intelectuales, rorty y foucault

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  • 7/26/2019 Intelectuales, Rorty y Foucault

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    Dos modos de concebir la labor intelectual:

    Foucault y RortyTwo models of intellectual: Foucault and Rorty

    JOAQUNFORTANET 1Universidad de Zaragoza

    RESUMEN. Este texto analiza los modelos deintelectual propuestos por Foucault y Rorty.Dos modelos que renuncian a continuar los

    patrones del intelectual clsico y optan porsoluciones totalmente opuestas. El intelectualespecfico, propuesto por Foucault, hace desu labor una tarea crtica que supone un nue-vo modo de pensar las relaciones entre filoso-fa y poltica, mientras que el intelectual ir-nico propuesto por Rorty conduce la tareaintelectual hacia una desercin, hacia la supe-

    ditacin de la filosofa a la democracia. Dosmodos, pues, de concebir la prctica filosfi-ca en nuestro presente que nos llevan hacia la

    pregunta por la crtica en democracia.

    Palabras clave: Foucault, Rorty, intelectual,crtica, democracia.

    ABSTRACT. This text analyzes the models ofintellectual proposed by Foucault and Rorty.These two models resign to keep followingthe classical pattern of the intellectual and optfor completely opposite solutions. The spe-cific intellectual proposed by Foucault makesof his work a critical task that becomes a newway of thinking the relations between philo-sophy and politics, while the ironical intellec-tual proposed by Rorty drives his intellectualactivity towards desertion, towards the philo-

    sophical subordination to democracy. Twoways, then, to understand practical philoso-

    phy in our present time which drive us to-wards the question of criticism in democracy.

    Key words:Foucault, Rorty, intellectual, criti-cal task, democracy.

    ISEGORA. Revista de Filosofa Moral y PolticaN. 42, enero-junio, 2010, 215-229

    ISSN: 1130-2097

    [Recibido: Abr. 09 / Aceptado: Nov. 09] 215

    1. Dos miradas enfrentadas

    Foucault y Rorty pertenecen a dos pocasenfrentadas. Sus aspiraciones intelectua-les, radicalmente opuestas, pueden enten-derse como smbolos privilegiados delchoque entre dos modos de entender laactividad intelectual que llegaron a con-vivir en los aos 80, obligndonos, de al-gn modo, a convertirnos en herederosde ese enfrentamiento. Analizar sus con-cepciones intelectuales responde al inte-

    rs por entender el lugar exacto, en elaqu y el ahora, desde el que poder seguir

    ejerciendo la actividad intelectual. Desde

    esta perspectiva, en la cual se identificanlos contextos de justificacin y descubri-miento, observamos el precipitado delpensamiento foucaultiano en la figura delintelectual resistente como un sntoma deuna poca y una geografa marcada pro-fundamente por el acontecimiento deMayo del 68. La crtica radical de todaslas formas posibles de dominacin, laproblematizacin del poder, la puesta encuestin de la filosofa y del saber clsi-

    cos podran servirnos para trazar algunosde los gradientes que dan forma a ese

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    pensamiento que algunos llamaron pos-moderno y que responda a unas exigen-

    cias concretas del contexto de la poca.Sin embargo, la tarea intelectualdesarrollada por Richard Rorty se sitaen otras coordenadas. En plenos aosochenta, Rorty aparece en los EstadosUnidos como un intelectual cuyo objeti-vo no es otro que el de justificar la demo-cracia liberal y orientar toda actividad delpensamiento hacia su defensa. Para dichadefensa, Rorty comparte con el pensa-miento del Mayo francs su gusto por la

    ruptura con la filosofa clsica, la filoso-fa de los fundamentos, y trata de hilva-nar una epistemologa que permita esca-par de la filosofa de los fundamentos ydefender, al mismo tiempo, la utopa li-beral.

    Este texto pretende sondear ambasposiciones, sus enfrentamientos y com-plicidades, sus disimetras y acuerdos.Para realizarlo, se ha optado por presen-tar las concepciones del intelectual deambos pensadores de un modo sincrtico,es decir, desplegando sus particulares mi-radas sobre temas bsicos con el objetivode poder medir la distancia entre ambos ylas implicaciones polticas y filosficasque posee esa distancia en nuestro pre-sente.

    Parece evidente que ambas posicio-nes deben mucho a sus contextos respec-tivos. La poca de Foucault, que podra

    definirse como un intento de transgresinde lo dado a travs de la crtica sistemti-ca de aquello que somos, atraviesa sinduda su pensamiento y le permite el im-pulso necesario para comenzar su cami-no. Lo inesperado, la resistencia, la con-frontacin poltica con los modos tradi-cionales de hacer poltica contribuyen amoldear en el pensamiento de Foucaultuna mirada sobre el presente que jamsrenunciar a la inservidumbre voluntaria

    propia del Mayo. A su vez, la poca y elcontexto propio de Rorty, definido como

    el triunfo de la democracia liberal norte-americana tras el fracaso de todas las al-

    ternativas posibles particularmente laensayada por el Mayo francs se defi-ne como la absorcin definitiva de todaslas esferas del pensamiento. La solidari-dad, la contingencia y la irona son cate-goras inspiradas en un cierta izquierdanorteamericana que, previa renuncia atoda posibilidad de un sistema alternati-vo, enfoca todos sus esfuerzos en conver-tir la democracia liberal en el espacioamable y seductor en el cual las posicio-

    nes fuertes, las convicciones y los debe-res quedan reducidos a preferencias con-tingentes de los individuos.

    Foucault y Rorty, as, representandos miradas surgidas de diferentes latitu-des que se entrecruzan en un momentohistrico en el cual el pensamiento delMayo francs es consciente de su derrotay, mientras trata de vislumbrar el caminopara seguir pensando crticamente, quedaenfrentado a la mirada de la democracia

    liberal, una mirada irnica y seductoraque trata de ofrecer, a cambio de sus pre-tensiones pblicas, el ltimo descanso aesa crtica insobornable pero exhausta re-presentada ejemplarmente por Foucault.

    Y, a pesar de las absolutas diferen-cias polticas, filosficas e incluso mo-rales, las posiciones de Foucault y Rortycomparten un mismo escenario: la nece-sidad de abandonar los fundamentos cl-sicos, ya inservibles para ambos. En estepunto, en el de la renuncia a la tradicinadquirida, encontramos el primer puntode unin y el comienzo de la presen-tacin de sus posiciones acerca del papeldel intelectual en el presente. Esta pre-sentacin nos llevar a ofrecer similitu-des y diferencias de manera simultneapara intentar as configurar de un solotrazo cada una de las miradas, cada unode los gestos que mejor representan las

    tareas crticas y filosficas de ambospensadores.

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    2. Abandonar a Sartre

    Si tuviramos que realizar el ejercicio decaracterizar los modelos de intelectualpropuestos por Rorty y Foucault, defini-ramos sus posiciones como un desplaza-miento de la figura del intelectual clsi-co. Dicho desplazamiento es ejecutadosobre la figura clsica del intelectual uni-versal, representado paradigmtica y filo-sficamente por la figura de J.P.Sartre 2pero que posee su origen histrico enla figura de Zola 3. Se trata del intelec-

    tual de izquierdas comprometido que to-maba la palabra para denunciar la opre-sin, desvelando la verdad enmascaradapor los aparatos ideolgicos. Sin duda, setrata de una figura del intelectual herede-ra de la tradicin marxista que tanto Fou-cault como Rorty se encargan de girar atravs de ciertas prevenciones tericashacia los supuestos que funcionaban en lafigura del intelectual clsico. As, Fou-cault afirma:

    Durante mucho tiempo, el llamado inte-lectual de izquierdas tom la palabra arro-gndose el derecho de hablar como maestrode la verdad y la justicia. Le escuchbamos, ose haca escuchar, como representante de louniversal. Ser intelectual, era ser un poco laconciencia de todos.4

    En torno a la figura del intelectualclsico o universal, se agrupan todasaquellas manifestaciones filosficas que

    buscan denunciar el enmascaramiento dela verdad, desvelar la realidad que con-duce a la opresin hallando las vincula-ciones entre la situacin actual y las es-tructuras sociales mediante una teorafundamentada racionalmente. El intelec-tual clsico quiere decir la verdad delmundo y los hombres, y cuenta con me-dios y fundamentos para ello. En ese de-cir, est implicada la suerte de los desfa-vorecidos, la injusticia y la ignonimia.

    Por ello, el decir no puede contentarsecon la mera interpretacin del mundo,

    sino que debe ser un decir encaminado atransformarlo.

    El intelectual clsico, convertido enjuez de la situacin social, decide el ca-mino a seguir en la transformacin revo-lucionaria y ofrece ya sea al pueblo, alproletariado o a la clase social la concien-cia de su situacin concreta a partir deuna teora abarcadora y universalista. Setrata de aquello que Rorty rechaza bajo elnombre de poltica de movimiento, es de-cir, un tipo de accin poltica que refierecada situacin concreta a una situacin

    abstracta y general producto de una teorauniversal unida a una pasin de infinitoque provee al intelectual de la creencia dehacer caminar a la sociedad al ritmo deun amplio movimiento espiritual de libe-racin 5. Ambas caracterizaciones, tantode Foucault como de Rorty, coinciden enrechazar la voluntad de verdad, la volun-tad representativa y la voluntad universa-lista de la tarea filosfica que le competeactualmente a la figura del intelectual. La

    idea que subyace a este rechazo es que laaspiracin universalista del intelectualclsico no puede ya dar cuenta tanto delas luchas polticas como de la realidadactual. Que es necesaria una nueva mo-dulacin de la tarea del intelectual deacuerdo con las mutaciones tericas yprcticas que han acontecido.

    As, el nuevo intelectual propuestopor Foucault y Rorty tendr como prime-ras caractersticas las del rechazo a la vo-luntad de verdad, universalidad y repre-sentacin. No hablar en nombre de na-die, no pretender tomar su propia ideade bien como universal, no ser partcipede los amplios movimientos del esprituque ofrecen el fundamento de la libera-cin:

    Cambiemos el juego y digamos que losintelectuales no tendrn nada ms que deciracerca de lo que es el Bien. Y que ser la gen-

    te misma, a partir de anlisis de la realidadque les propondremos, la que deber trabajar

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    o conducirse espontneamente de manera talque definan lo que es bueno para ellos. El

    bien, eso se innova. El Bien, no existe, comotal, en un cielo intemporal con gente que seracomo astrlogos del bien y que podra decircual es la naturaleza favorable de los astros.El Bien no est definido de antemano, sinoque se practica, se inventa. Y es un trabajo co-lectivo. 6

    3. Los nuevos intelectuales

    Este nuevo tipo de intelectual ser conce-bido, positivamente, como un intelectualespecfico en trminos foucaultianos, ycomo un intelectual dedicado a las cam-paas en lenguaje rortyano. Sin embargo,ambos modelos poseen fuertes lazos, yaque tratan de quebrar la universalidad dela tarea del intelectual mediante el recur-so a la fragmentacin de su actividad.Una actividad fragmentada, efmera, la-brada con pequeas intervenciones secto-riales que responden no a problemas uni-versales como la justicia, sino a cuestio-nes concretas, a luchas singulares en lascuales la tarea del intelectual cobra unnuevo sentido. Para Rorty, aquello quediferencia los movimientos de las campa-as es, precisamente, lo que aleja al inte-lectual clsico del nuevo intelectual. Lascampaas respondern a tareas finitas,que pueden tener xito o no dependiendode las circunstancias, pero que en ningncaso responden a motivos ms elevadosque las propias luchas singulares.

    Las campaas, en tanto intervencio-nes sectoriales y efmeras del intelectual,poseen sentido por s mismas y no preci-san de avales filosficos universales paraser desarrolladas7. De igual modo, elintelectual especfico propuesto por Fou-cault se libera del peso de la universali-dad, la verdad y la representatividad y de-sarrolla su actividad mediante interven-ciones concretas en problemas concretos,

    como un especialista que presta su cono-cimiento especfico para contribuir a una

    causa. Ya no se trata de reconocer la granfigura del intelectual como aquel maestro

    de la verdad que ilumina, desvela y orien-ta la prctica social, sino reconocer unapluralidad de figuras intelectuales en tan-to se encuentran implicadas en luchasconcretas a travs de sus conocimientosespecficos y expertos. Hablamos de tra-bajadores sociales, cientficos o aboga-dos ms que de filsofos, historiadores osocilogos. El modelo responde a un sa-ber concreto aplicado a una lucha social.Y, por encima de ello, como afirma De-

    leuze, se trata de dar una aplicacin prc-tica al rechazo terico de la representa-cin, que pasa por constatar la indigni-dad de hablar por otros 8.

    La nueva figura del intelectual espe-cfico supondr el logro poltico y tericoque supone la obligatoriedad de prestar lavoz, de que el intelectual no hable ennombre de nadie, en representacin deningn colectivo. La funcin del intelec-tual especfico, pues, quedar restringida

    a realizar tareas de diagnstico sobre si-tuaciones concretas surgidas de la voz ylas prctica de otros. Diagnsticos que noentraan ni una apuesta de futuro ni uncompromiso con ninguna utopa, sino tanslo la problematizacin del escenarioconcreto, de la problemtica especfica:

    Actualmente, no creo que el intelectualmantenga el papel de decir verdades, de decirverdades profticas sobre el futuro. Puede que

    el diagnosticador del presente, como deca an-teriormente, pueda intentar hacer comprendera la gente lo que est pasando, en los domi-nios en los cuales dicho intelectual es compe-tente. A travs del pequeo gesto que consisteen desplazar la mirada, el intelectual vuelvevisible lo que es visible, hace aparecer lo queest cerca, tan inmediato, tan ntimamente li-gado a nosotros mismos que no lo vemos. 9

    Es esta labor de diagnstico la queresulta crucial a la hora de sondear las

    funciones del nuevo intelectual propues-to por Foucault bajo la rbrica del inte-

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    lectual especfico. El gesto del diagnsti-co10 entendido como una particular mi-

    rada sobre el presente es aquel rgimende mirada orientado a hacer visibles losproblemas inmediatos que competen a laproblemtica concreta. Se trata de unamirada estratgica, empeada en sacar ala luz las lneas mayores de los proble-mas inmediatos, los peligros, las formasde actuacin que, en virtud de su saberespecfico, el intelectual juzga conve-nientes en la coyuntura. Existe un ciertoaire pragmtico en la consideracin de un

    intelectual de este tipo, en la apertura dela figura de un diagnosticador que se en-cargara de analizar el presente con gestode bistur, intentando hallar la explica-cin de los sntomas que se muestran, ensu irrupcin, desordenados, contingentesy azarosos. Hallar la coherencia de lossntomas en el cuerpo de un diagnsticoes la tarea pragmtica del intelectual es-pecfico. Pragmtica porque no se tratade orientar tericamente los sntomas

    sociales hacia una explicacin racionalcomo se realizaba en la poltica de losmovimientos denunciada por Rorty, sinode otra cosa: entender los sntomas comouna estrategia poltica del presente contrala cual es posible oponer otra estrategia,con el nico fin pragmtico de desarticu-lar a la primera. El fin no es otro que lalucha concreta. Sin embargo, la tarea dediagnstico no se identifica con la polti-ca de campaas defendida por Rorty.

    Puesto que el diagnstico implica una ta-rea ontolgica y crtica que, al contrarioque las campaas, no tiene por objetivo elfuturo cercano, sino que comienza y seagota en el presente.

    Para Rorty es necesario renunciar aun anlisis del presente que busque ele-mentos causales a la hora de comprenderlo que nos pasa. Ya no se trata, como enel caso del intelectual especfico, de ana-

    lizar el presente para apuntalar las resis-tencias, ni siquiera de analizar el presente

    para apuntalar las reformas mediante laproblematizacin de las causas y las con-

    secuencias. La cuestin misma del pre-sente, como horizonte nico en el que seinscriban las luchas, es dejada de lado yconsiderada parte de un movimiento tras-cendental. El anlisis de las condicionesde posibilidad del presente que nos darala clave para conocer positivamente el lu-gar exacto de las reivindicaciones y el pa-pel de las reformas dentro de un sistemainstitucional o de poder entra, para Rorty,en conflicto con la posibilidad de una ac-

    cin poltica pragmtica. La accin pol-tica pragmtica se encuentra nicamenteorientada a mejorar la sociedad, pero nola sociedad presente, sino la sociedad fu-tura. Se trata de contribuir, mediante unacampaa especfica y pragmtica, al fo-mento de la utopa liberal. El campo dejuego del intelectual queda, pues, restrin-gido y se anula la posibilidad de un anli-sis del presente como parte de una estra-tegia poltica:

    Si queremos que el discurso de los inte-lectuales del prximo siglo sea interesante ydiferente, podemos intentar olvidarnos del

    posmodernismo y los movimientos y aferrar-nos a las campaas. Esto significara [...] dejarde preguntarnos por la cuestin que, comoFoucault seal agudamente, domin el pen-samiento poltico de Kant: la cuestin acercadel significado del hoy [...] Significara li-mitar las preguntas sobre el hoy a los intentosempricos de predecir el futuro [...] Es un ale-

    jamiento de la pregunta trascendental Cu-

    les son las condiciones de posibilidad de estemomento histrico?, y el acercamiento a lapregunta pragmtica: cules son las condi-ciones causales para remplazar la actualidad

    por una mejor actualidad futura? 11

    4. Cmo modificar el presente

    Las campaas, en tanto nico medio deaccin poltica de los intelectuales, res-ponden a una accin sectorial y especfi-

    ca basada en reivindicaciones concretasque es realizada sin el apoyo de ninguna

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    teora universalista movimiento ysin el apoyo de ningn anlisis de las

    condiciones de posibilidad del presente.De hecho, la campaa, elemento polticopuramente pragmtico, es refractaria acualquier apoyo terico que no sea elanlisis de su utilidad, es decir, es refrac-taria a cualquier postulado que contra-venga las bases de la ontologa de la con-tingencia. Es necesario recordar que lacampaa, labor pblica del intelectual, entanto habita el espacio pblico, debecumplir el requisito marcado por el espa-

    cio post-filosfico: el abandono de la fi-losofa. La negativa a la posibilidad deque el trabajo poltico del intelectual ven-ga dado a travs de un anlisis terico delpresente se nos presenta con un doblesesgo: por un lado, se trata de cumplir lamxima de la cultura post-filosfica:ausencia de filosofa en lo pblico. Y, porotro, se trata de desarmar no slo a la fi-gura clsica del intelectual figura yadesarmada en los aos sesenta sino a la

    figura del intelectual especfico foucaul-tiano que, segn Rorty, dramatiza losconflictos con el fin de hacerlos conver-ger con sus propias ansias de absoluto,abocando la poltica a una crtica totalque no es ms que la traslacin pblica delos sueos de grandeza privados de cam-biar la propia vida. La figura del intelec-tual especfico, privada de su elementoanti-estratgico (de su opcin por la re-sistencia) y privada del apoyo terico ypoltico que supona el anlisis de lascondiciones de posibilidad del presente(su ontologa de la resistencia) es trans-formado por Rorty en un intelectual cuyaaccin poltica se limita a las reformassectoriales que sean consideradas tilespragmticamente no para la transforma-cin del presente, sino para la mejora delfuturo, respetando, as, la positividad deun presente que se nos aparece como pu-

    ramente contingente. De este modo, elintelectual rortyano y el intelectual espe-

    cfico foucaultiano, pese a partir delrechazo del intelectual universal sartrea-

    no, mantienen profundas diferencias encuanto a la tarea a realizar. Si la tarea delintelectual especfico la hemos podidodefinir como la de realizar un diagnsticodel presente, tal diagnstico es rechazadopor Rorty debido a las premisas de su on-tologa de la contingencia. Una tarea in-telectual basada en el reconocimiento dela contingencia debe rechazar la tarea deldiagnstico en cuanto tal diagnstico seenmarcar, necesariamente, dentro de

    una explicacin causal del presente queremitir a una ontologa de algn tipo.Diagnosticar, dirimir los acontecimientosque labran el rostro del presente, es la ta-rea de un intelectual para el que la tareatodava debe seguir siendo necesaria-mente crtica.

    En cambio, asumir la positividad delpresente, sealar que su ordenamientotan slo se debe a una contingencia,

    augurar que la tarea no es otra que mejo-rar este presente a travs de reformas queposean la marca de utilidad, sas son ta-reas propias de un intelectual que asumesu puesto en una cultura post-filosfica,un intelectual que asume la desercin dela filosofa y de la crtica como propias yque opta por referir su actuacin a ciertasreformas tiles. Ambos caracteres, el delintelectual rortyano y el del intelectualespecfico, se nos aparecen claramente en

    el momento en que comienzan a definirsesus tareas. Entendemos como diametral-mente opuestas dos opciones que optan obien por el anlisis del presente comoproblema o bien por la asuncin del pre-sente como signo de una ausencia de pro-blema. Precisamente, la problemtica delo que somos en el aqu y el ahora implicala crtica que no asume el carcter de re-formismo y que trata de evidenciar lassujeciones que han forjado aquello que

    somos. La ausencia de problema en esoque somos aqu y ahora, implica una ta-

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    rea de otro sesgo, quizs contrario: asu-mir el presente como territorio propio y

    enfocar las propias acciones hacia su me-jora. Y la mejora del presente, para Rortyidentificado con el presente liberal, no esotra cosa que caminar hacia la consecu-cin de la utopa liberal a travs de las re-formas sectoriales y tiles que promue-van dicho camino. As, la crtica y el re-formismo sern dos de las caractersticasprincipales de las dos figuras de intelec-tual que aqu venimos tratando. Dos ca-ractersticas que representan el rechazo al

    sueo platnico del filsofo rey, el delabandono de la figura clsica que marca-ba la direccin de las luchas, de los pro-blemas y sostena en sus hombros el pesode la representacin de las voces silen-ciadas.

    El intelectual especfico foucaultia-no, en tanto intelectual resistente, man-tiene con la crtica una relacin estrecha.No es posible desanudar la crtica de latarea de resistencia, de la persecucin del

    poder en su ejercicio. Con ello, es nece-sario definir el modo en que el intelectualespecfico asume la tarea crtica no slopara cubrir debidamente el espacio teri-co de dicho intelectual, sino tambin paraobservar el aumento de la disimetra conel intelectual irnico rortyano. La crticaes asumida por el intelectual especfico atravs de dos elementos principales: lasubversin y la donacin de palabra. Atravs de estas dos caractersticas, el inte-lectual especfico desarrollar su laborcrtica de acuerdo con un nuevo modelo:por un lado, diagnosticar el presente atravs de un anlisis ontolgico del mis-mo. Por otro, a travs de dicho anlisis,paticipar en las luchas especficas.

    Se trata de constatar la indignidad dehablar por los otros, de nunca hablar ennombre de nadie. Nunca hablar por losotros significar prestar la voz a aqullos

    que carecen de ella. Que carecen de vozdebido a ciertos flujos de poder, a ciertas

    producciones de poder. Que carecen devoz porque, precisamente, los vencidos

    carecen de palabra. As, la principal inno-vacin que supone la labor crtica del in-telectual especfico frente a la tarea delintelectual clsico es la renuncia a tomarla palabra en lugar del otro y, en cambio,la donacin de dicha palabra a los silen-ciados. Esta toma de palabra, para Fou-cault, es una intervencin social indita,pues supone la intromisin en el campode juego poltico de un discurso que noest reglado por las grandes construccio-

    nes tericas del intelectual clsico, de lapoltica o de las instituciones. Con ello,la crtica que lleva a cabo el intelectual senos muestra como una tarea de diagnsti-co crtica en tanto el material del cual es-tn construidas las luchas en las cualesintervenir es el de la misma resistencia.Y, por otro lado, la intervencin es crticaen la medida en que rompe con los usos ycostumbres tradicionales del intelectualy pretende una toma de palabra directa de

    los implicados. Toma de palabra en lacual el papel del intelectual especfico noes sino un mediador a travs de sus cono-cimientos especficos.

    5. La funcin crtica del intelectual

    Concebida as la tarea del intelectual es-pecfico como crtica, la tarea del intelec-tual rortyano resulta claramente antag-nica. Pese a que el intelectual irnico

    comparta la crtica al intelectual sartrea-no, pese a que su condicin de portavozde los desfavorecidos sea desarmada yevidenciada como problemtica, pese aque tambin comparta el gusto por la sec-torialidad, por la especificidad rechazan-do las grandes cuestiones y las grandesempresas y optando por elementos clarosy especficos, por luchas concretas y deli-mitadas, el intelectual irnico no asumelas caractersticas crticas del intelectual

    especfico. Ya hemos analizado de qumodo para Rorty las campaas son re-

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    fractarias a un anlisis del presente. Conello, la tarea de diagnstico desaparece

    del horizonte de tareas del intelectual.Sin diagnstico que vincule la subversina un elemento causal del presente, dichasubversin aparece como una irrupcincontingente y hostil al entramado cultu-ral, una afrenta al espacio pblico que ga-rantiza la convivencia de territorios pri-vados. De igual modo, Rorty no aceptaruna crtica basada en la subversin y en ladonacin de palabra que gue la tarea delintelectual. El intelectual rortyano, al

    contrario que el intelectual especfico, nocentrar su actividad en sondear el pre-sente para detectar las luchas adecuadas yel modo de contribuir as a la resistenciacontra las instituciones.

    El intelectual rortyano basa su carc-ter especfico y sectorial no en las luchasconcretas que prefiguran sublevaciones,sino en las campaas. La nocin de cam-paa se aleja tanto de la idea clsica demovimiento de carcter universal como

    de la nocin posmoderna y, particular-mente, foucaultiana de la resistencia. Lacampaa responde a una intervencinsectorial basada en reivindicaciones con-cretas que sean susceptibles de mejorar laconvivencia, esto es, que devengan tilespara hacer nuestro sistema democrticoms inclusivo. La idea de la campaaapunta a una serie de actuaciones localesreformistas orientadas a mejorar el fun-cionamiento de las instituciones actuales

    con vistas a un futuro cercano. Si la ac-tuacin poltica del intelectual foucaul-tiano supona una crtica radical a las ins-tituciones que, segn Rorty, se encuentraabocada al fracaso absoluto debido a suausencia de una propuesta y un horizon-te, el intelectual rortyano encuentra en lacrtica reformista un modo de mejorar elpresente con vistas a un futuro cercano.

    Sugiero que dejemos de asumir que la

    funcin del intelectual es la crticaradicaldelas instituciones existentes, una crtica que

    trata de penetrar hasta las realidades que estnbajo las apariencias [...] las nicas crticas delas instituciones existentes que realmente

    cuentan sern reformistas [...] Pensar de estamanera significara deshacerse de la esperan-za de evitar la complicidad con las institucio-nes presentes e imaginar qu podramos obte-ner, mediante una serie de pasos concretos, deuna institucin presente para llegar a otra algomejor12.

    De este modo, la reforma se convier-te en el horizonte prctico del intelectualirnico, sustituyendo la crtica bajo susformas de subversin y de toma de pala-bra. Concebir una tarea intelectual crticacon las instituciones existentes es, supo-ne, para Rorty un franqueamiento ilegti-mo del espacio pblico. Recordemosque, para Rorty, la funcin del intelectuales una funcin pblica y, como tal, debeabandonar las pretensiones privadas deautorrealizacin, los sueos privados deautonoma, las ideas pertenecientes a losvocabularios ltimos sobre el bien. Pala-bras sagradas como revolucin, resisten-cia o subversin deben quedar sumidasen el territorio de lo privado. Representanuna vulneracin de la divisin pblico yprivado. El caso de Sartre, del intelectualclsico, era un referente claro, pues supo-na fundamentos que, una vez cados,rompan la legitimidad del paso de lo p-blico a lo privado.

    Sin embargo, para Rorty, el caso deFoucault es ms grave, pues suple la falta

    de fundamentos no con la asuncin de lacontingencia, sino con la crtica total alpresente fruto de la invasin total de susansias de sublimidad privada en el espa-cio pblico. En contra de estas opciones,el intelectual propuesto por Rorty es unintelectual que interviene polticamenteen la sociedad, esto es, en el espacio p-blico. Sin embargo, el carcter de dichaintervencin respeta escrupulosamente ladivisin entre lo pblico y lo privado a

    travs del concepto de reformismo. El re-formismo, tarea si se quiere crtica del in-

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    telectual irnico rortyano, asume la divi-telectual irnico rortyano, asume la divi-sin pblico y privado ya que promueve

    una accin reformista sobre una cuestinsectorial del espacio pblico asumiendoel carcter contingente de la situacin areformar en el presente. Renunciando a lacausalidad, aceptando la contingencia,sustituyendo los sueos de autonoma

    por la reforma pragmtica de cierto as-pecto del presente y asegurando la utili-dad de dicha reforma para un futuro, elintelectual rortyano cumple a la perfec-cin los criterios de divisin entre lo p-

    blico y lo privado. El intelectual rortyanoposee un nico modo de actuacin polti-ca: el reformismo. Dicho reformismo, noobstante, debe quedar convenientementeanudado para que pueda habitar un espa-cio pblico como el rortyano. Con esteobjetivo, Rorty precisa de un criterio a lahora de decidir las reformas concretasque sern apoyadas por el nuevo tipo deintelectual. Dicho criterio, una vez aban-donada la crtica total y la universalidad

    de los movimientos, no ser otro que elpragmtico 13. Rorty nos presenta una fi-gura de intelectual radicalmente opuestaa la foucaultiana. Nos hemos trasladadodesde la figura de un intelectual resisten-te que pretende dar voz a los silenciadosy contribuir a sus luchas mediante sus co-nocimientos especficos a un intelectualvoluble, que cumple a la perfeccin eldiagnstico de la cultura post-filosfica:ostenta un puesto pblico en tanto inte-

    lectual, ejerce una cierta crtica bajo laformulacin reformista y, de este modo,no slo respeta la divisin entre lo pbli-co y lo privado esto es, los principios

    bsicos de la democracia liberal rortya-na sino que, adems, la promueve ymejora caminando hacia la utopa liberalrortyana.

    Quizs, la labor ms pura del intelec-tual especfico foucaultiano venga conte-

    nida en el trabajo que se realiz en elGrupo de Informacin de Prisiones, mo-

    delo de numerosas iniciativas posterioresque, todava hoy, continan con su labor

    poltica14

    . Adems de la politizacin, dela opcin por respetar las sublevaciones,la figura del intelectual especfico poseeotro rasgo caracterstico que ya hemosapuntado, y que constituir gran parte dela innovacin poltica del Grupo de Infor-macin de Prisiones. La experiencia delGIP, surgida dentro del contexto polticode Mayo del 68 15, viene fundada por latoma de palabra de los presos, toma de

    palabra que dar lugar a luchas que no si-

    guen los esquemas clsicos de participa-cin poltica, pues suponen la ruptura delas mismas al abrir el esquema poltico auna toma de palabra indita y ofrecer ladireccin de la lucha a las reivindicacio-nes de los presos. El intelectual se con-vierte en un instrumento de esa luchaconcreta, poniendo a su servicio los tilesde su saber. Y, este poner al servicio lostiles de su saber, pasa por ofrecer undiagnstico del presente concreto, mar-

    cando los lugares ms adecuados en losque insistir para llevar a buen trmino lalucha. El primer acto del GIP va a consis-tir en el lanzamiento de una serie de en-cuestas mediante las cuales los presos ysus familiares hacen constar tanto su in-dignacin por el modo en que se ejerce el

    poder sobre ellos como reivindicacionesconcretas. Reivindicaciones que sorpren-den por su carcter aparentemente coti-diano: temperatura del agua de las du-

    chas, derecho a tener radios, practicar de-portes, comprar tabaco, beber cerveza,caminar una hora ms, etc. 16. Sin embar-go, tras estas reinvidicaciones completa-mente razonables, hallamos el principiode un escndalo poltico:

    Estas encuestas no estn destinadas a me-jorar, a endulzar, a volver ms soportable elpoder opresivo. Estn destinadas a atacarloall donde se ejerce bajo otro nombre el dela justicia, el de la tcnica, el saber, la ob-

    jetividad. Cada una debe ser un acto po-ltico. 17

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    Los efectos polticos de los actos delGIP no se hicieron esperar, y el 5 de di-

    ciembre de 1971 comienza, en Toul, unaserie de violentas revueltas en las crce-les francesas a causa del estado de lasprisiones que continuar en gran partede Francia 18. Emerga, pues, un movi-miento poltico sin representacin algu-na, cuya voz no era otra que la voz de losdetenidos que se ergua contra lo intole-rable de un poder sufrido en el propiocuerpo. La funcin del intelectual espe-cfico se nos presenta, ahora, de un

    modo ms complejo: no slo se trata derealizar trabajos sectoriales que puedancontribuir a mejorar las condiciones deun colectivo determinado que se suble-va, sino producir, mediante la puesta enacto de los saberes especficos, nudos deresistencia, oposiciones tanto al modoen que se ejerce el poder como a los dis-cursos y prcticas polticas tradiciona-les. Se trata, en fin, de promover apues-tas de politizacin inditas y especficas

    mediante las cuales se puedan oponer re-sistencias al poder. Tales resistenciassiempre sern parciales y efmeras en lamedida en que se dan en un presente sinrecurso a ningn futuro y, por ello mis-mo, por estar totalmente inscritas en elpresente, la tarea del intelectual espec-fico, para marcar los puntos ciegos enlos cuales inscribir las resistencias, deberealizar un diagnstico del presente.Ello nos remite, de nuevo, a la tarea deuna ontologa del presente. Conocer,analizar, establecer las condiciones deposibilidad a travs de las cuales el pre-sente se constituye como tal. Y el esta-blecimiento de tales condiciones de po-sibilidad pasar por evidenciar los pro-cesos de saber y poder all dnde seejercen, aunque sea bajo otro nombre(humanidad, reinsercin, justicia). Conello, la tarea crtica del intelectual pasa,

    como la obra entera de Foucault, por elestablecimiento de una ontologa del

    presente realizada con el nico objetivode transgredirla.

    6. Una nueva y ltima pasin:la democracia liberal

    Se nos hace ya evidente que el intelectualrortyano nos ofrece un tipo de interven-cin social radicalmente distinta de lapropuesta por Foucault. Rorty propone laredescripcin de esta crtica en el mbitode lo privado dejando el espacio pblicocomo el escenario en el cual desarrollar

    una serie de reformas que contribuyan almejoramiento y difusin de nuestracul-tura. Rorty concebir la ciudadana comoun marco comn, un lxico comn ante elcual, en tanto pertenece el espacio pbli-co, el intelectual debe plegarse. Las re-formas tan slo sern tiles cuando co-rrespondan con los intereses de la comu-nidad que las contempla.

    No nos queda otra alternativa que cam-

    biar el papel que los filsofos compartieroncon los sacerdotes y los sabios y adoptar unafuncin social que se parece ms a la de un in-geniero o un abogado. Al contrario de los sa-cerdotes y sabios, que podan decidir por smismos sus temas, los filsofos contempor-neos, lo mismo que los ingenieros y aboga-dos, deben averiguar cules son las necesida-des de los que les encargan su trabajo 19.

    En efecto, el papel del intelectual, sufuncin social, viene dado por el sentido

    en que Rorty entiende la utilidad de lasintervenciones polticas. Y, dicha utili-dad, no viene marcada por la teora, ni si-quiera por el mismo presente, sino poraquella comunidad en la cual la figura delintelectual cobra sentido. Es as como lasreformas del intelectual rortyano conver-gern con el ideario poltico liberal nor-teamericano y el intelectual rortyano seconvertir, a la postre, en un intelectualde la democracia liberal en funcin de la

    cual apoyar aquellas campaas refor-mistas concretas que resulten tiles para

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    acercar el presente a la utopa liberal.Con ello, la funcin del intelectual, para

    Rorty, se restringe en el mbito pblico aun mero apoyo de las campaas que re-sultan tiles a la liberal-democracia. Setrata de un campo de actuacin tremenda-mente reducido en comparacin con elpropio del intelectual universal o el inte-lectual especfico. Sin embargo, tanto elintelectual universal como el especficono respetaban la divisin entre lo pblicoy lo privado, y por ello mismo su campode actuacin era ms amplio. El intelec-

    tual rortyano, mientras posee una accinrestringida a lo concreto y a la utilidad enlo pblico, mantiene, en cambio, una hi-peractividad en el campo privado. En loprivado ya no se trata de campaas, pueslo privado es el mbito de la contingenciay la autocreacin irnica, completamenterefractario a cualquier actuacin poltica.La hiperactividad del intelectual en el te-rreno privado viene dado por la asuncindel papel ironista. Como si en el territorio

    privado se expresasen, ms all de todoprincipio tico, las verdaderas pasionesdel intelectual rortyano: perfeccin des, creacin de vocabularios y metfo-ras, manipulacin de los sentimientos,persuasin de auditorios, descalabro dedolos y razones, fomento y ejercicio ili-mitado de la irona y redescripcin delmundo en virtud de la imagen ofrecidapor los propios sueos. De este modo, laantigua pasin del intelectual, la poltica,

    queda expulsada de sus funciones y acti-vidades.

    El intelectual ironista se adhiere acampaas especficas que nos acercan ala utopa liberal en lo pblico y paraello debe actuar al margen de la filoso-fa y, en el terreno privado, cumple sulabor irnica de autoperfeccin absoluta-mente refractaria a cualquier compromi-so poltico. Su hiperactividad en la bs-

    queda de nuevos vocabularios y metfo-ras, de nuevos modos de redescribir su

    mundo, no puede dar cuenta de la pasinpoltica que, desde Platn, mueve el pul-

    so de la filosofa. Ni siquiera filosofascomo la de Foucault, heredera de la in-versin platnica nietzscheana, renun-cian a la pasin poltica, situndola, condistinto rostro y distinta modulacin, enel principio mismo de la mirada filosfi-ca. Aquello que se cumple con el intelec-tual rortyano es el definitivo abandono dela poltica. La ltima intervencin polti-ca en la filosofa se cumple en Rortycomo la desercin definitiva del escena-

    rio poltico. Ya no es posible articular fi-losofa y poltica, ambas quedan desgaja-das, separadas en dos compartimentos es-tancos, en lo pblico y lo privado. Pero,esta separacin que se da entre el intelec-tual reformista pblico y el intelec-tual irnico privado, es sintomticade una defuncin: la de la filosofa polti-ca misma. El intelectual irnico y refor-mista es la expresin de una doble renun-cia que ahora se anuda vista como parte

    de un mismo gesto: la renuncia a la filo-sofa poltica expresa una doble deser-cin: desercin de la poltica y desercinde la filosofa 20. Pese a que se pueda ob-jetar que la desercin de la poltica slose da en el terreno privado, y la desercinde la filosofa slo se da en el terreno p-blico, no podemos dejar de suponer quetal divisin entre lo pblico y lo privado,tal y como analizamos, no responde aninguna constatacin histrica ni filo-sfica, sino a una opcin poltica quesubraya la necesidad de promover lautopa liberal. Tal utopa se nos revelacomo el lugar ideal en el cual ni la filo-sofa ni la poltica caben. La tradicinpost-nietzscheana haba mostrado, mer-ced a la inversin platnica nietzscheana,la necesidad de derribar los dolos que ar-ticulaban la antigua relacin entre filoso-fa y poltica, mostrando, para ello, los

    efectos velados de la voluntad de verdady de la voluntad de poder que hacan po-

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    sible tal articulacin. Sin embargo, eraposible reformular dicha articulacin, y

    la apertura de las intervenciones polticasen la filosofa y en la prctica socialcomo tarea de un intelectual especficohacan posible un nuevo modo de conver-gencia entre la poltica y la filosofa: unafilosofa politizada que, como en el casode Foucault, era expresada trgicamentebajo la llamada a la resistencia. ConRorty, la deconstruccin entre los lazosdel binomio filosofa-poltica nos ofreceun paso ms. A travs de la posibilidad

    de ofrecer una filosofa marcada y gober-nada por una mirada poltica interven-cin poltica en la filosofa se cumplela desercin de la filosofa y de la polti-ca, no debido a un escepticismo relativis-ta o al llamado postmodernismo rortyanoa la inversin de la figura del filso-fo-rey, sino a la intervencin polticaliberal consistente en desarmar la poten-cia crtica y poltica de una filosofa quese encierra en la clandestinidad de lo pri-

    vado, condenada a fomentar la auto-creacin egosta y contingente del indivi-duo mientras observa, confinada, de qumodo el espacio pblico es constituido atravs de una poltica reducida a simplescampaas de fomento de la utopa liberal.

    De este modo, el intelectual desertade su ms antigua pasin, la poltica, delmismo modo que deserta de su quehacerfilosfico en la medida en que su nicatarea pasa por cimentar y apuntalar su serirnico privado. El intelectual rortyano senos presenta como un intelectual deser-tor, que vive su propia desercin como unmodo de acercarse a la utopa liberal y ala felicidad que supone cumplir sus pro-pios sueos egostas de autoperfeccin.Privado de convicciones, de razones y decoherencia, la labor del intelectual deser-tor se acopla perfectamente a las exigen-cias de una nueva sociedad globalizada y

    espectacular, cimentada sobre el consu-mo y la volubilidad de los individuos

    cambiantes e irnicos que toman cadajuego del mercado y del poder como un

    nuevo juego irnico que azuza su capaci-dad de redescripcin y creacin, de cam-bio. El vocabulario ltimo del que renie-ga el ironista es el nudo de coherenciaque mantena la supervivencia de la bata-lla poltica. Sesgada dicha coherencia,sustituida por la irona y la solidaridad, labatalla poltica da paso a la paz polticaen el terreno filosfico: a la desercin. Elintelectual desertor, que quizs puedatambin ser contemplado como un inte-

    lectual especfico liberal, cumple los sue-os utpicos liberales de la desercin, li-brando a la poltica liberal del peso delpensamiento y a la filosofa irnica delpeso de la poltica. Enfrentando a la filo-sofa a la tarea de lidiar con su propia de-sercin. As, la intervencin poltica en lafilosofa rortyana que se cumple con la fi-gura del intelectual no slo supone la de-sercin de la filosofa, el abandono de lapoltica y la instauracin de la redescrip-

    cin irnica, sino el abandono de la con-testacin al presente, la asuncin, acrticay derrotada, de lo que nos pasa porque,precisamente, lo que nos pasa excede lasatribuciones del sujeto, de la crtica y dela filosofa. El intelectual ironista, cam-biante y caprichoso, construido con con-vicciones contingentes, es la plasma-cin prctica de la intervencin polticarortyana en la filosofa, es decir, es laplasmacin prctica de la opcin poltica

    por la democracia, por el poder.Y, a pesar de todo ello, nunca una op-

    cin por el poder ha sido tan sutil y extra-a, nunca ha contado con menos presu-puestos, menos fundamentos, nunca haproclamado con mayor nfasis el derribode toda epistemologa, de toda moraldeontolgica, de la tradicin. Nunca unaopcin poltica por el poder ha convenidoque la falta de justificacin es el mejor

    modo para la conservacin y promocindel mismo. Nunca una opcin militante

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    por el presente ha credo oportuno el va-ciado ontolgico del mismo, la instaura-

    cin de la contingencia en todos los m-bitos. Nunca una opcin liberal ha insisti-do tanto y de este modo en el fomento dela solidaridad, y en el carcter inclusivode la comunidad. Nunca un intelectualfuncionario ha tenido como misin el fo-mento de la irona privada, el introducirel descrdito de los dioses propios y elatesmo contra las palabras sagradas ensus conciudadanos. Nunca la poltica ha-ba proclamado la desercin. Y, sin em-

    bargo, a travs del derribo de los dolos,la moral y la tradicin, a travs de laconstatacin de la falta de justificacinterica de la democracia liberal, a travsde la contingencia, la irona y la solidari-dad, el intelectual rortyano realiza unmovimiento sinuoso y quizs perverso,un movimiento que nos lleva desde el lu-gar de las intervenciones polticas, unlugar relativamente conocido tras el an-lisis foucaultiano y que, en Rorty, toma

    un sesgo contrario, es decir, la defensadel presente, la opcin por el poder. Peroesta defensa del hoy y del aqu, delnoso-tros los liberales,es consciente de su pro-pia desfundamentacin, constituyndoseabiertamente como una opcin polticasin fundamentos que, mediante la di-visin entre lo pblico y lo privado, pro-clama el advenimiento de una culturapost-filosfica, es decir, de una cultura dela desercin. Precisamente, podramos si-

    tuar la diferencia esencial de estos dos in-telectuales que nos ocupan en el tipo decultura que ambos asumen. Indudable-mente, la cultura adecuada para el inte-lectual resistente responde a patrones ra-dicalmente distintos a la cultura post-fi-losfica rortyana.

    El intelectual resistente se produce yse gesta en el seno de una cultura filosfi-ca, una cultura en crisis, pero todava sos-

    tenida por los fundamentos de los gran-des sistemas filosficos y polticos: la fe-

    nomenologa y el marxismo. La crtica alos dolos modernos, a la preeminencia

    del sujeto, a la epistemologa y a las cien-cias humanas responde a una actitud cr-tica a travs de la cual el intelectual resis-tente pretende hacer visibles las relacio-nes de poder que permanecan veladas, yluchar activamente contra aqullas queresultan intolerables y evidentes. Sin em-bargo, su lucha no pasa por los cauces ha-bituales a los cuales est acostumbrado elmarxismo o el intelectual clsico. Su do-nacin de la voz, su intento de cortocir-

    cuitar el entramado poltico a travs de lairrupcin de nuevos colectivos, de nue-vas voluntades polticas, responde al an-quilosamiento y a la crisis de una culturay un tiempo. As, el intelectual especficoes un intento de pensar de otro modo, unmodo de afrontar una crisis y desvelarnuevos enemigos que antes resultabaninditos.

    Pese a que se levante contra la filoso-fa, pese a que el intelectual especfico uti-

    lice la filosofa de la sospecha para, preci-samente, sospechar de la filosofa, el lugardel intelectual especfico es la batalla con-tra la solidez filosfica. De hecho, Fou-cault defina la tarea genealgica e intelec-tual como la liberacin de saberes que seencuentran sujetos, ligados a inmovilida-des tericas que funcionan como grandesmarcos21. La liberacin de fragmentos desaber pona en cuestin, as, las totaliza-ciones llevadas a cabo por el discurso.Con ello, la cultura del intelectual espec-fico correspondera a una contra-cultura,pero dicha contra-cultura se enmarca en elseno de una cultura filosfica y poltica.Sin embargo, la cultura que Rorty defien-de como deseable subvierte las relacionessobre las cuales el intelectual especficofundaba su tarea. La ausencia de solidezterica, la instauracin de la anti-episte-mologa, la sustitucin de la verdad por la

    justificacin, la divisin entre lo pblico ylo privado, la concepcin retrica y per-

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    suasiva del lenguaje, la imposibilidad detrazar una ontologa del presente, la

    ausencia de identidades, la contingenciadel yo y de la comunidad, todo ello nosconduce a un escenario en el cual apelar ala fragmentacin o las diferencias obliga,cuanto menos, a definir convenientementelos trminos que se pretenden oponer a unpresente contingente, cambiante, injustifi-cado, lquido. Y es aqu, en esta liquidez,donde el intelectual rortyano arraiga contoda su capacidad irnica. Es el intelectualque se adapta perfectamente a los cambios

    porque ha renunciado a la coherencia, elintelectual que asume la contingenciacomo parte de su propio ser y se pliega alas necesidades del poder a travs de lapropuesta de reformas, el fomento de lasolidaridad y la creacin privada, en don-de cumple los sueos a travs de sucesivasredescripciones.

    Si ambos intelectuales pueden leersecomo dos polos de una cultura llamada fi-losfica, el intelectual rortyano se nos

    aparece en una suerte de ms all, comoun habitante de las ruinas que hace del te-rritorio desrtico y yermo de fundamentosel lugar perfecto para construir una ciudadno ideal, sino una ciudad til a los intere-ses que le gobiernan. Y esa ciudad no seruna ciudad racional, fundada sobre princi-pios slidos. Ser una ciudad lquida, unaciudad irnica en la cual se satisfagan losdeseos privados y cambiantes, donde elsentimentalismo reine en el momento enque se muestre el sufrimiento y ello pro-voque la unin de una comunidad, una co-munidad que permanece unida porque,sencillamente, no hay lugar alguno adon-de ir. La ciudad rortyana ser una ciudaden la nada, una ciudad de apariencias y,sin embargo, atractiva. Rorty nos ofrece elcumplimiento de una versin del sueoamericano a cambio de la filosofa, la po-ltica y la derrota de otro viejo sueo. Fou-

    cault, sin embargo, todava nos insiste, nosdesvela, todava resiste y su tarea intelec-

    tual sigue siendo, hasta el desfallecimien-to, la tarea de mostrarnos hasta qu punto

    resulta intolerable ser aquellos que somos,as, de este modo, aqu y ahora. Pensar deotro modo. Con ello, quizs nuestro pre-sente intelectual se juegue entre estas dosopciones. Entre la democracia y la resis-tencia. Como si la filosofa, para seguirsiendo crtica, se viese obligada a pensarseen conflicto con la democracia.

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    NOTAS

    1 Doctor en Filosofa por la Universidad de Barce-lona y Profesor Asociado de la Facultad de Filosofade la Universidad de Zaragoza.

    2 Y, sin embargo, deberamos tambin atender alas palabras que Deleuze dedica a Sartre reconociendola labor del intelectual universal en una determinada

    poca histrica, su entereza moral ante la opresin.Ver al respecto, Deleuze, La isla desierta y otros tex-tos, Pre-Textos, Valencia, 2005.

    3 Foucault, Dits et crits, vol. III, Paris, Galli-mard, 1994, p. 156.

    4 Foucault,Dits et crits, vol. III,op. cit., p. 109.5 Rorty, Pragmatismo y poltica, Barcelona, Pai-

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    7 Rorty,op. cit., p. 71.8

    Deleuze, Registro sonoro del curso Le Pouvoir,1985-1986, Bibliothque Nationale de France, Cte:PDC12-705.

    9 Foucault,Dits et crits,vol. IV,Paris, Gallimard,1994, p. 594.

    10 Gesto teorizado por Foucault como un coupdoeil en Foucault, Naissance de la clinique, Paris,PUF, 1963, p. 123.

    11 Rorty,Pragmatismo y poltica,op. cit., p. 78.12 Rorty, Pragmatismo y poltica, op. cit.,

    pp. 54-55.13 Rorty,Pragmatismo y poltica, op. cit., p. 79.14 Un ejemplo cercano es la labor del Observatorio

    del Sistema Penal y Derechos Humanos de la Univer-

    sidad de Barcelona. A la hora de ofrecer un antece-dente de la experiencia del GIP, debemos remontarnosa la teorizacin de la prctica de la encuesta realizada

    por el grupo de la revistaQuaderni Rossi, dirigida porR. Panzieri, R. Alquati, M. Tronti y T. Negri. Desdesu nacimiento, el GIP estuvo ligado al grupo italianoSoccorso Rosso, fundado por militantes de la extremaizquierdaLotta Continua, manteniendo lazos con losmovimientos izquierdistas italianos del Potere Ope-

    raio.15 Sobre la contestacin poltica general y el con-

    texto poltico de Mayo del 68, ver al respecto, G.Dreyfus-Armand, R. Frank, M. F. Levy, M. Zancari-ni-Fournel (ed.),Les annes 68: le temps de la contes-tation, Paris, Complexe, 2000.

    16 Ph. Artires, L. Quero, M. Zacarini-Fournel(eds.), Le Groupe dinformation sur les prisions.

    Archives dune lutte, 1970-1972, ditions de lIMEC,Paris, 2003, pp. 133 y ss.

    17 Foucault, Prface, en Le Groupe dinfor-mation sur les prisions. Archives dune lutte, 1970-1972, op. cit., p. 53.

    18 Ver al respecto, Ph. Artires, La prison enprocs. Les mutins de Nancy, en Vingtime Sicle.Revue dhistoire, n. 70, Paris, abril-junio 2001,pp. 57-70.

    19 Rorty, Filosofa y futuro, Barcelona, Gedisa,2004, p. 16.

    20 Sobre la problemtica de las relaciones entre fi-losofa y poltica a propsito de la desercin, ver A.Badiou, Abrege de metapolitique, Paris, Seuil, 1998;R. Espsito, Confines de lo poltico. Nueve pensa-mientos sobre poltica,Madrid, Trotta, 1996; R. Ara-mayo, La quimera del rey-filsofo, Madrid, Taurus,1997, y J. M. Bermudo,Filosofa poltica III. Asaltos

    a la razn, Barcelona, Ed. del Serbal, 2005.21 Foucault,Il faut dfendre la societ, Paris, Ga-

    llimard, 1997, pp. 11-14.