da matta r. el oficio del etnologo o como tener anthropological blue

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Una introducci6n a la Antropologia Social y Cultural Mauricio F. Boivin Ana Rosato Victoria Arribas r:

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Page 1: Da Matta R. El Oficio Del Etnologo o Como Tener Anthropological Blue

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Una introducci6n a la Antropologia Social y Cultural

Mauricio F. Boivin

Ana Rosato

Victoria Arribas

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Page 2: Da Matta R. El Oficio Del Etnologo o Como Tener Anthropological Blue

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Eudeba

Universidad de Buenos Aires

1~ edici6n: septiembre 1998 1~ edicion, 1~ reimpresi6n: marzo de 1999

Diserio de tapa: AyD ber6n - Eudeba Correccion y composici6n: Eudeba

© 1999 Eoitorial Universitaria de Buenos Aires Sociedad de Economia Mixta Av Rivadavia 1571/73 (1033) Tel. 4383-8025 Fax: 4383-2202

ISBN 950-23-0819-0

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c';l e:l,n" Je .rbnl de: ICJI),).

,II RIPARI S.A. (ir:d .1'.1:111 (rl'c'gOlJ() Lemos 2-J() ! ~d\..·lh'" Aires. :\rgC'Il(lll~L

:')'~eca hecho el ceocsuo que ssracrece ra Ley 11 723

No 5e oerrrnte la reorcouccicn total a carcia: de este .ibro, ,~I 3U almaceoarn-eoto en ur .s.srerna intornat'co ni su :r20s""""',isi6n en cualquier forma (I cor cuaiqu'er medio electrcrsco, rrecaruco. totococ.a ....; ctros rnetodcs, sin e: ;J'3(~:so rjel editor

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Page 3: Da Matta R. El Oficio Del Etnologo o Como Tener Anthropological Blue

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EI olicio de etnologo o corno tener "Anthropological Blues"*

Roberto Da Matta

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This glory, the sweetest, the trues lntroduccion or rather the only true gloly, awaits you, encompasses you already; you En Etnologia, como en los "rites de pasa­

II

I i will know all its brilliance on that je", existen tres fases (0 planes) fundarnenta­

day of triumph and joy Oil toicb, les cuando se trata de discurrir ace rca de las returning to your country, welcomed etapas de una investigacion vistas a traves del amid our delight, you will arrive in prisma de su cotidianidad. La prirnera, es aque­

I our walls, loaded with tbe most Ila caracterizada por el uso -y basta el abuso­precious apoils, and bearers ofhappy de la cabeza, cuando aun no tenemos ningun tidings ofour brothers scattered in contacto con los seres humanos que, viviendo the uttermost confines of tbe Universe. en grupos, constiruyen nuestros objetos de tra­

bajo. Es b. fase 0 plano que denornino teorico­Degerando' intelectual, rnarcada pOl'el divorcio entre el fu­

• En Comunicar;;oes do PPGAS, N° 1. Rio de Janeiro. Museu i\laeional, Universidade Federal do Rio de Janeiro.

1974. Trabajo presentado en la Universidad de Brasilia, Departamento de Cieneias Sociales. en el Simposio sobre Trabajo de Campo. Expreso mis agradeeimientos a los Profs. Rccerto Cardoso de Oliveira y Kenneth Taylor que en la epoca eran Jefe del Depto de Ciencias Socrates y Coordicador del Curso de rvlaestria en Antropologia Social respeetivamente, por su invitacion. Postenortr-ecte. el texto fue publieado en el Museu Nac.onal como Comunicaci6n N" 1. en setiembre de 1974, en ec'cion "',meografiada. Oeseo agradeeer a Gilberto Veiho, Luiz de Castro Faria y Anthony Seeger por .as sugereneias y lOS esnrnutos al momento de la preparacion de las dos versiones de este trabajo. 1. Joseph-Marie Deqerando. (180m The Observation of Savage Peoples, Berkeley y Los Angeies, Universirv

of California Press, 1969 (trad. del !ranees por F.CT. Moore)

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Page 4: Da Matta R. El Oficio Del Etnologo o Como Tener Anthropological Blue

" • " • " .. ,. "" .. " " ., " '-' " '- " w ww ., .J 'WI WI iiIJ'Capitulo 4 ... turo mvestigador y la tribu, la clase social, el mito. eJ grupo, la categona cognitiva, el ritual,

el barrio, el sistema de relaciones sociales 0 de

parentesco, el modo de produccion, el sistema politico y todos los otros dominies -en u OJ. lista

mfinita- que ciertamente forman parte de aque­

llo que se busca ver, encarar, distinguir, perclbir,

estudiar, clasificar, interpretar, explicar, erc.. Pero

ese divorcio -yes bueno que esto sea dicho

claramente- no se refiere solo a la ignorancia

del estudiante. Al contrario, habla precisamen­

te de un exceso de conocimiento, pero de

un conocer que es teorico, universal y me­diatizado, no por 10 concreto y sobre todo

por 10 especifico, sino por 10 abstracto y par 10 no vivenciado. Par los libros, ensayos y articulos: por los orros,

En la fase teorico-intelectual, las aldeas son diagramas, los rnatrimonios se resuel­

'len en disenos geornetncos perfectarnente

simetricos y equilibrados, el patronazgo y la

clientela politica aparecen en reglas ordena­

das, b propia expoliaci6n responde a Jeyes, y los indios son de papel. Nunca 0 muy ra­ramente se piensa en COS:lS especificas, que se refieran a "mi' experiencia, cuando el co­nocirnienro es perrneado por oiores, colo­

res, dolores y arnores. Perdidas, ansiedades

y rniedos, todos esos intrusos que los libros,

sobre todo los celebres "rnanuales" de Cien­eias SociaJes, se empenan en ignorar.

llna segunda f:1se, que viene desplles de la que acabo de present:1r, puecle ser denomina­

d:1 pen'odo practico. Se reftere esencialmente a las vfsper:ls de Ia investigaci6n. De hecho, se

tr:lt:l de aquelb seman:1 que experimentaron todos :lquellos cuya investig:lCi6n implie6 un c:lmbio dr5.stico, cU:lndo nuestrJ preocup:lci6n paS:lde las teorf:ls m;is univers:lles a los proble­

mas mis b:malmente concretos. L:l pregunta,

entonces, y:l no es si el grupo X tiene 0 no !inajes se,~ment:lrios al modo de los Nuer, Ta­lIensi 0 Ttv, 0 SI b tribll Y tiene "ClITer:lS TO!":I" Y

264

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mitades cerernoniales como los Kraho 0 Apina. :J' ye, sino plantear la cantidad de arroz y rerne_

dios que debere llevar para el campo. Observo

que la oscilacion c~d pendulo de la existencia para tales cuestiones -clonde 'loy a dormi- ca­mer, vivir- no es nada agradable. Especia[men_

te cuando nuestro entrenarniento tiende a ser

excesivamente verbal y teorico, 0 cuando Sa­

mos socializados en una cultura que nos ensena

sisternaticamente el conforrnismo, ese hijo de

Ia autoridad y la generalidad, Ia ley y Ia regia. En

el plano practice, no obstante, ya no se trata de citar b experiencia de algun heroe civilizador

de la disciplina, sino de plantear el problema fundamental en Antropologia: el de la especifi­

cidad y relatividad de la propia experiencia. La fase final, la tercera, es ia que llarno per­

sonal o existencial. Aqui no tenernos mas di­

visiones nitidas entre las etapas de nuestra

formacion cientifica 0 academica, sino -por una

especie de prolongaci6n de todo eso- una cier­

ra vision de conjunto que ciertarnente debe

coroner todo nuestro esfuerzo y trabajo. De este modo, mientras que el plano teorico-inte­lectual es mediado por la competencia acade­mica y el plano practice por la perturbacion de una reulidad que se va tornando mas inrne­

diata, el plano exisrencial de la investigacion

en Etnologia habla de las lecciones que debo

extraer de mi propio ClSO. Es por esto que 10 considero esenci:tlmente globaliz:lclor e inte­gr:ldor: debe sintetizar b biogratb con la teo­ria, y la pr:letica del mundo con !a del ot·lcia.

En esta erapa, 0 mejar, en est:-t dimensi6n de b investigacion ya no me encuentro dia­

logando con indios de papel, 0 con di:Jgra­111:15 simetricos, sino con personJs. '\[e en­cuentro en un:! :11dea eoncreta: calurosa y clistante de todo 10 conocido. .\'[c encuentro

lucienclo frente a mariposas nocturnas y

enfermecbctes . .\Ie veo frente a gente de carne y 11Ueso. Gente buena y antip:itica, gente sabIa y esRlpida, gente fe:l y bonita.

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Estoy asi, sumergido en un mundo que se si­ruaba, y despues de la investigacion vuelve a siruarse, entre la realidad yellibro.

Vivenciando esta fase es como me day cuenta (y no sin susto) de que estoy entre dos fuegos: mi cultura y otra, mi mundo y otro.

De hecho, habiendorne preparado y colo­cad a como traductor de un sistema distinto a mi propio lenguaje, es como tengo que iniciar mi tarea. Y entonces verifico, Intima­mente satisfecho, que mi oficio -dedicado al esrudio de los hombres- es analogo a la pro­pia marcha de las sociedades hurnanas. siern­pre en la tenue linea divisoria que separa a los animales, en la determinacion de la naturale­

za, de los dioses, que -dicen los creyentes­forjan su propio destine.

En este trabajo intento desarrollar esta ultima dimension de la investigacion en Et­nologia. Fase que para mi y tal vez para otros, fue tan importante.

Durante anos, la Antropologla Social es­ruvo preocupada por establecer con preci­

sion cada vez mayor sus rutinas de investiga­

cion 0, como tarnbien es Ilarnado el ejercicio del oficio en su practica J.TI:is inmediata, el tra­

bajo de campo. En los cursos de Antropologia, los profeso­

res siempre mencionaban la necesidad abso­

IUD de recolectar un buen material, esto es, datos etnograficos que permitiesen un dialogo mas intenso y mas prolifico can las teorias co­nocidas, pues de ahi nacerian ciertamente nue­vas teorias -segun la vieja y, por que no decir­10, trillada dialectica del Prof. Robert Merton.

La cbservacion participante

De este esfuerzo nacieron algunos libros --en America y fuera de ella- enseriando a rea­lizar tales rutinas. Los dos mas famosos son, el

natorio Notes and Queries in Anthropology, realizado par 105 ingleses y, dicho sea de paso, britanicamente producido, can celo misional, colonial y victoriano: y la no menus farnosa Guia para la Inuestigacion de Datos Cultura­les, libro inspirado par el Human Relations Area Files, bajo la egida de los esrudios "cross-cultu­ral" del Prof.George Peter Murdock.

Son dos obras impresionantes, aSIcomo 10 son las monografias de los etnologos, libros que actualizan de modo correcto e impeca­ble esas rutinas de "como cornence haciendo

un mapa de la aldea, recogiendo las genealo­gias de los natives, asistiendo a los ritos fune­rarios, intentando delimitar el tarnano de cada parcela" y "terrnine descubriendo un sistema de parentesco del tipo Crow-Omaha, etc. ..''. En realidad, los libros que ensenan :1 hacer una investigacion son viejos en nuestra disci­plina y se puede decir -sin miedo de incurrir en una exageracion- que nacieron con su fun­dacion, ya que fue el misrno Henry Morgan el prirnero en descubrir la utilidad de tales rutinas, cuando pre para una serie de cuestio­

narios de campo que fueron enviados a los disrantes misioneros y agentes diplomiticos nortearnericanos para escribir su superclasico Systems ofConsanguinity and Affinity ofthe Human Family(l871).'

Tal tradicion es obviamente necesaria y mi prop6sito aqui no es intentar denigrarla, );0 soy Don Quijote y reconozco muy bien los frutos que nacieron de ella y podran nacer aun. Y, aunque esruviera en contra, 10 maximo que el buen sentido me permitiria agregar es que esas rutinas son como un mal necesario

2. Republicado en 1970, en Anthropological Puolicetions, r;Qlanda, Oosterhout 1'1.8. vease. en relacior- 3. '0

mencion ado arriba, pp. viii y ix del "Prefacio" y el "Acencrce a ,a Parte III", pp 515'1 ss.

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Page 6: Da Matta R. El Oficio Del Etnologo o Como Tener Anthropological Blue

Capitulo 4

No obstante, en este trabajo, deseo traer a

1a luz todo el "otro lado" de esta rnisrna tradi­

cion oficial 'I explfcitamente reconocida por

los antropologos: los aspectos que aparecen

en las anecdotas 'I en las reuniones de antro­

pologfa, en los cocteles 'I en los momentos

menos formales. En las historias que elaboran

de modo tragicomico un malentendido entre el

investigador 'I su mejor informante, de 10 duro

que fue lIegar hasta la aldea, de las diarreas, de

las dificultades para conseguir comida 'I -10 que

es mas importante- de 10 diffcil que fue comer

en aquella aldea del Brasil Central.

Estos son los llarnados aspectos "rornanticos"

de la disciplina, cuando el investigador se ve

obligado a actuar como medico, cocinero, conta­

dor de historias, mediador entre indios 'I funcio­

narios del FUNAI(Fundacao Nacional do Indio),

viajero solitario 'I hasta payaso, echando mano

de estos varios e insospechados papeles para poder realizar bien las rutinas que infaliblernente

aprendio en la graduacion. Es curiosa y significa­

tivo que tales aspectos sean considerados como

"anecdoticos" 'I, como yaclije, "romanticos", cuan­

do somos concientes -'I no es preciso ser filoso­

fa para estc-- que la Antropologia Social es una

disciplina de conrnutacion y de mediacion. Con

esro quiero decir simplemente que tal vez mas

que cualquier otra disciplina dedicada al estuclio

del hombre, es en la Antropologia donde nece­

sariamente se establece un puente entre dos uni­

versos (0 subuniversos) de significacion, 'I tal

puente a rnediacion se reuliza con un minima

de aparato institucional 0 de instrumentos de me­

diacion. Valedecir, de manera artesanai y paciente,

dependiendo esencialmente de humores. tern­

perarnentos, fobias 'I todos los otros ingredien­

res de las personas y del contacto humano. Si es posible v se me permite una interpre­

tacion, no hay duda de que todo el anecdora­

rio referente a las investigaciones de campo

es un modo muy poco imaginativo de deposi­

tar en un lado oscuro del oficio, sus puntos tal

266

-

.;.. .. .

vez mas irnportantes 'I mas significativos. Es

una manera muy vergonzosa de no asumir el

lado humane 'I fenornenologico de la cliscipli­

na, con un temor infantil de revelar cuanto va

de subjetivo en las investigaciones de campo,

temor que es tanto mayor cuanto mas inclina.

do esta el etnologo a una idealizaci6n del rigor

en las disciplinas sociales. En una palabra, es

un modo de no asumir el oficio de etnologo

integralmente, es el miedo de sentir 10que la Ora. Jane Carter Lave denornino, can rara feli­

cidad, en una carta desde el campo, el "an­

thropological blues'.

II

Por anthropological blues queremos cu­

brir y descubrir, de un modo mas sistematico,

los aspectos interpretativos del oficio de et­

nologo. Se trata de incorporar en el campo

mismo de las rutinas oficiales, ya legitimadas

como parte del entrenarniento del antropolo­

go, aquellos aspectos extraordinarios, siern­

pre prontos a ernerger en toda relacion hu­

mana. De heche, solo hay Antropologia So­

cial cuando existe de algun modo 10exotico,

y 10 exotica depende invariablernente de la

distancia social, y Ia distancia social tiene como

componente la rnarginalidad (relativa 0 abso­

lura), 'I la marginalidad se alimenta de un sen­

timiento de segregacion y la segregaci6n irn­

plio estar solo 'I todo desernboca -p:lr:J. con­

rnutar rtipidarnente esta larga cadena- en la

lirninaridad y en el extranamiento,

De modo que vestir Ia capa de etn6logo es

aprender a realizar una doble tarea que puecle

ser groserarnente contenida en las siguientes

formulas. (a) transformar 10 exotico en tarruliar

vo fD) transforrnar 10familiar en exotico. En

ambos C1SOS es necesaria la presencia de los

dos terrninos (que representan des universes de significacion) v, 11l3S basicarnente, una \-1­

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•••••••• as. Es mirel 5Cipli_

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rigor a,es logo ie la

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venda de los dos dominies par un rnisrno su­

jew dispuesto a interceptarlos y situarlos, En una cierta perspectiva, esas dos transformacio­

nes parecen seguir de cerca los momentos cri­ticos de la historia de la propia disciplina. As! es que la primera transformaci6n -de 10 exoti­caen familiar- corresponde al movimiento ori­

ainal de la Antropologia, cuando los etnologos '" canjugaron su esfuerzo en la busqueda delibe­

rada de los enigmas sociales situ ados en uni­versos de significaci6n incomprendidos por los

medics sociales de su tiempo. Y fue asi como se redujo y transform6 el "kula ring" -para citar apenas un caso clasico- de los melanesios en

un sistema comprensible de intercambios ali­

mentados por practicas rituales, polfticas, juridi­cas, econ6micas y religiosas, descubrimiento que

vino a permitir, entre otros, la creaci6n por Mar­cel Mauss, de la noci6n basica de hecho social

total, desarro!lada inmediatarnente despues de las investigaciones de B. Malinowski.'

La segunda transformaci6n parece corres­ponder al memento presente, cuando la dis­ciplina se vuelve para nuestra propia SOCle­dad, en un movimiento semejanre a un autoexorcisrno, pues ya no se trata de depo­sitar en el salvaje africano 0 rnelanesio el

mundo de practicas primitivas que se desea

objetivar e inventariar, sino de descubrirlas en nosotros, en nuestras instiruciones, en nues­

tra practica politica y religiosa EI problema es, entonces, el de quitarse la capa de rniem­bro de una clase y de un grupo social especi­

fico para poder -corno etnologo- extranar al­gum regia social farrriliar y asi descubrir (0 re­colocar, como hacen los nines cuando pregun-

La observaci6n participante

tan los "por que") 10 ex6tico en 10 que esta

petrificado dentro de nosotros por la reifica­ci6n y por los mecanismos de Iegitimacion.'

Estas dos transforrnaciones del oficio de etnolcgo parecen guardar entre sf una es­trecha relacion de homologfa. Como el de­

sarrollo de una sonata, donde un tema es presentado clararnente en su inicio, desa­

rrollado rebuscadamente en su transcurso

y finalrnente retomado en su epilogo. En el

casa de las transforrnaciones antropologi­cas, los rnovimientos siernpre conducen a un encuentro. De este modo, la primera transformaci6n !leva al encuentro de aque­110 que la cultura del investigador reviste

inicialmente con el envoltorio de 10 biza­rro, de tal manera que el viaje del etnologo

es como el viaje del heroe clasico, partido

en [res momentos distintos e interdepen­dientes: la salida de su sociedad, el encuen­tro con el otro en los confines de su mun­

do social y, finalmente, el "retorno triunfal' (como expone Degerando) a su propio gru­po can los trofeos. De hecho, el etnologo es en la mayoria de los casos, el ultimo agen­te de la sociedad colonial, ya que despues de la rapiria de los bienes, la fuerza de tra­

bajo y la tierra, sigue el investigador para COI11­

pletar el inventario caniballstico: d, no obs­tante, bUSCl las reglas, los valores, las ideas --en una palabra, los imponderables de la vida social que fue colonizada.

En la segundo transforrnacion, el viaje es

como el del charnan: un movimiento drastico donde, paradojicarnente no se sale del lugar. Y, de hecho. los viajes chamanicos son viajes

3. Me permito recordarle al lector que Malinowski oublico su Argonauts of the Western Pecitic en 1922 j que

!a primera edicion francesa del Essei sur Ie don es de 1925. 4. Usa ias nociones de reificacion y de legitlmaci6n como Berger y Luckrnann en A Constrvceo Sccial aa

Real/dade. Petr6polis. Vozes, 1973.

267

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Capitulo 4

verticales (para adentro 0 para arriba) mucho

mas que horizontales como sucede con el via­

je clasico de los heroes hornericos.' Y no es

por otra raz6n que todos aquellos que reali­

zan tales viajes para dentro y para arriba son chamanes, curanderos, profetas, santos y lo­

cos, 0 sea, los que de algun modo se dispu­

sieron a llegar al fondo del pozo de su propia cultura. Como consecuencia, la segunda trans­

formacion conduce igualmente al encuentro

con el otro y al extranarniento.

Las dos transformaciones estan pues Inti­

marnente relacionadas y arnbas sujetas a una

serie de residuos, no siendo nunca realmente perfectas. De hecho, 10 ex6tico nunca pue­

de pasar a ser familiar y [0 familiar nunca deja de ser ex6tico.

Pero, dejando las paradojas para los me­jor preparados, estas trans formaciones indi­can, en un caso, un punto de llegada (de

hecho, cuando el etnologo logra familiari­

zarse con una cultura distinta de la suya,

adquiere competencia en esa cultura) y, en

el otro, un punta de partida ya que el unico

modo de esrudiar un ritual brasilefio es to­mar tal ritual como exotico.

Esto significa que la aprehensi6n en el pri­

mer caso se realiza prirnordialmente par una

via intelectual (la transformaci6n de 10 exoti­co en familiar se realiza fundamentalrnente

por media de aprehe nsiones cognitivas), rnientras que en el segundo caso. es necesa­

riamente una desvincuiacion emocional ya

que la farniliaridad de la costurnbre no se ob­tuvo par la via del intelecto sino de la coer­ci6n socializadora y asi, vino desde el esto­mago hacia la cabezu. En ambos CZlSOS, Ia

rnediacion es realizada par un cuerpo de prin­cipios guias (las llamadas teorias antropologi­

cas) y conducida par un laberinto de conflic_

tos drarnaticos que sirven como tel6n de fon­

da para las anecdotas antropoJ6gicas y para

acentuar el toque rornantico de nuestra disci­

plina. De este modo, si miidea es acertada, es en el rnismo proceso de transformaci6n .

donde debemos buscar la definicion cada vez

mas precisa de anthropological blues. Entonces, seria posible iniciar la demarca_

cion del area basica del anthropological blues I j

como aquella del elemento que se insinua en

1a practica antropol6gica pero que no era es­ I I

perado. Como un blues cuya melodfa gam l fuerza por la repeticion de sus frases de modo

\ que se torna cada vez mas perceptible. De la

misma manera que la tristeza y la nostalgia \ (tambien blues) se insinuan en el proceso de

trabajo de campo causando sorpresa al etn6­logo. Es cuando se pregunta, como 10 hizo Claude Levi-Strauss, "ique vinirnos a hacer

aqui? iCon que esperanza? iCon que fin?" y, a

partir de ese momento pudo oir clara mente

las intromisiones de un rutinario estudio de Chopin, obstinarse en el, y abrirse ::II terrible descubrimiento de que el viaje despertaba su propia subjetividad: dice Levi-Strauss: "Par una

singular paradoja, en lugar de abrirrne a un

nuevo universo, antes, mi vida aventurera me restituia 10 antigua, rnientras que aque! que

yo pretendia, se disolvia entre mis dedos. Cuanto mas los hombres y los paisajes a cuya

conquista partiera, perdian, al poseerlos, la

significacion que yo esperaba de ellos, mas

esas irnagenes decepcionantes pero presen­res. eran sustituidas par otras, puestas en re­serva par mi pasado y a las cuales yo no die­ra ningun valor aun cuando pertenecian a la realidad que me rodeabu iTristes Tropiques, P~1ris, Plan, 1955)

5. Fue P9ter RiViere, de Oxtorc, quien me suqir.o esta icea de! viaje charnanico.

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Se podria decir que el elernento que se in­

simla en el trabajo de campo es el sentimiento

y la ernocion. Estos serian, parafraseando a Levi­

Strauss, los huespedes no convidados de la si­ruacion etnografica. Y, todo indica que tal in­

trusion de la subjetividad y de la carga afectiva

que viene con ella, dentro de la rutina intelec­

tualizada de la investigacion antropologica, es

un dato sistematico de la siruacion.

Su manifestacion asume varias formas, yendo

de la anecdota infame contada por el fallecido

Evans-Pritchard, cuando dijo que estudiando a

los Nuer pueden adquirirse facilmente, sintornas de "Nuerosis'',? hasta las reacciones mas viscera­

les como las de Levi-Strauss, Chagnon y May­

bury-Lewis/ cuando se refieren a la soledad, la falta de privacidad y la suciedad de los indios.

Tales relates parecen sugerir, de entre los

muchos temas que elaboran, la fantastica

sorpresa del antropologo ante un verdade­ro asalto de las emociones. Asi es que Chag­

non describe su perplejidad ante la sucie­dad de los Yanornamo y, por eso misrno, ei

terrible sentimiento de penetracion en un mundo caotico y sin sentido que 10 acorne­

tio en SUS primeros tiempos de trabajo de campo. Y Maybury-Lewis guarda para el ul­

timo paragrafo de su libro la sorpresa de

saberse de algun modo involucrado y capaz de involucrar J. su informante. Asi, en el ul­

timo instante de su relate sabernos que Apowen -al despedirse del antropologo- te­

nia lagrimas en los ojos. Es como si en 1'1 graduacion nos hubie­

sen enseriado todo: espere un sistema ma­trimonial prescriptivo, un sistema politi­

co segrnentado, un sistema duaiista, etc., Y

•••••••••••••••••••~••~.t••• r-. La observacion participante

jarnas nos hubiesen prevenido de que la sirua­

cion etnografica no se realiza en el vacio, y, que tanto alla como aqui, se pueden oir los anthropological blues.

Pero junto a esos momentos cruciales (la Ilegada y el ultimo dia) hay -entre las in­

nurnerables situaciones destacables- otro ins­

tante que al menos para mi se configura como

critico: el memento del descubrimiento etno­

grafico, Cuando el etnologo consigue descu­brir el funcionamiento de una insutucion, com­

prende finalmente la operacion de una regia antes oscura. En el caso de mi investigaci6n,

ei dia que descubri como operaba la regla de la amistad forrnalizada entre los Apinaye, es­

cribi en mi diario (el l S de setiernbre de 1970):

Entonces alli estaba el secreto de una rela­

cion social muy importante (fa relacion en­

tre amigosformales), dada por casualidad mientras descubria otras cosas. Mostraba de modo ineludible la fragilidad de mi tra­

bajo y de mi capaciclad de ejercer mi oficio correctamente. Por otro lado, reuelaba la contingencia del oficio del etnologo, pues

los datos. por asi decir; wen del cielo como

gotas de lluuia. Cabe al etnologo no solo "recortarlos' sino tambien conducirloscomo

a un torrente, bacia el oceano de las teo­

rias cornentes. De modo muy nitido uerifi­

que que una cultura y WI informante son

como las galeras de un mage: se extrae al­guna cosa (una regia) ql/e tiene sentido un dia, al otro solo conseguimos cintas de co­

lores de poco ualor. .. _4s! como estaba preocupado, pues babia mandado dos articulos equiuocados para

6. Cfr. Evans-Pritchard, The Nuer, Oxford. The Clarendon Press, 19.10. 7. Para Levi-Strauss, vease el ya citado Tristes Troplcos; para Chagnon y rvlaybury-Lewis. respecllvamente, Yanomamo. The Fierce People, New York. Ho!t, Rir:ehart 3< Winston, 1968; y The Savage and The Innocent,

Boston. Beacon Press, 1965.

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Capitulo 4

su.pubiicacion y tenia que corregirlos in­

mediatamente, tambien estaba euforico.

Pero mi euforia tendria que guardarla en

mi diario pues no babia nadie en fa aldea

que pudiera compartir el descubrimiento

conmigo. Asifue que escribi una carta a

un amigo y uisite al encargado del Puesto

en el auge de la euforia. Pero el no estaba en absoluto interesado por mi trabajo. Y

aunque 10 estuuiera, no 10 entenderia. Un

dia, de nocbe, cuando me preguruo por queyo estaba alli estudiando a los indios,

dude de mi respuesta, pues intentaba dar­

le sentido prdctico a una actiuidad que al

menospara mi. tiene mucbo de artesania,

de confusion y estd totalmente desligada de una realidad instrumental.

Asi fue como tuue que guardar el secreto

de mi descubrimiento. Y, a la nocbe, des­

pues de cenar en la casa del encargado, cuando volvia la aldea, solopude contar 10 que babia hecho ados nitios Apinaye que

uin ieron a comergalletas conmigo. Fue con

ellosy con una luna amarilla que salio muy

tarde aquella noche que comparti mi sole­

dad y el secrete de mi miniiscula victoria,

Este parrafo me parece instructive porque

revela que, en el momenta en que el intelecto avanza -eri ocasion del descubrirniento- las

emociones estrin igualmente presentes, ya que

es necesario compartir el gusto de la victoria y

legitimar con los otros un descubrimiento. Perc

eJ etnologo, en ese mornento esta solo y, de

este modo, tendri que guarder para si rnismo Jo que fue capaz de clevelar.

Aqui se plantea nuevamente la paradoja

de la situacion etnogrifica: para descubrir es necesario relacionarse, yen el momenta mis­

..no del descubrimiento, el etnologo es remi­

tido a su ll1U ndo v de esta manera se aisla neevamente. Lo opuesto ocurre con mucha frecuencia: in\'olucrado por un jefe politico

270

que desea sus favores y su opinion en una

disputa, el etnologo tiene que calJar y aislar,

se. Emocionado par el pedido de apoyo y temeraso por su participacion en un conflic­

to, se ve obligado a un llarnado a la razon

para neutralizar sus sentimientos y asi, conti­

nuar afuera. De mi experiencia guardo Con

mucho cuidado el recuerdo de una de estas

situaciones y de otra, mucho mas ernocionan.

te, cuando un indiecito que era una mezcla

de secretario, guia e hijo adoptive, me ofre­cio un collar. Transcribo nuevamente un lar­

go fragmento de mi diario de campo de 1970:

Pengi entro en mi casa con una calabaci:

fa atada a uri bilo de tucum. Yo estaba en

mi mesa remouiendo datos y cosas. Lo mire con el desden de los cansados y explota­

dos, ya que diariamente y a todo momen­to mi casa se llena de indios con collares

para cambial' por mis mostacillas. Cada uno de esos intercambios es una pesadilla

para mi. Socializado en una cultura dan­

de el intercambio siempre implica una ten­

tatiua de sacar el mejor partido del otro,

siempre me rebelo contra el abuso de los

intercambios propuestos POl' los Apinaye. tin collar cieio y mal hecho por un puiia­

do siempre creciente de rnostactllas. Pero mi oficio tiene esas cosas, pues las mosta­

cillas no ualen nacla para miy, sin embar­

go. aqui estoy celando mis pequerias boli­tas coloreadas como sifuese el guardia de

un banco. Tengo celos de elias, me apego

a su valor -que yo mismo estableel-. Los

indios !legan. ofrecen los coUares, saberi

que estrin mal hecbos, .oem saben que se los L'Oy a carnbiaT Y asi hacemos los true­ques. Son decerws de collarespor miles de mostaciilas. Hasta que se aeahen y la noti­

cia con-a pOl' tada la aldea. Y, entonces, me librare de ese inc6modo papel de co­mereiante Tendre los cettares y el tmbaio

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cbiblioteca
Text Box
Page 11: Da Matta R. El Oficio Del Etnologo o Como Tener Anthropological Blue

~••••••• ~;.:...

ia

r-

y

I:

1

--L.

.......................I~.'-La observacion participante

Finalrnente, en Antropologia todo se funda

en la alteridad. pues 5610 existe el antropologo cuanda hay un nativo transformadoen informante.

Y 5610 hay datos cuando hay un proceso de empatia corriendo de lado a lado. Es esto 10que permite al informante contar un mito, elaborar can nuevas datos una relaci6n social y discutir los motives de un lider politico de su aldea. Son justamente esos nativos (transformados en infor­

mantes y en etnologos) los que saivan al investi­gador del marasma de la cotidianidad de la al­

dea: de la salida y la puesta del sol, del ganado, de la mandioca, del maiz y de las letrinas,

Todo esto parece indicar que el etnologo nunca esta solo. Realmente, en media de un

sistema de reglas aun ex6tico cuyo objetivo es tamar familiar, esta vinculado -y mas liga­do que nunca- a su propia cultura. Y cuando 10 familiar comienza a delinearse en su con­

ciencia, cuando el trabajo termina, el antro­pologo retorna can aquellos retazos de ima­

genes y de personas que conoci6 mejor que nadie. Pero, situados fuera del alcance inme­diato de su propio mundo, apenas 10 instigan y traen a la luz una ligaz6n nost.ilgica, la de los anthropological blues.

III

Pero, <-que se puede deducir de todas esas observaciones y de todas esas impresiones que forman el proceso que denamine anthropolo­

gical blues? Una deducci6n posible, entre muchas otras

es que, en Antropologia, es preciso recupe­rar ese lado extraordinario de las relaciones investigador/riativo. Si este es el menos ruti­

cristalizado de casi todas las mujeres Api­naye. Yellas tendrdn mostacillaspara otros collares. Pues bien, la llegada de Pengi era serial de uri nuevo trueque. Pera el extendi6 la mana rtipidamente: -Esto espara ~u ilerd (bijo), para que jue­

gue ... Y, acto seguido salio de casa sin mirarpara atrds. EI objeto estaba en mis manos y la salida rdpida del indiecito no me daba tiempo para proponer una recompensa. S610 pude pensar en el gesto como una gentileza, perc sin embargo dude de tanta bondad. Pues ella misma no existe en esta sociedad donde los hombres son del mis­

mo ualor"

Que ellector no deje de observar mi ulti­mo paragrafo. Dude de tanta bondad porque tuve que racionalizar aquella dadiva, de 10con­

trario no estaria tan solo. iPero el etnologo esta

realmente solo? los manuales de investigacion social casi

siempre plantean el problema de modo de hacer creer que ese es precisamente el case. De este modo, el investigador es el que debe orientarse en el grupo estudiado e intentur

identificarse can el. No se plantea la contra­partida de este mismo proceso: la identifica­ci6n de los nativos can el sistema que el in­vestigador carga consigo, un sistema forma­do entre el etnologo y aquellos natives que logra seducir -:1 traves de simpatia, amistad,

dinero, regales y Dios sabe que mis- para que le cu enten secretos, rornpan lealtades, le provean nuevas destellos sabre la cultura

y la sociedad en estudio.

8. Para un estudio de la organizaci6n social de esta sociedac. 'lease Roberto Ca "-,latta, Um iv/undo Divioido.

A Estrutura Social dos Apmaye, Petropolis. vozes, 1976.

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Capituw 4

nario y el mas dificil de ser aprehendido de Ia

situaci6n antropologica, es ciertarnente por­

que se constituye en el aspecto mas humane de nuestra rutina,

Eo, 10que realmente permite escribir la buena

etnografia, Porque sin d, como plantea Gee:tz,

manipulando habilmente eIejemplo del fil6sofo

ingles Ryle, no se distingue un parpadeo de un

guino malicioso, Yes esto precisarnente 10que

distingue a Ia "descripcion densa" -tipicamente anrropologica- de la descripci6n inversa, foro­

grafica y mecinica, del viajante 0 del misionero.?

Pero para distinguir el guino mecanico y fisiolo­

gico del guino sutil y comunicativo, es necesario

sentir la marginalidad, la soledad y la nostalgia. Es

preciso cruzar los carninos de b. empatia y de la

humildad,

Este descubrimiento de la Antropologia So­

cial como materia interpretativa sigue, por otro

lado, una tendencia de Ia disciplina. Tendencia

que modernamente parece rnarcar su pasaje

de una ciencia natural de la sociedad, como querian los ernpiristas ingleses y americanos, a

una ciencia interpretativa, destinada ante todo

a confronter subjetividades y tratar de elias. De

hecho, en este plano no seria exagerado afir­

mar que la Antropologia es un mecanismo de

los mas irnportantes para dislocar nuestra pro­

pia subjetividad, Y el problema, como sostiene

Louis Dumont, entre otros, no parece propia­mente el de estudiar las castas de la India para

conocerlas integralmente, tarea irnposible y que

exigina mucho mas que intelecto, sino -eso si­

permitir dialogar can las formas jenirquicas que

conviven can nosotros, Es la adrrusion -roman­

ticismo y anthropological blues aparte-- de que

el hombre no puede verse a si mismo, Necesita

del otro como su espejo y su guia.

Traduccion: Carlos E. Kuz

.... . 'J. C, C'f:orc' GS2':Z, T,'-)"9 tntetoretetico of Cuiuires. New Y:crk, Basic Eocks. 1973

?7?

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