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“En la komeno Dio Kreis la Cielon kaj lateron”. Al final de su primera lección, Mar-tin Vadenberg enseñó a sus estudiantes có -mo decir en esperanto el primer verso delGénesis: “En el principio Dios creó el cie -lo y la tierra”.

Vadenberg es un hombre viejo, muy del -gado, que vive en un kibutz. Sufre de enfi-sema pulmonar. Cuando descansa en su ha -bitación utiliza una máscara para respiraroxígeno de un pequeño tanque. De vez envez se quita la máscara para fumar mediocigarrillo de manera intermitente.

Su ética de trabajo es impresionante. Apesar de su debilidad se levanta a las seis dela mañana y trabaja por lo menos durantetres o cuatro horas en el taller de reparaciónde zapatos. Piensa que el trabajo redime alser humano. Dignamente trata de hacerloaunque todos le dicen que ya no debe ha -cer esfuerzos.

Desde el recuerdo de un personaje pa -recido y desde la invención en la escritura,el novelista Amos Oz imagina a Vadenbergen uno de los relatos de su libro más recien -te titulado Entre amigos (Between Friends,Vintage Digital, 2013).

Martin Vadenberg es un anarquista quepiensa que llegará el día en que todos des-pertaremos para abolir el dinero, la causade todos los males, que conduce a la gue-rra, al conflicto y la explotación. Tambiénpiensa que debe impulsarse una lengua querompa las barreras entre los individuos ylos pueblos, que termine con la maldiciónde la Torre de Babel.

En la pared de su cuarto cuelga un cua-dro del creador del esperanto: Lázaro Lu do -vico Zamenhof. A los diez años me apren díde memoria este nombre, cuando en cuar-to de primaria mi profesor Antonio Bargés,

republicano de origen catalán, con los ca -bellos ya blancos, nos hablaba emociona-do del sueño del esperanto, de una lenguainternacional (Lingvo internacia).

En su actitud resuena el mismo deseoque expresa el personaje de Amos Oz: “Elser humano es bueno y generoso por natu-raleza. Son sólo las injusticias que se dan enla sociedad las que lo empujan en los brazosdel egoísmo y la crueldad. Debemos nue -vamente ser inocentes como niños”.

Martin Vadenberg dice que durante losdías del Holocausto, él pudo ver de cerca alos nazis. No eran monstruos, eran simpleshombres, un poco infantiles y ruidosos. Lesgustaba hacer bromas, tocar el piano y ali-mentar a los gatitos. El problema era queles habían lavado el cerebro. Las ideas co -rruptas los habían arruinado. Hicieron cosasterribles pero ésa no era su esencia. Él so -ñaba con la bondad intrínseca, con el res-

peto y la comunicación con el otro. EscribeOz: “Martin decía que las palabras impre-cisas envenenan en todos lados las relacionesentre las personas y es por eso que las pa la -bras claras y exactas pueden sanar esas re -lacio nes, pero solamente si se trata de laspalabras correctas expresadas en una len-gua que toda la gente puede entender”. Ésaes la razón por la que Vadenberg enseñó es -peranto en Rotterdam hasta que dejó Euro -pa en 1949.

Después de varios años en el kibutz, yaenfermo al grado de casi no poder respirar,logra por fin dar un curso de esperanto aunas cuantas personas. Sólo da la primeraclase porque su situación se agrava. Dice alas enfermeras que no se preocupen por élya que la muerte es una gran anarquista. Enuna expresión parecida a la de José Gua da -lupe Posada señala: “La muerte no se asus -ta por el estatus, las posesiones o los títu-los; todos somos iguales a sus ojos”.

Vadenberg muere. No hay ceremoniareligiosa ya que había pedido que lo ente-rraran sin rezos. Se reúnen en el cementeriotodos los miembros del kibutz, dos de ellostoman la palabra, elogian su congruenciaintelectual, su devoción por el trabajo y lajusticia. Un montón de tierra marca su úl -tima morada. Solamente queda una perso -na. Amos Oz describe un silencio sereno endonde se filtra el deseo de poder decir dospalabras en esperanto. No sabe decirlas. Sinembargo, flota en el aire lo que marcó todauna vida. Me da la impresión de que eso seconecta con el seudónimo de Lázaro Lu -dovico Zamenhof: Doktoro Esperanto, quepuede traducirse como Doctor Esperanza -do. Lo conozco y reconozco en la ficción, loconocí y reconocí en mi maestro de cuar -to de primaria.

EsperantoJosé Gordon

Lázaro Ludovico Zamenhof, 1908

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