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EN TORNO AL DIALECTO DE ACAYA Y SUS COLONIAS EN LA MAGNA GRECIA (A propósito de un reciente libro de Alberto Giacomelli) A book by A. Giacomelli provides occasion for this review-article where recent dialectological research on the inscriptions of Achaean colonies in Magna Graecia is critically surveyed.The problems adres- sed include some idiosyncratic uses of <F> and <Z>, linguistic con- tact in Magna Graecia (pre-Achaean remnants, convergence, Doric Koiná), nom. H(é)QaxX:Ég, etc. Special attention is paid to the debate of whether the Achaean dialect originally belonged in the Doris mitior with a system of seven long vowels, as the evidence furnished by re- cent inscriptions in Peloponnesian Achaea seems to suggest, or —to judge from the scanty data available for the colonies— in the Doris severior with only five long vowels. Contrary to current opinion, it is the mother city which must have preserved the original situation. § 1. Introducción. § 2. Descripción del libro de G. § 3. El Corpus de inscripciones. § 4. Observaciones sobre el «Esbozo de una gramática histórica». § 4.1. «Italocentris- mo». § 4.2. cl3 áF1.1.og. § 4.3. Graffa <Z> en Inaro y tšlagct. § 4.4. hnato y aoristos en § 5. Convergencia dialectal en Magna Grecia. § 5.1. j,Koiná dórica? § 5.2. Rasgos considerados impropiamente d6ricos. § 6. Rasgos ajenos a los dialectos occidentales. § 7. Peculiaridades «aqueas» § 7.1. Las vocales medias largas en Acaya y en las colonias. § 7.2. Problemas de exposición. § 7.3. kte6;/1egóg. § 7.4. Posibles elementos predorios. § 8. Otras cuestiones. § 8.1. Aor. dtepbx0ev. § 8.2. h-. § 8.3. IG.E6upotog. 8.4. Aeltlá- F(3. § 8.5. Xíó. 8.6. Grafías -vcp-, -vn-, -vx-. § 8.7. iteCi.utóvog. § 8.8. dtvxke<nnetii. § 8.9. ,'Aqáv-Opórrog? § 8.10. Taire6. § 8.11. 'Ertíxoupo5. § 8.12. Zao[r] ŭx[m]. § 8.13. Etiagíba. § 8.14. flatooxP.151. § 8.15. H(1)paxkeg. § 8.16. 'Axekótó. § 8.17. a> eye > a. § 8.18. &kcljetivos patronímicos en -bag? § 9. Conclusión. 1. Entre todos los dialectos griegos, el de Acaya destaca por ser uno de los peor atestiguados. La falta de documentación epigráfica es

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EN TORNO AL DIALECTO DE ACAYAY SUS COLONIAS EN LA MAGNA GRECIA(A propósito de un reciente libro de Alberto Giacomelli)

A book by A. Giacomelli provides occasion for this review-articlewhere recent dialectological research on the inscriptions of Achaeancolonies in Magna Graecia is critically surveyed.The problems adres-sed include some idiosyncratic uses of <F> and <Z>, linguistic con-tact in Magna Graecia (pre-Achaean remnants, convergence, DoricKoiná), nom. H(é)QaxX:Ég, etc. Special attention is paid to the debateof whether the Achaean dialect originally belonged in the Doris mitiorwith a system of seven long vowels, as the evidence furnished by re-cent inscriptions in Peloponnesian Achaea seems to suggest, or —tojudge from the scanty data available for the colonies— in the Dorisseverior with only five long vowels. Contrary to current opinion, it isthe mother city which must have preserved the original situation.

§ 1. Introducción. § 2. Descripción del libro de G. § 3. El Corpus de inscripciones.§ 4. Observaciones sobre el «Esbozo de una gramática histórica». § 4.1. «Italocentris-mo». § 4.2. cl3áF1.1.og. § 4.3. Graffa <Z> en Inaro y tšlagct. § 4.4. hnato y aoristos en

§ 5. Convergencia dialectal en Magna Grecia. § 5.1. j,Koiná dórica? § 5.2. Rasgosconsiderados impropiamente d6ricos. § 6. Rasgos ajenos a los dialectos occidentales. §7. Peculiaridades «aqueas» § 7.1. Las vocales medias largas en Acaya y en las colonias.§ 7.2. Problemas de exposición. § 7.3. kte6;/1egóg. § 7.4. Posibles elementos predorios.§ 8. Otras cuestiones. § 8.1. Aor. dtepbx0ev. § 8.2. h-. § 8.3. IG.E6upotog. 8.4. Aeltlá-F(3. § 8.5. Xíó. 8.6. Grafías -vcp-, -vn-, -vx-. § 8.7. iteCi.utóvog. § 8.8. dtvxke<nnetii. §8.9. ,'Aqáv-Opórrog? § 8.10. Taire6. § 8.11. 'Ertíxoupo5. § 8.12. Zao[r] ŭx[m]. § 8.13.Etiagíba. § 8.14. flatooxP.151. § 8.15. H(1)paxkeg. § 8.16. 'Axekótó. § 8.17. a> eye> a. § 8.18. &kcljetivos patronímicos en -bag? § 9. Conclusión.

1. Entre todos los dialectos griegos, el de Acaya destaca por seruno de los peor atestiguados. La falta de documentación epigráfica es

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sobre todo desesperante en lo que se refiere a la época arcaica: lasinscripciones de que disponemos, escasas —no llegan a la media doce-na; cf. Jeffery (y Johnston) 1990: 221-224 y 451— y muy breves, nopermiten definir ni siquiera de manera aproximada los contornos deeste dialecto. Tampoco son de gran ayuda las inscripciones en alfabetoaqueo encontradas en Itaca y Cefalenia. El informe sobre las campa-ñas de excavación más recientes en Acaya, que A. Rizakis presentócon ocasión del «1. er Simposio sobre Acaya y Elide en la Antigñedad»(Atenas, 19-21 de mayo, 1989), no da pie para pensar que la situaciónvaya a cambiar radicalmente en los próximos arios. Es, sin embargo,de esperar que las exploraciones que se han emprendido, se veanpronto recompensadas con hallazgos que arrojen nueva luz sobre mu-chas de las incógnitas todavía por resolver.

Por el momento, nuestra concepción de lo que pudo ser el dialectode Acaya en época arcaica, depende casi por completo de los datosque nos proporcionan las inscripciones de las colonias aqueas de laMagna Grecia, cuyo estudio no se había abordado hasta ahora de unaforma global. Las aportaciones de Landi (1971), (1979: 77-79) sonparciales y adolecen de algunos defectos. La reciente monografía deRoberto Giacomelli trata de suplir una evidente laguna en los estudiosde Dialectología griega*.

2. G. ha estructurado su libro en dos partes bien diferenciadas.En la primera (pp. 9-105), el corpus de 59 inscripciones —breves omuy breves en su mayoría— se articula en tres secciones: inscripcionesde Síbaris y su colonia Posidonia (n. c's 1-20); Crotón y sus colonias(Caulonia, Terina, Petelia) junto con las ex-colonias de Síbaris (Téme-sa, Pandosia) que, desde finales del s. VI, tras la destrucción de sumetrópoli, se integraron en la esfera de influencia crotoniata (n. c's 21-32); inscripciones de Metaponto (n.`'s 33-59). Dentro de cada sección,el orden de los textos responde a un criterio cronológico comenzandopor los de fecha más antigua. Las dificultades de las inscripciones sediscuten en notas que hacen las funciones de comentario filológico.

* Roberto Giacomelli, Achaea Magno-Graeca. Le iscrizioni arcaiche in alfabetoacheo di Magna Grecia. Brescia, Paideia Editrice, 1988, 105 pp. 20.000 liras.

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En la segunda parte (pp. 85-98), de estructura un tanto inconexa,G. traza unos «Lineamenti di grammatica storica». Tras una breveintroducción sobre la clasificación dialectal del dialecto aqueo, se estu-dian en secciones sucesivas las características alfabéticas y epigráficasde las inscripciones, digamma, uso de la qoppa, grupos consonánticos,consonantes geminadas, grafías con <Z>, aspiración y psilosis, rasgosde la koiné dórica, elisión y crasis, a > e, patronímico y peculiaridadesaqueas. En más de una ocasión, se vuelve sobre cuestiones ya tratadasen la primera parte: p. ej., el apartado sobre la grafías con <Z>repite sin aportar nada nuevo lo expuesto en el comentario de la ins-cripción n.° 24. Reiteraciones como esta podían haberse evitado conentera facilidad mediante unas simples referencias internas.

El libro termina con una bibliografía de las obras de carácter másgeneral (pp. 99-100) y un ŭtil index verborum (pp. 101-104), en el queG. ha omitido algunas partículas, pronombres y preposiciones (la ŭni-ca ausencia de importancia son las formas del artículo). G. deberíahaber distinguido entre las formas realmente atestiguadas en las ins-cripciones y las reconstruidas en mayor o menor medida para no crearfalsas expectativas en el lector l . También desmerecen algunos erroresen la ordenación alfabética de las entradas: es el caso de 'Aqáv-15@o-nog, äv naXLv [sic], nokuretv y

La presentación del libro es atractiva. Las erratas son escasas y sintrascendencia: tal vez sea una excepción Fiaajtaxóg, que aparece enla p. 13, n. 4 como un compuesto, en contraste con la lectura FlaóItaxóç TE naxóg TE [SiC] (sc. Fícióv p,áxóg TE 7t6.XO9 TE) adoptada en lap. 11 (inscripción n.° 1, 4; Síbaris, 625-550?) y p. 13, n. 6.

3. Por lo que respecta a la primera parte, merece subrayarse elhecho de que el corpus de G. recoge veinte inscripciones que no figu-raban en el repertorio de Landi (1979), la mayoría de ellas —pero notodas (cf. n.°' 15, 24, 47)— publicadas con posterioridad a esa fecha

La eliminación de los ángulos y corchetes en las formas griegas fuera de lo quees estrictamente el texto de las inscripciones Ilega a producir espejismos (cf. infra §8.14) o conduce a una argumentación tan superflua como la de la p. 94: «Si noti h-conservato ancora nel tardo VI secolo in tnryteiag„avvertendosi perd che la forma élargamente incerta e la pritna sillaba é supplita (cursiva mía: J.M.D.)». En efecto, lo queaparece en el texto n.° 37 (Metaponto, s. VI) es [h]uyt[e]íag.

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(cf. ahora también Jeffery y Johnston 1990: 456-459). Al corpus deinscripciones de las colonias aqueas se ha venido a añadir una inscrip-ción en alfabeto aqueo sobre una vasija (Posidonia, 480-470?)editada por Pontrandolfo (1987).

El editor ha adoptado el criterio de acentuar las palabras (criterioque nosotros seguiremos aquí). Respetando una conocida regla deacentuación «dórica» de los gramáticos, G. no hace retroceder el acen-to a la antepenŭltima sflaba en la 3. a pers. pl. ĉcotórhv del tratadoentre Síbaris y los serdeos (n.° 6, 1; Olimpia < Sfbaris, ?:,550-500?); cf.también la acentuación «dórica» de la forma no-nhav (= át.

v) citada en las pp. 32 y 96. En cambio, contra lo que parecenindicar los gramáticos (si es que hay que interpretar en este sentido laacentuación «dórica» de formas como naíSEg, yuvaCxEg frente a át.na'iZE;, yvvaixEg), G. acentŭa como properispómenas las formas Eu-Pacittai, EEQ8a£oi en la citada inscripción n.° 6, 11. 1-2 y 3.

De acuerdo con la convención habitual, G. indica sistemáticamen-te la cantidad de las vocales largas É yó, pero también —contra lo quees uso comŭn— la de (para la que el alfabeto griego nunca contócon una notación especial). En la indicación de la cantidad se detectaninconsecuencias: así, no se marca como larga la del citado aor. 4-1.1óraev, ni tampoco la del gen. AEltlán (n.° 1, 2; Síbaris, i,ca. 625-550?). Por el contrario, no es ni mucho menos segura la õ larga queG. (pp. 47 y 50) atribuye a baltioeyóg (n.° 28, 4; Petelia, 500?) yScquomeov-cog (n.° 30, 2; Crimisa, i,ca. 500-475?); también Landi(1971: 114 et passim), pero no (1979) passim, y no puede ser de ningŭnmodo larga la a de Sólav (n.° 39, 4; Metaponto, s. VI).

Cada lema viene encabezado por una lista de ediciones y estudiosmonográficos, que incomprensiblemente G. no siempre cita en el or-den determinado por su fecha de publicación. Conviene estar precavi-do ante estas listas bibliográficas, que no siempre son exhaustivas: p.ej., el encabezamiento de la inscripción n.° 30 (Crimisa, 500?)remite —por este orden— a SEG 4, 75, Landi (1979, n.° 173) y Jeffery(1961 [= Jeffery y Johnston 1990]: 410, n.° 30). Quien consulte estasreferencias, comprobará que la inscripción, publicada por primera vezpor Vogliano en 1914 y reeditada por Comparetti en 1916 en dos pu-blicaciones de no muy fácil acceso, figura también en dos repertorios

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muy conocidos: los DGE de Schwyzer [1923], n.° 436.2 y Arangio-Ruiz y Olivieri (1925, n.° 18).

Hubiese sido deseable que los textos viniesen acompañados por foto-grafías o facsímiles de las inscripciones, pero esto quedaba fuera de lasintenciones del autor y habría disparado el precio del volumen. Pese aeste inconveniente, que obligará al lector a recurrir a publicaciones ante-riores, el libro de G. constituirá un ŭtil y cómodo instrumento de trabajopara todo especialista interesado en la epigrafía de las colonias aqueas.

4. Por contra, el comentario de las inscripciones —especialmen-te, en sus aspectos lingŭísticos— y la gramática histórica en su conjun-to no despiertan el mismo entusiasmo.

4.1. Un primer defecto es el «italocentrismo» del autor, que que-da bien patente en la selección de obras de la bibliografía general. Delos 36 títulos catalogados, 19 corresponden a autores italianos. Muypor encima de todos los demás sobresale Renato Arena. De este estu-dioso, que es objeto de un encendido épainos en la p. 98, se citantrece títulos (más de un tercio de las referencias bibliográficas). Dadoque una buena parte de ellos no son de alcance.general, sino referidosa cuestiones específicas, si G. hubiese sido coherente con sus propioscriterios de selección, no debería haberlos incluido en la bibliografía.

Por contraste, se echan en falta obras de referencia estándar comoBuck (1955), Chantraine (1961), Lejeune (1972), Rix (1976), Allen(1987) o, en materia de repertorios de inscripciones, los Carmina Epi-graphica Graeca (= CEG) de Hansen (1983). Una simple consulta aestos libros habría evitado bastantes errores.

4.2. Con una sola excepción (cf. §. 8.2 infra), G. sigue de manerapoco crítica las opiniones de Arena. Así, de acuerdo con este autor,«Gli alfabeti greci in Italia», Atti del Convegno «La escritura nell'Etru-ria antica», Orvieto 1985 (non vidi), G. sostiene que *(13ĉ(FXXog (n.°24, 3; Crotón, ,550-500?) presupone una variante más antigua IbItFu-

XXog [phayullos]. Que *(1)áFukkog ceda ante 4:1>áFXkoç poxque <FY>sería una grafía redundante, no es probable: si bien es cierto que histó-ricamente <F> y <Y> derivan de un mismo signo fenicio waw, en elalfabeto griego ambas letras son independientes una de otra.

Segŭn la interpretación más extendida (cf. en fecha muy reciente,Bile 1988: 107), las grafías como át. aFirrIte, jón. (Naxos) aFtruó,

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cret. TáFuclog y el hipotético * 4:13áFukkog reflejarían una pronuncia-ción [a.wu] con «hiatización» del diptongo Gau] > [a.u]) y apariciónde un glide de transición ([a.u] > [a.wu]). En la ortográfica convencio-nal los estudiosos indican esta pronunciación colocando el espíritu so-bre la vocal inicial de palabra: áfirt69, dtFtruel. Un proceso /au/ >[a.u] > [a.wu] no carece en sí mismo de verosimilitud fonética: cf. lat.tauru < calabrés táwuru > távuru (Rohlfs 1966: § 43). Sin embargo, sicomo apunta Hansen, CEG, n.° 18 —aunque sin llegar a extraer lalógica consecuencia— , la métrica exige que át. aFirtág, aFirti5 seanbisfiabos (nótese el cambio en la colocación del espíritu), es impensa-ble que <F> represente «the natural glide before the u-sound» comosostiene Buck (1955: § 32) en un pasaje citado por Hansen a contrape-lo de su observación: secuencias como [awu.C], [auu.C] o [au.uC]pertenecen al terreno de los adynata. El tipo aFirtác. no es, pues,comparable a et. 6.6FE o cret.i.tvaltovvéFiv, donde, en efecto, la <F>refleja una semiconsonante de transición entre /u/ (o la semivocal [u]segundo elemento de diptongo) y la vocal en hiato de la sfiaba si-guiente.

Dicho esto, <F> en (1:16tFXkog es posiblemente una mera grafía pararepresentar [u] —no está excluida una cierta obstruentización del se-gundo elemento del diptongo (cf. Méndez Dosuna 1985: 109 a propó-sito de locr. NaF7tax-dov). Las grafías como aFin ĉte deben haber sur-gido por contaminación entre oelytáci y aFráci.

4.3. Una segunda cuestión en la que G. (pp. 40-42 y 93) sigue decerca a Arena es la interpretación de la grafía <Z> en Incruo (= cf.jón. octto, IG xii. 5. 615; Iulis de Ceos, s. V) en la citada inscripciónn.° 24, 14 y -encwa (n.° 46, 3; Siris/Metaponto, ,550-500?), donde<Z> nota los resultados de los grupos sordos *ts (<*ds) y *tw, frentea lo que es habitual en la mayoría de los dialectos, en que representael resultado de los grupos *j-, *dj, *gj, *rj: cf. en otras inscripcionesde las colonias aqueas, ZE6ç (n.° 6, 5-6; Olimpia < Síbaris,500?), •:31)ç (n.° 30, 4; Crimisa, 500?) y thrŭyIZE (sobre esta for-ma, vid. § 8.17 infra) en la nueva inscripción de Posidonia (Pontran-dolfo 1987, 1. 2, ,ca. 480-470?).

A juicio de G., el uso anómalo de <Z> en héct-ro y -4ctea seexplicaría en ŭltima instancia por un proceso de ensordecimiento /dz/

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> /ts/. Segŭn Arena (1971), una evolución análoga habría tenido lugaren Creta, donde —salvo contadas excepciones— esta grafía se utilizaen las inscripciones arcaicas tanto para el resultado de los grupos sono-ros citados (p. ej., Ötxátovtag) como para el de los grupos sordos*t(h)j, *k(h)j, *tw (p. ej., áv84aftat = Hom. ávaMooctaftat). Que,pese a todas las apariencias, los grupos sordos y sonoros no se habíanconfundido en cretense, está fuera de duda entre otras cosas porque apartir del siglo V se imponen grafías distintas para los primeros, nota-dos como <(T)T>, y para los segundos, representados por <(A)A<(para más detalles cf. Brixhe 1975). Dicho de otro modo, en Cretatras la grafía <Z> de la época más arcaica se esconden —sean las quesean— dos realidades fonéticas diversas. Por razones que expongo enotro lugar (Méndez Dosuna, en prensa), las africadas /(t)ts/ y /(d)dz/no son la ŭnica opción posible, ni siquiera la más verosímil.

Un segundo argumento a favor del referido ensordecimiento /dz/ >/ts/ (Arena 1965) vendría dado por los préstamos griegos en el latín deépoca arcaica, donde -ss: corresponde a gr. cf. noectruQícov > pur-purissum, vtga > massa; cf. también dór. Ithva > sona con s- en posi-ción inicial. El resultado sordo -ss- del latín se explicaría a partir de unapronunciación /ts/ característica de las colonias aqueas. Pero el argumen-to es débil. Es verdad que el valor de <Z> en época helenística esincierto. Con toda probabilidad, coexistían pronunciaciones distintas de-pendiento de las regiones. En cualquier caso, el testimonio de la métricano deja lugar a dudas de que <Z> representa un sonido doble (azd],/ddz/, /zz/?), que en la métrica forma posición. Dado que en el momentoen que se adoptaron (y adaptaron) los préstamos en cuestión, el latín nocontaba ni con /(d)dz/ ni con /zz/ sonora geminada, ni tampoco con /z/en posición inicial de palabra, los ŭnicos sustitutos posibles para <Z>eran /ss/ en posición intervocálica, /s/ en posición inicial (cf. Allen 1978:46). Téngase en cuenta que ni siquiera la sonora 1z1 era un sustitutoadecuado en posición intervocálica ya que durante el período en cuestióneste sonido había evolucionado —o estaba evolucionando— a /r/.

Last but not least, no parece probable que tales préstamos se hayanintroducido en latín a través de las colonias aqueas, que ni eran lasmás próximas al Lacio, ni desempeñaban un papel político o culturaldestacado.

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4.4. Serialemos de paso que resulta improcedente el breve excur-so sobre el futuro y aoristo en para los verbos en -000) (-ruo)) y

que G. (pp. 41-42) introduce a propósito de la forma hécuro. Lageneralización del elemento (fi)rula, loĉtXit yyla) a todos los ver-bos en con independencia de que la raíz terminase en dental(anu5-) o en velar (oa)niyy-), sólo afecta a los verbos en que -(Zco,-áto) podían interpretarse como sufijos: cf. la falsa segmentación enformas como an-íZo) que conduce a la aparición del tipo noXE[4.-íZco.Un reanálisis de esa especie sería altamente improbable en el presenteYZo[tat (,h-íZo[tat, con raíz verbal h-?) y completamente imposible en

con un inexistente sufijo -Éo[tai? No parece unapura casualidad que las formas de aoristo documentadas en los dialec-tos dorios (cf. LSJ. s.v. Ico) sean siempre en -(a)o-, nunca en Lasituación es bien distinta en el caso de xa0(Zco, que en ático, a juzgarpor el fut. contracto xa01,65 y el aor. lx•:5cOuoa, perdió pronto su carác-ter de verbo compuesto (cf. Chantraine 1961: § 358b). En el dóricoliterario, mientras Pindaro (P. 5. 42) utiliza todavía el antiguo tipoxdt0Ecroa, los bucólicos presentan ya formas en (Theocr. I, 12; IV,32 xa0Ch; I, 51 xa0Clag; Bión, fr. 13, 6 fut. xaOild), que evidenciande manera nítida que el presente se interpretaba como un verbo en

5. Pasando a una cuestión totalmente distinta, G. (p. 87) serialaque desde época temprana la Magna Grecia es una zona propensa a laconvergencia dialectal. Bartonék (1975) y Landi (1979) han estudiadolos pormenores del fenómeno y, por más que uno pueda disentir desus análisis en determinados aspectos, nadie se atrevería a cuestionar-los globalmente. Por lo demás, es un hecho universalmente observadoque la colonización favorece la nivelación dialectal (cf., p. ej., Hock1986: § 15.5). Choca, sin embargo, con tal declaración de principiosque G. apenas maneje datos de otras zonas del sur de Italia como silas colonias aqueas no hubiesen tenido la menor relación con su entor-no más próximo.

5.1. Conviene, por otro lado, puntualizar que resulta poco creíbleque desde el s. VII existiese en el sur de Italia una koiné (más exacta-mente koiná) dórica como pretende G. (p. 87). Esta koiná vendríadefinida (pp. 94-95) por rasgos como la conservación de ã larga, la

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flexión de los masculinos en -ä 2 , «la forma Éjd del verbo sustantivo»[sic], los resultados de determinadas contracciones (Oco>d) y el mante-nimiento de secuencias de vocales en hiato (ao, UE, co, ca) 3 , la noasibilación de -TI y, por ŭltimo, la generalización de a los futuros yaoristos de los presentes en *-djô que hemos comentado más arriba.Todos estos son rasgos compartidos —pero ninguno de ellos con ca-rácter exclusivo— por los dialectos dóricos. Por esta razón, salvo prue-bas inequívocas a favor de lo contrario, la reconstrucción comparadatenderá a atribuirlos a una etapa de comunidad (el protodorio y/o elprotogriego segŭn los casos) previa a la fragmentación dialectal. Enningŭn momento podrán ser por sí solos demostración de la existenciade una koiná dórica que Buck (1955: § 278) define en los siguientestérminos • «substantially Doric, retaining a majority of the generalWest Greek characteristics, but with a tendency to eliminate local pe-culiarities, and with a strong admixture of forms from the Atticxo

5.2. Considerando lo que acabamos de exponer, no puede causarexcesivo asombro que el adjetivo «dorico» sirva de comodín y se apli-

2 G. considera que esta flexión es anterior «alle innovazioni morfologiche apporta-te dallo ionico-attico mercé morfemi tratti da quella dei temi in -o». Pero los ejemplosaducidos cuadran mal con tal afirmación: así, el nom. EviElccQtrag (n.° 3; Sibaris,550-500?) presenta ya la -5, analógica de los masculinos temáticos; la desinencia -Et delos genitivos Xacp ítvkíba (n.° 20; Posidonia, 500?), actQíba. (n.° 34; Metaponto,

625-600?), Factíct (n.° 35; ibid, i,ca. 625-575?), tiene su origen en la forma nocontraCtá -fio, donde -o se ha tomado de la(s) desinencia(s) de genitivo temático -oío/*-oo(por supuesto, contra lo que cree G., esta innovación no es específica del jónico-ático,sino comŭn a todos los dialectos con la excepción del ático que utiliza la desinenciatemática -ov). Por inadvertencia, la forma Péya5 (n.° 3; Sibaris, 550-500?) aparececitada entre los sustantivos masculinos. El tipo de objeto en que aparece, una pesa detelar, deja fuera de duda que se trata del nombre de la propietaria en genitivo.

3 La «chiusura di (e)o in (o)v» con que LANDI (1979: 78-79) pretende dar cuentadel antropónimo Kkŭ jievo5 (al que hace derivar de un inexistente 1. 10.eópevo;) en unainscripción reciente de Metaponto (n.° 149 de su corpus) es ficticia.

4 Hay que convenir con G. (p. 89) en que —por distintas razones— las posiblescoincidencias entre las inscripciones de las colothas aqueas y el cretense (<Z> por<EE> «pangreco» [sic], rur > rt, 1, > 1v), a las que cabría haber afiadido el nom. pl.del artículo oi, no son prueba de una gran afinidad entre ambos dialectos. Con todo,estos rasgos no pueden representar «l'affioramento di una pi ŭ antica doritá» toda vezque al menos rrt > ri, > iv —cuyos testimonios en las inscripciones aqueas no están,por otra parte, plenamente asegurados— son evidentes innovaciones que en ning ŭncaso, pueden remontarse ai protodorio.

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que de forma indiscriminada a fenómenos tan dispares como la psilosis(p. 16), la no contracción de -E0- (p. 38), la conservación de F- (p.47), la -6- de 'EnixCnog (p. 48), el teónimo 'Anókkov con -o- en lugarde la -E- «della forma dorica canonica (AnékXwv)» (p. 97). En todoslos casos el adjetivo es inadecuado por exceso (ni la psilosis ni 'Ané-XXeiv son rasgos compartidos por todos los dialectos del grupo occi-dental) y/o por defecto (todos estos rasgos se documentan en dialectosde otros grupos).

6. Parece, en cambio, extrario que G. no preste la menor aten-ción a rasgos que en principio son ajenos a los dialectos occidentales.Asi, nom. pl. masc. del articulo ol (en lugar de dór. to0 de lainscripción n.° 6, 1 y 2; cf. también 1. 6 x6XXoi = xcit o kXou (Olim-pia < Sibaris, i;ca. 550-500?) es un rasgo del dialecto de los misteriososserdeos que firman el tratado con Sibaris, si es que estos eran jonioscomo sugiere el propio G.? acaso uno de los rasgos del dialectohablado en Acaya antes de la llegada de los dorios (cf. arc. oE)?

En una tablilla de bronce inscrita en alfabeto aqueo (n.° 46, 3;Siris/Metaponto, i,550-500?), en lugar de la variante pandoria Tétocoa,se atestigua el numeral "CÉCI@CL, ya comentado más arriba desde otropunto de vista. Su primera editora, Guarducci (1958), atribuyó estetexto, un breve inventario de objetos pertenecientes al santuario de laffeĉig ê3tÌE(QI, (probablemente Deméter), a la ciudad de Siris. Mástarde (1967: 117s.), prefiere ver en In1 EiQi una referencia al rio quedio nombre a la colonia. Segŭn la tradición, Siris fue fundada poremigrantes jonios de Colofón ca. 675, pero hacia 530 a.C. —a finesdel s. VII o comienzos del s. VI en opinión de Guarducci (1978)—cayó derrotada ante una coalición formada por Sibaris, Crotón y Me-taponto.

La propia Guarducci (1978: esp. 287-288) volvió por tercera vezsobre este texto con un planteamiento diferente: la inscripción habriasido redactada por iniciativa de Metaponto en el momento en qvueesta ciudad, inmediatamente después de la destrucción de Sibaris (ca.510), habria pasado a ejercer su hegemonia sobre Siris5.

A pesar de citar a Guarducci (1978) en el encabezado de la inscripción n.° 46, enla nota 1, dedicada a discutir el problema del origen de la tablilla, G. no se hace eco desu propuesta, sustancialmente distinta de la planteada en publicaciones anteriores.

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La presencia de -4apa, cuyo carácter no dorio, por sorprendenteque esto pueda parecer, ha pasado completamente desapercibido alos estudiosos que se han ocupado de este texto°, se presta a distintashipótesis que no pueden quedar disociadas del problema general queplantea el origen de la inscripción. Si aceptamos con Guarducci (1958)que esta se redactó in situ en la propia Siris, -4otea puede ser unavenerable reliquia del dialecto jonio (cf. jón. de Efeso TéTaQag, Hom.téoona) que se habló en la colonia hasta su derrota frente a la coali-ción aquea. Si, por el contrario, admitimos que la inscripción fue re-dactada en Metaponto —pero ninguno de los argumentos de Guarduc-ci (1978) parece definitivo— , habrá que suponer que TÉO:tect es unelemento del dialecto hablado en el norte del Peloponeso en el segun-do milenio, milagrosamente preservado (cf. arc. Téo(o)na en un epi-grama en honor de un olimpionica arcadio, Iv0 164,4 = J. Ebert1972, n.° 32: Olimpia, ca. 400 a.C.); cf. infra § 7.4, sobre otras posi-bles reliquias predorias en las colonias aqueas. Por el momento, afalta de datos más concluyentes, la primera opción parece preferible.

7. Un capítulo especialmente confuso es el relativo a las peculia-ridades aqueas (pp. 96-98). El lector no siempre está seguro de cuándopor «aqueo» debe entender el dialecto hablado en Acaya en épocahistórica («acheo storico» en la terminología de G.) y cuándo, el pro-todialecto reconstruido por Otto Hoffmann como antepasado com ŭndel grupo eolio y del arcado-chipriota («protoacheo»). qué senti-do son rasgos «aqueos» la apócope de preposiciones, el vocalismo -o-de 'ArcókXwv, la palabra xp ŭbEoliov diadema (n.° 46, 3; Siris/Meta-ponto, i,550-500?), el uso de ngólEvog con el sentido de garante' (n.°6, 5, Olimpia ( Sibaris, i,550-500?; 27, 6, Caulonia, i,500-475?; 28, 5.Petelia, ,500-475?) o los Kurznamen [0e]ctaŭg (n.° 58b; Metaponto,i,450-400?), KaX(X)lag (n.° 59; Metaponto, (:,425-400)? En cuanto a laconocida epiclesis de Zeus, forma 01.1.1ced.oç transmitida por losmanuscritos de Polibio II, 39, 6 es más o menos «aquea» que el Alicl-gtog atestiguado epigráficamente?

6 Arena (1971: 24, n.° 120) califica a -4ctpa de «acheo». cuál de los dossentidos?

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7.1. Dentro del mismo apartado (pp. 97-98), G. comenta que elalfabeto de las inscripciones arcaicas no permite establecer si el aqueocolonial pertenecía originariamente a la Doris mitior o a la severior,pero no cree necesario hacer mención de la discrepancia existente alrespecto entre las inscripciones recientes de la metrópoli y las que—en muy escaso n ŭmero por el momento— han aparecido en sus co-lonias 7 . Como es sabido, las primeras se encuadran en el tipo mitior:cf. SEG XVI, 375, 3 PcruX[ ĉt], 9 Hatedg (Egio, fin. s. IV); SGDI1615 (+ SEG XI, 1259) 2 nokeltáQxoug, 3 /yyedtcpeiv, 8 [y]woijcría,13 llouoía, 15-16 Toi.") 'Anókkcu[voç], 16 TOin Sogitóooŭg (Dime, s.III); DGE 429, 3 óbekof.), 6 WriliuOurŭ cyeat, 10 recToeNoucra (Dime,ss. III/II); etc. Las segundas, en el severior: Landi (1979), n.° 151(Metaponto, época helenística); n.° 170, 5 y 6 lanaCco, 11 ttheyníco(gen.), 13 7u.okfiv (Terina, fin. s. IV)8.

Bartonék (1972: 79-86) y (1975: 24-25) supone que eran las colo-nias las que conservaban la situación original y que el vocalismo mitiorde las inscripciones recientes de la metrópoli se habría introducido enfecha tardía con la adopción de una Kanzleisprache convencional basa-da en la koiná noroccidental. Su argumentación se fundamenta en eltestimonio de documentos de Cefalenia e Itaca, islas en cuyas inscrip-

Resulta intrigante que tampoco Landi (1979) se plantee este problema con rela-ción al dialecto de las colonias aqueas sobre todo después de haber insertado un extensoinforme sobre la distinción entre Doris mitior y Doris severior y sus implicaciones parala clasificación dialectal desde el punto de vista de Bartonék (pp. 40-42), y haber dedi-cado un capítulo entero (pp. 70-77, esp. pp. 71 y 75) a discutir la posición de Blomqvist(1975) sobre el caso concreto del dialecto de Locros Epizefirios. La intriga se convierteen estupefacción al comprobar que, en el cuadro de las pp. 99-100, Landi atribuye a lascolonias aqueas un sistema de vocales largas de la Doris severior desde el siglo VI

,desde la época de los primeros testimonios escritos, en los que, por otro lado, no sepuede precisar la naturaleza de las vocales medias largas?— en contradicción con elmapa de la p. 102, donde las colonias aqueas aparecen entre los dialectos de la Dorismitior.

8 Bartonék —a título de hipótesis y con toda clase de prevenciones— pone enrelación con las colonias aqueas la tabella defixionis DGE 315 (= Landi 1979, n.° 114;s. III), aparecida, en algŭn lugar indeterminado del Bruttium y tradicionalmente atribui-da a Locros Epizefirios. Tras el hallazgo de las tablillas del archivo del templo de Zeus,cuya lengua ofrece notables puntos coincidencia con la de la defixio, la atribución aLocros —para la que antes no existía demasiado fundamento— es prácticamente segura(cf. Blomqvist 1975: 18).

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ciones arcaicas es patente el influjo de Acaya. Así, el vocalismo deIxEr-IQCav y Ivsxémov en un decreto de los cefalenios de Same(IvMg 35, 11. 11 y 31; Magnesia del Meandro, p.a. 200) dejaría traslu-cir el estado de cosas más antiguo frente al vocalismo «reciente» deotras formas en la misma inscripción (cf. 1 Auxívou Toi) A .6xou, 7-8toúç VEPslavag, 10 na@axakuŭvuov, 13 int aexcnicraç, 18 xakEtv, 23EtilEv, etc.) y la variante 1xExELQ1av atestiguada en el decreto de laLiga Aquea, IvMg 39, 16, paralelo al anterior; cf. también lxe[x]Et-eíav en una Asylieurkunde de la ciudad aquea de Egira (SEG XII,371, 11. 41 y 51; ca. 242).

El vocalismo antiguo reaparecería en nombres propios con un ele-mento KXriv- (< *Klewesn-) que se documentan en epitafios tardíosde las Islas Jonias (10.rivayóce, IG IX 1. 671, 7, Itaca; Kkivínitav,IG IX 1. 600, 2, Zacinto) y en el demostrativo Vivw de un epigramasepulcral de Itaca, IG IX 1. 658, 1 [= Peek GV n.° 102] (ss. III/II) allado de Poukeu. (1. 3).

Antes de pasar a enjuiciar la validez de estos argumentos, es opor-tuno serialar que existen otros posibles ejemplos de contracción devocales con resultados del tipo severior que acertadamente —es impor-tante subrayarlo— Bartonék no toma en consideración. En la lex sacraDGE 429 (Dime, ss. III/II), al lado de las formas con vocalismo seve-rior citadas más arriba, en vez del esperable crŭkv, se lee el infinitivoaŭXfiv (1. 7), en el que Bechtel (1922: 882) cree reconocer una hipoté-tica flexión en -fico. Pero en vista de la poca confianza que inspiran lospresuntos ejemplos de dicha flexión (Méndez Dosuna 1985: 228-230con referencias), parece más probable que la desinencia del inf. aafivse haya tomado analógicamente de la flexión en -étco aun cuando . enlos dialectos occidentales la nivelación suele operar en sentido contra-rio (vid. Buck 1955: § 161. 2).

También son irrelevantes los genitivos temáticos en de una listade árbitros nombrados por la Liga Aquea —por su estado fragmenta-rio, la inscripción sólo nos permite precisar que algunos de ellos erannaturales de la ciudad de Dime— para mediar en un conflicto territo-rial que enfrentaba a dos ciudades (no identificadas) del Peloponeso,SEG XIII, 278 (Egio, ca. 250-200). La interpretación más natural delos genitivos Eŭcpoáv-no (1. 7), Aiyívw (1. 9), foodoco y

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(1. 12), etc. es la que propone Bingen (1953: 619-620): mientras eltexto de la sentencia se reproduce respetando con todo escr ŭpulo eldialecto aqueo en que fue emitida (cf. los genitivos en -ov, 1. 2 ta`Ptyo[crtaoíov], 3 Ptotlavtof,), en la relación de jueces se utiliza ladesinencia propia del dialecto local de una de las dos ciudadeslitigantes, la que se encargó de grabar la inscripción. Es interesanteobservar que la adaptación al vocalismo de la Doris severior no haprogresado más allá de la desinencia y que, en los antropónimos Kkei-volÉvco (1. 13), (1ikoxkcí8a (1. 21), se ha respetado el vocalismo origi-na19.

En otro lugar (Méndez Dosuna 1985: 275-276), he defendido lahipótesis diametralmente opuesta a la de Bartonék: es la metrópoli laque ha conservado el arcaísmo y las colonias las que han innovadopasando de un sistema de siete vocales largas a uno más simple decinco. Idéntica evolución separa el locrio de Grecia (mitior) y el deMagna Grecia (severior). Cf. también Ruijgh (1984: 64-71) (1986: 454-455), Brixhe (1989: 38).

Los argumentos que Barton'ék esgrime en favor de su hipótesisson poco consistentes. En primer lugar, como él mismo concede, afines del siglo III, Cefalenia e Itaca estaban integradas en la Liga Eto-lia. No puede ser fruto de la casualidad que en el referido decretoenviado por los cefalenios a Magnesia del Meandro (IvMg 35) y en sucompariero de los itacenses (IvMg 36), se documenten dos rasgos tancaracterísticos de la koiná nordoccidental (Buck 1955: § 279) como eldat. pl. atemático en —oug (cf. IvMg 35, 13 Mayviltot,ç; IvMg 36, 13vop,tóvtot;) y la construcción con lv + ac. (IvMg 35, 7-8 lv toin[" E]Xlavotç, 8 lv tó Eeffiv, 18 0, neoe8Q(av, etc.; IvMg 36, 8 lv toi)g"Eikavag, lv tó EEeĉw, etc.). Significativamente, ambos rasgos estánausentes de la correspondiente inscripción de la Liga Aquea, IvMg39, donde aparecen el dat. "EXkuotv (1. 38) y la preposición Eig: clçcytákav (1. 38), Eiç TO LECIOV (1. 38), Eig [T0iJg V]O1101J; (1. 44). Losdatos de las inscripciones de Cefalenia e Itaca no parecen en principioextrapolables al dialecto de Acaya.

La interferencia dialectal se traduce en una variación morfografémica (el térmi-no es de Brixhe 1989, quien analiza situaciones comparables en textos monodialectales).

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Descendiendo al detalle de la argumentación, hay que advertir quelos antropónimos en y el demostrativo tfivo) no ofrecen absolu-ta garantía. En primer lugar, los originales de estos textos —conocidossólo a través de copias del siglo XIX— se encuentran en paraderodesconocido. Esta circunstancia impide verificar la exactitud de laslecturas m . En segundo lugar admitiendo que estas son correctas, no sepuede olvidar que se trata de inscripciones de fecha tardía en las queno es impensable que Kknv- refleje un fenómeno de itacismo. Porotro lado, la forma TAvco puede haberse imitado de la poesía alejandri-na contemporánea en dialecto dorion.

Por lo que respecta a Ircerweav, es preciso recordar que, en distin-tos dialectos de la Doris mitior, el nombre de la mano y sus derivados—entre ellos, naturalmente el compuesto IxExEloía (<*lxe-xew-la)—presentan un vocalismo xrio- y no xEie- como cabría esperar: así enargólico oriental, en una estela de Epidauro, IG IV2 I. 121 (fin. s.IV), las formas táç xrm5; (1. 22), táv xika (11. 27 y 28), ei,g tág xlice;(1. 96) coexisten con tof) 'Aoxkaynof) (1. 2), Ivictutuŭ ç y xvoiJoa (1.3), [xoi].ta0doa (1. 11), locrelcrOai (1. 12), /xuívai (1. 27), etc.; paraejemplos de xrip- en los dialectos nordoccidentales, vid. Moralejo Al-varez (1973: § 76), Méndez Dosuna (1985: 77-78). En teoría, seríaposible que estas formas anómalas fueran préstamos tomados de losdialectos de la Doris severior. La hipótesis de un préstamo interdialec-tal, que con razón critica Ruijgh (1989: 160), sería adecuada en elcaso de IxExci@lot/Ixexiola, un término que incide de lleno en el ám-bito de las relaciones internacionales, pero resulta poco probable en

l° Para 10viaitav, Boeck, CIG 1934 (= IG IX 1. 600) recoge como variantes dedistintos editores KAHN-, KAIN-, KAEN-, EAEN-. La inscripción 1G IX 1. 671 deItaca presenta un sospechoso parecido con la n.° 577 atribuida a Léucade. Dittenberger(ad loc.) no descarta la posibilidad de que trate de un ŭnico documento.

" El epigrama está compuesto por dos disticos, cuyos hexámetros —ambos condiéresis bucólica— son torpes desde el punto de vista de la métrica: en el v. 3 hay queescandir Tii.téát 8Š; el v. 1, se mida como se mida el segundo hemistiquioEŭffuMusu —nótese que este nombre propio no es compatible con el ritmo dactilico—,es hipérmetro. Es impensable una construcción con dativo enlvw<c> TOL TóbE aĉtua...EŭlYuMucu[i], no tanto porque aparezca la iota en los dativos duccptáXcut, '101t y.cu (l. 2)y Boŭkat, TtuŠcit (I. 3), como porque en otros epigramas sepulcrales el nombre deldifundo en dativo va ligado a un esquema del tipo afula Tób* IcrrnoEv é Sciva T ŭit ber.vc(Peek G V, nos. 137-246).

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el de xeíQ/xfiel, que es un elemento del vocabulario básico de uso coti-diano. Es, por tanto, preferible suponer con Ruijgh (1986: 458-459, n.2) que en estos dialectos el tipo x8Ce, xsio5g, mal integrado en laflexión de los temas en -r experimentó una atracción analógica porparte del paradigma más frecuente Olje, 0110g.

En conclusión, los datos epigráficos no avalan la hipótesis de Bar-tonék. El sistema de vocales largas de la Doris mitior que atestiguanlas inscripciones de Acaya, parece autóctono y no una importacióntardía. Los testimonios de <H> y <1.2> por <E1> y <OY> en lasislas Jonias —si es que son auténticos— , no tienen por qué ser restosde una situación antigua y no simples indicios de la confusión recientede las vocales medias primarias abiertas y las secundarias cerradas.

7.2. Incidentalmente, el pasaje del libro de G. en el que se discu-te el valor de los signos <E>, <0> como notación de vocales largasen, p. ej., tsç, héccro, etc., puede servir como botón de muestrade una cierta falta de claridad en la exposición: «Pure da inquadrarsiin uno strato cronologico post-acheo, appartenente cioé al pieno ambi-to della doritá, é l'attestazione di tratti imputabili alla doris seueriorquanto a quella mitior». habría resultado más sencillo decir quela ambigiiedad de la grafía no nos permite extraer ninguna conclusiónde las inscripciones ni a favor de un vocalismo de la Doris mitior, ni afavor de uno de la severior?

Tampoco son ajenos al autor les grands mots... vides. Como ilus-tración puede servir la apostilla de G. (p. 91) a propósito de Fío5(,t)(n.° 1, 4; Síbaris, 625-550?): «... la presenza del diganima si gius-tifica anche col tono della redazione del testo benché il tratto sia nor-male nella doritá coeva. In altre parole, in senso sociolinguistico, si haqui il coincidere di variante diatopica e variante diastratica».

7.3. Volviendo al problema de las relaciones entre el dialecto delas colonias aqueas y el de su metrópoli, G. no menciona la posibilidadde una discrepancia en el vocalismo del adjetivo Ecteóg/in ĉ);. En elaqueo colonial el vocalismo dorio es regular: hunóg (n.° 4, 1;Síbaris, 550?), Inctel[- (n.° 11; Posidonia, s. VI), hiaQóv (n.° 12;ibid., 600-575?; nos. 13, 14 ibid., 550?), lucte ĉi (n.° 50; Meta-ponto, 525-500?)12. Por el contrario, en el aqueo del Peloponeso

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ponto, 525-500?)12. Por el contrario, en el aqueo del Peloponesose documentan ambas variantes. La forma lagóg en SEG 3, 329 (Pele-ne, V?), contrasta con hiegáç (SEG 11. 1121; i,Lusos?, i,ca. 500-475?) y Leg[ó]v sobre una oenochoe de bronce (SEG 11. 1266; i,ca.425?). Hay que reconocer, no obstante, que los testimonios de [ag-están lejos de ser decisivos: la primera inscripción es de procedenciaincierta y, aunque su alfabeto es aqueo, en ella se manifiesta como enotros textos de la franja fronteriza entre Arcádia y Acaya (Jeffery (yJohnston) 1990: 209, 222-223 y 451) una curiosa mezcla de rasgos dia-lectales dorios (Exati) y arcadios (1qotóv, quizá [ba]gm.Lág); la formahiegáç es, pues, segŭn todos los indicios, arcadia. Tampoco Leg[ó]vestá libre de sospecha dado que la inscripción muestra rasgos alfabéti-cos relativamente tardíos (cf. Jeffery (y Johnston) 1990: 222) y ademáspuede tratarse de un objeto importado'3.

7.4. Así las cosas, de entre los elementos predorios presumible-mente conservados en las colonias aqueas, los más firmes candidatosen orden de probabilidad decreciente son los siguientes:

El topónimo IlooeL•Savía (n.° 6, 7-8; Olimpia < Síbaris, 550-500?) y su étnico flocrelhavuátaç atestiguado en monedas de Posido-nia (n.° 17, ,ca. 550-500?), derivados del teónimo flocreibáv, con -o-frente a la(s) variante(s) flot(e)Lbsáv con -T- de otros dialectos dorios(Buck 1955: § 61.4).

El segundo candidato es el nom. 'Axik1g en una inscripción deMetaponto (n.° 36, i,ca. 625-575) publicada por vez primera en 1986.Como señala G., los nominativos con desinencia en lugar de -E ŭg,aunque característicos del arcadio-chipriota, se encuentran en otrasáreas dialectales, por lo que podría tratarsé de un rasgo desarrolladode forma independiente a partir del acusativo en fonéticamente

" LANDI (1971: 116) relaciona equivocadamente la forma áultEtába (cf. infra §7.17) con el vocalismo de tagéig y con la evolución e > a [sic] de los dialectos dóricosnordoccidentales («es. panf., beot.» [sic]) ejemplificada por la forma tag65. Como essabido, esta forma pandoria tiene un área de difusión mucho más amplia que la delcambio Eg > ag (p. ej., locr. avcpótagog) caracterfstico del área nordoccidental.

No son significativos los abundantes testimonios de teg- en documentos recientespuesto que este es uno de los rasgos de koiné que se imponen con más facilidad entodas las regiones.

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regular, que en casi todas partes fue desplazado por el tipo secundarioen -fi(F)a. (cf. Schindler 1976: 352, Peters 1986: 309).

En tercer lugar, la preposición Ev (át. lv) en una conocida inscrip-ción métrica de Metaponto sobre las cuatro caras de un obelisco (n.°39, 3; s. VI) atestiguaría el cierre de /e/ ante nasal típico del arcadio-chipriota (cf. también panf. y con una distribución léxica muy restrin-gida cret. Ev). Sin embargo, Dubois (1985), con argumentos de peso—entre otros, que en Ias inscripciones de la zona septentrional deArcadia a las que antes nos hemos referido, hay êv y no Ev— , pone enentredicho la lectura Öóg SÉ F' Ev ĉtv007totg favorecida unánimementepor los editores más recientes (G. entre ellos sin excesiva conviccióny sin informar suficientemente de los argumentos de Dubois)" y semuestra partidario de rehabilitar la vieja lectura de O. Hoffmann öóçSÉ Ftv dtvOciónotç con el anáforico Fiv atestiguado en cretense.

Como hemos indicado arriba, el nom. pl. del artículo oE y el nume-ral -4apa son otros posibles «aqueismos» del Peloponeso predorioque G. no toma en consideración.

8. En este apartado nos ocuparemos de diversas cuestiones dedetalle, en el orden en que aparecen en el libro de G.

8.1. La 3. a pers. pl. del aor áQuóx0Ev = (át. iiQuío0Eoav) en n.°6, 1 (Olimpia < Sibaris, 550-500?) es conforme a lo esperable.Como es sabido (cf. Chantraine 1961: § 186), el uso del aoristo en-(0)riv para expresar la pasiva es secundario. El sentido original deesta formación era intransitivo, lo que justifica que el aoristo «pasivo»no tome desinencias medias, sino activas. Curiosamente, esta peculia-ridad perdura en griego moderno, donde, pese a las transformacionesexperimentadas, el aor. pasivo en -(5)11>cct sigue recibiendo las mismasdesinencias que los tiempos históricos del indicativo: cf. aor. pas.›córcrixa (át. clás. lxóniv). imperf. act. éxocua y aor. act. Éxolpa. Laforma con desinencia media *dcotóxOato que postula G. (p. 18), con«-rito secondario mediale», carece de toda base.

8.2. En distintos pasajes se abordan cuestiones relacionadas conla evolución de h- . En la p. 19, G. afirma lo siguiente: «Non si tratta

" Kiechle (1960: 3-4), que se muestra muy refractario a reconocer otros rasgospredorios en aqueo, admite esta posibilidad para (v.

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di . attribuire una marcata psilosi alla lingua delle iscrizioni achee, per-ché il fenomeno riguarda di norma l'inizio di parola (ág- e non Oce•- ma-x0- in dcevióxOev) [...] e l'articolo con oscillazione fra forme aspiratee non aspirate» (cursiva mia: J.M.D.). En realidad, la psilosis —inme-diatamente nos ocuparemos del problema específico de la falta de as-piración en •50.tóxOsv— hace referencia ŭnica y exclusivamente a laposición inicial de palabra. Esto es así por una razón trivial: en épocaclásica, salvo en los dialectos con aspiración secundaria de /s/ (p. ej.,lac. vithhag) —y con la posible excepción del préstamo Tecŭn (Taib;segŭn una noticia transmitida por Ateneo 397e)— , la distribución deh- era defectiva debido a que, en otros contextos (en contacto conconsonante y en posición intervocálica), el sonido había desaparecido.

A propósito de las formas xost (=xa1 o[) en la 1.2 (bis) y xiSnaov(=xed é 'Anakc)v), xakoi [sic] (=xal ol W nlot) en la 1.6 de la mismainscripción, con <K> y no con <X> (xol, x&cókov, x)XXot), G.(p. 19) comenta: «E interessante l'ipotesi del K[unze (1961: 209-210)]per cui nel dorico la psilosi sarebbe canonica nei casi di elisione-crasi,fatto normale in epoca ellenistica, raro in quella arcaica»15.

Entre la psilosis y la elisión-crasis no existe tal relación de causa yefecto. La interacción entre ambos fenómenos es puramente acciden-tal: como es sabido, tras la introducción del alfabeto jónico, la aspira-ción deja de notarse en la mayor parte de los dialectos que la conser-vaban, a fin de evitar la ambigiledad del signo <H>. A partir de esemomento las grafías como ácp' exámou (sc. áre xdcriou) o deit' EXItO-

TOU (sc. •án' lthotou) son, en la práctica, el ŭnico indicio que permitedeterminar —pero no con absoluta certeza (vid. infra)— si h- se seguíapronunciando (cf. Buck 1955: § 57a, Allen, 1987: 53). Una scriptioplena como ásth EXĈIGT014 donde E- puede representar indistintamente1- o 1-, no es indicativa de nada porque no se establece contacto entreuna oclusiva y h- inicial de palabra (-T h-) susceptible de transcribirsecomo una oclusiva aspirada (Th).

15 Contra lo que G. da a entender, Kunze no sostiene en ning ŭn momento una ideatan extravagante como que la elisión y la crasis sean normales en época helenística yraras en época arcaica, sino algo bien distinto: que la contracción de tres vocales segui-das («doble crasis» o elisión + crasis como, p. ej., xct ó góg > yo ŭ p.óc) se encuentracon relativa frecuencia en la poesía helenística, rara vez en la arcaica.

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En apoyo de su hipótesis Kunze —quien parece seguir una suge-rencia de M. Treu— cita un pasaje de Apolonio Discolo (Synt. 335bBekker), segŭn el cual en dorio la crasis o la elisión no provocaría elcambio de una oclusiva sorda en la aspirada correspondiente (" ĈOIEL-

gáxig váci ACOQIXĈt •51,Ĉt 101C-ŬV 051,TIOT&XCOV Tág ouvakotcpágnoid-rau»). La fiabilidad de esta información parece confirmada parala poesía dórica por la tradición manuscrita y los papiros. No faltantampoco ejemplos en las inscripciones. Pero la idea de que la «psilo-sis» sea efecto de la elisión-crasis es inaceptable. Para Schwyzer (1939:219, n. 2) —que sigue en este punto a Meister— se trata de un hechopuramente gráfico: una grafia como án EXĈiCITOU (sc. the Ithotau)pondría de relieve la autonomía de los dos elementos que intervienenen el sandhi. A mi modo de ver (cf. Méndez Dosuna 1985: 102, n. 47y 360ss.), existe una interpretación más verosímil: dado que, a juzgarpor diversos indicios, en muchos de los dialectos del grupo dorio, lasoclusivas aspiradas del griego com ŭn habían comenzado a transfor-marse en fricativas sordas, los signos <(13 e X> no eran ya adecuadospara transcribir las secuencias p#h, t#h, k#h resultantes de la elisióno crasis. En estas circuntancias, <II T K> se ajustaban más a la nuevarealidad fonética. Como es habitual en los gramáticos antiguos, Apo-lonio, a la hora de interpretar sus datos, no es capaz de diferenciar loshechos fonéticos de su representación gráfica.

Pasando a otros problemas relacionados con la psilosis (pp. 93-94),G. descarta con razón una sugerencia de Arena que hace de h > (I) uncambio condicionado por el entorno fonético: h- ante vocal palatal /ante vocal velar [sic]. Con todo, su propio análisis de los datos no esmucho más convincente. Para explicar los casos de conservación de h-en un dialecto donde, contra toda evidencia, la psilosis sería «quasigenerale», G. se ve obligado a recurrir a toda clase de coartadas: la h-de Héocitg (n.° 4, 1; Síbaris, 550?) y H(É)@citxXeg (<H> = [hq)(n.° 39, 1; Metaponto, s. VI) sería achacable al conservadurismo orto-gráfico de los teónimos; la de héato (n.° 24, 4; Crotón, 525-475?), a su carácter de mot technique. Aŭn así, hay notación sistemáti-ca de h- en hinóg (para los testimonios, vid. supra § 7.3); cf. tambiénHŭ l3Quxoç en la 1.4 de la inscripción publicada por Pontrandolfo (1987;Posidonia, i,ca. 480-470?).

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La solución tradicional (cf. Bechtel 1922: 872, Kieckers 1932: §179.11), mucho más simple, encaja mejor con los datos. Como enotros dialectos (Buck 1955: § 58a), la tendencia a la erosión fonéticacaracterística de las palabras átonas hace que h- se pierda de formasistemática en el artículo: õ (n° s 1, 2; 4, 4; 6, 5; 39, 1), o (n.° 6, 1 y2). Así lo intuye el propio G. (p. 61): «La psilosi [...] é legata all'arti-colo specie maschile» (nátese que esta precisión es superflua porqueno hay testimonios de nominativos femeninos)' 6 . Por el contrario, h-se mantiene con entera regularidad en las palabras tónicasr.

Las aparentes excepciones a la regla no son tales: como indicare-mos más abajo (cf. § 8. 10). tctrtô representa la contracción de TácuŭTó. Con respecto a ĉteltóxOcv (n.° 6, 1; Olimpia < Síbaris, i,ca.550-500?) y el antropónimo 'AQI,tolíZappg (n.° 28, 6; Petelia, i,ca.500-475?), conviene no olvidar que en la familia de äQ.tct, el problemaviene dado justamente por la h- (o el espíritu áspero) que no encuen-tra apoyo en la etimología (cf. Chantraine, DELG, s.v., Lejeune1972: § 133).

8.3. Es posible que KkEó[teoTog (n.° 1, 1; Síbaris, ?:,ca 625-550?)represente una etapa anterior al desarrollo de la -0- epentética en elgrupo tal como proponen Arena (1970) y G. (pp. 12, 89, 91).Pero no son desechables otras hipótesis: -1.1,Q- puede ser indicio de uncambio 1.113Q- > -pte- o una grafía fonológica ya que en griego no seestablecía contraste entre [mr] y [mbr]; cf. también Bile et al. (1988):110, n.° 115). En todo caso, la aparición de una oclusiva epentética enla secuencia > - 1.113e- sólo se justifica a partir de una silabación

16 Landi (1971: 114-119) ve en la forma ha en una lámina de bronce de Caulonia(n.° 27, 2; i,ca. 500?) el nom. sg . fem. del artículo. Pero esta interpretación es incompa-tible con la aparición del punto en alto que sirve como divisor de palabras. Es sabidoque en los textos que utilizan signos para esta función, el criterio básico es fonético(unidad acentual), no morfológico (cf. Lejeune 1972: § 303). Desde este punto de vista,el artículo, átono, no era, por tanto, una «palabra». G. (pp. 45-46) interpreta correcta-mente la forma het- como una abreviatura equiparable a tg- en las 11. 5, 7, 8del mismo texto.

Hay quizá ultracorrección en la forma hparat (lpatat con <H> = [he]?) en laI. 4 de la inscripción Pontrandolfo (1987) (Posidonia, ,ca. 480-470?) al lado de Egataten las 11. 1 y 3 del mismo texto.

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[m.r]; no podían ser constituyentes de una misma silaba comoparece creer G.

8.4. En opinión de Arena (1970) y G. (pp. 12 y 91), el «prezioso»elemento -XĉitFó convierte el patronímico AEltk ĉcFó de la misma ins-cripción (1. 2) en un «vero nomen gentilicium». En realidad, se tratade un genitivo patronímico banal. Los nombres compuestos con unsegundo elemento -Xa(F)og (át. -kEcog) se encuentran muy difundidosen todo el territorio griego. Es, por otra parte, innecesario hacer hin-capié en que kctóg (át. keein) no es de ninguna manera el equivalenteen griego de lat. gens.

8.5. Segŭn G. (p. 24), el patronímico Xíó (n.° 9; Sibaris, i„ca.525-475?) es «gen. sing. di Xíoç, etnico di Kío; [sic]». En realidad, elétnico de X1o; es Moç <*Xíioç.

8.6. G. (p. 26) considera que N ŭvcpag (n.° 11; Posidonia, s. VI)es ejemplo de un cambio (Jonético?) > -vcp-»; cf. también p.92 sobre 'Okuvníat (n.° 1, 3; Olimpia < Sibaris, 625-550?) yMívxóv (n.° 28, 5; Petelia, i:,ca. 500-475?) donde G. sugiere que <N>es un arcaísmo gráfico. En realidad, —frente a las grafías fonéticas<M> y <F>— <N> ante labiales y velares es una grafía fonológicaen una posición, la implosiva, donde el contraste de punto de articula-ción quedaba neutralizado para las nasales18.

8.7. Siguiendo una propuesta de M. L. Lazzarini (1984: 409), G.(p. 33) considera que Eteívutóvog (n.° 18, 1; Posidonia, 525-500?)

Esto no debe tomarse de ning ŭn modo como sugerencia de que <N> sea lanotación de un archifonema (en nuestro caso /N/) en el que determinados rasgos quedansin especificar —una interpretación así parece implícita en Lejeune (1972: 146): «La[notation <N>] en exprime simplement le caractére nasal». Lejos de esto, casos comoel estudiado evidencian que el archifonema praguense es un concepto carente de reali-dad psicológica. Un archisegmento haría esperar, al lado de N ŭvkpag, Mívx5v yNŭKag , Míyxov, combinaciones como -TN-ŭyepag, tIvIluxóv. El uso de <N> en vŭvcpagrevela que, en posición implosiva, los hablantes identificaban como nasal básica, no unaabstracción, sino un segmento completamente especificado: la apical /n/. Este era eltérmino no marcado de la oposición por ser la ŭnica nasal posible en posición finalabsoluta (cf. *sem > Ev) y en las pausas artificiales intersilábicas, propias del estilohiperarticulado del dictado: normal [num.pha:s], hiperarticulado [nun. pha:s]. La situa-ción del griego es paralela a la del español: cf. faltas de ortografía como tanbién, conpósjunto a referéndum > referendun.

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representa una variante de /tOatcov. Para ello nos veríamos obligadosa postular dos alteraciones ad hoc: un intercambio de «liquida convibrante» [sic] y una transposición de vocal y consonante — alteracio-nes que, por otra parte, dejan sin explicar la aparición de la 1.1 deEnívtnavog (cf. también las dudas de L. Dubois, O. Masson, «Bulle-tin épigraphique», REG 100 (1987), p. 444, n.° 743 bis, Bile et al.1988: 108, n.° 109). •

8.8. También en coincidencia con Lazzarini, G. (p. 34) ve en elimperativo ávxXETÉT.5 una asimilación 3TT > TT > T comparable a laatestiguada en Creta (y también en tesalio, cf. Buck 1955: § 86. 2).Dubois y Masson, loc. cit. y Bile et al. 1988: 108, n.° 109 prefierencorregir en ávxXe<n>té-có.

8.9. En una contera de bronce de Crotón (n.° 22, 2; i,ca. 550?),G. (pp. 38 y 91) lee de acuerdo con anteriores editores un antropóni-mo 'AqávOciónoç con un uso anómalo de qoppa ante vocal no velar(«iperarcaismo grafico»). Parece más apropiada la segmentación pro-puesta por Dubois y Masson, loc. cit., p. 445, n.° 747: Aq "Av00noçcon un antropónimo precedido por la abreviatura del demótico seg ŭnel uso frecuente en la Magna Grecia.

8.10. Pese a G. (p. 45, 50 y 95), tairtei (n.° 27, 4; Caulonia,500-475) y Taŭt[C3] (n.° 30, 3; Crimisa, 500-475?) no resultan dela contracción de Tá ctu-roil Es más que probable que la forma nocontracta fuese Tá aŭtc3. El uso de cátó; como reflexivo está atesti-guado copiosamente en distintos dialectos (cf. Buck 1955: § 121. 3) ytambién en aqueo (Bechtel 1922: 886).

8.11. El vocalismo de la forma ática 'EnIxoueoç demuestra que'Eníxópog (n.° 28, 7-8; Petelia, ?:,ca. 500-475?) no puede proceder detEnIxopFog como cree G. (p. 48) incurriendo en el mismo error queLandi (1971: 118). La interpretación estándar de mic. epikowo no estaíxoc•Fot, sino IníxoFoi vigilantes (relacionado con el verboxo(F)Éco).

8.12. El nombre Zao[T]úx[ca] (n.° 30, 6; Crimisa, 500-475?)no es «un nome diffuso», ni mucho menos el antecedente de Zomxóg[sic] como sostiene G. (p. 50). El elemento Zcto-, en lugar del espera-ble Z4:3- (< ZwFo-, atestiguado en la onomástica chipriota), resulta

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dente. Si la lectura es correcta —pero cf. las precauciones de Schwy-• zer, DGE n.° 436. 2 («Zaot.?») y de Arangio-Ruiz y Olivieri (1925:145): («valde incertum»)—, la ŭnica explicación posible es que Zao-sea efecto de una ultracorrección surgida por analogía con los com-puestos en Eco- y que efectivamente proceden de Ea(F)o- ycl)a(F)o-19.

8.13. Contra lo que cree G (p. 55), en Eŭaeíba (Metaponto, fin.s VII) no ha habido «scomparsa di F interno». La -F- en corc. Thaaía-Fo, sic. (Gela) IlaotábaFo no es etimológica (cf. Buck 1955: § 105.2b) y, por lo tanto, la comparación con AElikáF15 (n.° 1, 2; Sibaris,L,ca. 625-550?) —una forma de pretendido «conio "epico"»— está fue-ra de lugar.

8.14. Por razones evidentes, es gratuita la comparación (p. 57)entre Ilateoxkfig (cf. Teócrifo XV, 140) y la forma parcialmente re-construida flanox[Xéç] [sic] (n.° 36; Metaponto, i,ca. 625-575?). Porotra parte, a diferencia del nom. 'Axikég de la misma inscripción, eltipo Ilateoxkfiç (resultado regular de IlanoxXéPrz) no guarda rela-ción con el problema de las desinencias -£13ç/-11; que hemos discutidomás arriba (cf. § 7. 4).

8.15. En el dístico elegíaco inscrito sobre un obelisco, menciona-do en el § 7. 4, la métrica exige que la ŭltima vocal del voc. H(é)Qa->tkEg (<H> = [hE]) (n.° 39, 1; Metaponto, s. VI) sea breve contra loque haría esperar la evolución fonética regular -xXEFEg > -5 ,skÉg (Han-sen, CEG n.° 396 remite a LSJ s.v. para otros ejemplos de vocativo«breve»). G. (pp. 60-61) opta con poca convicción («sia pure in modoagli occhi nostri non chiaro») por H(É)QaxXÉç. Esta «aporia prosodi-ca» ha recibido distintas explicaciones: ha habido distintos intentos(en ŭltimo lugar, Duhoux 1984) de reinterpretar el esquema métrico yescandir H(É)Q6exkÉç, con una vocal larga, pero la estructura de dísticoelegíaco es demasiado evidente. Dubois (1985: 48-49, n. 28) admite

19 Es ilustrativo el paralelo con la evolución del adjetivo crá(F)og > cren, formacontracta regular de la que parten las formas secundarias Hom. oóog (quizá contamina-ción con oĉ,g) y at. oloog.

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una irregularidad métrica producida por el deseo de introducir a todacosta una cita de Arquiloco (xal.QE aval `Heldxkcig fr. 324 West) in-compatible con el esquema hexamétrico m . Hansen (1985) consideraque la vocal breve puede ser efecto de una abreviación fonética atri-buible al uso como exclamación del vocativo o de una abreviaciónmetri gratia («an untidy but not singular error in Greek inscriptionalverse»). En mi opinión, es muy verosímil que la forma "HeaxXEg convocal breve sea analógica de los vocativos del tipo áLóyEvEg. Schwyzer(1939: 580, n. 4) rechaza esta explicación porque considera que laproporción entre el nominativo y el vocativo AtoyÉvrig: ALóyevEg =`HeaxXfig: x es insuficiente, pero no hay que perder de vista dos he-chos: primero, que por su función y por su forma el vocativo era másafín al nominativo que a otros casos; segundo y más importante, que,si bien en ático ambos paradigmas se mantienen netamente diferencia-dos, en la mayor parte de los dialectos —incluido el aqueo—, la hifé-resis de /e/ hace que —acentuación aparte— la flexión de los nombresen -xXfig (ac. -xXÉa, gen. -xkéog, dat. -xkéi > sea idéntica a lade los otros nombres en -s- (ac. -yévEa, gen. -yÉvEog, dat. -yÉvEL).

8.16. El lector se pregunta por qué tiene un «sapore epico» (p.73) el genitivo 'AxEX5u5 [sic] en el reverso de monedas de Metaponto(n.° 48, med. s. VI/s. V). ,Acaso G. está pensando en genitivos deltipo épico lieLlt[Loio? Como el propio G. pone de manifiesto al indicarla cantidad vocalica en 'AxEXOu5 (cf. át. 'AxEXcpou), la «terminazione»-45u5 no es identificable con la referida desinencia -olo.

8.17. AupLELMa (n.° 19; ólpe de bronce, Posidonia, 500?) fren-te a su base, el étnico Awai,og, no resulta de una evolución a > E anteL como sostiene G. (p. 95), sino de una disimilación a—a>E—a y/o

20 El estado de la cuestión que presenta G. es muy insatisfactorio. Aun cuandofigura en la lista bibliográfica que encabeza el texto de la inscripciOn, no hay ningunaevidencia de que G. haya leído el artículo de Hansen (1985) —incidentalmente, ellector puede remitirse a este trabajo si quiere encontrar un resumen claro y exhaustivode opiniones anteriores sobre el problema. Seg ŭn G. —quien repite un error de Duhoux(1984: 130)—, Guarducci (1974: 556-557) recurre a un abreviamento metri gratia «chenon si sa giustificare» para explicar el voc. H(1)Qa2ùeç. En realidad, Guarducci selimita a señalar el paralelo con el referido pasaje de Arquiloco sin mencionar la dificul-tad métrica.

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de una confusión de sufijos (vid. Bechtel 1922: 873, Kieckers 1932: §§103. 5-6, 179. 8 y Schwyzer 1939: 258 con referencias).

Un cambio en sentido inverso E > a puede aparecer en Posidonia(Pontrandolfo 1987, 1. 2; ,ca. 480-470?) donde es preferible leer conM. Peters, «Indogermanische Chronik» 33, G182, Die Sprache 33, 1-2(1987), un imperfecto ĉorŭytZe (= 17n571z021.

8.18. G. (p. 96) está convencido de que la citada forma Avileta-ba, así como XOEQ11,vkiha (n.° 20, 2; Posidonia, 500?) y Eikteaa(n.° 34; Metaponto, i,ca. 525-500?) son adjetivos patronímicos forma-dos con el sufijo [sic] «di coloritura dorica» por oposición a, p.ej., AEliXaFo que «esprime il patronimico attraverso il genitivo delnome del padre». En realidad, Awei ĉtSa, XaoluXíba y Eime18a songenitivos patronímicos triviales de antropónimos formados con el sufi-jo -10Etg (jón. át. -bri;). Este sufijo perdió pronto su productividad: enHomero, los epítetos FIQiatíôg, AacerriáSig designan a cualquierade los descendientes de Príamo y al hijo de Laertes, pero, en épocaclásica, ni eaux .u616% es el hijo de *Clouxi)brig, ni MiXtuarig el deMikdag. Es interesante comprobar que el sufijo dejó de ser produc-tivo incluso en los dialectos del grupo eolio, en los que el uso deladjetivo patronímico se mantenía vivo. No obstante. a juzgar por larestricción en beocio y en tesalio arcaico impedía derivar adjetivospatronímicos en -Loç de nombres en -Sag, la conciencia de la funciónoriginal del sufijo no se había perdido totalmente en estos dialectos.Como es sabido (cf. Buck 1955: § 168a), para evitar la redundancia desufijos, en estos casos era preceptivo el uso del genitivo patronímico.

9. A la hora de establecer un balance, el libro de Giacomelli pro-duce impresiones contradictorias. Indudablemente, el corpus de lasinscripciones aqueas de la Magna Grecia prestará un gran servicio.Por el contrario, el comentario lingiiístico y el esbozo de gramáticasólo podrán manejarse con extremada precaución. Se detectan erroresen la identificación de las formas y en el análisis de los datos quehubieran sido fácilmente subsanables con una mejor información. Hu-biese sido deseable una mayor autonomía y sentido crítico respecto de

21 La editora sugiere un presenie ánnuy (ZE<L> <áv-n° < thra-n°.

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estudios anteriores. Los estados de la cuestión no ofrecen absoluta

garantía: se omiten informaciones o se atribuyen a los autores puntos

de vista que no defienden. La exposición —a veces se diría que el

problema trasciende el ámbito de lo formal— resulta a menudo vaga

y confusa. La monografía definitiva sobre las inscripciones aqueas de

la Magna Grecia está todavía por hacer.

Universidad de Salamanca JULIAN MÉNDEZ DOSUNA

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56 JULIÁN MÉNDEZ DOSUNA

ADDENDUM

Una vez entregado para publicación este trabajo, he conocido elinteresante artículo de R. Arena, «La documentazione epigrafica anti-ca delle colonie greche della Magna Grecia», ASNP III, 19 ,1 (1989),pp. 15-48. Por lo que se refiere a los textos de las colonias aqueas, A.,que no parece haber tenido acceso a la monografía de Giacomelli,establece un catálogo de 54 inscripciones (pp. 19-24) y ofrece una pa-norámica de conjunto de sus rasgos dialectales (pp. 38-43).

Como no podía ser menos, junto a un buen nŭmero de puntos devista coincidentes (por citar unos ejemplos ilustrativos, A. observa quelas formas -4aQa y oC no pueden ser dorias —en su opinión, se tratade rasgos predorios que remiten a un período de convivencia entreAqueos y Jonios en el norte del Peleponeso), existen cuestiones dedetalle en las que discrepamos. En forma sumaria y manteniendo elorden de exposición de mi trabajo, los principales puntos de discre-pancia son los siguientes: A. interpreta ahora la <F> en sztijáF<u>Xkog (sic) como una grafía tardía y de compromiso en una época en laque <F> estaba cayendo en desuso por la desaparición de /w/ (cf. §4.2), y equipara las formas psilóticas del artículo —para las que sugie-re innecesariamente un influjo jónico— con dcotóxOcv y

(cf. §§ 8.2 supra). Para la inscripción sobre obelisco de Metaponto(n.° 39 de G.), A. propone (pp. 30-32) una forzada ordenación de laslíneas en donde la estrŭctura métrica del dístico elegíaco queda brus-camente interrumpida por la inclusión de la firma del artista; la hipó-tesis, para la que A. no ha tomado en cuenta la bibliografía más re-ciente sobre la cuestión, difícilmente puede convencer. La vocal brevede H(É)Qax),.Ég resultaría de nivelación analógica a partir de los casosoblicuos como, p. ej., HÉcoaxkéoç (cf. §§ 7.3 y 8.15). Como G., A.atribuye una õ larga a 'En(xacioç (cf. § 8.11).