howard phillips lovecraft - el arbol

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  • 8/14/2019 Howard Phillips Lovecraft - El Arbol

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    EL RBOLH. P. LOVECRAFT

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    En una ladera verdeante del monte Maenalus, en Arcadia,hay un olivar que rodea una villa en ruinas. Muy cerca existeuna tumba, en otro tiempo tan hermosa como la casa. En unextremo de ese sepulcro, de modo que sus curiosas racesdesplazan los manchados bloques de mrmol pentlico, creceun olivo asombrosamente grande y de formas repugnantes; yse asemeja tan grotescamente a una figura humana, o alcadver contorsionado de un hombre, que los campesinos te-

    men pasar por all de noche, cuando la luna iluminadbilmente sus ramas retorcidas. El monte Maenalus fue

    paraje predilecto del terrible Pan, que cuenta con muchoscompaeros extraos; y los pastores sencillos creen que elrbol tiene alguna horrenda relacin con los misteriosos

    panisci; pero un viejo colmenero que vive en una chozavecina me cont una historia muy distinta.Hace muchos aos, cuando la villa de la ladera era nueva yesplendorosa, vivan en ella dos escultores, Kals y Musides.

    Sus obras eran alabadas desde Lydia aNepolis, y nadie seatreva a decir que el uno aventajase al otro en habilidad. ElHermes de Kals se alzaba en un santuario de Corinto y la

    Pallas de Musides coronaba una columna de Atenas prximaal Partenn. Todos los hombres rendan homenaje a Kals ya Musides, y se maravillaban de que no hubiese ni una som-

    bra de celos artsticos que enfriara el calor de su fraternaamistad.Pero aunque Kals y Musides vivan en imperturbablearmona, sus naturalezas no eran iguales. Mientras Musides

    disfrutaba por la noche entregndose a las diversionesurbanas de Tegea, Kals prefera quedarse en casa; entoncessala furtivamente, a escondidas de sus esclavos, y acuda alfro retiro del olivar. All meditaba las visiones que llenabansu mente, y all conceba las hermosas formas que luegoinmortalizaba trasladndolas al mrmol. Los ociosos decanque Kals conversaba con los espritus del olivar, y que susestatuas no eran sino imgenes de los faunos y las dradas

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    que l vea all.., ya que nunca copiaba sus obras de ningnmodelo vivo.Tan famosos eran Kals y Musides, que a nadie extra que

    el tirano de Siracusa les enviara emisarios para hablar de lacostosa estatua de Tych que haba proyectado erigir en suciudad. De enorme tamao e ingenio deba ser esta obra,

    pues quera que fuese una maravilla para las naciones y unameta para los viajeros. Aqul cuya obra resultara elegidasera exaltado ms all de cuanto cabe imaginar; honor parael que Kals y Musides fueron invitados a competir. Su amorfraternal era bien conocido, y el astuto tirano supuso quecada uno, en vez de ocultar su obra al otro, le ofrecera ayuda

    y consejo, que este entendimiento producira dos imgenesde inusitada belleza, y que aquella que destacase eclipsaraincluso los sueos de los poetas.Con alegra aceptaron los escultores la oferta del tirano, ydurante los das siguientes sus esclavos oyeron el incesantegolpear de los cinceles. Kals y Musides no se ocultaban susobras; pero slo ellos las vean. Salvo los suyos, ningn parde ojos contemplaba lasdos divinas figuras que los hbilesgolpes liberaban de los toscos bloques que las haban tenido

    aprisionadas desde los orgenes del mundo.Por las noches, como siempre, Musides acuda a divertirse alos salones de Tegea, mientras Kals vagaba a solas por elolivar. Pero a medida que transcurra el tiempo, los hombresobservaban que le faltaba alegra al en otro tiempochispeante Musides. Era extrao, se decan, que la depresinse hubiese apoderado de quien tantas probabilidades tena deganar la ms alta recompensa del arte. Transcurrieronmuchos meses; sin embargo, el rostro afligido de Musides no

    reflejaba otra cosa que la tensa expectacin que la empresadespertaba.Luego, un da, Musides habl de la enfermedad de Kals, yya nadie se maravill de su tristeza, porque todos saban lohondo y sagrado que era el afecto de los dos escultores. Asque muchos fueron a visitar a Kals, y pudieron comprenderla palidez de su rostro; pero tambin vieron en l una felizserenidad que haca su mirada ms mgica que la mirada deMusides, el cual, devorado por esta ansiedad, apartaba atodos los esclavos en sus ansias por alimentar y cuidar al

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    amigo con sus manos. Ocultas detrs de pesadas cortinas,aguardaban las figuras inacabadas de Tych, a las que apenas

    se acercaban ya el enfermo y el fiel compaero que le asista.Y Kals a pesar de que estaba inexplicablemente cada vezms dbil, a pesar de los auxilios de los sorprendidosmdicos y los cuidados de su amigo, peda a menudo que lellevasen al olivar que l tanto armaba. All rogaba que ledejasen, como si deseara hablar a solas con los seresinvisibles. Musides siempre complaca sus deseos, aunquesus ojos se llenaban visiblemente de lgrimas, viendo queKals haca ms caso de los faunos y de las dradas que de l.Por ltimo, se acerc el final, y Kals empez a hablar de

    cosas del ms all. Musides, llorando, le prometi unsepulcro ms hermoso que la tumba del propio Mausolo; peroKals le rog que no le hablase ms de glorias de mrmol.Slo un deseo obsesionaba ahora el pensamiento delmoribundo: que enterrasen junto a su sepulcro, cerca de sucabeza, unas ramitas de olivo del olivar. Y una noche,estando a solas en la oscuridad del olivar, muri Kals.El sepulcro de mrmol que el afligido Musides esculpi parasu amigo del alma fue inefablemente hermoso. Nadie ms

    que el propio Kals habra podido emular sus bellosbajorrelieves, donde se revelaban todos los esplendores delEliseo. Pero no olvid Musides enterrar junto a la cabeza deKals las ramas de olivo que su amigo le haba pedido.Cuando el vivo dolor dio paso a la resignacin, Musides

    volvi a trabajar con diligencia en su figura de Tych. Todoel honor sera ahora para l, ya que el tirano de Siracusa noquera la obra ms que de l o de Kals. Su trabajo le

    permita ahora dar libre curso a su emocin, y trabajaba conms constancia cada da, y eluda las diversiones a las queantes se entregaba. Entretanto, pasaba las noches junto a latumba de su amigo, cerca de cuya cabeza haba brotado un

    joven olivo. Tan rpido era el crecimiento de este rbol, y tanextraa su forma, que quienes lo contemplaban prorrumpanen exclamaciones de sorpresa. En cuanto a Musides, pareca

    producirle a la vez fascinacin y temor.Tres aos despus de la muerte de Kals, Musides envi unemisario al tirano, y en el gora de Tegea se corri la voz deque la enorme estatua estaba terminada. A la sazn, el rbol

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    que haba crecido junto a la tumba haba adquirido unasproporciones asombrosas, superiores a todos los rboles de suespecie, y extenda una rama corpulenta por encima delrecinto donde Musides trabajaba. Como eran muchos losvisitantes que acudan a contemplar el rbol prodigioso, ascomo a admirar el arte del escultor, Musides casi nunca es-taba solo. Pero no le importaba esta multitud de invitados; alcontrario, pareca ms temeroso de quedarse solo, ahora quesu absorbente obra estaba terminada. El viento desolado de lamontaa, suspirando entre el olivar y el rbol de la tumba,

    produca, de manera extraa, sonidos vagamente articulados.El cielo estaba oscuro la tarde en que los emisarios del tirano

    llegaron a Tegea. Se saba que venan a llevar se la granimagen de Tych, y a traer eterna gloria a Musides, por la

    cual los proxenoi les dispensaron una clida acogida. Por lanoche, se desat una tormenta de viento en la cumbre delMaenalus, y los hombres de la lejana Siracusa se alegraronde poder descansar a cubierto en la ciudad. Hablaron de suilustre tirano y del esplendor de su capital, y se alegraron porla belleza de la estatua que Musides haba esculpido para l.Entonces los de Tegea les contaron lo grande que era la

    bondad de Musides y su profunda afliccin por su amigo; ycmo ni siquiera los inminentes laureles del arte podanconsolarle de la ausencia de Kals, quien quiz los habraceido en su lugar. Y tambin les hablaron del rbol quecreca junto a la cabeza de Kals. Pero el viento aullabahorriblemente, y los de Siracusa y los arcadios elevaron sus

    plegarias a Eolo.

    Cuando el sol sali por la maana, losproxenoicondujeron alos emisarios del tirano, ladera arriba, a la morada delescultor; sin embargo, el viento de la noche haba hechocosas muy extraas. Los gritos de los esclavos se elevaban enmedio de un escenario de desolacin; y en el olivar no sealzaban ya las esplndidas columnatas de la inmensaresidencia donde haba soado y trabajado Musides. Aisladasy rotas, slo quedaban las viviendas humildes y los murosinferiores, pues sobre el suntuoso peristilo se habaderrumbado la pesada rama del rbol extrao, reduciendo elmajestuoso poema de mrmol a un montn de ruinas deplo-rables. Los extranjeros y los tegeos se quedaron horrorizados,

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    y se volvieron hacia el rbol siniestro y gigantesco, cuyasilueta pareca misteriosamente humana, y cuyas races sehundan en el esculpido sepulcro de Kals. Y el miedo y el

    espanto de todos aument cuando registraron el recintoderruido y no encontraron rastro alguno del bondadosoMusides y La maravillosamente modelada imagen de Tych.En las tremendas ruinas slo reinaba el caos, y losrepresentantes deambas ciudades se vieron decepcionados: los emisarios, porhaberse quedado sin la estatua; los habitantes de Tegea, porhaberse quedado tambin sin artista al que coronar. Noobstante, los de Siracusa consiguieron, poco despus, unaesplndida estatua de Atenea, y los tegeos se consolaronerigiendo en el gora un templo de mrmol conmemorandoel talento, las virtudes y la piedad fraterna de Musides.Pero an sigue all el olivar, as como el rbol que crece en latumba de Kals; el viejo colmenero me ha contado que aveces sus ramas susurran, cuando sopla el viento por lanoche, y repiten una y otra vez; Oda! Oda!... Yo s! Yos.

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