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FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNIVERSIDAD DE JAÉN Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación Una institución indiana: la encomienda. Alumno/a: Jesús García Moreno. Tutor/a: María Antonia Bel Bravo. Dpto.: Antropología, Geografía e Historia. Mayo, 2017

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UNIVERSIDAD DE JAÉNFacultad de Humanidades y Ciencias de la Educación

Una institución indiana:la encomienda.

Alumno/a: Jesús García Moreno.

Tutor/a: María Antonia Bel Bravo.

Dpto.: Antropología, Geografía e Historia.

Mayo, 2017

1

Índice:

Resumen, palabras clave y objetivos ...................................................................2

Introducción: La Leyenda Negra..........................................................................3

Diferencias historiográficas ..................................................................................4

Geografía precolombina .......................................................................................6

Viajes a América....................................................................................................9

La encomienda:

Evolución de la propiedad de la tierra ....................................................19

Inicios de la encomienda ...........................................................................20

Leyes de Burgos .........................................................................................23

Leyes Nuevas: de la experiencia de Hernán Cortés y la promulgación de

las leyes al caso del Perú ...........................................................................28

Tributación indígena.............................................................................................36

Situación jurídica de las Indias ............................................................................38

Cambio cultural .....................................................................................................40

El santo oficio.........................................................................................................45

Demografía y estructura social.............................................................................48

Justificación y críticas del sistema .......................................................................51

Conclusiones...........................................................................................................54

Bibliografía.............................................................................................................56

Anexo ......................................................................................................................58

2

Resumen

La conquista de América fue un acontecimiento decisivo para el devenir de la

humanidad. Su magnitud no dejó indiferente a nadie, y aún hoy se siguen articulando

discursos históricos en torno a la actuación de los españoles al otro lado del Atlántico. En este

trabajo matizo algunas de esas actuaciones, y desarrollo en profundidad la repercusión de

cada una de las modificaciones de una de las instituciones más criticadas de este proceso, la

encomienda, pudiendo distinguir tres grandes momentos: una etapa inicial, otra tras

promulgar las Leyes de Burgos y otra tras las Leyes Nuevas. También esclarezco la actuación

de otras instituciones como el Santo Oficio, así como las consecuencias de la conversión en

territorio español del Nuevo Mundo, ahondando en lo social y, concretamente, en el proceso

de mestizaje.

Palabras clave: Indias, encomienda, leyes, “la Leyenda Negra”.

Objetivos

En función del grado que termina con este trabajo, el primer objetivo es compatibilizar

los conocimientos adquiridos, tanto en materia de Historia Moderna como filosófica y

antropológica y, en la medida en que el tema nos lo permite, la dimensión geográfica,

estableciendo un marco físico a los acontecimientos desarrollados en el momento con el

material cartográfico histórico disponible en plataformas como la Biblioteca Digital

Hispánica. Para ello, se va a utilizar una metodología historiográfica basada en el análisis del

trabajo sobre fuentes primarias llevado a cabo por reputados historiadores de diferentes

corrientes, así como la utilización de documentación extraída de plataformas oficiales de

divulgación científica como Dialnet.

Se va a tratar también de contextualizar y comprender, en la lógica del momento, el

fenómeno de la colonización, señalando a qué responden las actuaciones llevadas a cabo en el

territorio, así como los argumentos esgrimidos en los debates teológicos y legales ante los

problemas que fueron surgiendo derivados del choque de culturas y la posterior subordinación

y dominio, amén de las relaciones entre los nuevos territorios incorporados y la propia Corona

española, pues no podemos tratar de entender ciertos aspectos si no es en su contexto, por lo

que hay que deshacerse de ideas preconcebidas y, en ocasiones, mal extendidas.

Otro punto fundamental será establecer un análisis objetivo de las instituciones en

Indias como la Inquisición, la encomienda y la situación jurídica en la que quedaban

3

territorios y personas con la incorporación a la jurisdicción española, separando los tópicos

popularizados y masificados por su dimensión mórbida de los hechos cuantificables y los

procedimientos datados, e incluso denunciados, que luego han sido recogidos en obras

historiográficas para tratar las consecuencias del proceso de conquista. En esta línea, se

señalarán también los cambios sociales y culturales y las causas y consecuencias de estos

procesos de cara a un análisis formal del producto resultante de los mismos.

Como punto principal y en torno al cual se articula el trabajo, es preciso observar los

distintos cambios en la encomienda durante las sucesivas etapas y reinados acontecidos desde

su primera institución, con los viajes de Cristóbal Colón, hasta la promulgación de las Leyes

Nuevas de Carlos V y el encauzamiento hasta el final del sistema que estas suponen, pasando

por el proyecto de reforma frustrada que supusieron las Leyes de Burgos por la separación

entre la ley emitida desde la metrópoli y la práctica en las colonias.

En definitiva, se tratará de comprender qué acarreó la institución que conformó el

principal sustento de los españoles en indias y la actuación de los diferentes actores (colonos,

indígenas, Corte e intelectuales) en torno a ella.

1. Introducción: la Leyenda Negra.

El término leyenda remite a algo fantástico, una narración transmitida con unos

valores o un interés, protagonizado bien por personajes heroicos o históricos magnificados

por el orador. Sin embargo, no siempre todos los personajes son tratados igual, pues, en

contraposición, encontramos al antagonista como el poseedor de todos los valores contrarios,

un abusador injusto, pero que, en el relato, es igual de necesario para alabar al héroe. La

articulación de estos relatos parece más típica de épocas antiguas que de tiempos modernos,

pero lo cierto es que no quedaron solo en ese período arcaico, sino que se han ido usando a lo

largo de la historia como un instrumento al servicio de los diferentes países o ideologías. Y es

precisamente durante la carrera colonialista, cuando las incipientes potencias del siglo XVI

luchaban por conseguir la hegemonía que detentaba la monarquía española, gracias a sus

territorios al otro lado del Atlántico, cuando vamos a ver uno de los mayores ejemplos de esta

utilización moderna de la leyenda que, de hecho, va a pasar a la posteridad bajo esa

denominación, “La Leyenda Negra”. Su importancia no reside solo en la cantidad de tinta que

se ha vertido sobre la misma para ensalzar el sentimiento de grandeza de los países o

sentimientos nacionalistas de los autores, sino en lo que es más grave, que aún hoy se utiliza

en el discurso anti españolista, en muchas ocasiones, en boca de los mismos españoles.

4

Sin embargo, bien es cierto que hay que considerar ambos puntos de vista, pero

siempre con mucho cuidado y sometiéndolo a discusión, ya que hay detalles que pueden

parecer inverosímiles, pero que supondrán la diferencia entre un relato legendario

magnánimo, sobre los españoles o los indios en este caso, y la verdadera crónica, ya que cada

autor escribe con un propósito y va a mentar u omitir ciertas cosas. Así, este trabajo se va a

centrar en la institución de la encomienda y el sistema de repartimientos de indios, ya que de

estos derivan gran cantidad de relatos que cargan, a través de las actuaciones en Indias de los

encomenderos, contra la monarquía hispánica del momento; pero también se va a enfocar el

debate historiográfico para poder vislumbrar ambas posturas y sus principales argumentos.

Lo cierto es que el tema de indias fue tratado por gran cantidad de autores, bien

cronistas del momento o bien los que escribieron sobre lo oído acerca de la colonización, y

parece que este debate se ha extendido a hoy día, en parte “gracias” a internet, en el que

directamente todo el mundo opina acerca de lo oído, extendiendo, en la mayoría de casos

acerca del tema, acusaciones infundadas enraizadas en los grandes medios de propaganda

imperialistas internacionales, cuyo objetivo no es otro que desprestigiar a los demás Estados

sin pararse a mirar qué tienen sobre su propio tejado.

Diferencias historiográficas

A la abundancia de material histórico es a la que podemos dar gracias para que sea un

tema tan extenso del que aún hoy podemos seguir discutiendo, sin embargo, hay que

contextualizar y entender el escenario en que se desarrollan los hechos. A la visión de los

colonizadores como héroes contribuye el papel intelectual del momento: la nueva monarquía

que surgía tras siglos de conquista en la Península Ibérica, necesitaba iconos nacionales que

generaran un sentimiento unificado tras la unión de las coronas de Castilla y Aragón, unos

referentes católicos que ahora ampliaban las fronteras y traían esperanza de riqueza. Además

la conquista supuso un hecho decisivo para que España dominara el escenario internacional,

por lo que la tradición historiográfica del otro extremo, pues siempre se escribe con una

ideología detrás, iba a ser la contraria. Julián Juderías, quien acuñó el término de manera

definitiva en su obra, señalaba la línea argumental de la acusación sobre la Leyenda Negra:

omisión de lo que puede favorecernos y exageración de lo que puede perjudicarnos. De esta

forma, se va a atacar a España con sus actuaciones en lo referente al trato de los indios.

Afirmaba el historiador estadounidense John W. Draper para intentar argumentar sus

críticas a la conquista española en América que la historia de a España ha derivado de “que

5

Dios ha hecho justamente con España”1 por sus actuaciones en con los indios. Omite, sin

embargo, todos los actos de la exterminación de pieles rojas, principalmente en época del

presidente James Monroe (el cual desde 1817 lanzó campañas contra las tribus creek y

seminola), contemporáneo a Draper, y cuyas acciones sí que quedaron registradas en la

misma, y aún hoy, cuando solo quedan pequeñas poblaciones que huyeron desde

Norteamérica hacia el centro del continente y se sigue tratando de expropiar y expoliar las

diferentes reservas para fines económicos, como en el reciente caso del oleoducto de Dakota

del norte, una prueba más del claro ataque oportunista realizado, en este caso por Draper, pero

que no se limita a este autor únicamente. De manera semejante al imperio español, de hecho,

operaron imperios como el macedonio o el romano, sin embargo, tal vez al no hallarse en una

competencia internacional política, económica y religiosa, esto no ha sido tan criticado.

Podría no ser tampoco casualidad, en esta línea, que se critique mucho más a los

conquistadores posteriores a Cristóbal Colón que a él mismo, debido a su procedencia

extranjera (concretamente de Génova).

No solo surgen críticas desde otros países. Dentro de los dominios españoles, y

principalmente en Cataluña, tras la abolición de su independencia administrativa y judicial,

así como después de la Guerra de Sucesión (aunque formaban parte de la Confederación

aragonesa), así como en la posesiones españolas del momento en el Mediterráneo,

principalmente en Italia (Cerdeña, Sicilia, Nápoles y Neopatria), surgen también argumentos

en contra de España, y, al ser en ese momento la conquista de América símbolo de cómo se

encontraba el nuevo Estado en expansión, sería uno de los debates en los que tomar parte, por

lo que las voces anti imperialistas del momento encontrarían eco en éstos. No faltan tampoco

historiadores exaltadores de las glorias patrias para contrarrestar estas acusaciones,

destacando entre ellos Juan Valera, muy vinculado en sus obras novelísticas a los conflictos

religiosos, y Rafael Altamira, que actuó como diplomático entre 1909 y 1910 para acudir a los

países americanos y restituir los lazos con España tras la definitiva pérdida de las colonias en

1898, trabajando con gran número de profesionales de esos países en las, aproximadamente,

300 conferencias llevadas a cabo.

El origen de la Leyenda Negra lo tenemos que buscar por tanto en estas enemistades,

pues es durante la rebelión de los Países Bajos en el siglo XVI cuando se acusa a Felipe II de

deslealtad junto al resto de los españoles2, lo cual encontró eco rápidamente en otros Estados

1 Draper, J. W. (1910) Historia del desarrollo intelectual de Europa.2 Apología, del príncipe Guillermo de Orange, publicada en 1580.

6

europeos. Estas mismas acusaciones fueron recogidas por Antonio Pérez, antiguo secretario

del rey que fue declarado culpable con anterioridad por traición a la Corona, el cual dio

además forma al mito del infante don Carlos, utilizado luego por iconos culturales como

Verdi, que lo popularizó en su ópera “Don Carlos”. Esto se acrecienta cuando el imperio entra

en declive desde el siglo XVII frente al enorme crecimiento de Francia e Inglaterra. Todo ello

ha llevado a un sentimiento infundado de inferioridad en la patria de figuras como Cervantes,

Goya o Velázquez. La posición de los habitante de los Países Bajos también se vio

influenciada por el gobierno del terror del duque de Alba, que fue puesto en paralelo con los

sucesos en América.

Se pueden diferenciar unas fuentes que podemos denominar “clásicas” sobre la

leyenda negra, por ser las más citadas y, por la posición de los autores, las más extendidas. A

parte del ya citado Antonio Pérez, destaca el príncipe Guillermo de Orange, que orquestó un

fuerte movimiento contra la opresión española en Flandes escribiendo panfletos para

desacreditar las actuaciones de Felipe II, pero también encontramos a John Foxe, exiliado de

la Inglaterra de María Tudor en Holanda cuyo libro comúnmente conocido como El libro de

los mártires (Acts and Monuments) ataca a las instituciones católicas, señalando

concretamente al Papa como el malvado supremo dentro de las relaciones establecidas en

Indias a través de la evangelización. Mención aparte merece Fray Bartolomé de las Casas,

cuya obra merece un análisis mucho más exhaustivo y complejo que desarrollaré luego.

Menospreciar esto tampoco significa hacer una Leyenda “Rosa”, si bien los adscritos a

esta categoría son generalizables en cronistas e historiadores de la época muy afines a la

monarquía y cuya labor, tras siglos de Reconquista e intentos de unificación, era la de

ensalzar los actos de la Corona, generando un relato heroico para engrandecer a las figuras

nacionales. En la actualidad, quien más y quien menos, escribe con tintes críticos, por lo que

no vamos a encontrar a historiadores que se adhieran a esta línea en su totalidad, si bien es

cierto que se omiten ciertos aspectos que deben ser mencionados pues, de no hacerlo, se

puede crear una falsa visión sobre los hechos. Pero nos vamos a centrar en esa parte del

período del imperio español que se encontraba al otro lado del Atlántico, donde se desarrollan

los acontecimientos sobre los que se realiza este análisis.

Geografía precolombina

La era de los descubrimientos no podría haberse iniciado sin unas condiciones

propicias que llevasen a los conquistadores al otro lado del Atlántico. Es por ello, digno de

7

mención debido a su importancia, el Atlántico, pues se va a convertir en un enorme punto de

intercambio comercial y cultural, que abre una nueva vía frente al enorme peso del

Mediterráneo, y, por tanto, a las históricas disputas por la supremacía en el mismo, si bien

ahora el escenario de éstas se reproduce aquí también. De este modo se articulaban nuevas

disputas, principalmente entre Inglaterra, Francia, España y Portugal, en materia de apertura

de mercados derivados de la colonización, frente a las tradicionales disputas religiosas y

territoriales en el Mediterráneo entre católicos y musulmanes. Este cambio de eje histórico

parece poder repetirse en un futuro atendiendo a la creciente importancia de las potencias

asiáticas, por lo que podría establecerse próximamente en el Pacífico, pero en ese momento se

va a abrir un gran escenario muy apetecible para cualquier potencia en el Atlántico.

La correlación que se establecería entre Mediterráneo y, a partir de los

descubrimientos, Atlántico, mediante el estrecho de Gibraltar, determinarían las relaciones y

disputas entre potencias en los siglos posteriores, principalmente entre España, con potestad

en este momento en Gibraltar, e Inglaterra, la otra potencia marítima que veía cómo su

primacía marítima se venía abajo por la afluencia de recursos a España pese a que su

potencial militar, y concretamente el naval, era muy superior, como demostraría luego en la

Guerra de Sucesión, en la que precisamente tomarían este punto vital de la geopolítica del

momento. El incremento del comercio en el Mediterráneo había acentuado también la

necesidad de métodos de pago, por lo que se requería mayor dinero en circulación, o,

traducido, mayor acuñación de moneda, que se encontraba en crisis a finales de la Edad

Media por la escasez de metales nobles, más aún por el pago mediante estos de las

mercaderías provenientes de la India. De hecho, ya se había intentado acceder a la conocida

fuente de oro en Sudán desde el siglo XIII por las rutas de caravanas a través del Sáhara y a

través de la apertura de una ruta marina, algo a lo que aspiraban de igual manera los

portugueses. El Atlántico, que había supuesto una barrera durante toda la historia, se convierte

en este momento en una vía de enlace. Con esto se abría un abanico de nuevas posibilidades:

desde el mismo imperialismo europeo en América mediante la explotación de sus recursos al

intercambio cultural que permitiese nivelar la disparidad entre civilizaciones, en un momento

que la balanza de la riqueza parecía orientarse cada vez más hacia el este a causa del

comercio.

Mención aparte merece el impacto de las expediciones en el plano intelectual y del

conocimiento, pues las expediciones de Américo Vespucio no hacían sino confirmar

definitivamente que la Tierra era redonda, a pesar de que ya era una suposición generalizada y

8

habían quedado atrás los tiempos en que se castigaba radicalmente a quien lo postulase. Más

tarde, las de Colón confirmaban que había vida en un nuevo continente de la Tierra. Esto

supuso un gran avance, pues se estaban sentando las bases para el desarrollo de las teorías de

la evolución, si bien en este momento se planteaban sobre cómo los hijos de Adán y Eva

habían llegado a otro continente. Algo que, por otro lado, derivaría entre los sectores

conservadores más radicales en un motivo de discriminación, al no considerarlos como hijos

de Dios por la imposibilidad de que hubiesen llegado hasta allí y por la diferencia racial del

considerado genuino hombre europeo, supuestamente evidenciado por el color de la piel, por

lo que se le adjudicaban diferentes capacidades intelectuales.

Sin embargo las dificultades del terreno no se quedan en el cruce del Atlántico, pues la

geografía sudamericana es también muy diversa, y es obvio que no contaban con los medios

para superarla de los que disponemos hoy. Destaca el gran sistema montañoso de los Andes,

que subraya la línea de costa y contiene el punto más alto del continente, el Aconcagua, que

contrasta con grandes llanuras recorridas por el Amazonas y sus grandes afluentes, pero

también mesetas como el altiplano de Bolivia. Hay que mencionar también las llamadas

tradicionalmente en México “Sierras Madres”, cadenas montañosas cercanas al Pacífico con

depresiones inter montanas donde encontramos una gran biodiversidad vegetal.

Además, hay zonas muy condicionadas por la vida marítima, como la península del

Yucatán, pero sobre todo las islas en el archipiélago de las Antillas, así como el golfo de

México, cuya importancia será enorme en las empresas españolas, y el mar Caribe. La

hidrografía no solo salpica estas zonas, pues hay también en el interior hitos muy importantes

para las comunidades indígenas, al ser el agua el condicionante de toda vida, y en este caso

destacan las cataratas del Iguazú y los lagos Titicaca y Maracaibo. Es pues la combinación

trópico-montaña-hidrografía la que determina la enorme biodiversidad por sus diferentes

combinaciones , que se acentúa en Centroamérica por su condición de istmo, de forma que los

territorios trabajados no tienen más componente natural común que su variedad, algo muy

relacionado con los Estados-nación de la zona, pues el anhelo unionista presente desde la

desaparición de la Federación Centroamericana en 1839 responde más a frustraciones o

expectativas de los diferentes Estados, un hecho social, que a una realidad natural. De esta

forma y debido a la pluralidad del medio, a parte de las rutas marítimas, se convertirían en

vitales las rutas fluviales: el Orinoco, el Amazonas y el Paraguay-Paraná atraviesan una gran

parte de América del sur, y el conocimiento indígena para remontarlos en canoa se iba a

transmitir a los españoles. Pero la situación también se reproduce en el norte con los Grandes

9

Lagos y el San Lorenzo. También ocurrió más tarde, en el siglo XVII, momento hasta el que

se ignoró el sistema Misisipi-Misuri a pesar de su extensión y sus grandes posibilidades de

navegación.

Viajes a América

Cuando se asegura que Colón descubrió América no se trata de un hecho, sino de la

interpretación de un hecho: el continente estaba ahí, aunque nadie podía imaginar de su

existencia. De hecho, el propio Colón pensaba que había llegado a una isla adyacente a Japón.

Con esto quiero matizar la forma de entender los hechos, no como el descubrimiento de un

inhóspito lugar, sino con la complejidad que conlleva el choque de dos culturas con caracteres

muy dispares y la diferente concepción del espacio, tanto de los españoles de antaño y los

indígenas como de los españoles de hoy, conocedores de la situación en la que se produjo la

llegada a América. Así pues, hay autores que hablan incluso de “invención de América”3, si

bien se han articulado diversas leyendas en torno a los motivos del viaje de Colón para

descubrir un territorio inexplorado que distan mucho de la realidad, correspondiente a autores

como Gómara, que afirmaba que Colón ya había oído de esos territorios. De igual manera, se

han creado diversas concepciones en torno a Colón a posteriori de los hechos. El propio

Bartolomé de Las Casas en Historia de Indias, afirmaba que Dios dotó a Colón de las

cualidades necesarias para llevar a cabo la hazaña, de forma que la causa del descubrimiento

sería la providencia divina manifestada en un hombre de fe. En cualquier caso, la llegada a

América incluyó este continente en el espacio vital de la cultura occidental, por lo que lo

sucesos sobre este van a estar ligados a las dinámicas al otro lado del Atlántico, por lo que

puede entenderse como una parte más de la historia de la “viejas” culturas en un nuevo

espacio geográfico.

Dada la imposibilidad de afirmar quién fue el primer viajante que llegó a América por

los sucesivos descubrimientos en diferentes partes del mundo que se van produciendo al

respecto, voy a mencionar los cuatro viajes de Colón al ser los que aluden al tema que

compete aquí, ya que suponen el núcleo desde el que comienza el proceso de la conquista de

América. A pesar de que intentó “vender” u proyecto en varias cortes europeas, en las cuales

fue rechazado, la obligación de navegar vía las islas Canarias le ligaba a Castilla, pues era el

puerto de San Sebastián de la Gomera el más occidental conocido de cara a su empresa.

Razón de más para que las isla Canarias, adquiridas por Castilla y pacificadas tras aplastar la

3 O’ Gorman, E. (2006) La invención de América. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.

10

rebelión indígena entre 1488 y 1489, se convirtiesen luego en una plaza de gran importancia

de cara al comercio con Indias para España, y, por extensión, para Europa. 4

Viajes de Cristóbal Colón. Fuente: www.colombiaaprende.edu.co

El 3 de Agosto de 1492 Colón partió hacia el oeste junto a una tripulación de unos 120

hombres y tres carabelas (La Niña, La Pinta y La Santa María, aunque se duda de si ésta

última era formalmente una carabela o una nave). Pasaron largo tiempo sin avistar a tierra, lo

que llegó a provocar un motín que Colón calmó prometiendo que si en tres días no la veían,

regresarían a España, lo que no sucedió pues el 12 de Octubre Rodrigo de Triana divisó, el

que aún no sabían que era, continente americano, llegando a una tierra que los indígenas

llamaban Guanahaní, y que Colón llamó San Salvador, en el archipiélago de las Bahamas.

Colón, sin embargo, estaba convencido de que eran las indias orientales, por lo que llamó

indios a sus habitantes. Comenzaron a explorar la zona, llegando a la actual Cuba, que bautizó

como Juana. Es aquí de importante mención la idea expresa en los diarios de Colón de

encontrar al gran Kan, ya que existían leyendas desde siglos anteriores que exaltaban el poder

y la riqueza del emperador mongol, pues esto motivó seguir recorriendo las tierras en su

búsqueda, si bien utilizaba el oro como arenga para los tripulantes y como justificación para

los reyes españoles para que estos emprendieran empresas que, en el ideario de Colón, un

cristiano convencido muy influenciado por los sucesos históricos anteriores, debía ser una

nueva cruzada, pues tenía un gran afán religioso.

4 Fernández-Armesto, F. (2006). Los conquistadores del horizonte. Barcelona: Ediciones destino.

11

Así, llegaría a la isla que hoy comparten Haití y la República Dominicana, que bautizó

como La Española, donde estableció el primer asentamiento español en América, Fuerte de

Navidad, con los restos de la naufragada Santa María. El fin de encontrar China por la nueva

ruta queda totalmente desplazado por el fin económico ante la magnitud de los

descubrimientos, lo que muestra abiertamente en diario de Colón: a pesar de mencionar

sentirse maravillado por la belleza y riqueza natural de esas tierras, muestra su afán de

riquezas inmediatas, más concretamente, de oro, pues al encontrar indígenas lo primero que

trata de observar es si llevan complementos de este material. “Verdad es que, fallando adonde

haya oro o especería en cantidad, me deterné fasta que yo haya dello cuanto pudiere; y esto no

fago sino andar para ver de topar en ello”5, si bien en ocasiones menciona de nuevo la idea de

seguir viajando al oeste, pero se abandona pronto. También habla del temor a que la

tripulación pueda apropiarse del tan codiciado oro, que motivará en gran medida a las

sucesivas generaciones de conquistadores. Si bien siempre se afirma el ansia de oro que

movía estas conquistas, no menos es cierto que la conversión al catolicismo también buscaba

beneficios, y así lo muestra la venta de bulas a los soldados por parte de religiosos como Fray

Pedro de Orozco.

El factor geográfico intervino también en buena medida, pues el propósito de viajar al

sur fue el de evitar los fuertes vientos del oeste que encontramos en latitudes mayores, los

cuales no se dan entre los paralelos 25 y 30, sino que en esta franja se beneficiaron de los

alisios que los empujaron hacia el oeste, por lo que el viaje duró poco más de cinco semanas

gracias a estos vientos favorables (un paseo si se compara con el año que Vasco de Gama

tardó en llegar a la India). Sin embargo, otra dificultad se añadía al viaje, y es que estos

viajeros aún no eran capaces de medir la longitud y la latitud de estas nuevas rutas con

precisión, y, de hecho, el único instrumento del que disponía Colón era la brújula, por lo que

la única posibilidad de éste era mantener las naves en dirección al oeste, si bien podían

averiguar su latitud respecto a su posición con la Estrella Polar. Todas estas dificultades no

hicieron otra cosa sino alimentar las leyendas en torno al previo conocimiento de Colón de

esas tierras.

5 19 de Octubre de 1492. Edición de Julio F. Guillén, El primer Viaje de Cristobal Colón, Madrid, 1943.

12

Vientos alisios y su funcionamiento. Fuente: www.fondear.org

En 1493, Colón dejó 40 hombres en el Fuerte de Navidad, regresando con las dos

carabelas en las que también incluyó seis aborígenes, algunos frutos exóticos y oro. Esto le

reportó el éxito y la fama necesarios para obtener financiación para su segundo viaje. Así,

Colón quedaba como virrey y gobernador de todo lo descubierto, como estaba estipulado en

las Capitulaciones de Santa Fe, las cuales habían sido firmadas en la localidad homónima por

los Reyes Católicos el 17 de abril de 1492 las cuales establecían que Cristóbal Colón recibiría

estos títulos de manera vitalicia y hereditaria, aunque esto iba a cambiar debido a la deriva de

los acontecimientos en las colonias. Cristóbal Colón obtendría en un primer momento el cargo

de virrey y capitán general de las tierras que tomara posesión en nombre de los reyes

soberanos, sin embargo, estos títulos le serán retirados tras los acontecimientos del segundo y

el tercer viaje, a excepción del de Almirante. De igual manera se le retiró el carácter

hereditario, por lo que sus sucesores no recibieron más honores que el título de gobernador, si

bien Diego Colón lo recuperaría de manera honorífica en 15156.

El segundo viaje no fue tan provechoso, a pesar de que las previsiones iniciales eran

aún más ambiciosas: encontrar los tesoros de los pueblos orientales, así como colonizar para

conseguir las riquezas que había descrito Colón. Además, se realizó con muchas prisas, pues

Colón estaba ansioso por demostrar que había llegado a las Indias orientales y la Corona

temía que los rivales portugueses intentasen algún tipo de exploración en base al Tratado de

6 Rubio Mañé, J. I. : El virreinato I. Orígenes y jurisdicciones, y dinámica social de los virreyes, México, 1983.

13

Alcaçovas, que otorgaba soberanía a los portugueses de los territorios al sur de las islas

Canarias.

Con 17 barcos y 2000 hombres, partió el 25 de septiembre de 1493, y, hacia finales de

noviembre, llegó a La Española, donde encontró el fuerte de Navidad destruido, con los 40

hombres asesinados, lo cual ha dado para un gran debate sobre la autoría del hecho por lo que

suponía para los intereses de dos tribus indígenas enfrentadas en la zona, de las cuales a una

correspondía la autoría, y los intereses de los españoles, pues se acusa a Colón de creer la

versión de una de las tribus para poder cargar contra la otra. Es en este punto donde decide

fundar la primera ciudad en ese lugar, llamada Isabela en honor a la reina. El balance fue

nefasto, poco oro aunque una isla más (Jamaica). En su regreso a Isabela, la situación era

caótica, pues los españoles obligaban a los indígenas a que entregasen oro, y además había

disputas y asesinatos entre los mismos colonizadores. Desde España, además, llegaban

noticias de que muchos de los que habían regresado presentaban quejas contra Colón por su

mala administración de las colonias, por lo que decidió regresar para presentar su defensa. En

este segundo viaje, aparte de la ahora marcada como prioritaria labor por la Corona de

conversión de los indígenas al cristianismo, se establecía también como indispensable que el

Estado conservara el monopolio comercial de la colonias, con la excepción de los campos

reservados a Colón por las Capitulaciones de Santa Fe. Para ello, debía establecerse una

aduana de Indias, donde se almacenarían todas las mercancías, tanto entrantes como salientes,

y el desembarco de todos los barcos provenientes de las colonias debía realizarse en Cádiz.

La especulación de Colón con los futuros descubrimientos de yacimientos de oro junto

con la devaluación del valor económico de los recursos de las colonias hicieron que el sistema

entrara en crisis, y Colón vio en el tráfico de esclavos, una práctica general en el

Mediterráneo, principalmente de esclavos negros, una institución reconocida por Iglesia y

Estados que ahora podía llevarse a cabo en favor de España tanto en los territorios

peninsulares como en el propio terreno americano7, una salida a esta crisis. Esto, por otra

parte, no gustó en la Corte, por lo que fue rechazada desde un primer momento por los Reyes

Católicos. Esta diferencia de criterio entre Colón y la monarquía pronto se extendería a los

demás individuos que se encontraban en el otro continente, que buscaban una retribución por

parte de la Corona y no veían con buenos ojos el carácter monopolista de la empresa, lo que

en un futuro sería parte de la explicación de las rebeliones de colonos.

7 14 de octubre de 1492, Edición Guillén.

14

Debido al desprestigio que el segundo viaje había causado y la difícil situación

económica de la Corona, el tercer viaje se convirtió en un asunto difícil, de modo que la

Corona incluso perdonó a delincuentes dispuestos a embarcarse por la falta de voluntarios. El

30 de Mayo de 1498 partió de nuevo, llegando a la isla de la Trinidad el 31 de Julio, desde

donde pasó a Venezuela y finalmente a la península de Paria. Las cartas enviadas hablan de

indígenas adornados con perlas y un paisaje exuberante, al que denominó “El paraíso

terrenal”. El 13 de Agosto se dirigieron hacia la Española, que había quedado a cargo de sus

hermanos, Diego y Bartolomé, donde encontró que los colonos se habían sublevado por la

fiebre de oro y la severidad de Bartolomé. A pesar de que se llevaron a cabo algunas

ejecuciones, esto solo hizo que aumentaran las protestas, llegando los sublevados a informar a

la Corona sobre los abusos de los hermanos Colón, lo que finalmente derivó en que la Corona

enviara en 1500 a Francisco de Bobadilla para sustituir al virrey y gobernador, que trató de

resistirse, por lo que fue arrestado y enviado a España, aunque los cargos le fueron retirados

por los servicios prestados a la Corte.

Cristóbal Colón. Retrato realizado por Ridolfo Ghirlandaio (1520).

Sin embargo, Colón seguía buscando un paso hacia las zonas de comercio de especias,

por lo que el 11 de Mayo de 1502 partió con su hermano Bartolomé y su hijo Fernando con

cuatro naves y 150 hombres. A pesar de que durante el viaje tres naves quedaron a la deriva

por la actividad de un huracán, siguieron adelante y llegaron a Centroamérica el 1 de Agosto,

concretamente al cabo de Honduras, desde donde bordearon Nicaragua, Costa Rica y Panamá.

15

A pesar del esfuerzo, no encontraron minas de oro, por lo que finalmente volvería sin

conseguir su objetivo.

Los siguientes viajes acabaron conformando el territorio perteneciente a España,

donde se siguieron implantando las respectivas instituciones y poblaciones, si bien los

choques entre culturas fueron más intensos por el avanzado desarrollo de algunas de éstas

respecto a aquellas con las que se había tenido contacto anteriormente.

Hernán Cortés, nacido en Extremadura (lugar de origen de muchos conquistadores) en

1485 de entre una familia de la baja nobleza pero que gozaba de ciertos privilegios, no

encontró agrado en los estudios a los que fue enviado a Salamanca. Estos datos iniciales son

muy semejantes a los de otros segundones de familias hidalga o nobiliarias que, en este

momento, se encontraban con dos alternativas: o ir a Italia y servir bajo el mando del Gran

Capitán, o ir a las Indias occidentales, en este caso junto al futuro gobernador Ovando y la

gran flota que preparaba para ello. Finalmente asuntos personales (según algunos autores, a

falta de una biografía científica sobre él, líos de desamor) le impidieron partir junto a Ovando,

pero partió en 1504 tras haber probado en Italia y acabar desmotivado. Su experiencia inicial

como encomendero, secretario y luego alcalde, le hicieron formar su propio criterio sobre la

conquista y la colonización, haciéndole ganar gran prestigio social tanto por el espíritu de

empresa que rezumaba su encomienda como por sus actuación en Cubo junto a Diego

Velázquez y Feijó.

Todo esto le permitió obtener una gran magnitud de participantes mediante

reclutamiento público, armas y caballos para desmarcarse de las empresas de Diego

Velázquez (lo que luego tendría como consecuencia diversos conflictos entre ambos que

llegarían incluso a la corte) y emprender su propia empresa, de carácter netamente militar, si

bien la situación que allí encontraría le haría maniobrar para llegar a buen término. Además,

la predisposición centralizada del imperio azteca permitió a la empresa de conquista

evolucionar hacia una cuestión de colonización.

En 1519, Hernán Cortés se internó en México. Tras vencer a los tlaxcaltecas, entró de

manera pacífica en Tenochtitlán, ya que los indígenas lo identificaban Quetzalcóatl, dios de la

sabiduría, el cual habría partido según la leyenda hacia oriente cruzando el mar. Sin embargo,

Cortés y sus hombres dependían de la voluntad de Moctezuma II, por lo que consiguió

hacerlo prisionero con la intención de mantenerlo en el poder de manera simbólica. Esto sin

embargo fue tomado como una humillación entre los aztecas, tensión que estalló en junio

16

de1520 y que obligó a los españoles a retirarse en la conocida como “Noche Triste”. Sin

embargo, con el apoyo de los pueblos sometidos al imperio azteca, tlaxcaltecas y totonacas, y

tras un largo asedio a Tenochtitlán, logró reconquistar la ciudad y ejecutó a Cuauhtémoc,

dejando al imperio azteca en un vacío de poder en el que se fueron situando progresivamente

los españoles. Es importante la situación de Tenochtitlán, como podemos ver en la figura 1,

respecto al lago Texcoco, pues supone una importante vía hacia el resto de territorios y

ciudades controladas por el imperio.

El mundo que se abre con las expediciones de Hernán Cortés era radicalmente

diferente al conocido hasta ese momento al otro lado del Atlántico, entre otras cosas porque,

como gran conocedor del régimen local de Castilla, tras haber pasado por la Universidad de

Salamanca, va a lograr librarse de la subordinación de Diego Velázquez mediante la creación

de una ciudad, Villa Rica de la Vera Cruz, de cuyo cabildo va a recibir los poderes que le

libraban de esa dependencia, lo que significaba también escapar de la subordinación real a la

hora de tomar iniciativas. El procedimiento, por otra parte, fue similar al de las demás huestes

españolas: repartía a sus soldados el oro, los indios cautivos y, finalmente, implantó las

encomiendas8. Si bien se destruyeron los ídolos que representaban a las deidades zoomorfas

mexicas, se conservaron los templos, los cuales denominaba Cortés “mezquitas” (lo que

denota cómo se consideraba infieles a los aztecas, como a los musulmanes), como reliquias, y

construir nuevas iglesias, frente a los religiosos de España que iban llegando y pretendían

destruirlos. Además, se liberaron a los albinos y deformes que Moctezuma encerraba junto a

su zoológico.

Francisco Pizarro, por su parte, inició su expedición en 1531 motivado por el mito de

Eldorado (generado en la conquista de Panamá en 1513), y aprovechó la guerra civil inca

entre Huáscar y Atahualpa para apresar a éste último y apoderarse de Cuzco, si bien se

considera como el fin de la conquista la fundación de Lima en 1535 (aunque hubo resistencia

hasta la ejecución de Túpac Amaru en 1572). Ésta expedición se encontraría bajo patrocinio

real, desmarcándose así de la empresa “aventurera” de Cortés y acercándose más al modelo de

partida de las expediciones de Cristóbal Colón, fijándose en las Capitulaciones de Toledo que

se le darían “los honores de capitán general y adelantado y alguacil mayor de las tierras que

conquiste.”9 Las empresas de Pizarro y Cortés determinarían que el foco cambiase de los

dominios insulares del Caribe, principal centro de la presencia española en América por ser el

8 Joaquín García Icazbalceta, Colección de documentos para la historia de México, México 1971.9 Vargas Ugarte, R., S.J.: Historia General del Perú. El descubrimiento y la conquista (1524-1550), Lima, 1966.

17

primer lugar de llegada y base logística desde donde partieron las sucesivas expediciones, a

las grandes metrópolis de México y Lima. Sin embargo, siguieron tratándose de pilares

defensivos estratégicos fundamentales en el dispositivo imperial español (lo que por otra

parte, no fue suficiente contra los expedicionarios franceses que lograron establecerse luego

en la parte occidental de La Española), por lo que, si bien fue perdiendo su peso cuantitativo

respecto a la población, su peso cualitativo siguió siendo vital, y, de hecho, en uno de estos

centros, Santo Domingo, fue donde se fundó la primera Universidad española del Nuevo

Mundo. 10

En cualquier caso, algo que caracterizó a las posteriores empresas tras los viajes de

Cristóbal Colón fue su rapidez, lo que fue posible debido a diversos factores: la falta de

cohesión entre los imperios, formados entre tribus hostiles entre sí, el factor sorpresa y la

superioridad armamentística de los españoles, el ímpetu de los conquistadores (por lo general,

segundones de familias hidalgas que aspiraban al reconocimiento que no podrían tener en

España) que buscaban riqueza y aventuras, la asimilación de los conquistadores con algunas

leyendas indígenas que facilitaron la toma de contacto entre ambos y, muy importante, la

anterior centralización de los Estados precolombinos, que facilitó la aceptación de una nueva

autoridad.

Hernán Cortés. Fuente: es.wikipedia.org. Francisco Pizarro. Retrato de Paul Coutan (1835).

La encomienda

10 Rodríguez Cruz, A.: “La proyección de la Universidad de Salamanca en Hispanoamérica”. La Universidad anteel Quinto Centenario. Actas del Congreso Internacional de Universidades, Madrid, 1993.

18

Antes de entrar en materia, es necesario matizar, pues esta institución no es exclusiva

del territorio indiano, aunque nos vayamos a centrar en ésta. De hecho, aparece en España en

el siglo XII, dadas las necesidades de poblar y explotar los territorios ocupados tras la llamada

Reconquista. Mediante la encomienda, se establecía una relación de dependencia personal

entre hombres libres, uno, el fuerte, que ofrecía protección, y otro, el débil, que respondía con

fidelidad y servicios. Destaca el papel que en esta institución tuvieron las órdenes militares,

que formaron mediante este sistema una gran frontera al sur, frente a una posible respuesta

musulmana. Estas encomiendas eran administradas por comendadores, los cuales eran

designado por los maestres de las diferentes órdenes una vez que les eran concedidas

mediante donaciones reales, incluyendo tierras, ingresos y privilegios que deberían utilizarse

para mantener las iglesias y clero locales, así como financiar gastos militares. Sin embargo, la

diferencia entre gastos e ingresos iba a parar a los comendadores, por lo que este cargo va a

ser muy codiciado, concediéndose por favores personales, políticos o militares.

No hay posibilidad de reunir todos los aspectos de la encomienda indiana en una mera

definición, y mucho menos cuando se trata de un elemento dinámico, cuyas condiciones van a

ir evolucionando siguiendo las directrices de la metrópoli y el propio desarrollo de facto. Su

objetivo sería paliar las necesidades de mano de obra, tanto de los colonos como de la Corona,

mediante un sistema de trabajo forzoso, sin contrato ni salario en principio, pero que luego va

a ir evolucionando. No se reduce tampoco a una única actividad, pero la principal, por su

repercusión, era la de trabajo en las minas de oro, si bien existían otras más llevaderas como

la caza o el trabajo de campo, amén de que debían cumplir una función tributaria, de manera

que resolverían el sustento primario de los españoles a quien se encomendaban. Esta

institución nacería en las Antillas, desde donde se extendería a medida que lo iban haciendo

los dominios españoles.

Hay que mencionar que la encomienda era exigida como premio por los

conquistadores por los servicios prestados a la Corona, y que ésta podía ofrecer sin ver muy

mermadas las arcas. Esta provisión de encomiendas era una facultad de gobierno de los

virreyes, presidentes de Audiencia y gobernadores, que tuviesen expresa facultad de

encomendar11, por lo que una de las fuentes primarias para el estudio de las encomiendas

serán estos autos y títulos, pero es prácticamente imposible hacer una fijación del número de

encomiendas que fueron concedidas, debido a las sucesivas alteraciones y los continuos

11 Recopilación de las Leyes de Indias, lib. VI, tít. VIII, leyes 7 y 8.

19

despoblamientos o concentraciones, por lo que solo es posible hacer una aproximación en

ciertas épocas. Más complejo aún será esto cuando haya un flujo de traspaso de encomiendas

de particulares a la Corona y viceversa. En el caso de la encomienda de Yucatán, podemos

fijar que en 1549 el número de encomiendas de particulares era de 110, cifra muy

significativa pues el número de vecinos españoles era de 15512, por lo que el 71% serían

encomenderos, lo que demuestra que la encomienda era el principal medio de vida de los

españoles en Indias. En 1607, habría aumentado a 118 a pesar del descenso de la población

indígena, debido al desdoblamiento en dos o tres de los grandes repartimientos anteriores,

pero esta vez la población española era algo mayor, convirtiéndose así los encomenderos en

minoría privilegiada.

La encomienda: Evolución de la propiedad de la tierra.

Un aspecto muy importante que caracterizaba la sociedad española y, concretamente,

la nobleza, es que, en un sistema sin una industria ni comercio desarrollado, la posición social

se establecía por la propiedad de la tierra, por lo que a esta lógica va a responder lo acontecido

en América, la búsqueda de incorporarse a esa clase privilegiada de terratenientes. Sin

embargo, iba a ser difícil la entrega de concesiones territoriales a los conquistadores, pues

faltaban antecedentes jurídicos para despojar directamente a los indios de sus tierras y

entregarlas a los conquistadores, lo que fue objeto de un debate muy encarnizado entre

juristas y teólogos. Además, la monarquía española llevaba tiempo en lucha contra el

feudalismo, por lo que no quería contribuir a su reproducción, así que, como ya se ha

mencionado, será la posesión de encomiendas en torno a la que se articule la posición social

de los colonos.

En principio, se autorizó a Colón (1497) que repartiese las tierras entre los colonos, sin

embargo, se limitó su extensión, por lo que no podían llegar a convertirse en latifundios. Así,

el ideario respecto a la posición social y la propiedad de la tierra va a cambiar en América con

los repartimientos de indios, ya que suprimía la necesidad de afirmar su posición social sobre

la tierra, más aún cuando se imposibilitaba tener grandes propiedades. Hay que añadir,

además, que los indios no tenían un concepto claro de propiedad privada, por lo que, a ojos de

los conquistadores, esas tierras sin claros límites geográficos y abandonadas, por fuga ante la

conquista o por otras más fértiles acorde al régimen agrícola en que vivían, eran tierras libres

12 Chamberlain, Robert S.: Conquista y colonización de Yucatán, 1517-1550, México, D. F., Editorial Porrúa, S.A., 1974, pág. 352.

20

de dueño. Una vez conformada la base del sistema, los indios de los repartimientos trabajarían

pequeñas parcelas para el encomendero, así como algunas tierras de la comunidad para su

cacique.

Durante todo el siglo XVI y hasta la reforma fiscal llevada a cabo por el doctor

Antonio González, miembro del Consejo de Indias, a finales de siglo, América era una tierra

de nadie, sin derechos de propiedad pero con una potestad ejercida por los españoles,

fenómeno sobre el cual se exportó también otra manifestación del feudalismo, el señorío,

ligado a la encomienda, chocando de nuevo con el ideal de la Corona, que había visto como

ya en la península el señorío podía convertirse en un régimen de semi esclavitud, amén de

privar de algunos ingresos a la Corona y suponer un obstáculo para reformas fiscales y

agrarias (y de hecho, lo seguirá siendo hasta el siglo XX). Por tanto, era este proyecto de

señorío, y no la propiedad de la tierra, lo que interesaba en este momento a los

conquistadores, siendo la encomienda la máxima recompensa a la que aspiraban éstos. Así,

conforme las leyes y los controles fueron perjudicando cada vez más la explotación que, en

teoría, podía ejercer el encomendero sobre los indios, comenzó un interés por convertirse más

en propietario territorial que en un señor feudal. Se introducía, así, un último elemento de la

metrópoli: el latifundio. Sin embargo, la principal aristocracia indiana desarrollada a partir de

este sistema se compuso de unas pocas familias descendientes de conquistadores que gozaron

de encomiendas continuamente, bien por concesión o por mera línea hereditaria. Esta clase es

la misma que va a acaparar los cargos políticos y militares que luego utilizaron para conseguir

nuevas concesiones.

Inicios de la encomienda.

Cuando Colón llega a La Española, impuso por su condición de virrey que le

concedían las capitulaciones de Santa Fe, a los vecinos mayores de 14 años de edad que

viviesen cerca de las minas de oro encontradas allí un tributo trimestral para el rey,

consistente en una cantidad de oro; y a los que no viviesen cerca de las minas, otro,

consistente en una arroba de algodón por persona. Esto se establece para el período 1495-

1496, pero entre 1497 y 1499 se van a imponer a los indios unos servicios agrícolas y mineros

para los españoles allí residentes, los cuales reclamaban recursos económicos y además

demandaban mano de obra para explotar las riquezas, la cual no podía ser española porque no

había aún suficientes colonos para ello. El ejemplo más significativo de esta demanda fue el

motín de Francisco de Roldán de 1497, que muestra el afán imperialista que tenían ciertas

21

poblaciones españolas en Indias, pues se trataba de un alcalde al frente de trabajadores

humildes que exigían autoridad para disponer del servicio de los indios. Francisco de Roldán,

natural de Torredonjimeno, en Jaén, consiguió el cargo de alcalde mayor de la Española.

Perteneció al grupo de conquistadores que viajaron a las nuevas tierras ante la promesa de

grandes riquezas en el segundo viaje de Colón, pero las expectativas no fueron satisfechas,

por lo que organizó una rebelión contra Bartolomé Colón, consiguiendo incluso el apoyo de

algunos indígenas eximiéndoles de pagar tributo. Al regresar Colón de su tercer viaje en 1498,

sofocó la rebelión permitiendo el uso de los indígenas para servicio personal. De esta base

partiría luego el sistema de repartimiento de indios, los cuales se adjudicaban a los pobladores

para la explotación de recursos económicos de diversa índole.

En 1499, los reyes católicos nombrarían a Francisco de Bobadilla juez inquisidor para

investigar este tipo de sucesos en La Española, pues las quejas sobre los Colón continuaron, y

en 1500 ordenó su apresamiento y traslado a España, así como la incautación de sus bienes,

aunque luego fueron liberados. Ocupó finalmente el cargo de gobernador, y durante su

gobierno, la corona va a gravar este servicio a los encomenderos, y se aseguraría, bajo un

encomendero mayor, el repartimiento de indios para sus granjas y minas. Bobadilla trataría de

reconducir el trabajo indígena principalmente a las minas de oro de Haina y el Cibao, si bien

debían seguir pagando el tributo en función de su condición de súbditos de la Corona

española.

En 1502 partiría hacia América Nicolás de Ovando para ocupar el cargo de

gobernador junto a una gran armada colonizadora: un total de 1500 hombres y 32 barcos. Al

llegar en, la población nativa se encontraba en estado de rebelión, que fue sofocada en

diversas campañas que culminaron con la ejecución en 1503 de la cacica Anacona. Cabe

mencionar que el hombre al que Ovando sustituía, Francisco de Bobadilla, fue enviado a

España en la flota que el otro llevó, pero su barco naufragó, muriendo en el mar Caribe. Los

reyes encargan a Ovando que emitiese informes sobre los indios para determinar la mejor

manera de utilizarlos: si debían trabajar por cuenta de la Corona, libremente gravando su

trabajo o si la Corona debía pagar un sueldo o proveerles alimentos. Una vez recibidos esos

informes, la reina Isabel dictó la cédula de Medina del Campo, en la que se instituía ese

trabajo forzoso, pero a cambio del que se debía retribuir un salario por su condición de

hombres libres bajo la vigilancia oficial de la Corona, ya que era ésta la que tasaba el trabajo,

no el libre mercado de trabajo.

22

Al gobierno de Ovando la sucedería el de Diego de Colón desde 1509, hijo de

Cristóbal Colón, y, por tanto, heredero de sus privilegios, en el que se continuó esta

legislación, aunque Fernando el Católico estableció una nueva proporción para el

repartimiento, que había sido hasta el momento una competencia del gobernador. Así, a los

oficiales y alcaides se le encomendaban 100 indios, al caballero que llevase a su mujer, 80, al

escudero que llevase su mujer, 70, y al labrador casado, 30. Los indios debían ser instruidos

por los encomenderos, tanto en el trabajo como en la fe, y no podían ser embargados sino por

delitos condenados con la pérdida de sus bienes.

Se emitió otra cédula, que dictaba que los indios no se encomendaban a un español de

por vida, sino que debían cambiar de encomendero cada 2 o 3 años. Sin embargo, como esto

retardaba la explotación de las minas, se estableció un sistema de pago (un castellano por

cabeza) por el que un español podía mantener sus indios, lo que, de facto, se va a convertir en

la capacidad para convertir las encomiendas en un bien hereditario y vitalicio. Ese mismo

pago se establecía para que las personas meritorias que no tuviesen indios pudiesen

adquirirlos trayéndolos de otras islas. En estas cartas de Fernando hay un rasgo muy

característico, y es que ya desaparece la continua especificación de la libertad de los indios

que hacía en cada una de las suyas Isabel la Católica, prueba de que comenzaba a atisbarse

que el sistema no era compatible con la libertad teórica y legal de los indios.

La llegada inicial de los españoles produjo diferentes reacciones. Inicialmente, la

acogida fue favorable, manifestada en intentar establecer diálogos con Colón, la entrega de

alimentos y obsequios y el alojamiento de españoles en los poblados. De hecho, Guacanagarí,

cacique del Marién, entabló amistad con el almirante, llegando a aceptar la construcción del

Fuerte de Navidad, lo que llevó a Colón a confiar en el devenir del asentamiento que dejó allí

en su vuelta a España. A su vuelta, sin embargo, la realidad sería muy distinta ante los

acontecimientos sucedidos allí, como ya se ha comentado, y van a aparecer dos corrientes,

una de resistencia al invasor y otra colaboracionista, constantes durante todo el proceso de

conquista.

23

Representación de una encomienda. Fuente: www.prezi.com

Los tributos impuestos también generaron recelo, provocando la rebelión de cabecillas

como Caonabó o su mujer Anacaona, si bien ninguna llegó a mayores al ser rápidamente

reprimidas. Destacó por su larga duración la rebelión en cabezada por Enriquillo que, si bien

había recibido educación por parte de los frailes españoles y un lote de tierras para su sustento

acabó rebelándose en 1519, convenciendo a otros caciques para llevar a cabo un plan de

guerra de guerrillas y abandono de los cultivos hasta 1533, trasladándose a las montañas de

La Española, lo que forzó a los españoles a la negociación, aunque significó numerosas bajas

indígenas ante la carestía de alimentos en las mismas.

La encomienda: Leyes de Burgos

Ante los comportamientos que fueron desarrollando estos encomenderos, y ya no solo

ellos, sino los mayordomos que dejaban en su ausencia, pues no todos los castellanos

consiguieron aclimatarse a las condiciones climáticas, tecnológicas y de habitabilidad del

Nuevo Mundo, se originaron protestas. Las primeras provenían de los religiosos dominicos de

la isla Española, alegando la crueldad y avaricia en el trato a los indios sobre la base del

concepto cristiano de la naturaleza humana de éstos y el derecho a la libertad, por lo que va a

24

haber un doble objetivo de sus protestas, tanto el encomendero como la propia institución,

autorizada por la Corona.

Esto generó un debate entre los dominicos y fray Antonio Montesinos, designado

como defensor de la Corona en Indias, del que se obtuvieron conclusiones plasmadas en el

sermón proclamado por Montesinos el domingo de Adviento de 1511 por encargo de fray

Pedro de Córdoba, presidente del grupo pionero de dominicos que habían viajado a Indias y

del que Montesinos formaba parte, en las que trató de concienciar del abismo que existía entre

las leyes y la realidad vigente en Indias, criticando la opresión que sufrían los indígenas. A

pesar del intento de Fernando de calmar la situación, pues el sermón caló profundamente en la

Corte y el rey tuvo que contestar con una carta para apaciguar a la masa relacionada con las

encomiendas (entre los que figura el propio Diego Colón que exigió a fray Pedro de Córdoba

la expulsión de Montesinos), se tuvo que reunir la Junta en Burgos para crear una legislación

que zanjara la polémica. Montesinos, por su parte, fue enviado a la Península por la irritación

que suscitaron sus palabras, lo que denotaba, por otra parte, que la Corona se disponía a

actuar, si bien luego regresó como misionero hasta su muerte en Venezuela en 1540. Este

sermón se ha considerado “el primer manifiesto intelectual crítico contra la legitimidad de la

conquista en Indias”.13

Sobre esta reflexión se basarían las Leyes de Burgos de 1512, que suponen no solo las

primeras leyes dictadas para organizar la conquista, sino el primer código colonial de la

Europa moderna, en las que se decide mantener las encomiendas, pudiendo obligar a los

indios a trabajar, pero con mayor rigor de la intervención estatal en las relaciones laborales

entre españoles e indios, estableciendo que el trabajo debía ser soportable y el salario, bien en

moneda o en especie, justo. Establecían que los encomenderos debían construir alojamiento

para los indios cerca de los pueblos españoles, así como proveerle recursos para la

subsistencia (llamados los cinco mil montones), los cuales cosecharían durante cuarenta días

de holganza que se les concedían tras cinco meses de trabajo, estableciendo también un jornal

de un peso de oro al año. También se estableció que las mujeres embarazadas de más de

cuatro meses no fuesen a las minas, sino que sirvieran en faenas a los españoles, y que las

solteras debían trabajar junto a sus padres. Se vislumbra así la posición en la que quedaba un

elemento poco estudiado en este ámbito, y en el que luego ahondaré por su protagonismo en

el proceso de mestizaje: la mujer indígena, pues queda constatado que realizaba trabajos

13 Malamud, C. (2004). Historia de América. Madrid: Alianza Editorial.

25

pesados como la minería, labor que no pareció desempeñar en la etapa precolombina, y

supeditada a un modelo patriarcal, como en cualquier otra sociedad del momento. Sin

embargo, se daba cierta libertad (pues debían seguir sirviendo en las haciendas) a las

embarazadas al necesitar de éstas para que siguiera habiendo indios.

En cada lugar o pueblo se establecieron dos visitadores que, dos veces al año,

comprobaban que se cumplían las leyes, un aspecto muy novedoso de control del sistema ante

el desapego entre la legislación y la práctica, por lo que su papel, en teoría, debía ser crucial.

Tenían que supervisar los reasentamientos, llevar un control demográfico de los indios

encomendados y, como obligación más importante, inspecciones rutinarias cada seis meses a

las encomiendas para verificar el cumplimiento de las leyes. Sin embargo, esta labor se vería

obstaculizada por la elección de los mismos (de entre los vecinos más antiguos de los nuevos

pueblos) y su salario. En muchas ocasiones, estos vecinos habían acaparado gran parte de los

recursos y medios de producción, por lo que no iban a permitir una fiscalización de sus

comportamientos sabiendo perfectamente en qué circunstancias funcionaban. En cuanto al

salario, recibían una encomienda por su cargo, sin contar con que tuviesen ya una, por lo que

el funcionamiento de este cargo va a ser muy problemático. De hecho, existen pocos informes

de visitas a las encomiendas, pero, además, menos protestas de los reyes por no recibirlas, por

lo que realmente los visitadores tuvieron muy poco protagonismo.

Estas leyes también formaron la base del derecho indiano: los indios quedaban

establecidos como hombres libres, cuyos señores eran los reyes (en este caso, Fernando el

Católico) por su compromiso evangelizador, lo que implicaba una aculturación forzada por

medio de la convivencia y comunicación entre cristianos e indígenas. Sin embargo, las leyes

no iban al problema de fondo, el sistema de encomiendas, ya que la economía del nuevo

mundo se sustentaba sobre esa mano de obra indígena, sino que le daba un marco jurídico

general. Además, esta labor de aculturación se limitaba a una catequesis con el objetivo de

rezar y acudir a misa, a unas casas que el encomendero debía habilitar como templo para la

oración, memorizando y recitando el ave María, el Padre nuestro, el Credo y el salue Regina,

siendo en este momento también obligatorio el bautizo de los recién nacidos. La Corona

conocía este poco entusiasmo evangelizador de los encomenderos y la resistencia a dejarse

convertir, por lo que las Leyes llevan medidas buscando el entendimiento y facilitando la

conversión, obligando a los encomenderos a construir nuevos templos que probablemente

necesitasen de poca inversión al tratarse de meras casas de paja. Concedían, sin embargo,

ciertas prerrogativas a los caciques indígenas para organizar en días de fiesta algunos de los

26

cultos tradicionales, en parte porque el dominio era más fácil colaborando con las élites

locales.

Fray Pedro de Córdoba presentaría protestas contra las Leyes de Burgos, ya que las

consideraba incompletas, y el rey envió de nuevo éstas a su Consejo. De las conclusiones del

nuevo debate, surgiría la Declaración de Valladolid de 1513, en las que se revisaban algunas

condiciones laborales:

Las mujeres casadas no debían ir a las minas contra su voluntad,

si bien debían realizar algunos servicios al encomendero.

Los niños y niñas menores de catorce años sólo debían trabajar

en oficios propios de su edad.

La duración del servicio en minas se establecía en 9 meses. Los

tres restantes, se dedicarían al trabajo en sus haciendas o en las de los

encomenderos a cambio de un jornal.

Sin embargo, en la práctica, no se consiguió todo lo establecido, sino que sólo

se obtuvo la vigilancia de pago de salarios y mantenimientos y la limitación de

jornada.

El debate no acabó a la muerte de Fernando. Durante la regencia de Cisneros, acudían

a la Corte franciscanos y dominicos de una parte y procuradores de la Española por la otra,

estos últimos argumentando que no podían dejar a los indios a su libre albedrío ya que

volverían a la idolatría, si bien reclamaban también que se quitaran las encomiendas a los

ausentes. Bartolomé de Las Casas, en la Corte desde 1515 y conocedor de la situación desde

su primer viaje a Indias en 1502, fue presentado a Cisneros, y le presentó un memorial sobre

los supuestos abusos que había observado y en el que planteaba posibles soluciones.

Esto debió calar en Cisneros, pues designó tres frailes de la orden de San Jerónimo

para que fueran a la Española para resolver lo que consideraran justo, con base en tres

instrucciones: tener a los indios en pueblos completamente libres, pagando el tributo al rey y

continuando con sus servicios obligatorios (trabajo en minas y, en períodos fuera de éstas, en

sus haciendas), crear pueblos de 300 vecinos regidos por un mayordomo y un clérigo e

implantar las modificaciones favorables a los indios que fueran convenientes. Para esto, los

frailes, una vez llegados a la Española, realizaron un cuestionario a los encomenderos,

orientado a la opinión sobre la capacidad de los indios para la vida política. Como era de

27

esperar, los colonos negaron esa capacidad, e incluso señalaron su actitud como perjudicial.

Los dominicos, a los que también se preguntó, se situaron a favor de establecer pueblos de

indios libres, alegando que a los que se encontraban en encomiendas de particulares se les

daba tanto trabajo que no les dejaba tiempo para instruirse en la fe.

Fray Bernardo de Santo Domingo examinó si la encomienda era una forma de

gobierno justa, concluyendo que debía servir para hacer hombres buenos, instruidos en el

culto cristiano, pero que, tal y como estaba derivando, los estaba destruyendo, y que las Leyes

de Burgos no habían servido para mejorar el sistema en la práctica. Los jerónimos, sin

embargo, quitaron los indios a los ausentes (aquellos que habían vuelto a Castilla al no

aclimatarse a las condiciones del Nuevo Mundo), repartiéndolos en Cuba y Jamaica, pero

mantuvieron la encomienda en favor de los colonos, defendiendo la perpetuidad de los

repartimientos pues consideraban destructivo el ir de mano en mano.

Con la creación de nuevos pueblos, los viejos asentamientos pasaban temporalmente a

disposición del encomendero para compensar los gastos que hubiese tenido. Esto incluía los

cultivos de los antiguos asentamientos, que no debían ser destruidos (para que los indios no

volviesen a su antiguo modo de vida) hasta que las nuevas huertas estuviesen produciendo. El

proceso de asentamiento fue complejo, ya que los indios se encontraban divididos en

fidelidades clánicas, por lo que el hacinamiento en estos pueblos va generar problemas de

convivencia, así como de supuesta promiscuidad, pues se les impuso la monogamia a sus

modelos familiares, que no siempre obviaban lazos de sangre.

Hay que mencionar también que el descanso de 40 días entre los trabajos en minas

impedía unos cuidados de sus tierras que, aunque no eran excesivos, necesitaban un tiempo y

un ciclo, por lo que dificultaban más la subsistencia de los indígenas. Además, en esos días

eran sometidos a intensas labores de evangelización, por lo que el descanso, probablemente,

no fuera más que teórico. Además, el buen trato de los indios en la práctica parecía quedar

reducido a la alimentación, con un ambiguo “todo lo que ovieren menester”14, y solo durante

el período en que estaban trabajando para el encomendero. Es importante el hecho de que los

encargados de la evangelización de las indígenas fueron los frailes dominicos, franciscanos y

agustinos, y más tarde los jesuitas ya que, debido a la relación directa con los indígenas, los

frailes desarrollaron estudios sobre las lenguas de los indígenas, además de conocer su

14 Pizarro Zelaya, A. Leyes de Burgos: 500 años. Diálogos Revista Electrónica de Historia, vol. 14, núm. 1,febrero-agosto 2013, pp. 31-78. Universidad de Costa Rica.

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situación de primera mano, lo que explica que entre los protectores de los indígenas se

encontraran principalmente los frailes de las distintas órdenes. La mayor parte de los

encargados de la evangelización tenían experiencia en la península por su labor entre judíos y

musulmanes, por lo que van a desenvolver su labor aquí con más facilidad que los

funcionarios de la Corona.

En las conquistas posteriores se intentaron implantar las Leyes de Burgos como marco

legal, pero sin resolver su puesta en práctica. La historiografía las trata con cierta

circunspección, como en el caso de Silvio Zavala, quien señala que no fueron muy favorables

para los indios, pero los menos moderados como Luis Arranz señalan que ni indios ni

dominicos obtuvieron nada positivo.

La encomienda: Leyes Nuevas.

Precedentes: la experiencia de Hernán Cortés

Lo acontecido anteriormente en Las Antillas estuvo muy presente en la mente de

Cortés, pues había residido durante largo tiempo en Cuba. Dudó sobre implantar los servicios

personales tal y como se consideraban en las islas, dado que los nuevos habitantes con los que

se había topado presentaban un mayor desarrollo cultural, por lo que consideró un mayor

componente racional en éstos que le llevó a plantear al emperador, ya que debía premiar a sus

soldados, que percibiesen algún tipo de tributo u otro medio de aprovechamiento que no

deparase a los indios los mismos trabajos que en las anteriores empresas habían adquirido.

Ante la demora del emperador en responder, la presión de los soldados y los intereses del

propio Cortés, comunicó a Carlos V finalmente en su Tercera Carta de Relación que pondría

a los indígenas a cargo de los españoles en nombre del emperador. Si en principio no incluían

estos repartimientos el servicio personal a los españoles, se va a ir introduciendo poco a poco

a partir del servicio en la crianza de los ganados de los españoles, aunque no autorizó que se

utilizaran en labores mineras, si bien se utilizaron en estos indios esclavos de guerra.

Este caso sin embargo va a ser particular, ya que Cortés, además, añadió medidas

legales conocidas como Ordenanzas de buen gobierno de 1524, en las cuales dispuso que los

encomenderos tuviesen armas en función de la calidad de sus repartimientos, que quitaran los

ídolos a los indios, que se entregaran los hijos de los caciques a los frailes para que los

educaran en el cristianismo y que se pagara a clérigos para la instrucción de los indios en el

cristianismo, pago que correspondía a un solo encomendero en el caso de que tuviese más de

29

dos mil indios o a varios si la cifra era menor. Cortés conocía también el problema que

suponía dar indios a personas que luego no residían en esas tierras, por lo que se exigía que

residieran allí al menos ocho años, y que si se marchaban antes, perdieran todas sus

concesiones, así como tener una casa poblada en menos de un año y medio bajo el mismo

riesgo.

Representación del contacto entre Hernán Cortés y los tlaxcaltecas. Fuente: Díaz del

Castillo, B. (1632) Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.

El servicio de los indios se encontraba totalmente regulado formalmente: para sacarlos

de los pueblos y llevarlos a las zonas de trabajo, los encomenderos debía acudir al

lugarteniente del poblado para que los registrara en un libro, en el que se fijaba el tiempo que

debía durar el servicio (20 días), la comida que debían tener, el horario (no debían seguir

trabajando tras la puesta de sol y se incluía una hora de descanso a medio día), que no

sirvieran las mujeres o los menores de doce años y que hubiera una Virgen en el lugar de

reposo, frente a la que se debían orar antes de salir por la mañana. Después de veinte días de

trabajo, no podían ser llamados hasta treinta días después.

Los informes de Cortés, sin embargo, disgustaron en la Corte, en la que ya se discutía

sobre la compatibilidad del sistema con la libertad de los indios. Es por esto que Carlos V

dictó en Valladolid el 26 de junio de 1523 una instrucción para Hernán Cortés en la que

mandaba no encomendar a los indígenas a los españoles. Cortés contestaría alegando que los

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españoles allí no tenían otros suministros sino el trabajo de los indios, y que con las

encomiendas se libraba a los indios del cautiverio de sus antiguos señores, los cuales

supuestamente tomaban su hacienda e hijos, a cambio de labores solo en sus tierras,

ocultando, así, el trabajo que éstos realizaban fuera de sus pueblos para los españoles. En

cualquier caso, Cortés defendía las encomiendas por razones económicas, pues los españoles

dependían de ellas, sociales, pues mantenía sujetos a la tierra y obedientes a los indios, y

religiosas, pues se les instruía en la fe. Sin embargo el problema de las encomiendas en Nueva

España no se reducía a compaginar el sistema con la libertad de los indios, sino que se trataba

de una región mucho más vasta y poblada que exigía una organización muy compleja para

que españoles e indígenas conviviesen bajo el poder de un Estado. Sin embargo, este Estado

comenzaba a delinearse de una forma señorial, algo que iba en contra de los intereses, como

ya había ocurrido en Las Antillas, de la Corona. El emperador, por supuesto, conocía esta

faceta de la conquista, por lo que pretendía evitar el reparto de encomiendas, de manera que

solo se impusiera un tributo que remitiría a la Corona, orden que Cortés recibió y ocultó,

manteniendo las encomiendas.

En torno a este debate con la Corona interrogó Cortés a varios vecinos de México en

1526, que se mostraron defensores de la aspiración señorial pues veían peligrar su sustento.

Los franciscanos en Nueva España se situaron también en esta postura. El resultado, una

nueva carta, en este caso de Marcos de Aguilar, justicia mayor de Nueva España, a Carlos V

en la que se hablaba de la conveniencia de que los indios se encomendaran de manera

perpetua como en La Española. Con ésta, se impulsó un movimiento en la Corte en favor de

los repartimientos, y en la provisión de Granada del 27 de noviembre de 1526, ya no se

prohibían las encomiendas, lo que tuvo gran impacto pues bajo ésta se incorporaron Perú y

Yucatán. Carlos V también dictó en 1528 en Toledo unas Ordenanzas para el buen

tratamiento de los naturales, que prohibían que se usase a los indios para el transporte de

cargas ni para ayudar a los esclavos en las minas, de forma que solo estaban obligados a

fabricar la casa particular del encomendero, no las que éste construyera para vender. Con

estas instrucciones de Carlos V, parecía consolidada una clara postura en favor de las

encomiendas en la Corte, tendencia que había de invertirse a partir de 1529, cuando el

Consejo Real volvió a invocar el viejo concepto de la libertad de los indios buscando la

ilegalización de las encomiendas, algo que el Consejo de Indias volvió a remitir a Carlos V en

1533, y sin embargo, las encomiendas siguieron extendiéndose, si bien se comenzaron a

tomar tímidas medidas a partir de la implantación, por parte de Pedro de Alvarado, de los

31

repartimientos en Honduras y Guatemala, como la restricción de encomendar indios a partir

de los 14 años.

Las opiniones en contra de las encomiendas se irían generalizando: Paulo III en 1537

dictó un breve en favor de la libertad de los indios, “aun cuando estuviesen fuera de la fe de

Cristo”15 y ya en 1539 se encontraba de nuevo en España Bartolomé de las Casas. El asunto

de los indios comenzó de nuevo a preocupar en la Corte, encaminando así la convocatoria de

la junta en Valladolid de la que saldrían as Leyes Nuevas. Esto demostraba que, una

generación después de las Leyes de Burgos, el tema seguía candente y el debate no estaba, ni

mucho menos, zanjado.

Promulgación de las leyes

En 1518 Carlos V llegó a España, con lo que iba a comenzar una nueva etapa para la

encomienda, con una revisión más profunda de los principios de los repartimientos, y, por

tanto, con mayor repercusión legal y práctica. Se atribuye a Bartolomé de Las Casas un

escrito en pro de la explotación comunal de la tierra y las minas bajo vigilancia de empleados

del Estado a sueldo frente al sistema de encomiendas, digno de mención pues probablemente

caló entre los predicadores de Carlos V que, en 1519, intervinieron en el Consejo de Indias

para revisar las leyes hasta el momento y la situación de los naturales de allí, emitiendo

finalmente un parecer contra las encomiendas, y proponiendo como solución la reducción de

indios a pueblos con un administrador asalariado que los vigilara y les enseñara a vivir

políticamente. A esto añadían que con la encomienda se había igualado a toda la población

india a meros trabajadores en favor de los encomenderos: no había militares, filósofos o reyes,

algo nunca visto en ninguna sociedad y que ponía en tela de juicio el orden natural de las

cosas, y todo fruto de su trabajo iba a los encomenderos, atentando contra su libertad y

privando de beneficio al rey. Además, señalaban que era imposible controlar a los

encomenderos con leyes o visitadores, pues los indios no declaraban los abusos por temor, así

como los encomenderos no lo hacían por sus propios intereses.

Este sería el alegato más fuerte que se había pronunciado contra las encomiendas, y el

proceso teórico que inicia culmina en 1520, cuando Carlos V, a través del licenciado Juan

Rodríguez de Figueroa, toma parte en el asunto. Figueroa envió visitadores de confianza que

causaron el disgusto de los encomenderos, pero los sostuvo ante la incipiente despoblación

15 M. Cuevas, Documentos

32

que se estaba produciendo en la Española. Se crearon dos pueblos para poner en práctica el

modelo de vida política que se había propuesto anteriormente, y, aunque no se obtuvieron

buenos resultados, no se devolvieron a las encomiendas, pues se consideraba esa situación

aún más destructiva. A pesar de las quejas de los encomenderos y las previsiones que éstos

hacían de despoblación si se suprimía la encomienda, Carlos V emitiría una carta a Figueroa

declarando de nuevo la libertad de los indios, y además, señalando que no debían de

encomendarse y, a pesar de los problemas iniciales con los pueblos, crear más. Sin embargo,

podía ser un hecho traumático retirar de una vez todos los indios de las encomiendas, por lo

que se estableció un criterio de actuación en la cédula del 12 de Julio en Valladolid: los

encomendados a personas ausentes quedaban libres en pueblos con caciques y uno o dos

clérigos, a los que progresivamente se irían añadiendo algunos españoles para fomentar la

integración; pero además se debía consultar si los indios deberían estar encomendados en

behetría16, en la que los alcaldes de los pueblos tasarían lo que considerasen justo por el

tiempo de trabajo que el indio sirviese.

Así, se continuaba el servicio de los indios, cumpliendo la formalidad jurídica de

exigir su voluntad, en vez de la anterior manera de repartimiento, tratando de acabar con el

carácter forzoso del trabajo de la encomienda para hacerla más compatible con su condición

de libres. Los enemigos de Figueroa iban a acusarlo de mantener las encomiendas,

entregándolas a sus allegados, pero el sistema se iba a extender por orden del emperador

(1532) a Cuba. Estas medidas se señalan de todos modos como tardías y fruto del devenir del

sistema, pues si no se les dotaba de entera libertad, la escasa población que había quedado tras

casi un siglo de guerras, epidemias y servidumbre no lograría prevalecer. Quedó sin embargo

la experiencia anterior contrastada con la nueva situación, que sería la que determinaría el

curso de las encomiendas en Nueva España.

Sin embargo, el precedente de peso más inmediato a la promulgación de las Leyes

Nuevas son las Relecciones sobre los indios y el derecho de guerra de Francisco de Vitoria en

1539, llamadas de Indiis, en las que se situaba en contra de los derechos concedidos a los

Reyes Católicos sobre Indias, pero justificaba la presencia de españoles en América

desarrollando los “Justos Títulos”, partiendo de la bula Sublimis Deus de Paulo III,

16 Behetría: acuerdo entre dos individuos mediante en el que el propietario de una tierra la entregaba a otrapersona a cambio de protección, ostentando, a diferencia del clásico vasallaje, el status jurídico de libre, no devasallo o siervo, pudiendo elegir el señor al que entregar su tierra.

33

legitimando la conquista de nuevos territorios y rechazando los atentados contra la libertad de

los indios.

El debate no cesó, dividiéndose el argumentario entre dos grupos: dominicos de un

lado (Las Casas y Vitoria) y, de otro, Ginés de Sepúlveda, valedor de los derechos reales

sobre las Indias. Nadie había puesto en tela de juicio los Justos Títulos hasta entonces, y ahora

se hacía en cierto modo, ya que se seguía justificando por parte de los dominicos pero en

clave de evangelización, de predicación libre de la fe. Merece también mención la “Brevísima

relación de la destrucción de las Indias”, obra clave para la reforma de la legislación por su

impacto en la opinión popular, principalmente en la Corte.

Todas estas críticas estuvieron auspiciadas por las nuevas conquistas (principalmente

las de Hernán Cortés, que culminaba sus campañas contra los aztecas en 1522), y las

demandas de Vitoria y Bartolomé de Las Casas lograron su propósito cuando en 1542 se

promulgaron las “Leyes y ordenanzas nuevamente hechas por su Majestad para la

gobernación de las Indias y buen tratamiento y conservación de los indios”, o Leyes Nuevas,

que pretendían mejorar la situación de los indígenas. El enorme territorio que albergaba ahora

España al otro lado del Atlántico requería unas condiciones legales, que tradicionalmente no

se habían respetado o de las que se había aprovechado su ambigüedad.

El primer aspecto que tratan las Leyes Nuevas es la supresión de la esclavitud de los

indios por cualquier medio, ratificando lo establecido en las Leyes de Burgos, pero

especificando que las audiencias debían controlar e informar de cualquier abuso, así como

poner en libertad a los que hubiera constancia de que fuesen maltratados. Se prohibía también

la pesquería de perlas, pues era una práctica caracterizada por las continuas muertes de

trabajadores, estableciendo penas de muerte para quienes llevaran indios a esta actividad. Pero

sin embargo, el aspecto más polémico sería el que afectaba directamente a la institución de la

encomienda, pues la sociedad encomendera se encontraba en auge, las nuevas conquistas

habían surtido a los conquistadores de nuevas posibilidades de repartimiento y el sistema

hereditario había derivado en una reducida pero muy elevada clase social. La Corona va a

prohibir la concesión de nuevas encomiendas, eliminando su carácter hereditario, de manera

que, a medida que los encomenderos muriesen, debían revertir en la Corona.

Los problemas surgirían enseguida, especialmente en Perú, donde se mandó a Blasco

Núñez Vela, primer virrey de Perú, expresamente para hacerlas cumplir, lo que supuso el

estallido de una verdadera Guerra Civil hasta 1550 al entrar en conflicto con las élites locales

34

encabezadas por Gonzalo Pizarro (hermano de Francisco Pizarro), en la que se ejecutó al

mismo Núñez Vela tras la derrota en la batalla de Iñaquito, y cuya consecuencia fue la

apertura del sistema de encomienda hereditaria en Perú, lo que probablemente se explique por

el temor de la Corona a una nueva rebelión. Finalmente se ejecutó a Gonzalo Pizarro una vez

derogadas las Leyes Nuevas en el Perú.

La parcial derogación de la encomienda no supuso el fin del debate en torno a la total

incorporación de éstas a la Corona o su perpetuidad, pero la posición del emperador fue la de

mantener las encomiendas con las restricciones ya expuestas. Sin embargo, la intervención de

la Corona, bien reclamando encomiendas para aumentar las rentas reales o afianzándolas,

estuvo motivada por la presión fiscal a la que se encontraba sometida, así que lo que sí

consiguió fue hacerse con el rendimiento económico de las encomiendas. Sin embargo, no

hay que caer en error: la masa de encomiendas de particulares era mucho mayor que las de

realengo. De hecho, esta escasez informativa debido al poco peso que suponían los pueblos de

la Corona, es la que dificulta el análisis del sistema, pues solo hay relaciones detalladas y

completas sobre los pueblos adscritos a la administración. Además, la asunción de la Corona

de estos pueblos solía ser más provisional, mientras se procedía a la nueva adjudicación, que

definitiva, como se había planteado para acabar con el sistema.

El episodio de las Leyes Nuevas tendría repercusiones importantes, de las cuales hay

numerosas notificaciones en el caso de Guatemala, donde la supresión de los servicios

personales derivó aparentemente en un pago excesivo de tributos, o así lo notifican religiosos

como el obispo Francisco Marroquín o el propio Bartolomé de Las Casas, si bien el primero

también avisaba de que con la llegada del licenciado Cerrato se habían cumplido las Leyes

Nuevas. Por otra parte encontramos quejas de que los indios ya no obedecían como antes por

parte de los caciques, algo en lo que el propio Cerrato veía una ventaja, pues esto se debía a

su autoconsideración como vasallos del emperador, pero también como un problema, ya que

podía facilitar un levantamiento. Desde Honduras, también aparecen numerosas quejas de

oficiales reales, como el caso de Juan de Lerma, por quitársele los indios, si bien los

encomenderos, por medios distintos al título de encomienda, procuraron adueñarse de esas

tierras para tenerlas como propias.

El caso de Perú

Perú se convirtió en un gran foco de atracción para los conquistadores y para

posteriores emigrantes debido a que su conquista dejó uno de los botines más cuantiosos de

35

todo el proceso, a lo que luego se sumó la explotación de las minas de plata y mercurio, que

dotaron al virreinato de un gran interés, pero también lo convirtieron en un nuevo foco de

conflicto entre los representantes del poder real y los propios conquistadores, que reclamaron,

en ocasiones violentamente, la concesión de encomiendas. A diferencia de en otras regiones,

Perú ya contaba previamente con comunidades indígenas mineras y agrícolas bien

organizadas, de forma que las encomiendas ya tenían una base de servicios y tributos.

Finalizada la conquista hacia 1533, comenzaron los procesos de organización de los

diferentes pueblos de indígenas, pero, además, se hicieron promesas de concesión de

encomiendas de manera perpetua a los conquistadores. No conocían éstos las instrucciones

que desde 1523 el propio Carlos V había estado despachando personalmente sobre Nueva

España, por lo que poco a poco irían notando la diferencia entre las promesas reales y la

realidad indiana. La Corona reclamaba obtener en el repartimiento las cabeceras y los lugares

más importantes del territorio, dejando lo demás a los conquistadores en régimen de señorío

jurisdiccional y ordenando realizar un informe sobre cómo se administraría la parte

correspondiente a la Corona. Como comisario para revisar estas directrices, fue designado

Fray Tomás de Berlanga, que en 1535 comunicó por escrito a Pizarro todas las partes que se

habían incumplido: no se habían señalado las cabeceras ni al señor indígena, al cual no se

debía ajusticiar pues debía solo responder ante el rey –algo que era difícil pues ya se había

ajusticiado a Atahualpa, soberano del imperio inca, en 1533 capturado tras la batalla de

Cajamarca-, y que se habían dado indios a la Corona que no equivaldrían ni a los de un

conquistador. Habló también el obispo con Pizarro sobre el mandato real de poner tributo y

tasar el servicio de los indios, aspiración que ya había aparecido en Nueva España, a lo que el

conquistador siguió la línea de sus predecesores en otros territorios: defender que la tierra

quedaría despoblada de españoles y que los indios no podían valerse por sí mismos.

Esta primera discusión entre el delegado de la Corona y la parte colonial encauzaría el

camino por el que discurriría la disputa en Perú, que sería más conflictivo que en el caso de

Nueva España ya que la administración española, que cogió allí gran peso rápidamente, no lo

obtuvo aquí, donde las protestas de rebeldes en muchos casos se apaciguaron con la concesión

de encomiendas de manera perpetua, muy condicionadas por las cartas de Sebastián de

Benalcázar y Cristóbal Vaca de Castro que, ante la pedida de auxilio del virrey del Perú

Blasco Núñez al rey frente a los subordinados, recomendaban conceder perdones antes que

castigos, por lo que la opinión que recibía era muy a favor de las encomiendas. La lucha

continuó, incluso ya con el nuevo Virrey, el marqués de Cañete, en 1556, el cual desterró,

36

prendió y desarmó a muchos de los insurrectos, pero también concedió múltiples

encomiendas, por lo que el problema continuaría de cara al futuro reinado de Felipe II.

División en capitanías generales y virreinatos. Fuente: www.cesareojarabo.es

La tributación indígena

El primer sistema para acceder a las riquezas fue el conocido como rescate. Mediante

este, los españoles proponían el intercambio de cuchillos, hachas y otras mercancías por oro.

Tenía, sin embargo, implícito cierto grado de obligatoriedad, pues de ser rechazado recurrían

al sistema de rancheo, un saqueo abierto de una población indígena. En la tabla de la figura 2,

se pueden observar los botines obtenidos por Juan de Vadillo y Pedro Heredia entre 1533 y

1537 en base a este sistema de rescates. Un sistema bastante más simple que lo que

encontramos respecto a la encomienda.

La relación entre encomenderos e indios estuvo regulada desde sus inicios para

beneficiar a los primeros, de manera que determinaban los tributos y servicios que los indios

debían de proporcionarles. A esto responde el proceso de ordenamiento jurídico de la Corona,

imponiendo la tasación de tributos como elemento importante para controlar la institución. El

régimen de tasas se encontraba muy regulado en la ley de sucesión de 1536, que refleja la

intención de moderar la imposición de tributos para hacerlos más equitativos y ajustados a los

37

recursos de los nativos, ordenando a virreyes y obispos una inspección de las poblaciones

indígenas y de sus habitantes y tierras, de manera que ningún encomendero pudiese exigir

otra clase de tributos que no fuesen estos. Las Leyes Nuevas ratificaban este sistema, con

ligeras variaciones, estableciendo que los tributos debían ser menores que lo que solían pagar

a sus caciques antes del dominio español, añadiendo también una cláusula mediante la cual

las tierras recientemente descubiertas se entregaran a los encomenderos con el tributo tasado,

de manera que no tuviesen poder de mando. Esto en la práctica debió de ser poco viable, ya

que en los primeros momentos de colonización de nuevas tierras el desconcierto y la

integración de la nueva comunidad difícilmente se pudiesen controlar.

En principio solamente eran incluidos como tributarios los varones casados,

excluyendo a ancianos, enfermos, dirigentes de familias indígenas y caciques que colaboraban

con la administración española. El tributo era principalmente en especie, abarcando

numerosos tipos como las mantas (producto principal), gallinas, maíz, frijoles, cera, miel y, en

poblaciones costeras, pescado y sal. No hay una proporción fija anual, por lo que no se puede

establecer una cuota por tributario, pero se puede establecer aproximadamente, en base al

pago cuatrimestral, una cuota anual más o menos general de una manta, una libra de cera,

entre 2 y 8 gallinas, ¼ o ½ arroba de maíz y, por supuesto, el servicio personal, pervivencia

residual del antiguo sistema de encomiendas más abusivo y descontrolado.

El nuevo estado no estaba orientado a fomentar la producción para incrementar la

cantidad de bienes y luego apropiarse de una parte de ellos, sino a una apropiación masiva de

éstos, lo que incluye tierras, riqueza y, en el caso de la encomienda, fuerza de trabajo, la cual

era utilizada mediante rotaciones y rutinas en la producción agrícola y minera, obras públicas

y diversos servicios personales. En muchas zonas, a este sistema se le llamaba por su nombre

prehispánico: cuatequitl en México, mita en Perú, Bolivia, Ecuador (aunque aquí también

como Indios quintos) y en Colombia cuando se hacía referencia al trabajo en minas, pues se

denominaba el trabajo urbano como alquiler y al agrícola como concertaje. Los indígenas

debían participar en este sistema para pagar los impuestos, por lo que impuestos y trabajo

forzoso se retroalimentaban: tributos, cuotas de la Iglesia y la cofradía, salarios de

funcionarios de la Corona, comida para sacerdotes, etc., cuyo impago revertía en medidas

coercitivas tales como la cárcel, multas o la pérdida de la libertad.

38

Situación jurídica de las Indias

Las instituciones implantadas por los colonos van a tener una enorme importancia

histórica en Indias, pues a día de hoy encontramos enormes similitudes institucionales en

naciones soberanas que no encontramos en las colonias inglesas u holandesas. Aunque

algunos autores hablen de utopía previa a la llegada de los conquistadores españoles, la

realidad era muy diferente. América central y del sur se caracterizaba por abarcar una gran

diversidad de etnias, algunas de las cuales se encontraban sometidas por élites guerreras. El

caso paradigmático lo encontramos en los mexicas o aztecas y los incas, siendo relevante la

figura de Atahualpa, el cual había llegado al poder tras sucesivas luchas políticas y una guerra

civil. Esto será determinante en la conquista, pues va a explicar buena parte de los pactos

entre indios y conquistadores que llevaron en algunas situaciones límite a la victoria española,

como lo fue la alianza entre tlaxcaltecas y Hernán Cortés en la caída de Tenochtitlan.

Otra de las figuras especialmente relevantes para comprender la sociedad indígena fue

la Malinche, intérprete de Hernán Cortés, que fue vendida como esclava al imperio maya, lo

que fue muy importante en su momento, pues dio a conocer a Cortés las diferencias existentes

entre las diferentes culturas, lo cual resultó decisivo, del mismo modo que le diferenciaría de

los demás conquistadores: utilizó el poder de la información antes de actuar, por lo que se

convertiría en modelo para conquistadores posteriores, como es el ejemplo de Pizarro, con el

que mantuvo contacto para transmitirle la importancia de este sistema. Destacan en esta línea

los pactos con Maxixcatzin y el cacique Gordo de Cempoala, que obtuvieron privilegios una

vez culminada la conquista.

A partir de los primeros asentamientos y posicionamientos de la Corona al respecto,

quedaría clara una cosa: las Indias no eran meras colonias, sino que sus habitantes disponían

de los mismos derechos que el resto de súbditos castellanos de los Reyes Católicos. Desde el

inicio de la colonización, la monarquía se va a volcar hacia el otro lado del Atlántico por la

riqueza que significaba, pues es de aquí de donde procede una gran cantidad de recursos

económicos que van a permitir, independientemente del balance final de la gestión de los

mismos, emprender importantes empresas internacionales tanto a Carlos V como a Felipe II

respaldadas por el papado, pues Alejandro VI había concedido a los Reyes Católicos la

legitimidad para la conquista de esas tierras frente a la otra potencia colonial en ese momento,

Portugal. Así España se convertía en el baluarte internacional del catolicismo, lo que, por otra

parte, respondía a su situación territorial, al ser la Península Ibérica el puente que podían

39

tomar de nuevo las civilizaciones que abanderaban el Islam hacia Europa. De esta forma, no

es casualidad que se le vaya a dar tanta importancia en este período a los territorios

americanos, tanto por la potencia poseedora de unas colonias como por la pretendiente a esos

territorios.

La extensión de la estructura legal de Castilla al Nuevo Mundo comenzó con el

segundo viaje de Colón. Que se les convierta, pero que se les trate bien para que amen

también la religión y se castigue al que los maltrate, eran las instrucciones de la reina Isabel,

que señalaban cuál debía ser el marco legal (no tanto de facto como luego veremos) sobre el

que debía llevarse la progresiva conquista. Si bien se puede achacar a la figura de la reina

Isabel un importante papel en la defensa de los indios, pues fue de quien emanaron los

grandes principios para tratar de mantener su libertad, lo cierto es que la monarquía española

prefería tener súbditos antes que esclavos, que respondiesen a un régimen impositivo (lo que

significaba luchar contra los abusos de los encomenderos, pues estos suponían una traba a la

hora de recaudar impuestos ya que muchas veces se los adjudicaban) y estableciendo la

división territorial pertinente, lo que suponía reconocer los mismos derechos tanto a españoles

de la península como a los de Indias.

Así, estos territorios se definieron como provincias, dominios, reinos e incluso

“repúblicas” de la monarquía española. Los territorios coloniales en Indias no se mencionan

como colonias o factorías, pero tampoco se incorporan a la corona española como Flandes,

que gozaba de jurisdicción propia. Prueba de este rechazo de la monarquía hacia la esclavitud

de los indios, hay que destacar el hecho de que Colón mandó para su venta veintiún indios,

pero una resolución real prohibía su venta y exigía su libertad.

La legislación emanaba de distintas fuentes, principalmente del Consejo de Indias

(formado en 1511 como parte del Consejo de Castilla pero individualizado en 1524), sin

embargo, se reconocía potestad a instituciones en Indias como el virrey y la Audiencia del

distrito o Real Audiencia, instituida esta por primera vez en Santo Domingo en 1511, por lo

que las Indias fueron adquiriendo cierta autonomía política, aunque la Corona se aseguraba la

dependencia mediante impuestos y funcionarios, así como reservándose el poder legislativo.

No se establecieron, sin embargo, buenos principios en la base de la nueva administración

colonial mientras la metrópoli decaía, de manera que el orgullo de los conquistadores nubló el

concepto del comercio e impidió la cooperación metrópoli-Indias para evitarlo, de forma que

lo habitual es que las instrucciones de la metrópoli no fuesen aplicadas por los españoles en

40

Indias, o al menos, no en su totalidad práctica. De hecho, a pesar de las reales cédulas de 1774

de comercio con los virreinatos, y de 1778 de libre comercio con los puertos de Indias, no se

mejoró la situación, a la vez que se generaba un recelo entre los españoles llegados desde

Europa y los nacidos en Indias, lo que iba a traer en los siglos XVIII y XIX situaciones muy

conflictivas que desembocarían en la desaparición del imperio transoceánico. Los grandes

esfuerzos de España en el mar, de cara a la defensa de sus territorios al otro lado del Atlántico

y frente a los turcos en el Mediterráneo, dificultarían las comunicaciones con la metrópoli,

pero también los esfuerzos de esos individuos tratando de romper el monopolio comercial de

la Corona respecto a Indias.

La nueva jurisdicción era demandada por unos asentamientos cuya formación no se

dejaba al azar, por lo que hay que hablar de la ciudad colonial española, construida según el

modelo castellano: calles de trazado perpendicular con un centro utilizado como plaza de

armas, donde se situarían las autoridades políticas y religiosas. A partir de esto, la fisonomía

era diversa en función de las actividades desarrolladas en la ciudad (puerto internacional o

regional, centro minero, etc.). Los primeros establecimientos eran considerados factorías,

centros de extracción, las cuales monopolizaban el comercio de la producción en una empresa

directa conquistador-Corona. Sin embargo, en 1502 se decreta la Organización urbana

ovandina, basada en colonizar territorios a partir de repartimientos de tierras, estimulación del

mestizaje y elección de alcaldes para la población residente allí. La construcción de las

mismas incluía elementos como iglesias, cabildos y fortificaciones, lo que demuestra el gran

peso, por un lado de la Iglesia en la sociedad del momento, pero también del temor a un

posible levantamiento indio, dado que las fortificaciones no podían responder a otra amenaza.

Cambio cultural

Con el proceso de conquista, se pasaría de una atomización aborigen a un intento de

aculturación. Las diferentes culturas, con sus diferentes tradiciones culturales, lenguas y

legislaciones, pasarían un proceso de cierta homogeneización que, si bien no llegó a ser

completa pues aún hoy encontramos diversas e interesantes particularidades locales en lo que

fueron territorios españoles, lograron implantar ciertos caracteres comunes como la lengua o

la religión. No cabe duda de que las tres culturas más famosas a día de hoy son mayas, aztecas

e incas, pero en un primer momento, al llegar los españoles a las Antillas, había tribus que los

conquistadores llamaron “caribes”, que según la tradición oral, eran tribus llegadas en oleadas

sucesivas desde Sudamérica.

41

Un nuevo orden social sería establecido por los colonos con cierta autodeterminación,

en contra de lo establecido desde la metrópoli, por la ya mentada falta de cooperación, pero

que dota a este fenómeno de un carácter excepcional, y, por ello, objeto digno de estudio. No

es extraño, por tanto, que el nuevo orden establecido entrara en conflicto con los objetivos

políticos de la Corona, si bien consiguieron finalmente encajarse en el sistema establecido por

ésta. El patrón de asentamiento y las estructuras sociales previas a la conquista eran

incompatibles con la colonización, por lo que los conquistadores, desde cuya lógica se explica

este proceso, llevan a cabo una reforma sobre la base de un nuevo modelo de asentamiento,

que dio lugar a un nuevo tipo de relaciones, tanto entre indios como entre éstos y los

encomenderos. Se pasaba así de un modelo de clanes bajo el poder de un cacique que podía

establecer alianzas para federarse con otros pueblos (aunque también podía desatarse un

conflicto entre ambos), a otro en el que se igualaba la condición de todos los indígenas bajo el

dominio de los conquistadores, si bien la intención de la Corona no era esa, sino la de una

progresiva asimilación que acabase igualando en un modelo cooperativo a todos los súbditos

españoles de Indias.

Sin duda, los dos aportes y cambios más importantes por su implicación, su

correlación y su polémica, son la lengua y la religión, castellano y catolicismo. Los españoles

implantaron con toda naturalidad sus costumbres sobre la cultura indígena. Una cultura que,

además, no era homogénea, por lo que el carácter de actuación fue muy diferente entre zonas

en función de la dificultad para implantar ambas.

Para entender el cambio, hay que diferenciar las culturas previas, pues se habla de

altas culturas y bajas o medias culturas. Las bajas culturas se definían por ser sociedades de

subsistencia sin un amplio desarrollo de clases sociales o de la propiedad, las cuales fueron

inasimilables para los colonizadores, por lo que se actuó, principalmente, a través de las

armas, salvo en zonas donde los frailes llevaron a cabo una gran labor y se logró someterlas

mediante la religión. Sin embargo, en las medias y altas culturas había ya complejas

estructuras sociales basadas en la propiedad de la tierra, y son éstas las que llamaron la

atención de los colonizadores por su riqueza. Es aquí donde encontramos una dualidad: las

zonas sometidas por los españoles en las que se rompió la estructura social indígena,

quedando supeditada al nuevo orden establecido por los colonos, y las zonas donde

persistieron algunas instituciones, como la nobleza hereditaria o “curacas”, y a su servicio,

muchos de los cabecillas indígenas, algo que puso las bases para algunas instituciones

castellanas como el cabildo, pues se establecía así cierta representación local frente a la

42

burocracia de la Corona. Cabe mencionar aquí la importancia de estos pactos en el momento

de la conquista de algunos territorios, en los cuales no habría sido posible sin la colaboración

indígena, ya que estas élites que colaboraron luego gozaron de ventajas en la implantación de

los sistemas de explotación españoles.

La centralidad y desarrollo de los imperios representantes de las altas culturas fue,

paradójicamente, beneficioso para los españoles en el momento de la conquista, pues les era

más fácil que imponerse a esto que a los dispersos e incontrolables grupos de indígenas de las

bajas culturas, a lo que se sumaban las mayores expectativas económicas al ser las regiones

más ricas las de estos imperios.

Una de las principales motivaciones para la implantación del castellano fue la de

predicar el evangelio, pues era algo vital para la vía pacífica mediante la que los frailes

buscaban someter a los indígenas librándolos del conflicto armado, si bien no se convirtió su

uso en exclusivo, motivo por el cual a día de hoy se siguen conservando muchos dialectos

indígenas y, de hecho, algunos frailes tuvieron que aprenderlos como lengua que actuase de

vehículo entre civilizaciones. Sin embargo, esto iba más allá, pues con la implantación del

castellano, se buscaba crear seres políticos integrados en las instituciones castellanas, que

respondieran al espíritu de imperio civilizador, “generador”17, que la Corona se había

marcado como objetivo. No pretende esto quitarle peso al cristianismo, ya que ha sido el

aspecto más observado de la conquista, tanto criticado, como estudiado, su labor.

Hay que mencionar aquí las creencias que el cristianismo iba a sustituir: una

amalgama de dioses zoomorfos que exigían sacrificios humanos, bien de entre el pueblo del

mismo imperio o bien capturados en guerra, por lo que el cristianismo se va a adjudicar desde

el primer momento el papel civilizador, dado que era la vía no violenta de someter a la

población, lo cual no quiere decir que fuera justo que una potencia extranjera persiguiera

jurídica o militarmente a individuos por unas prácticas que no consideraban como erróneas,

como es el caso de la idolatría. De hecho, los religiosos rechazaban las prácticas violentas,

pues ya era difícil que una cultura se impusiera sobre otra, y esto no ayudaba a atraerlos a la

fe, ya que los indios necesitaban evidencias de la religión para adherirse a ella. Mediante la

Bula Sublimis Deus de 1537, el papa Pablo III reconocería la humanidad de los indios, su

libertad y su capacidad para ser convertidos al cristianismo. Los sacrificios humanos serían

una de las razones que influirían después en la organización de pactos con los conquistadores

17 Término empleado por Gustavo Bueno Martínez.

43

para hacer frente al imperio azteca, pues fueron los tlaxcaltecas quienes más sufrieron las

consecuencias de la demanda de sangre humana del dios Huitzilopotchtli.

Mapa del imperio azteca en 1518. Fuente: www7.uc.cl

La Iglesia, así, se iba a convertir en la vanguardia de la defensa de la libertad de los

indios. De hecho, en el primer Concilio de América (1552), se prohibiría la destrucción de

templos e ídolos, así como el bautismo forzoso de indios mayores de 8 años sin asegurarse de

que lo desearan voluntariamente. De hecho, ya durante expedición de Hernán Cortés se había

decidido no destruir los templos indígenas, sino construir nuevos templos dejando los

anteriores como reliquias, por lo que los sectores más conservadores del clero pusieron el

grito en el cielo exigiendo la inmediata destrucción de éstos.

Se habla también de la práctica del canibalismo en las culturas previas a la conquista,

pero lo cierto es que hay pocas fuentes que validen esta afirmación tan extendida, y la

mayoría se reducen a ilustraciones de códices realizados en el momento o posteriormente a la

conquista, por lo que se debe poner cautelarmente en tela de juicio.

En cualquier caso, el cristianismo se convirtió en un importante elemento para los

indios: legitimaba la alianza política con los españoles, lo que, en términos de conquista,

significaba asegurarse privilegios de cara a la conquista de otros pueblos indígenas. Por

44

supuesto, esto beneficiaba a los españoles también, ya que les permitía el dominio religioso

pues era condición indispensable de cara a establecer esas alianzas. Estos casos de conversión

al cristianismo por voluntad propia se hacen muy visibles en el episodio de la conquista de

Cortés, cuando hay una gran exaltación tlaxcalteca de la conversión para el apoyo a Cortés,

cuya empresa habría sido imposible sin el apoyo logístico recibido por parte de éstos, los

cuales se encontraban en conflicto permanente y vieron la oportunidad que conseguir que

cayera Tenochtitlán, asegurándose una posición en el poder. Aparecen así numeras

representaciones de la figura del indio cristiano en panfletos propagandísticos o pinturas

murales en las que la nueva religión se mezcla con iconografía indígena, como las del

convento de Ixmiquilpán. Esto también demuestra que, en función de la pertenencia a un

grupo cultural, cada parte construye su relato, que responde a sus necesidades e intereses

grupales, por lo que hay que evitar generalizaciones, ya que los chichimecas rechazaron la

conversión y la sumisión a la Corona, siendo representados como viciosos y paganos.

Pinturas murales del convento de Ixmiquilpán. Fuente: www.blogchinaco.wordpress.com

El mapa de América quedaría conformado en función de la administración española y

las demarcaciones que estableciera la misma, por lo que hay que hablar entonces de las dos

figuras administrativas, el virrey, representante de la Corona española encargado de gobernar,

en este caso, un virreinato; y el capitán general, rango militar que bien se podía otorgar a un

virrey de una provincia o virreinato en una posición estratégica o fronteriza, pasando a ser una

45

capitanía general. El territorio, tras las Leyes Nuevas, quedó dividido en dos virreinatos,

Nueva España y Perú, separados por el istmo de Panamá y subdivididos en demarcaciones

regionales, la audiencias, presentes en Santo Domingo, México, Panamá, Lima, Guatemala,

Guadalajara, Santa Fe de Bogotá, Charcas, Quito y Chile. Finalmente, sería el cabildo el que

regiría la vida política de las ciudades españolas, si bien, en última instancia, todo el sistema

dependía del Consejo de Indias. La división en capitanías generales fue muy importante por la

posición fronteriza de algunos de esos territorios, pero también como defensa contra la

piratería, fenómeno al que los territorios americanos no fueron ajenos durante todo el siglo

XVI, siendo los más famosos los ataques a La Habana en 1555 por Jacques de Sores o los

ataques de Francis Drake contra San Juan de Ulúa (1569), Nombre de Dios (1572) o Puerto

Rico (1595), a lo que luego Felipe II respondería organizando una defensa costera de las

Indias mediante el envío de ingenieros militares y, más tarde, el establecimiento de una flota

permanente, la Armada del Mar del Sur (1591), férreo intento de defensa del que no gozaron

los territorios coloniales en Filipinas hasta bien entrado el siglo XVII.

El santo oficio

Otro punto a tratar, dada la transmisión de las instituciones castellanas, es el Santo

Oficio. Éste no se instituye en América como tal hasta la cédula real de Felipe II en 1569,

pero ya durante la regencia, Cisneros, en 1511, encomendó a los obispos en América la

función de inquisidores. En la opinión popular, siempre se habla de grandes masacres y

torturas, cifras de víctimas que ascienden a miles, fruto de las ejecuciones de la Inquisición,

en concreto, de la española. Sin embargo, esta información ha sido engrandecida por literatos

como Poe o Dostoievski18 pues, si atendemos a los documentos históricos, estas cifras son

mucho menores. En todo caso, se convirtió en la única institución común a todos los

españoles.

La Inquisición no es una institución puramente castellana, de hecho, se funda en

Francia, y a la península llega en principio a Aragón, de donde pasaría a la Corona española

tras la unificación con Castilla19. Su objetivo principal sería luchar contra las prácticas

judaizantes de los judeoconversos, lo que se iba a reforzar tras la expulsión de los judíos en

1492. Es aquí donde tampoco hay que ser demagogos: ya se había producido la expulsión de

judíos en gran parte de Europa (Inglaterra en 1290, Francia desde 1182 con expulsiones

18 Aparecen menciones al respecto en sus obras El pozo y el péndulo y El gran inquisidor , de Poe y Dostoievskirespectivamente.19 Bula Exigit sincerae devotionis (1478) de Sixto IV.

46

después en 1306, 1394 y 1693, Alemania en 1348, Austria en 1421…), por lo que sería

injusto históricamente acusar desde estos lugares a España por la misma razón, siendo este

otro de los puntos que solemos encontrar en historiografía e incluso prensa actual para

comparar a España con otros países que consiguieron en este período un mayor desarrollo

tecnológico.

Es cierto que los métodos de ejecución eran terribles, pero, mientras los temas de los

que se ocupaba la Inquisición, como por ejemplo, la caza de brujas, preocupaban a toda

Europa, eran resueltos a base de quema en países como Inglaterra (se estiman unas 40 000

personas) o Escocia (17 000), en España, a parte de esta solución, se incluía también,

tipificado en el Auto de Fe celebrado en Logroño de 1610, el destierro, el trabajo forzado e

incluso la reinserción. De esta forma, entre los siglos XVI y XIX, en España se condenó a la

hoguera a 59 mujeres de 125 000 procesos llevados a cabo, y la cifra total de ejecuciones por

caza de brujas se calcula en 300, cifras muy infladas luego en los panfletos protestantes.

En América esta situación se acusa, pues son aún menos los ejecutados que en la

metrópoli, y en caso extremos de faltas contra el Estado y la Iglesia, actuando como una

policía estatal más que como un control de la vida cotidiana. Además, las instituciones civiles

y eclesiásticas limitaban su acción, al igual que algunas acusaciones de las mismas luego no

prosperaban en el tribunal del Santo Oficio. Y eso sobre los colonos españoles y los piratas

capturados en actos de guerra. La población indígena no se incluía a comienzos del XVI en

este sistema, ya que, si bien podían haber sido castigados por brujería, eran considerados

neófitos, no herejes, del catolicismo, por lo que esto quedaba bajo jurisdicción de los

encomenderos y los cabildos. De hecho existen acusaciones contra españoles con trasfondo

religioso, como el caso contra el gobernador de Tucumán, Francisco de Aguirre, en el que

había afirmado tener potestad para excluir a los indígenas de los domingos y los días festivos

para mantenerlos trabajando. Mención especial hay que hacer de nuevo aquí a los judaizantes,

los cuales eran perseguidos en la metrópoli tras la expulsión, y vieron en el Nuevo Mundo una

vía para empezar de nuevo, por lo que viajaron como polizontes en los barcos, infiltrándose

con lentitud y pocas veces en familias enteras, estableciéndose allí como comerciantes o

artesanos.

En primer lugar las diferentes órdenes monásticas y después los obispos (inquisiciones

primitivas llamadas monásticas o episcopales) fueron los encargados de llevar a cabo la

vigilancia sobre estos nuevos pobladores españoles en América, a los que después se

47

añadieron los indígenas conversos y los mestizos. La actuación, por otra parte, no fue nada

sistemática, pues el escenario era totalmente nuevo y cambiante: los territorio se ampliaban,

llegaban grandes cantidades de españoles y los mestizos se multiplicaban, utilizando en

ocasiones las posibilidades de ocultación de América para evadir la leyes cristianas, de forma

que la institución se mostró ineficiente en un primer momento, lo que se agravó cuando los

protestantes países nórdicos trataron de introducir las herejías del calvinismo y el luteranismo

en las indefensas costas de América. A esto responde la creación de dos tribunales en México

y Lima en 1571, al que luego se le añadió el de Cartagena en 1610, supeditados al Consejo

Supremo de la Santa y General Inquisición, conocido como “la Suprema”, organismo central

del que tomarían la jurisprudencia pero que permitía, por la distancia, cierto margen de

autonomía. Quedaba excluido Brasil, donde la tarea de vigilancia quedaba en manos de los

obispos y los diferentes visitadores. La labor que debían desempeñar se planteaba muy

complicada, pues si el antiguo distrito inquisitorial de Valladolid parecía inmenso con sus casi

90 000 km², la magnitud al otro lado del Atlántico era inabarcable, a lo que se añadía la

diferencia de resistencia de las diferentes culturas, pues no plantaron la misma batalla los

súbditos de los antiguos imperios mesoamericanos que los dispersos pueblos fronterizos a

ellos, como los chichimecas al norte de Nueva España, los chiriguanos en los Andes o los

araucanos del sur. Todo ello en un marco físico complejo y a veces virgen, presentándose

como impenetrable, por lo que la situación en la práctica se presentaba para la Inquisición

como incontrolable.

Tampoco ayudaban los medios humanos, pues cada tribunal solo disponía de dos

inquisidores y un fiscal cada uno, auxiliado por profesionales de prestigio a la hora de tomar

las decisiones judiciales, y los medios materiales, que nunca fueron abundantes, se redujeron

por la quiebra crónica de la Corona, principalmente a partir del XVII, que se tradujo en una

reducción o suspensión monetaria a la Inquisición, lo que, por otra parte, llevó a los

inquisidores a incurrir en tramas de corrupción o negocios personales para obtener el sueldo

que se les había reducido o anulado. Así, el territorio “debidamente” vigilado se reducía a las

ciudades importantes (Cuzco, Quito, etc.), de los cuales en muchas ocasiones se les sustraía

jurisdicción a favor del carácter más paternalista de los obispos o frailes por el duro trato que

llevaban contra los indígenas, pues no aceptaban la progresiva conversión y la

compatibilización con las prácticas que había llevado siempre, las prácticas idolátricas. Esto

ganó fuerza a partir de la ejecución de don Carlos Chichimecatecuhtli Ometochtzin, rey de

Texcoco, en la hoguera en 1539. Se consiguió así reducir el peso de los castigos impuestos,

48

que eran más leves en el caso de los obispos y frailes que en los de la Inquisición, si bien los

procesos documentados siguen siendo escasos a pesar del empeño de muchos investigadores

por hallar un proceso de persecución sistemática.

Demografía y estructura social.

Las primeras estadísticas de población relativamente fiables se realizaron a mediados

del siglo XVIII, sin embargo, hay datos y crónicas anteriores que, contrastados, muestran su

carácter hiperbólico, que se achaca al interés de los cronistas en magnificar todo lo hallado y

las hazañas llevadas a cabo. En base a la geografía de las diferentes zonas y las especies

existentes, y, por ello, la población que allí se podía mantener, se ha realizado un cálculo

aproximado de la población indígena hacia 1492. El cálculo más fiable parece el de

Rosenblat, pues la horquilla de datos que manejan los numerosos cálculos llegan los 112

millones (éste concretamente realizado por Dobyns), lo que supone una presión demográfica

inaguantable. En base al cálculo de Ronsenblat, el total de población indígena sería de unos

13.500.000 habitantes, destacando dentro de la cifra absoluta los casos particulares de

México, con 4.500.000, Perú, con 2.000.000 y, en este caso, al ser donde comienza a

desarrollarse el sistema de encomienda, las Antillas, con 300.000. Las cifras más manejadas

actualmente, las de William Denevan, publicadas en 1992, señalan una población de

54.000.000, que en ocasiones se corrigen a la baja (30-40 millones), por lo que esto sigue

siendo un objeto de debate indemostrable al cien por cien.

La mayor población en México y Perú se atribuye a los cultivos más o menos

intensivos de maíz, tubérculos (patata y mandioca) y legumbres (frijoles y calabaza) que

ponían en práctica unas culturas algo más desarrolladas que sus vecinas, por lo que tenían

capacidad para mantener una gran cantidad de población. No era ajeno el proceso de

emigración indígena, pues ésta se producía de las zonas con pobres recursos hidráulicos a

otras mejor dotadas, así como a las ya mencionadas zonas de cultivo intensivo, ya que no

todas las culturas contaban con la misma capacidad para llevarlo a cabo.

Sin embargo, es aquí cuando algunos autores se llenan la boca con la palabra

genocidio, que reduce a una causa un proceso complejo como lo es el descenso demográfico

indígena. Lo cierto es que no hubo una aniquilación sistemática articulada desde la Corona

española, como encontramos en otros genocidios documentados y muy mediatizados por su

relativa actualidad como el judío o el tutsi, o los no tan mediatizados como el actual en

Yemen. De hecho, buena parte de las muertes no se deben si quiera a la lucha, sino a los

49

nuevos microbios introducidos durante la conquista, para los cuales el organismo de los

indígenas no estaba preparado, por lo que las nuevas epidemias tendrían un efecto

catastrófico, si bien en aquellos lugares donde la población se resistió más (aztecas

principalmente) el volumen de muertes atribuidas a la lucha es mayor. Por otra parte, esto es

demasiado cómodo en el argumentario para librar de responsabilidad a los conquistadores, y

hay que añadir el desorden económico, social y territorial que siguió a la conquista, así como

los cambios en el medio que alteraron las bases del sustento indígena y, por supuesto, la

explotación laboral.

Sin cifras concretas, aunque los cálculos de Rosenblat señalan un mínimo de 5

millones hacia 1650, en las crónicas se habla comúnmente de un importante descenso de la

población indígena tras la llegada de los europeos. Los cálculos del descenso poblacional

varían mucho, oscilando entre el 30% y el 90% de la misma, partiendo desde diferentes cifras

al no haber un consenso historiográfico de la población inicial. En el censo realizado por

Miguel de Pasamonte y Rodrigo de Alburquerque en La Española en 1514, ya señalaban que

la isla estaba habitada por 5000 españoles y 26300 indígenas, respecto a los 300000

iniciales20, lo que deja entrever lo dramático de la situación.

En cualquier caso, los dominios españoles crecieron, pues tuvo gran importancia el

fenómeno de la inmigración desde la metrópoli. Es en este punto donde entra en juego un

factor que determina gran parte del futuro de la cultura latinoamericana: el mestizaje. Si bien

no se permitía el acceso a cargos públicos en Indias a aquellos que no fueran hijos de

progenitores españoles, el matrimonio interracial era legítimo, y los hijos de estos

constituirían nuevos tipos biológicos y culturales, que, según genetistas y antropólogos, aún a

día de hoy no han llegado a un punto culmen, y a lo que se debe la riqueza de diversidad

cultural que encontramos hoy en Latinoamérica. Hay que mencionar también la llegada de

esclavos negros, otro aporte población que luego se sumó al proceso del mestizaje. J. Lee

Anderson afirmaban que, a pesar del desastre demográfico, la creación de la raza mestiza era

de gran importancia al ser una de las más creativas e innovadoras en función de la pluralidad

cultural. Sin embargo, más que creación, sería correcto hablar de mezcla de culturas. Aun así,

hoy perviven numerosos descendientes de esas primitivas culturas, lo que diferencia a esta

conquista de otra más cercana, la anglosajona. Santiago Melo de Antelo ha intentado

cuantificar la estructura social, observando que en los Estados Unidos, colonizados

20 Frank Moya Pons, Después de Colón, Ed. Alianza, Madrid, 1987, pág. 187.

50

inicialmente por los anglosajones, la población indígena no llega al 1%, con solo un 0,5% de

mestizos. Los apaches, sioux, navajos, pasaron a sobrevivir en míseras reservas para turistas,

mientras que en Bolivia hay un 31% de mestizos, en Ecuador el 52% son quechuas y el 40%

mestizos. En Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, más del 90% son mestizos, y en

México, aún el 30% son descendientes de aztecas y mayas, y el 60% mestizos.

El historiador Hugh Thomas llegó incluso a señalar que “El mestizaje fue la mayor

obra de arte lograda por los españoles en el Nuevo Mundo, una mezcla de lo europeo y lo

indio”21, sin embargo, hay que mencionar también cual fue el principal vehículo del

mestizaje, que no fue otro sino la mujer indígena. Michel de Cúneo, que había llegado en los

viajes junto a Colón, afirmó haber hecho cautiva a una mujer que el almirante le entregó, y a

pesar de no contar con su consentimiento, tuvo relaciones con ella22, por lo que la afirmación

de Hugh Thomas de obra de arte sería bastante discutible. Lo cierto es que este tipo de

actuaciones se vio favorecida por la ausencia de mujeres blancas durante los primeros años de

conquista (luego sí las habría en las posteriores empresas como las de Hernán Cortés entre

1519 y 1521, Pedro de Mendoza en 1536 o Pedro de Valdivia en 1541) y por la situación de

grupo victorioso dominando una masa nativa en un contexto de concienciación nula de lo que

suponía un abuso sexual. A pesar de que hubo conquistadores que se casaron con indias, casi

siempre respaldándose en un gran interés al tratarse de matrimonios de conveniencia, una

buena parte del proceso de mestizaje parece atribuirse al rapto y la violación en la crónicas, a

pesar de los esfuerzos de la Corona por evitarlo, incentivando el mestizaje durante las

primeras fases de la conquista en las que no había mujeres blancas entre los conquistadores.

El método en que se establecieron las relaciones entre mujeres indígenas y la

descendencia ilegítima fue la barraganía: el hombre se hacía cargo de la barragana, una mujer

que no gozaba de los derechos propios de una esposa, y de los hijos que tuviese con ella,

creando una gran masa anónima de mestizos, hijos ilegítimos que componían la capa más baja

de la jerarquización social que se iba a establecer en base al sistema de castas, pues esto iba a

favorecer paradójicamente la mezcla racial.23 De esta forma, los hijos mestizos de

conquistadores e indias formaban una casta que, al mezclarse con las indias, suponía un

ascenso social, pero mezclarse con una española era una deshonra, de manera que solo los

21 El señor del mundo, página 372, Editorial planeta, 2013.22 Colón, Cristóbal; De Cúneo, Michel; et al (1982). Cronistas de Indias: antología. Buenos Aires. Ediciones delPensamiento Nacional.23 Bustamante, Jesús. Las mujeres en Nueva España: orden establecido y márgenes de actuación. Historia de lasmujeres, tomo III, Del Renacimiento a la Edad Moderna, Georges Duby, pág. 652. Madrid, Santillana 2000.

51

conquistadores podían tener acceso a una esposa blanca que hubiese partido a América en

busca de la riqueza de las nuevas tierras, cuyos hijos eran llamados criollos, entre los que se

podían considerar algunos casos de hijos mestizos que consiguieran una importante fortuna.

En todo caso, la mezcla se había convertido ya en un proceso irreversible, generando una

sociedad multiétnica y plurilingüe. Esos criollos irán conformando con los siglos y los relevos

generacionales la élite social que luego va a protagonizar los movimientos a favor de la

independencia de las colonias españolas. El fenómeno fue plasmado, en clave artística, en la

llamada “pintura de castas”, que reflejaba el producto de la mezcla y la situación de cada una.

Obra del conjunto denominado “pintura de castas”. En este caso, se trata de un

“albarazado” (sambaigo/indio). Fuente: www.artecolonial.wordpress.com

Justificación y críticas del sistema

Desde un primer momento se intentó justificar el dominio de los indios, como algo

justo que no afectaba a la les leyes vigentes. La Corona había declarado la libertad de ellos,

pero el propio sistema parecía ser incompatible con ella. La defensa de la servidumbre de los

indios, si bien recibió numerosas críticas, siendo las más relevantes las de fray Bartolomé de

Las Casas, se basó en la filosofía aristotélica de la existencia natural de un grupo humano de

esclavos frente a otro grupo humano lícitamente superior, con la que defendía el sistema

socioeconómico de la polis griega. Argumentaba así un sector de los intelectuales de la época

la superioridad de los españoles sobre los indios con extrema naturalidad, como encontramos

52

en el caso de teólogos como Juan Ginés de Sepúlveda, que comparaba la superioridad de los

españoles sobre los indios “como los niños a los adultos, las mujeres a los varones, o los

negros a los blancos”24. El interés de Sepúlveda por Aristóteles era tal que le llevó a traducir

su Política en 1548 tras haber manifestado su clara oposición a las Leyes Nuevas.

Mención aparte merecen las crónicas y cartas de los propios conquistadores, en los que

ya se hablaba de la predisposición de los indios para la servidumbre. El caso más

emblemático, sin duda, es el de Cristóbal Colón. Cuando llega a las Bahamas describe a la

gente que allí encuentra como más cercana a los hombres que a los animales e inicia el mito

del buen salvaje sin codicia de lo ajeno, con cierta asimilación que les dotaba de una

capacidad para adquirir las costumbres europeas y comprender el Evangelio. Va desarrollando

una imagen de los indios como mansos, buenos servidores y propicios para la adopción de las

costumbres cristianas y la asimilación del evangelio, que le lleva a plantear mandarlos como

esclavos a España (aunque recibe la negativa real ya que la Corona prefería tener súbditos que

esclavos).

En el otro extremo, encontramos como paradigmático el caso de Fray Bartolomé de las

Casas, que, si bien se le ha calificado como el amigo y el defensor de los indios, también

proponía enviar esclavos negros para los trabajos en indias. Las Casas señalaba unos actos

abusivos terribles por parte de los conquistadores: venganzas de 1 a 100 cuando se asesinaba

a un cristiano, perros adiestrados para que devoraran indios, quema en “parrillas”, etc., los

cuales se han señalado de exagerados por una parte de la historiografía, pero en los que se ha

basado otra parte para criticar la conquista, e incluso se han realizado ilustraciones, de las

cuales es significativo que, en la mayoría de los casos, firmen artistas extranjeros o

posteriores a los hechos, como es el caso de numerosos códices repletos de ilustraciones que,

documentalmente, se encuentran infundadas, cuyo caso paradigmático es el Códice

Kingsborough, fechado del siglo XIX. Las Casas critica las encomiendas por la crueldad con

la que traban a los indios las personas a quienes se le adjudicaban que, más que la misión que

se le había dado, los usaban como fuerzas de trabajo, los hombres en la mina de oro y las

mujeres en la labranza, lo que habría empeorado tras la muerte de la reina Isabel, la cual había

mandado que se les tratase como personas libres, como subrayó en testamento.

Las Casas hizo de la defensa de los indios un asunto personal, y finalmente

conseguiría que el eco del problema de las encomiendas llegase a Carlos V, que tomaría

24Extracto de la obra De la justa causa de la guerra contra los indios.

53

cartas en el asunto, pero también ha sido una figura muy utilizada por la historiografía sin

haber analizado su obra, de la que se desprenden algunos matices, como la falta de

especificidad a la hora de señalar a quienes cometían los abusos más terribles relatados en su

obra, así como la repetición de ciertas fórmulas (concretamente que todas las tierras que veía

en el Nuevo Mundo eran las más pobladas) que dejan entrever que ciertas cosas se estaban

exagerando en el relato. Nada raro en la retórica del momento, pero muy importante para la

concienciación en la metrópoli.

Otro de los problemas de mayor importancia desencadenados a partir de la conquista

es el de los Justos Títulos, un concepto ideológico articulado en torno al derecho de la

Monarquía Castellana a hacerse con el dominio y la propiedad de las nuevas tierras, lo que

estaba muy ligado a la posición jurídica en la que esto dejaba a los indígenas. Estos daban

derecho a habitar esas provincias, pero sin causar daño, justificando así que los españoles

podían, al igual que los indios, tomar parte de los recursos del lugar, convirtiendo en lícita una

respuesta militar de haber una negativa violenta por parte de los indígenas. Junto a esto, se

justifica la construcción de fortificaciones por la seguridad de los españoles, y en función del

derecho de guerra, despojarlos de sus bienes si se producía el enfrentamiento. Esto último será

bastante importante, pues es la causa del expolio del que se acusa a los soldados españoles,

algo que, de nuevo, no ocurre solo en el caso de la conquista española, y que no era

controlable desde la metrópoli. En todo caso, los Justos Títulos se apoyaban en la ya

mencionada legitimidad otorgada en las Bulas Alejandrinas de Alejandro VI a los Reyes

Católicos, que vinculaba la conquista al proceso de evangelización. Es muy relevante la figura

de Vitoria en este apartado, ya que defendía el derecho a la libertad de los indios pero no

reconocía potestad alguna de éstos sobre las tierras que habitaban. Vitoria también rechazaba

el imperio universal sostenido por el sumo pontífice, así como la “tutela” sobre los indios, de

modo que los españoles tendrían derecho a viajar, comerciar y predicar la fe, pero sin

imponerla por la fuerza, de forma que se opone radicalmente al ya mencionado Juan Ginés de

Sepúlveda.

Hubo utopías cristianas que trataron de llevarse a la práctica, partiendo de los ensayos

que definían sociedades de indígenas regidas por el espíritu evangelista, alejadas de la

influencia de los conquistadores. Es el caso de Pedro de Córdoba, en el Cumaná (región de

Venezuela), la cual acabó chocando con los intereses de los conquistadores; de Vasco de

Quiroga, que puso en marcha un proyecto de hospitales para indios a orillas del lago

Pátzcuaro en 1532; o el propio Bartolomé de La Casas que, siendo obispo de Chiapas, intentó

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el proyecto de colonización de Vera Paz, pero estos intentos no se consolidarían sino hasta los

siglos XVII y XVIII.

En lo que sin duda destaca la conquista española es que fue el primer país que planteó

dudas morales respecto a la conquista desde las instituciones. Fueron Las Casas y Vitoria los

que acabaron influenciando a Carlos V, por lo que revisó la legislación colonial, la cual no se

había alterado prácticamente desde las Leyes de Burgos, de forma que el debate tuvo

consecuencias positivas en lo referente a la postura de la Corona sobre los indios.

Conclusiones

Una vez expuesto todo lo anterior, podemos extraer unas conclusiones básicas para

comprender el proceso de la conquista y el sistema de encomiendas, las consecuencias

sociales y culturales de ambos y el debate historiográfico articulado al respecto.

Para comprender el proceso de conquista y el sistema de encomiendas y de resistencia,

hay que conocer la situación previa y el modo en que esto se realizó. Como hemos visto, los

territorios eran muy diferentes, tanto en su vertiente física como en su vertiente humana, pues

no todas las comunidades indígenas eran iguales en términos de desarrollo cultural ni

reaccionaron de la misma forma frente a los conquistadores, y dentro de las mismas existían

complejas dinámicas que determinaban su organización: nomadismo de unas zonas a otras

más fértiles, caciquismo con esporádicas luchas por el poder, algunos grandes imperios que

sometían a diferentes etnias, una economía exclusivamente agrícola, salvo en algunos casos

en los que aparece una minería bastante simple… elementos que componen la identidad

precolombina y que van a ser alterados en su totalidad al quedar subordinados a los nuevos

pobladores.

Esta situación previa en América es digna de mención, pero también lo es el contexto

europeo: se venía de una Conquista que había durado 8 siglos, estaban surgiendo focos de

nuevos dogmas religiosos que afectaban al catolicismo, y el nuevo actor que había culminado

la lucha contra el Islam en Europa, la Corona de Castilla y Aragón, con sus nuevos territorios

al otro lado del Atlántico podía ser quien llevase la batuta de la expansión del catolicismo,

quien se erigiese como baluarte de éste frente a las incipientes potencias como Reino Unido o

Flandes que habían adoptado otras interpretaciones del cristianismo. Por este motivo y desde

ese momento, se comenzó a alentar un discurso acusatorio hacia la Corona española con el

objetivo de lograr el desprestigio de la potencia casi hegemónica del momento, aprovechando

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y engrandeciendo los relatos sobre abusos a los indios que llegaban de algunos de los

cronistas o simplemente de oídas.

A pesar de la leyendas sobre el previo conocimiento de Colón sobre la ruta que iba a

seguir, lo cierto es que muchas de estas se desarrollaron después de los hechos o de su muerte,

y que, como hemos visto, las condiciones eran propicias para que la empresa inicial, llegar a

territorios asiáticos abriendo así una ruta comercial occidental, se llevara a cabo, si bien el

resultado fue diferente, aunque de una importancia vital para la historia mundial.

La encomienda no es una institución ni inmóvil ni exclusivamente indiana, si bien en

este trabajo es en torno a ésta en la que me centro. Lo que esto quiere decir es que no se

pueden definir unas características específicas de lo que fue realmente la encomienda, pues

las leyes que determinaban qué campos de acción tenían los encomenderos, así como los

derechos y deberes de los indios, fueron puestas en debate (si es que alguna vez se cerró el

debate inicial) en numerosas veces, y con cada reforma los diferentes actores, principalmente

encomenderos y funcionarios de la Corona, tendrían un nuevo papel en el funcionamiento

práctico de la encomienda. Así, pocas veces encontramos una complementación de facto entre

las leyes y la práctica de los encomenderos, e incluso muchas veces la presión para el

cumplimiento de las leyes derivó en exenciones oficiales de la ley, como en el caso de las

rebeliones comentadas al respecto de las Leyes Nuevas.

La parte más radical de las Leyes Nuevas fue derogada, pero persistió el espíritu de

protección al indígena que motivó su realización, así como el objetivo estatal de sobreponerse

a los intereses particulares de los colonos sobre los indios, como desde el primer momento se

había intentado evitar el paralelismo de instituciones arcaicas al momento como los señoríos.

Se suprimieron los servicios personales, lo que desencadenó un nuevo conflicto en torno a la

fijación de los tributos que debían pagar los indígenas. Suponían la reacción monárquica al

proceso de señorialización de los encomenderos, suprimiendo los señoríos jurisdiccionales e

implantando instituciones características del absolutismo.

Junto con la encomienda encontramos otro elemento vital, la aculturación, como

medio para las relaciones entre españoles e indios, cuyos ejes fueron lengua y religión, si bien

la interacción entre ambas culturas y la permisividad de las autoridades oficiales permitieron

la supervivencia de numerosas formas culturales anteriores a la conquista e incluso la

formación de nuevas. El mestizaje no fue solo cultural, sino que, en términos sociales, se

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generó un sistema de castas, las cuales serían vitales para el desarrollo de América desde

aquel momento.

Las huidas y la resistencia armada fueron sólo las más espectaculares formas de lucha,

pero no las únicas. El suicidio, los abortos inducidos, la abstinencia sexual premeditada, etc.,

aparecen documentados como parte de la panoplia de métodos de lucha que refuerzan la idea

de que los indios no compartían el entusiasmo de los conquistadores e historiadores afines por

el programa de aculturación. Por otra parte, hubo pactos afianzados desde el inicio de la

conquista con ciertas comunidades que permitieron que empresas como la de Hernán Cortés

consiguieran sus pretensiones, que denotan la inexistente homogeneidad de culturas y

desmontan las teorías de paraíso terrenal que defienden algunos historiadores, a lo que se

añaden los testimonios de antiguos esclavos o comunidades subyugadas a grandes imperios.

A pesar de una resolución clara sobre las dos posturas expuestas en Valladolid (con los

citados máximos representantes Sepúlveda –Las Casas y Vitoria), el debate tuvo

consecuencias positivas en lo referente al trato al indio. Las decisiones se tomaron rápido, lo

que supuso un revés para el sistema de encomiendas, que no desapareció, pero se condenó al

declive por el descenso demográfico. Este debate tuvo una importancia crucial para la

concienciación de los diferentes poderes al respecto de la situación en Indias, motivando las

diferentes reformas.

Bibliografía

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57

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América II. México: Fondo de Cultura Económica.

Carmagnani, M. et al. (1999). Para una historia de América III. México: Fondo de

Cultura Económica.

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ANEXO

Figura 1: situación en torno al lago Texcoco, resaltando la posición de Tenochtlitán.

Fuente: http://www7.uc.cl/sw_educ/historia/conquista/

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Figura 2: botines obtenidos por Heredia y Vadillo entre 1533 y 1537. Fuente:

Konetzke, R. (1968). Descubridores y conquistadores de América. Madrid: Gredos.

[rh]: rescates de Pedro Heredia.

[rv]: rescates de Juan de Vadillo.

[sh]: oro rescatado del río Sinú por la hueste de Heredia.

[sv]: oro rescatado del río Sinú por la hueste de Vadillo.