la lectura dominical. 2-3-1912.pdf

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£a £&efura Año XIX. ^ Número. 948 Madrid 2 de Marzo ao 1912 REVISTA SEMANAL ILUSTRADA /í> j«< jt> i«f ^ /f ^ Órgano del ipostolado de la Prensa. dominical AOMiaiiTBAcida Cali* «• S«B B«r»u-do, BOBI. 7. PreelAS de aaaerlpoléa. Sspsña- nn sño, pM. 6,00 I Cn umestr*. pto. B iot oorrMpenaal ,. S^M) | Bstranjaro: nn afia... 10 Nttmara analto, 10 oéntlmo*. ® coa íÁ» ucaNciAB aacasAXiAi Mo a« itevoelTen los orígtíkmle»^ te Crónica semanal. LAS negociadonei con Francia han ofre- cido eata semana una peripecia inespera- da y sorprendente: la de haber pedido el gobierno francéi, como si se trataae de lai cosa más natural, la cesión del Cabo de Agua, es decir, de la posición frente á Chafarinas, ocupada el 14 de Marzo de 1908 por el general Marina sin dis- ciiiadora, y que en nuestro interés está el aprovechar esta ocasión de haber lle- gado ella al máximum de concesiones po- sibles, pues si no lo hacemos, Fraacla or- ganizará su protectorado por sí y ant-e si, sin contar con nosotros para nada, y una vez hecha, ya no se deshará aunque nos peae. Canalejas, concluye el diario pari- sién, es un hombre de £stado suficiente- mente perspicaz para comprenderlo así y ver cuánto importa á España que se torizados, y además muy verosímiles, In- glaterra tiene la firme resolución de no consentir el establecimiento de los fran- ceses en la cosca, cosa que considera de compromiso para Gibraltar, y, en gene- ral, para el tránsito de sus escuadras por el Estrecho y el Mediterráneo. Por el mismo motivo sostuvo Inglaterra duran- te siglos el principio de la integridad é independencia de Marruecos contra Fran- cia, que, dueña de Argelia, intentó desde Inauguración del Curso de Conferencias sociales en el Sindicato de empleados y dependientes de comercio en Zaragoza. Párit tth tiro ni dfefíamar MÍA gota de át^g e, pues nos llamaron los qaebdanas mocadores de aqael territorio. Ó Frauda trata de pedir mucho para sacar algj, iBaniobra de comerciantes logreros ene- ndgoa del precio fijo, ó el gabiemo de Puincaré pretende dealumbrar á colonia- les y aadonaliatas con la euormidavi de feus proposiciones, ó realmente se tucen en Paria ilosionea incompaüblea con la realidad de las cusas. Y todavía sale Le TtmpM ('lia 26) afirmando en redondo que jri Fraoda 00 pu<;de mottnne más coa> abrevien las negodado&es, esto eSj que se acceda deade luego á cuanto pide Francia. Mas, por fortuna, no debe de Scr éata la actitud de Canalejas. £n d consejo de ministros cdebrado djacres 22 se tomó d acuerdo de oponerse absolutamente á la injustificada pretensión de Francia; y no es esto lo más notable, sino que el mismo presidente lo hizo público, acredi tando asi la formalidad é Irrevocabilidad de la decisión «dopuia. Seg&a ialtfrme» que parei^n muy ao* luego expansionarse hada el Oeste, y contra España, que en 1859-60 puso la mira en Tánger. Si después, y p^ra que Franda no puaieie reparos á la ocupadon dd Egipto, varió de política, consintiendo á los tráncese s avanzar en Marruecos, no fué sino á condidon de que su dominio fueae compartido con las deíoás nauonea eiuopeas, ó sea limitando y gravando ese demiúio francés con la que loa fran- ceses llaman ahora la hipoteca europea, j lig.>nvio á Francia con España por vir- tud del tratado UmfM-upoAol, que tanto

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Page 1: La Lectura dominical. 2-3-1912.pdf

£a £&efura Año XIX. ^ Número. 948

Madrid 2 de Marzo ao 1912

REVISTA SEMANAL ILUSTRADA /í> j«< jt> /é

i«f ^ / f ^ Órgano del ipostolado de la Prensa. dominical AOMiaiiTBAcida

Cali* « • S«B B«r»u-do, BOBI . 7.

PreelAS de a a a e r l p o l é a . Sspsña- nn sño, pM. 6,00 I Cn umestr*. pto. B iot oorrMpenaal ,. S M) | Bstranjaro: nn afia... 10

Nttmara analto, 10 oéntlmo*. ®

coa íÁ» ucaNciAB aacasAXiAi Mo a« itevoelTen los orígtíkmle»^ te

Crónica semanal.

L A S negociadonei con Francia han ofre­cido eata semana una peripecia inespera­da y sorprendente: la de haber pedido el gobierno francéi, como si se trataae de lai cosa más natural, la cesión del Cabo de Agua, es decir, de la posición frente á Chafarinas, ocupada el 14 de Marzo de 1908 por el general Marina sin dis-

ciiiadora, y que en nuestro interés está el aprovechar esta ocasión de haber lle­gado ella al máximum de concesiones po­sibles, pues si no lo hacemos, Fraacla or­ganizará su protectorado por sí y ant-e si, sin contar con nosotros para nada, y una vez hecha, ya no se deshará aunque nos peae. Canalejas, concluye el diario pari­sién, es un hombre de £stado suficiente­mente perspicaz para comprenderlo así y ver cuánto importa á España que se

torizados, y además muy verosímiles, In­glaterra tiene la firme resolución de no consentir el establecimiento de los fran­ceses en la cosca, cosa que considera de compromiso para Gibraltar, y, en gene­ral, para el tránsito de sus escuadras por el Estrecho y el Mediterráneo. Por el mismo motivo sostuvo Inglaterra duran­te siglos el principio de la integridad é independencia de Marruecos contra Fran­cia, que, dueña de Argelia, intentó desde

Inauguración del Curso de Conferencias sociales en el Sindicato de empleados y dependientes de comercio en Zaragoza.

Párit tth tiro ni dfefíamar MÍA gota de át^g e, pues nos llamaron los qaebdanas mocadores de aqael territorio. Ó Frauda trata de pedir mucho para sacar algj, iBaniobra de comerciantes logreros ene-ndgoa del precio fijo, ó el gabiemo de Puincaré pretende dealumbrar á colonia­les y aadonaliatas con la euormidavi de feus proposiciones, ó realmente se tucen en Paria ilosionea incompaüblea con la realidad de las cusas. Y todavía sale Le TtmpM ('lia 26) afirmando en redondo que jri Fraoda 00 pu<;de mottnne más coa>

abrevien las negodado&es, esto eSj que se acceda deade luego á cuanto pide Francia.

Mas, por fortuna, no debe de Scr éata la actitud de Canalejas. £n d consejo de ministros cdebrado djacres 22 se tomó d acuerdo de oponerse absolutamente á la injustificada pretensión de Francia; y no es esto lo más notable, sino que el mismo presidente lo hizo público, acredi tando asi la formalidad é Irrevocabilidad de la decisión «dopuia.

Seg&a ialtfrme» que parei^n muy ao*

luego expansionarse hada el Oeste, y contra España, que en 1859-60 puso la mira en Tánger. Si después, y p ra que Franda no puaieie reparos á la ocupadon dd Egipto, varió de política, consintiendo á los tráncese s avanzar en Marruecos, no fué sino á condidon de que su dominio fueae compartido con las deíoás nauonea eiuopeas, ó sea limitando y gravando ese demiúio francés con la que loa fran­ceses llaman ahora la hipoteca europea, j lig.>nvio á Francia con España por vir­tud del tratado UmfM-upoAol, que tanto

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130 La 'Lectura 'Dominical.

pesa en estos momentos á nuestros ved-nos. Y es natural que les pese, porque ellos han redimido la hipoteca^ y no gra­tuitamente, sino al buen precio del Con­go; creyeron, pues, que se quedaban con las manos libres para hacer y deshacer á su antojo en Marruecos; tenian, es cierto, un contrato firmado con España; pero ¿qué valen en Derecho internacional los contratos con naciones reconocidamente más débiles? Los franceses se figuraron que podían atropellarnos á mansalva, ó contentarnos con cualquier futesa, y que aún les datiamos las gracias.

Mas por lo visto, no habían tenido en cuenta una cosa, y es que laglaterra, así como no sostuvo durante siglos al Sul­tán por amor al Sultán, no buscó tam­poco el establecimiento de la hipoteca europea ni procuró el ajuste del tratado franco-espsñol por amor á las naciones continentales, ni por carifio á España; laglaterra sólo se ama i si misma, ó en otros términos: el gobierno inglés no se cree obligado á defender y sostener otros derechos é intereses que los de su na­ción, que es, después de todo, lo que ha­cen ó deben hscer todos los gobiernos, aunque pocos sepan ó puedan hacerlo coa la sabiduría, fuerza y perseverancia que ti britáci::o. Inglaterra no ve en la cuestión de Marrurcos sino por el punco de vista inglés, y este punto de vista con­siste en que no conviene á los intereses británicos que una nación poderosa como Francia sea la dueña de la costa meridio­nal del Estrecho y del Mediterráneo.

, ¿Cómo impedir que lo sea en U situación actual de las costat? Pues no hay más que un camino: llevando á Italia hacia la Trif olitania y la Cirenaica para que for­me un sóli lo maro ds contención entre Túnez francés y Egipto inglés, y hacien­do que España domine, sólidamente tam­bién, la íona Norte de Marruecos. Aií quedan fijados límites infranqueables á la expansi6n franee la: por el Este no puede ya pasar de Túaez, y por el Oests, de la frontera argelina; si se prolonga es por el interior de Marruecos, pero dejan­do á salvo las costas, que es lo impor­tante.

Y convengamos en que este interés de Inglaterra coincide exactamente con el nuestro; porque digan lo que quieran re­publicanos y socialistas, y haciéndoles coro los pesimistas, que consideran per­dida sin rtmedio á nuestra nación, y los egoístas, que sólo ven el momento pre­sente y no se preocupan del porvenir para nosotros seiía ia muerte civil que Francia dominase la contra-costa de la Feninaula. Focas veces se habrá visto más clara una coavenienda nacional f Claro es que, una vez reconodda nues­tra soberanía sobre esa zona, Inglaterra h» de pedimos tambifa que nos fortalez­

camos sufidentemente para ocuparla de un modo efei tivo, asegurar en ella la paz interior y cotutruir aquellas obras públi­cas, V. gr., carreteras, ferrocarriles, sanea­miento de pobladones, etc., qus piden las circunstancias del tiempo presente, y que esto ha de traemos gastos, desgra­cias individuales muy dolorosas, y des­plegar una actividad administrativa á que no estamos acostumbrados, que no entra en nuestros hibitos de quietismo y de indiferencia; pero esto ¿no será un bien? Espoleados por Inglaterra, hace­mos lo que sin ese espoleo deberíamos hacer, y es casi seguro que no haríamos.

Tal es, á nuestro juicio, formado por referencias que tenemos por exactísimas, la situación actual de las cosas por lo to­cante á Marruecos.

En d campo de Msliila no hemos teni­do durante la semana sino algún que otro tiroteo sin importancia, y lamenta­bles incidentes derivados del merodeo de los moros que hacen la guerra, ó en pe­queñas partidas ó individualmente; tal ha sido, por ejemplo, d asesinato de im ma­trimonio que tenía establecida una can­tina en las posiciones avanzadas. Los moros no sólo mataron al marido y á la mujer, muy coaodda y apreciada la úl­tima en todo d ejército por el valor de que daba muestras constantemente, yen­do á vender sus mercancías á los puntos de mayor peligro, sino que han secues­trado á sus hijos.

Hin circulado rumore», ignoramos con qué fundamento, de que algunos de los jefes de la jarka piensan someterse, y an­dan en tratos para ello. Nuestros solda­dos se aburren en sus posiciones, aisla­dos del mundo y prestando el penoso servicio de campaña sin peripecias que interesen; en guerras de esta índole se desean las batallas como algo que dis­trae y saca la viia del monótono y desesperante correr de los días en la so­ledad del vivac ó del forcín, puesto como un nido de águilas en la cumbre de las montañas.

Lis Cortes reanudaron sus sesiones d lunes 26, después de una semana de va-cadoñes de carnaval. La novedad mis saliente es la decisión del gobierno de que se discatan detde luego los presu­puestos; hasta se ha llegado al acuerdo de que comience el debate por los ramos de Guerra, Marina y Fomsnto, que son los que tienen partidas nuevas. A pesar de todo lo cual no creemos seguro, ni mucho menos, que la ley económica sea aprobada. E»ta cuestión lleva dentro una política de la mayor importancia para los partidos.

Aprobar ahora los presupuestos del año actual significa que no sean necesa­rios nuevos presupuestos para 1913, ss decir, que sigan los aprobados por auto-

rizadón, y, por tanto, que en d otofio pueda efectuarse cambio de situadón, entrando los conservadores. Quieren, pues, que haya presupuestos de 1912 los conservadores, y también los ministeria­les partidarios de la jefatura del Sr. Ca­nalejas, los cuales ven la mejor ó única manera ds crear ó consolidar esta jefa­tura: la transmisión del poder directa­mente del actual presidente al señor Maura. Canalejas, aunque con trabajo, puede tirar hasta el otoño; pero es indu­dable que no tiene cuerda para más. Por lo mismo están empeñados en que no haya presupuestos los que no quieren que se consolide la jefatura del Sr. Cana­lejas, y los que no quieren que vudvan al poder los conservadores.

Entre los primeros figuran muchos de los prohombres liberales y varios minis­tros, resueltos y decididos á que antes de caer la situación liberal ocupe la presi­dencia del Consejo otro personaje, Mo-ret, Weyler, cualquiera; el caso es dejar sentado que en el partido gobernante no hay jefe indiscutible, siao que son jefes los que acddentalmente ocupan la presi­dencia. Entre los segundos (los que se oponen á la vuelta de los conservadores, ó mejor dicho, á la de Maura y La Cier­va), están los rcpubiicanos y el trust. El haberse resuelto en estos momentos que se proceda desde luego á la discusión de, presupuestos demuesua que ha predomi­nado la tendencia favorable á la jefatura del Sr. Canalejai; pero los opuestos á ella son muchos, expertísimos en el arte de la intriga, y con sobra de elementos para impedir el cumplimiento del acuerdo. Lo probible, por tanto, es que comience la discusión y que no se concluya.

El debate sobre créditos de Fomento no ha respondido á la expectación des­pertada. Habíase dicho que los dieciséis millones de pesetas pedidos por el se­ñor Gasset eran para cubrir gastos de­terminados por disposiciones suyas no autorizadas por la ley, y es o, á la ver-did, no se ha demostrado, sino que ta­les gastos responden, en su mayor parte, á disposidones dé ministros anteriores, liberales y cooservadorer. £1 ministro de Fomento ss h» defeadiio bie».

En el consejo de ministros (día 27) fué aprobado el proyecto del mismo señor Gasset sobre plan general para cotutruir siete mil kilómetros de carretera», distri­buidos entre todas las proviaclas. Lo que ha de suscitar, ó está ya suicitando formi­dable oposición, es el in* ento Je derogar la tey de Comunicacioaes maiidmss, apro­bada en tiempo del Sr. Maura, aunque como ha dicho éste, no faé obra del par­tido conservador, sino de todos los'par-tidos que colaboraron en eila, discutién­dola y proponiendo modificadoncs acop< tadaa muchas por las Cortea.

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La^ Lectura Dominical. iSi

«No le trata lólo, escribe La Época, >de que la ley sea mejor ó peor, tino de »qae con esa constante movilidad legis-*Iativa no hay posibilidad de que los ne->gocios se realicen en condiciones nor->males... La Industria y el Comercio ne-»cesitan la seguridad de que no han de «alterarse las condiciones de su vida con »Ia frecuencia con que aquí se hace... »Cuando á los capitalistas extrajeros se »habla de negod 'S en Espaíla, contes->tan: no puede wx, porque en Eipaña >bay que contar siempre con las mudan->zas de kgislación que alteran esencisl-»mente la base de los negocios.» Se ha puesto ya en campaña contra el intento de este nuevo cambio la Asociación ge­neral de navieros, la de capitanes mer­cantes y la de maquinistas navales.

El año antepasado se celebró en San Fernando (Cádiz) el Centenario de la re­unión de las Cortes que inaguraron el sistema constitucional. Ahora va á cele­brarse otro Centeoaiio en Cádiz, de la Constitución elaborada por a:iuellas mis­mas Cortes, y para los festejos se pide un a edito de más de un millón de pese­tas, á que se opcnen los conservadores, no encontrando juslificada tan comidera-ble cantidad. A la vez, en Salamanca pi­den otro crédito cuantioso para celebrar el Centenario de la batalla de los Arapi-les. Por lo pronto, y como muestras del entusiasmo que sienten nuestros legisla­dores por sus antecesores de Cádiz, se ha fijado en el salón de sesiones del Con­greso una lápida con los nombres de los diputados que redactaron el proyecto de Constitución de 1812.

El periódico lerrouxista El Radical el diputado Albornoz han empezado una campaña en favor de la tristemente céle­bre doña Rosario de Acuña, autora de aquel artículo publicado en El Internacio­nal de Paiía,y reproducido por el periódi­co radi''al de Barcelona, en que no sólo se difamaba brutalmente á los estudiantes españoles y á las señoras, especialmente á las católicas, sino que se faltaba con la más inaudita procacidad á la moral y al decoio; instruyóse por el escrito una causa criminal, y doña Rosarlo, lejos de comparecer ante la presencia judicial, re-fi gióae en Portugal.

El juez, cumpliendo lo prevenido en la ley de Enjuiciamiento criminal para este caso, ha publicado los oportunos edictos llamando á la fugitiva é intere­sando au bvjscf, todo con arreglo á las fórmulas legales, y los republicanos le-rrouxistas encuentran eso muy mal por tratarae de una dama, dicen, que es radi­cal y ha merecido que los neos la llamen ferTcr con faldas. Nada, que esa gente quiere la absoluta impunidad, y que las leyes no recen con ellos.

Ya Lerroux eitá en campaña también

para que, con pretexi-o de la no retroacti-vidsd de las leyes penales, niegue el Coe­greso todos los suplicatorios pendientes, único efecto práctico, á nuestro juicio, que ha de tener la reforma del reglamen­to de las Cám&ris, tan aparatosamente realizada.

Su Santidad Pío X, dando uca prueba más de sus paternales sentimientos de caridad y amor á la nación española, ha remitido veinticinco mil liras para soco­rro de los peijudicados por las inunda­ciones de Andalucía. El elocuentísimo orador Sr. Salaverry es el encargado de proponer en el Congreso que se den las gtacias á Su Santidad en nombre de la nación. En el memento de escribir esta crónica no ha prenunciado todavía su discurso.

MixiifO.

REACCIÓN RELIGIOSA

Todavía repercuten en nuestros oídos los tristes ecos del bullicio mundano con que uaa muchedumbre ebria de placer profana el santo tiem­po de la Cuaresma. Aquel aspecto sombrío que la penitencia y la auste­ridad daban antes á nuestras pobla­ciones católicas; aquel recogimiento silencioso que grababa en la concien­cia cuan grande y memorable es el acontecimiento que la cristiandad pre­para y conmemora con las asperezas y los ayunos de esta época, parecen relegados ya al interior de los claus­tros, donde punzantes cilicios hacen expiar sobre cuerpos vírgenes los pe­cados y liviandades de los mismos que escarnecen á los religiosos.

Diríase que la sociedad pretente ha sacudido el yugo de la fe, y que, emancípala de la tutela religiosa, ca­mina á su capricho por las sendas placenteras del paganismo antiguo. Si en el corazón de cada Municipio se destaca aún la ingen'e mole de la igle­sia parroquial,á cuyo amparo se cobija el caserío humilde que en torno suyo ha ido agrupándose; si de trecho en trecho las cruces de nuestros campa­narios anuncian en varias leguas á la redonda que allí tiene Dios su templo, y desde allí llama con sus lenguas metálicas al pueblo fiel, parece que los templos no son los focos que irra­dian por calles, plazas y campos el aroma de las virtudes cristianas, sino el recinto estrecho donde se refugia el espíritu de Dios, que la sociedad va desalojando de sus antiguas posi­ciones. EIl santuario que servía antes

de trono augusto á la l^ajestad divi­na, reina y señora de los pueblos, se hatrocado en prisión angosta de nues­tro Dios, que no vino á morar en los templos solitarios, ni á vivir escondi­do tras de maravillas arquitectónicas, sino á dominar en nuestras almas, á rendir nuestros corazones, á hacer suyos á les hombres y á las gentes.

Pero á través de estas apariencias desconsoladoras percíbese una reali­dad llena de lisonjeras esperar zas. El vicio y la sensualidad corroen, cierta­mente, nuestras entrañas y esparcen por el mundo su aliento ponzoñoso, que mancha en ílur á las almas juve­niles. Mas crece junto al tabernáculo la legión de los escogidos, donde mora sin interrupción Ja gracia divina, que incesantemente renueva las fuerzas débiles de aquellos comensales que á diario acuden á la sagrada mesa. Li Comunión diaria está reverdeciendo los mejores tiempos de la Iglesia. Des­de la Reforma protestante hista hoy jamás habían florecido en el tronco del catolicismo ga^as tan puras, tan fragantes y tan hermosas cerno las que ahora perpetúan en la Iglesia su eterna primavera.

Y aunque la savia de raíces tan profundas no llega todavía á produ­cir los verjeles y las florestas que forman el esplendido pira je de una civiiizacióa puramente cristiana, ad-vlerténse ya los tallos rudínientarios que dejan vislumbrar magaifica cose­cha. Quedaba nuestra Religión conde­nada al ostracismo, como resto fóíil de un mundo desaparecido bajo el polvo de los siglos. Mas los labios augustos de León XIII pronuncian las palabras de verdad imperecedera, que surgen de los eternos manantia­les de la fe católica, y sin trocar las doctrinas, sin cambiar lo que es in­mutable, parecen cosas nuevas las antiguas, y otra vez salen del seno de la Iglesia las máximas y virtudes que civilizaban los pueblos incultos y le­vantaron la sociedad á la cúspide de la civilización en los siglos xm y xiv.

Fecundas como la sangre del Re­dentor aquellas palabras, se dilatan en amplísimos sistemas, los sistemas encarnan en obras, las obras se mul­tiplican maravillosamente, y todo jun­to forma aquel monumento sabio é imperecedero del Catolicismo social, que servirá de ornato á nuestro si­glo, demostrará la inagotable abun*

! dáñela de los principios ctólicos f

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m La Lectura Dominical. •Aa

traerá á la sociedad presente aquella paz que no lograron ni la fuerza de los ejércitos más poderosos, ni las combinaciones de los políticos más astutos. Por doquiera surgen nues­tros Sindicatos católicos, y en sus manos tendrán un día la suerte del mundo aquellos organismos fundados al caler de doctrinas que los miopas impías hablan condenado á djsapi-recer.

Fulmina la impi dad contra nos­otros sus furibundos dardos. Pero ellos dañan manos qua la indiferen­cia des leñosa con que nos despre­ciaron durante la primera mitad del siglo XIX. Ese combate desenmas­carado nos fuerza á unirnos y á lu­char, parJfioa en el crisol de la a i ver Bidad nuestras escorias y coopera á los planes divinos. Hasta la ciencia impía tiende á espiritualizarse y á facilitar el triunfo de nuestra fe. Las mismas muchedumbres, coa su inte­rés en pro ó en contra dal catolicismo, pregonan sin quererlo que este es el eje alredelor del cual giran liS cam • biantes de la historia.

Todo, en fin, anuncia qua atra -e-samos una hora crítica en la historia de la civilización. El porvenir será nuestro si en este momento solemne sabemos preparar la restauración ca­tólica.

RAFAEL.

SECCIÓN PIADOSA

INDICABOB EELIOIOSO Día 3. Domingo II d« Cuarcíma.—I, P.—

Stos. Celedonio, Marino y Félix, mrs.—Ju­bileo en las religioaas de la Latina.—Adora­ción noctuina: turno Sasguis Christi.

Día 4. L-vuíta.—Ayuno.—1. P,—Sto». Ca­simiro, rey y cf., y Lucio, p.—Jubileo en las religiosas de la Latina.—Ador, aocturna; turno Cor Mariae, Por la intención de la se fiora Duquesa viuda de Uceda.

Día 5. Martes.—.íí iMMO.—I. P.—Stos Juan de la Cruz, Teófilo y Gerásimo, cfs.—Jubileo en las religiosas de Sto. Domiogo.—Adora­ción nocturna: turno S. Juan de Sahagdn. Por los d.funtos de D. Fernando Bauer.

Día 6. Miércoles.—Ayuno, — 1. P.—San. tos Víctor, Victoriano y Marciano, obs — Jubileo en las religiosas de la Latina.—Ado­ración nocturna: turno Sto. Tomás de Aqai no. Por el alma de D.* María ddl Carmen Garjón de SagUe .

Día 7. Jatvcs.—Ayuno.—1 P.—Stos To­más de Aqaino, cf. y dr.; Pablo y Teófi­lo, obs, y cis.—Jubileo en las religiosas de Sto. Domiogo.—Ador, noctmna: tu.no San Isidro,

Día 8. Viernes —Ayuno con abstinencia de carne aun teniendo las bulas,—I, P.— Stos. Jtt&D de Dios, Julián y FéUs, cfs.—Ju­

bileo en la Iglesia de San Juan de Dios,— Ador, nocturna: turna Coena D jm'ni. Por el alma de D.* Manuela Verde Delgado de Ga-cía,

Día 9. Sábado. — .4jí««o. — I. P,—S«nta Francisca, vda-, Santos Cirión y Cándi­da, mrs.—Jubileo en la iglesia de S, Juin ds D.os.—Ador, nocturna: turno Sjigrada Fa­milia,

« C « «ANTO EVANGBLIO

"Ea aquel tiempo, tom4 Jesiís consigo á Pedro y á Santiago, y á Juan su hermano, y subiendo con ellos solos á un alto monte, se transfiguró en su presencia. De molo qae su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus Testidos, blancos como 1* nieve. Y al mismo tiempo les aparecieron Moisés y Ella,s, conrerstfido con él, Eitonces Pe­dro, tomando la palabra, dij} á Jesús: Stfior, bueno es estarnos aquí; si te parece, forme­mos sq'ií tres pabelloaes, un» para Ti, otro para Moisés, y otro para Elias. Todavía es­taba Pedro hablando, cuando una nube res­plandeciente vin} á cubrirlos. Y al mismo instaste resonó desde la nube una voz que decía: Este es mi Hijo querido, en quien tengo todas mis complacencias; á él ha­béis de escuchar. A cuya voz los discípulos cayeron sobre su rostro en tierra, y queda­ron poseídos de un grande espanto. Mas Je sus s: llegó á ellos, los tocó, y les dijo: Le­vantaos, y no tengáis miedo. Y alzando los o jas, no vieron á nadie sino á sólo Jesús. Y al bajar del monte les puso Jesús precepto diciendo: No d gáis á nadie lo que habéis visto hasta tanto que el Hijo del hombre haya resucitad] de entre los muertos., (San Mateo, cap, xvii.)

« « « COKSIDBHACIÓN

T-estimonio de la gloria que debajo de su humanidad encubría el Salvador, fué para los apóstoles escogidos esta Transfiguración portentosa; en elia quedó para nosotros una prueba de la divinidad de Jesucristo, y una promesa y estí nu'.o de la que por su excel­sa misericordia será concedida á los que perseveran hasta la muerte en su fe, asi como en la esperanza y ta caridad,

I

Movimiento social.

Santimenta- Con motivo de una tismo malsano lameatable desgra-

cia ocurrida días pa­sados en Madrid ea la persona de un ni&o de una mendiga, muerto en los brazos de su madre cuando ésta se hallaba durmiendo en las escalerillas de la iglesia de Montserrat, la prensa radical y sectaria, con la ligereza y superficialidad que la distingue, ha comentado el asunto injustamente, deduciendo consacuencias ofensivas para los organismos oficiales de be­neficencia y aun para las entidades y personas piadoras que generosa­mente practican la caridad con los pobres.

La Inculpación de esos elementos sectarios es la siguiente: <Si se mue­re un niño MI estas condacioaes,

¿para qué sirven tantas instituciones de caridad como hay en Madrid?» La contestación podría ser éstj: «Esas instituciones sirven para que estas desgracias no sucedan todos los días».

Muy triste y doloroso es que ocu­rran estos heahos; pero para no extra­viar á la opinión pública, conviene examinarlo! detenidamente. La des­gracia que ha motivado estos clamo­res fué ocasionad i, según certifica la diligencia de autopsia, por una bron-copneumoaía, habiéndose visto ade­más que el niño tenía el estómago lleno de lecha, lo cual prueba quj no padecía hambre, como eironéa-mente hj^n dicho los periódicos libe­rales. El frío de la noche y el aban­dono hab.án sido tal vez caucas de la muerte de e^te niño. Pero ¿es que la beneficenjia oficial y la caridad privada no tienen en Madrid medios para remediar este mal? Sí los tienen, y la madre de eie niño lo sabía.

Resulta, en efecto, que esa mujar había racibiJo de la Junta provincial de Protección á la Infancia socorros suficientes para criar á eu niño, hasta que, por petición da ella mis­ma, li propia Janta la proporcionó un billete de caridad para salir de Madrid; pero se ha comprobado tam­bién que esta madre ha preferido explotar la sensiblería callejera de­dicándose á la mendicidad, sin duda más lucrativa da lo qua se supone. Y las cjnsecuanciaa han sido, como era de esperar, dasastroaae: el ntño ha muerto, como mueren muchos niños de éstos qae son la materia del pordioseo urbano en brazoa de mu­jeres y aun de hombres criminales.

Y volviendo á las inculpaciones contra los organismos de beneficen­cia y de caridad, en los que gene­rosamente trabaj ui tantas personas buenas, ¿que sería de esa muche­dumbre de niños abandonados, de ancianos, de enfermos, de desvalidos de todo linaje, el día que aquellas personas que se interesan por ellos se apartasen de la desgracia y se limi­tasen, eg )Í8tamente, á dar una perra chica al mendigo importuno que en la calle acosa á los transeúntes exhibiendo niños mártires? La Junta provincial de Madrid, formada por ciudadanos de corazón, sostiene en sus asilos miles de personas necesi­tadas; distribuye discretamente, con intervención médica, tamb.én miles de litros de leche para criar á los niños; reparte bonos da comida, bi­lletes del ferrocarril para repatria­ción da los pobres transeúntes; al­berga á los que carecen de techo para pernoctar, y atiende á otru

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La Lectura DomínicaL 183

muchas necesidades. Las Juntas pa­rroquiales y las Conferencias de San Vicente de Paúl hacen un bien in­menso favoreciendo á los pobres en sus propias casas, es decir, emplean­do el tratamiento individual, que es la ú'tima palabra de la ciencia de la beneficencia, y no es otra cosa que el arte divino de la caridad, y la mul­titud de instituciones de toda especie difundidas por la capital como una bendición han permitido decir á un autor e^pec'alista en estas materias «que no hay necesidad del dolor ó de la pobreza que no tenga en esta corte pu adecuado órgano de protec­ción, casi siempre de carácter re­ligioso.»

Lo que ocurre es que estas cosas no suelen ssberse en las redacciones de los periódicos libsralep, y sólo cuando ocurre un caso como éste que ha motivado el presente artículo es cuando PUS mercedes salen por el re­gistro de la trompetería escandalosa, que termina casi siempre en una sus­cripción pública organiz'da por el propio periódico denunciador y á la que acuden los que desean exhibirse, los vanidosos farisaicos que no se acuerdan de los pobres más que en tan ruidosas ocasiones. Y es lo más triste que estas suscripciones suelen acabar con repartos también apara­tosos que no remedian mal alguno, pero que profanan el dolor de los que sufren, arrojando á la voracidad del público las interioridades de los ho­gares humildes, tan dignos de respeto.

No; no es el mejor camino para re­solver los graves problemas de la po­breza y de la debilidad infantil éste de despertar antagonismos entre los necesitados y los que les favorecen. Además, en el caso presente, los ele­mentos radicales laboran por la men­dicidad callejera, con la que es preci­so á todo trance concluir <no dando limosna en la calle», como recomien­dan los que saben de estas cosas. La limosna callejera sostiene viva la mendicidad criminal, esta mendicidad que es causa de la muerte de tantos inocentes niños.

Lo que deben hacer tolos los ciu­dadanos es colaborar en la obra ca­ritativa prudentemente organizada, único medio de hacerla eficaz. En to­dos los pueblos de la nación hay juntas oficiales encargadas de la pro­tección á la infancia y de la represión de la mendicidad ilícita, conferen­cias, asociaciones caritativas, juntas parroquiales y otras varias instituc'o nes de carácter social que trabajan por estos elevados fines. Únanse á ellas los hombres de buena voluntad,

E L K. P . FRAY MELCHOR DE BENISA, Capuchino

elocuente orador¡de las Corferencias dominicales »n la iglesia parroquial de San Giaés durante la presente Cuaresma

y verán cómo no fe repiten estos hechos lamentables que dan pretex­to á comentarios injustos (1).

Consultorio Una de las princi-jurfdioo-so- pales necesidades de

nuestra moderna ac­ción social es la for-cial. = • - =-

mación de hombres sociales. Cada día se nota más la diferencia de la vida social, aeí en el aspecto público de la lesgislación y del gobierno, como en el de las costumbres y la economía corriente. Causa pena oír y leer las enormidades que se dicen y se escri­ben en las Cortes, en los ministerios

(1) Es mny consolador el" conocimiento de ettas ínst'tucion's dedicadas á la prácti­ca de la caridad. Vé < nse, al efecto las obras siguientes: La caridad en Madrid: Guf« d« los est»blecimfento« teníficos, oficiales y privados. ReccptUc'ói que para conocí mi'nto general de todas l»s clases sociales pub'ica D Eduardo Vtrcent», alca'de de Ma-dri'l, 1906; La protección d la infancia en Efpaña, por D. Alvaro López Núflez, 1908; La caridad en Barcelona por D. Ramón Albo y Martí; Zaragoza caritativa y bené­fica, por la redice ó i de El Pilar; la colec­ción de la revista Pro Infantia; La caridad en Madrid, por el R. P. Manuel Luna, etc.

y en los periódicos. Todo lo que tien­da á aumentar la cultura social con­tribuye en grado máximo al bien­estar, á la riqueza y á la paz de los pueblos.

Comprendiéndolo así la Sección es­pañola de la Asociación internacional para la protección legal de trabajado­res, ha establecido en Madrid un con­sultorio juddico-srcial que realiza sus trabajos gratuitamente y responde al doble carácter de la Sección. Como ór­gano de la citada Asociación interna­cional, facilita informes sobre obras, leyes y movimiento social en el ex­tranjero, y á la vez los da, en lo re­ferente á nuestro paí?, á cuantas per­sonas de otras naciones los solicitan; y como Sección española, contesta á las consultas y suminikíra datos de carácter social, legal ó jurídico na­cional en lo que se refiere principal­mente á nuestras leyes obreras, co­operación, mutualidad, previsión, etc. El Cónsul turio tiene una sección es­pecial destinada á los asuntos que se relacionan con la emigración, y en

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134 L% Lectura Dominical.

ella informa á nuestros emigrantes sobre las condiciones generales del país á que se dirijan, y especiales del trabajo á que se hayan de dedicar, dentro, naturalmente, de los límites que á esta información señala la ley vigente relativa á e«te asunto.

Uno de los principales méritos de este Consultorio es estar dirigido por el ilustre soíió'ogo cató'ico D. Pedro Sangro y Ros de Olano, secretario de la Sección española de la Asociación internacional, á quien deben acudir cuantas personas deseen aprovechar­se de los benf floios de la institución, para lo cual bastará que se dirijan por escrito á dicho señor, que tiene BU oficina en la calle de Serrano, número 18.

F. LióN.

Sección antimasónica.

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Semana de ajetreo masónico ha sido la anterior, y la verdad es que la cosa no ha sido para menos, pues la llfgada á Madrid del gran maestre de

un Oriente extranjero, con poderes de otros Orientes y mbión especial de la Federación masónica revolucionaria de la raza latina paia ponerse de acuerdo con los grandes mandiles de aquende, al fin de revolver á Espafia más de lo que la están trastornando los sectarios de por tk<'i, no es cosa que se ve todos los dfas, y nada de fxtrsño tiene que el h.'. Mo-rayta, jefe del Oriente llamado español, y la Liga anticlerical, con el imprescindi­ble Moróte, y los miembros más signifi­cados de la Sociedad Editorial, vulgo trust, se pusieran los trapitos ó bandas de descristianar para recibir al gran Ma-galhaes Lima, encargado detraer ]& pa­labra sagrada, ó sea la consigna á que han de ajustarie ios trabajos de las logias para extender á nuestra patria los benefi­cios de que están hartos nuestros vecinos del Oeste, los portugueses, y los del Nor­te, los fi-anceses.

Bien hubieran querido Morayta y los de la Liga y trust consabidos reeibir á Msgalhaes en manifestación coruscante, acudiendo á la estación del MiHÜodía con iosigniss y pendones masónicos, repre­sentación de Damas Rojas, chicos de las escuelas laicas y demás accesorios secta­rios qne requería el interesante argumen­to de las conferencias públicas y secretas que venía á dar el jefe de la masonería portuguesa; pero hay quien dice que, con­sultado el asunto en r sí eras giberna-mentales, no pareció bien tanto lujo, y hubieron de contentarse Morayta y sus auxiliares con que D. Segismundo Moret sirviese de padrino á Msgalhaes para que pudiera otra vez, como antaffo, ca- I lificar el ilustre D. Marcelino Menéndez y

Pelayo de blasfemadero público al Ate­neo de Madrid.

Y por cierto que es desgracia la que persigue á D. Segismundo en estas tra-patiestas de las logias. £1 niega á pies juntillss que es masón; p«'ro se le ocurre á lai logias pedir el indulto del exbriga­dier ViUacampa, y en documento que per aquel entonces publicaron vaiics perió­dicos, sin que á ninguno se le hiciera rectificar, le piden su protección los ma­sones, y se dirigen á él y á los Sret. Sa-gasta y Becerra, y á todos tres les dan el título de grandes inspectores del gra­do 33 de la masonería.

Y ahora viene Magalhaes, y Morayta, la Liga anticlerical y los del trust meten en el Irrgído de su rccibiento á D. Se­gismundo y hacen que lo lleve á despo­tricar al Ateneo y que almuerce con él en Lhardy, y fogonazo va y fogonazo viene en todos los periódicos ilustrados: Magalhaes y D. Segismundo aparecen casi tan unidos como lis famosos herma­nos siamesei. Cualquiera diría que ha habido en este proceder elevosía y hasta ensañamiento.

No hemos de extendernos aquí en co­mentar lo ane dijo Migalhaes Lima en el' Ateneo ni en la Asociación de la Prensa, pues dada la signifícacióa del orador, no podía esperarse de él otra cosa que ata­ques á la ReHgión y á la Iglesia, y ala­banzas á los revolucionarios y sectarios de todas las carnadas. Lo extraño, lo vituperable, lo que demuestra la dureza que ha ido adquiriendo la epidermis de muchos católicos y de mucbíos monár­quicos, es que entre les socios de ambas colectividades no surgiera un solo movi­miento de protesta, ni una indicación á les respectivos presidentes para que no hablase allí un m«són tan caracterizado como Magalhaes Lima, á quien El Libe­ral se complació en retratar coa las in­signias de su grado en la secta, para que nadie se llamase á engaño, y que amén de ese carácter ha traído, aunque algu­nos afecten ignorarlo, el de mensajero de los revolucionarios extranjeros para en­tenderse y concertirse con los revolucio­narios españoles.

Únicamente un extranjero protestó: fué un monárquico portugués; y vimos sorprendidos que los socios de un Cen­tro cuya presidencia honoraria está ocu­pada por el Ríy, y cuya presidencia efec­tiva por un exmlolstro monárquico, ex­pulsaron al monárquico lusitano porque quiso discutir con Magalhies, sin acor­darse que no ha macho, en ese mismo Centro, un emigrado monárquico, Ho-men Christo, fué violente mente comba­tido por los republicanos.

Tampoco haremos gran hincaoié en el banquete con que los repub'icanos le obsequiaron en el Gran Café (antiguo Fornos), aunque en este acto, francamen­te sectario y revolucionario, ya se dejó traslucir la misión demoledora que ha traído á España Magalhaes Lima, porque lo importante del caso no estuvo en los actos públicos del Ateneo y de la Aso-ciacióo de la Prensa, ó en el de la paerta

entornada del banquete republicano. Lo verdaderamente grave, lo trascendental, la miga, por decirlo así, del viaje de Ma­galhaes Lima, ha estado en las conferen­cias secretas celebradas en el Oriente es­pañol, no en sesión de masones aprendi­ces, ni de masones maestros^ sino de altos grados masónicos, con miembros de la directiva de la Liga anticlerical y de republicanos revolucionarios caracteri­zados.

No nos es dable conocer los pormeno­res de esos conciliábulos secretos; pero sí podemos asegurar, porque la cosa se cae de su peso, que el plan de la guerra á la Iglesia en España y la realización de los demás planes trazados acerca del por­venir político de nuestra patria por la Fe­deración masónica revolucionaria de la raza latina, recibieron un impulso cuyas consecuencias no hemos de tardar en co­nocer y en sentir.

El tiempo, y no tardando, lo dirá.

TEODOSIO.

Movimiento católico.

El Centena- Han comenzado en _• ^„ ,_ „_, Roma los preparati-rio de la paz , " % ^ vrs para la celebra-de C o n s t a n - ción del Centenario de tino. = = = = = '* P"* < * Costanti-

•• no. Con el fin de pre­parar al pueb!o romano á tan solemne fiesta, además de las conferencias que han dado dlstioguidos oradores, merece consignarse los admirables trabajos his­tóricos publicados por la importante re­vista La Ltviltd CaítoUca, reseñando la memorable victoria obtenida por Cons­tantino en el año 312, que contribuyó á la publicación del edicto de Milán, don­de se reconoció la existencia legal de la Iglesia cristiana, con las indispensables garantías de libertad é independencia.

La notable revista añade á su trabajo hiitótico oportunos comentarios, hacien­do notar que pocas veces se habrá dado mayor semejanza entre la época conme­morada y su centenario, puesto que á la psganización de la sociedsd moderna van unidos los conatos de esclavizar á la Iglesia, puntos de contactos que aproxi­man los comienzos del siglo xx con los del siglo IV de nuestra Era.

Para perpetuar la memoria del presen­te centenario existe el proyecto de eri­gir un grandioso templo á Cristo Eterno Vencedor cerca del puente Milvio, que fué donde tuvo lugar la derrota del paga­nismo y donde flotó triunfante el lábaro de Jesucristo.

El santuario Durante el año 1911 llegaron á Lourdes 424 trenes de peregri­

nos. En 1910 sólo llegaron 354. De esos trenes, 38 procedían de Bélgica, 23 de España, 14 de Italia, 12 de Alemania, 7 de Austria, 3 de Holanda, 3 de Alsa-cia, 3 de Lorena, 2 de Inglaterra y uno , del gran ducado de]Luxemburgo.

de Lourdes.=

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La' Lectura Dominical. 135

Loi restantes, de diferentes departa­mentos de Francia.

Entre los numerosos peregrinos que condujeron dichos trenes, hubo dos Car­denales, un Patriarca, diecisiete Arzobis­pos, setenta Obispos, y dos Abades mi­trados.

Se dieron en Lourdes, durante iQii, 770.000 comuniones (en 1910, sólo se habían dado 626.000), y se celebraron 62.800 misas.

L«s sumersiones en la piscina han as­cendido á 79.183 de mujeres, y 43.981 de hombres.

Fueron instruidos den expedientes re-' lativos á otras tantas curaciones, y toma­ron parte activa en la comprobación de los expedientes 534 médicos de diferen­tes países.

El Centena- Se ha celebrado en rio de Monta- Bélgica el Centenario j r—I~ZZ— * ' ¡lastre escritor ca-lemDert. - = ^^jj^^ ^^^^^ ^^ ^^^_ talembert. Presidió el acto el sabio Car­denal Mercier, Arzobispo de Malinas, y asistieron, entre otras distinguidas per­sonalidades, el Nuncio de Su Santidad y el ministro de Estado del gobierno Bel­ga, M. Boernaent.

Habló primero el Cardenal Mercier, quien hizo un breve y elocuente discur­so describiendo la gran figura de Monta-lembert, al que los católicos deben imitar en su celo por defender á la Iglesis, pero no en seguir aquellos principios de cato­licismo liberal que el mismo Montalem-bert detestarla ahora si viviese.

Habló después León Lantsheere, ma­nifestando que Montalembert estaba con­vencido que se puede ser católico y amar y cultivar la verdadera ciencia. Demos­tró que la Religión no ió!o sigue los ver-daderrs adelantos en lo que tienen de buenos, sino que es la verdadera y única guía de los mismos.

Presentó á Montalembert como un gran obrero de la inteligencia, y recordó que, con el P. Lacordaire, previno los acontecimientos que la escuela laica ha­bía de originar, y terminó recordacdo las palabras que Montalembert dijo á Tnier: «Nosotros no os tememos. Somos hijos de los Cruzados, y no retrocedemos ante los hijos de Voltaire».

Habló también M. Cocín, tomando por tema de su discurso «Montalembert y el arte cri.stiano».

El homentje á Montalembert ha re­sultado digno de tan ilustre escritor ca-tóUco.

L.

Sección de polémica.

FUEGO GRANEADO £1 Liberal acaba de hacer una plancha

solemne, sensacional, definitiva, una de »sas planchas que d a derecho á la In­mortalidad.

El rotativo madrileño creyó encontrar una ocasión propicia para dar nn palo á loi católicos; j como goza tanto el po-

brerito con ello, cogió la ocasión por un pelo.

Veréis cómo fué el pa!o... digo, la plancha.

Apareció primero un suelto en El Lt-. beral con el título de Los católicos en el Ectiador.

En dicho suelto se daba á conocer á los lectores del periódico un nuevo caso de clericalismo.

«Vuelve á predominar—dice El Libe­ral—tu el Ecuador el reinado del Cora­zón de Jes»5s».

Y i renglón seguido cuenta el suceso, asegurando que está traducido, de un pe­riódico norteamericano.

Cuenta Ei Liberal á sus lectores lo que ha sucedido en el Ecuador, y resulta que los neos, los picaros y crueles des­cendientes de aquel Torqnemada moder­no que se llamó García Moreno, se habían apoderado del poder público en aquella República.

Los retrógrados, los obscurantistas, los clericales fanatizados por curas y frailes, derrotaron las huestes del general Mon­tero, que repreientaban la libertad y el progreso.

Las hienas clericales, ávidas de sangre, no se contentaron con derrotar á los ra­dicales, sino que fueron á la cárcel de la capital, sacaron á los presos, entre los que había algunos generales, y los lyn-charon después de un suplicio refinado y cruel.

El odioso y repugnante vencedor de Montero—que tales infamias ha cometi­do—es el general Leónidas Piszs... [un chacal inhumano el tal LeonidasI ¡Un so­brino-nieto del nunca bien execrado Gar­cía Morenol

y se conocen aún más detalles: Srgún de muy buena tinta saben al­

gunos republicanos, la casa de Leóni­das Plaza estaba siempre llena de fi alies, curas y obispos, que tramaban en la sombra los más inquisitoriales planes, y con la misma tranquilidad rezaban el ro­sario que decretaban la muerte de un masón...

Esta fué la terrible historia que se ex­tendió por el campo republicano, provo­cando la indignación de las honradas ma­sas lerrouxístas, y haciendo rugir de ira al belicoso ciudadano Medina.

«Ese crimen—gruñó El País de Cate-na—es de los que justifican, de los que hacen necesaria la intervención extran­jera.»

—Tiene razón Catena—pensaron algu­nos republicanos;—es preciso vengar la injuria hecha al radicalismo por loi cleri­cales del Ecuador, es preciso que uní potencia de primer orden, Portugal, por ejemplo, castigue como es debido esa ofensa hecha á la libertad.

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Así estaban las cosas cuando el cónsul sreneral del Ecuador en España enteróse de la noticia y de les comentarios que corrían, y acudió á El Liberal con un comunicado de r*ja tabla.

—¿Pero qué leyendas son esas? ^Qué fábuUs habéis creado en torno de los su­cesos del Ecuador?

¿La verdad de lo ocurrido? En primer lugar, ni la revolución ni la

contrarrevolución fué obra del partido católico, el que dejó de estar en el poder desde hace muchos años. Muertos García Mcreno y Caaraaño, la poética imperan­te es la democrática y radical.

En segundo lugar, el general Leónidas Plaza, encargado por el gob'erno demo­crático (el canslíjiíta de alif) de sofocar la revolución de los radicales (los le­rrouxístas del Ecuador), no es pariente de García Moreno. (SI Liberal afirmaba que era sobrlnc-nisto; [il estaría ente­rado!)

Leónidas es un liberal tan notorio, que fué presidente de la República cuatro años, propuesto por el general Alfsro (el jefe de los radicales ecuatorianos), y en su período de mando dio como regalo al Ecuador la separación de la Iglesia del Estado y el matrimonio civil...

(Víiliente clerical el tal Leocidas! ¿eh? ^Os habéis enterado? ¿Ds dónde ha­

béis sicado la fábula de los clericales? ¿Qaé turbas reaccionarias son esas que han asaltado la cárcel y han lynchalo á los presos?

No, hombre, no; allí no ha habido más que una lucha de demócratas contra ra­dicales.

Ha sido el populacho liberal el que ha sacado de Ja cárcel al cabecilla Montero y á los demás jefes revolucionarios; ha sido el pueblo soberano (sfgún vosotros) el que, conocedor de los males ocasiona­dos en sus vidas y haciendas por los ra­dicales, se desbordó, y atropellando más de cinco mil hombres las guardias de la cárcel, castigó por su propia mano y de una manera bárbara á los ambiciosos ca­becillas de la revolución.

Después de esta solemne plancha, el ilustre autor, el director de El Liberal (maestro de periodistas), tuvo que ade­lantarse hacia el público y decir humilde­mente:

—Señores, dispensen ustedes, ¡me he coladol

« « «

Poco después de esta coladura de El Liberal encontré en el café á un joven periodista demócrata que aspira á ser concejal del Ayuntamiento de Madrid cuando sa'ga Dicenta, y me leyó un ar­tículo que había escrito explicando los sucesos del Ecuador. i. El artículo se publicará con el seudó-oimo de lin teuatortaw consctattt.

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136 La Lectura Dominical. - - • » ^ - - - . • • - • - • » , : . - , . . > ^ . . » - ^ , — • » ^ . . > « , . - . . . . . . . ^ - ^

ToRTOSA.—Vista del Observatorio y dependencias anexas, cuyo director, el insigne P. Cirera, tan notables conferencias ha dado en Barcelonay Madrid, y que tanto coopera al estudio del problema de la previsión del tiempo.

En dicho eicrito, el futuro conctj»! de-mueitra que le ba exagerado mucho al hablar de les lucesos del Ecuadoi; qus en viita de que son republicanos conicientes y no católicos, como se creyó al princi­pio, los que se han tomado la libertal de lynchar á los perturbadores del oiden, no puede calificarse de crímenes dichos actos: son sencillamente rasgos de patrio­tismo y de civisTtto, ó á lo sumo, actos de independencia y de rebeldía; pero «actos colectivos>, de caricter popular, tan plau­sibles como el que realizó el Chato de Cu-quet» en CuUera, y como los que tuvie­ron lugar durante la semana sangrienta de Barcelona.

El articulo producirá verdadera sensa­ción por lo valiente del estilo y la origi­nalidad de las ideal que expone.

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{Oi acordiis de aquel famoso redentor del «pueblo oprimido» que llegó á hacer­se el <amo> de Valencia, fanatizando de tal modo á las masas populares, que con­siguió dominar como reyezuelo en toda aquella reglón levantina?

Hace muy pocos años, aún lo recorda­mos con desagrado, Valencia estaba con­vertida en un hervidero de bajas pasio­nes políticas. Todos los días había esca­ramuzas y tiroteos en las calles. La jatka de Mu ley Blasco Ibáñez imponía su vo­luntad á tiros...

Todo aquello era para redimir al pue-bb de la «xplotacióa burguesa».

Pero he aquí que de buenas á prime­ras, Muley Blasco abandona la redención de su jaiki; [se había hecho burguésl

Despuéi de burgués, sofió ser Nabad, y para conquistar el «bellocino de oro» se dirigió á América.

Es muy interesante para la historia de la reaención roja del proletariado un do­cumento que trae el Boletín Oficial de Buenos Aires.

Dice así:

*Adnava de Corrientes.—Intimación al señor Vicente Blasco Ibáñez.

«Buenos Aires, Diciembre de 1911. »Vlsta la nota de la Aduana de Co-

»rrientef, etc.. » Considerando: >Que de acuerdo con lo establecido en

»el artículo quinto del decreto de 20 de »Enero de 1912, las Aduanas están facul-»tadas para suspender las operaciones >que efectúen las empresas cuando no «depositen los sueldos del personal antea »del 5 de cada mes.

»Qae con fecha 30 de Noviembre úl-»timo se ordenó á la Aduana de Corrien-»tes que intimara el pago de los sueldos *del mes de Noviembre dentro del térmi->no de tres días de la notificación.

>Que el procedimiento obKrvado por »el concesionario señor Blasco Ibiñez, *es violatorio de las disposiciones á que »están sujetos los embarcaderos de em-»presas particulares.

»Se resuelve, etc. »JosÉ M. RosA.>

< « « Otros documentos también interesan­

tísimos para la referida historia de la re­dención dt\.proleiariado.

Son párrafos de una carta que el di­rector de un periódico de Buenos Aires (republicano por máa s( ñii) envía á un amigo suyo de España.

Dice así: «Con respecto á América, me permito

recordarte una carta que te escribí al

principio de llegar, en la que te hablaba de Blasco y de sus colonias; creo que no te mentí. Eite señor ha sido un impostor con los inmigrantes valencianos; y conste que como literato le admiro.

»No ha mocho pasó por este pueblo; cuando me enteré fui á la estación ferro­viaria con objeto de saludarle ¿ inter­viuvarle, pero ya había partido el tren que le conducía de Buenos Aires.

>No obstante, no perdí el viaje, pues ya había más de cincuenta valencianos que habían venido con él en el tren, apostrofándole y diciendo que les había engañado miserablemente. Aquí no hay más que mercantilismo...»

[Seguramente entre esos valencianos engañados y sacrificados que apostrofa­ban en el tren á su antiguo cacique ha­brá muchos que expusieron el pelkjo en las calles de Valencia é hicieron barbari­dades para encumbrar á aquel caadillo rojo llamado Blasco Ibáñezl

\Y ahora sienten sobre sus espaldas el látigo del antiguo redentor, convertido hoy en contratistal

Es toda una lección de la vida.

< < C

En varios teatros y algunas salas de baile de la aristoaacia de Londres ban hecho su aparición unas nuevas danzas americanas.

El biile, llamado «Turkey Trott», constituye—según la prenia inglesa, uná­nime—una verdadera indecencia.

La protesta de la prensa es cada vez mayor...

Sin embargo, se observa un fenómeno muy curioso. Los mismos periódicos que gritan indignados ccmtra la inmoralidad de estos bailes, publican en una plana laa

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La Lectura DomintoaL 187

formidablet protestas, y en otra el anón-do 7 el reclamo de los maestros de bal-le, ofreciendo la ensefianza de los cita­dos bailes en pocas lecciones y á precios muy reducidos.

iQaro está! Una cosa es la moralidad, y el negocio es otra cosa.

Aquí podemos observar los mismos fenómenos en nuestra prensa de «gran circQladón>.

Los mis furibundos anticlericales com-btten con furia la religión; quieren l'evar su laicismo i todos los rincones de la vida... á todos menos á las cuartas pla­nas de eses mismos papeles, donde apa­recen unas esquelas m( rtuorias ccn unas cruces muy grandes, y en las que se pide oradones para los difantor. ¡Ellos, los te­rribles ateos, pidiendo oradonesl lY todo por unas picaras pesetejts que producen esas esquelas mortuorias 1 |Y por el vil in-teiéi dejan ii completa su acci< n laica y aniiirel^iosal

iCoDtrastea de la vidal - LUDOVICO.

Notas del extranjero.

Un gravísimo coifltcto obrerc-patro­nal amenaza perturbar la vida pública de Inglaterra en los piimeros días de eite mes de Marzo. La agitación que hace ya varios meses reina entre las masas obre­ras de las minas de carbón del distrito de Cardiff, y de que ya tienen noticia nuestros lectores, ha ido agravándose diariamente al fraca>ar todas las tentati­vas de soluciones proputstat para 1» con-dliación entre patronos y obreros. Estos han dedarado ya su decidido propóiito de ponerse en hudgs, y á su vez los pa­tronos están dispuestos á resistir, y es muy probable que cuando nuestros lec­

tores redban d presente número se haya producido ya la formidable conflagradón.

Li s consecuendas inmediatas de este coc nieto serán enormes, habiéndose ya manifestado por la extraordinaria cares­tía de los artículos más necesarios, pues la huelga de mineros traerá aparejada la paralización de todas las industrias del país que alimentan sus motores con d carbón, suspendiéndose también las tran-sacdenes mercantiles, y amenazando á toda la poblados con una tremenda cri­sis como jamás se vio otra igual.

Los alcaldes de los diversos Munici­pios han cdebrado en Londres una asam­blea para recomendar á una y otra parte contendiente una solución de armonía. La orden del díi votada por esta Aiam-b'ea dice así:

«Sin prejuzgar la causas del conflicto entre patioacs y obreros, eita reunión, en presenda de la gravedad creciente de la crisis, da á conocer la prcfanda ansie­dad que le inspira la potlbilidad de una huelga general de mineros.

Insiste cerca de los jefes de ambas par­tes en presenda para que se den cuenta de la necesidad de reconocer la superio­ridad de los derechos de la colectividad.

Declara, después de haber estudiado maduramente el problema, que no en­cuentra dificultades serias que puedan dividir á los negociadores.»

£n efecto: á última hora la difereocia entre las pretensiones de los obreros y las concesiones de los patronos era sólo de seis peniques, que equivslen á unos sesenta céntimo;.

«% Siguen los trabajos de organiza­ción de la nueva República china, los cuales se desarrollan, afortunadamente, en medio de una paz octaviana. Lo que únicamente produce alguna sgltadón es la cuestión de la capitalidad, pues son va­rias las ciudades que se la ditputan; los representantes de éstas celebran frecuen -tes reuniones para defender los derechos de cada uia. Parece que la opinión gene­ral se inclina á hacer de Nankín la capi­tal de la nueva República,

El presidente Yuan Chi-Kal ba redbl-do ya la adhesión de los representantes diplomáticos de las naciones extranjeras, ante las cuales ha dedarado que se pro­pone gobernar á la europea, presdndien-do de toda intolerancia religiosa y ha­ciendo respetar la libertad de com ienda en toda la República. Si tan razonables propósitos se cumplen, saldrán muy be­neficiadas las Misiones cristianas, y espe-cUlmente las católicas, contra las cuales se había desatado derta persecución en estos últimos tiempos.

Se ha organizado ya un Gabinete pro­visional, que consta de los siguientes mi­nisterio»: Presidenda, Asuntos extranje­ros, Marina, Comunicadones, Comercio, Agricultura é Industria, Interior y Colo­nias, Inttrucdón y Hacienda.

Sun YatSeo, el alma de la revcludón que ha dado al traste con la dinastía de 1( s Mtndchúes, será nombrado embaja­dor en París, con el encargo de dirigir la instauración de la dvillzadón ocddental en la República china.

«% El gobierno italiano ha presenta­do en la Cámara el proyecto de anexión de la Trlpolitanla y la Cirenaica al terri­torio nacional, para convertir en ley el Real decreto de s de Noviembre pasado. En el preámbulo el gobierno declara que esta anexión es necesaria en vista de los peligros y las dificultades que ofreceiía una doble dominación en aquellas pro-viudas, añadiendo que en esto está con­forme el sentimiento popular. La Cámara aprobó por 431 votos contra 39 la orden del día presentada por el gobierno sobre d particular, entre grandes aclsmaciones y discursos patrióticos, que se repitieron luego en las calles de Roma.

Esta votadón ha venido á animar más al gobierno en su política guerrera, echando por tierra todos los augurios de paz que venían hadéndose estos pasados días. En su consecuencia, el gobierno ha ordenado ya á la flota del mar Rojo el bombardeo de algunos puertos, habien­do comenzado por d importantísimo de Beycoutb, el más importante de Siria

SAN SEBASTIÁN. — La fiesta del árbol; Las niñas de los colegios presenciando la plantación de árboles.

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138 La Lectura Dominical.

desde el punto de vista comercial y de la influencia europea en el Asia Menor. To­davía se desconocen las consecuencias del bombardeo, aunque «e sabe que Irs bar­cos extranjeros anclados en el puerto y los consulados de la dudad han hecho las debidas reclamaciones.

£n vista de estas circunstancias, dícese que los gobiernos de Inglaterra, Rusia y Francia se han pursto de acuerdo para intervenir amistosamente cerca de las dos potencias beligerantes para que cesen las hostilidades que tanto perjudican á todas las naciones. Á esta gestión oficiosa es­pérase que se una también Alemania.

En las regiones costeras de Trfpcli si­guen las escaramuzas entre turcos é ita­lianos con vario éxito.

ALYAK FÁf^iz.

Efemérides de la semana.

FEBRERO.—Día 23.—Sale el Rey para Burdeos.—Celébrase en el ministerio de Estado la acostumbrada recepción diplo­mática, y el ministro Sr. García Prieto celebra una detenida conferencia con el embajador francés sobre el curso de las negociaciones acerca de Marruecos.—El exmioistrc de Hacienda y gobernador del Banco, Sr. Cobián, sufre un ataque de hemiplegia.—El coronel Silvestre en­vía un deitacamento de tropas á las puertas de Arcila para poner coto á cier­tos desmanes del bajá de dicha ciudad.— A consecuencia de los temporales, pere­cen varios pescadores en las costas del Norte y de Galicia.—Eacuéntrase enfermo de mucha gravedad el duque de Luxem-burgo.—Los diputados sccialistas pro­mueven un fuerte escándalo en el Parla­mento italiaoo, oponiéndose al proyecto de anexión de la Tripolitania y la Cire-naica. El pueblo los silba á la salida de la Cámara.

Dia 24.—Llega el Rey á Burdeos, sien­do visitado por el doctor Maure.—El go­bernador del Banco, Sr. Cobián, experi­menta una leve mejoría en su grave do-lercia.—Llega á Madrid el gobernador civil de Barcelona, Sr. Pórtela.—Verifí­case el sorteo de soldados para Melilia en todos los regimientos de la Penín­sula.—£1 gobierno niega que esté dis­puesto á ceder á los franceses la posición del Cabo de Agua, al Norte del Rif.— Adviértese bastante aumento en la jai ka rebelde situada frente á las posiciones españolas. Cerca de todas ellas menudean partidas de merodeadores, que roban lo que pueden y asesinan á los que tienen la imprudencia de separarse de nu'stras líneas.— La esctaira italiana bombar­dea á Beyruth, en Siria.—Los maderistas copan á una partida rebelde en la repú­blica de Méjico.—De paso para Fez, des­embarca en Tánger una sección de avia dores militares franceses.—Crece el temor en Inglaterra de la hue'ga general de los obreros de las minas de carbón, que crea­rá un grave conflicto económico europio.

Día 25.—Se agrava en su indisposición, el ministro de lostrucción pública.— Tambiéa participa desde Sin Fernando el miaistro de Marina que no puede regresar á Madrid por encontrarse en­fermo.—Muere en Madrid la piadosí­sima y noble marquesa .de Navarrés, daoM de h reina D.* Hui* Crixtioa.—

Sale el Rey de Burdeos para Ssn Se­bastián y Madrid.—Salen para Melilia, de todas las regiones militares, los solda­dos sorteados para cubrir bijas en el ejército del Rif. — Francia é Inglaterra acuerdan enviar btrcos de guerra á Bey­ruth, bombardeado por los italianos.— Mucre el gran duque de Luxemburgo.— Inaugúrase en Ri ma el Instituto Bíbli­co.— Es consagrado Obispo el nuevo Nuncio de Su Santidad en Viena, mon­señor Scapinelli. — Tres honibles acci­dentes de automóvil en esta corte, con dos muertos y varios heridos. Entre los primeros figura el conocido joyero señor Cejalvo.—Comienzan en la parroquia de Ssn Giné>, de Madrid, las conferencias dominicales de Cuaresma, por el Padre Capuchino Fray Melchor de B:nisa.

Día 26.—L'ega el Rey á Madrid.— Reanúdanse las sesiones de Cortes, sien­do la del Senado de escasa importan­cia. En el Congreso, el diputado señor Sallaberry presenta una proposición de gracias á Su Santidad por su generoso donativo de 25.000 liras para las vícti­mas de las inundaciones en España. Des­pués prosigue la discusión sobre los cré­ditos para obras públicas y carreteras.— Sigue mejorando el gobernador del Ban­co, Sr. Cobián.—Les ministros de Ins­trucción pública y Marina continúan enfermos.—Comienzan á abandonar el trabajo los mineros de la cuenca del Daiby, en Inglaterra.—En el Círculo de San Luis Gonzaga da una preciosa con­ferencia sobre el Observatorio meteoro­lógico del Ebro su sabio director, el Pa­dre Cirera, de la Comptñla de Jesús.

Día 27.—Lee en el Senado el ministro de Hacieu'la un proyecto de ley refor­mando la legisltc'ón de las clases pasi­vas.— En el Congreso se aprueba un crédito de siete millones de pesetas para atenciones de guerra y otro crédito para celebrar el Centenario de las Cortes en Cádiz—El ministro de Marina, aunque aún sigue algí indi»puesto, anuncia su re­greso á Madrid —Han mejorado también el ministro de Instrucf-ión pública y el gobernador del Banco, Sr. Cobiin.—Ce­lébrase por la noche Consejo de minis­tros para tratar de los debates parlamen­tarios y resolver algunos expedientes adminutrativos.—Muere en Asunción (Paraguay) el expresidente de aquella re­pública, general Bsrnardino Caballero — Las Cámaras francesas aprueban los pre­supuestos.—En MilUn (loglaterra) se de­claran en huelga 32.000 mineros. Créese, sin embargo, que se logrará conjurar la huelga general. — Declara el gobierno francés que está dispuesto á secundar la acción de las potencias para que cese la guerra italo-turca.

Día 28,—Canalejas manda á decir á los periodistas que no los recibe por­que nada tiene que comunicarles.—Co­mienza en el Senado la discusión del crédito de dieciséis millones y pico de pesetas para pagús atrasados de Obras públicas, é impugna el proyecto el mar­qués de Ibarra.—En el Congreso trátase también de asuntos económicos.—Sale para Madrid el ministro de Marina.—En Valencia ocurre una colisión sin conse­cuencias entre jóvenes carlistas y repu­blicanos.—Da á luz un niño la esposa del príncipe heredero de Suecia.—Las tro­pas italianas^ ocupan á Merghel.

Día 29.—Celébrase en Palacio el acos­

tumbrado Consejo de ministros presidi­do por el Rey.—rEn el Senado y en el Congreso continúan los debates pen­dientes.—Llega á Madrid el ministro de Marina.—Adoptínse en toda Ingtaterra imponentes precauciones por si, contra lo que se viene trabajando para evitarla, estalla la huelga general de mineros.

Crónica teat ra l .

Hemos tenido el gusto de asistir á la función inaugural de las sesiones blancas benéficas, patrocinadas por la Unión de Damas españolas, en el cinematógrafo ti­tulado SalÓM Madrid, y que anunciamos hace poco tiempo.

La fiesta fué un éxito feliz completo, puesto que la concurrencia, muy distin­guida, llenó por completo el lindo Salón, y el espectáculo, avalorado por un nota­ble artista, el violinista Sr,' Kriales, la entretuvo agradable y honestamente, se-gúa los laudables designios de las Damas organizadoras.

La mayor y más eficsz enseñanza de la función era éits, que deben tener en cuenta los empresarios poco escrupulo­sos, ó francamente cultivadores de la in­moralidad en escena: MO es verdad que para ganar dinero sea preciso ofender d la decencia pública, halagando los mds ¿ajos instintos de los espectadores.

Lo cual se formula de este otro modo, tomado de un fímoso chascarrillo ale­mán: la honradez, en tiempos de pillería generalizada, es un negocio positivo.

Y á cuantos se hallen en situación de coadyuvar á la Obra trascendental de la Unión de Damas españolas, digámosles: cuanto hagáis en su pro, lo hacSs en de­finitiva por la limpieza de alma de vues­tros hijos, de vuestros hermanos, y más ampliamente, por la salud de la raza, cu­yas virturtes se funden, primero, y se vo­latilizan, después, al calor de la envilece­dora sensualidad, azote de las almas y podre de los cuerpos.

Y todo esto—dirá algún escéptico— jpsra elogiar una función de cineí

Y yo le contestaré: en Berlín hay un funcionario gubernativo, ante el cual hay que proyectar toda película antes de dar­la al público. Y ese funcionario no hace otra cosa más que eso. Es verdad que por al'á han tomado la vida en serio.

« « « He aquí otra simpática tentativa de

liberación del teatro. Al lado de aprove­char lo t xlstente y contribuir á limpiarlo, hay el deseo, positivamente más compli­cado y difícil, aunque de todo punto re­comendable, de crear *dí nueva planta*, y con elementos formados ad hoc, el tea­tro pulcro, honrado, verdaderamente ar­tístico. Este es el propósito de una enti­dad nacida al calor del Centro de Defen­sa Social, en una sección literaria, y que se ht bautizado con el clásico remoquete de Los Cómicos de la legua.

La pámera aparición ante el público de estos faranduleros respetuosos con las cosas dignas de respeto, fué en el nom­brado Centro de Defensa Social: una fies­ta culta, verdaderamente literaria, suge­ridora de ideas nobles y limpias, diver­tida y cristiana á im tiempo. ¿Quién es el necio que dice que eso no puede ser?

Casero leyó un prólogo interesante j

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La Lectura Dominical. 139

bellamente escrito, y luego, entre los Có-tuteos de la legua destacaron dos verda­deras actrices: la Srta. Guerra, de distin­ción natural notoria, y la Srta. Franco, cuya voz, verdaderamente admirable, pa­rece destinada á recitar maravillas poé­ticas.

Cabalguen los cómicot en demanda de tablados más resonantes. Por ialta de zahones no dejarán de cabalgar: hasta tahonero tienen, y muy en*'endido, que todo se ha de decir.

Y f\ aplauso y el estímulo de los que los miramos.

C C «

La boca se hace a^ua á mucha gente al leer las cifras de numerario que para algunos autores—libretistas ó músicos— representa f 1 famoso trimestre. En reali­dad, lo que hacen esas cifras es descora­zonar á quien las contempla con el áni­mo de quien desea para su patria lo mejor. *

Porque ¿cómo, en virtud de qué igno­radas leyes estéticas (I) se puede explicar que el más copioso trimestre sea el que cobra el Sr. Llcó, á quien los periódicos han daio en llamar maestro? Sin ánimo de molestia personal, que aquí no es cosa permitida, ni me sale de adentro aunque la autorice quien quiera, la verdad es que no bay nada en la producción de este músico mediocre que justifique una ganancia anual de 122.000 pesetas. Ni se puede ver con paciencia que por debajo de ese nombre figure el de Benavente, el de 'OÍ Q intero...

El público, el mal gusto del público se refleja en esa estadística, y se manifiesta en semejante hecho.

Es decir, que La Corte de Faraón es aquí la maravilla artística contemporá­nea, y el cobrar el trabajo ó la inspira­ción de Franz Lehar, de Leo Fall y de otros músicos de cxt^ranjis el modo de hacer fortuna.

No;- no es edificante nada de eio, des­de ningún punto de vista que se con­sidere.

' C « « Antes de que se me olvide, otra vez dos

palabras de un estreno de Viérgol en el Coliseo Imperial. Se titula De mujer d mujer, y es una nueva mttestra de la in­tención demoledora, fracassda por falta de medio», del autor de Las Bribonas y Ruido de campanas.

De mujer d mujer. La una es la honra­da, la legítima, la única respetable; la otra es... lo otro, que la moda francesa se empeña en presentar con aureolas senti­mentales de martirio, que las haga sim­páticas á la multitud. Y no hay más que decir.

El consabido ctrozo de vida» observado en las nubes de lo libresco y lo falso por un espíritu de los que practican la intole­rable rutina de querer ser á toda costa original siempre.

« « «

Tenemos el sentimiento de participar á nuestros lectores que se ha resuelto el COT flif to financiero-teatral, en cuya vir­

tud hemos estado á punto de Tegar á un cierre general de teatros para protestar de contribuciones excesivas á juicio de las empresas.

|Si el conflicto hubiese libado siquiera á Pascua de Resurrecciónl

La huelga de teatros hubiese traído el lockout de espectadores; y eso e« Cuares­ma hubiese sido admirable.

P. CkBAIXlKO.

Noticias y comentarios.

En el salón de actos de los Luises, y ante distinguida y numerosa concurren­cia, tuvo lugar el 27 del pasado, á las seis y media de la tarde, la anunciada Conferencia del sabio P. Ricardo Cire-ra, S. J., director del Observatorio del Ebro.

Asistieron á dicha Conferencia los Obispos de Madrid Alcalá y Sión.

Dijo el ilustre conferenciante que sólo se proponía decir cuatro palabras acerca del Observatorio del Ebro, é hizo un precioso discurso científico, probando la influencia de dicho Observatorio en el progreso de la ciencia española. Terminó con un brillante párrafo simbolizando la astronomía en la imagen de la Virgen Inmaculada, que aparece vestida del sol, con sn frente pura orlada de estrellas y teniendo la luna bajo sus pies.

cos.-ÜK plagio que honra d los católi-

-Tal es el llevado á cabo por el ale-

— 32 —

rra, y treme el nervudo brazo de impaciencia y de cóle­ra... ¡Proceres castellanos y leoneses, varones duros y su­fridores de trabajos; «hijos de vuestras obras», ganasteis blasones y heredades con el filo de la espada y la sangre de las venas! ¡Casta de azores, padres gloriosos de esta grande nación de caballeros: salvel

No cierres jamás, buen castellano, las tumbas de aque­llos paladines... Un día, nuestro señor Rodrigo de Vivar, que sabe ganar batallas después de muerto, despertará en la huesa, y limpiando el orín de la tizona, montará en su nervioso corcel y rasgará los velos de los sepulcros y de las cunas. Y jurará, por la cruz de su espada, pur­gar á España de renegados y felones...

¡Hermosa tierra de Castilla! Contemplando las som­bras y las vivas luces de tu faz trigueña; los rubios ma­res de sazonadas mieses que la brisa encorva; los altos encinares donde cuelgan su nido las alegres oropéndolas; al rezar en tus monasterios, junto á las sagradas sepul­turas; al descifrar las códices de tus archivos olvidados; al recorrer tus villas y tus ciudades, que son relicarios del arte y de la historia; al seguir la corriente de tus fa­mosos ríos; al escalar tus puertos, coronados de nieve, loh patria mía! siento latir en mis arterias, con más ardor que nunca, el generoso fuego de mi sangre española y castellana...

Tornando á ti me siento más fuerte y seguro. Vienen á mi memoria recuerdos de otras edades y siglos dicho­sos; me parece que las piedras de armas de tus añejas torres son los rostros de mis abuelos que en silencio me miran; y las amapolas de los surcos, son gotas de san­gre, de mi propia sangre; y los pinares, templos; y las

— 29 —

—¿Qué fué de don Fernando?—repuse con impacien­cia.—¿Qué fué de Pelayo Crespo?

—Se marcharon todos... ¿Adonde? No lo he podido saber... Unos cuentan que don Fernando perdió sus cau­dales... otros dicen que se metió en un convento... no falta quien jura qae le vio en una casa de locos... Y di­cen también que de esta torre van á hacer monasterio los frailes cartujos...

Movido por las palabras sentenciosas del pastor, me di á buscar el secreto de la casa de Villalaz, adivinando una escondida tragedia. Pregunté á las gentes del campo y de la villa; á los antiguos mayordomos y criados de la torre; al capellán que fué de don Fernando; á los pasto­res, colonos, aparceros y gañanes de la vieja heredad, y al cabo de mis preguntas y diligencias, vine á sacar en limpio la historia verdadera, una historia tan lastimosa que arrancaba de las carnes el alma.

Tal vez quisieras, lector, que yo te relatase los heohos en pocas y sencillas palabras, con la gentil llaneza, el fuerte colorido, el aroma de romance que le sabían dar los labradores del campo y los hidalgos de la villa, sin ese artificio y arrogante compostura de las novelas al uso; pero tiene la tal historia tanta miga, según suele decirse, que no puedo resistir á la tentación de aderezar­la con algunos condimentos y levaduras de mi inven­ción, para gusto y dejo de más ambiciosos paladares.

Si este largo proemio no apuró tu paciencia y hallaste placer con las altas razones de don Fernando Villalaz; si Pelayo Crespo te movió á simpatía, y miraste con bue­nos ojos á Isabel y Tasarín; si deseas contemplar de cerca á doña Juana, y saber, hasta el cabo, lo que pasó

Ricardo Iieón.—El amor it los ainores, 8

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140 lA Lectura Dominical.

man If. Berghols, director del Observato­rio de Bremén, presentando como propio on libro sobre los ciclones del extremo Oriente, que no es más que una versión abreviada de la obra eipañola—Baguios ó Ciclones—del P. Joié Algué, S. J., direc­tor del Observatorio de Manila. Puede saborearse la historia de este suceso en el folleto, tan ameno como instructivo, «La Previiión del Tiempo>, por el P. Ricardo Cirera, S. J.

(Véase el anuncio en el presente nú­mero).

= El día 6 del corriente tendrá lug«r la bendición é inauguradón de la nueva capilla que, bajo la advocación de la Sa­grada Familia, han erigido los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios en su nuevo Asilo de San Rafael, sito en la ca­rretera de Cbamartín (altos del Hipódro­mo), en Mtdrid.

Con motivo de la inauguración, se ce­lebrarán solemnes fiestas religiosas.

= Dorante los días de la semana tra­eca y en aquella horrible profanación de templos, im soldado, Juan Lafuente Pa­rres, se encontró con una mujer que lle­vaba en un corporal diecisiete Formas consagradas. Pidióselas el soldado, y una vez en sus manos las sumió reverente­mente para evitar profanaciones sscrl-l^as.

El certificado expedido por la Secre­taría de Barcelona lUce así:

«Secretaría de Cámara y Gobierno del obispado de Bircelona.—D. Francisco Muñoz Izquierdo, Presbítero, Doctor en

la facultad de Sagrada Teología y en la de Derecho Canónico, canónigo Arci­preste y secretario de Cámara y Gobier­no de esta Diócesis.—Certifico: Que del expediente instruido en esta Secretarla de Cámara y Gobierno de mi cargo por orden del Excmo. é Hmo. Sr. D. Juan José Laguarda y FenoUera, Obispo de esta diócesis, mi Sefior, y á initancia del soldado de Artillería D. Juan Lafuente y Parres, resulu que el referido D. Juan Lafuente en la noche del 27 de Junio de igog, en la semana llamada trágica, pudo arrebatar de manos de mujeres sa­crilegas unos corporales que contenían diecisiete Formas al parecer consagradas, por cuanto fueron allí depositadas desde un copón, las cuales fueron sumiias por el expresado soldado para evitar proba­bles profanaciones; conservando en su poder los corporales referidos, que, se­llados sobre locre con el de Su Excelen­cia Reverendísima, han sido devueltos al interesado.—En testimonio de lo cual se expide el presente, por el infrascrito se­cretario de Cámara, visado por Su Ex­celencia lima., y sellado con el mayor de sus armas, en Barcelona á los 18 de Enero de 1912.—Francisco Muñoz.— V." B.", Juan Joié, Obispo de Bama.— Hay un sello. >

= Monseñor Duschenne, autor de La Historia antigua de la Iglesia, ha dirigido al Cardenal de la Volpe, Prefecto de la Compañía del índice, la siguiente carta:

«Fiel hijo de la Iglesia, yo debo some­terme á sus decisiones, y declaro á vues­

tra Eminencia que me inclino respetuosa­mente ante el decreto de la Sagrada Con­gregación del índice, relativo á mi libro Historia antigua de lá Iglesia.

«Dígnese recibir vuestra Eminencia el homenaje de mi profundo respeto.—DuS' ckenne».

t NUESTB08 AMIGOS DIFUNTOS

HJLN rA.LL>CIDO En Utrera (Sevilla), la piadosísima seflora

D.» Concepción Santlag^o, hija del Sr. Mar­qués de Casa-Ulloa.—En Clarabatis, la yir-taosa Sra. D.* Concepción Sans de Com» pafiy.—En Siotander, la bond»dosa Sffiora D.» Luisa Zu'oaga Telaeche.—En Guadslca-nal, á loa sesenta y siete afios, el muy cris­tiano cabsllero D. Ildefonso Parejo Jara-ba.—En Cádiz, el Sr. D. Silvador Vimrg^ra y Valdes, presidente honorario de la Re»! Academia de Sania Cf cilia.—En Sevilla, el Sr. D. Juan Antonio Alga' ín y Algarin.- En Valladolid, D. Manuel de Gardoqui Alan.— D.Mannél de Gardoqui Alau—En Burgos, el Excmo. Sr. D. Antonio Loma y Barcena, marqués de Oria y general de brigsda —En León, D.» Francisca del Ojo y Gómez á los setenta y cuatro «ños de edad,—En Torre, joncillo, D.» Prudencia Sanche» Serradilla.

EN MADRID A los sesenta y ocho años, el Sr. D. Maria>

no López y Ángulo.—La virtuosa Sffiora D.* Fernanda Suárcz de la Vega —El sabio y virtuoso religioso M. R. P. Pedro Díaz Gallo, vicario d« los RR. PP. Escolapios de España y América.—La Excma. Sra. D.* Joaquina Rebolledo de Pal»fox y Guzwán, marquesa de Navarras y Cañizar.—D. Mariano Berto-dano, hijo primngén'to de los vizcondes de Alcira.—El Sr. D. Federico Amutio Arregui, capitán retirado.

B. I. P. A.

— 30 —

en la birre, vente conmigo por estas páginas y habrás conocimiento de personas y cosas de singular noticia y calidad, pues aun siendo yo quien las pinte y declare, tienen tal virtud y fuerza, que, á pesar de lo tosco del pincel, bien dejarán ellas en este lienzo algo de sus es­tampas y de su espíritu.—VALE.

/f ^ ^

PRIMERA PARTE

CAPÍTULO PRIMERO

Canta el autor las oxcelonoias do Castilla, su patria, y co­mienza la novela con loa sucosoa de un caminante.

Sagrada tierra de Castilla, grave y solemne como el mar, austera como el desierto, adusta como el semblante de los antiguos héroes; madre y nodriza de pueblos, vi­vero de naciones, señora de ciudades, campo de cruza­das, teatro de epopeyas, coso de bizarríaí; foro y aula, templo y castillo, cuna y sepultura, cofre y granero, mesa y altar; firme asiento de la cruz y del blasón, del yelmo y de la corona; crisol de oro, yunque de liierro: ¡salve!

Fuiste universidad y escuela dd mundo; tendiste el brazo, como un puente, sobre los mares; hincaste la plan­ta en las cumbres para estar más cerca del cielo; hiciste lanza del corvo arado y mantuviste en los hombros, sin fatiga, la pesadumbre de la gloria. Tu vientre maternal dio tan copioso fruto, que á no ensanchar sus límites el planeta, no cabría en él toda tu raza... Eres pobre, y, sin

— 31 — embargo, nutriste el caudal ajeno; eres vieja, mas aún tienes entrañas y bríos con que parir recios varones; cargada estás de siglos y desengaños, y todavía mueves el cetro y gobiernas la heredad: te pareces á los sar­mientos generosos de tus vides, secos y nudosos, pero henchidos de savia y coronados de racimos.

[Ancha tierra de Castillal ¡Cómo se dilataban los hori­zontes bajo el duro callo de los corceles, bajo el airón de las cimeras, á los ojos aguilenos de tus capitanesl Suda­ba la carne heroica dentro de la fuerte armadura, y el corazón, semejante á una saeta, rasgando la coraza, iba á clavar.«e en el cristal de los cielos.

¿No escucháis todavía la lengua varonil de aquellos rudos mesnaderos del glorioso ciclo, Alvar Fáñez Mar­tín Antolínez, Pedro Beimúlez, cantando la vieja fabla del Campeador, con toda su bárbara majestad? ¿No sentís el choque de los muros de carne que pelean «pecho contra pecho», ni "' crujir de las cotas, ni el ronco hervor de las gargantas, ni el alegre relincho de los caballos?

Grande polvareda se levanta en la llanura. Mirad: son los hijos del aurífero Tajo, del Duero, del Arlanza y del Pisuerga, «reliquias antiguas de la sangre goda»; los de hierro vestidos y de espigas coronados, legión de labra­dores, guerreros, reyes, vasallos, nobles, pecheros... ¡la insigne democracia que en el mundo se viól... «Helos, helos por do vienen», Bernardo del Carpió, y el conde Fernán González, y Mudarra el Bastardo, y los Siete In­fantes de Lara; mira líos cabalgar por los campos rotun­dos del Romancero; traen las espadas ceñidas, las adar­gas á los pechos, las lanzas en las manos... Treme la tic-

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La''Lectura' Domiaical 141

La llamada del ministro.

I ... •

El lelegrami habla sido lacónico é imperativo: «Sírvase vuestra señoría trasladarse inmediatamente á Madrid á recibir órdenes».

Despachos semejantes no eran cosa desacostumbrada.

Ahora, sin embargo, sin saber por qué, por una corazonada, por lo mis­mo que nada sucedía que motivara su llama ia, presentí i algo grave y ex'raordinario; y así, rendida su vo­luntad á aquella idea fija, se hizo anunciar al ministro por el portero mayor en cuanto, sacudido el polvo del viaje, se trasladó al rojizo ediñcio de Gobernación.

En el acto fué recibido en el pro­pio despacho particular de su Elxce-lancia.

—Un momento, mi qu?riio amigo, y soy con usted en seguida.

El ministro firmó tres ó cuatro car­tas, mientras el buen gobernador, arrellenado en una butaca de cue­ro, repasaba por la centésima vez en su vida aquella sillería de labrado y artístico cordobán, aquellos corti­najes de terciopelo color café y aquel retrato de Su Majestad con uniforme de capitán general. Y en éitas, que su excelencia echó su última rúbrica; y levantándose de su mesa estrechó las mines cariñojaraente á la digaa autoridad, y entró sin más ambjjes en materia.

—Se ha mandado llamar á usted en nombre del gobierno, porque necesi­tamos un hombre excepcional, capaz de realizar una empresa, no ya difí­cil, sino peligrosa.

Reverencia agradecida del gober­nador.

—Ya sabe usted hasta qué punto

se ha desarrollado el bandidaje, per­fectamente organizado, en esas pro­vincias del Sur, y hasta ahora triun­fante á pesar de todos los esfuerzos del gobierno... Dos de los mejores go­bernadores han fracasado al tratar de combatirlo, y hasta un juez ha sido asesinado... Usted es hombre de ca­rácter, de condiciones de mando, de perspicacia aguda, y hornos pensado en usted. La tarea es ardua: se va us­ted á jugar la vida; pero si triunfa, se cubrirá usted de gloria... No me dé las gracias, sé su buena voluntad... Pero por lo mismo de lo excepcional del caso, el gobierno no quiere impo­nerse... Tiene usted, pues, ocho días de plazo para persarlo.

II

Las doce horas do tren que separa­ban á la villa y corte de la capital de la provincia confiada á su bastón de borlas pareciéronle al buen goberna­dor veinticuatro.

Li trascendencia de la misión jus­tificaba su impaciencia por encon­trarse entra los suyos y confiarles la terrible nueva. Porque si por un lado sentíase halagado en su amor propio y en su vanidad al habar sido elegido entre todos sus colegas, por otro no se le ocultaba lo ímprobo, lo espino­so de la tarea, en la que podría sa­lir airoso, pero en la que más vero>í mil mente resultaría muerto, ó por lo menos desconceptuado.

La noticia cayó como una bomba en la familia.

Es decir, que no sólo había que renunjiar al idilio del mando, á los bailes del casino, á las fiestas de la Santa Patrona, á la quinta en que pasaban un par de meses en el buen tiempo, enclavada á diez kilómetros déla población, en plena sierra, en el grato fresco de la montaña, sino que además había que renunciar á todo ello porque el pobre marido, el pobre papá, se iba á realizar una empresa que equivalía á correr al encuentro de la muerte.

En seguida, por noble y desintere­sado impulso unánime, determinaron aconsejar al jefe de la familia que declinara el honor otorgado, y si se hacía preciso renunciar al gobierno, que renunciara.' El cónclave se pro­nunció, pues, resueltamente en con­tra de la aceptación, y en el acto, en cuanto el gobernador regre&ó de Ma­drid, emprendió una campaña de to­dos los momento', en que se puso á contribución hasta á los amigos ín­timos.

La antevispera de vencer el plazo

la pasó rompiendo papeles, lo que se interpretó por siatomas de renuncia del cargo; la víspera fué á confesarse y á comulgar, como buen cristiano que era: «á pedir consejo al que todo lo puede», dijo á los suyos cuando demandaron, inquietos, una explica­ción, y al cabo volvió á tomar el rá­pido de la corte sin dejar transpa­rentar sus intenciones.

111

En el, mismo despacho del cordo­bán y do los cortinajes café, el mi­nistro, con su sagrada levita oficial, y el gobernador, todavía con su traje de camino, por haberse trasladado al ministerio desde la estación.

—¿Qué hay? ¿Acepta usted?.. Las noticias son cada vez peores. Incen­dios de cortijos, asaltos en cuadrilla... ¡un horror!

Hizo una pausa su excelencia, y concluyó:

—Conque usted dirá. El gobernador, pálido, pero resuel­

to, se desabotonó su gabán de pieles,

•_»JLJ-|

y sacando la cartera, requirió de ella un sobre grande, que puso silenciosa­mente sobre la mesa italiana.

—¿Qué encierra ese pliego?—pre­guntóle el ministro, estupefacto y mi­rándole de hito en hito, no sin cierta emoción.

—¡Mi testamento! ¡Quedo cumplido con Dios y con los hombres! ¡Acepto!

—¡Ah!—exclamó efusivamente el ministro, abriendo los brazos al digno gobernador.—¡Ya sabía yo lo que me hacía pensando en usted y respon­diendo de su heroísmo al presidente del Consejo! ¡Era una llamada de ho­nor que significaba un sacrificio y ua hombre!

AUOMSO PÍKKZ NlSVAr

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142 La Lectura Dominicai.

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La Lectura Dominical. 143

E;I COOPERATIVA DE CRÉDITO HIPOTECARIO

Leemos en nuestro querido y reputado colega La Revista de Economía jf Hacienda dsl lO del corriente:

«Varias veces hemoi elogiado la labor qae COD asombroso éxito viene realizando »Et Hogar Español», labor que no es sólo utilitaria, sino de una gran importancia social. La Memoria correspondiente al ejercicio último que tenemos á la vista re­fleja aquel éxito excepcional en el acentuado incremento que han obtenido todas las operaciones á que la Sociedad se dedi­ca. El capital suscripto ha pasado de 37,97 á 49,26 millones de

Afioi.

pesetas; los préstamos hipotecarios en vigor ofrecen un au­mento de más de 7 Va millones sobre la cantidad á que as­cendían á fines de 1910, y ha extendido su esfera de acción á casi todo el territorio nacional, siendo contadas las pro­vincias quB desconozcan Ja beneficiosa obra de cEl Hogar Español».

Véase el progreso realiíado en el capital suscripto y reali­zado y préstamos hipotecarios otorgados desde la fundación de la Cooperativa:

PRÉSTAMOS HIPOTECARIOS

1904. 1905. 1906. 1907. 1908. 1909. 1910. 1911.

Capital suscripto.

4 330-000 3.683.500 6.007.000

I I .204 000 17.622.500 25.546.000 37,977.000 49.261.000

Capital realizado.

296.295 859 422

1.668.926 3.976.791 6.796 735 9.480.135

16.253 856 19.602.236

Rea l i zados ea el año.

302.500 813 000

I .264 500 2.810,500 4.007.500 5.171.500 6.937.500 8.210.500

En vigor.

302.500 1.023.000 2.092.600 4.447.000 8.134.979

12.861.179 18.346.826 25.976.613

Durante 1911 se ha reducido la cuenta de propiedades ad­judicadas á la Sociedad, y no obstante el númeto de présta­mos hipotecarios realizados, han sido insignificantes las ejecu­ciones por falta de pago.

Se ha creado en 1911 una Sucursal en Barcelona, existien­do el propósito de establecer Agencias en otras localidades importantes. Se ha realizado con éxito el proyecto de crear cátedras ambulantes de agricultura, habiéndose dado durante el año notab'es conferencias por prestigiosas persona'idades en distintos puntos de España.

En 1911 ha obtenido «El H >gir Españo'» una utilidad lí­quida de 1 411.067 pesetas, con un aumento de 310.923 pe­setas sobre la alcanzada ea ei ejercicio anterior.

Los fondos de Garantía, Previsión y Cultura se elevan, con la asignación del corriente año, á la importante cifra de 615.461 pesetas.

Las crecientes demandas de préstamos que tiene «El Ho­gar Español* por parte de los agricultores, prueba que aquí son muy necesarias estas instituciones de crédito, que realizan una verdadera obra social.

Nosotros ffcilitamos al Consejo de la Sociedad que presi­de el ilustre catedrático de la Central D. José María Olózaga, y al gerente señor Ramírez, por los brillantes éxitos obtenidos y por el nuevo rumbo que se da á la Sociedad, la cual, me­diante la reforma estatutaria aprobada por la Junta, podrá rea­lizar SIS fines con mayor intensidad y extensión.»

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