el humor político en ¡quac!, el noticiero

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Universidad de La Salle Universidad de La Salle Ciencia Unisalle Ciencia Unisalle Filosofía y Letras Facultad de Filosofía y Humanidades 2019 El humor político en ¡Quac!, el noticiero El humor político en ¡Quac!, el noticiero Verónica Viviana Trujillo Rojas Universidad de La Salle, Bogotá Follow this and additional works at: https://ciencia.lasalle.edu.co/filosofia_letras Part of the Ethics and Political Philosophy Commons Citación recomendada Citación recomendada Trujillo Rojas, V. V. (2019). El humor político en ¡Quac!, el noticiero. Retrieved from https://ciencia.lasalle.edu.co/filosofia_letras/112 This Trabajo de grado - Pregrado is brought to you for free and open access by the Facultad de Filosofía y Humanidades at Ciencia Unisalle. It has been accepted for inclusion in Filosofía y Letras by an authorized administrator of Ciencia Unisalle. For more information, please contact [email protected].

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Page 1: El humor político en ¡Quac!, el noticiero

Universidad de La Salle Universidad de La Salle

Ciencia Unisalle Ciencia Unisalle

Filosofía y Letras Facultad de Filosofía y Humanidades

2019

El humor político en ¡Quac!, el noticiero El humor político en ¡Quac!, el noticiero

Verónica Viviana Trujillo Rojas Universidad de La Salle, Bogotá

Follow this and additional works at: https://ciencia.lasalle.edu.co/filosofia_letras

Part of the Ethics and Political Philosophy Commons

Citación recomendada Citación recomendada Trujillo Rojas, V. V. (2019). El humor político en ¡Quac!, el noticiero. Retrieved from https://ciencia.lasalle.edu.co/filosofia_letras/112

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HUMOR POLÍTICO EN “¡Quac!, el noticero”.

VERÓNICA VIVIANA TRUJILLO ROJAS

DIRECTOR: CARLOS-GERMÁN VAN DER LINDE

UNIVERSIDAD DE LA SALLE

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y HUMANIDADES

PROGRAMA DE FILOSOFÍA Y LETRAS

BOGOTÁ D.C. - PRIMER SEMESTRE 2019

Page 3: El humor político en ¡Quac!, el noticiero

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Índice General

Introducción .......................................................................................................................... 3

Capítulo I: Política y sátira política........................................................................................ 6

Política y libertad. .......................................................................................................... 7

Sátira política ................................................................................................................. 8

Lo cómico y el humor político...................................................................................... 10

Capítulo II: Humor político y crítica política en ¡Quac!, el noticero. ................................... 15

Los personajes de ¡Quac! ............................................................................................. 18

El Edificio Colombia.................................................................................................... 29

Conclusiones: ...................................................................................................................... 34

Bibliografía: ........................................................................................................................ 38

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El humor político en ¡Quac!, el noticero.

Introducción

El humor político en Colombia ha contado con una tradición considerable en la cultura

popular, con programas televisivos como Zoociedad, ¡Quac!, el noticero, El siguiente

programa y el programa radial de humor La Luciérnaga, que tuvieron su esplendor en la

década de los años noventa (Saavedra, 2013). A través de los distintos formatos de programas

humorísticos se consolidó un espacio en los medios de comunicación, en el que el humor

político se camufló como parte del entretenimiento mediático, preparando un entorno

propicio para la emergencia de una crítica política sobre sucesos de interés nacional, como el

escándalo del “Proceso 8.000” durante la presidencia de Ernesto Samper Pizano en 1994.

Otros acontecimientos políticos tales como el origen y expansión del paramilitarismo

en el país, la relación dominante del gobierno norteamericano con el Estado colombiano, la

violencia desatada entre los grupos paramilitares, los carteles de la droga y las guerrillas

revolucionarias, fueron los insumos que alimentaron los programas de humor político

cerrando el siglo XX. El ingreso al nuevo milenio conllevó cambios en los formatos

utilizados por los medios de comunicación, obligándolos a adaptarse a las nuevas tecnologías.

Esta transformación en la industria del entretenimiento originó el fin de gran parte de estos

programas y estimuló otros intentos por mantener en vigencia el humor político colombiano a

través de nuevas plataformas en Internet. Aunque esta monografía no se ocupará de elaborar

una genealogía de los programas de humor de Colombia en medios de comunicación,

funciona como referente contextual del momento en que emerge el programa ¡Quac!, el

noticero.

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La parodia de ¡Quac!, el noticero coincide magistralmente con una serie de

acontecimientos de gran relevancia política que se desatan en el país en el año 1995 (Medina,

2017). A través de la construcción humorística en ¡Quac!, el noticero se revelan las prácticas

decadentes del establecimiento, referidas a la cooptación del Estado por parte de grupos

narcotraficantes, como se evidenció durante el proceso 8.000, el clientelismo político por

parte de los representantes del Estado en las instancias políticas y en los cargos burocráticos

para el mantenimiento del poder o los escándalos de corrupción, mientras que los ciudadanos

del común son relegados al rol de espectadores de la realidad nacional, claro indicador del

distanciamiento existente entre la esfera pública y la condición de exclusión y anonimato de

la ciudadanía. Es aquí cuando el humor se convierte en un llamado a la ciudadanía a

informarse y participar en los asuntos públicos, mientras que la sátira política de ¡Quac!, el

noticero se convirtió en el relato ficcional de una forma de participación política como

respuesta a la frustración social originada en la exclusión histórica a la que están relegados

los ciudadanos en Colombia.

En este sentido, el propósito de esta monografía es realizar una reflexión filosófica

sobre el humor político como herramienta de crítica al poder, aplicado al caso de ¡Quac!, el

noticero, programa televisivo emitido durante la segunda parte de la década de los noventa en

Colombia. Esta investigación trata de responder a la pregunta de si, a partir de la construcción

del relato satírico ficcional de ¡Quac!, el noticero, se logra retratar la realidad de un país

fracturado políticamente por cuenta de unas prácticas políticas cuestionables, caricaturizadas

en los personajes del noticero. La hipótesis de este trabajo es que el humor político de

¡Quac!, el noticero permite hacer un análisis desde la filosofía a la manera como el humor y

la sátira permitió generar un espacio propicio a la crítica política, en por ejemplo Los

caballeros o Las avispas de Aristófanes. Mediante el cuestionamiento de los asuntos de

mayor relevancia pública que afectaron a la sociedad colombiana, ¡Quac!, acude a la sátira

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para criticar la carencia de un consenso social que unificara la identidad del país como un

mundo compartido fundamentado en la diferencia.

El problema será desarrollado en dos partes. En el primer capítulo se realizará la

construcción conceptual del humor político, partiendo de la noción de política desde la

filosofía de Hanna Arendt en sus dos obras La condición Humana (1993) y La promesa de la

política (2008), en las que se entiende el poder político no desde la representatividad en la

esfera pública, sino desde la participación ciudadana. Estas nociones conceptuales sobre la

política nos permiten comprender el contexto en el que surge la sátira como método en el que

la crítica se desarrolla en el humor político, pues la sátira depende completamente de un

contexto histórico y de la construcción social que se hace del mundo compartido.

Para ampliar la comprensión del problema del mundo compartido y la crítica política

desde la sátira, el filósofo Simon Crichtley en su obra Sobre el humor (2010) y el filósofo

francés Henri Bergson en el ensayo La risa (2010) identificarán los conceptos de lo cómico y

el humor político con la crítica a las estructuras de poder. Estos conceptos permitirán el

análisis de ¡Quac!, el noticero como caso de estudio, en el que se construye la sátira política

como un mecanismo que conduce a una reflexión sobre la realidad política y social del país,

con el objetivo de generar un cambio en la desigualdad relacionada con la participación

política.

En el segundo capítulo se analizará la construcción de los personajes cómicos del

programa ¡Quac!, el noticero, de acuerdo con el libro Edificio Colombia. Antología de los

libretos del programa de televisión Quac, el noticero (2006), escrito por los libretistas

Antonio Morales y Miguel Ángel Lozano, así como haciendo uso de algunos apartados de los

libretos inéditos del programa (Morales & Lozano, texto inédito), que serán contrastados con

la investigación de Tatiana Saavedra en su libro Dioselina Tibaná y la cocina de la ironía

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política (2013), el cual realiza un análisis sobre el discurso de la ironía política en el

personaje Dioselina Tibaná, caracterizado por el humorista Jaime Garzón. La investigación

de Saavedra ha aportado elementos de análisis sobre cómo a través del humor político de

¡Quac! se manifestaron problemáticas como el abuso del poder político y económico, gracias

a la (des)información que Dioselina ventilaba al país desde la Casa de Nariño sobre los

movimientos de la élite política.

A partir del material de Lozano & Morales junto con el análisis de Saavedra, se hará

una interpretación -desde el marco de la filosofía política Arendt- de la construcción de los

personajes de ¡Quac! y de la constitución del Edificio Colombia, metáfora ficcional que

relata la realidad de Colombia, buscando demostrar como el noticero evidencia el

distanciamiento existente entre las instancias del poder y la ciudadanía, la imposibilidad que

implica el ejercicio de la participación política en Colombia, así como las consecuencias

históricas de la ilegitimidad del poder y la inestabilidad política, que tuvieron su mayor

expresión en la violencia política, tal y como lo indica el informe ¡Basta Ya! (GMH, 2013).

Capítulo I: Política y sátira política.

“La risa nace como esa espuma (…) Como la espuma, chisporrotea. Es por la alegría.

El filósofo que la recoge para probarla encontrará a veces que contiene, en una pequeña

cantidad de materia, una cierta dosis de amargura” (Bergson, 2010)

En la primera parte de este capítulo trataremos sobre el concepto de política desde la

filosofía de Hanna Arendt y la importancia de la libertad como garante para la crítica. En la

segunda parte se tratará la sátira política y la tensión que existe entre el ideal de un mundo

mejorado, que eleve la condición humana y el entorno político en su cuestionable realidad, en

donde tiene ocasión el desarrollo de la sátira.

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Política y libertad.

Según Hanna Arendt la política surge de la necesidad de los hombres de estar juntos y

“se basa en el hecho de la pluralidad” (Arendt, 2008, pág. 143) esta relación es pluralista, y al

mismo tiempo, conflictiva porque implica que en la política convivan múltiples formas de la

diversidad que no necesariamente se comprenden entre sí, básicamente porque en las

relaciones humanas habitan los prejuicios. De alguna manera los prejuicios sirven como

criterio para juzgar la vida cotidiana. Arendt atribuye al prejuicio un sentido político en tanto

que la política siempre “ha tenido que ver con la aclaración y disipación de prejuicios”

(Arendt, 2008, pág. 137). Esta capacidad humana de juzgar genera relaciones políticas de

inclusión y exclusión en las comunidades políticas.

La lucha política de las minorías consiste precisamente en el derrocamiento de los

prejuicios y estereotipos que las fuerzas dominantes aseguran, suelen estar fundamentados en

ideas de un tiempo pasado que impide que se les juzgue dentro de un contexto presente. Es

decir, los prejuicios se crean a partir de viejas ideas que impiden comprender el surgimiento

de grupos sociales emergentes y la estructura valorativa que los define. Por ejemplo, la lucha

por los derechos civiles consiste en hacer un llamado a la sociedad para evaluar el contenido

actual de antiguas leyes morales que excluyen pequeñas comunidades que ahora quieren ser

reconocidas por la sociedad. La reivindicación de estos grupos busca que se les juzgue sobre

criterios de verdad y no de viejas ideas de lo que significa ser negro, ser mujer o ser gay.

Esta cuestión sobre la forma como políticamente se establecen juicios sobre lo otro

tiene mucho que ver con “[l]a libertad de expresar las opiniones, el derecho a escuchar las

opiniones de los demás y ser asimismo escuchado, que todavía constituye para nosotros un

componente inalienable de la libertad política” (Arendt, 2008, pág. 160). Desde esta

perspectiva, la libertad es frágil pues siempre está en riesgo con el surgimiento de ideologías

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totalitarias que se empeñan en apagar la espontaneidad humana, entendida como el deseo

humano de expresar libremente su pensamiento.

Las sociedades democráticas se fundaron en el concepto de la libertad. El hombre libre

construye relaciones humanas entre iguales que le permiten emprender acciones políticas, ser

libre es tener el impulso de “querer que esto o aquello sea así o asá” (Arendt, 2008, pág. 149).

En esta manifestación del deseo tiene cabida el humor, que encarna la libertad del desarrollo

del ingenio -en sentido humorístico- reforzando el sentido común. Esta idea será ampliada en

el siguiente capítulo, pero es relevante en este momento porque si la libertad es un aspecto de

lo político, nos permite acercarnos a la primera intuición de Bergson en donde el humor y lo

político están relacionados con la búsqueda de ampliar la sociabilidad de una comunidad y

esto sólo es posible dentro de los parámetros de una sociedad democrática.

El mundo es una construcción compartida entre iguales que son diversos, que tienen un

vínculo común pero que, al mismo tiempo, están separados. Estar-juntos es intercambiar la

diversidad de perspectivas en libertad, en ocasiones este intercambio ocurre hablando (logo),

en otras, reivindicando con violencia pertenecer a un mismo lugar. La orientación que se dará

en esta monografía es identificar en el humor político un recurso crítico que se presenta como

una apertura al diálogo entre los diversos en una comunidad social. El humor prepara el

terreno para que los políticos y ciudadanos sean puestos en igualdad de condiciones para

reflexionar la decadencia de ese mundo común, con plena libertad.

Sátira política

La sátira es el medio aprobado para cuestionar a las autoridades y las convenciones

sociales, las instituciones y sus representantes, grupos sociales y sus culturas, o contra una

clase social y sus costumbres (Berger, 1998). En la sátira se valida lo grotesco como una

forma de narración sobre los acontecimientos, y se hace ostensible una visión crítica del

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estado actual de la sociedad. La sátira se define por la condicionalidad que ejerce el tiempo

en ella, “el tiempo histórico de la sátira es el presente” (Coronel, 2002-2003, pág. 97), en este

tiempo de narración el desarrollo del acontecimiento actual funciona como una técnica para

que la crítica social funcione. En la narración satírica yace una dicotomía entre la realidad y

lo ideal (Coronel, 2002-2003). La realidad de los acontecimientos se enfrentan con el ideal de

sociedad que todos los miembros desean tener. En este sentido, el rol del satírico es promover

en el público una serie de valores ideales que se espera sean compartidos, defiende un mundo

moralmente superior que es distante a la realidad del tiempo actual.

Según Barba (2015) la risa satírica promueve una actitud de oposición hacia el

establishment poniendo al escarnio los discursos y los actos provenientes de los

representantes del Estado o de cualquier otra instancia que afecte la sociedad y que no son

abiertamente tratadas en el escenario público. La parodia y la sátira están muy cercanas en el

espectro de lo cómico, pues la parodia “es una confirmación de la estructura jerárquica del

mundo en la conciencia del que ríe. (...) Sólo algo verdaderamente importante puede

convertirse en el objeto de una narración paródica” (Barba, 2015, pág. 17). Los

acontecimientos políticos afectan directamente a las personas, bien sea por la promulgación

de un decreto o una ley, una reforma tributaria o el conocimiento de un acto de corrupción.

En toda sociedad política los ciudadanos viven estas situaciones como asuntos de gran

relevancia, porque tienen repercusión directa en su cotidianidad.

El sentido que persigue el humor político es criticar estos acontecimientos, acudiendo a

recursos estilísticos tales como el invertir los valores del mundo. El sátiro acude a lo obsceno,

lo grotesco o lo macabro, como figuras satíricas que desnudan las verdades que el poder

disfraza. En la antigüedad, los poemas homéricos narraban las gestas de los grandes héroes

griegos dejando en la memoria de la humanidad el reconocimiento de la grandeza de un

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pueblo. Hoy el humor político despelleja los grandes acontecimientos de la decadencia

política para que el pueblo reflexione y se disponga a buscar un cambio.

Lo cómico y el humor político.

El filósofo español Juan Carlos Siurana (2013) ha definido que el humor es la

capacidad de percibir algo como gracioso, esta capacidad es variable entre un individuo a

otro, pues se desarrolla en contextos culturales distintos y es moldeable a través de la

educación. En lo cómico y el humor yace la actitud de reflexionar sobre sí mismo y sobre el

mundo, “el humor es una constante antropológica, universal y común a todas las culturas. No

se ha descubierto ninguna sociedad sin humor, ya se exprese convulsivamente, con alegría

corporal o una risa lacónica” (Critchley, 2010, pág. 46). El humor sitúa al individuo frente a

una situación que involucra un conocimiento previo que demarca un contexto y se dirige al

grupo de individuos que participan en ese mundo común.

Critchley plantea que en el humor existe una especie de contrato o consenso sobre un

mundo común, que llama el sensus communis (Critchley, 2010, pág. 106). El chiste responde

a un conjunto de aspectos que se comparten entre el espectador y el cómico, en tanto se

identifican contextualmente con la situación que está ridiculizando el chiste. Sin embargo, el

humor juega en dos escenarios como categoría: es universal porque prevalece en todas las

culturas y, al mismo tiempo, es local porque está referido a situaciones identitarias y

específicas de cada grupo social. Es en este sentido que la risa tiene significación política

porque es entendimiento y complicidad social.

El humor emerge en la existencia con lo otro, involucra la relación social de

reconocimiento de lo que “somos”, una relación que está contenida de una historia cultural

propia y un contexto sociopolítico compartido. A través del sentido del humor un pueblo

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reafirma su ethos, sus costumbres, su carácter y su disposición, aspectos que vinculan a sus

miembros y que, simultáneamente, hacen que cada pueblo se distinga de otros.

Para que el efecto cómico se produzca es necesario que el espectador disfrute cualquier

manifestación humorística con insensibilidad y un tanto de indiferencia, aplacando sus

afecciones para que a él acuda la risa y no la vergüenza, el miedo, o el rechazo hacia la

mordacidad del humor. El sentido de la función social de lo cómico y la naturaleza política

del humor, está asociada con la idea de que los ciudadanos reflexionen en conjunto sobre los

asuntos que conciernen a la vida en comunidad. En esencia, se indica que la comedia y el

humor son naturalmente políticos.

La risa, como efecto de lo cómico, sobreviene si la emoción es decantada. Esta

suspensión de la afección es lo que los fenomenólogos llaman epojé o suspensión del juicio

(Critchley, 2010). Bergson afirma que “[l]a comicidad nace cuando unos hombres reunidos

en grupo dirigen todos su atención hacia uno de ellos, acallando sus sensibilidades y

limitándose a usar la inteligencia” (Bergson, 2010, pág. 15). En el caso del humor se

suspende la realidad para someterla a un proceso clarificador que busca la verdad, no una

verdad científica, sino una verdad que pretende desnudar el mundo que subyace a la

apariencia. El cómico se ubica al margen de la sociedad, observando detenidamente las

imágenes de sus gobernantes, desenmascarando los aspectos que ocultan la inadaptación de

los políticos a las convenciones sociales y pone de manifiesto rasgos de la sociedad de falsa

apariencia. El sátiro manifiesta una actitud desinteresada pero altamente reflexiva, ostentando

una actitud filosófica.

El espectador encuentra en el humor político un descubrimiento del rechazo a una

conducta social que se presenta ridícula, tiene el fin de corregir y conservar una idea de

mundo, “la risa satírica revela lo actual colectivo desde su apariencia cómico-crítica, es decir,

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sometiendo a los tipos sociales, costumbres y realidades representados a un proceso de

ridiculización” (Barba, 2015, pág. 20). El propósito del humor es alentar cambios en la

práctica social, porque está dirigido hacia la acción. Para que el humor político cumpla con

este propósito es necesario que el público esté informado sobre las noticias que ocurren

diariamente en la vida cotidiana y que además puedan compartir(las) – hablar(las)- en grupo

y construyan en conjunto una visión de mundo compartida.

El humor político eleva el nivel de ingenio del chiste que se burla de otros porque no

victimiza a una persona u objeto particular, sino que crea un nosotros del que burlarse. El

humor político trasgrede las normas y los valores atacando el fundamento ideológico que lo

sostiene (Schmidt, 1992) fustigando los vicios generales de aquellos que detentan el poder “el

humor político, al expresar sus críticas, estaría reproduciendo e instando a la reflexión sobre

los gobernantes y la esfera pública” (Medina, 2017, pág. 33).

El carácter transgresor del humor se hace polémico cuando no se identifica fácilmente

el límite en el que la humillación humorística pueda causar daños a un grupo minoritario,

particularmente si es utilizado como arma de discriminación social o étnica, por poner un

caso. Algunos investigadores como Berger o Siruana han planteado la noción sobre la ética

del humor, en donde se explora la idea que “el humor tiene un gran potencial para la mejora

ética de los seres humanos y de las sociedades. Pero el humor también puede dañar si se

practica incorrectamente” (Siruana, 2013, pág. 10). Esta perspectiva sostiene que el humor

fomenta la visión crítica de una cultura y, a partir de ello, se puede reflexionar sobre la ética

del humor que apela a la cuestión de si es posible reír en el momento oportuno, en el grado

correcto y por los motivos justificados.

En esta propuesta de la ética del humor, se afirma que el humor debe tener límites

éticos con la finalidad de evitar la estereotipación de grupos poblacionales que se consideran

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una minoría, que una broma pueda ofender una creencia ancestral que es compartida por una

comunidad de sujetos religiosos o que un chiste se lance directamente al carácter físico de un

ser humano por deformidad o enfermedad. ¿Qué tipo de humor es el que circula por la cultura

popular? ¿Cuál es el sentido del humor que persigue el humor político, a través de la sátira y

la ironía? ¿El humor debe ser censurado en su contenido? ¿Únicamente se debe permitir un

humor ligero que no incomode, pero que divierta?

Es probable que cuando escuchamos ciertos chistes, creemos que no deberíamos

reírnos, especialmente los que están dirigidos a la condición de una persona, una comunidad

marginal u otro grupo humano que consideremos inferior a nosotros. No obstante, nos reímos

porque “[e]l humor aporta una información sobre nosotros mismos que preferiríamos no

tener” (Critchley, 2010, pág. 100). Esto quiere decir que el humor nos revela también un

aspecto oscuro de nuestro interior que quiere separarse de otros por medio de la burla y

elevarse ante ellos.

Desde una óptica negativa, la función social de la risa también implica el control de la

sociedad “a través de la humillación y la intimidación, las tendencias agresivas de sus

miembros” (Weber, 2010, pág. 170). La risa así entendida es un gesto temido por los

individuos al saber que sus actos de aislamiento o de separación de las normas sociales, de la

comunidad política, puedan transformarse en imágenes deformadas que se someten al público

político.

El doble carácter del humor, uno que es próximo a un humor ético y el otro como un

humor más cercano al mantenimiento de estereotipos, el humor de la superioridad, que se

erige cuando un pueblo y su cultura desea imponerse a otros, o el humor como forma de

discriminación cultural a grupos minoritarios, nos muestra dos fuerzas pujantes del ser

humano. El humor que se burla de los demás habla de lo que “somos” aunque eso que nos

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identifique contenga aspectos que no deseamos reconocer. El humor político se distingue de

estos dos en tanto que lo que reclama es la corrección de prácticas sociales que deben ser

corregidas.

El humor consiste en reírnos de nosotros mismos. Incluye, también, reírse de otros

porque el llamado es la afirmación de lo que soy en mi superioridad sobre los otros, aunque

esto sea cuestionable desde la ética del humor. Además, el humor es superior al chiste porque

busca resquebrajar la idea del nosotros, “ese humor no es deprimente, sino que, por el

contrario, nos da una sensación de emancipación, consuelo y elevación infantiles” (Critchley,

2010, pág. 126). En la ligereza del humor se decanta la pesadez de ser uno mismo en el

mundo, esta conciencia de sí mismo como algo ridículo nos enseña a reírnos de nosotros.

El humor no abre un camino de salvación, es una reafirmación de lo que somos, la

aseveración de la pluralidad humana. El humor nos revela que estamos atrapados en el

mundo, apela a la cotidianidad de la vida, es un anuncio de la experiencia de vivir con otros.

Critchley (2010) indica que el humor contiene un carácter de reconocimiento que permite

reforzar el consenso y, a la vez, promover la crítica del orden establecido, inclusive, que el

humor pueda llegar a “cambiar la situación” (Critchley, 2010, pág. 28). Sin embargo, un

cambio real requiere que en la esfera pública emerja la creación de nuevas instancias de poder

o instituciones de orden político, la combinación del discurso –logo- y la acción, que “sólo es

posible hacerlo renovando su constitución, sus leyes, sus estatutos y esperar que todo lo

demás se dé por sí mismo” (Arendt, 2008, pág. 142). No obstante, el humor apenas alcanza

un nivel reflexivo. En el mejor de los casos, llega a ser una invitación a tomar la iniciativa

que derive en la acción política.

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Capítulo II: Humor político y crítica política en ¡Quac!, el noticero.

Sí, cierto don Pedro, el país está enfermo, así parece... Sí, mucho parásito. ¿Será que le

damos un purgatorio? Sí su referencia, vivimos un infierno, pero sin condena”. (Lozano &

Morales, 2006, pág. 31)

En este capítulo se analiza el programa televisivo ¡Quac!, el noticero que ejemplifica

magistralmente el funcionamiento del humor político como mecanismo de crítica al poder

político colombiano durante la década de los años noventa. En su primera emisión, febrero de

1995 (Medina, 2017, pág. 67) la presentadora, María Leona Santo Domingo, inaugura el

programa poniendo claro el tono que conducirá la sátira informativa: “muy buenas noches... y

aquí están las principales no-noticias acaecidas en Colombia y el mundo” (Garzón, 2018)

seguida por la intervención del personaje que parodia al “presidente de la República”, dando

el respaldo institucional:

Compatriotas y amigos, quisiera aprovechar esta importante ocasión en saludar por

intermedio de este noticiero ¡Quac!, a todos aquellos a saludar esta nueva iniciativa de

carácter privado, que sin duda contribuye a enriquecer la pluralidad y los principios

liberales que tanto hemos predicado. Junto a Jacquin, a los pelados, y junto al

presidente les enviamos el ¡wau! más grande, perdón, el abrazo más grande de

solidaridad y apoyo y cuenten con toda nuestra disposición y que estén seguros que con

esto va a empezar Cristo a padecer jeje, saludos al pato... a los dos. (Garzón, 2018)

¡Quac!, el noticero nace de una iniciativa de la programadora de carácter privado RTI

(Saavedra, 2013, pág. 27) que permitió la creación en Colombia de una crítica humorística en

el programa, acogió diversidad de personajes y sectores de la vida política. Los libretos del

programa fueron creados por Antonio Morales y Miguel Ángel Lozano, en la dramatización

Page 17: El humor político en ¡Quac!, el noticiero

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de los personajes participaron el humorista Jaime Garzón y el actor Diego León Hoyos

(Medina, 2017, pág. 66), quienes convirtieron a ¡Quac! en una parodia de los noticieros de

horario estelar con una narrativa de sátira política. El programa se emitió hasta el 18 de mayo

de 1997 (El Tiempo, 1997), su gran revelación fue hacer manifiesto cómo los personajes

público-políticos estaban involucrados en actos de corrupción, mostraron sus relaciones con

el narcotráfico en medio de la reacomodación de la violencia de guerrillas y el

paramilitarismo dentro del territorio colombiano (GMH, 2013, pág. 155).

En los relatos de esta cotidianidad público-política se hace manifiesta la relación entre

los acontecimientos diarios de afectación nacional, la mediación de los noticieros que cuentan

los sucesos y el público conformado por ciudadanos-televidentes que asisten al espectáculo

televisivo para enterarse de la realidad sociopolítica del país en clave de humor crítico, así lo

manifiesta el siguiente diálogo al cierre de uno de los episodios:

“MARIA LEONA: Oye Jaimito, pero esa película es vieja, de los setenta.

JAIME: Sí, pero como aquí no pasa nada, ni el tiempo

MARIA LEONA: Sí, y uno de espectador” (Garzón, 2018)

La narración de los programas gira en torno a los siguientes temas: la crisis política del

Gobierno de Ernesto Samper Pizano (1994 – 1998) que inicia cuando Andrés Pastrana

denuncia ante periodistas la infiltración de dineros provenientes del narcotráfico en la

campaña presidencial de Samper. Así estalla el escándalo de corrupción más importante del

país, hasta ese momento, conocido de forma mediática como el Proceso 8.000, nombre

tomado del expediente abierto en la Fiscalía en el mes de abril de 1995 (Cardona, 2017). La

gravedad de este caso de corrupción fue tan profunda que “provocó una crisis de legitimidad

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y limitó el margen de gobernabilidad de Samper” (GMH, 2013, pág. 155) generando un

período de larga inestabilidad política y el recrudecimiento de la violencia en el país.

Los efectos de esta ingobernabilidad del presidente Samper se hicieron manifiestos en

diversos conflictos de orden político, en los que se configuraron aliados defensores del

presidente y el surgimiento de opositores que exigían la renuncia de Samper, o al menos el

esclarecimiento de la verdad. Se acentuaron las discrepancias entre el gobierno y el Fiscal

General de la Nación, Alfonso Valdivieso al respecto de la validez de las pruebas presentadas

sobre los nexos del gobierno con el narcotráfico y la variabilidad del proceso jurídico, que

generó un ambiente de desconfianza en las instituciones ante el riesgo de impunidad.

El sector empresarial no fue ajeno en la participación de protección al presidente y fue

evidente la influencia económica y política, especialmente en la financiación de las campañas

políticas por parte de empresarios como Julio Mario Santo Domingo, quienes fueron

determinantes en decisiones políticas del país direccionadas desde Estados Unidos (Semana,

1997). En materia de política exterior, el gobierno norteamericano descertificó a Colombia en

1996 y 1997 (Durán, 2017) trayendo como consecuencias políticas y económicas la

revocación de la visa del presidente Samper, la reducción de las preferencias comerciales y

demoras en la ayuda antinarcóticos, como respuesta al fracaso de los compromisos de

Colombia frente a la lucha contra el narcotráfico. No obstante, durante este período, la

cooperación del gobierno norteamericano promovió el fortalecimiento de las fuerzas

militares, especialmente en las labores de inteligencia, lo que derivó posteriormente en el

desmantelamiento del Cartel de Cali. En este voluptuoso contexto ¡Quac!, el noticero

encuentra la forma cómica de narrar al espectador el día a día de un país sumido en la

corrupción, la violencia y la impunidad.

Page 19: El humor político en ¡Quac!, el noticiero

18

Los personajes de ¡Quac!

Los personajes que informan la noticia en ¡Quac! son “ciudadanos” que tienen acceso a

la información de lo que ocurre en el Edificio Colombia. Según Morales & Lozano (2006) los

personajes en ¡Quac! están seleccionados en los siguientes grupos: personajes emblemáticos,

personajes de la vida real y reporteros de ¡Quac!. A partir de esta agrupación se han

seleccionado los personajes más representativos para comprender los matices políticos del

programa y analizar las implicaciones de estos matices en materia de libertades democráticas.

Los personajes seleccionados en este apartado nos permitirán reconocer la repartición del

poder en el Edificio Colombia, ampliando la comprensión sobre cómo la ficción del noticero

responde a un distanciamiento real entre las instancias de poder y las dificultades para el

ejercicio de la ciudadanía en Colombia.

Los personajes emblemáticos fungen como “ciudadanos informados” que manifiestan

“una mirada sobre los acontecimientos que han marcado los últimos años de la historia

nacional” (Lozano & Morales, 2006, pág. 11), desde el punto de vista político. Los

personajes más recordados son Dioselina Tibaná, proveniente del departamento del Tolima,

que llega a Bogotá para buscar trabajo en el Palacio de Nariño donde “desarrolla una

fulgurante carrera. (…) En el gobierno de Ernesto Samper asume la dirección general de la

cocina de palacio” (Lozano & Morales, 2006, pág. 41); y Néstor Helí, el portero del Edificio

Colombia, quien desde “su infancia realizó oficios varios, como gamín, ayudante de

albañilería, sacristán y mensajero” (Lozano & Morales, 2006, pág. 25). Ambos personajes

habitan el Edificio Colombia, se encargan de las labores de servicios generales del Palacio, lo

que les permite relacionarse directamente con los ejecutores del poder en el Edificio

Colombia.

Page 20: El humor político en ¡Quac!, el noticiero

19

Dioselina forma una dupla con el Doctor Gordito en el juego humorístico-crítico a

través de las recetas de Dioselina: “Pacto a la naranja”, “Conejo a la constitución, “Paloma de

la paz en escabeche”, “Róbalo a la tapada”, “Rabo de paja”, “Mico en su salsa”, “Manjar

blanco”, “Dulce... demora”, “Frutos del mal” así como con otros de los quehaceres de cocina,

como lavar la ropa (sucia) del presidente, mediante las cuales nos cuenta las confesiones que

le hace el Doctor Gordito sobre la fragilidad de su gobierno y su poca capacidad para

cohesionar la sociedad a su favor. Las órdenes que el Doctor Gordito le da a Dioselina sobre

las recetas que debe preparar para los invitados que pasan por palacio se corresponden con

una forma de gobernar basada en el clientelismo político, así como lo muestra en Dieta

parlamentaria:

El doctor Samper llegó todo rebotado y me dijo que estaba aburrido con esos platos tan

pesados. Yo le dije que mis platos son de la Carta del 91, la que dejó el doctor Gaviria.

<<Precisamente –se quejó-, con esa carta no puedo cambiar los ingredientes. Necesito

que me la reforme>> Yo empecé a trabajar, pero los congresistas se pusieron furiosos

porque no quieren cambiar su dieta. Dicen que el doctor Samper les va a quitar la

chanfaina y las tajadas (Lozano & Morales, 2006, pág. 43).

La dieta a la que se refiere Dioselina es la mordida de la corrupción de los políticos en el

poder, en la que el Doctor Gordito se siente frustrado por no poder satisfacer el hambre

clientelista de los distintos sectores, que niegan acogerse a las disposiciones políticas que

recoge la Constitución Política de 1991 (Saavedra, 2013). La ruptura del pacto social que

fundamenta la carta política pone en evidencia su incompetencia. El poder presidencial es

cuestionado directamente por Dioselina, porque no hay claridad en quién ejerce el poder en el

Palacio, si es el Doctor Gordito, los políticos nacionales o los políticos norteamericanos:

Page 21: El humor político en ¡Quac!, el noticiero

20

Figúrese, mija, que el doctor Samper invitó a unos místeres a una comida criolla, ellos

mandaron decir que los platos de acá son muy irritantes y que teníamos que hacer un

menú que mandaron dizque por fax desde Washington. Se llama la dieta del buen

vecino (…) al doctor Samper se le metió que el que manda no es el anfitrión sino el

invitado (Lozano & Morales, 2006, pág. 43).

La imposición de los norteamericanos al exigir un menú organizado por ellos da cuenta de la

relación jerárquica e impositiva de poder, en la que el gobierno colombiano se ajusta a su

papel secundario y, como dice Dioselina, “mejor me hago la de las gafas y obedezco, porque

vocación de heroína sí no tengo, mijita” (Lozano & Morales, 2006, pág. 42), así se ironiza la

actitud evasiva del presidente con el problema del tráfico de drogas. La sátira, que tiene como

función cuestionar las conductas sociales que se considera deben ser corregidas, se usa en

este caso en doble sentido al decir que Dioselina no tiene “vocación de heroína” primero,

porque se refiere a ella misma como alguien sumiso y obediente que no enfrentará las

órdenes del presidente –ni las de los funcionarios gringos- en su rol como ciudadana, sin

capacidad de participación política. La segunda referencia se relaciona con la acepción de la

heroína como droga procesada de la amapola cultivada en Colombia. De esta manera irónica,

la Fogonera Mayor nos informa con sus chismes diarios las confidencias del poder.

El editorialista en ¡Quac! es el doctor Godofredo Cínico Caspa “último bastión de la

dignidad” (Lozano & Morales, 2006, pág. 53), “cimiento de la tradición y el buen gusto”

(Lozano & Morales, 2006, pág. 55), siendo uno de los personajes emblemáticos, abogado afín

a la derecha ultraconservadora, defensor de las instituciones tradicionales, los valores

católicos y de la élite política que detenta el poder. Este abogado se dedica a la “legítima

defensa” de los líderes del país que considera son víctimas del odio de la prensa, calificándola

frecuentemente de errática y falaz. Para él la estructura social de Colombia es una división

Page 22: El humor político en ¡Quac!, el noticiero

21

entre la “gente de bien” y la clase trabajadora –peones y servidumbre-. Considera que es

necesario conservar el respeto a la patria, enaltecer la labor de los líderes conservadores y le

parece inconveniente cualquier reforma de tipo progresista y liberal dentro del marco de la

democracia participativa como lo expresa en el apartado El derecho al voto:

Antes de la Constitución de 1886 sólo podían votar los mayores de 35 años, varones

casados, sin deudas e inteligentes (…) ¿Cómo es esa vaina que hasta las mujeres

pueden votar? Que vuelvan a la cocina y dejen quietas las urnas. (…) Derecho al voto

sólo para la tercera edad. (…) Que sufrague sólo la tradición, que la gente de bien elija

a la gente de bien. Extirpemos de las elecciones todo rastro de impureza; ni indios, ni

negros, ni mulatos, ni zambos. ¡Sólo blancos en las urnas, carajo! (Lozano & Morales,

2006, pág. 53)

Así, para Godofredo la derecha es la única vía ideológica posible para Colombia. Éste

abogado desea que “[r]egresemos a las vías jurisdiccionales con los auxilios y las figuras

sublimes de la inmunidad y la sagrada investidura parlamentaria” (Lozano & Morales, 2006,

pág. 51), es decir, el mantenimiento del clientelismo como una práctica loable para la élite

política que ha demostrado su “honestidad” y “pulcritud”, haciendo que “(…) la política

vuelva a ser, a puerta cerrada, sin miradas indiscretas de la gleba” (Lozano & Morales, 2006,

pág. 54) pues el pueblo colombiano, que es más bien ignaro, tiene que ser guiado por el

liderazgo de los políticos de excelsas cualidades morales, de férrea fidelidad incondicional a

sus amigos y eternos dueños del poder.

La contraparte del doctor Godofredo es el estudiante y activista de izquierda John

Lenin, prolongado estudiante de universidad pública y esporádico militante de las guerrillas

colombianas M-19 y ELN -Ejército de Liberación Nacional- (Lozano & Morales, 2006) Se

destaca por sus discursos reaccionarios y combativos. A diferencia del doctor Godofredo,

Page 23: El humor político en ¡Quac!, el noticiero

22

John Lenin defiende los sectores populares y se opone al imperialismo yanqui. Así lo indica

este fragmento sobre la descertificación de Colombia:

La memoria histórica del imperialismo gringo es frágil, como la voluntad de los adictos

que pululan en las ciudades enfermas del imperio, compañeros. El yanqui agresor, que

hoy nos quita su certificado de buena conducta, olvida que no hace tantos años fue

descertificado en los arrozales del delta del Mekong, cuando el glorioso pueblo

vietnamita lo expulsó para ignominia de los neocolonialistas. (…) No vamos a

arrodillarnos, compañeros. Saludamos la decisión gringa de convertirnos en parias,

porque la historia es de los vencedores, pero la poesía es de los vencidos (Lozano &

Morales, 2006, pág. 76).

Lenin se dirige al pueblo en el mitin, mencionando al gobierno norteamericano como imperio

de gente adicta a las drogas que trafica Colombia y a la comida chatarra que representa la

economía neoliberal norteamericana, increpa su falsa moral por su derrota contra el

comunismo en la Guerra de Vietnam y por ello exhorta con vehemencia: “¡Contra la

hamburguesa, clase media! (…) ¡No más Disneylandia, solo Tranquilandia! (…) ¡Contra el

sueño americano, traba colombiana! (Lozano & Morales, 2006, pág. 76). El discurso de

Lenin enaltece las figuras representativas de la izquierda en Latinoamérica, durante los años

sesenta como Fidel Castro y el Che Guevara “mito del combate y creador del merchandising”

(Lozano & Morales, 2006, pág. 77), considera que son el faro de los jóvenes del movimiento

estudiantil y el movimiento obrero, que a través de la protesta popular se manifiestan en

contra de la militarización de la universidad y la explotación de la clase trabajadora.

El personaje de John Lenin, desde la caricaturización de la ideología de izquierda

permite la reflexión sobre la memoria histórica, que en Colombia se ha erigido para combatir

el legado de violencia política e impunidad (GMH, 2013). Sus burlas al imperio yanqui y a

Page 24: El humor político en ¡Quac!, el noticiero

23

los ídolos revolucionarios extranjeros constituyen un llamado a girar la mirada hacia el

conflicto interno y desmitificar los paradigmas de progreso y rebelión. También constituye

una forma de restauración del estatus político de la protesta social y de la organización de la

sociedad civil que, debido a la polarización del conflicto, ha desestimado históricamente los

reclamos por los derechos civiles, por considerarlos posturas ideológicas que no tienen

relación con los problemas estructurales del país en materia económica y social.

Otros personajes emblemáticos en ¡Quac! son los representantes institucionales del

sector conservador, el ejército y la iglesia católica. Por parte del ejército está el Quemando

Central, representado por el “Chafarote” oficial del ejército y “portavoz de las fuerzas

armadas para ¡Quac!, el noticero” (Lozano & Morales, 2006, pág. 81) quien se dedica a

desmentir las noticias que involucran al ejército y a la policía en hechos bastante

cuestionables, que implican violaciones a los derechos humanos tales como la desaparición

de testigos, el autoritarismo militar y el uso de la tortura como práctica legítima de las

Fuerzas del Estado.

Rechazamos las subversiones de sindicalistas infiltrados que hacen aparecer una limpia

y social operación policial como el asesinato de dos obreros (…) Los delincuentes

dados de baja pasaban casualmente atracando un camión blindado. Se les colocó...

encontró, perdón, armas en sus manos derechas. Ahora Dijín que eran zurdos, lo que

confirma su peligroso izquierdismo. Ante la indebida presión de la prensa subversiva,

se ha ordenado una exoneración exhaustiva. Los testigos del operativo no quedarán en

la impunidad. Retirarsen, ¡arr! (Lozano & Morales, 2006, pág. 84).

En el fragmento Las fuerzas armadas vemos el comunicado del “Chafarote” en la que se

muestra una postura ideológica de extrema derecha del Estado sobre la organización sindical

y el tratamiento ilegal que desde la legitimidad del Estado se le da a la sociedad civil. El

Page 25: El humor político en ¡Quac!, el noticiero

24

Quemando también se dedica a la persecución política de estudiantes universitarios,

considerados “bandoleros armados con libros de alta potencia y esferos automáticos”

(Lozano & Morales, 2006, pág. 84), lo que sugiere que desde las instituciones se promulga la

estigmatización de los sectores populares que reclaman derechos civiles, reduciéndolos a ser

facciones politizadas de la izquierda o de las guerrillas comunistas. El efecto de esta postura,

en la realidad del país implica que las comunidades han quedado imposibilitadas para acceder

a la justicia legal.

En la representación institucional en ¡Quac! también está la iglesia católica. Fuera de la

ficción, la iglesia cuenta con un espacio televisivo en Colombia llamado el Minuto de Dios,

que lleva emitiéndose antes del noticiero de las 7 p.m. desde el 10 de enero de 1955, más de

un cuarto de siglo. Cada emisión es como un anuncio de “preparación espiritual para el

desastre que se verá en los próximos minutos” (Señal Colombia, 2014). En el noticero, el

representante del catolicismo es el Monseñor Pastor Rebaño, quien inspira a sus feligreses

con sus homilías y consejos espirituales a través del programa. Invita a sus fieles a seguir los

principios del cristianismo de resignación y olvido en un pueblo inmerso en la impunidad y la

desigualdad social y económica: “[p]ropongo una cruzada para que los pobres no se subleven

y, con hambreada resignación, acepten que la economía puede más que las mundanas

necesidades. Es la parábola del camello de ser pobre”. Refuerza el imaginario conservador de

confiar en la seguridad y la confianza de los poderosos para dirigir los destinos del país:

“bienvenidos los ricos porque de ellos será el reino de la paz” (Lozano & Morales, 2006), y el

mantenimiento de la brecha social que padecen los sectores marginales que reciben con

dureza la pobreza, la falta de educación y las consecuencias de la violencia.

Finalmente, el último personaje emblemático es el empresario Carlos Mario Sarmiento

Ganitsky, que agrupa en un solo nombre la sátira de los empresarios más importantes del

Page 26: El humor político en ¡Quac!, el noticiero

25

país: Carlos Ardila Lülle, Julio Mario Santo Domingo, Luis Carlos Sarmiento Angulo y

Jaime Gilinski Bacal. El apoyo al clientelismo viene también desde el sector empresarial,

debido a su capacidad económica y su intervención directa en la ocupación de puestos de

poder y designación burocrática “[r]eactivaremos la inversión, sobre todo en campañas...

cívicas. Los ricos no necesitamos el apoyo de ningún pobre... funcionario” (Lozano &

Morales, 2006, pág. 93). De este modo, los personajes emblemáticos, anteriormente

presentados, conforman en conjunto la instancia ciudadana (Saavedra, 2013, pág. 35) que

conforman la diversidad informativa en ¡Quac!, el noticero.

En el segundo grupo de personajes de la vida real se encuentra el Doctor Gordito como

sátira burlesca del presidente Ernesto Samper (1994-1998). Es el interlocutor de Dioselina

Tibaná en la intimidad de la cocina del Edificio Colombia, en la que se desnudan las

conductas antidemocráticas a las que acude el presidente para mantenerse el poder, luego del

escarnio público al que se le somete después de iniciar el proceso 8.000. El Doctor Gordito se

presenta como un personaje “bonachón, sin autoridad” (Saavedra, 2013, pág. 55) que lleva la

administración de un país llamado Edificio Colombia. El gobierno del Doctor Gordito se

desarrolla con la legitimidad de su poder minado por la presunción de ingresos del

narcotráfico a su campaña presidencial, que aseguró su llegada al poder.

Este espectáculo político de corrupción, en la Colombia real, causó un terremoto que

fracturó los cimientos democráticos recién instaurados de la Constitución de 1991. También,

reactivó las disputas por el poder político de distintos sectores de las élites políticas ante la

baja legitimidad presidencial. Por ello, la sátira al presidente Samper representada en el

Doctor Gordito, funciona como cuestionamiento a la representatividad ilegítima del poder, a

través de la incapacidad del administrador para cohesionar a la sociedad del Edificio

Page 27: El humor político en ¡Quac!, el noticiero

26

Colombia en torno a las disposiciones de la recién creada Carta Política del 91. Esta nueva

disposición del menú es rechazada porque

(…) no resulta de los afectos de la clase política tradicional, pues las reivindicaciones

democráticas de las nuevas fuerzas sociales y políticas que ingresan al organigrama del

poder, los mecanismos de participación que garantizan efectivamente la soberanía del

pueblo, el reconocimiento de las minorías (…), y de los derechos fundamentales.

(Saavedra, 2013, pág. 84)

Este momento histórico-político requería el manejo de un representante político que lograra

llamar a la defensa del ethos constitucional, pero el Doctor Gordito fracasa en esta misión

porque hace de la administración del Edificio Colombia una cocina clientelista, en la que los

comensales van al pent-house por las mordidas que prepara Dioselina Tibaná: “[a]hora que

van a reformar la Carta del 91, esos doctores se están relamiendo” (Lozano & Morales, 2006,

pág. 44). Así, el gobierno del Doctor Gordito está dedicado a la repartición de prebendas

políticas y burocráticas que lo mantengan en el poder y acomodarse a las exigencias de cada

sector, sin temor de poner en riesgo el avance histórico hacia una sociedad democrática y

participativa.

Por lo anterior, el Doctor Gordito mantiene una relación de tensión con el Fiscal

General de la Nación, en la vida real el Fiscal Alfonso Valdivieso, por ser su perseguidor para

destronarlo de la presidencia por el escándalo de la narcopolítica (Cardona, 2017). En la

ficción, la sátira hacia Valdivieso “flamante fiscal de los tiempos de Quac y del 8.000, (…)

falsa imagen milagrosa” (Lozano & Morales, 2006, pág. 137) aparece como la promesa que

hará del aparato de justicia una institución, por fin, eficiente. Vale aclarar que la Fiscalía fue

creada con la Constitución política de 1991 “con el fin de promover la consolidación de un

sistema penal que pusiera fin a la crisis judicial de los ochenta y principios de los noventas”

Page 28: El humor político en ¡Quac!, el noticiero

27

(GMH, 2013, pág. 228), la esperanza del país estaba puesta en este hombre que prometía

superar la impunidad que reinaba en el aparato de justicia:

Voy a aprovechar el día para descongestionar estatal Fiscalía de este 97% de

impunidad. A ver esto de las masacres... Y este millón de pingadas de delincuencia

común sin castigo... Huy, más de tres mil secuestros sin resolver... ¡Qué mano de

violaciones de los derechos humanos, ole! (Lozano & Morales, 2006, pág. 140)

En ¡Quac! los personajes no solo tienen diferencias políticas y enfrentamientos ideológicos,

también encuentran afinidades relacionadas con sus ambiciones, proyectos políticos o

resultados estratégicos como el caso del niño Andrés Pastrana y Myles “El Vampiro”

Frechette. El niño Andrés es el personaje político de la vida real que satiriza al hoy

expresidente Andrés Pastrana Borrero (1998-2002) sucesor de la presidencia de Samper. El

niño Andrés es fiel admirador del gobierno norteamericano, avala todas sus iniciativas, la

idealización en la que vive por Norteamérica exterioriza su desconexión con la realidad de

Colombia:

Yo, Andrés Lázaro Pío Pastrana, en pleno uso de mis facultades de comunicación, ante

el reciente subdesarrollo de los acontecimientos y aconsejado por mi padre, declaro: a

partir de la fecha renuncio... a mi nacionalidad colombiana. Debido a la gran aceptación

que mis lúcidas ideas políticas tienen entre el pueblo de los Estados Unidos, acepto la

ciudadanía norteamericana. Desde ya me lanzo a buscar la presidencia de un país que sí

me entiende. (Lozano & Morales, 2006, pág. 107)

El niño Andrés comulga idolatrando las posturas políticas de Myles “El Vampiro” Frechette,

quien representa la burla directa del embajador de Estados Unidos en Colombia (1994-1997)

durante el proceso 8.000 (Cardona, 2017), es el personaje que representa la relación de

dominación de Colombia con Estados Unidos durante la época del narcotráfico y la

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28

influencia directa del gobierno norteamericano en los asuntos internos del país. En el

fragmento salida diplomática manifiesta sus objetivos estratégicos: “El petróleo de esta

colonia es estratégico y de uso privativo de Estados Unidos. El 99% del presupuesto nacional

se utilizará contra el narco. Quien negocie con narcóticos y no entregue sus ganancias al

tesoro americano, tendrá tres penas de muerte” (Lozano & Morales, 2006, pág. 123) La sátira

de Myles se extiende a mimetizarlo como el virrey de España quien comprende a Colombia

como una colonia de su imperio.

Otros personajes de la vida real de política nacional en ¡Quac! que están en la

comidilla por el poder político son: Fernando Botero Zea, exministro de defensa de Samper,

condenado por el proceso 8.000 (Cardona, 2017), César Gaviria Trujillo, expresidente de

Colombia (1990-1994) y Horacio Serpa Uribe, políticos del Partido Liberal como forjadores

de disputas políticas por la conservación poder y la conveniente defensa del presidente

Samper y político regional Álvaro Uribe Vélez, gobernador de Antioquia, “[u]n hombre de

mano firme y pulso armado” (Lozano & Morales, 2006, pág. 69) que emergió a finales de los

noventa como una fuerza política poderosa que aglutinó un sector de la derecha radical, la

cual lo llevaría a la presidencia en el año 2002. Estos personajes representan el cuerpo

político del Edificio Colombia.

Por último, en el tercer grupo de personajes se encuentran los reporteros de ¡Quac!,

quienes comunican los grandes problemas del país parodiando el relato de los noticieros

tradicionales. Los reportajes de cada periodista permiten que los ciudadanos-espectadores

digieran las noticias reales a través de sus comentarios satíricos, que desmitifican la

información falsa que los poderosos pretenden hacer ver a los ciudadanos. En este sentido,

los reporteros cumplen la función de ser un ente de control político del poder de los

representantes públicos, en compensación a la carencia de veeduría ciudadana y debilidad

Page 30: El humor político en ¡Quac!, el noticiero

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institucional. Pero, sobre todo, a la incapacidad del gobierno de Samper por hacer cumplir las

disposiciones de la Constitución Política en materia de mecanismos de participación política.

Por cuenta del develamiento de aquello que no es noticia se hace público una visión del

país que se parodia en el Edificio Colombia. Lo anterior lo muestra ¡Quac!, por medio de los

reportajes como los de Inti de la Hoz, encargada de la sección de farándula política, donde se

informan las movidas de la vida privada de los personajes públicos como si fueran

celebridades: “(…) les tengo un montón de chivitas de los que se van en el jet set de

vacaciones. El presidente Samper se va para San Andrés a broncearse las espaldas. Andrés

Pastrana sale para Taiwán, de dónde piensa traer muchos casetes.” (Lozano & Morales, 2006,

pág. 180). Así, la picardía del noticero parodia la seriedad de los noticieros, que convierten

la realidad en un montaje del escándalo. Otros reporteros nutrieron el programa con

diferentes secciones, por ejemplo las noticias deportivas, a cargo del periodista William Narra

o las noticias sobre el conflicto armado en el país reportado por William Garra y las noticias

judiciales entregadas por el periodista Frankestein Fonseca.

El Edificio Colombia.

Las fuentes informativas de ¡Quac!, el noticero provienen del Edificio Colombia.

Desde allí se emiten las comunicaciones oficiales y extraoficiales que son procesadas por los

personajes emblemáticos y los reporteros en cada emisión del noticero. El Edificio Colombia

es la alegoría a la estructura excluyente del poder en Colombia, donde se refleja el acceso

limitado que tienen los ciudadanos a los lugares de poder, la inhibición del ejercicio de la

ciudadanía, la limitación de la libertad de expresión y el andamiaje burocrático sostenido en

el clientelismo político.

En el pent-house del Edificio Colombia vive el Doctor Gordito, lugar desde el que

administra todo el país. Es la esfera pública en la que se encuentran las personas más

Page 31: El humor político en ¡Quac!, el noticiero

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importantes de la política colombiana: ministros, congresistas, embajadores, funcionarios de

altos cargos del gobierno. En otros pisos viven los personajes “el niño Andrés”, el embajador

Myles Frechette, y el Fiscal General Alfonso Valdivieso, en una especie de segunda instancia

dada su importancia pública en la vida nacional, mientras los demás personajes “suben y

bajan” del ascensor del Edificio Colombia, dependiendo de su popularidad. La Fogonera

Mayor, Dioselina Tibaná, permanece en la cocina del pent-house preparando recetas para los

visitantes, y cumple su rol irónico de ser consejera presidencial del Doctor Gordito

(Saavedra, 2013). Finalmente, en la portería del edificio está Néstor Helí fungiendo el rol de

jefe informal de prensa, cotilleando por teléfono y reportando recados que dejan los

habitantes del Edificio. De esta manera, el chisme es información oficial para ¡Quac!, el

noticero.

Las comunicaciones públicas que se producen desde el Edificio Colombia son rumores

que se escuchan en las reuniones del pent-house, o lo que se sabe de oídas por los pasillos del

Edificio. Esta información se genera en un ambiente de incertidumbre ante el vacío de poder

y la imposibilidad de obtener información directa de los agentes del Estado. Los reporteros de

¡Quac! no tienen acceso al Edificio Colombia, allí Néstor Helí se encarga de las

comunicaciones oficiales desde la portería, ante la negativa de los poderosos de brindar

declaraciones: “Buenas noches, ¿a quién buscan? No, él no está, la doctora tampoco está, no

el ministro tampoco, incluso se fue con la doctora. Cómo, no tampoco, tampoco, mejor dicho,

sabe qué, se fueron 64” (Morales & Lozano, texto inédito).

Las tensiones por la obtención del poder de distintos sectores reclaman estabilidad

política, de esta manera el gobierno de Estados Unidos se erige como una fuerza política

externa muy poderosa con una alta injerencia en asuntos internos del país, que responde a la

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necesidad del paternalismo norteamericano como lo indica el fragmento ¿Quién administra el

Edificio Colombia?:

Buenas noches, Edificio Colombia, le habla Néstor Helí. (…) Sí señora, ha habido

algunas irregularidades, para qué le digo que no, sí señora. Vea, no es que esté aquí de

sapo, pero ¿sabe qué?, Vea por ejemplo la Caldera está que arde, señora, esa vaina está

que se revienta. El niño Fernandito fue por allá al límite con el otro bloque y dio

permiso para que los celadores de allá se pasen para acá y eso ahora no se sabe quién

manda. Eso abuso va y abuso viene (Lozano & Morales, 2006, pág. 25)

La denominación del Bloque Norte hace referencia a la localización geográfica de los

Estados Unidos, también llamada el “Ala Norte” (Saavedra, 2013, pág. 49) o el “otro bloque”

para distinguirlo del Bloque de Búsqueda que dio muerte a Pablo Escobar. Las relaciones del

Bloque Norte con el Edificio Colombia se establecen en torno a la política de seguridad

antidrogas y es la sede del poder político internacional. La injerencia del gobierno

norteamericano mella la soberanía nacional sobre los asuntos del narcotráfico, causando un

ambiente de tensión por cuenta de “las descertificaciones sucesivas (…) entre 1995 y 1997, la

cancelación de la visa norteamericana al presidente Samper en julio de 1996, y la exigencia

de resultados contundentes contra la expansión de los cultivos ilícitos” (GMH, 2013, pág.

156), como respuesta a un Estado débil y superado por la capacidad violenta de los carteles

de la droga. Así es como se forja la sátira del personaje Myles “El vampiro” Frechette,

“succionador” del poder en el Edificio Colombia, según se muestra en el fragmento en el que

Néstor Helí atiende una llamada del “vampiro”:

¿Aló? No señor, Colonia no, este es el Edificio Colombia. Ah, con razón, si es usted el

virrey don Myles Frechette… Oiga don Vampiro, y se afiló los colmillos, ¿no? No,

señor embajador, eso de las nuevas leyes y los movimientos de tropas es información

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confidencial y soberana en este edificio. ¡Qué pena, pero cada cual con sus cositas! No,

doctor, el metido es usted, yo sólo cumplo con mi deber y de sapo pocón pocón. ¿Sabe

qué? Llame al niño Andrés que a él sí le encanta soplar la lengua con ustedes. ¡Gus bai!

(Lozano & Morales, 2006, pág. 33)

Los funcionarios de la alta gerencia del Estado toman decisiones sobre asuntos públicos a

puerta cerrada, siguiendo la línea ideológica de Godofredo sobre una forma de gobierno

monárquico, en la que el poder y la economía son heredadas. El ascensor que va al pent-

house opera como medidor de favorabilidad de los personajes de la farándula nacional del

Edificio Colombia, registrando el comportamiento de la opinión pública sobre estos

personajes, si está subiendo o bajando, dependiendo de la adhesión o rechazo social que

vayan reportando en el acontecer de la vida política.

Para Hanna Arendt (1993), en lo público se desarrolla la excelencia como virtud

humana, en la que los hombres sobresalen y se distinguen de los demás, en un

reconocimiento paritario. En la esfera pública colombiana de ¡Quac! se presenta todo lo

contrario, instaurándose la decadencia política como parte de la esfera pública. La vía por la

cual se expresa la decadencia de la esfera pública se manifiesta en la falta de oficialidad en la

información, que se suple con el recurso de los chismes, rumores y recados que transmiten

Dioselina Tibaná y Nestor Helí desde la privacidad del Edificio a la sociedad civil,

contrastando los comentarios mordaces de los personajes sobre la realidad política y social

del país en contraposición con los recados y mensajes que dejan los personajes de la vida

pública nacional a la prensa, “son verdaderos porque creemos en ellos. En el chisme y el

humor se puede trabajar con verdades a “medias” (…) moldeados por la activación y

apelación a valores, estereotipos, interpretaciones y otros recursos culturales” (Ortegón, 2002,

pág. 73). El contenido valorativo que atacan estos chismes y rumores es la experiencia de

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habitar en –trabajar para- el Edificio Colombia, reflejo de la verticalidad de las clases sociales

en Colombia, donde los políticos poderosos se privilegian en un lugar inaccesible y los

ciudadanos, que están en los pisos bajos o el sótano, no cuentan con oportunidades para

movilizarse socialmente.

La crítica política que construye ¡Quac! apunta a la degradación moral de los sujetos

del poder. A partir de esta conducta reprochable se alimenta el estereotipo de que “todos” los

políticos están hambrientos de poder y encuentran formas de enriquecerse ilícitamente a

través de alianzas políticas criminales. Estas prácticas dejan como consecuencia un

aminoramiento en las instituciones estatales de justicia, las cuales dejan de constituir el

baluarte de la confianza en el espectro público ante estos desmanes de poder, para

transformarse en aliados de la impunidad.

Mejor dicho, vuelven a recibir la platica caliente, se la guardan y frescos, porque como

la impunidad es legal, no van a la cárcel. ¿Eso es lo que llaman planificación hacia el

futuro? No, doctor, zoquete no. Es que uno se pilla cómo hacen las vainas ustedes.

(Lozano & Morales, 2006)

El resultado de este proceso de clientelismo político produjo consecuencias históricas que

involucró el debilitamiento del Estado, especialmente del aparato de justicia, “esta cooptación

mafiosa del Estado y la política deterioró los referentes éticos de la acción política y la

gestión pública” (GMH, 2013, pág. 146), lo que ha dificultado enormemente el ejercicio del

poder político y el cumplimiento de los acuerdos sociales entre ciudadanos hasta la

actualidad.

El relato ficcional que se construye en ¡Quac! inicia con el acontecimiento del proceso

8.000 de la Colombia real, que funciona como paradigma para la representación de las

dinámicas corruptas de la práctica política en un momento histórico del país en el que se

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intenta implementar un pacto social - sensus communis- de la Constitución Política de 1991.

Este proceso social implicó la posibilidad de modernizar el poder, a través de la ampliación

de la democracia participativa, como una necesidad imperante de actualizar el país tradicional

hacia nuevas formas de ejercicio del poder político. Sin embargo, lo que nos muestra el relato

ficcional satírico, es que los personajes público-políticos anclados en el viejo poder no están

interesados en que dichas disposiciones se transformen en una democracia participativa real,

manteniendo fracturado el mundo social compartido, lo que implica la negación de la

pluralidad y, por ende, la libertad.

Conclusiones:

Esta investigación surgió con el propósito de realizar una reflexión filosófica sobre el

humor político como herramienta de crítica política, aplicado al caso de ¡Quac!, el noticero.

Surge como un intento de ampliar el horizonte de interpretación del humor político en

Colombia desde la reflexión filosófica, superando los estudios que se encuentran sobre

¡Quac!, el noticero relegados al campo del periodismo, la producción audiovisual y los

medios de comunicación. Por ello, explorar la fundamentación filosófica del humor y la sátira

política con miras al estudio de caso de ¡Quac! constituye un primer paso para promover el

análisis desde este marco conceptual de interpretación.

El primer hallazgo que arroja esta investigación es que el humor tiene que ver con las

libertades individuales dentro del marco de las sociedades democráticas, porque apela al

logos -discurso- y a la acción política. El humor político constituye un llamado a los

miembros de una comunidad política a reflexionar sobre el mundo que comparten. Este

espíritu humorístico cimienta a ¡Quac!, el noticero como modelo de expresión satírica que

promovió en el ciudadano-espectador el mantenerse informado sobre los acontecimientos de

la vida nacional, como un ejercicio de construcción de una cultura política informada.

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El humor político de ¡Quac! consolidó un espacio de diálogo democratizado sobre

prácticas políticas antidemocráticas históricamente enquistadas en las estructuras del poder en

Colombia. Siguiendo la teoría de Critchley sobre el sensus communis, el mundo compartido

en el noticero es la metáfora de un país que atraviesa por la dificultad de cohesionar su

corpus político en torno a los lineamientos democráticos de la Constitución Política de 1991.

Al gestarse el pacto social en la debilidad institucional, fue imposible la integración de los

diversos sectores sociales, acentuando la conflictividad de la violencia criminal del conflicto

armado, e incluso, convirtiéndose en el período más violento de la historia de Colombia (ver

Informe ¡Basta Ya!).

La forma como se presenta la inversión del mundo en ¡Quac!, en el volcamiento del

estatus de las clases sociales del Edificio Colombia, hace manifiesto la brecha social que

impide la promesa política de “estar juntos” en una comunidad de diversos. Los personajes

públicos son los ciudadanos del común como Dioselina Tibaná, Néstor Elí, Godofredo Cínico

Caspa que adquieren voz para construir el relato de los sucesos del país. Los ciudadanos de

¡Quac! encuentran en el chisme y la cotilla un lenguaje coloquial, desprovisto protocolo o de

solemnidad política. A través de este lenguaje simple, divertido, irónico, pero, sobre todo, en

función de mostrar críticamente asuntos de gran importancia y afectación de la sociedad

colombiana se construye el sentido humorístico y satírico que se resiste al poder corrupto.

El segundo hallazgo, es que el humor político de ¡Quac! es una invitación a cambiar la

situación política del país mediante la reflexión de lo que somos y de la forma como se

construye la comunidad política en torno a los grandes temas mencionados. Esta reflexión

sobre el nosotros constituye un ejercicio enaltecedor y liberador en un momento histórico

profundamente violento, que al mismo tiempo permitió medir el nivel de elasticidad de

nuestra sociedad, una incipiente apertura a la crítica política y el develamiento de otras

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formas de verdad sobre la vida cotidiana de un país, en el que lamentablemente ganó la

censura por medio de la violencia y remató con la predominancia de la impunidad.

Berger (1998) indica que la naturaleza inmediata y situada de la sátira al ocurrir se

vuelve demasiado fugaz y es posible que sólo quede referenciada para unos pocos, quienes

estuvieron en el momento en el que el acontecimiento ocurrió y cómo el satírico lo parodió.

Para poder entender hoy lo que se parodió en un tiempo pasado es necesario hacer un

ejercicio de cuidadosa exégesis. Sin embargo, el relato de ¡Quac! nos demuestra que esta

distancia en el tiempo no es una condición necesaria para la sátira puesto que, cuando el

humor político funciona también como un ejercicio de memoria histórica, en la medida en

que la revisión del pasado nos actualiza con la realidad de una sociedad anclada aún al relato

de la violencia, la corrupción y la impunidad como es el caso de Colombia, preserva su

validez y vigencia en el tiempo.

El contenido humorístico de ¡Quac!, el noticero planteó a la sociedad colombiana, a

través de las narraciones de sus personajes cómicos, la urgencia por construir una sociedad

democrática y constituyó un llamado la ciudadanía a enfrentar las fallas de la política; de

igual manera promovió el principio de autonomía individual y de actitudes no conformistas,

construyendo un lenguaje entre iguales con el público con miras a conducir a la gente hacía el

involucramiento en las cuestiones políticas y el ejercicio de la ciudadanía, “[l]a importancia

del programa de Garzón fue quizá darle gran popularidad en el país a un ejercicio que es

propio del humor político: no sólo hacer reír sino generar reflexión a partir de ello” (Medina,

2017, pág. 72). Este primer momento ya nos muestra que para que el humor político pueda

desarrollar su expresión crítica necesita que el cuerpo social sea flexible y cuente con las

garantías de libertad de expresión, para poder denunciar las situaciones vergonzosas que se

presentan en la vida política.

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En ¡Quac! hay un reconocimiento de lo que somos como pueblo, trae implícito nuestra

participación activa como ciudadanos informados (previamente) de las noticias que nos están

narrando, cada referente del noticiero nos es familiar porque nos remite directamente a

nuestra organización política; comprendemos de inmediato a qué instituciones y personas se

hace referencia, por qué cada personaje político es la versión paródica de una persona

públicamente reconocida, ya sean personajes del gobierno, ministros, altos mandos militares,

funcionarios y diplomáticos norteamericanos.

La gran cualidad de Dioselina Tibaná y de Nestor Elí fue su conexión con el público a

través del chisme de lo que ocurría en el Palacio de Nariño, porque encuentra un lenguaje

popular para comunicarse con la ciudadanía que funge como espectadora. Según Medina

(2017) el formato televisivo y de radio ha sido exitoso en Colombia porque democratizó el

acceso a la información en tanto que puede “acceder la población que no sabe leer ni escribir”

(pág. 182). Debido al acceso limitado que tiene la población colombiana a la educación, la

cultura de medios de comunicación hace las veces de dispositivo educativo, aunque se corre

el peligro de que la información que circula por medios sea asimilada por los espectadores sin

ningún criterio. No obstante, esta fórmula televisiva aseguró el éxito de ¡Quac!

Los personajes en ¡Quac!, el noticero son arquetipos de dos clases sociales ubicadas en

los extremos de una brecha económica y social. Por un lado, están los hombres de la vida

pública y por el otro los ciudadanos del común, representados por personajes como el

vigilante de seguridad y la empleada del servicio. La inversión de los roles de clase en ¡Quac!

funciona como escenario para ceder la esfera política que ha sido negada los ciudadanos del

común. El poder político que se les otorga es la palabra –logo-, la posibilidad de ser vistos y

oídos por todos, ¡Quac! extrae a los sujetos de la esfera privada, que significa estar privado

de la relación con los otros en el intercambio de un mundo común (Arendt, 1993) y los ubica

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en la esfera pública, otorgándoles un lugar en lo político. Dioselina Tibaná y Néstor Helí se

convierten, así, en los pares del Doctor Gordito y los demás habitantes del Edificio Colombia.

Esto quiere decir que solo en el relato ficcional los ciudadanos tienen la oportunidad de tener

voz y participación política real que en la democracia real no tendrían.

Reflexionar sobre el humor político en Colombia hoy debe ser una tarea de la filosofía

política, porque sólo a través de esta disciplina se puede interpretar este fenómeno desde una

tradición humanística y está relacionada con el ejercicio propio de la filosofía, que es la

capacidad humana de reflexionar sobre sí misma y sobre su mundo circundante. La noción de

política nos permite entender cómo pensar la forma en que se constituye la sociedad política

entorno a la diversidad, hablándonos sobre nuestra realidad humana. La risa de ¡Quac!

evidenció las dimensiones de nuestra tragedia nacional y el ejercicio de exégesis es un

homenaje a la memoria histórica de las causas políticas, que mantienen la violencia como

relato actual de nuestra construcción de país; llevó a la esfera pública los problemas de

procesos democráticos sociales y políticos inconclusos. De igual forma, evidencia la

existencia de una élite política tradicional que se mantiene en el poder con prácticas

cuestionables, arriesgando la estabilidad política y el manteniendo en exclusión a la

ciudadanía, relegándola al rol de espectador en el juego político. Como se mencionó hace

algunas líneas, aunque ¡Quac! fuese un programa emitido aproximadamente hace veinticinco

años, mantiene su vigencia y se reniega a tornarse en un relato del pasado, es la constante

actualización de una realidad que en Colombia cambia a paso de elefante.

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