eneida11
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LIBRO XI
Al despuntar el día, Eneas consagra a Marte
las armas de Mecencio y, a continuación, se
prepara la comitiva que ha de llevar el
cadáver de Palante ante su padre Evandro.
Pacem me exanimis et Martis sorte peremptis
oratis? equidem et uiuis concedere uellem.
Llegan embajadores latinos pidiendo una tregua para enterrar a los
muertos. ¿Paz me pedís para los difuntos y muertos por causa de
Marte? Sin dudar la concedería también a los vivos – dice Eneas a la
embajada.
Eneas lamenta tener que conceder la paz en estas circunstancias,
cuando él nunca había buscado la guerra. Concede una tregua de
doce días y propone un enfrentamiento singular con Turno.
Mientras, ya la
Fama ha llevado
rauda a Evandro
la mala nueva:
su Palante ha
caído. Sólo la
idea de la
venganza lo
mantiene vivo.
Evandro anima a los troyanos a partir sin demora a vengar la
muerte de su hijo.
El rey Latino recibe, entre tanto, la embajada con el reto de Eneas.
El pueblo latino clama entero a favor de un combate singular entre
Eneas y Turno.
El rey convoca la asamblea y allí recibe noticias de los legados
que habían partido en busca de alianzas. Ni el mismo Diomedes,
temeroso de lo que ha sucedido a todos los griegos enfrentados a
los troyanos, desea combatir de nuevo contra el poderoso Eneas:
los dioses están con él.
El anciano Drances recuerda que Eneas sólo quiere a Turno. Finalmente el
rútulo estalla y proclama que si nadie desea ya combatir, porque los
troyanos han vencido en una batalla, continuará él solo.
Y de repente unos mensajeros irrumpen en la asamblea y anuncian
que tienen a los troyanos frente a sus puertas. Sale rápido Turno.
Acude a su lado la amazona Camila, que se dispone a luchar en
sustitución de Mecencio. Turno le propone enfrentarse con su
caballería a los troyanos que vienen por el frente, mientras él sale
en busca de Eneas, que viene por el collado de atrás.
Parte Camila rebosando fuerza y coraje. La guerrera está
protegida por Diana.
Pero como la diosa no puede evitar los designios del destino,
entrega a la ninfa Opis una flecha y le ordena matar a cualquiera
que derrame la sangre de su amada Camila: la diosa relata cómo
la guerrera se consagró a ella.
Su padre, el violento Metabo, a punto de ser ajusticiado por su
pueblo, había logrado salvarla atándola a una lanza y arrojándola al
otro lado del río, que les cortaba la huida del enemigo.
Entre pastores transcurrió su vida, en la soledad de las montañas.
Entre jaras y horrendas guaridas de alimañas fue criando a la niña
con la leche de una yegua bravía
Y tan pronto como sus pies grabaron las primeras huellas en la
tierra, puso en sus manos la aguda lanza y colgó de sus hombros el
arco y las flechas.
El coraje exhibido por la guerrera en el campo de batalla es enorme,
especialmente cuando baja de su caballo, atrapa a la carrera y
derriba el corcel de un guerrero ligur y lo mata.
Pero Arrunte, mientras el tirreno Tarcón recupera posiciones,
aprovecha para acechar a Camila (“sigue silencioso sus
huellas”) y, asistido por Apolo, la atraviesa. Inmediatamente
huye despavorido.
tacitus uestigia lustrat;
La joven heroína aún tiene tiempo de mandar a su hermana Acca
que avise a Turno para que vuelva a la ciudad y mantenga alejados
a los troyanos.
tum frigida toto
paulatim exsoluit se corpore, lentaque colla
et captum leto posuit caput, arma relinquens,
uitaque cum gemitu fugit indignata sub umbras.
Entonces se fue desmayando a la vez que el cuerpo se enfriaba
entero y, mientras soltaba las armas, cuello y cabeza caían lentos en
el lecho de la muerte y la vida huyó gritando indignada a las
sombras.
Opis, obedeciendo a Diana, persigue al cobarde Arrunte y le hunde
el dardo en el pecho
illum exspirantem socii atque extrema gementem
obliti ignoto camporum in puluere linquunt;
A él lo olvidan y abandonan sus compañeros en el polvo desconocido
de los campos, mientras expiraba y gritaba por última vez.
Huyen despavoridos los rútulos a refugiarse a la ciudad, sin
guía alguno que los dirija contra los troyanos. Muchos caen
ante las mismísimas puertas
Llegan las malas noticias a Turno que deja de acechar a Eneas, el
cual otea ya la ciudad latina, y, ante la inminencia del anochecer,
decide montar el campamento