kiai024 - lou carrigan - leccion de supervivencia

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Novela de misterio

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ULTIMAS OBRAS PUBLICADAS EN ESTA COLECCION

19 La sombra del Samuray, Curts Garland

20 Coro.de ngeles, Lou Carrigan

21 Budokas contra la gripe, Ralph Barby

22 Un castillo en Escocia, Clark Carrados

23 La cripta del dios de Jade, Curts Garland

LOU CARRIGAN

LECCION

DE SUPERVIVENCIA

Coleccin KIAI! n. 24

Publicacin semanal

EDITORIAL BRUGUERA, s. a.

BARCELONA - BOGOTA - BUENOS AIRES - CARACAS - MEXICO

ISBN 84-02-04952-4

Depsito legal: B. 16.795 - 1977

Impreso en Espaa - Printed in Spain

1. edicin: junio, 1977

Lou Carrigan - 1977

texto

Miguel Garca - 1977

cubierta

Documentacin grfica para la cubierta cedida por la SALA DE JUDO SHUDO-KAN

Concedidos derechos exclusivos a favor de EDITORIAL BRUGUERA, S. A. Mora la Nueva, 2. Barcelona (Espaa)

Todos los personajes y entidades privadas que aparecen en esta novela, as como las situaciones de la misma, son fruto exclusivamente de la imaginacin del autor, por lo que cualquier semejanza con personajes, entidades o hechos pasados o actuales, ser simple coincidencia.

Impreso en los Talleres Grficos de Editorial Bragueta, S. A. Parets del Valles (N-152, Km 21,650) Barcelona - 1977

PRELUDIO

DOS MUERTOS POR UNA MOMIA

UNO...

La tensin soportada durante las ltimas horas haba desembocado en un cansancio fsico que Henri Marot se propona combatir de modo inteligente: un buen bao caliente. Luego, un poco de ron, y, a dormir!

En su habitacin, Marot acab de desnudarse, y se puso el batn, de color whisky, que le llegaba por las rodillas. Marot, que aparentaba unos cuarenta y cinco aos, daba la impresin de ser hombre bastante fuerte. Su gesto, su mirada de un azul desvado, la fuerza de su mentn, no estaba muy en consonancia con su pacfico y anodino cargo: Conservador del Museo Arqueolgico de Port-au-Prince, Hait.

Esa falta de consonancia tena su explicacin, y, de ah la tensin de las ltimas horas de Marot. Haba llegado un momento crucial para l; un momento incluso un poco temido. A Marot, de pronto, le caba una enorme responsabilidad; algo que no poda eludir.

Sacudi la cabeza, poblada por una abundante cabellera color arena. Iba a olvidar el asunto, y a relajarse. Cuando lo viera bajo su prisma real, estara ms tranquilo, sosegado. Dio un par de pasos hacia el cuarto de bao, con entrada desde el propio dormitorio, cuando oy el zumbido en la puerta de su bungalow, situado en el lmite de Ptionville, el barrio residencial de Port-au-Prince.

Vacil un poco, pero acab por comprender que la llamada no era tan ilgica como le pareci al principio. Por lo tanto, fue a abrir.

Pase. Rpido! exclam, con cierta precipitacin.

La mujer entr.

Una mujer de rostro grave; su mirada incluso pareca algo sombra. Tena los ojos grandes, muy negros; una boca sensual; un busto no muy grande, pero perfecto. Vesta de oscuro. El pantaln siluetaba unas piernas esbeltsimas, de muslos redondeados, muy sugestivos. Unos mechones de negros cabellos caan sobre un lado de su rostro.

No esperaba un contacto, ahora murmur Marot.

Por qu no? inquiri ella.

No s... Cosas mas. Confieso, que haba perdido ya la costumbre de esperarlo todo en cualquier momento, como en otros tiempos y Marot se esforz en mostrar una sonrisa un poco convincente. Iba a baarme, pero podemos hablar antes. La escucho, Paula.

Puede baarse antes, si lo desea, Marot. No tengo prisa.

Bien... Parece que nuestra conversacin ser larga.

Ms bien s.

Supongo que nadie la ha visto entrar aqu.

Ella se permiti un esbozo de sonrisa.

Nadie asegur.

Marot asinti con movimientos de cabeza.

Y el buque? inquiri.

Ya ha zarpado.

Entonces, quedamos usted y yo en Port au-Prince, no es as? Me pregunto si usted..., su control, es realmente necesario, Paula. Me produce la impresin de que no se confa totalmente en m. Y eso me inquieta.

La confianza en usted, es total. Debera comprenderlo. En sus manos ha sido depositado algo de incalculable valor. Mi misin, por lo tanto, es un complemento de la de usted. Por otra parte, comprendo que se encuentre an un poco excitado; eso pasar con el tiempo. Puede transcurrir un ao, o tres, quin sabe!, antes de que debamos actuar. Siendo dos personas, usted y yo las encargadas de esa accin, llegado el caso, el peligro de relajacin es menor.

Algo as como un control mutuo.

Ms o menos. Pero estoy demorando su bao. Seguiremos hablando luego, Marot. Voy a exponerle mis condiciones de estancia en Port-au-Prince, y... una grave dificultad que ha surgido para m, por azar.

Marot, mirando a Paula, haba palidecido.

Una grave dificultad? musit. De qu se trata?

Es un asunto personal mo. Recuerda que cuando usted lleg al buque con la Comisin yo no aparec?

No la vi, en efecto. Me extra, pero...

Me fing indispuesta. Entre los miembros de la Comisin que subieron a bordo, haba un viejo conocido mo: me refiero a Souci Clairmont.

Marot parpadeaba, muy preocupado, tratando de comprender el alcance de aquel inconveniente.

Qued rgido al or decir a Paula:

Tendr que matar a ese hombre.

Tras reflexionar unos instantes, haciendo acopio de sangre fra, de serenidad, Marot dijo:

Espreme aqu, tomando algo, si le apetece. Me interesa pensar sobre eso.

S, es mejor.

Marot abandon el saloncito, lentamente, pensando a toda presin.

Por su parte, Paula Edgars, ya a solas, se irgui un poco en el asiento, como nica muestra de su tensin. En aquella postura rgida, esper. Estaba muy atenta a los ruidos, a los rumores; se oa el chorro de agua en el cuarto de bao. Y eso era todo. La zona donde estaba enclavado el bungalow era tranquila, silenciosa. Desde el bungalow, para captar algn signo de vida, haba que mirar por el ventanal, y asombrarse ante la panormica de la baha de Port-au-Prince.

Y, de pronto, son el telfono; un zumbido discreto, pese al cual, Paula no pudo evitar un fugaz respingo.

El telfono...

Quiz fuese la solucin para Paula. Y sta, de pronto, decidi actuar. Con paso silencioso, rpido, se dirigi hacia el cuarto de bao. Llam con los nudillos a la puerta, y dijo:

Est sonando el telfono, Marot. Puede salir?

Marot, que estaba llenando la baera, se limit a ceirse el batn. No haca falta responder. Abri la puerta del cuarto de bao, y empez:

No esperaba ninguna llama...

Y acab con un murmullo ahogado, ronco, mientras que sus dos manos, sbitamente rgidas, agarrotadas, se dirigan al vientre, donde, por sorpresa, brutalmente, se haban clavado las tijeras que Paula haba tomado del tocador del cuarto.

Paula no le concedi margen alguno para un intento de reaccin, al actuar por segunda vez: las tijeras se hundieron en el cuello de Marot, con seco golpe, y la sangre apareci a borbotones.

Marot cay de espaldas contra la pared, para deslizarse, ya muerto, hacia el suelo.

Haca unos instantes que el telfono haba cesado en su zumbido. Con tranquilidad, Paula dej caer las tijeras junto al muerto.

Paula ech a andar. El telfono de nuevo... Por lo visto, la llamada para Marot era importante, pero Paula, haciendo caso omiso del zumbido, se deslizaba ya hacia la salida del bungalow, con el recibidor a oscuras.

* * *

DOS...

Souci Clairmont tena un ojo de cristal; recuerdos un poco viejos ya, pero cada noche, al desprenderse del globo sinttico, no poda evitar que reviviera tal recuerdo. Souci Clairmont no se senta descontento de su suerte, despus de todo. Perder un ojo le supuso obtener otras muchas cosas. Cosas inimaginables para l, que slo era un mulato.

Acababa de quitrselo, para dormir, y estaba en pijama, cuando son la llamada telefnica. En su propio dormitorio, sobre la mesa de noche, tena instalado el aparato modelo gndola, de color malva. Lo tom, con mano oscura, pero bien cuidada, uas incluso con manicura. S, el mulato Souci Clairmont haba hecho un pacto con la suerte al perder el ojo...

Clairmont dijo.

Monsieur Clairmont, soy Jules, el vigilante nocturno del Museo. Perdone que le moleste, pero ha ocurrido algo... le hablaba en crole, el lenguaje criollo de Hait.

Y me llamas a m? inquiri, con cierta sorpresa, Souci Clairmont.

He intentado comunicar con monsieur Marot, pero no responde a mis llamadas. Siento, molestarle, pero... La momia ha desaparecido... No est!

Souci Clairmont achic su nico ojo.

Veamos, veamos, Jules... Tratas de decirme que la momia que lleg anoche, para nuestro Museo, ha desaparecido? Ha salido del sarcfago, y se ha largado tranquilamente a dar un paseo... Es eso?

Se ha ido con el sarcfago, monsieur Clairmont. De veras! No entiendo cmo ha podido ocurrir, pero es un hecho.

Souci Clairmont, de pronto, esboz una sonrisa torcida. Pensaba en la momia. Se felicit a s mismo; era evidente que no haba perdido su sexto sentido.

Est ah, monsieur Clairmont? oy.

S... S, Jules. Dices que monsieur Marot no responde al telfono... Bien, aunque es extrao, puede estar en el Casino. Me ocupar de ese asunto.

Gracias, monsieur. Si cree que debe darme instrucciones...

No te preocupes. Sigue en tu puesto.

Clairmont colg el aparato, y tras reflexionar unos instantes, alarg su oscura y bien cuidada mano derecha, tomando el ojo artificial, que se coloc en el hueco correspondiente. Luego, siempre con expresin de estar muy ocupado con sus pensamientos, se despoj del claro pijama de pantaln corto, para empezar a vestirse. Aunque frisaba ya los cincuenta aos, conservaba una figura enjuta, y saba vestir con elegancia.

Por lo pronto, tomara su auto, un Mustang amarillo, con la capota negra, bajo, chato, impresionante.

Clairmont sali del garaje de su pequea quinta, en el centro de Ptionville, ya metido en el auto. Rod despacio hasta que el camino de losas le dej en la avenida. Haba ya pensado lo que tena que hacer en primer lugar, y se dirigi hacia la izquierda, con lo cual dejaba el ncleo de Port-au-Prince. Pronto tom un camino, un desvo de tierra, intrincado, que conduca a los extensos arrabales de cabaas, de la ciudad.

Iba a confirmar su primera impresin con respecto a la momia; luego, tratara de ampliar detalles sobre la desaparicin de la misma.

Sacudi la cabeza. Era absurdo, pero le estaba entrando un extrao sueo, ms intenso por momentos, invencible...

Se senta paralizado, incapacitado, por aquel sueo que le atacaba de un modo feroz, a traicin... Sus movimientos carecan ya de fuerza, de precisin. Ni siquiera saba lo que estaba haciendo. Ni siquiera una fugaz lucidez acuda en ayuda de Clairmont. Cada vez se senta ms pesado...

Hasta que, sin poder evitarlo, su rostro negro cay hacia adelante, y parte del pecho qued apoyado en el volante del auto.

El Mustang se dirigi en lnea recta hacia el barranco. Las luces del vehculo alumbraban el oscuro vaco; a lo lejos, como perdidas, se vean las luces de las cabaas, mortecinas, con alineacin muy irregular, en contraste con el alumbrado del centro de Port-au-Prince.

Segundos ms tarde, el coche abandonaba el camino.

Se perdi en el vaco, en la oscuridad.

Al instante, empezaron a orse golpes; el Mustang" daba vueltas sobre s mismo, chocando, descendiendo

Hasta que todo ces.

An no haba transcurrido medio minuto, cuando de un auto que se haba detenido en un llano del camino, descendi una silueta vestida de negro, que, con pasos largos, pero no por ello exentos de gracia femenina, se dirigi hacia el barranco.

Paula Edgars quera cerciorarse de que las cosas haban salido bien; un exceso de confianza poda ser fatal para ella. Haba que realizar comprobaciones. La primera, fue la de que el auto no haba explotado, lo cual complicaba un poco las cosas. Paula haba esperado incendio y explosin, pero no haba ocurrido, as que tena que descender por el barranco, hacia el lugar donde estaba el auto, entre piedras, despanzurrado, arrugado.

Le cost bastante esfuerzo llegar a lo hondo del barranco, casi sin luz, ya que la luna apenas se perfilaba por la alta pared roquiza. Al llegar junto al vehculo, Paula dej vagar la mirada, hasta que descubri a Souci Clairmont, que haba salido despedido en el ltimo momento, y estaba estrellado, con la cabeza rota, entre unas rocas, a dos pasos del arrugado Mustang.

Paula se acerc a Souci, y un brevsimo examen le bast para comprobar que el mulato estaba muerto. Entonces, mir hacia el auto, y se dirigi hacia l. Era un poco difcil penetrar en el vehculo, pero Paula, contorsionndose, logr meterse por la portezuela delantera izquierda, la del conductor, que estaba abierta. Tuvo que utilizar una pequea linterna, para alumbrar el pedal acelerador del coche.

Bien, se trataba slo de desprender el hilo de nylon con el que haba asegurado la ampolla de gas letal, al pedal. Haba sido una operacin rpida y segura. No poda fallar. Al apretar el acelerador. La ampollita se haba roto, y el gas empez a expandirse..., hasta que alcanz a Souci Clairmont.

Recuper aquellos restos, que habran desmentido la teora que se trataba de un accidente, cuando fuera examinado el auto.

* * *

...Y LOS ASESINOS

El hombre apoltronado en la butaca junto a la piscina, bajo uno de los focos, pareca tener ciertas inquietudes intelectuales. Lea despacio su libro, y reflexionaba casi cada prrafo, buscando el autntico sentido de la lectura, y tratando de formarse opiniones propias sobre el tema, que le interesaba realmente: Los secretos de la Atlntida, de Andrew Thomas.

Se llamaba Charles Borrome Muthesius, y a sus cuarenta aos, atltico el cuerpo, lleno de inquietudes el cerebro, se consideraba a s mismo un hombre que saba lo que quera.

En la redonda mesita que tena delante haba un largo vaso de zumo de frutas, y un poco de mosto dulzn; con mucho hielo, claro. La boquilla descansaba en el cenicero; boquilla de marfil y piedras preciosas Estaba ataviado con un sarong color violeta, muy fresco, y procuraba llevar continuamente un flequillo rubio, con suave onda, sobre la frente.

Su afectacin saltaba a la vista, pero no haba que llamarse a engao. Por ejemplo: se acercaba aquella mujer, con un telfono en la mano. Una mujer de largusimo cabello rubio, muy liso. Tendra unos veinticinco aos, y resaltaba claramente que bajo el sarong azul cielo no haba ninguna otra prenda.

Ella lleg frente a Charles Borrome Muthesius, y se sent en sus rodillas.

El telfono qued entre ambos, mientras Muthesius, abandonando sus cavilaciones sobre la mtica Atlntida, hunda su boca en la de aquella divina mujer, que qued atrapada entre los brazos del hombre.

Ella musit:

Es importante, Charlotin...

Muthesius alz los ojos.

Ella, Desire, era de las poqusimas personas en el mundo que podan llamarle por el ridculo diminutivo de Charlotin... Y la nica mujer que se atrevera a cortar las expansiones lujuriosas de Muthesius. Este acab por cubrir otra vez los senos de Desire, bajarle el sarong, y tomar el aparato, sin que Desire se moviera de sus rodillas.

S? inquiri Muthesius.

Soy yo, Muthesius son una voz de mujer.

Oh, chrie...! Esperaba antes su llamada.

Tena que resolver ciertos problemas, ya se lo dije.

S, s, lo recuerdo.

A mi vez, una pregunta, Muthesius: Ha habido xito?

Un xito rotundo, chrie: la momia est en mi poder.

Sin dificultades?

Prcticamente, ninguna.

Est bien, lo celebro. Se trata, ahora, de aligerar la operacin, como convenimos.

Estoy de acuerdo dijo, con cierta frialdad, Muthesius. No obstante, maticemos: rapidez en la operacin, s. Pero rapidez no significa ligereza, chrie. Por lo pronto, todo se est desarrollando segn habamos previsto. Cada paso nos conduce a la realizacin de este importante affaire. No queramos volar, Paula: con caminar es suficiente.

Y no podramos correr, Muthesius?

Slo andar. Crame, Paula: comprendo su problema, pero no deseo agravarlo con precipitaciones, cuyas consecuencias podran alcanzarme a m tambin. Sugiero que usted permanezca oculta, o, por lo menos, sea lo suficientemente discreta, en tanto yo laboro por los dos.

Muthesius, me da la impresin de que a usted no le importaba dilatar el final del affaire, pero insisto: para m es muy urgente.

No dude de m, chrie. Por alguna razn ha disminuido su confianza en m?

No. Slo estoy un poco nerviosa. Pero me calmar, puesto que todo marcha. Es todo, por ahora. Ya tendr nuevas noticias mas.

Fue todo. Muthesius dej el aparato sobre el soporte. Reflexionaba; pareca ignorar en aquellos momentos que sobre sus rodillas tena un maravilloso cuerpo de mujer.

CAPITULO PRIMERO

El hermoso yate, blanqusimo, estaba bordeando el Cabo Beata, an en aguas de la Repblica Dominicana, cuando apareci el helicptero en el cielo, acercndose a buena velocidad

El yate, llamado Snow, cuya tripulacin constaba de tres hombres, navegaba tambin a buena velocidad, pero en cuanto apareci el helicptero, sus motores, evidentemente, fueron parados.

Y as, poco despus, el helicptero, tras aparecer en su tren de aterrizaje unos grandes flotadores que se hincharon, estaba junto al yate Snow, del cual fue fletada una pequea lancha que se acercaba al aparato. De ste salt a la lancha un hombre, que inmediatamente fue llevado al yate. All, en la cubierta, ante la portilla de entrada, un hombre esperaba al visitante.

Buenos das salud ste. Supongo que el seor Bolt me est esperando.

En efecto, seor asinti el del yate. Tenga la bondad de seguirme.

Instantes ms tarde, el hombre del helicptero descenda al saloncito del yate, donde fue recibido por el propietario de ste.

Wade Bolt era un perfecto atleta de poco ms de treinta aos. Cabellos castaos, ojos grises, mentn puntiagudo... Era un rostro de rasgos bellos y firmes..., pero que poda aparentar la ms completa estupidez si Wade Bolt se lo propona.

Bien venido, seor. Ha tenido buen viaje?

S, gracias. Todo est bien en su pequeo viaje, Wade?

S, seor, s. Yo nunca tengo problemas. Quiz porque no los busco.

El recin llegado estaba inclinado hacia adelante en el gesto de sentarse en una de las butacas del saln del yate; se qued mirando a Wade Bolt un par de segundos. Luego, acab de sentarse, y tras aceptar el cigarrillo que le ofreca su anfitrin, movi la cabeza en un gesto de duda.

Pues me parece que esta vez s se ha buscado un problema. O quiz estara mejor decir que nos lo ha buscado a nosotros.

Qu quiere decir, seor? frunci el ceo Bolt, sentndose en el divn corrido bajo el ventanal que daba a cubierta.

Quiero decir que mi viaje para contactar con usted, tiene unos motivos bsicamente desagradables. Por lo menos, son desagradables para m, que no me gusta discutir con uno de mis mejores hombres.

Muy agradecido, seor dijo Wade Bolt.

No adopte conmigo esa actitud de tonto, Wade refunfu el otro. S perfectamente que es usted un hombre inteligentsimo y bien preparado para todo. Incluso para emplear cualquier clase de armas. Por lo tanto, me pregunto: por qu no quiere utilizarlas?

Me desagradan, eso es todo.

No movi la cabeza el otro. Yo creo que no es todo. Si eso fuese todo, usted no andara por ah, incordiando a los dems agentes de la CIA, intentando convencerles para que dejen de utilizar armas incluso en las misiones de alto peligro previsto. Comprenda usted que un espa de accin no puede ir por ah desarmado.

Por qu no?

Pues porque no exclam el otro. Eso sera posible si lo hiciesen todos los espas del mundo. Pero la CIA, no est dispuesta a dar el primer paso.

Yo dira, seor, que sera un gran triunfo moral, una gran demostracin de espritu, y sobre todo, la CIA demostrara que estaba dispuesta a enfocar sus futuras actuaciones de un modo puramente tcnico, no blico.

Muy bonito sonri el visitante. Pero en lo que a m respecta, no tendra valor para enviar a uno de mis hombres a una misin peligrosa, sin asegurarme de que iba debidamente armado.

En lo que a m respecta, seor, lamento disentir de usted, pero he decidido no utilizar armas nunca ms.

Wade, si usted pretende continuar trabajando para la CIA a su manera, esto es, sin llevar armas que puedan protegerle en un momento determinado, mucho me temo que ser dado de baja del servicio.

Como ustedes quieran encogi los hombros Wade Bolt sonriendo, A fin de cuentas, yo no necesito a la CIA para nada; soy millonario desde que nac, y puedo permitirme el lujo de vivir como me d la gana y donde me d la gana. En cambio, la CIA perdera conmigo uno de sus mejores hombres..., segn ha dicho usted mismo.

Maldita sea mi estampa! farfull el otro. Pero..., por qu demonios se le ha metido en la cabeza el andar por ah desarmado?

Pues, la verdad, es que considero que las armas impiden el autntico desarrollo del valor y del espritu del hombre.

Pero..., de qu demonios est usted hablando?

Estoy hablando de que nos hemos acostumbrado tanto a depender de una pistola, que me" pregunto qu sera de los mejores agentes de la CIA si en los momentos de peligro, no pudiesen disponer de esa arma. Usted cree que su valor y su capacidad de reaccin sera los mismos estando desarmados que contando con su pistola?

Pues... Hombre, cmo demonios quiere usted que se sienta igual de seguro un hombre desarmado, que ese mismo hombre con una buena pistola en las manos?

Esa es la cuestin seal con un dedo Wade Bolt a su visitante. Ah es donde quera ir yo a parar exactamente, seor. Algunos hombres, por no decir todos, no son nada sin una pistola. En definitiva, ellos van perdiendo calidad y autntico valor para enfrentarse a situaciones difciles. Yo he aprendido que el hombre puede conseguir mucho ms valor y entereza de espritu del que puede proporcionarle un arma en el bolsillo. Un arma que, efectivamente, puede sacarle inmediatamente y con gran facilidad de una situacin difcil..., pero que va contribuyendo da a da a que su espritu, su verdadera vala, su autntica confianza en s mismo para su progreso como ser humano, se vaya deteriorando rpidamente.

En definitiva, usted no quiere tener que matar nunca ms a nadie.

No se trata de eso movi la cabeza Wade Bolt. Puedo matar perfectamente a una persona si se lo merece, o si mi vida depende de ello. Y me quedar tan tranquilo. Hay seres humanos que solamente merecen que alguien les parta el cuello o les hunda el crneo de un buen golpe. Pero eso puede hacerlo un hombre por sus propios medios, no por el procedimiento cmodo y poco provechoso para la armona de su desarrollo mental y de la confianza en s mismo, que el simple hecho de tirar de un gatillo.

En definitiva mascull el visitante: Usted no tiene inconveniente en seguir en la CIA, pero se rehsa a llevar armas encima.

Exactamente. Me rehso a llevar armas y a todo aquello que me proporcione una seguridad o un concepto falso de m mismo, de mis posibilidades, de mi valor, de mi autntica capacidad de salir de cualquier apuro.

Est bien sonri el otro, echando el humo hacia el techo. Supongo que recuerda usted a Souci.

Si se refiere usted a Souci Clairmont, no podra olvidarlo. Me salv la vida hace tiempo, y yo soy agradecido en todos los sentidos.

Ha muerto.

Souci Clairmont ha muerto? se ensombreci el rostro de Wade Bolt. Cmo ha sido eso?

Un accidente de coche.

Seguro que fue un accidente? entorn los prpados Bolt.

Segn todos los indicios, s. Pero si le he citado a usted en este lugar, tan cerca de Port-au-Prince, no ha sido por capricho, Wade. Me gustara que fuese usted a Port-au-Prince, a Hait, a ver si consigue averiguar algo ms.

Averiguar? Sobre qu, seor? Si la muerte de Souci ha sido un accidente, no creo que haya nada ms para averiguar.

S, s, ya lo s. Pero la ltima informacin que nos lleg precedente de Souci Clairmont por medio de nuestra agente Paup-02, haca mencin al inters desusado que haba observado nuestro colaborador Clairmont en torno a una momia que haba sido obsequiada al museo arqueolgico de Port-au-Prince. Y nos ha llamado la atencin que, coincidiendo con el accidente de Souci Clairmont, la momia haya desaparecido.

Wade Bolt qued silencioso; durante casi un minuto permaneci pensativo, inmvil. De modo que el buen amigo Souci haba llegado, por fin, al final de su camino de espa? Bien, as son las cosas.

De pronto, Wade mir a su jefe.

Me encargar con muchsimo gusto de este asunto, seor.

De cul asunto? El robo de la momia o el accidente de Souci?

Investigar los dos, naturalmente se sorprendi Bolt, puesto que parecen estar relacionados; y si no lo estn, le enviar un informe verdico sobre cada uno de ellos, por separado.

De acuerdo. Piensa afrontar este trabajo utilizando sus teoras de ir desarmado, Wade?

Wade Bolt qued de nuevo pensativo, pero esta vez slo por unos segundos. Finalmente, sonri.

Hace unos aos, en el Japn, conoc a un hombre que me estuvo hablando de estas cosas y ensendome otras que me han sido verdaderamente tiles. Entonces, yo era quiz demasiado joven para entender lo que ese hombre quiso decirme, pero, han ido pasando los aos, he pasado por situaciones difciles, he utilizado armas..., y finalmente, he llegado a la conclusin de que aquel hombre tena razn. Las armas, en definitiva, no son ms que una muestra de inseguridad en uno mismo, y a veces, incluso, de no poca cobarda por parte de quien las utiliza.

Personalmente, le deseo suerte movi la cabeza el visitante, Y transmitir su teora, ya mucho ms completa y comprensible, a la Central de Langley. Mientras tanto, considere usted lo absurdo que sera morir por no haber querido llevar una simple pistola.

Ms absurdo me parece vivir engandome a m mismo respecto a mis verdaderos valores.

De acuerdo suspir el otro, ponindose en pie. Por otra parte, puesto que ya le conocemos hace tiempo, tengo la seguridad de que nos dar una explicacin satisfactoria sobre la desaparicin de la momia y la muerte de Souci Clairmont, tanto si son asuntos separados, como si forman un solo bloque. Le deseo mucha suerte, Wade.

Gracias, seor. Y yo espero darles a ustedes una leccin de supervivencia.

Leccin de supervivencia? alz las cejas el otro, como divertido. Bueno, la expresin me gusta. Espero que pueda usted mantener su postura y su palabra si llega a encontrarse en una situacin verdaderamente difcil.

El hombre que no cumple la palabra dada a s mismo, es un necio.

Est bien, est bien. Ah, otra cosa! Ignoro si hay por el momento, ms datos relacionados especialmente con la muerte aparentemente accidental de Souci Clairmont Si hay ms datos dignos de ser mencionados, habrn sido recogidos en Port-au-Prince por nuestra agente que responde al nombre clave de Paup-02.

Entiendo. Paup es el arreglo de Port-au-Prince, y el 02 supongo que es su categora, en importancia, dentro de esa ciudad. Puedo saber el verdadero nombre de esa agente?

El visitante vacil visiblemente, con lo que Wade Bolt lo mir no poco sorprendido. De momento, pens que su jefe vacilaba respecto a proporcionarle el nombre de uno de los agentes de la CIA, como si temiesen que l, Wade Bolt, pudiese cometer cualquier indiscrecin.

Pero cuando el otro habl, dirigindose a la salida del saloncito, comprendi perfectamente su vacilacin.

El agente en cuestin ya lo conoce usted, Wade. Estuvo, hace tiempo, residiendo en Louisiana... Su nombre es Altagrace Dupr.

Wade Bolt palideci intensamente.

CAPITULO II

Wade Bolt se detuvo ante la puerta de aquel apartamento, y alz la mano hacia el timbre. Se detuvo en este gesto, y qued inmvil. Bien, as de difciles se le presentaban las cosas a veces a un espa. Pero ltimamente, despus de haber estado aos reflexionando sobre lo que su Maestro le haba dicho tanto tiempo atrs, Wade Bolt, efectivamente, haba llegado a la conclusin de que el desarrollo armnico del espritu de un hombre tiene que ser afrontado por ste con todas sus consecuencias, y poner por parte de su inteligencia, incluso por parte de sus sentimientos, todo cuanto sea posible.

Altagrace Dupr era hermana de Raymond Dupr, un agente de la CIA, procedente de Nueva Orleans, que un ao atrs haba cado con dos balazos en el pecho en los muelles de Nueva Orleans, cuando estaba realizando un trabajo de contraespionaje, teniendo por pareja a Wade Bolt. Sobre su cadver, cuando fue hallado, no se encontr arma alguna, as que fue fcil determinar que el agente Raymond Dupr haba cado en una celada o haba sido vctima de un atentado sin haber podido defenderse. Dnde haba estado mientras tanto el agente Wade Bolt y qu haba estado haciendo?

Una investigacin interior, en la CIA tuvo como consecuencia el dictamen de que Wade Bolt haba actuado con valor y honestidad, en todo momento, y que no haba tenido culpa alguna del asesinato de su compaero Raymond Dupr. Sin embargo, la hermana de ste, Altagrace Dupr, no lo haba considerado as y a partir de ese momento Wade Bolt arrastraba una profunda herida de la que en vano trataba de olvidarse. Y todo ello, porque al relacionarse en aquella misin con Raymond Dupr haba conocido a Altagrace y se haba enamorado de sta; un amor que inicialmente pareca ser correspondido, pero que se convirti en frialdad y desprecio cuando la bella muchacha supo lo ocurrido con su hermano. De nada sirvieron las explicaciones que un representante de la CIA fue a facilitarle respecto a lo sucedido. No quiso volver a ver jams a Wade Bolt.

Este, por fin, apret el timbre, y qued inmvil, esperando. Cmo estara ahora Altagrace Dupr? Porel tiempo transcurrido, es decir, aproximadamente un ao, Altagrace poco poda haber cambiado. Seguramente, sera tan hermosa como cuando l la haba conocido. O quiz ms.

La puerta se abri, y Altagrace Dupr qued ante los ojos de Wade Bolt.

No. No haba cambiado en absoluto. Alta, esbelta, de cuerpo fino y formas bien definidas, sugestivas, Altagrace Dupr continuaba siendo bellsima y dotada de aquel aire, de aquel gesto elegante y distinguido que tanto haba impresionado a Wade Bolt, un ao atrs. En cuanto a su rostro, todava era ms bello si cabe, en efecto. Cabellos y ojos negrsimos, boca sonrosada y llena, barbilla voluntariosa...

Slo que el gesto dulce de Altagrace Dupr se esfum, bruscamente, en cuanto la muchacha vio ante ella a Wade Bolt.

Buenas tardes, Altagrace murmur Wade, Cmo ests?

Pase, seor Bolt. Estoy muy bien, gracias.

Wade se mordi un instante les labios, y entr en el apartamento, volvindose hacia la muchacha, quien cerr la puerta y seal hacia el fondo. Llegaron los dos al saloncito, y ella seal uno de los sillones.

Durante unos segundos, los dos permanecieron silenciosos. Por fin, Wade intent sonrer, consiguiendo apenas una mueca.

Ests muy hermosa murmur.

Segn entiendo, seor Bolt dijo framente la muchacha, ha sido usted el encargado de atender el asunto de la muerte de Souci Clairmont.

As es. Y, eventualmente, ver si guarda relacin con la desaparicin de esa momia del Museo Arqueolgico de Port-au-Prince. Es necesario que me trates con tanta frialdad? Ha pasado un ao, Altagrace, y bien sabes que lo que ocurri entonces...

Vamos a hablar de nuestro trabajo, seor Bolt. Respecto a Souci Clairmont, pese a mis investigaciones, no he conseguido nada nuevo. Salvo que usted, con su gran eficacia, encuentre datos que prueben otra cosa, podramos asegurar que fue un simple accidente.

Altagrace, quisiera...

Respecto al asunto del robo de la momia, parece tener ms inters que un accidente automovilstico. La momia en cuestin, lleg en un buque que zarp, tras descargarla. Aparentemente, esto era un suceso vulgar, pero s muy bien que Souci Clairmont estaba interesado en algo relacionado con esa momia. Lamentablemente, no s si por temor a que yo lo considerase tonto, o porque quera asegurarse bien, antes de que hablsemos en serio del asunto, antes de sincerarse conmigo, padeci el accidente que le cost la vida. Sin embargo, quiz usted pueda obtener interesantes conclusiones sobre el hecho de que, aparte de la desaparicin de la momia y el accidente de Souci Clairmont, se cometi un asesinato relacionado, sin duda alguna, con la momia y el museo, a mi juicio. Monsieur Henry Marot, conservador del Museo Arqueolgico de Port-au-Prince, apareci asesinado en su casa, y tras la oportuna labor del forense se estableci que la muerte ocurri la misma noche en que desapareci la momia..., y precisamente la misma noche en que Souci sufri el accidente.

Wade Bolt asinti con un gesto.

Qu ms?

Altagrace tom un sobre que haba sobre la mesita de centro, y lo tendi a Wade Bolt. Este sac de su interior unas cuantas fotografas. Todas ellas pertenecan al mismo hombre. Un sujeto de torso enorme y piernas ms bien cortas, de cabeza rapada y rasgos mongoloides. Las fotografas haban sido tomadas, evidentemente, en el aeropuerto. El hombre llevaba la chaqueta doblada en el brazo izquierdo, y una pequea maleta en la derecha. Detrs de l se vea parte del avin y otras personas.

Wade Bolt mir a Altagrace Dupr.

Y bien?

Lleg esta maana, en avin, como puede usted observar por las fotografas, seor Bolt.

Este las pas rpidamente. Todas eran del mismo hombre en tomas ms o menos cercanas, e incluso haba dos de ellas en primeros planos que mostraban el rostro de facciones ptreas, ojos pequeos y vivos y una expresin entre sarcstica y cruel, en la boca del impresionante sujeto.

Para molestaros en haberle tomado fotografas, debis tener alguna referencia de l, no es as?

En efecto. Sabemos ya algunas cosas de ese hombre, y esperamos saber ms en lo sucesivo. Puedo adelantarle que se llama Munro Consenzi y que es albans de nacimiento. Hace cuatro meses estuvo en Port-au-Prince, y tuvo unos contactos significativos.

A qu llamas t contactos significativos? inquiri Wade. Con quin tuvo contacto?

Con monsieur Henry Marot.

Ya. O sea, el conservador del Museo Arqueolgico del cual ha desaparecido una momia..., coincidiendo con el asesinato del propio Marot.

En efecto. Exactamente, seor Bolt.

Bien... Tal como me presentas las cosas, parece ser que el albans Munro Consenzi puede saber algo respecto a lo ocurrido.

Eso es lo que hemos pensado los que estamos trabajando en Fort-au-Prince. Por otra parte, Munro Consenzi podra pertenecer a una asociacin filantrpica cultural, que don la momia en su sarcfago al Museo Arqueolgico de Port-au-Prince. Claro est que la inclusin de Munro Consenzi en una asociacin filantrpico cultural, nos hace a nosotros bastante gracia, por decirlo de algn modo.

Entiendo. Para vosotros es simplemente un espa. No es as?

As es. Cuando recibimos noticias de que usted iba a encargarse del asunto, aceleramos nuestro trabajo a fin de ofrecerle datos que permitan desenvolverse lo mejor posible a tan importante representante de la CIA.

Vamos, Altagrace refunfu Wade. Ya est bien. No tienes por qu tratarme de este modo.

Estoy hablando con uno de los ms importantes y valientes hombres de la CIA, seor Bolt. Y adems, un agente de los ms calificados, por lo que comprendo perfectamente que sus auxiliares debemos funcionar rpidamente y a la perfeccin. As pues, considerando todo esto, mis modestos colaboradores y yo, hemos trabajado, espero, a satisfaccin de usted.

Est bien. Qu ms habis hecho?

Pues, aprovechando un paseo de Munro Consenzi, registramos la suite que ste ha ocupado en el hotel Virgen Santsima, que est en el puerto. Su habitacin es la veintids. El registro, de todos modos, no ha servido de nada. Lo nico que sabemos en concreto hasta ahora, es que el albans est armado. Naturalmente, siempre lleva el arma consigo.

Le habis seguido?

Somos pocos y no precisamente geniales, seor Bolt. Nos pareci por el momento ms oportuno efectuar el registro de su habitacin. Y naturalmente, aprovechamos para colocar un control, muy prximo a ese hombre. Es decir, que le hemos colocado un micrfono en su habitacin.

Est bien. Quin se encarga de recibir las emisiones de ese micrfono?

Decdalo usted. El receptor est dentro de esta mueca.

Altagrace tom una horrenda mueca negra que estaba tambin sobre la mesita de centro.

Yo me encargar de esto dijo Bolt, tomando la mueca.

Por qu? No confa en nosotros, seor Bolt?

Ests exagerando la nota de tu animosidad hacia m dijo Wade. Me encargar de esto por la sencilla razn de que no pretendo implicaros, a los residentes en Port-au-Prince, en este asunto.

Lo que usted ordene, seor Bolt.

Tras dejar las fotografas, que ya no necesitaba, sobre la mesita, Wade estuvo unos segundos mirando atentamente la fea mueca, obsequio de Altagrace Dupr.

De pronto, Bolt alz la cabeza y mir fijamente a la muchacha.

He podido comprobar perfectamente que todava me guardas rencor, Altagrace murmur. Puedo decirte que tu actitud es injusta?

El tema de conversacin que usted pretende tocar, seor Bolt, ya qued agotado. Prefiero que la entrevista termine ahora..., salvo que tenga algo ms que ordenarme.

Altagrace..., sabes por qu muri tu hermano?

Claro que lo s lo mir ella vivamente. Mi hermano muri, porque estaba solo y fue atacado a traicin.

Tu hermano, el buen Raymond, estaba solo porque as lo requera nuestro trabajo. El hecho de que no llevase arma alguna, puede implicar que se la haban quitado con anterioridad, que l trat de huir, y entonces lo alcanzaron. Pero en fin, todas estas explicaciones o puras teoras fueron ya estudiadas a su debido tiempo. Lo que yo trato de decirte ahora es que quiz l no estara muerto si hubiese aprendido desde el primer momento a no necesitar armas.

Qu quiere usted decir? frunci el ceo, la bellsima Altagrace.

Como supongo que recibes frecuentes comunicaciones del hombre que nos ha puesto en contacto, en esta ocasin, pregntaselo a l, y te hablar de la leccin de supervivencia que pienso dar a la CIA. Si tu hermano hubiese aprendido a desenvolverse sin armas, quiz, llegado aquel momento de apuro, habra sabido desenvolverse de otro modo, y en estos momentos estara vivo. Y no creas que le estoy culpando a l absolutamente de nada; al contrario, a quien culpo es al sistema que ha dado lugar a esta clase de entrenamiento para nosotros. En lo que a m respecta, he decidido prescindir de las armas para siempre.

Por qu? se sorprendi realmente Altagrace.

Wade Bolt se puso en pie, y Altagrace leimit instintivamente. l se acerc a ella, dej la mueca sobre la mesita, y desliz sus brazos por la cintura de la muchacha, que palideci intensamente.

La nica cosa que queda por decir en esta entrevista susurr Wade Bolt, es que sigo amndote. Ests ms hermosa que nunca, Altagrace..., pero no es por eso que te amo. Simplemente, desde hace un ao ests en mi corazn en todo momento.

Eso es mentira temblaron los labios de la muchacha. Mentira!

Es verdad.

No puedo creerlo. S muy bien que el seor Wade Bolt lleva su acostumbrada vida de alegre millonario viajando con su yate de un lado para otro y divirtindose todo lo que puede. Naturalmente, lo que ms sorprendera del seor Bolt es encontrarle en alguna ocasin, sin estar rodeado de bellas muchachas.

Esta es una ocasin. Ve al Snow a ver si hay alguna muchacha en l.

No tiene usted que darme explicaciones, seor Bolt. Simplemente, se trata de que no va usted a convencerme en absoluto de que tiene unos sentimientos dignos de consideracin, por mi parte.

Wade Bolt solt la cintura de la muchacha, y tom el bello rostro entre sus manos. Luego, lentamente se inclin hacia ella, y la bes suavemente en los labios.

Te amo, Altagrace susurr.

La solt, agarr la horrenda mueca negra que haba la mesita, y se dirigi hacia la salida del apartamento.

* * *

Elmer Warren, capitn del yate Snow y colaborador del propietario de 'ste, Wade Bolt, asinti finalmente con la cabeza, y se qued mirando con divertida sonrisilla la fea mueca negra que estaba en sus manos.

De acuerdo asinti. Me ocupar adecuadamente de que todo lo que ocurra en esa habitacin quede grabado, Wade. Lo preparar todo enseguida.

Gracias murmur Bolt, Estad, tambin, atentos a la radio por si llegase algn mensaje de nuestros colaboradores en Port-au-Prince.

No te preocupes, la parte tcnica del asunto sabes que ser atendida debidamente por mi Elmer Warren se qued mirando fijamente a su jefe y amigo. Naturalmente, has visto a la seorita Dupr.

S. Todo sigue igual murmur Bolt. Bien, mientras t te encargas de la parte tcnica del asunto, controlando a Munro Consenzi, yo voy a salir.

Vas a encargarte personalmente de l? Quiero decir: te vas a cuidar de seguirlo a ver lo que hace?

Por el momento, no. Vamos a concederle un margen de tiempo para que se confe y acte con naturalidad. Seguir a un espa recin llegado a un lugar puede ser, y de hecho es casi siempre, una gran prdida de tiempo. Por el momento, vamos a dejar a Munro Consenzi, y aprovechando el margen voy a echar un vistazo a la casa de Souci Clairmont.

Te parece prudente? exclam Elmer Warren.

Por qu no? A fin de cuentas, para todo el mundo..., y, por el momento, tambin para nosotros, el seor Clairmont falleci simplemente vctima de un accidente automovilstico. Est ya enterrado, todos los trmites han sido realizados, y su casa debe de permanecer cerrada a la espera de algn posible familiar, o en su caso, de lo que decidan las autoridades de la ciudad. Una pequea incursin en la casa de Souci Clairmont quiz pueda ayudarnos bastante.

Est bien. Ten cuidado, Wade.

S, lo tendr. Pero... no quiero hablar ms de esto, Elmer. Voy a echar ese vistazo a la casa de Souci Clairmont. Hasta luego.

En el coche que haba alquilado, Wade Bolt se dirigi a la pequea quinta de Souci Clairmont en Ptionville. Cerca de la casa dej el coche, lleg a sta a pie, y antes de pensar en forzar la puerta para entrar, busc una solucin mucho ms sencilla. La encontr, efectivamente, pues una de las ventanas cedi al ser tocada por l.

Sin ninguna preocupacin, puesto que tena pensada una explicacin al respecto si alguien se interesaba por su extraa conducta, Wade Bolt se dedic durante ms de media hora a recorrer la casa, ms bien pequea, por otra parte, en busca de algo que pudiese ayudarle a opinar de modo diferente sobre la muerte, que pareca accidental, de Clairmont.

Pero nada encontr que fuese interesante en ningn sentido. Y as, transcurrida esa media hora, el multimillonario Wade Bolt abandonaba la casa del mulato, por el mismo lugar que haba utilizado para entrar en ella.

Se alej caminando tranquilamente, y estaba ya muy cerca de su coche cuando aparecieron los dos hombres,

que se plantaron delante de l y se quedaron mirndole socarronamente.

Eran dos tipos inquietantes. Uno de ellos, ms alto y ms joven que el otro, sonrea de un modo casi agresivo, mostrando unos grandes dientes que relucan blanqusimos en la oscuridad de la noche. El otro, con la cara muy chupada, mantena en todo momento la mano en el bolsillo de su blanca chaqueta. En aquella zona sombra, donde la nica luz era la que llegaba de los diseminados faroles del alumbrado pblico, la cara de aquel hombre daba la impresin de ser el negativo de una fotografa, con el rostro oscuro y el traje blanco.

A ver si nos equivocamos dijo, precisamente, el tipo con cara de negativo de fotografa. Es usted el seor Bolt? Wade Bolt, el millonario?

No disparen habl con la voz temblorosa de miedo Wade... Les dar todo lo que llevo encima.

Pero... qu dice este tipo? gru el de los dientes blanqusimos.

Hombre, est bien claro! rio el otro: el seor Bolt cree que ha sido atracado. No es as, seor Bolt?

S, s... Por favor, no me hagan dao, les dar todo el dinero que llevo encima, se lo juro.

Tranquilcese, seor Bolt. No se trata de un atraco, sino de una invitacin.

Una... invitacin?

As es. Por aqu cerca haba una persona amiga nuestra, que estaba echando un vistazo por la casa del seor Clairmont, y de pronto lo vio llegar a usted y entrar por una ventana. Esa persona, sorprendida, llam a otra persona, que cuando supo que quien haba entrado como un ladrn en la casa del seor Clairmont, era nada menos que Wade Bolt, nos envi a nosotros para invitarlo.

Invitarme? A qu?

Tenemos el coche aqu cerca, seor Bolt. Ser mejor que venga usted con nosotros.

CAPITULO III

Son la voz del negativo de fotografa:

Hemos llegado. Apese.

Bolt pareca resistirse. Miraba al hombre, que abra con toda correccin la portezuela del auto; un criado ataviado con pantaln blanco, irreprochable, y una corta chaquetilla roja. El hombre dijo:

Por favor, mster Bolt... Monsieur Muthesius le est esperando.

No s quin es! Quieren matarme...!

Le ruego que se calme, mster Bolt dijo el criado, Monsieur Muthesius no tiene la menor intencin de hacerle dao.

El criado pareca un poco confuso; no saba cmo resolver aquella situacin, pero alguien acudi en su ayuda. Era el propio Muthesius, que aquella noche luca un traje color rosa, perfecto; una camisa a listas, y una corbata de enorme nudo. Muthesius, con una sonrisa tranquilizadora, con su ondulado flequillo, con modales un tanto empalagosos, exagerados.

Soy Muthesius, seor Bolt. Tengo el honor de invitarle a entrar en mi casa.

Bolt pareca, por fin, dispuesto a salir del auto. Lo hizo, sin dejar de mirar a Muthesius. Este, siempre sonriente, tranquilizando al asustadizo playboy con el gesto, se crey obligado a excusarse.

Lamento haber utilizado estos medios para traerle hasta aqu, mster Bolt. Usted est ocupado, actualmente, y pens que no aceptara una invitacin corriente. Le presento mis excusas.

Bien... Debo confesar que me he asustado mucho, pero..., no parece que aqu pueda ocurrirme nada malo...

Por supuesto que no. Slo quera hablar con usted. Slo hablar, se lo aseguro.

Estaban ya en el vestbulo, con una decoracin perfecta. Una puerta que daba al vestbulo estaba abierta y cuando Wade se dispona a realizar algn comenta rio, apareci Desre, que qued apoyada en el marco, sonriendo, mirando a Muthesius y a Wade, alternativamente. La boca de Wade qued abierta, y su mirada fija en Desire, que aquella noche llevaba puesto un minivestido pegado al cuerpo, de raso, de un rojo rabioso.

Es Desire present Muthesius. Querida, te presento a mster Bolt.

Ella no se acerc; se limit a inclinar un poco la cabeza, y luego ech a andar hacia el tramo de escaleras que naca en el vestbulo, seguida por la mirada de incontenible admiracin del playboy.

Dispense que ella se vaya, seor Bolt, pero los motivos son des dijo Muthesius, acaricindose el flequillo, Uno: usted y yo tenemos que hablar en privado. Dos: soy celoso como una bestia, y no me gusta exponer a Desire a las miradas de todo el mundo. Por favor, pase al despacho.

Es una mujer muy hermosa, en verdad murmur Wade.

Quiz usted no tiene mucha imaginacin, mster Bolt. Desire no puede definirse con esa palabra... Hermosa... Cuando se refiere a Desire, esa palabra queda hueca, sin sentido. Desire es la Atlntida hecha mujer. El mito de la belleza femenina que ha cobrado vida... No se lo parece?

En efecto. Usted tiene razn... Me anotar esas frases para soltarlas alguna vez.

Sintese, per favor. Qu desea tomar? Whisky?

Wade vacil un poco.

S, gracias; con hielo.

Muthesius apret un botn, y el criado de la chaquetilla roja apareci, para escuchar las rdenes. Al instante, lleg la bebida para los dos hombres. Bolt hizo tintinear los cubitos de hielo en el vaso, y acab por mirar a Muthesius a los ojos, tras haber comprobado que le rodeaba una magnfica biblioteca.

Se siente interesado por mi biblioteca, seor Bolt? inquiri el sofisticado tipo del flequillo.

Quiere una respuesta sincera?

Naturalmente. Se lo ruego, adems.

Pues... no. No. Los temas de mi predileccin son otros.

Por ejemplo?

Wade iba a responder, pero frunci el ceo de pronto. Pareca cortado. Por fin, murmur:

Se formar una opinin muy pobre de m, monsieur Muthesius. Bebo confesar que en mi casa slo tengo algunos libracos de chistes algo subidos de tono, y... manuales sobre juegos de manos. Me gusta asombrar a mis amigos.

No es tan malo como cree, seor Bolt. Usted, en realidad, dedica su vida a la amistad, a la causa de sus amigos dijo con sorna mal disimulada, Muthesius, Me parece maravilloso.

Bueno, en realidad...

Esccheme, mster Bolt: quiero hablar de negocios con usted.

Wade le mir con ojos casi desorbitados.

De negocios? Conmigo?

Eso he dicho.

Oh, no! No, no... Yo qu s de negocios...!

Usted no puede ser tan imbcil, seor Bolt.

Wade pestae.

A pesar de lo que ha dicho, est pensando lo contrario dijo, ceudo. Ha sido una invitacin muy amable por su parte, monsieur Muthesius, pero me niego rotundamente a hablar de negocios. No se lo tome como cuestin personal, no es eso... Simplemente, de mi vida he desterrado los negocios.

Pero no los millones.

Me persiguen, fatalmente.

En verdad es usted un hombre afortunado. De todos modos, en esta conversacin de negocios no voy a poner a prueba su capacidad financiera, su visin de la economa mundial, ni nada por el estilo. Es un negocio fcil.

Wade se puso en pie. Dej el vaso sobre el soberbio escritorio de Muthesius, e hizo un impertinente gesto con la mano, diciendo:

Ciao... O no me deja marchar?

Mrchese cuando quiera dijo Muthesius.

Wade hizo un gesto de asentimiento.

Ahora mismo dijo. Buenas noches, monsieur. Gir, y camin hacia la puerta decididamente. Haba visto en los claros ojos de Muthesius, el ente sofisticado y falsamente afeminado, una mezcla de expresiones; entre furia, irona, ferocidad... De todos modos, Muthesius cometa un error al querer mostrar a Wade Bolt cules eran sus bazas para que no pudiera salir de la quinta.

Expectante, aun fingiendo lo contrario, Wade atraves el vestbulo sin la menor oposicin, sin ver a nadie. Sali a la terraza, y salv con agilidad, silbando, en su papel de tipo inconsciente, incapaz de una idea con sentido, los tres peldaos que dejaban en el sendero. Y apenas hubo puesto los pies en el sendero de losas, con csped entre las juntas, Wade qued inmvil, con el vello erizado.

Fue primero un sordo y feroz gruido. A continuacin, varias siluetas aparecieron ante l, acorralndole. Y a los gruidos del principio, sucedieron unos ladridos espeluznantes, procedentes de tres perros, tres doberman impresionantes, de un peso entre los cincuenta y sesenta kilos.

Tres pares de ojos relucientes, enrojecidos, de fiera.

Uno de los perros pareca dispuesto a iniciar el salto hacia el cuello del playboy, mostrando los afilados dientes.

Quietos! Atrs! grit, entonces Muthesius.

Wade ni siquiera osaba desprender de sus pestaas, unas gotas de sudor que haban aparecido de sbito en las cejas, resbalando. Estaba muy quieto. Muthesius, un poco detrs de l, rea silenciosa, burlonamente, mientras los perros, con gruidos de frustracin, se retiraban.

Parece que se ha asustado un poco, seor Bolt. Le conviene otro whisky, creo. Pase, por favor. O insiste en salir?

Wade no despeg los labios. Fingi muy bien un nudo en la garganta..., aunque es ms propio decir que slo lo exageraba. Entr de nuevo en la casa, y se dej caer en el sof que haba ocupado poco antes, como aturdido, no repuesto an del susto. Muthesius se ocupaba de prepararle otro whisky.

Son perros asesinos, mster Bolt dijo, por fin, Muthesius. Es lo que mejor aprenden los doberman. Pero..., me parece que el tema no acaba de agradarle. Me equivoco?

Son..., son horribles...

Pero usted no debe temerles, si razona un poco. Ahora, pienso que es posible que se encuentre algo ms predispuesto para hablar de negocios conmigo, seor Bolt.

No entiendo nada...!

Ver como s entiende este asunto. Usted es mundialmente conocido. Por su dinero, por su vida de Playboy, por sus excentricidades...

Siempre se exagera!

Le creo rio Muthesius, Pero s es verdad que gasta algunos millones anuales. Cuntos? Cinco?

Pues ms o menos... No llevo la cuenta.

Eso es magnfico murmur con ojos relucientes, Muthesius. Entonces, podemos ir al grano. Lo que yo le propongo es lo siguiente: usted va a pagar un rescate, por s mismo de cinco millones de dlares.

Wade pareca muy sorprendido.

No comprendo... Por qu he de pagar ese dinero por...?

Por su vida, seor Bolt. Sabe lo que es un secuestro, supongo? Eso es lo que sucede con usted. Est secuestrado, y yo pido un rescate de cinco millones de dlares. Como ve, el negocio no es tan malo... Su vida vale mucho ms, no es as? La cantidad que le pido es modesta, en realidad, pero comprendo que pedir ms dinero sera perder el tiempo.

Pero... Estoy secuestrado! Esto es terrible! Yo... Avisar a la polica!

No creo que le sea fcil sonri Muthesius amablemente. De todos modos, si pudiese hablar con la polica, quiz tendra que explicarle qu fue a hacer usted al domicilio de Souci Clairmont. Y ya que hablamos de eso..., por qu no me lo explica a m?

Bueno...

Mire, seor Bolt, nosotros, por motivos privados, estbamos vigilando la casa de Clairmont. Y de pronto, aparece usted. Si usted no hubiese sido usted, no estara aqu ahora, sino en algn sitio solitario y descampado, contestando, a las buenas o a las malas, a algunas preguntas de mis amigos. Pero ellos me avisaron de que se trataba de usted, sin duda alguna. Al principio, me dio que pensar, no crea, pero de pronto, zas! Muthesius chasc dos dedos, tuve una idea magnfica.

Qu... qu idea?

Por determinadas circunstancias que no voy a explicarle de ninguna manera, mi situacin econmica, que no es mala del todo, precisa... una gran inyeccin de dinero, para dejar las cosas mejor establecidas y orientadas. Y, sobre todo, para proporcionarme una seguridad en caso de que mis planes o aunque slo fuese parte de ellos, saliesen mal. Y as estaban las cosas cuando me entero de que el millonario Wade Bolt est fisgando por la casa de Souci Clairmont. Entonces, me dije: muy bien, hago traer aqu al seor Bolt, le pregunto qu haca all, por si es algo que me concierne directamente, y de paso, soluciono mi problema econmico, comprende ahora?

No s... No estoy seguro. Cules son sus dificultades?

Usted no lo quiere entender, seor Bolt! rio Muthesius. Es usted quien est en dificultades, ahora, no yo! Pero, ahora, quiero saber qu fue a hacer al domicilio de Souci Clairmont.

Pues... Bueno, hace tiempo que conozco a Souci, as que pens visitarle...

Seor Bolt: verdaderamente no sabe que Clairmont falleci hace unos das en accidente de automvil?

Oh! No... No lo saba... Pobre Souci!

S... Pobre Souci! Por qu eran ustedes amigos? Qu clase de relaciones tenan?

Bien, ahora que l ya ha muerto..., no creo que tenga importancia decirlo. Ver usted... Como le he dicho, Souci y yo ramos amigos hace tiempo..., desde que una vez, en una de mis escalas en Por-au-Prince, l me... provey de material didctico.

De qu?

Nosotros llamamos as a algunas chicas... generalmente de color que... Bueno, no s si usted me entiende, seor Muthesius: uno llega a cansarse de todo.

A qu se refiere? frunci el ceo Muthesius.

Ver... Como le digo, yo no gasto dinero en mujeres, porque tengo gratis las que quiero, y muy hermosas. Pero de cuando en cuando, da gusto variar, no le parece? As que cuando toco en Port-au-Prince, visito o llame a Souci, y l me provee de algunas chicas... especiales. Negritas o mulatas ardientes, que conocen... cosas divertidas. Y esas muchachas negras y mulatas son puro fuego. Yo las llamo material didctico, porque siempre aprendo algo. Usted me entiende, verdad ?

Ahora, s... En definitiva, usted es un puerco, que lo que no se le dara por grado, lo compra con su dinero.

No tiene por qu insultarme farfull Bolt: Cada uno se divierte como puede!

Ya, ya. Est bien, qu demonios me importa a m eso, despus de todo? Y como suele decirse, en el pecado lleva usted la penitencia: si no hubiese ido en busca de Souci para esas porqueras, yo no habra tenido la buena idea de conseguir dinero en abundancia' por su rescate.

Wade movi la cabeza con gesto de pesadumbre.

Qu situacin! gimi.

No es tan mala como cree. Le parece bien escribir, ahora mismo, lo que yo le dicte, y firmar luego? Cuanto antes tenga yo el dinero, antes saldr de aqu. Debo comunicarle, adems, que el suyo sera un secuestro... ameno, agradable, si no pone dificultades en el momento de firmar. Ah!, y, adems le dar un obsequio...

Si yo pudiera aclarar mis ideas... Dice que pagndole cinco millones de dlares me dejar marchar, y me har un obsequio... Quiero saber qu obsequio es se!

Muthesius sonri levemente.

De acuerdo dijo. Se trata de una momia, en su sarcfago. Es una reliquia de no menos de tres mil aos de antigedad. Ha odo hablar de la poca faranica, en el Antiguo Egipto?

Oh, s!, las bacanales... Pero una momia! Qu hago yo con una momia? Es una broma, claro...!

No le gusta el obsequio?

No quisiera desairarle, pero...

Crame, mster Bolt: esa momia tiene gran valor cultural. Hasta es probable que alguien, ya en Estados Unidos, quiera comprrsela. Por no menos de diez mil dlares, se lo aseguro.

Eso me sorprendera mucho. Pero entiendo que yo amortizara diez mil dlares, de los cinco millones.

Ms o menos. De su puo y letra escribir lo que yo le dicte, y firmar a continuacin. De acuerdo?

Y luego?

Ya se lo he dicho. Ser considerado en esta casa como invitado, con todos los privilegios que ello supone excepto uno: salir a la calle.

Wade solt un suspiro entrecortado.

Creo que no puedo hacer otra cosa... dijo, por fin.

Maravillosa deduccin.

Con sus manos bien cuidadas, Muthesius alarg a Wade una hoja de papel en blanco, y una pluma estilogrfica. Bolt tom ambas cosas, y vacil, ante el papel, mirando a Muthesius. Este inquiri:

Cul es la persona de su mxima confianza; la que ser ms discreta, en bien de usted, en esta operacin?

Miss Forbes, mi secretaria personal.

Dirija la misiva a ella, entonces. As: Querida miss Forbes: Ordene la urgentsima recopilacin de fondos en efectivo, por un total de cinco millones de dlares. Una persona le dir cmo y cundo debe usted entregarlos. Se trata de mi vida, por lo cual le ruego la mxima discrecin. No comente el destino de ese dinero, ni mucho menos que me encuentro secuestrado. Podra costarme la vida. Obedezca en todo, y hasta pronto.

...y hasta... pronto... Ya est dijo Wade.

Firme, ahora.

Wade estamp su firma al pie de la misiva.

Cuando hubo terminado, Muthesius alarg la mano, y tom la nota, releyndola, y observando la letra y la firma. Pese a todo, los rasgos no carecan de firmeza. Temi que a Wade le temblase la mano, pero no se notaba nada especial.

Perfecto. Acaba de realizar un maravilloso negocio.

Pero no mejor que el suyo. Oiga: no puedo rechazar la momia?

Me disgustara profundamente.

En este caso...

Adems, recuerde: es un objeto susceptible de buena venta. Estoy seguro de que alguien ir a comprrsela. ..

CAPITULO IV

Haca un par de minutos que Muthesius haba quedado a solas en su despacho, sonriendo con felicidad ante aquella nota que vala cinco millones de dlares. Wade Bolt haba anunciado su deseo de descansar, de reponerse, despus de tanto sobresalto.

Sin llamar, utilizando una puerta lateral del despacho, acababa de entrar Paula, que miraba con fijeza a Muthesius, acercndose a l. Se dej caer en un sof, y encendi un cigarrillo.

Has odo, Paula? la mir, sonriente, Muthesius.

S.

Te sientes feliz?

No del todo, an. Faltan algunos detalles importantes.

Pero saldr bien. Creo que hemos tenido suerte: hemos conseguido atrapar al hombre ideal para este asunto.

Paula fumaba en silencio. Haba cruzado las piernas, y la falda no poda ocultar ni una nfima parte de los encantos de la bella mujer morena.

Hay algo que no te satisface? murmur Muthesius.

Nadie es tan tonto, Muthesius.

Tal vez. Pero hemos enfocado las cosas de modo que engaaramos, tambin, a un hombre medianamente listo. Bolt ni siquiera llega a esta ltima calificacin. Como sea, con su llegada a Hait, Bolt solventa con la rapidez requerida, un problema de tiempo; el importantsimo problema de tiempo. Dentro de cuarenta y ocho horas, en Port-au-Prince no quedar rastro de nosotros.

Paula mir con fijeza a Muthesius, y murmur:

En nuestra profesin, el optimismo desmesurado, el exceso de confianza, se paga caro, Muthesius. Nuestra situacin no permite alegras.

Bien... Quieres sugerir algo, con todo esto?

Una cosa: no podemos dejar tan libre de movimientos a ese Bolt.

Es perder el tiempo. Ese hombre...

Podemos perder cuarenta y ocho horas; por lo menos, yo. No tengo otra cosa que hacer que tomar precauciones, y asegurarme de que no se producirn sorpresas. Bien..., si no tienes inconveniente, yo misma cuidar de la vigilancia de Bolt. Puedo simular, con facilidad, que soy la criada que destinas a su servicio personal.

Mathesius esboz una sonrisa.

Es un tipo caprichoso, y, sin duda, exigente; podra costarte algn sacrificio, Paula.

Paula tambin sonri, entonces.

Si adivino a lo que te refieres, debo decirte que se es el aspecto menos desagradable de Bolt.

Como quieras; es asunto tuyo. Por mi parte, tengo algo que hacer ahora agit la nota. Antes de que parta el ltimo vuelo, mi correo ha de estar en marcha. La nota llegar maana mismo a la ciudad de Pittsburgh. Son cinco millones de dlares..., de momento. No es maravilloso?

Sin duda. De ah que me resista a confiarme.

Bien... Debo comprenderte. En fin, empieza a ocuparte de Bolt, si lo deseas.

Paula no necesitaba instrucciones para saber lo que deba hacer. Abandon el despacho, dejando a Muthesius llamando a uno de sus hombres. Ella se dirigi a un cuarto de la planta baja, y una vez all, en pocos minutos, empez a transformarse.

Se mir al espejo. Estaba magnfica. Consider que su aparicin no dejara de impresionar al playboy. Paula parta de la base de que casi nadie es lo que aparenta. Por otra parte, quirase o no, hay mecanismos en el cerebro humano que estn computados. En el caso de Paula, el mecanismo de la desconfianza, del recelo, estaba en pleno funcionamiento.

Sali de la habitacin de la planta, cruz el vestbulo, y subi al cuarto que le haban destinado a Bolt, al fondo del pasillo del piso. Llam a la puerta, y entr sin esperar permiso.

Sorprendi a Wade sentado en un silln, fumando, de cara a la ventana que daba a un lateral de la quinta. Wade se volvi, y casi desorbit los ojos, al ver a aquella belleza avanzar hacia l, con una sonrisa en verdad sugestiva. Luego, lentamente, se puso en pie. Cuando Paula estuvo a su alcance, alarg la diestra, y la pas por el cuello y los senos de Paula,

No va muy deprisa, seor Bolt? inquiri ella.

Debe disculparme... Al verla, cre que era una jugarreta de mi pobre cerebro, un espejismo. Si usted supiera las horribles cosas que me estn ocurriendo...

Le aseguro que puede dar por terminadas sus preocupaciones, seor Bolt. A menos que considere que yo pueda ser una preocupacin ms volvi a sonrer Paula.

Como todas las mujeres suspir Wade, Pero hay preocupaciones maravillosas.

Eso es un halago agradable... Necesita algo? Estoy a su disposicin.

Magnfico... Veo que monsieur Muthesius no ha olvidado su palabra.

Ella le miraba a los ojos. Se preguntaba si realmente la chispa estpida que haba en la mirada de Wade era autntica.

Cmo es usted, seor Bolt? inquiri.

Yo? Pues... No s... Cabellos castaos, alto, guapo...

Oh!, no me refera a eso...

Pues... no s definirme de otra manera, lo siento.

Paula an intent profundizar en los ojos de Bolt, pero el espectculo acab por aburrirla, y lo abandon.

No olvide llamarme, si me necesita murmur.

Pero..., si no s su nombre..., no podr llamarla.

Paula sonri ella, dando la vuelta y dirigindose hacia la puerta.

Solamente dio tres pasos.

Paula oy.

Se volvi, haciendo lo posible por conservar la sonrisa.

S, seor Bolt?

La..., la necesito.

Ya? Para qu?

Para que me consuele... Estoy muy asustado, y pienso que... que eso ocurre porque me doy cuenta de que nadie me ama, aqu!

No se lo tome as... Claro que le amamos! Cmo no vamos a amar al hombre que nos va a proporcionar de modo tan impensado, y al mismo tiempo tan oportuno, cinco millones de dlares?

Sabe usted eso? exclam Wade.

Les estuve escuchando a usted y a Muthesius.

Oh...! Entonces, oy lo del... material didctico.

En efecto.

Supongo que le parezco repugnante.

Paula estuvo unos segundos contemplando en silencio y muy atentamente al millonario. De pronto, sonri, mostrando sus hermosos dientes blanqusimos.

Realmente ha aprendido usted cosas... extraordinarias, seor Bolt?

Pues no s... Pienso que todo el mundo me engaa, as que quiz lo que yo s no sea tan extraordinario, despus de todo.

Me gustara... poder juzgar sobre sus conocimientos.

Para eso sera necesario que... Qu dice?!

S musit Paula, acercndose lentamente. La verdad es que desde que le vi pens en... Yo me he ofrecido para ser amable con usted, no es as, seor Bolt?

Por favor, llmeme Wade. S, es muy amable; lo admito.

En ese caso..., no querra ser amable conmigo, como agradecimiento?

Y qu tendra que hacer?

Paula se quit el sarong y lo tir con gracioso vuelo hacia un lado. Wade Bolt se qued mirndola con los ojos muy abiertos.

Qu hermosa es usted...! exclam.

Y no le gustan las cosas hermosas?

Oh, s...!

* * *

Como dice el refrn susurr Paula: a la cama no te irs sin saber una cosa ms.

Querrs decir emiti una risita Wade que de la cama no saldrs sin saber una cosa ms.

Paula tambin rio. Estuvo unos segundos mirando a Bolt, tras fruncir el ceo. Lstima que fuese tan fantoche, tan mamarracho, porque por lo dems... Con un gesto de indiferencia, Paula recogi el sarong, se lo puso, y alz una mano.

Adis, Wade!

Volvers...?

Por si te sirve de respuesta, te dir que mi sed de conocimientos es muy grande...

Y ech a andar hacia la puerta, seguida por la mirada de Wade, que sonrea observando sus bellas formas. Una mirada y una sonrisa que a Paula le hubiese gustado ver, le habra interesado muchsimo captar. Una mirada y una sonrisa que eran una mueca tan feroz como la de aquellos doberman.

Bolt qued a solas, y lo primero que hizo fue acercarse a la ventana, sin preocuparle ser visto. Estaba seguro de que adems de los perros haba vigilancia humana, mucho menos temible, ciertamente.

Contempl durante unos minutos el solitario jardn; por lo menos, solitario en apariencia. Observ que tena ciertas facilidades para llegar al suelo saliendo por la ventana. Instantes ms tarde, perciba cierto movimiento, y vio el reflejo de las luces de un automvil que sala de la quinta.

Tras reflexionar unos instantes, decidi que la ventana era un lugar de observacin muy limitado, y le interesaba conocer otros rincones y particularidades de la finca. Por lo dems, estaba dejando posar los sucesos en el cerebro, para luego establecer la conexin, colocar los datos en su sitio..., y sacar las conclusiones que fueran del caso.

Una cosa era obvia: Muthesius, con la llegada del Playboy a Port-au-Prince, no haba tenido toda la suerte que crea.

CAPITULO V

Desde la prgola, un poco sorprendido, Muthesius, que vesta ropas ms cmodas en aquellos momentos que su perfecto traje color rosa, arque una ceja, al ver aparecer en la terraza a Wade, que pareca bastante indeciso.

Muthesius le recibi con una sonrisa.

Ha reaccionado, seor Bolt? inquiri amablemente.

Bien, no s...

Le sugiero que se autoconvenza de que ha realizado un buen negocio. Ver cmo se sentir mucho mejor. Por lo dems, creo deberamos olvidar ese tema. Nos proponemos, a poco que usted colabore, hacerle la vida agradable durante su estancia en mi quinta. Puesto que sala a pasear, con mucho gusto le acompaar. Le mostrar todo esto..., que muy pronto abandonar.

Wade no pareca comprender.

Se marcha de aqu, monsieur? inquiri.

Efectivamente. No lo haba imaginado?

Lo siento. Pero no le entiendo.

Estaban paseando por el sendero. Muthesius mir de soslayo a Wade.

Se lo explicar dijo... Usted ha sido secuestrado por m, me conoce. Puesto que pienso dejarle marchar con vida, es obvio que corro el riesgo cierto de que usted se apresure a denunciar a la polica lo ocurrido. Si me quedo, mi detencin es inmediata. Por consiguiente, tengo una sola alternativa: marcharme de aqu.

Bueno..., yo no quiero los. No dira nada, y...

Usted, seor Bolt, es un hombre sin complicaciones de ninguna clase, pero los dems, por desgracia, no estamos a su altura en el terreno econmico. Y si a eso unimos un determinado grado de ambicin, el resultado es que a veces hacemos cosas fuera de lo legal, de lo permitido, de lo establecido. Yo me he hecho a veces algunas preguntas: si los Bancos Nacionales de los pases emiten billetes, por qu no poda hacer yo lo mismo? Es una pregunta razonable, no cree?

Si usted lo dice... Acaso ha fabricado billetes?

Muthesius rio brevemente; se acarici el dorado flequillo ondulado que caa sobre su frente.

Soy un experto, pero mi negocio fue a la quiebra, mster Bolt. Tuve una extensa organizacin en Francia, en Marsella, pero..., siempre ocurren cosas. All lo perd todo, o casi todo. Tuve que huir, ocultarme, vivir poco menos que en la ruina. Parece ser, no obstante, que mi situacin va a cambiar ahora.

Por qu me explica todo esto? Incluso se acusa de...

No me acuso de nada cort Muthesius. Le explicaba algo sobre m mismo, tan slo. Por otra parte, usted y yo no volveremos a vernos. Por lo tanto, no importa lo que usted sepa sobre m. Es obvio que mi apellido autntico no es el de Muthesius, y puedo cambiar fcilmente de identidad. Y de rostro, si es necesario.

De rostro...? No s si es broma, monsieur.

En absoluto. Pero claro, usted ignora todo, o casi todo, de un mundo que est muy lejos de usted. Esto me hace reflexionar... Me hace pensar que no es tan raro que existan con nosotros, que convivan con nosotros, mundos muy distintos. A usted quiz le parezca estpido, pero parte de la fortuna que pienso conseguir, la destino a intentar hallar la Atlntida; creo tener la seguridad de su emplazamiento... Sera autnticamente fabuloso, no lo dude.

Wade le miraba con aturdimiento, con los ojos muy abiertos.

Pero es tan extrao... Cmo va a poder cambiar de rostro?

Nada ms fcil. Se lo aseguro.

Asombroso, asombroso..., Yo podra hacer lo mismo? Slo para gastar alguna broma a mis amigos!

Claro que podra! rio Muthesius.

Fantstico... Me interesar por eso, de veras. Qu es eso?

Sealaba una construccin cnica, con ventanas muy estrechas, que haba detrs de unos cuantos rboles. Estaba a oscuras, pero en la cpula haba azulejos que brillaban al reflejo de las luces.

Ah pensaba establecer mi nueva fbrica de billetes explic Muthesius. Pero cuando empezaba a organizarme, con forzosa lentitud, surgi algo mejor. Oh, tambin est la momia! Quiere verla?

No! Le aseguro que..., que esas cosas me infunden ms bien respeto... No, no!

Charlotin!

La voz son de pronto, detrs de ambos. Muthesius gir, viendo entre los rboles a Desire. La bella rubia, aquella estatua del amor, aquella Atintida hecha mujer, estaba all como una aparicin, como un hada, vestida vaporosamente, sonriendo.

Bien, seor Bolt, puede seguir paseando, si lo desea. Pero no cometa imprudencias, comprende?

Muthesius se alej, dejando a Bolt como perdido, asustado. Pero eso slo fue durante unos segundos, hasta que el agente de la CIA hubo decidido su inmediato plan de accin. Dej transcurrir un cuarto de hora, paseando inofensivamente, fijndose en todo... Luego, comenz a acercarse sigilosamente al vigilante de la zona que haba elegido para su accin...

El vigilante era un mulato, que pareca aburrirse soberanamente, apoyado en un delgado arbolillo, y que ni por asomo, poda imaginar la clase de fiera que se le acercaba sigilosamente por detrs...

De pronto, tras haberse mostrado tan sigiloso y poco menos que invisible, Bolt se encamin hacia el mulato haciendo incluso ms ruido de lo normal, arrastrando los pies, carraspeando... El hombre resping, y se volvi vivamente, sacando su pistola.

A pocos pasos de l, Wade Bolt tambin resping, dando un salto.

Eeeeh! exclam. Qu... qu hace?

Venga aqu gru el mulato. Qu demonios est usted haciendo?

Pu... pues... estaba... dando un paseo. Antes estaba con el seor Muthesius, pero l se fue, y me... me dijo que poda estar por aqu.

El mulato movi la cabeza, y sonri.

Est bien, le creo. Pero para otra vez, procure no asustarme: podra disparar contra usted y matarle.

Je, je...!

De qu se re? se pasm el hombre.

Eso de que disparara contra m... No lo hara, verdad? No es posible que usted sea capaz de disparar contra una persona!

Oiga, pretende tomarme el pelo? farfull el mulato, Ser mejor que se largue de aqu. Y para evitarse disgustos, creo que ser mejor que no se dedique a dar paseos durante la noche.

Quiere decir..., que realmente sera capaz... de matarme?

Mire, amigo, deje de cabrearme, quiere? Por si cree que estoy bromeando, le dir que me he llevado por delante a ms hombres que dedos hay en su cuerpo. Me entiende?

S..., s... Pero eso... sera en una... una guerra...

En una mierda para usted! rio el otro. Deje de tocarme los caramelos y vuelva a la casa!

S asinti Wade Bolt. Desde luego que s.

Entonces..., por qu se sorprende tanto?

No me sorprendo. En realidad, slo quera asegurarme de que usted se mereca lo que se le va a venir encima.

Lo que...?

El mulato, que haba guardado la pistola, resping, mirando la mano de Wade Bolt, alzada rpidamente por encima de su cabeza. En un instante, comprendi lo que iba a hacer el millonario... Fue un instante de lucidez, el ltimo de su vida, porque cuando su mano an no haba vuelto a tocar la pistola la de Wade cay sobre lo alto de su crneo, en tsutchi-ken, el puo-martillo. Fue un golpe sencillo, incluso un tanto tosco, pero, por supuesto, efectivo y fulminante, como haba pretendido el millonario: el mulato cay muerto a sus pies, fulminado.

Tras una rpida mirada a su alrededor para asegurarse de que nadie haba visto lo ocurrido, Wade se inclin, retir del bolsillo del hombre la pistola, apunt a lo lejos y alto, y apret el gatillo por dos veces, rpidamente... Los estampidos parecieron poco menos que caonazos.

En seguida, Bolt coloc la pistola junto a la mano del mulato, dio la vuelta, y ech a correr hacia la casa, en la cual se oan voces, as como en un par de puntos del jardn. Tras una corta y velocsima carrera sorprendente, Wade Bolt salt entre unos arbustos, y entonces comenz a gritar, mientras continuaba corriendo hacia la casa.

Lleg a sta cuando de ella salan algunos hombres, todos pistola en mano, mirando, con expresin desorbitada, a todos lados.

Por all! chill Wade, Han disparado por all, he visto a un hombre, lo he visto...!

Qu ocurre? apareci Muthesius, jadeante, demudado el rostro.

Un hombre disparando, lo he visto, lo he visto...!

Clmese! grit Muthesius. Y vosotros, idiotas, qu hacis aqu?! Id a ver si cazis a ese hombre, vamos!

Le he visto, le he visto...! segua aullando Wade.

Cllese de una vez, rata! le escupi las palabras en la cara Muthesius. Pngase a salvo y deje de ponernos nerviosos a nosotros! Vamos a ver si...!

CAPITULO VI

Lo tenan all, en la prgola, acosado, mientras an temblaba y tragaba saliva con esfuerzo, y le saltaban los ojos... Tena junto a l al negativo de fotografa, que le apuntaba con una pistola. Haba aparecido tambin Paula, sin su sarong amarillo, tan slo con unos pantalones que se haba, puesto rpidamente, y una blusa casi completamente abierta; pero a nadie pareca importar el detalle..., muy hermoso, por otra parte.

Cerca, se oan las rdenes de Muthesius, sus instrucciones. Y, por fin, lleg Muthesius, con expresin grave, ira la mirada.

Ms tranquilo? gruo. Tal vez explique mejor ahora lo que vio. Quiere repetirlo, mster Bolt?

Wade se humedeci los labios, y mir en torno, como si esperase ver aparecer de pronto a su peor enemigo.

S... Ya... lo expliqu...

Otra vez! mascull furiosa, Paula.

Yo paseaba... Haca rato que me haba dejado monsieur Muthesius, empec a aburrirme estando solo. Di una pequea vuelta y... y cuando regresaba a la casa, pues..., no s... Lo vi bien, de veras; pero... como si la imagen se desvaneciera en mi cerebro... Fue tan rpido... Era un hombre que corri hacia la verja...

Cmo era ese hombre? Haga un esfuerzo pidi Muthesius.

Lo dije! Me pareci..., asitico, o monglico, algo as... De esos que tienen los ojos oblicuos, y creo que es calvo, o en todo caso se rapa completamente el cabello... Un hombre que me pareci fuerte. No puedo decir ms...! Creo que me vio... Con aquellos ojos oblicuos, su crneo pelado o calvo... Cre que iba a matarme, y entonces encontr fuerzas para correr y gritar...!

Le miraban todos con mucha fijeza. Paula estaba palidsima en aquellos momentos. Por fin, consigui desviar la mirada del rostro de Wade, para fijarla en Muthesius. Y murmur:

La descripcin es prcticamente exacta, Muthesius. Es lo que yo ms tema: se trata de Consenzi. Ya te advert que la operacin requera una rapidez fulminante...

Quiz no haya sido l...

Te digo que ha sido l! No es slo la descripcin de Bolt, sino el modo en que ha matado a Pierre... Traedlo aqu.

El cadver del mulato fue depositado en la prgola, muy cerca de los pies de Wade Bolt, que se encogi an ms. Paula se acuclill junto al cadver, haciendo una sea a Muthesius, que la imit. La bella asesina seal la cabeza del mulato.

Tiene el crneo hundido... Crees que es fcil hacer esto?

No lo s. Qu tratas de decirme?

Deberas haberlo comprendido ya! Consenzi entr en la quinta, cualquiera sabe con qu propsitos iniciales, y Pierre le sorprendi..., o simplemente le vio cuando ya era tarde para l. Est bien claro, puesto que hemos encontrado la pistola de Pierre en el suelo; pudo sacar la pistola, pero Consenzi no le dio tiempo: lo mat de un golpe.

Pues no entiendo por qu tena que golpearle con la pistola si poda...

No le golpe con la pistola, sino con la mano! Eso es lo que estoy tratando de decirte! Munro Consenzi ha estado muchos aos en China, lo s muy bien, y all aprendi tcnicas para matar con las manos que le ensearon especialistas en Kempo y Kung Fu.

S... S, est bien. Ignoraba eso de Consenzi.

Pues ya lo sabes. Y te lo advierto: si alguna vez aparece ante nosotros, mtalo en seguida, no le des oportunidad ni de abrir la boca. No te fes de su aspecto, ni de su tono de voz, ni de su mirada que a veces consigue que parezca dulcsima... Es una fiera.

Est bien, est bien, ya no tiene remedio, verdad?! No nos pongas nerviosos con tus fantasas orientales...!

Fantasas? Bueno, querido mo, si alguna vez te odio lo suficiente, desear que caigas en manos de alguien que sepa Kempo, o Karate, o...

Ya basta!

De acuerdo se incorporaron los dos. Slo voy a aadir que, como te dije, esta operacin debi realizarse antes.

La operacin no poda realizarse antes de ningn modo, Paula. Tranquilzate. Como sea, Consenzi ha cometido un error, y eso nos pone en guardia. Sabremos protegernos. Adems, es posible que caiga.

Paula, an lvida, se morda los labios. Mir a Wade con ira, pero evit cualquier comentario.

Fue Muthesius quien dijo:

Vaya a su cuarto, mster Bolt. Nosotros tenemos trabajo ahora.

Tengo que quedarme... solo? gimi Bolt.

Nada le suceder, no se preocupe. Philibert, acompale, y vuelve aqu dijo Muthesius.

El negativo de fotografa, Philibert, tuvo que convencer a Wade de que era mejor subir a su cuarto y quedarse a salvo y tranquilo en su habitacin... Y cinco minutos ms tarde, Wade, con una sonrisa en su viril boca, estaba a solas, sin atreverse an a fisgar por la ventana. Como fuese, el primer resultado a las suposiciones de Wade Bolt haba sido correcto: Consenzi era temido en aquella casa.

Era algo para empezar, para tirar del hilo, y extraer una gran ristra de conclusiones...

Los pensamientos de Wade fueron interrumpidos por un ruido en la puerta. Esta se abri, y Wade, fingiendo sorpresa, mir a los visitantes.

Eran Paula y Usigli, el dentudo. Paula empuaba su pistola en aquellos momentos, y entr, mirando a Wade, y diciendo:

No, no, no... Confieso que result convincente, Bolt, pero lo que usted dijo no puede ser todo... En realidad, dijo demasiado, con respecto a Consenzi. Cmo pudo verle con tanta claridad? La zona es ms bien oscura... Diga: cmo es posible que pueda describirle tan perfectamente, teniendo en cuenta, adems, que usted estaba bajo los efectos de ese... pretendido terror?

He dicho la verdad! Ese hombre saltaba...!

Usted no carece de imaginacin, Bolt, pero hace falta mucha ms para engaarme a m. Quiero la verdad.

Pero...

Convencer a Muthesius de que fue usted quien arm todo el alboroto. Como ve, si en un principio me alter un poco, he recobrado mi serenidad, y la lucidez de mi cerebro. Yo me ocupo de averiguar la verdad..., con la colaboracin de Usigli. Habla, Bolt?

Vi a ese tipo mongol, o lo que sea...

Usigli cort Paula.

Wade no quiso impedirlo. No an. No era cuestin de entablar una lucha abierta; tampoco se tens. Tan slo su cerebro se concentr en un punto en blanco, para mitigar el dolor del tremendo puetazo que recibi en el estmago; solt un jadeo, y se inclin un poco. La mano zurda de Usigli le agarr por los cabellos, y tir hacia abajo, de modo que la cara de Wade fue al encuentro de la rodilla de Usigli, que ste levantaba malignamente.

Se produjo el sordo choque, y Wade sinti un tremendo latido de dolor en la nariz, que sangr, mientras sus ojos se llenaban de lgrimas; y se qued tambalendose, suelto, gimiendo, aferrndose el estmago, mirando con horror su propia sangre...

Perdone que sea tan dura, Wade. No recordaba los buenos momentos de antes... Y quiero advertirle que hay cosas peores que simples golpes dijo Paula. Pero usted tal vez ya sabe algo de espionaje, de su dureza y falsedad.

Pero... esto es una locura! Le digo que...!

Qu vio? O mejor: qu hizo, Bolt?

Ya lo he dicho! Hu al ver a aquel hombre saltando. Cre que iba a disparar contra m tambin...

Usigli cort Paula de nuevo.

Usigli amenaz un golpe en el rostro, pero Wade, perfecto de reflejos, comprendi hacia donde iba a ir de veras el golpe, y lo encaj en el bajo vientre, palideciendo; qued inclinado, exagerando el dolor...

Usted sabe algo de Consenzi, Bolt. Y sabe de muchas cosas que finge ignorar. Es evidente que ahora siento un gran inters por usted..., querido Wade. Verdad que yo he acertado, querido Wade? Usted es un espa!

No es verdad... No es verdad!

La puntera del zapato de Usigli iba hacia el ojo derecho de Wade, con la peor intencin, pero el espa pudo evitar fcilmente quedar ciego de un ojo; slo tuvo que realizar un levsimo movimiento, muy bien controlado, y el golpe lo recibi entre la sien y la ceja. Sin resollar siquiera, se dej caer de bruces, fingiendo hallarse sin sentido.

Tal vez vamos muy lejos, Paula oy a Usigli.

S lo que digo... Slo admito, como he dicho, una posibilidad entre un milln de equivocarme con Bolt.

Si fallas, las cosas pueden rodar mal. Bolt es valioso.

Ya lo s... Est bien. Ir a enterarme de lo que est ocurriendo abajo. T, mientras, ve a soltar los perros. Ser una sorpresa para Bolt si intenta huir en nuestra ausencia.

Vamos.

Wade qued a solas. No se movi durante un minuto. No necesitaba reponer fuerzas, ni haba sufrido el menor menoscabo fsico ante aquellos golpes. Sin embargo, las sospechas de Paula haban empeorado las cosas.

De todos modos, haba que actuar de nuevo, so pena de que Paula se reafirmase en sus sospechas sobre l, y se pusiera tan terca que llegase a descubrir algo.

Se puso en pie, sin apenas ms que unas ligeras molestias en la nariz; nada importante. Abri ligeramente la puerta del pasillo, comprobando que no haba nadie. Sali, lo recorri, y ech un vistazo al vestbulo. Lo cruzara, pero hacia las interioridades, para salir al jardn por alguna puerta o ventana de servicio, por algn lugar no iluminado...

* * *

Y bien? inquiri Muthesius, al ver llegar a Paula y sigli.

Nada, por ahora dijo Paula. Pero hablara.

Muthesius pareca reacio a conceder a Bolt aquella accin.

Sugieres, pues, que no existe peligro, y que debemos abandonar la bsqueda de Consenzi?

No tanto. Usigli, los perros dijo Paula.

Usigli mir a Muthesius, pero ste se encogi de hombros.

Hazlo dijo. Si de verdad hay merodeadores, alguien lo sentir. Vete ya, Usigli. Paula, si se confirma que no es Bolt, habr que empezar a pensar en salir de aqu de inmediato, porque...

Usigli se alejaba, desinteresado por la conversacin. Desde luego, l no estaba en absoluto de acuerdo con

Paula Cmo atribuir al asustado millonario todo aquello? Usigli se inclinaba por considerar, como Muthesius, que las horas de permanencia en la quinta estaban contadas.

La perrera estaba en un ngulo de la quinta, alejada de la casa, puesto que a veces los ladridos de aquellas fieras eran insoportables. Como en aquella ocasin, por ejemplo. Las bestias olfateaban el movimiento, y estaban inquietas, furiosas, ladrando estridentemente, de un modo que erizaba el vello.

A Usigli no le hacan mucha gracia los perros sueltos, pero no haba riesgo al abrir la jaula, ya que abra la puerta protegido, y evitaba de ese modo la posible embestida de los enfurecidos perros.

Adems, stos le conocan por el olor, as como a los dems ocupantes de la casa, que haban sido presentados por Muthesius. La verdad era que aquellos animales eran inteligentes, lo aprendan todo en seguida.

Bueno se dijo Usigli, al menos eso es lo que dice el seor Muthesius...

Lleg ante la jaula, donde los perros estaban desusadamente furiosos, lanzndose contra la puerta, de enrejado metlico, tan rabiosamente que estuvo tentado de no abrir, pese a las rdenes recibidas.

No obstante alarg la mano hacia la manilla de la puerta..., y fue entonces cuando not algo a su derecha, y comenz a volver la cabeza. No pudo ver ms que una sombra desplazndose hacia su espalda. Inmediatamente, un cerco de acero se cerr, llegando por detrs, en torno a su cuello. Usigli quiso gritar, pero se dio cuenta, despavorido, de que el cerco de acero era an ms fuerte de lo que le haba parecido.

No te mato por odio, y mucho menos, por venganza... Te mato por lo mismo que mat al otro: por asesino son una voz junto a su odo.

Como en una insoportable pesadilla, Usigli pens que aquella voz era la del seor Bolt, el hombre que l haba aporreado tan impunemente. Pero no... No poda ser, claro... Y de pronto, se dio cuenta de que acababan de decirle que lo iban a matar.

AAA-AAagggg...

Durante unos segundos, Usigli alz los brazos por encima de su cabeza, toc unos cabellos, luego el brazo que rodeaba su cuello... No tena ni idea de que estaba muriendo bajo la presa de estrangulacin de judo llamada hadaka jime... Su cuerpo comenz a relajarse, sus manos cayeron, y una de ellas toc algo fro. Con sus ltimas fuerzas, Usigli crisp la mano en aquella cosa fra..., y cuando fue soltado y cay hacia atrs, aquella mano movi y tir de aquella cosa fra...

La manilla de la puerta de la jaula.

Detrs de Usigli, Wade Bolt lanz una exclamacin de espanto cuando vio salir al primer perro, como mi rayo ms negro que la noche, precedido por el brillo de los ojos y de los colmillos. Su espanto fue tal que por un instante qued como paralizado..., hasta que la sombra negra salt hacia l.

Entonces, la reaccin del budoka-espa fue velocsima, instintiva: alz la mano derecha, la cerr, descarg en el centro del crneo del animal un potentsimo tetsui, visto y no visto, imprimiendo a su brazo un movimiento como de latigazo; ante l, el ferocsimo perro recibi el golpe, su cabeza cruji, emiti un aullido que pareci romperse (como su crneo), y cay fulminado a los pies de Bolt...

...Que tuvo el tiempo justo para volverse hacia el segundo animal cuando se dispona a saltar hacia su garganta. Bolt dispar el pie derecho en desesperado mae-geri, la patada directa de Karate con la punta del pie; el animal recibi el golpe en el morro, lanz un tremolante aullido, se detuvo en seco, y cay de lado.

El otro estaba ya saltando hacia el millonario que tan peculiares ideas t