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LA CRISIS ECONÓMICA GLOBAL: TEMAS PARA LA AGENDA DEL G-20 Joseph E. Stiglitz Las opiniones reflejadas en este documento sólo vinculan al autor y no necesariamente a la Fundación IDEAS. 7/2009 DD DOCUMENTOS DE DEBATE

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Joseph E. Stiglitz DOCUMENTOS DE DEBATE DD 07 Las opiniones reflejadas en este documento sólo vinculan al autor y no necesariamente a la Fundación IdEaS. La crisis económica global: temas para la agenda del G-20 1

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La crisis económica global: temas para la agenda del G-20

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LA CRISIS ECONÓMICA GLOBAL:TEMAS PARA LA AGENDA DEL G-20

Joseph E. Stiglitz

Las opiniones reflejadas en este documento sólo vinculan al autor y no necesariamente a la Fundación IdEaS.

7/2009DD

DOCUMENTOS DE DEBATE

Joseph E. StiglitzDD07

Joseph E. Stiglitz es Profesor de Economía en la Universidad de Columbia, Nueva York. También es miembro del Comité de Pensamiento Global y cofundador y director ejecuti-vo de la Iniciativa para el Diálogo Político en la Universidad de Columbia. Ha sido econo-mista jefe y vicepresidente senior del Banco Mundial y en 2001 obtuvo el Premio Nobel de Economía. Asimismo es miembro del Comité Científico de la Fundación IDEAs.

Publicaciones de la Fundación IDeas para el Progreso

Informes: son análisis de mayor extensión llevados a cabo por equipos de científicos y expertos en los que la Fundación IDEAs refleja su posición.

Documentos de Trabajo: son análisis más breves llevados a cabo por equipos de científicos y expertos en los que la Fundación IDEAs refleja su posición.

Documentos de Debate: son documentos elaborados por científicos y expertos de la Fundación IDeas y colaboradores externos que no necesariamente reflejan las posiciones de la Fundación.

Artículos de Análisis: son artículos de opinión donde el autor libremente expone sus puntos de vista sobre un asunto concreto, sin reflejar las posiciones de la Fundación.

Este documento se ha elaborado en el contexto de la conferencia “Progreso Global – Hacia un Nuevo Pacto Global” organizada por la Fundación IDEAs y el Center for American Progress, celebrada en Madrid en octubre de 2009.

Editado por Fundación IDEAsc/ Gobelas 31, 28023 Madrid

Telf. +34 915 820 091Fax. +34 915 820 090

www.fundacionideas.es

IsBN: 978-84-937884-1-4Depósito legal: M-23538-2010

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Introducción

El hecho de que el mundo haya evitado “fundirse”, como algunos temían hace un año, no significa que vaya a recuperar pronto un crecimiento sólido, como tampoco significa que hayamos abordado adecuadamente los problemas subyacentes que condujeron a la crisis. Aunque la reforma del sistema financiero puede ser necesaria para reanudar un crecimiento sólido, no es suficiente. Además, claro está, los pro-blemas enconados desde hace tiempo del cambio climático y la desigualdad mun-dial permanecen.

Una situación en la que existe un exceso mundial de la oferta que se refleja en al-tos niveles de desempleo y en exceso de capacidad y en la que existen, al mismo tiempo, enormes necesidades no satisfechas a nivel mundial debería considerarse inaceptable. sigue habiendo una incertidumbre considerable respecto a la evolución de la crisis. Todavía existe la posibilidad de que se produzcan más acontecimientos desastrosos, como puede ser la quiebra de una de las grandes instituciones financieras. En Esta-dos Unidos, siguen las ejecuciones de hipotecas y existen serios problemas poten-ciales en el mercado inmobiliario. Las incertidumbres en Europa oriental no se han resuelto del todo.

En algunos casos, se han mitigado los efectos plenos de la crisis, ya que las empresas, los hogares y los países han tirado de sus reservas (ahorros). Cuanto más dure la cri-sis, menos reservas quedarán, y cuanto más frágil sea el sistema económico, menos capaz será de aguantar otra sacudida, incluso de escala menor.

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La propia retirada de los paquetes de estímulo tendrá un efecto adverso en el cre-cimiento. si esto se produce antes de que se recupere un crecimiento sólido, po-dría poner en peligro la recuperación, retrasando el momento en que el crecimiento mundial vuelva a la normalidad. Al mismo tiempo, las crecientes deudas nacionales actuarán como factor de presión para que los gobiernos reduzcan dichos programas gubernamentales. En particular, los países que al inicio de la crisis tenían un alto endeudamiento en relación con su producto interior bruto (PIB) y los que tenían pro-gramas de rescate bancario mal concebidos, con costes presupuestarios elevados a largo plazo, pueden verse en dificultades.

Es importante que los gobiernos no caigan en el fetichismo del déficit. Lo que impor-ta son los balances de los países; si aumenta el pasivo pero, al mismo tiempo, tam-bién lo hacen los activos, el país puede estar en mejor posición para hacer frente a los retos del futuro. Por consiguiente, no se trata de reducir el gasto, sino de renovar esfuerzos para garantizar que el dinero se gasta bien, en particular, en inversiones de alta rentabilidad.

Incluso una vez se haya recuperado el crecimiento, es probable que persista el desem-pleo (tanto el real como el desempleo disimulado) y, por tanto, es necesario prestar asistencia continuada a éstas y otras víctimas de la crisis, incluyendo a las pequeñas empresas, muchas de las cuales están teniendo dificultades para acceder a capital.

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La recuperación

Para que la recuperación económica sea posible, es fundamental abordar las siguientes cuestiones:

• Brecha de crecimiento. El crecimiento mundial anterior a la crisis se basaba en el consumo financiado por deuda en Estados Unidos. Ahora, ese modelo de crecimiento se ha roto. En Estados Unidos, el ahorro está creciendo de forma notoria, y hay motivos para creer que se mantendrá en un nivel alto. Esto sig-nifica que hay un déficit de demanda agregada mundial. Esta brecha persistirá incluso después de que los bancos recuperen plenamente su forma.

• Problemas subyacentes a la inadecuación de la demanda agregada mundial. se ha hecho poco por abordar otros factores subyacentes que contribuyen a la inadecuación de la demanda agregada mundial, el crecimiento de la desigual-dad en la mayoría de los países del mundo y la acumulación de reservas por parte de los países en desarrollo.

• Sistema de reserva global. Ésta es una de las razones por las que un nuevo sistema de reserva global constituye una prioridad absoluta. Es probable que el mundo se aparte del actual sistema de reserva basado en el dólar, en particular teniendo en cuenta que el dólar se considera una reserva mundial de valor defi-ciente: ofrece poca rentabilidad y, sin embargo, presenta un alto riesgo. Pero, a no ser que la comunidad internacional trabaje de forma concertada para crear un nuevo sistema de reserva global, la tendencia a apartarse del sistema de reserva basado en el dólar puede contribuir a la inestabilidad mundial.

• Los países en desarrollo siguen necesitando ayuda. No disponen de los recur-sos necesarios para responder de manera eficaz a la crisis. si bien los esfuerzos

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del G-20 por proporcionar recursos adicionales son encomiables, existen dos problemas: es necesario que se diversifiquen los canales de desembolso, inclu-yendo canales que cuenten con mayor confianza de los países receptores de los préstamos, y una mayor parte del dinero debería concederse en forma de subvenciones. Los países en desarrollo no quieren volver a caer en la trampa de la deuda.

• Una nueva institución de crédito. Todas las medidas existentes presentan defi-ciencias, desde la perspectiva tanto de los potenciales prestatarios como de los países con superávits, que podrían poner sus fondos a disposición. se podría establecer rápidamente una nueva institución de crédito, trasladando tempo-ralmente a personal de instituciones existentes. Con una estructura de gobier-no del siglo xxi y con el compromiso de no imponer condiciones procíclicas contraproducentes, una institución de crédito de este tipo podría contar con el apoyo reforzado tanto de los países prestatarios como de los potenciales países acreedores.

• Políticas proteccionistas. A pesar de que los líderes mundiales declararon en la reunión del G-20 que no aplicarían medidas proteccionistas, observamos con preocupación que muchos países lo han hecho, a menudo de manera discrimi-natoria para con los países en desarrollo. Aun así, hay que reconocer que de no existir tales declaraciones –y sin el “Estado de derecho” que proporciona la Organización Mundial del Comercio (OMC)–, casi con toda seguridad, las cosas habrían ido mucho peor.

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Prevención de crisis

y reestructuración económica

A la vez que se esfuerzan por sostener su economía, los países deberían centrarse en qué tipo de economía quieren que surja después de la crisis. Esta crisis no es un mero “accidente”, una catástrofe natural que ocurre cada cien años. Ha sido obra del ser humano, es resultado de políticas llevadas a cabo en varios de los países industriali-zados avanzados. Los programas de recuperación deberían utilizarse para ayudar a la reestructuración de las economías, en consonancia con los cambios en tecnología y ventaja comparativa global. Lamentablemente, en algunos países, se han gastado importantes sumas de dinero para preservar el statu quo, lo que acarreará proble-mas en el futuro.

Especialmente preocupantes son las consecuencias de los rescates de bancos, que pueden haber llevado a los sistemas bancarios a una menor competitividad, una ma-yor concentración y una disminución relativa de las partes del sector que proporcio-nan capital a las pequeñas y medianas empresas. En algunos países, se han agravado los problemas de instituciones demasiado grandes para quebrar, demasiado grandes para descomponerse, demasiado interdependientes para descomponerse, y dema-siado grandes para ser gestionadas y casi demasiado grandes para ser rescatadas. Además, los rescates han acentuado el problema de riesgo moral, en particular en el caso de las instituciones demasiado grandes para quebrar, demasiado grandes para descomponerse y demasiado interdependientes para descomponerse.

Las subvenciones implícitas y explícitas concedidas a estas instituciones distorsionan el terreno de juego, creando una dinámica malsana en la que se favorece a estas instituciones en detrimento de instituciones más pequeñas que no representan una

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amenaza tal para la estabilidad de la economía. Es imperativo que los gobiernos ac-túen para limitar estas distorsiones, impidiendo el crecimiento de estas instituciones, restringiendo el alcance de su asunción de riesgo, restringiendo los productos que conducen a esa interdependencia, y/o estableciendo altos impuestos directos o in-directos, por ejemplo mediante ratios de adecuación del capital significativamente más altos o elevando los tipos del seguro de depósitos. Además, todas estas grandes instituciones deberían tener implantados y comunicar a los reguladores planes para rebobinar de manera ordenada, sin requerir la ayuda del gobierno para sí mismas o para otros agentes del mercado, y dichos planes deberían actualizarse periódicamen-te. Hay pocos indicios que apunten a importantes economías de escala o de alcance, y muchos que apuntan a importantes externalidades negativas por parte de estas instituciones sobre terceros.

El sector financiero en su conjunto se infló. El sector financiero debe ser un medio para alcanzar un fin, no un fin en sí mismo. sin embargo, a pesar de su tamaño, no fue capaz de desempeñar correctamente sus funciones esenciales de repartir capital y gestionar el riesgo. La reestructuración de la economía debería consistir, en parte, en reducir el tamaño del sector financiero, y hacerlo de manera que se mejoren y se refuercen las partes del sector que apoyan a nuevas empresas (capital riesgo) y a los pequeños y medianos negocios. Está surgiendo un consenso respecto a que es necesaria una regulación significativa-mente mejor y más profunda que antes de la crisis –y que se aplique mejor–; pero el diablo está en los detalles, y las declaraciones de principios, aunque ampliamente consensuadas, no parecen ser suficientes. De este modo, los movimientos para fo-mentar que los derivados sean transparentes y las transacciones se realicen en los mercados bursátiles son bienvenidos, pero las propuestas que abogan por permitir que se continúe con operaciones extrabursátiles sin revelar plenamente las transac-ciones individuales (algo necesario para evaluar la naturaleza del riesgo de la contra-parte) son preocupantes, incluso si dichas operaciones van acompañadas de requisi-tos de mayor margen. si los requisitos de margen adicional no son demasiado altos, entonces es posible que no se consiga reducir las operaciones extrabursátiles que no son totalmente transparentes, lo que supone un importante riesgo sistémico.

Del mismo modo, los movimientos para reforzar la transparencia son importantes, pero insuficientes por sí solos. Conocer la posición de una institución financiera que pueda plantear un riesgo sistémico a la economía global es un movimiento en la dirección correcta, pero debe acompañarse de medidas que impidan que esa institu-ción plantee un riesgo sistémico. De forma similar, es importante que los gobiernos dispongan de poderes de “resolución” reforzados. Pero si la economía subyacente no

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se cambia, los gobiernos pueden verse inducidos a actuar como lo han hecho en esta crisis, rescatando a titulares de obligaciones y accionistas. Los motivos alegados para estos rescates fueron que no hacerlo tendría un alto coste económico.

No cabe duda de que la distorsión de las estructuras de incentivos contribuyó a la crisis. Es necesaria una cooperación internacional para restringir en particular la es-tructura de incentivos (asegurar que se centran en rentabilidades a largo plazo y que se dispone de disposiciones de recuperación adecuadas), y especialmente en el caso de instituciones que pueden plantear un potencial riesgo sistémico a la economía. Los países deberían considerar la posibilidad de adoptar estructuras de incentivos para fomentar mejores sistemas de retribución, por ejemplo, permitiendo a los ban-cos que cuentan con estos planes de retribución requisitos de adecuación del capital algo inferiores, y desviando transacciones y depósitos gubernamentales a estas insti-tuciones financieras. Algunas medidas que deberían tenerse en cuenta son:

• Una comisión de seguridad sobre los productos financieros. El sistema financiero creó productos que explotaban a las personas desinformadas llevando a éstas a asu-mir riesgos por encima de sus capacidades. Los países deberían considerar la crea-ción de una comisión de seguridad sobre los productos financieros, para determinar la seguridad, la eficacia y la adecuación para diversos propósitos de los diferentes productos comercializados por el sector financiero.

• Nuevas hipotecas. El fracaso de los mercados para concebir mejores hipotecas sugiere la necesidad de un papel más activo del gobierno, tanto para restringir productos que se venden actualmente como para crear nuevos productos que puedan conducir a un mercado de la vivienda más estable (por ejemplo, los bonos hipotecarios daneses).

• Un sistema de pago electrónico del siglo xxi. La tecnología moderna ha permi-tido la creación de un sistema de pago electrónico eficiente, pero, en muchos países, el sistema financiero ha utilizado prácticas anticompetitivas para extraer ingentes rentas de su control sobre el mecanismo de pagos. Estas prácticas an-ticompetitivas deberían prohibirse, y deberían tomarse medidas para crear un sistema de pago electrónico moderno y eficiente a escala mundial.

• El secreto bancario. No existen muchas pruebas de que los fondos de cober-tura o las transacciones en centros bancarios offshore hayan desempeñado un papel central en esta crisis. Aun así, la evasión fiscal, la corrupción y las activi-dades ilegales, apoyadas por cuentas bancarias secretas, debilitan el funciona-miento de gobiernos y mercados. Llegar a la conclusión de que todos los países

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habían cumplido los estándares que se habían establecido sugiere que el nivel de dichos estándares era demasiado bajo. Es necesario que existan disposicio-nes para el intercambio automático de información. Mientras que la evasión fiscal puede ser especialmente preocupante para algunos países desarrolla-dos, la cuestión de la corrupción preocupa en particular a muchos países en desarrollo. En ocasiones, no sólo los bancos offshore sino también los bancos onshore proporcionan un refugio seguro para fondos obtenidos por medio de la corrupción. Y sigue existiendo preocupación respecto a la repatriación de fondos procedentes de malversación, una vez descubiertos.

Los problemas que esta crisis ha puesto de manifiesto se extienden más allá del sec-tor financiero. Los problemas de gobierno corporativo son en parte responsables de las defectuosas estructuras de incentivos; las deficiencias de las leyes de la compe-tencia y su aplicación pueden explicar tanto el crecimiento de instituciones demasia-do grandes para quebrar como la capacidad del sector financiero para contener el desarrollo de un sistema de pago electrónico eficiente. Para evitar una carrera hacia mínimos, se requiere una cooperación a escala mundial destinada a establecer nor-mas de regulación. Debería prohibirse que las instituciones financieras de cualquier jurisdicción que no adopten normas reguladoras interactúen con instituciones finan-cieras de jurisdicciones bien reguladas.

Una prueba clave para comprobar si las reformas institucionales regulatorias y las regulaciones propuestas son adecuadas sería preguntarse si, en caso de que esas reformas se hubieran implantado, habrían evitado que se produjera la crisis actual. En este sentido, deben suscitar preocupación las propuestas consistentes en delegar más responsabilidad en las instituciones regulatorias que claramente no han cumpli-do con sus responsabilidades en materia de prevención de crisis antes de la crisis, sin proceder a una reforma sustancial de su diseño institucional.

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Cómo abordar las secuelas

Muchos países han asumido importantes volúmenes de deuda para evitar que la crisis fuera a peor. Incluso sin estas acciones compensatorias, los déficits habrían crecido, simplemente porque las crisis implican menores ingresos fiscales y mayores gastos. La forma en la que se han manejado los rescates en varios países ha contri-buido en particular al volumen de la deuda nacional a largo plazo. si bien es natural que los gobiernos respondan a estos déficits crecientes con un recorte de gastos, es imperativo que los servicios a los más desfavorecidos y las inversiones básicas, como las dedicadas a infraestructuras, educación y tecnología, se mantengan. No hacerlo aumentaría el coste a largo plazo de la crisis e impondría costes adicionales a las víc-timas inocentes de esta crisis. Los gobiernos deberían evitar el fetichismo del déficit: lo que importa es el balance del país, y si el dinero público se gasta en inversiones de alta rentabilidad, entonces, a la vez que se ha producido un aumento de las obliga-ciones, puede haber un aumento más que compensantorio en el activo. También es imperativo hacer que el sector financiero soporte los costes de la crisis. Lo contrario no sería ni justo ni eficiente. Los rescates repetidos son, de hecho, sub-venciones al sector financiero, y dichas subvenciones contribuyen a un sector excesi-vamente hinchado y debilitan los incentivos. Aumentar la progresividad del sistema del impuesto sobre la renta no sólo reforzará el sentido de justicia social, sino que también contribuirá a estabilizar la economía, ya que estos impuestos actúan como estabilizadores automáticos.

Uno de los desafíos claves en el futuro será el diseño de una estrategia de salida. La eliminación no coordinada de garantías bancarias podría provocar movimientos inestables de capital, desde los países que ya no dispongan de dichas garantías hacia países que todavía las ofrezcan. Reducir los paquetes de estímulo tiene un “impacto

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negativo” en la economía, y una reducción desequilibrada, repentina y especialmen-te prematura de estos paquetes de estímulo podría interrumpir la recuperación.

Antes de la crisis, existía preocupación por los desequilibrios mundiales y por la po-sibilidad de que dichos desequilibrios se deshincharan de manera desordenada. Una parte del mundo consumía mucho más de lo que producía, mientras que otra parte del mundo hacía exactamente lo contrario. La peculiaridad de estos modelos era que la naturaleza de la estructura demográfica de los países que estaban consumien-do por encima de sus ingresos podía llevar a pensar que disponían de importantes ahorros. Hay motivos para creer que pueden producirse ajustes en el futuro, pero si estos ajustes no se coordinan bien, pueden surgir mayores tensiones en la economía mundial. Por ejemplo, tendría sentido que Estados Unidos respondiera a la crisis au-mentando su tasa de ahorro, y hay indicios de que está ocurriendo. Pero a no ser que China y otros países con superávit aumenten de manera notoria su gasto, la inade-cuación global de la demanda agregada persistirá. No hay ninguna razón para que los dos procesos de ajuste avancen al mismo ritmo.

Una de las razones que explica que muchos países en desarrollo hayan acumulado importantes superávits es que esta medida se ha considerado un seguro frente a la inestabilidad global. La “red de seguridad” proporcionada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en las últimas crisis era lo suficientemente difícil de digerir como para que la mayoría de los países no quieran depender de ella, si pueden evitarlo. Determinados planes de seguro global alternativos podrían reducir la necesidad de reservas, pero ninguno de los propuestos hasta ahora parece poder convencer sufi-cientemente a los países en desarrollo. El único enfoque que parece más prometedor es la expansión del sistema de reserva global referido anteriormente (y en el capítulo 5 del Informe de la Comisión de Naciones Unidas).

Los países que tienen petróleo y otros recursos naturales disponen de fuertes incen-tivos para el ahorro preventivo, lo que también debilita la demanda agregada mun-dial. Algunos estudios recientes sugieren que la especulación podría desempeñar un papel determinado en esta volatilidad. De ser así, un impuesto global coordinado sobre las ganancias del capital podría desalentar este tipo de actividad especuladora. sin embargo, no sería prudente que los países con ingresos muy volátiles no proce-dieran a ahorros de previsión.

Puede que algunos países en desarrollo hayan utilizado las políticas de tipo de cambio como instrumentos para fomentar el desarrollo de sectores emergentes, incluyendo sectores industriales, para promover las exportaciones y el crecimiento económico. Este tipo de medidas de amplia base puede presentar ventajas frente a políticas in-

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dustriales de base más limitada, que en cualquier caso se enfrentan a restricciones en el marco de la OMC. Debe reconocerse el derecho al desarrollo. La cuestión es cómo se facilita mejor dicho desarrollo de un modo sostenible. El crecimiento impulsado por las exportaciones puede haber proporcionado un modelo que ha funcionado du-rante un largo período de tiempo, pero es evidente que no todos los países pueden exportar más de lo que importan, y con una suma de déficits equivalente a la suma de superávits, no es sostenible que un solo país sea el “déficit de último recurso”.

Cualquiera que sea la razón por la que los países han procedido a una importante acu-mulación de reservas, la creación de un sistema de reserva global reduciría los efectos adversos en la demanda agregada mundial y contribuiría a la estabilidad mundial.

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Gobernanza Global

El G-20 ha adquirido importantes compromisos para mejorar las instituciones y las medidas para gestionar la globalización mundial. Es importante que éstas se apliquen de manera eficaz, por ejemplo que la elección de los directivos de institu-ciones internacionales se haga sobre la base de los méritos. Aun así, debe quedar claro que el ritmo de la reforma es lento y las reformas que están sobre la mesa, aunque van en la buena dirección, pueden ser insuficientes para encarar las críti-cas. A modo de ejemplo, si bien es recomendable dar a China y a otros mercados emergentes más derechos de voto, no hay muchas razones para creer que esto provocará cambios fundamentales en el comportamiento de las instituciones fi-nancieras internacionales. Deberían estudiarse reformas más fundamentales, por ejemplo, un sistema de voto de doble mayoría.

Es necesario explorar otras formas para aumentar la responsabilidad de las institu-ciones financieras. si bien las propuestas tendentes a reforzar la rendición de cuentas ante un organismo con mayor responsabilidad política, como puede ser un Consejo de Ministros de Hacienda, parecen cumplir este objetivo, tales reformas podrían te-ner el efecto contrario si los ministros de hacienda no están suficientemente com-prometidos, de hecho, daría una mayor autonomía a la burocracia. Rendir cuentas ante el Consejo Económico Mundial o ante los líderes del G-20 podría resultar útil, al menos para determinadas decisiones claves, como puede ser el alcance de la condi-cionalidad en los préstamos o el papel de las instituciones internacionales a la hora de promover bienes públicos globales.

Como mínimo, debería existir un compromiso para que estas instituciones internacio-nales respondan a las mejores prácticas de transparencia y gobierno; esto significa, por ejemplo, una plena comunicación de información, en consonancia con las leyes

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de libertad de información más estrictas, e instituir restricciones a las denominadas puertas giratorias. En algunas ocasiones, como en la determinación de normas para el secreto bancario, la comunidad internacional ha recurrido a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) para que actuara como think tank in-dependiente para la comunidad internacional. Pero no deja de ser una institución de los países industrializados avanzados. Es necesario crear un institución internacional análoga que englobe a países desarrollados y a países en desarrollo.

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Conclusiones

• La amplia agenda económica y política descrita más arriba debe abordarse den-tro de un marco que sea consistente con nuestros principios y valores básicos, que ponga el acento en la importancia de la justicia social y la solidaridad, tanto dentro de cada país como a escala mundial.

• Hemos observado que los sistemas financieros son un medio para alcanzar un fin, no un fin en sí mismos, y esta confusión del fin con el medio ha contribuido a la crisis actual. Pero la propia economía debería considerarse como un medio para mejorar el bienestar de nuestros ciudadanos.

• En este sentido, debemos reconocer las limitaciones del PIB como medida del bienestar. Lo que medimos afecta a lo que hacemos. si disponemos de me-jores sistemas de medición, algunas de las compensaciones entre “PIB” y el medioambiente pueden resultar compensaciones falsas. Deberían fomentarse y ampliarse los esfuerzos globales y nacionales para mejorar los sistemas de medición, incluyendo los realizados por la Comisión Internacional para la Me-dición del Rendimiento Económico y el Progreso social y la OCDE.

• Habrá muchas víctimas inocentes de esta crisis, y es necesario renovar los es-fuerzos para protegerlas. Y debe hacerse en particular porque es probable que la recuperación del mercado laboral (la vuelta a la normalidad) sea lenta.

• Reforzar los estabilizadores automáticos mediante la mejora de la protección social y aumentar la progresividad de la estructura fiscal contribuiría tanto a la estabilidad del sistema económico como a un sentido más amplio de justicia social y solidaridad.

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• Esta crisis ha hecho mella en muchos aspectos críticos de nuestro pacto so-cial. se ha pedido a ciudadanos corrientes que rescaten a nuestros acaudalados bancos, que han utilizado parte de lo recaudado para pagar primas a sus ejecu-tivos. se ha pedido a los trabajadores que acepten recortes salariales, mientras los contratos de ejecutivos de instituciones financieras muy bien remunerados han sido tratados como si fueran sacrosantos. En algunos casos, los beneficios de los bancos se han basado en la explotación de los miembros menos educa-dos de la sociedad. En algunos países, el crecimiento se ha basado en la explo-tación del medioambiente; teniendo en cuenta el ritmo del cambio climático, la vía de crecimiento del mundo es claramente insostenible. La crisis debería brindar una ocasión para reflexionar, para reestablecer el contrato social entre los miembros de la sociedad actual, entre los países desarrollados y los países en desarrollo, y entre esta generación y las generaciones futuras.

Documentos de debate publicados

1/2009. Una propuesta para la elección del Gobierno Europeo. Antonio Estella

2/2009. Inclusión y diversidad: ¿repensar la democracia? Wolfgang Merkel

3/2009. El Estado Dinamizador antes y después de la crisis económica. Carlos Mulas-Granados

4/2009. Programa para una política progresista: nota para el debate. Philip Pettit 5/2009. Liderando la Tercera Revolución Industrial y una nueva visión social para el mundo.

Jeremy Rifkin

6/2009. Prioridades económicas de Europa, 2010-2015. André sapir

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