el angel de sol - s. sheeran
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Un descuido al volante pone al doctor Adam Snow, el mejor cirujano cardiovascular del estado de Utah, en serios aprietos. Sin duda, alguien como él, cuenta con los recursos y la maquinaria de influencias para salir airoso de la situación.Cuando Sol despierta, luego de permanecer días en una unidad de cuidados intensivos, solo busca volver a ver la cara del ángel que la ¿salvó?Él no creé en ángeles. Ella dice que uno la besó. ¿Será posible? ¿Quién tendrá la razón? Porque el amor puro y verdadero se antoja de manifestarse en las formas más inesperadas.TRANSCRIPT
ElángeldeSol
S.Sheeran
©2015
©2015S.SheeranRegistroCopyrightOfficeUSA1-2105981271
Ediciónycorrección:S.SheeranDiseñodeinterioryportada:S.SheeranFotografíadeportada:dreamstime.com
Todoslosderechosreservados
Primeraedición:febrerode2015
Estaesunaobradeficción,productodelaimaginacióndelaautora.Cualquiersimilitudalarealidadespuracoincidencia.Laautora
poseelosderechosreservadosdeestaobra.Quedaprohibidalapublicaciónoreproduccióntotaloparcialdeestaobrasinpermiso
previo.
ASolySnowqueinvadieronmissueñosymeregalaronsuhistoriadeamor.
Agradecimientos
A todos los que se animan a acompañarme en la fantasía de mishistorias.
Amimadrequesiempremedaunamanoylaprimeraopinióndemishistorias.
AmiamigaIsabelAcuñaquesiempreponeunapausaasusproyectosparadarleunvistazoalosmíos.
“Porqueelamorpuroyverdaderoseantojademanifestarseenlasformasmásinesperadas.”
S.Sheeran
ÍndiceAgradecimientos
Elmejordíademivida Nocreoenángeles Promesa Eldescubrimiento Laidentidad Elángel Paraentretener LadeudadeSnow Fuciou! Lasonrisadevuelta Selfie ¿DóndeestáeldoctorSnow? Delaestrellacaída… Elsecretodelosdos Ensilencio DoctorSnoú LamentiradelSol Hablan Hastaelúltimosegundo Conpropiedad Otravez… Sinprivilegios Desilusión Igualdeidiota Elamor
¿Ángelono? Síono Sol OtrasObrasdeS.Sheeran Próximosproyectos AcercadelaAutora Hablemos Referencias
Elmejordíademivida
Ese era, sin dudas, el mejor día de mi vida. Estaba eufórica,
necesitabacompartirconalguienmialegría.Lohabíaconseguido.¡Sí!Yes!Había valido la pena todo el sacrificio, el sudor y haber dejadolejos ami familia por ir en búsqueda de un sueño.Uno quemuchospensabanimposible.Misueño.
Teníaquedeshacermedelaenergía,delocontrario,seríaincapaz
dehablarcoherenteconmipadre.Lollamaría.Sí,loharíadespués.
Conlasmanosansiosaslogréamarrarmeloscabetes.Comencélarutina en la carrera, me olvidé calentar. No estaba en planes salir acorrer pero sentí tantasganasdehacerlo.Eraunamañanade febrerobastante fría en Salt Lake City, capital del estado deUtah. No nevómucho lanocheanterior.Elpavimentoestababastante amigableparadarseunavuelta.Esaeralarutaenmisentrenamientosdeverano,sinembargoesafríamañanateníaquecorrer.Elairesesentíafresco,olíadiferente, olía a alegría. Dosminutos era el tiempo que siempre metomaba correr, desde el departamento que rentaba hacía cinco años,hastaelStarbucksamásdedoscuadras.Siempremedeteníafrenteallugar, echabaunamiradaal reloj enmimuñecaparaasegurarmequecumplía con lameta de los dosminutos y dejaba que la boca semehiciera agua contemplando el premio que venía al final de mientrenamiento, un rico y caliente café. Fuerte, bien fuerte y caliente,¡claro!,losgringosselotomabancomoagua.Yolopedíatripleshot.
Esamañananolohice.Nomedetuve.Estabaembelesadaconun
arcoírisqueadornabaelcieloentodosuesplendor.Noesqueenmisveinticinco años de vida no hubiera visto uno antes, sino que losarcoíriscaribeñoserandiferentes.Podíasencontrarleelprincipioperonoelfinal.Estesemostrabasinprudenciaentrelasnubescargadasde
nieve, como sabiendo que era la cosamás bella quemis ojos jamáshubieranvisto.
Entonceshuboruido.
Mucho.
Derepentetodosesilenció.Sentíquepodríaalcanzarlo.Juroque
si estiraba un poco más mis manos hubiese podido con los dedosmezclarleloscoloresyjugarconél.
Ungolpefuerte.
Otrotodavíapeor.
Noquisecerrarlosojospormiedoaqueelarcoírisdesapareciera.
Fueentoncescuandoelrostrodelángelaparecióentrelosrayosdelsolquecomenzabanacalentarmelacaraapesardelfrío.
Parecía¿asustado?
Intentésonreírle.
Elángelmebesó.
Nocreoenángeles
Partamosdeunasimpleyclarapremisa;nocreoenángeles.¿En
quécreo?Puesenloquelasmanosdelserhumanopuedenconstruir,transformaryreparar.Creoenloquesepuedever,sentir,olerytocar.
CuandosalídelacasaenlamañanayahablabaconStephen,mi
colega,conquienhacíaseisañoscompartíaoficinas.
—Novoyaarriesgarme.Esladécimavezquetelodigo,amigo.
—Vamos,Adam,tenpiedad.
—¿Piedad?Esapalabraselevaaolvidaralosfamiliaresdelviejocuando se nosmuera en lamesa. ¿No te das cuenta? ¡Tiene ochentaaños,yahavividobastante!¿Paraquécomplicarlelavida?¿Paraquécomplicárnosla?
Micolegallevabatodalasemanaconunacampañadenaturaleza
humanista y emocional. Sabía que malgastaba el tiempo. Stephensiempretuvoalgoqueyonolograbaencontrar.Éldecíaquesellamabaesperanza,yoqueeranpuraspendejadas.Comosilaesperanzafueralaqueestuvieradepiesietehorasfrenteauncuerpoconelpechoabierto,como si fuera ella la que maniobrara con agilidad cada vez que unpaciente le daba con irse en un arresto cardiaco en plena operación.Éramosnosotros.Nadiemás.
Lainsistenciameteníayamolesto,meteníalaspelotashinchadas.
Como si necesitara otra cosa más encima de toda la mierda deldivorcio.Queríaqueoperaraunodesuspacientes.Metomósololeerla primera página del récord y dos minutos de meditación paraconcretarmidecisión.Nolooperaría.Eraelúnicomédicoentodoelestado con la experiencia y calificaciones para atender ese tipo deafecciónyotrastantas.Esehechometeníasincuidado.Noloharía.
—¿Quépodemosperder?Élylafamiliaestánconscientesdelosriesgos,yaúnasí,quierenhacerlo.Vamos,Adam.
—¿Quéesloquetepasaconeseviejo?—preguntéelevandoalgo
lavoz.Yameteníahastiadoeltema.
—No lo sé, Adam, creo que merece la oportunidad de viviralgunosañosmás.
—Yyo creo que túmereces la oportunidad de retirarte con una
buena cuenta de ahorros. Este caso me huele a corte, apesta ademanda.
Stephen no se daba por vencido.Me despegué el teléfono de la
oreja por un segundopara ver de quién era la llamada entrante. Juroquefuesolounsegundo.Alvolverlaatenciónalacarreterasolopudegritaryhundiratodaprisa,contodasmisfuerzaselfreno.
—¡Adam!¡Adam!¡¿Quépasó?!¡¿Estásbien?!
Alcancé a decirle que llamara al 911 que había atropellado a
alguien. Dije la dirección donde me encontraba, que usaran comopuntodereferenciaelStarbucks.
Promesa
Mebajédelautoconlaspiernastemblando.Noeradefrío.Corrí
hastadondequedólanzadoelcuerpo.Fueroncasicincometrosdesdedondepudedetenerelvehículo.Semeretorcióelestómagocuandolavi. Era tan joven y estaba allí tirada en el pavimento por mi culpa.Algunas personas se acercaban. Les dije que se apartaran, quenecesitabaespacio,queyoeramédico,porque todavía loera.Volvíadecir a toda voz que continuaran llamando a emergencias hasta quevieranllegarunaambulancia.Avecesesosserviciosdemoran,siemprecuandomáslosnecesitas.
Ella estaba consciente. Llevaba los ojos abiertos ymemiraban.
Memiraban.Letoméelpulso,loencontrédemasiadodébil.Delabocaseveíaelalientoinsegurosalir.Nodebíamoverla,si lohacía,podríaempeorar cualquier fracturaque tuviera en el cuerpo.Ycréanmequeporcómoseveía,debíatenerlas.
Mientras llevaba a cabo un reconocimiento visual, hice lo que
nuncaconmispacientes;lehablé.
—SoyAdamysoydoctor.Voyaayudarte.¿Cómotellamas?
—Sol—respondiódébilyenseguidacomenzóatoser.
En la voz llevaba un acento diferente, no era de este lugar. Deprontorecordéquesolsignificaba“sun”eninglés.
—Shhh…nohables,estarásbien,Sol,vasaestarbien.
Otra segunda cosa que el doctor Snow no hacía; prometer.
Acababa de hacerlo, le dije a aquella chica que estaría bien, pero¿cómosaberlo?
Le pedí a una señora queme diera su abrigo, con él imité una
especie de inmovilizador para el cuello. Era lo principal por si teníaalguna fractura cervical. Mientras le acomodaba el inmovilizador
improvisado,Solnodejabademirarme.
—Quédateconmigo, linda,que laambulanciaestápor llegar.—Sentíalanecesidaddehablarle.¿Porquélohacía?
Lajovenquellevabaelrostroapacible,comosinosintieranada
dedolor,parecíaalternarlamiradademirostroalcieloyviceversa.
—Mira—dejóescaparcuandoexhalócondebilidad.
La complací, miré al cielo y vi el arcoíris más hermoso de mivida.CuandovolvílamiradaaSolparadecirlelohermosoqueera,mequedé sin aliento. Por primera vez en todos los años que llevabaejerciendo lamedicinaveía la carade lamuerte.Omejordicho, ellameveíalacaraamí.Mispacientessemoríanensuscasasocualquierlugar donde el corazón le diera con decir ‘ya no más’. A veces lohacían en la sala de operaciones o en la unidad de intensivo.Nuncateníaquemirarlosalosojos.Esohacíatodomásllevadero.Allíestabaesa mañana burlándose de mí desde aquellos ojos claros, que esamañanaimitabanunatardecerperfectoparaaquelarcoíris.
—Vamos,Sol,quédateconmigo,¡vamos!
Comencé la rutinadeCPR.Despuésde las treinta compresiones
de pecho fui por las respiraciones de rescate. Hubiera querido quealguienmelasdieraamí.
Eldescubrimiento
Por suerte la ambulancia no demoró mucho. Pareció como si
Stephenlatrajeraconél.Fuemicolegayamigoquienlogrópersuadira la policía recitándole mi currículo y estatus médico para que medejaranacompañaraSolenlaambulancia.Miabogado,quientambiéndijo presente, se opuso a plenitud. Argumentaba que debía estar enpersonapararefutardeinmediatocualquierdeclaracióndelostestigos,siesqueloshabía.Ledijequesefueraalcarajoyseganaraelsalario,queparaesolepagaba.
Sol no dejaba de mirarme en todo el trayecto a la sala de
urgencias.Almenosesoqueríacreer.Insistíquelallevaranalhospitaldondeyoteníaprivilegios,eraunoespecializado,allípodríarecibirlosmejores cuidados.Demomento pensé ¿y si no tenía seguromédico?Peroluegoyanoimportaba,ellaestabaasípormiculpa,lomenosquepodíahacererapagarlelosgastosmédicos.
Lideraba el trabajo de los paramédicos, semovían de un lado a
otrosegúnlesordenaba.ContinuamoslarutinadeCPRhastallegaralhospital. Sol se me fue en paro cardiaco justo cuando bajaban lacamilla de la ambulancia. Logramos estabilizarla y los médicosemergenciólogossehicieroncargodeelladeahíenadelante.
Quise entrar a la sala de operaciones donde un par de cirujanos
trabajaban en su cuerpo. Uno, el ortopeda, intentaba estabilizarle lafracturadelatibiaenlapiernaderecha,elotro,debiótrabajarleenlacabeza para liberar la presión peligrosa que un sangrado a causa delgolpe creó. El director médico de la institución me recomendómantenerme almargen, tal pareciera que se había puesto de acuerdoconLayton,miabogado.¿PorquéatodossoloparecíaimportarlesyoynoSol?
Permanecí sentado en la pequeña oficina que compartíamos los
cirujanos en el área de Intensivo, esperaba por noticias, unamalditaactualización del progreso. Apareció Aleth, quien todavía era mi
esposa,aunqueellaenesemomentodeseabayanoserlo.Cuandoeresmédico tienes el privilegiodebandeartepor el hospital sinpermisos,todas las consideraciones están a tu favor. ¿Se imaginan cómo escuando, encima, estás casado con la mejor hematóloga-oncóloga?Éramos como Pisque y Eros, solo que ya la belleza deAleth no erasuficiente para poder aguantarla, y yo, pues no tenía los dotes deamantedeErosolainspiración.Irónico,jugábamosduranteeldíaaserlos dioses que salvaban a la gente, que les devolvían la vida, en lanocheyanopodíamosnidormirbajoelmismotecho.Porunmomentoquiseagradecerleelgestodehaceractodepresencia.Enseguidaquelaescuché analizando las posibilidades de que la muchacha o susfamiliares nos pudieran demandar, descarté las ganas de ser amable.Llevábamos diez minutos en la misma estancia y solo parecíapreocuparlecómoellapodríaverseafectada.Claro,aúneramiesposa,noscasamossincapitulaciones.
—¿Adóndevas,Adam?—demandóAlethunarespuesta,cuando
meviolevantardelasilla.
Elevé el rostro que llevaba gacho, respiré profundo para nomandarlaalcarajo,dejélasmanosmetidasenlosbolsillos.
—Dondepuedarespirar.Aquínohayairesuficiente.
Ambos,LaytonyAlethinterpretaronelmensajeescondido,elque
noquisedecirparanoempeorarlascosas.Sequedaronobservándome,ella,confuriacomoqueriendodecir,‘esteestuproblema,másvalequenomeafecte’.Él,concaradeabogadopreocupadosabiendoqueteníaantesí,talvez,aunodesuspeoresclientes.
—Adam—comenzóadecirLayton.
Lointerrumpíconlamanoalzadaymefui.
Lanoticiasehabíacorridocomopólvoraportodoelhospital.Los
empleados me miraban con pena, algunos con preocupación. Puedojurarquehastaescuchéalgunosdiciendo‘sejodióeldoctorSnow’.
Me acerqué al mostrador de la unidad de intensivo. Le pedí a
SusieYang, laenfermeraencargadade launidadque investigaraalgomásdelajoven.Querevisarasialgúnparientehabíasidonotificadoy
ya estaba en el hospital. Esperé observándola mientras ella hacíaalgunas llamadas. Susie era obesa, se había propuesto adelgazar y loestaba logrando. Por el gesto de lamento en su rostro, antes quehablara,supequenoeramucholoquehabíaaveriguado.
—La admitieron como JaneDoe—comenzó a decir, enseguida
memolesté.Lahabíanregistradoconelnombregenéricoqueselesdaa los pacientes que llegan sin un documento oficial que los puedaidentificardemaneralegal.EllanoeraJaneDoe,eraSol.Talveznosabíansuapellidoperoyosabíasunombre,ellamelohabíadicho—.La policía continúa haciendo las gestiones por el área del accidenteparalograridentificarla.
—¡Adam!¡Adam!
Oí que llamaban mi nombre. Era uno de los médicos, solo
nosotrosnostuteábamos,elrestodelpersonallohacíaporelapellido.CuandoviaKelvin,elneurólogo,temílopeor.
—Tienesquevenir.
—¿Quépasa?
—Tienesqueveresto—nodijomás.
Mellevóeneltrayectoactualizándomedelresultadodelacirugía.
Pudo lograr liberar la presión y en algunos días, si no se presentabaalguna complicación mayor, debía estar mejor. Lo seguí escuchandoatentohastalasaladondeelortopedacontinuabatrabajandoreparandoelcuerpodeSol.Podíaverlosatravésdelcristal.LallevaronallugarmásespecializadodelIntermountainHospital,elqueestabaequipadocontodolosequipostecnológicosquepudierannecesitar.Esasalateníaunaunidadderadiologíaadyacentedesdedóndesepodíaobservar loqueallísucedía.
Kelvinseinclinóhacialosmonitoresquemostrabanunsinnúmero
deimágenesdigitalizadas,todasdelcuerpodelajoven.Fuihaciendoelrecorridoporcadaunadeellasidentificandolanormalidadogravedadquequeríanmostrar.SinpensarlomeacerquémuchomásqueKelvinalos monitores que me mostraban el corazón de Sol. Se me fue elaliento.Observéaldoctorami lado,quienconlos labiosapretadosy
una mano removiéndole el gorro que le cubría la cabeza durante lacirugíahabló:
—¿Quéopina,doctorSnow?
Laidentidad
Estuve escondido unas cuantas horas en uno de los cuartos
privadosqueestabavacíoenelpisodeginecología.Estudiabaelcasode Sol. Era unomuy raro, de esos pocos en unmillón. Primero eraLayton quien me llamaba con insistencia al celular que me habíadevueltoStephen.Lorecuperóenellugardelaccidentetodavíadentrodemiauto.AlratocomenzóAlethajoder,porquenosabíahacerotracosamásque,curardecánceralagenteyjoderaldoctorAdamSnow.Meencontréconellosdondemeindicabanenlosmensajesdetexto,laoficina del directormédico, EdwardKaplan. En el lugar estaban lostres, ninguno sentado. Giraron al unísono al escucharme entrar.Permanecí en silencio porque así me educaron, primero observa,escucha,analizayluegosivalíalapena,actuaba.Elproblemaconsistecuando compartes el lugar con dos médicos y un abogado, todospiensanigual.
—Entonces, ¿qué es tan urgente?—pregunté a ver si alguno se
animaba,yporundemonioshablabadeunavez.
—Menuda te apuntaste, Adam —hablo Aleth con los labiosapretadosylasaletasdelanarizexplayadas.
—La policía ha dado con la identidad de la chica—comenzó a
explicarLayton.“Bien,”pensé—.SunombreesSolFlor.—Noeraunnombre común en la ciudad. ¿Por qué me sonaba familiar? Larespuesta llegó más rápido de lo que hubiera querido. —Es lacampeonanacionaldesnowboard.ParticipaenestosdíasenlosJuegosExtremos de Invierno. Justo estamañana anunciaron que firmaría uncontratodeauspicioconBurton,sincontarlosqueyatieneconRomeSDSyotrosmás.Porloquepudebuscareninternet,creoquesumancasidiezmillonesdedólaresesoscontratosdeauspicios.
—Mierda—resopléllenándomeloscachetesdeaire.
—Hay algo más, Adam, varios testigos aseguran que ibas
hablandoporelcelularcuandolaimpactaste.
Semedesinflaronloscachetes.
Ahora podía entender la cara de angustia de los tres. Malditasuerte lamía, nohabíapodido atropellar aunvagabundoounpobrediabloquenoquisierayaseguircaminandoenestemundo.Teníaqueser una joven mujer, querida por muchos, una súper estrella en eldeportedemayorarraigoenunlugardondecaetantamierdablanca,yquecomoburla,llevodeapellido.Encimatodohabíasucedidoenunaciudaddondeeraundelitohablarporelcelularmientrasmanejabas.
Creo que Aleth en mucho tiempo se había equivocado con las
cosasquepensabaacercademí.
Esavezdioenelclavo.
Menudacagadameapuntéesamañana.
Permanecimossentados loscuatroeneldespachodeKaplanporunpardehoras.Fuenecesarioesperarque losabogadoscorporativosllegaran.Senosunierontresletradosmás.Mientrasellosbebíancafé,yyosoloteníaenlamenteelrostrodelamuchacha,recibíunsinnúmerode instrucciones que eran inquebrantables. No podía acercarme a lajovenniasusfamiliaresamenosqueestuvierapresentealgunodelosabogados. Tendría que ofrecerles disculpas, debían sermemorizadas.Noseríanunaaceptacióndelaculpareal.Erapartedelprotocololegal.Me recomendaron que cubriera los gastos médicos, como si no lohubieradecididoya.Kaplan,ensufuncióndedirectormédicoharíalasdeclaracionesderutina.Losperiodistasyasehabíanpresenciadoenlasfacilidades del hospital, querían que los actualizaran en cuanto a lasalud de Sol. Layton me dijo que a primera hora del próximo díarevisaríaconmiagentedeseguroslaspólizasparatenerunpanoramaclarodehastadóndeestabacubierto.Cuandoeresmédicotetienesqueasegurarhastaelculo.
—Hayunproblema—expresélograndoquesecallaranydejaran
deverdemoniosdonde,talveznoloshabrían.
—No,Adam,quenoesunproblema,sonmuchos,¡malditasea!
Esa era Aleth. Poco tardó en comenzar a decir lo que sentía,porqueellaenlosúltimosdías,parecíaserlaúnicaquelohacía.
Pude haberme levantado, no tenía por qué lucir ante todos
aquelloshombresdemuchosañosdeestudioscomoloqueladoctoraThompsonpensabaqueera;unidiota.
Decidí compartirles sentado la naturaleza del problema, uno
mayor. Con cautela fueron escuchando, y mientras lo hacían, losrostros de los abogados fueronmostrándome cuánto sabían del tema.No tenían ni puta idea.Les hablaba en chino, así como cuando elloshablaban de derechos, leyes, recursos, amparos y toda esa mierda.Kaplanentendióenseguidalasimplicacionesdelcuadromédicoquelespresentaba.Llevaba laquijada tiesa,de seguroel reflejodel esfuerzosobrehumano que hacía para no alterarse. No debía. El médicointernistaeratambiénpacientecardiaco.Hacíaunosañosseleinstalóunmarcapaso.Debíallevarlascosasconcalma,manejarsusnivelesdeestrés.Esafuelacondiciónconquesucardiólogolepermitióvolveralaburar.Pero,¿cómohacerlocuandoerasucardiólogolacausadetanescandalosolío?
Aleth, ah, ella solo me miraba con ese semblante acusatorio.
Comositodoestolohubieraplanificado,comosifueraunavenganza,mi venganza por la petición de divorcio. A veces juro que llegué apensarque talvezmi rostro separecíadealgunamaneraaun tumorcanceroso.Memirabacontantarabia,conlamismaquebatallabajuntoa sus pacientes tan terrible enfermedad. Intenté recordarle muchasveces que yo no era uno de sus pacientes, mucho menos mi signozodiacaleraCáncer.EraEscorpio.Habíatressignoszodiacalesdepormedio.
Cuando terminé de hacermi exposición,me levanté de la silla,
miré el reloj en mi celular. Eran las diez y cuarenta de la noche.Comencéacaminarsindespedirme.Tuvequevoltear.Si salíadeeselugar sin hacerlo, sin decir lo que me provocaba, explotaría con elprimero que tropezara. Me detuve, volteé, solo me interesabaexperimentarel rostrodeAlethalescucharmehablarcomoelladecía
quesiemprelohacía,conironía.
—¡FelizdíadeSanValentín!
Elángel
Teníalaesperanzadevolverloaver.Mehabíadadoporvencida
en los intentos por recordar su nombre. Rogaba que cuando pudierapermanecer con los ojos abiertos por más de unos segundos y lasensación de vértigo desapareciera por completo, pudiera levantarmede aquella cama y preguntar por él. Desconocía por cuánto tiempopermanecí dormida. Debieron haber sido días. En un principio oíavocesextrañas.Cuandoesasvocessesilenciaban,meparecíaescucharladel ángel pronunciandominombre.Lohacía con el acentogringoque lo obligaba a forzar la letra ele. Me hablaba por largos ratos,aunquesolorecuerdolodulceygraciosoquesonabaminombreensuvoz. Poco a poco eran menos las voces ajenas. La de Irvin eraintermitente entre todo aquel ruido mecánico. Era mi agente. Luegoescuché lasvocesdeAustinyThelma,elmatrimoniocincuentónquemehabíadadoasilolosprimerosañosenquedecidívenirsolaabuscarhacermisueñorealidad.Yahabíanpasadodiezaños.Cuandooílavozde papá fue que validé que llevaba días en ese estado. Él vivía enPuerto Rico y llegar hasta casi el otro lado del mundo le seríacomplicado,muchomásparaunhumildehombredelasmontañasdelaislacaribeña.
El gran día había llegado. Los veía a todos formando un
semicírculoalrededordemicama.Meremovieroneltubomalditoquemeteníaatragantada.Tosícomodemente.Elloshacíansilencio.Alratopudeescucharcómodejabanescaparelairedesuspulmones.Comencéa sentir felicidad, porque era lo que se respiraba en aquel lugar. Lobusquéentretantosrostrosperoningunoeraeldeél.Detodosrecibíauna sonrisa que intentabadevolver.Todo el cuerpomedolía, inclusomásquecuandotuvelapeordelascaídasenunadelaspendientesmásaltas.Unamujerorientalmeofrecióunpocodeagua,ellamismame
ayudóatomar.
—¿Qué pasó? —pregunté enseguida por aquello de hablar,recordabaconexactitudloquemehabíasucedido.
—Nosdiountremendosusto,señorita—respondiólaoriental—,
soy Susie Yang, la enfermera encargada de la unidad. Ellos son susdoctores Stahl,Morgan y Rivera, neurólogo, ortopeda e intensivista.Hanestadoalcuidadosuyoporlospasadossietedías.
Observéalostreshombresqueparecíanestarentrelosmedianos
cuarentaycincuenta.Llevaban los rostroscansados,sinembargo,mesonreían. Aunque me alegré verles, ninguno llevaba el cabelloondulado, marrón, ni los ojos oscuros. Ningunomemiraba como lohizoél.Intentéescudriñarunpocomásatrásdelosseñores,talvezelotromédicoestabaatendiendootropaciente,talvez,trabajabaenotrohospital.Nolopudehallar.
Poco a poco las personas fueron regresando a sus labores, los
doctoresy laenfermeraYangsequedaron juntoamí.Hablaron tantoque tuvequepedirlesque se callaran.Lohice con respeto.Nopodíaregistrartodoloquehablaban.
—¿Estoyfueradepeligro?—pregunté.
Los cuatro se miraron entre sí, el de estatura más baja y piel
oscura,Morgan,habló:
—Delos traumasquesufristeacausadelaccidente tuprognosises muy positiva. Del golpe en la cabeza solo necesitas tiempo,descansoytalvezalgunasterapiassiesquesetecreaalgunadificultadcognitiva o física, lo sabremos poco a poco, según vayas ganandomovilidad. De la fractura en la tibia, puedo decir lo mismo. Lareparamos y es cuestión de terapias para que puedas recuperar elmovimientocomoantes.Puedetomarmesesperoestamossegurosquelolograrás.Eresunajovenfuerte,Sol.
Mequedépensandoencómohabíasonadominombreenaquella
voz.Aunquehablabanenelmismoidioma,sonabadiferente.Élnoeraquienmesusurrabaenmissueños.
El día siguiente me trasladaron de la unidad de intensivo a uncuartoprivado.¡Wao!Eramásgrandequelahabitacióndemayorlujoenlaquemehubiesehospedadocuandollegabalatemporadadegirasycompetencias.EstabarepletadeFlorde todos loscoloresyformas.Los globos llenos de helio se balanceaban con los vaivenes del aireacondicionado.‘Mejóratepronto’‘Tequeremos’‘Ánimo’,eranalgunosde losmensajes que se triplicaban entre los globos, varios en formaredonda y otros de corazón. Al fondo del cuarto parado junto a unaventaname esperaba el regalomás importante,mi papá.Cuando vioentrarlacamillasepusonervioso,sesacólasmanosdelosbolsillosycomenzó a jugar con ellasmientras las apoyaba en el pecho.Con lasonrisa que me dio, se me aliviaron los dolores. Le vi los ojoscristalinos como cuando mamá murió. Le dije que viniera y seacercara.Mediounbesoenlafrenteyechólabendición.
Despuésque la enfermeraYang se encargaradeacomodar todas
lascosasquetodavíameguindabandelcuerponosdejósolos.
—¿Quétalelviaje,viejito?
Nome respondió.Me puso una cara de pocos amigos. Ese fuetodoelregañoquemedio.Hablamosunratodelosucedido.Élqueríadetalles.Maldijoaltipoquemeatropelló.Fuiyoquienlediconsuelo.Queestuvieratranquilo,todohabíapasadoyeracuestióndedíasparavolveracasa.
Miviejonuncaestuvodeacuerdocuandoalostreceañosledije
que quería ser profesional de aquella cosa que mostraban en latelevisión. Rio a carcajadas sueltas, y cuando pudo recuperar lasfuerzas, se levantó del sofá, fue hasta su cuarto y regresó con unpequeñoglobodelmundoqueguardabaconrecelo.Lohizogirarymemostródóndeestabayo.Lotoméabromaperonomedesanimó.Iniciéenelmundodeskateboardconloschicosdelvecindario.Cadadíameesforzaba más y más por ser mejor que ellos. Supe que lo estabalogrando cuando eran ellos, los que primero me daban de codos,quienessepeleabanporquemeunieraasusgruposdeskate.
Papáveíalatelevisión,aunquedeseguronoentendíaniunasola
palabra,hablabaneninglés.Yoloveíaaél.Laestaturaseguíasiendolamisma,losañosparecíannoafectarle,deseguroeraporeldurotrabajofísico que hacía en la finca. Un toque suave en la puerta me hizocambiarelpuntodeatención.
—Conpermiso—escuchéunavoz.
—Adelante —respondí cubriéndome un poco con la sábana el
camisón.
Unhombrevestidoconchaquetaoscura,altoyrubiohizoentradaprimero,losiguióotrounpocomásbajo,conelpeloondulado,castañoylapielbastanteclara.Nolepudeverlosojosporquellevabaelrostrocaído.Porlabatablancaquelocubríayqueteníabordadoenelladoizquierdounnombresupequeeradoctor;eldoctorSnow.
Saludaron a papá desde los pies de la cama donde ambos se
pararon como estatuas. Mi viejo solo dijo ‘hi’ y se enderezó en elsillón.
—Soyel licenciadoLaytonyéleseldoctorSnow.Nosgustaría
que nos regalara unos minutos de su tiempo. Claro, si se siente encapacidaddeatendernos.Noqueremosimportunarla,señoritaSol.
Desde que el abogado baboseaba la segunda palabra mis ojos
estaban puestos en el tal doctor. Escondía las manos cruzadas en laespaldayelrestodelcuerpoquieto.Escuchéqueellicenciadohablaba,teníaqueoírmedecirqueaceptabasupresenciaenmihabitación.
—¿Porquénoloharía?—respondísinquitarlelosojosalhombre
quenohabíadichopalabra.
—Entonces¿tomosurespuestacomounsí?
Era en serio que tenían que escucharme decir que los aceptabaallí.
—Sí—locomplací.
—Señorita, Flor, soy el doctorAdamSnow.Soy la persona que
poraccidentelaarrolló.Mealegraqueseestérecuperandoyleofrezcomismássincerasdisculpasporlasituación.—Sienrealidadestuviera
arrepentido me miraría a los ojos, pero no, no lo hacía—. Comoentenderálosaccidentessoncosasincontrolables.—Debíimaginarpordondeveníaelabogaduchoyeldoctor—.Nodebepreocuparseporloscostes de su tratamiento, he puesto a su disposición los mejoresmédicos,Sol.
Semeapretóelpechoyunamáquinadelasqueteníaconectadas
empezóachillar.Snow levantó lacabezaymiróal abogadocomosinecesitarasupermisoparaacercarseamí.
—Puedeirsealamierda,doctor,contodoylicenciado.Cuandolo
dejenvenirsoloytengalavalentíademirarmealosojosmientrasmediceque lo siente estaré esperándolo.YaustedLeyton,no loquierovolveraverenmivida.¡Largo!
Papánoentendiónada,perosealarmóigualqueloshombrescon
elchillidodelaparatomédico.LaenfermeraYangentróatodaprisaalcuarto, despidió con poca cortesía a los visitantes inesperados y conunajeringameinyectóalgoporunpuertoenlamismalíneadelsuero.
Nomedormíporcompleto,volvíasentireseestadodeletargode
unos días atrás. Ojalá me hubieran dormido y así evitaba pensar.TodavíamecostabaaceptarqueelángelquemehabíasalvadoeraeldoctorSnow.Eraelmismohombrequemerecitabadememoriaunasdisculpas falsas con lamisma voz queme hablaba enmi sueño. Nohabíadudas.Eraél,losupealinstanteenquedijoSol.
Paraentretener
Hubo que sedar a Sol. La presión y el ritmo del corazón se le
alteraron.Una vezmás pormi culpa. El doctorKaplanme prohibióvolveraverla,seríaélquienhablaraconellaylapusieraaltantodesucondición. Luego, si era su deseo, intentaríamos volver a tener unaconversación.Talvezunareal.
Losdíassetornarondeinfierno,losmediosnocesabanelasecho
buscando una declaración delmédico negligente, que con su auto delujo,impactóalaestrelladelanieveyelsol.Pudehabermequedadoencasaporalgunosdíasperoesoempeoraríaelniveldetrabajoenlaoficina.Los abogados corporativosme recomendaron contratar a unarelacionistapúblicaparaquemeayudaraamanejar laopinión. ‘Es lamejordeSaltLake’,dijeronyqueteníaqueestardispuestoapagar.Melesreíen lacaray tambiénmelescaguéen lamadre.¿Conquiénsecreíanquehablaban?¿Paraquélepagaríaunafortunaaunaidiotaquenopodríataparlaverdad?YoatropellédemaneranegligenteaSol.
Las consultas estaban repletas y el calendario de cirugías sin
espacios vacíos. Lo pensé con detenimiento, quedarme en casa y nohacernadamás.Lafacturaciónseafectaría,pueshabíaquevergenteenfermaparapodermantenerlavidaquenomedisfrutaba.Lacasayelviñedo en Napa, el departamento de playa en los Hampton no sepagabansolos.TodasideasdelaquenuncaquisoserlaDra.Snow.Megustóelpensamiento,síquemegustó.DebíaponerunacámaraocultaeneldespachodeAlethparaverleelrostrocuandoelabogadoledijeraqueeldoctorSnowyanogenerabalagranfortunamensual.Alomejorni le importaba,ellaaveces,generabacasi igual.Entonces,¿porquéjodíatantoconladivisióndebienes,sisupuestamenteloquequeríaerasulibertad?
En los últimos años algunos colegas se habían divorciado, la
mayoría porque, según ellos, encontraron alguienmejor. Siempreme
lesreíaenlacaraylespreguntabadóndelohabíanhecho.Laconstanterespuesta era en el hospital. Y entonces, yo me reía más. Cuandodecidesvivirentreenfermos,emergenciasycirugíasescomohacerunpactoconeldiablo.¡Hey,tranquilos!Nosemerevuelquen.Merefieroa que comomédico quieres la gloria, ser reconocido como elmejor.Esotieneunprecio.Unomuyaltoquenitodoeldineroquelesdrenasalospacientesysegurosmédicospuedepagar.
Alethmeacusadecascarrabias, insensibleypocoseductor.Que
semeacabó lamagia, decía, en especial en la cama.Laprimeravezquelohizo,lasujetéfuerte,saquéelpechocomoungavilánycomencéaenseñarleque símequedabaalgodelabracadabra,unpocode lostrucosdeldoctorSnow.
Con el tiempo los hechizos parecían durar poco. El encanto se
reflejabaenelrostrodeAlethsolounashoras,eltiempocadavezeramenor. En una de sus múltiples histerias me reclamó una supuestainfidelidad. ¡Demonios, estaba loca! Si no era capaz, según ella, desatisfaceramimujer,¿cómocarajosseleocurríaqueintentaríahacerloconotra?YoqueríaaAleth.Alajovensencillaquememirabatímidaen la escuela demedicina, a laAleth que reía demi idiotez. La quepreferíaquedarseunviernesenlacasadisfrutandomientrascomíamosunapizzadellocaldelaesquinayunabotelladevinobarato.Laqueodiaba los tacones altos y decía no entender por qué las mujeres sehacíancirugías.DeesaAlethfuedequienmeenamoré,yaquienunverano, cuando aún nos quedaban un par de años para completar laresidencia, cada uno en su especialidad, le propuse matrimonio. Lasonrisayelbrilloensurostroerael regalomásgrandequepodíayorecibir. Inclusoeramásemocionanteverla cómomeadmirabaconelrostro llenodevehemenciadespuésdehacerelamor,quecuandomedijosí.
Esa Aleth ya no existía, se había convertido en la eminencia
doctoraThompson,porquenimiapellidoquisousar.Undíasalióconque le preocupaba que no la tomaran en serio por apellidarse Snow.¡Carajo! Que yo lo llevo de nacimiento y soy uno de los mejorescirujanoscardiovascularesdelosEstadosUnidos.Aunqueconfiesoquede niño tuve que aguantar bastantes burlas en la escuela. Cómome
gustaríaverdóndehanparadoaquellosimbéciles.
Cuando lepreguntabaaAleth siyanomeamabao tan siquieramequería,medecíaqueyohabíacambiado.Queyanoeradequienseenamoró. Pareciera que el mismo bicho nos picó a los dos. Debíabuscaren laenciclopediaBritánicaoenWikipediaparaversiexistíaun insecto raro que causara la terrible enfermedad del desamor.Quéironías te daba la vida, dos súper médicos incapaces de reparar suamor.
LadeudadeSnow
Por una semana estuve sigiloso merodeando la entrada de lahabitación de Sol. Intentaba hacerlo cuando salía de la sala deoperacionesytodavíavestíaelscrub.Tanidiotacomosilagenteenelhospitalyanonosidentificaravestidosdedoctor.¡Malditasea!queyanopodíaestarenlacamaeintentardormirsinohablabaconella.Esamuchacha sin saberlo había heridomi ego,me llamó cobarde en suspalabras. ¿Acaso no lo hizo cuando dijo que regresara cuando meatrevieraamirarlaalosojos?
Todavía esa mañana cuando pregunté a Kaplan, su respuesta
seguíainvariable.Fueunrotundo¡no!Quememantuvieraalmargen,yabastantesproblemas lehabíacreadoa la institución.LaenfermeraYangme confirmó que la joven estaba sola esa noche y tambiénmeadvirtióquenoseharíaresponsableporcualquiersituación.Aceptéeltrato.Meparecíajusto.SusieYangmeproveíainformaciónvaliosadelapacienteFlor,yencasoquenofuerabienvenido, teníamipermisoparasacarmeapatadas.
Di dos toques en la puerta, lo hice cuando ya estaba dentro del
cuarto. Siempre acostumbraba hacerlo, me gustaba escuchar lo queopinabanlospacientesdeldoctorSnowynoseatrevíanadecirmeenlacaraconsinceridad.Llegabaapensar,aveces,queelloscreíanquemientras mejor trataran al doctor Snow, mayores probabilidades devivirtendrían.Falso.Todoslospacientesparamíeraniguales.Poresomememorizabaelnúmeroderecordynomeimportabansusnombres.Asífuehastaesemomento.
Ella no podía verme porque un pequeño recibidor antecedía el
restodelahabitación.Olíaaflores.
—Pase—laescuchédecir.
—Buenas noches —saludé asegurando mis ojos en los de elladesdeelprincipio.Paraquesupieraquedecobardenoteníaniunpelo.
Nohabló.Estabaconelespaldardelacamainclinadoyunlibroenlasmanosdescansandosobrelafalda.Siguiómipasodesdeunpocomásalládelaentradahastadondemedetuve,enelmismolugardelaprimera vez. El rostro lo llevaba inexpresivo, se le veía más rosadoaunquetodavíalucíaalgunosrasguños.Enlacabezaungorrodelanacolorrosadolecubría.
—¿QuédeseadoctorSnow?
Mesorprendiódiciendominombre.Esomegustó.
—Noquieroimportunarla,señoritaFlor.
Cerróellibro,lopusoaunlado.
—Pues si no habla en los próximos segundos comenzará a
hacerlo.
—Vengoaofrecerleunadisculpa.
Fruncióelceño.
—Yocreoquemedebedos.
Resoplé y aguanté las ganas de reír. La muchachita parecíadivertirseconelpobreimbécilquellegabaconelraboentrelaspatasapedirleperdón.
—Acepte la primera por mi negligencia al manejar y haberle
causado daño.La verdad es que no la vi venir.Hubiese dado lo quefueraporqueesonosucediera.
—Disculpaaceptada.Todavíalefaltauna,doctor.
—Misegundadisculpaesrelacionadaalacomediaquepretendía
montarfrenteaustedysélaimportunó.
—Ojalá y hubiera podido verse usted mismo, parecía unamarionetadeaquelseñor.¿Cómoeraquesellamaba,Layton?—asentí—.¿Dóndelodejó?
—Nosepreocupeseñoritaquenolavolveráamolestar.¿Cómose
hasentido?Meinformanloscolegasquevaprogresandomuybiensu
recuperación.
—Así parece. Aunque confieso que el encierro comienza adesesperarme.Dossemanasqueparecendosmeses.
—Recomendarélasaquenadarunpaseo.Aunqueconelfríoyla
nievenosécuánplacenteropuedaresultar.
—Deseguroserámejorqueestascuatroparedes.
—¿HablóconustedeldoctorKaplan?
—¿Elgorditobarrigón?
—Sí—tuvequereírme.Kaplaneraenefectogordoybarrigón.
—Ay, disculpe—la vi morderse el labio inferior—, es que sontantos los doctores que vienen y van que ya hasta acordarme de susnombresemehaceimposible.
Ypensé,“delmíoseacordó”.
—¿Quéledijoeldoctorgorditoybarrigón?
Sonrióylohizohastaquelosojosseleentrecerraron.
—Dijoqueestoyenferma,queaunquesemecurelacabezayla
pierna,puedomorirencualquiermomentoacausadelcorazón.
—Brugada—añadí.
—Sivuelveadecirmeesapalabratanfeallamaréaseguridad.
Volvíareírysentíquelapresiónenmishombrosseescurríaporlosbrazosdejándoloslivianos.Hacíamuchotiempoquenomesentíaasí.
—Brugadaeselapellidodequienlodescubrió,eseeselnombre
del síndrome que usted padece. Prometo no volver a repetirlo si lecausa repulsión. —Ahí volvía el doctor Snow por segunda vez aprometerle a esa muchacha, y esta vez era peor, llevaba la manoderechaalzada.
—Muybien, sehacomportadobien,doctor.Sehaganadocinco
minutosmásdemiatención.
—Me gustaría poder explicarle las opciones que tiene ante suconsideraciónparaatenderse.
—Elgordito y—bajó la voz comoobligándomea completar su
pronunciación.
—Barrigón—completéconcautelayunasganasenormesdereír.
—Dijoquesolohayuna,laoperación.
—Siempretienedosopciones,igualquetodoenlavida.
—¿Cuáleslasegunda,doctor?
—Nohacernada.
—Cierto.¿Tengoquedecidirahora?
—No,no—respondíacelerado,quenofueraasentirningúntipode presión—. La recuperación de su pierna y cabeza tomará comomínimo dos o tres semanas más. Mientras esté aquí la estaremosmonitoreandodecerca.Loidealseríaquesesometaa lacirugíaparaimplantarleeldesfibriladorantesdesalirdelhospital.
—Saldríanueva,¿verdad?
—Digamosquesí.
Murmuróalgoparasíquemepareciócomo‘siesquesalgo’.
—Vayaadescansar,doctor,seveexhausto.
Síqueloestaba.Fuerondoscirugíascomplicadasesedía.
—¿Puedo hacer algo por usted? ¿Traerle más libros, algo de
música,revistas?
Concentró todavíamás lamirada enmis ojos.Como si quisieraque la acompañara en el viaje que emprendió pensando qué podríahacerporella.
—¿Podríaacercaseunpoco,doctor?
Lohicehastallegaralniveldesuspiernasestiradasenlacama.
—Unpocomás.Nometengamiedo.
Okey,okey,lohiceunpocomás.Laviextenderlamanoydejarla
suspendidaenelaireconlapalmahaciaarriba.Debiónotarmicaradeconfusión.Noteníaniideadequédemonioseraloquequería.
—Quieroquecoloquesumanosobrelamía,porfavor.
Noteníamotivospararesistirme.¿Porquéloharía?
Cuandosintiómimanoenlasuyamediounfuerteapretón.
—Gracias,doctor.
—¿Porqué?Elquedeberíadarlassoyyo.
—Por haberme ayudado. ¿Sabe?, en la vida, para todo, siempre
hayunasegundaopción.Loacabadedecirusted.Pudohaberdecididonohacernadayachacarlelasculpasaunainfelizmuchachitaqueibacorriendo como las locasmirando al cielo y no tuvo la prudencia demirarasualrededor.
De repente me sentí incómodo con la voz de la muchacha. El
cuartoparecíaachicarse.Provoquéqueserompieraelcontactocuandoremovímimano.Sintiéndomeavergonzadoiniciépasohacialasalida.
—¿Me debe una peluca, doctor? —cuando volteé la vi
removiéndose el gorro llevaba la cabeza rapada. “Mierda,” pensé.Había perdido el hermoso cabello marrón por mi culpa, debieronrasurarlocomopartedelprotocoloparalacirugíadelacabeza.
—¿Cómolaquiere?
—Nolosé,escójalausted,comoleguste.
—Perfecto—comencé,denuevoacaminar.
—¿Enserio?¿Snow?—preguntóysentíeltemblorenlavoz.Se
estababurlandodemí.
—Creo, señorita, quemispadres estabanpensando en lomismo
quelossuyoscuandolallamaronSol.
Enseguidame arrepentí.Yme arrepentí de haberme arrepentidocuandolaescuchéresponder.
—Y no se le olvide el Flor, doctor. ¿Se imagina qué clase de
padresleponenaunahijapornombreSolFlor?Sunflower—repitió—,casicasicomolassemillasdeloro.
Me fui sonriendo. Lo hice sin darle las buenas noches. Ahora
podíaentenderalgunospacientescuandomedecíanquellegabanmalamiconsultaysalíanpeor.Esanocheentrépreocupadoalcuartodelamujerdesconocida, laquehabíaatropellado, laquedeunmomentoaotropodíademandarmeytalvez,dejarmeenlacallesincalzonesysise lo proponía, también a Aleth. Al salir llevaba el pecho igual decargado, erapreocupación,yanopormíopor ladoctoraThompson.Cuandosalímesentípeor,conunapreocupaciónmayorque teníaunnombreyeldoctorSnowlorecordaba,eraSol.
Fuciou!
DurantelanochemevitentadadellamaralaenfermeraYang,que
vinieraymepusieraunadeesascositasquemehacíanatontar.Cuandoescuché el ‘hola’ supe que era él. Tuve que respirar profundo paraevitarque,denuevo,lamáquinamefueraadelatar.Aunqueseguroeldoctoreracapazdeescucharmicorazónretumbardesdeelpasillo.Meacordéenseguidaqueestabamuymolestaconél.Lohabíamandadoalamierdayparecíaquehabíaconseguidotransporteporqueendíasnolovolvíaver.
Intentaba disimular el nerviosismo, parecía que no quería
volvermeaalterar.Losé,fuialgogroseraalprincipioperodespuésmelodisfruté.Hubocosasquehablamosquenirecuerdo,sololomirabaalosojosembelesada.Teníacaradecuarentón,delosbajitosdelosquepuedesredondearalnúmeromenor.Talvezeramásjoven,peroesqueeso suele pasarle a los que trabajan bajo mucho estrés, se les vaapagando la juventud y les aparece la vejez. No sabría decir si lasdisculpas eran sinceras, al menos no eran memorizadas. Al doctorSnow le costaba mantener la mirada fija. Lo supe por cómo letemblabanlospárpados inferiores.Yosentíacomosi fuera laprimeravezquecorrieralaMontañadePolvo,unadelasmáspeligrosasenlaregión. Era una cosa fría que me subía y bajaba en el centro de labarriga.
Laverdadquehacíadíasquequeríaverlo.Demiparteteníaque
agradecer todos los primeros auxilios que me dio.Me quedé con lacuriosidad de preguntarle con quién hablaba al teléfono cuando meatropelló.Ay, que no eramorbo, sino pura curiosidad.A lomejor lohacíaconunpaciente,laesposaolaquerida.Bueno,esquedicenqueentrelosdoctoresylasenfermerassiempreseligan.
Gracias aDios que Irvin entró amediamañana acompañado de
papá, quien todavía llevaba puesto el abrigo grueso para el frío. Ay,pobredemiviejoqueestabafueradesuhábitat.Aquítodoestabafrío
y nadie le hablaba igual. Hizo como todos los días, me dio labendición,luegoconsietepasosseacercóyseacomodóenelsillón.
—Nosabescuántoteagradezcoquemeayudesconél,Irvin.
—Vamos, tranquila, que el viejo no da qué hacer. ¿Y cómo se
sientelaestrella?
—Puesyanotanestrellada.
Reímos. Papá nos acompañó con la risa. Estoy segura no habíaentendidonadadeloqueconversabaconIrvin,peroelsolovermereírlohacíafeliz.
—DelarevistaSnowBoardertequierenentrevistar.
—Ay,no,no,no,no.
—Tarde o temprano debes hablar, Sol, tus fans quieren saber
cómoestás.
—Háblalestú,dilesqueestoymuchomejor.Quenecesitotiempode descanso y que les envío un abrazo inmenso lleno deagradecimientoporsusmuestrasdecariño.
—Perfecto—parecióanotarenlamemoria.
El doctor Snow nos interrumpió, llegó temprano y noté que se
sorprendióalverqueteníacompañía.
—Buenosdías—y laspalabrasparecieronque lesuccionaron lasonrisaconlaqueentró.
Todosrespondimosalavezlosbuenosdías,papásolodijo‘hi!’.
Hiceloquealguienconmodalesdebióhacer.
—Doctor,élesIrvin,miamigoyagenteyeseseñoresmipapá,
Juan.
Irvinyeldoctordieronsendospasosalfrentequelosacercó,sesaludarondemanos.
—Muchogusto,soyeldoctorSnow.
Ydeprontoviamiviejosaltardeaquelsillón,ensegundosestaba
frente al doctor.Le extendió lamanoy saludó conun fuerte apretónquenoeracónsonoconlarigidezquellevabaenelrostro.Lerecitóenbuenespañol todas lasgraciasporhabermeauxiliado.Luegoconunamanocomenzóahurgarenunodelosbolsillosdelabrigo.Despuésdepelearporunossegundoscon lascosasque llevabaallí adentro, sacóun papelito y se lo llevó cerca de los ojos. Lo acercaba y alejaba,parecíaintentarleeryentoncesmiviejohabló:
—Fuciou!
¿En serio?Abrí los ojos y tranqué la garganta. ¿Quémás podía
hacer?MiréaIrvinysemordíaloscachetesparanoestallar.Papádiomedia vuelta y regresó a su lugar, el asiento frente al televisor. EldoctorSnowestabamuyserioylacaracongelada.Ibaasermuydifícilvolveraverlasonrisatanhermosaquellevabacuandohizosuentrada.
—Creoquedeboregresardespués,señoritaFlor.
—No,no,nosepreocupedoctor,queyomellevoalseñorFlora
tomaruncafé.
Papá acompañó a Irvin solo porque yo se lo pedí.Me dijo quetuvieracuidadoquedándomesolaconelimbécilallí.
Ypasóquecuandolavisitanosdejóexplotéenrisasyeldoctor
meacompañó.
—Ay,discúlpelo,porfavor.
—No hay por qué, Sol. Aprende rápido su padre el inglés. Situviera la oportunidad de tener al imbécil que atropelló a mi hijaenfrente,lehubiesedichopeor.
Nos quedamos en silencio y no debió pasar. El doctor había
venido temprano, seguro tenía algoquedialogar.Entonces comoquenos dimos cuenta ambos a la vez que había que llenar el espacio.Hablamoslosdosalunísonoyvolvimosareír.
—Hableustedprimero,Sol.
—No, si no era nada. Solo le iba a preguntar cuántas vidas letocabasalvarhoy.
Torció la boca pero no pude descifrar lo que pudiera estar
pensando.Fueraloquefueranoledioporcompartir.
—¿Cómosesiente?—peguntócontodoelcarácterdedoctor.
—Bien,abochornadapormipadre,peromejor.
—Vineatraerleesto—sacódelbolsillointeriordesubatablancaunbolsoazul.Seacercóunpocoylocolocósobreelcolchónjustoalladodemicadera—.Esperoleguste.
Diomediavueltasindarme tiempoa reaccionar.Cuando lohice
ya estaba sola en aquel cuarto frío, la cadera ardiendo, con lapelucacolormarrónycabellolacioenmismanosysintiendoenmibarriganoséquérayosporeldoctorSnow.
Lasonrisadevuelta
Ese día tuve tres cirugías, ninguna de riesgomayor. Enmás de
unaocasiónmeencontrériendosoloyrepitiendolapalabra‘fuciou’.DonJuan,sinsaberlomehizoeldía,elviejoysupronunciación.EnlanochequisepasaradespedirmedeSol.¿Porquéquería?Eracomoundeseoinexplicabledeverladenuevoconsucabellomarrón.
Nopudehacerloporquecuandorecogíamiscosasparairmedela
oficinaqueubicabaenunedificiocontinuoalhospital,Alethhizosuaparición.
—¿Saliendotemprano,Adam?—preguntó.
—¿Teparecequeesloquehago,queridaAleth?—Odiabaquela
llamaraasí.
DesfilóalrededordelescritorioyparecíaunodeesosrascacielosdeNuevaYork,concadapasooscilabadeladoaladoenlostaconesdeChristianDior.
—Notehasdejadover.
—Tengomuchotrabajodoctora.Simepermites,yaibadesalida,
sinoesnadaurgente,mañanapuedeshacerunacita.
Lanzó sobre el escritorio un montón de revistas y periódicos,estabanenrolladosyhastaparecíanunramodeFlor.
—Esto se está saliendo de control, Adam. La prensa busca una
historiaqueexprimir.
—Quédesetranquila,doctora,queyamismoseolvidandemí.
—Yonoestaríatansegura.
Leechéunaojeaditaalasrevistasporaquellodequelamujerno
dijeraquenolaatendí.CuandoelevélavistacontinuabaAlethallí.
—Enserio,¿aquéviniste?—pregunté.
—Ya te dije,Adam, amostrarte lo que se comenta en la radio,televisiónyhastaenlared.
—No te creo —con dos pasos me acerqué—. ¿Desde cuándo
volvisteapreocupartepormí?
—¿Firmastelospapeles?
—¿Cuáles?
—Notehagaselingenuo.
—Anda dilo, Aleth. Di que viniste a saber si ya pasé de ser elesposoasertuex.
Alcancéaescucharelprincipiodelinsultoquedejabaescaparpor
la boca con labial de Coco Chanel. Un mensaje de texto me dio laexcusa perfecta para ignorarla. El número era desconocido, sinembargo, el rostro no. Me quedé unos segundos observando,analizando la imagen que en la pantalla apareció. ‘Le presento a laverdadera Sol’ Según iba contemplando el rostro una sonrisa poco apocosemeexplayó.Sehabíapuestolapelucayenunpedazodepapelhabíadibujadodecolorrojouncorazón,debajounasletrasquedecían,graciasdoctorSnow.
De repente el sonido de fondo desapareció. Levanté el rostro y
Alethseguíaallíperomilagrosamentecallada.
—¿Quétecausatantagracia,Adam?
Si no estuviese trepada en aquellos tacones de seguro estaríalanzadasobremíbuscandoelcelular.Perono,laseñoraThompsoneraunamujermuyrecta.Ellanuncaharíaunaescenaenpúblico,primeromuertaquedeshecha.
—¿Medecías,queridaAleth?
—¿Desdecuándovolvisteasonreír?
—Notengotiempoparababosadas,deboirme.
—Firmalosmalditospapeles,Adam,sinoquieresvolveraoírme.
—Cierralapuertacuandosalgas,simehaceselfavor.
Medijoquemefueraalcarajo,estuveapuntodedecirlequenosfuéramoslosdos.LuegopenséenSolylodemachosemequitó.
Mefuidirectoalacasa.Comoenlosúltimosmeses,estabavacía.
CuandoAlethsefue,sellevótodoloquedijoeradeella.Eltansolohechodehaberloseleccionadoenlatienda,decíaellaleotorgabatítulosobreloquefuera.Sillones,estantes,cuadrosyhastaNeptuno.Eraelperroqueleregalédeaniversariohacíadosaños.Lamascotabajolasleyeseradeella,¡coño!,queNeptunodormíabajomicostadotodaslasnoches,todaslasnoches.
Y se preguntarán, ¿Por qué lo hice? ¿Por qué la dejé, que se
llevara todo lo que también me pertenecía y no le puse un traspié?Aunque pareciera que mi intención era joder y hacerle la vida decuadritosporcaprichoaAleth, lociertoesquecadavezquepensabaentodoloquehabíasoñado,porloquelajuventudsacrificamosentrelibrosyqueyano sería, ni ahorani después,me sentía triste, soloytriste.
Me lancé en la cama sin bañarme ni comer, agarré el celular y
continué observándola. Me dieron ganas de responderle y hastacomencéaescribir.Medejéllevarporunentusiasmoquehacíatiemponosabíademí.Coneldedoencimadelbotóndeenviar,seencendióunaalarmaenlapartedelanterademicabeza.Parecíaqueseoriginabaen el lóbulo frontal, es la parte del cerebro donde se lleva a cabo lafunción de razonar. Seguro cuando atropellé a Sol, esa parte se meafectó.
Moví el dedo a otro ícono en la pantalla del teléfono,me llevó
directoaláreadenavegación.EscribíSolFloryenGoogleaparecieronun montón. Quién diga que esta mierda de internet te ayuda es unsoberanocabrón.Entoncesentendíque,conaltaprobabilidad,eldeloscuernosgrandeserayo,noporAleth,buenosiasífuera,tampocome
importaba,sinoporquedebídarlealapáginadebúsquedascibernéticasuna mejor instrucción. Le escribí ‘Sol Flor snowboarding’.Aparecieronfotosdeella,vídeosartículosymásartículos todosamidisposición. Estuve toda la noche solo en mi cama sin bañarmeconociendoaSol.
Supequeespuertorriqueña,quehacíadiezañossemudóaUtah.
Vivió con una pareja retirada de esquiadores profesionales que sededicabanaofrecersucasaparajóvenesconaltopotencialaldeporteenlanieveperoqueproveníandelugaresdondenonevaba.Meacordéenseguida de la películaCoolRunings, de los jamaiquinos trenzudosque van a las olimpiadas de invierno a competir en la carrera detrineos.
Yome preguntaba, ¿qué carajos quiere un caribeño en un lugar
contantamierdablancayunfríodeldemonio?Nomehabíamudadode Utah porque tenía una buena práctica médica y Aleth no queríaalejarsedesufamilia.Ypensé,“yano tengoaAlethqueme infundacargos de conciencia.” Tal vez era el momento de largarme de lamierda.
Continué con las narices metidas, ahora lo hacía en YouTube,
encontrémásdecienvídeosdeSolhaciendorotaciones360,540,720,frontisde,backsideyhastagoofyriders¡Mimadre,esedeporteerapeorqueelKamasutra!
Loadmito,unavezlocompréparaversipodíaencenderlamagia
que, supuestamente, se me había apagado. Intentamos el GlowingTriangle,elXrated,ElNirvanayotrosmás.CuandoAlethhacía lasmaletas para largarse de este lugar, agarré elKamaSutra con todo ymanualyselozampéenelfondodeuna.Esperoquealgúndíameloagradezca.
EncontréunasentrevistasquelehicieronaSol,eradeesasenun
latenightshow.Noestabasola,laacompañabanvariaschicas.Aprendíqueerael equipode losEstadosUnidosque regresabadeunagenialrepresentación en las Olimpiadas en Rusia el año pasado. El puntofocaleraSol,almenosparamíloera.Llevabaelcabellosuelto,algodemaquillajeenelrostroyunvestidonegro.Despuésdeverelvídeo
tres veces continué hasta unos reportajes que daban como noticia deúltima hora un supuesto romance entre Sol y un francés. ChristopheBeaumot,erasunombreosiguesiendo,nolosé.Unsnowboarderderenombreolímpico,alto,muyalto.Noeranmuchaslasfotos,una,doso tres. En algunas la abrazaba otras no, en todas los ojos de solmemiraban;memiraban.
Selfie
Me quedé pensando que metí la pata al pedirle a la enfermera
Yangelnúmerodeldoctor, laverdadesquefueellaquienlosugirió.Sabíaqueelpeluquíneraunobsequiodeldoctor,porvoluntadpropiatambiénmeconfesó,quehabía sidoellaquien ledijodónde lapodíaconseguir.
Anochemeencontrósolaconfinadaenaquellacama,enfrascada
enunaluchaconlabenditapeluca.Meayudóacolocarla,conmuchocuidado, todavía la herida de la cabeza estaba reciente y dolía. Nopodríasoportarlamuchorato,asíqueaprovechéyme toméunselfie.Quise hacer algo gracioso para recompensar al doctor del “mal rato”quepapálehabíahechopasar.
Las horas se burlaron de mí y yo sin poder dormir, con aquel
encierro día y noche, había perdido la noción del tiempo. El doctorhabía visto el mensaje porque, a Dios gracias, los iPhone te dicencuándoaquiénselosenvíalosve.Esunarmadedoblefilo,sílosé,tedelatacuandoerestúquiennodeseasresponder.
Escuché un ruido en la puerta y el estómago seme revolcó, la
comidadeesehospital,inclusoeneláreadetratosespeciales,dondeyacomenzabaasentirmeconfinadaerahorrible.
Unjovenuniformadoentrócargandolabandejaconeldesayuno.
Este era nuevo, diferente al de ayer, se sonrió al verme yme saludódespués.
—Aquíletraigosudesayuno,Sol.
—Muchas gracias, muy amable—respondí con cordialidad. No
meextrañóquesupieraminombre,contantosdíasallí,aalguiendebió
escucharlodecir.
Eljovenseacercóysacódeabajodesudelantalunafotomíayunmarcador.
—Ay,perdonequelamolesteperonopodíadejarpasarlaocasión.
Comosiempremepasabameabochorné,esodelafamanuncalo
habíapodidoentender.
—Conmuchogusto,acércate.¿Cómotellamas?
—Me llamo Anthony, pero el autógrafo es para mi hermanamenor.SellamaDianey tambiénhacesnowboarding.Dicequeessufannúmerouno.Nosabecuántolaadmira.
—Nosigasquemeharásponercomountomate,Anthony.
Mientrasfirmaba lafotoy leescribíaunanotaaDiane,el joven
seguíahablandosinparar.
—Mire, que tuve que pagarle veinte dólares al muchacho queatiendeestepiso.Sillegabaamicasaestanochesinsuautógrafo,desegurotendríaunbuenlío.
Ledijesiteníauncelularymedijo:
—‘Yes’
—Tomémonosunselfieyselollevastambién.
Cuando Anthony se fue sola me volví a quedar. Miré a todos
lados, comenzaba a desesperar.No tuvemás remedio que la bandejafrente amí analizar.Un bendito huevo hervido y dos cantos de pan,leche,jugoynadaconsal.
—Coma,señoritaFlor,sedebealimentar.
EldoctorSnowmesorprendió,noleescuchéentrar.
—Buenosdías—saludé.
—Buenosdías.¿Cómosesientehoy?
Ay,silerespondíaseríaun‘nomuchomejor’.
Llevaba en lasmanos lo que parecía ser un expedientemédico.¿SeráeldeSol?
—Simepermitedeborevisarla.
—¿Ydecuándoacá?—semeescapó.
—El neurocirujano la dará de alta de la herida en la cabeza,
entoncespasaráasermiresponsabilidad.
—Nohedecididoaúnsimevoyaoperar.
—Losé,tampocolaquieroapresurar.Ustednoseopera,laoperoyo.Hablemos conpropiedad, señoritaFlor.Es puro protocolo.Ustednecesitauncardiólogoyyosoyelmejor.
Mesalióunresoplidoquelehizoaldoctorcitolascejaselevar.
—¿Tiene dudas? —preguntó colocando el expediente sobre la
cama.
—¡No!,¡no!,¡no!Loquetengoescuriosidad.
Por“casualidad”medioconestornudar.Nosentípenacuandomipiernabuenasemovióylelanzóalpisolosdocumentosdeldoctor.Lenotéelgestodefastidiocuandolalenguasacóhumedeciéndoseellabioy después lo tensó. Continuó hablando mientras se doblaba pararecogerelreguerodepapelesfrenteaél.
—¿Dequétienecuriosidad?Dígame,talvezlapuedoayudar.
—¿Dóndeguardatantoego,doctor?
AhoraeldelresoplidohabíasidoelSnow.
—No acostumbro a entrar en cierto tipo de conversaciones con
mispacientes,señoritaFlor.
Mequedécallada,noporquenomeprovocaracontestar, lohiceparaquedeunavezmerevisarayselargaraya.
Seacercóconcautelayelestetoscopioenmano.Auscultósobre
elcamisónyescuchóunrato,alfrente,atrásyluegoenlamano.
No pude evitar pensar que la actitud altanera, prepotente ydiferentedeldoctorfueracausadapormigestodegratitud.
—Noseolvidecomerselacomida,señoritaFlor.
Notéburlaenloslabiosdelseñor.
—Siquiereselaregalo,“señorito”doctor.Dicenquelagentese
ponegruñonacuandonohadesayunado.¿Lohizoyaustedo todavíano?
Se mordió los labios y tragó las ganas de responder. Cuando
terminódeanotar loqueseaqueencontró,diomediavueltasindeciradiós.
—¡Espere,espere,doctor!
Sinpensarlodetuvoelpasoygiró.
—Dígame,Flor.
Lelancélabolsadondemismomehabíatraídolapeluca.
Lacachó.
—No quise importunarlo, señor, la foto de anoche fue unmero
gesto de agradecimiento. Espero no tenga represalias con quien mefacilitósuinformación—¡Uyyyy!Ypensé,“quéidiotaeres,Sol,élnodebetenerideadequiénteladio”.
Echó una ojeada dentro de la bolsa y enseguida la cerró, se la
guardó en el mismo bolsillo de donde ayer la sacó.Observándomeagarrómuchoairecomopara lanzaruncontraataque.Levivaciarelpechoperonohablóenseguida.Alossegundos:
—Ustedesunafigurapúblicaysoysudoctor.Haycosasqueno
sonapropiadas,señoritaFlor.
—Mire,yonoloconozcoperoloquesílepuedodeciresquesivivedelasapariencias,medamuchapena,señor.
—Nosepreocupeporcómovivoyo,mejorpreocúpesecómo lo
haráustedconesecorazón.
Talvezmequisepasardelistaysemefueunpocoelpudor,peroel idiotafuemuchomáslejosqueyo.Empecéaparpadearporquenoquería dejarle ver que sus palabras habían heridomis esperanzas, talvezmife.
¿DóndeestáeldoctorSnow?
Fuecausayefecto.Cuandolevilosojosparpadearmetuveque
largar.Québuenhijodeputaeres,Adam,medecíalomismosinparar.La noche la había pasado obsesionado por saber más de Sol y a lamañanasiguientelaofendíasincompasión.
Ay, pero qué esperaban si yo soy Adam Snow, esa muchacha
quería divertirse con el juego de conquistar al doctor. Lo leía en sucara,enlaformademirar,meanalizabacadagesto,cadahablar.
Medejópensandoesamuchachita.¿Acasopasólanochetambién
surfeandoenlared?Meacusódevivirdelasapariencias.¿Cómosabersieraverdad?Sihacíainventariodemisbienes,talvezencontraríalarespuesta;elPorche,lavillaenelcapodegolf,lasmembresíasdelosclubesyenCostadelSol.Tantascosasmaterialesynoteníanitiemponientusiasmoparadisfrutarlas.
Terminé larondadevisitassinunasonrisasoltaral restodemis
pacientes.Mefuialaconsultaporqueesamañananometocabaoperar.DebíarevisarunoscasosqueStephenqueríadiscutir.
—Adam,¿quéesloquetetraes?,necesitotuopinión.
Meestabacostandoconcentrarmeyprestarletodalaatención.
—Yatedije, lostrespacientestelosoperoperoelcuartono.—
Seguíacon la insistenciaqueoperaraal señorporelquediscutíamoscuandoatropelléaSol—.Esmás,deberíaspasarleunafacturaporlosdañosalPorche.Porculpatuyaydel tipomehemetidoentremendolío.
—Vamos,hermano,andaescupe.Dimequéesloquetetieneasí,
tanfueradesí.¿Yatedemandaron?
—¿Quién?
—Lamuchachaqueatropellaste.
Suspiré.
—No,todavíano.
—Pensé que ya lo de Aleth no te importaba. ¿Firmaste los
papeles?
—No,noloshefirmado.EstoquetraigosellamaSol.
—Explícame mejor, Adam. ¿Acaso esa no es la misma jovenque..?
—Sí—nolodejéterminar.
No le vi la cara, peropor el ruidoquehizo al respirar, ya sabía
cómoladebíallevar.
—Ayúdameaentender.
—Acabodecagarlaengrande,otravez.Ledijealgoquenodebí.Mepasédelaraya,Stephen,mepasé.
—¿Porqué tepreocupa tanto? Eseeres tú, siemprecon laboca
suelta.
Y así pasó que explayémi boca todavíamás y le conté todo aldoctor.Ledijeloquehabíahechoenlanocheyquenopodíadejardepensarenlalindajovenqueparecíaquerermeconquistar.
Sequedócon labocaabiertaymirándomesobre los lentes.Una
risapasmadalehabíaarrugadolafrente.
—¿Quiéncarajoeres?¿DóndedejasteaSnow?
—Stephen,habloenserio.
—¿Quieresquelaatiendayo?
Aunquehubiesesidolomásapropiadoledijequeno.
LecontélodelapelucaylafotodeSolleenseñé.Leroguéquemeayudaraapensarcómosacar laspatasde laembarradaquehabíadado.Seleescapóun‘fuck!’
—Parecetenerbuensentidodelhumor.Hazalgogracioso,Adam.
Aunqueesovaaserdifícilparati.Usalasneuronas,amigo,delasquetienesdemás.
Stephen no perdió la oportunidad de aprovechar vulnerabilidad
del doctor Snow para insistir en la operación al paciente de ochentaaños.Respondíqueno.
Continuéeldíarecibiendopacientesenlaoficina.Parecieraqueel
itinerariodecitasseretrasó.Porañosteníacolgadounrelojenlapareddelfondodeldespacho.Frenteafrentedondeyolopodíaver.Asísindisimulopodíasaberconexactitudcuándodespacharlos.Diezminutos,ni uno más, ni uno menos a los pacientes de revisión, a los querequeríancirugíasdejabacorrerlaagujacincominutosmásenelreloj.‘Eltiempoesoro’solíadecirmipapá.Vivíadíaynocheparatrabajar.Porélestudiémedicinaymehicedoctor.Avecesmepreguntosidealgovalió.
Delaestrellacaída…
Regresabadelaprimerasesióndeterapiasamihabitación,estabaexhaustaymuertadedolor.Todavíaeratempranoparaacienciaciertadecir,querecuperaríaporcompletomiporvenir.
Irvingmeesperabajuntoapapásentadoenlapequeñasaladentro
delaestancia.Llevabaunacaradepocosamigos.Estoyseguraquesino fuera porque mi cara lucía peor, me hubiese bombardeado sincompasión.
Tuvieron la gentilezade ayudarme a acomodar.Hubiera querido
aquellatardesolaestar.
Después que papá me saludó, Irvin se me acercó. Con cautelaexplorabacómoabordarme.Supequealgopasaba.
—Estocomenzóacorrerporlasredeshoy.
Observélapantalladesucelularyelselfiedeesamañanaparala
hermanadelchicodeldesayunomemostraba.Lomirésincuidado,nolograbaentender,porquétantapreocupaciónenelrostrodeél.
—Debíhaberusadounpocodelápizlabial—resoplé.
—¿Dequévalequehayamosmantenidoalejadoslosmedios,Sol?
Necesitoquemeayudes.Estonoesbuenoparatuimagen.
—¿Quétienedemalo,Irvin?
—Eresunasuperestrellaenundeporteextremo,losauspiciadoresbuscanen tivitalidad, fortaleza,buscanquereflejes la imagendesusproductos.Dejarteverenlasredesasí,noesbuenoparatuimagenniparaladeellososusproductos.
—Así,¿cómo?,¿conlacabezarapada,maltratada?Noleveonada
malo.Estasoyyo,megusteono.
—Nome tomesamal,Sol,esmi responsabilidaddecirtequées
buenoparatucarrerayquéno.
Le hice una mueca de fastidio a mi agente, por suerte él y mipadretuvieronquesalir,erahorademibañodiario.LaenfermeraYangayudóaasearme,talvez,luegomeiríaadormir.
—¿Un día pesado, Sol? —preguntó. Debió sentir mi aura que
estabacolorverdelimón.
—Algo—respondí.
—¿Quieresalgoparadormir?
—¿Una de esas cositas que me ponen “feliz”?—asintió—. Nogracias,estarébien.
Yacuandoestabafresquitayaposentadaenla“cómoda”camade
posiciones,lepedíaYangquemedieramicelularqueestabasobrelamesa de noche chillando sin parar. Le vi sonriendo mientras seacercabaderegresoamíconelaparatoenmanoyloscachetescolorcarmín.
Ledilasgraciasysemarchó,cuandomiréamiamigoeliPhone,
no sé cómo describirles lo que sentí. Al instante tuve que reír, mecomenzaron a temblar las manos y el corazón rápido latir. En lapantalla tenía una foto del doctor Snow luciendo la peluca que meregaló. En una mano sujetaba un papel que leía ‘No sé cómodisculparme, Sol, espero que con esta foto sea suficiente lahumillación,comoparaquemeexcuseporhabersidounsoberano…’
Elsecretodelosdos
Entréalcuarto,comosiempresin tocar.Estaveznofuepormal
educadooquererhusmear.Llevabalasmanosllenasconencargo.
—Conpermiso—meanuncié.
—Pase,doctor.
Merecibióconunagransonrisacomosinohubiesepasadonada,comosienlamañananohubierasidouncanalla.Llevabaunpañuelorosaenroscadoenlacabeza.Cuandomevioestirólosbrazos.
—Avance,deseprisaquesevanaderretir.
—Nolocreoconelfríoquehacealláafuera.
Sereferíaalosheladosquemehabíahechocomprarcomootrade
laspenasquedebíapagar.Cuando leenvié la fotoporelmensajedetexto,setardóunpocoenleerycasiunahoraenresponder.Dijoquelasdisculpaserannecesariasofrecerlasenpersona,porquemirandoalos ojos sabías si eran reales o broma. Añadió que si veníanacompañadas de dos Brownie à La mode, tendrían mayoresposibilidadesdeseraceptadas.
Lopensédosvecesantesdecoger,lasllavesdeautoydirigirmea
complacer la petición de la joven que, al doctor Snow me hacíadesconocer.Medije,carajo,Adameslomenosquepuedeshacer,parareivindicarte.
Me acerqué con cautela y le hice entrega. Dio las gracias y
enseguidacomenzóahusmear.Sacólosdosenvasesylosabrió.
—¿Legustalacerezas?—unamueca—.Amí,no.
—Sí—respondíylavipasardeunladoaotroalgunas.
—Tenga —la mano extendió con uno de los postres en midirección.
—Penséqueeranparausted.
—Ay, ¿cómo cree? Siéntese, acompáñeme a comer.No sabe las
ganasqueleteníaaestadosisdeazúcar.
Tomé el recipiente de cartón, halé la butaca más cercana y mesenté pensando, “¿Qué demonios haces, Adam?” Me llevé unacucharadaalabocamientrasobservabaaSolextasiarsesaboreandoeltandeseadoBrownieàLamode.
Aproveché el frío anestésico que se me alojó en la garganta
cuandoelheladodescendió:
—Losiento,señoritaFlor,estamañana…
—Ay, cállese, doctor—me interrumpió—, no tiene que decirlo.Las disculpas fueron aceptadas en elmomento en que vi lo hermosaquelemodelabaelpeluquín.Laverdadquesacóundiez.Coneseportequetienejamáshubierapodidoimaginarqueunacosaasíselepudieraocurrir.
¿Acasoesamuchachitanosedabaporenteradacuandoheríami
ego? ¿O era tan buena en hacerlo que lo hacía que pareciera coningenuidad?
ContinuamoscomiendoensilenciohastaqueSolvolvióyhabló:
—Soy virgen, doctor —me hizo ahogarme, el brownie se me
atragantó. Tosí un poco para aclararme la voz. ¿Debía tan siquieraresponder?
—¿Porquémediceeso?Noesdemiincumbencia—“¿osí?”
—Dicenqueparaconsideraraalguienamigo,unsecretohayque
confiar. Ya sabe usted el mío—elevó los hombros—, ¿mi amigo lopuedoconsiderar?
Nosabíasireírmeolargarme.Debíahablarconelneurólogopara
asegurarmequeSol nohubiese sufridodaño cerebral. ¿Aquién se leocurre una cosa así? De repente quería mandarme el helado de uncantazo a ver si me provocaba una congelación cerebral, habíademasiadascosasenmimentequenodebíanipensar.
—Anda,dígamealgodeusted,deseguroalgotieneparaesconder.
¿Qué demonios tenía esa Sol, que jugaba conmigo como una
pelotadepingpong?Dudéporunmomentosimibocaabriryofrecerlealgoquelahicierareír.
—HicequeNeptuno,miperro,orinaraenloszapatosdeAleth.
Abriógrandelabocaylosojostambién.
—¿Losmeótoditos?—laescuchépreguntar.
—Sí,todosalavez.
—Uy, pobre Aleth. Ve, doctor que ya estamos a mano. Usted
conoceunsecretomíoyyoeldeloszapatos.
Jugóunratoconlacuchararosadaentreloslabios.¿Yasabríaloque me lanzaría o lo estaría dilucidando? Llegué a pensar que mepreguntaríaquiéneraAleth.Eralomáspredecible.
—¿LepuedollamarAdam,doctor?Sesienterarodecirleusted.
—Comoguste,señoritaFlor.
—¿Lepuedopedirotrofavor?
—Dígame, aunque debo advertirle que se le están acabando los
créditos.Yameconfesóquemeperdonó.
Sonrió.
—¿PodríallamarmeSol?
—Silahacesentirmáscómoda,¿porquéno?
Otrolapsodesilencióseplantóentrenosotros.Noeraunsilenciode extraños que no encuentran qué decir, era uno que gritaba a vivavoz,‘loquierosabertodosobreti’.Yaeraoficial,conestamujernada
erapredecible.
—¿Cómotefueeneldía,Adam?
En esemomento supe que ya era tarde, no debí haber ido hastaallí, tampoco dejarla tutearme. Todos los días escuchabami apellidoincontables veces a otros pronunciar.Algunos con cautela, otros conrespeto y hasta conmiedo. ¿Mi nombre?Solo algunos lo decían.Deahora en adelante estaba prohibido que cualquiera lo pronunciara,cualquieramenosSol.Lavozmelodiosacomenzabaaacariciarlaletraa,yluegoconelacentotancuriosoparecíaarrastrarlodemás.
—Nocomenzómuybienmidía,peromejoró.¿YeltuyoSol?
Semequedómirandocomosi algo se lehubieseperdidoenmi
cara.Alratoreaccionó.
—Bastanteparecidoaltuyo.
—¿Cómoestátupadre?¿Siguemolestoconeldoctor?
—Yaselepasará.
—¿Aprenderápidoinglés?
—¡Na!Ustedessuinspiración.
Reímos.
—¿Cómoestátupierna?¿Setehaaliviadoeldolor?
—Sí,aunqueeltobilloavecesmelatefuerteymolestabastante.
Mequedépensando.Lohicedemasiado.
—Talvezsetelacerólafracturaanterior.
Volvióamirarmecomocosarara.Clarosi leacababadeadmitirquesabíamásdeellaqueellademí.
Estiró lamano enmi dirección con el envase vacío. Cuando lo
toméagradecióensilencioyaprovechómivulnerabilidad.
—Conqueestuvisteenelinternetbuscandoinformacióndemí.Si
no,¿cómosabríasdemipreviafractura?
“¡Quéidiota,Adam!,”pensé.
—Parece que lo del ego inflado es contagioso, Sol, no debeacercarsemuchoaldoctorSnow.
No, ni loco le aceptaría que lo hice. Quise preguntarle si ella
tambiénlohabíahecho;buscadoacercademí.Deseguroesoabriríalapuerta a otras preguntas que yo no estaba listo para responder.Entoncesmeatrevíacuestionarloquetantoqueríasaber.
—¿Porquéhacesesto?
Sinosabíacuándoesahermosamujermehabíadistorsionadoel
sentidodelarealidad,almenos,teníaqueintentarconocerlaverdaderarazóndetrás.
—¿Hagoqué?
—Estejuego...
—Yonoestoyjugando—arrugólafrente—.¿Acasoloestoy?
Meenfurecíatantocómomegustabaesebarajeardepalabrasen
loslabiosdeSol.Mordítanfuertelacucharaquesequebró.Elladiounbreve salto en la cama, al parecer se asustó. Tensó los labios y semordiólaesquinaderecha.
—Adam,yosolointentoencontrarunarazónparadejarmeoperar
deunhombreque,sindudaeselmejorcirujanoenelestado,peroesanoesrazónsuficienteparadejarloentrarymanosearmicorazón.Meparece que detrás de esa carcasa de metal que el doctor Snow vistetodaslasmañanas,yqueparecepesarlecargar,hayunjoven,amableyagradable.¿Quétienedemaloquetengamosunaamistad?Alfinalnotenemosnadaqueperder.Simeoperasyvivo, seguirás teniendounanuevaamiga,sinovivo,podrásdecirquefuisteamigodela“famosa”SolFlor.
Nuncamesentítanincómodosentadoenunasilladeaquellasya
lamismavez,conningunasganasdelevantarme.Debíarespondersinpensarlo,debíaserrápido.
—Megustaríaversuscredenciales,Sol,entendersiestácalificada
parahacerleesediagnósticosicológicoaAdamSnow.
—Busca en Google qué estudió Sol Flor. —Me quedéobservándola—.Vamos,¿lobuscoporti?
Hablabaenserio.Conunamuecadefastidiomesaquéelcelular
delbolsillodelanterodelpantalón.YmientrascompletabalatareaenlapantallaescuchabaaSolrepitiendoloquedebíaescribir‘¿QuéestudióSolFlor?’Cómosiyonotuvieraretentiva.
En el primer enlace queme trajo el resultado de la búsqueda lo
encontré.Lehicecreerquecontinuabanavegando,ya lamismavez,algunaspiezassueltasenmicabezasejuntaronhaciendosentido.
—¿Entoncesestoescomounasesióndeterapia?
—Terapiamutua.Yonecesitoconquiénhablaryhacerdemisdías
en este lugar tolerables. Tú necesitas bajar ese estrés que te puedematardelcorazón.¿Teimaginasuntitularasí?“ElDoctorSnowMueredeAtaquealCorazón”¡Quéironías!
Me enfureció pensar que ella me viera como alguien que
necesitabaalgúntipodeconsejería.Sol,ademásdeserlacampeonadeldeporte extremo, había completado estudios en psicología en laUniversidaddelEstado.Todavíamás,meirritópensar,queellateníalacapacidad demanipular las conversaciones a su favor. Eso hacen lospsicólogos,jueganyjuegancontuspalabras,telasponenalderechoyal revés hasta que te atrapan. Tengo muchos chistes de psicólogos,algúndíaseloscontaría.
Noesanoche.
Yadebíairme.
Ensilencio
AnocheAdamsedespidióalpocotiempodehaberseenteradode
mi otra profesión. Me gradué de bachiller e hice un postgrado enpsicología. No ejercía porque el deporte demandaba mucho tiempo.EseeramiplanB,elquesiemprepapáymamáquisieronquetuviera.Mamádecía,‘Porsilascosasnosalencomolasplanificamos’.
Mequedépensandoquetalvezfuiunpocoaltanera.Enseguidase
mefuealrecordarcómoenlamañanaeldoctorSnowmehabló.Habíaquedarleunpocodesupropiamedicina.¿Amarga?Talvez.
Duranteeldíaasistíaalgunasterapias.Resultóquesemeafectó
laagilidadenel lado izquierdodelcuerpo.Noeraalgosignificativo,los doctores dijeron era común para el tipo de contusión que habíasufrido en la cabeza.Aseguraron que con las terapias sería capaz derecuperarmeaplenitud.
Estuve todo el día ansiando la noche, no lo vi en lamañana.A
quiénsívifueaIrvin,pasóunratoallevaraPapáyahacersutrabajo.
—Debemos coordinar una entrevista, Sol.Necesitamos algo quedesmientalosrumoresdetucríticacondición.
—Noexageres,Irvin.
—¿En todos los noticiarios hablan de ti? La foto aquella ha
recorridoelmundo.Loquemepreocupaesque todavíanofirmamoscontrato con el nuevo auspiciador. Llevo un par de días intentandoconcretarunafecha,paraaunquesea,sedélafirmaaquíenelhospital.
Podía entender la ansiedad que llevaba preso a mi agente, sin
embargo,aunquemepreocupabalasituación,nologróocuparunodelosprimeros lugaresde las cosasque importabanesosdías.Mientras
Irvin seguía hablando, haciéndome todo un resumen de losacontecimientos,yosolomirabaamiviejosentadoenaquellabutaca.Sentículpa.Mepreguntabasitodosestosañosenqueyomelahabíapasadolejosenbuscademisueño,esahabíasidosuvida;sentadoenlasaladenuestrahumildecasaenelcampo…solo.
La carrera de deportista extrema esmuy sacrificada, comootras
tantas también lo son. A diferencia de la mayoría de los deportes,dondetienensustemporadasfijasydisfrutanderecesosconsiderablesparaelsiguienteañocomenzardenuevo,nosotrosvamosatravésdelmundopersiguiendolabellezablanca,deseandouninviernoeterno.
Me dolió mucho haberlo dejado solo cuando vine a este lugar.
Aunquetodossiempreintentabanhacermesentircomoencasa,porunmesllorétodaslasnoches.Loextrañabatanto.Enmuchasocasionesledije a papá que se viniera a vivir conmigo. No me gustaba queestuviera solo. Mamá y él no tuvieron más hijos, solo a mí. Larespuestanuncavariaba,no,nodejaríapornadadelmundoelcampoysusmontañas verdes por el frío y lasmontañas blancas. ¿Por cuántotiempomásdejaríaapapá?
En el hospital recibíapocasvisitas, lamayoríademis amigosy
compañeros del deporte se encontrabanviajando a otros países, otrascompetencias,otroscompromisosconauspiciadores.Claro,quesi leshubierapermitidoelaccesoalosperiodistas,tendríaelcuartolleno.
Papá se quedó un ratomás que Irvin. Hablamos de la finca, lo
animalesyalgunosvecinos.Alratosemarchóenuntaxiquelehabíacoordinadomiagente.
Las cuatro de la tarde, hora de tomar un baño. Como siempre
Yangmedio lamano.Aprovechéparapreguntarle sinohabía tenidoproblemas por haberme facilitado el número telefónico del doctorSnow.
—Élsevecascarrabiasperoenelfondoesmuybuenapersona.
—¿Lo conoce hacemucho?—meaventuré a preguntar unpoco
más.
—Bastante,desdequeeraunresidente.Siempresedestacósobre
todoslosdemás.Nolohizomenospreciandoopisoteandoaningunodesus compañeros.Aunque el físico es idéntico a su padre, que en pazdescanse, su manera de ser es la de la mamá, la doctora. MeredithSnow
—¿También murió la doctora? —pregunté sintiendo pena por
Adam.
—No, ella vive, se retiró hace un par de años. Era una de lasmejorescirujanaspediátricas.
Quisepreguntarmuchomásacercadeldoctor.Nodebía.Loque
quería saber, ome lo buscaba en el internet, o le preguntaba a él envivoyendirecto
—El doctor se está divorciando. —Bien, y pensé “ya no será
necesario Google”—. La esposa es la doctora Aleth Thompson,oncóloga.Llevanmucho tiempo juntos,pero lascosas, alparecer,nofuncionaron.Dicenlaslenguasqueellasaleconotrodoctor.Asaber…enloshospitalessiemprehayunadechismesyrumoresqueunollegaanohacerlescaso.
Intenté no mostrar mucho interés cuando la enfermera me
hablaba.Eracasi imposible,yoqueríaquenosecallara.Meayudóacolocarme el pañuelo azul en la cabeza.Lepregunté si tenía algoderubor que me prestara. Salió, y cuando regresó, lo hizo con unapequeñacarterita colorblancodedónde sacópolvo, ruboryun lápizlabial.Meobservóunmomentobreve.Dijoquesolonecesitabaalgodebrilloen los labios.Queel restodel rostroyamebrillabasolo.¿Quémehabráqueridodecir?
Dieronlascincodelatardeyllególahoradecomer.Solodiunos
cuantosbocadosporaquellodesilenciarelestómago.
Quisequedarmeenlasilladeruedasquemefacilitaron,almenosme daba la oportunidad de desplazarme por la habitación y ejercitarmisbrazos.Laverdad,queríaestarlistaparacuandoAdamllegara.Lohiceprometerme,antesdemarcharselanocheanterior,quemedaríaunpaseo al exterior de aquel edificio. Tenía que tomar aire fresco.Necesitabarespirarairefrío,enespecialcuandoélestabaamilado.
Las seis de la noche se pasearon por toda la habitación sin
encontrarenquéentretenerseoentretenerme.
A las sieteyanomequedabanuñasparamorder. Intentéporunratover la televisión.Laapaguéalmomentoenquevi los reportajesquemecomentaraIrvin.Enlasseccionesdedeportes,todoshablabande mí. Nunca he estado al pendiente de los medios. Bueno, en unprincipio sí. Luego aprendí la ansiedad que puede llegar a crearte elsaber que dicen cosas incorrectas de tu persona y quisieras todasaclarar.Entoncesllegasaentenderquenovalelapenayescuandotedesconectasde todo,radio, tv, red,cualquiermediodecomunicación.Empiezasasaliralmercadoconlentesoscurosygorro.Noporquenoquierasque lagente te reconozcay tepidanuna fotoounautógrafo,sino porque quieres ser normal, poder rascarte el culo, si te pica,hurgartelanariz,sitedalagana.Todoesolopierdescuandollegalafama, pierdes el derecho a ser una persona normal y hasta damiedollegarseaenamorar.
AlasocholaenfermeraYangentróalcuartoensuacostumbrada
ronda.Meayudóairalbaño.AprendíquesunombredepilaesSusie.Preguntóconcautelasideseabaacostarme.Sabíaquemiinsistenciaenpermanecer en la silla de ruedas tenía que ver en algo con el doctorSnow.Nuncalodijo,perolosabía.Respondíqueno.Élhabíahechouncompromisoconmigo,estabaseguraquenoloolvidaría.
Ojeabaelcelularacadacincominutos,loprendíayapagaba,me
asegurabaqueelvolumenestuvieraelevadoparaescucharencasoquellamaraoenviaraunmensajedetexto.
Alasnuevelapiernayamecomenzabaalatir.LepedíaYangun
calmante, uno un pocomás fuerte que el que tomaba durante el día.Dijo que lo que tenía autorizado para mí me pondría a dormir. Lorechacé.YoesperabaaAdam,élllegaría.
Yang volvió a insistir, esta vez sonó como una orden, lamisma
que desobedecí. Le dije que se fuera que yo me las arreglaría paraacomodarmeluegoenlacama.
—Esmidebervelarporusted,señorita.Silepasaalgo,sufreuna
caída,memeteréenproblemas.
Laentendí.
—Solodemeunosminutosmás,Yang.Yomismalallamaréparaquemeayude.
Alasdiezmehabíaacomodadojuntoa laventanadecristalque
ocupabacasimásdelamitaddelapareddelfondodelcuarto.Recostélos brazos sobre el borde del marco de la ventana y me dediqué aobservarelpanorama.Avariospisosseveíaenelfondounapequeñaplaza condos bancos que parecían ser demadera y tres faroles altoscolornegro,colocadosdetalmanera,queformabanlostresángulosdeuntriánguloparadarluzaaquellapequeñaescena.Soloveíahombresymujeresconabrigosygorrosquesalíanafumar.Depocascaladassedevoraban los cigarrillos, luego regresaban a donde quiera que fueraque los necesitaban. Después de un rato la plaza se vació, solo caíanievequepocoapococubríalamaderadelosbancos.
Los ojos me comenzaron a pesar, cada vez me tardaba más en
pestañear.Enunodeesosintentosdelsueñoporvencermeescuchéunruidoquemeparecíacomolospasosdealguiencorriendo.Yolossabíaidentificar, cuandocorres sobre el asfalto suenan imponentes, cuandolohacessobrelagramasuenanjovial,siesenlaarenasonsilenciosos,sobrelanievesuenanprofundos.Esospasoseransobreellinóleoyseescuchabandesesperados.Abrílosojosparadespertardelsueñoenelquehabíapensadoclaudiqué.
—Losiento—pausóeintentórecuperarelaliento.
Cuando giré mi torso en dirección a la puerta; Adam estaba al
bordedelacama,vestíaeluniformequirúrgicocolorazul.Reí.
—Hola.
—Hola,Sol.Losiento,tuveunaemergenciaydejéelcelularenlaoficina—hablabadeprisa—.Apenassalgodelquirófano.
Ledijequesecallara.Mientrasconlaayudademismanoshacía
avanzar la silla de ruedas hacia él, continuaba observándolo. Lucíaexhausto.Lassombrasbajolosojosleoscurecíanlamirada,loslabiosse leveían resecos, comosinohubiera ingerido líquidosenun largotiempo.Elpelolollevabadespeinado,talvezdelamismamaneraquese le quedó cuando se removió el gorro de cirugía, el que todavía lecolgabaenlamanoderecha.
Adammemirabadelamismamaneraqueyoaél,imaginabaqué
hacer.Seacercóunpoco.
—¿Necesitasayuda?—preguntó.
Elevélamanoparaquesedetuviera.
—Necesitoquetesientesenlacama.
Cuestionóporqué.Ledijequeporfavorlohiciera.
—Peroimaginoquetodavíaquieresdarelpaseo—argumentó.
—Sí,síquiero,peropuedeesperar.Siéntate.
—Oh,porDios,Sol,¿siempreerestanmandona?
—No, solo cuando tengo a un amigo exhausto frente a mí.¡Siéntate!—pusecaradetristeza—.Porfavor.
Conunasonrisadepocosamigosobedeciósentándosealbordede
lacama.Desdelasillaintentéconlasmanoselevarlelospies.
—¡¿Quéhaces?!—protestó.
—Subelaspiernas,Snow.EstásapuntodetenerunasesiónconlapsicólogaSolFlor.Vamos,subelaspiernasyrecuéstate.
—¿Estásloca?
—A lomejor—dije con la vozmuy seria pero con unas ganas
enormesdereír.
Aunque Adam protestó, obedeció y se recostó en la cama.Acerquétodavíamásmisillaylaestacionéalbordedesucintura.
—Cuéntame,Adam,¿cómoestuvotudía?
Dudó responder. Me miraba con los ojos arrugados. Parecía
pensarqueenrealidadmefaltabauntornillo.
—Demierda…—llevólamiradaaltecho—,demierda.
—¿Quieres contarle a tu amiga Sol? Sabes que tienes hasta elúltimo segundo de este día para cambiarlo. Es tu decisión dejar queterminesiendounodemierdaono.
Ay,comoquelemolestó.
—¿Enserioquiereshaceresto?
—Ayertedijequenojuego,Adam.Cuéntame.
Ungransuspiroquelellevóunainmensacantidaddeaireporla
nariz,lodejóescaparantesdehablar.
—Un paciente que había operado hace unos días se complicó.Trabajamos en él cinco horas en sala.Hicimos todo lo que pudimospero no lo logró. —Cerró los ojos y dejó escapar un resoplido—.Mierda, era tan joven, Sol. No se supone que tuviera complicación,todoibatanbien.
Mientras hablaba se apretaba las manos entre los dedos y las
palmas.Buscabacalmaralgunamolestia.
Llevémismanosalasuyas.Setensó,enseguidapusoresistencia.Lehicefuerza.Quemedieralasbenditasmanos.Cedióluegodeunossegundos. Comencé con delicadeza a masajeárselas. Tengoconocimiento de reflexología, intentaba llegarle a los puntos quepudieran relajarlo. Almomento supe que cometí un error. Encerrabasusmanosenlasmías.Loquemeprovocabaeraacariciarle.
—¿Cómotehacesentireso,Adam?
Otroresoplido.
—¿Cómocrees?—sonómolesto.
—Dime,¿cómotehacesentirhaberperdidotupaciente?
—Mal,muymal.
—¿Solomalosientesalgomás?
—Sol,noestoyparaestejuego,noestanoche,porfavor…
Entendí que intentaba ser cortés antes demandarme a lamierda
juntoconeljueguitodelaterapia.Silenciémilenguaymedediquéaacariciarle las manos. Todavía las tenía entre las mías, esa era unabuena señal. En silencio le observaba las líneas.Me concentré en elcentrodelapalmaizquierdaenelpuntoqueconectaconelestómago.Lo escuchaba respirar profundo, y cuando exhalaba, lo hacía conintensidad.Memovíunpocomásarriba,enlabasedelosdedos,allítenía al alcancedemismanos suspulmonesy corazón.Notéque lasrespiracionescomenzabanasilenciárseleylaresistenciaenlasmanoshabíadesparecido.
DoctorSnoú
SusieYangnecesitómásquelavozparadespertarmedelsueñoen
que Sol me había condenado. Cuando sentí una mano agitarme elhombroizquierdo,abrí losojosdeunsopetón.Elcorazóncomenzóabombear demasiada sangre. La cara de la enfermera Yang valía unmillón.Por lamaneraenquememiraba,parecíaqueellapensaba lomismodelamía.¡Tremendopapelón,doctorSnow!
—Tenga cuidado al levantarse —advirtió señalándome con el
dedohaciaelotroladodemicuerpo.
Giré y allí estaba Sol con el torso recostado sobre la cama, lasmanostodavíasujetandolamíaysurostrosobremipiel.Laescenasetornóincómoda.Yangintentabanocuestionarme,nitansiquieraconlamirada.Yosolo rogabaqueSolno fueraadespertar.Deseguroseríamuchomásincómodalasituaciónparaella.
Conmuchocuidadodeslicémimanoymelevantédelacama.La
enfermerameayudóasacarlassabanasparaquepudieraacostaraSol.Cuando la tomé en brazos la sentí débil, también sumergida en unsueño profundo. Al inclinarme para colocarla sobre el colchón, meiluminóconunabrirycerrardeojosinstantáneo,nohabló,permaneció“dormida”.
Yangnosefuedelcuartohastaquelohiceyo.
—Buenas noches, doctor—medijo.Y entendí todo lo que esas
dos palabras encerraban.Una advertencia, una simple; ‘tengamuchocuidado,Snow,conlaseñoritaSol’.
Cuandomemonté en el automiré el reloj, era casi la unade la
madrugada.¡Uff!,graciasaDiosqueYangseatrevióalevantarme,noimaginoelescándalosihubiesellegadoelcambiodeturnoyfueraotraenfermeralaqueencontrarasemejanteescena.Portodoeltrayectoami
casaibaoliéndomelasmanos.LaesenciadeSolsehabíaimpregnadoenmipiel.Olíaaalgodónalavanda,ainvierno.
La imagendeelladormidaenmimanofue loúltimoqueviesa
noche y lo primero en la mañana siguiente. Amanecí renovado. Mesentíacargadodeunasenergíasquehacíamuchotiemponotenía.
Temprano fui a pasar visita y la encontré sentada en la silla de
ruedas junto a Don Juan quien ocupaba ya su habitual butaca. Meparecióqueinterrumpíaunaconversaciónenlaqueelpadrellevabalaoración. Otorgué a ambos un saludo cordial. Pude notar algo de¿vergüenza?enelrostrodeSolyenlosojosalgodehumedad.Quiseabrazarla. ¿Por qué lo haría?“Porque ella es tu amiga y se ve algotriste,Adam,”merespondíenelpensamiento.
—¿Cómo amaneció, Sol? —Por primera vez, me sentí que la
ventajalateníayo.
—Bien,Adam,¿Ytú?
Ellanosabíamentir.Noestababien.
Meobservabaacomodarenlabutacaasulado.
—Amanecímuybien,gracias.Vengoapasar lavisitamañanera.—Abrí el expediente y comencé a revisar los últimos registros delpulso y presión arterial—.Todo se ve bastante bien.He colocado denuevotucitadeayerenmicalendarioparahoy.Esperotuagendatelopermita.
—Claro,doctor.
Ledebíaunpaseoyhoyplanificabapagarle.
En efecto de di una visita de doctor, ni cinco minutos duró.
Cuando estaba a punto de abordar el ascensor escuché una voz quellamaba‘¡doctorSnoú!’Donjuanveníaentroteatodaprisahaciamí.Aguanté la puerta para que pudiera entrar, abordó y comenzó hablar.Yonoentendíaniunapalabradeloquedecía,solosabíaquehablabade Sol y su corazón. Le coloqué lamano en el hombro para que setranquilizara.Semeocurrióllevarloaldespachoconmigo.
Stephen ya había llegado y comenzado su consulta. Le dije que
viniera a mi oficina que necesitaba su ayuda. Él había aprendidoespañolcuandoparticipóenviajesdelaCruzRoja.Estuvimoscasiunahora hablando con Don Juan. Confieso que jamás hubiera podidopensarloquenosdiría.
Solerahijaúnica,noporqueélysuesposanoquisierantenermás
hijos, sino que cuando ella nació la madre fue diagnosticada con lamisma condición que yo diagnostiqué a Sol. La señora siempre tuvomiedo a operarse y reducir las probabilidades de una muerte súbita.CuandoSolcumpliótreceañoslepidióasumamáqueseoperaraporella.Laseñoralointentó.¿QuénoharíaporsuSol?DoñaJosefamuriódurante la operación. Sol vivía con la culpa de haberla forzado ahacerlo. Don Juan me rogaba que convenciera a Sol, para que seoperara porque él sabía que ella eramás joven ymás fuerte que sumamá y que yo era un mejor doctor. Dijo que su hija no se queríaoperarpormiedoamorirydejarlosolo.
No tenía palabras para responder aDon Juan. Le dije que haría
todo lo posible por convencerla mostrándole los beneficios de lacirugía.Tambiénledejéclaro,quealfinal,eraladecisióndeSol.Esofuelomásquemedolió.
Notuvecirugíasesedía.Recibíconpacienciaacadaunodelos
pacientes.Sí, lo confieso,miré cientosdevecesel reloj.Noeraparadeshacermedelospacientes,eraporqueansiabalahoradeveraSol.
A las seis en punto de la tarde estaba frente a la puerta de la
habitación, el corazón me latía a millones y me dije ¿qué te pasaestúpido,Adam?Toquélapuertaporaquellodemostrarmodalesylaescuchécuandomeinvitóaentrar.
Esperaba sentada en la silla de ruedas vestida con un suéter de
mangaslargasdeportivoyunpantalóndepijamacreoquedeVictoria
Secrets,nolosé,separecíaaunosqueusabaAlethcuandoestábamosen la universidad.En la cabeza llevaba un pañuelo amarillo y en lasorejasunosaretesqueparecíanperlassolitarias.
—Puntual,Adam—noperdió laoportunidadparadejarmesaber
quebuscaríalamaneradequelepagaraelplantóndeayer.
—Tevesmuyelegante,Sol—“Yes!Vescómotedesarmé.”
Ladeólacabezaperoantesquehablaralohiceyo.
—Vámonos.
Ellaqueríaver lanieve,asíque la llevéaunáreaqueeracomounaplazagrandeenunodelosanexosdelhospital.Allílagentesolíaira sentarse en días soleados. Era ya casi de noche, pocas personasestabanallí.Notéqueenelcaminoalgunasmiradasnosseguían,otrasse preguntaban qué diablos hacía doctor Snow con una paciente enaquel lugar. Aunque me encabronaba saber la de cosas que podríanpensar,nolosculpaba,yotambiénmepreguntabalomismo.
Insistí que se colocara el abrigo. Protestó. Dijo que necesitaba
sentirelfrío.Estacionélasillaalladodeunodelosbancos,mesentéjuntoaellapermaneciendoensilenciocontemplándola.Cerrólosojos,asíestuvoporcincominutos,nimás,nimenos,losllevécontadosporelreloj.Minutosquenodijoniunasolapalabra.Notécómoelpechocadavezleondulabamásdespacio.Conlentitudcomenzóainclinarlacabezahaciaatrásyabriólaboca.Tuvequereírcuandosacólalengua,nomepudeaguantar.
—¿Quéhaces,Sol?
—¿Algunavezhashechoesto?Sesientegenial.Vamos,anímate,
Adam.
Me provocaba hacerlo, abrir la boca, sacar la lengua para quecayeranloscoposdenieveenella.Yaerasuficienteconquelosdemásme observaran por estar con una paciente, no les daría materialadicionalparahablar.Ycomosiellapudieraleermelospensamientos:
—Yavanhablar, teveancomoun imbécil con labocaabiertao
no,hablarán.Nodejesque losdemás teprivendedisfrutar las cosashermosasde lavida.Esta esunadeellas,Adam.Déjalosquehablenconrazón.
—Vasaresfriarte—advertísintiendouncalentónenelestómago.
Solllevabalosojoscerrados,nohabíavistomiexpresión.¿Cómosupoconexactitudloqueyopensaba?
—Vamos,Adam,compláceme.
Ysentíunanecesidadabsurdadecomplacerla.Mehumedecí los
labiosypregunté:
—¿Quieresuncafé?
Abriólosojoscomounaniñacuandoleofrecenuncaramelo.Dijoquesí.Queloqueríafuerteynocomolosgringos.Nomeofendí.Ladejé sola solo un par de minutos. No demoré en ir a una cafeteríacercana dentro del hospital y llevar conmigo las bebidas calientes.Volvíasentarmejuntoaella.
—¿Por qué te gusta tanto la nieve? —pregunté. Era preciso
descifrareseenigma,esaatracción fatalqueella sentíapor lamierdablancayyonecesitabaentender.
—¿Noloves?Eshermosa.
—Yo veo una montaña de hielo que cuando se derrita se
convertiráenunreguerodemierda.
Memiróconelrostroarrugado.
—La nieve es como un nuevo comienzo, un lienzo en blanco,donde la primavera se viste de plácemes pintando con sus hermososcolorescadadíaunnuevoamanecer.
Medejósinpalabras.¿Acasoestábamosviendoyhablandodelo
mismo?
—Mimentenollegaaeseniveldevisualización,Sol.
Sonrióytomóunsorbo.
—Fueaverte,¿verdad?
Pude haberle preguntado, quién, pero estaría demás. Respondímoviendolacabezaunpoco.Lasentísuspirar.
—¿Hayalgoquetodavíaquieraspreguntar,algoqueDonJuanno
tehayadicho?
—¿Quépuedohacerparaquedecidasoperarte?
Suavizólamiradaycolocóunamanoenmimejilla.Estabatibia.Noquisemiraralrededor.
—Estás helado. Quiero que me enseñes tu consultorio, me dijo
Yangqueestácontiguoalhospital.
—¿YquémástehadichoYangdemí?
No respondióconpalabras, abrió losojosyexplayóuna sonrisatraviesa dándose cuenta que ella sola se había delatado. Pusoresistenciaparaquelaayudaraaempujarlasilla.Insistí.Gané.
Nosadentramosaledificio,transitamosatravésdevariospasillos
hasta llegar a la torre donde ubicaba mi despacho. El panorama erasolitario.Aesashorasyaquedabanpocospacientesymenosmédicos.Tomamos el elevador hasta el piso diez. Avanzamos hasta miconsultorio. Desde que entramos la vi cómo observaba todo conmesura.
—¿Asíqueaquíesquejuegasaserdoctor?—sonreía.
—Entreelquirófanoyestaoficina.
—Eslinda.
En un momento de mi vida pensaba que sí era muy linda,
elegante. Esa noche, con precisión, podía afirmar que ya no lo era.Reflejaba los gustos de Aleth, ella había supervisado en persona laremodelaciónhacíaunosaños.Loúnicolindoenaquellaoficinaenesemomento acababa de hacer entrada conmigo. A primera hora lasiguientemañanadebíaordenaramisecretariaquehicieraunacitaconelarquitectoydecoradordeinteriores.
Seguimosavanzandohastamidespacho.
—Llegamos.
—Quierounaconsulta.
—¿Unaqué?—preguntérascándomelanuca.
—Una consulta. Quiero que te sientes en tu silla detrás del
escritorioymehagasunaconsulta.
Insisto que no dejaba de sorprenderme.A vecesme hacía sentircomo un idiota, luego le daba un poco más de pensamiento a suspeticiones y entendía que no tenían nada malo. Eran inusuales. Sinembargo,nomeharíanningúndañoylaharíanfeliz;meharíanfeliz.
Mordiéndome la sonrisa obedecía las instrucciones de mi
paciente,¿oeramiamiga?
—No tengo tu expediente, Sol.No puedo hacer consultas sin elexpedientedelpaciente—ladeélacabezaytorcílasonrisa—,seríaunanegligenciayfaltaalaprofesión.
—Usa tu imaginación, Adam. Ya veo por qué dicen que los
médicosyabogadossonaburridos.
Medurópocolasonrisa.Agarréelprimerexpedientequeestabasobreelescritorio,loabrí,comencéareír.
—¿Dequéteríes?¿Demí?
—Según este expediente tienes ochenta años, eres hipertensa y
comienzasadarsíntomasdeAlzheimer.
—¡Mierda,Adam!¿Nopudisteagarraralgomejor?Mejodiste.
Nos unimos en una risa, ella de frustración y yo de victoria.Alunísono fuimos silenciándonos. Los hermosos ojos color mielencontraronunrefugiotemporeroenlostrescuadrosquecolgabandeunadelasparedeslaterales.Mepreparéparaloquevenía.
—Enserio…¿cuálessonlasprobabilidades?
Nunca había sentido la necesidad de mentirle a alguien tantocomoeneseprecisomomento.Teníaquehablareldoctor,noelamigooel…
—Elprocedimientoensíesunoconbajoniveldedificultadsilo
comparamosconuntrasplantedecorazón.Necesitoentrarcercadetucorazónycolocarelaparatoquevaamantenerelritmodetuslatidosconlafrecuenciaypotencianecesaria.Siemprehayriesgosenestetipodeprocedimiento.Entucasohayqueconsiderarlamuertesúbitadetumadrecomootronivelderiesgoadicional.
—¿Ymevaaquedarunacicatrizgrandeyfeaenelmismomedio
delpecho?
Semordíaunauña.
—Quedaráunacicatriz,noserátangrande—“ynocreoquenadaluzcafeoenti,Sol”,completéenelpensamiento.
—Nomequieromorir,Adam—seleescapóunsuspiroquesentí
comosifueramío—,noquierodejaramiviejitosolo.
Escuchéminombreenunavozfamiliar,proveníadelarecepción.
Mierda,Aleth.
Melevantédeprisaparainterceptarlayquenollegaraaentraraldespacho.Reaccionétarde.Mi,todavíaesposa,seasomóporlapuerta.Medetuveenmediodelaestancia.Solhizogirarsusillaenelmismolugar.
—Hola, Adam —habló después de usar unos segundos para
analizarlasituación.
Respondíconlasmismascuatroletras.Soltambiénsaludó.
—¿En qué la puedo ayudar, doctora Thompson? —intenté sercordial.
—Solopasabaporaquí,comovilaluzencendida,quisesaludarte.
¿Por qué usaba un tono de voz que hacía años había dejado de
mostrarcuandosedirigíaamí?
—Estoyenmediodeunaconsulta.
MiréaSol.
Alethtambiénlamiró.
—Seguro,noquieroimportunarte.Revisatucorreodevoz,Snow.
—Loharé.
Cuandoyaelintercambiodecortasoracionesnodabaparamásse
escuchólavozdeSol.
—Hola,soySol—leextendióunamanoparasaludar—,SolFlor.
Alethmostróunasonrisadeaquellasquehacíacuandohallabaundescubrimiento, como cuando leía los resultadosmás recientes de unpacientedecánceryestosdecíanqueestabacurado.Sobrelostaconesnegrosbrillososseacercóhastamipacienteyreciprocóelsaludo.
—Hola,Sol,soyAleth.Hasidounplacer.Nolointerrumpomás,
doctor.
Ojalá y cuando Aleth se marchó se hubiera llevado consigo latensión que se creó en la habitación. Miré a Sol, llevaba el rostrorelajado.¿Acasoelúnicoconelpulsoalteradoerayo?
Busquécualquier excusapara regresarla al cuarto.Nohabíaqué
decir. Sentía que le debía explicar la situación. ¿Pero qué carajo leexplicaría, qué le diría? Ella intentó comenzar varios temas deconversación.Ningunoconéxito.Noteníaalmejorinterlocutor.
Noquisoquelaayudaraaacomodarseenlacama.Dilasbuenas
nochesycuatropasosparasalirdellugar.Tuvequeretroceder.Ellameobservabacondetenimiento.Laspalabraslasllevabayoatragantadas,queriéndosemesaliryyoluchandoparaqueesonosucediera.
Llevémolestoelrostroalsuelo.
Resoplé.
Laobservé.
—Noentiendolanecesidadridículadetenerquehablartedeesto.Sinolohagoexplotaré,Sol.
—Habla,Adam.
Y así lo hice. Me senté al borde de la cama. Sumido entre un
mezcla absurda de vergüenza y alivio le conté el desastre en que sehabíaconvertidomividamatrimonial.Casinohicepausas, solopararespirar y luego continuar. En algúnmomento Sol colocó unamanosobrelamíaquedescansabaencimademipierna,allíladejó,nohabló,solomeescuchó.
Entoncescuandoyanomequedabanadaquedecir,mepermitió
ayudarlaaacomodarseenlacama.Ledi lasbuenasnochesymefui.Sol,nodijonada,solomemiraba…memiraba.
Cuando llegué a la casa advertí el auto de Aleth frente a la
cochera.Respiré tresvecese intenténoadelantarmea loque fuera asuceder.
—Aleth—saludé.
—Adam,esperonoteincomodelavisita.
Dudésiinvitarlaapasarseríaunabuenadecisión.
—Entremos,estáheladoaquíafuera.
Caminó detrás de mí. Nos adentramos a la casa y Aleth se
acomodóenelsofádelasala,elúnicoquequedaba.Meexcuséporuninstanteyfuihastaelestudio.Cuandoregresélehiceentregadeloquetantoellahabíadeseadoenlosúltimosdías.SabeDiosdesdecuándo.
—Ahí tienes, Aleth. Ya es oficial, soy tu ex. Ya pasamos a la
historia.
Memirabaconalgodesorpresaenelrostro.¿Acasoesonoeraloquehabíavenidoabuscar?Laviponersedepiecon seriedad.Tragóprofundoantesdehablar.
—Vine a advertirte que en el hospital están hablando, Adam.
Dicenquehoytepaseabasconunapaciente,ladeportista,quelehaces
unasvisitastardeenlasnoches.
—Deberíashabersuperadoyaesaetapa,Aleth,siemprehablarán.
—Así pensé, hasta que te hallé hace un rato con ella en tudespacho.Dimeunacosa,Adam,¿esaeslaestrategiaqueutilizasparaminimizarlosriesgosdequetedemande?
—Tedesconozco,mujer.
—Tenmuchocuidado,Adam,porsiseteolvida,hayunaéticaa
laquetedebes.¿Sabes?,yosoyquientedesconozco.Nopuedocreerquearriesguestodoelesfuerzoysacrificiodeañosporesamuchacha.Telodijeantesymereitero,unabuenacampañaderelacionespúblicaspuedeayudar.Quelagentesepaqueellaestáenfermaytúereselúnicodoctor que la puede salvar. Es sencillo, querido Adam, eliminas elriesgodeperdertutrabajoyhastalalicencia.Esteeselúltimoconsejoquetedoygratis,querido.
—Gracias,Aleth.
Mientrasellatomabaelbolsoysedirigíaaabandonar,laquepor
variosañosfuetambiénsucasa,lehablé:
—QuieroaNeptuno—másbiensupliqué—,porfavor.
—Lopensaré,Adam.
Cuandolapuertasecerrósentíqueasílohabíahechotambiénesecapítulo de mi vida. No voy a mentir, me inundó la tristeza,incertidumbreyhastalasoledad.Nopeguéunojoentodalanoche,elrostrodeSolmeacompañó.
LamentiradelSol
LlevabaelmonólogodeAdamenlacabeza.Escudriñabaencadaunadesuspalabras,encadaunadelaspausasylossuspirosalhablar.Intentabadescifrar qué era loque lohabíamotivadoa abrirsede esamaneraconmigo,acontarmesuintimidad.Cadavezqueescuchabasuvozenmimentesufríasusmiedos,sentíasusoledadydeseabahaberpodidolevantarmedeaquellasillaysentarmeasulado.
Alparecersumatrimonionoteníasalvación.Aleth,suesposa,es
una mujer linda, elegante y mostró amabilidad conmigo. Lucía másjovenqueélperodeunmodoartificial.
Elcansanciologróvencermecuandoapenassalíaelsol.Elcelular
llevaba rato sonando, la primera vez lo miré, era un númerodesconocido, lasegundayterceratambién, luegolopuseenmododevibración. Fue como en un abrir y cerrar de ojos que sentí a Irvin ypapá haciéndome compañía. Mi viejo estaba más callado de lohabitual.Irvinllevabalaspalabrasguindándoledelaboca.Fuegentilyme otorgó, sin decírmelo, el espacio para queme aseara y tomara eldesayunoenpaz.Meobservabaimpaciente,almomentoqueapartédemílabandejadeldesayuno,habló.
—Notengobuenasnoticias,Sol.
—Eso lo sé desde que abrí los ojos y te vi rozando demanera
impulsivalosdedosenelpantalón.Nomeloadornes,Irvin,dimelascosascomoson.
—Elgranauspiciadornovaamaterializarelcontratocontigo.
Torcílaboca.
—¿Todoporunafoto?—resoplé—.¿Quéclasedegenteesesa?
—Esquenoesporunafoto,Sol.Turecordmédicoesportadaen
losnoticiarioshoy.Yasabendetucondicióneinclusoyaargumentanque debiste mentir en las evaluaciones médicas que exige laAsociación Americana de Snowboard. Ya me llamaron dosauspiciadorescuestionando.Porsupuestoquedesmentítodoperoestosehapuestomuyfeo.Dicenque,comoesunpadecimientocongénito,debíassaberdesdehacemuchotiempo.Ellosnojuegan,Sol,sonmuyestrictoscontodoeso.
Eracomounahistoriaajenaamirealidad,unaenlaqueSolFlor
era la protagonista, pero la Sol deportista, no la que intentabarecuperarseentreaquellascuatroparedesypisosdelinóleo.
—DecaminoparaacáconsultéconJoseph.Dicequeteolvidesde
los contratos de los auspiciadores. De hecho, dijo que él mismo sedaría el gusto de decirles que se losmetieran por el culo.Que de lademandaqueleganarásaestehospital,podrásvivirsinmoverunsolodedo.
Joseph DeSimone era mi abogado. Trabajaba junto a Irvin con
todolorelacionadoaloscontratosdeauspiciosyotrascosasmás.Eneltiempoquellevabainternadanomehabíaidoavisitar.
—Noséquédecir.
—Solo necesito el visto bueno para, cuanto antes, Joseph
demande a este maldito hospital. Necesito sacarte de aquí. En estamierdadesitiohanviolentadotuprivacidad.Esimpensable.Túereslavíctimadel irresponsabledoctoreseyahora te tienenen lasprimerasplanascomounaposibledelincuente.
Cuando Irvin terminó de hablar, ya tenía a papá al lado con el
rostroarrugadoydiciéndolequeesanoeramaneradehablarme.Tuvequecalmarloy en español aclararlequemi agentenoestabamolestoconmigo,queeraconlasituación,conotros.
—Debeshacerdeclaracionesoficiales,Sol,darlacara.
—EseeseljuegoqueellosquierenIrvin.Todavíanomerecupero
ynovoyamovermedeestehospital.
Asíseguimosporunbuenratoconeltomaydamedequiéntenía
la razón. Irvin cambió la televisión. Le pedí que la apagara. UnaenfermeraquenoeraYangentróymeanuncióqueerahoradepartirparaunademis terapias.Me fui sinveraldoctorSnow.Nocumpliócon la rondamatutina.Necesitabaverlo, era yoquiennecesitabaunasesióndeterapia,nofísica,sinodelcorazón.
Hablan
Entré como un demente a la oficina de Kaplan, el director del
hospital.Hacíadíasqueno loveía.Claro, como todoconSol estabacaminando según planificado, me había dejado en paz. Por elmomento. La secretaria estaba al teléfono, seguí de largo hasta laguaridadonde,seguro,seestabaescondiendo.Estoteníaqueseralgunamaniobradeélparamanejarlaopiniónpública.ADiosgraciasquenoestabaallí. ‘Eldoctornoestá, salióporunosminutos’, escuchédecirconlavozelevadaalamujer.Respondíqueloesperaríaallí.
Tuveque sentarmepara respirar profundoy canalizar lamaldita
rabiaquesentía.¿CómodiablosseatrevíanhacerlealgoasíaSol?
Mesorprendióveresamañanaperiodistasapostadosenlaentradadelcomplejodondeyoresidía.Luegodelrevuelodelaccidente,conlosdías, el asecho había mermado. Tan pronto vieron mi vehículo sealborotaron. Me siguieron hasta el hospital. Al entrar alestacionamiento de la facultad médica desistieron, no por voluntad,sinoporlosesfuerzosdelpersonaldeseguridad.
Estaba tandeseosodeveraSoly talvezcontarlequemehabía
animadoadarlelospapelesfirmadosdeldivorcioaAleth.Alomejorni le importaría, pero necesitaba decirle que ya era un hombre libre,que ya había pasado esa página del libro de mi vida. No capté lasseñalesdequealgopasaba,algoquemerelacionadadealgunamanera,quellevabalaprensarevuelta.
EntréalcuartodeSolsinavisar.Tanprontolohice,mearrepentí.
Notéqueestabaacompañada.Permanecíenel“escondite”.Noesquequisiera a propósito escuchar, solo que si se daban cuenta que yallevabaratoallí,podríanpensarquelohiceintencional.
Escuchétodo.
Cuandolaenfermeraentró,logrésalirsinquemevieran.
No podía permitir que la pobremuchacha saliera trasquilada detodoesto.¡Malditaseaqueeramíatodalaculpa!
—Adam—saludóKaplan y escuché la voz deSol enmimente
llamando“viejogorditoybarrigón”.
Quisereír.
Lasonrisanomesalió.
Meparéatodaprisa.
Larabiaseapoderódemivoz.
—¿Qué han hecho, Kaplan? ¿Cómo se atreven a divulgar elhistorial médico de Sol? Eso es un delito. Le importa más a estehospitalsuimagenqueunapobremuchacha.¿Ysuprivacidad?
—Cálmate, Adam, nosotros no hemos hecho nada. La
Administracióndeestehospitalestáigualdepreocupadaquetúporlaseguridad y privacidad, no solo de la señorita Flor, sino de todosnuestros pacientes. Di órdenes que iniciaran una investigación concarácter de urgencia para identificar cómo, cuándo, quién y dóndeobtuvieronelexpedientedeSol.
—Lehemosdestrozadolacarrera,Kaplan—mellevélasmanosa
lacabeza—.Lehancanceladoloscontratosdeauspiciosyelacuerdogrande,elquefirmaríaeldíaquelaatropellé.
Lovibordearelescritorioyacomodarseenlasillaacojinada.Se
veíapreocupado,aunquenotantocomodebería.Comenzóachocarlosdedos de lamano derecha sobre el escritorio,me observaba como siesperaraelmomentoprecisoparadecirmeloquemeteníaquedecir.
—Lagentehablaenelhospital,Adam.
Yasabíayoquealgobarajeabaentrelosdedosdesesperados.
—Siemprehablan,Edward.
—Dicen que te vieron paseando por todo el hospital con la
señoritaFloryquelosvieronbesándose.
—¡¿Qué?! —me incliné y recosté ambas manos del escritoriofrente al director—. Se les olvidó decir que tenemos sexo todas lasnochesensuhabitación.—Diunpalmetazo—.¡Carajo,Edward,estoeselcolmo!
—Ten mucho cuidado, Adam, rumores pueden tornarse en la
realidad.
—Aunquenolosean—interrumpí.
—Aunquenolosea,Adam.
—¿QuéharáelhospitalparasubsanarestasituaciónconSol?
—Porelmomento, llevaracabo la investigación.Daremosunasdeclaracionespúblicascomunicandolodelapesquisa.Quedepartedeesta institución desaprobamos la divulgación de la informaciónconfidencialdenuestrospacientes.IréhablarconlaseñoritaFlorenunrato.Tepregunto,¿paracuándotienenlacirugíaprogramada?
—Todavía no tenemos fecha. Ella no sabe si someterse al
procedimientoono.
Alzólascejasycruzólosbrazos.
—Debes agilizar el proceso. Debemos sacarla de aquí lo antesposible.
—¿Porqué?
—¿Teatrevespreguntarmeporqué?Porqueestoesloquesiempre
pasa cuando atendemos figuras públicas.Lamaldita prensa complicatodo.
—Dejemos algo claro,Sol esmipaciente, yo soyquien tiene la
facultaddedecidircuándoellaestélistaparaabandonarestelugar.Esaserámidecisión,Edward,nituyaodelaDirectivadeestainstitución.
Unossegundosdesilencioantesderesponderme.
—Entodosestosañoses laprimeravezque teescuchollamara
un paciente solo por su nombre y no el número de récord. Ya estágrandecitodoctorSnow,notiresporlabordaeltrabajodetantosaños.¡Ah!,unacosamás,esciertoque lasdecisionesreferentesalcuidadodelapacientetecorrespondenati,mequedamuyclaro.QuetequedemuyclaroSnowquelasdecisionesporelbienestardeestainstituciónmecorrespondenamíyalaDirectiva.
Lovi levantarse sin excusarsey salir del salón.Quise ir aver a
Sol pero ¿qué le diría? Continué con la agenda de ese día mientrashilvanabaalgunamaneradesubsanareldaño.
Hastaelúltimosegundo
Eldíafuelargo,otraemergenciasepresentó.Aesodelassietede
lanochefuiavisitaraSol.Cuandoentréalcuartonolaencontré,sentíun apretón en el estómago que se relajó cuando la enfermera Yangentródetrásdemíyhabló:
—Ellanoestá,salió.
—¿Adóndecarajos?—fueloprimeroquemesalió.Ellaerauna
pacienteydebíaestarensucuarto.¿Dóndemás?
Yang tenía confianza y no se ofendió, caminó hasta la granventana de cristal al fondo de la habitación. Avancé en la mismadirección.
—Allí está—señalaba hacia abajo en la pequeña plaza que era
exclusiva para personal de la institución—. Intenté persuadirla peroellanecesitabaairefresco,parecequehoynohasidounbuendía.
Nevaba.
Sol, estaba sola, desabrigada con la cabeza inclinada, los ojos
cerrados, labocaabiertay loscoposdenievequecaíanenla lengua.Me quedé un rato observándola. Aunque me hubiera gustadocontemplarla por un rato más allí escondido sin que nadie pudierahablar, llevaba en lamano el pedidoquemehabía encargadopor unmensajedetexto.
Aceptoquelopensédosvecesantesdeiraacompañarlabajoel
frío.Lagenteyahablabamásdelodebido.Cuandomeacerquépenséquenosehabíadadocuentaquelaacompañaba.
—Losé,parezcoidiota.Insistoquedeberíasintentarlo,Adam,se
sientetanbien—hablósincambiarlapostura.Laspequeñaspartículasblancasseguíancayéndoleenlaboca,loscachetes,lafrenteylanariz—.Anímate.
—Tevasaresfriar.
Salió del trance pero no sacudió los pedazos de hielo que le
colgaban del rostro. ¿Lo habrá hecho a propósito? Me dieron unasganasendemoniadasdesacudírselos.
—Elgorditoybarrigónvinoaverme.—hablabadeKaplan.
—¿Quédijo?
—Que estaban muy apenados y bla, bla, bla… Puro popó de
perro.—Mehizo reír.Dejó escapar un suspiro—.Ha sido un día deesosdelostuyos.
Yderepentemeencontréusandosuspalabras,lasmismasqueme
habían parecido un cliché de esos de los que viven dando charlasmotivacionales. Ellos dicen que hay que ponerle buena cara a losmomentosdifíciles.Seguro,delabocaparafueraesfácil.
—¿Dónde dejaste el último segundo del día que tienes para
cambiarlo?
Logré que sonriera aunque fue breve. Me preguntaba si esasonrisalahabíahechosentirtanbiencomoamí.
—Andaydameesoquetraesahí—dejólamanocontodoybrazo
estirada, suspendida en el aire. Vamos, dame mi medicina, doctor.Necesitoazúcar.
Cuandoledielbolsohurgóatodaprisa.
—Nomedigasquevasacomerteeseheladoaquíconestefrío.
—Siquierespuedescomerteeltuyoadentro.—Sí,selocomería.
Estabaanosécuántosgradosallíafuerayladementeseibaacomerunhelado—.Uy,olvidastelodelascerezas.
No lohabíaolvidado, soloquepreferí intercambiareldetallede
que ella pensara que lo recordaba, por el gesto en su cara que me
hipnotizó la primeravez cuando cambiaba las cerezasdeunpostre aotro.Validéquehabíasidomuyinteligentemidecisión.Allíestabaotravezesamaneraparticulardeelevarlacejaderecha,alamismavezquelanarizytorcerlacomisuradeloslabiosdeesemismolado.
—Ten—meestiróelBrownieàLamode.
Un par de colegas hacían entrada a la plaza, dudé si tomar el
postre y acompañarla. Los saludé con un gesto silencioso, el mismoquedevolvierondespuésdeecharleunamiradaaSol.
—Semeestácongelandohastaelpelo.
—Elfríoesmental.
—Mentalmierda—protesté.
Saboreandounbocadosequedóobservándome.
—Siquieresairecaliente,tevaatocarempujarmeporqueyonole
voyaquitarlasmanosaestadelicia.
Cuandoregresamosalahabitaciónyahabíaingeridosudosisdeazúcar. Me pidió que la ayudara a acomodarse en la cama. Lo hiceintentandotocarlalomenosposible.
—Cómetetuhelado.
Mesentéalbordedelacamaalaalturadesuspiesyobedecí.Me
sentíacomounacosarara.Soltrazabacadaunodemismovimientos.Lasentía¿extraña?
—Sientomuchotodalasituación.Laverdadquenosécómopasó
esto de que se robaran tu información.—Pensé que, como en otrasocasiones, me interrumpiría y no me dejaría acabar—. Déjamecompensarte por el daño que te he causado. No es mi intenciónofenderteconloquevoyadecirte;puedoofrecerteunacompensaciónmonetaria. No tengo idea de cuánto hayas dejado de ganar con lacancelacióndeloscontratos.
—¿Yaespúblicatambiénesainformación?
—Nolosé.
—¿Yporquésísabesdelacancelacióndeloscontratos?
—Estamañana,sinquerer,escuchécuandotuagentetehablaba.
—Ytodavíateniegasaaceptarquesíbuscasteinformaciónsobre
míenelinternet—dijoconpicardía.
Yoseguíconlaseriedadqueameritabalaconversación.
—Conel hospital puedeshacer loque te venga enganas.Estoyseguro que ellos evitarán llegar a un juicio y querrán transar por lacantidad que tú les digas. La única responsabilidad recae en ellos.Habla con tus abogados y dime cuánto puedo ofrecerte para intentarsubsanareldañoquetehecausado,Sol.
Demomentoyanoteníalamiradaenlamía.Giréparaverquéla
distraía.
—¿Mehacesunfavor?
—Claro.
—¿Mepuedesrascarelpie?
Reí pero a la misma vez me enojé pensando que no le estabaprestandolaatenciónyseriedadamispalabras.Larasquéynohabléhastaqueterminédehacerlo.Hubieraqueridoseguirrascándola.
—¿Ya?—preguntéparasabersiselehabíaaliviadolacomezón.
—¿Medecías,Adam?
Estabaapuntodeperderlapaciencia.Respiréhondo.
—Repítemeloquetehedichoenlospasadosdosminutos,niña.
Lagraciaselefuedelrostro.Memirabasinexpresión.Losojos
igualquecuandomeobservabacomer.
—Ereshermoso,Adam.
“¡¿Qué?!,”pensé,nolaverdadesquegritéenelpensamiento.Yointentabatenerunaconversacióndesumaimportancia.
—¿Tesientesbien,Sol?
—¿Porquélopreguntas,Snow?
—He intentado en los últimos minutos poder establecer una
conversacióncoherentecontigoperoharesultadoimposible.
—Nodebessentirpenaporquetedigaqueereshermoso.—Yonosentíapena.Estabamolestoporlafacilidadconqueellamanipulabalaconversación—.Yosoytuamigaynotienenadademaloquetedigaqueereshermoso.
Yoerasuamigo,ellayasabíalodelperroyloszapatos,además
demidesastrematrimonial.Yotambiénpensabaqueellaerahermosa.Quepodíahacerlo,¿ono?
Melevantédelacama.
—Está bien, si no quieres hablar de ese tema ahora, no hay
problema.Almenossémaduraydímelo.Esfácil,Sol,solotienesquedecir,“nodeseohablardeesetema,Adam”.
—Vasaoperarme,Adam.
Logróqueregresarajuntoaella.
—¿Cuándolodecidiste?
—¿Mehacesotrofavor?—Yaveníaconotrodesvíoenelrumbo
de la fallida conversación.Respondí que sí—.Pásame ese bolso queestáenlabutaca.
Cuando lo llevé hasta ellamedijo quenome fuera lejos.Lavi
sacarloqueaprimeravistaparecíanserunascajasdejuegosdemesa.
—Simevasaoperar,primerotienesquepasarunaprueba.
Joder,teníaenlamanoseljuegoOperando.Esqueellateníaunacapacidad inimaginable para revolverme las ideas y sensaciones. Nosabíasireírmeomandarlaalamierda.Ydeprontopensé,¿dedóndecarajosacóesosjuegos?¿Quiénselosllevó?
—¿Bromeas?
—No,Adam,solosipasaslapruebatendráselhonordeabrirme
elpecho.
Lainterrumpí.
—Yestrujarteelcorazón—repetísinpensarsuspalabrasdehacíaunosdías.
—No,esoyaloacabastedehacerhacecincominutos.
Melodijoasísinmás.Comosimedijeradameunvasodeaguao
cierra la puerta al salir. Entendí que esa era la razón por la queesquivabalaconversación.
Ahoraerayoquiendioungirón.
—Entonces¿tengoquepasareljuegoparapoderteoperar?
—Correcto.
—Ojaláenlaescuelademedicinahubieranusadounodeestos.
Reímos.
Jugamos por un rato. Tuve que repetir el bendito juego cinco
veces para logra una puntuación perfecta. Sol se valía de artimañaspara que perdiera la concentración y rozaran los bordes. Contrario acuandojugabaesebenditojuegocuandoeraunniñoymedabanganasdeestrellarlocontraelpiso,cadavezquesonaba lachicharraaquellamesentíamásfeliz,eraunratoadicionalquepermaneceríajuntoaella.
Alasoncedelanoche,Yangentróadarleunosmedicamentosa
Sol ymemiró con cara de que ya debía irme.Cuando la enfermerasalió ayudé a Sol para que se cepillara los dientes. Era hora dedespedirme. Qué difícil se me hacía. Comenzó a pedirme que laayudara en diferentes cosas. Primero que le conectara el celular pararecargar las pilas, luego que le buscara unas medias y la ayudara acambiarse las que tenía, le siguió que le acomodara las almohadas yporúltimoquelerascaraelpieotravez.
—Que descanses, Sol, mañana vendré en la mañana para que
hablemosdelacirugía.
Nohabló, solomemirabacon los labios tensoscomoqueriendo
nodejarescaparlaspalabras.Cuandoyaibahacialapuertamellamó.
—Adam.
—Sí.
—Sonlasonceycincuentaynueve,tienesunminutoparahacerquemidíanoterminedemierda.
Losojos semeexplayaron sinvoluntad.OtravezSolcreabaun
corto circuito enmi razón, pensamientos y sentimientos.Me acerquéhasta la cama, esta vez al nivel del rostro hermoso que me miraba.Estabademasiadoseria.¿Quédemoniosqueríaellademí?Pocoapocofuiacortandoladistanciaentrenuestrosojos.AvistécuandolosdeSolsecerraron,sonreíylabesé,¡ufff!,labesé.
Sentíenmislabioslasonrisaqueleinvadióelrostro,lapieldela
mejillaseletibió.
—¿Teconfiesoalgo?—habló—.Midíayahabíadejadoseserdemierdaenelmomentoqueteviobservándomedesdeesecristal.
Ahoraeranlasmíaslasmejillassonrojadasycalientes.Yangtenía
razón.Debíhabermemarchadohacíasesentaminutos.
—Quedescanses,Sol.
Conpropiedad
Penséqueesanochenopodríadormirdelaeuforiaqueunsimple
besoenlamejillahabíacreadoenmí.Noeraunbesocualquiera,eraunodeAdamSnow,midoctordelcorazón.Lasmariposasestomacalesse revolotearon, cesaron al instante en que pensé que estaba siendoegoísta.Mifuturoeraincierto,algoinjustoparaél.Lagentehablabaynoeranecesarioescuchar,lohacíanconlasmiradasacusadorascomoqueriéndonosdecir“¡québarbaridad!”
Caí en un sueño profundo, soñé con mi mamá, me dijo cuán
orgullosaestabadesuhijayquetuvierapacienciaquetodoloquemeestaba sucediendo lo iba a superar.Me dijo que viviera elmomento.Queelamornosepuededejarpasar.¿SehabráreferidoaAdamyesacosaextrañaquemedabacadavezqueamiladolograbaestar?
Vamos, que no soy una niña ingenua, tenía para ese entonces
veinticincoydeanatomíahumanaconocía.Nohabíansido los libroslos que el conocimiento me impartían. Tuve amigos y hasta novios.Ninguno con la capacidadde hacerme temblar las piernas ymi almaconfiar.Losé,yadiránporahí“ahesahistoriatienenalgunosclichés y bla, bla bla”. Una “virgen” de un cuarto de siglo en estostiempos es para reírse y llorar a la vez. Pobrecita lamuchachita quetantotiempodesperdició.Sisupieran,quealcontrario,quemivotodecastidad muchos problemas me ahorró y en la reina de la nieve meconvirtió.
Mamá siempre dijo que debía disfrutar hasta el último segundo,
porquemañananosabessivasadespertar.
Eracuestióndedíasantesdemisuertedesafiarunavezmás.Losviviríaalmáximo,aunquefueraencerradaenaquellugar.
ElcelularsonóysaltédeseandoquefueraAdam.DejéescaparelairedelospulmonescuandoviqueeraIrvin.
—¿Cuándomedespediste,Sol?—notéirritación.
—¿Dequéhablas,Irvin?
—Enciendeeltelevisorenelcanaldiez.
Obedecí.
EnlapantallaestabaAdamenpapeldedoctor,consubatablanca
yalgoextrañoenlavoz.Parecíaserelpuntocentralenunaruedadeprensa.¿Ellugar?EldespachodeldoctorSnow.
—Agradezco que hayan respondido a mi convocatoria. Esta
mañana vengo a ilustrarlos para que puedan informar al pueblo demanera correcta.El síndromeBrugada es una enfermedadhereditariacaracterizadaporlaanormalidadelectrocardiográficayunaumentodelriesgo de muerte súbita cardiaca. —El rostro de Adam estabainexpresivo—. Las personas que padecen esta condición, confrecuencia, presentan resultadosnormales en los electrocardiogramas,solo en pocas ocasiones esta condición se puede detectar conanticipación a menos que se conozca de un historial familiar. Enmuchas ocasiones la causa de la muerte súbita queda indefinida.Existen pacientes asintomáticos que carecen de un diagnóstico, otrosque, a pesar de las pruebas electrocardiográficas no reciben undiagnóstico. Esto es debido a que en esos momentos presentó unelectrocardiogramanormal o por falta de conocimiento y experienciadel médico que lo atiende. La variabilidad del patrónelectrocardiográfico es dinámica en el tiempo, el ambiente; laadministración de medicamentos antiarrítmicos pudieran influenciar.Estudiosdemuestranqueenpersonasconaltoniveldeejercitación,confrecuencia,presentanunadisminuciónenelsegmentoST,segmentoenel cual se detecta la lectura del síndrome. —Adam bajó la cabeza,estirólapausa—.LaiTai—dijocuandoelrostrovolvióaelevarhaciala audiencia—. En Tailandia se le conoce como, muerte durante elsueñoporquepuedepresentarse tantoenmomentosde incrementoenlafrecuenciacardiaca,comoaligualqueenreposoyhastadurmiendo.
El doctor Snow parecía haber terminado la ponencia. Irvin meinterrumpiólospensamientos.
—¿Túloautorizaste,Sol?
—¡Shhh!,silencioquenoescucho—bramé.
La prensa comenzó hablar. La cámaramostró la imagen de una
mujerperiodista.
—Le agradecemos la información que nos ha compartido estamañana, doctor. ¿Tiene esto relación con el caso de la joven queatropelló?
No ledieron tiempopara responder, laspreguntascomenzarona
caersobreél.
—¿Cree usted que Sol Flor sometió información falsa a laAsociaciónparapodercompetir?
—¿Porquédeprontosaleustedensuauxilio?
Hablaban tan rápido que los camarógrafos no alcanzaban a
enfocaraquieneslohacían.
—En el hospital se comenta que usted y la joven Sol tienen untratoespecial.
—¡¿Qué?!Hijosdepu…—murmuré.
Ellos seguían maltratando al hombre que me había salvado la
vida.
—¿EstáustedhablandoestamañanaanombredeSolFlor?
La furiadeAdamlecubríael rostro,notéel temblorenel labioinferior.
—NohabloanombredelaseñoritaSolFlor,habloanombredel
doctorAdamSnow.Deberíanabochornarse,escucharlashistoriasqueinventanda asco. ¿Quéganan conquerer hacerledaño a alguienquetanta gloria le ha traído a este país, que tantas buenas noticias ytitulareslesharegalado?
Hubosilencio.
—Por lo que dice, doctor, ¿Sol pudiera morir en cualquier
momento? —La pregunta vino de la voz de una mujer. Era difícildecirloconcerteza,parecíaunavozfamiliar.
PorlamaneraenquelafrentedeAdamsecontrajo,podríadecir
quetambiénlehabíasidoconocida.
—Digamosque las probabilidadesdenohacerlono juegan a sufavor.
—Dicenqueustedeselúnicodoctorenelestadoconlacapacidad
deatenderesacondición.—Lacámaralaenfocó—.¿Escierto,doctor?
“Aleth,”pensé.
Elacercamientodelatomadelacámaramepermitióverlotorcerlabocaytensarelcuello.
—Graciasporvenir.Vayanahacerbiensutrabajodeinformar.
Mequedéconunvacíoenelpecho.
—Sol, esa es una maldita estrategia para hacerse ver el héroe.
Ahoralagentedirá“québuenoeseldoctorSnowporsalvarlelavidaaSol.”—Irvinexclamóairado.
Pensémandaramiagentealamierda,mequedésinalientoyun
dolormepunzóelcorazón.Intentédevolverleelaireamispulmonesylogréhablar:
—Tengoquecolgar,debollamaraDeSimone.
Otravez…
Me prohibieron ver a Sol ese día. Kaplan y los abogados
corporativosmesacarondemiconsultorioluegodelaruedadeprensareteniéndomeenlaoficinadelaDirecciónpormásdedoshoras.Los“honorables”letradosrecitaronconsoberanaverborreacadaunadelasleyesyderechosalpacienteque,segúnellos,habíaviolentado.Comosinomelosconociera.Comosinosupieraaloquemeexponía.Eralomenos que podía hacer por subsanar el daño causado aSol. Si no lahubiera atropellado, no estaría en este hospital, nohabrían robado suexpedientemédicoynolaestaríantildandodementirosayfraudulentaen la televisión mundial. “Y no estarías deseando tanto volverla abesar.”
Anoche cuando llegué ami casa, después de haberle salvado el
día aSol, dehaber evitadoconunbesoque terminarademierda,nopodíadormir.Llevabagrabadoen lamemoriaelmomentoenque losojos se le cerraron, Podría jurar que lo esperaba en los labios. ¿Quémás hubiese querido yo? Me acobardé como un soberano imbécil,comounidiotainexpertoencosas¿delamor?
Encendílateleparapasarelratoyaquietarlasganasdemontarme
deregresoenelautoyvolverlaabesar.Estavezloharíaenlabocasindudar. Ha de haber sido el subconsciente que hasta el noticiario mellevó.QuisepegarleaalguiencuandoviloquedeSolFlorelreporteromencionó.
¡Malditos imbéciles! ¿Hasta dónde podría la ignorancia llegar?
Ahoratodossehacíanexpertosenla“famosa”enfermedad.Teníaquehacer algo.PorvoluntadpropiaSolno lo aceptaría.Eramomentodeenseñarles a los imbéciles de qué se trataba lo que en cualquiermomentomelapodíallevar.
No estaba preparado, sabía que cualquier rumbo podría tomar
aquellaimprovisadaexposición.Cuandolosperiodistascomenzaronalanzarmelaspreguntas,loquemedieronganasfuedealcarajoatodosmandar.Respiré profundo y les dije que con propiedad podían ahoradelsíndromedeBrugadahablar;educar.
MásquelainsinuacióndequeSolyyoteníamosuntratoespecial,
que era una premisa muy cierta, la sorpresa del evento me la llevécuando hablando escuché aAleth. Lo hizo en elmomento oportuno.Asíeraella,parabienoparamal.
Fue cuando Kaplan me dijo que mis privilegios en el hospital
quedabansuspendidos,quesupelahabíavueltoacagar.
Sinprivilegios
DeSimone entendió la urgencia de llegar hasta el hospital. ¡Yaestaba bueno! ¿Qué se creían todos? ¿Que a la pobre Sol podíantrasquilar? Sentado junto a mi cama mi abogado escuchó lasinstrucciones. Todas y cada una debía ejecutar a lamayor brevedad.Debía asegurarse llevar los mensajes, empezando por Snow yterminandoporKaplan.
Esedíamequedéesperándolo. Imaginéno loveríaentrarpor la
puerta del cuarto que, si pudiera, la próxima vez que Adam laatravesara la mandaría a clausurar. En la tarde Yang fue quien meinformó, que al parecer los privilegios al doctor Snow la Junta lerevocó. Le pregunté si tenía alguna manera de hacerle llegar unmensajedemiparte.Lamujerseausentóunratoyluegoregresó,medijoqueestuvohaciendoaveriguacionesperoquevalidóqueeldoctornoestabaenelhospital.
Casi a las ocho un hombre tocó la puerta, entró dijo llamarse
StephenCollinsyqueeradoctor.
—¿Cómotehassentido,Sol?
—Llámeme señorita Flor, Sol solo me puede llamar el doctorSnow.
Se le ladeó la sonrisa y las cejas alzó. Comenzó a tomarme el
pulso,cuandoterminóvolvióyhabló:
—SoyelcolegadeAdam,compartimosoficinas.Mepidióquenomefuerasinrevisarlahoy.Dicequelosiente,quebuscarácómotodosolucionar.Talveztardeunosdías,perodeseguroéllavaaoperar.
Cuando el doctor de cabello bronceado terminó de hablar, mis
pestañassemovíandearribaabajointentandolaslágrimasdisipar.
—¿CómoestáAdam?
—De seguro no muy bien. Le prohibieron acercársele ocomunicarsedecualquiermaneraconusted.
—Está en grandes problemas, ¿verdad?—pregunté a la misma
vez que me inclinaba hacia el frente para que el doctor pudieraescucharmedesdelaespaldaelcorazónretumbar.
—La verdad que desconozco aAdam, no sé qué le pasó. Si no
fueraporqueeselcirujanoquemásingresoslegeneraalhospital,estoysegurohaceratolohubieramandadoavolar.
—¿Qué puedo hacer? —deposité todo gesto de súplica en mi
rostro.
—Porelmomentousteddedíqueseadescansar.Tieneelpulsounpocoacelerado.QuédesetranquilaqueAdamvaasolucionartodoesteasunto,yaverá.
Mequedéensilencioviéndolomarcharrumboalasalida.
—Doctor—llamé.
—Sí,señoritaFlor.
—UstedpareceapreciaraAdam,puedellamarmeSol.
Nosésisonrióonoporquemequedéconlamiradaclavadaenlas
sábanas.
—Quetengasbuenasnoches,Sol,descansa.
Me tragué lasganasde llamarlo,deescribirleunmensajeporelcelular.Nolohiceporelmiedoacausarlemásproblemas,másdeloquemidespistelehabíatraídoalcruzar.
DeSimone tenía instrucciones, mañana a esta hora las
circunstancias serían otras. De seguro que el gordito y barrigón deKaplanyanomesonreiríayAdam,puesnolosé.
Desilusión
A tempranas horas de la mañana recibí la llamada de Kaplananunciándomeque la Junta había reestablecidomis privilegios y quepodíaalhospitalregresar.Habíanmodificadolositinerariosdelassalasde operaciones para que pudiera atender los casos que se habíanretrasado. Claro, era pura facturación la preocupación del gordobarrigón. Por lo único que me ahorré el insulto era porque podríavolveraveraSol.
Mearreglécomosifueraatenerunacitaaciegas,deesasenque
alamigoquetelagestónoquisierasdefraudar.Queríavolverabesarla,¿ellaquerrá?
Como siempre encontré a un par de periodistas apostados en la
entradadelestacionamientodelafacultad.Cuandocaminabahaciamidespacho para con mi secretaria la agenda alinear, se me cruzó unhombredemiestatura,conlapieloscuraylamiradadealimaña.
—¿AdamSnow?
Apretélospuños.
—¿Quiénlobusca?
—Tenga—me extendía un sobre blanco—, soy DeSimone, el
abogadodeSolFlor.—Latensióndelasmanossemepasóalcorazón.Agarré con desgano el mandado—. ¿Podría indicarme cómo llegarhastalasoficinasdeldirector?
Dejéescaparelintermitenteenfadoyleexpliqué.
No llegué hastami despacho.Me desvié en el camino.Hubiera
queridonohacerlo.Concadapasoqueavanzabaentrelagente,colegasy pacientes, era como recibir un golpe de izquierda y luego un
derechazo. ¿Por qué tanto coraje, Adam?,me preguntaba. Sabía queesto,tardeotempranollegaría.Erasuderecho.
¿Por qué me sentía traicionado? ¿Engañado? Y como siempre
pasaba,eldoctorSnowabriólabocasindejarhablaralarazón.
CuandoentrésintocaralcuartohalléaSolsentadaenlacamaconla mirada concentrada en el techo. Al verme sonrió. Yo no pudehacerlo,devolverlelasonrisa.
—¿En serio, Sol? —pregunté agitando el sobre en la mano
izquierda.
Lasonrisaselepasmó.
—Hola, Adam. Buenos días. ¿Cómo estás? Yo estoymuy bien,gracias.
—No vas a empezar con el juego de palabras y estúpidas
ocurrencias para desviar la conversación. Hace dos días estuve aquípreguntándotequépodíahacerporti.Teofrecíloquefuera.Soloteníasqueusaresamentetancreativaydecirmecómopuedosubsanartodalamierda en la que te he metido. Dijiste que tú no jugabas. Tiendo apensarquetodoestosíeraunjuego;eljuegodevamosaenamorareldoctorparaquepaguepor loque lehizoa laFlor.Yono jugué…noestoyjugando,Sol.
—Estásmolesto,Adam.
—¡Claroqueloestoy!Mevistelacaradependejo.¡¿Cómonolo
voyaestar?!
—Cállate,Adam.
—¡¿Qué?!
—Quetecalles.Notequierooír.
—Puesmiraavercómopuedessalirdeestelugarporquenomevoyacallar.Tepidodisculpasporhaberintentadodarlelainformacióncorrecta a la prensa. No podía seguir viendo cómo te tildan dementirosa y quedarme con las manos atadas. Tenía que hacer algo.
¡Maldita sea, Sol! Mientras estás aquí encerrada, el mundo siguegirando allá afuera. La vida, tu vida, sigue en un espiral.No puedesdejarquesepierdatodoloquehaslogrado.¿Tedascuentaloquehashecho?¿Tieneslamásmínimaideadeloqueestosignifica?
—Sí, estoy consciente de lo que he hecho y lo que significa,
Adam.
—¿Yesloquequieres?¿Esloquedecidiste?
—Sí.
Ellalohabíadecidido.Repito,erasuderecho.
—De ahora en adelante la única comunicación que tendremosseráatravésdelosabogados.
¡Eraelcolmo!,lasonrisaquellevabaenloslabios.Ytodavíaasí,
queríabesarla.
—Antesdeirte,contéstameunasolapregunta,Adam.¿Leísteyaelcontenidodeesesobre?
Entoncespensé,“Mierda,nolehabíanidespegadolatapa”.¿Por
quédeprontosentíaquedebíabrirelsobreyleerloantesdeentrarallí.
Igualdeidiota
—Creoquetambiénmeenamoré,Adam—lehablé.
EsaconfesiónfuecomolacerezadelBrownieàLamode.Cuandoél abrió el sobre frente amí y fue leyendo el contenido de aquellospapeles, el color blanco de la piel se le tornaba de a poco azulado,aunqueel rostro lo llevabasonrojado.Elpecho leondulabaen largosvaivenes que buscaban auxiliarle la respiración. Estuve a punto depreguntarlesiqueríaquelellamaraaldoctorCollins,digo,porsiselellegabaapararelcorazón.Levicerrarlosojosyabrirloscontodavíamás furia. Supe que en esta ocasión no era conmigo, sino con elmismísimoAdamSnow.
Demaneraoportunaunaenfermeramevinoabuscar.Erahorade
mis terapias.Mefui sindespedirme.Adamsequedócongeladoenelmismolugardelahabitacióndesdedondemedijotodaaquellasartadecosasy revelósuconfesión;elcorazóndeAdamno jugaba, tampocoyo.
Nolovolvíaverentodoeldía.Mehacíafaltaesaexpresiónde
contradicciónqueleadornabaelrostroymealimentabaelcorazón.YanoeranecesarioqueYangmebañara,lopodíahaceryo.Ellaesperabapaciente en la puerta por si fuera necesario darme una mano o dos.Todavía llevaba el yeso en la pierna y me acompañaría por unassemanasmás.Ya eran cinco semanas en aquel lugar y la verdad quetodavíanomequeríalargar.
Tuvequehacerlo.Nomeresistí.Lepreguntéamienfermeraque
sehabíaconvertidoenmicómplice,silohabíavisto.Paramisorpresameseñalóendirecciónde laventanadecristalen lahabitaciónymeayudó a rodar la silla hasta esa ubicación. Ya estaba oscuro y lapequeña plaza alumbrada por los tres faroles. Sentado en uno de los
bancos con la cabeza inclinadahacia atrás, losojos cerrados, labocaabiertaylalenguaestiradaencontréamidoctor.
MequedéunratoobservándoloynicuentamedicuandoYangse
despidió.Lemarquéenelcelularyparamisorpresamerespondió.
—Sol.
—Tevesigualdeidiotaqueyo,Adam,aunquelindo,peroidiota—lo vi sonreír y hasta sentí el calor de su sonrisa que aumentó latemperaturaenmiinterior.
—Sol—volvióadecir,comosisupieraquenoeranecesarionada
más.
—Adam, tengo un dolor en el pecho, necesito que vengas, porfavor.
Lovitensarse,pararseatodaprisaycolgar.
LaenfermeraYangentródesesperadayhastalapuertarestalló.
—¡Sol!—llamóagitada—.¿Quétesientes?¿Dóndeeseldolor?
Porlacaraquepuse,debióimaginarqueeraunametidadepatalo
queyo acababade crear.Le expliquéque lodije en sentido figuradoparaqueAdammevinieraavisitar.Otravezlapuertaazotabacontralapared,eraél.Yangsolosnosdejó.Alverlasonrisaconquelorecibí,torció el cuello, se frotó el pelo, y vi cuando cayeron pedacitos dehielo. Lo despeinómuchomás, cerró los ojos, respiró profundo, losvolvióabrirypreguntó:
—¿Quémás?
—Losiento—dije,conpena.
—¿Estás bien? —preguntó por cumplir. En el rostro parecía
anticiparlacontestación.
—No.
Semeacercóyagachóquedandoaniveldemisilla.
—¿Quétienes?—metomabaelpulso.
No respondí. Le agarré con mi mano derecha por la nuca y lo
acerquétodavíamás.Seapartódemislabiosalmomento.Recuperóelbalance.Conlamiradacontrariadaseinclinóymecargóensusbrazoshastalacama.Nodejédecontemplarloniunsolosegundo,desentirelfríodelexteriorquetodavíatraíaimpregnadoenlaropaylapiel.Nomeacomodósobreelcolchón,sinoquesesentóenmilugarymedejóencimadesuspiernassujetándomecomoaunaniña.EsopensabayohastaquevitodalaintenciónenlosojosdeldoctorSnowynotraíanningunacompasióninfantil.Meencerróelrostroenlasmanosfríasyalgoresecas,memirabaladeandoelrostrodespacio.
—¿Qué me has hecho, Sol? —murmuró antes de volverme a
besar.Corrección,anteslobeséyo.
Nolesvoyadescribirelbeso,esoesalgoprivadoentreAdamyyo. Solo puedo decirles que me sentí volando en el aire a punto deagarrarenmismanoslasnubesyhastaelhermosoarcoírisenmisojosapareció.Esehabíasidoelángelquemebesó.Quemedevolvióconsualientolavida.
Meseparóantesdeloquehubieraquerido.
—Creoqueaquíescuandodebodecir,unavezmás,quelosiento.
Ahoraerayoquiensedabaelplacerdetenerleelrostroentremis
manos.Lesconfiesoqueme temblaban.Lepeinéunpocoelcabello,necesitabayauncorte.Conlosíndicesletracéunaslíneasimaginariaspor la frente hasta llegarle a la comisura de los labios que llevabaconstreñidos.Selosestiré.
—Ríete,Adam—ordenéyobedeció—.Ya,conestoessuficiente.
Mevolvióabesar.
Nosquedamosunratoenlacamacomodostórtolosembelesados.
Apesarde laalegríaque lebrillabaen losojosyosentíaquealgo leinquietabaycomosiempretuvequehablar.
—Dimeloquesea,Adam.
—Necesitamos operarte cuanto antes, los resultados del
electrocardiograma de ayer y de hoy muestran unos registros algoanormales.Noquierocorrermeelriesgo—suspiró—,nopuedo.
—¿Cuánrápido?
—Mañana.
—No.
—¿Porqué?¿Cambiastedeopinión?
—Queseapasadomañana,porfavor.
—Esmiresponsabilidadhacerloloantesposible,Sol.
—¿Ysimearrepientoydigoquenoquieroquemeoperesyluego
mañanavuelvoycambiodeopinión?
—Estonoesunjuego,¡entiéndelo!,porfavor.
Lareprimendallegóconfuerzaymequebrantócualquierganadedesafiaraldoctor.
Elamor
Parecía una niña abochornada por la reprimenda que le llegó,llevaba lacabezagachay fueentoncescuandounagota se ledeslizóaterrizandoenmimano.Leelevéelrostroyconmisdedoslamejillalesequé.HubieraqueridopoderborrarlelatristezaquehabíasecuestradoamiSol.
—Tengomiedo,Adam,ahoranomequieromorir.Noquierodejar
soloamiviejo—parpadeódespacio—yquieromásdeti.
Quédecirleenaquelmomentodondeyomismosentíaestarmásaterradoqueella.
—Si te da algo de tranquilidad, nunca se me ha muerto un
pacienteenestetipodeprocedimiento.
Melanzóunamiradatorcida.
—Graciasporeldato,mellenadetranquilidad.
Meencantóescuchareltonodeironíaenlavozdemisol.
—Quédate esta noche conmigo, Adam, necesito me hagas elamor.
“¡¿Qué?!,”pensé.Noesqueno le tuvieraganas, ¡uff!,eraalgo
quenosabíacómoexplicar.Perohacerleelamor,allí,enplenocuartodelhospitalahorasdetenersuvidaenmismanoseraalgo,algo…Ah,yoquésé.
—Esmi último deseo—empeoraba todavíamás la situación—,
abrázamefuerte,Adam,porfavor.
Deslicélosbrazosylahaléhaciamí.
—Notienesquepedirlodefavor,Sol,tenerteasíesunhonorparamí.
—Dimecosaslindas,Adam,dimequétegustademí.
—Tu intencional y experimentada “inocencia” —resopló—, tu
pelome gustaba, perome gustas más calva.—Sentí un golpe en elcostado.
—¿Esaestudefinicióndecosaslindas?
—Tú,Sol,túereslacosamáslindaquehetenidoenmivida—no
pudeevitarquesemequebrara lavoz—,y tengomiedoaperderteytengo miedo a fallarte. Prométeme que vas a dar la pelea mañana,corazón,prométemelo,porfavor.
—Nuncahabíatenidotantasganasdevivircomoenesteinstante.
Ay,Adam,yonosésiestoquehacemosesunaestupidez,siescomounademencia temporeraporelencierroeneste lugar.Yosoloséquecuandomañanamedespiertedespuésdelacirugía,quieropodersentirqueestoesrealidad.
—NohayhistoriamásciertaqueladeAdamSnowySolFlor—
lebesélasmanosqueletemblaban.
Encontrade todas las reglasyprincipios,pasé lanocheconmipaciente. Encerrada en mis brazos poco a poco fue relajando larespiración y yo sin darme cuenta, acoplé mis latidos a su corazón.Hicimos un amor silencioso, mutuo e incondicional. Aleth hizopresenciaenmimenteyentonceslopudeentender.Loquenospasóennuestromatrimonionoeracuestióndedotesdeamante,delamagiadeAdam o belleza de Aleth. Todo hizo sentido y un diagnóstico pudeejercer;SíndromedeMuerteSúbitadelAmor.Lodejamosmorir. Senosmurióenlasmanos.Nomepasaríadosveces,Solynuestroamoribanavivir.
CuandoabríelsobrequemeentregóelabogadodeSolyleí,me
dije ‘¡qué cagada, Adam!’. No era lo que pensaba. No era unemplazamiento, sino una autorización formal de Sol Flor a que eldoctorAdamSnowhablaraensunombre.Debió imaginarqueporelgiro de la rueda de prensa, en problemasmemetería.Yoque abrí la
boca y dejé escapar todas aquellas acusaciones. Pensé que no meperdonaría,queteníatodoelderechoamandarmealamierda.Cuandosentado en la plaza intentando enfriarme los pensamientos el celularsonóymedijoquemeveíaigualdeidiotaqueellaloqueescuchéfueun‘sí,Adam,teperdono’.
Meenterépor tercerosquelacartaaKaplanibasincariños.Sol
lospusodevueltaymediay lesamenazócondemandarsidealgunamanera interferían con que yo siguiera atendiéndola. Creo que hastasumasmillonariasleincluyeronenaquelpedazodepapel.Hizoefecto.Se asustaron y por eso mis privilegios, sin demora, me llegaron adevolver.
Intentépegarlosojosydescansar,enunashorasllevaríaacabola
cirugía más importante de mi vida. Me dije, Adam recuerda quemañanaellaserátupacienteytúeldoctor,debesdejarlasemociones.
¿Seríaesoposible?
¿Ángelono?
Solquisoquelaentraraasaladespierta,tuvequepedirleelfavora mi colega anestesiólogo. El protocolo establecía que el pacienteentrabayaconunasedaciónlevealquirófano.Ellaqueríaestaratentahastaelúltimosegundo,comosibuscaraexprimireltiempo,porsinovolvíaadespertar.Nome lodijo,yopodíaverloensusojosquememirabanymegritabanque ledijeraporenésimavezque todoestaríabien.
—Béseme,doctor—solicitó.
Todos en la sala se silenciaron y al unísono miraron al doctor
Snow.Nodebíahacerlo,existenprincipiosdelaprofesiónquehablandeética,deporquéunmédiconodebetrataraunfamiliar.Observéacadaunodeellosqueesperabanalaexpectativapormireacción.Meacerquédespacioalapaciente,lamiréalosojos,meacerquéunpocomásylesusurrésoloaella:
—Teamo,Sol, aquí estaréparadarte el beso cuandodespiertes,
amor.
Di la orden al anestesiólogo que procediera a administrar lasedación. Me quedé con la sonrisa grabada en la mente que memostrabanloslabiosdeSol.
Stephen,meacompañóenlacirugía.Acasiunahoradecomienzo
delprocedimientonosencontrábamoshaciendolaspruebasderigordeldesfibrilador.Debíamosasegurarnosqueel aparatono tuvieraningúndefectodefábricayqueoperabaenlamejorcondición.ParaestoeraprecisollevaraSolaunestadodeanestesiamuchomásprofundo.Eraunpasorutinariodentrodelprocesodeimplantación.
Lasalarmascomenzaronasonar.¡Todas!,todaschillabanalavez.
Mecongeléporunossegundosyhastasemeolvidóquédemoniodebíahacer.AsistíaStephenenlosesfuerzosderesucitaciónysentíquemicorazóndejódelatircuandoeldeSolcesó.
Síono
Unaluzbrillantequedesafiabalasnubesdensasdelamañanadefebreronosalumbraba.Mesentíaflotandoenelaire,lospieshelados.Queríallorar.Miángelmeobservabaconlosojosbienabiertosyunacortinadehumedadquelecubríalamirada.Estabaausentelasonrisaqueyoadoraba,larazónporlaquehabíaluchadoparanoirmealmásallácuandoelcarromeimpactó.Llevabalacabezainclinadahaciaelcieloyelcuerpoderodillas.Adamteníalosojosfijosenmidirección.Las manos parecían habérsele congelado enfrente de él y no leescuchaba los latidosdel corazón.Parecíaquehasta la respiración lohabía abandonado. Llegué a pensar que estaba soñando. Sentía mipechollenodemúltiplesemociones.
Miedo.
Felicidad.
Tristeza.
Paz.
Muchapaz.
Seguridad.
Entoncesllegóelmomentodedecidir…
Sol
—¡¡¡Sí, quiero!!!’ —la escuché gritar con toda intensidad y
enseguida se lanzó sinmiedoamisbrazos.Caímos rodando sobre elhieloblando.Solnoparabadedarmecortosycariñososbesosportodoelrostroyentreunoyotrodecía‘sí,sí,sí’.Yoqueríallevarlaadentrode la cabaña ymostrarle lo feliz queme hacía, lo feliz que la haría.Tendríaqueesperar.Habíaunpúblicodisfrutandoelespectáculo.
En el día de San Valentín, a un año de que esa mujer se me
cruzaraenelcamino,meteníaderodillassobrelamierdablanca,quetantolleguéaodiar,pidiéndolequemehicieraelhonordeconvertirseenmi esposa.Don Juan ymamá nos observaban en primera fila,miperroNeptunotambién.Ellosfueronmiscómpliceseninventarseunareuniónfamiliarconlaexcusadecelebrareldíadelaamistad.
A casi un año de que el corazón de Sol dejara de latir en mis
manos, lasentíaconmásvidaquenunca.Aquellamañanapenséquetodo había terminado, que la había perdido. Stephen reaccionó en lasalaprimeroqueyo,quesololepedíaaDiosquenomelaarrebatara.Quemepermitieradisfrutardeesamujerquemehabía lanzadoenelcaminoparacambiarmivida,parasalvarme.
Élmeescuchó.
Salió airosa de la más importante demostración de agilidad y
fortaleza que hubiera tenido en la vida. Sacó un sólido diez. Fuerecuperando poco a poco de la cirugía. No quiso volver adesempeñarse en el deporte como profesional. Decía que ya habíademostrado lo quequería.Ella demostró, queni lamismanaturalezadelpaísdondenació, fueobstáculosuficientepara impedirlequeconesfuerzo,sacrificioydedicaciónpudieralograrelsueñodeserunadelas mejores snowboarders del mundo. Estoy seguro que, si hubiese
queridoregresar, lohabría logrado.QuisomoversealplanBconunavarianza;yo. Juntos establecimosuncentrode rehabilitacióna travésdel deporte para jóvenes con padecimientos cardiacos, algunoscongénitos, otros, resultado de complicaciones con otras condicionesde salud. Nos convertimos en socios de negocio y cómplices en elamor.Combinamos lomejordecadauno.Ella teníasufríamaravillablancayyoelcalordemiSol.
Le vendími práctica clínica a Stephen.Y ¡por supuesto! que le
operé al viejoochentón.Se lodebía.No séquéhubierahecho sin élpara revivir a Sol. Lo apoyaba solo en casos que requerían miintervención. Sol dijo no debía privar al mundo demi talento comocirujano.Nolohice.Aceptéunofrecimientocomocatedráticoenunauniversidad.Eralamejormaneradecompartirmisconocimientos.
DonJuansevolviómimejoralumno.No,noenmedicina,sinoen
inglés. Ya podía entablar una conversación. Ya su lenguaje no selimitabaasoloun‘hi’yun‘yes’.Devezencuandosesoltabaun‘fuciou’, también. Después del susto que su hija nos dio, no dudó enaceptar mudarse con Sol. Ahora vive en una pequeña cabaña en elmismoranchoquenosotros.Sehahechomuyamigodemimadre.Éllehaenseñadotododelasiembracomobuenagricultor,mamáparecedisfrutarmuchosucompañía.CadavezqueSolseatreveinsinuarquepudiera entre elloshaber algomás, solo ríoy comobuenhijopienso“¡jamás!”.
Selosdijealprincipioyahoraotravez,nocreoenángeles.Creer
espordefinición,tenerporciertoalgoqueelentendimientonoalcanzao que no está comprobado o demostrado. Es el alimento de laesperanzadequealgoquenopuedesvernitocarexiste.Esvivirconel“algúndía”yel“talvez”.Ynotengonadaencontradequiendecidavivir creyendo. Tal vez hasta llegue a encontrar unamayor felicidadquequiennocree.Lodigoymereitero,nocreoenángeles,nuncaloharé, porque sé que existen, uno se me cruzó hace un año en lacarretera, con sudulzura, ingenioy ternuramesalvódeunavida tancolmadademateriaytanvacíaalavez.Sinimportarlequelerompieralasalasa sumásanheladosueño,meenseñóqueexisteunaclasedeamorquenaciódelperdón,delapurezadelalmasinmaticescarnales,
quecadadíasevuelvemásymás inexplicableyquecuando llegaelmomento connatural de fundir los cuerpos apasionados, es por lanecesidad de sentirse solo uno. No creo en ángeles porque sé queexisten. Vivo enamorado del más hermoso, sencillo y gracioso. SellamaSolFlorquellegóamimundoaadornarlodecoloresbrillantes,paraderretirleelcorazónheladoaldoctorSnow.
FIN
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Próximosproyectos
Trilogía
AcercadelaAutora
Sheila Irizarry abrió los ojos a la luz un 8 de agosto del 1975 en
Bayamón,PuertoRico.Lasegundahijadeltrioquecomponelacríadeunexbanqueroadjunteño,unamaestracomerieña.
CursósusestudiosprimariosysecundariosenlasescuelasdelsectorVanScoyenBayamón,PuertoRicopartedelsistemapúblicodeenseñanzadel país. De chica siempre estuvo atraída por las artes. No fue hasta lasecundaría que la lectura y escritura tomó un papel protagónico comopasatiempo.
Graduada con un bachiller en comunicaciones y concentración enpublicidaddelaUniversidaddelSagradoCorazónademás,unamaestríaenGerenciaGlobaldelaUniversidaddePhoenix.Eldestinolaencaminóenlaindustriadelmercadeodesdemuytempranoensucarrera.Esahídondehaejercidoendiversas compañíasmultinacionales endiferentes ramasde laprofesiónenlascualessehadesarrolladoycrecidoprofesionalmente.
Siendoamantedelalecturayescrituraseencontróderepente,justoadosañosdecumplirsuscuarentaprimaveras,listandolascosasquequeríahacer antes de conmemorar tan importante evento. Una de esas tareaspendienteserapublicaralgunode susescritos. ¡Misióncumplida! Esasíque nace la novela de romance provocativo ¿Te acostarías conmigo?publicadabajoelseudónimodeS.Sheeran.Elsegundolibrodeestabilogía¡Fuistetú!fuepublicadoel8deagostode2014,alcanzandoenlasprimerashorasdepublicaciónlosprimeroslugaresdemayorventaensucategoríaenel portalAmazon.En la actualidad trabaja en su tercer proyecto,TuPeorError,queesperapublicaramediadosdel2015.
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Referencias
1. FundaciónBrugada.http://brugada.org2. Implante de desfibrilador.
http://www.healthgrades.com/procedures/defibrillator-implant--risks-and-complications