don quijote

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The Project Gutenberg EBook of Don Quijote, by Miguel de Cervantes Saavedra This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at www.gutenberg.net Title: Don Quijote Author: Miguel de Cervantes Saavedra Posting Date: April 27, 2010 [EBook #2000] Release Date: December, 1999 Language: Spanish Character set encoding: ISO-8859-1 *** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK DON QUIJOTE *** Produced by an anonymous Project Gutenberg volunteer. Text file corrections and new HTML file by Joaquin Cuenca Abela. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha por Miguel de Cervantes Saavedra El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha Tasa Testimonio de las erratas El Rey Al Duque de Béjar Prólogo Al libro de don Quijote de la Mancha 1. Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de la Mancha 2. Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso don Quijote

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  1. 1. The Project Gutenberg EBook of Don Quijote, by Miguel de Cervantes Saavedra This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at www.gutenberg.net Title: Don Quijote Author: Miguel de Cervantes Saavedra Posting Date: April 27, 2010 [EBook #2000] Release Date: December, 1999 Language: Spanish Character set encoding: ISO-8859-1 *** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK DON QUIJOTE *** Produced by an anonymous Project Gutenberg volunteer. Text file corrections and new HTML file by Joaquin Cuenca Abela. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha por Miguel de Cervantes Saavedra El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha Tasa Testimonio de las erratas El Rey Al Duque de Bjar Prlogo Al libro de don Quijote de la Mancha 1. Que trata de la condicin y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de la Mancha 2. Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso don Quijote
  2. 2. 3. Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse caballero 4. De lo que le sucedi a nuestro caballero cuando sali de la venta 5. Donde se prosigue la narracin de la desgracia de nuestro caballero 6. Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librera de nuestro ingenioso hidalgo 7. De la segunda salida de nuestro buen caballero don Quijote de la Mancha 8. Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jams imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordacin 9. Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla que el gallardo vizcano y el valiente manchego tuvieron 10.De lo que ms le avino a don Quijote con el vizcano, y del peligro en que se vio con una turba de yangeses 11.De lo que le sucedi a don Quijote con unos cabreros 12.De lo que cont un cabrero a los que estaban con don Quijote 13.Donde se da fin al cuento de la pastora Marcela, con otros sucesos 14.Donde se ponen los versos desesperados del difunto pastor, con otros no esperados sucesos 15.Donde se cuenta la desgraciada aventura que se top don Quijote en topar con unos desalmados yangeses 16.De lo que le sucedi al ingenioso hidalgo en la venta que l imaginaba ser castillo 17.Donde se prosiguen los innumerables trabajos que el bravo don Quijote y su buen escudero Sancho Panza pasaron en la venta que, por su mal, pens que era castillo 18.Donde se cuentan las razones que pas Sancho Panza con su seor Don Quijote, con otras aventuras dignas de ser contadas 19.De las discretas razones que Sancho pasaba con su amo, y de la aventura que le sucedi con un cuerpo muerto, con otros acontecimientos famosos 20.De la jams vista ni oda aventura que con ms poco peligro fue acabada de famoso caballero en el mundo, como la que acab el valeroso don Quijote de la Mancha 21.Que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de Mambrino, con otras cosas sucedidas a nuestro invencible caballero 22.De la libertad que dio don Quijote a muchos desdichados que, mal de su grado, los llevaban donde no quisieran ir 23.De lo que le aconteci al famoso don Quijote en Sierra Morena, que fue una de las ms raras aventuras que en esta verdadera historia se cuentan 24.Donde se prosigue la aventura de la Sierra Morena 25.Que trata de las estraas cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente caballero de la Mancha, y de la imitacin que hizo a la penitencia de Beltenebros 26.Donde se prosiguen las finezas que de enamorado hizo don Quijote en Sierra Morena 27.De cmo salieron con su intencin el cura y el barbero, con otras cosas dignas de que se cuenten en esta grande historia
  3. 3. 28.Que trata de la nueva y agradable aventura que al cura y barbero sucedi en la mesma sierra 29.Que trata de la discrecin de la hermosa Dorotea, con otras cosas de mucho gusto y pasatiempo 30.Que trata del gracioso artificio y orden que se tuvo en sacar a nuestro enamorado caballero de la aspersima penitencia en que se haba puesto 31.De los sabrosos razonamientos que pasaron entre don Quijote y Sancho Panza, su escudero, con otros sucesos 32.Que trata de lo que sucedi en la venta a toda la cuadrilla de don Quijote 33.Donde se cuenta la novela del Curioso impertinente 34.Donde se prosigue la novela del Curioso impertinente 35.Donde se da fin a la novela del Curioso impertinente 36.Que trata de la brava y descomunal batalla que don Quijote tuvo con unos cueros de vino tinto, con otros raros sucesos que en la venta le sucedieron 37.Que prosigue la historia de la famosa infanta Micomicona, con otras graciosas aventuras 38.Que trata del curioso discurso que hizo don Quijote de las armas y las letras 39.Donde el cautivo cuenta su vida y sucesos 40.Donde se prosigue la historia del cautivo 41.Donde todava prosigue el cautivo su suceso 42.Que trata de lo que ms sucedi en la venta y de otras muchas cosas dignas de saberse 43.Donde se cuenta la agradable historia del mozo de mulas, con otros estraos acaecimientos en la venta sucedidos] 44.Donde se prosiguen los inauditos sucesos de la venta 45.Donde se acaba de averiguar la duda del yelmo de Mambrino y de la albarda, y otras aventuras sucedidas, con toda verdad 46.De la notable aventura de los cuadrilleros, y la gran ferocidad de nuestro buen caballero don Quijote 47.Del estrao modo con que fue encantado don Quijote de la Mancha, con otros famosos sucesos 48.Donde prosigue el cannigo la materia de los libros de caballeras, con otras cosas dignas de su ingenio 49.Donde se trata del discreto coloquio que Sancho Panza tuvo con su seor don Quijote 50.De las discretas altercaciones que don Quijote y el cannigo tuvieron, con otros sucesos 51.Que trata de lo que cont el cabrero a todos los que llevaban a don Quijote 52.De la pendencia que don Quijote tuvo con el cabrero, con la rara aventura de los deceplinantes, a quien dio felice fin a costa de su sudor Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha Tasa Fee de erratas Aprobaciones
  4. 4. Dedicatoria, al conde de Lemos Prlogo al lector 1. De lo que el cura y el barbero pasaron con don Quijote cerca de su enfermedad 2. Que trata de la notable pendencia que Sancho Panza tuvo con la sobrina y ama de don Quijote, con otros sujetos graciosos 3. Del ridculo razonamiento que pas entre don Quijote, Sancho Panza y el bachiller Sansn Carrasco 4. Donde Sancho Panza satisface al bachiller Sansn Carrasco de sus dudas y preguntas, con otros sucesos dignos de saberse y de contarse 5. De la discreta y graciosa pltica que pas entre Sancho Panza y su mujer Teresa Panza, y otros sucesos dignos de felice recordacin 6. De lo que le pas a Don Quijote con su sobrina y con su ama, y es uno de los importantes captulos de toda la historia 7. De lo que pas don Quijote con su escudero, con otros sucesos famossimos 8. Donde se cuenta lo que le sucedi a don Quijote, yendo a ver su seora Dulcinea del Toboso 9. Donde se cuenta lo que en l se ver 10.Donde se cuenta la industria que Sancho tuvo para encantar a la seora Dulcinea, y de otros sucesos tan ridculos como verdaderos 11.De la estraa aventura que le sucedi al valeroso don Quijote con el carro, o carreta, de Las Cortes de la Muerte 12.De la estraa aventura que le sucedi al valeroso don Quijote con el bravo Caballero de los Espejos 13.Donde se prosigue la aventura del Caballero del Bosque, con el discreto, nuevo y suave coloquio que pas entre los dos escuderos 14.Donde se prosigue la aventura del Caballero del Bosque 15.Donde se cuenta y da noticia de quin era el Caballero de los Espejos y su escudero 16.De lo que sucedi a don Quijote con un discreto caballero de la Mancha 17.De donde se declar el ltimo punto y estremo adonde lleg y pudo llegar el inaudito nimo de don Quijote, con la felicemente acabada aventura de los leones 18.De lo que sucedi a don Quijote en el castillo o casa del Caballero del Verde Gabn, con otras cosas extravagantes 19.Donde se cuenta la aventura del pastor enamorado, con otros en verdad graciosos sucesos 20.Donde se cuentan las bodas de Camacho el rico, con el suceso de Basilio el pobre 21.Donde se prosiguen las bodas de Camacho, con otros gustosos sucesos 22.Donde se da cuenta de la grande aventura de la cueva de Montesinos, que est en el corazn de la Mancha, a quien dio felice cima el valeroso don Quijote de la Mancha 23.De las admirables cosas que el estremado don Quijote cont que haba visto en la profunda cueva de Montesinos, cuya imposibilidad y grandeza hace que se tenga esta aventura por apcrifa 24.Donde se cuentan mil zarandajas tan impertinentes como necesarias al verdadero entendimiento desta grande historia
  5. 5. 25.Donde se apunta la aventura del rebuzno y la graciosa del titerero, con las memorables adivinanzas del mono adivino 26.Donde se prosigue la graciosa aventura del titerero, con otras cosas en verdad harto buenas 27.Donde se da cuenta quines eran maese Pedro y su mono, con el mal suceso que don Quijote tuvo en la aventura del rebuzno, que no la acab como l quisiera y como lo tena pensado 28.De cosas que dice Benengeli que las sabr quien le leyere, si las lee con atencin 29.De la famosa aventura del barco encantado 30.De lo que le avino a don Quijote con una bella cazadora 31.Que trata de muchas y grandes cosas 32.De la respuesta que dio don Quijote a su reprehensor, con otros graves y graciosos sucesos 33.De la sabrosa pltica que la duquesa y sus doncellas pasaron con Sancho Panza, digna de que se lea y de que se note 34.Que cuenta de la noticia que se tuvo de cmo se haba de desencantar la sin par Dulcinea del Toboso, que es una de las aventuras ms famosas deste libro 35.Donde se prosigue la noticia que tuvo don Quijote del desencanto de Dulcinea, con otros admirables sucesos 36.Donde se cuenta la estraa y jams imaginada aventura de la duea Dolorida, alias de la condesa Trifaldi, con una carta que Sancho Panza escribi a su mujer Teresa Panza 37.Donde se prosigue la famosa aventura de la duea Dolorida 38.Donde se cuenta la que dio de su mala andanza la duea Dolorida 39.Donde la Trifaldi prosigue su estupenda y memorable historia 40.De cosas que ataen y tocan a esta aventura y a esta memorable historia 41.De la venida de Clavileo, con el fin desta dilatada aventura 42.De los consejos que dio don Quijote a Sancho Panza antes que fuese a gobernar la nsula, con otras cosas bien consideradas 43.De los consejos segundos que dio don Quijote a Sancho Panza 44.Cmo Sancho Panza fue llevado al gobierno, y de la estraa aventura que en el castillo sucedi a don Quijote 45.De cmo el gran Sancho Panza tom la posesin de su nsula, y del modo que comenz a gobernar 46.Del temeroso espanto cencerril y gatuno que recibi don Quijote en el discurso de los amores de la enamorada Altisidora 47.Donde se prosigue cmo se portaba Sancho Panza en su gobierno 48.De lo que le sucedi a don Quijote con doa Rodrguez, la duea de la duquesa, con otros acontecimientos dignos de escritura y de memoria eterna 49.De lo que le sucedi a Sancho Panza rondando su nsula 50.Donde se declara quin fueron los encantadores y verdugos que azotaron a la duea y pellizcaron y araaron a don Quijote, con el suceso que tuvo el paje que llev la carta a Teresa Sancha, mujer de Sancho Panza 51.Del progreso del gobierno de Sancho Panza, con otros sucesos tales como buenos
  6. 6. 52.Donde se cuenta la aventura de la segunda duea Dolorida, o Angustiada, llamada por otro nombre doa Rodrguez 53.Del fatigado fin y remate que tuvo el gobierno de Sancho Panza 54.Que trata de cosas tocantes a esta historia, y no a otra alguna 55.De cosas sucedidas a Sancho en el camino, y otras que no hay ms que ver 56.De la descomunal y nunca vista batalla que pas entre don Quijote de la Mancha y el lacayo Tosilos, en la defensa de la hija de la duea doa Rodrguez 57.Que trata de cmo don Quijote se despidi del duque, y de lo que le sucedi con la discreta y desenvuelta Altisidora, doncella de la duquesa 58.Que trata de cmo menudearon sobre don Quijote aventuras tantas, que no se daban vagar unas a otras 59.Donde se cuenta del extraordinario suceso, que se puede tener por aventura, que le sucedi a don Quijote 60.De lo que sucedi a don Quijote yendo a Barcelona 61.De lo que le sucedi a don Quijote en la entrada de Barcelona, con otras cosas que tienen ms de lo verdadero que de lo discreto 62.Que trata de la aventura de la cabeza encantada, con otras nieras que no pueden dejar de contarse 63.De lo mal que le avino a Sancho Panza con la visita de las galeras, y la nueva aventura de la hermosa morisca 64.Que trata de la aventura que ms pesadumbre dio a don Quijote de cuantas hasta entonces le haban sucedido 65.Donde se da noticia quin era el de la Blanca Luna, con la libertad de Don Gregorio, y de otros sucesos 66.Que trata de lo que ver el que lo leyere, o lo oir el que lo escuchare leer 67.De la resolucin que tom don Quijote de hacerse pastor y seguir la vida del campo, en tanto que se pasaba el ao de su promesa, con otros sucesos en verdad gustosos y buenos 68.De la cerdosa aventura que le aconteci a don Quijote 69.Del ms raro y ms nuevo suceso que en todo el discurso desta grande historia avino a don Quijote 70.Que sigue al de sesenta y nueve, y trata de cosas no escusadas para la claridad desta historia 71.De lo que a don Quijote le sucedi con su escudero Sancho yendo a su aldea 72.De cmo don Quijote y Sancho llegaron a su aldea 73.De los ageros que tuvo don Quijote al entrar de su aldea, con otros sucesos que adornan y acreditan esta grande historia 74.De cmo don Quijote cay malo, y del testamento que hizo, y su muerte El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha TASA
  7. 7. Yo, Juan Gallo de Andrada, escribano de Cmara del Rey nuestro seor, de los que residen en su Consejo, certifico y doy fe que, habiendo visto por los seores dl un libro intitulado El ingenioso hidalgo de la Mancha, compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra, tasaron cada pliego del dicho libro a tres maraveds y medio; el cual tiene ochenta y tres pliegos, que al dicho precio monta el dicho libro docientos y noventa maraveds y medio, en que se ha de vender en papel; y dieron licencia para que a este precio se pueda vender, y mandaron que esta tasa se ponga al principio del dicho libro, y no se pueda vender sin ella. Y, para que dello conste, di la presente en Valladolid, a veinte das del mes de deciembre de mil y seiscientos y cuatro aos. Juan Gallo de Andrada. TESTIMONIO DE LAS ERRATAS Este libro no tiene cosa digna que no corresponda a su original; en testimonio de lo haber correcto, di esta fee. En el Colegio de la Madre de Dios de los Telogos de la , en primero de diciembre de 1604 aos. El licenciado Francisco Murcia de la Llana. EL REY Por cuanto por parte de vos, Miguel de Cervantes, nos fue fecha relacin que habades compuesto un libro intitulado El ingenioso hidalgo de la Mancha, el cual os haba costado mucho trabajo y era muy til y provechoso, nos pedistes y suplicastes os mandsemos dar licencia y facultad para le poder imprimir, y previlegio por el tiempo que fusemos servidos, o como la nuestra merced fuese; lo cual visto por los del nuestro Consejo, por cuanto en el dicho libro se hicieron las diligencias que la premtica ltimamente por nos fecha sobre la impresin de los libros dispone, fue acordado que debamos mandar dar esta nuestra cdula para vos, en la dicha razn; y nos tuvmoslo por bien. Por la cual, por os hacer bien y merced, os damos licencia y facultad para que vos, o la persona que vuestro poder hubiere, y no otra alguna, podis imprimir el dicho libro, intitulado El ingenioso hidalgo de la Mancha, que desuso se hace mencin, en todos estos nuestros reinos de Castilla, por tiempo y espacio de diez aos, que corran y se cuenten desde el dicho da de la data desta nuestra cdula; so pena que la persona o personas que, sin tener vuestro poder, lo imprimiere o vendiere, o hiciere imprimir o vender, por el mesmo caso pierda la impresin que hiciere, con los moldes y aparejos della; y ms, incurra en pena de cincuenta mil maraveds cada vez que lo contrario hiciere. La cual dicha pena sea la tercia parte para la persona que lo acusare, y la otra tercia parte para nuestra Cmara, y la otra tercia parte para el juez que lo sentenciare. Con tanto que todas las veces que hubiredes de hacer imprimir el dicho libro, durante el tiempo de los dichos diez aos, le traigis al nuestro Consejo, juntamente con el original que en l fue visto, que va rubricado cada plana y firmado al fin dl de Juan Gallo de Andrada, nuestro Escribano de Cmara, de los que en l residen, para saber si la dicha impresin est conforme el original;
  8. 8. o traigis fe en pblica forma de cmo por corretor nombrado por nuestro mandado, se vio y corrigi la dicha impresin por el original, y se imprimi conforme a l, y quedan impresas las erratas por l apuntadas, para cada un libro de los que as fueren impresos, para que se tase el precio que por cada volume hubiredes de haber. Y mandamos al impresor que as imprimiere el dicho libro, no imprima el principio ni el primer pliego dl, ni entregue ms de un solo libro con el original al autor, o persona a cuya costa lo imprimiere, ni otro alguno, para efeto de la dicha correcin y tasa, hasta que antes y primero el dicho libro est corregido y tasado por los del nuestro Consejo; y, estando hecho, y no de otra manera, pueda imprimir el dicho principio y primer pliego, y sucesivamente ponga esta nuestra cdula y la aprobacin, tasa y erratas, so pena de caer e incurrir en las penas contenidas en las leyes y premticas destos nuestros reinos. Y mandamos a los del nuestro Consejo, y a otras cualesquier justicias dellos, guarden y cumplan esta nuestra cdula y lo en ella contenido. Fecha en Valladolid, a veinte y seis das del mes de setiembre de mil y seiscientos y cuatro aos. YO, EL REY. Por mandado del Rey nuestro seor: Juan de Amezqueta. AL DUQUE DE BJAR, marqus de Gibralen, conde de Benalczar y Baares, vizconde de La Puebla de Alcocer, seor de las villas de Capilla, Curiel y Burguillos En fe del buen acogimiento y honra que hace Vuestra Excelencia a toda suerte de libros, como prncipe tan inclinado a favorecer las buenas artes, mayormente las que por su nobleza no se abaten al servicio y granjeras del vulgo, he determinado de sacar a luz al Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, al abrigo del clarsimo nombre de Vuestra Excelencia, a quien, con el acatamiento que debo a tanta grandeza, suplico le reciba agradablemente en su proteccin, para que a su sombra, aunque desnudo de aquel precioso ornamento de elegancia y erudicin de que suelen andar vestidas las obras que se componen en las casas de los hombres que saben, ose parecer seguramente en el juicio de algunos que, continindose en los lmites de su ignorancia, suelen condenar con ms rigor y menos justicia los trabajos ajenos; que, poniendo los ojos la prudencia de Vuestra Excelencia en mi buen deseo, fo que no desdear la cortedad de tan humilde servicio. Miguel de Cervantes Saavedra. PRLOGO Desocupado lector: sin juramento me podrs creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el ms hermoso, el ms gallardo y ms discreto que pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir al orden de naturaleza; que en ella cada cosa engendra su semejante. Y as, qu podr
  9. 9. engendrar el estril y mal cultivado ingenio mo, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendr en una crcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitacin? El sosiego, el lugar apacible, la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espritu son grande parte para que las musas ms estriles se muestren fecundas y ofrezcan partos al mundo que le colmen de maravilla y de contento. Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna, y el amor que le tiene le pone una venda en los ojos para que no vea sus faltas, antes las juzga por discreciones y lindezas y las cuenta a sus amigos por agudezas y donaires. Pero yo, que, aunque parezco padre, soy padrastro de Don Quijote, no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte, casi con las lgrimas en los ojos, como otros hacen, lector carsimo, que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vieres; y ni eres su pariente ni su amigo, y tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedro como el ms pintado, y ests en tu casa, donde eres seor della, como el rey de sus alcabalas, y sabes lo que comnmente se dice: que debajo de mi manto, al rey mato. Todo lo cual te esenta y hace libre de todo respecto y obligacin; y as, puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere, sin temor que te calunien por el mal ni te premien por el bien que dijeres della. Slo quisiera drtela monda y desnuda, sin el ornato de prlogo, ni de la inumerabilidad y catlogo de los acostumbrados sonetos, epigramas y elogios que al principio de los libros suelen ponerse. Porque te s decir que, aunque me cost algn trabajo componerla, ninguno tuve por mayor que hacer esta prefacin que vas leyendo. Muchas veces tom la pluma para escribille, y muchas la dej, por no saber lo que escribira; y, estando una suspenso, con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que dira, entr a deshora un amigo mo, gracioso y bien entendido, el cual, vindome tan imaginativo, me pregunt la causa; y, no encubrindosela yo, le dije que pensaba en el prlogo que haba de hacer a la historia de don Quijote, y que me tena de suerte que ni quera hacerle, ni menos sacar a luz las hazaas de tan noble caballero. Porque, cmo queris vos que no me tenga confuso el qu dir el antiguo legislador que llaman vulgo cuando vea que, al cabo de tantos aos como ha que duermo en el silencio del olvido, salgo ahora, con todos mis aos a cuestas, con una leyenda seca como un esparto, ajena de invencin, menguada de estilo, pobre de concetos y falta de toda erudicin y doctrina; sin acotaciones en las mrgenes y sin anotaciones en el fin del libro, como veo que estn otros libros, aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de Aristteles, de Platn y de toda la caterva de filsofos, que admiran a los leyentes y tienen a sus autores por hombres ledos, eruditos y elocuentes? Pues qu, cuando citan la Divina Escritura! No dirn sino que son unos santos Tomases y otros doctores de la Iglesia; guardando en esto un decoro tan ingenioso, que en un rengln han pintado un enamorado destrado y en otro hacen un sermoncico cristiano, que es un contento y un regalo olle o leelle. De todo esto ha de carecer mi libro, porque ni tengo qu acotar en el margen, ni qu anotar en el fin, ni menos s qu autores sigo en l, para ponerlos al principio, como hacen todos, por las letras del A.B.C., comenzando en
  10. 10. Aristteles y acabando en Xenofonte y en Zolo o Zeuxis, aunque fue maldiciente el uno y pintor el otro. Tambin ha de carecer mi libro de sonetos al principio, a lo menos de sonetos cuyos autores sean duques, marqueses, condes, obispos, damas o poetas celebrrimos; aunque, si yo los pidiese a dos o tres oficiales amigos, yo s que me los daran, y tales, que no les igualasen los de aquellos que tienen ms nombre en nuestra Espaa. En fin, seor y amigo mo prosegu, yo determino que el seor don Quijote se quede sepultado en sus archivos en la Mancha, hasta que el cielo depare quien le adorne de tantas cosas como le faltan; porque yo me hallo incapaz de remediarlas, por mi insuficiencia y pocas letras, y porque naturalmente soy poltrn y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que yo me s decir sin ellos. De aqu nace la suspensin y elevamiento, amigo, en que me hallastes; bastante causa para ponerme en ella la que de m habis odo. Oyendo lo cual mi amigo, dndose una palmada en la frente y disparando en una carga de risa, me dijo: Por Dios, hermano, que agora me acabo de desengaar de un engao en que he estado todo el mucho tiempo que ha que os conozco, en el cual siempre os he tenido por discreto y prudente en todas vuestras aciones. Pero agora veo que estis tan lejos de serlo como lo est el cielo de la tierra. Cmo que es posible que cosas de tan poco momento y tan fciles de remediar puedan tener fuerzas de suspender y absortar un ingenio tan maduro como el vuestro, y tan hecho a romper y atropellar por otras dificultades mayores? A la fe, esto no nace de falta de habilidad, sino de sobra de pereza y penuria de discurso. Queris ver si es verdad lo que digo? Pues estadme atento y veris cmo, en un abrir y cerrar de ojos, confundo todas vuestras dificultades y remedio todas las faltas que decs que os suspenden y acobardan para dejar de sacar a la luz del mundo la historia de vuestro famoso don Quijote, luz y espejo de toda la caballera andante. Decid le repliqu yo, oyendo lo que me deca: de qu modo pensis llenar el vaco de mi temor y reducir a claridad el caos de mi confusin? A lo cual l dijo: Lo primero en que reparis de los sonetos, epigramas o elogios que os faltan para el principio, y que sean de personajes graves y de ttulo, se puede remediar en que vos mesmo tomis algn trabajo en hacerlos, y despus los podis bautizar y poner el nombre que quisiredes, ahijndolos al Preste Juan de las Indias o al Emperador de Trapisonda, de quien yo s que hay noticia que fueron famosos poetas; y cuando no lo hayan sido y hubiere algunos pedantes y bachilleres que por detrs os muerdan y murmuren desta verdad, no se os d dos maraveds; porque, ya que os averigen la mentira, no os han de cortar la mano con que lo escribistes. En lo de citar en las mrgenes los libros y autores de donde sacredes las sentencias y dichos que pusiredes en vuestra historia, no hay ms sino hacer, de manera que venga a pelo, algunas sentencias o latines que vos sepis de
  11. 11. memoria, o, a lo menos, que os cuesten poco trabajo el buscalle; como ser poner, tratando de libertad y cautiverio: Non bene pro toto libertas venditur auro. Y luego, en el margen, citar a Horacio, o a quien lo dijo. Si tratredes del poder de la muerte, acudir luego con: Pallida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas, Regumque turres. Si de la amistad y amor que Dios manda que se tenga al enemigo, entraros luego al punto por la Escritura Divina, que lo podis hacer con tantico de curiosidad, y decir las palabras, por lo menos, del mismo Dios: Ego autem dico vobis: diligite inimicos vestros. Si tratredes de malos pensamientos, acudid con el Evangelio: De corde exeunt cogitationes malae. Si de la instabilidad de los amigos, ah est Catn, que os dar su dstico: Donec eris felix, multos numerabis amicos, tempora si fuerint nubila, solus eris. Y con estos latinicos y otros tales os tendrn siquiera por gramtico, que el serlo no es de poca honra y provecho el da de hoy. En lo que toca el poner anotaciones al fin del libro, seguramente lo podis hacer desta manera: si nombris algn gigante en vuestro libro, hacelde que sea el gigante Golas, y con slo esto, que os costar casi nada, tenis una grande anotacin, pues podis poner: El gigante Golas, o Goliat, fue un filisteo a quien el pastor David mat de una gran pedrada en el valle de Terebinto, segn se cuenta en el Libro de los Reyes, en el captulo que vos hallredes que se escribe. Tras esto, para mostraros hombre erudito en letras humanas y cosmgrafo, haced de modo como en vuestra historia se nombre el ro Tajo, y verisos luego con otra famosa anotacin, poniendo: El ro Tajo fue as dicho por un rey de las Espaas; tiene su nacimiento en tal lugar y muere en el mar ocano, besando los muros de la famosa ciudad de Lisboa; y es opinin que tiene las arenas de oro, etc. Si tratredes de ladrones, yo os dir la historia de Caco, que la s de coro; si de mujeres rameras, ah est el obispo de Mondoedo, que os prestar a Lamia, Laida y Flora, cuya anotacin os dar gran crdito; si de crueles, Ovidio os entregar a Medea; si de encantadores y hechiceras, Homero tiene a Calipso, y Virgilio a Circe; si de capitanes valerosos, el mesmo Julio Csar os prestar a s mismo en sus Comentarios, y Plutarco os dar mil Alejandros. Si tratredes de amores, con dos onzas que sepis de la lengua toscana, toparis con Len Hebreo, que os hincha las medidas. Y si no queris andaros por tierras extraas, en vuestra casa tenis a Fonseca, Del amor de Dios, donde se cifra todo lo que vos y el ms ingenioso acertare a desear en tal materia. En resolucin, no hay ms sino que vos procuris nombrar estos nombres, o tocar estas historias en la vuestra, que aqu he dicho, y dejadme a m el cargo de poner las anotaciones y acotaciones; que yo os voto a tal de llenaros las mrgenes y de gastar cuatro pliegos en el fin del libro.
  12. 12. Vengamos ahora a la citacin de los autores que los otros libros tienen, que en el vuestro os faltan. El remedio que esto tiene es muy fcil, porque no habis de hacer otra cosa que buscar un libro que los acote todos, desde la A hasta la Z, como vos decs. Pues ese mismo abecedario pondris vos en vuestro libro; que, puesto que a la clara se vea la mentira, por la poca necesidad que vos tenades de aprovecharos dellos, no importa nada; y quiz alguno habr tan simple, que crea que de todos os habis aprovechado en la simple y sencilla historia vuestra; y, cuando no sirva de otra cosa, por lo menos servir aquel largo catlogo de autores a dar de improviso autoridad al libro. Y ms, que no habr quien se ponga a averiguar si los seguistes o no los seguistes, no yndole nada en ello. Cuanto ms que, si bien caigo en la cuenta, este vuestro libro no tiene necesidad de ninguna cosa de aquellas que vos decs que le falta, porque todo l es una invectiva contra los libros de caballeras, de quien nunca se acord Aristteles, ni dijo nada San Basilio, ni alcanz Cicern; ni caen debajo de la cuenta de sus fabulosos disparates las puntualidades de la verdad, ni las observaciones de la astrologa; ni le son de importancia las medidas geomtricas, ni la confutacin de los argumentos de quien se sirve la retrica; ni tiene para qu predicar a ninguno, mezclando lo humano con lo divino, que es un gnero de mezcla de quien no se ha de vestir ningn cristiano entendimiento. Slo tiene que aprovecharse de la imitacin en lo que fuere escribiendo; que, cuanto ella fuere ms perfecta, tanto mejor ser lo que se escribiere. Y, pues esta vuestra escritura no mira a ms que a deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballeras, no hay para qu andis mendigando sentencias de filsofos, consejos de la Divina Escritura, fbulas de poetas, oraciones de retricos, milagros de santos, sino procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oracin y perodo sonoro y festivo; pintando, en todo lo que alcanzredes y fuere posible, vuestra intencin, dando a entender vuestros conceptos sin intricarlos y escurecerlos. Procurad tambin que, leyendo vuestra historia, el melanclico se mueva a risa, el risueo la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invencin, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla. En efecto, llevad la mira puesta a derribar la mquina mal fundada destos caballerescos libros, aborrecidos de tantos y alabados de muchos ms; que si esto alcanzsedes, no habrades alcanzado poco. Con silencio grande estuve escuchando lo que mi amigo me deca, y de tal manera se imprimieron en m sus razones que, sin ponerlas en disputa, las aprob por buenas y de ellas mismas quise hacer este prlogo; en el cual vers, lector suave, la discrecin de mi amigo, la buena ventura ma en hallar en tiempo tan necesitado tal consejero, y el alivio tuyo en hallar tan sincera y tan sin revueltas la historia del famoso don Quijote de la Mancha, de quien hay opinin, por todos los habitadores del distrito del campo de Montiel, que fue el ms casto enamorado y el ms valiente caballero que de muchos aos a esta parte se vio en aquellos contornos. Yo no quiero encarecerte el servicio que te hago en darte a conocer tan noble y tan honrado caballero, pero quiero que me agradezcas el conocimiento que tendrs del famoso Sancho Panza, su escudero, en quien, a mi parecer, te doy cifradas todas las gracias escuderiles que en la caterva de los libros vanos de caballeras estn esparcidas.
  13. 13. Y con esto, Dios te d salud, y a m no olvide. Vale. AL LIBRO DE DON QUIJOTE DE LA MANCHA Urganda la desconocida Si de llegarte a los bue-, libro, fueres con letu-, no te dir el boquirru- que no pones bien los de-. Mas si el pan no se te cue- por ir a manos de idio-, vers de manos a bo-, aun no dar una en el cla-, si bien se comen las ma- por mostrar que son curio-. Y, pues la expiriencia ense- que el que a buen rbol se arri- buena sombra le cobi-, en Bjar tu buena estre- un rbol real te ofre- que da prncipes por fru-, en el cual floreci un du- que es nuevo Alejandro Ma-: llega a su sombra, que a osa- favorece la fortu-. De un noble hidalgo manche- contars las aventu-, a quien ociosas letu-, trastornaron la cabe-: damas, armas, caballe-, le provocaron de mo-, que, cual Orlando furio-, templado a lo enamora-, alcanz a fuerza de bra- a Dulcinea del Tobo-. No indiscretos hierogl- estampes en el escu-, que, cuando es todo figu-, con ruines puntos se envi-. Si en la direccin te humi-, no dir, mofante, algu-: ''Qu don lvaro de Lu-, qu Anibal el de Carta-, qu rey Francisco en Espa- se queja de la Fortu-!'' Pues al cielo no le plu- que salieses tan ladi- como el negro Juan Lati-, hablar latines reh-.
  14. 14. No me despuntes de agu-, ni me alegues con fil-, porque, torciendo la bo-, dir el que entiende la le-, no un palmo de las ore-: ''Para qu conmigo flo-?'' No te metas en dibu-, ni en saber vidas aje-, que, en lo que no va ni vie-, pasar de largo es cordu-. Que suelen en caperu- darles a los que grace-; mas t qumate las ce- slo en cobrar buena fa-; que el que imprime neceda- dalas a censo perpe-. Advierte que es desati-, siendo de vidrio el teja-, tomar piedras en las ma- para tirar al veci-. Deja que el hombre de jui-, en las obras que compo-, se vaya con pies de plo-; que el que saca a luz pape- para entretener donce- escribe a tontas y a lo-. AMADS DE GAULA A DON QUIJOTE DE LA MANCHA Soneto T, que imitaste la llorosa vida que tuve, ausente y desdeado sobre el gran ribazo de la Pea Pobre, de alegre a penitencia reducida; t, a quien los ojos dieron la bebida de abundante licor, aunque salobre, y alzndote la plata, estao y cobre, te dio la tierra en tierra la comida, vive seguro de que eternamente, en tanto, al menos, que en la cuarta esfera, sus caballos aguije el rubio Apolo, tendrs claro renombre de valiente; tu patria ser en todas la primera; tu sabio autor, al mundo nico y solo. DON BELIANS DE GRECIA A DON QUIJOTE DE LA MANCHA Soneto
  15. 15. Romp, cort, aboll, y dije y hice ms que en el orbe caballero andante; fui diestro, fui valiente, fui arrogante; mil agravios vengu, cien mil deshice. Hazaas di a la Fama que eternice; fui comedido y regalado amante; fue enano para m todo gigante, y al duelo en cualquier punto satisfice. Tuve a mis pies postrada la Fortuna, y trajo del copete mi cordura a la calva Ocasin al estricote. Ms, aunque sobre el cuerno de la luna siempre se vio encumbrada mi ventura, tus proezas envidio, oh gran Quijote! LA SEORA ORIANA A DULCINEA DEL TOBOSO Soneto Oh, quin tuviera, hermosa Dulcinea, por ms comodidad y ms reposo, a Miraflores puesto en el Toboso, y trocara sus Londres con tu aldea! Oh, quin de tus deseos y librea alma y cuerpo adornara, y del famoso caballero que hiciste venturoso mirara alguna desigual pelea! Oh, quin tan castamente se escapara del seor Amads como t hiciste del comedido hidalgo don Quijote! Que as envidiada fuera, y no envidiara, y fuera alegre el tiempo que fue triste, y gozara los gustos sin escote. GANDALN, ESCUDERO DE AMADS DE GAULA, A SANCHO PANZA, ESCUDERO DE DON QUIJOTE Soneto Salve, varn famoso, a quien Fortuna, cuando en el trato escuderil te puso, tan blanda y cuerdamente lo dispuso, que lo pasaste sin desgracia alguna. Ya la azada o la hoz poco repugna al andante ejercicio; ya est en uso la llaneza escudera, con que acuso al soberbio que intenta hollar la luna. Envidio a tu jumento y a tu nombre, y a tus alforjas igualmente invidio, que mostraron tu cuerda providencia.
  16. 16. Salve otra vez, oh Sancho!, tan buen hombre, que a solo t nuestro espaol Ovidio con buzcorona te hace reverencia. DEL DONOSO, POETA ENTREVERADO, A SANCHO PANZA Y ROCINANTE Soy Sancho Panza, escude- del manchego don Quijo-. Puse pies en polvoro-, por vivir a lo discre-; que el tcito Villadie- toda su razn de esta- cifr en una retira-, segn siente Celesti-, libro, en mi opinin, divi- si encubriera ms lo huma-. A Rocinante Soy Rocinante, el famo- bisnieto del gran Babie-. Por pecados de flaque-, fui a poder de un don Quijo-. Parejas corr a lo flo-; mas, por ua de caba-, no se me escap ceba-; que esto saqu a Lazari- cuando, para hurtar el vi- al ciego, le di la pa-. ORLANDO FURIOSO A DON QUIJOTE DE LA MANCHA Soneto Si no eres par, tampoco le has tenido: que par pudieras ser entre mil pares; ni puede haberle donde t te hallares, invito vencedor, jams vencido. Orlando soy, Quijote, que, perdido por Anglica, vi remotos mares, ofreciendo a la Fama en sus altares aquel valor que respet el olvido. No puedo ser tu igual; que este decoro se debe a tus proezas y a tu fama, puesto que, como yo, perdiste el seso. Mas serlo has mo, si al soberbio moro y cita fiero domas, que hoy nos llama iguales en amor con mal suceso. EL CABALLERO DEL FEBO A DON QUIJOTE DE LA MANCHA Soneto
  17. 17. A vuestra espada no igual la ma, Febo espaol, curioso cortesano, ni a la alta gloria de valor mi mano, que rayo fue do nace y muere el da. Imperios despreci; la monarqua que me ofreci el Oriente rojo en vano dej, por ver el rostro soberano de Claridiana, aurora hermosa ma. Amla por milagro nico y raro, y, ausente en su desgracia, el propio infierno temi mi brazo, que dom su rabia. Mas vos, godo Quijote, ilustre y claro, por Dulcinea sois al mundo eterno, y ella, por vos, famosa, honesta y sabia. DE SOLISDN A DON QUIJOTE DE LA MANCHA Soneto Maguer, seor Quijote, que sandeces vos tengan el cerbelo derrumbado, nunca seris de alguno reprochado por home de obras viles y soeces. Sern vuesas fazaas los joeces, pues tuertos desfaciendo habis andado, siendo vegadas mil apaleado por follones cautivos y raheces. Y si la vuesa linda Dulcinea desaguisado contra vos comete, ni a vuesas cuitas muestra buen talante, en tal desmn, vueso conorte sea que Sancho Panza fue mal alcagete, necio l, dura ella, y vos no amante. DILOGO ENTRE BABIECA Y ROCINANTE Soneto B. Cmo estis, Rocinante, tan delgado? R. Porque nunca se come, y se trabaja. B. Pues, qu es de la cebada y de la paja? R. No me deja mi amo ni un bocado. B. And, seor, que estis muy mal criado, pues vuestra lengua de asno al amo ultraja. R. Asno se es de la cuna a la mortaja. Querislo ver? Miraldo enamorado. B. Es necedad amar? R. No es gran prudencia. B. Metafsico estis. R. Es que no como. B. Quejaos del escudero. R. No es bastante. Cmo me he de quejar en mi dolencia,
  18. 18. si el amo y escudero o mayordomo son tan rocines como Rocinante? Primera parte del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha Captulo primero. Que trata de la condicin y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de la Mancha En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que viva un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocn flaco y galgo corredor. Una olla de algo ms vaca que carnero, salpicn las ms noches, duelos y quebrantos los sbados, lantejas los viernes, algn palomino de aadidura los domingos, consuman las tres partes de su hacienda. El resto della concluan sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los das de entresemana se honraba con su vellor de lo ms fino. Tena en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que as ensillaba el rocn como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta aos; era de complexin recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tena el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque, por conjeturas verosmiles, se deja entender que se llamaba Quejana. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narracin dl no se salga un punto de la verdad. Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso, que eran los ms del ao, se daba a leer libros de caballeras, con tanta aficin y gusto, que olvid casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administracin de su hacienda. Y lleg a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendi muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballeras en que leer, y as, llev a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos, ningunos le parecan tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecan de perlas, y ms cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafos, donde en muchas partes hallaba escrito: La razn de la sinrazn que a mi razn se hace, de tal manera mi razn enflaquece, que con razn me quejo de la vuestra fermosura. Y tambin cuando lea: ...los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza. Con estas razones perda el pobre caballero el juicio, y desvelbase por entenderlas y desentraarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristteles, si resucitara para slo ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belians daba y receba, porque se imaginaba que, por grandes maestros que le hubiesen curado, no dejara de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y seales. Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra, como all se promete; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y
  19. 19. continuos pensamientos no se lo estorbaran. Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar que era hombre docto, graduado en Sigenza, sobre cul haba sido mejor caballero: Palmern de Ingalaterra o Amads de Gaula; mas maese Nicols, barbero del mesmo pueblo, deca que ninguno llegaba al Caballero del Febo, y que si alguno se le poda comparar, era don Galaor, hermano de Amads de Gaula, porque tena muy acomodada condicin para todo; que no era caballero melindroso, ni tan llorn como su hermano, y que en lo de la valenta no le iba en zaga. En resolucin, l se enfrasc tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los das de turbio en turbio; y as, del poco dormir y del mucho leer, se le sec el celebro, de manera que vino a perder el juicio. Llensele la fantasa de todo aquello que lea en los libros, as de encantamentos como de pendencias, batallas, desafos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentsele de tal modo en la imaginacin que era verdad toda aquella mquina de aquellas sonadas soadas invenciones que lea, que para l no haba otra historia ms cierta en el mundo. Deca l que el Cid Ruy Daz haba sido muy buen caballero, pero que no tena que ver con el Caballero de la Ardiente Espada, que de slo un revs haba partido por medio dos fieros y descomunales gigantes. Mejor estaba con Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalles haba muerto a Roldn el encantado, valindose de la industria de Hrcules, cuando ahog a Anteo, el hijo de la Tierra, entre los brazos. Deca mucho bien del gigante Morgante, porque, con ser de aquella generacin gigantea, que todos son soberbios y descomedidos, l solo era afable y bien criado. Pero, sobre todos, estaba bien con Reinaldos de Montalbn, y ms cuando le vea salir de su castillo y robar cuantos topaba, y cuando en allende rob aquel dolo de Mahoma que era todo de oro, segn dice su historia. Diera l, por dar una mano de coces al traidor de Galaln, al ama que tena, y aun a su sobrina de aadidura. En efeto, rematado ya su juicio, vino a dar en el ms estrao pensamiento que jams dio loco en el mundo; y fue que le pareci convenible y necesario, as para el aumento de su honra como para el servicio de su repblica, hacerse caballero andante, y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que l haba ledo que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo gnero de agravio, y ponindose en ocasiones y peligros donde, acabndolos, cobrase eterno nombre y fama. Imaginbase el pobre ya coronado por el valor de su brazo, por lo menos, del imperio de Trapisonda; y as, con estos tan agradables pensamientos, llevado del estrao gusto que en ellos senta, se dio priesa a poner en efeto lo que deseaba. Y lo primero que hizo fue limpiar unas armas que haban sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orn y llenas de moho, luengos siglos haba que estaban puestas y olvidadas en un rincn. Limpilas y aderezlas lo mejor que pudo, pero vio que tenan una gran falta, y era que no tenan celada de encaje, sino morrin simple; mas a esto supli su industria, porque de cartones hizo un modo de media celada, que, encajada con el morrin, hacan una apariencia de celada entera. Es verdad que para probar si era fuerte y poda estar al riesgo
  20. 20. de una cuchillada, sac su espada y le dio dos golpes, y con el primero y en un punto deshizo lo que haba hecho en una semana; y no dej de parecerle mal la facilidad con que la haba hecho pedazos, y, por asegurarse deste peligro, la torn a hacer de nuevo, ponindole unas barras de hierro por de dentro, de tal manera que l qued satisfecho de su fortaleza; y, sin querer hacer nueva experiencia della, la diput y tuvo por celada finsima de encaje. Fue luego a ver su rocn, y, aunque tena ms cuartos que un real y ms tachas que el caballo de Gonela, que tantum pellis et ossa fuit, le pareci que ni el Bucfalo de Alejandro ni Babieca el del Cid con l se igualaban. Cuatro das se le pasaron en imaginar qu nombre le pondra; porque, segn se deca l a s mesmo, no era razn que caballo de caballero tan famoso, y tan bueno l por s, estuviese sin nombre conocido; y ans, procuraba acomodrsele de manera que declarase quin haba sido, antes que fuese de caballero andante, y lo que era entonces; pues estaba muy puesto en razn que, mudando su seor estado, mudase l tambin el nombre, y le cobrase famoso y de estruendo, como convena a la nueva orden y al nuevo ejercicio que ya profesaba. Y as, despus de muchos nombres que form, borr y quit, aadi, deshizo y torn a hacer en su memoria e imaginacin, al fin le vino a llamar Rocinante: nombre, a su parecer, alto, sonoro y significativo de lo que haba sido cuando fue rocn, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo. Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponrsele a s mismo, y en este pensamiento dur otros ocho das, y al cabo se vino a llamar don Quijote; de donde como queda dicho tomaron ocasin los autores desta tan verdadera historia que, sin duda, se deba de llamar Quijada, y no Quesada, como otros quisieron decir. Pero, acordndose que el valeroso Amads no slo se haba contentado con llamarse Amads a secas, sino que aadi el nombre de su reino y patria, por Hepila famosa, y se llam Amads de Gaula, as quiso, como buen caballero, aadir al suyo el nombre de la suya y llamarse don Quijote de la Mancha, con que, a su parecer, declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della. Limpias, pues, sus armas, hecho del morrin celada, puesto nombre a su rocn y confirmndose a s mismo, se dio a entender que no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse; porque el caballero andante sin amores era rbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma. Decase l a s: Si yo, por malos de mis pecados, o por mi buena suerte, me encuentro por ah con algn gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o, finalmente, le venzo y le rindo, no ser bien tener a quien enviarle presentado y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce seora, y diga con voz humilde y rendido: ''Yo, seora, soy el gigante Caraculiambro, seor de la nsula Malindrania, a quien venci en singular batalla el jams como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha, el cual me mand que me presentase ante vuestra merced, para que la vuestra grandeza disponga de m a su talante''?
  21. 21. Oh, cmo se holg nuestro buen caballero cuando hubo hecho este discurso, y ms cuando hall a quien dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo haba una moza labradora de muy buen parecer, de quien l un tiempo anduvo enamorado, aunque, segn se entiende, ella jams lo supo, ni le dio cata dello. Llambase Aldonza Lorenzo, y a sta le pareci ser bien darle ttulo de seora de sus pensamientos; y, buscndole nombre que no desdijese mucho del suyo, y que tirase y se encaminase al de princesa y gran seora, vino a llamarla Dulcinea del Toboso, porque era natural del Toboso; nombre, a su parecer, msico y peregrino y significativo, como todos los dems que a l y a sus cosas haba puesto. Captulo II. Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso don Quijote Hechas, pues, estas prevenciones, no quiso aguardar ms tiempo a poner en efeto su pensamiento, apretndole a ello la falta que l pensaba que haca en el mundo su tardanza, segn eran los agravios que pensaba deshacer, tuertos que enderezar, sinrazones que emendar, y abusos que mejorar y deudas que satisfacer. Y as, sin dar parte a persona alguna de su intencin, y sin que nadie le viese, una maana, antes del da, que era uno de los calurosos del mes de julio, se arm de todas sus armas, subi sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embraz su adarga, tom su lanza, y, por la puerta falsa de un corral, sali al campo con grandsimo contento y alborozo de ver con cunta facilidad haba dado principio a su buen deseo. Mas, apenas se vio en el campo, cuando le asalt un pensamiento terrible, y tal, que por poco le hiciera dejar la comenzada empresa; y fue que le vino a la memoria que no era armado caballero, y que, conforme a ley de caballera, ni poda ni deba tomar armas con ningn caballero; y, puesto que lo fuera, haba de llevar armas blancas, como novel caballero, sin empresa en el escudo, hasta que por su esfuerzo la ganase. Estos pensamientos le hicieron titubear en su propsito; mas, pudiendo ms su locura que otra razn alguna, propuso de hacerse armar caballero del primero que topase, a imitacin de otros muchos que as lo hicieron, segn l haba ledo en los libros que tal le tenan. En lo de las armas blancas, pensaba limpiarlas de manera, en teniendo lugar, que lo fuesen ms que un armio; y con esto se quiet y prosigui su camino, sin llevar otro que aquel que su caballo quera, creyendo que en aquello consista la fuerza de las aventuras. Yendo, pues, caminando nuestro flamante aventurero, iba hablando consigo mesmo y diciendo: Quin duda sino que en los venideros tiempos, cuando salga a luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta mi primera salidad tan de maana, desta manera?: Apenas haba el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeos y pintados pajarillos con sus arpadas lenguas haban saludado con dulce y meliflua armona la venida de la rosada aurora, que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famoso caballero don Quijote de la
  22. 22. Mancha, dejando las ociosas plumas, subi sobre su famoso caballo Rocinante, y comenz a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel. Y era la verdad que por l caminaba. Y aadi diciendo: Dichosa edad, y siglo dichoso aquel adonde saldrn a luz las famosas hazaas mas, dignas de entallarse en bronces, esculpirse en mrmoles y pintarse en tablas para memoria en lo futuro. Oh t, sabio encantador, quienquiera que seas, a quien ha de tocar el ser coronista desta peregrina historia, rugote que no te olvides de mi buen Rocinante, compaero eterno mo en todos mis caminos y carreras! Luego volva diciendo, como si verdaderamente fuera enamorado: Oh princesa Dulcinea, seora deste cautivo corazn!, mucho agravio me habedes fecho en despedirme y reprocharme con el riguroso afincamiento de mandarme no parecer ante la vuestra fermosura. Plgaos, seora, de membraros deste vuestro sujeto corazn, que tantas cuitas por vuestro amor padece. Con stos iba ensartando otros disparates, todos al modo de los que sus libros le haban enseado, imitando en cuanto poda su lenguaje. Con esto, caminaba tan despacio, y el sol entraba tan apriesa y con tanto ardor, que fuera bastante a derretirle los sesos, si algunos tuviera. Casi todo aquel da camin sin acontecerle cosa que de contar fuese, de lo cual se desesperaba, porque quisiera topar luego luego con quien hacer experiencia del valor de su fuerte brazo. Autores hay que dicen que la primera aventura que le avino fue la del Puerto Lpice; otros dicen que la de los molinos de viento; pero, lo que yo he podido averiguar en este caso, y lo que he hallado escrito en los Anales de la Mancha, es que l anduvo todo aquel da, y, al anochecer, su rocn y l se hallaron cansados y muertos de hambre; y que, mirando a todas partes por ver si descubrira algn castillo o alguna majada de pastores donde recogerse y adonde pudiese remediar su mucha hambre y necesidad, vio, no lejos del camino por donde iba, una venta, que fue como si viera una estrella que, no a los portales, sino a los alczares de su redencin le encaminaba. Diose priesa a caminar, y lleg a ella a tiempo que anocheca. Estaban acaso a la puerta dos mujeres mozas, destas que llaman del partido, las cuales iban a Sevilla con unos arrieros que en la venta aquella noche acertaron a hacer jornada; y, como a nuestro aventurero todo cuanto pensaba, vea o imaginaba le pareca ser hecho y pasar al modo de lo que haba ledo, luego que vio la venta, se le represent que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadiza y honda cava, con todos aquellos adherentes que semejantes castillos se pintan. Fuese llegando a la venta, que a l le pareca castillo, y a poco trecho della detuvo las riendas a Rocinante, esperando que algn enano se pusiese entre las almenas a dar seal con alguna trompeta de que llegaba caballero al castillo. Pero, como vio que se tardaban y que Rocinante se daba priesa por llegar a la
  23. 23. caballeriza, se lleg a la puerta de la venta, y vio a las dos destradas mozas que all estaban, que a l le parecieron dos hermosas doncellas o dos graciosas damas que delante de la puerta del castillo se estaban solazando. En esto, sucedi acaso que un porquero que andaba recogiendo de unos rastrojos una manada de puercos que, sin perdn, as se llaman toc un cuerno, a cuya seal ellos se recogen, y al instante se le represent a don Quijote lo que deseaba, que era que algn enano haca seal de su venida; y as, con estrao contento, lleg a la venta y a las damas, las cuales, como vieron venir un hombre de aquella suerte, armado y con lanza y adarga, llenas de miedo, se iban a entrar en la venta; pero don Quijote, coligiendo por su huida su miedo, alzndose la visera de papeln y descubriendo su seco y polvoroso rostro, con gentil talante y voz reposada, les dijo: No fuyan las vuestras mercedes ni teman desaguisado alguno; ca a la orden de caballera que profeso non toca ni atae facerle a ninguno, cuanto ms a tan altas doncellas como vuestras presencias demuestran. Mirbanle las mozas, y andaban con los ojos buscndole el rostro, que la mala visera le encubra; mas, como se oyeron llamar doncellas, cosa tan fuera de su profesin, no pudieron tener la risa, y fue de manera que don Quijote vino a correrse y a decirles: Bien parece la mesura en las fermosas, y es mucha sandez adems la risa que de leve causa procede; pero no vos lo digo porque os acuitedes ni mostredes mal talante; que el mo non es de l que de serviros. El lenguaje, no entendido de las seoras, y el mal talle de nuestro caballero acrecentaba en ellas la risa y en l el enojo; y pasara muy adelante si a aquel punto no saliera el ventero, hombre que, por ser muy gordo, era muy pacfico, el cual, viendo aquella figura contrahecha, armada de armas tan desiguales como eran la brida, lanza, adarga y coselete, no estuvo en nada en acompaar a las doncellas en las muestras de su contento. Mas, en efeto, temiendo la mquina de tantos pertrechos, determin de hablarle comedidamente; y as, le dijo: Si vuestra merced, seor caballero, busca posada, amn del lecho (porque en esta venta no hay ninguno), todo lo dems se hallar en ella en mucha abundancia. Viendo don Quijote la humildad del alcaide de la fortaleza, que tal le pareci a l el ventero y la venta, respondi: -Para m, seor castellano, cualquiera cosa basta, porque mis arreos son las armas, mi descanso el pelear, etc. Pens el husped que el haberle llamado castellano haba sido por haberle parecido de los sanos de Castilla, aunque l era andaluz, y de los de la playa de Sanlcar, no menos ladrn que Caco, ni menos maleante que estudiantado paje; y as, le respondi:
  24. 24. Segn eso, las camas de vuestra merced sern duras peas, y su dormir, siempre velar; y siendo as, bien se puede apear, con seguridad de hallar en esta choza ocasin y ocasiones para no dormir en todo un ao, cuanto ms en una noche. Y, diciendo esto, fue a tener el estribo a don Quijote, el cual se ape con mucha dificultad y trabajo, como aquel que en todo aquel da no se haba desayunado. Dijo luego al husped que le tuviese mucho cuidado de su caballo, porque era la mejor pieza que coma pan en el mundo. Mirle el ventero, y no le pareci tan bueno como don Quijote deca, ni aun la mitad; y, acomodndole en la caballeriza, volvi a ver lo que su husped mandaba, al cual estaban desarmando las doncellas, que ya se haban reconciliado con l; las cuales, aunque le haban quitado el peto y el espaldar, jams supieron ni pudieron desencajarle la gola, ni quitalle la contrahecha celada, que traa atada con unas cintas verdes, y era menester cortarlas, por no poderse quitar los udos; mas l no lo quiso consentir en ninguna manera, y as, se qued toda aquella noche con la celada puesta, que era la ms graciosa y estraa figura que se pudiera pensar; y, al desarmarle, como l se imaginaba que aquellas tradas y llevadas que le desarmaban eran algunas principales seoras y damas de aquel castillo, les dijo con mucho donaire: -Nunca fuera caballero de damas tan bien servido como fuera don Quijote cuando de su aldea vino: doncellas curaban dl; princesas, del su rocino, o Rocinante, que ste es el nombre, seoras mas, de mi caballo, y don Quijote de la Mancha el mo; que, puesto que no quisiera descubrirme fasta que las fazaas fechas en vuestro servicio y pro me descubrieran, la fuerza de acomodar al propsito presente este romance viejo de Lanzarote ha sido causa que sepis mi nombre antes de toda sazn; pero, tiempo vendr en que las vuestras seoras me manden y yo obedezca, y el valor de mi brazo descubra el deseo que tengo de serviros. Las mozas, que no estaban hechas a or semejantes retricas, no respondan palabra; slo le preguntaron si quera comer alguna cosa. Cualquiera yantara yo respondi don Quijote, porque, a lo que entiendo, me hara mucho al caso. A dicha, acert a ser viernes aquel da, y no haba en toda la venta sino unas raciones de un pescado que en Castilla llaman abadejo, y en Andaluca bacallao, y en otras partes curadillo, y en otras truchuela. Preguntronle si por ventura comera su merced truchuela, que no haba otro pescado que dalle a comer.
  25. 25. Como haya muchas truchuelas respondi don Quijote, podrn servir de una trucha, porque eso se me da que me den ocho reales en sencillos que en una pieza de a ocho. Cuanto ms, que podra ser que fuesen estas truchuelas como la ternera, que es mejor que la vaca, y el cabrito que el cabrn. Pero, sea lo que fuere, venga luego, que el trabajo y peso de las armas no se puede llevar sin el gobierno de las tripas. Pusironle la mesa a la puerta de la venta, por el fresco, y trjole el husped una porcin del mal remojado y peor cocido bacallao, y un pan tan negro y mugriento como sus armas; pero era materia de grande risa verle comer, porque, como tena puesta la celada y alzada la visera, no poda poner nada en la boca con sus manos si otro no se lo daba y pona; y ans, una de aquellas seoras serva deste menester. Mas, al darle de beber, no fue posible, ni lo fuera si el ventero no horadara una caa, y puesto el un cabo en la boca, por el otro le iba echando el vino; y todo esto lo receba en paciencia, a trueco de no romper las cintas de la celada. Estando en esto, lleg acaso a la venta un castrador de puercos; y, as como lleg, son su silbato de caas cuatro o cinco veces, con lo cual acab de confirmar don Quijote que estaba en algn famoso castillo, y que le servan con msica, y que el abadejo eran truchas; el pan, candeal; y las rameras, damas; y el ventero, castellano del castillo, y con esto daba por bien empleada su determinacin y salida. Mas lo que ms le fatigaba era el no verse armado caballero, por parecerle que no se podra poner legtimamente en aventura alguna sin recebir la orden de caballera. Captulo III. Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse caballero Y as, fatigado deste pensamiento, abrevi su venteril y limitada cena; la cual acabada, llam al ventero, y, encerrndose con l en la caballeriza, se hinc de rodillas ante l, dicindole: No me levantar jams de donde estoy, valeroso caballero, fasta que la vuestra cortesa me otorgue un don que pedirle quiero, el cual redundar en alabanza vuestra y en pro del gnero humano. El ventero, que vio a su husped a sus pies y oy semejantes razones, estaba confuso mirndole, sin saber qu hacerse ni decirle, y porfiaba con l que se levantase, y jams quiso, hasta que le hubo de decir que l le otorgaba el don que le peda. No esperaba yo menos de la gran magnificencia vuestra, seor mo respondi don Quijote; y as, os digo que el don que os he pedido, y de vuestra liberalidad me ha sido otorgado, es que maana en aquel da me habis de armar caballero, y esta noche en la capilla deste vuestro castillo velar las armas; y maana, como tengo dicho, se cumplir lo que tanto deseo, para poder, como se debe, ir por todas las cuatro partes del mundo buscando las aventuras, en pro de los menesterosos, como est a cargo de la caballera
  26. 26. y de los caballeros andantes, como yo soy, cuyo deseo a semejantes fazaas es inclinado. El ventero, que, como est dicho, era un poco socarrn y ya tena algunos barruntos de la falta de juicio de su husped, acab de creerlo cuando acab de orle semejantes razones, y, por tener qu rer aquella noche, determin de seguirle el humor; y as, le dijo que andaba muy acertado en lo que deseaba y peda, y que tal prosupuesto era propio y natural de los caballeros tan principales como l pareca y como su gallarda presencia mostraba; y que l, ansimesmo, en los aos de su mocedad, se haba dado a aquel honroso ejercicio, andando por diversas partes del mundo buscando sus aventuras, sin que hubiese dejado los Percheles de Mlaga, Islas de Riarn, Comps de Sevilla, Azoguejo de Segovia, la Olivera de Valencia, Rondilla de Granada, Playa de Sanlcar, Potro de Crdoba y las Ventillas de Toledo y otras diversas partes, donde haba ejercitado la ligereza de sus pies, sutileza de sus manos, haciendo muchos tuertos, recuestando muchas viudas, deshaciendo algunas doncellas y engaando a algunos pupilos, y, finalmente, dndose a conocer por cuantas audiencias y tribunales hay casi en toda Espaa; y que, a lo ltimo, se haba venido a recoger a aquel su castillo, donde viva con su hacienda y con las ajenas, recogiendo en l a todos los caballeros andantes, de cualquiera calidad y condicin que fuesen, slo por la mucha aficin que les tena y porque partiesen con l de sus haberes, en pago de su buen deseo. Djole tambin que en aquel su castillo no haba capilla alguna donde poder velar las armas, porque estaba derribada para hacerla de nuevo; pero que, en caso de necesidad, l saba que se podan velar dondequiera, y que aquella noche las podra velar en un patio del castillo; que a la maana, siendo Dios servido, se haran las debidas ceremonias, de manera que l quedase armado caballero, y tan caballero que no pudiese ser ms en el mundo. Preguntle si traa dineros; respondi don Quijote que no traa blanca, porque l nunca haba ledo en las historias de los caballeros andantes que ninguno los hubiese trado. A esto dijo el ventero que se engaaba; que, puesto caso que en las historias no se escriba, por haberles parecido a los autores dellas que no era menester escrebir una cosa tan clara y tan necesaria de traerse como eran dineros y camisas limpias, no por eso se haba de creer que no los trujeron; y as, tuviese por cierto y averiguado que todos los caballeros andantes, de que tantos libros estn llenos y atestados, llevaban bien herradas las bolsas, por lo que pudiese sucederles; y que asimismo llevaban camisas y una arqueta pequea llena de ungentos para curar las heridas que receban, porque no todas veces en los campos y desiertos donde se combatan y salan heridos haba quien los curase, si ya no era que tenan algn sabio encantador por amigo, que luego los socorra, trayendo por el aire, en alguna nube, alguna doncella o enano con alguna redoma de agua de tal virtud que, en gustando alguna gota della, luego al punto quedaban sanos de sus llagas y heridas, como si mal alguno hubiesen tenido. Mas que, en tanto que esto no hubiese, tuvieron los pasados caballeros por cosa acertada que sus escuderos fuesen provedos de dineros y de otras cosas necesarias, como eran hilas y ungentos para curarse; y, cuando suceda que los tales caballeros no tenan escuderos, que eran pocas y raras veces, ellos mesmos lo llevaban todo en unas alforjas
  27. 27. muy sutiles, que casi no se parecan, a las ancas del caballo, como que era otra cosa de ms importancia; porque, no siendo por ocasin semejante, esto de llevar alforjas no fue muy admitido entre los caballeros andantes; y por esto le daba por consejo, pues an se lo poda mandar como a su ahijado, que tan presto lo haba de ser, que no caminase de all adelante sin dineros y sin las prevenciones referidas, y que vera cun bien se hallaba con ellas cuando menos se pensase. Prometile don Quijote de hacer lo que se le aconsejaba con toda puntualidad; y as, se dio luego orden como velase las armas en un corral grande que a un lado de la venta estaba; y, recogindolas don Quijote todas, las puso sobre una pila que junto a un pozo estaba, y, embrazando su adarga, asi de su lanza y con gentil continente se comenz a pasear delante de la pila; y cuando comenz el paseo comenzaba a cerrar la noche. Cont el ventero a todos cuantos estaban en la venta la locura de su husped, la vela de las armas y la armazn de caballera que esperaba. Admirronse de tan estrao gnero de locura y furonselo a mirar desde lejos, y vieron que, con sosegado ademn, unas veces se paseaba; otras, arrimado a su lanza, pona los ojos en las armas, sin quitarlos por un buen espacio dellas. Acab de cerrar la noche, pero con tanta claridad de la luna, que poda competir con el que se la prestaba, de manera que cuanto el novel caballero haca era bien visto de todos. Antojsele en esto a uno de los arrieros que estaban en la venta ir a dar agua a su recua, y fue menester quitar las armas de don Quijote, que estaban sobre la pila; el cual, vindole llegar, en voz alta le dijo: Oh t, quienquiera que seas, atrevido caballero, que llegas a tocar las armas del ms valeroso andante que jams se ci espada!, mira lo que haces y no las toques, si no quieres dejar la vida en pago de tu atrevimiento. No se cur el arriero destas razones (y fuera mejor que se curara, porque fuera curarse en salud); antes, trabando de las correas, las arroj gran trecho de s. Lo cual visto por don Quijote, alz los ojos al cielo, y, puesto el pensamiento a lo que pareci en su seora Dulcinea, dijo: Acorredme, seora ma, en esta primera afrenta que a este vuestro avasallado pecho se le ofrece; no me desfallezca en este primero trance vuestro favor y amparo. Y, diciendo estas y otras semejantes razones, soltando la adarga, alz la lanza a dos manos y dio con ella tan gran golpe al arriero en la cabeza, que le derrib en el suelo, tan maltrecho que, si segundara con otro, no tuviera necesidad de maestro que le curara. Hecho esto, recogi sus armas y torn a pasearse con el mismo reposo que primero. Desde all a poco, sin saberse lo que haba pasado (porque an estaba aturdido el arriero), lleg otro con la mesma intencin de dar agua a sus mulos; y, llegando a quitar las armas para desembarazar la pila, sin hablar don Quijote palabra y sin pedir favor a nadie, solt otra vez la adarga y alz otra vez la lanza, y, sin hacerla pedazos, hizo ms de tres la cabeza del segundo arriero, porque se la abri por cuatro. Al
  28. 28. ruido acudi toda la gente de la venta, y entre ellos el ventero. Viendo esto don Quijote, embraz su adarga, y, puesta mano a su espada, dijo: Oh seora de la fermosura, esfuerzo y vigor del debilitado corazn mo! Ahora es tiempo que vuelvas los ojos de tu grandeza a este tu cautivo caballero, que tamaa aventura est atendiendo. Con esto cobr, a su parecer, tanto nimo, que si le acometieran todos los arrieros del mundo, no volviera el pie atrs. Los compaeros de los heridos, que tales los vieron, comenzaron desde lejos a llover piedras sobre don Quijote, el cual, lo mejor que poda, se reparaba con su adarga, y no se osaba apartar de la pila por no desamparar las armas. El ventero daba voces que le dejasen, porque ya les haba dicho como era loco, y que por loco se librara, aunque los matase a todos. Tambin don Quijote las daba, mayores, llamndolos de alevosos y traidores, y que el seor del castillo era un folln y mal nacido caballero, pues de tal manera consenta que se tratasen los andantes caballeros; y que si l hubiera recebido la orden de caballera, que l le diera a entender su alevosa: Pero de vosotros, soez y baja canalla, no hago caso alguno: tirad, llegad, venid y ofendedme en cuanto pudiredes, que vosotros veris el pago que llevis de vuestra sandez y demasa. Deca esto con tanto bro y denuedo, que infundi un terrible temor en los que le acometan; y, as por esto como por las persuasiones del ventero, le dejaron de tirar, y l dej retirar a los heridos y torn a la vela de sus armas con la misma quietud y sosiego que primero. No le parecieron bien al ventero las burlas de su husped, y determin abreviar y darle la negra orden de caballera luego, antes que otra desgracia sucediese. Y as, llegndose a l, se desculp de la insolencia que aquella gente baja con l haba usado, sin que l supiese cosa alguna; pero que bien castigados quedaban de su atrevimiento. Djole como ya le haba dicho que en aquel castillo no haba capilla, y para lo que restaba de hacer tampoco era necesaria; que todo el toque de quedar armado caballero consista en la pescozada y en el espaldarazo, segn l tena noticia del ceremonial de la orden, y que aquello en mitad de un campo se poda hacer, y que ya haba cumplido con lo que tocaba al velar de las armas, que con solas dos horas de vela se cumpla, cuanto ms, que l haba estado ms de cuatro. Todo se lo crey don Quijote, y dijo que l estaba all pronto para obedecerle, y que concluyese con la mayor brevedad que pudiese; porque si fuese otra vez acometido y se viese armado caballero, no pensaba dejar persona viva en el castillo, eceto aquellas que l le mandase, a quien por su respeto dejara. Advertido y medroso desto el castellano, trujo luego un libro donde asentaba la paja y cebada que daba a los arrieros, y con un cabo de vela que le traa un muchacho, y con las dos ya dichas doncellas, se vino adonde don Quijote estaba, al cual mand hincar de rodillas; y, leyendo en su manual, como que deca alguna devota oracin, en mitad de la leyenda alz la mano y diole sobre el cuello un buen golpe, y tras l, con su mesma espada, un gentil espaldazaro,
  29. 29. siempre murmurando entre dientes, como que rezaba. Hecho esto, mand a una de aquellas damas que le ciese la espada, la cual lo hizo con mucha desenvoltura y discrecin, porque no fue menester poca para no reventar de risa a cada punto de las ceremonias; pero las proezas que ya haban visto del novel caballero les tena la risa a raya. Al ceirle la espada, dijo la buena seora: Dios haga a vuestra merced muy venturoso caballero y le d ventura en lides. Don Quijote le pregunt cmo se llamaba, porque l supiese de all adelante a quin quedaba obligado por la merced recebida; porque pensaba darle alguna parte de la honra que alcanzase por el valor de su brazo. Ella respondi con mucha humildad que se llamaba la Tolosa, y que era hija de un remendn natural de Toledo que viva a las tendillas de Sancho Bienaya, y que dondequiera que ella estuviese le servira y le tendra por seor. Don Quijote le replic que, por su amor, le hiciese merced que de all adelante se pusiese don y se llamase doa Tolosa. Ella se lo prometi, y la otra le calz la espuela, con la cual le pas casi el mismo coloquio que con la de la espada: preguntle su nombre, y dijo que se llamaba la Molinera, y que era hija de un honrado molinero de Antequera; a la cual tambin rog don Quijote que se pusiese don y se llamase doa Molinera, ofrecindole nuevos servicios y mercedes. Hechas, pues, de galope y aprisa las hasta all nunca vistas ceremonias, no vio la hora don Quijote de verse a caballo y salir buscando las aventuras; y, ensillando luego a Rocinante, subi en l, y, abrazando a su husped, le dijo cosas tan estraas, agradecindole la merced de haberle armado caballero, que no es posible acertar a referirlas. El ventero, por verle ya fuera de la venta, con no menos retricas, aunque con ms breves palabras, respondi a las suyas, y, sin pedirle la costa de la posada, le dej ir a la buen hora. Captulo IV. De lo que le sucedi a nuestro caballero cuando sali de la venta La del alba sera cuando don Quijote sali de la venta, tan contento, tan gallardo, tan alborozado por verse ya armado caballero, que el gozo le reventaba por las cinchas del caballo. Mas, vinindole a la memoria los consejos de su husped cerca de las prevenciones tan necesarias que haba de llevar consigo, especial la de los dineros y camisas, determin volver a su casa y acomodarse de todo, y de un escudero, haciendo cuenta de recebir a un labrador vecino suyo, que era pobre y con hijos, pero muy a propsito para el oficio escuderil de la caballera. Con este pensamiento gui a Rocinante hacia su aldea, el cual, casi conociendo la querencia, con tanta gana comenz a caminar, que pareca que no pona los pies en el suelo. No haba andado mucho, cuando le pareci que a su diestra mano, de la espesura de un bosque que all estaba, salan unas voces delicadas, como de persona que se quejaba; y apenas las hubo odo, cuando dijo:
  30. 30. Gracias doy al cielo por la merced que me hace, pues tan presto me pone ocasiones delante donde yo pueda cumplir con lo que debo a mi profesin, y donde pueda coger el fruto de mis buenos deseos. Estas voces, sin duda, son de algn menesteroso o menesterosa, que ha menester mi favor y ayuda. Y, volviendo las riendas, encamin a Rocinante hacia donde le pareci que las voces salan. Y, a pocos pasos que entr por el bosque, vio atada una yegua a una encina, y atado en otra a un muchacho, desnudo de medio cuerpo arriba, hasta de edad de quince aos, que era el que las voces daba; y no sin causa, porque le estaba dando con una pretina muchos azotes un labrador de buen talle, y cada azote le acompaaba con una reprehensin y consejo. Porque deca: La lengua queda y los ojos listos. Y el muchacho responda: No lo har otra vez, seor mo; por la pasin de Dios, que no lo har otra vez; y yo prometo de tener de aqu adelante ms cuidado con el hato. Y, viendo don Quijote lo que pasaba, con voz airada dijo: Descorts caballero, mal parece tomaros con quien defender no se puede; subid sobre vuestro caballo y tomad vuestra lanza que tambin tena una lanza arrimada a la encima adonde estaba arrendada la yegua, que yo os har conocer ser de cobardes lo que estis haciendo. El labrador, que vio sobre s aquella figura llena de armas blandiendo la lanza sobre su rostro, tvose por muerto, y con buenas palabras respondi: Seor caballero, este muchacho que estoy castigando es un mi criado, que me sirve de guardar una manada de ovejas que tengo en estos contornos, el cual es tan descuidado, que cada da me falta una; y, porque castigo su descuido, o bellaquera, dice que lo hago de miserable, por no pagalle la soldada que le debo, y en Dios y en mi nima que miente. "Miente", delante de m, ruin villano? dijo don Quijote. Por el sol que nos alumbra, que estoy por pasaros de parte a parte con esta lanza. Pagadle luego sin ms rplica; si no, por el Dios que nos rige, que os concluya y aniquile en este punto. Desatadlo luego. El labrador baj la cabeza y, sin responder palabra, desat a su criado, al cual pregunt don Quijote que cunto le deba su amo. l dijo que nueve meses, a siete reales cada mes. Hizo la cuenta don Quijote y hall que montaban setenta y tres reales, y djole al labrador que al momento los desembolsase, si no quera morir por ello. Respondi el medroso villano que para el paso en que estaba y juramento que haba hecho y an no haba jurado nada, que no eran tantos, porque se le haban de descontar y recebir en cuenta tres pares de zapatos que le haba dado y un real de dos sangras que le haban hecho estando enfermo.
  31. 31. Bien est todo eso replic don Quijote, pero qudense los zapatos y las sangras por los azotes que sin culpa le habis dado; que si l rompi el cuero de los zapatos que vos pagastes, vos le habis rompido el de su cuerpo; y si le sac el barbero sangre estando enfermo, vos en sanidad se la habis sacado; ans que, por esta parte, no os debe nada. El dao est, seor caballero, en que no tengo aqu dineros: vngase Andrs conmigo a mi casa, que yo se los pagar un real sobre otro. Irme yo con l? dijo el muchacho. Mas, mal ao! No, seor, ni por pienso; porque, en vindose solo, me desuelle como a un San Bartolom. No har tal replic don Quijote: basta que yo se lo mande para que me tenga respeto; y con que l me lo jure por la ley de caballera que ha recebido, le dejar ir libre y asegurar la paga. Mire vuestra merced, seor, lo que dice dijo el muchacho, que este mi amo no es caballero ni ha recebido orden de caballera alguna; que es Juan Haldudo el rico, el vecino del Quintanar. Importa eso poco respondi don Quijote, que Haldudos puede haber caballeros; cuanto ms, que cada uno es hijo de sus obras. As es verdad dijo Andrs; pero este mi amo, de qu obras es hijo, pues me niega mi soldada y mi sudor y trabajo? No niego, hermano Andrs respondi el labrador; y hacedme placer de veniros conmigo, que yo juro por todas las rdenes que de caballeras hay en el mundo de pagaros, como tengo dicho, un real sobre otro, y aun sahumados. Del sahumerio os hago gracia dijo don Quijote; ddselos en reales, que con eso me contento; y mirad que lo cumplis como lo habis jurado; si no, por el mismo juramento os juro de volver a buscaros y a castigaros, y que os tengo de hallar, aunque os escondis ms que una lagartija. Y si queris saber quin os manda esto, para quedar con ms veras obligado a cumplirlo, sabed que yo soy el valeroso don Quijote de la Mancha, el desfacedor de agravios y sinrazones; y a Dios quedad, y no se os parta de las mientes lo prometido y jurado, so pena de la pena pronunciada. Y, en diciendo esto, pic a su Rocinante, y en breve espacio se apart dellos. Siguile el labrador con los ojos, y, cuando vio que haba traspuesto del bosque y que ya no pareca, volvise a su criado Andrs y djole: Venid ac, hijo mo, que os quiero pagar lo que os debo, como aquel deshacedor de agravios me dej mandado. Eso juro yo dijo Andrs; y cmo que andar vuestra merced acertado en cumplir el mandamiento de aquel buen caballero, que mil aos viva; que, segn es de valeroso y de buen juez, vive Roque, que si no me paga, que vuelva y ejecute lo que dijo!
  32. 32. Tambin lo juro yo dijo el labrador; pero, por lo mucho que os quiero, quiero acrecentar la deuda por acrecentar la paga. Y, asindole del brazo, le torn a atar a la encina, donde le dio tantos azotes, que le dej por muerto. Llamad, seor Andrs, ahora deca el labrador al desfacedor de agravios, veris cmo no desface aquste; aunque creo que no est acabado de hacer, porque me viene gana de desollaros vivo, como vos temades. Pero, al fin, le desat y le dio licencia que fuese a buscar su juez, para que ejecutase la pronunciada sentencia. Andrs se parti algo mohno, jurando de ir a buscar al valeroso don Quijote de la Mancha y contalle punto por punto lo que haba pasado, y que se lo haba de pagar con las setenas. Pero, con todo esto, l se parti llorando y su amo se qued riendo. Y desta manera deshizo el agravio el valeroso don Quijote; el cual, contentsimo de lo sucedido, parecindole que haba dado felicsimo y alto principio a sus caballeras, con gran satisfacin de s mismo iba caminando hacia su aldea, diciendo a media voz: Bien te puedes llamar dichosa sobre cuantas hoy viven en la tierra, oh sobre las bellas bella Dulcinea del Toboso!, pues te cupo en suerte tener sujeto y rendido a toda tu voluntad e talante a un tan valiente y tan nombrado caballero como lo es y ser don Quijote de la Mancha, el cual, como todo el mundo sabe, ayer rescibi la orden de caballera, y hoy ha desfecho el mayor tuerto y agravio que form la sinrazn y cometi la crueldad: hoy quit el ltigo de la mano a aquel despiadado enemigo que tan sin ocasin vapulaba a aquel delicado infante. En esto, lleg a un camino que en cuatro se divida, y luego se le vino a la imaginacin las encrucejadas donde los caballeros andantes se ponan a pensar cul camino de aqullos tomaran, y, por imitarlos, estuvo un rato quedo; y, al cabo de haberlo muy bien pensado, solt la rienda a Rocinante, dejando a la voluntad del rocn la suya, el cual sigui su primer intento, que fue el irse camino de su caballeriza. Y, habiendo andado como dos millas, descubri don Quijote un grande tropel de gente, que, como despus se supo, eran unos mercaderes toledanos que iban a comprar seda a Murcia. Eran seis, y venan con sus quitasoles, con otros cuatro criados a caballo y tres mozos de mulas a pie. Apenas los divis don Quijote, cuando se imagin ser cosa de nueva aventura; y, por imitar en todo cuanto a l le pareca posible los pasos que haba ledo en sus libros, le pareci venir all de molde uno que pensaba hacer. Y as, con gentil continente y denuedo, se afirm bien en los estribos, apret la lanza, lleg la adarga al pecho, y, puesto en la mitad del camino, estuvo esperando que aquellos caballeros andantes llegasen, que ya l por tales los tena y juzgaba; y, cuando llegaron a trecho que se pudieron ver y or, levant don Quijote la voz, y con ademn arrogante dijo:
  33. 33. Todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella ms hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso. Parronse los mercaderes al son destas razones, y a ver la estraa figura del que las deca; y, por la figura y por las razones, luego echaron de ver la locura de su dueo; mas quisieron ver despacio en qu paraba aquella confesin que se les peda, y uno dellos, que era un poco burln y muy mucho discreto, le dijo: Seor caballero, nosotros no conocemos quin sea esa buena seora que decs; mostrdnosla: que si ella fuere de tanta hermosura como significis, de buena gana y sin apremio alguno confesaremos la verdad que por parte vuestra nos es pedida. Si os la mostrara replic don Quijote, qu hicirades vosotros en confesar una verdad tan notoria? La importancia est en que sin verla lo habis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender; donde no, conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia. Que, ahora vengis uno a uno, como pide la orden de caballera, ora todos juntos, como es costumbre y mala usanza de los de vuestra ralea, aqu os aguardo y espero, confiado en la razn que de mi parte tengo. Seor caballero replic el mercader, suplico a vuestra merced, en nombre de todos estos prncipes que aqu estamos, que, porque no encarguemos nuestras conciencias confesando una cosa por nosotros jams vista ni oda, y ms siendo tan en perjuicio de las emperatrices y reinas del Alcarria y Estremadura, que vuestra merced sea servido de mostrarnos algn retrato de esa seora, aunque sea tamao como un grano de trigo; que por el hilo se sacar el ovillo, y quedaremos con esto satisfechos y seguros, y vuestra merced quedar contento y pagado; y aun creo que estamos ya tan de su parte que, aunque su retrato nos muestre que es tuerta de un ojo y que del otro le mana bermelln y piedra azufre, con todo eso, por complacer a vuestra merced, diremos en su favor todo lo que quisiere. No le mana, canalla infame respondi don Quijote, encendido en clera; no le mana, digo, eso que decs, sino mbar y algalia entre algodones; y no es tuerta ni corcovada, sino ms derecha que un huso de Guadarrama. Pero vosotros pagaris la grande blasfemia que habis dicho contra tamaa beldad como es la de mi seora. Y, en diciendo esto, arremeti con la lanza baja contra el que lo haba dicho, con tanta furia y enojo que, si la buena suerte no hiciera que en la mitad del camino tropezara y cayera Rocinante, lo pasara mal el atrevido mercader. Cay Rocinante, y fue rodando su amo una buena pieza por el campo; y, querindose levantar, jams pudo: tal embarazo le causaban la lanza, adarga, espuelas y celada, con el peso de las antiguas armas. Y, entretanto que pugnaba por levantarse y no poda, estaba diciendo:
  34. 34. Non fuyis, gente cobarde; gente cautiva, atended!; que no por culpa ma, sino de mi caballo, estoy aqu tendido. Un mozo de mulas de los que all venan, que no deba de ser muy bien intencionado, oyendo decir al pobre cado tantas arrogancias, no lo pudo sufrir sin darle la respuesta en las costillas. Y, llegndose a l, tom la lanza, y, despus de haberla hecho pedazos, con uno dellos comenz a dar a nuestro don Quijote tantos palos que, a despecho y pesar de sus armas, le moli como cibera. Dbanle voces sus amos que no le diese tanto y que le dejase, pero estaba ya el mozo picado y no quiso dejar el juego hasta envidar todo el resto de su clera; y, acudiendo por los dems trozos de la lanza, los acab de deshacer sobre el miserable cado, que, con toda aquella tempestad de palos que sobre l va, no cerraba la boca, amenazando al cielo y a la tierra, y a los malandrines, que tal le parecan. Cansse el mozo, y los mercaderes siguieron su camino, llevando qu contar en todo l del pobre apaleado. El cual, despus que se vio solo, torn a probar si poda levantarse; pero si no lo pudo hacer cuando sano y bueno, cmo lo hara molido y casi deshecho? Y an se tena por dichoso, parecindole que aqulla era propia desgracia de caballeros andantes, y toda la atribua a la falta de su caballo, y no era posible levantarse, segn tena brumado todo el cuerpo. Captulo V. Donde se prosigue la narracin de la desgracia de nuestro caballero Viendo, pues, que, en efeto, no poda menearse, acord de acogerse a su ordinario remedio, que era pensar en algn paso de sus libros; y trjole su locura a la memoria aquel de Valdovinos y del marqus de Mantua, cuando Carloto le dej herido en la montia, historia sabida de los nios, no ignorada de los mozos, celebrada y aun creda de los viejos; y, con todo esto, no ms verdadera que los milagros de Mahoma. sta, pues, le pareci a l que le vena de molde para el paso en que se hallaba; y as, con muestras de grande sentimiento, se comenz a volcar por la tierra y a decir con debilitado aliento lo mesmo que dicen deca el herido caballero del bosque: -Donde ests, seora ma, que no te duele mi mal? O no lo sabes, seora, o eres falsa y desleal. Y, desta manera, fue prosiguiendo el romance hasta aquellos versos que dicen: -Oh noble marqus de Mantua, mi to y seor carnal! Y quiso la suerte que, cuando lleg a este verso, acert a pasar por all un labrador de su mesmo lugar y vecino suyo, que vena de llevar una carga de trigo al molino; el cual, viendo aquel hombre all tendido, se lleg a l y le pregunt que quin era y qu mal senta que tan tristemente se quejaba. Don Quijote crey, sin duda, que aqul era el marqus de Mantua, su to; y as, no
  35. 35. le respondi otra cosa si no fue proseguir en su romance, donde le daba cuenta de su desgracia y de los amores del hijo del Emperante con su esposa, todo de la mesma manera que el romance lo canta. El labrador estaba admirado oyendo aquellos disparates; y, quitndole la visera, que ya estaba hecha pedazos de los palos, le limpi el rostro, que le tena cubierto de polvo; y apenas le hubo limpiado, cuando le conoci y le dijo: Seor Quijana que as se deba de llamar cuando l tena juicio y no haba pasado de hidalgo sosegado a caballero andante, quin ha puesto a vuestra merced desta suerte? Pero l segua con su romance a cuanto le preguntaba. Viendo esto el buen hombre, lo mejor que pudo le quit el peto y espaldar, para v