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Por: Cristóbal Aljovín de losada, Roberto Choque Canqui, C. R. y E.M. Franquemont, Juan Carlos Godenzzi, Ana María lema, Scarlett O'Phelan Godoy, Víctor Peralta Ruiz, Alexis Pérez Tarrico, Rigoberto Rivera-Agüero CALDERON, Fernando y DANDLER, Jor- ge ( compiladores). Bolivia: La fuerza histó- rica del campesinado. Ediciones CERES. Cochabamba, 1984. Desde 1825, Bolivia, como una repúbli- ca independiente de la Corona de España, ha sido manejada sólo por un grupo mino- ritario criollo-mestizo; la masa indígena, que estaba conformada de los quechua- aymara y los grupos tupiguaraníes del oriente boliviano, fue marginada de sus de- rechos políticos en el nuevo Estado. Fernando Calderón y Jorge Dandler nos ofrecen una compilación de trabajos sobre los diferentes aspectos de la realidad his- tórica del movimiento campesino indígena boliviano, especialmente del presente siglo. En este caso, los artículos se refieren gene- ralmente al período comprendido entre la guerra del Chaco y 1952, a excepción de los trabajos de Xavier Albó y Andrew Pear- se , que se remontan a la época colonial. No. 1, Julio 1987 Albó analiza los fenómenos socio-culturales y económicos de la rebelión indígena de 1780 y 1782. Intenta reflejar las contradic- ciones nacionalistas, étnicas y clasistas de la sociedad colonial hasta ese momento. Ade- más, ahonda en los aspectos ideológicos, idiomáticos y· religiosos predominantes du- rante la rebelión. Los trabajos de Jorge Dandler y Juan Torrico aportan novedosos testimonios so- bre el llamado "Primer Congreso lndigenal de 1945", evento que fue auspiciado por el gobierno de Gualberto Villarroel y cuyas conclusiones repercutieron inmediatamente al interior del campesinado provocando la reacción de los latifundistas. Otro trabajo de Jorge Dandler es el referente a las luchas internas del movimiento campesino cocha- bam bino después del triunfo de la revolu- ción de 1952 como efecto de la división del partido político gobernante: Movimiento Nacionalista Revolucionario. Ese conflicto, con la llamada "Ch'ampa guerra" en Cocha- bam ba, desembocó en un proceso de dis- 289.

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Por:

Cristóbal Aljovín de losada, Roberto Choque Canqui, C. R. y E.M. Franquemont, Juan Carlos Godenzzi, Ana María lema, Scarlett O'Phelan Godoy, Víctor Peralta Ruiz, Alexis Pérez Tarrico,

Rigoberto Rivera-Agüero

CALDERON, Fernando y DANDLER, Jor­ge ( compiladores). Bolivia: La fuerza histó­rica del campesinado. Ediciones CERES. Cochabamba, 1984.

Desde 1825, Bolivia, como una repúbli­ca independiente de la Corona de España, ha sido manejada sólo por un grupo mino­ritario criollo-mestizo; la masa indígena, que estaba conformada de los quechua­aymara y los grupos tupiguaraníes del oriente boliviano, fue marginada de sus de­rechos políticos en el nuevo Estado.

Fernando Calderón y Jorge Dandler nos ofrecen una compilación de trabajos sobre los diferentes aspectos de la realidad his­tórica del movimiento campesino indígena boliviano, especialmente del presente siglo. En este caso, los artículos se refieren gene­ralmente al período comprendido entre la guerra del Chaco y 1952, a excepción de los trabajos de Xavier Albó y Andrew Pear­se, que se remontan a la época colonial.

No. 1, Julio 1987

Albó analiza los fenómenos socio-culturales y económicos de la rebelión indígena de 1780 y 1782. Intenta reflejar las contradic­ciones nacionalistas, étnicas y clasistas de la sociedad colonial hasta ese momento. Ade­más, ahonda en los aspectos ideológicos, idiomáticos y· religiosos predominantes du­rante la rebelión.

Los trabajos de Jorge Dandler y Juan Torrico aportan novedosos testimonios so­bre el llamado "Primer Congreso lndigenal de 1945", evento que fue auspiciado por el gobierno de Gualberto Villarroel y cuyas conclusiones repercutieron inmediatamente al interior del campesinado provocando la reacción de los latifundistas. Otro trabajo de Jorge Dandler es el referente a las luchas internas del movimiento campesino cocha­bam bino después del triunfo de la revolu­ción de 1952 como efecto de la división del partido político gobernante: Movimiento Nacionalista Revolucionario. Ese conflicto, con la llamada "Ch'ampa guerra" en Cocha­bam ba, desembocó en un proceso de dis-

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gregación política del Movimiento Naciona­lista Revolucionario, provocando el fraccio­namiento del movimiento campesino en dos bandos, liderados por José Rojas y Sinforoso Rivas. Los intereses personales de los líderes campesinos en pugna apoya­dos por los jefes políticos del MNR en pe­leas por el poder condujeron a un enfrenta­miento armado entre los grupos campesi­nos de Cochabam ba. Esa lucha interna, que duró varios años, todavíá necesita un estu­dio detenido y exhaustivo.

Por su parte, Jean Pierre Levaud analiza el llamado "impuesto único" que el gobier­no de Barrientos logró imponer a la propie­dad rural, a pesar del descontento y la resis­tencia que hubo en muchos sectores cam­pesinos.

Andrew analiza el movimiento campesi­no boliviano remontando a la época colo­nial para demostrar que hubo "una conti­nuada demanda de fuerza de trabajo" indí­gena a través del sistema de mita para las minas de plata. Hace notar la expansión de haciendas en base a la apropiación de tie­rras comunales y la venta de tierras .. de. las comunidades ordenada por Melgarejo. La actuación del líder indígena Pablo Zárate Willka, quien movilizó a la m·asa indígena contra el sistema de hacienda durante la llamada "revolución federal" en 1899, es entroncada con el proceso de la educación indigenal, poniendo énfasis en el papel de la escuela indígena de Warisata como pro­ceso previo a la revolución de 1952. Este trabajo es complementado por el artículo de Gonzalo Flores, breve análisis del movi­miento campesino indígena comprendido entre 1900 y 1920.

El trabajo de Blanca Muñoz sobre la par­ticipación de la mujer campesina del altipla­no en Bolivia presenta una breve relación de algunos aspectos organizativos y de las actividades propias de la mujer con relación a las de los varones. La mujer campesina hizo su aparición en forma notoria en la escena política sindical del país entre 1978 .y 1980. ·Así, el primero de mayo de 1980, miles de mujeres campesinas desfilaron por las calles de La Paz demostrando su solida­ridad de lucha con la Central Obrera Boli­viana (COB). La aparición de la mujer cam­pesina del altiplano en forma organizada en el escenario de la lucha sindical política es,

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pues, un fenómeno muy reciente. La última parte de este volumen se refie­

re al estudio teórico de diferentes aspectos relacionados con los fenómenos políticos e ideológicos del movimiento campesino. Los autores analizan una serie de rasgos o tópi­cos de la cultura y sociedad campesina de Bolivia y Latinoamérica. En ese sentido, los trabajos de Xavier Albó, Gonzalo Flores, Simón Pachano y Orlando Plaza versan so­bre las bases étnicas, sociales y económicas del movimiento campesino, intentando in­terpretar 9onceptualmente lo que se debe entender por una clase social o nación.

Sin duda, los trabajos que conforman este volumen no exploran todas las vetas necesarias para justificar "la fuerza históri­ca del campesinado" en Bolivia. En este caso, algunos trabajos míos, como "La ma­sacre de Jesús de Machaca" y "De la defen­sa del ayllu a la República del Qullasuyu", entroncados en el estudio de la escuela in­digenal, son también un aporte al estudio de la realidad histórica del movimiento indígena en Bolivia.

R.Ch.C.

CONTRERAS HERNANDEZ, Jesús. Sub­sistencia, ritual y poder en los Andes. Edi­torial Mitre. Barcelona, 1985, 224 pp.

Chinchero, a sólo 34 km. del Cusco, ha sido un lugar investigado por muchos arqueólogos del Perú y del extranjero desde que Osear Núñez del Prado diera los prime­ros pasos en el decenio de 1940. A pesar de este vigoroso impulso, muy poco se ha es­crito y menos publicado acerca de este pue­blo. Por ello es que celebramos especial­mente la actual etnografía de Chinchero por Jesús Contreras Hernández, esperando que este trabajo sirva para estimular la pu­blicación de más investigaciones sobre la vida en este poblado incaico tan cercano del Cusco.

El estudio de Contreras está basado en once meses de trabajo de campo a lo largo de trece años, la mayor parte concentrada de junio a agosto, los meses del verano europeo. Los pobladores de Chinchero guardan un buen concepto de él, recordan­do sus visitas y su trabajo de campo, y lo cuentan entre sus aliados en el mundo. Ello

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es un testimonio de su preocupación y afec­to por Chinchero y de su habilidad como investigador social. Por consiguiente, es de esperar que haya disfrutado de la confianza y cooperación de la comunidad.

El presente libro se desarrolla de la tesis doctoral de Contreras, Adivinación, ansie­dad y cambio social en Chinchero (Perú), de 1976. En aquel entonces, Contreras veía la adivinación como un indicador de la ideología tradicional. Investigaciones adi­cionales incluyen el compadrazgo como in­dicador de las estructuras de poder local. Contreras está preocupado. ¿Por qué el objeto de la adivinación es casi exclusiva­mente robos y pérdida de animales? ¿Por qué la gente escoge a sus compadres entre quienes caracterizaban como sus explota­dores? Como él manifiesta: "Que a los adi­vinos o paqos se les consultara casi exclusi­vamente sobre robos y pérdida de animales y que se eligiera como padrinos de bautizo y de matrimonio a personas de las que se decía que eran unos explotadores era algo que requería su explicación". Para ello, "era necesaria una aproximación que tuvie­ra en cuenta no sólo las formas, sino tam­bién las funciones, no sólo las actitudes y las verbalizaciones, sino también los com­portamientos". En suma, llegó a interesarse no sólo en la versión idealizada de cómo eran las cosas, sino también en lo que se ·podía aprender observando el comporta­miento actual. La detallada descripción et­nográfica y las extensas citas directas de los informantes que incluye con este fin, son particularmente valiosas.

Contreras sostiene que "el campesino chincherino ha tenido que compensar la di­ficultad de una agricultura que se desarrolla en suelos pobres y ... un clima severo y muy variable", así que "es muy significati­vo que todos los valores, actitudes o virtu­des que definen ... a 'una persona buena' ... giren en torno al trabajo". Si bien esta visión del medio ambiente andino como áspero y amenazante es bastante difundida fuera de los Andes, ha sido puesta en tela de juicio por Murra y otros y ciertamente ha sido cuestionada por la existencia de un imperio precapitalista enormemente rico en este mismo ambiente en tiempo de los In­cas. Es interesante que Contreras no inclu­ya la explotación capitalista ni las estructu-

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ras económicas como una causa de las difi­cultades del campesinado.

En la parte del libro que Contreras dedi­·ca a la subsistencia, sin embargo, no apren­demos mucho que sea nuevo. Ello se debe, en parte, al formato de la sección, parecido a un simple informe tipo cuestionario con rubros tales como "comunicaciones" y "flo­ra". Este estilo de "guía telefónica" de es­cribir antropología no sólo resulta en una aburrida lectura de un tema interesante si­no que oscurece las notables cohesión e' in­tegración de_ la vida física, social e intelec­tual de Chmchero y otras comunidades andinas. Quizás, en la elección de este for­mato, Contreras muestra una falta de inte­rés en estos temas en sí; y más bien su pers­pectiva marxista lo lleva a percibir estos asuntos como un telón de fondo para las relaciones económicas. Señala que "el pro­bl~ma de la subsistencia se nos aparece de­tras de cualquier institución, incluso de una aparentemente alejada como la adivina­ción". Las extensas citas de otros teóricos que nos parecen particularmente inadecua: das Y que nos di?en m~s del antropólogo que de l~ comunidad misma, no contribu­yen a meJorar esta sección.

La mejor par!e del libro es otro gran seg­mento · sobre ntual, particularmente una descripción detallada de la adivinación me­diante la coca. Las actividades descritas son generalmente rituales domésticos, lo cual refleja el hecho de que la mayoría de los meses que Contreras pasó en Chinchero fue en verano, de junio a agosto. El autor des­cribe los pagos anuales a la Pachamama por su protección al ganado y la construcción de casas. Da como ejemplo la adivinación para sugerir que la gente de Chinchero em­plea hoy el ritual (ideología tradicional) para responder a las amenazas de subsisten­cia. A su parecer, hoy en día Chinchero se ve amenazado por dos crisis: la crisis de la ideología tradicional, frente a una amenaza cultural debida a la educación, el bilingüis­mo y la migración; y la crisis de la subsis­tencia por una merma en el poder económi­co de la unidad doméstica. Rituales como la adivinación de la coca y el prestigio de los paqos que los realizan, se toman como índices de la coincidencia de estas dos cri­sis. Cuando elige analizar rituales que im­plican al individuo o cuando más a la uni-

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dad doméstica para sintetizar la "cosmovi­sión" y el "proceso de aculturación", Con­treras da a entender que la persona deter­mina la naturaleza de su reacción al conflic­to. Esta idea podría ser de batida por la gran cantidad de rituales que hay en Chinchero centrados en grupos más grandes. Por ejem­plo, los participantes de un ayni festejan la Primera Lampa, los ayllus trabajan juntos para Mujonamiento y otros rituales, y la comunidad toda colabora para la Fiesta Patronal, la Pascua y otras celebraciones. La mayoría de las actividades rituales que tienen una base más amplia ocurren en Chinchero entre enero y mayo, por lo que períodos más prolongados de trabajo de campo podrían haber animado a Contreras a reformular algunas de sus conclusiones. Ciertamente que la crisis de la viabilidad económica se siente con agudeza más a ni­vel de ayllu y la respuesta colectiva a este y otros desafíos merece ser tratada.

A través del libro , Contreras generosa y juiciosamente deja oír la propia voz de los pobladores de Chinchero en la forma de extensas y expresivas citas. Por ejemplo a través de un comunero nos enteramos del progreso y el gamonalismo: "En el caso de D. Fidel, por lo que ha engañado a la gente y por lo que tiene cienes y cienes de ahija­dos o compadres, por eso trabajan como en una hacienda. Cuando tiene que hacer tra­bajar, viene la gente. Por ahí es por lo que hay progreso para él, ya que no sabe pagar jornal ni nada. Sólo les da para sus chichas, un sol, dos soles. Así hay progreso para él". La inteligencia, percepción y elocuencia de la gente de Chinchero se desbordan en las páginas del libro, todo ello traído por un etnógrafo que ha aprendido mucho de un pueblo al que respeta.

Empero, Contreras nunca aborda del todo la difícil cuestión del poder, si bien admite correctamente que éste es el punto central en Chinchero. Contrasta el "gamo­nalismo" con la "nueva política de la refor­ma agraria", pero al hacerlo ignora los linea­mientos del poder y prestigio tradicionales que siguen fluyendo a través de las estruc­turas indígenas de los cargos, las relaciones de ayni y las afiliaciones de ayllu. Estas ins­tituciones aún dominan el comportamiento social, especialmente de los ayllus más leja­nos, resistiendo los esfuerzos de un poder

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político moderno para marginalizarlos. En sus análisis, izquierdistas progresistas han si­do particularmente reacios a atribuir vigen­cia a estas instituciones indígenas por haber sido tan abusadas en el pasado por explota­dores y porque quisieran subordinar las sin­gulares cualidades de la vida andina a los paralelos que existen entre los pueblos ter­cermundistas. No obstante, el sagaz pobla­dor de Chinchero hoy en día tiene que ser capaz de integrar tanto los aspectos indíge­nas como los del mundo occidental en la trama social de su pueblo.

Los años abarcados por el estudio de Contreras han estado particularmente lle­nos de acontecimientos en los Andes, y Chinchero no se ha librado del ritmo cada vez más rápido del cambio. Quizás esto ex­plique por qué Contreras se conforma de­jando este esquema de relaciones comuna­les y su libro "sin conclusión". En tiempos como éstos, el "presente antropológico" deja de existir y las conclusiones pierden actualidad antes de ser publicadas. En los últimos quince años se ha visto la erosión del poder de los gamonales y la emergencia de un grupo de jóvenes instruidos de raíces tradicionales para conducir al pueblo por el decenio de 1980. Su historia queda aún por contarse. Y confiamos en que habrá algu­nos en Chinchero que contarán la historia para ellos mismos.

C.R. y E.M.F. Traducción de Sheila Campion

DE LA TORRE, Carlos y BURGA, Manuel (compiladores). Andenes y camellones en el Perú andino. Historia, presente y futuro. Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Lima, 1986. 3 79 pp.

Las crisis agrarias que constantemente se abaten sobre nuestro campo, afectando por igual a la economía y sociedad de los An­des, vienen originando en estos últimos años toda una serie de propuestas que, tra­tando de revalorar ciertas formas de pro­ducción en su interior, ven la posibilidad de hallar alternativas propias para un nuevo desarrollo agrario. Este es el caso de un sa­luda ble y valioso encuentro que tuvieron investigadores agrarios de distintas especia-

Revista Andina, año 5

lidades en julio de 1985, reunión que ha dado origen al libro que comentamos.

La idea central, como señala Manuel Burga en la síntesis que hace del seminario, fue evaluar pero también hallar la manera de articular dos economías y sociedades, capitalista una y campesina la otra, que a la vez dinamizaran a la propia sociedad cam­pesina y frenaran los peligros de· una depre­dación del ecosistema andino, tal como vie­ne ocurriendo hoy. Una mirada a las ponen­cias podrá ser útil para confirmarlo o no. La obra está dividida en cuatro partes, deli­mitadas de manera muy original. En la pri­mera, titulada "El milagro agrícola andi­no", seis ponentes tratan de destacar la per­sistencia contemporánea que tiene bien sea la ecología inca (John Earls), los andenes collaguas (Alejandro Málaga), los camello­nes chachapoyanos (lnge Schjellerup) o la agricultura por cochas (Jorge Flores Ochoa y Jesús Washington Rozas). En la segunda parte, bajo el título de "Búsqueda de tec­nologías apropiadas", los ponentes relievan la capacidad de la tecnología tradicional andina para cultivar sin erosionar los suelos en la zona del Cuzco (Jeroen de Vries), Coporaque (Guillermo Zvietcovich) o Caja­marca (Pablo Sánchez). En la tercera parte, bajo el rótulo de "Hacia la utopía: ensayos de recuperación de tecnologías andinas", se abordan experiencias de trabajo de cam­po en donde el auxilio de técnicas tradicio­nales de producción ha posibilitado la recu­peración de suelos, como ha ocurrido con la rehabilitación de andenes en San Pedro de Casta (Luis Masson) o en la comunidad puneña de Pusalaya (Bea Colman). La cuar­ta y última parte, bajo el título de "Utopía, realidad y contra-utopía", la conforman variadas perspectivas de aproximación y, por lo mismo, distintas preocupaciones, como puede ejemplificarse por el interés que muestran algunos por el abandono de terrazas andinas y sus posibilidades de res­tauradón (William Denevan), la destrucción de andenerías (César Fonseca), el análisis del uso de tierras por los grupos étnicos collaguas en las fases iniciales del dominio colonial (María Benavides), pasando por inventarios, evaluaciones y experiencias de otros tipos de recursos tradicionales.

Revalorar "lo andino" es el mérito prin­cipal de todo este conjunto de propuestas,

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provenientes en parte de numerosos tecnó­logos, en su mayoría ingenieros agrónomos. No percibimos, en cambio, que la mayoría de ellos se atreva a interrogar a la historia para complementar sus experiencias de campo. El peligro que ello puede traer es el olvido involuntario de un problema que, más que técnico y hasta económico, es fun­damentalmente social. Hoy, sociólogos, an­tropólogos y hasta economistas han com­prendido que la perspectiva diacrónica o histórica es la manera más adecuada de plantear los problemas y las alternativas que están tras la marginalidad de la socie­dad campesina. Es necesario, pues,el recur­so a la historia no entendida como una simple acumulación de datos cronológica­mente determinados, sino como configura­ción del tiempo que muestre que las rela­ciones entre problemas y posibilidades obedecen,más que a una casualidad, a nece­sidades internas de un global desarrollo his­tórico. Será relevante que los tecnólogos andinistas paulatinamente se acerquen a este tipo de perspectiva, posibilitándose el cierre de la brecha existente entre ciencia y tecnología en nuestro medio.

V.P.R.

DUMEZIL, Georges. Entretiens avec Didier Eribon. Editions Gallimard. Paris, 1987. 224 pp.

Georges Dumézil ha muerto reciente­mente, el 11 de octubre de 1986. La víspe­ra de su muerte releía una obra de iteatro escrita en quechua y corregía la traducción francesa de ella. Durante más de sesenta años, Dumézil ha explorado el mundo indo­europeo, sin circunscribirse exclusivamente a él, buscando el fondo común de la menta­lidad humana. Entre sus obras fundamenta­les figuran Mythe et Epopée I, 11, 111. Galli­mard, París, 1968-1971-1973; Apollon so­nore et autres essais. Esquisses de mytholo­gie. Gallimard, París, 1982; L'oubli de l'homme et l'honneur des dieux. Gallimard, París, 1985. De su incursión en la lengua y literatura quechuas, tenemos los siguientes artículos: "Remarques sur les six premiers noms de nombres du turc et du quechua", Société linguistique, 8 : 1-15, 1 954; "Deux pieces costumbristes de Killku Warak'a",

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Journal de la Société des Américanistes, 43, 8: 1-15, 1954; "Structure du quechua dialecte cusquénien, Travaux de l'Institut de l'Université de Paris, 1: 125-134, 1956; "Le bon Pasteur, un sermon de Francisco de Avila aux lndiens du Pérou, 1646", Diogene, octubre 1957 : 84-102; "Remar­ques statistiques sur les six premiers noms de nombres du turc et du quechua'', en coll. avec H. Curien, Journal de la Societé des Américanistes,46: 181-188, 1957; "En marge de Sumaq T'ika", Misc.P.Rivet, 2: 159-164, México, 1958 ; "Sumaq T'ika, la princesse du village sans eau, opérette que­chua de Nicanor Jara", en coll. avec P. Duviols, Journal de la Société des América­nistes, 63: 15-1 98, 1976.

El libro que reseñamos está compuesto de entrevistas hechas por Didier Eribon a Georges Dumézil. El propósito de Eribon es presentar la trayectoria científica y el itinerario intelectual de Dumézil. No se pre­tende una síntesis biográfica ni un balance de su obra. Lo que encontramos no son más que conversaciones, pero llenas de in­formación sobre el proceso de la investiga­ción y de la elaboración de un modelo en el dominio de las ciencias humanas.

La conversación se desliza evocando hi­tos significativos, y también anécdotas, de la vida de Dumézil. Empezó a interesarse en la mitología, nos dice, leyendo textos de Niebuhr sobre los trabajos de Hércules y el viaje de los Argonautas ; pero también por sus contactos con la lingüística, con las obr~s de Michel Bréal, Antoine Meillet, Emile Benveniste . En 191 7 fue movilizado para tomar parte en la guerra. Esta expe­riencia le hace pensar que la vida es un jue­go que un buen día terminará . Dumézil, asimismo, se admira ante lo que él llama el " gran misterio": cómo una evolución sin finalidad concebible ha terminado, en una especie animal bastante desfavorecida, por producir, junto con el lenguaje, el pensa­miento. Reflexiona también sobre la muer­te: "No me inquieto de aquello que queda­rá de mí después de mi muerte. Muy pro­bablemente no quedará nada, pues no con­cibo que cualquier cosa que se parezca al pensamiento, a la conciencia misma pueda subsistir después de la desaparición d~ aque­llo que lo viste o lo constituye: el lenguaje" (p. 42).

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1938 es un año decisivo en las investiga­ciones de Dumézil. Observando un grupo de hechos indios y un grupo de hechos ro­manos, vislumbró por primera vez la estruc­tura de las tres funciones: en la India , los brahmana, sacerdotes, forman la clase de mayor jerarquía; los otros son los ksatriya, guerreros, y los vai~ya, masa de los produc­tores. Y en Roma no hay más que tres gru­pos sacerdotales, jerarquizados, los de Júpi­ter, Marte y Quirino. Júpiter es el dios más grande y el que garantiza la suerte y la du­ración de Roma; Marte es el dios de la gue­rra ; Quirino se opone a Marte como la paz a la guerra y protege los granos alimenti­cios. Dumézil, en lo sucesivo, no abandona­rá nunca este descubrimiento suyo y lo re­encontrará en otros campos indoeuropeos. Así, las sociedades indoeuropeas estarían organizadas alrededor de lo sagrado, de la guerra y del trabajo, De un modo más pre­ciso, la primera función tiene un aspecto religioso y político, lo cual puede relacio­narse con el aspecto intelectual, que permi­te saber y gobernar. La segunda función es la forma física relacionada con el guerrero y las victorias bélicas. La tercera función es el trabajo y la fecundidad que permiten la permanencia de una sociedad, permanencia cuyas condiciones son la paz el amor la belleza y la voluptuosidad. ' '

En 1952, Dumézil viaja al Cuzco para estudiar el quechua ; se había interesado en los Incas desde pequeño y antes de su viaje había ya trabajado el quechua en la biblio­teca de Rivet, fundador . y director del Mu­seo del Hombre (París). Habla de uno de los "crímenes inofensivos" que cometió: establecer una relación de parentesco entre el turco y el quechua. La afirmación es atrevida, pero deja a los lingüistas juzgar si sus argumentos y resultados son aceptables.

Dumézil también trabajó para rescatar una lengua en desaparición, el ubykh de la familia caucásica. En la actualidad sóio hay un hombre, octogenario, que la habla y el cual sirvió de informante. Lo curioso de esta lengua es que se le han registrado unas 80 consonantes y sólo dos vocales. Dumézil comenta: "Las lenguas [ ... ]. las hay que mueren todos los años, en todos los conti­nentes. Simplemente, estoy contento de haber salvado una" (p. 89).

¿Qué se puede decir de los indoeuro-

Revista Andina, año 5

peos? Es poco lo que se sabe de ellos, nos dice Dumézil: "Un pueblo más o menos unitario, sobre un territorio bastante vasto como para que haya habido diferencias dia­lectales en la lengua que utilizaban todos. Por una razón desconocida, gracias a la su­premacía que constituían el caballo de gue­rra y el carro de dos ruedas, se expandieron en todas las direcciones por olas sucesivas , hasta el agotamiento de las reservas. Ellos fueron más o menos lejos, imponiendo en general su lengua a los pueblos conquista­dos. Las grandes invasiones comenzaron probablemente desde el tercer milenio antes de nuestra era" (p. 11 O). Y la expan­sión continuó en Anatolia, Grecia, India, etc. A partir de1 siglo XVI, los indoeuro­peos, bajo la versión de Latinos y Anglo­Sajones, impusieron sus lenguas en el conti­nente americano. En suma, alterna Eribon, son los carros indoeuropeos del tercer mi­lenio antes de Cristo los que hacen que hoy se hable inglés en Nueva York y francés en Tahití.

Dumézil no busca en su investigación reconstituir la civilización material indo­europea; le interesan dos órdenes de com­paración, el de las lenguas y el de las ideo­logías (mitologías). Su punto de partida, nos dice, es "la idea que una religión, co­mo cualquier obra del espíritu, forma una unidad; que, salvo los casos patológicos, una mitología, un código, una estrategia, · deben, en el conjunto, ser coherentes" (p. 116 ). El se consagrará a descubrir el siste­ma en un conjunto de hechos aparentemen­te caóticos. Es así como llegó a entrever que Roma jerarquiza en su teología las tres funciones que, en la India, gobiernan la di­visión de la sociedad.

¿Queda algo del modelo de las tres fun­ciones en nuestras sociedades contemporá­neas? Muy poco; en todo caso, nos dice Dumézil, ya no son adoptadas como marco de referencia por ninguna de ellas. Cierta­mente, las funciones en sí mismas estarán aseguradas mientras hayan sociedades; pero "el desarrollo, la explosión de la tecnología desde el principio de este siglo, desde las dos guerras mundiales, ya no permite hacer de ellas los títulos de tres capítulos que cu­bran la totalidad o incluso lo esencial de la experiencia humana. Han sobrevenido más transformaciones entre el siglo dieciocho y

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nosotros que entre los indoeuropeos y el siglo dieciocho" (pp. 188-189).

Eribon termina su entrevista recordando que un día Dumézil le había confiado: "Si estoy equivocado, mi vida no tiene senti­do" . Dumézil en esta ocasión es menos su­mario: "Mi vida científica, sí . Pero incluso eso no es cierto: aun si estoy equivocado, mi vida habrá tenido una función, me habrá divertido. De todas maneras, hoy ya es de­masiado tarde para rehacerla, ya no puedo rehuirla. Suponiendo que haya estado total­mente equivocado, mis indoeuropeos serán como las geometrías de Riemann y de Lobatchevsky: construcciones fuera de lo real. Lo cual no estaría tan mal. Bastará cambiarme de es tan te en las bibliotecas: pasaré a la sección 'novelas' " (p. 220).

En suma, el libro constituye una amena vía que permite a un amplio público no­especialista el acceso a la impresionante o.bra de Georges Dumézil. El estilo de las entrevistas es, a la vez, elegante, espontá­neo y no exento de humor e ironía.

J.C.G.

DURAND FLOREZ, Luis. Criollos en Con­flicto. Cuzco después de Túpac Amaru. Lima-;· t985. 254 pp.

El interés de Luis Durand Flórez por el Cusco y por Túpac Amaru no es reciente. En 1973 publicó Independencia e integra­ción en el Plan Político de Túpac Amaru. Por lo tanto, el libro que ahora nos entrega, Criollos en Conflicto, se inserta dentro de su preocupación por indagar sobre qué ocu­rrió al interior de la sociedad cusqueña lue­go del impacto inmediato de la gran rebe-lión. ·

El punto central del trabajo es cuestio­nar la hipótesis de Chaunu y Heraclio Boni­lla que postula que la rebelión de Túpac Amaru propició una conciliación entre criollos y chapetones como resultado del "miedo a las masas" . Durand Flórez consi-

. dera que sólo una relación de conflicto per­manente entre criollos y peninsulares pue­de explicar el estallido de los posteriores movimientos criollos de 1805 en Cusco y 1809 en La Paz. Es más, su posición es que luego de la gran rebelión se exacerbaron -en vez de diluirse- las contradicciones

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existentes entre criollos y chapetones. Un mérito importante del libro es el

esfuerzo por analizar el Bajo y el Alto Perú en su conjunto. Es decir, lo que se ha deno­minado el sur andino. El contrapunto que se establece entre las conspiraciones del temprano XIX ocurridas en el Cusco y La Paz permite retomar la perspectiva regional, elemento que se escapa de los recientes tra­bajos de Heraclio Bonilla y John Fisher so­bre el tema, ya que ambos amputan el Alto Perú de sus análisis.

Sin embargo, el estudio de Durand Fló­rez presenta algunas imprecisiones que qui­siera comentar. Establece, por ejemplo, que el origen de los movimientos que se inician en 1805 radica en la exclusión del sector criollo de los cargos públicos (p. 19). En es­te sentido es necesario recordar que la in­tranquilidad social que se apoderó del sur andino entre 1775-1 780 culminando con la gran rebelión, fue precisamente propiciada por remover de cargos oficiales a los crio­llos, para colocar en su lugar a los peninsu­lares. Esto como resultado de la política económica implementada a travh· -de las Reformas Borbónicas. Lo que quiere decir que la irreversible brecha entre los intereses de los criollos y de los peninsulares se abrió con anterioridad, al aplicarse las medidas Borbónicas, y no como consecuencia de la gran rebelión .

Sobre la identidad de los peninsulares o chapetones, que el libro presenta enfrenta­dos a los criollos, vale la pena hacer una sal­vedad. No siempre éstos fueron vistos por sus contemporáneos como un grupo mono­lítico. Queda establecido, por ejemplo, que dos de los colaboradores más cercanos de Túpac Amar~ -Juan Antonio Figueroa y Francisco Cisneros- eran originarios de Es­paña. No obstante, ambos estaban casados con criollas locales, que además pertenecían a la misma familia : los Esquive). Figueroa y Cisneros habían sido por lo tanto "asimila­dos" al sector criollo provincial, siendo su situación diferente a la de aquellos funcio­narios peninsulares que llegaron como par­te del aparato político-administrativo.

Otro punto que preocupa al autor es ex­plicar la "traición" por parte del sector criollo -incluyendo a los clérigos, como fue el caso del Obispo Moscoso (p. 79)­frente a la rebelión de Túpac Amaru. La

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ambivalencia de numerosos criollos que simpatizaron con el movimiento en el esta­dio temprano para luego replegarse y re­tractarse no está aún esclarecida. Pienso que quizás este fenómeno tuvo connotacio­nes coyunturales. En 1 780, los criollos que apoyaron a Túpac Amaru tenían interés en observar cómo se desenvolvían los aconte­cimientos. Comprobaron que aún las condi­ciones no estaban lo suficientemente madu­ras para una abierta ruptura con España y subsecuentemente se replegaron. En 1809, la situación era indudablemente diferente. La ocupación napoleónica de la Península y la ausencia de Fernando VII les daba "carta blanca" para actuar "en nombre del Rey". Es decir, en el temprano XIX tuvie­ron menos reparos de sacarse "la careta de la cara" y declararse en favor de la autono­mía.

Se hacen entonces más entendibles sus dubitaciones con relación a la gran rebelión de 1780. Consideraron que no les había lle­gado aún el momento de actuar. Pero asimi­laron la experiencia. No debe resultar raro entonces que los mismos grupos que en 1780 estimulan subrepticiamente la lucha anticolonial ( clérigos y criollos propietarios­comerciantes) aparezcan claramente perfi­lados dentro de la dirigencia del temprano XIX.

Durand Flórez propone una nueva for­mulación del proceso emancipador peruano en tres etapas: 1. Túpac Amaru (mayor participación in­

dígena) 2. Movimientos de 1805-1814 (dirigencia

criolla y mestiza) 3. San Martín, Torre Tagle, Sucre, Bolívar

(altos sectores limeños con la interven­ción de patriotas extranjeros)

. Creo, sin embargo, que si bien la partici­pación criolla de 1 780 puede considerarse oportunista , la presencia de individuos co­mo Juan Antonio Figueroa, con destacada actuación como armero en la rebelión de Túpac Amaru y luego en la Junta Tuitiva de La Paz de 1809, arroja nuevas luces so­bre el compromiso de un sector de criollos con la lucha anticolonial. La primera etapa que postula Durand Flórez, a mi modo de ver, materializa la presencia indígena a tra­vés de los caciques, pero no de be su bes ti­marse el ingrediente criollo, cuya influencia

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en programas y manifiestos que fueron la base ideotógica del movimiento ha llevado al autor a hablar en su libro anterior del proyecto "integracionista" de Túpac Ama­ru. Además. este esquema por etapas que nos presenta Durand Flórez también resul­ta poco flexible para el caso de las Juntas de Gobierno de 1809-14, en la medida en que en este período todavía se pedirá la colaboración de los caciques, aunque éstos quedan supeditados a la dirigencia criolla. Los caciques movilizaron entonces a las comunidades bajo su control , aunque , a di­ferencia de 1 780, en el temprano XIX el sector criollo asumió más nítidamente las posiciones de liderazgo, tratando de sacar partido de este período de intranquilidad social y de conseguir beneficiar sus propios intereses acomodándose a la nueva correla­ción de fuerzas . Si en la metrópoli las Jun­tas de Gobierno funcionaron , ¿por qué no iban a operar de igual manera en Hispano­américa?

En el capítulo que dedica a los Inciden­tes en el sur y Alto Perú entre 1 784 y 1800 (p. 159), el autor rastrea la participación activa de caciques y clérigos como agentes de la subversión . Estos líderes ya se vislum­braban como potenciales agitadores en la gran rebelión,-aunque sus acciones plasma­ron más claramente en el período colonial tardío . Además, Durand Flórez nos presen­ta una cronología de revueltas menores que salpicaron el virreinato del Perú en las déca­das del ochenta y el noventa, concentrán­dose en la región central y norte. No obs­tante, y una vez más, los movimientos de mayor envergadura de principios del XIX surgirán en el sur andino : Tacna, La Paz y Cusco. De todos modos, la utilidad de este marco de revueltas menores cuestio­na el posible adormecimiento de la socie­dad colonial como resultado de la represión desatada luego de ocurrida la gran rebelión.

Finalmente, en su Prólogo y Epílogo (p. 176) el autor señala que Criollos en Conflicto es la primera parte de una investi­gación en curso que pretende abordar en forma más detallada las conspiraciones de 1805 en el Cusco y de 1809 en La Paz. Re­cientemente, Alberto Flores Galindo ha realizado un original .trabajo sobre el conte­nido ideológico de la conspiración de Agui­lar y Ubalde de 1805. Por otro lado , en un

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artículo que intenta dar una interpretación alternativa al "mito de la independencia concedida" he analizado los puntos en co­mún entre la gran rebelión y la Junta Tuiti0

va de La Paz de 1809, a partir de la partici­pación destacada que tuvo en ambos movi­mientos el gallego Juan Antonio Figueroa , quien por sus intereses económicos deten­taba una doble residencia : en el Cusco y en La Paz. El trabajo de investigación que el Dr. Durand Flórez nos anuncia para un fu­turo cercano vendrá , pues, a aportar nuevas luces sobre el sur andino y su lucha por una autonomía regional.

S.O.G.

MITRE, Antonio. El monedero de los An­des. Ed. HISBOL. La Paz, 1986

Cuan grato es ver como la historiografía boliviana se va enriqueciendo, aún más cuando aborda los grandes problemas de la sociedad.

Mitre , en este segundo libro, nos presen­ta a la moneda boliviana como protagonista de la economía en el siglo XIX, como arti­culadora de las economías regionales o ha­cia los centros mineros, como producto in­dustriá"J°con destino a la exportación (retor­no) p~ra captar las importaciones que re­quería la República.

Mitre nos presenta como tesis que lapo­lítica fiscal de la República entre 1830-1870 contribuyó a que se desarrollaran las economías regionales, emitiendo moneda de menor valor (feble) y haciendo posible un intercambio más allá del marco geográ­fico de la República, aun bajo las condicio­nes prevalecientes heredadas de la guerra anticolonial. Todo esto bajo la atmósfera de la corriente del proteccionismo que fluía bajo dos vertientes, la colonial y la liberal.

Así presentada, esta primera parte de la Historia Republicana muestra a un Estado monopolista en la comercialización de pas­tas y minerales de plata imponiendo a los mineros un precio por su mercancía a fin de impulsar la producción de moneda, aba­ratando los costos de producción. Este flu­jo de moneda "sencilla" permitió dinami­zar la economía regional no sólo al interior de la República, sino articulando un espa-

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cio regional mayor que rompe las fronteras, llegando a integrar los circuitos comerciales con el norte argentino y el sur peruano, principalmente el mercado de Tacna, donde la moneda feble es la corriente.

Sin embargo, es necesario decir que el sistema monetario de Bolivia incluía otra moneda con mayor cantidad de plata, la misma que se utilizaba en las transacciones comerciales con el exterior. A medida que disminuía esta moneda, los sectores socia­les comprometidos con el comercio exte­rior se veían en fuertes conflictos, en razón de sus actividades, puesto que la moneda feble era rechazada por la cantidad de "liga de cobre".

A medida que estas fuerzas sociales ad­quirían poder, comenzaron a propugnar la abolición del monopolio de ·la compra de pastas y la conversión de la moneda feble, buscando el establecimiento de una moneda "única". Mitre acota que, al mismo tiempo, los países modifican su sistema monetario y unen sus regiones, mediante el ferrocarril , con los puertos de exportación.

A fin de comprender esta -polí.tica del Estado, Mitre desarrolla las concepciones sobre el proteccionismo y el libre cambio, que se confrontaron a lo largo de más de dos décadas , la primera sostenida por los mineros y la segunda por los comerciantes de La Paz.

Finalmente presenta el triunfo del libre cambio expresado en la abolición del mo­nopolio sobre los gastos y metales y la li­bre comercialización de mineral. Así que­daba establecido el problema de la conver­sión de la moneda feble .

Este problema de la conversión tuvo una historia muy accidentada, ya que su solu­ción fue discutida arduamente, desde la ob­tención de un préstamo para cambiarla por otra buena y el pago de la diferencia por parte del Estado, hasta su simple deprecia­ción. Todos los intentos fueron fracasando uno a otro, hasta que finalmente en 1877 se tomará el camino de la depreciación.

A lo largo de la década del 70, se impo­ne, a juicio de Mitre, la economía de expor­tación, reglamentándose las economías re­gionales ante la ausencia de la moneda frac­cionada. La circulación de la moneda fidu­ciaria y la sola emisión de moneda fuerte via bilizaron la nueva orientación de la eco-

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nomía. Esto, sin duda, bajo la influencia de la economía capitalista que determina la "crisis monetaria" al interior de Bolivia. Esto se expresaba en la baja del precio de la plata en el mercado mundial, lo cual gravi­taba en el valor de la moneda y en el alza de los precios de los artículos de importa­ción. De esta manera, la mercantilización de las regiones quedaba subordinada a la economía de exportación.

A mi parecer, este capítulo del monopo­lio y el libre cambio es decisivo para tener una idea de la incidencia de la abolición en la emisión de moneda feble y del intento de conversión en las regiones del país en las que esta circulaba. ¿Qué efectos tuvo?, ¿qué sucedió con los comerciantes indíge­nas, la arriería, los pequeños productores? Es muy simple decir que quedaron en la subsistencia. ¿Podrían conseguir los comu­nitarios moneda fuerte para saldar el estig­ma del tributo?

Por otra parte, la documentación de­muestra que la provisión de materia prima a la casa de moneda fue causa de fuertes conflictos entre el gobierno y los mineros, especialmente a raíz de que el gobierno no podía pagar el precio de las pastas que se establecía en las plazas de Tacna e lquique. Los mineros y comerciantes aseguraban el pago de sus mercancías con las pastas . de plata. A esto se sumó la depreciación de la moneda feble que comenzó su travesía fue­ra de las fronte ras, provocando una seria desmonetización en el mercado. Por otro lado, el alza de los precios de las mercade­rías reexportadas desde Valparaíso atravie­sa una crisis·de mercado igual a la que su­frían ciertas regiones de Chile. Valdría la pena "intentar" incorporar,en las historias económicas, a los actores sociales, puesto que ellos son los que hacen historia al trans­formar la sociedad, la producción, el inter­cambio; igualmente, son los que sufren las crisis de un sistema económico, sea éste im­puesto o no.

A.P.T.

RAMIREZ, Susan. Provincial Patriarchs: Land Tenure and Econornics of Power in Colonial Peru. University of New Mexico. Albuquerque, 1985. 4 71 pp.

El libro de Susan Ramírez se presenta

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como un estudio de la historia regional. Es­te trata sobre el grupo de los terratenientes en Lambayeque durante la colonia, con lo que se plantea la importancia del estudio de la élite de los hacendados para compren­der el desarrollo de la hacienda colonial.

El estudio abarca desde la llegada de los españoles hasta cerca de 1824. La periodi­zación, que sigue el curso del desarrollo de las haciendas, sobre todo de los cañaverales (pag. 389), establece tres períodos: a) Des­de la llegada de los españoles hasta 1595, cuando se da la institucionalización del do­minio del Estado español y la pérdida de poder de los encomenderos, que al comien­zo eran los que más haciendas tenían; b) De 1595 a 1719, período que abarca el desa­rrollo de las haciendas, sobre todo de los cañaverales, y que cubre una etapa de auge entre 1650-1719;c)De 1719a 1824,perío­do de estancamiento y declive en que la producción de las estancias va superando en importancia a la de los cañaverales.

Los precios son utilizados como infor­mación de primer orden para establecer la demanda y, por lo tanto, como una varia­ble para periodizar. Los precios de la hari­na de trigo, azúcar, ganado y ciertas mate­rias primas requeridas por los cañaverales (como el cobre) son los que utiliza la auto­ra. Las fuentes de las cuales se ha servido no son las adecuadas, sobre todo teniendo en cuenta que en Lima existen los libros de gastos de los hospitales y conventos. Las series de precios no son homogéneas debi­do a que son obtenidas de diferentes tipos de transacciones. Y también hay precios que no son representativos, como los que utiliza del trabajo de Guillermo Lohmann ("Apuntaciones sobre el curso de los pre­cios de los artículos de primera necesidad en Lima durante el siglo XVI", Revista His­tórica, No. 29, 1966). Los precios fijados por el cabildo muchas veces no correspon­den con la realidad (Ramón Carande. Car­los V y sus banqueros. Barcelona, 1977, pag. 75). Susan Ramírez considera que los precios utilizados no son del todo de fiar, pero que sirven para establecer tendencias de larga duración.

Uno de los temas centrales del trabajo es el nivel de hipotecas de las haciendas (cen­sos, obras pías, capellanías, etc.), relaciona­do con la influencia que tienen los terrate-

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nientes para adquirir créditos, para capitali­zar la hacienda y , sobre todo, para la com­pra de esclavos, que es el activo de mayor valor en un trapiche . El problema que surge con este planteamiento es el origen de las hipotecas: si son créditos o gravámenes que impone el propietario sobre su hacienda. El origen de las hipotecas es difícil de determi­nar (Arnold Bauer. "The church in the eco­nomy of Spanish America: censos and de­positos in the eighteenth and nineteenth century", HAHR, 63 , 4 ). La cuantificación que presenta la autora entre el valor de las haciendas y el de las hipotecas es impor­tante, nos revela el derecho de los propieta­rios sobre sus haciendas; a mediados del siglo XVIII, los terratenientes eran casi sólo unos usuarios de las haciendas por el alto valor de los gravámenes que recaían sobre éstas. Así, se daba el caso en que la venta de una hacienda era sólo el traspaso de ésta y el nuevo dueño sólo se comprometía a cumplir con el pago de las hipotecas. El que la hacienda tuviera una hipoteca impedía al dueño dividirla, porque la hipoteca recaía sobre la totalidad de la propiedad.

La autora, al periodizar y utiliz~r méto­dos cuantitativos, muestra el perfil de los hacendados de manera dinámica, estable­cieri.cfo . las continuidades y rupturas del comportamiento y composición de la élite colonial de Lam bayeque. Llega a la conclu­sión que la élite era muy inestable, le era difícil mantener el poder. Las haciendas cambian de mano en mano, acelerándose el proceso durante el siglo XVIII, que se ca­racterizó por· una tenencia de la hacienda de corta duración. Susan Ramírez sostiene que el poder fue difuso durante la colonia (pag. 271 ), y que el control del poder no fue retenido por ningún grupo de familias durante toda la colonia. La importancia de esta afirmación no es la novedad, sino la contundencia de los datos ofrecidos: el es­tudio abarca más de 900 transacciones, ma­yormente sacadas de libros de notarios. De estos hechos sal tan las preguntas de por qué no se consolidó la élite en Lambayeque y si éste es un hecho común para todo el vi­rreinato. A la primera pregunta, Susan Ra­mírez da una serie de respuestas, enfatizan­do sobremanera que las haciendas tenían un~ baja rentabilidad : alrededor del So/o anual para 1 719-1824. Durante el período

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de 1650-1 719 la rentabilidad debió ser ma­yor por ser el · precio del azúcar más eleva­do, generando un grupo de hacendados asentados, sin problemas y seguros de sí. De todo esto, la autora saca a relucir que el -poder de los hacendados estaba ligado al poder económico, teniendo lo demás una importancia · secundaria; cuando comienzan a surgir los problemas, todo el poder social y político de los hacendados no les ayuda, como sucede en 1 720, cuando las inunda­ciones y el precio bajo del azúcar acarrea­ron una serie de cambios de propietarios de haciendas.

De este modo, la autora rompe la visión de una sociedad colonial rígida para presen­tarnos otra en que el escalador social está siempre presente para ocupar el puesto del hacendado venido a menos. ·Cabe destacar el gran número de españoles que están en el grupo de escaladores sociales, número que aumenta en el siglo XVIII debido a la crisis de los cañaverales y a las reformas borbó­nicas.

El comportamiento económico no agrí­cola de los hacendados es una de 1-as- cues­tiones principales del libro. Los datos indi­can que durante el período de auge había menos hacendados dedicados a actividades fuera de la hacienda, y lo contrario ocurre durante el período de depresión. No sólo hay que relacionar período de auge con una menor importancia de los ingresos no agrícolas por los mayores beneficios que generen las haciendas, sino, también, por la menor proporción de nuevos hacendados. En caso contrario funcionaría a la inversa . En el período de 1650 a 1719, la actividad más numerosa es la de sacerdote (420/0) ; en cambio, para 1719-1824 son las de sa­cerdote, burócrata, comerciante , con por­centajes similares. El burócrata y el comer­ciante son elementos nuevos. Ramírez sos­tiene que no hay que menospreciar las acti­vidades no agrícolas de los hacendados en cualquier período.

Las actividades políticas .-ejercidas por los hacendados eran sobre todo a nivel del cabildo y de las milicias. Estas actividades son más de prestigio que de poder directo, pero sirven para presionar. Una protesta de un regidor perpetuo o de un coronel era escuchada y tomada en cuenta.

Susan Ramírez considera que la utiliza-

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c10n de cualquier tipo de poder por parte de los hacendados no varió sustancialmente durante la colonia, siendo las variaciones de grado. Al no haber cambio en la estructura, se puede estudiar las correlaciones de una serie de variables de acuerdo con las coyun­turas fijadas para comprender mejor la es­tructura en que se desliza el poder colonial en una región determinada.

El modelo que nos presenta la autora es fluido , dinámico. Establece una serie de co­rrelaciones según la coyuntura de desarrollo de las haciendas, haciendo hincapié en los cañaverales. Establece lo que Labrouse lla­ma relaciones determinantes. Relaciona el comportamiento y composición de los ha­cendados con una serie de indicadores eco­nómicos de la vida de las haciendas ( deman­da, oferta, costos, beneficio, nivel de en­deudamiento, precios, etc.). El mérito del trabajo es el haber escapado de un modelo estático, en el que caen muchos de los tra­bajos de este tipo.

El libro de Susan Ramírez es fruto de varios años de estudios dedicados y magis­tralmente aplicados.

C.A. de L.

SANCHEZ, Rodrigo. Organización andina, drama y posibilidad. Fondo Editorial IRINEA. Huancayo, 1987.

Este libro condensa varios trabajos de investigación del autor sobre el campesina­do peruano llevados a cabo entre 1974 y 1984. Los estudios involucran tres regiones cuyas características son muy distintas en­tre sí. Sin embargo, los datos presentados por Rodrigo Sánchez son de una extraordi­naria calidad porque demuestran que todas ellas están unidas por una característica común: están sometidas a procesos de cam­bio que en lo esencial son muy semejantes, desvirtuando el mito que la región Central es especial. En este sentido, el objeto del libro, en palabras de su autor, "se refiere a los modelos de organización social y econó­mica que el campesinado ha desarrollado: la comunidad campesina, las relaciones de reciprocidad, la organización social y paren­tal, entre muchos otros elementos conoci­dos en círculos especializados como los sis­temas andinos de organización" (pag. XVII,

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Introd .). A continuación, Sánchez dice que el tema central de los estudios andinos ha sido siempre la disyuntiva sobre si son los elementos internos o los externos los que influyen más fuertemente en la sociedad ru­ral, sosteniendo a continuación que este debate conduce al vacío. Por el contrario, los estudios que se presentan en el libro muestran la hegemonía de las fuerzas exter­nas que conducen a la incorporación del campesinado a relaciones capitalistas de producción y acumulación, pero que , sin embargo, no destruyen los patrones de eco­nomía y organización andinas. Por tanto, el problema no es la persistencia o destrucción de elementos no capitalistas, dice Sánchez, sino preguntarnos acerca "de el rol que cumplen tales elementos sociales, económi­cos y culturales en el proceso socioeconó­mico de la sociedad local, regional y nacio­nal". No obstante, para Sánchez el proble­ma no es solamente observar la presencia de estos elementos andinos, sino constatar que "para que lo sean . .. es necesario que cum­plan propósitos consecuentes de beneficio social, distribución equitativa y relaciones sociales justas. En ausencia de estas condi­ciones es muy probable que estemos hablan­do de organizaciones o relaciones única­mente aparentes, intrascendentes y de con­tenidos desvirtuados" (pag. XX).

Es difícil criticar un libro cuando uno está de acuerdo con una parte y en desa­cuerdo con otra. En primer lugar, estoy de acuerdo con el planteamiento general del libro. Mi experiencia de investigación sobre el tema campesino en Perú me indica que Sánchez tiene razón en lo esencial : hay un proceso acelerado de expansión de relacio­nes sociales capitalistas en el sector rural peruano (en un sentido amplio), lo que se expresa en expandidos fenómenos de prole­tarización de la fuerza de trabajo . Pero, sin embargo, no existen evidencias de que este proceso necesariamente haya penetrado la producción agrícola propiamente tal en gran escala y pueda, por tanto, implicar tendencias hacia procesos de descampesi­nización al estilo Lenin. Más bien, como acertadamente Jo describe Sánchez, hay un proceso de cambio social y económico que se expresa en la proletarización parcial del campesinado. Este es un fenómeno muy bien documentado para el valle del Man taro

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por diversos autores, pero que también existe en el resto del Perú , y Sánchez es muy hábil en demostrar que la proletariza­ción parcial es un proceso generalizado en el Perú rural. La forma como esta proletari­zación parcial se articula entre el sector agrario y campesino con el resto de la pro­ducción capitalista rural es explicada por Sánchez diciendo que "la producción cam­pesina ayuda al trabajador asalariado y, por tanto, es una fuente de beneficio para el capitalista" (p . 91 ). Ahora bien, es muy co­mún que este tipo de fenómenos ocurran en zonas donde es predominante la produc­ción capitalista industrial o semi-industrial (minería, plantaciones, etc.) , pero que no penetren ni descompongan el medio agrario propiamente tal, afectándolo sólo indirec­tamente, favoreciéndose de las condiciones de pobreza rural.

En lo que no estoy de acuerdo con Sán­chez es en el hecho que mezcla los datos del terreno con su deseo de encontrar la perfección en los modelos andinos de orga­nización social (definidos por el autor como sistemas caracterizados por "distribución equitativa y relaciones sociales justas"). Sin embargo, ésta es una crítica que se podría hacer no sólo a este libro, sino a la mayoría de lm; trabajos existentes sobre el campesi­nado andino y que reflejan la esperanza y la utopía de poder encontrar en el pasado soluciones para los problemas del presente. Este trasfondo ideológico heredero del indi­genismo peruano se nota en el libro de Sánchez permitiendo leer dos elementos extraños al análisis que mitigan la riqueza y claridad de la información empírica : l) Se presenta un esquema en el que lo andino se enraíza en el campo; es decir, lo andino proviene de la tierra y es consustancial al campesinado. Esto es discutible en los mis­mos datos aportados por el autor, donde aparece que la dinámica comunal proviene en gran medida desde fuera del campo, de los migrantes, quienes en el medio urbano recrean una comunidad ideal -aparente­mente inspirados y apoyados por ideólogos indigenistas-. Este modelo lo llevan a las zonas rurales sobre la gran plataforma de la recuperación de las tierras comunales y aparentemente es mantenido posteriormen­te en gran medida por los migrantes urba­nos. Este es un tema que no está bien desa-

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rrollado en el libro y exige un mayor es­fuerzo de investigación. 2) Un segundo pun­to que me parece discutible es la definición misma de lo andino en el sentido de que "lo andino es relaciones sociales justas". Esto, a mi entender, no concuerda con otras investigaciones sobre el tema que in­dican que lo andino implica reciprocidad sólo al nivel del grupo inmediato de parien­tes, pero es esencialmente asimétrico a ni­vel de relaciones sociales más amplias. Es decir, en lo andino, como en cualquier tipo de sociedad, existe jerarquización so­cial y desigualdad económica.

En síntesis, el libro de Sánchez constitu­ye un aporte sustantivo al conocimiento del campesinado peruano, derribando mu­chos mitos agraristas y campesinistas. Los datos son presentados coherentemente y demuestran acertadamente los procesos so­ciales más importantes. Sin embargo, y en esto mi desacuerdo es de un orden más ge­neral, las implicancias políticas que el autor expone no se derivan del análisis de los da­tos, sino de una plataforma ideológica an­din~. El punto de partida, creo yo, está equivocado: no se trata de discutir si la co­munidad está siendo o no penetrada y des­truida por el capitalismo, o que resiste mu­cho o poco, sino más bien de investigar las dinámicas sociales y económicas concretas para ver efectivamente de qué se trata el fenómeno de la comunidad campesina an­dina. En esta perspectiva, el trabajo de Ro­drigo Sánchez es un avance importante y constituye un punto de partida interesante para mirar el mundo rural, más que campe­sino, del Perú con nuevos ojos.

R.R.A.

SOUX MUÑOZ, María Luisa. Producción y circuitos mercantiles de la coca yungueña, 1900-1935. Tesis de Licenciatura en Histo­ria, Universidad Mayor de San Andrés. La Paz, 1987. 285 pp.

La tesis de María Luisa Soux Muñoz en­cabeza una serie de trabajos en curso sobre el tema del mercado regional desarrollados por jóvenes historiadores bolivianos.

La problemática planteada por la autora es la siguiente: ¿cómo la coca, producto

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andino, ha logrado estructurar un espacio regional, manteniendo las condiciones de un mercado interno a) creado por el siste­ma colonial (sobreponiéndose a un espacio prehispánico en el cual la coca ya tenía un rol importante), b) pero desarticulado por los fundamentos del mundo contemporá­neo?

El haber escogido los años 1900-1935 responde a tres argumentos:

La abundante documentación; La cocaína entró entonces en el terreno de los debates internacionales; por lo tanto, la coca tambien ; El comportamiento comercial de la coca se opone radicalmente a la orientación externa adoptada por la economía boli­viana en su conjunto (plata, estaño, cau­cho, etc.). Siguiendo la línea trazada por Assadou­

rián, la autora descascara brevemente los mecanismos del comercio regional hasta aislar el "fenómeno coca". Del aspecto ri­tual al cual fue asimilada durante la época prehispánica, la coca entra en una dimen­sión mercantil después de la conquista, con­servando, sin embargo, su carácter ritual y social. En cortas páginas se describe el mar­co en el cual crece la "divina plan ta"; la región de los Yungas de La Paz (Bolivia) valles cálidos y húmedos ubicados en Jo~ contrafuertes de la Cordillera Oriental cuyo poblamiento es aún fuente de varia~ hipótesis. La hostilidad de la región (clima acceso, inseguridad) no impide que la atrae: ción de la hoja la transforme poco a poco en la principal productora de coca del país desde el siglo XVIII.

En otro capítulo se desarrollan las dos estructuras de propiedad de la tierra en la zona productora; es decir, la hacienda y la comunidad, cuya repartición geográfica es definida: las haciendas se encuentran más bien al norte de la región y las comunida­des, al sur.

A fines del siglo XIX, el cuadro que pre­sen tan los Yungas es el siguiente: las ha­ciendas de coca no han sacado provecho de la legislación de la segunda mitad del siglo para extenderse, como ocurría entonces en el altiplano, pues no lo necesitaban, al te­ner en la región una implantación sólida cuyo inicio queda por fechar. Al confron­tar factores tales como la extensión, la ma-

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no de obra empleada o el porcentaje de tierras cultivadas, fue imposible determinar un modelo de hacienda. Tampoco la com­binación entre mano de obra y producción permitió fijar de manera sistemática el valor de ellas. Lo que sobresale es la persistencia de relaciones precapitalistas en la organiza­ción de las haciendas supuestamente más "comerciales" del país.

En cuanto a las comunidades, es una se­mi-sorpresa el constatar la poca solidez de sus estructuras si se las compara con los "modelos" andinos tradicionales. Aquí, la propiedad individual a través de las parcelas (sayañas) es general, sobre todo en cuanto al cultivo de la coca. Las tierras comunes se encuentran en zonas de altura. La indivi­dualización se acentuó con las leyes de ex­vinculación de 1874. Otro testimonio que refuerza la fragilidad de la estructura comu­nitaria es la existencia - a pequeña escala­de "pequeñas propiedades mercantiles" de­dicadas a la producción de coca, distintas de las haciendas.

En el marco del tipo de explotación de la tierra, es interesante subrayar que el ta­maño medio de las unidades productivas es de tres hectáreas por sayaña y 1600 hectá­reas por hacienda, pero que el porcentaje de tierras cultivadas es más elevado en co­munidades que en haciendas.

Una vez definidas las estructuras, los marcos de la producción son descritos con detalle, marcando el papel fundamental de la mano de obra, en ambos casos. El modo de explotación de la hacienda yungueña es "clásico" en el sentido en que ahí se repro­ducen fenómenos descritos ya para otras zonas de producción destinada al mercado. Salarios, reclutamiento, acceso a las tierras, nada nuevo . .. Una particularidad podría ser el empleo de mano de obra esclava, pero su escala es mínima.

Los únicos datos estadísticos disponibles sobre la producción se refieren a la coca de Yungas que pasa por aduanas. Esta no es sino parte del conjunto producido en las haciendas, tanto en las tierras del propieta­rio como en las parcelas de los colonos. Es­ta producción es variable según las zonas. La estimación en base al número de catos conocidos (el cato es la unidad de superfi­cie cultivada en coca) da una producción poco importante. Al final, la rentabilidad

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de las haciendas se justifica gracias a las "re­laciones precapitalistas" establecidas con la mano de obra. El costo mayor sería el pago real de la mano de obra, pero al no entrar éste en la contabilidad de las haciendas, éstas salen ganando.

La segunda parte del trabajo nos lleva tras la huella de la hoja de coca a través de sus múltiples peripecias, por una parte al salir de la zona productora y por otra, ya en las zonas de consumo. Esta distinción es importante.

La cuestión del transporte logró movili­zar los intentos "progresistas" de los hacen­dados, que se reúnen en la Sociedad de Pro­pietarios de Yungas (SPY) con el fin de me­jorar la vialidad local, gracias a la recauda­ción de un impuesto (el real en cesto) y la prestación de servicios personales (presta­ción vial). Desde caminos de herradura has­ta un ferrocarril están a la orden del día, aunque la mayoría de los proyectos fracasa. La historia de los financiamientos es dolo­rosa y rápidamente evocada al necesitar un estudio separado. Sin embargo, las conse­cuencias de la apertura de caminos se mani­fiestan en un aumento del tráfico y una di­versificación de la producción agrícola.

Se distingue dos clases de coca en circu­lación-:º la coca de hacienda y la coca de res­cate, proveniente de las comunidades. Una hipotética diferencia de calidad implica una diferencia de precio a favor de los hacenda­dos, cuya coca representa apenas un 200/0 del tráfico. Los impuestos sobre la coca son tan numerosos que los ingresos de la coca para el departamento de La Paz sobrepasan, en 1914, la contribución territorial (ex­tributo), para constituir el 420/0 de los in­gresos del Tesoro Departamental.

La coca dispone de su Aduana, oficina de control del tráfico comercial, cuya exis­tencia fomenta el contrabando, los abusos y la corrupción. Varios son los actores que rodean a la hoja: rescatistas y fleteros se encargan de sacarla de Yungas hasta La Paz, donde las casas comercializadoras toman el relevo, tanto para el comercio local como para el regional e internacional.

Gracias a los datos de 1 900-1901 de la Aduana se pudo esbozar un análisis cuanti­tativo de la circulación de coca que permi­tió determinar · los destinos de la hoja, la concentración del mercado y la densidad

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del comercio. Se espera un análisis más pro­fundo ante la riqueza de tal material.

En el terreno del mercado de la coca la autora distingue tres espacios, que cor;es­ponden también a niveles de circulación y de consumo:

Espacio "étnico", prehispánico, donde . la coca entra en el marco de los inter­cambios entre distintos pisos ecológicos lo cual se mantiene aún a través de la cir: culación no comercial; Espacio "económico" colonial tradicio­nal, en el cual la coca ya tiene un papel de mercancía. Es objeto de comercio recorre distancias largas. Corresponde ai c?mercio mayorista y está ligada, por eJemplo, a la econom1a minera;

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Espacio "internacional", entonces míni­mo, donde se exporta la coca fuera de las fronteras (pero la exportación hacia Chile, Perú o el norte .argentino entra en el cuadro anterior). Los datos y los análisis presentados por

María Luisa Soux Muñoz constituyen un gran aporte para entender y observar el funcionamiento de una economía única, para la cual sería interesante hacer compa­raciones en el tiempo (en el XVI o XVIII) y en el espacio (coca del Cusco, otros pro­ductos como el cacao, el pulque, etc.). La amplitud del tema dio quizás lugar a algu­nas "superficialidades", pero, a su vez, se­ñala mil y un aspectos por explorar.

A.M.L.

Revista Andina, año 5