hispaniae. las provincias hispanas en el mundo romano

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Hispaniæ Las provincias hispanas en el mundo romano

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    HispaniLas provincias hispanas en el mundo romano

    Javier Andreu PintadoJavier Cabrero PiqueroIsabel Rod de Llanza

    (editores)

    Con la colaboracin cientcadel Centro Asociado de la UNED de Tudela (Navarra)

    Institut Catal dArqueologia Clssica

    Tarragona, 2009

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    daquesta edici, Institut Catal dArqueologia Clssica (ICAC)Plaa den Rovellat, s/n, 43003 TarragonaTelon 977 249 133 Fax 977 224 [email protected] www.icac.net

    dels textos, els autors de les gures, els autors, llevat que sindiqui el contrari de la correcci, Carla Palacio Pastor (castell)

    Primera edici: juny del 2009Coordinaci: Publicacions de lICACFotograa de la coberta: gura dHispnia en el revers dun denari dAdri(Museu Nacional dArt de Catalunya / Fotgras: Calveras, Mrida, Sagrist)Disseny de la collecci i de la coberta: Formats

    Maquetaci i impressi: Indstries Grques Gabriel Gibert

    Dipsit Legal: T-637-2009ISBN: 978-84-936809-5-4

    Qualsevol orma de reproducci, distribuci, comunicaci pblica o transormaci daquesta obra noms es pot er tenint lautoritzaci dels seus titulars, amb les excepcionsprevistes per la llei. Adreceu-vos a CEDRO (Centre Espanyol de Drets Reprogrcs, www.cedro.org) si heu de otocopiar o escanejar ragments daquesta obra.

    Biblioteca de Catalunya - Dades CIP

    Reunin de Tudela sobre Historia Antigua (3a : 2007)

    Hispani : las provincias hispanas en el mundo romano. (Documenta ; 11)

    Recull de les ponncies de la III Reunin de Tudela sobre Historia Antigua, que va tenir lloc a Tudela (Navarra) elsdies 18, 19 i 20 dabril de 2007. Bibliograa. ndexsISBN 9788493680954I. Andreu Pintado, Javier, 1973- , ed. II. Cabrero, Javier, ed. III. Rod, Isabel, ed. IV. Institut CataldArqueologia Clssica V. Ttol VI. Collecci: Documenta (Institut Catal dArqueologia Clssica) ; 111. Romans Pennsula Ibrica Congressos 2. Pennsula Ibrica Histria 218 aC-414 dC, Perode rom Congressos 3. Pennsula Ibrica Arqueologia romana Congressos946-0218/0415(061.3)

    Aquesta obra recull les ponncies de la III Reunin de Tudela sobre Historia Antigua, que va tenir lloc a Tudela (Navarra)els dies 18, 19 i 20 dabril de 2007, organitzada pel Centro Asociado de la UNED de Tudela i amb el suport del Ministeriode Ciencia y de Innovacin. Hi van collaborar les entitats segents: el Departamento de Historia Antigua de la UNED, elVicerrectorado de Extensin Universitaria de la UNED, la Sociedad Espaola de Estudios Clsicos, la Sociedad de EstudiosHistricos de Navarra, la Institucin Prncipe de Viana del Gobierno de Navarra i lInstitut Catal dArqueologia Clssica.

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    DOCTISSIMO MAGISTRO CARISSIMO AMICO OPTIMO VIRO

    GZA ALFLDY

    ADVERSISSIMA INFIRMITATE MIRIFICE DEBELLATA

    SODALES ET COLLEGAE ET AMICI

    RERVM ANTIQVARVM LATINARVMQVE INSCRIPTIONVM STVDII CVRANTES

    PROPTER SALVTEM RESTITVTAM

    GAVDII PLENI ATQVE LAETITIAE EXVLTANTES

    HOC DE ROMANIS HISPANICIS PROVINCIIS VOLVMEN

    ADMIRATIONIS FIDELITATIS PIGNVS

    LIBENTER EO BENEMERENTI DEDICANT

    TVTELA NAVARRENSIS ET TARRACONE

    ANTE DIEM X KALENDAS IVLII ANNO DOMINI MMIX

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    SUMARIO

    PraeatioLuis J. Fernndez Rodrguez, director de la UNED de Tudela . . . . . . . . . . . . . 9Isabel Rod de Llanza, directora del Institut Catal dArqueologia Clssica . . . . . . 10

    Nota de los editores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

    Parsi: Imago HispaniarvmEn torno a las uentes sobre las Hispaniae

    La visin de Hispania en las uentes clsicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17Javier Cabrero Piquero

    La documentacin arqueolgica:su aportacin al conocimiento de la Hispania romana . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29

    Manuel Bendala Galn

    Las amonedaciones hispanas en la Antigedad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47Francisca Chaves Tristn

    Los estudios epigrcos en Hispania (1756-1920). Un apunte desde los ondosmanuscritos de la Real Academia de la Historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99

    Juan Manuel Abascal Palazn

    Algunos condicionantes estructurales a la disposicin epigrca en la ciudadromana hispana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125

    ngel A. Jordn Lorenzo

    Scripta manent, loquuntur saxa: epigraa latina e Hispania romana . . . . . . . . . . . . 139Javier Andreu Pintado

    La imagen de Hispania en la historiograa de los siglosxviii y xix 159Mirella Romero Recio

    Orgenes y consolidacin de los estudios sobre Hispania antiguaen la universidad espaola . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173

    Jos M. Blzquez Martnez

    Parsii: Hispaniae ex RomaLa presencia de las Hispaniaeen la historia de Roma

    Hispania en las provincias occidentales del Imperio durante la Repblicay el Alto Imperio: una perspectiva arqueolgica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193Isabel Rod de Llanza

    Hispania y su conquista en los avatares de la Repblica Tarda . . . . . . . . . . . . . . 223Francisco Pina Polo

    Escritores hispanorromanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 237Antonio Alvar Ezquerra

    Hispanos en el trono imperial: refexiones en torno a Trajano y Adriano . . . . . . . . . 251Pilar Fernndez Uriel

    La extraccin de hispanos para ormar parte de la aristocracia imperial:senadores y caballeros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 265Antonio Caballos Runo

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    Soldados hispanos en el ejrcito imperial romano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283Patrick Le Roux

    Productos hispanos en los mercados de Roma: en torno al consumo de aceite y salazonesde Baetica en el Alto Imperio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 293

    Lzaro Lagstena BarriosLa importancia del marmoren Hispania y las piedras locales. Aportaciones al caso de Tarracoy su territorio en poca altoimperial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 309Pedro Otia Hermoso

    Parsiii: Roma ex HispaniaLas Hispaniaecomoprovinciaedel Imperio

    Organizacin administrativa y territorial de las provincias hispanas durante el Alto Imperio . . . . . . . . 323Pablo Ozcriz Gil

    Luces y sombras del Edicto de Augusto hallado en El Bierzo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 339Carmen Castillo Garca

    La organizacin provincial de Hispania durante el Imperio Romano (siglos i-iii) . . . . . . . . . . . . . 345Francisco Javier Navarro

    Vida municipal y ordenamiento poltico de las comunidades hispanorromanas . . . . . . . . . . . . . . 361Juan Francisco Rodrguez Neila

    Refexiones sobre la latinizacin de Hispania en poca republicana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 377Estela Garca Fernndez

    Las elites municipales hispanorromanas a nes de la Repblica y en el Alto Imperio: ideologay conductas socio-polticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 391

    Enrique Melchor GilImago Romae: autorrepresentacin de la sociedad a travs del retrato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 411Trinidad Nogales Basarrate

    El culto imperial y su proyeccin en Hispania . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 425Fernando Lozano y Jaime Alvar

    La organizacin sacerdotal del culto imperial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 439Marta Gonzlez Herrero

    Organizacin y gestin del territorio hispano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 453Carmen Santapau Pastor

    Aspectos da religiosidade verncula na Hispnia Romana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 465Jos dEncarnao

    La crisis del siglo iii en Hispania: algunas refexiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 473Christian Witschel

    ndices analticos

    ndice geogrco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 507ndice de uentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 515ndice onomstico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 529ndice de materias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 534

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    Praefatio

    Luis J. Fernndez RodrguezDirector de la UNED de Tudela

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    Desde hace algunos aos, y gracias al empuje delcoordinador de nuestra divisin en Geograa e Histo-ria y Antropologa, el Dr. Javier Andreu, y al apoyo delDepartamento de Historia Antigua de la UNED, es-pecialmente en la persona de su directora, Maria JessPerex, el Centro Asociado de la UNED en Tudela havenido realizando una muy activa labor de extensinuniversitaria en el campo de las Humanidades en ge-neral y de las Ciencias de la Antigedad en particular.Perectamente alineada con uno de los objetivos estra-

    tgicos de nuestro Centro Asociado (la oerta de unaextensin universitaria interesante tanto en calidadcomo en cantidad), dicha labor est permitiendo nosolo que nuestra universidad como, de hecho, reza sulema: omnibus mobilibus sapientia mobilior irradie co-nocimiento a la sociedad que la acoge, sino que, ade-ms, nuestros estudiantes sean protagonistas activos ydecisivos de los procesos de discusin, debate y, en de-nitiva, creacin del conocimiento cientco. De estaorma, la UNED de Tudela cuya cira de alumnosde extensin ronda ya los 2.200 alumnos anuales seaanza como reerente cultural en la Ribera de Navarra

    y, adems, cumple con las nuevas directrices derivadasdel Espacio Europeo de Educacin Superior y desdeluego con el compromiso docente e investigador quedebe presidir toda actividad universitaria.

    Dentro de las ya cuatro reuniones sobre HistoriaAntigua organizadas en el Centro y bautizadas comoReuniones Tudelanas de Historia Antigua Peninsu-lar, la que en abril de 2007 reuni a ms de quinceespecialistas de otras tantas universidades y centros deinvestigacin espaoles y extranjeros para refexionarsobre el rol y la uncin de Hispania en las provinciasoccidentales del Imperio romano ha sido, sin duda,

    una de las ms celebradas. En aquellos ya lejanos dasde la penltima primavera tudelana, la capital de la Ri-bera de Navarra a orillas del Ebro, elfumen Hiberusde las uentes antiguas luci sus mejores galas paraacoger a tan destacados investigadores. El esplndidoclima de la primavera navarra, la buena mesa de nues-tra igualmente celebrada huerta y el apoyo de diversasinstituciones locales encabezadas por el ayuntamientode la ciudad sirvieron de teln de ondo inmejorable

    para tres das de refexin, encuentro personal, dilo-go multidisciplinar y debate sosegado sobre algunosde los aspectos ms decisivos de la antigua Hispania.Como siempre y es de justicia researlo, con nimode que quede constancia, el alumnado de nuestroCentro Asociado y el procedente de otros centrosasociados de la UNED y aun de otras universidadesespaolas estuvo a la altura del evento, alimentandolos debates, conviviendo con los ponentes y, en deni-tiva, estimulando la actividad cientca, ejerciendo el

    autntico espritu de la curiositasuniversitaria.Nuestra universidad, la UNED, es una Universi-dad del libro. Sus Unidades Didcticas revoluciona-rias desde hace tiempo y pioneras en su sentido y en sumisin pedaggicas son libro de cabecera no nica-mente de nuestros alumnos, sino tambin de muchosestudiosos incluso especialistas que ven en ellasunos manuales serios y solventes sin perder, en cual-quier caso, la claridad y la utilidad que debe acom-paar a cualquier texto universitario. Es por ello quecuando la codirectora del coloquio, la Dra. IsabelRod, sugiri llevar a cabo la edicin de un volumen

    monogrco sobre Hispania romana en el que dar ca-bida a las ponencias presentadas en el coloquio y darentrada a trabajos de otros investigadores, la UNEDde Tudela cuyas publicaciones en Humanidades sonya bien conocidas acept el reto, convencida de lautilidad que el citado trabajo tendra para generacio-nes y generaciones de estudiantes universitarios, paraproesionales de la Historia e, incluso, para el pblicoen general. El concurso del ayuntamiento de Tude-la, del Institut Catal dArqueologia Clssica, y dela acultad de Geograa e Historia de la UNED hanhecho posible que el libro vea hoy la luz. La calidad

    de su acabado y, sobre todo, de sus contenidos, no seocultar a nadie que, siquiera, recorra someramentesu sumario.

    Redactar esta presentacin es, pues, solo una ma-nera de agradecer rendidamente a quienes autores yeditores lo han hecho posible y, desde luego, un esce-nario desde el que volver a poner la UNED de Tudelaa disposicin de cualquier iniciativa cientca como laque hace ya dos aos inspir las pginas que siguen.

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    Isabel Rod de LlanzaDirectora del Institut Catal dArqueologia Clssica (ICAC)

    Sumar es la primera regla que aprendemos y aveces la que nos olvidamos de practicar con mayor a-cilidad. Y perdemos de manera sistemtica magncasoportunidades.

    Pero en esta ocasin, aortunadamente, no ha sidoas. Hemos querido sumar y el resultado no ha podidoser ms positivo ya que, aunando esuerzos, pudimosorecer en abril del ao 2007 un curso en Tudela en elque hubo entusiasmo y ganas de progreso por parte detodos: organizadores, proesores y los alumnos siempre

    ejemplares de la UNED.Durante la celebracin del curso hicimos votospor un deseo cuya materializacin pareca muy leja-na entonces: la pronta recuperacin del proesor Gza

    Alldy, aquejado de una larga enermedad. Aortu-nadamente, hace poco ms de un ao lo que parecaun milagro es una eliz realidad y el proesor Alldyvuelve a enriquecernos con su maestra y amistad parailustrarnos sobre el mundo clsico que comprende ydomina como nadie; no en vano es, adems, un hispa-no de corazn desde su Panonia natal y su Germaniade adopcin.

    Y ahora, un libro que pretende hacer un balancey puesta al da de los conocimientos que se han idogenerando sobre las Hispaniae romanas. Queremosque sirva de manual universitario actualizado y a lavez de obra de sntesis en la que tanto los especialistascomo los amantes de la Historia encuentren una visincompleta y renovada de aquella primera organizacinglobal de la pennsula Ibrica.

    Y de ah surge una vacilacin que planea de ma-nera persistente: Hispania o Hispaniae? Acostumbra-mos a identicar Hispania con la pennsula Ibrica,pero hay dos inconvenientes. De Hispania deriva Es-

    paa y parece que con ello arrinconamos a Portugal y,adems, hubo siempre ms de una Hispania: primerodos, la Vlteriory la Citeriorsegn estuvieran ms lejoso ms cerca de Roma, y despus tres: Baetica, Lusi-tania yCiterioro Tarraconensis. Por lo tanto, lo mscorrecto sera usar siempre el plural y, si empleamosel singular, seamos conscientes que lo hacemos de unamanera genrica.

    Cuando hace poco ms de dos aos el proesor Ja-vier Andreu, con su juventud en la que se combinanmpetu y madurez en un extraordinario y raro equi-librio, me propuso llevar a cabo de manera conjunta

    esta empresa, me convenci de inmediato. Acababa deestrenarme en la direccin del ICAC y pens que erancaminos como ste por los que se haban de dirigir lospasos.

    El Institut Catla dArqueologia Clssica (ICAC)es tambin joven, ya que abri sus puertas el 26 de sep-tiembre de 2003 con sede en Tarragona. La eleccin esla justa, ya que desde Tarraco se gobern la mayor delas provincias del Imperio romano y, hoy, gracias a losrestos monumentales de su pasado clsico, la ciudad ysus alrededores son patrimonio de la Humanidad. Perosi bien el ICAC est en Tarragona no es de Tarragona,sino que, como su nombre indica, tiene que incidiren el territorio de Catalua y en el campo de la ar-

    queologa clsica, lo que lleva a una interaccin con ladilatada geograa que abarc el mundo antiguo y conaquellas instituciones que en otros continentes, msall del Ocano, investigan y diunden conocimientosy avances sobre estas etapas histricas en las que mlti-ples culturas estuvieron en contacto.

    Y una ocasin de oro para poner en prctica estosobjetivos vino de la mano de la UNED y del proesor

    Andreu: un oro interdisciplinar e internacional en elque cada uno de nosotros, desde la posicin correspon-diente, ha intentado dar lo mejor para conseguir unaobra conjunta til para los estudiantes universitarios

    y que sirva para que las Hispaniaeromanas sean msconocidas y conocidos tambin los hallazgos, muchasveces sorprendentes, que en los ltimos aos han per-mitido dar pasos de gigante en nuestra ciencia.

    Sin ningn tipo de complejo pero en honor a laverdad, podemos recordar que hasta no hace dema-siado tiempo la arqueologa de la pennsula Ibricano ocupaba en absoluto un lugar preeminente den-tro de los intereses de los investigadores extranjeros yel castellano era poco ledo, por no hablar ya de lasotras lenguas del Estado. Hoy la arqueologa hispni-ca sorprende y es absolutamente tenida en cuenta en

    el contexto de los pases occidentales y tambin se haintroducido el castellano al mismo nivel que los otroscuatro idiomas hasta ahora habituales: ingls, italiano,rancs y alemn, los cuatro al uso en los congresosinternacionales de la especialidad.

    Con todo este bagaje llegamos a Tudela y ahorarecordamos aquellos magncos y estimulantes daspasados en comn en los que nos sentimos autntica-mente mimados porla propia UNED de Tudela y porel resto de las instituciones ciudadanas, y en los quepudimos convivir de manera relajada e intensa entreamigos, colegas y estudiantes porque, en el ondo, to-

    dos somos eternos estudiantes de diversa cronologa,movidos por la curiosidad y, por qu no, por la pasinpor nuestro pasado comn que sentimos y sabemosah, a la vuelta de la esquina.

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    1. Roldn, J. M. (dir.) 2006: Diccionario Akal de la Antigedad Hispana, Madrid.2. Hernndez Guerra, L.; Sagredo, L.; Solana, J. M. (eds.) 2002: La Pennsula Ibrica hace 2000 aos, Valladolid.3. Arce, J.; Ensoli, S.; La Rocca, E. 1997: Hispania, de tierra de conquista a provincia del Imperio, Madrid; y VV. AA. 1998: Hispania,

    el legado de Roma. En el ao de Trajano, Zaragoza, que unir al tratamiento de cuestiones hispanas abordado en el catlogo Rod, I. (ed.) 2007:Roma. S. P. Q. R. Senatus Populusque Romanus, Madrid.4. Bravo, G. 2001: Hispania y el Imperio, Madrid; Roldn, J. M.; Santos, J. 2004: Hispania romana: conquista, sociedad y cultura (siglos

    iiia.C.-ivd.C.), Madrid; o Richardson, J. S. 2004: Hispaniae: Spain and the Development o Roman Imperialism, 218-82 BC, Cambridge,por ejemplo.

    11

    El volumen que el lector tiene en sus manos esesencialmente el resultado de un seminario inter-nacional de investigacin celebrado en el Centro Aso-

    ciado de la UNED en Tudela en abril de 2007. steque mereci la oportuna nanciacin del Ministeriode Educacin y Ciencia a travs de una accin com-plementaria de su Programa de I+D+i (HUM 2006-27966-E/HIST), ue convocado con un objetivoevidente: servir de oro de intercambio de opiniones,valoracin del estado actual de nuestros conocimientosy trazado de lneas uturas de investigacin en torno altema propuesto: Hispania como prouincia del Impe-rio romano. S queremos precisar, como hemos dicho,que el volumen contiene esencialmente los trabajospresentados en dicho seminario porque, en realidad, a

    ste se han incorporado en el lapso transcurrido en-tre 2007 y 2009 algunas interesantes aportaciones yporque, como suele ser habitual en este caso, si cabe,de un modo especial, gran parte de los rutos inte-lectuales de aquellos das de dilogo interdisciplinarexceden lo que pueden acoger unas pginas de papel.Sin embargo, todas y cada una de las contribucionesrecogidas en esta obra, como la propia convocatoriadel coloquio, no resultan casuales. Cuando la UNEDde Tudela y el ICAC resolvieron organizar al unso-no el aludido seminario lo hicieron con la conviccinde que el resultado deba ser una puesta al da sli-

    da, rigurosa y con vocacin de uturo sobre nuestrosconocimientos en relacin a la Hispania romana, unvolumen y no solo eso, pues el recuerdo de los ruct-eros das tudelanos sigue siendo un acicate para seguirtrabajando en esta lnea que sirviera para estudiantesy para estudiosos, y que, desde luego, generase un hitobibliogrco de reerencia en la investigacin sobre laHispania romana.

    Es cierto que la bibliograa sobre las provinciashispnicas en poca romana es todo menos escasa yque recientes y excelentes diccionarios,1 miscelneos

    coloquios internacionales2

    y monumentales e insusti-tuibles catlogos de exposiciones3 a los que en abso-luto se pretende suplantar, se agolpan en las estan-teras de nuestras bibliotecas junto a muy novedososmanuales sobre la cuestin o, al menos, sobre partede sus implicaciones,4 pruebas todas ellas de la pe-rennidad y el poder evocador de la cuestin a la quese consagran estas pginas. A la vez, la investigacinen Ciencias de la Antigedad en nuestro pas con elasunto de Hispania como teln de ondo asiste a co-tas de madurez internacional hasta ahora desconocidaspero, al tiempo, previsibles, ruto del atractivo que el

    solar peninsular en la Antigedad tiene para el conoci-miento de la Historia Antigua universal y recompensamerecida al riguroso y magistral trabajo de precedentesgeneraciones de investigadores, trabajo al que, adems,se quiere rendir un especial homenaje desde estas p-ginas. Sin embargo, Hispaniae. Las provincias hispanasen el mundo romano, aun participando del enoque demuchas de las obras que han sido citadas unas lneasms arriba, y como heredera de ese avorable ambienteintelectual al que aqu se ha aludido, pretende ser unvolumen dierente, y la pretensin, desde luego, nosparece que va ms all de un simple tpico por ms

    que sea al lector a quien le corresponda juzgarlo.Por un lado, su estructura clara y no gratuitamen-

    te tripartita quiere orecer un repaso multienoquede las cuestiones clave de los que nos parecen los trescomponentes esenciales de la realidad poltico-admi-nistrativa que constituyeron los territorios peninsula-res en poca romana: sus uentes, sus aportaciones almundo romano y los elementos de aqul recibidos. Es

    NOtA de lOS edItOReS

    Javier Andreu PintadoUNED yUNED de Tudela

    Javier Cabrero PiqueroUNED

    Isabel Rod de LlanzaICAC

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    5. Alfldy, G. 1986: La Historia Antigua y la investigacin del enmeno histrico, Gerin, 1, 42.

    12

    sabido que los territorios hispanos ueron, como es-cribe con acierto uno de los colegas en las pginas quesiguen, imagen por todo el Mediterrneo antiguo de lapotencia y la grandeza de Roma. As, y porque nuestrainvestigacin en Antigedad debe rescribirse da a daal ritmo de nuevos hallazgos5 y a e que los ha habidoen el ltimo lustro tal como documentan, por ejem-plo, las contribuciones de C. Castillo sobre el broncede El Bierzo, de J. M. Abascal sobre la documentacinde contenido epigrco del archivo de la Academia dela Historia, o de P. Le Roux sobre algunos recientesy elocuentes epgraes de naturaleza militar, el vo-lumen pretende orecer una valoracin actual, perotambin clsica, de aquello que se considera esencialen lo que las uentes nos transmiten sobre Hispania,en la imagen que de ella permiten que nos ormemos,

    muchas veces repleta de tpicos y otras alumbrada porrealidades bien tangibles. El primer bloque, tituladoImago Hispaniarvm, pretende orecer un acercamientoa la semblanza que las uentes literarias antiguas pormedio del gnero de las laudes Hispaniae acuaronsobre las provincias hispnicas incluso antes de que s-tas existieran como tales en la contribucin de J. Ca-brero, llamar la atencin del enmeno de la ciudadcomo uno de los elementos clave del legado romanoa los territorios peninsulares, cruce, sin duda, de in-fuencias mediterrneas y de energas preexistentes enla contribucin de M. Bendala, o subrayar el modo

    cmo la amonedacin peninsular antes y despus deRoma, como demuestra el trabajo de F. Chaves, ueexhibiendo la condicin de encrucijada de culturas ycivilizaciones que ha dado siempre razn de ser a lahistoria y aun al carcter peninsular.

    Lgicamente, en este primer bloque se ha reserva-do un espacio central a trazar una panormica sobrecmo la documentacin epigrca y la documenta-cin arqueolgica escudriadas grosso modo en el vo-lumen por J. Andreu e I. Rod, respectivamente nosorecen pautas para nuestra investigacin cotidianasobre Hispania y para la que habr de arrojar an

    ms satisacciones en el uturo y, desde luego, se haatendido tambin a tres lneas en las que la investiga-cin hecha en nuestro pas est resultando reerente:la historiogrca tratada por M. Romero, en su con-tenido estrictamente histrico; por J. M. Abascal, ensu dimensin epigrca; y por J. M. Blzquez, en suvertiente ms acadmica y la que, a partir de la inte-raccin entre los datos arqueolgicos y los epigrcoseso que se ha dado en llamar paisaje epigrco,nos ayuda a comprender mejor el papel que el textoinscrito jugaba como vehculo de comunicacin en elespacio antiguo por excelencia: la ciudad. A este lti-

    mo punto se consagra la colaboracin de . A. Jordn.Precisamente, el objetivo de que en estas pginas no

    altasen espacios para la presentacin de trabajos sobrecuestiones como la gestin territorial, abordada porC. Santapau; el comercio de marmora, estudiado por P.Otia; la prosopograa y la administracin provincialy territorial, por A. Caballos, J. Navarro o P. Ozc-riz; o la contribucin de los territorios hispnicos a laannona imperial, por L. Lagstena en las que bienHispania, bien sus investigadores, estn aportandomateriales de reerencia para la mejor inteligibilidadde la poltica imperial, puede decirse que ha presididola larga labor de gestacin editorial de este volumen.El elenco de autores invitados revela, adems, una se-gunda realidad que no quiere ocultarse: conviven en lmaestros consagrados con jvenes pero solventes in-vestigadores que, sin duda, habrn de tomar el testigode la investigacin en los aos venideros. La madurez

    de sus propuestas es, desde luego, una garanta de lavitalidad de nuestro tejido investigador. Darles, pues,entrada ha resultado una responsabilidad gratsima.No poda ser de otro modo al constituir esta obra elprimer ruto es deseable que no sea el ltimo de lacolaboracin entre dos instituciones la UNED de Tu-dela y el ICAC comprometidas sobremanera con laormacin y la investigacin universitarias.

    Estudiadas, pues, las uentes de inormacin enel primer bloque siempre, adems, con toda la bi-bliograa disponible y aunando el rigor cientco y laamenidad discursiva, otra de las lneas programticas

    del texto, nos pareci que un estudio global de His-pania en el seno del Imperio romano no poda hacersesin atender al modo cmo aqulla export elementosideolgicos, artsticos, histricos, personales, etc. ala historia y la cultura romanas, pero tambin visin,si se quiere, ms tradicional, pero igualmente necesa-ria al modo cmo recibi de aqullas una particulare innegable impronta. Desde luego, otra cosa no ueel tan manido proceso de Romanizacin sino comoquedar claro, una vez ms, a travs de estas pgi-nas un proceso de globalizacin cultural liderado porRoma, pero abierto, sin duda, a los rasgos vernculos

    variadsimos en el caso hispano de cada uno de lossolares incorporados a su geograa. As, el segundobloque de este trabajo titulado Hispaniae ex Romaorece un recorrido por algunas de las realidades quelos territorios peninsulares aportaron al Imperio. Entreotras que se detallan en dichos captulos, cabe destacarla de los productos comerciales cotizadsimos anali-zados por L. Lagstena, experto conocedor del asuntoannonario y oleario hispanos, la de las oportunidadespolticas y militares en el agitado escenario de la Rep-blica nal estudiadas y, en algunos casos, sagazmentecuestionadas en su alcance nal por F. Pina y, sobre

    todo, la de los hombres, recursos humanos bien paralas letras estudiados por A. Alvar, bien para la pol-

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    6. Tac. Hist. 1, 78.

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    tica, la administracin provincial y el Senado estudia-dos por A. Caballos, bien, en denitiva, para el tronoimperial valorados por P. Fernndez Uriel a partir delos casos paradigmticos de Trajano y Adriano, hastaahora uno de los elementos tenidos por centrales en eldenominado saeculum aureum hispano, aunque, lgi-camente, no el nico.

    Pero, naturalmente, una visin completa del temadeba detenerse en el modo en que Roma dej su im-pronta seguramente, de orma ya indeleble pese a losms de quince siglos transcurridos en los actuales te-rritorios de Espaa y Portugal. A ese objeto obedeceel ltimo bloque por otra parte, el ms amplio delos tres en que se estructura el volumen: Roma ex His-

    pania. En l, diversos colegas casi nos atreveramos adecir que representantes de algunas de las ms activas

    lneas de investigacin al uso en Historia Antigua y enArqueologa peninsulares no solo orecen revisionescrticas de documentos singulares como la ya aludi-da de C. Castillo sobre el bronce de El Bierzo, sinoque detallan de qu modo los territorios hispnicos seconguraron primero y uncionaron despus y enla prctica al peculiar modo romano. As, J. F. Ro-drguez Neila sintetiza atendiendo, adems, a asuntoshasta ahora menos tratados como el de los cauces de re-presentatividad popular cmo las elites rectoras de lascomunidades romanas gestionaron la vida municipalasunto para el que la Historia Antigua del Mediterr-

    neo occidental estara hurana de datos de no mediarel excepcional lote de documentacin proporcionadopor las provincias hispnicas, E. Melchor estudia losideales y comportamientos promocionales de dichaselites en lo social y en lo poltico, y T. Nogales aportauna visin concreta de parte de dichos ideales a partirdel estudio de uno de los aspectos ms singulares de loshbitos autorrepresentativos de la elite, el del retrato.

    Junto al asunto de la elite dirigente a nivel municipal,J. Navarro y P. Ozcriz abordan en detalle la organiza-cin provincial y conventual que dio cobertura a dichavida municipal tema ste en el que, adems, la docu-

    mentacin y su mejor estudio han producido algunasnovedades dignas de atencin y E. Garca Fernndezvuelve a subrayar el totalmente singular y, a veces,ciertamente, poco reconocido carcter de los territo-rios hispnicos como los ms latinizados del Imperio,

    contribuyendo, de ese modo, a integrarlos mejor enla dinmica de los procesos de extensin del mode-lo poltico, cvico y jurdico romanos, prembulo, sinduda, de su ulterior integracin. El apartado se cierracon un bloque monogrco dedicado al culto imperialtambin estudiado de orma bipolar: en su dimensinideolgica, por J. Alvar y F. Lozano, y en su dimensinpersonal, organizativa y sacerdotal, por M. GonzlezHerrero y con un sugerente captulo sobre uno de loscampos en los que el enmeno de la Romanizacinadquiri en Hispania tintes ms globales, seguramen-te, porque privilegi lo local: el religioso, estudiado por

    J. dEncarnao. Casi a modo de colon y con voca-cin de actualizacin, pues sta ha presidido todos ycada uno de los captulos y la labor misma de edicinse orece una sntesis de Ch. Witschel sobre el modo en

    que Hispania vivi la transormacin del sigloiii

    d.C.,para muchos preludio ya de la alteracin del Imperiohacia los tiempos medievales. Su contribucin y la delproesor portugus quieren ser tambin un refejo delatractivo que la cuestin hispana ejerce sobre la investi-gacin desarrollada en otras universidades del tan lau-reado Espacio Europeo de Educacin Superior, con elque la UNED de Tudela est en perecta sintona.

    Resultara pretencioso desde luego injusto y, muyprobablemente, tambin inapropiado glosar aqu loque nos parece que estas pginas aportarn a la investi-gacin sobre la Hispania romana. Casi por un elemen-

    tal principio de justicia sabemos que ser mucho, puesmucha ha sido tambin la generosidad y la ilusin dequienes han compartido y asumido como suyo a lolargo de casi dos aos este proyecto editorial y quemerecen, desde aqu, el sincero agradecimiento porsu disciplina, rigor y buen hacer. Como editores, encualquier caso, nos conormaremos con que esta colec-cin de casi treinta textos y el aparato de ndices que laacompaa que hemos querido uera primoroso comonos parece debe competer a una obra con vocacin deuturo siga motivando a quienes como investigado-res, docentes o alumnos nos dedicamos a la Historia

    Antigua peninsular y sirva para seguir mostrando que,eectivamente, como ya anotara Tcito6, el complejoadministrativo que hemos dado en denominar Hispa-nia y la investigacin desarrollada en su torno ue inomnes prouincias exemplum.

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    Pars i. imago hisPaniarVmeN tORNO A lAS UeNteS SObRe lAS hisPani

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    lA vISIN de HISpANIA eN lAS UeNteS clSIcAS

    Javier Cabrero PiqueroUniversidad Nacional de Educacin a Distancia (UNED)

    ResumenEl presente captulo aborda a partir de una propuesta de antologa de textos selecta las distintas imgenesque han transmitido de Hispania las uentes antiguas griegas y romanas. Dichas menciones con el ejecomn del gnero de la laus Hispaniae se analizan a partir de sus exactitudes, sus tpicos, sus componentes

    mticos, sus elementos de realidad y, en ltimo trmino, sus usos polticos. Estos ltimos permiten, adems,trazar una evolucin paralela de estas alegoras con el avance de la integracin de los territorios peninsularesdesde la Hispania capta republicana a la Hispania regina prouinciarum isidoriana.

    Palabras claveLaus Hispaniae, uentes literarias, Hispania, tpicos, mitos, alegoras numismticas.

    AbstractThe present chapter studies rom an anthology o selected ancient literary evidences the dierent imageso Hispania in Greek and Roman ancient sources. Those reerences rom the well-known style o the lausHispaniae are analyzed rom their accuracy to reality, their topics and also their political uses. Those lastuses let us, also, to design a general evolution o those ancient images o Hispania with the development

    o the conquest and integration o its provinces, rom the Hispania capta o the Republican period to theHispania regina prouinciarum o Isidore.

    KeywordsLaus Hispaniae, Literary Sources, Hispania, Topics, Myths, Numismatic Allegories.

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    HISpANI. lAS pROvINcIAS HISpANAS eN el MUNdO ROMANO

    Con el presente trabajo pretendemos bosquejar unpanorama general pues, por desgracia, no puede seren proundidad dadas las caractersticas de la publica-cin, de cul era la visin que los autores clsicos gre-colatinos tenan de la pennsula Ibrica, visin que enmuchos casos es apoyada por otro tipo de documentoscomo pueden ser los procedentes de la Arqueologa, laEpigraa o la Numismtica.

    Con mucha recuencia, la imagen de Hispania quelos autores clsicos proporcionaban ha sido variable y,en ocasiones, bastante negativa. La opinin no siem-pre ue uniorme, existiendo notables dierencias si nosatenemos al momento en que se redactaron cada unode los escritos, y tambin a la regin a la que stos sereeran. Necesariamente, no puede ser igual la visinque tenan de zonas en las que abundaban los recur-

    sos naturales, como la Btica, las zonas costeras o lasregiones mineras peninsulares; y la de otras ms ridasy no tan productivas como poda ser la Meseta y, sobretodo, las zonas montaosas.

    El clima, las condiciones sanitarias, las comunica-ciones, los productos naturales, la produccin agrcola,los habitantes de cada una de las regiones y sus cos-tumbres, todo ello y otras muchas cosas ueron objetode la atencin de un sinn de escritores antiguos queescribieron sobre la pennsula Ibrica. En las siguientespginas esbozaremos el contenido de algunas de esasrefexiones, al tiempo que propondremos algunas vas

    interpretativas para el acercamiento a las mismas.

    Condicionantes y patrones generalesde las uentes

    En lo primero que debemos hacer hincapi es enque no todos estos escritores que nos transmiten susimpresiones sobre la pennsula Ibrica la visitaron per-sonalmente; en muchas ocasiones emplearon relatosde terceros para hacer los suyos propios o impresionesde sus contemporneos que s haban estado en ella.

    La consecuencia de todo ello es que, a menudo, la in-ormacin que transmiten no es totalmente el a larealidad del momento, cuando no es completamenteerrnea.

    Al repasar los textos grecolatinos reerentes a la pe-nnsula Ibrica llama la atencin que, muchas veces,nos encontramos ante dos realidades muy dierentes:por un lado, la que nos plantean los propios textos y,por otro, la que nos proporciona la Arqueologa. Pe-ridicamente se hacen intentos por parte de la inves-tigacin de aproximar ambas realidades, algo que pre-senta innumerables dicultades e, incluso en ocasio-

    nes, se hace prcticamente imposible. Con recuencia,los relatos de los autores griegos son un claro ejemplode lo que decimos, y no solo los de los ms antiguos,sino tambin los de aquellos que escribieron ya en po-

    ca imperial. Sus escritos adolecen de la ecuanimidadnecesaria y, cuando hablan de Iberia, se mueven msdentro de lo esperado por los posibles lectores que dela realidad objetiva que deberan refejar. Es decir, pre-sentan la Iberia que debera ser y no la que era en rea-lidad: la Hispania tierra de elicidad Hispania terrisomnibus elicior, de la que hablaremos ms adelantecomo uno de los tpicos caractersticos.

    Es muy probable que con sus relatos buscaran ex-citar la imaginacin del lector y su deseo de conocerlejanas tierras. En este sentido, recordemos que, enla Antigedad, Hispania se encontraba en los lmitesoccidentales del mundo conocido. All estaban, porejemplo, las Columnas de Hrcules. En estos relatos sehabla de poblaciones brbaras de extraas costumbresy valientes guerreros; reyes que gobernaban sobre tie-

    rras ricas en oro, plata y todo tipo de metales; bosquesparadisacos e interminables; en denitiva, una tierrade oportunidades para el lejano lector que luego no loera tanto para el arriesgado colono que se aventurabaa cruzar el Mediterrneo y a instalarse en la Pennsula.Era evidente, ya entonces, que un territorio utpico ylegendario era mucho ms atrayente que uno real.

    Ello, lgicamente, dio lugar a la aparicin de unaserie de tpicos ideales, que arrancan del momento enel que las tierras occidentales hispanas eran poco co-nocidas y visitadas apenas en sus costas, pero que, sinembargo, se mantuvieron a lo largo de toda la Anti-

    gedad Clsica. Estos tpicos no son muy dierentesa los que surgieron en la Espaa posterior a los ReyesCatlicos, tras los primeros viajes al Nuevo Mundo. Elbrbaro indgena contrapuesto al civilizado griego oromano ue uno de esos primeros tpicos. Tambin laertilidad de sus tierras, la espesura de sus bosques, suscaudalosos ros, la riqueza de metales o la existencia degentes ms civilizadas en la zona meridional.

    Otra constante ue la alta de una inormacin di-recta tomada sobre el terreno por los autores de relatossobre Hispania. Debemos esperar hasta el siglo ii a.C.,concretamente a Polibio de Megalpolis, para encon-

    trarnos con el primer relato conservado de un autorgriego que estuvo personalmente en Hispania. Antes yahaban estado Ssilo y Sileno, cuyos relatos no se noshan conservado; y, adems, recordemos que dos de losms importantes escritores antiguos al respecto como

    Apiano y Estrabn, nunca visitaron la Pennsula. Pero,a pesar de que Polibio tom datos directos de la Penn-sula cuando la visit acompaando a Escipin Emilia-no, en l se encuentran tambin algunos de esos tpicosde los que, en ocasiones, es dicil desprenderse.

    proiminos nranimino a iman

    Hisania: as lud hp

    Es comnmente aceptado por la investigacin mo-derna que los historiadores griegos van a proporcionar

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    lA vISIN de HISpANIA eN lAS UeNteS clSIcAS

    una imagen idealizada de la pennsula Ibrica por tresprocedimientos: amplicacin de los elementos rea-les de los que parten, que engrandecen y multiplicanabundando las maravillas; contraposicin de los ele-mentos hispanos y griegos, comparando las tierras deIberia con las de Grecia y remarcando aquellas cosasque existen en la primera y no en la Hlade; y, nal-mente, traslacin de un lugar a otro de caractersticasimaginarias, como pueden ser la bonanza de la clima-tologa, las riquezas econmicas o la exuberancia de lanaturaleza, que tambin se dan en otras regiones peri-ricas como la Arabia Flix.

    Con la conquista romana, la imagen mtica de lapennsula Ibrica no desaparece del todo, en muchosde sus aspectos se mantiene en los escritores de pocaimperial, entre los que comienzan a prolierar las lau-

    des Hispaniae, que tienen mucho de retrico y poco dereal, como la de Trogo Pompeyo, de nales del siglo i,o la mas tarda de San Isidoro, escrita a caballo entrelos siglos vi yvii e inspirada en la anterior; siendo,adems, en la Antigedad Tarda cuando encontramosun mayor nmero de ellas. Las dos, precisamente, nosservirn como punto de partida y de cierre de estasrefexiones.

    Es conocido que las provincias hispanas son de lasms alabadas por los escritores latinos de poca impe-rial, quienes buscaban, probablemente, al realizar estaslaudes Hispaniae, alabar al propio Imperio romano por

    cmo haba sabido integrar en su estructura los terri-torios conquistados.Un claro ejemplo lo tenemos en dos de estas lau-

    des Hispaniae. La primera, la ya mencionada de TrogoPompeyo, autor que vivi en poca de Augusto, cuyaobra por desgracia se ha perdido. Sin embargo y aor-tunadamente, la alabanza de Hispania que realizaba enel libro cuarenta y cuatro ue recogida en los eptomesde Justino. Se trata de una de las laudesms comple-tas y extensas, que se inicia indicando al lector cul esla ubicacin geogrca de la Pennsula: entre ricayGallia, limitada al norte por los Pirineos y, al sur,

    por el estrecho del Oceanus. Contina con los tpicosdel clima benigno, de la abundante lluvia que avorecelos rutos, de que es abastecedora de Roma... De lasgrandes riquezas agrcolas (cereal, aceite, vino y miel)y ganaderas, destacando sus veloces yeguadas. De losminerales, destacando el oro de sus ros y el minio. Delos ros abundantes y mansos, que avorecen la agricul-tura y la pesca. Del clima saludable de toda ella. Desus habitantes, que practican la abstinencia y la mo-deracin, que preeren la guerra al ocio y, cuando soncapturados, el tormento a la delacin.

    Luego se entretiene en la mencin de algunos mi-

    tos regionales, como las yeguas preadas por el vientode los lusitanos o el oro que se encuentra en Callaeciacon solo arar la tierra. El texto completo, transmiti-do por Justino (Just. Epit. 44, 1-2), traducido aqu

    y que reproducimos dada su representatividad, es elsiguiente:

    Ya que Hispania cierra los lmites de Europa, hade ser por ello el nal de esta obra. La llamaron losantiguos primeramente Iberia, del ro Iberus, y luegoHispania, de Hispalus. Hllase situada entre rica yGallia, y est limitada por el estrecho del Oceanusypor los montes Pyrenaei. Es menor que estas dos tie-rras; pero, en cambio, es ms rtil que ambas, pues nila abrasa sol violento como a rica, ni vientos conti-nuos la azotan como a Gallia; por el contrario, situadaentre las dos, goza, por una parte, de una temperaturamdica y, por otra, de lluvias abundantes y oportunas;por ello es rica en toda clase de rutos, de tal modoque abastece prdigamente con toda clase de cosas nosolo a sus propios habitantes, sino tambin a Italia y a

    la ciudad de Roma. En ella hay abundancia de trigo,de vino, miel y aceite; produce mucho lino y esparto,y no solo sobresale por sus minas de hierro, sino quetambin por sus yeguadas de ligeros caballos. Pero nohan de alabarse solamente los bienes que orece la su-percie de la tierra, sino tambin las abundantes rique-zas en metales que ella esconde. Produce mucho linoy esparto, y no hay tierra alguna que orezca en mayorabundancia el minio. Sus corrientes fuviales no son tanimpetuosas y rpidas que perjudiquen, sino tranquilas,sirviendo para regar las vias y los llanos, abundandoen pesca, que les entra del Oceanus. Son tambin, en

    su mayora, ricas en oro, del que arrastran laspaluces...La salubridad del suelo es la misma en toda Hispania,porque las corrientes de aire no estn inectadas pornieblas nocivas surgidas de pantanos. Adase a ellolas auras marinas y los vientos constantes que soplanen todas direcciones, los cuales, al penetrar por el in-terior de la provincia, renuevan el aire de las tierras,llevando la salud a sus habitantes. Sus hombres tienenel cuerpo acostumbrado a la abstinencia y al trabajo,y su nimo dispuesto para la muerte. Todos practicanuna moderacin severa y rme. Preeren la guerra alocio, y si les altan enemigos uera, los buscan dentro.

    Con recuencia han perecido en el tormento antes quedeclarar un secreto a ellos conado; hasta tal punto espara ellos preerible la reserva silenciosa a la vida. Anse celebra la constancia de aquel esclavo que durantela guerra pnica, habiendo vengado a su seor, mani-estaba su gozo con risas mientras lo atormentaban,venciendo as con su serena alegra la crueldad de susverdugos. Este pueblo tiene gil movimiento e inquie-to nimo, siendo para la mayora de ellos ms queridoslos caballos y los arreos militares que la sangre de lossuyos. Los das estivos los celebran sin ningn apara-to en los banquetes. Tras la Segunda Guerra Pnica

    aprendieron de los romanos la costumbre de lavarseen baos termales [...]. Muchos autores han contadoque entre los Lusitanique habitan junto al ro Taguslasyeguas conciben sus cras del viento, bula que tiene

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    HISpANI. lAS pROvINcIAS HISpANAS eN el MUNdO ROMANO

    su origen en la ecundidad de las yeguas y en la mul-titud de sus rebaos, los cuales pueden verse, tanto enCallaecia como en Lusitania, en tal alto nmero y tanveloces que no sin razn parecen como concebidos porel mismo viento [...]. Tambin Callaecia es muy ricaen oro, de tal modo que con el arado suelen descubrir-se con recuencia trozos ureos. Entre estas gentes hayun monte sagrado y el violarlo con hierro se considerasacrilegio; mas si alguna vez la tierra es hendida por unrayo, lo que acaece con bastante recuencia en estoslugares, entonces se permite recoger el oro puesto aldescubierto como si uese un don de Dios.

    Como podemos apreciar, se trata de una coleccinde tpicos que pasan prcticamente de una lausa otra,incluso, en algunas ocasiones, de agradecimiento.

    La segunda, en esta misma lnea de la alabanza es la

    laus Hispaniaede Plinio, aunque es mucho ms mode-rada que la anterior al incluir en ella elementos no tanavorecedores y al hacer algunas distinciones entre lasdiversas regiones hispanas (Plin. HN. 37, 203):

    Inmediatamente despus [de Italia], y exceptuan-do las abulosas regiones de la India, debo colocar aHispania, al menos todo su borde costero; es [Hispa-nia], en verdad, pobre en parte, pero all donde es r-til da en abundancia cereales, aceite, vino, caballos ymetales de todo gnero, en lo cual la Gallia va a la par;pero Hispania la vence por el esparto de sus regionesdesrticas, por la piedra especular, por la belleza de sus

    colorantes, por su nimo para el trabajo, por sus orni-dos esclavos, por la resistencia de sus hombres y por suvehemente corazn.

    Como vemos, Plinio sita, en importancia, a His-pania inmediatamente despus de Italia, pero puntua-liza que, aunque hay zonas pobres donde sta no seda, su riqueza es extraordinaria. Adems, alaba a sushabitantes por su ortaleza, su resistencia y su coraje.La opinin que Plinio expone sobre la Btica es inme-

    jorable y dice de ella que aventaja a todas las demsprovincias por su aspecto y por su ertilidad.

    la miooa omo insrumno ara a aain Hisania

    La mitologa tambin va a estar muy presente enlos autores grecolatinos y ser empleada por ellos parahacer ms atractivas las tierras hispanas. A ellas van aligar algunos mitos o la continuacin de otros, todosmuy populares entre griegos y romanos, ligndose alciclo de la guerra de Troya con la presencia en Hispa-nia de hroes como Odiseo o Menelao, o el robo delos bueyes de Gerin por Hrcules, entre otros. As lopodemos comprobar en un pasaje de Apolodoro (Apo-

    llod. Bibl. 2, 5, 10):Como dcimo trabajo se orden a Heracles el ir a

    buscar el ganado de Gerin de Eriteia. Es sta una islasituada en las proximidades del Ocano, que ahora

    se llama Cdiz, habitada por Gerin, hijo de Crisaory de Callrroe, la hija del Ocano. Gerin tena loscuerpos de tres hombres, crecidos juntos, unidos enuno por el vientre y divididos entre tres desde los cos-tados y los muslos. Era propietario de un rojo rebao.Euritin era su pastor, y su perro guardin, Orto, dedos cabezas, hijo de Equidna y de Tin. Viajando atravs de Europa a buscar el rebao de Gerin, He-racles mat muchas bestias salvajes. Se ue a Libia y,al pasar por Tartessos, levant los dos pilares, uno acada lado, en los lmites de Europa y de rica, comomonumento de su viaje. A lo largo de su viaje ueabrasado por el Sol y l dobl su arco contra el Sol. ElSol, admirado de su atrevimiento, le dio una copa deoro, con la que atravesara el Ocano. Lleg a Eriteia,y se hosped en el monte Abas. El perro lo divis

    y se precipit sobre l, pero lo golpe con su maza.Cuando el pastor vino a salvar al perro, Heracles lomat tambin. Menetes, que pastoreaba el rebao deHades en aquel lugar, le cont a Gerin lo sucedido.Gerin sorprendi a Heracles, al lado del ro Antemo,en el preciso momento de llevarse el rebao. Luchcon l, y lo mat. Heracles embarc el rebao en lacopa, atraves el mar hacia Tartessos y devolvi lacopa al Sol.

    En ocasiones, podemos encontrar claras contradic-ciones en la ubicacin de estos mitos por parte de losautores grecorromanos, as, por ejemplo, el jardn y las

    manzanas de oro de las Hesprides se situaran indis-tintamente en Hispania o en el norte de rica y, mien-tras que Apolodoro sita el pasaje de los bueyes rojosde Gern en nuestra Pennsula, Arriano (Arr.Anab. 2,16, 5-6) lo hace en Ampracia. Tambin estaran rela-cionados con la pennsula Ibrica otros mitos como elde los Argonautas, el de Perseo o el de las Gorgonas,entre otros muchos. Segn parte de ellos, muchos delos hroes de la Guerra de Troya, tras la destruccin dela ciudad, llegaron al occidente del Mediterrneo, assabemos que lo hicieron Menelao y, sobre todo, Odi-seo, cuyo paso por la Pennsula es recogido por Estra-

    bn (Str. 3, 2, 13):Me parece cierto, as mismo, que Odiseo llegasehasta aqu [Turdetania] en su expedicin, la cual sirvia Homero de pretexto para que, como en la Ilada,tambin en la Odisea, convirtiera lo histrico en narra-cin abulosa, segn costumbre de los poetas. En eec-to, no solo se hallan vestigios de estas cosas en Italia,Silkeia y otros lugares, sino en Iberia, donde hay unaciudad de nombre Odisea, un templo a Atenea y milotros indicios de la andanza del hroe y de los demsque sobrevivieron a la guerra troyana.

    Los autores clsicos, adems de situar algunos pa-

    sajes de los mitos ms populares en la pennsula Ib-rica, tambin narraron algunos cuyo origen estaba enla propia Pennsula, como el mito de Habis, recogidotambin por Justino (Just. Epit. 44, 4, 1):

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    lA vISIN de HISpANIA eN lAS UeNteS clSIcAS

    Los bosques de los tartesios, en los cuales se diceque los titanes lucharon contra los dioses, ueron ha-bitados por los cunetes, de los cuales el rey ms an-tiguo de quien se tiene noticia, Grgoris, ue el pri-mero que descubri la orma de aprovechar la miel.Este rey tuvo una hija que de soltera tuvo un nio,hijo incestuoso de su padre; la vergenza que le pro-dujo ue causa de que Grgoris quisiera deshacerse del; pero el nio, salvaguardado en medio de todas lasdesgracias por alguna buena suerte, lleg nalmente altrono con la compasin de tantos peligros. Primero,mand abandonarlo y al cabo de unos das, cuandomand interesarse por l, se lo encontr alimentadopor la leche de varias eras. Despus, tras ser llevadoa casa, mand colocarlo en un desladero por el queacostumbraban a transitar rebaos; el rey era el colmo

    de la crueldad, ya que preera que su nieto uera piso-teado a que muriera por una muerte sencilla. Al no re-cibir dao all tampoco, ni haberle altado alimentos,lo ech primero a unos perros hambrientos que, ade-ms, estaban atormentados por la abstinencia de variosdas, despus a los cerdos. As pues, como no solo nomora, sino que, bien al contrario, creca amamantadopor algunas eras, como ltimo recurso mand arro-

    jarlo al mar. Entonces, protegido por alguna divinidaden medio de los movimientos del mar y los vaivenesde las olas, lo mismo que una nave, no ue arrastradopor torbellinos, sino que ue llevado suavemente a la

    orilla por el mar; poco despus acudi all una ciervaque amamant al nio. A partir de entonces, gracias alcontacto con su nodriza, el nio adquiri agilidad; enmedio de las manadas de ciervos recorra los montesy los bosques con una velocidad similar a la de ellos.Finalmente, apresado con lazo por unos cazadores, ueenviado como regalo al rey, su padre y abuelo. stelo reconoci por los rasgos amiliares y por los signoscorporales. Impresionado el rey por tantos riesgos ypeligros como haba superado el nio, lo nombr susucesor al trono. Al nio se le impuso el nombre deHabis. Cuando subi al poder, el reino alcanz tal

    grandiosidad que no haba duda de que haba sido sal-vado de tantos peligros por la majestad de los dioses.Incluso someti al pueblo brbaro con las leyes y ueel primero en ensear a arar la tierra con bueyes y acultivarla; adems oblig a los hombres a alimentarsecon alimentos del campo por odio de todo aquello quel mismo haba padecido.

    Asos raia n a iraura aniua sorHisania

    La idlica Hispania, que no deja de estar presente

    en las laudes Hispaniae, cede su puesto en otros autoresa una ms real que tiene su refejo en las obras de, entreotros, Estrabn, Mela o Plinio, y tambin en muchasreerencias de historiadores, como Polibio o Tito Li-

    vio. Aunque sea brevemente, debemos reerirnos aqua aquellos relatos que se inspiraron en documentacio-nes muy antiguas.

    Este sera el caso, por ejemplo, de la conocida OraMaritima de Avieno, que, a pesar de ser escrita en elsiglo ivde nuestra era, recoge inormacin que, a decirde muchos investigadores, se remonta a cerca de milaos antes, y hace reerencia a datos sobre todo de laszonas costeras que podan ser de gran utilidad paralos navegantes.

    La Ora Maritima es una obra controvertida sobre laque se ha discutido y se contina discutiendo en tornoa cuales ueron las uentes en las que se inspir. Parauna buena parte de la investigacin, encabezada por

    A. Schlten, la obra de Avieno est claramente inspi-rada o es, directamente, una traduccin de un periplo

    masaliota, atribuido a Estimes, del siglovi

    a.C.; otrosven uentes enicias o cartaginesas en la Ora Mariti-ma, concretamente, en el llamado Periplo de Himilcn,tambin del siglovi a.C.; sin embargo, estas opinionesen el pasado y an hoy ueron altamente criticadaspor otras posturas que no ven en la Ora Maritima de

    Avieno una traduccin del mencionado periplo ma-saliota. Para ellos, se tratara de una obra original delautor, pero enormemente infuida por una buena can-tidad de inormaciones de distintas procedencias. Portanto, se inspirara en una serie heterognea y a vecescontradictoria de antiguos datos geogrcos.

    La Ora Maritima tiene un valor muy relativo a lahora de orecer una visin de Hispania. Su intencines clara: orecer a los navegantes una visin de las cos-tas de este extremo del Mediterrneo, proporcionandopara ello una larga lista de poblaciones, de ciudades yde lugares geogrcos, en muchas ocasiones, de dicilidenticacin. Abundan las reerencias a lugares mti-cos, como cuando dice que cerca de Cdiz estn las co-lumnas del porado Hrcules (Av. Or. vv. 265-274):

    Aqu se halla la ciudad de Gadir, llamada antesTarteso. Aqu estn las columnas del porado Hr-cules, bila y Calpe (sta se encuentra a la izquierda

    del territorio mencionado; aqulla, prxima a Libia):retumban bajo el recio septentrin, pero aguantan r-mes en su emplazamiento.

    Ms adelante, sobre la regin de Cdiz, dice (vv.280-287):

    Toda la comarca que sigue es de terreno cubierto dehierba; a sus habitantes se les orece una bveda celestenublada en su parte ms alta, el aire espeso, una lumi-nosidad diurna muy densa y un roco copioso como elde por la noche. Ninguna brisa, segn es costumbre,logra entrar, ni un solo soplo de viento despeja la capaalta de la atmsera: una perezosa caligine se echa sobre

    las tierras y el suelo se humedece ampliamente.En otro pasaje dice, a propsito del ro Tinto y

    del Odiel, a los que da el nombre del Ebro (vv. 248-251):

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    HISpANI. lAS pROvINcIAS HISpANAS eN el MUNdO ROMANO

    Entre tanto, acto seguido, corre el ro Ebro y sucaudal ecunda los terruos. La mayor parte de los au-tores reerirn que los iberos se llaman as justo por estero, no por aquel que baa a los revoltosos vascones.

    Otra reerencia importante, por lo que se reere ala riqueza de algunos territorios, es la que se hace almonte Argentario, de dicil localizacin (vv. 90-97):

    [...] por su parte, el monte Argentario se recortasobre la laguna; as llamado en la Antigedad a causade su belleza, pues sus laderas brillan por la abundan-cia de estao y, visto de lejos, irradia ms luminosidadan a los aires cuando el sol hiere con uego las alturasde sus cumbres. Este mismo ro, adems, arrastra ensus aguas raeduras de estao pesado y transporta estepesado mineral a la vera de las murallas.

    En otro orden de cosas, es probablemente la obra

    del gegrao Estrabn una de las ms interesantes o, almenos, de las ms prolijas a la hora de proporcionar-nos datos sobre la pennsula Ibrica, a la que dedicel libro tercero de su Geograa. El principal problemaque nos encontramos al valorar la obra de Estrabn, esque, como ya dijimos, nunca visit la Pennsula, porlo que todos sus datos son una reelaboracin de datosanteriores o de noticias de terceras personas.

    As, entre las uentes de Estrabn, cabe citar a Po-sidonio, del que toma datos de la morologa de Iberiay de las costas de Turdetania. Adems de Posidonio,su inormacin proviene de otros muchos autores de

    lengua griega, como oro, Eratstenes, que reco-rri la costa de Cdiz; Polibio, que proporciona unaabundante inormacin sobre la Celtiberia, Lusitaniay Galicia; Artemidoro y Asclepiades de Myrlea, sobreel interior de la Turdetania. Pero tambin utiliz inor-macin de procedencia romana, como Asinio Polin,del que parece tomar los datos relativos a la poca dela guerra civil entre Csar y Pompeyo y que, tal vez, re-corri el valle del Betis y la costa desde Carthago Nouaa Gibraltar.

    La obra de Estrabn hace especial reerencia a te-mas etnogrcos, relatando las costumbres de los pue-

    blos y la infuencia que en ellas tena la climatologa, ycomienza su descripcin de Iberia de una manera untanto negativa, que poco a poco se va suavizando (Str.3, 1, 2):

    Iberia, en su mayor parte, es poco habitable,pues casi toda ella se halla cubierta de montes, bos-ques y llanura de suelo pobre y desigualmente regado.La regin septentrional es muy ra, por ser acciden-tada en extremo. Y por estar al lado del mar se hallaprivada de relaciones y comunicaciones con las demstierras, de manera que es muy poco hospitalaria. Lameridional casi toda ella es rtil, principalmente la de

    uera de las Columnas de Hrcules.En la visin que Estrabn da de Hispania pone

    de maniesto las grandes dierencias que se dan entreunas tierras y otras, incluso en aquellas zonas que son

    ms rtiles, como, por ejemplo, cuando habla de laregin existente entre el Tajo y el Guadiana (3, 1, 6):

    Es pas irregularmente rtil; pero aqul que le siguehacia el Oriente y el Medioda no cede a ninguno de losms ricos territorios de la oikoumenepor las excelenciasde sus bienes, tanto terrestres como martimos.

    Es, por tanto, una visin que se suaviza cuandohabla de las regiones ms prsperas, como la Turdeta-nia, y dice de ella que es maravillosamente rtil y queabundan toda clase de rutos, aadiendo (3, 1, 6):

    Es necesario hablar de la Turdetania ms amplia-mente, as como de las regiones continuas, y de lacuanta de lo que contiene, y de la excelencia de susregiones.

    Dice que en esta regin, habitada por los basteta-nos, que limita a occidente con el roAnasy, a oriente,

    con carpetanos y oretanos, hay ms de 200 ciudades(3, 2, 1) y aade:Las ms importantes por su trco comercial son

    las que se alzan junto a los ros, los esteros o el mar.Entre ellas destacan Crdoba, undacin de Marcelo,y por su gloria y su podero, la ciudad de los gaditanos;sta sobresale adems por sus empresas martimas y suadhesin a su alianza con los romanos; y aqulla, quedomina un gran trecho del Betis, por la ecundidad yamplitud de su territorio.

    Adems de las ciudades, Estrabn deja constanciade las riquezas que produce la regin, sobre todo vino,

    trigo y aceite (3, 2, 7):Se exporta trigo, mucho vino y aceite; ste, ade-ms, no solo en cantidad, sino en calidad insuperables.Exportndose tambin cera, miel, pez, mucha cochi-nilla y minio mejor que el que da la tierra sinpicaTiene sal sil y muchas corrientes de ros salados, gra-cias a lo cual tanto en estas costas como en las de msall de las Columnas de Hrcules abundan los talleresde salazn de pescados De gran calidad tambin sonlos tejidos ligeros que abrican los saltietai. La abun-dancia de ganados de toda especie all es enorme, ascomo la caza.

    Un captulo aparte, en opinin de Estrabn, mere-ce la riqueza de minerales que adornaba la Turdetania(3, 2, 8):

    A tanta riqueza como tiene esta comarca se aadela abundancia de minerales. Ello constituye un motivode admiracin; pues si bien toda la tierra de los iberosest llena de ellos, no todas las regiones son a la vez tanrtiles y ricas, y con ms razn las que tienen abun-dancia de minerales, ya que es raro se den ambas cosasa un tiempo, y raro es tambin que en una pequearegin se halle toda clase de metales. Pero la Turdetaniay las regiones comarcanas abundan de ambas cosas, y

    no hay palabra digna para alabar justamente esta vir-tud. Hasta ahora, ni el oro, ni la plata, ni el cobre, niel hierro nativos se han hallado en ninguna parte de latierra tan abundantes y excelentes. El oro no se extrae

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    lA vISIN de HISpANIA eN lAS UeNteS clSIcAS

    nicamente de las minas, sino tambin por lavado. Losros y torrentes arrastran arenas aureras. Otros mu-chos lugares desprovistos de agua las contienen tam-bin; el oro, empero, no se advierte en ellos, pero s enlos lugares regados, donde el placer de oro se ve relu-cir; cuando el lugar es seco, basta irrigarlo para que elplacer reluzca; abriendo pozos, o por otros medios, selava la arena y se obtiene el oro; actualmente son msnumerosos los lavaderos de oro que las minas.

    A pesar de todo esto, la visin global que Estrabnproporciona de Iberia es que, salvo Turdetania y partesde la costa mediterrnea, es una regin pobre y, ade-ms, puntualiza (3, 4, 13):

    As me parece que los que han contado ms demil ciudades en Iberia, lo han hecho por haber dadoel nombre de ciudades a aldeas grandes, pues la natu-

    raleza del pas no es apta para dar vida a un gran n-mero de ciudades siendo, como es, sumamente pobre,de una situacin excntrica y de aspecto inculto; porotra parte, ni el gnero de vida de sus habitantes ni susactividades (excepto, naturalmente, las ciudades sitassobre la costa de Nuestro Mar), dan pie para ello.

    Es, por tanto, una descripcin que diere en mu-chos puntos con la inormacin proporcionada por laslaudesque veamos con anterioridad.

    Otro gegrao, ste de origen hispano, PomponioMela, que vivi probablemente durante el reinado deClaudio, hace numerosas reerencias a Hispania en su

    Chorograa: seala su ertilidad, pero tambin que, enalgunas zonas, la alta de agua la hace estril (Pompon.2, 86):

    Es abundante en hombres, caballos, hierro, plo-mo, cobre, plata y oro; y es tan rtil que, en algunoslugares donde la alta de agua la hace estril y pobre,produce, no obstante, el lino o el esparto.

    Tal vez sea algo exagerado su comentario sobre al-gunas islas situadas en la costa del Algarve portugus,zona que alaba por su ertilidad (3, 47):

    En Lusitania est Erythia, que segn nos inorma-ron, ue la mansin de Geryones, y algunas [islas] ms

    que no tienen nombres particulares, aunque son tanrtiles que la semilla que en ellas se echa, al produ-cir otras y renovarse a s mismas de manera constante,basta para dar, por lo menos, siete cosechas seguidas,y a veces ms.

    La obra de Pomponio Mela es de corte escolar y devalor relativo, en la que los accidentes geogrcos es-tn mucho ms presentes que en la obra de Estrabn,sobre todo en lo reerente a los litorales del noroeste ydel Cantbrico, con valiosas reerencias a tribus y pue-blos. Probablemente, recoge inormaciones tomadaspor otros autores durante las guerras cntabras y que

    Estrabn no supo aprovechar. Vemos, por tanto, quealgunos relatos de gegraos y naturalistas tienden aajustarse algo ms a lo que deba de ser la realidad de lapennsula Ibrica en poca antigua.

    Precisamente esto tambin se deja traslucir en his-toriadores como Polibio, Apiano y Tito Livio, y si porreerirnos a alguna de las regiones menos avorecidas,lo hacemos a la Meseta, es evidente que cuando losromanos llegaron a la pennsula Ibrica, sta se abriante ellos como una regin inhspita. Las amplias lla-nuras no podan competir en riquezas con la Btica, nisiquiera podan hacerlo las ms prsperas cuencas delTajo y del Ebro. Estrabn, cuando habla de la Celtibe-ria, remarca su carcter de regin spera y pobre (Str.3, 4, 12):

    Ms all de la Idobeda comienza inmediatamen-te la Celtiberia, regin amplia y de vario aspecto, perocuya mayor parte es spera y est regada por ros.

    Apiano menciona la carencia de madera que di-cultaba la construccin de las casas e incluso hacer

    uego, pero sin embargo, ms adelante, dice que Nu-mancia estaba rodeada de bosques (App. Hisp. 76):Numancia era de dicil acceso, pues estaba rodea-

    da por dos ros, precipicios y bosques muy densos.Durante la guerra de Numancia, sabemos que los

    ejrcitos pasaron grandes dicultades para aprovisio-narse de alimentos, hasta el punto de que muchos desus soldados, desnutridos, se vean obligados a abando-nar el campamento en busca de alimentos; y lo mismosucedi a los soldados de Lculo en su campaa contraPallantia, en el ao 134 a.C., noticias ambas que nostrasmite Apiano. Las vas de comunicacin que tena

    la regin se volvan impracticables en poca de lluvias,lo que aumentaba en gran medida el aislamiento delas ciudades.

    Su clima y sus condiciones de salubridad tampocoeran demasiado buenas. Marcial menciona lo desagra-dable que puede ser el viento del Cierzo en uno de susepigramas (Mart. 1, 44), dedicado a Liciniano, aunquela mencin a dicho viento tambin se encuentra en elmiscelneo Aulo Gelio (Gell. NA. 2, 22, 29-31). As,dice el bilbilitano:

    Pero cuando el nevado diciembre y el inviernodesaorado brame con el bronco Cierzo, buscars los

    soleados litorales de Tarragona en tu laietania.Y en otro epigrama (5, 9), a propsito de la visitadel mdico, dice:

    Estaba fojo y t Smaco, has venido a visitarmeacompaado de cien discpulos. Me han palpado cienmanos heladas por el Cierzo: no tena ebre, Smaco,pero ahora la tengo.

    Apiano hace hincapi en la dureza del clima quellev a la muerte a muchos soldados durante la guerrade Numancia (App. Iber. 47):

    Nobilior, perdidas las esperanzas totalmente, in-vern en su campamento guarnecindose como le ue

    posible. Al contar nicamente con las provisiones quetena en l suri severamente por la alta de las mis-mas, por la abundancia de nevadas y el rigor del ro,de modo que perecieron muchos soldados, algunos

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    mientras estaban recogiendo lea, otros dentro delcampamento, vctimas de la alta de espacio, y otrosde ro.

    A las inclemencias climatolgicas se aadan otrosactores, como un poco ms adelante refeja tambin

    Apiano en otro episodio de la guerra de Numancia.Lculo, al poner sitio a Intercatia vio cmo su cam-pamento era rodeado por los jinetes indgenas que nopodan regresar a la ciudad por estar sitiada (54):

    Por lo cual un extrao temor invadi a los roma-nos. A ello se aada el cansancio por la alta de sueoa causa de la guardia y la alta de costumbre de la comi-da del pas. No tenan vino, sal, vinagre ni aceite y, alcomer trigo, cebada, gran cantidad de carne de venadoy de liebre cocida y sin sal, enermaban del vientre ymuchos incluso moran.

    A pesar de ello, la Meseta proporcionaba algunasriquezas: en la zona este, el ganado lanar y el vacu-no (Diod. Sic. 5, 32) era uno de los undamentos dela economa, y la carne era la base undamental de laalimentacin nos dice Diodoro (5, 34); tambin eranabundantes los caballos, uno de los botines de guerrams codiciados por los romanos (5, 33). En materiaagrcola, trigo y cebada eran los cultivos ms recuen-tes, noticia que nos transmiten, entre otros, Apiano(App. Iber. 89) cuando habla del saqueo realizado porEscipin, en 134 a.C., de las zonas cercanas a Numan-cia; Livio (Liv. Per. 91), cuando narra la solicitud de

    trigo que hizo Sertorio a arvacos y pelendones; y Oro-sio (Oros. 5, 7), Floro (Flor. 1, 39, 11) y Plinio (HN.14, 149), cuando hablan de la caelia, bebida alcohlicaabricada en esa regin. La caza, en opinin de Varrn(Varro, Rust. 3, 21, 5), era el complemento perecto alos recursos econmicos de la Meseta; abundaban losconejos, as como ciervos, corzos y jabales.

    En menor cantidad que otras regiones, la Mesetaera productora de minerales y metales. Plinio (Plin.HN. 36, 160) menciona las amosas minas de espejue-lo de las proximidades de Segobriga, que se extraa depozos muy proundos, as como las piedras de alar. A

    esto se aadan algunas explotaciones de metales pre-ciosos, pero, sobre todo, hierro, en cuya orja los cel-tberos se convirtieron en autnticos expertos, segndice Marcial (Mart. 4, 55).

    Laudes Hispaniaey visin poltica deHispania

    Mencin aparte merece la visin poltica de Hispa-nia que autores griegos y, sobre todo, latinos desarro-llaron y que, en ocasiones, aparece claramente refejada

    en las que hemos venido denominando laudes Hispa-niae. Es sabido que los escritores latinos comienzan aocuparse de la pennsula Ibrica a partir del momentoen el que sta entra en su esera de infuencia, con el

    estallido de la Segunda Guerra Pnica y el comien-zo de la conquista militar peninsular, que las primeraslaudesaparecen entre los siglos i-ii d.C. y que lo queprobablemente pretenden es dar una imagen polticade la Pennsula.

    Los estudios sobre las laudes Hispaniaeson bastanteabundantes y los autores que se han ocupado de ellashan llegado a establecer una adecuada clasicacin deellas, con base en el momento en que aparecen y ala visin que proporcionan de la Pennsula. Esta vi-sin vara con el paso del tiempo y, en ellas, Hispaniaaparece como Hispania deuicta, Hispania capta e His-

    pania suplicansen el ltimo periodo de la Repblicaromana, Hispania pacata en poca de Augusto,Hispania in omnes prouincias exemplum ya en pocade los Antoninos, Hispania terris omnibus elicioren

    la Antigedad Tarda, e Hispania regina prouinciarumen la obra de San Isidoro de Sevilla.

    hp cpe hp duc

    Antes de que comiencen a realizarse las laudes,Hispania va a tener una serie de representaciones es-tandarizadas. Se dan stas, sobre todo, en las monedasdel ltimo siglo de la Repblica, en las que aparecerepresentada una Hispania capta, acorde con la igualy posterior representacin de otras provincias tambinconquistadas. Tambin mi instinto, mi adivino ms

    able hasta la echa, presiente que Hispania ser nues-tra, pone Livio en boca de Escipin en el discursoprevio a la toma de Carthago Noua (Liv. 36, 41, 7) yaqu probablemente se trasluce el deseo de Augusto de

    Figura 1. Reverso de denario de Adriano, acuado hacia el 136-138 d.C., con representacin del tipo Hispania capta, con laprouincia arrodillada ante el emperador (RIC, 326) y rtuloRESTITVTORI HISPANIAE.

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    lA vISIN de HISpANIA eN lAS UeNteS clSIcAS

    concluir, con las guerras cntabras, la conquista penin-sular comenzada doscientos aos antes.

    La imagen de Hispania arrodillada ante el poderromano (g. 1) aparece tambin en los escritos de TitoLivio cuando, en varias ocasiones, narra cmo las em-bajadas de hispanos que ueron a Roma se postrabanante el Senado para hacer sus peticiones, como la que,en el 171 a.C., lleg a la capital para quejarse de la ac-tuacin de los magistrados romanos (Liv. 43, 2):

    A continuacin ueron introducidos en el Senadolos embajadores de varios pueblos de las dos Hispa-nias. Despus de quejarse de la codicia y arroganciade los magistrados romanos se postraron de rodillasy pidieron al Senado que no permitiera que ellos, susaliados, ueran expoliados y vejados de modo ms ig-nominioso que los enemigos.

    hp uplc

    Como bien han sealado algunos investigadores, laimagen que Livio intenta proporcionar de Hispania ensus ltimos libros es la de una Hispania suplicante,la de una provincia que ha sido conquistada y que, conrecuencia, acude a Roma para pedir su intervencin.Esta actitud de los hispanos implcitamente conllevala aceptacin de la dominacin romana. Pero si nosremontamos a la poca de los primeros contactos conla Pennsula, en ocasiones la splica se transorma en

    lealtad, como sucede en el caso de Sagunto. Es la leal-tad de los aliados, no la de los vencidos, que con elpaso del tiempo dar lugar a la creacin del tpico dela Hispania el, muy diundido en la Tardoantige-dad (Liv. 28, 39):

    Despus present en el Senado a los embajadoressaguntinos. Habl el de ms edad: Aunque no haymales peores, padres conscriptos, que los que hemospadecido por guardaros lealtad hasta las ltimas con-secuencias, son sin embargo tan grandes los serviciosque nos habis prestado vosotros y vuestros generalesque no lamentamos nuestros quebrantos El Sena-

    do respondi a los embajadores saguntinos que la des-truccin y reconstruccin de Sagunto sera en el uturopara el mundo entero un ejemplo de lealtad entre alia-dos mantenida por ambas partes; que sus generales ha-ban actuado de orma correcta y regular y conorme ala voluntad del Senado al reconstruir Sagunto y liberarde la esclavitud a los ciudadanos saguntinos; que cual-quier otro benecio que les hubieran hecho se habadebido a la voluntad expresa del Senado; y que se losautorizaba a depositar su orenda en el Capitolio.

    Esta misma visin de Hispania conquistada e His-pania el la podemos encontrar en las Res gestae de

    Augusto (RG, 25 y 29):Vencido completamente al enemigo, recuper de

    la Hispania, la Gallia y los Dlmatas muchas insigniasmilitares perdidas por otros jees.

    Juraron tambin en mi nombre las provincias dela Gallia, Hispania, rica, Sicilia y Cerdea.

    hp pc

    Durante el principado de Augusto y el de sus suce-sores, la imagen de Hispania comienza a evolucionaren los escritores, y la Hispania capta comienza a servista como una Hispania pacata, una Hispana paci-cada. Uno de los mximos exponentes de este modode pensar es Veleyo Patrculo, que escribe durante elreinado de Tiberio. La pacicacin de Hispania quepropugna Veleyo Patrculo, sin duda, orma parte delsistema de propaganda imperial iniciado por Augusto.Se trata de una pacicacin basada en la superacinde las prdidas: la prdida de generales y ejrcitos, los

    primeros de los cuales ueron los hermanos Escipinen la primera parte de la Segunda Guerra Pnica; laprdida de la moral por las derrotas suridas y la durezadel clima y los combates, cuyo mejor ejemplo tenemosen la guerra de Numancia, que oblig a los dirigentesa rmar tratados indignos que luego ueron rechazadospor el Senado; y la prdida de conanza en la conquistahasta el punto de que en poca de Sertorio se dudaba sisaldran victoriosos los hispanos o los romanos.

    En la propaganda imperial de Augusto, la paci-cacin de Hispania va, pues, unida a la salvacin delImperio, amenazado desde ella.

    La pacicacin de Hispania, adems, tiene otraconsecuencia clara, que es el comienzo de su exalta-cin como tierra ecunda y prspera, de grandes ri-quezas agrcolas y mineras, retomndose de nuevo lasantiguas tradiciones griegas de una Iberia rica que yaestudiamos a propsito de las laudes Hispaniae.

    hp puc plu

    La Hispania capta y la Hispania pacata, sometidaal poder romano, tal y como vimos, aparece en unamoneda de Adriano en la que puede verse a Hispania

    arrodillada ante el emperador (g. 1), pronto cedieronpaso a una nueva visin en los textos clsicos, la deHispania ejemplo de provincias que aparece con elascenso al trono imperial de Galba, y que queda pa-tente en los escritos de Suetonio y en las series numis-mticas acuadas en poca de dicho emperador, sobretodo, las procedentes de Tarraco, en las que Hispaniaaparece bien como un busto de mujer, bien como unagura de cuerpo entero, llevando como atributos espi-gas de trigo, jabalina y escudo (g. 2).

    Est ya muy lejos aquella visin en la que Hispaniaera una amenaza para el poder romano y, poco a poco,

    se abre camino la imagen de una Hispania como origendel poder, que se maniesta, por ejemplo, con la brevellegada al trono imperial de Galba en el 68 d. C, aun-que no se puede descartar que esta visin de Hispania

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    se desarrolle en el siglo ii, cuando ya haban accedidoal trono de Roma otros emperadores de origen o estre-chamente relacionados con Hispania. Tal vez en estecontexto habra que poner la moneda ya comentada dela gura 1. De esta poca data tambin la alegora deHispania ms reproducida en la numismtica romanahispana. Se trata de una gura emenina con larga t-nica, con corona de laurel o de olivo, recostada haciala izquierda; el brazo izquierdo se apoya en unas rocasy, en la mano derecha, porta una rama de olivo, sinduda en reerencia a la riqueza olecola de la pennsula

    Ibrica; a los pies est representado un conejo, animalemblemtico de Hispania (g. 3).

    La Hispania ejemplo de provincias tambin apare-ce en losAnalesde Tcito, en el conocido y comenta-dsimo pasaje en el que los hispanos de la Tarraconensepiden permiso a Roma para levantar un templo en ho-

    nor de Augusto (Tac.Ann. 1, 78):Se accedi a la peticin de los hispanos para erigir

    un templo a Augusto en la colonia de Tarragona y conello se dio a todas las provincias un ejemplo.

    hp bu lc

    Todas estas visiones, que de una manera o de otraevocan la Hispania delisde los orgenes, aquella His-pania de Sagunto, capaz de sucumbir por no romperla alianza con Roma, una Hispania en la que la lealtady la paz eterna ue asegurada, dice Floro (Flor. 5, 37), yque es cuna de prncipes, se transorman en la Hispa-nia terris omnibus elicior, Hispania tierra de elicidadque se documenta en el Panegrico de Teodosio de La-tinio Pacato y que arranca de las pocas de Trajano yde Adriano.

    Pacato habla de la madre Hispania, la tierra mseliz de todas, embellecida por el supremo creador porencima de todas las dems; de clima agradable, no ex-puesta ni a los rigurosos ros ni a los ardientes calo-

    res, llena de ciudades incomparables y de todo tipode riquezas, cuna de soldados resistentes, generalesexperimentados, oradores elocuentes, poetas ilustres,y madre de gobernadores y emperadores (Paneg. 4, 1,815):

    Tratemos, pues, de todos estos puntos, remontn-donos al comienzo, segn el plan que acabo de indicar:sin duda todo el mundo reconocer que el Emperadorque ha sido nombrado es el que deba ser elegido portodos y entre todos. En primer lugar, en eecto, tu ma-dre es Espaa, tierra ms eliz que todas las tierras, queel Supremo Creador se complaci en embellecer, ms

    an en enriquecer con ms liberalidad que a los demspases. Ella no est expuesta ni a los ardientes caloresdel medioda ni a los rigurosos ros del norte, sino quegoza de una temperatura intermedia entre uno y otroclima. Ceida a un lado por la cadena de los Pirineos,a otro por las mareas del Ocano, y a un tercer ladopor las aguas del mar Tirreno, permanece encerrada,gracias al espritu ingenioso de la naturaleza, como unmundo distinto. Aadid a esto tantas ciudades incom-parables, aadidle todos los espacios cultivados o sincultivar llenos de mieses o rebaos, aadidle las rique-zas de los ros que arrastran oro en sus arenas, aadidle,

    en n, las minas en que brillan las piedras preciosas.Yo s que las bulas de los poetas, creadas para causarplacer al odo, han atribuido maravillas a ciertos pue-blos: aun admitiendo que stas existan, cada uno deellos no posee ms que una sola de aquellas; pero nodiscuto ahora la verdad de todo eso. Admitamos quesea como se escribe: que Gargara sea rica en cosechasde trigo, que Mevania sea clebre por sus rebaos devacas, que la Campania deba su ama al monte Gauro,que la Lidia tenga ama por el ro Pactolo, con tal quea Hispania sola se le conceda todo lo que se alaba enotras partes. Ella es la que da a luz a los soldados ms

    resistentes, a los generales mas experimentados, a losoradores ms elocuentes, a los poetas ms ilustres: ellaes la madre de los gobernadores y de los emperadores.Ella ue la que dio al Imperio el ilustre Trajano y luego

    Figura 2. Denario de Galba, acuado hacia el 68 d.C., conrepresentacin de Hispania y leyenda HISPANIA en el reverso.El tipo incorpora la representacin de laprouincia como gurade cuerpo entero, con tres atributos: espigas de trigo, jabalinay escudo (RIC, 20).

    Figura 3. Una de las ms usuales y reproducidas alegorasde Hispania en la Numismtica. Denario de Adriano (RIC,305), hacia el 134-138 d.C., con representacin de Hispaniaapoyada entre unas rocas, portando rama de olivo y con unconejo a los pies.

  • 8/9/2019 Hispaniae. Las provincias hispanas en el mundo romano

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    * Como en todos los captulos del volumen, las revistas aparecen abreviadas en los listados bibliogrcos conorme a las abreviaturas aluso en LAnne Philologique.

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    lA vISIN de HISpANIA eN lAS UeNteS clSIcAS

    Adriano, y de ella te ha recibido el Imperio. Que anteesta tierra se eclipsen la tierra de Creta, orgullosa dehaber sido la cuna de Jpiter nio, y Delos, dondelos divinos mellizos dieron sus primeros pasos, y Te-bas, ilustre por haber nutrido a Hrcules. Nosotros nosabemos nada de la autenticidad de estas tradiciones,mientras que Hispania nos ha dado un Dios a quienvemos.

    hp pucu

    Este panorama culmina en la laus Hispaniaede Isi-doro de Sevilla, compuesta para abrir su Historia de los

    godos. Con l, la visin de Hispania llega a la Hispaniaregina prouinciarum, reina de todas las provincias, yen ella se lleva a la exageracin ms absoluta las alaban-

    zas de todas las anteriores, y se la coloca a la cabeza delorbe (Isid. Hist. Goth. 1, 1-4):Eres, oh Espaa!, la ms hermosa de todas las

    tierras que se extienden del Occidente a la India; tie-rra bendita y siempre eliz en tus prncipes, madre demuchos pueblos. Eres con pleno derecho la reina detodas las provincias, pues de ti reciben luz el Orientey el Occidente. T, honra y prez de todo el Orbe; t,la porcin ms ilustre de todas. En tu suelo campeaalegre y forece con exuberancia la ecundidad glorio-sa del pueblo godo. La prdiga naturaleza te ha dota-do de toda clase de rutos. Eres rica en vacas, llena de

    uerza, alegre en mieses. Te vistes con espigas, recibessombra de olivos, te cies con vides. Eres forida entus campos, rondosa en tus montes, llena de pesca entus playas. No hay en el mundo regin mejor situadaque t; ni te tuesta de ardor el sol estivo, ni llega aaterirte el rigor del invierno, sino que, circundada porambiente templado, eres con blandos cros regalada.Cuanto hay, pues, de ecundo en los campos, de pre-cioso en los metales, de hermoso y til en los animales,lo produces t. Tus ros no van en zaga a los ms a-mosos del Orbe habitado. Ni Aleo iguala tus caballos,ni Clitumno tus boyadas; aunque el sagrado Aleo,

    coronado de olmpicas palmas, dirija por los espaciossus veloces cuadrigas, y aunque Clitumno inmolaraantiguamente en vctima capitolina, ingentes becerros.No ambicionas los espesos bosques de Etruria, ni ad-miras los plantos de palmas de Holorco, ni envidiaslos carros alados, conada en tus corceles. Eres ecundapor tus ros; y graciosamente amarilla por tus torrentesaureros, uente de hermosa raza caballar. Tus vellonespurpreos dejan ruborizados a los de Tiro. En el inte-rior de tus montes ulgura la piedra brillante, de jaspey mrmol, mula de los vivos colores del sol vecino.Eres, pues, oh, Espaa!, rica de hombres y de piedras

    preciosas y prpura, abundante en gobernadores y

    hombres de Estado; tan opulenta en la educacin delos prncipes, como bienhadada en producirlos. Conrazn puso en ti los ojos Roma, la cabeza del Orbe; yaunque el valor romano vencedor se despos contigo,al n el foreciente pueblo de los godos, despus dehaberte alcanzado, te arrebat y te arm, y goza de tilleno de elicidad entre las regias nulas y en medio deabundantes riquezas.

    Bibliograa*

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