la coincidencia de callie y kayden

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Entertainment & Humor


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Page 3: La coincidencia de Callie y Kayden

Staff Moderadoras:

Mery St. Clair & Melii

Traductoras

Mel Cipriano

Chachi

Marie.Ang

Christensen

Juli_Arg

CrisCras13

Amy

Monikgv

Elle87

MaryJane♥

Perpi

Danny_McFly

Mery

♥...Luisa...♥

Deeydra Ann

Annabelle

MelDeczuk

Joha quinto

Nats

BlancaDepp

Macasolci

MarMar

Dannita

Correctoras:

Melii

Nat_Hollbrook

Lalu ♥

Mrs. Styles♥

Violet~

Juli_Arg

Verito

ladypandora

itxi

Deeydra Ann

CrisCras13

Chachi--

Mel Cipriano

Recopilación & Lectura Final:

Mery St. Clair

Diseño:

July

Page 4: La coincidencia de Callie y Kayden

Página | 4

Índice Sinopsis

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

The Redemption of Callie and Kayden

Sobre el Autor

Page 5: La coincidencia de Callie y Kayden

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Sinopsis ay a quienes la suerte no les llega en una bandeja de plata,

quienes terminan en el lugar y momento equivocado, quienes

no están a salvo.

La suerte no estuvo del lado de Callie el día que cumplió doce años,

cuando todo le fue arrebatado. Después de que todo terminó, guardó

bajo llave sus sentimientos y juró no volver a contarle a nadie lo que le

pasó. Seis años más tarde, su doloroso pasado consume su vida y la

mayoría de los días es una lucha por seguir respirando.

Desde que Kayden puede recordar, sufrir en silencio es la única

manera de sobrevivir. Mientras hace lo que le ordenan, todo está bien.

Una noche, después de cometer un terrible error, parece que su vida esta

a punto de terminar. Sin embargo, la suerte estuvo de su lado cuando

Callie casualmente esta en el lugar y momento correcto para salvarlo.

Ahora, él no puede dejar de pensar en la chica que veían en la

escuela, pero que nunca conoció realmente. Cuando termina en la misma

universidad que Callie, él hace todo lo posible por tratar de conocerla.

Pero Callie es reservada y cerrada. Cuanto más intenta ser parte de su

vida, más descubre que Callie podría necesitar ser salvada.

The Coincidence, #1

H

Page 6: La coincidencia de Callie y Kayden

Página | 6

Prólogo

Traducido por Mel Cipriano

Corregido por Melii

Callie

a vida está llena de suerte, como obtener una buena mano en

las cartas, o simplemente estar en el lugar correcto en el

momento adecuado. A algunas personas la suerte les entrega

una segunda oportunidad. Puede suceder heroicamente, o sólo por una

coincidencia, pero hay quienes no obtienen la suerte en un plato brillante,

quienes terminan en el lugar equivocado en el momento equivocado,

quienes no son salvados.

—Callie, ¿estás escuchando? —pregunta mamá mientras aparca el

coche en el camino de entrada.

No contesto, veo las hojas revolotear en el viento a través del jardín y

hacia el capó del coche, donde la brisa las obliga a ir. No tienen control

sobre su camino en la vida. Tengo ganas de saltar, agarrarlas todas y

apretarlas en mi mano, pero eso significaría salir del auto.

—¿Qué te pasa esta noche? —continúa, revisando sus mensajes

telefónicos—. Sólo ve adentro y trae a tu hermano.

Alejo mi mirada de las hojas y la centro en ella. —Por favor, no me

hagas hacer esto, mamá. —Mi mano sudada aprieta la manilla de la

puerta de metal y hay nudos masivos en mi garganta—. ¿No puedes ir a

buscarlo tú?

—No tengo ningún deseo de ir a una fiesta con un grupo de chicos

de escuela secundaria, y no estoy realmente de humor para charlar con

Maci justo ahora, para que pueda presumir sobre Kayden obteniendo una

beca —responde mi madre, señalándome con su cuidada mano—. Ahora

ve a buscar a tu hermano y dile que tiene que volver a casa.

Mis hombros se encorvan cuando empujo la puerta abierta y camino

por el sendero de grava hacia la mansión de dos pisos con persianas

L

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verdes y un techo empinado. —Dos días más, dos días más —canto en voz

baja con las manos apretadas en puños mientras me abro paso entre los

vehículos—. Sólo dos días más y estaré en la universidad, y nada de esto

importará.

Las luces iluminan a través de las ventanas contra el cielo gris y una

bandera de felicitación cuelga sobre la entrada del pórtico, decorado

con globos. A los Owens siempre les gusta montar un espectáculo, por

cualquier motivo que se les ocurra, cumpleaños, fiestas, graduaciones.

Parecen como la familia perfecta, pero yo no creo en la perfección.

Esta fiesta es para celebrar la graduación de su hijo más joven,

Kayden y su beca de fútbol americano de la Universidad de Wyoming. No

tengo nada en contra de los Owens. Mi familia ha cenado en su casa de

vez en cuando, y ellos han asistido a las barbacoas en nuestro hogar.

Simplemente no me gustan las fiestas, ni he sido acogida en una, por lo

menos desde el sexto grado.

Cuando me acerco rodeando el pórtico, Daisy Miller se balancea

con un vaso en la mano. Su pelo rubio rizado brilla en la luz del pórtico

mientras sus ojos apuntan a mí y una sonrisa maliciosa se curva en sus

labios.

Evado el camino directo a las escaleras y me desvío casa antes de

que pueda insultarme. El sol está bajando por debajo de la línea de las

montañas que encierran la ciudad y las estrellas brillan en el cielo como

libélulas. Es difícil ver una vez que las luces del pórtico se desvanecen y mi

zapato se encuentra con algo afilado. Me caigo y mis palmas se abren

contra la grava. Las lesiones en el exterior son fáciles de soportar, y me

levanto sin dudarlo.

Me quito las piedras de las manos, haciendo una mueca ante la

quemadura de los arañazos mientras doy la vuelta a la esquina del patio

trasero.

—No me importa lo que tratabas de hacer —dice una voz masculina

a través de la oscuridad—. Eres un desastre. Una maldita decepción.

Me detengo en el borde de la hierba. Cerca de la valla trasera hay

una casilla de ladrillo junto a la piscina, donde dos figuras se destacan en

la luz tenue. Uno es más alto, con la cabeza gacha y los hombros anchos

inclinados. El más bajo tiene una panza de cerveza, calvo, y está de pie

frente al otro con los puños por delante. Escudriñando a través de la

oscuridad, me doy cuenta de que el más bajo es el señor Owens y el más

alto es Kayden Owens. La situación es sorprendente, ya que Kayden tiene

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mucha confianza en la escuela y nunca ha sido objetivo de los

brabucones.

—Lo siento —murmura Kayden con un temblor en su voz mientras

abraza su mano contra su pecho—. Fue un accidente, señor. No voy a

hacerlo de nuevo.

Echo un vistazo a la puerta de atrás abierta donde las luces están

encendidas, la música es fuerte, y la gente está bailando, gritando, y

riendo. Los vasos tintinean juntos y puedo sentir la tensión sexual

embotellada en la sala, todo el camino hasta aquí. Estos son los tipos de

lugares que evito a toda costa, porque no puedo respirar muy bien en

ellos. Me muevo hasta el último escalón tentativamente, con la esperanza

de desaparecer inadvertida entre la multitud, encontrar a mi hermano, y

largarnos de aquí.

—¡No me digas que fue un accidente! —Las voces se alzan,

ardiendo de rabia incomprensible. Hay una fuerte explosión y luego un

crujido, como cuando dos huesos se rompen en pedazos.

Instintivamente me giro justo a tiempo para ver al señor Owens

aplastar su puño en la cara de Kayden. El sonido hace que mi estómago

se revuelva. Se oye una y otra vez, sin detenerse, incluso cuando Kayden

cae al suelo. —Los mentirosos son castigados, Kayden.

Espero a que Kayden vuelva a levantarse, pero se queda inmóvil sin

siquiera molestarse en cubrirse el rostro con los brazos. Su padre le da una

patada en el estómago, en la cara, sus movimientos más duros, sin mostrar

ningún signo de terminar pronto.

Reacciono sin pensar, el deseo de salvarlo quema con tanta fuerza

que desvanece todas las dudas de mi mente. Corro a través de la hierba y

entre las hojas agitadas por el aire sin ningún otro plan más que interrumpir.

Al llegar a ellos, estoy temblando y al borde del shock mientras me doy

cuenta de que la situación es más grande de lo que mi mente

originalmente captó.

Los nudillos del señor Owens están cortados y goteando sangre sobre

el cemento frente a la casilla de la piscina. Kayden está en el suelo, su

pómulo abierto como una grieta en la corteza de un árbol. Su ojo está

cerrado por la hinchazón, su labio roto, y hay sangre por toda su cara.

Sus ojos se mueven a mí y yo rápidamente apunto por encima del hombro

con un dedo muy inestable. —Hay alguien buscándolo en la cocina —le

digo al Sr. Owens, agradecida de que, por una vez, mí voz es estable—.

Necesitan ayuda con algo... No puedo recordar qué.

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Su aguda mirada penetra en mí y yo me encojo de nuevo, sintiendo

la ira y la impotencia de sus ojos, como si su rabia lo controlara. —¿Quién

diablos eres tú?

—Callie Lawrence —digo en voz baja, notando el olor a alcohol en

su aliento.

Su mirada se desplaza desde mis zapatos usados a mi chaqueta

negra con hebillas, y finalmente aterriza en mi cabello que apenas me

llega a la barbilla. Me veo como una persona sin hogar, pero ese es el

punto. Quiero pasar desapercibida.

—Oh, sí, eres la hija de entrenador Lawrence. No te reconocí en la

oscuridad —baja la mirada, a la sangre en sus nudillos y luego hacia mí—.

Escucha, Callie, no quería que esto sucediera. Fue un accidente.

No funciono bien bajo presión, así que me quedo inmóvil,

escuchando los latidos de mi corazón dentro de mi pecho. —Está bien.

—Tengo que ir a limpiar —murmura. Su mirada se queda en mí por un

breve momento antes de que pise fuerte la hierba hacia la puerta de

atrás, manteniendo su mano herida a su lado.

Me concentro de nuevo en Kayden, soltando un aliento atrapado

en mi pecho. —¿Estás bien?

Él pone su mano sobre sus ojos, mirando fijamente a sus zapatos, y

manteniendo su otra mano sobre su pecho, pareciendo débil, vulnerable,

y perplejo. Por un segundo, me imagino a mi misma en el suelo con

contusiones y cortes que sólo pueden ser vistas desde el interior.

—Estoy bien. —Su voz es áspera, así que me dirijo hacia la casa, lista

para huir—. ¿Por qué hiciste eso? —dice en voz alta a través de la

oscuridad.

Me detengo en la línea de la hierba y vuelvo a mirarlo a los ojos. —

Hice lo que cualquiera hubiera hecho.

La ceja por encima de su ojo bueno desciende. —No, no lo hiciste.

Kayden y yo hemos ido a la escuela juntos desde que estábamos en

jardín de infantes. Lamentablemente, esta es la conversación más larga

que hemos tenido desde aproximadamente el sexto grado, cuando

empecé a ser considerada el bicho raro de clase. A mediados de año, me

presenté en la escuela con otro corte de pelo y usando ropas que casi me

ensombrecían. Después de eso, perdí a todos mis amigos. Aún cuando

nuestras familias solían cenar juntas, Kayden fingía no conocerme.

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—Hiciste lo que casi nadie habría hecho. —Bajando la mano de su

ojo, se tambalea sobre sus pies y se incorpora, estirando las piernas. Él es el

tipo de chico con el que las chicas se obsesionan, incluyéndome, cuando

yo veía a los chicos como otra cosa que no fuera una amenaza. Su

cabello castaño se enrula en las orejas y el cuello, su sonrisa perfecta es un

caos sangriento, y sólo uno de sus ojos esmeralda es visible—. No entiendo

por qué lo hiciste.

Me rasco la frente, mi hábito nervioso cuando alguien me está

observando. —Bueno, no podía quedarme simplemente allí de pie. Nunca

hubiese sido capaz de perdonarme si lo hubiera hecho.

La luz de la casa hace hincapié en la gravedad de sus heridas y hay

sangre salpicada por todas partes de su camisa. —No puedes contarle a

nadie sobre esto, ¿de acuerdo? Ha estado bebiendo... y pasando por

algunas cosas. No es él mismo esta noche.

Me muerdo en el labio, sin saber si creerle o no. —Tal vez deberías

decirle a alguien... como a tu madre.

Me mira como si yo fuera una niña pequeña, incompetente. —No

hay nada que contar.

Observo su rostro hinchado, sus rasgos normalmente perfectos ahora

distorsionados. —Está bien, si eso es lo que quieres.

—Es lo que quiero —dice con desdén y me pongo a caminar—. Oye,

Callie. Es Callie, ¿verdad? ¿Me haces un favor?

Me asomo por encima de mi hombro. —Seguro. ¿Qué?

—En el baño de abajo hay un botiquín de primeros auxilios, y en el

congelador hay una bolsa de hielo. ¿Quieres ir a buscarlos por mí? No

quiero entrar hasta que me haya limpiado.

Estoy desesperada por irme, pero la súplica en su voz me domina. —

Sí, puedo hacer eso.

Lo dejo cerca de la casilla de la piscina para entrar en la atmósfera

tan concurrida que hace que sea difícil respirar. Metiendo mis codos y

esperando que nadie me toque, hago mi camino a través de la gente.

Maci Owens, la mamá de Kayden, está conversando con algunas

de las otras madres en la mesa y mueve su mano hacia mí, sus pulseras de

oro y plata sonando juntas. —Oh, Callie, ¿tu mamá está aquí, cariño? —

Tiene dificultades para hablar y ni siquiera hay una botella vacía de vino

frente a ella.

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—Está en el coche —digo en voz alta sobre la música mientras

alguien choca con mi hombro y endurezco los músculos—. Ella estaba

hablando por teléfono con mi padre y me ha enviado para encontrar a mi

hermano. ¿Lo has visto?

—Lo siento, cariño, no lo he visto. —Señala con su mano alrededor—.

Hay tanta gente aquí.

Le doy un pequeño movimiento de mano. —De acuerdo, bueno,

voy a ir a buscarlo.

Mientras me alejo, me pregunto si ha visto a su marido y si ella va a

cuestionar el corte de su mano. En la sala de estar, mi hermano, Jackson,

está sentado en el sofá, hablando con su mejor amigo, Caleb Miller. Me

congelo cerca del umbral, fuera de su vista. Siguen riendo y charlando,

bebiendo sus cervezas, como si nada importara. Desprecio a mi hermano

por reírse, por estar aquí, por hacer que tenga que ir a decirle que mamá

lo está esperando en el coche.

Empiezo a caminar hacia él, pero no puedo poner mis pies en

movimiento. Sé que tengo que acabar de una vez, pero hay gente

besuqueándose en las esquinas y bailando en medio de la habitación, y

eso me hace sentir incómoda. No puedo respirar. No puedo respirar.

Mueve los pies, muévelos.

Alguien corre hacia mí y casi me tira al suelo.

—Lo siento —Se disculpa una voz profunda.

Me apoyo en el marco de la puerta y rompo el trance. Corro por el

pasillo sin molestarme en ver quién corre hacia mí. Tengo que salir de este

lugar y respirar de nuevo.

Después de recoger el botiquín del armario inferior y la bolsa de hielo

en el congelador, tomo el camino largo de la casa, pasando

desapercibida por la puerta lateral. Kayden ya no está fuera, pero la luz

interior de la casilla junto a la piscina se filtra desde las ventanas.

Vacilante, empujo la puerta y meto la cabeza en la habitación poco

iluminada. —Hola.

Kayden sale de la trastienda sin camisa y una toalla pegada al

rostro, que se ve de un color rojo brillante y con bultos.

—Hola, ¿conseguiste las cosas?

Me deslizo en la habitación y cierro la puerta detrás de mí. Le

extiendo el botiquín y la bolsa de hielo, con la cabeza vuelta hacia la

puerta para evitar mirarlo. Su pecho desnudo, y la forma en que sus

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pantalones vaqueros cuelgan bajo en sus caderas, me sofoca con

inquietud.

—No muerdo, Callie. —Su tono es neutral al tomar el botiquín y la

bolsa—. No tienes que mirar a la pared.

Obligo a mis ojos a observarlo y es difícil no notar las cicatrices que

cruzan a lo largo de su estómago y pecho. Las líneas verticales que corren

por sus antebrazos son las más preocupantes, gruesas e irregulares, como si

alguien las hubiera hecho con una navaja de afeitar. Me gustaría poder

pasar mis dedos por ellas y eliminar el dolor y los recuerdos que están

unidos a ellas.

Rápidamente baja la toalla para cubrirse, y destellos confusión

surgen de su ojo bueno mientras nos miramos el uno al otro. Mi corazón

vibra dentro de mi pecho. Un momento pasa, como un chasquido de un

dedo, sin embargo, parece no terminar nunca.

Él parpadea, presiona el paquete en su ojo inflamado, y equilibra el

botiquín sobre el borde de la mesa de billar. Sus dedos se estremecen

mientras saca su mano de nuevo y cada nudillo está en carne viva. —

¿Puedes sacar una gasa por mí? Mi mano duele un poco.

Mientras mis dedos levantan el pestillo, mi uña se engancha en la

ranura y se rompe hacia atrás. La sangre sale mientras abro la tapa para

tomar la gasa. —Es posible que necesites puntos de sutura en ese corte

debajo del ojo. Se ve mal.

Se frota el corte con la toalla, haciendo una mueca de dolor. —Va a

estar bien. Sólo tengo que limpiarlo y lograr cubrirlo.

«Agua muy caliente corre por mi cuerpo, quemando mi piel con

marcas rojas y ampollas. Sólo quiero sentirme limpia de nuevo» Tomo su

toalla húmeda, con cuidado de no tocarlo, y me inclino hacia adelante

para examinar la lesión, que es tan profunda que el músculo y el tejido se

están mostrando.

—Realmente necesitas puntos. —Chupo la sangre de mi dedo

pulgar—. O vas a tener una cicatriz.

Las comisuras de sus labios se curvan hacia arriba en una sonrisa

triste. —Puedo manejar las cicatrices, especialmente las que están en el

exterior.

Entiendo lo que quiere decir desde lo más profundo de mi corazón.

—En serio, creo que debes hacer que tu mamá te lleve al médico y

entonces puedes decirle lo que pasó.

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Comienza a desenrollar una pequeña sección de gasa, pero

accidentalmente la deja caer al suelo. —Eso nunca va a suceder e incluso

si lo hiciera, no tendría importancia. Nada de esto la tiene.

Con dedos temblorosos, recojo la gasa y la desenredo alrededor de

mi mano. Desgarrando el final, tomo la cinta adhesiva del botiquín. A

continuación, exprimiendo cada último pensamiento aterrorizado de mi

mente, llego hacia su mejilla. Permanece muy quieto, abrazando su

dolorida mano contra su pecho mientras pongo la gasa sobre la herida.

Sus ojos se quedan en mí, con el ceño fruncido, y apenas respira cuando

dejo la cinta adhesiva en su lugar.

Me retiro y un suspiro sale de mis labios. Él es la primera persona que

he tocado intencionalmente, fuera de mi familia, en los últimos seis años. —

Todavía considero que es mejor los puntos.

Él cierra el botiquín y seca una gota de sangre de la tapa. —¿Has

visto a mi padre adentro?

—No. —Mi teléfono suena desde mi bolsillo y leo mensaje de texto—.

Me tengo que ir. Mi mamá está esperando en el coche. ¿Seguro de que

vas a estar bien?

—Voy a estar bien. —No levanta la vista hacia mí mientras toma la

toalla y se dirige hacia el cuarto de atrás—. De acuerdo, te veré después

supongo.

No, no lo harás. Poniendo el teléfono en mi bolsillo, salgo por la

puerta. —Sí, supongo que te veré después.

—Gracias —añade instantáneamente.

Hago una pausa con la mano en el picaporte. Me siento muy mal

por dejarlo, pero soy demasiado cobarde para quedarme. —¿Por qué?

Delibera durante una eternidad y luego exhala un suspiro. —Por

traerme el botiquín y la bolsa de hielo.

—De nada.

Salgo por la puerta con una sensación de pesadez en mi corazón

mientras otro secreto cae encima de él. A medida que el camino de grava

está a la vista, mi teléfono suena desde el interior de mi bolsillo.

—Estoy como a dos metros de distancia —le respondo.

—Tu hermano está aquí y tiene que llegar a casa. Tiene que estar en

el aeropuerto en ocho horas. —El tono de mi madre es ansioso.

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Aumento mi ritmo. —Lo siento, me desvié... pero tú me has enviado

para llevarlo.

—Bueno, él respondió por mensaje, ahora vamos —dice

frenéticamente—. Tiene que descansar un poco.

—Estaré allí como en treinta segundos, mamá.

Cuelgo a tiempo que salgo al patio delantero.

Daisy, la novia de Kayden, está en el pórtico delantero, comiendo

una rebanada de pastel mientras charla con Caleb Miller. Mis entrañas se

anudan al instante, mis hombros se encojen, y me escondo en las sombras

de los árboles, esperando que no me vean.

—Oh Dios mío, ¿es esa Callie Lawrence? —dice Daisy, protegiéndose

los ojos con la mano y entrecerrándolos en mi dirección—. ¿Qué diablos

estás haciendo aquí? ¿No deberías estar pasando el rato en el cementerio

o algo así?

Meto la barbilla hacia abajo y aumento el ritmo, tropezando con

una gran roca. Un pie delante del otro.

—¿O simplemente estás huyendo del pedazo de pastel que tengo?

—grita con una risa en su tono—. ¿Cuál es Callie? Vamos, dime.

—Basta ya —advierte Caleb con una sonrisa en su rostro mientras se

inclina sobre la barandilla, con los ojos tan negros como la noche—. Estoy

seguro de que Callie tiene sus razones para huir.

La insinuación en su voz manda a mi corazón y a mis piernas a huir.

Corro hacia la oscuridad de la calzada con el sonido de sus risas

golpeando mi espalda.

—¿Cuál es tu problema? —pregunta mi hermano cuando cierro la

puerta del coche y abrocho mi cinturón de seguridad, jadeando y

poniendo mis cortos mechones de pelo de nuevo en su lugar—. ¿Por qué

corres?

—Mamá me dijo que me diera prisa. —Fijo mis ojos en mi regazo.

—A veces me preocupo por ti, Callie. —Reorganiza su cabello

castaño oscuro en su lugar y se desploma de nuevo en el asiento—. Es

como si a propósito quieres que la gente crea que eres un bicho raro.

—No soy un tipo de veinticuatro años de edad que pasa el rato en

una fiesta de secundaria —le recuerdo.

Mamá entrecierra sus ojos hacia mí. —Callie, no empieces. Sabes

que el señor Owens invitó a tu hermano a la fiesta, al igual que a ti.

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Mi mente se desvía de nuevo a Kayden, con el rostro golpeado y

magullado. Me siento muy mal por haberlo dejado y casi le digo a mi

mamá lo que pasó, pero luego echo un vistazo a Caleb y a Daisy en el

pórtico, mirándonos retroceder, y recuerdo que a veces los secretos deben

ser llevados a la tumba. Además, mi madre nunca ha querido oír hablar de

las cosas feas del mundo.

—Tengo sólo veintitrés años. No cumplo veinticuatro hasta el próximo

mes. —Mi hermano interrumpe mis pensamientos—. Y ellos ya no están en

la escuela secundaria, así que cállate la boca.

—Sé la edad que tienes —digo—. Y no estoy en la escuela

secundaria tampoco.

—No tienes que sonar tan feliz por eso. —Mamá hace una mueca

mientras gira el volante para salir a la calle. Arrugas llenan la piel alrededor

de sus ojos color avellana cuando trata de no llorar—. Vamos a extrañarte

y me gustaría que reconsideres esperar hasta el otoño para ir a la

universidad. Laramie está a casi seis horas de distancia, cariño. Va a ser

muy duro estar tan lejos de ti.

Me quedo mirando el camino que se extiende a través de los árboles

y sobre las colinas de poca altura. —Mamá. Lo siento, pero ya estoy

inscripta. Además, no tiene sentido quedarme aquí durante el verano, sólo

para sentarme en mi habitación.

—Siempre puedes conseguir un trabajo —sugiere—. Al igual que tu

hermano lo hace cada verano. De esa manera, puedes pasar algún

tiempo con él, y Caleb se va a quedar con nosotros.

Cada músculo de mi cuerpo se enrolla como una cuerda de nudos y

tengo que forzar el oxígeno en mis pulmones. —Mamá. Lo siento, pero

estoy lista para estar sola.

Estoy más que lista. Estoy harta de las tristes miradas que siempre me

da porque ella no entiende nada de lo que hago. Estoy cansada de

querer contarle lo sucedido, pero sabiendo que no puedo. Estoy dispuesta

a vivir por mi cuenta, lejos de las pesadillas que atormentan mi habitación,

mi vida, y mi mundo entero.

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1 #4 Usa una blusa de color.

Cuatro meses después…

Traducido por Chachii

Corregido por Nat_Hollbrook

Callie menudo me pregunto qué lleva a la gente a hacer cosas. Ya

sea por lo tienen dentro de sus mentes al nacer, o si lo

aprenden mientras crecen. Quizá inclusive si son forzados por

las circunstancias que están fuera de sus manos. ¿Alguien tiene el control

de su vida o estamos todos indefensos?

—Dios, esto esta como spazzville1 hoy —comenta Seth, arrugando su

nariz ante los estudiantes de primer año que están llegando en manada al

campus. Luego agita sus manos frente a mi cara—. ¿Estás soñando

despierta conmigo otra vez?

Parpadeo alejándome de mis pensamientos. —No seas arrogante. —

Empujo su hombro con el mío juguetonamente—. Sólo porque ambos

decidimos hacer el semestre del verano y sabemos dónde está todo, no

nos hace mejores que ellos.

—Uh, sí, de alguna manera lo hace. —Rueda sus dulces ojos

marrones en mi dirección—. Somos como la clase-alta de los estudiantes

de primer año.

Contengo una sonrisa y disfruto de mi café con leche. —Sabes que

no hay tal cosa como la clase-alta de los estudiantes de primer año.

1 Juego online que recrea mini ciudades.

A

Page 17: La coincidencia de Callie y Kayden

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Suspira, balanceando sus rizos dorados que parecen recién sacados

de un salón de belleza, pero en realidad son naturales. —Sí, lo sé.

Especialmente para gente como tú y yo. Somos como dos ovejas negras.

—Hay un montón de ovejas más negras que tú y yo. —Me protejo los

ojos del sol con mi mano—. Y he tenido que bajar el tono. Incluso hoy estoy

usando una blusa roja, como la lista dice que hagamos.

Las comisuras de sus labios se curvan hacia arriba. —Con la que te

verías aún mejor si dejaras esos lindos mechones sueltos, en lugar de

esconderlos en una cola de caballo todo el tiempo.

—Un paso a la vez —digo—. Ya fue lo suficientemente difícil dejar

crecer mi pelo. Me hace sentir rara. Y no importa, porque eso ya ha sido

agregado a la lista.

—Bueno, es necesario que así sea —replica—. De hecho, lo voy a

hacer cuando regrese a mi habitación.

Seth y yo tenemos una lista de cosas para hacer, aún si tenemos

miedo, repulsión o incapacidad. Si está en la lista, la tenemos que hacer, y

al menos tachar una cosa por semana. Es algo que hicimos después de

confesar nuestros secretos más oscuros el uno al otro encerrados en mi

habitación, durante mi primera unión real con una persona.

—Y aún continúas usando esa horrible sudadera —continúa,

señalando la parte inferior de mi descolorida chaqueta gris—. Pensé que

ya habíamos hablando sobre esa cosa horrible. Eres hermosa y no te tienes

que ocultarlo. Además, hay como veintiséis grados afuera.

Envuelvo la chaqueta alrededor de mi cuerpo tímidamente,

tomando el borde de la tela. —Cambio de tema, por favor.

Engancha su brazo con el mío mientras apoya su peso contra mí,

forzándome a correr hacia el borde de la acera mientras la genta pasa

junto nosotros. —Bien, pero un día vamos a hablar acerca de un completo

cambio de imagen, el cual yo voy a supervisar.

Suspiro. —Ya lo veremos.

Conocí a Seth mi primer día en la Universidad de Washington,

durante la clase de Pre-Cálculo. Nuestra incapacidad para entender los

números fue el inicio de una gran conversación y nuestra amistad creció

desde ahí. Seth es el único amigo que realmente he tenido desde sexto

grado, además de una breve amistad en la escuela con la chica nueva

que aún no conocía a la “Anoréxica, Satánica Callie,” que como todo el

mundo me veía.

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Abruptamente, Seth deja de caminar y se gira frente a mí. Usa una

camisa gris y un par de jeans ajustados negros. Su cabello se encuentra

elegantemente despeinado y sus largas pestañas son la envidia de toda

chica.

—Sólo tengo una cosa más que decir. —Con la punta de su dedo

toca la esquina de mi ojo—. Me gusta el delineador marrón mucho más

que ese excesivo negro.

—Tengo tu autorización para eso. —Presiono una mano

dramáticamente en mi corazón—. Estoy tan aliviada. Ha sido un peso en

mi mente desde esta mañana.

Él hace una mueca y sus ojos se desplazan hacia abajo, a mi blusa

roja que roza la parte superior de mis jeans ajustados. —Lo estás haciendo

bien en cada sección, sólo desearía que usaras un vestido, unos

pantalones cortos, o algo que por una vez muestre esas piernas tuyas.

Mi cara se desploma junto a mi estado de ánimo. —Seth, sabes por

qué…. Quiero decir, tu sabes… no puedo…

—Lo sé. Sólo estoy tratando de ser alentador.

—Lo sé y es por eso que te quiero. —Lo quiero por más que sólo eso,

en realidad. Lo quiero porque es la primera persona con la que me he

sentido lo suficientemente cómoda como para contarle mis secretos, pero

quizá eso sea porque él entiende lo que se siente ser lastimado por dentro

y por fuera.

—Estás mucho más feliz que cuando te conocí. —Corre mi flequillo

detrás de mi oreja—. Desearía que pudieras ser de esa manera con todo el

mundo, Callie. Eso haría que dejes de esconderte de todos. Es triste que

nadie pueda ver cuán genial eres.

—Y viceversa —digo, porque Seth esconde tanto como yo.

Toma el vaso de plástico vacío en mi mano y lo lanza hacia el bote

de basura que se encuentra junto a los bancos. —¿Qué piensas?

¿Deberíamos ir a uno de esos tours y burlarnos del guía?

—Conoces el camino a mi corazón. —Sonrío y él se ríe, con su rostro

completamente iluminado.

Damos un paseo por la acera, bajo la sombra de los árboles, frente a

las puertas de la oficina principal, la cual es unos pocos pisos más alta con

un techo a dos aguas. Tiene un aire histórico en ella, ladrillos marrones con

un montón de deterioro y uso, como si pertenecieran a una época

anterior. El patio centra todas las construcciones, éste luce como un

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laberinto triangular con caminos colocados al azar a través del pasto. Es un

lindo lugar para ir a la escuela, muchos árboles, y un espacio abierto, pero

toma algo de tiempo acostumbrarse.

Hay confusión en el aire mientras los estudiantes y padres intentan

encontrar su camino a través del lugar. Me encuentro completamente

distraída cuando oigo un débil—: ¡Baja la cabeza!

Levanto mi cabeza justo a tiempo para ver a un chico corriendo

directamente hacia mí con las manos en el aire y un balón de fútbol

volando hacia él. Su sólido cuerpo colisiona con el mío y caigo de lleno

sobre mi espalda, golpeándome la cabeza y el codo contra el pavimento.

El dolor entra en erupción por mi brazo y no puedo respirar.

—Bájate de mí —digo, todo mi cuerpo se retuerce debido al pánico.

El peso y el calor que emite me hacen sentir como que me estoy

ahogando—. ¡Bájate de mí ahora!

—Lo siento. —Rueda hacia un lado y rápidamente se quita—. No te

vi ahí.

Parpadeo para apartar los puntos negros en mi visión, hasta que

logro enfocar su rostro; cabello castaño que se enrula hacia arriba sobre

sus orejas, penetrantes ojos esmeralda, y un sonrisa que derretiría el

corazón de una chica. —¿Kayden?

Sus cejas se fruncen y su mano cae hacia un lado. —¿Te conozco?

—Hay una pequeña cicatriz debajo de su ojo derecho y me pregunto si es

ahí donde su papá lo golpeó esa noche.

Una pequeña punzada se forma en mi corazón por el hecho de que

no pueda recordar quién soy. Poniéndome de pie, sacudo la suciedad y

las hierbas de mis mangas. —Um, no, lo siento. Pensé que eras alguien más.

—Pero tienes el nombre correcto. —Su tono llega dudoso mientras

lanza la pelota de fútbol hacia el pasto—. Espera, yo te conozco,

¿verdad?

—Siento realmente haberme metido en tu camino. —Agarro la mano

de Seth y lo arrastro hacia la puerta de entrada donde hay un gran cartel

de “Bienvenidos estudiantes”.

Cuando estamos en el corredor de las vitrinas de cristal, lo suelto y

me inclino contra el muro de ladrillos, recuperando el aliento. —Ese fue

Kayden Owens.

—Oh. —Mira de regreso hacia la entrada mientras los estudiantes se

abalanzan adentro—. ¿El Kayden Owens? ¿Aquel que salvaste?

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—No lo salvé —aclaro—. Sólo interrumpí algo.

—Algo que estaba a punto de ponerse feo.

Sus dedos sujetan mi codo mientras intento caminar a lo largo del

pasillo y me empuja hacia atrás, hacia él. —No, mucha gente habría

seguido caminando. Es un hecho conocido que la gente gira su cabeza

en otra dirección cuando algo malo está ocurriendo. Sé eso por

experiencia.

Mi corazón sufre por él y lo que le pasó. —Lamento que hayas tenido

que pasar por eso.

—No lo lamentes, Callie —dice con un suspiro de pesar—. Tienes tu

propia triste historia.

Nos abrimos paso por el estrecho pasillo hasta que se abre y hay una

mesa con volantes y panfletos apilados sobre ella. Las personas están

haciendo cola, mirando fijamente los horarios, hablando con sus padres,

viéndose asustados y excitados.

—Ni siquiera te reconoció —comenta mientras se hace paso a través

de la multitud hacia el frente de la fila, colándose ante todos, y tomando

un volante rosado.

—Apenas me reconocía antes —Niego con la cabeza cuando me

ofrece una galletita de un plato sobre la mesa.

—Bueno, él debe reconocerte ahora. —Recoge su galletita de

azúcar, raspa el confeti, y muerde la esquina. Migas caen desde sus labios

al masticar—. Salvaste su culo de ser golpeado.

—No fue la gran cosa —digo, aunque eso apuñala un poco mi

corazón—. Ahora, ¿podemos, por favor, cambiar el tema por algo más?

—Sí fue gran cosa —suspira cuando le frunzo el ceño—. Bien,

mantendré mi boca cerrada. Ahora vamos, vayamos a buscar a nuestro

guía para torturarlo.

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Kayden Eh estado obsesionado por una pesadilla cada maldita noche estos

los últimos cuatro meses. Me encuentro acurrucado en la casa de la

piscina y mi papá me golpea sin descaso. Está más cabreado de lo que

alguna vez lo he visto, probablemente porque hice una de las peores

cosas para él. Hay un asesino en sus ojos y cada onza de su humanidad se

ha ido, consumido por la rabia.

Mientras su puño golpea contra mi cara, cálida sangre fluye de mi

piel y salpica contra su camisa. Sé que esta vez probablemente me va a

matar y debería finalmente defenderme, pero fui instruido para morir por

dentro. Además de que simplemente ya no le veo importancia.

Entonces, alguien aparece en las sombras y nos interrumpe. Cuando

limpio la sangre de mis ojos, me doy cuenta de que es una chica

aterrorizada que ha perdido la cabeza. No entiendo completamente por

qué intervino, pero le debo mucho.

Callie Lawrence salvo mí jodida vida esa noche, aunque parece que

ella no se dio cuenta. Deseé que lo supiera, pero nunca pude encontrar la

manera de decírselo, ni la he visto desde que ocurrió. Oí que se marchó a

la universidad para empezar su vida, y la envidio por eso.

Mi primer día en el campus va bastante bien, especialmente

después de que mi mamá y mi papá se fueron. Una vez que se alejaron,

pude respirar por primera vez en mi vida.

Luke y yo paseamos a través del atestado campus intentando

imaginarnos donde se encuentra todo, mientras lanzamos una pelota de

fútbol de acá para allá. El sol brilla, los árboles son verdes, y hay tanta

vitalidad en el aire que consigue entusiasmarme. Quiero empezar de

nuevo, ser feliz, vivir por una vez.

En un particular y largo lanzamiento, termino atropellando a una

chica. Me siento como un idiota, especialmente porque ella es tan

pequeña y de aspecto frágil. Sus ojos azules se agrandan y luce

completamente aterrada. Lo que es aún más extraño es que me conoce,

pero huyó cuando le pregunté cómo lo sabe.

Me irrita no saber. Y no puedo dejar de pensar en su rostro y en lo

familiar que se me hace. ¿Por qué no puedo hacerme una idea de quién

diablos es?

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—¿Viste a esa chica? —Le pregunto a Luke. Él ha sido mi mejor

amigo desde el segundo grado, cuando mutuamente nos dimos cuenta

que nuestras vidas estaban jodidas, aunque por diferentes razones.

—¿Esa a la que pasaste por atropellaste? —Dobla su horario y lo

mete en el bolsillo trasero de sus vaqueros—. Me recuerda a esa chica

tranquila con la que solíamos ir a la escuela… a la que Daisy no paraba de

torturar.

Mis ojos se mueven hacia las puertas de entrada donde ella

desapareció. —¿Callie Lawrence?

—Sí, creo que ese era su nombre. —Suspira preocupado mientras se

gira alrededor en el medio del césped, intentando orientarse—. Pero no

creo que sea ella. No vestía toda esa mierda negra alrededor de sus ojos y

Callie tenía un corte de cabello que la hacía lucir como un chico. Además,

creo que esta chica es más delgada.

—Sí, tenía un aspecto diferente. —Pero si es Callie, tengo que hablar

con ella acerca de esa noche—. Callie siempre fue delgada. Es por eso

que Daisy se burlaba de ella.

—Esa es una de las razones por las que se burlaba de ella —Me

reconoció—. Creo que iré a encontrar nuestra habitación. —Luke sale

corriendo hacia la esquina antes de que yo pueda decir algo.

—Ahí estas. —Daisy aparece detrás de mí y me siento abrumado por

el olor a perfume y espray para el cabello.

Rápidamente entiendo por qué Luke huyó como si le estuviesen

quemando. No le gusta Daisy por unas cuantas razones; una de ellas es

que piensa que Daisy es una perra. Y lo es, pero funciona bien para mí

porque me permite permanecer distante de cualquier emoción, la cual es

la única manera que conozco sobre cómo vivir la vida.

—En verdad espero que no estuviesen hablando de mí. —Envuelve

sus brazos alrededor de mi zona media y masajea mi estómago con sus

dedos—. A menos que fuese algo bueno.

Me giro y la beso en la frente. Usa un vestido azul de corte bajo y un

collar que descansa entre sus pechos. —Nadie estaba hablando de ti. Luke

fue a buscar nuestra habitación.

Muerde su brillante labio y bate sus pestañas hacia mí. —Bien,

porque me siento algo nerviosa por tener que dejar a mí ridículamente

caliente novio. Recuerda que puedes coquetear, pero no tocar. —Daisy se

aburre con mucha facilidad, y dice cosas para empezar el drama.

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—No tocar. Lo tengo —digo, conteniéndome de rodar los ojos—. Y

de nuevo, nadie estaba hablando de ti.

Gira un mecho de su ondulado cabello rubio a través de su dedo

con una expresión pensativa en su rostro. —No me importa si hablas de mí,

con tal de que sean cosas buenas.

Conocí a Daisy cuando iba al décimo grado y ella se trasladó a

nuestra escuela. Era la estudiante de primer año más caliente, y yo era

muy consciente de ello. Era bastante popular, pero yo no había salido con

nadie, sólo disfrutaba por aquí y por allá. Estaba más enfocado en el

fútbol, como mi papá quería que estuviese. Daisy parecía interesante, sin

embargo, y un par de semanas después, éramos oficialmente una pareja.

Ella es bastante egoísta y nunca me ha preguntado de dónde vienen

todos mis moretones, cortes y cicatrices. Lo mencionó en una ocasión, la

primera vez que follamos, y le dije que fue un accidente automovilístico

que tuve cuando era un niño. Nunca volvió a preguntar.

—Mira, nena, debo irme —Le doy un rápido beso en los labios—. Me

tengo que registrar, desempacar y averiguar dónde diablos está todo.

—Oh, bien. —Pone mala cara, mordiendo su labio y pasando sus

dedos a través de mi cabello, guiando mis labios de regreso a los suyos

para un beso más profundo. Cuando me aleja, sonríe—. Supongo que

volveré a casa e intentaré no aburrirme en la escuela.

—Estoy seguro de que estarás bien —digo mientras retrocedo hacia

las puertas, maniobrando entre las personas que inundan la acera—. Estaré

de regreso para el Baile de Bienvenida.

Dice adiós con la mano mientras se gira hacia el aparcamiento.

Mantengo mis ojos en ella hasta que se encuentra en su auto, y luego me

giro hacia la escuela. El aire es más frío dentro, las luces son tenues, y hay

un montón de gritos y desorganización.

—No necesitamos un tour. —Me acerco a Luke, quien se encuentra

de pie junto a la mesa de registro, leyendo un folleto rosa—. ¿Y no ibas a

buscar nuestros dormitorios? ¿O fue una excusa para escaparte de Daisy?

—La chica me vuelve loco. —Pasa su mano a través de su corto y

castaño cabello. —Y me dirigía allí, pero luego me di cuenta de que sería

mucho más fácil si íbamos a un tour, así sabría dónde está todo.

Luke es una persona muy estructurada cuando se trata de la escuela

y los deportes. Tiene sentido para mí ya que conozco su pasado, pero

desde un punto de vista exterior, probablemente luce como un

alborotador que fracasó en la escuela.

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—Bien, haremos el tour. —Escribo nuestros nombres en el papel y la

pelirroja sentada detrás de la mesa me sonríe.

—Puedes unirte a uno que está a punto de comenzar —dice ella

descaradamente, empujando sus pechos con los brazos al inclinarse

inclina hacia adelante—. Acaban de salir por el pasillo.

—Gracias. —Sonriéndole, me pavoneo con Luke hacia dónde nos

dirigió.

—Todo el tiempo —dice él entretenidamente mientras esquiva una

pequeña mesa con platos llenos de galletitas—, eres como un imán.

—Yo no pido eso —respondo mientras nos acercamos a la parte

trasera de la multitud—. De hecho, desearía que no lo hicieran.

—No, no lo dices enserio —afirma rodando los ojos—. Lo amas y lo

sabes. Desearía que respondieras los ofrecimientos, así podrías deshacerte

de esa perra.

—Daisy no es tan mala. Probablemente, es la única chica a la que

no importa si coqueteo. —Cruzo los brazos y me quedo mirando al guía

nerd con lentes gruesos, desalineado cabello castaño, y portapapeles en

mano—. ¿En serio necesitamos hacer esto? Prefiero desempacar.

—Necesito saber dónde está todo —dice—. Tú puedes irte a la

habitación si eso quieres.

—Estoy bien aquí. —Mis ojos caen en una chica al otro lado de la

multitud; aquella a la que atropellé. Está sonriéndole a un chico junto a ella

quien le susurra algo en el oído. Me encuentro entretenido por la

naturalidad del hecho.

—¿A quién estás mirando? —Luke sigue mi mirada y su frente se

arruga—. ¿Sabes qué? Creo que esa podría ser Callie Lawrence. Ahora

que lo pienso, recuerdo a su papá mencionando algo de que iría a la UW2.

—No hay manera… no puede ser… ¿o sí? —Asimilo su cabello

castaño, sus ropas que muestran su delgado cuerpo, sus ojos azules que

brillan mientras ríe. La última vez que la vi, esos ojos azules estaban

nublados y abatidos. La Callie que yo conocía tenía más oscuridad, vestía

ropa holgada y siempre lucía triste. Evitaba a todo el mundo, excepto por

esa noche en la que salvo mi culo.

—No, es ella —dice Luke con confianza mientras golpea sus dedos

contra su sien—. Recuerdo que ella tenía una pequeña marca de

2 Universidad de Washington.

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nacimiento en su cabeza al igual que esta chica. No puede ser una rara

coincidencia.

—Joder —digo audiblemente y todo el mundo mira hacia mí.

—¿Te puedo ayudar? —me pregunta el guía del tour con un tono

gélido.

Sacudo mi cabeza, notando a Callie mirando en mi dirección. —Lo

siento, hombre, pensé que una abeja había aterrizado sobre mí.

Luke resopla una carcajada y yo reprimo mi risa. El guía bufa en

frustración y continúa su discurso acerca de dónde están todas las oficinas

mientras señala cada puerta.

—¿Qué fue eso? —pregunta Luke en voz baja mientras dobla

cuidadosamente un papel por la mitad.

—Nada. —Echo un vistazo a la multitud, pero Callie no está por

ningún lado—. ¿Viste a dónde se fue?

Luke sacude su cabeza. —Nop.

Mis ojos viajan a través del pasillo, pero no hay señales de ella.

Necesito encontrarla, así puedo agradecerle por salvar mi vida como debí

haber hecho cuatro meses atrás.

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2

#27 Invitar a cenar a alguien que no conozcas

Traducido por Marie.Ang Christensen

Corregido por Lalu

Callie Cuáles son nuestros planes para esta noche? —Doblo una

camisa y la coloco en el cesto de ropa sobre la secadora—.

¿Vamos a salir o nos quedaremos?

Seth salta sobre una de las máquinas de lavado con las piernas

colgando sobre el borde mientras revienta una bomba de goma de

mascar en su boca. —Estoy confundido. Por un lado, quiero quedarme y

ponerme al día con The Vampire Diaries, pero hay este restaurante

realmente asombroso que he estado queriendo probar.

—Ew, que no sea ese con la barra de Sushi. —Frunzo el ceño, tirando

de una endeble hoja de suavizante de telas a una de mis camisas—. No

me gusta el sushi y no tengo ganas de salir esta noche.

—No, nunca has comido sushi —corrige—. Y sólo porque no has

probado algo no quiere decir que no te guste. —Se ahoga en una risa por

apretar sus labios—. Sé de esto por mi propia evidencia factual.

—Estoy segura que sí. —Mi teléfono vibra al iluminarse desde lo alto

de la pila de camisetas—. Maldición, es mamá. Dame un segundo.

—Hola, mamá —respondo, arrastrando los pies hasta la esquina para

alejarme del ruido de las máquinas de lavado.

—Hola, pequeña —dice—. ¿Qué tal tu primer día de clases?

¿

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—El primer día de clases es el lunes —Le recuerdo, empujando mi

dedo contra mi oído para bloquear el ruido de las máquinas—. Hoy sólo es

el día en que todo el mundo está llegando.

—Bueno, ¿cómo va eso?

—Ya sé dónde está todo, así que estoy haciendo la colada con Seth.

—Hola, Sra. Lawrence —grita Seth, acunando sus manos alrededor

de su boca.

—Dile “hola” por mí, cariño, ¿de acuerdo? —responde—. Y que no

puedo esperar para conocerlo.

Cubro el receptor con mi mano. —Que no puede esperar para

conocerte —le susurro a Seth y rueda sus ojos.

—Dile que no podrá manejarme. —La máquina de lavado se

detiene y él salta para abrir la tapa.

—Dice que no puede esperar para conocerte, también —Le digo a

mi mamá—. De hecho, está realmente emocionado.

Seth niega con la cabeza, tirando una chaqueta de la máquina.

—Las madres no son lo mío. Sabes eso.

—¿Qué dijo? —pregunta mi mamá.

—Nada, mamá. —La secadora pita—. Me tengo que ir. Te llamaré

más tarde.

—Espera, cariño. Sólo quiero decir que suenas muy feliz.

—Estoy feliz —Miento a través de un nudo en mi garganta, porque sé

que eso es lo que ella quiere oír.

Seth deja caer su única camisa seca en el borde de la cesta, pone

sus manos en sus caderas, y entrecierra los ojos hacia mí. —No le mientas a

tu madre, Callie.

—¿Qué está pasando? —Pregunta mamá—. Puedo oír un montón

de ruido.

—Me tengo que ir. —Presiono el botón de finalizar antes de que

pueda decir algo más.

—Mi mamá no es como tu mamá. —Abro la puerta de la secadora y

saco el resto de mi ropa con mis brazos—. La mayoría del tiempo es

agradable. Bueno, al menos cuando me estoy comportando.

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—Pero no puedes decirle cosas, contarle cosas realmente

importantes. —Flexiona su brazo que se encontraba enyesado cuando lo

conocí—. Justo como mi mamá.

—Tú sí le contaste tu mamá. —Golpeo la puerta de la secadora con

mi cadera para cerrarla—. Simplemente no salió bien, y yo no le digo a mi

mamá, porque esto la destrozaría. Es una persona feliz, no quiero

maldecirla con pensamientos oscuros. —Dejo la ropa en el canasto

mientras una de las máquinas de lavado traquetea y se golpea contra la

pared de cemento—. Podemos probar ese nuevo restaurante, si

realmente, realmente quieres. —Recojo el cesto, y lo apoyo contra mi

cadera—. Lo agregaré a mi lista de nuevas cosas que voy a probar.

Sonríe de oreja a oreja. —Me encanta esa lista.

—A mi también… a veces —agrego mientras él recoge una pila de

ropa—. Y fuiste brillante al inventarla.

La lista fue hecha en las sombras de mi dormitorio cuando él me

admitió cómo se rompió el brazo y de dónde habían venido las cicatrices

de sus manos. Había estado caminando a casa desde su último día de

escuela y un montón de jugadores de futbol habían llegado en un camión.

Se le echaron encima, lo golpearon, y trataron de romperlo en miles de

pedazos que podrían echar debajo dela alfombra como polvo. Pero Seth

es fuerte, por eso le conté mi secreto, porque él sabe lo que se siente

cuando algo te es arrancado. Aunque omití los detalles sangrientos, ya no

puedo decirlos en voz alta.

—Soy un hombre muy brillante. —Da un paso hacia el lado para

dejarme pasar por la primera puerta—. Y mientras te aferres a esa idea,

estarás bien.

Nos reímos y es real, pero una oscura nube se cierne sobre nosotros,

llevándose el sonido como el viento.

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Kayden

—Esta habitación es del tamaño de una caja —remarco,

contemplando el pequeño dormitorio. Estamos en la sala de residencias

Downey, uno de los cuatro edificios que los estudiantes de primer año

utilizan. Hay dos camas individuales y un escritorio en la esquina más

lejana. Puedo cubrir el espacio entre las camas en dos zancadas y el

armario en la pared del fondo apenas contiene tres cajas—. ¿Estás seguro

que no quieres conseguir un departamento? De camino hasta acá, vi

algunos bastante cerca del campus.

Luke hurga a través de una gran caja etiquetada “Basura”. —No

puedo pagar un departamento. Necesito encontrar un trabajo para poder

pagar mis libros y esas cosas.

—¿La beca no pagaba por eso? —Agarro una caja pesada y la

coloco sobre el colchón de mi cama.

Estropea un poco de cinta y la tira al suelo. —Sólo cubre la matrícula.

Saco la cinta de la parte superior de la caja. —Puedo ayudar… si

necesitas algo de dinero extra.

Él niega con la cabeza rápidamente con su atención inmersa en una

caja. —No soy un caso de caridad. Si quieres un apartamento, entonces

ve y consigue uno. No tienes que quedarte en los dormitorios sólo por mí. —

Saca una estatua de bronce sin cabeza y su rostro enrojece—. ¿Qué

demonios es esto?

Me encojo de hombros. —No empaqué tus cajas, hombre.

—Bueno, yo lo hice y no puse esto allí. —Lo tira al otro lado de la

habitación y abolla la pared—. Maldita sea, está tratando jugar con mi

mente.

—No dejes que tu mamá te afecte. Sabes que sólo intenta que

vuelvas a casa, para que así ella no tenga que lidiar con su vida. —Recojo

la estatua quebrada y salgo al pasillo para tirarla en la basura justo afuera

del cuarto.

En mi camino de regreso, veo a Callie caminando en mi dirección

con el chico que estaba antes, y la veo sonriendo de nuevo. Hago una

pausa en medio del pasillo y espero que me alcance, obligando al tráfico

de gente a moverse alrededor de mí. Ella no me nota, pero su amigo me

ve y susurra algo en su oído.

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Su cabeza azota en mi dirección y tropieza hacia atrás como si

temiera que la atacara. Su amigo pone su mano en la parte baja de su

espalda en un gesto reconfortante.

—Hola —Empiezo con torpeza, expulsado por su nerviosismo hacia

mí—. No sé si te acuerdas de mí…

—Te recuerdo —interrumpe, sus ojos azules moviéndose hacia la

cicatriz sobre mi pómulo—. ¿Cómo no podría acordarme de ti? Nos hemos

conocido el uno al otro desde que éramos niños.

—Cierto —digo, sin saber cómo responder a su actitud tan a la

defensiva. Ella no actuó así aquella noche—. Esa fue mi forma de empezar

la conversación.

Sus labios forman una “O”, luego se queda en silencio, jugueteando

con la correa de su chaqueta demasiado grande.

Su amigo la mira y luego extiende su mano hacia mí. —Soy Seth.

Sacudo su mano con mi mirada aún en Callie. —Kayden.

—Tendrás que perdonar a Callie. —Seth gentilmente acaricia su

hombro y ella se estremece—. Se está sintiendo un poco apagada hoy.

Los párpados de Callie descienden al entrecerrar sus ojos hacia él. —

No, no lo estoy. Me siento bien.

Seth la presiona con una mirada despiadada y con los dientes

apretados dice—: Entonces, tal vez deberías decir algo. Quizás algo lindo.

—Oh. —Centra su atención de nuevo en mí—. Lo siento… quiero

decir… —Se desvanece, maldiciendo bajo su aliento—. Oh Dios mío, ¿qué

está mal conmigo?

Seth suspira, como si estuviera acostumbrado a su comportamiento

extraño. —¿Acabas de empezar la escuela hoy? —me pregunta.

—Sí, estoy aquí con una beca de fútbol. —Lo miro de arriba abajo,

preguntando si alguna vez ha tocado una pelota de futbol.

Él arquea las cejas, balanceándose sobre sus talones, fingiendo interés.

—Ah, ya veo.

Callie aleja el flequillo de su frente mientras deja escapar una lenta

exhalación. —Tenemos que irnos. Tenemos planes para cenar. Fue un

placer hablar contigo, Kayden.

—Podrías venir con nosotros —Ofrece Seth, ignorando la mirada que

Callie le dirige—. Si quieres. Iremos a un nuevo lugar.

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—Es sushi. —Callie encuentra mi mirada por primera vez. La tristeza y

la desconfianza poseen sus pupilas y casi la abrazo para alejar su dolor. Es

una sensación extraña, ya que nunca he abrazado a nadie que no sea

Daisy y solamente la abrazo cuando tengo que hacerlo—. No estoy segura

de sí será bueno.

—Me gusta el sushi. —Miro por encima de mi hombro a la puerta

abierta de mi dormitorio—. Pero tendría que traer a Luke, ¿si está bien?

Luke era el corredor de los Broncos.

—Sé quién es. —Traga con fuerza—. Puede venir, supongo.

—Sólo un segundo. Déjame ver si va. —Regreso a la habitación,

donde Luke está sentado en su cama sin hacer, revisando una pila de

papeles. Apoyo mis manos en el marco de la puerta mientras pego mi

cabeza. —¿Bajas por algo de sushi?

Sus ojos se elevan desde el papel hacia mí. —¿Sushi? ¿Por qué?

—Porque Callie Lawrence nos acaba de invitar —digo—. O bueno,

su amigo lo hizo… ¿la recuerdas actuando a la defensiva?

Lo guarda en un cajón de la cómoda, pero arruga uno pequeño y lo

tira a la basura. —Sí, se volvió de esa manera en sexto grado. Como que

un minuto era normal y luego, al siguiente era jodidamente rara.

Mis manos caen a mis costados y me inclino hacia atrás, mirando al

pasillo donde Callie se encuentra susurrándole algo a Seth. —No me

acuerdo de eso. Es decir, le recuerdo siendo normal y luego, realmente no

la recuerdo del todo. Ella no se juntaba con nadie, ¿verdad?

—La verdad, no. —Se encoge de hombros—. ¿Qué pasa con esa

súbita obsesión por ella?

—No es una obsesión. —Me molesta con su acusación—. Nunca me

obsesiono con nadie. Ellos se ofrecieron y acepté para ser cortés. Si no

quieres ir, no tenemos que hacerlo.

Mete su billetera en su bolsillo trasero. —No me importa si vamos. Si

pude soportar un montón de cenas locas con Daisy, estoy seguro que

puedo soportar una cena con alguna chica con la que fuimos a la escuela

que apenas dice una palabra.

Me siento como un idiota. Parece recordar más a Callie de lo que yo

lo hago, y se supone que debería conocer a la chica que me salvó de

tantas maneras que no sé si siquiera alguna vez seré capaz de explicárselo.

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Callie

—Estoy tan enojada contigo —Le siseo a Seth en voz baja mientras

caminamos a través del oscuro estacionamiento hacia el restaurante que

está iluminado por luces fluorescentes. Los cuatro condujimos al restaurant

en el mismo auto, y el silencio fue suficiente para hacerme querer jalarme

el cabello—. ¿Por qué los invitaste?

—Para ser cortés. —Se encoge de hombros y mueve su brazo

alrededor mío—. Ahora relájate, mi querida Callie, y vamos a tachar ser

más sociales de nuestra lista. De hecho, podemos tachar invitar alguien a

cenar.

—Voy a quemar esa lista cuando regresemos. —Tiro la puerta de

cristal para abrirla y entrar hacia la atmósfera sofocante del restaurante. La

mayoría de las cabinas están vacías, pero el bar se encuentra bastante

ruidoso, con un grupo de chicas vestidas con boas de plumas y tiaras,

como si estuvieran en una despedida de soltera.

—No, no lo harás. Ahora relájate y trata de entablar una pequeña

conversación —responde y apunta hacia la anfitriona, descansando su

brazo sobre la barra—. Hola, ¿hay asientos disponibles en el bar?

Ella se ríe, torciendo un mechón de su cabello rojo alrededor de su

dedo mientras se desplaza por una lista, completamente embobada por

Seth. —Déjame ver.

Seth hace estallar una menta en su boca y me rueda los ojos por

encima de su hombro. —Vaya.

Le sonrío y luego giro hacia Luke y Kayden, pero no puedo encontrar

que decir. No me va bien con los chicos, excepto por Seth.

Deseo que fuera diferente, pero mis recuerdos no me lo permitirían.

Luke arranca una hoja de cera de la planta artificial cerca de la

puerta. —Con tantos universitarios, pensé que Laramie sería un pueblo más

fiestero.

Apunto hacia la ventana a mi derecha. —Más abajo es de esa

manera. Hay un montón de clubs y esas cosas.

Con su cabello castaño a la moda, un tatuaje alrededor de su

antebrazo, e intensos ojos café, Luke siempre se ve como si estuviese a

punto de empezar una pelea, y me dan ganas de encogerme de nuevo.

—Entonces, ¿sabes dónde están?

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—He oído donde están. —Veo por el rabillo de mi ojo a Kayden. Me

escucha con atención mientras se inclina contra la puerta con sus brazos

cruzados sobre su pecho. ¿Por qué me mira así? Como si en realidad me

viera—. Pero no he estado en mucho de ellos.

—Sí, en realidad nunca fuiste muy fiestera, ¿verdad? —Luke tira la

hoja al piso.

—De hecho, una vez fue a una fiesta —Interviene Kayden con una

expresión de orgullo en su rostro—. Ahora lo recuerdo. Fue en el comienzo

de sexto grado y mi mamá se suponía que llevaría el pastel, pero se le

olvidó o algo así… creo que era tu cumpleaños.

—Iba a cumplir doce. —Mi voz se encuentra sin aliento mientras las

imágenes de los globos, confeti y el glaseado rosa surgen, pero entonces

se apartan lejos en un charco de sangre—. Y eso no me convierte en una

chica fiestera, apenas una niña que quería una fiesta de cumpleaños…

eso es todo lo que quería.

Ellos me miran como si hubiera perdido la cabeza y mentalmente

intento convocar mis labios para formar palabras, pero se encuentran

pegados por los dolorosos recuerdos que trituran mi corazón.

—De acuerdo, nos dieron una mesa, pero no es en el bar. —Seth se

pasea y envuelve su brazo alrededor de mi hombro—. ¿Qué pasa? Te ves

enferma.

Parpadeo varias veces y luego fuerzo una sonrisa. —Sólo estoy

cansada.

Sabe que estoy mintiendo, pero no lo sacará en frente de Kayden o

Luke. —Entonces, probablemente deberíamos regresar temprano.

La anfitriona nos introduce a nuestra mesa y deja los menús para que

le echemos un vistazo, junto con cuatro vasos de agua con hielo,

mostrándole a Seth una sonrisa antes de dirigirse de nuevo al frente. Mi

visión se encuentra nublada por pensamientos oscuros que he estado

intentando despejar desde hace rato, los cuales no me permiten ver una

sola palabra en el menú. Presiono las palmas de mis manos sobre mis ojos y

parpadeo.

—Creo que necesito admitir algo —anuncia Kayden. Cuando lo

miro, una lenta sonrisa envuelve sus labios—. No me gusta el sushi. De

hecho, como que me da escalofríos.

—A mí también —agrego con una tímida sonrisa—. Es raro que no

esté cocinado.

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—Nunca lo has probado —difunde Seth, dando vuelta a la página

de su menú—. Así que, técnicamente, no puedes presentar tu opinión.

—Creo que puede ofrecer su opinión. —Por debajo de la mesa, la

rodilla de Kayden golpea la mía, por accidente o no, no estoy segura.

Envía un flujo caliente de calor a mi cuerpo que sobre mi estómago da un

salto mortal—. Parece una opinión valiosa.

No sé cómo tomar su cumplido, así que mantengo mis labios

apretados.

—No estoy diciendo que no es valiosa —explica Seth—. Solamente

que puede gustarle si lo prueba. Es un código por el que vivo.

Estoy tomando mi agua y esnifo una risa, atragantándome con un

trozo de hielo. —Oh, Dios mío.

Seth palmea mi espalda con su mano. —¿Vas a hacerlo?

Asiento, presionando mi mano en mi pecho. —Sí, aunque no más

bromas mientras estoy bebiendo, ¿de acuerdo?

—Es por lo que vivo. —Sus ojos brillan al sonreírme diabólicamente—.

Pero bajaré el tono.

—Mierda, dejé mi teléfono en el auto —Luke golpea su mano por

encima de la mesa y nuestros vasos de agua se sacuden—. Ya regreso. —

Se levanta de la cabina, avanza por el pasillo, y sale por la puerta

principal.

Volvemos a nuestros menús cuando Seth salta de la cabina. —Cerré

el auto. Ni siquiera podrá entrar. —Se va corriendo hacia la puerta,

sacando las llaves de su bolsillo.

—En realidad, Luke fue a fumar —Me cuenta Kayden, girando el

salero entre las palmas de sus manos—. Sólo que no le gusta admitirlo a la

gente que no conoce. Es raro al respecto.

Muevo la cabeza arriba y abajo, sin mirarlo. —Probablemente, lo

mismo hizo Seth. Usualmente fuma en el auto, pero está siendo amable.

—Podría haberlo hecho. —Kayden ríe y sus ojos se iluminan—. Luke

ha estado fumando en mi auto desde que tenemos dieciséis.

Incapaz de ayudarme a mí misma, sonrío ante la idea mientras juego

con el borde de una servilleta.

—¿Qué es tan gracioso? —Kayden cruza los brazos por encima de la

mesa y la parte inferior de sus mangas se levanta. Pequeñas líneas blancas

cubren la parte posterior de sus muñecas y rápidamente sacude sus

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mangas hacia abajo para ocultarlas—. Vamos, comparte lo que te hace

sonreír así.

—No es nada. —Levanto mi mirada hacia él—. Estaba pensando en

lo que mi papá habría dicho si alguna vez se hubiera enterado que su

corredor era un fumador.

—Creo que sabía que lo era. —Kayden se inclina sobre la mesa,

acercándose a mí—. Siempre parecía saber todo lo que hacíamos mal,

pero nunca lo dijo.

—Sí, tal vez lo hacía, supongo. Pilló a mi hermano fumando una vez y

lo castigó por un muy largo tiempo. —¿Por qué estoy hablando con él de

esta manera? No es como yo. Bajo mi mentón y me concentro en la lista

de aperitivos.

—Callie, lo siento —dice abruptamente, lanzando su mano sobre la

mesa y deslizándola hacia la mía. Cuando sus dedos rozan los míos, casi

dejo de respirar.

—¿Por qué? —Sueno sofocada.

—Por no decirte gracias… por esa noche. —Cubre su gran mano

sobre la mía.

Por un segundo, me gusta la cálida sensación de su mano, pero

entonces me lanzo de nuevo al lugar encerrado dentro de mi mente,

atrapada e impotente.

—Está bien. —Tiro de mi mano y la oculto bajo la mesa. Mi pulso

corre mientras me quedo mirando el menú—. Estabas teniendo una mala

noche.

No dice nada cuando aleja su mano. No lo miro, porque no quiero

ver la mirada de disgusto en sus ojos.

—Si les pregunto si puedo tener una hamburguesa, ¿crees que me

harían una? —pregunta, con indiferencia cambiando de tema.

Le doy la vuelta a la página, con las cejas fruncidas. —¿Dice que

tienen hamburguesas?

—No, estaba bromeando. —Me observa desde el otro lado de la

mesa—. ¿Puedo preguntarte algo?

Asiento con cautela. —Seguro.

—¿Por qué fuiste a la universidad antes de tiempo? —pregunta—. La

mayoría de la gente quiere quedarse en casa durante el verano para

parrandear.

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Me encojo de hombros. —En realidad, no tenía nada que me

quedara ahí, excepto por mis padres, y me parecía que era tiempo de

irme.

—No tienes muchos amigos, ¿verdad? —Recuerdo enmascarar mi

rostro cuando empieza poner las piezas de mi triste vida juntas.

Afortunadamente, Seth y Luke se nos unen a la mesa antes de que él

pueda tratar de desenterrar más detalles. Huelen como a humo y se ven

eufóricamente felices.

—Nah, en realidad no tiene muchos en el campus —dice Seth a Luke

mientras se sienta y desenrolla la servilleta alrededor de los cubiertos—. Y si

lo hacen, seguridad usualmente los rompe.

Luke gira una pequeña pantalla de plástico con fotos de las bebidas

de cerveza en ella. —Sí, eso sucedía todo el tiempo en nuestra escuela.

Como aquella vez que hicimos una gran fogata, y los policías llegaron y

arrestaron a todos.

—¿En qué tipo de problemas has estado? —pregunta Seth,

comprobando el reloj en su muñeca.

—No muchos. —Luke estalla un palito de dientes en su boca—. Los

policías en nuestro pueblo usualmente dejan ir fácil a los jugadores de

fútbol.

—Figúrate —murmura Seth, dándome una mirada de reojo, yo le

ofrezco una sonrisa simpática.

El pie de Kayden golpea el mío debajo de la mesa y quiero pedirle

que se detenga, pero ni siquiera puedo hacer contacto visual con él. Me

pongo nerviosa porque a una parte de mí le gusta. Estoy perdiendo el

control sobre mis sentimientos y desesperadamente necesito conseguir

manejarlos de nuevo.

La mesera regresa y anota nuestros pedidos. Intento hacerlo lo mejor

posible y ordeno una comida entera con la intención de comerla toda. Sin

embargo, cuando la comida llega, mi estómago se aprieta, y me doy

cuenta de inmediato que lo voy a hacer, como siempre lo hago.

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3

#52 Aprovecha la oportunidad, por amor de Dios

Traducido por CrisCras13, Amy & Juli_Arg

Corregido por Lalu

Kayden

a pasado una semana desde que la escuela comenzó. Las

clases son un dolor en el culo. Me habían advertido que la

universidad sería más difícil, pero nunca me preparé para la

cantidad de trabajo en solitario que sería necesario. Entre eso y los

entrenamientos, he tenido cero tiempo para concentrarme en cualquier

otra cosa en mi vida.

Me he cruzado con Callie dos veces desde que comimos en el

restaurante y cada una de esas veces, ella me ha evitado. Está en mi clase

de biología, pero se sienta al fondo, tan lejos de los demás como sea

posible, centrándose en su bolígrafo y papel. La chica tiene que tener un

cuaderno completamente lleno de notas por cómo está de concentrada

en él.

Intento no mirarla fijamente, pero la mayoría del tiempo no puedo

evitarlo. Es fascinante ver cómo se encuentra ajena a todo el mundo. Sería

agradable perderme en mis pensamientos, en vez de estar siempre

preocupado por todo.

Me estoy preparando para ir a clase, diciéndome que tengo que

dejar a Callie tranquila, cuando recibo una llamada de mi padre.

—Dejaste tus cosas en el garaje —Es lo primero que me dice.

H

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—Perdón —Me disculpo, recordándome respirar mientras recojo mis

libros—. Pero pensé que mamá había dicho que podía dejarlo.

—Tu madre no tiene nada que decir en esas cosas —dice

bruscamente—. Si querías dejar tu mierda aquí, debiste haberme

preguntado. Dios, ¿cuántas veces tienes que meter la pata antes de

aprender?

Quiero discutir, pero tiene razón. Meto la pata más a menudo. Le

dejo machacarme durante unos quince minutos, y me hace sentir como

un jodido niño otra vez.

Después de colgar, me quedo mirando el espejo sobre la cómoda,

analizando cada cicatriz de mi cara hasta que sólo se ve como una gran

marca. De repente, todo este enfado sale de mí y pateo la cómoda hasta

que uno de los cajones se cae. Las cosas de Luke se dispersan por el suelo;

mecheros, fotos, algunas herramientas y una maquina de afeitar. Él odia

cuando sus cosas se desorganizan y se volverá loco si regresa y ve este lío.

Rápidamente lo pongo todo de nuevo en el interior, tratando de

hacer que se vea ordenado, y fingiendo no notar la pipa que me mira

directo a la cara mientras lo recojo del suelo. Pero es todo en lo que puedo

pensar mientras lo sostengo en mi mano, exigiéndome a mí mismo a no

usarla.

Mi mano tiembla cuando mi mente se desvía de nuevo hacia una

época en la que yo no era así; donde pensaba que tal vez, solo tal vez, no

todo tendría que centrarse en el dolor.

Mi hermano mayor, Tyler, y yo estábamos perdiendo el tiempo en el

garaje. Él estaba a punto de cumplir dieciséis y yo tenía ocho. Él estaba

trabajando en una moto que había comprado con el dinero que había

ahorrado de su trabajo de verano.

—Sé que parece una basura —me dijo mientras cogía una llave de

la caja de herramientas en la esquina—. Pero me va a llevar a lugares…

lejos de aquí, que es todo lo que quiero, joder.

Él había estado peleando con mi padre durante todo el día y tenía

un moratón enorme en el brazo y cortes en los nudillos. Les había oído

discutir y luego se golpearon el uno al otro. Sin embargo, era normal. La

vida.

—¿Por qué quieres irte? —pregunté, vagando alrededor de la moto.

No era brillante ni nada, pero parecía que podría ser divertida. Y si podía

sacar a alguien de aquí, entonces tenía que ser algo especial—. ¿Es a

causa de papá?

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Tiró la herramienta en la caja con dureza y se pasó las manos por su

cabello largo y castaño, que le hacía parecer un indigente, al menos, era

lo que mi padre decía.

—Algún día, amigo, cuando seas un poco mayor, te darás cuenta

de que todo en ésta casa es una jodida gran mentira y vas a querer

largarte de aquí, sin importar lo que cueste.

Di un paso y me subí en una caja para montarme en la moto,

tomando el manillar mientras balanceaba mi corta pierna sobre ella. —

¿Me llevarás contigo? También quiero irme.

Rodeó la parte trasera de la moto, agachándose para revisar los

neumáticos. —Sí, amigo, lo haré.

Apreté el acelerador, fingiendo que conducía alejándome, y por un

segundo vi la posibilidad de una vida sin dolor. —¿Lo prometes?

Asintió con la cabeza mientras perdía el tiempo con el medidor de

presión de aire. —Sí, lo prometo.

Resultó que mi hermano era un gran mentiroso, como todos los

demás en la casa. Terminó por mudarse, dejándome atrás, porque prefería

estar borracho antes que lidiar con la vida. Unos pocos años más tarde, mi

otro hermano, Dylan, se graduó y se marchó de la casa. Cambió su

número, nunca le dijo a nadie a dónde iba, y nadie ha sabido nada de él

desde entonces, aunque no estoy seguro de con cuanto esfuerzo hayan

buscado.

Yo tenía doce años en ese momento y era el único niño que

quedaba en la casa, lo que quiere decir que era el foco principal para la

rabia de mi padre, algo que me dejó claro la noche que Dylan recogió sus

cosas y se marchó. Los golpes antes de eso no eran demasiado graves;

bofetadas en la cara, azotes con su cinturón, y a veces nos golpeaba con

el puño o nos pateaba, pero se contenía justo lo suficiente para que pero

se pudiera esconder.

Con mi rostro presionado contra la ventana, vi a Dylan alejarse de la

calzada y conducir por la carretera, internándose en lo oscuro, deseé estar

en el coche con él, incluso aunque Dylan y yo nunca habíamos sido

cercanos. Mi padre entró desde afuera, trayendo el frío aire de la noche

con él. Le había gritado a Dylan todo el camino hasta el coche, diciéndole

que era un jodido idiota por renunciar a su beca de fútbol y negarse a

estar en el equipo.

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—¿Qué mierda estás mirando? —Cerró la puerta de un golpe, con

tanta fuerza que el retrato familiar que se encontraba en la pared cayó al

suelo.

—Nada, señor.

Caminó hacia mí, con sus pupilas tragándose sus ojos; claramente

podía oler el alcohol en su aliento desde el otro lado de la habitación. Era

más grande que yo, más fuerte, y tenía una mirada en su rostro que me

hizo saber que iba a usar ese hecho para su beneficio y no habría nada

que yo pudiera hacer al respecto.

Conocía la instrucción. Levantarse y esconderse, por otra parte él ya

estaba frente a mí. Yo no podría moverme. Me quedé pensando en mis

hermanos, que se habían marchado y me habían dejado atrás como a

una vieja camiseta. Nosotros solíamos estar en esto juntos, ahora era solo

yo. Empecé a llorar, como un estúpido bebé, y sabía que solo lo enfadaría

aún más.

—¿Estás llorando? ¿Qué mierda está mal contigo? —No redujo la

velocidad al levantar su puño y estrellarlo contra mi hombro.

El dolor se extendió hasta mi cuello y bajó por mi brazo, quitándome

el aliento con el repentino chasquido de un dedo, me encogí en el suelo,

parpadeando para deshacerme de los puntos negros frente a mis ojos.

—¡Levántate! —Me dio una patada en el costado, pero no podía

levantarme. Mis piernas habían renunciado y con cada golpe de su

zapato, algo moría dentro de mí. Ni siquiera me molesté en encoger las

piernas para protegerlas. Acabé por dejar que el dolor asumiera el control,

lo que me permitía adormecerlo y dejarlo atrás—. ¡Eres tan inútil! Al menos

tus hermanos se defendían. ¿Pero qué haces tú? ¡Nada! ¡Es todo por tu

culpa! —Otra patada, esta vez contra mi estómago y el dolor se disparó

dentro de mi cabeza.

—¡Levántate! Levántate. Levántate… —Su bota se estrelló contra mi

tripa y su voz se volvió suplicante. Como si fuera todo por mi culpa y él

quisiera hacerme pagar. Y quizás era mi culpa. Todo lo que tenía que

hacer era levantarme. Pero incluso algo tan sencillo no podía hacerlo bien.

Fue la peor paliza que he tenido, como si él hubiera canalizando

toda su frustración con mis hermanos y la hubiera dirigido contra mí. Mi

madre me mantuvo fuera de la escuela durante dos semanas mientras me

curaba, diciendo en la escuela, a la familia, los amigos, los vecinos, a

cualquiera que preguntara, que había cogido estreptococos en la

garganta y era muy contagioso.

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Estuve acostado en la cama casi todo el tiempo, sintiendo a mi

cuerpo recuperarse, pero mi mente y la voluntad de vivir murieron,

sabiendo que nunca mejoraría, que esto era para mí.

Parpadeo para alejar el pensamiento mientras me siento en el suelo

y levanto mi camiseta. Juré que cuando fuera a la universidad lo

abandonaría —dejar el jodido hábito. Pero supongo que me posee más de

lo que pensaba.

Al día siguiente en biología, intento mantenerme lo más quieto

posible para contener el dolor de mi estómago, pero sigo mirando hacia

Callie detrás de mí, quien parece no darse cuenta de que me estoy

convirtiendo en un acosador.

El profesor Fremont se toma su tiempo para concluir su conferencia.

Para el momento en el que entro en el pasillo, éste se encuentra

abarrotado de gente. Estoy bloqueando la puerta, intentando decidir si

quiero saltarme mi siguiente clase o no, cuando alguien choca contra mi

espalda.

—Oh, Dios mío. Lo siento —Se disculpa Callie, alejándose de mí como

si fuera un criminal—. No estaba prestando atención de a dónde iba.

—No tienes que disculparte. Te prometo que estoy perfectamente

bien, a pesar de que chocaste contra mí. —Le disparo una sonrisa mientras

me muevo hacia un lado, para que la gente pueda pasar. Mientras mi

torso gira, mis músculos arden.

—Lo siento —repite Callie y luego cierra los ojos, sacudiendo la

cabeza para sí misma—. Tengo el mal hábito de disculparme.

—Está bien, pero tal vez deberías trabajar en superarlo —Sugiero,

apoyando mi mano en el marco de la puerta. Su cabello castaño se

encuentra recogido hacia arriba, y delgados mechones cuelgan

alrededor de su rostro. Lleva vaqueros, una sencilla camiseta morada, y un

mínimo de maquillaje. Sus tetas no están prácticamente saliéndose por el

escote y sus vaqueros no son ajustados contra la piel para mostrar sus

curvas, tal y como va vestida Daisy todos los días. No hay nada que ver,

pero me encuentro a mí mismo mirándola de verdad.

—Lo estoy intentando, pero es difícil. —Baja la mirada hacia la

alfombra marrón, tan tímida e inocente. La chica parece que necesita mil

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abrazos para borrar toda la tristeza que carga sobre sus hombros—. Los

hábitos son muy difíciles de superar.

—¿Puedo llevarte a alguna parte? —pregunto sin siquiera pensar en

lo que estoy haciendo o en qué consecuencias acarreará—. Realmente

quiero darte las gracias por, bueno, ya sabes, por lo que hiciste.

Sus parpados aletean la abrirse y el corazón me da un vuelco. Eso

nunca había sucedido antes y me lanza a un momentáneo estado de

vértigo. —En realidad, se supone que me encontraré con Seth en unos

minutos, pero quizás en otro momento —dice evasivamente y empieza a

descender por el pasillo, balanceando su bolso sobre su hombro.

Igualo su paso. —Sabes, él es bastante interesante. Le tengo en mi

clase de inglés y siempre levanta la mano, solo para dar la respuesta

equivocada.

Una leve sonrisa toca sus labios. —Lo hace a propósito.

Presiono mi palma contra el cristal, sosteniendo la puerta abierta

para ella. —¿Por qué?

Bloquea el sol con su mano para que no le pegue de golpe en los

ojos. —Porque está en la lista.

Me detengo justo fuera de la puerta, levantando una ceja. —¿La

lista?

—No es nada. —Agita su mano hacia mí con desdén—. Mira, tengo

que irme.

Se pone en marcha, con sus delgadas piernas moviéndose más

rápido mientras me deja en el patio del campus, su cabeza encogida y los

hombros encorvados, como si estuviera haciendo todo lo posible para ser

inexistente.

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Callie

Mi dormitorio está situado en el edificio McIntyre, que es el más alto

de todas las residencias. Paso mi tarjeta de identificación para entrar en la

sala y luego marco un código para entrar en mi habitación. Desde la

ventana, la gente se ve pequeña, como si yo fuera un pájaro viendo todo

desde una vista aérea.

Saco mi diario, que mantengo escondido debajo de mi almohada, y

agarro un lápiz. Empecé a escribir en él cuando tenía trece años, como

una manera de exponer mis pensamientos en papel. No planeo hacerlo un

pasatiempo para toda la vida, pero me siento mucho mejor cuando

escribo, como si mi cerebro finalmente se sintiera libre de decir lo que

quiera.

Los bordes de la cubierta están hechos trisas y algunas de las

páginas se salen de la espiral. Me siento con las piernas entrecruzadas, y

presiono la punta sobre una página limpia.

Es increíble cómo las cosas que recuerdas para siempre son las cosas

que preferirías olvidar, y las cosas a las que deseas desesperadamente

aferrarte, parecen escapar como arena en el viento.

Recuerdo todo lo relacionado a ese día, como si las imágenes se

hubieran grabado a fuego en mi cerebro con un hierro de marcar. Pero

desearía que se las llevara el viento.

Llaman a la puerta. Suspirando, escondo de nuevo el diario debajo

de la almohada antes de abrir la puerta. Seth entra con dos cafés fríos con

leche y me entrega uno.

—Sonabas como si necesitaras uno de estos. —Se quita la chaqueta,

poniéndolo sobre una silla que se encuentra frente a la mesa, luego se

hunde en la cama—. Está bien, suéltalo todo.

—No sé por qué me habla y me pide que vaya a lugares. —Me paro

frente a mi cama y sorbo de la pajilla. En la pared, hay bocetos y un póster

de Rise Against por parte de mi compañera de cuarto, y su cama está

cubierta de ropa sucia—. Nunca antes me había hablado, en serio.

—¿Quién, Kayden? —pregunta Seth y asiento. Se levanta de mi

cama y se desplaza a través de mis listas de reproducción en mi iPod—. Tal

vez le gustas.

Me detengo en el centro de la habitación y muevo la cabeza, el

hielo cruje en el vaso.

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—No, no es eso. Tiene novia, una novia súper zorra a la que puede

toquetear.

—Probablemente te tocaría, si se lo permites —dice, y mi aliento se

atasca en mi garganta—. Está bien, me detendré.

Poniendo el café sobre el escritorio, me recuesto sobre mi cama y

guardo mis manos debajo de mis piernas. —No estoy segura de si alguna

vez dejaré que me toquen. Creo que he llegado a la conclusión de que

nunca seré capaz de manejar ir tan lejos con nadie. Terminaré siendo una

de esas señoras mayores con mil gatos que comen comida para gatos

directamente desde la lata.

—En primer lugar, nunca dejaría que te convirtieras en eso. Y en

segundo lugar, debemos añadirlo a la lista. —Se sienta y toma un bolígrafo

en mi mesa de noche.

—Sólo porque está en la lista, no significa que vaya a pasar —le digo

mientras se levanta y se dirige a la parte posterior de la puerta, donde está

escrita nuestra lista.

—Sí, lo hace, Callie. —Sonríe, volteando la tapa del bolígrafo con el

pulgar—. Porque es una lista mágica, llena de posibilidades.

—Ojala fuera cierto. —Miro por la ventana a la gente que inunda el

patio de la escuela—. De verdad.

El bolígrafo chirría mientras garabatea algo. Cuando vuelvo mi

atención a él, ha añadido, #52 Aprovecha La Oportunidad, Por Amor de

Dios al final de la lista. Hace clic en la tapa, ladea la cabeza y sonríe con

orgullo ante su inteligencia.

—Me sorprendo a mí mismo a veces. Voy a tener que añadir este a

mi copia de la lista cuando regrese a mi habitación. —Tira el bolígrafo

sobre el tocador y se sienta en la cama—. Entonces, ¿cuál es tu

oportunidad, Callie? Porque sé que eres lo suficientemente fuerte como

para al menos intentarlo.

—¿Pero qué si me arriesgo y todo se desmorona? —pregunto—.

¿Qué pasa si confío en alguien de nuevo y se aprovecha de mí. En

realidad, no tengo mucho y fácilmente me quedaré vacía.

—Toma una oportunidad fácil —dice—. Vamos, Callie, hazlo.

—¿Estás tratando de presionarme?

—Sí, ¿está funcionando?

—En realidad, no, ya que no sé qué quieres que haga.

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Se frota las manos con un brillo taimado en sus ojos. —Tengo una

idea. Deberías llamar a Kayden y aceptar su oferta.

—No, Seth. —Levanto mis rodillas y descanso la barbilla sobre ellas—.

No puedo estar cerca de gente como él. Me ponen nerviosa y me

recuerdan demasiado a la escuela secundaria. Además, pronto

comprenderá lo mucho que su novia me odia y va a echarse atrás.

—Parece agradable. —Seth saca el celular de su bolsillo y

comprueba la pantalla—. Incluso tengo su número en el teléfono.

Frunzo el ceño. —¿Cómo?

—Porque soy escandaloso. —Pasa su dedo por la pantalla para

encenderlo. Me zambullo hacia él con mi brazo, pero salta fuera de mi

alcance y corre hacia la puerta—. Aquí vamos.

Me levanto y pongo mis manos en mis caderas, hundiendo los dedos

en mi piel mientras me encorvo y fuerzo el aire a través de mis pulmones. —

Seth, por favor, no lo hagas. No puedo. No sé que decir con chicos como

él.

Pone el teléfono en la oreja con una mirada severa en su rostro. —

Callie, tienes que recordar que no todos los chicos son... Hola, ¿este es

Kayden? —Hace una pausa—. Sí, es Seth. Espera un segundo. Callie quiere

hablar contigo. —Cubriendo la boquilla con la mano, extiende el teléfono

hacia mí—. Toma. Una. Oportunidad.

Quito mis manos de mis caderas y mi piel está salpicada de

crecientes marcas rojas de la luna de mis uñas. Tomo el teléfono de él, mi

pulso errático a través de mis dedos, mis muñecas, y mi cuello mientras lo

levanto hacia mi oído.

—Hola —digo, mi voz apenas un susurro.

—Hola —responde sonando perdido, pero intrigado—. ¿Necesitabas

algo?

—Oye, estaba pensando que tal vez... aceptar esa oferta para ir a

alguna parte —le explico, y Seth mueve su mano hacia mí alentándome—.

No tenemos que hacer nada justo ahora, pero tal vez más tarde.

—Estaba a punto de salir a explorar la ciudad —dice mientras le doy

un mordisco en mi uña—. ¿Quieres venir conmigo?

Asiento con la cabeza, aunque no me puede ver. —Sí, eso suena

bien. ¿Debo encontrarte fuera o algo así?

—¿Sabes cual es el camión de Luke? —pregunta.

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—¿Es ese oxidado que usaba para ir al instituto?

—Sí, es ese. ¿Por qué no me encuentras allí en unos diez minutos?

Está aparcado cerca de la puerta lateral del patio.

—Listo, suena bien. —Cuelgo y frunzo el ceño a Seth.

Aplaude con sus manos y hace un pequeño baile. —Ves, tomar una

oportunidad no es tan malo. De hecho, puede resultar muy bueno.

—¿Y si me entra el pánico? —Le doy el teléfono y tomo una

sudadera con capucha de mi cajón de la cómoda—. ¿Y si hago algo

realmente raro? Nunca he estado a solas con un extraño antes.

—Vas a estar bien. —Pone sus manos sobre mis hombros y me mira a

los ojos—. Sólo sé la Callie que conozco.

Cierro la cremallera de mi chaqueta. —Está bien, lo intentaré con

todas mis jodidas fuerzas.

Se ríe y luego cierra sus brazos alrededor de mí, envolviéndome en

un abrazo. —Y si necesitas algo, me puedes llamar. Siempre estaré aquí

para ti.

Kayden no está en el estacionamiento. Mientras espero en el camión

de Luke, veo a los otros estudiantes apresurarse de la clase, y casi salgo

corriendo. Cuando subo a la acera para regresar a mi dormitorio, Kayden

sale por las puertas laterales del edificio. Se encuentra hablando con una

chica de pelo negro ondulado que acaricia su espalda de arriba abajo.

Él usa un par de vaqueros que cuelgan bajo en las caderas y una

Henley gris oscura manga larga.

La forma en que se mueve es cautivante. El movimiento de sus

caderas expide arrogancia, sin embargo, sus hombros encorvados y toda

la zona de su estómago parece rígida, como si caminar le causara dolor.

Doy un paso atrás a la camioneta y espero con los brazos cruzados

sobre mi pecho. Cuando me ve, sus labios se elevan y se despide de la

joven con la mano, creo que ella está en mi clase de filosofía.

—Siento llegar tarde. —Señala con el pulgar sobre su hombro, hacia

la chica alejándose—. Kellie necesitaba ayuda con una tarea de inglés.

¿Esperaste aquí mucho tiempo?

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Dejo caer los brazos sobre mis costados y luego los doblo por encima

de mi pecho de nuevo, incapaz de decidir qué hacer con ellos. —No

mucho.

Baja de la acera y comienzo a retroceder cuando llega a mi lado.

Pero toma la manilla de la puerta y me relajo, haciéndome a un lado para

que pueda abrirla.

—¿Estás bien? —Abre la puerta y las bisagras crujen cuando trozos

de óxido se desprenden del borde.

Asintiendo, pongo un pie en el piso de la camioneta, y salto. La tela

de vinilo del asiento se encuentra desgastada y se engancha de mis

vaqueros, rasguñando en mi piel. Él cierra la puerta de golpe y retuerzo mis

manos sobre mi regazo. Esta es la primera vez que estoy sola con un tipo

dentro de un auto, excepto con Seth, y mi corazón desafía a mi pecho al

aguantar la ira.

—¿Callie, estás segura que estás bien? —Pregunta con sus manos

sobre el volante—. Te ves un poco pálida.

Obligo a mis ojos a concentrarse en él, intentando no parpadear

demasiado. —Estoy bien. Sólo estoy un poco cansada. La universidad me

agota.

—Concuerdo en eso. —Me ofrece una sonrisa que arruga la piel que

rodea sus ojos mientras pone en marcha el motor. Resopla y luego resulta

contraproducente—. Lo siento, el camión de Luke es una carcacha.

Extiendo mis manos sudorosas sobre mis rodillas. —¿Qué le pasó a tu

auto? El que usabas para ir a la escuela. ¿Lo dejaste en casa?

Los músculos de su garganta trabajan al tragar un nudo en su

garganta. —Mi papá tiene una regla que dicta que una vez que nos

vamos de la casa, estamos por nuestra cuenta. El coche lo compró él, por

lo tanto, es suyo.

Asiento con la cabeza, alcanzando el cinturón de seguridad por

encima de mi hombro. —Yo tampoco tengo carro. Mis padres me

ofrecieron el viejo coche de mi hermano, pero me negué.

—¿Por qué? —Empuja la palanca de cambios en marcha y los

neumáticos avanzan—. Al parecer, la vida es más sencilla cuando tienes

auto.

Presiono la hebilla en la cerradura y luego miro los frondosos árboles

mientras salimos a la calle y fuera de la escuela. —Parecía demasiada

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responsabilidad, supongo. Además, no pensaba alejarme mucho del

campus, en realidad.

Kayden enciende el limpiaparabrisas para lavar la suciedad del

parabrisas. —Bueno, tengo una pregunta, pero eres libre de no

responderla. —Vacila—. ¿Cómo es que nunca anduviste con nadie en el

instituto? Luego de que me puse a pensar en ello, simplemente no te

recuerdo estando con alguien.

Me rasco la nuca hasta que comienza a dolerme. —Eso es porque

no salí con nadie.

Me mira, esperando a que me explique, con los ojos en mí en vez de

en la carretera, pero no puedo decirle nada. Es mi secreto y me lo llevaré

hasta la tumba por la vergüenza.

—Hay un lugar impresionante del que escuché, donde puedes

pararte sobre las colinas y ver toda la ciudad —dice—. Pensé que

podríamos ir allí. No hay que escalar demasiado.

—¿Escalar? —pregunto—. ¿Como si subiéramos una montaña?

Se ríe y me siento como una idiota. —Sí, como si subiéramos una

colina y todo.

Arrugo la nariz en dirección a mis botas marrones que se pliegan

hacia abajo en la parte superior. Son una talla más pequeña y con sólo

caminar por el campus me produce ampollas. —Bueno, supongo que

podemos ir a escalar.

Sus labios se separan cuando empieza a decir algo, pero comienza

a sonar su teléfono desde el interior de su bolsillo. Sus cejas se fruncen

mientras lee el nombre en la pantalla. —¿Puedes mantenerte callada

durante un segundo? —pregunta con una cara culpable.

Asiento con la cabeza, mirando hacia su teléfono. —Claro.

—Hola, nena, ¿qué pasa? —responde y puedo oír la voz de Daisy en

el otro extremo.

—Entonces, no le digas eso y quizás no se enojarán. —Kayden hace

una pausa—. Sí, lo sé. Te extraño también. No puedo esperar para el Baile

de Bienvenida. No, todavía no tengo el esmoquin.

Un golpe de celos arde en mi corazón. Cuando era más joven,

soñaba con ir al baile y usar un vestido bonito cubierto con montones de

brillo. Incluso quería una tiara, lo que ahora me parece tonto.

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—También te amo —dice rotundo y luego cuelga rápidamente el

teléfono.

Mis celos se elevan y dejo escapar un suspiro que no sabía que

estaba conteniendo.

Kayden lanza el teléfono sobre el asiento entre nosotros. —Esa era

Daisy… conoces a Daisy McMillian, ¿cierto?

—Sí, un poco.

—Por tu tono, supongo que no te cae bien.

—¿Por qué supones eso?

Sus manos se tensan sobre el volante mientras sus ojos me evalúan.

—Porque a la mayoría de las personas no le cae bien.

—Si ese es el caso, entonces ¿por qué sales con ella? —pregunto,

pensando de dónde me sale el atrevimiento.

Se encoge de hombros con la mandíbula rígida. —Es una chica

decente. Me mantiene feliz la mayoría del tiempo.

—Oh, lo siento. Estoy siendo grosera, ¿verdad? —Agarro el borde del

cinturón de seguridad mientras él gira hacia un camino de tierra con

grandes baches y una colina hacia un lado. Se encuentra entre montañas

verdes con árboles y césped.

—No estás siendo grosera. Yo fui el que comencé con las preguntas.

—Rechina su mandíbula y sus dedos aprietan el volante.

Estuvimos en silencio el resto del camino y puedo decir que algo lo

molesta. Las ruedas en su cabeza están dando vueltas mientras su mente

hace algo complejo.

Subiendo por la colina, gira el volante a la derecha, y la camioneta

se dirige hacia un desvío. Hay una sección de largas zanjas en toda la

entrada y poco a poco comienza a ralentizarse. La camioneta suena

mientras arranca de nuevo y nos sacudimos de izquierda a derecha.

Cuando estamos en terreno llano otra vez, dirige el parachoques a los

árboles y cuando ya está casi cerca, empuja la palanca de cambios y

apaga el motor.

Hay una colina empinada con un acantilado en frente de nosotros y

en una roca hay grafitis con varios colores marcado con fechas, letras de

canciones, poemas y declaraciones de amor. Hay otros vehículos

estacionados junto a nosotros y en la carretera. Y las personas rodean el

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camino y lo alto de la colina. Me alegra que no estemos solos, pero no me

gusta que haya un montón de gente. Es un poco problemático.

Toma la manilla y abre la puerta con el codo. —Prometo que no es

tan lejos. Al menos es lo que me han dicho. Si termina siendo intenso,

dímelo y podemos regresar.

—Está bien, lo haré. —Abro la puerta y saco mi pie, evitando un

charco. Me encuentro con él al rodear la parte delantera de la camioneta

y meto mis manos en los bolsillos que se encuentran recubiertos con tela

suave, la sensación me reconforta, porque me recuerda a un oso de

peluche.

Caminamos por el sendero de tierra y pasamos una pareja sentada

en una roca con botas de montaña y mochilas. Ellos nos saludan y Kayden

devuelve el saludo mientras yo miro una roca manchada de pintura.

—¿Qué significa eso? —pregunto y leo una de las citas—. Aprovecha

el día, apodérate de él, y sé lo que quieras ser.

Él esquiva un lado de la ruta para evitar un enorme hoyo y su

hombro accidentalmente golpea el mío. —Creo que es una tradición de

los estudiantes de último año de la Universidad de Washington venir aquí y

escribir palabras de sabiduría a los futuros estudiantes.

—Sigue y prospera. —Lo miro, arqueando los labios—. Eso es

bastante profundo.

Se ríe y líneas se forman alrededor de su boca. —Nunca dije que

todas eran palabras de sabiduría, sólo me enteré de que eso es lo que se

supone que son.

Me deslizo encima de la colina rocosa para ganar un poco de

distancia entre nosotros. —Parece una buena idea, más o menos. Marcar

el final con lo que sea que quieras.

—Lo es, ¿no? —Salta sobre una roca enorme, y sus piernas largas se

extienden cuando aterriza sobre la roca, luego salta al otro lado. Jadea,

sonriente, y orgulloso de sí mismo—. Es como la hoguera en Afton, donde

escribíamos todos nuestros pensamientos en un pedazo de papel y luego

los quemamos.

—Nunca fui a eso —admito, apretando los puños. Si lo hubiera

hecho, habría sido torturada por gente que susurraba que era una

adoradora del diablo que nunca comía nada. Porque mi pelo estaba

enredado, excesivo delineador de ojos, y conducta antisocial sólo podría

haber sido obra del diablo.

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—Oh. —Me examina por un rato mientras finjo no darme cuenta—.

Callie, me gustaría conocerte. Quiero decir, salvaste mi vida y yo apenas

se cosas de ti.

Arranco una hoja de arbusto y rompo los bordes de cera. —En

realidad, no hay mucho que saber. Soy una persona aburrida.

—Dudo que sea verdad. —Patea una roca en el borde del

acantilado—. ¿Qué tal si te digo algo sobre mí y luego me dices algo sobre

ti?

—¿Qué tipo de cosas?

—Lo que quieras.

Nos detenemos cuando estamos llegando al final del camino. Se

extiende hacia un área rodeada por colinas y rocas, y hay un enorme

acantilado pavimentado por bordes que parecen escaleras. Es empinado,

pero escalable.

—¿Cómo llegamos? —Dejo caer la hoja al suelo y echo mi cabeza

hacia atrás para apuntar arriba.

Frotándose las manos, agarra uno de los peldaños y pone su zapato

en el inferior. —Escalamos. —Con un rebote de su rodilla, salta, como si

estuviera subiendo una pared de rocas. Una vez que está a medio camino,

mira por encima de su hombro hacia mí—. ¿Vas a venir?

Miro detrás de mí al camino curvo de la colina, y luego de vuelta al

acantilado. Aprovecha la oportunidad por amor a Dios. Incluso aunque le

tengo miedo a las alturas, me agarro al borde grueso de la esquina, en los

dedos de mis pies, y me levanto. Coloco cada pie en el peldaño, y

maniobro hasta el siguiente, mareándome más cada vez que avanzo un

poco. Cuando bajo la mirada, me congelo del miedo de estrellarme

contra las rocas. El viento se mete por mi cabello y parte de mi pelo se

desliza de la goma elástica.

—¿Puedes lograrlo? —Kayden se encuentra de pie en la cima con

sus manos en sus caderas como si fuera el rey del mundo, lo que sería un

trabajo impresionante, si existiera. Podría llevar una corona y todo el

mundo tendría que escucharte. Si pidiera que se mantengan lejos, lo

harían.

Aspiro a través de mi nariz y muevo mi mano para dar el siguiente

movimiento. —Sí… —Mientras mis dedos se resbalan, aprieto los ojos con

fuerza e inclino mi espalda. No me voy a caer, pero me hace sentir

impotente no poder moverme.

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—Mierda, Callie —dice—. Dame tu mano.

Mis dedos se pegan en otro peldaño y los entierro mientras se

disminuye el flujo de aire. Tengo mareos y las rodillas me tiemblan, a punto

de doblarse.

—Callie, abre los ojos —dice Kayden suavemente pero demandante

y abro un párpado. Él bajó y ahora su pie se encuentra justo por encima

de mi cabeza con su largo brazo estirado hacia mí—. Dame tu mano y te

ayudaré a subir.

Miro su mano como si fuera el diablo, porque eso es lo que las manos

pueden ser; pueden poseerte, hundirte; tocarte sin permiso. Mordiéndome

el labio, sacudo la cabeza. —Puedo hacerlo sola. Sólo me estoy tomando

un tiempo.

Suspira y relaja los músculos de su brazo. —Le tienes miedo a las

alturas, ¿cierto?

Me inclino hacia adelante hasta que mi cuerpo se aprieta contra las

rocas irregulares. —Un poco.

—Dame tu mano —repite, su voz suave, pero sus ojos están

demandando—. Y te ayudaré a subir.

El viento incrementa y el polvo pica en mis mejillas. Mi cuerpo se

calienta con los nervios mientras cierro mis ojos y pongo mi mano en la

suya. Nuestros dedos se entrelazan, un choque a través de mi brazo, y

levanto la vista para verlo.

Apretando su agarre, Kayden me levanta, los músculos de su brazo

flexionándose hasta que yo estoy en el peldaño siguiente. Pongo mis

zapatos contra él y me da un momento antes de tirar mi brazo y

levantarme al siguiente. Cuando llega a la cima, me deja a ir pero para

levantarse. Cuando extiende la mano sobre el peldaño, la tomo,

confiando en él otra vez mientras me levanta. Me tropiezo y mis zapatos

desgastados van contra la suciedad mientras trabajo para recuperar la

estabilidad.

Su mano viene alrededor de mi espalda y me toca justo encima de

la cintura para estabilizarme. Mi cuerpo se pone rígido mientras una

mezcla de emociones pasa a través de mí. Me gusta que me esté

tocando, la delicadeza de sus dedos, y el calor de su proximidad. Pero

entonces mi mente retrocede a una gran mano empujando mi espalda y

tirándome a la cama.

Me giro alrededor con los ojos grandes mientras mechones de pelo

flotan en mi cara. —No me toques, por favor.

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—Está bien —dice con sus manos extendidas frente a él y una mirada

cautelosa en su rostro—. Estaba ayudándote a mantener el equilibrio.

Aseguro el elástico de mi pelo. —Lo siento… es sólo que… que… no

tiene nada que ver contigo. Lo juro. Sólo tengo problemas.

Baja las manos y me mira por un largo tiempo. —No quiero ser

agresivo, pero pareces ser del tipo nervioso. Puedo… ¿Te importa si

pregunto por qué?

Miro por encima de su hombro. —Preferiría que no.

—Bueno —dice con sencillez y se enfrenta al acantilado.

Me muevo a su lado, dejando un pequeño espacio entre nosotros.

Las colinas ruedan por kilómetros: verdes, floreadas, punteadas con

árboles y excursionistas. El cielo azul es infinito y el sol ilumina a través de las

nubes blancas y finas. Hay una brisa que viene hacia arriba y también de

lado y cuando chocan me hacen sentir como si estuviera volando.

—Me recuerda a la pintura que el señor Garibaldi tiene su pared. —

Kayden se frota la barbilla, pensando.

—¿Esa del que está orgulloso y habla todo el tiempo? —Dejo mis

manos en mis caderas, pero las saco pronto y pongo mis palmas planas

mientras me imagino lo que se siente ser un pájaro, volando alto y libre.

Se ríe y su cabeza cae hacia delante, su pelo cae sobre su frente.

—¿Cuenta esa historia en cada clase?

Doy vuelta mi lengua alrededor de mi boca mientras reprimo una

sonrisa. —Creo que es una tradición. Es su manera de presumir que hubo

un tiempo en su vida que no estuvo encerrado en un salón de clases.

Levanta su cabeza y exhala de forma gradual. —¿Cuánto tiempo

quieres estar aquí?

Me encojo de hombros y me doy vuelta. —Podemos volver, si

quieres.

—No quiero volver —dice y me detengo—. ¿A menos que quieras?

Miro atrás a las colinas. —¿Quiero quedarme más tiempo aquí, si te

parece bien?

—Está perfectamente bien. —Se sienta en el suelo y cruza las piernas

mientras se estira. Luego acaricia el lugar junto a él.

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Fijo la mirada por un largo momento antes de caer al suelo y cruzo

mis piernas, también. Mis músculos se contraen por el hecho de que

nuestras piernas están tan cerca, pero no me alejo.

—Como que odio el fútbol —confiesa mientras saca una de sus

piernas y cubre su brazo por encima de la rodilla.

—¿Ah, sí? —digo—. ¿Por qué?

Su dedo se arrastra a lo largo de la cicatriz de su pómulo. —La

violencia algunas veces me llega.

Descanso de nuevo las palmas de mis manos. —Tampoco me gusta

el fútbol. Hay un solo propósito y ese es dominar.

Se ríe, sacudiendo su cabeza. —No iría tan lejos, pero tienes tu punto.

Soy el mariscal de campo, sin embargo, así que lo único que realmente

hago es tirar la pelota.

Arrastro mi meñique de ida y vuelta en la tierra. —Sé en que posición

juegas y lo que hace un mariscal de campo. Mi papá era un entrenador,

así que llegué a escuchar un resumen de todos los partidos y las prácticas

cuando estábamos cenando.

—Tu padre es un buen tipo—dice, mirándome de reojo—. Me gusta.

Sé que no debería preguntar, pero no puedo evitarlo. Me ha estado

molestado desde hace meses que lo dejé después de que fuera

golpeado. Nunca creí que fuese la primera vez que su padre le pegara.

Tanta ira no viene sólo una vez y se disuelve.

—Kayden ¿qué pasó esa noche? Esa noche estaba en tu casa… y tu

papá, bueno, cuando te pegó. ¿Eso pasó antes?

—Creo que es momento que me digas algo sobre ti —Evade la

pregunta, sus manos en puños, y sus nudillos son tan blancos que las

cicatrices se ven a la distancia.

—No tengo mucho que decir sobre mí. —Me niego a mirarlo mientras

me encojo de hombros—. No hay nada particularmente interesante, de

todos modos.

Levanta la mano, presionando el dedo y el pulgar. —Vamos. Sólo un

pequeño detalle. Eso es todo lo que pido.

Frunciendo el ceño, atormento mi cerebro por algún detalle

interesante que no sea demasiado personal. Mis hombros se levantan y

bajan cuando me encojo de hombros. —Me gusta el Kick Box en el The

Tune up Gym algunas veces.

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—¿Kick box? —pregunta, su frente arrugada—. ¿En serio?

Saco la suciedad de mis uñas rotas. —Es una buena manera de

relajarse.

Sus ojos escanean mi cuerpo, desde los dedos de los pies hasta mi

cara y mis mejillas se calientan. —Te ves demasiado pequeña para ser un

Kick boxer. No puedo imaginar tus pequeñas piernas capaces de hacer

mucho daño.

Si fuera más valiente, lo retaría aquí mismo, sólo para probar que

está equivocado.

Inclino mi barbilla hacia el cielo y pongo mi mano en frente de mis

ojos para bloquear el brillo de la luz del sol. —No lo hago por deporte, sólo

por diversión. Es una buena forma de… no lo sé… —Dejo de hablar porque

el resto es demasiado personal.

—Para soltar tu ira interna —dice más para él que para mí.

Asiento con la cabeza. —Sí, un poco.

—¿Sabes, qué? —Me mira con una sonrisa expandiéndose en sus

labios carnosos—. La próxima vez que vayas, deberías llamarme. Mi

entrenador es un imbécil en comparación con tu papá, me ha estado

acosando para tener una mejor figura. Entonces, puedes mostrarme la

cantidad de daño que tu pequeño cuerpo puede hacer. Incluso bajaré el

tono y te daré una oportunidad para derribarme.

Muerdo mi labio para no sonreír. —Está bien, pero no voy muy

seguido.

—¿Sólo cuanto quieres patear algún trasero? —bromea levantando

su ceja.

Mis labios tiemblan con una pequeña sonrisa. —Sí, algo así.

Se vuelve hacia al lado, así que está en frente de mí y descruza sus

piernas. —Bien, tengo otra pregunta. De hecho, acabo de recordar esto.

Creo que fue en quinto grado y tu familia estaba en mi casa para una de

las estúpidas barbacoas que mi papá tiene para cada Super Bowl. De

alguna manera, una colección de fútbol desapareció de la vitrina de mi

padre y todo el mundo pensó que fue mi hermano Tyler que lo hizo,

porque estaba actuando raro, pero en realidad sólo se perdió. Pero juro

por Dios que lo vi cuando ibas caminando a tu auto con la colección

debajo de tu blusa.

Meto mis pies debajo de mi trasero mientras cubro mi cara con mi

mano. —Mi hermano me dijo que lo hiciera. Me dijo que lo robara para él y

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no le diría a mamá que rompí uno de sus tontos unicornios de colección. —

Hago una pausa y todo se pone tranquilo. Finalmente me armo de valor

para verlo a través de las grietas de los dedos—. Lo siento mucho.

Me examina y luego forma una leve sonrisa en su cara. —Callie, sólo

te estoy molestando. No importa si lo hiciste. De hecho, fue algo divertido.

—No, no lo es —digo—. Es horrible. Apuesto que tu hermano se metió

en problemas.

—Nah, él tenía dieciocho. —Saca mi mano de mi cara—. Y cuando

mi padre comenzó a ser un idiota, se fue.

—Me siento como una tonta. Creo que mi hermano todavía lo tiene

en su habitación. Te lo devolveré.

—De ninguna manera. —Todavía está sosteniendo mi mano mientras

guía mi brazo a mis rodillas. Soy muy consciente de sus dedos tocando mi

muñeca derecha por encima de mi pulso martillando y estoy en conflicto

sobre si debo o no apartar la mano—. Mi padre se lo merecía.

—¿Estás seguro? —No puedo quitar mis ojos de su mano en mi

brazo—. Lo juro, puedo devolverlo.

Se ríe suavemente y luego sus brazos rozan la parte inferior de mi

muñeca, haciendo que todo mi cuerpo tiemble. —Te lo prometo. No hay

daño, no hace falta.

—Lo siento mucho —repito.

Me mira con una expresión extraña, como si estuviera en conflicto

con algo. Se lame los labios y luego los presiona, conteniendo la

respiración.

A veces me pregunto cómo un chico se verá cuando está a punto

de besarme. Será igual que mi primer y único beso; ¿un rayo de conquista

ardiendo dentro de sus pupilas? ¿O quizás algo completamente diferente?

¿Algo más aterrador? ¿Algo lleno con más pasión y deseo?

Volviéndome al acantilado, libera mi muñeca y su mano comienza a

temblar. Él la flexiona, alargando sus dedos y dejando escapar un suspiro.

—¿Qué le pasa a tu mano? —pregunto, luchando por mantener la

voz firme—. ¿Te duele por escalar?

Pone sus manos en puños y las coloca en su regazo. —No es nada.

Me rompí unos cuantos huesos un tiempo atrás y se pone así algunas

veces.

—¿Te afecta cuando juegas?

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—Algunas veces, pero puedo manejarlo.

Me quedo mirando las cicatrices en sus nudillos, recordando la

noche en que se abrieron. —¿Puedo hacerte una pregunta?

Estira sus piernas y se recuesta en sus manos. —Seguro.

—¿Cómo te hiciste las cicatrices en tu mano? —Extiendo la mano

para tocarlas, porque la necesidad de sentirlo es tan intenso que domina

temporalmente mis dudas, pero la vida me alcanza y rápidamente aparto

mi mano.

Poniendo su peso en un brazo, eleva una mano frente de él. En la

parte de inferior de cada dedo hay una cicatriz blanca espesa. —Golpeé

un muro.

—¿Perdón?

—No a propósito —añade, y luego hace un camino con sus dedos

en la tierra—. Los accidentes pasan a veces.

Recuerdo a su padre golpeándolo con su puño en la cara. —Sí,

supongo que sí, pero algunas veces las malas cosas suceden a propósito

por las manos de gente mala.

Asiente con la cabeza, luego se pone de pie, y sacude el polvo de

sus vaqueros. —Tenemos que regresar. Tengo una tarea de literatura que

tengo que escribir. —Ofrece su mano para ayudar a levantarme, pero no

me atrevo a tomarla.

Me vuelvo sobre mis manos y rodillas y me empujo a mi misma para

estar de pie. —Ahora sólo tengo que bajar —digo con un suspiro mientras

camino hacia el acantilado y miro por el borde.

Se ríe en voz baja mientras me sigue. —No te preocupes. Te ayudaré

a bajar, si me lo permites.

Mis ojos se amplían en sus palabras y luego en el acantilado. Que

dilema. Pero confié en él una vez y decido hacerlo otra vez. Sólo le pido a

Dios que no me empuje hacia abajo y me rompa, porque ya estoy en

hecha pedazos y no sé en cuantos más me pueda romper.

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Kayden

Estoy nervioso ayudándola a bajar por el acantilado y no porque

crea que se va a caer. Mi brazo está alrededor de su espalda y su peso

está contra mí. Está segura y estoy feliz de que lo esté.

El problema está dentro de mí. Todo el tiempo que estamos bajando,

mi corazón late en mi pecho. Quiero llegar y sentir su piel, chupar sus labios,

incluso que mis dedos rocen su trasero. Nunca he deseado a nadie como

ahora y es jodidamente aterrador. Por un segundo, consideré besarla

mientras estábamos subiendo el acantilado, pero habría sido un error. No

porque no se debe besar a alguien tan amable como Callie, pero es

porque tengo una novia y no sería justo para nadie.

A pesar de que nuestra conversación en el acantilado fue un

momento de menor importancia, tenía más profundidad que cualquier

otra conversación que he tenido. Cuando hablo con Daisy, en su mayoría

se concentra en cosas superficiales, como la fiesta de rencuentro, que es

lo que va a usar, y donde serán las fiestas. Así es lo que quiero en mi vida,

simple. Ya tengo suficiente complejidad encerrada dentro de mí.

—¿Estás seguro que no nos vamos a caer? —Callie aprieta mi brazo,

profundizando sus dedos en la tela de mi camisa mientras parpadea hacia

el suelo—. Se siente como si me fueras a dejar caer.

—No te dejaré caer. Lo prometo. —Aprieto mi brazo alrededor de su

espalda y suavemente la tiro más cerca—. Sólo relájate. Ya casi llegamos.

Deslizo mi pie en el suelo a lo largo de la roca hacia el peldaño

siguiente, resistiendo el impulso de agarrar su trasero y pongo mi mano en

su espalda. Ella me agarra, aferrándose a mí mientras estira su pie al

peldaño inferior. Una vez que su pie toca, ella se relaja mientras baja el

otro.

La suelto cuando sus pies tocan el suelo. —Ves, te dije que no te

dejaría caer.

Más relajado, salto el resto del camino y llego delante de ella,

ignorando el dolor en los músculos de mis pantorrillas. —Recuérdame que

nunca te lleve a otra parte alta de nuevo.

Hace una cara de disculpa mientras sacude la suciedad en la parte

delantera de su blusa con las manos. —Lo siento, debí haberte advertido.

Aunque escalar eso no me parece muy natural. Se sentía como si

estuviéramos tratando de ser lagartos o algo así.

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Incapaz de detenerme, me río de ella. Ha pasado un tiempo y se

siente bien. —Así que para un plan futuro, ¿a qué tipo de lugares te

gustaría ir?

Ella se ve tan perdida como yo me siento. —No tengo idea.

—Bueno, piensa en ello. —Empiezo a caminar hacia el lugar donde

la camioneta está estacionada y Callie me sigue—. Y la siguiente vez que

pregunte si quieres pasar el rato, puedes decirme dónde.

Su frente se arruga mientras mira a las colinas al lado de nosotros.

—¿Va a ver una próxima vez?

—Claro —digo casualmente—. ¿Por qué no habría?

Me mira y se encoge de hombros, pareciendo poco convencida. —

No lo sé.

Parece que sabe un montón de cosas, por lo que debería huir de

ella, antes de que se entere sobre mí. Pero como mi padre siempre dice,

nunca fui tan brillante, y tengo la sensación de que no voy a ser capaz de

mantenerme alejado.

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4 #43 No dejes que nadie pase sobre ti

Traducido por Chachii, Monikgv & Elle87

Corregido por Mrs.Styles♥

Kayden stoy teniendo un buen sueño. Callie y yo estamos bajando el

acantilado. Mientras la ayudo llegar a tierra firma, ella se

muerde su labio inferior, tropezando contra las rocas, viéndose

nerviosa.

Con mis ojos fijos en sus labios, pongo mis manos en el muro rocoso,

así que su cabeza queda atrapada entre mis brazos. Su cuerpo tiembla

mientras bajo mi cabeza y respiro contra su cuello. Me encanta que este

temblando, y quiero hacer que tiemble más.

Las palmas de mis manos se deslizan por las rocas, los bordes

dentados raspando contra mi piel. Es una combinación de dolor con una

jodida necesidad, y bombea adrenalina a través de mi cuerpo. Agarrando

sus caderas, sus labios se separan mientras inclina su cabeza hacia atrás y

gime.

—Dime que me quieres —digo, porque tenía la sensación de que

nunca se lo había dicho a nadie.

—Te quiero —respira.

Levantando sus brazos, mis labios descienden a los suyos mientras me

presiono contra ella, deseando más que nada arrancarle sus ropas y

enterrar mi miembro dentro de ella.

—Despierta, chico lindo —Una cálida mano acaricia mi mejilla y le

doy un manotazo porque está arruinando mi sueño.

—Vamos, chico sexy —Alguien salta encima de mí—. Tienes un

regalo esperándote si te despiertas.

E

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Parpadeo hacia un par de ojos azules y una gran cantidad de

cabello rizado rubio colgando en mi cara.

Daisy está a horcajadas sobre mi regazo, usando una falda vaquera

corta, y un top blanco de encaje.

—Sorpresa.

Me levanto sobre mis codos, desanimándome y esperando regresar

a mi sueño y ver cómo termina.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Sus ojos se estrechan hacia mí.

—Qué manera de darle la bienvenida al amor de tu vida. Dios,

Kayden, a veces puedes ser tan idiota.

Suspiro y pongo mi sonrisa de plástico.

—Lo siento. Sólo estoy cansado. Entre la escuela y la práctica,

apenas tengo tiempo para dormir.

Enrula la punta de su cabello con sus dedos.

—Bueno, despierta. Necesitas llevarme a algún lugar antes de que

me tenga que ir a casa. Estoy aquí sólo por una hora.

—¿Por qué estás aquí? —pregunto con cautela mientras me siento y

me apoyo contra el respaldo.

Ella sacude su cabello y se acomoda el top sobre el estomago.

—Mi mamá condujo hasta aquí para ir al centro comercial. Es el

lugar más cercano donde puede comprar zapatos que no tienen marcas

genéricas en ellos.

Arqueo mis cejas, fingiendo interés.

—¿Oh, sí?

Ella asiente y luego pasa sus dedos a través de mi desnudo pecho

que está cubierto por una sabana.

—Pensé que podría venir con ella y verte. Puedes llevarme a salir y

entonces quizá tengas suerte.

—Tengo clases —digo—. ¿Y dónde está Luke? ¿Estoy suponiendo

que él te dejo entrar? Pero, ¿quién te dejo entrar al edificio?

—Tengo mis maneras —Quita su pierna de mí y se pone de pie—.

Luke me dejó entrar a la habitación y luego se fue. No entiendo cuál es su

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problema conmigo. Quiero decir, si siquiera lo miro, ya corre en otra

dirección.

—Sólo es callado —Me siento y la sabana cae de mi pecho.

Ella traza las líneas blancas que corren en cada dirección a lo largo

de mi piel como si ella hubiese olvidado que estaban ahí.

—¿Sabes que tienen tratamientos laser que pueden hacer

desaparecer cicatrices? Tal vez deberías echarle un vistazo —Traza su uña

por mi mejilla—. Serías perfecto si no tuvieses esas cicatrices.

Me deslizo lejos de ella, tomo una camisa roja de la cómoda, y me la

pongo.

—Ahí. Ahora no puedes verlas.

Arruga su nariz.

—No quise sonar grosera. Sólo estaba diciéndote la verdad.

Tomo un par de vaqueros del suelo, me los pongo, y amarro los

cordones después de deslizarme en mis deportivas.

—¿Dónde quieres ir?

Golpea su labio pensativamente.

—Sorpréndeme. Siempre y cuando sea un lugar agradable.

Tomo mi billetera y teléfono y luego abro la puerta para ella.

—Sabes que no tengo mi auto.

—Duh —rueda sus ojos mientras cierro la puerta—. Ese es el por qué

hice que mi mamá me deje usar el suyo. Está atrapada en el centro

comercial, así que tenemos que hacer de este un polvo rápido. Aunque

mejor asegúrate de que yo lo disfrute —Me da una sonrisa destellante y

balancea sus caderas mientras se pavonea hacia el pasillo. Su falda

apenas cubre su trasero. Unos pocos chicos caminando por el pasillo se

fijan en su culo.

Cuando se acerca a la puerta de salida, espera a que la abra por

ella y luego sale hacia la luz del sol. El patio del campus está lleno con

personas dirigiéndose a clases con libro en sus manos.

Comenzamos a bajar por el sendero bajo los árboles, y Seth y Callie

aparecen al final del mismo. Ella tiene una larga camiseta purpura y su

cabello está despeinado. Mi mente se desvía nuevamente hacia mi sucio

sueño y cómo se sentía tenerla entre mis brazos.

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Está hablando con Seth, una expresión seria en su rostro, y él está

agitando sus brazos en el aire animadamente. Cuando los ojos de ella se

encuentran con los míos, se iluminan por un segundo, y entonces ve a

Daisy. Callie es la chica más dulce que alguna vez conocí, pero la mirada

en su rostro se llena con odio.

Empiezo a saludarla, cuando ella extiende su brazo hacia mí con

una tarjeta de ID en la mano.

—Se suponía que iba a darte esto —Su tono es plano.

Tomo mi tarjeta, ofreciéndole una pequeña sonrisa.

—Gracias. ¿Cómo hiciste para terminar con esto?

Se encogió.

—Luke dijo que la tomó por accidente. Me detuvo después de clases

y me preguntó si podía detenerme por tu dormitorio y dártela, pero acabo

de encontrarme contigo, aquí tienes.

Daisy le da una mirada a Callie.

—¿Quién diablos eres tú?

Los ojos de Callie son tan fríos como el hielo.

—Callie Lawrence.

Se burla con malicia.

—Oh mi Dios. Eres la Anoréxica devota de Satanás. Diferentes ropas,

pero el mismo cuerpo flaco. ¿Te mueres mucho de hambre?

—Daisy —digo con voz tensa—, retráctate.

Los ojos de Seth se ensanchan, lo que quiere decir que Callie debió

haberle dicho acerca de Daisy. Pero ¿Por qué? ¿Me estoy perdiendo

algo?

Daisy me mira.

—¿Tal vez debería preguntarte qué estás haciendo? Saliendo con

alguien como ella.

Una luz se apaga en los ojos de Callie mientras comienza a caminar

alrededor de nosotros, pero Seth rápidamente avanza y está sobre el rostro

de Daisy.

—No sé por qué estás siendo tan arrogante con ella —dice—.

Quítate ese sostén con relleno, el falso bronceado, el cabello teñido, la

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ropa elegante, y todo lo que serás es una niña con un poco de sobrepeso

y una nariz muy mal operada.

Daisy jadea y cubre su nariz con su mano.

—No me operé la nariz.

—Lo que digas —Sonríe hacia ella, enlaza sus brazos con Callie, y me

saluda con la mano—. Te veo luego, Kayden.

Callie no mira en mi dirección mientras se apresuran alrededor de

nosotros y corren hacia la entrada principal del campus.

Daisy coloca sus manos sobre su cadera y frunce los labios.

—¿Por qué estabas hablando con esa chica? —pregunta—.

Recuerdas quién es, ¿verdad?

—Sí, es Callie Lawrence —Me encojo de hombros y sigo la acera—.

Estudiaba en la misma escuela y siempre ha sido muy tranquila.

—También fue un fenómeno —Encaja sus dedos con los míos y eso

envía una sensación de entumecimiento a través de mi cuerpo—. Era una

anoréxica y solía usar toda esa ropa holgada. Tenía ese horrible corte de

pelo y nunca hablaba con nadie.

—No es una anoréxica o una devota de Satanás —Sacudo mi

cabeza—. Y ella no fue siempre así, ni es más así. Es bastante normal —y

triste. Y cada vez que la veo rasga mi corazón—. Además, me ayudó con

algunas cosas.

—¿Qué tipo de cosas? —Interroga, dándome una mirada dura,

como si estuviera a punto de arrancarme los ojos—. ¿Estás durmiendo con

ella? Porque si eso haces, es asqueroso y patético.

Por un segundo considero decirle que lo estoy haciendo, entonces

me quedaría ahí y la miraría alejarse, sacándola de mi vida. Pero entonces

¿Qué diablos haría? ¿Salir con alguien más? ¿Salir con Callie? Tanto como

a mi mente le guste esa idea —y a mi miembro— ella es demasiado buena

para mi e incluso por los pocos momentos que he pasado con ella, lo he

sentido todo muy intensamente.

—No, no me acosté con ella. Sólo es alguien con quien a veces

hablo —digo, y es una verdad parcial, porque eso es lo que Callie necesita

ser para mí.

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Callie

No hay nadie más en la biblioteca, excepto por la bibliotecaria

quien está empujando un carrito por el pasillo, colocando los libros en los

estantes. Me pregunto si vive sola, tiene gatos —me pregunto si ella es feliz.

—Entonces, ¿cuánto tiempo pasará que hablemos de lo que pasó?

—pregunta Seth, pasando las páginas de su libro de texto.

Me siento terrible, como una niña, sólo que ya no lo soy. Soy una

mujer adulta, en la universidad, y aún reacciono como si estuviera en la

secundaria. Odio que el cruzarme con alguien de mi pasado pueda

empujarme de regreso a la oscuridad y la tristeza que siempre ha sido

parte de mí.

Me encojo de hombros, resaltando una nota en la página con un

brillante marcador amarillo.

—¿Qué hay que hablar?

Él me arrebata el marcador de mi mano y deja una raya amarilla a

lo largo del papel.

—El hecho de que acabas de dejar a esa maldita perra humillarte y

el hecho de que Kayden apenas dijo nada.

—¿Por qué lo haría? Nunca antes lo ha hecho. No soy su problema

—Me asomo por la ventana dónde una estela de luz solar fluye—. Lo que

ocurrió haya afuera fue la historia de mi vida. Daisy pronto se irá y ya no

tendré que pensar en ella.

Deja caer el marcador sobre la mesa y mira hacia afuera, hacia los

árboles.

—Lo que ocurrió con esa chica no está bien. Tienes que aumentar tu

confianza y plantarle cara por ti misma. La próxima vez que haga algo

como eso, jala esas extensiones baratas de su cabello.

—¿Usa extensiones? —pregunto y él asiente. Sonrío, pero luego

sacudo la cabeza—. Si se tratara de las personas que te torturaron en la

escuela secundaria, ¿serías capaz de ser tan seguro?

—No estamos hablando de mí —Presiona sus ojos con fuerza. Cierra

su libro y se cruza de brazos sobre la mesa—. Estamos hablando de ti.

—No quiero que hablemos más de mí. Me está dando un dolor de

cabeza —Recojo el marcador de la mesa y lo guardo—. ¿Qué tal

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estudiamos otro día? Hay algunos otros proyectos en los que necesito

trabajar.

Suspira y recoge sus libros en una pila, antes de empujarse de la

mesa.

—Bien, pero cuando regrese a mi habitación, voy a añadir no dejes

que nadie pase sobre ti en la lista.

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Kayden Ha pasado una semana desde que hablé con Callie. La última vez

fue durante la visita al azar de Daisy, la cual terminó en un superficial polvo

y un poco entusiasta adiós. No puedo decir quién está evitando a quién

cuando se trata de Callie y yo, pero entre más tiempo permanecemos

apartados, más pienso en ella.

Mi mamá también hizo una visita esporádica a mi habitación ayer

cuando vino de visita a la ciudad, es la misma mentira que suele usar

cuando se toma un descanso de su bebida para ir a un spa y recuperar la

sobriedad. Tiene una cosa para los analgésicos y muchísimas para todo el

vino. Esa ha sido su vida por tanto tiempo como puedo recordar, lo cual

podría ser la razón del por qué ella nunca detuvo las peleas. Traté de

decirle una vez acerca de mi papá, pero no parecía demasiado dispuesta

en hacer algo al respecto.

—Bueno, tendrás que intentarlo más duro —dijo, tomando un sorbo

de su vino. Un poco de éste se derramó sobre el frente de su blusa, pero no

parecía haberlo notado—. A veces tenemos que lidiar con cosas de la

mejor manera que podamos. Se llama vida, Kayden. Tu papá es un buen

hombre. Pone un techo sobre nuestras cabezas y nos da más de lo que la

mayoría de los tipos haría. Sin él, probablemente estaríamos en la calle.

Me quedé en el extremo de la mesa, apretando mis manos en

puños.

—Pero estoy intentándolo con todas mis fuerzas y parece molestarse

más..

Ella pasó de página en su revista y cuando miré hacia sus ojos,

parecía un fantasma, ausente, tan perdido como yo.

—Kayden, no hay nada que yo pueda hacer. Lo lamento.

Dejé la habitación, enojado, deseando que ella pudiese ser otra

persona por dos malditos minutos; aquella que organizaba fiestas, eventos

de caridad y sonreía. Aquella que no era un jodido zombie dosificado con

medicamentos para el dolor.

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—¿Qué diablos te pasa hoy? —Luke lanza la pelota de football

cerca del poste del campo, así que queda lejos de mi alcance. Estamos

en nuestros uniformes, sudorosos y agotados, pero no me puedo calmar de

una puta vez.

—¿Podemos dejarlo por un día? —Sus mejilla son rojas debajo de su

casco y su camisa está empapada de sudor—. Estoy jodidamente

cansado. La práctica terminó hace dos horas.

—Sí, supongo —Quita uno de los conos y está abollado antes de

sobrevolar hasta las gradas. Kellie y otra chica están sentadas en la última

fila con un libro frente a ellas, observándonos mientras hablan y fingen

estudiar.

Levanto la mirada hacia el cielo gris y alrededor de las gradas que

rodean el campo.

—¿Qué tan tarde es?

Se encoje de hombros mientras comienza a cruzar el campo verde

hacia el túnel que lleva a los vestuarios, quitándose su casco.

—No lo sé, pero ya es muy tarde y estoy hecho polvo.

Lo sigo después de él, pero por el rabillo del ojo, veo a Callie sentada

en el pasto detrás de un árbol en el otro extremo del campo, del otro lado

de la valla. Hay papeles dispersos delante de ella y está masticando un

lápiz mientras los lee.

Me doy cuenta de que quizá soy yo quien la está evitando porque

me hace sentir cosas que no estoy acostumbrado; los sueños sucios, el

proteccionismo, la forma en que mi estúpido corazón comienza a latir

como si finalmente estuviera vivo. Tiro de la correa debajo de mi barbilla, y

me quito el caso mientras me dirijo hacia ella.

Está demasiado absorta en lo que sea que está escribiendo para

notarme. Agarrándome de la parte superior de la valla, balanceo mis

piernas hacia arriba y aterrizo del otro lado. Ajustándome las mangas de mi

camisa debajo de mi camiseta, me detengo a unos pocos metros de ella.

Su cabello está trenzado en un desordenado moño y tiene una

camiseta de manga corta con un suéter atado alrededor de su cintura.

Deja de morder su lapicera para examinar uno de los papeles más cerca,

pero cuando mi sombra cae sobre ella, levanta la mirada y todo su cuerpo

se sacude. Por un segundo, me parece que se va a poner de pie y correr.

Recupera la respiración y coloca su mano sobre su pecho subiendo

y bajando.

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—Me asustaste.

—Puedo decirlo —Arrastro mis dedos a través de mi húmedo y

sudoroso cabello y luego me agacho frente a ella, así no la asustaré de

nuevo. Si he aprendido algo, es que no le gusta la gente que se mente en

su espacio persona sin previo aviso—. ¿Qué estás haciendo aquí afuera?

Mira los papeles y luego a mí.

—Tarea... a veces me gusta pasar el rato aquí —Da un vistazo al

campo con el recuerdo en su rostro—. Es algo que me recuerda a cuando

solía pasar el rato con mi papá mientras instruía.

—No te recuerdo estando ahí —digo, sintiéndome como un idiota

otra vez por no recordarla—. ¿Qué edad tenías cuando hiciste eso?

—Lo hice por años —Tragó duro y se concentró en sus papeles—.

Además, no puedo hacer mi tarea en el dormitorio la mayoría de las

veces. Mi compañera de habitación… bueno, a veces… —Sus mejillas se

sonrojaron y me encontré a mi mismo sonriendo por como de linda lucía,

de una manera realmente inocente. Balbucea—: Tiene un montón de

chicos.

Me rasco la nariz para evitar reírme de ella.

—Ya veo. Así que tienes que darle la habitación por unas pocas

horas.

Pone una mano a cada lado de la fila de papeles y los reorganiza

juntos hasta que forman una pila.

—Sip.

Hago una pausa y una disculpa se desliza de mis labios.

—Lo lamento.

Frunce el ceño mientras eleva la barbilla para reunirse con mis ojos.

—¿Por qué?

—Por no decirle a Daisy que cierre su jodida boca —digo—. Debí

haberlo hecho. Estaba siendo una perra contigo.

Se encoge, mirando hacia el campo.

—No necesitas dar la cara por mí. Es tu novia. Debes estar de su

lado.

Me arrodillo en la hierba, acercándome a ella.

—No, debo dar la cara por ti. Te debo demasiado.

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Presiona firmemente sus labios juntos, volviendo su atención hacia mí.

—No me debes nada, lo juro. Lo que hice esa noche no fue la gran

cosa. Si me hubiese alejado de la situación, entonces sí habría sido la gran

cosa.

Le debo mucho, sin embargo. Gracias a ella, tengo menos

cicatrices. Desearía poder quitarle lo que la hace ver triste todo el tiempo.

Pongo el casco el césped y tomo sus libros por ella mientras alcanza su

mochila de debajo del troco del árbol.

—¿Qué vas a hacer esta noche?

Mete los papeles en su bolso, arrugando los bordes, y luego le tiendo

los libros.

—Probablemente sólo me quedaré y veré alguna película o algo.

—¿Cuánto tiempo tu habitación esta pre-ocupada? —pregunto con

una sonrisa y sus mejillas se vuelven rojas.

—No lo sé —Se levanta sobre sus rodillas, desliza el bolso sobre su

hombro, y se pone de pie—. Probablemente salga con Seth hasta que su

amigo se vaya.

Alzo en brazos mi casco y la sigo mientras se dirige a la línea debajo

de la cerca.

—¿Por qué no sales con Luke y conmigo? Él quiere ir a un club en el

centro de la ciudad. Podría llegar a ser una completa basura, pero es

mejor que sólo quedarse sentado en tu habitación.

Ella se detiene, ajustando la correa de su bolso sobre su hombro, y

mordiendo su labio inferior, de tal manera que la piel alrededor de su boca

se vuelve púrpura.

—No creo que pueda.

—¿Por qué? —pregunto en un tono juguetón mientras la miro—. ¿Soy

mala compañía?

Sus brazos caen a un lado y sus ojos van a los míos.

—No.

Froto los adoloridos músculos en la parte trasera de mi cuello.

—Está bien, entonces ven con nosotros. Será divertido y si no es así,

podemos hacer algo más.

Cierra sus manos en puños y luego estira los dedos de vuelta.

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—Está bien.

Estoy sorprendido. Había estado coqueteando con ella por la simple

fascinación de ponerla nerviosa, pero no pensé que funcionaria.

—Está bien, ¿reúnete con nosotros en la camioneta de Luke

alrededor de las nueve?

Asiente y me da la espalda, alejándose rápidamente, es como si

estuviese aterrorizada de que la apuñale por la espalda. Parece estar

asustada de todo el mundo, excepto de Seth. Pero, ¿por qué?

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Callie Recuerdo los globos rosas y blancos flotando sobre la habitación,

serpentinas rojas colgando del techo, y papel dorado arrugado en bollos

sobre el suelo. La forma en que las flamas de las velas danzan y el trayecto

de humo que asciende hasta el techo. Mi mamá estaba del otro lado de

la mesa, con una cámara en su mano y una sonrisa en su rostro mientras

presionaba el obturador una y otra vez.

El flash golpeó mis ojos y me quedé parpadeando, deseando que

dejara de tomar fotografías que inmortalicen este odioso día.

—Pide un deseo, cariño —dijo y la cámara lanzó un flash otra vez,

brillando en el rostro de la gente que rodeaba la mesa.

Me quedé mirado el glaseado de color rosa, el “Feliz cumpleaños

Callie” ¿Pedir un deseo?

Un globo rojo flotando sobre la mesa, lentamente, arriba y abajo,

arriba y abajo.

—Pide un deseo, Callie —repitió mi mamá mientras el globo se movía

sobre su hombro.

Todo el mundo me miraba, como si pudieran ver que ya no estaba

completa.

¿Pedir un deseo? ¿Pedir un deseo?

El globo se pinchó.

No hay tales cosas como deseos.

Mi compañera de habitación, Violet, entra a la habitación mientras

termino de escribir la última línea. Es alta, con el pelo negro rizado y con

mechas rojas. Su nariz está perforada y tiene un tatuaje de estrella en la

parte trasera de su cuello. Lleva puesto un par de pantalones escoceses,

una blusa negra rota, y botas de combate.

—¿Has visto mi chaqueta de cuero? —pregunta mientras cierra la

puerta y deja caer un bolso sobre la cama sin hacer.

Cierro mi diario y deslizo la lapicera en el espiral.

—No la he visto.

Ella suspira y recoge sus libros del escritorio enfrente de la ventana.

—Creo que la perdí en el club. Mierda.

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—Estaré al tanto de eso —Guardo el diario debajo de la almohada y

me levanto de la cama.

Ella abre el cajón del escritorio y me mira sobre sus hombros cuando

me pongo mis zapatos.

—¿Vas a salir?

Asiento, metiendo mi brazo dentro de la manga de mi sudadera gris.

—Sí.

Escucho una botella de píldoras sonar mientras ella cierra el cajón y

sostiene una bufanda roja.

—Puede ser que alguien venga esta noche. Pondré esto en la

empuñadura de la puerta si es así.

¿De nuevo? ¿Qué hace esta chica?

—De acuerdo —Mis dedos se envuelven alrededor de la

empuñadora—. Me aseguraré de revisar primero.

—Es mejor —dice, su mano cerniéndose cerca del cajón—. De lo

contrario verás algo que no quieres ver.

Suspirando, salgo por la puerta, deseando tener mi propio dormitorio.

—Creo que me metí en algo que va más allá de mis manos —le digo

a Seth mientras él me deja entrar en su habitación—. Algo realmente malo.

Él pausa la pantalla de televisión, se sienta en la cama, y golpea

gentilmente el lugar a su lado.

—Ven a sentarte y cuéntame tu problema.

Dejo que mi bolso caiga al suelo y me hundo en la cama.

—Kayden me invitó a salir a un club con él y Luke esta noche, y

accidentalmente le dije que sí.

—¿Cómo le dijiste que sí accidentalmente a algo como eso?

Dejo escapar un suspiro de frustración.

—Él seguía sonriéndome y poniéndome toda nerviosa y no pude

pensar con claridad.

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Seth sonríe y una risita escapa de sus labios.

—Oh Dios mío, te enamoraste de él.

Niego con mi cabeza, poniéndome nerviosa por la sola idea.

—No, no lo creo.

El colchón se hunde debajo de mí mientras él se mueve de arriba

hacia abajo como un niño con exceso de azúcar en su sistema.

—Sí, sí lo estás. Es tu primer flechazo, Callie. ¡Qué emocionante!

Aún negando con mi cabeza, me incorporo y aliso mi cabello lejos

de mi frente.

—No estoy enamorada de él. ¿Es guapo? Por supuesto. Y lo he

sabido desde que estábamos en tercer grado —Me detengo,

agitándome—. Y me he enamorado antes, sólo que no por mucho tiempo.

—Estás tan enamorada de él —Toma el control remoto de la

televisión y la apaga—. Esto será bueno, y luego podemos tachar el

número cinco de la lista.

—No voy a bailar —Argumento, atemorizada—. Bailar es igual a

tocarse y acercarse a la gente. No puedo hacerlo.

—Sí, sí puedes. Lo has hecho conmigo unas cien veces —Me

alienta—. Quiero decir, piensa la primera vez que nos conocimos. Tú

apenas me hablabas y siempre parecía que ibas a apuñalearme con un

lápiz o algo así. Ahora mírate. Estás sentada en mi cama en mi habitación,

sólo tú y yo. Has llegado tan lejos mi pequeña, Callie.

—Pero tú eres tú —Suspiro, desalentada—. Confío en ti.

—Sí, pero yo tuve que ganármelo.

—Lo sé y lamento mucho haberte hecho hacer eso. Estoy

sorprendida de que te quedarás después de hacerlo.

Él salta de la cama y abre el cajón superior de la cómoda.

—Como sea. Tú lo valías.

Muevo los pies sobre el borde de la cama.

—Te ves muy feliz hoy.

Saca una camisa verde de botones con un bolsillo delantero y la

sostiene delante de él.

—¿Te acuerdas de ese chico del que te hablé? ¿Él que está en mi

clase de Sociología?

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Asiento.

—¿El que tiene un cabello que se ve realmente suave y lindos ojos

azules?

—Ese mismo —Camina hacia el espejo, alborotándose el cabello

mientras su rostro está a centímetros de su reflejo—. Me habló hoy y me

refiero a que realmente habló conmigo por más de cinco minutos.

Me deslizo fuera de la cama y tomo un marcador de la taza en la

mesita de noche.

—¿Crees que le gustas?

Él se encoge de hombros, apretando la mandíbula cerrada para no

sonreír.

—Es difícil de decir quién le gusta, pero tal vez si hablo más con él…

Le quito la tapa con mis dientes y luego la escupo en la cama.

—¿Vas a alguna parte?

Tira de la camisa sobre su cabeza, moviendo sus brazos a través de

las mangas y luego reacomoda con sus dedos su cabello.

—Sí, contigo al club.

Mis hombros se relajan mientras voy hasta la tabla en la parte trasera

de la puerta con la misma lista en ella, con números muy pequeños

tachados.

—¿Vas a estar bien? Quiero decir, se cómo te sientes sobre los

jugadores de fútbol, considerando lo que te pasó.

Se coloca un reloj de cuero en la muñeca.

—Ese chico Luke se ve bastante agradable. Al menos lo fue durante

nuestra conversación de diez minutos cuando estábamos afuera fumando

y creo que él sabe sobre mí.

Coloco la punta del marcador en la tabla.

—¿Por qué piensas eso?

—Es sólo que lo intuyo —dice—. Parecía que no le importaba.

Tacho el número cinco muy lentamente y el marcador hace un

chirrido.

—Pero sólo voy a bailar contigo.

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—Suena bien para mí —Me ofrece su codo y yo entrelazo mi brazo

con el suyo, sintiéndome segura con él a mi lado mientras pasamos por el

pasillo hacia afuera.

Es tarde, el cielo está negro, y las estrellas parecen pequeños

pedazos de cristal brillante. Los grillos cantan en la hierba húmeda y hay

una pareja sentada en una de las bancas besándose apasionadamente.

Eso me hace sonrojar un poco, porque por una fracción de segundo me

imagino a Kayden y yo en su lugar.

—¿Por qué tienes esa mirada en tu rostro? —pregunta Seth atento.

Miro lejos hacia la carretera.

—¿Cuál mirada?

Él suspira, pero no presiona. Cuando llegamos a la hierba, se detiene

y tira de mí, sus ojos se mueven por mi rostro.

—Espera un segundo.

Toco mi cabello con timidez.

—¿Qué pasa? ¿Tengo algo en el cabello?

Inclina su cabeza a un lado y luego su mano se levanta, sus dedos

enganchándose de mi cabello. Con un rápido tirón, me quita la liga del

cabello y mechones caen sobre mis hombros.

—Ahí tienes. Deja ese loco cabello tuyo suelto.

Tomo mi cabello detrás de mi cabeza y levanto mi otra mano.

—Dame eso, Seth.

Pestañeando, levanta su mano y estira la liga con dos de sus dedos.

—No —le advierto, lanzándome hacia él—, por favor, Seth, no hagas

esto.

Él mueve el pulgar para que la liga vuele por el aire hacia la

oscuridad.

—¡Uy!

Arrastro mis dedos sobre mi rostro mientras me encorvo y busco la

liga en la hierba húmeda.

—¿Dónde diablos está?

Seth se ríe.

—Mierda, las malas palabras están saliendo.

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Me pongo de pie y lo miro con ira ardiendo en mis ojos mientras trato

de atar los mechones de mi cabello en un nudo.

—Necesito amarrar mi cabello. Por favor, ayúdame a encontrarla —

Las lágrimas pican en las comisuras de mis ojos—. Maldita sea, Seth,

¿dónde diablos está?

Su expresión cae y su piel pierde color cuando se da cuenta de que

pudo haber presionado el botón equivocado.

—No creo que seamos capaces de encontrarla.

Niego con la cabeza mientras las lágrimas burbujean fuera de mis

ojos y se arrastran por mis mejillas.

—No puedo respirar —jadeo.

—Tu cabello huele tan bien, Callie —dice, retorciendo un mechón de

mi largo cabello castaño alrededor de su dedo—. Como a fresas.

Mi pecho se contrae cuando comienzo a sollozar. En tres pasos

cortos, él tiene sus brazos alrededor de mis hombros y está tirando de mí

hacia él.

—Lo siento mucho. No me di cuenta de que lo del cabello era tan

importante. Creí que era más como un complejo.

Seco mis lágrimas con los dedos y tomo una respiración lenta por la

nariz para recuperar el control sobre mi miedo.

—Lo siento, es sólo que… me recuerda cosas que no quiero recordar.

Se aparta y enrosca sus dedos con los míos, apretando mi mano.

—Vas a estar bien, te lo prometo. Estaré a tu lado todo el tiempo.

—Tal vez aún tengo tiempo de volver a mi habitación —Miro hacia

las puertas, justo cuando Kayden y Luke vienen caminando alrededor de

la esquina del edificio de dormitorios.

Luke es un poco más pequeño que Kayden, con cabello corto, y un

rostro sin cicatrices. Tiene puesta una camisa a cuadros, un par de

vaqueros gastados con un cinturón negro de cuero y botas. El cabello de

Kayden está alborotado con mechones sueltos que cuelgan en sus ojos y

tiene puesta una camisa negra térmica con capucha, con vaqueros

oscuros que cuelgan extremadamente bajo de sus caderas. Apuesto a

que cuando levanta los brazos sobre su cabeza se muestra su estómago.

—Callie, estás mirándolo fijamente —Sisea Seth entre dientes y me

pincha en las costillas con su codo.

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—¿Qué? —Parpadeo mientras limpio las últimas lágrimas de mis

mejillas, sorprendida por lo calmada que me puse.

Él aprieta los labios, conteniendo una sonrisa.

—Estabas mirando fijamente a alguien en particular.

—No, no lo hacía —Le niego—. ¿O sí?

Asiente una vez y luego sisea entre dientes:

—Lo hacías y tenías la boca abierta.

—Hola —dice Kayden y su frente se arruga ante mi rostro manchado

de lágrimas—. ¿Estaban peleando?

Niego con la cabeza y miro a Seth.

—No, sólo estábamos hablando acaloradamente.

—Está bien… —Me mira con escepticismo—. ¿Deberíamos ponernos

en marcha?

Asintiendo, doy un paso aún lado, así él y Luke pueden caminar

entre nosotros y guiar el camino.

Seth saca sus cigarrillos del bolsillo y coloca uno en su boca mientras

caminamos detrás de ellos.

—¿Vamos a viajar con ellos?

—Sí —Vuelvo mi mirada hacia la camioneta con la cabina oxidada

donde no hay otros vehículos estacionados—. A menos de que quieran

viajar en tu auto.

—Bueno, entonces vamos a ofrecerles el aventón —dice—. Y así

puedes ser nuestro conductor designado, ya que nunca tomas. Aunque,

deberías probar esta noche. Probablemente te calme.

—Tomé una cerveza una vez —protesto—. Y no me relajó.

—Oh, mi pequeña ingenua Callie —suspira, sacando el encendedor

de su bolsillo—. Una cerveza no te va a hacer mucho. Necesitas algo más

fuerte. Algo potente.

—No podemos beber en el club —digo mientras él enciende el

encendedor con su pulgar. Colocando su otra mano alrededor de la

llama, enciende el extremo del cigarrillo y el papel se quema y arruga—.

¿Recuerdas lo que pasó la última vez que trataste eso en un club?

Aspira un aliento, inhalando el humo, antes de soplarlo frente a su

rostro.

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—Sí, excelente punto. No quiero volver a aquella celda de nuevo.

—Tienes suerte de que era tú cumpleaños y te dejaron salir del

apuro.

—Y también que coqueteé con uno de los oficiales —Sonríe mientras

un fino rastro de humo sale de sus labios.

—Entonces, ¿quién va a sentarse en el regazo de quién? —Pregunta

Kayden con su mano en la puerta abierta de la camioneta. Sus ojos en mí

y hay un rastro de diversión en sus labios—. Personalmente, creo que sólo

hay una opción aquí.

Señalo hacia el Camry negro de Seth estacionado a unos pocos

lugares.

—Creo que iremos en el auto de Seth. Pueden venir con nosotros si

quieren.

Luke lanza las llaves en el aire como una bola de béisbol y luego las

atrapa con su mano.

—Me parece bien. Así no tengo que ser responsable por conducir.

Esperaba que ellos no viajaran con nosotros, así Seth podría darme

un discurso de aliento y podría amarrar mi cabello con algo, porque la

manera en que toca mis hombros y el olor me están volviendo loca. Tengo

ganas de correr hacia mi habitación y cortar todo de nuevo.

Mientras camino hacia el auto de Seth, peino con los dedos mi

cabello tratando de hacerlo manejable y que esté fuera de mi camino.

Llego a la puerta del pasajero, pero Luke extiende el brazo y abre la puerta

por mí. Moviéndome a un lado, paso alrededor de él eludiéndolo como si

estuviera bailando, cuando realmente es sólo para mantener mi distancia.

—Gracias —Capto la atención de Seth sobre el techo del auto y él

arquea una ceja mientras nos subimos.

Seth cierra la puerta y yo salto en el asiento.

—Tranquila, Callie —susurra mientras le da vuelta a la llave y el motor

ronronea. Bajando la ventana, saca su mano, así el humo no llena la

cabina—. Vas a estar bien.

Luke and Kayden entran al asiento trasero por lados opuestos del

auto y las puertas se cierran simultáneamente. Seth enciende el estéreo

mientras nos ponemos los cinturones de seguridad. “Hurt” de Nine Inch

Nails suena y él presiona el pedal, separando los neumáticos del asfalto

mojado. El auto se tambalea hacia delante y yo me agarro de la manija

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de la puerta. Seth es un conductor loco. Tiene un cajón lleno de multas y

cuando era un adolescente, sus padres le quitaron su auto dos veces,

porque él seguía destruyéndolo. Siempre parece tener prisa, así como es

con su vida.

Luke se inclina hacia delante, apoyando su mano en el respaldo de

mi asiento, y yo inclino mi cabeza a un lado.

—¿Puedo fumar aquí, hombre? —le pregunta a Seth.

Seth levanta su cigarrillo, que está quemado casi hasta el final.

—Por supuesto.

Una sonrisa se curva en los labios de Luke mientras se desploma

hacia atrás en el asiento. Segundos después enciende un mechero, baja la

ventana, y una brisa fresca sopla.

Después de que Luke le da la dirección a Seth, nadie habla por un

rato y me preocupa que la noche vaya a terminar en un trágico silencio.

Entonces, Kayden se escabulle hacia delante y apoya sus brazos en la

consola.

—Luke y yo tuvimos una brillante idea —dice y el resplandor de los

edificios de refleja en sus ojos—. ¿Recuerdas aquella roca que escalamos?

¿A la que los de último año van y la marcan?

Me giro de lado en el asiento y traigo una pierna sobre el cuero.

—Sí, lo recuerdo.

Él apoya su peso sobre sus brazos, inclinándose aún más cerca de mí,

y mi corazón salta en mi pecho.

—Bueno, queremos ir allí y marcarla.

—Pero ustedes no son de último año —Ajusto mi cinturón sobre mi

hombro—. Bueno, creo que ustedes ya lo saben.

Él se ríe de mí en un tono divertido.

—Lo sabemos, eso es lo que lo hace divertido.

Luke mira por encima del asiento con su brazo al lado, así el humo

sale por la ventana.

—Solíamos ir a fiestas de los de último año todo el tiempo cuando

estábamos en secundaria. Era muy divertido, ya que eso los cabreaba.

—¿Les gustaba molestarlos? —Pregunto y él inclina la cabeza a un

lado para no soplar el humo en mi rostro.

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—Sí, era divertido. —Luke saca el cigarrillo por la ventana, roza con la

yema de su pulgar la parte inferior, y la ceniza vuela afuera—. Molestar a

alguien en vez de ser a quien molestan.

Es como si estuviera diciéndome un enigma sin solución y miro a

Kayden por una explicación.

—Es muy entretenido —Me promete con un guiño—. Estábamos

pensando que podríamos subir a la roca y escribir algo en ella esta noche.

—Pero es tarde —Miro a los brillantes números rojos en el reloj y luego

a Seth.

—Estaremos bien —Seth se desvía por un camino delgado que se

estrecha entre edificios de ladrillos de dos pisos.

Hay gente caminando arriba y abajo en la acera. Muchas de las

chicas están usando vestidos diminutos y tacones altos, y los chicos con

vaqueros y camisas bonitas. Miro hacia mis converse, mis pantalones

negros ajustados y mi camisa blanca debajo de mi chaqueta abierta. Me

siento mal vestida y tonta por estar aquí.

Seth da la vuelta en un pequeño estacionamiento y se detiene. Es un

estacionamiento perfecto y tengo que abrir un poco la puerta y maniobrar

para salir. Luke baja la ventana, saca la cabeza, y poniendo sus manos en

el techo, tira de su cuerpo por la ventana.

—Eres mucho más delgada que yo —Se apoya en sus pies y salta al

suelo—. Mi gordo culo se habría quedado atascado en la puerta.

Sonriendo, camino alrededor de la parte delantera del auto donde

Seth está esperándome con su codo extendido. Hay un tipo larguirucho

con heridas en la cara y cabello largo y negro apoyado contra un poste

de luz cerca de la calle.

Me mira mientras le da unos sorbos a la botella de cerveza y cuando

la aleja de sus labios, la mirada que me da envía un escalofrío que recorre

mi cuerpo.

—Hola sexy —Arrastra las palabras, alejándose de la acera antes de

tropezar de nuevo en ella—. Te ves jodidamente bien esta noche.

Comienzo a correr hacia el auto, pero los dedos de Seth se cierran

en mi codo.

—¿Estás hablándole a ella o a mí? Porque no puedo saberlo —

Molesta al tipo.

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Los oscuros ojos del tipo se vuelven más fríos con la necesidad de

conquistar a alguien. He visto esa mirada antes y me provoca nauseas;

llenando mi cuerpo con una sensación tóxica de repugnancia,

desconfianza y vergüenza.

El borracho desplaza su cuerpo hacia delante y se tambalea hacia

nosotros.

—Voy a patear tu culo por eso.

Tiro del brazo de Seth, lista para correr, saltar al auto, cerrar todas las

puertas y encogerme de miedo en el suelo.

—Por favor, volvamos al auto, Seth.

Kayden da un paso a nuestro lado, sus dedos rozando el interior de

mi brazo, y los ojos del hombre suben para encontrarlo a él. Sus hombros se

ponen rígidos a medida que se detiene, sus zapatos se arrastran contra la

grava de la acera.

—Cierra tu maldita boca, borracho, date la vuelta y ve a casa —le

ordena calmadamente Kayden, señalando con su dedo hacia la calle.

Los labios agrietados del hombre se abren, pero luego cierra la

mandíbula mientras nota los anchos hombros de Kayden y su altura. Tira la

botella de cerveza en la calle donde se quiebra en pedazos sobre el

asfalto y luego arrastra los pies cuando se tambalea hacia la esquina.

Seth y yo dejamos salir un suspiro de alivio, nuestros ojos muy abiertos

mientras nos miramos el uno al otro en estado de shock.

Seth se vuelve hacia Kayden.

—Eres como un caballero de brillante armadura.

Capto un leve rastro de la esencia almizclada mezclada con

colonia. De ahora en adelante, cada vez que la huela recordaré este

momento en que me sentí protegida.

—Gracias —digo.

Él sonríe, inclinándose para que su rostro esté cerca del mío.

—Con gusto.

Nos dirigimos por la acera con Seth y yo adelante y Luke y Kayden

detrás. Luke sigue susurrándole a Kayden y luego de pronto escuchamos

un gruñido. Cuando me doy la vuelta, Luke está encorvado, acunando su

estómago.

—Maldito cabrón —gruñe y cae sobre sus rodillas.

Page 83: La coincidencia de Callie y Kayden

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Mis ojos saltan mientras él se pone de pie y ronda a Kayden,

levantando sus puños. Kayden no hace nada más que estar allí de pie con

una mirada estoica en su rostro.

—¡Oh Dios mío! —grito, dando un paso hacia él instintivamente

cuando los recuerdos de aquella noche cuando su padre lo golpeó hasta

el cansancio.

Luke baja sus manos y se aparta de Kayden.

—Callie, sólo estaba jugando con él.

—Oh, lo siento —Cubro mi boca con la mano, sintiéndome como

una idiota. El tipo borracho me puso los nervios de punta.

Kayden le lanza una mirada penetrante a Luke mientras se

acercaba a mí.

—Está bien —dice con cautela—. Luke sólo trataba de hacerme

pagar porque lo golpeé en el estómago en broma. Toda fue una broma.

Libero un aliento preso en mi pecho.

—Está bien, lo siento. Pensé que iba a lastimarte.

—No necesitas disculparte —Mira a Seth y luego otra vez a mí y su

hombro se mueve hacia delante cuando envuelve su brazo alrededor de

mi hombro.

Me tenso por la prisa de su toque y el miedo que me da. Se siente

mucho más personal ahora que cuando estábamos escalando el

acantilado, porque no hay razón para hacerlo excepto el tocarnos el uno

al otro.

Miro a Seth por ayuda, él me dice moviendo los labios: relájate y

respira.

Le ordeno a mi corazón errático que se calle la maldita boca y

aunque no me escucha, me las arreglo para lograr caminar hasta la

puerta del club con el brazo de Kayden en mi hombro. Es algo nuevo,

fresco, y crudo. Si bien es insignificante, es trascendental y una

contradicción al mismo tiempo.

Page 84: La coincidencia de Callie y Kayden

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Kayden Callie es la persona más asustadiza que he conocido, lo que dice

mucho, ya que cada vez que mi padre alzaba la voz, mis hermanos y yo

nos escondíamos por la casa mientras éramos perseguidos.

Luke me estaba molestando sobre el hecho de mirarle el trasero, lo

cual yo hacía, pero no podía evitarlo. Ella es tan pequeña y el modo en

que balancea las caderas es fascinante y un poco sexy, aunque

probablemente no lo hace a propósito.

—Te meterás en un montón de problemas —remarca Luke mientras

caminamos solo un poco detrás de ellos.

Aparto la mirada del trasero de Callie y le frunzo el ceño a Luke.

—¿Por qué?

Señala a Callie con una mirada acusadora en el rostro.

—Por culpa de ella. ¿Sabes lo que haría Daisy si alguna vez la

engañas?

—Buscar al próximo tipo que le diga que tiene buenas tetas —Meto

las manos en los bolsillos y me detengo cerca de un poste.

—De acuerdo, probablemente tengas razón —dice y apunta

nuevamente a Callie—. ¿Pero sabes lo que Daisy le haría a Callie si alguna

vez averigua que pasaba algo entre ustedes dos?

—Nada está pasando entre nosotros.

—Aún no.

Frustrado, sacudo la cabeza.

—Ella no es así. Es dulce e… inocente.

—Una combinación peligrosa para alguien como tú —Busca el

paquete de cigarrillos en su bolsillo delantero—. Te apoyo totalmente en

que encuentres a alguien más, porque odio jodidamente a Daisy. Solo

rompe primero con ella y no metas a Callie. Parece triste —Traga con

fuerza—. Me recuerda un poco a Amy.

Amy era la hermana mayor de Luke, quien se suicidó a los dieciséis. Él

nunca fue el mismo después de su muerte. Me pregunto qué pasó que

llevó a Amy hasta ese punto; qué la hizo querer terminar con su vida.

—Prometo no involucrar a Callie en nada —Pateo un vaso vacío al

otro lado del camino.

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—Sólo piensa con tu cabeza —Sonríe con satisfacción—. No con tu

polla.

Balanceo el brazo a mi costado y mi codo se estrella contra su

estómago lo suficientemente fuerte como para molestarlo pero no hacerle

daño.

—No romperé con ella y no pasa nada entre Callie y yo.

Deja escapar un gruñido mientras se agarra el estómago. Estoy a

punto de burlarme de él cuando Callie voltea aterrorizada. Me siento

como un idiota. Solo empeora cuando Luke carga contra mí y ella se mete

en el medio. Me pregunto si está pensando en esa noche cuando me

salvó o si es el tipo de chica que quiere salvar a todo el mundo.

Quiero reconfortarla haciendo algo que no debería. Pongo el brazo

alrededor de sus hombros y sus músculos se contraen con tal fuerza que

me preocupa que se derrumbe. Es distinto del precipicio porque no hay

excusas, aun así me deja sostenerla de ese modo hasta que entramos al

club, entonces se aleja mientras la música y el humo nos tragan.

—Está muy alto esto —remarca mientras mira a las personas bailando

en el medio del salón, retorciendo las caderas y presionando juntos los

sudorosos cuerpos. Las luces de neón destellan sobre sus excitados rostros y

es prácticamente como ver porno.

Hasta para Luke y para mí es demasiado, pero aun así buscamos

una mesa disponible, abriéndonos camino a través de la muchedumbre.

Seth y Luke se animan instantáneamente una vez que estamos instalados

en una cabina.

—Iré por los tragos —dice Luke deslizándose hacia el final del

asiento—. Ya que soy el único con identificación, a menos que tengan las

suyas con ustedes.

—Te dije que mi papá la encontró mientras empacábamos mis cosas

—Recojo el menú del medio de la mesa—. La cortó a la mitad.

Desde el otro lado de la mesa, Callie escudriña hacia mí. Abro el

menú para evitar su mirada penetrante.

—¿Qué queremos ordenar? ¿Aperitivos o algo?

—Tengo que usar el baño de chicas —anuncia Seth y Callie se ríe

tontamente—. Ven conmigo, Callie.

Toma su mano y lo sigue sin hacer preguntas. Me deja rascándome

la cabeza. Confía tanto en él y tan poco en los demás. Por un breve

momento, imagino lo que sería —para alguien como ella— confiar en mí;

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sin embargo tengo demasiados secretos torcidos encerrados en mi interior

como para que algo como eso suceda.

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Callie —Santo Jesús —Una vez que estamos en el baño, Seth da vueltas y

pone las manos en sus caderas—. Eso fue ridículamente sexy.

Abro el grifo y pongo las manos bajo el agua caliente.

—¿Qué cosa?

Camina hacia mí, atrapando mi mirada mientras se aclara la

garganta de manera acusadora.

—El modo en que se adelantó a salvarnos.

Cierro el agua y agito la mano frente al aparato de las toallas de

papel.

—Fue muy lindo de su parte.

—Callie Lawrence, dejaste que pusiera su brazo sobre tu hombro —

dice—. Es más que “lindo” para ti. Dios, estoy tan celoso.

Agarro una toalla de papel y la paso por mis manos.

—Me hizo sentir segura por un minuto —admito, tirando el papel a la

basura.

—Y eso es un gran paso para ti —replica.

Asiento demasiadas veces.

—Sé que lo es.

Sus labios se curvan en una excesiva sonrisa.

—¿Deberíamos salir ahora y divertirnos?

Una de las puertas de los baños se abre y una mujer en los cuarenta

sale, acomodándose la blusa en sus vaqueros. Sus ojos aterrizan en Seth.

—Este es el baño de mujeres—señala hacia la puerta con un dedo—.

¿No puedes leer?

—¿No puedes ver que todos en este club tienen veintitantos años

más jóvenes que tú? —le replica Seth, volteando hacia el espejo. Con su

meñique desordena sus mechones—. Ahora, si nos disculpas, nos

marchamos a divertirnos.

Me agarra el brazo y le ofrezco a la mujer una apologética sonrisa

antes de tropezar con mis pies mientras intento mantener el paso de Seth.

Él golpea su mano contra la puerta y la abre de par en par, tirándonos

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fuera. El humo y el ruido se rompen a mí alrededor instantáneamente

mientras sus dedos sueltan mi brazo.

—¿Puedes creerlo? —dice, palpándose el bolsillo en busca de los

cigarrillos—. ¡Qué perra!

No discuto con él. Tiene esta cosa con ser tratado como un igual.

—Creo que los dejaste en la mesa —le digo.

Rodeamos la pista de baile, donde se escucha una canción erótica.

La gente tiene las manos en todos los sitios, piel con piel, y observarlo me

provoca dolor de cabeza.

En la mesa hay cuatro vasos llenos de un líquido claro. Al lado de

cada uno hay un vaso más alto lleno de un líquido marrón con una tajada

de limón flotando en él.

—No sabía lo que querían tomar —explica Luke al mismo tiempo que

Seth levanta el vaso del trago hasta sus ojos y escudriña el contenido—. Así

que ordené chupitos de vodka y Long Islad. Tenemos intenso y semi-

intenso.

Seth me mira con el rabillo del ojo.

—A mí me parece bien —Levanta el chupito al aire—. ¿Deberías

brindar?

Dirijo mi atención a la pista para evitar el escrutinio y observo a una

chica saltando con los brazos al aire, intentando mantener el balance

sobre sus stilettos rosa neón. El tipo con el que está sacude la cabeza hacia

ella, riendo.

—Callie, ¿escuchaste lo que preguntó Luke? —El tono de

preocupación de Seth flota hacia mí.

Apartando la mirada de la pista de baile, me concentro en los

enrojecidos ojos de Seth y en el vaso pequeño en su mano.

—No, ¿qué?

—Quería saber si te unirías a nosotros —pregunta, apretando los ojos.

Sacudo la cabeza.

—No lo creo.

Luke da un golpe a la mesa y la vibración inclina el salero y el

pimentero.

—Hay una regla no escrita que dice que tienes que hacer un brindis

si es propuesto.

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Levanto el salero y el pimentero y limpio la sal derramada en la

mesa.

—Alguien tiene que llevarnos a casa.

—Tomaremos un taxi —propone Luke—. Listo.

Miro fijamente el alcohol frente a mí, preguntándome cual es el gran

problema, porque con la cerveza no sentí nada.

—Pero luego no puedes irte a pintar la roca con spray.

Kayden dirige una mirada de advertencia a Luke.

—Déjala tranquila, ¿sí? Si no quiere, entonces no tiene por qué

hacerlo.

Bajando el vaso, Seth interviene.

—Podemos hacer que el taxista nos deje y luego nos recoja más

tarde —Se inclina y ahueca su mano alrededor de mi oreja—. Si quieres,

sólo hazlo. Toma el vaso y diviértete por una vez en tu vida; pero si

realmente no quieres, entonces mueve la cabeza.

Mi cabello está suelto, dejo que Kayden me toque, y estoy en un sitio

que explota con tensión sexual. Es la noche más desafiante que he tenido

en términos de enfrentar mis miedos, así que envuelvo los dedos alrededor

del vaso y lo levanto.

—Qué rayos —digo sobre la música—. Tomaremos un taxi.

Seth aplaude y recoge su trago.

—¡Demonios, sí!

Kayden se ríe y luego se inclina hacia mí.

—¿Estás segura de que estás bien? No tienes que hacerlo.

Asiento con seguridad.

—Estoy bien. Lo prometo.

Seth nivela su brazo para que su vaso esté sobre el centro de la

mesa, justo debajo de la luz abovedada.

—Hasta el fondo.

Luke levanta la mano y Kayden y yo lo seguimos.

—¿No debería alguien decir algo significativo o algo? —pregunta

Seth—. Para eso son los brindis.

Luck ladea la cabeza, dando golpecitos sobre la mesa.

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—Por escaparse.

Seth me sonríe burlonamente.

—Por la aceptación.

Kayden se muerde el labio inferior y baja los párpados.

—Por sentirse vivo.

Los tres me miran y miro a Seth clamando ayuda.

—Es tu turno, Callie —Me dice—. Lo que sea que quieras decir, dilo.

Inspiro y lo suelto poco a poco.

—Por ser capaz de respirar.

Hay un momento entre Kayden y yo donde nuestras expresiones

coinciden, luego los cuatro chocamos los vasos.

—Maldición —Seth derrama algo en su mano y lo lame. Inclinando la

cabeza hacia atrás, vierte el trago en su boca y luego estampa el vaso

contra la mesa, señalándolo, dice—: Estoy listo para la segunda ronda.

Kayden me observa mientras lleva el chupito a los labios, arquea el

cuello hacia atrás y traga. Miro los músculos de su cuello mientras fuerzan

el alcohol a bajar. Levanta la cabeza y se lame los labios con la mirada

atada a la mía.

Inhalando profundamente, llevo el borde hasta mi boca y el olor me

quema la nariz mientras me trago el líquido. Este corre por mi garganta y el

calor es casi insoportable. Mientras alejo el vaso, el reflejo de la arcada me

golpea y me ahogo con la quemazón, pero mantengo los labios cerrados,

empujando el alcohol. Mis hombros suben y bajan cuando un sonido

estrangulado estalla en mis labios.

—¿Lo lograrás? —pregunta Luke, poniendo su vaso sobre la mesa.

Seth me da un ligero golpecito en la espalda.

—¿Estás bien?

—Sí, estoy bien —Me ahogo, con la palma de la mano

presionándome el pecho.

—Callie es una novata —explica Seth tomando un poco del cóctel.

—¿No has bebido antes? —Kayden está boquiabierto—. ¿En serio?

Me siendo estúpida y encojo los hombros.

—No, al menos nada tan fuerte.

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—¿Entonces por qué lo hiciste hoy? —pregunta, luciendo culpable—.

¿Te presionamos mucho?

—No, quería probar —Me limpio los labios con el dorso de la mano.

Arruga el ceño y una sombra de sonrisa curva sus labios.

—¿Estaba en tu lista?

—¿Qué? —exclama Seth sobre la música estridente, pegando un

manotazo sobre la mesa—. ¿Le dijiste sobre la lista?

—Le dije de la lista —explico, moviendo la pajita de mi trago,

mirando al limón dar vueltas. Cuando espío a través de mi cabello, Kayden

me está observando con curiosidad.

—¿Qué lista? —Luke envuelve sus labios en su pajita y sorbe la

bebida.

Intercambio una mirada con Seth y luego me hace un gesto para

que me levante del asiento.

—¿Qué tal si tú y yo nos vamos a bailar?

—Está bien, me apunto. Solo no hagas ninguno de esos movimientos

raros otra vez; la última vez aterricé sobre mi trasero —Me ajusto la blusa

sobre el estómago y me levanto.

Poniendo una mano en la parte baja de mi espalda, Seth nos dirige

hacia la pista. Ha hecho esto un par de veces conmigo, así que entiende

lo que le espera: pánico y mucho apego.

Escoge una sección donde hay menos gente y la atmósfera es más

suave. Una canción suave está sonando en los altavoces y las luces dejan

de parpadear, acomodándose a un brillo pálido. Seth luce

fantasmagórico bajo ellas y sus ojos miel amarronados parecen negros

cuando pone sus manos en mis caderas.

—Lamento si te presioné demasiado, nena —susurra—. Me siento

mal.

Alcanzo sus hombros y avanzo un paso hacia él, de modo que la

punta de nuestros zapatos se tocan.

—No me presionaste, aunque podrías haberme advertido que

quemaría de ese modo. Entonces, hubiera intentado con mucho más

ahínco no ahogarme y no lucir como una completa idiota.

—Confía en mí, nadie cree que eres una idiota —Se ríe, como si

supiera un secreto—. No quiero perder toda esa confianza que he ganado

contigo.

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—No perdiste nada —Aprieto sus hombros con la punta de los dedos,

acercándome al mismo tiempo que un tipo con un sombrero choca

contra mi espalda—. El día que me dijiste todos tus secretos fue el día que

supe que seríamos amigos para siempre. Eres la persona más valiente que

conozco.

Sonríe con intensidad y me acerca.

—¿Te sientes bien?

—Sí —Le digo y descanso mi mejilla contra la suya—. Aunque estoy

dudando de ir al acantilado con ellos.

—La gente sube todo el tiempo. No seremos los únicos allí. Necesitas

dejar de pensar que todos los chicos son como él, de otro modo, siempre

le pertenecerás.

Dejo escapar un suspiro. Tiene razón. Necesito dejar mis miedos y

librar a mi cerebro del tipo que los puso ahí, pero ¿cómo puedo dejar ir a

la persona que posee una parte tan grande de mí?

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Kayden

No puedo quitar los ojos de la pista. Aun cuando mi teléfono vibra en

el bolsillo, deslizo la mano y presiono el botón de apagado en el costado.

—No lo hagas —Luke saca un pedazo de hielo de su bebida y lo

mete en su boca.

—¿Hacer qué? —pregunto, distraído, mientras mi corazón late con

fuerza cuando Callie echa la cabeza hacia atrás y ríe con fuerza.

Una mano golpea el costado de mi cabeza y levanto la mano.

—Vale ¿por qué carajo fue eso?

—Eso es la revancha por pegarme hace rato —dice y sus ojos vagan

hacia una chica con largo cabello rojo que se contonea cerca de nuestra

mesa en un vestido negro corto—. Y fue también para distraerte y evitar

que hagas algo realmente estúpido.

—No es lo que crees —digo—. Solo observaba bailar a la gente.

Rueda los ojos.

—Hazte un favor y mándale un mensaje a Daisy para romper con

ella. Entonces, puedes hacer lo que te dé la gana.

—¿Quieres que rompa con ella vía mensajes de texto?

—Como si te importara. Ella ni siquiera te interesa, aunque le dices

que la amas.

—¿Cuál es tu problema con ella además del hecho de que te

molesta como el demonio?

Tira la pajita sobre la mesa, agarra el vaso y se toma el resto del Long

Island.

—Voy por otra ronda.

Lo dejo irse y me deslizo hacia la cabina, pero mis ojos encuentran

de nuevo a Callie. Está sonriendo mientras habla con Seth. Nunca he sido

tan feliz sobre nada. No tiene sentido para mí y tal vez por eso me siento

atraído por ella.

Aunque no debería, me muevo por la pista de baile, pasando de

lado entre las parejas y alguna que otra chica que se frota contra mí en el

camino. Seth me localiza y susurra algo a Callie. Ella voltea la cabeza, me

mira y sus párpados se alzan ligeramente. Sus pupilas lucen gigantescas

bajo las borrosas luces, su piel pálida y su cabello suave.

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—¿Puedo? —pregunto sobre la música.

Seth suelta sus caderas.

—Por favor —le guiña un ojo a Callie y camina hacia atrás, saliendo

de la pista, volteándose al llegar al final, donde la multitud se cierra.

La mirada de Callie vaga por el sitio donde Seth desapareció, sus

hombros están rígidos y sus dedos están doblados en sus palmas.

Pongo los labios en su oído y le digo:

—No tienes que bailar conmigo si no quieres.

Sacude los hombros hacia arriba y gira su pequeño cuerpo hacia mí.

Su mirada escudriña mis piernas, mi estómago y me hace sentir incómodo.

Sabe dónde están escondidas mis cicatrices y es el tipo de persona que

pregunta cosas.

—Está bien. Podemos bailar —Su nerviosismo se muestra en el

temblor de su voz.

Sostengo mi mano y esa flaquea antes de poner la suya. Cerrando

los dedos sobre los suyos, atraigo su cuerpo suavemente hacia el mío y la

miro fijamente. Me mira sin poder hacer nada, como si rezara para que no

le haga daño. Me recuerda a un época cuando era pequeño y mi padre

estaba furioso conmigo por haber volcado un jarrón de un estante. Viene

hacia mí con un cinturón en la mano y furia en los ojos mientras me

escondo bajo la mesa intentando ocultarme. Los cortes de las palizas

anteriores no han sanado todavía y todo lo que podía hacer era esperar

que no me matara.

—¿Puedo poner mi mano en tu cadera? —pregunto y ella asiente.

Despliego los dedos en su cintura y sus ojos se abren, especialmente

cuando pongo la otra mano en su costado. Escucho a mi corazón golpear

sordamente en mi pecho, mucho más alto que la música. Estoy sintiendo

cosas que no he sentido antes y puedo estar perdiendo un poco la

cordura. ¿Qué pasa si continúo conociéndola y los sentimientos crecen?

No lidio con sentimientos.

Se relaja un poco mientras su mano sube por mi pecho y se

engancha en mi cuello, inclina la cabeza en ángulo para poder mirarme.

—Realmente no me gusta bailar —admito—. Desarrollé cierto temor

a ello cuando era pequeño.

Sus labios se crispan hacia arriba.

—¿Y eso por qué?

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Apretando los dedos suavemente en sus caderas, la acerco y

nuestros pies se tocan, siento el calor de su aliento en mi cuello.

—Cuando tenía diez, mi mamá pasó por esta perturbadora fase de

baile donde tomaba todo tipo de lecciones y cuando practicaba en

casa, usaba a mis hermanos y a mí como compañeros. He odiado bailar

desde entonces.

Sonríe.

—Eso es lindo, bailar con tu mamá.

Mis dedos se mueven por su espalda, rozando el espacio de piel

entre la parte superior de sus vaqueros y el dobladillo de su blusa.

—No puedes decirle a nadie. Tengo una reputación que mantener.

Al menos en casa. Aquí no estoy tan seguro.

Su sonrisa se expande y su cabeza se inclina hacia adelante mientras

mechones de su cabello forman un velo sobre su rostro.

—Puede ser nuestro pequeño secreto.

Río suavemente y ella me mira. Parece feliz. La música cambia a un

ritmo más animado y decido lucirme, solo para que siga riendo.

—Espera —La prevengo.

Se muerde el labio inferior y la urgencia de un beso me comprime el

corazón. De pronto no puedo decidirme si dejarla allí o continuar

luciéndome.

Empujándola un poco, deslizo mi mano por su brazo hasta que

nuestros dedos se entrelazan. Abre los ojos de par en par y tiro de ella

hacia mí, haciéndola dar vueltas antes de colisionar su cuerpo contra el

mío. Sus labios están a centímetros de los míos y su pecho palpita contra el

mío.

—¿Quieres más? —pregunto en voz baja, esperando que se

estremezca.

No lo hace, pero asiente con excitación brillando en sus ojos azules.

Deslizo la palma de la mano hacia su espalda, posesivamente, sintiendo el

calor que emite su piel a través de la delgada tela de su blusa. Tiro de su

mano hacia adelante mientras inclino su cuerpo hacia atrás. Su pelo

cuelga hacia el piso, arquea la espalda y tengo una vista perfecta de sus

pechos y de la porción de piel que sale del borde de su blusa. Tomando un

profundo aliento, deslizo la mano hacia su espalda hasta que está en

posición vertical, presionando su pecho contra el mío.

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—Tampoco le digas a nadie sobre esto —susurro en su oído con los

brazos rodeando su cintura.

—De acuerdo —dice, sin aliento, sus dedos están apretando mis

omóplatos.

Continuo moviéndome con ella entre mis brazos hasta que termina

la canción, tenemos que soltarnos y regresar a la mesa como si nada

hubiera pasado. Aunque algo sí pasó, pero no sé si perseguirlo o correr

como el demonio.

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5 #3 Trata de ser feliz

#3 Se Estúpida y Ebriamente Feliz

Traducido por MaryJane & CrisCras13

Corregido por Violet~

Callie stoy feliz, estúpidamente feliz. No sé si es porque he bebido o

porque ha sido una buena noche. He logrado lo que parecía

imposible y estoy tan orgullosa de mí misma que prácticamente

salté al taxi. Bailé con Kayden, le dejé tocarme de una manera que nadie

lo ha hecho, por lo menos con mi permiso ¡y me gustó!

Seth y yo tomamos el asiento trasero del auto y Kayden le dice al

taxista a dónde ir.

El interior huele a queso viejo solapado con un olor a pino. El

conductor del taxi es un hombre de unos cincuenta años quien no se ve

contento de tener a cuatro jóvenes en el auto. Hay algo de música de los

80 tocando en el fondo y Seth sigue riéndose de las letras, diciéndome que

son secretos sucios y habla de sexo.

Luke lo escucha y gira en su asiento. —¿Realmente habla sobre eso?

Seth apunta a los altavoces. —Escúchalos.

Nos sentamos en silencio, mirando fijamente el altavoz, escuchando

la letra. Seth enrolla su mano en un puño y la levanta a sus labios como un

micrófono mientras comienza a pronunciar las palabras.

—¿Cómo te sabes esa canción? —pregunto—. No es el tipo de

música que escuchas.

E

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Él sonríe, inclinándose, termina la letra. —Mi papá es un fanático total

de los ochentas. Tiene un mullet3 y todo.

Me río cuando hace este extraño movimiento con sus caderas.

—Está hablando de coños, ¿no es así? —declara Luke y el taxista

sube el volumen del equipo de música para amortiguar nuestra

conversación.

Mis mejillas arden y giro la cabeza hacia la ventana, tirando de la

parte superior de mi camisa sobre mi nariz para ocultar mi risa. No debería

creer que es divertido, pero lo hago.

—Oh, Callie está borracha —anuncia Seth, dejando caer las manos

en su regazo—. ¿Terminaste tu té helado de Long Island?

Sacudo la cabeza y dejó caer mi camisa de mi nariz. —Sólo la mitad.

—Peso ligero —Kayden se burla de mí con una sonrisa y mi sonrojo se

magnifica.

—Oye, es su primera vez —protesta Seth en mi defensa, acariciando

mi cabeza como si fuera un perro—. Lo hizo bien. De hecho, lo hizo muy

bien.

Me giro hacia la ventana, sabiendo lo que quiere decir, y amándolo

por decirlo.

—Me siento como si fuéramos a robar —susurra Seth mientras nos

dirigimos hacia una tienda que se encuentra cerca de las colinas de las

montañas. Decidimos parar y conseguir algunas linternas y pintura en

aerosol antes de continuar con nuestro plan, de lo contrario, sería un viaje

inútil.

Adelante hay un grupo de chicos fumando. Nos observan caminar

por el estacionamiento, a través de las puertas corredizas de cristal, y

dentro de la tienda.

—Se supone que todo es a un dólar aquí. —Luke coge un vaso de un

aparador. Una pieza de vidrio cae del borde y apresuradamente lo baja—.

Sí, puedo ver por qué.

3 Mullet: Peinado corto por delante y largo por detrás.

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Hay un poco de música funky sonando desde el techo y Seth agita

la cabeza mientras camina hacia un estante y coge un pañuelo horrible

naranja y marrón.

—Oh, creo que recuerdo a mi abuela usando algo como esto. —Lo

enrolla alrededor de su cuello y salta por el pasillo, examinando las

estanterías.

—Deberíamos separarnos —declara Luke—. Y buscar linternas y

pintura en aerosol. Será más rápido.

—O podríamos pedirle al cajero un poco de ayuda. —Miro por

encima de mi hombro a una registradora en la que un hombre alto, con la

más dura expresión en su rostro nos observa—. O no.

—Vamos a hacer una carrera —anuncia Kayden, levantándose para

golpear su mano contra una de las banderas de venta rojas en el techo.

No puedo decir si está borracho, porque no lo conozco muy bien, pero

parece un poco desequilibrado—. La primera persona en encontrar las

cosas es el ganador.

—¿Y cual será el jodido premio? —comenta Luke sarcásticamente,

mirando por un pasillo—. Qué tal si perdedor tiene que comprar bebidas la

próxima vez que salgamos.

—Suena como un plan para mí. —Seth se une a nosotros, desatando

el pañuelo y arrojándolo a un lado en la estantería—. Yo digo que lo

hagamos.

Kayden y Luke levantan la mano por encima de mi cabeza para

chocar los cinco con los demás y, luego, dirigen sus palmas hacia mí.

Golpeo mis palmas suavemente contra las suyas y Kayden se ríe de mi

cuando mis brazos caen a los costados.

—¿Qué es tan gracioso? —pregunto, pero él solo niega con la

cabeza.

—Muy bien, entonces aquí están las reglas. —Luke marcha de un

lado a otro frente a nosotros como si fuera un director—. Las reglas son que

no hay ninguna, excepto en ser el primero en la caja registradora con

cuatro linternas y una lata de pintura. El último ahí es un perdedor.

Trato de no reír. ¿Esto es lo que la gente hace para divertirse?

Luke deja de caminar y sus ojos se oscurecen.

—Preparados, listos, ya —dice él rápidamente y luego corre por el

pasillo principal, sus botas arrastrándose contra el linóleo antes que

cualquiera de nosotros pueda reaccionar.

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Seth se desliza por uno de los pasillos laterales y Kayden corre por el

que está a mi derecha. Me quedo de pie sola en el pasillo principal.

Empiezo a caminar, girando mis brazos y leyendo las señales sobre cada

fila.

Cuando llego a la tercera, Kayden cruza al otro lado y luego

retrocede, sonriéndome.

—No estás intentándolo mucho —dice—. De hecho, parece que no

estás tratando en absoluto.

Señalo por encima de mi cabeza a la señal de números de pasillos

con la lista de artículos. —Estoy tratando de adoptar un enfoque diferente,

que no sea correr por ahí como un loco.

Me enfrenta y pone sus manos alrededor de su boca

innecesariamente. —Ahora, ¿qué hay de divertido en eso?

Me río. —No lo sé.

Él mueve su mano a su oreja. —¿Eh? No puedo oírte. Vas a tener que

hablar más alto.

Sintiéndome tonta, ahueco mis manos alrededor de mi boca.

—Dije: no lo sé.

Él baja sus manos, sin dejar de sonreír. —Vamos. Corre por ese lado y

voy a correr por éste. Vamos a ver quién puede vencer al otro hasta el

final.

Niego con la cabeza. —De ninguna manera. Tú ganaras. Eres

jugador de futbol. Corres todo el tiempo.

Considera lo que dije y luego arrebata un rollo de toallas de papel

del estante.

—Tiro más de lo que corro. —Retrocede, levanta el rollo de toallas de

papel sobre su hombro, y luego lo arroja en mi dirección. Gira por el aire

directo hacia a mí.

Saco los brazos y lo cojo sin esfuerzo. Sus brazos caen y me mira

boquiabierto. —Bueno, alguien tiene un talento oculto.

Levanto el rollo de toallas de papel sobre mi hombro y lo tiro hacia

él. —Mi papá es un entrenador. —Lo atrapa e inclina la cabeza y me mira

con interés a medida que continúo—. Empecé jugando a la pelota con él

y mi hermano cuando tenía tres.

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Manteniendo sus ojos en mí, devuelve el rollo de toallas de papel al

estante. —Muy bien, veamos cómo puedes correr. —Se lanza a un lado y

desaparece detrás del estante.

Lo esquivo, moviéndome al siguiente pasillo, donde está esperando

en el otro extremo. Antes de que pueda decir algo, se apresura fuera de

mi vista otra vez y tomo un par de apresurados pasos hasta estar al final del

pasillo siguiente. Él no está allí, así que prácticamente corro al siguiente, lo

atrapo justo cuando él está yéndose de nuevo. Empiezo a correr mientras

la risa se escapa de mis labios. Cada vez que llego al final del pasillo, él

está desapareciendo al otro lado. Por último, veo el pasillo de pintura y

hago un giro apresurado hacia este, justo cuando Kayden aparece en el

otro extremo.

Los dos paramos y miramos la pintura en aerosol en la fila inferior en

el medio del pasillo.

—Parece que nos hemos topado con un pequeño problema —dice

un poco jadeante cuando se encuentra con mis ojos.

Mi mirada pasa de un lado a otro entre él y la pintura, y luego corro

hacia la pintura. Sus zapatos rechinan contra el piso mientras corre por el

pasillo. Llegamos a la sección al mismo tiempo y chocamos contra la

plataforma, inadvertidamente golpeando un montón de latas. Me río

cuando mis pies tropiezan sobre las latas que ruedan sobre el suelo y

agarro la repisa cuando pierdo el equilibrio.

—De ninguna manera. —Los largos dedos de Kayden se envuelven

alrededor de mi muñeca mientras tira de mi mano—. No vas a ganar.

Llego a la plataforma, pero captura mi mano y tira de mí hacia él.

Tuerzo mis brazos tratando de escapar sin reír y mi pie pisa el suelo. Hay un

silbido mientras la pintura verde se rocía sobre el linóleo blanco y mi

zapato.

Me congelo, mis ojos se ensanchan ante el desorden en el suelo.

—Oh Dios mío.

Kayden presiona sus labios juntos mientras trata realmente de no

reírse de mí. —Eso fue tu culpa.

—No es gracioso. —Doblo mi rodilla y levanto mi pie—. ¿Qué se

supone que debo hacer?

Él pone la lata en su mano hacia abajo en el estante y se mueve

lentamente alrededor del desorden en el piso. Sus dedos se entrelazan con

los míos mientras me arrastra hacia el final del pasillo.

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—Está bien —dice, echando un vistazo alrededor de la esquina—.

Vamos a salir de aquí como si nada pasó.

Miro hacia atrás a la pintura y las huellas verdes de mi zapato

izquierdo en el suelo. —Estoy dejando un desastre por todo el piso.

—Quítate tú zapato, entonces.

Deslizo mi mano de la suya, notando cómo mi piel está sudorosa, y

saco el pie de la zapatilla. Recogiéndolo por el cordón, lo sostengo a mis

espaldas y caminamos por el de pasillo de un lado a otro.

Seth y Luke están cerca de la caja registradora, mirando la sección

de dulces, con una lata de pintura y linternas en sus manos.

—¿Dónde van ustedes dos? —pregunta Luke y una de las linternas

cae de sus brazos en el piso.

El chico del cajero nos inspecciona como un halcón mientras nos

apresuramos hacia la puerta.

Seth se aparta de los dulces, siguiéndonos con la mirada.

—¿Por qué Callie sólo tiene un zapato?

—Vamos al coche —dice Kayden con un gesto—. Nos vemos por

ahí.

Damos grandes pasos hacia la puerta y salimos corriendo hacia la

noche, riendo. El cemento está frío a través de mi calcetín y rápidamente

me pongo el zapato de nuevo. El tejido negro está manchado con pintura

verde. Trato de limpiarlo arrastrando mi zapato en el suelo, pero no está

funcionando muy bien.

Kayden me mira con diversión. —No creo que vaya a desaparecer

Frunzo el ceño a mi zapato. —Hombre, era mi par favorito.

Él abre la puerta del taxi, saltamos dentro, y el conductor de taxi nos

lanza una mirada molesta. Me deslizo en la parte posterior y Kayden cierra

la puerta mientras se hunde a mi lado.

Apoya las manos sobre sus rodillas mientras me mira a través de la

oscuridad. —Sabes que Luke va a llamarlo un empate y nos hará pagar

por las copas la próxima vez que salgamos.

—No es tan malo —digo—, dividiremos la cuenta.

Él cubre su brazo sobre el respaldo del asiento y tira de su pierna. —

No, él va a pedir más bebidas.

Page 103: La coincidencia de Callie y Kayden

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Trato de concentrarme en otra cosa que no sea el hecho de que su

rodilla está en contacto con el lado de mi pierna. —¿Oh, sí?

Asiente y sus ojos viajan hasta al asiento delantero. —Sí, así que

prepárate.

Miro por la ventana a las líneas oscuras de las montañas. Me distrae.

La noche. La facilidad. Todo. Mi mente se desvía a pensamientos que no

sabía que existían, como a que saben sus labios, y cómo sus músculos se

sienten bajo mis dedos.

—Callie.

Miro a Kayden, apartando mis pensamientos. —¿Sí?

Su mirada va a mis labios mientras su boca se abre, pero luego cierra

su mandíbula y una lenta sonrisa se curva en sus labios. —Eso fue divertido.

Sonrío hacia él. —¿Sabes, qué? Realmente lo fue.

—Está tan jodidamente oscuro aquí afuera. —Seth se queja mientras

subimos por la carretera—. Y sucio.

Luke tiene la linterna delante de él. Seth la dejó caer casi al

momento en que salió del taxi y la mía no funcionaba, por lo que se

reducía a dos.

El taxi está esperando al fondo del camino. El conductor dijo que

tenemos veinte minutos antes de que él se vaya sin nosotros. No le gustó

que le hiciéramos conducir a un área montañosa dónde obviamente hay

una fiesta ilegal.

—Son las montañas —Kayden le dice a Seth, deslizando su linterna

de un lado a otro—. ¿Qué esperabas?

Las rocas crujen bajo mis zapatos, mientras me aferro al brazo de

Seth. El aire es un poco frío y hay relámpagos tronando en el cielo.

Cuando llegamos a la parte inferior de la roca, Luke me da la

linterna y sacude la lata de pintura.

—Entonces, ¿quién es el bastardo que va a subir hasta allí? No es tan

alto, pero estoy bastante perdido.

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Seth golpea su mano en el aire dramáticamente. —Bueno, dado

que realmente soy un bastardo, lo voy a hacer.

Yo ilumino su cara y él tiene la mirada de ojos de ciervo en los ojos,

sorprendida de que no sabía esto acerca de él. —¿Pensé que habías

dicho que tu padre escucha rock de los ochenta y tiene un mullet?

—Mi padrastro —aclara y extiende su mano hacia Luke—. Dame la

lata. Me encantaría soltar mis dos centavos sobre la roca.

Luke deja caer la lata en su mano. —Es todo tuyo, amigo.

Sacudiendo la lata, Seth da un paseo hasta la roca escarpada que

se inclina hacia el cielo gris brillante. Levantando su bota sobre una roca

inferior, rebota hacia arriba, agarrando una pequeño saliente en el lado.

Mueve su otro pie al siguiente escalón rocoso, por lo que ambos pies están

en el acantilado. Metiendo el bote de spray bajo su brazo, él pone su otra

mano en la repisa y se desliza de esta. Rodando sobre su espalda, se pone

de pie.

Dirijo la luz hacia su espalda mientras él mira hacia la roca.

—¿Estás bien ahí arriba?

Se asoma por encima de su hombro. —Estoy pensando en algo

infame que escribir. ¡Ay! Espera, lo tengo —Levantando la lata, sostiene la

boquilla hacia abajo y comienza a mover la mano en círculos y remolinos.

Pintura roja va manchando la roca lentamente, formando letras hasta que

está terminado y entonces baja la mano.

—Puedes chuparla —Leo sus palabras, temblando de frío y con la

piel de mis brazos de gallina—. ¿Eso es lo que vas a escribir?

Se gira con las manos en las caderas. —Es lo que ya he escrito, y si

quieres algo mejor, puedes arrastrar ese pequeño trasero tuyo hasta aquí

arriba y escribirlo por ti misma. Tú eres la escritora.

Kayden se gira hacia mí, su pelo casi negro a la pálida luz de la luna.

Dirige la luz entre nuestros pies. —¿Escribes?

Me encojo de hombros, apuntando con la linterna por encima de su

hombro. —En un periódico.

Él está intrigado por esta información por alguna extraña razón.

—En realidad, puedo verte haciendo eso.

Me pasó una mano arriba y abajo por mi brazo, intentando

deshacerme de la piel de gallina. —¿Por qué?

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Se encoge de hombros, pateando la puntera de sus zapatos contra

el suelo. —Siempre parece como si estuvieras pensando profundamente…

¿Tienes frío?

—Estoy bien —le digo castañeteando los dientes, deseando no

haber dejado mi chaqueta en el taxi—. Es sólo un poco de frío.

Se lleva las manos a la parte de atrás de su cuello y tira del cuello de

su camisa por encima de su cabeza, quitándosela. La camiseta negra que

lleva debajo se levanta un poco y puedo echar un vistazo a las cicatrices

irregulares de sus abdominales inferiores.

Tirando hacia abajo de la parte inferior de su camiseta, extiende un

brazo hacia mí con su camisa térmica en ella. —Toma, ponte esto.

—No hace falta que me des tu camisa.

—Pero quiero hacerlo.

Vacilantemente, la tomo y la tela es suave contra mis dedos. Me la

pongo por la cabeza mientras Kayden se pasa las manos a través del pelo.

La camisa me empequeñece y me hace sentir diminuta.

—¿Mejor? —pregunta mientras meto mis brazos por las mangas.

Asiento con la cabeza, envolviendo mis brazos alrededor de mi

misma, disfrutando del calor y el olor de su colonia. —Gracias, ¿pero no vas

a tener frío?

Sonríe como si me encontrara divertida. —Estaré bien, Callie. Lo

prometo. Un poco de aire frío no es nada.

—¡Callie! —grita Seth y yo salto, girando hacia el acantilado con la

luz de la linterna precipitándose a través de las rocas—. Sube tu culo aquí y

escribe algo poético.

Suspiro y camino hacia el acantilado con la luz apunto justo delante

de mis pies. El círculo de luz muestra el camino alrededor de las rocas y de

la base del acantilado.

—Lánzame la linterna —grita Seth con las manos alrededor de su

boca—. Te alumbraré mientras subes.

—Si la pierdes, se romperá —digo en voz alta, poniéndome de

puntillas.

—Simplemente hazlo —dice con su tonta voz de borracho, mientras

salta de un lado a otro en el saliente, balanceando los brazos.

Me preocupa que se vaya a caer. —¡Ten cuidado!

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Kayden se mueve a mi lado con una mano extendida a un lado.

—Dámela a mí. Soy un excelente lanzador —Pongo la linterna en su

palma y echa el hombro hacia atrás, levantando el brazo—. Va alto.

—¿Eh? —dice Seth mientras el brazo de Kayden sale disparado

hacia adelante. Libera la interna y ésta se eleva por el aire como si fuera

un balón de fútbol.

Seth chilla mientras planta las manos enfrente de él para coger la

linterna, la cual parpadea como una luciérnaga cuando cae en sus

manos. Rebota en ellas y cae golpeando el suelo y apagándose.

—¿Dónde está él? —pregunto, mientras Luke llega detrás de nosotros

y dirige la luz a las rocas de antes. Hay silencio por un momento. Los gritos y

risas de la fiesta de abajo viajan hacia nosotros.

Seth aparece en la roca, estirando su brazo en el aire con la linterna

en la mano. —Lo tengo.

—Quizás deberías bajar —Le aconsejo—. Me preocupa que puedas

caerte.

—Sólo después de que dejes una marca en la roca —Levanta la

linterna y el resplandor ilumina lo que hay escrito detrás de él—. Ahora,

vamos.

Camino hasta la roca, enrollo las mangas de la camisa de Kayden y

coloco mis manos en el borde más cercano. Inclinando la barbilla, miro

hacia la cima mientras doblo las rodillas y me apoyo en la roca inferior.

Saltando arriba y abajo sobre los dedos de los pies, me dispongo a subir,

pero oigo a alguien moverse detrás de mí.

—Déjame ayudarte —susurra Kayden en mi oído, y por primera vez

en mi vida realmente no tiemblo por la cercanía de un chico.

—Está bien —Como nunca he estado borracha antes, no estoy

segura de si es el alcohol lo que me relaja o qué, pero incluso cuando

pone sus manos en mis caderas, estoy bien.

Con la orientación de sus manos, estiro mi cuerpo hasta llegar al

siguiente saliente. La roca es áspera como una lija contra mis palmas

mientras me arrastro hacia arriba y las manos de Kayden se deslizan por mi

espalda cuando me empuja más alto. Balanceando mi pierna hacia

arriba, me da un último empujón ahuecando mi trasero, antes de alejarse.

Mis ojos se abren mientras ruedo en la cima del saliente y miro hacia

el cielo. Los puntos de mi piel en los que me ha tocado hormiguean y un

escalofrío recorre mi cuerpo.

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Seth aparece por encima de mí, los plateados rayos de luna

reflejándose en sus ojos

—¿Estás bien?

Giro sobre mi estómago y uso mis manos para ponerme de pie.

—Estoy bien. Ni arañazos ni cortes.

Pone la linterna debajo de su barbilla. Ilumina su cara y hace que sus

ojos parezcan brasas. —No estaba hablando sobre la subida. Estaba

hablando sobre el hecho de que él acaba de agarrar tu trasero.

—¿Viste eso?

—Por supuesto que vi eso. Básicamente te metió mano.

Pongo las manos sobre mis caderas y voy y vengo a lo largo del

estrecho acantilado, levantando tierra con la punta de mis zapatos.

—Estoy bien. De verdad. De hecho, me siento mejor que bien.

—Creo que podría ser el alcohol el que está hablando —Seth

sostiene el spray de pintura.

—¿Tú crees? —Lo tomo y lo agito.

Él asiente con la cabeza con aire de culpabilidad. —Creo que sólo

un poco. Sólo espero que no tengas un momento de “Oh, Dios mío, ¿Qué

hice?” cuando te despiertes mañana.

—Estaré bien. Esto es lo más divertido que he hecho en mucho

tiempo —Caminando hacia la roca considero qué escribir. Voy leyendo las

vagas palabras de sabiduría que los demás han escrito y las declaraciones

de amor.

—Jesús, está alto aquí arriba —declara Luke mientras se alza sobre el

borde. Se pone de pie y mira por encima del acantilado, haciendo sonar

sus nudillos—. No soy un fan de las alturas.

—Yo tampoco —digo mientras Kayden asciende hacia la cima,

arrastrándose con los brazos, y luego se recuesta sobre su estómago.

Jadeando, rueda sobre su espalda.

—Sí, lo recuerdo —dice, girando su cabeza hacia mí y sonriendo.

Oriento la boquilla del spray hacia un lugar vacío en la roca.

Mientras presiono la parte superior, finjo que soy un artista trazando el

cuadro más hermoso, las líneas mezclándose juntas para darle a todo un

significado. Cuando he terminado, doy un paso atrás, respirando en el aire,

que está cargado con los gases de la pintura.

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Kayden se mueve hacia arriba, hasta colocarse a mi lado y pasa un

brazo por encima de mi hombro.

—“En la existencia de nuestras vidas, hay una única coincidencia

que nos une y, por un momento, nuestros corazones laten como uno solo”.

—Me mira—. Estoy impresionado.

Le doy la lata de pintura y sus dedos rozan mis nudillos.

—En realidad, escribí eso hace un tiempo—Bajo la voz y me inclino—.

Justo después de esa noche en la caseta de la piscina.

Su expresión se desploma mientras su mano cae de mi hombro. Le

arroja la lata a Luke. —Hay que ponerse en marcha o el conductor del taxi

dejará nuestros lamentables culos y de ninguna manera voy a volver

andando.

Mi estado de ánimo se hunde cuando me doy cuenta de que lo que

dije le molestó. Mientras le veo descender siento que mi noche feliz se va al

diablo.

Cuando regresamos de nuevo a los dormitorios, Kayden se va sin

despedirse. Duele por dentro y me confunde sin límites.

—¿Qué sucedió entre ustedes dos? —pregunta Seth mientras paso

mi tarjeta y abro la puerta de mi residencia.

Me encojo de hombros y entro. —Creo que es porque saqué el tema

de la caseta de la piscina. No sé ni siquiera por qué lo hice.

Sus ojos se ven rojos bajo las luces mientras nos abrimos camino por el

pasillo hacia los ascensores situados junto a la zona de descanso.

—Es porque no estás pensando con claridad esta noche.

Nos desvío a la derecha mientras dos chicos corpulentos, llevando

camisetas de fútbol, caminan por el pasillo hacia nosotros. —Lo sé. Estar

borracha es extraño.

Se cubre la boca con la mano para ahogar la risa. —Oh, Dios mío. Te

quiero tanto. Especialmente cuando dices cosas como esa.

—¿Cómo qué?

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Sacude la cabeza, aún sonriendo mientras entramos en el ascensor.

—Nada. No importa. Aunque me estoy muriendo por saber por qué tu

zapato está verde.

Estiro el cuello para mirar por encima de mi hombro hacia el talón de

mi zapatilla mientras él pulsa el botón de mi piso. —Pisé una lata de spray

mientras Kayden y yo estábamos peleando por una.

—Me hubiera encantado ver eso.

—Estoy segura de que lo habrías hecho.

Las puertas del ascensor se abren y giramos hacia el pasillo,

deteniéndonos al final, enfrente de mi puerta. Hay algunas risitas y golpes

en el otro lado y el aire huele a humo.

Seth desata una bufanda roja del picaporte de la puerta y la

sostiene enfrente de mi cara.

—¿Qué es esto?

—Significa que no puedo entrar —Le quito la bufanda, la cuelgo del

picaporte, y suspiro cansadamente—. Estoy muy cansada.

—¿Está teniendo sexo o algo así?

Mi piel se calienta. —No lo sé… tal vez.

Sus dedos se envuelven alrededor de la parte superior de mi brazo y

me arrastra hacia los ascensores. —Vamos, vamos a llevarte a la cama.

Me apresuro para seguir su ritmo. —¿A dónde vamos?

—A la cama.

Cuando llegamos a la planta baja, nos aleja de la ruidosa sala,

dirigiéndonos fuera y alrededor de la esquina en dirección a su edificio.

—Vas a dormir en mi habitación. Mi compañero de cuarto no está,

de todos modos, así que yo tomaré su cama y tú puedes dormir en la mía.

Quiero abrazarle, pero me temo que si me dejo llevar por él, voy a

sucumbir a la somnolencia apoderándose de mi cuerpo. —Gracias. Estoy

muy cansada.

Cuando llegamos a su habitación, introduce el código para abrir la

puerta y tira de mí hacia el interior mientras enciende la luz. La cama de su

compañero de habitación está vacía y hay ropa sucia acumulada

alrededor.

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El lado de Seth está ordenado, excepto con una fila de bebidas

energéticas vacías en la parte superior del escritorio de su ordenador, Seth

es un adicto a las bebidas energéticas.

—¿Nunca duerme aquí? —pregunto, dándole una patada a una

lata de soda vacía fuera de mi camino.

Sacude la cabeza, quitándose la chaqueta. —Creo que tiene miedo

de mí.

Pongo mala cara mientras escondo las manos dentro de la camisa

de Kayden. —Lo siento. Por si sirve de algo, él es un idiota.

—No necesitas disculparte, pequeña —Vacía el cambio y saca la

cartera de sus bolsillos y los deja en la parte superior de la cómoda, al lado

de la lámpara—. Eres la persona más comprensiva que he conocido

alguna vez.

Empieza a desabotonar su camisa y envuelvo mis brazos alrededor

de él. —Y tú eres la persona más genial.

Riendo, me da palmaditas en la cabeza. —Bueno, veremos si

todavía crees eso cuando tengas tu primera resaca por la mañana.

Con mucho gusto caigo sobre su cama. Ahuecando su almohada,

me giro de lado y miro la foto de él y un chico con pelo oscuro y brillantes

ojos azules. —Seth, ¿éste es él? El de esta foto.

Le lleva un minuto responder. —Sí, es él. Ese es Braiden.

Braiden parece un jugador de fútbol; hombros fuertes, pecho

delgado y brazos bien definidos. Tiene su brazo alrededor de los hombros

de Seth. Se ven felices, pero en el fondo uno de ellos no lo es. Uno de ellos

rechazara al otro cuando las acusaciones sobre su amor comiencen a

expandirse por la escuela como un enjambre de abejas. Uno de ellos

mirará mientras el otro es golpeado. Quiero preguntarle por qué conserva

la foto, por qué la tiene en la pared, pero puedo decir que se está

poniendo incómodo con el tema.

Apaga la luz desde el otro lado de la habitación, la cama chirría

cuando Seth se tumba. Esta silencioso entre nosotros y enrosco mi cuerpo

en una bola, frotando mi rostro contra la almohada y cerrando los ojos.

—¿Puedo preguntarte algo? —pregunta Seth de repente.

Mis párpados se abren. —Claro.

Hace una pausa. —¿Alguna vez tienes pesadillas sobre lo que te

pasó?

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Cierro fuertemente los ojos, inhalando el aroma de la camisa de

Kayden. —Todo el tiempo.

Él deja escapar un suspiro. —Yo también. Me parece que no puedo

escapar de ello. Cada vez que cierro los ojos, todo lo que veo es el odio en

sus caras y puños y pies viniendo hacia mí.

Trago saliva fuerte. —A veces, lo juro, aún puedo olerle.

—Yo todavía puedo oler la suciedad y degustar la sangre—susurra—.

Y sentir el dolor.

Se calla y la necesidad de consolarlo me supera. Ruedo de lado,

bajándome de la cama, y me hundo en el colchón a su lado. Se gira hacia

mí; su rostro sólo un esbozo a la luz de la luna.

—Quizás no tendremos pesadillas esta noche —digo—. Quizás las

cosas serán diferentes.

Él suspira. —Eso espero, Callie. De verdad lo hago.

Durante un minuto tengo esperanza. La noche ha sido genial y siento

como si cualquier cosa fuera posible, pero entonces cierro los ojos y todo

se escabulle de mí.

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6 #8 Desafíate a ti mismo

Traducido por perpi27

Corregido por Juli_Arg

Kayden espués de llegar de la roca, vuelvo a mi dormitorio, queriendo

huir de todo lo que estoy sintiendo. El cuarto de baño está

ocupado, así que termino acostándome, mirando al techo

mientras la lluvia salpica contra la ventana. Desde el otro lado de la

habitación, Luke está acostado boca abajo en la cama, roncando.

A medida que el alcohol se eleva de mi sistema, cada emoción se

precipita a través de mí como un arroyo lleno de agujas. Tengo que

apagarlo. Es la única manera que sé cómo lidiar con la vida.

Ruedo a mi lado, levanto mi puño, y lo choco contra la cabecera

tan duro como puedo. Mis nudillos se rompen y Luke salta de su cama.

—¿Qué demonios fue eso? —Parpadea alrededor de la habitación

mientras luces de plata destellan del relámpago de afuera.

—Fueron los relámpagos. —Me acuesto y volteo, cerrando los ojos y

tomando mi mano contra mi pecho mientras un dolor ardiente explota por

mi brazo. Momentos más tarde, caigo en un sueño profundo.

—Te has pasado toda la noche sentado aquí —dice Luke, cruzando

la habitación hacia la pequeña nevera en la esquina. Saca una cerveza y

D

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la abre—. Has estado actuando extraño desde la ceremonia de

graduación.

Me tumbo en el sofá, flexionando la mano una y otra vez, mirando

las venas que fluyen a través de ella. —Me siento un poco mal por irme. —

Honestamente, me siento extraño sobre la vida. Quiero salir, ir a la

universidad, ser libre, pero la idea de estar afuera, rodeado de cosas que

no entiendo es jodidamente aterrador.

—Deberías estar follando ahora mismo, pero con alguien más

además de Daisy. —Abre la puerta y la música de arriba fluye hacia la

habitación—. Eso es lo que yo voy a hacer. —Cierra la puerta y me deja

solo, atrapado en mis propios pensamientos.

Él tiene razón. Debería ir arriba y acostarme con la primera chica que

me encuentre. Es la mejor manera de pasar el tiempo y pasar la vida, pero

no puedo dejar de pensar en mi mano y mi futuro de mierda.

Finalmente me levanto del sofá. Caminando hacia la pared, echo

un vistazo a la puerta. Entonces levanto mi puño y golpeo a la pared tan

fuerte como puedo. El yeso y la pintura se desmoronan y mi piel se separa

un poco, pero eso no es suficiente. Golpeo una y otra vez, formando

agujeros en la pared, pero causando muy poco daño a mi mano. Necesito

algo más fuerte—Necesito ladrillos.

Me dirijo hacia la puerta, pero se abre y mi papá camina. Echa un

vistazo a los agujeros en la pared y luego a mi mano agrietada y

sangrando por toda la alfombra.

—¿Qué carajo te pasa? —Niega con la cabeza mientras acecha

hacia mí, mirando a la plancha de yeso y pintura en el suelo.

—No tengo ni idea. —Acuno mi mano a mi pecho mientras me

apresuro a su alrededor y salgo.

Dentro de la casa, las personas se están riendo, gritando, cantando

con la música y el brillo de las luces en la oscuridad. Doy una vuelta al

patio trasero, oyéndolo en mis talones, sabiendo que va a desquitarse

conmigo y está más cabreado que de costumbre.

—Kayden Owens —dice mientras se lanza delante de mí, jadeando y

sus ojos llenos de ira. Su aliento huele a whisky y el viento sopla las hojas por

todas partes—. ¿Tratabas de echar a perder la mano a propósito?

No hablo, ya que intento ir hacia la casa de la piscina, sin saber a

dónde voy, pero sintiendo como si tuviera que moverme.

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Al llegar a la puerta, engancha mi codo y me obliga a dar la vuelta.

—Comienza a explicar. Ahora.

Lo miro fijamente y empieza a gritarme, diciéndome cuan jodido

estoy, pero apenas lo oigo. Veo sus labios moverse, esperando. Segundos

más tarde, el puño choca con mi cara, pero casi no lo siento. Lo hace una

y otra vez mientras sus ojos van a la deriva en un estado de vacío. Me

caigo al suelo y me patea tan fuerte como puede, queriendo que me

levante. No lo hago. No estoy seguro de querer hacerlo. Tal vez es hora de

que se acabe, no hay mucho que me hagan desear quedarme, de todos

modos.

Escucho mi corazón latiendo tranquilamente dentro de mi pecho,

preguntándome por qué no reacciona. Nunca lo hace. Me pregunto si

está muerto. Quizás lo está. Tal vez yo lo estoy.

Entonces, de la nada, una chica aparece detrás de mi padre. Es

pequeña y parece aterrorizada, como yo debería estar. Le dice algo a mi

padre y cuando él la mira, creo que ella va a salir corriendo. Pero se

queda conmigo hasta que mi papá se va.

Me siento en el suelo, confundido y confuso para hablar, porque no

es así como deberían ser las cosas. La gente se supone que se aleja, finge

que esto no existe, deja que las extrañas excusas tengan sentido.

Su nombre es Callie y la conozco de la escuela. Está de pie encima

de mí y me mira con horror en sus ojos. —¿Estás bien?

Es la primera vez que alguien me ha preguntado eso y me

sobresalta. —Estoy bien —digo más brusco de lo que había planeado.

Se da la vuelta para marcharse, pero no quiero que se vaya. Quiero

que vuelva y me explique por qué lo hizo. Así que le pregunto y trata de

decirme, pero no tiene sentido.

Por último, me doy por vencido en tratar de entender y le pido que

me consiga un kit de primeros auxilios y una bolsa de hielo. Entro en la casa

de la piscina y me quito la camisa, tratando de limpiar la sangre en mi

cara, pero me veo horrible. Él me golpeó en la cara, algo que rara vez

hace, sólo cuando está realmente enojado.

Cuando Callie vuelve, parece nerviosa. Apenas hablamos el uno al

otro, pero luego tengo que pedir ayuda para poder abrir el kit porque mi

mano no va a funcionar.

—Lo que realmente necesitas son puntos de sutura —me dice—. O

vas a tener una cicatriz.

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Trato de no reír. Los puntos no van a ayudar. Fijan la piel, cortes,

heridas, sanan cosas en el exterior. Todo lo roto conmigo está en el interior.

—Puedo manejar las cicatrices, especialmente una que está en el exterior.

—Realmente creo que debes hacer que tu mamá te lleve al médico

y entonces podrás decirle lo que sucede —dice negándose a ceder.

Comienzo a desenrollar una pequeña sección de gasa, con una sola

mano, pero la dejo caer como un idiota. —Eso nunca va a suceder e

incluso si lo hiciera, no tendría importancia. Nada de esto lo tiene.

La recoge y espero que me la devuelva, pero desenrolla la gasa

alrededor de su mano. Pone la gasa sobre mis heridas, mirando mis

cicatrices, señalando la maldad que llevan. Hay algo en sus ojos que

parece muy familiar, como si tuviera algo atrapado en ella. Me pregunto si

es así como me veo.

Mi corazón empieza a latir con fuerza dentro de mi pecho por

primera vez en todo el tiempo que puedo recordar. Comienza como algo

sutil, pero cuanto más tiempo sus dedos están cerca de mi piel, más se

vuelve ensordecedor hasta que ya no se oye nada más. Trato de no entrar

en pánico. ¿Qué demonios le pasa a mi corazón?

Da un paso hacia atrás con la cabeza metida abajo, como si

quisiera esconderse. Apenas puedo ver su cara con el ojo hinchado y

quiero ver su cara. Casi extiendo mi mano y la toco, pero se va, verificando

dos veces para asegurarse de que estoy bien. Finjo que no me importa,

pero mi corazón sigue martillando en mi pecho, cada vez más fuerte y más

fuerte.

—Gracias. —Empiezo a decirle. Por todo, por no dejar que me

golpeara, por haber intervenido.

—¿Por qué?

No puedo responderle. Debido a que todavía no estoy seguro de si

estoy agradecido. —Por conseguirme el kit de primeros auxilios y la bolsa

de hielo.

—De nada.

Entonces sale por la puerta y Dios, el maldito silencio está de vuelta

otra vez.

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Mi mano tiene que ser vendada por una semana y mi entrenador me

echó una bronca por arruinar mi forma de jugar. Las cosas no van tan bien

como estaban previstas. Pensé que ahora que por fin me encontraba

fuera de casa, se terminaría la oscuridad que me posee, pero me

equivoqué.

Ha pasado más de una semana desde que Callie pintó esas bellas

palabras en la roca. Significaron más para mí de lo que ella

probablemente entendió. O tal vez lo sabía, así que tuve que retirarme. Ese

tipo de emoción no puedo manejar.

Cerca del final de la semana, me siento realmente mal y mi cuerpo

está pagando por ello. Estoy acostado en mi cama, a punto de ir a clase,

cuando Daisy me envía un texto muy vago.

Daisy: Oye, creo que deberíamos ver a otras personas.

Yo: ¿Qué? ¿Estás borracha o algo así?

Daisy: Nop. Estoy completamente sobria. Estoy aburrida y cansada

de estar sola todo el tiempo. Necesito más.

Yo: No puedo dar más, cuando estoy en la universidad.

Daisy: Entonces, supongo que no me quieres tanto como pensaba.

Yo: ¿Qué quieres que haga? ¿Que la deje?

Daisy: No sé lo que quiero, pero no es esto.

En el mismo momento me entra otro texto y cambio la pantalla.

Luke: Acabo de recibir un texto de D, hombre y me dijo que cree

que Daisy te engañó con Lenny.

Yo: ¿En serio? ¿Lenny?

Luke: Sí, dijo que ocurrió durante la fiesta de inicio de curso de Gary

o como se llame.

Yo: La fiesta de inicio de curso fue antes de que viniera a visitarme.

Luke: Sí... Lo sé. Lo siento, hombre.

Yo: Sí, yo también.

Apago mi teléfono, sin molestarme en devolver un mensaje a Daisy.

No me siento molesto por eso, pero siento que debería estar cabreado. Sin

embargo, me siento vacío.

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En mi clase de oratoria, estoy escuchando a una chica dar un

discurso sobre los Derechos de la Mujer. Puedo tomar algunas notas, pero

sobre todo miro por la ventana. Estoy mirando el estadio de fútbol en la

distancia, deseando poder estar dando vueltas y liberar toda esta energía

reprimida.

De repente, veo a Callie caminando por el césped con un bolso

sobre su hombro. Está viendo su teléfono, su cabello esta recogido, y sus

piernas se mueven rápidamente para llevarla donde quiera que va. Lleva

pantalones negros de yoga y una sudadera con capucha. Cruza el

estacionamiento y grita algo cuando Luke aparece en la acera, en

dirección a ella. Está cojeando y mirando a su alrededor como si estuviera

haciendo algo malo.

Se reúnen bajo un gran roble donde las hojas se apilan. Callie dice

algo y luego le da a Luke su teléfono. Saca mechones de cabello fuera de

su boca mientras Luke marca algunos botones en su teléfono. Se ríe

cuando dice algo y me deja rascándome la cabeza.

Cuando él le pasa el teléfono de nuevo, se despiden el uno al otro y

se van en direcciones opuestas. Callie desaparece entre una fila de

coches en el estacionamiento y Luke cojea lejos hacia la zona de atrás de

la escuela. Nunca mencionó que estaba con ella. ¿Por qué estaba con

ella? ¿Por qué mierda eso me molesta?

Metiendo la mano en mi bolsillo, deslizo mi teléfono y vuelvo a

encenderlo.

Yo: ¿Por qué hablabas con Callie?

Luke: ¿Dónde diablos estás? Estaba mandándote mensajes de texto

y de repente tu teléfono estaba apagado.

Yo: En clase... Te vi por la ventana.

Luke: De acuerdo... ¿Por qué es importante lo que hacíamos?

Yo: No lo es. Sólo preguntaba.

Luke: Estábamos hablando. Me tengo que ir. La clase está iniciando.

Me vuelve loco, no tiene sentido. Debería molestarme que mi novia

de tres años me engañara, pero es un problema técnico en comparación

con la idea de que Callie y Luke podrían salir o algo así.

Por último, empujo el escritorio, hago una escena ya que sorprendo

a la clase exactamente en medio del discurso de la pobre muchacha.

Salgo, la luz del sol me ciega mientras pisoteo por los bancos en el patio.

Desplomándome sobre uno, bajo mi cabeza en mis manos y tomo una

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respiración profunda. No puedo reaccionar de esta manera sobre nadie.

Nunca. Es una regla. Nunca arrastrar a nadie en mi problemática vida.

Callie es la última persona que lo necesita en sus hombros.

Cuanto más tiempo estoy sentado allí, más nervioso me pongo, y me

doy cuenta de que la única manera de realmente ordenar las cosas es

averiguar lo que realmente está pasando. Le mando un mensaje a Luke y

le pregunto si puedo tomar prestado su camioneta. Dice que sí, pero tengo

que estar de vuelta en dos horas porque tiene que ir a algún lugar, y me

dice que las llaves están en el cajón.

Conduzco hacia The Tune Up Gym, donde Callie dijo que haría kick

boxes. Iba vestida como si fuera a entrenar, así que supongo que es hacia

donde se dirigía, sin embargo, cuando llego no puedo determinar si quiero

estar en lo cierto o equivocado en mi suposición.

Salgo de la camioneta y me quedo mirando el pequeño edificio de

ladrillo. —¿Qué diablos estoy haciendo aquí? —murmuro para mis

adentros, volviendo de nuevo a la camioneta. Es entonces cuando Seth

salta de un coche unas cuantas filas abajo.

Me saluda con un cigarrillo en la mano y una mirada de asombro en

su rostro. —Hola.

Zigzagueo alrededor de la parte delantera del camión hacia él. —

¿Estás entrenando?

Bajo la mirada a sus jeans y camisa abotonada. —Nah, acabo de

llegar con Callie para hacerle compañía.

Asiento con la cabeza, sintiéndome como una idiota por haber

venido aquí. ¿Desde cuándo persigo a chicas? —Ya veo.

Chasquea su cigarrillo al asfalto y pisa con la punta de su bota. —

¿Por qué estás aquí? —Sus ojos en mis vaqueros oscuros y camisa de

cuadros.

Me encojo de hombros. —No tengo ni idea. Realmente no la tengo.

Señala con el dedo a las puertas de cristal del gimnasio. —Callie está

dentro. Estoy seguro de que le encantaría hablar contigo.

Trueno mis nudillos, incluso los que están amarrados con vendas.

Duele, pero me calma. —Está bien, voy a entrar contigo durante un

segundo.

Sonríe y zigzagueamos alrededor de los coches hacia la entrada del

edificio. Hay un gran hombre caminando con una bolsa al hombro y Seth

se mueve hacia arriba para mantener la puerta abierta para él.

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—¿Puedo preguntar qué pasó? —Asiente con la cabeza hacia mi

mano a medida que avanzamos adentro.

Levanto mi mano dañada en frente de mí. —Me la dañé durante la

práctica.

—Eso es una mierda. —Me muestra el camino alrededor de las cintas

de correr a la zona trasera donde se ponen las colchonetas. La habitación

apesta a sudor y calor y está llena de ruidos de las máquinas de peso. Hay

música movida sonando a través de los altavoces para que todo el mundo

escuche.

Callie se encuentra cerca de la parte posterior de las colchonetas,

pateando una bolsa que cuelga del techo. No me gusta cómo me alegro

de verla, o lo feliz que mi cuerpo está por verla. Las emociones quieren

rasgar a través de mí como una ola.

Está saltando en sus dedos del pie sin su chaqueta. Tiene una

camiseta sin mangas y su cabello recogido. Es la mayoría de piel que le he

visto y disfruto de la vista, las pecas en los hombros, el arco de su cuello, la

clavícula. Los pantalones apretados me dan una gran vista de su culo y sus

piernas.

—No le hagas daño —dice Seth, inclinándose en mi cara—. Joder,

en serio.

Parpadeo hacia él. —¿De qué estás hablando?

Retrocede hacia Callie. —No le hagas daño —repite, y entonces gira

sobre sus talones, poniéndose de espaldas a mí. Camina hasta Callie, y le

dice algo.

Las emociones inundan su cara mientras me lanza su mirada fija.

Tímidamente agita su mano y me acerco a ella con mis manos metidas en

los bolsillos de mis vaqueros.

Su sujetador blanco se está mostrando a través de su camisa y cruza

los brazos sobre el pecho. —¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta,

trazando la punta del pie hacia atrás y adelante a través de la

colchoneta.

—Estaba conduciendo y vi el coche de Seth en el frente —miento—.

Así que pensé en pasar y decir hola.

—Hola. —Presiona sus labios.

Sacudo la cabeza y me río en voz baja. Dando vueltas alrededor del

saco de boxeo, le doy un empujoncito, y luego me escabullo hacia un

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lado cuando se volta hacia mí. —En realidad, no bromeabas acerca del

kick boxing.

Aprieta el elástico alrededor de su cola de caballo. —¿Crees que te

lo decía para tratar de impresionarte? —Agita sus pestañas mientras

camina hacia un lado. Me pregunto si lo hizo a propósito, para intentar

coquetear conmigo. Lo dudo. Me sorprendería si supiera cómo coquetear.

—Bueno, esperaba que así fuera. —Golpeo la bolsa con mi mano

buena.

Su mirada parpadea a Seth que está practicando con pequeñas

pesas de gimnasia, moviendo sus caderas mientras canta la canción en la

radio. —No, esto es lo que hago por diversión.

—¿Eres algo buena? —Observo su pequeño cuerpo con duda.

Mechones de cabello húmedo enmarcan su cara mientras pone sus

manos en sus caderas, tratando de parecer dura, pero lo único en lo que

estoy centrado es en su sujetador que se ve a través de su camisa. —

¿Quieres saber?

—Oh, grandes palabras para una niña. —Estoy coqueteando con

ella y sé que está mal por muchas razones, pero es lo más vivo que me he

sentido en mucho tiempo. Agarro uno de los guantes de la esquina de la

colchoneta y me pongo antes de colocar mi mano al lado.

—Da tu mejor golpe.

Intenta verse peligrosa, sus labios en una línea recta, con los ojos sin

pestañear, pero es más entretenido que cualquier cosa. Da un paso a un

lado, y creo que va a alzar el pie y patear, pero sigue cubriendo sus pies

mientras me rodea. Me volteo con ella, curioso por lo que está haciendo y

luego de la nada, aparece y golpea su pie en mi mano. Apenas lo

bloqueo y baja su pie, dándome apenas tiempo ya que gira alrededor de

su dedo y golpea su zapato en mi otro guante.

Coloca su pie en el suelo con una mirada arrogante en su cara. —

¿Ya tienes suficiente?

Niego con la cabeza mientras me vuelvo a reponer en mis pies. —

Bueno, si quieres jugar sucio, entonces vamos a jugar sucio.

Se endereza, preparándose para saltar y patearme. Antes de que lo

haga, me lanzo hacia adelante, envuelvo mis brazos alrededor de su

cintura y giro alrededor de ella, presionando su espalda contra mi pecho.

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Me congelo, preguntándome si va a entrar en pánico, pero

balancea su brazo hacia mí mientras trata de agacharse y salir de mis

brazos. Refuerzo mi agarre sobre ella y la fijo contra mi pecho.

—Esto no es justo —dice—. Estás rompiendo las reglas.

—Vamos —me burlo de ella mientras trata de darme una patada en

la tibia y salto hacia atrás, manteniendo mis manos sobre ella—. Actuabas

toda dura cuando eras la que tenía toda la diversión.

Su cuerpo de repente se aquieta. Entonces llega arriba, agarra mis

brazos y sin previo aviso, los arroja fuera de ella. Tratando de mantener un

enganche de ella, porque disfrutaba de la sensación de su calor en mi

contra, agarro la parte inferior de su camisa. Tropieza de nuevo en mí y

nuestras piernas se enredan entre sí. Girando alrededor, tropezamos con

los pies del otro y caemos a la colchoneta en nuestras caras. Rápidamente

engancha su pierna sobre mi cintura y se monta encima de mí, fijando mis

brazos hacia abajo con sus pequeñas manos.

Su cola de caballo se ha caído parcialmente y su cabello toca mis

mejillas mientras se cierne sobre mí. Su pecho palpita hacia arriba y hacia

abajo, con la piel húmeda, y sus ojos severos.

—Gane —dice, cambiando su peso.

La sensación de ella encima de mí, la forma en que huele, la forma

en que sus piernas se separan alrededor de las caderas es embriagadora.

Estoy empezando a excitarme y va a sentirlo presionado contra ella.

—Eres cruel cuando peleas —afirmo—. Realmente no pensé que lo

tenías en ti.

Su frente se arruga. —Yo tampoco.

Dejo unos segundos más pasar, a pesar de que debería estar

saliendo de debajo de ella. Mi mirada en las zonas de sus labios y casi

deslizo mi mano por su espalda, la enredo en su cabello, y tiro de ella

hacia abajo para un beso.

—De acuerdo, odio interrumpir este hermoso momento—dice Seth

mientras su rostro aparece sobre nosotros—. Pero tengo que hacerlo. La

señorita Callie tiene un lugar donde ir.

Ella parpadea, sus mejillas se tiñen de rosa, como si estuviera saliendo

de un sueño, y salta rápidamente de mí. —Lo siento. Me dejé llevar un

poco.

Me apoyo en los codos. —¿A dónde vas?

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—Umm.... —Desliza el elástico de su cabello y lo sujeta en una cola

de caballo apretada—. Me voy a encontrar con Luke en un lugar.

—Luke, como con… ¿Luke?

Asiente con la cabeza, mirando a Seth. —Sí, ese mismo.

Me empujó hacia arriba desde el suelo y quito las manos de los

guantes. —¿Por qué?

Pasa su brazo por la frente. —No puedo decirte por qué.

Arrojo los guantes en el suelo cerca de la esquina, irritado. —Está

bien.

—Quiero decirte —Se apura y agrega—, pero no puedo.

—Está bien. Tengo que salir de todos modos. Tengo algunas cosas

que hacer. —Me alejo de ella, sabiendo que es lo mejor, pero deseando

ser quien ella tiene que ir a ver.

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7 #27 Ofrecerse para ayudar a alguien sin

que ellos lo pidan.

Traducido por Chachii

Corregido por Verito

Callie e siento rara acompañando a Luke, por varias razones, una

es que apenas lo conozco. No tengo idea de cómo me metí

en esta situación. En serio que no.

Yo estaba caminando por la parte trasera de la escuela, porque me

gusta lo tranquilo que se está ahí. Mientras dejé caer algunos M&Ms en mi

boca, doblé la esquina y casi pisé a Luke. Él estaba sentado en la tierra, en

la mugre, con su cabeza baja y sus piernas dobladas frente a él.

—Oh Dios mío. —Me sobresalté, presionando la mano en mi

corazón—. ¿Qué estás haciendo aquí atrás?

Tenía unos pantalones cortos, una camisa blanca y su cabello

castaño estaba húmedo. Levantó el rostro y su piel estaba más pálida que

la nieve. —Callie, ¿qué estás haciendo?

Hice un bollo con el envoltorio de la golosina en mi mano. —Camino

por aquí después de que mi clase de inglés termina. En realidad, estaba a

punto de reunirme con Seth para ir al gimnasio.

Asintió con la cabeza, el sudor adornando su frente. —Oh.

Me giré para irme, pero decidí que no podía dejarlo viéndose tan

terrible. —¿Estás bien?

M

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Se rascó el brazo. —Sí, me estaba ejercitando y comencé a sentirme

mal, así que vine aquí atrás para tomar aire por un minuto.

Me agaché frente a él, manteniendo la suficiente distancia para

sentirme cómoda. —¿Estás enfermo o algo? Luces…

—Como la mierda —Finalizó por mí mientras se ponía de pie y

suspiraba.

Mi mirada se hundió en su pierna, hinchada el doble de su tamaño,

sucia y roja. —¿Qué le pasó a tu pierna?

Liberó una lenta exhalación mientras se inclinaba contra la pared de

ladrillos de la escuela. —Puedo o no haber olvidado tomar mi insulina

durante los últimos días.

—¿Eres diabético?

Se llevó un dedo a los labios y sacudió la cabeza. —No se lo digas a

nadie. No me gusta mostrar debilidad. Es algo raro conmigo.

—¿Por qué no has tomado tu dosis?

—Salí corriendo y nunca cogí más. Es otra cosa extraña conmigo… A

veces no me atrevo a clavar una aguja en mi cuerpo.

No insistí mientras miraba su pierna, inflamada de la rodilla para

abajo. —¿No necesitas que te lleve a un doctor? ¿O que vaya a buscar a

Kayden?

Sacudió su cabeza, dando un paso hacia adelante y luego

tambaleándose hacia atrás, golpeando su codo contra la pared. —No le

digas a Kayden. Cuando digo que nadie lo sabe, quiero decir que nadie lo

sabe.

Ajusté la correa de mi bolso más arriba del hombro. —Creo que

necesitas ir a un doctor.

—Sé que necesito ir a un doctor. —Poniendo un poco de peso en su

pierna, cojea hasta mí—. Mira, ¿tú no tienes cosas que no quieres que la

gente sepa?

Asentí con cautela. —Sí.

—Está bien, bueno, para mí ésta es una de esas cosas —dice él—. Así

que, ¿puedes guardar silencio al respecto?

Asentí de nuevo. —Siempre y cuando me dejes llevarte al doctor.

Cerró los ojos, respiró por la nariz y su pecho se expandió por debajo

de su camisa mientras abría sus parpados. —Está bien, tenemos un trato.

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Déjame ir a cambiar mis ropas, hacer una cita, y luego me encontraré

contigo en el frente como en… veinte minutos.

—Tal vez deberíamos sólo ir a la sala de emergencias —sugerí—.

Luces terrible.

—Los viajes a la sala de emergencia cuestan mucho dinero —replicó

él, cojeando hacia la puerta de metal—. Dinero que no tengo.

—Está bien, te veré en el frente —le dije y entonces caminó dentro,

dejando que la puerta diera un portazo detrás de él.

Mientras me dirigía hacia mi dormitorio para dejar las cosas, no tenía

idea de cómo me metí a mi misma en esta situación. Invertí los últimos seis

años intentando alejarme de los chicos, pero parece que he visto mucho

últimamente, no iba a dejarlo tirado.

Cuando me reuní con él en el frente veinte minutos más tarde,

resultó que no podría entrar al médico por otras dos horas, así que

intercambiamos números y le prometí que estaría detrás del gimnasio a

tiempo para llevarlo.

Dos horas después, estamos sentados en la oficina. Luke sacude su

rodilla hacia arriba y abajo en lo que yo leo una copia de la revista People

mientras termino mi trozo de regaliz. Me cambié mis ropas de

entrenamiento a unos jeans y blusa. Me sorprende lo bien que estoy

manejando lo que hice en el gimnasio con Kayden. Sentarse encima de él

como que fue extraño, pero a mi cuerpo le gustó. Mucho. Seth se burló de

mí todo el camino a casa y seguí esperando que eso me golpeara, pero

todavía me siento bien.

La piel de Luke casi parece amarilla debajo de la luz en la sala de

espera. Doy vuelta la página y luego inclino la cabeza hacia un lado para

intentar hacer como que la estoy viendo.

—¿No odias los consultorios médicos? —dice abruptamente Luke.

Levanto la mirada y sus ojos marrones son enormes mientras mira

fijamente al hombre frente a nosotros, tosiendo en su mano. —Supongo

que sí.

Se rasca agitadamente su frente hasta que hay líneas rojas en su piel.

—Es tan jodidamente antihigiénico.

Cierro la revista y la dejo en la mesa. —Quizá, si no piensas tanto en

ello, entonces te relajarías un poco.

Él hace una pausa y su pie deja de golpear. —Sólo odio las agujas.

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No tiene sentido, dado que probablemente tenga que tomar varias

dosis de insulina. Sin embargo, el miedo en sus ojos hace que me pregunte

si hay más que una simple fobia a las agujas.

—Está bien, piensa en algo más. —Recojo una copia de Sports

Illustrated de la mesa junto a mí—. Lee esto. Te ayudará a distraerte.

Sus cejas se fruncen mientras toma la revista de mí y estudia a la

chica en la cubierta. —Sabes, no te recuerdo siendo de esta manera en la

escuela secundaria. Eras realmente callada y todos… —Se calla, pero sé

qué es lo que iba a decir; que todo el mundo se burlaba de mí, me

acosaban y me torturaban—. Lo siento, no quise sacar eso a colación.

—Está bien —le seguro, pero los recuerdos estallan en mi cerebro

como fragmentos de cristal.

—Sabes, me recuerdas a mi hermana, Amy —dice—. No sé si tú la

recuerdas. Ella era un par de años mayor que tu.

Sacudo la cabeza. —No. Lo lamento.

Él abre la revista y voltea de página. —Ella era mucho como tú.

Tranquila, bonita, pero triste.

Me doy cuenta de que dijo era. Presiono mis labios juntos mientras los

cristales en mi cabeza se multiplican y se rompen en más pedazos. —

¿Podrías disculparme por un segundo?

Me levanto de la silla y me apresuro por el pasillo hasta el baño. Mis

hombros comienzan a encorvarse mientras el dolor en mi estomago crece.

Por suerte, el baño está vacío, de lo contrario, lo habría hecho en el pasillo

y todo el mundo hubiera sabido mi pequeño secreto. La única cosa que

me hace sentir mejor durante los momentos más oscuros de mis

pensamientos. La única cosa que me pertenece y nadie me puede quitar.

—Creo que debo llevarte ahí como agradecimiento —dice Luke

mientras conducimos por un carnaval organizado por la feria. El sol está

descendiendo detrás de las montañas y el cielo es gris con manchas de

roja y naranja. Luces de neón y música se apoderan del lugar.

—No he estado en uno desde que tenía como once —admito—.

Nunca subí a las atracciones, especialmente a las más altas.

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—¿No fuiste alguna vez a la feria del pueblo? —pregunta

deteniéndose en el semáforo.

Sacudo la cabeza. —Deje de ir cuando cumplí los doce años.

Me mira, esperando por una explicación, pero ¿qué podría decirle?

¿Qué ni niñez terminó a los doce cuando mi inocencia fue robada? ¿Que

después de lo que sucedió, el algodón de azúcar, los globos, los juegos, y

las atracciones me hacían añorar una época que nunca tendría otra vez?

—Bueno, entonces te voy a llevar —dice mientras la luz cambia y un

brillo verde se refleja a través de su cara. Suelta el embrague y el vehículo

se mueve hacia adelante.

—Oh, no tienes que hacer eso —digo—. Estoy feliz de ayudarte,

especialmente ahora que ya no luces como si te fueses a caer muerto.

—¿Lucía tan mal?

—Lucias como la mierda.

Sacude su cabeza con una pequeña sonrisa en su rostro. —Sin

embargo, creo que deberíamos ir a pasar el rato. Es mejor que volver al

campus y sentarse en los dormitorios. Apenas he salido de mi habitación

desde que las clases comenzaron. —Se detiene mientras gira el volante y

dobla a la derecha, hacia un aparcamiento de tierra junto a las blancas

tiendas y las brillantes luces de neón de las atracciones—. Puedes llamar a

Seth e invitarlo.

Él considera algo mientras apaga el motor. —Voy a llamar a Kayden

y ver si quiere venir.

Muerdo mis uñas mientras intento mantener la calma y no ponerme

atolondrada como una chica tonta. —Supongo que podríamos hacer eso.

Saco mi teléfono celular fuera del bolsillo de mis jeans mientras él

toma el suyo del agrietado tablero. Mientras llamo a Seth, él habla con

Kayden. Escucho a Luke siendo vago respecto a por qué estamos juntos y

me pregunto si Kayden sigue enojado.

—Seth vendrá —Levanto mis caderas para deslizar el teléfono de

regreso a mi bolsillo—. Y dice que llamará a Kayden para ver si quiere que

lo traiga… si es que va a venir.

Luke repite lo que le dije a Kayden, y luego cierra el teléfono,

frotándose el dorso superior de su brazo donde se puso la inyección de

insulina. —Kayden dice que también viene —Abre la puerta y salta hacia

afuera, inclinándose de regreso para tomar las llaves de la ignición—. Le

dije que nos reuniremos con él en el Zipper.

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Salgo, empujando la puerta con mi cadera, y reuniéndome con él al

otro lado del auto. Me fijo en todas las locas y giratorias atracciones. —¿El

Zipper? Eso suena interesante.

Se ríe mientras caminamos a través de la zona de estacionamiento

hacia la puerta de entrada. —Seh, veremos si sigues diciendo eso cuando

la veas.

Estamos esperando en la línea por una atracción que tiene un largo

centro de metal con jaulas unidas a él. Cada jaula gira mientras que llega

al centro y hace un movimiento circular, entonces hay un giro doble. Las

luces centellan y la música suena tan alto que apenas puedo oír los gritos

dentro de las ellas. La veo girar y girar, preparándome mentalmente

mientras Luke manda mensajes en su teléfono.

—¿Vas a hacerlo? —El aliento de Kayden acaricia mi cuello mientras

su voz llega a mi tímpano.

Giro mi cabeza y sus labios están tan cerca de tocar los míos. La

abrupta cercanía lo confunde tanto como a mí y ambos damos un paso

atrás al mismo tiempo.

Él está usando un apropiado par de jean sueltos, botas, y una camisa

negra de mangas largas. Su oscuro cabello luce un poco húmedo, como si

acabase de tomar una ducha antes de venir aquí.

Es guapísimo, lo reconozco ante mí misma. Es la primera vez que soy

capaz de admitir eso acerca de un chico en un largo tiempo.

—Te ves asustada —grita sobre la música mientras se inclina más

cerca—. ¿En serio piensas montar esta cosa?

—Tal vez… —Inclino mi cuello hacia atrás, levantando mi cabeza

hacia el Zipper—. Pero es muy alto.

Luces rosadas y amarillas bailan a través de su rostro mientras mira

hacia la atracción y luego a mis ojos. —¿Qué tal si compartimos jaula?

—No creo que eso sea una buena idea —digo—. De hecho, creo

que es una muy mala idea.

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—¿Qué se supone que significa eso? —Las comisuras de sus labios se

curvan mientras su mirada se oscurece—. ¿No confías en mí?

—Sí, confío en ti —digo—, pero no quiero acabar vomitando sobre ti.

—Estarás bien —Me asegura, empujando su hombro contra el mío y

luego guiñándome. Hay algo diferente en él esta noche; es más libre y

creo que podría estar coqueteando conmigo—. Prometo que no dejaré

que nada te pase. De hecho, puedes sostener mi mano todo el tiempo.

¿Dónde estaba durante mi duodécimo cumpleaños? Seguramente

jugando a las escondidas con el resto de los niños.

—Está bien, iré contigo —digo con vacilación—. Pero no digas que

no te lo advertí.

—Advertencia tomada y rechazada. —Entrelaza sus dedos con los

míos mientras me jala hacia adelante de la fila en movimiento.

—Pasaré de este —dice Luke en voz alta mientras se desplaza hacia

el banco con su atención puesta en su teléfono—. Tengo unas cosas de las

que ocuparme.

—¿Dónde está Seth? —pregunto, mirando alrededor de los puestos,

juegos, y los remolques con comida, intentando no hacer de una gran

cosa que Kayden esté sosteniendo mi mano.

Pero es todo en lo que me fijo.

—Fue a reunirse con alguien. —Kayden camina hacia adelante y yo

muevo mis pies con él—. Dijo que te dijese que nos alcanzaría en un rato y

que nos relajemos y nos divirtiéramos.

Arrugo mi nariz hacia el Zipper. —¿Y esto califica como diversión?

—Oh, sí. —Me tira hacia el chico que hace funcionar el juego, éste

está vestido con un polo azul, unos viejos jeans, y una gorra de

camionero—. La pasarás genial.

Le muestro al chico el sello en mi mano, y luego Kayden pone sus

brazos frente a mí para mostrarle el sello en él. A medida que se aleja, su

mano involuntariamente roza mi seno y parpadeo ante la sensación de

hormigueo que provoca.

El chico de los tickets desbloquea la puerta para nosotros y subimos

hacia la rampa. Kayden suelta mi mano, así puedo saltar dentro de la

misma. Una vez que estoy en el asiento con mis pies plantados firmemente

en el fondo, él se me une. Sin ningún tipo de preocupación, el chico de los

tickets cierra la puerta y bloquea la jaula del exterior. Hay unas barras

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acolchonadas en el interior que son empujadas contra mis hombros y me

aseguran contra el asiento. Es un espacio muy reducido y la pierna de

Kayden se presiona contra la mía; enviando un abrazador calor a través

de mi ropa.

Él se inclina hacia adelante, mirando mis ojos y lentamente una

sonrisa se extiende por su rostro. —Es acogedor aquí.

Yo asiento con la cabeza y la golpeo contra el respaldo del asiento.

—Demasiado acogedor. Si las bisagras se salen, moriré.

—Deja de hacerte la dramática —dice en un tono despreocupado,

entonces tira sus hombros hacia adelante y sacude la jaula.

—No —ruego, mis dedos apretándose alrededor de la barra—.

Detente, por favor. ¿No podemos simplemente quedarnos quietos?

Sacude su cabeza mientras el Zipper avanza hacia adelante y se

detiene, así la jaula frente a nosotros se alinea con la rampa. —Ahora,

¿qué es lo divertido en esto?

—Será divertido, porque lucharé por mantener todos los caramelos

que comí en mi estómago —digo inocentemente.

Deja de sacudir la jaula. —Oh, vamos, Callie. No sería divertido si no

nos sacudimos. De hecho, entre más nos movamos, mejor se sentirá —Su

voz se reduce a un profundo susurro—. Podemos balancearnos suave y

lentamente, o realmente, realmente rápido.

Sus palabras hacen que mis mejillas se tiñan, pero afortunadamente

está oscuro. —¿Y qué pasa si me da miedo? ¿O si mis arcadas se ponen

demasiado impacientes?

—Te diré qué. —Maniobra su mano alrededor de la barra y aprieta

mi rodilla con sus dedos, enviando un disparo de calor entre mis piernas—.

Si realmente sientes que vas a vomitar y vas a perder los estribos de tu

mente, grita: Kayden el chico más sexy en la tierra, y me detendré.

La jaula se sacude hacia atrás y yo agarro más fuerte la barra

mientras comenzamos a ascender a la cima. —¿En serio quieres que grite

eso?

—Absolutamente —Se detiene mientras nuestra jaula alcanza el

punto más alto y la atracción llega a un punto muerto, meciéndose en la

brisa—. ¿Tengo tu permiso para moverla y darte el paseo de tu vida?

¿Por qué se siente como si él secretamente estuviese hablando sucio

de mí? —Seh, adelante, sacúdela de una manera linda y dura —le digo sin

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pensar, luego me muerdo mi labio inferior mientras la sección sucia de mi

cerebro me alcanza. Honestamente, ni siquiera sabía que ese lado existía.

—Guau. —Suelta un lento suspiro con los ojos muy abiertos y luego

sacude la cabeza—. Está bien, ¿estás lista?

Intensifico mi agarre alrededor de la barra y presiono las puntas de

mis zapatos con el suelo. —Sip… eso creo.

Él lanza su cuerpo hacia adelante mientras la atracción despega.

Nuestra jaula comienza a girar gradualmente al principio, pero entre más

peso él ponía en las sacudidas, más rápido iba. Las luces del exterior

destellan por todas partes y la música mejora. Escucho el rugido de los

otros carros, gente riendo, gritando. El viento golpea contra mis mejillas y el

aire huele como sal y algodón de azúcar.

Entre más rápido va, más pierdo de vista lo que está arriba y lo que

está abajo mientras giramos y giramos. Las bisagras chirrían y oigo reírse a

Kayden mientras dejo escapar un chillido. Sorprendentemente, no

enloquezco, ni Kayden consigue que devuelva las golosinas. Me estoy

divirtiendo, aunque siento como si mi cara estuviese siendo succionada

hacia atrás de mi cabeza y el cerebro me estuviese tamborileando

alrededor.

Cuando la atracción se detiene, estamos en la cima y la briza se

cuela entre los orificios de la puerta.

Kayden abre sus ojos y una mirada confusa se eleva en su rostro. —

Pensé que te desmayaste o algo por lo callada que estabas.

—Sólo disfrutaba el viaje —digo sin aliento—. Fue realmente divertido.

—Bueno, estoy feliz de que yo sea bueno —dice él, descansando en

el asiento.

Giro la cabeza para ocultar la sonrisa en mi rostro, porque él se ha

divertido y yo lo estoy disfrutando demasiado. Él tiene novia. Una muy linda

novia, una que no está hasta el cuello de problemas. Una que él puede

tocar y darle el mejor viaje o lo que sea.

No hablamos hasta que nuestra jaula alcanza la rampa. Cuando el

chico de los tickets abre la puerta, Kayden salta fuera y yo lo sigo,

tropezando con mis propios pies mientras el mundo se tambalea por mi

mareo. Mi hombro choca contra su ancho pecho. Él se ríe de mí, sus dedos

agarran mi cintura y me guían más cerca de su lado. Entre el ajetreo de la

adrenalina y el sentimiento de su mano sosteniéndome, me parece que

esta va a ser una buena noche.

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Y he estado esperando una de ellas por un tiempo.

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8 #17 Dejar que algo asombroso suceda,

sin dudar ni vacilar.

Traducido por Danny_McFly & por Juli_Arg

Corregido por LadyPandora

Kayden é que lo que estoy haciendo está mal, pero parece que no

puedo parar. Estoy coqueteando con ella, buscando excusas

para tocarla y hacerla reír. Nunca antes he sigo así con nadie, ni

siquiera Daisy. Con Daisy era fácil. Todo lo que tenía que hacer era decir

algo bueno de ella, y todo fluía. Con Callie no. Con ella tengo que

ganármelo.

—Nunca nadie gana estos juegos, especialmente los premios de

primera categoría —declara Seth mientras deambulamos a lo largo de la

hilera de cabinas.

Tiene su brazo alrededor de Callie y siguen susurrándose entre sí.

Quiero cambiar de lugar con él, pero no sé la manera correcta de hacerlo.

—Es un truco para robarte todo el dinero. —Hace una risa

combinada de un malvado villano con un pirata y Callie entierra la cara

en su pecho, sus hombros agitándose mientras ríe histéricamente.

—¿Acaba de decir eso en serio? —pregunta Luke mientras maniobra

alrededor de un hombre mayor que reparte folletos.

Asiento con la cabeza, con mi mirada siguiendo las cabinas.

—Creo que sí.

S

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El cuello de Luke gira a la izquierda mientras analiza a una morena

alta, con vaqueros ajustados y una camisa que cubre la mitad de su

estómago.

—Creo que debes demostrarle que se equivoca.

—¿Estás tratando de decirme que me puedes ganar en eso? —Seth

señala en una cabina donde unos dardos deben ser lanzados hacia unos

globos.

Entonces, apunta su dedo hacia el techo, donde hay un enorme oso

de peluche colgando de unas cuerdas.

—Y no estoy hablando de esos tontos y pequeños premios de la fila

inferior. Yo quiero uno de esos grandes de allí.

Trueno mis nudillos y mi cuello.

—Bueno, primero que nada, cuando gane uno, no va a ser para ti.

Será para esa hermosa chica que está allí. —Señalo hacia Callie, y

entonces quiero retractarme, a pesar de que es verdad.

Callie me mira a través de sus pestañas, tratando de contener su

rubor y Seth se aclara la garganta.

—Muy bien, machote —dice—. Demuestra que eres un hombre.

Me saco la billetera del bolsillo trasero, mientras Luke deambula en

dirección a los paseos, encendiendo un cigarrillo.

—¿Te das cuenta de que es el mariscal de campo, verdad? —Le

dice Callie a Seth mientras caminan detrás de mí y me hace sonreír por

alguna razón estúpida—. Cada día entrena pegándole a un objetivo.

—¿Y qué? —pregunta Seth—, sigo queriendo dejarlo en vergüenza.

Estos juegos son imposibles de ganar.

Callie se detiene a mi lado, mientras le doy la mano con el dinero al

tipo en la cabina a cambio de cinco dardos. Él los pone sobre el mostrador

y regresa a la esquina, volviendo su atención a su cena.

Agarro uno, lo elevo por encima de mi hombro y entrecierro los ojos

hacia un globo. Callie se cruza de brazos, estudiándome, y yo bajo el

dardo, pero mantengo los ojos en el globo.

—¿Estás tratando de ponerme nervioso?

—No, ¿Por qué? ¿Lo estoy haciendo? —pregunta con inquietud.

—Más o menos. —Lo admito, mirándola—. Puedo sentir tu intensa

mirada ardiente por el rabillo del ojo.

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—Lo siento, pararé —chisporrotea y comienza a alejarse.

Cojo la parte inferior de su camiseta blanca y mis nudillos rozan su

piel suave.

—No, sigue mirándome así. Hace que sea más desafiante.

Ella baja la mirada a mi mano y después desliza su mirada hasta mí.

—Está bien.

Aparto mis ojos de ella, levanto el dardo de nuevo mientras ella se

centra en mí y lo arrojo a un globo rojo de la fila superior. Explota y Callie se

estremece.

—Uno fuera, faltan cuatro. —Sonrío hacia ella, pero tengo en cuenta

que está poniéndose nerviosa.

Cojo otro dardo y lo tiro, repito la misma jugada. Cada uno estalla un

globo y cuando he terminado, en la fila superior no hay más que

desinfladas piezas de látex. El hombre detrás del mostrador se acerca con

el ceño fruncido.

—Felicidades —dice con una voz monótona y señala con el dedo a

la fila de los osos de peluche que cuelgan del techo—. Puedes elegir uno

de esos hermosos premios de allá arriba.

Echo un vistazo a Callie que está mirando a los globos con los labios

fruncidos.

—Dije que si ganaba sería para ti.

Callie suspira, con los hombros caídos mientras fija su mirada hacia

los osos.

—Parecen tan grandes. Creo que a mi compañera de cuarto le

molestará si lo llevo a nuestra diminuta habitación.

—Tenemos que tomar el premio —dice Seth con una expresión seria

mientras pone las manos en la mesa e inclina la cabeza para mirar hacia

todos los premios—. No rechazas un premio de primera categoría.

Ella vacila, retorciendo el extremo de su cola de caballo alrededor

de su dedo.

—Está bien, me quedo con el rosa con la oreja rota.

El hombre detrás del mostrador araña su cuello.

—¿Estás hablando en serio?

Su rostro es estoico.

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—Absolutamente. Nunca fui niña de osos de peluche.

Seth y yo nos reímos de ella y el chico nos atraviesa con la mirada,

antes de que se marche hacia la pared y agarre una barra de metal.

Apuntando hacia el techo de la tienda, desabrocha el oso que ha elegido

Callie. Entonces lo lleva hasta el borde y lo arroja sobre el mostrador antes

de retroceder dando trompicones y murmurando.

—Necesito un jodido descanso para fumar.

Callie coge el oso, que es la mitad del tamaño de ella, y lo valora

con disgusto.

—Sigo creyendo que no debería llevarlo al dormitorio. —Me mira—.

Tal vez deberías llevártelo tú. Tú lo ganaste.

Niego con la cabeza.

—No hay manera de que arrastre un gigante, deforme y oso rosa a

través del campus y llevarlo a mi habitación.

—Está bien, tal vez podríamos dárselo a un niño pequeño —sugiere,

chasqueando los dedos en la nariz del oso y haciendo una mueca—.

Probablemente le encantaría tenerlo.

Escudriñamos a la multitud y a continuación, Callie se ríe mientras

está mirando a una cabina con vitrinas que contienen gafas de sol.

—O podríamos vestirlo, poner en su mano un letrero que diga "Se

busca hogar" y dejarlo en algún lugar para que alguien lo recoja.

Pongo mi dedo en el ojo del oso de peluche y se cae.

—Me gusta la idea y las gafas de sol pueden ocultar el hecho de

que acaba de perder un ojo.

—Oh, ¿podemos comprar una tiara? —pregunta Seth, mirando a su

alrededor con entusiasmo—. Por favor, déjame ponerle una en la cabeza.

Puede cubrir la oreja que le falta.

—Está bien, ve a buscar una tiara y yo voy a por unas gafas de sol. —

Carga al oso en sus brazos mientras Seth despega hacia una carpa roja y

blanca que está en el extremo.

Yo jugueteo con el oído bueno del oso mientras Callie se abre paso

entre la multitud, prácticamente con el oso como escudo.

—Es algo triste de mirar, ¿no?

Se detiene en el puesto de gafas de sol y deja al oso en el suelo.

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—Me gusta. Es sólo que no creo que a mi compañera de cuarto

vaya a gustarle. —Inclina la cabeza al oso—. De pequeña, me lo habría

quedado en un santiamén. De hecho, tenía toda una colección.

Arqueo una ceja.

—¿Recogiste todos los osos rotos y malolientes de la feria?

Se ríe y me encanta que sea yo quien esta vez la lleve a hacerlo, no

Seth.

—No, pero tenía una colección de peluches rotos. Como un gato sin

bigotes y un perrito sin nariz.

—¿Qué hiciste? —Bromeo—. ¿Torturarlos y tirar de sus extremidades?

Coloca sus manos sobre la mesa que sostiene una vitrina llena de

lentes.

—No, sólo que nunca quise deshacerme de ellos. Incluso rotos,

seguían gustándome.

Echa un vistazo a escondidas en la caja, completamente ajena a lo

mucho que sus palabras significan para mí.

Poco a poco, pongo mi mano sobre la mesa y la coloco sobre la

suya, finalmente cubierta con la mía. Su pecho sube y baja mientras finge

que nada de esto está pasando y yo trazo mi dedo a lo largo de los

pliegues de su mano y mis párpados comienzan a cerrarse.

—¿Cuáles estabas mirando? —Una mujer mayor con abalorios en las

muñecas y una falda larga viene hacia nosotros.

Retiro la mano y la dejo caer a mi lado mientras me apoyo sobre el

hombro de Callie para mirar a través del cristal.

—¿En cuáles estabas pensando?

Ella inclina la cabeza hacia un lado y su pelo toca mi mejilla.

—¿Qué tal ese par azul brillante que tiene forma de estrellas?

—Me parece bien. —Casi no presto atención a lo que está diciendo,

porque estoy oliendo su pelo como un puto bicho raro.

¿Qué demonios me pasa? Extraños sentimientos aprietan mi pecho,

los que pensaba que estaban apagados. Me duele, literalmente, como un

cuchillo en el pecho, y todo lo que quiero hacer es que se vayan y

apagarlos de la única manera que sé.

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—¿Ya estamos listos aceptar que ella te interesa? —pregunta Luke

mientras yo círculo alrededor de la taquilla, buscando en el pasto por los

lentes que Callie dejo caer accidentalmente en algún lugar.

—¿Nosotros? —Estoy de pie con la espalda recta—. No me di cuenta

de que era algo que hacíamos juntos, no estoy intentando nada con

Callie. Sólo somos amigos.

Él chasquea el botón en el encendedor con el pulgar, ignorando mi

comentario.

—Ya sabes, si quieres puedo ayudarte a quedarte a solas con ella.

—Sabes que acabo de romper con Daisy, ¿verdad?

Pone los ojos en blanco.

—Y pareces tan triste.

Encuentro los lentes cerca de la papelera y los recojo, arrancando la

hierba pegada en las grietas de las patillas.

—No estoy seguro de querer tener algo que ver con Callie.

Se saca el cigarrillo apagado de la boca y se queda mirándolo.

—No puedo recordar donde dejé mi caja —Se palpa los bolsillos y se

gira en un círculo, mirando al suelo.

Luke tiene ese vicio de perder las cosas, especialmente sus cigarrillos.

La nicotina es su sedante y sin ella, no es nadie.

—¿Dónde mierdas... —Se desvanece caminando hacia atrás hacia

un banco y suspira mientras levanta su paquete. Se lo mete en el bolsillo y

cierra los ojos, como si pensara que acaba de perder un brazo—.

Podríamos hacer un desafío.

Abro y cierro los extremos de los lentes.

—No lo hemos hecho desde segundo.

—Cuando empezaste a salir con Daisy —señala—, hombre, echo de

menos aquellos días.

Miro fijamente a las atracciones de alrededor en varias direcciones.

—Sí, no creo que pueda engañar a Callie para que venga conmigo

a la parte de abajo de las gradas. Estaría mal.

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Luke tamborilea los dedos en un lado de la pierna al ritmo de una

canción de rock que suena cerca mientras su mirada recorre la atracción

de tubos de la esquina. Dentro está oscuro y no hay nadie en la puerta.

—Espera. Tengo una idea.

—¿Te importaría compartir los detalles de tu idea? —pregunto—. No

quiero entrar en esto a ciegas.

—Piensa en el desafío al máximo. —Camina hacia atrás a través de

la hierba seca, hacia las puertas de salida—. Estaré de vuelta en cinco

minutos. Todo lo que necesitas hacer es seguir mi ejemplo y, como

agradecimiento, puedes dejarme manejar esa motocicleta que no dejas

que nadie toque cuando vayamos a casa para Acción de Gracias.

—De ninguna jodida...

Desaparece fuera de las puertas, haciéndome una señal con la

mano. Sacudiendo la cabeza, vuelvo de nuevo a Callie y su oso,

sintiéndome culpable. Pero en el fondo, sé que voy a seguir adelante con

el plan de Luke, porque quiero hacerlo, más que nada en este momento.

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Callie

Mientras Seth pone los toques finales al oso, Luke se pasea con un

cigarrillo apagado entre los labios. Lleva una chaqueta con la capucha

sobre la cabeza y el bolsillo delantero abultado.

—¿Qué diablos es eso? —Mira de reojo hacia abajo, al letrero de

cartón en la mano del oso. Hay una brillante tiara en su cabeza, gafas de

sol que le cubre los ojos y un collar de cuentas alrededor de su cuello. Lee

en voz alta el letrero—. Seré ridículamente lindo a cambio de un hogar

lleno de amor, comida, agua, y unos mimos. —Mueve la oreja con los

dedos—. ¿Qué mierdas es esto?

Me río, mordiendo la parte superior del bolígrafo.

—Lo hicimos para que lo adoptaran y así ninguno de nosotros tiene

que llevárselo a casa.

Luke mira a Kayden, quien se encoge de hombros.

—Pensé que era algo divertido. Y es lo que ella quiere. Durante un

rato, Callie intentó convencerme para que me lo llevara a casa.

Luke arruga la frente, se quita el cigarrillo de la boca y lo mete en la

boca del oso.

—Eso, así mucho mejor.

Kayden pone los ojos en blanco y mete las manos en los bolsillos de

sus vaqueros.

—Entonces, ¿qué sigue en la lista? Y estoy hablando en sentido

figurado, no sobre tu lista real.

Miro por encima del hombro a las atracciones que giran, se

retuercen y brillan contra la noche.

—Podríamos montarnos en más atracciones, supongo.

—De hecho, tengo una idea mejor. —Luke se pasea sin terminar su

pensamiento y los tres intercambiamos miradas antes de salir corriendo tras

él. Va hacia una atracción formada por cuerdas, rampas, redes y barras.

Hay tres niveles y una pequeña puerta bordea la parte inferior. Creo que el

objetivo de la carrera es llegar a la cima y después de nuevo hasta el

fondo.

—No creo que esté abierto —digo mientras Luke alcanza el pestillo

de la puerta.

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Con la mano en el bolsillo, comprueba por encima de su hombro y

empuja la puerta abierta con el pie.

—Oh, mira eso. Ahora lo está. —Camina dentro y nos hace señas

para que lo sigamos—. Vamos. No es más que un enorme parque infantil.

Además, estamos celebrando.

—¿Celebrando qué? —preguntamos Seth y yo al mismo tiempo.

Él sonríe y luego mira a Kayden.

—El final de la bruja mala. —Comienza a tararear una canción de El

Mago de Oz, mientras vuelve a la cortina de la entrada de la atracción.

Doy un paso primero, dado que ya he estado en el rollo

últimamente.

—¿Quién es la bruja mala?

—Creo que dejaré que él te lo explique. —Luke mira a Kayden antes

de meterse a través de la cortina de la entrada a la atracción.

Echo un vistazo por encima del hombro a Kayden.

—¿De qué está hablando?

Kayden se encoge de hombros mientras cierra la puerta.

—Luke está feliz de que Daisy y yo hayamos roto.

—Oh. —Trato de no sonreír y, finalmente, tengo que morderme el

labio inferior con fuerza—. Lo siento.

—No lo sientas. —Pone su brazo sobre mi hombro y retira la cortina

para mí—. En realidad, no es para tanto.

Parece que dice la verdad. Han estado saliendo siempre, pero él

parece contento.

Bajo mi cabeza y entro en la atracción, conteniendo la respiración

mientras las cortinas rozan contra la parte superior de mi pelo. Casi todo

está negro y el sonido de gritos y música suave se envuelven alrededor de

mí.

—¿Dónde estás? —Silbo con las manos por delante de mí y mis

codos bloqueados—. ¿Hola?

Unos ligeros parpadeos y entonces la cara de Luke aparece por

encima de la llama.

—Allá, vamos.

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Seth se acerca a mi lado, apenas una sombra en la oscuridad y

tintinea sus dedos delante de él.

—Oh, ¿vamos a hacer una sesión de espiritismo?

Luke mira a Seth como si estuviera loco mientras Kayden se mueve

hacia mi otro lado. Soy muy consciente de su cercanía y el olor de su

colonia. Me pone nerviosa, pero también emocionada por las infinitas

posibilidades.

—Y bueno, ¿cuál es el ingenioso plan? —pregunta Kayden, con su

aliento fluyendo a través de mi nuca—. ¿Vamos a destrozar el lugar?

—Vamos a... —El encendedor se cae de la mano de Luke y la

oscuridad se hace cargo—. ¡Ah, joder! Esto está caliente.

Pasan segundos, y entonces Seth enciende la pantalla de su

teléfono, lo que arroja una luz azul sobre nuestras caras. Luke asiente con la

cabeza mientras recoge el mechero y lo coloca en el bolsillo de la

sudadera con capucha, sacando su propio teléfono para usar la luz. Se

mete la mano en el bolsillo y saca una botella llena de un líquido dorado.

—¿Tequila? ¿De dónde demonios has sacado eso? —Los dedos de

Kayden rozan la parte baja de mi espalda, y yo ahogo un grito de

asombro arañando mi garganta.

—Lo compré en una de las ferias ambulantes. —Desenrosca la tapa

y olfatea el interior de la botella, haciendo una mueca pensativa—. Muy

bien, ¿quién está listo para que empiece esta fiesta?

La mirada de Seth pasa rozando sobre nosotros tres.

—¿De qué clase de fiesta estamos hablando? Porque

honestamente, yo intenté conseguir algo en la cabina de los boletos, pero

me distraje un poco por el oso.

—¿De verdad? —pregunto con entusiasmo y él asiente con los ojos

apremiantes.

Quiero abrazarlo, pero voy a hacerlo más adelante, cuando pueda

darme los detalles. Seth no ha salido con nadie desde Braiden y espero

que por fin esté listo para seguir adelante.

Luke toma un trago de la botella y sus hombros tiemblan cuando lo

traga.

—Quiero hacer un desafío.

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—Esta noche no hay desafíos. —Kayden hace una mueca, pero hay

una pizca de diversión en su voz—. Tenemos el entrenamiento de mañana

y los desafíos siempre terminan lastimándonos.

Mi cabeza se mueve bruscamente hacia él.

—¿Lastimándolos?

—Dios mío —dice Seth con un suspiro dramático—. Por favor, explica

que es eso del desafío.

—Es una larga historia. —Kayden hace un ademán con la mano y

mira a Luke—. Sólo sé que no querrás hacerlo.

—Estás enojado porque perdiste la última vez —dice Luke en tono

burlón—. Además, apuesto a que Callie se apuntaría. Parece fuerte para

ser una chica pequeña.

—Oye —empiezo a protestar cuando Luke toma otro sorbo—, no soy

tan pequeña.

Kayden aprieta mi lado y me estremezco.

—En realidad, eres muy pequeña, pero es bonito.

Cruzo los brazos sobre el pecho y respiro tranquilamente, sin saber

qué responder.

—Relájate, Callie —dice Kayden, un poco arrepentido—. Ahora, si

quieres hacer el desafío podemos hacerlo, pero no digas que no te lo

advertí.

Nunca he sido realmente una persona curiosa. Sólo hacía lo que

debía y me encerraba en mí misma, al menos desde mi duodécimo

cumpleaños, pero la curiosidad destelló dentro de mí.

—Tengo algo de curiosidad por ver de que van sus desafíos —digo y

Kayden parece muy contento, las comisuras de sus labios se arquean

mientras lucha por no sonreír, a pesar de que sólo había estado

protestando.

Luke toma otro trago de tequila y se limpia la boca con el brazo

cuando le pasa la botella a Kayden.

—Normalmente creamos una carrera de obstáculos, como correr,

saltar y todo eso. —Hace un gesto a la red que está encima de nosotros—.

Pero ya tenemos uno prefabricado aquí.

—¿Y qué? ¿Sólo corren? —pregunto cuando Kayden le pasa la

botella a Seth, pasando su brazo alrededor de mi espalda—. ¿Y qué

consigue el ganador?

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Seth inclina su cabeza hacia atrás y da un trago largo y fuerte.

—Maldición, esto está bueno.

—La satisfacción de ganar. —Kayden intercambia una mirada con

Luke.

Luke mira fijamente hacia arriba.

—Yo digo que el primero que llegue a la cima y regrese será el

ganador.

—Yo digo que esta vez el ganador le debe al otro un favor. —

Kayden pasa a mí alrededor y me dirige a un lado por los hombros—.

Como dejar que el otro tome prestada su camioneta cuando lo desee.

—Eso está bien —replica Luke—. Con tal de que si gano yo, pueda

montar esa motocicleta que no ha salido de tu garaje, cuando nos

vayamos a casa para Acción de Gracias.

—Es de mi hermano —afirma Kayden con un aumento notable en el

tono de su voz.

—Tú la montaste una vez —protesta Luke.

—Y me metí en problemas por hacerlo. —Su respiración es irregular y

la tensión se arremolina en el aire.

Él deja escapar un suspiro mientras Luke toma otro trago con un

desafío en sus ojos. He oído el término "exceso de testosterona", pero

nunca había sido testigo hasta ahora.

—Bien, tenemos un trato. —Kayden toma la botella de la mano de

Luke y echa la cabeza hacia atrás, vertiéndola en una boca llena de

tequila—. Pero no voy a dejarte ganar.

—Sí, ya lo veremos. —Luke le roba la botella y envuelve sus labios

alrededor de la parte superior, tomándose un trago.

—¿Sabes qué? —Seth arrastra los pies hacia la salida, mirando a su

teléfono—. Creo que voy a ir a buscar a la persona de la que estaba

hablando.

—De ninguna manera. —Kayden camina hacia él—. Tienes que

quedarte aquí y nombrar al ganador.

Seth agita su mano hacia él, restándole importancia.

—Nah, Callie puede hacerlo.

Kayden niega con la cabeza.

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—Callie está en el desafío, ¿recuerdas?

Me estremezco, preguntándome en qué me he metido.

—Tal vez debería quedarme aquí.

Kayden baja su rostro hacia el mío y las hebras de su cabello

castaño me hacen cosquillas en la frente.

—¿Pensé que ibas a demostrarnos que no eras pequeña?

Echo un vistazo hacia las redes y las cuerdas con duda.

—¿Cómo se supone que voy a hacer eso? No veo ninguna

posibilidad de ganar contra ustedes dos.

Se coloca el puño delante de su pecho con un brillo perverso en sus

ojos esmeralda.

—Con tus impresionantes habilidades de kick boxing.

Luke resopla una carcajada mientras derrama un poco de tequila en

el suelo.

—¿Qué?

Kayden baja su puño, mordiéndose el labio, con una mirada en sus

ojos que es muy abrumadora.

—¿Qué dices? ¿Puedes manejarlo?

Asiento con la cabeza, aunque no creo que pueda.

—Muy bien, ¿así que sólo trato de llegar primero a la cima?

Kayden se frota la mandíbula.

—Por supuesto.

Los sigo al último escalón, mientras se alinean con sus manos hacia

los lados y sus pies colocados para correr. Me siento bajita y pequeña

entre ellos.

Seth se encuentra cerca de las cortinas, mirando el reloj de su

pantalla.

—¿Quieren que sólo diga: “ya”?

Kayden asiente con la cabeza, sin apartar los ojos del túnel delante

de nosotros.

—Sí, cuando quieras. Estamos listos.

Seth mira a su reloj una vez y suspira.

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—¡En sus marcas, preparados, listos, ya!

Me apresuro mientras Luke empuja a Kayden y corre por el túnel.

Kayden se recupera y esquiva las escaleras, corriendo hacia abajo y

desapareciendo en la oscuridad. Echo un vistazo a Seth y hace un gesto

para que ponga mi culo en movimiento.

Camino rápidamente, bajando mi cabeza, y escuchando el sonido

de sus pasos que ya se encuentran por encima de mí. Agachándome más,

salgo fuera del túnel y entro una escalera de madera. Doy un paso hacia

arriba, cada vez un poco más inquieta por lo oscuro que está, pero

cuando me acerco al siguiente nivel, el resplandor del camino fluye

dentro.

Oigo el sonido de la voz de Kayden cuando grita algo y remonto mis

pasos hacia un puente. Este tiene red a los lados y una cuerda por una

barandilla. Hay tablas que allanan el camino hacia el otro lado y el piso se

balancea debajo de mis pies mientras subo. Se ha ido la tranquilidad y mi

adrenalina se dispara.

—Está bien, ¿por qué acepté esto? —murmuro para mis adentros.

Luego, respondo a mi propia pregunta—. Porque Kayden te miró con esos

ojos sexys. —Doy un paso adelante con mis palmas de las manos contra la

red para asegurar el equilibrio.

—Callie —susurra de repente Kayden—. ¿Qué estás haciendo?

Echo un vistazo por encima de mi hombro y luego me agarro a la

cuerda mientras el puente se sacude bajo mis pies.

—¿Dónde estás?

—Estoy aquí. —Su voz suena cerca.

Entrecierro los ojos en la oscuridad y luego salto hacia atrás. Está

directamente al otro lado de la red, mirándome, lo que significa que

probablemente me escuchó hablando conmigo misma y llamarlo sexy.

—¿Cuánto tiempo has estado allí? —Mi voz suena alta.

Deja escapar una risa baja y un escalofrío recorre mi cuerpo

retorciéndose en mi estómago, llenándome de calor. La sensación me

hace perder el equilibrio y mis mejillas se calientan.

—Crees que tengo los ojos sexys. —Sus dedos enhebran la red

mientras me mira fijamente a través de la oscuridad del otro lado.

—¿Oíste eso? —Mi cabeza cae hacia adelante para ocultar mi

mortificación.

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—Callie. —Su voz es profunda y ronca. Nunca he tenido a un chico

utilizando ese tipo de voz ante mí.

Levanto la barbilla y me encuentro con su intensa mirada.

—Lo siento. Pensé que estaba sola.

Cambio mi peso y la inestabilidad del suelo me lanza hacia delante.

Alcanzo la pared, entrelazando mis dedos a través de la red y mis nudillos

rozan los suyos. Nuestras caras están a unos centímetros. Puedo sentir su

aliento y el calor de su cuerpo. Si me inclinara un poco hacia adelante,

nuestros labios se tocarían.

—Quédate ahí —dice en voz baja y quita los dedos de la red.

Veo su silueta moviéndose a través de la oscuridad mientras camina

por el lado y gira la esquina, para estar de pie en el extremo. El suelo se

ondula bajo sus pasos y él se aferra a la barandilla, dirigiéndose

directamente hacia mí.

No tengo ni idea de lo que va a hacer cuando me alcance, pero la

intensidad en el aire y la forma en que sus largas piernas se mueven con

determinación me hacen pensar que va a ser algo que nunca antes he

experimentado.

Giro mi cuerpo hacia él y encajo mis dedos a través de los agujeros

de la red, de espaldas a la pared, y mis brazos doblados al lado de mi

cabeza. Está tan oscuro que no puedo ver el contorno de su rostro, pero

de vez en cuando las luces se mueven desde fuera brillando en sus ojos.

Estamos respirando violentamente, nuestros pechos agitados

mientras se detiene frente a mí.

—Tengo una confesión que hacer. —Pone una mano en el costado

de mi cabeza y se agarra a la red—. Esto fue un montaje.

Lamo mis labios nerviosamente.

—¿El qué?

—Todo eso del desafío. Lo hice para que estuvieras aquí sola. —Su

otra mano agarra la red, por lo que mi cabeza está confinada entre sus

brazos. Mi corazón baila dentro de mi pecho cuando susurra—: Lo siento

mucho.

Se inclina, cerrando los ojos, y por un segundo contemplo correr.

Tengo los ojos abiertos hasta el último segundo, y luego aspiro el aliento

cuando sus labios tocan los míos. Mis rodillas ceden cuando su lengua se

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adentra profundamente dentro de mi boca y me agarro a la red para

evitar caer.

Sin dudar ni vacilar, desenredo mis dedos de los agujeros, y deslizo

mis manos por su pecho, envolviéndolas alrededor de su cuello. Su aliento

caliente se mezcla con la pasión y el tequila y aplasta su pecho contra el

mío. Un suspiro se escapa de mis labios cuando sus palmas calientes se

mueven por mi espalda. Empuja su lengua profundamente en mi boca y

agarra mis caderas, atrayéndome más cerca mientras el suelo se

balancea bajo nuestros pies.

Es mi primer beso de verdad, uno que no me fue quitado y sostenido

dentro de la mano de alguien más. Pensé que estaría más asustada, pero

algo de los nervios que vuelan a través de mi cuerpo están impulsados por

la emoción de su lengua dentro de mi boca.

Sus manos se deslizan desde las caderas hasta el perímetro de mi

trasero. Me estremezco, empezando a entrar en pánico, pero intensifica el

beso y su lengua se mueve más rápida y con más determinación. Sus

dedos se enredan en mi pelo, tirando de mi cabeza hacia atrás, por lo que

puede buscar en mi boca más a fondo, y me pierdo en el momento. Sus

dedos se deslizan por debajo de mis muslos, y agarra con fuerza mis

piernas mientras me lanza hacia arriba y presiona mi espalda contra la

pared. Insta a mis piernas alrededor de su cintura y cruzo mis tobillos

alrededor de su espalda, pegándome a él.

Mi labio inferior tiembla cuando siento su dureza entre mis piernas. Es

alucinante. Y me asusta demasiado.

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Kayden

Es más inexperta de lo que pensé. Sus manos tiemblan mientras sus

dedos se enredan por mi cabello y su labio inferior tiembla mientras lo

masajeo con mi lengua. Fracasé totalmente con mi plan de mantenerme

alejado de ella, pero aquella decisión fue tomada en el segundo que Luke

sugirió el estúpido plan de desafíos que solíamos hacer para engañar a las

chicas en ir bajo las gradas a besuquearse con nosotros.

Me doy cuenta en el momento en que mis labios tocan los suyos que

el día que ella vino corriendo hacia la casa de la piscina para salvar mi

culo con las piernas temblando, pero su voz segura, que algo cambió

dentro de mí. No tengo ni idea de lo que es, pero sé que la quiero, tan en

serio y nunca he querido a nadie. No así. Es lo mismo que querer

dependencia y eso no es lo que estoy buscando en mi jodida vida.

Siento profundamente su cuerpo, chupando su lengua en mi boca, y

deja escapar el gemido más sexy que he escuchado mientras recorre sus

dedos por los lados de mi cara y agarra la tela de mi cuello. Aparto mi

boca de la suya, pero sólo para arrastrar suaves besos desde la comisura

de su boca, bajo su mandíbula, hacia el arco de su cuello. Mi polla

presiona contra ella y su calor se irradia a través de mis vaqueros. Se siente

tan jodidamente bien.

—Oh Dios mío... —Deja escapar un alegato combinado con un

gemido cuando mi mano se desliza hasta su pecho y lo sostengo. Su

pequeño cuerpo tiembla en mis brazos y juro que voy a perderme en ese

mismo momento. Nunca me he sentido así antes, con nadie. Va contra las

reglas de la supervivencia.

—Callie. —La voz de Seth deriva de algún lugar—. ¡Tenemos que

irnos!

No estoy dispuesto a dejarla ir todavía y permitir que el mundo se

ponga al día conmigo. Agarro su cintura, con el deseo de sólo poder

quedarnos aquí, en silencio. Mi cabeza se inclina hacia abajo mientras

respiro pesadamente contra su cuello, con su pecho subiendo y bajando

en mi cara mientras trata de recuperar su respiración.

—Kayden. —Su voz es suave, cautelosa, como si sintiera que algo

está mal—. Creo que tenemos que volver a bajar.

Asiento con la cabeza, inhalo por la nariz, y elevo mi cara lejos de su

pecho. Bajo sus piernas al suelo y nos dirigimos de nuevo a través del

puente sin hablarnos. Cuando llegamos a la parte inferior y nos

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escabullimos de la cortina, Seth y Luke están esperando con un par de

chicos con vaqueros raídos y camisetas desgarradas.

—No se puede estar ahí arriba —dice el más alto, escupiendo algo

desagradable en el suelo.

—Ya nos íbamos —murmuro mientras los empujo y marcho hacia el

aparcamiento, dando pasos tan largos como sea posible, queriendo dejar

todo atrás.

Cuando llego a la camioneta, la noche golpea en mi pecho, el

coqueteo, el juego, la manera en que se sintió cuando la toqué, y cómo

reaccionó. Siento todo y tengo que sacarlo de mí.

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9 #43 Enfrenta tus miedos y diles: vete a

la mierda.

Traducido por Juli_Arg

Corregido por Itxi

Callie onduzco a casa con Seth desde la ferie. Kayden parece que

está a punto de vomitar, así que no hago demasiadas

preguntas cuando dice que tiene que conducir de nuevo

con Luke y terminar la noche.

Cuando llegamos a la puerta, la bufanda roja está sobre el pomo

otra vez y frunzo el ceño. Seth y yo no decimos nada mientras caminamos

por el patio del campus en el aire frío y entramos en su habitación vacía.

Se hunde en la cama y comienza a desatarse las botas mientras me quito

mis zapatillas.

Me quedo de pie en medio de la habitación, recordando cada

detalle de lo que pasó. La forma en que las manos de Kayden me tocaron,

la sensación de sus labios, como se sintió tan increíblemente bien.

—¿Quieres compartir de que se trata esa extraña mirada en tu

rostro? —Seth patea las botas en la esquina y se acuesta en su cama, con

las manos metidas detrás de la cabeza.

Me acuesto a su lado y descanso mi mejilla en la almohada. —¿De

verdad quieres saber?

Me mira desde la esquina de sus ojos. —Claro que sí. Te ves como si

estuvieras drogada —Hace una pausa, apoyándose en el codo mientras

C

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gira a su lado—. Espera un minuto. ¿Es eso lo que estabas haciendo ahí

arriba? ¿Drogándote?

Aplasto su brazo. —No... Estábamos... besándonos.

Se ríe de mí. —Dices eso como si fuera tan malo.

Me encojo de hombros, concentrándome en mis uñas. —Se siente

como si debería ser malo... la última vez que alguien me dio un beso así es

como se sintió.

Sacude la cabeza y suspira. —Eso es porque la última vez estaba

mal, pero no esta vez. Ahora estaba bien y ambos lo querían. ¿Cierto?

Asiento con la cabeza lentamente, tratando de contener una

sonrisa, pero se cuela de todas formas. —Fue un beso muy bonito.

Se levanta sobre sus rodillas y pone sus manos en la parte superior de

sus piernas. —Está bien, dime cómo fue. ¿Qué hacías? ¿Y cómo ocurrió?

Me siento y me apoyo en la cabecera de la cama de madera. —Me

dijo que lo del reto era para dejarme sola.

Seth rueda sus ojos castaños. —Bueno, obvio. Yo sabía que

tramaban algo.

—¿En serio? —Me siento estúpida—. Pensé que estaban siendo

chicos.

—Oh, sí —Me asegura—. Relájate, todo fue por diversión y te besó

como si estuviera tratando de hacerlo toda la noche.

Pongo la almohada en mi regazo, reviviéndolo una y otra vez en mi

mente. —Sí, ¿pero Kayden parecía un poco arrogante cuando nos fuimos?

Seth se encoge de hombros. —Parecía cansado, pero no arrogante.

Doy un tirón a la liga de mi pelo, lo recojo en un moño desordenado,

y aseguro la goma que lo rodea. —¿Qué pasó con ese chico con el que

hablabas?

Extiende su mano en el bolsillo y saca su teléfono. Sacudiendo la

pantalla con el dedo, me lo muestra a mí. —Tengo su número.

—Estoy tan feliz por ti —Inclino mi espalda contra la cabecera—.

¿Vas a salir con él?

—Tal vez —Deja caer el teléfono sobre la mesa a los pies de la cama

y luego se acuesta de nuevo, mirando el cuadro en la pared—. Dios, fue

una gran noche.

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Deslizo mi cuerpo hacia abajo y me tumbó en la cama, mirando al

techo. —Realmente lo fue.

Y en ese momento, lo digo en serio.

Me despierto en medio de la noche, goteando de sudor, incapaz de

decir dónde diablos estoy. El sonido de la respiración pesada se desplaza

hacia arriba desde el cuerpo caliente acostado a mi lado. Me incorporo,

parpadeando en torno a la oscuridad, aferrándome a las sábanas,

jadeando febrilmente, tratando de sacudirme el sueño.

—Callie, escúchame —dice—. Si le dices a alguien sobre esto, te vas

a meter en problemas y voy a tener que hacerte daño.

Mi pequeño cuerpo tiembla, mis músculos están doloridos, y mi

cuerpo y mente están heridos. Las lágrimas manchan mis ojos al parpadear

en mi techo de la habitación con las manos sin vida a mi lado, mis dedos

agarrando el edredón.

—Callie ¿me entiendes? —Su cara está roja y el tono de su voz es

aguda.

Asiento con la cabeza, incapaz de hablar, agarrando las sábanas

con más fuerza.

Se levanta de encima de mí y se sube la cremallera de los

pantalones, y luego retrocede hasta la puerta, poniéndose un dedo a los

labios. —Este es nuestro pequeño secreto.

Cuando desaparece por la puerta, jadeo en busca de aire, pero mis

pulmones no funcionan. No puedo respirar. Dejando de lado la manta,

tropiezo de la cama y corro al baño, inclinando mi cabeza sobre la taza

del inodoro. Lanzo mis entrañas hasta que mi estómago está vacío, pero

todavía me siento sucia por dentro, estropeada, putrefacta, asquerosa. Me

está matando, carcomiendo mi interior y tengo que salir.

Meto mi dedo en la garganta, desesperada por deshacerme de ello.

Empujo y vomito hasta que me sangra la garganta y las lágrimas se

deslizan por mis mejillas. Mis hombros tiemblan cuando me quedo mirando

el rastro de sangre en el suelo y escucho los sonidos de los niños afuera,

riendo y jugando al escondite y al ratón.

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Tomo aire, arrastrando mis uñas por el cuello. —Vete. Vete —susurro y

Seth deja escapar un sonoro ronquido.

Salto de la cama y busco mis zapatos por el suelo, necesitando

deshacerme de los sentimientos que comienzan a surgir. Pero no puedo

encontrar mis zapatos. Está muy oscuro. Doy un tirón en el pelo queriendo

arrancarlo y grito.

Finalmente, me doy por vencida y salgo descalza a hurtadillas por la

puerta. El pasillo está vacío y corro hasta el final del mismo donde están los

baños. Encerrándome en el más apartado, me arrodillo sobre el duro piso

de azulejo frío, apoyo mi cabeza en el inodoro, y meto mi dedo en mi

garganta.

Cuando el vómito emerge, empiezo a sentirme mejor. Sigo

empujando y empujando hasta qué alcanzo el final y mi estómago está

vacío. La calma se apodera de mí mientras recupero el control.

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Kayden A la mañana siguiente, después de que Callie y yo nos besuqueamos

en el juego de la selva, me despierto con la mente repleta de un montón

de mierda. Salgo de la cama y comienzo a empacar una bolsa,

empujando algunas camisas y un par extra de pantalones vaqueros.

Entonces cierro la cremallera y balanceo el asa sobre mi hombro.

Luke está acostado en su cama, boca abajo y le sacudo el hombro.

Se da la vuelta con los puños hacia arriba, listo para darme un puñetazo

en la cara. —¿Qué diablos?

—Oye, necesito un favor —Recojo mi billetera y el teléfono de la

cómoda.

Se relaja. —¿Qué favor? ¿Y por qué tienes una maleta?

—Necesito que me prestes tu camioneta —Ajusto la bolsa en el

hombro—. Por unos días.

Parpadea una vez más, aún dormido mientras saca su reloj de la

mesilla de noche. —¿Qué hora es? —Se frota los ojos y luego me mira

boquiabierto—. Son las seis en punto de la maldita mañana. ¿Estás loco?

—Tengo que irme de aquí por un tiempo —le digo—. Necesito

despejar mi cabeza.

Suspirando, se sienta. —¿A dónde vas?

—Vuelvo a casa —digo, sabiendo que es estúpido volver, pero es

todo lo que sé. No hay otro sitio para mí y estar aquí significa tratar con

mierda que no puedo tratar y Callie se merece algo mejor—. Pensé en ir a

ver a mi mamá y asegurarme de que todo está bien allí.

Se frota la frente y mira hacia el sol levantándose sobre las

montañas. —¿Sabes que me voy a quedar tirado aquí si tomas mi camión?

¿Qué se supone que debo hacer? ¿Quedarme aquí todo el fin de

semana?

—Puedes pedir prestado el auto de otra persona. —Me doy la vuelta,

en busca de las llaves y las recojo de la mesa.

—Creo que le pediré aventones a Seth —Frunce el ceño—. Maldita

sea. Más vale que sea importante.

Mi estómago se tensa. —Lo es. De hecho, es un poco de una

cuestión de vida o muerte —Salgo por la puerta sin decir una palabra más,

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las vendas debajo de mi camisa ocultas, pero siento el dolor. Es todo lo

que siento.

Conducir de vuelta a casa es una jodida decepción, pero si me

quedo en el campus, voy a querer estar cerca de Callie y no es saludable

para nosotros dos. Es lo único que sé. Vuelvo a casa, con la esperanza de

poder aclarar mi cabeza.

Al aparcar el camión en el frente de la casa de dos pisos, cada

recuerdo corre de nuevo a mí. Los puños, los golpes, los gritos, la sangre.

Todo está conectado a mí, como las venas bajo mi piel y las cicatrices en

mi cuerpo, junto con la casa, y lo que hay dentro de ella, es todo lo que

tengo.

Me toma un segundo reunir el valor para abrir la puerta de la

camioneta. Mis botas aterrizan en un charco cuando salgo. Inclinándome

en el interior, tomo mi bolsa del asiento del pasajero, y cierro la puerta.

Poniéndola por encima de mi hombro, me dirijo hasta el camino bordeado

de rojas y verdes plantas silvestres. Las hojas de los árboles se han caído, y

el hijo del vecino está fuera, limpiándolas de la hierba.

Cada año, mi mamá paga a alguien para que venga a limpiarlas,

porque mi papá las odia en el patio. Están muertas y sin sentido y lucen

como la basura, dice.

Lo saludo con la mano mientras troto por las escaleras hasta el

pórtico delantero. Me congelo frente al mosquitero, tomo una respiración

profunda y doy un paso dentro. Está exactamente igual que cuando me

fui. No hay polvo en las imágenes en el vestíbulo o sobre la barandilla que

conduce arriba. El piso ha sido pulido, el cristal de las ventanas está limpio.

Me acerco a un retrato familiar que cuelga en la pared más lejana y

entrecierro los ojos.

Mi mamá y mi papá están sentados en el centro, y mis dos hermanos

mayores y yo nos encontramos alrededor de ellos. Estamos sonriendo y nos

vemos como una familia feliz. Pero a Tyler le falta un diente donde se

golpeó la cara con la mesa cuando mi papá lo estaba persiguiendo.

Dylan tiene un aparato ortopédico en su muñeca al caerse de un árbol

cuando se subió allí para esconderse de mi padre. A pesar de que no se

ve en la foto, tengo una contusión en la espinilla del tamaño de una

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pelota de béisbol de ser golpeado por mi papá después de que

accidentalmente derrame cereales en todo el piso.

Me pregunto por qué nadie cuestionó nuestras heridas, pero tal vez

porque siempre jugábamos deportes. Tan pronto como tuvimos la edad

adecuada, fuimos anotados a los equipos de futbol y beisbol, y cuando

fuimos un poco más viejos, al baloncesto y rugby. Estas fueron buenas

excusas que mi mamá con mucho gusto decía.

Pensé en decirle a alguien un par de veces cuando tuve edad

suficiente para que mi cerebro pudiera captar la idea, pero el miedo y la

vergüenza me lo impidió. Además, empecé a hacer oídos sordos a una

edad temprana. Después de todo, el dolor era sólo dolor. Puedo vivir con

el dolor. Esa es la parte fácil de la vida. Es todo lo demás, la felicidad, la

risa, el amor, lo que es jodidamente complicado.

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Callie —Estoy nerviosa por ver a Kayden —admito a Seth mientras me

acompaña a mi habitación. Ninguno de nosotros tiene clase esta mañana,

así que decidimos ir a desayunar, sólo él y yo, así hablamos.

Afortunadamente, la bufanda no está en el pomo de la puerta y al

abrir la puerta, Violet no está en la habitación. Aunque dejó las latas de

refrescos en todas partes y hay un bocadillo desagradable en el escritorio.

—¿Puedo hacer una sugerencia? —dice Seth, observando la cama

deshecha de Violet—. Por favor, rocía desinfectante en todas partes.

—Sugerencia tomada —agarro una camisa a cuadros y un par de

pantalones vaqueros de la cómoda—. ¿Puedes salir para que pueda

cambiarme?

Asintiendo, va hacia la puerta. —Date prisa, me muero de hambre.

Cuando cierra la puerta, me deslizo fuera de mi camisa que huele a

algodón de azúcar mezclado con humo de cigarrillo. Aspiro el aroma,

recordando cómo se sentía cuando Kayden me besó, antes de tirar la

camisa en la cama y colocar los brazos por las mangas de una camisa a

cuadros. Me pongo un par de pantalones vaqueros y luego agarro un

cepillo para peinar mi pelo, pero hago una pausa, pensando en mis

miedos y cómo Seth me dijo esta mañana que yo les diga: váyanse al

diablo.

Después del incidente de anoche, antes de regresar a la habitación

de Seth y volver a la cama, me prometí que nunca volvería a suceder.

Cuando me desperté, me sentí mejor.

Deslizo el elástico y dejo mi pelo suelto hasta los hombros. —Puedes

hacer esto —murmuro, agarrando mi bolso—. Lo has hecho con un chico

por el amor de Dios.

Cuando salgo por la puerta, hay una sonrisa en mi cara, pero mi

felicidad se desvanece cuando veo a Seth hablando con Luke, y ninguno

de ellos se ve feliz. Luke lleva los pantalones vaqueros y una ajustada

camiseta negra. Es un montón de negro, pero funciona para él.

Cuando Seth atrapa mis ojos, su expresión está llena de simpatía y

compasión.

Mis cejas se unen mientras camino hacia ellos. —¿Qué ocurre?

Luke tiene una mirada culpable en su cara mientras se da la vuelta.

—Hola, Callie, ¿qué pasa?

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Juego con los mechones de mi pelo, metiéndolos detrás de mi oreja.

—No mucho. Seth y yo planeábamos salir para desayunar algo.

—Sí, estábamos hablando de eso —Luke se apresura hacia atrás por

el pasillo, como si estuviera desesperado por alejarse de mí—. Le pedí a

Seth si podía tomar prestado su coche, pero debe encontrarse con alguien

más.

—¿Por qué? ¿Dónde está tu camión? —pregunto, y sus hombros se

endurecen a medida que se detiene en el centro de la sala.

—Kayden lo llevó a alguna parte —Me saluda con la mano, antes de

girar sobre sus talones y alejarse rápidamente—. Los veré más tarde—

Desaparece entre un grupo de animadoras, vestidas con sus uniformes.

Me dirijo a Seth, confundida. —¿Qué fue todo eso?

Me mira contemplativamente, luego suspira y enlaza su brazo con el

mío. —Tenemos que hablar.

Salimos al aire fresco del otoño y bajo el cielo nublado. La vivacidad

del patio del campus nos rodea y hojas amarillas y naranja pasan rozando

a través de la hierba moribunda.

—¿Vas a decirme por qué me miras como si estuvieras a punto de

decirme que mi perro ha muerto? —pregunto mientras bajamos de la

acera y caminamos sobre el asfalto del estacionamiento.

Mira a la izquierda y la derecha, antes de apresurarse hacia su

coche. —Tengo algo que decirte y no sé cómo vas a tomarlo —Libera mi

brazo y nos separamos, yendo a lados opuestos del coche.

Una vez que entramos y cerramos la puerta, gira la llave en el

encendido y hace una pausa mientras se desplaza a través de sus listas de

reproducción en un iPod. —Kayden tomó prestado el camión de Luke —

Una canción aparece mientras coloca la parte posterior del iPod en el

salpicadero—. Para volver a casa por unos días.

Sujeto el cinturón de seguridad por encima de mi hombro. —Está

bien, ¿por qué estás actuando raro?

Mete la palanca de cambios en reversa y mira por encima del

hombro mientras se retira de la plaza de aparcamiento. —Bueno, porque

él no dijo nada —Endereza el volante y el coche se une a la carretera—.

Espera un minuto. ¿Te lo ha dicho?

—No, pero ¿por qué iba a hacerlo? Apenas nos conocemos el uno

al otro.

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—Callie, te besuqueaste con él anoche y lo dejaste manosearte.

—Oye, te lo conté en confianza.

Levanta los dedos hacia arriba del volante. —Relájate, sólo estoy

señalando que ese fue un gran paso para ti, un paso importante. No lo

harías con cualquier tipo.

—Me gusta Kayden —admito—. Pero eso no significa que tenga que

decirme todo lo que hace. No soy su novia.

—¿Y qué? —Seth baja el volumen de la música—. Debería haber

dicho algo en vez de simplemente irse. Sabía que probablemente querrías

verlo. Sabes su secreto más oscuro, Callie, que es la parte más difícil sobre

llegar a conocer a alguien.

Está citando su Psico 101 sobre mí, así que me cruzo de brazos y miro

por la ventana, mirando las hojas golpear en la calle y en la cuneta.

Cuando regreso a mi habitación más tarde ese día, escribo hasta

que mi mano me duele, tengo que sacarlo, pero sólo me atrevo a decirlo

a una hoja de papel en blanco. No hay acusaciones con la escritura, ni

juicio, ni vergüenza, sólo libertad. Mientras el lápiz toca el papel, por un

momento, estoy viva.

El día que cambié es como una cicatriz. Está ahí, un recuerdo en mi

mente, algo que siempre recuerdo y nunca podré borrar. Fue una semana

después de mi fiesta de cumpleaños. Me encerré en el baño y me quedé

mirándome en el espejo por una eternidad. Me encantaba cómo me veía,

la longitud de mi pelo, ideal para trenzar. Siempre había sido pequeña

para mi edad, pero de repente yo quería ser más pequeña, invisible. Ya no

quería existir.

Tomé un par de tijeras del cajón y sin siquiera pensarlo, comencé el

desastre de mi cabello largo y castaño. Ni siquiera me molesté en tratar de

hacer que luciera bien, sólo corté, incluso cerrando los ojos a veces,

dejando que el destino siga otra vez, como lo había hecho con mi vida.

—Mientras más fea, mejor —susurré con cada recorte.

Cuando terminé, no me veía como yo. No había estado durmiendo

muy bien y mis ojos azules tenían círculos oscuros debajo de ellos y mis

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labios estaban agrietados por la deshidratación de todo el vómito. Me

sentí fea y el pensamiento formó una pequeña sonrisa en mi cara, porque

sabía que nadie me miraría ni querría acercarse a mí de nuevo.

Cuando entré en la cocina, con la chaqueta de mi hermano y el par

de vaqueros más holgados que pude encontrar, todo el color desapareció

de la cara de mi madre. Mi padre había estado comiendo su desayuno en

la mesa y me miró con horror en sus ojos. Mi hermano y Caleb me miraron

también, haciendo muecas de rechazo.

—¿Qué demonios te ha pasado? —dijo mi hermano con los ojos muy

abiertos.

No le respondí. Me quedé allí, parpadeando hacia él, deseando

poder ser más pequeña.

—Oh, Dios mío, Callie —respiró mi mamá, con los ojos tan abiertos

que parecían canicas—. ¿Qué has hecho?

Me encogí de hombros y agarré la bolsa del pomo de la puerta. —

Me corté el pelo.

—Te ves... te ves… —Tomó una respiración profunda—. Te ves

horrible, Callie. No voy a mentir. Te has arruinado.

Estoy más arruinada de lo que crees, quería decirle. Pero me miraba

con asco, como si deseara por un segundo que yo no exista y sentí

exactamente lo mismo. Reprimí todo, sabiendo que nunca podría decirlo,

que me miraría con más odio y repugnancia si se lo dijera.

Durante los primeros años de mi confusión, ella trató de entender. Y

le di crédito por eso. Hacía preguntas, me llevó a hablar con un consejero,

quien le dijo que yo actuaba así porque necesitaba más atención. Él era

de un pueblo pequeño y no tenía idea de lo que hablaba, aunque no

traté de ayudarle a entender tampoco. No quería que supiera lo que vivía

en el interior. En ese momento, todo lo bueno y limpio había sido

estropeado y estaba podrido como los huevos dejados fuera en el sol.

Lo que pasa es que a mi madre le gustan las cosas felices. Odia ver

las cosas malas en las noticias y se niega a verlo. No lee los titulares de los

periódicos y no le gusta hablar sobre el dolor en el mundo.

—El hecho de que el mundo esté lleno de cosas malas, no significa

que tenga que dejar que me domine—Era que me decía todo el tiempo—.

Merezco ser feliz.

Así que dejé a mi vergüenza poseerme, matarme, marchitarme lejos

en mil escamas muertas, sabiendo que si lo guardaba todo, nunca tendría

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que aprender la suciedad que había siempre dentro de mí, lo malo, lo feo,

lo torcido. Podía seguir viviendo su vida feliz, como se merecía.

Con el tiempo, dejó de hacerme tantas preguntas y empezó a

decirle a todo el mundo que yo sufría de angustia adolescente, al igual

que el terapeuta le dijo.

La oí decir al vecino una vez, después de que me acusó de robar sus

gnomos de jardín, que no era una niña mala. Que un día, crecería y miraría

hacia atrás a la etapa tonta que pasé encerrada en mi habitación,

escribiendo palabras oscuras, usando delineador excesivo y ropa holgada

como algo que desearía nunca haber hecho. Que me arrepentiría de mi

adolescencia solitaria, aprendería de ello y me convertiría en una hermosa

mujer que tenía un montón de amigos y sonreiría al mundo.

Pero de lo único que me arrepiento—siempre me arrepiento— es

entrar en mi habitación en mi duodécimo cumpleaños.

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10 #49: Se sincero contigo mismo

Traducido por Mery St. Clair

Corregido por Deeydra Ann

Kayden e estado en casa durante dos días, he regresado al lugar del

cual escape. Mi padre aún no ha llegado, pero tengo miedo

de él, como cuando era un niño.

—¿Por qué diablos dejaste ese pedazo de porquería estacionado

frente a la casa? —pregunta cuando entra en la cocina. Viste un traje a

pesar de que no tenía que trabajar hoy. Sólo le gusta parecer importante.

—Porque la cochera estaba llena. —Unto la mantequilla en mi

tostada lo más silenciosamente posible, porque sé que mi papá odia el

ruido que hace el cuchillo contra el pan seco.

—Me importa una mierda —Abre el armario y saca una caja de

cereal—, quítalo de allí. Hay manchas de aceite por todo el camino.

—De acuerdo —Le doy un mordisco a mi tostada—, encontraré un

lugar para estacionarlo.

Da un paso frente a mí y me congelo. Sus ojos verdes son duros, la

mandíbula tensa, con una expresión indiferente. —Creo que se te olvidó

algo.

Fuerzo el pan en mi garganta a bajar. —De acuerdo, señor,

encontraré un lugar para estacionarlo.

Me intimida con la mirada un segundo más, antes de retroceder. —Y

será mejor que vuelvas y limpies las migajas del mostrador.

Exhalo a través de mi nariz mientras me dirijo hacia la puerta. —Sí,

señor.

H

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Saca un tazón del lavavajillas y me apresuro a salir de la casa. ¿Por

qué no puedo golpearlo? Lo pensé un par de veces cuando era más

joven, pero siempre tuve miedo de que tomara represalias veinte veces

más. Cuando me hice mayor y más grande, algo dentro de mí murió y no

me importó realmente. Dejé que me pateara, me golpeara, deseando

que finalmente sacara todo dentro y terminara.

Es decir, hasta la noche que casi lo logro y Callie se presentó y me

salvó.

Suena mi celular y lo saco de mi bolsillo para ver el nombre de Daisy

aparecer en la pantalla.

—¿Qué? —respondo, bajando corriendo los escalones del pórtico.

—Hola —dice con la voz aguda que usa cuando está con sus

amigas—. ¿Cómo está mi chico favorito?

—Bien.

—¿Qué? ¿No estás emocionado de saber de mí?

—Supe de ti hace unos días —digo—, cuando dejaste muy en claro

que ya no éramos pareja. O en realidad, cuando Luke me dijo que estabas

acostándote con otro.

—Dios, él tiene algo contra mí. —Lloriquea—. Es como si quisiera

separarnos. Nunca entendí por qué eras su amigo. Ni siquiera es como tú.

—¿Qué es lo que quieres, Daisy? —Mi tono es duro mientras camino

por el césped hacia la vieja camioneta, metiendo a mi boca lo último de

la tostada.

—Quiero que me lleves al baile, como prometiste.

—Lo prometí cuando estábamos juntos.

Suspira dramáticamente. —Mira, sé que estás enojado conmigo,

pero no tengo una cita y he sido nominada a la reina del baile. La última

cosa que quiero hacer es estar sola cuando digan mi nombre.

—Estoy seguro de que hay un montón de chicos que estarán

encantados de llevarte al baile. —Y luego meterse en tus bragas.

—Pero quiero que tú me lleves —Se queja—. Por favor, Kayden,

necesito que hagas esto.

El teléfono vibra y me detengo en el borde del patio, cambiando

rápidamente la pantalla para leer el mensaje de texto.

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Callie: Quería saber si estabas bien. Luke me dijo que regresaste a

casa. Si necesitas algo, házmelo saber.

Sacudo la cabeza al leer su mensaje tan dulce. Está preocupada por

mí. Nadie nunca se ha preocupado por mí antes.

—Maldición, no puedo hacer esto —murmuro, pateando el suelo—.

No puedo estar contigo.

—Sí, si puedes —dice Daisy—, todo lo que tienes que hacer es pasar

por mí a las siete.

No hablaba con ella, pero eso no importa. Necesito una distracción.

—Bien, te llevaré, pero no iré a ninguna fiesta después.

Colgamos y tuve una sensación repugnante en el estómago. Decido

sacar el auto de la calle, casi hacia el Este de la autopista, hacia el

campus. Pero mientras bajo la mirada a las cicatrices en mis nudillos me

dirijo al Oeste, hacia la ciudad para estacionar la camioneta en algún

lugar y luego conducir de regreso a casa para llevar a Daisy al baile.

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Callie —Es sábado por la noche —dice Seth y pasa un poco de gel por su

cabello—, tienes que salir conmigo. No hay manera de que te deje

quedarte aquí.

—Estaré bien. —Levanto una pila de libros de texto buscando mi

cuaderno. Honestamente, me siento un poco triste después de que

Kayden no contestara mi mensaje. Sin embargo, era probable que

estuviera ocupado—. Le estás dando demasiada importante al asunto de

Kayden.

Se sienta frente a la computadora, girando la silla mientras se

desplaza a través de su página de Facebook. —No has quitado esa

mirada de cachorrito triste estos últimos dos días.

Dejo caer la pila de libros y pongo las manos en mis caderas. —

¿Dónde diablos deje mis notas?

—Las dejaste en tu habitación —dice—. Recuerda que las dejamos

allí mientras… —Se calla y luego rápidamente cierra la ventana. Cuando

gira la silla para mirarme, sus ojos marrones se iluminan—. Tengo una idea

brillante. ¿Por qué no salimos tú y yo? Puedo cancelar mi cita con Greyson

y tu y yo podemos ir a ver esa tonta película que has querido ver.

Me siento en su cama. —De ninguna manera. No arruinare la primera

cita que tienes en mucho tiempo.

—Por favor, Callie, sólo sal conmigo y divirtámonos un poco.

Me recuesto sobre mis codos. —¿Qué te pasa? Pareces un bicho

raro.

—Es porque soy un bicho raro. —Se levanta de la silla sin mirarme y

empuja las cajas a un lado con su pie para así poder abrir la puerta del

armario—. Creo que debo decirte algo que quizá te moleste, pero siento

que debes saberlo.

—De acuerdo… ¿Sobre qué?

Descuelga una percha del armario y toma su chaqueta. —¿Sabes

qué? Salgamos y hagamos algo loco.

Me siento en la cama y me levanto. —Seth, por favor, dime qué está

pasando. Me preocupas.

Suspira, echándose hacia atrás para regresar la percha dentro del

armario. —Por favor, no dejes que esto arruine tu progreso, pero mientras

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estaba en Facebook, vi que Kayden escribió en su muro que estaba con

Daisy McMillian e iban hacia el baile.

Muerdo mi lengua hasta que duele. —De acuerdo.

Sube la cremallera de su chaqueta y recoge las llaves del escritorio.

—¿No quieres cambiar de opinión antes de que me vaya?

Tomo mi mochila de la cama. —Creo que sólo iré a mi habitación y

estudiaré.

—Callie, yo…

—Seth, estaré bien. Ahora, tu cita y tú tienen mucha diversión por

delante.

Salgo de su habitación antes de que intente persuadirme. No estoy

segura de cómo sentirme por Kayden. Pensaba que conseguí llegar a

alguna parte con mi vida. Pensé que podía oler las posibilidades en el aire.

Supongo que estaba equivocada.

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Kayden Me deslizo en mi dormitorio en medio de la noche, todavía usando el

esmoquin con mi mochila en la mano. Cuando enciendo la luz, Luke se

sienta, parpadeando y sacudiendo la cabeza.

—Bien, tenemos que llegar a un acuerdo en el que dejes de

despertarme. —Estudia mi esmoquin—. ¿Así que lo de Facebook era

cierto? ¿De verdad fuiste con ella?

—No, la recogí y mientras me descuidé, ella tomó mi teléfono y

publicó eso en mi cuenta.

—¿No fuiste al baile con ella? ¿Sólo así? ¿Te vestiste de etiqueta sólo

por diversión?

Desabroché el botón de mi cuello. —No, estaba en el

estacionamiento y entonces tuve una revelación.

Mira hacia el reloj. —He escuchado que las revelaciones cambian

vidas.

Me quito la chaqueta y la lanzo al suelo. —Esta podría ser una de

esas… creo. Y estarás muy feliz al respecto.

—¿De qué hablas?

—Descubrí que Daisy es una perra.

Sonríe. —Por fin. Te tomó bastante tiempo. Pero sabes, eres un poco

lento.

Me siento en la cama y comienzo a desatar mis zapatos.

La revelación fue realmente sencilla. Durante el trayecto a la

escuela, Daisy parloteaba sobre el desastre que el manicurista le hizo a sus

uñas. Siguió divagando y así comencé a notar pequeños detalles de ella,

como la forma en que arrugaba su nariz cuando hablaba o la sequedad

de su cabello. Siguió haciendo ese sonido agudo con su voz y cuando se

inclinó para tocar mi pierna, sentí que quería apartarla muy lejos.

Siguió insultando a todos, así que traté de cambiar de tema y hacer

una broma, pero ella no se rió. De hecho, me miró por un segundo como si

estuviera preguntándose qué hacía conmigo. Entonces, comencé a

preguntarme qué estaba yo haciendo con ella.

La dejé en la escuela y me estacioné. —Diviértete.

Se quedó boquiabierta. —¿Qué? ¿No vas a entrar?

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Sacudí la cabeza con una pequeña sonrisa en los labios. —Nunca

debí venir aquí contigo.

Me amenazó con todo lo que paso por su mente antes de salir del

auto. Me marché, tomé mi mochila de la casa, y volví al campus, sintiendo

mis hombros más livianos.

—Tenías razón. Soy un poco lento. —Recojo mis zapatos y los dejo en

el armario—. Oye, ¿has visto a Callie mientras yo me fui? Encontré un arete

en la camioneta y creo que es suyo.

Se quedó callado por un momento y luego se desplazó por la cama.

—Tengo que preguntarte algo sobre ella. ¿Cuánto te gusta?

Me encojo de hombros, porque realmente no lo sé. —Es linda e

interesante. —Me encojo de hombros otra vez, en conflicto—. ¿Por qué me

haces esa jodida pregunta?

—Bueno, esta noche me encontré con Seth en el estacionamiento —

dice—, y me informó que Callie sabe que tú fuiste al baile con Daisy.

Agarro mi chaqueta y me dirijo al armario para colgarla en una

percha, mis pasos desaceleran mientras comprendo lo que esto significa.

—¿Te dijo si ella se molestó?

—Él si lo estaba —responde Luke—. Me gritó por diez minutos.

Meto las mangas de la chaqueta en la percha. —Probablemente

deba ir a hablar con ella. —Tomo una camiseta y unos pantalones de mi

mochila y camino de regreso al armario para cambiarme y que así Luke no

vea mis horribles cicatrices.

—Sí, buena suerte con eso —Luke colapsa sobre la cama,

bostezando—, porque estoy bastante seguro de que Seth no te dejara

acercarte a ella nunca más.

Mi corazón se contrae dentro de mi pecho ante el pensamiento.

Aunque sigo diciéndome que debo alejarme de ella, me duele pensar en

hacerlo realmente. Admito la realidad sobre mis sentimientos por primera

vez en mi vida. Los tengo. Y los tengo por Callie. Ahora, no tengo ni una

jodida idea de qué debo hacer con ellos.

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A la mañana siguiente, me levanto temprano porque no puedo

dormir. Tengo un sueño recurrente en el cual estoy de vuelta en la casa de

la piscina y mi padre me está golpeando. Sin embargo, está vez, Callie no

se presenta, y sus puños siguen aplastando mi rostro una y otra vez hasta

que todo se vuelve oscuridad.

Me visto y camino a la tienda al otro lado de la calle para comprar

un café. Estoy regresando a la escuela cuando Callie aparece al final de

la acera. Tiene un libro en la mano, leyendo mientras se dirige a mí, ajena

a las personas y vehículos que se desplazan a su alrededor. Su pelo está

trenzado y cae sobre su hombro, con mechones sueltos que enmarcan su

rostro, y su chaqueta abrochada hasta la mitad. Sus vaqueros ajustados

mostrando cuan frágil es.

Espero por ella en el semáforo y no levanta la mirada hacia mí hasta

el último segundo.

—Hola —digo, tratando de no preocuparme por el hecho de que

pone varios metros de distancia entre nosotros. Me acerco a ella

lentamente, tomando un sorbo de mi café—. ¿Qué estás leyendo? Te veías

totalmente adentrada en la lectura.

Su mirada permanece en mí y retrocedo. Levanta el libro y golpea la

cubierta en la parte donde está el título.

—“Sister Carrie.” —Leo en voz alta.

Baja el libro a su costado mientras dobla una página para no perder

la lectura. —Es para mi clase de literatura americana, se supone que debo

terminarlo en una hora. Se suponía que debía leerlo anoche, pero no

encontraba el libro.

—Oh, ya veo. —No me pasa desapercibido la tensión en su voz.

Toca el botón del paso de peatones en el semáforo con su pulgar. —

¿Tuviste un buen viaje a casa?

—Estuvo bien —digo, esperando que diga algo más.

Juguetea con la correa de su mochila mientras observa el signo de

paso peatonal frente a ella. —Eso es bueno.

Crece el silencio mientras regresa a la lectura. Puedo ver sus labios

moverse junto con las palabras mientras lee en silencio, esos labios que sé

que son ridículamente suaves. Noté que casi nadie la había besado y algo

en ello me atrae aún más, como si confiara en mí lo suficiente como para

merecerla. Sin embargo, probablemente ya no.

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—Oye, creo que tenemos que hablar —digo—. Hay algunas cosas

que quiero decirte.

La luz cambia y levanta la mirada para ver la señal. —No puedo

hablar ahora. Tengo que ir a por un café y pasar por la biblioteca antes de

clase.

Comienza a cruzar la calle y agarro su manga. —Callie, te debo una

explicación.

Sus músculos se tensan mientras mira mi mano en su brazo y luego de

vuelta a mí. —No, no me lo debes. Lo sé. No pensé que éramos novios ni

nada. —Sale fuera de mi alcance y se apresura a cruzar la calle.

Me pongo a gritarle que se equivoca, que le debo todo, pero ella

comienza a correr, como si no quisiera nada más que alejarse de mí.

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11 #3 Haz por una vez lo que te de la gana hacer en vez de pensar lo que debes hacer

Traducido por ♥...Luisa...♥

Corregido por LadyPandora

Callie stoy evitándole. Me dije mil veces que él no había hecho nada

malo, pero soy "inestable", como tan gratamente me dijo Seth

durante la clase de historia. También me dijo que corté los lazos

con Kayden porque cuando se fue, se llevó un poco de mi "confianza" con

él.

—¿Por qué sigues haciendo comillas en el aire? —pregunto,

cogiendo mi bolso del suelo.

El Profesor Jennerly nos echa un vistazo desde el frente de la clase y

luego continúa con su discurso, paseando por la clase con las manos

detrás de su espalda.

Seth se inclina sobre la mesa y susurra:

—Porque estoy citando lo que dice en mí libro de psicología.

—¿Tu libro de psicología habla de mi problema? —Pongo mi mochila

en el escritorio y abro la cremallera.

—No específicamente, pero anda cerca. —Se mete la punta de su

pluma en la boca mientras vuelve a enderezar en su silla.

Dejo caer mis libros en mi bolso y para el momento en que termino

de guardarlos, la clase está saliendo. Esperamos hasta que el aula casi se

ha desocupado antes de bajar las escaleras.

E

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El profesor Jennerly, un hombre alto con el pelo entre canoso y gafas

de gruesa montura, nos espera en la puerta.

—Mi clase no es para charlar —dice—. Si quieren hablar, les sugiero

entonces que permanezcan fuera de mi clase.

—Lo sentimos —dice Seth y pone los ojos en blanco—. No volverá a

suceder.

Caminamos por el pasillo lleno. Afuera de las ventanas, el estadio de

fútbol se extiende en la distancia y los destellos metálicos en la luz del sol.

—¿Estás pensando en él? —pregunta Seth.

Aparto la mirada de la ventana y la dirijo hacia un grupo de chicos

que ocupan la mitad del pasillo.

—¿Pensar en quién?

Ladea la cabeza a un lado con una arruga en la frente.

—Callie, necesitas u olvidarte de él o hablar con él. No puedes seguir

evitándolo y al mismo tiempo deseándolo.

—Yo no lo deseo. —Miento y cuando frunce el ceño, suspiro—. Está

bien, está bien. Sí, pienso en él. Mucho. Pero lo superaré. Dios sabe que

apenas lo conozco.

—Aunque han compartido mucho —dice, y presiona su mano sobre

la puerta para empujarla—. Lo salvaste. Fue el primer tipo en el que

confiaste. Te dio tu primer beso de verdad.

—Confié en ti primero. —Hurgo en el bolso por mi chicle mientras la

brisa se mete con mi pelo.

—No es lo mismo. —Suelta la puerta y se cierra con un clic—. Yo soy

un amigo. Kayden es algo más que eso.

—No sé si eso es cierto. —Saco el paquete de chicles y me meto uno

en la boca—. No sé qué siento por él ni si es bueno o malo. De hecho, a

veces me siento como una niña asustada que no sabe qué hacer con

nada.

Me mira con compasión a medida que deambulamos por debajo

de un dosel de ramas desnudas con la luz del sol brillando a través de ellas.

—Bueno, tal vez deberías hacer lo que te dé la gana, en lugar de lo

pensar lo que debes hacer.

Le clavo el dedo con acusación en los ojos.

—Acabas de citar eso de la lista.

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Se ríe malvadamente, echando la cabeza hacia atrás y su cabello

rubio cayendo en sus ojos. —Eso es porque es la cita del día. ¿No recibiste

el mensaje?

Sacudo la cabeza, riéndome de él.

—Demonios. Hoy me olvidé de revisar los mensajes. Debo de haberlo

pasado por alto.

Él mueve su brazo alrededor de mi hombro.

—La pregunta es: ¿qué quieres hacer? ¿Y me refiero a qué quieres,

en serio?

Me detengo delante del banco, considerando lo que me pregunta,

y la mirada fija en el gran estadio a la distancia.

—Quiero divertirme.

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Kayden

—No estoy muy de humor para fiestas. —Rocío un poco de perfume

en mi camisa y hago clic en el tapón—. Prefiero quedarme aquí y

recuperar el sueño. Me siento como una mierda.

—Eso es porque estás deprimido. —Luke abre el cajón de la cómoda

y busca a través de sus camisas, seleccionando finalmente una de manga

larga—. Por una persona que no puedo mencionar o de lo contrario me

mirarás como si quisieras matarme.

Me paso los dedos por el pelo.

—Eso es una puta mentira.

Se abrocha el cinturón en los vaqueros con unos ojos

exageradamente grandes.

—Deberíamos ir andando, ¿no? De esa manera, nadie tendrá que

ser el responsable que conducir de regreso.

—¿Te das cuenta de qué la fiesta está a tres manzanas del Campus?

Seríamos estúpidos si fuéramos en coche.

—Pensé que estaba en uno de los apartamentos de más abajo.

Reviso mis mensajes y mantengo presionado el botón que apunta

hacia abajo, el bloqueo de la pantalla. —No, está a sólo unas pocas calles

de aquí.

Él coge su chaqueta del respaldo de la silla de la computadora.

—Eso hace la situación del conductor designado aún mejor.

Cerramos y salimos. Es tarde, las estrellas están fuera, y las farolas

brillan contra el cemento. Hay un grupo de chicas con vestidos ajustados y

tacones altos, viajando en la misma dirección que nosotros.

Terminamos detrás de ellas y las ruedas de Luke están girando

mientras está mirándole el culo a la más alta.

—Creo que un desafío sería encantador ahora mismo.

—O sólo podrías ir a por ella. Eso siempre funciona, también.

—Sólo cuando tú eres mi socio. —Me mira, poniendo a prueba mi

reacción—. ¿Qué te parece?

Me encojo de hombros, aunque no quiero hacerlo.

—Puedo ir hasta allí contigo.

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Él pone los ojos en blanco.

—Está bien, si así es como quieres.

Alcanzamos a las chicas y Luke empieza a entablar una

conversación con la chica a la que estaba mirando. Una bajita con rizos

rubios, que lleva un vestido rojo, empieza a hablarme, pero apenas la

escucho. Estoy ocupado pesando en Callie y lo que estaría haciendo si

estuviera realmente con ella.

—Definitivamente no sería ir a una fiesta —murmuro para mis

adentros—. Eso es seguro.

La chica que ha estado hablándome parpadea confusamente.

—¿Qué?

—Es una noche muy agradable —le digo, y ella se ríe, pero sus cejas

se unen.

Hay un montón de ruido proveniente del jacuzzi que está en un lado

de la casa de tres pisos en la que la fiesta se está llevando a cabo.

Sostengo la puerta para que todo el mundo camine al interior.

Luke está haciendo una broma al entrar y las otras dos chicas

caminan detrás de él, susurrando y riendo entre sí. Me irrita hasta los

extremos y por el momento estoy tocando mi puño contra la puerta, no

puedo esperar para entrar y deshacerme de ellos.

Uno de los miembros del equipo de fútbol, Ben, está dando la fiesta.

Es un buen tipo, aunque realmente no lo conozco. Cuando balancea la

puerta abierta, sin embargo, parece que somos los mejores amigos.

—Kayden, hombre. —Sostiene su mano para que golpeemos puños.

Hago que el mío choque contra el suyo y arqueo las cejas.

—Hey, hombre.

Él mira por encima del hombro a Luke y a las chicas.

—Trajiste invitados. —Sonriendo, se hace a un lado para que

podamos pasar.

El apartamento es mucho más grande que mi dormitorio. La música

suena en el equipo y hay una mesa plegable en la esquina, donde una

partida de póquer está sucediéndose. Hay botellas de alcohol alineadas

en el mostrador de la cocina, junto con vasos, papas fritas y un montón de

otros alimentos. Entre los sofás una horda de gente bailando.

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Mis ojos se fijan en una chica con el pelo castaño sujetado con una

coleta, lleva unos vaqueros negros con un par de botas con lazo y una

camiseta sin mangas de color púrpura. Está hablando con un chico, riendo

y sacudiendo su culo mientras realmente se mete en la música.

—Callie. —No importa cuántas veces parpadeo, no parece real.

—¿Quieres algo de beber? —La chica con la que entré enreda su

cabello alrededor de su dedo mientras me mira, mordiéndose el labio

inferior.

Sacudo la cabeza y mi atención regresa a Callie.

—Tal vez en un minuto.

Ella está bailando con Seth, quien está dejándose llevar con la

música mientras gritan las letras con la multitud y ríen, levantando sus

manos al aire.

—¿Qué están haciendo aquí? —pregunta Luke mientras camina a mi

lado—. Este no parece ser su escenario.

Seth nos observa y se inclina hacia adelante para decirle a Callie

algo al oído. Vuelve la cabeza y nos mira. Su cara se ilumina y se mueve

alrededor de la gente hacia mí, con Seth en sus talones. Por un segundo,

me pregunto si me he quedado dormido y todo esto es un sueño porque

parece muy feliz de verme.

Cuando llega a mí, lanza sus brazos alrededor de mi cuello y puedo

oler el vodka en su aliento.

—Kayden está aquí —dice, abrazándome con tanta fuerza que

medio duele.

Mi respiración se acelera un poco cuando pongo mi mano en su

espalda.

—¿Estás borracha?

Ella se aleja, mirándome a los ojos y asintiendo con la cabeza.

—Un poco.

—No, está borrachísima —explica Seth mientras empuja a través de

la última parte de la multitud y se une a nosotros en la entrada, empujando

hacia arriba las mangas de su camisa negra—. Y me refiero a hecha una

mierda.

Mantengo mi mano en su espalda y Callie apoya su cara en mi

pecho.

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—Pensaba que ella no bebía tanto.

Se distrae con un tipo de la esquina de la habitación, que está

tomando una copa y hablando con una chica con el pelo castaño muy

corto.

—No, pero esta noche sí. Mira, ¿podrías vigilarla sólo un poco? Hay

alguien con quien tengo que hablar.

Asiento con la cabeza, trazando mis dedos por su espalda.

—Por supuesto.

—Asegúrate de mantener las manos para ti mismo —advierte,

retrocediendo y señalándome con el dedo—. Ya está lo bastante

borracha como para no acordarse de nada, lo que hace erróneo el que la

toques.

Niego con la cabeza hacia él.

—¿Qué clase de tío crees que soy?

Se encoge de hombros con el juicio en sus ojos.

—No tengo ni idea.

Callie parpadea hacia mí, casi sin apenas conciencia en su cara.

—¿Quiénes son las chicas con las que estás?

La rubia está de pie a mi derecha lanzándome una mirada asesina y

poniendo sus manos en sus caderas.

Mantengo mis ojos en Callie.

—Oye, vamos a la cocina a por un poco de agua.

Ella asiente con la cabeza arriba y abajo.

—Tengo mucha sed.

La inocencia de sus ojos y la forma en que se aferra a mi camisa

mientras la guío hacia la cocina me inquieta. Ella confía en mí en este

momento y me preocupa joderlo, como siempre hago.

Ben está en la cocina hablando con una chica de pelo castaño

largo y rizado, un par de vaqueros ajustados y un top rojo de corte bajo.

Cuando él nos ve, una expresión curiosa cruza su rostro.

—¿Quién es? —me pregunta, señalando con la barbilla a Callie.

—Es Callie Lawrence. —Muevo mi brazo lejos de ella para tomar un

vaso de plástico de la parte superior de la pila en el mostrador—. Va a la

escuela de aquí. Su padre era mi entrenador en la secundaria.

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Callie suelta mi cintura. Con las manos a los lados, trata de controlar

su equilibrio mientras doy vuelta a la llave del agua para llenar el vaso.

—Entonces, ¿tu padre es entrenador? —Ben se inclina hacia atrás

contra el mostrador mientras la chica con la que estaba hablando se

dirige a la barra para llenar un vaso.

—Sí, lo ha sido durante unos veinte años o así —dice Callie un poco

mal articulado.

—¿Te enseñó cosas? —pregunta Ben, cruzándose de brazos. No me

gusta el tono de burla en su voz—. ¿Cómo son las jugadas o cómo lanzar y

atrapar una pelota?

Me doy la vuelta con un vaso de agua en mi mano mientras Callie le

pone los ojos en blanco.

—Obviamente, sé que eres el receptor. —Parpadea los ojos,

burlonamente—. Lo que significa que atrapas la pelota.

—Bueno, no eres simplemente adorable. —Ben da un paso hacia ella

con una mirada de fascinación en su rostro.

Mi mano se enfrenta a su pecho para empujarlo hacia atrás.

—De ninguna manera. Ella está fuera de tus límites.

Ben me mira como excusándose mientras le paso el vaso de agua a

Callie y ella ladea la cabeza hacia atrás, derribándola.

—Lo siento. No me di cuenta de que estabas saliendo con ella.

No me molesto en corregirlo, por muchas razones, algunas de las

cuales son realmente jodidas.

Cuando sale de la cocina, Callie mueve el vaso de su boca y lame

el agua fuera de sus labios, haciéndome pensar en cosas sucias que sé

que no puedo llevar a cabo.

—Es un poco imbécil —dice, entregándome el vaso de vuelta.

La aplasto y lo echo en el cubo de la basura.

—Y tú eres un poco peleonera cuando estás así de borracha.

Cuando la enfrento de nuevo, está mordiéndose el labio inferior con

una mirada aburrida hacia mí.

—¿Te gusta que sea peleonera? ¿Hace eso que me desees?

Oh, puta mierda. Está borracha.

—¿Qué tal si te llevamos a casa?

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Ella niega con la cabeza, retrocediendo hacia el mostrador con las

piernas temblorosas. Agarra el borde, y salta sobre él golpeándose la

cabeza en el armario.

—Quiero saberlo. —Se frota la cabeza, lanzando una mirada asesina

a la despensa como si hubiese hecho algo malo—. Cuando estoy así,

¿hace eso que me quieras?

Echo un vistazo por encima de mi hombro, rogándole a Dios por que

Seth entre aquí y me salve de esta conversación incómoda.

—No lo sé, Callie.

Ella pone mala cara con su labio inferior.

—Es porque no me deseas para nada, ¿no?

Suspirando, pongo las manos sobre el mostrador, así ella está entre

mis brazos.

—No, no es eso. Confía en mí. Es sólo que no quiero tener esta

conversación contigo cuando no la vas a recordar.

Se inclina hacia delante, reduciendo la brecha entre nuestras caras.

—La recordaré. Te lo prometo.

Trato de no reírme de ella, apretando los puños para resistir el impulso

de deslizarlos sobre sus caderas.

—Está bien ¿Quieres la verdad? —pregunto y menea la cabeza

arriba y abajo—. No, no me gustas más así. Me gusta la Callie sobria, con la

que puedo hablar. La que es tan dulce que es jodidamente adorable. —

Llevo mi cara hacia adelante y respiro en su cuello, moviéndome hacia la

línea de no tocar, pero sin cruzarla—. La que tiembla sólo por la sensación

de mi respiración. La que quiero besar y tocar tan jodidamente urgente

que me vuelve loco. La que me hace sentir cosas... —Desciendo y me

inclino lejos, feliz de ver que sus párpados están sólo medio abiertos. De esa

manera sé que estoy a salvo.

—Estoy cansada —Bosteza, estirando los brazos por encima y

alcanzo a tener un vistazo de su vientre desnudo, plano y firmemente

pequeño—. ¿Puedes buscar a Seth para que me lleve a casa?

Meto un mechón de pelo detrás de su oreja. —Sí, aunque tú te

vienes conmigo. No quiero dejarte aquí sola.

Asiente con la cabeza, saltando del mostrador, cuelgo mi brazo

alrededor de su espalda para mantener su equilibrio. Buscamos por la

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casa, pero Seth no estaba en ningún lugar. Veo a Luke en la mesa de

póker, jugando una mano, engañando como su padre le enseñó.

—Oye, hombre, voy a llevar a Callie a casa —le digo mientras

levanta la vista hacia mí desde sus cartas—. Si ves a Seth, ¿se lo dices?

Luke asiente con la cabeza y luego sus ojos se van a las fichas rojas y

azules delante de él. —Sí, hombre, lo haré.

Callie entierra su cara en mi camisa mientras caminamos por la

puerta y en el pasillo silencioso. Apoya su peso sobre mí y la guío por las

escaleras y las puertas. El aire es frío y se estremece contra mí.

—¿Dónde está tu chaqueta? —pregunto, frotando mi mano arriba y

abajo de su brazo.

Se encoge de hombros mientras se tropieza con el bordillo y la

sostengo con mi brazo. Apenas tiene los ojos abiertos y sigue suspirando. Al

final, me doy por vencido y me detengo en el medio de la acera.

Ella parpadea hacia mí.

—¿Qué pasa?

La suelto y le hablo despacito, porque sé que está tratando de

comprender todo lo que está pasando.

—Voy a levantarte y llevarte en brazos. ¿Te parece bien?

Ella me mira las manos y luego vuelve su mirada hacia mí.

—Está bien.

Doy un paso cautelosamente hacia ella.

—Pon tus brazos alrededor de mi cuello.

Obedece, deslizando sus manos por mi pecho y enganchándolas

alrededor de mi cuello. Apoya su cabeza en mi pecho mientras envuelvo

mi brazo alrededor de su espalda. Doblando sus rodillas, pongo mi otro

brazo por debajo de sus piernas y la levanto en mis brazos. Acaricio su cara

en mi pecho mientras comienzo a caminar por la acera. Me tomo mi

tiempo porque me encanta cómo se siente llevarla, la forma en que me

necesita, la forma en que tengo que protegerla.

Cuando llego a la residencia McIntyre, estoy esforzándome para no

entrar en pánico al tener que dejarla en el suelo.

—Callie, ¿dónde está tu tarjeta de identificación? —pregunto—. No

traje la mía.

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—En mi bolsillo —murmura, tratando de alcanzarla, pero su brazo

cae holgado a su lado—. Estoy demasiado cansada para sacarla.

—Inténtalo de nuevo, ¿vale? —Prácticamente se lo ruego pero no

responde.

Vaciando mi mente de cualquier pensamiento sucio posible, la

apoyo contra mi pecho y mis dedos se deslizan en su bolsillo, rápidamente

tirando de su tarjeta. Deslizándola a través de la cerradura, la puerta se

destraba y entramos. Puedo tomar el ascensor hasta el piso superior y

encontrar su habitación. Cuando extiendo la mano hacia el pomo de la

puerta, se despierta y me sujeta el brazo.

—No, no la abras —dice, señalando con la cabeza al pañuelo rojo

atado al pomo de la puerta—. Eso significa que mi compañera de cuarto

está... ella está... ocupada.

Trato de no reírme ante el hecho de que, incluso cuando está

borracha, pasa un momento difícil para decirlo.

—¿Dónde quieres que te lleve?

Deja caer su cabeza contra mi pecho.

—Puedes seguir simplemente llevándome. Es muy relajante.

—¿Y que hay de la habitación de Seth?

Sus párpados están cerrados y su respiración caliente fluye a través

de mi camisa.

—Tendrás que buscarlo...

Mis hombros se hunden mientras muevo su cuerpo hacia mi pecho y

comienzo a recorrer el pasillo hacia mi derecha. Cuando salgo, me paseo

por el césped del edificio Downy y tomo un ascensor a mi habitación.

—Callie, tengo que bajarte mientras abro la puerta —le susurro al

oído.

Ella asiente con la cabeza y la bajo con cuidado al suelo. Se

recuesta contra la pared, con sus parpados cerrándose. Toco los dedos

contra la cerradura, empujando el código y luego empujando la puerta

abierta. Con un movimiento enciendo las luces, doy un paso atrás y la

recojo, llevándola hacia el interior. Me arrodilló en la cama, bajándola

sobre el colchón, gentilmente acomodándola abajo. Ella gira hacia un

lado mientras doy un paso atrás y pienso en lo que voy a hacer. Podría

dormir en la cama de Luke, pero se cabreara conmigo cuando aparezca.

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—¿Dónde vas a dormir? —Me mira mientras me quito las botas en

una esquina.

—Eso es lo que estaba tratando de averiguar. —La miro con

vacilación—. ¿Está bien si me acuesto contigo?

Sus ojos se agrandan un poco y tímidamente, menea su cuerpo,

pasando rápidamente por encima hacia la pared. Me acuesto en mi lado,

dejando un espacio entre nosotros mientras sus párpados se cierran.

—Nunca he compartido la cama con alguien, además de con Seth

—murmura—. No puedo dormir cuando estoy acostada con alguien más.

Empiezo a rodar fuera de la cama.

—No hay problema. Buscaré otro lugar para dormir.

Sus dedos se envuelven alrededor de mi brazo.

—No tienes que ir a ninguna parte. Me siento a salvo contigo.

Hago una pausa.

—¿Estás segura?

—Sí, haces parecer como si todo lo que él hizo no existiera.

—Callie, ¿De qué estás hablando?

—No importa. —Bosteza y se mueve un poco más cerca de mí,

metiendo sus manos bajo su mejilla y encrespando sus rodillas—. Estoy

cansada.

Mi mano tiembla un poco cuando me acerco y le aliso el pelo de la

frente.

—Está bien. Puedes dormir.

Ella asiente con la cabeza y segundos después, el sonido de su suave

respiración me rodea. Sin siquiera pensarlo, me inclino y beso suavemente

su frente, preguntándome qué demonios voy a hacer cuando amanezca.

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12 #12 Ver que tan lejos puedes llegar con

algo a lo que le temes

Traducido por Monikgv & Mel Cipriano

Corregido por CrisCras13

Callie uando abro mis ojos, mi cabeza se siente como si estuviera

rota y mi cerebro está palpitando. Soy consciente de

inmediato de que no estoy en mi habitación. Hay ropa de

chico por todo el suelo, una Play Station en un estante cerca de un

televisor de pantalla plana, y la sábana sobre mí huele a la colonia que

Kayden usa.

Mis ojos se abren mientras me siento en la cama, torturando a mi

cerebro con detalles de lo que pasó anoche. Recuerdo a Seth

preguntándome qué quería hacer y le dije que quería divertirme. Así que él

me sacó y terminamos emborrachándonos. Después de eso, todo se

vuelve confuso, pero por alguna razón puedo visualizarme mirando las

estrellas mientras que alguien me carga.

La puerta a mi derecha hace un chirrido mientras Kayden entra en la

habitación sosteniendo dos vasos de café. Esta usando una camisa

térmica de color negro con una capucha que muestra sus brazos

delgados y sus vaqueros cuelgan de su cintura.

Hace una doble toma cuando ve que estoy despierta. —Por un

momento, pensé que dormirías todo el día.

La luz del sol parpadea a través de la ventana cuando miro hacia el

reloj colgado en la pared sobre la cama. —Mierda, ¿es casi la hora de

cenar? —La idea de comer me aprieta el estómago.

C

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Él me da un café y agradecida lo tomo. —Seth me dijo que te

encantan los lates.

Asiento, tomando un trago. Sabe divino. —Dios, me duele tanto la

cabeza.

Él deja el otro vaso en la mesita de noche. —Eso pasa usualmente

cuando bebes demasiado.

Bajo el vaso de mi cara. —Kayden… no puedo… no sé qué pasó.

Se sienta en la cama a mi lado y el colchón se hunde bajo su peso.

—Bueno, sólo tuve el privilegio de presenciar la última mitad de la noche,

pero por lo que escuché, Seth dijo que bebiste un montón de vodka. Para

cuando me encontré contigo en la fiesta de Ben, estabas acabada.

Hago una mueca de vergüenza. —¿Hice alguna cosa… extraña?

—En realidad, no. Tuviste que dormir aquí porque no supe dónde

estaba Seth y había una bufanda roja en tu puerta.

—¿Dónde dormiste tú?

Él se tensa, luciendo culpable. —Junto a ti.

Lamo mis labios y miro por la ventana hacia el cielo azul claro. —Sí,

recuerdo bien, ¿tuviste que cargarme?

Asiente. —Apenas podías caminar… no me importó hacerlo, sin

embargo.

Tiro de la manta fuera de mi cuerpo y deslizo mis pies sobre el borde

de la cama. —Probablemente debería ir a tomar una ducha y tratar de

comer. Aunque siento ganas de vomitar.

Coloca una mano en mi pierna, envolviendo sus dedos alrededor de

mi rodilla. —De hecho, quería que fueras conmigo a un lugar. Hay algo

importante que necesito decirte… es sobre lo que pasó aquella noche en

la casa de la piscina. —Hay tristeza en sus ojos y rigidez en su voz.

—Está bien —digo—. ¿Tengo que ir ya contigo? ¿O puedo ducharme

primero? Me siento realmente sucia.

Se ríe de mí. —Puedes ducharte primero. Esperaré por ti afuera, en los

bancos.

Me levanto con un repentino impulso de abrazarlo. —Está bien, lo

haré rápido. —Me dirijo hacia la puerta, pero me detengo mientras giro la

perilla—. Kayden, gracias por cuidar de mí anoche.

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—No fue nada. —Duda—. Te debo muchas más noches que esa

antes de que lleguemos a estar a mano.

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Kayden Casi no dormí anoche. Me acosté en la cama, escuchado a Callie

respirar, tratando de igualar mi propia respiración con su ritmo. Parte de mí

deseaba que simplemente siguiera dormida, así podría continuar acostado

junto a ella.

Para el momento en que el sol subió por las montañas, decidí que

era el momento de decirle la verdad, así ella sabría en qué se estaba

metiendo. Luego puede decidir si realmente me quiere, porque parece

que yo no puedo estar lejos de ella.

Estoy jodidamente nervioso mientras manejo hacia la montaña

donde hicimos nuestra primera caminata juntos. Estaciono la camioneta

cerca de la línea de árboles y nos bajamos, caminando bajo el cielo azul

hacia las colinas.

—¿En serio vamos a escalar otra vez? —me pregunta, mirando hacia

la cima del acantilado mientras nos acercamos a él. Su cabello está

disperso por su espalda y sus brazos están cruzados sobre su pecho.

Me subo en una roca que está a un lado del camino y contemplo el

paisaje. —Está tranquilo hoy. —Me siento en la roca y le doy unas

palmadas al lugar junto a mí—. Ven a sentarte a mi lado.

Arrastra los pies hacia mí y le ofrezco mi mano para ayudarla a subir.

Se sitúa junto a mí, se apoya en sus palmas, y mira hacia las colinas frente a

nosotros. Cierro los ojos por un momento, sintiéndolo todo, sabiendo que

esto va a ir bien o mal cuando se lo diga.

—Aquella noche que apareciste y mi padre estaba pateando mi

trasero… —Comienzo antes de que me arrepienta—, no era la primera vez

que me pegaba.

Ella no actúa como si la sorprendiera. —¿Cuántas veces te ha

pegado?

Veo una hoja que flota enfrente de nosotros, a la deriva hacia arriba

y hacia abajo, antes de volar a través de la espaciosa tierra. —No lo sé…

perdí la cuenta a los siete años o algo así.

Toma una fuerte respiración y su cabeza se gira a un lado para

mirarme. —¿Te pegaba así cuando eras pequeño?

Me encojo de hombros, como si no fuera la gran cosa. —Es sólo algo

que él hacía, ¿sabes? Más cuando estaba borracho, aunque también lo

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hacía cuando estaba sobrio. No le gustaban las cosas que hacíamos y en

vez de castigarnos quitándonos nuestros juguetes, nos pegaba o gritaba.

Se queda en silencio por un tiempo mientras estudia las nubes en el

cielo.

—¿Qué hiciste para enojarlo aquella noche?

—Me lastimé la mano. —Doblo mis dedos enfrente de mí, sin decirle

que lo hice a propósito. No estoy listo para eso—. Él estaba preocupado

de que fuera a arruinar mi carrera de fútbol.

Se queda en silencio de nuevo. —¿Por qué nunca hiciste nada al

respecto? ¿Decirle a alguien? ¿O defenderte?

Y ahí está. Lo que estaba esperando. Se está dando cuenta qué tan

jodida está la situación. —No lo sé. Primero creí que era porque era

demasiado joven para entender y cuando llegué a la edad suficiente para

hacer algo al respecto, simplemente no me importó. Algunas veces se

sentía como si hubiera muerto por dentro. —Me encogí de hombros y

luego me encogí de hombros de nuevo, forzándome a mirarla.

Ella arquea las cejas, confundida, pero no hay juicio en sus ojos. —

¿No te importaba que te pegara?

Cierro mis ojos e inhalo el aire fresco. —Por eso estoy diciéndote esto.

No me va muy bien con los sentimientos y probablemente me voy a cerrar

y a hacer muchas cosas jodidas. Tienes que alejarte de mí.

Está silencioso y abro mis ojos, medio esperando que se haya ido,

pero me está mirando, su pecho levantándose y cayendo con su

respiración. Me mira fijamente y luego se mueve, dirigiéndose rápidamente

hacia mí y yo me tenso. De rodillas, ella tira su pierna sobre mi regazo y

coloca sus brazos alrededor de mi cuello, apoyando su cabeza en mi

hombro. Me abraza con fuerza y mis ojos se abren mucho, todo mi cuerpo

se contrae mientras trato de mantener mis manos lejos de ella, sin saber

qué hacer o cómo reaccionar. Después de un momento, su olor y su

calidez me alcanzan y mis manos se deslizan por la parte baja de su

espalda. Cerrando mis ojos, la abrazo con todo lo que tengo en mí.

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Callie Hay algo acerca de que alguien confíe lo suficiente en ti como para

decirte sus secretos que hace que sea más fácil confiar en él. Es como si

estuvieran abriéndote su corazón y a cambio debieras abrirles el tuyo,

también.

Kayden se abrió conmigo y yo quería abrirme también, pero no

pude. No completamente, de todos modos. Quiero hacerlo. Lo quiero

tanto que no sé qué hacer conmigo misma.

Lo quiero. Lo quiero. Lo quiero.

No importa cuántas veces lo escriba, aún no se siente real. Nada de

esto lo es, porque nunca creí que pasaría.

Alguien toca a la puerta y me bajo de la cama para abrir.

Kayden está al otro lado con un balón de fútbol bajo su brazo. En vez

de usar su uniforme, está vestido con un lindo par de vaqueros y una

camiseta gris. Su cabello castaño se levanta por debajo de una gorra de

béisbol negra.

—Tengo que pedirte un favor. —Han pasado un par de semanas

desde que me dijo sobre su padre y hemos salido mucho como amigos,

pero hay algo en sus ojos esta noche que es diferente, más claros.

—Está bien… —Me alejo de la puerta para dejarlo entrar, sus ojos

instantáneamente van hacia el diario abierto en mi cama. Me lanzo por él

y lo guardo debajo de la almohada.

—¿Era ese tu diario? —Me sonríe mientras cambia de posición el

balón debajo de su otro brazo.

—¿Puedes pretender que no viste eso? —Coloco mis manos enfrente

de mí, juntando mis dedos—. Por favorcito.

Él sonríe. —¿Hay cosas sobre mí en él?

Pretendo rascarme un ojo para ocultar la sangre corriendo en mis

mejillas. —No.

—Callie, te estás sonrojando —bromea, dando un paso hacia

delante para así poder retirar mi mano de mi rostro—. No lo escondas. Es

lindo.

Hago rodar mis ojos, más para mí misma, porque su comentario sólo

hace que mis mejillas se calienten más. —Entonces, ¿cuál es el favor?

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—Necesito que vengas a ayudarme a practicar. —Se pasea por la

habitación, mirando todo, pasando el balón de un lado al otro entre sus

manos—. Luke está ocupado con una chica con la que ha estado

saliendo durante una semana y no va a venir conmigo.

—Puedo hacerlo —digo—. Pero no te ves vestido para practicar.

—Será una práctica suave. —Me mira—. Sólo un poco de

lanzamiento.

—¿Y crees que puedo ayudarte? —le pregunto, mi mirada

ascendiendo por su muy robusto cuerpo.

—Te he visto en acción. Tienes buena forma. Además, estuviste

presumiendo ante Ben en aquella fiesta sobre lo increíble que es tu

conocimiento del fútbol.

—No lo hice. ¿Lo hice?

Él asiente. —Lo hiciste.

Eso me hace preguntarme qué más dije. A veces se siente como que

le dije cosas que me oculta.

—Está bien. —Tomo mis llaves del escritorio y deslizo mis pies en mis

converses—. Haré mi mejor esfuerzo para desafiarte.

Se ríe entre dientes mientras se vuelve hacia la puerta y me pregunto

si está pensando sobre aquella noche que nos besamos como lo hago yo.

Cuando llegamos al estadio, las luces están brillando a través de la

zona verde. Las gradas están vacías y el único signo de alguien es el

portero en el frente, vaciando los botes de basura.

Entramos en el centro del campo y giro en un círculo, mirando todas

las gradas, sintiéndome pequeña debido al enorme tamaño de mi

entorno. El cielo está oscuro, las estrellas están arriba, y hay luna llena.

Kayden lanza el balón en el aire mientras me abrocho la chaqueta.

—¿Sabes? Desde ese día en la tienda he estado muy curioso por verte

lanzar de nuevo. Me pregunto si fue un golpe de suerte.

Coloco mis manos en mis caderas y dirijo una mirada en su dirección.

—Oye, ¿qué pasa con el insulto?

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—Sólo estoy tratando de ponerte a trabajar. —Empieza a correr

hacia atrás con el balón en la mano—. Te hará jugar mejor. —Lanza el

balón hacia mí y yo lo atrapo, haciendo una mueca cuando el cuero roza

mis palmas.

—Eso dolió. —Pretendo estar herida, sosteniendo mi muñeca.

Sus brazos caen a su lado y da zancadas hacia mí. —Callie, yo lo…

Arrojo de nuevo mi brazo y lanzo el balón tan fuerte como puedo en

su dirección. Él corre hacia atrás, y salta justo a tiempo para atraparla.

Cuando sus pies tocan el pasto de nuevo, niega con la cabeza. —

Juegas sucio.

Me encojo de hombros, sin discutir. —Así es como me enseñaron. Mi

papá toma el juego muy en serio.

—Oh, ya lo sé. ¿Sabes cuántas veces fui sermoneado por echarlo a

perder? Fue una buena cosa, sin embargo. —Lanza el balón a mi lado y

tengo que actuar con rapidez para atraparla—. Me mantuvo en la cuerda

floja y presionó mis límites. Si no hubiera sido por él, probablemente nunca

habría conseguido la beca.

Tengo la pelota en mis manos. —No quiero que esto se oiga grosero,

pero ¿tu familia no podía permitirse el lujo de pagar tu colegiatura si no

hubieras recibido la beca?

—Mi papá no lo haría —dice, tragando saliva—. Nos lo decía todo el

tiempo, o encontrábamos nuestro propio camino para salir de casa, o

estaríamos atascados... Yo no quería quedarme atrapado allí.

Empiezo a abrir la boca, pero él junta sus manos con una palmada y

luego las mantiene frente a él.

—Aquí, lánzamela.

Tiro de regreso y él lo atrapa fácilmente con una sonrisa en su rostro.

—De acuerdo, esta vez voy a tirártela y luego trataré de placarte.

Mis ojos se abren mientras mi mandíbula cae. —¿Estás hablando en

serio?

Lanza la pelota al aire. —Nunca bromeo sobre fútbol. Así que corre.

Te daré más de una oportunidad para escapar de mí.

Vuelvo al campo, todavía dudando de que realmente vaya a

perseguirme y hacerme un placaje para dejarme en el suelo. Cuando

estoy bastante cerca de la zona de toma de contacto, me detengo y me

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enfrento a él. —¿De verdad me vas a perseguir? ¿O simplemente estás

tratando de hacerme jugar mejor?

Está un poco lejos, pero la astucia enmascarada en su expresión es

evidente. —Confía en mí, no estoy bromeando. De hecho, estoy

esperando poder hacerlo.

Mi corazón salta ante la aspereza en su voz. —Está bien, lanza la

pelota, pero voy a ganar.

Se ve momentáneamente aturdido, pero luego retrocede, sus pies

toman impulso antes de mover su brazo hacia adelante y hacer espirales

con el balón por el aire hacia mí. Mis pies se mueven rápidamente mientras

corro a toda velocidad hacia atrás con las manos en el aire. En el último

segundo, doy un saltito, y engancho el balón en el aire. Cuando mis pies

tocan el césped, no me atrevo, todavía no estoy segura de sí me va a

perseguir.

Tan pronto como me siento estable, corre hacia mí, realmente

corriendo. Giro sobre mis pies y corro por el campo. Gracias a Dios, estoy

lejos, porque no hay forma de que mis diminutas piernas sean capaces de

dejar atrás a las suyas durante mucho tiempo.

Se está riendo mientras me persigue y sus pesados pasos se están

acercando rápidamente. Mis ojos están en la zona de los postes amarillos

en el extremo y en la línea blanca a la que tengo que llegar. Cuando mi

pie cruza, giro con los brazos por encima de mi cabeza.

Kayden desacelera a un trote, moviendo la cabeza y jadeando. —

Bueno, creo que te subestimé y te di demasiada ventaja.

Una sonrisa se extiende por mi cara mientras lanzo el balón en el

césped. —¿Qué es lo que hacen cuando logran un touchdown? —Apoyo

un dedo en mi barbilla, fingiendo pensar profundamente—. Oh, sí. —Salto

hacia atrás, agitando las manos delante de mí, haciendo un pequeño

baile tonto.

Se ríe, sus ojos arrugándose en las esquinas. —Guau, tienes una racha

arrogante.

Tomo la pelota, agarrando el poste con mi mano libre, y girando a su

alrededor, sintiéndome viva y sin peso. Por un instante, cierro los ojos y

disfruto de la brisa fresca en contra de mis mejillas, poseyendo este

momento. Cuando abro los párpados de nuevo, Kayden está caminando

hacia mí, dando pasos pausados, con las manos metidas en los bolsillos.

Me detengo, aun manteniéndome en el poste, mirándolo reducir la

distancia. No dice una palabra, sus ojos color esmeralda fijos en mí con la

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confusión y la intensidad grabadas en ellos. Mientras llega, me apoyo en el

poste, luchando por mantener mi respiración constante contra el deseo

que fluye.

Me quita la pelota de la mano y la tira por encima de su hombro

hacia el final del campo. —Vamos a deshacernos de esa cosa estúpida.

—Creí que para eso me habías traído aquí —Le digo con voz

desigual, incapaz de apartar los ojos de sus labios cuando los lame—. Para

ayudarte a practicar.

Sus labios se abren, como si fuera a decir algo, pero luego los

presiona y gira su gorra hacia atrás de modo que la visera esté detrás de su

cabeza. Inclinando su cuerpo hacia mí, mi espalda roza el poste mientras

sus labios se sitúan por encima de los míos. Delibera, poniendo su mano en

el poste al lado de mi cabeza, y luego me besa.

Empieza suave, un pequeño roce de nuestros labios, pero luego la

otra mano agarra el poste y su cuerpo se mueve hasta que se presiona

contra el mío. Nuestras piernas se enredan, nuestros pechos chocan, y la

punta de su lengua recorre mis labios hasta que abro la boca y lo dejo

entrar.

Un ruido entrecortado escapa de la parte baja de mi garganta y al

principio me mortifica, pero eso parece animarlo. El deseo irradia calor a

través del entrelazamiento de nuestras lenguas. Una de sus manos agarra

mi cintura, justo debajo de la parte inferior de mi camisa, y mis nervios se

revuelven. Su otra mano se desplaza a mi costado, su pulgar trazando mis

costillas, antes de descansar en mi cadera. Aprieta sus dedos a mí

alrededor, y me levanta. Jadeando, junto mis piernas alrededor de su

cintura haciendo una llave.

Mi mente está volando alrededor de un millón de kilómetros por

hora. Tengo miedo. No de él, sino de todo lo relacionado con lo que está

haciendo. ¿Quiero esto? ¿Lo quiero? La respuesta es sí. Lo deseo. Tanto.

Espero que no se dé cuenta del temblor ansioso de mi cuerpo

mientras sus dedos se deslizan por debajo de mi camisa y se pasean a lo

largo de mi estómago. A medida que pellizca mi labio inferior, dejo

escapar un gemido incontrolable.

Él se retira, interponiendo una franja de espacio entre nuestros rostros.

Sus pupilas son enormes y brillantes bajo las luces del estadio y su aliento

acaricia mi mejilla.

—Callie, yo no quiero... —Hace una pausa, metiendo un mechón de

cabello detrás de mi oreja—. No quiero presionarte.

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Es como si pudiera leer la inexperiencia en mi rostro. Me muerdo el

labio, trabajando para ocultar mi vergüenza. —Está bien.

Él vacila. —¿Estás... estás segura?

Asiento con la cabeza rápidamente. —Sí.

Sin reticencia alguna, estrella sus labios contra los míos y ahoga un

jadeo en mi garganta mientras el calor de su beso llega a mi cuerpo. Su

lengua entra en mi boca otra vez, mientras sus manos se mantienen por

debajo de mi camisa, tocando mi estómago. Es la experiencia más

aterradora y más maravillosa de mi vida. No quiero olvidarla nunca.

Audazmente, deslizo mis manos por debajo de su camisa mientras

respiro vorazmente. Hace una mueca mientras mis manos vagan a lo largo

de sus bien definidos abdominales cubiertos por las líneas llenas de baches

de sus cicatrices.

Me preocupa que vaya a sacar mis manos de su camisa, pero en

cambio su mano explora más arriba hasta el borde de mi sujetador. Sus

labios dejan los míos y tocan la esquina de mi boca, dejando besos por mi

mejilla, a lo largo de mi mandíbula, y al lado de mi cuello, donde mi pulso

se acelera. Mi cabeza cae hacia un lado incontrolablemente mientras

mueve su mano sobre mi pecho justo por fuera de mi sujetador. Tomando

una respiración profunda, espero a que eso me golpee, pero en lo único

que puedo pensar es en él explorando más mi cuerpo. Quiero saber lo que

se siente ser tocada por alguien en quien confío, por alguien a quien yo le

doy mi permiso.

Sus dedos comienzan a moverse debajo de mi sujetador y mis

entrañas se revuelven cuando él acaricia mi pezón con su pulgar.

Llamaradas de calor llegan a través de mi cuerpo y me agarro de sus

costados, sosteniéndome de él con todo lo que tengo, sintiendo sus

cicatrices, mientras que él siente las mías.

Deja escapar un gemido cuando chupa la base de mi cuello y mi

cuerpo se curva hacia el suyo. —Callie —susurra—. Si quieres que me

detenga, dímelo.

No quiero que se detenga. Para nada. Se siente muy bien. —Yo no…

Hay un click ensordecedor y en cuestión de segundos todos los focos

se apagan y la oscuridad nos ahoga. Me congelo, agarrándome de

Kayden, mientras aparta su boca de mi cuello. Siento su pecho agitado

donde mis dedos se aferran a él y por un momento estamos en silencio.

Luego Kayden comienza a reír. —Bueno, esto es divertido.

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—¿Puedes ver algo? —le susurro, volviendo la cabeza y

entrecerrando los ojos.

Niega con la cabeza. —Espera.

Quita su mano de mi pecho y me parece que me va a dejar, pero

en cambio envuelve sus brazos alrededor de mi espalda, sus dedos

entrelazados para soportar mi peso. Camina a través de la oscuridad,

llevándome consigo, y yo aprieto mis piernas alrededor de él, deseando

poder verle la cara, porque quiero saber lo que está pensando.

Sus zapatos suenan en la hierba y luego subimos al piso de concreto.

Segundos más tarde, salimos de un túnel hacia el aparcamiento, que está

prácticamente vacío a excepción de unos cuantos coches a lo largo de la

fila de atrás, que está iluminada por farolas.

El brillo pica en mis ojos. —¿Por qué sucedió eso?

Sus ojos brillan como esmeraldas. Se encoge de hombros. —Me

pregunto si fue por accidente, o si fue a propósito para sacarnos del

campo.

Ajusto mis manos un poco para que mis brazos se enlacen alrededor

de la parte posterior de su cuello. —¿Se supone que no tenías que estar

jugando allí?

—Técnicamente, no. —Su sonrisa crece como si estuviera disfrutando

del momento—. Pero estoy muy contento de haberlo hecho.

Dejo que mi cabeza caiga hacia delante en su hombro, respirando

su olor. —¿Y ahora qué hacemos?

Se queda callado por un tiempo y finalmente me inclino hacia atrás

para mirarlo a los ojos. Él parece estar en conflicto por algo y luego me

pone en el suelo, entrelazando sus dedos con los míos.

—¿Deberíamos ver a dónde nos lleva el viento? —pregunta.

Miro mi mano en la suya y luego hacia él. —Eso suena bien para mí.

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13 #9 Baila en la lluvia

#13 Vive el momento

#17 Se tu mismo

Traducido por Deeydra Ann & Annabelle

Corregido por Chachii

Kayden

o admito. Tenía toda la cosa planeada y terminó yendo a

donde esperaba que fuera. Incluso desde que le dije a Callie

sobre mi padre, nos hemos acercado como amigos. Lo que

estaba bien, excepto que estoy maldita y extremadamente atraído por

ella, una revelación que vino a mi durante un intenso momento en la

biblioteca.

Ha estado ayudándome a estudiar para un examen de inglés y

cuando apareció, traía una chaqueta. Mientras me leía algunas de sus

notas, se quitó la chaqueta. Debajo, llevaba una camiseta blanca y podía

ver el contorno de su sujetador, además de que los pezones sobresalían a

través de la tela. Probablemente no se dio cuenta porque no era el tipo de

chica que haría eso a propósito. De hecho, si se lo señalara, sus mejillas se

tornarían rojas y huiría.

—¿Kayden? —pregunta, mirándome perpleja—. ¿Me estás

escuchando? Pareces distraído.

Estaba recostado en la silla con mi brazo sobre la mesa y una pluma

en mi boca mientras mordía un extremo. —Lo estaba.

Dejó escapar un suspiro agotado. —¿Quieres que lo lea de nuevo?

L

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Asentí, apenas prestando atención. —Claro.

Empezó a leer del libro y mi mente regresó a los sucios pensamientos

de cómo sería tocarla por todas partes y hacerla gemir debajo de mi

mientras me mecía en su interior. Me pregunté si me lo permitiría. La cosa

de amigos parecía estar funcionando para nosotros. Me hacía reír, sonreír y

me estaba divirtiendo. Mis pensamientos y oscuros problemas habían sido

contenidos por mi auto control.

Parecía como si debiera dejar que las cosas pasaran, pero cuanto

más miraba sus labios leyendo las palabras del libro, más quería morderlos.

Levantó la mirada del libro mientras trataba de parecer enojada. —

No me estás escuchando, ¿verdad?

Sacudí la cabeza, incapaz de detenerme a mí mismo de sonreírle. —

No realmente. Lo siento, estoy un poco distraído.

—¿Con qué? —pregunta con inseguridad—. ¿Quieres hablar sobre

eso?

Tomó mucho no sonreír y susurrarle en su oído todos y cada uno de

los detalles sobre las vívidas imágenes pasando por mi mente. —No, está

bien. Confía en mí. Probablemente no quieras escucharlo.

Su frente se arrugó mientras trataba de averiguar por qué estaba tan

feliz. —¿Necesitas un descanso?

—Nop, puedes seguir leyendo. Estoy disfrutando el sonido de tu voz.

Mordió su labio inferior para reprimir una sonrisa y eso casi me arrojó

al borde. Decidí que necesitaba estar con ella sólo un poco más, así

conjuraría mi encantador plan de fútbol.

Después de que las luces se apagaran en el campo, terminamos

volviendo a mi habitación. Estaba sorprendido de la buena gana con la

que fue conmigo. Casi retrocedí un par de veces de nuestro camino hacia

allí, cuando mis emociones se volvieron un poco demasiado intensas.

Camina alrededor del pequeño espacio entre las camas, mirando

hacia mis cosas y tomando una caja de DVD, leyendo el reverso. —

¿Grabaste todos tus juegos?

Pongo cara de molestia mientras me quito la gorra y la tiro sobre la

cama. —No, mi papá lo hizo. Le gustaba hacerme verlo más tarde, así

puede señalar todo lo que hice mal.

Pone en el suelo la caja y se gira hacia mí. —Lo siento.

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—No, yo lo siento —digo, pasando mis dedos entre mi cabello—, por

hablar sobre esto contigo.

Sus ojos se fijan en mí mientras se me acerca un poco. —Quiero que

me hables sobre eso. Nunca te habría hecho preguntas si no quisiera

escuchar las respuestas... No puedo sólo olvidar lo que vi esa noche. No

creo que algún día lo haga.

Recuerdo la noche en la que ella estaba borracha y como susurró

acerca de un chico haciéndole algo. —Tú también puedes decirme cosas,

si quieres. Soy bueno escuchando.

Voltea su rostro hacia la ventana, su pecho subiendo y bajando. —

Ya lo sabes, estoy sorprendida de lo mucho más cálido que es aquí que en

casa.

Está escondiendo algo. Acorto la distancia entre nosotros y sus

hombros se tensan. Comienzo a abrir mi boca para presionarle, pero ladea

su cabeza hacia mí con una extraña mirada en su rostro, como si tuviera

miedo de su mente. Antes de que pueda siquiera registrar lo que está

haciendo, se inclina y sella sus labios a los míos. Su cuerpo se estremece

mientras se aferra a la base de mi camiseta, esperando que la bese de

regreso.

No estaba planeando hacer algo más esta noche, pero la sensación

de sus labios es abrumadora. Sin pensar, mi boca se abre y mi lengua entra

en la de ella, devorándola.

—Oh, Dios mío —gime mientras mis manos se deslizan alrededor de

su espalda y la empujo más cerca, moviendo mis labios deliberadamente

contra los suyos. Estoy saboreando cada centímetro, cada espacio,

memorizándolo.

De pronto, el intenso beso cambia a desesperación. Nos giro y nos

encamino hacia la cama, mis pies enredándose con los de ella. Mi mano

se ajusta para atraparnos mientras caemos sobre el colchón. Girándola

sobre su espalda, sostengo mi peso con los brazos, pero permito suficiente

cercanía como para que su calor irradie hacia mí y sus pechos rocen mi

torso cada vez que respira.

Me relajo un poco y comienzo a explorar su cuerpo con mis manos,

sintiendo la suave piel de su estómago, sus costillas, la base de sus pechos.

Antes de saber lo que estoy haciendo, tengo mi mano debajo de su

sujetador de nuevo. Paso mis dedos por su pezón y jadea mientras sus

piernas se aprietan alrededor de mi cintura. Se siente bien, demasiado

bien. Necesito parar, de otra forma voy a perder el control.

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Comienzo a girar hacia un lado, pero su cuerpo sigue el mío y sus

piernas se enganchan a mi cadera, así que mi muslo está presionando

entre sus piernas. Mientras mis dedos indagan en su cadera, su cuerpo se

mece hacia adelante y se frota ella misma a lo largo de mi muslo. Su

cabeza cae mientras sus ojos vidriosos se abren y empieza a temblar.

Mierda. Nunca he estado tan excitado antes. Comienzo a mover mi

pierna contra ella y me inclino para tomar su labio entre mis dientes,

mordiéndolo suavemente mientras ahueco su pecho con mi mano.

Agarrándose de mis hombros, todo su cuerpo se sacude con nervios.

¿Debería parar? Es bastante claro que nunca antes ha ido tan lejos y

no quiero ser el único responsable de presionarla cuando no está lista para

llegar a ello.

—Callie —digo, pero sus dedos se aprietan alrededor de mis

hombros, sus uñas perforando mi piel a través de la tela de mi camiseta

mientras deja escapar un gemido y sé que está cerca. Pongo mi mano

entre sus piernas y la froto el resto del camino, su cuerpo arqueándose

contra mi mano.

Momentos después, parpadea mientras su cuerpo se relaja. La

observo en completa admiración mientras trabaja en reclamar el control

de sus pensamientos. Mientras se sienta, toda su cara se hunde y mi pecho

se oprime mientras se queda mirando por encima de mi hombro.

—¿Hola? —Rozo mi dedo a lo largo de la pequeña marca de

nacimiento en el lado de su ojo—. ¿Estás bien?

Parpadea hacia mí y puedo decir que está tratando de no llorar. —

Sí, estoy bien. —Se revuelve fuera de mis brazos y empieza a pasar por

encima de mí—. ¿Puedes darme sólo unos momentos?

Estoy preocupado. La tristeza que se había arrastrado lejos de sus

ojos momentáneamente ha regresado y está magnificada. —¿A dónde

vas?

—Tengo que... —Su voz se desvanece mientras se para y jala el

sujetador y la camiseta de vuelta a su lugar.

Me enderezo, alcanzando su brazo. —Callie, lo siento—. No debí...

Tira para abrir la puerta y corre sin nada más como una explicación.

—Dios, demonios. —Me dejo caer en la cama, pasando mis dedos

por mi cara. Por lo general, soy yo el que rescata este tipo de situaciones,

lo que me hace preguntarme de qué está huyendo.

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Callie No tengo idea de lo que acaba de pasar. Bueno, de hecho lo sé.

Tuve mi primer orgasmo, simplemente por frotarme contra la pierna de

Kayden y entonces él lo terminó con su mano. Se sintió tan bien, mi mente

apenas pudo comprender nada más, pero cuando se acabó, todo se

apiló en mis hombros como ladrillos agrietados. De repente, vi su rostro en

lugar del de Kayden.

Él me observaba con preocupación mientras saltaba fuera de la

cama y corría de la habitación. Una vez que estoy en el baño, cierro la

puerta con seguro y colapso sobre mis rodillas frente al sanitario. Levanto la

tapa, sintiendo el dolor quemando en mi estómago. Lo quiero afuera.

Tanto. Dejo caer mi cabeza, hundiendo el dedo en mi garganta y, con un

fuerte empujón, obligo todo a salir de mi cuerpo. Mis hombros se sacuden

mientras introduzco mi dedo y el vómito se apresura por mi garganta. Mis

ojos se humedecen y mis fosas nasales arden mientras me inclino y saco el

dedo de mi boca. La punta tiene un poco de sangre en él y la limpio con

un pedazo de papel higiénico.

Descanso la espalda contra la pared de azulejos fríos y mi cabeza

cae hacia atrás. Lágrimas calientes se derraman de mis ojos y rondan por

mis mejillas mientras quito el vómito y el sudor de mi cara con la manga de

la camiseta, mi pecho se contrae espasmódicamente mientras trabajo en

respirar.

—No quiero ser así —susurro mientras mis ojos se llenan de lágrimas—.

No quiero ser así. —Tiro de mi cabello y grito a través de mis dientes,

odiando jodidamente al tipo que me hizo esto con cada onza de fuerza

que tengo—. Te odio. Jodidamente te odio... tanto —Mis gritos me

abruman y me rindo, dejando que mis ojos y corazón griten.

No puedo dejar de pensar en Kayden y la manera en que se sintió

cuando me tocó, lo bien que se sentía. Quiero hacerlo de nuevo. Sólo me

gustaría dejar de asociarlo con esa jodida vez. Ese maldita experiencia

que deseo poder olvidar.

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Vuelvo al recuerdo mil veces, deseando ser capaz de ver lo que

estaba pasando antes. Realmente pensé que sólo quería darme un regalo

de cumpleaños.

Lo seguí por el pasillo con tanta facilidad y hacia mi habitación,

mirando alrededor de mi cama y al suelo, buscando el regalo.

—¿Dónde está? —le pregunté, dándome la vuelta.

Él estaba cerrando la puerta. ¿Por qué cerraba la puerta?

Una semana pasa y evito a Kayden a toda costa. Ignoro sus

llamadas, me salto la única clase que tengo con él, y no respondo a mi

puerta cuando toca. Me siento mal, pero estoy demasiado avergonzada

como para hacerle frente. Asumí que después de lo que pasó, él se iría,

pero no es el caso.

Al final de la semana, me escabullo a la biblioteca, cuando sé que

está en la clase de Biología, para encontrar algunos libros para un artículo

que tengo que escribir sobre la depresión. El campus está bastante

tranquilo desde que están tan cercanas las fiestas. Mi mamá y mi papá

están volando a Florida para ver a mis abuelos para Acción de Gracias, así

que no iré a casa. No puedo permitirme el boleto de avión para volar allí

con ellos, de todas formas.

Mientras estoy buscando un estante, el celular vibra en mi bolsillo. —

Oye, pensé que tenías clase —respondo.

Seth dice—: ¿No debería estar diciéndote lo mismo?

—Estoy tomando un descanso hoy.

—Sin embargo, ¿un descanso de qué? —pregunta con insinuación.

—De la vida. —Paso rozando mis dedos a lo largo de los títulos,

sintiendo los lomos gastados de los libros—. Además, estoy usando mi

tiempo para ponerme al día con las tareas. Por el sonido de esa música

sonando de fondo, creo que estás viendo las repeticiones de Pretty Little

Liars.

—Oye, no estoy planeando pasar todo el día en mi habitación —

argumenta—. De hecho, voy a salir ahora mismo a verte. ¿Dónde estás?

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Suspiro, parándome derecha. —Estoy en la biblioteca tratando de

encontrar este maldito libro sobre depresión. El catálogo decía que estaba

aquí, pero no está en el estante.

—¿En qué sección estás?

—Estoy en la esquina trasera, cerca de la ventana que muestra el

estadio. —Trago el nudo en mi garganta que se forma cuando pienso en

Kayden.

—¿Estarás ahí por un rato? —pregunta y la televisión se apaga—.

Estoy saliendo ahora mismo.

Parándome sobre las puntas de mis pies, le echo un vistazo a la parte

superior del estante. —Probablemente, soy demasiado pequeña para ver

la parte de arriba.

—De acuerdo, pequeña Callie, un caballero en su brillante

armadura está en camino. —Cuelga y pongo mi teléfono de vuelta en mi

bolsillo.

Busco en los pasillos cercanos por un banquito que he visto por aquí

un par de veces. Finalmente, me doy por vencida y regreso al lugar.

Apoyando mi pie en el segundo estante, compruebo de derecha a

izquierda y subo por el estante.

—Ahí está —digo y tomo el libro de la fila. Salto y siento a alguien

moverse a mi lado. Cuando levanto la mirada, de repente el pequeño

comentario de Seth sobre el caballero en brillante armadura tiene sentido.

Kayden está frente a mí, usando pantalones vaqueros y una sudadera

negra con capucha, su cabello castaño desordenado.

—Oye. —Sus hombros están rígidos y su voz es firme—. Me has estado

evitando.

—Sí —admito, jugueteando con las esquinas de las páginas—. Sobre

eso, lo siento. Lamento que eso pasara.

—No necesitas disculparte, Callie. —Descansa su brazo en uno de los

estantes y apoya su peso contra éste—. Sólo me gustaría saber qué está

pasando... Acaso yo... ¿Te presioné a hacer cosas que no querías?

Sacudo mi cabeza. —Nada es tu culpa, te lo prometo. Quería... todo

lo que pasó, lo quería.

Sus hombros se relajan. —Entonces, ¿por qué saliste corriendo?

—Es complicado —digo, mirando al punto en el suelo frente a mis

pies.

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Mueve su cuerpo hacia adelante y baja si rostro para capturar mi

mirada. —Puedes contármelo. Tal vez pueda ayudar. Soy bastante bueno

en comprender lo complicado.

—No es algo en que me puedan ayudar —digo—. Sólo es algo en lo

que tengo que trabajar.

Deja salir un respiro. —Entiendo completamente eso.

—Lamento haberme puesto como loca. No debí sólo salir corriendo

o evitarte por la última semana. Es sólo que no sabía qué decir y me sentía

estúpida. Trataré no hacerlo de nuevo.

—¿Habrá otra vez para que trates de no hacerlo de nuevo?

No me di cuenta de qué estaba diciendo. —No lo sé. ¿Qué quieres?

Se ríe quedamente. —Creo que he sido bastante claro en lo que

quiero. Así que está en ti. ¿Qué quieres, Callie?

Mis ojos viajan por sus largas piernas, su firme pecho, y aterrizan en

sus ojos que se preocupan por nada más que oír mi respuesta. Lo quiero a

él. Lo quiero a él. Lo he garabateado en mi diario muchas veces porque es

la verdad.

—Quiero... —Hago una pausa, tratando de encontrar las mejores

palabras—. Quiero pasar más tiempo contigo.

Su sonrisa se ensancha y su postura se relaja mientras estira sus

nudillos. —Me pusiste nervioso por un minuto.

No puedo evitarlo, pero le sonrío. —Sólo traté de pensar en las

palabras correctas.

Sus ojos se mueven por encima de mi hombro a la ventana en

donde el cielo está empezando a enrojecerse mientras el sol desciende

por debajo de las colinas. —Tengo que estar en el estadio como en cinco

minutos, pero, ¿puedes hacer algo por mí?

Meto el libro debajo de mi brazo. —Claro. ¿Qué cosa?

—¿Puedes venir a verme jugar? —pregunta—. Necesito a alguien

para animarme.

—¿No es por eso que están las animadoras? —bromeo.

—Las animadoras están sobrevaloradas. —Se acerca hacia mi rostro,

vacila, y luego roza la yema de su pulgar por mi labio inferior—. Además,

tengo la sensación de que me traerás mucha suerte.

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Tengo que forzar a mis párpados para que se mantengan abiertos

ante su toque. —De acuerdo... estaré ahí.

El cielo está gris, las luces son brillantes sobre el campo verde y la

banca de metal debajo de mi trasero es más fría que un congelador. Hay

grupos de personas a mí alrededor, gritando, riendo y agitando sus manos

en el aire. Me pone ansiosa, pero lidio con ello.

—Así que, ¿qué pasa con el futbol que vuelve loca a la gente? —

Seth observa el campo con ojos muy abiertos y luego le echa un vistazo al

cronómetro digital rojo en el tablero—. En serio, no entiendo cuál es la

fascinación. Nunca pude. Incluso he ido a juegos antes, vi a... Braiden

jugar. Pero sigo sin entenderlo.

—Quizás lo divertido es ver a chicos correr por allí usando pantalones

ajustados —sugiero, encogiéndome.

—¿Sabes, qué? Acabas de hacer un excelente punto. —Sus ojos

cafés barren el campo en donde los jugadores están alineados mientras él

tira la capucha de su chaqueta sobre su cabeza.

Kayden es fácil de ubicar porque es uno de los más altos. Por

supuesto, el “Owens” en la espalda de su camiseta café con amarillo es un

tipo de delator, también. Creo que me echa un vistazo un par de veces,

pero es difícil saberlo a ciencia cierta.

Cinco minutos después, Seth se inquieta, tamborileando los dedos

sobre su rodilla rebotando. —Siento que tengo que levantarme y bailar o

algo así. Darle vida a este partido.

Muevo mi mano en el aire. —Baila.

Ladea su cabeza hacia un lado, al hombre redondo sentado a su

lado, usando una gorra y una sudadera con capucha, y llenándose la

cara con cacahuates. —Me pregunto qué haría este hombre si lo hiciera.

Me rio, colocando mis manos entre mis piernas. —Probablemente te

tiraría los cacahuates.

Hace una mueca y se frota el estómago exageradamente. —Bueno,

espero que lo haga. Me muero de hambre.

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Miro hacia el cronómetro. —Sólo quedan dos minutos más.

—¿Y estamos ganando o perdiendo?

—El marcador está veintiocho a tres.

Levanta sus manos a un lado, apuntándome con una mirada de

“huh.” —¿Y quién está con veintiocho?

Señalo mi pecho. —Nosotros. Estamos ganando por mucho.

Menea su cabeza de lado a lado, observando a la mujer delante de

nosotros, aspirando una hamburguesa. —Dios, tengo tanta hambre.

Suspiro, señalando la escalera. —Entonces, ve a buscar algo de

comer. Hay algunos puestos afuera.

Se queda mirando la escalera con escepticismo. —¿Quieres venir

conmigo? Los deportistas son intensos.

Riendo, me pongo de pie y lo sigo. Digo “perdón” por lo menos diez

veces mientras accidentalmente piso los pies de la gente. Cuando

estamos en las escaleras, dejo escapar un suspiro de alivio en el espacio

abierto y sigo a Seth mientras él trota hasta el fondo.

—No te estás yendo, ¿verdad? —Escucho a alguien gritar por

encima de los susurros de la multitud.

Kayden está de pie en los banquillos, luciendo extremadamente sexy

con su uniforme, sus ojos esmeralda fijos en mi.

Niego con la cabeza, envolviendo mis dedos alrededor de la fría

barandilla e inclinándome sobre ella. —¡No, Seth se muere por algo de

comer!

—¡Bien, porque no quiero que lleves tu suerte contigo! —grita con un

guiño y una sonrisa.

Intento que en mi rostro no aparezca una sonrisita tonta. —¡No te

preocupes! ¡Regresaré!

Espérame al finalizar, dice con la boca, sus labios se mueven

lentamente debajo de su casco. Hipnotizada, asiento y él se gira para

regresar trotando hacia su equipo.

Vuelvo mi atención al pasillo y casi choco contra Seth. —Creí que

habías seguido caminando. —Me apoyo contra la rejada y doy un paso

hacia atrás.

Él me mira sin poder explicárselo. —No puedo creer esto.

Me aparto del camino para que un hombre pase. —¿Creer qué?

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Sorprendido, sacude la cabeza. —Estás enamorada de él.

Ruedo los ojos, al borde de la risa. —No lo estoy. Ahora, por favor,

¿podríamos ir a buscar algo para comer antes de que el juego termine y

quedemos atrapados en medio de la estampida de gente?

Sacudiendo la cabeza, camina hacia el último tramo de escaleras,

aún pensando en lo mismo, pero está equivocado. No estoy enamorada

de Kayden. Apenas lo conozco, y el amor requiere muchísimo tiempo,

muchísima confianza, y muchísimas otras cosas que yo no comprendo.

Seth me deja en el túnel, justo afuera de los vestidores. Esta noche

tiene una cita con Greyson, y camina hasta su auto dando saltitos. Luego

de que la multitud se despeja, me siento en el concreto y reviso mis

mensajes de texto.

Mamá: Hola, cariño. He estado intentando llamarte durante las

últimas horas. Quería saber si vendrás a casa para Acción de Gracias. Sé

que es algo de última hora, y que ya te había dicho que no íbamos a estar

en la ciudad, pero nuestros planes cambiaron y estaremos en casa.

Llámame.

Suspiro al pensar en regresar a casa, a todos esos recuerdos y

mentiras. Guardo el teléfono en el bolsillo de mi chaqueta cuando la lluvia

comienza a caer del suelo, fluyendo por las aceras y las carreteras. Las

luces de las calles alumbran entre las gotas, e inhalo la esencia, cerrando

los ojos.

—Jodido infierno. —La voz de Kayden se escucha sobre el sonido de

la lluvia.

Abro los ojos. Él se encuentra justo frente a mí, vistiendo una camisa

gris Henley, vaqueros oscuros y botas. Su cabello está mojado y su mirada

se centra en la lluvia. Me levanto y sacudo la tierra de la parte trasera de

mis vaqueros.

—Tenía razón sobre tu suerte —dice—. Pateamos por completo sus

traseros.

Sacudo la cabeza. —Eso lo hicieron ustedes. No yo.

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Sus piernas se mueven hacia mí al disminuir la distancia entre

nosotros. —Ni pensarlo, fue todo gracias a ti. Jugué mucho mejor de lo que

alguna vez haya jugado porque sabía que estabas mirando, así que

intentaba impresionarte.

—Sabes que te he visto jugar antes, ¿verdad?

Inclina la cabeza hacia un lado. —¿Cuándo?

Me encojo de hombros. —A veces mi papá me obligaba a ir con él

a las prácticas porque mis padres pensaban que necesitaba salir de la

casa más a menudo. Siempre me quedaba debajo de las gradas a

observar. —Me mira con tristeza mientras escondo las manos dentro de mis

mangas, y cambio el tema—. ¿Qué haremos con esta lluvia? A Luke no se

le ocurrió conducir hoy, ¿verdad?

Sus ojos se dirigen al chorro de agua cayendo del techo. —No,

siempre caminamos. Podría pedirle a alguien que nos llevara. Creo que

algunos condujeron hasta aquí.

Veo como la lluvia salpica sobre el concreto, sabiendo que si Seth

estuviese aquí me obligaría a arriesgarme. —Hay algo en esa lista que dice

que tengo que bailar en la lluvia.

Las cejas de Kayden se fruncen al volver su atención en mi dirección.

—¿Quieres salir para allá y bailar en la lluvia?

Lo miro, decidiéndome. —No, pero creo que correré hasta la casa.

Nos vemos allá.

Antes de poder responder, corro fuera del túnel, colocando mis

brazos sobre mi cabeza, y temblando mientras las heladas gotas se

absorben en mi chaqueta y gotean por mi rostro. Debajo de mis zapatos

salpican los pozos de agua mientras corro por la acera, sintiéndome

vigorizada y viva. Rayos retumban en el cielo y la lluvia se hace más fuerte,

pero permito que mis manos caigan hasta mis costados, dejándome ir y

me siendo yo misma mientras vivo el momento.

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Kayden Me sentí extasiado durante todo el juego. Algo en el hecho de que

Callie se encontraba allí, sólo estando allí para mí, sin juzgarme, alivió la

presión que mi papá siempre pone sobre mí. Trajo de nuevo la diversión y

por eso jugué mucho mejor que alguna otra vez.

Luego de cambiarme, salgo de los vestuarios. Ella se encuentra

sentada en el piso con su rostro hacia un lado y los ojos cerrados. La miro

fijamente durante un momento, admirando sus labios abiertos, sus largas

pestañas que revolotean cada vez que un relámpago se escucha, y la

manera en que su pecho se mueve al respirar. Finalmente, miro hacia el

final del túnel, y demonios, esta lloviendo a cántaros.

Mientras intento pensar en la manera de volver a los dormitorios sin

empaparnos de pie a cabeza, ella dice algo sobre que bailar en la lluvia

es parte de su lista y luego sale corriendo en medio de la tormenta. Me

quedo atontado al verla corriendo por la acera, salpicando agua con sus

brazos en el aire, como si fuese el mejor momento de su vida.

—A la mierda. —Salgo corriendo detrás de ella. Cuando el agua

golpea mi cuerpo, se siento como hielo. Es difícil mantener mi mirada en

Callie, ya que la lluvia es demasiado densa. Protejo mi rostro con mi brazo y

mantengo la barbilla hacia abajo.

Cuando llega a la carretera, se detiene para ver si vienen autos, así

que la alcanzo, jadeando ruidosamente.

—¿Estas loca? —pregunto mientras gotitas de agua vuelan por todos

lados—. Hace un jodido frío.

Ella salta, sorprendida mientras la lluvia corre por su cuerpo y su

cabello se pega a sus mejillas y cuello. —No sabía que me estabas

siguiendo. No tenias que hacerlo.

Entrelazo mis dedos con los suyos y trotamos al cruzar la calle, con el

agua empapando nuestra ropa y goteando de nuestros cabellos.

Mantengo mi brazo sostenido sobre ella, protegiéndola de la lluvia tanto

como puedo. Los autos van y viene por la calle mientras corremos por la

acera hasta el edificio de mi dormitorio. Cuando alcanzamos los árboles

enfrente, la guío hacia la entrada lateral, pero ella suelta mi mano y salta

justo hacia el medio del chaparrón.

—Callie, ¿qué demonios estás haciendo? —llamo mientras heladas

gotas de lluvia caen de las ramas hacia mi nuca y rostro.

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Ella cierra los ojos y extiende sus brazos hacia los lados, inclinando al

cabeza hacia atrás al girar en círculos, su ropa se encuentra pegada a su

cuerpo. La lluvia cae sobre su rostro y gotea de su cabello, el cual se

encuentra suelto, cayendo por su espalda. Su chaqueta cae de sus

hombros y el agua cae en cascada por la piel desnuda de sus brazos.

Me acerco, incapaz de despegar mis ojos de ella. La manera en que

se mueve, la manera en que la lluvia cubre su cuerpo—me encuentro

cautivado. Cubriendo mi rostro, salgo de la protección del árbol hacia la

lluvia con ella. No lo entiendo, pero necesito estar cerca de ella. Nunca

antes me había sentido de esta manera, y es vigorizante, y jodidamente

aterrorizante ya que nunca antes había necesitado nada de nadie.

Me detengo frente a ella, en medio del pasto lodoso, y sus párpados

se abren, con sus pestañas revoloteando contra las gotas. Comienza a

levantar la cara, pero sostengo su rostro en mis manos, manteniéndola en

su lugar. Inclino mi cabeza hacia adelante y envuelvo su boca con la mía.

La saboreo lentamente, bebiendo el agua de sus labios, sintiendo la

calidez de su respiración contra mi boca.

—Kayden —murmura, cerrando los ojos mientras sus dedos viajan por

mi espalda y se enredan en mi cabello.

Abro la boca y deslizo mi lengua profundamente con la de ella

mientras mi mano se enreda entre su mojado cabello. Mi otra mano se

mueve hasta su cuello, dejando un cálido rastro mientras palpo el camino

entre la ropa mojada sobre su cuerpo hasta sus caderas. La levanto y ella

jadea cuando sus piernas se envuelven alrededor de mi cintura.

Sosteniéndola con fuerza, aseguro mis brazos debajo de su trasero y la

beso con fiereza mientras la lluvia casi nos ahoga. Comienzo a caminar por

el pasto, y abro los ojos de vez en cuando para cerciorarme de ir por la

dirección correcta hacia el edificio de mi dormitorio.

Por suerte, alguien esta entrando justo cuando llegamos a la puerta.

Antes de cerrarse, la atrapo con mi pie, arreglándomelas para mantenerla

abierta, y entrando al pasillo sin soltarla. Hay gente dentro, mirándonos con

curiosidad, pero no me detengo. Este es uno de esos momentos que

pueda que acabe conmigo si me separo.

Puedo sentirlo todo cuando mis manos recorren su cuerpo. La forma

en que mi corazón salta dentro de mi pecho, la manera en que sus manos

dentro de mi cabello provocan que mi respiración se acelere, la emoción

de tenerla en mi habitación, el anhelo de tocar más, de hacerla gemir, la

manera en que se aferra a mí, confiando en mí, necesitándome.

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Nunca nadie me había necesitado antes, ya que nunca había

dejado que nadie llegara tan lejos para mí.

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Callie Estoy bailando debajo de la lluvia, justo como se supone que lo

haría. Hace frío, pero aún así se siente maravilloso, porque es mi decisión.

Cuando estoy girando en círculos, Kayden se acerca a mí con miedo y

deseo en sus ojos. Esa mirada me asusta y al mismo tiempo me emociona.

No sé si me encuentro lista para lo que me espera detrás de esa mirada,

pero quiero averiguarlo.

Sostiene mis húmedas mejillas y me besa deliberadamente, como si

estuviese memorizando cada segundo. Es el beso perfecto, y pretendo

que es mí primero, besándolo de la forma en que quiero.

Me levanta, con sus labios pegados a los míos mientras me lleva

hasta su habitación. Me sostengo con fuerza, diciéndome que esta vez

puedo llegar más lejos, que sólo necesito confiar en él.

De alguna manera, logra abrir la puerta de su cuarto sin soltarme, y

se tropieza hacia adentro, cerrando la puerta detrás de sí. Riéndose contra

mis labios, patea algo fuera del camino y la cosa golpea la pared con un

fuerte sonido. Coloco mis pie sobre el suelo mientras sus manos se

introducen dentro de mi camiseta, con sus palmas frías contra mi piel. Trazo

sus mechones mojados con mis dedos, bajando por sus anchos hombros

hasta el borde de su camisa, sobre sus abdominales.

Hace una mueca ante mi toque, así que retraigo mi mano. —Lo

lamento —digo.

Parpadea en mi dirección y luego alza sus manos hasta sus hombros,

levanta la camisa sobre su cabeza y la tira al suelo. Lo vi sin ella una vez, en

la casa de la piscina. Sin embargo, esto es diferente. La luz enfatiza cada

una de sus cicatrices, pequeñas y grandes, sobre su delgado pecho, sus

brazos, su estómago firme. Algunas son tan pequeñas como la uña de mi

meñique, otras son grandes, y hay una que hace un largo rastro hacia su

pecho.

Impulsivamente, me inclino hacia adelante, cierro los ojos, y con mis

labios toco su pecho justo por encima de su corazón, con mi respiración

acariciando su piel.

—Callie —dice cuando sus músculos se contraen—. No creo que… —

Deja incompleta la frase cuando comienzo a depositar besos por todo su

pecho, cerciorándome de alcanzar cada una de las cicatrices, deseando

poder alejar los recuerdos, pero sabiendo que recuerdos tan oscuros como

esos nunca se van.

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Mi cabeza se mueve hacia su clavícula. Su cuello, su barbilla. No sé

lo que estoy haciendo, o lo que estoy sintiendo, pero es nuevo e intenso, y

envía descargas de adrenalina por todo mi cuerpo. Cuando alcanzo sus

labios, coloco un beso en ellos y luego me separo.

Su mirada se encuentra amplificada, su respiración es errática, y su

rostro está lleno de agonía. Me congelo, preocupada de haber hecho

algo mal, pero luego su expresión se suaviza. Lleva su mano hacia la parte

posterior de mi cuello, con sus dedos enterrados en mi piel al inclinarse

para besarme con tanta pasión que empuja toda la frialdad dentro de mi

cuerpo.

Kayden nos dirige hacia la cama, deslizando la chaqueta de mis

hombros y alcanzado el borde de mi camisa. Me digo a mi misma que

puedo soportarlo; que no me lastimará, cuando levanto mis brazos y él

desliza la camisa por mi cabeza.

Un paso bastante grande, y me aterroriza, pero él lanza sus labios

contra los míos antes de que mis pensamientos puedan aprovecharse. Me

sostengo a sus brazos cuando desabrocha el gancho de mi sostén y este

se desliza por mis brazos. Apenas respiro al sentir su piel desnuda tocando

la mía. Se siente bien. Y mal. Se siente como todo que siempre he querido,

pero no creía poder tener.

Su boca abandona la mía y baja hasta la curvatura de mi cuello,

pausándose en la cima de mi pecho. Mis ojos se cierran al sentir por

primera vez su boca contra mi pezón. Mis manos se vuelven puños, sin

saber dónde canalizar la indefensa energía, al sentirlo deslizar su lengua

por toda la curvatura de mi seno. Un quejido suplicante abandona mi

boca y mis rodillas comienzan a debilitarse. Él sostiene mi cintura, con sus

palmas ardiente, luego sigue un camino de besos por todo mi pecho. Entre

mis piernas se desata una sensación de cosquilleo y gimo, tomando

puñados de su cabello mientras mi corazón late enloquecido dentro de mi

pecho.

—Eres tan hermosa —murmura Kayden mientras yo intento

mantenerme de pie.

—Eres tan hermosa —murmura al sostenerme debajo de su cuerpo.

Lucho con fuerza para liberarme, pero sus rodillas se presionan contra mis

pantorrillas y sus dedos aprietan con fuerza mis muñecas, atrapando mis

brazos por encima de mi cabeza.

Todo cae sobre mí como la lluvia y los relámpagos afuera. Mis ojos se

abren de golpe y me separo súbitamente, envolviendo mis brazos sobre

mis senos. —L-lo siento. N-no puedo hacer esto.

Page 213: La coincidencia de Callie y Kayden

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Él parpadea, sorprendido. —¿Qué sucede?

Me giro, rebuscando por entre el piso. —No es nada. Sólo necesito mi

camisa. —Pateo fuera del camino alguna de la ropa en el suelo, con mis

pulmones oprimiéndose con fuerza, atascando mi flujo de oxigeno—. Sólo

necesito mi camisa.

Sus dedos tocan mi brazo y me encojo, tomando aire, y

esforzándome por mantener a raya las lágrimas. —Dime que sucede —

suplica.

—No es nada. —Quito su mano y las lágrimas se desbordan—.

Simplemente debo irme.

Sus manos alcanzan mis hombros, obligándome a mirarlo. Mantengo

mis ojos pegados al piso, rehusándome a verlo. Él coloca un dedo debajo

de mi barbilla y levanta mi rostro.

Escanea las lágrimas y sus ojos se abren de par en par. —Oh por Dios,

creí que estabas de acuerdo de llegar tan lejos. Lo lamento.

—No eres tú o esto. —Aparto mi rostro lejos de él y me dirijo de nuevo

hacia la puerta con mis brazos aún cubriendo mis senos.

—Entonces, ¿qué es? —Avanza hacia mí, buscando

desesperadamente la respuesta en mi mirada—. Callie, me estás

asustando en serio. Por favor, dime qué ocurre.

Sacudo la cabeza, apartándome, con mis hombros enroscándose

en humillación. —No puedo decírtelo. Sólo necesito irme.

Mientras la sensación de asco en mi estómago comienza a crecer,

apoderándose de mí, controlándome, alcanzo la puerta, lista para salir sin

camisa. Él corre hasta quedar frente a mí, bloqueando mi salida con su

cuerpo.

—No puedes salir así —dice, con sus ojos sobre mi pecho desnudo.

—Necesito salir de aquí —me ahogo, apretando mi estómago.

—Siento como si hubiese hecho algo mal… ¿Te lastimé o algo así?

Mis hombros decaen al sofocarme debido a los sollozos. —No hiciste

nada. Él lo hizo.

—¿Quién? —Se acerca a mí y me encuentro a punto de meterme el

dedo por la garganta justo aquí frente a él porque ya no puedo

soportarlo.

Camino a su lado, intentando esquivarlo al sentir las paredes

cerrándose a mí alrededor. Necesito aire. —Tengo que salir de aquí.

Page 214: La coincidencia de Callie y Kayden

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Sus dedos toman mi cintura. —No puedo permitir que salgas así. Sólo

confía en mí lo suficiente para decirme.

—¡No! No puedes soportarlo.

—Callie. —Está enloquecido. Yo estoy enloquecida. Toda la situación

es un desastre—. Puedo soportar cualquier cosa que me digas.

Sacudo la cabeza cuando mis rodillas se rinden y sus brazos me

sostienen. —No, no puedes. —El vómito quema la parte posterior de mi

garganta mientras mis oídos pitan y mis ojos se empañan con más lágrimas.

Estoy hiperventilando y el mareo fluye por todo mi cuerpo—. Nadie puede

soportar escuchar que violaron a una chica de doce años… Debo

mantenerlo en secreto. Tengo que… —Dejo de hablar, sabiendo que

nunca podré volver a atrás.

Me aparto de sus brazos, sintiéndome avergonzada, pero él toma mi

mano y jala mi brazo, apretándome contra su cuerpo. Toma mi rostro,

acariciando mi cabello mientras mis hombros tiemblan y mis lágrimas

empapan su pecho lleno de cicatrices.

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14 #34 Deja que alguien Kayden se

acerque a ti.

Traducido por Mel Demczuk & Joha quinto.

Corregido por Juli_Arg

Kayden i pudiera abrazarla para siempre, lo haría. No esperaba que eso

saliera de su boca. Sabía que tenía algo oscuro escondido en su

interior, pero no eso. Me duele muy dentro en mi pecho y me

está costando trabajo no reventar mi puño contra la cabecera de la

cama de nuevo. Lo único que me detiene es que no quiero alejar mis

brazos de ella.

Lloró interminablemente y cada sollozo prácticamente me desgarró

en dos. Era como desintegrarse en pedacitos. Finalmente, se durmió

acurrucada contra mí, con la cabeza metida en mi pecho. Trazo líneas

sobre su espalda desnuda, con la mirada perdida en el vacío,

preguntándome como alguien pudo haberle hecho eso.

No sé si puedo manejarlo. Cuanto más estoy acostado aquí, más

nervioso me pongo mientras los sentimientos de ira me consumen. Flexiono

las manos, hundo mis uñas en mi piel, lucho para mantenerme quieto.

Callie comienza a moverse y me mira con sus ojos hinchados e

inyectados de sangre.

—¿Estás bien? —le pregunto, apartándole el pelo de la frente.

—Estoy bien. —Su voz es ronca, sus mejillas están rojas, y sus pupilas se

dilatan.

S

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Hago una pausa, sin saber si existe la pregunta correcta, o si existe

siquiera. —Callie, lo que me dijiste... ¿Quién más sabe de esto?

—Nadie. —Sus hombros desnudos suben y bajan mientras lucha para

respirar—. A excepción de Seth.

Vacilo, mis dedos todavía en su pelo. —¿Ni siquiera tu mamá?

La tristeza en sus ojos casi me mata. —Sólo tú y Seth. —Agacha su

cabeza, ocultando su rostro.

Quiero preguntarle quién fue, así puedo buscarlo y golpearlo

jodidamente hasta la muerte. Miles de ideas inundan mi mente, pero no sé

lo suficiente como para hacer suposiciones. Podría preguntarle, pero por el

momento se quebraría si lo hago. Lo sé porque he estado en ese punto la

mayor parte de mi vida.

—Creo que deberías vestirte. —Levanto la cabeza y miro por encima

de su hombro hacia el reloj de la mesilla de noche.

—Lo siento. Probablemente tienes cosas que hacer y estoy aquí

sentada, reteniéndote. —Inclina la cabeza hacia un lado para deslizarse

fuera de mis brazos, pero flexiono mis brazos y la abrazo contra mí.

—Sólo lo dije porque Luke volverá pronto —le explico, acercando

lentamente su rostro al mío—. No porque quiera que te vistas y te vayas.

—Oh. —Se relaja un poco, los mechones de su cabello se extienden

por mi pecho mientras baja su rostro.

Corro parte de su cabello a un lado, que huele un poco a lluvia, y la

beso suavemente en los labios. Cuando me alejo, parece sorprendida.

—Kayden… yo…yo… —Lucha por las palabras—. No tienes que estar

conmigo porque sientes lastima por mí. Ni siquiera pensé en decirte eso.

Me quedé atrapada por el momento.

La miro fijamente, sorprendido. —Estoy contigo porque quiero estar

contigo.

Traga con fuerza. —¿Incluso después de lo que te dije?

Rozo mi dedo por su mejilla. —Callie, tengo los mismos sentimientos

por ti ahora que hace una hora. Nada es diferente.

Lucha por contener las lágrimas mientras parpadea. —¿Estás

seguro? Porque a veces… a veces soy un desastre. Lo que sucedió recién

no fue una cosa de una sola vez. Me pongo así cuando recuerdo cosas.

Asiento, asustado. Quiero estar con ella, más que nada en este

momento. Sólo espero poder manejarlo, por el bien de ella.

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Callie No tenía intención de soltárselo como una bomba gigante, pero la

necesidad de alejarme de él para que pudiera deshacer del sentimiento

infeliz de mi cuerpo era demasiado abrumador.

Lo dejé salir, esperando que él enloqueciera y perdiera el control,

pero hizo lo contrario. Me sostuvo, permitiéndome llorar, dejándome

desarmarme y dándome más de lo que él nunca sabrá.

Decírselo en voz alta fue liberador, como si me apoderara de una

parte de mi vida de nuevo. Sólo espero que siga así.

No me deja irme cuando me incorporo, su cuerpo se levanta

conmigo. Me libera brevemente para pasar por encima de mí y recoger mi

sujetador del suelo. Meto mis brazos por las correas y mis manos tiemblan

cuando alcanzo a sujetar la hebilla. Recoge la camisa, la sacude, luego la

desliza sobre mi cabeza. Elevo mis brazos mientras la tira hacia abajo para

cubrirme.

—¿Qué quieres hacer el resto del día? —pregunta y echa un vistazo

a la ventana—. O, ¿mejor dicho, por la noche?

Me pongo la camisa sobre lo último de mi estómago y tiro mi pelo de

debajo del cuello. —Probablemente debería volver a mi dormitorio y hacer

mis tareas. Tengo un montón de trabajos que terminar todavía.

—¿Sabes qué la escuela básicamente va a terminar en unos días?

—Lo sé, pero me perdí un montón de clases cuando estaba…

evitándote.

Agarra una camiseta roja de la cómoda y la tira por encima de su

cabeza, agitando su cabello en su lugar. —¿Quieres que te acompañe de

vuelta?

—Si quieres —digo, sintiéndome culpable por hacerle hacer algo

más por mí. Ya ha hecho lo suficiente por la noche.

Una pequeña sonrisa toca sus labios. —Te voy a acompañar de

vuelta.

Nos dirigimos juntos afuera y me siento extraña, sobre todo cuando

pone su mano sobre la mía. Las luces de mi edificio destellan en la

distancia y todo en lo que puedo centrarme es en llegar allí.

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—¿Vas casa para Acción de Gracias? —me pregunta mientras

cruzamos el césped mojado y nos escabullimos bajo los árboles, donde la

lluvia desciende sobre nosotros.

Me encojo de hombros. —No he pensando en eso, pero tal vez. Mis

padres iban a volar a Florida para las vacaciones, pero mi mamá me envió

un mensaje esta mañana diciendo que se queda en casa y que yo

debería volver.

—Deberías ir con Luke y conmigo —sugiere al cruzar la calle, a través

de los charcos y sube a la acera—. Volveremos en unos días más o menos.

Hay muchas razones por las que no quiero ir a casa, uno es que el

hombre que arruinó mi vida podría estar en mi casa. —Voy a pensar en ello

y te avisaré.

—Sabes, podría ser divertido —dice con una sonrisa peculiar—.

Podrías salir con Luke y conmigo y podríamos mostrarte los inexistentes

momentos divertidos de nuestras vidas.

Le ofrezco una media sonrisa, porque sus palabras me recuerdan a

mi vida de vuelta a casa y cuánto lo odio. —Tal vez.

Se lame los labios, mirándome como si fuera a darme un beso, y

aunque quiero que lo haga, todavía me preocupa que esté haciendo esto

por razones equivocadas. Alcanzo la manija de la puerta del edificio de mi

dormitorio. —Gracias por acompañarme a casa. —Deslizo mis dedos fuera

de su mano y me apresuro por el pasillo, dejándolo aturdido. Trato de no

mirar el cuarto de baño cuando paso por él, pero es todo lo que puedo

pensar, y yo termino dando marcha atrás.

Una vez que termino puedo respirar.

Page 219: La coincidencia de Callie y Kayden

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Kayden No puedo dejar de pensar en lo que le sucedió a Callie. Creo que

pensaba que contándome me asustaría, pero ha tenido el efecto

contrario. No quiero nada más que estar con ella y protegerla, como nadie

lo hizo por mí. Quiero asegurarme que nada malo le suceda.

Se acercan las vacaciones y me estoy preparando para ir a casa.

Honestamente, no quiero volver a allí, pero ¿a dónde más voy a ir? No

tengo a nadie, excepto mi mamá y mi papá siendo una basura conmigo.

Y mi mamá prácticamente me rogó, diciendo que Tyler estaría en casa y

no lo he visto en años. Me pregunto como está ahora, después de años de

beber.

Callie y yo hemos pasado los últimos días juntos, viendo películas y

hablando, pero ha sido estrictamente una cosa de amigos. No porque yo

quiero que lo sea, sino porque no tengo ni idea de cómo tratar de llevarlo

más lejos.

Estoy caminando de vuelta a mi dormitorio desde mi última clase

antes de ir a casa cuando la veo vagando por entre los árboles, leyendo

un libro. Tiene el pelo hasta los hombros y tiene una camiseta gris de

manga larga y pantalones de mezclilla en color negro.

—¿Leyendo algo bueno? —le pregunto, deteniéndome frente a ella.

Su cabeza se levanta de golpe y cierra el libro de golpe, que en

realidad es su diario. —Hola, ¿qué estás haciendo?

Miro el cuaderno y luego arqueo las cejas. —Sabes que un día vas a

tener que dejarme leer algunas de las cosas que pones ahí.

Niega con la cabeza rápidamente, abrazando el cuaderno contra

su pecho, la sangre corriendo en sus mejillas. —De ninguna manera.

Su reacción me da ganas de leerlo aún más.

Caminamos juntos por el césped sin dirección verdadera con

excepción de llegar a la acera.

—¿Has decidido ya si vas a casa? —le pregunto, metiendo mis

manos en los bolsillos—. Sabes que realmente quiero que vayas.

Frunce el ceño. —Lo mismo sucede con mi mamá, pero no sé... No

soy fan de estar en casa. Me recuerda demasiadas cosas.

—La mía lo hace, también —concuerdo—. Y es por eso que

debemos ir juntos. Podemos salir todos los días y pasar el rato. Luke no es

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fan de su casa tampoco, así que sé que nos va a dar un aventón a donde

sea.

Mira a escondidas a través de sus pestañas con una mirada

escéptica en su rostro. —Está bien, lo pensaré.

—Suenas escéptica.

—Es sólo que... parece un poco increíble que tú, Luke y yo pasemos

el rato así.

—¿Por qué no lo haríamos?

Se encoge de hombros, arrastrando sus zapatos contra el barro en el

borde del césped. —Porque nunca lo hicimos antes. Nos conocemos

desde hace años y la única vez que hemos hablado es mientras hemos

estado aquí. Lejos de Afton.

Me volteo quedando frente a ella y casi se topa conmigo. —¿Crees

que me desharía porque estemos de vuelta en casa?

Sus hombros se desplazan hacia arriba mientras se encoge de

hombros otra vez y se queda mirando al suelo. —Es un poco inevitable. La

gente estará allí y un montón de gente con las que pasas el rato que no les

gusto.

Aseguro mi dedo bajo su barbilla e inclino su cabeza hacia arriba,

mirándola a los ojos azules tristes. —¿Te refieres a Daisy?

—Daisy, sus amigos, todos con los que fuimos a la escuela —dice

rotundamente—. Pero no importa. Simplemente no tengo ganas de ir a

casa.

Pasa su tarjeta a través de la cerradura y abre la puerta de su

edificio. El aire caliente nos rodea mientras caminamos por el pasillo

desocupado. —Entonces, ¿qué vas a hacer? ¿Quedarte aquí sola?

—Soy una chica grande —dice mientras nos adentramos en el

ascensor y luego menea la cabeza cuando empiezo a sonreír—. No lo digo

en el sentido literal.

El ascensor sube y me quedo tranquilo, mientras trato de encontrar

una manera de convencerla a ir conmigo. Cuando llegamos a la puerta

de su dormitorio, me entra el pánico. La idea de dejarla aquí sola está

haciendo estragos en mi corazón.

—Está bien, voy a ser completamente honesto. —Tomo una

respiración profunda, porque lo que voy a decir es muy real y más honesto

de lo que he sido alguna vez—. No quiero estar lejos de ti por tanto tiempo.

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Absorbe su labio inferior en su boca y lo muerde. —Estoy segura de

que vas a estar bien. —Extiende su mano hacia la cerradura y marca el

código. Empieza a girar el pomo, pero agarro su muñeca.

—No, no —le aseguro con una voz temblorosa—. Me estoy volviendo

adicto a nuestras pequeñas charlas y... y tú eres la única que sabe todo

sobre mí.

Sus hombros se hunden mientras me mira con empatía. —Tendré que

hablar con mi mamá primero y preguntarle algunas cosas. Te avisaré

mañana.

La suelto y me aparto, sintiéndome un poco mejor. —Prométeme

que de verdad lo vas a pensar.

Asiente, girando la perilla. —Lo prometo.

Da un paso hacia adentro, pero no puedo dejarla ir todavía. Mis

dedos agarran su manga y tiro de ella hacia el pasillo.

—¿Qué estás…?

Antes de que cualquiera de nosotros pueda protestar, sello mis labios

en los de ella, dejándonos sin aliento. Mi mano toca su rostro y sostengo su

mejilla en mi palma mientas mi otra mano presiona contra la parte baja de

su espalda, arqueando su cuerpo contra el mío. Deslizo mi lengua en su

boca, sólo un beso rápido, pero trasmite todo el deseo que siento dentro.

Nuestras piernas fallan y mi mano se despierta, sujetándonos contra la

pared firmemente antes de caer al suelo. Deja salir un suave gemido y me

aparto, sabiendo que si voy más lejos va ser mucho más difícil dejarla ir.

Parpadea incontroladamente mientras retrocedo con una sonrisa en

mi cara. —Y recuerda que lo prometiste.

Con una mirada aturdida en sus ojos, camina hacia su habitación, y

tira su laptop sobre su cama, antes de cerrar la puerta.

—¿Tienes tu viejo anuario contigo? —le pregunto a Luke cuando

entro en nuestra habitación.

—Eso creo —dice, apartando la mirada del televisor por una fracción

de segundo. Está jugando un juego de carreras, totalmente distraído

mientras sus dedos martillan los botones del control.

Page 222: La coincidencia de Callie y Kayden

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—¿Por qué?

—¿Puede mirarlo por un segundo? —Saco una lata de refresco de la

mini nevera.

Señala la puerta del armario, sus ojos regresando a la pantalla. —

Creo que está en mi baúl.

Dejando la lata al pie de mi cama, entro en el armario. Quitando los

cerrojos del baúl, alzo la tapa y busco a través de los libros hasta que lo

encuentro metido en el costado. Abanico a través de las páginas hasta

que llego a la sección “L” y busco “Callie Lawrence”.

La chica de la imagen no es la Callie que conozco. Su cabello está

hasta su barbilla, como si lo hubiera cortado ella misma. Tiene puesta una

chaqueta ancha que esconde sus hombros delgados y grueso delineador

negro que se traga sus hermosos ojos azules. Aunque, la misma tristeza está

ahí; atormentándola.

Echo un vistazo a unas páginas más, buscándola, pero es como si

apenas existiera, me pongo de pie, guardo el libro, y cierro el baúl,

preguntándome qué hubiera pasado si hubiéramos sido amigos en la

segundaria. Por alguna razón, creo que tal vez las cosas hubieran sido un

poco más fáciles y la presión en mis hombros hubiera sido un poco más

soportable.

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Callie Seth me despierta la siguiente mañana dándome codazos en las

costillas. Tiene café frío con leche en sus manos, su rubio cabello está un

poco desordenado, y tiene una mirada determinada en su rostro.

—Tuve este sueño —Empieza, bajándose a la orilla de mi cama—. Así

que tengo que hablar conmigo. De hecho, tengo un mal presentimiento

sobre que me has estado ocultando algo.

Tiene razón. No le he dicho cómo me desmoroné enfrente de

Kayden. Ha estado realmente feliz últimamente, saliendo con Greyson, y

no quería echar a perder su humor con mis pensamientos oscuros.

Me siento y tomo el café helado, por poco lo termino en unos

cuantos sorbos. —¿Creí que te dirigías a casa esta mañana?

Asiente, bebiendo un sorbo por su pajilla. —Sí, pero le daré un

aventón a Greyson, así que tengo que irme un poquito tarde.

Guío mis piernas hacia mi pecho y descanso mi barbilla en mi rodilla

—¿Va a ir a casa contigo?

Sacude su cabeza con una mirada de asombro en su cara. —De

ninguna manera. ¿Puedes imaginarme llevando un chico a casa para

conocer a mi madre? Además, apenas lo conozco.

Subo mi barbilla lentamente de mi rodilla y mastico mi pajilla. —Pero

¿Cuánto tiempo tienes que conocer a alguien antes de que signifique

algo?

Se sienta en mi cama y descansa sus brazos en mis rodillas. —Eso es

para la gente que están en la situación de decidir, lo cual me lleva a la al

motivo que me trajo aquí.

Finjo un puchero. —¿No fue para despedirte de tu mejor amiga?

—Eso es parte del motivo —dice en un tono serio—. La otra parte del

motivo es que me encontré con Kayden esta mañana. Ahora,

normalmente tenemos rápidas y pequeñas charlas sobre cosas estúpidas,

pero hoy, seguía preguntándome sobre ti. Quería saber si yo sabía a

donde irías en Acción de Gracias y si te había notado rara últimamente.

Ahora, ¿te gustaría decirme algo?

Frunzo el ceño. —¿Tengo que hacerlo?

Asiente, colocando el vaso de plástico en el suelo junto a su pie. —

¿Pasó algo entre ustedes dos?

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Vacilo. —Tal vez.

Espera pacientemente por mi explicación. Suspirando, finalmente

dejo salir todo, dejando fuera unos de los detalles más intensos pero

proporcionándole lo suficiente para que entienda lo esencial.

—¿Le dijiste? —dice, con sus ojos marrones enormes—. ¿Como

decirle, decirle? ¿Por qué no me dijiste esto antes? Esa es la clase de

información que debería serme revelada tan pronto como sucede.

—Porque estabas feliz y porque ni siquiera sé cómo me siento al

respecto. Quiero decir, se lo dije por accidente. —Me quito de encima la

cobija y me muevo hacia la orilla de la cama, balanceando mis pies sobre

el suelo—. Durante un momento en el que perdí el control.

—¿Porque te tocó?

—No, no fue eso. Me gusto que estuviera tocándome, pero dijo algo

que me recordó a… eso.

Revuelve su bebida con su pajilla. —¿Kayden fue bueno contigo?

¿No te hirió o te hizo sentir como una mierda después de que le dijiste?

—Pareció tomarlo bien. —Tomo mi bebida y la condensación

humedece mi piel—. Pero puede que lo esté haciendo porque sentía pena

por mí.

Seth tamborilea sus dedos en su rodilla. —O porque entiende qué es

tener a alguien que lo lastime.

Limpio mi húmedo brazo en la parte delantera de mis pantalones. —

Eso podría ser, pero no quiero que tenga que lidiar con mis problemas.

—O tal vez, es que te asusta porque te hace sentir cosas que te

hacen dudar —puntualiza.

—¿Estás analizándome con psicología barata otra vez? —pregunto,

poniéndome de pie.

Se encoge de hombros. —Tal vez, pero la cosa es que creo que en

serio se preocupa por ti. Debiste haberlo escuchado ese día cuando te

encontrabas en la biblioteca y te llamé para que pudiera descubrir dónde

estabas. Él realmente estaba preocupado por ti.

Agarro una banda para el cabello de la caja encima de mi tocador

y la amarro alrededor de mi cabello, dejando partes afuera por la parte

delantera de mi cara. —Probablemente porque lo dejé después de que

yo… —Dejo de hablar.

Page 225: La coincidencia de Callie y Kayden

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—¿Tuviste un orgasmo? —Termina—. Orgasmo. Orgasmo. Orgasmo.

No es una mala palabra Callie.

—Ya lo sé. —Termino completamente mi bebida, sorbiendo la crema

batida de la pajilla antes de lanzar el vaso vacío en la basura.

—Bueno —Se pone de pie, alisando las arrugas en sus delgados

vaqueros—, esto es lo que sugiero. Deberías ir a casa para Acción de

Gracias. Ve con Kayden y Luke, regresa y diviértete un poco. No te quedes

sentada sin hacer nada aquí sola. Me pone nervioso.

—Quiero ir con ellos —admito—. ¿Pero qué pasa si él está allí?

Me entrega mi teléfono. —Llama a tu mamá y averígualo.

Le arrebato mi teléfono. —Le enviare un mensaje.

Yo: ¿Quiénes son todos lo que se van a quedar en nuestra casa para

Acción de gracias?

Mamá: Nadie hasta ahora. Tu hermano dijo que no va a regresar y la

abuela y el abuelo cancelaron. Por favor, dime que vas a venir a casa

cariño.

Dudo y dejo escapar un gruñido frustrado.

Yo: Iré a casa, pero necesito ver si aún puedo conseguir que alguien

me lleve.

Mamá: Papá puede pasar a buscarte si lo necesitas.

Yo: Podría ir a casa con alguien.

Mamá: ¿Quién?

Yo: Alguien.

Mamá: Callie Lawrence, ¿Qué me estás ocultando? ¿Es alguien que

conozco?

Yo: No lo sé.

Mamá: Callie, sólo dime. Por favor. Hornearé tu pastel favorito.

Yo: Voy a ir a empacar. Nos vemos pronto.

—Guau —murmura Seth mientras lee los mensajes por encima de mi

hombro, estallando sobre mí su aliento a café—. Está súper obsesionada.

—No se acostumbra a que tenga amigos. —Cambio mi timbre a

vibrar y meto mi teléfono en mi bolsillo trasero—. Probablemente sabe que

es alguien de casa.

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Una sonrisa conspiradora se expande por su cara mientras da un

golpecito con sus dedos juntos. —¿Qué crees que hará cuando averigüe

quien es?

Me encojo de hombros, agarrando una maleta debajo de mi cama,

y luego dramáticamente agito mis manos enfrente de mí. —Enloquecer.

Saltar de un lado a otro y decir: “¡Oh, mi Dios! ¡Oh, mi Dios!”

Se ríe un poco. —¿Pero vas a ir?

Asiento con mi corazón estrujando dentro de mi pecho. —Sí, voy a ir.

Siempre y cuando Kayden me lleve.

Cubre su boca con sus dedos para reprimir su risa. —Apuesto que le

encantaría llevarte.

Aprieto mis labios, conteniendo una sonrisa. Imaginar todo lo que

quiero, la idea hace que mi cuerpo sienta un hormigueo. Comienzo a

colocar mi ropa en la maleta, ignorando su comentario.

—Hazme un favor. —Da un paso en frente de mí y me mira a los ojos

con una expresión severa—. Déjalo acercarse a ti si él quiere, ¿bueno? De

hecho, puedes tachar el número treinta y cuatro en la lista.

Doblo mi chaqueta y la pongo en la maleta. —Dices que debo dejar

que alguien se acercarse a mí y ya paso… Te dejé a ti.

—Bueno, estoy tachándolo y poniendo el nombre de Kayden

encima. —Retrocede hacia la puerta, deteniéndose antes de salir—.

Llámame todos los días, así no me preocuparé.

—Sí, señor —digo firmemente con un saludo militar y se ríe—. Y

viceversa.

Una vez se ha ido, termino de empacar y me hundo en la cama

para marcar el número de Kayden.

—Hola —responde y algo golpea en el fondo.

—Hola… ¿Estás preparándote para regresar a casa?

—Sí, estamos llevando nuestras cosas a la camioneta justo ahora. En

realidad, me preparaba para ir a tu dormitorio.

—¿Por qué?

Se ríe entre dientes en el teléfono. —Para asegurarme de que

estuvieras empacando para volver a casa.

Descascaro mi manicura. —¿Quién dijo que iba a ir?

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—Vi a Seth esta mañana y me prometió que te convencería—dice—.

Y sabía que lo haría.

—Seth es un espía convirtiéndose en traidor —respondo,

recostándome en la cama y mirando al póster en la pared enfrente de mí.

—Callie, si no quieres ir, no tienes que hacerlo —Se detiene—. Pero

realmente quiero que lo hagas.

Aún no estoy segura de que quiera hacerlo. —Está bien, estaré lista

en unos minutos.

Cuelgo y miro hacia afuera por la ventana a las hojas y suciedad

salpicadas sobre el césped, puestas ahí por el viento. ¿Cómo el rumbo de

mi vida pudo cambiar tan rápido? Estoy haciendo cosas que normalmente

no haría, confiando en la gente, sintiendo cosas, viviendo la vida. Me

pregunto cuánto durara.

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15 #21 Déjate aburrir

Traducido por Nats

Corregido por Mel Cipriano

Callie

an pasado dos días desde que Kayden y Luke me dejaron en

casa. Afortunadamente, era de noche, así que mi madre no

salió corriendo a avergonzarme. He oído de Kayden unas

cuantas veces más mediante mensajes, pero no hemos salido.

Durante todo el regreso a casa, tuve una experiencia extracorporal.

Ir en el camión con Kayden y Luke fue surrealista, como si observara lo que

me estaba ocurriendo en vez de vivirlo. Tuve un par de momentos similares,

pero nunca fueron tan buenos como ese. Eran malos y llenos de imágenes

que me gustaría ser incapaz de ver.

Es un par de días antes de Acción de Gracias y mi madre y yo

estamos en la cocina. Los armarios están repletos de comida, la estufa con

ollas, y el fregadero lleno de platos sucios. Hay adornos de hojas naranjas y

marrones a lo largo de las paredes color canela, en el centro de la mesa,

en el alféizar, enmarcando la puerta —mi madre siempre ha sido una gran

decoradora de las fiestas.

—Aún sigo sin creerme cuánto has cambiado. —Mi madre me mira y

yo niego, troceando una manzana en la tabla de cortar. Me toca el pelo,

notando la longitud de este—. Y has dejado de cortarte el cabello. Estoy

tan contenta. He querido que creciera desde el día en que te lo cortaste.

—No estoy segura de si me gusta así —miento, sacudiendo la

cabeza hacia los lados y retirándolo de ella. Me gusta cuando Kayden lo

está tocando, lo que hizo durante la mayor parte del viaje hasta aquí, pero

eso es todo—. De hecho, creo que me lo voy a cortar de nuevo.

H

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Coloca las manos en sus caderas y entrecierra sus ojos avellana. —

Callie Lawrence, no harás tal cosa. Te ves tan hermosa, cariño. Un poco

flaca, pero eso es probablemente porque no llevas todas esas ropas

holgadas.

Jugueteo con el borde de mi ajustada camiseta negra. —Estoy tan

delgada como siempre.

Se lleva las manos a la espalda y deshace el nudo de su delantal

con pequeñas manzanas estampadas en él. —Bueno, vamos a engordarte

un poco. Estoy cocinando mucha comida.

Dejo el cuchillo de trocear y alcanzo otra manzana. —¿Por qué? Si

sólo seremos tú, yo y papá.

—Oh, vamos a donde los Owens este año. —Toma una cuchara de

madera del cajón, metiéndose un mechón de su largo cabello castaño

detrás de la oreja—. Han invitado a un montón de gente, como lo hicieron

un par de años atrás.

Frunzo el ceño mientras recuerdo la cena de la que habla. Ese fue el

año en el que Kayden empezó a ir en serio con Daisy y ella hizo esa cena

un infierno para mí. —¿Quién estará allí?

Se encoge de hombros y comienza a tararear la canción que suena

en la radio. —¿Deberíamos arreglarnos el pelo ese día antes de la cena?

¿No sería divertido? ¿Para ir bien vestidas?

Estoy a punto de decirle que no, y que eso suena como la última

cosa que quiero hacer, cuando mi móvil suena, anunciando que hay un

mensaje esperando.

Kayden: ¿Sabes que la señora McGregor tiene una aventura con

Tom Pelonie?

Yo: Um… ¿qué?

Kayden: ¿O que Tina Millison tendrá un nuevo Mercedes para

Navidad?

Yo: ¿Debería saberlo? Porque estoy realmente confundida.

Kayden: Creo que mi madre necesita una amiga. Ha estado

siguiéndome por toda la casa, contándome los últimos chismes. Incluso

quería que la llevara a hacerse la manicura.

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Resoplo una risa, pero rápidamente la borro cuando mi madre me

mira inquisitivamente.

Yo: Supongo que te extraña.

Kayden: No, está aburrida y necesita dejar el vino. Creo que mi

padre ha viajado un montón mientras no estuve aquí y la casa vacía le ha

vuelto aún más loca de lo que ya estaba antes de que me fuera.

Yo: La mía quiere que me arregle el pelo con ella.

Kayden: Seh, pero eres una chica.

Yo: Oh, lo olvidé por un segundo. Gracias por recordármelo.

Kayden: Yo no, para nada. De hecho, es en todo lo que pienso

durante todo el tiempo.

Yo: ¿Qué soy una chica?

Kayden: Que eres una chica a la que quiero tocar ahora mismo

muchísimo.

Presiono mis labios, sin saber qué responder. Apenas nos hemos

besado desde que le conté mi secreto y de repente me está hablando

suciamente.

—Callie, ¿qué pasa? —pregunta mi madre con preocupación—.

Pareces sonrojada.

Alzo la vista del mensaje a sus preocupados ojos. —Estoy bien.

Se acerca al móvil. —¿A quién le escribes?

La doy la espalda y camino hacia la mesa, así no puede ver mi cara.

Kayden: ¿Te asusté?

Yo: No, sólo pensaba en algo.

Kayden: ¿En mí tocándote?

—Callie, las cacerolas están hirviendo —dice mi madre—. ¿Puedes

bajar la temperatura?

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Yo: Tengo que irme. Mi madre tiene una crisis en la cocina.

Kayden: Vale, te escribo luego. Prepárate para darme una

respuesta.

Mi piel está caliente cuando corro hacia la estufa y giro las perillas.

Vapor llena el aire mientras quito la tapa de una de ellas y remuevo los

fideos en el agua.

—Así que, sobre arreglarnos el pelo. —Mi madre renueva la

conversación justo donde la dejamos—. ¿Qué te parece?

—Creo que voy a irme a mi habitación. —Evado su pregunta,

secándome las manos con una toalla de papel—. Tengo un montón de

cosas que hacer.

—Pero son vacaciones —dice—. Se supone que debemos pasar

tiempo juntas. ¿Qué harás allí arriba aparte de aburrirte?

Mi madre siempre quiso que fuera algo que no soy, incluso antes de

que cambiara. Cuando tenía seis quería que fuese una bailarina, y yo

quería ser una jugadora de fútbol. Cuando tenía diez pensó que sería

fantástico si me compraba un guardarropa entero de vestidos para la

escuela, y yo todo lo que quería era perforarme las orejas. Cuando tenía

once decidí que quería aprender a tocar la guitarra. Me inscribió en clases

para un concurso de belleza.

—Aburrirse no es tan malo. —Pongo el cuchillo en el fregadero y

camino hacia la puerta trasera—. Volveré en un rato.

Hace frío afuera mientras me dirijo al garaje, una ligera escarcha

acristalando las ventanas y la barandilla. Mientras estuve en la Universidad,

mamá y papá pusieron un montón de cajas en mi habitación, junto con los

recuerdos de fútbol de mi padre. Podía dormir en el sofá de la sala de

estar o en el apartamento de encima del garaje. Elegí el garaje por

razones de privacidad. Además de que me gusta no tener que estar en mi

cuarto, atormentada por los recuerdos que me mantienen despierta toda

la noche. Aquí arriba es tranquilo y silencioso —mi mente se aclara algo

después de la tormenta.

Subo las escaleras y cierro la puerta detrás de mí, poniendo en

marcha los dos calefactores antes de agarrar mi diario del bolso. Saco el

iPod y me pongo los cascos, desplazándome hasta “La Impresionante

Playlist de Seth”. Seth tiene un amplio gusto musical y me pregunto qué

sonará cuando cliqueo en la primera canción. “Work” de Jimmy Eat World

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fluye en mis oídos mientras me dejo caer sobre el colchón y pongo los pies

sobre la cabecera de metal.

Abro el diario y pongo la pluma sobre el papel, mi corazón y mi

mente corriendo salvajemente.

Me he estado preguntando durante los últimos días cómo sería el

estar con Kayden. Estar real, realmente estar con él. Cuanto más exploro la

idea, más me pregunto sobre el tema. A veces, se siente mal pensar estas

cosas, pero otras, disfruto de mis pensamientos e imágenes muy vívidas. Es

como si no fuera yo nunca más, como si estuviera transformándome en

una chica que se plantea las posibilidades de una vida y amor.

Estaba soñando despierta el otro día en la sala, imaginando su boca

en mi pecho, que me besara como esa noche antes de marcharme,

cuando mi madre entró en la habitación.

—Pareces tan feliz —dijo, sentándose en el sofá junto a mí—. Ha

pasado tanto tiempo desde que te he visto sonreír así.

La miré, y me refiero a que realmente la miré por un momento.

¿Alguna vez cruzó por su mente, incluso por un mísero segundo, que tal vez

algo terrible me había ocurrido? ¿Se lo preguntó, pero la idea era tan

oscura que su mente no lo pudo comprender?

Una cálida mano toca mi hombro, asustándome, y lanzo mi brazo en

una llave mientras me alzo de golpe, dejando caer la pluma y el cuaderno

en la cama.

Kayden retrocede, elevando sus manos frente a él mientras yo

respiro profusamente, de rodillas en la cama. Lleva un par de pantalones

cortos, una sudadera negra, y zapatillas. Su pelo está escondido bajo una

gorra y su boca se mueve cuando dice algo.

Rápidamente me relajo. —¿Qué haces aquí?

—Tu madre me dijo que estabas aquí. —Mira alrededor de la

pequeña habitación sin suelo y sólo yeso en las paredes, su mirada

persistiendo brevemente en la cama sin hacer. —¿Es tú habitación o una

de invitados, o qué?

Pongo el iPod en la cama y me levanto. —Se supone que es una

casa para huéspedes. Mis padres han estado trabajando en ella durante

años, pero esto es de lejos todo lo que han hecho.

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Sonríe a un pequeño agujero en la pared que necesita ser rellenado.

—Mis padres enloquecerían si alguna parte de nuestra casa fuera como

esta.

—Los míos se desvían con otras cosas; deportes, reuniones, concursos

de pastel horneado, suplicas a mi hermano y a mí para que no nos

vayamos tan lejos a estudiar. Tienen problemas de apego.

—Así que prefieren hacer vida. Me gusta eso. —Me enfrenta, sus ojos

color esmeralda brillando—. Tu madre parece agradable. Sé que la

conozco de antes y eso, pero parecía muy habladora esta vez.

Me estremezco internamente. —¿Qué te dijo?

Se quita la gorra y se despeina el pelo con los dedos, por lo que su

pelo se eleva y termina colgando en mechones sobre su frente. —No

mucho.

Finjo una mirada dudosa y arqueo las cejas. —¿En serio? Porque lo

dudo bastante. De hecho, apuesto a que te dijo un montón.

Está intentando duramente no sonreír. —Fue completamente

agradable —Gira a mí alrededor, y yo muevo el cuerpo para enfrentarle—.

Dijo que estaba muy emocionada y contenta de que estuviéramos

saliendo y de que fuésemos tan buenos amigos.

—Yo no le dije nada de eso —le digo, sintiéndome avergonzada—.

Simplemente asume las cosas.

Se coloca detrás de mí y comienzo a girarme para seguirle, pero

envuelve sus dedos alrededor de mis hombros para mantenerme en el

lugar, presionando su pecho contra mi espalda. —¿Por qué no la dirías

eso?

Me encojo de hombros, temblando un poco por su aliento en mi

cuello mientras inclina su cabeza sobre mi hombro. —Porque no le cuento

nada. Y-yo no… —Voy a la deriva mientras su boca se mueve cerca de mi

oreja y roza la punta del mismo.

—Si no somos buenos amigos, ¿entonces qué somos, Callie? —

Empuja mi lóbulo en su boca y arrastra sus dientes suavemente por mi

piel—. Porque realmente me gustaría saberlo.

—No lo sé —jadeo, preguntándome de dónde diablos viene todo

esto.

—No podía dejar de pensar en ese mensaje y decidí que necesitaba

venir aquí y escuchar tu respuesta —susurra, su voz ronca—. De hecho,

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hubiera venido antes, pero mi padre me tenía haciendo ejercicio. Dijo…

dijo que perdí condición mientras estuve fuera.

Su duro pecho presionado contra mi espalda indica cuán gran

mentiroso es su padre.

—¿Estás… bien? —pregunto cautelosamente—. Quiero decir, tu

padre no te… hizo nada, ¿no?

—Estoy bien. Apenas estuvo allí. Supongo que ha estado yendo a

una gran cantidad de reuniones y eventos de caridad en la ciudad. Mis

padres siempre fueron buenos en aparentar la perfección de cara al

público. —Se detiene—. ¿Estás bien? No hablamos mucho sobre las cosas.

Quise hablar contigo en el coche, pero Luke estaba allí.

—Está bien —digo—. No tengo muchas ganas de hablar.

Duda, inhalando y exhalando, mi espalda subiendo y bajando con el

constante movimiento de su pecho. —¿Entonces, qué quieres hacer?

Lo que estaba escribiendo en mi diario. —No lo sé… —Un suave

gemido escapa de mi garganta mientras muerde suavemente el hueco

bajo mi oído.

Su brazo serpentea alrededor de mi cintura y por mi estómago, entre

mis pechos, y hasta mi cuello. Presionando sus dedos contra mi mandíbula,

gira mi cabeza hacia él mientras mantiene mi cuerpo en el sitio. De cerca,

noto un pequeño rasguño en su mejilla y un poco de barba en su mentón.

—¿Estás bien? —Llego a su cara y trazo con mis dedos gentilmente

su mejilla—. ¿Cómo te la hiciste?

—Es sólo un pequeño corte. —Sus pupilas se contraen mientras sus

ojos se abren más—. Estoy bien. Lo prometo.

Mi pecho se presiona contra su brazo mientras mi respiración se

acelera y sus ojos se centran en mis labios. Su boca está a centímetros de

la mía, y mis ojos se cierran por propia voluntad cuando sus labios rozan los

míos. Su boca se mueve tranquilamente mientras mantiene un brazo

cruzado sobre mi pecho y el otro viaja a lo largo de mi estómago, su mano

agarrando la tela de mi camiseta. Trato de pensar en qué hacer con las

manos y finalmente las coloco en sus brazos. Dejando que mis labios se

abran, mi cabeza cae hacia atrás mientras su cálida lengua se adentra en

mi boca y roba el aire de mis pulmones.

De repente, se tensa y retrocede un poco, mirándome a los ojos. —

¿Quieres que pare? Porque siempre puedes decirme si necesitas que vaya

más despacio.

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Lo considero, pero sólo por un momento y luego sacudo la cabeza.

—No.

—¿Segura? —comprueba, y yo asiento con demasiado entusiasmo.

Deslizando las manos por mis costados, me da la vuelta para

enfrentarlo. Estoy de puntillas, enganchando mis brazos alrededor de su

cuello, y me acerca más de tal forma que mi cuerpo se arquea contra el

de él. Cuando nuestros labios conectan, siento una chispa que cosquillea

por todo mi cuerpo y gimo ridículamente alto, mis rodillas temblando. Mis

mejillas comienzan a calentarse, pero él deja escapar un gruñido,

ahuecando mi cara entre sus manos mientras da un paso adelante,

llevándonos a alguna parte. Mis pies se enredan con los suyos cuando

camino hacia atrás y segundos más tarde, estamos cayendo sobre el

colchón.

Ruego a Dios que esta vez dure el momento; que nada de lo del otro

día se interponga entre nosotros.

Su cuerpo se ajusta al mío mientras una de sus manos se anuda en mi

pelo, y la otra amasa mi muslo. Deslizo las manos por debajo de su

camiseta y siento las líneas de sus músculos y cicatrices. Su estómago se

tensa bajo mis caricias, pero continúa explorando mi boca con su lengua,

la punta corriendo a lo largo de mi paladar y luego sus dientes

mordiéndome suavemente el labio. Sus dedos comienzan a ir hacia los

vaqueros y mis entrañas se estremecen. Me froto los pies, apretando mis

piernas, intentando encontrar la manera de aliviar el cosquilleo entre mis

piernas.

—Callie… —gruñe y sus manos comienzan a bajarlos mientras nos

rueda hacia un lado. Estoy sorprendida de lo mucho que mi cuerpo quiere

que me toque ahí, así que sigo besándolo mientras pequeños gemidos

escapan de mis labios y enhebro mis dedos en su cabello. Sus dedos se

detienen dentro de mis vaqueros, como si estuviera poniéndome a prueba,

y luego finalmente desliza uno dentro de mí.

Aleja su boca unos centímetros por un segundo para mirarme a los

ojos. —¿Estás bien?

Estoy nerviosa y asustada, pero se siente tan bien. —Estoy bien —digo

y la falta de aliento de mi voz es toda la garantía que necesita.

Su dedo comienza a moverse cuando me besa de nuevo,

deslizando su lengua en mi boca mientras su otra mano siente mi pecho

por encima de la camiseta, haciendo que un jadeo escape de mí. Mis

caderas comienzan a retorcerse contra él y desliza la mano desde mi

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pecho hasta el muslo, colocándolo sobre su cadera para así estar abierta

para él.

Mi cabeza cae sobre la almohada mientras trabajo por recuperar el

aliento. Se inclina un poco hacia atrás, su dedo masajeándome desde el

interior, y observa con asombro como cada parte de mi cuerpo sube y

baja. Algo dentro de mí estalla con calor y grito, tratando de aferrarme a

eso, pero segundos después vuelvo a la realidad.

Kayden desliza su dedo fuera y me besa gentilmente, su cálido

aliento contra mis labios. —¿Sigues bien?

Asiento, mi respiración irregular y mi piel empapada en sudor. —Estoy

genial.

Sonríe ante mi respuesta y probablemente me sonrojaría en

circunstancias normales, pero la altura n mi cuerpo permanece inmóvil. Se

acuesta sobre su espalda con el brazo enterrado bajo mi cuello, sus dedos

peinando mi cabello, mientras mira fijamente al techo con una expresión

confundida en su rostro. —Tengo que ir a reunirme con Luke. No dejaba de

enviarme mensajes, diciendo que necesitaba largarse de casa. Le dije que

pararía aquí unos pocos minutos y luego estaría allí.

—Oh. De acuerdo. —Estoy un poco herida de que se marche.

—Te prometo que no saldremos con él durante toda la noche. —Se

baja de la cama y me extiende su mano—. Podemos regresar a aquí más

tarde, o tal vez ir a ver una película.

Tomo su mano y lo miro fijamente. —¿Quieres que vaya contigo?

Me levanta a mis pies con sus cejas alzadas. —¿Qué? ¿Creías que

sólo vine aquí a… a hacerte eso?

Me siento estúpida. —Quizás. Estabas diciéndome todas esas cosas

de la nada antes. —Me encojo de hombros—. No sabía realmente lo que

estaba pensando.

Continúa sosteniendo mi mano mientras camina hacia la puerta. —

Callie, no estoy usándote. Toda la cosa de los mensajes era sólo mi tensión

sexual sin dejarme en paz. Si no quieres hacer cosas, lo puedes decir.

—Quiero hacer cosas —digo—. Esa noche, cuando sucedió entré en

pánico porque algo de lo que dijiste me recordó a lo que ocurrió… con

esa otra cosa. No fue por nada que hayas hecho.

La preocupación en sus ojos desaparece a medida que acerca mi

muñeca a sus labios y la besa delicadamente. —¿Así que estamos listos

para seguir adelante?

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Asiento, incluso a pesar de que no tengo ni idea de hacia dónde

vamos. Estoy extremadamente interesada en descubrirlo, especialmente

después de lo que acabamos de hacer. Siempre creí que cosas como esta

no serían posibles para mí; que me recordarían mucho a lo que sucedió,

pero todo en lo que pensé durante todo el tiempo fue en Kayden. El resto

abandonó mi mente.

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16 #7 Hacer algo solo porque es divertido.

Traducido por BlancaDepp

Corregido por Melii

Kayden e preocupa que me esté yendo a la oscuridad. No he

podido dejar de pensar en ella después de que Luke y yo la

dejáramos en su casa, he intentado mantener la distancia.

Entre más tiempo pasa, más intensos se hacen mis sentimientos. Todo en lo

que puedo pensar es en estar con ella, sobre todo porque mi padre ha

sido un gilipollas desde que llegué a casa. No me ha golpeado, pero no es

fácil estar cerca de él, aunque sólo son pequeños lapsos de tiempo.

Finalmente, decidí a ir a ver a Callie, ya que sabía que verla me haría

sentir mejor. Sólo iba a hacer una parada rápida, pero tantas emociones

se agolpaban en mí, no pude contenerme y las cosas terminaron un poco

calientes. Cuando Callie se vino, casi me muero. Todo lo que quería hacer

era arrancarle la ropa y meter mi polla dentro de ella, sentirla en todas

partes, todo. Pero tengo miedo de lo que pasará si cruzamos esa línea.

¿Qué significará para ella, que significará para mí? Mi cabeza está muy

jodida. Debería alejarme, pero soy jodidamente débil.

Callie se pasea por la pequeña habitación en el sótano de mi casa,

deteniéndose en mis trofeos y fotos en la pared. Mira a la cama en la

esquina y luego a los sofás de cuero y la televisión. El hueco en la pared

que golpeé ha sido reparado, como si aquella noche nunca hubiera

sucedido. Pero pasó. Y una parte de mí está feliz de que lo hiciera, porque

eso trajo a Callie en mi vida.

—Entonces, ¿qué es esto? —pregunta con curiosidad—. ¿Tu

apartamento de soltero?

M

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Abro la puerta lateral que conduce al exterior para permitirle a Luke

entrar, quien fue a la camioneta para traer la nevera. Mi papá se ha ido

por la noche, gracias a Dios, y mi mamá nos vio entrar. —Supongo que así

es como puedes llamarlo. En serio, esté es el lugar que mis hermanos y yo

usábamos para escondernos cuando tratábamos de permanecer invisibles

—Es tan extraño hablar abiertamente.

Se sienta en el respaldo del sofá, con las piernas colgando por el

borde. —Me hubiera gustado tener una de estas habitaciones cuando

estaba creciendo.

—Entonces, ¿qué demonios haremos esta noche? —Luke tropieza en

el interior llevando un enfriador azul, su cara es de color rojo, y no hay

suciedad en el cabello—. Personalmente, me gustaría tratar de no volver a

vivir la última noche que nos quedamos aquí.

—¿Qué paso? —pregunta Callie con curiosidad.

—Alguien quedó destrozado y terminó siendo golpeado por Dan

Zelman. —Luke mira hacia mí cuando deja el refrigerador en la mesa—.

Fuiste realmente estúpido al pelear con él.

Me estremezco al recordarlo, flexionando la mano. —Sí, me destrozó.

Callie me mira. —¿Dan Zelman? Él es enorme. ¿Por qué peleaste él?

Me encojo de hombros, uniéndome a ella en la parte de atrás del

sofá. —Estaba borracho —Bajo mi voz hasta un susurro y me inclino hacia

ella en su oído—, y molesto porque no tuve las agallas para golpear a

quien me lastimo.

—¿Tu papá? —susurra, volviendo la cabeza y sus labios casi tocan los

míos.

Cambio mi peso con inquietud. —Sí, más o menos.

Luke abre la nevera y las botellas de cerveza caen al suelo,

haciendo tintinear el vidrio. —¡Maldita sea! Esa no fue mi culpa.

Ruedo los ojos con exageración y Callie se ríe. Salto del sofá para ir a

ayudarle a recoger las botellas, contento de que ninguna se haya

derramado. Lo último que necesito es que mi papá venga y encuentre la

alfombra manchada y apestando a cerveza.

Después de recogerlas, Luke toma una botella de Jack Daniels de la

nevera. —Bebidas para todos.

Callie niega con la cabeza, deslizando sus piernas fuera de la cama

y saltando al suelo. —No hay bebidas para mí.

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Parpadeo una sonrisa juguetona. —¿Qué? ¿No te gustó la última vez

que te emborrachaste?

—Ni siquiera puedo recordar nada —dice con un dejo de risa en su

voz—. A pesar de que tú si puedes. Entonces, dime. ¿Quieres llevarme a

casa cargando?

Sonriendo, meto un mechón de su pelo detrás de la oreja. —No me

molestaría.

—Sería muy bueno si me contarás todo lo que dije e hice.

—No, es mejor que lo guarde para mí. Confía en mí, lo que no sabes

no te puede hacer daño.

—Te diré qué —Luke da un paso adelante, desenroscando el tapón

de la botella—, podemos hacer un juego. De esta manera, si realmente

eres buena, nunca tendrás que beber.

Callie mira de ida y vuelta entre nosotros. —¿Qué clase de juego?

Luke me da una mirada de reojo y sacudo la cabeza, sabiendo a

dónde va con esto. —Las reglas son muy fáciles. Alguien dice algo así:

nunca me he quedado dormido en el césped frente a la casa del vecino

de al lado, porque estaba muy malditamente borracho y pensé que era mi

casa. —Extiende la botella hacia mí—. Y ahora él tiene que beber.

Le arrebato la botella, echo mi cabeza hacia atrás, y doy un gran

trago. —Gracias por ponerme de ejemplo.

—Entonces, ¿qué? —dice Callie—. Si has hecho lo que la persona

dijo, ¿tienes que beber?

Lamo el alcohol de mis labios. —Sí, pero no tienes que jugar.

Podemos simplemente pasar el rato. Luke sólo piensa en beber todo el

alcohol.

Luke me quita la botella de la mano, interrumpiéndome con una

mirada dura. —Eso no es cierto. Sólo intento curar mi aburrimiento. No hay

nada que hacer por aquí ahora que todo el mundo se ha ido.

Callie levanta un hombro. —Podemos jugar. No he hecho nada de

nada, así que parece que las probabilidades están a mi favor.

—Sí, pero no sabes mucho sobre nosotros —dice Luke con maldad—,

será difícil que puedas saber que hemos hecho.

Se encoge de hombros otra vez con una mirada en sus ojos que me

hace preguntarme si ella sabe algo.

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Nos acomodamos en el sofá con Callie por un lado, y me siento en el

otro. Luke toma el sillón, subiendo los pies encima de la mesa de café

mientras se toma un trago directamente de la botella.

Pone la botella sobre la mesa. —Entonces, ¿quién quiere empezar?

—Yo lo haré —Se ofrece Callie, levantando la mano.

—¿En serio? —pregunto—. Porque no tienes que hacerlo. No tienes

que jugar si no quieres.

Sonríe inocentemente, retorciendo un mechón de cabello alrededor

de su dedo. —No me importa. Lo prometo.

—Aquí vamos —dice Luke, poniendo sus brazos en el respaldo del

sofá y relajándose de nuevo—. Estoy muy interesado en escuchar lo que va

a salir de tu boca.

Muevo la botella. —Bueno, vamos a ver lo que tienes.

Se muerde el labio, dando la vuelta, y luego sus ojos persiguen a

Luke. —Nunca he discutido con mi entrenador diciendo que no estoy

borracho cuando claramente estaba ahogado de alcohol en el juego.

La expresión de Luke cae. —¿Cómo te enteraste de eso?

Se encoge de hombros. —Mi papá es el entrenador y he oído cosas.

Con los ojos clavados en él, Callie le ordena echar su cabeza hacia

atrás y darle un trago a la botella. —De acuerdo, ahora tengo que

regresártela.

—¡Esas no son las reglas! —La mirada de Callie se fija en mí en busca

de ayuda, sus ojos azules ampliándose en pánico—. ¿Lo son?

—Son mis reglas. —Luke golpea su dedo en la barbilla mientras se

inclina hacia adelante—. Nunca he pisado una pintura de spray y dejado

un desastre en el piso para el tipo que limpia.

Ella rueda los ojos con una emergente sonrisa en los labios,

recordando la competencia que tuvimos.

Luke pone la botella delante de su cara, burlándose de ella, y se la

quita de la mano. Haciendo una mueca de disgusto hacia la botella, ella

pone sus labios en la parte superior, se inclina hacia atrás, y toma un trago

muy pequeño.

Con asco, le regresa la botella a Luke, vuelve la cabeza y cierra los

ojos. —¡Oh, Dios mío! Ese es el peor vodka. —Se estremece mientras

parpadea como loca.

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Riendo, me deslizo más cerca de ella en el sofá y pongo mi brazo

alrededor de sus hombros. —Luke juega sucio, Callie. Ya que le declaraste

la guerra, probablemente irá tras de ti todo el tiempo.

Saca su labio inferior, haciendo pucheros, y brilla por el alcohol.

—Espera, tienes algo en tus labios. —Me inclino hacia delante y lo

chupo fuera.

Sus ojos se abren cuando deslizo mi lengua por sus labios y me

muevo hacia atrás. —Tienes razón, Jack es jodidamente asqueroso.

—Es terrible. —Concuerda con una voz temblorosa.

—Está bien, tengo una —digo, aclarando mi garganta—. Nunca he

caminado a casa vistiendo sólo una bata rosa y un par de pantuflas.

Callie resopla una risa cuando Luke entorna los ojos. —Estás

jodidamente muerto. Voy a decir todos tus pequeños y sucios secretos,

maldito idiota.

Me río, pateando mis botas sobre la mesa. —Eso fue para que no

vuelvas a ir tras ella primero.

—¿Puedo saber por qué lo hiciste? —pregunta Callie a Luke—. Tengo

curiosidad.

—Fue en la casa de una chica —Comienzo, ignorando la mirada de

muerte de Luke—, y mientras estaban teniendo sexo, sus padres llegaron.

Se había quitado toda la ropa en la sala de estar, así que tuvo que pedir

prestado su bata y pantuflas, porque era la única cosa que le quedaba. —Era jodidamente helado, también —recuerda Luke mientras bebe

de la botella de nuevo—, aunque tener sexo con Carrie Delmarco hizo que

todo valiera la pena.

Callie se tapa la boca, inclinando la barbilla hacia abajo,

probablemente para esconder su vergüenza. Fue jodidamente adorable, y

de repente me encuentro deseando que Luke se marche para que poder

estar a solas con ella.

—Tengo una—declara Luke, lanzando una sonrisa maliciosa en mi

dirección. Sus ojos se brillan con malicia y su discurso es un poco

desequilibrado—. Nunca le he dicho a una chica que era el cantante

principal de Chevelle4 sólo para poder besuquearme con ella.

4 Chevelle es una banda de metal alternativo de Chicago, Illinois Estados Unidos formada

en 1995.

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—Voy a matarte por esta. —Llego a la mesa para confiscar la botella

de su mano—. Lo sabes, ¿verdad?

Me sonríe mientras tomo un trago y miro a Callie. —Tenía quince

años. Hice un montón de cosas estúpidas en ese entonces.

No parecía preocupada, pero a veces es difícil de leer. —No es

necesario que me lo expliques.

—Está bien, tengo una —Me concentro en Luke, con ganas de

patear su trasero—. Nunca he bailado sobre una mesa en frente de toda

una habitación llena de gente.

Sus fríos ojos marrones me golpean y luego obliga al alcohol bajar

por su garganta con un movimiento de su cuello. —Nunca me he

despertado llorando en medio de la noche porque tuve una pesadilla

después de ver Halloween.

—Tenía como diez —protesto, tomando la botella de su mano. Tomo

de nuevo un gran trago, comenzando a sentir el ardor del alcohol en mi

sistema—. Nunca he ensuciado mis pantalones porque se cerró la puerta

de mi casa y no podía entrar.

Luke coge la botella de mi mano extendida, derramando un poco

del Jack en la mesa de café. —Nunca le he enviado a una chica una nota

o una carta. «¿Te gusto, Tami Bentler? ¿Crees que soy guapo?»

Callie suelta una carcajada, golpeando su mano sobre su boca

mientras dobla los hombros hacia las rodillas. —No sé ni qué hacer con

toda esta información.

Fuerzo otro trago en mi garganta y limpio mis labios con la manga.

Aunque estoy cabreado con Luke por hacerme ver como un idiota, me

alegro de que ella se ría.

—Oh, ¿piensas que eso fue divertido? —digo y levanta la cabeza,

secándose las lágrimas de sus ojos, asintiendo—. Porque ahora sigues tú.

Niega con la cabeza, sin dejar de sonreír. —No sabes mucho acerca

de mí, Kayden, así que no me preocupa. Además, ya te he dicho que no

he hecho nada de nada.

Me inclino hacia ella, poniendo mis labios junto a su oído, alejando su

cabello de mi camino. —Nunca he estado bajo la lluvia y tenido uno de los

mejores besos de mi vida. —Estoy jodidamente borracho y admitiendo más

de lo que normalmente haría, pero a mí mente borracha no le importa en

este momento.

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Tiembla por mi aliento, sus hombros se alzan. —Pero tú lo tuviste, ¿no?

Oh, tal vez no. No lo sé.

—Me encanta cuando te confundes. Es lindo. —Pongo la botella en

mis labios e inclino la cabeza hacia atrás, bebiendo un trago, haciéndole

saber mi respuesta. Le tiendo la botella con mi mirada en ella—. Tu turno, a

menos que no sea verdad.

Sus dedos tiemblan cuando envuelve su mano alrededor de la

botella. La veo mover los labios mientras inclina la cabeza hacia atrás y

toma un trago. Probablemente no debería estar mirando, pero verla mover

los labios es una distracción. Ella se gira hacia mí.

Tose, con las mejillas hinchadas al colocar la botella en la mesa y

frota sus labios con la manga de su camisa. —Dios, quema tanto.

Luke recoge la botella de la mesa y se pone de pie. —Tengo que ir a

orinar. —Abre la puerta del sótano y se tambalea fuera, dejándola

entreabierta detrás de él.

Callie me mira desconcertada. —¿Por qué sale a la calle?

—Es algo que hace cuando está borracho. —Me relajo en el sofá

con mi brazo todavía alrededor de ella—. Le gusta salir a la calle a orinar. —¿Va a estar bien? —Mete la pierna por debajo de ella—. Parece

bastante borracho. ¿Qué pasa si se pasea entre los árboles y se pierde?

—Estará bien. —Sacudo la mano, no queriendo hablar de Luke.

Nos sentamos en silencio por un momento y la miro por el rabillo del

ojo, con ganas de tocarla, como lo hice antes en su habitación.

Callie gira su cuerpo hacia mí, apretando los labios, reprimiendo una

sonrisa. —Así que, realmente le escribiste una carta a Tami Bentler, ¿o no?

—Permíteme aclararte que sucedió en tercer grado. —Me relajo en

el sofá, agarro su hombro, y la guio hacia abajo conmigo, así que estamos

acostados lado a lado y la rodeo con mis piernas.

Se golpea la cabeza en el brazo del sofá mientras se acomoda. —

Ay... ¿Qué te dijo?

—Aquí, levanta tu cabeza. —Meto mi brazo debajo de ella, antes de

acostarse, dejando que lo utilice como almohada—. Ella dijo, de ninguna

manera.

Se da vuelta de lado, frente a mí. —Eso es triste. Yo habría dicho que

sí.

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—¿La harías? —le pregunto—. Porque no era tan encantador como

lo soy ahora.

Se ahoga en una carcajada y luego baja la cabeza hacia mi pecho.

—Como que estaba enamorada de ti en la primaria.

—¿Qué? —pongo un dedo bajo su barbilla, levanto su cabeza, así

puedo mirarla a los ojos—. ¿De verdad?

—Creo que sabes que casi todas las chicas lo estaban, me

sorprende que Tami dijera que no.

—Creo que Tami hubiera aceptado la carta proviniera de alguien

como tú.

—¿Quieres decir... que le gustaban… le gustan las chicas?

Me encojo de hombros, mirando hacia el techo. —Eso es lo que he

oído, pero quién sabe si es verdad. —Hago una pausa, bajando la mirada

mientras se moja los labios con la lengua—. ¿Cuánto estás de borracha?

—No estoy borracha, en lo absoluto —dice ella—. Tomé dos tragos

pequeños.

Me remuevo a su lado y ella acuna su brazo protectoramente contra

sus costillas. —Sí, pero eres pequeña y ligera.

—No soy tan pequeña —protesta—. Y juro apenas siento nada.

Hago una pausa, examino sus ojos, y luego avanzo con precaución.

—Así que si te besara ahora, ¿no me estaría aprovechando de ti?

—No, pero yo podría estar aprovechándome de ti. Tu aliento huele

tan mal como la botella. —Arruga su nariz con una sonrisa.

—Confía en mí. Puedes aprovecharte y no me importaría, incluso

cuando esté sobrio. —Presiono mis labios en los de ella, sintiendo el latido

de mi corazón en su pecho mientras atrapo su aliento.

Se forma un silencio mientras nos acostamos tocándonos las frentes y

mezclando el aliento. Pongo mi mano en su cadera, cerrando los ojos,

sintiendo la intensidad del momento como una herida abierta.

—Tengo una pregunta —susurra Callie—. ¿Cuánta gente vio a Luke

caminando en esa bata?

—¿Sabes que en cada Navidad hacen esa cosa de los villancicos en

el centro de la ciudad?

—Si

—Bueno, él caminaba por ahí.

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Se ríe, rodando hacia mí, y acomodando su cara en mi hombro

cuando su pierna se desliza a través de mi estómago. —Siempre hay un

montón de gente allí. Oh, Dios mío, apuesto a que mis padres estaban ahí.

Siempre van.

—Lo sé… —Huelo su cabello, champú mezclado con cigarrillos de

Luke por fumar en el coche de camino aquí—. Callie, yo… —Joder. ¿Qué

me está pasando?—, tengo muchas ganas de besarte ahora mismo.

Ella se congela, su pecho presiona contra el mío mientras exhala. —

¿Ah, sí?

Quito el pelo de su cara y mira hacia mí a través de sus largas

pestañas. —¿Puedo?

Se queda inmóvil durante un segundo y luego asiente con la

cabeza. —Sí, puedes.

Dejo escapar un suspiro tenso y me inclino hacia ella, ladeando la

cabeza mientras sello mi boca con la suya. Muerdo suavemente su labio

inferior, deja escapar un gemido entrecortado que inunda mi cuerpo con

hambre. Me zambullo en el beso, abriendo la boca y acariciando sus

labios con la lengua. Ella es caliente y sabe a Jack y quiero más, más de lo

que probablemente esté listo.

Agarrando su cintura, la tiro sobre mi regazo para que me monte. —

No puedo detenerme contigo.

Un pequeño suspiro escapa de sus labios cuando se presiona contra

mi polla dura. —Kayden… —comienza, pero se desvanece cuando paso

mis dedos por su pelo y acompaño su cara hacia la mía. Muevo los labios

por su cuello, soy muy malo en su piel, devorando su sabor.

—Tengo que decirte algo. —La parte trasera de mi mente me grita

que debo callarme. Que estoy borracho y lo que voy a decir no es bueno,

pero lo hago de todos modos—. Nunca me he sentido así con nadie.

Su cuerpo se pone rígido, su aliento cala en mi cuello. —¿Qué?

—Tú y yo... me gustas mucho. Nunca me ha gustado la idea de estar

con alguien.

Exhalando lentamente, se empuja hacia arriba y sube por la parte

superior de mí. —Creo que tal vez deberíamos hablar de otra cosa.

—¿Cómo qué? —Me preocupa que la haya asustado, como lo he

hecho conmigo.

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—Como algo que te haga feliz —sugiere—, o algo de lo que no te

vayas a arrepentir mañana.

—Esa eres tú. Callie, tú eres la única persona que me hace sentir feliz

por nada. Esa noche me salvaste, haz cambiado algo en mí… me diste

ganas de vivir —le digo la verdad, sabiendo que cuando llegue la

mañana, todo va a pasarme factura.

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17 #21 Crear recuerdos que te pertenezcan

Traducido por macasolci & MarMar

Corregido por Violet~

Callie noche fue interesante, por decir menos. Kayden estaba ebrio

y diciéndome cosas que probablemente no diría en un

estado sobrio, así que lo detuve. No quiero que me diga cosas

sólo porque está ebrio. He visto a Seth divagar sin sentido demasiadas

veces y jamás habla en serio en la mayoría de esas cosas.

Termine durmiéndome en la cama en la esquina y cuando me

despierto, tengo un momento de: "Oh, mierda". Mi teléfono está sonando

con miles de mensajes de mi mamá. Ni siquiera me molesto en chequear

ninguno. Me levanto de la cama y me apresuro hacia el sofá donde

Kayden está acostado de lado con los ojos cerrados y el brazo por encima

de su rostro.

Miro por encima de mi hombro a Luke, durmiendo en el suelo con la

cabeza en una almohada y luego me agacho al lado de Kayden.

—Despierta. Necesito que me lleven a casa.

Él respira silenciosamente, su pecho subiendo y bajando, así que

poso una mano en su mejilla, pasando mi pulgar a través de la cicatriz

debajo de su ojo.

—Kayden, por favor, despierta. Mi mamá se está volviendo loca.

Sus pestañas se levantan, sus pupilas se achican cuando la luz las

golpea, y pareciera como si ni siquiera hubiera estado despierto.

—¿Qué hora es?

A

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Chequeo en la pantalla de mi celular.

—Casi las 11. ¿Estuviste despierto todo el tiempo?

Él se encoge de hombros, sentándose y estirando sus brazos por

encima de su cabeza. Su camiseta se levanta e intento no mirar.

—He estado despierto por un rato. Pensando en cosas.

—Oh. —Estiro mis piernas y voy hacia la habitación en busca de mi

chaqueta—. ¿Puedes llevarme? ¿O debería despertar a Luke?

—Eso sería caminar en terreno peligroso —dice, levantándose del

sofá—. Luke no es una persona madrugadora.

Deslizo mis brazos a través de las mangas de la chaqueta.

—Ni siquiera recuerdo dormirme. Un minuto estábamos hablando y

al siguiente, despierto en la cama.

Él sonríe, agarrando las llaves de Luke de la mesa de café.

—Creo que lo hiciste durmiendo. Estabas acostada a mi lado y luego

te levantaste y vagaste hacia allí. Parecías bastante inconsciente.

Abre la puerta trasera y salimos al frío aire. El cielo es azul claro con

una neblina cubriendo puntos y puedo ver la casa de la piscina a mi

izquierda. Kayden cierra la puerta y avanzamos a través del césped en

silencio. No sé qué decir. Me siento incómoda llevando sus palabras que él

no recuerda.

Se detiene de repente en la esquina de la casa y pasas sus manos a

través de su cabello desordenado.

—Lo recuerdo.

Lo miro por encima de mi hombro.

—¿Eh?

Él da unos pocos pasos tentativos hacia mí.

—No estaba tan ebrio. Recuerdo lo que dije. He estado acostado en

el sillón durante prácticamente la mitad de la noche intentando descifrar

qué demonios decirte cuando ambos estuviéramos despiertos.

Dejo escapar un suspiro.

—No tienes que explicarte. He pasado el tiempo suficiente con Seth

como para saber cómo es el día siguiente. Confía en mí, ha hecho y dicho

muchas cosas de las que se arrepiente.

Sacude la cabeza, con una mirada burlona en el rostro.

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—Pero yo no me arrepiento. Sólo... Sólo no sé cómo manejarlo.

Cuando dije que sentía cosas por ti que jamás había sentido, hablaba en

serio y me asusta mucho, especialmente porque todavía hay un montón

de cosas que tú no sabes sobre mí, cosas malas.

Cierro el espacio entre nosotros.

—No creo eso. No creo que haya cosas malas sobre ti. Sólo cosas

que tú crees que son malas.

Masajeando la parte trasera de su cuello, observa el camino detrás

de mí.

—No estarías diciendo eso si supieras qué son esas cosas.

—Siempre podrías decirme —sugiero—. Y dejar que yo lo juzgue.

Él me mira a los ojos.

—Yo no te gustaría si lo supieras.

Respiro hondo, lista para decir algo que me aterroriza.

—Por los últimos seis años, le he temido a casi todos menos a Seth,

porque él y yo tenemos esta conexión y confié en él con bastante rapidez.

Fue lo mismo contigo. Ese día que subimos hasta el acantilado, puede que

haya parecido aterrorizada, lo estaba, pero el sólo ir allí contigo y dejar

que me ayudaras a subir a ese acantilado fue un paso enorme para mí.

Confié en ti y eso significa algo.

—Quiero decirte —dice suavemente—. En serio, pero no sé si pueda.

—Me contaste sobre tu padre.

—Sí, pero esto es diferente. Esto es…

—¿Dónde diablos has estado? —El papá de Kayden llega gritando

por la esquina, vestido en un traje deportivo azul marino, el rostro rojo

brillante, y las manos formando puños—. Se suponía que fueras… —Se

detiene cuando me ve parada al lado de Kayden—. ¿Quién eres tú?

Agarro la mano de Kayden automáticamente.

—Callie Lawrence.

El recuerdo aparece en su expresión airada.

—Oh, ¿eres la hija del Entrenador Lawrence?

Déjà vu.

—Sí, nos vimos un par de veces.

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Me mira por un rato, como si estuviese tratando de forzarme a

acobardarme. Finalmente, pasa su mirada en Kayden.

—Se suponía que fuéramos a entrenar esta mañana. ¿Recuerdas?

La mano de Kayden se tensa alrededor de la mía.

—Sí, lo siento. Me quedé dormido y tengo que llevarla a casa, así

que no puedo ir todavía.

Él abre y cierra su mano y una vena sale pronunciada de su cuello.

—¿Cuánto tiempo vas a irte?

Kayden se encoge de hombros.

—No lo sé, tal vez treinta minutos o algo así.

El señor Owens me mira, pareciendo molesto.

—¿Por qué no puede ir ella sola a su casa? Tenemos un programa.

—No, tú tienes un programa —dice Kayden y luego se tensa cuando

el rostro de su padre se contorsiona con agravación—. Sólo crees que yo

deba seguirlo.

—Lo siento, ¿me estás hablando a mí? —La intimidación que envía

es terrorífica y quiero hundirme detrás de Kayden y esconderme—. Porque

creo que estás olvidando las reglas aquí y cuáles son las consecuencias de

olvidarse de las reglas.

—Tengo que irme. —La respiración de Kayden es irregular mientras

fortalece su agarre en mi mano y camina alrededor de su padre,

llevándome con él.

—Kayden Owens —llama él—. Será mejor que no estés huyendo de

mí.

Kayden y yo nos apuramos hacia el camión aparcado en el camino

de entrada debajo de los árboles.

—¡Maldita sea, joder! —grita su padre detrás de nosotros.

Kayden me ayuda a subir al camión, luego salta al lado del

conductor y enciende el motor. Desde el medio del patio, su padre nos

observa con una mirada oscura cubriendo su rostro. Mi mente vuelve a esa

horrible noche y lo que ese hombre puede hacer.

Los neumáticos giran mientras llegamos a la calle y Kayden acelera

el camión, los árboles a los lados del camino volviéndose borrosos a

nuestro paso. Pasa un rato antes de que Kayden hable.

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—¿Puedes mandarle un mensaje a Luke… —Me entrega su

teléfono—, y decirle que se quede en el sótano hasta que yo vuelva?

Asiento, agarrando su teléfono, y pasando a través de sus contactos

hasta que encuentro el nombre de Luke.

—¿Crees que él irá abajo y le gritará a Luke? —pregunto mientras

envío el mensaje.

Niega con la cabeza, sus dedos apretándose alrededor del volante.

—Sólo lo hace con sus hijos.

Dejo el teléfono en el tablero y me estiro a través del asiento hacia

él.

—Kayden, no creo que debas volver allí. ¿Qué pasa si te hace algo?

—Estaré bien. No es nada que no pueda manejar. —Su voz es seca y

retrocedo, comenzando a deslizarme de vuelta a través del asiento—. No,

espera. —Rápidamente pone su mano sobre mi muslo—. Lo siento. No

debería haberte respondido así. Es sólo que, es lo que hago. He estado

lidiando con esto desde siempre. Es mi vida.

—Bueno, haz que deje de ser tu vida —digo, mi voz en tono de

ruego.

Él se gira hacia mí con duda en sus ojos, como si esa no fuera una

opción.

—¿Y qué voy a hacer? ¿No volver jamás? A pesar de todo, todavía

es mi padre. Esa casa es el lugar donde crecí, es mi hogar.

—No tiene que serlo ya. Sólo vete —digo intentando entender lo que

necesito decir para convencerlo—. Ven a quedarte conmigo. No mereces

ser tratado así. Hay tanto bien en ti y te mereces algo mejor. —Mi voz

tiembla—. Por favor, por favor, sólo ven y quédate conmigo.

Él traga fuerte, sus ojos ampliándose.

—¿Me dejarías hacer eso?

Asiento con la cabeza, mi corazón doliendo por él mientras estiro mi

mano y toco su brazo.

—Por supuesto. No quiero que vuelvas a él. Es... ¿por qué es así?

—Creo que así fue su padre con él —Dirige el camión a mi camino—.

No era tan malo cuando éramos pequeños, a pesar de que aún así

apestaba jodidamente. Sólo se enojaba con cosas y gritaba y a veces nos

pegaba o golpeaba con el cinturón. Se puso peor cuando crecimos,

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como si supiera que podía... —Rechina los dientes—, golpearnos más

fuerte sin matarnos. Mis hermanos se defendieron cuando crecieron lo

suficiente, pero cuando se mudaron... y yo me quedé solo... Las cosas se

vinieron abajo. Toda su ira estaba enfocada en mí.

Mis ojos arden mientras parpadeo varias veces para evitar que se

derramen las lágrimas, pensando en él solo en esa casa con ese hombre

horrible.

—Ya no vivas allí. Ven a quedarte conmigo. No necesitas estar ahí.

Mientras sus ojos buscan los míos, parece aterrorizado, confuso, y un

como un pequeño niño perdido.

—Bueno, pero tengo que ir a buscar a Luke.

Puedo respirar otra vez, mis pulmones relajándose mientras el aire

vuelve a ellos.

—¿Vendrás directamente de vuelta, verdad? ¿Lo prometes?

Él asiente mientras gira el camión hacia mi camino de entrada,

aparcándolo detrás del auto de mi mamá.

—Lo prometo.

Le doy un vistazo a la ventana junto a la puerta trasera, donde la

cortina está corrida y mi mamá está asomándose.

—¿Quieres que vuelva contigo? Sólo necesito avisarle.

Kayden toma mis mejillas y frota la yema de su pulgar debajo de mi

ojo.

—Estaré bien. Quédate aquí e intenta tranquilizar a tu madre.

—¿Estás seguro? ¿Tal vez debería hacer que mi padre vaya contigo?

—Callie, estaré bien. Luke está allí. Sólo tomaré mis cosas y luego

vendré. No va a pasar nada.

Mi corazón se hace un nudo mientras me inclino y rozo mis labios

contra los suyos. Comienzo a apartarme, pero él desliza su mano en la

parte trasera de mi cuello y presiona su boca contra la mía otra vez,

besándome con fuerza, antes de liberarme. Con una sensación de

pesadez en mi corazón, salgo del auto y lo observo alejarse, sabiendo que

estaré conteniendo el aliento hasta que vuelva.

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Kayden Estoy cagado de miedo. Jamás le he respondido a mi padre así y la

mirada en sus ojos me dijo que yo estaba acabado, pero Callie tiene

razón. Ya no tengo que lidiar con esto. Todo lo que tengo que hacer es

irme. Algo que debí haberme dado cuenta un largo tiempo atrás, pero por

alguna razón simplemente no pude. Todo lo que he visto en mi vida, es

gente yéndose, sin importar que me golpearan, me gritaran, me dijeran

que lo aceptara. Pero luego viene Callie y me dice que puedo cambiarlo,

que me merezco algo mucho mejor. Es tan simple y aún así sus palabras

significan tanto para mí.

Aparco el camión detrás del árbol y le mando un mensaje a Luke

para que me encuentre en su camión en diez minutos, porque necesito

agarrar mi mochila. Los recuerdos persiguen mi mente mientras camino

hacia el pórtico del frente. La atmósfera es silenciosa como la muerte y la

puerta delantera está abierta.

Poniéndome en guardia, me paro dentro de la casa. Cuando era

más pequeño, a mi papá le gustaba hacer un juego de los golpes. Nos

solía dar tiempo para escondernos y luego venía a por nosotros. Si nos

escondíamos lo suficientemente bien, ganábamos. Si no, pagábamos.

Siempre terminábamos pagando porque él jamás dejaba de buscar.

La casa parece vacía, así que me apresuro a subir las escaleras

hacia mi habitación y tiro mi ropa dentro de la mochila. Balanceándola

encima de mi hombro, troto al piso de abajo, sintiendo la libertad

esperándome cuando la puerta delantera aparece a la vista. Pero mi

papá sale de debajo de las escaleras, y se queda en la parte inferior,

bloqueándome el paso.

Cruza los brazos sobre su pecho.

—Me estoy preguntando ¿fue la chica la que te hizo actuar tan

estúpido o simplemente te has vuelto más tonto desde que te fuiste a la

universidad? Realmente nunca fuiste brillante.

Mi mente calcula mis opciones.

—Mira, lo siento, pero no voy a quedarme más aquí. Sólo... —Bajo un

escalón más.

Él se mueve a su lado, poniéndose en mi camino.

—Tienes un entrenamiento que compensar.

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—No, no lo tengo —digo, mis palmas sudando. Esto es lo máximo

que alguna vez lo he presionado—. Me entreno lo suficiente en la

universidad. —Mi pie se mueve hacia abajo otro escalón y estoy justo en su

cara—. Me voy a ir.

Se apodera de mi brazo, apretándolo tan firmemente que la piel

quema.

—Vas a llevar tu jodido trasero a ese maldito auto y vamos a ir al

campo a entrenar. No me vas a presionar más.

Pienso en Callie sentada en su casa, esperándome; en realidad,

preocupándose por mí. Nadie jamás se ha preocupado por mí antes. Tiro

mi brazo de su agarre e impulso mis manos contra su pecho, temblando

con el miedo de un niño de tres años. Tomando la oportunidad, salto el

resto de los escalones, pero él recupera el equilibrio y viene hacia mí con

los puños en alto y la ira incontrolable en sus ojos.

—¡Jodido pedazo de mierda! —grita, lanzando un golpe a mi cara.

Agacho la cabeza y su mano choca contra la ventana de la puerta

principal, rompiendo el vidrio y cortándose los nudillos. Él no se inmuta y me

lanza otro golpe y su puño hace contacto con mi mandíbula. Estallan mis

huesos y mis oídos gritan.

—¡Joder! —Me agarro el rostro mientras el dolor explota hasta mi

mejilla, pero estoy lo suficientemente acostumbrado al dolor así que me lo

quito de encima. Por primera vez en mi vida, le doy un puñetazo. Mis

nudillos suenan cuando él se agacha y mi mano aterriza en la barandilla

de madera.

Segundos después, me está tirando al suelo, sus brazos envueltos

alrededor de mí mientras nos arroja a ambos al piso. El vidrio se abre paso

a través de mi camiseta y mis músculos mientras pateo a mi padre en el

estómago. Él se desliza a través del suelo, golpeándose la cabeza contra la

pared, y llevo mis manos al aire mientras me pongo rápidamente de pie.

—Ya me cansé —digo, y antes de que él se pueda levantar, salgo

corriendo por la puerta.

Luke está esperándome en el camión con el motor encendido. No

miro hacia atrás hasta que estoy a salvo en la cabina y la puerta está

trabada. Los ojos de Luke están saltones mientras evalúa el vidrio atrapado

en mi piel, las gotas en mi camiseta, y mi mejilla que está hinchada a su

doble tamaño.

—¿Qué demonios? —dice—. ¿Él aún hace esa mierda?

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Sacudo la cabeza mientras mi papá sale hacia el pórtico delantero,

lanzándole dardos con los ojos al camión.

—Sólo conduce. Llévame a la casa de Callie. No quiero estar aquí.

Él pone el camión en reversa hacia la calle principal y presiono mi

mano lastimada contra mi pecho, manteniendo mis ojos en mi padre hasta

que desaparece de mi vista.

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Callie

No puedo sentarme derecha. Sigo enviándole mensajes, pero no

responde. Mi madre me dio una reprimenda muy larga sobre lo

preocupada que estaba de que me hubiera ido toda la noche. Dejo que

divague, preguntándome lo preocupada que estaría si le dijera mi secreto.

Luego de que termine, espero a Kayden en mi habitación encima

del garaje. Me siento pegajosa por anoche, así que tomo una ducha.

Envolviendo una toalla alrededor mío, me peino el cabello con los dedos y

camino hacia la habitación para cambiarme.

Kayden está sentado en mi cama con la espalda hacia mí, sus

hombros encorvados, y doy un salto hacia atrás, sorprendida.

—Oh. —Cubro mi boca con la mano, parándome en la puerta,

avergonzada de sólo tener puesta una toalla.

Él gira su cabeza para mirarme, y ya no me importa. Su mejilla está

hinchada y roja, tiene sangre y cortaduras en su camiseta, y sus puños

están cubiertos de sangre seca.

Asegurando la toalla en un nudo, me apresuro hacia él.

—¿Qué pasó?

Él sacude la cabeza, sus ojos rozando mi cuerpo apenas cubierto.

—Ya no importa. Se ha terminado.

—¿Qué es?

Él sostiene su mano frente a mí, la cual está temblando.

—Intenté golpearlo y lo pateé.

—¿Tú papá? —pregunto—. ¿Él…? ¿Estás bien?

—Lo estoy ahora. —Me sostiene por la cadera, cierra sus ojos y

respira a través de dientes apretados mientras me atrae hasta su regazo.

Mis labios se separan en protesta mientras la parte de arriba de la toalla se

abre y la aspereza de sus jeans toca mi piel desnuda. Aprieto mi

mandíbula, cierro mis ojos, y acaricio su cabello con mi mano, peleando

contra las lágrimas.

Me mantengo inmóvil, con miedo de moverme, mientras él lucha por

aire. Después de lo que parece horas, levanta su cabeza y sus ojos están

rojos.

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—Lo siento —dice, soltando el aliento mientras acaricia su ojo con la

palma de su mano—. Todo es mucho con lo que lidiar.

—Lo entiendo completamente —digo y beso su frente.

Sus dedos buscan mi mejilla y trazan una línea en la marca de

nacimiento en mi sien.

—Nunca me defendí de él antes. Fue malditamente aterrador.

Él es mucho más valiente que yo, defendiéndose de algo que lo ha

estado persiguiendo desde que era un niño. Lo envidio por eso.

Con suavidad acaricio su mejilla herida y él se encoge.

—¿Quieres que traiga algo de hielo? ¿Bandas? ¿Medicamentos

para el dolor? Mi mamá tiene un montón en su botiquín.

Él alza una ceja. —¿Por qué?

Me encojo de hombros. —Se lo pregunté una vez y ella dijo que era

para una vieja herida de porrista de la secundaria.

Sus cejas se unieron y su ojo hinchado se cierra. —¿No fue eso hace

como veinte años?

—Está loca —digo, y comienzo a levantarme de su regazo—. Tal vez

es por eso que está feliz todo el tiempo.

Sus dedos se hunden en mi cadera, asegurándome en mí lugar, y

hay pánico en sus ojos. —No quiero dejarte ir.

Conozco esa mirada, esa que le ruega a alguien que lo ayude.

—Por favor, ayúdame, mami —susurro mientras lo siento levantarse

de mí y cada parte de mi cuerpo se siente como si fuera a despedazarse.

Él cubre mi boca con su mano bruscamente, y lágrimas comienzan a caer

de mis ojos. ¿Dónde está? ¿Por qué no ha venido por mí? Porque cree que

me estoy escondiendo, como lo hace el resto de los niños. Eso es lo que se

supone que estoy haciendo, en vez de morir por dentro, a pesar de que

una parte de mí desea que estuviera muriendo por fuera, también.

Por favor, mami…

Enredo mis brazos alrededor de su cuello y lo abrazo mientras hunde

su rostro en mi cuello, descansando sus labios contra mi rápido pulso.

Cerrando mis ojos, respiro a través del momento, muerta de miedo, pero

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asombrosamente deseándolo. Él besa mi cuello suavemente, saboreando

cada toque, y mi cabeza se inclina hacia un lado.

—Voy a lavarme la sangre de las manos —suspira y me alejo—. Sólo

quédate aquí, ¿de acuerdo?

Sosteniendo mi toalla, asiento, y deslizo mis piernas fuera de su

regazo. Él se pone de pie y camina hacia el baño mientras me acuesto en

la cama, sabiendo que algo está por suceder. Puedo sentirlo en el aire, en

la cálida sensación en mi cuello dónde me besó, y en todas las partes

dónde sus manos me tocaron.

Cuando sale del baño, no lleva remera y lleva una toalla presionada

a su amplio pecho. Cuando sube a la cama, se sienta y levanta su toalla

para que pueda ver la herida. Es profunda y justo sobre su costilla superior,

otra cicatriz agregada a su ya desgarrado cuerpo. Deslizo mis dedos por su

antebrazo, notando heridas frescas en su piel.

—¿Qué sucedió con estas? —Me detengo en un corte en su bíceps y

lo estudio—. Luce como si alguien hubiese cortado tu piel.

Sus dedos se cierran alrededor de los míos y sacude su cabeza,

mirando a la pared. —Estoy bien. Lo prometo, Callie. Son cosas que puedo

manejar.

Me levanto en mis rodillas, sintiendo que la toalla se abre en la parte

de arriba, pero no me molesto en cerrarla. Rozo mis labios con su pecho,

cubriendo su cuello a lo largo de la dentada cicatriz. Succiono su piel,

llevando mi lengua gentilmente a través de ella, y luego me sumerjo en la

suavidad de sus labios. Su cabeza se inclina hacia un lado y nuestras bocas

se conectan mientras sus manos se cierran alrededor de mi cintura. Me

atrae más cerca de él, separando sus labios y succionando mi lengua en

su boca. Suelto un gemido mientras que las poderosas emociones rompen

a través de mí y me poseen, borrando el dolor interno.

Sus dedos encuentran el borde de la toalla, y toca la piel desnuda

de mi cintura. No puedo pensar correctamente mientras toca mi cuerpo,

prueba mis labios, y roba los tortuosos pensamientos de mi mente

momentáneamente. Me siento, y presiono mi pecho contra el suyo y él

cambia su peso, acostándose en la cama. Nuestras piernas se entrelazan,

y su rodilla se desliza entre mis piernas. La sensación de la tela de sus jeans

envía un calor a través de mi cuerpo que serpentea hasta mi estómago.

—Kayden —gimo contra sus labios mientras hundo mis uñas en su

espalda.

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Él separa su boca apenas, respirando esporádicamente, sus ojos

evaluándome. —¿Quieres que me detenga?

Ajusto mi agarre en él y sacudo mi cabeza, mi cabello cayendo en

mis ojos. —No.

Reteniendo el aire, choca sus labios en los míos y sus suaves degustes

se vuelven besos desesperados mientras mi toalla de desenvuelve de mi

cuerpo y me acuesto desnuda debajo de él. Mis pezones rozan su pecho

con cada respiración y mis piernas caen abiertas. Mis manos están en sus

mejillas y su calor me brinda seguridad mientras alcanza mis brazos y sus

dedos se envuelven en mis muñecas. Guiando mis manos lejos de su rostro,

coloca cada una a un lado de mi cabeza mientras su lengua consume mi

boca.

Abruptamente, libera uno de mis brazos y mi cuerpo se sacude

debajo de él. —Callie, déjame saber si necesitas que me detenga —respira

contra mis labios.

—No te detengas —susurro, mi corazón inquieto pero seguro—. No

quiero que jamás te detengas.

Sus ojos se abren, grandes y brillosos, y muerde mi labio inferior,

mientras su mano se desplaza por mi estómago. Segundos más tarde, sus

dedos están dentro de mí como lo estaban ayer. Me siento liviana y

perdida pero de la forma más increíble. Como si mi mente finalmente

pudiera dejar el lugar oscuro y puedo sostenerme de la luz de nuevo.

Quiero más, necesito más, sin embargo no sé cómo pedirlo.

Mis caderas se mueven al son de sus dedos dentro de mí, gimiendo

en mi boca mientras llevo mis dientes a través de su labio, mordiéndolo

antes de soltarlo. Mechones de su cabello acarician mi frente mientras

muevo mi cuerpo, necesitando más. Su pecho está pesado cuando saca

sus dedos de mí.

—Callie, ¿Estás bien? —pregunta, llevando sus dedos de nuevo a mis

muñecas, sosteniéndome debajo de él, sus ojos analizándome—. Necesito

saber cuándo detenerme.

Sacudo mi cabeza de lado a lado, mirándolo a los ojos. —No quiero

que te detengas, Kayden. Lo dije, y lo dije en serio.

Sus pupilas se contraen mientras procesa lo que he dicho. —Callie,

yo…

Mi corazón se enlentece mientras el momento comienza a disolverse.

Imágenes de mi pasado aparecen, pero luego se desvanecen

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rápidamente mientras el levanta su cadera y desabotona sus jeans y los

patea lejos. Segundos después, está fuera de sus ropas y con el condón

colocado. Se acuesta sobre mí, piel desnuda contra piel desnuda, y me

besa con pasión, deseo, todo, mientras enreda nuestros brazos juntos sobre

mi cabeza. Mis nervios se mezclan con anticipación y siento cada aspecto

del momento. La aspereza de la piel de sus palmas, la suavidad de su

pecho cuando toca el mío, la humedad de su lengua en mi boca, el

hormigueo en todo mi cuerpo. Sudor moja mi piel mientras mi cuerpo se

calienta con necesidad y abro mis piernas mientras su cuerpo se funde con

el mío. Cuando apenas está dentro de mí, siento el dolor, pero también

siento las cadenas invisibles alrededor de mis muñecas romperse y hacerse

pedazos.

Él contiene un respiro cuando mis piernas se contraen alrededor de

sus caderas y gradualmente empuja profundamente dentro de mí. Aleja

sus labios de mi boca y me mira a los ojos mientras acaricia mi mejilla con

sus dedos. Luego, se detiene, antes de brindarme un último empujón hasta

estar completamente dentro de mí.

Cada parte de mi cuerpo y mente se abren mientras me besa.

Quema al principio mientras se mueve hacia adelante y atrás, y casi lloro

para que se detenga, pero el dolor disminuye y mis músculos se

desenredan mientras mi cabeza cae de nuevo contra mi almohada.

Es un momento que recordaré para siempre, porque me pertenece.

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Kayden Nunca había sentido tan condenadamente aterrado en mi vida. Ni

siquiera cuando me gritaban, golpeaban o incluso cuando me enfrenté a

mi padre. Había tenido sexo antes, montones de veces. Era todo por

diversión, incluso con Daisy. No había nada allí, creí que se suponía que era

de esa forma. Mientras Callie me mira, confiando en mí, estoy perdido.

Nadie nunca me ha mirado de esa forma antes, nadie nunca me había

hecho sentir como me siento en este momento. Es como si cada una de

mis cicatrices se hubiera roto y el dolor es real, pero no puedo detenerme.

La beso con ferocidad, moviendo sus brazos sobre su cabeza y me

empujó dentro de ella. Se siente tan bien, que no quiero detenerme jamás.

Sus ojos están brillosos y sus pupilas dilatadas, mientras sus labios se abren.

Su cuello se arquea mientras jadea de placer y mueve sus caderas con mis

movimientos. Libero sus brazos y mis palmas analizan sus pechos, sintiendo

su piel mientras succiono su cuello. Sus dedos dibujan cada cicatriz,

dejando un camino de calor en cada lugar que toca y casi me vuelve

loco. Su espalda se arquea mientras llora y momentos después, me uno a

ella, sabiendo que nunca podré arrepentirme de esto. La forma en que me

siento es irreversible, superado, querido, necesitado, conectado. Nunca

seré capaz de dejarlo ir.

Mientras recuperamos el aliento, me digo que todo estará bien, que

puedo manejarlo y por un instante, se siente de esa manera.

Dejo salir un respiro irregular mientras me deslizo fuera de ella hasta

quedar de espaldas, pasando mis manos en mi cabello. Rotando en su

cadera, su cálido cuerpo sigue el mío. Ella descansa su mejilla en mi

pecho, colocando su pierna sobre mi cintura.

—¿Te encuentras bien? —Finalmente me atrevo a preguntar,

peleando a través de mis propios pensamientos apresurados.

Ella asiente, dibujando las líneas de los músculos en mi estómago con

su meñique. —Me encuentro más que bien.

Cierro mis ojos y coloco mi mandíbula sobre su cabeza. —Callie, hay

algo que necesito decirte.

Ella levanta su rostro de mi pecho y me mira. —¿Qué anda mal?

¿Hice… hice algo malo?

Toco su labio inferior con la punta de mi dedo. —No, no eres tú. Soy

yo. Hay cosas de mí que no sabes y necesito decírtelo.

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Ella se sienta y mi mirada se desvía hacia su cuerpo, tan frágil, justo

como su corazón. —Me estás poniendo nerviosa.

—Lo siento —retrocedo, mientras sentimientos de vergüenza me

recorren—. Sólo estaba estancado en mis pensamientos.

Ella frunce el ceño. —Kayden, puedes decirme lo que sea. No voy a

juzgarte.

—Lo sé —digo con honestidad mientras mi mano aprieta su cintura

posesivamente. Levantándola, la coloco sobre mí, así una de sus piernas

está a cada lado de mi cuerpo—. Hablaremos de eso, pero un poco más

tarde.

Humedeciendo mi lengua, sostengo la parte de atrás de su cabeza y

traigo su boca a la mía, mientras deslizo mi otra mano por su parte

delantera, sosteniendo su pecho, queriendo volver y revivir el único

momento de paz que he tenido en mi vida.

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18 #33 Acostarse con alguien, inmóvil, solo

sentirse entre si.

Traducido por Dannita & Juli_Arg

Corregido por Verito

Callie reo que tengo que hablar con ella —le digo, comprobando el

séptimo mensaje que mi madre me había enviado—. Si no

vendrá aquí y vera esto.

—¿Ver qué? —pregunta inocentemente mientras se pone encima

mío y toma mi pecho dentro de su boca, trazando círculos en mi pezón

con la punta de su lengua.

Jadeo mientras me duelen mis muslos porque deseo que él esté de

nuevo dentro de mí. —Me estás distrayendo de nuevo.

Se inclina lejos con una sonrisa en su rostro, pero su mejilla esta roja e

inflada. —¿Y?

Finjo una mirada severa. —No estoy bromeando. Vendrá aquí con su

llave y abrirá la puerta.

Se ríe, todavía no me cree completamente, así que me libero de sus

brazos. —Está bien, tú ganas. Voy a dejarte ir, pero regresaremos aquí tan

pronto como te ocupes de tu madre.

Me rio en voz baja, mientras envuelvo la sábana a mi alrededor y

camino hasta mi maleta para tomar algo de ropa. Me da un poco de

vergüenza incluso después de lo que hicimos. Me las arreglo para ponerme

mi ropa antes de dejar caer la sabana. Él no me cuestiona lo que estoy

haciendo mientras se levanta y se pone de nuevo sus jeans y una camisa.

C

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Miro por la ventana hacia el cielo oscuro. Todo parece perfecto,

intocable, como si estuviera sosteniendo mi vida en mis propias manos por

una vez. —¿Cuán tarde es?

Gira su brazo y mira su reloj. —Como las siete y media.

—No me extraña que haya perdido los estribos. Me perdí la cena.

Enlazó sus dedos con los míos mientras yo abro la puerta. —¿Así que

cuán malo va a ser esto?

Lo llevo por las escaleras detrás de mí. —Va a hacer mil preguntas y

estará súper emocionada.

—¿Y tu papá?

—Él gritará sobre el futbol, estoy segura.

Mi teléfono suena y me detengo en el pie de la escalera para ver el

mensaje.

—¿Es otra vez tu madre? —pregunta él y yo sacudo mi cabeza.

Seth: Hola, cariño. ¿Cómo va todo? Espero que bien. ¿Comiste un

buen postre?

Yo: Quizás…pero ¿de qué clase de postre stás hablando?

Seth: ¡OMD! ¿Lo hicist? Porque tengo ese extraño sentimiento de que

lo hiciste.

Yo: ¿Qué hice qué?

Seth: Tú sabes qué.

Miro a Kayden, quien se está riendo, sus ojos arrugándose en las

esquinas. —Es de Seth.

Se inclina para ver mejor y yo cubro la pantalla con la mano. —

¿Estás hablando de mí?

Me muerdo el labio, sintiendo mis mejillas calientes. —No.

—Sí lo estás —dice él con orgullo—. Incluso después de lo que

hicimos, aun puedo hacerte sonrojar. Dios, se siente bien.

Bajo mi cabeza, dejando que mi cabello me cubra la cara. —No

estoy sonrojada.

—Lo estás y mucho. —Me sujeta de la barbilla y levanta mi rostro—. Y

me alegro. —Roza sus labios ligeramente con los míos, y me da un suave

beso que siento que me recorre hasta los dedos de mis pies.

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Me alejo sonriendo, pero hago una pausa cuando avisto un carro de

más en el camino de la entrada. —¿De quién es ese carro?

Kayden sigue mi mirada y se encoge de hombros. —No estoy seguro.

Confundida, abro la puerta detrás de mí. Segundos después, todo

me deja; cada aliento, cada latido del corazón, cada beso, cada

momento mío. Los puntos negros explotan a través de mi visión cuando

encuentro a mi hermano, Jackson, sentado en la mesa, devorando un

pedazo de tarta directamente de la caja. Frente a él estaba su mejor

amigo Caleb Miller. Él estaba hojeando una revista, su despeinado cabello

oscuro y largo, como si no se hubiera cortado el cabello en años. Cuando

él levanta la vista mi mirada instintivamente va hacia el suelo.

—Bueno, ¿no es esta la pequeña señorita Callie ya más crecida? —

dice Caleb y me quedo mirando el lápiz sobre la mesa que está delante

de él, imaginando como seria clavárselo en el ojo varias veces e infligirle

tanto dolor como sea posible.

—Mamá pensó que te habías escapado de la casa —dice Jackson,

lamiendo la crema batida del tenedor—. Te envió miles de mensajes.

—Bien por ella —Le hablo bruscamente. Siempre he tenido este

amargo odio hacia mi hermano por relacionarse con ese imbécil. Yo sé

que él no lo sabe, pero no puedo aguantarlo—. ¿Puedes decirle que

pasamos a saludar y que estoy bien para que pueda dejar de enviarme

mensajes de texto?

—No —dice Jackson—. Yo no soy tu mensajero. Ella está en la sala.

Dile tú misma.

—¿Por qué estás todavía aquí? —Le pregunto y el dedo de Kayden

roza el interior de mi muñeca. Parpadeo hacia él. Casi me había olvidado

que estaba allí.

Kayden niega con la cabeza, y sus ojos color esmeralda trasmitieron

algo que no me gusta. Él puede verlo —sentirlo— escondido bajo la

superficie de mi piel.

Caleb se levanta de la mesa y se dirige al otro lado de la cocina,

con movimientos sin prisa como si no tuviera ni una sola preocupación en

el mundo. —Entonces, ¿cómo es el futbol universitario? —Le dice a

Kayden—. He escucho que es mucho más intenso en ese nivel.

Kayden no aleja su mirada de mí. —No es tan malo. Solo tienes que

ser lo suficientemente fuerte como para hacerlo.

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Los ojos de Caleb van hacia la mejilla inflamada de Kayden y

muestra una mirada sádica en su expresión mientras abre el armario. —Sí,

luces muy fuerte. Excelente ojo morado por cierto.

Kayden le lanza una fría y dura mirada, flexionando los dedos hacia

sus palmas. —¿No te han echado de la universidad por vender hierba en el

campus?

—Oye, tengo que ganarme la vida —dice Caleb, cerrando la puerta

del armario—. No todo el mundo tiene el dinero de papá y una beca para

vivir de él.

La mandíbula de Kayden se tensa y yo tiro de su brazo. —¿Podemos

irnos?

Él asiente con la cabeza, retrocediendo hacia la puerta con mi

mano en la suya y con sus ojos perforando a Caleb, que se está poniendo

incómodo.

—De ninguna manera —dice Jackson—. No vas a dejarme aquí para

que sea agobiado por mamá.

—¿No deberías estar en Florida o lo que sea? —Le pregunto con ira e

inestabilidad en mi voz—. Se suponía que no estarías aquí.

Él mete su cabello y se levanta de la mesa de la cocina con la caja

de tarta en su mano. —Cambiamos de idea a última hora.

—¿No tenías que trabajar? —Le pregunto burlonamente—. ¿O es

que renunciaste por otro trabajo?

—Tengo un puto trabajo, Callie. —Tira la caja dentro del fregadero y

me mira—. Así que deja de ser una perra. No sé por qué siempre me hablas

de esa manera.

—Oye. —Kayden sale en mi defensa, moviéndose delante de mí—.

No la llames de esa maldita manera.

—Yo puedo llamarla como quiera —replica Jackson, cruzando los

brazos sobre su pecho—, no sabes la mierda que ha hecho pasar a nuestra

familia. Sus pequeños problemas o lo que sea que sean, han vuelto a mi

madre prácticamente una loca.

Caleb me mira con interés, esperando que yo reaccione. No puedo

apartar la mirada de él. Quiero hacerlo, pero él me abruma porque

conoce cuales son mis problemas —él los puso allí. Poco a poco empiezo a

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morir, marchitándome en pedazos como si fuera una Dama de Noche5, las

flores que florecen solo una vez al año en la noche y mueren antes del

amanecer, la vida y la felicidad de corta duración.

—Déjala en paz. —Caleb arquea su ceja hacia mí con una sonrisa

apareciendo en sus labios—. Tal vez Callie tiene razones para actuar así.

Sácame de aquí. Sácame de aquí. Sálvame. Sálvame. Sálvame.

De repente, mis piernas se mueven y estoy siendo arrastrada a

alguna parte. La puerta de atrás se balancea abierta y me arrastro por las

escaleras hacia el centro de la entrada.

De pie en la parte inferior de las escaleras y bajo la luz del pórtico,

Kayden me observa con incertidumbre en sus ojos, sus manos sobre mis

hombros. —¿Qué pasa? Tienes esa mirada en tus ojos…

Dejé escapar un suspiro estrangulado. —No me gusta mucho mi

hermano.

Los músculos de su cuello se mueven cuando él traga duro. —Callie,

sé que miedo es. Créeme. Lo he visto en las caras de mis hermanos, lo sentí

muchas veces. Tú le tienes miedo. Puedo verlo en tus ojos.

—¿Miedo de mi hermano? —Me hago la tonta, rogando a Dios

porque él no se enterara, por temor a lo que pasaría si él lo supiera.

—No a él —dice con firmeza, poniendo su mano sobre mi mejilla—.

Tienes miedo de Caleb. Él fue… ¿él fue la persona que te hizo eso?

—Sí. —Ni siquiera quise aceptarlo, simplemente se escapa en el

mundo. Lo miro, escuchando el golpe de mi corazón dentro de mi pecho,

el viento cantar, con el sonido de alguien que se rompe en algún lugar del

mundo.

Él fuerza a que el nudo de su garganta se afloje. —Callie… yo… tú

necesitas contárselo a alguien. No puedes dejar que él continúe con su

vida como si nada.

—No tiene importancia. Ha pasado demasiado tiempo y ni la policía

puede hacer nada sobre eso.

—¿Cómo lo sabes?

5Un arbusto mediano que durante los calurosos días del verano permanece cerrada,

esperando a la noche para florecer y destilar una de las fragancias más exquisitas.

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Me encojo de hombros, sintiendo que me alejo del mundo. —Porque

con evaluarlo una vez me bastó para saber que no tengo ninguna opción.

Lo hecho, hecho está.

Él niega con la cabeza, con la mandíbula apretada. —Eso no es

justo.

—Tampoco es tu vida. —Le digo, deseando poder regresar el

tiempo. Quiero dejarlo atrás. Por favor Dios, déjame dejarlo atrás—. Nada

lo es realmente.

Se crea el silencio y todo se desmorona mientras yo colapso en su

pecho, se derraman mis lágrimas como el secreto que había llevado

conmigo que ahora se estaba rompiendo en pequeñas piezas. Me levanta

en sus brazos en contra de mis protestas y me acuna contra él mientras me

lleva hasta las escaleras y a la habitación mientras yo lloro todas las

lágrimas que he estado guardando dentro de mí.

Se acuesta en la cama conmigo y yo entierro mi cara en su pecho.

De alguna manera, dejo de llorar y nos echamos, inmóviles, sintiendo el

dolor del otro. Al final me quedo dormida en sus brazos.

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Kayden Después de que se queda dormida, la veo inhalar y exhalar,

tratando de dar sentido al mundo. La rabia se arrastra dentro de mí como

una maldita ola rompiendo contra la orilla. Quiero matar a Caleb. Lo

golpearía hasta la muerte en las formas más dolorosas.

Cuando escucho a su hermano y a Caleb salir de la casa, riendo

mientras se meten en el carro y se alejan, hablando de ir a una fiesta, algo

se rompe dentro de mí. Toda la rabia que había canalizado se rompe y de

repente sé que debo de hacer.

Callie me salvó esa noche de una pelea en la que probablemente

habría muerto, pero ella también me salvó de mí mismo. Antes de ella, me

estaba muriendo por dentro, no había nada en mi corazón, solo un

agujero vacío.

Suavemente deslizo mi brazo que estaba debajo de su cabeza,

agarro mi teléfono y me escabullo por la puerta, mirándola una última vez

antes de irme. Trotando bajo las escaleras, le mando un mensaje de texto

a Luke para que venga a recogerme, luego camino por la acera fuera de

su casa de ella hacia lo desconocido.

Camino a una dirección que nunca he estado, dejando que el aire

frío me consuma. Unos quince minutos más tarde, la camioneta de Luke se

detiene en la acera. Me subo en ella, frotándome las manos cuando el

calefactor estalla contra mi piel.

—De acuerdo, ¿qué pasa con el maldito mensaje que me mandaste

de improvisto? —Se ajusta su gorro de lana en la cabeza y aumenta el

calefactor—. ¿Te das cuenta de que estaba a punto de tener suerte con

Kelly Anallo?

—Lo siento —murmuro—. ¿Dónde estabas?

—Abajo en el lago. —Maniobra hacia la derecha y conduce por un

camino lateral—. Había una fiesta allí.

—No viste pasar al hermano de Callie y a Caleb Miller, ¿verdad?

Se detiene en una señal de alto, prendiendo el dispositivo de la

calefacción eléctrica mientras el parabrisas se empaña. —Sí, se detuvieron

allí justo cuando yo salía para venir a buscarte.

—Entonces conduce hasta allí. —Le hago señas con la mano para

que él conduzca—. Tengo un asunto pendiente allí.

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Nos dirigimos en silencio mientras muevo mi rodilla de arriba a abajo

y golpeo mis dedos contra la puerta. La camioneta rebota cuando

serpenteamos entre los árboles y la superficie para llegar a nuestro destino.

Cuando nos detenemos, veo a Caleb por la hoguera cerca de la orilla,

charlando con una rubia que viste una chaqueta holgada sobre un

vestido rosa ajustado.

—Necesito que me ayudes con algo —le digo cuando Luke

estaciona el carro en el parque y empieza a salir del carro.

Se detiene con su pierna afuera. —¿Qué pasa? Estás actuando

raro… me estás asustando un poco.

No quito los ojos de Caleb. Él es más bajo que yo por un centímetro o

dos, pero lo recuerdo buscando algunas peleas en las fiestas por lo que él

puede definitivamente soportar la suya. —Necesito que me cubras la

espalda.

Luke me mira boquiabierto mientras pone un cigarrillo en su boca. —

¿Estás pensando buscar una pelea?

Asiento con la cabeza sin vacilaciones. —Así es.

—¿Así que quieres que me asegure de que no te den una patada en

el culo? —Ahueca su mano alrededor de su boca y golpea la parte de

arriba del encendedor.

—No, quiero que me pares antes de que lo mate. —Voltee la manija

y salí de un salto.

—¿Qué tu, qué? —Una nube de humo se levanta enfrente de su

cara.

—Detenme antes de que lo mate —le repito y cierro la puerta.

Él se reúne a mi lado cuando llega al frente de la camioneta,

moviendo la punta de su cigarrillo, bota las cenizas al suelo. —¿Qué pasa,

amigo? Ya sabes no lo hago bien en situaciones temerarias.

Hago una pausa al final de la fila de carros. —Si alguien muy

importante para ti fuera herida de la peor manera posible por otra

persona, ¿qué harías?

Se encoge de hombros, mirando al fuego. —Depende de lo que sea.

—Algo muy malo —le digo—. Y esto los marca de por vida.

Le da una calada a su cigarrillo lentamente y luego vuelve la

cabeza hacia mí. —Está bien, te cubriré la espalda.

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Caminamos hacia el fuego, con la rabia dentro de mí quemando

tan brillante como las llamas. La gente está gritando, riendo, llenando sus

cervezas del barril que está en la parte trasera de un carro. Hay música

rebotando de uno de las radios de los carros y un animado juego de beer

pong6 por el lago.

Daisy se pone delante de mí con una enorme sonrisa en su rostro y un

vaso de plástico en la mano.

—Hola, chico fiestero, sabía que vendrías.

Sacudo mi cabeza con fastidio y paso por su lado. —Fuera de mi

camino.

Se me acerca de nuevo y presiona su mano en su pecho, como si

fuera un ciervo herido. —¿Qué te pasa?

—Se dio cuenta de lo perra que eres —Intervino Luke alegremente y

sopla su humo en la cara de ella.

—Oh Dios mío. Eres un idiota —dice ella, abanicando su mano

delante de su cara, mirándome con expectación para que la defienda.

Yo la despido, esquivándola, y marcho directamente hacia Caleb.

Caminando a través de la gente, salgo a la luz cerca del fuego. Cuando

los ojos de Caleb se encuentran con los míos, su expresión cae, pero no se

mueve. Él sabe lo que viene y me espera como si lo quisiera.

Doy un paso hacia él y una sonrisa se curva en sus labios mientras

comienza a acecharme. —¿Qué demonios estás haciendo aquí? —

Pregunta—. ¿Y dónde está la bonita Callie?

Le doy un puñetazo en la mandíbula, lo cual es un error, pero no

puedo pensar. La multitud jadea y la chica en el vestido rosa deja caer su

vaso, derramando cerveza en la tierra, y se hace a un lado.

Caleb se desmorona en el suelo agarrando su mejilla. —¿Qué

diablos? —Tropieza, limpiándose la sangre que gotea de la nariz—. ¿Quién

te crees que eres?

Golpeo mi puño hacia él de nuevo sin una explicación, pero esta vez

lo esquiva y golpea su puño en mi costado. Mis costillas se rompen, pero no

es nada comparado a lo que estoy acostumbrado, y reboto, llevando mi

rodilla a su intestino.

6 Es un juego de beber de origen norteamericano en el que los jugadores tratan de

encestar desde el extremo de una mesa, con pelotas de ping-pong en vasos llenos de

cerveza.

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Tose, encorvándose mientras escupe sangre en el suelo. —Estás

muerto.

Hago estallar mis nudillos, arrastrando los pies hacia delante para

golpearlo de nuevo, pero él salta y arremete contra mí. Con la cabeza

hacia abajo, golpea con fuerza mi estómago, quitándome el aire, y

nuestros zapatos se desgastan contra la suciedad en nuestra lucha por

mantenernos en pie. Alguien grita desde la multitud y es seguido por más

gritos cuando golpeamos el suelo.

Golpeo mi puño en su cara una y otra vez, viendo rojo, sólo rojo,

como si hubiera estado reprimido dentro de mí durante años. Alguien trata

de separarme, pero los empujo repetidamente. No sé cuánto tiempo

transcurre mientras continúo golpeándolo. Finalmente alguien es capaz de

apartarme de él.

Sacudo su mano, pensando que es Luke, pero las luces rojas y azules

intermitentes contra el agua me traen de vuelta a la realidad cuando un

oficial de policía coloca esposas en mis muñecas.

—No te muevas —grita un policía y soy empujado hacia adelante,

cayendo sobre mis rodillas al suelo.

Con las manos manchadas de sangre detrás de mí, me fijo en lo que

he hecho. Caleb sigue respirando, pero su cara está tan hinchada y

ensangrentada que no hay características visibles. No estoy seguro si me

importa, sin embargo, porque cuando todo se reduce a ello, Callie tuvo su

justicia.

Estar en la cárcel parecía mejor que ir a casa y me negué a llamar a

mi papá. Al final, uno de los oficiales lo llamo, por su condición de gran

prestigio en la ciudad. Mi padre siempre ha sido generoso en las

donaciones, lo que hace que la gente automáticamente piense que es un

gran tipo.

Horas más tarde, estoy en la cocina de mi casa, sentado a la mesa.

Mi mamá fue a buscar a Tyler desde el aeropuerto y tuvimos que tomar un

taxi, ya que ninguno de ellos estará lo suficientemente sobrio para

conducir. Estamos sólo mi papá y yo en la casa. Algo está a punto de

terminar, sólo que no sé qué.

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—Esto es una jodida mierda. —Mi papá da círculos alrededor de la

mesa y patea la barra con la bota, dejando un agujero en la madera—.

Tengo una llamada en medio de la maldita noche para sacar tu culo de la

cárcel, por golpear hasta el cansancio a alguien. —Hace una pausa,

pasando su dedo a lo largo de un pequeño corte debajo del ojo que fue

causado por nuestra pelea—. Estás realmente en una racha hoy, cabrón.

—Aprendí del mejor —murmuro, mis costillas me punzan, mi brazo

palpita, pero de alguna manera, me siento más contento que nunca.

Agarra una silla y la lanza al otro lado de la habitación hacia un

estante, rompiendo un jarrón. No me inmuto. Sólo trazo las grietas en la

mesa con mi pulgar. —¿Qué hice mal contigo? —Pisa fuerte alrededor de

la isla que está en el medio de la cocina—. Has estado jodido desde que

tenías dos.

Miro la pared, imaginando la sonrisa de Callie, el sonido de su risa, la

suavidad de su piel.

—¿Estás escuchándome? —grita—. ¡Maldita sea, Kayden, deja de

ignorarme!

Cierro los ojos, reviviendo cómo se sintió estar dentro de ella, tocarla,

besarla por todo el cuerpo, el olor de su cabello.

Las manos de mi papá golpean en la mesa y mis ojos se abren de

golpe. —Levántate.

Me empujo lejos de la mesa, tirando la silla al suelo. Estoy listo para

esto. Cuando él dobla el codo por encima del hombro, blandiendo su

puño hacia adelante, yo curvo el mío hacia arriba y lo golpeo en la

mandíbula. El dolor nos aturde tanto como nuestros puños en contacto

con la cara del otro. Hay una pausa, en la que realmente me mira como si

me viera por primera vez, antes de que me agarre por los hombros y me

lance contra la pared.

—¡Ya basta, pedazo de mierda! —Me da un rodillazo y golpeo los

nudillos en su mejilla como represalia.

Una vez más, está sorprendido y le toma un momento recuperarse.

Lo único que pienso es en cuan asustado se ve, la falta de confianza en sus

ojos, y la inestabilidad de la postura.

Agarra mi camisa, desesperado por hacerse con el control mientras

empuja su mano contra mi cara, lanzándome hacia atrás contra el

armario. Cavándome mis uñas en las palmas de mis manos, encorvo mi

puño hacia arriba y lo golpeo en el lado de la cabeza, con fuerza. Él deja

escapar un gruñido mientras me empuja hacia atrás y me estrello contra el

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mostrador, golpeando mi cadera contra el azulejo y los cuchillos caen al

suelo. Empiezo a avanzar, pero él corre hacia mí con la cabeza gacha. Me

apresuro, doblando las rodillas para saltar sobre la isla, pero agarra la parte

inferior de mi camisa y me sacude hasta el suelo. Echo mis brazos detrás de

mí, alcanzándolo, pero se agacha.

Me siento entumecido. Completamente muerto por dentro mientras

giro sobre los talones y empujo mis manos en su pecho. Se niega a dejarme

ir, incluso cuando tropieza y cae al suelo, me da un tirón hacia abajo con

él. Trato de rodar por encima de él, pero segundos más tarde siento algo

afilado perforar a través de mi lado y todo se detiene.

Mi papá se pone en pie, sosteniendo un cuchillo ensangrentado. —

¿Por qué no puedes escucharme alguna vez? —Deja caer el cuchillo al

suelo junto a mis pies y se estrella contra la baldosa. Su rostro está tan

blanco como un fantasma mientras se aleja—. Tú, maldito... —Arrastra sus

dedos por la cara, antes de salir por la puerta principal, dejándola

entreabierta detrás de él y las ráfagas de aire frío entran.

Cada parte de mi cuerpo duele, como si mil cuchillos hubieran sido

apuñalados en mí en vez de uno. Girando a un lado, me arrastro hacia

arriba, y me apoyo en el mostrador, moviendo mi mano de mi lado. La

sangre cubre mis dedos temblorosos y se filtra del agujero en mi camisa,

llenando las grietas en las baldosas del suelo debajo de mí. Cierro los ojos

mientras lucho por respirar, pero el dolor está ganando.

Pienso en Callie, lo que está haciendo, lo que hará cuando se entere

de lo sucedido. Me duele, incluso aunque se supone que no lo haga, la

idea de abandonarla, de ella dejándome, de no tenerla de nuevo. No

puedo aguantarlo.

Estirándome a mi lado, tomo un cuchillo, mi mano tiembla mientras

pongo la punta en mi antebrazo. Es lo que he hecho durante años para

apagarlo. Todo comenzó cuando yo tenía siete años cuando me di

cuenta de que herirme me ayudaba a respirar—me ayudó a sobrevivir el

infierno de mi vida. Es mi jodido secreto, la oscuridad que vive dentro de

mí. Con cada incisión en mi piel, el dolor comienza a disminuir mientras la

sangre cubre el suelo.

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Callie Me despierto en una cama vacía y el pánico estalla a través de mi

cuerpo. ¿A dónde fue? Agarro mi teléfono de la mesita de noche y le

mandó mensajes a Kayden múltiples veces, pero no contesta. Me pongo

mis zapatos y salgo corriendo por la puerta para ir a buscarlo. Tengo que

hablar con él acerca de anoche y hacerle saber que tenemos que dejarlo

pasar porque con él en mi vida, lo qué pasó con Caleb no es tan temible.

La mañana se asoma sobre las montañas y el cielo es de un rosa

brillante, pero la belleza de ello es muy engañosa en comparación con lo

que está pasando allá abajo. El viento está furioso, soplando en una

tormenta y enfriando la temperatura.

Mi padre está en la mesa de la cocina cuando entro. Su pelo

castaño tiene una raya de lado y tiene la corbata y pantalones, listo para

la cena de Acción de Gracias de esta tarde.

Cuando levanta la vista de su comida, su frente se arruga. —¿Estás

bien? Te ves como si hubieras estado llorando.

—Estoy bien. —Doy un vistazo en la sala, antes de dar marcha atrás

en el centro de la cocina—. ¿Dónde está mamá? Tengo que preguntarle si

puedo tomar prestado el coche.

—Está tomando una ducha. —Se levanta de la silla y deja la taza en

el fregadero, observándome—. Parece que has perdido algo de peso.

Asegúrate de comer mucho hoy. Va a haber un juego después de la cena

y quiero que juegues este año.

—De acuerdo, está bien. —Apenas puedo escucharlo mientras

navego a través de los mensajes en mi teléfono, pero no hay ninguno de

Kayden—. ¿Me prestas el coche por un rato? Te prometo que no voy a

estar ausente por mucho tiempo.

Alcanza las llaves en su bolsillo. —¿Seguro que estás bien? Te ves muy

alterada.

—Estoy bien —le aseguro, desconcertada, ya que normalmente no

se da cuenta de estas cosas. ¿Qué tan mal me veo?—. Sólo tengo que ir a

ver a un amigo.

Me tira las llaves y yo las tomo sin esfuerzo. —¿Este amigo sería uno

mis viejos mariscales de campo?

Envuelvo mis dedos alrededor de las llaves, sintiendo lo escabroso de

los lados cortar en mi palma. —Mamá ha estado chismeando, ¿verdad?

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Se encoge de hombros, metiendo las manos en los bolsillos de sus

pantalones. —Ya sabes cómo se pone. Sólo quiere que seas feliz.

—Soy feliz. —Y en aquel momento, no parece como una mentira

enorme—. Sólo tengo que encontrar a alguien. —Me dirijo hacia la puerta.

—Regresa en una hora —dice en voz alta—. Sabes que ella va a

querer tu ayuda. Tu hermano nunca volvió a casa anoche. Probablemente

se quedó fuera toda la noche emborrachándose, así que no habrá

ninguna ayuda de su parte.

—Está bien. —Salgo al frío, sintiendo que algo me golpea en el

pecho, pero no estoy segura de lo que es. Mi teléfono suena en mi bolsillo y

me sorprendo de ver el nombre de Luke destellando en la pantalla.

—Hola —respondo mientras corro por el camino y salto en el coche

de mi padre.

—Hola —dice con voz ansiosa—. ¿Has hablado con Kayden?

—No desde anoche. —Cierro de golpe la puerta y enciendo el

motor, sin molestarme en encender la calefacción—. No sé adónde fue.

Sólo salió y no puedo ubicarlo.

—Yo tampoco. —Vacila mientras estiro el cuello y regreso el coche a

la carretera, entrecerrando los ojos para ver a través de la ventanilla

trasera cubierta de escarcha—. Escucha, Callie, anoche hizo algo muy

malo.

Alineo el coche en la carretera y lo empujo en el camino. —¿Qué

pasó?

—Recibí una llamada extraña de él —dice—, pidiéndome que lo

recogiera. Me hizo llevarlo al lago y... le dio una paliza a Caleb Miller.

Presiono el pedal del acelerador hasta el fondo y los neumáticos

chillan. —¿Está bien?

—Está bien, supongo, pero fue arrestado y su padre tuvo que ir a

buscarlo.

Mi corazón se detiene. —¿Su papá?

Hace una pausa. —Sí, su papá.

Me pregunto si Luke sabe del papá de Kayden. —Me dirijo a su casa

ahora mismo para ver como está.

—Yo también. ¿Dónde estás?

—A unas pocas cuadras... En Mason Road.

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—Está bien, te veré enseguida —dice—. Y Callie, ten cuidado, su

padre...

—Lo sé. —Cuelgo y sostengo el teléfono en la mano mientras

conduzco por la colina que conduce a la casa de Kayden.

La mansión de dos pisos se ve enorme en frente de las colinas, que

se eleva hacia el cielo. En el momento en que estaciono bajo el árbol, el

viento se ha levantado y las hojas golpean en el aire, casi cubriendo el

bosque que rodea la casa. Salto fuera del coche con mi corazón latiendo

en mi pecho, y me apresuro por el césped y subo las escaleras, moviendo

los brazos para quitar las hojas de mi cara.

La puerta principal está abierta, meciéndose en el viento. Cuando

entro en el vestíbulo, un sentimiento nauseabundo quema en mi

estómago. Algo no está bien. Echo un vistazo a la sala de estar y luego

llamo en la escalera. —¿Hola?

El viento es mi única respuesta, aullando en la ventana, haciendo

volar hojas en la casa, a lo largo del piso de madera dura, y cerrando de

golpe la puerta contra la pared. Entro en la cocina y giro la esquina.

Nunca nada me había preparado para lo que veo.

El tiempo se detiene—todo se detiene. Una parte de mí se muere.

Tirado en el piso, en un charco de sangre, y un montón de cuchillos

está Kayden. Sus ojos están cerrados, los brazos y las piernas flojas, y hay

cortes frescos rastreando en sus muñecas. Hay un agujero en el lado de la

camisa, donde algo agudo lo ha atravesado. Hay mucha sangre, pero no

puedo decir de dónde viene—parece que por todas partes.

Mis brazos caen a mi lado mientras mis rodillas fallan y me desplomo

en el suelo, aterrizando en un cuchillo. —¡No, no, no, no! —Tiro de mi pelo,

sintiendo el dolor, y arranco algunas hebras—. ¡No!

Niego con la cabeza un centenar de veces, esperando que la

escena se desvanezca, como yo esperaba que lo hiciera mi duodécimo

cumpleaños. Pero se queda. Siempre se queda. Las lágrimas nublan mi

visión mientras hago presión sobre uno de los cortes sobre sus muñecas

para parar la sangre. Su piel está tan fría, como el hielo, como la muerte.

Muevo mi mano en su brazo, la mejilla, por encima de su corazón. Con un

dedo inestable, marco el 911 y balbuceo los detalles.

—¿Tiene pulso? —pregunta el operador cuando le cuento la

situación.

Mi corazón se contrae con fuerza en mi pecho mientras presiono los

dedos en su pulso y un leve murmullo golpea contra ellos. —Sí.

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—¿Está respirando?

Me quedo mirando su pecho, con el deseo de que se mueva,

rezando para que se mueva. Después de un tiempo, se eleva un poco y

luego se cae tambaleándose.

—Sí. Respira. Oh Dios mío —Presiono mis labios temblorosos juntos,

llorando mientras cuelgo y espero a la ambulancia. El teléfono se cae de

mi mano mientras corro mis dedos por el cabello de Kayden,

preguntándome si me puede sentir.

—Kayden, despierta —susurro, pero sigue igual—. Por favor, Dios,

despierta.

—Callie... Que... —Luke se para detrás de mí.

No me muevo. No puedo apartar la mirada de Kayden. Si lo hago,

podría desaparecer.

—Callie, ¿me oyes?

—No hagas ruido. Será más rápido. Apenas sentirás nada.

—Callie. —Luke prácticamente grita y parpadeo hacia él cuando

una corriente caliente de lágrimas se deslizan por mis mejillas—. ¿Has

llamado a una ambulancia?

Asiento con la cabeza, sintiendo todo a mi alrededor—en mí—

derrumbarse. —Traté de salvarlo... Yo... lo intenté, pero no pude... no

pude...

Luke se arrodilla a mi lado, mirando a su amigo en el suelo, con la

cara drenada de color, sus ojos marrones enormes y horrorizados. —No es

tu culpa. Está respirando. Puede lograr salir de esto... él puede.

Pero es mi culpa. Todo es mi culpa. Rodeo con mis brazos alrededor

de Kayden, respirando en él, sin querer dejarlo ir. —Por favor, quédate

conmigo.

—Todo esto es tú culpa —dice Caleb—. Si le dices a alguien, eso es

lo que ellos pensarán.

Sirenas inundan el aire como el barrido de hojas a través de la

cocina, girando alrededor con el único propósito de ir a donde el viento

las lleva.

Debería haber hecho más. Decir algo. Defenderlo como él lo hizo

por mí.

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Pensé que había salvado a Kayden esa noche en la casa de la

piscina, pero me equivoqué. Sólo le di tiempo hasta que la próxima

tormenta lo arrasó.

Fin

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The Redemption of Callie and Kayden

El oscuro secreto que Kayden ha mantenido

oculto por años ha salido a la luz. Peor aún,

enfrenta cargos por agresión. La única

manera de salir libre es si Callie habla, algo

que él nunca le pediría hacer.

Callie sabe que Kayden va a regresar a ese

oscuro lugar y desesperadamente quiere

salvarle. Pero salvarle significa revelar sus más

oscuros secretos. Callie y Kayden son más

fuertes de lo que pensaban, especialmente

cuando están juntos. Juntos, pueden salir

adelante, enfrentar sus demonios, y finalmente

comenzar a recuperarse de sus traumáticos

pasados.

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Sobre el Autor

Jessica Sorensen vive con su esposo y tres hijos en las montañas nevadas de Wyoming, donde

pasa la mayor parte de su tiempo leyendo, escribiendo y estando con su familia.

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Traducido, Corregido y

Diseñado en:

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