todos a la asimilaci6n de valores y normas, a las relaciones entre individuos, familias y corporaciones, y a la gestaci6n del imaginario de los no- vohispanos. El primero de estos incisos incluye consideraciones so- bre la legislaci6n colonial acerca de la familia y su aplicacion praic- tica, con las inevitables fricciones derivadas de la heterogeneidad de tradiciones culturales y de la convivencia de personas de distinto origen etnico en el medio urbano. En segundo termino, como am- pliaci6n del apartado anterior, me refiero a las estrategias familiares y a la formaci6n de redes de parentesco, que fueron decisivas en la conformaci6n social de la naci6n. Las mujeres, con su presencia an- tes casi inadvertida y su influencia decisiva en el ambito domestico, ocupan el tercer lugar, para terminar, en el cuarto, con una refle- xion sobre los intentos de imposici6n de modelos y las respuestas de sumisi6n y rebeldia. Muchas preguntas pueden plantearse, sus respuestas comienzan a vislumbrarse a partir de estudios recientes.

Los cauces del mestizaje y la compleja organizaci6n social

El mestizaje biologico y cultural, conectado con los movimientos de fluidez social y con las fallidas pretensiones de rigurosa estratifica- ci6n, se han estudiado a partir del analisis de la legislaci6n y de los discursos, a la vez que mediante estudios estadisticos comparativos de censos y registros parroquiales. Las leyes y las normas referentes al matrimonio, a las herencias, a la convivencia domestica y al ejer- cicio de la patria potestad pudieron haber sido determinantes del tipo de sociedad que se instauraria, pero su misma complejidad, fle- xibilidad y contradicciones propiciaron la proliferaci6n de irregula- ridades.5 En relaci6n con esto, el patriarcalismo, el machismo y las manifestaciones de intransigencia o flexibilidad en el orden jerar-

5. Pilar Gonzalbo Aizpuru, coordinadora, GMnero, familia y mentalidades en America Latina (San Juan de Puerto Rico: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1997), capitulos I-III, 23-88.

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quico han sido objeto de importantes estudios, que muestran la in- fluencia de las estructuras familiares.6

En busca de los principios rectores del discurso sobre la familia en el terreno religioso y en el de las decisiones politicas, se ha estu- diado la legislaci6n civil y can6nica y los cuerpos doctrinales con contenido moral y dogmatico. La revisi6n de textos de la teologia cat6lica, realizada por Sergio Ortega, muestra mas la inmutabilidad de la doctrina de la Iglesia que las posibles variaciones en su aplica- ci6n al mundo americano. Tambien seiiala el reducido bagaje de normas familiares en los Evangelios y su progresiva complejidad en el pensamiento medieval. Los escritos de los teologos novohispa- nos, junto a las bulas papales que dirimian cuestiones dudosas, aportaron como principal novedad la amplia interpretaci6n del pri- vilegio paulino, por el cual los indigenas practicantes de la poliga- mia podian elegir una cualquiera de sus varias esposas, sin que fuera necesariamente la primera con la que se unieron seguin sus ritos.7

El derecho can6nico, aplicable a toda la cristiandad, y la legisla- ci6n civil castellana estuvieron vigentes en las Indias, donde su apli- caci6n fue motivo de irregularidades.8 Destaca la incongruencia de reconocer el matrimonio prehispanico como instituci6n de dere- cho natural, y por lo tanto rato e indisoluble, pero no tan rato que no pudieran disolverlo las autoridades eclesiasticas. La situaci6n de los negros esclavos, cuyos vinculos familiares se habian roto violen- tamente contra su voluntad, fue motivo de vacilaciones, dudas y consultas, resueltas finalmente a favor del sentido comuin y en con- tra de los principios juridicos y can6nicos. Ya que no podian regre- sar a su tierra, ni indagar por otros medios la situaci6n de su antiguo c6nyuge, en la iltima decada del siglo XVI se les autoriz6 a contraer matrimonio cristiano, dando por nulo el que habian celebrado en su tierra.9

6. Ster, Steve. 1995. The Secret History of Gender Women, Men and Power in Late Colonial Mexico (Chapel Hill and London: The University of North Carolina Press, 1997) passim.

7. Los articulos de Sergio Ortega Noriega se encuentran en las publicaciones del Seminario de Historia de las Mentalidades: De la santidad a la perversi6n o de por que no se cumplfa la ley de Dios en la sociedad novohispana (Mexico: Enlace-Grijalbo, 1985); El placer de pecar y el afdn de normar (Mexico: Joaquin Mortiz-INAH, 1987); y Del dicho al hecho... Transgresionesypautas culturales en Nueva Espala (Mexico: INAH, 198).

8. Guillermo Floris Margadant, "La familia en el derecho novohispano, en Pi- lar Gonzalbo Aizpuru, coordinadora, Familias novohispanas. Siglos VI al XIX (Me- xico: El Colegio de Mexico, 1991), 27-59.

9. Pilar Gonzalbo Aizpuru, Familia y orden colonial (Mexico: El Colegio de Mexico 1998), 87-91.

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Matrimonios, amancebamientos o concubinatos dieron por re- sultado un temprano entrecruzamiento de los tres grupos etnicos

originales. Al menos hay tres niveles dignos de consideracion al acercarse al tema del mestizaje. El mas evidente es el biologico, que sin duda merece estudios demogrificos, todavia pendientes. Lo que hasta ahora conocemos nos permite apreciar la rapidez con que se produjeron las mezclas en las ciudades y la sorprendente desapari- ci6n de los negros, incorporados de inmediato a las castas. Los ar- chivos dicen poco de las uniones de pareja, en gran parte porque eran muchas las que no consagraban su uni6n con el sacramento del matrimonio, pero tambien porque en los libros parroquiales se eludia la identificaci6n del grupo etnico de las mujeres o, en el caso de los espafioles, del c6nyuge considerado de inferior calidad. Un

poco mas confiables son los libros de bautizos, de los que hemos podido deducir el crecimiento de la poblaci6n mestiza entre los siglos XVI y XVII en proporci6n con espafioles e indios.

Siempre se han considerado inseparables mestizaje e ilegitimi- dad y bien podemos referirnos a ambos conjuntamente, aunque en esta ocasi6n es para advertir que los documentos no demuestran tal asociaci6n. Es cierto que fueron muchas las uniones mixtas y tam- bien los nacimientos ilegitimos, pero ni la ilegitimidad fue fruto ex- clusivo de relaciones interetnicas ni el mestizaje se produjo necesa- riamente fuera del matrimonio. Mas bien se aprecia lo contrario: la tendencia al amancebamiento entre miembros del propio grupo fue semejante a la que se anota en los matrimonios. A juzgar por los li- bros parroquiales, y tal como la logica sugiere, los espafioles, como pertenecientes al sector privilegiado, fueron los mas reacios a las mezclas, aunque no en tal grado que se pueda hablar de una rigu- rosa endogamia. Con 30% aproximadamente de uniones canonicas mixtas, el proceso de mestizaje habria sido variable en unas y otras parroquias con cambios a lo largo de los siglos; con alguin retroceso tardio en Santa Catarina, mientras avanzaba en Sagrario y Vera- cruz.10 Los indios, mucho mas abiertos en sus preferencias conyu-

10. En la parroquia de la Santa Veracruz, entre 1780 y 1789 se registraron 153 matrimonios de espafioles con parejas de distinto origen 6tnico, sobre un total de 497 uniones asentadas, lo que equivale a 30.7 por ciento de exogamia. Algo inferior fue la proporci6n en el Sagrario: 123 sobre 419, o sea 23.6 por ciento. Libros de bautismos de ambas parroquias en Archivo General de la Naci6n de Mexico; Colec- ci6n de micropeliculas de la Sociedad Mexicana de Geneologia y Heraldica, copia de la Iglesia de los Santos de los Ultimos Dias: Sagrario, espaioles, 1780-1781, rollo 563 ZE; castas 1780-1789, rollo 970 ZF; ilegitimos de ambas calidades, 1780-1782, rollo 992, 23C. En Santa Catarina, la endogamia de los espafioles pasaria del 60 por ciento 90 por ciento entre 1723 y 1811. Juan Javier Pescador, De bautizados afie- les difuntos (Mexico: El Colegio de Mexico, 1992), 168.

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gales, mantuvieron alrededor del 50% de endogamia racial, y las cas- tas fueron aun mas proclives a las mezclas.

Ya que solo dejaron constancia los enlaces bendecidos por la Igle- sia, es poco lo que podemos saber de aquellos que no llegaron al altar, pero algo nos dicen al respecto los bautizos de hijos ilegitimos, su con- secuencia natural en un medio que suponemos ajeno a los metodos anticonceptivos hoy comunes. El onanismo o coitus interruptus pudo reducir, en algiin caso, las gestaciones derivadas de convivencias habi- tuales, pero su incidencia no seria importante y ademias afectaria de igual modo a las parejas legitimas. En este sentido son reveladoras las conclusiones de Thomas Calvo, quien aprecia mayor fecundidad en las mujeres solteras que en las casadas de Guadalajara." Como conse- cuencia de la inestabilidad familiar, de la penuria de muchos vecinos de las ciudades y del menosprecio de los hijos ilegitimos, fueron mu- chos los pequefios abandonados y exp6sitos, acogidos a la caridad de parientes o vecinos o entregados a instituciones de beneficencia como la Casa de Niiios Expositos o el Hospicio de Pobres.12

La presencia de hijos ilegitimos en la ciudad de Mexico fue muy numerosa a lo largo de los tres siglos de vida colonial, si bien dismi- nuyo sensiblemente en el siglo XVIII. Durante la segunda mitad del siglo XVII, en dos de las parroquias mas populosas, el Sagrario y la Santa Veracruz, hubo un 33% de bautizos de ilegitimos, que desglo- sado por origen etnico corresponde a espanioles y mestizos en por- centajes cercanos al promedio, a los indios, mucho menos inclina- dos a la ilegitimidad, pero todavia influyentes en nuimeros absolutos, y a negros y mulatos en cifras que alcanzaron el 52%.

Aunque dificilmente cuantificable, es igualmente importante el mestizaje cultural, tan visible en usos y costumbres, literatura y con- cepciones esteticas. Varios libros y tesis de grado se han acercado al tema en alguno de sus aspectos. Conocemos asi las variaciones del doble proceso de influencias mutuas entre la cultura local y la espa- fiola, y las originales creaciones novohispanas, en aspectos como la vivienda, el vestido y la comida.13

11. Thomas Calvo, "Concubinato y mestizage en el medio urbano: El caso de Guadalajara en el siglo XVII," Revista de Indias, XLIV, nuim. 173 (1984), 203-212; Thomas Calvo, Guadalajara y su regi6n en el siglo XVII. Poblaci6n y economfa (Guadalajara: CEMCA-H. Ayuntatmiento de Guadalajara, 1992); y Thomas Calvo, Poder, religi6n y sociedad en la Guadalajara del siglo XVII (Guadalajara: CEMCA-H. Ayuntatmiento de Guadalajara, 1992).

12. Felipe Avila Espinosa, "Los nifios abandonados en la casa de niiios exposi- tos de la ciudad de Mexico: 1767-1821," en Pilar Gonzalbo Aizpuru y Cecilia Rabell, Coordinadoras, Lafamilia en el mundo Iberoamericano (Mexico: Universidad Na- cional Aut6noma de Mexico, 1994), 265-310.

13. Solage Alberro, Del gachupin al criollo. 0 de como los espanoles de Me- xico dejaron de serlo (Mexico: El Colegio de Mexico, 1992); Juan Javier Pescador,

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En uiltimo termino, pero tan eficaz como los anteriores en el

proceso de integraci6n, se encuentra el que llamaria mestizaje ficti- cio o de papel, que no corresponde a mezcla de sangres sino a apre- ciaciones equivocadas de quienes eran responsables de la clasifica- ci6n y consignaci6n de calidades: los parrocos que elaboraron los

registros de bautizos, matrimonios y defunciones. Para ellos resulta- ron tan irrelevantes las peculiaridades de los caracteres fisicos como las disposiciones que imponian una rigurosa segregaci6n. Al

pasar por alto diferencias raciales, facilitaron las mezclas de calida- des y el sistematico ascenso de las menos apreciadas hacia las mejor consideradas. Pese a recomendaciones y prejuicios, ellos incluye- ron a los ninios indios entre los bautizados de las castas, anotaron como espafioles a los c6nyuges de todos los novios y novias perte- necientes a ese grupo y no fue raro que terminasen recibiendo la extremaunci6n como castizos quienes nacieron mulatos y se casa- ron como mestizos.14 Las barreras sociales cedieron asi, poco a

poco, sin que dejaran testimonio de violentas inconformidades. La vida cotidiana de los novohispanos transcurria entre el hogar

y la calle, en relaci6n con parientes, amigos, compaiieros de trabajo o miembros de las mismas cofradias, congregaciones o gremios. Esta serie de conexiones estaba a su vez determinada por una regla- mentaci6n, sostenida por un pragmatismo colectivo y legitimada por unos criterios eticos. Es logico, pues, que se haya prestado inte- res preferente al conocimiento de la legislaci6n y de los valores que la legitimaron. La legalidad y su sustento moral constituyen quiza la clave de las particularidades de la vida en el Mexico virreinal. Pero es bien sabido que las mismas normas pueden servir de justifica- ci6n a comportamientos muy diferentes y que los medios de difu- si6n de una ideologia pueden provocar cierta actitud de acepta- ci6n, adaptaci6n o rechazo.

Las redes de parentesco

La formaci6n de elites y grupos de poder y la actuaci6n de la familia como intermediaria entre el individuo y la comunidad se han con-

templado como parte de las estructuras y funciones familiares y de las estrategias y prejuicios. Actas de cabildo, protocolos notariales, mercedes de tierras, registros de propiedades y testimonios de enla-

"La indianizaci6n de los conquistadores de la Nueva Espafia" (Tesis de licenciatura: Universidad Nacional Aut6noma de Mexico, 1985); Rafael Diego Fernandez, Heren- cia espanola en la cultura material de las regiones de Mexico (Zamora: El Colegio de Michoacan, 1993).

14. En particular el grupo castizo, muy pequeio en el siglo XVII, aument6

implacablemente para fines del XVIII. Golzalbo Aizpuru, Familia y orden colonial,

capitulos VI-IX, 155-292.

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ces conyugales permiten identificar los mecanismos de consolida- ci6n de poder mediante redes de parentesco.15

Hoy se sabe que la formaci6n de redes familiares no fue exclu- siva de grupos de la elite, ni comenz6 a practicarse en fechas tardias. Hay constancia de que se emplearon estrategias de consolidaci6n de

poder, o simplemente de supervivencia, desde la primera mitad del siglo XVI; y se sirvieron de ellas, para fortalecer sus lazos de solidari- dad, los paisanos oriundos de una misma regi6n, los artesanos o co- merciantes deseosos de asegurar su posici6n, los miembros de mino- rias en busca de la preservaci6n de su identidad y los propietarios enriquecidos, necesitados de cubrir con signos de abolengo las hue- llas de un reciente pasado plebeyo o francamente vergonzoso.

Hace mas de 25 ainos, David Brading llam6 la atenci6n sobre las estrategias familiares de mineros y comerciantes del Mexico diecio- chesco.16 Una decada mas tarde, John Kicza resalt6 las semejanzas con los empresarios de la ciudad de Mexico, entre los que se encontraban opulentas familias y otras de modestas aspiraciones.17 Richard Lindley seiial6 el exito del complejo hacendado-minero- comerciante, que favorecia el acceso al credito, la diversidad de las inversiones y la afirmaci6n del prestigio familiar. Sus hallazgos en re- laci6n con las familias de Guadalajara bien pueden aplicarse a otras regiones.18 Jose Francisco de la Pefia mostro la tendencia endoga- mica de la oligarquia poblana yJohn Super atisb6 mecanismos para- lelos en la sociedad queretana.19 Al aproximarse a conocer el fun- cionamiento de cabildos eclesiasticos y municipales, se apreciaron las mismas tacticas,20 y recientemente se han rastreado politicas fa-

15. David Brading, Mineros y comerciantes en el Mexico b6rbonico (1763-1810) (Mexico: Fondo de Cultura Econ6mica, 1975); John Kicza, Empresa- rios coloniales. Familiasy negocios en la ciudad de Mexico durante los Borbones (Mexico: Fondo de Cultura Econ6mica, 1986); y Richard B. Lindley, Las haciendas

y el desarrollo econ6mico. Guadalajara, Mexico, en la epoca de la independencia (Mexico: Fondo de Cultura Econ6mica, 1987), han explorado, con exito en la com-

pleja trama de relaciones familiares de grupos privilegiados. Mas recientemente se han publicado otros trabajos sobre el mismo tema en Seminario de Historia de la Mentalidades, Familia y poder en Nueva Espana (Mexico: INAH, 1991) y Gon- zalbo, Familias novohispanas.

16. Brading, Minerosy comerciantes, 1975,403-434. 17. Kicza, Empresarios coloniales,46-55, 173-182 y 220. 18. Lindley, Las haciendasy el desarrollo econ6mico, 57-125. 19. Jose E de la Pefia, Oligarquiay propiedad en Nueva Espana, 1550-1624

(Mexico: Fondo de Cultura Econ6mica, 1983), 181-233; John Super, La vida en Quer6taro durante la colonia, 1531-1810 (Mexico: Fondo de Cultura Econ6mica, 1983), 155-178.

20. Paul Ganster, "Miembros de los cabildos eclesiasticos y sus familias en Lima y la ciudad de Mexico en el siglo XVIII" y Rosalva Loreto, "La fundaci6n del convento de la Concepci6n. Identidad y familias en la sociedad poblana (1593-1643)", en Gonzalbo, Familias novohispanas, 149-180.

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miliares orientadas hacia la prosperidad de grupos de pobladores espafioles y encomenderos del siglo XVI y comerciantes del XVII.21 Familias de hacendados y mineros mantuvieron a traves de varias

generaciones la fortuna y el prestigio familiar gracias a su capacidad de adaptaci6n. Ya en los primeros aios de vida independiente des- tacaron como notables en la vida piblica nacional, pero su presti- gio se habia forjado a partir de las politicas familiares iniciadas a fines de la Colonia.22

Muchos criollos siguieron el ejemplo del mismo Hernan Cortes e hicieron valer el exito en sus empresas para consolidar una desta- cada posici6n familiar, a la vez que recurrian a las ventajas de sus contactos familiares para hacer prosperar sus negocios. Comunida- des regionales, gremios artesanales y cofradias piadosas fueron cau- ces por los que muchas familias se prestaron mutuo apoyo y conso- lidaron su posici6n. Los mas opulentos mercaderes procuraron situar a parientes afines o consanguineos en lugares estrategicos como Sevilla, Veracruz y Manila.23 Los criptojudios novohispanos constituyen un caso especial, ya que fueron privilegiados por su po- der econ6mico, pero marginales por sus practicas religiosas. La in- tegraci6n del grupo y el mantenimiento de su identidad por varias generaciones dependi6 de los lazos familiares y de una rigurosa en- dogamia, en la que se dieron pocas excepciones.24

Familias menos acaudaladas, pero igualmente orgullosas de su limpia ascendencia, cuidaban con especial esmero los enlaces de su prole. A este empeio se debi6 el que tantas mujeres espaiiolas per- maneciesen doncellas y el que otras optasen por relaciones de amancebamiento cuando no lograban realizar un matrimonio con-

21. Ida Altman, Emigrantes y sociedad. Extremadura y America en el siglo XVI (Madrid: Alianza, 1992); Luisa Schell Hoberman, Mexico's Merchant Elite, 1590-1660 (Durham: Duke University Press, 1991); y Robert Himmerich y Valen- cia, The Encomenderos of New Spain, 1521-1550 (Austin: University of Texas Press, 1911).

22. Anne Staples, "Familias mineras: diversidad econ6mica y permanencia generacional," en Pilar Golzabo Aizpuru y Cecilia Rabell, coordinadoras, Familia y vida privada en la historia de Iberoamerica (Mexico: Universidad Nacional Auto- noma de Mexico-El Colegio de Mexico, 1996), 289-302. Los estudios de Stuart E Voss, Larissa Adler Lomnitz y David Walker, entre otros, se refieren a la etapa tem-

prana de vida independiente. 23. Carmen Yuste, "Las familias de comerciantes en el transito transpacifico

del siglo XVIII," en Seminario de Historia de las Mentalidades, Familia y poder, 63-74. Pilar Gonzalbo Aizpuru, "Familias vasco-novohispanas," en Ronald Escobedo Mansilla, Ana de Zaballa Beascoechea y Oscar Alvarez Gila, Emigraci6n y redes so- ciales de vascos en America (Vitoria-Gasteiz: Universidad del Pais Vasco, 1996), 261-284.

24. Alberro, Solange, "El matrimonio, la sexualidad y la unidad domestica en- tre los criptojudios de la Nueva Espaia, 1640-1650", en Seminario de Historia de las Mentalidades, Elplacer depecar, 103-146.

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veniente. A ellas se aplicaria el dicho popular de que "los de a caba- lo se pasan y los de a pie no legan", por la dificultad para encon- trar pretendientes de su misma condici6n.

Los mas miserables vecinos de las ciudades tambien encontra- ron apoyo en parientes mas o menos proximos, hasta el punto de que, como ha advertido Silvia Arrom, la pobreza de los acogidos en el Hospicio estaba en relaci6n con la perdida de los familiares.25 Y aun los negros, cuya libertad para contraer matrimonio quedaba fuertemente mediatizada mientras vivian en esclavitud, procuraban afianzar vinculos de parentesco en cuanto estaban en condiciones de hacerlo.

Las mujeres y las estructuras familiares

El protagonismo de las mujeres en la vida familiar y su posici6n en el marco social son temas que relacionan cuestiones puramente demograficas con otras relativas a formas de comportamiento, cu- yas fuentes son los expedientes judiciales, los pleitos civiles y las demandas conyugales ante tribunales religiosos. En medio de con- tradicciones, las mujeres, seiioras del hogar y siervas de sus mari- dos, ensalzadas por sus virtudes y vituperadas por sus debilidades, tuvieron una influencia decisiva en la vida domestica novohispana. Asunci6n Lavrin inici6, hace tres decadas, los estudios sobre las mu- jeres latinoamericanas. Siempre en relaci6n con la actividad feme- nina, la sexualidad y el matrimonio son el objeto de investigaciones mas recientes.26

El excelente trabajo de Silvia Arrom sobre las mujeres de la ciu- dad de Mexico tiene, entre otros meritos, el de referirse a una etapa critica y conflictiva, en la transici6n del regimen colonial a la vida independiente. Al mismo tiempo, al centrarse precisamente en ese periodo, su aportaci6n al conocimiento de siglos anteriores es ine- vitablemente escasa. Las cifras parciales del censo de 1811, al que se refiere, corresponden a una muestra equivalente al 3% aproxima- damente de la poblaci6n de la capital. Con las limitaciones propias de sus proporciones, muestran una sociedad en proceso de cambio, en la que la actitud hacia las mujeres estaba sufriendo una profunda transformaci6n. La presencia femenina seguia siendo numerica- mente mayoritaria, si bien el indice de masculinidad aparentemente

25. Arrom, Silvia, "Desintegraci6n familiar y pauperizaci6n: los indigentes del Hospicio de Pobres de la ciudad de Mexico, 1795", en Gonzalbo y Rabell, Familia y vidaprivada, 119-132.

26. Lavrin, Asunci6n. Las mujeres latinoamericanas, (Mexico: Fondo de Cul- tura Econ6mica, 1985).

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habia ascendido desde 70 a 80, en relaci6n con los padrones parcia- les del aiio 1777.27

Pese a los nuevos vientos ilustrados, poco habian cambiado, al parecer, en un cuarto de siglo, los habitos matrimoniales de los ve- cinos de la ciudad. En proporci6n bastante aproximada a la que aportaron los censos de 1753 y 1777,28 se observa que alrededor del 40% de las mujeres estaban casadas y las restantes, solteras y viu- das en proporci6n bastante equilibrada, convivian con otras fami- lias o encabezaban la suya propia, de modo que alrededor del 30% de los hogares capitalinos tuvieron por jefas a mujeres, y aun la pro- porci6n era mas alta en pequefias ciudades como Antequera.29 Esta situaci6n se relaciona, sin duda, con la capacidad econ6mica de esas mujeres a cuyo cargo estaba su propia manutenci6n y la de al- gunos parientes.

Doncellas o viudas, eran mayoria las mujeres que tenian que abandonar el encierro hogareiio para ganarse la vida mediante un trabajo remunerado. Estas trabajadoras dejaron muy pocos testimo- nios de su actividad. Aparecen ocasionalmente propietarias de ha- ciendas, minas, trapiches y obrajes en operaciones registradas ante escribano puiblico. Mas numerosas fueron las duefias de pulquerias y las propietarias de pequeiias tiendas, y las mujeres fueron practi- camente las uinicas que vendieron frutas, verduras, aves y carnes en la plaza del mercado. Unas cuantas se ganaron la vida como ma- estras y muchas mas fueron costureras, planchadoras y lavanderas. La elaboraci6n de comidas para su venta en la via puiblica permiti6 el mantenimiento de algunas familias y facilit6 a los trabajadores de ambos sexos el mejor aprovechamiento de su tiempo. Sin salir de su hogar, y con la colaboraci6n de todos los miembros de la fami- lia, se dedicaron a elaborar cigarros, hasta que el establecimiento de la Real Fabrica de Tabacos las oblig6 a desplazarse durante un horario fijo, con lo que tuvieron que modificar las rutinas cotidia- nas. Hogares sin var6n se sostenian gracias a la colaboraci6n de mujeres j6venes, adultas y ancianas, que se distribuian las tareas de

27. Las cifras manejadas por Silvia Arrom, The Women of Mexico City, 1790-1857 (Stanford: Stanford University Press, 1985), para 1811, son de 3,356 personas en total. Las disponibles para la parroquia del Sagrario en 1777 llegan a 24,345, algo menos del 20 por ciento de la poblaci6n de la ciudad de Mexico. Gon- zalbo, Familia y orden colonial.

28. El censo de 1753 fue revisado y analizado por Irene Vazquez Valle, en tesis de maestria de El Colegio de Mexico. Yo he estudiado el de 1777, cuyas cifras pro- porciono en mi libro Familia y orden colonial.

29. Rabell, Cecilia, "Estructuras de la poblacion y caracteristicas de los jefes de los grupos domesticos en la ciudad de Antequera (Oaxaca) 1777", en Gonzalbo, Fa- milias novohispanas, 273-298.

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cuidado de los nifios, preparaci6n de alimentos y obtenci6n de un jornal.30

La indiscutible superioridad legal de los hombres sobre las mu- jeres repercuti6 en la organizaci6n familiar, pero no con el rigor que algunos autores suponen. En todo caso no fueron identicas las actitudes en la ciudad y en el campo, entre familias acomodadas y otras de escasos recursos, entre indios, espafioles, mestizos y cas- tas, como tampoco fueron iguales en los siglos XVI o XVIII. Los an- tagonismos entre hombres y mujeres en el interior de los hogares dieron lugar a dinamicas de mayor violencia en el medio rural, entre la poblaci6n indigena y mestiza, y sobre todo en fechas tardias, ya en el siglo XVIII. Steve Stern ha seiialado importantes diferencias entre las manifestaciones de patriarcalismo y de autoritarismo y en el proceso de asimilaci6n de patrones de genero, impuestos a los varones tanto como a las mujeres.31 Otros estudios de conflictos fa- miliares, basados en procesos criminales por golpes, heridas, malos tratos y uxoricidio, confirman las propuestas de Stern en cuanto a la generalizaci6n de actitudes machistas, mas que patriarcales, en el medio rural.32

Las expectativas de las mujeres ante la decisi6n de tomar estado se conocen gracias a los expedientes promovidos ante el Proviso- rato y a las demandas en juicios civiles y criminales. La rebeldia de las j6venes ante matrimonios impuestos tuvo su replica en el re- chazo de los padres ante la elecci6n propuesta por sus hijas. La Igle- sia intercedia para lograr un acuerdo, pero en uiltima instancia eran los contrayentes quienes decidian en unos casos si cumplirian una promesa de matrimonio, en otros optaban por someterse o no a la voluntad paterna, y en cualquiera de ellos presentaban detallada- mente sus quejas y demandas. Patricia Seed ha acertado a exponer el complejo de intereses y afectos que intervenian en los casos de conflicto provocados por la decisi6n de contraer matrimonio o por la renuencia a hacerlo.33

Los pleitos de divorcio, entablados ante los tribunales eclesiasti- cos, daban oportunidad para ventilar problemas de convivencia que con frecuencia terminaban en un precario arreglo con la intenci6n de devolver la concordia a la pareja. El estudio de estructuras fami-

30. Pescador, De bautizados afieles difuntos, 212-223. 31. Stern, The Secret History of Gender, 70-111 y 124-150. 32. Aunque de alcance limitado, son importantes los estudios de Pescador,

Lipsett Rivera y Pita Moreda, recogidos en Gonzalbo, Familia y vida privada, 325-358 y 373-386.

33. Patricia Seed, Amar, honrary obedecer en el Mexico colonial. Conflictos en torno a la elecci6n matrimonial, 1574-1821 (Mexico: Alianza-CONACULTA, 1991).

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liares, a partir de censos del siglo XVIII, ha manifestado los fuertes contrastes entre grupos domesticos numerosos, con parientes, ser- vidores y allegados, y presencia de solitarios en hogares unipersona- les. Aunque las familias nucleares constituian mayoria, como era previsible suponer, una importante proporci6n de familias extensas y polinucleares determinaban el caracter predominantemente com- plejo de los hogares urbanos de la Nueva Espaiia.34

La relativa abundancia de informacion procedente de conventos de monjas nos ha permitido conocer la vida en el claustro, tanto de las religiosas profesas como de las seglares que convivian como ni- has educandas o como mozas de servicio.35 Tambien hemos podido acercarnos a las falsas beatas, hechiceras, divorciadas y seducidas por galanes incumplidos, que dejaron sus testimonios en expedien- tes inquisitoriales y judiciales. Las doncellas o solteras, que nunca tuvieron problemas con la justicia ni destacaron por su opulencia o abolengo, siguen en su discreto retiro y s6lo sabemos con certeza que fueron mucho mas numerosas de lo que piensan quienes acep- tan como dogma la existencia de dos uinicas opciones para las muje- res del Mexico colonial: el matrimonio o el claustro. Aproximada- mente una tercera parte de las mujeres de las ciudades permanecian celibes toda su vida, si bien no seria raro que muchas de ellas se hu- bieran incorporado al nutrido grupo de las madres solteras.

Los niveles de la coloni7.aci6n

La evoluci6n de los valores, que constituye el nuicleo de todos los problemas, se aprecia a partir de la asimilaci6n de ideas, prejuicios y modelos culturales, y se refleja en los procesos de integraci6n y marginaci6n. El estudio de la infancia, de la educaci6n familiar y es- colar y de la vida material proporciona informaci6n fundamental, que se completa con el acercamiento a los grupos desviantes, a los que conocemos a traves de documentos inquisitoriales y procesos criminales.

34. Gonzalbo, Familia y orden colonial, 250-300. 35. La pionera en el estudio de las monjas novahispanas fue Josefina Muriel,

Conventos de monjas en la Nueva Espanfa 2 vols. (Mexico: Editorial Santiago, 1946). Son destacables las publicaciones mas recientes de Rosalva Loreto L6pez, Los conventosfemeninos y la vida urbana en la Puebla de Los Angeles del siglo XVIII (Mexico: El Colegio de Mexico, en prensa); Manuel Ramos Medina, Imagen de santidad en un mundo profano (Mexico: Universidad Iberoamericana, 1990); Manuel Ramos Medina, coordinador, El monacatofemenino en el imperio espanol (Mexico: CONDUMEX, 1995); y Asunci6 Lavrin, "Eclesiastical Reform of Nunneries in New Spain in the Eighteenth Century," The Americas, XXII: 2 (1965), 182-203; y Asunci6n Lavrin, coordinadora, Sexualidad y matrimonio en la America hisp&- nica, Siglos XVI-XVII (Mexico: Grijalba-CONACULTA, 1991).

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Serge Gruzinski propuso, hace ya casi una decada, el concepto de colonizaci6n de lo imaginario, reiterado por el mismo y por otros autores como explicacion de un fen6meno paralelo de acepta- ci6n y rechazo de la cosmovisi6n cristiana y de las costumbres eu- ropeas por parte de la poblaci6n indigena mesoamericana. A partir de la conquista espafiola no se podria hablar ya de una dualidad his- pano-india sino de la pluralidad derivada de las diferentes formas de aceptaci6n de elementos intelectuales y materiales de la cultura oc- cidental y de las supervivencias de rasgos propios de la cristiandad medieval junto a las influencias del humanismo renacentista. Tam- poco deberiamos ya seguir considerando a los indios como objetos pasivos, sin voz y sin animo para dar una respuesta a sus dominado- res, eternamente subyugados por los grupos privilegiados, diferen- ciados sobre todo por su tez mas clara.

Es oportuno reflexionar sobre la apreciaci6n, generalmente referida a la modernidad y posmodernidad de nuestro siglo XX, de que "el medio es el mensaje". Su aplicaci6n al mundo americano del siglo XVI permite conocer, mas alli de los contenidos del dis- curso cristiano y de las manifestaciones del poder politico, el pro- ceso de apropiaci6n mental de formas de expresion que influyeron en cambios de mentalidad. Algo de esto intuyeron los evangelizado- res de los primeros tiempos, que recurrieron a cantos, bailes, repre- sentaciones teatrales e imagenes pintadas, con tecnica cercana a la pictografia bien conocida por los pueblos mesoamericanos. Preocu- pados los frailes por las previsibles complicaciones derivadas de la adopci6n de las mismas palabras para expresar diferentes concep- tos, se vieron frente al dilema de aceptar terminos de las lenguas in- digenas para referirse a los complicados misterios de la religi6n ca- t6lica o de utilizar palabras castellanas, tan extranas para los indios como sus mismos significados. El empleo de la cruz, bien conocida de los mayas, como simbolo religioso y la sustituci6n de expresio- nes de cortesia y reverencia tendrian tambien implicaciones en la mentalidad de los indios del virreinato de la Nueva Espafia. No fue muy diferente lo que sucedi6 en Peru con la aureola de rayos res- plandecientes que rodeaban la custodia en solemnes funciones li- tuirgicas y su paralelismo con las representaciones del sol en el culto a Viracocha.36

La colonizaci6n del imaginario se debi6 mas al empleo de la lengua y los pinceles que al latigo y los calabozos. Su resultado os-

36. Textos de Arthur Miller, William E Hanks, Nancy Farris y Teresa Gisbert en Serge Gruzinski y Nathan Wachtel, coordinadores, Le Nouveau Monde Mondes Nouveaux. L'experience americaine (Paris: Editions de L'Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, 1996), 195-350.

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cilo entre la integraci6n temprana y aparentemente incondicional de la nobleza mexica y la resistencia pasiva, pero siempre eficaz, de los plebeyos que fingieron sumision y acataron el bautismo, pero conservaron costumbres ancestrales ligadas a sus viejas creencias pero inapreciables para los religiosos. Esta visi6n de la nobleza indi- gena fascinada por la cultura occidental cristiana ha tenido una ex- celente acogida. Frente a los episodios aislados de resistencia he- roica y casi suicida de pequefios grupos perif6ricos, gana terreno la visi6n de varias generaciones de indios ocupados en reconstruir su propio espacio, sin desdeiar elementos, como la escritura o las imagenes, que pudieran integrarse a su tradici6n y consolidar viejas lealtades y necesarias solidaridades.

Los comportamientos desviantes, los casos de rebeldia frente a las normas, sirven con frecuencia para contrastar la teoria con la practica y la realidad con los modelos. A este tema se han dedicado con preferencia los miembros del Seminario de Historia de las Men- talidades del INAH. Bigamos, solicitantes, prostitutas, homosexua- les y amancebados vivieron al margen de las normas y pagaron el precio de sus desviaciones. Con pocas excepciones, prefirieron atribuir su comportamiento a debilidades de la came, antes que de- safiar a la autoridad con su desprecio hacia los valores implicitos en las normas.

Los rasgos peculiares del grupo de los bigamos, que ha seiia- lado Richard Boyer, podrian definir igualmente las experiencias vita- les de gran parte de la poblaci6n: infancia pobre en manifestaciones afectivas, escasa o nula escolaridad, desarraigo temprano del seno familiar, matrimonios prematuros como consecuencia de presiones sociales y familiares, movilidad geografica y respeto a los canones de conducta impuestos por la sociedad mas que a las leyes civil y eclesiastica.37

La vida entre conflictos

El desorden frente al orden, el interes material contra los sentimien- tos, los principios religiosos enterrados bajo la conveniencia poli- tica, la virtud en lucha con el vicio, la igualdad negada, la infancia abandonada, la promiscuidad en contacto con el aislamiento... son apenas algunos de los conflictos que se aprecian en las formas de convivencia propias de la sociedad colonial. No hay una respuesta simple para las cuestiones planteadas, ni sirven los estereotipos para explicar actitudes o justificar decisiones.

37. Richard Boyer, Lives of the bigamists. Marriage, Family and 1995 Com- munity in Colonial Mexico, (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1995).

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La variedad de las respuestas hace surgir nuevas preguntas, que entrafian, a su vez, propuestas de solucion para otros problemas. El surgimiento de grupos de elite se explica por la conjugaci6n de in- tereses economicos y familiares, lo que exige indagar acerca de los lazos de solidaridad. La imposible aplicaci6n de las leyes explica ha- bitos de corrupci6n, cuyo alcance plantea nuevas inc6gnitas. La in- discutible logica de los nuimeros habla de altas tasas de ilegitimidad y mestizaje, que al mismo tiempo explican el fracaso de las tenden- cias segregacionistas y dejan pendientes no pocas dudas sobre las actitudes de aceptaci6n o rechazo expresadas ante ambos procesos.

La persecuci6n de ciertos delitos y la tolerancia para con otros, el reconocimiento de la importante presencia femenina y su virtual negaci6n en los discursos, los antagonismos locales, la violencia do- mestica, la vida licenciosa bajo el manto de la piedad, el prestigio de los viejos linajes y el ascenso de prosperas familias de incierto origen son temas y problemas que hoy conocemos mucho mejor que hace una decada y que enriquecen las perspectivas de la histo- ria social.