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EXISTENCIALISMO Y MORAL
UN LIBRO DE SIMONE DE BEAUVOIR)
P O R
E U G E N I O F R U T O S
L
os existenciálistas se ha n ocu pad o y j)reocup ado m uc ho , en
sus úl t imas obras , de la moral . Heidegger , en su
Carta sobre
el humanismo; Le Sen ne, en casi toda su ob ra, y Sa rtre , desde
¿El existencialismo es un humanismo? , p l an tean cons tan temente p ro
blemas éticos; en Las manos sucias, se dr am ati za n casos de concien
cia. Posiblemente esto ocurra porque el existencialista, al encontrar
se to talm ente com prom et ido frente al m und o ente ro , queda determi
nado en sus acciones por su posición y de ésta brota la regla o el im
pulso de su conciencia.
Simone de Beauvoir, como es sabido dei grupo sartriano, ha es
cri to ya dos l ibros de ensayos sobre temas morales : La moral de la
ambigüedad y és te , del que pasamos a ocup arnos , El existencialismo
y la sabiduría de las naciones 1).
Se reú ne n en este volum en cua tro ensayos. El pr im ero da t í tulo
al l ib ro ; el segundo enfrenta dos posiciones, como indica su t í tulo
de Idealismo mo ral y realismo político; se tra ta en el terce ro de
Literatura y Metafísica, y l leva el cuarto po r t í tulo Ojo por ojo, re
firiéndose a las ideas de venga nza, sanción y ca rida d. L os cua tro en
sayos se cim enta n sobre una do ctrina bien de finida, y de aqu í su uni
dad; los cuatro t ratan preferentemente temas morales , pues incluso
el tercero , que t iene ot ro proble m a cen tral , toca indirec tam ente a
la conducta humana .
Las cuestiones planteadas y los ejemplos de sangrante actualidad
1) L existencialisme et la sagesse de nations. Nagel. París, 19-48.
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aducido s , según es uso en es te gru po, lev antan tempe stad de pr e
guntas y de objeciones. Pero no caeré en esta fácil tentación, pues
mi propósito es sólo el de reseñar la obra. Será inevitable, no obs
tante , por exigi r lo la referencia misma, alguna cr í t ica o alguna toma
de posición.
En el primer ensayo la autora trata de defender sus teorías de la
acusación de pes imismo que corr ientem ente se les hac e. Pa ra el lo
com para la idea que los sar t r ianos se forjan del ho m br e con la que
se sigue del saber popular, condensado en refranes y aforismos, y que
se manif ies ta tam bié n en la imagen qu e se admite del hom br e e n la
vida pr iv ad a, cua ndo se apag an los orope les oficiales. E l conjun to
de este saber sobre el hom br e es lo que se l lam a «s abidu ría de las
naciones».
Ta l «sabiduría» nos da una idea del ho m bre que nos le presen ta
má s deg rad ado que el exietencialismo s artr ian o. La concep ción del
ho m bre por el ho m bre es , as í , en es te saber vulgar , más pes imis ta
qu e la del existencialismo d e la a uto ra. No se dice con esto na da
nuev o. Se ha bía notado m uchas veces el carácter pes imis ta del re
franero y la des ilus ión qu e revela sobre la naturalez a h um an a. Pe ro
es te hech o no prue ba nad a contra la acusación de pes im ism o; pue de
quedar manifiesto que es más pesimista la sabiduría de los pueblos
que el exis tencial ismo, pero nada más. Hay que tener en cuenta que
esta concepción p op ula r se ref iere al ho m br e me dio y no niega las
excepciones; la teoría sar t r iana, en cambio, se ref iere a todo hom
b r e ,
pues es una concepción to tal del mismo.
Mas es ta concepción se nos presenta como o pt imis ta . E l pro pio
Sartre ha dicho que se trata de una «dureza optimista» y S. de Beau-
voir escribe : «El ho m br e es el dueñ o solo y soberan o de su desti
n o ,
con tal que quiera serlo; he aquí lo que afirma el existencia
l i sm o; y es to , c ier tam ente, es un opt imismo» p . 42). Y antes ha di
cho que el ho m bre no es na tu ra lm ente bueno n i malo , pues to que
previa m ente no es na da ; é l es el que se hace bue no o m alo , «según
que asum a su l ib er tad o la niegue» p . 41), Las doctrinas qu e afir
man la l ibertad humana suelen ser doctr inas opt imis tas , puesto que
en ellas el ho m bre no aparec e to talmen te conde nado . Pe ro el uso de
es ta l ibertad para redimirse no t iene sent ido s i e l hombre es con
tingencia pura. Se si túa con esto en la «desesperación original». Pue
de ser és ta un a postur a gal larda , en cuanto t rata de m ant en er una
conducta moral y hace responsable al hombre s in esperanza, en lu
gar de dejarse arrastrar a la deriva. Pero esta desesperada resistencia
es jun tam en te lo qu e da a la teoría sobre el ho m bre su cará cter pes i -
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mista y lo que los sar t r ianos pare cen no p ode r o no qu erer enten der .
El segundo ensayo enfrenta el idealismo m ora l con el realism o
polít ico, oposición que ya ve simbolizada en Antígona y Creón. El
realism o en salza la eficacia de sus m éto do s; p ero ello es vano pa ra
el moral is ta , porque sus éxi tos no alcanzan el verdadero bien. A su
vez, el realista reprocha al idealista la ineficacia y la irrealidad de su
postura.
En t iem pos ant iguos la dual idad provenía de que el ho m bre se
hallaba dividido entre dos mundos, el celeste y el terreno, pero su
posición en es te mundo era más s imple. Hoy la cues t ión se plantea
en ot ro plano y de modo más complejo . Hay que elegir ent re la pat r ia
y la clase social , por ejemplo. Para el idealista existen valores abso
lutos y universa les al m odo ka ntia no ), en los que el realista no cree.
Los fines que el realista pretende conseguir no se dejan alcanzar per
maneciendo fiel a normas fi jas. Pero, a su vez, el realismo polí t ico, a
fuerza d e servir a la rea lida d, acaba por no servir a n ad a; se con
vier te en oportunismo de corto vuelo . En nombre del real ismo ac
tuaron los colaboracionistas franceses.
Pero el idealismo moral puede l ibrarse de su rigidez si se entiende
qu e «la m or al no es un conjun to de valores y de princip ios consti tuí-
dos,
sino el movimiento consti tuyente por el que valores y princi
pios son puestos» p. 92). La m ora l sería, así , un a creac ión, qu e mi
raría a la rea lidad fu tura ; sería realista . Pero este realismo m oral
creador supone el ateísmo sartriano. La moral es «la sola expresión
de l a vo lun tad humana» .
El hom bre no logrará , s in embarg o, un ajus te perfecto entre el
ideal moral y la acción polí t ica, por su misma fisura interna. La re
concil iación , añad im os, sólo es posible si se ad m ite una ley su per ior,
de modo que, como dice Marcel , no esté la salvación en la l ibertad
pu ra , sino que «la l iber tad se orde ne a la salvación».
En el tercer ensayo,
S. de Beauvoir trata de justificar la l i teratura
existencialista como valor propio y necesario. Ya de la posición de
jaspers se s igue la neces idad de una l i teratura exis tencial is ta , pues
?i sólo es posible describir «situaciones existenciales», en su logro
exced e la cre ació n lite ra ria a la filosofía.
Reconoce la autora la prevención ante la novela o el teatro me-
tafísicos. Pero esta prevención sólo está justificada cuando se consi
dera la metafísica como un sistema, del que sería la obra l i teraria un
caso part icular , s iempre sobrepasado por la conceptuación universal
del sistema. Como la ave ntura e spiri tu al se ha br ía v ivido al crear el
sistema, la obra l i teraria no estaría justificada.
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Ma s , si po r m etafísica no entend em os algo qu e «se hac e», sino
«fue «hacer metafísica» es «ser metafísico», esto es, «realizar en sí la
acti tud m etafísica que consiste en pone rse todo e ntero fre nte a la to
tal idad d el mu ndo» p . 114-5), entonces se po drá considera r que la
novela metafísica no es una peligrosa desviación del género novelesco,
s ino que es su «más acabado cumplimiento , puesto que se esfuerza
en apre hen der el hom bre y los acontecimientos hum ano s en su rela
ción con la totalidad del mundo y puesto que ella sólo puede lograr
aqu ello en que fracasan la p ur a l i te rat ura y la pu ra filosofía : evocar
en su un ida d viva y en su fundam enta] am bigüed ad es te nuest ro des
t i no , que se inscribe a la vez en el t iempo y en la eternidad».
La experiencia viva que la creación poética comporta, los descu
brim ientos qu e en ella se log ran , sin ajustarlos a pre vio sistema
como en la l lamada «novela psicológica» se ha puesto de manifies
to) ,
es lo que justifica aquella creación, y lo que en este ensayo se
pide. Pero las novelas y las obras de teat ro de Sart re mismo apl ican
frecuentemente ideas ya fi jadas, si se exceptúa la viva experiencia
del «absurdo fun dam ental» en cela náu sea» . Siendo m uy dist intas las
dotes del crea dor l i te rar io y las del filósofo, no negam os que pue
den darse en la misma persona, pero muy excepcionalmente. Re
sulta, pues, peligroso para la creación misma l levar el propósito de
«hacer» novela metafísica. Acaso en toda novela haya supuestos me-
taf ís icos ; pero no previamente queridos y , por el lo , más fundamen-
tadores y actuantes.
El cuarto y último ensayo trata de la cuestión de la venganza y
la sanción y del fracaso que, inevitablemente, en su aplicación, las
aco m paña . Pe netr ante m ente se anal izan , sobre ejemp los de actual i
da d, los mo tivos de la venganza y de la sanc ión, la de sapa rición en
ei re o, en cua nto tal , del objeto autén tico del odio la l ibert ad crea
dora del ma l) y la insatisfacción consiguien te.
La idea y el alcance de la « caridad crist iana» están m uy conse
guidos, y se confiesa que «nadie p ue de ne gar, salvo en el ím pe tu del
odio ciego, que h ay muc ho de verd ad en es te pun to de vis ta de la
carida d» p . 157); pe ro cree la au tora q ue ha y un caso en que es in
apl icable : en el ma l absoluto , que consis te en de grada r al h om bre
en cosa. Castigar es, aq uí , «q ue rer el bien» p . 165).
Cie rtam ente, la degradación del ho m br e en cosa, cum plida por
otros hombres , es un pecado grave. Pero para el cr is t iano, también
este pecado contra el hombre lo es contra Dios, y en sus manos cabe
poner la jus t ic ia perfecta , perdonando a los pecadores . Mas la mo
ral de los exis tencial is tas sar t r ianos es una moral puramente huma-
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na , com o se nos recalc a, sin transfondo sob ren atu ral y sirviéndole de
fundam ento la l ibertad abisal , que hace del ho m bre u n proyecto
p u r o ,
Dios de sí mismo y creador de su moral , s in norma objetiva y
universal posible .
El l ibro de Simone de Beauvoir presentado por Nagel con ele
gante sencil lez y pu lcr i tu d, ma nt iene el orde n y la c lar idad— la ar
quite ctura — con natu rale s al clásico espír i tu francés. Las repuls as,
que un crist iano espontáneamente hace, brotan de los falsos supues
tos metafísicos, del ateísmo y contingencialismo, sobre que se levan
tan los argumentos. Pero la dialéctica misma es rigurosa y eficaz.
El plan tea m ien to d e las cuestiones es lo má s inte resa nte , pues si túaa
en vivo los problemas morales y nos hablan de la necesidad de re
plantearse, en relación con las circunstancias de nuestra época, las
cuest iones eternas para el hombre.
Eugenio Frutos.
Paseo de Cuéllar, 9.
ZARAGOZA España).
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