^hapii llmiwsíil be - universidad de granada

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Page 1: ^Hapii llmiwsíil be - Universidad de Granada

^Hapii l lmiwsíi l be 1507

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Page 2: ^Hapii llmiwsíil be - Universidad de Granada

M A P A U N I V E R S A L D E 1 5 0 7 (Waldseemül l er , Martin.) (Autor y lugar de estampación deducidos) (1) (Saint-Dié-Estrasburgo, 1507.)

Vniversalis Cosmographia secvndvm Ptholomaei traditionem et Americi Vespucii Aliorvmqve Ivstrationes

Planisferio impreso, el primero con el nombre A mérica, cuyo original se compone de doce planchas o «cuarterones», cada uno de los cuales mide, incluido el margen blanco, 45,5 x 62 centíme­tros. Montados forman un conjunto monumental de dimensiones exclusivamente murales. Como se sabe, que se tiraron 1.000 ejem­plares, puede considerarse, que su forzosa exhibición pública constituyó un sensacional espectáculo en las grandes ciudades ds Europa, donde se vendía, y cuyas multitudes pudieron con­templar la originalísima configuración del mundo moderno, que por primera vez, concebía Waldseemüller, divididos los he­misferios, tal como hoy nos son científicamente conocidos. A la mitad sur del occidente se da el nombre de AmJríca, si­guiendo el razonamiento expuesto por el mismo Waldseemüller, en su Cosmographiae Introductio, obra compuesta y publicada, sin duda, para acompañar este planisferio y el mapa del globo, según se indica en la Cosmographiae. Rogamos al lector que observe el lugar que ocupa la palabra América en el planisferio, y a la vez imagine el mapa en su dimensión mural expuesto en un lienzo de pared. Inmediatamente advertirá, que el nombre más destacado y próximo a su vista es América; detalle que por sí solo justifica, junto con la sonoridad del vocablo, la rápida asimilación de que fué objeto por parte del público; efecto que, multiplicado por mil , que fueron los ejemplares estampados y permanentemente expuestos, nos da idea de la rápida divulga­ción del nombre impuesto al nuevo continente, sin que tengamos que atribuir el éxito de nomenclatura a la malquerencia de na­die (2), sino al triunfo de un elemento publicitario, que consiste en lievar a las multitudes, por los medios más fácilmente asequi­bles, el sujeto propuesto a su conocimiento.

Casi estamos seguros de haber dicho algo que tal vez nos ayude a comprender, bajo un nuevo ángulo, el tradicional y es­pinoso problema del nombre América. Recordemos, desde ahora, que a la vez que la Cosmographiae y el Monumental Planisferio, se imprimió y puso a la venta un Globo recubierto con un papel impreso, que representaba la tierra con la imagen muy aproxi­mada a la realidad, y que, por añadidura, también figura como único nombre en la parte sur del Nuevo Mundo, la palabra América. No echemos al olvido este dato importantísimo: por aquellos días del año 1507, la gente tenía aún la idea de la su­perficie plana de la tierra. No era fácil concebir los antípodas, u hombres con los pies en posición opuesta. Cierto, que ya se sabía, por los descubrimientos de Colón, que la tierra era redon­da, pero este concepto de esfera llegaba representada por primera vez en su forma simple, y con la determinación de los lugares, configurados, en cuanto respecta al nuevo continente, de forma imaginaria, pero, felizmente, muy aproximada a la realidad. El ver un globo en estas condiciones geográficas detalladas tuvo que ser una novedad, que no es fácil para nosotros ponderar. El sensacionalismo debió superar mucho al que nos produciría una imagen ((vivida» de la luna o de otro astro, pues que psicológica­mente estamos preparados para recibirla, mientras que los hom­bres de finales del siglo X V y comienzos del X V I . veían, ((por sus propios ojos», lo que aún no podían imaginar.

En los comienzos de este siglo, hacia el año 1901, el profesor J. Fischer, S. I . , tuvo la suerte de descubrir, en la biblioteca del príncipe Francisco Waldburg-Wolfegg, en el castillo de Wolfegg, en Württember, un volumén que contenía el único ejemplar has­ta la fecha conocido del Mapamundi de 1507 y la Carta marina de 1516, ambos de extraordinaria importancia para la era de los descubrimientos transatlánticos y la historia de la carto­grafía, que en vano se habían esforzado por hallar los investiga­dores y estudiosos durante cientos de años. Una noticia prelimi­nar de este feliz hallazgo, la dió a conocer el profesor Fischer en Petermann's Mitteilungen, 1901, y en el 81 suplemento del Stimer aus Maria-Laach, en 1902. Tanto el Mapamundi de 1507, como la Carta Marina de 1516 se componen de 12 hojas (cuarte­rones), de 45 x 62 centímetros de dimensión cada una, para ser montadas, formando un cuadrilátero de 4 hojas en sentido hori­zontal por 3 en el vertical.

La noticia del descubrimiento de estos dos mapas, ejecutados por el cosmógrafo Waldseemüller, en el primero de los cuales se da el nombre América a la parte sur del hemisferio occidental, y de los que sólo se tenían algunas referencias literarias y algu­

nas imprecisas y muy reducidas reproduciones, causó sensación en el ámbito intelectual de todo el mundo. Por lo que fué solici­tada la venia del príncipe Francisco Waldburg-Wolfegg para ser reproducidos en edición facsimilar, a lo que Su Alteza corres­pondió generosamente, facilitando a los profesores Fischer y Wieser el libre acceso a su biblioteca, y la Academia Imperial de Ciencias de Viena contribuyó a la realización de la noble empresa, con una suma importante, puesta a disposición de los sabios profesores, que no defraudaron las esperanzas puestas en su labor, al conseguir ver publicado, en el año 1903, un suntuoso volumen, que comprende las veinticuatro reproducciones de las planchas de los mapas, y una duplicada, que correspon-ponde a la número 20 de la Carta Marina, y representa la parte noroeste de Africa, esta no impresa, sino manuscrita, todas en las dimensiones de los originales y, por último, los dos mapas reconstituidos en sendas hojas de iguales dimensiones que los cuarterones sueltos, de modo, que ambos planisferios puedan apreciarse en sus conjuntos.

Como estudio preliminar, contribuyen los profesores Fischer y Wieser con un documentado y erudito trabajo de investigación histórico y bibliográfico, que ocupan las cincuenta y cinco pá­ginas de texto, que se reproduce en alemán y en inglés, traducido por el reverendo George Pickel, S. I . , del Canisius College, Buf-íalo, N. Y., y a la vez que resuelven los diversos problemas de au­toridad y cronología que plantean ambos mapas, enriquecen el texto con una variedad de grabados que reproducen otras cartas y documentos rarísimos.

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En cuanto a la exactitud, propiamente geográfica de los di­versos continentes, en este mapa de 1507, y por lo que se refiere a Europa y Asia, sigue el autor a Ptolomeo, ampliada la proyec­ción y la nomenclatura, con las enseñanzas de los relatos de Mar­co Polo y otros viajeros que visitaron Asia y dejaron escritos sus recuerdos. Africa se ve completada con los descubrimientos portugueses, que ya habían remontado el cabo de Buena Es­peranza, y navegado el Océano Indico hasta arribar a Calicut, cuyo nombre aparece. El hemisferio occidental, algunos años antes descubierto por don Cristóbal Colón, por mandato de los Rayes Católicos de España, emerge en una gran zona marina, considerablemente apartada de Asia, simulando la proyección originalísima de Waldseemüller una visión tan real y certera, muy especialmente en los dos pequeños planisferios que, como remate ornamental, figuran en la parte superior, que incluso se advierte en el trazado del mapa principal, un estrecho que se­para las dos masas continentales y rememora el actual de Pa­namá. Repárese que por aquellos días del año 1507, no se co­nocían las verdaderas proporciones de los descubrimientos rea­lizados por Colón y otros navegantes que le sucedieron, desco­nociéndose la existencia del Mar del ÍSur (Pacífico), y apenas se habían explorado una parte del litoral oriental de aquel Nuevo Mundo, que con tan ingenua como incomprensible te­nacidad defendió el Almirante, ser parte del continente Asiá­tico.

Fué, pues, obra privativa y genial de Martín Waldseemüller la disposición que observa en la configuración de los nuevos es­pacios en su mapamundi, y sobrecoje el ánimo, el contemplar­la gran masa terrestre abrazada por los dos Océanos que, en rea­lidad, la circundan, cuando todos sus contemporáneos (3) y por desgracia el mismo Waldseemüller, poco después (4) caye­ron en el engaño de infravalorar las dimensiones reales de los descubrimientos transatlánticos, al suponer tierra de Asia, lo que era y es un Nuevo Mundo, al que fortuitamente se llamó América.

LAS FUENTES DE WALDSEEMÜLLER

Importa mucho que conozcamos la información que tuvo a mano Martín Ilacomilus o Waldseemüller, para componer su Cosmographiae Introductio, y confeccionar los dos mapas que en el mismo opúsculo se anuncian, o sea, el Gran planisferio y el Globo terrestre (in sólido), en los que supo configurar los nuevos territorios descubiertos de la manera realista que los dibujó, y.

sobre todo, la razón de llamar América, no a todo el Nuevo Con­tinente, sino a una porción del mismo situada en la mitad sur de la línea equinoccial. Conocidos que nos sean estos extremos, el crédito de Waldseemüller quedará a salvo de toda sospecha de confabulación con Américo Vespucio, para suplantar el nom­bre de Colón, y dar el del piloto florentino al Nuevo Mundo. Podemos adelantar, desde ahora, que Waldseemüller no cono­ció personalmente a Américo Vespucio, y probablemente no mantuvo con él relación alguna. El hecho de citarle y enco­miarle tanto en sus trabajos se debe a circunstancias de mero prestigio literario, favorecidas éstas, con un sentido publicita­rio sensacionalista, que los editores de la Epístola de Américo Vespucio a Lorenzo Pierfrancesco de Medici, t 20-5-1503, con la relación de su tercer viaje, supieron, intencionada o casual­mente, explotar hasta un grado jamás sospechado en aquellos tiempos, ai publicar el famosísimo opúsculo de Vespucio con el titulo evocador de Mundus Novus. Podríamos concluir, sin ne­cesidad de nuevos argumentos, que la aceptación popular del nombre América se debe a un par de éxitos de propaganda que surgieron al calor de la ansiedad que la multitud baDia de sentir por develar aquel misterio que la expresión Mundus No­vus o Nuevo Mundo evocaba en unas mentalidades cristianas, que trascienden siempre el valor de las cosas hacia regiones de vida sobrenatural. Bien cierto que quien dice Nuevo Mundo se refiere a otras regiones de la tierra hasta entonces descono­cidas, pero sumada a la sorpresa del gran descubrimiento allen­de el Atlántico; el sentido profundo de Mundo, las dimensio­nes, alcanzan topes inaccesibles para la medida y caen en el ámbito de lo infinito, que expresamos los cristianos con pala­bras semejantes: otro Mundo.

Lo interesante para nosotros es llegar a conocer los antece­dentes que condujeron a los cosmógrafos de Saint-Dié a pro­clamar el nombre de América como apelativo lógico y conve­niente para denominar la nueva tierra transoceánica, y para ello, nada mejor que tratar de averiguar las fuentes o me­dios de información con que contaban Waldseemüller y sus co­legas del Gymnasium de Saint-Dié, referentes a los aconteci­mientos ultramarinos.

Para el tratado de Cosmographiae no es necesario esforzar­nos, cuando sabemos que la primera parte es un extracto de la obra que lleva el mismo titulo, de Claudio Ptolomeo, y la segunda, que contiene las cuatro navegaciones de Américo Vespucio, tíci la traducción al latín de la misma relación, pu-b i i c c i a a en italiano con el titulo Lettera di Américo Vespucci aeue tsuce nuóoamenté tróvate in quatro suoi viaggt, y que Waldseemüller naüo traducida de una versión francesa, de la cual i i u se conoce ejemplar. La diferencia entre la relación de ios viajes en italiano y esta en latín publicada por Waldseemül-ler, es sustancial en un punto, que ha dado lugar a grandes con­troversias, respecto a si fué el mismo Vespucio quien comunicó al duque do Lorena, René I I , la noticia de sus viajes, puesto que a este príncipe va dirigida la dedicatoria, según la traducción latina que utilizó Waldseemüller. Pero la cuestión ha sido ple­namente resuelta, cuando se demostró (5), sin lugar a dudas, que en el original italiano aparece la dedicatoria destinada al Gonfalonero Pedro Soderini.

En cuanto a las fuentes cartográficas utilizadas por Wald­seemüller para la elaboración del Mapamundi de 1507 y, por consiguiente, del globo del mismo año, el mismo autor nos lo dice repetidamente en varios pasajes de la Cosmographiae In ­troductio, y muy particularmente en la extensa leyenda que f i ­gura en el lado inferior izquierdo de la Carta Marina de 1516. donde se indican claramente las diversas fuentes utilizadas para confeccionar el mapamundi, a saber: Ptolomeo, Marco Polo, Cristóbal Colón y Américo Vespucio. También utilizó Waldseemüller ciertos mapas, que eran cartas de navegación, como puede leerse al final de Id Cosmographiae Introductio, y aún podemos añadir, que las tales eran cartas de navegación portuguesas. Nos lo dice en la edición del Ptolomeo de Estras­burgo (1505), 1513, y asimismo en el título de la Carta Marina de 1516.

Podemos, desde ahora, asegurarnos que Martin Waldsee­müller tuvo a la vista el mapa llamado Caverio para tomar la serie de nombres que figuran en los suyos de 1507 ,1513 (Pto­

lomeo) y Carta Marina de 1516. Esta conclusión se impone al observar en la tabla comparativa de la nomenclatura del Ca­verio y los mapas de Waldseemüller cómo los nombres que figuran en el Caverio se identifican con los que aparecen en los mapas de Waldseemüller, pudiendo calificarse las variantes que se observan como simples errores del copista, o en todo caso interpretaciones caligráficas diversas de algunas letras o sílabas que integran la composición de un mismo vocablo.

En cuanto a la configuración de su mapa, Waldseemüller copió solamente del Caverio los perfiles de la nueva entidad que aparecía al poniente del Viejo Mundo, así como la mitad sur de Africa, a cuyos puntos costeros les fué imponiendo los mismos nombres que figuran en el Caverio, del que se aparta sorprendentemente cuando ha de representar el tradicional Oikumene tolemaico, y lo doblemente extraño es que tampoco recoge las enseñanzas de las otras cartas portuguesas que se conocen, cuando ha de representar al Mundo antiguo, pues aun­que algunos autores creyeron ver cierta semejanza entre el Waldseemüller y el mapa King Hamy (1502), o bien con el de Henrigus Martellus, que se supone de 1490, y señala los descu­brimientos de los portugueses en las costas de Africa hasta el año 1480, nosotros nos convencemos de lo contrario comparán­dolos atentamente. A juicio nuestro, Waldseemüller se limitó a copiar con exactitud las partes conocidas de Europa, Asia y Afr i ­ca tal como figuran en el antiguo mapa universal de Ptolomeo, que le sirvió de arquetipo, agregando al suyo, además de la masa continental descubierta al occidente, la mitad sud de Africa, tal como se representa en el Caverio, pues aunque apa­rece en el Waldseemüller menos puntiaguda en el extremo sur, y en cambio más estrecha hacia la línea ecuatorial, nosotros atribuimos la diferencia visual al efecto que produce la pro­yección cordiforme del mapa 1507, en el que su autor pre­tende representar una superficie convexa. Y, sin duda alguna, Waldseemüller utilizó el globo de Martin Behaim para delinear las partes sud-orientales de Asia, que figuran en su gran mapa y que no constan en el antiguo Ptolomeo. Tanto más nos afir­mamos en esta opinión, cuando comparamos superpuestos el globo de Behaim y el mapa de Waldseemüller, y observamos que ambos coinciden con exactitud sorprendente. Tanto el uno como el otro contienen en el lado superior derecho la isla de Cipango, que forma una especie de rectángulo, así como las innumerables islas que se extienden por el gran mar, cuyo nú­mero, configuración y nombres concuerdan en ambos mapas.

Concluímos, por tanto, que Waldseemüller ha utilizado el mapa Caverio para delinear en el suyo los límites orientales del Nuevo Mundo, al que inscrito los mismos nombres que f i ­guran en el Caverio, del que copió también los perfiles y nom­bres correspondientes a la mitad sur de Africa. El Viejo Mun­do lo compuso con la amalgama que forman el antiguo mapa universal de Ptolomeo, ampliado con las islas y partes sud-orientales de Asia, que se representan en el globo de Martin Behaim (6).

CARLOS SANZ.

( U Aunque en el mapamundi de 1507 no se menciona el nombre de su autor, ni tampoco se lee fecha alguna de impresión, no resulta difícil, valiéndonos de datos indirectos, aunque muy expresos, reconocerlo como obra auténtica del cosmógrafo Martin Walseemüller, estam­pado, conjuntamente, con la primera edición de su Cosmographiae Introductio, así como el mapa del globo terrestre, hacia el 25 de abril de 1507.

(2) Adviértase que en la misma masa continental, y en caracteres similares, aparece una inscripción, de varias veces la extensión del nombre América, que dice: «Tota ista Provincia inventa est per Mandatvm Regis Castelle», lo que evidencia que no hubo intención de ocul­tar la verdad, ya que en otro lugar del mapa se hace referencia a Colón como primer des­cubridor.

(3) Consúltese el mapamundi Contarini-Roselli, fechado en 1506, que representa los te­rritorios transatlánticos descubiertos, muy cercanos al litoral de Asia.

(4) Compárese el planisferio de 1507 con la Carta Marina de 1516, ambos originales de Waldseemüller. Mientras que en el primero se reconoce el nuevo continente absolutamente independizado de Asia y como a flote sobre los dos grandes Océanos y su configuración, se asemeja, singularmente en el pequeño planisferio de la parte superior, con la visión real que de América tenemos, en la Carta Marina de 1516, Waldseemüller, influenciado por la tesis colombina, que tal vez discutió con el hermano del Almirante, don Bartolomé Colón, sitúa la isla de Cuba como formando parte de Asia. «Terra de Cuba-Asie partís», son sus propias palabras, impresas en el ángulo superior de la Carta, desvirtuando insospechadamente la cer­tera intuición de la realidad que tuvo al dibujar el mapa universal de 1507.

(5) F . A. de Varnhagen, «Américo Vespucci», Lima, 1865, folio, 3 hojas, 119 páginas, más un mapa plegado. E n la página 27 y siguientes, demuestra Varnhagen, en un documentado estudio crítico, como el autor de la «Lettera...» fué el mismo Vespucio, que la escribió origi­nalmente en italiano, y la dirigió a Pedro Soderini, Gonfalonero de la república de Florencia, en 1504. E n la traducción latina del canónigo Jean Basin de Sendacour, publicada por Waldse­emüller en la Cosmographiae Introductio, aparece como receptor el duque de Lorena, René I I , rey de Jerusalén y de Sicilia, a quien se le da por cortesía el título de Magestad. Ello se debió a manejos del traductor o de los editores, y no a voluntad de Américo Vespucio, según demuestra cumplidamente el señor Varnhagen.

(6) Véase la obra: «El nombre América. Libros y mapas que lo impusieron», por Carlos Sanz.

Gráficas Yagttes, S. L.—Madrid. Depósito Legal: M. 5.665.-1959.