exhortación apostolica, marialis cultus pablo vi

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  • 8/2/2019 Exhortacin Apostolica, Marialis Cultus Pablo VI

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    Paulus PP. VI Giovanni Battista Montini 21.VI.1963- 6.VIII.1978

    EXHORTACIN APOSTLICA

    MARIALIS CULTUS DE SU SANTIDAD PABLO VI

    PARA LA RECTA OR DENACINY DESARROLLODEL CULTO

    A LA SANTSIMA VIRGEN MARA

    INTRODUCCIN

    Desde que fuimos eleg idos a la Ctedr a de Pedr o, hemos puesto constante cuidado enincrementar el culto mar iano, noslo conel dese o de inter pretar el sentir de la Igles ia ynuestr o impulso personal, sino tambin por que tal culto como es sabido encaja como par te nobilsimaen el contexto de aquel culto sagr ado donde conf luyen el culmen de lasabidura y el vr tice de la rel igin y que por lo mismo constituye un de ber pr imar io del pue blo de Dios (1). Pensando precisamente en este de ber pr imar io Nos hemos favorecido yalentado la gr an obr a de la refor ma litrg ica pr omovida por el Concilio Ecumnico VaticanoII; y ocurr i, cier tamente no sin un par ticular des igniode la Pr ovidenciadivina, que el pr imer documento conciliar , apr obado y fir mado "en el Es pr itu Santo" por Nos junto conlos padres conciliares , fue la Constitucin Sacrosanctum Concilium , cuyo pr ops ito er a precisamente restaur ar e incrementar la Liturg ia y hacer ms pr ovechosa la par ticipacin de los fieles en los

    sagr ados mister ios (2).Desde entonces, siguiendo las directr ices conciliares , muchos actos de nuestr o pontificado han tenido como finalidad el per f eccionamiento del culto divino, comolodemuestr a el hecho de haber pr omulgado dur ante estos ltimos aos numer osos libr os del Ritor omano,res taur ados segn los pr incipios y las nor mas del Concilio Vaticano II. Por todo ellodamos las ms sentidas gr acias al Seor , Dador de todo bien, y quedamos reconocidos a las Conf erencias Episcopales y a cada unode los obis pos, que de distintas for mas ha cooper adocon Nos en la pre par acin de dichos libr os.

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    Per o, mientr as vemos con nimogozoso y agr adecido el tr abajo llevado a cabo, as comolos pr imer os resultados positivos obtenidos por la renovacin litrg ica,des tinados a multiplicarse a med ida que la refor mase vaya comprendiendo en sus motivaciones de fondo y aplicandocorrectamente, nuestr a vigilante actitud se dir ige sin cesar a todo aquello que puede dar ordenado cumplimiento ala res taur acin del culto con que la Igles ia, en es pr itu de verdad

    (cf. J n 4,24), ador a al Padre , al Hijo y al Es pr itu Santo, "vener a cones pecial amor a MaraSantsima Madre de Dios" (3) y honr a conrel igioso obsequio la memor ia de los Mr tires y de los dems Santos.

    El desarr ollo, dese ado por Nos, de la devocin a la Santsima Virge n, inser tada en el cauce del nico culto que "justa y merecidamente" se llama "cr istiano" po r que en Cr isto tiene suor igen yeficacia,en Cr isto halla plena ex pres in y por med io de Cr isto conduce en el Es pr itual Padre , es un elemento cualificador de la genuina piedad de la Igles ia. Enef ecto, por ntima necesidad la Igles ia ref le ja en la pr axis cultual el plan rede ntor de Dios, de bido a lo cual corres ponde un culto singular al puesto tambinsingular que Mara ocupadentr o de l(4);asimismo todo desarr ollo autnticodel culto cr istianoredunda necesar iamente en un correctoincremento de la vener acin a la Madre del Seor . Por lo dems, la histor ia de la piedad filial como "las diversas for mas de piedad haciala Madre de Dios, apr obadas por la Igles ia dentr ode los lmites de la doctr inasana y or todoxa" (5),se desarr olla en ar mnicasubordinacin al culto a Cr isto ygr avitanen tor no a l comosu natur al y necesar io puntode ref erencia.Tambinen nuestr a pocasucede as. La ref lexin de la Igles ia contempor nea sobre el mister io de Cr isto y sobre su pr opia natur aleza la ha llevado a encontr ar , comor az del pr imer o y como cor onacin de la segunda, la misma figur a de mujer: la Virge n Mara, Madre precisamente de Cr isto y Madre de la Igles ia. Un me jor conocimiento de la misin de Mara,se ha tr ansfor mado en gozosa vener acin haciaella y en ador ante res peto haciael sabiodes igniode Dios, que ha colocado en su Familia -la Igles ia-, comoen todo hogar domstico, lafigur a de una Mujer , que calladamente y en es pr itu de ser vicio vela por ella y "pr otege benignamente su camino haciala patr ia, hasta que lleg ue el da glor ioso del Seor " (6).

    En nuestr o tiempo, los caminos pr oducidos en las usanzas sociales, en la sensibilidad de los pue blos, en los modos de ex pres in de la liter atur a ydel ar te, en las for mas de comunicacinsocial han inf luido tambinsobre las manif estaciones del sentimiento religioso. Cier tas pr cticas cultuales, que en un tiempo nole jano parecan apr opiadas par a ex presar el sentimiento religioso de los individuos y de las comunidades cr istianas, parecen hoyinsuficientes o inadecuadas por que estn vinculadas a esquemas sociocultur ales del pasado,mientr as en distintas par tes se van buscando nuevas for mas ex pres ivas de la inmutable relacin de la cr iatur a consu Creador , de los hijos con su Padre . Esto puede pr oducir enalgunos una momentnea desor ientacin; per o todo aquel que con la confianza puesta en Dios ref lex ione sobre estos f enmenos, descubr ir que muchas tendencias de la piedad contempor nea po r e jemplo, la inter ior izacin del sentimiento religioso estn llamadas acontr ibuir al desarr ollo de la piedad cr istianaen gener al y de la piedad a la Virge n en par ticular . As nuestr a poca,escuchando fielmente la tr adicin y consider ando atentamente los pr ogresos de la teologa y de las ciencias, contr ibuir a la alabanzade Aquella que, segnsus pr ofticas palabr as, llamar n bienaventur ada todas las gener aciones (cf. Lc 1,48).

    Juzgamos, por tanto, confor me a nuestr o ser vicio apostlico tr atar , comoen undilogo convosotr os, vener ables her manos, algunos temas ref erentes al puesto que ocupala Santsima

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    Virge n en el culto de la Igles ia, ya tocados en par te por el Concilio Vaticano II (7) y por Nos mismo (8), per o sobre los que no ser intil volver par a disipar dudas y, sobre todo, par afavorecer el desarr ollo de aquella devocin a la Virge n que en la Igles ia ahonda sus motivaciones en la Palabr a de Dios y se pr acticaen el Es pr itu de Cr isto.

    Quisir amos, pues, detener nos ahor a en algunas cuestiones sobre la relacin entre la sagr adaLiturg ia yel culto a la Virge n (I); of recer consider aciones y directr ices aptas a favorecer sulegtimodesarr ollo (II);suger ir , finalmente, algunas ref lex iones par a unareanudacin vigor osay ms consciente del rezo del Santo Rosar io, cuya pr ctica hasido tanrecomendada por nuestr os Prede cesores y ha obtenido tantadifusin entre el pue blo cr istiano (III). .

    PARTE I

    EL CULTO A LA VIRGEN EN LA LITURGIA

    1. Al dis poner nos a tr atar del puesto que ocupala Santsima Virge n en el culto cr istiano,

    de bemos dir igir previamente nuestr a atencin a la sagr ada Liturg ia; ella, en ef ecto, adems de un r ico contenido doctr inal, posee una incompar able eficacia pastor al y unreconocido valor de e jemplo par a las otr as for mas de culto. Hubir amos quer ido tomar en consider acin las distintas Liturg ias de Or iente y Occidente; per o, teniendo en cuenta la finalidad de este documento, nos fijaremos casi exclusivamente en los libr os de Ritor omano: en ef ecto, sloste ha sido objeto, segn las nor mas pr cticas impar tidas por el Concilio Vaticano II (9),de una pr ofunda renovacin, anen lo que atae a las ex pres iones de la vener acin a Mara y que requiere , por ello, ser consider ado y valor ado atentamente.

    Seccin primera La virgen en la liturgia romana restaurada

    2. Larefor made la Liturg ia r omana presupona una atenta revisin de su Calendar io Gener al.ste, ordenado a poner en su de bido resalto la cele br acin de la obr a de la salvacin en das deter minados, distr ibuyendo a lo largo del ciclo anual todo el mister io de Cr isto, desde laEncar nacin hasta la es per a de su venida glor iosa (10), ha per mitido incluir de maner a ms orgnica y con ms estrecha cohesin la memor ia de la Madre dentr o del ciclo anual de los mister ios del Hijo.

    3. As, dur ante el tiempode Adviento la Liturg ia recuerda f recuentemente a la SantsimaVirge n apa r te la solemnidad del da 8 de diciembre, en que se cele br an conjuntamente laInmaculada Conce pcin de Mara, la pre par acin r adical (cf. I s 11, 1.10) ala venida del Salvador y el f eliz exordio de la Igles ia sin mancha ni arr uga (11), sobre todos los das f er iales del 17 al 24 de diciembre y, ms concretamente, el domingo anter ior a la Navidad, enque hace resonar antiguas voces pr ofticas sobre la Virge n Madre y el Mesas (12), yse leene pisodios evanglicos relativos al nacimiento inminente de Cr isto ydel Precursor (13).

    4. De este modo, los fieles que viven conla Liturg ia el es pr itu del Adviento, al consider ar el inefable amor con que la Virge n Madre es per al Hijo (14),se sentir n animados a tomarlacomo modelos y a pre par arse , "vigilantes en la or acin y... jubilosos en la alabanza" (15), par asalir al encuentr o del Salvador que viene. Queremos, adems, obser var cmoen la Liturg ia de

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    Adviento, uniendo la es per a mes inica yla es per a del glor ioso retor no de Cr isto al admir able recuerdo de la Madre , prese nta un f eliz equilibr io cultual, que puede ser tomado como nor ma par a imped ir toda tendencia ase par ar , como ha ocurr ido a veces en algunas for mas de piedad popular el culto a la Virge n de su necesar io puntode ref erencia: Cr isto. R esulta as que este per iodo, como han obser vado los es pecialistas en liturg ia, de be ser consider ado como un

    tiempo par ticular mente apto par a el culto de la Madre del Seor: or ientacin que confir mamos y dese amos ver acogida y seguida en todas par tes.

    5. El tiempode Navidad constituye una pr olongada memor ia de la mater nidad divina, virg inal,salvficade Aquella "cuya virg inidad intactadio aeste mundo un Salvador " (16): ef ectivamente, en la solemnidad de la Natividad del Seor , la Igles ia, al ador ar al divinoSalvador , vener a a su Madre glor iosa: en la Epifana del Seor , al cele br ar la llamada universal a la salvacin, contempla a la Virge n, verdader a Sede de la Sabidura y verdader a Madre del R ey, que of rece a la ador acin de los Magos el R edentor de todas las gentes (cf. M t 2, 11); yen la fiesta de la Sagr ada Familia (domingo dentr o de la octavade Navidad), escudr iavener ante la vida santa que llevan la casa de Nazaret Jess, Hijode Dios e Hijodel Hombre,Mara, su Madre , y Jos, el hombre justo (cf. M t 1,19).

    En la nueva ordenacin del per iodo natalicio, Nos parece que la atencin comnse de be dir igir a la renovada solemnidad de la Mater nidad de Mara; sta, fijada en el da pr imer o de ener o, segn la antigua sugere nciade la Liturg ia de Roma,est des tinada a cele br ar la par te que tuvo Mara en el mister io de la salvacin y aexaltar la singular dignidad de que goza laMadre Santa, por la cual merecimos recibir al Autor de la vida (17); yes as mismo, ocasin pr opicia par a renovar la ador acin al recin nacido Prncipe de la paz, par a escuchar de nuevoel jubiloso anuncio anglico (cf. Lc 2, 14), par a implor ar de Dios, por med iacin de la R einade la paz,el don supremode la paz. Por eso, en la f eliz coincidenciade la octavade Navidad conel pr incipiodel nuevo ao hemos instituido la "Jor nada mundial de la Paz", que goza de creciente adhes in y que est haciendo madur ar f r utos de pazen el cor azn de tantos hombres .

    6. A las dos solemnidades ya mencionadas la Inmaculada Conce pcin y la Mater nidad divina se de ben aadir las antiguas y vener ables cele br aciones del 25 de mar zo ydel 15 de agosto.

    Par a la solemnidad de la Encar nacin del Ver bo,en el Calendar io Romano, condecisinmotivada, se ha restablecido la antigua denominacin Anunciaci n del Seor , p er o lacele br acin er a y es una fiesta conjuntade Cr isto yde la Virge n: el Ver bo que se hace "hijode Mara" ( M c 6, 3),de la Virge n que se convier te en Madre de Dios. Conrelacin a Cr isto, el Or iente y el Occidente, en las inagotables r iquezas de sus Liturg ias, cele br an dichasolemnidad como memor ia del "fiat"salvador del Ver bo encar nado, que entr ando en el mundo dijo: "He aqu que vengo (...) par a cumplir , oh Dios, tu voluntad" (cf. Hb 10, 7;Sal 39, 8-9); comoconmemor acin del pr incipiode la rede ncin yde la indisoluble y es ponsal unin de lanatur aleza divina conla humanaen la nica persona del Ver bo. Por otr a par te, conrelacin aMara, como fiesta de la nueva Eva, virge n fiel y obed iente, que consu "fiat"gener oso(cf. Lc 1, 38)se convir ti, por obr a del Es pr itu, en Madre de Dios y tambinen verdader aMadre de los vivientes, y se convir ti tambin, al acoger en su seno al nico Med iador (cf. 1Tim 2, 5),en verdader a Ar ca de la Alianza y verdader o Templo de Dios; como memor iade un momento culminante del dilogo de salvacin entre Dios y el hombre, y conmemor acin

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    del libre consentimiento de la Virge n yde su concurso al plan de la rede ncin.

    La solemnidad del 15 de agosto cele br a la glor iosa Asuncin de Mara al cielo: fiesta de sudestino de plenitud y de bienaventur anza,de la glor ificacin de su alma inmaculada y de sucuer po virg inal, de su per f ecta configur acin con Cr isto resucitado; una fiesta que pr opone a la

    Igles ia y ala humanidad la imagen y la consolador a prenda del cumplimiento de la es per anzafinal; pues dichaglor ificacin plena es el des tino de aquellos que Cr isto ha hechos her manos teniendo "en comn conellos la car ne y la sangre" ( Hb 2, 14; cf.Gal 4, 4). Lasolemnidad de la Asuncin se pr olonga jubilosamente en la cele br acin de la fiesta de la R ealeza de Mara,que tiene lugar ochodas des pus y en la que se contempla a Aquella que, sentada junto al R eyde los siglos, res plandece como R einae inter cede como Madre (18). Cuatr o solemnidades , pues, que puntualizan conel mximogr ado litrg ico las pr incipales verdades dogmticas que se refieren a la humilde Sier va del Seor .

    7. Des pus de estas solemnidades se hande consider ar , sobre todo, las cele br aciones que conmemor an acontecimientos salvficos, en los que la Virge n estuvoestrechamente vinculada

    al Hijo, comolas fiestas de la Natividad de Mara (8 setiembre), "es per anzade todo el mundoy aur or a de la salvacin" (19);de la Visitacin (31 mayo),en la que la Liturg ia recuerda a la"Santsima Virge n... que lleva en su seno al Hijo" (20), que se acer ca a Isabel par a of recerle laayuda de su car idad y pr oclamar la miser icord ia de Dios Salvador (21); o tambinla memor iade la Virge n Dolor osa (15setiembre), ocasin pr opicia par a revivir un momento decisivode lahistor ia de la salvacin y par a vener ar junto conel Hijo "exaltado en la Cr uz a la Madre que compar te su dolor " (22).

    Tambinla fiesta del 2 de f e brer o, a la que se ha restituido la denominacin de la Prese ntacindel Seor , de be ser consider ada par a poder asimilar plenamente su amplsimo contenido, comomemor ia conjuntadel Hijo yde la Madre , es decir , cele br acin de un mister io de la salvacinrealizado por Cr isto, al cual la Virge n estuvo ntimamente unida como Madre del Sier vodoliente de Yahv, comoe jecutor a de una misin re f er ida al antiguo Isr ael y como modelo del nuevo Pue blo de Dios, constantemente pr obado en la f e y en la es per anzadel suf r imiento y por la perse cucin (cf. Lc 2, 21-35).

    8. Por ms que el Calendar io Romanores taur ado pone de relieve sobre todo las cele br aciones mencionadas ms arr iba, incluye no obstante otr o tipode memor ias o fiestas vinculadas amotivode culto local, per o que han adquir ido un inter s ms amplio (11 f e brer o: la Virge n de Lourdes ; 5 agosto: la ded icacin de la Basl icade Santa Mara); a otr as cele br adas or iginar iamente en deter minadas familias rel igiosas, per o que hoy, por la difusin alcanzada, pueden consider arse verdader amente eclesiales (16 julio: la Virge n del Car men; 7 octubre: laVirge n del Rosar io); y algunas ms que, prescindiendo del as pecto apcr ifo, pr oponencontenidos de alto valor e jemplar , continuando vener ables tr adiciones, enr aizadas sobre todoen Or iente (21 noviembre: la Prese ntacin de la Virge n Mara); o manifiestan or ientaciones que br otande la piedad contempor nea (sbado del segundo domingo des pus de Pentecosts: el Inmaculado Cor azn de Mara).

    9. Nide be olvidarse que el Calendar io Romano Gener al no reg istr a todas las cele br aciones de contenido mar iano: pues corres ponde a los Calendar ios par ticulares recoger , con fidel idad alas nor mas litrg icas per o tambin con adhes in de cor azn, las fiestas mar ianas pr opias de las

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    distintas Igles ias locales. Y nos falta mencionar la posibilidad de una f recuente conmemor acin litrg ica mar iana conel recurso a la Memor ia de Santa Mara "in Sabbato": memor ia antigua ydiscreta, que la f lex ibilidad del actual Calendar io y la multiplicidad de los for mular ios del Misal hacen extr aordinar iamente fcil y var iada.

    10. Enesta Exhor tacin Apostlica no intentamos consider ar todo el contenido del nuevoMisal Romano,sino que, en orden a la obr a de valor acin que nos hemos prefijado realizar enrelacin a los libr os restaur ados del Rito Romano (23),dese amos poner de relieve algunos as pectos y temas. Y queremos, sobre todo, destacar cmo las preces eucarsticas del Misal, enadmir able converge ncia conlas liturg ias or ientales (24), contienen unasignificativa memor iade la Santsima Virge n. As lo hace el antiguo Canon Romano, que conmemor a la Madre del Seor en densos tr minos de doctr ina yde ins pir acin cultual: "En comunin con toda laIgles ia, vener amos la memor ia, ante todo, de la glor ioso siempre Virge n Mara, Madre de Jesucr isto, nuestr o Dios y Seor "; as tambinel reciente Canon III, que ex presa con intensoanhelo el dese o de los or antes de compar tir con la Madre la herenciade hijos: "Qu l nos tr ansfor me en of renda per manente, par a que gocemos de tu hered ad junto con tus eleg idos: con Mara, la Virge n". Dicha memor ia cotidiana por su colocacin en el centr o del SantoSacr ificiode be ser tenida como una for ma par ticular mente ex pres ivadel culto que la Igles iar inde a la "Bendita del Altsimo" (cf. Lc 1,28).

    11. R ecorr iendo des pus los textos del Misal restaur ado, vemos cmo los gr andes temas mar ianos de la eucologa r omana el temade la Inmaculada Conce pcin yde la plenitud de gr acia,de la Mater nidad divina,de la integrr ima y f ecunda virg inidad, del "templo del Es pr itu Santo",de la cooper acin a la obr a del Hijo,de la santidad e jemplar , de la inter cesinmiser icord iosa, de la Asuncin al cielo, de la realeza mater nal y algunos ms han sidorecogidos en per f ecta continuidad con el pasado, y cmo otr os temas, nuevos en un cier tosentido, hansido intr oducidos en per f ecta adherencia conel desarr ollo teolg icode nuestr otiempo. As, por e jemplo, el tema Mara-Igles ia hasido intr oducido en los textos del Misal convar iedad de as pectos como var iadas y mltiples son las relaciones que median entre la Madre de Cr isto y la Igles ia. Enef ecto,dichos textos, en la Conce pcin sin manchade la Virge n,reconocen el exordio de la Igles ia, Es posa sin mancilla de Cr isto (25);en la Asuncinreconocen el pr incipio ya cumplida y la imagen de aquello que par a toda la Igles ia, de be todava cumplirse (26);en el mister io de la Mater nidad la pr oclaman Madre de la Cabeza yde los miembr os: Santa Madre de Dios, pues, y prvida Madre de la Igles ia (27).

    Finalmente, cuando la Liturg ia dir ige su mir ada a la Igles ia pr imitiva y ala contempor nea,encuentr a puntualmente a Mara: all, como presencia or ante junto alos Apstoles (28); aqu como prese ncia oper ante junto ala cual la Igles ia quiere vivir el mister io de Cr isto: "... haz que tu santa Igles ia, asociada conella (Mara) a la pasin de Cr isto, par tcipe en la glor ia de laresurreccin" (29); y como vozde alabanza junto ala cual quiere glor ificar a Dios: "...par aengr andecer conella (Mara) tusanto nombre" (30), y, puesto que la Liturg ia es culto que requiere una conducta coherente de vida, ella pide tr aducir el culto a la Virge n en un concretoy suf r ido amor por la Igles ia, como pr opone admir ablemente la or acin de des pus de lacomunin del 15 de setiembre: "...par a que recordando a la Santsima Virge n Dolor osa,completemos en nosotr os, por el bien de la santa Igles ia, lo que falta a la pasin de Cr isto".

    12. El Leccionar io de la Misa es unode los libr os del Rito Romano que se ha beneficiado ms

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    que los textos incluidos, sea por su valor intrnseco: se tr ata,en ef ecto,de textos que contienenla palabr a de Dios, siempre viva yeficaz (cf. Heb 4,12). Esta abundantsimasele ccin de textos b blicos ha per mitido ex poner en un ordenado ciclo tr ienal toda la histor ia de lasalvacin y pr oponer con mayor plenitud el mister io de Cr isto. Comolg ica consecuencia haresultado que el Leccionar io contiene un nmer o mayor de lectur as veter o y neotestamentar ias

    relativas a la bienaventur ada Virge n, aumento numr ico no carente, sin embargo, de unacrtica sere na, por que hansido recogidas nicamente aquellas lectur as que, o por la evidenciade su contenido o por las indicaciones de una atenta exges is, avalada por las enseanzas del Magister io o por unaslida tr adicin, puedan consider arse , aunque de maner a y en gr adodiversos, de car cter mar iano. Adems conviene obser var que estas lectur as no estnexclusivamente limitadas a las fiestas de la Virge n, sino que son pr oclamadas en otr as muchas ocasiones: en algunos domingos del ao litrg ico (31),en la cele br acin de r itos que tocan pr ofundamente la vida sacr amental del cr istiano ysus elecciones (32), as comoencir cunstancias alegres o tr istes de su existencia (33).

    13. Tambinel res taur ado libr o de La Liturgia de las Hor as, contiene preclar os testimonios de piedad haciala Madre del Seor: en las composiciones hmnicas, entre las que no faltanalgunas obr as de ar te de la liter atur a universal, comola sublime or acin de Dante a la Virge n(34);en las antfonas que cierr an el Oficiodivinode cada da, implor aciones lr icas, a las que se ha aadido el cle bre tr opar io "Sub tuum pr aesidium", vener able por su antiged ad yadmir able por su contenido; en las inter cesiones de Laudes y Vs per as, en las que no es inf recuente el confiado recurso a la Madre de Miser icordia; en la vastsimasele ccin de pginas mar ianas de bidas a autores de los pr imer os siglos del cr istianismo,de la edad med ia yde la edad moder na.

    14. Sien el Misal, en el Leccionar io yen la Liturg ia de las Hor as, quicios de la or acinlitrg ica r omana,retor na conr itmo f recuente la memor ia de la Virge n, tampocoen los otr os libr os litrg icos restaur ados faltan ex pres iones de amor y de suplicante vener acin haciala"Theotocos": as la Igles ia la invoca como Madre de la gr acia antes de la inmers in de los candidatos en las aguas rege ner ador as del bautismo (35); implor a su inter cesin sobre las madres que, agr adecidas por el don de la mater nidad, se prese ntangozosas en el templo (36);la of rece comoe jemplo a sus miembr os que abr azanel surg imiento de Cr isto en la vidareligiosa (37) oreciben la consagr acin virg inal (38), y pide par a ellos su mater nal ayuda (39);a Ella dir ige splica insistentes en favor de los hijos que han llegado a la hor a del tr nsito (40); pide su inter cesin par a aquello que, cerr ados sus ojos a la luz tempor al se han prese ntadodelante de Cr isto, Luzeter na (41);e invoca, por su inter cesin, el consuelo par a aquellos que,inmersos en el dolor , llor an con f e se par acin de sus seres quer idos (42).

    15. El examen realizado sobre los libr os litrg icos restaur ados lleva, pues, a una confor tador aconstatacin: la instaur acin postconciliar , comoestaba yaen el es pr itu del MovimientoLitrg ico, ha consider ado como adecuada pers pectiva ala Virge n en el mister io de Cr isto y, enar mona conla tr adicin, le ha reconocido el puesto singular que le corres ponde dentr o del culto cr istiano, como Madre Santade Dios, ntimamente asociada al R ede ntor .

    No poda ser otr a maner a. Enef ecto, recorr iendo la histor ia del culto cr istianose nota que enOr iente comoen Occidente las ms altas y las ms lmpidas ex pres iones de la piedad haciala

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    bienaventur ada Virge n ha f lorecido en el mbitode la Liturg ia o hansido incor por adas a ella.

    Dese amos subr ayarlo: el culto que la Igles ia universal r inde hoy ala Santsima Virge n es unader ivacin, una pr olongacin y un incremento incesante del culto que la Igles ia de todos los tiempos le han tr ibutado conescr upuloso estudio de la verdad y comosiempre pr udente

    nobleza de for mas. De la tr adicin perenne, viva por la prese ncia ininterr umpida del Es pr itu y por la escucha continuada de la Palabr a, la Igles ia de nuestr o tiemposaca motivaciones,argumentos y estmulo par a el culto que r inde a la bienaventur ada Virge n. Yde esta vivatr adicin es ex pres in altsima y pr ue ba f ehaciente la liturg ia, que recibe del Magister iogar anta y fuer za.

    Seccin segunda La Virgen modelo de la Iglesia en el ejercicio del culto

    16. Queremos ahor a, siguiendo algunas indicaciones de la doctr ina conciliar sobre Mara y laIgles ia, pr ofundizar un as pecto par ticular de las relaciones entre Mara y la Liturg ia, es decir:

    Mara comoe jemplo de la actitud es pir itual con que la Igles ia cele br a y vive los divinos mister ios. Lae jemplar idad de la Santsima Virge n en este campodimanadel hecho que ella es reconocida como modelo extr aordinar io de la Igles ia en el orden de la f e, de la car idad y de la per f ecta unin con Cr isto (43)esto es, de aquella dis posicin inter ior con que la Igles ia,Es posa amads ima,estrechamente asociada a su Seor , lo invoca y por su med io r inde culto al Padre Eter no (44).

    17. Mara es la "Virge n oyente", que acoge con f e la palabr a de Dios: f e, que par a ella fue premisa y camino haciala Mater nidad divina, por que, como intuy S. Agustn: "la bienaventur ada Virge n Mara concibi creyendo al (Jess) que dio a luz creyendo" (45);enef ecto, cuando recibi del ngel la res puesta a su duda (cf. Lc 1,34-37) "Ella, llena de f e, yconcibiendo a Cr isto en su mente antes que en su seno",dijo: "he aqu la esclava del Seor ,hgase en m segn tu palabr a" ( Lc 1,38) (46); f e, que fue par a ella causa de bienaventur anza ysegur idad en el cumplimiento de la palabr a del Seor " ( Lc 1, 45): f e, conla que Ella, pr otagonista y testigo singular de la Encar nacin, volva sobre los acontecimientos de lainfanciade Cr isto, conf r ontndolos entre s en lo hondo de su cor azn (Cf. Lc 2, 19. 51). Estomismo hace la Igles ia, la cual, sobre todo en la sagr ada Liturgia, escucha con f e, acoge, pr oclama, vener a la palabr a de Dios, la distr ibuye a los fieles como pande vida (47) yescudr ia asu luz los signos de los tiempos, inter preta y vive los acontecimientos de lahistor ia.

    18. Mara es, asimismo, la "Virge n or ante". As aparece Ella en la visita a la Madre del Precursor , donde abre su es pr itu en ex pres iones de glor ificacin a Dios, de humildad, de f e,de es per anza: tal es el "Magnificat"(cf. Lc 1, 46-55),la or acin por excelenciade Mara, el cantode los tiempos mes inicos, en el que conf luyen la exultacin del antiguo ydel nuevoIsr ael, por que como pa rece suger ir S. Ireneo en el cnticode Mara f luy el regocijode Abr ahn que prese nta al Mesas (cf. J n 8, 56) (48) yreson, anticipada pr ofticamente, la vozde la Igles ia: "Saltando de gozo, Mara pr oclama pr ofticamente el nombre de la Igles ia: "Mialmaengr andece al Seor ..." " (49). Enef ecto, el cnticode la Virge n, al difundirse , se haconver tido en or acin de toda la Igles ia en todos los tiempos.

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    "Virge n or ante" aparece Mara en Can,donde, manif estando al Hijo condel icada splica unanecesidad tempor al, obtiene adems un ef ecto de la gr acia: que Jess, realizando el pr imer o de sus "signos", confir me a sus disc pulos en la f e en El (cf. J n 2, 1-12).

    Tambinel ltimo tr azo biogr ficode Mara nos la descr ibe en or acin: los Apstoles

    "perse ver aban unnimes en la or acin, juntamente con las mujeres y con Mara, Madre de Jess, y consus her manos"( Act 1, 14): prese ncia or ante de Mara en la Igles ia naciente y en laIgles ia de todo tiempo, por que Ella, asunta al cielo, no ha abandonado su misin de inter cesiny salvacin (50). "Virge n or ante" es tambinla Igles ia, que cada da prese nta al Padre las necesidades de sus hijos, "alaba incesantemente al Seor e inter cede por la salvacin del mundo" (51).

    19. Mara es tambinla "Virge n-Madre", es decir , aquella que "por su f e y obed ienciaengendr en la tierr a al mismo Hijodel Padre , sin contacto con hombre, sino cubier ta por lasombr a del Es pr itu Santo" (52): pr odigiosa mater nidad constituida por Dios como "tipo" y"e jemplar " de la f ecundidad de la Virge n-Igles ia, la cual "se convier te ella mismaen Madre ,

    por que con la pred icacin yel bautismo engendr a a una vida nueva e inmor tal a los hijos,conce bidos por obr a del Es pr itu Santo, y nacidos de Dios" (53). Justamente los antiguos Padres ensear on que la Igles ia pr olonga en el sacr amento del Bautismo la Mater nidad virg inal de Mara. Entre sus testimonios nos complacemos en recordar el de nuestr o eximioPrede cesor San Len Magno, quien en una homila natalicia afir ma: "El or igen que (Cr isto)tom en el seno de la Virge n, lo ha puesto en la fuente bautismal: ha dado al agua lo que dio ala Madre ; en ef ecto, la vir tud del Altsimo yla sombr a del Es pr itu Santo (cf. Lc 1, 35), que hizo que Mara diese a luz al Salvador , hace tambin que el agua rege nere al creyente" (54).Quer iendo be ber (cf. Lev 12,6-8), un mister io de salvacin relativoen las fuentes litrg icas, podramos citar la Illatio de la liturg ia his pnica: "Ella (Mara) llev la Vida en su seno, sta(la Igles ia) en el bautismo. Enlos miembr os de aqulla se plasm Cr isto, en las aguas bautismales el rege ner ado se reviste de Cr isto" (55).

    20. Finalmente, Mara es la "Virge n of erente". Enel e pisodio de la Prese ntacin de Jess en el Templo (cf. Lc 2, 22-35),la Igles ia, guiada por el Es pr itu, ha vislumbr ado, ms all del cumplimiento de las leyes relativas a la oblacin del pr imognito (cf. Ex 13, 11-16) yde la pur ificacin de la madre (cf. Lev 12, 6-8), un mister io de salvacin relativo ala histor iasalvfica: esto es, ha notado la continuidad de la of er ta fundamental que el Ver bo encar nadohizo al Padre al entr ar en el mundo (cf. Heb 10, 5-7); ha visto pr oclamado la universalidad de la salvacin, por que Simen, saludando en el Nio la luz que iluminalas gentes y la glor ia de Isr ael (cf. Lc 2, 32),reconoca en El al Mesas, al Salvador de todos; ha comprendido laref erencia pr oftica ala pasin de Cr isto: que las palabr as de Simen, las cuales unan en unsolo vaticinio al Hijo, "signo de contr adiccin", ( Lc 2, 34), y ala Madre , a quien la es padahabra de tr as pasar el alma (cf. Lc 2, 35),se cumplier on sobre el calvar io. Mister io de salvacin, pues, que el e pisodio de la Prese ntacin en el Templo or ienta en sus var ios as pectos haciael acontecimiento salvficode la cr uz. Per o la misma Igles ia, sobre todo a par tir de los siglos de la Edad Med ia, ha per cibido en el cor azn de la Virge n que lleva al Nio a Jer usaln par a prese ntarlo al Seor (cf. Lc 2, 22), una voluntad de oblacin que tr ascenda el significadoordinar io del r ito. De dicha intuicin encontr amos un testimonioen el af ectuoso apstr of e de S. Ber nardo: "Of rece tu Hijo, Virge n sagr ada, y prese nta al Seor el f r uto bendito de tu

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    vientre. Of rece por la reconciliacin de todos nosotr os la vctimasanta, agr adable a Dios" (56).

    Esta unin de la Madre con el Hijo en la obr a de la rede ncin (57) alcanzasu culminacin enel calvar io, donde Cr isto "asi mismo se of reci inmaculado a Dios" ( Heb 9, 14) ydonde Maraestuvo junto ala cr uz (cf. J n 19, 15) "suf r iendo pr ofundamente con su Unignito y

    asocindose con nimo mater no asu sacr ificio, adhir indose con nimo mater no asusacr ificio, adhir indose amor osamente a la inmolacin de la Vctima por Ella engendr ada"(58) y of recindola Ella misma al Padre Eter no (59). Par a per petuar en los siglos el Sacr ificiode la Cr uz, el Salvador instituy el Sacr ificio Eucarstico, memor ial de su muer te yresurreccin, y lo confi a la Igles ia su Es posa (60),la cual, sobre todo el domingo, convoca alos fieles par a cele br ar la Pascuadel Seor hasta que El venga (61): lo que cumple la Igles ia encomunin conlos Santos del cielo y, en pr imer lugar , conla bienaventur ada Virge n (62),de laque imitala car idad ard iente y la f e inque br antable.

    21. Ejemplo par a toda la Igles ia en el e jer ciciodel culto divino, Mara es tambin,evidentemente, maestr a de vida es pir itual par a cada unode los cr istianos. Bien pr onto los

    fieles comenzar on a fijarse en Mara par a, como Ella, hacer de la pr opia vida un culto a Dios,y de su culto un compr omiso de vida. Ya en el siglo IV, S. Ambr osio, hablando a los fieles ,haca votos par a que en cada unode ellos estuviese el alma de Mara par a glor ificar a Dios: "Que el almade Mara est en cada uno par a alabar al Seor ; que su es pr itu est en cada uno par a que se alegre en Dios" (63). Per o Mara es, sobre todo, modelo de aquel culto que consiste en hacer de la pr opia vida una of renda a Dios: doctr ina antigua, perenne, que cada uno puede volver a escuchar poniendo atencin en la enseanzade la Igles ia, per o tambin conel odo atento ala vozde la Virge n cuando Ella, anticipando en s misma la estupenda peticinde la or acin dominical "Hgase tu voluntad" ( M t 6, 10),res pondi al mensajer o de Dios: "He aqu la esclavadel Seor , hgase en m segn tu palabr a" ( Lc 1, 38). Yel "s" de Mara es par atodos los cr istianos una leccin y une jemplo par a conver tir la obed iencia ala voluntad del Padre , en camino yen med io de santificacin pr opia.

    22. Por otr a par te, es impor tante obser var cmo tr aduce la Igles ia las mltiples relaciones que la unen a Mara en distintas y eficaces actitudes cultuales: en vener acin pr ofunda, cuandoref lex ionasobre la singular dignidad de la Virge n, conver tida, por obr a del Es pr itu Santo,enMadre del Ver bo Encar nado; en amor ard iente, cuando consider a la Mater nidad es pir itual de Mara par a con todos los miembr os del Cuer po mstico;en confiada invocacin, cuandoex per imenta la inter cesin de su Abogada y Auxiliador a (64);en ser viciode amor , cuandodescubre en la humilde sier va del Seor a la R eina de miser icordia y ala Madre de la gr acia;en oper osa imitacin, cuando contempla la santidad y las vir tudes de la "llena de gr acia" ( Lc 1,28);en conmovido estupor , cuando contempla en Ella, "comoen una imagen pursima, todo loque ella dese a y es per a ser " (65);en atento estudio, cuando reconoce en la Cooper ador a del R ede ntor , ya plenamente par tcipe de los f r utos del Mister io Pascual, el cumplimiento pr ofticode su mismo futur o, hasta el da en que, pur ificada de toda arr uga y toda mancha(cf. Ef 5, 27),se conver tir en unaes posa ataviada par a el Es poso Jesucr isto (cf. Ap 21, 2).

    23. Consider ando, pues, vener able her manos, la vener acin que la tr adicin litrg icade laIgles ia universal y el renovado Ritor omano manifiestan haciala santa Madre de Dios;recordando que la Liturg ia, por su preeminente valor cultual, constituye una nor made or o par ala piedad cr istiana; obser vando, finalmente, cmo la Igles ia, cuando cele br a los sagr ados

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    mister ios, adopta una actitud de f e y de amor seme jantes a los de la Virge n, comprendemos cun justa es la exhor tacin del Concilio Vaticano II a todos los hijos de la Igles ia "par a que pr omuevangener osamente el culto, es pecialmente litrg ico, ala bienaventur ada Virge n" (66);exhor tacin que dese aramos ver acogida sin reser vas en todas par tes y puesta en pr cticacelosamente.

    PARTE II

    POR UNA RENOVACIN DE LA PIEDAD MARIANA

    24. Per o el mismo Concilio Vaticano IIexhor ta a pr omover , junto al culto litrg ico, otr as for mas de piedad, sobre todo las recomendadas por el Magister io (67) . Sinembargo, comoes bien sabido, la vener acin de los fieles haciala Madre de Dios ha tomado for mas diversas segn las cir cunstancias de lugar y tiempo,la distinta sensibilidad de los pue blos y su dif erente tr adicin cultur al. As resulta que las for mas en que se manifiesta dicha piedad, sujetas al

    desg aste del tiempo, parecen necesitar unarenovacin que per mitasustituir en ellas los elementos caducos, dar valor a los perennes e incor por ar los nuevos datos doctr inales adquir idos por la ref lex in teolg ica y pr opuestos por el magister io eclesistico. Esto muestr ala neces idad de que las Conf erencias Episcopales, las Igles ias locales, las familias rel igiosas ylas comunidades de fieles favorezcan unagenuina actividad creador a y, al mismo tiempo, pr ocedan a unadiligente revisin de los e jer cicios de piedad a la Virge n; revisin que queramos fuese res petuosa par a conla sana tr adicin yestuvier a abier ta a recoger las legtimas as pir aciones de los hombres de nuestr o tiempo. Por tanto nos parece opor tuno,vener ables her manos, indicar os algunos pr incipios que sir vande base al tr abajoen este campo.

    Seccin primera N ota trinitaria, cristolgica y eclesial en el culto de la Virgen

    25. Ante todo, es sumamente conveniente que los e jer cicios de piedad a la Virge n Maraex prese n clar amente la nota tr initar ia y cr istolg ica que les es intrnseca yesencial. Enef ecto,el culto cr istianoes por su natur aleza culto al Padre , al Hijo y al Es pr itu Santo o, comose dice en la Liturg ia, al Padre por Cr isto en el Es pr itu. Enesta pers pectivase extiende legtimamente, aunque de modo esencialmente diverso, en pr imer lugar y de modo singular ala Madre del Seor y des pus a los Santos, en quienes, la Igles ia pr oclamael Mister io Pascual, por que ellos hansuf r ido con Cr isto y con El hansido glor ificados (68). Enla Virge n Maratodo es ref er ido a Cr isto y todo de pende de El: en vistas a El, Dios Padre la eligi desde todala eter nidad como Madre toda santa yla ador n condones del Es pr itu Santo que no fuer onconced idos a ningn otr o. Cier tamente, la genuina piedad cr istiana no hade jado nuncade poner de relieve el vnculo indisoluble y la esencial ref erenciade la Virge n al Salvador Divino(69). Sinembargo, nos parece par ticular mente confor me con las tendencias es pir ituales de nuestr a poca,dominada y absor bida por la "cuestin de Cr isto" (70), que en las ex pres iones de culto a la Virge n se ponga en par ticular rel ieve el as pecto cr istolg ico yse haga de maner aque stas ref le jen el plan de Dios, el cual prees tableci "con un nico y mismodecreto el or igen de Mara y la encar nacin de la divina Sabidura" (71). Esto contr ibuir indudablemente a hacer ms sl ida la piedad haciala Madre de Jess y a que esa misma piedad sea uninstr umento eficaz par a llegar al "pleno conocimiento del Hijode Dios, hasta alcanzar la

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    med ida de la plenitud de Cr isto" ( Ef 4,13); por otr a par te, contr ibuir a incrementar el cultode bido a Cr isto mismo por que, segn el perenne sentir de la Igles ia, confir mado de maner aautor izada en nuestr os das (72), "se atr ibuye al Seor , lo que se of rece comoser vicio alaEsclava;de este modo redunda en favor del Hijo lo que es de bido a la Madre ; y as recae igualmente sobre el R ey el honor rendido como humilde tr ibuto ala R eina" (73).

    26. Aesta alusin sobre la or ientacin cr istolgicadel culto a la Virge n, nos parece til aadir una llamada a la opor tunidad de que se d adecuado relieve a unode los contenidos esenciales de la f e: la Persona yla obr a del Es pr itu Santo. Laref lex in teolgica yla Liturg ia hansubr ayado, en ef ecto, cmo la inter vencin santificador a del Es pr itu en la Virge n de Nazaretha sido un momento culminante de su accin en la histor ia de la salvacin. As, por e jemplo,algunos Santos Padres y Escr itores eclesisticos atr ibuyer on a la accin del Es pr itu la santidad or iginal de Mara, "como plasmada y conver tida en nueva cr iatur a" por El (74);ref lex ionandosobre los textos evanglicos " el Es pr itu Santodescender sobre ti yel poder del Altsimo te cubr ir consu sombr a" ( Lc1,35) y "Mara... se hall en cinta por obr a del Es pr itu Santo; (...)es obr a del Es pr itu Santolo que en Ella se ha engendr ado" ( M t 1,18.20), descubr ier on en lainter vencin del Es pr itu Santo una accin que consagr e hizo f ecunda la virg inidad de Mara(75) yla tr ansfor m en Aula del R ey (76), Templo o Taber nculo del Seor (77), Ar ca de laAlianza ode la Santificacin (78); ttulos todos ellos r icos de resonancias b blicas; pr ofundizando ms en el mister io de la Encar nacin, vier on en la mister iosa relacin Es pr itu-Mara un as pecto es ponsalicio,descr ito poticamente por Pr udencio: "la Virge n nbil se des posa conel Es pr itu (79), yla llamar on sagr ar io del Es pr itu Santo (80),ex pres in que subr ayael car cter sagr ado de la Virge n conver tida en mansin estable del Es pr itu de Dios;adentr ndose en la doctr inasobre el Par clito, vier on que de El br ot, comode un manantial,la plenitud de la gr acia (cf. Lc 1,28) yla abundanciade dones que la ador naban: de ah que atr ibuyer on al Es pr itu la f e, la es per anza yla car idad que animar on el cor azn de la Virge n, lafuer za que sostuvosu adhesin a la voluntad de Dios, el vigor que la sostuvodur ante su"compasin" a los pies de la cr uz (81);sealar on en el canto pr ofticode Mara ( Lc 1, 46-55)un par ticular inf lujo de aquel Es pr itu que haba hablado por bocade los pr of etas (82);finalmente, consider ando la prese nciade la Madre de Jess en el cenculo, donde el Es pr itudescendi sobre la naciente Igles ia (cf. Act 1,12-14; 2,1-4),enr iquecier on con nuevos datos el antiguo tema Mara-Igles ia (83); y,sobre todo, recurr ier on a la inter cesin de la Virge n par aobtener del Es pr itu la capacidad de engendr ar a Cr isto en su pr opia alma, como atestigua S.Ildefonso en una or acin, sor prendente por su doctr ina y por su vigor suplicante: "Te pido, te pido, oh Virge n Santa, obtener a Jess por med iacin del mismo Es pr itu, por el que t has engendr ado a Jess. R eciba mi alma a Jess por obr a del Es pr itu, por el cual tu car ne aconce bido al mismo Jess (...). Que yo ame a Jess en el mismo Es pr itu, en el cual t loador as como Seor y lo contemplas como Hijo" (84).

    27. Se afir ma con f recuencia que muchos textos de la piedad moder na noref le jansuficientemente toda la doctr ina acer ca del Es pr itu Santo. Sonlos estudios quienes tienen que ver ificar esta afir macin y med ir su alcance; a Nos corres ponde exhor tar a todos, en es pecial alos pastores y a los telogos, a pr ofundizar en la ref lex in sobre la accin del Es pr itu Santoenla histor ia de la salvacin y logr ar que los textos de la piedad cr istiana pongan de bidamente enclar o su accin vivificador a; de tal ref lex in aparecer , en par ticular , la mister iosa relacinexistente entre el Es pr itu de Dios y la Virge n de Nazaret, as comosu accin sobre la Igles ia;de este modo, el contenido de la f e ms pr ofundamente med ido dar lugar a una piedad ms

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    intensamente vivida.

    28. Es necesar io adems que los e jer cicios de piedad, med iante los cuales los fieles ex presansu vener acin a la Madre del Seor , pongan ms clar amente de manifiesto el puesto que ellaocupaen la Igles ia: "el ms alto y ms prx imo a nosotr os des pus de Cr isto" (85); un puesto

    que en los ed ificios de culto del Rito bizantino tienen su ex pres in plsticaen la mismadis posicin de las par tes ar quitectnicas y de los elementos iconogr ficos en la puer tacentr al de la iconostasis est figur ada la Anunciacin de Mara en el bside de lare prese ntacin de la "Theotocos" glor iosa con el fin de que aparezca manifiesto cmo a par tir del "fiat"de la humilde Esclavadel Seor , la humanidad comienza su retor no aDios ycmo en la glor ia de la "Toda Her mosa" descubre la meta de su camino. El simbolismomed iante el cual el ed ificiode la Igles ia ex presa el puesto de Mara en el mister io de la Igles iacontiene una indicacin f ecunda y constituye un aus picio par a que en todas par tes las distintas for mas de vener ar a la bienaventur ada Virge n Mara se abr an a pers pectivas ecles iales.

    En ef ecto,el recurso a los conce ptos fundamentales ex puestos por el Concilio Vaticano II

    sobre la natur aleza de la Igles ia, Familia de Dios, Pue blo de Dios, R einode Dios, Cuer pomstico de Cr isto (86), per mitir a los fieles reconocer con mayor facilidad la misin de Maraen el mister io de la Igles ia yel puesto eminente que ocupaen la Comunin de los Santos;sentir ms intensamente los lazos f r ater nos que unen a todos los fieles por que son hijos de laVirge n, "a cuyagener acin yeducacin ella colabor a con mater no amor " (87),e hijos tambindel la Igles ia, ya que nacemos de su par to, nos alimentamos con leche suya ysomos vivificados por su Es pr itu" (88), y por que ambas concurren a engendr ar el Cuer po mstico de Cr isto: "Una y otr a son Madre de Cr isto; per o ningunade ellas engendr a todo (el cuer po)sin laotr a" (89); per cibir finalmente de modo ms evidente que la accin de la Igles ia en el mundoes como una pr olongacin de la solicitud de Mara: en ef ecto,el amor oper ante de Mara laVirge n en casa de Isabel, en Can,sobre el Glgota mom entos todos ellos salvficos de gr analcance eclesial encuentr a su continuidad en el ansia mater na de la Igles ia por que todos los hombres lleg an a la verdad (cf.1Tim 2,4),en su solicitud par a conlos humildes , los pobres , los dbiles, en su empeo constante por la paz yla concordia social, en su pr odigarse par a que todos los hombres par ticipen de la salvacin merecida par a ellos por la muer te de Cr isto. De este modo el amor a la Igles ia se tr aducir en amor a Mara y viceversa; por que la una no puede subsistir sin la otr a, como obser va de maner a muy aguda San Cr omasio de Aquileya: "Se reuni la Igles ia en la par te alta (del cenculo) con Mara, que er a la Madre de Jess, y conlos her manos de Este. Por tanto nose puede hablar de Igles ia si no est prese nte Mara, laMadre del Seor , conlos her manos de Este" (90). En conclusin, reiter amos la neces idad de que la vener acin a la Virge n haga ex plcito su intrnseco contenido eclesiolg ico: estoequivaldra a valerse de una fuer za capazde renovar saludablemente for mas y textos.

    Seccin segunda Cuatro orientaciones para el culto a la Virgen:bblica, litrgica, ecumnica, antropolgica

    29. Alas anter iores indicaciones, que surgen de consider ar las relaciones de la Virge n MaraconDios Pa dre , Hijo y Es pr itu Santo y con la Igles ia, queremos aadir , siguiendo lalnea tr azada por las enseanzas conciliares (91), algunas or ientaciones de car cter b blico,litrg ico, ecumnico, antr opolgico a t ener en cuenta ala hor a de revisar o crear e jer cicios y

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    pr cticas de piedad, conel finde hacer ms vivo y ms sentido el lazo que nos une a la Madre de Cr isto y Madre nuestr o en la Comunin de los Santos.

    30. La necesidad de una impr onta b blicaen toda for made culto es sentida hoyda como un postulado gener al de la piedad cr istiana. El pr ogres o de los estudios b blicos, la creciente

    difusin de la Sagr ada Escr itur a y, sobre todo, el e jemplo de la tr adicin y la mocin ntimadel Es pr itu or ientan alos cr istianos de nuestr o tiempo aser virse cada vez ms de la Bibliacomodel libr o fundamental de or acin y a buscar en ella ins pir acin genuina y modelos insuper ables. El culto a la Santsima Virge n no puede quedar fuer a de esta direccin tomada por la piedad cr istiana (92); al contr ar io de be ins pir arse par ticular mente en ella par a logr ar nuevo vigor y ayuda segur a. La Biblia, al pr oponer de modo admir able el des igniode Dios par a la salvacin de los hombres , est toda ella impregnada del mister io del Salvador , ycontiene adems, desde el Gnes is hasta el Apocalipsis, ref erencias indudables a Aquella que fue Madre y Asociada del Salvador . Per o no quisir amos que la impr onta b blica se limitase aun diligente uso de textos y smbolos sabiamente sacados de las Sagr adas Escr itur as; compor tamucho ms; requiere , en ef ecto, que de la Biblia tomen sus tr minos y su ins pir acin las f r mulas de or acin y las composiciones des tinadas al canto; yex ige, sobre todo, que el cultoa la Virge n est impregnado de los gr andes temas del mensaje cr istiano, a finde que, al mismotiempo que los fieles vener an la Sede de la Sabidura sean tambin iluminados por la luz de la palabr a divinae inducidos a obr ar segn los dictados de la Sabidura encar nada.

    31. Ya hemos hablado de la vener acin que la Igles ia siente por la Madre de Dios en lacele br acin de la sagr ada Liturg ia. Ahor a, tr atando de las dems for mas de culto yde los cr iter ios en que se de ben ins pir ar , no podemos menos de recordar la nor made laConstitucin Sacrosanctum Concilium , la cual, al recomendar vivamente los piadosos e jer cicios del pue blo cr istiano, aade: " es necesar io que tales e jer cicios, teniendo en cuentalos tiempos litrg icos, se ordenen de maner a que estn en ar mona conla sagr ada Liturg ia; se ins piren de algn modo en ella, y, dada su natur aleza super ior , conduzcan aella al pue blocr istiano" (93). Nor masabia, nor ma clar a, cuya aplicacin, sin embargo, nose prese nta fcil,sobre todo en el campodel culto a la Virge n, tan var iado en sus ex pres iones for males: requiere , ef ectivamente, por par te de los res ponsables de las comunidades locales, esfuer zo,tacto pastor al, constancia; y por par te de los fieles , pr ontitud en acoger or ientaciones y pr opuestas que, emanando de la genuina natur aleza del culto cr istiano, compor tan a veces el cambiode usos inveter ados, en los que de algn modo se haba oscurecido aquella natur aleza.

    A este res pecto queremos aludir a dos actitudes que podran hacer vana,en la pr ctica pastor al,la nor madel Concilio Vaticano II: en pr imer lugar , la actitud de algunos que tienen cur a de almas y que des preciando a pr ior i los e jer cicios piadosos, que en las for mas de bidas sonrecomendados por el Magister io, los abandonan y crean un vaco que no prevn colmar ;olvidan que el Concilio hadicho que hay que ar monizar los e jer cicios piadosos con la liturg ia,no supr imirlos. En segundo lugar , la actitud de otr os que, al marge n de un sano cr iter iolitrg ico y pastor al, unen al mismo tiempoe jer cicios piadosos y actos litrg icos encele br aciones h br idas. A veces ocurre que dentr o de la misma cele br acin del sacr ificoEucarstico se intr oducen elementos pr opios de novenas u otr as pr cticas piadosas, conel peligr o de que el Memor ial del Seor no constituyael momento culminante del encuentr o de la comunidad cr istiana,sino como una ocasin par a cualquier pr cticadevocional. A cuantos obr an as quisir amos recordar que la nor ma conciliar prescr ibe ar monizar los e jer cicios

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    piadoso conla Liturg ia, no confundirlos con ella. Una clar a accin pastor al de be, por una par te, distinguir y subr ayar la natur aleza pr opiade los actos litrg icos; por otr a, valor ar los e jer cicios piadosos par a adaptarlos a las neces idades de cada comunidad eclesial y hacerlos auxiliares vlidos de la Liturg ia.

    32. Por su car cter eclesial, en el culto a la Virge n se ref le jan las preocupaciones de la Igles iamisma,entre las cuales sobresale en nuestr os das el anhelo por el res tablecimiento de launidad de los cr istianos. La piedad haciala Madre del Seor se hace as sensible a las inquietudes y a las finalidades del movimiento ecumnico,es decir , adquiere ella misma unaimpr ontaecumnica. Yesto por var ios motivos.

    En pr imer lugar por que los fieles catlicos se unen a los her manos de las Igles ias or todoxas,entre las cuales la devocin a la Virge n reviste for mas de alto lir ismo yde pr ofunda doctr ina al vener ar con par ticular amor a la glor iosa Theotocos y al aclamarla "Es per anzade los cr istianos" (94);se unen a los anglicanos, cuyos telogos clsicos pusier on yade rel ieve laslida base escr iturstica del culto a la Madre de nuestr o Seor , y cuyos telogos

    contempor neos subr ayan mayor mente la impor tanciadel puesto que ocupa Mara en la vidacr istiana;se unen tambin alos her manos de las Igles ias de la R efor ma,dentr o de las cuales f lorece vigor osamente el amor por las Sagr adas Escr itur as, glor ificando a Dios con las mismas palabr as de la Virge n (cf. Lc 1, 46-55).

    En segundo lugar , por que la piedad haciala Madre de Cr isto yde los cr istianos es par a los catlicos ocasin natur al y f recuente par a pedirle que inter ceda ante su Hijo por la unin de todos los bautizados en unsolo pue blo de Dios (95). Ms an, por que es voluntad de la Igles iacatlica que en dicho culto, sin que por ello sea atenuado su car cter singular (96),se evite concuidado toda clase de exager aciones que puedan inducir a err or a los dems her manos cr istianos acer ca de la verdader a doctr inade la Igles ia catlica (97) yse haga desaparecer todamanif estacin cultual contr ar ia a la recta pr ctica catlica.

    Finalmente, siendo connatur al al genuino culto a la Virge n el que "mientr as es honr ada laMadre (), el Hijo sea de bidamente conocido, amado, glor ificado" (98),este culto se convier te en camino a Cr isto, fuente y centr o de la comunin eclesistica,en la cual cuantos confiesan abier tamente que l es Dios y Seor , Salvador y nico Med iador (cf. 2, 5),estnllamados a ser unasola cosa entre s, con El y conel Padre en la unidad del Es pr itu Santo(99).

    33. Somos conscientes de que existen no leves discordias entre el pensamiento de muchos her manos de otr as Igles ias y comunidades eclesiales y la doctr ina catlica "en tor no a lafuncin de Mara en la obr a de la salvacin" (100) y, por tanto,sobre el culto que le es de bido.Sinembargo, comoel mismo poder del Altsimo que cubr i con su sombr a a la Virge n de Nazaret (cf. Lc 1, 35) actaen el actual movimiento ecumnico ylo f ecunda, dese amos ex presar nuestr a confianzaen que la vener acin a la humilde Esclavadel Seor , en la que el Omnipotente obr mar avillas (cf. Lc 1, 49),ser , aunque lentamente, no obstculo sino med ioy puntode encuentr o par a la unin de todos los creyentes en Cr isto. Nos alegr amos, en ef ecto,de compr obar que una me jor comprensin del puesto de Mara en el mister io de Cr isto yde laIgles ia, por par te tambinde los her manos se par ados, hace ms fcil el camino haciael encuentr o. As comoen Canla Virge n, consu inter vencin, obtuvo que Jess hiciese el

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    pr imer o de sus milagr os (cf. J n 2, 1-12), as en nuestr o tiempo podr Ella hacer pr opicio, consu inter cesin, el advenimiento de la hor a en que los disc pulos de Cr isto volver n aencontr ar la plena comunin en la f e. Y esta nueva es per anza halla consuelo en la obser vacin de nuestr o prede cesor Len XIII: la causa de la unin de los cr istianos "per tenece es pecficamente al oficiode la mater nidad es pir itual de Mara. Pues los que son de Cr isto no

    fuer on engendr ados ni podan serlo sinoen una nica f e y un nico amor: por que, "est acasodividido Cr isto?" (cf.1 Cor 1, 13); yde bemos vivir todos juntos la vida de Cr isto, par a poder f r uctificar en unsolo y mismo cuer po ( Rom 7, 14)" (101).

    34. Enel culto a la Virge n merecen tambin atenta consider acin las adquisiciones segur as ycompr obadas de las ciencias humanas; esto ayudar ef ectivamente a eliminar unade las causas de la inquietud que se advier te en el campodel culto a la Madre del Seor: es decir , ladivers idad entre algunas cosas de su contenido y las actuales conce pciones antr opolg icas y larealidad sicosociolg ica, pr ofundamente cambiada, en que viven y actanlos hombres de nuestr o tiempo. Se obser va, en ef ecto, que es dif cil encuadr ar la imagen de la Virge n, tal comoes prese ntada por cier ta liter atur a devocional, en las condiciones de vida de la sociedad contempor nea y en par ticular de las condiciones de la mujer , bien sea en el ambiente domstico,donde las leyes y la evolucin de las costumbres tienden justamente a reconocerle la igualdad y la corres ponsabilidad conel hombre en la direccin de la vida familiar ; bien seaen el campo poltico,donde ella ha conquistado en muchos pases un poder de inter vencin enla sociedad igual al hombre; bien sea en el camposocial, donde desarr olla su actividad en los ms distintos sectores oper ativos, de jando cada da ms el estrecho ambiente del hogar ; lomismo que en el campo cultur al, donde se le of recen nuevas posibilidades de investigacincientfica yde xito intelectual.

    Der ivade ah par a algunos una cier ta falta de af ecto haciael culto a la Virge n y una cier tadificultad en tomar a Mara como modelo, por que los hor izontes de su vida se dice resultan estrechos en compar acin conlas amplias zonas de actividad en que el hombre contempor neo est llamado a actuar . Eneste sentido, mientr as exhor tamos a los telogos, alos res ponsables de las comunidades cr istianas y a los mismos fieles a ded icar la de bidaatencin a tales pr oblemas, nos parece til of recer Nos mismo una contr ibucin a su solucin,haciendo algunas obser vaciones.

    35. Ante todo, la Virge n Mara hasido pr opuesta siempre por la Igles ia a la imitacin de los fieles no precisamente por el tipo de vida que ella llev y, tanto menos, por el ambiente socio-cultur al en que se desarr oll , hoyda super ado casi en todas par tes, sino por que en sus condiciones concretas de vida Ella se adhir i total y res ponsablemente a la voluntad de Dios (cf. Lc 1, 38); por que acogi la palabr a y la puso en pr ctica; por que su accin estuvo animada por la car idad y por el es pr itu de ser vicio: por que, es decir , fue la pr imer a y la ms per f ectadisc pula de Cr isto: lo cual tiene valor universal y per manente.

    36. Ensegundo lugar quisir amos notar que las dificultades a que hemos aludido estn enestrecha conex in con algunas connotaciones de la imagen popular y liter ar ia de Mara, no consu imagen evanglica ni conlos datos doctr inales deter minados en el lento yser io tr abajode hacer ex plcita la palabr a revelada; al contr ar io, se de be consider ar nor mal que las gener aciones cr istianas que se han ido suced iendo en mar cos socio-cultur ales diversos, al contemplar la figur a y la misin de Mara como Muj er nueva y per f ecta cr istiana que

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    resume en s misma las situaciones ms car acters ticas de la vida f emenina por que es Virge n,Es posa, Madre , hayan con sider ado a la Madre de Jess como "modelo eximio"de lacondicin f emenina ye jemplar "limpids imo"de vida evanglica, y hayan plasmado estos sentimientos segn las categoras y los modos ex pres ivos pr opios de la poca. La Igles ia,cuando consider a la larga histor ia de la piedad mar iana,se alegr a compr obando la continuidad

    del hecho cultual, per o nose vincula a los esquemas re prese ntativos de las var ias pocas cultur ales ni a las par ticulares conce pciones antr opolg icas subyacentes, y comprende comoalgunas ex pres iones de culto, per f ectamente vlidas en s mismas, son menos aptas par a los hombres per tenecientes a pocas y civilizaciones distintas.

    37. Dese amos en fin,subr ayar que nuestr a poca, comolas precede ntes, est llamada aver ificar su pr opio conocimiento de la realidad con la palabr a de Dios y, par a limitar nos al caso que nos ocupa, a conf r ontar sus conce pciones antr opolg icas y los pr oblemas que der ivande ellas con la figur a de la Virge n tal cual nos es prese ntada por el Evangel io. Lalectur a de las Sagr adas Escr itur as, hecha bajoel inf lujo del Es pr itu Santo y teniendo prese ntes las adquisiciones de las ciencias humanas y las var iadas situaciones del mundo contempor neo,llevar a descubr ir como Mara puede ser tomada comoes pe jo de las es per anzas de los hombres de nuestr o tiempo.De este modo, por poner algn e jemplo, la mujer contempor nea,dese osa de par ticipar con poder de decisin en las elecciones de la comunidad, contemplar con ntima alegr a a Mara que, puesta a dilogo conDios, da su consentimiento activo yres ponsable (102) no ala solucin de un pr oblema contingente sino ala "obr a de los siglos"comose ha llamado justamente a la Encar nacin del Ver bo (103);se dar cuenta de que laopcin del estado virg inal por par te de Mara, que en el des igniode Dios la dis pona al mister io de la Encar nacin, no fue un actode cerr arse a algunos de los valores del estadomatr imonial, sino que constituy una opcin valiente, llevada a cabo par a consagr arse totalmente al amor de Dios; compr obar congozosa sor presa que Mara de Nazaret, anhabindose abandonado a la voluntad del Seor , fue algo del todo distintode una mujer pasivamente remisiva ode religiosidad alienante, antes bien fue mujer que no dud en pr oclamar que Dios es vindicador de los humildes y de los opr imidas y derr iba sus tr onos a los poder osos del mundo (cf. Lc 1, 51-53);reconocer en Mara, que "sobresale entre los humildes y los pobres del Seor (104), una mujer fuer te que conoci la pobreza yel suf r imiento, lahuida y el ex ilio (cf. M t 2, 13-23): situaciones todas estas que no pueden escapar a la atencinde quien quiere secundar con es pr itu evanglico las energas liber ador as del hombre y de lasociedad; y nose le prese ntar Mara como una madre celosamente re plegada sobre su pr opioHijo divino,sino como mujer que con su accin favoreci la f e de la comunidad apostlica enCr isto (cf. J n 2, 1-12) y cuya funcin mater nal se dilat, asumiendo sobre el calvar iodimensiones universales (105). Sone jemplos. Sinembargo, aparece clar o en ellos cmo lafigur a de la Virge n nodef r auda es per anza alguna pr ofunda de los hombres de nuestr o tiempo yles of rece el modelo per f ecto del disc pulo del Seor: ar tfice de la ciudad terre na y tempor al, per o peregr inodiligente haciala celes te y eter na; pr omotor de la justicia que liber a al opr imidoy de la car idad que socorre al necesitado, per o sobre todo testigo activodel amor que edifica aCr isto en los cor azones.

    38. Des pus de haber of recido estas directr ices, ordenadas a favorecer el desarr ollo ar mnicodel culto a la Madre del Seor , creemos opor tuno llamar la atencin sobre algunas actitudes cultuales err neas. El Concilio Vaticano II hadenunciado yade maner a autor izada, sea laexager acin de contenidos o de for mas que llegan a falsear la doctr ina, sea la estrechez de

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    mente que oscurece la figur a y la misin de Mara; hadenunciado tambin algunas devociones cultuales: la vana credulidad que sustituye el empeo ser io conla fcil aplicacin a pr cticas exter nas solamente; el estr il y pasajer o movimiento del sentimiento, tan ajeno al estilo del Evangel io que exige obr as perse ver antes y activas (106). Nos renovamos esta de plor acin: noestn en ar mona conla f e catlica y por consiguiente no de ben subsistir en el culto catlico.

    La def ensa vigilante contr a estos err ores y desviaciones har ms vigor oso ygenuinoel culto ala Virge n: sl ido en su fundamento, por el cual el estudio de las fuentes reveladas y la atencina los documentos del Magister io prevalecer n sobre la desmed ida bsqueda de novedades o de hechos extr aordinar ios; objetivo en el encuadr amiento histr ico, por lo cual de ber ser eliminado todo aquello que es manifiestamente legendar io o falso; adaptado al contenidodoctr inal, de ah la neces idad de evitar prese ntaciones unilater ales de la figur a de Mara que insistiendo excesivamente sobre un elemento compr ometen el conjuntode la imagenevanglica, lmpido en sus motivaciones, por lo cual se tendr cuidadosamente le jos del santuar io todo mezquino inter s.

    39. Finalmente, por si fuese necesar io, quisir amos recalcar que la finalidad ltimadel culto ala bienaventur ada Virge n Mara es glor ificar a Dios y empear a los cr istianos en un vidaabsolutamente confor me a su voluntad. Los hijos de la Igles ia, en ef ecto, cuando uniendo sus voces a la vozde la mujer annimadel Evangel io, glor ifican ala Madre de Jess, exclamando,vueltos hacia El: "Dichoso el vientre que te llev y los pechos que te crear on" ( Lc 11, 27),se ver n inducidos a consider ar la gr ave res puesta del divino Maestr o: "Dichosos ms bien los que escuchanla palabr a de Dios y la cumplen" ( Lc 11, 28). Esta misma res puesta, si es unaviva alabanza par a la Virge n, como inter pretar on algunos Santos Padres (107) y comolo haconfir mado el Concilio Vaticano II (108),suena tambin par a nosotr os como una admonicina vivir segn los mandamientos de Dios y es como uneco de otr as llamadas del divinoMaestr o: "No todo el que me dice: "Seor , Seor ", entr ar en el reinode los Cielos; sinoel que hace la voluntad de mi Padre que est en los cielos" ( M t 7, 21) y "Vosotr os sois amigos mos,si hacis cuanto os mando" ( J n 15, 14).

    PARTE III

    INDICACIONES SOBRE DOS EJERCICIOS DE PIEDAD:EL ANGELUS Y EL SANTO ROSARIO

    40. Hemos indicado algunos pr incipios aptos par a dar nuevo vigor al culto de la Madre del Seor ; ahor a es incumbenciade las Conf erencias Episcopales, de los res ponsables de las comunidades locales, de las distintas familias religiosas res taur ar sabiamente pr cticas ye jer cicios de vener acin a la Santsima Virge n y secundar el impulso creador de cuantos congenuina ins pir acin rel igiosa o consensibilidad pastor al dese an dar vida a nuevas for mas. Sinembargo, nos parece opor tuno, aunque sea por motivos diversos, tr atar de dos e jer cicios muydifundidos en Occidente y de los que esta Sede Apostlica se ha ocupado en var ias ocasiones: el "Angelus" y el Rosar io.

    E l Angelus

    41. Nuestr a palabr a sobre el "Angelus" quiere ser solamente unasimple per o vivaexhor tacina mantener su rezo acostumbr ado, donde y cuando sea posible. El "Angelus" no tiene

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    necesidad de res taur acin: la estr uctur a sencilla, el car cter b blico, el or igen histr ico que loenlaza conla invocacin de la incolumidad en la paz,el r itmo casi litrg ico que santificamomentos diversos de la jor nada, la aper tur a haciael mister io pascual, por lo cual mientr as conmemor amos la Encar nacin del Hijo de Dios ped imos ser llevados "por su pasin y cr uz ala glor ia de la resurreccin" (109), hace que a distanciade siglos conser ve inalter ado su valor e

    intactosu f rescor . Es verdad que algunas costumbres tr adicionalmente asociadas al rezo del Angelus handesaparecido y dif cilmente pueden conser varse en la vida moder na, per o se tr atade cosas marg inales: quedan inmutados el valor de la contemplacin del mister io de laEncar nacin del Ver bo, del saludo a la Virge n ydel recurso a su miser icordiosa inter cesin: y,no obstante el cambiode las condiciones de los tiempos, per manecen invar iados par a la mayor par te de los hombres esos momentos car acters ticos de la jor nada maana, med ioda, tarde que sealan los tiempos de su actividad y constituyen una invitacin a hacer un alto par a or ar .

    E l Rosario

    42. Dese amos ahor a, quer idos her manos, detener nos un pocosobre la renovacin del piadoso

    e jer cicio que ha sido llamado "compendio de todo el Evangel io" (110): el Rosar io. A l handed icado nuestr os Prede cesores vigilante atencin y premur osa solicitud: han recomendadomuchas veces su rezo f recuente, favorecido su difusin, ilustr ado su natur aleza, reconocido laaptitud par a desarr ollar una or acin contemplativa,de alabanza yde splica al mismo tiempo,recordando su connatur al eficacia par a pr omover la vida cr istiana yel empeo apostlico.Tambin Nos, desde la pr imer a audienciagener al de nuestr o pontificado, el da 13de Julio de 1963, hemos manif estado nuestr o inter s por la piadosa pr cticadel Rosar io (111), y poster ior mente hemos subr ayado su valor en mltiples cir cunstancias, ordinar ias unas, gr aves otr as, como cuando en un momento de angustia yde insegur idad publicamos la Car taEncclicaChristi M atri ( 15se ptiembre 1966), par a que se elevasen or aciones a la bienaventur ada Virge n del Rosar io par a implor ar de Dios el bien sumode la paz (112);llamada que hemos renovado en nuestr a Exhor tacin Apostlica Recurrens mensis october (7de octubre 1969),en la cual conmemor bamos adems el cuar to centenar io de la Car taApostlica Consueverunt Romani Pontifices de nuestr o Prede cesor San Po V, que ilustr enella y en cier to modo defini la for ma tr adicional del Rosar io (113).

    43. Nuestr o asiduo inter s por el Rosar io nos ha movido a seguir con atencin los numer osos congres os ded icados en estos ltimos aos a la pastor al del Rosar io en el mundocontempor neo: congres os pr omovidos por asociaciones y por hombres que sientenentr aablemente tal devocin yen los que han tomado par te obis pos, pres bter os, religiosos yseglares de pr obada ex per iencia yde acred itado sentido eclesial. Entre ellos es justo recordar alos Hijos de SantoDomingo, por tr adicin custodios y pr opagadores de tan saludable devocin. A los tr abajos de los congres os se han unido las investigaciones de los histor iadores ,llevadas a cabo no par a definir con intenciones casi ar queolg icas la for ma pr imitivadel Rosar io, sino par a captar su intuicin or iginar ia, su energa pr imer a, su estr uctur a esencial. De tales congres os e investigaciones han aparecido ms ntidamente las car acters ticas pr imar ias del Rosar io, sus elementos esenciales y su mutuarelacin.

    44. As, por e jemplo, se ha puesto en ms clar a luz la ndole evanglicadel Rosar io, en cuantosacadel Evangel io el enunciado de los mister ios y las f r mulas pr incipales; se ins pir a en el Evangel io par a suger ir , par tiendo del gozoso saludo del ngel y del rel igioso consentimiento

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    de la Virge n, la actitud con que de be recitarlo el fiel; y contina pr oponiendo, en la suces inar moniosa de las Ave Maras, un mister io fundamental del Evangel io la Encar nacin del Ver bo en el momento decisivode la Anunciacin hecha a Mara. Or acin evanglica por tantoel Rosar io, como hoyda, quiz ms que en el pasado, gustan definirlo los pastores y los estudiosos.

    45. Se ha per cibido tambin ms fcilmente cmoel ordenado y gr adual desarr ollo del Rosar ioref le ja el modo mismoen que el Ver bo de Dios, insir indose condeter minacinmiser icord iosa en las vicisitudes humanas, ha realizado la rede ncin: en ella, en ef ecto, el Rosar io consider a en ar mnicasuces in los pr incipales acontecimientos salvficos que se hancumplido en Cr isto: desde la conce pcin virg inal y los mister ios de la infancia hasta los momentos culminantes de la Pascua la pasin y la glor iosa resurreccin y a los ef ectos de ella sobre la Igles ia naciente en el da de Pentecosts y sobre la Virge n en el da en que,ter minando el ex ilio terre no, fue asuntaen cuer po y alma a la patr ia celes tial. Y se haobser vado tambin cmo la tr iple divisin de los mister ios del Rosar io noslo se adaptaestr ictamente al orden cr onolgico de los hechos, sino que sobre todo ref le ja el esquemadel pr imitivo anunciode la f e y pr opone nuevamente el mister io de Cr isto de la misma maner a que fue visto por San Pablo en el celes te "himno"de la Car ta a los Filipenses: humillacin, muer te,exaltacin (2,6-11).

    46. Or acin evanglica centr ada en el mister io de la Encar nacin rede ntor a, el Rosar io es, pues, or acin de or ientacin pr ofundamente cr istolg ica. Enef ecto,su elemento ms car acters tico la re peticin litnicaen alabanza constante a Cr isto, tr mino ltimode laanunciacin del ngel y del saludo de la Madre del Bautista: "Bendito el f r uto de tu vientre"( Lc 1,42).Diremos ms: la re peticin del Ave Mara constituye el te jido sobre el cual se desarr olla la contemplacin de los mister ios; el Jess que toda Ave Mara recuerda, es el mismo que la sucesin de los mister ios nos pr opone una y otr a vez como Hijode Dios y de laVirge n, nacido en unagr uta de Beln; prese ntado por la Madre en el Templo; joven lleno de celo por las cosas de su Padre ; R ede ntor agonizante en el huer to; f lagelado y cor onado de es pinas; cargado conla cr uz y agonizante en el calvar io; resucitado de la muer te y ascendido ala glor ia del Padre par a derr amar el don del Es pr itu Santo. Es sabido que, precisamente par afavorecer la contemplacin y "que la mente corres ponda a la voz",se sola en otr os tiempos y la costumbre se ha conser vado en var ias reg iones aa dir al nombre de Jess, en cada Ave Mara, una clusula que recordase el mister io anunciado.

    47. Se ha sentido tambin con mayor urgencia la necesidad de recalcar , al mismo tiempo que el valor del elemento laudator io yde precator io, la impor tanciade otr o elemento esencial al Rosar io: la contemplacin. Sin sta el Rosar io es un cuer po sin alma ysu rezo corre el peligr ode conver tirse en mecnicare peticin de f r mulas y de contr adecir la adver tenciade Jess: "cuando or is no seis charlatanes como los paganos que creen ser escuchados en vir tud se sulocuacidad" ( M t 6,7). Por su natur aleza el rezo del Rosar io exige un r itmo tr anquilo y unref lex ivo remanso que favorezcanen quien or a la meditacin de los mister ios de la vida del Seor , vistos a tr avs del Cor azn de Aquella que estuvo ms cer ca del Seor , y que desvelensu insondable r iqueza.

    48. De la contempor nea ref lex in hansido entendidas en fin con mayor precisin las relaciones existentes entre la Liturg ia yel Rosar io. Por una par te se ha subr ayado cmoel

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    Rosar io en casi un vstago ger minado sobre el tr oncosecular de la Liturg ia cr istiana, "El salter io de la Virge n", med iante el cual los humildes quedan asociados al "cnticode alabanza" y ala inter cesin universal de la Igles ia; por otr a par te, se ha obser vado que esto haacaecido en una poca a l declinar de la Edad Med ia en que el es pr itu litrg icoest endecadencia yse realiza un cier to distanciamiento de los fieles de la Liturg ia, en favor de una

    devocin sensible a la humanidad de Cr isto y ala bienaventur ada Virge n Mara. Sien tiempos no le janos pudo surgir en el animode algunos el deseo de ver incluido el Rosar io entre las ex pres iones litrg icas, y en otr os, de bido a la preocupacin de evitar err ores pastor ales del pasado, una injustificada desatencin haciael mismo, hoyda el pr oblema tiene fcil solucina la luz de los pr incipios de la Constitucin Sacrosanctum Concilium ; cele br aciones litrg icas y piadoso e jer ciciodel Rosar io nose de ben ni contr aponer ni equipar ar (114). Toda ex pres inde or acin resulta tanto ms f ecunda, cuanto ms conser va su verdader a natur aleza y lafisonoma que le es pr opia. Confir mado, pues, el valor preeminente de las acciones litrg icas,no ser dif cil reconocer que el Rosar io es un piadoso e jer cicio que se ar moniza fcilmente conla Sagr ada Liturg ia. Enef ecto, comola Liturg ia tiene una ndole comunitar ia, se nutre de laSagr ada Escr itur a ygr avitaen tor no al mister io de Cr isto. Aunque sea en planos de realidad esencialmente diversos, anamnesis en la Liturg ia y memor ia contemplativaen el Rosar io,tienen por objeto los mismos acontecimientos salvficos llevados a cabo por Cr isto. La pr imer ahace prese ntes bajoel velo de los signos y oper antes de modo mister ioso los "mister ios ms gr andes de nuestr a rede ncin"; la segunda, conel piadoso af ecto de la contemplacin, vuelve aevocar los mismos mister ios en la mente de quien or a yestimula su voluntad a sacar de ellos nor mas de vida.

    Establecida esta dif erenciasustancial, no hay quien no vea que el Rosar io es un piadosoe jer cicio ins pir ado en la Liturg ia y que, si es pr acticado segn la ins pir acin or iginar ia,conduce natur almente a ella, sin tr as pasar su umbr al. Enef ecto, la med itacin de los mister ios del Rosar io, haciendo familiar a la mente y al cor azn de los fieles los mister ios de Cr isto, puede constituir una ptima pre par acin a la cele br acin de los mismos en la accin litrg ica yconver tirse des pus en eco pr olongado. Sinembargo, es un err or , que perdur a todava por desgr aciaen algunas par tes, recitar el Rosar io dur ante la accin litrg ica.

    49. El Rosar io, segn la tr adicin admitida por nuestr os Prede cesor S. Po V y por l pr opuestaautor izadamente, consta de var ios elementos orgnicamente dis puestos:

    a) la contemplacin, en comunin con Mara, de unaser ie de mister ios de la salvacin,sabiamente distr ibuidos en tres ciclos que ex presan el gozo de los tiempos mes inicos, el dolor salvficode Cr isto, la glor ia del R esucitado que inunda la Igles ia; contemplacin que, por sunatur aleza, lleva a la ref lex in pr ctica y aestimulante nor made vida;

    b) la or acin dominical o Padrenuestr o, que por su inmenso valor es fundamental en la plegar ia cr istiana yla ennoblece en sus diversas ex pres iones ;

    c) la sucesin litnicadel Avemara, que est compuesta por el saludo del ngel a la Virge n(Cf. Lc1,28) yla alabanza obsequiosa del santa Isabel (Cf. Lc 1,42), ala cual sigue la splicaeclesial Santa Mara. Laser ie continuada de las Avemaras es una car acters tica peculiar del Rosar io ysu nmer o, en le for ma t pica y plenar ia de ciento cincuenta, prese nta cier ta analogaconel Salter io yes un dato que se remonta alos orge nes mismos de este piadoso e jer cicio.

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    Per o tal nmer o, segn una compr obada costumbre , se distr ibuye dividido en decenas par acada mister io en los tres ciclos de los que hablamos antes, dando lugar a la conocida for madel Rosar io compuesto por cincuenta Avemaras, que se ha conver tido en la med ida habitual de la pr cticadel mismo y que ha sido as adoptado por la piedad popular y apr obado por laAutor idad pontificia, que lo enr iqueci tambin con numer osas indulgencias;

    d) la doxologa Glor ia al Padre que, en confor midad con una or ientacin comnde la piedad cr istiana, ter mina la or acin conla glor ificacin de Dios, uno y tr ino, "de quien, por quien yenquien subsiste todo" (Cf. Rom 11,36).

    50. Estos son los elementos del santo Rosar io. Cada unode ellos tiene su ndole pr opia que bien comprendida y valor ada, de be ref le jarse en el rezo, par a que el Rosar io ex prese toda sur iqueza y var iedad. Ser , pues, ponder ado en la or acin dominical; lr ico ylaudator io en el calmo pasar de las Avemaras; contemplativoen la atenta ref lex in sobre los mister ios;implor ante en la splica; ador ante en la doxologa. Yesto, en cada unode los modos en que se suele rezar el Rosar io: o pr ivadamente, recogindose el que or a en la intimidad con su Seor ; o

    comunitar iamente, en familia o entre los fieles reunidos en gr upo par a crear las condiciones de una par ticular prese nciadel Seor (cf. M t 18, 20); o pblicamente, en asambleas convocadas par a la comunidad ecles ial.

    51. En tiemporeciente se han creado algunos e jer cicios piadosos, ins pir ados en el SantoRosar io. Queremos indicar y recomendar entre ellos los que incluyen en el tr adicional esquemade las cele br aciones de la Palabr a de Dios algunos elementos del Rosar io a la bienaventur ada Virge n Mara, como por e jemplo, la meditacin de los mister ios y la re peticinlitnicadel saludo del ngel. Tales elementos adquieren as mayor relieve al encuadr arlos enla lectur a de textos b blicos, ilustr ados mediante la homila, acompaados por pausas de silencio ysubr ayados conel canto. Nos alegr a saber que tales e jer cicios han contr ibuido ahacer comprender me jor las r iquezas es pir ituales del mismo Rosar io y arevalor ar su pr cticaen cier tas ocasiones y movimientos juveniles.

    52. Y ahor a, en continuidad de intencin con nuestr os Prede cesores , queremos recomendar vivamente el rezo del Santo Rosar io en familia. El Concilio Vaticano II a puesto en clar ocmo la familia, clula pr imer a y vital de la sociedad "por la mutua piedad de sus miembr os yla or acin en comndir igida a Dios se of rece comosantuar io domstico de la Igles ia" (115).La familia cr istiana, por tanto,se prese nta como una Igles ia domstica (116) cuando sus miembr os, cada unodentr o de su pr opio mbitoe incumbencia, pr omueven juntos la justicia, pr acticanlas obr as de miser icord ia, se ded ican al ser viciode los her manos, toman par te en el apostolado de la comunidad local y se unen en su culto litrg ico (117); y ms an,se elevanencomn plegar ias suplicantes a Dios; por que si fallase este elemento, faltara el car cter mismode familia como Igles ia domstica. Por eso de be esfor zarse par a instaur ar en la vida familiar laor acin en comn.

    53. De acuerdo conlas directr ices conciliares , la Liturg ia de las Hor as incluye justamente el ncleo familiar entre los gr upos a que se adapta me jor la cele br acin en comndel Oficiodivino: "conviene finalmente que la familia, en cuantosagr ar io domstico de la Igles ia, noslo eleve preces comunes a Dios, sino tambinrecite opor tunamente algunas par tes de laLiturg ia de las Hor as, conel finde unirse ms estrechamente a la Igles ia" (118). Node be

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    quedar sin intentar nada par a que esta clar a indicacin halle en las familias cr istianas unacreciente y gozosa aplicacin.

    54. Des pus de la cele br acin de la Liturg ia de las Hor as cumb re a la que puede llegar laor acin domstica, no cab e duda de que el Rosar io a la Santsima Virge n de be ser

    consider ado como unade las ms excelentes y eficaces or aciones comunes que la familiacr istianaest invitada a rezar . Nos queremos pensar y dese amos vivamente que cuando unencuentr o familiar se convier ta en tiempode or acin, el Rosar io sea su ex pres in f recuente y pref er ida. Sabemos muy bien que las nuevas condiciones de vida de los hombres no favorecenhoy momentos de reunin familiar y que, incluso cuando eso tiene lugar , no pocas cir cunstancias hacen dif cil conver tir el encuentr o de familia en ocasin par a or ar . Dif cil, sinduda. Per o es tambin una car acters ticadel obr ar cr istiano norendirse a los condicionamientos ambientales, sino super arlo; nosucumbir ante ellos, sino hacerles f rente.Por eso las familias que quieren vivir plenamente la vocacin y la es pir itualidad pr opiade lafamilia cr istiana,de ben des plegar toda clase de energas par a marg inar las fuer zas que obstaculizanel encuentr o familiar y la or acin en comn.

    55. Concluyendo estas obser vaciones, testimoniode la solicitud y de la estimade esta Sede Apostlica por el Rosar io de la Santsima Virge n Mara, queremos sin embargo recomendar que, al difundir esta devocin tansaludable, no sean alter adas sus pr opor ciones ni sea prese ntada conexclusivismo inopor tuno: el Rosar io es una or acin excelente, per o el fiel de be sentirse libre, atr ado a rezarlo, en sere na tr anquilidad, por la intrnseca belleza del mismo. .

    CONCLUSIN

    VALOR TEOLGICO Y PASTORALDEL CULTO A LA VIRGEN

    56. Vener ables Her manos: al ter minar nuestr a Exhor tacin Apostlicadese amos subr ayar ensntesis el valor teolg ico del culto a la Virge n y recordar su eficacia pastor al par a larenovacin de las costumbres cr istianas.

    La piedad de la Igles ia haciala Santsima Virge n es un elemento intrnseco del culto cr istiano.La vener acin que la Igles ia hadado a la Madre del Seor en todo tiempo ylugar -desde la bendicin de Isabel (cf. Lc. 1, 42-45) hasta las ex pres iones de alabanza ysplicade nuestr otiempo- constituye un sl ido testimoniode su "lex or andi" y una invitacin a reavivar en las conciencias su "lex crede ndi". Viceversa: la "lex crede ndi" de la Igles ia requiere que por todas par tes f lorezca lozanasu "lex or andi" en relacin conla Madre de Cr isto. Culto a la Virge n de r aces pr ofundas en la Palabr a revelada y de sl idos fundamentos dogmticos: la singular dignidad de Mara "Madre del Hijo de Dios y, por lo mismo, Hija pred ilecta del Padre ytemplo del Es pr itu Santo; por tal don de gr aciaes pecial aventaja con mucho a todas las dems cr iatur as, celes tiales y terres tres" (119),su cooper acin en momentos decisivos de la obr a de lasalvacin llevada a cabo por el Hijo;su santidad, ya plena en el momento de la Conce pcinInmaculada y no obstante creciente a med ida que se adhera a la voluntad del Padre y recorrala va de suf r imiento (cf. Lc 2, 34-35; 2, 41-52; J n 19, 25-27), pr ogres ando constantemente enla f e, en la es per anza yen la car idad; su misin y condicin nicaen el Pue blo de Dios, del que es al mismo tiempo miembr o eminentsimo,e jemplar acabads imo y Madre amantsima;

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    su incesante y eficaz inter cesin med iante la cual, an habiendo sido asunta al cielo, sigue cer cansima alos fieles que la suplican, an a aquellos que ignor an que son hijos suyos; suglor ia que ennoblece a todo el gner o humano, comolo ex preso mar avillosamente el poetaDante: "Teres aquella que ennobleci tanto la natur aleza humana que su hacedor no desde oconver tirse en hechur a tuya" (120);en ef ecto, Mara es de nuestr a estir pe, verdader a hijade

    Eva, (aunque ajena a la manchade la Madre , y verdader a her mana nuestr a, que ha compar tidoen todo, como mujer humilde y pobre, nuestr a condicin).

    Aadiremos que el culto a la bienaventur ada Virgen Mara tiene su r azn ltimaen el des ignioinsondable y libre de Dios, el cual siendo car idad eter na ydivina (cf.1 J n 4, 7-8.16),lleva acabo todo segn undes igniode amor: la am y obr en ella mar avillas (cf. Lc 1, 49);la am por s mismo, la am por nosotr os; se la dio as mismo yla dio a nosotr os.

    57. Cr isto es el nico camino al Padre (cf. J n 14, 4-11). Cr isto es el modelo supremo al que el disc pulo de be confor mar la pr opia conducta (cf. J n 13, 15), hasta logr ar tener sus mismos sentimientos (cf. Fil 2,5), vivir de su vida y poseer su Es pr itu (cf.Gl 2, 20; Rom 8, 10-11);

    esto es lo que la Igles ia haenseado en todo tiempo y nada en la accin pastor al de be oscurecer esta doctr ina. Per o la Igles ia, guiada por el Es pr itu Santo y amaestr ada por unaex per ienciasecular , reconoce que tambinla piedad a la Santsima Virge n, de modosubord inado a la piedad haciael Salvador y en conexin conella, tiene unagr an eficacia pastor al y constituye una fuer za renovador a de la vida cr istiana. Lar azn de dichaeficaciase intuye fcilmente. Enef ecto, la mltiple misin de Mara haciael Pue blo de Dios es unarealidad sobrenatur al oper ante y f ecunda en el organismo ecles ial. Y alegr a el consider ar los singulares as pectos de dicha misin y ver cmo ellos se or ientan, cada uno consu eficacia pr opia, haciael mismo fin: re pr oducir en los hijos los r asgos es pir ituales del Hijo pr imognito.Queremos decir que la mater nal inter cesin de la Virge n, su santidad e jemplar y la gr aciadivina que hayen Ella, se convier ten par a el gner o humanoen motivode es per anza.

    La misin mater nal de la Virge n empuja al Pue blo de Dios a dir igirse con filial confianza aAquella que est siempre dis puest