gutierrez girardot uni tolima

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    ISSN 1657-9992ISSN 1657-9992

    Universidad del Tolima

    Ao 2005

    Volumen 4 N 8

    Rafael Gutirrez Girardot. 1928 - 2005

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    N 8

    Segundo semestre 2005

    Revista de filosofa, poltica, arte y cultura del

    Centro Cultural de la Universidad del Tolima

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    Revista del Centro Cultural de la Universidad del Tolima.

    Rector: Dr. Jess Ramn Rivera BullaEditor: Julio Csar Carrin CastroConsejo Editorial: Jos Hernn Castil la Martnez

    Arlovich CorreaCsar Fonseca rquez

    Manuel Len CuartasFernando Ramrez DazHugo Ruiz Rojas

    Diseo y Diagramacin: Leonidas Rodrguez FierroImpresin: El Poira EditoresDireccin Postal: Centro Cultural Universidad del Tolima Barrio Santa Helena - Ibagu

    Telfono: (98)2669156 - IbaguCorreo Electrnico: [email protected]

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    RevistadelCentroCulturalUniv

    ersitarioAquelarre

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    Tabla de contenidoCarta del editor .............................................................................................................. 5

    En la muerte de Rafael Gutirrez Girardot ...................................................................... 7

    Rubn Jaramillo Vlez

    Presentacin ................................................................................................................. 15

    Jos Hernn Castilla

    Artculos de Rafael Gutirrez Girardot

    Sobre Guillermo Valencia ............................................................................................. 17

    Cmo leer a Toms Carrasquilla ................................................................................... 19

    Una tentativa de historia social en Colombia ............................................................. 23

    El Anuario colombiano de historia social y de la cultura .............................................. 25

    Carlos Arturo Torres y el pensamiento contemporneo ................................................. 27

    Un caso complejo ......................................................................................................... 29

    La literatura colombiana: Mito y realidad ..................................................................... 33

    Sobre una antologa ...................................................................................................... 39

    Figuras imaginarias....................................................................................................... 45

    Panorama? indito? de poesa? .................................................................................. 47Kafka y Colombia ....................................................................................................... 51

    El debate de los historiadores ........................................................................................ 55

    Eros y poltica .............................................................................................................. 59

    Devoto filsofo de Envigado ........................................................................................ 63

    Prlogo (a De sobremesa de Jos Asuncin Silva) ........................................................... 67

    El piedracielismo colombiano .................................................................................... 75

    Estratificacin social, cultura y violencia en Colombia ................................................. 85

    Para una desprovinciacin de Len De Greiff .............................................................. 99

    Polmica y crtica ....................................................................................................... 107

    Estimado universitario... ........................................................................................... 113

    El maestro y la educacin ........................................................................................... 117

    Noticia bibliogrfica .................................................................................................119

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    CentroCulturaldelaUniversidaddelTolima

    Las ilustraciones de la presente edicin, fueron tomado de Animales mitolgicosde AntonioGrass

    La portada. RevistaFoto: Premio Literario Alfonso Reyes, 2002

    Los artculos son publicados bajo la exclusiva responsabilidad de sus autores

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    ersitarioAquelarre

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    Carta del editor

    El profesor Rafael Gutirrez Girardot, fallecido en Alemania el pasado 27 de mayo, espoco conocido en nuestro pas, pero tal vez sea el intelectual colombiano de mayorprestigio y reconocimiento internacional. Casi toda su obra fue escrita en el exterior.Naci en Sogamoso en el ao de 1928 y se radic en Europa desde 1950 pero siempremantuvo permanente contacto con la realidad poltica y cultural de Colombia y Latinoamrica,como lo corrobora su prolfica produccin intelectual. Fue alumno de Heidegger, de Xavierde Zubiri y de Hugo Friedrich. Hombre de amplia formacin humanstica; coherente, lci-do y radical en la exposicin de sus ideas. Profesor de filosofa, historia, crtica literaria ehispanstica en varias universidades europeas. Traductor de Nietzsche, Martin Heidegger,

    Ernst Jnger, Walter Benjamin, Gottfried Benn y de otros filsofos y pensadores alemanes.Reemplaz a Jorge Luis Borges como docente en el Instituto de Gteborg en Suecia y man-tuvo su ctedra como profesor emrito en la Universidad de Bonn hasta el final de su vida.

    Aunque slo vivi en Bogot entre 1966 y 1967, no dej de confrontar la mediocridadintelectual y el rastacuerismo reinante en un medio cultural signado por el acomodamientooportunista. Sostuvo que las lites colombianas sienten un profundo desprecio por la cultu-ra, son simuladoras del saber y autodestructivas. Culp de nuestro atraso espiritual al catoli-cismo legado por la colonizacin espaola porque gener un pensamiento visceralmentedogmtico y una sociedad pacata y ensimismada que forma intelectuales carentes de ethosacadmico que utilizan la inteligencia como trampoln para el ascenso social y el ascenso alpoder.

    Responsabiliz a los intereses confesionales, empresariales y mercantilistas de corromper ydestruir la universidad pblica, fomentando desde las universidades privadas la baja calidadeducativa y el desprecio por una formacin para la mayora de edad y el uso pblico delpropio entendimiento. Fustig sin misericordia a la gran prensa como expresin oficial de laoligarqua que siempre ha gobernado nuestro pas y afirm que el negocio de la educacinprivada es una estafa que dicha oligarqua le hace a la sociedad.

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    CentroCulturaldelaUniversidaddelTolima

    Este nmero monogrfico de la revista Aquelarre del Centro Cultural de la Universidad delTolima se publica como un sentido homenaje pstumo al maestro Gutirrez Girardot, elagudo polemista y ensayista que marc con sus escritos una impronta de ilustracin sobre elacontecer nacional. Hemos querido presentar algunos de sus textos de crtica literaria, referi-dos exclusivamente a autores colombianos, en la consideracin de que nuestros lectores sesentirn estimulados a conocer su extensa obra.

    Para esta edicin hemos contado con los aportes de Rubn Jaramillo Vlez, profesor delDepartamento de Filosofa de la Universidad Nacional, que presenta una breve disertacinsobre la vida intelectual de Rafael Gutirrez Girardot y con la invaluable colaboracin de JosHernn Castilla, conocedor de su obra, quien tambin se ha encargado de informarnos sobreuna amplia bibliografa del autor. Esperamos estar contribuyendo, de esta manera, al necesa-rio debate sobre la influencia poltica y cultural de esta apreciada obra, desde un medioacadmico e intelectual tan opaco, superficial y provinciano como el nuestro.

    El editor

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    Les agradezco mucho por esta invita-cin. Sin embargo, como lo dije hacetres semanas en el acto que con el pa-trocinio de la Casa de la Cultura de la ciudad

    tuvo lugar en el teatro Sugamuxi deSogamoso, me resulta una ocasin muy tris-te, pues desde el da 28 de mayo, cuando meenter del fallecimiento del gran maestro yamigo Rafael Gutirrez Girardot, he estadotratando de elaborar el duelo, en vano. Sumuerte significa una perdida, en primer lu-gar para nosotros los colombianos, aunqueen realidad lo es para la Amrica Latina en suconjunto, para esa que Manuel Ugarte lla-mara la Patria Grande: Indo-ibero-amrica,

    una prdida para todo el mbito de la cultu-ra en lengua espaola.

    Rafael Gutirrez Girardot fue, en efecto, unade las figuras intelectuales ms prominentesde este continente en la segunda mitad delsiglo veinte, si se tiene en cuenta que su ges-tin cultural, tan seria, tan genuina, tan fun-damentada, comenz a perfilarse desde fina-les de los aos cuarenta, cuando realizaba es-tudios de jurisprudencia, a travs de sus pri-meros escritos -ensayos, artculos, reseas cr-ticas- publicados en la Revista de la Univer-sidad del Rosario cuya direccin le fue enco-mendada por su rector de entonces,monseor Jos Vicente Castro Silva, a quin

    l siempre recordar con singular afecto. Ya alo largo de la dcada del cincuenta se dio aconocer ampliamente, en particular cuandose integr al grupo de intelectuales que se

    congregaron alrededor de esa gran revista quefueMito.

    Pero debo reiterar que me resulta sumamen-te triste llevar la palabra en esta ocasin. Enprimer lugar quisiera recordar que hace yams de veinte aos un grupo de jvenes, en-tre los que se contaba mi amigo Jos HernnCastilla, aqu presente, que luego sera elcoeditor de una seleccin de sus escritos (His-panoamrica: imgenes y perspectivas), comen-

    zaron a leerlo, y corresponde a ellos el mritode haber puesto en circulacin una serie decuartillas en fotocopias, llamando la atencinsobre la obra de este ilustre compatriota quevivi casi cincuenta aos en esa especie deexilio, tan frecuente en nuestro medio cuan-do una persona que se distingue por sus ex-celsas cualidades intelectuales es aislada y re-chazada y se ve obligada a emigrar para ges-tar su obra en el extranjero. De manera quees con mucha emocin, pero con mucha ysincera tristeza, que recuerdo aqu al maestroGutirrez Girardot.

    Aunque yo tuve la oportunidad de conocer-lo en alguna ocasin en Berln, cuando reali-

    En la muerte deRafael Gutirrez Girardot*

    Rubn Jaramillo Vlez **

    * Conferencia pronunciada en Ibagu el viernes 26 de septiembre, por invitacin del Centro Cultural de la Universidaddel Tolima** Departamento de Filosofa de la Universidad Nacional de Colombia

    Rafael Gutirrez Girardot yRubn Jaramillo Vlez - 1987

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    zaba mis estudios, con motivo de una confe-rencia que l dict en el seminario deromanstica, debo mi relacin con el profe-sor Gutirrez a ese grupo de jvenes que,como les deca, hace unos aos comenzarona difundir su obra. En particular a mi apre-

    ciado amigo Juan Guillermo Gmez, quedespus de haber realizado sus estudios enAlemania se desempea actualmente comodocente de cultura hispanoamericana en laUniversidad de Antioquia y est llevando acabo una gran labor como editor de los clsi-cos del pensamiento y la cultura hispanoame-ricana como, por ejemplo, los dos libros deJos Luis Romero, muy amigo del maestroGutirrez Girardot, Latinoamrica: las ciuda-

    des y las ideas y Situaciones e ideologas enAmrica latina , as como la obra del gran his-toriador chileno Mario Gngora, tan reco-mendado por Gutirrez, y una antologa delensayo colombiano de los siglos XIX y XX.

    Fue entonces a travs de Juan GuillermoGmez, de Jos Hernn Castilla y otros j-venes que yo entr en contacto con RafaelGutirrez Girardot. En 1986 publiqu en laserie monogrfica Argumentos, que por en-

    tonces comenzaba a editar, su ensayo intitu-lado Universidad y Sociedad, que ha teni-do una gran acogida en nuestro medio. Deesta manera, mi amistad con l comenz aquy no en Alemania. Mantuve una correspon-dencia con l, no muy frecuente pero de porlo menos dos o tres cartas anuales. Me en-tenda muy bien con sus familiares en Bogo-t, doa Leonor Gutirrez de Happle, la pri-ma que tanto lo quera, y su esposo, un inge-niero alemn muy simptico y muy amigosuyo. Tambin tuve la oportunidad de cono-cer a su seora esposa, la madre de sus doshijas, una dama encantadora que mucho loamaba y le acompa solidariamente duran-te casi cincuenta aos.

    En primer lugar har referencia a algunosdatos biogrficos para que ustedes tengan una

    idea preliminar de quin era el maestro Ra-fael Gutirrez Girardot.

    Naci en el ao de 1928 en Sogamoso, esaciudad de Boyac tan peculiar en el conjun-to del departamento ya que por ser la puerta

    de entrada a los llanos orientales y por su cli-ma, as como por ser una ciudad muy libe-ral, se diferencia del resto de las poblacionesdel departamento. Precisamente, como melo deca su compaero de infancia, mi amigoy muy estimado profesor Carlos PatioRoselli, las pocas familias conservadoras deSogamoso eran por entonces, en efecto, la deGutirrez y la del propio Patio. Su padre sellamaba Rafael Mara Gutirrez. Era un diri-

    gente del partido conservador, abogado y se-nador de la Repblica, que sera asesinadoen 1932, cuya esposa, Anita Girardot, eradescendiente del hroe de la campaalibertadora, el hroe del Brbula.

    Como hurfano de padre, Gutirrez fue edu-cado por su abuelo materno, Juan de DiosGirardot, a quien consagrara pginas de hon-da devocin y afecto. Despus de haber cur-sado estudios de primaria y bachillerato en

    Sogamoso y Tunja se matricul en la facul-tad de Derecho del Colegio Mayor de Nues-tra Seora del Rosario y al mismo tiempo enel recientemente fundado Instituto de Filo-sofa de la Universidad Nacional, que comen-z a funcionar como adscrito a la facultad deDerecho de la misma y cuyo origen nos re-cuerda tambin la gestin de otro gran co-lombiano, gran amigo nuestro y de RafaelGutirrez Girardot, el viejo maestro RafaelCarrillo Luque, un indgena canguamo delpoblado de Atanquez ubicado en una estri-bacin de la Sierra Nevada de Santa Marta,quien despus de haber realizado estudios enel Liceo Celedn de Santa Marta se traslada Bogot y curs tambin estudios de juris-prudencia en la Universidad Nacional, aun-que desde un principio se consagr con granfervor al estudio y la difusin de la filosofa.

    Sin corbatn en Bonn 1991

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    El mismo Gutirrez recuerda a tres de susmaestros que fueron los fundadores del Ins-tituto. Cayetano Betancur, filsofo y juristaantioqueo, fallecido ya hace unos treintaaos, el ya mencionado Rafael Carrillo, yDanilo Cruz Vlez, que todava vive y a quien

    tuve el privilegio de escuchar como mi orien-tador en la primera etapa de mi formacinfilosfica.

    Rafael Gutirrez Girardot pertenece a esageneracin que al salir de la adolescencia ex-periment el trauma ms profundo de la his-toria de nuestro pas en el siglo veinte des-pus de la guerra de los mil das, que se ini-ci con el asesinato de Jorge Elicer Gaitn

    el nueve de abril de 1948, un evento que parteen dos la historia de Colombia y que dio ori-gen al dramtico perodo de la Violenciadurante los diez aos que le siguieron.

    Basta mencionar algunos nombres, como eldel poeta Fernando Charry Lara, muy ami-go suyo por cierto, fallecido apenas hace unosseis u ocho meses. Recuerdo que hace unosquince aos la prima de Gutirrez le ofreciuna cena a l y a su seora y en esa ocasin

    estuvo presente Charry Lara (que por ciertotambin fue uno de mis profesores, de litera-tura hispanoamericana, en la universidad).Pertenecen tambin a esa generacin, entreotros, nuestro premio nobel, Gabriel GarcaMrquez, y el padre Camilo Torres Restrepo;Hctor Rojas Erazo, el gran pintor FernandoBotero; Orlando Fals Borda, pionero de lasociologa moderna en Colombia; HernandoValencia Goelkel, crtico literario y cinema-togrfico, adems de excelente traductor delingls, que muri hace unos aos.

    Algunos miembros de esa generacin se agru-paron alrededor de la Revista Mito, cuyosfundadores fueron los benjamines de lamisma. Me estoy refiriendo a Jorge GaitnDurn y a Eduardo Cote Lamus, que falle-cieron ambos trgicamente, el primero en un

    accidente de aviacin en las Antillas cuando

    regresaba de Pars, en l962; y el segundo, quemuri poco despus a consecuencia de unaccidente automovilstico acaecido en lasproximidades de Pamplona cuando se des-empeaba como gobernador de Santanderdel norte.

    Como ya lo he mencionado, Gutirrez co-menz su gestin intelectual en el Colegiodel Rosario, cuando monseor Castro Silvale encomend la direccin de la Revista, en

    la cual public en el nmero de mayo/juniode 1949 la traduccin de un ensayo sobre eltomismo moderno del sacerdote dominicoJosef Bochenski. Igualmente public el 15 deenero de 1950 en el suplemento literario delperidico El Siglo, para el cual por entoncestambin escriba comentarios y reseas elmaestro Rafael Carrillo, un ensayo sobre elsegundo centenario de Goethe, a quien co-noca muy bien. Ya haba publicado all, el 9de octubre del 49, un artculo intituladoHeidegger frente a Sartre, lo que me pare-ce muy significativo porque en esa poca eranmuy pocos los intelectuales colombianos queconocan a Heidegger mientras Sartre era casihegemnico. Quisiramos mencionar otroartculo publicado en el suplemento literariode El Siglo intitulado Un Nietzsche desdedentro.

    En familiacon su esposaMarliese y sushijas Bettina yMartella - 1985

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    Ya he mencionado algunos autores alemanesde los cuales se va a ocupar Gutirrezfervorosamente a lo largo de su vida, comoGoethe, Nietzsche y Heidegger. Sobre el se-gundo publicara en 1966 en la EditorialUniversitaria de Buenos Aires (Eudeba) un

    libro que no ha perdido actualidad y vigen-cia: Nietzsche y la filologa clsica, uno de losmejores trabajos que se han escrito en lenguacastellana sobre ese aspecto especfico de suobra. Tambin public por entonces en elsuplemento del Siglo un artculo sobre JulinMaras, el discpulo ms conocido de Orte-ga; y luego uno sobre Camilo Jos Cela, queaos ms tarde recibira el Nobel

    Igualmente elabor la presentacin de dospoetas colombianos de su momento, Fernan-do Arbelez, fallecido hace unos quince aosy que hacia mediados de los sesenta seleccio-n una antologa de la poesa colombiana queedit la divisin de extensin cultural delministerio de educacin; y Marco F. Chvez,a quien no conozco. En 1950 public tam-bin en la Revista del Colegio Mayor delRosario un registro de los documentos sobrela historia nacional que se guardaban en el

    archivo del Colegio, acompaado de una notaintroductoria.

    Tambin por entonces public en el suple-mento literario de El Siglo un ensayo sobrelas nuevas tendencias del pensamiento espa-ol, y el 20 de mayo del 51 un artculo inti-tulado Barba Jacob y el existencialismo.Tradujo igualmente una conferencia de CarlSchmitt que se public igualmente en El Si-glo el 17 de julio del 51. All mismo publicpoco despus un artculo intitulado Notaspara una definicin de Hispanoamrica queanticipa su gran ensayo La visin de Hispa-noamrica de Alfonso Reyes, as como unartculo sobre el intelectual y la cultura mo-derna, que luego reelaborara y leera en elClub Suamox de su ciudad natal con motivodel homenaje que se le rindi all el 18 de

    noviembre de 1993, con el ttulo Los inte-lectuales en la historia, que se reprodujo enla revista congratulatoria de la Casa de laCultura de la ciudad que se public hace tressemanas.

    Al iniciar la dcada del cincuenta Gutierrezviaj a Espaa. Por entonces era un conser-vador conciente y simpatizaba con la ideolo-ga del rgimen espaol. En Espaa estudicon el pensador ms importante de la pri-mera mitad del siglo veinte, Javier Xubir, queen su momento sera opacado por Ortega; almismo tiempo realiz estudios de sociologaen el Instituto de Estudios Polticos de Ma-drid.

    Sin embargo, ya en el 53 se traslad a la uni-versidad de Friburgo, en el suroeste de Ale-mania, en donde entr en contacto con dosfiguras que van a ser decisivas en su desarro-llo intelectual. En primer lugar con el granromanista alemn Hugo Friedrich, que diri-gira su trabajo de promocin, autor, entreotras, de una obra ya considerada clsica,La estructura de la lrica moderna, as comode un libro intitulado Tres clsicos de la nove-

    la francesa (Balzac, Stendhal y Flaubert). Tam-bin se vincul al gran pensador MartnHeidegger, con quien llegara a mantener alo largo de los aos una genuina amistad yque por esa poca volva a la ctedra, pues alconcluir la guerra haba sido destituido porlas fuerzas de ocupacin en razn de su com-promiso durante el primer ao de la dicta-dura de Hitler, cuando adhiri al partidonacionalsocialista y en su discurso de pose-sin como rector de la universidad deFriburgo elogi el acontecimiento.

    El profesor Gutirrez alcanz un dominiopleno de la lengua alemana y llev a cabouna serie de valiosas traducciones de las cua-les mencionar luego algunos de los ttulosms significativos. Tambin fue nombradoprofesor en el Instituto Iberoamericano de

    Con el escritor R.H. MorenoDurn en Puntalarga - 1993

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    Gotemburgo, Suecia, y catedrtico de Mun-do hispnico en la Escuela de periodismode Madrid, as como en la UniversidadMenndez y Pelayo de Santander, una uni-versidad internacional en la cual se realizanprestigiosos cursos de verano para extranje-

    ros. Tambin fue profesor invitado en la Uni-versidad de Columbia en Nueva York.

    Finalmente, inici su regular carrera docen-te en la Universidad de Bonn, en la cual lle-g a dirigir los estudios de hispanstica y cul-tura hispanoamericana. Precisamente haceunos diez aos, con motivo de su paso a lacondicin de profesor emrito, JuanGuillermo Gmez y su hija Betina Gutirrez

    compilaron un volumen en su homenaje quefue publicado por la editorial Vervuert deFrankfurt y para el cual, lo que mucho mehonra, contribu con un ensayo. En los lti-mos aos, liberado ya de la carga docente re-gular, realiz una tarea muy fecunda y cos-mopolita, asistiendo a eventos de gran signi-ficacin en los Estados Unidos (Universidadde Maryland), Espaa, Argentina, Mxico.Public en las revistas ms importantes de laEspaa post-franquista, como Quimera, El

    viejo Topo,Cuadernos hispanoamericanos(quediriga su amigo Luis Rosales), as como enrevistas venezolanas, argentinas, mexicanas y,desde luego, colombianas.

    Les mencionaba la gestin de Gutirrez comotraductor porque es un intelectual que haservido de vnculo entre la cultura alemana,que l conoca en un grado de intimidad sor-prendente, y el mbito hispanoparlante.

    Quisiera recordar, para dar un ejemplo bienpertinente, que hace unos aos, cuando elprofesor Gutirrez vino a Colombia y diri-gi un seminario en la Universidad Nacionalsobre la Introduccin a la Fenomenologa delespritu, al tratar la crtica del romanticismo,que en el caso de Hegel se integra a la pol-mica con su condiscpulo Schelling, llev a

    cabo un anlisis de la novela Lucinda deFriedrich von Schlegel con tanto detalle yprecisin como slo un profesor alemn deGermanstica poda efectuar, porque se in-troduca de lleno en la trama y la temtica dela obra, un procedimiento bien caractersti-

    co de su estilo docente, que me parece ex-cepcional en nuestro medio pues paraGutirrez el discurso filosfico no deba sercomprendido slo a partir de una exgesisrigurosa desde el punto de vista filolgico sinoque debera aprehender la circunstancia his-trica, social, poltica (yo siempre he soste-nido, por ejemplo, que no se puede compren-der el Idealismo alemn si no se conoce aLutero, si no se entiende el significado pro-

    fundo de la Reforma -el primer momento dela subjetividad como principio de la moder-nidad segn Hegel- y que los trabajos deKant sobre tica, como la Fundamentacinde la metafsica de las costumbres, tienen comoantecedente el texto de Lutero La libertad deun hombre cristiano, de 1521).

    Gutirrez tena eso, una extraordinaria sen-sibilidad para lo que Karl Jaspers llamara loenglobante. Insista en mostrar la forma

    como el filosofema, el discurso, arraiga en ununiverso de significado. Era una actitud per-manente en su docencia. Porque no slo erafillogo, intrprete, sino tambin un infati-gable y sensible lector en los espacios en quese mova, tan amplios, por lo dems: era ungran conocedor de la cultura, de la literatu-ra, la novela, la poesa espaola e hispano-americana y, al mismo tiempo, de la filoso-fa, la literatura, el ensayo y la poesa alema-na. Tambin conoca otros mbitos, algo dela literatura francesa y norteamericana. Perosobre todo la hispanoamericana, que l sen-ta todos los das porque aunque resida enBonn viva en funcin de nuestro continen-te, en funcin de la patria grande.

    En cuanto a la difusin de la cultura alema-na, que conoca de manera inusitada, tradu-

    Con su primaLeonor Gutirrez de Happle1998

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    jo por ejemplo La fiesta de la paz, un extensopoema de Hlderlin, que public la edito-rial El Ancora de Bogot hace ya diez aos.De Heidegger tradujo una serie de textos su-mamente complejos como, por ejemplo, losComentarios a la poesa de Hlderlin. Para tra-

    ducir este ensayo y a un poeta tan profundoe intenso (que por su parte tambin habasido traductor, porque haba vertido al ale-mn laAntgona de Sfocles) se requiere deun conocimiento muy preciso y afirmado dela lengua alemana.

    Gutirrez revel una gran comprensin deun intelectual tan complejo como MartinHeidegger, que a pesar de sus equivocacio-

    nes en el campo de la poltica fue un genui-no pensador, el ltimo representante de lagran tradicin metafsica, as estuviera lejosde considerarse un metafsico.

    Adems de los ya mencionados Comentarios ala poesa de Hlderlin, que fue publicada en1953 en la revista Bolvar, tradujo para los Cua-dernos Hispanoamericanos, que, como les deca,diriga el poeta Luis Rosales, gran amigo suyo,La leccin sobre la cosa, un fragmento de exge-

    sis de algunas pginas de la Crtica de la raznpura que luego se publicara en Ideas y Valores,la revista de nuestro Departamento de filoso-fa, con el ttulo La cosa. Tradujo tambin en el54 para la Revista Bolvarotro ensayo deHeidegger:Abandono del ser y errancia y, para laRevista Nacional de Cultura de Caracas, En poe-ma habita el hombre(unos aos ms adelante sepublicara tambin en la revista Tierra Firmeque editaba en Bogot Francisco Posada unatraduccin de este ensayo). Para la revistaMitoGutirrez tradujootro ensayo de Heidegger: Dela experiencia del pensar, que se public en elnmero dos de junio/julio del 55.

    Al ao subsiguiente, en el nmero 10, de oc-tubre/noviembre de 1956, public en la mis-ma revista sus Notas sobre Hegel, que luegoampli y volvi a publicar con el ttulo: Hegel,

    notas heterodoxas para su lectura, en mi opi-nin uno de los mejores trabajos que se hanpublicado en nuestro pas sobre el gran pen-sador alemn y en el cual, como en el casoque comentaba del seminario sobre Hegel,tambin se destaca su estilo, al considerar el

    contexto, el complejo universo que se reflejaen la obra del filsofo. De otra parte, comosu estilo era fundamentalmente polmico,porque no se limitaba a la resea sino quereflexionaba sobre la actualidad, alberga tam-bin el inicio de una polmica con KarlPopper que mantendr toda su vida.

    Sin embargo, de todas sus traducciones deesa poca la ms significativa fue la de la Carta

    sobre el humanismo de Heidegger, que se pu-blicara en el 59 en uno de los Cuadernosde la editorial Taurus, que Gutirrez habacontribuido a fundar en Madrid. Como us-tedes quizs saben, fue la respuesta a una cartaque le enviara un estudiante de filosofa quele preguntaba por entonces, recin pasada laguerra, cmo sera posible volverle a dar unsentido a la palabra Humanismo: JeanBeaufret, quien entre tanto es uno de losmejores divulgadores de Heidegger en la aca-

    demia francesa.

    Otras traducciones, para la coleccin Estu-dios Alemanes de la editorial Surde BuenosAires, que codirigo durante muchos aos,fueron, por ejemplo, Filosofa prctica y Teo-ra de la Historia de Hermann Lubbe y unaobra de Judith Janoska-Bendl intituladaMaxWeber y la sociologa del iluminsimo. En lamisma serie edit una muy afortunada selec-cin de ensayos de Herbert Marcuse (Cultu-ra y sociedad), la Dialctica del iluminismo deHorkheimer y Adorno, as como seleccionesde los ensayos de Walter Benjamn, GottfriedBenn, F. G. Junger, Alexander Mitscherlich,entre otros.

    Tambin en la revistaMito, ya en noviembrede 1957, publicara una resea de la nueva

    n Bogot - 1993

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    edicin de las obras de Nietzsche que habaemprendido el profesor Karl Schlechta,acompaada de un pequeo libro llamadoEl caso Nietzscheen el cual aquel denunciabalas falsificaciones que haba emprendido suhermana Elizabeth con la complicidad de uno

    de sus ltimos discpulos y amigos, el msi-co viens Peter Gast (que no se llamaba assino Heinrich Kselitz pero Nietzsche hababautizado como Pedro el husped),asunto alque se referira Gutierrez en un artculo inti-tulado Otra vez Nietzsche publicado en elnmero 16 de la revista.

    Lo anterior nos permite bocetar, as seafragmentariamente, una visin de conjunto

    de la primera etapa en la obra del maestroGutirrez Girardot. No quisiera ser muy ex-haustivo y no mencionar los ttulos de suslibros ms recientes, que son suficientemen-te conocidos.

    Me gustara terminar subrayando que en miopinin lo que ms sobresale en la gestintan fecunda del profesor Rafael GutirrezGirardot fue su profundo y sincero compro-miso con Colombia y con la Amrica indo-

    ibero-americana, su intencin por rescatar delolvido a las grandes figuras que han ido te-jiendo la realidad y el misterio de la AmricaLatina. Precisamente en uno de sus textos re-cordar l un ensayo de Alfonso Reyes que lle-va como ttulo La equis en la frentey se refierea Mxico como a un enigma. Tal y como lorepresenta tambin un famoso leo de DavidAlfaro Siqueiros intitulado Nuestra Imagen.

    Pero ese enigma que es Amrica Latina fuetambin, desde un principio, desde la Cartade Jamaica de Bolvar, la patria de la utopa.Por eso Gutirrez recuerda de continuo eltexto La Utopa de Amrica del gran maestrodominicano Pedro Enriquez Urea (1925).De la misma manera que siempre evocarpermanentemente a Alfonso Reyes, el com-paero y amigo fraterno de aquel, su cola-

    borador en Ciudad de Mxico cuando, hacia1910, emprendieran ese gran proyecto reno-vador de la cultura a travs delAteneo de laJuventud, que congregara a la generacin queasumi la tarea de superar el estrecho marco

    de referencia del positivismo, que haba sidoun poco la ideologa legitimante del proyec-to desarrollista del Porfiriato pero se habaagotado, como don Porfirio mismo y su r-gimen, hacia finales de la primera dcada delsiglo.

    Debo concluir, pues se agot el tiempo deque dispongo hoy. Para terminar, quisieraleerles un prrafo de un ensayo que me envihace 20 aos el profesor Gutirrez y que me

    enorgullece haber publicado en la seriemonogrfica Argumentos, intitulado QuUniversidad para qu sociedad, una contribu-cin que le fue solicitada por entonces porlos amigos mencionados y a la cual l res-pondi de inmediato.

    El problema se refiere a las relaciones entre laUniversidad y la Sociedad. Gutirrez se loplanteaba de una manera muy contempor-nea por haber sido testigo -y al respecto porcierto que tuvimos en alguna ocasin unacontroversia porque, como en muchas otrascosas, no estaba del todo de acuerdo con l-de los desarrollos del movimiento estudian-til de mediados de los aos sesenta en Ale-mania y era conciente de algunas consecuen-cias no muy positivas del mismo, seguramen-te porque, como se lo d a entender en esa

    La familia Gutirrez:Marina, Leonor, Martella,Marliese de Gutirrez,

    Rita Happle, MichaelDenhoff y Bettina en el actode exaltacin como ProfesorEmrito de la Universidad deBonn - 1993

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    ocasin, asuma la posicin de profesor afec-tado por la insurgencia juvenil, pues se dabacuenta que estaba en peligro una institucintan sensible a los cambios apresurados comola universidad, cuya problemtica debe sertratada con mucho tacto, con mucho cuida-

    do.

    Porque cuando los tecncratas neoliberales,que ni siquiera saben hablar castellano, asu-men la direccin de la educacin pblica,ponen en peligro la soberana nacional. Por-que, como lo hemos venido experimentan-do en los ltimos aos, en el pas se estnintroduciendo paradigmas para dirigir -y enrealidad desorientar- los desarrollos de la edu-

    cacin superior que no se fundamentan enuna genuina reflexin sobre nuestra realidad.

    Gutirrez iniciaba esa reflexin consideran-do una universidad que se acomodara a lasexigencias de la democratizacin de la socie-dad sin por ello descuidar o pervertir su tareay su misin, y planteaba que esta rede-finicin de las relaciones entre la sociedad yla universidad slo sera posible en socieda-des como las europeas, caracterizadas por una

    larga tradicin universitaria y cientfica, esdecir, como deca, en sociedades en las queha existido una autntica relacin con laUniversidad y en las que la institucin uni-versitaria ha tenido un estatus social es-pecial, propio de su tarea, a su funcin y alpapel que juega el saber en dichas socieda-des.

    Pero agregaba que este no sera el caso de lassociedades hispnicas. En ellas no hay quedefinir de nuevo, ni siquiera definir por pri-mera vez esa relacin. En ellas hay que crear-la, es decir, poner de presente la significacinvital de la Universidad para la vida poltica ysocial, para el progreso, la paz, y una demo-cracia eficaz y no solamente nominal. Conotras palabras: para establecer una relacinentre Universidad y Sociedad en los pases

    hispnicos es necesario demostrar a esas so-ciedades que el saber cientfico no es compa-rable con un dogma, que es esencialmenteantidogmtico; que el provecho inmediatodel saber cientfico no es reglamentable nideterminable por ningn grupo de la socie-

    dad, sino que surge de la libertad de la inves-tigacin, de la libertad de buscar caminosnuevos, de descubrir nuevos aspectos por vasque a primera vista no prometen resultadostraducibles en trminos econmicos; que, fi-nalmente, el saber cientfico y la cultura noson ornamentos, sino el instrumento nicopara clarificar la vida misma del individuo yde la sociedad, para cultivarla y, con ello,pacificar y dominar la violencia implcita en

    la sociedad moderna burguesa, esto es, en lasociedad en la que todos son medios de to-dos para sus propios fines, en la sociedadegosta.

    Al considerar que una de las condiciones sinequa non, inherente a la vida del espritu, hade ser la honestidad, la disciplina, el trata-miento serio, riguroso y responsable de losproblemas y las ideas, quisiera reiterar queesto es lo que ha de significar para nosotros

    el ejemplo de su vida y su obra, lo que nosensea su actitud y su esfuerzo tan genuinos:su paciencia, su laboriosidad, su compromi-so. De todo ello podemos extraer valiosasenseanzas que nos permitan abandonar elrastacuerismo, las actitudes parroquiales, elrencor y la simulacin, tan frecuentes en nues-tro medio. El contacto con su obra ampliarnuestro horizonte y nos abrir a la esperanza.Nos har concientes de la magnitud de la cri-sis por la que estamos atravesando y nos pro-veer de medios para reconocerla, para pen-sarla con acierto y, eventualmente, superarla.Hoy, ms que nunca, resulta impostergableel sereno pero implacable ejercicio de la cr-tica, sobre el cual se pronunciara Kant conabsoluta radicalidad cuando deca que la ra-zn slo concede su respeto a lo que puedesoportar su examen pblico y libre.

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    Este nuevo nmero especial de la revistaAquelarrerene una seleccin de textos escritos por Rafael Gutirrez Girardot sobre temas y autores colombianos, textos que, conexcepcin de una breve nota sobre un prlogo de Rafael Maya aparecida en Cuader-nos Hispanoamericanosy una correspondencia privada, han sido ya publicados en Colombia.

    Los trabajos recopilados en la presente edicin de Aquelarreson estudios breves de diverso

    carcter -artculos periodsticos, ensayos, registros bibliogrficos- que constituyen, e inclusorepresentan, autnticos exponentes de la manera publicstica de abordar por el autor aspectosconcernientes a la realidad poltica, social y cultural del pas.

    Aunque corresponden a las diversas pocas de su trayectoria intelectual, esta veintena detexos no slo revelan la dedicacin y la seriedad con que trabaja un gran maestro, sino de-muestran efectivamente con cunta fuerza y exigencia rigurosa, pasin y certera accinorientadora y polmica intervena siempre el profesor y el crtico literario Gutirrez Girardot.

    Los materiales aqu reunidos permitirn, eventualmente, al lector retomar obras insustituiblespara la comprensin y el anlisis riguroso de las estticas literarias y la historia social de la

    literatura hispanoamericana, contenidas en el ensayo fundamental que es Modernismo deGutirrez Girardot; esto es, medir el verdadero alcance de su leccin magistral frente al per-tinaz olvido de lo nuestro latinoamericano: lo nuestro -como deca l- que est por des-cubrir y valorar y situar adecuadamente dentro de la cultura, filosofa, historiografa, juris-prudencia, literatura, crtica y hasta prosa de los pases de lengua espaola o ms concreta-mente, frente a las fanfarronadas de Espaa. Entre esos aportes hay que citar, indudable-mente, los ensayos sobre narradores y poetas colombianos titulados: Jos Fernndez de

    Presentacin

    Jos Hernn Castilla *

    * Filsofo Universidad del Rosario. Miembro del Consejo Editorial deAquelarre

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    Andrade: un artista colombiano finisecular frente a la sociedad burguesa (en Jos AsuncinSilva, Obra completa, edicin de Hctor Orjuela, Pars-Buenos Aires: Colecc. ALLCA, Archi-vos, 1992); La vorgine: su significacin para las letras de lengua espaola del presente siglo(incluido en Cuestiones, Mxico: F.C.E., 1994); el dedicado a La poesa de Fernando CharryLara, y asimismo, Entre la retrica y la transparencia, dos poetas colombianos: lvaro Mutisy Aurelio Arturo, recogidos ambos en su libro Heterodoxias(Bogot: Taurus, 2004), para

    citar tan slo los estudios ms destacados en su ocupacin con autores nacionales.

    Los textos compilados siguen el orden cronolgico, segn la fecha de aparicin de las revistasy los peridicos en donde fueron publicados por primera vez. Al final de cada texto el lectorpodr encontrar informacin concerniente a la procedencia de los ensayos.

    Los editores confiamos en que esta octava edicin de la revista Aquelarreque se entrega alpblico universitario colombiano y de habla espaola, representar una valiosa sugestinpara cuantos deseen penetrar en el significado genuino de la obra crtica del autor: Puessabido es que, los medios de discusin en nuestro mundo son el silencio y, si pueden, el

    castigo callado que encontr en Colombia Rafael Gutirrez Girardot.

    * * *Los agradecimientos de los que debemos dejar constancia son, el primero, para doa LeonorGutirrez de Happle, prima hermana del profesor Gutirrez Girardot, quien nos confi foto-grafas inapreciables de su lbum familiar. Parte del trabajo de la digitacin de los textos,corri a cargo de la seorita Ximena Perilla Espinosa, a quien tambin le estamos reconoci-dos. Tras emprender la seleccin de las reseas bibliogrficas, artculos y ensayos de GutirrezGirardot, y asimismo teniendo en cuenta las inevitables limitaciones de espacio, nos propu-simos como tarea pedaggica ofrecer al pblico lector al menos una muestra sugerente de susabundantes referencias crticas. En particular las interpretativas de ndole literaria, y otras

    cuestiones y disquisiciones suyas con relacin a la historia y el acontecer sociocultural colom-biano. Con harto fundamento sospechamos del amplio inters para incorporar estos disper-sos materiales y la acogida que en adelante pueda tener, en nuestro medio acadmico, estaotra forma de lectura que ensea Rafael Gutirrez Girardot. Porque incluso an -como escri-be P. Henrquez Urea sobre Alfonso Reyes- Debajo de sus complejidades y sus fantasas,sus digresiones y sus elipses, se descubre al devoto de la nocin justa, de la orientacin clara,en todo caso, al exponente de la razn, educada en la persecucin de la verdad, dispuesta ano descansar nunca en los sitiales del error, a no perderse entre la niebla de las ideas vagas, aprecaverse contra las ficciones del inters egosta, es luz que no se apaga.

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    Una justa valoracin de laobra potica de GuillermoValencia, propuesta por elpoeta Rafael Maya en el prlogo a unaantologa de la obra de Valencia *, haprovocado no pocas protestas y ha dado lu-gar a una serie de respuestas airadas. Maya,director de la revista Bolvar, de Bogot, porhaber vivido intensamente el clima espiritual

    en que Guillermo Valencia desarroll su obra,tiene, como pocos en Colombia, un profun-do conocimiento de la obra que hoy ha veni-do a criticar con tanta nobleza y serenidad.Pues al lado de los reproches y de los juiciosmenos favorables al mito de Valencia, abun-dan los prrafos de reconocimiento del valorhumano del popular maestro de Popayn. Desu largo estudio, no publicado en la edicincitada -los parientes del poeta retiraron laedicin-, siete breves apartes merecen citar-se, pues son la seal de un clima de crticaliteraria objetiva que en Colombia, y en ge-neral en Hispanoamrica, ha venido pidin-dose desde hace ya tiempo, sin que hasta aho-ra se hayan resuelto a darle actualidad.

    En primer trmino, despus de dejar clara-mente sentado que Valencia tuvo gran vigen-cia social y poltica; que siempre se mantuvodentro de los marcos de la ortodoxia religio-

    sa y poltica; que a pesar del encumbramien-to a que lleg, nunca dej su habitual senci-llez y hospitalidad, Maya enjuicia de modogeneral las repercusiones de su trnsito porla historia colombiana. No marc huellaprofunda en la poltica nacional, ni leg a supartido o a la Repblica el beneficio de unareforma fundamental, ni siquiera de una p-gina doctrinaria de valor perdurable. La exi-gencia de Maya tiene, en efecto, plena justi-ficacin. De Valencia, aparte de la obra po-tica, slo queda un recuerdo y no pocas anc-dotas. La causa de esta escasa actualidad delmaestro se halla en el hecho de que GuillermoValencia supo crearse su propio mito envida, aunque sin extravagancias y sin vana

    Sobre Guillermo Valencia

    * El prlogo en mencin titulado Guillermo Valencia est recogido en: Rafael Maya, Obra crtica. Seleccin de CristinaMaya, vol. 2, Bogot: Ediciones del Banco de la Repblica, 1982.

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    heroicidad. La fascinacin que su personali-dad ejerca era aprovechada en beneficio delacrecentamiento de su prestigio y poder. Y,en segundo lugar, concluye Maya, porque

    buena parte de su actividad mentalla gast en pequeas luchas pol-

    ticas..., ya literarias o con suje-tos que osaron censurar algu-nas de sus poesas. Parte delmito Valencia es la leyendadel humanismo. Maya, ate-

    nindose a la obra escrita y pu-blicada de Valencia, se limita a

    comprobar que no tiene la obraque lo site al lado de los grandes hu-

    manistas colombianos, como Caro, Cuervo

    o Suarz. Su prodigiosa memoria le permitarepetir pginas enteras de autores de lenguasvivas y muertas sin conocer a fondo ms queel francs. Pero un gran poder de sntesis yuna brillante imaginacin eran en Valenciafacultades que antes que humanista le colo-can al lado de los grandes conversadores. Fueprecoz, contina Maya, pero ello trae consi-go buen nmero de limitaciones al lado delas ventajas.

    Guillermo Valencia fue poeta parnasiano.Esta es la verdadera clasificacin, pese a loque de simbolista o romntico hay en algu-nos de sus mejores poemas. Con todo, noobstante el excesivo cuidado exterior, plan-tea problemas de carcter social, histrico yhumano que lo apartan del parnasianismoconcebido como pura esttica formal. Supoesa es una poesa cerebral. Es la laborio-sidad y lenta concrecin de ideas que la cul-tura va depositando en su inteligencia y queel poeta desprende luego de la corteza cere-bral. Por este aspecto, Valencia es el testi-monio de una poca. En l prenden todas lascorrientes espirituales de los ltimos treintaaos del siglo pasado.

    El juicio de Maya es riguroso, pero hecho concordialidad y objetividad cientfica. Y no slo

    revisa los tpicos que en torno a Valencia hanido acumulndose, sino que, en el fondo, hayun anhelo de replantear el problema de lahistoria literaria colombiana. Valencia fue elarquetipo de una especie de intelectual quehoy no se conoce en Hispanoamrica sino

    muy desdibujadamente. Toda la curiosidadpor las cosas del espritu y la fidelidad a suvocacin literaria le presentan como hombrepor sobre todo humano. Y los errores por lcometidos, las omisiones de que est llena suactividad intelectual, los vicios de que adole-ce, slo comprueban que la poca que viviValencia y la sociedad que lo encumbr nosupieron responder adecuadamente a los es-tmulos espirituales que encarnaba el Maes-

    tro. Por sobre el juicio que Maya da de Va-lencia como hombre y poeta, puedeentreverse un juicio ms severo sobre la so-ciedad colombiana y la historia cultural deaquella poca. Reducida a sus verdaderos l-mites, la obra y la persona de Guillermo Va-lencia quedan como un smbolo. Nada msquera hacer Maya al escribir su prlogo. Lle-var hasta sus ltimas consecuencias y mos-trar su discordancia con la realidad de las afir-maciones que la crtica literaria colombiana

    ha tejido en derredor de una obra.

    Sobre Guillermo Valencia se pblic en la revista Cua-dernos Hispanoamericanos, nm. 37, Madrid, enero de1953, p. 77-79.

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    El detallado libro de Kurt Levy sobrela vida y obra de Toms Carrasquilla,que tanto material pudo aprovechar,y los muchos artculos laudatorios que regis-tra su bibliografa, con excepcin del exce-lente de Eduardo Castillo, conducirn a unadiscusin algo bizantina sobre la pertenenciade la obra del maestro antioqueo a una es-pecie de gnero novelstico, pero, en mediode la estril discusin, harn olvidar el ricocontenido literario y la forma artstica de susobras.

    Toda clasificacin sirve slo de provisionalayuda a un trabajo, es un trabajo previo yorientador, que pierde su funcin cuando seha examinado el contenido y la forma de unaobra. As, pues, puede tener valor la afirma-cin de que Toms Carrasquilla es un autorcostumbrista; o la otra, de que sobrepasa los

    lmites del costumbrismo para convertirse enel precursor de la novela regionalista hispa-noamericana; o la otra de que Carrasquilla esel Galds colombiano o de que puede tenersemejanzas con Dickens, etc., etc., pues talafirmacin establece una comparacin, quepuede servir para hacer resaltar, no las seme- janzas, sino las diferencias de la obra deCarrasquilla dentro de una especie, gnero o

    estilo de novela. Y hacer resaltar las diferen-cias es el primer paso para llegar a sus pecu-liaridades. En realidad, todo enunciado lite-rario sobre un autor que se agote en la com-probacin simple de un ismo, es estril yexterno a la obra literaria misma.

    Toms Carrasquilla es, ciertamente, un au-tor regionalista. El concepto regionalismoes demasiado vago, de modo que la misma

    calificacin podra darse a un Toms Mann,cuyas novelas de la primera poca, la ms fa-mosa entre ellas, Los Buddenbroocks, est he-cha con el material de su regin, ms an, desu ciudad natal, Lbbeck; ms an: de unaclase social de su ciudad. Regionalista sera,tambin, un Robert Musil, quien tom,como material de sus novelas, tanto de la pri-mera, Las confusiones del pupilo Trless, comode la ms importante de la literatura alema-

    na actual, El hombre sin propiedades, su ciu-dad natal, Viena; ms an: una clase socialde Viena. Regionalista sera tambin el grannovelista austraco Heimito von Doderer entodas sus novelas, que tienen por material suciudad natal, Viena, y acontecimientos pre-cisos, reales, regionales de Viena en un de-terminado perodo de su historia. Qu dife-rencia entonces el regionalismo hispano-

    Cmo leer a Toms Carrasquilla

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    americano, el de Toms Carrasquilla, del re-gionalismo europeo, y por qu no se llama aestas novelas novelas regionalistas? Serademasiada necedad la de dar a la palabra re-gin, cuando se aplica a la novela hispano-americana, un sentido valorativo, es decir,

    hacerla equivalente de provincial o pro-vinciana, con todas las consecuencias queesto trae, pues sera tanto como definir losgneros literarios sobre la base del materialnacional; un procedimiento que no cabe enla ciencia literaria, porque sta considera laobra literaria primera y esencialmente como

    obra de arte y los gneros literarioscomo actitud del configuradorartstico ante el lenguaje y ante

    el objeto, pero independiente-mente del objeto. De otro modo,la poesa de los poetas malditos,por ejemplo, habra de llamarsepoesa alcohlica, no simplemen-te poesa. Y si se aplica semejanteprocedimiento a la llamada novela

    histrica, sera preciso decir enton-ces que cada novela de este gnero de-

    bera llamarse ms bien, novela re-volucionaria, novela pacifista, no-

    vela tradicionalista -los clasificadores inven-tan cualquier nombre- etc., etc. Si se aceptael nombre, novela regionalista para TomsCarrasquilla, entonces debe hacerse solocomo hiptesis de trabajo, como una entrevarias ms, y lo mismo cabe decir de las otrascalificaciones arriba mencionadas. Es decir:que la clasificacin indica una sola cosa: queToms Carrasquilla novel su regin. Para se-mejante comprobacin solo basta leer susnovelas. Pero dicha comprobacin no dicenada sobre lo esencial en toda la novela comoobra de arte: sobre la estructura de la narra-cin, sobre la naturaleza misma de la novela,es decir, si la novela es de caracteres, novelade situaciones -para servirse de la divisin deE. Muir, The Structure of the novel, Londres,1947-, y si es novela de caracteres, cmo es-tn constituidos esos caracteres, de qu ins-

    trumentos se sirve Carrasquilla para descri-birlos, o cmo se relacionan en sus novelas elcarcter y la situacin, y, en fin, qu sentidotienen estas relaciones para el propsito deCarrasquilla de hacer resaltar alguno de esoselementos, etc., etc.

    No menos importante es tener en cuenta, yjustamente en Carrasquilla, el problema fun-damental de la esttica contempornea: el dela relacin con la realidad. En este punto esen el que sera til la comprobacin de queCarrasquilla es un novelista regionalista,pues en la explicacin de la forma comoCarrasquilla trata y utiliza la realidad regio-nal, se puede ver y medir la fuerza del crea-

    dor literario. Es evidente que semejante es-tudio tiene varios aspectos, de los cuales elque se podra llamar sociolgico no puedeser necesariamente el primero. Antes que ste,y justamente como base de todos los dems,se encuentra el aspecto literario, o ms exac-tamente: el de la estructura de la obra.

    El mismo Toms Carrasquilla ha dado indi-caciones sobre su obra, que en la bibliografase han pasado olmpicamente por alto y que

    son de excepcional importancia para exami-nar su obra dentro de las corrientes literariashispanoamericanas y occidentales del presen-te. Entre las ms importantes, vale la penamencionar dos que estn en relacin: la quedice que s se puede novelar la vida provin-ciana, porque cualquier cosa es objeto posi-ble de novelar, justamente la vida insignifi-cante de la provincia, lo ms pequeo y apa-rentemente lo menos heroico, como mu-chas de las vidas que Carrasquilla novel. Es,pues, una confesin de realismo o de senti-do concreto de la literatura, en oposicin alseudo-romanticismo reinante en la novelahispanoamericana del siglo XIX y de comien-zos del XX. Es, por otra parte, una confesinliteraria, no una simple observacin. Se piensaen la tendencia de la novela europea moder-na, precisamente la que ha escogido como

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    materia la vida simple y cotidiana con todassus decadencias y sus ridiculeces, sin que porello pierda calidad artstica la obra. La mis-ma tendencia que hace que los novelistas,antes de escribir una novela, hagan estudioshistricos y se empapen de la realidad, como

    si fueran a escribir no una obra de ficcin,sino un libro cientfico. Federico de Ons,cuyo prlogo sigue siendo lo mejor que se haescrito hasta ahora sobre Carrasquilla, ha lla-mado la atencin sobre la capacidad deCarrasquilla para transfigurar esa realidad, esdecir, sobre la gran fuerza artstica creadoradel novelista antioqueo. En este tema de latransfiguracin de la realidad -dando al vo-cablo transfiguracin el sentido de magia que

    tiene- en donde se vera cmo la clasificacinde Carrasquilla como novelista realista, re-gionalista o costumbrista es absolutamenteun desacierto. El mismo material regional daal lenguaje -uno de sus poderes de transfigu-racin sera, por ejemplo, el humor y la iro-na-, un elemento transfigurador ms. La otraobservacin se refiere a lo que se podra lla-mar mtodo de trabajo y que, por la graciacon que la hace Carrasquilla, parece haberpasado inadvertida. Carrasquilla llama a sus

    manuscritos mapamundis. Puede ser quel mismo haya agregado algunos croquis asus manuscritos y que se refiera a estos cro-quis de la regin -los mapas seran un argu-mento ms a favor de la afirmacin de queCarrasquilla no ha copiado pasivamente larealidad, sino que la ha estudiado para confi-gurarla y transfigurarla-, pero es ms posibleque se refiera a las correcciones que l solahacer en sus manuscritos, al trabajo de pulirla prosa, que muchos han credo espont-nea, inmediata. Nada de esto ha esclarecidoel trabajo de Levy. No se conocen las versio-nes de diversas pginas de una misma obra,que daran luces del trabajo de Carrasquillaen una prosa. Esta tarea correspondera a unaverdadera edicin crtica hecha sobre la basede los manuscritos, y de ser posible, con re-produccin de muchos de ellos. Pero aparte

    de esto, la referencia de Carrasquilla sirve parainvalidar la falsa idea de la espontaneidadde su prosa. Es una espontaneidad hecha, esuna espontaneidad que no denota intui-cin, al estilo de un romanticismo popular,hoy nuevamente en boga, sino exactitud,

    conocimiento, precisin, conciencia.

    Se puede leer a Toms Carrasquilla como aun cronista ameno o como a un escritor ocreador. Lo primero es falso, por lo menos,inadecuado. Lo segundo revelar un TomsCarrasquilla como novelista y escritor de pri-mera calidad en la literatura hispanoameri-cana y no menos en la literatura europea. Lareferencia a esta literatura, que Carrasquilla

    conoci y apreci, no solo se podra agotaren la simple comprobacin estril de influen-cias, sino que tendra que buscar cmoCarrasquilla desarroll con su propia expe-riencia y con su capacidad artstica los prin-cipios de la novela europea tradicional. Setratara de ver, pues, el puesto que cabe aCarrasquilla en la historia de la novela mo-derna de ascendencia europea. Para este es-tudio no dejara de ser interesante el conoci-miento de la biblioteca del sediento lector

    que fue Carrasquilla. Si bien es cierto quebastara conocer la novela europea, aun lamoderna, para encontrar que hay enCarrasquilla sorprendentes semejanzas conlos novelistas europeos o de tradicin euro-pea, que indican un mismo origen y que, parajuzgar a Carrasquilla muestran una fuerza y

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    una personalidad creadora como hasta ahorano ha tenido la literatura hispanoamericana.Esta afirmacin se podr encontrar exagera-da. Baste pensar, empero, en que la obra delos llamados indigenistas, el panfletarismode un Icaza, por ejemplo, la novela de la re-volucin mexicana, las obras de un Ciro Ale-gra, tienen mucho de periodismo (los pri-meros), o menor calidad literaria (Alegra),

    que Carrasquilla, y de todos modos, no es-tn situados con independencia ante los est-mulos ideolgicos y ante los modelos litera-rios de que se sirven. No es ste el caso deCarrasquilla. Y si para dar el juicio se le com-para con Mallea o Agustn Yez, sera pre-ciso concluir en que los dos tambin estnsujetos muy fuertemente a los modelos deque se sirven. Carrasquilla desarroll, se sir-vi, claro, de principios; y la independencia

    grande ante los modelos de sus lecturas sepuede ver en el hecho de que tiene partes enlos que an no ha encontrado la forma, ade-cuada a SU concepcin, lo mismo que encada novelista europeo, un Dickens, para ci-tar un ejemplo. No sucede esto en los arribamencionados: en ellos se advierte tras su obraun modelo, una ley externa a la obra, y cuan-do hay partes dbiles, se debe a una falla igual-mente externa o un defecto del modelo.

    Sera, en fin, digno de atencin el lenguajeregional de Carrasquilla; no, empero, paratomarlo como ejemplo de peculiaridadeshispanoamericanas, sino ms bien para veren el uso que l hace su relacin con el len-guaje. Los regionalismos o americanismos noson simplemente adherencias, aceptadas lue-go por la academia purificadora. En ellos se

    ve una concepcin de elementos del lengua-je, especialmente del ritmo, de la fuerza ex-presiva, si se quiere: del color. Pero hay unarazn artstica, que obedece a leyes puramentedel arte, por la cual algunos grandes escrito-res se sirven de los regionalismos, y que noes, simplemente, el puro deseo de dar a laobra color local y de hacerla ms verosmily autctona. Los regionalismos son la expre-

    sin de un defecto en la lengua madre y, porotra parte, de la vida misma del lenguaje. Suuso hace ms flexible a una lengua, la extien-de, le da ritmo y representacin ms ricos, lahace ms mvil y ms capaz de expresar unavida real igualmente rica. Para juzgar ese usobastara pensar, comparativamente, en la for-macin de la lengua literaria de algunos pa-ses europeos del siglo XIX, especialmente delalemn, que recibi, ya desde la Ilustracin,

    las influencias de las lenguas de los pasesvecinos y, sobre todo, las propias de los dife-rentes dialectos. Un Johann Peter Hebel, elgran poeta del dialecto badense, se ejercitabacon el latn y al alemn culto le dio dos fuer-zas que aprendi en el uno y en el otro. Noslo hay que tener en cuenta las palabras, sinoel cuerpo todo del lenguaje, enriquecido pordialectalismos o regionalismos, que son losque hacen vivo un lenguaje. El gozo y la flui-dez de la prosa de Carrasquilla deben mucho

    de estas virtudes al uso de sus regionalismos.La prosa castellana gana en ritmo, esto es, envida, en fuerza expresiva, sin dejar de ser cas-tiza y castellana.

    Bonn, julio de 1960.

    Cmo leer a Toms Carrasquilla se public en LecturasDominicales, (suplemento de El Tiempo), Bogot, 31 de

    julio de 1960, p. 1, 2.

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    El ensayo histrico de intencin lite-raria es cada vez menos frecuente enla historiografa hispanoamericanacontempornea. La especializacin de los es-tudios histricos que evidentemente exige elaparato crtico y el tratamiento sistemtico yen detalle, la micro-historiografa, permitir,

    es cierto, cuando llegue a su perfeccin, unconocimiento justo de las sombras en que anandan largos periodos de la historia hispa-noamericana. Pero la formacin de una con-ciencia histrica requiere el ensayo, al que des-graciadamente el historiador suele renunciara favor del instrumento crtico. Trazar con pro-sa fluida y a grandes rasgos el perfil de un acon-tecimiento o un personaje, sin descender a lanovelera a lo Emil Ludwig o la vulgaridadseudo-sicolgica a lo Jos Arturo Cova, es una

    tarea necesaria para dar a los resultados de laciencia histrica una validez poltica y nacio-nal.Muchedumbres y banderasde Otto Mora-les Bentez (Ediciones Tercer Mundo, Bogo-t, 1962), recoge ocho ensayos histricos enla acepcin rigurosa del trmino que por unade sus tesis centrales (la decisiva participacindel pueblo en la historia nacional), constituyeel equivalente a la monografa histrico- so-cial del peruano Jorge Basadre (La multitud,la ciudad y el campo en la historia del Per, Lima,1929), y por su intensidad apasionada a otraobra del mismo autor (Meditaciones sobre eldestino histrico del Per, Lima, 1947, y variasediciones recientes), aunque en ste el nivelliterario es inferior al del colombiano.

    Justamente, el tercer captulo deMuchedum-bres y Banderaspone de relieve, en diferentes

    respectos, la diferencia formal, primeramen-te, el estilo de los dos historiadores, y, en se-gundo lugar, la diferencia en detalle de los pro-blemas histricos y sociolgicos de las dos na-ciones. Basadre, partiendo de la imagen delPer utpico y de las fuentes renacentistas eindianas que la alimentan, interpreta el curso

    histrico del Per independiente y republica-no como la contraposicin entre el pas pro-fundo, es decir, el pas autntico e ideal yel pas inautntico de los intereses del grupopoltico y social. En Basadre el pasado incaicojuega un papel importante en la configuracinde esa imagen. Morales Bentez, en cambio,pinta en el carcter de Miranda, el criollo, yCasa Len, el espaol aristcrata, la mismacontraposicin desde el nivel de la historiamestiza de Colombia. Pero lo que en Basadre

    es utopa ideal se llama en Morales Bentez elhroe, la personificacin de tendencias his-tricas y sociolgicas de un antagonismo his-trico social en el hroe y el antihroe, va-ra necesariamente el acento y la sustancia dela interpretacin y, si se quiere, del modo decomprender la toma de conciencia nacional,porque los dos polos son en Basadre slo apo-yos del conocimiento y principioshermenuticos, de donde resulta la utpicameta platnica, en tanto que en MoralesBentez esos dos polos son formas concretasque poseen carcter ejemplar. El peruano as-pira a elaborar el punto arquimdico desde elque pueda pensarse una filosofa de la historiade su nacin; el colombiano, en cambio, esun moralista en el sentido clsico del trmino.Por eso el peruano da a su ensayo el tono detratado breve, mientras que el colombiano

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    acenta el carcter de ensayo con la prosaaforstica, tan preferida por los moralistas cl-sicos. Con excepcin de los dos primeros en-sayos, el resto del volumen lo componen en-sayos ejemplares, que en ocasiones recuerdanalgunas apasionadas pginas de Rivarol, y cuya

    relacin con el acontecer nacional se cristalizaen el hroe: El hroe concentra en s aquelloque nos permite pensar en la proyeccin deuna raza (pg. 199).

    De este enunciado fundamental para la inter-pretacin histrica de Morales Bentez resultael pathos del que estn penetrados sus ensa-yos pues el moralista no slo describe, sino queincita. Para l el conocimiento es instrumento

    que ha de mover la voluntad, y la historia no esslo objeto de comprensin sino de creacin,es decir, es historia en el sentido clsico, queencierra una alta exigencia poltica: la de esta-blecer modelos de moral poltica e histrica. Eneste terreno, la prosa con la que Morales Bentezhace resaltar las lneas y los caracteres del acon-tecer histrico, es, tambin en su acepcin cl-sica, retrica, como la que quera ensear elmachadiano Juan de Mairena. La brevedad delas frases, el perodo en una palabra, la decisin

    de las afirmaciones, dan a algunas de sus pgi-nas un ritmo apasionado de voluntad de con-viccin, no de simple examen solamente.

    Si por los enunciados de las tesis cabe la com-paracin con Basadre, por la prosa en queestn formulados y por la intencin tica quelos nutre cabe la comparacin con ciertos au-tores del expresionismo alemn, movidos porigual afn de ejemplaridad y por igual con-cepcin de la historia. Con Ernst Toller, porejemplo. Los paralelos, sin embargo, no pre-tenden restar originalidad al autor; antes porel contrario, buscan situarlo en el horizontecontemporneo y poner de relieve su singu-laridad: la de un ensayista de talento clsicoque, con medios modernos pinta los intran-quilos y heroicos caminos que ha seguido lahistoria de una nacin en devenir.

    El primer ensayo, que por su carcterinterpretativo se diferencia de los dems,podra convertirse en un trabajo de mayorambicin, de un gnero apenas cultivado enColombia: el de la historia social, combinan-do los mtodos de Bernhard Groethuysen

    (como en su obra Los orgenes de la concienciaburguesa en Francia), y de Max Weber (Latica protestante y el espritu del capitalismo), yconcentrando la exposicin a ciertos temasreferente al ethos del trabajo, que estn yaesbozados con suficiente claridad en tal ca-ptulo introductorio. Sin duda alguna cabraaprovechar el material ya catalogado por RivasSacconi en su libro El latn en Colombia. Bos-quejo histrico del humanismo colombiano, y

    que, aun en el citado libro de Rivas Sacconise halla completamente inexplotado. Sinduda la mucha literatura edificante escrita enlatn tiene que ver bastante poco con el hu-manismo en sentido europeo (y hay acasootro sentido?), y s, en cambio, mucho con laformacin de un ethos ultramundano so-bre la base de una escolstica ms o menosortodoxa y que, a diferencia de la ascticaintramundana (M. Weber) del protestantis-mo, de la que naci el capitalismo, contribu-

    y a la sedimentacin de una esttica social,que, al llegar a la modernidad, produce eldualismo estructural sociolgico en queconsiste, segn la escuela de Fracois Perroux,el tan citado subdesarrollo. Pero esta tareacorresponde a los estudiosos de la historia deColombia, que tienen en el libro de MoralesBentez suficientes incitaciones para hacerlo.El lector simple se satisfar con meditar so-bre el generoso ideal moral y con los mode-los de actitud poltica y patritica que ha tra-zado Morales Bentez con tan saludables pa-sin y vehemencia.

    Bonn, enero de 1963.

    Una tentativa de historia social en Colombia se publicen Lecturas Dominicales, (suplemento de El Tiempo), Bo-got, 27 de enero de 1963, p. 6.

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    Difcilmente podr apreciarse el valor y el sentido delAnuario Colom-biano de Historia Social y de la Cul-tura, si no se comparan las publicaciones pe-ridicas de otros pases hispanoamericanoscon las pocas que an aparecen en Colom-

    bia. ElAnuario es no slo la primera revistacolombiana, sino la primera hispanoameri-cana que, en su ttulo ya, anunciaprogramticamente el fomento de un modode historiografa, esto es, el social, hasta aho-ra casi desconocido o descuidado en el mun-do de lengua espaola. Es cierto que la bellarevista Historia Mexicana, del Fondo de Cul-tura Econmica, publica con frecuencia tra-bajos sobre historia social de Mxico. Y esevidente tambin que esos trabajos son, ensu gran mayora, de inapreciable valor. Sinembargo, basta compararlos con el que eneste primer volumen publica Jaime JaramilloUribe, director delAnuario, sobre Esclavosy Seores en la sociedad Colombiana del Si-glo XVIII, para darse cuenta de que aqu lahistoriografa social constituye el nervio cen-tral del trabajo, y que por la calidad, el ma-nejo crtico de las fuentes, su sistematizaciny la elaboracin de modelos y conceptos, que

    ponen en orden y dan sentido finos al ricomaterial, este trabajo puede muy bien situar-se a la altura de los que ha dado a conocer elhistoriador alemn Otto Brunner, adelanta-do de este mtodo en Europa. Sin duda ellono quiere decir que antes de Brunner no hu-biera habido historia social. Ms bien signi-fica la afirmacin de que Brunner ha sabidoestablecer el equilibrio entre la historia social

    e historia predominantemente ideolgica,que Brunner ha servido de correctivo a lahistoriografa heredada de Meinnecke. Si estocabe decir de la historia social en Europa, enHispanoamrica, que no ha tenido tericosde la historiografa de la dimensin de un

    Meinnecke, el valor de la historia social estanto mayor. El profesor Jaramillo titula sutrabajo Esclavos y Seores con lo cual re-cuerda no slo la famosa dialctica hegelianadel Seor y Esclavo, sino el provechoso tra-bajo de adelantado que para Brasil llev acabo Gilberto Freyre en su Casa Grande ySenzala. De capital importancia en el traba- jo del profesor Jaramillo son los apartadossobre las relaciones amorosas entre dueos yesclavos, las relaciones amorosas extralegales,un punto indito en la historiografa colom-biana, pero que explica fenmenos tan pro-fundos como la concepcin familstica delEros en la cultura hispanoamericana, o loseufemismos y tabes tan generalizados queencubren bajo la mscara dulce de la moralsocial al uso un claro paganismo real. Jus-tamente, Magnus Morner apunta en su me-ritorio trabajo que a pesar de los esfuerzos dela Corona y de la Iglesia, los indios y cabe

    decir lo mismo de los negros- fueron muysuperficialmente cristianizados. No menosimportante es el trabajo de Demetrio Ramos,sobre la Institucin del Cronista de Indias,cuya importancia para la autocomprensinde Hispanoamrica y para el gnesis de for-mas literarias peculiares dentro de lahistoriografa apenas ha sido tratada con hon-dura sistemtica. Menos valiosa, aunque no

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    deja de ser interesante, es la modesta -comolo da a entender el autor con el ttulo- Con-tribucin a la Bibliografa Filosfica de Co-lombia, de la que es autor el conocido bi-bliotecario o biblioteclogo Gabriel GiraldoJaramillo. Aunque su trabajo se llama con-

    tribucin a la bibliografa, este no es msque un simple catlogo. Una bibliografa -elinstrumento de trabajo indispensable paratodo trabajo cientfico- no es una lista de li-bros. Sus presupuestos en el autor deben ser-y eso falta en este- una delimitacin claradel concepto de filosofa, en este caso. Estotanto ms cuanto que la contribucin abarcavarias pocas; pocas, por ejemplo, en las quepor filosofa se entenda simple meditacin,

    manera de ser o actitud intelectual; pocasen las que los temas hoy llamados econmi-cos se clasificaban entre los temas de filoso-fa, y aun los de ciencias naturales. Una bi-bliografa -aunque se presente como simplecontribucin; y no son contribucin enton-ces, los ficheros de la Biblioteca Nacional olos catlogos de libreras de ocasin?- debeser, en el caso de la filosofa, sistemtica: L-gica, metafsica, etc. Caben, por ejemplo, lasnoticias superficiales del autor de la biblio-

    grafa sobre Jos Flix de Restrepo, primerlgico colombiano? Caben en una biblio-grafa filosfica las obras sobre derecho de unautor que figura en la bibliografa? Aparte deestos detalles el trabajo es, desde el punto devista del simple catlogo alfabtico, catico:Betancourt aparece registrado dos veces, unatras Francisco de Paula Barrera; se trata deFlix Betancourt. Otra, esta vez Cayetano,aparece tras Arroyave, y otra vez entre Baronay Candela. Libros que parecen annimos(Logicarum, p. 118) se registran como auto-res: tras Lozano y Lozano. Hay autores espa-oles que slo han publicado un trabajo dettulo filosfico en Colombia -que ni en supatria siquiera son filsofos o valen por tales-y figuran all, mientras, por ejemplo, artcu-los de Luis Lpez de Mesa no se encuentranregistrados. Hay libros con indicacin de

    pginas y ao y editorial, y otros de los queno se sabe de qu siglo pueden ser. Hay obrasa las que el biblioteclogo se digna hacer uncomentario, es decir, usa el procedimiento deuna bibliografa razonada. Sobre otros dadatos casi familiares, por ejemplo, sobre L-

    gica, fenomenologa y formalismo jurdico,de Nieto Arteta, etc. Sin embargo, la dile-tante deficiencia de esta bibliografa, paracuya utilizacin el investigador tendr quehacerla y compulsarla y ordenarla de nuevo,no perjudica en nada la altsima calidad delAnuario. Los documentos que presenta, elInforme de Berdugo sobre el estado social yeconmico de la poblacin indgena blancay mestiza de Tunja y Vlez a mediados del

    siglo XVIII, y el Informe de Anuncibay so-bre la poblacin indgena de Popayn en1512 iluminan aspectos poco conocidos enlos manuales de historia colombiana al uso.Los trabajos delAnuario harn posible el co-nocimiento y la elaboracin de una historiacolombiana fundada en la realidad, no enmitos, e impedirn la propagacin de tesisingeniosas, pero sin fundamento en los he-chos, como la que se difunde ahora, de quelos escolsticos espaoles fueron los

    inspiradores de la independencia hispano-americana. El trabajo del profesor Jaramillo,el de Magnus Morner, en este nmero, bas-taran para convencer que todos esos proce-sos son mucho ms complejos y tienen otrasfuentes y motivaciones. El fcil mtodo de lasuperficialidad permite no slo probar, concitas escolsticas esas tesis, sino las contrariascon citas de los enciclopedistas. Donde faltael suelo real de los hechos, son, en historia,todos los gatos de color gris. Ver claro es elmrito que se apunta este Anuario no slopara la historia colombiana sino para la cien-cia colombiana en Europa.

    Bonn, enero de 1964

    El Anuario colombiano de historia social y de la culturase public en Lecturas Dominicales, (suplemento de ElTiempo), Bogot, 26 de enero de 1964, p. 2.

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    En la historia del pensamiento hispa-noamericano contemporneo, la obra

    de Carlos Arturo Torres ocupa unapeculiar posicin. Considerada como tras-plante de una mentalidad inglesa y, tcita-mente, como subsidiario complemento de lams eficaz de Jos Enrique Rod, no supoverse en ella, por ese prejuicio, la primeraformulacin de un pensamiento coherente-mente ilustrado que, condicionado en apa-riencia por las corrientes filosficas inglesa yfrancesa de su poca, slo permite percibirsu dimensin de futuro desde la perspectivade la filosofa contempornea. Como la Filo-sofa del entendimiento de Andrs Bello, losIdola Fori de Torres fueron respuesta a lassuscitaciones de la cultura de entonces y, a lavez, anticipado esbozo del desarrollo de larazn. En esa situacin, es a saber, en la ten-sin entre el presente al que respondi y elfuturo imprevisto, radica la paradjica posi-

    cin del pensamiento de Carlos Arturo To-rres. Si se piensa que su concepcin central,

    los idola fori, fue una modificada aplica-cin de la nocin de Bacon sobre estas cadu-cas, prosaicas divinidades de la sociedad ci-vil, la conjuncin de los tiempos y culturasen su obra resulta la confirmacin de unacaracterstica de la inteligencia americana, lacual, segn Alfonso Reyes, es un crisol dediversos tempos histricos y lejanas cultu-ras. En los Idola Foride Torres se encuen-tran, as, la actualizacin del pensamiento deBacon, la respuesta a los interrogantes de supoca hispanoamericana y a la previsin deun futuro universal que afecta, por lo tanto,a la realidad del Nuevo Mundo. Para un pen-samiento semejante -y tal es el caso de An-drs Bello- la historiografa filosfica hispa-noamericana slo ha tenido un espacio mar-ginal. Y sin embargo, pese al valor de un Va-rona, de un Cornejo, de un Lastarria y, ya

    Carlos Arturo Torresy el pensamiento contemporneo

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    ms en el presente, de un Alorrini o de un Antonio Caso, la evolucin de la filosofacontempornea parece dar razn, menos a

    ellos que a Andrs Bello y a Carlos ArturoTorres.

    Efectivamente, por lo que corresponde a To-rres, su posicin inquebrantablementeantidogmtica -no por eso exenta de pasinpor la rectitud de la razn y las exigencias delconocimiento- equivale en sus principios alpostulado riguroso de la fenomenologahusserliana que reclamaba del pensamientouna aproximacin desprevenida a las cosas

    mismas, y aunque Torres no se propuso ela-borar sistemticamente ese principio y, porlo tanto, solamente se limit a enunciarlo, locierto es que los prrafos en los que lo enun-cia se leen como un reiterado programa deiniciacin en la ciencia estricta de la filosofaque Husserl peda. No sobra subrayar que esteparentesco no pretende borrar las fronterasque separan al uno del otro: El peso no asi-milado en muchos casos de cientificismo enTorres, lo coloca, en muchos puntos, en elextremo opuesto de las intenciones delfenomenlogo. Sin embargo, el colombianonunca cay en el pecado de convertir la cien-cia natural en la clave de todo el saber filos-fico. Y fue ste equilibrio el que le permitielaborar su anlisis de las supersticiones de lasinrazn humana. Hay -dice- el fanatismode la religin y el fanatismo de la irreligin,

    la supersticin de la fe y la supersticin de larazn; la idolatra de la tradicin y la idola-tra de la ciencia; la intransigencia de lo anti-guo y la intransigencia de lo nuevo; el despo-tismo teolgico y el despotismo racionalista;la incomprensin conservadora y la incom-

    prensin liberal.

    Con esta frase traza Torres el campo neutralen el que la razn puede moverse librementeen su examen de los idola. Es el mismo campoque, de modo ms perfilado naturalmente, hatrazado hoy la escuela analtica inglesa para elexamen de lo que ella llama, con palabra designificacin semejante a la de idola y su-persticin, las falaciasdel lenguaje. Torres

    examina las supersticiones aristocrticas y lassupersticiones democrticas. Weldon, de laescuela analtica inglesa, analiza sistemti-camente el vocabulario de la poltica paraponer de presente lasfalaciasque se ocultanen l. Para ste, el material es el vocabulario,para Torres el criterio que determina las con-cepciones. Pero, guardadas las proporciones depoca y de trabajo sistemtico, el camino quesiguen el ingls y el colombiano es el mismo:El de la razn desnuda.

    En fin, este phatoscon el que Torres defiendela pureza de la razn, con el que afirma ince-santemente su antidogmatismo, constituyetambin un elemento esencial del pensamientocontemporneo: Acosado por las exigencias delas supersticiones, ste se ha visto obligado arechazar cualquier compromiso que no sea elde su propio derecho al antidogmatismo, a lacrtica y al juicio que desenmascara.

    Desde otra posicin cabr reprochar su apa-rente frialdad. Pero no cabr negar la antici-pada modernidad de la obra filosfica deCarlos Arturo Torres.

    Carlos Arturo Torres y el pensamiento contemporneose public en: Boyac a Carlos Arturo Torres. Opsculo pre-parado por Eduardo Torres Quintero. Tunja: Ediciones Casade la Cultura, 1967, pgs. 79 81.

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    En uno de susArtculos de costumbres,publicados en 1883, se burla Ricar-do Silva del obseso lenguaje del co-mercio que, al parecer, ha invadido por esapoca lo que el costumbrista llama el estilo

    del siglo. La realidad social que se refleja enese artculo contrasta aparentemente con ladescripcin que de la atmsfera de la socie-dad bogotana de esa poca hace el escritorargentino Miguel Can en la figura de unadama de apellido Caicedo Rojas, de quiendice que tiene la intuicin maravillosa delos grandes maestros... Con qu solemnemajestad traduca a Beethoven! Qu ligere-

    Un caso complejo

    za elegante y delicada adquira su mano parabordar sobre un teclado uno de esos tejidosareos de Mozart! Solloza a Schubert, cantay suea con Mendelssohn, brilla y gime conChopin, vibra y arrebata con Rubinstein...

    Sentada al piano, moviendo el arco de su vio-ln, haciendo gemir un oboe o las cuerdas delarpa o el tiple, cantando bambucos con suvoz delicada y justa, componiendo trozoscomo El alba, que es una perla, siempre esten la regin superior del arte. En cambio,con menos entusiasmo un comandante fran-cs observaba, por la misma poca, que lafatuidad de los bogotanos sobrepasa a cuan-

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    to es posible imaginar. No habiendo salidojams de su tierra, se figuran de buena fe que

    su capital es la ciudad ms hermosa del mun-do y la llaman la nueva Atenas... En la vidaordinaria, los hombres dicen estupideces, jue-gan, hacen revoluciones y manejan tendu-chos. Las mujeres no hacen sino dormir ycomer dulces... no sale jams de sus casas sinopara ir a la iglesia. Esta vida sedentaria lasembrutece y engorda de tal modo que pare-cen verdaderos fardos. Los bogotanos afirmanque son muy fieles; en tales condiciones estonada tiene de extrao.

    Estas citas dejan entrever el perfil de la socie-dad bogotana en el ltimo cuarto del siglopasado: las de Can y el comandante francsGabriac, dos aspectos de la misma desmesu-rada cursilera social y cultural; la de RicardoSilva, el transfondo econmico de esasemicultura irracional, sentimentaloide ymenos que provinciana. Con otras palabras:estas dos notas caracterizan la paulatina for-

    macin de una elemental alta burguesa, a laque otro viajero francs de entonces,DEspagnat, atestiguaba una gravedad sen-timental y catlica tan especiales. Importanteen este lento proceso social es la formacin,igualmente lenta, de un pblico para la cul-tura: reducido, primero, a las tertuliassantafereas, se extiende luego a las revistascomo El Mosaico y ms tarde La Fe, El Reper-

    torio Colombiano, La Lira Granadina y tan-tas hojas de breve vida y empresas editorialesque alcanzan a llegar, ya entrado el siglo pre-sente, a las Ediciones Colombia en 1925. Peroes evidente que la formacin de este pblicoreducido y luego ms amplio responde a las

    aspiraciones e ideales de aquellos grupos li-terarios que inspiran las revistas, es decir, sonel producto y a la vez el eco que reclama, deesa semi-cultura de gravedad sentimental ycatlica tan especiales. Su expresin es unaliteratura trivial, es decir, aquella que recogey expresa con aparente sublimidad lasentimentalidad precaria, la superficialidadprovinciana, las formas habituales de esa so-ciabilidad familiar, lo cotidiano y comn de

    esas relaciones sin mundo que por la desme-sura de su limitacin provocan la ilusin delmundo de que carecen.

    A esta Bogot de domestico romanticismollega Julio Flrez hacia 1887, a los veinte aos,y encuentra en un grupo literario que se hallamado de la tercera generacin romntica,La gruta simblica, el mbito para su forma-cin y su ejercicio de lirida inmortal, paradar vuelo a su musa frtil, sollozante, cre-

    puscular, como dice Eduardo Carranza.

    Por los temas predominantes en su poesa: lamuerte, el poeta solitario, la tumba, el amorfrustrado o engaado, las imprecaciones des-esperadas a Dios, la veneracin a la madre,por el talante amargo y por la nostalgia, sesuele considerar a Flrez como poeta romn-tico y sentimental. Por su presunta inculturay por la facilidad de su talento, se lo calificade poeta popular. Paradjicamente, su mri-to consiste en que no es un poeta romnticoy en que si no fue un poeta doctus, s tuvo almenos una cultura del verso que nada tieneque envidiar a la supuesta maestra de unGuillermo Valencia o, antes, a la de un JosEusebio Caro. Estilsticamente, el frecuenteempleo de los encabalgamientos y los expe-rimentos que, en algunos casos delatan el

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    intento de seguir por las huellas de Jos Asun-cin Silva, que en l estos procedimientos yla variedad de su mtrica reflejan una inten-cin fundamental: la retrica y, en otro sen-tido, el acercamiento del verso a la cancin.Poemas como Ego sum, Flores negras, Reto o

    Cuando lejos, muy lejos, podran comprobaresta afirmacin. Pero este carcter estilsticoes el que corresponde a los motivos y talan-tes de sus poemas y el que los despoja de laatmsfera romntica que tienen habitual-mente ellos. Pues los temas de la muerte, delamor engaado, de los celos, de la madre, lasimprecaciones a Dios, las evocacionesnostlgicas del cementerio, son fundamen-talmente retricos en el sentido de que cons-

    tituyen los sentimientos habituales, cotidia-nos y por lo tanto gastados que caracterizanla mentalidad de gravedad sentimental ycatlica tan especiales de la sociedad de sutiempo. Son pues sentimientos vacos, ade-manes sentimentales, el sustituto de una pro-fundidad de la vida que no tuvo, ni podatener, la semi-cultura de aquella poca. Poreste carcter no romntico y por su culturadel verso, es Flrez justamente un poeta po-pular: porque expresa, pues, con destreza rt-

    mica sentimientos bsicos de una sociedadtrivializada. Son sentimientos que determi-nan la actitud humana tanto de la inautnticaaristocracia como del pueblo en todos susmatices.

    Desde la perspectiva presente, esta poesa demusa sollozante y crepuscular podra mere-cer el reproche de sentimentalidad vulgar. Sonefectivamente muchos los poemas de Flrez

    que pecan de ese defecto, pero no son los mspopulares, sino los que pretenden respondera las exigencias estticas de las letras de en-tonces, como El cndor viejo o los dos sonetosA Bogot. En cambio los breves poemas deintencin irnica como Dios premia a los re-

    beldeso El ateo y aquellos en los que canta,con resentimiento, o con amargura o despe-cho la baja vida de la ciudad, el amor vendi-do, las noches de pasin, las escenas ntimasde ambigua galantera, nada tienen de sollo-zante y crepuscular y constituyen, para la li-teratura, el punto de partida para un desa-rrollo propio y realmente autctono, que stano supo aprovechar. Efectivamente, estospoemas descubren el rico mundo de la ciu-

    dad, es decir, la vida sentimental y fantsticaen la que se mueven sus habitantes. Ellos can-tan y a la vez describen la topografa sicolgicade la capital y en general el tejido anmico deque est compuesta Colombia. Flrez es paraBogot y para Colombia lo que para Buenos Aires y la Argentina fueron, con algunosmatices, Evaristo Carriego y Almafuerte. Y siresulta posible juzgar con ms exacto criteriola obra trivial de los argentinos y no as la deFlrez, ello se debe a que los impulsos que

    desataron Carriego y Almafuerte fueron apro-vechados por un Jorge Luis Borges, en tantoque en Colombia, tras el mundo real descu-bierto por Julio Flrez surgi la obra de arti-ficio y simulacin de Guillermo Valencia.Mientras Flrez cant desde un determina-do lugar en un determinado momento y consus caractersticas reales, Valencia fingi des-de el lugar y el momento hasta el leguaje y lacultura. Aunque Flrez pasa por ser poeta

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    inculto y provinciano, lo cierto es que Va-

    lencia lo fue en mayor grado, justamente porsu afn de no serlo y por el escenario de car-tn de que dispuso para ello. Las canciones ylos versos de Julio Flrez siguen an de bocaen boca como una creacin annima del pue-blo, en tanto que el parnaso domstico deValencia se ha esfumado con el coro bullan-guero que lo glorific. La perduracin en elpueblo de la poesa de Julio Flrez indica quean todo el pueblo espera la terminacin del

    perodo de la cultura de la simulacin, queencarn Guillermo Valencia, para que se sigapor el camino de su descubrimiento queFlrez apenas insinu.

    Un caso complejo se public en la revista Ideas y Valores,nm. 30-31, Bogot, enero de 1968.

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    Sobre la literatura hispanoamericana deca con rigurosa discrecin PedroHenr