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Huellas de guerra y silencio Florencia Buenaventura B.

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Page 1: Huellas de guerra y silencio - Florencia Buenaventura · El profundo negro en que flotan las imágenes de Jeison estremece y hace que me pregunte: ¿es una danza? Y sí, es una danza

Huellas de guerra y silencio

Florencia Buenaventura B.

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Huellas de guerra y silencio

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Proyecto original y autor Florencia Buenaventura B.

Colaboradores invitadosRafael Manrique S.Nelson Molina V.Maritza Charry H.

Diseño y diagramaciónCactus Taller GráficoMind Marketing Industrial S.A.S

ISBN: 978-958-46-1688-3

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Este trabajo de intervención psicosocial se llevó a cabo en el año 2005. Fue realizado como parte de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) de la empresa en la cual yo ejercía como psicóloga en el área de salud mental. Dicha intervención estuvo dirigida a más de cien niños en situación de vulnerabilidad social y desplazamiento, provenientes de diferentes zonas de conflicto en Colombia. Antes de empezar no tenía información sobre sus características étnicas o culturales, sobre su edad o género, solo sabía que estaban registrados en los listados de desplazados de las oficinas del Centro Administrativo Municipal CAM2. Esta circunstancia, agravada con la condición de un tiempo limitado para una población grande, no solo de niños sino también de familias enteras, me llevó a cuestionarme sobre cómo proceder y qué metodología y recursos usar.

Mi mente se quedó en blanco. Repasé mis recursos terapéuticos y educativos, pero todo seguía en blanco, color blanco literal. Pensaba en esos niños y el blanco se convertía en rojo, rojo como el dolor que imaginaba que llevaban consigo. Solicité para el trabajo materiales muy precisos: pintura acrílica blanca, pintura roja, pliegos de cartulina negra, pinceles y recipientes para el agua. Luego definí el sitio que necesitaba. No podían ser cómodos asientos ni auditorios. El suelo, el andén o un rincón podían ser suficientes.

1. Martha Gellhorn, El rostro de la guerra, Madrid, Debate, 2000.2. En lo que sigue de este texto usaremos la expresión “el grupo de niños”, para referirnos a los 38 que participaron del ejercicio y cuyos dibujos y relatos constituyen la base del contenido del libro.

A modo de presentación“Es inútil contar cómo es una guerra,

pues la gente continúa aceptándola obedientemente” 1

A modo de presentación

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En blanco y rojo

El día de la intervención llegué con la caja de materiales y el blanco en mi cabeza. Pensaba que debía verlos así, con mi mente en blanco, sin predisposiciones, y que solo así sabría cómo comenzar. Conformé pequeños grupos de 20 niños por cada día de trabajo. Por sus miradas deduje que esperaban dulces. Les pedí que se sentaran en círculo y comencé. Un asistente iba consignando en una ficha sus nombres, el sitio de donde procedían y su edad. A cada uno le entregué una cartulina negra y dos pinceles. En el centro del círculo dispuse recipientes con pintura blanca y roja, entonces les dije que pintaran lo que recordaban de su pueblo y que lo hicieran bajo las siguiente condición: “en color rojo, lo triste que recuerdan; y en blanco, lo alegre”.

Cuando pasó cierto tiempo, identificando cada imagen, me acerqué a cada niño para que me hablara acerca de su dibujo. Poco a poco, sus relatos fueron saliendo como parte del diálogo. Mi mente ya no estaba en blanco; el rojo y el negro habían completado la imagen. Me encontré atrapada en sus dramas, en sus trazos, en un pedazo de Colombia con niños que añoraban su perro, su casa, su escuela, y que recordaban las balas y la muerte.

No les di dulces, tan solo colores para contar su historia, su dolor y su añoranza, esperando que ese día hiciera “milagros en su alma”. Luego pensé que desaparecerían de mi vida y yo de la de ellos, que algunos volverían a la calle y yo a mi trabajo, a mi casa, con mi perro. Pero no fue así. Después de entregar el informe solicitado, esos trozos de papel revoloteaban en mi casa y en mi mente. Un día los saqué y con el dolor de no poder hablar con sus creadores, de no saber ya dónde estaban, les escribí. Sentía que con la sublimación de mi dolor a través de pequeños escritos podría acercarme a ellos y decirles: ¡aún estoy aquí!

“Miraron los médicos mi cuerpo,Escucharon en mi corazón latidos lánguidos

Mis pulmones subían y bajabanA través de mi asustado cuerpo

Cada rincón de este fue auscultadoCada muelita bien limpiada

Los parásitos desplazadosMi peso y talla observados

Generalmente por debajo estabanHabitantes de mi cabeza erradicados

Peluqueadas bacanas a mis cabellos dieronMiraron por dentro mi alma un segundo

Y la encontraron llena de miedo e ilusionesEn blanco y rojo pintaba mis recuerdos

Teñidos por el rojo que era el miedoMiro a los ojos a esas personas

Y les pregunto ¿Qué tengo?¡Lo único que sé es que sufro

de Violencia!”.

Informe a la institución

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Con el tiempo, movilizada por los afectos y el interés de registrar algunas de mis experiencias terapéuticas relacionadas con el arte como herramienta de intervención, inicié este proyecto de escritura y edición elaborando unos textos reflexivos sobre los dos temas que suscitan las imágenes: el dolor de los otros —de esos otros cuyos rostros y cuerpos nos hablan de muchas maneras, a través de imágenes, signos y símbolos— y el Arte como recuperación e intervención psicosocial.

Siento esas imágenes creadas por los niños como símbolos múltiples de un largo drama de violencia y guerra en el que les ha correspondido vivir. Son voces silenciadas, ilusiones truncadas, esperanzas apagadas; son de un país, de un territorio, de una cultura que la crueldad arrebata. Niños desplazados, desarraigados, empujados por la violencia a no tener su lugar. Llevados al margen, luchan por encontrar un camino para resignificar su existencia, un camino que les devuelva la esperanza y las ilusiones, un camino que impida el olvido, una palabra para expresar lo que pasó con la expectativa de que no se repita.

El dolor de los otros es un tema complejo porque estamos acostumbrados a vivir el espectáculo de la violencia mediática, series de imágenes desgarradoras, de dolor, de abandono, de desesperanza, que forman parte de nuestra cotidianidad y nos convierten en simples espectadores. Nos volvemos ajenos desde la comodidad de nuestro hogar o el trabajo, lejos, muy lejos de pensar que afuera de nuestra casa, nuestros hijos, nuestros parientes, podrían ser uno de esos personajes que las imágenes atrapan, congelan y enmarcan en una supuesta realidad de “otros”. Ocurre lo que dice Susan Sontag: “las imágenes violentas que nos saturan el día a día en noticieros y diarios nos hacen incapaces para sentir el dolor de los otros”.3

3. Susan Sontag, Ante el dolor de los demás, Madrid, Santillana, 2004.

Es importante poner ante los lectores los trazos y las voces de estos niños cuyas vidas quedaron atravesadas por experiencias dolorosas, como consecuencia de la violencia y la guerra en que vivimos. Cuando el lector se enfrente a las imágenes o a los textos espero que se pregunte sobre el dolor de los otros, de los niños desplazados, de aquellos seres que se encuentran en el límite, en la mera vida, en la vida desnuda.

Estas páginas intentan mostrar que las experiencias de aquellos niños y niñas son dolorosas, repudiables… y bellas, ya que son una manera diferente de narrar su drama. Estas imágenes sitúan al espectador frente a otra manera de reaccionar frente al dolor, “…es un acto moral que obliga a hacernos responsables de lo que escuchamos y de lo que hacemos, si permanecemos en silencio, permitiremos que la destrucción continúe”.4

Se trata también de recoger estas imágenes en un libro, en una experiencia estética que llegue a sus manos o a un espacio público, donde va a ser visto de manera solitaria, para que se pueda pensar: “esto lo hicimos los seres humanos”. Esta es una razón más que se tiene para publicar estas imágenes y decir finalmente, como Kandinsky: “me daré por satisfecha si mi llamada no se pierde en el vacío ”.5

4. Nancy Scheper-Hughes, La muerte sin llanto. Violencia y vida cotidiana en Brasil, Barcelona, Ariel, 1997.5. Kandinsky, Vassili. De lo espiritual en el arte, 1991.

A modo de presentación

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PARA CREER

Florencia Buenaventura

Con el fin de defender la confidencialidad del niño se cambian los nombres. (Ley 109 de 2006 Sociedad Colombiana de Psicología artículo 29: Protección de identidad).

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Para creer

[…] Me resultan tan regocijantes como misteriosos los exuberantes juegos que

practican los niños con las palabras, las muchas tonadas que imitan y recrean, y las

seductoras figuras verbales que inventan. Quizá más que nada he valorado siempre esa secuencia de artísticos garabatos que

incluyen composiciones ingeniosas de caprichoso contenido, totalmente propio, y que finalmente culmina en aceptables

representaciones del mundo exterior.6

6. Howard Gardner, Arte, mente y cerebro, Barcelona, Paidós, 1997, P. 102.

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En blanco y rojo

El profundo negro en que flotan las imágenes de Jeison estremece y hace que me pregunte: ¿es una danza? Y sí, es una danza roja y blanca en la que Jeison mira volar las balas rojas saliendo de figuras que parecen robots. Las armas salen como prolongación de su brazo y, de frente a frente, vuelan bolas de fuego. En el extremo izquierdo él parece mostrar su casa y su iglesia, tan frágiles como su relato. A sus ocho años, Jeison pinta las balas y las armas como si pintara el sol brillante en la llanura abrazada por grandes ríos. ¿Dónde está su casa? ¿Dónde está su iglesia? Tuvo que dejarlas para ir a donde nada tiene, Jeison sólo lleva recuerdos por estas calles de otra parte, ajenas a su tierra.

Metralletas y balastraspasan sus cuerposquemaban su iglesia y la escuela temblaba.A lo lejos quedabael azul de los cielosel verdor de la selvael recuerdo de un puebloy el miedo encerradoen la luchaen la angustiaen sus ríos lejanosque ya nunca vería.

Nos fuimos del pueblo porque mataban a la gente con

metralleta y balas. Me acuerdo de la iglesia y de mi casa

Jeison

Florencia Buenaventura B.

8 añosMocoa, Putumayo

Jeison

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En blanco y rojo

5 añosMocoa, Putumayo

Juan Camilo

Florencia Buenaventura B.

En su mente dispersoslos recuerdos se encuentranlos potreros, el perro,su iglesia,hirieron de muerte,su infancia y sus sueños.

Unos señores mataron a mi papá y solo quedamos

con mi mamá; recuerdo mi perro, los potreros y

la iglesiaJuan Camilo

Hermano de Jeison, que recuerda su perro y nombra a su padre, muerto por las balas de los señores que matan. La figura de rojo que marca en su imagen parece llorar cuando el rojo se acaba. Al igual que su hermano, la casa persiste en sus pinceladas con la amenaza de la mano que se alarga en las balas. Ya tienes quizás quince años: ¿volviste a tu pueblo?, ¿tu madre y tu perro encontraron consuelo?, ¿tus potreros existen?, ¿tu hermano está contigo?

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En blanco y rojo

Solo rojo emerge del blanco, grandes llantas atraviesan la imagen... ¿qué viste, María, en los carros que pintas? Esos carros parecen vivos, agreden el suelo, suben montañas, los acompañan nubes simétricas que nos permiten imaginar que todo en el pueblo quedó teñido de rojo. El blanco del fondo, lo que recuerdas como alegre, parece esfumarse. La fuerza de la línea hace que los carros cobren vida, que se muevan en la imagen.

Una vez en unos carros murió mucha gente

María

Florencia Buenaventura B.

11 añosCauca

MaríaLa muerte en rojoMaría la escuchayace entre los carrosy ella la mirael rojo de la muerteaparece tempranodesolada la mirasu mente se encogesu alma le dueley nadie se entera.

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En blanco y rojo

Recuerdo el mar que ya no está y mi casa

Andrés

Andrés es uno de los pocos niños de quien todavía recuerdo su rostro, sus ojos atrapados en un rostro moreno. Su dibujo es sublime y su pérdida grande. ¡La casa tiene rostro y llora! Su dibujo estremece por lo parco de sus líneas y lo simple que parece; a los nueve años uno esperaría ver un dibujo distinto, pero esta es una muestra del recuerdo de Andrés que quizá no solo perdió su casa sino que quedó atrapado en su impacto.Me conmueve tu dibujo, ¡lo encuentro hermoso! ¿Volviste a ver ese mar?

Florencia Buenaventura B.

9 añosBuenaventura

AndrésDe blanco y rojoel mar y su casael pequeño recuerda su paisaje sus ojos miranatrapados de miedoel hambre y la lluviael andén y la calleahora en la callerecordando está el mar y su casacomo único sueño.

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En blanco y rojo

11 añosAntioquia

Ana Beatriz

Florencia Buenaventura B.

Me acuerdo de la cancha del colegio y de

la pistolaAna Beatriz

Creería que esta imagen es un panfleto que trae consigo consignas de amenaza, el juego y las armas cobran vida donde ella parece preguntarse: ¿quién eres, qué haces?

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En blanco y rojo

7 añosCauca

Jimena

Jimena

Separadas por siempreañorando tenerlaen sus sueños recuerdaque tenía una hermanatenía una vida.Un cuaderno y un lápizque volaron un díaa los recuerdos del alma.

Jimena utiliza el rojo para trazar la imagen de su casa y de su hermana que le duele haber perdido; la casa tiene rostro, le habla, le explica. La hermana parece decirle no temas y ella que ya no tiene brazos no puede abrazarla, qué imagen tan bella y qué duro es verla.

Me acuerdo de mi hermanita que no

volví a ver

Florencia Buenaventura B.

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En el colegio una vez pasaron helicópteros que disparaban. Ya

iba a ser de noche. Todos nos escondíamos debajo de las camas.

Mi hermanito se quedaba tieso y no hablaba

Llegaban muchos carros. Entraban al pueblo todos juntos.

Iban hombres con pistolas. Los carros no tenía techo

9 añosCauca

10 añosCauca

Mi papá y mi mamá, no volvieron. Mis hermanos y yo nos quedamos viviendo con los abuelos. Ellos nos pegaban porque no éramos obedientes. La gente de la calle decía que habían matado a mis papás y a los tíos. Mi hermanita es muy pequeña y extraña a mi mamá

Suárez, Cauca

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En mi casa había un pozo de donde sacábamos agua. Jugábamos fútbol en los potreros. Nos fuimos porque unos señores llegaron a matar a la gente

Mi hermana grande se fue de la casa. Ella a veces venía a vernos. Tenía un arma muy grande. Ya no estamos allá. Solo se quedó el abuelo y mi papá va a visitarlo

11 añosCauca

9 añosPopayán

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Me acuerdo de mis amigos y unos señores tirando balas

Nos vinimos a Cali en un camión. Llovía mucho. No

volví a ver a mis amigos

Aquí vivimos todos en una pieza. Mi abuela también.

Allá mataban a la gente. Yo veía pistolas grandes

7 añosAntioquia

7 añosBuenaventura

11 añosBuenaventura

Teníamos que salir corriendo de noche. No se veía nada. Había gente que se caía al mar

Caminamos mucho tiempo. En la noche. Nunca volví a la escuela

9 añosBuenaventura

11 añosPutumayo

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Mi abuela nos contaba cuentos, mientras afuera se

escuchaban balas.Siempre teníamos miedo

Caminamos al lado del río. Todos. Mi papá y mis

hermanos. No sé nada de mis amigos y mi escuela

12 añosPutumayo

11 añosPutumayo

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En blanco y rojo

Florencia Buenaventura B.

Psicóloga Universidad del Valle. Psicoterapeúta, 1997 – a la fecha. Libros: Mujeres de Macondo. Cangrejo Editores, (2015). En blanco y rojo, Inter-vención psicosocial (2012). Artículo Revista Colombia Médica Paciente poli sintomática- intervención a través del Arte. Participación Antologías: Relata nodo sur (2014 y 2015). Director José Zuleta y Taller de escritura Comfandi (2014 y 2016). Director Julio Cesar Londoño. Conversatorios: Feria del libro de Madrid FLM (2015), ‘Escribiendo y Dibujando’, Feria del libro de Cali FILCA (2015), FIL Guadalajara (2015), Feria del Libro Cartagena (2016), FILBO Bogotá (2016). Reseña y portada Revista Universidad de Cartagena, 2016. Exposiciónes: “Mujeres de Macondo” Claustro San Agustín Cartage-na, (2016). “Imágenes de guerra” Proartes, Cali (2013). IV Bienal Gráfica, Medellín. Formas de recuerdo. Sociedad de Mejoras Públicas, Cali (1999). Instalación urbana La Mancha Blanca, 3 km de mensajes colgados sobre alambrados con motivo del secuestro masivo de La María. Cali (1999). Exposición colectiva Arte Gráfico, Galería de Arte Organización de Estados Iberoamericanos OEI, Bogotá (1993). Atelier Contrenpoint 17, Paris. (1992 y 1994). El Estudio, Madrid. (1999). Taller Alcántara, Cali. (1998 – 2001).

www.florenciabuenaventura.com

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