escuela de robinsones m. c escher

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Three Spheres II (Tres esferas II), 1946

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Page 1: Escuela de Robinsones M. C Escher

Three Spheres II (Tres esferas II), 1946

Page 2: Escuela de Robinsones M. C Escher

Escher

Page 3: Escuela de Robinsones M. C Escher

Waterfall (Cascada), 1961

Page 4: Escuela de Robinsones M. C Escher

Still Life With Spherical Mirror (Naturaleza muerta con espejo esférico), 1934

Page 5: Escuela de Robinsones M. C Escher

Eye (Ojo), 1946

Page 6: Escuela de Robinsones M. C Escher

Ascending and Descending (Escalera arriba y escalera abajo), 1960

Page 7: Escuela de Robinsones M. C Escher

Circle Limit III (Límite circular III), 1959

Page 8: Escuela de Robinsones M. C Escher

Bond of Union (Banda sin fin), 1956

Page 9: Escuela de Robinsones M. C Escher

Drawing Hands, 1948

Page 10: Escuela de Robinsones M. C Escher

Reptiles, 1943

Page 11: Escuela de Robinsones M. C Escher

Belvedere, 1958

Page 12: Escuela de Robinsones M. C Escher

Day and Night (Día y noche), 1938

Page 13: Escuela de Robinsones M. C Escher

Relativity (Relatividad), 1953

Page 14: Escuela de Robinsones M. C Escher

Cycle, 1938

Page 15: Escuela de Robinsones M. C Escher

Hand with a Reflecting Sphere (Mano con esfera reflejante), 1935

BERTA

Page 16: Escuela de Robinsones M. C Escher
Page 17: Escuela de Robinsones M. C Escher

BERTA

COSAS BONITAS - Verne 14 obras de  Maurits Cornelis Escher, 1898-1972 que nunca nos cansamos de ver Las fascinantes composiciones artísticas del holandés han influenciado a referentes culturales de varias generaciones Aunque no sepas quién es, seguro que alguna vez has pensado en usar la obra de M.C. Escher (como se conoce popularmente a Maurits Cornelis Escher, 1898-1972) para decorar. Colgar una lámina de uno de sus cuadros en ese salón desangelado, regalar un libro de pósters en un cumpleaños-callejón-sin-salida, incluso tatuarte donde la espalda pierde su casto nombre uno de sus famosos trampantojos, antes de que aquel idiota te convenciera de que lo que realmente lo estaba petando eran los tribales. Así es la obra de este inclasificable imaginauta holandés: extraña, personalísima, inmediatamente reconocible hasta el punto en el que solo lo son unos pocos artistas, como El Bosco, Picasso o Dalí. Pero también accesible, pop, fascinante sin exigencias de profundos conocimientos de arte o diseño. Los acertijos visuales de Escher encierran su propia respuesta y esta se encuentra bien a la vista, y por eso es tan satisfactorio contemplar su obra. Al espectador de sus grabados le inunda una tranquila paz cuando se enfrenta a sus inquietantes parajes y universos retorcidos. La razón: que enuncia el enigma al mismo tiempo que susurra la solución.