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El padre que quieres ser

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EL PADRE QUE QUIERES SEREdición en español publicada porEditorial Vida – 2009Miami, Florida

©2009 por The Foundati on for Healthy Relati onships

Originally published in the USA under the ti tle: The Parent you Want to Be Copyright © 2007 by The Foundati on for Healthy Relati onships Published by permission of Zondervan, Grand Rapids, Michigan.

Traducción: Marcela Robaina Edición: Mariangeles Fernández-Duo Diseño interior: Cathy Spee

de cubierta: Leo Pecina

RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS. A MENOS QUE SE INDIQUE LO CONTRARIO, EL TEXTO BÍBLICO SE TOMÓ DE LA SANTA BIBLIA NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL. © 1999 POR LA SOCIEDAD BÍBLICA INTERNACIONAL.

ISBN: 978-0-8297-5370-7

CATEGORÍA: Vida cristi ana / Familia

IMPRESO EN ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICAPRINTED IN THE UNITED STATES OF AMERICA

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La misión de Editorial Vida es ser la compañía líder en comunicación cristi ana que sati sfa-ga las necesidades de las personas, con recursos cuyo contenido glorifi que a Jesucristo y promueva principios bíblicos.

Adaptación

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Contenido

Reconocimientos 8

Cómo sacar el máximo provecho de este libro 11

PRIMERA PARTETus hijos recordarán tus rasgos

característicos 1. ¿Cómo te percibe tu hijo? 15

2. Identifi cación de tus rasgos parentales personales 23

3. Cómo llegar a ser el padre que quieres ser: Un ejercicio 33

SEGUNDA PARTEDiez rasgos que vale la pena

considerar 4. Brinda los elogios que tanto desean recibir:

¿Eres un padre positivo? 43

5. Cuenta hasta diez… otra vez: ¿Eres un padre paciente? 53

6. Escucha lo que no dicen: ¿Eres un padre atento? 65

7. Vislumbra su futuro: ¿Eres un padre visionario? 77

8. Construye un vínculo más fuerte: ¿Eres un padre conectado? 89

9. Conmemora los eventos importantes:

¿Eres un padre celebrador? 103

10. Cumple tu palabra: ¿Eres un padre auténtico? 115

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11. Crea el lugar más seguro sobre la tierra:

¿Eres un padre reconfortante? 127

12. Infunde sabiduría: ¿Eres un padre sensato? 139

13. Practica la presencia de Dios: ¿Eres un padre de oración? 153

TERCERA PARTEPara llegar a ser el padre que

quieres ser 14. Precauciones para evitar ser el padre que no quieres ser 169

15. Tus hijos se convertirán en lo que tú eres 179

16. Cómo hacer para preservar tus mejores rasgos característicos 185

Una palabra especial para las madres y los padres

que deben criar solos a sus hijos 193

Resumen de los principales puntos 199

Notas 203

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Cómo sacar el máximo provecho de este libro

Si estuviéramos sentados contigo alrededor de la mesa de la cocina y te preguntáramos qué tipo de padre quisieras ser, ¿qué nos dirías? No tienes que responder ya mismo; pero, piénsalo. Posiblemente estés leyendo este libro en los ratos libres que tengas entre el trabajo, los recados, las tareas diarias y miles de otras actividades. O tal vez te lo has llevado en un viaje, con la esperanza de disponer de tiempo sufi ciente para leerlo. Dondequie-ra que estés, queremos agradecerte por entablar esta relación con nosotros. Como padres de dos pequeños varones, sabemos lo difí-cil que es encontrar unos minutos para leer un libro como este, y haremos todo lo posible para que tu esfuerzo valga la pena. Por eso planteamos esta pregunta desde el principio. Es una de las preguntas más importantes que tendrás que explorar. ¿Por qué? Porque de tu respuesta dependerá cómo formes para siempre la vida de tu hijo (y si pudiéramos le agregaríamos un eco ominoso a la frase «para siempre»). ¿Demasiado fuerte? ¿Estamos exagerando? No lo creemos. Al fi n de cuentas, si tus propios padres —no importa la bendición que ellos hayan sido para ti— hubieran sido más pacientes, o más alen-tadores, o más visionarios, o más (llena tú el espacio), ¿no serías una persona diferente de la que eres hoy? Por supuesto. Entiendes el punto, ¿no? Por eso, reiteramos la pregunta: Sabiendo que es imposible encarnar todas las virtudes que desearías tener como padre, ¿cuáles son los principales rasgos que más quisieras tener? La respuesta que ahora des a esta pregunta, quisiéramos adver-tirte, podría cambiar considerablemente para cuando acabes la lec-tura de este libro. Por lo tanto, ten cautela. Nuestro plan es abrirte

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EL PADRE QUE QUIERES SER

los ojos para que veas algunas cualidades a las que tal vez nunca prestaste demasiada atención. Antes de que te sumerjas en la lectura de este libro, quisiéra-mos que sepas que lo escribimos teniendo en mente a un padre ocupado. Pronto te darás cuenta de que los capítulos son breves y que cada uno está subdividido en secciones, con encabezados que te permitirán dejar el libro a un lado, y cambiar un pañal o llevar a tu hijo a la práctica de fútbol, para luego retomar la lectura en el punto donde la dejaste. También hemos incluido algunos ejercicios y breves cuestiona-rios personales que te ayudarán a interiorizar las ideas presentadas. Al fi nal de cada capítulo, además, hemos incluido algunas pregun-tas que podrían ser especialmente útiles para generar discusiones positivas no solo con tu cónyuge sino también con un grupo peque-ño o incluso en una clase con otros padres que estén tan decididos como tú en ser los padres que quieren ser. Al fi n de cuentas, un libro nunca se entiende de veras ni se pone en práctica hasta que se habla de él con otras personas. Nuevamente, gracias por acompañarnos en este viaje. Te de-seamos el mejor de los éxitos para que seas el padre que quieres ser. Les y Leslie Parrott Seattle, Washington

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PRIMERA PARTE

TUS HIJOS RECORDARÁN TUS RASGOS

CARACTERÍSTICOS

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CAPÍTULO 1

¿Cómo te percibe tu hijo?

Antes de casarme, tenía seis teorías sobre cómo criar a los hijos. Ahora me quedé sin teorías y con

seis hijos.John Wilmot

—Papá, ¿qué vas a hacer cuando vengas a la escuela, para el día de la clase abierta con los padres? —me preguntó hace poco mi hijo que está en primer grado—. Se encontraba parado al otro lado de mi escritorio en la ofi cina que tengo en casa. —¿Qué han hecho otros padres? —pregunté, levantando la mi-rada de la pantalla de la computadora, donde había estado respon-diendo a unos mensajes de correo electrónico. —El papá de Anthony dejó que nos probáramos su casco de bombero y el saco grueso —dijo con entusiasmo—. Era pesadísi-mo, y ¡olía a humo! Y, ¿sabes una cosa, papá? —¿Qué, John? —¡El papá de Anthony rescata a las personas de los edifi cios en llamas con un hacha enorme! ¿Alguna vez hiciste eso, papá? —Pues, no. Nunca hice eso —respondí y me aclaré la gar-ganta—. Y los otros padres que han ido a la clase, ¿qué han hecho? —El papá de Audrey trabaja en el Museo de la Aviación, y armó un cohete enorme en el patio… ¡estuvo buenísimo! ¡Tendrías que haber visto todo el humo que largó! —Mmmm. —Fue bien alto, papá. ¡Largó chispas y todo! —Debió ser muy divertido —murmuré lentamente. —La mamá de Nick es doctora —continuó John—, y enyesó el brazo de Nick en la clase. Después cortó el yeso y lo pasó entre

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TUS HIJOS RECORDARÁN TUS RASGOS CARACTERÍSTICOS

todos para que pudiéramos tocarlo… Pero Tayden no quiso tocarlo porque dijo que le daba asco. —¡Pah! —dije, intentando sentirme tan animado como John. —Entonces, ¿tú qué vas a hacer, papá? —preguntó John, muy ansioso.

—Este… Ya veremos… ¿Qué piensas que podría hacer? —Mamá dice que te pasas el día trabajando en la computadora y hablando por teléfono. —¿Eso dice mamá? Supongo que tiene razón, pero no creo que tenga

ganas de hacer eso para tu clase. —¡Nooooo! —se rió John. —Déjame conversar con tu madre, a ver qué podría hacer para la clase abierta. Con eso, John salió correteando al patio, mientras yo iba a la cocina en busca de Leslie. —¿Qué se supone que debo hacer para la clase de John el día de la clase abierta con los padres? John va a pensar que soy el padre más aburrido del mundo, y se acordará de esto para siempre —dije con cierta ansiedad. Leslie comenzó a reírse. —En serio. —Lo sé. Se me cruzó por la mente una imagen de ti mostrándole a la clase cómo hablas por el celular y escribes en la computadora. —¡Muy gracioso! —respondí bruscamente—. John ya me hizo ese chiste… y tampoco me hizo gracia. Justo entonces entró John desde el fondo y dijo: —Papá, ¿por qué no traes tu cerebro a la clase? No era una broma. John había estado una vez en una de mis clases de la universidad, mientras yo describía al cerebro humano. El departamento de biología me había prestado un cerebro humano conservado en formol, y había llevado el recipiente a mi clase. De más está decir que él había quedado fascinado… al igual que mis estudiantes universitarios.

No sirve de nada proceder a predicar

si no predicamos como procedemos.

San Francisco de Asís

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¿Cómo te percibe tu hijo?

Y eso fue exactamente lo que hice para el día de los padres. Ex-pliqué a sus compañeros de primer grado que soy un «doctor» que trabaja con los sentimientos, y que los sentimientos comienzan en el cerebro. Les mostré un colorido modelo del cerebro en madera y luego les pregunté si desearían ver un cerebro de verdad que tenía en un frasco que había traído en una caja de cartón. —¡Sí! ¡Muéstranos el cerebro! —gritaron algunos alumnos. —Niños, un poco de respeto —ordenó la maestra de John, mi-rando de soslayo la caja de cartón. Los niños estaban sentados literalmente en el borde de sus si-llas, y John tenía una sonrisa de oreja a oreja. La expectativa en aquella clase de primer grado era palpable. Me puse los anteojos protectores y unos guantes de látex antes de retirar el frasco de la caja. Los niños tenían los ojos abiertos de par en par... excepto Tayden, que tenía los ojos cubiertos con las manos y miraba entre los dedos. Pasé los siguientes minutos respondiendo una pregunta tras otra. Las preguntas fueron desde asuntos prácticos («¿Qué son to-das esas líneas?») hasta de pura curiosidad («¿De quién es este cerebro?»), pasando por cuestiones teológicas («¿No necesita su cerebro en el cielo?»). De más está decir, fue un éxito rotundo. Sus compañeros toda-vía se acuerdan de ese día cuando paso a buscar a John a la salida de la escuela y me ven. Y John también se acuerda. —¿Te acuerdas cuando trajiste el cerebro a la escuela, papá? —dice—. ¡Estuvo buenísimo! ¡Bien! Lo logré. Mi hijo está orgulloso de mí. ¿No es eso lo que quieren todos los padres? ¿No quieres que la percepción que tu hijo tenga de ti sea lo más positiva posible?

La aspiración de tu hijo es ser como tú… ¿es eso algo bueno?

Aquella tarde, después de abrochar a John en su silla del auto mientras regresábamos de la escuela a casa, Leslie y yo íbamos conversando acerca de qué podíamos hacer de cena. Entonces, du-

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TUS HIJOS RECORDARÁN TUS RASGOS CARACTERÍSTICOS

rante un breve silencio, John dijo algo capaz de derretir el corazón de cualquier padre: «Papá, yo quiero ser como tú». La verdad es que, lo digan o no, esto es lo que sienten nuestros hijos. Los hijos aspiran a convertirse en lo que son sus padres. El comentario de John me hizo pensar. Si él quería ser como yo, ¿cómo me percibía? ¿Qué cualidades veía en mí que quería emular? De pronto, tomé más conciencia de mí. Hacía muchos años que no me sentía así. Sentí que volvía a tener dieciséis años,

y que me miraba en el espejo y me preguntaba qué pensarían los demás de mí. Metafóricamente, «me hice un control». ¿Era un hombre pacien-te? ¿Podría mi hijo mirarme y decir «Quiero ser paciente como papá»? ¿Era optimista? Porque quería ase-gurarme de que mi hijo lo fuera. ¿Era perdonador, comprensivo, re-confortante, cariñoso? ¿Alguna vez se plantearon estas

mismas preguntas? ¿Qué rasgos de carácter ve tu hijo en ti? O tal vez más importante, ¿qué rasgos no ve tu hijo en ti que desearías que sí viera? Desde el día en que nació John, estuve tan concentrado en lo que haría como padre (leyendo todo tipo de libros sobre técnicas y estrategias) que no presté mucha atención al tipo de padre que quería ser. Leslie sentía lo mismo, y cuanto más hablábamos sobre el tema, tanto más en serio nos tomamos lo que hemos llegado a llamar nues-tros «rasgos con intención». Cada uno hizo una lista de cinco rasgos de carácter que queríamos que nuestros hijos vieran en nosotros. Y nuestras listas fueron muy diferentes. Además, mientras que algunos de los rasgos nos resultaban naturales y propios para uno o para el otro, otros rasgos nos resultarían mucho más trabajosos.

Yo hablo, y hablo, y hablo, y en

cincuenta años no he podido enseñarle

a la gente lo que mi padre, con el

ejemplo, me enseñó en una semana.

Mario Cuomo

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¿Cómo te percibe tu hijo?

Lo que eres importa más que lo que haces

Ahora, no me malinterpreten. Por supuesto que estamos a favor de usar técnicas para ser buenos padres y disciplinar y motivar a nuestros hijos. En realidad, en este libro encontrarán muchos con-sejos prácticos para ser padres. Pero el mensaje primario que de-seamos transmitir es el siguiente: El carácter de tu hijo dependerá de los rasgos de personalidad que exhibas como padre. Y lo que seas como padre no es cuestión del azar, la suerte o el destino. Tú puedes elegir el tipo de padre que quieres ser. Aunque hay muchas cosas en la vida de tu hijo que son impredecibles y escapan a tu control, puedes tomar algunas precauciones para que tu hijo ten-ga un padre con determinadas cualidades. Este libro te mostrará cómo. Tal vez te preguntes qué importancia podrían tener los rasgos que tú encarnas. Seamos bien claros: Tus rasgos característicos im-portan porque tu hijo te está observando mucho más de cerca de lo que supones. Un recuerdo evocador de lo poderosos que somos en tanto modelos del rol parental lo constituye la canción clásica de Harry Chapin, «Cat’s in the Cradle», escrita en 1974. La canción comienza con una melodía natural y relata la historia de un padre y su hijo recién nacido. La primera vez que escuchamos el estribillo, escuchamos al padre que dice:

Y cuando me quise acordar, él ya estaba hablando, y mientras crecía me decía: «Papá, yo voy a ser como tú.Tú sabes que yo voy a ser como tú».

Pero al fi nal de la canción, que ha seguido la relación entre am-bos, pasando por cuando el niño cumplió los diez años, sus años en la universidad, y por último cuando el padre se jubila, el estribillo nos deja un sabor agridulce. Da a entender que el hijo, que ahora es mayor y tiene su propia familia, heredó la única cualidad que su padre esperaba no transmitirle: la de estar demasiado ocupado para cultivar las relaciones. El padre acaba de llamar a su hijo para ver

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si se podrían encontrar. «Me encantaría, papá, pero no sé si tendré tiempo» responde el hijo. En el estribillo fi nal, las palabras del padre, por desgracia, son verdad:

Mientras colgaba el teléfono, se me ocurrió pensarque había crecido hasta ser como yo.Mi hijo era igualito a mí.

La canción de Chapin dejará paralizados a casi todos los pa-dres. Si no lo hace, debería hacerlo. Es una conmovedora adver-tencia de que debemos tener muy en cuenta nuestros rasgos, los positivos como los negativos, porque nuestros hijos los observan en nosotros. No solo hacer lo que hacen los padres sino ser padres es la vocación más importante de tu vida. Pero ningún emprendimiento te traerá tantas recompensas en la vida, especialmente cuando seas el padre que quieres ser.

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¿Cómo te percibe tu hijo?

Preguntas para discusión

1. ¿Cómo te describiría tu hijo? ¿Qué rasgos específi cos mencionaría a otra persona?

2. Si tu hijo crece para ser parecido a ti de alguna manera, ¿qué esperarías que fuera y por qué?

3. ¿Estás de acuerdo con que cuando consideramos qué es ser padres, quién eres es más importante que lo que haces? ¿Por qué?

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CAPÍTULO 2

Identifi cación de tus rasgos parentales personales

Enseñamos a nuestros hijos más por lo que somos que por lo que decimos; por eso debemos ser lo que quisiéramos que nuestros hijos lleguen a ser.

Joseph Chilton Pearce

Salish Lodge es un romántico refugio en las montañas, a solo unos cincuenta kilómetros de nuestra casa en Seattle. Con vista a las impresionantes cascadas Snoqualmie, se oye tronar el agua de la corriente precipitándose por las rocas de granito, una caída de unos cien metros hasta el cauce de agua esmeralda que fl uye por el ca-ñón. Con lluvia o con sol, de día es posible aventurarse por el sen-dero bordeado de pinos, para luego en la noche dejarse arrullar por el chisporroteo de la leña quemándose en el hogar. El hotel tiene fama de brindar uno de los mejores servicios de alojamiento, restaurante y balneario del mundo, y este refugio ha sido el trasfondo para algunos momentos muy especiales en nues-tras vidas. Pero una de las escapadas más signifi cativas al Salish Lodge fue hace cinco años, cuando contratamos a una señora para que cuidara a nuestro hijo de tres años mientras nosotros dedicá-bamos veinticuatro horas ininterrumpidas para pensar a cerca de cómo ser padres. Más específi camente, para refl exionar cómo nos veíamos nosotros como padres. Todo comenzó con un plácido almuerzo el primer día y ter-minó con un tranquilo desayuno al día siguiente. Entre ambas comidas disfrutamos una deliciosa cena de cinco platos. En cada una de las comidas, la conversación versó sobre lo mismo: ¿Qué tipo de padres queremos ser? ¿Qué clase de hijos quere-mos tener?

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TUS HIJOS RECORDARÁN TUS RASGOS CARACTERÍSTICOS

No estábamos hablando sobre técnicas, fi losofías o estrategias para ser padres. No estábamos considerando un libro que hubié-

ramos leído o una clase a la que hu-biésemos asistido. Estábamos explo-rando lo que hemos dado en llamar nuestros «rasgos parentales perso-nales». En otras palabras, estábamos examinando nuestras personalidades únicas e incluso las personalidades

de nuestros propios padres que nos habían criado. ¿Por qué? Por-que un buen mentor, allá en aquellos días de la universidad, cuando estudiábamos psicología, había dicho algo que todavía recordába-mos: «Más que lo que hacen como padres» nos decía, «importa quiénes son como padres». Luego explicó que hay muchas estra-tegias para ser padres, pero que todas ellas serán eclipsadas por las cualidades personales que tengamos como padres.

Seamos realistas cuando pensamos en quiénes somos como padres

Aprendimos mucho el uno sobre el otro durante aquellas tran-quilas comidas en Salish Lodge, especialmente acerca de la niñez que cada uno había tenido. Hablamos acerca de lo que admirába-mos y lo que valorábamos en nuestros propios padres. Les, por ejemplo, me dijo que una de las mejores cosas que sus padres hi-cieron por él fue celebrar sus triunfos, y ayudarlo a soñar acerca de su futuro y hacer planes para tener una vida con sentido. Yo le conté a Les que valoraba profundamente el que mis padres hubie-ran sido personas de oración y la seguridad que me dieron gracias a su dedicación hacia mí. También hablamos sobre otras cosas: lo que nos habría agra-dado que nuestros padres hubieran hecho por nosotros pero que no hicieron. Al fi n de cuentas, si bien ambos tuvimos la bendición de criarnos en hogares cariñosos, sabemos muy bien que ningún padre es perfecto. Le conté a Les cómo mi familia no le prestaba demasiada atención a los logros exteriores. Mi madre y mi padre

El fi n de una buena comida es una

buena conversación.Geoffrey Neighor

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Identifi cación de tus rasgos parentales personales

apenas echaban una mirada al boletín de califi caciones. No recuer-do ninguna vez que hayan reconocido una buena nota o que se hayan preocupado por una nota baja. Por su parte, Les me confesó que sus padres solían ser impredecibles, y cambiaban o cancelaban una actividad que él estaba esperando con expectativa. Durante una conversación, hablamos sobre qué cosas veíamos en el otro que haría de cada uno un buen padre y una buena madre. Por ejemplo, conociendo el sentido de humor de Les, le señalé que él sería un padre divertido que llenaría la vida de nuestros hijos de risas y alegría. A su vez, él me dijo que yo encontraría numero-sas ocasiones, no solo los cumpleaños, para celebrar los logros de nuestros hijos y hacerlos sentir que eran especiales. Pero entonces llegamos a la parte más difícil. Durante el desayu-no nos dedicamos a descubrir qué necesitaríamos mejorar como in-dividuos si es que queríamos ser los mejores padres que pudiéramos ser. Efectivamente: bajamos las defensas, enderezamos la espalda, y fuimos realistas con respecto a nuestras personalidades y a cómo tenían el potencial para menoscabar nuestra efi cacia como padres. Les fue el primero en hablar: «Creo que mi primer obstáculo en el camino a ser el padre que quiero ser, será mi manera intensa de trabajar». Yo no lo podría haber dicho mejor, pero ni siquie-ra asentí. Me limité a escuchar. «No quiero ser un padre siempre ocupado en sus cosas y distraído. Quiero tener comunicación con mi hijo y prestarle atención, quiero estar presente en la vida de mi hijo». Cuando Les terminó, me pidió que le diera mi sincera opi-nión. Hablamos por una buena media hora sobre cómo su afán por obtener resultados y el tesón que pone en su trabajo podría interferir con su fun-ción de padre, y de qué manera po-dría recanalizar su empeño para que fuera una virtud que contribuyera a ser el tipo de padre que quería ser. Cuando me llegó el turno de hablar, sabía qué tenía que decir: «A mí me gusta caer bien, sé que tendré que esforzarme muchísimo para ser auténtica como madre». Les me devolvió el favor de escucharme

Hay que alimentar y cuidar al amor… Lo que más necesita es

tiempo.David Mace

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mientras hablaba. «Sé que mi personalidad me llevará a hacer cosas por mis hijos que no debería hacer. Sé que me angustiaré mucho cuando los vea sufrir y que voy a querer intervenir cuando lo mejor sería no hacerlo». Y continué mencionando qué precauciones tendría que tomar para evitar ser una madre permisiva.

Seamos realistas acerca del tipo de hijos que queremos tener

No dedicamos todo el tiempo de nuestra escapada a conversar so-bre nuestros rasgos parentales. En realidad, durante el almuerzo, el primer día, comenzamos hablando acerca de los rasgos que quería-mos que nuestros hijos tuvieran. —¿Qué tipo de hombre quieres que John sea dentro de veinte años? —le pregunté a Les. No me respondió de inmediato. En cambio, se sentó pensati-vamente, jugueteando en el mantel con el tenedor mientras miraba por la ventana, hacia el río Snoqualmie que corría por el cañón. —Quiero que mi hijo sea una persona bien segura de quién es como persona, como esas enormes rocas allá abajo —dijo fi nal-mente—. No quiero que sea un hombre débil y que se deje llevar por la corriente, por cualquier patraña que alguien quiera que haga o piense. Espero que sea fuerte y seguro de sí. —¡Pah! —dije—, parece que ya lo tienes pensado.

—En realidad, no —confesó Les—. Solo sé que quiero tener un hijo que no ceda ante las presiones de sus compañeros. ¿Y tú? —Quiero que John sea el tipo de hombre auténticamente cariñoso, ¿sabes? Espero que podamos criarlo para que sea comprensivo con otras personas y realmente solidario.

Una sonrisa amplia se dibujó en el rostro de Les, y comenzó a reírse. —¿Qué tiene de gracioso lo que dije?

Si solo pudiera desear una cosa

para un hijo, quisiera que fuera la capacidad de amar.

Benjamin Spock

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Identifi cación de tus rasgos parentales personales

—Nada. Es que nuestras respuestas encajan perfectamente en los roles masculino y femenino, parecen demasiado infl uidas por el género, ¿no crees? Quiero decir, yo quiero que sea fuerte y seguro de sí mismo, como uno de esos macizos allá abajo, y tú quieres que sea tierno y sensible. Ambos nos reímos de nuestras respuestas estereotipadas. Pero seguimos hablando. En realidad, continuamos hablando por más de una hora, pensando en los rasgos de carácter que queríamos que nuestro hijo tuviera como resultado de haberse criado en nuestro hogar. Consideramos el hecho de que su propia personalidad dada por Dios determinaría mucho de lo que él sería, a pesar de lo que nosotros pudiéramos aportar a su vida. Sin embargo, continuamos hablando acerca de cómo podríamos ayudarlo para que llegara a ser una persona en este contexto. Al fi nal, confeccionamos una lis-ta de rasgos de carácter en la que describíamos el tipo de persona que esperábamos que John, y cualquier otro hermano que pudiera tener, fuera cuando creciera, . Las siguientes son algunas de las características que anotamos aquella tarde en una tarjeta:

Emocionalmente seguro en su personalidad.•

Lleno de esperanza con respecto a su futuro personal.•

Solidario y capaz de relacionarse con otras personas.•

Perseverante en sus metas y emprendimientos.•

Respetuoso y atento con los amigos y los desconocidos.•

Capaz de refl exionar y tomar buenas decisiones.•

Con una profunda reverencia por Dios y arraigado en su •

Palabra.

Estos rasgos de carácter no estaban en ningún orden en parti-cular, ni la lista pretendía ser exhaustiva. Pero fue sufi ciente para guiarnos hacia las cualidades que necesitábamos tener si quería-mos criar este tipo de hijo.

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TUS HIJOS RECORDARÁN TUS RASGOS CARACTERÍSTICOS

Hagamos nuestra propia lista de rasgos parentales personales

Para cuando terminamos nuestro íntimo retiro de padres, teníamos una idea clara de lo que necesitábamos hacer. Una cosa menos para hacer. Teníamos una idea clara de quién necesitábamos llegar a ser. En realidad, los rasgos que constituyen el esquema básico de este libro responden a los rasgos de carácter que anotamos duran-te nuestro retiro. Pero ser padres implica mucho más que nuestra propia infl uencia. Después de tener conformado un esbozo de los rasgos perso-nales que queríamos encarnar como padres (entre los que, cabe precisar, algunos eran más importantes para Les y otros eran más importantes para Leslie), al fi nal lo presentamos a un grupo íntimo de amigos con quienes nos habíamos reunido para este propósi-to en Chicago. Nadie conocía nuestra lista desde que la habíamos elaborado en Salish Lodge cinco años antes. Pero después de ver cómo nuestra propia lista había tenido un impacto tan positivo en nuestra manera personal de ser padres, sabíamos que deseábamos hacer este ejercicio con otros padres.

Por eso, después de amenizar mientras disfrutábamos una esplén-dida cena italiana, nos sentamos con nuestros amigos alrededor de una gran mesa de conferencia en un hotel de Chicago y comenzamos a hablar sobre la manera de ser padres. Ubica-mos tres o cuatro caballetes en el sa-lón, y sufi cientes hojas para escribir.

Algunos de nuestros amigos tenían hijos recién nacidos, otros eran padres experimentados. «Bien» comenzó Les, «la mayoría de ustedes son padres, y al-gunos de ustedes esperan ser padres algún día. Lo que deseamos saber es qué tipo de padres quisieran ser. Cuando piensan en los rasgos que quieren que su hija o su hijo observen en ustedes, ¿qué tienen en mente?».

No nos convertimos en padres por tener hijos, como no nos

convertimos en pianistas por tener un

piano.Michael Levine

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Identifi cación de tus rasgos parentales personales

Arrancamos con eso y así seguimos. Les llenaba las hojas de los caballetes con un rasgo tras otro. Los integrantes de los grupos estaban entusiasmados con el ejercicio, con deseo de explicar cada rasgo que mencionaban y por qué consideraban que era importante para ellos como padres. El paso siguiente fue tomar unas dos docenas de los rasgos que habíamos anotado y comenzar a encuestar a otros grupos de padres para ver cuáles de estos rasgos concitaban el apoyo más amplio. Nuestra meta era recortar la lista hasta tener una cantidad manejable, consolidando algunos rasgos que fueran coincidentes y eliminando aquellos privilegiados solo por una pequeña fracción de padres. Eso fue justamente lo que hicimos.

Diez rasgos que valen la pena tener en cuenta

Después de encuestar a cientos de padres sobre los rasgos paren-tales personales que querían ejemplifi car, hemos identifi cado diez rasgos que se destacan. En otras palabras, hemos identifi cado los diez rasgos más votados. Un poco de contexto con respecto a la encuesta: casi todos los informantes eran parejas que asistían a la iglesia y que estaban esperando familia o que ya tenían hijos. Las edades rondaban entre los veinte y tantos años hasta poco más que los cuarenta. Cuando se les presentó una lista con más de veinte rasgos parentales, los diez rasgos más importantes que deberían tener los padres fueron los siguientes:

Positivo y alentador•

Paciente•

Atento e interesado•

Con visión de futuro•

Conectado•

Celebrador•

Auténtico•

Reconfortante•

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TUS HIJOS RECORDARÁN TUS RASGOS CARACTERÍSTICOS

Sensato•

Personas de oración•

Dado que en la encuesta solo hubo matices en la importancia asignadas a estos rasgos, el orden en la lista no implica ninguna jerarquización. Simplemente tomamos los diez rasgos más impor-tantes como el lugar de partida para que los padres como tú empie-cen a pensar en sus propios rasgos parentales. En el capítulo siguiente, te daremos la oportunidad de persona-lizar esta lista.

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Identifi cación de tus rasgos parentales personales

Preguntas para discusión

1. Antes de comenzar a leer este libro, ¿cuándo fue la última vez que tuviste una conversación profunda sobre la clase de padre que querías ser? ¿Qué aprendiste como resultado de esa conversación?

2. Si pudieras apretar un botón mágico que te asegurara automáticamente que tu hijo tendría tres cualidades cua-lesquiera que quisieras, ¿cuáles serían esas cualidades y por qué?

3. Mientras leías «los diez rasgos que vale la pena tener en cuenta», ¿cuáles te llamaron la atención verlos incluidos y por qué?

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