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Fernando de Leyba El ceutí que cambió la Guerra de Independencia americana POR César Cervera Moreno Con el apoyo de: Mayo 2021 ISSN 2444-2933

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Fernandode LeybaEl ceutí que cambió la Guerrade Independencia americana

POR César Cervera Moreno

Con el apoyo de:

Mayo 2021ISSN 2444-2933

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San Luis (en inglés St. Louis) puede ser muchascosas en la imaginación colectiva.Una ciudad a un ríopegado. Uno de los grandes motores de laindustria pesada de EE.UU. ya en declive. Unpasaje importante de la historia colonial francesa. Lasede de los Juegos Olímpicos de 1904, que fueron losprimeros celebrados fuera de Europa. Y hasta ellugar de nacimiento del Premio Nobel deLiteratura T. S. Eliot. Pero lo que no es para casinadie, cuando piensa de primeras en la ciudad delestado de Misuri, es un lugar donde España dejóprofundas huellas durante 40 años de historia.Cuatro décadas que no se vieron truncadas, sobretodo, gracias al empeño de un centinela español quedurante siglos ha rozado el anonimato.

Fernando de Leyba y CórdovaVizcaigaña es uno deesos héroes desconocidos, sin rostro, sin voz, quevagan como espectros por la historia olvidada deEspaña. Suenan sus cadenas arrastrándose por loslibros y las crónicas, pero hasta fechas muyrecientes nadie se ha molestado en unir las piezaspara comprender la dimensión del personaje.Durante años se pensó incluso que había nacido enBarcelona debido a que su padre estuvo allí destinado,pero gracias a la investigadora Kristine L. Sjostrom yal cronista de la ciudad José Luis Gómez Barceló, quehalló su partida de nacimiento, hoy se sabe concerteza que Fernando de Leyba llegó a la vida enCeuta, un 24 de julio de 1734, en el seno de unafamilia de larga y noble tradición castrense deAntequera (Málaga) por parte de padre y de la hijadel notario de la ciudad de Ceuta por parte de madre.La plaza africana se encontraba en ese momentocurándose las heridas que el eterno sitio de treinta ytres años acometido por las fuerzas marroquíes habíaprovocado y, como el propio Leyba, estaba ocupadamoldeándose una historia propia.

Quinto hijo de siete hermanos, Leyba encontróun futuro en las filas del Ejército, que desde lallegada de los Borbones a España había sido objeto deun amplio paquete de reformas en un intento deprofesionalizar la carrera acorde a las necesidades dela Monarquía católica. El ceutí entró en el oficio de supadre, Gerónimo de Leyba y Córdova, como cadeteen el regimiento de infantería de España a losdiecisiete años, permaneciendo allí hastaascender a subteniente de compañía (1756), luegosubteniente de bandera (1763) y cinco años después acapitán.El hecho de que tardara tantos años en entraren el Ejército, cuando hubiera sido posible que lohiciera con doce años, y que la fecha de ingresocoincidiera con la muerte de su padre lleva aespecular si eligió esta carrera forzado por lascircunstancias familiares.

A lo largo de su prolongada trayectoria de casitreinta años,el militar serviría en la guarnición deOrán, Nueva Orleans, Arkansas, San Luis y Cuba.Se encontraba en el regimiento Aragón defendiendo

Mapa de San Luis, 1780.

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La Habana de un ataque inglés, en el marco de laguerra de los Seis Años, cuando cayó prisionero deestos durante la defensa del Castillo del Morro en1762. El conflicto donde la España de Carlos III sehabía posicionado con Francia se resolvió con gravespérdidas para el Imperio. El rey cedió La Florida aGran Bretaña a cambio de recuperar La Habana y

Manila, perdidas en cuestión de meses. La Francia deLuis XV, por su parte, compensó a su maltrechoaliado con el caramelo envenenado de Luisiana,territorio que los galos no estaban en condiciones deconservar tras años de estéril lucha contra lapoblación indígena y de tensiones fronterizas conespañoles y británicos.

Defensa del Castillo del Morro de la Habana (José Rufo, 1763).

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Luisiana tenía una extensión de más de dosmillones de kilómetros cuadrados, aunquecuando Francia se la cedió a España menos deveinte mil colonos la habitaban. Población queno dejó de aumentar en las siguientes décadas,en parte debido a la emigración de andalucesy canarios que vinieron del otro lado delcharco.

Esta vasta provincia carecía de grandes recursosmineros y, bajo dominio francés, llevaba un siglolanguideciendo dentro del fracaso colonial quefue toda la Nueva Francia. Los gobernadoresespañoles trataron de evitar los errores de susantecesores y se apartaron lo máximo de losmodelos francés y británico de colonia, lo quepartió por mejorar las relaciones con las tribusindias. No era algo distinto de lo que llevabanhaciendo desde hace siglos los españoles en otrosrincones. La Corona española tenía unaarraigada tradición de acuerdos comerciales ymilitares con tribus locales. Como señalaAbelardo Levaggi, historiador especializado enDerecho, «la costumbre de celebrar tratados depaz se extendió a todas las fronteras de las Indias,y por todo el período hispánico, hasta proyectarse-al menos en algunos casos- a la épocaindependiente». Muchos de estos tratadosseguían en vigor cuando la soberaníaterritorial pasó a manos estadounidenses.

A esta mejora del trato con los indígenas enLuisiana ayudó también la absoluta prohibiciónde su esclavitud en territorio español, unprincipio que hundía sus raíces en elTestamento de Isabel la Católica y en unalegislación pionera en la protección dederechos. Si bien la prohibición de someter a losindios a la esclavitud se aplicó estrictamente a laadquisición de nuevos seres humanos y se dejóen una especie de limbo a los ya esclavizados, la

legislación española favoreció que la cifra llegaraa cero con el paso de las décadas. De los 161esclavos indios que existían hacia 1732 en laLuisiana francesa, apenas rondaban elcentenar en tiempos del gobernadorBernardo de Gálvez y, al final de la presenciaespañola en esta zona, ya no aparecióregistrado ningún indio esclavo. Esta políticaprovocó que muchos esclavos negros reclamasensu propia libertad ante los tribunales españolesalegando tener algún tipo de ascendencia india.Algunos de estos casos incluso llegarían a sersustanciados por tribunales norteamericanostras la adquisición de la Luisiana por losEE.UU.

UNA PROVINCIA DESIERTA

Mapa de Louisiana, 1804.

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Ya reanudado el oficio militar tras su breveprisión, Fernando de Leyba fue destinado almando de la tercera compañía de fusileros delregimiento fijo de Luisiana, con base en NuevaOrleans, en calidad de capitán. Llegó a esteterritorio hostil al dominio español en 1769 conla expedición del irlandés Alejandro O'Reilly, alcual el rey ordenó retomar el control de laprovincia después de que los colonos franceses selevantaran contra el gobernador Antonio deUlloa, más científico que administrador, al quelograron expulsar el año anterior. Al capitánceutí se le asignó el puesto de Nuestra Señorade Arkansas, a 800 kilómetros de NuevaOrleans, donde se encontró un fuerte enlamentables condiciones con su estacada ycuartel pendiendo de un hilo, las tropas sin pagary con falta crónica de harina en sus almacenes.

Además de solventar estas urgencias, el ceutídebió enfrentarse a los mismos inconvenientesque los franceses, que habían cimentado surelación con los indios Quapaw (Arkansasoriental-Alta Luisiana) a base de obsequiosdiarios a cambio de paz y tranquilidad. Elenésimo de los conflictos surgió cuando el jefeQuapaw Cazenonpoint rechazó una medallaespañola por ser más pequeña que en las que ensu día recibió de los franceses.

De Leyba tuvo que hacerse con una de mayortamaño y con nuevos regalos para convencer aljefe indio de que no degollara a la guarniciónespañola. Para evitar este tipo de desaires en elfuturo, Bernardo de Gálvez solicitaría aMadrid que se acuñasen nuevas medallas deplata más grandes (54 mm. de diámetro enlugar de los 36 del modelo antiguo). No obstante,las nuevas medallas al mérito de tamaño grande,de las que se conservan muy pocos ejemplares,

Antonio deUlloa (Andrés Cortés yAguilar, circa 1856).

De los 161 esclavosindios que existíanhacia 1732 en laLuisiana francesa,apenas rondaban elcentenar en tiemposdel gobernadorBernardo de Gálvez y,al final de lapresencia españolaen esta zona, ya noapareció registradoningún indio esclavo.

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una de ellas en el Museo Lázaro Galdiano,generaron un nuevo problema por su bellafactura. Se hicieron tan demandadas por losjefes indios que el gobernador de la Luisianatuvo que limitar su reparto a una por jefe ypor tribu.

Que un oficial militar prestara tanta atención alas alianzas con las tribus locales tenía una razónde ser más allá de la buena vecindad. De Leybahabía recibido instrucciones claras de Luis deUnzaga y Amézaga, sustituto de AlejandroO'Reilly como gobernador de la Luisiana,reclamando mejorar las relaciones con los Osagesy otros pueblos amerindios próximos al río

Mississippi. Este general malagueño, que fue elartífice del primer sistema educativo públicobilingüe del mundo en Nueva Orleans, se ganóel apodo del Conciliateur por mantener la pazsocial con los criollos franceses de la Luisiana ypermitir la libertad de comercio en una iniciativaque disparó la economía de Nueva Orleans y SanLuis. Cuando empezaron a escucharse gritos derevolución en Boston, Unzaga y el capitán generalde Cuba, Antonio María de Bucareli y Ursúa,fueron los primeros en intuir la magnitud dellevantamiento que se estaba cocinando enterritorio británico. Ordenaron reforzar lasdefensas de la provincia y buscar el modo de atraeral mayor número de nativos aliados al resguardode la extensa y casi deshabitada Luisiana.

Fernando de Leyba no solo se situó como puntade lanza de sus planes en la frontera norte, sinocomo el oído más afilado de Unzaga y de Bucareli,quienes desde 1770 se dedicaron a crear unaamplia red de espías, reclutados entrepescadores, comerciantes y clérigos, paraconocer lo que ocurría en las Trece Colonias.Sin saber hasta dónde llegaban los planes de sussuperiores, el capitán ceutí entregó armas a variastribus y ayudó secretamente a los rebeldesamericanos, que en 1775 apuntaron con susmosquetes hacia Londres. Lo que había empezadounos años antes como una protesta contra elrégimen fiscal se transformó, a base de represión yfalta de tacto por parte de las autoridades reales, enuna lucha desigual entre miliciasnorteamericanas mal equipadas y sin adiestrarcontra el poderoso ejército de Jorge III, que, esosí, contaba con el enorme lastre de dirigir lasoperaciones desde el otro lado del Atlántico, a cincomil kilómetros de distancia. Una guerra que seprolongaría durante ocho años de combates en losque España hizo algo más que suministrarclandestinamente mantas, munición, telas parauniformes y quinina (un demandado remediocontra las fiebres altas) a los revolucionarios…Bastante más.

Capitán general de Venezuela (1777-1782), Luis de Unzagay Amézaga.

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Problemas de salud alejaron a Leyba de lafrontera y de la acción durante tres años, quevivió en Nueva Orleans. Con la Guerra deIndependencia ya en curso, el capitán pasó aejercer el puesto de vicegobernador de la AltaLuisiana desde el 14 de julio de 1778 hasta sumuerte. Guardián y administrador de unterritorio hostil que se extendía desde ladesembocadura del río Ohio hasta el Canadá ydesde las orillas del río Mississippi hasta lasMontañas Rocosas, y donde se requería unamezcla idónea de mano dura y manoizquierda para mantener la paz con losterritorios fronterizos sin perder el respeto delas tribus. En medio del fuego cruzado, más alnorte aún que en Arkansas, la Corona arrojópremeditadamente a un militar con experiencia ymordiente.

La pequeña villa de San Luis de Ilinueses, subase, había sido fundada al calor del lucrativonegocio del comercio de pieles en 1764 y supoblación, de apenas 700 vecinos, estabaformada en su mayoría por criollos franceses.En general, el porcentaje de población españolaera muy bajo en toda la provincia y nunca superóel 15% del total, lo cual complicaba todavía más

el margen de maniobra. No eran los aliados másfiables para ir a la guerra en un lugar tan remotoy tan enclavado en un punto estratégico, ymenos cuando hace pocos años toda laLuisiana había mostrado sus propias ansiasrevolucionarias, pero era lo único con lo queEspaña podía contar para protegerse ante lo queestaba por venir.

Cuando Francia y España, aunque a diferentesritmos, entraron en la Guerra de Independenciaamericana para resarcirse de los golpesanteriores y debilitar a los británicos, De Leybaquedó más expuesto que nadie, en medio delas líneas enemigas con sus hombres y con sumujer y sus dos hijas de corta edad, que leacompañaron a su peligroso destino en un viajede 93 días remontando el río hasta San Luis.Atrincherado, sin refuerzos, en su particular pasode las Termópilas, las órdenes desde NuevaOrleans le reclamaron mantener izada la banderade San Andrés, aspas rojas sobre fondo blanco, atoda costa.

Con la Guerra deIndependencia ya encurso, el capitán pasóa ejercer el puesto devicegobernador de laAlta Luisiana desde el14 de julio de 1778hasta sumuerte.

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El 4 de julio de 1776, los representantes de lasTrece Colonias se reunieron en Filadelfia paradeclarar su independencia respecto aInglaterra, un hecho conocido mundialmentecomo la fundación de Estados Unidos que, sinembargo, enmascaró cuestiones más complejas ycon honda repercusión para España. El documentoque salió de la pluma de Thomas Jefferson era encierto modo, más que una declaración deIndependencia, una de dependencia hacia Franciay España. La nueva república necesitaba deforma desesperada ayuda militar de lasgrandes monarquías europeas para vencer a laspoderosas fuerzas británicas.

Meses antes de aquella declaración de amistad,la Revolución americana agonizaba frente al muy

superior ejército británico. Nueva York habíacaído, Filadelfia estaba en la cuerda floja y lanación de George Washington carecía demarina, de artillería, de preparación militar yhasta de pólvora. «El Ejército no tenía ni cincocartuchos de pólvora por hombre. Todo el mundose preguntaba por qué casi nunca disparábamoslos cañones: no nos los podíamos permitir»,escribió Benjamin Franklin, otro de los líderesrevolucionarios que clamaba por pedir ayuda en elexterior. La respuesta no tardó en llegar. Franciase comprometió pronto a enviar municiones,dinero y suministros a los insurgentes. Luego,se lanzó directa a la yugular británica por todo elglobo.

Carlos III de España se hizo de desear másque Luis XVI de Francia, que solo pensaba envengar las afrentas pasadas sin estimar lasconsecuencias políticas. Alimentar un estadorepublicano en el Nuevo Mundo suponía un riesgomuy evidente para las monarquías y para el futurode las potencias europeas en América. Quienmejor resumió la senda suicida que la viejaFrancia asumió hasta arrojar a sus reyes a laguillotina fue la vizcondesa de Fars-Fausselandryal proclamar:

«La causa americana parecía la nuestra; nosenorgullecíamos de sus victorias, gemíamos consus derrotas, nos apoderábamos de los boletinesy los leíamos en todas nuestras casas. Ningunode nosotros reflexionó en el peligro que el NuevoMundo podía representar para el Viejo».

La revolución americana era, para gente comoel Conde de Floridablanca, un desafío a «lossagrados derechos de todos los soberanos ensus respectivos territorios». A esto se sumaba eltemor a una nueva derrota frente a la escuadrabritánica y el atractivo que podía ofrecer una

EN EL EPICENTRO DE LA GUERRA

Versiónmanuscrita de la Declaración de Independencia de losEstados Unidos. Reproducción del facsímil deWilliam Stone (1823).

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colonos» y, además, le encargó lacorrespondencia secreta con un destacado jeferebelde, George Rogers Clark, al que debíaayudar en todo lo posible y facilitar pólvora yarmas a crédito. El que fuera oficialestadounidense de mayor rango en la frontera delnoroeste comenzó su cruzada contra los británicos

al frente de la milicia de Kentucky (entonces partede Virginia) y se ganó la fama en las célebrescapturas de los fuertes Kaskaskia (1778) yVincennes (1779), que debilitaron de unamanera decisiva la influencia británica en elTerritorio del Noroeste. La munición españolatransportada por el río tuvo mucho que ver con eléxito de Clark, que llegaría a ser el caudillo militarmás fuerte en el lado este del Mississippi y atener bajo su responsabilidad los actualesestados de Illinois, Indiana y Kentucky.

Clark visitó San Luis de Illinois poco despuésde su victoria en Kaskaskia y fue recibido consalvas de artillería por la guarnición española. Elcapitán ceutí organizó cenas y festejos paratreinta cubiertos, con baile y celebración, tras lo

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neutralidad pactada con Londres. A pesar de todo,se abrieron negociaciones de forma discreta conlos líderes rebeldes: el Conde de Aranda en París;John Jay en Madrid y el comerciante Juan Mirallesen La Habana. No hubo un avance decisivo enlas conversaciones hasta la llegada a Españaen 1777 de Arthur Lee, enviado de las TreceColonias, que logró arrancar ayuda indirecta paralos rebeldes en una cumbre al más alto secreto.

El sustituto de Unzaga, su cuñado Don Bernardode Gálvez y Madrid, gobernador interino de laLuisiana en Nueva Orleans, ordenó al capitánFernando de Leyba que le mantuviera informadode «cuantas noticias ocurran en la parte inglesaconcerniente a la guerra de esta potencia con los

Retrato del rey Carlos III de España(Anton Raphael Mengs, circa 1765).

El documento quesalió de la pluma deThomas Jefferson eraen cierto modo, másque una declaraciónde Independencia,una de dependenciahacia Francia yEspaña.

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llegarían los ingleses detrás o, en el peor de loscasos, delante de ellos.

La postura española no tardó mucho más endefinirse. El último escollo para alcanzar uncompromiso formal con el Congreso americano losorteó Carlos III en la primavera de 1779,cuando suscribió la Convención de Aranjuez,que ratificaba la alianza con Francia ycomprometía al Imperio a apoyar con firmezaa los rebeldes. El fracaso de la mediación ofrecidapor España, los beneficios que Francia asegurabaen caso de que entraran los españoles en elconflicto y finalmente una intensa campaña deprensa desde periódicos como El Mercurio enfavor de la beligerancia fueron factores claves paradecantar la balanza. España declaró la guerra aInglaterra el 16 de junio.

El general Washington escribió el 3 deseptiembre al general John Sullivan anunciándoleque la causa rebelde había ganado un importantealiado: «Tengo el placer de informarte que Españaal fin ha tomado una parte decisiva… Se esperaque esta formidable bifurcación de la Casa de losBorbones no falle en establecer la independenciade Norteamérica en corto tiempo». El pulsocontra Inglaterra lo disputó España tanto en elMediterráneo (Gibraltar y Menorca), en elCaribe (Honduras), como en el Golfo deMéxico. La prioridad era, sobre todas las cosas,recuperar el dominio de La Florida, donde Españahabía fundado el primer asentamiento estable poreuropeos en lo que hoy es EE.UU. y del que sehabía visto privado en las mesas de negociación.Todos los movimientos españoles para retomar elterritorio que descubriera para Europa Ponce deLeón fueron dirigidos a conquistar el tramofinal del Mississippi, donde las guarnicionesinglesas (Natchez, Pensacola, Mobile) se habíanhecho fuertes desde 1763.

A la entrada de España en el conflicto,Bernardo de Gálvez realizó varias incursiones

cual alojó en su residencia a los milicianoscon «cuanta decencia me es posible». Elnorteamericano no ahorró elogios por el tratorecibido en esta visita de gala:

«Como nunca había estado antes encompañía de españoles quedé gratamentesorprendido en mis expectativas; porque enlugar de encontrar esa desconfianza tanpeculiar en esta nación, no vi aquí el menorsíntoma; gozar de tanta libertad, casi excesiva,daba el mayor placer…».

En De Leyba encontró a un hombre inteligente,afable y preocupado por la causa estadounidense,incluso más allá de las instrucciones recibidas.Ante el lamentable estado del equipamiento yropa del ejército norteamericano, el españolpermitió que Clark estableciera en San Luis unContinental Store (un Almacén continental)con telas y artículos mandados desde NuevaOrleans, que De Leyba garantizó con su propiocrédito. «Pero qué había yo de hacer... viendo queni aun el jefe principal por cuantos papelesamericanos traía, hallaba una camisa con quecubrir su desnudez, si no es presentarme a susocorro», se justificaría.

«Este caballero se interesa mucho a favor de losEstados, mucho más de lo que habría esperado»,anotó Clark, quien recomendó al español quereforzara sus defensas ante un posible ataquedesde Detroit. Ambos eran conscientes, sinembargo, de que mientras España siguieraoficialmente fuera de la contienda, la llegada acuentagotas de fondos y efectivos iba a hacerimposible una oposición efectiva a los ingleses.De Leyba llegó a desesperarse por lo precariode sus medios y la falta de apoyo de lospobladores de San Luis, que no veían laamenaza tan cercana como para invertir en unfuerte. Lo paradójico del asunto es que si Españaentraba abiertamente en guerra, San Luis y otrosfuertes recibirían refuerzos, sí, pero también

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militares por la orilla izquierda del gran río ydestruyó las fortificaciones británicas. En sumarcha triunfal logró conectar con las fuerzasrebeldes y cerrar pactos con los indios de la zona,aunque a finales de año quedó atascado frente aMobile y Pensacola. Su movimiento hizo trizas losplanes de Lord Germain, secretario de Estado paraAmérica de la Corona británica, que llevaba untiempo ultimando una doble ofensiva parahacerse con el valle del Mississippi desde elsur, con la conquista de Nueva Orleans desdePensacola, y desde el norte valiéndose sobre todode combatientes nativos. Ambos frentes debíanencontrarse posteriormente en Natchez, a unos300 kilómetros aguas arriba de Nueva Orleans,cerrando así una tenaza sobre los españoles.

Con La Florida amenazada por el torrentemalagueño, a los británicos no les quedó másremedio que fiar todo su contraataque al norte,lo que pasaba necesariamente por tomar San Luisy todas las plazas españolas de la Alta Luisiana.La guerra cayó así a principios de 1780 sobrela guarnición del pequeño pueblo,capitaneada por Fernando de Leyba, quesufrió la furia de trescientos soldados ingleses ynovecientos guerreros indios procedentes de losfuertes de Michilimackinac y Detroit, en la regiónde los Grandes Lagos. Los comerciantes de pielesbritánicos y canadienses contrataron losservicios de estos guerreros, en su mayoría Sioux,Chippewa, Menominee, Winnebago Sauk y Fox,bajo la promesa de que tendrían una buena dosisde saqueo. La conquista del pueblo resultabauna prioridad por su situación fluvial comoavituallamiento de las tropas de Washingtony su importancia como puesto de avanzada de laCorona española.

Los británicos suponían que San Luis era unaposición de interior que ofrecería pocaresistencia, porque nadie imaginaba que uncapitán español fuera a mostrarse tantestarudo. El 9 de marzo, De Leyba prometió aGálvez que haría que los británicos no olvidaranel nombre de la villa:

«...aunque lugar abierto y con pocaguarnición ni indios ni ingleses han de tomarposesión del puesto sin que les cueste caro elasunto...».

Bernardo de Gálvez (Mariano Salvador Maella, circa 1783-1784).

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De Leyba no tenía tiempo de cerrar alianzaalguna con las tribus vecinas y no podía contarcon refuerzos desde Nueva Orleans, a más dedos mil kilómetros de distancia. Para mayordificultad, su amigo Clark, que incluso mantuvouna relación amorosa con una pariente suya, seencontraba en ese momento involucrado en unaescaramuza al otro lado del Mississippi y todoslos planes para formar una fuerza conjuntacon el comandante estadounidense de lavecina Cahokia nunca llegaron a concretarse.Solo contaba bajo su mando con veintinuevesoldados y doscientos ochenta y un civiles

armados. Buena parte de esta milicia devoluntarios se nutría de los habitantes de SantaGenoveva, un pueblo agrícola de poblaciónsimilar a San Luis ubicado a cien kilómetrosal sur de este, y de los dispersos cazadores quepoblaban los bosques de Illinois.

Desde la declaración de guerra, el ceutí habíacomprendido lo urgente de su situación y loimportante que era la posición para protegerla retaguardia de La Florida y, a su vez, el crucede caminos de las tropas de George Washington.Los británicos al final tardarían seis semanas en

DOS HORAS ESPARTANAS

Imagen de la ciudad de San Luis y la ribera del Mississippi (1874).

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reunir sus fuerzas y marchar a San Luis, aunqueeso no lo sabía el vicegobernador cuando lellegaron las noticias de un ataque inminente.Empezó a contrarreloj la construcción por sucuenta y riesgo del Fuerte de San Carlos (enhonor a Carlos III) valiéndose de la mano de obrade los soldados y de los criollos franceses, asícomo de fondos aportados de su propio bolsillo.Quería construir cuatro torres de piedra en unacolina al oeste de la ciudad y obtener así la ventajaque proporciona la altura, pero en treinta ynueve días de construcción solo tuvo tiempode terminar una torre y parte de una segundaantes de que llegaran los británicos deseosos derecuperar el control del Mississippi.

El capitán español hizo traer cinco cañones debronce de un viejo fuerte en la desembocadura delMisuri. En la torre cilíndrica de unos diez metrosde altura colocó los cañones (se supone que teníaalgunos más que los cinco traídos) y situó algrueso de sus fuerzas detrás de dos líneas detrincheras levantadas en los extremos de lafortaleza inacabada, que se extendía a lo largo delas fronteras sur y norte de la ciudad, mientras quelas mujeres y los niños se hicieron encerrar en lacasa del comandante bajo la defensa del tenienteFrancisco Cartabona y 20 hombres. No así unamujer guerrera llamada Madame Rigaucheque, enfundada en la casaca de su maridomiliciano y con sus armas, se colocó en laprimera línea de batalla.

Las tropas británicas encabezadas por EmanuelHesse, un antiguo oficial del ejército británicooriundo de Pensilvania, bajaron río abajo yaparecieron precedidas de sus guerreros indios enSan Luis el 26 de mayo de 1780. «¡A las armas, alas armas!», gritó un paisano dando la voz dealerta al mediodía de ese día. La primeraacometida se produjo en la parte norte delasentamiento, que parecía indefensa, pero prontodescubrieron los británicos que la posición seencontraba bien fortificada. Desde la torre dondese elevó el propio De Leyba, los cañones dieron

una atronadora bienvenida a los atacantes y tantola tropa como los paisanos mostraron el «másbizarro espíritu, pidiendo con insistencia quese les permitiese hacer una salida» contra«aquella gruesa partida de hombres inhumanos»,como así informó la Gazeta de Madrid el 16 defebrero del año siguiente. Los 150 mosquetes

colocados en las trincheras repelieron unosataques que, de haber tenido éxito, podríanhaber cambiado el curso de la historiaestadounidense. En dos horas se fraguó laderrota británica.

Por momentos, la mayor preocupación delespañol fue contener el contragolpe de losdefensores, animados por la escabechina ytambién enaltecidos ante las mutilaciones queestaban sufriendo sus compañeros cuandocaían prisioneros a manos de los guerreros

Desde la declaraciónde guerra, el ceutíhabía comprendido lourgente de susituación y loimportante que era laposición paraproteger laretaguardia de LaFlorida y, a su vez, elcruce de caminos delas tropas de GeorgeWashington.

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indios, que solían valerse de esta estrategia comoardil para sacar a sus oponentes a terreno abierto.La masa de indios atacaba en líneas desordenadasy, a la orden de su caudillo, se dispersaba parareagruparse, como una bandada de pájaros enmigración, y lanzarse otra vez contra los flancosenemigos. Sin embargo, los asaltos solíancarecer de profundidad y de obstinación,porque los indios eran reticentes a culminarun ataque si no veían clara la victoria.Preferían mejor tender trampas y forzar señuelos.

Las mutilaciones eran una parte fundamentalde su estrategia de terror. Fernando de Leybareflejó en uno de los informes a Gálvez laforma salvaje de luchar de los nativos:

«¡Ay mi gobernador! Tu corazón paternohabría derramado lágrimas si hubiera sidocapaz de ver con tus propios ojos unespectáculo tan emocional. Fue una afliccióny consternación general, para ver estoscadáveres pobres cortados en trozos, susentrañas (extraídas), sus extremidades, lacabeza, los brazos y las piernas dispersos portodo el campo, fue un horrible espectáculo, migeneral al detallar esto a usted, me encuentromuy triste, con gran dolor».

Los oficiales británicos no esperaban encontrarninguna oposición más allá de cuatro labriegosmal armados y, cuando no habían hecho más quearrancar, vieron su expedición deshilacharse.Toda la campaña en el valle del Mississippi sedisolvió en desorden, y las tropas indias sedirigieron a casa por su cuenta. Una de lasconsecuencias a largo plazo de este y otros revesessimilares fue la pérdida de prestigio de losbritánicos entre las tribus, cada vez más reacias acooperar en las operaciones contra los rebeldes ylos rocosos españoles.

Antes de retirarse, los británicos y sus aliadosarrasaron con frustración las granjas de alrededor

en busca de alguna rentabilidad que justificara laofensiva. El balance final dejó 21 muertos ydecenas de heridos y cautivos en San Luis,especialmente a costa de los aldeanos atrapadosfuera del área fortificada. Las epidemias, quesiempre van a la zaga de los sitios en la historia,también causaron un reguero indeterminado defallecidos cuando los disparos habían cesado.Pocas semanas después de que los británicosabandonaran la región, Fernando de Leybainformó el 20 de junio a Gálvez de que padecíaprobablemente de malaria («la maladie»), yque dejaba a Cartabona a cargo de San Luis ante elprevisible empeoramiento de la enfermedad. Enuna suerte de Cid Campeador moderno,Fernando de Leyba estuvo enfermo desde elprincipio de los combates y, aunque debió sertrasladado de un lado a otro en una silla de manos,no abandonó la atalaya. El ceutí murió el 28 dejunio siendo enterrado el mismo día, frente alaltar de la iglesia parroquial de la ciudad por unmonje capuchino llamado Bernad:

«En el año 1780, el 28 de junio, yo F. Bernadmonje capuchino y misionero apostólico, cura deSan Luis, condado de Ilinueses, provincia deLuisiana, obispado de Cuba, he enterrado enesta iglesia, inmediatamente opuesto a labalaustrada de la derecha, el cuerpo de donFernando de Leyba, capitán de infantería delbatallón de la Luisiana, y comandante de estepuesto, habiendo recibido todos los sacramentosde nuestra Madre, la Santa Iglesia».

La esposa de De Leyba fallecería «demelancolía» en esas mismas fechas y fue tambiénenterrada en esta parroquia. Con más deudas yreconocimientos que dinero contante y sonante,las hijas del matrimonio terminaron acogidasen un convento malagueño, donde fueronsostenidas con limosnas y caridad.

Sin saber aún que había fallecido, el reyconcedió en premio de «la vigorosa defensa» que

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hicieron el capitán Fernando de Leyba, de 45 años,y el teniente Francisco Cartabona al primero elgrado de teniente coronel, y al segundo el decapitán. No era para menos, la victoriaespañola sobre una fuerza tan superior fueclave para mantener el suministro de armas,municiones y otros bienes a los rebeldes através del gran río y para frustrar toda la ofensiva.Primero Gálvez en el sur y luego De Leyba en elnorte, los españoles habían desbaratado singrandes esfuerzos los planes que los británicoshabían trazado durante años para desalojar a losespañoles del Mississippi.

A la pregunta de cómo un ejército tan grandepudo sucumbir frente a uno tan pequeño, eldoctor en Historia Gonzalo M. Quintero Saraviaapunta en su reciente biografía dedicada a Gálvezque la clave pudo estar en «la cohesión ydisciplina mostradas por las tropas españolas

que supieron hacer buen uso de su escasaartillería, mientras que los asaltantes se lanzaronal ataque de manera totalmente descoordinada».

Estos «lobos hambrientos», como definió elcontador Martín Navarro a los indígenas, erantemidos en campo abierto debido a lo imprevisiblede sus tácticas de guerrilla y a los horrores quecometían sobre sus enemigos, pero se mostrabanincapaces de tomar parte en un asedioordenado contra tropas bien adiestradas yparapetadas tras una empalizada. Lejos deformar un único ejército, los indios compitieronentre sí, entre tribus y entre guerreros, para atacarcomo un relámpago el fuerte en pequeñasincursiones, aparentemente más preocupadaspor demostrar la valentía personal que enseguir las órdenes británicas. El impulso bélicoinicial dejó paso con el transcurso de los minutosa la frustración y luego a la desmoralización deindios y casacas rojas.

Mural de la batalla de San Luis en el Capitolio del Estado deMissouri.

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El conflicto que dio lugar a la independencia delas Trece Colonias -país que España se resistió hastael último momento a reconocer- concluyó con unéxito sin igual para Carlos III. Un año después delinfructuoso ataque a San Luis, Gálvez asaltó laplaza de Pensacola, cuyo control puso La Floridaa sus pies, ymantuvo con susmaniobras ocupadas alas tropas británicas cuando más necesitaban cadahombre y cada gramo de pólvora en la determinantebatalla de Yorktown, que selló la derrota británica enla contienda. Además, el general Juan ManuelCagigal conquistó la isla de Nueva Providencia,estimada como una posición clave para losbritánicos a las puertas de las 13 Colonias, en mayode 1782.

De pocas guerras España sacó tanto a tan bajoprecio. El avance por La Florida del gobernadorde la Luisiana, la resistencia espartana de SanLuis y una expedición posterior de unos 140soldados españoles que se aventuró desde San Luiscientos de kilómetros al noreste y llegó a plantar enpleno invierno la bandera patria en el lejano fuertebritánico en Saint Joseph, a orillas del lagoMichigan,entre otras acciones destacadas, situaron alImperio español en una posición ventajosa enNorteamérica que el Conde de Aranda nodesaprovechó en las mesas de diplomacia de París.

Por lo firmado en septiembre de 1783, Españarecuperó varias plazas en América Central, LaFlorida y Menorca, reconquistada esta última enun rápido golpe demano.

El punto más agridulce de la guerra, aparte de laimposibilidad de tomar Gibraltar, fue habercontribuido a insuflar vida a un giganterepublicano y hostil a la presencia europea, losfuturos Estados Unidos, apuntando al costado dela América española. Solo unas décadas después, elinfluyente historiador estadounidense GeorgeBancroft, con su obra ‘History of the United States ofAmerica’, borró por completo la contribución deesa nación monárquica y católica a laindependencia de su país e incluso demonizó susacciones. El hermano de armas, católico,monárquico y formal, había pasado a ser Caín.Nombres como el de Gálvez o De Leybaquedaron sepultados por el olvido. El nacional yel extranjero.

Si bien la campaña de Gálvez en La Florida ha sidorecuperada para el gran público en fechas recientes,no ocurre lo mismo con las acciones más al norte,incluso en el medio oeste americano, que siguen enun terreno plagado de neblina. A la muerte de DeLeyba, los criollos franceses promovieron unacampaña de desprestigio contra el ceutíacusándolo de no haber hecho lo suficiente parasalvar de la rapiña india a los dueños de las tierrasque se extendían lejos del fuerte. Cuando la milicialocal trató de organizar una salida para perseguira los atacantes y expulsar a los guerreros indios,De Leyba se opuso ante el temor a que losbritánicos aprovecharan para contraatacar. Elceutí ordenó a la gente del pueblo que se quedara enel área fortificada hasta que los nativos atacantes,que él llamaba «bárbaros animados por los ingleses»,finalmente se rindieran.

HERMANOS DE ARMAS

Isla de Nueva Providencia, Bahamas.

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Estatua de Bernardo de Gálvez enWashington, D.C.

La actitud prudente de los españoles les valió sercaricaturizados en un poema satírico titulado«Chanson de L'Année du Coup» («Balada del año dela sorpresa»), supuestamente compuesto por elcomerciante de pieles Jean Baptiste Truteau. Enel texto, un mensajero le cuenta al gobernador de

Nueva Orleans lo ocurrido en San Luis y el por quéhabía sido imposible perseguir a las fuerzas indias:

"Pero, por orden, se nos prohibióPara salir de la trinchera donde se escondíannuestras filas.El gobernador responde, en el poema, con sornaal mensajero:¿Qué hicieron ellos entonces, pues?¿Les faltaron a todos los hombres sus almas?¡Qué, no teníais al gran Leyba!Dónde estaba el famoso Cartabona;¡Tu comandante! Dónde estaba él también"

Los criollos propagaron la mentira de que DeLeyba se había dedicado a disparar a los aldeanosque no habían obedecido sus órdenes depermanecer en el fuerte.Algunos dijeron inclusoque los ingleses habían sobornado al ceutípara no salir y que Cartabona se había escondidoen un desván durante todos los combates.

Basta leer la correspondencia de los mandosespañoles para comprender lo injusto de lascríticas contra el capitán, cuya únicapreocupación era el bienestar de los pobladores deSan Luis. En una carta que envió a Gálvez el 8 dejunio, De Leyba detalló sus esfuerzos paraevitar que los locales cargaran con el esfuerzoeconómico de la defensa de la villa:

«He colectado 1.000 piastras. De estacantidad he puesto 400 de mi propio bolsillopara aligerar la carga de esta pobre gente. Mispropios medios no me permiten hacer esfuerzomayor porque tengo dos hijas. Estas buenasgentes se han consumido y han hecho loimposible para conseguir ellos las 600 piastras yademás de cerca de 400 jornadas de trabajo».

La versión deformada que dieron los críticos deDe Leyba caló en algunos historiadoresdecimonónicos, poco o nada interesados endestacar la presencia española en la zona, lo

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que fue desdibujando con los años la importanciade la defensa de San Luis y, al igual que Gálvez, suenorme aportación a favor de la causa de GeorgeWashington. Una de las pocas excepciones aeste olvido está en la ciudad de San Luis,donde existe una asociación llamada Fernandode Leyba / St. Charles. MISSOURI, que cada añoconmemora la fecha de la victoria de San Luis conla lectura de los nombres de las personas queperdieron la vida en la batalla. Una pequeña placaen la ciudad, situada en la esquina de SouthBroadway y Walnut Street, señala el lugar en elque ocurrieron los hechos históricos:

«Cerca de este lugar se encontraba el FuerteSan Carlos erigido en 1780. Fue atacado el 28 demayo de 1780 por los británicos y los indios ydefendido con éxito por la guarnición españolaal mando del capitán Fernando de Leyba. Estavictoria impidió que Gran Bretaña tomara el

control del Valle del Mississippi en los últimosaños de la Guerra de Independencia de losEstados Unidos».

El fuerte San Carlos, cuya ubicación exacta sesituaría hoy en algún punto indeterminado delcentro de la ciudad, junto al complejo deportivode los St. Louis Cardinals de béisbol, continuó suconstrucción tras la muerte de De Leyba. El nuevoteniente del gobernador, Francisco ZavierCruzat, empleó los generosos fondos que envióla Corona tras el ataque para completar lafortaleza con empalizadas, bastiones y muros.De su mano, las milicias españolas realizaronvarios contraataques por los ríos. El fuerte seríademolido en 1818 para dar paso a la renovaciónurbana de la ciudad. Varios arqueólogos localeshan defendido que se podrían encontrar restosdel fuerte debajo de lo que actualmente es elestadio de los Cardinals. La batalla se recuerdatambién en un diorama situado en el Capitolio delEstado de Misuri.

En Ceuta, por su parte, son muchos losesfuerzos recientes por reivindicar la figura de suilustre paisano. En marzo de 2019, el Castillo delDesnarigado albergó un homenaje al capitánpor parte de la Asociación Fernando de Leybade Ceuta, el Centro de Historia y CulturaMilitar de Ceuta y la Comandancia General deCeuta al que asistieron entre otras autoridades ygrupos, aparte de una representación de unidadesde la Legión y de Regulares, la Asociación de lasHijas de la Revolución Americana en España(NSDAR-España), la Asociación de los Hijos de laRevolución Americana en España (Spain SAR) y elpresidente de la Ciudad Autónoma. Durante elacto se reveló un monumento en forma deplaca de bronce sobre un monolito querepresenta a los EE.UU. en construcción, con labandera de las Trece Colonias emergiendo de latierra. El escritor y policía Cristóbal Tejón publicóen 2018 una novela protagonizada por el ceutíbajo el título ‘La llave olvidada’.

El punto másagridulce de la guerra,aparte de laimposibilidad detomar Gibraltar, fuehaber contribuido ainsuflar vida a ungigante republicano yhostil a la presenciaeuropea, los futurosEstados Unidos,apuntando al costadode la Américaespañola.

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La historia española de la Luisiana, y con ellala de San Luis, llegó a su fin a principios del sigloXIX. El avance imparable de los colonosestadounidenses por las tierras de la Coronaespañola obligó a Carlos IV a crear áreascontroladas, como el entorno de Natchez yNueva Madrid, donde se permitió que seestablecieran muchos de estos habitantes bajo laobligación de jurar lealtad a España. Algunosfuncionarios destacados, como el barón deCarondelet, nuevo gobernador general de laprovincia, advirtieron sobre el riesgo de que

estas medidas permitieran conquistar lastierras españolas «sin desenvainar laespada». A ello se añadía la falta de ganas de losgobernantes estadounidenses de aclarar con laCorona española los siempre imprecisos límitesde la frontera. Sabían bien que el tiempo jugabaa su favor y que, como finalmente ocurrió, lapolítica de los hechos consumados terminaríapor reconocerles como suyos la mayoría deterritorios adyacentes a la Luisiana y a LaFlorida.

EL FINAL DE LA LUISIANA ESPAÑOLA

Mapa de las costas de Luisiana y Florida (1764).

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Así ocurrió en 1795, con la firma del Tratadode San Lorenzo de El Escorial donde el reyrenunció a amplios terrenos como Ohio y lafranja de 160 kilómetros río abajo del Yazzo, quesobre el terreno estaba ya bajo controlrepublicano. Los grandes perjudicados de estasconcesiones fueron las tribus del surestealiadas con España por el Tratado de Nogales,que habían cerrado en 1793 un pacto ofensivo-defensivo para «contribuir a salvaguardar deldominio de España en todas las provincias deLuisiana y de las dos Floridas» y donde lasnaciones indias nombraban al rey de Españacomo mediador con Estados Unidos para elarreglo de los límites de dichas naciones. Laalianza quedó en papel mojado en elmomento en el que gran parte de las tribuscayeron bajo la zona estadounidense. En lossiguientes años, los nativos sufrirían el despojode sus tierras y se verían condenados atrasladarse al oeste, más allá del Mississippi, enlo que fue la primera etapa de un largo éxodo.

En 1798, España revocó el derecho deEstados Unidos para viajar a través del ríoMississippi y para utilizar el puerto de NuevaOrleans en sus tratos comerciales. Con lasrelaciones entre ambas naciones subiendo detemperatura, muchas voces en Madrid semostraban partidarias de retrasar las fronteras aunos límites que fueran más fáciles de defender,pensando en concentrar los esfuerzos bélicosen torno a los ricos yacimientos mineros delnorte de Nueva España. La ocasión de librarsede unos territorios que garantizaban una guerracontra Washington tarde o temprano vino de lamano de aquel encantador de serpientes llamadoNapoleón Bonaparte.

Retrato de Napoleón (Jacques-Louis David, 1812).

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Como contrapartida por ciertas concesiones enel centro de Italia, Carlos IV cedió en secreto laLuisiana a Napoleón, quien no tardó ni dosaños en vendérselo a Estados Unidos por unadiminuta cantidad que fue directamente asufragar sus guerras en Europa. La cifra fue de 15millones de dólares, luego elevados a 23 por losintereses, y toda la operación se hizo de espaldasa España, que por razones obvias tenía derechopreferente de compra. Aprovechando que loslímites de la Luisiana nunca habían sidoconcretados, EE.UU. se valió del traspaso depoderes para medrar terreno en todas lasdirecciones, lo que incluyó Texas y el oeste deFlorida. En marzo de 1804, los francesesescenificaron la transferencia del territorio a lasnuevas autoridades en una ceremonia en SanLuis.

Aprovechando quelos límites de laLuisiana nuncahabían sidoconcretados, EE.UU.se valió del traspasode poderes paramedrar terreno entodas las direcciones,lo que incluyó Texas yel oeste de Florida.

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BIBLIOGRAFÍA

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• Bernardo de Gálvez: Un héroe español en la Guerra de Independencia americana. Alianza. 2021.Gonzalo María Quintero.

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• La olvidada batalla en que España defendió Misuri con 300 hombres del cruel ataque británico.Artículo de prensa de Manuel Trillo consultado el 6-04-21 en la edición digital de ABC: https://www.abc.es/cultura/abci-olvidada-batalla-espana-defendio-misuri-300-hombres-cruel-ataque-britanico-201805260026_noticia.html

• Fernando de Leyba Vizcaigaña (1734-1780). Artículo de prensa de Luis Mauricio consultado el 6-04-21 en El Pueblo de Ceuta: https://elpueblodeceuta.es/art/13593/fernando-de-leyba-vizcaigana-1734-1780-

• St. Louis: An Informal History of the City and Its People, 1764-1865, por Charles Van Ravenswaay.

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César Cervera Moreno (Candeleda, Ávila, 1988) eslicenciado por la Universidad Complutense y tiene unMáster en periodismo escrito por ABC. Ha publicadocuatro libros de divulgaciónhistórica,“LosAustrias,elImperio de los Chiflados”, “Superhéroes del Imperio”,"Los Borbones y sus locuras", editados por La Esferade los Libros, y “Historia de España sin mitos nitópicos», Penguin Random House. Actualmente,trabaja como redactor de la sección de Historia deldiario ABC y está especializado en contenidosculturales. Colabora con artículos de opinión en ElDebate de Hoy, y ha impartido distintas conferenciassobre Isabel la Católica, la persecución de brujas enEspaña y otros temas relacionados con la historia delos siglos XVI y XVII. Además, es fundador yadministrador de la webwww.unapicaenflandes.es

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