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Donna Guy, Niñas en la cárcel

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  • Guy, Donna J.. Nias en la crcel. La Casa Correccional de Mujeres como instituto de socorro infantil. Argentina: Taurus, 2002. ProQuest ebrary. Web. 8 January 2015.Copyright 2002. Taurus. All rights reserved.

    Nias en la crcel La Casa Correccional de Mujeres como instituto de socorro infantil

    Donna J. Guy*

    En 1910, el historiador legista argentino Roberto Levillier public un extenso ensayo sobre la criminalidad en Buenos Aires. Cuando abor-d el tema de la criminalidad femenina, observ que las nias y las j-venes eran alojadas en la crcel de mujeres, pero l centr su atencin en las delincuentes adultas. Sostena que los criminalistas haban igno-rado a estas mujeres y que la delincuencia femenina no haba desperta-do el menor inters en Buenos Aires. Los especialistas consideraban que el porcentaje de mujeres delincuentes era estadsticamente insignifican-tes, que las causas no eran impo1tantes. ni de larga duracin y, en conse-cuencia, no estudiaron la evolucin, la prevencin ni el ndice de reinci-dencia. Adems, las religiosas que dirigan la crcel de mujeres de Buenos Aires manejaban las instalaciones sin tener en cuenta principios cientficos: la institucin funcionaba como una escuela-taller y careca de orientacin. ' Levillier se pregtmtaba por el destino de estas mujeres y haca varias sugerencias para reformar las crceles.

    Au.n cuando en la crcel de mujeres haba ms nias que adultas, Le-vill ier y muchos de sus contemporneos ignoraron este drama infantil. Sin embargo, sus crticas sobre el funcionamiento de la crcel estaban directamente relacionadas con la presencia de esas jvenes. La crcel de mujeres no podia funcionar siguiendo principios cientficos porque s-

    *Esta investigacin fue patrocinada por la Fundacin Nacional de Humanidades, Universidad de Arizona, el Profesorado de Investigaciones de Ciencias Sociales y del Comportamiento y una beca del SBSRI (Social and Behavioral Sciences Re.search Institute) de la Universidad de Arizona de Investigaciones de Venmo.

    Cuando carecan de familia queJe ocupara de ellas, las nilias eran recluidas. Pobreza, abusos y abandono son las marcas de origen de muchas de laJ internadas. Nias del Patronato de la Infancia, 1923. Archivo General de la Nacin, Departamento Fotografa.

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    4 ENCIERROS Y SUJECIONES

    Pol(ticas de reflabilitacin

    Danzas de la elite y religiosas de dil'ersas rdenes f ueron las encargadas de alojar y educar a nias y nios abandonados. Anuario de la Sociedad de Beneficenc ia donde se muestran las instalac iones de los distintos as ilos y hospitales de la instituc in, 1910. Archivo General de la Nac in, Departamento Fotografa.

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    lA PIEDAD DI VI NA t'1e R&OJE AQUI

    tos contaban con pocas nonnas sobre el encarcelamiento de mujeres me-nores de edad.

    Una detencin, dice Michel Foucault, puede ser una simple privacin de la 1 ibettad, pero el encarcelamiento que lleva a cabo esta funcin siem-pre involucra un proyecto tcnico2 El proyecto tcnico estudiado por Foucault se refera a detenidos varones y a crceles de hombres, pero no toda la poblacin carcelaria de la Argentina entre 1890 y 1940 estaba acu-sada de crmenes, y haba muchas nias, algunas de tan slo cinco aos, en ella. Cul era el propsito de privar a estas menores de su libertad?

    Rehabilitacin o redencin eran ideales sociales y religiosos que asuman diferentes significados segn se refirieran a hombres o a muje-res, a adultos o a nios. Sin embargo, los funcionarios pblicos aplica-ban a todos el mismo tratamiento inicial: el encarcelamiento. No todas las nias que habitaban las prisiones eran consideradas delincuentes, pe-ro aun as la polica abogaba por su encarcelamiento. Como el jefe de Polica de Buenos Aires haca notar en su informe anual de 1913-1914: "La vagancia, la mendicidad, la pederastia, los menores abandonados, son plagas sociales que mis antecesores han hecho conocer en oportunas comunicaciones [ ... ] y sin que todava se manifieste la profilaxis de sa-narniento social que requiere el adelanto de esta Capital tan evidenciado en las dems actividades de su desarrollo y movimiento general. La le-gislacin sobre tutela oficial de los menores ha sido ya iniciada y corre-lativamente con las medidas adoptadas por el Superior Gobierno respec-to de la habilitacin y ampliacin de locales para albergarlos, permite esperar que ese problema de Jos menores [ ... ] encuentre en breve la so-lucin que se pretende".3 Sin embargo, al ao siguiente haban sido de-tenidas 574 nias, en su mayora por huir de su hogar o de su trabajo. Entre ellas haba 73 empleadas domsticas.4

    El problema no se resolva simplemente agrandando las crceles. En el caso de los adultos varones, la rehabilitacin supona reformar sus h-bitos laborales, para inducirlos a trabajar en lugar de cometer crmenes. Las mujeres adultas, en cambio, deban volver bajo la custodia de pa-triarcas masculinos. Para las menores, la rehabiJitacin implicaba edu-carlas por varios aos y as mantenerlas fuera de las calles, con lo cual no tenan que trabajar. Entonces, o bien las crceles se transformaban en instituciones educativas o bien las nias eran transferidas a instalaciones de ese tipo. Pero los funcionarios no adoptaron ninguna de estas polti-cas hasta la dcada de 1930. Los conceptos traclicionales de refonna y rehabilitacin tenan poco sentido para la mayora de las menores encar-celadas.

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    En Buenos Aires, las nias eran generalmente enviadas a pris in por-que no tenan familia que pudiera ocuparse de ellas. A la deriva por las calles de una ciudad en crecimiento, nios y nias eran considerados pe-ligrosos si permanecan en lugares pblicos. Muchos no tenan hogares a los cuales pudieran regresar. No todos los padres podan alimentar, alojar, educar y vestir a sus hijos biolgicos; otros haban muerto o ha-ban abandonado a sus hijos. Algunas nias eran encarceladas por ejer-cer la prostitucin o cometer una amplia gama de delitos que iban des-de el infanticidio hasta hllltos, pero la gran mayora eran chicos de la calle: sin hogar, hurfanos o fugitivos de sus padres o de empleadores que Jos explotaban. En una sociedad que defina claramente Jos derechos de patria potestad para Jos padres o madres solteras, no existan medios legales de adoptar nios y haba pocos establecimientos para mayores de seis aos; las crceles de mujeres -ya fuera en Buenos Aires o en las ciu-dades del interior- se usaban como refugios temporarios para las nias cuyos padres no podan ocuparse de ellas.

    Este proceso, sin embargo, demandaba ms que un mero Jugar de de-psito. Los bebs abandonados y los chicos de la cal.le no tenan la pro-teccin de sus familias. Como no se conocan sus verdaderos orgenes, se presuma que pertenecan a las clases bajas y se Jos destinada a las tareas ms serviles. Cuando estos nios eran capturados en redadas, se Jos en-viaba ante los Defensores de Menores, hombres de la alta sociedad en-cargados por el municipio del cuidado de Jos nios desampamdos. Y era entonces cuando su desproteccin social se confirmaba, pues se los ubi-caba en hogares de familias extraas a ellos, o en la crcel de mujeres -o en la penitenciara, si eran varones-. En resumen, su entrada en la crcel confirmaba la desaprobacin que su presencia en Jos espacios pblicos

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    -

    En una ciudad en constante tran.iformacin y crecimiento, como era la Buenos Aires de entonces. los nios y nias a la deria en las calle.< eran considerados peligrosos. Hurfanos y hurfanas en el Patronato de la Infanc ia. Archivo General de la Nacin, Departamento Fotografa.

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    6 ENCIERROS Y SUJECIONES

    La Casa Correccional de Mujeres

    suscitaba en la sociedad. Del mismo modo, salir de la crcel significaba ubicarlos en un hogar ajeno, en el que ingresaban como trabajadores, no como nios bajo custodia. En ese nuevo hogar no tenan padres, slo em-pleadores. No tenan parientes y no reciban herencia alguna.

    Al parecer, el proyecto tcnico subyacente al encarcelamiento de las nias menesterosas consistfa en crear Wl rito de pasaje que les asignaba una nueva identidad, la cual estigmatizaba Jos orgenes y confirmaba Jos limitados derechos de las nias dentro de sus familias adoptivas. Hubo algunos proyectos tendientes a rehabilitar! as, pero slo mancharon la re-putacin de las nias inocentes al asociarlas con el mundo del crimen y el deshonor.

    Los nios y las nias de la caJJe alteraban el sentido de orden social de Buenos Aires. Existfan en un estado liminar, protegidos dentro del hogar y acusados de crmenes en los Jugares pblicos. Frecuentemente, esto se converta en una profeca que se autocumplfa. Era evidente que sus padres, si Jos tenan, Jos haban abandonado moral y materialmente. Los nios eran ms temidos que las nias, porque se los tomaba corno potenciales criminales o anarquistas. Se presupona que las nias serian prostitutas.

    Algunos observadores de la poca decan que esos nios eran zonas tenebrosas en medio del paisaje urbano. Para los polticos, Jos nios va-gabundos eran delincuentes juveniles y haba que encarcelar! os. En agos-to de 1892, el presidente Carlos Pellegrini sostuvo que Jos pillos calleje-ros, especialmente Jos varones, eran criminales en potencia, y sugiri que se construyera una crcel dedicada slo a jvenes delincuentes masculi-nos. Haca notar que Jos edificios existentes estaban supe1poblados de adultos y nios, y dado "el nmero creciente de nios culpables de pe-queos delitos enviados all a diario por los Defensores de Meno1es y los jueces", seran siempre insuficientes.

    Lo que el Presidente no deca es que muchos de estos nios haban si-do anestados porque no tenian hogar.5 Los diputados autorizaron fondos especiales para constmir un edificio especial para nios delincuentes: el refonnatorio de Marcos Paz, que se inaugur en 1903, pero vacilaban en proveer instalaciones similares para nias s in hogar o delincuentes. Tam-poco desafiaron la autoridad de las rdenes de religiosas a cargo de las crceles de mujeres.

    Las monjas deseaban rehabilitar a las nias delincuentes por medio de la educacin y las labores domsticas. Esto requera separar a las ni-as de las delincuentes adultas y mantenerlas f uera de las calles en un marco instin1cional donde pudieran ser educadas. Como no estaban en

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    condiciones de brindarles esto, las monjas se limitaron a proveerlas de una educacin elemental y organizarles talleres. Pero tanto las nias co-mo las adultas permanecan pris ioneras por lapsos breves, por Jo cual to-da esperanza de rehabilitacin era ilusoria. En sus informes anuales, las monjas sostenan la necesidad de transformar las crceles en otro tipo de instituciones, donde nias y adultas fueran alojadas en instalaciones se-paradas y pudieran quedarse durante perodos largos.

    Como Jo seala Lila Caimari,6 la historia de los primeros aos de la Casa Correccional de Buenos Aires o Asilo Correccional de Mujeres es difcil de reconstruir. Desde 1873 hasta 1888, las religiosas haban diri-gido el Asilo del Buen Pastor, una crcel controlada por la Sociedad de Beneficencia -fonnada por seoras de la alta sociedad, que, subsidiadas por el Estado, se encargaban de proveer hospitales, colegios y varios asi-los para mujeres y nios- y la Casa de Ejercicios, un convento dedica-do a la rehabilitacin de mujeres delincuentes. Las nias eran enviadas al Buen Pastor si se las consideraba incorregibles: en caso contrario, iban a la Casa de Ejercicios.?

    En algn momento durante la dcada de 1870, el Asilo del Buen Pas-tor se mud a la vieja penitenciara. Este edificio era un monasterio construido originalmente por Jos jesuitas en 1735: despus los betlemi-

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    El estigma de la pobreza marcaba de manera perenne a 1 os nilios y nias abandonados. El "da de los nios pobres" en los jardines del Palacio Mir, 1909. Archivo General de la Nacin, Departamento Fotografa.

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    8 ENCIERROS Y SUJECIONES

    tas tomaron a su cargo el edificio hasta que en 1822 fue expropiado y convertido en el Hospicio de Locos. Despus del gobierno de Rosas, se us como cuartel para los soldados y en 1860 se convirti en crcel de hombres.8

    Cuando la Casa Correccional de Mujeres comenz a funcionar con las religiosas de la orden del Buen Pastor -alrededor de 1890-, lama-yora de las nias bajo su cuidado haban sido enviadas a los Defenso-res de Menores. Oficialmente, sus edades iban de los cinco a los veinte aos, pero hay evidencias de que varios bebs acompaaron a sus ma-dres (adems, los investigadores ponan en duda los datos estadsticos sobre las edades). Las nias petmanecfan all solamente hasta que se las ubicara en hogares adoptivos y, de acuerdo con el Cdigo Civil argenti-no, los nios reciban tm salario acorde con su edad y obligaciones la-borales.9

    La Crcel de Mujeres de Buenos Aires se inaugur oficialmente en 1892. Durante los primeros aos, los arreglos elementales de pintura y remodelacin hicieron habitable el edificio. Ms tarde, se lo ampli. Pa-ra 1906, cuando se llev a cabo el primer censo nacional carcelario, el edificio tena capacidad para cien adultos y ciento cincuenta menores: se dictaban clases de primer y segundo grado de la escuela primaria para mujeres analfabetas y nios, y haba talleres de lavado y costura. 10 Des-pus, en la crcel se dictaron clases hasta cuarto grado.

    La cantidad de nias que pasaban por la Casa Correccional variaba enormemente. En 1889, por ejemplo, hubo 466 detenciones y la mayor parte de las internadas sali ese mismo ao. En 1892, 694 estuvieron de-tenidas all, y en 1893 hubo 317. La gr

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    contaba con escuelas diurnas. Los defensores tenan pocas alternativas de solucin frente al problema. 12

    La poblacin de Buenos Aires creci mucho durante este perodo. A medida que la ciudad creca, muchas familias pobres se encontraron con que no saban cmo enfrentar las presiones de la vida urbana, a pesar de-que Buenos Aires ofreca nuevas oportunidades. Para muchos nios, es-to s ignific ser abandonados, no tener hogar y caer en la tentacin de participar en actividades delictivas.

    En 1895, la Madre Superiora de la Casa Correccional de Mujeres es-cribi al presidente Uribum ofreciendo alojar un mayor nmero de ni-as de la calle. Sostena que muchas necesitaban un hogar; peda penni-so para admitirlas simplemente porque eran pobres y para brindarles educacin. 13 Los tres Defensores de Menores opinaron que esta peticin i.nf1ingira el derecho de los padres a la patria potestad y adems afec-tara Jos poderes que ellos mismos ejercan. 14 Por esta razn Jos Defen-sores quedaron a cargo de Jos nios de la cal.le.

    Como los Defensores de Menores carecan de refugios donde alojar-las, la mayor pmte de las nias tenninaban en la Casa Correccional. Los

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    Ms que un mero lugar de depsito? Los bebs abandonados y los chicos de la calle no tenan la proteccin de sus familias. Como no se conocan sus verdadero.< orfgene.

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    1 ENCIERROS Y SUJECIONES

    Las nias deban ser educadas en los valores cristianos, el respeto a las jera1quas y a la religin. Asilo de nias de San Vicente de Pa!, en Devoto, 1 925. Arch ivo General de la Nac in, Departamento Fotografa.

    ..

    bebs abandonados podan ser enviados a la Casa de Expsitos de la So-ciedad de Beneficencia. A veces, nias de menos de seis aos eran acep-tadas por la Sociedad en su Asilo de Hurfanas, pero siempre haba es-casez de vacantes. El resto de los nios que reciban deban ser enviados a trabajar, eran devueltos a sus familias o bien languidecan transitoria-mente en las crceles. 15

    Los Defensores de Menores tenan una tarea inmensa por realizar. En 1898 estuvieron a cargo de 1878 nios y nias, cuyo nmero, en ade-lante, disminuy. 16 lnicialmente, pudieron restituir a casi todos a sus fa-milias biolgicas, pero hacia 1888, cuando se cerr el Asilo del Buen Pastor, la situacin se agrav, y los Defensores fueron enviando cada vez ms nios y nias a las crceles.

    Sin embargo, algunos mostraban mayor habilidad que otros para mantener a los nios fuera de la crcel. En 1897, por ejemplo, el defen-sor Pedro de Elizalde lleg a ubicar 342 nios y nias con sus familias -biolgicas o no-, mientras que envi slo 31 nias a la Casa Correc-cional, y tres a la Casa de Ejercicios. 17 Era un xito en un sentido y un peligro en otro: los nios ingresaban en esas casas, pero como sirvien-tes, lo cual conllevaba el riesgo de que, en lugar de ser protegidos, se los explotara.

    El riesgo al que se exponan las menores empleadas se hizo eviden-te en 1899 cuando el mdico de la Casa Correccional de Mujeres, Abra-ham Zeoavilla, present su infonne a la Madre Superiora ponindola al tanto de la situacin existente entre junio y diciembre de 1899. Haca hincapi en el hecho de que las dos dolencias ms frecuentes fueran las respiratorias y las ginecolgicas. Como l deca, las ltimas eran ms frecuentes en las nias mayores y las causas eran el abandono y el tra-tamiento desconsiderado de las personas que las empleaban. Es decir, sus empleadores abusaban sexualmente de ellas. 18

    Para los defensores, el problema era evidente. En 1908, redactaron una carta conjunta al Ministro de Justicia sosteniendo que la situacin era tan desastrosa que cuando una mujer peda una nia como emplea-da domstica, s iempre se le preguntaba: "Tiene usted hijos varones, se-ora?". Si la respuesta era afirmativa, no permitan que una nia traba-jara para esa familia. sta era la razn por la cual queran asegurarse de que las nias no fueran entregadas directamente a las familias por el juez o las crceles. 19

    Aun cuando los Defensores evitaran mandar nias a la crcel, el edi-ficio simplemente no tenia capacidad para alojar el nmero de menores que alli se enviaban. En ese momento, la superficie destinada a Jos me-nores poda alojar 110, pero, a veces, las monjas eran obligadas aman-tener 200 nios en ella. En junio de 1900, la Madre Superiora hizo la su-

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    gerencia de que las religiosas podan brindar mejores cuidados a las ni-as vagabundas. Alentaba al gobierno nacional a autorizar la construc-cin de instalaciones separadas para las jvenes donde stas pudjeran quedarse por lo menos tres o cuatro aos; podran, de esta manera, reci-bir una moderada educacin y as ser tiles a famiJias ofreciendo servi-cios apropiados a su condicin, tales como cocineras, mucamas o lavan-deras.20 Su pedido reconoca las limitaciones de uso de las instalaciones existentes y al mismo tiempo su lenguaje reafirmaba el proyecto tcni-co del estigma que marcara a las nias pobres.

    Los puntos de vista de la Madre Superiora eran ocasionalmente apo-yados por algunos de los defensores. En 1903, un nuevo defensor, B. Lainez, sugiri una serie de reformas. Entre otras, la transforrnaci.n de la Casa Correccional de Mujeres en una escuela de comercio para mu-jeres adultas, con sectore.s para separar a las nias delincuentes de las que slo se alojaban all. Tambin pens en una escuela para madres j-venes que formara parte de la escuela de comercio. Pero las ideas de Lainez no fueron escuchadas y no permaneci mucho tiempo ms en el cargo.21

    En ocasiones, algunos padres pedan al Estado que encarcelara a sus hijas porque ellos ya no podan hacerse cargo de ellas. Por medio de es-te pedido, podan renunciar voluntariamente a sus derechos de patria po-testad por un mes. Luisa Gigena de Saldazo quiso hacer esto en 1920. Era tan pobre que slo poda dar como domicilio legal la direccin del Defensor de Pobres. Deca Luisa que su hija Juana Isabel se aprovecha-ba del hecho de que su padre estaba en la provincia de Tucumn: haba abandonado a su familia para hacerse prostituta. Luisa estaba tan enfu-recida que la hizo encerrar por la polica y, como careca de recursos propios, peticion a la corte para que la mantuviera as por el lapso es-tipulado por la ley. Despus de que varios testigos confmnaran la histo-ria de Luisa, el juez orden que Juana fuera encarcelada. 22

    Jueces y defensores encarcelaban nias de muy corta edad junto a adolescentes. En 1907, por ejemplo, se encerr a 42 nias menores de diez aos, mientras 320 nias de entre diez y quince aos tambin se en-contraban entre rejas. En total, el nmero de nias de entre seis y quin-ce aos constituan ms del 38 por ciento de los detenidos jvenes. Ha-cia 1912, esta proporcin haba disminuido al 33 por ciento.23

    En general, a los defensores no les gustaba que tantos nios langui-decieran en las crceles. Uno de ellos, el doctor Agustn Cabal, sugiri, en 1910, una nueva poltica para mantener a las nias fuera de las calles. Como muchas de ellas se negaban a permanecer en el hogar de sus em-pleadores, propuso que la polica tomara las impresiones digitales de to-das las que estaban a su cuidado. As, pensaba Cabal, sera ms fcil

    NIAS EN LA C..RCEL 11

    ,; En clase de labor, las presas dan expansin a las mltiples prolijidades de .w alma" (oracin escrita en el dorso de la foto de ard1il'o ). Asilo Correcc ional de Mujeres. Archivo General de la Nac in, Departamento Fotografa.

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    12 ENCIERROS Y SUJECIONES

    capturarlas, y adems funcionaba como un incentivo, ya que, cuando se hicieran adultas, si en el legajo policial slo figuraban sus impresiones digitales, podan ofrecer esto como patente de lwnestidad.24 Si no, ter-minaran en la crcel y luego se reintegraran a la sociedad con una nue-va pero cuestionable identidad.

    El creciente mmero de nias menores de edad y la falta de recursos empeor las condiciones de vida dentro de la crcel. Las monjas recla-maron ms de 4000 pesos para proveer los elementos bsicos para los chicos. Su pedido fue otorgado, pero stos y otros documentos revelan que los fondos les llegaban ad lwc.25 A veces, nias con deficiencias mentales o fsicas eran alojadas junto con otras en perfectas condiciones. En 1911 , el defensor Cabal envi a Gregoria Gntirrez a la Casa Correc-cional, por el "crimen" de ser sordomuda. Dos aos ms tarde, un em-pleado estatal se enter y comenz a hacer investigaciones sobre su ca-so. Le informaron que la nia haba ingresado a los quince aos, y que el mdico a cargo haba detenninado que era sordomuda y tena una edad mental de tres o cuatro. A pesar de que se notific al Instituto de Sordomudos, nada se hizo, y la nia continu en la Casa Correccional. En este caso, ya haba quedado marcada y, por lo tanto, no necesitaba reingresar en la sociedad para ser identificada. 26

    Durante su corta permanencia en la crcel de mujeres, las nias de-ban trabajar. Anualmente, ms de mil nias trabajaban en comercios co-siendo y como lavanderas. Sus salarios eran magros, en el mejor de los casos, porque no permanecan largo tiempo en sus trabajos, pero trun-bin porque deban pagar los materiales que usaban. 27

    El estallido de la Primera Guerra Mundial encontr a Buenos Aires carente de combustibles y de artculos de consumo. Los Defensores de Menores tuvieron ms dificultades para ubicar a .las nias en hogares de guarda como empleadas a sueldo; el informe anual de 1914 sealaba que la crisis en curso afectaba estos proyectos. Las familias achicaban sus presupuestos: no slo disminuan la cantidad de trabajadores a su cargo sino que bajaban los salarios. Aunque las estadsticas no lo corro-boran, segn los defensores, como resultado de esta situacin ingres un mayor nmero de nias en la Casa Correccional. Propusieron redu-cir los salarios de las nias bajo su amparo corno incentivo para las fa-milias adoptivas. Adems, sugirieron que se enviara a las nias ms re-beldes a trabajar en las estancias del interior del pas, prctica que se haba llevado a cabo con delincuentes juveniles varones para alejarlos de la ciudad28 No hay constancia de que se enviaran nias a trabajar en el campo.

    Si, en opinin de los defensores, las nias o jvenes eran cargas que deban ser separadas de la sociedad, las religiosas, en crunbio, continua-

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    ban creyendo que ellas podan rehabilitar, aun a las ms difc iles, por medio de la educacin y el trabajo. En un extracto del infonne anual de 19 19 de la Crcel de Mujeres, la Madre Superiora manifestaba que las nias a su cargo eran dignas de compasin: la mayora de ellas no poda aspirar al bienestar que deriva del conocimiento de las artes y las cien-cias por la simple razn de que carecan de medios, no tenan familia ni posicin social. Inevitablemente tendran que arreglrselas por s mis-mas y as debern aprender a trabajar como obreras o sirvientas. Las re-ligiosas queran educarlas para que vivieran vidas honestas y practica-ran sus deberes cristianos.29 Una vez ms, de las palabras de la Madre Superiora se desprenda su conviccin de que las nias que iban a la cr-cel tenan pocos contactos sociales que pudieran brindarles otra cosa que trabajo para los carentes de educacin y proteccin, y una vez ms, no fue escuchada.

    NIAS EN LA CRCEL 13

    En 1919, el Congreso debati largamente sobre el problema de la La poltica estatal delincuencia juvenil. Los defensores de los derechos de Jos nios siem-pre haban abogado por una reforma al Cdigo Penal que introdujera una diferenciacin entre crmenes de menores y crmenes de adultos y la creacin de tribunales juveniles especiales basados en el modelo es-tadounidense pionero, elaborado en Chicago en 1899. Ya el diputado conservador Luis Agote haba intentado autorizar al gobierno nacional a asumir la guarda legal de todos los delincuentes y abandonados menores

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    El Estado demor !'arias dcadas en dar una respuesta al problema del alojamiento y la educacin de las ni1ias abandonadas. Hora de recreo en el Asilo del 8 uen Pastor. Archivo General de la Nac in, Departamento Fotografa.

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    de diecisiete aos. Para justificar su propuesta, Agote sostena que entre 1905 y 1910, de 1312 varones que haban ingresado en las crceles na-cionales, 520 eran reincidentes. Ms de mil nios trabajaban como ca-niJiitas y una cantidad aun mayor viva en la calle, slo para tenninar unindose a las bandas anarquistas. Agote se opona a tratar a Jos jve-nes como criminales y sugiri que se ubicara a Jos nios de la calle en una ampliacin del refonnatorio-escuela de Marcos Paz, o una filial que podra habilitarse en la antigua colonia de leprosos de la isla Mart1 Gar-ca. Estimaba que 10.000 nios podran ser rehabilitados en esos luga-res.30 Otros proyectos continuaron con sus esfuerzos, como el presenta-do al Ministro de Justicia e Instruccin Pblica en 1916 por Eduardo Bullrich y el doctor Roberto Gache, que auspiciaba el reemplazo del tra-bajo por la formacin de tribunales especiales y educacin obligatoria para jvenes abandonados y delincuentes.31

    En junio de l 918, Luis Agote volvi a presentar, s in xito, su pro-puesta. Pero en enero del ao siguiente, el presidente Hip lito Y rigoyen dio prioridad a las reformas de Jos derechos de los nios. El 20 de ese mes, envi al Congreso un mensaje apoyando la formacin de una nue-va asociacin para la proteccin del menor, el Patronato de Menores. Ese mismo ao se promulg una versin corregida del proyecto de ley de Agote, pero no se adjudicaron fondos para financiar la nueva institu-cin.32 En los debates, no se mencion ni el drama de los nios pobres encarcelados sin haber cometido ningn crimen, ni las especiales cir-cunstancias de las nias.

    En 1921, una nueva reforma del Cdigo Penal cambi las nociones sobre delincuencia juvenil vigentes desde 1880. La nueva ley dispona que los nios menores de catorce aos estuvieran exentos de castigo, aunque bajo ciertas condiciones se poda remitir al delincuente a insti-tuciones hasta que cumpliera Jos dieciocho aos. Sin embargo, despus de 1921 , se anularon muchos de esos casos y los delincuentes no fueron enviados a la crcel. Sin embargo, nuevamente estas disposiciones no al-canzaban a Jos jvenes que estaban encarcelados por no tener hogar. 33

    A pesar de que los legisladores encubran el drama de los que no te-nan hogar, un artculo de 19 JO trataba especficamente el tema. Pona de manifiesto que en toda la provincia de Buenos Aires, incluyendo la ciudad de Buenos Aires, los defensores municipales se ocupaban de Jos nios abandonados y sin hogar ubicndolos como sitvientes en casas de familia y sealaban la dudosa eficiencia del sistema, ya que pocos patro-nes cumplan con sus responsabilidades a conciencia, con el resultado de que Jos nios vivan en la miseria y con hambre. Si bien este infonne estimaba que la proteccin del Estado era el nico medio de salvacin de estos nios y nias, no explicaba dnde deban ser alojados.34 En

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    1913 se haba creado el Departamento Nacional de Menores Abandona-dos y Encausados, para ubicar a menores, acusados y no acusados, de-tenidos en refonnatorios o escuelas, pero los varones fueron los nicos beneficiarios de esos esfuerzos.

    Fundado en 1918, el Instituto Tutelar de Menores continu el loable aunque discriminatorio esfuerzo del Departamento, centrado exclusiva-mente en nios condenados por crmenes.35 El resuJtado fue que las ni-as continuaron ingresando en la Casa Correccional de Mujeres.

    Haba varias alternativas para albergar a esos nios. La solucin ms costosa era la de construir instalaciones especiales para los nios delin-cuentes sin hogar, como lo sugeran las monjas del Buen Pastor. Otra, ms econmica, era la adopcin legal.

    En la dcada de 1920, legistas especializados, junto con la Sociedad de Beneficencia y el Museo Social Argentino -un grupo de reformistas de la alta sociedad-, comenzaron a investigar una serie de cuestiones concernientes a los nios de la calle. Alentados por la organizacin de dos congresos, uno nacional y el otro internacional, sobre los derechos del nio realizados en Buenos Aires en 1913 y 1916, como tambin por los encuentros de Montevideo en 1919, Ro de Janeiro en 1922 y San-tiago de Chile en 1924, los defensores de los derechos del nio publica-

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    Por qu esconden sus rostros estas jvenes nnu'eres? Presas del Asi lo San Miguel para mujeres contraventoras. Archivo General de la Nac in, Departamento Fotografa.

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    ron varios artculos y dieron conferencias sobre el tema. Se sugiri la adopcin como solucin. Para cuando la adopcin se legaliz en la Ar-gentina, durante la dcada de 1940, era evidente que los bebs, ms que los jvenes, seran los beneficiados por esta refonna legal.36

    En 1929, Buenos Aires fue la ciudad anfitriona de la primera confe-rencia latinoamericana de especialistas en psiquiatra y medicina legal, dirigida por el doctor Gregario Bermann. En eUa se trat el tema de los nios delincuentes y abandonados, y los participantes sostuvieron que se los deba ayudar ms que castigar, y que era el Estado el que deba asu-mir esa responsabilidad. Sin embargo, cuando Bennann analiz la situa-cin de las nias abandonadas, todo lo que pudo hacer fue reiterar lo que ya se conoca: que el nico lugar para estas nias, sobre todo las acusa-das de algn delito, era la crcel de mujeres, mientras que los varones tenan a su disposicin ms instalaciones estatales.37 Nada poda hacer-se mientras los funcionarios del gobierno no decidieran construir insta-laciones para las nias sin hogar.

    En la coalicin de partidos polticos que apoy la eleccin del gene-ral Agustfn P. Justo en 1931 , muchos estaban a favor de que el Estado promoviera la asistencia a los nios. Conscientes del impacto de la De-presin en Buenos Aires, comprendan cmo afectaba esto a los nios y lo usaron como justificacin para cambiar el enfoque de la poltica esta-tal hacia los menores abandonados. En 24 de enero de 1931, un decreto autoriz fmalmente la creacin del Patronato Nacional de Menores, di-rigido por especialistas en delincuencia juvenil y autorizado a reorgani-zar ese aspecto del sistema de justicia. Entre los nombrados en el Patro-nato haba prominentes especialistas en derechos de los menores que, con el apoyo de Justo, convocaron una impottante conferencia para reu-nir a las autoridades nacionales y provinciales interesadas en la refonna de las leyes de minoridad.

    En setiembre de 1933 se reuni la Primera Conferencia sobre Me-nores Abandonados y Delincuentes, que atrajo la atencin del pblico en general no slo por el tema, sino tambin por la presencia del Presi-dente y su gabinete y la de los jueces de la Cotte Suprema. Fue signifi-cativa tambin la presencia femen ina, ya que concurrieron integrantes de la Sociedad de Beneficencia y las damas de la Sociedad de San Vi-cente de Pa l.

    El 28 de setiembre, durante la tercera sesin, los especialistas co-menzaron a debatir sobre la rehabilitacin de nias. La diferencia entre los gneros se hizo evidente cuando se debati s i la orientacin vocacio-nal deba ser diferente para los varones y para las nias. Algunos soste-nan que ellas no deban recibir enseanza profesional sino preparacin para las tareas del /w~ar. Nadie los refut.38 Adems, la representante

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    de las damas de la Sociedad de San Vicente de Pa! reiter el desafo es-pecial de ayudar a las nias encarceladas, y ofreci sus servicios, de la misma manera que lo haban hecho muchos aos atrs las monjas del Buen Pastor, para ocuparse de eUas. Hicieron notar que haban aceptado nias recomendadas por Jos tribunales especiales creados en 1919, y se-alaron que las pocas que pudieron aceptar vivan en grupos compues-tos por treinta nias donde aprendan las tareas del hogar y el cuidado de nios, y reciban una educacin bsica.39 Como por ao an ingresaban muchas nias en la Casa Correccional de Mujeres, Buenos Aires nece-sitaba ms que unos pocos hogares modelo para resolver el problema de las nias y jvenes de la calle. Aun as, la unin entre el Patronato de Menores y las instituciones de caridad condujo a la formacin de hoga-res para nias bajo la vigilancia de los penalistas y socilogos por sobre la de las monjas del Buen Pastor.

    Hasta que esta transformacin se puso en prctica durante la dca-da de 1940, la Casa Correccional de Mujeres continu sirviendo como auxiliar de los Defensores de Menores. Para 1914, las religiosas haban conseguido, finalmente, instalar a las nias que les enviaban los defen-

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    Recin en la dcada de /930 las autoridades comenzaron a reconocer que el trabajo femenino en los comercios y la industria era "digno". Presas real izando trabajos de encuadernac in. Asilo San Miguel para mujeres contraventoras, primeros aos del siglo XX. Archivo General de la Nacin, Departamento Fotografa.

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    sores en un ala separada, para alivio de Jos defensores, siempre reacios a mezclar a Jos nios a su cargo con la poblacin general de las crce-les -aunque no hicieron grandes esfuerzos para cambiar la opinin de la clase estrechamente ligada a sus pupilos-.40 En 1921, las monjas consideraban que todo funcionaba bien en la crcel, y que sus cuida-dos entrenaban a nias y mujeres en las tareas domsticas bsicas. La experiencia, decan, demuestra que "la indolencia y el lujo son las cau-sas principales de las cadas tanto de las mujeres delincuentes como de las nias mayores de edad [ ... ] es forzoso por lo tanto formarlas en el amor al trabajo la mayora de [ ... ] ellas slo cuentan con el trabajo de sus manos que para aspirar a una vida decorosa. No se alentaba a nin-guna de ellas a sobrepasar .las limitaciones que su clase y gnero les imponan".41

    Sin embargo, para 1932, la situacin econmica dificult la ubica-cin de las nias como empleadas domsticas, y un nmero mayor de ellas fueron enviadas a la crcel de mujeres. Por esta razn, el presiden-te Justo decret que el Patronato Nacional de Menores estableciera una institucin para nias en la Casa Correccional, de manera que pudieran conseguir trabajo en la industria o el comercio. Con este propsito, se don una propiedad del gobierno al Patronato.42 Cuando ese ao laMa-dre Superiora present su informe al Ministro de Justicia, observ que la crcel estaba abarrotada con una poblacin diaria de 331 mujeres y ni-os que, algunas veces, lleg a 371. Haba que reducir la poblacin de la crcel si los talleres se expandan en cumplimiento de las leyes nacio-nales. Las clases que se dictaban poco brindaban a las internadas, por-que stas se quedaban durante un lapso corto y, una vez ms, la Madre Superiora reclamaba la construccin de un colegio pupilo separado.43 Al ao siguiente, se quejaba de que la poblacin adulta de la crcel haba aumentado aun ms, y peda fondos para incorporar ms religiosas.44 No se mencionaba a las menores en la crcel, ni hubo ninguna mencin pos-terior directa, a pesar de que haba referencias a las presas madres o de-tenidas que cuidaban de sus bebs.45 La poca de encarcelar a las meno-res haba pasado.

    La desaparicin de este sistema presagiaba el debilitamiento de la institucin de Jos Defensores de Menores. Reemplazado por el Patrona-to de Menores y por el sistema de hogares institucionales para las me-nores sin hogar, haba mucho menos necesidad de que estos seores de la alta sociedad se ocuparan de las menores. Para entonces, ya haba un incipiente Estado Benefactor, que diferenciaba a los delincuentes jve-nes de los adultos y no ubicaba menores en hogares de extraos. Estos nios continuaron portando su estigma social, pero desde un nivel jnfor-mal (el de sus familias o sus potenciales empleadores) y ya no dentro del

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    esquema oficial institucional. Las monjas del Buen Pastor haban estado acertadas al abogar por la necesidad de tratar a estos menores de mane-ra diferente y de asegurarles educacin, pero no tomaron parte alguna en el proceso de esa transformacin.

    La historia de las nias en la crcel muestra las distintas maneras en que la criminalidad real o potencial de mujeres y nias se perciba en Buenos Aires. Si eran visibles dentro del paisaje urbano, se las consi-deraba criminales en potencia, y particularmente peligrosas si trabaja-ban en lugares pblicos. A diferencia de los hombres, su lugar de rege-neracin era el hogar, no el lugar de trabajo. Recin con el decreto presidencial de 1932 los funcionarios sealaron que era apropiado y ho-nesto para las mujeres trabajar en el comercio y la industria. Significa-tivamente, este mensaje coincidi con el enorme crecimiento de la in-dustria textil en la Argentina en la dcada de 1920, la cual requiri a gran nmero de mujeres. De hecho, durante ese perodo las mujeres se colocaban en la industria con mayor facilidad que sus pares masculinos, y aun cuando algunos intelectuales, como el economista Alejandro E. Bunge, se preocupaban por la capacidad reproductora de las obreras y de las mujeres argentinas, en general, los funcionarios del gobierno to-dava admitan la demanda de trabajadoras industriales.46 Las jvenes pobres, educadas y solteras podan servir a la nacin tanto en el traba-jo como en el hogar.

    El drama de los hurfanos y el de los nios de la calle continu ob-sesionando a los funcionarios pblicos. El trgico terremoto de San Juan en 1944 renov los pedidos para que se promulgaran leyes de adopcin. Tambin reuni a Juan y a Eva Pern. Para cuando ellos se casaron, ella ya haba comenzado su bsqueda de un poder extraoficial actuando co-mo agente entre los nios pobres y el Estado. La renovada importancia de grupos como la Sociedad de Beneficencia y las damas de San Vicen-te de Pal, a cargo de las instituciones para los nios pobres, presagi un gran choque entre clase social y poder poltico, entre la alta sociedad y Evita. En ese momento, ya la imagen de los nios pobres se haba trans-formado en un pen polftico en una lucha de clases que condujo a elimi-nar estigmas sociales relacionados con clase, estatus de los padres y ni-vel de legitimidad.

    Lamentablemente, estos esfuerzos polticos no terminaron con la presencia de nios de la calle en las ciudades argentinas. Su visibilidad aument o disminuy segn los altibajos de las condiciones econmicas y sociales. El desmantelamiento del peronismo durante la dcada de 1950 elimin muchas instituciones para nios pobres mantenidas por el

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    Conclusiones

    La "otra cara" de la reclusin forzosa. Puerta de ce lda en el Asilo del Buen Pastor. Arch ivo General de la Nacin , Departamento Fotografa.

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    Estado, sin remplazadas con otras alternativas, y surgieron algunas or-ganizaciones privadas para llenar el vaco. La historia de las tcnicas carcelarias para resolver este problema, entre 1880 y 1940, constituye un importante segmento de una ms extensa historia de los nios de la calle en la Argentina.

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    Notas Alberto Martnez, Censo general de la poblacin, edificacin, comercio e industrias de la ciudad de Buenos Aires, Compaa Sudamer icana de Billetes de Banco, Bue-nos Aires, 1910, vol. 111, pgs. 418-9.(Voll'er a la obra)

    2 Foucault, Michel, Discipline and Punish; The Birth of the Prison, trad. AJan S heri-drul, Vintage Books, Nueva York, 1979, pg. 257. (Voller a la obra)

    3 Pol ica de Buenos Aires, Memoria, 1913-14. pgs. l3-4.(Voller a la obra)

    4 Ibdem, 1915-16, pg.l8.(Vol1er a la obra)

    5 Repbl ica Argent ina, Cmara de Diputados, Diario de Sesiones, 1 de agosto de 1892, pg. 524. La presencia de hurfanos entre estos n ios se reconoci en una se-sin posterior, el 16 de setiembre, a pesar de que no hubo sugerenc ias que mejora-ran la situacin. Ibdem, pg. 918.(Vo!ler a la obra)

    6 Lila M. Caimari, " Whose Crim inals are These? Church, State, and Patronatos and the Rehabil itation of Female Convicts (Buenos Aires, 1 890-1 940)", The Americas 54:2 (octubre 1997): 1 85-208.(Voll-er a la obra)

    7 Repblica Argent ina, Ministerio de Justicia e Instrucc in Pblica, Me.morias, Infor-me de los Defensores de Menores, 1886, 1 :65.(Voller a la obra)

    8 Martnez, Censo general .... ob. cit., ibdem. (\lol1er a la obra)

    9 Es evidente que los nios no tenan obl igacin de trabajar. Repblica Argentina, Mi-nisterio de Justic ia e Instrucc in Pblica, Memorias, 1903 T. De acuerdo con e l in-forme anual del Defensor de la Zona Sud, las embarazadas menores de edad eran enviadas con frecuencia a la Casa Correcc ional. Despus de haber dado a lu z, vol-van con sus bebs a la crcel. Sin embargo, no hay menc in de que en la Crcel de Mujeres se hayan alojado bebs. En e l informe anual de 1909, el defensor Carlos M irru1d a Nan dec )araba que haba 24 nios y 31 nias a su cuidad o en la Casa Co-rreccional. (\loller a la obra)

    10 Repbl ica Argentina, Ministerio de Justic ia e Instruccin Pblica, Resultados gene-rales del Primer Censo Carcelario de la Repblica Argentina, Talleres Grficos de la Penitenciara Nac ional , Buenos Aires, 1909, pgs. 94-5.(\lol,er a la obra)

    11 Municipalidad de Buenos Aires, Anuario estadstico de la Ciudad de Buenos Aires, 1897, pgs. 265 y 509: 1903, pg. 275: 1915-1923, pg. 250.(Volwr a la obra)

    12 Archivo General de la Nacin [AG N], Fondo Ministerio de Justic ia e Instruccin Pbl ica [Fondo MJelP), MJeiP, Divisin Expedientes Generales, letra D, legajo 106, Carta del defensor Jos M. Terrero, 7 de mayo de 190 1. El Pa tronato de la Infanc ia fue creado por el intendente Boll ini en 1892. Con frecuencia rec iba fondos de los recursos pb licos, pero se autoconsideraba una institucin privada d irigida por se-ores de la a lta sociedad.(Voller a la obra)

    13 AG N, Fondo MJeiP, letra C, Div isin Exped ientes Generales, legajo 38, 1895, expdte. 308, foja 1, 2 1 de mayo de 1895, Madre Superiora a l presidente J. E. Uriburu.(Vo/1-er a la obra)

    14 Ibdem, foja 2, respuesta de los defensores a travs de l Deprutru11ento de Justic ia, 4 de febrero de l896.(Voll-er a la obra)

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    15 Haba otros orfanatos de caridad en Buenos Aires, pero con frecuencia cobraban por las c lases en sus co legios y adems estaban, en su mayor parte, dest inados a los vnrones.(\loler a la obra)

    16 Repbl ica Argentina, Min isterio de Just icia e Instruccin Pblica, Memoria, In for-mes de los Defensores de Menores, 1886, 1:69,72: 1889, 1:13 1, 136; 1899, pgs. 120, J4J. (Vollw a la obra )

    17 AGN, Fondo MJeiP, Divisin Expedientes Generales , letra D, legajo 106, 2 de abri l de 1898, Informe anual del Defensor de Menores Pedro de Elizalde.(Voler a la obra)

    18 AGN, Fondo MJei P, Divisin Exped ientes Generales, letra C, 1900, legajo 46, Car-ta de l doc tor Abraham Zenavilla a la Madre Superiora, 20 de marzo 20 de 1900.(\loler a la obra)

    19 AGN, Fondo MJeiP, Divisin Expedientes Generales, letra D, 1908, legajo 110, Carta de los Defensores Figueroa, De Elizalde y Cabal, 25 de febrero de 1908.(\loler a la obra)

    20 AG N, Fondo MJe!P, D ivisin de Expedientes Generales, letra C, legajo 47, expdte. 314, Carta de la Madre Superiora, 4 de jun io de 1 900. (\lolver a la obra)

    21 Repblica Argentina, Ministerio de Just icia, Culto e Instruccin Pblica, Memoria, 1904, tomo 1, pgs. 1 34-5.(\loler a la obra)

    22 AGN, Divisin de l Poder Judicial, Fondo de T ribunales Civi les, letra G, 1920, Gi -gena de Saldazo, sobre rec lusin de su hija menor Juana Isabe l, fojas 1-5, 23 de agosto de 1920 al l 0 de setiembre de 1 920. E l juez orden que Juana fuera admiti-da en el As ilo de l Buen Pastor. (Voler a la obra)

    23 Munic ipal idad de Buenos Aires, Anuario Estadstico de la Ciudad de Buenos Aires, 1 906; 1 907; 191 2.(\lolver a la obra)

    24 Repbl ica Argentina, Min isterio de Justic ia e Instrucc in Pb lica, Memoria, 191 1, pg. l30.(Voller a la obra)

    25 AGN, Fondo MJe!P, Di isin Exped ientes Generales, letra A, 1910, legajo 11 , expdte. 46, Asi lo Correc ional de Mujeres, 12 de abri l de J9JO.(Voller a la obra)

    26 AG N, ibdem, legajo I4, expdte. 194, Respuesta de la Casa Correcc ional de Muje-res a la indagac in de l Subsecretario, 9 de setiembre de 1913. (Volver a la obra)

    27 AGN, ibdem, legajo 16, expdte. 40, Asilo Correccional de Mujeres. Cuadros de l movimiento habido durante 191 3.(Volver a la obra)

    28 Repblica Argentina, Min isterio de Justic ia e Instrucc in Pb lica, Memoria, 1 914, tomo I, pg. 365. La prctica de enviar nios a trabajar en las estancias databa de 1906. No hay evidencia, sin embargo, de que se env iaran nias a trabajar all.(llo!ler a la obra)

    29 Repblica Argentina, Ministerio de Just icia, Culto e Instruccin Pblica, Memoria, 1920, pg. 4 13.(\loleralaobra )

    30 Repbl ica Argentina, Congreso Nacional, Cmara de Diputados, Diario de Se.~iones, 19 JO, tomo I, 8 de agosto de 191 O, pgs. 909-1 0.(\lolver a la obra)

    31 Eduardo Bullrich, A.

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    32 Repbl ica Argentina, Congreso Nacional, Cmara de Diputados, Diario de Sesio-nes, 19 18, tomo 1, 3 de junio de 1918, pg. 262: 1919, tomo V, 1 O de enero de 19 19, pg. 21 4.(\loll-er a la obra)

    33 Repbl ica Argent ina, Min istro de Justic ia e Instruccin Pblica, La Prewncin de la Delincuencia ftn-enil en el Campo de la Legi.