la india en buenos aires
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La India en Buenos Aires: Borges entre Arlt, Krishnamurti y TagoreAuthor(s): SONIA BETANCORT SANTOSSource: Hispamérica, Año 39, No. 117 (Diciembre 2010), pp. 15-26Published by: Saul SosnowskiStable URL: http://www.jstor.org/stable/23069950 .
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La India en Buenos Aires:
Borges entre Arlt, Krishnamurti y Tagore
SONIA BETANCORT SANTOS
La apasionada lectura de textos orientalistas1 que Jorge Luis Borges había
desarrollado en su infancia se acentuó a partir de sus dos viajes a Europa, en
1914 y en 1923, y parece desplegarse muy especialmente en las décadas de
1920 y 1930. Como imagen de un Oriente a un tiempo lejano y cercano, estas
lecturas habrían acompañado su niñez gracias a dos importantes influencias
familiares: la de su padre y la de su abuela paterna. El autor habría buceado
Santa Cruz de Tenerife, 1977. Master de Estudios Latinoamericanos, Experto
Universitario en lenguas y culturas de India e Irán, CAP de lengua y literatura,
Licenciada en Humanidades y Doctora en Literatura Española e Hispanoamericana por la Universidad de Salamanca. Ha publicado, entre otros, El cuerpo a su imán (2009),
Antología del beso. Poesía última española (2009), La mujer rota (2008), La poesía
que viene (2002), Paisajes del infierno (2002), Palabras de Paso. Antología de poetas
en Salamanca (2001) e Intima Exigencia (2000). Además de artículos en revistas
especializadas, también coordinó el libro La ciencia en los cuentos (2006). Profesora
visitante en universidades de su país, América Latina y Estados Unidos, obtuvo becas
de investigación de la Junta de Castilla y León, "Cátedra Sarmiento", 2000-2001, y de
Máster del Instituto de Iberoamérica y Portugal. Salamanca, 2000-2002.
1. La ya clásica tesis de Edward Said de 1978 acerca del término "orientalismo", conjunto de
estudios eruditos del Oriente próximo y lejano, como articulación de un fuerte eurocentrismo
y, por lo tanto, de cierta insuficiencia científica dado su afán explotador, relega a un segundo término ciertas expresiones en las que se perciben puntos de vista más complejos que los del
dominio imperialista, ya que es innegable la amplia y variada incursión de artistas y literatos
que con un transgresor espíritu viajero lograron instalar sus obras en la cultura occidental
difundiendo una visión orientalista muchas veces distanciada de los propósitos del Imperio. Se
trata de valiosas contribuciones en las que el Oriente deja de estar "afuera", contradiciendo la
afirmación de Said (Orientalismo, Barcelona, Mondadori, p. 10), para asiatizar y transformar al
ser occidental europeo que emprendía la aventura de descentralizarse. Una localización prolífica en interesantes trabajos que inducen una tensión paradójica en el mismo seno de la empresa
totalitaria, pues el éxodo de cierta mirada orientalista europea reproduce un desgarramiento estético y filosófico que convierte la excentricidad en una forma de lectura de la propia cultura
occidental, y que a veces contribuye también a una revalorización de la contemplación de los
orientales a la hora de fundar, o restituir, una imagen de sus propios continentes. Esto es, que
paradójicamente la erudición contribuyó, por ejemplo, al surgimiento de cierto nacionalismo
hindú que provocaría desde las primeras décadas del siglo XX la organización de una liberación
posterior (Gavin Flood, El hinduismo, Madrid, Cambridge University Press, p. 18). Dado el marco de estudio de esta investigación, es evidente que la definición de
"orientalismo" que se utilizará conlleva un uso del término bajo un eje literario. Se entenderá de
un modo general que el orientalista realiza lecturas y aportaciones eruditas o artísticas "acerca
de" o "inspiradas en" el Oriente próximo y lejano. En ese caso, si fuera necesario, se tendrán
en cuenta algunos supuestos ideológicos manejados por Said, y también otras propuestas que sustentan la crítica a sus postulados.
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16 BORGES ENTRE ARLT, KRISHNAMURTI Y TAGORE
ya en su primera década de vida y con la ayuda de su progenitor, Jorge
Guillermo Borges, en el idealismo filosófico y en el exotismo del mundo
árabe y, a través de su abuela, Fanny Haslam, habría descubierto a los
escritores y viajeros ingleses derivados de la fiebre orientalista europea de
los siglos XVII, XVIII y XIX. Los autores que habitaron esa primera pasión lectora pueden ser agrupados bajo dos perspectivas: un primer grupo lo
conformarían algunos escritores claramente atraídos por el exotismo del
arabismo, entre los que destacan, Alejandro Dumas (1802-1870), Thomas
Moore (1779-1852), Walter Scott (1771-1832), Edgar Allan Poe (1809 1849) y Robert Louis Stevenson (1850-1894), y una segunda vertiente de escritores, viajeros y funcionarios, cuya obra denota sus vivencias y
conocimientos del mundo cultural de la India a través de la acción política y
social de la Inglaterra de la East India Company, como es el caso de Richard
Burton (1821-1890), Frederick Marryat (1792-1848), Rudyard Kipling (1865-1936) y Sir Edwin Arnold (1832-1904).2 Por otra parte, en 1914 la familia Borges se trasladó a Ginebra, territorio neutral en la Primera Guerra
Mundial, con la doble intención del cuidado de la deteriorada vista de Jorge Guillermo Borges y de la educación de sus hijos, Jorge Luis y Norah, y es
en esta ciudad, a través del hallazgo del idealista escocés Thomas Carlyle
(1795-1881), que accedió a Schopenhauer y decidió emprender en solitario el estudio del idioma alemán con el propósito de leerlo en su lengua nativa. Así habría descubierto la importancia del pensamiento indio en la obra del filósofo nihilista, lo que le ayudaría a reforzar su interés por Oriente, como
declara en Atlas de 1984, donde concluirá acerca de sus descubrimientos en
Ginebra: "Le debo, a partir de 1914, la revelación del francés, del latín, del
alemán, del expresionismo, de Schopenhauer, de la doctrina del Buda, del
Taoísmo, de Conrad, de Lafcadio Hearn y de la nostalgia de Buenos Aires"
(OC, 4, 418).3
2. En su Autobiografía (Buenos Aires, El Ateneo, 1992, p. 25) Borges corrobora la nómina
de estos autores y explica que muchos de ellos los leyó primero en inglés y luego en español. También, casi todos los biógrafos borgeanos coinciden en esta enumeración de autoridades:
Edwin Williamson (Borges. Una vida, Buenos Aires, Emecé, 2006, pp. 56-7), Alicia Jurado
(Genio y figura de Jorge Luis Borges, Buenos Aires, Eudeba, 1996, p. 37), Horacio Salas (Borge«. Una biografía, Buenos Aires, Planeta, pp. 35-6), James Woodali (La vida de Jorge Luis Borges, Barcelona, Gedisa, 1996, p. 54) y Alejandro Vaccaro (Georgie, 1899-1930, Buenos Aires, Proa,
1996, p. 54). Un tratamiento independiente merece el riguroso estudio de Daniel Balderston (El
precursor velado: R. L. Stevenson en 1a obra de Borges, Buenos Aires, Sudamericana, 1985), un exhaustivo análisis de la presencia del creador de La isla del tesoro y de otros autores que depositaron su influjo literario en la niñez borgeana. Cabe destacar, sin embargo, que la mayor
parte de la crítica suele desestimar algunos autores de influencia orientalista, capitales en su
literatura, como es el caso de Sir Richard Burton o Edwin Arnold.
3. Excepto cuando se indique lo contrario, las citas de Borges remiten a Obras Completas, Buenos Aires, Emecé, 1996, y serán indicadas utilizando la abreviatura OC, el número del tomo,
y la página correspondientes.
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SONIA BETANCORT SANTOS 17
Esta temprana costumbre lectora termina por confluir en el ambiente
cosmopolita de Buenos Aires, lo que desencadena una de las épocas
más productivas de su creación literaria.4 El movimiento cultural
del que participó asumía por esos años las primeras corrientes del
orientalismo que fueron desembarcando en Argentina desde París, y que
practicaban especialmente el gusto por el Oriente medio, tendencia que
fue acompañada por el viaje de numerosos intelectuales argentinos a la
capital francesa, y en algunas ocasiones, a Oriente. Por otra parte, la
fundación de sociedades y la expansión de ciertas doctrinas en América,
así como la afamada historia de personalidades, orientales y orientalistas
que visitaron Argentina durante esos años, instalaron nuevas visiones de
Asia con un gran sesgo practicante, y esta vez, con una notable apertura
hacia las culturas de la India, dejando en un segundo plano a muchas
de las bibliografías que la Inglaterra de los colonialismos había logrado sistematizar en sus estudios eruditos acerca de ese país.
En ese tiempo Borges ingreso en los circuios literarios de la ciudad de
Buenos Aires intuyendo presencias y entablando amistades con literatos y
artistas que formaban parte de ese escenario del orientalismo de la época, cuyo
itinerario puede recorrerse mediante los avatares de la Sociedad Teosófica,5
criticada juvenilmente, entre otros, por el análisis de Roberto Arlt (1900-1942)
y a través de la visita de Jiddu Krishnamurti (1895-1986) y Rabindranath
Tagore (1861-1941), que durante esos años se ocuparon especialmente de sus
seguidores latinoamericanos. Gracias a Sur puede completarse la efusividad
cultural orientalista que Borges vivió en las décadas del 20 y del 30, y que ayudó a su personal definición acerca del orientalismo, contrastando con
autores como Leopoldo Lugones (1874-1938), interesado principalmente en
el ocultismo, la teosofía y la mitología helénica, y Ricardo Güiraldes (1886
1927), vinculado muy personalmente con la India y, al igual que Lugones,
con las prácticas de la Sociedad Teosófica.
4. Autobiografía , p. 79.
5. La acción de la Sociedad Teosófica fundada en Nueva York en 1875 por Madame Blavatsky
(1831-1891) fiie notable pero polémica para los movimientos de expansión de las culturas
orientales. La sociedad estableció su sede en la India en 1879 con la intención de difundir
en Occidente creencias y prácticas orientales por medio de un conglomerado que fusionaba
budismo, hinduismo, la tradición esotérica occidental y la mistica neoplatónica. Cf. H. P.
Blavatsky, La Doctrina Secreta (1888) y Glosario Teosófico (1892). La organización alcanzó la
cúspide de su influencia en los años veinte, cuando designó a Krishnamurti (1895-1986) como
el nuevo Mesías, papel que éste rechazó en 1929, dedicándose a enseñar filosofía hindú en todo
el mundo como maestro espiritual. A partir de entonces declinó la influencia de la Sociedad y aumentó la fama de este gurú oriental que fue modelo de otros muchos a lo largo del siglo XX.
Sin embargo, la expansión de la Sociedad Teosófica en América se dejó ver en autores como
Aldous Huxley (1894-1963) o la conocida Generación Beat, y en el caso hispanoamericano, en
los escritores del modernismo (Peter Harvey, El budismo, Madrid, Cambridge University Press,
2002, pp. 343-44 y 398).
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18 BORGES ENTRE ARLT, KRISHNAMURTIY TAGORE
Dada su ascendencia inglesa y el contexto literario en el que había sido
instruido, frente a la práctica de la teosofía o de las experiencias místicas y
espiritistas de los seguidores del ocultismo o de las religiones de la India, Borges eligió dar continuidad a su formación enciclopédica anglo-alemana de Oriente, y en este aspecto utilizó el enfoque orientalista que se vivía en
Buenos Aires sólo a modo de inspiración. La máxima expresión erudita de su
interés se condensa en Qué es el budismo (1976),6 un notable acercamiento
a las filosofías, leyendas y metafísica hinduista y budista y su expansión en
Tibet, China y Japón. La ciudad de Buenos Aires en los años 20 y 30 estuvo marcada por
un rápido ritmo de progreso iniciado en los albores del siglo XX y por una diversificación cultural que se multiplicó conforme aumentaba el número de
habitantes, generando espacios sociales irreconocibles en apenas diez años y
forjando en su atmósfera "un aire de irreprimible e ilimitada aventura".7 Los
movimientos migratorios no cesaban de recrear disímiles cruces culturales
en la ciudad, lo que provocó un amplio tráfico de ideas científicas, literarias
y políticas, que fueron acompañadas de un gran número de publicaciones,
muchas de ellas en idioma extranjero.8 Pero el debate intelectual que
bordeaba esta realidad social aglutinaba ciertas oposiciones a la hora de
plantear los valores definitorios de la identidad nacional; además, en la convivencia de múltiples corrientes del nacionalismo se profesaron distintos
esbozos en torno al cosmopolitismo. Por una parte, antes de la Primera
Guerra Mundial, la bonanza económica y la modernización de la ciudad
abrieron las puertas a toda noticia que venía de Europa —a las fuentes del
positivismo y al agnosticismo religioso— reclamando para Buenos Aires un
ideal de progreso que la equiparara a cualquier urbe europea.9 Y por otra, no
tardaron en hacerse escuchar las críticas hacia el excesivo cosmopolitismo
y el materialismo que no había de resolver el debate de la identidad hasta
6. Jorge Luis Borges, Qué es el budismo, Buenos Aires, Emecé, 1999.
7. José Luis Romero, Latinoamérica, las ciudades y las ideas, Buenos Aires, Siglo XXI,
2001, p. 247.
8. Hacia 1914, la población inmigrante alcanzaba casi seis millones de habitantes frente a los
dos millones de la población nativa. En ese marco, se registraron centenares de publicaciones
periódicas en alemán, francés, inglés, italiano, ruso, griego, dinamarqués y dialectos árabes (John
Lynch, Roberto Cortés, Ezequiel Gallo, David Rock, Juan Carlos Torre y Liliana de Riz, Historia
de la Argentina, Barcelona, Crítica, 2001, pp. 92 y 101). Este contexto ha sido inteligentemente analizado por Beatriz Sarlo en Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920-1930, Buenos
Aires, Nueva Visión, 1988.
9. En efecto, Buenos Aires se constituía bajo el modelo definido por Romero como la potencia de una urbe burguesa que contenía el surgimiento de una nueva sociedad cuyas aspiraciones y manifestaciones culturales recibieron la fuerte impronta de lo extranjero. José Luis Romero, Breve Historia de Argentina, Buenos Aires, Huemul, 1983, pp. 135-46, Latinoamérica..., pp. 263-74).
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SONIA BETANCORT SANTOS 19
que en algunos sectores el nacionalismo más acérrimo, heredero en muchas
acepciones de los brutales nacionalismos europeos, irrumpió con un duro anti
cosmopolitismo. Este sentimiento de rechazo buscaba hacer frente al fuerte
intercambio comercial, que con el pasar de los años fue afianzando un duro
sentimiento antibritánico,10 y a la creciente oleada inmigratoria que convirtió
a la ciudad en una versión degradada de la antigua "gran aldea".11 Esto
explica que la cuestión del exotismo constituyera un arma de doble filo para
las literaturas nacionales,12 una aparente contradicción que paradójicamente
convivió con no pocas expresiones artísticas y culturales europeizadas13 y, en
menor medida, orientalizadas.14
Prueba de esta internacionalización fue la fundación oficial de la
Sociedad Teosófica en Argentina hacia 1920, a través de la cual se afianzaron
los pasos propagandísticos que condujeron a un auténtico auge de las ciencias
ocultas y de las doctrinas orientales en Buenos Aires. En el momento de su
fundación ya existían en Argentina unas diez ramas o logias que partían de
premisas teosóficas,15 avidez practicante e intelectual por los temas orientales
10. El modelo agro-exportador de Argentina había entablado una fuerte relación con Inglaterra al
punto de desarrollar un modelo casi neocolonial con este país, que algunos sectores no tardaron
en criticar. John Lynch et al., Historia de la Argentina..., pp. 92 y 101.
11. Latinoamérica.... pp. 260-62.
12. Lo que Beatriz Sarlo (Borges, un escritor en las orillas, Buenos Aires, Seix Barral, 2001, p.
43) sugiere al preguntarse: "del cosmopolitismo, ¿cuál es el internacionalismo legítimo y cuál
internacionalismo amenaza y pervierte la nación?".
13. Una actividad que Romero (Latinoamérica..., p. 262) resume vivamente: "Otras veces cobró
el ocio la forma de una indolencia estetizante que realzara el valor de las experiencias personales
por la vía del estudio, la lectura, o el simple ejercicio de un modo cotidiano de vida, un poco a
la manera de Oscar Wilde, en la que cobraba sentido de la finalidad el goce de la belleza de un
cuadro, de una porcelana o de un mueble".
14. Axel Gasquet (Oriente al Sur. El orientalismo literario argentino de Esteban Echevarría
a Roberto Arlt, Buenos Aires, Eudeba, 2007, pp. 11 y 297) afirma que el orientalismo puede ser considerado en Argentina "constitutivo al nacimiento del pensamiento y las literaturas
nacionales", lo que demuestra en su análisis de las obras y vidas de Echevarría, Alberdi,
Sarmiento, Mansilla, Pastor S. Obligado, Eduardo F. Wilde, Lugones, Jorge Max Rohde y Roberto Arlt. Este interesante estudio constituye una valiente propuesta que rellena la oquedad de la indagación de lo oriental en la literatura argentina. Sin embargo, como se aprecia, y así
también lo sugiere el propio crítico, el caso de Victoria Ocampo y Borges "se despliega en
condiciones de asimilación intelectual bastante diferentes a las estudiadas" en su libro.
15. Llama la atención el hecho de que antes de la constitución oficial de la Sociedad Teosófica
en Buenos Aires, se encontraba en circulación un amplio espectro de publicaciones en folletines, lo que sugiere un acaudalado interés hacia la teosofía alimentado por algunas personalidades culturales argentinas que mantuvieron una relación estrecha con la Sociedad y que ayudaron a su
fundación y pervivencia en el país, como es el caso de Lugones. Sirvan como referencias de esta
literatura folletinesca los cuadernos atribuidos al Centro Teosófico de Publicaciones o a la rama
teosófica de la ciudad de Rosario; todo parece indicar que ambas comunidades funcionaban en
Argentina desde los albores del siglo XX. Cf. El Cristo. El Salvador del Mundo. Conferencia
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que fue relatada por Roberto Arlt, después buceador notable en "la cultura
morisca y africana",16 en su artículo publicado en 1920 en Tribuna Libre,
"Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires",17 en el cual muestra con
fervor adolescente, y a través de una mala experiencia personal en la Sociedad
Teosófica, los peligros que entrañaba para la cultura occidental argentina el estudio y la vivencia de la teosofía. En esa pretensión demostrativa y
testimonial, cae en algunas contradicciones, sin dejar de demostrar por ello
la amplia corriente de investigaciones y bibliografías orientalistas, muchas veces de origen dudoso, que habían desembarcado en Argentina.
De manera muy personal, el texto de Arlt recorre metafóricamente
el semillero de alusiones bibliográficas que explicaría el desembarco de
algunas doctrinas orientales, primero, al amparo de lecturas de Francia,
principalmente de los simbolistas, después, por medio de los románticos alemanes e ingleses y, finalmente, a través de una bibliografía teosófica
especializada.18 La manera que tiene Arlt de explicar su inmersión refleja lo
que le habría ocurrido a la sociedad porteña, que ante la crisis del positivismo y del materialismo exacerbado habría pretendido un instrumento de reacción
en el "esplritualismo" del que habría sido artífice la Sociedad Teosófica. Pero Arlt deja constancia de que la espiritualidad blavatskiana no pretendía otra
cosa más que una proyección de sus obsesiones en un "Oriente de Quimera".19
pronunciada por C. W. Leadbeater en Sydney. Domingo 20 de diciembre de 1915, publicada en Rosario ya en 1916; el cuaderno de Raúl Arturo Ruy, Budismo. Cuaderno Número / (1918) y La Orden de la Estrella de Oriente. Algunas aclaraciones (sin fecha, pero el hecho de que se hable de Krishnamurti como integrante de la orden indica que la publicación es de los mismos años
que las anteriores).
16. Axel Gasquet: Oriente al Sur..., pp. 269-88.
17. Roberto Arlt, "Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires", Tribuna Libre, 63 (1928). También en sus Obras Completas (Buenos Aires, Planeta, 1991) y abreviado en Las revistas literarias (Buenos Aires, CEAL, 1968). Cito de www.elaleph.com/presenta_datos_pago.cfm7id
=153&identifica=54&wgratuito= 1 [11/05/2010].
18. Esto es, las doctrinas de Madame Blavatsky, Alfred Percy Sinnett, el Coronel Henry Steel
Olcott, Annie Wood Besant, y C. W. Leadbeater, fundadores o importantes miembros de la Sociedad Teosófica, y a través de ellos, las doctrinas orientales de Hermes Trimegisto, del vedanta indio y del budismo.
19. Roberto Arlt, "Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires", www.elaleph.com/
presenta_datos_pago.cfm?id=153&identifica=54&wgratuito=l, p. 9 [11/05/2010], Por otra parte, el joven autor demuestra querer trasladar las energías de la búsqueda espiritual
del orientalismo porteño al terreno de las realidades de la ciudad, reivindicando los valores
democráticos, conscientes de la necesidad material y social de la ciudad, frente al hacinamiento
engañoso del seudo esplritualismo teosófico, y alentando a los jóvenes de la sociedad porteña a
cuidarse y alejarse de las sabidurías engañosas que profesaba Madame Blavatsky y sus seguidores. Pero en ese intento, Arlt es víctima de un aprendizaje desestructurado y secundario de las doctrinas orientales, dilapidando y mezclando autores tan dispares como Arthur Schopenhauer, Rabindranath Tagore o Edgar Allan Poe, a un tiempo que relata su conexión con los movimientos eruditos del orientalismo inglés al adherir a la Sociedad Real Asiática de Londres, a la Sociedad
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La desilusión de Arlt en la Logia Vi-Dharma, rama ocultista acogida por la
Sociedad Teosófica en el momento de su fundación en Argentina, apunta a
un fenómeno que no era más que una extensión del debate intelectual que
se había dado en Europa a raíz de la creación de la Sociedad Teosófica.
El orientalismo defendido por estas ramas teosóficas chocó en reiteradas
ocasiones con el academicismo europeo, estudioso de las vertientes puras
de las lenguas y religiones de los países asiáticos, erudición que veía en los preceptos teóricos de la Sociedad, utilizando la trascripción arltiana, "contradicciones múltiples y fundamentales [...], aparentes maravillas que
redundan en apoyo del movimiento teosófico".20
El tono de Arlt sirve para ilustrar las complejidades del ambiente; lo
que, a su vez, ayuda a definir la postura borgeana. Sin caer en la agresión
directa que había promulgado Arlt, pero coincidiendo en algunas cuestiones
con él, Borges se aleja de la Sociedad Teosófica y de los practicantes del
dogma oriental. Su acercamiento a la erudición inglesa se aprecia al rastrear
los textos borgeanos de la época. La referencia indirecta es utilizada para
denotar un contacto tímido con la abundante bibliografía teosófica, casi
propagandística, que se desenvolvía con fluidez en las literaturas porteñas.
Por la misma época del texto de Arlt acerca de las ciencias ocultas, Borges
se refiere a la teosofía en "La penúltima versión de la realidad" incluido inmediatamente después en Discusión (1932), donde el tema ontológico recurrente de la Sociedad Teosófica aparece entremezclado en una
enumeración junto a otros postuladores metafísicos de importante jerarquía,
relegados en esta ocasión a la vaguedad de ideas demasiado generales
para importar su autoría: "Sea de Schopenhauer o de Mauthner o de la
tradición teosófica o hasta de Korzybski, lo cierto es que esa visión de la
sucesiva y ordenadora conciencia humana frente al momentáneo universo,
es efectivamente grandiosa" (OC, 1, 199). Deslumhrado por el pensamiento
metafísico, de este modo destaca la importancia de la sentencia frente a
la posible multiplicidad de la autoría de la misma, dejando a la tradición teosófica en una nebulosa de la que apenas se sustrae su importancia. Lo
mismo se puede apreciar en sus notas del mismo libro donde señala la
reflexión acerca de un posible universo atemporal como pensamiento que
Psíquica de Londres, y a la Sociedad Oriental Americana que denunciaban las irregularidades,
imperfecciones y engaños de la Sociedad Teosófica, a la cual consideraban una mezcolanza de
doctrinas y movimientos que confundían los estudios serios del orientalismo en Occidente. Este
argumento lleva a Arlt a la contradicción al señalar los esfuerzos imperialistas de la doctrina de
Blavatsky, ya que en definitiva ésta desarrolló un camino distinto al de la corona inglesa, realidad
que se observa principalmente en la actitud política y social de Annie Besant, que formó parte de la Liga de autogobierno del movimiento nacionalista hindú en los años consecutivos a la
Primera Guerra Mundial, enfrentándose así a los intereses imperialistas ingleses (Roberto Arlt,
"Las ciencias...", pp. 23-32).
20. Arlt, "Las ciencias..p. 16.
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"abunda en la literatura teosófica" (OC, 1, 278). Posteriormente, en 1936,
en "El tiempo circular" la vaguedad de los argumentos de la teosofía es
declarada de forma más evidente al enumerar los sistemas de pensamiento
teosóficos casi al paso, en una identificación del eterno retorno con diversas
argumentaciones filosóficas universales (OC, 1, 394). A partir de estas
opiniones la cuestión de la teosofía en la obra de Borges aparecerá relegada a
un segundo plano y en ocasiones será retomada como un calificativo irónico
para definir la condición peyorativa de algunas manifestaciones literarias.
Tal es el caso que se presenta en su reseña de 1936 acerca de la novela El
ángel de la ventana occidental de su admirado Gustav Meyrink, en la que
denuncia al autor que ha dejado de lado la visible sabiduría oriental de El Golem para decaer en un texto "más o menos teosófico" que desestima por
su acusado gusto a "acto de fe, y aún de propaganda" (OC, 4, 213).
Estas manifestaciones acerca de la teosofía, o mas claramente quizás,
acerca de la Sociedad Teosófica, pueden completarse recapitulando la actitud
de Borges ante la visita de J. Krishnamurti y R. Tagore. Bien entrados los
años treinta, manifestó una actitud silenciosa ante la visita de Krishnamurti,
antiguo líder de la Sociedad Teosófica; y por otra parte, con su participación activa en la visita de Tagore y la grata impresión que le provocó esta
personalidad en los años veinte, demostró una especial sintonía con el marco
literario de ciertas manifestaciones orientales.
El viaje de Krishnamurti a Argentina en 193521 debe ser entendido en el contexto de la propagación de lo oriental realizada por ciertos líderes
espirituales en la sociedad occidental, notables personalidades hindúes
y budistas fuertemente admiradas en Occidente que procuraron desde
fines del siglo XIX una expansión de las culturas de la India en Europa
y América.22 La sociedad argentina, al tanto del quiebre ocurrido entre la
21. El líder hindú recorrió Argentina, Uruguay, Chile y Brasil en ese año. Este viaje fue registrado en varios cuadernos de conferencias que transcribieron sus declamaciones ante el pueblo americano, sirvan de ejemplo las editadas en J. Krishnamurti, Conferencias pronunciadas en las
Repúblicas Latinoamericanas (1937) y la información aportada por la Fundación Krishnamurti
Hispanoamérica, www.fkhispanoamericana.org/ [25/05/2010],
22. Estas manifestaciones, si bien se alejan de la morfología pura de las sectas del pasado, han
servido para representar a la cultura oriental en Occidente. Para muchos hindúes este resurgimiento ha significado una revitalización de los preceptos fundamentales de sus costumbres, rompiendo con gran parte de las perspectivas clásicas en aras de una importante universalidad de la cultura
de la India, movimiento que han dado en llamar "renacimiento hindú". Nuevos guías místicos
orientales reflexionaron sobre la identidad india, buscando valores del pasado que definieran
sus caracteres propios, volcando sus conocimientos en Occidente y consiguiendo un buen
número de seguidores. Tal es el caso de Ram Mohan Roy (1772-1833), Sri Ramakrishna (1836
1886), Sawan Singh (1858-1948), Vivekananda (1863-1902), Aurobindo Ghose (1872-1950), Raman Maharshi (1879-1950), Yogananda (1893-1952) y Krishnamurti (1895-1986), los cuales
ayudaron, desde su acción espiritual, política o social, a la conformación de un conocimiento
global de la India, e insuflaron muchas de sus argumentaciones a los filósofos occidentales de
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Sociedad Teosófica y Krishnamurti en 1929, se agolpó en el Teatro Coliseo
para oír las charlas del filósofo.23 Sin lugar a dudas, Borges supo de esta
visita, pues diarios y revistas cercanos a él publicaron crónicas de cada uno
de sus pasos. Crítica, por ejemplo, diario donde colaboró entre 1933 y 1934,
dedicó su columna de actualidad a anunciar las conferencias del místico el
11 de julio de 1935. Por otra parte, la fecha de la visita coincidió con el inicio de sus colaboraciones en la revista El Hogar, donde se publicó un caluroso artículo sobre el filósofo hindú en el que se ilustraba la explosión
de curiosidades y seguidores practicantes que había despertado en Buenos
Aires.24 También se sabe que Victoria Ocampo habría cultivado cierta
devoción hacia Krishnamurti, y aunque no se encuentran documentos para
rastrear las connotaciones que pudo haber tenido esta visita, es indudable
que su simpatía la llevó a un enfrentamiento con la Iglesia Católica:
"La Señora Ocampo ofrece una gran influencia, es persona de arrastre.
Hace falta darle una buena lección para que sirva de ejemplo. Tagore y Krishnamurti, dos enemigos de la Iglesia, son amigos suyos y han sido invitados [...] Es necesario poner fin a esas maniobras".25
Llama la atención que ante semejante despliegue de atenciones públicas,
Borges no sólo no elaboró ningún comentario sobre la visita,26 sino que
optó por entregar a la prensa artículos como "Los laberintos policiales y Chesterton"27 y "La vuelta del Martín Fierro",28 lo que indicaría indirectamente
su indiferencia, y quizás hasta su oposición, hacia las manifestaciones
y trayectoria de la teosofía de Madame Blavatsky, sus seguidores, y sus
consecuencias.
Esta distancia frente a Krishnamurti contrasta con su afinidad con
Rabindranath Tagore unos años atrás, a quien conoció de la mano de Victoria
Ocampo. Si bien Tagore había aprovechado su amplia experiencia en
la época. Cf. Luis Renou, El hinduismo, Barcelona, Paidós, 1991, pp. 131-33 y 134-44; Gavin
Flood, El hinduismo..., pp. 288-92.
23. ¥1 peúóáico Argentina (\1> julio de 1935) de la ciudad de La Plata relata: "Treinta hombres de
infantería, patrulleros, fuerzas de la policía montada y la compañía de gases lacrimógenos, fueron
movilizados por la conferencia de Krishnamurti" (Fundación Krishnamurti Hispanoamérica,
www.fkhispanoamericana.org/ [ 11/05/2010]).
24. Adolfo Guerra, "Admirado filósofo hindú", El Hogar (10 de mayo de 1935), p. 6.
25. Victoria Ocampo, Autobiografía. VI, Buenos Aires, Sur, 1984, p. 63.
26. Conviene aclarar que aunque hacia 1935 Borges creó casualmente un cuento directamente
relacionado con el mundo indio, "El acercamiento a Almotásim" (OC, 1, 414-18), que publicó en 1936, la órbita oriental del texto escapa a las interpretaciones teosóficas o krishnamurtianas,
centrándose más directamente en las posibilidades literarias o intelectuales de las fuentes de
estas culturas.
27. Borges en Sur, V, 10 (10 de mayo de 1935), pp. 92-4.
28. Borges en La Prensa (24 de noviembre de 1935), sección 2, p. 2.
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24 BORGES ENTRE ARLT, KRISHNAMURTIY TAGORE
Inglaterra para contribuir al renacimiento de la cultura bengalí promoviendo
un movimiento de independencia, lo que sin duda contribuyó a su fama
mundial y a que su obra incidiera en un gran número de escritores y pensadores
de la época fue el Premio Nobel de Literatura que obtuvo en 1913.29 Gracias a
ello, hacia 1914 Victoria Ocampo pudo acceder a su obra cumbre y lograr la
curiosidad del joven Borges, que acompañaría a la escritora en su admiración
por este místico.30
La figura de Tagore se unio a la de Victoria Ocampo en Argentina hacia
1924 en una red de casualidades, ya que el poeta bengalí iba rumbo a Perú
cuando cayó enfermo y fue atendido por ella en Buenos Aires.31 No cabe duda
de que fue la influencia de Ocampo la que alimentó este temprano sesgo de
la pasión orientalista de Borges hacia Tagore y otros temas indios,32 dato que
29. A partir de ese momento, Tagore es considerado uno de los principales artistas y accionistas
culturales de la India, que buscaban exaltar las artes y la cultura hindú en aras de la defensa de los
valores propios, el autogobierno y, por tanto, el nacionalismo hindú. Su poesía y sus conferencias
desempeñaron un notable influjo en autores como Yeats, Romain Rolland, Albert Eisntein, Thomas Mann, George Bernard Shaw, H. G. Wells y Gandhi, con los que compartió una amplia amistad y numerosos encuentros. Véanse los libros de Emilio Gaseó Contell, Rabindranath
Tagore, Madrid, EPESA, 1970, y Romain Rolland, India. Diario 1915-1943, Buenos Aires,
Hachette, 1953.
30. Rosalie Sitman, Victoria Ocampo y Sur. Entre Europa y América, Buenos Aires, Lumiere,
2003, p. 60, y Victoria Ocampo, Tagore en las barrancas de San Isidro, Buenos Aires, Sur, 1983,
pp. 33-4.
31. Rosalie Sitman, "Estudio preliminar para una antología de la revista Sur (1931-1970)", en
Sur. Antología, Buenos Aires, Fundación Carolina de Argentina, 2005, p. 9; Victoria Ocampo
y Sur..., pp. 60-1, y María Rosa Lojo, "Buenos Aires en dos viajeros de Victoria Ocampo: Rabindranath Tagore, Ortega y Gasset" en La ciudad imaginaria, Madrid, Edición de Javier de
Navascués, Iberoamericana/Vervuert, 2007, pp. 205-22. Con motivo de esta estancia, Victoria
Ocampo publica "La alegría de leer a Rabindranath Tagore" en La Nación (1924). Hacia 1941, año de la muerte del poeta, rememora este encuentro y su admiración por el poeta en "Tagore", Sur, X, 79 (1941), pp. 21-3. Posteriormente, en 1961, con motivo del centenario del autor, y a pedido del gobierno de la India, elaboró el libro homenaje Tagore en las barrancas de San
Isidro, Buenos Aires, Sur, 1983, en el cual cuenta la dilatada estancia del poeta en la casa que ella
le había ofrecido en la provincia de Buenos Aires, añadiendo divertidas y sensibles anécdotas
acerca del carácter más humilde y sencillo del Premio Nobel, quien había conocido América del
Sur a través de los libros del anglo argentino Hudson, un autor también admirado por Borges y señalado por Victoria en su libro (Tagore en las barrancas..., p. 74).
32. A la figura de Tagore se suma la popularidad que por esos años había adquirido Gandhi. La
recepción de su pensamiento y sus hazañas políticas y sociales tuvieron una pronta repercusión en
la sociedad de Buenos Aires y Victoria Ocampo dedicó no pocas reseñas, desde que lo conociera
también en 1924, a describir la deslumbrante figura del que diría que "su presencia tenía visos
de milagro". Victoria Ocampo: "Gandhi" en Sur. Antología, p. 173), admiración a la que se
uniría, entre otras, la colaboración de George Orwell, "Reflexiones sobre Gandhi", Sur, XVII, 172 (febrero de 1949), pp. 30-2. Posteriormente, Victoria traduce y publica Mahatma Gandhi, Mi vida es mi mensaje, Buenos Aires, Sur, 1970, considerado en "Tempranos admiradores de
Gandhi en la Argentina" en La Prensa (1984), 2a sección. Junto a las figuras de Tagore y Gandhi,
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SONIA BETANCORT SANTOS 25
mencionó en 1979 en un homenaje celebrado en la UNESCO diciendo de ella
que "a través de Tagore, a través de la filosofía, a través de Kipling, sintió
a la India, es decir sintió al Oriente";33 experiencia que la directora de Sur
había proclamado con honda emoción en su libro acerca de Tagore en 1961:
"Lo que yo debo (occidental y americana) a hombres como Tagore y Gandhi,
es como una restitución de bienes que estaban en mi herencia sin haber yo
reparado en ello. Ambos abrieron para mí esas puertas de la percepción que
nos separan de la realidad si permanecen herméticamente cerradas. Si las
limpiáramos —dice Blake— todo aparecería al hombre como es: infinito.
Sólo hay historia del alma".34
Estas bellas reflexiones tienen eco en Borges, sus temas de ínteres en
Oriente y la posibilidad de conjugar su cultura occidental argentina con la de las tradiciones indias. Ello se registra desde los años veinte con "La
llegada de Tagore",35 elaborado con motivo de la estancia de Premio Nobel en Buenos Aires, intuitivo gesto literario con el que expresó su profunda
admiración hacia las colecciones de poemas Gitanjali y Jardinero, y muy especialmente, hacia la personalidad del poeta. Y aunque su visión de estas
obras fue cambiando con el tiempo, y en ocasiones se volvió muy dura, la
figura de Tagore quedó intacta en su memoria, hasta que años más tarde,
se animó a señalar lo vago de su postura poética en obras posteriores (OC,
4, 294), frente a aquel primer encuentro del que recordaría en 1937: "yo
simpaticé hondamente con él".36
Pero lo que sin duda se afianzó en el pensamiento del Borges de aquellos
años, gracias a la presencia de Tagore y a través de la lúcida mirada de Victoria Ocampo, fue la posibilidad de hacer confluir, dialogar y comunicar a las ciudades y los personajes de la India con Buenos Aires. Precisamente, en "La llegada de Tagore" establece un paralelismo entre Buenos Aires
y Bengala a través de la imagen del Ganges. Y como si se tratara de una
relación de parentesco declara que "los ponientes de Buenos Aires confirman
que los de Bengala la vieron nacer".37 Esta especulación se asienta a través
de la literatura ya que son los poemas indios los que parecen estrechar la
vinculación de Borges: "testifiqué la maravilla de que poesías tan lejanas se
hubiesen entrañado con mis horas y de que su llamado fuera fácil como el
Victoria Ocampo desarrolló una fuerte relación con la India, como lo demuestra el espacio que le brindó en Sur, especialmente en 1959, con un número especial.
33. Borges en Sur. 1931-1980, Buenos Aires, Emecé, 1999, p. 329.
34. Victoria Ocampo, Tagore en las barrancas..., p. 103.
35. "La llegada de Tagore" en Proa, segunda época, no. 4 (1924); incluido en Textos recobrados.
1919-1929, Buenos Aires, Emecé, p. 200. Las citas corresponden a esta última edición.
36. "Collected Poems and Plays fe Rabindranath Tagore", El Hogar (11 de junio de 1937), p. 30.
37. Textos recobrados. 1919..., p. 200.
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26 BORGES ENTRE ARLT, KRISHNAMURTI Y TAGORE
de la guitarra en los patios". Al imaginar la confluencia del Río de La Plata
y el Ganges escribió: "Siento —y ello me basta— lo aventurero y grato de
saber que esas dos grandes realidades, la ciudad natal y Tagore, conviven en
el tiempo y se mezclan con dulzura en dos grandes ríos".
Esa no tue la primera vez que enlazaba la India con Buenos Aires; ya en
su primer libro, Fervor de Buenos Aires (1923), entre los múltiples versos alusivos a su ciudad natal, había introducido el poema "Benarés", en el cual
hacía una reconstrucción onírica de la ciudad "que nunca habían visto sus
ojos", y en la que el icono del "río sagrado" aparecería por primera vez (OC, 1, 40). El cambio que se puede observar a través de "Benarés" y "La llegada de Tagore" contribuye a reconciliar el binomio acercamiento-alejamiento entre Oriente y Occidente, que al joven Borges le era conocido: "La
imaginada urbe /[•■•] entreteje distancias / y repite sus casas inalcanzables" (OC, 1, 40), pues ahora Tagore es una referencia viva en Buenos Aires, y materializa una imagen que deja de ser dudosa al conciliaria con el Oriente
de su biblioteca familiar. Este sentimiento queda sellado en 1931 cuando,
ante una encuesta realizada por el diario La Razón, expresa que sus imágenes
y símbolos de infancia preferían "las selvas de la India y las del África [...] incalculables, ampulosas y crueles", frente al paisaje de "la realidad de un
Palermo incipiente".38
bs asi que el joven Borges orientalista asento su estilo y posterior
búsqueda bibliográfica, en que las culturas orientales son asumidas como
propias porque "quizás las fuentes de nuestra cultura sean varias",39 pues todo ser humano es "ciudadano del mundo" en su "generosa ambición de
ser sensible a todos los países",40 tal como definió su cosmopolitismo. Al
mismo tiempo, será la distancia intelectual de otros sesgos la que materialice
su orientalismo, más como ejercicio de inteligencias sistemáticas y lúdicas
que como práctica de una creencia. Esta valiente encrucijada, provocará, con los años, la insolencia y el acierto de una definición polémica de la
cultura argentina, pues el dominio del lenguaje de la patria le permitirá alterar su emplazamiento y volverlo tan legendario y real como la India de
sus alucinaciones. Y al mismo tiempo sabrá vestir el disfraz de orientalista y organizar la cruzada por territorios asiáticos con la misma fuerza con que irá
conquistando los mass media y los auditorios de su ciudad.
38. Textos recobrados. 1931-1955, p. 18.
39. Osvaldo Ferrari y J. L. Borges, En diálogo, Buenos Aires, Sudamericana, 1985, tomo
I, p. 134.
40. Borges en Sur..., p. 327.
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