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http://www.historiacienciaytecnologia.com Quipu, vol. 8, núm. 1 enero-ab ril de 1991 , pp. 9 J · J 09 La epidemia de influenza de 1918: sanidad y política en la ciudad de Puebla LETICIA GAMBOA OJEDA * Summary The influenza epidemic of 1918 was the motive for a public health campaign in the City of Puebla. But the epidemic was also a pretext for a political strugg.le between revolutionary groups and their oppone nt s. The proprietary class was successful in both aspects. The fol1owing study of these events is comp lemented with a brief commentary on current progress in medica! knowledge on influenza. lt also deals with the effects of the epidemic on the population. E ntre marzo de 1918 y ene ro de 1919, a causa de influenza perecieron en el orbe un número de personas que aproximadamente triplicaría al de las víctimas de la Primera Guerra Mundial, que por entonces daba fin. Mien- tras que en ésta perdieron la vida de 9 a 12 millones de seres, los muertos por dicha enfermedad se han estima do en alrededor de 30 millones.l Considerada como "una de las peores catástrofes humanas '? la pande- mia de influenza se propagó rápidamente por todos los co ntine nt es. En América se conoció con el nombre de influenza "españo la" , aJ creerse que su brote se había producido en España. Según un estudio de E. Oakes Jordán, la influenza del 18 provocó el deceso de 21.6 millones de personas en el mundo. En la India muri eron 8 y medio millones; en Rusia 450 mil; en Japón 250 000 ; en Italia 350 000; l. K. David Patterson y Gerard F. Pylc, " The geography and mortality of the 1918 inOuenza pandemíc", Bulletin o[ History o[ Medicine, número 65, 1991, p. 4. 2. Encyclopoedia Brironnico, USA, Ed. EB lnc., 15 ed., 1982, Macropaedia: tomo XV, p. 770. • Universidad Autónoma de Puebla. Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades. [91]

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Quipu, vol. 8, núm. 1 enero-abril de 1991 , pp. 9 J · J 09

La epidemia de influenza de 1918: sanidad y política

en la ciudad de Puebla

LETICIA GAMBOA OJEDA *

Summary

The influenza epidem ic of 1918 was the motive for a public health campaign in the City of Puebla. But the epidemic was also a pretext for a political strugg.le between revolutionary groups and their opponents. The proprietary class was successful in both aspects. The fol1owing study of these events is complemented with a brief commentary on current progress in medica! knowledge on influenza. lt also deals with the effects of the epidemic on the population.

E ntre marzo de 1918 y enero de 1919, a causa de influenza perecieron en el orbe un número de personas que aproximadamente triplicaría al de

las víctimas de la Primera Guerra Mundial, que por entonces daba fin. Mien­tras que en ésta perdieron la vida de 9 a 12 millones de seres, los muertos por dicha enfermedad se han estimado en alrededor de 30 millones.l

Considerada como "una de las peores catástrofes humanas'? la pande­mia de influenza se propagó rápidamente por todos los continentes. En América se conoció con el nombre de influenza "española", aJ creerse que su brote se había producido en España.

Según un estudio de E. Oakes Jordán, la influenza del 18 provocó el deceso de 21.6 millones de personas en el mundo. En la India murieron 8 y medio millones; en Rusia 450 mil; en Japón 250 000; en Italia 350 000;

l. K. David Patterson y Gerard F. Pylc, "The geography and mortality of the 1918 inOuenza pandemíc", Bulletin o[ History o[ Medicine, número 65, 1991, p. 4 .

2. Encyclopoedia Brironnico, USA, Ed. EB lnc., 15 ed., 1982, Macropaedia: tomo XV, p. 770.

• Universidad Autónoma de Puebla. Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades.

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en Inglaterra 200 000 y en España 170 000. En los Estados Unidos pere­cieron 550 mil personas y en México alrededor de medio millón .3 Sin em­bargo, Patterson y Pyle han cuestionado seriamente las cifras para México (300 000 a 500 000), señalando que se trata de "puras conjeturas".4

La influenza y sus ciclos

L a influenza es una enfermedad comúnmente conocida en nuestro país como "gripe, o "gripa". Se trata de una infección respiratoria aguda, que

se inicia bruscamente con fuerte dolor de cabeza (cefalalgia), dolores muscu­lares difusos (mialgia), fiebre de 38 a 39°C, y malestar generaL Poco des­pués aparecen síntomas respiratorios, como estornudo, secreción y obstruc­ción nasal, tos y dolor de pecho.

La influenza se transmite por inhalación de "núcleos de aerosoles infec­tantes". El virus toma en incubar de 1 a 3 días, multiplicándose hasta envol­ver todo el árbol traqueo bronquial. El clima frío y el hacinamiento propician la enferm edad, cuya desaparición se logra como mínimo en 2 o 3 días y como máximo en una semana.

Aunque la mayoría de las infecciones por influenza se limitan al aparato respiratorio, a veces invaden otros órganos del cuerpo, como el corazón y el riñón. La principal complicación es la neumonía, en cuyo caso se agregan los síntomas de üvidez (cianosis), dificultad para respirar (disnea), y expec­toración sanguinolenta. La neumonía puede ser fulminante y conducir a la muerte, sobre todo si el enfermo es un anciano, una mujer embarazada o una persona con padecimientos renales y cardiorrespiratorios.5

La pandemia de influenza de 191 8 se ha considerado "severa,, debido precisamente a la aparición asociada de la neumonía, enfermedad que - a diferencia de lo que pasó en otras ocasiones- afectó a mucha gente joven y fue generada por la bacteria de la Hemophilus Influenzae. 6

Tres tipos de virus designados con las letras mayúsculas A, B y C, ori­ginan la influenza. Los virus A han sido los responsables de las pandemias

3. Edwin Oakes Jordán, Epidemic influenza, citado por Luis González,Pueblo en vilo Edito­rial FCE-SEP, México, 1984, p. 130.

4. Patterson y Pyle, op. cit .. pp. 14-15. 5. G.W. Thorn, R.D. Adams et al., Medicina /ntertUJ Harrison, Ediciones Científicas de la

Prensa Médica Mexicana, México, 1981 , tomo 1, pp.l171-1174. Rubenstein & Federman (compilado­res}, Scienrific American. MedicitUJ, Editorial Científica Médicu Latinoamericana, México, 1987, voL 6 (lnfectología}, pp. n -XXIll-2 a 6.

6. Encyclopaedia .. .• op. cit., tomo XV, p. 770. Por ser La Hemophilus /nfluenzae una bacteria gramm negativa, su resistencia a los antibióticos es mayor que la de otras bacterias como los esta­filococos dorados y los neumococos, que fueron los agentes comunes, gramm positivos, de las neu­monías generadas por influenza en otras epidemias y pandemias. Cabe advertir, sin embargo, que en 1918 daba lo mismo que fuera tal o cual la bacteria de la neumonía, senciJJamente porque aún no había antibióticos.

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La epidemia de Influenza de 1918 en Puebla 93

y de las mayores epidemias. Los B son virus que tienden a causar epide­mias más localizadas. Y los C son virus que por suscitar una leve enfermedad no se reconocen fácilmen te, a pesar de lo cual se ha demostrado la gran frecuencia de infecciones provocadas por este agente.

El virus de la influenza fue el p rimer virus humano que logró aislarse y cultivarse in vitro, en Inglaterra en 1933.7 Gracias a ello se ha avanzado en el conocimiento de esta enfermedad. pudiendo ahora saberse que las pan­demias y grandes epidemias han estado por lo general ligadas a cambios importantes en la estl}lc tura molecular de dos proteínas de los virus A (he­maglutinina y neuraminidasa, designadas con sus iniciales H y N).B Estos cambios han generado nuevas cepas de estos viru s, y es por ello que ex isten distintos subtipos de influenza A. Al que se aisló primero, en 1933, se le identificó como H0 11 pero hoy en día se le designa como H1 N1•

La influenza se presenta muy a menudo. Cada año ocurren erupcio nes de esta cnfennedad, pero su ex tensión y gravedad varían considerableme nte. Las epidemias localizadas se producen por lo general con intervalos de 1 a 3 años~ las epidemias mayores y las pandemias han ocurrido cada 10 o 15 años, durante periodos que van de 6 a 8 semanas, de preferencia en invierno. Estos brotes por virus A cesan en forma tan brusca o repentina como se inician.

No se ha llevado un registro confiable de la influenza A sino a partir de fines del siglo pasado. Hasta mediados de la década de 1980 este regis­tro arrojaba 5 pandemias y 3 epidemias, con las características que se pre­sentan en el cuad ro l .

CUADRO 1

Influenza A

ARos

l889-90 1900-03 1918-19 1933-35 1946-47 1957-58 1968-69 1977-78

Subtipos (cepas de virus)

Extensión

pandemia epidemia pandemia epidemia epidemia pandemia pandemia pandemia

• Cepas determinadas por examen retrospectivo de sueros {"seroarq ueología").

Gravedad

severa moderada ~vera

leve leve severa moderada leve

Fuente: E. Braunwald, K.J. lsselbacher et al. (eds.), Ha"ison's Principies of Jncernal Medicine, New York, McGraw-1-üU Book Co., 1987, p. 672.

7. G.W. Thorn et aL. op. cit., p. 1171. Ru benstein & Federman, op. cit., pp. 11 -XXIII-2 y 5. 8. Rubenstein & Federman, op. cit., pp. 11 -XXIII-2 y 4.

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En estas series se aprecia que el subtipo de la influenza de 1918 ha repe­tido en cuatro ocasiones, aunque con diferente extensión y gravedad. Hay que decir que ha sido en aves, originalmente, donde se han observado las cepas que a fin de cuentas producen las epidemias humanas. Además de la pandernia de 1918, las de 57, 68 y 77 se desataron al parecer también en China, en su porción sur. Se cree que la alta densidad de población en estas zonas dedicadas al cultivo del arroz, favoreció "la transmisión de los virus de la influenza de los patos domésticos a los seres humanos,. 9

La epidemia en la capital poblana

L a influenza del 18 brotó en la primavera y se apagó en el invierno, apare­ciendo en tierras mexicanas en el mes de septiembre. Al llegar a la ciudad

de Puebla no era la única causa de epidemia, pues también se hallaban pro­pagadas otras enfermedades: la viruela, Ja difteria y el tifo, éste de retcrno después de su prolongado ataque en 1915-16.1 O Dicho en otras palabras. la capacidad inmunológica de la población se hallaba muy mermada.

Por la prensa se sabía de la aparición de la influenza en el país, pero ni las autoridades ni los vecinos de la urbe intentaron prevención alguna. Las medidas se tomaron tras las primeras defunciones.

La acción del Ayuntamiento

La primera sesión de cabildo para discutir el asunto de la influenza fue el 1 O de octubre. El director de salubridad expuso los problemas económi­cos, humanos y materiales que su dependencia tenía para enfrentar el pro­blema, solicitando más apoyo y proponiendo varias medidas, casi todas aprobadas. Poco después entró el Ayuntamiento en contacto con el Go­bierno del Estado y éste a su vez con el Departamento de Salubridad Pública, dependiente del gobierno federal, el cual envió como su delegado al Dr. Luis G. Unda. Durante un mes, aproximadamente, este médico dirigió la Oficina Municipal de Salubridad e integró una Junta de Sanidad, de la que también formaban parte varios representantes del gobierno municipal y uno del estata1. 11

Hasta el 5 de noviembre fue en ascenso la epidemia, el Ayuntamiento fue tomando varias disposiciones, a sugerencia del transitorio director de

9. !bid., p. Jl-XXIU-4. lO. Archivo del Ayuntamiento de Puebla, Ubro 611, exp. 295, f. 2. Lo Lucha (diario locaJ),

17 de septiembre de 1915. 1 J. Salvo indicación contraria, las informaciones del punto 1, apartado 11 , están tomadas de

los documentos del Archivo del Ayuntamiento de Puebla (en adelante: AAP), contenidos en los siguientes Libros y expedientes: Libro 608, exp. 195 ; Libro 610, exp. 280,292 y 293: Libro 611, exp. 295.

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La epidemia de influenza d~ J 9 J 8 en Puebla 95

la Oficina de Salubridad. Algunas de esas medidas eran de contención y otras de comba te a la influenza: consecuentemente, las primeras se dirigían sobre todo a la población sana y las segundas a la enfenn a.

Se come nzó por ordenar el cierre de si tios de concentración pública, pero no de todos. Los c ines y el teatro fue ron temporalmente clausurados, aunque pronto se reconsideró el cierre de estos, permitiendo que abriera si cumplfa ciertas prevenciones. También al torco se le dejó funcionar, a con­dición de que la empresa pagara 50 pesos antes de cada corrida, para la incineración de los caballo sacri ficados en la lidia. Esto alteró momentá­neamente la costum brc de tirar dichos despojos en los suburbios, a do nde " la gen te pobre ¡acudía! a corta r esa carne para venderla en varias formas en e l Mercado".

Las iglesias se cerraron sólo por algunos días; mientras no fue así el Ayuntamien to prohibió la celebración de misas de "cuerpo presente" . Tam­bién se cerraron por un tiempo las escuelas, después de adelantar los exá­menes finales. Para los dfas en que irónicamente tendrían lugar las .. fi estas de muertos" ( 1 y 2 de noviembre), el presidente municipal, Scbastián Or­diano, prohibió la entrad a a los panteones "a fin de evitar el contagio que indudablemente se desarro llaría en esos lu gares. con motivo de la aglome­ración de gente".

Otros sitios cuya concurrencia favoreció el desarrollo de la epidemia fuero n las fábricas texti les, como pasó por ejemplo en La Tcja.12 De ahí los nombramientos de 14 inspectores sanitarios en igual número de fábri­cas, ex tendidos por el presidente municipal a individuos que muy posible­mente eran trabajadores de las mismas.

El Ayu ntamiento limi tó, asimismo, Jos horarios de pulquerías, figones, fondas y restaura ntes, cuyos locales se mantendrían limpios so pena de clausu ra, multa o arresto. La limpieza y la desinfección dia ria se exigió t am­bién a los tranv fas.

Sobre el aseo de la urbe y el uso racional del agua hubo varios acuerdos. Se ordenó a todos los vecinos regar y barrer las banquetas y calles del fren te de sus casas dos veces al día, prohibiéndoles bajo penas tirar basura y aguas sucias en la vía pública. Se les recom endó, igualmente, no desperdiciar el agua para poder dedicar la sufiente al regado de calles.

Otra medida de contención fue el aviso al público de los pasos a seguir para no con traer la influenza. En lugares visibles se fijó el documento res­pectivo, suscrito por el Dr. Unda y fechado e l 19 de octubre. Se recomen­daba a las personas sanas: 1) no concu rrir a lugares de reunión : 2) no visitar casas donde hubiera enfermos; 3) abstenerse de todo exceso; 4 ) después de tocar a un enfermo lavarse las manos con jabón y frotarlas con alcohol;

12. Excélsior (diario nacional), 29 de octubre de 1918.

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5) desinfectar nariz y boca varias veces al día con ciertas preparaciones; 6) aseo corporal y cambio frecuente de ropa ; 7) aislar a los enfermos y hacer que las personas a su cargo se cambiaran ropa y se asearan manos. boca y nariz, antes de ponerse en contacto con gentes sanas; 8) desinfectar las habitaciones de los enfermos: 9) considerando peligrosos "saludar estre­chando la mano, el beso y el abrazo". se instaba finalmente a la población a ~'abstenerse de esos actos".

El mismo documento daba también a conocer las recomendaciones del Consejo Superior de Salubridad de la Ciudad de México y de algunas auto­ridades sanitarias europeas, para prevenir y tratar la influenza: 1) ingerir zumo de limón en líquidos; 2) tomar 1 centigramo de su lfuro de calcio cada 4 o 5 horas; 3) a los primeros sín,tomas ponerse en cama y tomar un pur­gante; 4) si la enfennedad era leve tomar 10 centigramos de quinina y 20 de aspirina. además de someterse a fricciones y provocar sudoraciones; 5) si era grave acudir a un médico competente.

Para auxiliar a los enfermos el Ayuntamiento aumentó a 15 sus agentes de desinfección y también a 15 los camilleros. Improvisó cinco consu lto­rios totalmente gratuitos, comisionando a los doctores Enrique Beristain, Anastacio Placeres, Antonio Aparicio, Gilberto Morán y Diódoro Suárez para que los atendie ran.

A fines de octubre en que la epidemia entró en auge, el número diario de defunciones se elevó al ex tremo de no darse a vasto los sepultureros para enterrar los cadáveres. Los cuerpos de la gente pobre que ni en caja iban. emanaban un "hedor insoportable" al permanecer en el cementerio expuestos al sol. De manera que para evitar mayores males el Ayuntamiento envió a 40 de los reos de la penitenciaría a cavar fosas al Panteón Munici­paJ.l3 Por una acción pública diferente, se logró que el Panteón de La Piedad redujera a la mitad los predos de las inhumaciones, quedando en $2.50 niños y SS adultos en tercera clase , y SI y $2 en cuarta clase.

Las dificultades económicas hicieron precaria la acción del Ayu nta­miento. Sin embargo, también hubo cierto burocratismo y desorganización, como dejan ver los documentos de archivo. Hubo asimismo improvisación: al inicio de la epidemia el J efe de Salubridad se quejaba, justamente, de la falta de experiencia previa de su personal y de ''las continuas bajas de los agen­tes", por lo que a cada rato había que aleccionar a los nuevos.

Pero en el fondo de deficiencias e insuficiencias privaba el problema económico. Sólo a los agentes y cam illeros contra tados con motivo de la influenza se les asignó sueld o: $2.50 y $1.25 al día, respec tivamente. A los cinco médicos mencionados más arriba se les pidió "prestar servicios pro­fesionales gratuitamente,, en vista de sus "aptitudes y filantropía".

13. Excélsíor, 31 de octubre de 19 l8.

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La p~nu ria económica del Ayuntamiento repercutió desde Juego en la Oficina mun icipal de Salubridad . Por falta de dinero para reparai la estufa de desinfección, hubo qu e cederla - mientras duraba la epidemia- a la dele­gación de la Cruz Roja, qu e la puso a fun cionar. Desde el principio la situa­ción era tan grave que a los pocos días de haber llegado, el Dr. Unda envió un escrito al presidente municipal , seña lándole que debía "suspender toda comunicación por escrito", " por ca recer esta Oficina de papel para la corres­pondencia OfíciaJ".

Como quiera cabe preguntarse ¿de dónde sacó el Ayuntamiento los fondos, por precarios que hayan sido, para aplacar la influenza? Un a pri­mera fuente pudieron c:;er los ingresos que normalmente percibía. Otra pudo ser el producto de las multas ligadas a la epidemia de influenza . Una más el voluntario doníi tivo de un día de salario pedido a funcionarios y empleados de los tres niveles de gobierno. Y, finalmente, lo que se obtuvo por vender a ese propósito la cosecha de los terrenos del ex-molino de El Carmen, donde el Ayu ntam iento tenía cierta participación .

Ni siquiera en forma aproximada puede cuantificarse la acción del gobierno municipal. Sólo 2 de los S médicos comisionados rindieron un informe. El Dr. Beristain señaló haber atendido a 219 enfermos (70 hom­bres, 134 mujeres y l S niños), de los cuales visitó a S S en su domicilio. En contraste. el Dr. Placeres sólo atendió a 18 (6 hombres y 12 mujeres), todos en consultorio.

Los trabajos de la Comisión Central de Caridad

E1 avance de la influenza en la angclópolis y las catastróficas no ticias de prensa, indujeron en primera instancia a un grupo de vecinos a organi­zarse para enfrentar la epidemia, mediante lo que llamaron Comisión Central de Caridad (CCC).

La fom1ación de este tipo de agrupaciones en momentos críticos. era corriente en muchas ciudades del país. Respecto a la epidemia que nos ocupa, el presidente del Consejo Superior de Salubridad informaba al alcalde de Puebla :

"En todos los lugares infectados se han ido formando Juntas o Agrupaciones de particulares, bajo el nombre de 'Juntas de Socorros', para obtener algunos fondos con que hacer Jos gastos de med icamentos para los pobres. Estas Juntas nombran tres personas para el manejo de Jos fondos y demás, uno o dos médicos dependien­tes de la auto ridad política, dos prácticos y una brigada sanitaria de diez, quince o veinte personas según la importancia de la población para que con algunas substan­cias ( ... ) hagan la distribución a los pobres dejando dósis suficiente a cada atacado para tres o cuatro días".l4

14. AAP, Libro 6 11, exp. 295, f . 4.

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La existencia en Puebla de estas Juntas de Caridad en ocasiones ante­riores, así como la complacencia de la mayor autoridad sanitaria del país, llevaron al Gobierno estatal y al municipal a dejar prestar servicios de sanidad a ciertas organizaciones privadas, autorizando implícitamente la formación y actividades de la CCC)S Esta se creó formalmente el 28 de octubre, siendo su presidente el conocido empresario Francisco de Velasco, y su objetivo "lograr ex tinguir la epidemia reinante que tantas víctimas ha hecho".16

En la CCC todo era o rganización ; comenzando por sus componentes: la Unión Popular de Puebla para la Acción Social (UPPAS), las Cámaras Unidas de Puebla (de Comercio, de Agricultura, de Propietarios, de Indus­tria textil y de Industrias varias), la Acción Católica de la Juventud Mexicana, las Asociaciones de Damas Católicas, de Caridad y de San V icen te de Paul, la delegación de la Cruz Roja Mexicana y los cónsules en Puebla de varios países, así como un grupo de estudiantes del Colegio del Estado.

Numerosas comisiones formaban la estructura de la CCC ; pero por la similitud de las tareas de algunas bien hubieran podido ser menos. Las había para dar y prestar: de organización de oficinas; de secretaría y oficinas; de instalaciones de teléfonos y luz; de colecta ; de hacienda ; téc nica consulta­tiva; de propaganda; de hospitales; de puestos de socorros; de aprovisio­nam ientos; de entierros; de panteones; de ambulancias; de limpia ; de desin­fecciones ; de estufa de desinfección; de estudiantes; de brigadas médicas expedicionarias, y de investigación y estadística.

El núcleo director de la CCC estaba compuesto por una decena de cono­cidos hombres de negocios. Además de Francisco de Velasco, destacó la activa participación de Manuel Conde y Conde, Guillermo Hardaker, Rafael Miranda, Manuel Ortiz Borbolla y Carlos Mastretta, entre otros. Del 28 de octubre al 9 de diciembre, este núcleo se reunió 33 veces, levantando en un libro las actas correspondientes. En otro libro quedaron las minutas de 167 oficios, 9 circulares y 45 telegramas girados por la CCC, todo lo cual nos da una primera idea de su trabajo.

Como hiciera la Oficina de Salubridad, la CCC publicó una serie de reglas "para librarse de la influenza y otras enfennedades". En su lista no venían medicamentos, pero se hacían recomendaciones básicas que en la de aquella Oficina no había: la de "no escupir en el pavimento de su habi­tación, ni en la vía pública"; la de "evitar aglomeración de personas en una misma pieza, y cuando no sea posible(. .. ) dar ventilación de algún modo"; la de aislar a los enfermos en otra habitación, o al menos aislar sus camas con sábanas o cortinas; la de no colocarse frente al enfermo cuando éste tosiera o estornudara, y la de taparse la boca al toser o estornudar.

15. AAP, Libro 611, exp. 295, fs. 8 y 10. 16. Este punto 2 del apartado ll, principalmente está basado en la Memoria documentada de la

campaffa contra la "Influenza Espalto/a", Ed. Comisión Central de Caridad, Puebla, 1919,81 páginas.

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La epidemia de influenza de 1918 en Pueblil 99

Para atender a los enfermos la CCC instaló 8 puestos de socorros en distintos puntos de la ciudad; el primero en abrir lo hizo el 3 O de octubre y los últimos en cerrar el 8 de diciembre. Todos contaban con uno o dos practicantes de medicina y un equipo de voluntarios, en su mayoría jóve­nes del sexo femenino. Asimismo, la CCC prestaba auxilio a través del hos­pital privado del Sagrado Corazón, dotado de 50 camas. Aparte de 4 médicos contaba con los 7 de la Cruz Roja; consultas y medicinas eran gratis.

Del 21 de noviembre al 4 de diciembre, la acción de la CCC rebasó los limites de la ciudad al enviarse seis brigadas a otros lugares no sólo de Puebla (como Tepeaca, Tecamachalco, Chignahuapan, Atencingo), sino también de Tlaxcala (Chautempan y Tlaxco). Cada brigada estaba compuesta por un jefe-médico, un practicante y varios ayudantes, que recibían un sueldo diario de 40, 1 O y 5 pesos, respectivamente.

Fuera del servicio médico, la CCC intervino también en la inspección del aseo de calles y casas, con la ayuda de los estudiantes del Colegio del Estado; en la recolección de basura, que encomendó a los dueños de carre­tas, así como en las labores de desinfección, específicamente desarrolladas por la Cruz Roja. Entre la gente pobre que acudía a sus puestos y al Hospi­tal del Sagrado Corazón, o que se hallaba en el Asilo de Mendigos, en el Orfanatorio del Estado y en La Misericordia Cristiana, obsequió alimentos, cajas mortuorias, catres de madera, ropa de cama, trastes de cocina, manta cruda y percal negro.

Según la comisión de investigación y estadística, en la ciudad de Puebla la labor de la CCC se concretó en 5 617 consultas médicas, 5 092 recetas, 26 046 raciones de alimentos, 121 certificados expedidos. 65 enfermos hospitalizados, 267 cadáveres trasladados al panteón, 1880 casas visitadas para efectos estadísticos y 35 sanitariamente inspeccionadas. Por parte de las brigadas foráneas, en 38 distintas localidades se atendió a 1 689 enfer­mos, de los cuales 1 086 tenían influenza, 27 neumonía y el resto otras enfermedades.

Es innegable que la iniciativa privada hizo en Puebla mucho más que la pública en contra de la influenza. Pero tampoco se puede negar que aquélla contó con recursos incomparablemente mayores que ésta.

Al crearse la CCC, sus fundadores ya habían reunido 24 mil pesos por donativos, esperando llegar a 100 mil debido a los acuerdos de las Cámaras Unidas, imponiendo a todos sus afiliados una contribución especial. Así, por ejemplo, en el Centro Industrial Mexicano - la organización de los empre­sarios textiles- la cuota se aprobó en asamblea extraordinaria del 29 de octubre, fijándola en 15 centavos por cada huso instalado en las fábricas.l7 Pese a que solamente unos 130 miembros de esas Cámaras cumplieron los

17. Archivo del Centro Industrial Mexicano, Ubro 5 copiador de oficios, fs. 166-203.

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acuerdos, se obtuvo algo más de 50 mil pesos. Esta suma subió a $54 372.89, por varias aportaciones en especie: casi 20 mil piezas de pan, donadas por 11 panaderías; drogas, medicinas y vacunas, donadas por el senador Carlos B. Zetina; y desinfectante, donado por la Compañía Industrial de Atlixco.

No mentía el presidente de la CCC, Francisco de Velasco, al afmnar que ésta "contó siempre con sobrados recursos". En el balance final le sobraron, en efecto, más de 8 mil pesos en caja; y en el almacén le queda­ron el 46% de las medicinas adquiridas ($3 413.79 de un total de $7 346.63 ), el 8% de los alimentos ($955 .21 de $12 117 .26) y el 23% de Las cajas mor­tuorias (32 de 137).

¿Por qué estos sobrantes si no estaban cubiertas todas las necesidades? Era una aberración, por ejemplo, que mientras en un lado había cadáveres "expuestos al sol", en otro hubiera féretros gratuitamente disponibles. Sólo una desconexión entre quienes tenían y quienes necesitaban, un reparto selectivo de la ayuda, o un mal cálculo en las previsiones, pueden explicar esta circunstancia.

Terapéutica, Morbilidad y Mortalidad

Dos listas de los medicamentos recetados, que pudimos localizar en el archivo del Ayuntamiento, lo mismo que el inventario de medicinas sobrantes, publicado en la Memoria de la CCC, nos permiten tener una idea de la terapéutica seguida en Puebla respecto a la influenza.

Como se aprecia en el cuadro 2, se recetaba una amplia variedad de subs­tancias o medicamentos, que ciertamente se dirigían a atacar los síntomas del mal : fiebre (antipiréticos), dolor (analgésicos), congestión e inflama­ción del aparato respiratorio (expectorantes, descongestionantes, antinfla­matorios), tos convulsa y secreción (antitusígenos y mucolíticos). Tal vez la aparición de síntomas secundarios, como náusea y estreñimiento, expli­quen la frecuente administración de digestivos y laxantes. Sin embargo, pensarnos que estos últimos se recetaban por creerse que la causa de la enfermedad debía ser arrojada o expulsada del cuerpo, lo cual explicaría no sólo la difundida recomendación de laxar al enfermo, sino también la de provocarle sudoraciones. Quizá porque había varias epidemias figuren tantos antisépticos, algunos de los cuales eran para los inmuebles. Como además puede verse, en calidad de ·'vacuna" se inoculaba ya alguna subs­tancia, aunque una vacuna propiamente dicha estaba lejos de obtenerse (incluso hoy en día no hay vacuna del todo efectiva, por las mutaciones del virus).

El cuadro 2 omite las formas de presentación de los medicamentos; pero puede decirse que sobre todo se administraban por vía oral, y en menor medida cutánea. Al final del mismo anotamos las medicinas cuyas funcio­nes o propiedades no pudimos determinar.

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La epidemia de influenza de 1918 en Pueblll 101

CUADRO 2

Medicamentos utilizados durante la epidemia de influenza ( 1918)

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Aceite de palmacristi • Aceite de ricino • cido benzoico .

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vómica (sales) • EucaJ1ptol • • Fenalgina • • • Formol • Gtico hymohna • Glycesofosfato • Guayacol • • Hidrato de cloral • • Hierro • in fusiones aromáticas y tés

con zumo de limón • Lactosa • Licor de Fowler • Mentol • • Morfina • • • Oxido de zinc • Oximiel excilico • Pancreatina • Pepsina • Píldoras de Defresné • Potasa ( ates) • Quinina (sales) • • •

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Medicamentos

Sal hepática Sal de Vilchig Sodio (sales) Sulfato de cobre Sulfato de sosa Thymol Tintura de Tolú Yodo

Linfa vacunal

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Quipu, enero-abril de 1991

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Otros: Acónito. Aristol; Bioforina; Calomel; Cáp ulas de Fichtner; Cinoglosa; Elixir de avorandi; ~sparteína (sales); Extracto de amamelis; Extracto de hldrastis; Infusión de Liquen; lpeca; heroína; J akadiostasa; Jerpinal; Láudano de Rousseau ; Polvos y comps. dr Dower; Rafz de polígala; Resorslna: Sal catártica; Serafón; Terpinol.

Fuentes: Memoria documemado .. .. op. cit., pp. 40-42 AAP, L-611, exp. 295, fs. 63-64 y 97-98.

En lo que concierne al impacto de la influenza en la población hay que decir, en primer ténnino, que no existió de parte de la autoridad municipal intento alguno por formar una estadística. Sí lo hubo, en cambio, por cuen ta de la CCC, y está incluido en su Memoria. Pero estas cifras no son muy fiables; veamos primero Las de morbilidad.

Se dice en ese documento que la brigada estudiantil de la CCC visitó 1 880 casas y halló que en una masa de 41 112 habitantes, enfermaron de influenza 9 768 (23.8%). Tomando como referencia el censo de 1910 "que acusó en la ciudad de Puebla 101 518 habitantes", se colige por tanto que el número total de enfennos fue de 24 164 (23 .8% de la población de la angelópolis).

Dos objeciones tenemos. Primero que la cifra censal es incorrecta, ya que en 191 O se contaron 96 121 habitantes en la urbe,18 lo que daría una menor morbilidad absoluta (22 879). Pero esto no resuelve el problema, por otra objeción: no es razonable la proporción entre el número de casas visitadas (1 880) y el de sus habitantes ( 41 112), pues esto daría 22 gentes por casa. Incluso en un hacinamiento ex tremo tal promedio es increfble.

18. Estad(sticas sociales del porFvioto, 1877-1910, Ed. Secretaría de Economía, México 1956, p. 9.

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La epidemiJJ de influenza de 1918 en Puebla 103

Como lo más lógico es q ue el número de habitantes se haya sobrestimado, y éste se tomó para el cálculo del total de enfc nnos, este total, consecuen­temente, no es de ninguna manera confiable. No hay entonces una cifra convincente de enferm os y estimar alguna sobre las bases que ahora tene­mos sería poco serio .

Las estadísticas de mortalidad también tienen problemas. pero algo en claro puede obtenerse si se confrontan con o tros datos. En base a la infor­mació n que en su momento dio a la CCC la oficina de l Registro Civil, se tiene la relación diaria, del 4 de octubre al 4 de diciembre, del to tal de defunciones habidas en la angelópolis, con especificació n de las debidas a la influenza.

Según las cifras que figuran en el cuadro 3 , durante ese lapso hubo en la ciudad 2 933 defuncio nes, 1 5 19 de las cuales causó la influenza (51 .8%). En la evolución de la mortalidad se pueden distinguir varias etapas: de asomo (hasta el 20 de oc tu bre): de ascenso (del 21 al 27); de apogeo (del 28 de octubre al 5 de noviembre); de descenso (del 6 al 18) y de ex tinción (del 19 de noviembre en adelante). Alrededo r de 70 días duraría esta epi­dem ia en la ciudad.

La gráfica 1 que se deriva del cuadro 3 ; nos muestra claramente que la mortalidad general de esos días estuvo ligada estrechame nte a la mortali­dad por infl uenza, ya que los vaivenes de sus respectivas curvas son coinci­dentes. Y si como es de suponerse aparte estuvieron las defunciones por neumonía, el impacto de la influenza en la mortalidad general fu e toda­vía mayor.

Para tra tar de saber ese impacto hay que decir que en tiempos normales ocurrían en promedio 350 defunciones al mes en la ciud ad de Puebla, según estadísticas de enero y diciembre de 19 10 , y enero, julio y noviembre de 1911 ,19 cuando la població n sería de unos 95 mil habitantes: e l mismo número, aprox imadamente, que debió haber en 1918, pues no hubo varia­ción significativa entre los censos de 191 O y 192 1. De modo que a ese ritm o, en 70 días la mortalidad no rm al habría sido de 8 16 personas, por lo que la diferencia respecto a 2 933 que hubo, tendría que haberse p rovo­cado, hipotéticamente. por la epidemia de influenza; esto es, 2 11 7 falle­cimientos (72.2% del total).

No hay que o lvidar, empero, que en los d ías de la influenza había en Puebla otras ep idemias.20 Es por ello que la anterior cifra puede estar sobres-

o bstante. creemos que el número de muert es por influ enza no fue de 1 519.

19. Boletfn municipal, órgano del Ayuntamiento de la ciudad de Puebla, 5 de marzo de 1910; 21 de enero, 4 de marzo, 9 de septiembre y 16 de diciembre de 1911.

20. AAP, Libro 610, exp. 292, fs. 499 y 512: Libro 611 , exp. 295, fs. 2 y 3.

.. -

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104 Quipu, eneroo(lbril de J 991

CUADRO 3

Mortalidad en la ciudad de Puebla ( 1918)

Octubre Noviembre Diciembre

Días Defunciones Total Defunciones Total Defunciones Total Jnfza Defs. Jnfza Defs. Jnfza Defs.

77 150 o 5 2 49 131 1 14 3 122 160 3 12 4 1 10 144 220 o 6 5 o 5 150 195 6 o 10 73 11 2 7 o 13 37 88 8 o 8 40 72 9 o 9 38 105

10 1 13 4 42 11 o 9 31 79 12 o 6 12 46 13 o 13 16 47 14 2 16 16 46 15 o 6 18 38 16 1 5 5 15 17 o 16 5 13 18 4 16 11 28 19 2 18 6 27 20 4 19 9 25 21 10 33 7 15 22 17 33 7 17 23 14 48 5 10 24 18 44 2 8 25 45 63 7 17 26 48 88 3 14 27 31 66 3 12 28 86 123 6 15 29 123 149 5 15 30 63 99 1 12 31 136 184

Subtota/ 606 1 122 909 1 774 4 )7

Resumen: 1519 defunciones por inOuenza 2933 defunciones en total

Fuente: Memoria documentada . .. , op. cit., anexo núm. 25, p. 80.

como tampoco fue de 2 933 el to tal de defunciones, sino que ambos fue­ron mayores.

Hay una su bestimación, entonces, en las estadísticas de mortalidad de aquellos días, apreciación que fundamos en dos cuestiones: primero un

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LA epidemia de influenza de 1918 en Pueblo

GRAFICA 1

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--- Total dctunetonu - - -- - - !Xfunciones por 1n0uc2.1

T· uente: Memoria documentada de la Campana contra la " Jnnucnza Española", Puebla, Comisión Central de Caridad, 1919, (según datos del Registro Civil}.

escrito del presidente municipal al juez de l Registro Civil (4 de noviembre), suplicándole que " para no aumentar la alarma social" no die ra " ningún informe a los reporteros sobre las defunciones que a diario se registran en esa Oficina";2 1 y segu ndo, dos no tas de prensa donde se aseguraba que el 18 y el 28 de octu bre murieron de influenza en la urbe 12 y 170 personas, respectivamente,22 cuand o la estad fstica sólo indica 4 defunciones en el primero de esos días (8 menos) y 86 en el segundo (84 menos). Al darse esta noticia el Registro Civil no había recibido la orden del alcalde, pero sf al dar la estadística a la CCC. fechada e l 31 de diciembre. Para usar una palabra hoy de moda, digamos que muy probablemente se " maquillaron" las cifras oficiales.

Si para 19 18 habrían alrededor de 95 mil habitantes en la ciudad de Puebla, el deceso de 1 5 19 por influenza sería e l 1 .6%, porcentaje que se elevaría a 2.3 si tomamos la cifra de 2 117 defunciones. Teniendo en cuenta que de 14 millo nes de habitantes que había en todo el país murieron apro­ximadamente 500 mil. el porcentaje sería de 3.6 (o 36 personas de cada mil). De aquí que nos parezca, en fin, más cercana a la realidad la segunda de esas cifras para Puebla.

21. AAP, Libro 611, cxp. 295, r. 47. 22. Excélsior, 21 y 31 de octubre de 1918.

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106 Quipu, enero-abril de 1991

Las intenciones políticas

L a acción del Ayuntamiento era obligada frente a la epidemia de influen­za, en tanto entraba en sus funciones la de velar por el bienestar de la

ciudadanía. No siendo igual el caso de las organizaciones y personas que for­maron la CCC, ¿porqué su vivo interés por ayudar a gentes ex trañas, que incluso no eran de su condición social, sino de la llamada "clase menesterosa"?

Es admisible desde luego el argumento de la caridad, que no por nada figuraría en el mismo nombre de aquel organismo, como en el de sus ante­cesores. La obra de caridad pregona la religión ca tólica. y ésta profesaban los impulsores de la CCC. La o bra de caridad , por otra parte, pueden hacerla más efectiva quienes más tienen para dar, y de la "clase adinerada" eran los directores de la CCC.

Pero aJ lado de la caridad o filantropía era igualmente factible otro móvil muy distinto. que ciertamente impu lsó a los promotores de la cru­zada: la política.

La epidemia de influenza en la ciudad de Puebla coincidió con las elec­ciones del Ayuntamiento. En ellas ciertos personajes de la mediana y gran burguesía se lanzaron a la reconquista del poder municipal. llevando como candidato a la alcaldía al doctor Francisco Bello Acedo.

Nacido en 1856, este médico era hijo de un comerciante y empresario textil, ya fallecido, del que heredó una parte de su rica colección de pin tu­ras y otras obras de arte. Era herman o, asimismo, del empresario Rodolfo Bello, prominente miembro de la Cámara local de Comercio y fundador, en 1917, de la Cámara de Propietarios, en la que tuvo el puesto de presi­dente desde dicho año hasta 1928.23

El Dr. Bello trabajaba en la delegación de la Cruz Roja, encabezando su elenco de médicos. Tenía una larga y conocida trayectoria profesional, como catedrático de varias instituciones y director del Hospital General del Estado. Asistió a la fundación de la CCC y formó parte de su comisión técnica consultativa.24

Es importante identificar, además, al principal promotor de la CCC. Ya dijimos que éste fue el empresario Francisco de Velasco , pero nos faltó decir que fungió como presidente mu nicipal de la capital poblana en 1907-1911 , y que por su afiliación aJ antiguo grupo porfirista local había tenido que permancer en Cuba entre 1914 y 1917.25 A su regreso a Puebla, en el

23. Francisco J. Cabrera, El coleccionismo en Pueblo, Edición del au tor, México, 1988. Enrique Cordero y Tones, Diccionario biográfico de Pueblo, Ed. Centro de estudios Históricos de Puebla, Puebla, 1972, tomo 1, pp. 87-90.

24. Memoria documentada . ..• op. cit., pp. 10 y 50. Enrique Cordero y Torres, op. cit .. pp. 87-88. 25. Francisco de Velasco, Mis proyectos y mi gestión en el Ay umamiento de Puet de 1907 a 1910, Puebla, Imp. El Escritorio, l91 2, p. 89.

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lA epidemw de influenza de 1918 en Puebla 107

mismo 1917, junto con otros personajes relacionados con el mundo de los negocios, constituyó el Partido Nacional Republicano, para "formar un dique de resistencia contra las transformaciones que los grupos revolucio­narios iban irnplantando".26 Quizá fuera en lugar de este partido que se formó la UPPAS en 1918, también a iniciativa de Francisco de Velasco, "teniendo como programa la difusión de los verdaderos principios sociales, según las instrucciones de la Encíclica 11 fermo proposito".27

Estas UPPAS. en cuya junta directiva figuraban hombres que habían participado en la fundación del Partido Nacional Revolucionario y luego de la CCC, organizó en abril de 1919 una "semana social" o conferencias de "sociología católica". dirigidas a los obreros poblanos con la finalidad de inducirlos al sindicalismo católico, pues decía su presidente Francisco de Velasco, que "las doctrinas sociales del catolicismo son las únicas que pueden salvar a la sociedad del derrumbe en que se haya encaminada".28

El triunfo de los constitucionalistas en 1914, su afianzamiento en 1915 , su feroz an tlclericalismo de los primeros años, y las disposiciones que fue­ron tomando en el país y en Puebla. decidieron, pues, a un grupo de la burguesía angelopolitana a disputar nuevamente el poder. Así, en 1917 los industriales lanzaron como candidato a diputado local por el segundo distri­to de la ciudad de Puebla al licenciado Joaquín lbáñez, conocido abogado patronaL En esta coyuntura salieron derrotados. pero no se desanimaron.29

En su empeño por recuperar espacios de poder, los empresarios pobla­nos aprovecharon todas las ocasiones propicias y todas sus organizaciones, aun cuando sus fines principales o aparentes fueran otros. Por eso, aunque en la Memoria de la CCC se imputaran de falaces las '\rersiones tales como la de que la cración de esta benéfica Comisión obedecía a miras polfticas",30 lo cierto es que esas versiones no eran infundadas.

Para ponerse en marcha contra la epidemia, la CCC había obtenido la aprobación del gobierno municipal. Sin embargo, ambas instancias entraron en fricciones. al no quedar claramente delimitadas las atribuciones que aquélla tendría. A inicios de noviembre, por ejemplo, el alcaJde Sebastián Ordiano, evidentemente molesto, escribió al Inspector General de Polic!a que sabiendo que La Cámara local de Comercio pidió la intervención de ese cuerpo en ciertos asuntos, le manifestaba que "por ningún concepto" debía

26. Jesús Márquez CarriUo, Los orígenes del avilacamachismo. Una arqueología de fuerzas en lo constitución de un poderregiona/: el Estado de Pueblo, 1 929·1 941, Tesi de licenciatura en Histo­ria, Colegio de Historia de la UAP, Puebla, 1983, p. 53.

27. Semana social en Puebla, Imp. Escuela Linotipográfica Salesiana, Puebla, 1919, p. 7. 28. !bid .. p. 11 . 29. l:.ntrevista de Leticaa Gamboa al profesor Gilberto Bosques Saldívar, México, D.F., 27 de

noviem brc de 1988. 30. Memoria documentada . . .• op. cit., p. 21.

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"atender más órdenes que las que dimanen del C. Gobernador del Estado o de esta Presidencia".31

En ese mismo mes, los roces entre los inspectores sanitarios de cada bando se hicieron públicos. Del lado de la CCC se colocaron los reporteros y corresponsales de varios periódicos nacionales y locales, acusando al Ayuntamiento de obstruir la labor de ese organismo. Con este motivo, el presidente municipal publicó un manifiesto, desmintiendo esas acusacio­nes, enumerando las medidas frente a la epidemia, y aclarando "que no quiso delegar sus facu ltades en particulares, pues al H. Ayuntamien to le correspondía atender también esta epidemia, en contra de los deseos de la Cámara de Comercio, de la Cruz Roja y o tras Sociedades, manifestados en una junta con el C. Presidente Mu'nicipal" . Agregaba que el Ayuntamiento a nadie había pedido fondos para combatir la influenza, pero estuvo de acuerdo en que se colec taran donativos de particulares, y en que los admi­nistrara la CCC "para evitar precisamente cualquiera mala interpretación". Finalmente decía que la actuación deJ Ayuntamiento había sido "a todas luces honrada".32

Al comentarse en la Memoria de la CCC que Jos inspectores municipa­les "se sintieron ofendidos" frente a los suyos, "por creer que se les usur­paban sus atribuciones y pusieron muchos obstáculos al desarrollo de este servicio", se reconocía que esto había pasado porque " no se tuvo la pre­caución de ponerse de acuerdo con las autoridades".33

El 31 de diciembre de 1918, en el informe de su breve gestión, Sebastián Ordiano anotó que al cundir la influenza en la ciud ad de Puebla se hicieron partícipes de este problema algunos organismos ajenos al Ayuntamiento, pero no solamente buscando un fin benéfico sino también polftico. Dijo que la prueba estaba en las elecciones, en las que había repercutido la labor de estos organismos. Se estaba refiriendo, veladamente, al triunfo del can­didato patronal que lo sucedería. El Dr. Francisco Bello Acedo se convirtió en efecto, a partir del 1 o. de enero de 1919, en el nu evo presidente muni­cipal de la ciudad de Puebla.34

De esta forma , los promotores de la CCC desarrollaron , a través de ésta, una ca.mpafía sanitaria en contra de la influenza y, paralelamente, una cam­paña política enfilada a retomar el gobierno de la ciudad. Así se explica el alarde de organ ización y de recursos que envolvió a la CCC, con lo cual se quería dar a entender a la ciudadanía, irnplíci tamen te, que ellos sí repre­sentaban una real alternativa.

31. AAP, L1bro 611, exp. 295, f. 44. 32. AAP, Libro 610, exp. 280, f. 367. 33. Memoria documentada ... , op. cit .. p. 22. 34. AAP, Libros de Actas de sesiones públicas, 1918, segundo semestre, sesión del 31 de

diciembre; 1919, primer semestre, sesión del 3 de enero, fs. s.n.

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Lo epidenua de influenza de 1918 en Puebla 109

La CCC y la propia epidemia de influenza su pública razón de ser- , fueron así un medio y una ocasión para el combate de estos añorantes porfiristas. en contra de la expresión local de un régimen nacido de la revo­lución. Lsa revolución que en la ciudad de Puebla había estallado an tici­padamente. un viernes 18 de noviembre, ocho años atrás.

Agradecimientos

L a autora agradece a la Dra. Elsa Moreno Botello. médico internista del IMSS, sus orientaciones en la redacción del apartado 1 y en la clasifi­

cación de la tabla 2 de este trabajo.

Galería de mineralogía . Museo de Historia Natural de París.

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Refractor gigante en Wandsworth Common (1852).