gambito de caballo - william faulkner
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Recopilacin de seis relatos de
corte policaco, Gambito de caballo
presenta como elemento
vertebradores un mismo
protagonista Gavin Stevens
icenciado en Filosofa por Harvard
Heidelberg, y fiscal del distrito de
Yoknapatawpha, los paisajes de
norte de Mississippi que evoca y la
sabia indagacin de WilliamFaulkner, acerca de las
contradictorias pulsiones que
gobiernan a los hombres.Crmenes, asesinatos motivados po
a codicia o los celos, vinculacione
amiliares centradas en el amor y e
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odio y engendradoras de conflicto
sangrientos, forman la materia prim
de los enigmas que ha de descifra
Stevens, que cuenta para su
nferencias y conjeturas con u
profundo conocimiento de la
condicin humana.
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Ttulo original:Knights Gambitilliam Faulkner, 1949
Traduccin: Lucrecia Moreno de Senz
Retoque de portada: JeSsEEditor digital: JeSsEePub base r1.0
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Humo
Anselm Holland lleg a Jeffersohace muchos aos. De dnde, nadie lsaba. Pero era joven entonces, y uhombre de variados recursos, o por l
menos, de presencia, porque antes dque hubieran transcurrido tres aoestaba casado con la nica hija de u
hombre que posea dos mil acres de lamejores tierras del distrito, y fue a vivien la casa de su suegro, donde dos ao
ms tarde su mujer le dio dos hijos,
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donde a los pocos aos muri aqudejando a Holland en total posesin da propiedad, que estaba a la sazn
nombre de su mujer. Pero an antes dehecho, los de Jefferson lo habamos odaludir, en tono algo ms alto de lo
conveniente, a mi tierra, mi cosecha; aqullos de nosotros cuyos padres abuelos se haban criado en el lugar l
mirbamos con cierta frialdad y recelocomo a un hombre sin escrpulosadems de violento, segn rumore
odos entre los colonos blancos y negro entre otros con quienes haba tenidalgn trato. Pero por consideracin a smujer y por respeto a su suegro, siempr
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o tratamos con cortesa, ya que no coafecto. As, pues, cuando ella murisiendo los mellizos todava niosconsideramos que l era el responsable que la vida de la pobre se hab
agostado frente a la torpe violencia d
aquel forastero ignorante. Y cuando suhijos llegaron a la edad adulta, primero uno y luego el otro dejaron par
siempre el hogar, no nos sorprendimosPor fin, cuando un da, hace seisHolland fue hallado muerto, un pi
rabado en uno de los estribos decaballo ensillado que acostumbrabcabalgar, y el cuerpo horriblementdestrozado, porque el animal lo hab
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arrastrado aparentemente a travs decerco de palos, y eran todava visiblesen el lomo y en los flancos del caballoas marcas de los golpes que le hab
dado en uno de sus accesos de iraninguno de nosotros lo lament, po
cuanto poco tiempo atrs haba cometidun acto que, para los hombres de nuestrpueblo, nuestra poca y nuestra
creencias, era el ms imperdonable dos ultrajes.
El da en que muri, se supo qu
haba estado profanando las tumbas da familia de su mujer; y aun la de elladonde descansaba desde haca treintaos. De esta suerte, aquel viej
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rastornado y carcomido por el odio fuenterrado entre las tumbas que habntentado violar, y a su debido tiempo s
present el testamento para segalizacin. Nos enteramos de l
esencia del testamento sin sorpres
alguna. No nos sorprendi saber que audespus de muerto, Holland habasestado un ltimo golpe a los nicos
quienes poda herir y ofender: a su carnsu sangre que le sobreviva.
En la poca de la muerte de s
padre, los mellizos tenan cuarenta aosEl menor, el joven Anse, como lolamaban, haba sido, segn decan, e
predilecto de la madre, quizs por ser e
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ms parecido al padre. Sea como fueredesde que ella muri, siendo lomellizos casi nios, siempre tenamonoticias de dificultades entre el viejo el joven Anse, con Virginius, el otromellizo, actuando como mediador
recibiendo en pago de sus afanes lamaldiciones de padre y hermanoVirginius era as. El joven Anse tambin
ena sus cosas, y poco antes de cumpliveinte aos huy de la casa paterna y nvolvi en diez aos. Cuando volvi, l
su hermano eran mayores de edad, Anse, a fin de recibir su parte, solicitformalmente a su padre la divisin das tierras que, segn se enteraba ahora
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ste tena solamente en custodia. Eviejo Anselm rehus violentamente. Siduda, la solicitud haba sido hecha cogual violencia, ya que ambos, el viejo
el joven Anse, eran tan parecidosOmos decir que, por extrao qu
parezca, Virginius se haba puesto dparte de su padre. Lo omos decir, esoes todo. Pero la tierra qued intacta;
omos decir cmo, en una escena dviolencia inusitada aun para ellos, unescena de tal violencia que lo
sirvientes negros huyeron de la casa y sdispersaron hasta la maana siguiente, eoven Anse parti, llevando consigo e
par de mulas que le perteneca; y desd
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aquel da hasta el da de la muerte de spadre, aun despus de que Virginius sviera a su vez obligado a abandonar ehogar paterno, Anse no volvi a hablar su padre y a su hermano. Pero esta veno sali del distrito, sin embargo. S
raslad simplemente a las colinasdesde donde poda ver qu hacan eviejo y Virginius (segn decamo
algunos de nosotros y lo pensabaodos). Y durante los quince ao
siguientes vivi solo en una choza d
dos habitaciones, como un ermitaopreparando sus comidas y yendo apueblo con su par de mulas no ms dcuatro veces por ao. Algn tiempo
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antes lo haban arrestado y juzgado podestilar whisky. No se defendi, se nega alegar en contra o en favor de lacusacin; se le impuso una multa tantpor su delito como por haber desafiada la justicia; y cuando Virginius s
ofreci a pagarla, tuvo un acceso de irexactamente igual a los de su padreTrat de agredir a Virginius en la sala
de audiencias, y por propia solicitud fua la penitenciara; lo indultaron ochmeses ms tarde por su bue
comportamiento, y volvi a su choza eshombre moreno, silencioso, de rasgoaquilinos, a quien tanto vecinos comextraos dejaban severamente solo.
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El otro mellizo, Virginiuspermaneci en la propiedad, cultivandas tierras a las cuales su padre nunc
haba hecho justicia mientras vivi. Sdeca, en verdad, que el viejo Anseviniera de donde viniese y como quier
que hubiese sido educado, no lo habsido para agricultor. En vista de ellosolamos decirnos, convencidos de esta
en lo cierto: sa es la dificultad entrl y el joven Anse: ver a su padrmaltratar la tierra que su madre hab
destinado para l y Virginius. PeroVirginius se qued. Sin embargo, nopoda pasar una vida muy agradableMs tarde comentamos que Virginiu
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debi prever que semejante arreglo nperdurara. Y an ms tarde dijimosQuizs lo saba en realidad. Porquas era Virginius. Nunca se saba, enningn momento, en qu estabpensando. El viejo y el joven Anse era
como el agua. Agua turbia, tal vez; peroodos conocan sus intenciones. E
cambio, nadie saba de antemano en qu
pensaba o qu hara Virginius. Nosabamos siquiera qu haba ocurrido eaquella oportunidad en que Virginius
que lo soportaba todo solo, mientras eoven Anse estuvo lejos, fue por fiexpulsado del hogar. No lo dijo a nadieprobablemente ni a Granby Dodge. Per
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conocamos al viejo Anse y tambin Virginius, de modo que podamomaginar algo como lo que sigue:
Durante el ao siguiente a la partiddel joven Anse con sus dos mulas hacias colinas, contemplamos la furia de
viejo Anse. Por fin un da se produjo eestallido. Probablemente, de la siguientmanera:
Crees que ahora que se ha ido thermano podrs quedarte simplemente, guardrtelo todo, no?
No quiero todo habra dichVirginius. Slo quiero mi parte.Ah! Querras que se dividies
ahora mismo, no? Recriminarme, com
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l, porque no se hubiese divididcuando ustedes fueron mayores de edad
Preferira tener una pequea partde la tierra y explotarla bien, a verlcomo est ahora habra respondidVirginius, siempre ecunime, siempr
sereno; pues nadie en el distrito vinunca a Virginius perder la composturao siquiera alterarse, ni aun cuando Ans
ntent agredirlo en la sala daudiencias, en oportunidad de aquellmulta.
Querras eso, no? Aunque haysido yo quien la ha mantenido todoestos aos, pagando los impuestosmientras t y tu hermano ahorraba
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dinero ao tras ao, libres de impuestosSabes muy bien que Anse nunc
ahorr nada en toda su vida decVirginius. Di lo que quieras de lpero no lo acuses de avaricia.
Tienes razn! Fue bastant
hombre como para venir aqu y exigirmo que consideraba suyo, y para irs
cuando no lo obtuvo. En cambio t t
e quedas aqu, esperando que me mueracon esa maldita boca de aserrn quienes. Pgame los impuestos de tu mita
desde el da que muri tu madre, y euya.No deca Virginius. No
pagar.
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No. Naturalmente que no. Parqu gastar tu dinero en la mitad de lierra cuando algn da la tendrs tod
sin poner un centavo?A continuacin veamos mentalment
al viejo Anse, con su cabeza hirsuta
sus pobladas cejas, ponindosbruscamente de pie, pues hasta ahora lohabamos imaginado conversand
sentados, como dos hombrecivilizados.
Vete de mi casa! Y Virginius
sin moverse, de pie, observaba a spadre, mientras el viejo Anse iba hacil con el puo levantado. VeteFuera de mi casa! Mira que te!
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Y entonces Virginius se fue. No seapresur, ni corri. Prepar todo lo que perteneca, mucho ms de lo qulevara Anse. Bastantes cosas; y parti
cuatro o cinco millas de distancia, vivir con un primo, hijo de una parient
ejana de su madre. El primo viva soloen una buena granja, aunque abrumad
de hipotecas; pues tampoco l er
agricultor, sino mitad comerciante dcaballos y mulas y mitad predicador; uhombre pequeo, rubio, sin ningn rasg
definido, a quien nadie podra recordaun minuto despus de haber dejado dmirarlo, y probablemente no meficiente en esas sus actividades que e
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a agricultura. Sin prisa se fue, puesVirginius, y sin la insensata y violentdecisin de su hermano; pero, poextrao que parezca, aunque fuerviolento y lo mostrara, no tenamos emenos al joven Anse. En realidad
siempre miramos tambin a Virginiucon cierta desconfianza; tena demasiaddominio de s mismo. Y es propio de la
naturaleza humana confiar antes equienes no saben depender de smismos. Llambamos a Virginius
hombre reconcentrado; no nosorprendi, pues, enterarnos de la formen que haba usado sus ahorros parevantar la hipoteca de la granja de s
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primo. Tampoco nos sorprendi cuandoun ao ms tarde, supimos que el viejAnse se negaba a pagar los impuestosobre su tierra y que, dos das antes dexpirar el plazo, el oficial de justicihaba recibido por correo y en form
annima una suma en efectivo qusaldaba la deuda de Holland hasta eltimo centavo.
Siempre este Virginius! dijimos, puesto que, segn creamos, edinero no necesitaba ir acompaado po
el nombre del remitente. El oficial dusticia haba notificado al viejo Anse.Squela a la venta y vyase a
diablo! dijo el viejo Anse. Si cre
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que slo tiene que sentarse a esperaresa maldita cra que tengo!
El oficial hizo avisar al joven Anse.La tierra no es ma repuso steA continuacin notific a Virginius
ste vino al pueblo y examin la
planillas de impuestos con sus propioojos.
Traigo todo aquello de que puedo
disponer en este momento dijo. Posupuesto, si l la abandona, esperpoder obtenerla. Pero, no s. Una buen
granja como sa no durar mucho ni sdesvalorizar.Y eso fue todo. Ni enojo, n
asombro, ni sentimiento. Pero Virginiu
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era muy reconcentrado; no nosorprendimos al saber que el oficial dusticia haba recibido un paquete d
dinero con la siguiente nota annimamporte de los impuestos de la granj
de Anselm Holland. Enviar recibos a
nselm Holland, padre.Este Virginius! comentamos
Durante el ao siguiente pensamo
mucho en Virginius, solo en una granjajena, cultivando tierras ajenascontemplando la ruina progresiva de l
granja y de la casa donde haba nacido que por derecho eran suyas. En efectoel viejo las estaba abandonandotalmente, ahora: ao tras ao lo
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anchos campos se cubran otra vez dmaleza y de zanjas, a pesar de que cadao el oficial de justicia recibnvariablemente aquel dinero annimo
enviaba el recibo al viejo Anse; porqua ste haba dejado de venir al pueblo
a casa misma se derrumbaba sobre scabeza, y nadie, salvo Virginius, sdetena ya frente a ella. Cinco o sei
veces por ao Virginius sola llegacabalgando hasta la galera del frente, el viejo sala y le gritaba salvajes
violentos improperios, mientraVirginius permaneca tranquiloconversando con los pocos negros ququedaban; y luego de comprobar con su
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propios ojos que su padre estaba biense alejaba nuevamente. Pero nadie mse detena all, a pesar de que, de vez ecuando, desde lejos, alguien vea aviejo recorriendo los campos desolado cubiertos de maleza, en el viej
caballo blanco que habra de matarlo.Por fin, el verano pasado no
enteramos de que estaba excavando la
umbas en el bosquecillo de cedrodonde descansaban cinco generacionede familiares de su mujer. Un negro
mencion el hecho, y el funcionario dsanidad del distrito fue hacia all y hallel caballo blanco atado a un rbol, y aviejo saliendo del bosquecillo con un
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escopeta. El funcionario regres, y dodas ms tarde un oficial de la policfue a su vez y hall al viejo tendidunto al caballo, un pie trabado en e
estribo, y sobre el anca del animal lamarcas terribles del palo; no una correa
sino un palo, con que lo haba golpeaduna y otra vez.
Lo enterraron entre las tumbas qu
profan. Virginius y su primo asistieronal entierro. En realidad, formaban toda concurrencia, porque el joven Ans
no estuvo presente. Ni tampoco sacerc al lugar, a pesar de que Virginiupermaneci en la casa el tiempsuficiente para cerrarla y despedir a lo
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negros. Despus regres a casa de sprimo, y oportunamente se present eestamento del viejo Anse al Jue
Dukinfield para su legalizacin. Lesencia del testamento no era un secretpara nadie: todos nos enteramos de ella
Todo estaba en regla, y no nosorprendi su regularidad, su contenidoni su expresin con excepcin d
aquellos dos legados: dejo yconfiero mi propiedad a mi hijo mayo
Virginius, siempre que pruebe a
satisfaccin del magistrado que fuel antedicho Virginius quien ha estado
agando los impuestos de mis tierras
debiendo ser el magistrado el jue
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exclusivo e indisputado de dich
rueba.Los otros dos legados eran:
A mi hijo menor Anse dejo do
uegos completos de arneses par
mulas con la condicin de qu
nselm utilice estos arneses para hace
una visita a mi tumba. De lo contrario
dichos arneses pasarn definitivament
a formar parte de mis bienes, arribsealados.
A mi primo poltico Granby Dodg
dejo un dlar en efectivo que deberutilizar para la compra de un libro o
ibros de himnos religiosos, como
estimonio de mi gratitud por habe
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alimentado y alojado a mi hij
Virginius desde que Virginius
abandon mi techo.
ste era el testamento. Y nomantuvimos a la expectativa para veror qu hara o dira el joven Anse. No
vimos ni omos nada. Luego esperamover qu hara Virginius. Y ste tampocohizo nada. No sabamos, en fin, qu
haca, ni qu pensaba. Pero Virginiuera as. De todas maneras, todo haberminado. Todo lo que deba hacers
era esperar que el Juez Dukinfielegalizase el testamento. Luego Virginiuentregara a Anse su mitad, si en verdadpensaba hacerlo. Sobre este punto la
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opiniones divergan. l y Anse nuncuvieron diferencias, decan algunos
Virginius nunca tuvo dificultades conadie, decan otros. Si te apoyas eeso, tendra que dividir la granja coodo el distrito. Pero fue Virginiu
quien quiso pagar la multa quedecan los primeros. Tambin fuVirginius quien se puso de parte de su
padre cuando el joven Anse pidi ldivisin de la tierra, argumentaban losegundos.
As, pues, esperamos y observamosAhora observbamos, asimismo, al JueDukinfield: de pronto, fue como si todel asunto estuviese en sus manos, com
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si estuviese sentado como un dios sobra risa vengativa y burlona de aque
viejo que an despus de muerto enterrado se resista a morir, y sobraquellos dos hermanos irreconciliableque durante quince aos parecan habe
estado muertos el uno para el otro. Nobstante ello, pensbamos que, en sltimo golpe, el viejo Anse hab
desvirtuado sus fines; que al designar aJuez Dukinfield, la furia de Holland lhaba derrotado porque en la person
del Juez Dukinfield considerbamos quel viejo Anse haba elegido al nicoentre todos nosotros con probidadhonor y sentido comn suficientes; co
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ese tipo de honor y sentido comn qununca ha tenido tiempo de confundirse ndudar de s mismo por excesivconocimiento de la ley. El hecho mismode que la legalizacin de un documentan sencillo le llevase aparentement
anto tiempo era para nosotros pruebadicional de que el Juez Dukinfield erel nico entre todos que crea que l
usticia es cincuenta por ciento dconocimiento legal y cincuenta pociento de serenidad y de confianza en s
mismo y en Dios.A medida que se aproximaba el fidel plazo legal, observbamos al JueDukinfield recorrer diariamente e
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rayecto entre su casa y su oficinasituada en el Ayuntamiento. Se movaentamente, sin prisa, aquel viudo d
sesenta aos o ms, majestuoso, dcabellos blancos, con ese porte erguid altivo que los negros llaman echad
para atrs. Posea pocos conocimientode la ley y un slido sentido comndurante trece aos y hasta la fecha n
haba tenido contrincantes para laelecciones; y aun aqullos que ms senfurecan por su aire d
condescendencia serena y afablvotaban por l cuando llegaba locasin, con una especie de confianza fe infantiles. Lo observbamos, por l
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anto, con impaciencia, sabiendo que lque hiciera finalmente estara bien, nporque lo hiciera l, sino porque nuncpermitira a nadie, ni a s mismo, hacenada hasta que estuviera bien. Y todaas maanas lo veamos cruzar la plaza
as ocho y diez exactamente, y entrar eel edificio donde estaba su oficina, en lcual su sirviente negro lo hab
precedido exactamente diez minutoantes, con la precisin cronomtrica coque la seal anuncia la llegada de u
ren, a fin de abrir la oficina para lornada. El Juez entraba en la oficina, el negro ocupaba una vez ms su sitio euna silla de tijera remendada co
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alambre, en el corredor embaldosadque separaba la oficina del resto deedificio, y all permaneca sentadodormitando, todo el da, como lo hicierdurante diecisiete aos. Luego, a lacinco de la tarde, el negro se despertab
entraba en la oficina, quizs pardespertar al Juez, quien haba vivido lsuficiente para saber que el apremio d
cualquier actividad existe tan slo en lmente de ciertos tericos que no tieneactividades propias; finalmente
veamos a ambos cruzando la plaza, efila india, siguiendo la calle quconduca a su casa; los dos con lmirada al frente, y separados uno
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metros, caminando tan erguidos que lados levitas confeccionadas por el mismsastre a la medida del Juez caan de lodos pares de hombros en un solo planocomo una tabla, sin insinuacin dcintura ni caderas.
Una tarde, poco despus de lacinco, la gente empez de pronto correr a travs de la plaza en direcci
al Ayuntamiento. Otras personas vieronesto y corrieron a su vez, con supesados pasos resonantes sobre e
pavimento, entre carros y automvilesas voces tensas, insistentes: QuQu pasa? El Juez Dukinfieldcorra la voz; y todos siguiero
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corriendo hasta llegar al corredoembaldosado entre el edificio y loficina, donde el viejo negro, con scasaca heredada, estaba de pie agitandas manos en el aire. Pasaron junto a l
entraron rpidamente en la oficina
Detrs de su mesa estaba sentado eJuez, echado algo hacia atrs en sasiento, muy cmodo. Tena los ojo
abiertos y un balazo exactamente sobrel puente de la nariz, de modo qupareca tener tres ojos en hilera. Era u
balazo, s, pero a pesar de ello nadihaba odo ningn ruido en todo el dani la gente en la plaza, ni el viejo negrsentado en su silla en el corredor.
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Aquel da Gavin Stevens estuv
ocupado mucho tiempo: Gavin, con spequea caja de bronce. En efecto, aprincipio el jurado no comprendadnde quera llegar; si en verdad haben el recinto quien lo comprendieraentre el jurado, los dos hermanos, eprimo y el viejo negro. Por fin, e
presidente del jurado le preguntnopinadamente:
Afirma usted, Mr. Gavin, que ha
una conexin entre el testamento de MrHolland y el asesinato del JueDukinfield?
S repuso el fiscal del distrit
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. Y afirmar ms que eso.Todos se miraron: el jurado, los do
hermanos. Slo el viejo negro y el primno levantaron la cabeza. En la ltimsemana el negro haba envejecidaparentemente cincuenta aos. S
funcin pblica databa del mismo dque la del Juez; en verdad, erconsecuencia del nombramiento de
Juez, a quien haba servido durante tantiempo, que ya nadie recordaba cunto
Era mayor que el Juez, si bien hast
aquella tarde de una semana atrsiempre aparent tener cuarenta aomenos: una figura esmirriada, deformcon su voluminosa levita, que llegaba
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menos que siguiese el corredor hastdonde formaba una L, debajo de la nicventana de la oficina, y trepase por ellaEn realidad, ningn hombre ni mujehaba pasado nunca cerca de aquellsilla sin ver abrirse instantneamente lo
rugosos prpados del negro, y descubrios ojos castaos sin iris, propios de l
vejez. De vez en cuando nos detenamo
a conversar con l, para or su vozvertida en la elocuente pero defectuospronunciacin de la fraseologa legal
rotunda, sin sentido, que haba adquiridnconscientemente, como quien recoggrmenes de enfermedades, y qureproduca con aquella profundidad e
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cathedraque, a ms de uno de nosotrosnos haca escuchar al Juez con afectuosregocijo. Pero a pesar de todo era muviejo; a veces olvidaba nuestronombres y nos confunda mutuamente; al confundir nuestros rostros y tambi
nuestras generaciones, sola despertade su ligero sueo para llamar visitantes que no estaban presentes, qu
haban muerto haca muchos aos. Auas, no se saba de nadie que hubiesogrado pasar inadvertido junto a l.
Pero el resto de los presenteobservaba a Stevens: el jurado cerca da mesa, los dos hermanos sentados eos extremos opuestos del banco, co
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sus rostros morenos, aquilinosdnticos, los brazos cruzados en gestodnticos.
Afirma usted que el asesino deJuez Dukinfield est presente? pregunt el presidente del jurado.
El fiscal del distrito mir a todos lorostros que lo contemplaban.
Estoy dispuesto a afirmar ms qu
eso dijo.Afirmar? repiti Anselm, e
mellizo ms joven. Estaba sentado solo
en un extremo del banco, con toda lextensin de ste entre l y su hermanoa quien no haba dirigido la palabra equince aos, mientras observaba
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Stevens con una mirada dura, furiosasin pestaear.
S dijo Stevens.De pie junto a un extremo de l
mesa, comenz a hablar, sin dirigirse nadie en particular, con un tono ligero
anecdtico, refiriendo lo que ysabamos, y dirigindose de vez ecuando al otro mellizo, Virginius, como
buscando corroboracin. Habl acercdel joven Anse y su padre. Su tono ermparcial y agradable. Pareca esta
preparando la defensa de losobrevivientes. Relat cmo el joveAnse haba abandonado el hogar emedio de una disputa, enojado, con u
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enojo natural frente a la forma en que spadre trataba la tierra que haba sido dsu madre y cuya mitad era en aquemomento legtimamente suya. Su tonera tranquilo, conciso, sincero; en todcaso, levemente parcial hacia el jove
Anselm: eso es. Debido a esta aparentparcialidad, comenz a surgir unmagen del joven Anselm que lo
condenaba por algo a la sazn ignoradoo condenaba en virtud de aquel mism
deseo de justicia y de aquel afecto po
su difunta madre, malogrado por lviolencia heredada del mismo ser que lhaba agraviado. Y all estaban sentadoos dos hermanos, con un espacio d
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abla, gastada por el uso, entre ellos; emenor, contemplando a Stevens coaquella mirada reprimida, intensa; emayor, con igual intensidad, pero erostro inescrutable. A continuacinStevens cont cmo el joven Anselm
enojado, haba abandonado el hogar, cmo, un ao ms tarde, Virginius, ems tranquilo, el que siempre trataba d
mantener la paz entre ellos, haba sidexpulsado a su vez. Y nuevamente pintStevens un cuadro plausible y franco d
os dos hermanos separados no por epadre vivo, sino por lo que cada unhaba heredado de l, y atradosalimentados, por aquella tierra que n
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slo era legtimamente suya, sino dondadems yacan los huesos de la madre.
Y all estaban ambos prosiguidiciendo Stevens contemplando desdejos la ruina gradual de aquellas buenaierras, el derrumbe de la casa dond
nacieron y donde naci su madre, poculpa de un viejo trastornado que, npudiendo hacerles otra cosa, hab
ntentado al fin privarlos definitivamentde su patrimonio, negndose a pagar lompuestos y exponiendo la propiedad
a subasta. Pero alguien lo derrot eeste punto; alguien con previsin dominio de s mismo suficientes compara callar acerca de algo que, de todo
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modos, a nadie incumba, en tanto spagasen los impuestos. As, pues, todoo que debi hacer fue esperar hasta qu
muriese el viejo. Era viejo, no hay quolvidarlo. Y aun cuando hubiese sidooven, la espera no habra sido dur
para un hombre con dominio de smismo. Lo habra sido, en cambio, parun hombre violento y rpido de genio
especialmente si ocurra que aquehombre violento conoca o sospechaba esencia del testamento, y estab
adems convencido, ms an, seguro, dhaber sido irrevocablemente agraviaddespojado de su ciudadana y su bue
nombre por quien ya le haba robado su
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gris acero, capaz de discutir la teora dEinstein con profesores universitarios de pasar tardes enteras entre lohombres que se instalaban junto a lorincones del almacn de ramogenerales, conversando en el mism
dioma de ellos. Llamaba a esto suvacaciones.
Luego muri el padre, como l
habra previsto cualquier hombrposeedor de previsin y dominio de smismo. Y se present su testamento para
su legalizacin; y hasta los habitantes das colinas ms apartadas se enterarode su contenido; se enteraron de cmopor fin, aquella tierra maltratada pasar
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a su legtimo dueo o dueos; pues AnsHolland sabe tan bien como todonosotros que Virge nunca aceptarahora ms de la mitad que lcorresponde, con o sin testamento; comno lo acept cuando su padre le di
oportunidad para ello. Porque si bieambos eran hijos de Anselm Hollandambin lo eran de Cornelia Mardis
Pero aunque Anselm no supiese ncreyese esto, habra sabido que la tierrque haba sido de su madre y en la cua
acan sus huesos sera bien tratadahora. Por ello, quizs, la noche en quse enter de la muerte de su padrequizs por primera vez desde nio
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desde antes de morir su madre tal vezcuando ella suba a su habitacidurante la noche, lo miraba mientradorma, y se retiraba luego nuevamentequizs por primera vez desde entoncesAnse durmi. Todo estaba vengado
ahora: el ultraje, la injusticia, el buenombre perdido, y la mancha de scondena, todo haba pasado como en u
sueo. Un sueo que era menesteolvidar ahora, porque todo estaba bienPara aquella poca, como imaginar
ustedes, Anse estaba ya habituado a seun ermitao, a vivir solo; no podrcambiar al cabo de tanto tiempo. Vivms feliz donde estaba, solo en aque
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paraje alejado. Le bastaba saber quodo yaca en el pasado como un ma
sueo, y que la tierra, la tierra de smadre, su patrimonio y su mausoleoestaban ahora en manos del nichombre en quien poda confiar,
confiara, aun cuando no se hablaraentre ellos. Comprenden?
Lo miramos, sentados en torno de l
mesa, intacta desde que muri el JueDukinfield, sobre la cual estabaodava los objetos que, aparte del ca
de la pistola, haba contemplado en sultimos instantes; los cuales nos eran odos familiares desde haca mucho
aos: los papeles, el tintero sucio, l
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apicera roda a la cual se aferrara eJuez, la pequea caja de bronce que fusu superfluo pisapapeles. Desde suextremos opuestos en el banco, lomellizos observaban a Stevensnmviles, absortos.
No, no comprendemos dijo epresidente del jurado. Adnde quierr a parar? Qu relacin tiene todo est
con el Juez Dukinfield?Lo siguiente: el Juez Dukinfiel
deba legalizar el testamento, y entonce
fue asesinado. Era un testamentextrao; pero todos esperbamos eso dMr. Holland. Todo estaba en regla, y loherederos satisfechos; todos sabemo
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que la mitad de la tierra es de Anse en emomento en que la solicite. As, pues, eestamento est bien. Su legalizaci
debi ser una simple formalidad. Apesar de ello, el Juez Dukinfielpospuso su decisin durante ms de do
semanas, y entonces se produjo smuerte. Y as el hombre que crey queodo lo que deba hacer era esperar
Qu hombre? pregunt epresidente.
Espere dijo Stevens. Todo lo
que deba hacer el hombre era esperarPero no era la espera lo que preocupaba quien haba esperado ya quince aosEra algo ms, que descubri, o record
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demasiado tarde. Algo que nunca debihaber olvidado, porque se trata de uhombre perspicaz, un hombre codominio de s mismo y previsin; uhombre con suficiente dominio compara esperar su oportunidad durante die
aos, y con previsin suficiente compara haber previsto todas lacontingencias, salvo una; su propi
memoria. Y cuando era demasiadoarde, record que otro hombre sabambin lo que l haba olvidado. Y este
hombre que tambin lo saba era el JueDukinfield; y lo que el Juez saba erque aquel caballo nunca pudo habematado a Mr. Holland.
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Cuando call la voz de Stevens, nse oy un rumor en la sala. El juradsegua sentado en torno de la mesa, loojos fijos en Stevens. Anselm volvi surostro hosco y torturado, mir a shermano, y luego a Stevens nuevamente
se inclin hacia adelante. Virginius nose haba movido, ni se observaba ningcambio en su expresin grave, absorta
Entre l y la pared estaba sentado eprimo, con las manos sobre las rodillala cabeza baja, como si estuviese en l
glesia. Slo sabamos de l que era unespecie de predicador ambulante, y quede vez en cuando, reuna tropillas dmulas y caballos estropeados y lo
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levaba a alguna parte para venderlos cambiarlos. Como era hombre de pocapalabras, que en su trato con lohombres evidenciaba una timidez y faltde confianza lamentables, lcompadecamos con esa especie d
disgusto compasivo que inspira ugusano maltrecho, y hasta noresistamos a someterlo a la agona d
responder afirmativa o negativamente una pregunta. No obstante ellohabamos odo decir que los domingos
en el plpito de las iglesias rurales, sransformaba en otro hombre, cambiabasu voz era entonces bien timbradaconmovedora y firme, y fuera de tod
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proporcin con sus caractersticas actitud habituales.
Ahora imaginen ustedes la esperdijo Stevens con este hombrsabedor de lo que ocurrira antes de quhubiese ocurrido, sabedor por fin de qu
a razn por la cual nada haba ocurridopor la que el testamento habdesaparecido aparentemente de est
mundo y del conocimiento de lohombres, era su olvido de algo qununca debi olvidar. Y ello era que e
Juez Dukinfield saba que Mr. Hollandno era quien haba golpeado al caballoSaba que el Juez Dukinfield saba quel hombre que haba golpeado al caball
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con el palo hasta dejar marcas en somo era el hombre que primero mat
Mr. Holland, y luego trab su pie en unode los estribos y golpe al caballo coel palo para que se espantase. Pero ecaballo no se espant; el hombre l
saba de antemano, lo saba desde hacaos, pero lo haba olvidado. Porqucuando aquel animal era todava u
potrillo lo castigaron tan severamente euna oportunidad, que desde entonces, aver simplemente una correa en mano
del jinete, se echaba al suelo, como bieo saba Mr. Holland y como lo sabaos ms allegados a la familia. E
caballo se ech, pues, simplement
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sobre el cuerpo de Mr. Holland. Y aprincipio, eso vino muy bien. Es lo qucrey el hombre durante una o dosemanas, acostado de noche en su cam esperando, luego de haber esperad
quince aos. Porque an entonces
cuando era ya demasiado tarde advirti haber cometido un error, norecord tampoco lo que nunca debi
haber olvidado. Y record esto por fincuando era demasiado tarde, una vedescubiertos el cadver y las marcas de
palo sobre el caballo, marcas que fueroobjeto de comentarios; y era demasiadarde para borrarlas. Probablement
haban desaparecido ya para esa fecha
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de todos modos. En cambio, tena slun instrumento para borrarlas de lmemoria de la gente. Imaginemos, puesa este hombre; su terror, su furia, ssensacin de haber sido objeto de unreta para la que no haba represalias
ese furioso deseo de hacer retroceder eiempo un minuto siquiera, par
deshacer o completar algo cuando es y
demasiado tarde. Porque lo ltimo qurecord cuando era ya demasiado tardfue que Mr. Holland haba adquirido e
caballo del Juez Dukinfield, del hombrque estaba sentado en un estradodispuesto a decidir la validez deestamento por el cual se conferan do
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mil acres de las mejores tierras dedistrito. Y esper, puesto que disponade un solo instrumento para borrar lamarcas, y no ocurri nada. No ocurrinada, y l saba por qu. Y esper tantocomo se atreva a esperar, hasta llegar
a conclusin de que estaba en juegalgo ms que unas cuantas varas y acrede tierra. En consecuencia, qu otr
cosa pudo hacer que lo que hizo?Apenas ces de orse la voz, cuand
habl Anselm. Su voz era spera, hostil
Est equivocado dijo.Como una sola persona, todos lmiramos: inclinado sobre el banco, coas botas embarradas y las radas ropa
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de trabajo, miraba a Stevens. HastVirginius se volvi y lo mir un instanteSlo el primo y el viejo negro no smovieron. Aparentemente no prestabaatencin.
En qu estoy equivocado?
pregunt Stevens.Anselm no repuso. Mir a Steven
con odio.
Le corresponder la propiedad Virginius si, si?
Si qu? repiti Stevens.
Si lSi l hubiera sido asesinado?S.S. Usted y Virginius recibirn l
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ierra sea o no vlido el testamentosiempre que Virginius la divida cousted. Pero el hombre que mat a spadre no estaba seguro de ello, y no satreva a averiguarlo. Porque ndeseaba esa solucin. Quera qu
Virginius la tuviese toda. Por ellodeseaba que el testamento fuesegalizado.
Est equivocado dijo Anselmcon su tono spero y brusco. Yo lomat. Pero no fue por la maldita tierra
Ahora, llame alsheriff.Y entonces fue Stevens quienmirando fijamente el rostro furioso dAnselm, dijo en voz baja:
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Y yo afirmo que es usted quien sequivoca, Anse.
Durante unos instantes los quobservbamos y escuchbamo
permanecimos, en medio de estnesperada revelacin, en un estado d
ensueo en el que se nos antojaba sabe
de antemano qu ocurrira, y conscientea la vez de que no tena importanciaporque pronto nos despertaramos. Er
como si estuvisemos fuera del tiempocontemplando los acontecimientos desdafuera, siempre afuera y ms all deiempo, desde aquel primer instante e
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que miramos nuevamente a Anselmcomo si no lo hubiramos visto nuncaSe oy un rumor, un rumor leve como unsuspiro, un susurro, quizs de alivioalgo, en fin. Tal vez todos estbamopensando que por fin haba terminado l
pesadilla de Anselm; era como sambin nosotros hubisemo
retrocedido de pronto al punto donde
nio una vez ms, Anselm estaba en lcama, y su madre, quien, segn decano prefera, cuya herencia l hab
perdido y cuyas cenizas, largo tiempdormidas, fueran profanadas en su lugade reposo, entrase una vez ms contemplarlo antes de partir de nuevo
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Muy lejos estaba aquello en aqueiempo, pero el camino era recto. Y
recto como era este camino del tiempoel nio que durmi tranquilamente eaquella cama se haba perdido en como nos ocurre a todos, como e
nevitable que nos ocurra siempre; aquenio estaba tan muerto como cualquieotro de su sangre en el bosquecillo d
cedros profanado, y cuando mirbamoa ese hombre a travs de aquel abismnsalvable, lo mirbamos co
compasin, tal vez, pero no comisericordia. Por ello el sentido de lapalabras de Stevens tard tanto epenetrar en nuestras mentes como en l
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de Anse; y Stevens mismo debi repetirYo afirmo que est equivocado
Anse.Qu? dijo Anse. Y entonces se
movi. No se levant, y sin embargpareci lanzarse de pronto haci
adelante, violentamente. MienteUsted
Se equivoca, Anse. Usted no mat
a su padre. El hombre que mat a spadre es el hombre que pudo planear concebir el asesinato del anciano que s
sentaba aqu, detrs de esta mesa, dras da, hasta que entraba el viejnegro, lo despertaba y le deca que erhora de regresar a casa; un hombre qu
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nunca hizo sino bien a hombres, mujere nios, como l crea que Dios l
quera. No fue usted quien mat a spadre. Usted exigi de l lo quconsideraba suyo; y cuando l se neg drselo, se fue, se alej y nunca ms l
habl. Se enter de cmo estabmaltratando la propiedad, pero no dijnada, porque para usted era simplement
la maldita tierra. Call hasta que senter de que un hombre trastornadestaba excavando las tumbas dond
reposaban la carne y la sangre de smadre y la suya propia. Entonces, slentonces, se acerc a su padre parrecriminarlo. Pero nunca sirvi uste
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para protestar, y l, por su parte, no erhombre de escuchar a nadie. Y loencontr all, en el bosquecillo, con lescopeta. Me imagino que no hizmucho caso de ella: supongo que se larrebat, simplemente; luego lo castig
con sus propias manos, y lo dej junto su caballo, creyendo tal vez que estabmuerto. Entonces ocurri que alguie
pas por all, una vez que usted se fue, o encontr; puede que ese alguien hay
estado all todo el tiempo, acechando
Alguien que tambin deseaba su muerteo por enojo ni por sentimientoultrajados, sino por clculo; o bien podeseo de lucrar a travs de u
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estamento. Este hombre lleg, pues, all vio lo que usted haba dejado, ermin la obra: enganch el pie de s
padre en el estribo y trat de espantar acaballo golpendolo; pero, en su apuroolvid lo que no debi haber olvidad
nunca. No, no fue usted. Porque usteregres a casa, y cuando se enter dque lo haban encontrado, no dijo nada
Y en aquel momento pens algo que nose atrevi a decirse ni a usted mismoCuando se enter del contenido de
estamento, crey conocer la verdad. Yse sinti satisfecho. Haba vivido tantiempo solo, que haba perdido suventud y todo deseo de poseer bienes
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slo quera vivir tranquilo, y que lacenizas de su madre reposasen en paz. Yuego, qu significaban la tierra y l
posicin para un hombre sin ciudadancon un nombre deshonrado?
Escuchamos en silencio, mientras e
eco de la voz de Stevens morentamente en los mbitos del peque
recinto, en el cual nunca corra una bris
ni una rfaga de aire, debido a sposicin dentro del edificio.
No fue usted quien mat a s
padre y al Juez Dukinfield, Anse. Porqusi el hombre que mat a su padrhubiera recordado a tiempo que en unpoca el Juez Dukinfield fue propietari
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de ese caballo, el Juez Dukinfielestara vivo hoy.
Respirbamos quedo, sentados junta la mesa detrs de la cual estuvambin sentado el Juez Dukinfiel
cuando se vio frente al cao de l
pistola. La mesa estaba intacta. Todavreposaban all los papeles, la lapicerael tintero, la pequea caja de bronc
curiosamente tallada que le trajo su hijde Europa doce aos atrs; con quobjeto, ni ella ni el Juez lo saban, y
que habra servido solamente parguardar sales de bao o tabaco, y el Jueno usaba ninguno de esos dos artculosPor ello la haba conservado com
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blando traspasado por un alfiler sentimos esa nusea de repulsinmientras, como fascinados, nodisponemos a apretarlo con la palma da mano, simplemente, pensando
Vamos! Aplstalo. Deshazlo de una
vez!. Pero no era ste el plan dStevens. Porque tena un plan, y marde nos dimos cuenta de que, n
pudiendo condenar al culpable, stendra que condenarse a s mismo. E
modo cmo lo logr fue muy tortuoso
nosotros se lo dijimos despus.Ah! dijo entonces. Acaso lusticia no es injusta siempre? No s
compone siempre de injusticia, suerte
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ugares comunes en partes desiguales?Sea como fuere, no advertimos en e
momento adnde se diriga, cuandcomenz a hablar nuevamente en aqueono fcil, anecdtico, la mano apoyad
ahora en la caja de bronce. Lo qu
ocurre es que los hombres son movidosiempre, en buena parte, por ideapreconcebidas. No son las realidades n
as circunstancias las que nosorprenden; sino el choque de lo qudebimos haber sabido, si no hubisemo
estado tan absortos en la creencia de lque, ms tarde, descubrimos habeomado por verdad, sin otra base que e
haberlo credo as en aquel momento.
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Stevens estaba hablando una vez mdel hbito de fumar: de cmo la gente ndisfruta verdaderamente del tabaco hastque comienza a creer que le hace daocmo los no fumadores pierden una das experiencias ms gratas de la vid
para un hombre sensible: la conviccide estar sucumbiendo a un vicio quslo lo puede daar a l.
Fuma usted, Anse? pregunt.No repuso ste.Usted tampoco, no, Virge?
No repuso Virginiusinguno de nosotros fum nunca: ni mpadre, ni Anse, ni yo. Ha de ser dfamilia.
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Un rasgo familiar comentStevens. Aparece tambin en la familide su madre? En su familia, Granby?
El primo mir a Stevens durante unfraccin de segundo, y aunque no smovi, pareci que se retorc
entamente, dentro de su traje ordinaripero aliado.
No, seor. Yo nunca he fumado.
Quizs por ser predicador observ Stevens. El primo no repusosino que mir nuevamente a Stevens co
su rostro benigno, tranquilodesesperadamente tmido.Yo siempre he fumado dijo
Stevens, siempre, desde que m
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repuse de una intoxicacin de tabaco os catorce aos. Es mucho tiempo, e
suficiente para haberme hecho exigenten materia de tabaco. Pero la mayora dos fumadores son exigentes, a pesar dos psiclogos y de que se h
uniformado la calidad de los tabacos. Oquizs sean los cigarrillos los que hasido uniformados. O quizs parezca
odos iguales a los legos, a los nfumadores. He notado, en efecto, que lono fumadores suelen marearse al ole
abaco, as como el resto de nosotrosentimos lo mismo frente a algo que nacostumbramos usar, que no nos efamiliar. Y esto, porque el hombre e
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movido por sus ideas preconcebidas, mejor dicho, tal vez, por sus prejuiciosTenemos as a un hombre que vendabaco, aunque l no lo fuma; que ve
un cliente tras otro abrir el paquete encender un cigarrillo del otro lado de
mostrador. Le preguntamos si todoabaco huele igual, si no le es posibl
distinguir uno de otro por el aroma. O
quizs por la forma, o el color depaquete; pues ni siquiera los psiclogohan podido decirnos exactamente dnd
cesa la visin y comienza el olfato, dnde cesa el odo y comienza la visinCualquier abogado puede corroboraesto.
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o desistir de mi sistema y aceptar eque me indiquen. Creo que al principiconsiderarn ustedes que me tomdemasiadas libertades, hasta en el usde la conjetura. Pero encontramos aJuez Dukinfield muerto, con un balaz
entre los ojos, sentado en esta silladetrs de esta mesa. Esto no econjetura. Y el to Job estuvo todo el d
sentado en el corredor, donde cualquierque entrase en esta habitacin, salvo quutilizase la escalera privada de la sal
de audiencias y luego la ventana, tendrque haber pasado a menos de un metrde distancia de l. Y nadie que nosotroconozcamos ha pasado nunc
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nadvertido junto a la silla del to Joben diecisiete aos. Esto no es conjetura.
Pero cul es su conjetura?Stevens estaba hablando de tabac
una vez ms, del hbito de fumar.La semana pasada me detuve
comprar tabaco en la farmacia de West ste me habl de un individuo quambin era exigente en materia d
abaco. Mientras sacaba el tabaco quo fumo de un cajn, tom una caja d
cigarrillos y me la dio. Estab
polvorienta, desteida, como si hiciermucho tiempo que la tena, y me contque un viajante la haba dejado hacdos aos. Los ha fumado algun
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West. No trabajo con ella. Poqu?. Porque no tiene venta aqurepuso West. Me describi luego ahombre de la ciudad, cuyo rostrpareca el de un mueco lampio, coojos que miraban fijamente y una voz d
imbre montono. Dice West que cuandose fij en los ojos del hombre y vio laaletas de su nariz comprendi lo qu
ocurra. En ese momento el hombrestaba ya intoxicado con drogas. Nadios pide, dijo, pues, West. Y qu
hago yo, ahora?, pregunt el hombreTratar de venderle papecazamoscas?. En seguida el hombrcompr el otro paquete de cigarrillos
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se fue. Y dice West que l, por su parteestaba enojado y con el rostro cubiertde sudor, como con deseos de vomitarA m me dijo; Si hubiese algo malo quno me atreviese a hacer por m mismosabes qu hara? Le dara diez dlare
a ese individuo, le indicara dnde estel objeto de la mala accin y le dirque nunca ms me dirigiera la palabra
Cuando sali sent exactamente essensacin. Como si estuviese povomitar.
Stevens mir a su alrededor; hizuna pausa. Todos lo observbamoatentamente.
Vino en un automvil, un gra
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ranquilo, especulativo, casi umurmullo.
Alguien trat de impedir quviniese aqu con el automvil, esvehculo tan grande, que cualquiera quo viese una vez lo recordara
reconocera. Tal vez ese alguien intentprohibirle que viniese en el automvil o amenaz. Slo que el hombre de l
ciudad a quien el doctor West vendios cigarrillos no era persona d
soportar amenazas.
Y al decir alguien, se refiere ustea m dijo Virginius. No se movi, nvolvi la cabeza, ni desvi la miradafija en el rostro de Stevens. Per
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oscurecer, aquella noche, y dijo qubuscaba caballos pequeos para utilizaen ese juego ese juego
El polo? dijo Stevens.El primo no haba mirado a nadi
mientras hablaba; era como si s
dirigiese a sus manos, que moventamente sobre las rodillas.
S, seor. Virginius estab
presente. Hablamos de caballos. Al dsiguiente sac su automvil y parti. Yono tena nada que le conviniese. No s
de dnde vino ni adnde fue.Ni a quin ms vino a ver observ Stevens. Ni qu ms vino hacer. No puede decirnos nada.
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Dodge no repuso. No era necesario una vez ms se refugi bajo e
caparazn de su timidez, como un animasalvaje dbil y pequeo que se mete esu cueva.
sa es mi conjetura dij
Stevens.En aquel instante debimos d
haberlo adivinado. Estaba all, visibl
como una mano desnuda. Debimos dhaberlo sentido: a ese alguien presenten la habitacin, que senta que Steven
haba provocado la aparicin de eshorror, de aquella indignacin, de aquefurioso deseo de hacer retroceder eiempo un segundo, de desdecir, d
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deshacer. Pero quizs aquel alguien noo haba advertido todava, no hab
sentido el golpe, el choque, as comdurante un segundo o dos un hombre nsabe que ha sido herido de bala. Porquahora fue Virge quien habl, brusca
speramente.Cmo va a probar eso?Probar qu, Virge? dijo
Stevens. Nuevamente se miraron mudosrgidos, o por lo menos, como hombrearmados de pistolas. Quin contrat
a ese gorila, a ese matn que vino aqudesde Memphis? No tengo que probarlol lo confes. En el camino de regreso Memphis, atropell a un nio cerca d
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Battenburg, pues todava estaba bajo loefectos de una droga, y seguramente shaba inyectado otra dosis cuandermin su trabajo aqu. Lo atraparon o detuvieron. Y cuando comenzaron a
pasar los efectos de la droga, dijo dnd
haba estado, a quin haba visto: todello sentado en la celda de la crceentre sacudidas y gruidos, una vez qu
e quitaron la pistola con silenciador.Ah! dijo Virginius. Mu
bien! Conque todo lo que debe proba
es que estuvo en esta habitacin aqueda! Y cmo lo probar? Dando otrodlar al negro para que recuerde otrvez?
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Pero aparentemente Stevens ya nescuchaba. Estaba de pie junto a uextremo de la mesa, entre los dogrupos, y mientras hablaba tena la cajde bronce en una mano, y la volvaexaminndola, mientras hablaba co
ono tranquilo y reflexivo.Todos ustedes conocen la
caractersticas especiales de est
habitacin. En ella nunca sopla uncorriente de aire. Cuando alguien fumaqu el sbado, digamos, el hum
perdura hasta el lunes por la maanacuando el to Job abre la puerta, y lvemos apoyado contra el zcalo comun perro dormido. Todos lo han visto.
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Como Anse, estbamos todonclinados hacia adelante, contempland
a Stevens.S dijo el presidente. L
hemos visto.En efecto dijo Stevens, como s
odava no escuchase a nadie, en tantdaba vueltas repetidamente a la cajentre sus manos. Ustedes m
preguntaron cul era mi conjetura. Helaqu. Pero para llegar a ella enecesario un hombre inclinado a la
conjeturas, un hombre capaz dacercarse a un comerciante de pie detrde su mostrador, con un ojo en el diarioque est leyendo y otro en la puerta, a l
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espera de parroquianos, antes de quste advierta que ha entrado. Un hombreen fin, de la ciudad, que quercigarrillos de ciudad. As, pues, esthombre sali del comercio y se dirigial Ayuntamiento, entr y subi como lo
habra hecho cualquiera. Quizs lvieron una docena de personas. Quizel doble de ese nmero no lo mir
siquiera, ya que hay dos sitios donde lohombres no se miran las caras: en losantuarios de la ley civil y en los bao
pblicos. El hombre entr en la sala daudiencias, baj por la escalera privadhasta el corredor, y vio al to Jobdormido en su silla. Probablement
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avanz por el corredor y entr por lventana a espaldas del Juez DukinfieldO bien, quizs, pas delante del to Jobacercndose desde atrs, como veustedes. Pasar a dos metros de uhombre dormido en una silla no pudo se
muy difcil para quien poda acercarsnadvertido a un hombre apoyado en e
mostrador de su propio comercio
Probablemente hasta encendi ucigarrillo del paquete que le vendiWest, antes de que el Juez Dukinfield
advirtiese su presencia. O bien tal vez eJuez estuviera dormido en su sillncomo ocurra a veces. Y quizs ehombre permaneci inmvil y termin s
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cigarrillo, contemplando el humo que sesparca lentamente sobre la mesa y sarremolinaba lentamente contra la pared pensando en la ganancia fcil, en l
simpleza de la gente de campo, aun antede extraer la pistola. Y sta hizo meno
ruido que el fsforo con que encendi scigarrillo, porque al protegerse tantcontra el ruido, haba olvidado e
silencio. Por fin se fue como habvenido, y una docena de hombres lo viodos docenas no lo vieron, y a las cinc
de la tarde el to Job fue a despertar aJuez y a decirle que era hora de volver casa. No es as, to Job?
El viejo negro levant la vista.
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Yo lo cuidaba, como le promethacerlo a la nia. Y me preocupaba pol, como le promet a la nia. Entr aqu primero cre que dorma, como
vecesUn momento interrumpi
Stevens. Usted lleg y lo vio en esilln, como siempre, y not el humcontra la pared, detrs de la mesa, a
acercarse. No es eso lo que me dijo?Sentado en su silla remendada, e
negro comenz a llorar. Pareca un mon
viejo, llorando quedamente con lgrimanegras, enjugando su rostro con el dorsde la mano nudosa, temblorosa de vejeo de otra cosa.
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Todas las maanas iba yo all impiar. Sola estar all el humo, y l
que nunca en su vida fum, entraba olfateaba con esa nariz levantada quena, y deca: La verdad, Job, es qu
anoche casi espantamos con humo a es
ndividuo del corpus juris.Bueno dijo Stevens
Cuntenos acerca del humo que hab
all aquella tarde, cuando fue despertarlo para volver a casa, cuandnadie haba entrado en la oficina, salv
Virge Holland, aqu presente. Y MrVirge no fuma, y el Juez tampocofumaba. Pero el humo estaba all; cuento que me dijo.
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Estaba all. Y yo cre que estabdormido como siempre, y fui despertarlo, y
Y esta cajita estaba en el borde da mesa, donde el Juez jugara con ell
mientras conversaba con Mr. Virge, y
cuando usted extendi la mano pardespertarlo
S, seor. Salt de la mesa. Y yo
que crea que estaba dormidoLa caja salt de la mesa. Hiz
ruido, y usted se pregunt por qu n
haba despertado al Juez; y al mirar lcaja cada en el suelo, en medio dehumo, con la tapa abierta, crey questaba rota. Y estir el brazo para
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evantarla, pues el Juez la apreciabmucho por habrsela trado miss Emmde Europa, a pesar de que no haca faltun pisapapeles en la oficina. Usted cerra tapa y coloc nuevamente la caj
sobre la mesa. Y entonces descubri que
el Juez estaba ms que dormido.Stevens se detuvo. Apena
respirbamos, pero oamos nuestr
respiracin. Stevens aparentabestudiarse la mano mientras jugabentamente con la caja. Se haba alejad
igeramente de la mesa al dirigirse anegro, de modo que ahora miraba ebanco en lugar de mirar al jurado.
El to Job llama a esto la caja d
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West, podr decir qu provoc el humoqu clase de tabaco, especialmente si srata de una marca especial, de un tip
que no se vende en Jefferson, del cuaena slo dos paquetes, y recuerda
quin vendi uno de ellos.
Nadie se movi. Estbamos allsentados, y omos entonces los pasopresurosos del hombre, que avanz
orpemente, antes de arrebatar la caja dmanos de Stevens. Pero no lo miramos l, especialmente. Como l, vimos qu
a caja caa en dos trozos al romperse lapa, y salan de ella unas volutaperezosas que se disiparon lentamenteSimultneamente nos inclinamos todo
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Uno de esos testamentos dbeneficio mutuo que cualquiera de lodos socios puede aprovechar aadiStevens. Usted y Granbybeneficiarios y albaceas a la vez, esentido recproco, para la protecci
mutua de los bienes comunes. Es naturaProbablemente fue Granby quien lpropuso, dicindole que lo hab
nombrado su heredero. Es mejor, puesque rompa su propia copia. Si desehacer testamento, nombre heredero
Anse.No tendr que esperar eso dijVirginius. La mitad de la tierra esuya.
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egalizacin de su testamento. Yo sabaquin haba enviado al negro, y tambique, fuese cual fuese la informacimpartida, ese hombre estaba y
decidido a no darle crdito, puesto quo era un servidor de la esclava, de l
dinamita. En consecuencia, si el caballhubiera sido normal, o si Granbhubiera recordado a tiempo, uste
estara bajo tierra actualmente. Granbno se hallara, quizs, mejor que ahorapero usted estara muerto.
Ah! dijo Virginius en voz bajagrave. Creo que debo agradecerle.S dijo Stevens. Ha incurrid
en una gran obligacin. Debe algo
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Granby. Virginius lo mir. Le debeos impuestos que ha pagado durant
quince aos.No! dijo Virginius. Yo cre
que mi padre Cada mes de noviembrems o menos, Granby me peda dinero
no mucho, nunca la misma cantidadPara comprar ganado, deca. Mdevolvi una parte, pero todava m
debe No, ahora le debo yo. Su tonera siempre grave, tranquilo. Cuandun hombre empieza a cometer mala
acciones, no se trata tanto de lo quhace, sino ms bien de lo que deja.Pero sus semejantes, los d
afuera, debern hacerle dao por lo qu
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hace. Las personas perjudicadas por lque deja, no lo perjudicarn. Es uncircunstancia afortunada, pues, para eresto de nosotros, que lo que ha hecho lhaya sacado de sus manos. Lo he sacadde sus manos ahora, Virge, sangre o no
sangre. Comprende?Comprendo repuso Virge. D
odos modos, yo nunca de pronto s
volvi hacia Stevens. ste dijo:Qu?Virginius lo mir.
All dentro habl mucho dqumica y dems, y del humo. Le dirque cre parte de ello, y parte no lo creY si le digo qu cre y qu no cre, temo
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que se reir de m.Su rostro estaba muy serio,
ambin el de Stevens. Pero haba en loojos de este ltimo algo vivaz, alertanada de burla, en cambio.
Eso fue hace una semana
prosigui diciendo Virge. Si ustedhubiera abierto la caja para ver si ehumo estaba todava dentro, el humo s
habra escapado. Y de no haber habidohumo en la caja, Granby no se habrdelatado; y eso fue hace una semana
Cmo saba que habra humo dentro da caja?No lo saba dijo Stevens. L
dijo con voz rpida, animada, alegre
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casi feliz, casi jocosa. No lo sabaEsper tanto como fue posible antes dlenar de humo la caja. Pero antes d
entrar todos ustedes en la habitacinlen la caja con humo de mi pipa y l
cerr. Pero no saba nada. Estaba much
ms asustado que Granby Dodge. En finodo sali bien. El humo permaneci
dentro de la caja casi una hora.
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Monje
Tratar de contarles algo acerca dMonje. Repito que tratar de hacerlo, edecir, que intentar salvar lanconsistencias de esta breve, srdida
poco original historia, tornndolcomprensible no solamente por medide los nebulosos instrumentos de l
hiptesis, la inferencia y la inventivasino tambin mediante la aplicacin desos nebulosos instrumentos al materia
ambin nebuloso e inexplicable, qu
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Monje dej tras s. Porque es slo en literatura donde las ancdota
paradjicas y a menudo mutuamentexcluyentes de un alma humana puedeuxtaponerse y amalgamarse, por medi
del arte, en un todo de verosimilitud
plausibilidad.Era un retardado, quizs un cretino
nunca debieron enviarlo a l
penitenciara. Pero en la poca de suicio tenamos un joven fiscal d
distrito que tena puestas las miras en e
Congreso, y Monje no tena parientes ndinero, ni siquiera un abogado, porquno creo que nunca haya comprendidpor qu habra de necesitar un abogad
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ni siquiera qu era un abogado; poello la Corte le design uno, un joverecin egresado, que probablementsaba poco ms que el mismo Monjacerca del mecanismo de la ley criminaen la prctica, y quien, quizs, invoc l
culpabilidad de Monje por indicacide la Corte, o tal vez olvid que podrhaber invocado incapacidad menta
puesto que ni por un instante neg Monjhaber matado a la vctima. En realidadno pudieron impedirle afirmar y au
reiterar su culpabilidad. No era nconfesin ni jactancia. Era como sestuviese tratando de echar un discurso as personas que estaban cerca de
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cadver hasta que lleg elsheriff; luega ste y a sus empleados; a los otroprisioneros, aquellos pobres negrodetenidos por juego, por vagancia o povender whisky en las callejuelacortadas; al fiscal que lo acus, a
abogado que le asign la Corte, a lCorte y al jurado. Una hora despus dehecho, aparentemente no recordaba nad
de lo sucedido; ni siquiera recordaba ahombre que afirmaba hacer matadonombr como su vctima, y ello po
sugerencia o insinuacin, a variohombres que estaban vivos, y hasta uno que estaba presente en la oficina defiscal. Pero en ningn momento neg
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haber matado a alguien. No ernsistencia; era simplemente un
afirmacin repetida y serena del hechocon voz alegre, animada y simpticamientras trataba al mismo tiempo dpronunciar su discurso, de decirles alg
que no podan comprender y que snegaban a escuchar. No estabconfesando nada, ni tratando d
establecer elementos que despertaran lclemencia del jurado a fin de escapar as consecuencias de su accin. Er
como si estuviese tratando ms bien dformular un postulado, utilizando loportunidad para salvar el abismo entrsu persona y el mundo viviente, la tierr
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concreta y activa; como lo atestigua ecurioso discurso que pronunci en ecadalso cinco aos ms tarde.
Pero tampoco debi haber vividnunca. Vino, apareci pues si habnacido all o no, nadie lo saba en l
regin de colinas cubiertas de pinos aeste de nuestro distrito: un distrito quhace veinticinco aos, o sea la edad d
Monje, no tena casi caminos, y que nsiquiera la autoridad policial del distritrecorra; una regin impenetrable
agreste, poblada por familias primitivaque no reconocan fidelidad a nadie ni nada, y a quienes los de afuera nuncvieron hasta hace pocos aos, cuand
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as buenas carreteras y los automvilepenetraron en los verdes reductosdonde los pobladores, con sus nombrecorrompidos de origen escocs rlands, se casaban entre s, destilaba
whisky y mataban a cualquier intruso
parapetados en sus establos de troncos sus cercos de palos. Fueron los buenocaminos y los buenos vados los que n
slo trajeron a Monje a Jefferson, sinadems divulgaron los rumoresemifantsticos acerca de su origen
Porque las mismas gentes entre quienecreci parecan saber tan poco sobre como nosotros mismos: corra leyenda de una vieja que viva como un
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ermitaa, aun entre aquellos serebravos y huraos, en una choza droncos, con una escopeta cargad
apoyada contra la puerta, y de un hijque haba ido demasiado lejos, aun paresa regin y esas gentes; que hab
asesinado y huido, o posiblemente habsido desterrado y desapareci, nadisaba dnde, durante diez aos por l
menos; regres un da con una mujeruna mujer de cabellos duros, brillantesmetlicos, cabellos de ciudad, y rostr
de ciudad, duro y plido; una mujer quien vean desde lejos, cuando cruzabel potrero, o bien de pie junto a lpuerta, contemplando las verde
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soledades con una expresin heladahosca, de ciega inescrutabilidad. Unexpresin mortal, pero mortal como lmirada de una vbora, diferente de lexpresin de quienes seguan el ritradicional de advertencia de alejarse y
uego, plvora. Un da se fueron. No ssaba adnde ni cundo se fueron, comampoco de dnde ni cundo haba
legado. Algunos decan que una nocha vieja, Mrs. Odlethrop, los hab
corrido con la escopeta, desalojndolo
de la casa y de la regin.El hecho es que se fueron; ranscurrieron meses antes de que lo
vecinos descubrieran que haba un nio
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un nio pequeo, en la casa; si lo habarado o haba nacido all, nadie l
saba. Este nio era Monje. Ademcirculaba la leyenda de cmo siete aoms tarde comenzaron a sentir olor cadver; algunos de ellos entraron en l
choza, donde Mrs. Odlethrop yacmuerta desde haca una semana, hallaron al pequeo vestido con un
camiseta tratando de levantar lescopeta de su sitio contra la puerta. Nograron atrapar a Monje. Es decir, no
consiguieron retenerlo aquella vez, nunca tuvieron otra oportunidad. PerMonje no se fue. Saban que estabcerca, acechndolos, mientra
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preparaban el entierro, y que locontemplaba desde la maleza mientraenterraban a la vieja. No lo vieron mdurante ese da, aunque saban qumerodeaba por el lugar, y al dsiguiente descubrieron que estab
excavando la tumba con las manosHaba hecho ya un gran agujero. Llenaron nuevamente, y aquella noch
algunos se apostaron al acecho del nipara atraparlo y darle alimento. Perampoco entonces lograron apresa
aquel cuerpo furioso y desnudo, que ses desliz entre las manos como sestuviera engrasado, y huy sin emitiningn sonido humano. Despus, alguno
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uviera treinta y ocho aos en lugar ddieciocho, con el rostro feo, astutamentonto, ingenuo, cuyos rasgos, ms que l
expresin, le ganaron su sobrenombreMonje dio al hombre que lo protegi aliment la devocin absoluta y si
reservas de un perro, y a los diez aoera capaz, segn decan, de destilar ewhisky de Fraser tan bien como Frase
mismo.Eso era todo lo que haba aprendido
elaborar whisky y venderlo donde la le
o prohiba, por lo que haba quhacerlo en secreto; lo cual confirma unvez ms la paradoja de su declaracipblica, cuando le colocaron e
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capuchn negro sobre la cabeza pohaber matado al director de lpenitenciara, cinco aos ms tarde. Esera todo lo que saba hacer: eso y sfidelidad hacia el hombre que laliment y le ense qu hacer, cmo
cundo; de modo que, a la muerte dFraser, cuando un hombre cualquierleg en un camin y le dijo: Muy bien
Monje, sube, subi al vehculexactamente como lo habra hecho uperro sin dueo, y vino a Jefferson. Est
vez se trataba de una estacin dservicio a dos o tres millas del puebloah dorma en una tarima en lhabitacin del fondo, siempre que dich
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arima no estuviese ocupada por ucliente demasiado borracho parconducir el automvil o marcharse a pieAll aprendi inclusive a manejar esurtidor de nafta y a entregar el cambicorrectamente; a pesar de que su trabaj
consista, principalmente, en recordadnde estaban enterradas las botellas dcuarto litro, en un pozo de arena
quinientas yardas de distancia.Ahora lo conocamos en el pueblo
vestido con las ropas pueblerina
chillonas y ordinarias con las cualereemplaz su viejo mameluco: lacamisas de colores fuertes que desteaal primer lavado, los sombreros de paj
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con cinta rayada que se disolvan a lprimera lluvia, y los zapatos con ribeteque se destrozaban en sus piesagradable, inmune a las pullas, locuacuando alguien lo escuchaba, con aquerostro astuto, amarillento, aquel rostr
adino y a la vez soador, amarillentoaun debajo de la piel curtida, coaquella curiosa cualidad de una relaci
mperfecta entre sentidos y raciocinioEl pueblo lo conoca desde haca sietaos, cuando lleg aquel sbado a l
noche, la noche del muerto; esa muertque no fue prdida para nadie. Perocomo dije, Monje no tena dinero, namigos, ni abogado. El muerto, tendid
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en el suelo detrs de la estacin dservicio; Monje, de pie a su lado con lpistola en la mano; y otros dopresentes, que haban estado con lvctima toda la noche; Monje, tratandde decir no s qu cosa a los que l
sostenan, y luego alsheriffmismo, cosu voz alegre y jovial, como si el ruiddel tiro hubiera roto la barrera detrs d
a cual haba vivido durante veinticincaos y l hubiese salvado el abismo quo separaba del mundo de los hombre
vivos, por medio del cadver tendido sus pies.En verdad Monje no tena m
concepto de la muerte que un animal; n
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de la muerte del hombre a sus pies, ni da del director, aos ms tarde, ni de l
suya propia. El cuerpo a sus pies ersimplemente algo que nunca volvera caminar, hablar o comer; por lo tanto, noera fuente de dao ni de beneficio par
nadie; ciertamente ni de beneficio ni dutilidad. No tena sentido del pesar, dehecho irreparable y definitivo. L
amentaba: eso era todo. No creo qucomprendiera que, al yacer aquel cuerpall, iniciaba una cadena, una corrient
de retribucin que alguien deberpagar. Porque nunca neg haberlo hechoaunque la negacin no le habra validde nada, en realidad, ya que los do
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ograra una vez ms darle expresin eso o bien a otra cosa, estableciendo pofin contacto con la tierra inmemoriafecunda, ponderable, activa, sobre lcual siempre dese hablar siconseguirlo; porque slo entonces l
haban enseado a expresar lo ququera. Intent decrselo alsheriff quo arrest y al fiscal que lo acus; estab
en medio del recinto, con aquellexpresin que tiene un hombre cuandespera su oportunidad para hablar
escuch la lectura de la acusacincontra la paz y la dignidad destado Soberano de Mississippi, que e
antedicho Monje Odlethrop mat
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deliberada y maliciosamente, co
remeditacin, y de pronto lnterrumpi con voz aflautada y aguda
cuyo sonido, al extinguirse, dej en srostro la misma expresin de asombro sorpresa que se pintaba en los nuestros.
Mi nombre no es Monje: me llamStonewall Jackson Odlethrop.
Ven ustedes? Si ello era verdad, no
pudo haberlo odo en casi veinte aosdesde que muri su abuela, si en verdahaba sido su abuela: en cambio n
poda recordar las circunstancias en quhaba cometido un asesinato. Tampocopoda haberlo inventado. No podsaber quin era Stonewall Jackson, par
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adoptar su nombre. Haba ido a lescuela rural durante un ao. Sin duda lmandaba el viejo Fraser, pero no asistidurante mucho tiempo. Tal vez hasta erabajo de primer grado de una escuel
rural fue demasiado para l. Monje l
habl de la escuela a mi to cuando splante la cuestin de su indulto. Nrecordaba exactamente cundo fue
dnde estaba la escuela, ni cundo lhaba dejado. Pero recordaba en cambihaber ido, porque le haba gustado
Todo lo que poda recordar era quean todos juntos en el libro. No sabqu lean, porque no saba qu deca eibro, y ni aun ahora poda escribir s
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nombre. Pero dijo que le haba gustadsostener el libro y or todas las voceuntas; aunque, segn dijo, no oa la suy
propia, pero su voz se una asimismo as del resto, y lo saba por la forma e
que zumbaba su garganta, segn su
propios trminos. As, pues, nunca pudohaber odo hablar de Stonewall JacksonSin embargo, all estaba el nombre
heredado de la tierra, del suelorasmitido a s mismo a travs de gente
casi parias, un elemento de amarg
orgullo y de indmita altivezprocedente de la tierra y de los hombre mujeres que la pisaban y dorma
sobre ella.
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Lo condenaron a prisin perpetuaFue uno de los juicios ms breveregistrados en nuestro distrito, porquecomo dije, nadie lamentaba la muerte da vctima y nadie, salvo mi to Gavin
aparentaba interesarse por Monje
Monje nunca haba viajado en trenSubi a l, con una de las esposas sujeta la mueca delsheriff; vesta u
mameluco nuevo que alguien le habregalado, probablemente el Estadsoberano cuya paz y dignidad ofendi;
levaba un sombrero de paja dmitacin Panam flamante, todavnmaculado, con su cinta chillona, pue
era primero de junio, haba estado pres
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a hizo firmar y aprobar por egobernador; llev el indultpersonalmente a la penitenciara anunci a Monje que estaba en libertadMonje lo mir un instante hastcomprender, y se ech a llorar. No
quera irse. Tena ciertas prerrogativasahora; haba transferido al director lmisma devocin perruna que dedicara
Fraser. No haba aprendido a hacer nadbien, salvo destilar y vender whisky, sbien despus de venir al puebl
aprendi tambin a barrer la estacin dservicio. En vista de ello, eso era lo quhaca en la prisin: su vida en aquellpoca deba ser semejante a aqulla e
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que asisti a la escuela. Barra impiaba la casa del director como l
habra hecho una mujer, y la esposa dste le haba enseado a tejer. En mediode su llanto mostr a mi to un jerseque estaba tejiendo para el da de
cumpleaos del director, y que noerminara en varias semanas.
Mi to Gavin volvi, pues, a casa
Trajo consigo el indulto, pero no lodestruy, porque deca que haba sidregistrado, y que lo principal era ahor
estudiar la ley y ver si era posiblexpulsar a un hombre de la penitenciarcomo de una universidad. Creo que en efondo esperaba que, algn da, Monj
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cambiara de idea; por ello lo conservsegn creo. Entonces Monje obtuvo sibertad, sin ayuda de nadie. No habranscurrido una semana desde que mo convers con l, y no creo qu
hubiera decidido todava dnde guarda
el indulto, cuando lleg la noticia. Ada siguiente mereca un destacado ttulen los diarios de Memphis, per
nosotros la recibimos la noche anteriorelefnicamente: Monje Odlethrop
encabezando aparentemente una evasi
frustrada, haba matado de un balazo y sangre fra al director de la crcel. Estvez no haba ninguna duda. Lo habavisto cincuenta hombres, y algunos d
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os otros presos lo dominaron y lquitaron la pistola. S, Monje, el mismque la semana anterior lloraba cuandmi to Gavin le dijo que estaba eibertad, apareca ahora encabezand
una evasin y perpetrando un asesinat
en la persona del hombre para quieeja el jersey cuando pidi permisolorando, para terminarla; asesinat
realizado en forma tan fra, que supropios compaeros se volvieron contrl.
To Gavin fue a verlo nuevamenteEstaba ahora en una celda solitaria, das destinadas a los condenados
muerte. Teja todava el jersey: tej
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bien, segn dijo to Gavin. Y la prendaestaba casi terminada.
No tengo ms que tres das ldijo Monje, de modo que no haiempo que perder.
Pero por qu, Monje? dijo t
Gavin. Por qu? Por qu lo hiciste?Luego me contaba que las agujas n
cesaron de moverse, ni aun mientra
Monje lo miraba con aquella expresiserena, afable, casi beatfica. No tena econcepto de la muerte. No creo qu
nunca hubiese relacionado el cadver sus pies detrs de la estacin dservicio con el hombre que momentoantes hablaba y caminaba; ni aquel otr
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sobre el suelo del patio interior de lcrcel con el hombre para quien estabejiendo el jersey.
Yo saba que hacer y vender esewhisky no estaba bien dijo. Sabque no era eso. Slo que se detuv
mirando a to Gavin. La serenidaestaba siempre presente en aquel rostropero en aquel momento algo parec
asomar a tientas tras ella: ndesconcierto, ni incertidumbre, sino algque buscaba su camino a tientas.
Slo que, qu? insisti tGavin. No era el whisky? No erqu? Qu cosa?
No, no era. Monje lo mir
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nuevamente. Recuerdo aquel da en eren, el hombre de la gorra que s
asomaba por la puerta y gritaba; y ydeca: Es aqu? Nos bajamos aqu? la autoridad me contestaba: No
Todava no. Slo que si yo hubier
estado solo, sin la autoridad pardecrmelo, y ese hombre hubiera entradgritado, yo
Te habras bajado en otrestacin? Es eso? Y ahora sabes cues la estacin, dnde bajar bien? E
eso?S repuso Monje. S. Ahors que est bien.
Cmo? Qu est bien? Qu
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sabes ahora que no sabas antes?Monje se lo dijo. Tres das m
arde subi al cadalso, se detuvo donde indicaron e inclin dcilmente l
cabeza sin que se lo dijeran, para qupudieran atar el nudo corredizo m
fcilmente: el rostro todava serenoodava beatfico, con la expresin d
quien espera su oportunidad para hablar
hasta que todos retrocedieronEvidentemente crey que aqulla era lseal, porque dijo:
He pecado contra Dios y lohombres y ahora lo pago con msufrimiento. Y ahora Dicen quehabl en voz muy alta, el tono claro
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porque habra tenido ampliaoportunidades para ello. Y ahora habaasesinado al hombre que lo habamparado y, lo comprendiera Monje ono, lo haba salvado del infierno de lvida en la crcel; al hombre, sobre e
cual haba volcado toda su fidelidaperruna y su devocin, y por quien, unsemana atrs, rechaz el indulto. L
razn que tena era que deseaba volveal mundo de los libres para trabajar lierra. Y este cambio se haba operado
en una semana, luego de habepermanecido durante cinco aos malejado y aislado del mundo qucualquier monja. S, aceptemos que st
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fue una consecuencia lgica de esmente que apenas posea, y aceptemoque fuese suficientemente poderoscomo para llevarlo a matar a su nicamigo. Haba usado, en efecto, la pistoldel director; omos hablar de ello; d
que el director la tena en su casa y uda desapareci; y para que la noticia nse divulgase, el director haba hech
castigar severamente, en su intento darrancarle la verdad, a un cocinernegro, otro preso privilegiado, qu
habra sido el autor lgico del roboLuego Monje mismo hall el arma dondel director recordaba ahora haberlescondido, y se la devolvi. Aceptado
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odo eso, cmo pudo apoderarse de este impulso, o bien este deseo drabajar la tierra, en el lugar en qu
estaba? Eso es lo que coment con tGavin.
S que tiene sentido dijo t
Gavin. Slo que todava no tenemoas claves. Tampoco las tenan ellos.
Ellos?
S. No colgaron al hombre quasesin a Gambrill. Simplementcrucificaron la pistola.
Qu quieres decir? pregunt.No lo s. Tal vez nunca lo sabrProbablemente nunca. Pero tiensentido, como t dices, en algn punto
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Monje; un poltico, un hombre astutque, segn temamos algunos, entre elloo Gavin y otros en el Estado, ira muejos si viva lo suficiente
Aproximadamente tres aos despus da muerte de Monje, declar, si
prembulo alguno, una especie dubileo. Fij una fecha para l
convocatoria de la Comisin de Indulto
en la penitenciara, y dio a entender qurepartira indultos en la misma forma eque el rey de Inglaterra confiere ttulo
de nobleza y condecoraciones el da dsu cumpleaos. Naturalmente, loopositores dijeron que estaba rematandvirtualmente los indultos, pero to Gavi
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a oportunidad; medida que egobernador, hombre astuto como eraaplaudi cordialmente, y lleg aextremo de proporcionar los medios dransporte necesarios. To Gavin era un
de los delegados de nuestro distrito.
Posteriormente cont que se dierona todos los delegados, copias de laistas de candidatos a recibir indultos
segn imagino, todos aqullos que tenaun nmero suficiente de familiares cocapacidad de votar. En las listas s
consignaban el crimen cometido, lcondena, el tiempo ya cumplido, loantecedentes de conducta en la prisinetc. El hecho ocurri en el comedor
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mir a todos con las cejas levantadasEntonces alguien habl:
Que hable Terril por nosotrosgobernador. Lo hemos elegido para quhable.
To Gavin no mir inmediatamente
Mir primero la lista hasta hallar enombre: Terril, Bill, homicidio. Veinteaos. Cumple su condena desde el 9 d
mayo de 19 Solicit indulto en enerode 19 Denegado por el director C. L
Gambrill. Solicit indulto en setiembr
de 19 Denegado por el director C. LGambrill. Antecedentes de conducta
agitador. Y al levantar los ojos vio aTerril separarse de la multitud
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acercarse a la mesa