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Alexander Jiménez Matarrita El lugar de la imaginación en el proyecto filosófico cartesiano Summary: Within the Cartesian System, imagination has a double value. On one hand, it supports the anthropological statement because it makes possible the relationship between the cogito and the corporeal. On the other, since imagination is made equivalent to thinking, it confirms and secures the discovery 01the cogito. Given the instrumental value assigned to the imagination, it looses thefreedom to create its own world: the imaginary. This essay deals with this problem, based on some ideas drawn fro m Sartre and Gaston Bachelard. Resumen: Dentro del sistema cartesiano la imaginación tiene un doble valor. Por un lado, apoya el planteamiento antropológico al posibi- litar la relación entre el cogito y lo corporal. Por el otro, confirma y afianza el descubrimiento del cogito pues imaginar es pensar. Debido a esa valoración puramente instrumental de la imagi- nación, ésta pierde la libertad de crear su mundo propio: lo imaginario. Este ensayo desarrolla ese problema a la luz de algunas ideas tomadas de Sartre y Gastón Bachelard. l. Introducción Hubo que esperarse hasta el siglo XX para que la imaginación fuese considerada como una potencia mayor de la naturaleza humana (Gastón Bachelard: Poética del Espacio) y como la fuerza de unidad del alma humana (Gastón Bachelard: El Aire y los Sueños). Lo que sobresale en el pen- samiento occidental y, específicamente, en el francés es la negativa a reconocerle a la imagen y la imaginación su valor ontológico y psicológico. Lo imaginario ha sido visto como "la infancia de la conciencia'". Sartre ha ilustrado con acierto cómo, desde los grandes sistemas metafísicos del siglo XVII y XVIII, la imaginación ha jugado un papel secundario en tanto que instrumento del pensamiento racional, y la imagen ha sido entendida como una copia burda del objeto, como una sombra de ser. Además, dichos siste- mas se basaban, según él, en una ilusión de inmanencia: Figurarse la conciencia como reci- piente de imágenes. Con Sartre y Bachelard hemos caído en cuenta que la imagen es una conciencia que apunta a un objeto transcenden- te, en un caso, y a una primitividad onírica, en el otro. Desde entonces hasta nuestros días, la tesis de la prioridad y autonomía de la imaginación, según Bachelard, no encontraba todavía a su filó- sofo. Es cierto que en Hegel tenemos un tímido acercamiento. En la Estética, estima que la facul- tad de imaginar niega la sola percepción de lo natural y no se limita a reproducir el mundo, sino a poner un mundo nuevo en la esfera de la liber- tad creadora: "Oo. en tanto la obra de arte surge del espíritu necesita pues una actividad creadora subjetiva. en la que se origina y como pro- ducto del espíritu es para los demás, para la intuición y senti- miento del público. Esta actividad es la imaginación del artis- ta" 2. Sin embargo, por razones de método, no nos detendremos en Hegel, sino que estudiaremos el papel y el valor de lo imaginario en el sistema de Descartes a la luz de ciertos criterios de la filosofía de la imaginación del siglo XX. Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XXX (72),159-164,1992

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Alexander Jiménez Matarrita

El lugar de la imaginaciónen el proyecto filosófico cartesiano

Summary: Within the Cartesian System,imagination has a double value. On one hand, itsupports the anthropological statement becauseit makes possible the relationship between thecogito and the corporeal. On the other, sinceimagination is made equivalent to thinking, itconfirms and secures the discovery 01the cogito.

Given the instrumental value assigned tothe imagination, it looses thefreedom to create itsown world: the imaginary. This essay deals withthis problem, based on some ideas drawn fro mSartre and Gaston Bachelard.

Resumen: Dentro del sistema cartesianola imaginación tiene un doble valor. Por un lado,apoya el planteamiento antropológico al posibi-litar la relación entre el cogito y lo corporal. Porel otro, confirma y afianza el descubrimiento delcogito pues imaginar es pensar. Debido a esavaloración puramente instrumental de la imagi-nación, ésta pierde la libertad de crear su mundopropio: lo imaginario. Este ensayo desarrolla eseproblema a la luz de algunas ideas tomadas deSartre y Gastón Bachelard.

l. Introducción

Hubo que esperarse hasta el siglo XX paraque la imaginación fuese considerada como unapotencia mayor de la naturaleza humana (GastónBachelard: Poética del Espacio) y como la fuerzade unidad del alma humana (Gastón Bachelard:El Aire y los Sueños). Lo que sobresale en el pen-samiento occidental y, específicamente, en elfrancés es la negativa a reconocerle a la imagen y

la imaginación su valor ontológico y psicológico.Lo imaginario ha sido visto como "la infancia dela conciencia'".

Sartre ha ilustrado con acierto cómo,desde los grandes sistemas metafísicos del sigloXVII y XVIII, la imaginación ha jugado unpapel secundario en tanto que instrumento delpensamiento racional, y la imagen ha sidoentendida como una copia burda del objeto,como una sombra de ser. Además, dichos siste-mas se basaban, según él, en una ilusión deinmanencia: Figurarse la conciencia como reci-piente de imágenes. Con Sartre y Bachelardhemos caído en cuenta que la imagen es unaconciencia que apunta a un objeto transcenden-te, en un caso, y a una primitividad onírica, enel otro.

Desde entonces hasta nuestros días, la tesisde la prioridad y autonomía de la imaginación,según Bachelard, no encontraba todavía a su filó-sofo. Es cierto que en Hegel tenemos un tímidoacercamiento. En la Estética, estima que la facul-tad de imaginar niega la sola percepción de lonatural y no se limita a reproducir el mundo, sinoa poner un mundo nuevo en la esfera de la liber-tad creadora:

"Oo. en tanto la obra de arte surge del espíritu necesita pues unaactividad creadora subjetiva. en la que se origina y como pro-ducto del espíritu es para los demás, para la intuición y senti-miento del público. Esta actividad es la imaginación del artis-ta" 2.

Sin embargo, por razones de método, nonos detendremos en Hegel, sino que estudiaremosel papel y el valor de lo imaginario en el sistemade Descartes a la luz de ciertos criterios de lafilosofía de la imaginación del siglo XX.

Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XXX (72),159-164,1992

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11. El proyecto filosófico cartesiano

ALEXANDER JIMENEZ

El sistema cartesiano es, en una de sus líne-as principales, un intento de justificar metafísica-mente la ciencia moderna. Desde las Regulaehasta las meditaciones metafísicas, la progresivaelaboración del Cogito no tiene otro fin que el deponer los fundamentos filosóficos de la nuevaciencia.

El propósito epistemológico del pensamien-to de René Descartes es tan fuerte que inhibecualquier otro interés o ámbito temático. Pruebade ello es que las facultades que intervienen, consus márgenes y límites propios, en la construccióndel conocimiento, cobran valor únicamente enreferencia a ese afán apologético del saber cientí-fico. En este sentido, hay una desconfianza radi-cal de todo aquello que no puede ser aprehendidopor el Cogito. "Lo impensado", término acuñadopor Foucault en Las Palabras y las Cosas, pasa aser, en la perspectiva cartesiana, el terreno enemi-go contra el que se ha de advertir a tiempo y adestiempo.

El sueño y el ensueño, la imaginación ylos sentidos, llevan consigo el signo del enga-ño. De allí que el entendimiento puro deba ope-rar en el marco de un ascetismo intelectual. Laprimera garantía de la certeza es la rupturaepistemológica con tales potencias o su "incor-poración" a la legalidad del Cogito, En cual-quiera de los dos casos, Descartes rehusa otor-garles credibilidad como elementos de cons-trucción del conocimiento.

Gastón Bachelard, retorna en LaFormación del Espíritu Cienttfico, las adverten-cias cartesianas contra la intromisión de "loimpensado" en la elaboración de la cultura cientí-fica. Al estudiar los excesos que la imagineríaintroduce en la ciencia de los siglos XVII yXVIII, llega a la conclusión de que tal culturaexige una previa catarsis intelectual y afectiva quela libere de la pesada carga psicológica de la ima-ginación.

La ausencia de la reflexión sobre lo imagi-nario en Descartes no es gratuita. En realidad elloobedece a una exigencia de la constitución mismade su sistema.

No podemos negarle a Descartes sus razones.La imaginación como un ámbito autóctono y autó-geno no tiene sentido en la perspectiva de sus preo-cupaciones metafísico-epistemológicas. Al interiorde su proyecto filosófico no tienen cabida lasinquietudes que han definido las líneas estéticas yantropológicas del pensamiento contemporáneo.

En estrecha relación con las Regulae y conel Discurso del Método, las MeditacionesMetafísicas (en adelante M.M.) deben ubicarse enese proceso ascendente de elaboración filosóficadel cogito. Si en las Regulae, a modo de granausente, se empieza a notar su necesidad y en elD.M. se da como un descubrimiento súbito, en lasM.M., el cogito se explica como parte de un siste-ma que lo adopta como su certeza primera y sucentro de construcción; por eso, las M.M. son unareflexión madura sobre las condiciones epistemo-lógicas de posibilidad del cogito (el engaño, elerror, la duda, Dios) y sobre sus límites antropoló-gicos (sentidos internos y externos). Dicho de otromodo, Descartes ensaya en esa obra una críticadel acto de conocer, a la luz de los límites y posi-bilidades del cogito. En ese sentido, advierte,como lo hará Bachelard en su misma línea, contrala observación y la percepción. Ambos filósofosse oponen a la imagen construida desde la percep-ción. La diferencia entre ellos estriba en quemientras para Descartes el reino de las imágenesse agota en las imágenes corporales; Bachelard,en cambio, nunca duda de la existencia y el valorcognoscitivo de las imágenes poéticas 3; pero enlos dos sistemas el conocimiento científico se ela-bora contra las imágenes que nos vienen de lapercepción y no en continuidad con ellas. Este esuno de los aspectos esenciales de la noción deruptura epistemológica.

Las M.M. reflejan el intento de construiruna epistemología. Hay en ellas una búsquedaseria por elaborar los criterios de verdad que posi-bilitarían la verdad científica y que nos alejaríandel error y el engaño. En eso Descartes es riguro-so y adelanta la cultura científica contemporánea.En el libro de enseñanza científica actual, porejemplo, no se deja hablar al sentido común. Estetiene el prurito de reemplazar las ideas claras porlas imágenes. Al censurarlo como modo de cono-cimiento científico, Descartes quiere evitar que lopintoresco de la imaginación fascine al entendi-miento y lo desvíe de su manera correcta de fun-cionar.

Bachelard estudia cómo, en el siglo XVII ysiglo XVIII, la ciencia francesa busca, más que elrigor del conocimiento científico, lo asombroso,lo divertido, lo fascinante. En este contexto, elcogito se postula como criterio fundamental parael conocimiento científico en la medida en que

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garantiza la claridad y distinción de' sus verdades.Sin embargo, el transfondo metafísico en que seacomete tal empresa termina revirtiéndose contraella. La urgencia de recurrir a un Dios garante decerteza, la imposibilidad de elaborar una antropo-logía convincente, la debilidad en el tratamientode "lo impensado" y la poca credibilidad en suintento de "reincorporación" del mundo: Talesson las limitaciones explicativas que hacen tam-balear el afán epistemológico cartesiano.

En la medida en que el problema de la ima-ginación roza algunos de estos temas, especial-mente el de la relación entre el cogito y lo impen-sado, su tratamiento termina siendo una indaga-ción de las carencias del sistema cartesiano.

111.La imaginación y el actode conocer-se

En la primera meditación, Descartes esti-ma que los productos del sueño y de la vigiliade los sentidos son igualmente falsos, en lamedida en que no están construidos desde elcogito. Por la misma razón, parece deslegitimartodo lo que apunte a una actividad libre y crea-dora de la imaginación. A fin de evitar losextravíos a que pueden llegar, en ausencia deun principio de certeza, el sueño, los sentidos yla imaginación, Descartes propone la suspen-sión de todo juicio. De este modo las "antiguasy habituales opiniones" no podrán "tomar" elespíritu. Tal y como en nuestros días Bachelardafirma que toda cultura científica se construyea partir de una "catarsis" intelectual y afectiva,así también las M.M. defienden la pureza delcogito advirtiendo contra las extravagancias delespíritu y del cuerpo. Sólo así se puede, concerteza, conocer y conocerse.

La idea científica a veces se carga con un"concreto psicológico" que actua como elementodistractor. Imágenes, metáforas, analogías lehacen perder su carácter abstracto; por ello en laeducación científica es necesario empezar por una"purificación" que destruya lo dado en el nivelpsicológico, en el intelectual y en el de lo vivido.Jean Ladriere defiende este punto en El Reto dela Racionalidad. La ciencia no se construye sinodesde un sujeto anónimo, impersonal, desligadode las vinculaciones concretas.

La abstracción se constituye segúnBachelard, en el derrotero normal del espíritu cien-tífico:

" si se reflexiona sobre la evolución del espíritu científico, sediscierne de inmediato un impulso que va de lo geométrico,más o menos visual, a la completa abstracción'".

El conocimiento científico se da en el ordende lo construido y por ello no puede abandonarse ala espontaneidad de la imaginación. Lo natural, lohallado y espontáneo son obstáculos epistemológi-cosoLa tarea del cogito, en el caso de Descartes, yde la cultura científica, en Bachelard, es prevenircontra las representaciones ingenuas del mundo afm de conservar la rigurosidad de lo abstracto.

* * *En el descubrimiento del sujeto como acto

de conocer la imaginación no tiene participación.Definida en la segunda meditación como el con-templar la figura o la imagen de una cosa corpó-rea, ella es, por esa razón, inútil para el conoci-miento de sí:

" Reconozco con certeza que nada de cuanto puedo compren-der por medio de la imaginación pertenece a ese conocimientoque tengo de mí mismo y que es preciso recoger y apartar suespíritu de este modo de concebir para que él mismo puedareconocer muy distintamente su naturaleza '.

Como se ve, el texto nos previene doble-mente. No sólo nos habla de la inutilidad, sinotambién del peligro que supone la imaginaciónpara el conocimiento distinto del sujeto. Por ello,el espíritu debe luchar incesantemente en contrade las imágenes. Es necesario psicoanalizar laimaginación:

"La imaginación trabaja a pesar de las oposiciones de la expe-riencia. No es fácil desprenderse de lo maravilloso una vezque éste ha otorgado su confianza, y durante mucho tiempo,obstinadamente, se trata de racionalizar la maravilla, en lugarde reducirla" '.

Los alquimistas y los herméticos constitu-yen ejemplos de cómo cuando la fantasía y lossueños entran a formar parte del conocimientocientífico, impiden su desarrollo.

En la medida en que la imagen y la sensa-ción no se distinguen con claridad, y teniendo encuenta que Descartes quiere separar el pensa-miento de las actividades mecánicas de índolecorporal, la colaboración que podría dar la imagi-nación es siempre sospechosa si no se ofrece bajola mirada escrutadora del cogito 7. Es decir, sólodespués de la autoposición del sujeto como cosapensante puede la imaginación desplegar su papel

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secundario y funcionar como un lugar de encuen-tro entre el pensamiento puro y lo impensado.Pero, aun así, permanece siempre como "lo otro".A fin de cuentas, es imposible incorporar al cono-cimiento lo "extra-cogito".

No siendo constitutiva del cogito la imagina-ción, sin embargo, opera como una suerte de con-firmación del mismo. Al igual que las otras dimen-siones de la interioridad humana - dudar, afirmar,querer, sentir -, imaginar es un modo de corroborarel "soy" original. Aunque engañe, es una potenciareal y por tanto afirma la subjetividad:

Tengo ciertamente la potencia de imaginar, pues, aunquepueda suceder (como he supuesto antes) que las cosas queimagino no sean verdaderas; sin embargo, esta potencia deimaginar no deja de existir realmente en mí, y forma parte demi pensamiento:".

Descartes, pues, rescata el valor de la ima-ginación como acto de la conciencia. Al igual quelas otras potencias, ella es rescatada como una"realidad en mí". Me descubro así, a mí mismo, el"soy". Esta revaloración de la facultad de imagi-nar como acto de la conciencia tiene, no obstante,un signo ambiguo.

En efecto, no existe en las M.M. algo quepudiéramos llamar el mundo de la imagen como unmodo autónomo y auténtico de estar dados los obje-tos a la conciencia. La imaginación no puede dar, alos objetos que construye, una estructuración pro-pia, precisamenteporque no es autónoma ni creado-ra. Es terriblementepasiva y se confunde, ya lo diji-mos, con la percepción; por esta razón, y ya Sartrelo seilaló en La Imaginación, en Descartes la ima-gen no es sino un modo incompleto de aprehensióndel mundo. Esto exige que detrás de las imágenesse busque "un pensamiento, que no aparece sinoindirectamente, como la única razón posible de laorganización y de la finalidad que se puede verifi-car en el universo de las imágenes" 9.

Bachelard estima que, en el ámbito poético,la imaginación es dinámica y estructura su propiouniverso. Por ello, es que actúa como fuerza quedeforma las imágenes de la percepción. Esta fun-ción de irrealizar lo percibido es condición de laactividad creadora de la imaginación, cuyas imá-genes cobran así un valor de intimidad y de nove-dad. En este sentido afirma en La Poética delEspacio que la imaginación aumenta los valoresde la realidad.

En Descartes la imagen no interesa por símisma. Lo que realmente importa es que hay con-

ciencia de la imagen y que la imaginación es unmodo de pensar.

Descartes no se plantea el problema decómo fundamentar la imaginación al interior delcogito. Eso habría supuesto entender al hombrecomo un ser imaginante y darle un valor como tal.Sabemos que no es el caso. La importancia de unhombre que imagina está menos en lo que imagi-na y más en que cuando lo hace en realidad estápensando. Por esta razón, nuestro filósofo inhibetodas aquellas situaciones, como el sueilo o elensueilo, en las que la imaginación se libera delcogito.

No es difícil entender, en consecuencia, losreclamos de Sartre y Bachelard. Descartes nosatisface los requisitos para fundar una teoría dela imaginación creadora. Y no cabe duda que estoobedece a las limitaciones de su concepciónantropológica.

IV. Imaginación y Antropología

Lo que no cae dentro del ámbito del cogito,por lo pronto, no es. El sujeto que piensa se puedeconcebir como tal sin necesidad de ninguna otrafacultad. Pero ninguna facultad se puede concebirsin referirla a una sustancia pensante.

La potencia de imaginar forma parte delcogito. Es una de sus acciones específicas. Eneste sentido, Descartes no se cansa de repetir queimaginar es un modo de pensar. Confiesa tener lacostumbre de servirse de la imaginación cuandoha de pensar en las cosas corporales l0.

Recordemos que en la segunda meditación éldefinía la imaginación como la contemplación dela figura o la imagen de una cosa corpórea. Quizápor eso Sartre sostiene que la teoría cartesiana dela imaginación debe verse en un plano psico-fisiológico: la imagen es una idea que forma elalma con ocasión de una afección del cuerpo.Sartre sostiene que la imagen, en la perspectivacartesiana, podría definirse también como unestado de conciencia que corresponde a la excita-ción producida por un estímulo interno. En cual-quiera de los dos casos, la imaginación está liga-da a la consideración de lo material y puede ser-vir como indicio de la existencia del cuerpo. Eneste sentido es que Descartes reconoce losiguiente:

"La facultad de imaginar que existe en mí, y de la cual veo porexperiencia que me sirve cuando me aplico a la consideración

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de las cosas materiales, es capaz de convencenne de su exis-tencia; pues cuando considero atentamente lo que es la imagi-nación, encuentro que no es más que cierta aplicación de lafacultad que conoce al cuerpo que le es íntimamente presentey que, por tanto, existe"!',

No hay que olvidar que este texto estátomado de la sexta meditación, donde Descartesquiere aportar las razones que demuestran la uni-dad del compuesto humano y la probabilidad dela existencia de las cosas corporales.

La intelección pura del cogito no sólo pres-cinde, sino que no tiene acceso al cuerpo; porello, una idea distinta de la naturaleza corporalsólo puede darse por la imaginación y ésta, a suvez, sólo puede darse en tanto que se conciba laprobabilidad de los cuerpos; pero de una idea dis-tinta de lo corporal y de la realidad de la imagina-ción no se sigue con necesidad la existencia dealgún cuerpo. Esta sólo se nos ofrece una vez quereconocemos la garantía que supone un Dios noengañador". He aquí ejemplificada la fractura queintroduce el recurso metafísico en una explica-ción que pretendía ser epistemológica.

Del mundo y de mi cuerpo sólo puedo tenerrepresentaciones o imágenes. Por ello, Descartesreivindica la imaginación como una facultad-puente entre el cogito y la realidad externa. Sinembargo, lo imaginario es sólo el reino de lo pro-bable. Por la fuerza imaginante yo puedo hacerpresentes las cosas corporales a mi espíritu. Peroeso no cambia nada pues es siempre un modo ina-cabado de apropiarme el objeto. Las certezasestán siempre del otro lado del muro, junto alentendimiento puro y junto a Dios.

Antes decía que en Descartes lo imaginarioes sólo el reino de lo probable. En realidad exage-raba. Ni siquiera a título de espacio de probabili-dad existe lo imaginario en el sistema cartesiano.Es cierto que en él hay un tratamiento de la ima-gen y la imaginación; pero lo imaginario, comoámbito en donde la imaginación creadora da a susimágenes un rango ontológico, y a su funciónpropia un valor psicológico fundamental, estáausente de tal sistema. Descartes, en fm, terminasubestimando una región que en los siglos XIX yXX estará ligada al desarrollo de filosofía, laciencia y el arte.

Conclusión

El sistema cartesiano carece de una refle-xión sobre lo imaginario. Ese reino autónomo,

donde la imaginación deforma las imágenes quevienen de la percepción e inaugura mundos nue-vos (Bachelard), no se nos da de ninguna manera.Descartes limita su discurso a una crítica del actode conocer, desde la perspectiva de los límites yposibilidades del cogito.

En ese sentido, hay una desconfianza radi-cal de todo lo que no está construido desde elcogito. Es notable como la parte IV del Discursodel Método insiste en restringir la actividad autó-noma de la imaginación. El sueño y el ensueño, lapercepción y la imaginación, dejadas a su antojo,no sólo son inútiles sino que llegan a ser poten-cias peligrosas.

Sin embargo, aunque la imaginación nocolabore en el descubrimiento del "pienso", dealguna manera, confirma el "soy" pues formaparte del pensamiento. Aquí notamos una revalo-ración de la facultad de imaginar como acto de laconciencia; pero Descartes sigue pensando que laimagen es un modo incompleto de aprehender elmundo. El valor antropológico, psicológico, esté-tico, e incluso científico que el siglo XX ha dadoa la imaginación creadora está ausente de su obra.La filosofía cartesiana, según Sartre, resultó másbien un elemento negativo en la historia de laimaginación occidental.

En la sexta meditación, la imaginaciónjuega un papel central en el reconocimiento de laprobabilidad de lo corporal. Por ende, es unrecurso importante de su planteamiento antropo-lógico. De hecho, en eso está pensando cuando ladefine como la "aplicación de la facultad queconoce al cuerpo que le es íntimamente presentey que, por tanto, existe". Ella es una "facultad-puente" entre el cogito y la realidad externa. Peroal final, como todo en Descartes, imaginar notiene sentido sino en la medida en que ello refieraal cogito o a Dios.

EL papel tan pobre que Descartes asigna ala imaginación ha de entenderse al interior de lasexigencias teóricas de su sistema. El carácterabsoluto del Cogito cartesiano impedía ponderarcorrectamente una actividad que se nutría de loimpensado.

En nuestro tiempo, Gastón Bachelard hamostrado los peligros que tiene para la cienciauna imaginación solamente reproductora de losdatos de la percepción. Toda cultura científica hade iniciarse rompiendo con esas imágenes prime-ras, nefastas para el conocimiento; sin embargo,el racionalismo de Bachelard, tan riguroso y con-

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vincente, no le impidió entrever el valor metafísi-co y psicológico de las imágenes que no vienendel exterior, sino que emergen desde los arqueti-pos ancestrales que se estructuran en la psiquehumana (Jung). Descartes no vio tan lejos.Cuando empezaba su obra, envidió la imagina-ción tan nítida que les había sido dada a otroshombres. Al final, sin embargo, no fue lo sufi-cientemente atrevido para animarse a imitarlos.

Notas

l. Cf, Durand, Gilbert: Las EstructurasAntropolágicas de la Imaginario. Taurus, p.17.

2. Hegel, Estética. Vol. n. p. 262 (El subrayado esnuestro).

3. Otro aspecto por considerar es que en Descartes lateoría de la imaginación exige que el entendimiento intervengaa fin de que se dé una conciencia de la imagen. Y esta con-ciencia de la imagen es lo que realmente interesa del ámbitode la imaginación. Para Bachelard, lo esencial de la imagina-ción, es que ella deforma las imágenes suministradas por lapercepción y saca de sí las suyas propias. Es, en ese sentido,una actividad proyectiva y creadora.

4. Bachelard, G. La Formacián del EspirituCiemlfico, p. 8.

5. Descartes, R. Meditaciones MetafEsicas, Ed.Sudamericana, p. 227.

6. Bachelard, G. op. cit. p. 129.7. Bachelard estima que: "sin este acudir constante

a una construccián racional bien explicita se facilitará la. constituci6n de una especie de inconsciente del espiritu cien-

tifico, que luego exigirá un largo y penoso psicoanálisis paraser exorcizado". Op. cit. p.48. En este aspecto es mucho másradical que Descartes, pues éste considera que, en presencia dela actividad cogitativa, las imágenes tienen su utilidad episte-mológica (cf. Reglas para la Direcci6n del Esplritu. vrn yXII).

8. Descartes, R. Op. cit. p.288.9. C.f. Sartre, J.P. La Imaginación, p.22.

10. En Bachelard, no parece así en Sartre, la imagina-ción creadora se da contra el mundo exterior. El espacio ima-ginario es un espacio sin nexos ni estructuras. Es' un espacioonírico. Cf. El Derecho de Soñar.

ll. Descartes, R. Op. cit. p. 278.12. Ibid. p.278.

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Alexander JiménezEstudios Generales

Universidad de Costa Rica2060 Ciudad Universitaria Rodrigo Facio

Costa Rica