fray raniero cantalamessa ofmcap - una catequesis mistagogica sobre la misa

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  • 8/7/2019 Fray Raniero Cantalamessa OFMCap - Una Catequesis Mistagogica sobre La Misa

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    UNA CATEQUESIS MISTAGGICA SOBRE LA MISARaniero Cantalamessa

    El modo ms simple y directo para ilustrar el misterio eucarstico es comprender laMisa en la que es celebrado y vivido. Por tanto, seguiremos este camino. En laantigedad cristiana exista un tipo de catequesis especial llamada catequesismistaggica. A diferencia de la catequesis ordinaria, era impartida despus, noantes del bautismo, por el obispo mismo y no por subalternos. Su objetivo, comodice el nombre, era introducir a los fieles en las profundidades del misterio.

    Era el momento en que se revelaban a los nefitos los misterios ms sagrados, quese haban tenido escondidos hasta ese momento, en razn de la disciplina delarcano, para evitar toda profanacin posible. La Eucarista era el centro y elcorazn de la catequesis mistaggica. Basta leer las catequesis mistaggicas de sanCirilo de Jerusaln para darse cuenta de la solemnidad y del clima espiritual que serespiraban en dichos momentos.Querra renovar, al menos en parte, esa experiencia. Para nosotros la Eucarista noes algo nuevo a descubrir, es algo antiguo y familiar, pero, precisamente por esto,quiz necesitada de ser rescatada de la costumbre. Uno de los fines que Juan PabloII, en su carta apostlica, asignaba al ao eucarstico del 2004, era el de resucitarel estupor eucarstico, es decir, la capacidad de asombrarse nuevamente ante laenormidad (as la define Claudel) que es la Eucarista.

    La Misa est compuesta de tres momentos esenciales: la liturgia de la palabra, laliturgia eucarstica y la comunin. Reflexionaremos sobre cada una de estas trespartes.

    1. La Liturgia de la palabra

    1.1. Una mirada a la historia

    En los comienzos de la Iglesia la liturgia de la palabra estaba separada de la liturgiaeucarstica. Los discpulos participaban en el culto del templo. All escuchaban lalectura de la Biblia, recitaban los salmos y las oraciones junto con los demshebreos; luego se reunan aparte en sus casas para partir el pan, es decir,celebrar la Eucarista (Hech 2, 43). Muy pronto esta praxis se hizo imposible tantopor la hostilidad respecto de ellos por parte de la comunidad hebrea, como porquelas Escrituras haban adquirido ya para ellos un sentido nuevo, orientado todo haciaCristo.

    Fue as como la escucha de la Escritura se traslad del templo o de la sinagoga alos lugares de culto cristiano, convirtindose en la actual liturgia de la palabra queprecede a la plegaria eucarstica. San Justino, en el siglo II, da una descripcin dela celebracin eucarstica en la que ya estn presentes todos los elementosesenciales de la actual Misa. No slo la liturgia de la palabra es parte integrante deella, sino que a las lecturas del Antiguo Testamento se acercan en ese momentolas memorias de los apstoles, es decir, los evangelios y las cartas, prcticamenteel Nuevo Testamento

    1.2 Presencia del acontecimiento en la Palabra

    Escuchadas en la liturgia, las lecturas bblicas adquieren un sentido nuevo y msfuerte que cuando son ledas en otros contextos. No tiene tanto el objetivo deconocer mejor la Biblia, cuanto el de reconocer a quin se hace presente el la

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    fraccin del pan, el de iluminar cada vez un aspecto del misterio que se va a recibir.Esto es lo que se ve en el episodio de los dos discpulos de Emas: escuchando laexplicacin de las Escrituras, el corazn de los discpulos comenz a ablandarse demodo que luego fueron capaces de reconocerlo en la fraccin del pan.

    En la misa, las palabras y los episodios de la Biblia no son solamente narrados, sinorevividos: la memoria se hace realidad y presencia. Lo que sucedi en aqueltiempo, tiene lugar en este tiempo, hoy (hodie), como le gusta expresarse a laliturgia. Nosotros no slo somos oyentes de la palabra, sino interlocutores y actoresen ella. A nosotros, all presentes, se nos dirige la palabra; somos llamados aasumir el puesto de los personajes evocados.

    Algunos ejemplos ayudarn a entender. En la primera lectura, se lee el episodio deDios que habla a Moiss desde la zarza ardiente: en la Misa, nosotros estamos antela verdadera zarza ardiente.... De Isaas se lee que recibe en los labios el carbnardiente que le purifica para la misin: nosotros vamos a recibir en los labios elverdadero carbn ardiente, el que ha venido a traer fuego a tierra... Ezequiel esinvitado a comer el rollo de los orculos profticos y nosotros nos disponemos a

    comer a quien es la palabra misma hecha carne y hecha pan...La cosa se hace todava ms clara en el momento en el que del Antiguo Testamentopasamos al Nuevo, de la primera lectura al texto evanglico.. La mujer que sufrahemorragias est segura de que ser curada si logra tocar el borde del manto deJess: Qu decir de nosotros que vamos a tocar mucho ms que el borde de sumanto? Escuchaba yo una vez en el evangelio el episodio de Zaqueo y fui tocadopor su actualidad. Yo era Zaqueo; a m se dirgan las palabras: Hoy deboalojarme en tu casa; de m, tras haber recibido la comunin, se poda decir contoda verdad: Ha ido a alojarse a casa de un pecador! Y era a m a quien Jessdeca: Hoy ha llegado la salvacin a esta casa.

    Lo mismo se puede decir de cualquier otro episodio evanglico. En el domingo II delTiempo Ordinario de este ao se lea en la misa el evangelio de las bodas de Can.Con claridad extraordinaria se me pareci cmo en la Misa se renueva el milagro deCan. El dicono que llena los tres clices era uno de los servidores que llenabanlas tinajas de agua. En el momento de la consagracin sent que estaba asistiendoal milagro del agua que se converta en vino. En la comunin, como uno de losinvitados, era consciente de que saboreaba el vino mejor. Y no se trataba de unaaplicacin arbitraria, porque se sabe que el simbolismo eucarstico est dentro delrelato evanglico de Can.

    No slo los hechos, sino tambin las palabras del evangelio escuchadas en la Misa,adquieren un sentido nuevo y ms fuerte. Un da de verano, me encontrabacelebrando la Misa en un pequeo monasterio de clausura. Como texto evanglico

    tenamos Mateo 12. No olvidar nunca la impresin que me hicieron las palabras deJess: Aqu ahora hay uno que es ms que Jons..., Aqu ahora hay uno que esms que Salomn. Entenda que aquellos dos adverbios ahora y aqu significaban verdaderamente ahora y aqu, es decir, en ese momento y en eselugar, no slo en el tiempo en el que Jess estuvo en la tierra hace tantos siglos.

    Tuve un escalofro que me sacudi de mi sopor: all, delante de m, haba, portanto, uno que era ms que Jons, ms que Salomn, ms que Abraham, ms queMoiss: Estaba el Hijo de Dios vivo y verdadero Desde ese da de verano, esaspalabras se me han hecho queridas y familiares de modo nuevo. A menudo, en laMisa, en el momento en que hago la genuflexin y me levanto tras la consagracin,me viene repetir en mi interior: Aqu hay uno que es ms que Salomn! Aqu hayuno que es ms que Jons!.

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    2. La consagracin

    Pasamos ahora a explicar el segundo momento de la misa, la liturgia eucarstica.Jess, despus de haber partido el pan y mientras lo daba a sus discpulos, dijo:Tomad, comed, ste es mi cuerpo que es entregado por vosotros (Mt 26, 26; Lc 22,19). Quiero contar, a propsito de esto, mi pequea experiencia, es decir cmollegu a descubrir la dimensin eclesial y personal de la consagracin eucarstica.2.1. Tomad, comed: esto es mi cuerpo

    Desde mi ordenacin yo viva de este modo el momento de la consagracin en lasanta misa: cerraba los ojos, inclinaba la cabeza, trataba de aislarme de todoaquello que me rodeaba para ensimismarme slo en Jess que, en el cenculo,antes de morir, pronunci por primera vez aquellas palabras: Tomad, comed... Lamisma liturgia favoreca este comportamiento, haciendo pronunciar las palabras dela consagracin en voz baja y en latn, inclinados sobre las especies, revueltos haciael retablo y no hacia la asamblea.

    Despus, un da me di cuenta de que tal comportamiento, por s solo, no expresabatodo el significado de mi participacin en la consagracin. Aquel Jess del cenculoya no existe!, ahora existe el Jess resucitado; para ser exactos, el Jess que habamuerto y que ahora vive para siempre (cfr. Ap 1, 18). Y este Jess es el Cristototal, Cabeza y cuerpo inseparablemente unidos. As pues, si este Cristo total es elque pronuncia las palabras de la consagracin, tambin yo las pronuncio con l. Enel gran Yo de la Cabeza, se esconde el pequeo yo del cuerpo que es la Iglesia.Est tambin mi pequesimo yo y tambin l dice a quien est delante: Tomad ycomed todos de l, porque esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros.

    Desde el da en que comprend esto, ya no cierro los ojos en el momento de laconsagracin, sino que miro a los hermanos que tengo delante o, si celebro solo,pienso en aquellos que encontrar durante el resto de la jornada y a los que tendr

    que dedicar mi tiempo, o pienso incluso en toda la Iglesia y, dirigido a ellos, digocomo Jess: Tomad, comed, esto es mi cuerpo.

    Algunas palabras de san Agustn, se encargaron ms tarde de despejar cualquierduda sobre esta intuicin ma, hacindome ver que esta actitud perteneca a ladoctrina ms sana de la tradicin: En el sacramento del altar se le muestra que,ofreciendo a Dios la oblacin, la Iglesia se ofrece a s misma (in ea re quam offert,ipsa offertur) .

    2.2. Una parbola moderna

    Por lo tanto, todo es transparente y seguro en esta visin de la consagracineucarstica. Hay dos cuerpos de Cristo en el altar: est su cuerpo real (el cuerponacido de Mara Virgen, resucitado y ascendido al cielo) y est su cuerpo msticoque es la Iglesia. Pues bien, en el altar est presente realmente su cuerpo real, yest presente msticamente su cuerpo mstico, donde msticamente significa: envirtud de su inseparable unin con la Cabeza. No hay ninguna confusin entre lasdos presencias que son bien distintas, pero tampoco hay divisin alguna.

    Nuestra ofrenda y la ofrenda de la Iglesia no sera nada sin la de Jess; no sera nisanta ni agradable a Dios, porque slo somos criaturas pecadoras. Pero la ofrendade Jess, sin la de la Iglesia que es su cuerpo, no sera suficiente (no serasuficiente, claro est, para la redencin pasiva, es decir, para recibir la salvacin;pero s lo sera para la redencin activa, es decir, para procurar la salvacin);estoes tan verdadero que la Iglesia puede decir con san Pablo: Completo en mi carne lo

    que falta a las tribulaciones de Cristo (cfr. Col 1, 24).

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    Y puesto que hay dos ofrendas y dos dones en el altar el que se debetransformar en el cuerpo y la sangre de Cristo (el pan y el vino) y el que se debetransformar en el cuerpo mstico de Cristo, hay tambin dos epclesis en lamisa, es decir, hay dos invocaciones del Espritu Santo. En la primera se dice: Poreso, Seor, te suplicamos que santifiques por el mismo Espritu estos dones quehemos separado para ti, de manera que sean cuerpo y sangre de Jesucristo; en lasegunda, que se recita despus de la consagracin, se dice: Y llenos de su EsprituSanto, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espritu. Que l (el Espritu)nos transforme en ofrenda permanente.

    Jess explicaba las cosas del reino con parbolas: adoptemos por una vez sumtodo y tratemos de entender, con la ayuda de una parbola moderna, lo quesucede en la celebracin eucarstica. En una gran hacienda haba un dependienteque amaba y admiraba desmesuradamente al dueo de la empresa. Por sucumpleaos quiso hacerle un regalo. Pero antes de presentrselo pidi en secreto atodos sus colegas que pusieran su firma en el regalo. Por tanto, lleg a manos deldueo como el regalo indistinto de todos sus dependientes y como un signo deestima y de amor de todos ellos, pero, en realidad, slo uno haba pagado el precio

    del mismo.No es exactamente lo que sucede en el sacrificio eucarstico? Jess admira y amailimitadamente al Padre celestial. Quiere hacerle cada da, hasta el fin del mundo, elregalo ms precioso que se pueda pensar: el de su misma vida. En la Misa invita atodos sus hermanos para que pongan su firma en el regalo, de modo que llega aDios Padre como el regalo indistinto de todos sus hijos: el sacrificio mo y vuestro,lo llama el sacerdote en el Orate fratres (Orad hermanos). Pero, en realidad,sabemos que slo uno ha pagado el precio de dicho regalo. Y qu precio!

    Nuestra firma son las pocas gotas de agua que se mezclan con el vino en el cliz,como explica la oracin que acompaa el gesto: El agua unida al vino sea signo denuestra participacin en la vida divina de quien ha querido compartir nuestracondicin humana. Nuestra firma es, sobre todo, ese Amn solemne que la liturgiahace que pronuncie toda la asamblea como final de la Plegaria eucarstica: PorCristo, con l y en l, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espritu Santo,todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amn! Es como quien dijera:Me uno a lo que se ha hecho y dicho, lo suscribo a todo.

    Ahora sabemos cmo la eucarista hace la Iglesia: la eucarista hace la Iglesia,haciendo de la Iglesia una eucarista. La eucarista no es slo, genricamente, lafuente o la causa de la santidad de la Iglesia; es tambin su forma, es decir sumodelo. La santidad del cristiano debe realizarse segn la forma de la eucarista;debe ser una santidad eucarstica. El cristiano no puede limitarse a celebrar laeucarista, debe ser eucarista con Jess.

    2.3. Qu significan cuerpo y sangre

    Ahora podemos sacar las consecuencias prcticas de esta doctrina para nuestravida cotidiana. Si en la consagracin somos tambin nosotros los que decimos,dirigindonos a los hermanos, Tomad, comed, esto es mi cuerpo; tomad, bebed,sta es mi sangre, debemos saber qu significan cuerpo y sangre para saber loque ofrecemos.

    Qu quera darnos Jess, con aquellas palabras de la ltima cena: Esto es micuerpo? La palabra cuerpo no indica, en la Biblia, un componente o una parte delhombre que, unida a los otros componentes, que son el alma y el espritu, formanel hombre completo. En el lenguaje bblico, y por lo tanto en el lenguaje de Jess yen el de Pablo, cuerpo designa al hombre entero, al hombre en su totalidad yunidad; designa al hombre en cuanto que vive en una condicin corprea y mortal.

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    Cuerpo indica, pues, toda la vida. Jess, al instituir la eucarista, nos ha dejadocomo don toda su vida, desde el primer instante de la encarnacin hasta el ltimomomento, con todo lo que concretamente haba llenado dicha vida: silencio,sudores, fatigas, oracin, luchas, humillaciones...

    Despus Jess dice tambin: sta es mi sangre. Qu aade con la palabrasangre, si con su cuerpo ya nos ha dado toda su vida? Aade la muerte! Despusde habernos dado la vida, nos da tambin la parte ms preciosa de sta: sumuerte. El trmino sangre en la Biblia no indica una parte del cuerpo, es decir, nose refiere a una parte del hombre; este trmino indica ms bien un acontecimiento:la muerte. Si la sangre es la sede de la vida (esto es lo que se crea entonces), suderramamiento es el signo plstico de la muerte.

    Ahora, descendiendo a cada uno de nosotros, podemos preguntarnos quofrecemos al entregar nuestro cuerpo y nuestra sangre junto con Jess en la misa.Ofrecemos tambin nosotros lo mismo que ofreci Jesucristo, nuestro Seor: lavida y la muerte. Con la palabra cuerpo, damos todo aquello que constituye lavida que llevamos a cabo en este cuerpo: tiempo, salud, energas, capacidades,

    afecto, quiz esa sonrisa que slo un espritu que vive en un cuerpo puede ofrecery que es, a veces, algo extraordinario.

    Con la palabra sangre, expresamos tambin nosotros la ofrenda de nuestramuerte; pero no necesariamente la muerte definitiva, el martirio por Cristo o porlos hermanos. Es muerte todo aquello que en nosotros, desde ahora, prepara yanticipa la muerte: humillaciones, fracasos, enfermedades, limitaciones debidas a laedad, a la salud, todo aquello que nos mortifica.

    Todo esto exige, sin embargo, que cada uno de nosotros, nada ms salir a la calleal trmino de la misa, nos pongamos manos a la obra para realizar lo que hemosdicho; que, a pesar de todos nuestros lmites, nos esforcemos realmente en ofrecerpara los hermanos nuestro cuerpo, es decir, nuestro tiempo, nuestras energas,nuestra atencin; en una palabra, nuestra vida.2,4. Toda la vida una eucarista

    Tratemos de imaginar qu sucedera si celebrsemos la Misa con esta participacinpersonal, si dijramos realmente todos, en el momento de la consagracin, unos envoz alta y otros en silencio, cada uno segn su ministerio: Tomad, comed...Imaginemos una madre de familia que celebra as su misa, y despus va a su casay empieza su jornada hecha de multitud de pequeas cosas. Su vida es,literalmente, desmigajada; pero lo que hace no es en absoluto insignificante: Esuna eucarista junto con Jess!

    Pensemos en una religiosa que viva de este modo la Misa; despus tambin ella seva a su trabajo cotidiano: nios, enfermos, ancianos... Su vida puede parecerfragmentada en miles de cosas que, llegada la noche, no dejan ni rastro; unajornada aparentemente perdida. Y, sin embargo, es eucarista; ha salvado supropia vida.

    Imaginemos un sacerdote, un prroco, un obispo, que celebra as su misa ydespus se va: ora, predica, confiesa, recibe a la gente, visita a los enfermos,escucha... Tambin su jornada es eucarista. Un gran maestro de espritu, deca:Por la maana, en la misa, yo soy el sacerdote y Jess es la vctima; durante lajornada, Jess es el sacerdote y yo soy la vctima (P. Olivaint).

    Y los jvenes? Qu tiene que decir la Eucarista hoy a los jvenes? Basta que

    pensemos una cosa: Qu quiere el mundo de los jvenes y de las chicas, hoy? elcuerpo, nada ms que el cuerpo! El cuerpo, en la mentalidad del mundo esesencialmente un instrumento de placer y de goce. Algo que vender, exprimir

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    mientras se es joven y atractivo y luego para tirar, junto con la persona, cuando yano sirve para estos fines. Especialmente el cuerpo de la mujer se ha convertido enmercanca de consumo. Pensemos en el uso que de l se hace en el mundo delespectculo, en cierta publicidad, en los peridicos, televisiones, internet.

    Enseemos a decir a los jvenes y chicas cristianas, en el momento de laconsagracin: Tomad, comed, esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. As se consagra el cuerpo, se convierte en algo sagrado, ya no se puede dar enalimento a la concupiscencia propia y ajena, ya no se puede vender, porque se haentregado. Se ha hecho eucarista con Cristo.

    El apstol Pablo escriba los primeros critianos: El cuerpo no es para la fornicacin,sino para el Seor.... glorificad pues a Dios con vuestro cuerpo (1Cor 6, 13.20);glorifica a Dios con el propio cuerpo el clibe y la virgen que lo consagran a unamor indiviso a Cristo, en favor de los hermanos; glorifica a Dios con el propiocuerpo quien se casa, haciendo de l un don de amor para la alegra del cnyuge ypara la transmisin de la vida.

    Pero el cuerpo no es slo sexualidad. Decir: Esto es mi cuerpo significa, para unjoven, decir tambin: Esta es mi juventud, mis ganas de vivir, mi entusiasmo, mialegra, mi esperanza: todo ello cosas de las que quiero hacer un don tambin paravosotros!

    Pero no hay que olvidar que tambin hemos ofrecido nuestra sangre, es decir,nuestras pasiones, las mortificaciones. stas son la mejor parte que el mismo Diosdestina a quien tiene ms necesidad en la Iglesia. Cuando ya no podemos seguir nihacer aquello que queremos, es cuando podemos estar ms cerca de Cristo.Gracias a la eucarista, ya no existen vidas intiles en el mundo; nadie deberadecir: De qu sirve mi vida? Para qu estoy en el mundo? Ests en el mundopara el fin ms sublime que existe: para ser un sacrificio vivo, una eucarista conJess.

    3. La comunin eucarstica

    3.1. El hombre es lo que come

    Nos queda de presentar ahora el tercer momento esencial de la Misa, la comunin.Un filsofo ateo dijo: El hombre es lo que come, queriendo decir con ello que enel hombre no existe una diferencia cualitativa entre materia y espritu, sino quetodo en l se reduce al componente orgnico y material. Y con ello, se ha vuelto adar, una vez ms, el hecho de que un ateo, sin saberlo, ha dado la mejorformulacin de un misterio cristiano. Gracias a la eucarista, el cristiano esverdaderamente lo que come. Hace ya mucho tiempo, escriba san Len Magno:Nuestra participacin en el cuerpo y sangre de Cristo no tiende a otra cosa que aconvertirnos en aquello que comemos Pero escuchemos lo que dice, a propsito de esto, el mismo Jess: Lo mismo que elPadre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, tambin el que me comavivir por m (Jn 6, 57). La preposicin por (en griego, di) tiene aqu valor causaly final: indica a la vez un movimiento de proveniencia y un movimiento de destino.Significa que quien come el cuerpo de Cristo vive por l, es decir, a causa de l,en virtud de la vida que proviene de l, y vive en vista de l, es decir, para sugloria, su amor, su Reino. Como Jess vive del Padre y para el Padre, as, alcomulgar en el santo misterio de su cuerpo y de su sangre, vivimos de Jess y paraJess.

    En efecto, el principio vital ms fuerte es el que asimila consigo al menos fuerte, noal contrario. El vegetal es el que asimila al mineral, no al contrario; es el animal elque asimila al vegetal y al mineral, no al contrario. As ahora, en el plano espiritual,

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    el principio divino es quien asimila consigo al humano, no al contrario. De maneraque mientras en todos los dems casos quien come es quien asimila lo que come,aqu el que es comido asimila a quien lo come. A quien se acerca a recibirlo Jess lerepite lo que deca a Agustn: No sers t quien me asimile, sino que ser yo quiente asimile.

    3.2. Lo que falta a la plena encarnacinEstos son ejemplos clsicos. En cambio, querra insistir en otro aspecto de lacomunin eucarstica sobre el cual se habla menos. La carta a los Efesios dice queel matrimonio humano es un smbolo de la unin entre Cristo y la Iglesia (cf. Ef 5,31). Ahora bien, segn san Pablo, la consecuencia inmediata del matrimonio es queel cuerpo del marido llega a ser de la esposa y, viceversa, el cuerpo de la esposallega a ser del marido (cf. 1Co 7,4). (Cuerpo, hemos visto significa en la Bibliatoda la persona, no solamente su componente fsica).

    Aplicado a la Eucarista, esto significa que la carne incorruptible y vivificadora delVerbo encarnado se hace ma, pero tambin mi carne, mi humanidad, se hace deCristo. En la Eucarista recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo, pero tambinCristo recibe nuestro cuerpo y nuestra sangre! l nos dice: Toma, esto es micuerpo, pero tambin nosotros podemos decirle: Toma, esto es mi cuerpo.

    No hay nada en mi vida que no pertenezca a Cristo. Nadie debe decir: Ah, Jessno sabe lo que quiere decir ser una mujer, estar casado, haber perdido un hijo,estar enfermo, ser anciano, ser persona de color! Si lo sabes t, tambin lo sabel, gracias a ti y en ti. Lo que Cristo no ha podido vivir segn la carne, habiendosido su existencia terrena, como la de todo hombre, limitada a algunasexperiencias, lo vive y experimenta ahora como resucitado segn el Espritu,gracias a la comunin esponsal de la Misa. Todo lo que faltaba a la plenaencarnacin del Verbo se realiza en la Eucarista. La beata Isabel de la Trinidadcomprendi el motivo profundo de esto cuando escriba: La esposa pertenece alesposo. El mo me ha tomado. Quiere que sea para l una humanidad aadida.3.3. Una apropiacin indebida

    En el rito de la misa anterior a la reforma, antes de iniciar el ofertorio, el sacerdotese diriga al pueblo con el saludo Dominus vobiscum (El Seor est con vosotros) yesto es lo que el poeta Claudel lea en esas palabras y en la mirada implorante delsacerdote:

    El Seor est con vosotros, hermanos! Hermanos, me os?

    Mi pequea grey, no es slo la patena, no es slo el cliz con el vino,

    eres t, toda entera, mi pequea grey, lo que yo querra tener y levantar entremanos...

    Ahora se te presenta el plato para la ofrenda; no tienes otra cosa que esa mseramoneda para poner en l?...

    No tienes otra cosa que abrir que tu monedero?

    No hay aqu nadie que sufre?...

    No hay afligidos entre vosotros? De verdad? Ningn pecado, ningn dolor?

    Ninguna madre que haya perdido el hijo? Ningn fracasado sin culpa propia?

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    Ninguna chica abandonada por el novio porque el hermano le ha devorado la dote?

    Ningn enfermo al que el mdico haya diagnosticado y que sabe que ya no tieneesperanza?

    Por qu, pues, sustraer a Dios lo que le pertenece y es suyo?

    Vuestras lgrimas y vuestra fe, vuestra sangre con la suya en el cliz!

    Junto con el vino y el agua esta es la materia de su sacrificio!

    Esto es lo que rescata al mundo con l, esto es aquello de lo que tiene sed yhambre,

    Estas lgrimas como monedas arrojadas en el agua, Dios mo, tanto sufrimientodesperdiciado!

    Tened piedad de l que slo tuvo treinta y tres aos para sufrir!

    Unid vuestra pasin a la suya, visto que slo se puede morir una vez! .

    Pero dar a Jess nuestras cosas cansancios, dolores, fracasos y pecados, esslo el primer acto. Del dar se debe enseguida pasar, en la comunin, al recibir.Recibir nada menos que la santidad de Cristo! Si no damos este golpe temerario nunca entenderemos la enormidad que es la Eucarista.

    Hay un acto que, realizado con los hombres es pecado y est penado por la ley yque, en cambio, con Cristo no slo est permitido, sino que es sumamenterecomendable: la apropiacin indebida. En cada comunin Cristo nos instiga ahacer una apropiacin indebida! (Indebida, es decir, no debida, no merecida,puramente gratuita!). Nos permite apoderarnos de su santidad.

    En donde se realizar, concretamente, en la vida del creyente, ese maravillosointercambio (admirabile commercium) del que habla la liturgia, si no se realiza enel momento de la comunin? All tenemos la posibilidad de dar a Jess nuestrosharapos y recibir de l el manto de la justicia (Is 61,10). En efecto, est escrito quepor obra de Dios se ha convertido para nosotros en sabidura, justicia, santificaciny redencin (1Co 1,0). Lo que Cristo se ha convertido para nosotros nos estdestinado, nos pertenece. Es un descubrimiento capaz de poner alas a nuestra vidaespiritual.

    3.4. La comunin con el cuerpo de Cristo que es la Iglesia

    Nos hemos limitado hasta ahora a meditar sobre el aspecto vertical de la comunin,la comunin con Dios, Padre, Hijo y Espritu Santo. Pero en la eucarista se realizatambin una comunin horizontal, esto es, con los hermanos. San Pablo dice: Elpan que partimos no es comunin con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendomuchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solopan (I Co 10, 16-17).

    En este fragmento, se menciona dos veces la palabra cuerpo; la primera vezdesigna el cuerpo real de Cristo; la segunda, su cuerpo mstico que es la Iglesia. Alacercarme a la eucarista ya no puedo desentenderme del hermano; no puedorechazarlo sin rechazar al mismo Cristo y separarme de la unidad. Quien en lacomunin pretendiera ser todo l fervor por Cristo, despus de haber apenasofendido o herido a un hermano sin pedirle perdn, o sin estar decidido a hacerlo,se parece a alguien que al encontrar despus de mucho tiempo a un amigo suyo, seeleva de puntillas para besarlo en la frente y mostrarle as todo su afecto, sin darse

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    cuenta de que le est pisando los pies con sus zapatos de clavos. Los pies de Jessson los miembros de su cuerpo, especialmente aquellos ms pobres y humillados.l ama estos pies suyos y le podra gritar a dicho amigo: Me honras sinfundamento!

    El Cristo que viene a m en la comunin, es el mismo Cristo indiviso que se dirigetambin al hermano que est a mi lado; por as decirlo, l nos une unos a otros, enel momento en que nos une a todos a s mismo.

    San Agustn nos recuerda que no podemos obtener un pan si los granos que locomponen no han sido primero molidos. Para ser molidos no hay nada ms eficazque la caridad fraternal, especialmente para quien vive en comunidad: elsoportarse unos a otros, a pesar de las diferencias de carcter, de puntos de vista,etc. Es como una muela que nos lima y nos afila cada da, hacindonos perdernuestras asperezas naturales. Una cancin espaola que me gusta mucho dice: Unmolino la vida nos tritura con dolor Dios nos hace eucarista en el amor.

    Ahora hemos comprendido lo que significa decir: Amn y a quin decimos: Amnen el momento de la comunin. Se proclama: El cuerpo de Cristo! y nosotrosrespondemos: Amn! Decimos Amn al cuerpo santsimo de Jess nacido de Maray muerto por nosotros, pero decimos tambin Amn a su cuerpo mstico que es laIglesia y que son, concretamente, los hermanos que estn a nuestro alrededor, enla vida o en la mesa eucarstica.